Azabache Anna Sewell PDF
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AZABACHE
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llamó con un relincho y me dijo:
-Quiero que prestes atención a lo que voy a decirte. Los
potros que juegan contigo son buenos compañeros, pero como son
animales de tiro, carecen de buenos modales. Tú, en cambio, eres
PRIMERA PARTE diferente por tu nacimiento y educación. Tu padre gozaba de
renombre en estos parajes y tu abuelo ganó la copa en las carreras
de Newmarket en dos oportunidades. Tu abuela era apreciada por
tener el más agradable carácter que se haya conocido y, en lo que
a mí respecta, creo que jamás me has visto cocear o morder.
Confío en que crezcas bueno y dócil y nunca aprendas malos
I modales. Cumple tus tareas con buena voluntad, levanta bien las
patas cuando trotes y jamás muerdas o cocees cuando juegues.
Nunca olvidé los sabios consejos de mi madre. Mi amo la
EL HOGAR EN QUE NACÍ apreciaba mucho. Su nombre era Duquesa, pero él acostumbraba
llamarla Mimosa. Era aquel un hombre muy bueno y amable. Nos
daba bien de comer, buen alojamiento y nos hablaba con el mismo
cariño con que se dirigía a sus hijos. Todos lo queríamos y mi
madre le tenía un afecto especial. Cuando lo veía junto al portón
relinchaba de alegría, trotaba hasta él y acercaba su boca hacia la
mano del hombre.
Mis recuerdos más lejanos se remontan a una pradera
extensa y de un césped siempre verde, con una lagunita de agua -Hola, Mimosa, ¿cómo está tu Negrito?
cristalina sobre la que se inclinaban muchos árboles frondosos. La El amo me había puesto ese nombre a causa del color de mi
charca no era muy profunda y asomaban a la superficie pelo, negro como el carbón.
numerosos junquillos y lirios acuáticos que crecían en el fondo.
Era un potrero alargado. En uno de sus extremos, más allá
de los cercados y tranqueras, se veían unos campos arados,
mientras que, en el otro, se alzaba el amplio portón que conducía
hacia la elegante casa de nuestro amo, junto a la carretera. En lo
alto del campo había un bosquecillo de abetos y en la parte
inferior había una hondonada y un arroyo murmurador corría al
fondo de la pendiente.
Mientras fui pequeño, me alimenté con la leche de mi
madre, hasta que un feliz día fui capaz de probar la hierba tan
sabrosa, y ya no sentí deseos de tomar leche. Durante el día
corríamos juntos y de noche me acostaba al lado de ella. En
épocas de calor solíamos permanecer al borde del estanque, a la
sombra de los árboles, y cuando hacía frío buscábamos un refugio
cálido cerca del bosquecillo.
No bien pude comer pasto mi madre salía a trabajar en las
horas de sol, y no regresaba hasta el caer de la tarde.
Había en el potrero otros seis potrillitos de mi edad o un
poco mayores que yo. Algunos tenían casi ya el tamaño de los
caballos grandes. Solía correr con ellos y divertirme mucho.
Galopábamos dando vueltas por el campo, y a veces, en medio de
la carrera, mis amigos daban coces y mordiscos.
Una tarde en que habían abundado las coces, mi madre me
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II imaginarse ni remotamente lo desagradable y angustioso que es el
freno, las primeras veces. Piensen que es una palanca de acero frío
y duro, del grosor de un dedo, que se lo colocan a uno en la boca
MI DOMADURA entre los dientes y la lengua, con los extremos que sobresalen en
las comisuras de los labios y sujeto por unas correas que pasan
por encima de la cabeza y bajo la garganta, alrededor de la nariz,
Con el transcurso de los días, yo iba haciéndome cada vez y debajo de la barbilla, de modo que por nada del mundo se puede
más apuesto. Tenía el pelo fino y suave, de un brillante color uno librar de esa cosa dura y desagradable, que, a cada tirón de la
negro, y en medio de la frente lucía una estrella blanca que se veía brida o las riendas le apreta a uno la boca que parece que la
muy hermosa. Ciertamente yo me creía muy lindo y mi amo cabeza fuese a estallar. Realmente es algo muy feo; por lo menos,
afirmaba que no pensaba venderme hasta que tuviera cuatro años, tal es mi opinión. Sin embargo, le reconfortaba el recordar que mi
pues, como decía él, los niños no deben trabajar como hombres, ni madre llevaba siempre uno cada vez que salía y que también lo
los potrillos como caballos, hasta no haberse desarrollado por usaban los caballos grandes, y ninguno parecía sentirse
completo. mortificado por eso.
Cuando cumplí cuatro años vino a verme un amigo de mi Gracias a los sabrosos puñados de avena, a las caricias y las
amo, el señor Gordon. Me examinó los ojos, la boca y las patas. amables palabras de mi amo, yo también me acostumbré a usar el
Me hizo caminar, trotar y galopar frente a él. Creo que le gusté freno y la brida.
porque dijo: Luego le tocó el turno a la montura, que es mucho menos
-Cuando esté bien adiestrado será un caballo magnífico. desagradable. El amo la colocó muy suavemente sobre mi lomo,
mientras el viejo Daniel, su ayudante, me sostenía la cabeza.
Mi amo le respondió que él mismo se encargaría de
Después me ajustaron las cinchas en la barriga, sin interrumpir las
domarme, pues no quería que me lastimaran o me dejasen
caricias y hablándome constantemente. Me dieron otro poco de
asustado. En efecto, no perdió ni un minuto en hacerlo porque al avena y me hicieron dar un paseo corto y agradable por el césped.
día siguiente comenzó a domarme o, mejor dicho, a adiestrarme. La operación se repitió varios días, hasta que pronto comencé a
Como tal vez muchos ignoren en qué consiste la domadura, desear la avena y la montura. Finalmente, una mañana mi amo
será preferible que la describa. El asunto consiste en enseñarle al cabalgó conmigo durante un rato por la pradera, sobre la hierba
caballo a usar la montura, las bridas y los demás aperos, y a suave. Debo confesar que al principio me sentí un poco extraño,
aceptar que lo monte un hombre, una mujer o un niño, sin pero no cabía de orgullo por ser yo quien llevaba al amo. Pronto
inquietarse, y a llevar a su jinete por dónde él quiera. me acostumbré también a ese nuevo estado.
Hay caballos que son muy rebeldes, y oponen mucha
resistencia a aprender esas cosas. En tales casos, el hombre los Otra experiencia nueva y francamente desagradable fue
obliga a obedecer finalmente. Por eso, se habla de domadura y no, cuando me colocaron las herraduras. Al principio también resultó
simplemente, de adiestramiento del caballo. algo difícil. El amo me llevó hasta el taller del herrero y se quedó
Además, uno debe acostumbrarse a- usar la cabezada, la conmigo para verificar que no me hacían daño o que no me
cincha y el arnés y a estarse quieto mientras se los colocan. asustara. El herrero levantó mis patas una por una y cortó una
Después, dejar que lo aten a un coche y caminar o trotar lenta o parte de los cascos, alisándolos. No experimenté dolor alguno, ya
rápidamente, según lo desee el cochero. No debe espantarse por lo que el casco es solamente una uña muy gruesa. Quedé en tres
que vea ni hablar con otros caballos, ni morder ni cocear ni hacer patas mientras realizaba su trabajo. Luego tomó un trozo de
nada a su voluntad sino obedecer las órdenes que le den, aunque
esté cansado o hambriento. Como pueden ver, el adiestramiento es hierro, le dio la forma de mis cascos, lo golpeó con un martillo e
de suma importancia. introdujo algunos clavos a fin de que la herradura quedara
Desde luego, me acostumbré al cabestro y al freno, y a ser firmemente sujeta.
conducido suavemente por el campo y los caminos. Para ello mi Sentí que mis patas parecían más rígidas y pesadas, pero
amo trajo un día la ración habitual de avena y, después de muchas con el tiempo me acostumbré. Imagino que a los humanos les
caricias, me introdujo el freno en la boca, sujetando las riendas. ocurrirá lo mismo cuando usan zapatos por primera vez.
Me resultó algo extremadamente desagradable. Una vez realizadas todas esas operaciones, y cuando me
Quienes jamás han tenido un freno en la boca no pueden habitué a esas novedades, el amo continuó mi entrenamiento con
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el arnés. Muchas cosas nuevas tuve que aprender a usar. En ignorantes y descuidados. Estos últimos arruinan más caballos que
primer término, me puso una collera dura y pesada alrededor del los demás, a causa de su total falta de sentido común, aunque no
pescuezo y una cabezada con grandes aletas a los costados que lo hacen deliberadamente. Ojalá caigas tú en buenas manos, si
llaman anteojeras. Y en verdad que bien merecen ese nombre bien nunca se sabe quien será el que nos compre. Para nosotros es
porque no podía ver nada de lo que ocurría a mi alrededor, salvo esta una cuestión de azar. Con todo, procede siempre de la mejor
lo que tenía enfrente de mí. Más tarde me enteré de que esas manera y procura mantener limpio tu nombre.
anteojeras sirven para que uno no vea cosas que pueden ponerlo
nervioso o asustarle.
Luego le tocó el turno a una pequeña montura, la cual tenía
una correa que pasaron por debajo de mi cola y que se llama
grupera o baticola. La detestaba porque era algo tan intolerable
como el bocado del freno. Nunca sentí tantas ganas de cocear,
pero no me animaba a hacerlo contra un amo tan bueno, por lo
que pronto también me habitué y cumplí con mis tareas igual que
mi madre.
