Nueva Vizkaya y Michoacán ChantalCramaussel PDF
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Y LA PROVINCIA DE MICHOACÁN
Chantal Cramaussel*
EL COLEGIO DE MICHOACÁN
Las relaciones entre la Nueva Vizcaya y Michoacán se establecieron
desde el siglo XVI cuando varios grupos de indios tarascos fueron en-
viados a poblar asentamientos coloniales en el Septentrión. De esos
traslados tempranos quedan muchas huellas en el ahora estado de
Durango. Si bien esas migraciones cesaron en el siglo XVI, las relacio-
nes comerciales entre el norte y Michoacán fueron intensas durante
toda la época colonial; su éxito dependió tanto del sistema de distri-
bución comercial con base en una red de pequeños arrieros como de
la habilidad de los artesanos de Pátzcuaro y la sorprendente especiali-
zación de pueblos enteros de la sierra de Michoacán en la fabricación
de objetos destinados al comercio.
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MOVIMIENTOS DE POBLACIÓN
2
Ese esquema de organización del territorio es el ilustrado por el mapa intitulado
“Estructura básica de la geografía de México” que presenta Bernardo García Martínez en
“En busca de la geografía histórica”, Relaciones 75, vol. XIX, 1995, 25-59. Creo que éste fue
de hecho el sistema espacial rector impuesto por el régimen colonial, el cual sin embar-
go no llegó a suprimir por completo las antiguas relaciones que unían el altiplano y las
tierras bajas, cuyos recursos se complementaban.
3
Resulta muy difícil definir a qué correspondía territorialmente “La provincia de
Michoacán” durante la época colonial. La palabra “provincia” era un término tan impre-
ciso como el de “región” en la actualidad. Sólo parece haber acuerdo entre los investiga-
dores en que Tzintzuntzan en la época prehispánica, Pátzcuaro a principios de la época
colonial y Valladolid (hoy Morelia) después de 1576 fueron capitales de la provincia de
Michoacán. Sería demasiado complejo fijar con precisión los límites del Michoacán colo-
nial ya que se modificaron en el transcurso del tiempo las jurisdicciones civiles (alcaldías
mayores y corregimientos) y eclesiásticas: Peter Gerhard, Geografía histórica de la Nueva
España, 1519-1821, México, UNAM, 1986, 352-363. El obispado de Michoacán, que corres-
ponde al territorio que algunos llaman “El gran Michoacán” fue fundado en 1568; era
mucho más extenso y comprendía parte de Guanajuato, San Luis Potosí y muchos luga-
res donde no se hablaba el tarasco. Sobre el particular, se puede consultar el libro de Al-
berto Carrillo. Michoacán en el otoño del siglo XVII, El Colegio de Michoacán/Gobierno del
Estado de Michoacán, 1993, que consiste en una descripción de la jurisdicción en 1680 y
el de Oscar Mazín, El gran Michoacán: cuatro informes del obispado de Michoacán (1759-1769),
El Colegio de Michoacán, 1986. Cabe también señalar también que el estado actual de
Michoacán comprende dentro de sus límites actuales poblaciones que no hablaban el ta-
rasco en la época de la conquista, en especial hacia el oriente y la costa.
4
El término actualmente “correcto”, con el que se autonombran los indígenas de Mi-
choacán es el de purépecha. Pero usamos también aquí la palabra “tarasco” porque este
vocablo es el que se encuentra en los documentos coloniales consultados.
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5
Sobre la evolución de la jurisdicción véase Peter Gerhard, The North frontier of New
Spain, University of Oklahoma Press, 1993. Parras y Saltillo, en el ahora estado de Coa-
huila pertenecieron a la Nueva Vizcaya hasta 1787, fecha en la que ambas villas pasaron
a formar parte de la provincia de Coahuila.
6
Guillermo Porras Muñoz, Iglesia y Estado en Nueva Vizcaya, México, UNAM, 1980.
7
Salvador Álvarez. “Minería y poblamiento en el norte de la Nueva España: siglos
XVII y XVIII”, Ciudad Juárez, AUCJ, Actas del I Congreso de Historia Regional Comparada,
pp. 141-183.
8
Sylvie Lecoin. “Intercambios, movimientos de población y trabajo en la diócesis de
Michoacán en el siglo XVI”, en Thomas Calvo y Gustavo López López (coords.), Movi-
mientos de población en el Occidente de México, México, Colegio de Michoacán, CEMCA, 1998,
123-137.
