Conflicto en Colombia
Conflicto en Colombia
Conflicto en Colombia
La historia de Colombia en los últimos sesenta años ha estado marcada por el conflicto armado. En sus inicios, la desigual repartición de la
tierra y la falta de espacios para participación política dieron cabida al uso de la violencia y la lucha armada. Un método que en los años
siguientes se fue reforzando con la irrupción del narcotráfico, el narcoterrorismo, la presencia de nuevos actores políticos y armados en un
contexto de lucha revolucionaria, Guerra Fría y guerra contra el terrorismo que han ido transformando el conflicto en su razón de ser y
métodos de subsistencia.
En este contexto, los grupos armados han justificado el uso de la violencia por considerarla el único método para poder transformar la
sociedad y con la intención de no permitir cambios considerados como ilegítimos. Así pues, la fractura creada por las desigualdades, el uso
de la violencia y la lucha por el poder han marcado las dinámicas sociales y políticas que han tenido lugar en Colombia desde que se instauró
la República (S.XIX) hasta el día de hoy, cuando Colombia abre un nuevo capítulo en su historia con los actuales procesos de paz.
Periodo La Violencia
En el S.XIX el Partido Conservador y el Partido Liberal de Colombia se institucionalizaron. El primero, se caracterizaba por tener una agenda
continuista del sistema social y político que protegía los intereses de la clase adinerada; mientras que el segundo, se presentaba como una
alternativa reformadora y en defensa de los intereses de comerciantes y grupos menos favorecidos de la sociedad. La lucha entre ambas
fuerzas se evidenció a través de 54 guerras civiles: 14 de conservadores contra liberales, 2 de liberales contra conservadores y 38 de
liberales contra liberales. El enfrentamiento terminó desencadenando en lo que se conoce como el periodo de la violencia.
El Bogotazo
A inicios del siglo XX los enfrentamientos entre liberales y conservadores, el auge de la violencia, los asesinatos y agresiones estaban a la
orden del día. El contexto social y económico en el que se encontraba el país (inflación e impacto de las crisis económica ocasionada por la
Segunda Guerra Mundial) fomentó los procesos de radicalización de los movimientos políticos. El asesinato del candidato a la presidencia
liberal Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948 propició una ola de violencia en la ciudad de Bogotá conocida como el Bogotazo (1948)
que pronto se extendió al resto del país. Se produjeron actos violentos: incendios a edificios públicos, destrucción de archivos, asesinatos a
funcionarios, asaltos a comercios, atracos a iglesias. En algunas localidades se establecieron tribunales populares, se produjo la destitución
de alcaldes, fuga de presos y se formaron gobiernos revolucionarios.
Frente Nacional
En 1956 el partido conservador y el partido liberal firmaron el Pacto de Benidorm, en España. Un acuerdo que establecía el sistema de
alternancia política entre ambas fuerzas. Este pacto tuvo vigencia hasta el año 1974 y fue defendido como un regreso al sistema democrático
después de la dictadura militar del General Gustavo Rojas Pinilla. Sin embargo, el pacto incluía únicamente a los dos partidos tradicionales,
razón por la cual se originó el surgimiento de movimientos opositores: el Movimiento Revolucionario Liberal (MRL), el Movimiento Obrero
Independiente Revolucionario (MOIR) y Alianza Nacional Popular (ANAPO).
Una de las características del conflicto en Colombia es la pluralidad de actores que han alimentado y transformado el conflicto armado en el
país. Aunque los principales actores del conflicto siempre han sido, en su mayoría, los partidos políticos tradicionales y los movimientos
guerrilleros, el surgimiento de diferentes grupos revolucionarios, paramilitares y la influencia del narcotráfico han tenido mayor o menor
predominancia según el período que se estudie. Además, cabe recordar que, en líneas generales, Colombia se ha caracterizado por una
brecha social entre una élite política con una fuerte presencia regional, latifundista y monopolizadora y por otro lado, grupos minoritarios
como los indígenas, afrodescendientes y campesinos que no han contado con el mismo acceso a los derechos de propiedad ni a los servicios
de Estado.
