Delirio A Duo - Eugene Ionesco
Delirio A Duo - Eugene Ionesco
Delirio A Duo - Eugene Ionesco
DELIRIO A DUO
...HASTA QUE SE QUIERA
de Eugene IONESCO
A Tsilla Chelton
a Ives Penaud
a Antoine Boursellier
PERSONAJES
ELLA Tsilla Chelton
ÉL Ives Penaud
EL SOLDADO, LOS VECINOS
Habitación corriente, sillas, cama, tocador, ventana en el fondo, puerta a la izquierda, puerta a
la derecha, Ella está sentada frente al tocador que está cerca de la puerta, en primer término a
la izquierda. Él pasea por la habitación, un poco nervioso, pero no demasiado, con las manos
cruzadas a la espalda, con los ojos como papando moscas. Se oyen fuera ruidos,
vociferaciones, disparos de armas de fuego. Representación sin palabras -paseo del hombre,
tocado de la mujer- durante sesenta segundos. Los dos personajes están en bata, y calzan
zapatillas. La bata del hombre está bastante sucia; la de la mujer manifiesta veleidades de
coquetería. Él no está afeitado. No son jóvenes.
Ella: ¡La vida que me prometiste! ¡Y la que me das! Dejé a un marido por seguir a un
amante. ¡El romanticismo! ¡El marido valía diez veces más, seductor! Él no me
llevaba la contra estúpidamente.
Él: Yo no te llevo la contra por capricho. Cuando dices cosas que no son verdad, no
puedo aceptarlas. Tengo la pasión de la verdad.
Ella: ¿De qué verdad? Puesto que te digo que no hay diferencia. Esa es la verdad:
caracol, tortuga, es lo mismo.
Él: De ninguna manera. No son el mismo animal.
Ella: Tú sí que eres un animal. ¡Idiota!
Él: La idiota eres tú.
Ella: ¡Tú me insultas, imbécil, repugnante, seductor!
Él: Pero escucha. Por lo menos, escucha.
Ella: ¿Qué quieres que escuche? Después de diecisiete años que llevo escuchándote.
Diecisiete años que me arrancaste a mi marido, a mi hogar.
Él: Pero eso nada tiene que ver con la cuestión.
Ella: ¿Con qué cuestión?
Él: Con la cuestión que estamos discutiendo.
Ella: ¡Se acabó! Ya no hay cuestión. El caracol y la tortuga son el mismo animal.
Él: No, no son el mismo animal.
Ella: Sí, son el mismo.
Él: Todo el mundo te dirá que no.
La Biblioteca Teatral Santa Fe RECUERDA que la representación de obras de teatro, según la normativa
vigente, debe contar con la debida autorización... En Argentina ARGENTORES= J.A. Pacheco de Melo 1820
(1126) Ciudad Autónoma de Bs. As. Consultas = www.argentores.org.ar – administració[email protected] –
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Delirio a duo 2
Él: No. No soy un hombre como los demás, afortunadamente (Se oye una explosión)
Ella: ¡Desdichadamente! (Explosión)
Él: ¡Afortunadamente! (Explosión) No soy un hombre vulgar, soy un idiota. Como
todos los idiotas a quienes tú has conocido. (Explosión)
Ella: ¡Vaya! Una explosión.
Él: ¡No soy un cualquiera! He estado invitado en casa de princesas que iban escotadas
hasta el ombligo y para tapar el escote se ponían encima chaquetitas, sin lo cual
habrían estado desnudas. Tenía ideas geniales, hubiese podido escribirlas, me lo
habrían pedido. Habría sido un poeta.
Ella: Te figuras que eres más listo que los demás; yo también lo creí, un día en que
estuve loca. No es verdad. Fingí creerlo. Porque me sedujiste pero no eres más
que un cretino.
Él: ¡Cretina!
Ella: ¡Cretino! ¡Seductor!
Él: No me insultes. No vuelvas a llamarme seductor. ¿No te da vergüenza?
Ella: No te insulto. Te desenmascaro.
Él: Yo también te desenmascaro. Toma, te quito las pinturas. (Le da una buena
bofetada)
Ella: ¡Cochino! ¡Seductor! ¡Seductor!
Él: ¡Cuidado... porque...!
Ella: ¡Don Juan! (Le da una bofetada) ¡Te está bien empleado!