9
Peter Bakewell, Minería y sociedad en el México colonial. Zacatecas (1546-1700), Méxi-
co, Fondo de Cultura Económica, 1976, 18; al examinar los registros parroquiales de los
franciscanos este mismo autor se percató de que entre 1616 y 1620 los tarascos fueron ma-
yoría entre los que contrajeron matrimonio en el convento de la orden (180). Un tarasco
servía de sacristán en la iglesia parroquial de Zacatecas; fue acusado en 1554 de leer
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libros prohibidos: Francisco Fernández del Castillo, comp., Libros y libreros en el siglo XVI,
México, Fondo de Cultura Económica, 1982, 38,48. Biblioteca Nacional de México, Archi-
vo Franciscano, caja 58, exp. 1159 (1622-1623), fs. 1-7.
10
Esta es cuando menos la versión oficial en la historiografía local, véase por ejemp-
lo: Carlos Paredes, “El mercado de Pátzcuaro en los inicios de la época colonial”, en Car-
los Paredes Martínez, coord., Historia y sociedad. Ensayos del seminario de Historia Colonial
de Michoacán, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, CIESAS, 1997,
143-147.
11
Peter Bakewell, op. cit., 87.
12
Philip Wayne Powell, La guerra chichimeca (1550-1600), México, Fondo de Cultura
Económica, 1984, 45, 52, 82.
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13
Ibid., 77, 82, 98. Estos pueblos pertenecen ahora al estado de Guanajuato.
14
Bakewell, op. cit., 36. Hubo igualmente tarascos en San Luis Potosí donde las auto-
ridades solicitaron en 1622 que les enviaran frailes conocedores de la lengua tarasca para
su cuidado espiritual: Biblioteca Nacional de México, Archivo Francisco, caja 58, exp.
1159 (1622-1623), fs. 8-15.
15
Sobre la fundación de Nombre de Dios, véase: Nombre de Dios, Durango. Two Docu-
ments in Nahuatl Concerning its Foundation, R. H. Barlow y George T. Smisor, The House
of Tlaloc, Sacramento, Cal., 1943, p. xvii. Actualmente Nombre de Dios pertenece al esta-
do de Durango.
16
Se supone que los tonaltecos provenían de Tonalá, en las inmediaciones de Guada-
lajara. En ese documento ya no se habla de los tlaxcaltecas.
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17
Luis Carlos Quiñones, Composición demográfica de Nombre de Dios, Durango. Siglo
XVII, Durango, UJED, LXIX Legislatura del H. Congreso del Estado de Durango, Voluntaria-
do Cultural, Presidencia Municipal de Nombre de Dios, Dgo., Secretaria de Educación
del Estado de Durango, 2002.
AGI, Guadalajara 73, Información de méritos de Francisco de Ibarra (1575). En San-
18
ta Bárbara en 1581, el sacerdote confiesa a un naborío tarasco: AGI, México 216, Informa-
ciones de méritos de Juan de Soto (1581).
19
Endecha o Endecha significaría “los de allá” en purépecha. Indé se escribía también
Indeje o Indehe en la época colonial.
20
Pablo Beaumont, Crónica de la provincia de los santos apóstoles San Pedro y San Pablo
de Michoacán, México, Imprenta Ignacio Escalante, 1873-1874, t. V. Papascuaro podría
provenir de páp’ani (tocar en una superficie plana) y el sufijo cuaro que indica el lugar de
tal forma que en sentido figurativo Papascuaro significaría el punto a donde se llega, o
etapa en el camino (agradezco a Moisés Franco esta interpretación). Papasquiaro era un
lugar importante en el camino de Topia que llevaba de Durango a la costa y empalmaba
con otro camino que conducía a Guanaceví y la provincia de Santa Bárbara.
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21
Jean-François Genotte, “La evangelización de los tepehuanes de los valles orienta-
les de Durango (1596-1604): las primeras misiones jesuitas”, en: Chantal Cramaussel y
Sara Ortelli (coords.), Asentamientos y movimientos de población en la sierra tepehuana desde
la prehistoria hasta nuestros días, de próxima edición.
22
Archivo General de la Nación, Jesuitas III, Carta annua de 1611, citada en Luis Gon-
zález Rodríguez, Crónicas de la sierra Tarahumara, México, SEP, 1984, 147 y 167.
