El Neoliberalismo en Argentina para El Plenario
El Neoliberalismo en Argentina para El Plenario
El Neoliberalismo en Argentina para El Plenario
Argentina no quedó afuera de este proceso, y comenzó a sentir en esa época (1970) los
impactos de la carencia de fondos públicos, por lo cual se endeudó externamente y emitió
moneda. Los precios subieron y con ello la inflación. Es así que se comienza a pensar en este
nuevo modelo, que no es más que un regreso al primero que se adoptó tras la Revolución
Francesa, en los albores del liberalismo, pero reformado de acuerdo al nuevo contexto socio
político. Aparece entonces un nuevo Estado liberal, llamado neoliberal, donde al igual que en
el anterior el Estado se hace a un costado, salvo en lo estrictamente necesario, con respecto a
la actividad de los particulares. El regulador económico, volvió a ser el mercado, con su
conocida ley de oferta y demanda (los precios no necesitan tope, pues si suben demasiado, la
gente no comprará los productos o no contratará los servicios, y entonces, bajarán).
Fue la dictadura militar la que comenzó a aplicar este modelo, y Carlos Menem el que lo
profundizó y lo llevó hasta su máxima expresión, gobernando entre 1989 y 1995, al lograr ser
reelecto, con la reforma constitucional de 1994.
Entre otras medidas se realizó una reducción de gastos públicos: se privatizaron empresas del
Estado, se abandonó la obra pública, y se congelaron las vacantes en empleos estatales,
culminando con la política de retiros voluntarios, donde la gente recibía dinero por abandonar
sus trabajos antes de la edad jubilatoria, con lo que supuestamente podrían realizar
inversiones de empleo, privadas (convertirse en comerciantes, remiseros, etcétera).
En el ámbito del empleo privado se protegió a las empresas y no a los trabajadores que
perdieron muchas de sus conquistas, especialmente la estabilidad en sus trabajos, con la
implementación de la flexibilización laboral.
La industria local se vio fuertemente resentida con la apertura indiscriminada a los productos
importados.
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Con la última dictadura se inició una larga etapa histórica de Argentina marcada por
las transformaciones económicas, políticas y sociales debidas a la aplicación de las
políticas neoliberales. En la actualidad, el macrismo retoma el impulso para
profundizar esa línea.
El golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 tuvo, en lo económico, un objetivo muy claro:
instaurar a sangre y fuego el neoliberalismo en la Argentina. Para ello, desplegó un conjunto
de medidas –en línea con lo propuesto por los principales organismos internacionales– que
reconfiguraron la economía local y su inserción en la economía internacional. A su vez, dieron
paso a una brutal transferencia del ingreso de los sectores asalariados a los capitalistas a
través de la represión estatal más violenta de la historia argentina, en complicidad con algunas
de las empresas más importantes del país.
Resulta interesante ver la propaganda de la época que muestra que los productos nacionales
que se vendían en el país eran de mala calidad y que, una vez liberadas las importaciones, la
competencia haría que la producción nacional mejorara. Lo cierto es que los productos
extranjeros desplazaron a los locales y, como resultado, la participación de la industria en la
producción total del país se redujo del 21,8 por ciento en 1976 al 13,2 por ciento en 1983. A su
vez, se eliminaron regulaciones y subsidios a las exportaciones luego de una fuerte campaña
contra la intervención estatal. De este modo, se observó una caída en la participación de las
exportaciones industriales: de 20,8 por ciento al inicio de la dictadura, a 13,3 por ciento al
finalizar.
En este marco, las empresas transnacionales se vieron beneficiadas por la nueva Ley de
Inversiones Extranjeras que estipulaba la igualdad de derechos y obligaciones entre el capital
nacional y el internacional y, entre otras cosas, eliminaba la posibilidad de que el Estado
oriente el capital extranjero a determinadas actividades.
El gobierno de facto generó un modelo en el que las tasas de interés locales eran muy altas y
las internacionales, bajas. Esto gestó una afluencia de fondos especulativos hacia la plaza
financiera argentina, proceso conocido como “bicicleta financiera”: las empresas nacionales y
extranjeras se endeudaban barato en dólares en el exterior, ingresaban el dinero en la plaza
financiera local para ganar con tasas de interés más altas que las extranjeras, y luego
compraban nuevamente dólares y giraban la plata al exterior. Como la plata que salía en el
mediano plazo era mayor que la que ingresaba, de alguna manera fue necesario garantizar los
dólares para este proceso.
A su vez, muchas de las empresas que se endeudaron en esos años no devolvieron los
préstamos que solicitaron en el exterior. Así fue que hacia el fin de la dictadura, y bajo el
argumento de que si esas empresas quebraban el país iba a entrar en crisis, el gobierno de
facto decide nacionalizar esas deudas y hacerse cargo de ellas. Se estima que el Estado
argentino se hizo cargo de 23 mil millones de dólares de empresas privadas que declararon no
poder afrontar los pagos que tenían que hacer, entre ellas Socma y Sevel, firmas
pertenecientes a Franco Macri, padre del actual presidente.
De la coerción al consenso
>> Opinión: La gira de Obama busca una nueva subordinación a Estados Unidos
Por eso, no es casual que el decálogo de políticas neoliberales impulsado por los Estados
Unidos para llevar adelante en todo el mundo esta ideología económica se haya denominado
“Consenso de Washington”. De repente, el neoliberalismo era un sistema de “consenso” que
se aplicó desde el Chile de Pinochet a los países de la ex Unión Soviética.
Este nuevo esquema de producción, sustentado en las políticas neoliberales, dio lugar a una
transferencia de ingreso regresiva (es decir, en detrimento de los que menos tienen), no solo
en la Argentina, sino en el mundo entero. Como plantea el reconocido economista Thomas
Piketty, mientras que durante la década del 40 el 10 por ciento más rico de la población se
apropiaba 35 por ciento del ingreso, hoy se queda con 50%.
El consenso de la deuda
A partir de las crisis que azotaron nuestra región a principios del siglo XXI, Latinoamérica
registró un quiebre en la tendencia y se registró una mejora en la distribución del ingreso, a
contramano de lo que seguía sucediendo en Europa y Estados Unidos.
Sin embargo, actualmente en Argentina estamos asistiendo otra vez a una redistribución
regresiva del ingreso. Como demostró un reciente trabajo del CITRA-CONICET, las medidas
tomadas por el gobierno de Macri afectaron principalmente a los más pobres. Tras la suba de
precios que implicó la devaluación, la quita de retenciones, la suba de la luz y el aumento de
los alquileres, el 10 por ciento más pobre de la población vio reducido su poder adquisitivo en
un 24 por ciento, siendo la franja de la población más afectada. Asimismo, la inflación se ubica
actualmente en torno al 35 por ciento anual en un contexto en el que el gobierno nacional
manifestó su intención de cerrar las paritarias en 25 por ciento, lo que generará disputas a lo
largo de todo el año.
Los planteos ideológicos del PRO justifican que la apertura de Argentina en el mundo será
beneficiosa, el sentido común instaurado durante décadas por un mundo neoliberal lleva a que
esta idea no suene descabellada a pesar de que la historia ha demostrado lo contrario.
Por Pablo Wahren y Daniel Dveksler
Para comenzar, voy a definir el sistema llamado neoliberalismo y usado por la izquierda para
descalificar al liberalismo en nombre de la falacia política de la igualdad económica. El
neoliberalismo, sistema comenzado por la Argentina, fue un intento de cumplir con las ideas
liberales de respetar los derechos individuales, que están reconocidos en la Constitución
Nacional. Así, antes de referirme al gobierno de Macri voy a recurrir al pensamiento de Alexis
de Tocqueville: “Tales son más fuertes los vicios del sistema, que la virtud de los que lo
practican”.
La U.C.R. estableció también un precedente histórico al obtener 128 de las 254 bancas que componían a
Cámara de Diputados, 16 más que el PI y con ello la mayoría absoluta.
En el interior hicieron sentir su fuerza el P.J. y las pequeñas formaciones regionales conservadoras. La
UCR sólo ganó los gobiernos de siete de las veintitrés provincias. Esta desequilibrio entre el peso
electoral de la UCR a nivel nacional y el predominio geográfico del P.J., más homogéneamente
implantado en las provincias, quedó reflejado en el Senado, donde de los 46 miembros del partido de
Alfonsín sólo conquisté 18 bancas, es decir, la minoría.
Durante su campaña, Alfonsín fue el candidato que más claramente habló sobre el futuro papel de has
Fuerzas Armadas como institución subordinada al poder civil, y en particular a él como Comandante en
Jefe en su carácter de Presidente de La Nación. Propuso recortar en un tercio el presupuesto militar y que
la lucha antisubversiva quedara en manos deja policía dentro del marco de la ley y el respeto a los
Derechos Humanos.
El electorado no se volcó a la propuesta del radicalismo por sus promesas de progreso económico, sino
porque Alfonsín irrumpía como la garantía de una normalización institucional donde la Libertad, la paz,
la democracia y el respeto por las garantías individuales y los derechos humanos -mutilados por las
Juntas Militares- expresaban justicia y modernidad.
El Gobierno de Raúl Alfonsín estuvo signado por tres hechos o temas fundamentales relacionados a la
temática militar: el juicio a los ex comandantes, la política de derechos humanos y el problema militar en
si mismo, no sólo con temas relacionados con las fuerzas en forma interna, sino también con los diversos
levantamientos que tuvo que afrontar.
La dictadura militar había provocado una profunda fractura entre la sociedad y les Fuerzas Armadas.
Esto se debía al rotundo fracaso del Proceso de Reorganización Nacional para solucionar Los gravísimos
problemas que tenía el país, al terrorismo de Estado, implantado por las Fuerzas Armadas ya los
métodos utilizados para deshacerse de todo aquel que no compartiera sus planes, y por último, a la
derrota en la guerra de Malvinas y los hechos que allí se habían producido.
Alfonsín sabía que no podía sentar bases sólidas para el futuro si no se zanjaba la cuestión civil-militar
Por ello, manifestó en su campaña política algunas ideas a partir de las cuales superarla. Por un lado,
eliminar el cargo de Comandante en Jefe de cualquiera de las armas. La jerarquía militar se terminaría en
el cargo de Jefe do Estado Mayor y el Comandante en Jefe seria quien la Constitución establece: el
Presidente de la Nación.
Por otro lado, proponía rechazar toda auto amnistía, declarando nula toda ley que quisiera enmendarla
acción realizada por el gobierno militar, pero a la vez, reconocer que existían distintas responsabilidades
entre los actuantes: una responsabilidad de quien toma la decisión de actuar como lo hizo: otra
responsabilidad distinta de quienes, en definitiva, cometieron excesos en la represión, y otra muy distinta
de quienes no hicieron otra cosa que cumplir órdenes, La teoría de los tres nivele fue expresada por
Alfonsín en un discurso pronunciado en la cancha de Ferro durante la campaña de 1983. Por último se
buscaría disminuir el presupuesto de las Fuerzas Armadas. Es decir, pretendía tener a las Fuerzas
Armadas de La Nación en el marco de la Constitución la democracia.
Inmediatamente después de asumir, Alfonsín comenzó a concretar algunos de los puntos que había
enunciado antes. A sólo tres días de haber tomado posesión de su cargo, dicta los decretos 167 y 158. El
primero establecía la necesidad de perseguir penalmente a los conductores de grupos armados como los
Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo (E.R.P.). El segundo ordenaba el juicio a los ex
comandantes que integraron as tres Juntas Militares ante el Consejo Supremo de las Fuerzas Arma-das
por su responsabilidad en los homicidios, torturas y detenciones ilegales perpetrados entre 1976 y 1983
inspirados en la Doctrina de la Seguridad Nacional.