Entre 1974 y 1990 la historia de Colombia se encuentra marcada por varias reformas constitucionales que, a pesar de presentar algunos
avances, mantendría serias deficiencias sociales de carácter estructural. Entre ellas destaca la promulgación de una reforma agraria con el
objetivo de permitir el acceso a las tierras. En 1978 la represión política y armada ejercida bajo la legislatura del Presidente Julio César
Turbay Ayala (1978-1982) del Partido Liberal fue conocida por la promulgación del controvertido Estatuto de Seguridad bajo el objetivo de
apaciguar las revueltas sociales que desencadenó numerosas violaciones a los derechos humanos. En paralelo, a lo largo de la década de
1970 se realizaron cambios drásticos en política económica: se redujo la intervención estatal dando lugar a los procesos de liberalización
económica. El resultado fue el deterioro de la estructura social, el aumento de las tasas de interés, aumento de la especulación y la
concentración empresarial.
El origen de las guerrillas contemporáneas en Colombia se atribuye, entre otros aspectos, a la exclusión socioeconómica y a la falta de
espacios para la libre participación política. Entre los sectores excluidos se destacan el ámbito universitario e intelectual, la población
campesina e indígena. Entre las guerrillas más notorias de la segunda mitad del siglo XX, se encuentran las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo (FARC-EP), el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el Ejército Popular de Liberación
(EPL) y el Movimiento Diecinueve de Abril (M-19). Cada movimiento ha respondido a una concepción política, ideológica y militar reflejo de
toda la gama de líneas en la que se ha encontrado dividida la izquierda colombiana. Cada uno de estos movimientos nació en situaciones
históricas y regionales particulares y adoptaron idearios políticos diferenciados y formas particulares de operar. En los primeros años los
movimientos guerrilleros se presentaron como fruto de la frustración política y social.
Las FARC-EP se formó en 1964 como un grupo de autodefensa campesina, de ideología marxista-leninista y cuya estrategia militar ha sido
principalmente la lucha guerrillera. Los orígenes de este grupo tiene lugar en la primera conferencia del Bloque Sur. Pedro Antonio Marín
Marín, alias Manuel Marulanda Vélez o Tirofijo, integró las filas de las autodefensas campesinas liberales en la década de 1950, en un
territorio del corregimiento de Gaitania (Departamento del Tolima) denominado República de Marquetalia. El objetivo fue crear la guerrilla
para representar a la población rural y para constituir un gobierno que se dedicara a la redistribución del bienestar. En 1982, en la VII
Conferencia en la región del Guayabero (Meta) la guerrilla decidió añadir "Ejército del Pueblo (FARC-EP)" al nombre y aclaran la concepción
operacional táctica y estratégica.
A nivel geográfico este grupo armado ha sido más extenso en las regiones sudorientales de la selva y en las llanuras de la ba se de la
Cordillera de los Andes. En el año 2000 el movimiento controlaba casi el 40 por ciento del territorio colombiano, con cerca de 12.000
combatientes y en 2007 con 18.000 según las declaraciones de la organización. En el año 2008, Tirofijo murió a causa de un infarto cardíaco
y dejó en el mandato a Alfonso Cano quien falleció en manos del Ejército en 2011. Actualmente Rodrigo Lodoño Echeverri, conocido como
Timochenko dirige el movimiento y cuenta con cerca de 8.000 integrantes.
El ELN nace en 1965 influenciada por la Revolución Cubana (1959) y la Teología de la Liberación. Junto con las FARC-EP conforman el
denominado foco insurreccional. Históricamente, el surgimiento de este movimiento tiene que ver con la radicalización de la lucha de clases
a través de la violencia. Ese proceso se entrelaza con la necesidad de sobrevivencia y la convicción de la imposibilidad de darle una salida
por medio de otras vías a la situación que vive el país. En la actualidad el jefe del ELN es Nicolás Rodríguez Bautista alias “Gabino” y
dispone de cerca de 3.000 combatientes y la base ideológica es marxista-leninista. El ELN ha tenido presencia mayoritariamente en la zona
del Catatumbo, en la zona Norte de Santander, el sur del Departamento de Bolívar, los departamentos de Arauca, Cesar, Antioquia, Cauca,
Nariño, el Chocó y Valle del Cauca. El objetivo principal de este grupo armado es la incidencia sobre poderes locales y regionales; portadores
de la propuesta de "doble poder" recogida de la experiencia en El Salvador. El ELN nace con la influencia de la Revolución Cubana y otras
luchas de tipo nacionalista.
