Azabache Anna Sewell PDF

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Anna Sewell

AZABACHE

"Soluciones Escolares Icarito", publicado por Prosa.

Ilustración Portada: Andrés Jullian


EDICIONES OCCIDENTE S.A.
Impresores: Prosa. 1995

IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE

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llamó con un relincho y me dijo:
-Quiero que prestes atención a lo que voy a decirte. Los
potros que juegan contigo son buenos compañeros, pero como son
animales de tiro, carecen de buenos modales. Tú, en cambio, eres
PRIMERA PARTE diferente por tu nacimiento y educación. Tu padre gozaba de
renombre en estos parajes y tu abuelo ganó la copa en las carreras
de Newmarket en dos oportunidades. Tu abuela era apreciada por
tener el más agradable carácter que se haya conocido y, en lo que
a mí respecta, creo que jamás me has visto cocear o morder.
Confío en que crezcas bueno y dócil y nunca aprendas malos
I modales. Cumple tus tareas con buena voluntad, levanta bien las
patas cuando trotes y jamás muerdas o cocees cuando juegues.
Nunca olvidé los sabios consejos de mi madre. Mi amo la
EL HOGAR EN QUE NACÍ apreciaba mucho. Su nombre era Duquesa, pero él acostumbraba
llamarla Mimosa. Era aquel un hombre muy bueno y amable. Nos
daba bien de comer, buen alojamiento y nos hablaba con el mismo
cariño con que se dirigía a sus hijos. Todos lo queríamos y mi
madre le tenía un afecto especial. Cuando lo veía junto al portón
relinchaba de alegría, trotaba hasta él y acercaba su boca hacia la
mano del hombre.
Mis recuerdos más lejanos se remontan a una pradera
extensa y de un césped siempre verde, con una lagunita de agua -Hola, Mimosa, ¿cómo está tu Negrito?
cristalina sobre la que se inclinaban muchos árboles frondosos. La El amo me había puesto ese nombre a causa del color de mi
charca no era muy profunda y asomaban a la superficie pelo, negro como el carbón.
numerosos junquillos y lirios acuáticos que crecían en el fondo.
Era un potrero alargado. En uno de sus extremos, más allá
de los cercados y tranqueras, se veían unos campos arados,
mientras que, en el otro, se alzaba el amplio portón que conducía
hacia la elegante casa de nuestro amo, junto a la carretera. En lo
alto del campo había un bosquecillo de abetos y en la parte
inferior había una hondonada y un arroyo murmurador corría al
fondo de la pendiente.
Mientras fui pequeño, me alimenté con la leche de mi
madre, hasta que un feliz día fui capaz de probar la hierba tan
sabrosa, y ya no sentí deseos de tomar leche. Durante el día
corríamos juntos y de noche me acostaba al lado de ella. En
épocas de calor solíamos permanecer al borde del estanque, a la
sombra de los árboles, y cuando hacía frío buscábamos un refugio
cálido cerca del bosquecillo.
No bien pude comer pasto mi madre salía a trabajar en las
horas de sol, y no regresaba hasta el caer de la tarde.
Había en el potrero otros seis potrillitos de mi edad o un
poco mayores que yo. Algunos tenían casi ya el tamaño de los
caballos grandes. Solía correr con ellos y divertirme mucho.
Galopábamos dando vueltas por el campo, y a veces, en medio de
la carrera, mis amigos daban coces y mordiscos.
Una tarde en que habían abundado las coces, mi madre me
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II imaginarse ni remotamente lo desagradable y angustioso que es el
freno, las primeras veces. Piensen que es una palanca de acero frío
y duro, del grosor de un dedo, que se lo colocan a uno en la boca
MI DOMADURA entre los dientes y la lengua, con los extremos que sobresalen en
las comisuras de los labios y sujeto por unas correas que pasan
por encima de la cabeza y bajo la garganta, alrededor de la nariz,
Con el transcurso de los días, yo iba haciéndome cada vez y debajo de la barbilla, de modo que por nada del mundo se puede
más apuesto. Tenía el pelo fino y suave, de un brillante color uno librar de esa cosa dura y desagradable, que, a cada tirón de la
negro, y en medio de la frente lucía una estrella blanca que se veía brida o las riendas le apreta a uno la boca que parece que la
muy hermosa. Ciertamente yo me creía muy lindo y mi amo cabeza fuese a estallar. Realmente es algo muy feo; por lo menos,
afirmaba que no pensaba venderme hasta que tuviera cuatro años, tal es mi opinión. Sin embargo, le reconfortaba el recordar que mi
pues, como decía él, los niños no deben trabajar como hombres, ni madre llevaba siempre uno cada vez que salía y que también lo
los potrillos como caballos, hasta no haberse desarrollado por usaban los caballos grandes, y ninguno parecía sentirse
completo. mortificado por eso.
Cuando cumplí cuatro años vino a verme un amigo de mi Gracias a los sabrosos puñados de avena, a las caricias y las
amo, el señor Gordon. Me examinó los ojos, la boca y las patas. amables palabras de mi amo, yo también me acostumbré a usar el
Me hizo caminar, trotar y galopar frente a él. Creo que le gusté freno y la brida.
porque dijo: Luego le tocó el turno a la montura, que es mucho menos
-Cuando esté bien adiestrado será un caballo magnífico. desagradable. El amo la colocó muy suavemente sobre mi lomo,
mientras el viejo Daniel, su ayudante, me sostenía la cabeza.
Mi amo le respondió que él mismo se encargaría de
Después me ajustaron las cinchas en la barriga, sin interrumpir las
domarme, pues no quería que me lastimaran o me dejasen
caricias y hablándome constantemente. Me dieron otro poco de
asustado. En efecto, no perdió ni un minuto en hacerlo porque al avena y me hicieron dar un paseo corto y agradable por el césped.
día siguiente comenzó a domarme o, mejor dicho, a adiestrarme. La operación se repitió varios días, hasta que pronto comencé a
Como tal vez muchos ignoren en qué consiste la domadura, desear la avena y la montura. Finalmente, una mañana mi amo
será preferible que la describa. El asunto consiste en enseñarle al cabalgó conmigo durante un rato por la pradera, sobre la hierba
caballo a usar la montura, las bridas y los demás aperos, y a suave. Debo confesar que al principio me sentí un poco extraño,
aceptar que lo monte un hombre, una mujer o un niño, sin pero no cabía de orgullo por ser yo quien llevaba al amo. Pronto
inquietarse, y a llevar a su jinete por dónde él quiera. me acostumbré también a ese nuevo estado.
Hay caballos que son muy rebeldes, y oponen mucha
resistencia a aprender esas cosas. En tales casos, el hombre los Otra experiencia nueva y francamente desagradable fue
obliga a obedecer finalmente. Por eso, se habla de domadura y no, cuando me colocaron las herraduras. Al principio también resultó
simplemente, de adiestramiento del caballo. algo difícil. El amo me llevó hasta el taller del herrero y se quedó
Además, uno debe acostumbrarse a- usar la cabezada, la conmigo para verificar que no me hacían daño o que no me
cincha y el arnés y a estarse quieto mientras se los colocan. asustara. El herrero levantó mis patas una por una y cortó una
Después, dejar que lo aten a un coche y caminar o trotar lenta o parte de los cascos, alisándolos. No experimenté dolor alguno, ya
rápidamente, según lo desee el cochero. No debe espantarse por lo que el casco es solamente una uña muy gruesa. Quedé en tres
que vea ni hablar con otros caballos, ni morder ni cocear ni hacer patas mientras realizaba su trabajo. Luego tomó un trozo de
nada a su voluntad sino obedecer las órdenes que le den, aunque
esté cansado o hambriento. Como pueden ver, el adiestramiento es hierro, le dio la forma de mis cascos, lo golpeó con un martillo e
de suma importancia. introdujo algunos clavos a fin de que la herradura quedara
Desde luego, me acostumbré al cabestro y al freno, y a ser firmemente sujeta.
conducido suavemente por el campo y los caminos. Para ello mi Sentí que mis patas parecían más rígidas y pesadas, pero
amo trajo un día la ración habitual de avena y, después de muchas con el tiempo me acostumbré. Imagino que a los humanos les
caricias, me introdujo el freno en la boca, sujetando las riendas. ocurrirá lo mismo cuando usan zapatos por primera vez.
Me resultó algo extremadamente desagradable. Una vez realizadas todas esas operaciones, y cuando me
Quienes jamás han tenido un freno en la boca no pueden habitué a esas novedades, el amo continuó mi entrenamiento con