El Juicio a las Juntas contaría con el aporte de las investigaciones realizadas por la Comisión Nacional
sobre la Desaparición de Personas Conadep). convocada por Alfonsín el 15 de diciembre de 1983 y cuya
presidencia se otorgó al escritor Ernesto Sábato. Su objetivo era intervenir en el esclarecimiento de los
hechos relacionados con la desaparición de personas otorgándoles la autoridad para recibir denuncias y
pruebas y girarlos con posterioridad a la justicia. El Informe, que luego fuera publicado bajo el titulo
Nunca más, fue entregado al Presidente el 20 de septiembre do 1984 y determinaba que fueron 8.960 los
desaparecidos forzosos durante la dictadura, aunque Amnistía Internacional estimó que el número de
victimas superaba los 16.000 y organizaciones argentinas como Madres de Plaza de Mayo hablaron de
30.000 afectados entre muertos y desaparecidos.
El juicio a los ex militares comenzó en forma oral y pública el 22 de abril de l985yconcluyó con la
sentencia de a Cámara Federal en diciembre del mismo año- Los Tenientes Generales y ex Presidentes
de Facto Jorge Rafael Videla y Roberto Eduardo Viola, el Brigadier General Orlando Ramón Agosti y
los Almirantes Emilio Eduardo Massera y Armando Lambruschini fueron acusados y sentenciados por
los delitos de homicidio, privación ilegítima do la libertad y aplicación de tormentos a los detenidos.
También fueron sentenciados por e1 Consejo Supremo de as Fuerzas Arma-das el Teniente General
Leopoldo Fortunato Galtieri, el Brigadier General Basilio Lamí Dozo y el Almirante Jorge Isaac Anaya
(absuelto por la justicia civil en el anterior proceso»
Si bien esta experiencia de enjuiciamiento generó un precedente histórico no sólo para Argentina, sino
también para Latinoamérica, donde las experiencias de los Golpes de Estado siempre hablan quedado
impunes, ciertos sectores de la sociedad consideraron que las penas otorgadas eran insuficientes además
muchos acusados de m000rrango habían quedado absueltos.
Seguidamente, y para dar por concluido el capítulo correspondiente a los crímenes cometidos durante la
dictadura, Alfonsín envía al Congreso el proyecto de ley que se conocería como de Punto Final y que
fuera aprobado el 23 de diciembre de 1986.
Según esta ley quedaba extinguida toda acción penal contra civiles y/o militares que no hubieran sido
imputados por delitos cometidos en las operaciones antisubversivas dentro de un determinado plazo
(basta el 23102/87). La Ley de Punto Final produjo el rechazo y malestar en importantes sectores de la
sociedad civil, pero también en el seno de los sectores castrenses.
El 16 de abril de 1987 el Teniente Coronel Aldo Rico y un grupo que lo acompañaba! conocidos como
los carapintadas, se amotinaron en la Escuela de infantería de Campo de Mayo resistiendo la citación
que la Justicia fe hiciera al Mayor Ernesto Guillermo Barreiro (refugiado en el XIV Regimiento de
Infantería Aerotransportada, en La Calera! Córdoba, declarada también en rebelión).
Los insurrectos solicitaban el cese de la campaña de agresión do los medios de comunicación contra las
Fuerzas Armadas, un aumento del presupuesto para esas fuerzas! la elección de un nuevo Jefe del Estado
Mayor del Ejército de entre cinco postulantes que ellos propondrían y a exculpación para todos aquellos
que hubieran participado en los hechos que se estaban sucediendo. Mientras tanto en todo el país, la
gente se agolpó en las calles y las plazas para expresar su apoyo al gobierno constitucional y su repudio
a la actitud de los carapintadas.
Luego de varios intentos para solucionar la crisis fue el mismo Alfonsín quien tuvo que hacerse presente
en Campo de Mayo y lograr que Aldo Rico depusiera su actitud. Esto fue comunicado rápidamente a
gente reunida en la Plaza de Mayo.
Inmediatamente se produjo la sustitución del General Héctor Ríos Ereñú como Jefe del Estado Mayor
por el General José Dante Caridi. Pocos días después Alfonsín envió al Congreso el proyecto de Ley de
Obediencia Debida promulgada el 8/6/87) que sólo admitía el procesamiento de quienes se
desempeñaban por encima del rango de brigadier, es decir! aquellos que habían impartido órdenes yque
habían contado con capacidad operativa para ejecutarlas. Hubo sólo una excepción: era el caso de los
delitos de sustitución de estado civil y de sustracción y ocultación de menores.
Las leyes de Punto Final y Obediencia Debida ponían al descubierto, ante la sociedad, la fragilidad del
gobierno constitucional frente a las presiones ejercidas por ciertos sectores de las Fuerzas Armadas -
particularmente el Ejército para que se concluyera con la persecución a sus camaradas de armas.
Otros alzamientos militares se sucedieron. En Monte Caseros provincia de Corrientes, entre el 16 y la de
enero de 1988 Alda Rico volvió a sublevarse, repudiando la prolongación de su arresto por los hechos de
Semana Santa.
Esta vez las fuerzas leales” reencauzaron la situación. Era el primer enfrentamiento entre militares, luego
del de los ‘azules y colorados en 1962. El 4 de junio del mismo año el coronel Mohamed Seineldin fue el
cabecilla de un nuevo alzamiento! Esta ve en Villa Martelli. Pugnaban por restaurar el honor y la
dignidad del personal y la institución militar, reivindicar la guerra contra La subversión, lo actuado en la
guerra de Malvinas y alcanzar una amplia amnistía. La rebelión fue sofocada rápidamente.
En 1988, se promulgó la Ley de Defensa Nacional (Nro 23.554), que establece las bases jurídicas,
orgánicas y funcionales para la preparación, ejecución y control de la Defensa Nacional, Fijando sus
finalidades y diferencias con la Ley de Seguridad Interior.
Pero el problema de los derechos humanos y la conflictiva relación con las Fuerzas Armadas no fue
e1 único que el gobierno radical tuvo que encarar. El poder económico, formado por los grandes grupos
financieros internacionales y por los grandes grupos económicos locales, había logrado hacerse del
control de todo el proceso productivo y financiero sobre la base de la explotación de los trabajadores y la
subordinación del Estado a sus intereses particulares.
Una inflación mensual deL 20%, una deuda externa que rondaba los 45.000 millones de dólares -el 70%
de ésta había sido contraído por los grupos privados y estatizada por el entonces presidente del Banco
Central! Domingo Felipe Cavallo. en 1932- y una tasa de desocupación que ascendía al 7%. fueron as
secuelas que la dictadura había dejado en el campo económico. Para paliar la situación de aquellas
familias que no podían satisfacer sus necesidades básicas se lanzó el Plan Alimentario Nacional (PAN).
Una de las ideas de Alfonsín era quitarle a la Confederación General del Trabajo (CGT) el monopolio en
la representación de los derechos de los trabajadores. Para alcanzar ese objetivo, en febrero de 1984 la
Cámara de Diputados aprobó el proyecto de ley sobre Reordenamiento Sindical que permitía la creación
de nuevas uniones gremiales, pero que ponía en pie de guerra a la central que se encontraba dividida
(CGT Azopardo y CGT Brasil) y que! a comienzos de 1984 y como consecuencia de la política sindical
alfonsinista, se unificó bajo el liderazgo de Saúl Ubaldini. Durante este gobierno hubo 13 paros
generales organizados por la CGT defensa de los intereses sectoriales que representaba.
En junio de 1985 se anunció el Plan Austral. Nuestra moneda cambió el nombre de peso argentino por el
de austral. El austral equivalía a 1.000 pesos argentinos y nació cotizando con un tipo de cambio fijo de
0,80 centavos de austral por dólar.
Las medidas incluidas en el plan eran: control de los precios de los productos y tarifas de los servicios
públicos, congelamiento salarial y no emisión monetaria. Se pretendía así detener la inflación que crecía
por entonces un 1% diario.
Muchas de esas medidas eran condiciones que el FMI exigía para continuar las negociaciones que
llegaron a buen puerto cuando Alfonsín firmó con esa entidad un acuerdo de re – escalonamiento del
pago de la deuda externa que vencía ese año y el otorgamiento de un crédito suplementario de 4.200
millones de dólares, pese a que en los primeros meses de su gobierno promovió la creación de una
comisión legislativa para que estableciera el monto de la deuda legítima y a que intentó no negociar el
pago de ella solamente con el FMI, acudiendo al Banco Mundial ,a Club de Paris. al Banco
Interamericano de Desarrollo (BID) y a la banca privada. El éxito inicial del Plan Austral se reflejé en
las elecciones legislativas de noviembre de 1985. La U.C.R. reforzó su mayoría absoluta en la Cámara
de Diputados manteniendo intactas sus 128 bancas. El PJ, en cambio, disminuyó su representación a 101
bancas.
El radicalismo ganó, además, 17 de las 23 gobernaciones, incluyendo la Capital Federal. El triunfo daba
indicios de que la sociedad continuaba confiando en la capacidad de Alfonsín para encarar tos grandes
problemas que aquejaban a los argentinos.
Pero a fines del 986, el Plan Austral dio muestras de agotamiento. El austral comenzó a desvalorizarse
fuertemente con respecto al dólar en e’ mercado de cambió. La inflación volvió a trepar mientras que la
recesión y los conflictos sociales se agravaban más y más. Ante esta situación, se opté por el abandono
de tos estrictos controles y por la liberalización económica.
Esto significó el rompimiento con el modelo de economía semi cerrada puesto en marcha desde hacia
medio siglo y la apertura del mercado a los productos extranjeros, acompañada por la reforma del
Estado. Tal política estuvo enmarcada en los cambios que se operaron a nivel internacional. Tanto
Inglaterra como EE.UU. propiciaron una serie de reformas en las cuales el Estado ya no intervendría en
los problemas económicos y sociales. Así, una ola de privatizaciones, reducción de las prestaciones
sociales y del empleo público abrían el camino hacia el neoliberalismo.
En agosto de 1986 la Cámara de Diputados empezó a tratar y aprobó en pocos días el proyecto de Ley de
Divorcio. El trámite fue más lento en Senadores, pero luego de algunas modificaciones, el 3 de junio de
1987 el divorcio vincular se hacia Legal en la Argentina <Ley 23.515>.
Muchos festejaron la sanción de la ley, especialmente quienes pudieron regularizar su situación (había
más de 1.500.000 parejas separadas de hecho). Fueron la Iglesia y los sectores conservadores los que no
estuvieron de acuerdo con la nueva ley y preanunciaban una avalancha de rupturas matrimoniales con la
consecuente repercusión en a disolución familiar. El Episcopado emitió un comunicado donde pedía que
elmal que no se ha podido evitar se difunda lo menos posible. Y convoca una marcha a Plaza de Mayo
en defensa de la familia.
Durante su gobierno. Alfonsín trató de dar impulso a la política exterior, abandonada por la dictadura y
fue el canciller Dante Caputo el encargado de esa tarea. Se resolvió con Chile el conflicto por la
demarcación fronteriza en elCanal de Beagle. a partir del cual casi se inicia una guerra en 1978 y que, en
vísperas de las elecciones de 1983, suscité nuevas tensiones.
