Serie Interpretacion Constitucional Aplicada 1
Serie Interpretacion Constitucional Aplicada 1
Serie Interpretacion Constitucional Aplicada 1
Catalogación
PO
C430 La Constitución como objeto de interpretación / coordinadora Alejandra Martínez
I573i Verástegui ; [esta obra estuvo a cargo del Centro de Estudios Constitucionales
V.1 de la Suprema Corte de Justicia de la Nación ; presentación Ministro Luis
María Aguilar Morales ; prólogo Alejandra Martínez Verástegui]. -- México :
Suprema Corte de Justicia de la Nación , 2016.
xii, 151 p. ; 22 cm. -- (Interpretación constitucional aplicada ; 1)
ISBN 978-607-468-863-4
Prohibida su reproducción total o parcial por cualquier medio sin autorización escrita de los titulares
de los derechos.
Impreso en México
Printed in Mexico
Esta obra estuvo a cargo del Centro de Estudios Constitucionales de la Suprema Corte de Justicia
de la Nación.
Primera Sala
Ministro Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena
Presidente
Ministro José Ramón Cossío Díaz
Ministro Jorge Mario Pardo Rebolledo
Ministra Norma Lucía Piña Hernández
Ministro Arturo Zaldívar Lelo de Larrea
Segunda Sala
Ministro Alberto Pérez Dayán
Presidente
Ministro José Fernando Franco González Salas
Ministro Javier Laynez Potisek
Ministra Margarita Beatriz Luna Ramos
Ministro Eduardo Medina Mora Icaza
Presentación............................................................................................................ VII
Prólogo..................................................................................................................... IX
LA ARGUMENTACIÓN CONSECUENCIALISTA EN LA APLICACIÓN
JUDICIAL DEL DERECHO
Flavia Carbonell Bellolio................................................................................. 1
1. Introducción........................................................................................... 1
2. Sobre el argumento consecuencialista............................................... 4
2.1. Orígenes históricos........................................................................ 5
2.2. Concepto, clasificaciones, alcances ........................................... 8
2.3. Tipos de consecuencias................................................................. 13
3. Propuestas teórico-jurídicas sobre el argumento
consecuencialista.................................................................................. 17
3.1. La teoría de MacCormick............................................................... 17
3.2. La teoría de Wróblewski................................................................. 21
3.3. La propuesta pragmadialéctica de Feteris................................... 24
4. Jueces consecuencialistas................................................................... 31
5. Conclusiones.......................................................................................... 44
6. Referencias bibliográficas..................................................................... 45
EL PRECEDENTE Y LA PONDERACIÓN
Carlos Bernal Pulido....................................................................................... 107
1. La paradoja del precedente y la ponderación .................................... 107
2. Un sistema de precedentes y principios ............................................. 109
3. Los precedentes en la estructura de la ponderación......................... 113
3.1. La estructura de la ponderación .................................................. 113
3.2. Los precedentes y la fórmula del peso......................................... 117
i) El grado de afectación de los principios en colisión .............. 118
ii) El peso abstracto de los principios en colisión ...................... 120
iii) La seguridad de las apreciaciones empíricas ....................... 121
4. Bibliografía citada.................................................................................. 123
L
a interpretación jurídica es una de las principales actividades que llevan a
cabo los órganos jurisdiccionales. Para poder resolver cualquier asunto, es
necesario que el Juez establezca el significado de la disposición normativa
que se pretende aplicar al caso concreto. En el caso de los tribunales constitucio-
nales, esa situación no es distinta. La interpretación de la Constitución es una acti-
vidad que se realiza en toda sentencia constitucional, con independencia de la vía
procesal o el órgano jurisdiccional que la haya dictado.
VII
L
as enmiendas constitucionales de junio de 2011 en materia de derechos huma
nos y juicio de amparo constituyen una de las transformaciones más impor-
tantes que ha experimentado nuestro ordenamiento jurídico en las últimas
décadas. En este sentido, una de las actividades que han cobrado más relevancia
para poder operar esas reformas es la interpretación constitucional. Con la finalidad
de contribuir a la discusión de los problemas teóricos y prácticos relacionados con
la interpretación de la Constitución, el Centro de Estudios Constitucionales de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación inaugura con este volumen la Serie Interpre-
tación Constitucional Aplicada.
IX
que existen lagunas jurídicas, o aquellos en los que no está claro lo que exige el
derecho constitucional.
Por lo anterior, las convicciones morales y políticas de los Jueces deben operar
como un criterio decisivo para su nominación y nombramiento. No obstante, la
crítica de Leiter estriba en señalar que estas preferencias no son abiertamente
discutidas durante la elección de los Jueces. De esta manera, el profesor aboga por
el pleno reconocimiento de la Corte Suprema norteamericana como un actor político,
por la eliminación de los nombramientos vitalicios de los Jueces supremos, y por
la incorporación de un examen público y abierto sobre las inclinaciones políticas y
morales de estos juristas, ya que ello incide en forma determinante en la interpre-
tación que éstos realizan de la Norma Fundamental.
Para dar respuesta a este problema, el profesor Bernal sostiene que, a pesar
de que la ponderación de principios debilita la normatividad de los precedentes, la
utilización de esta técnica hace más racional un sistema jurídico. Aunado a lo ante
rior, el autor explica la importancia que tiene la ponderación de principios al generar
que los precedentes garanticen la certeza jurídica, la coherencia, y que se proteja
adecuadamente el principio de igualdad.
1. INTRODUCCIÓN
L
as teorías de la argumentación jurídica surgen en la teoría del derecho como
una repercusión del giro argumentativo experimentado en la filosofía del
lenguaje, y como una vía intermedia entre la idea de un Juez mecanicista y
un Juez arbitrario con discrecionalidad absoluta. Estas teorías proponen un amplio
rango de criterios para garantizar la racionalidad y razonabilidad de las decisiones
jurídicas —especialmente de las judiciales— y para permitir el control público o
intersubjetivo de la aplicación del derecho.1
2
Los primeros dos problemas están relacionados con la premisa mayor o jurídica, y los dos siguientes con
la premisa menor o fáctica. Vid. MACCORMICK, Neil, Legal Reasoning and Legal Theory, Clarendon, Oxford, 1997,
pp. 65, 72, 87-97.
El trabajo se estructura en tres partes. Una primera parte abordará brevemente los
orígenes de este argumento (§2.1), definirá el argumento consecuencialista y tratará la
3
Dworkin se refiere a este problema cuando señala que el razonamiento basado en consecuencias ignora
las decisiones judiciales y políticas pasadas y reemplaza la concepción de bienestar de la comunidad por la
concepción propia del Juez. Cfr. DWORKIN, Ronald, Law's Empire, Harvard University Press, Cambridge, 1986,
pp. 101, 152 y ss.
4
Para un panorama sobre los debates del argumento consecuencialista en teoría del derecho, vid.
BENGOETXEA, Joxerramon, "Una defensa del consecuencialismo en el Derecho", Telos, Revista Iberoamericana de
estudios utilitaristas, II, 2, diciembre 1993, pp. 31-68. Una introducción al debate del consecuencialismo – no con-
secuencialismo filosófico puede encontrarse en SINNOT-ARMSTRONG, Walter, "Consequentialism", Standford
Encyclopedia of Philosophy, 2006 y SLOTE, Michael, "Consequentialism", Encyclopedia of Ethics, Garland, Nueva
York-Londres, 1992, pp. 212-214.
cuestión del alcance de las consecuencias (§2.2), y se detendrá en una distinción relevante
en el ámbito jurídico (§2.3). La segunda parte estará destinada a destacar los elementos
centrales de cada una de las propuestas teóricas en torno al argumento consecuencialista
(§3). La tercera parte analizará la argumentación consecuencialista en una sentencia del
Tribunal Constitucional de Chile a la luz de los criterios de evaluación que propone cada
uno de los autores (§4). Finalmente, se expondrán algunas conclusiones (§5).
5
Un tratamiento en profundidad del consecuencialismo excede del objetivo de este estudio. Una recopilación
de escritos y críticas sobre el consecuencialismo puede verse en SCHEFFLER, Samuel, Consequentialism and its
Critics, Oxford University Press, Oxford, 1988.
6
Sobre las diferencias entre consecuencialismo y deontologismo, y sobre la estructura mínima del conse-
cuencialismo, puede consultarse BAYÓN BAYÓN, Juan Carlos, "Causalidad, consecuencialismo y deontologismo",
Doxa, 6, Alicante, 1989, pp. 461-500; y SINNOT-ARMSTRONG, Walter, "Consecuentialism"..., op. cit. En el ámbito de
las teorías de la argumentación, Alexy, siguiendo a Toulmin, señala que existen dos formas de argumentación.
En la primera, que llama deontológica, una acción se justifica recurriendo a una regla moral vigente. En la segunda,
la teleológica, la acción se justifica indicando sus consecuencias, menos dañinas que las de la alternativa en dis-
cusión. Entre estas dos formas de argumentar existe, según este autor, una semejanza estructural, que consiste en
que en ambos casos se presupone la existencia de una regla. En la argumentación por referencia a una regla se
presupone como verdadero un enunciado que describe las condiciones de aplicación de aquella regla. En la argu-
mentación por referencia a las consecuencias, se presupone una regla que expresa que la producción de dichas
consecuencias es obligatoria o buena. Vid. ALEXY, Robert, Teoría de la argumentación jurídica. La teoría del discurso
racional como teoría de la fundamentación jurídica, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1989, p. 93.
7
Cfr. ANSCOMBE, Gertrude E.M., "Modern Moral Philosophy", The Journal of the Royal Institute of Philosophy,
XXXIII, 124, 1958, pp 1-19.
morales que evalúan los actos humanos a través de sus consecuencias, o que
emplean razonamientos consecuencialistas —argumento ad consequentiam— para
justificar el valor de una acción. Generalmente, cuando se habla de consecuencia-
lismo la referencia es al "consecuencialismo de acto" y menos frecuentemente al
"consecuencialismo de regla".8 Especies de consecuencialismo son el utilitarismo9
y el pragmatismo.10
8
Cfr. SLOTE, Michael, "Consequentialism"..., op. cit., pp 211-214. En el primero, la rectitud u obligatoriedad
de un acto depende de si sus consecuencias son al menos tan buenas como (o mejores que) aquellas de cualquier
otro acto posible del agente. Dentro del consecuencialismo de acto se ubica el utilitarismo de acto, que considera
que los únicos factores que permiten calificar de buenas las consecuencias son la felicidad, el placer, la utilidad,
el bienestar. El consecuencialismo de regla, por su parte, postula que la moralidad de las acciones se determina
por su conformidad a un conjunto de reglas que producen buenas consecuencias.
9
El utilitarismo de Bentham expresa magistralmente el consecuencialismo presente en el razonamiento
jurídico conforme al principio de utilidad: "¿Qué es ofrecer una buena razón con respecto a una ley? Es alegar el
bien o el mal que la ley tiende a producir: a mayor bien, más argumentos en su favor; a mayor mal, más argumentos
en su contra; recordando en todo momento que bien y mal no son nada más que placer y dolor. / ¿Qué es ofrecer
una falsa razón? Es alegar a favor o en contra una ley algo distinto de sus efectos buenos o malos". BENTHAM,
Jeremy, "Principles of Legislation", The Theory of Legislation, vol. I, Thoemmes Press, Bristol, 2004, p. 67.
10
Vid. MENAND, Louis, El club de los metafísicos. Historia de las ideas en América, Destino, Madrid,
2002, pp. 343-381; i.q. JAMES, William, "The Pragmatic Method", The Journal of Philosophy, Psychology and Scientific
Methods, I, 25, 1904, pp. 673-687. DEWEY, John, "The Realism of Pragmatism", The Journal of Philosophy, Psychology
and Scientific Methods 2, 12, 1905, pp. 324-327 y, del mismo, "What Does Pragmatism Mean by Practical?", Ibidem,
vol. 5, núm. 4, 1908, pp. 85-99, y "The Pragmatism of Peirce", Ibidem, 13, pp. 709-715.
11
WALTON, Douglas, "Historical Origins of Argumentum ad Consequentiam", Argumentation, vol. 13,
1999, p. 252.
12
Dice Aristóteles que "... cuando dos cosas son muy próximas una a otra y no podemos percibir ninguna
superioridad de la una respecto a la otra, hay que verlo a partir de sus consecuencias. En efecto, aquello a lo que
sigue un bien más grande es también más deseable; y si las consecuencias son malas, es preferible aquello a lo
que sigue un mal menor; pues, aun siendo ambas cosas deseables, nada impide que tengan alguna consecuencia
inconveniente [...] Tomar, pues, de las consecuencias, aquella que sea útil". ARISTÓTELES, Tópicos, 117a 5-15. Este
argumento de las consecuencias se encuentra dentro de los lugares del accidente —es decir, lo que puede darse
y no darse en una misma cosa— específicamente, dentro de los lugares de lo preferible.
13
"Otro [lugar común] es el de que, puesto que la mayoría de las veces ocurre que a una misma cosa siga
un bien y un mal, sea por las consecuencias por lo que se aconseje o disuada, se acuse o defienda y se elogie o
censure [...] Cuando hay que aconsejar o disuadir a propósito de dos cosas opuestas, otro [lugar] consiste en hacer
uso, para ambas cosas, del lugar común citado antes. La diferencia consiste, sin embargo, en que, allí, los términos
están contrapuestos por casualidad, mientras que, aquí, son contrarios [...] Y en esto consiste la ‘blaísosis’: cuando
a cada uno de dos contrarios sigue un bien y un mal, [conviene contraponer] cada uno de los contrarios a cada uno
de los otros". ARISTÓTELES, Retórica, 1399a 11- 1399a 29 (el destacado es mío).
14
Cfr. WALTON, Douglas, "Historical Origins...", op. cit., p. 255. Dewey señala que es característico del
razonamiento deliberativo el recurso a las consecuencias: "La deliberación genuina procede estableciendo y exa
minando cursos alternativos de actividad y considerando sus respectivas consecuencias. Este hecho esclarece la
naturaleza funcional de las proposiciones disyuntivas e hipotéticas...." DEWEY, John, Lógica. Teoría de la investigación,
FCE, México, 1950, p. 193.
invertir el condicional en las inferencias.15 Esta falacia es, como queda de manifiesto,
distinta al argumento consecuencialista, que Aristóteles no sólo acepta, sino que
considera razonable emplearlo.
15
Aristóteles describe y ejemplifica esta falacia de la forma siguiente: "La refutación [aparente] en función
de lo que se sigue [se da] por creer que la consecuencia es reversible; en efecto, cuando, al existir esto, necesaria-
mente existe aquello, también —creen algunos, al existir lo segundo, existirá necesariamente lo primero. De aquí
surgen errores que envuelven la opinión a partir de la sensación: muchas veces se ha tomado la bilis por miel,
debido a que el color amarillento acompaña a la miel; y como ocurre que, al llover, la tierra queda empapada, si
está empapada se supone que ha llovido: pero ello no es necesariamente así. Y, en retórico, las demostraciones de
acuerdo con el signo proceden de aquello que se deriva de la cosa en cuestión: pues, si se quiere mostrar que
alguien es adúltero, se toma lo que de ello se sigue, a saber, que se adorna con afectación o que se le ve vagar
de noche. Pero en muchos individuos se da esto y, en cambio, no se da lo predicado". ARISTÓTELES, Refutaciones
Sofísticas, 167b 1-13. Este tipo de razonamiento falaz o desviado se incluye en aquellos que se encuentran al margen
de la expresión y específicamente, dentro de aquellas refutaciones en razón del accidente.
16
En la falacia de la relevancia, que es una falacia informal, las premisas no son suficientemente relevantes
lógicamente para la verdad de su conclusión, y la relación entre las premisa y la conclusión se produce casi com-
pletamente por la impresión sicológica creada por las premisas, y no por la información que proporcionan. RESCHER,
Nicholas, Introduction to Logic, St. Martin's Press, Nueva York, 1964, p. 78. Que sea una falacia informal significa
que es el contenido de las premisas lo que hace que el razonamiento sea equivocado o falaz, y no su forma
lógica.