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el arnés. Muchas cosas nuevas tuve que aprender a usar. En ignorantes y descuidados. Estos últimos arruinan más caballos que
primer término, me puso una collera dura y pesada alrededor del los demás, a causa de su total falta de sentido común, aunque no
pescuezo y una cabezada con grandes aletas a los costados que lo hacen deliberadamente. Ojalá caigas tú en buenas manos, si
llaman anteojeras. Y en verdad que bien merecen ese nombre bien nunca se sabe quien será el que nos compre. Para nosotros es
porque no podía ver nada de lo que ocurría a mi alrededor, salvo esta una cuestión de azar. Con todo, procede siempre de la mejor
lo que tenía enfrente de mí. Más tarde me enteré de que esas manera y procura mantener limpio tu nombre.
anteojeras sirven para que uno no vea cosas que pueden ponerlo
nervioso o asustarle.
Luego le tocó el turno a una pequeña montura, la cual tenía
una correa que pasaron por debajo de mi cola y que se llama
grupera o baticola. La detestaba porque era algo tan intolerable
como el bocado del freno. Nunca sentí tantas ganas de cocear,
pero no me animaba a hacerlo contra un amo tan bueno, por lo
que pronto también me habitué y cumplí con mis tareas igual que
mi madre.
Creo interesante relatar también otra experiencia que tuve
en los tiempos de mi adiestramiento. Durante un par de semanas
me enviaron a una granja vecina, con un potrero que lindaba por
un lado con una vía férrea y en la cual había ovejas y vacas.
Jamás olvidaré el primer tren que vi pasar. Estaba yo
comiendo tranquilamente cerca de los vallados que separaban el
potrero de las vías del ferrocarril, cuando escuché un ruido
extraño a lo lejos. Antes de darme cuenta de qué se trataba, pasó
veloz frente a mí, con tremendo estrépito, un tren largo y negro,
que me cortó el aliento. Me alejé a todo galope hacia el extremo
más lejano del campo y ahí me quedé resoplando de temor y
asombro. Durante el resto del día pasaron otros trenes, algunos a
menor velocidad, que se dirigían a la estación cercana. Antes de
detenerse lanzaban un horrendo rugido. Me pareció que era algo
espantoso, pero las vacas seguían comiendo tranquilamente y
apenas si levantaban la cabeza cuando pasaba esa cosa humeante
y rugidora.
Al principio no podía comer en paz, pero como me di
cuenta de que esa criatura terrible nunca entraba en el campo o
podía hacerme daño, comencé a no prestarle atención y pronto me
preocupé tan poco del tren como las vacas y las ovejas que
estaban conmigo.
El patrón solía ponerme en pareja con mi madre,
enganchados ambos a un liviano coche de paseo, pues ella era
segura y de carácter tranquilo y podía enseñarme mejor que un
caballo extraño. Me decía que cuanto mejor me portara tanto
mejor seria tratado y que lo más prudente que podía hacer yo era
satisfacer los deseos del amo.
-Existen muchas clases de seres humanos -decía mi madre-;
los hay buenos y comprensivos como nuestro amo, a quienes da
gusto servir. Pero hay también otros malos y crueles, o vanidosos,
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III -De acuerdo, señor -contestó John,
Me ensilló y luego comenzó a cabalgar. Primero
lentamente, luego al trote y después a medio galope. Cuando
llegamos al camino principal me dio un ligero toque con el látigo
INICIO UNA NUEVA VIDA y nos lanzamos a todo galope. Al atravesar el parque, al regresar,
nos encontramos con el señor y la señora Gordon, que estaban
caminando. Nos detuvieron y John se apeó de un salto.
-Pues bien, John, ¿qué tal se porta el caballo? -preguntó el
Desde que comenzó mi entrenamiento, me había señor Gordon.
acostumbrado a que todos los días me cepillaran el pelo hasta -De primera, señor. Corre tan veloz como un venado y es
dejarlo brillante como ala de cuervo.
de muy buen talante. Podrá conducirlo con solo el menor tirón de
A comienzos de mayo vino un hombre para llevarme a la
riendas. Al final del camino nos topamos con unos carros que
casa del señor Gordon, el amigo de mi amo de quien ya les he
llevaban colgados canastos y otras cosas por el estilo. Muchos
hablado. Cuando llegó el momento de la despedida, éste último
caballos, como usted sabe, no pasan tranquilamente junto a esos
me dijo:
carros; éste los miró con calma y siguió caminando lo más
-Adiós, Negrito; sé un buen caballo y pórtate bien.
Le puse mi hocico en la mano y él me palmeó campante.
cariñosamente. Fue así como abandoné mi primer hogar. Al día siguiente me montó el amo. Recordé los consejos de
En mi nueva casa había acomodamientos suficientes para mi madre y de mi anterior patrón y procuré hacer exactamente lo
varios caballos y coches. El primer establo era grande, cuadrado y que mi nuevo dueño quería. Me di cuenta de que era un excelente
estaba cerrado por detrás con un portón de madera. Los otros eran jinete y de que se preocupaba por mí. Cuando regresó a la casa lo
del tipo común y por cierto no tan grandes como aquél, que estaba aguardando su señora, quien le preguntó:
contaba, además, con una reja baja para el heno y el pesebre para -Y bien, querido, ¿qué te ha parecido?
el grano. Lo llamaban el establo "suelto" porque el caballo que -Es exactamente lo que dijo John. No podría haber
vivía ahí no estaba atado y podía moverse lo que quisiera. Fue allí conseguido un animal mejor. ¿Qué nombre le pondremos?
donde me instalaron y en verdad que no podía estar mejor. -¿Te gustaría que lo llamáramos Ébano? Es tan negro como
el ébano.
Junto al mío había un establo en el que vivía un caballo de
-No, no me gusta mucho ese nombre.
color gris, con la crin y la cola espesos, y en el otro había una
-¿Y Pájaro Negro, como el caballo de tu tío?
yegua de color castaño que me miró con mala cara, diciéndome: -Tampoco; es mucho más lindo que Pájaro Negro.
-¡Así es que eres tú quien me desalojó de mi establo! -Tienes razón -agregó su mujer-. Es realmente una belleza;
Resulta chocante que un potrillo extraño eche de su casa a una tiene la piel negra y reluciente como el azabache.
señora.
-Perdone usted -le dije-. Yo no he echado a nadie. El -Pues ya está -exclamó el señor Gordon- Lo llamaremos
hombre que me trajo me instaló aquí y yo no tengo nada que ver Azabache.
en el asunto. En cuanto a lo de potrillo, le diré que he cumplido Y así fue como me quedó ese nombre. John estaba
cuatro años y ya soy todo un caballo. Nunca me he peleado con orgulloso conmigo. Me cepillaba la crin y la cola hasta que
nadie y... ¡sólo deseo vivir en paz! quedaban tan suaves como el pelo de una dama y solía hablarme
El cochero de la casa se llamaba John Manly. Vivía con su durante largos ratos. Por supuesto, yo no entendía mucho lo que
mujer y un hijo en una casita junto a los establos. decía, pero pronto consiguió que hiciera lo que él quería. Le tomé
Al día siguiente me llevó al patio y me dio una buena cariño, pues era muy amable y bondadoso. Parecía darse cuenta
cepillada. Cuando estaba ya por regresar a mi establo, con la piel de lo que siente un caballo. Cuando me lavaba sabía cuales eran
suave y brillante, se acercó el señor Gordon y pareció estar las zonas más tiernas y las más cosquillosas. Ponía tanto cuidado
satisfecho conmigo. Dirigiéndose al cochero, le dijo: en no tocarme los ojos al cepillarme la cabeza como si fuera la
-Esta mañana, tenía el propósito de probar este nuevo suya propia. También era muy suave conmigo el otro muchacho
caballo, pero tengo otras cosas que hacer. Llévelo y dé una vuelta del establo, llamado James Howard, por lo que mi vida comenzó
con él después del desayuno para que lo vaya conociendo. a transcurrir feliz y contenta.
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IV directamente por el camino -respondió ásperamente el hombre.
-Pero, hombre, Ud. lo ha traído cientos de veces a mi casa
por ese camino, lo que prueba que es un animal inteligente y
recuerda por donde lo llevan. ¿Cómo va a saber ahora que usted
no va en esa dirección? Jamás he visto tratar tan feroz e
inhumanamente a un animal. Pero quien sale más perjudicado es
LECCIÓN AMARGA usted mismo. Recuerde que seremos juzgados según nos
comportamos con nuestros semejantes, ya se trate de seres
humanos o de animales.
El amo me hizo regresar lentamente a casa y, por el tono de
su voz, me di cuenta de cuanto lo había afectado ese espectáculo.