El Ejército Popular de Liberación Nacional se constituye en 1966 y a diferencia de los anteriores su ideología es marxista-leninista-maoísta
vinculado al Partido Comunista. Este grupo pasó por un proceso de desmovilización de 2.000 combatientes en 1991. En la actualidad opera
una pequeña disidencia denominada Frente Libardo Mora Toro en el Norte de Santander.
El M-19 entra en escena en 1973 y se diferencia de las demás experiencias subversivas por su carácter rural, discurso democratizador y
porque se autodefinían como un movimiento antioligárquico, antiimperialista, de unidad y con una propuesta política. Nació a raíz del
declarado fraude electoral en 1970. Algunos de sus líderes principales habían combatido previamente en las FARC-EP y se convirtieron en
fuerza política (Alianza Democrática M-19) después de la firma del acuerdo de Corinto en 1984, de un acuerdo de paz en 1990 y del proceso
de desmovilización acordado en 1989 que dio como fruto una nueva Constitución en 1991. En este año se desmovilizaron también el EPL,
Partido Revolucionario de Trabajadores (PRT) y el Movimiento Armado Quintín Lame (MAQL).
Paramilitarismo
Son grupos de extrema derecha, que se multiplicaron en la década de 1980 y tienen su origen en la promulgación de la Ley 48 de 1968a
través de la cual el Estado colombiano permitió la privatización de la lucha armada a manos de civiles protegidos por los intereses de las
élites regionales. En la década de los ochenta, el ingreso en escena de los narcotraficantes volvió aún más complejo el conflicto con las
guerrillas. Los traficantes empezaron a invertir sus extraordinarias ganancias en propiedades rurales, por lo cual se convirtieron en blancos
de extorsión. Los paramilitares se extendieron gracias al apoyo de ricos hacendados y pequeños industriales. Un evento que marcó de forma
decisiva la conformación del paramilitarismo en estos años fue el secuestro por parte del M-19 de Martha Nieves Ochoa, familiar de miembros
del cártel de Medellín.
En los años noventa se creó el grupo Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), que unió a diversos grupos paramilitares. La AUC se disolvió
entre 2003 y 2006 en un proceso de desmovilización emprendido por la Ley de Justicia y Paz (Ley 975 del 2005) impulsada por el entonces
presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez. En los primeros dos años se desmovilizaron 23 grupos en los cuales participaban cerca de
14.000 personas. No obstante, algunas facciones no adscritas al proceso de desmovilización han formado lo que hoy se conoce como las
BACRIM o bandas criminales.
Fuerzas de seguridad
Las Fuerzas de seguridad comprenden las Fuerzas Militares (Ejército, Armada y Fuerzas Aéreas) y la Policía Nacional. Estos organismos
iniciaron la lucha contra de los grupos insurgentes con la adopción de la Doctrina de Seguridad Nacional que tenía como objetivo la
erradicación de la amenaza comunista a través de la creación de cuerpos de seguridad antiterroristas y de asistencia para el desarrollo. En
los últimos años, las fuerzas de seguridad han pasado por un proceso de reestructuración y modernización a través de programas como
el Plan Colombia que ha contado con el apoyo de Estados Unidos y que ha tenido como objetivo reafirmar el Estado de Derecho y acotar la
red de narcotráfico y tráfico de armas que alimenta la violencia guerrillera y de otras organizaciones armadas. Sin embargo, según el informe
de Human Rights Watch de 2015, hasta julio de 2014 la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía ha investigado más de 3.500 casos
de ejecuciones ilegales presuntamente perpetradas por 785 miembros del Ejército (soldados de bajo rango y suboficiales) entre 2002 y
2008.
Narcotráfico
En la década de 1990, Colombia se convirtió en el primer productor de hoja de coca del planeta. Según Rafael Pardo en su libro "La historia
de las guerras", entre 1975 y 1995 la estructura del negocio era sencilla. Bolivia y Perú producían el 90 por ciento de la hoja de coca y de la
pasta y base de coca, ésta se transportaba en pequeños aviones a las selvas colombianas donde se refinaban el 90 por ciento de la cocaína
del mundo, la cual se vendía a Estados Unidos. Esta estructura se volvió más compleja cuando los gobiernos de Perú, Colombia y Ecuador
decidieron controlar las fronteras. Sin embargo, en el momento en que en Perú y Bolivia apareció un hongo que acabó con el área cultivada,
Colombia pasó a controlar también el cultivo. Las FARC-EP acogieron gran parte de las hectáreas de cultivo, lo que provocó que su
capacidad militar también se incrementara y pasó a controlar 150 mil hectáreas de cultivos de hoja de coca localizados en dos millones de
hectáreas de selva en el sur del país.
