Mayas, Incas, Aztecas
Mayas, Incas, Aztecas
Mayas, Incas, Aztecas
Organización política
En cuanto a la organización política, los mayas formaron ciudades-
estado con cierta independencia, gobiernos propios y líderes
políticos con cargos divinos y hereditarios. El líder Halach uinic de
cada ciudad-estado también era el principal líder guerrero de su
comunidad.
Aunque se organizaban políticamente en estados con formas de
gobierno independientes, todos formaban en conjunto la civilización
maya, con las mismas costumbres y religión.
Ruinas de Chichen Itzá, una de las ciudades-estado más importante
de la cultura maya.
Organización social
En cuanto a la organización social de la cultura maya, esta se
encontraba dividida en una jerarquía con 3 clases sociales:
Incas
Religión Politeístas
Economía Agricultura
Los incas fueron una civilización que floreció desde el siglo XIII d.C,
por aproximadamente 3 siglos, hasta la llegada de Francisco
Pizarro liderando los colonizadores españoles en 1532 d.C.
Tuvo su principal asentamiento en Cusco, extendiéndose por un
gran territorio en Sudamérica. Llegó a tener 10 millones de
habitantes y su propio idioma: el quechua.
A lo largo de su historia desarrollaron una de las grandes
civilizaciones a nivel mundial con características propias en cuanto
a organización social, política, idioma, religión, arte, arquitectura y
economía.
Organización social
En la cultura inca, la sociedad tenía su propia jerarquía y clases
sociales, veámoslo a continuación:
Pirámide social de la cultura inca
Nombre Función
Organización social
La cultura Azteca se organizaba en comunidades llamadas
Calpullis, estas se estructuraban socialmente de la siguiente
manera:
Para ellos, cada persona tenía un corazón sagrado formado por una serie
de componentes anímicos que transitaban por los espacios del cosmos,
dice la especialista en cultura maya y antropología esquelética.
El descenso al inframundo
La vida cíclica de los mayas existe en un espacio cósmico sostenido por las
ramas, tronco y raíces de una monumental ceiba o árbol sagrado,
considerado por esta cultura el eje del mundo, explica Tiesler.
"El cielo es concebido como una pirámide de 13 niveles, la tierra como una
plancha cuadrangular y el inframundo como una pirámide invertida de
nueve cuerpos", describe Roberto Romero Sandoval, investigador del
Centro de Estudios Mayas, del Instituto de Investigaciones Filológicas de
la UNAM.
"El cielo está destinado para los que morían en la guerra y en el sacrificio
y, posiblemente, a las mujeres que morían en el parto. Otro espacio era
una especie de paraíso terrenal, un lugar donde había abundancia de
comida y bebida, y en el centro estaba una ceiba", explica.
Los mayas creían que el día de su muerte estaba determinado por los
dioses del Xibalbá ( inframundo ). El Popol Vuh explica que incluso eran
estas divinidades quienes enviaban las enfermedades que matan a los
hombres, dice el investigador de la UNAM, Roberto Romero Sandoval.
Sandoval y la doctora Ana Cecilia Rodríguez Romo, experta en historia de
la medicina, identificaron algunas condiciones médicas con las
descripciones de las enfermedades que provocaban los dioses: “Ahalpuh y
Ahalganá hinchaban a los hombres —seguramente era cuando enviaban la
enfermedad de hidropesía—; les hacían brotar pus de las piernas —
várices—, o les teñían de amarillo las caras —hepatitis—.
El entierro
Las pompas fúnebres de los jerarcas eran públicas y duraban dos o tres
días. "A sus cuerpos solían sepultarlos amortajados y cubrirlos con
pigmento rojo antes de ponerlos en sus tumbas. Ahí se les agregaba una
abundante cantidad de objetos suntuarios, incluyendo cuerpos de
personas sacrificadas".
El sacrificio humano era concebido como la máxima expresión religiosa,
que permitía la intervención de los dioses y garantizar el bienestar
colectivo, mientras que las ofrendas le facilitaban su tránsito al más allá y
ostentaban el poder del jerarca", comenta Vera Tiesler.
Para los mayas, los huesos simbolizan firmeza, fuerza y origen, dice
Romero Sandoval, por ello, los antiguos mayas realizaron diversos
rituales en torno a la muerte". Uno de estos rituales, que todavía se
realizar en algunas poblaciones, como Pomuch, en Campeche, es exhumar
el cadáver, limpiar los huesos de sus antepasados y colocarles polvo de
cinabrio. El cinabrio es un mineral hallado en la tierra que los mayas
utilizan como colorante rojo. Este color representa el renacimiento, ya que
se le relaciona con el Este, el lugar por donde nace el sol. Este ritual
representa "la vida en el más allá, o sea, la inmortalidad”, señala el
experto.