Según iba transcurriendo mi vida en esa casa, iba yo


sintiéndome cada vez más orgulloso y feliz. El señor y la señora
Gordon eran muy respetados y queridos en toda la región, pues se
mostraban siempre amables y buenos con todo el mundo.
No sólo los estimaba la gente de la comarca sino que
también se habían granjeado el cariño de cuanto animal había, ya
fueran caballos o asnos, perros o gatos, vacas o pájaros.
También protegían, siempre, a todos los niños que eran
tratados cruelmente. ¡Ojalá todas las damas fueran como la señora
Gordon y los hombres como mí amo!
Recuerdo cierto día en que regresábamos a casa después de
un largo paseo, cuando acertó el señor Gordon a ver un hombre de
vigorosa estatura conduciendo un coche pequeño tirado por un
caballito de patas delgadas y cabeza inteligente y noble. No bien
estuvo cerca de la tranquera, el animalito giró hacia ese lado. El
hombre, sin una palabra de aviso, le dio un tirón tan brusco que
casi lo hizo caer en tierra sobre sus patas. El caballo se irguió de
nuevo y se disponía a reanudar la marcha cuando el cochero
empezó a castigarlo furiosamente,

Tales eran los golpes que caían sobre el pobre animal que
casi le parte la quijada. Resultaba espantoso ver ese espectáculo.
Me daba cuenta de cuanto sufriría el caballo por los golpes que le
daban en su boca delicada. El amo interpretó mis pensamientos,
pues en un segundo estuvimos junto al hombre.
-Dígame, señor, ¿ese caballo es de carne y sangre? -le
preguntó severamente.
-De carne, sangre y caprichos -le contestó el cochero-. Está
demasiado acostumbrado a hacer su voluntad, pero yo le quitaré
todas las mañas.
-¿Y cree usted que con ese trato conseguirá lo que se
propone?
-Este bruto no tiene que doblar por aquí sino seguir
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V crujido terrible de un gran árbol que caía vencido por la tormenta.
Entonces vimos, en medio de la oscura masa de árboles,
cómo un roble gigantesco se tambaleaba, arrancado de raíz, y era
derribado por el vendaval justo delante de nosotros, atravesado en
la carretera. Debo admitir que sentí un miedo grande. Me paré en
seco y me puse a temblar, aunque, por supuesto, no salí huyendo
TORMENTA como un cobarde. John se apeó en el acto y corrió hasta colocarse
a mi lado.
-Ciertamente que ese roble casi nos cae encima -exclamó el
señor Gordon-. ¿Qué haremos ahora?
En cierta ocasión, a finales de otoño, mi amo tuvo que -No podemos pasar por sobre el árbol, ni hay manera de
emprender un largo viaje de negocios. Me engancharon a un rodearlo -repuso John-. Creo que no nos queda otro remedio que
dogcart. Siempre me ha gustado tirar uno de estos coches de dos retroceder hasta la encrucijada de los cuatro caminos, lo que hace
ruedas porque son muy livianos y veloces, y sus altas ruedas una distancia de unos nueve kilómetros antes de que podamos
permiten correr en forma agradable y con gran suavidad. llegar hasta el puente. Se nos hará bastante tarde, pero Azabache
Ese día había llovido mucho, y soplaba un viento vigoroso no da muestras de estar cansado.
que arrastraba por el camino revuelos de hojas secas. Íbamos Así, pues, tomamos esa dirección y, cuando alcanzamos
todos felices y contentos hasta que llegamos a la plaza de peaje hasta el puente, era noche cerrada y muy oscura. El agua había
junto al río, donde está el puente bajo de madera. La corriente subido hasta cubrir el puente, pero eso ocurría comúnmente en las
había subido mucho por las riberas, y el agua rozaba las vigas y crecidas del río y el amo no quiso que nos detuviéramos.
tablones del puente. En todo caso, las gentes no se preocupaban Avanzamos, sí, lentamente y con cuidado; y en el momento
demasiado de la crecida, pues el puente era muy sólido y contaba mismo en que mis patas tocaron las maderas semisumergidas del
además con fuertes barandas a ambos costados. puente, tuve por primera vez la seguridad de que algo andaba
El hombre encargado del portazgo o peaje nos indicó que la mal. Sentí el peligro con tanta claridad que no me atreví a seguir
crecida continuaba y que el río seguiría subiendo rápidamente. adelante y me paré en seco.
Agregó que temía que en la noche el tiempo fuese empeorando. -¡Vamos, adelante, Azabache! -me dijo mi amo, dándome
En muchos sitios de las cercanías ya se habían producido un ligero golpe con el látigo.
anegamientos. Incluso en el camino mismo el agua me llegaba a Pero yo no me moví del lugar. Entonces el señor Gordon
las rodillas, aunque el fondo era firme y bueno; por otra parte, mi me dio otro latigazo, ahora más fuerte. Yo di un salto, pero no me
amo me conducía con suavidad, de modo que no había nada que atreví a caminar.
temer. -Me parece que algo anda mal, señor -dijo John.
Llegamos así hasta el pueblo, donde pude descansar Salió de un salto del docart y se puso junto a mí,
tranquilamente y ser bien alimentado, ya que los negocios del inspeccionándolo todo. Intentó hacerme adelantar, sin
señor Gordon lo retuvieron muchas horas y no emprendimos el conseguirlo.
regreso hasta casi el anochecer. Ya desde la partida nos -Vamos, Azabache, ¿qué te pasa? -me preguntó.
encontramos con que el temporal había arreciado mucho. El Por supuesto, no podía contestarle aunque estaba seguro de
viento soplaba con fuerza tremenda y mi amo le comentó a John que el puente corría peligro.
que jamás había visto una tormenta como aquella. Lo mismo Fue entonces cuando el hombre del portazgo, con una
pensé yo, mientras cruzábamos a través de una zona boscosa; las antorcha en la mano, salió de su casa, haciendo señas como un
ramas crujían, agitándose como si fuesen varillas, y el ruido que loco.
hacían era sobrecogedor. -¡Paren, paren! -gritaba con todas sus fuerzas.
-Ojalá salgamos pronto del bosque -comentó el señor
-¿Qué ocurre?-le preguntó el amo.
Gordon con indisimulada inquietud.
-Sí, patrón -repuso John muy serio-. Sería desastroso que -El puente se ha partido por la mitad y una parte fue
una de esas grandes ramas se nos cayera encima. arrastrada por las aguas. Si siguen avanzando caerán al río.
No terminaba de decir esas palabras cuando escuchamos el -¡Gracias a Dios que no seguimos adelante! -exclamó el
amo.
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-Y gracias a Azabache, que se negó a pasar el puente VI
-agregó John.
Me tomó por la brida con mucha suavidad y me condujo
hasta el camino junto al río. Hacía mucho rato que se había puesto
el sol. Después del temporal que había derribado el árbol, el JAMES HOWARD
viento soplaba con menor intensidad. La oscuridad era completa y
la calma reinaba ahora después de la tormenta. Yo trotaba
tranquilamente; apenas se oían las ruedas al asentarse sobre el
barro. Durante un largo rato ni el amo ni John articularon una Una mañana de diciembre, John acababa de llevarme hasta
el establo después de mi ejercicio diario y me estaba poniendo una
palabra. Después oí la voz del primero: aunque no podía entender
mucho lo que decía me di cuenta de que los dos pensaban en el manta mientras James me traía la avena, cuando entró el amo.
Tenía una mirada seria y en la mano sostenía una carta. John cerró
peligro a que estuvimos expuestos si yo hubiera marchado cuando
me lo ordenaron. Habríamos caído al río y como la corriente era la puerta, se quitó la gorra y aguardó las órdenes.
muy impetuosa, sin nadie que nos prestara ayuda, lo más probable -Buenos días, John -dijo el amo-. Quiero saber si tienes
es que nos hubiéramos ahogado. alguna queja respecto a James.
El amo decía que Dios le había dado a los hombres la -¿Alguna queja? Ninguna, señor
facultad de razonar, pero que había dotado a los animales de un -¿Es escrupuloso en su trabajo y respetuoso contigo?
instinto que es mucho más eficaz. Gracias a ese instinto habían -Sí, señor, siempre.
salvado los seres irracionales la vida de muchos hombres. John -¿No has notado alguna vez que descuida sus tareas cuando
sabía infinidad de historias acerca de las proezas realizadas por no lo estás mirando?
perros y creía que la gente no suele dar la mitad del valor que se -Nunca, señor.
merecen los animales ni considerarlos sus amigos, como con -Está bien; quiero hacerte otra pregunta. ¿Tienes algún
justicia les corresponde. motivo para suponer que cuando sale con el caballo para hacer los
Por fin llegamos a la tranquera de nuestra casa, donde nos ejercicios o cumplir con un encargo se detiene a hablar con sus
estaba aguardando el jardinero. Nos explicó que el ama estaba amigos o entra en las casas donde no tiene nada que hacer dejando
muy asustada y temía nos hubiera pasado algún accidente. Había solo al caballo?
mandado a James hasta el puente de madera para tener noticias de -No, señor, estoy seguro, y si alguien ha dicho eso de James
nosotros. no lo creo si no me presentan pruebas. No me corresponde decir
Vimos que las luces de la puerta principal y de las ventanas quien puede estar interesado en desprestigiar a James. En lo que a
superiores estaban encendidas. El ama salió corriendo de la casa, mí respecta, le aseguro que jamás tuve en el establo a alguien más
preguntándole a su marido:
-¿Estás bien, querido? ¡Oh!; He vivido momentos de formal, simpático, honrado y lúcido que él. Confió tanto en su
ansiedad imaginando las cosas más terribles ¿Tuvieron algún palabra como en su trabajo. Es amable y sagaz con los animales y
accidente? prefiero que los cuide él antes que cualesquiera de esos otros
-No, querida, pero si no hubiera sido por Azabache, que se palafreneros que visten librea y galones. Quien quiera tener una
mostró mucho más inteligente que nosotros, habríamos caído al opinión acertada de James Howard que se la pida a John Manly.
río al pasar por el puente de madera. Durante todo este discurso el amo permaneció serio y
No pude oír nada más, pues entraron en la casa. John me atento. Cuando John terminó de hablar, mirando a James con una
llevó al establo. ¡Que excelente comida me dieron esa noche! sonrisa bondadosa, le dijo:
Cebada, afrecho y semillas entremezcladas con avena, además de -Está bien, muchacho; deja esa avena y acércate. Me alegra
una mullida cama de paja. Esto último me pareció una excelente que la opinión que tiene John de ti coincida con la mía. Es un
idea porque, en verdad, estaba muy cansado. hombre muy prudente y no es fácil decir lo mismo de mucha
gente; por lo tanto dejaré de andar por las ramas e iré dilectamente
al grano. Recibí una carta de mi cuñado. Sir Clifford Williams, en
la que me dice que necesita un muchacho de 20 ó 21 años en
quien pueda confiar y que conozca el oficio. El cochero que tiene
actualmente está ahora muy viejo y débil, después de haber
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servido en su casa durante treinta años, por lo que desea -¡Pero es un niño! -agregó James.
reemplazarlo, cuando se retire, por alguien capaz. Ofrece -Sí, tienes razón, de aspecto parece un niño; es menudo,
dieciocho chelines por semana, al principio, ropa de trabajo, un pero es voluntarioso y de gran corazón. Además, tiene muchas
dormitorio en la cochera y un muchacho que estará a sus órdenes. ganas de venir aquí y su padre, el viejo Thomas Green, está de
Sir Clifford es un hombre bondadoso y si quieres obtener esa acuerdo. Sé que el amo quiere darle una oportunidad. Me dijo que
plaza creo que seria un buen comienzo para ti. Me da pena que te
vayas, y si te vas, sé que John perdería a su mano derecha. si yo no lo encontraba eficaz para el trabajo tomaría un muchacho
-Ciertamente, señor, pero no quisiera perjudicarlo por nada más grande, pero le contesté que lo tomaría a prueba por seis
semanas.
del mundo -agregó John. -¡Seis semanas! exclamó James-. Ni en seis meses estará en
-¿Qué edad tienes. James? condiciones. Ya verás el trabajo que te va a dar.
-Cumpliré diecinueve en mayo, señor. -Perfectamente -contestó John sonriendo-. El trabajo y yo
somos buenos amigos. Nunca le tuve miedo.
-Eres muy joven. ¿Qué opinas. John? -Eres muy bueno, John; ojalá fuera yo tan bueno como tú.
-Realmente, señor, es joven, pero se comporta como un Al día siguiente apareció Joe para aprender el trabajo antes
hombre maduro. Si bien no tiene mucha experiencia como
de que se fuera James. Comenzó por limpiar el establo y traerme
cochero, posee una mano suave y firme, buen ojo y es muy eficaz
en el trabajo. Estoy seguro de que no estropeará a ningún caballo. paja y heno, lustrar el arnés y lavar el coche. El padre de Joe venía
-Lo que acabas de decir se ajusta perfectamente a los a menudo a darle una mano, pues conocía muy bien el trabajo; el
deseos de mi cuñado, pues en la postdata me dice que lo que más muchacho se afanaba por aprender y John no dejaba de alentarlo,
le gustaría es que encontrara a alguien que haya sido formado por dándole los mejores consejos. Fue así como Joe Green inició sus
ti. De modo que, James, piénsalo bien. Habla con tu madre y tareas en nuestra caballeriza.
comunícame tu decisión.
A los pocos días quedó establecido que James iría a la casa
de Sir Clifford en el término de un mes o seis semanas, según lo
decidiera su amo. y que, mientras tanto, aprendería todo lo
necesario. Nunca salió tan a menudo el coche como en esos días.
Cuando el ama se quedaba en casa, el amo conducía el carruaje;
pero ahora, ya fuera el solo o con las niñas, me enganchaban para
que James pudiera practicar. Al principio John lo acompañaba,
indicándole lo que debía hacer, pero después lo dejó solo.
Realmente era una maravilla ver todos los lugares que
visitamos. Íbamos hasta la estación de ferrocarril para la llegada
de los trenes, cuando el puente estaba atestado de coches y
ómnibus. Se requería buenos caballos y cocheros en el momento
en que sonaba la campana de la estación para que tanto los
carruajes como los peatones pudieran circular sin peligro alguno.
La práctica de James continuó varios días hasta que, una
mañana, entraron él y John en mi establo, conversando acerca de
la próxima partida del muchacho.
-Quisiera saber quien ocupará mi lugar cuando me vaya -le
preguntó James a John.
-Pues el chico Joe Green, de Lodge -le respondió.
-¿Quién? ¿Joe Green? ¡Pero si no es más que un chiquillo!
-No tanto -le respondió John-, Tiene ya catorce años y
medio.