23
Hecho mencionado por Guillermo Porras Muñoz, en La frontera…, 72, quien cita
a Andrés Pérez de Rivas (1645), Triunfos… t. III, 250: …“tenían particular amor al padre,
por haberlos antes predicado en sus tierras y saber con eminencia su lengua”. Comuni-
can la muerte del padre ocurrida en Sinaloa a sus paisanos de “la provincia de Michoa-
cán”. Guillermo Porras al no encontrar después huella de esos tarascos de Topia
concluye “seguramente se asimilaron a los acaxees”.
24
Esta información se desprende de la carta que enviaron los indios tarascos a sus
pueblos al morir al padre Tapia en 1594, publicada en Francisco Zambrano, Diccionario
bio-bibliográfico de la Compañía de Jesús en México, México, JUS, 1962, 375-437: “Gonzalo de
Tapia”.
25
Tapia nació en la provincia de León, España, en 1561, llegó a México en 1584, estu-
vo en la fundación de San Luis de la Paz, Gto. Cuando lo mataron los indios, el misionero
tenía a su servicio en Sinaloa a un “tarasquillo”: Ibid.
26
Guillermo Porras Muñoz, op. cit., quien cita a Pérez de Rivas, t. II, 168 y 272.
27
Peter Gerhard, op. cit., 194, 226. El documento se conserva en la Biblioteca Nacional
de éxico, caja 11, exp. 171, fs. 4 (1622). Minuta del convento de Cuencamé donde se en-
cuentran indios tarascos, mexicanos y tonaltecos.
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28
José Refugio de la Torre Curiel, “La presencia franciscana en las misiones del sur
de la sierra tepehuana”, en Chantal Cramaussel y Sara Ortelli (coords.), Asentamientos…
29
Agradezco a Pedro Márquez y a Moisés Franco el haberme indicado el probable
significado de estos toponímicos que extrañan a los propios tepehuanes, pues ellos saben
que no tienen origen en su lengua pero desconocen su etimología y significado. Para la
etimología purépecha posible de esos lugares véase la introducción al libro que coordiné
con Sara Ortelli sobre Asentamientos y movimientos de población en la Sierra Tepehuana desde
la prehistoria hasta nuestros días (en curso de edición).
30
José del Refugio de la Torre Curiel, op. cit.
31
El documento es una relación del cura de Parral citada por Cecilia Sheridan, Anó-
nimos y desterrados. La contienda por el “sitio que llaman de Quauyla”. Siglos XVI-XVIII, México,
CIESAS, Porrúa, 2000, 111.
32
Chantal Cramaussel, La provincia de Santa Bárbara (1563-1631), Chihuahua, Talleres
Gráficos del Gobierno del Estado, 2004, p. 51 (1ª edición 1991).
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rasco.33 Unas décadas más tarde, en las primeras décadas de vida de las
minas de Parral entre 1632 y 1650, encontramos repetidas menciones de
naboríos tarascos en los registros parroquiales, aunque son menos nu-
merosas que las de indios mexicanos. Se trataba al parecer de tarascos
que se habían desplazado con sus amos a Parral34 y cuya presencia se ex-
plica fácilmente por la llegada a la región de mineros de Zacatecas y de
la Nueva Galicia.
Entre los 251 vecinos establecidos a mediados del siglo XVII en el dis-
trito minero de Parral (la población más gruesa al norte de Zacatecas a
partir de 1640)35 encontramos a cuatro individuos nacidos en Michoa-
cán: un mayordomo de minas y su mozo así como dos mercaderes en
pequeño.36 Aparece igualmente un humilde trajinante, quien se dedica-
ba a transportar mercancías de Michoacán al norte con su tren de mu-
las.37 Sebastián Alonso, indio tarasco carbonero fue llevado en 1635 por
su patrón a Parral y como éste no le pagaba nada y le impedía cambiar
de amo, apeló a la justicia, por esta razón sabemos de su existencia pero
había seguramente en Parral más indios de su nación compelidos a resi-
dir allí por los españoles o mestizos que los habían contratado.38 A dife-
rencia de los movimientos migratorios organizados a partir de Michoa-
cán que se originaron en el siglo XVI, los de la centuria siguiente parecen
haber sido de tipo individual y ya no grupal, aunque es posible, como
ya se dijo, que un misionero o algún otro español se hubiera llevado a
varios indios de Michoacán como sirvientes u operarios de su carbone-
ra o mina. En la ciudad de Chihuahua que tomaría el relevo de Parral y
33
Archivo General de la Nación, Inquisición, t. 121 (1587-1588), Contra Diego Pérez
de Luján.
