Proyección

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Curso a distancia.

“ Tests proyectivos para adultos: TAT-TRO-


RORSCHACH ”.

Tema I: La proyección.

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CL  Montesa,  35-­‐2º  
28006-­‐Madrid  
www.isfap.es  
[email protected]  
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Introducción.

La pertinencia de abordar la proyección en torno a las pruebas gráficas y los tests


proyectivos se debe a que es el mecanismo por antonomasia que se pone en juego en
ambas técnicas.

Articularemos en primer lugar la proyección, y posteriormente alcanzaremos a indicar


los diferentes mecanismos de defensa establecidos y de los cuales se vale el sujeto
humano.

La proyección.

Haremos referencia al término indicado en el Diccionario de psicoanálisis de


Laplanche y Pontalis.

A. En un sentido muy general, es un término muy utilizado en neurofisiología y en


psicología, para designar la operación mediante la cual un hecho neurológico o
psicológico de desplaza y se ubica en el exterior, ya sea pasando desde el centro a la
periferia, o bien del sujeto al objeto. Este sentido implica acepciones diferentes.

B. En sentido propiamente psicoanalítico, la proyección es una operación por medio de


la cual el sujeto expulsa fuera de sí y ubica en el otro –persona o cosa- cualidades,
sentimientos, deseos,, además de “objetos” que no reconoce o rechaza de sí mismo. Se
trata de una defensa de origen muy arcaico que se ve actuar particularmente en la
paranoia, pero también en algunas formas de pensamiento “normales”, como la
superstición.

La palabra proyección tiene en la actualidad un empleo muy extenso, tanto en la


psicología como en el psicoanálisis; comporta diversas acepciones que se distinguen
mal unas de otras. Conviene enumerar lo que se quiere significar, semánticamente, por
proyección.

En neurología se habla de proyección en un sentido que deriva del de la geometría,


donde esta palabra designa una correspondencia punto por punto entre, por ejemplo, una
figura en el espacio y una figura plana. Así, se dice que una determinada zona cerebral
constituye l proyección de cierto aparato somático, receptor o efector: con ello se
designa una correspondencia que puede establecerse según leyes definidas, ya sea pinto
por punto, ya sea de estructura a estructura, y tanto en una dirección centrípeta como
centrífuga.

En Psicología se habla de proyección para indicar los siguientes procesos:


1. El sujeto percibe el medio ambiente y responde al mismo en función de sus propios
intereses, aptitudes, hábitos, estados afectivos duraderos, esperanzas, deseos, etc. Se
verifica a todos los niveles del comportamiento: un animal destaca en su campo
perceptivo ciertos estímulos privilegiados que orientan todo su comportamiento; un
hombre de negocios considerará todos sus objetos desde el punto de vista de lo que
puede compararse o venderse – la llamada deformación profesional-; el hombre de buen
humor, tiende a ver la vida de “color de rosa”,etc. De un modo más profundo, las

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estructuras o rasgos esenciales de la personalidad pueden aparecer en el
comportamiento manifiesto. Tal es el hecho que se encuentra en la base de las técnicas
proyectivas: el dibujo del niño revela su personalidad; en las pruebas normalizadas , el
Rorschach, TAT, se sitúa al sujeto en presencia de situaciones poco estructuradas, o de
estímulos ambigüos, lo que permite leer, según las propias normas de desciframiento
del material y de actividad creativa propuestos, ciertos rasgos de su carácter y ciertos
sistemas de organización de su conducta, y de sus emociones.

2. El sujeto muestra, por su actitud, que asimila una determinada persona a otra: en tal
caso, se dice que proyecta la imagen de su padre sobre su jefe. De este modo se designa,
en forma poco apropiada, un fenómeno que el psicoanálisis ha descubierto con el
nombre de transferencia.

3. El sujeto se asimila a personas extrañas, o por el contrario, asimila a sí mismo otras


personas o seres animados o inanimados. Se dice con frecuencia que el lector de novelas
se proyecta en tal o cual personaje. La Fontaine proyectó en los animales de sus Fábulas
sentimientos y razonamientos antropomórficos. Este proceso debería incluirse más bien
en lo que llamamos identificación.

4. El sujeto atribuye a otros, las tendencias deseos que el reconoce en sí mismo. Por
ejemplo, el racista proyecta sobre el grupo odiado sus propios defectos y sus tendencias
inconfesables.

Freud recurrió al concepto de proyección para explicar diversas manifestaciones de la


psicología normal y patológica:

A. Inicialmente la proyección fue descubierta en la paranoia. Freud consagra esta


afección, a partir de 1896, en dos breves trabajos y en el capítulo tercero de sus “Nuevas
observaciones sobre las psiconeurosis de defensa”. En ellos, la proyección se describe
como una defensa primaria que constituye un abuso de un mecanismo normal
consistente en buscar en el exterior el origen de un displacer. El paranoico representa
sus representaciones intolerables, que vuelven a él desde fuera en forma de reproches :
“El contenido efectivo permanece intacto, pero hay un cambio en el emplazamiento del
conjunto”.

Siempre que Freud vuelve a ocuparse de la paranoia, recurre a la proyección,


especialmente en el caso Schreber. No podemos dejar pasar la forma en que Freud
limita en ella el papel de la proyección: ésta es sólo una parte del mecanismo de la
defensa paranoica y no se halla igualmente presente en todas las formas de enfermedad.

B. Freud describe en 1915 el conjunto de la construcción fóbica como una auténtica


“proyección” en lo real del peligro pulsional: “ El yo se comporta como si el peligro de
desarrollo de la angustia no viniera de una moción pulsional, sino de una percepción, y
en consecuencia puede reaccionar frente a este peligro exterior mediante las tentativas
de huida que representan las precauciones fóbicas”.

