Nueva Vizkaya y Michoacán ChantalCramaussel PDF

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RELACIONES ENTRE L A NUEVA VIZCAYA

Y LA PROVINCIA DE MICHOACÁN

RELACIONES 100, OTOÑO 2004, VOL. XXV

Chantal Cramaussel*
EL COLEGIO DE MICHOACÁN
Las relaciones entre la Nueva Vizcaya y Michoacán se establecieron
desde el siglo XVI cuando varios grupos de indios tarascos fueron en-
viados a poblar asentamientos coloniales en el Septentrión. De esos
traslados tempranos quedan muchas huellas en el ahora estado de
Durango. Si bien esas migraciones cesaron en el siglo XVI, las relacio-
nes comerciales entre el norte y Michoacán fueron intensas durante
toda la época colonial; su éxito dependió tanto del sistema de distri-
bución comercial con base en una red de pequeños arrieros como de
la habilidad de los artesanos de Pátzcuaro y la sorprendente especiali-
zación de pueblos enteros de la sierra de Michoacán en la fabricación
de objetos destinados al comercio.

(Nueva Vizcaya, Michoacán, comercio, migraciones, artesanía)

as relaciones que se establecieron entre la Nueva Vizca-


ya y el centro occidente de México no han sido hasta
L ahora objeto de ningún estudio en específico. Las men-
ciones que recogimos a continuación abren más inte-
rrogantes que respuestas acerca de un problema que es
muy importante resolver para comprender mejor la manera cómo se in-
terrelacionaban las diferentes regiones de la Nueva España y se estruc-
turaba el territorio en la época colonial. Si bien el camino real de tierra
adentro era el principal eje norte-sur sobre el cual transitaban entre Mé-
xico y Santa Fe (en el Nuevo México) hombres y mercancías,1 no todo el
tráfico comercial y las corrientes migratorias se efectuaban en esa vía, se
daban también traslados de población e intercambios de bienes entre
el altiplano septentrional, la costa del Pacífico y el centro-occidente del

* [email protected] Agradezco los comentarios de todos los que participaron


en la sexta sesión del Seminario Permanente sobre el Norte de México, a mi cargo en el
Colegio de Michoacán. La ponencia que presenté entonces me sirvió de base para el pre-
sente artículo. Doy las gracias en especial a Miguel Vallebueno, William Merrill, Clara
Bargellini, Salvador Álvarez, Hans Roskamp, Nora Jiménez y Libertad Villarreal quienes
me dieron documentos, ilustraciones y referencias que enriquecieron mucho el trabajo.
1
Chantal Cramaussel, “De la Nueva Galicia al Nuevo México por el camino real de
tierra adentro”, Salvador Bernabéu Albert, ed., El septentrión novohispano: ecohistoria, so-
ciedades e imágenes de frontera, CSIC, Madrid, 2000, 39-73.

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virreinato.2 Nos ocuparemos aquí en analizar los movimientos que en-


lazaban en particular a la provincia de Michoacán con la Nueva Vizca-
ya. Entendemos por “provincia de Michoacán”3 la región de los lagos y
la sierra, es decir el corazón del país tarasco.4

MOVIMIENTOS DE POBLACIÓN

En 1562, una nueva expedición bajo el mando de Francisco de Ibarra


partió de Zacatecas hacia el septentrión. Esta expedición desembocó en
la fundación de la provincia de la Nueva Vizcaya, la cual con el tiempo
llegó a comprender dentro de su jurisdicción los actuales estados de Si-

2
Ese esquema de organización del territorio es el ilustrado por el mapa intitulado
“Estructura básica de la geografía de México” que presenta Bernardo García Martínez en
“En busca de la geografía histórica”, Relaciones 75, vol. XIX, 1995, 25-59. Creo que éste fue
de hecho el sistema espacial rector impuesto por el régimen colonial, el cual sin embar-
go no llegó a suprimir por completo las antiguas relaciones que unían el altiplano y las
tierras bajas, cuyos recursos se complementaban.
3
Resulta muy difícil definir a qué correspondía territorialmente “La provincia de
Michoacán” durante la época colonial. La palabra “provincia” era un término tan impre-
ciso como el de “región” en la actualidad. Sólo parece haber acuerdo entre los investiga-
dores en que Tzintzuntzan en la época prehispánica, Pátzcuaro a principios de la época
colonial y Valladolid (hoy Morelia) después de 1576 fueron capitales de la provincia de
Michoacán. Sería demasiado complejo fijar con precisión los límites del Michoacán colo-
nial ya que se modificaron en el transcurso del tiempo las jurisdicciones civiles (alcaldías
mayores y corregimientos) y eclesiásticas: Peter Gerhard, Geografía histórica de la Nueva
España, 1519-1821, México, UNAM, 1986, 352-363. El obispado de Michoacán, que corres-
ponde al territorio que algunos llaman “El gran Michoacán” fue fundado en 1568; era
mucho más extenso y comprendía parte de Guanajuato, San Luis Potosí y muchos luga-
res donde no se hablaba el tarasco. Sobre el particular, se puede consultar el libro de Al-
berto Carrillo. Michoacán en el otoño del siglo XVII, El Colegio de Michoacán/Gobierno del
Estado de Michoacán, 1993, que consiste en una descripción de la jurisdicción en 1680 y
el de Oscar Mazín, El gran Michoacán: cuatro informes del obispado de Michoacán (1759-1769),
El Colegio de Michoacán, 1986. Cabe también señalar también que el estado actual de
Michoacán comprende dentro de sus límites actuales poblaciones que no hablaban el ta-
rasco en la época de la conquista, en especial hacia el oriente y la costa.
4
El término actualmente “correcto”, con el que se autonombran los indígenas de Mi-
choacán es el de purépecha. Pero usamos también aquí la palabra “tarasco” porque este
vocablo es el que se encuentra en los documentos coloniales consultados.

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naloa, Sonora, Baja California, Chihuahua y Durango.5 Francisco de Iba-


rra fue nombrado primer gobernador de la nueva gobernación, era so-
brino de Diego de Ibarra, viejo conquistador de la Nueva Galicia y uno
de los fundadores del real de minas de Zacatecas, descubierto en 1546.
Las minas de Zacatecas primero, al igual que la Nueva Vizcaya des-
pués, estuvieron desde un principio muy relacionadas con el occidente
del virreinato. Para los vecinos de la Nueva Vizcaya, los juicios de ape-
lación se dirimían en Guadalajara, la capital de la Audiencia de la Nue-
va Galicia.6 Los pueblos de indios de Nueva Galicia eran, por otra parte,
los principales proveedores en hombres y alimentos de las minas de Za-
catecas en el siglo XVI como lo ha demostrado Salvador Álvarez,7 y con-
tribuyeron sin duda también a reunir los pertrechos necesarios para las
expediciones hacia el Norte. Pero también los indios de Michoacán
abastecían al real de Zacatecas; en las relaciones geográficas de 1580, se
menciona la importancia en ese aspecto del pueblo de Chilchota (situa-
do en la Cañada, cerca de Zamora).8 En Zacatecas, los traslados de in-
dios habían dado lugar a la creación de barrios indígenas de diferentes
“naciones”; los tarascos, tonaltecas y tlaxcaltecas tenían asentamientos
propios todavía en la segunda década del siglo XVII.9 Esos indios forá-
neos trabajaban como operarios en la extracción y beneficio de la plata,

5
Sobre la evolución de la jurisdicción véase Peter Gerhard, The North frontier of New
Spain, University of Oklahoma Press, 1993. Parras y Saltillo, en el ahora estado de Coa-
huila pertenecieron a la Nueva Vizcaya hasta 1787, fecha en la que ambas villas pasaron
a formar parte de la provincia de Coahuila.
6
Guillermo Porras Muñoz, Iglesia y Estado en Nueva Vizcaya, México, UNAM, 1980.
7
Salvador Álvarez. “Minería y poblamiento en el norte de la Nueva España: siglos
XVII y XVIII”, Ciudad Juárez, AUCJ, Actas del I Congreso de Historia Regional Comparada,
pp. 141-183.
8
Sylvie Lecoin. “Intercambios, movimientos de población y trabajo en la diócesis de
Michoacán en el siglo XVI”, en Thomas Calvo y Gustavo López López (coords.), Movi-
mientos de población en el Occidente de México, México, Colegio de Michoacán, CEMCA, 1998,
123-137.
9
Peter Bakewell, Minería y sociedad en el México colonial. Zacatecas (1546-1700), Méxi-
co, Fondo de Cultura Económica, 1976, 18; al examinar los registros parroquiales de los
franciscanos este mismo autor se percató de que entre 1616 y 1620 los tarascos fueron ma-
yoría entre los que contrajeron matrimonio en el convento de la orden (180). Un tarasco
servía de sacristán en la iglesia parroquial de Zacatecas; fue acusado en 1554 de leer

