Zamudio y Atorresi - La Explicación

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Bertha Zamudio y Ana Atorresi

(2000)

La explicación

Buenos Aires: Eudeba,


Universidad de Buenos Aires,
Facultad de Filosofía y Letras,
Instituto de Lingüística.

Enciclopedia Semiológica

ISBN: 9789502310480
mar, sep 5, 2017,1

INTRODUCCIÓN .....................................................................

1. TIPOS DE EXPLICACIÓN .............


1.1. Matriz básica de la explicación
1.2. Explicaciones científicas y pseudoexplicaciones.............
1.3. Explicaciones por leyes y probabilidades.............
1.4. Explicaciones genéticas.............
1.5. Explicaciones funcionales.............
1.6. Explicaciones por fines u objetivos
1.7. Explicación y comprensión.............
1.8. Explicación e interpretación de textos.............
1.9. Explicaciones de hechos y explicaciones de dichos........

2. LOS LÍMITES DE LA EXPLICACIÓN.............


2.1. Forma, contexto y referencia: parámetros para la identi-
ficación de “discursos de razonamiento”
2.2. El discurso demostrativo y su independencia contextual
2.3. El discurso argumentativo y su dependencia contextual
2.4. El lugar de la explicación entre los discursos de razo-
namiento
2.5. El caso del discurso expositivo

3. LA ESTRUCTURA TEXTUAL DE LA EXPLICACIÓN


3.1. La etnometodología.............
3.2. La propuesta de Grize
3.3. El texto explicativo según Adam.............
3.3.1. La secuencia explicativa
3.4. La cognición social y el análisis del discurso explicativo
3.5. La distribución de la información.............
3.5.1. Las progresiones temáticas.............
3.5.2. Dado-nuevo, contrastivo, definido-indefinido, sujeto, tópico y
punto de vista

4. ESTRATEGIAS Y GÉNEROS EXPLICATIVOS.............


4.1. La paráfrasis, la definición, el ejemplo y la analogía
4.1.1. La paráfrasis
4.1.2. La definición
4.1.2.1. Clasificación de las definiciones
4.1.3. El ejemplo
4.1.4. La analogía
4.2. Marcadores lingüísticos de explicación
4.2.1 Los marcadores metadiscursivos
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4.2.2. Los conectores


4.2.3. Las unidades del sistema lingüístico
4.3. Los géneros explicativos
4.3.1. El discurso teórico
4.3.2. El discurso de divulgación científica

BIBLIOGRAFÍA..........................................................
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INTRODUCCIÓN

En este trabajo se tratará el complejo tema de la explicación. ¿Qué es “ex-


plicar”? Si se observan los enunciados siguientes, se notará que "explicar"
reviste, en cada uno de ellos, un sentido diferente:

1) Este profesor no sabe explicar.


2) Nos explicaron que la reforma se llevará adelante cuando haya consenso
para ello.
3) El acusado no pudo explicar el acrecentamiento de su fortuna.
4) No te lo pierdas: van a explicar cómo hacer tarta de manzanas.
5) La ley de gravedad explica por qué los cuerpos caen.
6) Espero que me expliques por qué dijiste eso de mí.
7) Ahora me explico por qué lo hizo.
8) Explicó la lengua como sistema de signos.

Sustituir por sinónimos cada uno de los usos anteriores produciría las si-
guientes correspondencias: "enseñar" en 1,"informar" en 2, "justificar" en 3,
"dar instrucciones" en 4, "dar causas o razones" en 5, “fundamentar” en 6,
“comprender” o “interpretar” en 7 y “describir”, “caracterizar” o “definir” en 8.
Los ejemplos dados, entonces, muestran que "explicar" es un término po-
lisémico que sirve para plasmar diferentes sentidos en el discurso. 1 El Dic-
cionario de la Lengua Española de la R. A. E. registra, en parte, esta pluralidad
de significados: "explicar. Del lat. explicare. 1. tr. Declarar, manifestar, dar a
conocer lo que uno piensa. Ú. t. c. prnl. 2. Declarar o exponer cualquier ma-
teria, doctrina o texto difícil, con palabras muy claras para hacerlos más per-
ceptibles. 3. Enseñar en la cátedra. 4. Justificar, exculpar palabras o acciones,
declarando que no hubo en ellas intención de agravio. 5. Dar a conocer la
causa o motivo de alguna cosa. 6. prnl. Llegar a comprender la razón de
alguna cosa; darse cuenta de ella.”

M. J. Borel (1981) distingue en el significado del término en cuestión dos


componentes fundamentales. Por una parte, al tratarse de un verbo que ex-
presa una acción discursiva, “explicar” remite a hechos de lenguaje y, por
consiguiente, la explicación participa del componente interaccional de la
lengua, que tiene que ver con la comunicación.
Por otra parte, en tanto se refiere a cosas del mundo, la explicación participa
del componente ideacional, es decir, del lenguaje como representación del
mundo. Es por esto que el sentido de "explicar" puede repartirse en dos di-
mensiones: una interaccional, que apela a la comunicación, y otra lógi-
co-cognitiva, que remite a los juicios y razonamientos mediante los que se
organizan nuestros conceptos acerca del mundo real o posible.
En la dimensión interaccional "explicar" tiene como sinónimos a "comunicar"
(formular, exponer, expresar), "enseñar" (hacer saber, comprender) y "justi-

1
Se denomina polisemia a la propiedad que tiene un lexema de comportar múltiples signifi-
cados. La polisemia se diferencia de la homonimia por el hecho de que el lexema en cuestión
presenta un mismo origen histórico —en el caso de explicar, el infinitivo latino explicare
cubre los significados de “desdoblar”, “desarrollar”, “extender”, “desplegar”, “exponer”,
“interpretar”— y porque todos los significados presentan al menos un sema o unidad de
significado común —en el caso que nos interesa, “hacer saber”.
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ficar" (en sus acepciones de “dar motivos” y “excusar”). En la dimensión


lógico-cognitiva, es sinónimo, por una parte, de “explicitar” (aclarar, definir,
glosar) e “interpretar”, y por la otra, en sentido estricto, de “dar razones”,
“validar”, “probar”.
Según seleccionen uno o más de los rasgos de significación apuntados, las
teorías de la explicación se configurarán de una u otra manera, y la explicación
resultará asociada a diferentes dominios.

Así, el problema de la explicación ha sido examinado por la epistemología en


función de sus vínculos con la descripción y la comprensión de fenómenos
diversos. En relación con estas categorías se han adoptado diferentes pos-
turas. Por una parte, están quienes, oponiéndose al fenomenismo y el positi-
vismo, que consideraban la descripción como el auténtico método del cono-
cimiento científico, sostienen que no bastan la observación y la experimenta-
ción para conocer los fenómenos de la naturaleza: es necesario, además,
conocer las causas que los producen y poder predecir sus consecuencias;
esto significa que es necesario explicarlos. Para quienes defienden este punto
de vista, la descripción es sólo un primer paso en el proceso de la explicación.
Por otra parte están quienes opinan que la descripción y la explicación son dos
modos diferentes de abordar el conocimiento científico: la primera se pregunta
cómo se producen los fenómenos e intenta establecer leyes generales me-
diante el método inductivo, mientras que la segunda se propone explicar por
qué son cómo son por medio de deducciones.
Finalmente, otros epistemólogos sostienen que solamente los fenómenos de
la naturaleza pueden explicarse causalmente. El mundo de la vida humana, en
cambio, requeriría tener en cuenta, además de las causas, las razones, los
motivos, las intenciones y los fines de los procesos y sujetos implicados en
ellos. Es necesario distinguir, entonces, la explicación y la comprensión. La
primera procede por determinación de los fenómenos naturales, mientras que
la segunda conduce a la interpretación de los hechos humanos.

Desde el punto de vista del análisis del discurso —dominio en el que nos
centraremos—, las cosas no son menos complejas, ya que aquí hay que tener
en cuenta no sólo el sentido 2 y la referencia 3 de los enunciados, sino también
las particularidades de su uso en contextos lingüísticos, enunciativos, comu-
nicativos, cognitivos e ideológicos.
A esto se agrega el hecho de que el discurso explicativo será estudiado de
diferente manera según la escuela que lo analice. De este modo, la etnome-
todología lingüística, disciplina proveniente de la microsocociología, que es-
tudia las prácticas sociales en la vida cotidiana, pondrá el acento en las in-
teracciones socio-culturales que se realizan en el curso de las explicaciones;
el cognitivismo lingüístico, cuyo objeto son las relaciones entre realidad, co-
nocimiento y lenguaje, se centrará en destacar las representaciones y con-
ceptualizaciones que operan en el desarrollo de las explicaciones, y las

2
Sentido es un término de usos múltiples, según los diferentes marcos teóricos. En este
texto empleamos el concepto para hacer referencia al significado de una palabra o ex-
presión en un contexto específico, en una situación concreta de discurso.
3
La referencia de una expresión es la parte de su significado que varía y depende del
enunciado; se trata de la relación establecida entre los hablantes y aquello de lo que
hablan en cada caso. Por ejemplo, los sintagmas “el perro”, “mi perro” o “el perro que
me mordió cuando era chica” se referirán a miembros diferentes de la clase de objetos
“perro” en ocasiones de enunciados diferentes.
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operaciones cognitivas que se ponen en juego durante una explicación; la


lingüística textual, disciplina que se propone, mediante el análisis de las rela-
ciones de cohesión y de coherencia, el estudio de la textualidad, tendrá en
cuenta, preferentemente, el formato de los textos explicativos, las relaciones
lógicas y funcionales que organizan su macroestructura, la distribución de la
información dada y nueva como estrategia explicativa, entre otros aspectos; la
teoría de la enunciación, que estudia la proyección del sujeto en su discurso,
se interesará por el análisis de las estrategias objetivantes del sujeto de la
explicación, el tratamiento de las modalidades relacionadas con el saber
(epistémicas), la presentación directa o metalingüística de la explicación
(explicación de re y de dicto), etcétera; la rama de la lingüística que estudia los
actos que se realizan en el uso de los enunciados la pragmática, pondrá
su atención en la manera como se realizan los actos explicativos; y la se-
miología, disciplina que estudia el comportamiento de los signos y de los
códigos a los que éstos pertenecen, se detendrá en el estudio del funciona-
miento de los sistemas visuales explicativos y en los componentes gráficos de
los textos explicativos.
De todas estas escuelas hemos tomado uno o más aspectos, tratando de
seleccionar en cada caso aquellos que juzgamos más relevantes. Sin em-
bargo, es importante señalar que los estudios de la explicación pueden ser
abordados desde otros enfoques que hemos excluido.

Ahora bien, aunque —como se ha dicho— el significado de “explicar“ es am-


biguo, y aunque las disciplinas y escuelas que toman por objeto la explicación
difieren en sus consideraciones, se hallará siempre una constante: la idea de
desenvolver lo que estaba envuelto, desplegar algo ante la visión intelectual,
hacer claro lo confuso. Es evidente, entonces, la importancia que tiene el tema
para quienes se preocupan por la transmisión y la adquisición de conoci-
mientos. A ellos está dirigido este libro.

Agradecemos la lectura crítica de Maite Alvarado, Elvira Arnoux y Carlos Luis.


También las observaciones de los proyectos de Matemática, Pensamiento
Científico y Lengua del Programa Prociencia-Conicet.
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1. TIPOS DE EXPLICACIÓN

1.1. Matriz básica de la explicación

Puede afirmarse en general que toda explicación pone en juego dos segmentos
de base: un objeto por explicar al que se denominará explicando y otro segmento,
el explicante, que modifica al objeto para hacerlo más inteligible. Las relaciones
entre ambos son básicamente de dos tipos: a) causales (como veremos más
adelante, marcadas por los operadores “por qué” o “cómo“ y “porque”) y b)
ecuativas (marcadas por paráfrasis, sustituciones sinonímicas, ejemplificaciones
y traducciones). Es importante tener presente esta distinción en el momento de
caracterizar explicaciones, pues suele aparecer asociada a géneros discursivos
determinados. Así, mientras que las explicaciones históricas parecen preferir la
causalidad, los textos de divulgación científica, para poder reformular el discurso
experto con miras a hacerlo más inteligible, utilizan con mayor frecuencia pará-
frasis, sinónimos y ejemplos, procedimientos usuales en las explicaciones por
equivalencia.
Más adelante insistiremos en estas características que aquí nos limitamos a
mencionar. El objetivo de este apartado es, simplemente, presentar algunos tipos
comunes y generales de explicaciones que responden a las matrices descritas.

1.2. Explicación científica y pseudoexplicación

Una de las preocupaciones fundamentales de los científicos consiste, indu-


dablemente, en poder brindar explicaciones adecuadas de los fenómenos que
estudian. Es decir que, desde el punto de vista de los fundamentos y los
métodos propios del conocimiento científico, la explicación es un tema que
reviste una importancia fundamental, pues es la operación que permite, ante
un enunciado verdadero o aceptado hipotéticamente como tal, dar las razones
que llevaron a que se produzca el hecho singular o general descrito por dicho
enunciado.
La explicación se diferencia, según Klimovski (1997), de la otras dos operaciones
científicas básicas: la fundamentación y la predicción, en cuanto al estatuto de la
verdad. Según este epistemólogo, “fundamentar un enunciado es indicar las
razones por las cuales se lo puede considerar verificado”, lo que supone que
dicho enunciado no sea inicialmente verdadero. De la misma manera, “en la
predicción no se sabe si el enunciado es verdadero”, pero se ofrecen elementos
por los cuales se espera que los hechos ocurran tal como se anticipa. En cambio,
“si se quiere explicar algo, se sabe que ya ha ocurrido” y se lo admite como cierto.
La epistemología diferencia diversos tipos de explicación. Hay que tener en
cuenta, además, que lo que en un momento dado de la historia de la ciencia se
ha considerado explicativo ha dejado de evaluarse de tal modo en otro. Tampoco,
por otra parte, ha existido en un mismo momento una visión única acerca de lo
explicativo.
No nos ocuparemos aquí de la validez de tal o cual explicación, ni de la estructura
y las características de las diferentes formas de las explicaciones. Sólo diremos
que, para la ciencia, la distinción entre las auténticas explicaciones y las
aparentes explicaciones es, lógicamente, fundamental. Así, Hempel (1979)
indica que las explicaciones científicas deben cumplir necesariamente las
siguientes condiciones: a) relevancia: la explicación debe proporcionar una
base que permita creer que el objeto de la explicación tiene o tuvo lugar; es
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decir, sólo se explican enunciados verdaderos; y b) contrastabilidad: una


explicación es aceptable si tiene consecuencias observacionales, es decir,
adecuación empírica; la constrastabilidad supone la posibilidad de avanzar en
tres etapas: la primera, ligada a la exigencia expuesta, consiste en comprobar
la existencia de consecuencias observacionales; la segunda, en deducir al
menos algunas de ellas; y la tercera, en establecer, mediante observaciones
pertinentes, la verdad o falsedad de tales consecuencias. En síntesis: todo
acto de explicación científica debe incluir, explícita o implícitamente, una
garantía que asegure su validez
Desde este punto de vista, las pseudoexplicaciones o aparentes explicaciones
se producen cuando las premisas no reúnen suficientes datos (“La Segunda
Guerra se produjo por el resentimiento que albergaba Alemania tras haber
perdido la Primera”), resultan circulares (“La belladona es una planta vene-
nosa porque contiene un veneno muy activo”), son extraídas de “teorías” que
no tienen carácter científico (“Tiene suerte porque está escrito que así sea”)
o suponen algún tipo de causa indeterminada (“Si se divorció tantas veces, es
por algo”).
Como se ve, la mayoría de las explicaciones que se formulan en la vida coti-
diana, la prensa, los manuales escolares son, desde el punto científico y por
una u otra razón, pseudoexplicaciones. No obstante, interesan a las diferentes
ramas del análisis del discurso, por lo que intentaremos dar cuenta de los
diferentes modos en que se presentan las explicaciones sin hacer referencia
a su mayor o menor grado de adecuación a las exigencias de la ciencia.

1.3. Explicaciones por leyes y probabilidades

Supongamos el siguiente enunciado: “Dejaste la leche en el congelador, por eso


se congeló”. Aquí la explicación se basa en una ley física que establece que la
leche, expuesta a una temperatura inferior a cero grado durante determinado
tiempo, se congela. Se trata, por lo tanto, de deducir la ocurrencia de un fenó-
meno singular a partir de una generalización que, en el ejemplo dado, se halla
implícita: “Todas las sustancias que contienen buena parte de agua, al ser
sometidas a una temperatura inferior a cero grado, se congelan”. Esa gene-
ralización constituye una ley universal.
Ahora bien, en otros casos, la garantía de una explicación no es ya una ley
universal sino un alto grado de probabilidad. Si alguien afirma: “Varios chicos
estaban con sarampión y, como era de esperar, José se contagió”, está res-
paldando su explicación no ya con una ley (de hecho, algunas personas no se
contagian a causa de estar con otras personas enfermas), sino con una
comprobación repetida en condiciones semejantes. Lo mismo sucede en
“Dejaste la leche fuera de la heladera, por eso se cortó”. En estos casos se
trata de una ley estadística, una regularidad en términos probabilísticos. Es
decir que, a diferencia de lo que ocurre cuando se explica mediante leyes, aquí
la explicación no ofrece una garantía absoluta de verdad porque no puede
inferirse qué ocurrirá en todos los casos.

1.4. Explicaciones genéticas


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Las explicaciones genéticas consisten en la determinación del proceso o


encadenamiento de acontecimientos significativos cuyo final consiste en el
hecho que se pretende explicar. Por ejemplo, en el caso de que se desee
explicar un suceso histórico, la explicación genética supone descubrir cuáles
son los hechos pertinentes, entre la infinidad de hechos históricos que se
ofrecen; adoptar un criterio que explicite la pertinencia de los hechos que
constituirán la explicación y ubicar éstos en cierto orden, lo que implica la
consideración de que, si a un hecho subsigue otro, el segundo sucedió a causa
del primero.
Los estudios de gramática histórica, origen y evolución de las lenguas y de las
llamadas etimologías son ejemplos de esta modalidad explicativa:

Gauch-o, a. m. y f.
ETIM.— Del quichua cauchu-k, hechicero, el que deshoja, brujo; derivado
del verbo cauchu, hechizar, brujear, y éste de caucha, deshojar, coger las hojas de
un árbol. El significado primitivo de cauchu-k es el de deshojador de una rama de
árbol con el propósito de conocer la buenaventura, la suerte, la dicha de alguno por
el número de hojas, etc.; de donde el de hechicero, brujo. Y como estos adivinos
eran vagabundos, desocupados, que recorrían largas distancias por sitios desiertos,
se llamó cauchu-k = GAUCHO al habitante de la campaña desierta sin ocupación
determinada, que no trabajaba. Cauchu-k es participio activo de cauchu, formado
por medio del sufijo k. Comparar con cauchu-cu, caucha-cu, deshojarse el árbol, con
caucha-y, cauchu-y, deshojadura y con caucha-chi, permitir, hacer que otro deshoje,
etc. Este origen humilde, nacido de una especie de superstición religiosa, fué
dignificado por el GAUCHO, al incorporarse á la vida social activa, contribuyendo con
sus esfuerzos á la independencia de la patria.

Calandrelli, M. (1880-1916), Diccionario filológico comparado de la lengua castellana,


Buenos Aires, Imprenta de Obras Clásicas (tomos I-XII).

1.5. Explicaciones funcionales

Las explicaciones funcionales, que surgen en las ciencias naturales, tienen


gran alcance en la sociología contemporánea y en las ciencias sociales en
general. Si bien hay divergencias entre quienes adhieren a este modelo ex-
plicativo, puede mencionarse, como característica común, la concepción
acerca de la existencia de un sistema o conjunto de componentes relaciona-
dos por leyes científicas, naturales y/o sociales de manera tal que entre ellos
se establece un equilibrio. Dicho sistema será funcional si cualquier alteración
que lo aleje del estado de equilibrio hace interactuar las partes de modo que
éste sea recuperado.
En el campo de la ecología la explicación funcionalista es dominante: los
ecosistemas suelen concebirse como conjuntos de diversos elementos que
tienden a mantener en forma estable relaciones dinámicas tales que, entre
ellos, existe un equilibrio u homeostasis. En la siguiente ilustración, ejemplo
paradigmático de explicación funcionalista, aparecen esquematizadas las
relaciones estables que se establecen entre los diversos elementos que par-
ticipan de la serie de fases por las que pasa periódicamente el carbono hasta
que se reproduce la fase anterior:
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“Ciclo del Carbono”, enciclopedia Encarta (1998), Microsoft

1.6. Explicaciones por fines u objetivos

Es posible diferenciar una clase de explicaciones que se engloban bajo la


denominación de teleológicas. La palabras telos, que significa “fin” u “objetivo”,
indica que, en este caso, se supone la existencia de un agente responsable de
determinado acontecer. En otras palabras: las explicaciones teleológicas
tienen por objeto dar cuenta de hechos desencadenados por factores huma-
nos individuales o colectivos, conscientes o inconscientes, que pertenecen al
orden de las razones, las intenciones, los motivos y las disposiciones.
El funcionalismo, entendido como una explicación de la sociedad en virtud de
una tendencia a preservar su estructura, puede ser pensado como un tipo de
explicación teleológica, por ejemplo, si se concibe que la iglesia existe porque
la sociedad tiene el propósito de brindar un respaldo moral a los individuos, o
se explica la existencia de las instituciones educativas estatales por la inten-
ción de ofrecer igualdad de oportunidades para acceder al saber.
En esta clase pueden incluirse también las explicaciones por motivaciones o
actitudes intencionales con las que se corresponderían estados del sistema
psíquico del individuo que darían sentido a su acción. Así, por ejemplo, la
psicología conductista considera que el comportamiento es una respuesta o
reacción del organismo a estímulos que actúan sobre él.

Algunos filósofos proponen la distinción entre “explicar por causas naturales”


y “explicar por razones”. Las explicaciones por causas serían aquellas entre
las cuales figurarían leyes causales; desde esta perspectiva, por ejemplo, los
actores sociales siguen pautas de conducta características que proporcionan
las “leyes” que conectan motivos y acción en el caso individual. Las explica-
ciones por razones, en cambio, darían cuenta de que las decisiones humanas,
dirigidas hacia el futuro, no están determinadas por una causalidad natural
sino por motivaciones; para esta línea, explicar una acción es mostrar que esa
acción fue el proceder adecuado en la ocasión considerada.
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1.7. Explicación y comprensión

Para von Wright (1979), el objetivo de las ciencias naturales consiste en ex-
plicar a partir de leyes generales, mientras que el propósito de la historia es,
en cambio, comprender los fenómenos que ocurren en su campo. Este autor
señala, sin embargo, que el uso ordinario no hace una distinción entre explicar
y comprender, porque, en los hechos, cualquier explicación proporciona una
comprensión. Este aspecto resulta relevante en relación con el rasgo psi-
cológico que supone la acción de comprender y con el hecho de que la com-
prensión se encuentra vinculada, además, con la intencionalidad (se com-
prenden los propósitos de un sujeto, el significado de un signo según la cul-
tura, el sentido de un enunciado, etcétera).
Cuando se trata de comprender a nivel científico (por ejemplo, de comprender
una cultura a través de examinar sus signos), lo que se hace es interpretar a
partir de una determinada metodología. La ciencia de la interpretación se
denomina hermenéutica, del griego, hermeneia, “expresión de un pensa-
miento” y, de ahí, “explicación e interpretación del mismo”.
El sentido que tiene el vocablo actualmente se aproxima al original, y procede
en gran parte, del uso de hermeneia para designar el arte o la ciencia de la
interpretación de las Sagradas Escrituras. Según Ferrater Mora (1994) “Este
arte o esta ciencia puede ser 1) interpretación literal o averiguación del sentido
de las expresiones empleadas por medio de un análisis de las significaciones
lingüísticas; o 2) interpretación doctrinal, en la cual lo importante no es la
expresión verbal sino el pensamiento.” A veces se llama “hermeneútica” a la
interpretación de lo que está expresado simbólicamente. Esta última signifi-
cación está estrechamente relacionada con la anterior, en tanto las expre-
siones que hay que interpretar son consideradas como expresiones simbólicas
de una realidad que es menester “penetrar” por medio de la exégesis.
En general, quienes adhieren a la ciencia hermenéutica defienden la inter-
pretación y explicación de los fenómenos sociales por métodos radicalmente
diferentes de los empleados en las ciencias naturales. Otro de los aspectos
distintivos de la hermenéutica es, como se habrá observado, el lugar central
que reserva a la idea de lenguaje, lo que se expresa en nociones de orienta-
ción lingüística tales como “significado”, “intencionalidad”, “interpretación” y
“comprensión”. Así, por ejemplo, Paul Ricoeur (Ferrater mora: 1994) afirma
que la comprensión del mundo tiene lugar por la mediación de una interpre-
tación: “[la fenomenología hermeútica] sustituye el mundo natural del cuerpo
y la cosa por el mundo cultural del símbolo y del sujeto, por un mundo del
lenguaje... El mundo del lenguaje es el mundo de la vida cultural.”
También se habla de hermeútica como explicación e interpretación en el
dominio del análisis del discurso, particularmente, del discurso literario. A este
uso nos referimos en el siguiente apartado.

1.8. Explicación e interpretación de textos

En un trabajo publicado en 1968, T. Todorov (1975) diferencia dos modos


básicos de explicar los textos literarios. La primera de ellas, a la que denomina
“interpretación”, consiste en “nombrar el sentido del texto examinado” a partir
de considerar que éste es el objeto único y último del análisis. Es decir, el ideal
de la interpretación así entendida es “hacer hablar” al texto mismo con la
consecuente exclusión del sujeto que lo examina. Ahora bien, interpretar un
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texto —literario o no literario— por sí mismo y en sí mismo sin proyectarlo fuera


de sí sólo sería posible si la interpretación consistiera en una “mera repetición,
palabra por palabra, de la obra misma”, lo que, evidentemente, carece de
sentido. En efecto, según señala Todorov, ocurre en realidad que toda lectura
es “una escritura pasiva”, porque el lector agrega y suprime al texto leído
aquello que quiere o no hallar en él. Con otras palabras: el lector o el crítico
dicen algo que la obra estudiada no dice aunque pretendan estar diciendo lo
mismo. Esto no implica, sin embargo, que puedan decir cualquier cosa, ni que
todas las interpretaciones sean posibles y equivalentes. Como señala Todo-
rov, “la lectura es un recorrido dentro del espacio del texto”, y la práctica misma
prueba que, aun cuando ninguna lo es por completo, hay lecturas más fieles
que otras.
Si “interpretación” es el término genérico empleado por Todorov para designar
esta primera actitud frente a un texto, la segunda actitud es calificada como
“ciencia”. El objeto de esta posición no es ya la designación del sentido de la
obra sino el establecimiento de leyes generales de las que ese texto particular
sería producto. Así, la psicología, la sociología, la filosofía pueden negar su
carácter autónomo al texto y concebirlo y explicarlo como “manifestación de
leyes [psicológicas, sociológicas, filosóficas, etcétera] exteriores” a él. Esta
operación implica un proceso de traducción y desciframiento: la obra sería
mera expresión de algo externo y la meta del estudio, alcanzar ese algo a
través del código de la obra.
Todorov propone, entonces, quebrar esa simetría entre interpretación y cien-
cia existente dentro del campo de los estudios del texto empleando un enfoque
a la vez interno y externo, “que se preocupe por aquella propiedad que cons-
tituye la singularidad del hecho literario”. Se trata de establecer una teoría que
presente un cuadro de los posibles literarios tal que las obras existentes
aparezcan como casos particulares realizados; la obra resultaría entonces
proyectada sobre algo distinto de sí misma, pero ese algo ya no sería una
estructura heterogénea —como en el caso de la crítica sociológica o psicoló-
gica— sino la estructura del mismo discurso literario.