Con la mediación del Vaticano, los dos países australes suscribieron en 1984 primero una declaración de
paz y fraternidad y luego un acuerdo sobre e1 canal, que fuera ratificado por la sociedad argentina con un
devotos favorables en una consulta popular convocada al efecto. En 1985 el Vaticano rubricó el tratado
bilateral, En relación a las negociaciones con el Reino Unido por las Malvinas, sólo consiguió de
Londres la reanudación del diálogo bilateral, excluyendo lo relativo a la soberanía de as islas.
Alfonsín inició también tratativas para alcanzar la integración regional con Brasil y Uruguay y firmé en
1988, junto a los mandatarios de ambos países, el Tratado de Integración, Cooperación y Desarrollo, que
sería la piedra angular del Mercado Común del Sur (MERCOSUR). El tratado comprometía la creación
de un espacio comercial común en diez años, mediante la eliminación dejas barreras arancelarias y no
arancelarias y armonización de políticas comerciales.
En los 80 el cine argentino le abrió sus puertas a la voluntad de cambio. Los directores no exiliados se
habían volcado al cine publicitario como otra alternativa de trabajo y luego, con la vuelta a la
democracia, instauran implícitamente una nueva forma de hacer cine: este ese caso de Pino Solanas y
Luis Puenzo.
Durante el gobierno de Alfonsín. los principales organismos relacionados con la cultura fueron ocupados
por figuras y personalidades relacionadas con ese campo, como por ejemplo el actor Luis Brandoni en la
asesoría presidencial en temas de cultura; el escritor Pacho O`Donnell, como secretario do Cultura de la
Municipalidad de Buenos Aires, Carlos Gorostiza en la Secretaria de Cultura de La Nación, Miguel
Angel Merellano en A.T.C.. Todas estas transformaciones de base alentaron la verdadera idea de
cambio, pero aun así, la reprobación de las películas seguía vigente. Por este motivo se votó en el
Congreso la ley 23.052 que estableció la abolición de la censura cinematográfica que durante casi 30
años había coartado la libertad del público y la creatividad de los autores.
En 1984, hubo 24 estrenos. El primero en democracia fue Camila, de María Luisa Bemberg. A partir de
ese momento! muchas de las películas intentan reflejar a través de sus historias os años de la dictadura
militar. Con la vuelta a la democracia, poco a poco, las diferentes expresiones artísticas y sus creadores
que habían estado censurados o exiliados- pudieron plasmar sus ideas libremente e intentar reconstruir el
patrimonio cultural argentino. La gente estaba ávida por leer, ver y escuchar. Y los creadores (cineastas,
músicos, escritores) ávidos do mostrar y cantar verdades.
Hacia 1986 Alfonsín anunció un ambicioso proyecto para fundar una ‘Segunda Repúblicas. Incluía la
incorporación de Fa figura de un primer ministro, la posibilidad de un segundo mandato presidencial
consecutivo, reformas administrativas y el traslado de la Capital Federal a la provincia de Río Negro, en
la ciudad de Viedma. La idea fue evaluada como inoportuna por gran parle de la opinión pública, que
también consideré que lo que se pretendía era tapar la dura realidad a la que se asistía: 1986 culminó con
una inflación acumulada del 82% y llegó en 1987 al 175%.
A mediados de 1987, el gobierno declaró oficialmente fenecido el Plan Austral (aunque la moneda que
le dio nombre siguió funcionando) y anunció un nuevo paquete de medidas que atraerían el apoyo del
FMI a través de otro crédito stand-by. Se atacaría a la inflación y el déficit fiscal interno y externo. Se
establecían además pautas estrictas en relación al tipo oficial de cambio del dólar, los salarios, impuestos
y tarifas de servicios públicos.
La aplicación de estas medidas, que provocaron una gran disminución en la capacidad adquisitiva de
algunos sectores sociales, sumadas a la tibia respuesta al problema militar, a la imposibilidad de hacer
frente a los problemas sindicales y otros, repercutieron en los resultados de los comicios electorales de
septiembre de 1987.
También influyó en ellos el proceso de depuración interna que se dio en el seno del l, conocido como
Renovación Peronista, liderada por Antonio Cafiero y Manuel de la Sota. En las elecciones de diputados
nacionales de 1987 el P.J. obtuvo el 41.5 % de los sufragios frente al 37,3% de la UCR; en las
provinciales, los radicales sólo mantuvieron las gobernaciones de Córdoba y Río Negro junto a la
Capital Federal.
Estaba centrado, una vez más, en contener el ascenso inflacionario a través del control de precios de as
tarifas públicas y el congelamiento de los salarios estatales. Incluía control de cambio y precios, y
negociación con el movimiento obrero. la Unión Industrial Argentina y la Cámara de Comercio.
Quedaban fuera de la negociación Confederaciones Rurales Argentinas. la Federación Agraria, la
Sociedad Rural y Coninagro.
• Alza incontrolada de las tasas de interés, agotamiento de las reservas del Banco Central para intentar
mantener el valor de un austral queso depreciaba cada vez más frente al dólar.
• Golpe de morcado producido por los principales grupos económicos al retirar sus depósitos de los
bancos, retener divisas producidas por exportaciones y demorar el pago de impuestos.
La campaña para las elecciones presidenciales del 14 de mayo de 1989 se llevó adelante en este merco.
La situación se tornaba cada vez meros manejable: hiperinflación, pérdida del poder adquisitivo de los
salarios, remarcación de precios, compra compulsiva de dólares por parte de los especuladores.
En los comicios, el candidato del P.J., Carlos Saúl Menem, se impuso a Eduardo Angeloz. de la U.C.R.,
con el 47% de los votos, En medio de saqueos a supermercados. la situación social se tornaba
insostenible para Alfonsín. Jesús Rodríguez reemplazó a Juan Sourrouille como Ministro de Economía.
Falleció el 31 de marzo de 2009 a las 20:30 Hs. enfermo de cáncer pulmonar con metástasis ósea.
En la segunda mitad de 1983, disipadas las dudas sobre la voluntad militar de entregar el poder y
mientras el régimen se concentraba en impedir a futuro las investigaciones respecto de Malvinas y
sobre lo que oficialmente se denominaba guerra sucia, se produjo la más eufórica afiliación a los
partidos políticos de que se tenga memoria. Las preferencias por el justicialismo, que conquistó
alrededor de tres millones de afiliados (el doble que la UCR), fue uno de los datos que indujeron a
muchos a creer que se estaba en vísperas de un nuevo triunfo peronista. Tras una campaña
caracterizada por movilizaciones masivas de una magnitud que nunca se repetiría, devino, en cambio,
la primera derrota del peronismo en elecciones libres. Alfonsín capitalizó la esperanza puesta por la
mayoría en la nueva democracia.
CRÓNICA DE LA ÉPOCA
Una multitud aguardó el paso de Alfonsín en medio de un fervor que caracterizó uno de los momentos
mas esperados en la actual etapa nacional. A paso de hombre escoltado por el cuerpo de Granaderos a
Caballo, motociclistas policiales y agentes de seguridad uniformados, el auto que trasladó a Alfonsín
junto a su esposa hasta la Casa de gobierno completó el trayecto sin dificultades.
El Presidente se mantuvo de pie junto al asiento del automóvil, con una permanente sonrisa. Sus manos
respondieron constantemente los saludos del público ubicado en las aceras, balcones y azoteas.
A las 10.15, el viejo Cadillac que trasladaba al Presidente se asomó a la plaza. La gente comenzó a
saltar. Nadie dejó de saltar. Y para que no quedaran dudas de su origen, los más remisos se sumaron
azuzados con la consigna “el que no salta es un militar”, a la que le siguió “siga, siga, siga el baile, al
compás del tamboril, que ya somos gobierno de la mano de Alfonsín”.
Cuando el nuevo presidente tuvo acceso a la Casa de Gobierno, los presentes derramaron la fiesta, que
logró mayor ritmo sobre Rivadavia y San Martín, donde se improvisó una “batucada”.
Predominaron las banderas rojo y blanco. Pero también tuvieron presencia significativa la del
justicialismo, el Partido Intransigente y el Partido Socialista Popular, así como de las entidades
defensoras de los derechos humanos.
Resumen
Abstract
In this paper I will make a historical journey that goes from the first presidency
of Carlos Saúl Menem, with emphasis on the analysis of the implementation of
neoliberal policies during his tenure, and then continue on what was his second
term, paying particular attention to figure who was his most outstanding Minister
of Economy, Domingo Cavallo and its convertibility plan, which was maintained
over eleven years.
Finally I will focus on episodes that occurred during the presidency of Fernando
De la Rúa, trying to find a justification for Argentina's 2001 crisis in the
economic policies implemented by both governments, reviewing plans for
political economic and social, and ending with the appointment of Eduardo
Duhalde as president in January 2002.
“Argentina, Neoliberalismo y las consecuencias de la Convertibilidad en la
década de 1990”.
Introducción
Justificación:
Durante esta etapa, van a darse grandes cambios y transformaciones en todas las
esferas de la sociedad, las cuales afectarán el curso de la historia Argentina hasta
la actualidad, por este motivo es relevante realizar un análisis sobre la forma en
que el gobierno de Menem se condujo política y económicamente durante esta
etapa, para lograr comprender las graves consecuencias que se desprendieron
luego de todo este proceso.
Objetivo:
Dicha ley establecía un nuevo tipo de cambio fijo con el Dólar estadounidense,
en el cual un peso nacional equivalía a un dólar. Como consecuencias inmediatas
a la sanción de la Ley se logró estabilizar la economía, reducir los índices de
pobreza, favorecer las importaciones y sacar al país rápidamente de la crisis que
puso fin al mandato de Raúl Alfonsín en 1989.
Sin embargo este plan que debería haber sido una medida de corto plazo se
convirtió en una herramienta política esencial durante los diez años que
abracaron las dos presidencias de Menem, trayendo consecuencias nefastas para
su sucesor Fernando De la Rúa, quién no pudo poner fin al modelo económico
menemista, y determinó una profunda recesión económica a partir de 1998 y
finalmente el estallido de la crisis social, política y económica a finales del 2001.
Hipótesis:
“Si bien la Ley de Convertibilidad había logrado sacar el país adelante luego del
proceso inflacionario que se dio luego del fin del mandato de Alfonsín y sirvió
muy bien como medida económica de corto plazo, utilizarla durante los
siguientes once años a su sanción podría haber sido la causa principal del
estallido de la crisis en 2001”.
Marco teórico:
Hacia finales de la década de los ´80, la Argentina se vio afectada por una fuerte
crisis económica marcada principalmente por una creciente espiral inflacionaria
que trajo como consecuencia una suba en los precios al consumidor, así también
como la disminución del stock de divisas, atrasos en los pagos externos y el
incremento en el desequilibrio fiscal.
Este nefasto panorama derivó de los sucesivos fracasos en materia
socioeconómica llevados a cabo por el gobierno de Raúl Alfonsín, entre ellos el
“Plan Austral”, el “Plan Primavera”, y un frustrado pacto social entre los
sindicatos y los empresarios.
Este cambio provocó entre otras cosas, el disgusto de algunos sindicatos, lo que
derivó en la fractura de la CGT el 10 de octubre de 1989 en dos sectores: la CGT
“San Martín” (a cargo de Güerino Andreoni) que respondía a los intereses
menemistas y gozaba del reconocimiento estatal; y la CGT “Azopardo”
(conducida por Saúl Ubaldini) en confrontación con el gobierno, la cual cayó en
un creciente aislamiento político.
Para poder aplicar estas medidas en el País, el presidente nombró como ministro
de economía a Miguel Roig, quien falleció el 14 de julio de 1989 a sólo seis días
de la asunción de Menem, siendo sucedido en el cargo por Néstor Rapanelli
(ambos pertenecientes al grupo Bunge y Born).