34
Chantal Cramaussel, Peupler la frontière. La province de Santa Bárbara (Mexique) aux
XVIème et XVIIème siècles, París, EHESS, 1997, actualmente en curso de edición en español.
La palabra naborío calificaba a los indios que habían entrado de manera definitiva al ser-
vicio de algún español.
35
Ibid.
36
Archivo Histórico de Parral (AHP, en adelante), 1649ª no. 20, Alarde de armas: Her-
nando de Villagómez y Nicolas de Aguilar están en San Diego; los mercaderes Blas Pan-
toja y Juan Menéndez, originarios de Valladolid, tienen una tienda en Parral: AHP2 1650.
37
Se llamaba Francisco Rodríguez: AHP, 1656b, Compra venta de casas, 26 de no-
viembre de 1657; vende una casa a Juan de Salaices.
AHP, 1639ª, no. 30 (toma no. 665, en el microfilm) Demanda de Sebastián Alonso.
38
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siglo XVII hemos visto sólo la mención de dos zapateros, la mayor parte
del calzado provenía de la ciudad de México, de Michoacán y de la pro-
vincia de Avalos (Sayula).42 Llegaba también de más al sur cantidades
grandes de ropa ya confeccionada. No debe extrañarnos por lo tanto ha-
llar repetidas menciones de huaraches (guarache es una palabra purépe-
cha),43 riendas y cintos de cuero de todo tipo provenientes de Michoa-
cán, cintas de lana, huipiles,44 además de objetos de madera, jícaras45 y
muebles finos o corrientes (cajas pintadas con cerraduras que servían al
parecer de baúles,46 mesas,47 escritorios,48 camas49) de la misma región.
Un segundo grupo de objeto estaría conformado por las figuras de caña
(cristos y vírgenes) algunos de los cuales se conservan todavía en las
42
Ibid. y AHP, 1658b (695-722); Inventario de bienes de Juana de Gamboa, esta perso-
na se dedicaba a vender en Parral los zapatos que fabricaba su esposo “maestro zapate-
ro” en la ciudad de México.
43
El difundido uso de esta palabra en el español actual de México tiene sin duda que
ver con la gran distribución de las sandalias fabricadas en Michoacán desde tiempo atrás.
44
Archivo Histórico de Parral (AHP, en adelante) 1649d, Testamento de Juan Álvarez,
mercader. Inventario de la tienda; AHP, 1677c (1771-2071), se mencionan “riendas de Mi-
choacán” en el juicio testamentario de Gregorio Perthus, mercader.
AHP, 1658b (1089-1159), Inventario de la tienda del mercader Pedro de los Ríos
45
“jícaras de Michoacán”.
AHP, 1665b (1039-1215), Inventario de bienes de Juan de Ugarte “una caja pintada
46
de Michoacán de vara y media de alto con cerradura y llave”, creemos que esas cerradu-
ras eran de cobre; “un baulito de Michoacán” a 4 pesos: AHP, 1677c (1771-2071), en el jui-
cio testamentario de Gregorio Perthus, mercader. Las ilustraciones adjuntas muestran un
baúl de Michoacán del siglo XVIII y una cajita de la misma provincia.
47
En los objetos que transportaba Antonio Conde de Herrera cuando fueron exami-
nados los pertrechos de la expedición al Nuevo México, en 1600 en la provincia de Santa
Bárbara, se encontraba una “mesa de Michoacán”: Cordelia Thomas Snow, “A Headdress
of Pearls. Luxury Goods Imported ovéase the Camino Real during the Seventeenth Cen-
tury”, El Camino Real de Tierra Adentro (Gabrielle Palmer, comp.), Cultural Resources
Series, núm. 11, Santa Fe, Bureau of Land Management, 1993, p. 70. Véase la foto anexa
al presente artículo de la mesa laqueada conservada en la sala capitular de la catedral de
Durango.
AHP, 1663 (1058-1079), Testamento de Simón Martín, “escritorios de Michoacán”;
48
AHP, 1675, Testamento de Francisco de Lima del 10 de febrero de 1675 “escritorio de Mi-
choacán con llaves”.
