La Lógica y La Ética Del Abogado

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LA LOGICA Y LA ETICA DEL ABOGADO**1»

Miguel Angel Hernández Romo *

“ El abogado es un charlatán, tramposo y chapucero que trata de enredar a sus


clientes, al Juez y al adversario con un lenguaje in-intelegible” . Así se presenta ante
nuestra sociedad a los miembros de nuestra noble profesión, encarnados en el “ Li­
cenciado Buitrón” en las pantallas de televisión.
Uno de los últimos directores de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad
Nacional Autónoma de México expresa: “ Los abogados que ostentan un cargo
público son inmorales, venales, sobornables, son susceptibles de recibir dádivas para
resolver una petición o dictar una sentencia a favor de quien más les da u otorgar un
beneficio por dinero... los abogados litigantes engañan a sus clientes, los defraudan,
compran a los funcionarios y distorsionan la verdad con tal de obtener el triunfo en
algún negocio injusto... los profesores de la Facultad son “ Barcos” y regalan a sus
alumnos las calificaciones con tal de conservar su muy productiva Cátedra...” *2»
Desde antaño, el vulgo acuñó la frase “ advocatus et non latro res miranda popu­
lo” (Abogado y no ladrón, digno es de admiración).

¿FALSO? ¿CALUMNIA?
Hay que reconocer que existen abogados inmorales y carentes de toda lógica.
Como en todas las profesiones, en la abogacía se encuentran personas que abusan de
la actividad que desempeñan.
Pero afortunadamente, las excepciones no son pocas (entre las cuales nos
incluimos todos los presentes, ¡por supuesto!).
Es decepcionante constatar que en la mayoría de las escuelas de derecho no exista
una Cátedra de Deontología Jurídica. ¿Hasta que punto podemos quejarnos del ba-
* Profesor de Filos o ña del Derecho en la Escuela Libre de Derecho y de Obligaciones en la Universidad Iberoame­
ricana.
Conferencia presentada a los miembros de la Asociación Nacional de Abogados de Empresa en la Ciudad de M ordía,
Mich,, el 15 de Septiembre de 1988.
(1) Debo aclarar que el presente trabajo ha sido elaborado tomando diversas ideas del DR. SALOMON RAHAIM
S.J. expuestas en sus obras "Compendio de Filosofía" y "Sexo, Uso y Abuso"; así como del DR. MIGUEL
VILLARO TORANZO contenidas en sus obras “ Lecciones de Filosofía del Derecho" y "Deontología
Jurídica” .
(2) Citado por V1LLORO TORANZO en "Deontología Jurídica". Pág. 9.
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jo nivel intelectual y moral del abogado, si no le enseñamos en nuestras escuelas los


principios que rigen el pensamiento humano y los que regulan la recta conducta del
hombre y del profesional?
De aquí la importancia de esta convivencia para dialogar sobre la íntima relación
que existe entre la lógica - la ética - y el derecho.

LA LOGICA Y EL DERECHO.

Sin pretender exponer un curso de lógica, veamos cuales son sus elementos fun­
damentales y como se proyectan en el derecho.
La lógica o Filosofía del razonar, es la ciencia de los actos de la mente en orden a
descubrir la verdad.
Las operaciones de la mente son la idea o simple aprehensión, el juicio y el ra­
ciocinio. El entendimiento o ve simplemente - Simple aprehensión - o establece una
comparación para ver sin necesidad de medio alguno - juicio - o ha - de recurrir a un
medio para lograr ver lo que indaga - raciocinio.
La idea o simple aprehensión es la operación con que la mente produce en sí la
semejanza o expresión de una cosa. Así, tenemos la idea de Código, de Ley, de De­
recho, de Juez, de Justicia.
El juicio es un acto por el cual el entendimiento afirma o niega algo de algún ob­
jeto. Así por ejemplo, afirmamos que la voluntad de las partes es la Suprema Ley de
los contratos; las obligaciones deben cumplirse, la justicia debe administrarse; y ne­
gamos; la arbitrariedad no debe imperar, no debe castigarse al inocente, etc.
El raciocinio es la operación intelectual por la cual, mediante la comparación de
dos ideas con una tercera, conocemos la identidad o diversidad de aquellas entre sí.
El signo del raciocinio es la argumentación o sea “ una oración gramatical que
deduce una proposición de otras” y la argumentación simple y completa se llama Si­
logismo y se define “ Una argumentación que consta de tres proposiciones trabadas
de tal suerte, que asentadas las dos primeras, la tercera se nos impone necesariamen­
te” .
Por ejemplo:
Todo el que compra un objeto, debe pagar su precio;
Juan Pérez compra un automóvil;
Juan Pérez debe pagar el precio del automóvil.
Todo hombre que tenga un hijo, debe alimentarlo;
Juan Pérez tiene un hijo;
Juan Pérez debe alimentar a su hijo.
Has argumentaciones distintas del silogismo: el Entimema, que omite una de las
premisas:

T
La Lógica y la Etica del abogado 391

Juan Pérez compró un automóvil;


Luego debe pagarlo.
(se omite la premisa mayor - el que compra un automóvil debe pagarlo).

El Dilema es la argumentación compuesta, en que se abre una disyunción y de


cualquiera de las dos partes se hace ver al adversario o que se sigue un absurdo o se
saca una conclusión verdadera;
Cuando a una autoridad le solicitamos su intervención y ni nos la otorga ni la
niega, sino la demora, podemos argumentarle:

O lo que te pido es legal o ilegal;


si es legal concédemelo;
si es ilegal, demuéstramelo;
pero en todo caso contéstame.

La estructura de la norma jurídica, así como su aplicación entrañan los princi­


pios elementales de la lógica.
En efecto, la norma jurídica es una regla de conducta obligatoria que atribuye a
un supuesto normativo una consecuencia de derecho.
El supuesto normativo, es la hipótesis de cuya realización se siguen necesaria e
indefectiblemente las consecuencias de derecho; y estas son los derechos y obliga­
ciones que se crean, transmiten, modifican o extinguen, ante la realización del su­
puesto normativo.