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VII helado, brillaba la luna y todo el paisaje era espléndido. Pasamos
por una aldea, luego por un bosque oscuro, después subimos y
bajamos una colina hasta que tras doce kilómetros de carrera
llegamos al pueblo, atravesando las calles y la plaza principal.
Todo estaba silencioso; sólo se oía el ruido de mis cascos sobre
las piedras. El pueblo dormía. La campana de la iglesia dio las
tres cuando llegamos a la casa del médico. John tocó dos veces la
EL MEDICO DE URGENCIA campanilla y después se puso a dar puñetazos que resonaron
como un trueno sobre la puerta. Se abrió una ventana y apareció
el doctor White con su gorro de dormir,
Cierta noche, a los pocos días después de la partida de -¿Qué pasa? -preguntó,
James, yo había terminado de comer y dormía tranquilamente -La señora Gordon está muy mal, doctor. Mi amo quiere
sobre la paja cuando la campana del establo sonó con gran que vaya a verla en seguida. Piensa que morirá si no va usted en el
estrépito. Me erguí de un salto. Oí que se abría la puerta de la casa
de John y que corría con toda prisa. Regresó en seguida, abrió el acto. Aquí tiene una nota de él.
establo y me dijo: -Aguarda un momento. Iré en seguida.
-Despiértate, Azabache. Esta noche debes portarte como Cerró la ventana y pronto estuvo en la puerta de la casa.
nunca. -Lo peor -dijo- es que mi caballo estuvo todo el día afuera y
Antes de que pudiera enterarme qué ocurría, me puso la está agotado, y el otro se lo llevó mi hijo. ¿Qué puedo hacer?
montura y la brida. Salió en busca de su chaqueta y me sacó al ¿Puedo ir en el suyo?
trote. El señor Gordon estaba de pie en la puerta en la casa, -He venido a galope tendido todo el camino, doctor, pero
sosteniendo una lámpara. Dirigiéndose a John, le dijo: no creo que el amo se enoje si usted lo necesita.
-Corre, muchacho, como si se tratara de tu vida. No hay -Está bien. En un momento estoy listo.
minuto que perder, pues la vida de tu ama corre peligro. Entrégale John se paró junto a mí y me tocó el pescuezo, que estaba
esta nota al doctor White, haz que descanse el caballo en la empapado de sudor. El médico salió con una fusta en la mano.
posada y regresa tan pronto como puedas. -No la necesitará, doctor -le dijo John-. Azabache correrá
-Sí, señor-contestó John. todo lo que pueda. Cuídelo, doctor, no quisiera que sufriera daño
Y montó en el acto. El jardinero, que había oído la alguno.
campana, estaba ya junto al portón abierto y salimos a toda prisa -Por supuesto, John -contestó el médico-. Espero que no.
hacia el pueblo, atravesando la colina. Al llegar al portazgo, John No contaré el viaje de regreso. El doctor era un hombre más
golpeó fuertemente la puerta del encargado, quien nos dio en pesado que John y no tan buen jinete como él. Empero, hice todo
seguida vía libre. lo que pude. El hombre del portazgo tenía el paso libre. Cuando
-Deje el paso expedito -le dijo John al hombre-, pues dentro llegamos a la colina, el médico se detuvo unos instantes para que
de poco vendrá el médico. Aquí tiene el dinero. yo pudiera respirar. Me vino muy bien, pues estaba prácticamente
Frente a nosotros se extendía un largo camino junto al río. exhausto. Poco después nos encontrábamos ya en nuestra casa. El
amo estaba esperando en la puerta, pues nos había visto llegar. No
-Y ahora, Azabache -me dijo John-, tienes que dar todo lo dijo una sola palabra. Yo estaba feliz de haber regresado, pues mis
que puedas. patas temblaban y apenas podía sostenerme en pie. No tenía un
Así lo hice. No necesité que me espoleara ni me diera un solo pelo seco. El sudor
solo latigazo. Galopé durante dos millas todo lo que dieron mis corría por mis patas y me brotaba un vapor caliente. Parecía una
patas. No creo que mi abuelo, el que ganó las carreras de locomotora, como decía Joe.
Newmarket, haya ido más ligero. Cuando llegamos al puente, ¡Pobre Joe! Era joven y menudo y, como aún no conocía
John me hizo levantar un poco y me palmeó el cuello: muy bien el oficio, y su padre, que era quien le enseñaba, había
-¡Bravo, Azabache! exclamó cuando lo pasamos. ido hasta el pueblo vecino, se encontró con que tuvo que
Habría deseado llevarme a menor velocidad, pero yo no me atenderme a mí en ese estado. No dudo de que hizo lo mejor que
podía contener y partí tan rápidamente como antes. El aire estaba creyó necesario. Me cepilló el cuerpo y no me puso la manta
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porque pensó que yo tenía demasiado calor. Me trajo un cubo de VIII
agua tan fresquita que la bebí de un golpe. Después me dio de
comer heno y grano y, dando por terminada su tarea, salió del
establo.
Pronto comencé a sacudirme y temblar y caí muerto de
fatiga. Me dolía todo el cuerpo. ¡Ah, cómo me habría gustado que
me pusieran la manta mientras temblaba! ¡Si John hubiera estado
en ese momento! Pero se encontraba a ocho millas de distancia. ÚNICAMENTE IGNORANCIA
Decidí tenderme sobre la paja y tratar de dormir. Después de un
rato largo oí que John abría la puerta del establo. Dejé escapar un
gemido, pues realmente sentía mucho dolor. John se acercó a mí; No sé cuanto tiempo estuve enfermo. El señor Bond, el
no podía decirle cuanto estaba sufriendo, pero pareció darse veterinario, venía todos los días a verme, y en una oportunidad me
cuenta, pues me cubrió con dos o tres mantas y luego fue a la casa extrajo sangre. John sostenía un cubo dentro del cual caía mi
en busca de agua. La bebí y me dispuse a dormir. sangre mientras llevaba a cabo esa operación. Después de eso me
John estaba furioso. Oí que le decía a Joe: sentí muy débil y todos, inclusive yo mismo, creíamos que me iba
-¡Muchacho idiota! No le pusiste una sola manta y estoy a morir.
seguro de que el agua que le diste estaba demasiado fría. Me dejaron solo en el establo para que estuviera tranquilo.
Me sentía muy mal. Una fuerte inflamación había atacado Los demás caballos fueron llevados a otra parte, pues la fiebre me
mis pulmones y apenas podía respirar sin que me doliera. John me puso muy sensible. El menor ruidito me parecía un estruendo y
cuidó toda esa noche y el día siguiente. Se levantó dos o tres hasta podía oír los pasos de quienes iban y venían por la casa.
veces durante la noche para venir a verme. También vino el amo. Estaba enterado de todo lo que ocurría. Una noche John me dio un
remedio, ayudado por Thomas Green. Después de haberlo
¡Pobre Azabache! -me dijo-. Te has portado como un tomado, John se quedó una media hora para ver el resultado.
héroe. ¡Bravo, caballito! ¡Salvaste a tu ama! Si, Azabache, gracias Thomas se ofreció a quedarse con él: se sentaron en un
a ti se salvó la vida del ama. banco y colocaron la linterna a sus pies para que no me molestara
Me alegró oír esas palabras, pues el médico dijo que si no la luz. Permanecieron callados un rato hasta que Tom le dijo a
John:
hubiera llegado a tiempo habría sido ya demasiado tarde.
John le contó al amo que nunca había visto a un caballo -Quisiera que le dijeras algunas palabras de consuelo
correr tan ligero, como si yo hubiera sabido de qué se trataba. Por a Joe; el pobre muchacho está sumamente apenado. No tiene
supuesto que lo sabía, aunque John no lo creyera, Por lo menos ganas de comer ni de sonreír. Dice que la enfermedad de
sabía que John y yo teníamos que correr a toda la velocidad que Azabache ocurrió por culpa suya, aunque está seguro que
podíamos porque de ello dependía la vida de la señora. procedió de buena fe. Piensa que si Azabache se muere nadie
volverá a dirigirle la palabra. Me parte el corazón oírlo. Dile algo,
por favor; Joe no es un mal muchacho.
Después de un breve silencio, John le contestó:
-No seas duro conmigo, Tom. Sé que Joe no quiso hacerle
ningún daño a Azabache; jamás he dicho tal cosa. Pero
comprende que también yo estoy muy apenado. Este caballo
constituye mi orgullo para no decir que es el preferido de los
amos. Pensar que se puede morir en cualquier momento es algo
que me resulta insoportable. No obstante, si te parece que estuve
demasiado duro con él, mañana le hablaré... si es que Azabache
está mejor.
-Gracias, John. Sé que no fue tu intención mostrarte duro
con él y me alegra que comprendas que fue sólo ignorancia de su