Es durante esta etapa donde se aprobaron las leyes de “Reforma del Estado” (el
17 de agosto de 1989), y la de “Emergencia económica” (el 1 de septiembre de
1989); las cuales a grandes rasgos trazaban un amplio plan de privatizaciones y
dotaban al Poder Ejecutivo de grandes facultades. Sin embargo la inflación no
logró detenerse y la recesión económica fue en aumento a partir de noviembre,
provocando la renuncia de Rapanelli y su reemplazo en el cargo por Antonio
Erman González (ex ministro de economía de La Rioja bajo la gobernación de
Menem).
Las nuevas medidas fueron presentadas por el reciente ministro como una
apuesta al “todo o nada”, y apuntaban entre otras cosas a la liberación de los
precios, la unificación del mercado cambiario, la liberación del tipo de cambio, la
eliminación de todas las regulaciones para la compra y venta de divisas, la
anulación del aumento de las retenciones a la exportación y la prevención de un
nuevo salto inflacionario.
Tras la difícil situación que atravesaba el país por la guerra de Malvinas decide
retornar a su provincia, apostando claramente por la vía política, y en 1987 es
electo diputado en la asamblea nacional por la provincia de Córdoba.
Cavallo se encontró con una situación fiscal un tanto más manejable que la de sus
predecesores, ya que si bien tenía urgencias de corto plazo, las reservas se
encontraban en un nivel alto.
Un segundo problema al que Cavallo tuvo que hacer frente fue el de la huelga
ferroviaria de febrero de 1991 en reclamo por mejoras salariales, la cual paralizó
la totalidad del servicio. Para esto el Ministro recurrió al uso de las atribuciones
que le otorgaba el decreto/ley que limitaba el derecho de huelga y declarándola
como “ilegal” por el hecho de afectar a un servicio público, a lo que le siguió una
serie de despidos masivos, el cierre de talleres y la privatización de ramales,
ocasionando un levantamiento del paro.
El tercero de los escollos a superar por el Ministro de Economía surgió cuando
las cámaras agropecuarias realizaron una propuesta para acordar un “pacto fiscal”
con el gobierno a fin de equilibrar las necesidades fiscales con las de los
productores, a la que el gobierno no respondió y por la cual Cavallo amenazó con
enfrentar un no cumplimiento de las obligaciones impositivas por parte de los
productores agropecuarios de la misma manera que lo había hecho con la huelga
de los ferroviarios, lo que desembocó en un llamado a paro de dos días por parte
de las tres principales asociaciones rurales de la Argentina. Finalmente este
problema se superó con la suspensión del paro frente al anuncio de una serie de
concesiones gubernamentales, tales como la eliminación de las retenciones a las
exportaciones agropecuarias, la refinanciación de pasivos y líneas de créditos
específicas para la producción rural, entre otras.
El plan, que comenzó a regir a partir del 1 de abril del mismo año, establecía una
relación cambiaria fija entre la moneda nacional y la estadounidense, a razón de
un Dólar estadounidense por cada 10.000 Australes, que luego serían
reemplazados por una nueva moneda; el Peso Convertible, de valor fijo también
en un Dólar. Dicha ley tenía como objetivo principal establecer un control
definitivo sobre la hiperinflación.
Sin embargo, para mantener en vigencia este tipo cambiario, el Estado estaba
obligado a obtener una mayor cantidad de ingresos que de gastos. Es por eso que
se llevaron a cabo medidas tales como reformas tributarias, luchas contra las
evasiones fiscales, disminución de los empleados públicos, aceleración en las
privatizaciones (las cuales durante el mandato presidencial de Menem estuvieron
a cargo de José Roberto Dromi y María Julia Alsogaray, dejando virtualmente
ninguna empresa en manos del Estado) y el control absoluto de las remesas a las
provincias, las cuales debían ajustar sus gastos a sus recursos propios y
coparticipables.
“(…) En ese contexto, el gobierno nacional promovió varios acuerdos con las
administraciones provinciales tratando de establecer una nueva distribución de
los fondos coparticipados distinta de la que estaba fijada por la legislación
vigente. Se destaca, en este sentido, el llamado Pacto Fiscal, firmado en 1992 y
renovado en 1993. (…)”.[2]
Durante 1992 los éxitos de la política económica fueron obvios: “(…) El PBI
creció un 9%, los precios al consumidor aumentaron un 17,5% (la tasa más baja
desde 1970) y los precios mayoristas un 3,1%. Desde principios del plan (abril
de 1991), hasta el fin de 1992, la inflación de precios al consumidor había sido
del 42,2% y la de los mayoristas del 6,6% (…)”. [3]
Luego de haber asumido por segunda vez como presidente de la Nación, Menem
se dedicó a mantener la continuidad de su programa, sin embargo, en el contexto
internacional las cosas comenzaban a cambiar su rumbo. En diferentes países del
mundo se desata una fuerte crisis económica y financiera que afectó sobre todo a
las naciones en vías de desarrollo entre las cuales se encontraban los casos de
Rusia, México, Brasil y Argentina.
Los efectos producidos debido a esta cuestión son el aumento del déficit fiscal, el
fuerte endeudamiento con los organismos de crédito internacionales y una
marcada y creciente desocupación.
Por otro lado, los escándalos por corrupción comenzaban a aflorar aún más que
en los comienzos del menemismo, son bien conocidos los casos escandalosos
como por ejemplo la acusación al gobierno por venta de armas a Ecuador y
Croacia, los crímenes de María Soledad Morales y José Luis Cabezas, y los
atentados a la AMIA, la embajada de Israel, y el de Río Tercero.
Llegando al año 1999, se desató una nueva crisis que afectó profundamente la
economía Argentina. Poco después de enero de ese año, Brasil, luego de corridas
bancarias, devaluó el Real. Dada la integración regional, las exportaciones
argentinas tenían una inserción importante en el mercado brasilero. Con la
devaluación, los productos argentinos perdieron la competitividad, con lo cual se
redujo la posibilidad de compra de los mismos.
Es por eso que en las elecciones del 24 de octubre de 1999, el candidato que se
presento por el partido justicialista fue quién había sido su vicepresidente en su
primer mandato: Eduardo Duhalde, quién en su campaña planteaba la idea de la
devaluación de la moneda como forma de paliar la crisis y fomentar la
exportación, rompiendo con el modelo del 1 a 1 que venía manteniendo desde
hacía años el menemismo.
Sin embargo quién se alzó con la victoria en dicho comicio fue el candidato de la
Alianza conformada por el radicalismo y parte del peronismo disidente
(FREPASO), el doctor Fernando De la Rúa con aproximadamente el 48,5% de
los votos, quién se presentaba como la ruptura con todo el “viejo aparato político
corrupto menemista”.
Otro de los puntos clave de su victoria fue el buen uso de la propaganda, son bien
recordados los spots publicitarios donde De la Rúa enunciaba frases tales
como “conmigo un peso, un dólar” lo que dejaba entrever que planeaba ya de
desde su campaña mantener la continuidad del mismo tipo de cambio debido por
sobre todas las cosas a la gran aceptación que el 1 a 1 tenía en todas las capas de
la sociedad argentina, y pese a que cada vez resultaba más complicado
mantenerlo, sobre todo por la creciente deuda que arrastraba el país y por las
crisis económicas que estaban llegando a su punto cúlmine.
Sin embargo el clima se complicaría aún más llegando a octubre del año 2000 a
partir de la renuncia del vicepresidente y líder del FREPASO Carlos Álvarez en
un contexto un tanto escandaloso donde se denunciaron supuestos sobornos en el
senado para aprobar una polémica ley de reforma laboral, cuyo objetivo consistía
en debilitar el poder gremial de los sindicatos más grandes, lo que ocasiono una
fuerte resistencia proveniente del justicialismo y también del líder sindical de la
CGT Hugo Moyano.
Esto se acrecentó aún más a partir de las elecciones legislativas de octubre del
2001 donde el justicialismo logró imponerse con cerca del 40% en todo el país,
dejando como saldo un Congreso totalmente opositor al gobierno. En estas
elecciones ya se podía ver que el descontento social era cada vez mayor y que
había una concepción instalada en la sociedad de desconfianza hacia toda la
política en general, esto queda demostrado en las cifras récord en el país de votos
en blanco o nulos.
Para frenar los retiros masivos de dinero de los bancos, Cavallo lanzó una medida
de contención más conocida como el “corralito” la cual originalmente permitía
retirar sólo 250 pesos en efectivo semanales, la prohibición de enviar dinero al
exterior del país y la obligación de realizar la mayor parte de las operaciones
comerciales mediante cheques, tarjetas de crédito o de débito.
Un día después, la Ciudad de Buenos Aires se encontraba desbordada por una ola
de saqueos a supermercados y establecimientos comerciales de diverso tipo, a lo
que De la Rúa respondió declarando el “estado de sitio” en todo el país. Sin
embargo esta medida no logró que cesara el vandalismo.
Una imagen que resume todo el clima de caos y desorden que se vivía en ese
momento es la del mismo presidente escapando en helicóptero de la Casa
Rosada, imagen que quedará grabada para siempre en los ojos de todos los
argentinos, y que como consecuencia afectaría fuertemente a la imagen del
partido radical, debilitándola a tal punto de que hasta la actualidad no logró ganar
nunca más una elección. En palabras de Osvaldo Fucci, puede decirse también
que “(…) El argentinazo del 19 y 20 de diciembre del 2001no sólo fue el fin del
presidente De la Rúa que en 1999 había cosechado más de 9 millones y medio de
votos, sino que también provocó el entierro político de los dos referentes
máximos de las políticas neoliberales en la Argentina: Domingo Cavallo y
Carlos Menem (…)”.[6]
2 - Fin de la convertibilidad:
El anuncio del nuevo Presidente de que la devaluación debía darse cuanto antes
marcó el fin de la Convertibilidad, un plan que originalmente había sido ideado
como una medida a corto plazo para afrontar las crisis inflacionarias y que se
convirtió en una política de cabecera para dos presidentes diferentes, durando
once largos años. Finalmente el 6 de enero del 2002 se sancionó la ley que
terminó definitivamente con el tipo de cambio fijo del 1 a 1.
Conclusiones finales:
Las principales conclusiones a las que arribo, siguiendo el orden conceptual de
este trabajo para desarrollar la problemática de la aplicación de políticas
neoliberales en nuestro país son varias.
Es por eso que también llego a la conclusión de que todas las medidas en materia
económica que comenzaron a implementarse desde el primer mandato de
Menem, deberían haber sido de corto plazo, orientadas a alcanzar una mejoría en
el territorio nacional de una manera más gradual y no creando la imagen ilusoria
de un país del primer mundo que se pretendió crear para alcanzar el apoyo
económico y el consenso de las principales potencias mundiales.
Bibliografía
· Acuña, Carlos H. (1995): “Política y Economía en la Argentina de los
Noventa (O por qué el futuro ya no es lo que solía ser) en “La Nueva matriz
política argentina. Editorial Nueva visión, Buenos Aires.
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El neoliberalismo en la actualidad
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Por Armando Ribas
Para comenzar, voy a definir el sistema llamado neoliberalismo y usado por la izquierda
para descalificar al liberalismo en nombre de la falacia política de la igualdad económica. El
neoliberalismo, sistema comenzado por la Argentina, fue un intento de cumplir con las ideas
liberales de respetar los derechos individuales, que están reconocidos en la Constitución
Nacional. Así, antes de referirme al gobierno de Macri voy a recurrir al pensamiento de Alexis
de Tocqueville: “Tales son más fuertes los vicios del sistema, que la virtud de los que lo
practican”.