Verbi gratia:
El que tiene una obligación debe cumplirla;
Tener una obligación: supuesto normativo;
Debe cumplirla: consecuencia de derecho.
Pero como el derecho es vida, es casuismo; como el derecho regula conductas hu­
manas y no vive etéreo en las nubes, la norma de referencia proyectada a la vida real
se traduce en la siguiente forma:

El que tiene una obligación debe cumplirla.


Juan Pérez tiene una obligación (de dar alimentos a su hijo).
En consecuencia, Juan Pérez debe cumplir la obligación de dar alimentos a su
hijo.
Todo el derecho está imbuido en la lógica o arte de pensar: la norma jurídica na­
ce como un “ ordenamiento de la razón” ; y se aplica al destinatario a través de un
juicio proyectado en forma de silogismo.
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Abogado que no piensa, que no tiene ideas, que no formula juicios y no estructu­
ra silogismos, no puede llamarse abogado y apenas si podría llamarse ser humano,
toda vez que el hombre es un animal racional, un ser pensante.
Todos los abogados tenemos la idea de Ley, de norma, de derecho, de justicia,
de bien común, de legislador, de Juez, de sanción.
Todos los abogados juzgamos las conductas humanas, de justas o injustas, de le­
gales o ilegales, de constitucionales o inconstitucionales.
Todos los abogados formulamos silogismos cuando preparamos un contrato,
cuando rendimos un dictamen, cuando elaboramos una demanda, cuando expone­
mos los agravios en una apelación, cuando expresamos los conceptos de violación en
un amparo.
En efecto, cuando al abogado de empresa se le solicita una opinión jurídica sobre
la celebración de un negocio jurídico, el abogado trabaja con la idea de legalidad e
ilegalidad; emite un juicio sobre la legalidad o ilegalidad del negocio jurídico que se
le plantea y formula un silogismo en su dictamen, en la siguiente forma:

Es legal lo que se adecúa a la Ley;


El negocio que pretende celebrar mi cliente se adecúa a la Ley:
En consecuencia, dicho negocio es legal y por ello puede celebrarse.

El juzgador en un litigio, emite un juicio absolutorio, condenatario, constitutivo


o declarativo, recurriendo a un silogismo, en el cual la premisa mayor es la norma; la
premisa menor es la conducta objeto del litigio y la conclusión es la decisión jurisdic­
cional.
Y la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha establecido la tesis jurispruden­
cial^ de que los conceptos de violación deben expresarse en forma de silogismo (lo
cual en el fondo mutatis mutandis, se aplica a los agravios en la apelación).

“ 704-1 CONCEPTOS DE VIOLACION. REQUISITOS LOGICOS Y JURI­


DICOS QUE DEBEN REUNIR.
El concepto de violación debe ser la relación razonadda que el quejoso ha de
establecer entre los actos desplegados por las autoridades responsables y los
derechos fundamentales que estime violados, demostrando jurídicamente la
contravención de éstos y por dichos actos, expresando, en el caso, por qué la
ley impugnada, en los preceptos citados, conculca sus derechos públicos indi­
viduales. Por tanto, el concepto de violación debe ser un verdadero silogismo,
siendo la premisa mayor los preceptos constitucionales que se estiman infringi-3

(3) Amparo en revisión 916/1972. BUENAVENTURA LEAL MARTINEZ. Febrero 27 de 1973, Unanimidad de 20
votos. Ponente: Mtro. ERNESTO AGUI LAR ALVAREZ.
Pleno Séptima Epoca. Volumen 50. Primera Parte. Pág, 18.
La L6gica y la Etica del abogado 393

dos; la premisa menor los actos reclamados y la conclusión la contrariedad


entre ambas premisas”.

Es evidente entonces, que la lógica y el derecho están íntimamente unidos, al gra­


do que el derecho adopta para su expresión, la estructura de la lógica, sin que esto
nos permita concluir que el derecho se reduce a una mera estructura lógica, como lo
han pretendido las escuelas formalistas del derecho. Por ello es oportuno pasar aho­
ra a las relaciones entre la ética y el derecho.

ETICA Y DERECHO

La Etica o Filosofía moral es la “ ciencia filosófica que trata de la rectitud (bon­