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parte. IX
-¿Ignorancia? ¿Nada más que ignorancia? ¡Cómo puedes
decir tal cosa! ¿Acaso no sabes que eso es lo peor que hay en el
mundo, después de la Perfidia? Cual de las dos hace más mal,
sólo Dios lo sabe. Cuando la gente dice: "¡Ah, yo no lo sabía, no
fue mi intención hacer daño!", con ello cree que todo está bien.
Supongo que Martha Mulwash no tuvo intención de matar al bebé JOE GREEN
cuando le dio un jarabe equivocado. Pero lo mató y ahora está
procesada por asesinato.
-Y bien merecido lo tiene -contestó Tom-. Una mujer no Joe Green se portó muy bien; aprendió rápida mente y
tendría que ponerse a cuidar a un niño sin saber lo que es bueno o prestaba tanta atención en su trabajo que John comenzó a
malo para él. confiarle más tareas aunque, como era muy joven, raras veces se
-Y Bill Starkey -continuó diciendo John- no tuvo le permitía salir conmigo u otro caballo.
intenciones de asustar mortalmente a su hermano cuando se le Una mañana el amo tuvo que enviar una nota urgente a casa
apareció disfrazado de fantasma a la luz de la luna; pero la broma de un caballero que vivía a tres millas de casa, y le ordenó a Joe
le salió muy cara. Pensar que que cumpliera esa misión, diciéndole que podía ensillarme pero
ese muchacho hermoso e inteligente, que podría haber sido recomendándole que montara con mucho cuidado.
el orgullo de su madre, no es ahora, ni lo será nunca, aunque viva Después de entregada la nota, regresábamos tranquilamente
ochenta años, otra cosa que un idiota. Y tú mismo, Tom, a casa cuando por el camino vimos un carro cargado de ladrillos.
¿recuerdas cuando aquellas dos señoritas dejaron abierta la puerta Las ruedas se habían hundido en el barro y el carrero, látigo en
del invernadero y el viento helado te mató casi todas las plantas? mano, castigaba despiadadamente a los indefensos caballos. Joe
-¡Como casi! -exclamó Tom-. ¡Ni una sola quedó viva! me dio un tirón con las riendas y nos detuvimos. El espectáculo
Tuve que comenzar todo de nuevo, y lo peor fue que no sabía que presenciamos era penoso. Los dos caballos hacían esfuerzos
dónde conseguir plantas nuevas. Casi me vuelvo loco cuando increíbles para mover el carro; estaban sudando y jadeando, con
entré en el invernadero y vi lo que había pasado. todos los músculos en tensión. El carrero tiraba fuertemente de la
-Sin embargo -agregó John-, estoy seguro de que las cabeza del que iba adelante mientras proseguía jurando y
señoritas no tuvieron mala intención; fue sólo ignorancia por parte castigándolo brutalmente.
de ellas. -¡Deténgase!-le gritó Joe-. Deje de golpear a los caballos de
No pude oír más porque la medicina comenzó a surtir esa manera. ¿No ve que las ruedas están hundidas y no pueden
efecto y pronto me quedé dormido. A la mañana siguiente me mover el carro?
sentí mucho mejor, pero aún seguía oyendo las palabras de John y, El hombre no hizo caso y continuó fustigándolos.
a medida que conozco más el mundo, pienso en ellas y en la -¡Basta, por favor!-exclamó Joe-. Le ayudaré a levantar el
profunda verdad que encierran. carro. Los caballos no pueden hacerlo en ese estado.
-Ocúpate de tus asuntos, granuja, que yo me ocuparé de los
míos -contestó el hombre, malhumorado.
Estaba tan furioso -y lo peor, tan borracho- que prosiguió
con los latigazos. Joe me hizo dar vuelta y emprendimos a todo
galope el camino hacia la casa del fabricante de ladrillos. No sé sí
John habría aprobado nuestra carrera, pero Joe y yo estábamos tan
indignados por lo que acabábamos de presenciar que no podíamos
haber ido de otra manera. Cuando llegamos a la casa del ladrillero
golpeando la puerta Joe preguntó:
-Buenos días, ¿está el señor Clay?
Se abrió la puerta y apareció el señor Clay en persona.
¿Qué pasa, joven? Parece que vienes a toda prisa. ¿Traes
alguna orden del señor Gordon?
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-No, señor Clay, es que uno de sus carreros está allá en el que el carrero fue procesado, y con toda seguridad sentenciado a
camino pegándole a dos caballos hasta matarlos. Le dije que dos o tres meses de cárcel.
dejara de hacerlo, pero no me hizo caso; le ofrecí ayuda para Resultaba notable ver el cambio que se había operado en
levantar el carro y tampoco quiso aceptarla. Por ello he venido a Joe. John se reía al verlo y comentaba que en esa semana había
decírselo. Por favor, señor, vaya en seguida. crecido una pulgada.
A Joe le temblaba la voz de indignación. Creo que no le faltó razón. Joe seguía siendo tan bueno y
-Gracias, muchacho -contestó el hombre, corriendo a buscar amable como antes, pero daba la impresión de ser más aplomado
su sombrero y volviendo en un instante-. ¿Quisieras salir de y maduro, como si de golpe el muchacho se hubiera convertido en
testigo de lo que has visto si llevo a ese hombre ante el hombre.
magistrado?
-Por supuesto, señor, con mucho gusto.
El hombre partió y nosotros regresamos a casa al trote.
Cuando llegamos, John le preguntó a Joe no bien éste se apeó de
la montura:
-¿Qué pasa, muchacho? Me parece que estás furioso.
-Claro que lo estoy -respondió Joe.
Y acto seguido se puso a contarle todo lo que había visto.
Por lo general Joe era un muchacho tan tranquilo que resultaba
extraño verlo en ese estado.
-Perfectamente, Joe. Has procedido bien, aunque ese
individuo no reciba su merecido. Muchos que hubieran visto lo
mismo que tú, habrían pensado que no era asunto de ellos y
hubieran pasado de largo. Estoy de acuerdo contigo; la crueldad y
la opresión no pueden silenciarse. Procediste bien, muchacho.
Para entonces Joe ya se había calmado y se sentía orgulloso
de que John aprobara su actitud. Me limpió las patas y me cepilló
con mano más firme que nunca. Joe y John se dirigían a la casa a
comer cuando llegó un criado diciendo que el amo solicitaba la
presencia de Joe en su despacho. Se había hecho la denuncia de
un individuo acusado de maltratar caballos y se requería el
testimonio de Joe. El muchacho se puso colorado hasta la raíz del
pelo mientras los ojos le brillaban.
-Si necesitan pruebas, las tendrán -comentó.
-Espera un momento -le dijo John-. No puedes ir en ese
estado; arréglate un poco.
Joe se enderezó la corbata, se estiró la chaqueta y partió en
seguida. Nuestro amo era uno de los magistrados de la zona y a
menudo le traían algunos casos para dirimir o para que dijera que
habría que hacer. Durante un rato no oímos nada más en el
establo, pero cuando Joe regresó estaba de muy buen humor. Me
dio una palmada y me dijo:
-No íbamos a permitir que ese delito quedara sin castigo,
¿verdad?
Después oímos que había prestado testimonio con tal
claridad y que los caballos habían quedado tan exhaustos, con las
marcas bien visibles del tratamiento brutal que habían recibido,
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X -Señor -le dijo-, todo esto es mucho más de lo que merezco.
Jamás podré pagar lo que usted y su señora han hecho por mí.
Jamás los olvidaré, y quiera Dios que algún día el ama pueda
LA PARTIDA regresar como estaba antes. Tenemos que conservar las
esperanzas, señor.
El amo le estrechó la mano sin poder articular una sola
palabra. Luego los dos salieron del establo.
Tres arios felices viví en aquel lugar - dichoso, pero poco
después acontecieron penosos cambios. Hacía tiempo que la Llegó por fin el último y triste día. El criado había
señora Gordon estaba enferma. El médico venía a menudo y el partido la víspera con todo el equipaje y sólo quedaban el amo, su
amo tenía un aspecto grave y angustiado. Luego nos enteramos señora y la doncella. A mí me engancharon al coche junto con
que debíamos abandonar la casa en seguida y partir hacia una otro caballo. Los criados llevaron almohadones, alfombras y otros
zona más cálida, por dos o tres años. La noticia resonó entre objetos, y cuando todo estuvo dispuesto el señor Gordon
nosotros como el lúgubre tañido de una campana. Todo el mundo descendió los escalones llevando en sus brazos al ama. (Yo estaba
estaba apenado; el amo comenzó los preparativos para levantar la en la casa contigua y pude ver todo lo que ocurría). La colocó con
casa y partir de Inglaterra. En la caballeriza no oíamos hablar de mucho cuidado en el carruaje mientras el resto de la servidumbre
otra cosa, pues esa decisión predominó por sobre cualquier tema. se congregaba alrededor, llorando desconsoladamente.
John continuó realizando sus tareas, triste y silencioso, y
-Una vez más, adiós -dijo el señor Gordon-. Jamás
Joe apenas si se atrevía a silbar. Por toda la casa se notaba mucho
movimiento y las hijas del amo, junto con su institutriz, fueron las olvidaremos a ninguno de ustedes.
Entró en el coche y dio la orden de partir. Joe trepó al
primeras en partir. Luego nos tocó el tumo a nosotros. Uno de los pescante y salimos lentamente, al trote, a través del parque.
caballos fue vendido al conde de W.; otro se le entrego al vicario, Cuando pasábamos por la aldea, la gente estaba en la puerta de
con la condición de que no sería vendido y que cuando no pudiera sus casas para dar una mirada afectuosa a los viajeros, mientras
trabajar más se lo matara y enterrara. decían: "Dios los bendiga".
La víspera de la partida de mis compañeros, el señor Al llegar a la estación de ferrocarril, la señora Gordon se
Gordon vino al establo para dar las últimas indicaciones y dirigió a la sala de espera. Con su dulce voz le dijo a John
despedirse de los caballos. Estaba realmente muy apenado. Creo -Adiós, y que Dios te bendiga.
que nosotros pudimos percibir mejor el tono sombrío de su voz Sentí un ligero estremecimiento en las riendas. John no
que muchos hombres. Luego, dirigiéndose a John, le preguntó: pudo decir una sola palabra. Joe bajó el equipaje y se quedó junto
-¿Decidiste ya lo que vas a hacer? Veo que no has aceptado a los caballos mientras John se encaminaba a la plataforma.
ninguna de las ofertas que te han hecho. ¡Pobre Joe! Inclinó su cara entre nuestras cabezas para
-No, señor, creo que lo que más me gustaría sería conseguir ocultar las lágrimas. Pronto arribó el tren, resoplando y
una colocación con algún domador o entrenador de potros. humeando. Dos o tres minutos después se cerraron las portezuelas
Muchos animales jóvenes son estropeados a causa de un violentamente. El guarda hizo sonar su silbato y el tren comenzó
tratamiento erróneo, lo cual no sucedería si se los pusiera en a deslizarse dejando detrás de él una nube blanca de humo y unos
buenas manos. A mí siempre me han gustado los potrillos y si cuantos corazones apenados. Cuando se perdió de vista, John
pudiera enseñarles desde el principio, me parece que les haría regresó al coche.
mucho bien. ¿Qué opina usted, señor? -Jamás volveremos a verla -dijo-. Nunca más.
-No conozco nadie que sea tan eficaz como tú para ese Tomó las riendas y subió al coche. Joe se sentó junto a él.
trabajo. Entiendes a los caballos y, en cierta medida, también te Lentamente regresamos a casa, a esa casa que, desgraciadamente,
entienden ellos a ti. Con el tiempo podrías instalarte por tu ya no seria más nuestro hogar.
cuenta; creo que nada sería mejor. Hablaré con mi agente en
Londres y le daré las mejores referencias sobre ti.
Le dio a John el nombre y la dirección, de su agente y
luego le agradeció sus largos y fieles servicios. John quedó
sumamente emocionado.
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SEGUNDA PARTE Al día siguiente vino a verme lord W. Pareció estar contento
conmigo, pues dijo:
-Tengo mucha confianza en este caballo por las referencias
que me dio el señor Gordon. Antes de que nos vayamos a Londres
lo engancharé con Barón, el caballo negro. Los dos harán muy
buena pareja.
York le contó lo que John había dicho de mí. Por la tarde
XI me pusieron los arneses y me engancharon con el otro caballo.
Cuando la campana del establo dio las tres estábamos ya frente a
