MATEO 6 Tesoros en El Cielo
MATEO 6 Tesoros en El Cielo
MATEO 6 Tesoros en El Cielo
Tesoros en el Cielo
Uno de los principales motivadores en el mundo es la riqueza, ya que muchos
creen que el dinero trae seguridad y “lo compra todo”. Por eso, el corazón de
muchos se invade de avaricia y codicia; quieren más y más, sin límite, a cualquier
costo. Este pensamiento es muy común en la actualidad, y lamentablemente se
ha infiltrado en la Iglesia. Pero en el Reino de Dios se nos enseña completamente
lo opuesto, y de esto habló Jesús en el Sermón del Monte.
Todos debemos usar dinero tarde o temprano, pero Pablo nos exhorta a que
evitemos caer en la trampa del amor del dinero. Cuando el dinero es un “ídolo”,
éste se convierte en una fuerza que nos lleva a dedicar la vida y entregarla a la
búsqueda del dinero, a cualquier costo.
De principio a fin, la Biblia nos revela que Dios quiere bendecirnos y que
prosperemos. Esto lo interpretamos como prosperidad material, pero es mucho
más que eso: también es estar bien con la familia, socialmente, emocionalmente,
etc. Aun más importante que la bendición material es la espiritual. Este es el
mensaje que nos deja el apóstol Juan:
(3 Juan 1:2) Amado, ruego que seas prosperado en todo así como prospera tu
alma, y que tengas buena salud.
Aun la bendición que el Señor nos da no es para “acumularla” sino para usarla
bien y compartirla. Esto es lo que nos dice Pablo, enseñándonos el correcto uso
de las riquezas:
(1 Timoteo 6:17-19) A los ricos en este mundo, enséñales que no sean altaneros
ni pongan su esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en Dios, el cual
nos da abundantemente todas las cosas para que las disfrutemos. Enséñales que
hagan bien, que sean ricos en buenas obras, generosos y prontos a compartir,
acumulando para sí el tesoro de un buen fundamento para el futuro, para que
puedan echar mano de lo que en verdad es vida.
El Señor nos insta a que pongamos nuestra vista en las cosas eternas. Lo
temporal se arruina y pasa, pero lo eterno dura para siempre.
EJEMPLO DE JOB
Job fue un hombre sumamente próspero, y tuvo el cuidado de preguntarse dónde
estaba su corazón con respecto a las riquezas…
(Job 31:24-25,28) Si puse en el oro mi esperanza, y dije al oro: Mi confianza eres
tú; si me alegré de que mis riquezas se multiplicasen, y de que mi mano hallase
mucho… Esto también sería maldad juzgada; porque habría negado al Dios
soberano.
Job hizo la pregunta que todos debemos hacernos: ¿Dónde está puesta mi
confianza…en Dios o en las riquezas? Si su confianza estaba en las riquezas,
entonces él sabía que no estaba confiando en Dios.
El mundo sirve al dios del dinero, pero los creyentes en Dios estamos llamados a
servir a Dios, a confiar en Él y a vivir como Dios manda, siguiendo las virtudes del
Reino de Dios (1 Tim. 6:7-11).
EL AFAN DE LA VIDA
Luego que Jesús preguntara si servimos a Dios o a las riquezas, Él habló sobre el
miedo y el afán de la vida.
(Mateo 6:25) Por eso os digo, no os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis o
qué beberéis; ni por vuestro cuerpo, qué vestiréis. ¿No es la vida más que el
alimento y el cuerpo más que la ropa?
Los temas del “amor al dinero” y el “afán de la vida” están vinculados, ya que
ambos tienen como raíz principal el miedo.
Por el contrario, cuando alguien tiene “mal ojo” (heb. Ayin Raa), se refiere a
alguien que es tacaño y poco generoso.
(Prov. 23:6-8) No comas pan con el avaro, ni codicies sus manjares; porque cual
es su pensamiento en su corazón, tal es él. Come y bebe, te dirá; mas su corazón
no está contigo. Vomitarás la parte que comiste, y perderás tus suaves palabras.
Noten que esta explicación la dio en torno al tema de las riquezas. La avaricia y
codicia nos llevan a tomar malas decisiones en la vida. Por el contrario, un
corazón generoso trae bendición. Pablo escribió:
(Efesios 5:8-10) porque antes erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor;
andad como hijos de la luz (porque el fruto de la luz consiste en toda bondad,
justicia y verdad), examinando qué es lo que agrada al Señor.
En otra carta, Pablo también nos exhorta a que pongamos la vista en las cosas
eternas, y no en este mundo…
(2 Corintios 4:18) al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las
que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se
ven son eternas.
¿En dónde está puesta tu vista? ¿En dónde está puesta tu confianza?
CONFIANZA EN DIOS
En teoría, todos los creyentes dicen creer en Dios, pero la prueba de oro está en
las decisiones diarias. A continuación, Jesús presenta un ejemplo de lo que
generalmente preocupa a todos y nos puede quitar la paz…
(Mateo 6:25) Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de
comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es
la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Jesús nos lleva a apreciar que la preocupación por estas cosas es equivalente a:
no confiar en Dios. Con esto no quiere decir que no nos “ocupemos” por cubrir
nuestras necesidades básicas; más bien, el Señor nos dice que “no nos
afanemos”.
El Señor quiere que hagamos nuestra parte, y Él hará la suya; nosotros debemos
trabajar y hacer lo correcto, y Él dará la gracia y la bendición. Esto es “buscar el
Reino de Dios y Su justicia”.
El Señor nos insta a que busquemos el Reino de Dios, es decir, a aprender cómo
se vive según el orden de Dios. Ya sabiendo esto, debemos ponerlo en práctica,
es decir: hacer justicia. Si hacemos las cosas como Dios manda, nos irá bien…
(Deu. 12:28) Guarda y escucha todas estas palabras que yo te mando, para que
haciendo lo bueno y lo recto ante los ojos de Jehová tu Dios, te vaya bien a ti y a
tus hijos después de ti para siempre.
Si cumplimos con nuestra parte, tenemos la seguridad que Dios cumplirá con la
suya; por lo tanto, no tenemos por qué preocuparnos por el mañana.
(Mateo 6:34) Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de
mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.
Esto requiere de fe, pero ¿acaso no es eso lo que Dios espera de nosotros? (Heb.
11:6). Nuestra confianza no debe estar puesta en nosotros mismos, sino en Dios,
sabiendo que Él es bueno y justo, y todo está bajo Su control.