C. Freud ve intervenir la proyección en lo que designa como “celos proyectivos”, que


distingue tanto de los celos normales como del delirio celotípico paranoico: el sujeto se

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defiende de sus propios deseos de ser infiel atribuyendo la infidelidad a su cónyuge; al
hacerlo así, desvía su atención de su apoyo inconsciente, la desplaza sobre el
inconsciente del otro, y lo que gana en clarividencia sobre lo que concierne al otro es
equiparable a su ignorancia respecto de sí mismo. En consecuencia, resulta a veces
imposible y siempre ineficaz denunciar la proyección como una percepción errónea.

D. En varias ocasiones, Freud insistió en el carácter normal del mecanismo de la


proyección. Así, ve en la superstición, en la mitología,, en el animismo, una proyección:
“El oscuro conocimiento de los factores psíquicos y de las relaciones existentes en el
inconsciente se refleja en la construcción de una realidad suprasensible que debe de ser
retransformada por la ciencia en psicología del inconsciente”.

E. Sólo en raras ocasiones Freud menciona la proyección en relación con la situación


analítica. Nunca designa la transferencia en general como una proyección y sólo emplea
éste último término para indicar un fenómeno particular en relación con aquella: el
sujeto atribuye a su analista palabras o pensamientos que son en realidad los suyos
propios.

De esta enumeración detallada se deduce que, si bien Freud encuentra la proyección en


diversos campos, le atribuye un sentido bastante estricto. La proyección aparece
siempre como una defensa, como la atribución a otro – persona o cosa- de cualidades,
sentimientos, deseos, que el sujeto rechaza o no reconoce en sí mismo. El ejemplo del
animismo es el que mejor demuestra que Freud no usa la palabra proyección den el
sentido de una simple asimilación del otro a sí mismo.

En la mayoría de las ocasiones en que Freud habla de proyección, evita tratar el


problema en su conjunto. Da una explicación en el caso Schreber: “ dado que la
comprensión de la proyección implica un problema psicológico más general, nos
decidimos a dejar de lado, para estudiarlo en otro lugar, el problema de la proyección y,
junto con éste, el mecanismo de la formación del síntoma paranoico en general”. Tal
estudio es posible que fuese escrito pero nunca fue publicado. Freud en varios trabajos
dio cuenta sobre la metapsicología de la proyección. Los elementos de su teoría y los
problemas que ésta plantearse podrían resumir del modo siguiente:

1. La proyección encuentra su principio más general en la concepción freudiana de la


pulsión. El organismo se halla sometido a dos tipos de excitaciones generadoras de
tensión: unas de las que puede huir y protegerse, y otras de las que no puede escapar y
frente a las que no existe, en principio, un aparato protector contra las excitaciones. Tal
es el primer criterio de lo interior y de lo exterior. Es entonces cuando la proyección
aparece como el medio de defensa originario frente a las excitaciones internas que por
su intensidad se convierten en excesivamente displacenteras: el sujeto las proyecta al
exterior, lo que le permite huir – la precaución fóbica- y protegerse de ellas. De ello se
deriva que “existe una tendencia a tratarlas como si no actuasen desde el interior, sino
desde el exterior, para poder utilizar contra ellas el medio de defensa representado por el
protector contra las excitaciones.

2. Freud atribuye un papel esencial a la proyección, asociada a la introyección, en la


génesis de la oposición sujeto(yo)-objeto (mundo exterior). El sujeto incorpora a su Yo

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los objetos que se le presentan en tanto que son fuente de placer, los introyecta – según
expresión de Ferenczi- y, por otra parte, expulsa fuera de él lo que en su propio interior
es motivo de displacer – mecanismo de proyección-. Este proceso de introyección y de
proyección se expresa en el lenguaje de la pulsión oral, por la oposición ingerir-
rechazar. Es ésta la etapa de la que Freud denominó el yo-placer purificado.

Los autores que consideran esta concepción freudiana en una perspectiva cronológica se
interrogan si el moviendo proyección-introyección presupone la diferenciación entre
dentro y fuera, o si aquél constituye a ésta. De esta forma, Anna Freud señala que “
creemos que la introyección y la proyección aparecen en una época siguiente a la
diferenciación del Yo con respecto del mundo exterior”, oponiéndose a la escuela
inglesa, M.Klein, que sitúa en primer plano la dialéctica de la identificación-proyección
del objeto “bueno y malo”, y ve en ésta el verdadero fundamento de la diferenciación
entre interior y exterior.

Ejemplos:
-En una psicoterapia, una persona a veces atribuye a su analista palabras o
pensamientos que son en realidad los suyos propios: “Pensará usted que..., pero no es
verdad”.

-La “transferencia psicoanalítica” es un componente de la vida social, no solamente de


la psicoterapia. Se proyecta, por ejemplo, en figuras de autoridad o poder - el profesor,
el director, el jefe-, la figura del padre. Y el amor u odio que éste nos generó o nos
genera, es proyectado en aquella figura, que, en otro caso, sería emocionalmente neutra.

-Una mujer que, sintiéndose atraída sexualmente por un hombre que, en algún sentido,
es tabú para ella -es pareja de su mejor amiga-, proyecta en él su deseo, puede llegar a
acusarlo de querer seducirla, con lo que descarga parcialmente su impulso a la vez que
se oculta a sí misma sus propios deseos prohibidos.

La identificación.

Se trata de un proceso metapsicológico mediante el cual el sujeto asimila un aspecto,


una propiedad, un atributo de otro y se transforma, parcial o totalmente, sobre el modelo
de éste. La personalidad se constituye y se diferencia mediante una serie de
identificaciones.

La palabra identificación forma parte tanto del lenguaje corriente como del lenguaje
filosófico y conviene precisar ante todo, desde un punto de vista semántico, los límites
de su utilización en el vocabulario del psicoanálisis.

El sustantivo identificación puede tomarse en un sentido transitivo, correspondiente al


verbo identificar, o en un sentido reflexivo, correspondiente al verbo identificarse. Esta
distinción se encuentra en los dos sentidos del término que diferencia Lalande:

1. Acción de identificar. Esto es, reconocer como idéntico; y sea numéricamente, como
por ejemplo, la identificación de un criminal, ya sea en su naturaleza, como cuando se
reconoce un objeto como perteneciente a una determinada clase o también cuando se

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reconoce una clase de hechos como asimilable a otra.