En los últimos años han surgido teorías que proponen que la explicación del
sentido de un texto queda en manos de un lector-intérprete que, en última
instancia, es capaz de producir un flujo ilimitado e incomprobable de lecturas 4.
Estas teorías se basan, entre otros, en el concepto de semiosis ilimitada
elaborado por Charles S. Peirce (1974): “[signo es] cualquier cosa que motiva
a otra cosa (su interpretante) a referirse a un objeto al cual ella también se
refiere (su objeto) de la misma manera, deviniendo el interpretante a su vez en
un signo, y así sucesivamente ad infinitum”. Es decir, como toda representa-
ción genera en la “mente del intérprete un nuevo signo” —el “interpretante”—,
la condición fundamental de la semiosis consiste, para Peirce, en una regre-
sión infinita. Umberto Eco (1981) señala al respecto que “para determinar lo
que es el interpretante de un signo, hay que denominarlo con otro signo, el
cual, a su vez, tiene un interpretante denominable por otro signo. Así se
produciría un proceso de semiosis ilimitada [...] el lenguaje sería un sistema que
se aclara por sí mismo, por series sucesivas de sistemas de convenciones que se
van explicando”.
Ha sido el propio Eco quien en trabajos recientes ha señalado la apropiación
indebida de la idea de semiosis ilimitada, llamando la atención sobre las te-

4
Veáse, por ejemplo, J. Culler (1984).
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orías que otorgan al lector-intérprete un papel extremo en el proceso de pro-


ducción del sentido del texto-signo y marcando la necesidad de diferenciar la
interpretación de la sobreinterpretación: “Según algunas teorías críticas con-
temporáneas, [...] la única existencia de un texto viene dada por la cadena de
respuestas que suscita y, como indicó maliciosamente Todorov [...], un texto
es sólo un pic-nic en el que el autor lleva las palabras, y los lectores, el sentido.
Aunque eso sea verdad, creo que las palabras aportadas por el autor consti-
tuyen un embarazoso puñado de pruebas materiales que el lector no puede
dejar pasar por alto [...]. Si no recuerdo mal, fue aquí en Gran Bretaña donde
alguien afirmó hace años que es posible hacer cosas con las palabras 5. In-
terpretar un texto significa explicar por qué esas palabras pueden hacer di-
versas cosas (y no otras) mediante el modo en que son interpretadas. Ahora
bien, si Jack el destripador dijera que hizo lo que hizo sobre la base de su
interpretación del evangelio de Lucas, sospecho que muchos críticos orien-
tados hacia el lector se inclinarían por pensar que había leído a Lucas de un
modo bastante extravagante. Los críticos no orientados hacia el lector dirían
que Jack estaba loco de atar [...]. Comprendo que mi ejemplo es bastante
rebuscado [...]. No obstante, creo que hay que tomar en serio este paradójico
razonamiento. Demuestra que hay al menos un caso en que es posible decir
que determinada interpretación es mala. Según la concepción de la investi-
gación científica de Popper, eso basta para refutar la hipótesis según la cual la
interpretación no tiene criterios públicos [...].”
Según Eco, entonces, si bien no es posible establecer reglas o leyes que
indiquen qué interpretación de un texto es “buena”, existe, al menos la posi-
bilidad de determinar cuál es “mala”. En realidad, una buena explicación del
sentido de un texto surgiría del vínculo dialéctico entre la intención del texto, la
intención del autor y la intención del lector. En efecto, la intención de un texto
no aparece en la superficie textual o, si lo hace, está de algún modo velada.
Sólo es posible hablar de la intención del texto como resultado de una hipó-
tesis formulada por el lector real.
Ahora bien, un texto es un dispositivo concebido de modo tal que produce un
“lector modelo”, es decir, un lector inscrito en el texto, que no debe ser con-
fundido con el lector real. El lector real hace conjeturas sobre la clase de lector
modelo que postula el texto y, a la vez, como la intención del texto es producir
un lector modelo capaz de hacer conjeturas sobre él, la iniciativa del lector
modelo consiste en imaginar un “autor modelo” —que no es el autor real sino
el que organiza el texto, el responsable de la presencia o la ausencia de una
determinada parte de la historia, el autor implícito— y que, en última instancia,
coincide con la intención del texto. Así, en términos de Eco “más que un
parámetro para usar con el fin de validar la interpretación, el texto es un objeto
que la interpretación construye en el curso del esfuerzo circular de validarse
a sí misma sobre la base de lo que construye como resultado [...]: el círculo
hermenéutico.”
Como se ve, desde el punto de vista del semiólogo italiano, reconocer la
intención de una obra es explicar una estrategia semiótica. Por lo general, esa
estrategia se detecta a partir de poner en juego competencias y operaciones
cognitivas tales como el reconocimiento de intertextos, formatos textuales,
contextos, convenciones genéricas, etcétera. En otros términos, todo acto de
lectura es una transacción entre las competencias del lector (su conocimiento

5
Se refiere a John L. Austin (1982) y a su teoría de los actos de habla, formulada en Cómo
hacer cosas con palabras.
mar, sep 5, 2017,13

de la lengua, los textos, las convenciones culturales, el mundo) y las compe-


tencias que determinado texto postula con el fin de ser leído económicamente.
Por ejemplo, si una historia comienza con la fórmula “Había una vez”, se
conjeturará seguramente que se trata de un cuento tradicional cuyo lector
modelo es un niño, pues sería poco fructífero pensar lo contrario. Incluso si se
tratara de una ironía —de un texto que dice explícitamente ser un cuento
tradicional para niños pero que, en verdad, es implícitamente lo opuesto—
habría que establecer esa primera hipótesis —es un cuento popular para
niños— para detectarla.
Finalmente, en cuanto al lugar del autor, si bien es imposible o, al menos, muy
poco útil y económico preguntarse por su aparición en el texto en tanto ser
empírico, puede conjeturarse, según Eco, acerca de las intenciones del autor
modelo que el texto postula y que uno, como lector y a partir de sus compe-
tencias, es capaz de reconocer en términos de estrategia textual. Es decir, por
citar un caso obvio, que no es económico pensar que un autor empírico cruzó
su texto con mensajes secretos cuando podía decir lo que dijo de modo más
simple y explícito, o que incentivaba a los niños a la desobediencia cuando lo
evidente en tal marco cultural y lingüístico es que se trataba de un relato
moralizante.
Si se pretende demostrar la validez de una hipótesis de lectura es necesario,
según Eco, que se la coteje con el texto considerado como un todo coherente.
Con otras palabras: cualquier explicación dada acerca del sentido de un
fragmento textual podrá aceptarse en tanto se vea confirmada por otro frag-
mento de ese mismo texto. Como afirman los estudiosos de la textualidad, la
coherencia interna controla los “incontrolables impulsos” del lector real.

Hasta ahora nos hemos referido básicamente a dos grandes grupos de ex-
plicaciones: explicaciones de hechos —por leyes, probabilidades, funciones,
genéticas— y explicaciones de textos. Profundizaremos en esta distinción,
desde otra perspectiva, en el apartado siguiente.

1.9. Explicaciones de hechos y explicaciones de dichos

Otra distinción interesante, que atraviesa las anteriores, es la diferencia entre


modalidades de re y de dicto (von Wright:1970). La diferencia entre explicación
de re (de un hecho) y explicación de dicto (de un dicho) permite pensar, por
ejemplo, el problema de la fuente de una explicación. Cuando las explica-
ciones se apoyan en los hechos y aparecen bajo la responsabilidad del locutor,
se denominan de re. En cambio, cuando se basan en un punto de vista ajeno,
se llaman de dicto.
Si se observan, por ejemplo, los siguientes enunciados:

a) Faltó al examen porque está enfermo.


b) Faltó al examen porque —al parecer— está enfermo.
c) Faltó al examen porque, según dice su novia, está enfermo.
d) Faltó al examen porque “está enfermo”.

se verá que todos ellos transmiten, en principio, la misma información (en otros
términos: tienen el mismo dictum): la ausencia de una determinada persona se
debe al hecho de que está enferma; es decir, las razones que se invocan para
explicar ese fracaso son idénticas. Sin embargo, las explicaciones proceden
mar, sep 5, 2017,14

de fuentes diferentes, los responsables no son los mismos ni merecen el


mismo grado de credibilidad.
El responsable del enunciado a), es el propio locutor, por lo que el receptor se
verá inclinado a confiar en su palabra. Es decir, a menos que haya buenas
razones para pensar lo contrario (que el contexto indique, por ejemplo, que el
enunciador miente), se considera que quien se hace cargo de una aserción
dice la verdad.
En b), en cambio, hay una fuente responsable de la enunciación no identifi-
cada que manifiesta el punto de vista a partir del cual se explica la ausencia.
El marcador “al parecer” introduce un universo de creencias que no necesa-
riamente está legitimado por el locutor 6.
En c) hay un responsable reconocido —la novia del enfermo— pero el locutor
no expresa ni la aceptación ni el rechazo de su explicación. La confiabilidad
que el receptor otorgue al enunciado, entonces, dependerá de la información
suministrada por el contexto pues, en este caso, necesita más información
acerca de la novia que del locutor mismo, que no ha formulado ninguna
aserción directa.
Finalmente, en d), como en b), hay una fuente desconocida; aquí su voz se cita
por medio del encomillado.
Como se desprende del análisis de los enunciados anteriores, las modalidades
de re tienen relación con el modo de explicar hechos o verdades del mundo sin
tomar en consideración ninguna manifestación discursiva sobre ellos. En otros
términos, una explicación de re es transparente y verificable (puede demos-
trarse su verdad o su falsedad). Por esta razón, el discurso explicativo cientí-
fico se vale de ella:

Puso una barra de cobre en el fuego y la barra se dilató, porque todos los
metales se dilatan con el calor.

Las modalidades de dicto en cambio, producen opacidad sobre el objeto que


se explica ya que éste se presenta como una creencia o una referencia dis-
cursiva. Las operaciones metalingüísticas, expresadas generalmente por
verbos del tipo “creer”, “suponer”, “pensar”, instauran un universo de creencias
distinto del que sostiene el explicador o emisor de la explicación, con lo cual
éste queda liberado de cualquier pretensión veredictoria sobre sus explica-
ciones. Como consecuencia de tal procedimiento (“todo es resultado de opi-
niones ajenas”), aumenta la distancia entre el explicador y el objeto de su
explicación.
El fragmento que sigue sirve como ejemplo de explicaciones de dicto; los
elementos destacados funcionan como operadores de distanciamiento:

Los reyes germánicos instalados en el Imperio fueron reyes nacionales para


sus pueblos, reges gentium, como dice Gregorio Magno. [...] Pero para los
romanos, son generales romanos a quienes el emperador ha cedido el go-
bierno de la población civil.
Pirenne, H. (1993) Mahoma y Carlomagno, Madrid, Alianza.

6
Seguimos aquí a O. Ducrot (1994), quien afirma: “[...] es preciso mostrar que un enunciado
puede dar a su enunciación un responsable (locutor) diferente de los responsables [enuncia-
dores] que él confiere a algunos de los actos efectuados en esta enunciación ”.
mar, sep 5, 2017,15

A veces, sucede que se establece un conflicto entre el punto de vista del


enunciador y la fuente de procedencia de la explicación. Obsérvese, por
ejemplo, el caso siguiente; lo señalado con una llave marca el punto de la
fuente y la negrita el inicio del cambio a su contrario.

[GRÁFICA: EL PRIMER PÁRRAFO DEL SIGUIENTE FRAGMENTO EN


IT’ALICA LLEVA UNA LLAVE A LA DERECHA].

Quisiera referirme rápidamente a un artículo de Peter Bürger, quien


escribe “Bourdieu [...] analiza las acciones de los sujetos en eso a lo
que llama ‘campo cultural’ tomando en cuenta exclusivamente las
posibilidades de conquistar poder y prestigio, y considera los objetos
simplemente como medios estratégicos que los productores emplean
en la lucha por el poder”.
En realidad Peter Bürger acusa de reduccionismo una teoría que él
mismo redujo: hace como si yo redujera el funcionamiento del campo
literario al del campo político, agregando ‘exclusivamente” y “simple-
mente”. En verdad digo que, como el campo político o cualquier otro
campo, el campo literario es un lugar de luchas [...]; pero que estas
luchas tienen características especificas, y que el poder y el prestigio
que persiguen son de un tipo absolutamente particular [...].
Bourdieu, P. (1993), Cosas dichas, Barcelona, Gedisa.

Las explicaciones de dicto interesan a los analistas del discurso por su natu-
raleza metalingüística y por estar estrechamente ligadas a la interpretación y
al comentario de textos. Un caso particular dentro del último grupo lo consti-
tuyen las metaexplicaciones o explicaciones sobre explicaciones, como la que
se transcribe a continuación:

[...] la inserción de una secuencia explicativa dentro de otras secuencias que


constituyen la dominante también es interesante al análisis. El ejemplo si-
guiente constituye una muestra de este tipo de organización.

[...] [§1] En la noche del 11 al 12 de octubre, Colón y el marinero Pedro Gutiérrez


vieron una luz; en la madrugada siguiente, otro marinero, Rodrigo de Triana, dio
el grito de: ¡Tierra!, primer anuncio de que América había sido descubierta.
[§2] [En realidad,] Colón creía haber llegado a la India porque no sospechaba
que había un continente entre Europa y Asia.
[§3] La primera isla a la que arribaron fue la isla Guanahani y Colón la bautizó
con el nombre de San Salvador. Luego, llegaron a las islas de Cuba y Haití, a las
que dio el nombre de Juana y La Española. [...]
Conciencias Hoy 4 (1995), México, Harla.

En el caso anterior, la dominante narrativa contiene una secuencia explicativa


insertada, lo que puede representarse en una fórmula como la siguiente:

[secuencia explicativa (secuencia narrativa) secuencia explicativa]

Zamudio, B. y Atorresi, A. (1997) El texto explicativo: su aplicación y su ense-


ñanza, Buenos Aires, Prociencia-Conicet.
mar, sep 5, 2017,16

2. LOS LÍMITES DE LA EXPLICACIÓN

Hasta ahora nos hemos referido al concepto de explicación sin atender a su


manifestación en el discurso. En lo que sigue, aludiremos a ella en sus di-
mensiones textual (es decir, considerando la explicación como secuencia de
unidades conectadas coherentemente entre sí) y enunciativa (examinando las
marcas de su proceso de producción: del sujeto emisor, del receptor, del
contexto); por lo tanto hablaremos alternativamente de discurso explicativo y
texto explicativo.
Contrastaremos el discurso explicativo con otros con los que se lo suele
confundir o asimilar para aproximarnos, de este modo, a su identidad.

2.1. Forma, contexto y referencia:


parámetros para la identificación de “discursos de
razonamiento”

Establecer una tipología de discursos es un problema engorroso, ya que según


el principio de clasificación que se utilice, los tipos que se obtendrán serán muy
diferentes. De todas formas, intentaremos caracterizar los discursos que se
organizan a partir de razonamientos. Los parámetros que se considerarán son
los siguientes: a) las estructuras o formatos textuales; b) el contexto de pro-
ducción (saberes compartidos, relaciones interpersonales, marco institucional,
etc.); c) los objetos referenciales que configuran el universo del discurso. A
partir de ellos intentaremos vincular y diferenciar tres tipos discursivos: la
demostración, la argumentación y la explicación. Estos tipos pueden ser
agrupados dentro de la categoría “discursos de razonamiento” pues presentan
un común denominador: se trata en los tres casos de discursos basados en
razonamientos desarrollados por relaciones lógicas de hipótesis-conclusión,
causa-consecuencia, razón-resultado, etcétera, lo que puede observarse en
los ejemplos siguientes:

[1]“El análisis nos demuestra que también estos sueños displacenteros son
realizaciones de deseos. Un deseo inconsciente y reprimido, cuya satis-
facción habría de ser sentida con displacer por el yo del soñador, ha
aprovechado la ocasión que le es ofrecida por la conservación de la carga
psíquica de los restos diurnos penosos y le ha prestado su apoyo,
haciéndolos susceptibles de provocar un sueño.”
Freud, S. (1976), Interpretación de los sueños, Buenos Aires, Círculo de
Lectores.

[2]“Si un esquema es equivalente a un segundo y éste lo es a un tercero,


entonces el primero es equivalente al tercero.”
Quine, W. (1993), Los métodos de la lógica, Buenos Aires, Planeta.

[3]“Los conceptos teóricos indispensables no se construyen mágicamente,


por sí mismos, a pedido, cuando se necesitan. Toda la historia de los co-
mienzos de las ciencias o las grandes filosofías muestra, por el contrario, que
el conjunto exacto de los conceptos nuevos no pasa, como en una parada
militar, en un solo bloque, sino que, por el contrario, algunos se hacen esperar
mar, sep 5, 2017,17

largo tiempo, o desfilan con vestimentas ficticias antes de ponerse su traje


propio: esto ocurre hasta que la historia proporciona el sastre y el tejido.
Mientras tanto, el concepto está ciertamente presente en ciertas obras, pero
en una forma que no es la del concepto, en una forma que se busca en el
interior de una forma “pedida” a otros detentadores de conceptos formulados,
o disponibles, o fascinantes.
Todo esto para comprender que no hay nada que sea ininteligible en el hecho
paradójico de que Marx trate su método de análisis original como un método
ya existente en el momento mismo en que lo inventa, ni en el hecho de que
piense que lo toma de Hegel en el momento mismo en que rompe sus amarras
hegelianas.”
Althusser, L. y Balibar, E. (1983) Para leer El Capital, México, Siglo XXI.

En el primero de los ejemplos anteriores puede observarse, entre la afirmación


inicial y el resto de los enunciados, una relación lógica de hipóte-
sis-justificación. En el segundo caso, se presenta una relación de hipóte-
sis-conclusión y en el tercero, de razón (primer párrafo)-resultado (último
párrafo), entre otras.
La línea divisoria existente entre los discursos demostrativo, argumentativo y
explicativo, a menudo, es difícil de establecer, de modo que, al caracterizarlos,
uno debe valerse de sus formas más representativas o prototipos. Si nos
atenemos a éstos y tenemos en cuenta, además, una escala de relación entre
el discurso y su contexto de producción, resulta evidente que la demostración
aparece en el extremo de la escala de independencia del contexto, y que la
argumentación se ubica en el extremo opuesto, aquél en el que la relación
entre discurso y contexto es total.
En otros términos, si la demostración es un discurso que se encuentra abso-
lutamente desembragado de la situación de enunciación ([2] no presenta, por
ejemplo, ninguna marca del sujeto que la produce, ni referencia al tiempo y al
espacio en que es producida), la argumentación, en cambio, solamente puede
evaluarse en relación con sus efectos en una situación de comunicación dada.
Es en esta situación donde se podrá comprobar si la argumentación ha logrado
el objetivo esencial: convencer al destinatario de que adopte un punto de vista
sostenido por el locutor —el de Althusser y Balibar en [3], por ejemplo— y/o
realice cierta acción.
En el dominio referencial, la demostración se opone a la explicación y la ar-
gumentación porque, como veremos en el apartado siguiente, opera con
conceptos axiomáticos (irrefutables) o con enunciados primitivos (propios de la
disciplina), mientras que la explicación y la argumentación proceden con
nociones que pueden expresarse mediante nombres comunes que reenvían
a propiedades estables de los objetos.
La explicación, por su parte, se evalúa en relación con los referentes que
conforman el explicando. Esto significa que aceptamos o rechazamos una
explicación en relación con lo que ha sido explicado (en [1], que los sueños
displacenteros, como los placenteros, son realizaciones de deseos), salvo, por
supuesto —y esto sucede con cualquier tipo de texto— que el locutor, por
cualquier razón, no esté legitimado para explicar.
También debe tenerse en cuenta que la explicación está asociada tradicio-
nalmente a una mayor objetividad cuando se trata de teorías del mundo natural
y, por eso, aparece en estos casos más próxima a la demostración; en cambio
en las ciencias humanas, resulta casi imposible pensar en un objetivismo
radical y por esta razón, es frecuentemente difícil en tales circunstancias
mar, sep 5, 2017,18

distinguirla de la argumentación (es lo que ocurre en el caso del fragmento de


Althusser y Balibar). Ampliaremos estas consideraciones en los tres apartados
siguientes.

2.2. El discurso demostrativo y su independencia contextual

Demostrar es, en general, dar pruebas de algo. Por ejemplo, en un juicio, el reo
puede demostrar que a la hora del robo, él se encontraba en un bar con su
novia. En este caso, la prueba es comprobable y las declaraciones de los
testigos pueden resultar un elemento válido. En otros dominios, como el de la
matemática o el de la lógica, demostrar es seguir un razonamiento que con-
duce a poner en evidencia la certeza de una afirmación, considerada como un
axioma, o deducida de éste, o de enunciados precedentemente demostrados
a partir de reglas establecidas. En suma: cualquiera sea el campo en que se
sitúe, la demostración siempre busca probar algo que se tiene por verdadero.
Dos géneros bastan para ejemplificar lo que acabamos de decir: el teorema y
el silogismo. En el teorema todo el contenido del razonamiento está expresado
en un enunciado inicial y el resto es su demostración. Un teorema es una
unidad demostrativa que consta de: a) un enunciado inicial categórico y uni-
versal; b) la demostración propiamente dicha; y c) una tesis o conclusión, que
retoma, ahora con valor de verdad, lo afirmado en el enunciado inicial. En otros
términos, un teorema se deduce a partir axiomas o elementos que se tienen
por verdaderos. Por ejemplo:

Teorema del resto: “El resto de la división de un polinomio P(x) por otro de la
forma (x+ a) es igual al valor del polinomio P(x) especializado en x= -a, o sea
, P(-a).”
[GRÁFICA: CON FLECHITA QUE ABARCA PÁRRAFO ANTERIOR INDICAR:
ENUNCIADO DEL TEOREMA]

En efecto:
(x+ a)
P(x) /--------
R C(x)

[GRÁFICA: A FÓRMULA ANTERIOR, CON FLECHITA: DEMOSTRACIÓN


PROPIAMENTE DICHA]

Como P(x) =C(x) (x+ a)+R, si hacemos x= -a, nos queda


P(- a) = C(- a) (- a + a)+ R= R.
[[GRÁFICA: CON FLECHITA QUE ABARCA PÁRRAFO ANTERIOR:
CONCLUSIÓN].

Un silogismo por su parte, es un razonamiento que consta de tres proposi-


ciones la última de las cuales, llamada “conclusión”, se deduce de las ante-
riores, denominadas “premisas”. Por esta dependencia lógica, no es posible
extraer conclusiones verdaderas de premisas falsas. Si cualquiera de las dos
premisas fuera falsa, entonces la conclusión sería falsa también. Sirva de
ejemplo el famoso silogismo:

Premisa mayor —> Todos los hombres son mortales


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Premisa menor —> Sócrates es hombre


Conclusión —> Sócrates es mortal

El discurso demostrativo se propone como meta exclusiva la verdad. Por esta


razón, intenta despojar el lenguaje de toda subjetividad modalizante o deíctica.
Para ello prescinde de marcas enunciativas, por ejemplo, temporales (el
presente que aparece en los enunciados es genérico y universal), de persona
(los pronombres personales deícticos —“si usted traza”— son reemplazados
por formas impersonales como “si se traza... se obtiene...”). Las categorías,
por otra parte, aparecen por lo general universalmente cuantificadas: “todos
los hombres son mortales”, “todo punto exterior a una recta...”. Este desem-
brague de la situación de enunciación hace de la demostración un discurso
“cerrado”, que se autoabastece semántica y sintácticamente. Por su natura-
leza fuertemente estructurada, la demostración no necesita marcadores dis-
cursivos —conectores, organizadores de párrafos, anáforas, etc.— que
orienten su lectura; sí, en cambio, son características ciertas matrices sintác-
ticas del tipo: “dado un x”, “tal que x...”, “entonces y”. Son también frecuentes
las definiciones de los términos que se introducen. Por la rigidez estructural
apuntada, la demostración es fácilmente formalizable. De este modo, un ra-
zonamiento como:

Si María viene, Pedro se va. María viene, por lo tanto Pedro se va.

puede expresarse de la siguiente manera:

P entonces Q,
P
--------------------
entonces Q

Esta forma de razonamiento ha sido denominada modus ponens y equivale


a si P, entonces Q. Puede afirmarse que el modus ponens constituye el núcleo
relacional de base en la lógica formal.
Obsérvese, por ejemplo, el efecto de sentido racional que confiere una es-
tructura lógica a la siguiente estrofa de la poesía “Teresa” de Miguel de
Unamuno:

Si tú y yo, Teresa mía, nunca


Nos hubiéramos visto,
Nos hubiéramos muerto sin saberlo;
No habríamos vivido.

Actualmente son muchas las teorías que dan cuenta de la demostración.


Como afirma J. Ferrater Mora (1994) en su Diccionario de Filosofía, “Por lo
general puede decirse que los análisis de la demostración en nuestra época
han dependido de dos factores. Por un lado, de la mayor o menor insistencia
en el papel que desempeña el sujeto en el proceso de la demostración. Por
otro lado, en la mayor o menor atención prestada a lo empírico o a lo formal.
En lo que toca al primer punto, algunos han defendido un psicologismo radical,
según el cual, algo es demostrado cuando se acepta su validez, mientras que
otros han pretendido rehuir en lo posible todo factor psicológico. Mientras que
mar, sep 5, 2017,20

la teoría de la demostración relativa a lo empírico se ha basado en el análisis


de conceptos, tales como la verificación, la comprobación, la confirmación,
etcétera, la teoría de la demostración formal se ha fundado en el estudio del
proceso de prueba en la lógica y la matemática.”
Por las características apuntadas, la demostración ha sido tomada como el
ideal de los filósofos del lenguaje llamados verificacionalistas, interesados en
asignar valores de verdad a los enunciados para que así resultaran aptos para
expresar las proposiciones científicas. Entre ellos se han destacado G. Frege
y Bertrand Russel, quienes publican sus obras entre fines del siglo pasado y
las primeras décadas del presente.
Contra esta postura, a partir de la mitad de este siglo se produjo una impor-
tante reacción a cargo de un grupo de filósofos denominados de la Escuela de
Oxford quienes sostuvieron que hay enunciados que no pueden ser sometidos
a valores de verdad porque no describen nada sino que constituyen única-
mente actos lingüísticos. Por ejemplo, un enunciado como “Yo te bautizo” no
describe una acción sino que, en sí mismo, constituye el acto de bautizar. Este
punto de vista, sostenido inicialmente por J. Austin, ha dado nacimiento a la
famosa teoría de los actos de habla que tanto ha influido e influye actualmente
en el avance de los estudios lingüísticos. Puede afirmarse que la pragmática
lingüística se ha desarrollado tomando como fundamento esta teoría.
Pero, nada más alejado de la pragmática que los teoremas, los silogismos y los
sistemas deductivos formalizables o formalizados. Por esta razón, cabe pre-
guntarse si la manera empleada en las demostraciones formales para ex-
presar el razonamiento constituye un discurso entendido como producto de la
acción lingüística de un sujeto, puesto que en ella la noción de sujeto enun-
ciador está ausente. A propósito de esta idea S. E. Toulmin (1969) sostiene
que “querer aproximarse al razonamiento solamente por medio del silogismo
es no decir nada interesante puesto que la validez formal no garantiza el valor
ni el interés de un razonamiento. ‘Si p, entonces p’ es sin duda válido en la
lógica formal. Pero ‘Si hay seres vivientes en otro planeta, entonces hay seres
vivientes en otro planeta’ no resulta interesante en absoluto.”
Varios autores (entre ellos, Perelman, Ch. y Olbrecht Tyteca, L.:1989) afirman
que no se puede reducir la razón al cálculo, puesto que ello nos privaría de
algo tan esencial como la posibilidad de crítica racional. Por su parte, Je-
an-Blaise Grize (1982) sostiene que “[...] Los sistemas formales [...] son, por
definición, sistemas cerrados. Los conjuntos que los forman son introducidos
por definiciones inductivas que terminan en una cláusula final de la forma “‘Y
no hay elemento del conjunto en cuestión sino lo que le precede’”. Más ade-
lante, señala las consecuencias epistemológicas de un cierre de esta natu-
raleza: los modelos resultan independientes de su creador. Se trata de sis-
temas sin sujeto, atemporales y universales. Además, si tales modelos son
independientes de sus circunstancias de producción, también lo son de sus
usuarios. Lo que realmente importa a este tipo de reflexión, entonces, no es
un modelo formal sino la presencia de un sujeto y un destinatario, presencia
constitutiva de todo discurso que, por otra parte, no pueden existir fuera de una
situación particular y una cultura determinada.

2.3. El discurso argumentativo y su dependencia contextual

Si la validez de una demostración, como se ha visto, depende de que se hayan


aplicado las reglas necesarias para la deducción, la validez de una argu-
mentación, en cambio, está sujeta al contexto de producción. En efecto, no hay
mar, sep 5, 2017,21

reglas para el buen argumentar, y el resultado de una argumentación no de-


pende necesariamente de la lógica, ni siquiera de la retórica, sino de la
pragmática y el sentido que se construye en su dominio, el contexto.
La argumentación puede definirse como el conjunto de estrategias discursivas
que se ponen en práctica para lograr la adhesión del destinatario al punto de
vista que se presenta para su validación. Para lograr la adhesión buscada, el
buen argumentador se valdrá de muy diversos recursos para el convenci-
miento, que van desde los razonamientos más objetivos a la seducción más
sutil y los reclamos más vehementes. Narraciones, descripciones, instruc-
ciones, explicaciones pueden trasformarse, en última instancia, en material
argumentativo con tal que se las utilice para convencer. Aquí ya no se persigue
la verdad sino la aceptabilidad; por esta razón, a diferencia de los sistemas
demostrativos de la lógica y la matemática, los enunciados de partida, es decir,
las premisas, no necesitan ser verdaderos: basta con que sean probables,
pero convincentes. En términos de Jacques Moeschler (1985), “un discurso
argumentativo no es un discurso que aporte, exactamente hablando, pruebas;
ni un discurso que funcione sobre los principios de la deducción lógica. En
otras palabras, la argumentación no demuestra la verdad de una aserción ni
indica el carácter lógicamente válido de un razonamiento.”
En otro trabajo (Moeschler: 1994), el mismo autor muestra una argumentación
redactada por un alumno de nivel secundario que, si bien sigue los cánones
más estrictos para la composición de un texto argumentativo, carece de fuerza
de convicción. El texto fue compuesto a partir de una consigna que pedía
adherir a la opinión de que no existe verdadera amistad entre los compañeros
de colegio o disentir con ella. El escrito del alumno es el siguiente:

“Ciertos alumnos no conocen la verdadera amistad. ¿Puede ser que no estén


suficientemente maduros? Esto tiene ventajas e inconvenientes. La amistad,
¿es siempre beneficiosa para los niños? ¿”Compinche” significa amistad?
Muchos niños no saben lo que es la verdadera amistad. En principio, la
amistad, para ellos, significa ser compañeros, como dice Marcel Pagnol. Por
ejemplo, cuando están en la escuela, lo importante es encontrarse princi-
palmente para jugar. Los chicos toman la amistad como una especie de juego.
Luego, muchos chicos son cambiados de escuela por sus padres por razones
personales. Pero no pueden conocer la verdadera amistad puesto que el
cambio de dirección les hace perder a sus amigos. Pueden hacer otros ami-
gos, pero para algunos es difícil.
Finalmente, es complicado para algunos niños hacerse nuevos amigos. Es el
caso de los más tímidos. Ellos siempre no se atreven a hablar con todo el
mundo. A veces, sufren.
Sin embargo, la amistad que se entabla con otro no es siempre positiva.
En principio, para los niños la amistad es estar ligado con un camarada. Por
ejemplo, en la escuela les gusta discutir o jugar en conjunto. Saben com-
prenderse.
Por último, la amistad puede ser muy fuerte entre camaradas. Si un chico tiene
un problema, cualquiera que sea, su amigo viene a ayudarlo aunque no pueda
hacer nada por él. Existe entre ellos una verdadera amistad.
Sin embargo, en todos los ejemplos citados la amistad es benéfica y cons-
tructiva más que [en] ciertos casos.
La verdadera amistad puede ser beneficiosa o desfavorable para ciertos
chicos, pues no todos la conocen. Por mi parte, yo desearía que la verdadera
mar, sep 5, 2017,22

amistad fuera una buena cosa. Pero si los chicos quieren actuar por sí mismos,
espontáneamente, como ellos lo desean, es necesario que sepan reflexionar”.