Creo interesante relatar también otra experiencia que tuve
en los tiempos de mi adiestramiento. Durante un par de semanas
me enviaron a una granja vecina, con un potrero que lindaba por
un lado con una vía férrea y en la cual había ovejas y vacas.
Jamás olvidaré el primer tren que vi pasar. Estaba yo
comiendo tranquilamente cerca de los vallados que separaban el
potrero de las vías del ferrocarril, cuando escuché un ruido
extraño a lo lejos. Antes de darme cuenta de qué se trataba, pasó
veloz frente a mí, con tremendo estrépito, un tren largo y negro,
que me cortó el aliento. Me alejé a todo galope hacia el extremo
más lejano del campo y ahí me quedé resoplando de temor y
asombro. Durante el resto del día pasaron otros trenes, algunos a
menor velocidad, que se dirigían a la estación cercana. Antes de
detenerse lanzaban un horrendo rugido. Me pareció que era algo
espantoso, pero las vacas seguían comiendo tranquilamente y
apenas si levantaban la cabeza cuando pasaba esa cosa humeante
y rugidora.
Al principio no podía comer en paz, pero como me di
cuenta de que esa criatura terrible nunca entraba en el campo o
podía hacerme daño, comencé a no prestarle atención y pronto me
preocupé tan poco del tren como las vacas y las ovejas que
estaban conmigo.
El patrón solía ponerme en pareja con mi madre,
enganchados ambos a un liviano coche de paseo, pues ella era
segura y de carácter tranquilo y podía enseñarme mejor que un
caballo extraño. Me decía que cuanto mejor me portara tanto
mejor seria tratado y que lo más prudente que podía hacer yo era
satisfacer los deseos del amo.
-Existen muchas clases de seres humanos -decía mi madre-;
los hay buenos y comprensivos como nuestro amo, a quienes da
gusto servir. Pero hay también otros malos y crueles, o vanidosos,
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III -De acuerdo, señor -contestó John,
Me ensilló y luego comenzó a cabalgar. Primero
lentamente, luego al trote y después a medio galope. Cuando
llegamos al camino principal me dio un ligero toque con el látigo
INICIO UNA NUEVA VIDA y nos lanzamos a todo galope. Al atravesar el parque, al regresar,
nos encontramos con el señor y la señora Gordon, que estaban
caminando. Nos detuvieron y John se apeó de un salto.
-Pues bien, John, ¿qué tal se porta el caballo? -preguntó el
Desde que comenzó mi entrenamiento, me había señor Gordon.
acostumbrado a que todos los días me cepillaran el pelo hasta -De primera, señor. Corre tan veloz como un venado y es
dejarlo brillante como ala de cuervo.
de muy buen talante. Podrá conducirlo con solo el menor tirón de
A comienzos de mayo vino un hombre para llevarme a la
riendas. Al final del camino nos topamos con unos carros que
casa del señor Gordon, el amigo de mi amo de quien ya les he
llevaban colgados canastos y otras cosas por el estilo. Muchos
hablado. Cuando llegó el momento de la despedida, éste último
caballos, como usted sabe, no pasan tranquilamente junto a esos
me dijo:
carros; éste los miró con calma y siguió caminando lo más
-Adiós, Negrito; sé un buen caballo y pórtate bien.
Le puse mi hocico en la mano y él me palmeó campante.
cariñosamente. Fue así como abandoné mi primer hogar. Al día siguiente me montó el amo. Recordé los consejos de
En mi nueva casa había acomodamientos suficientes para mi madre y de mi anterior patrón y procuré hacer exactamente lo
varios caballos y coches. El primer establo era grande, cuadrado y que mi nuevo dueño quería. Me di cuenta de que era un excelente
estaba cerrado por detrás con un portón de madera. Los otros eran jinete y de que se preocupaba por mí. Cuando regresó a la casa lo
del tipo común y por cierto no tan grandes como aquél, que estaba aguardando su señora, quien le preguntó:
contaba, además, con una reja baja para el heno y el pesebre para -Y bien, querido, ¿qué te ha parecido?
el grano. Lo llamaban el establo "suelto" porque el caballo que -Es exactamente lo que dijo John. No podría haber
vivía ahí no estaba atado y podía moverse lo que quisiera. Fue allí conseguido un animal mejor. ¿Qué nombre le pondremos?
donde me instalaron y en verdad que no podía estar mejor. -¿Te gustaría que lo llamáramos Ébano? Es tan negro como
el ébano.
Junto al mío había un establo en el que vivía un caballo de
-No, no me gusta mucho ese nombre.
color gris, con la crin y la cola espesos, y en el otro había una
-¿Y Pájaro Negro, como el caballo de tu tío?
yegua de color castaño que me miró con mala cara, diciéndome: -Tampoco; es mucho más lindo que Pájaro Negro.
-¡Así es que eres tú quien me desalojó de mi establo! -Tienes razón -agregó su mujer-. Es realmente una belleza;
Resulta chocante que un potrillo extraño eche de su casa a una tiene la piel negra y reluciente como el azabache.
señora.
-Perdone usted -le dije-. Yo no he echado a nadie. El -Pues ya está -exclamó el señor Gordon- Lo llamaremos
hombre que me trajo me instaló aquí y yo no tengo nada que ver Azabache.
en el asunto. En cuanto a lo de potrillo, le diré que he cumplido Y así fue como me quedó ese nombre. John estaba
cuatro años y ya soy todo un caballo. Nunca me he peleado con orgulloso conmigo. Me cepillaba la crin y la cola hasta que
nadie y... ¡sólo deseo vivir en paz! quedaban tan suaves como el pelo de una dama y solía hablarme
El cochero de la casa se llamaba John Manly. Vivía con su durante largos ratos. Por supuesto, yo no entendía mucho lo que
mujer y un hijo en una casita junto a los establos. decía, pero pronto consiguió que hiciera lo que él quería. Le tomé
Al día siguiente me llevó al patio y me dio una buena cariño, pues era muy amable y bondadoso. Parecía darse cuenta
cepillada. Cuando estaba ya por regresar a mi establo, con la piel de lo que siente un caballo. Cuando me lavaba sabía cuales eran
suave y brillante, se acercó el señor Gordon y pareció estar las zonas más tiernas y las más cosquillosas. Ponía tanto cuidado
satisfecho conmigo. Dirigiéndose al cochero, le dijo: en no tocarme los ojos al cepillarme la cabeza como si fuera la
-Esta mañana, tenía el propósito de probar este nuevo suya propia. También era muy suave conmigo el otro muchacho
caballo, pero tengo otras cosas que hacer. Llévelo y dé una vuelta del establo, llamado James Howard, por lo que mi vida comenzó
con él después del desayuno para que lo vaya conociendo. a transcurrir feliz y contenta.
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IV directamente por el camino -respondió ásperamente el hombre.
-Pero, hombre, Ud. lo ha traído cientos de veces a mi casa
por ese camino, lo que prueba que es un animal inteligente y
recuerda por donde lo llevan. ¿Cómo va a saber ahora que usted
no va en esa dirección? Jamás he visto tratar tan feroz e
inhumanamente a un animal. Pero quien sale más perjudicado es
LECCIÓN AMARGA usted mismo. Recuerde que seremos juzgados según nos
comportamos con nuestros semejantes, ya se trate de seres
humanos o de animales.
El amo me hizo regresar lentamente a casa y, por el tono de
su voz, me di cuenta de cuanto lo había afectado ese espectáculo.
Tales eran los golpes que caían sobre el pobre animal que
casi le parte la quijada. Resultaba espantoso ver ese espectáculo.
Me daba cuenta de cuanto sufriría el caballo por los golpes que le
daban en su boca delicada. El amo interpretó mis pensamientos,
pues en un segundo estuvimos junto al hombre.
-Dígame, señor, ¿ese caballo es de carne y sangre? -le
preguntó severamente.
-De carne, sangre y caprichos -le contestó el cochero-. Está
demasiado acostumbrado a hacer su voluntad, pero yo le quitaré
todas las mañas.
-¿Y cree usted que con ese trato conseguirá lo que se
propone?
-Este bruto no tiene que doblar por aquí sino seguir
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V crujido terrible de un gran árbol que caía vencido por la tormenta.
Entonces vimos, en medio de la oscura masa de árboles,
cómo un roble gigantesco se tambaleaba, arrancado de raíz, y era
derribado por el vendaval justo delante de nosotros, atravesado en
la carretera. Debo admitir que sentí un miedo grande. Me paré en
seco y me puse a temblar, aunque, por supuesto, no salí huyendo
TORMENTA como un cobarde. John se apeó en el acto y corrió hasta colocarse
a mi lado.
-Ciertamente que ese roble casi nos cae encima -exclamó el
señor Gordon-. ¿Qué haremos ahora?
En cierta ocasión, a finales de otoño, mi amo tuvo que -No podemos pasar por sobre el árbol, ni hay manera de
emprender un largo viaje de negocios. Me engancharon a un rodearlo -repuso John-. Creo que no nos queda otro remedio que
dogcart. Siempre me ha gustado tirar uno de estos coches de dos retroceder hasta la encrucijada de los cuatro caminos, lo que hace
ruedas porque son muy livianos y veloces, y sus altas ruedas una distancia de unos nueve kilómetros antes de que podamos
permiten correr en forma agradable y con gran suavidad. llegar hasta el puente. Se nos hará bastante tarde, pero Azabache
Ese día había llovido mucho, y soplaba un viento vigoroso no da muestras de estar cansado.
que arrastraba por el camino revuelos de hojas secas. Íbamos Así, pues, tomamos esa dirección y, cuando alcanzamos
todos felices y contentos hasta que llegamos a la plaza de peaje hasta el puente, era noche cerrada y muy oscura. El agua había
junto al río, donde está el puente bajo de madera. La corriente subido hasta cubrir el puente, pero eso ocurría comúnmente en las
había subido mucho por las riberas, y el agua rozaba las vigas y crecidas del río y el amo no quiso que nos detuviéramos.
tablones del puente. En todo caso, las gentes no se preocupaban Avanzamos, sí, lentamente y con cuidado; y en el momento
demasiado de la crecida, pues el puente era muy sólido y contaba mismo en que mis patas tocaron las maderas semisumergidas del
además con fuertes barandas a ambos costados. puente, tuve por primera vez la seguridad de que algo andaba
El hombre encargado del portazgo o peaje nos indicó que la mal. Sentí el peligro con tanta claridad que no me atreví a seguir
crecida continuaba y que el río seguiría subiendo rápidamente. adelante y me paré en seco.