dad o malicia) de los actos humanos” .
¿Puede el hombre objetivamente conocer qué es el bien y qué es el mal, qué es un
acto bueno y qué es un acto malo, qué es un acto lícito y qué es un acto ilícito, o tales
criterios quedarán al arbitrio de cada uno?
En este punto sigamos la exposición del brillante filósofo Salomón Rahaim,<4>
que explica.
“ En todos los seres que integran el mundo se da en la realidad algo que les es
conveniente, algo que, por el contrario, les es adverso.' Así a las plantas y a los ani­
males les conviene el alimento, les daña el fuego que los quema. Igualmente verdade­
ro y real es que no a todos conviene o daña una misma cosa por igual. Así, el azúcar
aprovecha a un sano, dañará a un diabético. El arsénico dañará a un sano, curará a
un enfermo. Es preciso ver qué conviene a cada clase de seres, a cada ser. Habrá co­
sas que aprovechen a todos los seres de una misma clase y que a los de la otra les da­
ñen. Estar sumergidos en el mar aprovechará a los peces, dañará a los elefantes. De
todo ello sacamos la primera noción que nos importa: bueno y bien se llama a lo que
conviene a un ser; lo le es adverso se llama malo, eso es su mal. Bien y mal dicen con­
veniencia o disconveniencia respecto de un ser. Y conforme a lo que es cada ser, a su
naturaleza, será lo que le sirva o le dañe.
En este mundo visible hay un ser que engloba las características de los demás se­
res y los supera a todos; el hombre. Con las plantas tiene vida vegetativa, con los
animales, sensitiva. Pero a unos y a otros supera por la inteligencia y la libertad. Só­
lo el hombre es capaz de raciocinar, y por ello de progresar. Sólo el hombre es libre,
independiente en su obrar. Por eso, sólo al hombre se le dictan leyes para que obe­
dezca y se le sanciona según las guarde o las viole. Sería ridículo expedir una ley que
ordenara a los perros que no ladren o a los asnos que caminen por la izquierda.
Si cada ser tiene algo que le conviene y algo que no le conviene ocurre la pregun­
ta: al hombre en su calidad de inteligente y libre, al hombre como hombre, ¿también
(4) Sexo, Uso y Abuso. Pág. 54 y sgts.
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hay algo que le convenga, algo que le sea contrario? Desde luego se puede responder
que a todo ser y a sus propias cualidades, a su naturaleza misma, habrá cosas que le
sean favorables y cosas que le sean adversas. Lo que a la actividad libre del hombre,
ilustrada por la razón, le convenga, habrá también que designarlo con un nombre es­
pecial, propio, ya que el nombre sirve para designar cada cosa. (“ Nomen a notami-
ne” “ el nombre denota” dijo S. Isidoro).
Que hay una actividad del hombre en cuanto que es un ser libre y señor de sus ac­
ciones, no hay quien lo discuta sanamente. La conciencia nos dice que actuamos,
hablamos, nos movemos con libertad. Aún para negar la libertad la ponemos en ac­
ción, la negamos libremente, no por un movimiento impuesto o irreprimible. El
hombre es capaz de conocer el bien y el mal y no está encadenado a un extremo, y
elige sus fines, sus caminos. Tiene el dominio de sus acciones. Tiene algunas
(muchas) acciones libres. Pues bien: a esas acciones que van marcadas con el sello de
la libertad se les llama “ acciones morales” , a este reino se le llama el ámbito de la
moralidad. Aquí la designación de “ bueno” o “ malo” no es igual al sentido enfoca­
do desde otros ángulos. Aclaro: un puñetazo o un balazo con que mate a un
hombre, desde el punto de vista del pugilato o del tiro al blanco podrán ser buenos,
perfectos; pero todo mundo ve que es cuestión bien diversa la pregunta de si un pu­
ñetazo o balazo fueron buenos o malos moralmente hablando. Queda, pues, asenta­
do, que la bondad o malicia o indiferencia moral se refiere a los actos del hombre en
cuanto libres y en cuanto marcados por el sello de la libre determinación; en cuanto
alineados hacia un fin marcado por su misma condición de criatura, pero libre.
Criatura; o sea; un ser dependiente del Autor de la naturaleza. Libre, o sea; que
tiene en su mano la determinación de sus actos, el dominio, la elección, la opción en
ellos. Tiene en su mano el optar, decidirse a sí mismo por uno de los extremos” .
“ Si es un mito la libertad de la voluntad, se comprende el absurdo de entusias­
marse con los padres de la patria, y con los caudillos, y la necedad de los elogios a los
héroes, y de las estatuas erigidas a los próceres. Padres de la patria, caudillos, gene­
rales, héroes, próceres, santos, si no existe la libertad de la voluntad, no han tenido
más remedio que hacer lo que hicieron. Los más grandes hombres, son lo mismísimo
que los más grandes criminales, no han hecho sino lo que férrea y necesariamente
tenían que hacer” t5).
“ Tenemos, pues, hasta aquí: moralidad es la cualidad que tienen las acciones hu­
manas, las propias del hombre, las específicas, en cuanto que proceden de la libre
voluntad y con miras a su fin último. A eso llaman los hombres moralidad. Son
buenos o malos mis actos libres, morales según que convengan o no a mi naturaleza
de ser libre y en cuanto libre.
No hay quien no admita la moralidad entre los hombres. Todo el mundo admite
leyes de tráfico, se condena el robo (“ el capital es un robo” dice el comunista, con-

(j) Laburu citado por PRECIADO HERNANDEZ en “ Lecciones de Filosofía del Derecho" pág, 189.

7
La Lógica y la Etica del abogado 395

denándolo). Se dan leyes y sanciones. Nada de eso tendría sentido si no se admitiera