Como sostiene Moeschler, este texto tiene las propiedades estructurales de un


discurso argumentativo: conectores, ordenadores, y ejemplificadores y una
superestructura del tipo introducción-desarrollo-conclusión. Y sin embargo, no
es una buena argumentación. En ningún tipo de contexto lograría convencer
a nadie, salvo que se tratara de mostrar que el uso de conectores no es con-
dición necesaria ni suficiente para hacer una buena argumentación. Pero
sabemos por el autor del trabajo que se trata de una situación escolar en la que
un chico se ve obligado a redactar una composición. De allí, seguramente, la
falta de intención de convencimiento que se observa en la redacción.
Comparemos el texto anterior con esta carta de Sigmund Freud escrita en una
situación diferente:

Viena
9-4-1935
“Querida señora:

Deduzco de su carta que su hijo es homosexual. Me ha llamado la atención


extraordinariamente el hecho de que no mencione usted este término en la
información que acerca de él me envía. ¿Puedo preguntarle por qué lo elude?
Sin duda, no representa la homosexualidad una ventaja, pero tampoco existen
razones para avergonzarse de ella, ya que no supone vicio ni degradación
alguna. No puede clasificarse como enfermedad, y consideramos que es una
variante de la función sexual producida por cierto desarreglo en su desarrollo.
Muchos individuos altamente respetables de la antigüedad y de nuestros
tiempos han sido homosexuales, y entre ellos, varios de los personajes más
destacados de la Historia (como Platón, Miguel Angel, Leonardo da Vinci,
etcétera). Es una gran injusticia, y también una crueldad perseguir la homo-
sexualidad como si fuera un delito. Si no me cree, le aconsejo que lea los libros
de Havelock Ellis.
Al preguntarme si puedo prestarle mi ayuda, supongo que trata de indagar si
estoy en posición de abolir la homosexualidad reemplazándola por una
heterosexualidad normal. La respuesta es que, en términos generales, no
podemos prometer nada por el estilo. En algunos casos logramos desarrollar
los gérmenes de las tendencias heterosexuales que están presentes en todo
homosexual, aunque en la mayoría de los casos no sea posible. La cuestión
estriba, sobre todo, en la calidad y la edad del individuo, sin que pueda pre-
cisarse el resultado del tratamiento.
Lo que el análisis puede hacer por su hijo es distinto. Si se siente desdichado,
neurótico, desgarrado por mil conflictos e inhibido en su vida social, el análisis
puede aportarle armonía, paz mental y plena eficiencia, tanto si sigue siendo
homosexual como si cambia.”

Nótese la fuerza argumentativa que ha logrado este texto con una gran eco-
nomía de elementos organizadores del discurso argumentativo. En efecto, los
ejemplos, las relaciones lógicas y funcionales que organizan la carta son
reconocibles sin recurrir a la sobreabundancia de conectores y organizadores
argumentativos. La validez de esta argumentación estriba en cómo se van
construyendo los objetos referenciales que adquieren sentido en el contexto
y en la orientación de los argumentos con miras a sostener un doble punto de
mar, sep 5, 2017,23

vista: a) la homosexualidad no es algo vergonzante y b) el psicoanálisis es una


terapia que puede ayudar al homosexual si éste se siente angustiado.
En síntesis, nos parece razonable adherir a las dos primeras tesis que pre-
senta Moeschler en el trabajo mencionado: 1) “no hay reglas argumentativas
exportables didácticamente; esto se debe a que la argumentación no es so-
lamente un asunto de estructura lingüística y discursiva, sino que es sobre
todo un problema de contenido y de contextualización” y 2) “no hay reglas de
discurso a partir de las cuales sería posible evaluar objetivamente un texto
como bien o mal formado”.
Como se habrá observado, entre argumentación y demostración hay, cierta-
mente, muchas diferencias. En términos de R. Blanche (1973) “[...] una de-
mostración formal es correcta o incorrecta. No hay término medio. Si es co-
rrecta se basta ella misma, no hay nada para agregarle. Por el contrario, una
argumentación nunca tiene este rigor [...] Su validez es tema de grado, es más
o menos fuerte, es por esto que nunca es cerrada. Se puede siempre apuntar
a reforzarla acumulando argumentos convergentes [...] la argumentación sería
comparable a un tejido cuya solidez sobrepasa de lejos a cada uno de los hilos
que lo componen.”

2.4. El lugar de la explicación entre los discursos de


razonamiento

Si volvemos a considerar estas tres dimensiones que intervienen en la pro-


ducción de los discursos de la razón: la estructura textual, los objetos refe-
renciales y el contexto de producción, podemos afirmar que, mientras que la
demostración se valida en la primera y la argumentación en la tercera, la
validez de la explicación se define, como hemos señalado ya más arriba, en
el dominio referencial. Y esto es así porque en toda explicación siempre está
presente un “hacer saber”, una búsqueda de la sanción epistémica por parte
del destinatario, quien aceptará la explicación sobre la base de un pacto de
confianza en la verdad de lo explicado.
Ahora bien, si el discurso explicativo se presenta siempre con pretensión de
veredicción, las explicaciones pretenden ser creíbles aún cuando no sean
verdaderas. En efecto, la función de sujeto explicador inviste al que la llena de
una autoridad basada en un “saber más sobre el objeto” que lo convierte,
frente al enunciatario y a sí mismo, en un sujeto digno de confianza. Dicho
brevemente: el explicador se percibe y es percibido como sincero. En términos
de Greimas (1989), y desde otro ángulo: “[...] ya no se supone que el sujeto de
la enunciación trate de producir un discurso verdadero, sino un discurso que
produzca el efecto de sentido “verdad” [...]. Si la verdad no es más que un
efecto de sentido, vemos que su producción consiste en el ejercicio de un
hacer particular, de un hacer-parecer-verdad, es decir, en la construcción de
un discurso cuya función no es decir-verdad sino parecer-verdad”.
Según Greimas, en su manipulación del discurso con el fin de que resulte
eficaz, el hacer del emisor se dirige a garantizar la adhesión del receptor
mediante un hacer persuasivo. Este hacer persuasivo, en el caso de la ex-
plicación, está basado en el hacer creer determinada verdad sobre los objetos
y cumple la función de establecer un contrato cognitivo —el “contrato de ve-
redicción”— por el cual el destinatario, mediante un hacer interpretativo (el
creer-verdad), adherirá a la propuesta del destinador. Como se ve, desde esta
perspectiva, la explicación, al igual que la argumentación, es un tipo de per-
suasión; pero, a diferencia de ésta, no es de naturaleza evaluativa —no se
mar, sep 5, 2017,24

trata de convencer aunque no se esté convencido acerca de que algo es bueno


o malo—, sino que opera mediante lo cognitivo y lo epistémico.
Así, sin negar la influencia que pueden ejercer sobre la eficacia de una ex-
plicación aspectos interpersonales y socioculturales inscriptos en el contexto,
se observa que en el momento de evaluar la validez de una explicación, los
objetos denotados, sean ellos pertenecientes al mundo humano o de la na-
turaleza, o al lenguaje, adquieren una importancia primordial. C. Garc-
ía-Debanc (1994) lo expresa de este modo: "...Explicar es hacer comprender
alguna cosa, modificar un estado de conocimiento en los otros [...]. Explicar es
hacer entender un discurso. El sujeto ocupa aquí una posición de testigo en
relación con las cosas que dice, las que no tienen otro valor que la posibilidad
de ser juzgadas como verdaderas o falsas. Explicar supone no cuestionar la
verdad objetiva de los hechos que constituyen el objeto de la explicación".
El objeto de explicación condiciona en gran medida la elección de las técnicas
y las estrategias explicativas. Debe tenerse en cuenta que la explicación es un
proceso cognitivo que conduce a la transformación de un objeto inicialmente
problemático mediante operaciones de distinto tipo, como la clasificación, la
cuantificación, el análisis, la abstracción, etc. Estas operaciones cognitivas
determinan, por su parte, operaciones discursivas como la paráfrasis, la de-
finición, la ejemplificación, el resumen. En realidad, lo que hacen esas ope-
raciones es desplegar abiertamente las características ya presentes en el
objeto como rasgos virtuales que se activan con el acto de explicación. Así,
como resultado del proceso explicativo, el objeto se vuelve más accesible a la
comprensión.
No cabe duda de que un explicador competente sabrá aplicar estrategias
apropiadas para presentar el objeto de modo tal que obtendrá la convalidación
de las explicaciones que presenta. Esto dependerá, por supuesto, de lo
acertada que sea la representación del objeto —en tanto referente— que el
explicador sea capaz de lograr en el explicatario. En efecto, no se aplican las
mismas estrategias explicativas para todos los destinatarios (por ejemplo, no
se explica de la misma manera a un alumno, que a un interlocutor casual). De
todos modos, no hay que olvidar que las estrategias explicativas actúan
siempre en primer término sobre el objeto, ya que éste constituye el punto de
partida de una explicación.
Los ejemplos mencionados en el párrafo anterior habrán llamado la atención
sobre el hecho al que hemos hecho referencia más arriba: en el análisis de la
explicación no debe subestimarse el contexto, ya que puede suceder que ésta
se debilite por deficiencias de relevancia contextual. O, como sucede en la
enseñanza, se puede explicar mal por fallas comunicativas (no pactar los
conocimientos que serán considerados como dados o adquiridos, no verificar
la internalización de los conceptos, etcétera) aun cuando no falte el conoci-
miento de los referentes. En los casos en los que deba considerarse el con-
texto, se tendrán en cuenta también las siguientes cuestiones: a) quién ex-
plica; b) a quién va dirigida la explicación; c) dónde se explica; d) desde dónde
se explica.
Las dos primeras cuestiones plantean la cuestión de los roles que necesa-
riamente se instalan en todo acto de explicación. Por una parte, está el ex-
plicador, (agente o locutor) legitimado como tal por ser el poseedor de mayor
conocimiento acerca del objeto de explicación. Por otra parte, se encuentra el
explicatario (destinatario de la explicación), que mantiene con el explicador
una relación asimétrica motivada por la diferencia de conocimiento. Es éste
mar, sep 5, 2017,25

uno de casos que J. P. Bronckart (1985) designa como instanciaciones "en


desequilibrio" o de enunciador dominante.
El explicatario representa la meta coparticipadora de la actividad explicativa y
uno de los extremos de la red de comunicación. El explicador y el explicatario
son funciones sociales, definidas en la interacción, y pueden ser llenadas por
distintos individuos que, en un momento dado, entran en zonas de coopera-
ción discursiva y definen sus posiciones. Esta circunstancia determina que los
roles mencionados sean intercambiables. Así, por ejemplo, durante una
conversación, el explicador podrá convertirse en explicatario y viceversa.
El intercambio de roles, cuando se produce, está en relación inversa al grado
de institucionalización del marco situacional. En efecto, en ciertos intercam-
bios como la comunicación áulica, las consultas radiales o televisivas a ex-
pertos, las interpelaciones parlamentarias, las entrevistas médico-paciente, la
tarea de explicar está a cargo de una persona socialmente legitimada de
antemano, mientras que en los intercambios espontáneos el relevo de roles es
constante. En estos últimos casos, la necesidad de identificar las funciones
aparece atestiguada por la utilización frecuente de marcadores metadiscur-
sivos del tipo de “te voy a explicar”, o “¿me explico?”, que sirven para reco-
nocer el tipo de acto de habla que se está realizando.
En ese juego, el demandante de una explicación puede aplicar distintas es-
trategias, entre las cuales las más frecuentes son: a) solicitar explícita y di-
rectamente la explicación por medio de un enunciado imperativo (“Explíqueme
qué es un dialecto, por favor”); b) formular una pregunta directa (“¿Qué es un
dialecto?”); c) formular un acto de habla indirecto de cortesía (“¿Podría ex-
plicarme qué es un dialecto?”); d) manifestar ignorancia, también por medio de
un acto de habla indirecto (“No sé qué es un dialecto”) 7.
El explicatario puede, además, aceptar la explicación o rechazarla. En este
último caso, responderá con una contraexplicación o una explicación alterna-
tiva; o, también, intentará una amplificación de los enunciados formulados por
el explicador. Por consiguiente, el explicatario no se limita a registrar las ex-
plicaciones que recibe, sino que se comporta como un participante activo que
colabora desde su lugar en la construcción del acto de explicación. Obsérvese,
por ejemplo, el intercambio de roles, la contraexplicación (subrayada) y la
explicación alternativa (negrita) en la siguiente transcripción de una conver-
sación entre un chico de siete años y su madre, profesora en letras:

Chico: Tengo que recortar una pelota y otras cuatro cosas, porque tengo que
recortar cinco sustantivos.
Madre: Los sustantivos son palabras, no dibujos.
Chico: La maestra dijo que son cosas. Por eso tengo que recortar cosas.

7
Como lo expresa el término, los actos de habla son realmente acciones: los hablantes
producen una serie de sonidos o signos ortográficos que, como enunciados de una
determinada lengua, tienen una forma convencional reconocible que expresa un de-
terminado significado y, además, ejecutan este hacer con una cierta intención. La
organización del acto de habla se expresa en diferentes niveles. Mediante la producción
de sonidos, por ejemplo, se realizan simultáneamente acciones fonológicas, morfoló-
gicas y sintácticas que sirven para hacer referencia a un objeto concreto, es decir, que
se manifiestan en el nivel semántico. El objetivo del acto de habla, desde el dominio de
la pragmática, instala la pregunta acerca de la posibilidad de provocar modificaciones
en otras personas: cuando un explicador explica, pretende que su explicación sea
entendida como tal por el explicatario. (Austin: 1982; Searle: 1980).
mar, sep 5, 2017,26

Madre: Son nombres de cosas, no cosas. Igual que los dibujos son dibujos de
cosas, no cosas.
Chico: Es lo mismo.
Madre: No es lo mismo. Si no, tendrías que llevar a la escuela cosas de
verdad. Todo el tiempo tendrías que mostrar cosas de verdad, y no
podrías decir nada, hablar de ningún objeto, sin mostrarlo.
Chico: Entonces recorto cualquier palabra.
Madre: ¿Cualquier palabra se refiere a una cosa? ¿La palabra “”feo”, o
“bueno”, nombra una cosa?
Chico: Está bien, busco “pelota”.

Las dos últimas cuestiones planteadas en relación con el contexto de la ex-


plicación remiten al lugar en el que ésta se desarrolla. A propósito de este
concepto, distinguiremos tres tipos de localizaciones diferentes:
a) El lugar concreto de la comunicación, entendida ésta como un aconteci-
miento puntual que ocurre en la intersección de un tiempo y un espacio de-
terminados. Estos parámetros definen en buena parte el anclaje deíctico de un
texto explicativo, es decir, las marcas discursivas que señalan a los interlo-
cutores, ese tiempo y ese espacio (“Usted ya me dijo qué es un dialecto y un
sociolecto. Ahora explíqueme qué es un lecto”).
b) El lugar institucional que domina la situación explicativa. Si se exceptúan las
que ocurren en conversaciones espontáneas, podría afirmarse que la mayoría
de las explicaciones ocurren en marcos institucionalizados. Y es la institución,
precisamente, la que pautará el diseño del contrato explicativo. Por ejemplo, la
explicación periodística de un determinado hecho en un programa televisivo
determinará diferentes modos de explicación que una situación de aula.
c) El lugar ideológico desde donde se explica. Las campañas proselitistas dan
buena cuenta de la incidencia de lo ideológico en las explicaciones que se
proponen respecto a los problemas que preocupan a la población. De la misma
manera obran las diferentes explicaciones periodísticas acerca de un mismo
hecho. Esto es así porque las lecturas de la realidad se realizan siempre desde
un cierto sistema de valores socialmente construido.

En los próximos capítulos nos detendremos en otros aspectos vinculados con


la explicación. En este apartado solamente hemos intentado establecer al-
gunas diferencias entre ella y los discursos que comparten con ella el signi-
ficado de “racionalidad”.

2.5. El caso del discurso expositivo

Si se trata, tal como nos hemos propuesto en este capítulo, de establecer los
límites de lo que puede considerarse explicación, conviene hacer referencia a
lo que algunos autores denominan “discurso expositivo-explicativo” y consi-
deran capaz de englobar a la demostración, la argumentación y la explicación.
Por nuestra parte, no compartimos ese criterio. La razón es la siguiente: el
discurso expositivo no forma sistema con la demostración, la argumentación
y la explicación.
En primer lugar, la exposición no se organiza en torno a razonamientos como
sucede con la demostración, la explicación y la argumentación. Hay en ella,
como en todo discurso, una lógica discursiva, pero no presenta relaciones
causales, inferenciales, implicacionales, como rasgos definitorios en su ca-
tegoría.
mar, sep 5, 2017,27

En segundo lugar, evaluamos poco coherente una serie como “dar pruebas
(demostración), dar causas, motivos, razones o intenciones (explicación), dar
fundamentos (argumentación), dar información (exposición) puesto que la
última incluiría por lo menos a las dos anteriores.
En tercer término, hay cierto formato prototípico en la demostración, la ar-
gumentación y la explicación (nos detendremos en este último en el capítulo
siguiente) a partir del cual se pueden producir desviaciones, pero no se ve con
tanta claridad el formato expositivo. Alguien podría proponer la secuencia:
introducción-desarrollo-conclusión, pero ésta es habitual también en la ex-
plicación y la argumentación, y aun en las narraciones.
Pensamos que el discurso expositivo expresa un acto de habla superior a los
anteriores: más general y, por consiguiente, menos específico.
mar, sep 5, 2017,28

3. LA ESTRUCTURA TEXTUAL DE LA EXPLICACIÓN

Hasta aquí, desde el punto de vista lingüístico, nos hemos centrado prefe-
rentemente en consideraciones acerca de la explicación en general y del
discurso explicativo en particular, sin hacer referencia a los aspectos estruc-
turales de la secuencia explicativa. Este tema será abordado en el presente
capítulo. Trataremos de relacionar puntos de vista afines y de justificarlos a
partir de las disciplinas o subdisciplinas en las que se inscriben sus autores.
Como se verá, tanto la cantidad como la denominación de los segmentos
considerados explicativos dependerá de la metodología utilizada por cada una
de las disciplinas, así como del objeto de estudio que se plantea 8.

3.1. La etnometodología

La etnometodología, disciplina que recibe influencias de la antropología cul-


tural, la teoría de la acción y la sociología, tiene como uno de sus principales
objetos de estudio el análisis conversacional 9. El término “conversación” es
tomado en el sentido de toda comunicación verbal en la que la distribución de
turnos de habla no está prefijada. Los etnometodólogos toman como datos de
análisis la interacción manifiesta entre los participantes, el orden en que éstos
intervienen en la interacción y el cumplimiento o resultado de la secuencia
comunicativa. Otra característica de esta corriente es que no parte de cate-
gorías previas a la actividad conversacional. Más aún: tampoco concibe un
método de análisis preestablecido; el método se establece sobre la marcha a
partir de las exigencias del corpus y teniendo en cuenta las regularidades que
aparecen en él. Por esta razón, los analistas conversacionales que han estu-
diado secuencias explicativas (M. A. Morel: 1991), no han partido de un mo-
delo preestablecido de explicación, sino que, al estudiar secuencias laterales,
aislables de su contexto y referidas a un objeto circunscripto, han coincidido
en el establecimiento de las siguientes fases:

1. constitución del objeto por explicar, señalado, definido, localizado, evaluado


como problemático;
2. determinación del núcleo explicativo, lugar en el que los locutores des-
pliegan sus estrategias de discurso;
3. ratificación, aceptación del receptor de la formulación explicativa o refor-
mulación por medio de una explicación alternativa.

Según los etnometodólogos, cada fase de la explicación es el resultado de una


actividad cooperativa y negociadora entre los interlocutores, hasta que la
secuencia se cierra con un acuerdo.
El siguiente ejemplo muestra las fases que acabamos de tratar.

Explicación desarrollada: Cómo hacer trasplantes de laurel rosa.

8
En el marco de este trabajo nos limitaremos a introducir las consideraciones acerca de la explicación de
sólo algunas de las ramas de los estudios del discurso que evaluamos de más importancia para un lector
interesado en el tema.
9
Como se habrá observado, existe una estrecha relación entre la etnometodología y la lingüística pragmática
o comunicativa. Para ampliar el enfoque etnometodológico, véase A. Coulon (1988).
mar, sep 5, 2017,29

Situación institucional: Consulta telefónica a un experto.

A: Entonces, yo quisiera saber ...


B: ¿Sí?
A: Cómo se hacen los trasplantes de laurel rosa.
B: Ah, los trasplantes de laurel rosa, bien, en todo caso usted tiene razón en
hacer esta pregunta porque éste es un buen momento.
A: Ah, bien.
B: Se los hace en el mes de junio... o julio.
A: Sí, Sí.
B: Entonces se buscan buenas ramas laterales, que estén tiernas.
A: Sí, sí.
B: Que estén en vías de formar corteza.
A: Eso es.
B: Entonces, se separan ramas de ocho a diez centímetros, poco a poco, de las
extremidades, justo encima de un nudo.
A: Sí.
B: Luego, si se quiere asegurar un poco más, se humedece la extremidad del
transplante con un polvo de hormonas.
A: Sí, sí.
B: Y luego se coloca todo en una mezcla de turba y arena.
A: Muy bien.
B: Nunca hay que hacer un solo trasplante, siempre hay que hacer, al menos, una
decena, por las dudas.
A: Sí.
B: Porque hay siempre algunos que no prenden.
A: Ah, bueno.
B: Entonces, puede proceder de esa manera.
[...]

En el ejemplo anterior, el objeto por explicar es el trasplante de laureles y su


problematización está en la pregunta indirecta inicial. Por su parte, el núcleo
explicativo se desarrolla en tres subsecuencias explicativas: la selección de las
ramas, la colocación del polvo de hormonas y la plantación. Finalmente, la rati-
ficación y el cierre están en los dos últimos enunciados, en los que se manifiestan
la aprobación del receptor y el acuerdo final que sella la secuencia.
A partir de lo expuesto hasta ahora —y de lo que sigue—, podrá observarse la
estrecha relación que existe entre la estructuración de la secuencia explicativa y
el marco teórico que le sirve de sustento. Así, un enfoque lingüístico como el
etnometodológico, que se apoya en la interacción, la cooperación y la negocia-
ción, debe dar importancia a aspectos como la demanda de explicaciones, los
asentimientos del receptor, las repeticiones, las correcciones, etcétera, fenó-
menos todos característicos de la oralidad.
En este mismo sentido, pueden explicarse las reformulaciones de secuencias
anteriores en el discurso, que aparecen frecuentemente en los intercambios
lingüísticos explicativos con el fin de asegurar la comprensión del receptor. Los
actos reformuladores se distinguen de otros actos del lenguaje porque, como
veremos en el último capítulo, intervienen en la composición textual, por medio
de operaciones como el completamiento, la paráfrasis o el resumen. Así,
pueden distinguirse los actos reformuladores que operan por expansión, como
la definición explicativa y la ejemplificación, los que operan por reducción,
como la denominación y el resumen, los que lo hacen por repetición, como
mar, sep 5, 2017,30

ciertas paráfrasis discursivas, y los que operan por variación 10. Véanse, por
ejemplo, los siguientes casos de reformulación; el primero puede considerarse
una variación; el segundo, una expansión:

B: Entonces se buscan buenas ramas laterales, que estén tiernas.


A: Sí, sí.
B: Que estén en vías de formar corteza.

B: Nunca hay que hacer un solo trasplante, siempre hay que hacer, al menos, una
decena, por las dudas.
A: Sí.
B: Porque hay siempre algunos que no prenden.

3.2. La propuesta de Grize

Según J. B. Grize (1990), es a través del discurso como se puede tener acceso
a ciertos fenómenos del pensamiento. Grize parte del estudio de la “lógica na-
tural”, entendida como una teoría general de las operaciones lógico-discursivas
que engendran esquematizaciones discursivas. El concepto de esquematización
define el microuniverso construido por todo discurso, el producto material de las
operaciones cognitivas que resultan de las representaciones que se hacen los
sujetos en comunicación acerca de sí mismos y de la circunstancia.
Desde este punto de vista, no interesa, por ejemplo, lo que distingue una expli-
cación popular de una explicación científica y, por lo tanto, no hay buenas o malas
explicaciones. Interesa sí estudiar la lógica de la explicación tal como ésta se
manifiesta en el discurso. Esta tarea presupone descubrir la estructuración de la
secuencia explicativa.
Grize comienza por despojar al término "explicar" de su polisemia que, como se
ha señalado en la introducción de este libro, incluye como parasinónimos a
"comunicar", "desarrollar", "enseñar", "interpretar", “dar motivos”, "dar cuenta de".
Para delimitar su significado con rigor, el autor utiliza como operación de reco-
nocimiento la paráfrasis encabezada por el interrogativo "por qué". De este modo,
quedan seleccionados únicamente los significados de "dar motivos" y "dar cuenta
de". Como por ejemplo en:

¿Por qué se formaron bacterias?


¿Por qué 18 es múltiplo de 6?

En el primer caso, la respuesta, encabezada por “porque”, dará lugar a una


explicación, en tanto se marca una relación causal. En el segundo caso, la res-
puesta, encabezada por el mismo operador, dará origen a una fundamentación
o justificación, puesto que la relación que se establece entre los términos es una
razón lógica de consecuencia. Grize reservará la denominación de “explicación”
sólo para el primer caso, es decir, para aquél que exponga una relación causal.
Así en:

Se formaron bacterias porque quedó fuera de la heladera,

10
Reformulación es, en general, todo acto que implique una nueva formulación de un discurso o de una
secuencia discursiva anterior. Sin embargo, cuando se trata de clasificar los diversos tipos de reformulación,
no hay acuerdo entre las diferentes líneas que se ocupan del tema.
mar, sep 5, 2017,31

el quedar fuera de la heladera es la causa de la formación de las bacterias y se


está en presencia de una relación causal entre hechos. Por el contrario, en

18 es múltiplo de 6 porque es divisible por 2 y por 3,

la divisibilidad es la razón de la mencionada característica del 18, y la relación se


plantea entre dos proposiciones en las que la primera implica la segunda.

Una vez diferenciada la explicación de la justificación, es necesario identificar en


el discurso las secuencias explicativas. Para ello, Grize parte del siguiente
ejemplo, tomado de L. Euler: Carta a una princesa alemana sobre diversos
temas de física y de filosofía, Berna, 1775:

Se ha observado que las pinzas de chimenea y otros muebles de hierro que se


mantienen generalmente en una posición vertical, lo mismo que las barras de
hierro que se colocan sobre los campanarios, adquieren con el tiempo una fuerza
magnética bastante sensible; del mismo modo, se ha percibido que una barra de
hierro, golpeada en una posición vertical o enrojecida al fuego, al ser sumergida
en agua, se vuelve un poco magnética sin la aproximación de ningún imán.
Para obtener la razón de este fenómeno, basta con que usted recuerde que la
tierra es en sí misma un imán y, por consiguiente, está rodeada por un torbellino
magnético, del que la declinación e inclinación de la aguja imantada muestran la
verdadera dirección; por consiguiente, si una barra de hierro se encuentra du-
rante largo tiempo en esta posición, no debemos sorprendernos de que se vuelva
magnética. Hemos visto también que la inclinación de la aguja imantada es en
Berlín de 72 grados y es aproximadamente la misma en casi toda Europa; esta
inclinación no difiere más que en 18 grados de la inclinación vertical; de modo que
la posición vertical no difiere mucho de la dirección del torbellino magnético: una
barra de hierro que se ha mantenido largo tiempo en esta posición, será final-
mente penetrada por el torbellino magnético, y debe adquirir en consecuencia
una fuerza magnética.

En términos de la teoría grizeana, este texto constituye una esquematización (E),


es decir, una estructuración discursiva, que puede, en este caso, descomponerse
en tres subesquematizaciones (SE):

1. Subesquematización inicial (SEi), que presenta un objeto complejo, el objeto


inicial (Oi) = {pinzas, barras, objetos imantados}. Los caracteres del objeto están
dados como hechos establecidos a partir de expresiones del tipo “se ha obser-
vado”, “se ha percibido”.

2. Subesquematización que problematiza (SEp) el Oi y lo trasforma en un objeto


problematizado (Op) = { los mismos objetos sin la aproximación de un imán}. Lo
que permite esta transformación del objeto es el operador POR QUÉ, que cumple
una función problematizadora.

3. Subesquematización explicativa (SEe), que integra un nuevo elemento en Op


y lo transforma en Oe, el objeto explicado = {los objetos en el campo magnético
terrestre}. El pasaje de Op a Oe se realiza mediante el operador PORQUE, que
cumple la función explicante.
mar, sep 5, 2017,32

Como se ve, la subesquematización explicativa constituye una prolongación de la


subesquematización inicial: conserva su validez y enriquece su campo de reali-
dades. Además, la gestión explicativa produce una transformación enriquecedora
del objeto. Este último aspecto muestra, según Grize, que no existe una se-
cuencia explicativa en sí misma, sino que ésta surge en relación con las se-
cuencias que la rodean: la inicial y la problematizadora.
De este modo, el esquema general de un discurso explicativo es el siguiente:

POR QUÉ PORQUE


SEi--------- SEp ----------- SEe

El rol del operador “por qué” es siempre el de introducir una suerte de ruptura en
la esquematización, el de designar una falta de coherencia; y la función del
“porque” consiste en llenar la laguna introduciendo un aspecto nuevo.
Hasta aquí, la estructuración de la secuencia explicativa realizada por Grize. Es
importante destacar las diferencias entre ésta y la de los etnometodólogos: en el
caso de estos últimos, el esquema no es a priori sino que surge de las regulari-
dades que se producen en el discurso, mientras que en Grize el procedimiento es
inverso, ya que parte de operaciones cognitivas previas que configuran un es-
quema y luego trata de verificarlo empíricamente.