2. Acto en virtud del cual un individuo se vuelve idéntico a otro, o en virtud del cual dos
seres se vuelven idénticos – en pensamiento o de hecho -. Estas dos acepciones se
encuentran en Freud. Este describe como típico del trabajo del sueño el proceso que
traduce la relación de similitud, el “como si”, por la sustitución de una imagen por otro
identificación. Esto corresponde al sentido primero que nos indica Lalande, pero la
identificación no posee aquí un valor cognitivo; constituye un proceso activo que
reemplaza una identidad parcial o una similitud latente por una identidad total. El
término en el empleo analítico corresponde principalmente al sentido de identificarse.

En este sentido reúne en su empleo corriente toda una serie de conceptos psicológicos,
tales como imitación, empatía, simpatía, contagio mental, proyección etc. En este
campo, podemos distinguir, según el sentido en que se efectúa la identificación, una
identificación heteropática – Scheler- y centrípeta- Wallon-, en la cual es el sujeto
quien identifica en su propia persona a otra, y una identificación idiopática y centrífuga
en la que el sujeto identifica al otro con la propia persona. En los casos en que coexisten
ambos movimientos, nos hallaríamos en presencia de una forma de identificación más
compleja, invocada en ocasiones para explicar la formación del “nosotros”.

El concepto de identificación ha adquirido progresivamente en la obra de Freud el valor


central que más que un mecanismo psicológico entre otros, hace de él la operación en
virtud de la cual se constituye el sujeto humano. La identificación fue tempranamente
utilizada por Freud, sobre todo en relación con los síntomas histéricos. Los hechos
llamados de imitación, de contagio mental, se conocían ciertamente desde tiempo antes,
pero Freud va más lejos al explicarlos por la existencia de un elemento inconsciente
común a las personas entre las que se produce el fenómeno: “ La identificación no es
una simple imitación, sino una apropiación basada en la presunción de una etiología
común; expresa un “como sí”, y se refiere a un elemento común que existe en el
inconsciente. Este elemento común es un fantasma; la paciente agorafóbica se identifica
inconscientemente con “una mujer de la calle” y su síntoma constituye una defensa
contra esta identificación y contra el deseo sexual que ella supone.

Freud observa muy pronto que pueden coexistir varias identificaciones: “ el hecho de la
identificación autoriza quizá aun empleo literal de la expresión” pluralidad de las
personas psíquicas”.

Posteriormente, la noción de identificación se ha enriquecido con diversas aportaciones.


Podemos señalar, la incorporación oral establecido a partir de los textos de “Totem y
Tabu” y “ Duelo y Melancolía”. Freud muestra especialmente su función en la
melancolía, en la cual el sujeto se identifica según el modelo oral con el objeto perdido,
por regresión a la relación objetal típica de la fase oral.

En “Introducción al narcisismo”, Freud inicia la exposición de la dialéctica que enlaza


la elección objetal narcisista – el objeto se elige sobre el modelo de la propia persona-
con la identificación del sujeto, o alguna de sus instancias, se constituye según el
modelo de sus objetos anteriores: padres, personas que lo rodean.

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Por otra parte, los efectos del complejo de Edipo en la estructuración del sujeto se
describen en términos de identificación: las catexias sobre los padres son abandonadas y
sustituidas por identificaciones.

La elaboración de la segunda teoría del aparato psíquico viene a demostrar el


enriquecimiento y la importancia creciente del concepto de identificación: las instancias
de la persona ya no se describen en términos del sistema donde se inscriben imágenes,
recuerdos, contenidos psíquicos, sino como los restos de diversos tipos de las relaciones
de objeto. Este enriquecimiento del concepto de identificación no ha conducido ni en
Freud ni en la teoría psicoanalítica a una sistematización que ordene sus modalidades.
Es el propio Freud que se declara insatisfecho en sus formulaciones a este respecto; la
exposición más completa que intentó aportar se encuentra en el capítulo VII de
“Psicología de las masas y análisis del yo”. En dicho trabajo, distingue tres modos de
identificación:

A. Como forma originaria del lazo afectivo con el objeto. Se trata de una identificación
preedípica, marcada por la relación canibalística, que desde un principio es ambivalente.

B. Como sustitutivo regresivo de una relación objetal abandonada.

C. En ausencia de toda catexia sexual del otro, el sujete puede, no obstante, identificarse
a éste en la medida en que tienen un elemento en común – pensemos, por ejemplo, en el
deseo de ser amado-: por desplazamiento, la identificación se producirá sobre otro punto
– identificación histérica-.

Freud indica igualmente que, en ciertos casos, la identificación afecta no al conjunto del
objeto, sino a un “rasgo único”.

Por último se hace preciso señalar que el término identificación debe de diferenciarse de
las palabras afines como incorporación, introyección e interiorización. Incorporación e
introyección constituyen prototipos de identificación, de algunas de sus modalidades en
las que el proceso mental es vivido y simbolizado como una operación corporal –
ingerir, devorar, guardar dentro de sí…-.

La distinción entre identificación e interiorización es más compleja, ya que hace


intervenir opciones teóricas referentes a la naturaleza de aquello a lo cual el sujeto se
asimila. Desde el punto de vista conceptual, puede decirse que la identificación se
efectúa con objetos: persona –asimilación del yo a un yo ajeno, o rasgo de una persona,
objetos parciales, mientras que la interiorización es la de una relación intersubjetiva.

Identificación proyectiva.

Es un término introducido por Melanie Klein para designar un mecanismo que se


traduce por fantasías en las que el sujeto introduce su propia persona en su totalidad o
parte, en el interior del objeto para dañarlo, poseerlo y controlarlo.

El término ha sido utilizado por M.Klein en un sentido muy especial, distinto del que
sugiere a primera vista la asociación de las dos palabras, esto es, una atribución a otro

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de ciertos rasgos de sí mismo o de una semejanza global consigo mismo.