el ser moral, la moralidad en las acciones. Esas no son leyes de física, son leyes mo­
rales. Por eso se sancionan la trasgresión o la observancia, más aún: dondequiera
que se admita que el hombre es capaz de moralidad, buena o mala, que hay hombres
buenos y malos; se admite la moralidad en las acciones libres. Eso está fuera de du­
da. Pero surge ahora la cuestión: ¿Cómo averiguar lo que sea bueno o lo que sea ma­
lo? Eso es lo que pasamos a examinar.
Demostrado ya que sí tiene que haber actos buenos y malos moralmente hablan­
do, cosa que todos los hombres admiten, aunque luego discrepen respecto de cuál es
malo, preguntamos ahora: ¿Puede llegar a saberse qué es el bien moral o el mal mo­
ral? ¿Cuáles son actos buenos, cuáles malos? ¿Cómo averiguarlo, puesto que se ob­
serva que lo que unos llaman bueno otros lo llaman malo o indiferente?
No hay autor que hable sobre moralidad, que no admita que sí hay modo de
aclararlo. Unos señalarán un medio, otros otro; pero si admiten la moralidad en la
especie humana; si admiten que hay acciones buenas o malas, por ello mismo tienen
que admitir que hay algún punto de referencia conforme al cual se llamarán buenas
o malas, esto es: admiten que hay algún medio de distinguir lo bueno de lo malo, en
el terreno de lo moral. ¿Cuál debe ser ese punto de referencia, cuál es el medio para
distinguir lo bueno de lo malo?
No parece muy difícil dilucidar esta cuestión. En efecto: ¿cómo sabemos si una
cosa es buena o mala en general, no precisamente en el terreno de la moralidad?
¿Cómo sé por ejemplo si el fuego es bueno o malo para las plantas o para los anima­
les? ¿Cómo sé si para los peces o para los elefantes es bueno o malo estar sumergido
en el agua del mar? Sencillamente; veo si esto o lo otro le conviene a su naturaleza.
Pues lo mismo debo proceder en lo que llamamos bien específico del hombre, el bien
moral, ya que lo moral es lo que abarca la actividad libre, la propia del hombre. El
bien moral será lo que al hombre, en cuanto libre, le convenga hacer o evitar porque
aquello vaya conforme, o, al contrario, dañe, sea adverso a su naturaleza de animal-
racional-social. En efecto: ¿Qué es el hombre? Creo que nadie pondrá en tela de
juicio que es animal racional y social. O tenemos eso, o no tenemos un hombre. Un
paso más: ¿Qué será, pues, bueno desde el punto de vista de la moralidad (campo de
acciones libres del hombre?). Lo que, partiendo de una determinación libre, conven­
ga a la naturaleza del animal racional y social. Malo, lo contrario. ¿Y no hay modo
de saber qué le conviene así? Claro que sí lo hay. Mientras no deje de ser “ animal-
racional-social” , habrá cosas que sí serán convenientes a uno que tiene esa naturale­
za, y otras que le serán adversas. Podrán variar mil circunstancias. Mientras no cam­
bie radicalmente lo que es el hombre (su naturaleza), esas cosas, cierta clase de ac­
ciones, no podrán menos de estar acordes, o ser contrarias, a lo que conviene,
cuadra, a esa naturaleza. Así por ejemplo, mientras haya hombres y sean hombres,
esto es, animales racionales y sociales, serán adversas a la naturaleza humana, ac­
ciones tales como el robo, la embriaguez o la drogadicción que van contra su natura-
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teza de animal racional y social. Cuando tales actos dependen de una voluntad libre,
están en el terreno de la moralidad, y en ese terreno, poner un acto libre que daña a
la naturaleza, será un acto moral malo, malo, en el terreno de la moralidad.
La ley física, que rige a las criaturas no dotadas de razón, tiene su correspondien­
te en la ley moral para las criaturas racionales. Las irracionales no son libres; su na­
turaleza las lleva a sus fines con leyes físicas; el hombre, racional inteligente, y, en
consecuencia, libre, se guía por medio de la ley moral.
La Ley moral le marca el camino recto; pero no le destruye su ser libre, le deja
libre, le deja en la capacidad de merecer y desmerecer, de observar o de violar el rec­
to orden, elegir el bien o el mal. Pero eso no quiere decir que no tenga una ley. La
naturaleza humana señala lo que es conveniente para el hombre según la totalidad de
su ser: como animal-racional-libre-social. Dentro de eso bueno ve que algunas son
cosas de bien necesario. Entonces no puede menos de intervenir la naturaleza del
hombre, exige que el hombre abrace lo que es necesario bien, y sella con un precepto
positivo lo bueno-necesario. Ve también lo que es malo para el hombre como ani­
mal-racional-libre-social, y lo rechaza mediante un precepto negativo.
Pero hay cosas tales (esto es: bienes necesarios o males) para todos cuantos ten­
gan la naturaleza humana, y ella misma los marca con un precepto positivo o negati­
vo que afectará a cuantos estén dotados de dicha naturaleza; mandato o prohibición
para todo hombre. Nos encontramos así frente a la ley natural y su origen. Ley natu­
ral: trazo recto de la razón divina, impreso en la criatura racional y que manda ob­
servar el orden natural o prohíbe violarlo, (S.Th. 1,2,9,1,2,; S. Agustín, Ciudad de
Dios, 19,15).
Por ejemplo: la Naturaleza-racional-social no puede menos de prohibir la
embriaguez que va contra el expedito uso de la razón en el animal racional; no puede
menos de prohibir el robo (contra la naturaleza social), la calumnia, el fraude, el
asesinato. Ni puede menos de mandar el amor y respeto al Ser Supremo, a los
padres, la ayuda al necesitado, guardar la palabra dada. Son meros ejemplos, y uni­
versalmente admitidos, de la Ley natural.
Esta cualidad de actos buenos o malos por su misma naturaleza, y el hecho de
que hay algunas acciones mandadas y otras prohibidas por una Ley superior, inde­
pendiente de los vaivenes y arbitrio del capricho de los hombres, lo confirma la voz
de la humanidad, que en todos los siglos ha tenido por malo, v. gr., el quitar la vida
a un inocente sin más razón que el capricho, o la violencia inferida a una virgen sólo
por saciar una pasión, el abuso de la fuerza sobre los débiles, la explotación de los
necesitados, etc.
En verdad: algo puede convenir al hombre visto sólo en un porción o aspecto de
su ser; pero no convenirle en su ser integralmente considerado. Aclaremos con
ejemplos:

T n
La Lógica y la Etica del abogado 397

a) En su aspecto meraniente vegetativo.- Pudiera ser que en este aspecto, una ac­
ción, por ejemplo la selección racial, conviniera, quizás, a este ser que vegeta-si ente-
piensa-y-libremente-quiere. Piénsese tan sólo en lo que Hitler procuró hacer con tal
intento aún a base de vasectomías: ya llevaba practicadas 56.244 entre Julio 14 de
1933 (en que expidió la ley “ para prevenir descendencia enferma” ) y Diciembre 31
de 1934. Eso, pudiera ser útil al género humano en su aspecto vegetativo. Pero para
el hombre, persona libre, y ser sujeto a principios morales, tal abuso es inadmisible.
Aún en el caso de que el paciente la aceptase, tal mutilación es viciosa en seres libres
y racionales. No hay derecho a mutilar a una persona para mejorar la raza. Ni so­
mos plantas, ni animales; somos personas, somos seres racionales, administradores,
no dueños absolutos, de lo que se nos dió; somos personas con derechos y deberes
individuales y no meras piezas en la máquina social.
b) En el orden puramente sensitivo pudiera ser que a uno le convenga (“ se siente
bien” ), el drogarse, embriagarse, dormir todo el día, violar a todas las mujeres que
físicamente pudiera; sí, puede ser que a su ser sensitivo todo eso le “ viniera bien” .
Pero su ser moral, animal-racional-y-socíal, exige otra cosa. Sus actos libres con que
desarrolla su vida sensitiva, como también su vida vegetativa tienen que ir sujetos a
la razón y no ser opuestos a lo que dicte esa razón, conforme a la cual debe gobernar
toda su actividad libre.
Una sencilla reflexión sobre lo ya demostrado nos pone de manifiesto cuál será el
punto de referencia, el canon, la norma por donde se mida lo que es bueno o malo
moralmente hablando, cuál es el parámetro que sirva para determinar la bondad o
malicia de nuestros actos libres. Si bueno es lo que conviene a la naturaleza de un
ser, en el caso del animal-racional-social-será bueno (o malo, respectivamente) lo
que en el campo de nuestra actividad libre convenga (o repugne respectivamente) a
ese ser: quiere decir que, puesto que bueno es lo que a ese ser, a esa naturaleza le
conviene y malo lo que le es contrario, esa naturaleza es el punto de referencia, el
que fija la bondad o malicia, la norma de la malicia o bondad de los actos libres, de
la moralidad en el hombre, en el ser que no puede menos de ser animal-racional-so-
cial. Si una acción es tal que a esa naturalza se ajuste, le convenga, esa acción será
buena; mala si lo contrario. Norma, pues, de la bondad o malicia moral es la natura­
leza humana integralmente considerada: animal-racional-social-creado. Esas son
notas inherentes a todo hombre sin distinción de raza, tiempo, lugar, credo” .
En síntesis, “ Por el testimonio de la conciencia psicológica consta 1) que discer­
nimos entre el bien y el mal; 2) juzgamos que debemos evitar el mal y hacer el bien,
que unas cosas nos son lícitas y otras prohibidas, unas permitidas y aún mandadas y
otras pronibiuas; 3) por el testimonio de la conciencia moral nos sentimos dignos de
vituperio y aún castigo, o al contrario de premio según que quebrantemos o guarde­
mos ciertos cánones, hagamos u omitamos ciertas acciones: finalmente 4) todo eso
398 Jurídica — Anuario

lo llevamos por naturaleza en nosotros, no por magisterio ajeno, sino desde que te­
nemos uso de razón. Es así que todo eso no es sino la Ley natural. Luego existe” (t,>.
Y el Filósofo-Jurista DON RAFAEL PRECIADO HERNANDEZ expone:*67)
“ Las verdades morales tienen (así) un fundamento real, están fincadas en el ser,
en la naturaleza de las cosas, en el orden ontológico según el cual cada ser tiene un
fin propio y a la vez ocupa determinado puesto en el cosmos; esas verdades no son
meros productos convencionales que varíen con las épocas o de un lugar a otro.
Siempre serán condenados por la ética, el asesinato, el adulterio, el robo, la mentira,
el suicidio como malos; porque implican en cierta medida privaciones del ser; el ase­
sino priva de la vida a su semejante, suprime su ser biológico; el adúltero dispone de
una mujer que no le pertenece, que forma con su marido la unidad básica (“ Dos en
una misma carne” ) de una familia, destruye o cuando menos relaja esa unidad y el
propio ser de la familia: el ladrón reduce el patrimonio de una persona, la unidad de
bienes estimables en dinero afecta a la voluntad de su dueño; el mentiroso atenta
contra el ser de la sociedad que no podría existir no obstante ser necesaria al hombre
y estar así vinculada a su estructura ontológica, si los hombres no procedieran a base
de veracidad en sus relaciones, aparte de que priva al lenguaje de su fin propio, de su
función específica, que consiste precisamente en ser vehículo fiel para la transmisión
del pensamiento; y el suicida se priva de su ser corporal y al mismo tiempo priva de
uno de sus miembros a las sociedades y comunidades a que pertenece” .
El Jus-filósofo Villoro-Toranzo, a la pregunta que nos hemos formulado, con­
testa:*8)

“ Todos deseamos lo mejor para nosotros mismos y sabemos, explícita o


implícitamente, que lo mejor no puede ser más que desarrollarnos de acuerdo con
nuestra naturaleza racional y libre, o, en otras palabras, desarrollarnos moralmente.
Nadie se escapa del todo, al peso de esta responsabilidad. Allí está nuestra concien­
cia moral para recordarla, urgiéndonos a progresar de acuerdo con nuestra naturale­
za racional y libre.
En otras palabras, el hombre es situado por su propia naturaleza en la disyuntiva
de o desarrollarse plenamente como hombre o de negarse a sí mismo y convertirse en
bestia o, peor aún (pues las bestias carecen de razón y libertad), caer más abajo que
las bestias. “ La naturaleza misma del hombre le ata, pues, a la ley moral en cuanto
ley de su ser plenamente real” .
“ ¿Se puede especificar en qué consiste ese desarrollo moral que se impone a toda
persona? Johannes Messner nos da una excelente respuesta: “ La conciencia moral
de la gente formada no parece dejar hoy duda de que los fines esenciales del hombre,

(6) RAHA1M: tesis 53 del Compendio de Filosofía.


(7) PRECIADO HERNANDEZ O.C. pág. 204-205.
(8) V1LLORO TORANZO. "Deontología Jurídica” , pág. 123.

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La Lógica y la Etica del abogado 399

donde hay que buscar la esencia y a la vez el criterio de moralidad son: la autocon-
servación, incluyendo la integridad corporal y la estimación social (honor personal);
el autoperfeccionamiento desde el punto de vista físico y espiritual, incluyendo el de­
sarrollo de las capacidades para el mejoramiento de sus condiciones vitales, así co­
mo la preocupación por el bienestar económico y la seguridad de las propiedades o
los ingresos necesarios; la ampliación de la experiencia, del saber y del perfecciona­
miento, mediante el mundo de los valores espirituales; la procreación por pareja y la
educación de la prole; la benevolente participación en el bienestar material y espiri­
tual del prójimo en cuanto dotado de la misma esencia humana; la unión social con
vistas a la utilidad social, que consiste, ante todo, en la seguridad de paz y orden, en
la posibilidad del bienestar material y cultural de la comunidad, así como en el fo­
mento del conocimiento y dominación de las fuerzas de la naturaleza para este fin; la
consecución de un conocimiento seguro de su posición en el mundo como universo y
de su destino definitivo y, en conexión con esto el conocimiento y la adoración del
Creador” .
Para lograr estos bienes del desarrollo moral, el ser humano necesita reglas, es
decir directrices racionales que le vayan orientando en las diversas circunstancias en
que se va encontrando. Porque el hombre quiere y necesita plasmar su desarrollo de
manera racional.
Villoro Toranzo suscita la siguiente cuestión:^