17
Ibidem p. 82. Los autores de la aproximación pragmadialéctica señalan que el argumento consecuencialista
no siempre es permisible o apropiado para probar una aserción. Así, puede serlo cuando la proposición en que se
expresa la causa y aquella en que se expresa el efecto son ambas apropiadas; por ejemplo, cuando se trata de optar
por un curso de acción que tenga consecuencias positivas. No es permisible, en cambio, cuando hay que probar
una aserción (proposición descriptiva) señalando los efectos indeseables de la aserción (proposición evaluativa),
ya que se confunden hechos y valores. En este caso, el examen de las implicaciones de una aserción es un esquema
inapropiado de argumentación conocido como argumentum ad consequentiam. Los autores lo definen como el uso
de un esquema de argumentación (causal) inadecuado que consiste en rechazar un punto de vista descriptivo debido
a sus consecuencias indeseables, y constituye una violación a la séptima regla de discusión racional: "Una parte
no puede considerar un punto de vista concluyentemente defendido si la defensa no tiene lugar a través de un
esquema de argumentación adecuado que sea correctamente aplicado". EEMEREN, Frans H. van, y GROOTENDORST,
Rob, Argumentation, Communication and Fallacies. A Pragma-Dialectical Perspective, Lawrence Erlbaum, Hillsdale
N.J., 1992, pp. 162, 209 y 212.
Entenderé por argumento consecuencialista aquel que toma en cuenta las conse-
cuencias positivas o negativas que podría generar una determinada decisión
jurídica como razón para apoyar o rechazar dicha decisión. Merece la pena destacar
dos elementos de esta definición. Primero, las consecuencias son expuestas como
razones para apoyar o, la mayoría de las veces, para rechazar una decisión que tiene
consecuencias inaceptables, dañinas o desfavorables bien para el sistema jurídico,
bien para la sociedad; es decir, las consecuencias son un factor para adoptar una
decisión. Segundo, esas consecuencias que actúan como razones para decidir son
futuras e hipotéticas, en el sentido de que razonan sobre la base de una hipótesis,
que consiste en un hecho que previsiblemente ocurrirá en el futuro de adoptarse
una determinada decisión, pero respecto del cual no existe certidumbre. Pero se trata
de un razonamiento hipotético no probabilístico,18 a diferencia de la argumentación
en materia de hechos en que sí puede existir un cálculo de probabilidades de
ocurrencia de los hechos pasados bajo examen. Las consecuencias se plantean como
suposiciones, y no se respaldan ni por grados de probabilidad, ni son corroborables
científicamente o falseables, sino que normalmente, se justifican como hipótesis
del sentido común.19
18
Cfr. ATIENZA, Manuel, Las razones del derecho, IIJ, México, 2003, p. 124.
19
Cfr. BENGOETXEA, Joxerramon, "Una defensa..." op. cit., pp. 45 y 46.
20
Esta última expresión la tomo de Peter Cserne.
21
Vid. OST, François, "L´interprétation logique et systématique et le postulat de rationalité du législateur"
en zx(ed.), L´interprétation en droit. Approche pluridisciplinaire, Facultés Universitaires Saint-Louis, Bruxelles, 1978,
pp. 139-140, y EZQUIAGA, Francisco J., La argumentación en la justicia constitucional española, HAAE/IVAP, Oñate,
1987, p. 262.
22
Vid. MACCORMICK, Neil, Legal Reasoning..., op. cit., pp. 129 y ss., y BENGOETXEA, Joxerramon, "Una
defensa...", op. cit. Bengoetxea define los argumentos consecuencialistas como aquellos que "se centran en los
resultados a los que presumiblemente llevarían una u otra decisión (entre las jurídicamente posibles) en el entorno
social en que opera el derecho, y en este sentido suponen una negación de la autonomía radical del sistema jurídico,
de su carácter autopoiético. La actividad judicial recurre a otros tipos de racionalidad además de la jurídico-formal",
tales como la de los sistemas social, económico, cultural, político y moral. Ibidem, p. 37.
23
Creo acertada la afirmación de Ross en orden a que la interpretación pragmática no puede identificarse
con la teleológica, que atiende a la finalidad o propósito de una ley, porque ésta es demasiado restringida. Argumenta
de la siguiente forma: primero, el fin de una actividad, aun suponiendo que pueda establecerse de forma inequívoca,
no es la única guía de la actividad, sino que deben adoptarse enfoques valorativos más amplios; segundo, a menudo
es difícil establecer inequívocamente el propósito de una ley; tercero, a veces esto último es imposible. Cfr. ROSS,
Alf, Sobre el Derecho y la Justicia, 3a. ed., Eudeba, Argentina, 2005, pp. 182 y 183.
24
Los argumentos basados en la estructura de lo real se distinguen de los argumentos cuasi-lógicos, que
son los que derivan su validez de su relación más o menos estrecha con determinadas fórmulas lógicas. Al respecto,
vid. PERELMAN, Chaim, y OLBRECHTS-TYTECA, Lucie, Tratado de la argumentación. La nueva retórica, Gredos,
Madrid, 2000, pp. 303 y ss.
25
Ibidem p. 409.
26
Esta no es una afirmación pacífica. Hay que tener en cuenta que es precisamente el desacuerdo valorativo
el que impide elegir una interpretación en un primer test de consistencia y coherencia. El desacuerdo, por tanto,
persistirá en esta segunda fase de argumentación consecuencialista, y lo importante serán las razones o argumentos
que se den para justificar el valor en que se funda la decisión.
de sus consecuencias. Para ellos, los valores morales o religiosos, las reglas de lo
verdadero y falso, del bien y el mal, de lo oportuno y de lo inoportuno se reconocen
con independencia de sus consecuencias actuales e inmediatas.27
Por otra parte, estos autores distinguen entre las relaciones hecho-conse
cuencias y medio-fin. Si se quiere minimizar un efecto, basta presentarlo como una
consecuencia, y en este caso la relación causal pertinente es la de "hecho-con
secuencia" (unicidad del hecho –pluralidad de consecuencias); si se quiere aumetar
la importancia de un efecto, hay que presentarlo como un fin, caso en el cual es
útil la relación "medio-fin" (unicidad del fin –multiplicidad de medios). Es decir, no
siempre los fines coinciden con las consecuencias. Puede que una consecuencia
imprevisible, por ejemplo, sea contraria al fin perseguido. Lo anterior revela dos
críticas al argumento pragmático: el valor de las consecuencias no es una magnitud
fija —por lo que no siempre existe acuerdo sobre aquél— y se produce la descalifica
ción del argumento en tanto aparece únicamente como medio con miras a obtener
resultados. Una dificultad adicional del argumento pragmático es que existe una
multiplicidad divergente y "casi infinita de consecuencias posibles de un acto".
En estos casos, el Juez suele interrumpir la cadena de las consecuencias, y apela
a aquellas previsibles, normales o razonables. Esto quiere decir que el balance de
las consecuencias posibles de dos o más decisiones muy raras veces es completo,
ya que concurren muchas consecuencias favorables y desfavorables, y es difícil
decidir cuáles son las relevantes y cómo ponderarlas.28
27
Cfr. Ibidem, pp. 411 y 415.
28
Cfr. Ibidem, pp. 414 y 417.
sario de una acción, y dentro del ámbito de la decisión judicial, se identifica con la
condena, absolución, declaración de un derecho, o prohibición de una conducta.
Es decir, el resultado de la acción judicial consiste en producir una norma válida den
tro del sistema y este resultado debe justificarse. Las consecuencias, por el contrario,
son un factor en la justificación de la decisión.29
Las consecuencias van, de esta forma, más allá del resultado y pueden, a su
vez, estar causalmente conectadas con aquél, o ser más bien remotas. Las conse-
cuencias causales son las que la decisión causa por sí misma.30 Desde otro punto
de vista, las consecuencias pueden ser jurídicas, económicas, sociales o políticas.
Como se verá más adelante, MacCormick se centra en las primeras, que denomina
también consecuencias como implicaciones lógicas.
29
Vid. MACCORMICK, Neil, "On Legal Decisions and their Consequences: From Dewey to Dworkin", New
York University Law Review, vol. 2, núm. 58, 1983, pp. 246 y ss.
30
Una consecuencia causal sería —y siguiendo la ejemplificación del propio MacCormick— la desesperación
de la parte a la que se le condena a pagar una alta suma de dinero; consecuencias remotas son aquellas que
encuentran en la decisión una condición o precondición, como lo sería, en el ejemplo, que a causa de la desespe-
ración, la parte vencida se vuelva alcohólica.
31
La universalización o universalidad consiste en que el Juez que adopta una decisión en un caso concreto
debe estar dispuesto a dar la misma solución a todos los casos futuros que se le presenten y que tengan análogas
propiedades relevantes. Sobre la regla de universalidad, vid. PRIETO SANCHÍS, Luis, Sobre principios y normas.
Problemas del razonamiento jurídico, CEC, Madrid, 1992, pp. 163-169 y ALEXY, Robert, Teoría de la argumentación
jurídica, CEC, Madrid, 1989, p. 187. La universalización hacia el futuro se relaciona con el autoprecedente, entendido
como la "adopción de soluciones uniformes por parte de un mismo aplicador del Derecho", que constituye "una
regla de racionalidad cuyo único fundamento reside en esa exigencia de la justicia formal que es el requisito de la
universalización". GASCÓN ABELLÁN, Marina, La técnica del precedente y la argumentación racional, Tecnos, Madrid,
1993, pp. 37-38.
32
Gottlieb distingue entre la consideración de las consecuencias de una decisión —que comprende sólo
a las partes de la controversia— y aquellas que enuncian una regla o principio particular —donde lo importante es el
uso y alcance prospectivo de aplicación de la regla formulada. GOTTLIEB, Gidon., The Logic of Choice, An Investigation
of the Concept of Rule and Rationality, George Allen & Vawin Ltd., Londres, 1968, p. 76.
33
Cfr. PERELMAN, Chaim, y OLBRECHTS-TYTECA, Lucie, Tratado..., op. cit., p. 414.
34
Bengoetxea expone este mismo problema a propósito de las consecuencias como repercusiones de la
decisión. Puede ser que esta apelación futura de las consecuencias difiera dependiendo del ámbito en que se
empleen. BENGOETXEA, Joxerramon, "Una defensa...", op. cit., pp. 44-45. Por otra parte, el problema de la relación
de causalidad entre el acto y la consecuencia es un tema demasiado amplio y complejo como para ser expuesto
aquí. Baste con señalar que han habido extensos estudios sobre la causalidad en el derecho. Véase la doble pers-
pectiva filosófica-jurídica y dogmática que se recoge en Hart y Honorè.
Consecuencias jurídicas son los efectos de una decisión dentro del sistema
jurídico. En este sentido, el uso del argumento de consecuencias jurídicas mira
hacia la consistencia y coherencia de una decisión con la Constitución y con el resto
de normas del sistema jurídico y, al mismo tiempo, intenta evitar vacíos normativos
y desregulación. Así, la argumentación consecuencialista aparece frecuentemente
junto con otros argumentos basados en la coherencia, y se usa principalmente para
rechazar soluciones que producen efectos incoherentes con el sistema jurídico
considerado como un todo o con los principios específicos de una determinada
rama del derecho.36 Algunos ejemplos del uso del argumento consecuencialista son:
evitar inseguridad jurídica; evitar vacíos normativos; evitar vaciar de contenido una
competencia jurídica; evitar lesionar derechos de terceros de buena fe; y rechazar
la invocación genérica de daños futuros.37
Por otra parte, consecuencias extrajurídicas son las repercusiones que una
decisión jurídica produce en la realidad social extrajurídica o fuera del sistema
35
Bengoetxea hace esta distinción con otra terminología, distinguiendo entre aquellos que se refieren a
los resultados o repercusiones (en el comportamiento) que podrían seguirse de la decisión judicial en el ámbito
del Derecho, por ejemplo en la economía o en el derecho como sistema social o en otros sistemas; y aquellos que
se refieren a las posibles implicancias jurídicas de una decisión jurídica al interior del sistema jurídico (BENGOETXEA,
Joxerramon, The Legal Reasoning of the European Court of Justice, Clarendon, Oxford, 1993, pp. 256 ss). Vid. también
la distinción entre consecuencias jurídicas (juridical consequences) y consecuencias en el comportamiento (beha-
vioural consequences) en MACCORMICK, Neil, "On Legal Decisions and Their Consequences..., op. cit., p. 251.
También podrían considerarse análogas las categorías de consecuencias "normativas" y "fácticas" dentro de la
trilogía propuesta por WRÓBLEWSKI, Jerzy, "Justification Through Principles and Justification Through Consequences"
en FARRALI, C., y PATTARO, E., Reason in Law, Giuffrè, Milan, 1984, pp. 151 y ss.
36
Cfr. BENGOETXEA, Joxerramon, "Una defensa...", op. cit., p. 48.
37
Estos tipos de argumentos provienen del análisis de un conjunto de sentencias del Tribunal Constitucional
español que realicé hace algunos años. Siguiendo el orden del texto, estas sentencias son: STC 45/1989, de 20 de
febrero; STC 195/1998, de 1 de octubre; STC 75/1984, de 27 de junio; STC 37/1981, de 16 de noviembre; STC 178/2004,
de 21 de octubre; STC 184/2004, de 2 de noviembre.
38
Estos ejemplos se toman del estudio mencionado en la nota anterior. Siguiendo el orden del texto, estas
sentencias son: STC 54/2002, de 27 de febrero; STC 13/1992, de 6 de febrero; STC 155/2005, de 9 de junio; ATC
135/2004, de 20 de abril; STC 22/1981, de 2 de julio.
39
Cfr. BELL, John, Policy Aguments in Judicial Decisions, Clarendon, Oxford, 1983, p. 36.
40
Me parece que esta es la propuesta de Bengoetxea. Algunos de los criterios comunes para evaluar las
consecuencias jurídicas son la unidad entre las partes del argumento, la consistencia o ausencia de contradicciones
entre los elementos del argumento, la coherencia del argumento en el sistema jurídico, y la completitud, es decir,
que el argumento da cuenta de todas sus premisas. Criterios propios para la evaluación de consecuencias jurídicas
son: la equidad sustantiva, los fines y objetivos de la norma o rama del derecho, valores institucionales, principios
3. PROPUESTAS TEÓRICO-JURÍDICAS
SOBRE EL ARGUMENTO CONSECUENCIALISTA
constitucionales o principios generales del derecho. Las consecuencias extrajurídicas, por su parte, se evalúan a
través de criterios axiológicos tales como la estabilidad económica, buenas relaciones internacionales y la protección
del estado de bienestar de la sociedad o de cierto grupo social. El problema es, precisamente, que siendo las
consecuencias hipotéticas, no hay posibilidad de una evaluación empírica cuando son usados como argumento;
por el contrario, su evaluación siempre se hace a priori y abstractamente, lo que impide el control racional de esas
hipótesis. Cfr. BENGOETXEA, Joxerramon, "Una defensa...", op. cit., pp. 46 y ss.
con relación al sistema, mientras que el último busca que la decisión tenga sentido con
el mundo perceptible, es decir, que sea aceptable.41
41
Cfr. MACCORMICK, Neil, Legal Reasoning..., op. cit., p. 132.
42
Cfr. MACCORMICK, Neil, "On Legal...", op. cit., p. 251.
43
Cfr. MACCORMICK, Neil, Legal Reasoning..., op. cit., pp. 101-102.
44
Cfr. MACCORMICK, Neil, Rhetoric and the Rule of Law, Oxford University Press, Oxford, 2005, pp. 101 y 104.
45
Cfr. Ibidem, pp. 230-231. La uniformidad en las decisiones judiciales es un requerimiento de consistencia
y coherencia del sistema jurídico, y al mismo tiempo una expresión de la regla de justicia que "exige tratar de igual
manera a los que son esencialmente similares". Perelman lo llama la regla de justicia formal "porque no nos
dice cuándo los seres son esencialmente similares ni cómo debemos tratarlos" PERELMAN, Chaim, The Idea of
Justice and the Problem of Argument, Routledge & Kegan Paul, Londres, 1977, pp. 81-82.
decir, de transformarse en una norma general del sistema.46 En igual sentido, debiese
entenderse la afirmación de MacCormick que sostiene que las consecuencias rele-
vantes son aquellas que se basan en reglas generales y no solo en los efectos especí
ficos producidos por la decisión en las partes.47
46
Wróblewski dice que aunque pueda ser cuestionada la idea de que la universabilidad es expresión de la
racionalidad de la argumentación, la universabilidad puede, no obstante, ser entendida como una exigencia de su
legalidad. Cfr. WRÓBLEWSKI, Jerzy, Justification..., op. cit., pp. 160-161.