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pero participaban también en las campañas militares en contra de los in-


dios comarcanos. No es sorprendente entonces encontrar a esos mismos
tres grupos de indios en las expediciones hacia la Nueva Vizcaya por co-
lonizar. El origen de la presencia en el Norte de indios del centro y del
occidente de la Nueva España necesita todavía de mayor investigación.
En el caso de los tarascos, se piensa que la conquista y el sometimiento
de Michoacán al imperio hispánico fue fulgurante gracias a la alianza de
la nobleza indígena con los españoles.10 Sin embargo, los datos que se
apuntan a continuación indican más bien que los conquistadores apro-
vecharon la debilidad de la sociedad tarasca para asentar por la fuerza
a esos indios en los lugares de frontera más peligrosos y llevar consigo
mano de obra obligada después a trabajar en minas y carboneras.
Cuando a lo largo de la segunda mitad del siglo XVI, los mineros de
Zacatecas abrieron con sus indios de servicio el camino hacia México se
reforzaron los lazos que existían probablemente desde la época prehis-
pánica entre Michoacán y el Norte. La nueva ruta pasaba por los pueblos
de Yuririapúndaro y Acámbaro (ahora en el sur del estado de Guanajua-
to).11 Hubo también colonos tarascos en San Miguel, fundado en 1551,
vuelto a fundar cuatro años después y repoblado en 1562; San Miguel
pasaría a ser otro punto importante del camino real de tierra adentro.12
Al entrar en guerra los llamados chichimecas a mediados del siglo
XVI, los españoles de Zacatecas en repetidas ocasiones solicitaron la ayu-
da de sus aliados michoacanos para lanzar campañas punitivas contra
los rebeldes, como ya lo mencionamos. Los indios de Michoacán contri-
buyeron como soldados pero también como proveedores de los ejérci-

libros prohibidos: Francisco Fernández del Castillo, comp., Libros y libreros en el siglo XVI,
México, Fondo de Cultura Económica, 1982, 38,48. Biblioteca Nacional de México, Archi-
vo Franciscano, caja 58, exp. 1159 (1622-1623), fs. 1-7.
10
Esta es cuando menos la versión oficial en la historiografía local, véase por ejemp-
lo: Carlos Paredes, “El mercado de Pátzcuaro en los inicios de la época colonial”, en Car-
los Paredes Martínez, coord., Historia y sociedad. Ensayos del seminario de Historia Colonial
de Michoacán, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, CIESAS, 1997,
143-147.
11
Peter Bakewell, op. cit., 87.
12
Philip Wayne Powell, La guerra chichimeca (1550-1600), México, Fondo de Cultura
Económica, 1984, 45, 52, 82.

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tos: se llegó a buscar para la alimentación de la tropa, maíz y trigo para


bizcochos en pueblos purépechas tan distantes como Chilchota o Jacona
(cerca de Zamora), aunque era más usual conseguir bastimento en las
cercanías de Yururia, Acámbaro o Maravatío, lugares que se volverían
agrícolamente muy productivos en la época colonial.13 Durante la segun-
da mitad del siglo XVI, indios purépechas fueron asentados en nuevos
pueblos destinados a proteger el camino hacia México y que sirvieran
de baluarte contra los indios nómadas. Al sur de Zacatecas, se fundó con
colonos tarascos San Felipe en 1562 (ahora Guanajuato, Gto.), así como
Celaya en 1570. Celaya se encontraba entre San Miguel (ahora San Mi-
guel Allende) y Acámbaro en la ruta que unía Michoacán con el camino
real de México-Zacatecas. Más al norte de Zacatecas, las minas de Fres-
nillo también contaron con un barrio tarasco,14 así como la villa de
Nombre de Dios, fundada en 1562, que pasaría a ser el bastión de avan-
zada del gobernador de la Nueva Vizcaya y el lugar desde el cual sal-
drían muchos futuros colonos del lejano septentrión.15
La villa de Nombre de Dios fue creada para proteger el camino real
que enlazaba Zacatecas con Durango, la capital de la Nueva Vizcaya. Se
establecieron allí indios mexicanos, tarascos y tlaxcaltecas quienes al
igual que sus congéneres de Zacatecas, partían en campaña junto con
los colonos españoles para combatir a los chichimecas rebeldes. A fina-
les del siglo XVI, esos “indios amigos” se quejaban de que los “castella-
nos” se habían quedado con todos los esclavos de guerra capturados.
En 1608, había todavía tres naciones diferenciadas de indios en Nombre
de Dios: “mexicanos, tarascos y tonaltecos”;16 la descendencia de sus

13
Ibid., 77, 82, 98. Estos pueblos pertenecen ahora al estado de Guanajuato.
14
Bakewell, op. cit., 36. Hubo igualmente tarascos en San Luis Potosí donde las auto-
ridades solicitaron en 1622 que les enviaran frailes conocedores de la lengua tarasca para
su cuidado espiritual: Biblioteca Nacional de México, Archivo Francisco, caja 58, exp.
1159 (1622-1623), fs. 8-15.
15
Sobre la fundación de Nombre de Dios, véase: Nombre de Dios, Durango. Two Docu-
ments in Nahuatl Concerning its Foundation, R. H. Barlow y George T. Smisor, The House
of Tlaloc, Sacramento, Cal., 1943, p. xvii. Actualmente Nombre de Dios pertenece al esta-
do de Durango.
16
Se supone que los tonaltecos provenían de Tonalá, en las inmediaciones de Guada-
lajara. En ese documento ya no se habla de los tlaxcaltecas.

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respectivos caciques se había acabado pero cada uno de esos grupos


conservaba aún su lengua. Los tarascos, al igual que las otras dos par-
cialidades indígenas elegían a un alcalde, un regidor, un topil y un al-
guacil cada año, para el gobierno de su república respectiva. En Nombre
de Dios, hubo un hospital como en todos los poblados coloniales de Mi-
choacán, cuya administración corría a cargo de los tarascos. Luis Carlos
Quiñones, en su libro sobre la demografía de Nombre de Dios, encuen-
tra menciones de tarascos en ese lugar durante todo el siglo XVII. Lo mis-
mo sucede en la villa de Durango, la capital de la gobernación de la
Nueva Vizcaya, así como en San Juan de Analco, el pueblo de indios
anexo, que fue poblado en parte con indios tarascos el mismo año de la
fundación de Nombre de Dios, en 1562.17
En las siguientes décadas, los tarascos siguieron acompañando a los
españoles en su expansión colonial hacia el norte. Se registra su presen-
cia en 157218 en Indé (al norte del actual estado de Durango), que es al
parecer el topónimo más septentrional de origen purépecha.19 Los taras-
cos estuvieron también en la misión jesuita de Papasquiaro (o Papascua-
ro, como lo señala Beaumont20) que recibió un nombre en su lengua a
fines del siglo XVI. En Papasquiaro sabemos que los tarascos fueron lle-
vados por los jesuitas durante la última década del siglo XVI para co-

17
Luis Carlos Quiñones, Composición demográfica de Nombre de Dios, Durango. Siglo
XVII, Durango, UJED, LXIX Legislatura del H. Congreso del Estado de Durango, Voluntaria-
do Cultural, Presidencia Municipal de Nombre de Dios, Dgo., Secretaria de Educación
del Estado de Durango, 2002.
AGI, Guadalajara 73, Información de méritos de Francisco de Ibarra (1575). En San-
18

ta Bárbara en 1581, el sacerdote confiesa a un naborío tarasco: AGI, México 216, Informa-
ciones de méritos de Juan de Soto (1581).
19
Endecha o Endecha significaría “los de allá” en purépecha. Indé se escribía también
Indeje o Indehe en la época colonial.
20
Pablo Beaumont, Crónica de la provincia de los santos apóstoles San Pedro y San Pablo
de Michoacán, México, Imprenta Ignacio Escalante, 1873-1874, t. V. Papascuaro podría
provenir de páp’ani (tocar en una superficie plana) y el sufijo cuaro que indica el lugar de
tal forma que en sentido figurativo Papascuaro significaría el punto a donde se llega, o
etapa en el camino (agradezco a Moisés Franco esta interpretación). Papasquiaro era un
lugar importante en el camino de Topia que llevaba de Durango a la costa y empalmaba
con otro camino que conducía a Guanaceví y la provincia de Santa Bárbara.