Si tomamos a la política argentina como un parámetro repetido del neoliberalismo, ahí
encontramos los vicios del sistema que supera la virtud de los que lo practican. Y esos vicios
del sistema son el aumento del gasto público con la intención de mejorar la vida de los pobres,
y la revaluación del tipo de cambio como instrumento para reducir la tasa de inflación. El
resultado histórico evidente de esa política ha sido la caída de la tasa de crecimiento
económico, y consecuentemente la generación de más pobreza.
La consecuencia explicitada como causa primera que el aumento del gasto público implica
en primer término la violación de los derechos de propiedad. La consecuencia es la caída en
la inversión. O sea la mano invisile superada por la mano visible. En segundo lugar, la
revaluación de la moneda implica la caída en las exportaciones y el incremento de las
importaciones. Es decir es la causa de la caída en la rentabilidad en la producción nacional, y
por consiguiente el aumento del défict de balance de pagos.
En el análisis que estoy haciendo del neoliberalismo, no estoy poniendo en tela de juicio la
virtud de los que lo practican. O sea, no hago juicios morales, sino tan solo los resultados
prácticos de los intentos morales que se contradicen con los con los resultados de los intentos.
Recordemos: “De buenas intenciones está plagado el camino del infierno”.
El otro aspecto a tomar en cuenta es el intento de controlar la inflación restringiendo la
oferta monetaria. Ello provoca en gran medida el aumento de la tasa de interés por encima de
la rentabilidad del capital. La consecuencia es la quiebra del sistema financiero. Y me van a
perdonar que repita una cita de George Gilder al respecto que considero fundamental: “Más
tarde o más temprano los liberals americanos y los laboristas británicos van descubrir que las
restricciones monetarias son una forma brillante de destruir al sector privado, dejando al sector
público intacto”. Y este proceso se produjo en la Argentina con la 1050 y en Estados Unios en
la década del setenta cuando Paul Walker subió la tasa de interés al 23%.
A mi juicio, ese error conceptual fue compartido por el FMI con la supuesta instauración del
llamado modelo de Polak, el cual creo y espero haya sido superado. En el modelo Polak había
esablecido: “Si el aumento del gasto se financia mediante el aumento de impuestos o del
crédito externo, el desequilibrio no se poduciría”. Error virtual que es la insistencia en que el
problema es el déficit, y se ignoran las sabias palabras de Milton Friedman cuando escribió:
“El total del peso es lo que el gobierno gasta y no esos recibos llamados impuestos. Sin
reducir el gasto, por tanto la reducción nominal de impuestos meramente disimula más que
reduce el peso”.
Aquí llegó Mauricio Macri al poder en Argentina y como lo he repetido, creo en sus buenas
intenciones de recuperar la Argentina que fue respetando los derechos individuales y la
libertad internacional. No voy a repetir los aspectos favorables de su política que ha provocado
el apoyo total de Donald Trump y así como la aparente visión favorable del FMI en virtud de
las declaraciones de su presidente la Sra. Chrietine Lagarde, quien ya decidió que el acuerdo
con el FMI es Macri el que decide la política a seguir en Argentina.
Es un hecho manifiesto que a su llegada al poder encontró un desequilibrio sustancial de la
economía argentina, el cual ha tenido que superar, por más que hoy haya reconocido el
aparente fracaso de su intento seguido bajo rúbrica del gradualismo. Ese supuesto
gradualismo es en principio lo que considero la falacia de la política seguida, que parece estar
influenciada por el pensamiento de Thomas Sowell cuando dijo: “La izquierda ha
monopolizado la ética”.
No puedo creer que el gradualismo haya sido el determinante de que Macri en su llegada
en el 2016 aumentó el gasto público nacional en un 41% respecto al 2015, y el resultado fue la
inflación del 40% en el año. Y esa tendencia siguió en la prática del modelo de Polak de
financiar el déficit fiscal con moneda extranjera. El resultado ha sido la inflación del año
pasado de un 25% y en lo que va del año alcanza a un 11,70% que anualizado alcanza al
30,67%.
Oro aspecto de la política seguida supuestamente bajo el supuesto del gradualismo, ha sido
la creencia diría compartida con Sturzenegger de que la devaluación ha sido la causa de la
inflación, cuando es un hecho que la correlación es inversa. Por ello podemos estimar hoy que
el tipo de cambio de $25 por dollar, implica una revaluación del peso de un 18%.
Todo parece indicar que de conformidad con la política seguida, la Argentina ha caido
nuevamente en el llamdo neoliberalismo, tal como lo describí. La buena noticia es que Macri
como antes dije ha reconocido el fracaso de la política, y dijo: “Hay que acelerar el recorte del
gasto en el modelo económico del gradualista”. Es la primera vez que se ha reconocido la
problemática inmersa en el gasto público, pues en la continuidad del modelo gradualista se
refirió siempre al nivel del déficit. Y lamentablemente el FMI igualmete se ha referido siempre
a discutir el nivel del déficitt y no del gasto.
Otro aspecto en el que disiento con la política seguida es la propuesta de Macri de reducir
la pobreza, que ignora que no es el gobierno el que lo puede hacer, sino el sector privado
productor de bienes y servicios, y no en colusion con el Estado. Al respecto vale recordar la
mano invisible de Adam Smith que escribió: “En la persecusión de su propio interés el
frecuentemente promueve el de la sociedad más efectivamente que cuando el realmente
intenta promoverlo. Yo nunca he visto mucho bien hecho por aquellos que afectan negociar
por el bien público”. Y al respecto vale recordar las palabras de Alberdi: “Hasta aquí el peor
enemigo de la riqueza del país es la riqueza del fisco. El ladrón privado es el más débil de los
enemigos que la propiedad reconozca. Ella puede ser atacada por el estado en nombre de la
utilidad pública”. No creo que el Football Para Todos reduzca la pobreza en la Argentina.
REFORMAS NEOLIBERALES EN EL
GOBIERNO DE MENEM
Carlos Saúl Menem provenía del justicialismo, al que él mismo definió alguna
vez como una corriente política nacionalista, populista y cristiana.
Durante la década en que fue presidente, entre 1989 y 1999, reconvirtió
al movimiento nacional y popular peronista en una fuerza política
neoliberal en lo económico y conservadora en lo político.
Este alejamiento ideológico de las bases doctrinarias peronistas le
permitió forjar una alianza electoral que lo llevó dos veces a la
presidencia. Esa coalición estuvo formada por las clases sociales
populares (en particular, los trabajadores) que tradicionalmente
apoyaron al justicialismo, y también por sus tradicionales enemigos: los
productores rurales, los financistas internacionales, los grandes
industriales y las clases sociales altas, en general.
El neoliberalismo: Durante la campaña presidencial, Menem había
prometido una revolución productiva que comenzaría con un salariazo,
al parecer, en la línea del viejo populismo. La política económica que
implemento contradijo esos postulados. Por el contrario, adhirió a los
principios de la economía de libre mercado; es decir, un modelo que
considera que todas las actividades económicas dependen únicamente
de la libre iniciativa de las personas, salvo aquellas que son
inevitablemente inherentes al Estado, como la defensa nacional y el
mantenimiento del orden público. En los hechos, la adopción de esta
ideología implicó el abandono de la concepción del Estado de Bienestar,
propia del peronismo tradicional.
Tobio-Pipkin-Scaltritti – Kapeluz
PARA SABER MAS…: Como ampliación del tena publicamos una nota en El Bicentenario
Fasc. N° 10 período 1990-2010 a cargo de Mario Rapoport, economista e historiador.
Desde el punto de vista ideológico el neoliberalismo (una doctrina economica que declara el
predominio absoluto de la economía de mercado) juega un rol importante a través de las reglas que
brinda el llamado “Consenso de Washington”. Este recomienda políticas económicas cuyos ejes
centrales son el control del gasto público y la discilplina fiscal, la liberalización del comercio y del
sistema financiero, el fomento de la inversión extranjera, la privatización de las empresas públicas y la
desregulación y reforma del Estado. Los gobiernos deben limitarse a fijar el marco que permita el libre
juego de las fuerzas del mercado; sólo éste puede repartir de la mejor manera posible los recursos
productivos, las inversiones y el trabajo.
Esas ideas coincidieron en la Argentina con la feroz crisis hiperinflacionaria, producto de la herencia
del endeudamiento externo de la dictadura militar y del fracaso de las políticas implementadas por el
gobierno de Alfonsín para superarlo, y favorecida por intereses empresariales. Se esperaba que la
llegada de otro presidente justicialista, Carlos Menem, pudiera revertir la situación. Pero si en 1945 se
produjo la confluencia entre un líder histórico como Perón, y vastos sectores obreros y populares, que
dio impulso a la industrialización y sustanciales mejoras a los trabajadores, el año pasado se verificó
un escenario diferente.
Menem ganó las elecciones presidenciales con el apoyo de una gran mayoría popular que aspiraba a un
cambio de rumbo, creyendo en sus promesas de “salariazo” y “revolución productiva”. Pocos sabían
que ya había establecido antes de llegar al poder una alianza con el establishment y la derecha
neoliberal y estaba dispuesto a realizar políticas de signo contrario a las proclamadas. La derecha en la
Argentina nunca tuvo un partido fuerte como para poder triunfar electoralmente y desde la década de
1930 llegó al gobierno gracias a golpes de Estado militares. Ahora, impuso sus ideas y, sobre todo, sus
intereses al nuevo liderazgo justicialista, el llamado menemismo.
Se desplegó allí la etapa más importante del neoliberalismo en la Argentina. Se dictó una ley de
convertibilidad que llevó al abandono de toda política monetaria y a la sobrevaluación del peso; se dio
lugar a una apertura irrestricta de la economía; se liberalizaron los movimientos de capitales externos y
el sector financiero; se apoyó la flexibilización laboral y el ajuste salarial, y se realizó la privatización
de las principales empresas y activos públicos, cuyo resultado más lamentable fue la venta de la
compañía petrolera estatal YPF, perdiendo el Estado un recurso estratégico clave para la economía
nacional.
Muchas de esas privatizaciones, así como otras políticas del Gobierno, se realizaron por medio de actos
de corrupción. Se incluyó también en este proceso la privatización de la previsión social, una de las
causas principales del déficit fiscal en la Argentina. El predominio de las finanzas sobre el aparato
productivo afectó singularmente al sector industrial cuya participación en el PBI podría caer más de
diez puntos en la próxima década (del actual 27 por ciento a alrededor del 15 para 2002).
La clave del sistema resulta, sin duda, la convertibilidad de la moneda con un tipo de cambio fijo (un
dólar igual a un peso), que funciona como el patn in oro del siglo XIX y contradice todas las otras med
idas de liberalización.
En un sistema así, con apertura irrestricta de los mercados, la única forma de controlar el déficit
externo y el déficit fiscal es aplicando políticas necesivas y de ajuste a la espera de un milagroso finjo
de caí átales externos que compense la situación.
La falencia le ese proceso podrá observarse una vez agotadas las privatizaciones, que significan una
importante pérdida del patrimonio nacional y que, junto a la venta de empresas privadas nacionales,
dio lugar a una extranjerización sin precedentes de la economía sin que se ampliara su capacidad
productiva. Sólo se benefician grandes grupos económicos extranjeros y nacionales, hasta que se
produzca la caída final del modeló.
Fuente: El Bicentenario Fasc. N° 10 período 1990-2010 a cargo de Mario Rapoport,
economista e historiador.