47
Cfr. MACCORMICK, Neil, Legal Reasoning..., op. cit., p. 150.
48
Idem, y tb. MACCORMICK, Neil, "On Legal...", op. cit., p. 255.
49
Cfr. MACCORMICK, Neil, Rhetoric..., op. cit., p. 117.
50
Cfr. WRÓBLEWSKI, Jerzy, The Judicial Application of the Law, Kluwer, Dordrecht, 1992, pp. 189 y ss.
51
Cfr. WRÓBLEWSKI, Jerzy, "Justification through...", op. cit., p. 191
se basa en la categoría de los principios; segundo, ya que "se necesita una justi
ficación a través de consecuencias cuando los principios utilizados en la justificación
se refieren a consecuencias, o cuando la elección entre esos principios dependen
de la evaluación de sus consecuencias"; y tercero, porque es probable que operen con
juntamente, especialmente en los casos difíciles.52
Así, las consecuencias lógico-semióticas son las que se infieren de las reglas
o decisiones de acuerdo con los principios en tanto reglas de razonamiento justifi-
cativo (PRR). Consecuencias formales (es decir, aquellas inferidas de normas a través
de un cálculo lógico-formal) y consecuencias interpretativas (aquellas que son el
resultado de la interpretación de normas promulgadas) son ejemplos de esta cate-
goría. Las consecuencias normativas son de dos tipos: a) consecuencias lógico-
semióticas consideradas como reglas válidas de acuerdo al concepto aceptado de
validez o a una regla de reconocimiento; y b) consecuencias de reglas o decisiones
en términos de derechos, obligaciones u otras modalidades atribuidas a sujetos, o
52
Cfr. Ibidem, p. 156.
53
Cfr. Ibidem, pp. 151 y ss.
En su análisis, Wróblewski asume que "la justificación debiese incluir inter alia
una referencia a una regla jurídica válida, a los hechos, y a evaluaciones, y que las
reglas de razonamiento y las premisas de la decisión que se usen pudiesen ser
controladas".54 Este presupuesto es relevante, toda vez que supone distintas elec-
ciones, por ejemplo, la determinación de los criterios de validez de las normas jurí-
dicas y la decisión de incorporar valoraciones en el proceso de justificación jurídica.
54
Ibidem, p. 140.
55
Ibidem, pp. 158-159.
56
Cfr. WRÓBLEWSKI, Jerzy, "Legal Syllogism and Rationality of Judicial Decision", Rechtstheorie, vol. 5,
1974, pp. 33-46. En "Justification through...", op. cit., Wróblewski distingue cinco niveles de justificación.
57
Cfr. Ibidem, p. 153.
58
Cfr. AARNIO, Aulis, The Rational as Reasonable. A Treatise on Legal Justification, Kluwer, Dordrecht, 1987,
pp. 185 y ss.
59
Cfr. WRÓBLEWSKI, Jerzy, "Justification Through...", p. 153.
El punto de vista se refiere a un determinado acto X, que puede ser una decisión
o interpretación. El enunciado prescriptivo establece que la consecuencia Y es de-
seable, y el enunciado empírico establece que el acto X produce la consecuencia Y.
Lo importante es responder afirmativamente a las dos preguntas críticas que guían la
evaluación del argumento pragmático: 1) ¿conduce la aplicación de la regla X en su
interpretación X’ a la consecuencia Y?;61 2) ¿es la consecuencia Y (in)deseable?
60
Cfr. FETERIS, Eveline T., "The Rational Reconstruction of Argumentation Referring to Consequences and
Purposes in the Application of Legal Rules: a Pragma-Dialectical Perspective", Argumentation, núm. 19, 2005,
p. 462. Uno de los textos fundacionales de la teoría pragmadialéctica es el de EEMEREN, Frans H. van, y
GROOTENDORST, Rob, Argumentation, Communication and Fallacies... op. cit.
61
Siguiendo una línea argumentativa similar, Van Eemeren y Grootendorst señalan que para la argumen-
tación instrumental, como modelo de argumentación que se basa en la relación de causalidad, las preguntas críticas
importantes son: ¿es realmente deseable el efecto esperado de la medida propuesta?, ¿realmente se producirá este
efecto?, ¿o puede ser alcanzado más fácilmente por otra medida?, ¿realmente la medida no tiene ningún efecto
secundario negativo serio? Cfr. Ibidem, p. 102.
62
Vid., por ejemplo, la distinción entre argumento teleológico-subjetivo y argumento teleológico-objetivo
que propone GARCÍA AMADO, Juan Antonio, "El argumento teleológico: las consecuencias y los principios" en
ZULUAGA, Ricardo, (ed.), Interpretar y argumentar. Nuevas perspectivas para el derecho, Librería Jurídica Sánchez
R. Ltda. Medellín, 2004, pp. 13-27.
63
Cfr. FETERIS, Eveline T., "The Rational...", op. cit., pp. 462 y ss.
64
"Si la aplicación de la regla R en su interpretación X1 en las circunstancias del caso C1, C2, . . . Cn con-
ducen a Y1, e Y1 es deseable, y si la aplicación de la regla R en la interpretación X2 conduce a Y2 e Y2 es indeseable,
entonces la aplicación de la regla R en la interpretación 1 debe preferirse a la aplicación de la regla R e su interpre-
tación X2". FETERIS, Eveline T., "The Rational Reconstruction of Weighing an Balancing on the Basis of Teleological-
Evaluative Considerations in the Justification of Judicial Decisions", Ratio Juris, vol. 4, núm. 21, 2008, p. 490.
65
Cfr. FETERIS, Eveline T., "The Rational...", op. cit., pp. 962 y ss.
66
Los postulados de una teoría escéptica moderada en materia interpretativa pueden verse, entre otros, en
GUASTINI, Ricardo, Interpretare e argumentare, Giuffré, Milán, 2011; COMANDUCCI, Paolo, "L´interpretazione delle
norme giusidiche. La problematica attuale" en BESSONE, Mario, (ed.), Interpretazione e diritto giudiziale, vol. I; Regole,
metode, modelli, Giappicheli, Turín, 1999, pp. 1-20; y CHIASSONI, Pierluigi, Técnicas de interpretación jurídica. Breviario
para juristas, Marcial Pons, Madrid, 2011.
por tanto, los argumentos pragmáticos que la apoyan, deben respetar la rule of law
y el derecho válido del sistema jurídico. En segundo lugar, los tres se ocupan de la
necesidad de establecer criterios para evaluar el uso del argumento consecuen
cialista. Mientras que MacCormick propone criterios generales y Wróblewski clasifica
las consecuencias en tres tipos, Feteris diseña las preguntas críticas en términos
de deseabilidad de las posibles consecuencias a las que podría conducir una deter-
minada decisión, pese a que no define los criterios para evaluarlas. En tercer lugar,
MacCormick y Wróblewski hacen una distinción similar a la aquí propuesta entre
consecuencias jurídicas —jurídicas y normativas— y consecuencias extrajurídicas
—en el comportamiento y fácticas, respectivamente. Finalmente, estos mismos auto
res consideran que, en algunos casos, el uso del argumento de consecuencias ex-
trajurídicas o la influencia del no-derecho, para usar una expresión de Wróblewski,
es inevitable o, más precisamente, es una condición necesaria para la racionalidad
de la decisión.
También existen algunos puntos divergentes entre las propuestas bajo análisis,
que provienen de las diferentes formas que tienen los autores de aproximarse a la
argumentación consecuencialista. La aproximación normativa de MacCormick
consiste en incluir el argumento a partir de las consecuencias en un diseño más
amplio de los dos niveles de justificación, específicamente, dentro de la exigencia
de que las decisiones deben tener sentido tanto dentro del sistema jurídico como del
mundo. Wróblewski asume un estilo analítico en el tratamiento de este argumento,
desde que distingue y clasifica los tipos de consecuencias relevantes para el derecho
y los criterios de evaluación de aquéllas. Feteris, por su parte, está preocupada
de la estructura del argumento consecuencialista y de cómo se interconectan los
diferentes niveles de argumentación.
4. JUECES CONSECUENCIALISTAS
67
STC 1710-10-INC, de 06 de agosto de 2010, que declara la inconstitucionalidad de los numerales 1, 2, 3 y
4 del art. 38 ter de la Ley 18.933, Ley de que crea la Superintendencia de Instituciones de Salud Previsional.
El artículo 38 ter dispone:
"Para determinar el precio que el afiliado deberá pagar a la Institución de Salud Previsional por el plan de
salud, la Institución deberá aplicar a los precios base que resulten de lo dispuesto en el artículo precedente, el o
los factores que correspondan a cada beneficiario, de acuerdo a la respectiva tabla de factores.
La Superintendencia fijará, mediante instrucciones de general aplicación, la estructura de las tablas de
factores, estableciendo los tipos de beneficiarios, según sexo y condición de cotizante o carga, y los rangos de edad
que se deban utilizar.
Cada rango de edad que fije la Superintendencia en las instrucciones señaladas en el inciso precedente
se sujetará a las siguientes reglas:
1.- El primer tramo comenzará desde el nacimiento y se extenderá hasta menos de dos años de edad;
2.- Los siguientes tramos, desde los dos años de edad y hasta menos de ochenta años de edad, compren-
derán un mínimo de tres años y un máximo de cinco años;
3.- La Superintendencia fijará, desde los ochenta años de edad, el o los tramos que correspondan;
4.- La Superintendencia deberá fijar, cada diez años, la relación máxima entre el factor más bajo y el más
alto de cada tabla, diferenciada por sexo;
5.- En cada tramo, el factor que corresponda a una carga no podrá ser superior al factor que corresponda
a un cotizante del mismo sexo.
En el marco de lo señalado en el inciso precedente, las Instituciones de Salud Previsional serán libres para
determinar los factores de cada tabla que empleen. En todo caso, la tabla de un determinado plan de salud no
podrá variar para los beneficiarios mientras se encuentren adscritos al mismo, ni podrá alterarse para quienes se
incorporen a él, a menos que la modificación consista en disminuir de forma permanente los factores, total o
parcialmente, lo que requerirá autorización previa de la Superintendencia; dicha disminución se hará aplicable
a todos los planes de salud que utilicen esa tabla.
Cada plan de salud sólo podrá tener incorporada una tabla de factores. Las Instituciones de Salud Previsional
no podrán establecer más de dos tablas de factores para la totalidad de los planes de salud que se encuentren en
comercialización.
Sin perjuicio de lo dispuesto en el inciso precedente, las Instituciones de Salud Previsional podrán establecer
nuevas tablas cada cinco años, contados desde las últimas informadas a la Superintendencia, manteniéndose
vigentes las anteriores en los planes de salud que las hayan incorporado.
Las Instituciones de Salud Previsional estarán obligadas a aplicar, desde el mes en que se cumpla la
anualidad y de conformidad con la respectiva tabla, el aumento o la reducción de factor que corresponda a un
beneficiario en razón de su edad, y a informar al cotizante respectivo mediante carta certificada expedida en la
misma oportunidad a que se refiere el inciso tercero del artículo 38".
68
El sistema de salud chileno combina, desde la reforma del año 1981, un sistema público (Fondo nacional
de salud o Fonsa) y un sistema privado (a través de Instituciones de salud previsional o Isapres). La población que
cuenta con seguros privados no supera el 17%.
69
STC causa Rol 558, de 05 de junio de 2007, cons. 18 y 19. Citada por la STC causa Rol 1710-10-INC, de 06
de agosto de 2010, cons. 23.
A excepción del inciso c, el resto de los casos denuncian los posibles impactos
normativos negativos que podría producir la eliminación de una norma del sistema
jurídico, tales como la persistencia de los daños que la sentencia intenta evitar —en
este caso concreto, la lesión de ciertos derechos fundamentales—, la interferencia
en la esfera legislativa, la imposibilidad de reestablecer el sistema jurídico y la pro-
ducción de un vacío normativo.
70
Presentación del Presidente Sebastián Piñera, 20 de mayo de 2010, p. 37. Algunas de estas causales
fueron invocadas por los votos disidentes.
71
Voto disidente de la ministra Marisol Peña.
72
STC causa Rol 1710-10-INC, de 06 de agosto de 2010, cons. 44.
73
El voto de la ministra Marisol Peña argumenta en favor de la incorporación de elementos extrajurídicos,
recurriendo a una cita de Zagrebelsky:
"Cuando están en juego dos apreciaciones distintas, además de los principios y las convicciones, debe
considerarse con pragmatismo también la calidad de los efectos sociales, económicos y políticos de las decisio-
nes." (Jueces constitucionales. Revista Iberoamericana de Derecho Procesal Constitucional, año 6, 2006, p. 320). [Las
negritas son nuestras].
11°.- Que, de esta forma, la consideración de los efectos que la declaración de inconstitucionalidad va a
generar, no sólo respecto del ordenamiento jurídico, sino que en un sentido amplio, se torna imprescindible para
el Juez constitucional. Con mayor razón cuando, como en el caso sometido a la decisión de este Tribunal, se
encuentran en juego aspectos medulares del sistema de salud vigente en Chile que combina los esfuerzos públicos
y privados que el legislador ha debido regular en forma congruente con los valores, principios y reglas contenidos
en la Carta Fundamental.
Es por esta razón, avalada por la doctrina constitucional autorizada, que esta Juez disidente no comparte
lo razonado en el considerando cuadragesimocuarto de la sentencia, que llama al Juez constitucional a no "inhibirse"
de resolver el asunto que ha reclamado su intervención, aunque esté consciente del impacto político, económico
[…] los efectos constitucionales que una eventual derogación de la norma legal
en cuestión causaría en los afiliados y en las instituciones de salud previsional,
en especial, en relación a la cobertura de los planes, discriminación en los
precios y afectación arbitraria a ciertos grupos de la sociedad, efectos en los
contratos de salud vigentes y futuros, viabilidad del sistema de salud privado
garantizado constitucionalmente, entre otros.
y social de sus decisiones. Por el contrario, en concepto de quien suscribe este voto, la consideración de los efectos
que la sentencia denomina "extrajurídicos" resulta fundamental a la hora de decidir la inconstitucionalidad de un
precepto legal, pues de su análisis integral puede concluirse que tal declaración producirá un efecto más incons-
titucional que el que se trata de prever, lo que es razón suficiente para que la magistratura constitucional se abstenga
de expulsar el referido precepto del ordenamiento jurídico vigente.
En tanto la sentencia declara inconstitucional las reglas que fijan la estructura de la tabla de factores
—y no los factores edad, sexo y condición de cotizante o carga que pueden invocarse para fijar precios diferenciados
en los planes de salud—, desaparecen —prosigue el voto disidente— los baremos incorporados por esos numera
les y la Superintendencia podrá fijar dicha estructura libremente (según lo dispone el inciso 4to. del art. 38 ter que
no fue declarado inconstitucional). Esto potencia, a su vez, la libertad de las ISAPRES para determinar los factores
de cada tabla. Así, por ejemplo, al desaparecer la regla sobre relación entre el factor más bajo y más alto de cada
tabla, dicha relación quedaría entregada, se argumenta, al arbitrio de las ISAPRES. La incerteza a que el 16% de
la población queda expuesta con la sentencia, prosigue el argumento, consiste en la posibilidad de alzas en los
precios en los planes de salud y la consiguiente vulneración del libre e igualitario acceso a las prestaciones de
salud como consecuencia de la falta de reglas objetivas que regulen los factores que serán aplicados por las Isapres
en los futuros contratos de salud. Esta afectación de los derechos sociales fundamentales que produce la declaración
de inconstitucionalidad de los preceptos en cuestión, concluye el voto, "favorece una inconstitucionalidad mayor
que la infracción a la supremacía constitucional que se trata de remediar".
74
Presentación de la Asociación de Isapres, de 30 de abril de 2010.
75
Lo último se argumenta en las presentaciones de las instituciones de salud públicas. Las posibles con-
secuencias futuras fueron respaldadas por datos estadísticos en el Informe "Eliminación de la Tabla de Factores"
de la Superintendencia de Salud, de fecha 30 de mayo de 2010.