La participación de las FARC-EP en el narcotráfico tiene que ver con el proceso de producción de este narcótico. La guerrilla se financia del
cobro por seguridad a los cultivos ilícitos, del impuesto a laboratorios ("impuesto de gramaje") y del uso de pistas clandestinas. Por lo tanto,
en medio del conflicto armado, el narcotráfico ha servido como medio de financiación tanto para las guerrillas como para las autodefensas.
El crimen organizado
Las redesde criminalidadse dedican mayoritariamente altráfico de drogas y de armas. En los años setenta y ochenta, los cárteles de droga
se concentraron principalmente en las ciudades, siendo los más conocidos el cártel de Medellín y el cártel de Cali. Estos dos fueron
desmantelados durante los años noventa después de haber sido el blanco de extensivas intervenciones por la policía colombiana. El cártel
de Medellín fue desmantelado y el de Cali encarcelado, lo que constituyó un logro para las autoridades. No obstante, según el reporte
"Cuatro décadas de Guerra contra las drogas ilícitas: un balance costo-beneficio" del Ministerio de Relaciones Exteriores, se registró un
aumento considerable del cultivo de coca después de este periodo. Tras la desaparición de los cárteles nuevas agrupaciones han surgido y
se ha observado un desplazamiento de las actividades de éstas hacia Centroamérica y México. Los cárteles de crimen organizado mantienen
nexos con los paramilitares y con las guerrillas. Aunque las drogas no eran propiamente un factor de guerra, lo fueron cuando los
involucrados en el narcotráfico decidieron retar al Estado para cambiar sus leyes, en particular, el tratado de extradición con los Estados
Unidos.
Víctimas
El informe ¡Basta Ya!del Centro de Memoria Histórica, publicado en 2013 señala que entre 1958 y 2012 el conflicto causó la muerte de
40.787 combatientes y 177.307 civiles. El número de desaparecidos entre 1981 y 2010 fue de 25.000, el de secuestrados 27.023 y el de
asesinatos 150.000. De esta última cifra el 38,4 por ciento fue responsabilidad de los paramilitares, el 16,8 por ciento de la guerrilla y el 10,1
por ciento de la Fuerza Pública (Centro de Memoria Histórica, 2013).
En la misma línea, el anuario de procesos de paz 2015 de la Escuela de Cultura de Paz apunta que en 40 años de conflicto interno hubo
39.000 colombianos que fueron víctimas de secuestro, con una tasa de impunidad del 92 por ciento. Un 37 por ciento de los secuestros
fueron atribuidos a las FARC-EP y un 30 por ciento al ELN. El anuario reporta que según el Uppsala Conflict Data Programme (UCDP) se
registra un mínimo de 1.000 muertos anuales relacionados con el combate (Escuela de Cultura de Paz, 2015).
Por otro lado, la organización ACNUR sostiene que desde 1997 se han producido 3,9 millones de desplazamientos forzosos en Colombia
(ACNUR, 2013). La sociedad civil ha resultado afectada en su mayoría por el conflicto armado y desde hace muchos años realiza protestas
en contra de la violencia ejercida por todos los involucrados en el conflicto. Las comunidades de mujeres, afrodescendientes e indígenas,
entre otros, representan un papel crucial en las demandas ciudadanas, desde 1998 (el año en el que se creó el Consejo Nacional de Paz)
aportan en el diálogo de paz, dirigiendo sus peticiones tanto a las guerrillas como a los grupos paramilitares y al gobierno.
En cuanto al número de personas desplazadas el informe ¡Basta Ya! reporta 5,7 millones de víctimas entre 1985 y 2012 (Centro de Memoria
Histórica, 2013). En 2011, el presidente Santos aprobó la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, que incluía la restitución de millones de
acres a personas desplazadas y la recompensa financiera para víctimas de violaciones de los derechos humanos. Según el inform e de
Human Rights Watch, este proceso está ralentizado por los grupos sucesores de los paramilitares, quienes continúan creciendo, cometiendo
atrocidades generalizadas y manteniendo extensos vínculos con los miembros de las fuerzas de seguridad pública y los grupos políticos
locales (Human Rights Watch, 2015).