Agregó que temía que en la noche el tiempo fuese empeorando. -¡Vamos, adelante, Azabache! -me dijo mi amo, dándome
En muchos sitios de las cercanías ya se habían producido un ligero golpe con el látigo.
anegamientos. Incluso en el camino mismo el agua me llegaba a Pero yo no me moví del lugar. Entonces el señor Gordon
las rodillas, aunque el fondo era firme y bueno; por otra parte, mi me dio otro latigazo, ahora más fuerte. Yo di un salto, pero no me
amo me conducía con suavidad, de modo que no había nada que atreví a caminar.
temer. -Me parece que algo anda mal, señor -dijo John.
Llegamos así hasta el pueblo, donde pude descansar Salió de un salto del docart y se puso junto a mí,
tranquilamente y ser bien alimentado, ya que los negocios del inspeccionándolo todo. Intentó hacerme adelantar, sin
señor Gordon lo retuvieron muchas horas y no emprendimos el conseguirlo.
regreso hasta casi el anochecer. Ya desde la partida nos -Vamos, Azabache, ¿qué te pasa? -me preguntó.
encontramos con que el temporal había arreciado mucho. El Por supuesto, no podía contestarle aunque estaba seguro de
viento soplaba con fuerza tremenda y mi amo le comentó a John que el puente corría peligro.
que jamás había visto una tormenta como aquella. Lo mismo Fue entonces cuando el hombre del portazgo, con una
pensé yo, mientras cruzábamos a través de una zona boscosa; las antorcha en la mano, salió de su casa, haciendo señas como un
ramas crujían, agitándose como si fuesen varillas, y el ruido que loco.
hacían era sobrecogedor. -¡Paren, paren! -gritaba con todas sus fuerzas.
-Ojalá salgamos pronto del bosque -comentó el señor
-¿Qué ocurre?-le preguntó el amo.
Gordon con indisimulada inquietud.
-Sí, patrón -repuso John muy serio-. Sería desastroso que -El puente se ha partido por la mitad y una parte fue
una de esas grandes ramas se nos cayera encima. arrastrada por las aguas. Si siguen avanzando caerán al río.
No terminaba de decir esas palabras cuando escuchamos el -¡Gracias a Dios que no seguimos adelante! -exclamó el
amo.
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-Y gracias a Azabache, que se negó a pasar el puente VI
-agregó John.
Me tomó por la brida con mucha suavidad y me condujo
hasta el camino junto al río. Hacía mucho rato que se había puesto
el sol. Después del temporal que había derribado el árbol, el JAMES HOWARD
viento soplaba con menor intensidad. La oscuridad era completa y
la calma reinaba ahora después de la tormenta. Yo trotaba
tranquilamente; apenas se oían las ruedas al asentarse sobre el
barro. Durante un largo rato ni el amo ni John articularon una Una mañana de diciembre, John acababa de llevarme hasta
el establo después de mi ejercicio diario y me estaba poniendo una
palabra. Después oí la voz del primero: aunque no podía entender
mucho lo que decía me di cuenta de que los dos pensaban en el manta mientras James me traía la avena, cuando entró el amo.
Tenía una mirada seria y en la mano sostenía una carta. John cerró
peligro a que estuvimos expuestos si yo hubiera marchado cuando
me lo ordenaron. Habríamos caído al río y como la corriente era la puerta, se quitó la gorra y aguardó las órdenes.
muy impetuosa, sin nadie que nos prestara ayuda, lo más probable -Buenos días, John -dijo el amo-. Quiero saber si tienes
es que nos hubiéramos ahogado. alguna queja respecto a James.
El amo decía que Dios le había dado a los hombres la -¿Alguna queja? Ninguna, señor
facultad de razonar, pero que había dotado a los animales de un -¿Es escrupuloso en su trabajo y respetuoso contigo?
instinto que es mucho más eficaz. Gracias a ese instinto habían -Sí, señor, siempre.
salvado los seres irracionales la vida de muchos hombres. John -¿No has notado alguna vez que descuida sus tareas cuando
sabía infinidad de historias acerca de las proezas realizadas por no lo estás mirando?
perros y creía que la gente no suele dar la mitad del valor que se -Nunca, señor.
merecen los animales ni considerarlos sus amigos, como con -Está bien; quiero hacerte otra pregunta. ¿Tienes algún
justicia les corresponde. motivo para suponer que cuando sale con el caballo para hacer los
Por fin llegamos a la tranquera de nuestra casa, donde nos ejercicios o cumplir con un encargo se detiene a hablar con sus
estaba aguardando el jardinero. Nos explicó que el ama estaba amigos o entra en las casas donde no tiene nada que hacer dejando
muy asustada y temía nos hubiera pasado algún accidente. Había solo al caballo?
mandado a James hasta el puente de madera para tener noticias de -No, señor, estoy seguro, y si alguien ha dicho eso de James
nosotros. no lo creo si no me presentan pruebas. No me corresponde decir
Vimos que las luces de la puerta principal y de las ventanas quien puede estar interesado en desprestigiar a James. En lo que a
superiores estaban encendidas. El ama salió corriendo de la casa, mí respecta, le aseguro que jamás tuve en el establo a alguien más
preguntándole a su marido:
-¿Estás bien, querido? ¡Oh!; He vivido momentos de formal, simpático, honrado y lúcido que él. Confió tanto en su
ansiedad imaginando las cosas más terribles ¿Tuvieron algún palabra como en su trabajo. Es amable y sagaz con los animales y
accidente? prefiero que los cuide él antes que cualesquiera de esos otros
-No, querida, pero si no hubiera sido por Azabache, que se palafreneros que visten librea y galones. Quien quiera tener una
mostró mucho más inteligente que nosotros, habríamos caído al opinión acertada de James Howard que se la pida a John Manly.
río al pasar por el puente de madera. Durante todo este discurso el amo permaneció serio y
No pude oír nada más, pues entraron en la casa. John me atento. Cuando John terminó de hablar, mirando a James con una
llevó al establo. ¡Que excelente comida me dieron esa noche! sonrisa bondadosa, le dijo:
Cebada, afrecho y semillas entremezcladas con avena, además de -Está bien, muchacho; deja esa avena y acércate. Me alegra
una mullida cama de paja. Esto último me pareció una excelente que la opinión que tiene John de ti coincida con la mía. Es un
idea porque, en verdad, estaba muy cansado. hombre muy prudente y no es fácil decir lo mismo de mucha
gente; por lo tanto dejaré de andar por las ramas e iré dilectamente
al grano. Recibí una carta de mi cuñado. Sir Clifford Williams, en
la que me dice que necesita un muchacho de 20 ó 21 años en
quien pueda confiar y que conozca el oficio. El cochero que tiene
actualmente está ahora muy viejo y débil, después de haber
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servido en su casa durante treinta años, por lo que desea -¡Pero es un niño! -agregó James.
reemplazarlo, cuando se retire, por alguien capaz. Ofrece -Sí, tienes razón, de aspecto parece un niño; es menudo,
dieciocho chelines por semana, al principio, ropa de trabajo, un pero es voluntarioso y de gran corazón. Además, tiene muchas
dormitorio en la cochera y un muchacho que estará a sus órdenes. ganas de venir aquí y su padre, el viejo Thomas Green, está de
Sir Clifford es un hombre bondadoso y si quieres obtener esa acuerdo. Sé que el amo quiere darle una oportunidad. Me dijo que
plaza creo que seria un buen comienzo para ti. Me da pena que te
vayas, y si te vas, sé que John perdería a su mano derecha. si yo no lo encontraba eficaz para el trabajo tomaría un muchacho
-Ciertamente, señor, pero no quisiera perjudicarlo por nada más grande, pero le contesté que lo tomaría a prueba por seis
semanas.
del mundo -agregó John. -¡Seis semanas! exclamó James-. Ni en seis meses estará en
-¿Qué edad tienes. James? condiciones. Ya verás el trabajo que te va a dar.
-Cumpliré diecinueve en mayo, señor. -Perfectamente -contestó John sonriendo-. El trabajo y yo
somos buenos amigos. Nunca le tuve miedo.
-Eres muy joven. ¿Qué opinas. John? -Eres muy bueno, John; ojalá fuera yo tan bueno como tú.
-Realmente, señor, es joven, pero se comporta como un Al día siguiente apareció Joe para aprender el trabajo antes
hombre maduro. Si bien no tiene mucha experiencia como
de que se fuera James. Comenzó por limpiar el establo y traerme
cochero, posee una mano suave y firme, buen ojo y es muy eficaz
en el trabajo. Estoy seguro de que no estropeará a ningún caballo. paja y heno, lustrar el arnés y lavar el coche. El padre de Joe venía
-Lo que acabas de decir se ajusta perfectamente a los a menudo a darle una mano, pues conocía muy bien el trabajo; el
deseos de mi cuñado, pues en la postdata me dice que lo que más muchacho se afanaba por aprender y John no dejaba de alentarlo,
le gustaría es que encontrara a alguien que haya sido formado por dándole los mejores consejos. Fue así como Joe Green inició sus
ti. De modo que, James, piénsalo bien. Habla con tu madre y tareas en nuestra caballeriza.
comunícame tu decisión.