Klein describió en “ El psicoanálisis de los niños”, fantasías de ataque contra el interior


del cuerpo materno y de intrusión sádica dentro de éste. Pero sólo más tarde introdujo
este término para designar una forma particular de identificación que establece el
prototipo de una relación de objeto agresiva.

Este mecanismo, que guarda estrecha relación con la posición esquizoparanoide,


consiste en una proyección fantaseada al interior del cuerpo materno de partes
escindidas de la propia persona del sujeto, o incluso de éste en su totalidad – y no
solamente de objetos parciales malos-, con el fin de dañar o controlar a la madre desde
su interior. Esta fantasía es fuente de angustias tales como la de hallarse aprisionado y
perseguido dentro del interior del cuerpo materno; o también la identificación
proyectiva puede acarrear, a cambio, que la introyección sea sentida como una
penetración forzada desde el exterior al interior en castigo por una proyección violenta.

Otro peligro es que el yo se encuentre debilitado y empobrecido en la medida en que


puede perder, en la identificación proyectiva, partes buenas de sí mismo; de este modo
una instancia como el ideal del yo podría entonces convertirse en exterior al sujeto.

Klein y Joan Riviere afirman que las fantasías de identificación proyectiva actúan en
diversos estados patológicos, como la despersonalización y la claustrofobia.

La identificación proyectiva aparece, pues, como una modalidad de la proyección. Si


Melanie Klein habla aquí de identificación, lo hace en cuanto es proyectada la propia
persona. La utilización Kleiniana del término concuerda con el sentido estricto que
tiende a reservarse en psicoanálisis al término proyección : expulsión al exterior de lo
que el sujeto rechaza en sí, proyección de lo malo.

Mecanismos de defensa.

Son diferentes tipos de operaciones en las cuales puede identificarse la defensa. Los
mecanismos preponderantes varían según el tipo de afección que se considere, según la
etapa genética, según el grado de elaboración del conflicto defensivo. Existe acuerdo en
afirmar que los mecanismos de defensa son utilizados por el yo, pero permanece sin
resolver el problema teórico de saber si su puesta en marcha presupone siempre la
existencia de un yo organizado que sea el soporte de los mismos.

El término mecanismo fue utilizado desde un principio por Freud para indicar el hecho
de que los fenómenos psíquicos muestran una disposición susceptible de observación y
de análisis científico; sus primeros trabajos se refieren a la “Comunicación preliminar:
el mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos” , donde también intervino Breuer.

En la misma época en que establece el concepto de defensa y lo sitúa en el origen de los


fenómenos histéricos – histeria de defensa-, Freud intenta especificar otras afecciones
psiconeuróticas por el modo particular en que actúa en ellas la defensa: “Diferentes
afecciones neuróticas provienen de los distintos procedimientos que utiliza el yo para
liberarse de su incompatibilidad con una representación”.

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En las “Nuevas observaciones sobre las psiconeurosis de defensa, distingue los


mecanismos de la conversión histérica, de la sustitución obsesiva, de la proyección
paranoica.

El término mecanismo sigue apareciendo esporádicamente en los escritos freudianos. El


de “mecanismo de defensa” figura en los escritos metapsicológicos de 1015, en dos
acepciones algo distintas: ya sea para designar el conjunto del proceso defensivo
característico de una determinada neurosis, ya sea para indicar la utilización defensiva
del tal o cual destino pulsional: represión, vuelta hacia la propia persona,
transformación de lo contrario.

En “Inhibición, síntoma y angustia”, Freud justifica su “restauración del antiguo


concepto de defensa” invocando la necesidad de poseer un concepto global que incluya,
además de la represión, otros métodos de defensa, subrayando la posibilidad de
establecer una íntima conexión entre formas particulares de defensa y determinadas
afecciones, emitiendo por último la hipótesis de que el aparato psíquico, antes de que
exista una neta separación entre el yo y el ello, antes de la formación de un superyó,
utiliza métodos de defensa distintos de los que emplea una vez alcanzados estos estadios
de organización.

A partir de 1926, el estudio de los mecanismos de defensa se convirtió en un estudio


importante de la investigación psicoanalítica, sobre todo con la obra que Anna Freud
consagró a los mismos. Basándose en ejemplos concretos, esta autora se dedica a
describir la variedad, complejidad y extensión de los mecanismos de defensa,
mostrando en especial cómo el fin defensivo puede utilizar las más variadas actividades
– fantasía, actividad intelectual-, y como la defensa puede afectar no sólo a las
exigencias pulsionales, sino también a todo aquello que puede suscitar un desarrollo de
angustia: emociones, situaciones, exigencias del superyó, etc. Se puede observar que
Anna Freud no pretende efectuar una exposición exhaustiva ni sistemática,
especialmente en la enumeración que hace de los mecanismos de defensa: represión,
regresión, formación reactiva, aislamiento, anulación, anulación retroactiva, proyección,
introyección, vuelta hacia la propia persona, transformación en lo contrario,
sublimación.

Melanie Klein, por su cuenta, describe lo que ella considera como defensas muy
primarias: escisión del objeto, identificación proyectiva, negación de la realidad
psíquica, control omnipotente del objeto.

Algunos autores reconocen al hablar de los mecanismos de defensa, la existencia de


diferencias: junto a técnicas como el aislamiento y la anulación retroactiva,
encontramos verdaderos procesos instintivos como la regresión, la transformación en lo
contrario, la vuelta hacia la propia persona. Es preciso entonces mostrar como un mismo
proceso puede funcionar a varios niveles; así, por ejemplo, la introyección, que es ante
todo un modo de relación de la pulsión con su objeto y que tiene su prototipo corporal
en la incorporación, puede ser utilizada secundariamente como defensa por el yo – nos
referimos a la defensa maníaca-.

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Debemos de señalar otra distinción teórica fundamental: la que especifica la represión
de todos los demás mecanismos defensivos, especificidad que siempre mantuvo Freud,
incluso después de haber señalado que la represión era un caso particular de defensa; no
tanto por el hecho de que, como indica Anna Freud, se caracterizaría esencialmente por
una contracatexia permanente y sería a la vez el más eficaz y el más peligroso de los
mecanismos de defensa, como por ser constitutiva del inconsciente como tal.