Él: ¡Cállate! ¡Escucha! (Los ruidos de fuera se intensifican, las vociferaciones, los
disparos que se han estado oyendo vagamente a lo lejos se han acercado, están
bajo la ventana. Él que se preparaba a reaccionar violentamente ante los insultos
de Ella, se detiene de pronto, y ella también)
Ella: ¿Pero qué estás haciendo? Abre esa ventana. Mira.
Él: Ahora mismo decías que no querías abrirla.
Ella: Cedo. Ya lo ves. Soy buena.
Él: Es verdad, por una vez es verdad, embustera. Además, ahora no vas a tener frío.
La cosa está que arde. (Abre la ventana y mira)
Ella: ¿Qué sucede?
Él: No es gran cosa. Hay tres muertos.
Ella: ¿De cuáles?
Él: Uno de cada bando. Y un neutral. Uno que pasaba.
Ella: No te quedes en la ventana. Van a disparar contra ti.
Él: Cierro. (Cierra la ventana) Además, se alejan los rudos.
Ella: Entonces será que se han marchado.
Él: Deja que vea.
Ella: No abras. (Él abre la ventana) ¿Por qué se han marchado? Respóndeme. Pero
cierra esa ventana. Tengo frío. (Él cierra la ventana) Nos vamos a asfixiar.
Él: Sin embargo, se ve que están espiando. Se ven sus cabezas, ahí en cada esquina.
Todavía no podemos salir a dar un paseo. Tomaremos decisiones más adelante.
Mañana.
Ella: Otra buena ocasión para no decidir nada.
Él: Así es.
Ella: Y así va a seguir, así va a seguir esto. Cuando no es la tormenta, es la huelga de
los ferrocarriles, cuando no es la gripe, es la guerra. Cuando no es la guerra de
todos modos es la guerra. ¡Ay, es fácil! ¿Y qué tenemos, al cabo del tiempo?
Demasiado sabemos de lo que tenemos al cabo del tiempo.
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Delirio a duo 5
Él: ¿No acabas de peinarte y volverte a peinar? Ya estás bastante hermosa, no has de
estar más hermosa de lo que eres.
Ella: Cuando estoy despeinada, no te parece bien.
Él: No es éste el momento de ser coqueta. Haces las cosas a destiempo.
Ella: Me adelanto a mi tiempo. Me embellezco para las mañanas hermosas. (Una bala
procedente de la calle rompe un vidrio de la ventana)
Ella y Él: ¡Ah! ¿Has visto?
Ella: ¿No estás herido?
Él: ¿No estás herida?
Ella: Ya te dije que cerrases los postigos.
Él: Voy a dar una queja al casero. ¿Cómo puede permitir esto? ¿Dónde está nuestro
casero? En la calle, de seguro, divertidísimo. ¡Ay, estas gentes!
Ella: ¡Pero cierra los postigos! (Él cierra los postigos. Apagón) ¡Pero enciende la luz!
No podemos quedarnos a oscuras.
Él: Como me dijiste que cerrase los postigos. (Se dirije hacia el interruptor de la luz
en la oscuridad, y tropieza contra un mueble) ¡Ay! Me hice daño.
Ella: ¡Torpe!
Él: Eso es, insúltame. ¿Dónde está ese chisme? No es fácil de conocer la casa del
casero. No sabe uno nunca dónde ha hecho que pongan los interruptores. No se
mueven y, sin embargo, siempre están cambiando de sitio. (Ella se levanta y a
oscuras se dirige hacia el interruptor. Tropieza con Él)
Ella: ¡Ya podías tener cuidado!
Él: ¡Ya podías tener cuidado!
Ella: (logra encender). Me has hecho un chichón en la frente.
Él: Me has dado un pisotón en los pies.
Ella: ¡Lo has hecho a propósito!
Él: ¡Lo has hecho a propósito! (Van a sentarse cada uno en una silla. Pausa) Si no te
hubiera visto, no nos habríamos conocido... ¿Cómo habría sido?... Acaso yo
hubiera sido pintor. Tal vez otra cosa... ¿Cómo hubiera podido ser? Tal vez estaría
viajando. Tal vez sería más joven.
Ella: Tal vez habrías muerto en un asilo. Puede que, a pesar de todo, nos hubiésemos
encontrado otro día. Puede que “de otro modo” no exista. ¿Qué sabe uno?