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laborar con ellos a la evangelización de los tepehuanes y enseñar a los


indios locales a labrar los campos a la usanza europea;21 en 1611, el mi-
sionero Juan Font comentaba que este poblado estaba habitado por ta-
rascos y mexicanos.22 En Topia (real de minas de la segunda mitad del
siglo XVI, hoy en el noroeste del estado de Duarngo), se encontraban
igualmente operarios tarascos en 1592-159423 originarios de Pátzcuaro,
Sevina, Nahuatzen, Cherán y Arantza, quienes estaban trabajando en
las minas locales junto con los acaxes locales.24 Habían sido llevados allí
a fines de la centuria por Gonzalo de Tapia, un padre jesuita el cual ha-
bía ido a evangelizar desde Pátzcuaro a los indios de Purándiro, Irapua-
to, San Felipe y Pénjamo en 1588 y 1589.25
También se menciona la presencia de indios tarascos en La Laguna
a principios del siglo XVII,26 y en Cuencamé, en el mismo periodo.27 En el
sur de la Sierra Madre Occidental, cuya colonización fue posterior al le-
vantamiento de 1616-1618, como lo ha demostrado José del Refugio de

21
Jean-François Genotte, “La evangelización de los tepehuanes de los valles orienta-
les de Durango (1596-1604): las primeras misiones jesuitas”, en: Chantal Cramaussel y
Sara Ortelli (coords.), Asentamientos y movimientos de población en la sierra tepehuana desde
la prehistoria hasta nuestros días, de próxima edición.
22
Archivo General de la Nación, Jesuitas III, Carta annua de 1611, citada en Luis Gon-
zález Rodríguez, Crónicas de la sierra Tarahumara, México, SEP, 1984, 147 y 167.
23
Hecho mencionado por Guillermo Porras Muñoz, en La frontera…, 72, quien cita
a Andrés Pérez de Rivas (1645), Triunfos… t. III, 250: …“tenían particular amor al padre,
por haberlos antes predicado en sus tierras y saber con eminencia su lengua”. Comuni-
can la muerte del padre ocurrida en Sinaloa a sus paisanos de “la provincia de Michoa-
cán”. Guillermo Porras al no encontrar después huella de esos tarascos de Topia
concluye “seguramente se asimilaron a los acaxees”.
24
Esta información se desprende de la carta que enviaron los indios tarascos a sus
pueblos al morir al padre Tapia en 1594, publicada en Francisco Zambrano, Diccionario
bio-bibliográfico de la Compañía de Jesús en México, México, JUS, 1962, 375-437: “Gonzalo de
Tapia”.
25
Tapia nació en la provincia de León, España, en 1561, llegó a México en 1584, estu-
vo en la fundación de San Luis de la Paz, Gto. Cuando lo mataron los indios, el misionero
tenía a su servicio en Sinaloa a un “tarasquillo”: Ibid.
26
Guillermo Porras Muñoz, op. cit., quien cita a Pérez de Rivas, t. II, 168 y 272.
27
Peter Gerhard, op. cit., 194, 226. El documento se conserva en la Biblioteca Nacional
de éxico, caja 11, exp. 171, fs. 4 (1622). Minuta del convento de Cuencamé donde se en-
cuentran indios tarascos, mexicanos y tonaltecos.

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la Torre Curiel,28 tenemos huellas de la presencia tarasca en la toponimia


local: varios pueblos tepehuanes duranguenses considerados hoy como
tradicionales parecen tener el origen de su nombre en la lengua purépe-
cha. Este es el caso de Taxicaringa o Xicaringa, Teneraca, Muruata y Yo-
nora.29 Todos estos pueblos ubicados sierra adentro fueron fundados
por franciscanos a principios del siglo XVII y dependieron de San Fran-
cisco del Mezquital.30 En una descripción de la población de Parras en
1692, entre las 147 familias del pueblo se encontraban siete tarascas na-
cidas en el pueblo pero cuyos padres provenían de “tierra afuera”, lo
que hace remontar también esa migración a unas décadas antes.31
Pero en el territorio que corresponde hoy al estado de Chihuahua,
de la participación grupal de indios tarascos en la colonización no queda
registro alguno ni siquiera en la toponimia. Cierto es que los traslados
masivos de indios, tanto tarascos como mexicanos del altiplano central,
se remontan todos al siglo XVI antes de que el derrumbe demográfico
sufrido por los pueblos indios obligara a la Corona a prohibirlos. Con la
excepción de Santa Bárbara y San Bartolomé (pueblo que recibió en 1574
un contingente de indios mexicanos),32 los demás pueblos del ahora es-
tado de Chihuahua se fundaron posteriormente sin que contribuyeran
a su formación grupos de indios originarios de la Nueva España. Pero
esto no quiere decir que los tarascos hubieran estado totalmente ausen-
tes en el norte de la Nueva Vizcaya durante los siglos XVII y XVIII. En 1588,
por ejemplo, el cura del real de Santa Bárbara confesó a un naborío ta-

28
José Refugio de la Torre Curiel, “La presencia franciscana en las misiones del sur
de la sierra tepehuana”, en Chantal Cramaussel y Sara Ortelli (coords.), Asentamientos…
29
Agradezco a Pedro Márquez y a Moisés Franco el haberme indicado el probable
significado de estos toponímicos que extrañan a los propios tepehuanes, pues ellos saben
que no tienen origen en su lengua pero desconocen su etimología y significado. Para la
etimología purépecha posible de esos lugares véase la introducción al libro que coordiné
con Sara Ortelli sobre Asentamientos y movimientos de población en la Sierra Tepehuana desde
la prehistoria hasta nuestros días (en curso de edición).
30
José del Refugio de la Torre Curiel, op. cit.
31
El documento es una relación del cura de Parral citada por Cecilia Sheridan, Anó-
nimos y desterrados. La contienda por el “sitio que llaman de Quauyla”. Siglos XVI-XVIII, México,
CIESAS, Porrúa, 2000, 111.
32
Chantal Cramaussel, La provincia de Santa Bárbara (1563-1631), Chihuahua, Talleres
Gráficos del Gobierno del Estado, 2004, p. 51 (1ª edición 1991).

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rasco.33 Unas décadas más tarde, en las primeras décadas de vida de las
minas de Parral entre 1632 y 1650, encontramos repetidas menciones de
naboríos tarascos en los registros parroquiales, aunque son menos nu-
merosas que las de indios mexicanos. Se trataba al parecer de tarascos
que se habían desplazado con sus amos a Parral34 y cuya presencia se ex-
plica fácilmente por la llegada a la región de mineros de Zacatecas y de
la Nueva Galicia.
Entre los 251 vecinos establecidos a mediados del siglo XVII en el dis-
trito minero de Parral (la población más gruesa al norte de Zacatecas a
partir de 1640)35 encontramos a cuatro individuos nacidos en Michoa-
cán: un mayordomo de minas y su mozo así como dos mercaderes en
pequeño.36 Aparece igualmente un humilde trajinante, quien se dedica-
ba a transportar mercancías de Michoacán al norte con su tren de mu-
las.37 Sebastián Alonso, indio tarasco carbonero fue llevado en 1635 por
su patrón a Parral y como éste no le pagaba nada y le impedía cambiar
de amo, apeló a la justicia, por esta razón sabemos de su existencia pero
había seguramente en Parral más indios de su nación compelidos a resi-
dir allí por los españoles o mestizos que los habían contratado.38 A dife-
rencia de los movimientos migratorios organizados a partir de Michoa-
cán que se originaron en el siglo XVI, los de la centuria siguiente parecen
haber sido de tipo individual y ya no grupal, aunque es posible, como
ya se dijo, que un misionero o algún otro español se hubiera llevado a
varios indios de Michoacán como sirvientes u operarios de su carbone-
ra o mina. En la ciudad de Chihuahua que tomaría el relevo de Parral y
33
Archivo General de la Nación, Inquisición, t. 121 (1587-1588), Contra Diego Pérez
de Luján.
34
Chantal Cramaussel, Peupler la frontière. La province de Santa Bárbara (Mexique) aux
XVIème et XVIIème siècles, París, EHESS, 1997, actualmente en curso de edición en español.
La palabra naborío calificaba a los indios que habían entrado de manera definitiva al ser-
vicio de algún español.
35
Ibid.
36
Archivo Histórico de Parral (AHP, en adelante), 1649ª no. 20, Alarde de armas: Her-
nando de Villagómez y Nicolas de Aguilar están en San Diego; los mercaderes Blas Pan-
toja y Juan Menéndez, originarios de Valladolid, tienen una tienda en Parral: AHP2 1650.
37
Se llamaba Francisco Rodríguez: AHP, 1656b, Compra venta de casas, 26 de no-
viembre de 1657; vende una casa a Juan de Salaices.
AHP, 1639ª, no. 30 (toma no. 665, en el microfilm) Demanda de Sebastián Alonso.
38

