Pumacayan y Huaraz. El Sitio Arqueologic PDF
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UMACAY
AYÁN Y H
HUARAZ tio Arqueeológico y la Ciuddad
AZ: El Siti
J. Gamboa “Pumacayán y Huaraz: El Sitio Arqueológico y la Ciudad” El Libro Azul, 3(8), 2016
Las excavaciones en la cima y el lado oeste del montículo condujeron al registro de muros y capas de
tierra con abundantes fragmentos de vasijas, huesos y herramientas de obsidiana, materiales que
muestran –de manera elocuente para la cerámica– las relaciones entre la comunidad Formativa de
Pumacayán y Huaraz y los centros ceremoniales de Chavín de Huántar, Huaricoto en Marcará, Pallka
en Yaután y Cerro Blanco y Huaca Partida en el valle de Nepeña. La obsidiana, un vidrio volcánico
usado para producir útiles cortantes y puntas de proyectil, que se empleó en Pumacayán debió
proceder de Quispisisa, en el sur de Ayacucho. Los restos de fauna hallados muestran el consumo y
posible crianza de los camélidos sudamericanos, animales actualmente poco abundantes en Ancash
pero que han estado vinculados a las poblaciones andinas desde aproximadamente 3500 aC hasta el
presente. Todas las evidencias disponibles indican que la zona central del Callejón de Huaylas alcanzó
un rol regional en el periodo Formativo, con los pobladores de Pumacayán manteniendo vínculos
culturales, económicos y políticos con la costa de Ancash, la parte sur de Conchucos y la costa y sierra
central.
Esa situación cambiaría entre 500 y 100 aC, una época para la cual los estudios arqueológicos han
detectado cambios profundos en las sociedades andinas. En varias partes de Ancash los centros
ceremoniales hasta entonces vigentes fueron abandonados o se convirtieron en centros poblados. No
conocemos como ese clima de innovación y abandono de tradiciones afectó a Pumacayán, pero es
claro que en Chavín de Huántar las plazas ceremoniales y otros sectores fueron ocupados por
viviendas. Este fue el tiempo del estilo cerámico Huaraz (o Blanco sobre Rojo), el cual caracterizó a
diversos pueblos a lo largo y ancho de la sierra ancashina. La existencia de fragmentos de ese estilo
de cerámica en Pumacayán demuestra que el sitio habría sido ocupado durante ese periodo.
En los inicios de nuestra era, el Callejón de Huaylas se convirtió en una de las áreas principales de
desarrollo de las sociedades ahora conocidas en conjunto como Recuay. El estilo cerámico Recuay se
caracterizó por el empleo de arcilla blanquecina –el caolín– y la técnica de la pintura negativa para la
producción de vasijas empleadas en ceremonias religiosas y ritos funerarios. La ocupación Recuay en
Pumacayán habría sido importante. Testimonio de ello es un conjunto de tumbas registradas en los
años 2000 y 2003 (Serna 2005). La iconografía de los cuencos y cántaros hallados en ellas nos
muestra figuras geométricas y a varios personajes del arte y la religión Recuay, esta última poblada
por divinidades y seres sobrenaturales relacionados al sol, el arco iris y animales silvestres. La
ideología Recuay también incluía a hombres y mujeres que habrían sido conmemorados como
fundadores de poblados y linajes. El rol de Pumacayán en la organización sociopolítico Recuay del
Callejón de Huaylas es un tema fascinante que amerita continuar siendo investigado, con las
evidencias disponibles apuntando hacia la existencia de vínculos entre ese lugar y los sitios de Jancu,
Kekamarca y Chinchawas en Huaraz, Cotojirca y Marayniyoq en Carhuaz y Roko Ama y Castillo Punta
en Recuay (Lau 2000; Ponte 2006). A nivel regional, las poblaciones Recuay de Pumacayán y la
cuenca del Río Quilcay pudieron haber mantenido contactos con lugares más lejanos, como los de
Pashash en Cabana, Rurek y Makakayán en Aija y Chavín de Huántar en Conchucos.
