Oratoria de LOS VALORES
Oratoria de LOS VALORES
Oratoria de LOS VALORES
LOS VALORES
LA “PÉRDIDA DE LOS VALORES”: ¿CRISIS DE VALORES O
CRISIS DE CONVIVENCIA?
Ciertamente, vivimos en una sociedad que muestra un franco deterioro en la
capacidad de convivencia entre los seres humanos (y de éstos con la naturaleza),
y bien podríamos achacar este deterioro a la pérdida de ciertos valores
“tradicionales”, en especial, aquellos que supuestamente han forjado nuestra
nacionalidad y nuestra cultura: el trabajo, la vida en familia, la honradez, la
educación, la libertad, el patriotismo, el respeto a los demás, la solidaridad y la
paz.
Pero quizás el problema central no reside en los valores que no se cumplen, sino
en los valores que efectivamente se cumplen.
Por eso, tenemos que hablar de los valores centrales de nuestra sociedad,
aquellos
que en estas lamentaciones casi nunca se mencionan. Estos son: la
competitividad,
la eficiencia, la racionalidad instrumental, el egoísmo, la masculinidad patriarcal y,
en general, los valores de la ética del mercado y del patriarcado. Los podemos
sintetizar en un valor central, el valor del cálculo de la utilidad propia, sea por parte
de los individuos o de las colectividades que se comportan y que calculan como
individuos; como son los Estados, las instituciones, las empresas y las
organizaciones corporativas y gremiales en general. Estos son los valores que se
han impuesto en nuestra sociedad actual con su estrategia de globalización, y su
expresión más extrema se encuentra en las teorías sobre el “capital humano”.
El deterioro está en otra parte. Al imponerse este cálculo de utilidad propia en toda
la sociedad y en todos los comportamientos, se imponen a la vez las
maximizaciones de las tasas de ganancias, las tasas de crecimiento y de la
perfección de todos los mecanismos de funcionamiento en pos de su eficiencia
formal.
Los economistas de la corriente dominante creen que son los dueños absolutos de
la racionalidad. Contribuyen con sus teorías del capital humano y del capital
natural
a destruir la naturaleza y las relaciones humanas, y jamás dudan de que todo eso
sea sumamente racional. La comida de los hambrientos la devoran los autos
(transformada en “biocombustibles”), y estos economistas celebran esto como
signo
de racionalidad y eficiencia. Lo hacen simplemente por el hecho de que eso es
resultado de cálculos de utilidad propia de los actores pretendidamente racionales.
Es por lo demás una derivación tautológica.
Por eso, para que los discursos sobre la recuperación de los valores tradicionales
no sea simple moralina, es necesario, urgente; reconocer los verdaderos valores
dominantes de la sociedad actual y el impacto que estos generan en las relaciones
humanas. Antes que “volver a los valores” necesitamos una nueva racionalidad,
tanto económica como de la convivencia. Necesitamos también una nueva
economía “para la vida” que sea suelo fértil para nuevos valores, como aquellos
de
la igualdad real, la solidaridad, la justicia y la democracia real, los valores de una
economía social y solidaria.
LOS ADOLESCENTES
LAS FORMAS DE VIVIR Y EXPRESARSE DE LOS JOVENES
La juventud es aquella etapa de la vida en la cual se presentan varios conflictos
tanto interiores como exteriores; por un lado se sienten las fuerzas interiores para
ir
y tomar en mundo teniendo como única arma sus manos, con ese sentimiento de
creerse invencible, de estar convencido de tener todas las respuestas, pero al
mismo tiempo darse cuenta de las limitantes que impone la sociedad por la edad
que se posee.
Qué difícil es que cuando el alma, el corazón y aun las hormonas nos indica una
dirección de comportamiento, aparezca los motivos y razones de las personas
adultas como el dinero, el pensar en el futuro, priorizar la voluntad de los padres
nos
indican otra vía, sin darnos mayor alternativa que cumplir órdenes dictadas por
aquellas personas que por alguna circunstancia inexplicable deciden que nos
conviene y que no.
Ahí surge un sentimiento que podríamos denominar sinónimo de juventud:
rebeldía
que se manifiesta en formas tan diversas como personas existan, pero todas
igualmente válidas.
Aparecen los jeans rotos, los aretes, los peinados escandalosos, la música a alto
volumen, manifestaciones de querer hacerse notar con el fin que su opinión sea
tomada en cuenta, y el joven sea considerado como una persona capaz de tomar
sus propias decisiones acerca de su presente y su futuro.
Estas manifestaciones son confusas y aparentemente individuales, pero no es así
corresponden a manifestaciones grupales (muchas veces en forma involuntaria)
guiadas por ídolos que simbolizan ideales a seguir.
El joven necesita enfocar su energía e ímpetu hacia un ideal representado en un
grupo de rock, un ideal de forma de vivir como el la cultura metal, una filosofía de
amor y paz o amor a la naturaleza.
El joven cree con todas las fuerzas de su alma en sus símbolos y es ahí donde
aparecen los primeros problemas, la sociedad representada en sus padres y/o
núcleo familiar o social, realiza una serie de pasos para aquellos que se atreven a
no seguir los parámetros establecidos de comportamiento; a saber estos pasos
son:
Un intento de convencimiento en forma cordial de lo equivocado de su
comportamiento y forma de pensar e intenta mostrarle los problemas que se
evitara
y las grandes ventajas que lograría si accede a seguir las normas establecidas.
Si el paso anterior no tiene éxito se intenta una ridiculización de la manifestación,
ahí empiezan las burlas la comparaciones con el muchacho más “decente y
educado” de la cuadra, todo esto con el fin de convencer a la persona que su
diferencia no tiene sentido y es mejor que renuncie a sus diferencias ya que no
solo