“ ¿Podemos plantear la posibilidad de una moral atea? No nos referimos a la


cuestión de hecho, pues podemos admitir sin dificultad que hay personas que, profe­
sando el ateísmo, viven vidas perfectamente morales. Tampoco estamos planteando
la cuestión de sí, para encontrar una solución moral, es necesario referirse
explícitamente a Dios. Es claro que muchas cuestiones morales se resuelven sin refe­
rencia explícita a los últimos fundamentos de la moralidad. Estamos planteando una
cuestión de coherencia filoáofica. Dicho de otra manera: esos ateos de buena fe, a
los que podemos admirar por la rectitud de sus vidas, ¿son consecuentes consigo
mismos? No se trata de una acusación, sino de una cuestión de coherencia. Por otra
parte, no nos debemos extrañar de esa inconsecuencia, si llega a aparecer. Las vidas
humanas están plagadas de inconsecuencias. Si los hombres fuéramos verdadera­
mente consecuentes con los ideales que profesamos, todos seríamos héroes y santos.
Pues bien, a la pregunta de si es posible en lógica una Moral atea, yo creo que hay
que contestar con Dostoievski: “ si Dis no existe, todo está permitido” . José Luis L.
Aranguren desarrolla así la misma idea: “ El ‘ateísmo ético’ se reduce a sí mismo al
absurdo y, si es consecuente, tiene que desembocar en el derrocamiento nietzcheano
de la moral, en el inmoralismo de André Gide, en la Filosofía de Sartre, en el nihilis­
mo que denuncia Heidegger como signo de nuestro tiempo... La actitud ética sepa-9

(9) VILLORO TORANZO. “ Deontología Jurídica", pág. 129.


400 Jurídica — Anuario

rada termina en el absurdo, pasando previamente por el ateísmo ético. Pero su raíz
se encuentra en el racionalismo. El ateísmo es un producto racionalista, una simpli­
ficación racionalista de la realidad... El ateísmo es un producto racionalista porque
está separado de la vida real” .
En consecuencia, de lo anterior resulta evidente que el ser humano carece de un
criterio sólido de rectitud en sus actos cuando se guía en su obrar por principios utili­
taristas, o de situación acomodaticia.
No han faltado quienes pretenden crear una diferencia abismal entre moral y de­
recho, alegando que la una es autónoma y rige los actos internos del hombre,
mientras que el derecho es heterónomo y rige los actos externos del ser humano.
Antes de examinar la falsedad de esta postura, es pertinente aclarar la estructura
del acto humano:
Encontramos tres frases sucesivas en el acto voluntario.
la) Deliberación intelectual.- Es un acto complejo que comprende varios mo­
mentos: lo. concepción de dos actos contrarios, de dos alternativas; 2o. concepción
de las razones en pro y en contra de esas alternativas, que son el objeto de la delibe­
ración; 3o. examen o comparación de los motivos y móviles presentados en pro y en
contra de las alternativas, lo cual constituye la deliberación propiamente dicha; y 4o.
Juicio práctico sobre el valor respecto de los motivos y móviles. lia). Determina­
ción; sigue a la deliberación y constituye la esencia misma del acto voluntario, con­
siste en elegir entre las diferentes alternativas, en optar por una de ellas; la voluntad
pronuncia a la vez un veto y un fiat; un fíat por el cual hace que la posibilidad elegi­
da se realice y un veto por el cual impide la realización de las otras posibilidades.
Illa) Ejecución: es la realización exterior del acto interno, de la decisión tomada por
la voluntad. El acto voluntario supone siempre un esfuerzo, un movimiento interior
para realizar la determinación tomada” <10>.
Ahora bien, “ la moral toma en cuenta el acto humano en todas las etapas que ha
recorrido, y la nota de interioridad con que se la califica, sólo quiere decir que la va­
loración la hace refiriendo el acto a sus motivos y móviles más íntimos, a la concien­
cia misma del sujeto, realizando el proceso valoratorio, si se permite una expresión
gráfica, del centro hacia la periferia. Que no se diga pues que a la moral solo le inte­
resan los actos internos, ya que en realidad le interesan todos los actos humanos, y
los valora íntegramente; pero eso sí refiriéndolos siempre a su centro de irradiación,
a la conciencia del sujeto agente” .
El derecho por su parte, regula el acto humano en su aspecto exterior, pero no ig­
nora el aspecto interno del acto humano, y por ello toma en cuenta la intención, la
buena fe, el error, el dolor, la mala fe, etc., en la conducta humana.
¿La moral es autónoma? ¿cada uno puede darse sus propias leyes? “ La contesta­
ción afirmativa implicará la destrucción de toda moral, ya que en tal supuesto cada