3.3. El texto explicativo según Adam

Preocupado por sentar las bases de una clasificación de los tipos de textos,
J.M.Adam (1992) parte de la distinción parte de la distinción entre enunciado,
género discursivo y texto. Para dicho lingüista, el enunciado es el objeto
empírico que emerge de las interacciones que ocurren en contextos socio-
culturales determinados; el enunciado se produce en una situación comuni-
cativa específica, bajo el efecto de una compleja red de determinaciones
extralingüísticas. Por ello es un evento único e irrepetible 11. Un enunciado es,
por ejemplo, la clase que determinado docente da a sus alumnos en un mo-
mento y un tiempo específicos.
El género discursivo, por su parte, es una forma estereotipada; está deter-
minado por las prácticas discursivas, sociales y culturales, asociadas a ca-
racterísticas internas de tipo lingüístico; la sociedad establece el repertorio
genérico a lo largo de la historia, y los hablantes reconocen los géneros gra-
cias a su formato externo y a los parámetros situacionales en que se originan;
los géneros constituyen una lista abierta 12. La clase magistral, la clase dia-
logada, el examen, así como la carta íntima o la carta formal son algunos de los
tantísimos ejemplos de géneros discursos.
El texto, según Adam, es el objeto abstracto que sirve de base estructural al
género discursivo y al enunciado; forma también estereotipada, se diferencia
del género discursivo por estar definido sólo por características lingüísticas
internas y no también, como el género, por determinaciones socioculturales;

11
Esta concepción del enunciado se corresponde con la denominación de discurso adoptada por otros
autores.
12
Adam considera los géneros discursivos sobre la base de la teoría elaborada por el lingüista ruso M. Bajtin
(1982). Para Bajtin, los géneros discursivos son conjuntos más o menos estables de enunciados, tipos
temáticos, composicionales y estilísticos, determinados por las prácticas socioculturales; los hablantes
aprenden el uso de los géneros.
mar, sep 5, 2017,33

su reconocimiento por parte del hablante es generalmente intuitivo; los tipos


de textos —denominados por el autor prototipos de secuencias de base—
conforman una lista cerrada: la descripción, la narración, la argumentación, el
diálogo y el que nos ocupa: la explicación. La clase dialogada, por ejemplo,
correspondería en líneas generales al tipo de texto explicativo, según podrá
observarse luego de la exposición que sigue.
Ubicándose en el dominio del texto, Adam distingue dos planos de organiza-
ción diferentes:
a) una configuración pragmática que comprende la dimensión ilocucionaria, es
decir, las finalidades o intenciones que se expresan en actos de habla suce-
sivos y globales; la marcación enunciativa, o sea, los fenómenos de asunción
de los enunciados por parte del enunciador, por ejemplo, a partir de modali-
zaciones, focalizaciones, cita de discursos ajenos, y la organización semán-
tico-referencial, que construye una representación del mundo por medio del
sentido de las unidades léxicas y de las isotopías que éstas conforman;
b) una serie de proposiciones que determinan dos tipos de relaciones; una, la
textura, establece relaciones de conexidad a nivel de la frase y también a nivel
transfrástico, por ejemplo, por medio de anáforas, conectores y signos de
puntuación; la otra, la estructura de la composición, determina una organiza-
ción secuencial según patrones prototípicos; este plano garantiza la articula-
ción textual y hace que un texto no sea una serie arbitraria de oraciones.
Es precisamente la estructura de la secuencia prototípica la que este autor elige
como base de su tipologización. Cada tipo de secuencia representa un esquema
superestructural cuya estructura es el resultado de configuraciones cognitivas
determinadas, a su vez, por la experiencia cultural de los sujetos. El reconoci-
miento de tales esquemas, juntamente con las enciclopedias personales y las
disposiciones afectivas constituyen los medios facilitadores fundamentales de la
comprensión y memorización de textos. Es decir, para Adam, los sujetos dis-
ponen en su memoria de analogías psicológicas de las superestructuras tex-
tuales. Los sujetos las utilizarían pasivamente (al leer, “ordenarían” las pro-
posiciones en los casos previstos y se apoyarían sobre el esquema para tratar
la información y memorizarla) y activamente (al leer o al escribir, efectuarían
anticipaciones acerca del texto que sigue y formularían hipótesis de lectura
directrices, o lo planificarían previendo de modo ordenado las “ideas” por
desarrollar).
En cuanto a la secuencia, unidad constitutiva del texto, es definida por Adam
como conformada por paquetes de proposiciones (macroproposiciones),
constituidas, a su vez, por un número determinado de proposiciones. Es decir
que, al mismo tiempo que se encadenan, las unidades elementales se encajan
en unidades más grandes. Así, las secuencias pueden aparecer coordinadas
en forma de serie lineal homogénea o heterogénea o, simplemente, alterna-
das; o pueden articularse entre ellas mediante la inserción: diálogo o des-
cripción en una narración, relato en una explicación, etcétera. En todos estos
casos, la estructura dominante queda definida en general por la secuencia
englobante.

3.3.1. La secuencia explicativa

Para la configuración de la secuencia explicativa, Adam adopta como modelo el


esquema propuesto por Grize y expuesto en el apartado anterior, y lo reformula
de la siguiente manera:
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0. Macro-proposición Esquematización
explicativa 0: inicial

1. ¿Por qué X? Macro-proposición Problema


o ¿Cómo x? explicativa 1: (pregunta)

2. Porque Macro- proposición Explicación


explicativa 2: (respuesta)

3. Macro-proposición Conclusión
explicativa 3: (evaluación)

[...]

Considerando la secuencia prototípica anterior es posible observar el carácter


elíptico de muchas explicaciones que, en la cadena actualizada en discurso,
no presentan todos los segmentos del prototipo señalados. Por ejemplo, es
común que se omita el segmento conclusivo-evaluativo.
De la misma manera, será posible analizar el caso de la inserción de una
secuencia explicativa dentro de secuencias de otro tipo que constituyen la
englobante, o el caso inverso.
Analizaremos, según el modelo de Adam, el siguiente texto, que presenta la
totalidad de las macroproposiciones que conforman una secuencia explicativa
prototípica:

[§ 1] Cuando alguien cierra los ojos, deja de ver. Si se tapa los oídos, deja de oír.
Una persona se defiende del mal olor orientando la nariz hacia otro lado. Nadie,
en cambio, es capaz de desconectar otro sentido fundamental para el hombre: el
equilibrio.
[§ 2] ¿Por qué es diferente el equilibrio? [§ 3] Porque al contrario de lo que sucede
con la vista, el oído, el olfato, el equilibrio informa al cerebro sin interrupción, tanto
si estamos dormidos como despiertos, si se está corriendo o sentado. El equilibrio
señala la situación del cuerpo en el espacio, y la impresión de peso y tamaño del
propio cuerpo sin que se tenga consciencia de su actividad. [§ 4] Es, en realidad,
nuestro “sexto sentido”. [...]

Muy interesante, Buenos Aires, marzo de 1986.

En el ejemplo anterior el operador “por qué” permite el pasaje de una primera


representación esquemática (en este caso, la idea de que los sentidos
podrían ser iguales al equilibrio, § 1) a una representación problematizadora
(§ 2): ¿por qué se ha afirmado que el equilibrio es diferente? El segundo
operador, “porque”, posibilita el pasaje del problema a su resolu-
ción-explicación. El § 4 cumple la función de evaluación final que demuestra
o ratifica la validez de la explicación. Allí, el conector “en realidad” cumple la
función pragmática explicativa de reforzar la explicación anterior 13.

13
Pocos son los conectores específicamente explicativos. La mayoría de ellos aparecen en otros tipos
textuales; en especial, en la argumentación. Tienen función generalmente explicativa las frases de
forma oracional lo que pasa es que, lo que sucede es que; los conectores parafrásticos como es decir,
vale decir, en otras palabras, o sea; los conectores de ejemplificación como por ejemplo; los
mar, sep 5, 2017,35

El modelo de Adam también permite estudiar las configuraciones diferentes que


pueden producirse cuando se insertan secuencias explicativas dentro de otras
secuencias de la misma naturaleza. El ejemplo siguiente constituye una muestra
de este tipo de organización. Se trata de un aviso publicitario:

LA MAQUINA DE LAVAR DEL LAGO DE GAUBE

[§1] En lo alto de la cadena de los Pirineos, al pie del Vignemale, se encuentra el


lago de Gaube. [§2] Subir allí en automóvil está fuera de cuestión, puesto que
solamente hay un sendero que conduce al lugar.
[§3] Sin embargo, al borde del lago hay una pequeña posada, la de la Sra.
Seyrès. [§4] Y en esta posada, una máquina de lavar Radiola. [§5] ¿Porqué una
Radiola? [§6] Escuchen a la Sra. Seyrès:
[§7] "Aún aquí es necesaria una máquina de lavar. [§8] Para nuestra ropa blanca,
en principio. [§9] Y además, aunque uno está aislado, en una posada hay siem-
pre muchas servilletas y manteles para lavar".
[§10] "Solamente es necesaria una máquina que no se rompa. [§11] Porque es
muy difícil para el service llegar hasta aquí."
[§12] Entonces, es necesario que sea sólida. [§13] Nosotros hemos tenido
siempre una Radiola. [§14] Y jamás hemos tenido problemas."
[§15] En Radiola no solamente las máquinas de lavar están libres de problemas:
las lava-vajillas, las cocinas, los refrigeradores y los congeladores están también
fabricados para durar, como la máquina de lavar del lago de Gaube.
Radiola, aparatos electrodomésticos sin problemas.

conectores pragmáticos que marcan una orientación de la enunciación en conflicto con la orientación
del enunciado, como en realidad, en verdad. Estos conectores pueden relacionar segmentos locales
en el interior del enunciado o segmentos globales entre enunciados.
mar, sep 5, 2017,36

-----------------------------------------------
| | | |
| | | |
MP. expl.0 MP.expl.1 MP. expl.2 MP. expl.3
[1] a [4] [5] sec. expl.[6] [0]
|
---------------------------------------------------
| | | |
MP.expl.0 MP.expl.1 MP.expl.2 MP.expl.3
[7 a 9] [10] [11] [12 a 15]

Como puede observarse, el aporte más interesante de Adam, en lo concerniente


a la estructuración de la secuencia explicativa consiste en dar cuenta de las
configuraciones estructurales que se producen como resultado de las relaciones
intersecuenciales en un texto explicativo. Este autor reconoce, por otra parte, los
problemas que plantea la heterogeneidad textual. Esto sucede cuando la expli-
cación se aparta de su prototipo. Es entonces cuando los aportes del cotexto (por
ejemplo, las preguntas anteriores o los comentarios metaexplicativos, como
pedidos y promesas de explicaciones) y del contexto definen en última instancia
si una secuencia puede ser considerada explicativa.

3.4. La cognición social y el análisis del discurso explicativo

El enfoque que presentaremos aquí, que se sitúa en la intersección de la cogni-


ción social y el análisis del discurso, busca dar cuenta del modo en que las cre-
encias socio-culturales y las ideologías pueden reconstruirse a partir de los datos
del discurso. Dentro de este terreno, la argumentación y la explicación ocupan la
mayor atención de los estudiosos, ya que es en estos tipos discursivos donde es
posible identificar con mayor claridad aspectos ideológicos.
Ciertos psicólogos sociales conceptualizan la cognición social en términos de
construcciones discursivas (Moscovici: 1981,1984). Por otra parte, algunos ana-
listas del discurso (Van Dijk: 1987,1990) sostienen que la cognición social se
manifiesta indirectamente a través de estrategias discursivas.
Según estos puntos de vista, existe un proceso cognitivo cuando se hace una
selección de material informativo dentro de nuestro sistema conceptual con miras
a organizarlo para la producción o la interpretación de un discurso. Aunque aún
no se tienen conocimientos definitivos sobre la estructura de nuestro sistema
conceptual, puede hipotetizarse que la información se procesa por medio de la
activación de dos tipos de memoria: la memoria “a corto plazo", responsable del
procesamiento inmediato de la información, y la memoria “a largo plazo", por
medio de la cual se realiza la selección de la información para planificar el dis-
curso. La memoria a largo plazo, a su vez, se subdivide en "situacional" y "social".
La primera está limitada al contexto de situación de comunicación; se trata de un
momento único e irrepetible que se desarrolla en el cruce de variables que
comprenden la información proporcionada por las relaciones entre los partici-
pantes, el tiempo, el espacio, el tópico o tema de la comunicación y los roles que
entran en juego en el acto comunicativo. La información situacional se procesa a
partir de modelos mentales que el individuo construye en el momento de la co-
municación a partir de los datos del contexto.
mar, sep 5, 2017,37

La memoria social, por su parte, está conformada por estructuras de conoci-


miento que comprenden marcos conceptuales, saberes compartidos e ideolog-
ías. Toda esta representación social es indispensable, según Shi Xu (1992), para
la organización de los significados en el discurso.
El proceso de producción del mensaje, desde esta perspectiva, es el siguiente:
determinación de la intención comunicativa, traslación de ésta a actos de habla,
secuenciación de los macro-actos de habla con la modalidad apropiada, salida
del microplan y encodificación en el sistema fonológico y morfosintáctico. El
contenido del mensaje proviene del contexto de situación y de las ideologías.
Por su parte, Van Dijk y Kintsch (1983), señalan que el enfoque cognitivo se basa
en el supuesto de que los textos no tienen significado en sí, sino que son los
usuarios del lenguaje quienes se lo atribuyen o, más precisamente, que son los
procesos mentales de los usuarios los que lo hacen. Las nociones teóricas que
construyen estos autores para explicar las estructuras y los procesos mentales
son varias. En primer lugar, la noción de construcción del significado del texto
como proceso gradual y estratégico, configurado en la memoria como repre-
sentación del texto; es decir, los receptores llegan a atribuir significado a un
discurso aplicando —consciente o inconscientemente— determinadas reglas de
interpretación global que les permiten determinar cuál es el tema tratado y ela-
borar un resumen de la totalidad; así, se forman en la memoria una representa-
ción o idea del texto. Un comentario periodístico, por ejemplo, podría incluir en el
titular el resumen del texto y, en la bajada y el primer párrafo, sucesivas amplia-
ciones de ese resumen, todo obra de su redactor; el lector, por su parte, podría
reconocer esos mismos temas —u otros— como los más relevantes y formarse
así una representación mental del texto leído.
En segundo lugar, Van Dijk y Kintsch apelan a la noción de modelo: los usuarios
del lenguaje —productores y receptores— tienen una representación personal y
singular del tema que se trata en el texto. En otros términos, un modelo repre-
senta aquello que un usuario del lenguaje ha entendido acerca del tema tratado
en el texto; este modelo, no incluye solamente la información expresada por
medio de la representación textual sino que también contiene información sobre
el tema, que se ha supuesto conocida o irrelevante en el momento de la repre-
sentación. Así, por ejemplo, el redactor del comentario periodístico podría incluir
determinadas evaluaciones sobre el suceso tratado que supone compartidas con
sus lectores, u omitirlas por considerarlas superfluas.
De forma similar, se tendría un modelo de contexto, que incorpora información
acerca de los objetivos del discurso, sus actos comunicativos, las características
de los participantes, con el fin de dirigir el aspecto interaccional del discurso y
relacionarlo con las situaciones y estructuras sociales. El modelo incluye infor-
mación en términos de conocimiento y también, de creencias y opiniones acerca
del tema en cuestión.
De este modo, de forma más generalizada, puede afirmarse, siguiendo a Van Dijk
y Kintsch, que los modelos se basan en representaciones o cogniciones sociales.
Así si las cogniciones sociales acerca de los distintos grupos sociales y los su-
cesos sociales son semejantes, podrá decirse que están controladas por los
mismos patrones de interpretación fundamental, es decir, por la misma ideología.
Dicha ideología contiene las normas básicas, los valores y demás principios
destinados a la consecución de los intereses del grupo y a la producción y legi-
timación de su poder. Esto puede observarse, por ejemplo, en una serie de co-
mentarios y editoriales provenientes de un mismo diario: si se trata el suceso en
forma sesgada, con determinadas elecciones temáticas, estructurales, estilísti-
cas, etcétera, que revelan, por citar un caso, la creencia en que los inmigrantes
mar, sep 5, 2017,38

son el origen de la desocupación y la delincuencia del país al que arriban, esto


surge de la cognición social del grupo al que el periodista pertenece. Las es-
tructuras y los significados que se expresan en esos textos reflejan, en primer
lugar, las estructuras y los significados del modelo mental particular del redac-
tor-periodista y, en segundo lugar, en el conjunto de esquemas cognitivos ge-
nerales, sociales, que están controlados por las ideologías del grupo.

En síntesis, desde esta perspectiva, sólo a través del análisis de las cogniciones
sociales puede asociarse un discurso concreto con la estructura social y la cul-
tura, sólo por medio de las representaciones de las que disponen los usuarios del
lenguaje y las estructuras sociales, y no de modo directo, considerando que la
vinculación entre texto y contexto es inmediata:

cognición social

discurso concreto estructura social

Ahora bien: si, como hemos señalado, en este modelo representacional los es-
quemas, marcos conceptuales y modelos cognitivos constituyen el punto de
partida del proceso de producción (e interpretación) del mensaje, es necesario
diferenciar la argumentación de la explicación, ya que poseen esquemas dife-
rentes. Apoyándose en S. Toulmin (1958), quien sentó un modelo de esquema de
argumentación que ha tenido gran resonancia en diversos autores interesados en
el estudio de este tipo textual y entre ellos, en los adherentes al cognitivismo
social, Shi- Xu conceptualiza la estructura argumentativa en la siguiente se-
cuencia:

(1) Punto de vista sobre un hecho (futuro); (2) Dato consistente en una proposi-
ción que expresa evidencia, acuerdo, u otro tipo de soporte con respecto a 1;
(3) Garantía constituida por proposiciones que expresan una suerte de prin-
cipios de acción para la defensa de 2.

Estas categorías presentes en la argumentación forman una unidad coherente:


2 y 3 funcionan como razón para apoyar a 1, que funciona como conclusión.
En la explicación el esquema es diferente:

(1) Hecho formado por proposiciones que expresan algún hecho pasado o pre-
sente; (2) antecedente formado por proposiciones que expresan alguna condi-
ción hipotética de 1; (3) Lemma o conjunto de proposiciones que expresan algún
sentido común, ley o axioma.

El siguiente fragmento de una entrevista ilustra este esquema:

HECHO: Los alemanes son muy frontales en sus rechazos, al punto de hacerlo
sentir a uno incómodo, probablemente porque
ANTECEDENTE: el contexto social crea esa clase de comportamiento; o la
barrera del lenguaje los hace aparecer así;
LEMMA: un contexto social modela el comportamiento grupal de una manera
particular; o la incompetencia comunicativa torna la comunicación imposible.
mar, sep 5, 2017,39

En esta misma línea de pensamiento, es interesante el trabajo de Ch. Antaki


(1992) en el cual se sostiene que una estructura explicativa está compuesta por
una conexión causal entre los términos de la explicación, más el soporte de una
justificación que le sirve de fundamento y sostén.
Según este autor, si queremos saber cómo piensa la gente y hacia dónde
apuntan sus explicaciones, el primer paso es escuchar y registrar lo más fiel-
mente posible lo que dice, en una palabra, qué conceptos utiliza. Luego es ne-
cesario hacer un diseño que dé cuenta de cuál es la estructura de las explica-
ciones, para que esto permita conocer qué razonamientos hace. Una vez armado
este modelo ideal, será necesario probarlo en el análisis de los datos recogidos.
Así, decir que las personas tienen cierta estructura de creencias equivale a
afirmar que existe en ellas una red o una implicación lógica entre conjuntos de
visiones del mundo, y que estos sistemas de creencias se expresan mediante
conexiones causales y justificaciones.
Para probar su modelo, Antaki realizó el siguiente experimento. Pidió a un
número determinado de sujetos que señalaran en tarjetas diferentes y en forma
individual las causas de la toma del edificio de una universidad por parte de los
alumnos. En una segunda etapa les solicitó que justificaran cada una de las
conexiones causales que habían formulado. Comprobó que las respuestas ten-
ían este esquema:

Causa ------------------------------>Efecto

Justificación

Como se ve, para estos autores pertenecientes al cognitivismo social, los es-
quemas estructurales propuestos para la explicación están basados en una
tríada básica formada por dos elementos causalmente conectados y un soporte
o garantía o justificación que sirve para legitimar la conexión propuesta. Otra
característica de esta línea de investigación es que, a diferencia de la etnome-
todología, que rechaza modelos a priori, y como Grize y en función de la pers-
pectiva cognitivista en la que se basa, parte de constructos ideales.

3.5. La distribución de la información

La distribución de la información, tratada por autores como J. Firbas (1964),


F. Daneš (1974), M.A.K. Halliday (1975) y W. Chafe (1976), resulta de gran
interés en relación con la estructura del texto explicativo.
Estos autores coinciden, en líneas generales, en señalar que el grado de
comunicatividad no es homogéneo ni a lo largo de la oración ni a lo largo del
texto. En efecto, en ciertas zonas de la oración y, por consiguiente, del texto,
tiende a concentrarse una mayor carga comunicativa, lo que incide en gran
medida en las estrategias que el emisor emplea con el fin de que el receptor
comprenda cierto fenómeno.
Relativos a la distribución de la información son los conceptos de tema y rema,
información conocida e información nueva que se expondrán a partir de dos
líneas epistemológicas diferentes: por un lado, el funcionalismo de Praga, que
centra su atención en el estudio de la perspectiva funcional de la oración, es
decir de su estructura comunicativa y su progresión en el discurso mediante
las denominadas progresiones temáticas; por el otro, la lingüística cognitiva
mar, sep 5, 2017,40

que, por ocuparse de la interpretación, toma como eje las representaciones


mentales del locutor y del receptor 14.

3.5.1. Las progresiones temáticas

Tal como señala E. Bernárdez (1982), el concepto de articulación en tema y


rema o tópico y comentario es uno de los pilares de la descripción lingüística
del texto y hace referencia a la perspectiva comunicativa del hablante. El tema
puede definirse como “aquello que contiene lo ya conocido o presupuesto y
que, en consecuencia, posee la menor información en un contexto dado o en
una situación de enunciación”, mientras que rema es “lo que aporta el conte-
nido fundamental del mensaje en un contexto dado o en una situación de-
terminada, lo que expresa lo nuevo, lo que se comunica acerca del tema, es
decir lo que resulta más rico en información con respecto al tema”. (Bernárdez:
1982)
En general, se considera como tema aquello que a) ya ha sido presentado en
el mismo texto y, por consiguiente, resulta conocido al receptor; b) presenta un
referente común a los participantes, conocido por el emisor y el receptor; c) se
asocia con una proposición cuya verdad se presupone. Es decir, el tema y el
rema sólo pueden determinarse si se consideran, a la vez, el texto precedente
y el conocimiento del mundo que poseen los participantes.
El desarrollo comunicativo de un texto, denominado por Daneš (1976) pro-
gresión temática, consiste, entonces, en “todo el conjunto de las relaciones
temáticas del texto [...], el armazón [...], la concatenación y conexión de los
temas [...], su interrelación y jerarquía [...], sus relaciones con los fragmentos
de texto y con el conjunto textual, así como con la situación”.
Las distintas posibilidades de progresión temática a lo largo de un texto
pueden sintetizarse en las siguientes tres formas básicas:

1. El rema de una proposición se convierte en tema de la siguiente. Por


ejemplo,

En el oído interno se encuentran alojados los tres canales semicirculares que


detectan el movimiento del hombre. Los canales se ensanchan en su lugar de
base dando lugar a una especie de cámara en forma de huso. Cada cámara
cuenta con una cápsula gelatinosa donde se asientan las células piliformes de
un órgano receptor.
Muy interesante, Buenos Aires, Nº 5, marzo de 1986.

Esta progresión, denominada lineal, puede esquematizarse así:

T1 R1

14
Una diferencia en el tratamiento de la distribución de la información que nos interesa mencionar aquí
como marco es la que surge de la consideración de la extensión de las unidades lingüísticas. En efecto,
si bien la mayoría de los estudiosos se mantiene dentro de los límites oracionales, otros, como Danes,
hacen trascender su análisis a las dimensiones del discurso mediante la creación de un modelo que
permite abordar la progresión temática en los textos.
mar, sep 5, 2017,41

T2 (=R1) R2

T3 (=R2) R3

En el esquema, T es tema, R es rema, la flecha horizontal indica el nexo


tema-rema y la vertical, la conexión de las enunciaciones.

2. A un mismo tema se le asignan sucesivamente nuevos remas. Por ejemplo,

Los marsupiales pertenecen a la clase de los mamíferos y constituyen el


primer orden de los vivíparos. Cuando nacen, poseen las partes de su cuerpo
definidas en miniatura, por eso pueden ascender hasta la bolsa materna donde
permanecen hasta desarrollarse plenamente. Son, en su mayoría, originarios
de Australia y Nueva Guinea.
Conozca más, Buenos Aires, Nº 38, 1991.

La progresión anterior, denominada de tema continuo, puede esquematizarse


así:

T1 R1
T1 R2
T1 R3

3. El rema se reinterpreta como compuesto por dos o más elementos y cada


uno de ellos se va utilizando como nuevo tema. Por ejemplo,

Los métodos anticonceptivos para la mujer son las píldoras, el implante Nor-
plant, el diafragma, el capuchón cervical, el DIU y el Depo-Provera. Las
píldoras anticonceptivas contienen hormonas artificiales que evitan que los
ovarios liberen óvulos. En implante Norplant es un dispositivo anticonceptivo
que el médico introduce en la parte superior del brazo de la mujer, debajo de
la piel ; tiene seis tubos que liberan una hormona artificial que evita que los
ovarios liberen óvulos y que los espermatozoides atraviesen el cuello del
útero. El Depo-Provera es un medicamento anticonceptivo que se inyecta
generalmente cada tres meses en los glúteos o en la parte superior del brazo,
y que evita que los ovarios liberen óvulos. [...]
Harris, R. (1996) Sexo... ¿Qué es? Barcelona, Serres.

En esta progresión, un determinado rema es explícita o implícitamente doble


o múltiple, de modo que da origen a dos o más progresiones, lo que puede
esquematizarse así:

T1 R1 (= R’ 1 + R’’1)

T’2 R’2 T’’2 R’’2

La lengua dispone de marcadores que refuerzan el tipo de progresión anterior,


por ejemplo: tanto...como, por una parte...por otra parte, en primer lugar...en
segundo lugar...finalmente.
mar, sep 5, 2017,42

Como un texto es un objeto heterogéneo por naturaleza, no puede esperarse


encontrar en él ni un único tipo de progresión temática ni un desarrollo muy
extenso de cualquiera de los modelos dados. Al contrario, es frecuente que en
el transcurso de una progresión se inserte otra de distinto tipo o que aparezcan
intervalos que no encajan en los modelos anteriormente esquematizados. Esta
perspectiva resulta, en ese sentido, limitada. Sin embargo, como se desprende
de los ejemplos dados para puntualizar los tipos de progresión anteriores, la
observación de la articulación tema-rema es muy útil para el análisis de textos
explicativos. En efecto, la explicación —y también la descripción, que excede
los límites de nuestro trabajo— son tipos textuales en los que la progresión
temática resulta particularmente “ordenada” y evidente. Esto, en el caso de la
explicación, parece tener relación con la intencionalidad comunicativa del
hablante que, tal como apuntamos en otro lugar, está volcada a salvar una
disfunción ligada a la comprensión de un determinado hecho por parte del
receptor. En este sentido, es interesante observar que la progresión temática
que presenta un tema continuo no es tan frecuente en los textos explicativos
como los otros tipos de progresión, como si el agregar uno y otro rema a un
tema no favoreciera la comprensión buscada.

Intentaremos ahora reforzar este punto de vista desde la otra la perspectiva


mencionada al comienzo de este apartado: el cognitivismo.

3.5.2. Dado-nuevo, contrastivo, definido-indefinido, sujeto, tópico y


punto de vista

Interesado en analizar la evaluación que hace el emisor acerca de la capa-


cidad del receptor para procesar la información sobre el trasfondo del con-
texto, W. Chafe (1976) analiza el estatus del sustantivo y las construcciones
equivalentes a él en términos de dado-nuevo, contrastivo, definido-indefinido,
sujeto, tópico y punto de vista 15.
El sustantivo es la clase de palabra que posibilita señalar un referente, ex-
presar una idea. Para Chafe, el emisor selecciona y “empaqueta” ciertas
palabras para manifestar sus ideas según la configuración que se hace de su
receptor. Por ejemplo, podrá tener en mente a una persona particular y ex-
presar su idea acerca de esta persona diciendo “Pablo” o bien “el chico a quien
encargué el diseño del texto” o “él”, según la información que considere que
el receptor posee acerca de esa persona. Desde esta perspectiva, en suma,
el lenguaje funciona con efectividad sólo si el emisor toma en cuenta los es-
tados temporarios de la mente y los conocimientos de la persona a la que se
dirige.

La primera de las categorías analizadas por Chafe, que consideramos de


interés para el análisis del texto explicativo es la de lo dado en oposición a lo
nuevo.
La clave de la distinción de lo dado es, según Chafe, la noción de conciencia.
La información dada (o vieja) es ese conocimiento que el emisor supone que
está en la conciencia del receptor en el momento de la emisión. La llamada

15
Los cognitivistas consideran que el sustantivo y las construcciones sustantivas (construcciones nominales,
suboraciones, nominalizaciones) cumplen el papel de expresar conceptos; de ahí, suponemos, proviene el
interés de Chafe en la consideración del sustantivo.
mar, sep 5, 2017,43

información nueva es aquello que el emisor cree introducir en la conciencia del


oyente mediante lo que dice 16.
Los efectos lingüísticos de la distinción dado-nuevo se reducen al hecho de
que la información dada es transmitida de manera más atenuada que la in-
formación nueva, lo que en la emisión se refleja de dos maneras: a) la infor-
mación dada se pronuncia con tono más bajo y acento más débil que la nueva;
y b) la información dada está sujeta a pronominalización (“un hombre que se
ocupó de describir la inscripción del sujeto en el discurso” —> “él”).
El hablante, según Chafe, puede llegar a establecer que una información está
presente en la conciencia del oyente basándose en el contexto. Extralingüís-
ticamente, puede creer que tanto él como el oyente comparten una percepción
y de allí, la conciencia de un objeto del entorno; por ejemplo, si nota que otra
persona mira cierta prenda que lleva puesta, puede decir: “La compré barata”,
emisión en la que la idea de prenda es tratada como dada y por eso, pronun-
ciada con tono bajo y acento débil y pronominalizada por “la”. Este autor
señala que el hablante también puede considerar que una información está
presente en la conciencia del oyente teniendo en cuenta la base lingüística,
fundamentalmente, la mención previa del referente: “Me encanta tu camisa.
(nuevo) Le (dado) voy a copiar el modelo”.

En cuanto al estatus de contrastivo, que da lugar a oraciones explicativas por


excelencia, partamos de un ejemplo para caracterizarlo:

Saussúre fue el fundador de la semiología;

aquí, la tilde marca el tono más alto del enunciado. Lo que transmite este
enunciado es el conocimiento del hablante acerca de que Saussure, en con-
traste con otros candidatos posibles que el oyente podría haber tenido en
cuenta, es la selección correcta.
Los tres factores que, según Chafe, determinan lo contrastivo son:
1) el conocimiento de trasfondo; en este caso, el convencimiento del hablante,
supuestamente compartido por el oyente, respecto de que hubo, al menos, dos
fundadores de la semiología; el conocimiento de trasfondo debe ser dado o
cuasi-dado; en este último caso, el hablante pretende que lo dado acuda por
recuperabilidad a la mente del oyente;
2) el conjunto de las posibilidades; en el ejemplo, se supone que existe una
serie limitada de candidatos posibles para cumplir el rol de fundadores de la
semiología y que esa serie está disponible en la mente del oyente; si el número
de posibilidades es ilimitado la oración fracasa como contrastiva;
3) la aserción que indica cuál de las posibilidades es la correcta; ésta es la
verdadera función contrastiva. A la alternativa afirmada (en nuestro ejemplo,
“Saussure”) Chafe la llama foco de contraste. Para determinar empíricamente
si una oración es contrastiva, puede probarse la adecuación de la inserción del
giro “en lugar de” (O “en vez de”, “y no”) después del foco de contraste:

Saussure —y no Pierce— fue el fundador de la semiología.