El proceso de internacionalización del conflicto en Colombia se ha dado tanto por parte del Estado colombiano como de los grupos
insurgentes. Mientras que el Estado se concentró en la búsqueda de legitimidad y asistencia militar de otros Estados, las FARC-EP optaron
por desarrollar lo que Ana Trujillo, profesora de la Universidad Javeriana, denomina en su estudio sobre la internacionalización del conflicto
colombiano como ‘diplomacia paralela', una estrategia adoptada por la guerrilla en la década de 1990 para copar espacios dejados por el
Estado colombiano. En términos generales estos dos actores del conflicto han buscado dos tipos de cooperación internacional: en primer
lugar, apoyo político y reconocimiento exterior; y, en segundo lugar, apoyo militar y logístico.
La internacionalización del conflicto también se debe entender a partir del contagio o de los daños y efectos colaterales que produce un
conflicto armado en la región y a nivel internacional. Es decir, el proceso a través del cual un fenómeno trasciende sus propias fronteras con
violaciones a los derechos humanos, al derecho internacional humanitario y crímenes transnacionales tales como: narcotráfico, tráfico ilícito
de armas y personas, por citar algunos ejemplos. Uno de los mayores hitos en la internacionalización del conflicto se podría marcar durante
el gobierno de Andrés Pastrana durante el cual se apostó por involucrar a la comunidad internacional y, en concreto Estados Unidos,
mediante la creación del Plan Colombia. Un proyecto cuya prioridad era la erradicación de cultivos ilícitos y el fortalecimiento del Estado
(Borda y Cepeda, 2012). Durante estos años, la ayuda de Estados Unidos a Colombia fue clave para forzar el repliegue de las FARC-EP.
Como resultado de esta confrontación armada, la presencia de las facciones de las FARC-EP se fue desplazando hacia las fronteras,
especialmente hacia Ecuador y Venezuela, fomentando de esta manera la internacionalización del conflicto.
Por otro lado, durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez se tomó la decisión de negar la existencia de un conflicto armado. Esta
estrategia complicó la aplicación del derecho internacional humanitario, la aplicación de algunos mecanismos en términos de cooperación
al desarrollo, debilitó las relaciones de Colombia con Venezuela y Ecuador. Según el Observatorio de Política Exterior Colombiana, la
ambigüedad del Estado a la hora de calificar a los grupos armados y de establecer su vínculo con el narcotráfico ha dificultado la posición
de la Comunidad Internacional frente al conflicto en ciertas instancias. A modo de ejemplo, si al inicio del gobierno de Pastrana se
diferenciaba al grupo armado del tráfico de narcóticos, al final del mandato para el Presidente Pastrana, ambos actores eran considerados
uno solo.
Por otro lado, la posición de Estados Unidos y de la Unión Europea ha sido tradicionalmente dispar. En 2002 la Unión Europea decidió incluir
a las FARC-EP en la lista de organizaciones terroristas y en 2004 al ELN. Este acto confirmó que la guerra contra el terrorismo había causado
un efecto en Europa. El bloque ha adoptado posturas conjuntas, como por ejemplo con la ley de Justicia y Paz para la desmovilización
(individual o colectiva) de paramilitares (ley 795/2005), pero en paralelo Francia ha jugado un rol individual sobre todo por el intercambio
humanitario y la liberación de la candidata presidencial Ingrid Betancourt en 2008.
En el contexto regional, las posiciones de los países vecinos pueden clasificarse en tres grupos: primero aquellos que consideran
abiertamente a los movimientos subversivos como agrupaciones beligerantes (Venezuela); segundo, aquellos países que los catalogan
como un grupo terrorista (Estados Unidos, Canadá, Chile, Perú, Costa Rica, Honduras, entre otros); y tercero, los que condenan sus acciones
violentas y exigen la liberación de los secuestrados, pero prefieren abstenerse de calificarlos (Ecuador, Argentina, Bolivia, Brasil, México,
por citar algunos).
En los últimos años el presidente Juan Manuel Santos ha sabido mostrar la importancia de Colombia al mundo a través de mecanismos de
cooperación, intensificación y el redirección de las relaciones entre países, el fortalecimiento de las políticas de desarrollo fronterizo y la
inserción del país a nuevos mercados a través de Tratados de Libre Comercio (TLC). Además, el Presidente Santos ha mostrado liderazgo
en las discusiones sobre el cambio de perspectiva en la lucha contra las drogas sobre todo a nivel regional. De esta manera Colombia ha
intentado demostrar el fortalecimiento de sus relaciones exteriores mediante estrategias que buscan mejorar el desarrollo económico y
social, y la construcción de una política exterior eficiente y creíble.