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se transformaría en el mayor centro de población del septentrión desde


la segunda década del siglo XVIII, no hemos encontrado ya huella de po-
bladores de Michoacán pero sí continuaron llegando al Norte mercade-
res y sobre todo bienes manufacturados provenientes de esa provincia.39

LOS ARTÍCULOS DEL INTERCAMBIO COMERCIAL

En los inventarios de bienes que se levantaban durante el siglo XVII en el


Real de Parral por la muerte de vecinos intestados o por embargos de
bienes causados por deudas, encontramos muchos objetos tanto de uso
común como suntuario provenientes de Michoacán. Hay que señalar
aquí que hubo durante la época colonial una notable carencia de artesa-
nos avecindados en el norte y que no hemos encontrado ninguna men-
ción hasta ahora, de artesanos tarascos establecidos en Nueva Vizcaya.
En 1675, el alcalde mayor de Coahuila preconizaba todavía que coloni-
zaran Coahuila 50 familias tarascas de artesanos (“oficiales”) para que
los hombres les enseñaran oficios a los indios locales y que sus mujeres
les mostraran a las indias a tejer algodón.40 No sabemos si prosperó el
proyecto, pero éste muestra, de todas maneras, que Michoacán seguía
siendo una región conocida por la habilidad de sus artesanos.
Del septentrión se mandaban pieles que llegaron a exportarse inclu-
so a España, pero no había en Parral ni una sola curtiduría ni tampoco
tejedores fuera de los pocos obrajes que se llegaron a crear.41 En todo el
39
Cheryl Martin tampoco menciona la presencia de indios tarascos y comerciantes
de Michoacán en Chihuahua, en el siglo XVIII: Governance and Society in colonial Mexico.
Chihuahua in the Eighteenth Century, Stanford,University Press, 1996. En la reconquista del
Nuevo México en 1690, Diego de Vargas reclutó a 14 personas en Tlalpujahua, pero pare-
cen ser más bien españoles y miembros de las castas: Rick Hendricks, “La presencia de
tlalpujenses en la reconquista del Nuevo México”, Relaciones 70, 1997, 195-206. Además
en Tlalpujahua, los tarascos no eran mayoría: se hablaba sólo el mexicano y el maza-
hua en 1680: Alberto Carrillo, op. cit., p. 127.
40
Vito Alessio Robles, Coahuila y Texas en la época colonial, México, Editorial Cultura,
1938, p. 260. El proyecto es del alcalde mayor de Coahuila Antonio Valcárcel Rivadeneira
y Sotomayor.
41
Para afirmar lo anterior me baso en el capítulo VI de mi tesis doctoral Poblar la
frontera…

1 8 2
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siglo XVII hemos visto sólo la mención de dos zapateros, la mayor parte
del calzado provenía de la ciudad de México, de Michoacán y de la pro-
vincia de Avalos (Sayula).42 Llegaba también de más al sur cantidades
grandes de ropa ya confeccionada. No debe extrañarnos por lo tanto ha-
llar repetidas menciones de huaraches (guarache es una palabra purépe-
cha),43 riendas y cintos de cuero de todo tipo provenientes de Michoa-
cán, cintas de lana, huipiles,44 además de objetos de madera, jícaras45 y
muebles finos o corrientes (cajas pintadas con cerraduras que servían al
parecer de baúles,46 mesas,47 escritorios,48 camas49) de la misma región.
Un segundo grupo de objeto estaría conformado por las figuras de caña
(cristos y vírgenes) algunos de los cuales se conservan todavía en las

42
Ibid. y AHP, 1658b (695-722); Inventario de bienes de Juana de Gamboa, esta perso-
na se dedicaba a vender en Parral los zapatos que fabricaba su esposo “maestro zapate-
ro” en la ciudad de México.
43
El difundido uso de esta palabra en el español actual de México tiene sin duda que
ver con la gran distribución de las sandalias fabricadas en Michoacán desde tiempo atrás.
44
Archivo Histórico de Parral (AHP, en adelante) 1649d, Testamento de Juan Álvarez,
mercader. Inventario de la tienda; AHP, 1677c (1771-2071), se mencionan “riendas de Mi-
choacán” en el juicio testamentario de Gregorio Perthus, mercader.
AHP, 1658b (1089-1159), Inventario de la tienda del mercader Pedro de los Ríos
45

“jícaras de Michoacán”.
AHP, 1665b (1039-1215), Inventario de bienes de Juan de Ugarte “una caja pintada
46

de Michoacán de vara y media de alto con cerradura y llave”, creemos que esas cerradu-
ras eran de cobre; “un baulito de Michoacán” a 4 pesos: AHP, 1677c (1771-2071), en el jui-
cio testamentario de Gregorio Perthus, mercader. Las ilustraciones adjuntas muestran un
baúl de Michoacán del siglo XVIII y una cajita de la misma provincia.
47
En los objetos que transportaba Antonio Conde de Herrera cuando fueron exami-
nados los pertrechos de la expedición al Nuevo México, en 1600 en la provincia de Santa
Bárbara, se encontraba una “mesa de Michoacán”: Cordelia Thomas Snow, “A Headdress
of Pearls. Luxury Goods Imported ovéase the Camino Real during the Seventeenth Cen-
tury”, El Camino Real de Tierra Adentro (Gabrielle Palmer, comp.), Cultural Resources
Series, núm. 11, Santa Fe, Bureau of Land Management, 1993, p. 70. Véase la foto anexa
al presente artículo de la mesa laqueada conservada en la sala capitular de la catedral de
Durango.
AHP, 1663 (1058-1079), Testamento de Simón Martín, “escritorios de Michoacán”;
48

AHP, 1675, Testamento de Francisco de Lima del 10 de febrero de 1675 “escritorio de Mi-
choacán con llaves”.
AHP, 1665b (1039-1215), Inventario de bienes de Juan de Ugarte: “una cama pinta-
49

da y dorada de Michoacán”, alta.

1 8 3
C H A N TAL CRAMAUSSEL

FIGURA 1. Cajita laqueada. Colección particular. Archivo fotográfico del Institu-


to de Investigaciones Estéticas de la UNAM.

FIGURA 2. Baúl laqueado. Colección particular. Archivo fotográfico del Instituto


de Investigaciones Estéticas de la UNAM.

1 8 4
R E L A C I O N E S E N T R E L A N U E VA VIZCAYA

iglesias del norte,50 santos de tablitas,51 “países plateados”52 así como lá-
minas de pluma, una artesanía propia de Michoacán que se ha encon-
trado también en la zona de Parral en inventarios del siglo XVIII.53 Todas
esas artesanías se consideran típicas de Michoacán desde la época colo-
nial y algunas como la plumaria son de tradición prehispánica.54
Los cristos parecen ser los más comunes de los objetos religiosos.55
Miguel Vallebueno dio a conocer el cristo de caña llamado “El Señor del
Mezquital” que data de finales del siglo XVI y adornaba originalmente
en la capilla del hospital de los tarascos en Nombre de Dios (ahora tem-
plo de Jesús Nazareno). Este cristo se conserva en la actualidad en la
iglesia del Santo Niño de Atocha, en la ciudad de Durango.56 Aunque no

50
Véase más adelante.
AHP, 1652c (1444-1448, en el microfilm), Testamento de Alonso del Castillo “dos
51

cuadros de santos de tablitas de Michoacán; en inventarios de 1729 se encontraron los


mismos objetos “tablas con pinturas de Michoacán”: Gustavo Curiel, Los bienes del mayo-
razgo de los Cortés del Rey en 1729, México, UNAM, 1993, p. 71.
AHP, 1694b (707-812), en el inventario del Br. Tomás de Ugarte aparecen enlistados
52

“20 países viejos plateados de Michoacán, los cuales fueron tasados a real cada uno”. Los
países son representaciones de paisajes, en su origen fueron sobre todo italianos y fla-
mencos pero se hicieron también en la América colonial. En Europa se llegó a platear las
láminas de cobre aunque no se sabe que esta técnica se usara también en el Nuevo Mun-
do: Isabel Horovitz, “The Materials and Techniques of European Paintings on Copper
Supports”, en Copper as Canvas. Two Centuries of Masterpiece Paintings on Copper, 1575-
1775, Phoenix Art Museum, Oxford University Press, 1999, 67-68.
AHP, 1680ª (301-779), “cuatro láminas de pluma”. Gustavo Curiel encontró en los
53

inventarios de los Cortés del Rey realizados en 1729 “dos cuadros de tercia de pintura de
Michoacán, de pluma”, op. cit., p. 46.
54
Se puede consultar al respeto el libro coordinado por Verónica Oikión Solano. Ma-
nos michoacanas, Zamora, El Colegio de Michoacán, Gobierno del Estado de Michoacán,
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 1997. Véase en especial los artícu-
los de Francisco Miranda, “Sobrevivencias de artesanías purépechas” 35-47 y Cayetano
Reyes García. “El trabajo manual purépecha en la época colonial”, 49-63. Se atribuye la
introducción de las artesanías de tradición europea a Vasco de Quiroga.
AHP, 1643ª (415-442), Inventario de bienes de Francisco de Reyna “una hechura de
55

un Cristo de Michoacán, chico”; 1651ª (436-529), Inventario de bienes del intestado José
Gutiérrez de la Cruz, mercader: “hechura de bulto de un santo cristo con su cruz de Mi-
choacán”; 1657b (486-586); 1657b (1089-1159), Inventario de los bienes de Francisco de
Frías, “una hechura de santo cristo de Michoacán, una tercia de alto en la cruz, 6 pesos”
56
Miguel Vallebueno, “El Señor del Mezquital”, Anales 76, 2000, 255-258.