La muerte para los incas era sencillamente el pasaje de esta a la otra vida.
Por eso nadie se atormentaba frente a ella, porque estaban seguros de que
sus descendientes y su ayllu cuidarían de su cadáver momificado, o
simplemente disecado, llevándole comidas, bebidas y ropajes durante todos
los años del futuro. En dicho aspecto lo único que le acongojaba era que
pudieran ser quemados o pulverizados, porque eso si significaba su
desaparición total.
No tenían la menor idea del paraíso celestial, tampoco del infierno ni mucho
menos del purgatorio o la existencia de diablos al estilo de las religiones del
viejo mundo. Tampoco pensaban en la resurrección de los muertos. Sin
embargo creían en otras cosas: que el camaquem o fuerza vital muere o
desaparece cuando al cuerpo vivo o al cadáver se lo quemaba o desintegraba.
La etnia Huaro, al sur del Cusco, concebía la reencarnación o transmigración
del camaquen de un sujeto que acababa de morir a otro que recién nacía.
En el sur, una vez fallecido, al cuerpo yerto se le bañaba para purificarlo;
luego se le sobaba con sebo y maíz blanco molido, mullu y otros ingredientes.
Acto seguido, se le vestía. Los parientes lloraban y después lo llevaban al
Machay (cueva) para colocarlo junto a otros difuntos del ayllu. El camaquem
no se retiraba del lado de los restos mortales sino cinco días más tarde de
finado; fecha en la que los parientes iban al río o arroyo más próximo a lavar
los atuendos y otras prendas dejadas por el muerto, una vez limpios, se los
guardaba para seguir vistiendo a la momia. Estaban convencidos que
ulteriormente de exhalar el último suspiro, esa fuerza vital de su propio ser
seguía con vida, y creían igualmente que en el cadáver seguían latentes
muchos atributos del ser vivo: sed, hambre, calor, frío, etc. De ahí porque
para el jatunruna era importante la conservación del cadáver, lo que
resultaba fácil en costa y Andes dada las condiciones ecológicas, que
coadyuvaban a su disecación y momificación.
Consecuentemente, para que no padecieran de hambre ni sed colocaban
adyacentes al muerto vasijas de alimentos y bebidas, cosas que se le
continuaba llevando cada cierto tiempo, en fechas conocidas. Tal hecho
explica la necesidad de dejar hijos y descendientes para asegurar el
abastecimiento permanente al fallecido.
Tanta era la obsesión o temor que con el tiempo el cuerpo del muerto
quedara abandonado por alguna razón, se colocaba a todos los cadáveres en
una sola tumba llamada machay, para que ese lugar recibieran el culto y
cuidados por la comunidad (ayllu), quienes, por respeto y tradición, les
llevaban coca y les mudaban de vestimenta. Era un desvelo el que sus
cadáveres no desaparecieran, porque su conservación significaba seguir
viviendo. Fue, pues, la idea de la supervivencia después de la muerte lo que
condujo a la preservación de los yertos despojos. Entre los jatunrunas, el
muerto era envuelto en telas, dejándole el rostro libre; pero entre los
sapaincas se les colocaba una máscara de oro delgado, que de seguro
reproduciría los rasgos fisonómicos del difunto.
Así como los cadáveres recibían cuidados especiales, se los disponía de tal
forma para que se secaran y pudieran conservarse centenares de años. En
los Andes, los pobladores de habla quechua por lo común no acostumbraban
a enterrarlos en el subsuelo. Eran arropados y colocados en posición fetal,
(codos entre las rodillas y las manos sujetando el mentón). Estas momias
eran llevadas a cuevas naturales o aftificiales llamadas machais, ubicadas en
cañones y laderas de los cerros. Rodeándolos con objetos familiares: vajillas,
herramientas, comidas, bebidas. Quedaban pues, prácticamente al aire libre,
a la vista de todos. Hasta allí acudían sus parientes colaterales y directos,
llevándoles mates de alimentos, derramando chicha y poniendo hojas de coca
en las bocas de las momias. También a sacrificarles cuyes y llamas. En la
costa, en camio, las momias eran sepultadas bajo tierra y arena en posición
de cúbito dorsal o fetal; pero dispuestos en tal forma que la cámara funeraria,
holgada, no aplastara al muerto, para evitar que padeciera con el peso de
tanto material encima. Se acondicionaba un tubo de caña para conectar la
boca del cadáver con la superficie exterior para verterle chicha ritual en las
fechas que tenían acostumbradas.