A los pocos días quedó establecido que James iría a la casa
de Sir Clifford en el término de un mes o seis semanas, según lo
decidiera su amo. y que, mientras tanto, aprendería todo lo
necesario. Nunca salió tan a menudo el coche como en esos días.
Cuando el ama se quedaba en casa, el amo conducía el carruaje;
pero ahora, ya fuera el solo o con las niñas, me enganchaban para
que James pudiera practicar. Al principio John lo acompañaba,
indicándole lo que debía hacer, pero después lo dejó solo.
Realmente era una maravilla ver todos los lugares que
visitamos. Íbamos hasta la estación de ferrocarril para la llegada
de los trenes, cuando el puente estaba atestado de coches y
ómnibus. Se requería buenos caballos y cocheros en el momento
en que sonaba la campana de la estación para que tanto los
carruajes como los peatones pudieran circular sin peligro alguno.
La práctica de James continuó varios días hasta que, una
mañana, entraron él y John en mi establo, conversando acerca de
la próxima partida del muchacho.
-Quisiera saber quien ocupará mi lugar cuando me vaya -le
preguntó James a John.
-Pues el chico Joe Green, de Lodge -le respondió.
-¿Quién? ¿Joe Green? ¡Pero si no es más que un chiquillo!
-No tanto -le respondió John-, Tiene ya catorce años y
medio.
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VII helado, brillaba la luna y todo el paisaje era espléndido. Pasamos
por una aldea, luego por un bosque oscuro, después subimos y
bajamos una colina hasta que tras doce kilómetros de carrera
llegamos al pueblo, atravesando las calles y la plaza principal.
Todo estaba silencioso; sólo se oía el ruido de mis cascos sobre
las piedras. El pueblo dormía. La campana de la iglesia dio las
tres cuando llegamos a la casa del médico. John tocó dos veces la
EL MEDICO DE URGENCIA campanilla y después se puso a dar puñetazos que resonaron
como un trueno sobre la puerta. Se abrió una ventana y apareció
el doctor White con su gorro de dormir,
Cierta noche, a los pocos días después de la partida de -¿Qué pasa? -preguntó,
James, yo había terminado de comer y dormía tranquilamente -La señora Gordon está muy mal, doctor. Mi amo quiere
sobre la paja cuando la campana del establo sonó con gran que vaya a verla en seguida. Piensa que morirá si no va usted en el
estrépito. Me erguí de un salto. Oí que se abría la puerta de la casa
de John y que corría con toda prisa. Regresó en seguida, abrió el acto. Aquí tiene una nota de él.
establo y me dijo: -Aguarda un momento. Iré en seguida.
-Despiértate, Azabache. Esta noche debes portarte como Cerró la ventana y pronto estuvo en la puerta de la casa.
nunca. -Lo peor -dijo- es que mi caballo estuvo todo el día afuera y
Antes de que pudiera enterarme qué ocurría, me puso la está agotado, y el otro se lo llevó mi hijo. ¿Qué puedo hacer?
montura y la brida. Salió en busca de su chaqueta y me sacó al ¿Puedo ir en el suyo?
trote. El señor Gordon estaba de pie en la puerta en la casa, -He venido a galope tendido todo el camino, doctor, pero
sosteniendo una lámpara. Dirigiéndose a John, le dijo: no creo que el amo se enoje si usted lo necesita.
-Corre, muchacho, como si se tratara de tu vida. No hay -Está bien. En un momento estoy listo.
minuto que perder, pues la vida de tu ama corre peligro. Entrégale John se paró junto a mí y me tocó el pescuezo, que estaba
esta nota al doctor White, haz que descanse el caballo en la empapado de sudor. El médico salió con una fusta en la mano.
posada y regresa tan pronto como puedas. -No la necesitará, doctor -le dijo John-. Azabache correrá
-Sí, señor-contestó John. todo lo que pueda. Cuídelo, doctor, no quisiera que sufriera daño
Y montó en el acto. El jardinero, que había oído la alguno.
campana, estaba ya junto al portón abierto y salimos a toda prisa -Por supuesto, John -contestó el médico-. Espero que no.
hacia el pueblo, atravesando la colina. Al llegar al portazgo, John No contaré el viaje de regreso. El doctor era un hombre más
golpeó fuertemente la puerta del encargado, quien nos dio en pesado que John y no tan buen jinete como él. Empero, hice todo
seguida vía libre. lo que pude. El hombre del portazgo tenía el paso libre. Cuando
-Deje el paso expedito -le dijo John al hombre-, pues dentro llegamos a la colina, el médico se detuvo unos instantes para que
de poco vendrá el médico. Aquí tiene el dinero. yo pudiera respirar. Me vino muy bien, pues estaba prácticamente
Frente a nosotros se extendía un largo camino junto al río. exhausto. Poco después nos encontrábamos ya en nuestra casa. El
amo estaba esperando en la puerta, pues nos había visto llegar. No
-Y ahora, Azabache -me dijo John-, tienes que dar todo lo dijo una sola palabra. Yo estaba feliz de haber regresado, pues mis
que puedas. patas temblaban y apenas podía sostenerme en pie. No tenía un
Así lo hice. No necesité que me espoleara ni me diera un solo pelo seco. El sudor
solo latigazo. Galopé durante dos millas todo lo que dieron mis corría por mis patas y me brotaba un vapor caliente. Parecía una
patas. No creo que mi abuelo, el que ganó las carreras de locomotora, como decía Joe.
Newmarket, haya ido más ligero. Cuando llegamos al puente, ¡Pobre Joe! Era joven y menudo y, como aún no conocía
John me hizo levantar un poco y me palmeó el cuello: muy bien el oficio, y su padre, que era quien le enseñaba, había
-¡Bravo, Azabache! exclamó cuando lo pasamos. ido hasta el pueblo vecino, se encontró con que tuvo que
Habría deseado llevarme a menor velocidad, pero yo no me atenderme a mí en ese estado. No dudo de que hizo lo mejor que
podía contener y partí tan rápidamente como antes. El aire estaba creyó necesario. Me cepilló el cuerpo y no me puso la manta
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porque pensó que yo tenía demasiado calor. Me trajo un cubo de VIII
agua tan fresquita que la bebí de un golpe. Después me dio de
comer heno y grano y, dando por terminada su tarea, salió del
establo.
Pronto comencé a sacudirme y temblar y caí muerto de
fatiga. Me dolía todo el cuerpo. ¡Ah, cómo me habría gustado que
me pusieran la manta mientras temblaba! ¡Si John hubiera estado
en ese momento! Pero se encontraba a ocho millas de distancia. ÚNICAMENTE IGNORANCIA
Decidí tenderme sobre la paja y tratar de dormir. Después de un
rato largo oí que John abría la puerta del establo. Dejé escapar un
gemido, pues realmente sentía mucho dolor. John se acercó a mí; No sé cuanto tiempo estuve enfermo. El señor Bond, el
no podía decirle cuanto estaba sufriendo, pero pareció darse veterinario, venía todos los días a verme, y en una oportunidad me
cuenta, pues me cubrió con dos o tres mantas y luego fue a la casa extrajo sangre. John sostenía un cubo dentro del cual caía mi
en busca de agua. La bebí y me dispuse a dormir. sangre mientras llevaba a cabo esa operación. Después de eso me
John estaba furioso. Oí que le decía a Joe: sentí muy débil y todos, inclusive yo mismo, creíamos que me iba
-¡Muchacho idiota! No le pusiste una sola manta y estoy a morir.
seguro de que el agua que le diste estaba demasiado fría. Me dejaron solo en el establo para que estuviera tranquilo.
Me sentía muy mal. Una fuerte inflamación había atacado Los demás caballos fueron llevados a otra parte, pues la fiebre me
mis pulmones y apenas podía respirar sin que me doliera. John me puso muy sensible. El menor ruidito me parecía un estruendo y
cuidó toda esa noche y el día siguiente. Se levantó dos o tres hasta podía oír los pasos de quienes iban y venían por la casa.
veces durante la noche para venir a verme. También vino el amo. Estaba enterado de todo lo que ocurría. Una noche John me dio un
remedio, ayudado por Thomas Green. Después de haberlo
¡Pobre Azabache! -me dijo-. Te has portado como un tomado, John se quedó una media hora para ver el resultado.
héroe. ¡Bravo, caballito! ¡Salvaste a tu ama! Si, Azabache, gracias Thomas se ofreció a quedarse con él: se sentaron en un
a ti se salvó la vida del ama. banco y colocaron la linterna a sus pies para que no me molestara
Me alegró oír esas palabras, pues el médico dijo que si no la luz. Permanecieron callados un rato hasta que Tom le dijo a
John:
hubiera llegado a tiempo habría sido ya demasiado tarde.
John le contó al amo que nunca había visto a un caballo -Quisiera que le dijeras algunas palabras de consuelo
correr tan ligero, como si yo hubiera sabido de qué se trataba. Por a Joe; el pobre muchacho está sumamente apenado. No tiene
supuesto que lo sabía, aunque John no lo creyera, Por lo menos ganas de comer ni de sonreír. Dice que la enfermedad de
sabía que John y yo teníamos que correr a toda la velocidad que Azabache ocurrió por culpa suya, aunque está seguro que
podíamos porque de ello dependía la vida de la señora. procedió de buena fe. Piensa que si Azabache se muere nadie
volverá a dirigirle la palabra. Me parte el corazón oírlo. Dile algo,
por favor; Joe no es un mal muchacho.