Las dos caras de la moneda:
Por el Historiador Luis Alberto Romero
Cuadernillo de Historia Argentina El Bicentenario-Clarín
Otros países latinoamericanos adoptaron el giro neoliberal: Brasil, con Cardoso; Chile, con los
presidentes de la Concertación, y Perú, con Fujimori. La guerra civil se acalló en El Salvador y
la nueva guerrilla, que surgió en Chiapas, se adecuó al nuevo ambiente democrático.
En los Estados Unidos comenzó la era Clinton y también un período recesivo de la economía.
El flujo fácil de dólares se interrumpió y, en la Argentina, emergió la otra cara de la fiesta.
Por entonces, la jefatura de Menem comenzó a ser cuestionada: dentro del justicialismo, por
quienes se consideraban sus sucesores; por fuera, la oposición comenzó a tomar forma, en
torno del radicalismo y del Frepaso, nueva fuerza de centro-izquierda. Unidas desde 1997 en
la Alianza, ambas fuerzas ofrecieron una alternativa centrada en la honestidad y el respeto de
las instituciones.
La política neoliberal y el
menemismo
El neoliberalismo menemista significó “relaciones carnales con el
imperialismo” y la intervención directa en las finanzas y las
decisiones del presupuesto educativo, para garantizar los pagos de
la deuda.
Jueves 22 de marzo | 15:44
1
Disminuir la responsabilidad del estado; establecer aranceles y subsidiar la
educación privada; transferir las escuelas a las provincias y municipios,
tendiendo a su privatización; reducir las modalidades que no den rédito
económico, como la educación de adultos. El objetivo de “generar un
alumno para el ámbito laboral”, como parte de la flexibilización laboral
https://prezi.com/qwxr2fa_fyw_/menem-neoliberalismo-y-globalizacion-argentina/
En la clase dominante se consolidó un bloque de poder a partir de las nuevas condiciones que
presentaba la paridad “1 a 1” entre el peso y el dólar y el ataque generalizado a la clase obrera.
Las empresas privatizadas, los bancos y la cúpula industrial exportadora constituyeron los
sectores burgueses más beneficiados, mientras gran parte de la “burguesía nacional” se
transformaba en rentista y fugaba capitales a diestra y siniestra.
Después de derrotadas las luchas contra las privatizaciones, la resistencia obrera y popular se
concentró primero en los levantamientos provinciales, que tuvieron como expresión más
importante al Santiagazo de diciembre de 1993. Ya a comienzos del segundo mandato de
Menem hicieron su entrada en escena los desocupados, que protagonizaron los levantamientos
de Cutral Có y Plaza Huincul en Neuquén, Tartagal en Salta y Libertador General San Martín
en Jujuy. En los sindicatos surgieron también sectores de oposición al menemismo, como la
CTA y el MTA, pero que lejos de sostener una política independiente de los trabajadores
apoyaron a las distintas variantes de recambio al menemismo preparadas por la burguesía: en
las de 1999, la CTA llamó a votar por la Alianza encabezada por De la Rúa y el MTA por el
candidato del Partido Justicialista, Eduardo Duhalde.
Las crisis asiática, rusa, brasileña y turca de fines de los años 90,
tuvieron todas repercusiones importantes en Argentina. Las tasas de
crecimiento fueron erráticas después de 1994, y el desempleo nunca
descendió por debajo de un 13 por ciento. Además, la desigualdad
alcanzó niveles sin precedente, como lo hizo el número de argentinos
viviendo por debajo de la línea de pobreza.
La crisis de diciembre
Los argentinos volvieron a salir a las calles, protestando esta vez contra
la corrupción y las restricciones bancarias que seguían en vigencia. La
vieja creencia popular de que los peronistas, "roban pero hacen" parecía
haber perdido su vigencia. Cuando los gobernadores peronistas más
importantes se negaron a apoyarlo, Rodríguez Saá se vio obligado a
renunciar después de sólo una semana en su cargo.
También hay una creciente oposición progresista, que tuvo mucho éxito
en las elecciones de mitad de período en octubre. Podrían convertirse en
serios aspirantes al poder en las elecciones de 2003, o si la
administración de Duhalde cae y resultara en elecciones anticipadas. En
un sentido muy real, la historia no se ha terminado de escribir.
El radicalismo había sufrido una derrota importante en 1995, pero mantenía un caudal electoral
significativo a nivel provincial y municipal, mientras que el Frente había obtenido casi un 30 % de los
sufragios, aunque su peso en el interior del país era muy limitado.
Desde su creación la Alianza para el Trabajo, la Justicia y la Educación intentó elaborar un discurso que
apuntaba a la superación de las falencias del modelo económico y social, sin poner en riesgo ninguno de
los supuestos éxitos alcanzados. Este discurso tenía enormes ambigüedades, lo que permitía que los
diferentes sectores que se oponían al menemismo encontraran en él respuestas a sus distintas propuestas
e intereses.
Por otra parte, en el seno de la coalición existían diferentes posiciones en tenias tan importantes como la
situación de las empresas privatizadas, el grado de apertura de la economía y los cambios en el plano
judicial. La mayor parte de esas desavenencias quedaba relegada a un segundo plano, el objetivo
fundamental era imponerse frente al menemismo.
La Alianza tenía un organismo que se encargaba de la elaboración de un programa, el Instituto
Programático de la Alianza (IPA), en el que desempeñaba un papel relevante el ex presidente Raúl
Alfonsín. Pero las líneas centrales del discurso de campaña eran definidas de hecho por Fernando De la
Rúa y Carlos “Chacho” Alvarez, integrantes de la fórmula presidencial, que por lo general adoptaban
posturas más moderadas que las elaboradas por el IPA.2
En las propuestas de la Alianza predominaban las buenas intenciones, la voluntad de acabar con la
corrupción y de ingresar a los sectores sociales postergados.
El gobierno de De la Rua intentó llevar adelante muchas de las reformas que en la administración
Ménem habían quedado inconclusas. Desde los comienzos de su gobierno la Alianza propuso reformas
que alivianaran las cargas que el sistema jubilatorio tenía para el Estado. Se reducía la Prestación
Compensatoria para aquellos que ganaran más de 640 pesos (Clarín, 27 de diciembre de 1999).
Asimismo, el diputado Eduardo Santín reveló que existía un proyecto para reducir las jubilaciones
superiores a 3.100 pesos, según un mecanismo de deducciones, con el objetivo de obtener mayores
fondos y mejorar los haberes mínimos (Clarín, 3 de enero de 2000). El entonces ministro de Economía
José Luis Machinea planteó que estaba trabajando en la presentación de un proyecto para eliminar los
regímenes previsionales especiales y aumentar la edad jubilatoria de las mujeres (Clarín, 6 de enero de
2000). Algunas de estas modificaciones, además, formaban parte de una negociación con el Fondo
Monetario Internacional.
Para mejorar la equidad del sistema, el 29 de diciembre de 2000 se dictó un Decreto por el que se
reemplazaba la Prestación Básica Universal (igual para todos los beneficiarios) por. una Prestación
Suplementaria que sería decreciente hasta los que se jubilaran con 800 pesos.
En la elección presidencial de octubre de 1999, la Alianza ganó con el 40% de los votos. Pero las
provincias más populosas tenían gobiernos peronistas y la bancada claramente mayoritaria en la Cámara
de Senadores del PJ.
Por otra parte, para proteger a algunos sectores que no estaban cubiertos, se instituía el beneficio
Universal de 100 pesos para mayores de 75 años, que no tuvieran ningún ingreso ni dispusieran de
propiedades, salvo la que usaran como vivienda propia. Quienes accedieran a ese beneficio recibirían
también la cobertura médica del PAMI. Además, se creaba la Prestación Proporcional para mujeres
mayores de 70 años que tuvieran entre 10 y 29 años de aportes, se generaba un beneficio de 10 pesos por
cada año aportado, con un piso de 150 pesos.
Finalmente, el gobierno podría flexibilizar el menú de inversiones de las AFJP, estableciendo además
que ninguna de ellas podría cubrir más del 27,5 % del mercado y que los que serían derivados a la
Administradora que cobrara la comisión más baja. Con esta medida se buscaba incrementar los niveles
de competencia y evitar el fortalecimiento excesivo de alguna AFJP.
El gobierno intentó en primera instancia realizar estos cambios por le» Cuando la iniciativa se estancó
en el Parlamento por el rechazo de un sector importante del radicalismo, encabezado por Leopoldo
Moreau, recurrió a un decreto de necesidad y urgencia. No obstante, toda esa situación generó un
enorme desgaste en el interior de la Alianza y la necesidad de estrechar vínculos con miembros de
Acción por la República (el partido de Domingo Cavallo) y con legisladores de partidos provinciales.
Además, la crisis económica llevó a que se forzara a las Administradoras a comprar bonos del Estado, se
alteró por completo la lógica del menú de inversiones que se venía produciendo hasta ese momento.
Con relación a la reforma laboral, luego de una negociación con la CGT para que se mantuvieran las
contribuciones obligatorias a las obras sociales, el presidente De la Rua logró generar consensos en torno
a un proyecto enviado al Congreso, que fue aprobado en el Senado una vez que le aseguró a los
representantes de los trabajadores que no habría recortes en los salarios durante los dos años posteriores
a la sanción de la ley.
Esta iniciativa intentaba profundizar el proceso flexibilizador que se había iniciado en el gobierno
menemista. Se proponía extender el período de prueba para los ocupados, se introducían modalidades
promovidas de trabajo, se descentralizaba la negociación a niveles de fábrica y se disminuían los montos
de las indemnizaciones para favorecer la contratación de nuevos operarios.
Sin embargo, rápidamente se acusé a varios senadores de haber recibido sobornos para la aprobación de
la iniciativa, situación que produjo fuertes divisiones en la coalición gobernante y llevó a las renuncias
del vicepresidente Alvarez y el Ministro de Trabajo Alberto Flamarique . La ley tardó mucho en
reglamentarse y el gobierno tuvo enorme dificultades para implementarla, al tiempo que crecían las
presiones para obtener su derogación.
Además, la sospecha de pago de sobornos para la sanción de la ley, reforzó en muchos sectores la
creencia (le que seguían existiendo mecanismos corruptos para la formulación e implementación de
políticas, lo cual era visto por la sociedad como una continuidad de las prácticas utilizadas por el
menemismo11.
Por otra parte, el gobierno trató de profundizar la reforma del sistema de obras sociales. Como no se
podía procesar los cambios por la vía legislativa, el 1° de Junio de 2000 el vicepresidente Carlos Álvarez
(en ejercicio del poder porque De la Rúa estaba en el exterior) firmó el decreto de necesidad y urgencia
para desregular las obras sociales, de ese modo entró en conflicto con algunos dirigentes de su partido.
Si bien esa era una medida solicitada por los organismos de crédito internacionales, la inexistencia de
apoyos concretos dentro de la coalición gobernante y entre los distintos actores sociales que la habían
impulsado, hizo que la implementación de la iniciativa se volviera crecientemente dificultosa.
El gobierno de De la Rúa continuó con la idea de mantener la práctica de asignar recursos y controlar la
administración a través del mecanismo de acuerdos programa para la realización de determinadas
actividades. Por ello, reglamentó estos acuerdos programa a través del decreto 103/01 que también
aprobaba el nuevo Plan Nacional de Modernización del Estado.
El Plan de Modernización partía de la idea de que el problema del Estado no era su excesiva dimensión
sino su forma inadecuada y buscaba mejorar su capacidad de gestión. Las reformas se basaban en tres
puntos: cambio en el modelo de gestión, proyectos de modernización estructural y transparencia y
política anticorrupción. El modelo de gestión por resultados y la carta compromiso con el ciudadano
hacían referencia al primer pilar, esto es, el cambio en el modelo de gestión para reorientarlo hacia los
resultados y los procesos de mejora continua. (Estevez y Lopreite, 2001).
