Arrepentimiento
Arrepentimiento
Arrepentimiento
En todo lo que abarca nuestra vida, podríamos decir que debería haber frutos, en
el trabajo, en la escuela, en casa, y aun en la Iglesia. El fruto es un resultado de,
cuando se siembra una semilla de limón, el fruto (resultado de) serán limones, si
sembramos esa semilla de limón y pretendemos que nos de naranja, es obvio que no
va a ser así hagamos lo que hagamos.
En esta palabra podemos ver que se nos hace un llamado, no a dar frutos de limón
ni de naranja, sino a dar frutos dignos de arrepentimiento.
Arrepentimiento: sentir pesar por algo que se ha hecho o dejado de hacer, por
considerarlo malo.
Lucas 3:3 Y él fue por toda le región contigua al Jordán, predicando el bautismo
del arrepentimiento para perdón de pecados.
Hechos 3:19 Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros
pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio.
En este versículo podemos ver la gran relación que existe entre el arrepentimiento
y la conversión, es así que se mencionan las dos y en el orden que debe ser, para
que exista ese perdón de Dios que provoque que descienda la bendición a nuestra
vida.
Si pudiera haber una formula para crear una semilla que diera el fruto del
arrepentimiento sería:
MÁS
IGUAL A
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En el v.9 Juan les decía a los religiosos judíos que no argumentaran que
eran descendientes de Abraham, porque aún siendo cierto, la fe de
Abraham era de él, y cada uno necesita su propia fe.
Esto nos enseña que la fe no se hereda. Dios no tiene nietos. Quiere decir,
que aunque mis padres sean o fueron cristianos, no significa que yo lo
sea. (Rom. 9:8 NVI) “En otras palabras, los hijos de Dios no son los
descendientes naturales; más bien, se considera descendencia de Abraham
a los hijos de la promesa.”
Ilustración de unos jóvenes cristianos que reunidos en un café contaban lo
que habían dejado de hacer en su vida de pecado. Con ellos estaba un
amigo hindú, quien en su mente pensaba las cosas que él también había
dejado de hacer por causa de su religión. Luego el dijo que también era
cristiano como ellos porque había dejado de hacer las mismas cosas.
El compromiso con Dios debe provenir de una fe personal y no por la
emoción producida por la gente que nos rodea. Ser religioso no quiere decir
que uno sea cristiano. Debe arrepentirse de sus pecados.
Así que un fruto que demuestra arrepentimiento genuino para un verdadero
compromiso con Dios es la convicción personal de arrepentimiento del
pecado y de una vida religiosa sin fruto y sin sentido.
a. Fruto interno en primer lugar (Gal. 5:22 NVI) “En cambio, el fruto del
Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad,
humildad y dominio propio.”). Esto es resultado de la obra del Espíritu Santo en
nosotros.
No soy pecador, así que no necesito arrepentimiento – 1Jn. 1:8 dice: “Si
decimos que no hemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no
decimos la verdad.”(BLA)
He asistido a la iglesia por mucho tiempo creo que eso cuenta para algo -
Tito 3:5 dice: “y nos salvó. Pero no porque hubiéramos hecho algo bueno,
sino porque nos amaba y quiso ayudarnos.” (BLA).
Soy demasiado pecador y no se si Dios me pueda perdonar – Is. 1:18: “El
Señor dice: Vengan, vamos a discutir este asunto. Aunque sus pecados
sean como el rojo más vivo, yo los dejaré blancos como la nieve; aunque
sean como tela teñida de púrpura, yo los dejaré blancos como la lana.”
(DHH).
