CTERA - Selección
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Desde CTERA hemos afirmado insistentemente que las reformas educativas neoliberales en nuestro
país tuvieron dos instrumentos claves que fueron la Ley de Transferencia y la Ley Federal de
Educación. Amparados en esas normas, dos procesos, la transferencia y la reforma de la estructura
impactaron fuertemente un sistema centralizado, burocratizado y homogeneizante. Pero dicho
impacto no fue democratizador, sino por el contrario cristalizó y profundizó desigualdades y
segmentaciones ya existentes.
Por su parte, el reemplazo de la vieja estructura del sistema por la actual y su implementación
desarticulada en nombre del respeto al federalismo, fue el vehículo más poderoso para agudizar la
fragmentación. Identificamos como fragmentación al proceso de desintegración de todo colectivo
social, que en nombre del principio neoliberal de libertad, hace del individuo no sólo la base de la
sociedad sino su única expresión legítima. A nivel de las instituciones la fragmentación es el proceso
que acompaña, desde las políticas, la reducción de las respuestas “universales y comunes” a
respuestas adaptadas a las –supuestamente naturales- necesidades individuales. Este trabajo
intenta hacer visible la multiplicidad de sistemas educativos que conviven (o disputan legitimidad)
dentro de lo que hoy, casi eufemísticamente, llamamos sistema educativo argentino.
A 10 años de la Reforma Educativa y Ley Federal de Educación podemos observar varios lugares y
procesos en nuestro sistema educativo que han sido desarticulados, desmembrados, dispersados,
desestructurados constituyendo verdaderas evidencias de la fragmentación. Hemos intentado
agrupar estos múltiples quiebres en algunas dimensiones significativas para el análisis del sistema,
complementándolas con algunos ejemplos de situaciones provinciales donde se verifican.
1. La existencia de por lo menos tres formas de establecer cuántos años abarca el tramo
del sistema considerado educación básica.
a. La antigua primaria de siete años: Ciudad de Bs. As., Neuquén, Río Negro y
estructuras tradicionales (escuelas Normales) en el interior de una provincia como
Stgo. Del Estero.
b. Una EGB de nueve: Prov. de Bs. As., Catamarca, Corrientes, Chaco, Chubut,
Formosa, Jujuy, La Pampa, La Rioja, Mendoza, Misiones, Salta, San Juan, San Luis,
Santa Cruz, Santa Fe, T. del Fuego y Tucumán.
c. Una primaria o EGB de seis: Córdoba primaria, EntreRíos EGB.
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c. EGB3 (2 años) y Polimodal (3 o 4 años) Mendoza
d. Ciclo unificado (3 años) y ciclo de especialización (3 años): Córdoba o Escuela
intermedia (3 años) y polimodal (3 o 4 años): Entre Ríos
Podemos afirmar que la consecuencia más destructiva que se advierte en el proceso de imposición
de la llamada “nueva estructura” es el impacto de f ragmentación del sistema. Vemos hoy que donde
teníamos un sistema centralizado, rígido y homogeneizante no tenemos otro flexible, múltiplemente
articulado y democratizado, sino fragmentos del anterior sistema cada uno de los cuales igualmente
rígidos y centralizados. Eso sí, diversificado, con poco de “común” y fuertemente desarticulado.
A más de diez años de la implementación de la LFE, el resultado de las políticas educativas que han
hecho explotar la estructura organizativa del sistema muestran:
1. La incapacidad del modelo educativo de “la reforma” de definir una educación básica común
nacional
2. Niveles crecientes de dificultad para definir cuáles son los niveles del sistema educativo, su
unidad pedagógica y sus modos de articulación vertical y horizontal
3. Ausencia de políticas estatales que garanticen en el cumplimiento /efectivización de la
obligatoriedad
4. Imposibilidad de hablar hoy de un sistema educativo nacional
En este contexto el discurso de garantizar la obligatoriedad resulta por lo menos una falacia, y en
muchos caos una burla. Hoy cuando desde los discursos y las políticas oficiales el pensamiento
único del neoliberalismo parece haber entrado en un cono de sombra, a lo que se agrega la pérdida
del consenso social que tenía diez años atrás, tal vez nuestros argumentos y este panorama sobre
las consecuencias fragmentadoras de la implementación de la estructura de la LFE puedan ser mejor
escuchadas. Es impostergable frenar la desarticulación creciente del sistema, creando la trama
necesaria para poder volver a hablar de una educación común y de un sistema nacional.