AHP, 1665b (1039-1215), Inventario de bienes de Juan de Ugarte: “una cama pinta-
49
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iglesias del norte,50 santos de tablitas,51 “países plateados”52 así como lá-
minas de pluma, una artesanía propia de Michoacán que se ha encon-
trado también en la zona de Parral en inventarios del siglo XVIII.53 Todas
esas artesanías se consideran típicas de Michoacán desde la época colo-
nial y algunas como la plumaria son de tradición prehispánica.54
Los cristos parecen ser los más comunes de los objetos religiosos.55
Miguel Vallebueno dio a conocer el cristo de caña llamado “El Señor del
Mezquital” que data de finales del siglo XVI y adornaba originalmente
en la capilla del hospital de los tarascos en Nombre de Dios (ahora tem-
plo de Jesús Nazareno). Este cristo se conserva en la actualidad en la
iglesia del Santo Niño de Atocha, en la ciudad de Durango.56 Aunque no
50
Véase más adelante.
AHP, 1652c (1444-1448, en el microfilm), Testamento de Alonso del Castillo “dos
51
“20 países viejos plateados de Michoacán, los cuales fueron tasados a real cada uno”. Los
países son representaciones de paisajes, en su origen fueron sobre todo italianos y fla-
mencos pero se hicieron también en la América colonial. En Europa se llegó a platear las
láminas de cobre aunque no se sabe que esta técnica se usara también en el Nuevo Mun-
do: Isabel Horovitz, “The Materials and Techniques of European Paintings on Copper
Supports”, en Copper as Canvas. Two Centuries of Masterpiece Paintings on Copper, 1575-
1775, Phoenix Art Museum, Oxford University Press, 1999, 67-68.
AHP, 1680ª (301-779), “cuatro láminas de pluma”. Gustavo Curiel encontró en los
53
inventarios de los Cortés del Rey realizados en 1729 “dos cuadros de tercia de pintura de
Michoacán, de pluma”, op. cit., p. 46.
54
Se puede consultar al respeto el libro coordinado por Verónica Oikión Solano. Ma-
nos michoacanas, Zamora, El Colegio de Michoacán, Gobierno del Estado de Michoacán,
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 1997. Véase en especial los artícu-
los de Francisco Miranda, “Sobrevivencias de artesanías purépechas” 35-47 y Cayetano
Reyes García. “El trabajo manual purépecha en la época colonial”, 49-63. Se atribuye la
introducción de las artesanías de tradición europea a Vasco de Quiroga.
AHP, 1643ª (415-442), Inventario de bienes de Francisco de Reyna “una hechura de
55
un Cristo de Michoacán, chico”; 1651ª (436-529), Inventario de bienes del intestado José
Gutiérrez de la Cruz, mercader: “hechura de bulto de un santo cristo con su cruz de Mi-
choacán”; 1657b (486-586); 1657b (1089-1159), Inventario de los bienes de Francisco de
Frías, “una hechura de santo cristo de Michoacán, una tercia de alto en la cruz, 6 pesos”
56
Miguel Vallebueno, “El Señor del Mezquital”, Anales 76, 2000, 255-258.
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FIGURA 3. Cristo de caña del Mezqui- podemos asegurar que todos los
tal (fines del siglo XVI o principios del cristos de caña del septentrión de
siglo XVII). Iglesia parroquial del San- la Nueva España provenían de Mi-
to Niño de Atocha, colonia Benjamín choacán, en el caso del Señor del
Méndez, Durango, Dgo. Foto: Salva- Mezquital no cabe duda que sí lo
dor Álvarez.
era. En los inventarios de Parral,
hemos encontrado mención expre-
sa de cristos de Michoacán que mi-
den de una a dos tercias de alto (de
30 a 60 cm) y su costo era de 6 a
10 pesos a mediados del siglo XVII,
es decir que estas figuras si eran
de caña valían lo mismo que las de
madera del mismo tamaño pero
mucho menos desde luego que las
de marfil. Otro cristo del mismo
57
Cordelia Thomas Show, op. cit., p. 74.
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58
Clara Bargellini, “Objetos artísticos viajeros: ¿cuáles, como y por qué llegaron al
Nuevo México? Actas del Primer Coloquio Internacional del Camino Real de Tierra Adentro
(Valle de Allende, 7-9 de junio de 1995), México, Nacional Park Service/INAH, 1997, p. 239.