Él: Quizás no me estaría preguntando si tengo razones de vivir. O tal vez hubiera
tenido otras razones de no estar contento.
Ella: Habría visto crecer a mis hijos. O me habría dedicado a hacer cine. Viviría en un
hermoso castillo con flores, con guirnaldas. Habría hecho... ¿qué habría hecho yo?
¿Qué sería yo?
Él: Me marcho. (Toma el sombrero, se dirige hacia la puerta. Se oye un gran ruido. Se
detiene delante de la puerta) ¿Oyes?
Ella: No soy sorda. ¿Qué es?
Él: Una granada. Atacan con granadas.
Ella: Aunque estuvieras decidido, no podríamos pasar de ningún modo. Estamos entre
dos fuegos. ¿Qué idea te dio de elegir esta habitación en el límite de dos barrios?
Él: Tú fuiste quien eligió esta casa.
Ella: ¡Embustero!
Él: No tienes memoria o finges no tenerla. Querías este piso por la belleza de la
perspectiva. Decías que eso me haría cambiar de ideas.
Ella: ¡Cómo inventas! Nunca hemos tenido ideas.
Él: No se podía prever que... Nada dejaba prever...
Ella: Ya ves cómo lo reconoces. Tú fuiste quien eligió la casa.
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Delirio a duo 6
Él: ¿Cómo habría podido hacerlo, si no tenía la menor idea? O lo uno o lo otro.
Ella: Elegimos porque sí. (Ruidos más fuertes, fuera. Gritos, golpazos en las escaleras.}
Suben. Cierra bien la puerta.
Él: Está cerrada. Cierra mal.
Ella: Ciérrala bien de todas maneras.
Él: Están en el descansillo.
Ella: ¿En el nuestro? (Se oye llamar)
Él: Cálmate, no nos buscan a nosotros. Están llamando a la puerta de enfrente.
(Escuchan. Los golpes continúan)
Ella: Se los llevan.
Él: Suben al piso de arriba.
Ella: Bajan.
Él: No, suben.
Ella: Bajan.
Él: No, suben.
Ella: Te digo que bajan.
Él: Siempre quieres tener razón. Te digo que suben.
Ella: Bajan. Ni siquiera sabes ya interpretar los ruidos. Es el miedo que tienes.
Él: Suban o bajen, casi da lo mismo. La próxima vez vendrán aquí.
Ella: Levantemos una barricada, El armario. Empuja el armario delante de la puerta. ¡Y
dices que tienes ideas!
Él: No he dicho que tenía ideas. Pero, una de dos...
Ella: El armario, vamos, empuja el armario. (Toman el armario que está a la derecha y
lo empujan hasta tapar la puerta que está a la izquierda) Estaremos más tranquilos.
Si quiera eso.
Él: ¡Tranquilos! Si tú llamas a esto tranquilidad. Ya ni sabes lo que dices.
Ella: Seguro, porque contigo no puede decir una que está tranquila. Contigo nunca está
una tranquila.
Él: ¿Qué hago yo para impedirte que estés tranquila?
Ella: Me pones nerviosa. No me pongas nerviosa. De todos modos, has de alterame los
nervios.
Él: No volveré a decir nada, no volveré a hacer nada. Seguirás diciendo que te pongo
nerviosa. De sobra sé lo que te anda rondando por la cabeza.
Ella: ¿Qué es lo que me anda rondando por la cabeza?
Él: Te ronda por la cabeza, lo que se te hametido en la cabeza.
Ella: Insinuaciones, alusiones pérfidas.
Él: ¿Qué tienen de pérfidas esas insinuaciones?
Ella: Todas las insinuaciones son pérfidas.
Él: En primer lugar, no son insinuaciones.
Ella: Sí, son insinuaciones.
Él: No.
Ella: Sí.
Él: No.
Ella: Entonces, si no son insinuaciones ¿qué son?
Él: Para saber que son insinuaciones, hay que saber lo que son las insinuaciones.
Dame la definición de insinuación; reclamo la definición de insinuación.
Ella: Ya ves cómo bajan. Se han llevado los del descansillo. Ya no gritan. ¿Qué les
habrán hecho?
Él: Los han degollado, probablemente.
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Delirio a duo 7
Ella: Qué idea tan graciosa. ¡Ay, no, no es ina idea graciosa! Pero ¿por qué los han
degollado?