La implementación de la Gestión por Resultados suponía transformar el presupuesto en una herramienta
de gestión que permitiera medir los resultados alcanzados y adoptar la reingeniería de procesos para
mejorar la gestión interna de los organismos.
El modelo buscaba introducir la idea de responsabilizar a los gerentes por los resultados alcanzados por
la organización e iba acompañado por la aplicación de incentivos monetarios para estos administradores
por el cumplimiento de las metas. En este sentido, la ley 25.152 permitía a los organismos que se
incorporaran a los acuerdos programa cierta flexibilidad en la asignación de los recursos (modificaciones
presupuestarias) y en las estructuras organizativas. (art. 5, inc. 3, 4 y 5).
Muchas de estas iniciativas no se pudieron aplicar a causa de la creciente inestabilidad que afectaba al
Gobierno que permanentemente introducía cambios de funcionarios. También, los conflictos en el
interior de la Alianza dificultaron la implementación de iniciativas en sectores claves de la burocracia
estatal. En tal sentido, en áreas como las políticas sociales había una enorme fragmentación entre las
diferentes secretarías. Existían más de noventa planes, con un muy bajo nivel de coordinación. Se
producían continuas pujas dentro del gabinete por el control de los recursos.
POLITICA EXTERIOR
En política exterior predominaron las continuidades con el gobierno menemista. El canciller Adalberto
Rodríguez Giavarini (un economista con una antigua y muy aceitada relación con De la Rua) favoreció
la continuación de la intervención de tropas argentinas en misiones de paz en el exterior, formando parte
de esa particular “milicia internacional”, surgida a instancias de los Estados Unidos tras la Primera
Guerra del Golfo. Asimismo, la Argentina siguió votando a favor de la investigación sobre la violación
de derechos humanos en Cuba, con lo que mantenía la posición sustentada en la década anterior. Esta
actitud contrariaba la voluntad de los sectores ligados con Alfonsín en la Unión Cívica Radical que se
inclinaban por la abstención en lo referente a Cuba.
Por otra parte, se mantuvo la idea de darle un fuerte peso a los condicionantes de la economía en las
decisiones de política exterior. La designación de un economista ortodoxo como Rodríguez Giavarini al
frente de la Cancillería revelaba las prioridades que tenía el Gobierno en lo referido a las relaciones del
país con el resto del mundo.
Relación con los actores políticos y sociales y factores que llevaron a la caída
El gobierno de Fernando de la Rúa sufrió un fuerte aislamiento casi desde su comienzo. La carencia de
apoyos concretos se vio tanto desde el punto de vista partidario como del de la relación con los
diferentes actores sociales. La Alianza para el Trabajo, la Justicia y la Educación se fue desgranando a lo
largo de sus dos años de gobierno, se produjo la retirada de un importante número de legisladores que
pasaron a formar parte de otras agrupaciones. Inclusive los dos partidos que la integraban adoptaron
posturas muy críticas hacia la gestión gubernamental.
La Alianza había surgido como estrategia para vencer al menemismo. Más allá de este acuerdo, lo que
primaba era la falta de coincidencias programáticas explícitamente definidas. Esta carencia se tomó
evidente cuando la Alianza alcanzó ei gobierno en las elecciones de octubre de 1999.
Existían diferentes diagnósticos sobre la situación del país entre los distintos sectores que componían la
Alianza y, a partir de ellos, surgieron en el seno del Gobierno posiciones disímiles acerca de las
soluciones que debían implementarse. El jefe de gabinete, Rodolfo Terragno, criticaba duramente el
modelo económico vigente. Como no podía imponer los cambios que creía necesarios, terminó
renunciando en octubre de 2000. Este tipo de desacuerdos y alejamiento se repitió con otros miembros
originales de la coalición.
Asimismo, algunos analistas consideran que el resultado abrumador a favor de Fernando de la Rúa en la
interna presidencial frente a Graciela Fernández Meijide dejó al radicalismo y al FREPASO en
condiciones muy desiguales para negociar. En el momento de formar el gabinete, la fuerza liderada por
Carlos “Chacho” Alvarez se quedó disconforme con la situación subordinada en que había quedado. El
FREPASO solo contaba con dos ministerios y un reducido número de secretarías. Igualmente, la
necesidad de darle participación a algunas organizaciones menores dentro de la Alianza dificultó en
ocasiones la necesaria cohesión para tomar decisiones, que requerían un fuerte apoyo político.
El gobierno aliancista no logró establecer buenas relaciones con ningún sector del sindicalismo. En
primer lugar, se plantearon importantes diferencias con el Congreso de los Trabajadores Argentinos, la
organización gremial más afín a la administración en el ámbito gremial, del cual provenían algunos
diputados. A medida que el gobierno fue anunciando sus diferentes políticas, el CTA fue tomando
distancia. Esta tendencia se profundizó tras el recorte de los salarios estatales, el proyecto de reforma
laboral del entonces ministro de Trabajo Alberto Flamarique, y posteriormente con la llegada de
Domingo Cavallo al Ministerio de Economía.
La CGT disidente, encabezada por el camionero Hugo Moyano, tuvo también una postura claramente
opositora. Este sector del sindicalismo, que había tenido frecuentes reuniones con Raúl Alfonsín en el
último tramo del gobierno menemista, endureció su posición frente a la administración de De la Rúa,
convocó a paros generales y a movilizaciones de repudio a las medidas gubernamentales.
Por su parte, los sindicalistas de la CGT oficial, conocidos como “los gordos”, establecieron
negociaciones con el gobierno en circunstancias como el tratamiento de la reforma laboral. Pero en
general mantuvieron una actitud opositora. Muchas de las iniciativas de la ministro de Trabajo Patricia
Bullrich, referidas al manejo de los gremios y a la gestión de las obras sociales, fueron rotundamente
rechazadas por estos sectores, que no querían perder capacidad de negociación en temas centrales para
sus intereses.
Con relación a los grupos empresariales y en especial los ligados al sector financiero, el gobierno de De
la Rúa obtuvo el apoyo para muchas de sus iniciativas destinadas a alcanzar el equilibrio presupuestario
o bien a introducir reformas orientadas al desarrollo del mercado en relación con las políticas sociales.
Sin embargo. las divergencias existentes dentro de la coalición gobernante y el permanente intento
presidencial por alcanzar amplios consensos, llevaron a que los empresarios tampoco adoptaran un papel
muy activo como soportes de las políticas oficiales.
El estilo de gobierno del De la Rúa fue señalado también como causa de su progresiva pérdida de
legitimidad. En primer lugar, De la Rua no ejercía el liderazgo indiscutido sobre la UCR. De hecho, su
candidatura por la Unión Cívica Radical para las internas de la Alianza en 1998, se relacionó más con la
falta de otros candidatos, que con su capacidad para convertirse en un dirigente capaz de generar
importantes corrientes de identificación con su figura e ideas.
Por otra parte, numerosos sectores de la Alianza consideraban que el presidente se alejaba de los
postulados de la coalición. Lo criticaban por no escuchar los reclamos que sus aliados políticos le
formulaban, estando excesivamente influenciado por un círculo de colaboradores en el que se destacan
sus familiares más cercanos, que en muchas ocasiones no seguían los lineamientos impulsados por la
Alianza.
Justamente, muchos de sus críticos hacían hincapié en la forma en que De la Rúa tomaba decisiones,
resaltaban que demostraba un alto nivel de desconfianza hacia la mayoría de los que lo rodeaban. Por
ello, quedaba demasiado expuesto a la opinión de los pocos a los que escuchaba. Remarcaban su
meticulosidad y el hecho de que quería supervisar puntualmente todas las iniciativas, por lo que el
proceso decisorio se volvía extremadamente lento y complejo.
A diferencia del estilo que caracterizó a Carlos Menem, Fernando de la Rua prefirió adoptar otro, basado
en la búsqueda de consensos, lo que le quitaba dinamismo. Además, para muchos, De la Rúa era un
presidente débil porque muchas iniciativas anunciadas públicamente no se llevaban a la práctica por
presiones de los grupos afectados
. La debilidad del presidente se hacía visible, los propios miembros de su gabinete lo contradecían o
criticaban con dureza. Un ejemplo muy claro en este sentido fue el del ministro de Desarrollo Social
Juan Pablo Cafiero, el cual no solo tomó decisiones como la de mantener un diálogo con los piqueteros
de Salta sin consultar con el presidente, o formuló duras críticas a algunas de las iniciativas oficiales,
sino que incluso declaró que en el entono de Fernando de la Rúa se reunían con mafiosos que
frecuentaban la Casa Rosada, sin que el presidente le pidiera explicaciones.
Había, por otra parte, tina actitud bastante agresiva por parte del justicialismo, que eligió presidente de la
Cámara de Diputados al peronista Eduardo Caamaño y presidente provisional del Seriado a Ramón
Puerta. Se planteaba una situación compleja porque no había Vicepresidente debido a la renuncia de
Alvarez. Por lo tanto, cada vez que el presidente De la Rúa se ausentara del país, su lugar sería ocupado
por un político de la oposición en virtud de la Ley de Acefalía.
También hubo maniobras de algunos sectores del peronismo que conspiraron contra la gobernabilidad.
Por ejemplo, la presunta participación de algunos intendentes justicialistas del conurbano bonaerense en
las movilizaciones que terminaron en saqueos a supermercados y otros comercios minoristas fue
documentada en los medios de comunicación y complicó manifiestamente la continuidad del gobierno
delarruísta.
De hecho, se produjo una ruptura de la coalición gobernante, que se sumó a un retaceo de apoyo por
parte de importantes sectores del radicalismo. El gobierno sufrió en las elecciones de octubre de 2001 la
paradójica situación de no tener candidatos que apoyaran abiertamente la gestión oficial. Por el
contrario, hubo candidatos de la Alianza, como Terragno, que impugnaban la mayoría de las decisiones
que se estaban adoptando. El incremento de los votos nulos, la abstención y el voto en blanco, que
dieron lugar a lo que se denominé el fenómeno del ‘<voto bronca”, marcaron con claridad el descontento
de un sector importante de la sociedad frente a las alternativas que se presentaban.
Tras las elecciones, el peronismo quedó consolidado como primera fuerza., lo que complicó aún más la
debilitada situación del gobierno. El PJ no contribuyó a la gobernabilidad, por el contrario aprovechó las
limitaciones que el gobierno delarruísta tenía en ese momento para ocupar posiciones de poder.
Cuando Cavallo, con el “corralito”, confiscó los depósitos bancarios afectó en forma directa a los
sectores de clase media que reaccionaron con cacerolazos y otras Formas de protesta. Todos estos
factores desembocaron en dos fenómenos que se potenciaron mutuamente: una crisis político
institucional y la crisis en las calles. Esta combinación provocó tras los violentos episodios en la Plaza
de Mayo el 20 y 21 de diciembre de 2001 la renuncia del presidente.
En su discurso del 20 de diciembre, De la Rúa declaró el estado de sitio y ordenó la represión. Amplios
sectores de la sociedad reaccionaron haciendo sonar sus cacerolas y marchando hacia el domicilio del
ministro Domingo Cavallo, la Quinta Presidencial y la Plaza de Mayo. Su descontento ya se había
manifestado en las elecciones legislativas de octubre con el voto bronca”. La falta de respuestas por
parte del gobierno profundizó el descontento de la población y provocó finalmente su caída.