1 8 5
C H A N TAL CRAMAUSSEL

FIGURA 3. Cristo de caña del Mezqui- podemos asegurar que todos los
tal (fines del siglo XVI o principios del cristos de caña del septentrión de
siglo XVII). Iglesia parroquial del San- la Nueva España provenían de Mi-
to Niño de Atocha, colonia Benjamín choacán, en el caso del Señor del
Méndez, Durango, Dgo. Foto: Salva- Mezquital no cabe duda que sí lo
dor Álvarez.
era. En los inventarios de Parral,
hemos encontrado mención expre-
sa de cristos de Michoacán que mi-
den de una a dos tercias de alto (de
30 a 60 cm) y su costo era de 6 a
10 pesos a mediados del siglo XVII,
es decir que estas figuras si eran
de caña valían lo mismo que las de
madera del mismo tamaño pero
mucho menos desde luego que las
de marfil. Otro cristo del mismo

FIGURA 4. Cristo de caña del siglo


XVIII. Seminario de Chihuahua. Foto:
Libertad Villareal.

material se conserva, ya muy mal-


tratado, en el seminario de la ciu-
dad de Chihuahua (véase figura
4). En la iglesia de Socorro, en el
Nuevo México, hubo también un
“Santo Cristo de Michoacán” que
databa del siglo XVIII.57
En San Felipe (ahora Nuevo
México, EUA) y en Isleta (cerca de
El Paso, Tx., en la actualidad) se en-
contraban en 1776 dos vírgenes de

57
Cordelia Thomas Show, op. cit., p. 74.

1 8 6
R E L A C I O N E S E N T R E L A N U E VA VIZCAYA

la Concepción de pasta de Michoacán, probablemente hechas también


en el siglo XVII.58 Los asentamientos del Bajío que tuvieron en los siglos
XVI y XVII un barrio tarasco contaban todos con una imagen de la Con-
cepción ya fuera de madera, de caña o pintada en lienzo, y muchas eran
también las cofradías michoacanas con esta advocación.59 En Santa Bár-
bara, cerca de Parral, se sabe a ciencia cierta por un documento conser-
vado en el archivo parroquial que la virgen de los Remedios actual sus-
tituyó a una más antigua comprada en 1667 por indios yaquis operarios
en las minas de San José de Gracia (en la jurisdicción de San Francisco
del Oro) a indios de Zitácuaro los cuales reunían limosnas para constru-
ir una capilla en su tierra de origen. Esta virgen michoacana cuya advo-
cación primera fue de La Asunción pasó a llamarse de Los Remedios
porque hizo muchos milagros aliviando a los contagiados por la peste
de fiebres y tabardillo de 1667; en 1678 fue trasladada a la iglesia parro-
quial donde los indios yaquis le construyeron una capilla.60 Podemos
deducir de ese hecho que las imágenes de bulto fabricadas en Michoa-
cán habían adquirido fama en el lejano septentrión. Se encontraban vír-
genes de Michoacán, junto con los cristos y demás mercancías que se
ofrecían a la venta en las tiendas del real de Parral en el siglo XVII.61

58
Clara Bargellini, “Objetos artísticos viajeros: ¿cuáles, como y por qué llegaron al
Nuevo México? Actas del Primer Coloquio Internacional del Camino Real de Tierra Adentro
(Valle de Allende, 7-9 de junio de 1995), México, Nacional Park Service/INAH, 1997, p. 239.
Esta autora analiza los inventarios publicados por Eleanor B. Adams y Angélico Chávez,
The Missions of New Mexico, 1776, Albuquerque, University of New Mexico Press, 1956 y
los inventarios inéditos elaborados por el obispo Pedro Tamarón en 1760.
59
Alberto Carrillo, op. cit.
60
Archivo parroquial de Santa Bárbara, Chih. Libro de cordilleras, traslado efectua-
do en 1801 del edicto del obispo Escañuela de 1678 en el que se autoriza la construcción
de la capilla en la iglesia parroquial. La actual virgen de Los Remedios de madera que se
encuentra en el altar del templo antiguo de la ciudad de Santa Bárbara no es la original,
por su factura debe datar del siglo XIX.
61
1664b (672-956), Inventario de bienes del mercader Diego de Astorga “una imagen
de nuestra señora de bulto de Michoacán con su baldaquín, estañado de madera, media
vara de alto”. Es muy fácil confundir las figuras de caña con las de quiote o corazón de
maguey, de este último material está hecha, por ejemplo, la pequeña virgen de bulto del
siglo XVIII conservada en la iglesia de Santa María de Cuevas, de la cual se pensó en un
primer momento que podría ser de pasta de caña y quizá de origen michoacano.

1 8 7
C H A N TAL CRAMAUSSEL

Entre los objetos ceremoniales, había muchas láminas de santos de


cobre, candelabros de todo tipo, pilas bautismales,62 así como cruces del
mismo material63 de los que rara vez se especifica el origen. Esto es pro-
bablemente un indicio de que cuando menos parte de esos objetos de
cobre no estaban fabricados en Michoacán sino en la ciudad de México
o en Puebla.64 Clara Bargellini, por su parte, señala que la producción de
esas imágenes de cobre fue muy importante en la Nueva España desde
la época de la conquista y que se siguieron haciendo hasta el siglo XIX,65
al igual que el resto de los objetos manufacturados en la provincia de
Michoacán a los que aludimos en el presente artículo.
Fuera de Michoacán, no se sabe de otros lugares en los que se hubie-
ra extraído cobre. José Alfredo Uribe Salas refiere al respecto que desde
finales del siglo XVI, toda la producción de cobre estaba monopolizada
por la Corona la cual subastaba el arriendo tanto de la extracción (en In-
guarán y otras minas menores66) como de la fundición (en Santa Clara).
El metal obtenido era llevado directamente a la ciudad de México. A
partir de 1717 todo el cobre extraído fue enviado a España a las fundi-
ciones de Sevilla y Barcelona para las fábricas de armas.67 Es posible, sin

62
Se publicó la foto de la media pila de cobre conservada en Santa Cruz (Rosario,
Chih.) en Clara Bargellini, “Pintura sobre lámina de cobre en Nueva España: preguntas
y observaciones de una historiadora del Arte”, Historia del Arte y Restauración. 7º Coloquio
del Seminario de Historia de Estudio del Patrimonio Artístico, Conservación, Restauración y De-
fensa, México, UNAM/IIE, 2000, 195-209 (esta foto es la figura no. 5, p. 204).
63
Encontramos la mención de una en el testamento del capitán Diego del Castillo:
1639b (568-658). Véase la cruz michoacana del cristo de caña conservada en la hacienda
de Juana Guerra, en el estado de Durango que anexamos a presente trabajo.
64
Elinore Barrett, The Mexican Colonial Copper Industry, Albuquerque, University of
New Mexico Press, 1987, p. 104.
65
Clara Bargellini. “Painting on Copper in Spanish America”, Copper as Canvas. Two
Centuries of Masterpiece Paintings on Copper, 1575-1775, Phoenix Art Museum, Oxford
University Press, 1999, 31-44.
66
Alberto Carrillo hace mención también de La Huacana, en explotación en 1680: op.
cit., p. 145.
67
José Alfredo Uribe Salas, en Ines Herrera Canales (coord.), La minería mexicana. De
la colonia al siglo XX, México, Instituto Mora, 1998, 72-94. Ese autor retoma las conclusio-
nes del libro citado de Elinore Barrett. En 1533, los encomenderos venden parte del pro-
ducto recolectado en la ciudad de México. En la segunda mitad del siglo XVI, la deman-