(10) Sortais, citado por PRECIADO HERNANDEZ, O.C. pág. 190-191,

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La Lógica y la Etica del abogado 401

quien determinaría sin ninguna limitación sus propias normas y de este modo el
capricho se convertiría en norma” ,
“ Estrictamente hablando todo principio ético es heterónomo se impone a la ra­
zón y a la voluntad del sujeto; no lo establece su razón ni su voluntad. La razón lo
descubre, lo reconoce y la voluntad lo apetece y observa porque redunda en el bien
del sujeto” , que es alcanzar su fin, el bien absoluto; porque el hombre está hecho
para eso, como el avión para volar.
Pasemos ahora a demostrar la íntima relación entre la moral y el derecho:
Al respecto Villoro*11) explica: “ El contenido moral del Derecho penal es paten­
te. Robos, homicidios, tráfico de enervantes, corrupción de menores, abuso de auto­
ridad, falsificación de diversa especie, atentados al pudor, bigamia, lesiones, calum­
nia, abuso de confianza, etc., son conductas que el derecho llama delictuosas y la
moral inmorales. El delito no es más que una conducta que la comunidad considera
inmoral, pero no sólo nociva para el individuo que la comete sino también nociva
para la comunidad. Entonces, la comunidad quiere que esa conducta sea prohibida y
castigada, la declara delictuosa y señala penas para quienes la cometen” .
“ El contenido moral de otras ramas del Derecho también es fácil de detectar.
Tras las instituciones del Derechos Civil se encuentra la protección de los valores
morales de la familia y de la responsabilidad contractual. Y aunque las instituciones
mercantiles, tales como los títulos de crédito, son obra del artificio humano, lo que
se protege jurídicamente en ellas es de nuevo la responsabilidad contractual, la cual
en fin de cuentas es moral. El derecho del trabajo vela por la dignidad de los trabaja­
dores, valor moral si hay alguno; al Administrativo pone los medios (servicios so­
ciales, concesiones, etc.), para que los miembros de la comunidad puedan vivir y de­
sarrollarse en un ambiente social más constructivo, es decir, tiene como meta las me­
jores condiciones para el desarrollo moral. En cuanto al Derecho Constitucional to­
da constitución es un proyecto de convivencia social que debe implementarse para el
bien (moral) de los miembros de la comunidad y sus grandes principios son todos
morales: limitaciones a la autoridad, garantías a los súbditos, organización respon­
sable de estos en la participación de las decisiones políticas. Hasta el Derecho Proce­
sal tiene contenido moral. El plazo que se da al demandado para contestar la deman­
da tiene como fundamento dos principios morales: el derecho del demandado a de­
fenderse y la impartición pronta de la justicia. Una exhibición de pruebas es una ma­
nera de defender la veracidad de lo afirmado, la cual es también cuestión moral” .
“ Al afirmar que todo el Derecho Positivo tiene contenido moral no queremos
decir que todas sus disposiciones sean por sí mismas de naturaleza moral. Por
ejemplo, el que la demandada debe ser contestada dentro del plazo de nueve días, y
no de ocho o diez no es una disposición estrictamente moral” . Lo mismo se puede
decir de las normas que señalan la mayoría de edad a los 18 años y no a los 19 ó 20.

(11) VILLORO TORANZO. “ Deontologia Jurídica” , pág. 154.


402 Jurídica — Anuario

“ Estas y tantas otras disposiciones pudieron haber sido determinadas de manera


diferente sin que la Moral hubiera sufrido lo más mínimo. Lo que queremos decir es
que éstas y todas las demás disposiciones del derecho positivo descansan en último
término en principios morales” .
Por eso, podemos decir con Georges Renard que “ no hay una sola parcela de de­
recho positivo que no participe, de cerca o de lejos, de la dignidad del derecho natu­
ral, o que no hay normas del derecho positivo sin algún contenido moral” <1213>.
Sobre el mismo punto Preciado Hernández enseña:

“ En cada rama del derecho es fácil descubrir, cómo los principios del derecho
natural están presentes, ora en forma expresa o bien implícitamente, pero constitu­
yendo siempre los sillares en que descansan las instituciones comprendidas en ese
sector de lo jurídico. No se puede prescindir de esos principios porque la construc­
ción viene abajo al faltarle esos cimientos. ¿Qué sería del derecho de las obligaciones
si se desconocieran esos principios de Derecho Natural: Los que nos mandan respe­
tar los convenios, cumplir las promesas, pagar las deudas, asumir las consecuencias
de nuestros actos, no causar daño a otro, no enriquecernos a costa del prójimo sin
justa causa? ¿Será posible elaborar un derecho positivo de las obligaciones fundán­
dose en principios contrarios a los enunciados? Ni podría elaborarse, ni mucho me­
nos practicarse.
¿Y como se puede estructurar un derecho constitucional desconociendo el princi­
pio de la necesidad del estado y de la autoridad política? ¿O un derecho procesal que
no se apoye en los principios según los cuales nadie debe ser Juez y parte en la misma
causa y nadie debe ser juzgado sin ser oído?
“ Las relaciones entre Derecho y moral equivalen a las relaciones entre la justicia
y el bien común por una parte y el bien personal por la otra. Lo que el hombre hace
justamente frente a sus semejantes contribuye a su bien personal, pero no todo lo
que perfecciona individualmente al hombre y que constituye su bien personal, se tra­
duce en relaciones de justicia” *0 ).
La Suprema Corte de Justicia de la Nación confirma los criterios expuestos al
sustentar la siguiente tesis:

“ La buena fe es la base inspiradora de todo el derecho y debe serlo, por ende del
comportamiento de las partes en todas sus relaciones jurídicas y en todos los actos
del proceso en que intervengan” *14*.
Ahora bien, el abogado como hombre de ley debe procurar con su conducta la
realización de la justicia como criterio, en la justicia como virtud, como hábito ope­
rativo bueno.
(12) Citado por PRECIADO HERNANDEZ O.C. pág. 162.
(13) PRECIADO HERNANDEZ O.C. pág. 256 y 257.
(14) Ediciones Murguía 1917 a 1965 - tesis 102 • pág. 310.