Después de un breve silencio, John le contestó:
-No seas duro conmigo, Tom. Sé que Joe no quiso hacerle
ningún daño a Azabache; jamás he dicho tal cosa. Pero
comprende que también yo estoy muy apenado. Este caballo
constituye mi orgullo para no decir que es el preferido de los
amos. Pensar que se puede morir en cualquier momento es algo
que me resulta insoportable. No obstante, si te parece que estuve
demasiado duro con él, mañana le hablaré... si es que Azabache
está mejor.
-Gracias, John. Sé que no fue tu intención mostrarte duro
con él y me alegra que comprendas que fue sólo ignorancia de su
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parte. IX
-¿Ignorancia? ¿Nada más que ignorancia? ¡Cómo puedes
decir tal cosa! ¿Acaso no sabes que eso es lo peor que hay en el
mundo, después de la Perfidia? Cual de las dos hace más mal,
sólo Dios lo sabe. Cuando la gente dice: "¡Ah, yo no lo sabía, no
fue mi intención hacer daño!", con ello cree que todo está bien.
Supongo que Martha Mulwash no tuvo intención de matar al bebé JOE GREEN
cuando le dio un jarabe equivocado. Pero lo mató y ahora está
procesada por asesinato.
-Y bien merecido lo tiene -contestó Tom-. Una mujer no Joe Green se portó muy bien; aprendió rápida mente y
tendría que ponerse a cuidar a un niño sin saber lo que es bueno o prestaba tanta atención en su trabajo que John comenzó a
malo para él. confiarle más tareas aunque, como era muy joven, raras veces se
-Y Bill Starkey -continuó diciendo John- no tuvo le permitía salir conmigo u otro caballo.
intenciones de asustar mortalmente a su hermano cuando se le Una mañana el amo tuvo que enviar una nota urgente a casa
apareció disfrazado de fantasma a la luz de la luna; pero la broma de un caballero que vivía a tres millas de casa, y le ordenó a Joe
le salió muy cara. Pensar que que cumpliera esa misión, diciéndole que podía ensillarme pero
ese muchacho hermoso e inteligente, que podría haber sido recomendándole que montara con mucho cuidado.
el orgullo de su madre, no es ahora, ni lo será nunca, aunque viva Después de entregada la nota, regresábamos tranquilamente
ochenta años, otra cosa que un idiota. Y tú mismo, Tom, a casa cuando por el camino vimos un carro cargado de ladrillos.
¿recuerdas cuando aquellas dos señoritas dejaron abierta la puerta Las ruedas se habían hundido en el barro y el carrero, látigo en
del invernadero y el viento helado te mató casi todas las plantas? mano, castigaba despiadadamente a los indefensos caballos. Joe
-¡Como casi! -exclamó Tom-. ¡Ni una sola quedó viva! me dio un tirón con las riendas y nos detuvimos. El espectáculo
Tuve que comenzar todo de nuevo, y lo peor fue que no sabía que presenciamos era penoso. Los dos caballos hacían esfuerzos
dónde conseguir plantas nuevas. Casi me vuelvo loco cuando increíbles para mover el carro; estaban sudando y jadeando, con
entré en el invernadero y vi lo que había pasado. todos los músculos en tensión. El carrero tiraba fuertemente de la
-Sin embargo -agregó John-, estoy seguro de que las cabeza del que iba adelante mientras proseguía jurando y
señoritas no tuvieron mala intención; fue sólo ignorancia por parte castigándolo brutalmente.
de ellas. -¡Deténgase!-le gritó Joe-. Deje de golpear a los caballos de
No pude oír más porque la medicina comenzó a surtir esa manera. ¿No ve que las ruedas están hundidas y no pueden
efecto y pronto me quedé dormido. A la mañana siguiente me mover el carro?
sentí mucho mejor, pero aún seguía oyendo las palabras de John y, El hombre no hizo caso y continuó fustigándolos.
a medida que conozco más el mundo, pienso en ellas y en la -¡Basta, por favor!-exclamó Joe-. Le ayudaré a levantar el
profunda verdad que encierran. carro. Los caballos no pueden hacerlo en ese estado.
-Ocúpate de tus asuntos, granuja, que yo me ocuparé de los
míos -contestó el hombre, malhumorado.
Estaba tan furioso -y lo peor, tan borracho- que prosiguió
con los latigazos. Joe me hizo dar vuelta y emprendimos a todo
galope el camino hacia la casa del fabricante de ladrillos. No sé sí
John habría aprobado nuestra carrera, pero Joe y yo estábamos tan
indignados por lo que acabábamos de presenciar que no podíamos
haber ido de otra manera. Cuando llegamos a la casa del ladrillero
golpeando la puerta Joe preguntó:
-Buenos días, ¿está el señor Clay?
Se abrió la puerta y apareció el señor Clay en persona.
¿Qué pasa, joven? Parece que vienes a toda prisa. ¿Traes
alguna orden del señor Gordon?
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-No, señor Clay, es que uno de sus carreros está allá en el que el carrero fue procesado, y con toda seguridad sentenciado a
camino pegándole a dos caballos hasta matarlos. Le dije que dos o tres meses de cárcel.
dejara de hacerlo, pero no me hizo caso; le ofrecí ayuda para Resultaba notable ver el cambio que se había operado en
levantar el carro y tampoco quiso aceptarla. Por ello he venido a Joe. John se reía al verlo y comentaba que en esa semana había
decírselo. Por favor, señor, vaya en seguida. crecido una pulgada.
A Joe le temblaba la voz de indignación. Creo que no le faltó razón. Joe seguía siendo tan bueno y
-Gracias, muchacho -contestó el hombre, corriendo a buscar amable como antes, pero daba la impresión de ser más aplomado
su sombrero y volviendo en un instante-. ¿Quisieras salir de y maduro, como si de golpe el muchacho se hubiera convertido en
testigo de lo que has visto si llevo a ese hombre ante el hombre.
magistrado?
-Por supuesto, señor, con mucho gusto.
El hombre partió y nosotros regresamos a casa al trote.
Cuando llegamos, John le preguntó a Joe no bien éste se apeó de
la montura:
-¿Qué pasa, muchacho? Me parece que estás furioso.
-Claro que lo estoy -respondió Joe.
Y acto seguido se puso a contarle todo lo que había visto.
Por lo general Joe era un muchacho tan tranquilo que resultaba
extraño verlo en ese estado.
-Perfectamente, Joe. Has procedido bien, aunque ese
individuo no reciba su merecido. Muchos que hubieran visto lo
mismo que tú, habrían pensado que no era asunto de ellos y
hubieran pasado de largo. Estoy de acuerdo contigo; la crueldad y
la opresión no pueden silenciarse. Procediste bien, muchacho.
Para entonces Joe ya se había calmado y se sentía orgulloso
de que John aprobara su actitud. Me limpió las patas y me cepilló
con mano más firme que nunca. Joe y John se dirigían a la casa a
comer cuando llegó un criado diciendo que el amo solicitaba la
presencia de Joe en su despacho. Se había hecho la denuncia de
un individuo acusado de maltratar caballos y se requería el
testimonio de Joe. El muchacho se puso colorado hasta la raíz del
pelo mientras los ojos le brillaban.
-Si necesitan pruebas, las tendrán -comentó.
-Espera un momento -le dijo John-. No puedes ir en ese
estado; arréglate un poco.
Joe se enderezó la corbata, se estiró la chaqueta y partió en
seguida. Nuestro amo era uno de los magistrados de la zona y a
menudo le traían algunos casos para dirimir o para que dijera que
habría que hacer. Durante un rato no oímos nada más en el
establo, pero cuando Joe regresó estaba de muy buen humor. Me
dio una palmada y me dijo:
-No íbamos a permitir que ese delito quedara sin castigo,
¿verdad?
Después oímos que había prestado testimonio con tal
claridad y que los caballos habían quedado tan exhaustos, con las
marcas bien visibles del tratamiento brutal que habían recibido,
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X -Señor -le dijo-, todo esto es mucho más de lo que merezco.
Jamás podré pagar lo que usted y su señora han hecho por mí.
Jamás los olvidaré, y quiera Dios que algún día el ama pueda
LA PARTIDA regresar como estaba antes. Tenemos que conservar las
esperanzas, señor.
El amo le estrechó la mano sin poder articular una sola
palabra. Luego los dos salieron del establo.
Tres arios felices viví en aquel lugar - dichoso, pero poco
después acontecieron penosos cambios. Hacía tiempo que la Llegó por fin el último y triste día. El criado había
señora Gordon estaba enferma. El médico venía a menudo y el partido la víspera con todo el equipaje y sólo quedaban el amo, su
amo tenía un aspecto grave y angustiado. Luego nos enteramos señora y la doncella. A mí me engancharon al coche junto con
que debíamos abandonar la casa en seguida y partir hacia una otro caballo. Los criados llevaron almohadones, alfombras y otros
zona más cálida, por dos o tres años. La noticia resonó entre objetos, y cuando todo estuvo dispuesto el señor Gordon
nosotros como el lúgubre tañido de una campana. Todo el mundo descendió los escalones llevando en sus brazos al ama. (Yo estaba
estaba apenado; el amo comenzó los preparativos para levantar la en la casa contigua y pude ver todo lo que ocurría). La colocó con
casa y partir de Inglaterra. En la caballeriza no oíamos hablar de mucho cuidado en el carruaje mientras el resto de la servidumbre
otra cosa, pues esa decisión predominó por sobre cualquier tema. se congregaba alrededor, llorando desconsoladamente.