Esta autora analiza los inventarios publicados por Eleanor B. Adams y Angélico Chávez,
The Missions of New Mexico, 1776, Albuquerque, University of New Mexico Press, 1956 y
los inventarios inéditos elaborados por el obispo Pedro Tamarón en 1760.
59
Alberto Carrillo, op. cit.
60
Archivo parroquial de Santa Bárbara, Chih. Libro de cordilleras, traslado efectua-
do en 1801 del edicto del obispo Escañuela de 1678 en el que se autoriza la construcción
de la capilla en la iglesia parroquial. La actual virgen de Los Remedios de madera que se
encuentra en el altar del templo antiguo de la ciudad de Santa Bárbara no es la original,
por su factura debe datar del siglo XIX.
61
1664b (672-956), Inventario de bienes del mercader Diego de Astorga “una imagen
de nuestra señora de bulto de Michoacán con su baldaquín, estañado de madera, media
vara de alto”. Es muy fácil confundir las figuras de caña con las de quiote o corazón de
maguey, de este último material está hecha, por ejemplo, la pequeña virgen de bulto del
siglo XVIII conservada en la iglesia de Santa María de Cuevas, de la cual se pensó en un
primer momento que podría ser de pasta de caña y quizá de origen michoacano.
1 8 7
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62
Se publicó la foto de la media pila de cobre conservada en Santa Cruz (Rosario,
Chih.) en Clara Bargellini, “Pintura sobre lámina de cobre en Nueva España: preguntas
y observaciones de una historiadora del Arte”, Historia del Arte y Restauración. 7º Coloquio
del Seminario de Historia de Estudio del Patrimonio Artístico, Conservación, Restauración y De-
fensa, México, UNAM/IIE, 2000, 195-209 (esta foto es la figura no. 5, p. 204).
63
Encontramos la mención de una en el testamento del capitán Diego del Castillo:
1639b (568-658). Véase la cruz michoacana del cristo de caña conservada en la hacienda
de Juana Guerra, en el estado de Durango que anexamos a presente trabajo.
64
Elinore Barrett, The Mexican Colonial Copper Industry, Albuquerque, University of
New Mexico Press, 1987, p. 104.
65
Clara Bargellini. “Painting on Copper in Spanish America”, Copper as Canvas. Two
Centuries of Masterpiece Paintings on Copper, 1575-1775, Phoenix Art Museum, Oxford
University Press, 1999, 31-44.
66
Alberto Carrillo hace mención también de La Huacana, en explotación en 1680: op.
cit., p. 145.
67
José Alfredo Uribe Salas, en Ines Herrera Canales (coord.), La minería mexicana. De
la colonia al siglo XX, México, Instituto Mora, 1998, 72-94. Ese autor retoma las conclusio-
nes del libro citado de Elinore Barrett. En 1533, los encomenderos venden parte del pro-
ducto recolectado en la ciudad de México. En la segunda mitad del siglo XVI, la deman-
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da de cobre es cada vez mayor ya que se necesita una cantidad creciente de magistral
(súlfuro de cobre) para llevar a bien el proceso de amalgamación de la plata. El cobre de
Inguarán era muy cotizado por ser especialmente puro.
68
Dorothy Hosler, The sounds and colors of Power. The Metallurgical Technology of
Ancient West Mexico, Cambridge, Mit Press, 1994.
69
Clara Bargellini, “At the Center of the Frontier: The Jesuit Tarahumara Missions of
New Spain” en Thomas Dacosta Kaufman Time and Place: The Geohistory of Art, London,
Ashgate Press (en prensa).
1 8 9
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LA COMERCIALIZACIÓN
70
Archivo Histórico de Zapopán, Inventario de los bienes de la misión de Chínipas
del 26 de mayo de 1771, por Fr. Joseph Manuel Zuauruegui.
71
Rodolfo Pastor y María de los Angeles Romero Frizzi, op. cit., p. 168.
72
Acerca de los caminos de Durango, véase: Miguel Vallebueno, “El camino de Topia
y los caminos que atravesaban la sierra de Durango”, en Caminos y puentes de la Nueva
España (Chantal Cramaussel, coord.), en curso de edición.