16
Chafe se limita a tomar en consideración situaciones de conversación; de allí que utilice las categorías de
hablante, oyente, emisión, tono, etcétera. Creemos, sin embargo, aunque en la conversación el estatus de los
sustantivos se manifieste más evidentemente, que es posible extender muchas de estas observaciones a los
textos escritos.
mar, sep 5, 2017,44

Como se ve, desde la perspectiva de Chafe lo contrastivo se diferencia de lo


dado. Si bien el conocimiento de trasfondo debe ser, al menos, cuasi-dado, el
conjunto de alternativas posibles puede incluir elementos que sean dados o
nuevos, y el mismo foco de contraste puede también ser dado o nuevo. Lo que
comunica una oración contrastiva es que cierto elemento en foco, en lugar de
otros posibles, es el correcto; éste no puede ser considerado información
nueva, en el sentido de un nuevo referente introducido en la conciencia del
oyente, sino nuevo en el sentido de alternativa explicada como única válida.
Lo contrastivo se expresa, sobre todo, por la colocación del tono más alto y el
acento más intenso sobre el foco de contraste.
Otra posibilidad de expresión de lo contrastivo son las denominadas oraciones
hendidas:

Fue Saussure quien fundó la semiología.

Las oraciones pseudo-hendidas, cumplen la misma función. Por ejemplo:

El que fundó la semiología fue Saussure.

Objeto de estudio de las gramáticas generativas, este tipo de oraciones pre-


sentan la particularidad de dividir informativamente la oración en dos consti-
tuyentes de los cuales uno conforma la zona que establece con el resto un foco
de contraste que porta información nueva en el sentido determinado más
arriba. Por indicar cuál de una serie de alternativas es la correcta, las ora-
ciones que presentan foco de contraste, entonces, son unidades del sistema
lingüístico que otorgan al enunciado en que aparecen una clara función ex-
plicativa.

El estatus de lo definido, responde al interés por determinar si, en una situa-


ción comunicativa dada, el hablante piensa que el oyente ya conoce y puede
identificar el referente particular que él tiene en mente. Si el considera que el
oyente puede identificar el referente, el emisor dará a éste el estatus de defi-
nido. En realidad, apunta Chafe, el emisor no sólo supone que el oyente co-
noce ese referente, sino también que puede determinar, entre todos los re-
ferentes que pueden categorizarse de esa manera, aquél que él tiene en
mente. Esta cuestión, como se ve, presenta gran interés en relación con la
reflexión acerca de las situaciones explicativas.
En español y en varias lenguas más existe un marcador superficial del estatus
de definido: el artículo definido o determinante.
¿Cómo establece el hablante que un referente está definido? A menudo, una
instancia se destaca dentro de un contexto particular. En el aula, por ejemplo,
se puede decir “el pizarrón” con seguridad de que, en ese contexto, el refe-
rente será identificado.
También es posible establecer lo definido luego de una primera mención en el
discurso.
Los modificadores del sustantivo núcleo sirven frecuentemente para producir
categorías ad hoc de las que puede deducirse la identificación del referente, lo
que no podría establecerse sólo sobre la base del sustantivo (así, por ejemplo,
en “la camisa que te copié”, o “la camisa de flores amarillas”).

El estatus de sujeto, por su parte, expresa, según Chafe, aquello de lo que se


habla, es decir, el sujeto psicológico que, en muchos casos, coincide con el
mar, sep 5, 2017,45

sujeto gramatical. Chafe parte de la idea de que el conocimiento humano


parece consistir en un gran número de unidades cognitivas que constituyen
saberes y creencias acerca de individuos y hechos; así, una de las principales
formas de comunicar el conocimiento —si no la única— consistiría en identi-
ficar algún particular como punto de partida y agregar algo acerca de él en el
conocimiento del oyente. Esta hipótesis es denominada de adición de cono-
cimiento.
Todas las lenguas asignan determinada importancia a la asignación de este
estatus. En efecto, en algunos casos, el sujeto (insistimos: entendido como
aquello de lo que se habla) juega un rol sintáctico crucial; por ejemplo, en
español, donde además de ocupar preferentemente la posición inicial como
sujeto gramatical, determina la concordancia con el predicado en número y
persona. Esto constituiría un indicador de que el sujeto, más que una función
gramatical superficial, es cierto particular acerca del que se pretende aportar
un conocimiento.
Es importante diferenciar aquí el estatus de sujeto y el estatus de dado. En
efecto, según expresa Chafe, aunque existe cierta tendencia a que los sujetos
sean dados, no necesariamente hay una correlación entre estos estatus, o
entre las categorías de no-sujeto y nuevo.

Para caracterizar, siguiendo a Chafe, el estatus de tópico, partiremos de dos


de ejemplos:

La semiología, la fundó Saussure.


En cuanto a la semiología, la fundó Saussure.

En estos casos, hay un referente, Saussure, que es el tópico o tema de la


oración; el tópico, como se habrá observado, es un foco de contraste que, por
alguna razón, ha sido colocado en una posición inusual al comienzo de la
oración; “la semiología” se coloca al comienzo de estos enunciados contras-
tivos porque es un elemento dado que se examina (explícita o implícitamente),
mientras que “Saussure” es traído como información nueva.

En relación con el último de los estatus de los que nos ocuparemos, el sus-
tantivo como punto de vista, Chafe llama la atención acerca del hecho de que
el hablante, al decir

Juan hostiga a su hermano,

y no, por ejemplo,

El hermano de Pedro lo hostiga a él

describe el hecho “desde el punto de vista de Juan” (aunque no necesaria-


mente tomando partido por él). En el segundo de los ejemplos dados, en
cambio, el hablante adoptaría el punto de vista de Pedro.
Este fenómeno es denominado por Chafe foco de empatía y puede definirse
como la manifestación del punto de vista correspondiente a otro individuo que
el emisor toma como suyo. La base cognitiva de la empatía parece asentarse
sobre el hecho de que los hablantes son capaces de imaginarse viendo el
mundo con los ojos de otro. El foco de empatía puede coincidir con el estatus
de sujeto y con lo definido.
mar, sep 5, 2017,46

En síntesis, se expusieron, desde la perspectiva de Chafe, los diversos estatus


de empaquetamiento de la información que puede comportar un sustantivo,
según la evaluación que haga el hablante acerca de las posibilidades de la
mente del oyente. Como los focos de contraste y las topicalizaciones, así como
la consideración de aquello que ha sido dado o definido, tienen una fuerte
función explicativa, creímos conveniente presentarlos en relación diferencial
con los otros procedimientos de empaquetamiento con los que forman sistema
y que no dejan de resultar interesantes para el análisis de situaciones expli-
cativas.
De la misma manera, las categorías expuestas desde la perspectiva funcio-
nalista permiten pensar el modo en que el hablante sitúa y gradúa la infor-
mación para volverla más accesible o clara al oyente. En este sentido, aunque
ni Daneš ni Chafe se han ocupado específicamente del texto explicativo,
consideramos que las clasificaciones dadas aportan al análisis de la explica-
ción.
mar, sep 5, 2017,47

4. ESTRATEGIAS Y GÉNEROS EXPLICATIVOS

En este apartado describiremos diversas estrategias que el emisor del dis-


curso explicativo pone en juego con el fin de alcanzar la comprensión y
aceptación de lo explicado. Asimismo, mostraremos el empleo particular de
esas estrategias en géneros explicativos emparentados con el pensamiento
científico y el especulativo, además de referirnos a características distintivas
de tales géneros.

4.1. La paráfrasis, la definición, el ejemplo y la analogía

La función cooperativa del discurso explicativo puede percibirse en indicadores


que ponen de manifiesto diversas estrategias usadas por el enuncia-
dor-explicador con la finalidad de lograr, mediante el esclarecimiento, la sanción
epistémica buscada, es decir, el reconocimiento y la aceptación de las explica-
ciones suministradas por él al receptor. Los procedimientos discursivos más
frecuentes empleados para el logro de este fin son la paráfrasis, la definición, el
ejemplo y la analogía.

4.1.1. La paráfrasis

El diccionario de T. Lewandowski (1992) define la paráfrasis del siguiente modo:


"Desarrollo. Decir lo mismo con otras palabras. Reproducción o repetición, con-
servando el sentido de un significado oracional con otros medios; desarrollo
explicativo de un hecho idéntico. Oraciones con idéntica estructura profunda;
método para poner de manifiesto las estructuras profundas. Prueba de sustitu-
ción estrechamente relacionada con el sentido [...] que explica el significado [...]”
La cita pone en evidencia que los enfoques y los intentos de explicación del
fenómeno de la paráfrasis son muy diversos. Las diferencias que presentan
están, por supuesto, determinadas por las teorías que los sustentan. Para arrojar
un poco de claridad acerca de un fenómeno tan complejo y centrarnos en los
tipos de paráfrasis que interesan al análisis del texto explicativo, procederemos
a seguir la línea de pensamiento de algunos autores que han tratado el tema.

La paráfrasis en el sistema de la lengua

Los estudios generativistas que circularon en la década de 1960 y que adscri-


bieron al modelo de la teoría estándar de N. Chomsky (1970) tomaron los fenó-
menos de la ambigüedad y la paráfrasis como la evidencia empírica de la exis-
tencia de una capacidad interpretativa de los hablantes de una lengua. La pará-
frasis, tal como es considerada por esta corriente, no es sensible a fenómenos
extralingüísticos, es decir, está determinada por el código y no intervienen en ella
parámetros como la situación comunicativa y los participantes. La capacidad
interpretativa permite a los hablantes distinguir diferencias e identidades entre
estructuras del lenguaje profundas o abstractas y superficiales. Así, una oración
como:

La matanza de los cazadores fue terrible

puede ser parafraseada por las siguientes oraciones:


mar, sep 5, 2017,48

Que los cazadores fueran matados fue terrible

Que los cazadores mataran fue terrible

Cada una de estas oraciones es derivada de una estructura profunda diferente y,


por consiguiente, ha sido objeto de distintas transformaciones. De ello se infería
que las transformaciones de una misma oración no afectan su estructura
semántica y que todas las transformaciones de una misma oración son pa-
rafrásticas puesto que obedecen a un principio de invariancia semántica. Por esta
razón, en aquel modelo gramatical, el componente semántico solamente estaba
capacitado para interpretar las estructuras profundas generadas por el compo-
nente sintáctico.
Si bien el mismo Chomsky revisó posteriormente este modelo al darse cuenta de
que muchas transformaciones producían cambios semánticos —tales como los
que surgen de los fenómenos de topicalización en las oraciones, presentados en
el capítulo anterior— aún hoy, quienes confinan la paráfrasis al estricto ámbito del
sistema de la lengua siguen sosteniendo el principio de identidad semántica.

Según Robert Martin (1976), uno de los requisitos para la conservación de la


invariante semántica exigida por la paráfrasis lingüística es el mantenimiento del
esquema actancial. Esto significa que los argumentos o construcciones nomi-
nales exigidas por el verbo deben mantenerse. De este modo, son parafrásticas
oraciones como:

María peló las cebollas

Lo que peló María fueron las cebollas

Fue María quien peló las cebollas

puesto que se conservan el predicado "peló", el agente "María" y el objeto "las


cebollas", aunque se produzca una modificación del sentido como consecuencia
de los procedimientos de topicalización usados en las dos últimas oraciones.

Otra manera de conservar la equivalencia del significado en la paráfrasis lin-


güística es mediante la negación de antónimos, como por ejemplo en:

Pablo es decidido
Pablo no es indeciso

El parque está lejos de la estación


El parque no está cerca de la estación

También la identidad referencial interviene en la producción de paráfrasis lin-


güísticas. Por ejemplo, en

Jorge Luis Borges murió en Ginebra


mar, sep 5, 2017,49

El autor de El Aleph murió en ginebra

Las sustituciones sinonímicas con cambios en la connotación producen también


oraciones parafrásticas:

Llegó la cana
Llegó la policía.

De la misma manera, son parafrásticas las oraciones que presuponen signifi-


cados complementarios:

María vendió una moto a Juan


Juan compró una moto a María

y las que presentan relaciones de implicación:

Encontró un caniche
Encontró un perro.

Resumimos, entonces, algunas de las características de las paráfrasis lingüísti-


cas: a) son independientes del contexto; b) contienen idénticos marcos actan-
ciales; c) conservan identidad referencial; d) admiten cambios en la connotación
cuando proceden por sustitución sinonímica o por topicalización.

Aparte de los trabajos fieles al modelo chomskiano descrito, resulta oportuno


hacer referencia a los procedimientos derivacionales de ciertos elementos léxicos
a partir de predicados muy abstractos como “causar”, “resultar”, “convertirse”,
propuestos por lingüistas de la corriente de la semántica generativa. Desde esta
perspectiva, un componente generativo engendraría, según un proceso análogo
al de la sintaxis profunda en el modelo chomskiano ortodoxo presentado, todas
las estructuras semánticas posibles. Así, una oración como

Marta mató una cucaracha

tiene en su base abstracta un equivalente parafrástico como

Marta hizo que la cucaracha resultara no viva.

Para la semántica generativa, todo el proceso derivacional de ciertas piezas


léxicas que antes se tenían como dadas definitivamente en el diccionario o
lexicón se realiza a partir de paráfrasis.

Sin embargo, a veces no es sencillo trazar los límites de la paráfrasis lingüística.


Tal es el caso de las descripciones definidas cuando son sustituidas por otras que
mantienen la misma referencia. En efecto, en oraciones como las siguientes:

a) El Libertador de América murió en el siglo XIX.


b) José de San Martín murió en el siglo XIX.
c) Simón Bolívar murió en el siglo XIX.
mar, sep 5, 2017,50

el establecimiento de la equivalencia semántica depende del contexto de lectura,


ya que para un argentino las oraciones parafrásticas serán a) y b), mientras que
para un venezolano la paráfrasis se dará entre a) y c).
Cuando en la constitución de la paráfrasis intervienen los parámetros contex-
tuales hay que hablar ya no de paráfrasis lingüística sino de paráfrasis discursiva,
de la cual nos ocuparemos ahora.

La paráfrasis en el discurso o el acto de parafrasear

Paralelamente a las especulaciones de los estudios generativistas sobre la


paráfrasis, surgieron otros enfoques a la luz de los análisis pragmáticos. Fue así
como comenzó a plantearse el problema de si dos enunciados como:

Hace frío aquí

Por favor, cierre la ventana

no podrían ser interpretados como paráfrasis en ciertos contextos de uso donde


se cumplieran ciertas condiciones, como por ejemplo, que antes de la emisión
hubiera efectivamente una ventana abierta y no se estuviera, por citar un caso, en
medio del campo abierto.
Como se ve, para la pragmática, la significación se construye en el ejercicio de la
lengua, en el momento de su puesta en discurso. Es aquí donde entra a jugar un
factor esencial: el de la variabilidad, es decir, de la diversidad de formulaciones
lingüísticas y modos de construcción de la significación. En efecto, desde esta
perspectiva, puede admitirse un número prácticamente indefinido de paráfrasis
“situacionales”: un número tan indefinido como el de las propias situaciones de
comunicación. También es en este dominio donde la paráfrasis se vuelve acto de
habla: el acto de parafrasear. En síntesis, esta línea pone en evidencia la inter-
dependencia entre el mensaje y su enunciación, entre la función referencial y la
función intersubjetiva del lenguaje, entre lo explícito y lo implícito: es en el inter-
juego de todas estas variables donde se instala la paráfrasis discursiva.
Queda clara entonces, la diferencia entre la concepción de la paráfrasis como
fenómeno ubicado a nivel del sistema de la lengua y como fenómeno que surge
del uso: si la paráfrasis lingüística, en la pedida en que no es sensible a los
parámetros extralingüísticos que constituyen el contexto, está determinada por el
código, puede afirmarse que cada oración tiene un campo parafrástico limitado;
en cambio, en la paráfrasis discursiva, es el intérprete quien debe realizar la
operación de establecer el parentesco semántico entre enunciados parafrásticos
basándose en el contexto.
Uno de los más claros ejemplos de la paráfrasis discursiva es la ironía. Esta
figura del discurso coloca al intérprete en una verdadera encrucijada interpreta-
tiva por la ambigüedad que constituye su esencia, la que solamente puede ser
resuelta por medio de la paráfrasis. Así, un enunciado como:

¡Vos siempre tan cordial!

emitido en un contexto cognitivo en el que los saberes compartidos permiten


interpretarlo como una réplica a una descortesía, será puesto por el intérprete en
un campo parafrástico con expresiones como:
mar, sep 5, 2017,51

Vos siempre te dedicás a agredir a la gente

y otras semejantes.

Hemos hecho referencia a los saberes compartidos por el locutor y el intérprete


porque son ellos los que van a operar como guía de interpretación en el recorrido
que deberá hacer este último para seleccionar, entre una variedad de sentidos
posibles, el pertinente, a partir de inferencias e hipótesis contextuales que irá
elaborando a medida que se construye el contexto en la comunicación. En otras
palabras, toda selección interpretativa presupone atravesar un campo parafrás-
tico determinado y desechar otros.

La paráfrasis textual
Como se ha mencionado anteriormente, la gramática textual se ocupa de esta-
blecer reglas de buena formación más allá de los límites oracionales y de estudiar
un objeto abstracto, el texto, conformado por las estructuras que subyacen a la
actividad concreta de la producción o interpretación del discurso. Tales estruc-
turas son objetos dependientes de esquemas conceptuales producidos como
resultado de representaciones acerca del mundo.
A este dominio de estudios corresponden los fenómenos de carácter más o
menos superficial que reflejan la existencia de una coherencia o propiedad fun-
damental del texto, es decir, de la adecuación de un texto a una intención co-
municativa, a un plan global según factores situacionales, a las operaciones
verbales necesarias para llevar a cabo ese plan de modo que, a través de es-
tructuras superficiales, pueda reconstruirse o identificarse la intencionalidad
inicial.
Dentro de las operaciones verbales que se expresan en la superficie textual
pueden diferenciarse las que operan por repetición y por esto constituyen el
espacio propicio para el anclaje sinonímico y, por otra parte, las reglas de pro-
gresión textual que aportan los elementos nuevos y hacen avanzar la información
del texto.
Así, el primer tipo de paráfrasis textual que mencionaremos siguiendo a Denis
Slakta (1985) es el que se produce cuando se establece la dialéctica comunica-
tiva consistente en la alternancia constante entre lo dado y lo nuevo, tal como se
expuso en el apartado “La distribución de la información”. Es decir, la información
que ha sido inicialmente introducida como nueva se transforma en conocida al
atravesar el pasaje proporcionado por la paráfrasis, sosteniendo de esta forma el
equilibrio comunicativo del texto.
En el siguiente texto hemos destacado algunos de los segmentos parafrásticos
que posibilitan el pasaje de la información nueva a la información dada.
Superando los límites de lo macabro, los investigadores han creado mos-
cas con ojos en cualquier parte del cuerpo. En las alas o en las patas. Los
nuevos monstruos se reproducen en los laboratorios de Walter Gerhing,
en la universidad de Basilea, al calor de la modernas técnicas de la inge-
niería genética. Con herramientas muy precisas, los biólogos —verdaderos
ingenieros de la herencia— crean moscas distintas de la original cortando y
pegando genes. Al cambiar de lugar un gen en la larva, los suizos han hecho
un descubrimiento asombroso. Según el trabajo publicado en "Science",
habrían encontrado nada menos que el gen encargado de iniciar la forma-
ción del ojo, una de las estructuras más complejas de la naturaleza.
Clarín, 1° de agosto de 1995.
mar, sep 5, 2017,52

En síntesis, este tipo de paráfrasis textual opera a un nivel cognitivo, como re-
sultado del "empaquetamiento" al que el hablante somete los conceptos que
introduce, con el fin de esquematizar previamente su discurso y distribuir apro-
piadamente la información textual a partir de las hipótesis de capacidad de es-
fuerzo cognitivo que presupone en el intérprete.
Además, a nivel de la concreción del plan global del texto y de la información que
el emisor pretende transmitir al receptor, se ubica otro tipo de paráfrasis: la
existente entre el tema del texto y su desarrollo. En efecto, tal como señala
Bernárdez (1982), “al igual que un plan global puede manifestarse en diferentes
textos superficiales, un mismo tema puede representarse en textos diversos”.
Aquí, entonces, es necesario distinguir entre dos textos que son paráfrasis “to-
tales” uno de otro, es decir, que contienen la totalidad de la información y varían
en las formas de representación superficial, el orden, etcétera, y textos que son
paráfrasis en cuanto al tema central, en cuanto al núcleo mínimo de información.
En este caso, los textos con el mismo tema pueden contener informaciones
adicionales diferentes y ser paráfrasis sólo en el sentido de que el mensaje
fundamental es el mismo. Los siguientes fragmentos constituyen paráfrasis en
este sentido:
Cuando se trata de descripciones, el gráfico más adecuado es la red o mapa
conceptual, porque a partir de un concepto principal podés ir anotando sus ca-
racterísticas. Un modo de hacerlo podría ser éste, por ejemplo:

Concepto central

Características Características Características Detalle


Detalle
Detalle

Marín, M. (1997) Lengua 8º E.G.B., Buenos Aires, Aique.

Las descripciones no sólo se caracterizan por decir cómo es algo presentando


datos. Además, los datos que se presentan están organizados jerárquicamente.
En otras palabras: el texto descriptivo organiza los datos según su nivel de im-
portancia.
Por lo general, en el título o el comienzo de una descripción, aparece el tema, que
nombra el objeto o ser que se va a describir. El tema es, lógicamente, el dato más
importante de una descripción. Por eso, si representamos la organización del texto
en un esquema, ubicamos el tema en el extremo superior de la jerarquía. [...]

TEMA

Subtema Subtema

Subsubtema Subsubtema

Atorresi, A. y otros (1998) Texteando 7º, Buenos Aires, Aique.

Dos textos con un plan global similar deben tener una estructuración general
bastante similar, pero dos textos con idéntico tema pueden ser totalmente dis-
tintos, tanto en su estructuración general como en su manifestación superficial;
esto debido a que el concepto de tema —“información que deberá ser captada
mar, sep 5, 2017,53

por el receptor para que el emisor considere que su texto ha tenido éxito”
(Bernárdez: 1982)— es mucho más restringido que el de plan global —la inten-
ción por parte del emisor de que se cumpla su intención comunicativa—.
Como se habrá observado, estas diferencias en los tipos de paráfrasis textuales
o de “sinonimia textual” tienen importancia directa para campos de la lingüística
aplicada, como la elaboración de resúmenes, y para la transferencia didáctica o
la divulgación científica, tema en el que nos detendremos más adelante.

La paráfrasis y la semántica del prototipo

La paráfrasis puede ser explicada también a partir de la noción de categoría tal


como ésta se plantea en la semántica del prototipo (Lakoff, G.: 1987). Esta
concepción de la categorización se basa en el realismo experiencial que, aunque
no niega la función representativa del lenguaje, sostiene que tal función no puede
disociarse de la experiencia humana. De acuerdo con lo expuesto, el hombre
categoriza mediante modelos cognitivos que pueden ser metafóricos, metoní-
micos, condicionados por marcos o esquemas determinados, entre otros.
Cuando la categoría aparece organizada con un centro y una periferia, el centro,
que contiene los rasgos más representativos, está formado por el o los prototipos
de la categoría.
En esta perspectiva, las categorías se definen no por rasgos estables necesarios
y suficientes, sino como un conjunto difuso de rasgos no necesariamente cons-
tantes ni relevantes, que guardan entre sí al menos una semejanza de familia.
Con todo, frecuente aunque no necesariamente, una categoría puede ser esta-
blecida por un ejemplar óptimo, es decir, uno que contenga al menos los rasgos
más estables y representativos. Por ejemplo, en nuestra cultura el gorrión es un
ejemplo óptimo para la categoría de pájaro, mientras que el murciélago no lo es
aunque tenga alas y vuele. Sin embargo, podría suceder que cierta cantidad de
sujetos lo incluyera en la categoría de los pájaros.
Llevando esto a la paráfrasis, puede afirmarse, que ésta presenta como categoría
una estructura con un prototipo y una zona periférica. Son ejemplares óptimos o
prototípicos las paráfrasis lingüísticas, es decir, aquellas que conservan estable
su estructura semántica a través de transformaciones o sustituciones léxicas. En
estos casos, sus rasgos componenciales se mantienen sin cambio. En cuanto al
resto de las paráfrasis, entran en la zona de la periferia y es precisamente allí
donde es imposible establecer dónde termina lo parafrástico. Esto sucede en el
dominio del discurso, donde entran a actuar contextos cognitivos
—representaciones presunciones, saberes compartidos, etcétera— así como
contextos culturales, ideológicos, estéticos, enciclopédicos y otros.
Es justamente en las zonas de la periferia donde el estudio de la paráfrasis se
torna más interesante puesto que ella proporciona pistas que permiten formular
hipótesis contextuales y adentrarse más profundamente en el sentido del texto.
Por ejemplo, en el caso que sigue, los tipos de paráfrasis discursivas construidas
mediante el uso de metáforas de fácil comprensión, indican, entre otros aspectos,
que se trata de un texto con explicaciones para niños:

Imagináte que subís a un botecito con carga que navega por la sangre
del cuerpo de una persona. De esta forma, vas a conocer el recorrido de
la sangre.
En el viaje, el botecito sale del corazón con mucho oxígeno y lo lleva a las
células de la piel, del aparato digestivo o del cerebro. Allí les deja el
mar, sep 5, 2017,54

oxígeno y recoge el dióxido de carbono y otras sustancias que las células


han desechado. [...]
Multiciencias 5 (1995), Buenos Aires, Aique.

Hasta aquí hemos caracterizado algunos de los diversos enfoques acerca de la


paráfrasis. Retomaremos luego el enfoque discursivo, el textual y el de la
semántica del prototipo en nuestra exposición acerca de algunos de los géneros
explicativos, para mostrar hasta qué punto inciden esas paráfrasis en la confi-
guración discursiva y textual que caracteriza la explicación.

4.1.2. La definición

La definición es un procedimiento habitual en los discursos explicativos, sean


éstos científicos o no, dado que, para explicar un objeto, en gran parte de los
casos es necesario definirlo previamente. Como el objeto de explicación puede
ser de naturaleza diversa, la definición revestirá distinta forma y sentido cuando
explicamos el mundo de los fenómenos y cuando intentamos comprender e
interpretar los acontecimientos del mundo humano.
Como señala I. A. Rey (1990), el término "definición" es ciertamente ambiguo por
sus muchas aplicaciones. Nótese la diferencia entre las siguientes definiciones:

(a) Un triángulo es un polígono de tres lados


(b) El oro es un metal amarillo
(c) Lo que hizo Pedro es una estafa
(d) La oración es una unidad de sentido con autonomía sintáctica
(e) El pomelo es un vegetal perteneciente a la familia de los cítricos, cu-
bierto por una cáscara rugosa y amarilla, interiormente conformado en gajos y
que sirve para hacer jugo

Puede observarse que en (a) la definición se manifiesta mediante una oración


analítica, por consiguiente verdadera a priori y que expresa los rasgos necesarios
y suficientes para definir la categoría en cuestión. En (b) también se realiza una
definición categorial, pero mediante un rasgo que no es necesario ni suficiente,
ya que existe, por ejemplo, el oro blanco. Se trata en este caso de una definición
por estereotipo, es decir, por medio de un rasgo semántico asignado mediante
una estimación generalizada de origen social con respecto al oro. La definición
(c), por su parte, expresa un juicio subjetivo referido a un hecho concreto. La
definición (d) es metalingüística, ya que su objeto referencial es el lenguaje.
Finalmente, (e) es una definición que se construye mediante una acumulación de
rasgos de diverso estatuto: rasgos esenciales (“es un vegetal que pertenece a la
familia de los cítricos”), rasgos aspectuales (“de cáscara rugosa y amarilla”),
rasgos estructurales (“interiormente conformado en gajos”) y rasgos funcionales
(“sirve para hacer jugo”).
También los objetivos de la definición pueden ser diferentes. Así, si se tiene una
intención ontológica, puede decirse que la definición es la descripción de la
esencia de una cierta operación lógico-lingüística necesaria para la circulación
controlada de los signos del lenguaje. O, situándose en una lengua natural, que la
definición consiste en determinar el significado de una serie de palabras consi-
deradas equivalentes, de manera tal que corresponda al conjunto de los empleos
observables de una palabra en una época dada y permita distinguirla de toda otra
palabra de la misma lengua y, fundamentalmente, de toda otra palabra semán-
ticamente emparentada. Por ejemplo:
mar, sep 5, 2017,55

[...] en latín, definitio; en francés, définition; en español, definición; en alemán


Bestimmung, [...]

En este tipo de descripción es común basarse en el análisis morfológico y eti-


mológico, como en

el término español definición deriva del latín, definitio: de, separación y finio,
limitar, poner límites

Por último, es posible, ante un concepto o una noción suficientemente precisa y


desaprobando los usos anteriores, producir una descripción análoga pero pres-
criptiva, autoritaria, precedida en general de una fórmula del tipo “Yo denomino
aquí...”. Obsérvese, por ejemplo, el siguiente fragmento, en el que Voloshinov
critica la concepción del enunciado lingüístico como hecho individual; la definición
aparece destacada:

Para el subjetivismo individualista lo esencial es el acto de habla, el enunciado.


Sin embargo, el subjetivismo individualista define ese acto como algo individual
y trata de explicarlo en función de la vida psíquica individual del hablante. [...]
En realidad, el acto de habla o, más exactamente, su producto, el enunciado, no
puede en ninguna circunstancia ser considerado un fenómeno individual en el
exacto sentido de la palabra y no puede explicarse en función de las condiciones
psicológicas o psicofisiológicas individuales del hablante. Nosotros entendemos
por enunciado un fenómeno social.
Voloshinov, V. (1976) El signo ideológico y la filosofía del lenguaje, Buenos Aires,
Nueva Visión.

El primer objetivo, filosófico, produce un discurso de naturaleza metafísica,


fragmento de un conjunto de aserciones que pretender dar cuenta a la vez del
sentido de las palabras y los términos, de la naturaleza de las ideas generales
que deben corresponderles y, finalmente, de la naturaleza de las cosas
—objetos, fenómenos, operaciones.
El segundo objetivo, lingüístico y propiamente filológico, respetuoso de las va-
riaciones que produce el uso social sobre una forma lingüística dada, en general
una forma lexical, desemboca en eso que puede aparecer en la entrada “defini-
ción” de un diccionario de lengua, es decir, en un conjunto de definiciones y de
glosas apoyadas por ejemplos.
El objetivo prescriptivo, en cambio, como el primero, producirá un enunciado
singular tendiente a limitar la noción de definición y a prohibir toda variación en su
uso. Frecuentemente, como veremos en relación con el discurso teórico, sirve
para fundar no sólo teorías científicas sino también terminologías. Los tipos de
definición creadora o prescriptiva son, por naturaleza, hostiles a la polisemia y se
oponen a los datos obtenidos por esa ciencia de la observación que es la lin-
güística.

Frente a tal variedad de procedimientos y objetivos, cabe preguntarse cuál es el


común denominador de todas las definiciones, es decir la constante de toda
definición. Puede, en principio, afirmarse que la definición es un procedimiento
analítico estructurado en forma binaria y que pone en relación dos términos
semánticamente equivalentes: un definiendum o término por definir y un definiens
mar, sep 5, 2017,56

o término que define (Riegel: 1990). Ambos términos mantienen entre sí una
relación ecuativa.