1 8 8
R E L A C I O N E S E N T R E L A N U E VA VIZCAYA

FIGURA 5. Cruz michoacana del siglo embargo, que siendo el cobre un


XVIII y cristo de caña. Antigua hacien-metal que se extraía y labraba en
da de Juana Guerra, Dgo. Michoacán desde la época prehis-
pánica, su producción haya esca-
pado en parte al control real y que
objetos diversos se siguieron ma-
nufacturando al margen de la ley
para abastecer la demanda interna
de la Nueva España. No fue sino
hasta 1780 que la Corona monopo-
lizó la distribución del cobre y que
se hicieron los primeros intentos
por explotar minas de cobre en
otras regiones. No contamos por
desgracia para el periodo virreinal
con un estudio técnico como el que
han realizado los arqueólogos para
mostrar qué objetos de cobre del
occidente llegaban a puntos muy
distantes del actual territorio mexicano, tanto en el norte como en el sur
y sureste;68 existen análisis químicos que nos podrían sacar de duda ya
que permiten identificar la mina donde fue extraído cualquier artefacto
de cobre. Por las menciones que se hacen de objetos de cobre “de Mi-
choacán”, en especial de candelabros, en las iglesias del norte, sabemos
que estos llegaron tanto a la Alta California como a las misiones jesui-
tas de la Tarahumara.69 En el inventario de la misión de Chínipas (pue-
blo serrano del oeste del actual estado de Chihuahua) elaborado por la

da de cobre es cada vez mayor ya que se necesita una cantidad creciente de magistral
(súlfuro de cobre) para llevar a bien el proceso de amalgamación de la plata. El cobre de
Inguarán era muy cotizado por ser especialmente puro.
68
Dorothy Hosler, The sounds and colors of Power. The Metallurgical Technology of
Ancient West Mexico, Cambridge, Mit Press, 1994.
69
Clara Bargellini, “At the Center of the Frontier: The Jesuit Tarahumara Missions of
New Spain” en Thomas Dacosta Kaufman Time and Place: The Geohistory of Art, London,
Ashgate Press (en prensa).

1 8 9
C H A N TAL CRAMAUSSEL

orden franciscana en 1771, se menciona expresamente una palangana


de cobre de Peribán (cerca de la actual ciudad de Los Reyes, Michoa-
cán).70
Otro conjunto de productos que llegaban a la Nueva Vizcaya fueron
en el siglo XVIII los alimenticios. A fines de esa centuria, por ejemplo, se
enviaba azúcar así como mucho arroz a Durango.71 Pero es poco proba-
ble que llegaran más allá de Zacatecas el pescado seco, el azúcar o los
productos de la costa como el camarón, porque en Nueva Vizcaya esas
mercancías provenían generalmente de Sinaloa y eran llevadas a lomos
de mula por el camino de Topia o los demás caminos que atravesaban
la sierra en la época colonial.72 Además, en razón de la lejanía y el aisla-
miento de la mayor parte de los enclaves del septentrión, se desarrolló
muy pronto en Nueva Vizcaya una agricultura local que floreció con la
expansión de las haciendas agrícolas en el siglo XVIII.73

LA COMERCIALIZACIÓN

Hemos intentado comprender la manera cómo llegaban a la Nueva Viz-


caya desde Michoacán la serie de mercancías que enunciamos arriba.
Los objetos de cobre, como ya se dijo bien pudieron haber llegado, como
la mayor parte de los bienes de los que se abastecía al vecindario de Pa-
rral, de la ciudad de México o de Puebla. Pero en el caso de la ropa, ar-
tículos de cuero y de madera así como en el de las figuras de caña resul-
ta mucho más complejo explicar el fenómeno. Entre los trajinantes y
arrieros que alcanzaban el norte se encontraban algunos individuos de

70
Archivo Histórico de Zapopán, Inventario de los bienes de la misión de Chínipas
del 26 de mayo de 1771, por Fr. Joseph Manuel Zuauruegui.
71
Rodolfo Pastor y María de los Angeles Romero Frizzi, op. cit., p. 168.
72
Acerca de los caminos de Durango, véase: Miguel Vallebueno, “El camino de Topia
y los caminos que atravesaban la sierra de Durango”, en Caminos y puentes de la Nueva
España (Chantal Cramaussel, coord.), en curso de edición.
73
Sobre el particular se puede consultar: Chantal Cramaussel, La provincia de Santa
Bárbara… y Salvador Álvarez. “Colonización agrícola y colonización minera: la región de
Chihuahua durante la primera mitad del siglo XVIII”, Relaciones 79, 1999, 27-82.

1 9 0
R E L A C I O N E S E N T R E L A N U E VA VIZCAYA

Michoacán o que se especializaban en el comercio con esa provincia74


pero en cambio, entre los carreteros y dueños de recuas grandes, no he-
mos identificado a ninguno que tuviera su sede en el occidente del vi-
rreinato. En el siglo XVII, todos los transportistas conocidos que hacían
negocio en Parral, al igual que los comerciantes más importantes, eran
de la ciudad de México. Entre las empresas comerciales medianas, nin-
guna al parecer estaba establecida tampoco en la ciudad de Zacatecas ni
en Michoacán.75 Quizá en Zacatecas o alguna otra población anterior
(como Acámbaro) por donde pasaba el camino real, los transportistas
recogían mercancía michoacana aunque no estamos por ahora en posi-
bilidad de demostrarlo.
Sin embargo, no cabe duda acerca del envío constante desde el siglo
XVI de mercancías de Michoacán al norte, en particular a las minas de
Zacatecas. Rodolfo Pastor y María de los Angeles Romero Frizzi afir-
man lo siguiente en la Historia general de Michoacán:
La necesidad de abastecer a los centros mineros obligó a incrementar la pro-
ducción de trigo, maíz, azúcar, textiles y productos derivados del ganado
como cebo, pieles y carne […] Hacia 1590 llegaba continuamente azúcar de
Michoacán a Zacatecas […] De la región de los lagos se enviaba pescado sa-
lado a los reales mineros. También iban artículos de cuero, cerámica y mu-
chas cosas más. Entre Michoacán y Zacatecas se estableció un importante
tráfico fundado en la venta en los mercados mineros de los productos loca-
les a un mejor precio.76
El abasto pudo haber descansado en una complicada red de peque-
ños arrieros y trajinantes que circulaban por los caminos del septen-

74
La primera mención es la del arriero Diego Meneses quien era dueño de recua en
1604 y vivía en Durango. Se decía que “contrataba en Michoacán”, cuando Francisco de
Urdiñola levantó el padrón de vecinos de la provincia en 1604: AGI, Guadalajara 28, censo
de Francisco de Urdiñola.
75
Véase Chantal Cramaussel, la sección del capítulo VI dedicado a los transportistas:
Poblar la frontera…
76
Se alude a ese comercio en: Rodolfo Pastor y María de los Angeles Romero Frizzi,
“Los cambios de la segunda mitad del siglo XVI”, Historia general de Michoacán, v. II, La co-
lonia (Martha Terán, coord.), Morelia, Gobierno del Estado de Michoacán/Instituto Mi-
choacano de Cultura, 1989, p. 127.

1 9 1
C H A N TAL CRAMAUSSEL

trión.77 Si el comercio estaba a manos de mercaderes indios, esto garanti-


zaba además que los precios de los bienes transportados fueran un poco
más bajos que los demás porque ellos no estaban sujetos al impuesto de
la alcabala. Se ha remarcado el boyante comercio realizado desde antes
de la conquista por los indios purépechas, el cual estaba centrado en la
región de los lagos donde se redistribuían entre otros, productos de
la tierra caliente. Se cree que la imposición del sistema colonial contri-
buyó a la expansión de este comercio en particular hacia el norte de la
Nueva España.78 Las autoridades virreinales trataron varias veces de
controlar las actividades mercantiles de los indios de Michoacán; en
1540, por ejemplo, el mercado de origen prehispánico de Tzintzuntzán,
fue trasladado por orden del virrey Luis de Velasco a Pátzcuaro, ciudad
donde los españoles habían establecido la primera capital de la provin-
cia; posteriormente, en 1543 y 1555, los españoles autorizaron los de
Guayangareo (ahora Morelia) y Araró. Pero Pátzcuaro seguía siendo a
mediados del siglo XVII un notable centro mercantil.79
Hay que señalar, por otra parte, que no hemos encontrado huella de
muebles de Michoacán en los inventarios de las tiendas, se mencionan
esos objetos sólo en los inventarios de bienes. Podríamos pensar que se
fabricaban únicamente por encargo pero tanto el precio relativamente
bajo de mayor parte de ellos como la frecuencia con la que se enlistan
muebles de Michoacán en los inventarios de Parral durante el siglo XVII
nos conducen a desechar esta eventualidad. Es probable, además, que
los bienes de uso común fueran en mucho mayor número ya que a me-
nudo fuera de los inventarios de las tiendas, no se aclara el origen geo-
gráfico de los objetos enlistados. Esto sería el caso de las jícaras, la ropa,
o los huaraches michoacanos, por ejemplo. Camas y escritorios habían
llegado al norte desarmados a lomo de mula por encargo o el trajinante
que transportaba esas mercancías las había vendido al mejor postor. Por
encargo llegaron quizá los muebles de lujo, como la mesa laqueada que

77
Como los arrieros que transportaban paños a Zacatecas y fueron el blanco de un
ataque chichimeca en una fecha tan temprana como 1550: Philip Wayne Powell, op. cit.,
p. 75..
78
Paredes Martínez, Carlos. Op. cit, 143-183.
79
Ibid.