Él: No puedo ir a preguntárselo. No es el momento.
Ella: Puede que no los hayan degollado, después de todo; es posible que les hayan
hecho otra cosa. (Clamores, ruidos fuera, las peredes vacilan)
Él: ¿Oyes?
Ella: ¿Ves?
Él: ¿Ves tú?
Ella: ¿Oyes tú?
Él: Utilizan minas subterráneas.
Ella: Nos vamos a encontrar en la cueva.
Él: O en la calle. Vas a tomar frío.
Ella: En la cueva estaríamos mejor. Podríamos instalar la calefacción.
Él: Podríamos escondernos.
Ella: No se les ocurrirá venis a buscarnos.
Él: Por qué?
Ella: Está demasiado hondo. No se figuran que gentes como nosotros o ni siquiera
como nosotros vayan a pasar la existencia como animales, en los abismos.
Él: Registran por todas partes.
Ella: No tienes más que marcharte. No he de ser yo quien te impida salir. Toma el aire,
aprovecha la situación para inventarte otra existencia. Anda a ver si existe otra
existencia.
Él: La ocasión no es propicia. Llueve, hiela.
Ella: Decías que era yo la que tenía frío.
Él: Ahora soy yo. Tengo frío en la espalda. Tengo derecho a tener frío en la espalda.
Ella: Tú tienes todos los derecho, es evidente. Yo, no tengo ninguno. Ni siquiera el de
tener calor. Ya estás viendo la vida que me ofreciste. Mira esto. Mira si es alegre
con todo esto. (Indica los postigos cerrados, el armario delante de la puerta)
Él: Eso que estás diciendo es estúpido. No puedes pretender que yo soy responsable
de los acontecimientos, del furor de la gente.
Ella: Te digo que habrías debido prever. En todo caso habrías debido arreglártelas para
que esto no sucediese estando nosotros aquí. Eres la personificación de la mala
suerte.
Él: Bueno. Entonces, voy a desaparecer. Mi sombrero. (Quiere ir a buscar su
sombrero. Un proyectil atraviesa la ventana y los postigos y cae en el centro del
piso. Se quedan mirando el proyectil)
Ella: ¡Ah, una caparazón de tortuga-caracol!
Él: El caracol no tiene caparazón.
Ella: ¿Qué tiene entonces?
Él: No lo sé. Una cáscara.
Ella: Da lo mismo.
Él: ¡Ay! Es una granada.
Ella: ¡Una granada! ¡Va a estallar! ¡Aplástale la mecha!
Él: Ya no tiene mecha. Lo veo, ya no estalla.
Ella: No pierdas el tiempo. Busca un refugio. (Va a esconderse en un rincón. Él se
dirige hacia la granada) Te vas a matar. ¡Imprudente, imbécil!
Él: No podemos dejarla aquí, en el centro de la habitación. (Toma la granada; la tira
por la ventana. Se oye afuera el ruido de una gran explosión)
Ella: Ya ves cómo estalla. Puede que dentro de casa no hubiera estallado, porque dentro
de casa no hay bastante aire. Puede que hayas matado a alguien. ¡Asesino!
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Delirio a duo 8
Él: En el punto a que han llegado, ni se darán cuenta, en el montón. En todo caso,
estamos una vez más fuera de peligro... por el momento. (Gran ruido fuera)
Ella: Ahora, ya no podemos impedir las corrientes de aire.
Él: Ya lo ves, no basta con cerrar los postigos. Hay que poner un colchón. Pongamos
el colchón.
Ella: Habrías debido pensarlo antes. Hasta si se te ocurre una idea, siempre te llega
demasiado tarde.
Él: Más vale tarde que nunca.
Ella: Filósofo, imbécil, seductor. Date prisa, el colchón. Pero ayúdame. (Quitan el
colchón de la cama y van a colocarlo tapando la ventana)
Él: Esta noche no tendremos colchón en qué acostarnos.
Ella: Culpa tuya es que no haya siquiera dos colchones en la casa. Mi marido, a quien
me hiciste abandonar, tenía siempre muchos. No eran colchones lo que faltaba en
esa casa.
Él: Porque era colchonero. Eran colchones ajenos. ¡Valiente gracia!
Ella: Ya ves que, en circunstancias como ésta, tenía gracia.
