20 de Julio de 1810

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20 DE JULIO DE 1810 - GRITO DE INDEPENDENCIA DE COLOMBIA

El 20 de julio de 1810 fue el inicio de los sucesos que cambiaron la historia de


Colombia.
La historia nos dice que todo comenzó con un florero. Era viernes - 20 de julio y
día de mercado - cuando un criollo fue a pedir prestado un florero. Un acto, en
apariencia efímero, desató en un enfrentamiento entre criollos y españoles y
culminó en la independencia de Colombia.
Sin embargo, hoy en día es claro que lo que sucedió este día no fue un hecho
espontáneo como aquellos que habían caracterizado la vida política colonial. Fue
la consecuencia de varias circunstancias que sucedieron en cascada y
desembocaron en una gran rebelión del pueblo.
Los criollos tenían razones de fondo, que el 20 de julio se convirtieron en la gota
que rebosó la copa. En las juntas realizadas entre 1808 y 1810, a pesar de que los
criollos fueron invitados, la representación era mínima: entre 36 peninsulares,
había 9 americanos. Esto hizo que los criollos por primera vez pensaran en la
posibilidad de acatar un Estado- Nación.
Otro suceso fue el arresto, el 10 de agosto de 1809, del presidente de la audiencia
de Quito, el Conde Ruiz de Castilla y sus ministros fueron sustituidos por la junta
suprema de gobierno integrada por la elite criolla quiteña. Otra de las causas
fueron los motines de Cartagena, del 22 de mayo de 1810 y los del Socorro en el 9
de julio del mismo año.

Llegó el día indicado - 20 de julio 1810


Eran las 11 de la mañana y la plaza mayor estaba colmada por una heterogénea
concurrencia, compuesta de tratantes y vivanderos, indios de los resguardos de la
sabana y gente de todas las clases sociales de la capital.
Poco antes de las doce del día, como estaba previsto, se presentó don Luis de
Rubio en el almacén de Llorente y después de hablarle del anunciado banquete a
Villavicencio, le pidió prestado el florero para adornar la mesa. Llorente se negó a
facilitar el florero, pero su negativa no fue dada en términos despectivos o
groseros. Se limitó a explicar diciendo que había prestado la pieza varias veces y
ésta se estaba maltratando y por lo tanto, perdiendo su valor.
Entonces intervino Caldas, quien pasó por frente del almacén y saludó a Llorente,
lo que permitió a don Antonio Morales, como estaba acordado, tomar la iniciativa y
formular duras críticas hacia Llorente. Morales y sus compañeros comenzaron
entonces a gritar que el comerciante español había dicho a Rubio malas palabras
contra Villavicencio y los americanos, afirmación que Llorente negó
categóricamente.
Mientras tanto los principales conjurados se dispersaron por la plaza gritando:
¡Están insultando a los americanos! ¡Queremos Junta! ¡Viva el Cabildo! ¡Abajo el
mal gobierno! ¡Mueran los bonapartistas!. La ira se tomó el sentir del pueblo.
Indios, blancos, patricios, plebeyos, ricos y pobres empezaron a romper a
pedradas las vidrieras y a forzar las puertas. El virrey don Antonio Amar y Borbón
desde su palacio, observaba con alarma la situación que se escapaba de sus
manos; la guardia que era por cierto muy escasa, estaba al mando de Baraya,
quien rápidamente puso las tropas al servicio de la revolución, a tal punto que los
cañones se enfilaron hacia el palacio del virrey.