John continuó realizando sus tareas, triste y silencioso, y
-Una vez más, adiós -dijo el señor Gordon-. Jamás
Joe apenas si se atrevía a silbar. Por toda la casa se notaba mucho
movimiento y las hijas del amo, junto con su institutriz, fueron las olvidaremos a ninguno de ustedes.
Entró en el coche y dio la orden de partir. Joe trepó al
primeras en partir. Luego nos tocó el tumo a nosotros. Uno de los pescante y salimos lentamente, al trote, a través del parque.
caballos fue vendido al conde de W.; otro se le entrego al vicario, Cuando pasábamos por la aldea, la gente estaba en la puerta de
con la condición de que no sería vendido y que cuando no pudiera sus casas para dar una mirada afectuosa a los viajeros, mientras
trabajar más se lo matara y enterrara. decían: "Dios los bendiga".
La víspera de la partida de mis compañeros, el señor Al llegar a la estación de ferrocarril, la señora Gordon se
Gordon vino al establo para dar las últimas indicaciones y dirigió a la sala de espera. Con su dulce voz le dijo a John
despedirse de los caballos. Estaba realmente muy apenado. Creo -Adiós, y que Dios te bendiga.
que nosotros pudimos percibir mejor el tono sombrío de su voz Sentí un ligero estremecimiento en las riendas. John no
que muchos hombres. Luego, dirigiéndose a John, le preguntó: pudo decir una sola palabra. Joe bajó el equipaje y se quedó junto
-¿Decidiste ya lo que vas a hacer? Veo que no has aceptado a los caballos mientras John se encaminaba a la plataforma.
ninguna de las ofertas que te han hecho. ¡Pobre Joe! Inclinó su cara entre nuestras cabezas para
-No, señor, creo que lo que más me gustaría sería conseguir ocultar las lágrimas. Pronto arribó el tren, resoplando y
una colocación con algún domador o entrenador de potros. humeando. Dos o tres minutos después se cerraron las portezuelas
Muchos animales jóvenes son estropeados a causa de un violentamente. El guarda hizo sonar su silbato y el tren comenzó
tratamiento erróneo, lo cual no sucedería si se los pusiera en a deslizarse dejando detrás de él una nube blanca de humo y unos
buenas manos. A mí siempre me han gustado los potrillos y si cuantos corazones apenados. Cuando se perdió de vista, John
pudiera enseñarles desde el principio, me parece que les haría regresó al coche.
mucho bien. ¿Qué opina usted, señor? -Jamás volveremos a verla -dijo-. Nunca más.
-No conozco nadie que sea tan eficaz como tú para ese Tomó las riendas y subió al coche. Joe se sentó junto a él.
trabajo. Entiendes a los caballos y, en cierta medida, también te Lentamente regresamos a casa, a esa casa que, desgraciadamente,
entienden ellos a ti. Con el tiempo podrías instalarte por tu ya no seria más nuestro hogar.
cuenta; creo que nada sería mejor. Hablaré con mi agente en
Londres y le daré las mejores referencias sobre ti.
Le dio a John el nombre y la dirección, de su agente y
luego le agradeció sus largos y fieles servicios. John quedó
sumamente emocionado.
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SEGUNDA PARTE Al día siguiente vino a verme lord W. Pareció estar contento
conmigo, pues dijo:
-Tengo mucha confianza en este caballo por las referencias
que me dio el señor Gordon. Antes de que nos vayamos a Londres
lo engancharé con Barón, el caballo negro. Los dos harán muy
buena pareja.
York le contó lo que John había dicho de mí. Por la tarde
XI me pusieron los arneses y me engancharon con el otro caballo.
Cuando la campana del establo dio las tres estábamos ya frente a
la casa. Era ésta muy grande, casi tres o cuatro veces más grande
que aquella en la que estuve viviendo antes, aunque ni siquiera la
mitad de agradable, si es que un caballo puede opinar.
Aparecieron dos lacayos, vestidos con librea de color pardo,
RESIDENCIA NUEVA calzones escarlata y medias blancas. Luego oí el ruido de las
faldas de seda de mi ama al descender las gradas de piedra. Se
detuvo para observarme. Era alta, de aspecto orgulloso y no
pareció estar muy contenta conmigo. Pero no dijo una sola palabra
La nueva casa a la que me llevó John quedaba unos y subió al coche.
veinticinco kilómetros distante de la del señor Gordon. Era la
residencia del conde de W., muy lujosa y con numerosas Así comenzaron mis días en la nueva residencia.
caballerizas. John preguntó por un señor York, quien demoró un
rato largo en venir. Era un hombre muy guapo, de mediana edad y,
por el tono de voz, me di cuenta de que no admitiría ser
desobedecido. Se mostró muy amistoso y cumplido con John, y
después de haberme echado un vistazo le dijo a uno de los
palafreneros que me llevara a mi establo e invitó a John a tomar
un refresco.
La caballeriza que me destinaron era limpia y ventilada.
Media hora después llegaron John y el señor York, quien sería mi
nuevo cochero.
-Pues bien, señor Manly -dijo York, después de haberme
examinado-; no encuentro defecto alguno en este caballo, aunque
todos sabemos que cada uno tiene sus propias características,
igual que los seres humanos, y requieren un tratamiento diferente.
Quisiera saber si éste tiene alguna en especial que usted desee
señalar.
-No creo que haya otro mejor en todo el país, señor -le
contestó John-, y me da mucha pena desprenderme de él. Este
caballito negro es excelente; jamás fue necesario hablarle con
rudeza o castigarlo Su mejor deseo es satisfacer las órdenes del
jinete.
Perfectamente -contestó York-. Me alegra que sea así.
John se despidió en el acto, pues temía perder el tren. Se
acercó a mí, me dio una palmada y me habló por última vez, con
voz apenada. Le acerqué mi cabeza, pues era esa la única manera
que tenía para decirle adiós. Luego partió y jamás volví a verlo.
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XII luego regresaría a caballo.
Me enganchó en el brougham, tomó la montura y partimos
para la estación. Cuando llegamos, el coronel le dio una propina y
REUBEN SMITH al despedirse le rogó que cuidara a lady Anne, diciéndole que no
permitiera que nadie cabalgara conmigo, pues yo estaba destinado
exclusivamente a ella.
Tengo que contarles ahora algo respecto de Reuben Smith, Dejamos el coche en el taller de reparaciones y Smith me
el hombre que quedaba a cargo de las caballerizas cuando York llevó hasta la posada "El León Blanco" diciéndole al mozo de
estaba ausente. Dificulto que haya alguien más entendido que él cuadra que me diera de comer y me tuviera listo para las cuatro de
en su oficio y, cuando estaba sobrio, no había otro más fiel y la tarde. Durante el trayecto a la estación se me había salido un
valioso. Era muy amable con los caballos y los manejaba con clavo en una de las herraduras delanteras, pero el mozo no se dio
mucha eficiencia. Les servía tanto de herrador como de cuenta hasta la hora de partir. Smith llegó a las cinco para decir
veterinario, pues había estado dos años con un veterinario que sólo saldríamos una hora después, pues se había encontrado
cirujano Además era un cochero de primer orden: lo mismo podía con unos amigos a quienes hacía tiempo no veía. El mozo le
conducir un coche de dos pares de caballos que de uno solo. Por informó que me faltaba un clavo y le preguntó si quería echar un
otra parte, tenía una excelente presencia, lo que unido a sus vistazo a la herradura.
conocimientos y sus modales agradables hacía que le cayera bien -No -contestó Smith-; no hace falta. Podrá andar hasta que
a todo el mundo, sobre todo a los caballos. lleguemos a casa.
Lo curioso es que un hombre de tales condiciones ocupara Me sorprendió oírlo hablar a gritos, tan fuera de lo común
un puesto inferior, cuando debería estar en el cargo de primer en él, y mucho más que no quisiera ver la herradura, pues por lo
cochero, como York. Sólo tenía un defecto: era muy aficionado a general era muy minucioso en ese aspecto. No vino a las seis, ni a
la bebida, sólo que no se entregaba a ella constantemente, como las siete, ni a las ocho. Eran casi las nueve cuando me llamó y
otros, sino que podía mantenerse sobrio durante semanas o meses. nuevamente me sorprendió el tono áspero y gritón de su voz.
Pero un buen día se agarraba una "curda", como decía York, y se Parecía estar de muy mal talante e insultó al mozo, aunque no
convertía en el terror de su mujer y en vergüenza para sí mismo y podría decir por qué. El dueño de la posada estaba junto a la
quienes tenían que tratarlo. Más como era tan eficiente, York puerta y le dijo:
suavizaba a veces el asunto para que el conde no se enterara. -¡Vaya con cuidado, Smith!
Una noche en que Reuben debía traer a algunos miembros Le contestó furioso, profiriendo un juramento. Poco antes
de la familia de un baile, bebió tanto que no podía sostener las de salir del pueblo comenzó a galopar dándome fuertes latigazos
riendas, por lo que uno de los caballeros tuvo que empuñarlas y de tanto en tanto, pese a que yo iba a toda velocidad. La noche era
regresar con las damas. Desde luego, ese hecho no pudo ocultarse muy oscura porque aún no había salido la luna y los caminos
y en el acto Reuben fue despedido. Su pobre mujer y sus niños se estaban muy pedregosos porque acababan de ser reparados. Como
vieron obligados a abandonar la bonita casa que ocupaban junto al marchábamos a toda carrera, se aflojó la herradura en la que
portón del parque e irse donde pudieran. El hecho había ocurrido faltaba el clavo y cuando llegamos al portazgo se salió.
tiempo atrás y me enteré de él por el viejo Max. Cuando yo fui a Si Smith hubiera estado en sus cabales se habría dado
vivir a la residencia del conde, Smith había recuperado el puesto cuenta de que mi marcha indicaba que algo andaba mal, pero
gracias a los buenos oficios de York, arrancándole a Reuben la estaba tan borracho que no notó nada.
promesa de que jamás volvería a beber una gota de alcohol en su
vida. Reuben mantuvo su palabra con tanta firmeza que cuando
York estaba ausente le confiaba su puesto y el hombre era tan
eficiente y honrado que difícilmente se encontraría otro mejor
para ocuparlo.