4.1.2.1. Clasificación de las definiciones

Las definiciones pueden clasificarse por su forma y por su contenido.

• Clasificación por la forma

Si nos atenemos a su forma, es posible distinguir dos tipos de definiciones: las


metalingüísticas y las parafrásticas. Las primeras describen el signo y las se-
gundas, su contenido. Frecuentemente, las definiciones metalingüísticas se
aplican a términos más generales, es decir, a unidades de carácter noemático.
Por ejemplo, son definiciones metalingüísticas las siguientes:

ser: expresión de existencia


causar: producir un efecto
resultar: originarse o venir una cosa de otra

Otra manera de construir una definición metalingüística consiste en emplear


expresiones introductoras de metalenguaje, por ejemplo el término "dícese":

retentivo: dícese de lo que tiene la virtud de retener

La inmensa mayoría de las definiciones, ya sean lexicográficas —inscriptas en


diccionarios— o naturales —descriptivas del contenido de las palabras tal como
los locutores lo conciben—, son de tipo parafrástico.
Las definiciones parafrásticas se construyen siguiendo diferentes criterios de
conceptualización. Según éstos, se pueden clasificar del siguiente modo:

1. Por hiperonimia

Se trata de definiciones que parten de un vocablo específico como definiendum


y utilizan como definiens un término genérico. Por ejemplo, “susurrar”, “musitar”,
“vociferar” pueden definirse mediante el hiperónimo "hablar". Una definición de
este tipo puede construirse también negativamente. Por ejemplo:

callar: no hablar.

2. Por metonimia

En estos casos, se conceptualiza el significado de un término como parte, causa,


efecto o resultado u origen de otra unidad. Por ejemplo:

brazo: parte del cuerpo


pico: parte de la cabeza de las aves
limonada: bebida hecha con el jugo del limón
flota: conjunto de barcos.

3. Por derivación
mar, sep 5, 2017,57

La definición por derivación utiliza procedimientos morfológicos simples, como en


los siguientes casos:

(a) decisión: acción de decidir


(b) inoperante: que no opera

En el ejemplo (a) la definición se establece a partir de reiterar la raíz –decid y


determinar que la terminación –sión indica acción. En (b) se definen el significado
del prefijo in- y del sufijo –ante.

4. Por aproximación

Este tipo de definición está introducida por medio de indicadores del tipo "clase
de", "tipo de", "especie de", etcétera. Por ejemplo:

mate: suerte de vasija donde se sirve una infusión hecha con yerba.

5. Por sinonimia

Las definiciones por sinonimia pueden reducirse a un solo vocablo sinónimo (c)
o a una frase sinónima (d) o antónima (e):

(c) morir: espichar


(d) morir: perder la vida.
(e) morir: no seguir vivo.

Un mismo vocablo, tomado en un solo sentido, se presta a definiciones de dife-


rentes formas. Lo que generalmente ocurre es que un definiendum se presenta
definido por diferentes definiens:

(f) La discusión es la reunión de personas que se encuentran para re-


flexionar en grupo y en forma cooperativa con el fin de comprender un hecho,
sacar conclusiones o llegar a decisiones.

(g) La discusión circular es una variante de la discusión [...] Es un


procedimiento que se aplica más a grupos pequeños que [para facilitar la labor]
pueden disponerse en círculo.

Nérici, I. (1980) Metodología de la enseñanza, Buenos Aires, Kapelusz.

(h) Los juicios de valor son subjetivos en el sentido de que pueden co-
municarse indirecta pero no directamente. Cuando están de moda o gozan de
general aceptación parecen objetivos, pero nada más. El juicio demostrable es
la cuadratura del círculo de la crítica literaria y de toda nueva moda en la crítica;
como la moda actual de elaborado análisis retórico, se ha visto acompañado por
una creencia en que la crítica ha descubierto finalmente una técnica definitiva
para separar lo excelente de lo menos excelente. Pero esto resulta siempre una
ilusión de la historia del gusto.
mar, sep 5, 2017,58

(i) Hay dos tipos de juicios de valor, los comparativos y los positivos. La
crítica que se fundamenta en los valores comparativos se divide en dos sectores
principales, según se considere la obra de arte como producto o como posesión.
El primero elabora la crítica biográfica, la cual relaciona primordialmente la obra
de arte con el hombre que la escribió. Podemos llamar al segundo crítica tro-
pológica y se ocupa primordialmente del lector contemporáneo.

Frye, N. (1977) Anatomía de la crítica, Caracas, Monteávila.

Si se examinan los ejemplos anteriores, se observará que presentan diferencias


formales ya que, mientras (f), (g) y (h) contienen definiciones parafrásticas, (i), en
cambio, hace uso de una definición metalingüística manifestada por la frase
“podemos llamar”. Además en (f) se utiliza el procedimiento de la hiponimia ya
que se define la discusión como una “reunión”; en (g), en cambio, la estrategia es
la metonimia, ya que se define la discusión circular como “una variante de...”, y
finalmente (h) es una definición sinonímica que procede por metáfora.

• Clasificación por el contenido

Siguiendo a R. Martin (1990), al considerar las definiciones por el contenido,


distinguiremos las definiciones convencionales de las definiciones naturales.

1. Definiciones convencionales

Estas definiciones responden a una actividad prescriptiva o estipulatoria y recu-


rren a una propiedad reconocida del lenguaje: la arbitrariedad del signo. Operan
en los dominios científico, técnico o jurídico. Las definiciones terminológicas
pertenecen a este tipo. Cuando se utilizan a priori crean el objeto, es decir, el
definiendum:

Por lo que sé, soy un adelantado en la tarea de despejar el territorio para


abrir camino a lo que denomino Semiótica, es decir, la doctrina de la na-
turaleza esencial y las variedades fundamentales de la semiosis posible.

Peirce, Ch. (1974) La Ciencia de la Semiótica. Buenos Aires, Nueva Visión.

A posteriori, delimitan el contorno de un contenido preexistente en el lenguaje


ordinario con el fin de eliminar su vaguedad o imprecisión con fines científicos. El
siguiente ejemplo, extraído de un informe de investigación, hace uso de una
definición convencional con la finalidad de acotar la extensión que se dará a un
término clave:

[...] usaremos aquí el término "justificación" para designar al conjunto de


pasos que se siguen en el apoyo de un argumento sin presuponer la evaluación
de ninguna actitud o acción precedente.

Otro ejemplo de definición convencional con acotación de contexto es el si-


guiente:

Cuando hablamos de "formatividad" en este contexto queremos significar


que, en el acto docente, el que lo ejerce asume la responsabilidad de encarnar
para el discente la vida de la inteligencia en la forma de una pauta normativa
mar, sep 5, 2017,59

(modelo cultural y espiritual). De ahí la alta exigencia que se pone aquí para la
formación del docente; pues la opción es clara: o nos atenemos a esa ardua
exigencia, o es mejor que renunciemos a hablar de "formación".

Balderrama, J. “Sobre las ciencias del lenguaje en la educación”. Revista Argen-


tina de Lingüística, Buenos Aires, 2. 1.

Las definiciones convencionales escapan al juicio de verdad, a la disputa y, a


menos que se explicite una nueva convención, a la evolución a lo largo del
tiempo.

2. Definiciones naturales

La definición natural, a diferencia de la convencional, se ocupa del contenido de


las palabras tal como los locutores, espontánea y a veces inconscientemente, lo
conciben. En sentido estricto, no se trata de una definición formulada por el
técnico o el lexicógrafo y, en consecuencia, puede caracterizársela como una
actividad epilingüística. Procede en forma descriptiva, carece de carácter esti-
pulatorio o normativo y su contenido evoluciona junto con el de los objetos que
pretende delimitar.
Según Martin, las definiciones naturales pueden clasificarse en minimales o
estereotípicas. Las primeras proceden a partir de rasgos pertinentes o específi-
cos, es decir, distintivos. Un ejemplo de definición minimal es el siguiente:

El cuchillo es un instrumento que sirve para cortar

En la definición anterior el rasgo “servir para cortar” es pertinente puesto que


permite distinguir a este instrumento de "tenedor" y de "cuchara".
Para un objeto dado, no existe una sola y única definición minimal:

El cuchillo es un cubierto que tiene filo

Sin embargo, definiciones del tipo anterior no permiten una representación sufi-
ciente del objeto. Esto sólo es posible si se agregan a los rasgos distintivos,
rasgos descriptivos, no discriminatorios, como en:

El cuchillo es un instrumento que sirve para cortar, formado de una parte


superior llamada hoja, generalmente de acero, y una parte inferior llamada
mango que puede ser de madera, marfil o metal

A este tipo de definición formada por un predominio de rasgos descriptivos que no


son esenciales al objeto —nadie podría alguien hallar un cuchillo que no tuviera las
características mencionadas en las dos últimas descripciones— Martin lo deno-
mina definición estereotípica.
Las definiciones que aparecen en los diccionarios recurren a estereotipos puesto
que es por su medio que se manifiestan las representaciones colectivas de los
objetos aun cuando éstas no tengan siempre un correlato en la realidad. Por
ejemplo, el rasgo “con rayas” utilizado en la definición del término "tigre" responde
a un estereotipo, es decir, a una representación social, ya que existen tigres al-
binos. Por consiguiente el rasgo no es esencial para la categoría.
mar, sep 5, 2017,60

Si bien el género centrado exclusivamente en las definiciones es el diccionario, y


éste, obra de lexicógrafos, la definición es un recurso lingüístico que puede ser
utilizado por un experto o por un lego en cualquier tipo textual y cualquiera sea el
género discursivo que se aborde, aunque en la explicación ocupa un lugar de
privilegio. Como lo señala Anne-Marie Loffler Laurian (1984) "[...] Al darse una
definición se establece una identidad entre el definido y el definiente. La diferencia
entre los dos términos está en la imagen que el autor se hace del lector. Lo que es
necesario definir no es claro o conocido para este último. Éste necesita una defi-
nición para conceptualizar lo que se define. De otro modo, se encontrará con una
palabra vacía. La definición llena este vacío [...] La presentación o definición de
nociones o de objetos al comienzo de un artículo proporciona lo que el autor piensa
que es útil al lector para entablar una ‘conversación’ con él. Se trata de establecer
las bases de un terreno común entre los interlocutores o entre el autor y el lector.”

Queremos, finalmente, sintetizar algunos aspectos referidos a la función de las


definiciones en el discurso explicativo. En primer lugar, la definición es uno de los
mecanismos más utilizados en las explicaciones de todo tipo. Esto es así por las
exigencias mismas del tipo textual en cuestión, ya que tanto el objeto de explica-
ción como los objetos referenciales que integran los enunciados explicantes
tendrán mayor fuerza explicativa cuanto más nítida sea su presentación.
Por otra parte, como veremos en detalle más adelante, existe una estrecha rela-
ción entre el género discursivo de la explicación y las estrategias utilizadas en la
construcción de definiciones. Por ejemplo, en los textos de divulgación científica
baja los rasgos suelen manifestarse a menudo, mediante la analogía, en defini-
ciones aproximativas como la siguiente:

Si imagináramos el sistema nervioso como un servicio telefónico, podríamos decir


que las hormonas equivalen a un servicio postal, que por lo general trabaja de una
manera más lenta, pero cuyos efectos pueden ser de gran alcance. Las "cartas" en
este sistema son docenas de hormonas distintas, químicos específicos elaborados
en ciertas partes del cuerpo conocidas como glándulas endocrinas [...]
Clarín, “Ciencia Explicada”, 1996.

Este tipo de definiciones contrasta con otras muy rigurosamente formuladas por
expresar componentes fundamentales del cuerpo de una teoría. Sirva de ejemplo
el siguiente fragmento textual:

Relevancia
Un supuesto es relevante en un contexto si y sólo si tiene algún efecto contextual
en dicho contexto.
Esta definición capta la intuición de que para ser relevante en un contexto un
supuesto tiene que guardar de alguna manera conexión con ese contexto. [...]

Sperber, D. y Wilson, D. (1994) La Relevancia. Madrid, Visor.

4.1.3. El ejemplo
mar, sep 5, 2017,61

El ejemplo es el resultado de una actividad lingüística: la ejemplificación. Su


naturaleza empírica lo centra en lo real, en el dato concreto, con la finalidad de
verificar un saber o de fundar uno nuevo. En términos de D. Coltier (1988) “[...] el
ejemplo es considerado como un hecho (suceso, cosa) directamente extraído de
la realidad; pertenece al dominio de la experiencia que procura saber las cosas
y el mundo”. De este modo se puede afirmar que el ejemplo tiene dos funciones:
permitir el acceso al pensamiento teórico expresado en el ejemplificando y fundar
por otra parte nuevos saberes.
Toda ejemplificación es el resultado de una relación establecida por el sujeto
entre el ejemplificando y sus posibles ejemplificantes. Esta relación implica pri-
meramente una conceptualización del objeto y luego, una selección entre los
candidatos disponibles en la mente para llenar la función de ejemplo. Es decir, el
ejemplo establece una relación sintagmática con el ejemplificado del cual se
diferencia por su grado de abstracción: caso particular por un lado; concepto
general, por el otro; y a la vez, mantiene una relación paradigmática de identidad
funcional con los otros ejemplos virtuales del mismo concepto. Por esta razón el
ejemplo no se relaciona únicamente con el objeto ejemplificado, sino que también
mantiene una relación “en ausencia” con aquellos otros ejemplos que pudieron
haber sido elegidos y no lo fueron. Según Coltier, la ejemplificación “[...] es una
actividad de detección [...] de una relación [...] entre ejemplo y ejemplificado y, en
el discurso, es la simple convocatoria de un fragmento de lo real”.
En este último plano, el nivel del discurso, el ejemplo es una forma de paráfrasis
ya que se trata de una manera de reformular lo que ha sido dicho en otro mo-
mento y de otro modo. Por supuesto que no se trata de una reformulación lin-
güística sino conceptual. Mientras que la paráfrasis canónica especifica la signi-
ficación que se pretende atribuir al segmento parafraseado instituyendo una
suerte de sinonimia léxica, la paráfrasis-ejemplo construye la significación del
nombre de una clase especificando sus individuos componentes. El ejemplo, en
este sentido, pertenece al polo del discurso que asegura la repetición. Por esta
razón, ejemplificado y ejemplificante aparecen siempre coorientados y el ejemplo
resulta fácilmente suprimible. En el siguiente caso, pueden observarse clara-
mente las mencionadas características del ejemplo:

Algunas investigaciones demuestran que la instrucción gramatical (los ejercicios


y las reglas de gramática) no es demasiado efectiva para la adquisición del
código.
a) En un estudio hecho por Elley et al. (1976) en Nueva Zelanda con adoles-
centes de 14 a 18 años, se compararon los progresos de los tres siguientes
grupos: un grupo que estudiaba gramática tradicional, un segundo grupo que
estudiaba gramática transformacional y un tercero que no estudiaba gramá-
tica. Durante los tres años que duró este estudio no se encontraron diferen-
cias en la capacidad de expresión escrita de los alumnos.
b) En otro estudio, Bamberg (1978) comparó la cantidad de gramática que
estudiaron en la escuela los buenos escritores y los mediocres que aquel año
estudiaban el primer curso en la Universidad de Los Ángeles. No encontró
diferencias.
c) Clark (1935) analizó los efectos que produce en un primer curso de univer-
sidad (18 y 19 años) la supresión de los ejercicios de gramática y el incre-
mento de la lectura. Los resultados demostraron que los estudiantes de este
curso mejoraron en la redacción y en el dominio de la ortografía y la puntua-
ción.
[...]
mar, sep 5, 2017,62

Cassany, D. (1996) Describir el escribir. Barcelona, Paidós.

El ejemplo es un procedimiento muy frecuente tanto en los textos explicativos


como en los argumentativos. En los textos explicativos suele cumplir una función
esclarecedora con respecto al objeto de explicación. Además permite al que
escribe asegurarse de la mejor recepción de su menaje. Por otra parte, la selec-
ción que hace el locutor de sus ejemplos es indicadora de las representaciones
que se ha formado acerca de su interlocutor.
En los textos argumentativos, en cambio, el ejemplo sirve para legitimar los
argumentos y la tesis que se presenta. Si bien las dos funciones —explicativa y
argumentativa— coexisten, como veremos más adelante, en los textos teóricos
en general, el ejemplo argumentativo es característico de los discursos ideoló-
gicos, mientras que el ejemplo explicativo aparece preferentemente en el texto
científico.
Dentro del razonamiento argumentativo, el ejemplo se opone al entimema
—especie de silogismo trunco— por su carácter inductivo. Por esta razón quie-
nes han estudiado el proceso argumentativo desde los argumentos más gene-
rales —lugares comunes— hasta los más específicos incluyen los ejemplos en la
probatio, es decir, en la zona material del apoyo. Las argumentaciones que re-
curren exclusivamente al ejemplo en la medida en que se detienen en lo empírico
y consiguientemente identificable pueden a menudo revestir carácter irónico, ya
que es fácil valerse de él metonímicamente para ridiculizar o descalificar a todos
los individuos que podrían incluirse en el universo recortado por el ejemplo. El
siguiente caso, fragmento de una nota de opinión en la que Mempo Giardinelli
argumenta contra la propuesta de Gabriel García Márquez de “jubilar la orto-
grafía” ilustra las funciones del ejemplo argumentativo:

[...] Y por el otro [lado] está la cuestión de para qué sirven las reglas, y el
porqué de la necesidad de conocerlas y respetarlas. No voy a defender las
haches por capricho ni por un espíritu reglamentario que no tengo, pero para
mí seguirá habiendo diferencias entre “lo hecho” y “lo echo”; y sobre todo
entre “hojear” y “ojear” un libro.
Tampoco me parece que sea un “fierro normativo” la diferencia entre la be
de burro y la ve de vaca. Ni mucho menos me parece poco razonable la
legislación sobre acentos agudos y graves, ni sobre las esdrújulas, ni sobre
las diferencias entre ene-ve y eme-be [...].
Las reglas siempre están para algo. Tienen un sentido y ese sentido suele
ser histórico, filosófico, cultural. La falta de reglas y el desconocimiento de
ellas es el caos, la disgregación cultural. Y eso puede ser gravísimo para
nosotros, sobre todo en estos tiempos en que la sabiduría imperial se ha
vuelto tan sutil y astuta. Las propuestas ligeras y efectistas de eliminación de
reglas son, por los menos, peligrosas. Precisamente porque vivimos en
sociedades donde las pocas reglas que había se dejaron de cumplir o se
cumplen cada vez menos, y hoy se aplauden estúpidamente las
transgresiones. Es así como se facilitan las impunidades. Y así nos va, al
menos en la Argentina.
[...]
Página 12, 11 de abril de 1997

En la literatura moralizante el ejemplo opera de manera argumentativa y subsume


por sí mismo la totalidad del significado en forma tan paradigmática que puede
mar, sep 5, 2017,63

inferirse sin esfuerzo la moraleja que de él se desprende. Como afirma D. Coltier,


“En el ejemplo argumentativo, el locutor se implica y evalúa el ejemplo que pre-
senta, lo interpreta en relación con las tesis que desea admitir". Por esta razón,
cuando el ejemplo argumentativo asume un valor paradigmático, no puede eli-
minarse sin pérdida del sentido.

En los textos explicativos, por su parte, el ejemplo suele relacionarse con el grado
de teoricidad discursiva, en un movimiento que va desde lo teórico a lo concreto
representado por el ejemplo. Desempeña de este modo la función de un facili-
tador de la comprensión del enunciado.
Cuando el explicador desea que su discurso, que considera demasiado abs-
tracto, alcance algún punto de anclaje en lo perceptible o representable para el
receptor-explicatario, puede recurrir al empleo de gráficas o esquemas de diverso
tipo (recordemos las ilustraciones del circuito del habla o la representación del
signo lingüístico en la teoría de De Saussure) o puede también ilustrar por medio
del lenguaje mediante un ejemplo. De todos modos, por lo general, el ejemplo en
los textos explicativos, en la medida en que no es un objeto de evaluación como
en ciertas argumentaciones, puede ser eliminado sin pérdida de la información
que se trasmite. El siguiente ejemplo extraído de un escrito de Piaget ilustra lo
que acabamos de comentar:

Cuando comparamos un niño de 2-3 años en posesión de las expresiones ver-


bales elementales con un bebé de 8 a 10 meses cuyas únicas formas de inteli-
gencia son todavía sensorio-motriz, es decir, sin otros instrumentos que las
percepciones y los movimientos, parece evidente, a primera vista, que el lenguaje
ha modificado profundamente esa inteligencia inicial en actos, añadiéndole el
pensamiento. [...] Pero al lado del lenguaje [el niño] [...] necesita de otro sistema
de significantes [...] son los símbolos, cuyas formas más corrientes en el niño
pequeño se encuentran en el juego simbólico [...] Por ejemplo, la primera forma
de juego simbólico que yo observé en uno de mis hijos, consistió en hacer como
que dormía: una mañana completamente despierto y sentado en la cama de su
madre, el niño ve una esquina de sábana que le recuerda la esquina de su al-
mohada (hay que decir que para dormirse el niño cogía siempre en la mano una
punta de la almohada y se metía en la boca el pulgar de esa misma mano); en-
tonces se apodera de la misma esquina de sábana, cierra fuertemente la mano,
se mete el pulgar en la boca, cierra los ojos y, aún sentado sonríe ampliamente.
Tenemos aquí un ejemplo de representación independiente del lenguaje, pero
ligada a un símbolo lúcido, el cual consiste en gestos apropiados que imitan a los
que generalmente acompañan una acción determinada [...]
Piaget, J. (1964). Seis estudios de psicología. Barcelona, Seix Barral.

Hemos mostrado, entonces, que, ya sea que preceda al concepto o el hecho que
se pretende explicar para favorecer la construcción de un conocimiento a partir
de lo concreto, o bien que lo suceda con el fin de ilustrarlo, el ejemplo cumple la
función de establecer una relación entre dos niveles de conocimiento: uno, con-
siderado más abstracto y difícil de elaborar; el otro, más específico y claro.

4.1.4. La analogía

Como el ejemplo y la definición, la analogía puede ser considerada un tipo de


paráfrasis en la medida que constituye una manera de reformular conceptual-
mar, sep 5, 2017,64

mente lo que ha sido dicho en otro momento y de otro modo. La analogía esta-
blece una similitud de estructuras cuya fórmula más general es A es a B como C
es a D. Uno de los aspectos fundamentales de esta estructura es, tal como lo
señala Grize (1990) “poner en relación una situación problemática con otra mejor
conocida [...], asimilar un objeto problemático a propósito del cual el sujeto locutor
pretende construir un cierto saber o una cierta representación, con un objeto
familiar para el interlocutor”.
Esta idea de lo “más familiar o mejor conocido” tiene relación, como se habrá
observado, con uno de los roles que juega el ejemplo. En efecto, estos dos
procedimientos parecen pertenecer a un mismo movimiento de pensamiento:
hacer comprender alguna cosa al destinatario. Obsérvese el siguiente caso,
citado por el mismo Grize; el ejemplo se encuentra en negrita y subrayada, la
analogía:

Toda solución de un sistema dinámico se comporta como una partícula (como por
ejemplo, un corcho) desplazándose en la corriente de un fluido en movimiento
constante a lo largo de una trayectoria. Por cada punto del plano pasa una tra-
yectoria y sólo una. Pero los trazos de la computadora han revelado que las
trayectorias tienden a concentrarse en “ríos”, como si fueran a confundirse.

En el ejemplo anterior aparece dos veces una relación establecida mediante la


partícula “como” que, según se ha dicho, es uno de los constituyentes de la
analogía. Siguiendo la concepción clásica sobre esta figura, denominaremos
tema a los elementos que se encuentran a la izquierda del “como” y foro a los
elementos que se encuentran a la derecha:

A/B como C/D

tema foro

Es importante notar que entre el tema y el foro no se establecen ni una relación


de reflexividad ni una relación de simetría. En efecto, una analogía como:

Los ojos del murciélago son a la luminosidad del día lo que la inteligencia de
nuestra alma es a las cosas más naturalmente evidentes
(Aristóteles, Metafísica)

implica

INTELIGENCIA/EVIDENCIA como OJOS DE MURCIÉLAGO/LUMINOSIDAD DEL DÍA

y carecería de interés alguno considerar, mediante una relación de reflexividad


que

INTELIGENCIA/EVIDENCIA como INTELIGENCIA/EVIDENCIA.

De la misma manera, la consideración de una relación de simetría en la analogía


implicaría abandonar la relación de semejanza propia de este procedimiento, lo
que, por ejemplo, conduciría a afirmar como si se tratara de dos enunciados
equivalentes que un chico se parece a su padre y que el padre se parece a su
hijo.
Estas observaciones conducen a la conclusión de que en la analogía se esta-
blece una relación de semejanza entre un tema y un foro que pertenecen nece-
mar, sep 5, 2017,65

sariamente a diferentes registros o “mundos”. En el ejemplo tomado de Aristó-


teles, el tema pertenece al registro cognitivo y el foro, al zoológico.

Por otra parte, pueden tomarse en cuenta las relaciones entre los términos del
tema y los del foro. En el caso de la proporción matemática, un cálculo como

1 /2 como 3 /6

presenta las mismas relaciones entre los términos: “la mitad de” o “el doble de”.
Pero en el ejemplo de Aristóteles, que constituye una analogía propiamente
dicha, la evidencia ilumina la inteligencia de un modo diferente del que la lumi-
nosidad lo hace con los ojos de los murciélagos. Si, entonces, se vuelve a partir
de la fórmula canónica “A/C como C/D”, se llega a distinguir dos relaciones de la
misma naturaleza aunque distintas: la relación entre los términos del tema, por un
lado y la relación entre los términos del foro, por el otro; la primera se establece
en el seno del registro del tema, y la segunda, en el seno del registro del foro los
cuales, como hemos dicho, son diferentes. En términos de Perelman, Ch. y
Olbrecht Tyteca, L. (1958): “Para que la analogía cumpla su rol, que es aclarar
el tema mediante el foro, es necesario que sus dominios no sean homogéneos
como en una proporción matemática”.
Desde el punto de vista discursivo, el tema y el foro constituyen dos discursos
conceptualmente paralelos que pueden estar discursivamente entramados; sin
embargo, el foro no sirve más que para aclarar el tema, al punto que la informa-
ción transmitida sería prácticamente la misma si se lo suprimiera. En el siguiente
ejemplo, tomado del Curso de Lingüística General, puede observarse cómo el
tema y el foro podrían ser considerados separadamente sin que, en ni uno ni otro,
se pierda información alguna: se trata de un caso de aclaración llevada al ex-
tremo de otorgar independencia discursiva a los dos términos de la analogía.
Nótese además que, aunque el procedimiento es el mismo en el tema y el foro, la
función de éste no es otra que la de facilitar el acceso a la comprensión del tema
mediante la apelación a algo que se supone conocido:

[...] Primeramente, un estado del juego [de ajedrez] corresponde bien a un estado
de lengua. El valor respectivo de las piezas depende de su posición en el tablero,
lo mismo que en la lengua cada término tiene su valor por oposición con todos los
otros términos. En segundo lugar, el sistema es siempre sólo momentáneo: el
valor varía de una posición a otra. Es verdad que los valores dependen también,
y sobre todo, de una convención inmutable: la regla del juego que existe antes del
comienzo de la partida y que persiste luego de cada movida. Esta regla admitida
alguna vez por todos existe también en materia de la lengua: son los principios
constantes de la semiología. Finalmente, para pasar de un equilibrio al otro, el
desplazamiento de una pieza basta [...]
De Saussure, F. (1979) Curso de Lingüística General. Buenos Aires, Losada.

La organización analógica del ejemplo puede esquematizarse así:

tema foro
• Estado de lengua • Estado del juego
• Cada término tiene su • El valor respectivo de las
valor por oposición con piezas depende de su posi-
todos los otros términos ción en el tablero
• Principios constantes de la • Una regla convencional
mar, sep 5, 2017,66

semiología inmutable
• [Pasar de una sincronía a • Para pasar de un equi-
otra] librio al otro...

Se trata de la función de la analogía en el texto explicativo que, tal como ocurre


con el ejemplo explicativo y a diferencia de la analogía y el ejemplo argumenta-
tivos, puede suprimirse sin pérdida de información.

Siendo la explicación un discurso esencialmente cooperativo por las exigencias


comunicativas y a falta de esquemas textuales canónicos como ocurre en la
narración, su reconocimiento está fundamentalmente ligado al contexto de re-
levancia y a la presencia de los recursos facilitadores de la comprensión que
acabamos de tratar. En el apartado siguiente nos ocuparemos de otros rasgos
característicos de la explicación que englobaremos en la denominación de
marcadores lingüísticos de explicación.

4.2. Los marcadores lingüísticos de explicación

Hemos insistido en diferentes lugares de este trabajo en que, si bien es posible


reconocer secuencias explicativas por sus características internas, es funda-
mentalmente el contexto el que determina la función explicativa de un texto de-
terminado. También hemos señalado que la explicación es una función comu-
nicativa que busca subsanar una falla producida en la comunicación. Las lenguas
naturales, no obstante, se valen de diferentes procedimientos locales que tienen
por función reforzar el carácter explicativo de los textos. Intentaremos una clasi-
ficación de estos marcadores lingüísticos explicativos.

4.2.1. Los marcadores metadiscursivos

Para G. Fauconnier (1984) los marcadores metadiscursivos son aquellos térmi-


nos que introducen espacios o dominios mentales en el texto y, simultáneamente,
proporcionan información general sobre la naturaleza semántica global del do-
minio bajo su alcance.
Según esta teoría, durante la comunicación se crean en nuestra mente dominios
en relación con los cuales se establece la referencia. Hay diversos dominios:
temporales, espaciales, locutivos, modales, de creencia, ilocutivos, etcétera. Su
función textual es la subdividir la información en bloques cognitivos, que como
hemos señalado, se activan durante la comunicación. Los dominios se configuran
como resultado de una “función pragmática”, gracias a los estímulos del contexto
y a los saberes depositados en la memoria.
Los marcadores de dominios explicativos alertan al receptor en el sentido de que
todo el trayecto de lectura que se produzca bajo su dominio deberá ser concep-
tualizado como una explicación. La marcación lingüística de un dominio explica-
tivo puede estar a cargo de expresiones como “te voy a explicar”, “la razón de
esto es que”, “lo que pasa es que”, etcétera. El texto que sigue contiene un bloque
explicativo introducido por un marcador del tipo que hemos estado considerando;
el marcador aparece subrayado:
mar, sep 5, 2017,67

En el libro del Génesis hallamos una insólita explicación del nexo entre la evolu-
ción de la inteligencia y los dolores de parto. Como castigo por comer la fruta del
árbol del conocimiento, Dios dice a Eva: “Parirás con dolor” (Génesis 3,6).