1 9 2
R E L A C I O N E S E N T R E L A N U E VA VIZCAYA

se conserva en la sala capitular de la catedral de Durango (véanse figu-


ras 6 y 7), la “cama pintada y dorada” del pudiente minero Juan de
Ugarte80 o también el escritorio con llaves de Francisco de Lima, el más
próspero de los mercaderes de Parral en la primera mitad del siglo XVII.81
Suponemos que era igualmente fino el escritorio de Michoacán que ce-
rraba con llave y donde el misionero jesuita de Chínipas guardaba los
libros con los registros parroquiales a mediados del siglo XVIII,82 así como
las tres cajas de Michoacán pintadas con sus llaves en las que se depo-
sitaban los ornamentos de la misión de Tomochi en 1772.83
A fines de la época virreinal, se crearon en Michoacán grandes casas
comerciales que se dedicaban al envío de mercancías desde esa región
hacia el norte. Al tomar Chihuahua el relevo de Parral en el siglo XVIII,
se transformó a su vez en el principal destino de los arrieros michoaca-
nos en el Norte. En una Relación de 1789 de la jurisdicción de Zamora
se afirma que en el pueblo vecino de Tangancícuaro, hay:

70 vecinos españoles, cuyo principal giro es el de la arriería y el de conducir


a Chihuahua y otros parajes de Tierra Adentro, azúcar, colambres, zapatos,
sillas, frenos y otros efectos regularmente habilitados de don Victorino Jaso,
comerciante en él de muy grueso caudal y de un comercio extraordinaria-
mente grande; así como de géneros de Europa como de mulada, partidas de
ganado y demás producciones del reino.
Se cuentan dentro del pueblo más de ochenta atajos de mulas que ince-
santemente andan viajando; y por consiguiente este ramo de negociación
proporciona a los vecinos españoles, como dueños, y a los indios y las cas-
tas, por segura ocupación, decente y nada acongojada ocupación.84

AHP,1665b (1039-1215), Inventario de bienes de Juan de Ugarte.


80

AHP,1675, Protocolos, Testamento de Francisco de Lima del 10 de febrero de 1675.


81

82
Archivo General de la Nación, Temporalidades, Inventario de la misión de Chíni-
pas, del 7 de agosto de 1767: “Un escritorio de Mechuacán con los libros de entierros,
bautizos y casamientos”.
83
Archivo Histórico de Zapopan, Jalisco, Inventario de Tomochi del 10 de diciembre
de 1772.
84
“Estado en el que se hallaba la jurisdicción de Zamora en el año de 1789”. Intro-
ducción y notas de Heriberto Moreno García, Relaciones 1 (invierno de 1980), 91-129. La
cita proviene de la p. 105.

1 9 3
C H A N TAL CRAMAUSSEL

FIGURA 6. Mesa laqueada del siglo XVIII (sala capitular de la catedral de


Durango). Foto: Salvador Álvarez. Esa mesa data del siglo XVIII; en la repre-
sentación muy maltratada de los continentes que se encuentra en la parte supe-
rior, falta Oceanía que los europeos comenzaron a considerar como continente
a partir de 1778. La técnica, el estilo y los motivos son propios de Michoacán.

Este documento muestra que el comercio de Michoacán hacia el nor-


te seguía siendo importante a fines de la época colonial. En 1775, el co-
rregidor de la ciudad de Chihuahua requisó a los dueños de varias
“recuas de los Mechuacaneros” que acababan de entrar a la villa tres
“atajos que han conducido efectos de Mechoacán” para transportar bas-
timentos al presidio de Pilares, en el río Bravo.85 Vemos aquí que no se
mencionan ya a “tarascos” sino a “michoacaneros” que no forzosamen-
te eran indios sino negociantes que se dedicaban a transportar y vender
efectos de aquella provincia. Comercializaban sus productos hasta el

85
Archivo Histórico Municipal de Chihuahua, Colonia, Guerra, caja 3, exp. 26, Carta
de D. Pedro Antonio Queipo de Llano, teniente de caballería, corregidor y capitán a gue-
rra de la villa de San Felipe El Real de Chihahua, del 18 de mayo de 1775.

1 9 4
R E L A C I O N E S E N T R E L A N U E VA VIZCAYA

FIGURA 7. Detalle de la mesa laqueada de Michoacán de la sala capitular de la


catedral de Durango: en cada lado de la mesa aparece representada una
estación, aquí tenemos a “La Primavera”.

Nuevo México y abastecían todavía a fines del siglo XVIII parte de los
presidios tanto de la Nueva Vizcaya como del Alto río Bravo.86
La Relación de 1789 nos da también indicios acerca de cómo estaba
organizado tal vez desde épocas anteriores, el comercio hacia la Nueva
Vizcaya. Prósperos mercaderes habilitaban a una gran cantidad arrieros
que se dedicaban ellos mismos a vender la mercancía, de tal forma que
en la documentación conservada en el norte no aparece el origen verda-
dero del patrimonio comercial de esos pequeños trajinantes. En el caso
referido arriba acerca de “los michoacaneros” en la ciudad de Chihua-
hua, parece que cada uno de los atajos tenía un dueño diferente, lo cual
vendría a confirmar la existencia de ese tipo de organización comercial.

86
Como lo muestra los contratos firmados entre Francisco Guizarnótegui y las auto-
ridades virreinales en 1786 y 1788: Max Moorhead, “The Private Contract System of Pre-
sidio Suplly in Northern New Spain”, HAHR, v. XLI, feb. 1961, 31-54.

1 9 5
C H A N TAL CRAMAUSSEL

LA PRODUCCIÓN Y OBTENCIÓN DE LOS ARTÍCULOS COMERCIALIZADOS

Describir cabalmente el comercio de efectos michoacanos desde su re-


gión de producción a partir de la bibliografía publicada no es fácil. Car-
los Paredes nos ofrece los primeros elementos de explicación basándose
en interesantes documentos sueltos de los siglos XVI y XVII. La encomien-
da primero por medio del tributo, y el repartimiento forzoso de mercan-
cías después, habrían sido las dos principales vías de acopio de objetos
manufacturados por los indios de Michoacán.87
Entre los bienes que se les exigía a los indios por concepto de tribu-
to, se mencionan los que hemos encontrado en la documentación del
norte de México: “productos de pintores, carpinteros, plumajeros y cal-
dereros”.88 Se dice que a fines del siglo de la conquista el juez goberna-
dor indio de la ciudad de Pátzcuaro abusaba del poder que le confería
su cargo, pues monopolizaba la venta de “pinturas, jícaras, escritorios,
mesas, bufetas, cajas, cerraduras y cobre labrado”.89 En los siglos XVI y
XVII, los caciques locales participaron en la tributación y el reparto for-
zoso de mercancías, hasta que fueron poco a poco desplazados por los
mercaderes españoles en ese rubro.90 Al pasar por Pátzcuaro en 1650,
Francisco Arnaldo de Isassy comentaba también: “hácense aquí las pin-
turas de pluma tan singulares que no las hay en otra parte, son de aquí
los buenos cristos de Michoacán y otras láminas e imágenes de bulto”.91
Pátzcuaro, como lo corrobora igualmente la descripción del poblado de
1792 que reseña Cayetano Reyes,92 fue el principal centro productor
de artesanía fina, de madera y cobre, y en especial de figuras religiosas.
La importancia demográfica, económica y política de esa ciudad, donde

87
Carlos Paredes Martínez, op. cit.
88
Ibid., Alberto Carrillo señala también abusos en los repartos de mercancías que fue-
ron denunciados en 1679 por el obispo Aguiar: op. cit., p. 19.Los caldereros eran artesanos
especialistas den labrar objetos de cobre: Elinore Barrrett, op. cit., p. 1.
89
Carlos Paredes, op. cit.
90
Ibid.
91
Alberto Carrillo, op. cit., p. 136.
92
Op. cit. A fines del siglo XVIII, se menciona también a Uruapan y Santa Fe de la La-
guna para la fabricación de cajas pintadas, jícaras y maque.