la casa. Era ésta muy grande, casi tres o cuatro veces más grande
que aquella en la que estuve viviendo antes, aunque ni siquiera la
mitad de agradable, si es que un caballo puede opinar.
Aparecieron dos lacayos, vestidos con librea de color pardo,
RESIDENCIA NUEVA calzones escarlata y medias blancas. Luego oí el ruido de las
faldas de seda de mi ama al descender las gradas de piedra. Se
detuvo para observarme. Era alta, de aspecto orgulloso y no
pareció estar muy contenta conmigo. Pero no dijo una sola palabra
La nueva casa a la que me llevó John quedaba unos y subió al coche.
veinticinco kilómetros distante de la del señor Gordon. Era la
residencia del conde de W., muy lujosa y con numerosas Así comenzaron mis días en la nueva residencia.
caballerizas. John preguntó por un señor York, quien demoró un
rato largo en venir. Era un hombre muy guapo, de mediana edad y,
por el tono de voz, me di cuenta de que no admitiría ser
desobedecido. Se mostró muy amistoso y cumplido con John, y
después de haberme echado un vistazo le dijo a uno de los
palafreneros que me llevara a mi establo e invitó a John a tomar
un refresco.
La caballeriza que me destinaron era limpia y ventilada.
Media hora después llegaron John y el señor York, quien sería mi
nuevo cochero.
-Pues bien, señor Manly -dijo York, después de haberme
examinado-; no encuentro defecto alguno en este caballo, aunque
todos sabemos que cada uno tiene sus propias características,
igual que los seres humanos, y requieren un tratamiento diferente.
Quisiera saber si éste tiene alguna en especial que usted desee
señalar.
-No creo que haya otro mejor en todo el país, señor -le
contestó John-, y me da mucha pena desprenderme de él. Este
caballito negro es excelente; jamás fue necesario hablarle con
rudeza o castigarlo Su mejor deseo es satisfacer las órdenes del
jinete.
Perfectamente -contestó York-. Me alegra que sea así.
John se despidió en el acto, pues temía perder el tren. Se
acercó a mí, me dio una palmada y me habló por última vez, con
voz apenada. Le acerqué mi cabeza, pues era esa la única manera
que tenía para decirle adiós. Luego partió y jamás volví a verlo.
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XII luego regresaría a caballo.
Me enganchó en el brougham, tomó la montura y partimos
para la estación. Cuando llegamos, el coronel le dio una propina y
REUBEN SMITH al despedirse le rogó que cuidara a lady Anne, diciéndole que no
permitiera que nadie cabalgara conmigo, pues yo estaba destinado
exclusivamente a ella.
Tengo que contarles ahora algo respecto de Reuben Smith, Dejamos el coche en el taller de reparaciones y Smith me
el hombre que quedaba a cargo de las caballerizas cuando York llevó hasta la posada "El León Blanco" diciéndole al mozo de
estaba ausente. Dificulto que haya alguien más entendido que él cuadra que me diera de comer y me tuviera listo para las cuatro de
en su oficio y, cuando estaba sobrio, no había otro más fiel y la tarde. Durante el trayecto a la estación se me había salido un
valioso. Era muy amable con los caballos y los manejaba con clavo en una de las herraduras delanteras, pero el mozo no se dio
mucha eficiencia. Les servía tanto de herrador como de cuenta hasta la hora de partir. Smith llegó a las cinco para decir
veterinario, pues había estado dos años con un veterinario que sólo saldríamos una hora después, pues se había encontrado
cirujano Además era un cochero de primer orden: lo mismo podía con unos amigos a quienes hacía tiempo no veía. El mozo le
conducir un coche de dos pares de caballos que de uno solo. Por informó que me faltaba un clavo y le preguntó si quería echar un
otra parte, tenía una excelente presencia, lo que unido a sus vistazo a la herradura.
conocimientos y sus modales agradables hacía que le cayera bien -No -contestó Smith-; no hace falta. Podrá andar hasta que
a todo el mundo, sobre todo a los caballos. lleguemos a casa.
Lo curioso es que un hombre de tales condiciones ocupara Me sorprendió oírlo hablar a gritos, tan fuera de lo común
un puesto inferior, cuando debería estar en el cargo de primer en él, y mucho más que no quisiera ver la herradura, pues por lo
cochero, como York. Sólo tenía un defecto: era muy aficionado a general era muy minucioso en ese aspecto. No vino a las seis, ni a
la bebida, sólo que no se entregaba a ella constantemente, como las siete, ni a las ocho. Eran casi las nueve cuando me llamó y
otros, sino que podía mantenerse sobrio durante semanas o meses. nuevamente me sorprendió el tono áspero y gritón de su voz.
Pero un buen día se agarraba una "curda", como decía York, y se Parecía estar de muy mal talante e insultó al mozo, aunque no
convertía en el terror de su mujer y en vergüenza para sí mismo y podría decir por qué. El dueño de la posada estaba junto a la
quienes tenían que tratarlo. Más como era tan eficiente, York puerta y le dijo:
suavizaba a veces el asunto para que el conde no se enterara. -¡Vaya con cuidado, Smith!
Una noche en que Reuben debía traer a algunos miembros Le contestó furioso, profiriendo un juramento. Poco antes
de la familia de un baile, bebió tanto que no podía sostener las de salir del pueblo comenzó a galopar dándome fuertes latigazos
riendas, por lo que uno de los caballeros tuvo que empuñarlas y de tanto en tanto, pese a que yo iba a toda velocidad. La noche era
regresar con las damas. Desde luego, ese hecho no pudo ocultarse muy oscura porque aún no había salido la luna y los caminos
y en el acto Reuben fue despedido. Su pobre mujer y sus niños se estaban muy pedregosos porque acababan de ser reparados. Como
vieron obligados a abandonar la bonita casa que ocupaban junto al marchábamos a toda carrera, se aflojó la herradura en la que
portón del parque e irse donde pudieran. El hecho había ocurrido faltaba el clavo y cuando llegamos al portazgo se salió.
tiempo atrás y me enteré de él por el viejo Max. Cuando yo fui a Si Smith hubiera estado en sus cabales se habría dado
vivir a la residencia del conde, Smith había recuperado el puesto cuenta de que mi marcha indicaba que algo andaba mal, pero
gracias a los buenos oficios de York, arrancándole a Reuben la estaba tan borracho que no notó nada.
promesa de que jamás volvería a beber una gota de alcohol en su
vida. Reuben mantuvo su palabra con tanta firmeza que cuando
York estaba ausente le confiaba su puesto y el hombre era tan
eficiente y honrado que difícilmente se encontraría otro mejor
para ocuparlo.
Estábamos a principios de abril y se aguardaba la llegada
de la familia para mayo. El brougham necesitaba ser reparado, y
como el coronel Blantyre tenía que regresar a su regimiento, se
dispuso que Smith lo llevaría en el coche hasta el pueblo y que
16
XIII Siguieron conversando hasta que decidieron que Robert me
llevaría y que Ned se haría cargo del cadáver. Fue algo difícil
colocarlo en el dogcart, pues no había quien sujetara a Ginger.
Pero ésta comprendió tan bien como yo lo que ocurría y se quedó
firme como una piedra. Ned partió muy lentamente con su triste
carga y Robert se acercó a inspeccionarme el casco. Luego me ató
su pañuelo fuertemente y me llevó a casa. Jamás olvidaré esa
EL FIN DE REUBEN SMITH caminata nocturna a través de más de cinco kilómetros. Robert me
guiaba con mucho cuidado; yo cojeaba y cada paso que daba me
producía inmenso dolor. Estoy seguro de que me compadecía,
Recién cerca de la medianoche escuché a lo lejos el sonido pues a menudo me palmeaba para darme ánimos, hablándome con
de los cascos de un caballo. Por momentos el ruido desaparecía la voz más suave.
para reaparecer luego más claro y cercano. El camino a nuestra Al fin llegué a mi establo, donde me dieron de comer.
residencia atravesaba unas plantaciones que pertenecían al conde. Robert me envolvió las rodillas con mantas mojadas, me aplicó
El ruido venía de esa dirección y confiaba en que fuera alguien una cataplasma de afrecho para quitarme el calor y me limpió
que venía a buscarnos. A medida que se oía más cerca pude hasta que llegara el veterinario por la mañana. Me acomodé como
distinguir el paso de Ginger, una de las yeguas de nuestras pude sobre la paja y me dormí, a pesar del dolor.
caballerizas. Relinché lo más alto que pude y tuve la alegría de oír Al día siguiente, después que el veterinario examinó mis
la respuesta de Ginger y voces de hombres. Venían cabalgando heridas, dijo que confiaba en que no tuviera algún daño en las
entre las piedras y se detuvieron ante la oscura figura que yacía en coyunturas, pues, de ser así, quedaría yo imposibilitado para
tierra. trabajar y las marcas no desaparecerían nunca. Hizo todo lo que
Uno de ellos se apeó de un salto y se paró junto a él. pudo para curarme. Mi enfermedad fue larga y penosa. Se me
-¡Es Reuben! -exclamó-. ¡Y no se mueve! formó carne muerta, como ellos la llamaron, en las rodillas, que
El otro hombre que lo acompañaba se inclinó sobre quemaron con cáustico. Cuando por fin las heridas quedaron
Reuben. cicatrizadas me aplicaron un líquido para que creciera de nuevo el
-Está muerto -dijo-. Tiene las manos heladas. pelo.
Lo levantaron y, efectivamente, estaba muerto. Tenía el Como la muerte de Smith se produjo en forma instantánea
pelo empapado en sangre. Volvieron a depositarlo en tierra y me y no hubo nadie que la presenciara, tuvo lugar una investigación.
miraron. Pronto observaron mis rodillas. El dueño y el mozo de "El León Blanco", junto con otra gente,
-El caballo tuvo una caída y lo despidió. Quién habría dieron testimonio de que Smith estaba borracho cuando salió de la
pensado que este animal podría tener una caída? Seguramente posada. El guardián del portazgo declaró que lo había visto
hará horas que Reuben fue derribado. Lo extraño es que el caballo cabalgar a todo galope cuando pasó frente a él. Mi herradura fue
no se haya movido del lugar. recogida entre las piedras, por lo que el caso quedó perfectamente
Robert, uno de los mozos que había llegado, intentó aclarado y yo libre de culpa.
hacerme avanzar. Di un paso y volví a caer en tierra. Todos compadecieron a Susan. La desventurada estaba
-Ya veo -dijo-; tiene heridas las rodillas y uno de los cascos poco menos que enloquecida. A cada rato repetía:
está hecho pedazos. ¡Pobre animal! ¡Con razón se cayó! Me -¡Oh, era tan bueno, tan bueno! ¡La culpa la tiene esa
parece, Ned, que Reuben no estaba en su sano juicio. ¡Hacer maldita bebida! ¿Por que no prohibirán su venta? ¡Oh, Reuben,
marchar el caballo por sobre estas piedras! De haber estado en sus Reuben!
cabales no habría hecho eso. Me parece que se repitió la vieja Así continuó lamentándose hasta que lo enterraron. Como
historia. ¡Pobre Susan! Estaba terriblemente pálida cuando vino a no tenía hogar ni parientes, se vio obligada a abandonar, una vez
casa a preguntarme si Reuben había vuelto. Quería hacerme creer más, con sus seis criaturas, la cómoda casita que habitaba junto a
los robles, para ir a vivir en un lóbrego asilo.
que no estaba preocupada y me dijo que Reuben tenía que hacer
varios trabajos, pero al mismo tiempo me pidió que saliera en su
busca. ¿Qué podemos hacer ahora? Tenemos que llevar el cadáver
y el caballo a casa. No será tarea fácil.
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XIV estaba en una barranca en lugar de un terreno plano, lo que me
obligaba a estar en posición poco favorable. Parecería que los
hombres aún no se han dado cuenta de que un caballo puede
trabajar mejor si tiene un establo confortable donde poder
moverse. Con todo, me alimentaban y limpiaban bien, y me
parece que el nuevo amo hacía todo lo posible para que yo
estuviera a mi gusto. Se ocupaba de alquilar coches y caballos de
DECADENCIA Y RUINA toda clase. A veces nos conducían sus propios hombres y otras nos
dejaba en manos de las damas y caballeros que nos alquilaban.