Él: Pero, en otras circunstancias, no la tenía. Linda debía estar vuestra casa con
colchones por todos lados.
Ella: No era un colchonero vulgar. Era colchonero aficionado, hacía colchones por
amor al arte. Y por amor a mi, ¿qué es lo que tú haces? ¿Qué haces por mi amor?
Él: Por amor a ti, me fastidio.
Ella: No es gran cosa.
Él: Sí.
Ella: En todo caso, no te fatiga. Perezoso. (Otra vez ruido. La puerta de la derecha se
viene al suelo. Humo)
Él: Es demasiado. En cuanto se cierra una puerta siempre deba haber otra que se abra.
Ella: Vas a acabar por ponerme enferma. Ya lo estoy. Padezco del corazón.
Él: O que se caiga por su propio impulso.
Ella: Todavía vas a decir que no tienes la culpa.
Él: No soy responsable.
Ella: ¡Nunca eres responsable!
Él: Está en la lógica de los acontecimientos.
Ella: ¿En qué lógica?
Él: La lógica objetiva de los acontecimientos.
Ella: ¿Qué vamos a hacer con esa puerta? Vuelve a ponerla en su lugar.
Él: (mirando desde el quicio) En casa del vecino, no hay nadie. Se deben haber ido de
vacaciones. Se han dejado en el cuarto los explosivos.
Ella: Tengo sed, tengo hambre. Anda a ver si encuentras algo.
Él: Tal vez pudiéramos salir. La puerta de los vecinos da a la calle de atrás, que está
más tranquila.
Ella: No estás pensando más que en marcharte. Espera. Me pondré el sombrero. (Él
sale por la derecha) ¿Pero dónde vas?
Él: (entre bastidores) No se puede salir. Naturalmente, la pared se ha hundido sobre el
descansillo. Un montón de piedras. (Entra) No se puede pasar, hay que esperar a
que esto se calme en nuestra calle. Quitaremos el armario y podremos pasar.
Ella: Voy a ver qué es ello. (Sale)
Él: (solo) Si me hubiese marchado antes. Hace tres años. O el año pasado o siquiera el
sábado pasado. Ahora estaría lejos, con mi mujer, reconciliado. Se ha vuelto a
casar. Bueno, estaría con otra. En la montaña. Estoy prisionero de un amor
desdichado. Y culpable. Puede decirse que es un justo castigo.
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Delirio a duo 9
Él: Pero un casco de obús, es una cosa que ha estallado ya. De modo que ya no
estalla.
Ella: Tartamudeas. (Nuevo proyectil que rompe el espejo del tocador). Han roto el
espejo. Han roto el espejo.
Él: ¡Qué se le va a hacer!
Ella: ¿Cómo voy a arreglármelas para peinarme? Ahora vas a decir que soy demasiado
coqueta.
Él: Más valdrá que te comas el salchichón (Ruido en el piso superior. Caen del cielo
raso pedazos de cascote. Ella y Él se esconden debajo de la cama. Los ruidos se
intensifican. Disparos de ametralladoras se mezclan con hurras. Están debajo de la
cama, uno junto a otro, de frente al público)
Ella: Cuando yo era pequeña, era una niña. Los niños de mi edad también eran
pequeños. Chicos pequeños, chicas pequeñas. No éramos todos de la misma
estatura. Siempre hay más pequeños, más altos, niños rubios, niños morenos,
niños ni rubios ni morenos. Aprendíamos a leer, a escribir, a contar. Restas,
divisiones, multiplicaciones, adiciones. Porque íbamos a la escuela. Los hay que
aprendían en su casa. Había un lago, no estaba muy lejos. Con peces; los peces
viven en el agua. No como nosotros. Nosotros no podemos, ni cuando es uno
pequeño; sin embargo, deberíamos poder. ¿Por qué no?
Él: Si yo hubiera aprendido técnica, sería técnico, fabricaría objetos. Objetos
complicados. Eso simplificaría la existencia.
Ella: De noche, dormiríamos.
Él: (mientra habla, sigue cayendo cascote del techo. Por fin, la habitación se quedará
sin techo. Y sin paredes. Se podrá ver, en su lugar, algo a modo de escaleras,
siluetas, acaso banderas). Un arcoiris, dos arcoiris, tres arcoiris. Los contaba.