El desarrollo de las sociedades Recuay se entrelazo entre 700 y 800 dC con la llegada de los Wari, la
sociedad originaria de Ayacucho que para entonces ya se había expandido sobre la sierra y costa
central. De ese encuentro surgieron nuevas tradiciones culturales, formas de pensamiento religioso y
modalidades económicas. Aunque la presencia Wari no ha sido claramente detectada en Pumacayán,
otros estudios arqueológicos han demostrado la ocupación en ese tiempo de lugares tan notables
como Willkawain, Honcopampa y el Castillo de Huarmey en la costa ancashina. La presencia Wari en
el Callejón de Huaylas se prolongó hasta aproximadamente 900 dC. De ese periodo data la
construcción de las primeras chulpas en Ancash. El periodo Wari significó para los Andes una etapa de
integración y control por los gobernantes ayacuchanos y sus aliados de la distribución de objetos y
materias primas entre Cajamarca por el norte y Moquegua por el sur. Los Wari también crearon los
primeros quipus, un medio de registro que siglos después sería utilizado por los incas.
El paso del tiempo significó para Pumacayán la aparición de nuevas construcciones y la remodelación
de las ya existentes. Cada etapa de ocupación humana contribuía al crecimiento del sitio pero
originaba la transformación constante de su apariencia. Las edificaciones y capas del periodo
Formativo fueron así recubiertas por rellenos de tierra y piedra empleados para contener las tumbas
Recuay. La zona funeraria Recuay fue a su vez cubierta por capas de tierra y piedras, posiblemente
como parte de remodelaciones del montículo entre los siglos VIII y XIV dC. Las etapas de la historia
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prehispánica de Pumacayán anteriores al siglo XV son aún poco conocidas.1 Sin embargo, se cuenta
con valiosos datos arqueológicos y documentales para el tiempo que se extiende entre la presencia
Inca en el Callejón de Huaylas y la parte inicial del periodo Colonial.
Los trabajos arqueológicos llevados a cabo el año 2003 en el Jirón José de Sucre permitieron registrar
parte de un grupo de construcciones del periodo Inca. Los recintos excavados presentaron planta
rectangular y muros de piedra y contuvieron vasijas Inca. Como era usual en el estilo Inca, la cerámica
registrada mostró decoración pintada geométrica. La calidad de las vasijas y demás artefactos Inca
hallados en Pumacayán sugiere que el sitio habría sido un centro administrativo que funcionó entre
1470 –la fecha supuesta de incorporación de la sierra de Ancash al Tawantinsuyo por Capac Yupanqui
y Túpac Yupanqui– y 1532 (Espinoza 2013: 185-186). Al igual que otros sitios del norte peruano donde
la presencia Inca es evidente, la función de Pumacayán habría sido la de servir como un centro
administrativo y lugar de encuentro para los curacas cusqueños y locales. Otros materiales
arqueológicos registrados fueron artefactos para hilar y tejer, evidencias de la presencia de mujeres y
la producción de tejidos (una de las actividades más importantes en la economía política e ideología
Inca).
El tiempo de 1529 a 1532 estuvo marcado por el enfrentamiento entre Huáscar y Atahualpa, los
wawqikuna e hijos de Huayna Capac, por el dominio de los Andes. El conflicto se desarrollaría
principalmente en el Chinchaysuyo, la división territorial del imperio Inca donde se ubicaba
Pumacayán. A mediados de 1532 Atahualpa logró la derrota final de los ejércitos de Huáscar, quien
había recibido el apoyo de la mayoría de panacas o familias nobles cusqueñas y gobernantes
regionales. Ese mismo año las historias de los Andes y Europa se entrelazarían definitivamente. Tras
su ingreso a la costa norte, los españoles al mando de Francisco Pizarro y Diego de Almagro se
asociaron a varias poblaciones indígenas descontentas y lograron capturar a Atahualpa en Cajamarca.