Es importante remarcar como elemento característico de esta crisis el proceso de vaciamiento de poder
que se fue produciendo. Este proceso no solo dificulté la aplicación de medidas necesarias para la
recuperación del país le quitó al gobierno mecanismos para sostenerse. La posición adoptada por el
Partido Justicialista que se negó a conformar un gobierno de coalición, o como se lo denominé de
“Salvación nacional”, fue un factor significativo. En esta visión las manifestaciones populares fueron un
componente en el proceso de caída del gobierno, pero no el determinante. Lo decisivo fue la debilidad de
la coalición oficialista.
A modo de conclusión
En cuanto a las dificultades que afronté la Alianza para consolidarse, puede señalarse la falta de una
clara definición programática. También la ausencia de estructura partidaria en el FREPASO ayudó a que
buena parte de sus dirigentes no pudieran contener la salida hacia otros horizontes políticos. Esta
carencia de contención partidaria se plasmé en la creación de agrupamientos políticos que rechazaban las
continuidades existentes con el menemismo por parte del gobierno aliancista, entre los que se pueden
mencionar Alternativa para una República de Iguales (ARI), encolumnado tras la ex radical Elisa Carrió,
y el Polo Social, que presentó la candidatura en la Provincia de Buenos Aires del sacerdote Luis
Farinello. Por su parte, algunos sectores se manifestaron solidarios con las experiencias piqueteras de
acción directa.
Fernando De la Rua no conté con el apoyo contundente de su propio partido, situación que se vio
agravada por el proceso de disgregación que sufrió el FREPASO.
Además, el Gobierno no pudo establecer vínculos fuertes con los distintos actores sociales. Respecto de
los trabajadores, incluso perdió las buenas relaciones que tenia con la Central de Trabajadores
Argentinos, de la cual provenían algunos de sus legisladores y funcionarios, como Alicia Castro y Mary
Sánchez. A medida que el gobierno fue proponiendo su plan económico, la CTA se fue distanciando
cada vez más.
Desde el punto de vista económico, la convertibilidad era incompatible con el rechazo del recorte del
gasto público, con la flexibilización de importan res áreas de la economía o con el incremento del ahorro
interno a partir de la expansión del sistema de capitalización previsional.
El resultado de esta tensión fue la profundización de los desequilibrios que presentaba el sistema
productivo, acompañado de un proceso de fuga de capitales que disminuyó las reservas internacionales
del país. y el cierre de los mercados para el acceso al crédito, reflejado en el constante aumento en el
índice de riesgo país a lo largo del año 2001.
Por ello, la crisis económica fue incrementándose a lo largo de los dos años de administración, siendo
sus aspectos más sensibles la caída del consumo y el decreciente ritmo de la actividad económica. Por
otra parte, la agudización de los problemas de empleo y de incremento en los índices de pobreza e
indigencia produjo la erosión de la popularidad del gobierno.
Por último, la Alianza tampoco logró terminar con la corrupción y dotar de mayor transparencia al
sistema político. Las denuncias de irregularidades en el PAMI, la ocupación de cargos públicos por parte
de familiares de los principales dirigentes aliancistas y el escándalo producido tras la aprobación de la
reforma laboral, que derivó en la renuncia del vicepresidente Carlos Álvarez, provocaron la sensación de
desconfianza y de frustración. Este rechazo no se limitó a los miembros del partido gobernante, sino que
se extendió a los políticos en general, lo que dio lugar a su identificación como “casta privilegiada” y
generó un reclamo de renovación en las prácticas políticas que se popularizó a partir del pedido “que se
vayan todos”.
Sin embargo, las elecciones de 2003, tanto en el ámbito nacional como en el provincial o municipal, no
presentaron sorpresas. Se consolidaron en las principales candidaturas, políticos experimentados que ya
habían ocupado cargos importantes, generaron poca adhesión aquellos que se identificaban con la
“nueva política” enfrentada con los tradicionales aparatos partidarios .
Notas al pie
(1) La diversidad ideológica dentro de la Alianza era tal que coexistían en ese espacio político dirigentes
del Partido Comunista y representantes de un partido de centro derecha como Rafael Martínez
Raymonda o Alberto Natale, que anteriormente habían apoyado las candidaturas presidenciales de
Alvaro Alsogarav en 1989 y de Carlos Menem en 1995.
(2) Los desacuerdos en torno de algunas de las propuestas formuladas por el IPA y rechazadas por el
binomio De la Rua y Alvarez, y el rol subordinado en que iba quedando el Instituto, motivaron que
Alfonsín decidiera renunciar a su dirección poco tiempo antes de las elecciones.
(3) Durante la discusión de la iniciativa en el Senado, el gremialista Hugo Moyano comentó que el
entonces ministro de Trabajo Alberto Flamarique le había dicho que a los senadores los manejaba con la
tarjeta Bandeo. Posteriormente a la sanción en la Cámara Alta se produjo una declaración a la periodista
del diario La Nación Fernanda Villosio de un supuesto arrepentido que relataba que se habían producido
sobornos a senadores para la aprobación de la ley’, con dinero proveniente de fondos reservados de la
Secretaría de Inteligencia del Estado.
El hecho de que los principales imputados en esa maniobra (Flamarique y De Santibáñez) no fueran
desplazados del Gobierno, sino fortalecidos, provocó la reacción del vicepresidente Alvarez y su
posterior renuncia. El caso de los sobornos en el Senado no fue aún resuelto por la justicia, por lo que se
desconoce la veracidad de las imputaciones del supuesto arrepentido.
El hecho de que un miembro del FREPASO como Flamarique estuviera implicado en la denuncia de
corrupción. se sumaba a las anteriores imputaciones realizadas a funcionarios de esa agrupación como
Tonietto en el PAMJ y el profesor de tenis de Fernández Meijide. Se lesionaba de ese modo la
credibilidad de un partido que se había fortalecido a partir de frecuentes denuncias sobre la falta de
transparencia en materia administrativa.
Fuente Consultada: Cuatro Décadas de Historia Argentina
Palmira Dobaño – Mariana Lewkowicz
PARA SABER MAS….Como ampliación del tema publicamos una nota en El Bicentenario Fasc. N°
10 período 1990-2010 a cargo de Gabriel Rafart , periodista.
1999 es un año de moderado optimismo político frente a la posibilidad de poner fin a diez años de
populismo neoliberal encarnado por Carlos Me-nem. Algo inédito ocurre. Desde el nacimiento de los
dos grandes partidos en la Argentina el peronismo nunca tuvo oportunidad de transferir el poder
presidencial a un candidato de
otro color político sin que mediara una salida castrense. Además por segunda vez el peronismo fue
derrotado en elecciones limpias.
En los comicios del 24 de octubre de 1999 de la Rúa y Alvarez se impuso sobre Eduardo Duhalde y
Ramón Ortega. La Alianza obtuvo 7.590.034 sufragios. El P.J. sumó 5.476.635 votos.
Quienes acceden al poder forman parte de una coalición que dio ¿H sus primeros pasos en 1997. Las
principales fuerzas reunidas son los radicales y frepasistas. La Alianza UCR-FREPASO había sido lan-
Pzada en agosto de 1998 con la presentación en sociedad de la Carta a los Argentinos. “Vamos a
cambiar el Irumbo. Creemos en la Argentina como un destino común y solidario, organizada como una
república democrática moderna y gobernada por funcionarios y mandatarios capaces y honestos.
Nos proponemos la eficiencia para aumentar la equidad. Queremos una sociedad abierta para ser más
fuertes como Nación” decía la Carta. Meses después en noviembre de 1998 se llevaron a cabo las
primarias abiertas de la coalición política para definir el candidato a presidente. Se impuso el poco
carismático y radical moderado Fernando de la Rúa.
El arribo de la Alianza al gobierno promete demostrar que es posible la convivencia de un vice con un
estilo y pensamiento divergente al del presidente. A la presencia de dos figuras distintas compartiendo
de manera civilizada la cabeza del ejecutivc se la identifico como presidencialismo de coalición. No son
pocos quienes considerar que con este tipo de presidencialismo se acabaran los males de nuestra escasa
ineficacia gubernamental y aún más, la democracia se vera reforzada. La otra ventaja es el cierre del
capitulo bipartidista en la Argentina y el inicio de las grandes ce ediciones. Otros, en cambio,
consideran muy difícil dicha convivencia.
El 10 de diciembre de 1999, jura como nuevo presidente de la República Fernando de la Rúa. Lo hizo a
las doce menos veinte en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno. Su mandato debe finalizar en 2003.
La UCR, apesar de ser socio igualitario del Frepaso se quedó con ocho de los diez ministerios.
Paradójicamente De la Rúa arma un Gabinete con figuras políticas adherentes al “modelo” que según
la “Carta de los Argen-I tinos” se propone desterrar. Ricardo López Murphy, en la Cartera de Defensa,
Juan José Llach, en Educación son hombres ligados al pensamiento neoliberal. Al frente del Ministerio
de Economía fue nombrado José l Luis Machinea, quién pertenece a una corriente desarrollista propia
del radicalismo histórico. Rodolfo Terragno es designado I Jefe de Gabinete, mientras Federico Storani
ocupa la cartera de Interior.
Desde el día de la victoria en las urnas, De la Rúa realizó contundentes declaraciones acerca de poner
punto final a los privilegios del poder y la impunidad que corroía al Estado. En su carácter de
Presidente el discurso se alza sobre el “modelo”. “No vengo a emprolijar modelos sino a que entre
todos luchemos por un país distinto. El 24 de octubre los argentinos expresamos una firme vocación de
cambio.
Ese cambio supone, en primer término, una estricta vigencia de los valores que deben estar
necesariamente vinculados al estilo de gestión de los intereses públicos: la transparencia, la honestidad,
la austeridad, la lucha contra cualquier forma de corrupción, la convicción profunda de servir a la
gente y no a sí mismo o a grupos privilegiados a la sombra del poder, serán un presupuesto insoslayable
de mi gestión”.
Al asumir el nuevo Presidente ofrece un panorama sombrío de la “herencia” de diez años de gobierno
de Carlos Menem. “Hoy asumo la Presidencia de la Nación sin que se haya aprobado el Presupuesto
para el año 2000. El gobierno que hoy concluye su gestión vivió el efecto de años de crecimiento global.
Reformó el Estado privatizando empresas públicas, tuvo estabilidad monetaria mediante la
convertibilidad, y en rigor debió entregar el país con las cuentas ordenadas.
En cambio, hay un enorme déficit presupuestario alejado de la Ley de Convertibilidad Fiscal votada por
este Congreso, el endeudamiento de las provincias creció ante la indiferencia del poder central que se
desentendió de ellos, la obra social de los jubilados fue derrumbándose a punto de arriesgar sus
prestaciones, la ANSeS carece de recursos suficientes, se multiplican los juicios contra el Estado …” y
remataba diciendo “La situación es grave”.
El Presidente sabía de lo que hablaba. La recesión de la economía lleva su segundo año consecutivo
provocada por la caída de las exportaciones y el alto endeudamiento del país. El déficit fiscal superaba
los 7.000 millones de dólares. La deuda externa, tanto pública como privada ronda los 170.000 millones
de dólares. La desocupación superaba el 14 % por ciento y la subo-cupación oscilaba en un 20 %. Más
de un tercio de la población tiene serios problemas de trabajo. La pobreza campeaba en gran parte del
país y la brecha entre las familias más ricas y los más pobres es abismal.
Fuente: El Bicentenario Fasc. N° 10 período 1990-2010 a cargo de Gabriel Rafart , periodista.