Quizá más. Me preguntaba. Había que responder la pregunta. ¿En realidad, de qué
pregunta se trataba? No podía saberse. Para obtener la respuesta no había más
remedio que formular la pregunta... La pregunta. ¿Cómo es posible lograr la
respuesta si no se formula la pregunta? Entonces, a pesar de todo, formulaba la
pregunta; no sabía cuál era la pregunta, pero de todos modos, formulaba la
pregunta. Es lo menos malo que podía hacer. Los que conocen la pregunta son
listos... Uno se pregunta si la respuesta depende de la pregunta o si es la pregunta
la que depende de la respuesta. Ésa es otra pregunta. No, es la misma. Un arcoiris,
dos arcoiris, tres arcoiris, cuatro...
Ella: ¡Todo eso son trampas!
Él: (escuchando los ruidos, mirando caer el cascote y los proyectiles. Estos
proyectiles deben ser cómicos o absurdos; pedazos de tazas, fragmentos de pipas,
cabezas de muñecas, etc). En vez de morir solos, hay gentes que se hacen matar
por los demás. No tienen paciencia. O les divierte.
Ella: O es para demostrarse que no es verdad.
Él: O porque, tal vez, sea más fácil. Es más alegre.
Ella: Es la comunidad.
Él: Se matan unos a otros.
Ella: Se van matando por turno. Al mismo tiempo no es posible.
Él: (vuelve a tomar el hilo del recuerdo) Estaba en el quicio de una puerta. Miraba.
Ella: Había también un bosque con árboles.
Él: ¿Qué árboles?
Ella: Árboles que crecían más deprisa que nosotros. Con hojas. En el otoño, las hojas se
caen. (Proyectiles que no se ven hacen grandes agujeros en la pared. Caen
escombros en derredor de ellos, sobre la cama)
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Delirio a duo 11
Él: ¡Ay!
Ella: ¿Qué te pasa? ¡No te ha tocado!
Él: A ti tampoco.
Ella: Entonces, ¿qué te ocurre?
Él: Habría podrido.
Ella: Ése eres tú. Por todo gruñes.
Él: Tú eres la que estás siempre gruñendo.
Ella: ¡Eso! Habla de los demás. Siempre tienes miedo de lo que pudiera sucederte. Eres
un inquieto, por no decir un cobarde; en vez de tener un oficio, que es lo que hace
vivir a un hombre. Todo el mundo necesita tener un oficio. Si hay guerra, no se lo
llevan. (Gran ruido en las escaleras)
Ella: Vuelven. Esta vez subirán aquí.
Él: Ya ves que no pierdo la cabeza por nada.
Ella: Casi siempre pierdes la cabeza por nada.
Él: Esta vez no.
Ella: Porque siempre quieres tener razón. (Los proyectiles han cesado)
Él: Se han parado.
Ella: Por lo visto, es la hora del recreo. (Salen de debajo de la cama y se ponen de pie.
Miran el suelo sembrado de proyectiles, los agujeros que se han ido agregando
poco a poco en la pared) Tal vez podríamos salir por ahí. (Indicando uno de los
agujeros de la pared) ¿A dónde da esto?
Él: Da a las escaleras.
Ella: ¿A qué escaleras?
Él: A las escaleras que dan al patio.
Ella: ¿A las escaleras que dan al patio?
Él: Da a las escaleras que dan al patio que da a la calle.
Ella: ¿Qué da a la calle?
Él: Que da a la calle en que están haciéndose la guerra.
Ella: Entonces, es un callejón sin salida.
Él: Por lo cual, más vale quedarnos aquí. No te pongas el sombrero; no vale la pena
ponerte el sombrero.
Ella: Las salidas que encuentras tú son siempre males. ¿Por qué se te ocurre la idea de
salir si no podemos?
Él: No se me ocurrió la idea de salir sino en el caso de que hubiese habido la
posibilidad de salir.
Ella: Entonces no hay que pensar en la posibilidad de salir.
Él: Te digo que no pienso en la posibilidad de salir. Te digo que habría pensado en
ella en el caso de que la posibilidad hubiera sido posible.
Ella: No necesito que me des lecciones de lógica. Tengo más lógica que tú. Lo he
demostrado toda mi vida.
Él: Tienes menos.
Ella: Tengo más.
Él: Menos.