1 9 6
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residían los indios principales y los encomenderos, hacía de ella un lu-


gar privilegiado para la elaboración y venta de artículos de lujo.
Muy diferente a la de Pátzcuaro era la situación de los pueblos de la
sierra bajo el régimen de encomienda desde el inicio de la conquista.
Las exacciones y las relaciones compulsivas de trabajo a las que estaban
sometidos los indios de esa zona hicieron que la mayor parte de los ha-
bitantes de ciertos pueblos se dedicaran ya a un oficio específico a fines
del siglo XVII. En Sevina y los pueblos de su jurisdicción (como Nahuat-
zen, Cherán y Comachuen), se había desarrollado desde tiempo atrás la
curtiduría para abastecer los reales de minas. Como lo indica el obispo
de Michoacán en su Relación de 1680: “En tiempos pasados venían mu-
chas personas a rescatarlos (los objetos de cuero) de las minas de Zaca-
tecas, de las minas de Parral, de las minas de Sombrerete”. Se decía que
la decadencia de esa actividad se debía a la competencia de otros pue-
blos. De hecho, en Capacuaro se trabajaba también el calzado así como
la madera y el tejido: “los naturales de este pueblo unos son zapateros,
carpinteros y arrieros y ellas se ocupan en algunos tejidos”.93
Es muy interesante constatar que apenas 75 años después, la espe-
cialización de los pueblos de la sierra había cambiado, lo cual indica que
la producción exclusiva de determinados objetos no se debía a fuertes
tradiciones artesanales locales sino que era el resultado de un trabajo
compulsivo cuyas modalidades sería necesario aclarar. Si bien en Na-
huatzen, se seguía curtiendo el cuero y se hacían en particular sillas de
montar, los habitantes de Sevina, Comachuen y Cherán habían dejado
de ser curtidores; los primeros se habían vuelto “fusteros”, es decir que
se dedicaban a la carpintería y en especial a hacer fustes para las sillas
de montar, los habitantes de Comachuen en 1792 trabajaban también la
madera, confeccionando tejamaniles y tablas, mientras que en Cherán
se dedicaban a la arriería y a hacer simples corambres.94 En cambio, fa-
bricar zapatos era el oficio de todos los vecinos de Pomacuaran y Ura-
pichu. En Ahuirán, tejían calcetas, y en Nurío los que no eran arrieros

Alberto Carrillo, op. cit.


93

94
Para la relación de 1792: Cayetano Reyes, op. cit. En la época colonial se les decía
“colambres”, a las tiras de cuero o pellejos con o sin curtir con todo y pelo.

1 9 7
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hacían sombreros. En Paracho todos eran carpinteros y en Cocucho “su


ejercicio es el de fabricar rosarios y malacates de madera”.95
En la ya citada Historia general de Michoacán, se hace énfasis en el im-
pulso que dio a la agricultura tanto indígena como española del norte de
Michoacán por la creciente demanda de alimentos, pero se ofrece muy
poca información acerca de la producción de bienes manufacturados.
Sólo se dice que también se mandaron al norte textiles después de la
apertura de obrajes a fines del siglo XVIII.96 En cambio, en los flujos regis-
trados de comercio indio hacia Valladolid (hoy Morelia) en la segunda
mitad del siglo XVIII, sí notamos una producción generalizada de cueros
y huaraches desde el norte de Michoacán, y la mención aislada de fabri-
cación de camas en Cuanajo.97 La manufactura de artículos de cuero en
la sierra había sido desplazada al parecer por la de poblados más cerca-
nos al gran comercio que pasaba por el camino real de tierra adentro.
Fue tal vez en esa época, como parecen indicarlo los documentos cita-
dos anteriormente, que los pueblos serranos se especializaron más en el
trabajo de la madera, materia prima que podían obtener en abundancia.
Llama la atención también en la descripción de la jurisdicción de Za-
mora de 1789, la información que se proporciona acerca del pueblo de
Ario, distante tres leguas de la cabecera, donde los setenta y uno y me-
dio tributarios eran “todos son zapateros y curtidores y cuanto trabajan
lo venden en Zamora”.98 La asombrosa especialización en algún tipo de
manufactura por parte de pueblos enteros que recuerda el periodo ante-
rior a la revolución industrial en Europa, necesita de mayor investiga-
ción. Una organización del trabajo de este tipo exige de los habitantes
de los pueblos involucrados que se desvinculen cuando menos parcial-
mente de las labores del campo, demanda además un abasto regular en
materias primas y sobre todo una red de distribución y comercialización
de los productos elaborados. Pero es esta especialización la que expli-
95
Óscar Mazín, op. cit., p. 362, 368-370. En 1792, los habitantes de Ahuirán se dedica-
ban todavía al mismo oficio, tejían con agujas de otate calcetas y medias de algodón y los
de Cocucho continuaban haciendo rosarios: Cayetano Reyes, op. cit., p. 57.
96
Rodolfo Pastor y María de los Angeles Romero Frizzi, op. cit., p. 168. En 1680, ya
había dos obrajes en las inmediaciones de Valladolid: Alberto Carrillo, op. cit., p. 134.
97
Rodolfo Pastor y María de los Angeles Romero Frizzi, op. cit., p. 207.
98
Heriberto Moreno, op. cit., p. 102.

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caría quizá la penetración comercial en el septentrión de los artículos


michoacanos los cuales, como hemos visto, competían desde el siglo XVI,
a veces con ventaja, con los del altiplano central.
El comercio de efectos michoacanos en Nueva Vizcaya descansaba
en una activa manufactura doméstica propia en particular de Pátzcuaro
y de los pueblos de la sierra, pero de la que tanto fabricantes como arrie-
ros sacaban poco provecho. Los beneficiados fueron los encomenderos,
los indios principales y los mercaderes que habilitaban a los arrieros. La
amplia circulación de bienes de la provincia de Michoacán en la Nueva
Vizcaya ha pasado casi desapercibida hasta ahora, quizá porque quedan
pocas huellas documentales acerca de la producción de los artículos que
se encuentran en los inventarios del septentrión, y acerca de su trans-
porte y comercialización hacia el norte. No se conserva, por desgracia,
documentación relativa a la feria de Navidad de Parral, ni a las de Sal-
tillo, San Bartolomé o Taos. Durante las ferias, se exentaba a los merca-
deres del impuesto de alcabala por lo que las transacciones no genera-
ban registro alguno. Cabe remarcar por otra parte, que las mercancías a
las que nos hemos referido a lo largo de este artículo son casi todas de
origen colonial aunque adquirieron un estilo propio en Michoacán. El
cuero, pero también el de los escritorios, de las cajas pintadas, de las ca-
mas, las mesas, de los objetos de cobre, las cerraduras, así como las figu-
ras de santos, fueron objetos introducidos por los españoles en América.
Todos ellos se distribuyeron en el septentrión del virreinato y probable-
mente también a lo largo y lo ancho de la Nueva España durante más
de dos siglos.
En el estado actual de la investigación no podemos fechar el mo-
mento en el que dejaron de llegar bienes manufacturados michoacanos
al norte. Esto pudo haber sucedido de manera paulatina a partir de fi-
nes del siglo XVIII cuando se registraba ya una mayor actividad artesanal
en el septentrión. A principios del siglo XIX, se interrumpió el comercio
con la capital de la república por la inseguridad que padecían los merca-
deres en los caminos. Chihuahua, por ejemplo, se vinculó cada vez más
con el comercio de Santa Fe donde llegaban artículos europeos de con-
trabando en gran cantidad, lo mismo ocurrió entre Durango y Maza-
tlán. Esos tres factores combinados (crecimiento de la actividad arte-
sanal local, interrupciones de las comunicaciones y competencia de

1 9 9
C H A N TAL CRAMAUSSEL

bienes extranjeros) pudieron haber sido causas de la decadencia del


comercio entre Michoacán y el norte. 99

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Además, pudo haber habido causas internas a Michoacán. A partir de la Indepen-
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FECHA DE ACEPTACIÓN DEL ARTÍCULO: 8 DE SEPTIEMBRE DE 2004


FECHA DE RECEPCIÓN DE LA VERSIÓN FINAL: 27 DE SEPTIEMBRE DE 2004

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