Estábamos a principios de abril y se aguardaba la llegada
de la familia para mayo. El brougham necesitaba ser reparado, y
como el coronel Blantyre tenía que regresar a su regimiento, se
dispuso que Smith lo llevaría en el coche hasta el pueblo y que
16
XIII Siguieron conversando hasta que decidieron que Robert me
llevaría y que Ned se haría cargo del cadáver. Fue algo difícil
colocarlo en el dogcart, pues no había quien sujetara a Ginger.
Pero ésta comprendió tan bien como yo lo que ocurría y se quedó
firme como una piedra. Ned partió muy lentamente con su triste
carga y Robert se acercó a inspeccionarme el casco. Luego me ató
su pañuelo fuertemente y me llevó a casa. Jamás olvidaré esa
EL FIN DE REUBEN SMITH caminata nocturna a través de más de cinco kilómetros. Robert me
guiaba con mucho cuidado; yo cojeaba y cada paso que daba me
producía inmenso dolor. Estoy seguro de que me compadecía,
Recién cerca de la medianoche escuché a lo lejos el sonido pues a menudo me palmeaba para darme ánimos, hablándome con
de los cascos de un caballo. Por momentos el ruido desaparecía la voz más suave.
para reaparecer luego más claro y cercano. El camino a nuestra Al fin llegué a mi establo, donde me dieron de comer.
residencia atravesaba unas plantaciones que pertenecían al conde. Robert me envolvió las rodillas con mantas mojadas, me aplicó
El ruido venía de esa dirección y confiaba en que fuera alguien una cataplasma de afrecho para quitarme el calor y me limpió
que venía a buscarnos. A medida que se oía más cerca pude hasta que llegara el veterinario por la mañana. Me acomodé como
distinguir el paso de Ginger, una de las yeguas de nuestras pude sobre la paja y me dormí, a pesar del dolor.
caballerizas. Relinché lo más alto que pude y tuve la alegría de oír Al día siguiente, después que el veterinario examinó mis
la respuesta de Ginger y voces de hombres. Venían cabalgando heridas, dijo que confiaba en que no tuviera algún daño en las
entre las piedras y se detuvieron ante la oscura figura que yacía en coyunturas, pues, de ser así, quedaría yo imposibilitado para
tierra. trabajar y las marcas no desaparecerían nunca. Hizo todo lo que
Uno de ellos se apeó de un salto y se paró junto a él. pudo para curarme. Mi enfermedad fue larga y penosa. Se me
-¡Es Reuben! -exclamó-. ¡Y no se mueve! formó carne muerta, como ellos la llamaron, en las rodillas, que
El otro hombre que lo acompañaba se inclinó sobre quemaron con cáustico. Cuando por fin las heridas quedaron
Reuben. cicatrizadas me aplicaron un líquido para que creciera de nuevo el
-Está muerto -dijo-. Tiene las manos heladas. pelo.
Lo levantaron y, efectivamente, estaba muerto. Tenía el Como la muerte de Smith se produjo en forma instantánea
pelo empapado en sangre. Volvieron a depositarlo en tierra y me y no hubo nadie que la presenciara, tuvo lugar una investigación.
miraron. Pronto observaron mis rodillas. El dueño y el mozo de "El León Blanco", junto con otra gente,
-El caballo tuvo una caída y lo despidió. Quién habría dieron testimonio de que Smith estaba borracho cuando salió de la
pensado que este animal podría tener una caída? Seguramente posada. El guardián del portazgo declaró que lo había visto
hará horas que Reuben fue derribado. Lo extraño es que el caballo cabalgar a todo galope cuando pasó frente a él. Mi herradura fue
no se haya movido del lugar. recogida entre las piedras, por lo que el caso quedó perfectamente
Robert, uno de los mozos que había llegado, intentó aclarado y yo libre de culpa.
hacerme avanzar. Di un paso y volví a caer en tierra. Todos compadecieron a Susan. La desventurada estaba
-Ya veo -dijo-; tiene heridas las rodillas y uno de los cascos poco menos que enloquecida. A cada rato repetía:
está hecho pedazos. ¡Pobre animal! ¡Con razón se cayó! Me -¡Oh, era tan bueno, tan bueno! ¡La culpa la tiene esa
parece, Ned, que Reuben no estaba en su sano juicio. ¡Hacer maldita bebida! ¿Por que no prohibirán su venta? ¡Oh, Reuben,
marchar el caballo por sobre estas piedras! De haber estado en sus Reuben!
cabales no habría hecho eso. Me parece que se repitió la vieja Así continuó lamentándose hasta que lo enterraron. Como
historia. ¡Pobre Susan! Estaba terriblemente pálida cuando vino a no tenía hogar ni parientes, se vio obligada a abandonar, una vez
casa a preguntarme si Reuben había vuelto. Quería hacerme creer más, con sus seis criaturas, la cómoda casita que habitaba junto a
los robles, para ir a vivir en un lóbrego asilo.
que no estaba preocupada y me dijo que Reuben tenía que hacer
varios trabajos, pero al mismo tiempo me pidió que saliera en su
busca. ¿Qué podemos hacer ahora? Tenemos que llevar el cadáver
y el caballo a casa. No será tarea fácil.
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XIV estaba en una barranca en lugar de un terreno plano, lo que me
obligaba a estar en posición poco favorable. Parecería que los
hombres aún no se han dado cuenta de que un caballo puede
trabajar mejor si tiene un establo confortable donde poder
moverse. Con todo, me alimentaban y limpiaban bien, y me
parece que el nuevo amo hacía todo lo posible para que yo
estuviera a mi gusto. Se ocupaba de alquilar coches y caballos de
DECADENCIA Y RUINA toda clase. A veces nos conducían sus propios hombres y otras nos
dejaba en manos de las damas y caballeros que nos alquilaban.
LA FERIA DE CABALLOS
38
XXVIII -Entonces, abuelo, tampoco creo que este caballo sea viejo.
Fíjate en la crin y en la cola. ¿Por qué no ]e miras la boca? Pese a
estar tan flaco, no tiene los ojos hundidos como los caballos viejos.
EL GRANJERO THOROUGHGOOD Y SU NIETO El señor se puso a reír, y le dijo a su nieto:
WILLIE -¡Bendito muchacho! ¡Has resultado ser tan afecto a los
caballos como tu abuelo!
-Revísale la boca y averigua cuánto piden por él. Estoy seguro
de que podría rejuvenecerse en nuestro campo.
Como era dable esperar, en esta venta me encontré en
compañía de caballos viejos y arruinados, algunos cojos, otros que Intervino entonces el hombre que me había llevado a la feria.
apenas podían dar un resuello y que más bien habría sido mejor -El caballerito es un experto, señor. En efecto, este caballo
matarlos. Por su parte, muchos compradores y vendedores no esta gastado por exceso de trabajo, arrastrando coches. No es
lucían mejor que las pobres bestias con las que esperaban hacer viejo; por el contrario, el veterinario dijo que seis meses de buen
una ganga. Había algunos viejos que procuraban conseguir un trato y comida abundante lo pondrían en condiciones óptimas. Ha
caballo o un potrillo por poca plata para que arrastraran un carro estado conmigo desde hace diez y puedo decirle que nunca vi un
cargado de madera o carbón. Otros intentaban vender su viejo animal más agradecido y bueno que él. Vale la pena que un caballero
rocín desvencijado por dos o tres libras antes que matarlos. Se de por el cinco libras. Para la primavera valdrá por lo menos
notaba que esos hombres habían llevado una vida miserable y veinte.
El granjero se rió y el muchacho, mirándolo con ansiedad,
difícil; antes de ir con ellos habría yo servido con gusto a otros que, le preguntó:
pese a su pobreza y a lo andrajoso de sus ropas, dejaban traslucir Abuelito, ¿no dijiste que habías vendido el potrillo por cinco
bondad y humanidad. En ellos podría confiar, seguramente. libras más de lo que esperabas? Ya ves, con esa ganancia podrías
Primero se acercó, tambaleando, un viejo que pareció comprar este caballo.
encariñarse conmigo y yo con él. Después vino un hombre con El granjero me palmeó las patas, que estaban hinchadas de
aspecto de granjero de buena posición, acompañado por un tanto estar parado yo, y luego me examinó la boca.
muchacho. Tenía espaldas anchas y hombros redondos: su Ha de tener trece o catorce años -dijo-. ¿Quieres trotar un
expresión era adusta aunque amable y llevaba puesto un sombrero poco con él?
de anchas alas. Al llegar junto a mí y a mis otros compañeros, Arqueé mi pobre y flaco pescuezo, levanté un poco la cola y
detuvo la marcha y nos miró compasivamente. Conservaba yo aún estiré las patas todo lo que pude. Cuando regresé del paseíto el
en buen estado la crin y la cola, lo que mejoraba mi aspecto. hombre volvió a preguntarle al vendedor:
Levanté las orejas y lo miré. -¿Cuánto es lo menos que pide por él?
-He aquí un caballo, Willie, que ha conocido mejores días -Cinco libras, señor; es el precio mínimo establecido por mi
-dijo. patrón.