76
Me gustaría insistir en el hecho de que podría ser controvertido clasificar las proposiciones de las letras
a) a la e) y a) a la c), respectivamente, como argumentos que se refieren a consecuencias jurídicas y extrajurídicas
en sentido propio, cuando podrían calificarse como meras consideraciones que, junto con otras, inclinan la decisión en
una determinada dirección. Así, si no son argumentos en absoluto sino sólo proposiciones genéricas que se
consideran razonables o de sentido común en la práctica jurídica, sería problemático tratarlos como argumentos
propiamente tales y aplicarles los marcos teóricos estudiados. Incluso asumiendo este último punto de vista, esto
es, que existen deficiencias argumentativas en la forma en que los argumentos están construidos, creo que algún
análisis de esas proposiciones qua argumentos es posible.
Una dificultad adicional es que estos criterios son, por un lado, múltiples y es
incierto si existe un orden de aplicación de los mismos o si, por sí solo, uno de ellos
es suficiente para asegurar la construcción adecuada del argumento de las conse-
cuencias. Más aún, si la solución que resulta de la aplicación de un criterio, por
ejemplo, la justicia sustantiva, es contraria a la solución que resulta de la aplicación
de un criterio diferente, por ejemplo, el interés público o el sentido común, no existe
un metacriterio que resuelva la contradicción. Por otra parte, estos criterios no
dan cuenta de las peculiaridades y problemas asociados a cada tipo de
consecuencias.
77
Y la reconstrucción de un argumento de consecuencias extrajurídicas podría ser la siguiente:
(A) La declaración de inconstitucionalidad de la norma es indeseable; la declaración de inconstitucionalidad
puede tener efectos negativos en los afiliados como cambios en la cobertura, beneficios y precios de los seguros
de salud que son indeseables.
(B). Los cambios en la cobertura, beneficios y precios de los seguros de salud que son indeseables; cambios
en la cobertura, beneficios y precios producen desigualdades entre los afiliados; la desigualdad es indeseable.
(C) La desigualdad es indeseable; la igualdad está protegida por la Constitución.
78
Siendo las consecuencias hipotéticas, no hay posibilidad de una evaluación empírica cuando las conse-
cuencias se emplean como argumento, ya que dicha evaluación es siempre a priori y abstracta; los datos empíricos,
entonces, sólo sirven para dar fuerza a la afirmación sobre lo favorable o desfavorable de las consecuencias futuras
por medio de la comparación con situaciones pasadas análogas, o intentando predecir la magnitud del impacto
con determinadas herramientas.
5. CONCLUSIONES
6. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
MACCORMICK, Neil, "On Legal Decisions and their Consequences: From Dewey to
Dworkin", New York University Law Review, vol. 58, núm. 2, 1983, pp. 239-258.
, Legal Reasoning and Legal Theory, Clarendon, Oxford, 1997.
, Rhetoric and the Rule of Law, Oxford University Press, Oxford, 2005.
MENAND, Louis, El club de los metafísicos. Historia de las ideas en América, trad.
Antonio Bonnano, Ediciones Destino, Madrid, 2002.
OST, François, "L’interpretation logique et systématique et le postulat de rationalité
du législateur" en KERCHOVE, Michel (ed.), L’interprétation en droit. Approche
pluridisciplinaire, Publications des Facultés Universitaires Saint-Louis, Bruxelles,
1978, pp. 97-184.
PERELMAN, Chaim, De la Justicia, Universidad Nacional Autónoma de México,
México, 1974.
, The Idea of Justice and the Problem of Argument, Routledge &
Kegan Paul, Londres, 1977.
PERELMAN, Chaim, y OLBRECHTS-TYTECA, Lucie, Tratado de la argumentación. La
nueva retórica, Gredos, Madrid, 2000.
PRIETO SANCHÍS, Luis, Sobre principios y normas. Problemas del razonamiento jurí-
dico, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid,1992.
RESCHER, Nicholas, Introduction to Logic, St. Martin’s Press, Nueva York, 1964.
SCHEFFLER, Samuel (ed.), Consequentialism and its Critics, Oxford University Press,
Oxford, 1988.
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Philosophy, consultable en: http://plato.stanford.edu/archives/win2015/entries/
consequentialism/.
SLOTE, Michael, "Consequentialism", Encyclopedia of Ethics, Garland, Nueva York &
Londres, 1992, pp. 211-214.
1. INTRODUCCIÓN
H
oy en día sería imposible hablar de interpretación en el Derecho sin hacer
mención a la obra de Ronald Dworkin. Este autor, sin embargo, apenas ha
prestado atención a lo que podríamos considerar el aspecto "técnico" de la
interpretación jurídica (así, por ejemplo, no encontramos en su obra análisis de
los distintos argumentos o técnicas interpretativas),1 pero eso no ha impedido que
sus aportaciones sean consideradas —creo que con toda justicia— fundamentales
* Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de investigación "Argumentación y constitucio-
nalismo" (DER2010-21032) financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación español dentro del subprograma
de Proyectos de Investigación Fundamental No Orientada 2010. El mismo fue previamente publicado en el libro
SAUCA, José M., (ed.), El legado de Dworkin a la filosofía del derecho. Tomando en serio el imperio del erizo, CEPC,
Madrid, 2015, pp. 159-180.
** Universidad de Alicante.
1
Cfr. ATIENZA, Manuel, "Hermenéutica y filosofía analítica en la interpretación del Derecho", Cuestiones
Judiciales, Fontamara, México, 2001. Pero ello no puede ser entendido como una laguna desde la propia concepción
de Dworkin, dado que, lo que la misma asume, es precisamente la irrelevancia de esas cuestiones técnicas.
51
Estas dos tesis, que obviamente no son independientes entre sí, pueden ser
identificadas con los siguientes eslóganes que Dworkin usa con frecuencia: 1) el
Derecho es un concepto interpretativo; y 2) la interpretación es valorativa. Me ocuparé
primero de la segunda tesis porque, por un lado, considero que la misma es necesaria
para entender el alcance de la primera (la de la teoría interpretativa del Derecho);
y, por otro lado, creo que este orden expositivo es también mucho más fiel a la pre
tensión de la unidad del valor que Dworkin presenta en sus últimos escritos como
la cuestión fundamental que daría sentido a toda su obra.
2
En 1984, Dworkin afirmaba: "cualquier teoría del Derecho competente debe ser ella misma un ejercicio
de teoría moral y política normativa. Este punto de vista me ha llevado recientemente a estudiar la idea de interpre-
tación como algo más importante para la teoría jurídica de lo que se había considerado". DWORKIN, Ronald,
"Respuesta a Problemas abiertos en la Filosofía del Derecho", traducción de A. Calsamiglia, Doxa. Cuadernos de
Filosofía del Derecho, núm. 1, 1984, p. 79. Sobre ello me he ocupado en un trabajo anterior, Cfr. LIFANTE VIDAL,
Isabel, La interpretación jurídica en la Teoría del Derecho Contemporáneo, CEPC, Madrid, 1999.
Puede decirse que estas dos tesis han permanecido prácticamente invariables
a lo largo de toda la obra de Dworkin (al menos desde que las formulara en Law’s
Empire),3 aunque conviene señalar que el énfasis y también el alcance de las mismas
ha ido variando, en un sentido —digamos— intensificador. No haré, sin embargo
(salvo en aquellos casos en que sea necesario), diferencias entre las distintas etapas
del pensamiento dworkiniano. Lo que aquí pretendo es defender una determinada
lectura —o interpretación— de sus tesis, aplicando el propio método propuesto por
Dworkin (según el cual la mejor lectura no sería tanto aquella que describe la inten-
ción —como estado mental— del autor en el momento que escribió lo que escribió,
sino la que nos ofrece la mejor versión de la teoría en su conjunto).
3
En realidad fue un poco antes, en 1982, cuando —en un artículo titulado precisamente "Law as Interpre-
tation"— Dworkin introduce la idea de la interpretación como núcleo central de su teoría del Derecho y sugiere su
conocida metáfora del Derecho como una novela escrita en cadena por varios escritores. Este artículo fue poste-
riormente recogido en su libro A Matter of Principle, de 1985. En ese mismo año Dworkin publica un artículo que se
titula "La théorie du droit comme interprétation". Pero es precisamente en Law’s Empire (1986) donde Dworkin se fija
como objetivo desarrollar una completa teoría del Derecho como concepto interpretativo.
4
Cfr. DWORKIN, Ronald, Justice for Hedgehogs, Belknap Press of Harvard University Press, Cambridge,
Mass, Londres, 2011, pp. 130 y ss. Esta misma idea —que difícilmente puede ser negada— ha sido también desta-
cada por diversos autores; algunos que sostienen tesis cercanas a la de Dworkin, como sería el caso de Nino. Vid.
NINO, C. S., Derecho moral y política, Ariel, Barcelona, 1994. Pero también por autores que se situarían en sus
antípodas, como es el caso de Guastini, quien afirma: "¿En qué puede consistir una teoría puramente descriptiva
del significado sino en la reconstrucción de la práctica efectiva de una determinada comunidad interpretativa? La
teoría del significado referida a textos jurídicos no puede ser otra cosa más que el análisis y la reconstrucción
racional de la práctica de atribución de significado llevada a cabo por los intérpretes jurídicos" GUASTINI, Ricardo,
"El escepticismo jurídico replanteado", Discusiones, núm. 11, 2012, p. 50. Obviamente, podría pensarse que el
concepto de "práctica" que utilizan Dworkin y Guastini no coinciden (Guastini negaría el aspecto valorativo que
resulta definitorio para Dworkin), pero en lo que ambos coincidirían es en la idea de que la interpretación no puede
ser vista como la actividad de un individuo considerado aisladamente.
tanto, interpretativa".5 Con ello quiere recalcar que siempre que interpretamos algo
necesariamente estamos optando por una comprensión de lo que implica interpre
tar, comprensión que supone atribuir a dicha actividad un propósito considerado
valioso.
5
DWORKIN, Ronald, Justice..., op. cit., p. 131.
6
Dworkin es consciente de que estos usos lingüísticos existen, pero no considera que exista ninguna buena
razón para mantenerlos. Así, por ejemplo, niega que hablar de "verdad" excluya la comparación entre diversos
juicios. Aceptamos —dice Dworkin— que una determinada descripción es más cercana a la verdad que otra. Cfr.
Ibidem, p. 453, nota 3.
7
Dworkin advierte que debe distinguirse entre la indeterminación (no existe una respuesta correcta en
materia interpretativa) y la incertidumbre (no está claro cuál es la interpretación correcta). El argumento fundamental
en que Dworkin basa su crítica a ese tipo de escepticismo es la negación de la metaética como un nivel distinto y
separado de la ética: cualquier pretensión a propósito de que en un determinado caso dos hipótesis interpretativas
estén empatadas sería una tesis sustantiva (Dworkin la califica de "positiva") que requiere por tanto argumentos en
su favor, argumentos que a su vez han de ser interpretativos. De este modo, la indeterminación para Dworkin nunca
puede ser el juicio "por defecto". Ibidem, pp. 91 y ss.
8
Cfr. Ibidem, pp. 123 y ss.
9
Esta identificación del género constituye precisamente el objetivo de lo que Dworkin considera como la
primera etapa de la interpretación (la preinterpretativa), aunque veremos que entre las distintas etapas se produce
una relación del tipo del equilibro reflexivo que puede hacer que esa prioridad temporal deba ser relativizada.
10
Aunque Dworkin no siempre ha sido claro al respecto, creo que la mejor lectura respecto a qué debe
entenderse por un género interpretativo es aquella que tiene en cuenta no sólo las peculiaridades en sí del objeto
a interpretar, sino también —y quizás fundamentalmente— la actitud del intérprete. Ello queda especialmente claro
cuando en sus últimas obras habla —como veremos a continuación— de tipos de "ocasiones interpretativas".
(Cfr. Ibidem, pp. 134 y ss.
11
Cfr. Ibidem, p. 149.
12
Cfr. Ibidem, pp. 124-125.
13
Cfr. DWORKIN, Ronald, Law's Empire, Harvard University Press, Cambridge Mass, 1986, p. 59.
14
Sobre la contraposición que realiza Dworkin entre el "modelo conversacional" (intencionalista) y el "modelo
constructivista" (valorativo) de la interpretación, puede verse, por ejemplo, Ibidem, pp. 49 y ss.
15
Cfr. DWORKIN, Ronald, Justice..., op. cit., p. 7.
16
Ibidem, p. 149.
17
En esa obra, Dworkin dio una visión más "simple" (y también menos ambiciosa) de su teoría de la inter-
pretación, en la que la apelación a valores parecía vinculada directamente con el tipo de objetos o eventos que se
interpretaba (cierto es que Dworkin no era en este sentido muy claro), y no tanto con la propia actividad interpretativa
como hace en sus últimas obras. De hecho en Justice for Hedgehogs, Dworkin justifica su tesis de la unidad del
valor a partir precisamente de la responsabilidad del intérprete al llevar a cabo su tarea.
18
DWORKIN, Ronald, Law's..., op. cit., p. 52.
género al que pertenece, es decir, para que los valores identificados en la fase ante
rior se encuentren desarrollados al máximo de sus posibilidades.19
Dworkin considera fundamental distinguir entre tres tipos de "ocasiones" en las que
podemos desarrollar una actividad interpretativa: la colaborativa, la explicativa y la
conceptual.20 Debe notarse que el criterio de distinción no es tanto el objeto que se
interpreta, como el propósito —u objetivo— con el que se interpreta; como veremos
a continuación, esta distinción también podría explicarse a partir del tipo de relación
que existe en cada caso entre el intérprete y el objeto a interpretar. Y aunque para
Dworkin todas las interpretaciones son siempre valorativas, considera que la distin-
ción es relevante porque nos permite distinguir cómo operan los valores en cada
una de estas ocasiones interpretativas.
19
Ibidem, pp. 66 y ss.
20
DWORKIN, Ronald, Justice..., op. cit., pp. 134 y ss.
21
Ibidem, p. 138.
por tanto, al propio intérprete, de modo que la distinción entre creador e intérprete
se desvanece. Pero eso no quiere decir que aquí el intérprete sea libre y que su
actividad sea puramente creativa, sino que su uso del concepto, en consonancia
con lo que él crea que es su correcta interpretación, cambiará algo, aunque sea
imperceptiblemente, el problema interpretativo de cara a futuras interpretaciones.
Compartimos un concepto interpretativo no porque estemos de acuerdo en su
aplicación en un caso a todos los hechos pertinentes, sino más bien manifestando
un entendimiento de que su aplicación correcta es fijada por la mejor interpretación
de las prácticas en que figura:
A diferencia de lo que ocurre con los conceptos criteriológicos o con los con-
ceptos que responden a clases naturales —que deben ser neutrales frente a las
22
DWORKIN, Ronald, La justicia con toga, traducción de M. Iglesias Vila y Ortiz de Urbina Gimeno, Marcial
Pons, Madrid, 2007, pp. 244-245.
Esta visión, que sería por ejemplo la que compartiría una metaética que se
mostrase como conceptual o neutral, y no sustantiva ni comprometida con las prác
ticas morales que pretende analizar, es rechazada por Dworkin. En su opinión, las
teorías sobre la objetividad o subjetividad de las opiniones morales solo son inteli-
gibles como juicios también morales (aunque con un nivel mayor de generalidad o
abstracción); y, del mismo modo, considera que las definiciones o análisis de con-
ceptos como igualdad, libertad o justicia son tan sustantivas, normativas o compro-
23
Cfr. Ibidem, p. 245.
24
Ibidem, p. 160.
25
Esta relación no estaba tan clara en las primeras obras de Dworkin. Así, por ejemplo, Marmor llegó a
criticar al Dworkin de Law’s Empire por considerar que la defensa de su teoría general de la interpretación se basaba
en una generalización —en su opinión injustificada— de su visión de la interpretación jurídica (cfr. MARMOR,
Andrei, Philosophy of Law, Princeton University Press, Nueva Jersey, 2011, p. 107). Sin embargo, en sus últimas
obras, en especial de Justice for Hedgehogs, Dworkin opta claramente por el orden expositivo (y también justificativo)
inverso; parte de su visión general de la interpretación, para mostrarnos luego las especificidades de la interpretación
jurídica.
26
DWORKIN, Ronald, Law's..., op. cit., p. VII.