Por fin, se precisa señalar que al centrar la teoría sobre el concepto de defensa del yo, se
tiende a contraponer a ésta la reivindicación pulsional pura, la cual, por principio, sería
totalmente ajena a toda dialéctica; si las exigencias del yo o las de las fuerzas exteriores
representadas por el yo no ejercieran una presión, la pulsión no tendría más que un
único destino, el de la satisfacción.

Después de esta introducción a los mecanismos de defensa, señalaremos algunos de los


cuales nos parecen fundamentales en los procesos mentales de todo sujeto, con
determinación de las afecciones particulares.

Aislamiento.

Aislar un pensamiento o un comportamiento -amenazantes en algún sentido para el


sujeto- de tal forma que se rompan sus conexiones con otros pensamientos o con el
resto de la existencia del sujeto. Procedimientos de aislamiento son las pausas en el
curso del pensamiento, fórmulas, rituales y, en general, todas las medidas que permiten
establecer una separación en la sucesión temporal de pensamientos o de actos.

El origen del aislamiento, como mecanismo de defensa, estaría, según Freud, en la


prohibición de tocar, del contacto físico, referida tanto a la pulsión sexual como
agresiva -que se simboliza en “las ideas no deben tocarse entre sí”-.

Es un mecanismo de defensa típico del trastorno obsesivo-compulsivo, que guarda


semejanza, sin embargo, con el estado normal de concentración, en el que la persona se
aísla de todo lo que no tenga que ver con lo que es su objeto de interés.

Aislamiento afectivo .

Aislar un pensamiento o un comportamiento -amenazantes en algún sentido para el


sujeto- del sentimiento originalmente asociado. La persona pierde contacto con los
sentimientos asociados a una vivencia -por ejemplo, un acontecimiento traumático-, a la
vez que permanece consciente de los elementos cognitivos de la misma -por ejemplo,
detalles descriptivos-.

Un hecho penoso puede ser considerado desde un punto de vista puramente intelectual,
sin dar cabida a la emoción, lo que puede causar sorpresa, e incluso admiración, por la
entereza de la persona. Ocurre que “la energía no se crea ni se destruye, sólo se
transforma”, y es verdad, tanto que el afecto, que implica una energía pulsional, tiene
que tener algún destino, como que los mecanismos de defensa suponen un gasto de
energía no disponible para las actividades cotidianas.
Es frecuente en el trastorno obsesivo-compulsivo.

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Ejemplos:
-En una psicoterapia psicoanalítica se dan casos de sujetos que separan radicalmente su
análisis de su vida, una determinada sucesión de ideas del conjunto de la sesión, cierta
representación de su contexto ideo-afectivo.

-Un aislamiento típico se da entre el deseo sexual y el afecto, lo que hace que una
persona sólo pueda desear sexualmente a quien no ama - la madre y la prostituta-.

Renuncia altruista.
Anna Freud.

Consiste en que un sujeto, que es incapaz de conseguir una satisfacción directa de sus
deseos instintivos, logra gratificación a través de un sustituto, por trasposición. Esta
formulación ha sido aceptada de manera general y el altruismo ha sido considerado por
la mayoría de los analistas como una formación de compromiso cargada de conflicto.

Anna Freud ilustra su planteamiento sobre la renuncia altruista con el ejemplo clínico
de una mujer, cuyas defensas la compelían a eliminar de su conciencia cualquier deseo
o interés propio. En vez de intentar satisfacer sus propios impulsos instintivos
directamente, la paciente dedicaba su energía a animar y favorecer el éxito de las
personas a las que quería. Podía sentir mucha satisfacción por logros que, habiendo
deseado para sí misma, alcanzaban otros. En otras palabras, encontraba sustitutos en los
que depositar sus propios impulsos y fantasías, y cuando éstos se satisfacían, podía
disfrutar por identificación. Este compromiso era el resultado de su necesidad de
someterse a las prohibiciones de un superyó excesivamente severo que excluía la
gratificación instintiva directa.

Anulación retroactiva.

Eliminación o reparación simbólica, de tipo mágico -como si el tiempo fuera reversible-


, de pensamientos, ideas, emociones, gestos, o actos pasados inaceptables, que producen
angustia o ansiedad, por medio de pensamientos o actos compulsivos, opuestos o
iguales, de significación, consciente o inconsciente, opuesta. Esta especie de “magia
negativa” es característica del trastorno obsesivo-compulsivo, pero se presenta, de una
forma adaptativa, no con ese carácter compulsivo, desde la infancia.

La mayoría de las veces se observa, en los dos tiempos de la anulación, la ambivalencia


pulsional, especialmente amor/odio, o expulsión/retención, expresando el segundo
tiempo la pulsión prevalente. El acto de anulación es posible que resulte contaminado
por un cambio en el contexto en que se produjo el primer tiempo.

Ejemplos:
- Un paciente de Freud -“A propósito de un caso de neurosis obsesiva”, el “Hombre de
las Ratas”, 1909-, un día en el que partió su dama, “tropezó contra una piedra de la
calle, y se vio obligado a removerla porque le vino la idea de que dentro de unas horas
el carruaje de ella pasaría por la misma calle y podría dañarse con esa piedra, pero
algunos minutos después se le ocurrió que eso era absurdo, y se vio obligado a regresar
y volver a poner la piedra otra vez en su lugar en medio de la calle”. Predomina la

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pulsión agresiva, disimulada bajo la forma de un simple restablecimiento del estado
anterior, lo cual le exime de responsabilidad.

- Un individuo se reprocha haber malgastado el dinero comprando un objeto, vuelve a la


tienda y sin la cartera, y al no atreverse a pedir la devolución del dinero, pide otro
objeto. Cuando lo tiene en las manos, le dice al vendedor que se ha dejado la cartera en
casa, y se lo devuelve. Antes de irse de la tienda, nuestro protagonista deja
distraídamente el objeto en la tienda, mientras el vendedor ha empezado a atender a otro
cliente. Predomina la retención, la avaricia.