En enero de 1533 Hernando Pizarro y Miguel de Estete pasaron por Corongo y el Callejón de Huaylas
en su ruta al santuario de Pachacamac. Meses después, el propio Francisco Pizarro emplearía el
camino del Callejón de Huaylas para dirigirse hacia Cusco (Del Busto 1964). A partir de esos eventos
el conocimiento arqueológico sobre el área de Huaraz y el territorio entre la Cordillera Negra y la
Cordillera Blanca se complementa con la información brindada por la etnohistoria. En retrospectiva, la
información contenida en los documentos coloniales también nos permite conocer la historia
prehispánica tardía de la región y las relaciones entre los Incas y los señoríos de Hanan Huaylas y
Hurín Huaylas.
Retrocedamos dos décadas antes de la guerra de los wawqikuna y la intervención hispana. Alrededor
del año 1512, Huayna Capac consolidó el apoyo de los gobernantes Huaylas a través de su vínculo
matrimonial con Contarguacho, de los Hanan Huaylas, y Añas Colque, de los Hurín Huaylas. De la
segunda unión nacería Paullu Inca (1513?-1549), quien llegaría a jugar un rol destacado en las
relaciones entre indígenas y españoles del naciente virreinato peruano. Huayna Capac y Contarguacho
tuvieron como hija a Quispisisa o Inés Huaylas, quien se convertiría entre 1532 y 1538 en esposa de
Francisco Pizarro (Varón 1980).
Fueron Hernando Pizarro y Miguel de Estete los primeros en señalar la presencia del “pueblo grande
de Guaraz”, el que según su relato era gobernado por el curaca Pumacapllai o Pumacapillay. Aunque
estas primeras referencias escritas son breves, constituyen una valiosa información que relaciona el
topónimo “Pumacayán” al nombre de un curaca y un centro poblado. En el Reparto de Jauja de 1534 el
territorio Hurín Huaylas, al que pertenecía Huaraz, paso a conformar la “encomienda de Recuay”
asignada a Sebastián de Torres y Jerónimo de Aliaga. Paullu Inca, quien por descendencia pudo haber
heredado los derechos tributarios sobre Hurín Huaylas, pasaría a vivir en Cusco, donde apoyo
sucesivamente a Almagro y Gonzalo Pizarro y seria investido como Inca.
Hasta esas décadas el principal centro administrativo Inca en la parte sur del Callejón de Huaylas era
Choquerecuay, ahora conocido como Pueblo Viejo de Recuay. Con la reorganización territorial
conducida por los españoles, la zona de Huaraz comenzaría a adquirir un rol cada vez mayor, algo que
parece relacionado a su posición intermedia entre Hurín Huaylas y Hanan Huaylas. En 1536 se produjo
el levantamiento de Manco Inca, cuyo asedio a la ciudad de Lima fue repelido con los refuerzos
enviados por los curacas de Hanan Huaylas. Al igual que en el resto de los Andes, la época
fundacional de Huaraz como asentamiento colonial estuvo marcada por el nuevo orden político
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regional y diversos abusos cometidos contra la población indígena, situación que en 1539 desembocó
en la revuelta de los curacas de Huaylas y Conchucos y en una cruenta represión por los españoles.
La división en 1538 de la encomienda original de Recuay permitió a la zona de Huaraz adquirir mayor
autonomía frente a sus vecinos de Hanan Huaylas y Choquerecuay. La nueva encomienda de Huaraz,
a cargo de Sebastián de Torres, comprendía las guarangas (grupos poblacionales y tributarios) de
Ichoc Guaraz, Allauca Guaraz y, de facto, Marca en las nacientes del Río Santa. Cuatro años después,
el área fue adicionalmente dividida, con cada una de las guarangas mencionadas convirtiéndose en
una encomienda distinta (Espinoza 1978).