En cuanto mis rodillas quedaron curadas me condujeron a


un campito donde estuve durante dos meses. No había nadie ahí y
aunque disfrutaba de plena libertad y tenía a mi disposición hierba
tierna, me había acostumbrado tanto a vivir en compañía que me
sentí muy solo. Cada vez que oía el ruido de algunos cascos que
pasaban por el camino, lanzaba un relincho sin obtener respuesta
alguna en la mayoría de las ocasiones.
Un día entró el conde en el campo, acompañado por York.
Al verlos me quedé bajo un limonero y los dejé que se acercaran.
Me examinaron muy cuidadosa mente y luego el conde,
visiblemente disgustado, le dijo a York:
-He aquí casi tres mil libras desperdiciadas; pero lo que más
me preocupa es que mi viejo amigo, que pensaba que este caballo
tendría un buen refugio en mi casa, lo verá totalmente arruinado.
Habrá que venderlo. Es una pena, pero no puedo tener un animal
con estas rodillas en mis caballerizas.
-Claro que no, señor -contestó York-. Habrá que encontrar
un lugar donde su aspecto no signifique mucho y lo traten bien.
Conozco un hombre, en Bath, dueño de una caballeriza, que
necesita a menudo caballos buenos a bajo precio. Sé que cuida
bien a los animales. Por otra parte, la investigación que se llevó a
cabo con motivo del accidente dejó bien claro que e] mismo no
fue por causa del caballo, lo cual, unido a su recomendación y a la
mía, será una buena garantía. -Lo mejor será que le escribas.
Tengo más interés en el lugar adonde vaya que en el dinero que
pueda obtener de este animal.
Después de lo cual partieron. Una semana después, Robert
vino al campo con un cabestro que me colocó en la cabeza y me
llevó con él. Gracias a la recomendación de York, me compró el
dueño de las caballerizas. Hice el viaje en tren, lo que significó
algo nuevo para mí. Necesité mucho valor al principio, pero como
el ruido, los silbidos y las sacudidas que la máquina le daba al
vagón donde viajaba no me hacían daño alguno, lo tomé todo con
mucha tranquilidad.
Terminado el viaje, me encontré en un establo relativamente
cómodo, no tanto como el que había tenido antes. La caballeriza
18
XV cuando lo compraste. ¿Lo ha pasado bien?
-Así creo -le respondió-; aunque no lo veo tan alegre como
al principio. Me dice el criado que en el otoño los caballos suelen
TRIBULACIONES HISTORIA DE UN ponerse abatidos y débiles. Espero que sea eso.
¿En el otoño, te dijo? ¡Pamplinas! En primer lugar, estamos en
LADRÓN verano, y con el poco trabajo que le das y la buena comida que
come no debería estar así aunque estuviéramos en otoño. ¿Qué le
das de comer? Mi amo le contó con que me alimentaban y el
Las primeras experiencias en mi nuevo trabajo, como amigo meneó la cabeza. Luego comenzó a observarme de nuevo.
caballo de alquiler, fueron muy desagradables. Hasta ese -No puedo decir quien come todo lo que acabas de decirme,
momento yo estaba acostumbrado a tener buenos jinetes y pero mucho me equivoco o tu caballo no ve una onza de todo eso.
conductores; pero ahora, con cocheros que muy poco les
¿Has venido cabalgando de prisa?
importaba cuidarme o clientes que me alquilaban sin saber
montar, pasé momentos difíciles. -No, por el contrario, vine muy tranquilamente.
Muy tristes fueron para mí esos días en que quedé reducido -Pon tu mano aquí -le dijo, poniendo la suya en mi
a la categoría de "caballo de alquiler". Felizmente, después de pescuezo y en el lomo-. Está tan caliente y mojado como si
haber tenido que padecer las impertinencias y el mal trato de acabara de venir a la carrera. Te aconsejo que eches un vistazo a
cocheros desconsiderados y clientes ignorantes, tuve la suerte de tu caballeriza. No me gusta ser desconfiado, y gracias a Dios no
salir a dar un paseo con un señor que, desde que subió a la tengo motivos para ello, pues siempre confío en los demás. Pero
montura y empuñó las riendas, mostró ser un hábil jinete. Tanto se hay muchos canallas lo suficientemente perversos como para
entusiasmó conmigo que me elegía siempre a mí para cabalgar y robar el pienso a un animal. Te recomiendo que vigiles tu establo.
no paró hasta convencer a mi patrón para que me vendiera a un Dale al caballo una buena ración de avena y no le escatimes nada.
amigo suyo. Fue así como, en el verano siguiente, fui a parar a ¡Ah, si yo hubiera podido decirle a mi amo dónde iba a
manos de un caballero llamado Barry. parar la avena! El criado venía todas las mañanas a las seis con su
Mi nuevo patrón era soltero. Vivía en Bath y tenía mucho hijo, quien llevaba siempre una canasta tapada. Los dos entraban
trabajo. El médico le había aconsejado que hiciera un poco de en el galpón de los arneses donde se guardaba el grano. Cuando la
ejercicio a caballo y con ese motivo me compró. Alquiló una puerta quedaba entreabierta los veía llenar la canasta de avena y
caballeriza a corta distancia de su casa y contrató a un hombre luego se iban.
llamado Filcher como criado. El patrón sabía muy poco de Transcurridas unas seis semanas después de este episodio,
caballos, pero me trató bien. Yo podría haber conseguido una casa en el momento en que el muchacho salía del establo, se abrió
mejor y más cómoda, de no mediar circunstancias que él violentamente la puerta y entró un policía, que lo sujetó
desconocía. fuertemente del brazo. Detrás de el venía otro, que cerró la puerta
Durante los primeros días todo marchó bien. El criado desde dentro y le dijo:
conocía su oficio y se ocupaba de que mi establo estuviera -Muéstrame el lugar donde tu padre guarda el alimento
siempre limpio y ventilado. Por otra parte, era muy amable para los conejos.
conmigo, pero al poco tiempo comencé a notar que mis raciones El muchacho quedó paralizado de terror y comenzó a
de avena escaseaban; en realidad, me daba menos de un cuarto de llorar. Pero no tenía escapatoria y lo condujo hasta el lugar
lo que me correspondía, lo cual incidió en mis fuerzas en el lapso indicado. Ahí el policía encontró una bolsa vacía similar a la que
de dos o tres semanas. El heno, si bien era óptimo, no bastaba el chico tenía llena de avena en su canasta.
para mantenerme en buenas condiciones. Yo no podía quejarme,
como comprenderán. La cosa continuó así durante dos meses y no En ese momento Filcher me estaba limpiando los cascos y
me explico cómo el patrón no se dio cuenta antes. Una tarde salió los hombres se dirigieron hacia él al verlo. Aunque gritó todo lo
a caballo para ver a un amigo que vivía en el campo, en una que pudo lo llevaron a la cárcel junto con su hijo. Luego me
granja camino a Wells. Este caballero poseía una mirada avizora enteré de que el chico fue declarado inocente pero al padre lo
para los caballos, por lo que, después de saludar a mi patrón,
mirándome atentamente le dijo: sentenciaron a dos meses de prisión.
-Me parece, Barry, que tu caballo no luce tan bien como
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XVI -Ahora que usted lo menciona, señor, le diré que a veces
despiden mal olor. Algo debe de andar mal.
-Entonces llama a un albañil para que los revise.
-Está bien, señor. Cumpliré con sus órdenes.
El albañil levantó una hilera de ladrillos, pero no pudo
UN ESTAFADOR encontrar nada que estuviera mal, por lo que los volvió a colocar
con un poco de cal y le pasó al amo una cuenta de cinco chelines.
El mal olor persistía igual que antes. La cosa no paró ahí sino que
yo, obligado como estaba a permanecer de pie sobre la paja
En pocos días el amo encontró un nuevo criado. Era un húmeda, noté que mis cascos comenzaban a ablandarse. El señor
hombre alto, de buena estampa, llamado Alfred Smirk. Si alguna Barry estaba desorientado.
vez hubo un embaucador bajo la apariencia de mozo de cuadra, -No me explico -decía- qué le pasa a este caballo.
ese hombre era él. Conmigo se mostraba muy atento y jamás me Cada día pisa con mayor dificultad. En cualquier momento va a
maltrató. Cuando el amo estaba presente me palmeaba y dar un tropezón.
acariciaba. Siempre me lavaba con cepillo y agua la crin y la cola -Sí, señor -le respondió Alfred-. También yo he notado lo
y me untaba los cascos con aceite antes de llevarme a la puerta a mismo cuando salgo a hacer un poco de ejercicio con él.
fin de que luciera impecable; pero en cuanto a limpiarme las patas Ahora bien; lo cierto es que jamás salía conmigo y cuando
o revisar las herraduras o almohazarme, no se ocupaba más que si el señor Barry estaba ocupado en sus asuntos permanecía yo
yo hubiera sido una vaca. Dejaba que se oxidara el freno, que se varios días sin poder estirar las patas aunque me daban tanta
humedeciera la montura y que se endurecieran las correas. comida como si tuviera que hacer mucho trabajo, lo cual me
Alfred Smirk era muy pagado de sí mismo. Pasaba largo perjudicó la salud, pues me puse pesado, intranquilo y nervioso.
tiempo peinándose, recortándose las patillas y arreglándose la Jamás me daba Alfred un poco de pasto o afrecho, que me habría
corbata frente al espejo del galpón donde estaban los arneses. refrescado. En realidad, era tan ignorante en materia de caballos
Cada vez que mi amo le dirigía la palabra, contestaba con un como presumido respecto a su persona. En lugar de cambiar de
cortés "Sí, señor; sí, señor", llevándose la mano a la gorra. Todo el comida o de sacarme a hacer ejercicios, me atosigaba con píldoras
mundo le tenía mucha simpatía y pensaba que el señor Barry y pócimas, las cuales, además del dolor que me causaban cuando
había hecho una gran adquisición con él. Por mi parte, puedo me las introducía en la garganta, me empeoraban cada vez más.
decir que era el individuo más holgazán y presumido que he Se me habían debilitado las patas delanteras de tal manera
conocido. Desde luego, ya era muy importante que no me que un día salí a trotar con el amo por un camino recién
maltratara, pero un caballo necesita algo más que eso. A mí me empedrado y di dos tropezones tan violentos que el señor Barry
instalaron en un establo suelto y habríame sentido mejor si Alfred
me llevó en seguida a casa del veterinario para que me revisara.
Smirk no hubiera sido tan indolente conmigo. Jamás renovaba la
El hombre me levantó las patas una tras otra, me examinó la boca
paja de la cuadra y el olor de la misma apestaba. Los vapores
ácidos que subían me hacían doler e inflamar los ojos y hasta y luego, frotándose las manos, comentó:
había empezado a perder el apetito. -Su caballo tiene aftas, y de las peores. Las patas están
muy débiles y agradezca que no se haya caído al suelo. No me
Un día llegó el amo y le dijo: explico cómo su criado no lo ha visto antes. Estas cosas suelen
-Alfred, el establo apesta. ¿Por qué no haces una buena ocurrir en caballerizas sucias y pestilentes, donde no se renueva
limpieza y arrojas unos cuantos cubos de agua? convenientemente la paja. Si me envía usted mañana el caballo le
-Perfectamente, señor -contestó, llevándose la mano a la curaré los cascos y le enseñaré a su criado cómo debe aplicar el
gorra-. Así lo haré, si lo desea; pero me parece que es muy ungüento que le daré.
peligroso arrojar agua en una cuadra. Los caballos son muy Al día siguiente tenía yo los cascos limpios. E] veterinario
proclives a resfriarse. No quisiera causarle daño alguno a éste, los envolvió con una estopa empapada en un líquido fuerte que
pero si usted lo ordena, cumpliré con su pedido.
-Está bien; tampoco yo quisiera que se resfriara, pero no me resultó bastante desagradable. Luego ordenó que me
me gusta el mal olor de este establo. ¿Te parece que los desagües cambiaran la paja todos los días, que limpiaran el piso y me dieran
funcionan bien? más afrecho que grano hasta que las patas estuvieran bien. Gracias
a este tratamiento me restablecí pronto, pero el señor Barry quedó
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tan disgustado por haber sido engañado dos veces por sus criados TERCERA PARTE
que decidió no tener más caballo propio sino alquilar uno cuando
lo necesitara. Me quedé en su casa hasta que estuve curado del
todo y luego me puso en venta. XVII