27
Cfr. DWORKIN, Ronald, La justicia..., op. cit., pp. 11 y ss., y 243 y ss.
28
Cfr. Ibidem, p. 243.
29
Ibidem p. 15.
Cualquier teoría del Derecho, nos dice Dworkin, ha de entenderse como una
comprensión de lo que exige el valor del imperio de la ley o la legalidad, entendi
da como la búsqueda del sentido de la práctica jurídica como un todo; dicho de otro
modo, cualquier teoría del Derecho habrá de optar por una interpretación del con-
cepto "aspiracional" de Derecho. La teoría del Derecho como integridad es presentada
precisamente en este sentido como una teoría normativa a propósito de cómo debe
ser entendido dicho valor, a partir de la integración de las dos dimensiones que
Dworkin considera relevantes: ajuste (fit) y justificación (soundness); o, lo que es lo
mismo, equidad procedimental y justicia sustantiva.31
30
Sobre las posibles relaciones que en opinión de Dworkin pueden establecerse entre el concepto "doctrinal"
y el "taxonómico" de Derecho, puede verse Ibidem, pp. 253-262.
31
Cfr. Ibidem, p. 189.
(4) De (1) a (3) se sigue que cada conclusión sobre lo que el Derecho es envuelve
necesariamente consideraciones valorativas. Lo que consideramos que el
Derecho es siempre depende de nuestras visones sobre los valores que
asociamos con el ámbito jurídico relevante y los modos en los cuales esos
valores son mejor ejemplificados en las normas bajo consideración.32
32
MARMOR, Andrei, Philosophy..., op. cit., p. 98.
sirve para algún propósito o interés, o hace cumplir algún principio; esto es preci-
samente lo que le confiere un "sentido" a tal práctica. El segundo elemento de la
"actitud interpretativa" exige que los requerimientos de la práctica social, es decir,
los comportamientos exigidos o los juicios justificados por la misma, no sean nece-
saria o exclusivamente lo que siempre se ha considerado que son, sino que tienen
que ser "sensibles a su sentido", es decir, las reglas deben ser entendidas, aplicadas,
extendidas, calificadas o limitadas por dicho sentido. Este segundo elemento, que
incorpora una actitud crítica, es el que da cuenta de la evolución de la práctica.33
33
Cfr. DWORKIN, Ronald, Law's..., op. cit., pp. 47-48.
34
Cfr. Ibidem, pp. 66 y ss.
35
Nino sostiene una visión muy similar de la actividad interpretativa jurídica: La interpretación sería el
proceso de transformación de los materiales jurídicos, que no pueden ser usados directamente en los razonamientos
jurídicos, en proposiciones que sí puedan ser empleados en el razonamiento práctico. Cualquier intento por evitar
la referencia a consideraciones valorativas en esta tarea de transformación está abocado al fracaso y lo único que
consigue —dice Nino— es ocultarlas. Cfr. NINO, Carlos Santiago, Derecho, moral..., op. cit., pp. 87 y ss.
36
Soy consciente de que Dworkin no desarrolla la idea de ponderación, y que Alexy presenta sus discre-
pancias con este autor precisamente porque considera que la excluye. Cfr. ATIENZA, Manuel, "Entrevista a Robert
Alexy", Doxa. Cuadernos de Filosofía del derecho, núm. 24, p. 674. Sin embargo, creo que una adecuada interpretación
de las tesis dworkinianas exige llevar a cabo actividades ponderativas (o como se las quiera llamar) entre los distintos
principios (objetivos valiosos que persigue el Derecho); en mi opinión estas actividades no sólo no resultan incom-
patibles con la idea de unidad del valor de Dworkin (que supone una concepción "holística" y en la que unos valores
descansan sobre otros), sino que serían exigidas por la misma (Dworkin a veces habla de que la suya es una
concepción holística en la que unos valores descansan sobre otros; en otras ocasiones habla de que las relaciones
que se establecen entre ellos serían del tipo del equilibrio reflexivo). En este sentido puede verse la respuesta que
Dworkin da a la crítica que le formula Raz (Vid. RAZ, Joseph, "Speaking with one voice: On Dworkinian Integrity and
Coherence" en BURLEY, Justine (ed.), Dworkin and His Critics, Blackwell Publishing, 2004); respuesta en la que se
aparta claramente de la concepción "monista" respecto al propósito perseguido por el Derecho que Raz le atribuía
(Vid. DWORKIN, Ronald, "Replies to Critics" en Ibidem, p. 381).
pretende, por tanto, reestructurar la práctica a la luz de sus objetivos, lo que puede
implicar el abandono, reforma o introducción de alguna de las reglas identifica
das en la primera etapa. En el caso del Derecho se trataría de seleccionar una de
las distintas teorías identificadas en la etapa anterior y que pugnan por dar cuenta
de esos materiales jurídicos. Y el criterio que guía la elección es precisamente el
buscar la interpretación (la teoría) que desarrolle mejor el valor que atribuimos a
la práctica jurídica en su conjunto. La que constituya una mejor realización del con
cepto aspiracional de Derecho.
37
Cfr. DWORKIN, Ronald, Law's..., op. cit., pp. 58, 66 y 424 nota 17. Más adelante (DWORKIN, Ronald,
"Replies...", op. cit., pp. 381-382) este autor reconoce, sin embargo, que no insistió suficientemente en esta idea, lo
que ha originado numerosos malentendidos y bastantes críticas; así, por ejemplo, Marmor (MARMOR, Andrei,
Philosophy..., op. cit., pp. 103 y ss.) o Raz (RAZ, Joseph, "Speaking...", op. cit.).
38
Cfr. LIFANTE VIDAL, Isabel, La interpretación..., op. cit., pp. 290 y ss.
39
En La justicia con toga (op. cit., pp. 44-45), Dworkin reconocía que no habría habido un cambio sustancial
en sus tesis, sino sólo de presentación, y que todo lo que sostiene con su imagen "unitaria" podría sostenerse con
la imagen "dualista" que aceptó anteriormente (fundamentalmente en Taking Rights Seriously). Sin embargo, en
Justice for Hedgehogs, Dworkin confiesa que no fue del todo consciente de lo que esta nueva imagen implicaba, y
de cuán distinta es de la imagen ortodoxa, hasta que empezó a desarrollar la cuestión central de ese libro: la
unidad del valor (DWORKIN, Ronald, Justice..., op. cit., p. 402).
40
Como señala Waldron (WALDRON, Jeremy, "Jurisprudence for Hedgehogs", New York University School of
Law, julio 2012, Working paper núm. 13-45, 2013), aunque esta idea ya estaba apuntada en obras anteriores, en
particular en La justicia con toga, es precisamente en Justice for Hedgehogs en la que Dworkin la desarrolla con
detalle, llegando a criticar la visión que él mismo ofreció de las conexiones entre Derecho y moral anteriormente,
y que podían avalar lo que llama una imagen dualista (DWORKIN, Ronald, Justice..., op. cit., pp. 402-403).
son un subconjunto de las normas morales, o que las normas jurídicas para ser
consideradas tales deben cumplir con requisitos impuestos por las normas morales,
o alguna tesis similar respecto a la identificación de una determinada norma como
integrante del sistema jurídico; pero como hemos visto no es ese el concepto de
Derecho relevante para Dworkin. Para este autor, tanto el Derecho como la moral
son prácticas sociales interpretativas (y no conjuntos de estándares), y sólo teniendo
en cuenta este punto de partida puede entenderse qué puede querer decir Dworkin
con su metáfora de que el Derecho (la práctica jurídica) "surge" o "brota" de la mo-
ralidad política, y entender por qué ello no implica que el Derecho sea una parte de
la moral, ni que no podamos hablar de Derecho injusto.
4. EL CONSTRUCTIVISMO DWORKINIANO
Para terminar podemos plantearnos cuál ha sido el alcance del "giro interpretativo"
que implica la teoría del Derecho dworkiniana. No se trata sólo —ni fundamental-
mente— de atribuir una mayor relevancia al tema de la interpretación en el Derecho;
se trata más bien de un cambio de paradigma y, por tanto, de la perspectiva de
análisis de los problemas jurídicos. El punto de partida propuesto por Dworkin con
siste en ver al Derecho como una práctica social de naturaleza interpretativa (po-
dríamos decir, también, argumentativa) y que, como tal práctica social, se ve inmersa
en otras prácticas (como puede ser la de la moralidad política). Como consecuencia
de ello, este "giro" conlleva también un cambio radical en la agenda de la teoría de
la interpretación jurídica. Del mismo modo que para Dworkin no tiene sentido realizar
una teoría del Derecho "arquimédica" (desde fuera) y que no resulte comprometida
con la práctica jurídica, tampoco tendría sentido intentar llevar a cabo una teoría
de la interpretación jurídica desde fuera.
Es precisamente este giro, el que explica por qué la teoría de Dworkin no tiene
fácil acomodo en la clásica clasificación que —desde el paradigma analítico— se
realiza entre teorías formalistas (cognoscitivistas) y teorías escépticas (prescripti-
vistas) de la interpretación jurídica.41 Dworkin escaparía de dicha contraposición,42
al poner el énfasis en la idea de que la actividad interpretativa es una actividad inserta
necesariamente en la práctica social que la constituye. La actividad interpretati
va del Derecho implica participar en la práctica jurídica. Esta participación se lleva
a cabo a través de las valoraciones que la interpretación conlleva y que, como hemos
visto, son de dos tipos. En primer lugar, el intérprete ha de suponer que la práctica
tiene sentido, que sirve para algo valioso; y, por tanto, ha de operar con una teoría
a propósito de en qué consiste ese valor. Y, en segundo lugar, ha de determinar qué
concreta comprensión de la práctica es la que desarrolla al máximo el valor atribuido
a la misma. La corrección de la interpretación jurídica dependerá pues de la cohe-
rencia de la interpretación con la "mejor" reconstrucción de la práctica jurídica (es
decir, con aquella que consiga desarrollar al máximo su valor). De este modo, Dworkin
considera que el jurista, en su tarea interpretativa del Derecho, necesariamente
acaba realizando también —consciente o inconscientemente— funciones de filósofo
moral y político.43
41
Vid., por ejemplo, GUASTINI, Ricardo, "El escepticismo...", op. cit., pp. 42 y ss. Entre estos dos extremos
se situarían las teorías intermedias. La teoría de Hart, por ejemplo, suele utilizarse como prototipo de teoría inter-
media (con su distinción entre casos fáciles y casos difíciles). Guastini sin embargo niega (Vid. GUASTINI, Ricardo,
Teoría e ideología de la interpretación constitucional, Trotta-UNAM, México, 2008, pp. 51 y ss.) que exista esta posibilidad
de defender una vía intermedia y pone de manifiesto que en realidad la propuesta de Hart no supone una tercera
opción, puesto que la misma lo que haría es considerar que la actividad interpretativa es en determinados casos
una actividad puramente cognoscitiva (en los casos fáciles) y en otros (los difíciles) puramente creativa.
42
La concepción escéptica sería inadecuada porque la actividad del intérprete está guiada por la búsqueda
de la corrección (o de la "verdad", en terminología dworkiniana), de modo que esta pretensión de corrección —que
necesariamente se erige al interpretar— trasciende la propia subjetividad del intérprete. Pero, por otro lado, la
concepción formalista tampoco sería adecuada, pues esa pretensión de corrección que incorpora la práctica no
puede definirse exclusivamente en términos de pura verificabilidad empírica, dado que la actividad interpretativa
requiere llevar a cabo valoraciones.
43
Cfr. DWORKIN, Ronald, "¿Deben nuestros jueces ser filósofos? ¿Pueden ser filósofos?", traducción de L.
García Jaramillo, Isonomía. Revista de Teoría y Filosofía del Derecho, núm. 32, abril, 2010, pp. 7-29. Este artículo se
5. BIBLIOGRAFÍA CITADA
refiere fundamentalmente a la tarea de los Jueces, pero creo que lo mismo podría afirmarse respecto a cualquier
intérprete jurídico.
M
e propongo defender tres tesis en este ensayo. Primera, hay muy poco de
"derecho" en el derecho constitucional federal de los Estados Unidos, en
especial en lo relativo a los casos que terminan en la Suprema Corte. Allí,
la Corte opera como una suerte de súper-legislatura, aunque con jurisdicción limi-
tada. Dicha jurisdicción está limitada en dos sentidos importantes: primero, la Corte
sólo puede decidir en los casos que son presentados ante ella; y segundo, la Corte se
encuentra, en cierta medida, obligada por sus decisiones anteriores (el precedente) y
por los textos constitucionales y normativos. El problema, no obstante, es que esas
obligaciones subdeterminan en la mayoría de los casos las decisiones de la Corte,
* Traducción de Pedro Humberto Haddad Bernat. Título original: "Constitutional Law. Moral Judgment, and
the Supreme Court as Super-Legislature", en Hastings Law Journal, vol. 66, núm. 6, pp. 1601-1616 [E.].
** Abogado y Doctor por la Universidad de Michigan. Profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad
de Chicago desde 2008. En el mismo año fundó el Centro de Derecho, Filosofía y valores Humanos de esa Facultad.
Fue profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad de Austin, Texas y ha sido profesor visitante de las Facul-
tades de Derecho de las Universidades de Yale y París X-Nanterre, así como de las Facultades de Filosofía de las
Universidades de Oxford y College London.
77
1
Para una discusión acerca del positivismo jurídico, vid. LEITER, Brian, "The Case for Legal Positivism as
an Account of the Artefact Law", en BARAZIN, L. y HIMMA, K. (eds.), Law as an Artifact, en prensa.
2
Hay muchos tipos de normas, incluyendo permisos tales como "Puedes hacer X". Utilizaré normas deónticas
como caso central.
como Hart le llamaba.3 Una regla de reconocimiento determina los criterios en virtud
de los cuales una norma concreta se puede considerar parte de un sistema jurídico.
Tales criterios pueden incluir leyes promulgadas, decretos del ejecutivo, decisiones
judiciales, entre otros.
3
Vid., HART, H.L.A., The Concept of Law, 3a. ed., Clarendon Law Series, Oxford, 2012, pp. 100-110.
Un maravilloso ejemplo del punto de vista de Hart, proviene del caso de Roy
Moore, Ministro Presidente de la Suprema Corte de Alabama, quien en 2003 se rehusó
a acatar la decisión de la Corte de Apelaciones del XI Circuito sosteniendo que la
presencia de una estatua de los Diez Mandamientos en el edificio de la Suprema
Corte de Alabama violaba la Cláusula de Establecimiento Establishment Clause de
la Constitución.5 Era indudable que, bajo la regla de reconocimiento aplicable, el XI
Circuito tenía autoridad sobre el Ministro Presidente Moore en relación con la cons-
titucionalidad de la ubicación de la estatua. Y cuando el Ministro Moore desafió la
decisión del XI Circuito, los funcionarios del sistema jurídico de Alabama hicieron
manifiesta su aceptación de este aspecto de la regla de reconocimiento, desde el
4
Vid. Ibidem, pp. 90-92.
5
Glassroth v. Moore, 335 F. 3d 1282 (11th Cir. 2003).
punto de vista interno. No sólo criticaron al Ministro Moore por rehusarse a cumplir
la orden, sino que concertaron las medidas necesarias para removerlo del cargo.6
6
GETTLEMAN, Jeffrey, "Court Orders Alabama’s Chief Removed from Bench", The New York Times, noviembre
13, 2003, consultable en: http://www.nytimes.com/2003/11/13/national/13CND-JUDG.html. El Ministro Moore fue
subsecuentemente reelecto, lo cual dice más acerca del electorado de Alabama que de los funcionarios del sistema
jurídico, quienes actuaron apropiadamente. Vid. BRITZIUS, Brianne, "Roy Moore Elected New Alabama Chief Justice",
WSFA12, noviembre 13, 2012, consultable en: http://www.wsfa.com/story/20025004/roy-moore-elected-new-alabama-
chief-justice.
* El autor se refiere al Colegio "Hastings" de Derecho de la Universidad de California en San Francisco,
lugar donde se presentó una versión preliminar de este artículo en el marco de la 24th Mathew O. Tobriner Memorial
Lecture in Constitutional Law en enero 12 de 2015. [T.]