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La Lógica y la Etica del abogado 403

RAFAEL BIELSA(15>aclara: “ La falta de moral del pintor, del matemático, no


empaña su obra. Las flaquezas del artista son independientes del cuadro que pintó.
Pero la separación absoluta entre el hombre y su obra no es admisible en el juriscon­
sulto, porque el derecho es la primera de las ciencias morales destinadas a regir a los
hombres y con mayor razón a sus conciudadanos. El hombre de Derecho rebaja su
obra o la eleva, con su actitud en la vida pública (y también en la privada)” .
“ Aunque es verdad que una golondrina no hace verano, también es verdad que
las faltas personales de los miembros de una profesión —sobre todo si son
repetidas— acaban proyectando desprestigio sobre toda la profesión. No se puede
esperar que la opinión pública tenga en gran estima una determinada profesión,
cuando miembros de la misma en su conducta privada y pública no proceden con­
forme a los ideales que su profesión exige. Aunque son muchos los jueces rectos y
honrados, será suficiente la denuncia en la prensa de algunos casos de jueces corrup­
tos para que la opinión pública pierda confianza en toda la judicatura. Por eso, con
todo derecho, los miembros de una profesión buscan y luchan por el prestigio profe­
sional y se sirven de la Deontología como un medio para obtenerlo” ^151617).
Derecho-verdad-y-bien son una trilogía inseparable proque el derecho está
impregnado de la verdad y del bien, como ha quedado demostrado. Por ello Angel
Ossorio,(17) ex-decano del Colegio de Madrid expresa “ La primera condición del
hombre del foro es la veracidad... somos voceros de la verdad, no del engaño, se nos
confia que pongamos las cosas en orden, que procuremos dar a cada cual lo suyo,
que se abra paso la razón, que triunfe el bien. ¿Cómo armonizar tan altos fines con
un predominio del embuste” ? Y continúa el excelso jurista: ¿Para qué estamos los
abogados? ¿Para qué propere la razón de quien nos paga o para procurar que haya
justicia? Estamos para lo segundo. Somos ministros de la justicia a través del interés
particular; no tenemos el derecho de poner nuestras aptitudes, nuestras facultades al
servicio de la injusticia o del error conscientemente; eso no es lícito” . '
“ Sin justicia no se puede vivir. Es para el hombre algo tan esencial como el aire
respirable. Ser ministro de la justicia es algo trascendental, definitivo. No se puede
ser Juez, Fiscal ni abogado sin el orgullo de estar desempeñando las funciones más
nobles y más importantes para la humanidad” .
El artículo primero del Código de la Barra Mexicana expresa:

“ El abogado debe tener presente que es un servidor de la justicia y un colabora­


dor de su administración” . Pero no se trata de meras declaraciones retóricas, sino de
directrices que tienen resultados prácticos, porque la ética al igual que el derecho ri­
ge conductas humanas, no está integrada por principios etéreos.

(15) Citado por VILLORO TORANZO, en “ Deontología Jurídica’’ pág. 22.


(](■>) VILLORO - Deontología Jurídica pág. 22-23.
(17) Citado por VILLORO - Deontología Jurídica pág. 177.
404 Jurídica — Anuario

En el juramento que la Universidad Nacional Autónoma de México, pide a


quienes, por haber aprobado el examen profesional, va a otorgar el titulo de aboga­
dos, se les advierte: “ En el ejercicio de la profesión de tan alta responsabilidad, te­
ned presente, ante todo, que no debéis emplear vuestros conocimiento sino en servi­
cio de las cansas justas”, Y luego se les exige la siguiente protesta: ¿Protestáis solem­
nemente y bajo vuestra palabra de honor que al ejercer la abogacía tomaréis como
norma suprema de vuestra conducta la justicia y la moral?
Antes de concluir, permítaseme terminar citando al gran filósofo-jurista Villoro
Toranzo:*18)

“ El derecho es el mínimo de amor exigido en sociedad. En efecto, es a partir del


amor como aparece la justicia. En último término ni la razón ni la experiencia tienen
la clave de lo justo y del derecho. Esa clave la tiene el amor. El amor no debe ser con­
fundido con la emotividad, aunque ésta puede acompañarlo. El amor es la dimen­
sión por excelencia del ser humano y como tal, lejos de oponerse a lo racional, es
una actitud esencialmente racional. El amor permite al ser humano abrirse al absolu­
to y por esa abertura imprime en el ser humano una dignidad de que carecen otras
especies animales. La fórmula aristotélica del ser humano como “ animal racional”
debe ser completada por la fórmula más exacta de “ un animal capaz de amar” . En
la realización de esta capacidad reside la grandeza del ser humano, la Justificación
de su existencia y su poderío, el progreso del Derecho y el desarrollo de la civiliza­
ción. Sin amor nos rebajamos al nivel de brutos. Con amor, damos sentido a nuestra
vida y al derecho. Todo esfuerzo por explicar el derecho como orden racional o co­
mo producto de fuerzas históricos será incompleto, porque le falta lo más importan­
te, que es su inspiración en la justicia, la cual a su vez, no es más que una forma de
amor” .
Y me permito añadir, en último término al caer la tarde de nuestros días, seremos
juzgados sobre la medida de nuestro amor para con los demás.

Muchas gracias.

(18) Lecciones de Filosofía del Derecho pág. 491.

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La Lógica y la Etica del abogado 405

“ BIBLIOGRAFIA”

1. - Compendio de Filosofía
Salomón Rahaim, S.J.
México, 1985.

2. - Enciclopedia Garzanti di Filosofía


Milano, 1985.

3. - Lógica Minor
Vicentio Remer, S.J.
Roma, 1927.

4. - Crítica
Joseph De Vries, S.J.
Friburgo, 1937.

5. - Compendium Philosophiae Moralis


Edmundus Elter, S.J.
Roma, 1950.

6. - Filosofía
Paolo Dezza, S.J.
Roma, 1949.

7. - De Legibus
M. T. Cicerón
Edición Bilingüe por Alvaro D’ors
Madrid, 1953.

8. - Derecho Natural y Proceso


Miguel Angel Hernández Romo
Revista Procesal
México, 1973, año 2, número 3.

9. - Sexo, Uso y Abuso


Salomón Rahaim, S.J.
México, 1988.
406 Jurídica — Anuario

10.- Deontología Jurídica


Miguel Villoro Toranzo
Universidad Iberoamericana
México, 1987.

1 1 Lecciones de Filosofía del Derecho


Miguel Villoro Toranzo
Porrúa - México, 1984.

12.- Lecciones de Filosofía del Derecho


Rafael Preciado Hernández
Jus México, 1954.

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