Sagan, C. (1982), Los dragones del edén, Barcelona, Grijalbo.

Es frecuente que este tipo de marcación explicativa aparezca en los diálogos


desencadenada por una pregunta o un pedido de explicación. En estos casos la
marcación está a cargo de la pregunta o el pedido correspondiente. Esta es la
situación en el siguiente diálogo tomado de una entrevista. Participan un en-
cuestador y un informante:

Inf.— Bueno... mire... las estancias... eh... siempre... eh... si ustedes hubieran ido
al campo... hubieran oído decir... que... a las estancias... la gente de campo le
llama “las casas”. No le dice “la casa”, le dice “las casas”.
Enc.— ¿Por qué es eso?
Inf.— Porque nunca es una casa sola. Por ejemplo, está... eh... nosotros tenemos
la casa principal... que en el campo le llaman el chalet... la gente de campo,
aunque no sea un chalet, como lo nuestro no es un chalet. Es una casa de... así...
de estilo... no diríamos de estilo español [...] Frente a eso hay... lo que se llama...
un galpón... que está construido con una división... eh... Le llaman galpón grande,
galpón chico, y arriba un altillo... y todo eso con corredores.

El habla culta de la ciudad de Buenos Aires 2. Materiales para su estudio. (1987)


Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas. Facultad de Filosofía y Letras.
Universidad de Buenos Aires.

En el ejemplo anterior se ha podido comprobar cómo toda la intervención del


informante funciona como una explicación en respuesta a las demandas del
encuestador.

4.2.2. Los conectores

Pocos son los conectores específicamente explicativos. La mayoría de ellos


aparecen en todos los tipos textuales y, en especial, son compartidos con la
argumentación. Tienen función generalmente explicativa las frases de forma
oracional “lo que pasa es que”, “lo que sucede es que”; los conectores parafrás-
ticos como “es decir”, “vale decir”, “en otras palabras”, “o sea”; los conectores de
ejemplificación como “por ejemplo”, “como ser”, etcétera. Estos conectores
pueden relacionar segmentos locales en el interior del enunciado o segmentos
globales entre enunciados. Aquí consideraremos aquellos casos en que su fun-
ción es pragmática, es decir, nos ocuparemos de los conectores que se carac-
terizan por su ausencia de autonomía semántica (Luscher, J.M.: 1994) ya que
toman su sentido solamente en situación. Se los ha estudiado a través de dis-
tintos marcos teóricos. Los principales enfoques pertenecen a la pragmática
integrada, la pragmática conversacional y la pragmática de la pertinencia.

La teoría de la pragmática integrada, propuesta por Anscombre y Ducrot (1994)


establece una diferencia entre los conectores lógicos y los conectores de las
lenguas naturales: los primeros relacionan segmentos siempre presentes e
mar, sep 5, 2017,68

identificables, mientras que los segundos no conciernen a segmentos materiales


sino a contenidos semánticos o actos de habla.
Los conectores relacionan contenidos proposicionales, actos de habla o actos
enunciativos. El intérprete recibe instrucciones para identificar el significado de
los dos términos que tienen entre sí la relación que el conector implica. En prin-
cipio, los conectores se adhieren a las propiedades de las entidades relacionadas
y sirven para orientar la significación. Un conector causal, por ejemplo, puede
conectar:

a) proposiciones:
(1) Julia no fue al trabajo porque está enferma.

b) actos de habla:
(2) ¿Me prestás diez pesos? Porque me robaron la billetera.

c) actos enunciativos:
(3) Yo soy un aburrido, ¿no? Por eso no te llevo a pasear a ningún lado

En el enunciado (1) se explica el motivo de la ausencia de Julia y el conector


marca una relación local dentro del enunciado; en cambio, en (2), la relación de
explicación ocurre entre enunciados que expresan dos actos de habla diferentes:
un pedido y una justificación; finalmente, en (3) se plasman dos actos de enun-
ciación: el primero es referido de un enunciador que ha afirmado que el locutor es
un aburrido y el segundo, está a cargo del locutor mismo, que explica las razones
por las cuales no acepta el pedido del primer enunciador.

La pragmática conversacional, por su parte (Roulet et al.: 1985), si bien sigue los
lineamientos de la teoría de Anscombre y Ducrot, se centra en la articulación del
discurso interactivo dentro del cual se distinguen constituyentes principales y
subordinados, correspondientes a las siguientes categorías discursivas: acto,
unidad mínima no dialogal; intervención, unidad máxima no dialogal; intercambio,
unidad mínima dialogal y secuencia, unidad máxima dialogal. Los conectores
tienen dos funciones asignadas: a) marcar uno de los constituyentes recién
mencionados como principal o subordinado y b) marcar la función reactiva o
interactiva de tales constituyentes. Los conectores explicativos son introductores
de segmentos textuales subordinados puesto que la explicación depende lógi-
camente del "explicando".
El siguiente diálogo entre un encuestador y un informante muestra dos instancias
del conector porque: la primera está indicando la función reactiva del segmento
que consiste en una explicación que sigue a un pedido, mientras que en el interior
de la explicación aparece el segundo porque, que funciona localmente y por
consiguiente no contribuye a la macroestructura del texto:

Enc.—¿Por qué te enojaste?


Inf.—A veces, una pierde la paciencia, porque no sabían historia... Vicente López
y Planes, me dijeron que había actuado mucho. "Bueno, ¿qué... en qué actuó?".
“Y bueno, fue miembro de la Asamblea del año trece" Y ahí se quedaban. Yo para
orientarlos les dije: "Bueno, después de Caseros, como Gobernador, ¿qué con-
vocó?". "El Congreso de Tucumán". Cuando me dijeron eso monté en cólera...
porque no sabían nada."
mar, sep 5, 2017,69

El habla culta de la ciudad de Buenos Aires 2. Materiales para su estudio. (1987)


Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas. Facultad de Filosofía y Letras.
Universidad de Buenos Aires.

En cuanto a la pragmática de la pertinencia o relevancia (Sperber y Wilson:


1994), cabe mencionar aquí que, para esta teoría, el hablante recurre sistemá-
ticamente a informaciones no sólo lingüísticas sino también extralingüísticas. Así,
existen dos niveles de información: el nivel de la información semántica, que es
transmitida por los morfemas de la lengua, y el nivel pragmático, que sirve de
puente entre el sistema de la lengua y los datos extralingüísticos de la comuni-
cación. Al realizar un acto comunicativo, el locutor formula hipótesis sobre el
contexto cognitivo —informaciones transmitidas por el enunciado, presentes en la
situación de enunciación o en el cotexto, datos almacenados en la memoria,
conjunto de creencias— del destinatario del enunciado y las proyecta en su
discurso. De este modo, su enunciado resulta “el más pertinente en la presente
circunstancia”. El intérprete, por su parte, también atribuye al enunciado recibido
una presunción de relevancia óptima en relación con la circunstancia, y selec-
ciona en su propio contexto cognitivo las informaciones necesarias para em-
prender su interpretación con el menor esfuerzo posible.
La puesta en relación entre un enunciado y el conjunto de factores que confor-
man el contexto puede expresarse de muchas maneras posibles; una de ellas es
mediante el uso de diferentes conectores.
Los ejemplos que siguen establecen distinto tipo de relación entre enunciado y
sistema de creencias, es decir, entre enunciado y contexto:

a) En las próximas elecciones voy a votar por X. Después de todo, ha dado


suficientes muestras de su intención de hacer disminuir la tasa de desempleo en
el país.
b) En las próximas elecciones voy a votar por X. En realidad, ha dado suficientes
muestras de su intención de hacer disminuir la tasa de desempleo en el país.
c) En las próximas elecciones voy a votar por X. De todos modos ha dado sufi-
cientes muestras de su intención de hacer disminuir la tasa de desempleo en el
país.
d) En las próximas elecciones voy a votar por X. Al menos ha dado suficientes
muestras de su intención de hacer bajar la tasa de desocupación el país.

Estas diferentes opciones para expresar un contenido semejante tienen efectos


contextuales diferentes: el locutor de a) da a entender que la razón de su voto se
suma a otras que lo impulsan a votar al candidato. El locutor de b) indica que su
decisión ha sido tomada luego de ciertas dudas o consideraciones contrarias a la
actual. En c) se presuponen posibles opiniones adversas. Finalmente en d) el
locutor admite que las razones del voto no son suficientes (Brockway: 1982).
Es interesante observar cómo en el discurso explicativo un conector pragmático
puede marcar una orientación de la enunciación en conflicto con la orientación
del enunciado. De este modo se instauran dos universos de creencias opuestos
(Fauconnier, J.: 1991). Considérese el siguiente ejemplo:

[...] ¿Qué es un ‘Estado’? Sociológicamente, el Estado no puede ser definido por


el contenido de lo que haga. [...]. En última instancia, puede definirse sociológi-
camente al Estado moderno, al igual que a toda asociación política, sólo en
función del medio específico que le es propio, es decir, en función del uso de la
mar, sep 5, 2017,70

violencia física. “Todo Estado se basa en la fuerza”, afirmó Trotsky. Esto, en


verdad, es cierto.

Weber, M. (1991) Ciencia y Política. Buenos Aires, Centro Editor de América


Latina.
En este ejemplo, el conector pragmático en verdad introduce un comentario
explicativo orientado en dirección opuesta a la creencia manifestada en la se-
gunda oración: la posibilidad de definir el Estado por lo que hace.
Otro caso es el de la frases-conectoras “lo que pasa/sucede/ocurre es que”, “la
verdad es que”, y otras semejantes que suelen aparecer con la función argu-
mentativo-explicativa de desviar la orientación de la cadena argumentativa por
medio de una aclaración:

Pericles, Sófocles, Sócrates y Alcibíades parecen representar la Atenas del siglo


V, que hoy es vista como poseyendo una personalidad de reflejo: la de ellos.
Cuando lo que ocurre, en verdad, es que aquellos cuatro hombres extraordinarios
representaron en grado sublime a su ciudad y a su raza.
Martínez Estrada, E. (1968), La cabeza de Goliat, Buenos Aires, Centro Editor.

4.2.3. Las unidades del sistema lingüístico

En este lugar nos ocuparemos de diversas unidades del sistema lingüístico que
otorgan al enunciado en que aparecen una función explicativa.

• Las oraciones hendidas o pseudohendidas

Muy estudiadas por las gramáticas generativas, este tipo de oraciones a las que
nos hemos referido en el apartado “Dado-nuevo, contrastivo, defini-
do-indefinido, sujeto, tópico y punto de vista” presenta la particularidad de dividir
informativamente la oración en dos constituyentes de los cuales uno constituye
el tópico o zona que establece con el resto de la oración un foco de contraste. La
estructura de este tipo de oraciones presenta la forma:

ser + sintagma nominal, adjetivo o adverbial + proposición relativa.

Por ejemplo, en

(1)Fue Juan quien rompió el jarrón

el segmento subrayado está en foco de contraste. Esta posición, como hemos


visto anteriormente, lo convierte en portador de información nueva, hecho que
está destacado por la entonación, que es más elevada en este segmento que en
el resto de la oración. Además una estructura de este tipo contiene presuposi-
ciones lógicas, que en el presente ejemplo son las siguientes:

(a) alguien rompió el jarrón


(b) existe por lo menos uno que rompió el jarrón
(c) la persona que rompió el jarrón es Juan

Todas esas proposiciones presupuestas despliegan, por así decirlo, el significado


contenido en (1); en otras palabras, lo explican.
mar, sep 5, 2017,71

• Las llamadas "construcciones explicativas"

Estas unidades se identifican en el nivel entonacional por estar delimitadas por


pausas y formar un grupo melódico con significado propio dentro de la frase.
Pueden manifestarse como suboraciones, construcciones menores o palabras y
mantener con el constituyente con el que se relacionan una relación de equiva-
lencia lógica y por consiguiente aceptar un conector parafrástico del tipo “es
decir”. Por ejemplo:

Beatriz,/es decir/, la editora que está a cargo del trabajo, es chilena.

Nótese la diferencia entre suboraciones relativas explicativas y especificativas:

Los chicos, que estaban aburridos, se fueron de la fiesta

es una suboración explicativa que significa:

Todos los chicos estaban aburridos y se fueron de la fiesta

Los chicos que estaban aburridos se fueron de la fiesta

en cambio, es una suboración especificativa que puede ser parafraseada por:

Solamente los chicos que estaban aburridos se fueron de la fiesta.

• La coordinación adversativa con "gapping"

Frecuentemente, un segmento del enunciado puede estar omitido y producirse


un hueco (“gap”) que se debe llenar para completar su sentido como en:

Margarita sale, pero con sus amigos

Aquí el coordinante “pero” funciona como un conector pragmático que sirve para
comunicar que:

Margarita no sale con cualquiera sino que sale con sus amigos

Se trata de un caso de aparente anomalía sintáctica que se resuelve pragmáti-


camente si se reconoce la explicación como tal.
Otro caso interesante ocurre con el uso de pero entre construcciones argumen-
tativamente coorientadas y no contraorientadas, como sucede habitualmente
cuando aparece este tipo de conexión, lo cual produce una anomalía semántica
si no se interpreta la omisión de enunciados implícitos como en:

Sonó el despertador, pero hoy se despertó

que implica pragmáticamente:

Nunca se despierta cuando suena el despertador


mar, sep 5, 2017,72

Aquí también el enunciado implícito tiene, como en los casos anteriores, un valor
explicativo.

• Las suboraciones de la forma el hecho de que + verbo de significación +


negación

Estas suboraciones suelen acompañar a los predicados llamados factivos, que


conllevan la presuposición de que el contenido proposicional expresado en la
suboración sustantiva es verdadero.
Por ejemplo en

El hecho de que Luis esté ausente preocupa a Liliana,

que hace presuponer que es verdadero que Luis está ausente.

Cuando una proposición de este tipo aparece con verbos o construcciones ver-
bales metalingüísticos como “significar”, “implicar”, “querer decir”, el enunciado
tiene un valor explicativo, como en:

El hecho de que haya luz en la ventana no significa que los dueños estén pre-
sentes

A la significación explicativa contribuye la información pragmática dada en este


caso por un saber compartido culturalmente que indica que las luces encendidas
en una casa significan que sus moradores están adentro.

• Las construcciones con valor restrictivo


Construcciones del tipo “no es más que”, “no es otra cosa que”, etcétera, usadas
en enunciados con valor limitativo son también explicativas. Véase su su uso en
este fragmento de las Meditaciones metafísicas de René Descartes:

[...] Este verbo "figurarse" me advierte de mi error, puesto que me figuraría en


realidad en el caso de que imaginase que yo soy algo, puesto que imaginar no es
otra cosa que contemplar la figura o la imagen de una cosa corpórea. Pero sé
ahora con certeza que yo existo, y que puede suceder al mismo tiempo que todas
esas imágenes y, en general, todo lo que se refiere a la naturaleza del cuerpo no
sean sino sueños.

• Signos de puntuación con función explicativa

Los signos de puntuación con función explicativa son los dos puntos, y los
paréntesis y las rayas.
Una de las funciones de los dos puntos es la introducir segmentos explicativos,
ya se trate de ejemplos, definiciones o paráfrasis. Su ocurrencia es frecuente
cuando, de los dos segmentos relacionados, el primero es genérico y el segundo
específico como en:

Compró lo que necesitaba: una resma, un disquete y un sobre.

También, cuando introducen una explicación y sustituyen el conector “porque”


mar, sep 5, 2017,73

Puse la leche en el freezer y se congeló: los líquidos se congelan a 0º.

Los paréntesis y rayas, por su parte, pueden delimitar construcciones explicati-


vas. Por ejemplo:

Cuando las monedas de cobre circulaban legalmente y para comprar (no solo
para completar vueltos y burlar a las máquinas) la vida era más sencilla, las cosas
valían menos y los hombres más.
Martínez Estrada, E. (1968), La cabeza de Goliat, Buenos Aires, Centro Editor.

Otro ejemplo de rayas con función explicativa:

[...] Ahora bien, un filósofo no debería comprar a ciegas el paquete íntegro que
ofrece Chomsky, porque contiene no sólo novedades técnicas en lingüística
—novedades que el filósofo puede no ser capaz de evaluar correctamente—,
sino también un sinnúmero de tesis filosóficas sobre la lingüística y la psicología,
así como diversas máximas metodológicas concernientes a la manera de inves-
tigar en lingüística. Puesto que todas ellas son debatibles, debería cumplir con su
deber profesional, que es examinarlas críticamente.
Bunge, M. (1983), Lingüística y Filosofía, Barcelona, Ariel.

Aquí hemos presentado algunas de las estrategias y los marcadores lingüísticos


de la explicación. Ahora pasaremos a exponer consideraciones sobre algunos de
los géneros discursivos explicativos.

4.3. Los géneros explicativos

El sistema de la lengua se realiza necesariamente en configuraciones textuales y


discursivas. Estas configuraciones son más o menos estables, más o menos
arquetípicas, y su conocimiento forma parte de la competencia comunicativa de
los hablantes de una lengua.
En el nivel más abstracto de esas configuraciones se ubica el texto, entendido
como forma típica definida exclusivamente por características internas: el modo
de organización de la información y los rasgos gramaticales. Los hablantes
aprenden de manera intuitiva a usar la lengua en tipos de textos; es decir,
aprenden a organizar las palabras, las frases y el conjunto del texto con el fin de
expresar significados de acuerdo con alguna de las siguientes funciones comu-
nicativas: narrar, describir, argumentar, explicar, conversar.
A su vez, el texto —las secuencias correspondientes a cada tipo de texto, según
se expuso en el apartado “El texto explicativo según Adam”— se plasma en
diferentes géneros discursivos. Los géneros también son formas estables o es-
tereotipadas sólo que, en lugar de definirse sólo por sus características internas,
se definen, también, por particularidades externas: las distintas esferas de la
actividad humana y la pertenencia social y cultural hacen que los tipos textuales
se realicen en conjuntos más o menos fijos de enunciados (Bajtin: 1982): la na-
rración, en crónicas periodísticas, cuentos, novelas, romances, narraciones
históricas, historietas, guiones televisivos, etc.; la descripción, en taxonomías
mar, sep 5, 2017,74

científicas, mapas; la explicación, en textos de divulgación científica, clases,


conferencias... En términos de Bajtin: “El uso de la lengua se lleva a cabo en
forma de enunciados (orales o escritos) concretos y singulares que pertenecen a
los participantes de una u otra esfera de la actividad humana. Estos enunciados
reflejan las condiciones específicas y el objeto de cada una de esas esferas, no
sólo por su tema y por su estilo verbal (es decir, por la selección de los recursos
teóricos y gramaticales de la lengua) sino, ante todo, por su composición y es-
tructuración. [...] Cada esfera del uso de la lengua elabora sus tipos relativamente
estables de enunciados a los que denominamos géneros discursivos.[...]” Como
se desprende de lo anterior, en la medida que existen en función de las prácticas
sociales, los géneros discursivos conforman un repertorio prácticamente inago-
table.
Para analizar un género discursivo, además de considerar su desarrollo, es ne-
cesario atender a las complejas interrelaciones que lo vinculan con otros géneros,
preguntarse por qué, en una época determinada, algunos géneros irrumpen en el
interior de otro dado, por qué algunos ocupan una posición hegemónica y otros,
un lugar marginal o subordinado. Así, si bien ciertos rasgos discursivos nos
permiten una primera caracterización de un género, no podemos negar el pro-
blema de la contaminación de géneros discursivos diversos. En el caso de los
géneros explicativos las vías de esa contaminación son por demás evidentes: la
identidad de los soportes materiales, la proximidad de los temas abordados, las
imágenes que se construyen del locutor y del destinatario, entre muchas otras
consideraciones, revelan algunos de los tantos condicionamientos para la con-
taminación de los géneros que, necesaria e inevitablemente, devienen de su
carácter social.
Por su parte, los géneros se realizan en discursos concretos, anclados en una
situación comunicativa puntual en la que inciden la relación interpersonal, el
objetivo o la intencionalidad del intercambio, el canal de la comunicación (oral,
escrito), el tema que se trata, las diferentes competencias (comunicativa, cultural,
ideológica) y disposiciones psicológicas de los hablantes, etc. Estos factores
influyen notablemente en la selección del léxico y el empleo de determinadas
estructuras sintácticas y dejan marcas evidentes en el discurso.
Aquí nos ocuparemos de caracterizar algunos de los géneros explicativos desde
el punto de vista de la lingüística del discurso.

4.3.1. El discurso teórico

Como se sabe, la ciencia tienen por finalidad fundamental explorar, describir,


explicar y predecir los acontecimientos que tienen lugar en el mundo en que
vivimos. Habitualmente, los resultados de las investigaciones científicas se
comunican mediante discursos denominados científicos, académicos o teóri-
cos, destinados a los expertos. Sin embargo, ocurre también que los conte-
nidos del discurso científico se difunden entre el público no experto mediante
géneros discursivos que aquí denominaremos, en general, de divulgación
científica.
Entre el discurso teórico y la divulgación científica destinada al gran público
existe una gama de discursos que pueden ser diferenciados a partir de su
grado de complejidad conceptual o, desde otro punto de vista, del tipo de
emisor, receptor y situación comunicativa que configuran.
Así, por ejemplo, A.M. Loffler-Laurian (1984) propone una tipología de los
discursos cuyo objeto es la ciencia a partir de considerar los siguientes cons-
mar, sep 5, 2017,75

tituyentes de la situación comunicativa: el emisor, el receptor y el soporte


material del mensaje. Según estos criterios, distingue el discurso teórico o
discurso científico especializado, el de semi-divulgación científica y el de
divulgación científica.
Para caracterizar el discurso teórico tomaremos en cuenta, además de esos
parámetros dependientes de la situación comunicativa, el tipo de construcciones
sintácticas, la selección léxica y la selección de los objetos referenciales.

Las construcciones sintácticas

Véase, por ejemplo, este fragmento:

Una gramática genera un conjunto de acoplamientos (s, I), donde s es una re-
presentación fonética e I su interpretación semántica asociada. De una manera
parecida se puede pensar en un modelo de la ejecución que relacione de una
manera específica sonido y significado. Un modelo perceptivo (MP, por ejemplo)
puede describirse como un recurso constituido por una señal como “entrada”
(juntamente con muchas otras cosas) y varias representaciones gramaticales
como “salida”. [...]
Un problema importante para la psicología es el descubrimiento de las carac-
terísticas de un sistema MP. Evidentemente, al entender una señal, un oyente
aplica la información que tiene de su lengua. En otras palabras: el modelo MP
incorpora la gramática G de una lengua. El estudio de la comprensión de las
oraciones, el problema general de la percepción del discurso, debe permanecer
dentro de límites muy estrechos a no ser que utilice esta propiedad básica de un
modelo perceptivo.
Chomsky, N. (1992) El lenguaje y el entendimiento, Buenos Aires, Planeta.

En el ejemplo, se puede identificar como marcas lingüísticas sintácticas ca-


racterísticas del discurso teórico el predominio de la desagentivación, que se
manifiesta en el uso de la oración en pasiva impersonal (“se puede pensar”,
“puede describirse”), los sujetos no humanos (“una gramática”, “el modelo
MP”) las abundantes nominalizaciones (“estudio”, “comprensión”, “descubri-
miento”, “percepción”, “ejecución”, etcétera).

El léxico

Otro aspecto distintivo del discurso teórico es el léxico. En efecto, este género
discursivo se vale del uso de dos tipos de términos: a) términos compartidos por
varias teorías y que, por esto, si bien no ofrecen gran dificultad de comprensión
para quienes se hayan iniciado en el estudio de esas teorías, suponen cierto
conocimiento específico (por ejemplo, "estructura", "valor" "sistema", “signo” en el
campo de los estudios del lenguaje) y b) términos que forman parte de una ter-
minología cerrada y adquieren su validez dentro de una teoría determinada (por
ejemplo, "rol temático", "forma lógica" en la teoría chomskiana o "clasema",
"núcleo sémico", "cuadrado semiótico” en la teoría greimasiana; estos últimos
casos demandan una competencia léxica más refinada y muy específica, cuyo
dominio convierte a los lectores en expertos o semiexpertos. Un caso extremo lo
constituye la terminología lacaniana:
mar, sep 5, 2017,76

Ante la falta de respuesta del Otro, implícita en S(A), la pregunta del sujeto lleva
a la actualización de las demandas que han fracasado en su significación. Resulta
entonces la línea que va de S (A) a S  D, como la línea de la insistencia signi-
ficante que es ocultada en el piso inferior por la línea s (A) A. El efecto de la
insistencia de estas demandas es la pulsión. En este piso también se produce una
vía de retorno, un poner antes el deseo con relación al fantasma, ante la falta de
respuesta.
D’Angelo, R.; Carbajal, E.; Marchilli, A. (1984) Una introducción a Lacan, Buenos
Aires, Lugar.

Las entidades referenciales

En el discurso teórico, la selección de los referentes presenta también sus par-


ticularidades: es muy común que los objetos referenciales no sean entidades
empíricas observables en un tiempo y un espacio determinados sino conceptos
teóricos, es decir, construcciones cognitivas elaboradas por medio de la abs-
tracción.
Ciertos campos de la ciencia, como la biología o la geología, se caracterizan por
elaborar teorías que sólo hablan de entidades observables. La óptica geométrica,
por ejemplo, es una teoría descriptiva que produce hipótesis sobre lo que sucede
con un rayo de luz cuando pasa de un medio a otro; en ella no existen términos
teóricos ya que las generalizaciones que formula conciernen exclusivamente a lo
observable (Klimovsky, G.; Hidalgo, C.: 1998). Pero ninguna ciencia llega a un
nivel explicativo importante si no usa términos teóricos. La teoría atómica provee
de un buen ejemplo. A fines del siglo XIX los átomos eran entidades teóricas
postuladas hipotéticamente y la capacidad de reconocerlos a través de instru-
mentos ópticos estaba muy alejada de las posibilidades científicas. A mediados
del siglo pasado, los químicos sabían que, para producir una sustancia com-
puesta a partir de otras simples, debían combinarlas en una proporción adecuada
(dos partes de hidrógeno y una de oxígeno para producir agua). Este tipo de
conocimiento se había obtenido por inducción estadística, es decir, se habían
realizado experiencias que habían permitido observar detalladamente estos
fenómenos y, por inducción, se pensó que la generalización de los resultados era
correcta. No obstante, los químicos no pudieron explicar el hecho de que una
sustancia surgiera de una proporción determinada y no de otra hasta que Dalton
y Avogadro expusieron las bases de la teoría atómico-molecular; se supuso,
entonces, que la materia estaba formada por átomos y se llamó moléculas a las
mínimas unidades de la materia compuesta. Así, todas las sustancias conocidas
se forman a partir de los átomos que se combinan en proporciones enteras (una
molécula de agua contiene dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno). El haber
pensado en algo inobservable como los átomos permitió encontrar una explica-
ción a lo observable, pues las generalizaciones empíricas se deducen de leyes
que emplean términos teóricos, es decir, ponen en juego entidades inobserva-
bles.
Si se postulan entidades inobservables (los átomos, los genes, el superyó, la
división de la sociedad en clases) y se pretende que tengan carácter científico, el
conjunto de las hipótesis que se formule acerca de ellas deberá ser contrastable,
es decir, tendrá que posibilitar la derivación de consecuencias observacionales
mar, sep 5, 2017,77

que permitan poner a prueba la teoría científica. La teoría atómico-molecular era


perfectamente contrastable: planteaba cómo se formaban y cómo se deshacían
las moléculas, enunciaba reglas sobre las valencias, etcétera.
Los términos teóricos no sólo pueden oponerse, en relación con de las entidades
que designan, a los términos empíricos. Entre algunos pensadores (Althusser:
1965) afirmar que un término es “teórico" implica señalar que adquiere su signi-
ficado por el hecho de estar inserto en un determinado discurso teórico. De este
modo, se lo opone a todo aquello que provenga del lenguaje ordinario, al que se
lo considera ideológico. Desde esta perspectiva, también es posible distinguir
entre términos teórico-teóricos y términos teórico-empíricos; los primeros for-
marían parte de una teoría y se referirían a entidades no observables mientras
que los segundos, que también formarían parte de la teoría, designarían entida-
des de la experiencia. Un ejemplo de término teórico-empírico es la noción de
síntoma neurótico, pues un psicoanalista define el ser neurótico en tanto hace uso
de una teoría de la neurosis y, a la vez, emplea el término para referirse a un
fenómeno observable.

La ausencia de marcas enunciativas

Finalmente, la enunciación de un discurso teórico exige un distanciamiento con


respecto a la enunciación y al enunciado. La ausencia de marcas de la situación
comunicativa, como por ejemplo los índices de la presencia del emisor, el re-
ceptor, o de la circunstancia, produce un discurso con aspiración deliberada de
objetividad, que solamente se quiebra en el caso de que se relacione con otros
discursos teóricos, con los cuales concuerda o polemiza.

Tres grados de teoricidad

Las características relevantes del discurso teórico que acabamos de tratar apa-
recen con distinto grado de densidad y con distinta modalidad. Esto significa que
el discurso teórico, ya se trate del discurso científico, o del discurso especulativo
de la teología y la filosofía, puede ser más o menos teórico, según la apelación a
las marcas expuestas o a procedimientos facilitadores como los ejemplos, las
imágenes, los diagramas, las paráfrasis. De esto se desprende que existe una
correlación entre densidad teórica y comprensión de un texto (no cabe duda de
que una de las mayores dificultades que encuentran los estudiantes al comenzar
sus estudios universitarios reside en el problema del acceso al discurso teórico).
A continuación presentaremos tres ejemplos de diferentes modalidades del dis-
curso teórico. Lo haremos sin desviarnos de nuestro núcleo de interés, que es la
explicación. Se trata de fragmentos de textos que abordan un tema común con
diferente grado de teoricidad discursiva.
Mostraremos en primer término la relación entre dos discursos de los cuales uno
es el texto fuente y el otro su explicación. El tema que se aborda es el compor-
tamiento de los signos icónicos y, dentro de ellos, de la metáfora; el núcleo ex-
plicativo común ha sido recuadrado.