Los Estados Unidos han jugado un papel central en el desarrollo del conflicto en Colombia. En 1999 el Presidente Bill Clinton, en alianza
con su homólogo Andrés Pastrana, crearon un programa de colaboración militar antinarcótico dentro del cual se diseñó el Plan Colombia,
que consistía en la creación de unidades militares fuertes y entrenadas para tomar el control de las zonas cocaleras y proteger a la Policía
en sus labores de erradicación de cultivos. El control de estas zonas se convirtió en prioritario, pero la Policía Antinarcóticos no tenía
capacidad plena para enfrentar a las guerrillas, que protegían esas áreas, por lo que se hizo necesaria la participación del Ejército.
En Febrero de 2016, el Plan Colombia fue renovado, entre otras cosas por los nuevos retos que el avance en los diálogos de paz entre las
FARC–EP y el Gobierno Nacional planteaban. Así, durante la celebración de los 15 años del Plan Colombia, el presidente Barack Obama
anunció el inicio del nuevo Plan “Paz Colombia”, confirmándose como uno de los principales socios para la paz en el país. El monto total
consistiría en un primer desembolso de 450 millones de dólares en 2017 con destino directo al presupuesto nacional colombiano. Los 450
millones de dólares (de los cuales 390 millones son administrados por el Departamento de Estado y 60 millones por el Departamento de
Defensa estadounidenses) estarían invertidos en cuatro áreas principales: seguridad y antinarcóticos, desarrollo rural, víctimas y justicia, y
desminado.
En junio de 2016 fueron aprobados por el Senado los 390 millones que serían administrados por el Departamento de Estado. Sin embargo,
el Senado estipuló que se daría la dotación de este monto siempre y cuando, antes de ser entregados los fondos el Secretario de Estado, se
pueda certificar que:
- El Tribunal creado en los Acuerdos de Paz para juzgar las violaciones de derechos humanos, sea independiente y cuente con las
facultades para imponer sanciones y penas privativas, acciones de reparación y garantías de no repetición.
- Que los militares responsables de ornar, cometer o encubrir los falsos positivos esté siendo investigados, sancionados y retirados de
sus cargos.
- La entrega de los Fondos constituye una prioridad para los intereses en seguridad nacional de los Estados Unidos.
De manera paralela, la ayuda para Colombia hace trámite en la Cámara de Representantes, en donde se han diferenciado el monto dirigido
al combate del narcotráfico y el terrorismo (300 millones de dólares), y los fondos destinados al posconflicto (191 millones de dólares). Así,
el monto total debe alcanzar unos 491 millones de dólares, 50 millones más de lo pedido por Colombia y lo estipulado en el proyecto original
presentado por el Presidente Obama (450 millones).
El proyecto en su totalidad tenía que ser aprobado por el Subcomité de Operaciones en el Extranjero, el Comité de Apropiaciones, y por
Plenaria en el Congreso. Sin embargo con la llegada de Donald Trump a la Presidencia del país cooperante, la ayuda queda supe ditada a
los nuevos lineamentos de la administración. Sus asesores expresaron en múltiples ocasiones la necesidad de hacer una revisión de lo
acordado con las FARC-EP para definir si apoyaban o no los procesos de implementación, sin embargo, la última palabra sobre el apoyo
al proceso de paz como tema prioritario para Estados Unidos estuvo en el Congreso de Estados Unidos, con quien se movilizan
continuamente esfuerzos de diálogo y diplomacia.
Finalmente el 9 de mayo de 2017, El Congreso aprobó una partida de 450 millones de dólares para la iniciativa de paz en
Colombia, ratificando las buenas relaciones con el país.
El Plan Colombia ha visto muchas críticas por su ineficacia y su impacto negativo sobre la salud humana, los derechos humanos y el medio
ambiente. Sin embargo, gracias a esta estrategia se le han otorgado a Colombia aproximadamente US$9.600 millones en apoyos centrados
en la reducción de las hectáreas de cultivos de coca para debilitar las finanzas y capacidad operacional de los grupos armados ilegales
(DNP, febrero 2016).