A su paso en 1548 por Huaraz, donde el poblado Inca había sobrevivido a las guerras entre los
encomenderos y la corona española (Zuloaga 2012: 179), el cronista Cieza de León pudo haber visto
Pumacayán. En una parte de su relato, Cieza de León (1984 [1551]) se refirió a la ‘provincia de
Guaraz’ y señaló la existencia de un edificio notable, al que describió como ‘una fortaleza grande o
antigualla’. Esa construcción sido identificada, a pesar de la probable confusión geográfica, como
Chavín de Huántar (Arana Bustamante 2015). La información etnohistórica recoge el nombre de
algunos curacas de Ichoc y Allauca Guaraz entre las décadas de 1520 y 1560: Cinchi Caqui, Diego
Cinchi, Guaman Cochache y Pedro Sulca Collas, entre otros. Como parte de las reformas del virrey
Toledo, en 1574 las poblaciones indígenas de las encomiendas de Ichoc Guaraz y Allauca Guaraz
fueron reubicadas en San Sebastián de Pampahuaras del sector ichoc, localidad que devendría en la
capital de la zona. Poco después, ambas encomiendas fueron nuevamente reunidas bajo una sola
autoridad colonial (Zuloaga 2012: 179-181, 200-205).
Los censos de 1558 y 1594 registraron que numerosos gobernantes nativos de la sierra de Ancash
aún practicaban la poligamia. Aunque el cristianismo había sido implantado en la región desde los
inicios de la presencia hispana, la ideología religiosa indígena y el culto a dioses como Guari,
Macovilca, Matarau y Cotovilca seguirían vigentes en algunas partes del área hasta avanzado el siglo
XVII.2 El reporte del sacerdote Hernández Príncipe sobre su inspección de la parte sur del Callejón de
Huaylas en 1622 nos muestra cómo se desarrollaba la vida cotidiana y ritual de las poblaciones del
área nueve décadas después de la llegada de los españoles. Por entonces, los pobladores de Ocros
aún conmemoraban el sacrificio ritual o capac hucha de Tanta Carhua, hija del curaca Caque Poma
durante el gobierno de Huayna Capac (Zuidema 1989). Hernández Príncipe también observo la
veneración de huacas y mallquis, el uso de conopas e illas (pequeñas esculturas líticas) y el sacrificio
de llamas como parte del culto a los dioses del rayo, el sol y la estrella Huarac o Venus, y el corte ritual
del pelo de los niños. La chicha consumida en reuniones sociales y ceremonias continuaba siendo
preparada por las mujeres de los ayllus. Varios sitios ceremoniales nativos pudieron ser empleados en
esta época y los periodos precedentes como centros de culto y observación de Venus, cuya posición
en el cielo indicaba el tiempo y las estaciones.
Durante el periodo colonial Huaraz fue un sector con poblaciones mayormente quechua hablantes que
adoptarían gradualmente el castellano. Tras el fin del sistema de encomiendas hacia 1570, la zona se
constituyó en un corregimiento, condición en la que se mantuvo hasta fines del virreinato. La
integración del área en el sistema administrativo colonial origino el crecimiento de la ciudad y la
fundación de sus principales iglesias. A fines del siglo XVI surgieron las primeras cofradías o
hermandades cristianas indígenas, a las que se sumaría en el siglo XVII la cofradía española y mestiza
del Santo Cristo de la Soledad. De esos años datan algunas referencias a la competencia y eventual
colaboración entre los descendientes de las poblaciones originarias ichoc y allauca asentadas en
Huaraz, situación mostrada por los conflictos de 1643 entre las hermandades nativas por la posesión
de la imagen de San Sebastián, patrón del poblad, y su alianza en 1665 ante la formación de la
cofradía mestiza (Varón 1982). Esta última logró iniciar en 1669 la construcción de la iglesia del Señor
de la Soledad, un proyecto que se entrelazaría con la supervivencia y significado de Pumacayán. En
efecto, las piedras empleadas en el levantamiento del santuario cristiano procedieron en parte del
templo indígena, el cual fue señalado en 1688 (o 1689) como un “mochadero” o lugar donde aún se
realizaban reverencias a las huacas.
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indígena en Huaraz fue el levantamiento de una capilla sobre la cima de Pumacayán, construcción que
aparece en el plano de la ciudad elaborado en 1786 por fray Manuel de Sobreviela. El advenimiento de
la Republica entre 1821 y 1825 significó el fin de los derechos hereditarios de la nobleza indígena
regional. Paralelamente, la demografía del área mostraba un incremento sostenido, con el censo de
1836 indicando para la provincia de Huaylas una población de 49,667 habitantes, la mitad de ellos
indígenas.