- La compulsión del lavado repetitivo de manos, en el trastorno obsesivo-compulsivo,


puede tener la significación inconsciente de “lavar” la culpa de sentir ira hacia alguien.

- En “Sobre la sexualidad femenina” Freud, 1931, advierte que, en el juego infantil, el


sujeto repite las experiencias que ha sufrido pasivamente, pero de una forma activa:
“También el juego infantil es puesto al servicio de este propósito de complementar una
vivencia pasiva mediante una acción y cancelarla de ese modo, por así decir. Si el
doctor hace abrir la boca al niño renuente para examinar su garganta, luego que él se
aleje, el niño jugará al doctor y repetirá el violento procedimiento en un hermanito tan
desvalido frente a él como él lo estuvo frente al doctor”.

-Un ejemplo de psicología social, de influencia social, impregnado de sadomasoquismo,


es el de la relación entre veteranos y novatos en el ejército, donde este mecanismo se
expresaría en adoptar un papel activo –sádico-, con los novatos, al llegar a veterano, que
anula o repara –compensa- la humillación sufrida cuando se fue novato.

Formación reactiva.

Actitud o hábito psicológico consciente de sentido opuesto a un deseo reprimido y que


se ha constituido como reacción contra éste - pudor que se opone a tendencias
exhibicionistas, actitud de extrema limpieza que oculta por completo la tendencia del
erotismo anal-. Las formaciones reactivas pueden ser muy localizadas y manifestarse
por un comportamiento particular o generalizadas hasta constituir rasgos de carácter
más o menos integrados en el conjunto de la personalidad -como en el trastorno
obsesivo-compulsivo y el carácter obsesivo-.

Freud encontró en la neurosis obsesiva rasgos de personalidad -escrupulosidad,


pulcritud, pudor, desconfianza de sí mismo- que se hallan en contradicción, en
oposición con la realización del deseo, con la actividad sexual infantil a la que en un
principio se había entregado el sujeto durante un primer período llamado de
“inmoralidad infantil”. Se trata de una defensa exitosa, en la medida en que los
elementos que intervienen en el conflicto, tanto la representación sexual como el
reproche que ésta suscita, han sido globalmente excluidos de la conciencia en favor de
virtudes morales llevadas al extremo.

Las formaciones reactivas se construyen durante el período de latencia y desempeñan


un importante papel, tanto en la génesis del superyó, como en general, junto a la
sublimación, en la edificación de la características y de las virtudes humanas.

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Constituyen, por tanto, una contracatexia permanente, no es un mecanismo de defensa
que se utilice sólo cuando amenaza un peligro pulsional. Se cambia la estructura de la
personalidad, como si el peligro fuera permanente y hubiera que estar preparado por si
apareciera la amenaza.

Desde el punto de vista clínico, las formaciones reactivas pueden adquirir valor de
síntoma por lo que representan de rígido, forzado, compulsivo, por sus fracasos
accidentales, y por el hecho de que, a veces, conducen directamente a un resultado
opuesto al que conscientemente se busca:

-En una determinada formación reactiva, la pulsión contra la cual se defiende el sujeto
puede irrumpir bruscamente en determinados momentos, o en ciertos sectores de la
actividad del sujeto, y estos flagrantes fracasos, que contrastan con la rigidez habitual
del sujeto, permiten atribuir al correspondiente rasgo de personalidad un valor
sintomático.

-En el ejercicio de la virtud que ostenta, el sujeto, impulsando sus actos hasta sus
últimas consecuencias, satisface también la pulsión antagonista, que termina infiltrando
todo el sistema defensivo.

Ejemplos:
-La mujer histérica que trata a sus hijos -que en el fondo odia- con excesiva ternura, no
por ello se vuelve, en conjunto, más amante que otras mujeres, ni tampoco más cariñosa
hacia los demás niños.

-Una niña que experimenta celos hacia su hermanito recién nacido y sin embargo le
muestra una actitud muy afectiva, detrás de la que se esconde su hostilidad.

-Un individuo muestra, en general, compasión por los seres vivos, mientras que su
agresividad inconsciente se dirige a algunas personas determinadas, típico del trastorno
obsesivo-compulsivo, en que desaparece la singularidad de las representaciones y de las
fantasías implicadas en el conflicto.

-El ama de casa obsesionada por la limpieza, ¿no centra su existencia en torno al polvo
y a la suciedad?, o el jurista que lleva al extremo, y de forma escrupulosa, su ansia de
equidad, ¿no puede mostrarse, por esto mismo, sistemáticamente indiferente a los
problemas reales que le plantea la defensa de quienes recurren a él, satisfaciendo así,
bajo la máscara de la virtud, sus tendencias sádicas?.

Idealización.

Proceso psíquico en virtud del cual se llevan a la perfección las cualidades y el valor del
objeto, que así resulta engrandecido y exaltado, y que no permite una valoración
correcta ni de uno mismo, ni de los otros. Interviene, de un modo especial, en la vida
amorosa -sobreestimación sexual-. La identificación con el objeto idealizado, en
especial los padres, contribuye a la formación y enriquecimiento de las instancias
ideales de la persona -yo ideal, ideal del yo -. La idealización implicaría el propósito de
reconquistar el estado primitivo de omnipotencia narcisista infantil: por ejemplo, en la

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idealización del enamoramiento, el objeto amado “es tratado como el yo propio y, por
consiguiente, en la pasión amorosa se derrama sobre el objeto una cantidad importante
de libido narcisista”.

Según Melanie Klein, el mecanismo de idealización estaría inevitablemente unido al de


disociación, y se vincula con una negación mágica omnipotente: las características
indeseables del objeto son negadas, mientras simultáneamente es recubierto de bondad,
amor, belleza, invulnerabilidad, poderes mágicos, poder omnipotente de protección, etc.
La idealización de la infancia se mantiene, en cierta medida, a lo largo de la vida adulta
- enamoramiento, ideales de vida, etc-.