Ella: Más, mucha más.
Él: ¡Cállate!
Ella: No podrás hacerme callar.
Él: ¡Cállate! ¿Lo oyes? Escucha. (Clamores en las escaleras y en la calle)
Ella: ¿Qué están haciendo?
Él: Suben, suben, son numerosos.
Ella: Nos van a llevar presos. Nos van a matar.
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Delirio a duo 12
por la guerra, ahora están inmovilizados por la paz. Da lo mismo. Nunca están a
mano.
Ella: Es porque están siempre por todas partes. (Cesa el ruido progresivamente).
Él: No es fácil estar en ninguna parte.
Ella: Se calma. Ya lo oyes, se calma. (Cesa el ruido por completo).
Él: Los acontecimientos van de prisa cuando ya no los hay.
Ella: Se han calmado por completo.
Él: Es verdad. Seguramente, van a volver a empezar, seguramente.
Ella: Nunca se estarán como es debido. ¿De qué sirve eso?
Él: Les sirve para pasar la vida.
Ella: También la pasamos nosotros.
Él: Ellos ma pasan menos aburridos. Creo, más bien, que se aburren de otro modo.
Hay muchas maneras de aburrirse.
Ella: Tú nunca estás contento con la tuya. Siempre envidias a los demás. Sea como sea,
tenemos que arreglar esta casa. No podemos quedarnos así. Bien que te gustaría
que estuviese aquí mi marido el colchonero. (Aparece la cabeza del Soldado por
uno de los agujeros de la pared).
Soldado: ¿Está ahí Juanita?
Él: ¿Qué Juanita?
Ella: Aqui no hay Juanita. No hay Juanita ninguna. (Aparecen dos Vecinos por la
puerta de la derecha que se cayó)
Vecino: Acabamos de llegar. ¡Qué sorpresa! ¿Han estado ustedes aquí todo el tiempo?
Vecina: ¡Qué interesante ha debido ser!
Vecino: Estábamos de vacaciones, no hemos sabido nada, pero nos hemos divertido
mucho en otra parte.
Vecina: No somos difíciles. Nos divertimos en todas partes mientras haya conflictos.
Ella: Arreglen ustedes su puerta.
Él: (al Soldado). Aquí no hay ninguna Juanita, no, no hay Juanita ninguna.
Soldado: ¿Dónde se habrá metido? Tenía que esperarme.
Él: Eso no es cuenta mía. Ocúpese de lo que le importa.
Soldado: Me preocupa.
Ella: (a Él) Hay que reparar los destrozos. Échame una mano. Ya saldrás después.
Él: Tú saldrás después.
Ella y Él: (a un tiempo) Saldremos después.
Ella: (a Él) Vuelve a poner el colchón en la ventana. Sujétalo bien.
Él: ¿Pare qué? Ya no hay peligro.
Ella: Hay corrientes de aire. Hay gripe, hay los microbios y además, ¡hay que prever!
Soldado: ¿No saben quién podrá haberla visto? (Ella pone la cama tapando el agujero por el
cual se veía al Soldado, después cierran la puerta en la cara a los Vecinos. Se oye
arriba el ruido de una sierra)
Ella: Oyes, ves, vuelve a empezar. Te había dicho que volvería a empezar. Me llevaste
la contra. Y tengo razón.
Él: Tienes razón.
Ella: ¿Quieres decir que no me llevas la contra? ¡La prueba!
Él: No vuelve a empezar. (Se ven descender lentamente del techo cuerpos sin cabeza
que cuelgan, cabezas de muñeca sin cuerpo).
Ella: ¿Qué es esto? (Huye porque uno de los pies de los cuerpos que bajan le toca la
cabeza) ¡Ay! (Se acerca a tocar una de las cabezas, mira las otras) ¡Son lindas
muñecas! ¿Dime qué es esto? ¡Habla! Tú que eres tan charlatán, estás mudo. ¿Qué
es?
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Delirio a duo 15
TELÓN
París, marzo de 1962.
La Biblioteca Teatral Santa Fe RECUERDA que la representación de obras de teatro, según la normativa
vigente, debe contar con la debida autorización... En Argentina ARGENTORES= J.A. Pacheco de Melo 1820
(1126) Ciudad Autónoma de Bs. As. Consultas = www.argentores.org.ar – administració[email protected] –
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