Entre 1879 y 1883 se produjo la Guerra del Pacifico. El conflicto llevaría a los ejércitos de Perú y Chile
a enfrentarse el 10 de julio de 1883 en Huamachuco, batalla en la que participaron numerosos
pobladores de Huaraz y el Callejón de Huaylas. Los problemas sociales y económicos ya existentes y
los resultados de la guerra condujeron a los pueblos quechuas de la región a rebelarse contra el
gobierno en 1885. Ese año, la población de la comunidad campesina de Marián y varias estancias
rurales, tras ver fallar sus reclamos por la imposición de trabajo gratuito para el estado y nuevos
impuestos fiscales, se levantaron en armas y tomaron Huaraz. Los líderes de la revuelta, Pedro Pablo
Atusparia, Pedro Cochachín ‘Uchcu Pedro’, Manuel Mosquera y Pedro Guillén, entre otros, controlaron
la ciudad por dos meses.
A fines del siglo XIX, Huaraz experimentó una etapa de modernización de su trama urbana, un proceso
que produciría la remodelación de plazas, iglesias y locales públicos y la apertura de calles y avenidas.
En el tiempo entre 1900 y 1930 –correspondiente a la ‘Republica aristocrática’ peruana– Huaraz se
consolidó como el centro comercial primario del Callejón de Huaylas y Conchucos. La producción y
exportación de lanas, harinas, cueros y alimentos apoyo la economía de una clase media propietaria
de establecimientos comerciales y latifundios. La mayoría de la población pertenecía sin embargo a la
clase popular y estaba conformada por pequeños propietarios rurales, hacienda runa dependientes de
los terratenientes, y huajstas, peones y obreros temporales (Yauri 2013: 22-23).
Este periodo vio aumentar el interés del público por el pasado de Pumacayán. En las primeras
décadas del siglo XX se produjeron en Pumacayán algunas excavaciones orientadas a revelar la
arquitectura del lugar y hallar objetos valiosos. Ese fue el caso de la intervención en 1913 y 1914 de
Leonardo Barbaren y José Villachica, quienes, con autorización del gobierno, expusieron las bases de
un edificio circular y encontraron un par de morteros líticos (Reina Loli 1959). Julio C. Tello inspeccionó
Pumacayán en 1919 y lo comparo con Tumshukaiko, otro notable sitio arqueológico de la sierra de
Ancash (Bueno 2010: 20). Según varias referencias, en Pumacayán era posible por entonces observar
galerías subterráneas. En 1938 Wendell Bennett prospectó el área de Huaraz y realizó trabajos
arqueológicos en Shankayán, San Jerónimo (Balcón de Judas) y Ayapampa. Augusto Soriano Infante,
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el fundador del museo de la ciudad, publicó dos años después un artículo sobre la arqueología e
historia de Pumacayán. Curiosamente, la obra de Bennett (1944: 12, 105) contuvo solo una breve
referencias a Pumacayán, aunque incluiría el dibujo de una de las esculturas registradas por Raimondi.
Posteriormente, otras excavaciones, para las cuales existe menor documentación, conducirían al
hallazgo en el sitio de illas de piedra, materiales que como vimos fueron objetos de culto en tiempos
prehispánicos y coloniales.
El 13 de diciembre de 1941 un aluvión descendió por el Río Quilcay. Esta lloclla (huayco en el quechua
ancashino) produjo en Huaraz la destrucción de numerosas edificios y la muerte de casi 2000
pobladores (Wegner 2014). En los años siguientes se acentuarían la emigración de la clase media
local y la llegada de numerosas familias campesinas decididas a asentarse en la ciudad. La
reconstrucción de Huaraz también significó la continuidad del capitalismo económico de inicios del
siglo XX, algo que se vio favorecido por la producción agrícola y el comercio a través del sistema
regional de carreteras. Respecto a Pumacayán, un nuevo y detallado trabajo académico dedicado
especialmente a ese sitio aparecería en 1959 gracias al esfuerzo de Manuel Reina Loli. Huaraz sería
afectada una vez más el 31 de mayo de 1970, en esa ocasión por un terremoto que asoló a todo
Ancash y el norte peruano.