El Apocalipsis
Los tres primeros capítulos son de introducción, y las cartas a las
siete iglesias indican las variadas condiciones del testimonio de la
Iglesia hasta la venida de Cristo. Los capítulos 4 y 5 presentan
simbólicamente la sublime escena referente al "Cordero de Dios"
(es decir, Cristo en la virtud de la consumación de la Obra de
expiación), cuando toma el "Libro" de los destinos últimos de las
naciones y rompe el primer sello. Desde el capítulo 6 en adelante el
rompimiento de los sellos, el sonido de las trompetas y el verter de
los vasos reiteran los acontecimientos del tiempo de la
consumación, o sea, la última "semana" de Daniel. Unos paréntesis
detallan más el levantamiento y el curso del infame reinado del
Anticristo. Como en el Sermón Profético y en 2 Tesalonicenses, este
período de angustia termina con la aparición en gloria de Cristo
para la derrota de las naciones enemigas en la batalla del
Armagedón. El período de los "mil años" corresponde al reino de
paz y de bendición que tantas veces se detalla en las profecías del
Antiguo Testamento. Este "milenio" ha de entenderse de tres
maneras: 1) Como el cumplimiento de las muchas promesas a
Israel por las que había de ser el centro de un Reino universal de
paz y de bendición en la tierra. 2) Como la última prueba de la raza
humana, puesto que habiendo vivido bajo óptimas condiciones de
gobierno y de prosperidad por mil años, con todo, cuando Satanás
será soltado para tentarles de nuevo, volverá a rebelarse una gran
parte de los hombres. 3) Como una figura y anticipo de la nueva
creación en el estado eterno, que explica el porqué muchas
profecías del Antiguo Testamento describen este Reino como
eternamente establecido, pues la visión profética pasa a la nueva
tierra y los cielos nuevos, que habrán de reemplazar la antigua
creación, tan profundamente manchada por el pecado.
El momento de la venida
Hemos visto que se destacan claramente dos aspectos de la
Venida: el que se relaciona con la Iglesia, Cuerpo y Esposa de
Cristo, y el que tiene que ver con Israel y con el mundo. Es lógico
suponer que el "paréntesis" de la Iglesia se cierra con el
recogimiento de la Iglesia según la descripción de (1 Ts 4) y (1 Co
15), cuando la luz profética vuelve a enfocarse en Israel, ya
restaurado a su tierra en incredulidad. En tal caso, la última
"semana" de Daniel se ocupa de la tribulación de los judíos, la
manifestación del Anticristo (el remedo de Cristo que el diablo
presenta al mundo del renovado Imperio romano) para ocupar el
trono, y el surgir de la ciudad de "Babilonia" que es el sistema de
falsa religión que sustituye la Iglesia en el sistema diabólico. Esta
breve "semana" abarca tanto la manifestación del imperio y de su
impío rey con la última forma de "Babilonia", como también la
destrucción de todos estos elementos satánicos, por la
manifestación en gloria del Señor de señores. Hay muchos
estudiantes de la profecía que creen que la Iglesia habrá de pasar
por este período, y que la Venida para recoger a los santos y para
juzgar al mundo coinciden. No combatimos dogmáticamente esta
interpretación, pero creemos que la esperanza inmediata de la
Venida de Cristo por los suyos, con anterioridad a los
acontecimientos de la última "semana", se ajusta mejor a la
totalidad de la enseñanza bíblica.
El Tribunal de Cristo
Los creyentes no tendrán que comparecer ante el augusto "Gran
Trono Blanco" que se describe en (Ap 20:11-15), pues es el lugar
de juicio de aquellos que mueren en su pecado por no haber
aceptado a Cristo como su Salvador (Jn 8:24), mientras que
"ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús". Sin
embargo, este hecho no excusa a los cristianos de tener que rendir
cuentas a su Maestro en cuanto a su fidelidad en el curso de su
vida de servicio aquí, pues todos nosotros somos "mayordomos" y
"administradores" de todo cuanto hayamos recibido del Señor. Este
principio se destaca en muchos lugares de las Escrituras, pero se
detalla especialmente en (2 Co 5:9-10) (Ro 14:7-12) (1 Co 3:10-
15) (1 Co 4:1-5). Cuando Pablo habla del "Día de Cristo" o de
"Jesucristo", tiene delante este momento de "manifestación" que
determinará la posición, el servicio y la recompensa de los
redimidos para toda la Eternidad (Fil 1:6) (Fil 2:15-16). Se ha de
distinguir el "Día del Señor", que es la frase novotestamentaria
equivalente al "Día de Jehová" del Antiguo Testamento y que se
relaciona con el juicio del mundo y el establecimiento del Reino. Si
el "programa" que hemos adelantado es correcto, el Tribunal de
Cristo se celebrará entre el Recogimiento de la Iglesia y la Venida
en gloria: el período que se denomina la "Parousia", o sea, la
"presencia" del Señor con los suyos. Durante el mismo período
tendrán lugar "las bodas del Cordero", cuando la Iglesia, bajo la
figura de "Esposa", se presentará a Cristo, y se hallará unida a Él
para toda la Eternidad. Vemos por (Ap 19:7-9), que este fausto
acontecimiento precede la Venida en gloria (Ap 19:11-19).