73
Sobre el particular se puede consultar: Chantal Cramaussel, La provincia de Santa
Bárbara… y Salvador Álvarez. “Colonización agrícola y colonización minera: la región de
Chihuahua durante la primera mitad del siglo XVIII”, Relaciones 79, 1999, 27-82.
1 9 0
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74
La primera mención es la del arriero Diego Meneses quien era dueño de recua en
1604 y vivía en Durango. Se decía que “contrataba en Michoacán”, cuando Francisco de
Urdiñola levantó el padrón de vecinos de la provincia en 1604: AGI, Guadalajara 28, censo
de Francisco de Urdiñola.
75
Véase Chantal Cramaussel, la sección del capítulo VI dedicado a los transportistas:
Poblar la frontera…
76
Se alude a ese comercio en: Rodolfo Pastor y María de los Angeles Romero Frizzi,
“Los cambios de la segunda mitad del siglo XVI”, Historia general de Michoacán, v. II, La co-
lonia (Martha Terán, coord.), Morelia, Gobierno del Estado de Michoacán/Instituto Mi-
choacano de Cultura, 1989, p. 127.
1 9 1
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77
Como los arrieros que transportaban paños a Zacatecas y fueron el blanco de un
ataque chichimeca en una fecha tan temprana como 1550: Philip Wayne Powell, op. cit.,
p. 75..
78
Paredes Martínez, Carlos. Op. cit, 143-183.
79
Ibid.
1 9 2
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82
Archivo General de la Nación, Temporalidades, Inventario de la misión de Chíni-
pas, del 7 de agosto de 1767: “Un escritorio de Mechuacán con los libros de entierros,
bautizos y casamientos”.
83
Archivo Histórico de Zapopan, Jalisco, Inventario de Tomochi del 10 de diciembre
de 1772.
84
“Estado en el que se hallaba la jurisdicción de Zamora en el año de 1789”. Intro-
ducción y notas de Heriberto Moreno García, Relaciones 1 (invierno de 1980), 91-129. La
cita proviene de la p. 105.
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85
Archivo Histórico Municipal de Chihuahua, Colonia, Guerra, caja 3, exp. 26, Carta
de D. Pedro Antonio Queipo de Llano, teniente de caballería, corregidor y capitán a gue-
rra de la villa de San Felipe El Real de Chihahua, del 18 de mayo de 1775.
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Nuevo México y abastecían todavía a fines del siglo XVIII parte de los
presidios tanto de la Nueva Vizcaya como del Alto río Bravo.86
La Relación de 1789 nos da también indicios acerca de cómo estaba
organizado tal vez desde épocas anteriores, el comercio hacia la Nueva
Vizcaya. Prósperos mercaderes habilitaban a una gran cantidad arrieros
que se dedicaban ellos mismos a vender la mercancía, de tal forma que
en la documentación conservada en el norte no aparece el origen verda-
dero del patrimonio comercial de esos pequeños trajinantes. En el caso
referido arriba acerca de “los michoacaneros” en la ciudad de Chihua-
hua, parece que cada uno de los atajos tenía un dueño diferente, lo cual
vendría a confirmar la existencia de ese tipo de organización comercial.
86
Como lo muestra los contratos firmados entre Francisco Guizarnótegui y las auto-
ridades virreinales en 1786 y 1788: Max Moorhead, “The Private Contract System of Pre-
sidio Suplly in Northern New Spain”, HAHR, v. XLI, feb. 1961, 31-54.
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87
Carlos Paredes Martínez, op. cit.
88
Ibid., Alberto Carrillo señala también abusos en los repartos de mercancías que fue-
ron denunciados en 1679 por el obispo Aguiar: op. cit., p. 19.Los caldereros eran artesanos
especialistas den labrar objetos de cobre: Elinore Barrrett, op. cit., p. 1.
89
Carlos Paredes, op. cit.
90
Ibid.
91
Alberto Carrillo, op. cit., p. 136.
92
Op. cit. A fines del siglo XVIII, se menciona también a Uruapan y Santa Fe de la La-
guna para la fabricación de cajas pintadas, jícaras y maque.
1 9 6
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94
Para la relación de 1792: Cayetano Reyes, op. cit. En la época colonial se les decía
“colambres”, a las tiras de cuero o pellejos con o sin curtir con todo y pelo.
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Además, pudo haber habido causas internas a Michoacán. A partir de la Indepen-
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muestra José Alfredo Uribe Salas: “Tecnología minera y sistemas de beneficio en el siglo
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