PERSONAJES DEL 20 DE JULIO


Tres personajes: Antonio Morales, Camilo Torres y Francisco José de Caldas,
todos criollos, ejecutaron el plan que sería la causa de la sublevación. De acuerdo
a una visible impopularidad del gobierno, sobresalió la propuesta de impulsar un
incidente con los españoles, para así crear el conflicto hacia el descontento
enorme que había en Santa Fe contra la audiencia española, debido a diferencias
en cuestiones de negocios, como el caso de Antonio Morales en el altercado
contra un comerciante español con el nombre de José González Llorente.
El plan, aunque sencillo, procedía de complejas condiciones: enviar a un
personaje ajeno a la bronca y pedir prestado un florero para la posterior visita de
Don Antonio Villavicencio. Sin embargo, existía la posibilidad de que Llorente
facilitara el florero o por el contrario se negara muy cortésmente, en tal caso la
opción más conveniente era agredirlo para que respondiera de igual forma.
Siendo Llorente un hombre de avanzada edad y de apariencia tranquila, la
provocación no dio espera y procedieron a insultos en plena Plaza Mayor
(actualmente Plaza de Bolívar, en Bogotá) que en ese día estaba colmada de
gante de todas las clases en su habitual día de mercado. La escogencia del día
hacía parte fundamental del plan para, de esta manera, exagerar la situación.
Maltratado Llorente en demasía, empezaron los gritos de la muchedumbre: ¡están
insultando a los americanos! Mientras había conmoción en toda la plaza. La ira de
la multitud se manifestó con pedradas en las casas españolas. Mientras tanto, el
virrey observaba, estupefacto, los hechos.
La multitud, sin embargo, tendía a desvanecerse porque gran parte vivía en las
afueras, en la Sabana, y tenían que regresar luego de comprar los víveres. Por
tanto, Acevedo y Gómez, un hombre firme y valeroso, perteneciente a la oligarquía
criolla sale a las calles para convocar la multitud que pidiera la reunión del cabildo.
A pesar de ello, ya cayendo la noche la situación era poco alentadora.
Luego de un tiempo, inesperadamente, se aproxima una multitud a la plaza,
dirigida por don José María Carbonell, quien reuniera gente de los barrios
santafereños en búsqueda del pronunciamiento popular que daría contrapeso a
las fuerzas realistas y conseguir la tan anhelada independencia.
Por esta razón, este hombre –don José María Carbonell- es el verdadero prócer
del 20 de julio, a quien la historia pública ha tratado de apartar, convirtiéndolo en
un personaje secundario. La historia sólo ha concedido el apelativo de “prócer” a
quien ha agachado la cabeza ante la oligarquía, y a los verdaderos defensores del
pueblo mal nombrados demagogos o agitadores(Liévano Aguirre, 2002: 681).
Carbonell era un hombre joven con una fuerte personalidad de caudillo, similar a la
de Nariño, de acuerdo a su pasión por la igualdad y una profunda compasión por
los oprimidos, características de las cuales carecían los altos mandos de la
oligarquía criolla.
Ya entrada la noche empieza a llegar la multitud citada por Carbonell de los
rincones de Santa Fe, y sin darse cuenta con su llegada a la Plaza Mayor forman
el camino hacia la historia. Reunida la multitud de esta enorme masa popular, los
altos dirigentes de la oligarquía apoyados en esto, escondidos en sus hogares,
salen a reclamar sus privilegios.
Fue este pueblo desgraciado y humillado guiado por Carbonell el que destituyó al
virrey, formando el tan anhelado cabildo abierto. Por esta razón sería injustificable
anunciar que escasos hombres -altos mandos de la oligarquía avaros– fueron los
próceres del pueblo, porque fue el mismo pueblo el que salvó la independencia
guiado por el hombre de ideas valerosas, de cuya imagen no existe ninguna
estatua, cuando él la merecía mucho más que aquellos próceres estirados y
convertidos en símbolos de la historia oficial.

José María Córdoba y Luis Aury Simón Bolivar Antonia Santos


Plata Policarpa Salavarrieta Pablo Morillo y Morillo Manuel del Castillo y
Rada José María Espinosa Prieto Mercedes Ábrego y María Concepción
Loperena Joaquín Caicedo y Cuero Antonio Nariño Álvarez María Águeda
Gallardo GuerreroJosé María Carbonell Andrés Rosillo y Meruelo Camilo
Torres Tenorio Virrey Antonio José Amar y Borbón

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