276. Un Icono es un Representamen cuya Cualidad Representativa es una Pri-


meridad de él en tanto Primero. Esto es, una cualidad que el Ícono posee en tanto
cosa lo vuelve apto para ser un Representamen. Así, cualquier cosa es apta para
ser un Sustituto de otra cosa a la que es similar. (La concepción de "sustituto"
involucra la de intencionalidad y, por lo tanto, la de Terceridad genuina.) Ya
veremos si es posible que haya otras clases de sustitutos. Un Representamen por
mar, sep 5, 2017,78

Primeridad solamente puede tener un Objeto similar. Así, un Signo por Contraste
denota a su Objeto en virtud de un Contraste o Segundidad entre dos cualidades.
Un Signo por Primeridad es una imagen de su objeto y, para expresarlo más
estrictamente, sólo puede ser una idea, porque debe producir una idea Interpre-
tante; y un objeto externo provoca una idea mediante una reacción sobre el ce-
rebro. Para decirlo con mayor rigor, es imposible que aun una idea sea un Ícono,
excepto en el sentido de una posibilidad, o Primeridad. Una posibilidad singular es
un Ícono únicamente en virtud de su cualidad, y su objeto solamente puede ser
una Primeridad. Pero un signo puede ser icónico, es decir, puede representar a su
objeto predominantemente por su similaridad, con prescindencia de su modo de
ser. Si fuera necesario designarlo con un sustantivo, podría llamarse Hipoícono.
Cualquier imagen material, tal como un cuadro de un pintor, es ampliamente
convencional en su modo de representación; pero considerada en sí misma, sin
necesidad de etiqueta o designación alguna, podría ser denominada un Hipo-
ícono.

277. Los Hipoíconos pueden ser clasificados a grandes rasgos por el modo de
Primeridad que comparten. Aquellos que comparten cualidades simples o Pri-
meras Primeridades, son imágenes; los que representan las relaciones, primor-
dialmente diádicas o consideradas como tales, de las partes de algo por medio de
relaciones análogas entre sus propias partes, son diagramas; aquellos que re-
presentan el carácter representativo de un Representamen representando un
paralelismo en alguna otra cosa, son metáforas.
Peirce, Ch. (1978) La ciencia de la semiótica, Buenos Aires, Nueva Visión.

Este fragmento de considerable densidad conceptual y léxica puede presentar


gran complejidad para el lector no iniciado en la semiótica de Peirce. Dicha
complejidad proviene del uso de términos como Primeridad, Segundidad, Terce-
ridad y otros que, fuera de la teoría peirceana, son palabras de uso más o menos
frecuente, pero que dentro de ella constituyen los pilares que sostienen todo el
cuerpo teórico. Para conocer su significado, el lector deberá dirigirse en principio
a otras partes de la misma obra.

El texto que presentamos ahora interpreta (y, por consiguiente, explica) al texto
anterior; se trata, entonces, de un metadiscurso que, a su vez, constituye una
metaexplicación del primero; las notas al pie fueron colocadas por el autor:

El análisis triádico del signo como reenvío a un objeto a través de otro signo
denominado interpretante representa sin duda una de las primeras tentativas
modernas de articulación de las nociones de sentido (interpretante) y referencia
(objeto). Si se agrega a esto el hecho de que por medio de las distinciones in-
troducidas a nivel del objeto 17, Peirce busca elaborar una teoría de la verdad,
resulta evidente que la semiótica peirceana se presenta, en la segunda mitad del
siglo XIX , como uno de los primeros intentos de puesta en escena de los con-
ceptos esenciales de una filosofía del lenguaje (sentido, referencia, verdad). [...]

1. Iconicidad y metáfora

17
Corresponde a la distinción entre el "objeto inmediato" u objeto tal como es conocido en
el signo y "objeto dinámico", fuente y fin de la semiosis.
mar, sep 5, 2017,79

La aplicación del esquema categorial 18 para el análisis semiótico permite a Peirce


establecer tres modos de considerar el estudio de un signo: un signo considerado
en sí mismo, en su referencia al objeto y en su relación con el interpretante. En el
plano de la referencia propiamente dicha, la utilización del mismo esquema per-
mite a Peirce introducir su clasificación más célebre, la distinción entre "ícono",
"índice" y "símbolo". Esta clasificación se refiere menos a clases de signos que a
clases de aspectos del signo. Peirce consideraba todo signo auténtico como un
ejemplo de los tres tipos a la vez.
La metáfora aparece en Peirce como una articulación icónico- indéxico- simbólica
con predominio de la iconicidad.[...]
La clasificación de los íconos aparece en un texto de 1902:
“Se pueden dividir los hipoíconos siguiendo el modo de la primeridad a la cual
pertenecen. Los que constituyen simples cualidades o primeridades primeras son
las imágenes; los que representan las relaciones, principalmente diádicas, o
consideradas como tales, las partes de una cosa por las relaciones análogas en
sus propias partes son diagramas; los que representan el carácter representativo
de un representamen, representando un paralelismo de una cosa con otra son
metáforas.”
Toda la novedad del análisis peirceano de la metáfora reside en la oposición entre
pensamiento diagramático (frecuentemente llamado por él analógico) y pensa-
miento metafórico. El ejemplo de diagrama más frecuentemente dado por Peirce
es el de la carta geográfica, que remite a un cierto territorio. Nos encontramos en
una situación caracterizada por su diadicidad y el carácter unívoco de la relación
signo-objeto: en una analogía, tenemos dos relata y la forma que comparten, lo
que nos da una estructura sígnica y una objetal isomórficas. Con la metáfora
tenemos, según Peirce, una situación radicalmente nueva en la medida en que el
paralelismo es de cierta cosa con otra cosa, en cualquier otro medio, lo que sig-
nifica que el paralelismo de una metáfora aparece entre cosas de un modo ya
dado y que el espíritu no hace más que constatar.

Tibaud, P. (1994) "La notion peirceanne de méthaphore" en Histoire, Épistémo-


logie, Langage, 16/1.

La densidad teórica de este segundo texto es menor que la del anterior, en primer
término, por la inclusión de las notas al pie que contienen información que en el
caso del texto fuente el lector debía buscar en otros lugares de la propia obra; la
misma función cumplen ciertas relaciones entre conceptos que se establecen en
el cuerpo del texto (“Esta clasificación [índice, ícono, símbolo] se refiere menos a
clases de signos que a clases de aspectos del signo. Peirce consideraba todo
signo auténtico como un ejemplo de los tres tipos a la vez”); además, por la cita
del texto fuente, que marca un recorrido de lectura sobre la obra original y cons-
tituye el núcleo explicativo a partir del cual Tibaud elabora su interpretación.

Finalmente, presentamos otro texto cuyo discurso manifiesta un grado ínfimo de


teoricidad. Constituye el prefacio de un libro en el cual se explica una concepción

18
[...]las categorías peirceanas son tres: la primeridad como "modo de ser de aquello que
es lo que es positivamente y sin referencia a cualquier otra cosa, la segundidadcomo modo
de ser lo que es por relación a un segundo y la terceridad como modo de ser loque es en
relación recíproca con un segundo y un tercero”.
mar, sep 5, 2017,80

de la metáfora desde un punto de vista estrictamente cognitivo. Nótese que los


autores explicitan deliberadamente su intención de usar un discurso sencillo:

Se piensa comúnmente que el lenguaje poético está más allá del lenguaje ordi-
nario, que es algo esencialmente diferente, especial, más elevado, con herra-
mientas y técnicas extraordinarias, como la metáfora y la metonimia, instrumentos
que están más allá del hablar cotidiano. Pero grandes poetas [...] usan básica-
mente las mismas herramientas que nosotros. Lo que los hace diferentes es su
habilidad para usarlas [...]
La metáfora es una herramienta tan común, que la usamos de manera incons-
ciente y automática, con tan poco esfuerzo, que apenas lo notamos [...] la metá-
fora es una parte integral de nuestro pensamiento y lenguaje cotidianos. Y es
irremplazable: nos permite comprendernos a nosotros mismos y al mundo de una
manera que ninguna otra forma de pensamiento podría lograr.
Lejos de ser un asunto de palabras, la metáfora es un asunto de pensamiento —
todo tipo de pensamiento: pensamiento acerca de la emoción, acerca de la so-
ciedad, acerca de la naturaleza humana, acerca del lenguaje, y acerca de la vida
y de la muerte. Es indispensable no sólo para nuestra emoción sino también para
nuestra razón.
Los grandes poetas pueden hablarnos porque usan los mismos modos de pen-
samiento que nosotros poseemos. Al usar las capacidades que todos comparti-
mos, iluminan nuestra experiencia, exploran las consecuencias de nuestras
creencias, desafían nuestro modo de pensar y critican nuestras ideologías. Para
entender la naturaleza y el valor de la creatividad poética, debemos entender
nuestra común manera de pensar.
Puesto que la metáfora es primordialmente una herramienta para comprender el
mundo y a nosotros mismos, adentrarse en un compromiso con las poderosas
metáforas poéticas, es captar una importante manera de entender el significado
de la existencia humana.
[...]
Hemos tratado de escribir este libro en un estilo accesible para no graduados que
están aprendiendo a leer poesía en profundidad. Esperamos que los ayude a
comprender cómo actúan las metáforas poéticas".

Lakoff, G. y Turner, M. (1989) More than Cool Reason. A field Guide to Poetic
Methafor, The University of Chicago Press.

A no ser por sus referentes abstractos (el pensamiento, la metáfora, la poesía),


difícilmente este discurso podría ser considerado teórico, puesto que el lenguaje
utilizado es sumamente diáfano y su enunciación fuertemente subjetiva; de todos
modos, hay en él una postura teórica —concebir la metáfora como herramienta de
todo pensamiento y no sólo del pensamiento poético— y una intención explica-
tiva.

Hasta aquí hemos caracterizado el discurso teórico. Ahora bien, ¿qué se hace
cuando se desea que teorías demasiado abstractas alcancen algún punto de
anclaje en lo perceptible o representable para el receptor-explicatario? Permitir
el acceso al discurso teórico mediante ejemplos, paráfrasis, definiciones,
ilustraciones y cierta banalización del lenguaje utilizado es, en lo esencial, el
objetivo de la divulgación científica.
mar, sep 5, 2017,81

4.3.2. El discurso de divulgación científica

La divulgación científica construye —más precisamente, reformula— un primer


discurso —el discurso teórico— que circula en el marco de una comunidad
restringida de modo que resulte legible en el “exterior”. Acerca de este se-
gundo discurso que es la divulgación, los analistas sostienen posiciones en-
contradas, que van desde la valoración de la democratización del saber
científico contra la alienación del hombre “común” frente al entorno cada vez
más especializado, a la inevitable ruptura cultural, producto de la división
social en clases que, a través de productos “de segunda” reproduce una y otra
vez las desigualdades.
Por su parte, los propios textos de divulgación, insisten en que su misión es
“difundir entre el gran público los conocimientos nuevos”, “poner en términos
accesibles a la comunidad toda el resultado de las investigaciones científicas”,
“atender a la demanda social de compartir el conocimiento”, etcétera.
El emisor de este discurso es generalmente un periodista especializado en el
dominio que se aborda, pero no es el investigador. El receptor es alguien que
busca información de fácil acceso y no exige conocimientos fundamentales. El
soporte es una revista escrita con el aporte de varios periodistas, que se vende
en los quioscos a bajo precio, o una sección de un diario o periódico. El dis-
curso que se utiliza en estos casos es casi conversacional, y presenta fre-
cuentes apelaciones al lector y expresiones evaluativas que lo distancian del
efecto de objetividad al que tiende el discurso teórico.

VA, ESCANEADA, PÁG CON TÍTULO COCODRILO BABY DE CONOZCA MÁS


NÚM 38. EPÍGRAFE:
En los textos de divulgación científica las ilustraciones son numerosas. Se incluyen más
fotografías, dibujos e infografías que diagramas y gráficos.

En el siguiente ejemplo hemos destacado algunas marcas típicas del género:

La máquina que apaga infiernos

A primera vista impresiona: sus dos cañones —de bocas enormes, larguísi-
mas— parecen estar a punto de disparar bombas mortales. Están montados
sobre una oruga mecánica que se desplaza pesadamente. Los dos hombres que
lo manejan calzan trajes antiflama, tienen la cabeza cubierta con un casco fa-
bricado con un material resistente al calor y una especie de barbijo que evita
que la piel se chamusque. Están frente al infierno, el mismo que desde que
terminó la Guerra del Golfo arde sin parar. Son más de 300 los pozos de petróleo
que siguen ardiendo en Kuwait. [...] El Big Wind, la máquina infernal, promete
resolver el gravísimo problema en contadas semanas.
Conozca más, Buenos Aires, 1, 38, 1991.

Nótese que se evita la precisión terminológica mediante el uso de expresiones


indefinidas (“un material”, “una especie de barbijo”) y la ausencia de términos
técnicos (“se chamusque” por “sufra una lesión cutánea por quemaduras”, por
ejemplo); de la misma manera, se recurre a metáforas cotidianas (“infierno”,
“máquina infernal”) y personificaciones (“la máquina promete”). Las construc-
ciones sintácticas, por su parte, presentan agente en todos los casos, y los
objetos referenciales son concretos.
mar, sep 5, 2017,82

Discursos de divulgación y enunciación

Como se habrá observado, los textos teóricos y los de divulgación enuncian de


diferente manera. Tanto el discurso científico como el de los manuales y libros
de texto escolares son enunciativamente “transparentes”, es decir, borran las
huellas de su enunciación deliberadamente, en procura del efecto de objeti-
vidad que surge del hablar “en nombre de la ciencia”. En otras palabras, los dos
tipos discursivos se presentan desembragados de su contexto de produc-
ción 19.
En la divulgación, la situación es diferente. Por empezar, los actantes de la
comunicación han cambiado: ya no se trata de un científico que comunica las
verdades del mundo a otro miembro de su comunidad, sino que aparece un
mediador, el divulgador, que toma a su cargo la adaptación del discurso fuente
—el de la ciencia— y mediante un proceso de reformulación, lo adapta para
trasmitirlo a un destinatario lego. De este modo se instala como una suerte de
traductor del texto fuente, para salvar el hecho de que "fuera de los muros de
la comunidad científica, el discurso del científico aparece como una lengua
extranjera" (Authier: 1982).
Pero además, este proceso de reformulación se "muestra", esto es, se pone en
evidencia, lo que constituye otro de los aspectos del “efecto de vidriera” que
algunos atribuyen al discurso de la divulgación.
El procedimiento de traducción propio del discurso de divulgación científica se
pone de manifiesto en distintos niveles, por medio de diversos procedimientos.
Describiremos algunos de ellos.

El discurso referido

En primer término, siempre dentro del marco de la enunciación, se destaca la


utilización del discurso indirecto. Si bien las citas textuales no son infrecuentes
y se emplean como un procedimiento de acercamiento de la voz auténtica del
científico, el estilo indirecto permite una versión más ajustada a las supuestas
posibilidades de comprensión de los destinatarios. En términos de Authier: “La
reformulación por medio del discurso indirecto, es una modalidad muy parti-
cular, en tanto da lugar en el D2 [o segundo discurso, es decir, el que divulga
al discurso científico o D1] a la mención del D1 y de su enunciación. Haciendo
del D1 su objeto explícito, el D2 se coloca sin dificultad frente a él, en una
posición de distancia que es incompatible con la idea de copia del D1, ya sea
producida por traducción, contracción o adaptación. Así, si la divulgación
científica se hace cargo de transmitir los conocimientos del D1 bajo la forma de
un discurso sobre el mundo, no es enunciando un discurso del mismo tipo,
adaptado al nivel del lector —como en el caso de los manuales—, sino
apoyándose explícitamente sobre el D1.“

En el siguiente ejemplo de discurso indirecto puede observarse el borramiento


de las huellas del discurso citado para dar lugar, únicamente, a su contenido
proposicional:

19
Sin embargo, es posible señalar una diferencia fundamental entre estos géneros: a
diferencia del discurso didáctico, frecuentemente, el texto científico toma como refe-
rente otro discurso (científico) con el cual puede coincidir (en este caso será usado
como ejemplo) o disentir (en este caso llenará la función de contra-argumento o con-
mar, sep 5, 2017,83

Jeffrey Young, psicólogo de la Universidad de Pennsylvania, ha elaborado una


fórmula que mide el tiempo en meses (M) que cada uno de nosotros tardará en
encontrar su compañía ideal. La ecuación es: Meses es igual a 0,7 sobre O por
S por A por D por I. El factor O —Oportunidad— representa el número de
miembros elegibles del sexo opuesto con los que podemos encontrarnos en un
mes; S —Selectividad— indica el tanto por ciento de los deseables entre los
elegibles; A —Aproximación— se refiere al porcentaje de deseables a los que
pedimos una cita; D —Deseabilidad o atractivo— señala el número de los
requeridos que han aceptado; por último, I —Intimidad— es el tanto por ciento
de citas que desembocan en una relación íntima de más de seis meses y revela
la capacidad para entablar lazos de intimidad. ¿Y el 0,7? Jeffrey lo explica
como el setenta por ciento de probabilidades de que las proposiciones sean
auténticas.
Muy interesante, Buenos Aires, 5, 1986.

La localización temporal deíctica

También producen “efecto de espectáculo” los titulares, las bajadas y los ante-
títulos que remiten al “reciente coloquio”, al “último descubrimiento”, etcétera;
además, dan la idea de que los artículos son un momento de un desarrollo con-
tinuo. Por ejemplo:

Aurora: el caza secreto

Hace muy poco se filtró entre los medios periodísticos aeronáuticos una sor-
prendente noticia: Estados Unidos producía, en el mayor de los secretos, el pri-
mer avión totalmente invisible al radar.
Muy interesante, Buenos Aires, 5, 1986.

Otras veces, es sobre un fondo de conocimientos clásicos, dados, retomados


por el divulgador en una primera parte de un modo “pedagógico” que surge el
discurso “asombroso” objeto del artículo:

Únicamente se dedicó dos años a la biología, pero no había cumplido todavía


los treinta cuando Robert Hooke —uno de los genios más fecundos de la
humanidad— publicó su obra “Macropedia”, en 1665. Ésta incluía sesenta
maravillosas láminas rebosantes de descubrimientos trascendentales.
Con ayuda de un rudimentario microscopio construido por él mismo, Hooke
dibujó con todo lujo de detalles muchas criaturas casi imperceptibles para el
ojo desnudo.
Entre sus observaciones, se destaca una en particular. Hooke vio que el corcho
estaba constituido por infinidad de poros microscópicos. A estos orificios, los
denominó células.
Tuvieron que transcurrir más de 160 años para que los biólogos se percataran
de que aquellas oquedades no eran otra cosa que los ladrillos con los que
están edificados todos los organismos animales y vegetales. [...]
Hoy, gracias a los modernos microscopios electrónicos y las técnicas de tin-
ción, los biólogos están descubriendo los secretos de estos ladrillos de la vida,
desde cómo trabajan hasta cómo es su compleja maquinaria.

traexplicación).
mar, sep 5, 2017,84

Muy interesante, Nº112, Buenos Aires, 1995.

En el ejemplo anterior, resulta interesante observar cómo el discurso marca, a


partir de representar la temporalidad, el “progreso de la ciencia”, generando
cierto efecto narrativo de curiosidad o suspenso. Nótese, también, el uso del
anclaje temporal de la enunciación (“hoy”, “recientemente”, “hasta el presente”,
“en el futuro”), que es casi una regla de la divulgación científica. En efecto, el
anclaje temporal del discurso de divulgación es otro de los procedimientos
mediante los cuales éste se pone en evidencia como tal, es decir, se muestra.
De allí la frecuencia de referencias deícticas en relación con el tiempo de la
enunciación.

La representación de los interlocutores

Otra estrategia de banalización del discurso del científico consiste en la in-


troducción del lector en el mensaje. A diferencia del discurso del científico que,
como hemos señalado, borra las marcas enunciativas, entre ellas las referidas
al lector, el discurso de la divulgación es sumamente rico en índices del re-
ceptor, como por ejemplo, el denominado nosotros inclusivo: yo, el divulgador
+ usted, el lector modelo. El ejemplo que sigue ilustra este procedimiento:

¿Algún día lograremos evocar imágenes a voluntad mientras dormimos? Un


neurofisiólogo norteamericano investiga el “sueño lúcido”, durante el cual
somos conscientes de lo que soñamos. Una nueva teoría sobre la relación
entre nuestro sueño y la inmunidad del organismo.
Conozca más, Buenos Aires, 1, 38, 1991.

El fragmento anterior ubica al lector como un co-enunciador mediante la uti-


lización de un "nosotros inclusivo” creando así una proximidad divulga-
dor-lector que permite a éste descartar desde el comienzo toda postura cien-
tificista.

En otros casos, la apelación al lector es directa:

La Palm Pilot es la PC más chica. Y además, está preparada para reconocer tu


escritura: vos escribís con un lápiz especial sobre la pantalla y la máquina
transforma todos los trazos. Con ella podés conectarte a Internet para leer el
correo electrónico o enviar mensajes [...].
Genios, Buenos Aires,1, 4.

Y en otros, lo que se explicita es la posición intermedia que ocupa el divulgador


entre la ciencia y el público lector; esto, mediante la alternancia del nosotros
inclusivo (yo, el divulgador + usted, el lector), el nosotros de extensión máxima
(yo, el divulgador + usted, el lector + ellos, los científicos, es decir, “todos
aquellos que nos preocupamos por el futuro de la ciencia y el hombre”).
Así, el acto de enunciación del discurso de divulgación y sus interlocutores, no
sólo están presentados sino también, representados. El rol de la ciencia
aparece representado por científicos, laboratorios, etcétera, identificados por
medio de sustantivos propios que llenan fundamentalmente la función de
“efecto de realidad”. El rol de público lector aparece representado por medio de
figuras tales como la de “hombre abierto”, “interesado por la ciencia”, “inteli-
mar, sep 5, 2017,85

gente”, “contemporáneo”, “actualizado”. Finalmente, el tercer rol, el de divul-


gador, es representado en los textos por medio de la figura del que “va de un
lugar a otro, creando puentes”; por otra parte, el divulgador es mediador
porque responde a una demanda (“la del lector ávido”) o cumple una misión
(“no decepcionar la espera”).

Definiciones, analogías y metáforas

En la medida en que el divulgador parece asumir que la ruptura cultural entre


la ciencia y el lego exige la mediación de un “experto en traducción”, pone en
contacto dos “lenguas” de una manera muy particular. Según Authier, “Se
pueden reducir las diversas formas que asocian en el D2 los dos discursos —el
científico y el cotidiano— a dos tipos principales: el que los yuxtapone, unidos
por una equivalencia metalingüística, y el que los superpone, haciendo alter-
nativamente de uno de ellos el punto de referencia implícita a partir del cual se
establece la distancia metalingüística marcada sobre el otro.”
El vocabulario especializado, abundante en los textos de divulgación, muy
raramente es objeto de una definición en términos de la ciencia (“la ciencia
llama así tal cosa”). Por el contrario, es el término cotidiano el que es utilizado
en primer lugar para ser luego traducido en “discurso científico”. De este modo,
a la manera de un diccionario bilingüe, se yuxtaponen dos series heterogéneas
y, alternativamente, cada sistema llega a funcionar como un metalenguaje del
otro. Por ejemplo:

Así como las sociedades humanas están organizadas sobre la base de un ritmo
diario de 24 horas, un ritmo mensual de 30 días y uno anual de 365, las fun-
ciones fisiológicas presentan un ‘reloj’ de alrededor de 24 horas y calendarios
de duración mensual y anual. Tales ciclos son llamados generalmente “circa-
dianos” (del latín circa: alrededor del día). El hecho de que estos relojes circa-
dianos expresen el tiempo a pesar de estar expuestos a un medio ambiente
constante es conocido desde hace más de 250 años.
Conocer y saber, Nº 31, Buenos Aires, 1991

En el ejemplo, se observa, en primer lugar, la denominación en términos coti-


dianos (“reloj”); en segundo lugar, la introducción del término científico (“circa-
diano”); en la frase final, el uso que los equipara (“relojes circadianos”).

La otra posiblidad consiste en hacer que el estatus sintáctico del segundo


término —el científico— sea el de un agregado suprimible. En estos casos, el
término suele estar dado en una aposición, una construcción parentética o
introducido luego del conector “o”. Por ejemplo, en el siguiente caso:

Los navegantes de la Edad Media empleaban la brújula; los de hoy cuentan con
el más avanzado de los sistemas de navegación aérea y marítima, que permite
conocer con total exactitud la posición de la nave: el giroláser.
Muy interesante, Buenos Aires, 5, 1986.

Tal como señala A. M. Loffler Laurian, "al dar una definición se establece una
identidad entre el definido y el definiente. La diferencia entre los dos términos está
en la imagen que el autor se hace del lector. Lo que es necesario definir no es claro
o conocido para este último. Éste necesita una definición para conceptualizar lo
que se define. De otro modo, se encontrará con una palabra vacía. La definición
mar, sep 5, 2017,86

llena este vacío [...]. la presentación o definición de nociones u objetos al comienzo


de un artículo proporciona lo que el autor piensa que es útil al lector para entablar
una "conversación" con él. Se trata de establecer las bases de un terreno común
entre los interlocutores o entre el autor y el lector."
Es evidente que existe una estrecha relación entre el género discursivo en el que
se inscribe la explicación y las estrategias utilizadas en la construcción de la de-
finición. Así, en los textos de divulgación científica los rasgos definitorios suelen
manifestarse a menudo mediante la analogía, en definiciones aproximativas, por
las que el discurso de divulgación parece instalarse en el marco de las represen-
taciones establecidas: “las definiciones científicas son privilegio de una elite, de un
discurso absoluto y homogéneo —el de la ciencia— del cual la divulgación es una
imagen degradada”.

Otro recurso usado en el mismo sentido que la definición es la metáfora, entendida


no como un ornamento retórico sino como mecanismo conceptualizador que
permite conectar espacios mentales diferentes, aunque análogos. De estos es-
pacios, el que sirve de punto de partida, pertenece al dominio de lo observable; el
otro, en cambio, "blanco” o meta de la explicación, es de naturaleza más abstracta.
La metáfora funciona como puente o conector entre ambos espacios y facilita de
este modo la comprensión de los conceptos. El siguiente es un típico ejemplo de
metáfora usada en la divulgación:

LA PIEL AZUL DE LA TIERRA

Esa suave y fina piel que rodea a nuestro planeta y que vista desde el espacio
parece tan vulnerable hace posible que nosotros podamos respirar, que existan
diferentes climas y se manifiesten los fenómenos meteorológicos. De un modo
más tajante y más claro, podría afirmarse que, sin atmósfera, no habría vida en
la Tierra. [...]
Muy interesante, Buenos Aires, 19, mayo de 1995

Otras veces, la metáfora trasmite una conceptualización animista del objeto, como
en este ejemplo que hace referencia al sistema inmunitario:

Con cada inhalación respiratoria o bocado de alimentos penetran en el organismo


ingentes cantidades de moléculas extrañas que deben ser estudiadas para saber
si son peligrosas o no; en el primer caso, serán neutralizadas adecuadamente.
Este servicio de policía lo lleva a cabo el sistema inmunitario.
Muy interesante, Buenos Aires, 5, 1986.

En muchos casos, el divulgador se encarga de recordar que es consciente de que su


discurso es una traducción “inexacta” (Diríase que) del primero y, por lo tanto, de las
cosas. En este marco, son muy comunes las frases del tipo “se puede representar
groseramente como...”, “de alguna manera es”, “simplificando”, etcétera.

Las comillas

Los incesantes pasajes del discurso de divulgación al teórico se ponen en evi-


dencia a partir de la observación del uso de marcadores tipográficos, como la
itálica, o de signos como las comillas. Estos procedimientos, de manera general,
permiten que se los use en un discurso mostrando, a la vez, que mantienen una
distancia respecto de ese discurso, es decir, que pertenecen a otro. Así, en la
divulgación, se emplean las comillas en un doble juego: se habla con las palabras
mar, sep 5, 2017,87

de los especialistas sabiendo que no son propias del lector —y se las encomilla—
y se habla con las palabras de todos los días sabiendo que no son las de la ciencia
—y se las encomilla—. Pero una vez denominadas, esas entidades —las del
espacio del científico y las de la vida cotidiana— dejan de nombrarse entre co-
millas, es decir, son retomadas sin marca de distanciamiento, como significando
que el lector se ha apropiado ya de la palabra científica y como sellando el pacto
entre divulgador y lector. Obsérvese, por ejemplo, el siguiente caso:

El ADN está constituido solamente por cuatro compuestos químicos conocidos


como “bases”: adenina (A), timina (T), citosina (C) y guanina (G). estas cuatro
bases se unen entre sí formando una larga “hebra”. Esa secuencia en la que
se acomodan es totalmente característica para cada gen, y es ella la que lleva
las instrucciones. Una secuencia como la siguiente:...ATGCATTCCG... podría
ser un ejemplo cualquiera. Dos hebras “enfrentadas y enroscadas” una sobre
otra determinan una molécula de ADN. La secuencia de una hebra como la del
ejemplo anterior se conoce como la versión con “sentido” del mensaje, es decir,
la que codifica la proteína. En la otra hebra de la molécula, la secuencia de
bases es complementaria: donde aparece una “A” aparecerá una “T” y donde
aparece una “G” sólo podrá aparecer una “C”. Ésta será la hebra “antisentido”
que en nuestro ejemplo sería...TACGTAAGGC... El resultado final es que la
molécula completa de nuestro ejemplo será...ATGCATTCCG... (hebra senti-
do)...TACGTAAGGC... (hebra antisentido).
Muy interesante, Buenos Aires, 112, febrero de 1997

Se ha mostrado, entonces, que el divulgador manipula el discurso del científico


como un prestidigitador: puede hacerlo desaparecer, evocarlo, trasformarlo o
sustituirlo por otro discurso que solamente conserve vagas resonancias de la
fuente. De todos modos, sus opciones estarán siempre condicionadas por el
tipo de lector que se establezca como modelo. El divulgador es siempre un
sujeto explicador profundamente preocupado por el receptor, y su preocupa-
ción se manifiesta tan ostensiblemente en el trabajo de traduc-
ción-simplificación del discurso científico que instaura una relación pedagógica
que no es la del docente y el alumno: el divulgador facilita el camino del saber
siendo indulgente con la reconocida imperfección del resultado; su “pedagogía
maternal” (Authier) deja entrever que la “verdadera” forma del saber perma-
nece reservada a la pedagogía institucional y, en consecuencia, a sus exi-
gencias y selecciones.

En síntesis: existen en la lengua construcciones de naturaleza explicativa; la


mayor parte de ellas contienen un matiz aclaratorio. De la misma manera, existen
procedimientos típicamente explicativos: el ejemplo, la definición, la paráfrasis, la
analogía. Por lo general, como son parafrásticos, pueden ser suprimidos sin
pérdida del sentido, lo que los diferencia de sus pares en el marco de una ar-
gumentación.
En cuanto a los géneros discursivos, la explicación puede manifestarse en mu-
chos de ellos: novelas policiales, relatos sobre el origen del mundo o los seres,
recetas de cocina, instrucciones para el manejo de aparatos, clases. El discurso
teórico y los discursos de divulgación cientifica constituyen, tal vez, los ejemplos
más claros de géneros explicativos.
mar, sep 5, 2017,88

Bibliografía

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