Las señales de la venida de Cristo
Muchos creyentes se parecen a los discípulos que preguntaron:
"Dinos, ¿cuándo será esto? ¿y qué señal habrá de tu venida y del
fin del siglo?". Hemos de tener presente el peligro que antes
señalamos: la curiosidad malsana en este asunto. El Señor no
reprendió a sus discípulos, pero las "señales" del "Sermón
Profético" consisten principalmente en las características generales
del período de su ausencia de ellos, y queda terminantemente
prohibido procurar fijar "el día y la hora" que el Padre reserva a su
solo conocimiento (Mt 24:36) (Hch 1:7). Podemos creer que nos
acercamos al fin de esta dispensación por las siguientes razones: 1)
El aumento en la frecuencia, la extensión y el poder destructor de
las guerras, que amenazan el aniquilamiento de la civilización
actual. 2) La extensión universal de la predicación del Evangelio. 3)
El retorno de los judíos en incredulidad a su tierra con la
adquisición de nacionalidad, una posición que no ha sido la suya
desde el tiempo de los Macabeos. Sin duda, la preservación de la
raza de Israel para este fin a través de los siglos, y a pesar de
determinados esfuerzos para exterminarla, es un asombroso
milagro histórico. La "higuera", que antes no llevó fruto, brota otra
vez, pues el cielo y la tierra pasarán, mas las palabras del Señor no
pasarán. Sin duda, Israel llegará a posesionarse de Jerusalén y de
toda Palestina, y será el centro de los acontecimientos tanto
durante la última "semana" de Daniel (para su dolor), como
durante el Milenio (para su gloria y bien). 4) La tendencia a la
federación europea, que puede ser el preludio de la formación del
renovado "Imperio Romano". "¡Velad, pues, porque no sabéis en
qué día ha de venir vuestro Señor!".
El destino humano
Se puede decir que el tema del destino humano es el que nos toca
más de cerca en la escatología. ¿Qué hemos de ser nosotros? ¿Qué
hará Dios con el hombre? El futuro se enlaza con el pasado, y
hemos de tener en cuenta que el propósito original de Dios es crear
al hombre "a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza, y
enseñoree...". Sólo el hombre, entre todas las criaturas aquí abajo,
pudo tener comunión con Dios, por tener personalidad, cualidades
morales y el libre albedrío. Pareció que todo el plan de Dios
quedaba frustrado cuando el hombre, cabeza de la creación, se
valió de su libre albedrío para rebelarse contra su Creador, pero el
Consejo de la Trinidad no puede quedar sin efecto por la
intervención del diablo y la caída del hombre. Por el glorioso
misterio de la Encarnación vino al mundo un hombre celestial en
quien Dios pudo deleitarse, y quien pudo, como "Hijo del Hombre",
cumplir los altos destinos de la Humanidad (Sal 8) con (He 2:6-9).
Al llevar en su Persona la responsabilidad legal y moral del hombre
ante Dios en la Obra de la expiación, el Dios-Hombre hizo posible
que el pecador fuese reconciliado con Dios por medio del
arrepentimiento y de la fe, y que, "recreado" en Cristo, fuese
"renovado conforme a la imagen del que lo creó" (Col 3:10). Así
que el pensamiento primordial de Dios para con el hombre se
realiza en todo aquel que se une a Cristo por la fe: "Porque a los
que antes conoció, también predestinó para que fuesen hechos
conformes a la imagen de su Hijo" (Ro 8:29). La resurrección de los
creyentes en la venida del Señor nos dará el "cuerpo espiritual", de
nueva constitución, que será el vehículo perfecto del espíritu
redimido y recreado en Cristo: "Y como trajimos la imagen del
terreno (Adán), traeremos también la imagen del celestial
(Cristo)" (1 Co 15:42-54) (Ro 8:30) (Fil 3:20-21) (Col 3:4) (1 Jn
3:2).