Pero esto nos lleva de vuelta al problema con el que comenzamos. La consti-
tucionalidad es un criterio de validez jurídica en la regla de reconocimiento del
sistema jurídico estadounidense, sólo si los Jueces la tratan como tal en general y
la aceptan desde el punto de vista interno. La dificultad radica en que, a pesar de
que los Jueces tratan el texto constitucional como jurídicamente vinculante, difieren
demasiado acerca de cómo establecer el significado de sus disposiciones. El Ministro
Scalia, por ejemplo, piensa que el significado original de las disposiciones de la
Constitución determina sus requerimientos; el Ministro Thomas suele estar de
acuerdo con él, pero nadie más lo hace.7 En tanto regla de reconocimiento del de-
recho constitucional estadounidense, es evidentemente falso que los significados
originales de la Constitución sean lo asumido como jurídicamente vinculante en los
juzgados y tribunales.8 Algunos Jueces toman el significado literal como vinculante,
otros apelan a la estructura de la Constitución y casi todos toman las interpretaciones
judiciales precedentes (ya sea que se basen en el significado original o no) como
vinculantes —un ejemplo de lo que mi colega David Strauss llama nuestro "derecho
consuetudinario constitucional".9 Dado que los Jueces federales no se ponen de
7
Otros Ministros toman en cuenta interpretaciones genéticas u originalistas, pero no las consideran
decisivas al modo en que el Ministro Scalia pretende hacerlo.
8
FALLON, Richard H. Jr., "Constitutional Precedent Viewed Through the Lens of Hartian Positivist Jurispru-
dence", North Carolina Law Review Association, núm. 86, 2008, p. 1107.
9
Vid. STRAUSS, David A., "Common Law Constitutional Interpretation", University of Chicago Law Review,
1996, pp. 877, 929. En los juzgados federales inferiores, predomina algo así como la aproximación del "constitucio-
nalismo de derecho consuetudinario" dado el aparente acuerdo entre los funcionarios judiciales acerca de la
No todas las áreas de lo que llamamos derecho constitucional son tan ines-
tables —decisiones unánimes de la Suprema Corte sobre muchos asuntos consti-
tucionales, son buena evidencia en apoyo de este punto—. Pero incluso decisiones
divididas pueden culminar firmemente establecidas. Recordemos el caso de 1989
Texas v. Johnson,11 en el que la Suprema Corte decidió que una ley que prohíbe
mancillar a la bandera nacional viola la Primera Enmienda, decisión en la cuál los
Ministros Scalia y Kennedy coincidieron con la opinión de la mayoría expuesta por
el Ministro Brennan. 25 años después, el caso sigue siendo derecho firme: el gobierno
no puede, constitucionalmente, castigar a alguien por quemar la bandera estadou-
nidense. Los juzgados inferiores entienden que una decisión de la Suprema Corte
como la del caso Johnson los obliga a invalidar cualquier prohibición a la quema de
banderas, y en dicho sentido el asunto ha ido reafirmándose desde entonces.
fuerza vinculante de las decisiones de la Suprema Corte. Pero incluso así, prevalece un amplio margen para el
ejercicio de poderes cuasi-legislativos.
10
Para una discusión acerca de cómo esto se extiende más allá del derecho constitucional en cierto grado
en los Estados Unidos, vid. LEITER, Brian, "Explaining Theoretical Disagreement", University of Chicago Law Review,
núm. 76, 2009, pp. 1215, 1224-1232.
11
491 U.S. 397 (1989).
libre, el derecho del pueblo a poseer y potar armas no habrá de infringirse".12 Una
lectura natural, que prevaleció durante la mayor parte de nuestra historia constitu-
cional, era que esto amparaba el derecho de los estados para armar a sus milicias.
Que la enmienda realmente ampare el derecho individual de portar armas fue céle-
bremente reputado como un "fraude al público estadounidense" por el difunto
Ministro Presidente Warren Burger, quien fuera designado por los republicanos.13
Dicho "fraude" es ahora la ley del pueblo, gracias a una decisión de 2008 tomada
por la súper-legislatura en District of Columbia v. Heller,14 la cuál desestimó el pre-
cedente y tomó el significado original en los términos expuestos por el Ministro
Scalia en la mayoría y discutido en amplitud por el Ministro Stevens en el voto par-
ticular. La evidencia histórica es obviamente mixta y el diagnóstico del asunto en
aquel entonces de mi colega, el Ministro Richard Posner, presentado en un conocido
artículo de New Republic parece aún apropiado:
Los abogados son los defensores de sus clientes y los jueces son los defensores
de cualquiera que fuere la versión del asunto por la que han decidido votar.
El juez envía a sus dependientes velozmente a las bibliotecas y a la Red para
buscar piezas y fragmentos de documentación histórica. Cuando los dependien-
tes son el numeroso y bien capacitado personal de las Suprema Corte, quienes
gozan de la eficaz ayuda del personal de la biblioteca de la Suprema Corte y la
Biblioteca del Congreso, y cuando docenas y a veces centenares de informes
provenientes de diversos amicus curiae han sido archivados, muchos de ellos
robustecidos con los frutos de la propia historiografía jurídica de sus auto
res, es un asunto sencillo, especialmente para alguien con las habilidades re-
tóricas de Scalia, escribir una defensa histórica plausible de su posición.
12
U.S. Const. amend. II. El texto de la enmienda en inglés es: "A well regulated Militia, being necessary to
the security of a free State, the right of the people to keep and bear Arms, shall not be infringed". [T.]
13
The MacNeil/Lehrer NewsHour: First Freedoms (transmisión televisiva de la PBS del 16 de Diciembre
de 1991).
14
554 U.S. 570 (2008).
Pero no era tan sencillo en el caso Heller. Scalia junto a su equipo tuvieron que
laborar arduamente para producir una larga opinión (la opinión de la mayoría
es de casi 25, 000 palabras) que convenciera, o quizá sólo abrumara, a los inde
cisos. El rango de referencias históricas es imponente, pero no es evidencia
proveniente de una indagación histórica carente de intereses en el trasfondo.
Es evidencia de la habilidad del personal de un tribunal bien equipado para
producir cuentos chinos.
[…]
Sin embargo, inclinarse por la humildad judicial es una elección política tam
bién,16 como el Ministro Posner admite. Una que libraría de control judicial a las
ideologías prevalecientes en las demás ramas del gobierno. Entonces la verdadera
pregunta es: ¿por qué cuando confirmamos a los Ministros de la súper-legislatura
no tenemos una discusión pública de sus principios políticos? Esa es la pregunta que
plantea la atinada crítica del Ministro Posner.
15
POSNER, Richard A., "In Defense of Looseness", The New Republic, agosto 27, 2008, p. 35.
16
Existe ambigüedad en la noción de elección "política", aunque la idea básica es que se trata de una
elección motivada por la adhesión a una norma que no tiene estatus jurídico sino que más bien refleja los compro-
misos acerca de cómo la política como un todo debería organizarse —la gama de tales normas comprende desde
la filiación a una agenda partidista concreta hasta una visión particular de la sociedad justa—.
17
133 S. Ct. 2612 (2013).
18
Nótese que la cuestión fundamental en el caso Shelby County era sobre constitucionalidad y no sobre
legalidad, a saber: ¿fue la sección 4, un ejercicio constitucional (es decir, racional) del poder del Congreso para
hacer cumplir las Enmiendas de Reconstrucción (incluyendo la Decimocuarta y Decimoquinta) en la Constitución?
19
Shelby County, 133 S. Ct. 2629.
20
Idem.
21
Ibidem, 2629-2631.
22
Ibidem, 2632-2633.
méritos de la fórmula, con el suyo. Si Shelby County fuera anómalo, esto pasaría
desapercibido, pero el punto es que se trata de un hecho bastante habitual en el
dominio del derecho público.
Recordemos el caso New York v. United States24 de 1992, uno de los primeros
casos25 que marcó los intentos de algunos miembros de la súper-legislatura de
redibujar los límites del poder federal después de que una súper-legislatura anterior,
designada por el Presidente Franklin Roosevelt, los hubiese redibujado a finales de
los 30’s y principios de los 40’s con el objetivo de hacer posible el New Deal. El estado
de Nueva York estaba preocupado por la Ley de Reformas a las Políticas sobre Re-
siduos Radiactivos de Bajo Nivel26 de 1985, la cual impugnó alegando que traicionaba
los valores del federalismo al quebrantar la autonomía estatal. A la luz de lo que uno
23
5 U.S. 137 (1803).
24
505 U.S. 144 (1992).
25
Vid. Gregory v. Ashcroft, 501 U.S. 452, 461 (1991).
26
(Low-Level Radioactive Waste Policy Amendments Act [E.].
27
469 U.S. 528 (1985).
28
LLEWELLYN, Karl N., The Bramble Bush, Oxford University Press, 11a. impresión, Nueva York, 2008,
pp. 68-71.
zan los hechos del caso anterior con gran lujo de detalle a fin de distinguirlos tajan-
temente de los hechos a los que ahora se enfrentan.29 En el ejemplo abiertamente
irónico de Llewellyn, una lectura estricta en este sentido de una decisión previa
de un tribunal sería: "La regla sólo rige para los Walpoles pelirrojos en sedanes de
color magenta claro".30 Por el contrario, una relectura laxa del precedente se abstrae
de los hechos concretos del caso, inclinándose por la identificación de una regla
genérica del derecho que el tribunal quiere hacer vinculante para el caso presente.
No toda relectura "estricta" o "laxa" será plausible, pero Llewellyn, como el inteligente
y experimentado abogado que era, estaba en lo correcto al pensar que la doctrina
del precedente ofrece a los tribunales suficiente margen de maniobra para reformular
las decisiones de casos anteriores de modo tal que constituyan una restricción débil
para la decisión presente. Lo que ocurrió precisamente en el caso New York.
29
Vid., Idem.
30
Ibidem, p. 68. La frase citada en inglés es: "This rule holds only of redheaded Walpoles in pale magenta
Buick cars". [T.]
31
426 U.S. 833 (1976).
32
Vid. New York v. United States, 505 U.S. 144, 149-188 (1992).
33
Cfr. Ibidem, p. 155.
34
Cfr. Ibidem, pp. 188-211.
35
Vid. LLEWELLYN, Karl, The Bramble... op. cit., p. 68.
36
Cfr. New York, 505 U.S., pp. 188-211.
Quiero dejar en claro que no pienso que alguna de las partes, ya sea la mayoría
o la disidencia, estaban jurídicamente en lo correcto en el caso. Sin duda, la Ministra
O’Connor hizo un trabajo deficiente al intentar explicar las diferencias relevantes
entre los casos Garcia y New York, pero una explicación no es tan difícil de encontrar:
ciertamente, no es impensable que la autonomía estatal podría estar en mayor riesgo
cuando una regulación federal aplica únicamente a los estados, en oposición a una
que aplica tanto a actores públicos como privados. Al mismo tiempo, el Ministro
White sugería algo plausible desde el punto de vista jurídico: la regla en Garcia en-
fatizaba la importancia del proceso político en la salvaguarda de la autonomía estatal,
y los hechos subyacentes en New York parecían apuntar a un proceso político fun-
cional y, de hecho, orquestado por los estados mismos, hasta que el estado de Nueva
York empezó a sufrir el remordimiento propio de un comprador.
37
134 S. Ct. 2751 (2014).
38
En inglés: Affordable Care Act, impuesta por el Department of Healt and Human Services [E.].
39
494 U.S. 872, 874-890 (1990). El congreso y muchos estados reaccionaron en contra de esta decisión y,
subsecuentemente, el congreso aprobó la RFRA que ahora prohíbe que el gobierno federal pueda lesionar sustan-
cialmente a la religión en presencia de alternativas viables.
Segundo, dado que el gobierno federal ya había ofrecido una salida para las
organizaciones no lucrativas con objeciones religiosas (como la Universidad de Notre
Dame), una que no transfirió los costos a los empleados que buscaban cobertura
contraceptiva, entonces estuvo claro que había alternativas regulatorias al alcance
del gobierno federal que aseguraban que la contracepción estuviera disponible para
las empleadas mujeres, sin causar lesiones sustanciales a las creencias religiosas.
Y, tercero, bajo este régimen constitucional de libertad religiosa, los tribunales deben
tomarse en serio la creencia religiosa de alguien de que la vida empieza al momento
40
Ibidem, p. 882.
41
Hobby Lobby, 134 S. Ct. 2764-2766, 2775.
42
Vid. LEITER, Brian, Why Tolerate Religion? Princeton University Press, Nueva Jersey, 2013, donde se critica
la apelación a la libertad religiosa para obtener protecciones jurídicas especiales.
43
Hobby Lobby, 134 S. Ct. 2778.
44
Idem.
45
Vid. Idem.
46
La Ministra Ginsburg señala este punto en el voto disidente. Cfr. Ibidem, p. 2798.
Desgraciadamente, las únicas personas a las que se induce a creer que los
Ministros de la Suprema Corte son elegidos en virtud de su conocimiento y capacidad
como juristas son los estadounidenses, es decir, el electorado.47 Todo Presidente de
los Estados Unidos, al menos desde Roosevelt a Reagan hasta el presente, sabe que
la Suprema Corte hace las veces de súper-legislatura y, por lo tanto, es mejor intentar
nombrar legisladores, es decir, Ministros, que comparten las posturas políticas y
morales del presidente que los propone. Permítaseme compartir una entretenida,
pero reveladora, historia que mi colega, el Ministro Posner, me contó —y que él ha
compartido con muchos otros así que no estoy traicionando su confianza aquí—.
El entonces Juez Posner fue designado a la Corte de Apelaciones del VII Circuito en
1981 cuando, tal y como dijo a mis alumnos de teoría del derecho una vez, la gente
47
El público no es completamente ignorante, sin duda. Una encuesta de las noticias de la CBS mostró que
tres cuartas partes de los estadounidenses creían que los Ministros de la Suprema Corte "a veces dejan que sus
preferencias personales o políticas influyan sobre sus decisiones". Vid., Supreme Court/Judiciary, PollingReport,
consultable en: http://www.pollingreport.com/court.htm (última visita Ago. 5, 2015). El Instituto Público de la Religión
(Public Religion Institute) reveló en 2013 que el 55 por ciento de los encuestados pensaba que los Ministros son
influidos "bastante" por sus propias visiones en materia política, mientras que el 32 por ciento pensaba que son influi
dos sólo "un poco" y, el ocho por ciento "para nada". Idem. A pesar de estas sospechas, cuando el nombramiento
de los Ministros es discutido en el Senado, toda indagación acerca de sus preferencias personales o políticas queda
fuera. (Agradezco a Mike Seidman por ayudarme en este rubro).
48
Cfr. SHEA, Christopher, "The Last Honest Judicial Hearing?", The Wall Street Journal: Sep. 21, 2011, 12:19
PM, consultable en: http://blogs.wsj.com/ideas-market/2011/09/21/the-last-honest-judicial-hearing/.
Ahora bien, esto es Estados Unidos en 1981, no la Rusia estalinista. Aun así,
la verdadera respuesta de un candidato a Juez federal a una tonta pregunta fue
borrada del registro mediante una maniobra política con el fin de compatibilizarla
con la agenda de un Presidente —Ronald Reagan— a quien le gustaba aseverar
que él sólo quería nombrar Jueces que aplicaran el derecho, en vez de crearlo. Pero
el Presidente Reagan y sus asesores sabían que esto era absurdo, justo como Posner
lo sabía. Sabían que los Jueces de apelación deben inevitablemente recurrir a su
juicio moral y político e ir más allá de lo que establece el derecho con el fin de resolver
las disputas que se presentan ante las cortes de apelación. ¿Cómo puede esto
permanecer justificadamente en secreto en una sociedad democrática?
49
Idem.
50
Idem.
que eso no es un oxímoron en los Estados Unidos en estos días. Por lo tanto, cuando
tales Jueces son propuestos, los representantes nominales del pueblo deben evaluar
la calidad del juicio moral y político que el candidato ejercerá. ¿Podrá el candidato
reflexivamente ponerse del lado del mercado frente a la regulación estatal, con las
mayorías contra las minorías, con los religiosos contra los laicos, con los indiferentes
al color frente a la sensibilidad hacia el nefasto papel que la raza tiene en la sociedad,
con la policía frente al acusado, con las fijaciones ideológicas imperantes en el Par
tido Republicano contra las fijaciones ideológicas del Partido Demócrata? ¿Es el
candidato sensible ante la injusticia, los indefensos, los perdedores en un proceso
político o acaso ella se pone reflexivamente del lado de los poderosos, del status
quo?
