Tumanca
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Tumanca
I
1
Mi nombre es Cuña, tengo 15 años y vivo en una ciudad llamada
Hipólito Irigoyen, al Norte de Argentina, en la provincia de Salta,
entre Orán y el Ingenio, como entre el infierno y el diablo, porque
en Orán hace muchísimo calor y en el Ingenio vive el diablo. 2 Los
que pasan por Orán, no recuerdan la vegetación, ni los grandes
ríos, ni lo bueno de los oranenses, lo único que recuerdan es el
gran calor que sufrieron, por eso dicen que es un infierno. 3 En el
Ingenio vive el diablo, viene comiendo a los hermanos desde hace
muchísimo tiempo, le dicen “el familiar”. 4 Un abuelo mío lo vio,
mejor dicho lo escuchó. 5 No sé por qué lleva ese nombre, tal vez
porque está dentro de la casa del patrón. 6 El familiar tiene que
comer un hombre todos los años, Don Robustiano Patrón Costas y
sus descendientes le daban algún hermano nuestro para que se
alimente. 7 Mi abuelo olía muy mal en la juventud, y era muy
coquero; esto hasta ya viejo. 8 Un día el patrón lo mandó a buscar
herramientas al sótano cuando entró se le cerró la puerta como por
un viento, así contaba, y dijo que haciendo pecho aunque no sabía
creer en esas cosas, bajó mas las escaleras y sintió una voz que le
decía “a vos no te quiero, vos sos hediondo” y quedó duro del
miedo y sintió otra vez la voz, nos contaba, “andate, vos sos
hediondo” y cuando se dio vuelta la puerta ya estaba abierta.
Alguno dicen que tiene forma de perro grande, pero no se de donde
sale eso porque nadie me sabe responder si alguien lo vio y se
salvó.
II
Mi nombre es Cañanima, madre de Cuña, soy mujer guaraní, o
como dicen también chiriguana, chaguanca, chireta (confusión con
los chorotes), cuña (mujer), tipoi (toga que usan las mujeres), zimba
(pañuelo de la cabeza) o tembeta (piedra que usan los hombres en
el mentón). Mi pueblo es el guaraní, el avá guaraní, nación de
guerreros que la civilización engañó. A mi abuela no le gustaba que
nos digan chiriguanos, porque eso quiere decir “caca fría”, y todos
los nombres a los que se refieren a nosotros son despectivos: “ahí
va el chiretito”, el “chaguanco ese”, el tembeta y hacen se señalan
la pera. Antes era un orgullo lucir la tembeta. Nuestro apellido no es
nuestro apellido, todos tenemos apellidos como Primero, Segundo,
Tercero, según el número de la fila en donde se iban anotando para
trabajar en las tierras que les fueron quitadas para ganar un “vale”
por mes, un “vale” para sacar mercaderías de la proveeduría del
Ingenio que nos quitó las tierras de las que sacábamos los frutos y
remedios.
III
Alguien puede saber qué se siente en la sangre por ser distinto y en
la piel oscura, tan oscura, que quema por querer ser blanca, por ser
otra. A quien se le puede ocurrir ser parido maldito y sin nombre,
dos requisitos de infame. Mi abuela no habla puta palabra de
castellano, con tipoi verde mosca da vergüenza acompañarla, me
dicen que voy a una fiesta con una vieja. Mi abuelo murió
alcoholizado en mi cama diciendo cosas en guaraní por la fiebre. Mi
raza es una raza maldita, mi abuelo le faltaban todos los dientes de
adelante, se los sacaron con una tenaza grande allá en el Pueblo
Nuevo, en el Ingenio azucarero San Martín por haber chupado una
caña de la plantación, después perdió un brazo con la chumbita, y
ahí tuvieron que hacerse cargo mis tíos de el, porque si él no valía
por ser chaguanco, qué iba a valer su brazo, y ahora quieren volver
a sus tierras, ahí donde se desparramó la sangre de toda la jeta
frente a sus “hermanos” que no hacían nada, porque esos son los
hermanos, eran dos los que lo agarraban y el capataz del Ingenio
que tenía la tenaza, el mismo que había llamado a todo el lote para
que asista al escarmiento público. Y ¿qué recibió el capataz?, unas
50 hectáreas donde después vivió tranquilo, con su valijita de cuero
negro donde llevaba la tenaza, seguramente otro regalo de la
misma mano de Don Robustiano Patrón Costas, que fue premiado
por los carais para ser presidente de los argentinos. Y quieren que
yo me considere chiriguano, un descendiente orgulloso del origen,
porque puta no se acordaron antes, porque nos mantienen en este
barrio que se inunda de mierda todos los años. Se van a la mierda
todos los chiriguanos juntos. El día que murió mi abuelo me dieron
la cama toda sudada, el olor a transpiración duró meses, un olor
fuerte a coca y a transpiración que me hacía recordar a su
transpiración de alcohol.