Identificación con el agresor.


Anna Freud.

Adopción de una actitud agresiva, o activa, frente a un peligro exterior, anticipado o


presente, agresión o crítica, especialmente procedente de una autoridad, introyectando la
agresión o la crítica, real o supuesta, un rasgo o comportamiento –imitándolo-, o ciertos
símbolos de poder asociados al agresor, y proyectando la
propia culpa, por falta de autocrítica. El agredido se convierte en agresor: “Yo te agredo
porque tu me agredes y eres tú el que tiene la culpa”.

Según Anna Freud, este mecanismo representa una fase preliminar en el desarrollo del
superyó , en la que la internalización de las críticas externas aún no se ha transformado
en autocrítica. Un yo así es intolerante con el mundo externo antes que severo consigo
mismo. A más percepción, inconsciente, de la propia culpa, más indignación contra los
culpables del mundo externo. La tolerancia está en relación con un desarrollo adecuado,
tampoco excesivo, del superyó, que en muchos individuos es posible que no se
produzca.

Es una combinación de Introyección y Proyección y es normal hasta un cierto grado y


frecuencia, en especial para enfrentar la angustia asociada a figuras de autoridad, más
allá de lo cual interferirá mórbidamente en la vida interpersonal de la persona,
distorsionando sus relaciones con los demás, o resulta una fase preliminar en el
desarrollo de un estado paranoico.

Según René Spitz, en “El no y el sí” -No and Yes, 1957-, la vuelta de la agresión contra
el agresor es el mecanismo preponderante en la adquisición del “no”, verbal y mediante
gestos, que sitúa alrededor del 15° mes.

Según Lagache, este mecanismo se presenta en relaciones duales cuyo fondo es de


naturaleza sadomasoquista.

Ejemplos:
-Un niño, que atravesaba el punto culminante de su Complejo de Edipo, empezó a tener
explosiones de despecho, resentimiento, hacia la madre. Le hacía violentos reproches,
entre ellos constantemente se quejaba de su curiosidad, de una actitud voyeurista de la
madre –inexistente-. En las fantasías del niño, su madre había descubierto sus
pretensiones libidinales y las rechazó indignada. El niño adopta la actitud materna

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resentida, inexistente, y le atribuye su propia curiosidad.

- Una joven reprochaba a su analista su actitud misteriosa, de excesiva reserva, justo


coincidiendo con fases en que se reservaba conscientemente algún material íntimo y lo
mantenía en secreto -“pecando” contra la regla fundamental analítica de asociación libre
sin censuras-, habiendo introyectado un reproche imaginario del analista ante su falta.

-Una madre que piensa, inconscientemente, que tiene la culpa de la deficiente


evolución de su hija adolescente -abandonando los estudios, empezando a fumar, no
respetando a su madre-, reacciona con susceptibilidad e irascibilidad ante sus
comportamientos apáticos y poco atentos, que introyecta como rencor supuesto de su
hija hacia ella, atribuyendo la culpa de su tensión interna a la “conducta incorrecta de su
hija”, entorno a cuya “corrección” giran las constantes broncas-Un marido con impulsos
no asumidos de infidelidad hace violentas recriminaciones a su mujer por su falta de
lealtad: introyecta los reproches imaginados de la esposa, y proyecta la propia culpa en
ella, acusándola de infiel -celos proyectados-.

Intelectualización.
Anna Freud.

Expresión discursiva abstracta -impersonal, analítica, fría- de los conflictos y


emociones, acompañada de la duda -quizá, es posible, puede ser-, que evita y controla el
afecto al asociar las pulsiones a ideas que se pueden manejar conscientemente, típica de
la adolescencia. En psicoterapia, es una forma de resistencia que a veces no es fácil
distinguir de la asimilación de descubrimientos e interpretaciones, propios del trabajo
elaborativo. Puede presentarse como rasgo en trastornos de personalidad como el
esquizoide o el obsesivo, entre otros. El cuerpo no intelectualiza..., por lo que las
personas con esta tendencia defensiva es posible que presenten diversos síntomas
psicosomáticos.

Ejemplos:
-Un paciente sólo presenta sus problemas en términos racionales y generales ; ante una
elección amorosa, disertará sobre las ventajas relativas del matrimonio y del amor libre.

-Un tipo más sutil de intelectualización debe relacionarse con lo que K. Abraham
describió en 1919 en “Una forma particular de resistencia neurótica al método
psicoanalítico”: algunos pacientes parecen efectuar un “buen trabajo” analítico y aplicar
la regla, comunicando recuerdos, sueños, incluso experiencias afectivas; pero todo
sucede como si hablasen según un programa e intentasen comportarse como modelo de
un analizado, dando ellos mismos sus interpretaciones y evitando así toda irrupción del
inconsciente o toda intervención del analista.

-Un hombre, al enamorarse de una mujer, trata de entender el porqué de sus


sentimientos así como analizar las cualidades de ella que le han provocado dicho
enamoramiento, con lo que logra poner distancia entre él y sus deseos.

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Introyección.
Sandor Ferenczi.

Interiorización, por el sujeto, de objetos, parciales o totales, y rasgos inherentes a estos


objetos; si la referencia es sólo el límite corporal, se habla de incorporación. Freud
considera el origen de la oposición sujeto yo – objeto, mundo exterior, como correlativa
a la oposición placer-displacer: el “yo-placer purificado (originario)” se forma por una
introyección de todo lo que es fuente de placer y por una proyección de todo lo que es
motivo de displacer; en lenguaje oral sería comer/vomitar. Se relaciona estrechamente
con la identificación.

Interviene en la manía, o defensa maníaca; la ausencia de un término popular para


nombrarla se corresponde con la dificultad para distinguirla de un estado de alegría que
no sea reactivo a una intensa angustia o depresión. Se considera un mecanismo de
defensa primitivo, inmaduro.

Negación.