Ahora bien, debe admitirse que hay algo genuinamente preocupante en alentar
el candor en estos asuntos. Dicho de modo sencillo, la preocupación es que ello
invitaría a los Jueces a traspasar los límites del derecho aún más de lo que ya
lo hacen. Y quizás sí, pero el status quo es uno en el que los funcionarios electos
designan a los súper-legisladores en razón de sus preferencias morales y políticas,
pero a nadie se le permite discutirlas abiertamente. Si de hecho, tuviésemos una
discusión pública de lo que todos los operadores dentro del sistema saben —que
los Jueces de apelación en el máximo nivel deben ejercer su juicio moral y político—
entonces, tal vez, los Jueces que sobrevivan el debate serían aquellos cuyo juicio
moral y político se acerca más a los del sistema político en general.51 Un sistema
político que da la bienvenida a un liberal en una década, podría no darle la bienvenida
10 años después y, por tanto, esa es todavía una razón más para eliminar los nom
bramientos vitalicios de Jueces federales dando paso a nombramientos por tiempo
determinado, como mucho académicos han propuesto.52 Pero incluso, antes de que
eso pase, no veo cómo, en una sociedad democrática, donde la transparencia en el
ejercicio de las funciones públicas es un valor fundamental (con la excepción de
áreas muy concretas, como las de seguridad nacional), podemos continuar tolerando
la farsa actual que supone la nominación de juristas a la Suprema Corte, sin examinar
pública y abiertamente sus inclinaciones morales y políticas. Esas inclinaciones
condicionarán crucialmente sus decisiones en una amplia gama de asuntos cons-
titucionales de gran envergadura, y en ocasiones, no solo allí.
51
Asumo por el bien del argumento, que la aprobación de la mayoría basta para "legitimar" las inclinaciones
morales y políticas del Juez. Por razones independientes, esto me parece dudoso, pero eso requeriría un argumento
aparte.
52
Vid., i.e., CRAMTON, Roger C., y CARRINGTON, Paul (eds.), Reforming the Court: Term Limits for Supreme
Court Justices, Carolina Academic Press, Durham, 2006; y "Carta de Paul Carrington, Profesor de la Escuela de
Derecho de la Universidad de Duke, et al, a Joseph Biden, Vicepresidente, et al.", disponible en http://www.scotusblog.
com/2009/02/groups-proposals-for-supreme-court-reform.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
CRAMTON, Roger y CARRINGTON, Paul (eds.), Reforming the Court: Term Limits for
Supreme Court Justices, Carolina Academic Press, Durham, 2006.
FALLON, Richard H. Jr., "Constitutional Precedent Viewed Through the Lens of Hartian
Positivist Jurisprudence", North Carolina Law Review Association, núm. 86,
2008.
HART, Herbet L.A., The Concept of Law, 3a ed., Clarendon Law Series, Oxford, 2012.
LEITER, Brian, "Explaining Theoretical Disagreement", University of Chicago Law
Review, núm. 76, 2009, pp. 1215-1250.
, "The Case for Legal Positivism as an Account of the Artefact Law",
en BRAZIN, L. y HIMMA, K (eds.), Law as an Artifact (en imprenta).
, Why Tolerate Religion?, Princeton University Press, Nueva Jersey,
2013.
LLEWELLYN, Karl N., The Bramble Bush, Oxford University Press, Nueva York, 2008
(1930).
STRAUSS, David A., "Common Law Constitutional Interpretation", University of
Chicago Law Review, vol. 63, núm. 3, 1996, pp. 877-929.
Hemerografía
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Sports for Montgomery 12 (WSFA12), 12 de noviembre de 2012. Consultable en:
http://www.wsfa.com/story/20025004/roy-moore-elected-new-alabama-chief-
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GETTLEMAN, Jefrey, "Court Orders Alabama’s Chief Removed from Bench", The New
York Times, 13 de noviembre de 2003. Consultable en: http://www.nytimes.
com/2003/11/13/national/13CND-JUDG.html.
POSNER, Richard A., "In Defense of Looseness", The New Republic, 27 de agosto de
2008, p. 8
SHEA, Christopher, "The Last Honest Judicial Hearing?", The Wall Street Journal, 21
de septiembre de 2011. Consultable en: http://blogs.wsj.com/ideas-market/
2011/09/21/the-last-honest-judicial-hearing/
E
n las últimas dos décadas, las doctrinas del precedente y la ponderación
han estado desarrollándose en sistemas jurídicos de la tradición civilista. Por
un lado, existe un consenso en la literatura jurídica actual de Europa conti-
nental y latinoamericana acerca de la existencia de dos tipos básicos de normas:
reglas y principios. Estas normas se aplican mediante dos tipos diferentes de pro-
cesos racionales: subsunción y ponderación.1 Mientras las reglas se aplican a través
* Traducción del inglés por Rodrigo González Camarena. Texto publicado con autorización del autor y
el traductor. Fue impreso en español en Fundamentos filosóficos de la teoría del precedente judicial, BERNAL PULIDO,
Carlos y BUSTAMANTE, Thomas (eds.), Universidad Externado de Colombia, Colombia, 2015, pp. 105-124. Título en
inglés: On the Philosophy of Precedent, Archiv für Rechts-und Sozialphilosophie, Franz Steiner Verlag, 2012, pp. 51. [E.].
** Profesor en Macquarie University (Australia). Doctor en Derecho por la Universidad de Salamanca
(España) y Doctor en Filosofía por la Universidad de Florida (Estados Unidos). Catedrático en diversas instituciones
académicas, entre las que destacan la Universidad Externado de Colombia, la Universidad de la Florida y el Centro
de Estudios Constitucionales Carlos Restrepo Piedrahita.
1
Vid. ALEXY, Robert, "On the Structure of Legal Principles", Ratio Juris, núm. 13, 2000, pp. 294-304.
107
Por otro lado, la doctrina del precedente se ha trasplantado desde los sistemas
jurídicos del common law. De acuerdo a esta doctrina, las decisiones judiciales se
utilizan como "enunciados jurídicos autoritativos que pueden servir como buenas
razones jurídicas para decisiones futuras". La doctrina también requiere que "los
jueces en determinados tribunales consideren ciertas decisiones previas, particu-
larmente las de los tribunales superiores, como razones vinculantes".2
2
BELL, John, "Sources of Law" en BIRKS, Peter, English Private Law, I, Oxford University Press, Oxford, 2000,
pp. 1-29.
o, a pesar de haberse verificado, existe una excepción, entonces el Juez debe des-
cartar la idea de aplicar el precedente.3
3
DWORKIN, Ronald, Taking Rights Seriously, Duckworth, Londres, 2000, p. 14.
No obstante, si hiciéramos que estas reglas fueran inflexibles ello nos con
duciría a consecuencias indeseables.5 Primero, las ventajas que aporta la coherencia
al sistema jurídico sólo se alcanzan pagando el alto precio de evitar la evolución de la
jurisprudencia. Esta evolución es necesaria para poder atender los desafíos de nuevas
4
Vid., sobre esta línea argumentativa ALEXY, Robert, y DREIER, Ralf, "Statutory Interpretation in the Federal
Republic of Germany" en MACCORMICK, Neil, y SUMMERS, Robert, (eds.), Interpreting Statutes. A Comparative
Study, Dartmouth, Aldershot, 1993, pp. 82 y ss.; MACCORMICK, Neil, y SUMMERS, Robert, "Interpretation and
Justification", en Ibidem, pp. 518 y ss.; BENDITT, Theodore M., "The Rule of Precedent", en GOLDSTEIN, Laurence (ed.),
Precedent in Law, Clarendon Press, Oxford, 1987, pp. 89 y ss.; y MORAL SORIANO, Leonor, "A Progressive Foundation
of Precedents", Archiv für Rechts- und Sozialphilosophie, vol. 86, núm. 3, 2000, pp. 327-350.
5
Acerca de estos problemas, vid., por ejemplo, BENDITT, Theodore M., "The rule of precedent", op. cit.
épocas y para corregir errores del pasado. En segundo término, en ciertas ocasiones
el principio de igualdad también requiere tratar de manera diferente dos casos simi
lares y, por ende, rechazar la aplicación de precedentes. Finalmente, la flexibilidad
del sistema jurídico y la justicia en casos singulares también debe ser garantizada.
Estos objetivos solo pueden ser alcanzados si el Juez puede revocar precedentes o
distinguir los casos.
Aquí me gustaría sugerir los siguientes tres criterios para llevar a cabo este
tipo particular de ponderación:
Para responder esta pregunta utilizaré uno de los estudios más convincentes
sobre la estructura de la ponderación, me refiero al trabajo de Robert Alexy.
6
ALEXY, Robert, A Theory of Constitutional Rights, trad. Julian Rivers, Oxford University Press, Oxford, 2002.
7
Ibidem, p. 102.
8
Ibidem, p. 401.
9
Siguiendo la notación de Alexy, representaremos el grado de afectación del primer principio como IpiC,
y la importancia de la satisfacción del segundo principio como WPjC. Vid. Ibidem, p. 406.
De acuerdo con Alexy, la fórmula del peso es la estructura idónea para evaluar
la afectación de los principios, su peso abstracto, y la seguridad de las apreciaciones
empíricas.
10
Siguiendo la notación de Alexy, representamos el peso abstracto del primer principio como GPiA y el peso
abstracto del segundo principio como GPjA.
Esta fórmula expresa que el peso concreto en un caso en particular del principio
Pi en relación con el principio Pj resulta del cociente entre el producto de la afectación
del principio Pi, su peso abstracto y la seguridad de las apreciaciones empíricas
relativas a su importancia. Alexy sostiene que es posible dar un valor numérico a
las variables de la importancia y el peso abstracto de los principios auxiliados
por la escala triádica: leve, 2º, o sea 1; moderado, 2¹, o sea 2; e intenso, 2², o sea 4.
En cambio, a la seguridad de las premisas fácticas se les debe dar un valor cuanti-
tativo de la siguiente manera: seguro, 2º, o sea 1; estimable o plausible, 2-¹, o sea ½;
y no evidentemente falso, 2-², o sea ¼.[12]
11
Ibidem, p. 408. Vid. tb. ALEXY, Robert, "Die Gewichtsformel" en JICKELI, Joachim, KREUTZ, Peter y REUTER,
Dieter (eds.), Gedächtnisschrift für Jürgen Sonnenschein, De Gruyter, Berlin, 2003, pp. 771-792.
12
Vid. Ibidem, pp. 789 y ss.
13
ALEXY, Robert, "On Balancing and Subsumption. A Structural Comparison", Ratio Juris, vol. 16, núm.
4, 2003, pp. 433-449, 433 y ss.
Pj, el caso debe ser resuelto de acuerdo al principio Pj. Si Pi justifica la norma N1
que prohibe ø y si Pj justifica la norma N2 que ordena ø, ø debe ser prohibido en el
primer caso y ø debe ser ordenado en el segundo caso.
14
Cfr. ALEXY, Robert, A Theory of Constitutional..., op. cit., pp. 410 y ss.
Es verdad que en ocasiones puede haber juicios racionales acerca del grado de
intensidad e importancia de principios en colisión. O lo que es lo mismo, existen
casos fáciles en cuanto al grado de afectación de los principios. Por ejemplo, si una
revista de humor negro llama "lisiado" a un funcionario público con alguna disca-
pacidad, esto claramente constituye un atropello a su honor (4), mientras que al
mismo tiempo contribuye muy poco al ejercicio de la libertad de expresión (1). No obs
tante, también existen casos difíciles en los que estas premisas, tanto fácticas como
normativas, que deben ser consideradas al momento de determinar la importancia
de un principio, son inciertas. El caso paradigmático se da cuando compite el prin-
cipio de libertad religiosa. Se puede cuestionar si el grado de restricción de la libertad
religiosa de una cierta medida puede ser determinado en abstracto, sin considerar
puntos de vista subjetivos acerca de la religión. Entonces, la manera en que se evalúa
el grado de intervención de la libertad religiosa de una transfusión sanguínea depende
claramente de la manera en que el individuo vive su fe religiosa. Podrá ser irrelevante
para muchos creyentes, pero muy importante para un testigo de Jehová. Una
evaluación de la importancia de este principio solo puede realizarse después de
tomar una posición en concreto que no puede determinarse solamente por la fórmula
del peso. En estos casos es muy probable que haya desacuerdos. Por ello, el uso de
la fórmula del peso otorga una gran discreción al Juez, quien puede decidir con base
en sus opiniones morales o su ideología política. No puede haber objetividad en
estas circunstancias. Sin embargo, aun en estos casos, la fórmula del peso desem-
peña una importante función, ya que hace transparente el margen de discreción
que el Juez tiene, y es claro que la moral y la ideología política juegan un papel.
15
Ibidem, p. 402.
16
Idem.
17
Idem.
Existe margen para una mayor discreción judicial en lo que se refiere a la evaluación
del peso abstracto de los principios. El peso abstracto es una variable bastante
peculiar, que siempre implica que el Juez tome una determinada posición respecto
de la constitución, del rol del Estado en una determinada sociedad, e incluso, del
concepto mismo de justicia.
Es claro que la variable del peso abstracto pierde su importancia cuando los
principios en colisión son de la misma naturaleza. Por el contrario, el peso abstracto
se torna muy relevante cuando se trata de resolver un caso cuyos principios en
colisión son de distinta naturaleza. Aun así, algunos casos pueden seguir siendo
relativamente fáciles. Puede asumirse, por ejemplo, que la protección de la vida, o
derechos fundamentales estrechamente vinculados con los principios de dignidad
humana y democracia, deben gozar de un peso abstracto mayor que otros.18 Sin
embargo, los Jueces tienen un margen bastante amplio de discreción al determinar
el peso abstracto de los principios. Obviamente, no hay una exhaustiva jerarquía
preestablecida de los pesos abstractos. La protección de la vida bien puede merecer
18
Cfr. Ibidem, pp. 760, 770 y 772.
el valor supremo (4), pero alguien pudiera proponer que dicho valor también se le
debe asignar a los derechos estrechamente vinculados con la dignidad humana y
el principio democrático. Más aún, podríamos preguntarnos: ¿deberíamos dar el
mismo valor a todos los derechos relacionados con la dignidad humana y el principio
democrático, o éste debería variar dependiendo de qué tan estrecha es esa vincu-
lación? ¿Qué rango han de tener otros principios como el derecho a la igualdad o el
derecho a la igualdad real, y no mera igualdad formal? En este punto bien se puede
sostener que la evaluación del peso abstracto de los principios de acuerdo a la escala
triádica depende de la ideología del Juez. Un Juez individualista le otorgará el peso
abstracto más alto a la libertad, mientras que un Juez comunitarista se lo atribuirá
al bien común. El Juez debe resolver el caso con base en el mejor argumento moral,
pero en ocasiones no es fácil saber cuál es el mejor argumento moral. Entonces, la
respuesta correcta es que no hay respuesta correcta.
certeza mayor si las mismas variables tienen el mismo valor pero en distinto
grado?
Todo esto demuestra que en la fórmula del peso existen diversos límites a la
racionalidad que otorgan a los Jueces un margen de discreción. No obstante, es
precisamente dentro de este margen de discreción que los precedentes son rele-
vantes y desempeñan una función fundamental. La fórmula del peso es una estruc-
tura vacía o formal cuyas tres variables requieren premisas fácticas y normativas
concretas. Las premisas fácticas indican si un principio en específico debe tener
más o menos peso relativo en abstracto, o si en un caso en concreto una apreciación
empírica es más o menos segura. Afortunadamente, los Jueces no resuelven cues-
tiones sobre el peso de los principios y la seguridad de las premisa empíricas a
manera de tabula rasa. Al contrario, los Jueces toman estas decisiones dentro de
una red de precedentes. Por ejemplo, recientes decisiones en la jurisprudencia
de países de tradición civilista han llevado a la conclusión de que, el peso del princi
pio de igualdad debe ser mayor cuando las normas establecen un trato diferenciado
entre individuos por razón de género o preferencias sexuales. De la misma manera,
la jurisprudencia de los tribunales constitucionales de la Europa continental de los
últimos veinte años ha dejado claro que el peso de la libertad de expresión debe ser
mayor cuando su ejercicio se relaciona con la participación democrática del sistema
político. Las decisiones consistentes de los tribunales crean una red de precedentes.