Del monto invertido, cerca del 71% ha beneficiado a las Fuerzas Armadas y la Policía. El restante 29% apoyó proyectos productivos en el
campo, atención a la población desplazada, fortalecimiento de unidades de la Fiscalía y del sistema de justicia, reintegración de
excombatientes, y las unidades de víctimas y de restitución de tierras. De acuerdo al director del Departamento de Planeación Nacional, de
cada 10 Dólares 7 fueron invertidos en componentes militares (85% en la lucha contra el narcotráfico) y 3 en desarrollo económico y social.
Uno de los factores a tener en cuenta al analizar el conflicto colombiano es el rol que han adoptado los países vecinos. El fenómeno que los
expertos han catalogado como el “derrame” del conflicto colombiano en la región ha hecho de éste un problema de seguridad regional en el
que, aunque unos países tengan mayor participación que otros, todos tienen algo que decir.
Los estados de Venezuela y Ecuador, y en menor medida Brasil y Perú, han sido los más afectados por este “derrame”, y por lo tanto han
sido quienes han cumplido roles más activos tanto en el transcurso del conflicto como en los procesos de negociación con las
guerrillas. Parece paradójico que al ser los más afectados, son también con quienes más dificultades se han tenido en términos políticos y
diplomáticos debido a su ambigüedad frente a la posición y apoyo a los grupos guerrilleros y a su oposición a la intervención de Estados
Unidos en las políticas de seguridad de la región y de Colombia específicamente.
Con Venezuela las relaciones diplomáticas se empezaron a deteriorar a partir del año 2004, cuando el gobierno colombiano inició la denuncia
internacional de la presencia de guerrilleros de las FARC-EP en territorio venezolano. Durante todo el gobierno de Uribe las tensiones
diplomáticas fueron evidentes e incluso las disputas llegaron a instancias internacionales. Con la llegada de Juan Manuel Santos al poder
en 2010 se normalizaron las relaciones. Sin embargo, desde que Maduro asumió la presidencia de Venezuela, la diplomacia entre los dos
países se ha vuelto discursivamente reactiva y llena de altibajos. Aun así, el apoyo del gobierno venezolano al proceso de paz ha sido
expresado desde sus inicios.
Por otro lado, con Ecuador las relaciones fueron amistosas y de apoyo en las políticas de seguridad y defensa de Colombia en contra de las
FARC- EP y el ELN, hasta que Rafael Correa asumió la presidencia (2007). Entonces, iniciaron una serie de tensiones debido a la
declaración de neutralidad del gobierno ecuatoriano frente a la lucha contra las guerrillas en Colombia, rehusándose a declarar a la guerrillera
como terrorista o beligerantes, y absteniéndose de participar en operaciones conjuntas con Colombia.
Estas tensiones fueron detonadas por hechos como la incursión de aviones de fumigación con glifosato a territorio ecuatoriano, en el marco
del Plan Colombia; y la incursión militar en territorio ecuatoriano en persecución de miembros de las FARC-EP, en el marco de la “Operación
Fénix”, que terminó en el bombardeo al campamento en el que se encontraba Raúl Reyes. Ambos hechos resultaron en la retirada del
cuerpo diplomático de cada uno de los países y acciones ante instancias internacionales, la primera con una demanda contra el Estado
colombiano ante la Corte Internacional de Justicia (Aspersiones aéreas con herbicida); y la segunda con la presentación del caso ante
la OEA y la CAN por violación de soberanía nacional de parte de Colombia. La llegada de Juan Manuel Santos a la presidencia también
significó la recomposición de las relaciones con Ecuador.
Tanto Venezuela como Ecuador han sido aliados clave en la resolución del conflicto armado colombiano debido no solo a su cercanía
geográfica, sino también a su afinidad ideológica con los grupos guerrilleros colombianos, facilitando los acercamientos, la construcción de
confianza entre las partes y la mediación. De hecho Venezuela fue garante del proceso de paz con las FARC - EP, y Ecuador lo es
actualmente en el proceso con el ELN que se llevaba cabo en Quito. Aparte de la turbulencia política que se haya podido tener con estos
dos países todos los países de la región han expresado en múltiples ocasiones, tanto a nivel personal como miembros parte de organismos
multilaterales (CELAC, OEA, CAN, etc.) su apoyo al proceso de paz y el beneficio que esto implica para la estabilización de la región.