Reconocimiento verbal negativo de deseos, pensamientos o sentimientos; se expresan,


pero se niegan como propios hasta entonces reprimidos. Oposición a una interpretación
correcta del analista o negativa a reconocer algunos aspectos dolorosos de la realidad
externa o interna, o su importancia, que son evidentes para los demás. La negación
psicótica es un caso extremo, en el que hay un gran deterioro de la capacidad para
captar la realidad.

Durante una psicoterapia, la toma de conciencia de lo reprimido se manifiesta a menudo


por la negación. “No hay mejor prueba de que se ha logrado descubrir el inconsciente,
que el hecho de ver cómo el analizado reacciona con estas palabras: “Yo no he pensado
esto”, o bien “Jamás he pensado en esto” –Freud-.

En “La negación”, 1925, Freud dio una explicación muy precisa de este fenómeno:
1) La negación constituye un medio de adquirir conocimiento de lo reprimido.
2) La representación llega a la conciencia, hay una especie de aceptación intelectual de
lo reprimido, mientras que persiste lo fundamental de la represión.
3) Mediante el símbolo de la negación, el pensamiento se libera de las limitaciones de la
represión.

Ejemplos:
-Un paciente de Freud -“A propósito de un caso de neurosis obsesiva”, el “Hombre de
las Ratas”, 1909- , a los 12 años, había pensado que conseguiría el amor de una niña a
condición de que a él le ocurriera una desgracia: “Se le impuso la idea de que esta
desgracia podría ser la muerte de su padre. Rechazó inmediatamente tal idea con toda
energía. Todavía hoy se defiende contra la posibilidad de haber experimentado
semejante “deseo”. Según él, había sido una simple “asociación de ideas”. Yo le objeto:
si no fue un deseo, ¿por qué se rebela contra él? Simplemente por el contenido de esta
representación, de que mi padre pudiera morir”. La prosecución del análisis vino a
demostrar que existía ciertamente un deseo hostil hacia su padre. Al primer “no” de
rechazo se sumó pronto una confirmación, al principio indirecta.

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-Una madre se niega a admitir que su hijo murió en combate y sigue actuando como si
estuviera vivo.

Racionalización
Ernest Jones.

Justificación o explicación errónea, coherente, desde el punto de vista lógico, o


aceptable, desde el punto de vista ético, de pensamientos, actitudes, ideas, sentimientos,
síntomas, o conductas, cuyos motivos verdaderos resultan inaceptables - provocarían
ansiedad, sentimientos de inferioridad o culpa- y no se perciben. Especialmente se
habla de la racionalización de una formación reactiva, un síntoma, una compulsión
defensiva, o de una resistencia en el análisis.

La racionalización encuentra firmes apoyos en ideologías constituidas, moral común,


concepciones filosóficas, doctrinas religiosas, convicciones políticas, etc., viniendo el
superyó a reforzar aquí las defensas del yo. Es equiparable a la elaboración secundaria,
que somete las imágenes del sueño a un guión coherente.

Es un término que introdujo Ernest Jones en el lenguaje psicoanalítico en “La


racionalización en la vida cotidiana”, 1908. El espectro psicopatológico que abarca es
muy extenso, pues va desde el pensamiento del sujeto normal hasta los verdaderos
delirios.

En algunos casos es fácil, para una psicoterapeuta, hacerle ver a un cliente que una
justificación o explicación es una racionalización, con lo que se le incita a no seguir con
ella. En otros casos, los motivos racionales son particularmente sólidos -los analistas
conocen las resistencias que pueden ocultarse, por ejemplo, bajo “el recurso a la
realidad”-, pero incluso entonces puede resultar útil ponerlos “entre paréntesis” para
descubrir las satisfacciones o las defensas inconscientes que se sobreañaden.

Ejemplos:
-Un estudiante no reconoce que prefiere ir al cine en vez de estudiar para un examen
que tiene al día siguiente, para el que no está preparado. En vez de afrontar el examen, o
reconocerse débil, justifica su acción en la necesidad de relajarse el día antes del
examen. Al día siguiente, efectivamente, está relajadísimo, y, como ese estado favorece
la creatividad, desarrolla una “versión libre” de las preguntas del examen. A los pocos
días salen las notas, y, al ver el suspenso, lo atribuye a que el profesor le tiene “manía”.

-Un hombre, al que le causa conflicto su condición homosexual, puede racionalizar sus
tendencias con ideas como la aceptación natural de la homosexualidad en la Antigua
Grecia, la superioridad intelectual de personalidades históricas que fueron
homosexuales, o la superioridad estética del hombre.

-Un neurótico obsesivo compulsivo puede racionalizar sus “rituales” de higienización


previa a las comidas, explayándose sobre las normas médicas de higiene.

-Una persona justifica como “diversión” su humor cáustico en una relación

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interpersonal, sin ser consciente de que está teniendo una actitud agresiva hacia el otro.

-Un hombre es rechazado por una mujer, y entonces se dice a sí mismo que después de
todo no era tan interesante.

-Un veterano de guerra justifica un comportamiento sádico, en tiempo de guerra, por las
necesidades de la lucha o el amor a la patria.

Regresión.

Retorno a un estado mental anterior, más primitivo o “infantil”, especialmente una etapa
anterior del desarrollo psicosexual respecto al que se había experimentado una fijación,
como medio para afrontar una situación de amenaza. Puede referirse también a un
retroceso respecto a relaciones de objeto -por ejemplo, hacia relaciones edípicas-,
pensamiento -del proceso secundario al proceso primario-, evolución del yo -
sentimientos de omnipotencia, relacionados con el yo ideal; , identificaciones -por
ejemplo, tomar presencia, de nuevo, la identificación con los padres- o estructuración
del comportamiento -por ejemplo, una persona que había sido hiperactiva de niño,
vuelve a serlo-.

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Cuestiones.

1.Define los sentidos de la proyección para Freud.


2.Diferencia entre identificación, interiorización e introyección.
Diferencia identificación e interiorización.
3.Define la identificación proyectiva de M.Klein.

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