Esta red reduce el margen de discreción que la fórmula del peso abre para el Juez
en la medida en que, si un Juez busca apartarse de una red de precedentes, la racio
nalidad requiere que él justifique su decisión. Así, los precedentes se vuelven nece-
sarios para garantizar la racionalidad en la ponderación. Los precedentes permiten
que los principios se apliquen de manera consistente y coherente, de esa manera
la ponderación no solo es racional sino también predecible.
4. BIBLIOGRAFÍA CITADA
ALEXY, Robert, A Theory of Constitutional Rights, trad. Julian Rivers, Oxford University
Press, Oxford, 2002.
, "Die Gewichtsformel", en JICKELI, Joachim, KREUTZ, Peter y
REUTER, Dieter (eds.), Gedächtnisschrift für Jürgen Sonnenschein, DeGruyter,
Berlín, 2003, pp. 771-792.
, "On the Structure of Legal Principles", Ratio Juris, núm. 13, 2000,
pp. 294-304.
, "On Balancing and Subsumption. A Structural Comparison",
Ratio Juris, vol. 16, núm. 4 2003, pp. 433-449,
, y DREIER, Ralf, "Statutory Interpretation in the Federal Republic
of Germany", en MACCORMICK, Neil y SUMMERS, Robert, Interpreting Statutes.
A Comparative Study, Dartmouth, Aldershot, 1993 (1991), pp. 80-81.
BELL, John, "Sources of Law", en BIRKS, Peter, English Private Law I, Oxford University
Press, Oxford, 2000, pp. 1-29.
BENDITT, Theodore M., "The Rule of Precedent", en GOLDSTEIN, Laurence (ed.),
Precedent in Law, Clarendon Press, Oxford, 1987, pp. 89.
DWORKIN, Ronald, Taking Rights Seriusly, Duckworth, Londres, 2000.
MORAL SORIANO, Leonor, "A Progressive Foundation of Precedents", Archiv für
Rechts- und Sozialphilosophie, vol. 86, núm. 3, 2000, pp. 327-350.
1.
D
e frente al tema que me ha sido confiado me he preguntado: ¿por qué
"argumentación jurídica a partir de la Constitución" y no "interpretación de la
Constitución"? ¿Por qué reflexionar sobre la unidad de un proceso que está
dirigido a ofrecer justificaciones de sí mismo y no reflexionar, en cambio, sobre
las diferencias que son inmanentes al resultado de dicho proceso? ¿Por qué obser
var la estructura y no la función?
* Agradezco aquí por la preciosa ayuda de Guilherme Leite Gonçalves y Javier Espinoza de los Monteros.
Traducción del italiano por Javier Espinoza de los Monteros. Una versión de este artículo fue publicado en: Libro de
Primer Congreso Iberoamericano, XXVIII, Jornadas Argentinas de filosofía jurídica y social, Sistema Argentino de
Información Jurídica-Infojos, diciembre 2015, pp. 129-141 [E.].
** Decano y profesor de filosofía del derecho en la Universidad del Salento (Italia)
125
será el contexto del bien. El pasado, el siglo breve por una parte; por la otra, un futuro
que no se conmueve frente al presente del cual es futuro, porque este presente es
un tiempo que no tiene tiempo.
La primera mitad del siglo breve se cerraba con el eco de los gritos de millones
de muertos y con el dolor grabado en la memoria de los vivos. Ellos podían ser
atenuados solamente por la expectativa de un futuro en el cual, una universal razón
cosmopolita, hubiera podido proteger a los individuos frente a los Estados, al Derecho
frente al poder, las diferencias frente a las homologaciones, el igual acceso de todos
a los bienes sociales, el espacio de una comunicación libre. En estas expectati
vas se expresaba la necesidad del control de la violencia de los Estados y del Derecho
de la ley, la necesidad de reconocimiento de la individualidad de las personas, de
su capacidad de autorepresentación. El camino seguido fue la constitucionaliza
ción de la relación entre derecho y política, y la inclusión constitucional de un Catálogo
de derechos fundamentales, los cuales, a decir verdad, habían sido proclamados ya
un siglo y medio antes y habían sobrevivido a una noche infinita durante la cual,
habían podido coexistir con la más negra esclavitud y con los inmensos guetos1 en
1
Situación marginal en la que viven unas clases de personas, generalmente en suburbios o barrios. excluidos
de la ciudad, generalmente periféricos. [T.]
los que fueron marginados y explotados los antiguos y los nuevos condenados de
la tierra.
2.
Inventados como libres, los individuos con su actuar realizaban siempre, y sin
embargo, la Constitución: la Constitución es, no debe ser. Pero al mismo tiempo, se
debía decir también que la Constitución debe ser, no es: ella diseñaba horizontes
cuyas determinaciones correspondían a la política que delimitaba espacios en la
forma de derechos. La Constitución era de todos, como el mundo que es el límite
de la sociedad.
2
HESSE, Konrad, Escritos de Derecho Constitucional, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1983, p. 35.
un futuro en el cual, cualquiera que sea la decisión que se tome, se sabrá cómo
comportarse. Un tema al cual Guilherme Leite Gonçalves ha dedicado páginas muy
profundas.
3
HÄBERLE, Peter, Constitución como cultura. Artículos seleccionados para Colombia, traducción de Ana
María Montoya, Instituto de Estudios Constitucionales Carlos Restrepo Piedrahita, Colombia, 2002, p. 71.
lador, del Juez constitucional, de la opinión pública, del ciudadano, pero también
de las funciones del gobierno y de la oposición."4 Otro estudioso, de carácter —diga-
mos— más moderno, proclama: "La interpretación constitucional debe volver [...] a
la ciudadanía —y para evitar equívocos explica:
[e]llo no es lo mismo que decir [...] que la interpretación final debe ser el resultado
de decisiones plebiscitadas, de encuestas o aplausos masivos (o, peor aun, el
producto de una Corte ‘elegida por el pueblo’). Sostener que la interpretación
final debe volver a la ciudadanía quiere decir que esta última debe recuperar
control sobre el Derecho, y que el Derecho debe comenzar a vincularse con
igualitarios procesos de discusión pública, hoy completamente ausentes de
nuestro horizonte democrático.5
3.
El siglo breve ha concluido algunos años antes de su fin temporal: los últimos pedazos
de su trágica historia han caído aplastados por las piedras de un muro sobre el cual,
millones de personas, habían fincado su ilusión de avanzar hacia un futuro que la
historia les habría de negar absurdamente. Aquellas piedras sepultaban también
las esperanzas que, precisamente en sus inicios, habían hecho correr aquel siglo
tras las banderas de la última gran Filosofía de la historia, banderas que los crímenes
del régimen habrían desechado para siempre.
4
Ibidem, p. 147.
5
GARGARELLA, Roberto, "De la alquimia interpretativa al maltrato constitucional. La interpretación del
derecho en manos de la Corte Suprema Argentina" en NARVÁEZ, José y ESPINOZA DE LOS MONTEROS, Javier
(coords.), Interpretación jurídica: modelos históricos y realidades, IIJ-UNAM, México, 2011, p. 65.
de las posibilidades de actuar sin ser sometidos a la violencia que impone el Derecho,
como habría dicho Benjamin. Con palabras más simples: el reconocimiento de las
posibilidades de actuar bajo el esquema de los derechos subjetivos, tal como habían
sido inventados ya en los umbrales de la sociedad moderna; el reconocimiento del
carácter originario de aquellos derechos, que había sido sancionado un siglo y medio
antes, pero que se quedaba indefenso, no sólo frente a la violencia del Estado que
pone el Derecho, sino también frente a la violencia del Estado que conserva el
Derecho en las estructuras de su burocracia; el reconocimiento de una necesaria,
definitiva, dislocación del poder originario, el cual ya no podía ser confiado exclusi-
vamente a la política, ni a su Derecho; pero tampoco podía permanecer ya en manos
de las mayorías políticas, sino a condición de una segura protección de aque
llos espacios considerados intangibles, no negociables, en cuanto considerados
ellos mismos como condiciones ineludibles, como fundamento de las posibilidades
de un actuar libre y autónomo.
también en las regiones en las cuales hubiese sido bloqueada. La democracia que
se exigía, habría debido reconocer el espacio originario de los derechos subjetivos
como el lugar en el cual se manifestase el poder difundido en la sociedad, de la cual
los individuos se habían reapropiado y de la cual, por tanto, se habían vuelto otra
vez titulares: ellos, por esto, pretendían del Estado tutela de aquel espacio y, por la
experiencia reciente, pretendían tener tutela también respecto del Estado: una pro
tección que podía ser garantizada sólo mediante el recurso al texto fundamental en
el que aquellos contenidos habían sido fijados como originarios y, por tanto, preci-
samente por ello, como irrenunciables, irreductibles, indecidibles. Los individuos,
en otros términos, pedían el reconocimiento del carácter originario de su individua-
lidad, es decir, pedían que sus expectativas, relativas al modo en el cual la política
trataba sus espacios originarios, pudieran ser evaluadas y, si fueran reconocidas
como legítimas o en caso de que se reconociera que habían sido violadas, pudieran,
en todo caso, hacerse valer.
La originalidad de los derechos está en la razón; la razón es, no debe ser. Ella
es el límite, es decir, el inicio, pero también el fin, es el tiempo que no tiene tiempo.
Ella, por tanto, no puede ser medida: la razón es imponderable, no tiene peso, no
puede ser sopesada, evaluada. La razón se mide desde sí. Para usar una frase famosa
podemos decir que la razón actúa como "cualquier cosa que estaba dentro del
sistema, sale del sistema y actúa sobre el sistema como si estuviese fuera del sis-
tema". Pero aquí la razón es el sistema. Es la razón de los derechos fundamentales
la que domina cualquier otra razón.
4.
6
COSTA, Pietro, Democrazia política e Stato constituzionale, Editoriale Scientífica Italiana, Napoli, 2006.
Así escribía algún tiempo atrás un historiador del Derecho, el cual, frente a la
resistencia de los tradicionalistas —según los cuales la función del Juez debe ser
aquella apolítica del tercero neutral, de aquel que toma distancia de los conflictos
sobre los cuales debe decidir— oponía que los innovadores sostienen que
[...] la obra del juez tiene una dimensión (también) valorativa y encuentra siempre
en la Constitución su punto de fuerza; y precisamente porque el juez mira a la
constitución como su criterio base, él debe contribuir a la modificación del
ordenamiento existente mediante una creciente realización de la igualdad y de
los derechos. La lucha por los derechos (por medio de los derechos) —él con-
cluía, citando a otro historiador del Derecho— cuenta ahora al juez entre sus
protagonistas. En nombre del nexo entre derechos, democracia y Constitución,
se alza un juez protagonista; un juez que se propone como un policy-maker,
llamado a realizar los derechos constitucionalmente garantizados, orientándose
según principios ética y políticamente vinculantes.7
7
Ibid.
En el sentido de que ahora la política, está cada vez menos dispuesta a afrontar
directamente cuestiones —como se dice— éticamente vinculantes, cuestiones
respecto a las cuales ella no logra valorar cuán alto pueda ser el riesgo del consenso.
Y, por esto, la política cedería el espacio decisional al derecho, a la valoración del
Juez, el cual puede recurrir no ya a la boca de la ley, sino a aquella reserva de certezas
que está fijada en la Constitución. Este Juez, frente al caso por decidir, no puede
recurrir más a la ratio del hecho y de la norma, como pretendía la hermenéutica
de tipo positivista: él no funciona más como "válvula de clausura del sistema", porque
el sistema no puede ya ser cerrado en virtud de una simple identificación de la nor
ma y del hecho. El Juez debe recurrir a otra ratio, una ratio universal, no específica, no
petrificada en su singularidad, a una fuente de sentido inagotable, como es la razón,
o la sedimentación jurídico-política de su universalización, que es, precisamente, la
Constitución.
Pero, según los historiadores del derecho y según los críticos de la hermenéu-
tica iuspositivista, existe todavía otro motivo que explica y justifica la transfiguración
de la función del Juez. Se trata del carácter de la normativa: en la actual configura
ción de los ordenamientos jurídicos los viejos códigos no ocupan ya el lugar central
y preeminente que ocupaban todavía hasta la primera mitad del siglo pasado: se ha
producido una inmensa cantidad de normas heterogéneas, de normas relativas a
derechos sociales, derechos del ambiente, derechos de carácter colectivo, for
mas de tutela de tipo providencial, intervenciones normativas de carácter supra
nacional, toda esta normativa no es más subsidiaria y marginal y, mucho menos,
excepcional respecto al ordenamiento, como era antes. El ordenamiento ya no es
cerrado; según estos observadores, éste no puede ser reconducido a unidad, no
puede ya ser tratado bajo el viejo punto de vista de la completitud.
8
Ibid.
9
ATIENZA, Manuel, "Constitución y Argumentación", Anuario de Filosofía del Derecho. Ponencias de las XXI
Jornadas de la Sociedad Española de Filosofía Jurídica y Política: problemas actuales de la filosofía del derecho, núm.
24, España, 2007, p. 206.
5.
10
Idem.
11
Cfr. ZAGREBELSKY, Gustavo, Il diritto mite, Einaudi, Torino, 1992, pp. 154 y ss., especialmente p. 157.
Un principio, para que pueda operar, debe ser concretizado, es decir, él debe
ser traducido en una fórmula que sea dotada de un supuesto, referida a un hecho,
y de una consecuencia que a ella deba conectarse. El legislador puede concretizar
un principio, pero puede hacerlo también el Juez. Éste último, no crea derecho,
porque el caso, del cual se ocupa, recae ya bajo el Derecho. El Juez deberá razonar
constructivamente sobre el caso a la luz del principio.
12
Cfr. Ibidem, pp. 149 y 160.
13
Cfr. Ibidem, p. 204.
14
Cfr. Ibidem, pp. 210 y 211.
15
Cfr. Ibidem, pp. 203 y ss.
6.
Recordamos, en este punto, las muy bellas páginas que Odo Marquard, en su
volumen Schwierigkeiten mit der Geschichtsphilosophie, dedica a la crítica que Hegel
hace al deber ser y que aquí retomamos adaptándolas a las cuestiones que nos
interesan.
En su crítica al deber ser kantiano, que tenía la misma estructura del neo-
pensamiento, Hegel escribía:
Ahora bien, la filosofía del deber ser se niega a considerar que los fines uni-
versales dependen de la condición histórica de su mediación. Y, por tanto, aquella
filosofía miente y es motivo de regresión. "En la misma realidad, —escribe Hegel
en la Lógica—, la racionalidad no se encuentra en condiciones tan tristes como las
de simplemente deber ser (in der Wirklichkeit selbst steht es nicht so traurig um
16
HEGEL, G.W.F., Phänomenologie des Geistes, en Gesammelte Werke, Meiner Hamburgo, vol. 9, 1980,
p. 170 (...) (das Allgemeine im Sinne der Vernunftsallgemeinheit ist auch allgemein in dem Sinne…..dass es.…sich
als das Gegemnwärtige und Wirkliche .…darstellt….ohne darum seine Natur zu verlieren….Was sein soll, ist in der Tat
auch, und was nur sein soll, ohne zu sein, hat keine Wahrheit…denn die Vernunft ist eben diese Gewissheit, Realität
zu haben)".
17
Ibidem. "(...) ein blosses Sein ohne Begriff, ohne Sein-sollen (...) zu haben und gemäss zu sein, ist ein
leeres Schein".
Vernunftigkeit und Gesetz, dass sie nur sein sollten)".18 La racionalidad de la cual
habla Hegel es el presente, que en su determinación histórica ha realizado las
condiciones de la igual libertad que hace posible la diferencia. En otros términos,
la sociedad moderna ha realizado las condiciones en las cuales la racionalidad
de las diversas razones puede someter a sí a la racionalidad de la única razón.
Aquella de los principios que deben solamente ser (die nur sein sollen) y que, por
esto, no dicen qué cosa excluyen y confían su inclusión al futuro, precisamente al
deber ser.
18
Ibid.
7. BIBLIOGRAFÍA CITADA