Tras cada una de esas catástrofes Huaraz logró recuperarse, aunque para ello debió cambiar sus
formas tradicionales de organización social y económica y su sentido como espacio urbano. El
crecimiento demográfico y la migración del campo a la ciudad producirían durante las décadas de 1940
a 1980 la formación de nuevas zonas residenciales, la mayoría carentes de una planificación capaz de
garantizar el adecuado desarrollo urbano. Pumacayán, que hasta 1950 se mantenía como un
montículo rodeado por calles y parcelas agrícolas de la periferia urbana y era un lugar de shaumadas
para curanderos y sanadores tradicionales, paso verse rodeada por viviendas. A pesar del reclamo de
instituciones estatales y asociaciones civiles, en las décadas de 1970 a 1990 el sitio llegaría a ser
ocupado en sus lados y cima por casas y acumulaciones de desechos. Ese proceso destructivo no se
detendría sino hasta años recientes.
Pumacayán es uno de los lugares del área metropolitana de Huaraz donde podemos apreciar el
encuentro entre el pasado y el presente de ese espacio urbano. Debido al crecimiento compulsivo y
muchas veces carente de ordenamiento de la ciudad, ese encuentro no ha sido armónico. La
ocupación moderna del espacio arqueológico ha ocasionado la perdida y deterioro de algunos de sus
componentes, una situación que de continuar pone en peligro la integridad del monumento. A pesar de
ello, Pumacayán continúa representando un espacio que nos muestra la evolución de Huaraz a través
del tiempo y la capacidad de su población para sobreponerse a las adversidades de la naturaleza y a
los momentos más difíciles de su historia. La preservación del sitio requerirá no solo la recuperación de
las áreas afectadas. En un sentido más amplio, la valoración social de Pumacayán solo será alcanzada
a través de la continuidad del compromiso de las instituciones y la población de Huaraz con la
conservación de un espacio que todos debemos ver como un símbolo histórico y un componente del
desarrollo urbanístico y humano de nuestra ciudad.
Notas
1. Existe un rico registro arqueológico para las poblaciones prehispánicas tardías de las zonas de Ancosh Punta y
Mareniyoq en la Cordillera Negra a 9 km al noroeste de Pumacayán y Huaraz (Ponte 2014: 152-167, 170-179). En
esa área se ubican Carhuac Punta y Auquish Corral, que corresponderían a poblados Hurín Huaylas, y Mareniyoq
y Llaca Ama Caca, ocupados en los periodos Inca y, probablemente, Colonial temprano. La presencia en los
últimos dos sitios de cerámica ceremonial Inca similar a la registrada en Pumacayán abre una posibilidad para
comparar el impacto de la presencia cusqueña en las dos márgenes del sector central del Callejón de Huaylas.
2. En 1582 Cristóbal de Albornoz recogió el nombre de algunas divinidades de los pobladores del Callejón de
Huaylas: “La provincia de Guaylas. Cotovilca, guaca de los indios collanas, es una piedra questá en un cerro junto
al pueblo de Chonta. Matarau, guaca prencipal de los dichos indios guaillas, es una piedra questá en el dicho
cerro Mataras. Está cercada, junto al pueblo de Yscas. Macovilca, guaca prencipal de los indios huringuaillas, es
una piedra vestida” (Duviols 1967: 30). El término Matarau usado por Albornoz sería una versión del vocablo
Matarraju, el nombre original en quechua del Nevado Huascarán. El nombre Matarraju siguió en uso por las
comunidades indígenas del área hasta inicios del siglo XX (KImmich 1919).
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J. Gamboa “Pum
macayán y Hu
uaraz: El Sitio
o Arqueológ dad”
gico y la Ciud El Libro Azul,
A 3(8), 2016
6
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1944: 105, fig. 33A)
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