-¡Pobre caballo! -exclamó el muchacho-. Te parece, abuelo, - Es una verdadera especulación -comentó meneando la
que estuvo alguna vez tirando de un coche? cabeza al mismo tiempo que sacaba la billetera-. ¿Tiene usted que
-Sí, muchacho -contestó el granjero, mirándome de cerca-. hacer algún otro negocio aquí? -agregó, contando el dinero.
-No, señor. Si quiere, puedo llevarle el caballo bástala posada.
Debe de haber sido bueno de joven. Fíjate en el hocico y en las -Le quedaré muy agradecido; justamente voy ahora para
orejas, en la forma del pescuezo y en el cuarto delantero. Se ve ahí.
que ha tenido una buena crianza. Comenzaron a caminar, y yo detrás de ellos. El muchacho
El granjero me dio unas palmadas en el pescuezo. Como apenas podía refrenar su alegría. El abuelo lo miraba satisfecho,
respuesta a su amabilidad, le acerqué la cabeza. El muchacho gozando de verlo feliz. En la posada me alimentaron bien y luego
también comenzó a acariciarme. un criado me llevó con mucho cuidado hasta la casa de mi nuevo
-¡Pobre animal! -repitió-. ¡Y cómo entiende cuando alguien amo donde me soltó en una vasta pradera en la que había un
se muestra cariñoso con él! ¿Por qué no lo compras, abuelo, y lo galpón.
rejuveneces como hiciste con la vieja Polilla? El señor Thoroughgood -que así se llamaba mi benefactor-
-Mi querido Willie, no puedo rejuvenecer a los animales ordenó que se me diera suficiente comida por la mañana y por la
viejos. Por otra parte, Polilla no estaba tan vieja; sólo había sido noche y que durante el día me sacaran a correr por el campo,
maltratada.
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encargándole a su nieto que me cuidara, pues, desde ese momento, XXIX
quedaba yo bajo su atención.
El muchacho se sintió orgulloso de que se le confiara, esa
misión y la tomó con toda seriedad. No faltaba día sin que me hiciera MI ÚLTIMO HOGAR
una visita y a veces me ponía con otros caballos, dándome de comer
zanahorias y otros alimentos nutritivos. Se mostraba
extraordinariamente bueno y cariñoso, hablándome y
acariciándome, lo cual, por supuesto, me hizo sentir por él el Una mañana del verano siguiente, el mozo de cuadra me
mismo cariño que sentía por mí. Me llamaba Compinche, porque limpió y enjaezó con tanto esmero que pensé que pronto ocurriría
yo estaba siempre detrás de él cuando íbamos al campo. A veces en mi vida otro cambio. Cuando me puso el arnés noté que había
venía con su abuelo, quien no cesaba de mirarme atentamente las sido lustrado con un cuidado fuera de lo común. Willie estaba
patas. medio preocupado, medio feliz, cuando subió al coche con su
-Las patas son su punto débil, Willie; pero está mejorando abuelo.
tan rápidamente que para la primavera podremos sacar un buen -Sí a las señoras les cae bien -dijo el señor Thoroughgood-,
precio por él. harán una buena adquisición. Esperemos a ver qué pasa.
El descanso completo, la buena alimentación, la hierba A una distancia de dos millas de la aldea vimos una casita
suave y el moderado ejercicio, pronto mejoraron mi aspecto y baja y hermosa, con césped al frente y un camino que conducía a
carácter. Por parte de madre había heredado yo una buena la puerta principal. Cuando llegamos, Willie hizo sonar la
constitución, y como de joven jamás me habían recargado de campanilla y preguntó si estaban la señorita Blomefield o la
trabajo, tuve más oportunidades que otros caballos para señorita Ellen. Le respondieron que sí y el muchacho regresó al
desarrollarme vigorosamente. Al llegar el invierno mis patas ya coche mientras su abuelo entraba en la casa. Estuvo dentro unos
estaban bien del todo y me sentí joven de nuevo. Llegó la diez minutos, al término de los cuales salió seguido por tres
primavera y. un día, el señor Thoroughgood decidió probarme en damas.
su faetón. Me quedé encantado ante esa idea y mi amo, junto con Una de ellas era alta y pálida, envuelta en un chal blanco y
su nieto, me hicieron dar un corto paseo. Mis patas ya no estaban apoyada en otra más joven, de ojos oscuros y rostro muy
entumecidas y pude hacer el viaje con toda comodidad. simpático. La tercera, de aspecto más imponente, era la señorita
-Está rejuveneciendo, Willie. Ahora tenemos que darle una Blomefield. Las tres se pusieron a examinarme y a hacer
tarea liviana. Para el verano estará tan bien como Polilla. Tiene una preguntas. La más joven -que era la señorita Ellen- gustó mucho
boca muy buena y una marcha excelente. No podría ser mejor. de mí porque -según dijo- tenía yo una cabeza muy linda; en
-¡Oh, abuelito, que contento estoy de que lo hayas cambio, la señorita Blomefield, cuando se enteró de que yo había
comprado! exclamó el muchacho. tenido una caída, manifestó su temor de que volviera a repetirse
-Lo mismo digo, querido; pero tiene que agradecérselo más a ti ese episodio el día en que yo la llevara en su coche.
que a mí. Ahora tenemos que pensar en alguna buena casa para él, El señor Thoroughgood la tranquilizó, diciéndole:
donde sepan reconocer y apreciar todo lo que vale. -Como ustedes saben, hasta caballos de primera clase
pueden caerse por impericia de los cocheros sin que tengan ellos
la culpa. Por lo que conozco del caso, este caballo sería uno de
ellos. Desde luego, no quiero influirlas en nada y si ustedes lo
desean pueden ponerlo a prueba. El cochero les dirá lo que piensa
de este animal.
-Ha sido usted tan buen consejero nuestro respecto a
caballos -dijo la señorita Blomefield-, que su recomendación nos
basta. Si mi hermana Lavinia no tiene nada que objetar,
aceptamos agradecidas su ofrecimiento de someterlo a prueba.
Ala mañana siguiente vino a buscarme un joven muy listo
que de entrada me miró satisfecho. Pero cuando observó mis
rodillas le dijo, con tono desilusionado, al señor Thoroughgood:
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-Jamás sospecharía, señor, que recomendaría usted a mis me llamarían por mi viejo nombre de Azabache.
señoras un caballo en estas condiciones. Desde hace un año comenzaron para mi otra vez los días
-No hay que juzgar por las apariencias, joven -contestó el felices. Joe es el más bueno y amable de todos los mozos que he
señor Thoroughgood-. Sólo tiene que ponerlo a prueba. Estoy conocido. Mi trabajo es suave y agradable y me siento
seguro de que no quedará usted desilusionado. Si no es tan bueno nuevamente lleno de brío y de vigor. Días pasados el señor
como cualquier otro caballo que haya conducido, puede Thoroughgood le decía a Joe:
enviármelo cuando guste. -En sus manos, este caballo llegará a cumplir veinte años o
Me instalaron en un establo muy cómodo, me dieron más.
de comer y me dejaron solo. Al día siguiente, mientras el mozo Willie me viene a ver cada vez que puede y me trata como a
me lavaba la cabeza, dijo: su mejor amigo. Mis amas prometieron que jamás me venderán,
-Tiene la misma estrella blanca en la frente que tenía por lo que nada tengo que temer.
Azabache y es casi de la misma altura que él. Quisiera saber Y aquí termina mi historia. Y también la historia de mis
dónde estará ahora aquel caballo. tribulaciones. Nuevamente tengo un hogar y, muchas veces, antes
Luego observó el lugar en el pescuezo donde me habían de despertarme, me imagino estar todavía en la casa donde
sangrado. Casi dio un salto y mirándome con más atención, como transcurrió mi infancia, jugando con mis amigos, a la sombra de
hablando consigo, exclamó: los manzanos.
-Una estrella blanca en la frente... este nudito en el lugar
donde lo sangraron... ese mechón blanco…¡Tiene que ser
Azabache! ¡Claro que es! ¿No te acuerdas de mí, de Joe Greene,
que casi te mata una vez?
Y, sin poder contener su alegría, comenzó a darme
palmadas. No podría decir si lo recordaba, pues ahora se había
FIN
convertido en un joven desarrollado, con patillas negras y voz
varonil. De lo que sí estoy seguro es de que él me reconoció. Si
efectivamente era Joe Greene, la noticia no podía alegrarme más.
Le acerqué el hocico e intenté decirle que antes habíamos sido
amigos. Nunca vi a un hombre tan contento.
-¡Probarte a ti! ¡Quisiera saber quién fue el canalla que te
dejó en ese estado las rodillas! No será por culpa mía si a partir de
ahora no lo pasas bien, ¡Ojalá estuviera aquí John Manly para
verte!
Por la tarde me enganchó a un cochecito y me llevó ante la
puerta principal. La señorita Ellen iba a salir conmigo para
probarme y pronto me di cuenta de que sabía conducir
perfectamente. Por su parte, quedó encantada con mi marcha. Oí
que Joe le hablaba acerca de mí y que no dudaba que yo era el
Azabache que había pertenecido al señor Gordon.
Cuando regresamos, las otras damas estaban ansiosas por
saber qué tal era yo. La señorita Ellen les dijo:
-¿Saben que fue el caballo preferido de la señora Gordon?
Hoy mismo le escribiré para decirle que está con nosotros. ¡Qué
contenta se va a poner!
A partir de ese día me engancharon durante una semana y
como yo parecía tan manso, la señorita Lavinia se decidió a salir
en su coche. Después de esta experiencia quedó establecido que
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