LA FERIA DE CABALLOS

Sin duda, una feria de caballos es un lugar muy divertido


para quienes nada tienen que perder. No voy a relatar en detalle
todo lo que vi y de que manera nos inspeccionaban los
compradores. A mí me colocaron entre dos o tres caballos fuertes,
aptos para el trabajo, y mucha gente se acercó a vernos. Los
hombres mostraban su desinterés por mí cuando veían cómo tenía
estropeadas las rodillas, aunque el cuidador juraba que sólo se
trataba de un resbalón que había dado en la caballeriza.
Lo primero que hacían los posibles candidatos era abrirme
la boca, inspeccionar ojos y patas, tocarme el cuerpo y hacerme
dar unos pasos. Lo asombroso eran las distintas maneras con que
llevaban a cabo todas esas cosas. Algunos eran bruscos y torpes
como si uno fuera un pedazo de madera; otros eran más suaves y
me daban una palmada de tanto en tanto, como pidiéndome
permiso. Desde luego, según el tratamiento de cada uno sacaba yo
mis conclusiones sobre la clase de persona que era.
Por ejemplo, se acercó un hombre que, estoy seguro, de
haberme comprado me habría hecho feliz. No era una caballero ni
ninguno de esos que presume» de serlo. Más bien pequeño, pero
de buen aspecto \ movimientos rápidos. En cuanto se acercó me
di cuenta, por la manera de tratarme, de que estaba acostumbrado
a tener caballos. Me hablaba con suavidad y sus ojos grises me
miraban bondadosamente. Parecerá extraño, pero lo cierto es que
el olor a limpieza que despedía hizo que me resultara simpático.
No olía a cerveza ni a tabaco -que yo detesto sino a algo fresco
como el olor que hay en un henar. Ofreció 23 libras por mí, pero
la oferta fue rechazada, por lo que prosiguió su marcha. Lo
busqué con la mirada, pero ya había desaparecido. Vino después
otro hombre de mirada dura y voz gritona. Temí que pudiera
comprarme. Felizmente pasó de largo y se acercaron dos o tres
visitantes que no tenían aspecto de querer hacer negocio alguno.
Regresó de nuevo el hombre de mirada dura y ofreció 23
libras por mí. El vendedor comenzó a regatear un poco, pero
como temía que nadie me comprara estaba dispuesto a ganar
menos de lo que pensaba, cuando apareció otra vez el hombre de
lo ojos grises. No pude evitar acercarle mi cabeza y él,
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haciéndome unas caricias, me dijo: que también has preparado una buena comida para mí.
-Está bien, me parece que vamos a entendernos Me instalaron en un establo cómodo, que olía a limpio,
Luego, dirigiéndose al vendedor, le dijo: cubierto de paja seca. Después de haber ingerido mi comida, me
-Le doy 24 libras por el caballo. acosté, pensando que iba a ser feliz.
-Digamos 25 y es suyo -replicó el vendedor.
-Veinticuatro con diez y ni una moneda más -contestó mi
amigo-. ¿De acuerdo?
-Trato hecho y tenga la seguridad de que se lleva un buen
ejemplar. Si lo compra para engancharlo a un cabriolé es una
ganga.
El comprador pagó el precio en el acto y mi nuevo amo me
llevó hasta una posada donde tenía ya preparada montura y brida.
Me dio de comer una buena ración de avena y mientras yo me
alimentaba se quedó conmigo, hablándome. Media hora después
nos hallábamos de viaje a Londres, atravesando un espléndido
camino hasta que llegamos a la ciudad, al atardecer,
encontrándola en plena actividad. Las luces de gas acababan de
ser encendidas y las calles continuaban milla tras milla a diestra y
siniestra. Creí que jamás llegaríamos al final. Por último, cuando
pasábamos por una en la que había un puesto de coches de
alquiler, mi jinete le gritó con voz alegre a un señor:
-¡Buenas noches. Gobernador!
-¡Hola! -respondió el otro-, ¿Encontraste algo bueno?
-Así me parece -le contestó mi amo.
-Te deseo mucha suerte, entonces.
-Gracias, Gobernador.
Proseguimos la marcha. Doblamos por una de las calles
laterales y a una media milla nos metimos en una callejuela con
casas de aspecto humilde a un lado, y cocheras y establos al otro.
Mi patrón se detuvo frente a una de esas casas y silbó. Se abrió la
puerta y apareció una mujer joven, seguida de una niña y un chico
que lo saludaron con mucha alegría. Mi jinete se apeó y le dijo al
chico:
-Ahora, Harry, abre el portal y mamá nos traerá una
linterna.
Minutos después estaban congregados todos a mi alrededor
en el patiecito del establo.
-¿Es manso, papá? -le preguntó la niña.
-Sí, Dolly, tan manso como tu gatito. Acércate y acarícialo.
Al instante sentí una manita que me acariciaba sin temor.
¡Qué suave era!
-Déjame traerle un poco de afrecho mientras lo cepillas
-dijo la señora de mi nuevo patrón.
-Sí, Polly, es justamente lo que necesita, y estoy seguro de
22
XVIII Capitán salió por la mañana en el cabriolé, el coche con que
Jerry salía a buscar pasajeros. Harry me dio de comer y beber
cuando llegó de la escuela y por la tarde me engancharon a mí.
Jerry se preocupó, igual que John Manly en otros tiempos, de que
la cabezada y todo lo demás me quedara bien. No hubo necesidad
de ponerme la gamarra ni freno con barbada. Bastó sólo con el
bridón del bocado, lo que para mí resultó un alivio.
LONDRES Después de unas cuadras llegamos hasta el puesto de
coches donde Jerry había saludado a ese señor a quien llamaban
Gobernador. A uno de los costados había casas altas con
Mi nuevo amo se llamaba Jeremiah Barker, pero como todo espléndidos negocios al frente y, en el otro, una vieja iglesia y un
el mundo le decía Jerry haré lo mismo. Polly, su mujer, era cementerio rodeado por una verja de hierro. A lo largo de esta
justamente la compañera perfecta para él. Menuda, gordita, última estaban atados varios cabriolés esperando pasajeros. Por el
acicalada, de pelo castaño, ojos oscuros y sonrisa constante en los suelo había fardos de heno; algunos hombres estaban de pie,
labios. El hijo de ambos tendría unos doce años, era alto, franco y mientras otros se hallaban sentados en sus pescantes leyendo el
dé buen talante. Su hermana, la pequeña Dorothy (a quien diario. Dos o tres les daban heno y agua a sus caballos. Nos
llamaban Dolly), era el calco de su madre con ocho años de edad. detuvimos al final de la fila, detrás del último coche. Algunos se
Jamás había visto una familia tan feliz y contenta como esa, pusieron a observarme y a dar vueltas a mi alrededor, haciendo
ni la he visto desde entonces. Jerry tenía su propio coche de comentarios.
alquiler y dos caballos, que atendía personalmente. El otro caballo -Está muy bien para un entierro -dijo uno.
era alto, blanco y huesudo y se llamaba Capitán. Ahora se le veía -Luce demasiado listo -comentó otro, sacudiendo la cabeza
viejo, pero debió de haber sido magnífico de joven. Conservaba con aire de entendido-. Una de estas mañanas verás que algo no
aún un aire orgulloso cuando levantaba la cabeza y arqueaba el marcha, o no me llamo Jones.
pescuezo. Realmente, era un ejemplar que dejaba traslucir -Pues bien -respondió Jerry-; supongo que no necesito ver
excelente crianza, finas maneras y sangre noble. Me contó que en nada hasta que aparezca, ¿verdad? Cualquier cosa que ocurra le
su primera juventud había estado en la guerra de Crimea y que pondré a mal tiempo buena cara.
había pertenecido a un oficial de caballería que iba casi siempre al Se acercó entonces un hombre de cabeza grande, vestido
frente del regimiento. con un capote gris, una esclavina también gris y grandes botones
Al día siguiente de mi llegada Polly y Dolly vinieron a blancos, sombrero gris y una bufanda azul alrededor del cuello.
verme al patio y nos hicimos muy amigos. Harry había estado Asimismo era gris el pelo, pero, pese a ello, tenía un aspecto
ayudando a su padre desde la mañana temprano y opinaba que yo jovial. Me miró atentamente como si estuviera dispuesto a
sería "un buen chico". Polly me dio un trozo de manzana y Dolly comprarme y le dijo a Jerry:
un poco de pan. Volví a sentirme como el Azabache de otros -Es justamente el caballo que te conviene. No me interesa
tiempos. Me pareció increíble ser tratado de nuevo con cariño y cuanto te costó, pues vale más de lo que lo pagaste.
ternura y les di a entender, lo mejor que pude, que también yo Con estas palabras quedó firmemente afianzado mi
quería hacerme amigo de todos. Polly me consideraba sumamente prestigio en el puesto. El hombre se llamaba Grant, pero le decían
hermoso y que yo era demasiado bueno para tirar de un coche de "Gray Grant" o "Gobernador Grant". Como era el más antiguo de
alquiler. Pensaba que mi vida podría haber sido muy distinta de todos, se encargaba de arreglar los asuntos o de poner fin a las
no haber tenido estropeadas las rodillas, disputas. Generalmente estaba de buen humor y era muy Sensato.
-Por supuesto -dijo Jerry-; no conocemos a nadie que pueda Pero si se encontraba un poco fuera de sus casillas -y esto ocurría
decirnos de quién fue la culpa y, mientras no lo sepa, le concederé cuando había bebido demasiado- nadie se atrevía a desafiar sus
el beneficio de la duda. ¡Jamás monté un caballo tan firme y de puños, pues era capaz de asestar golpes demoledores.
paso tan parejo come éste. ¿Qué te parece, Dolly, si lo llamamos Mi primera semana en ese nuevo trabajo fue muy dura para
Jack, come el otro que tuvimos? mí, pues, como no estaba acostumbrado al tránsito de Londres, el
-Me parece bien, pues vale la pena conservar un nombre del ruido, el trajín, la aglomeración de caballos, carros y coches me
que se tienen buenos recuerdos. mareaban. Pronto me di cuenta de que podía confiar ampliamente
23
en mi cochero y me sentí más aliviado, hasta que me habitué. XIX
Como cochero, Jerry era de lo mejor que yo conocía y, lo
más importante, se preocupaba tanto de los caballos como de él
mismo. Pronto notó que yo tenía muy buenas disposiciones para
el trabajo y jamás me hizo sentir el látigo; apenas si apoyaba
suavemente el extremo del mismo sobre mi espalda cuando JERRY BARKER
emprendíamos la marcha. Pero por lo general ni siquiera esto era
necesario, pues me daba cuenta de ello con sólo la manera que
tenía de empuñar las riendas. Creo que el látigo permanecía más No había hombre mejor que mi nuevo amo. Era bueno y
tiempo clavado junto a él que en su mano. amable, con un sentido de la rectitud tan fuerte como el de John
Nos entendimos muy pronto; por lo menos, hasta donde un Manly y de tan buen carácter y humor que difícilmente alguien
caballo y un hombre pueden entenderse. Jerry disponía todo en el podría enemistarse con él. Harry era tan eficiente cuando
establo para que yo me sintiera a gusto, aunque las caballerizas trabajaba en el establo como cualquier muchacho mayor que él, y
habían sido construidas en un estilo pasado de moda, demasiado estaba siempre dispuesto a cumplir con sus tareas en todo
en pendiente. Nos mantenía muy limpios y nos variaba la comida momento. Polly y Dolly solían venir por la mañana para dar una
todo lo que podían permitírselo sus medios. En realidad, había mano en la limpieza del cabriolé; cepillaban y sacudían los
abundancia de todo y nos daba de beber agua pura y cristalina almohadones y limpiaban los cristales mientras Jerry nos lavaba
salvo, se entiende, cuando regresábamos agitados. Algunos creen en e] patio y Harry lustraba los arneses. Tanto se reían y divertían
que un caballo no debe beber todo lo que desea, pero yo opino al efectuar esos trabajos, que nos ponían a Capitán y a mí de
que si nos dejaran hacerlo cuando tenemos ganas beberíamos un mejor humor, lo cual es mucho mejor que oír palabras duras y
poco de tanto en tanto retos.
y eso sería mejor que hacernos tragar un balde de una sola Jerry no podía soportar que se estuviera holgazaneando o
vez después de haber pasado varias horas sin probar una gota. perdiendo el tiempo y nada lo sulfuraba más que esa gente que,
Hay mozos de cuadra que se van a sus casas a beber cerveza y cuando se le ha hecho tarde, espera que el cochero les recupere el
nos dejan durante horas con el pienso seco y nada para tiempo que han perdido. Recuerdo, por ejemplo, una mañana en
humedecerlo. Por supuesto, cuando nos ofrecen agua la que salían de una taberna próxima al puesto de coches los jóvenes
engullimos de golpe, lo cual perjudica nuestra respiración y a apresurados que se acercaron a Jerry, diciéndole:
veces nos da escalofríos en el estómago. —Oye, cochero, y presta atención. Estamos
Lo que más me gustaba en esa casa era el descanso atrasados; tienes que llevarnos a todo vapor hasta la estación
dominical. Trabajábamos tanto durante la semana que ese día Victoria para que podamos tomar el tren de la una. Te daremos un
resultaba una pausa compensatoria. chelín de propina.
-Los llevare a paso normal, señores -respondió Jerry-. Los
chelines no compensan la carrera a marcha forzada de un coche
como este.
Junto al nuestro había otro cabriolé, conducido por un tal
Larry. Se precipitó sobre los clientes y les dijo:
—Yo soy el hombre que necesitan, caballeros. Suban a mi
coche y mi caballo los llevará en un santiamén.
Los muchachos se instalaron en el coche y Larry partió a
toda velocidad. Jerry me dio unas palmadas a la vez que me decía:
-No, Jack, ni por un chelín haría yo tal cosa.
Jerry estaba siempre en contra de esa gente que recurre a
los servicios de un cochero para ganar tiempo. Conducía a paso
regular y sólo iba "a todo vapor" cuando conocía los motivos.
Recuerdo que una mañana, mientras esperábamos que llegara
algún cliente, se acercó corriendo un muchacho con una valija
24
pesada. Tuvo la mala suerte de pisar una cáscara de naranja y fue las de otro, o la lanza de algún vehículo dar contra el pecho o el
a dar al suelo violentamente. Jerry fue el primero en prestarle costado de un caballo. Lo cual significa que, para poder ir
ayuda. El joven estaba atontado por el golpe y cuando lo llevaron rápidamente por las calles de Londres, hay que estar muy ducho.
aun negocio para atenderlo, caminaba con mucha dificultad. Jerry Jerry y yo estábamos acostumbrados a ello y nadie nos
regresó al puesto y unos diez minutos después lo llamaron desde ganaba en habilidad. Yo era muy audaz y confiaba plenamente en
el negocio. El joven le preguntó: él, quien, con paciencia y práctica, sorteaba todos los obstáculos,
-¿Puede llevarme hasta la estación del Este? Esta aparte de confiar en mí, raras veces usaba el látigo; yo me daba
desgraciada caída me ha retrasado un tanto, y como es de suma cuenta de lo que él quería por la manera de tirar de las riendas o
importancia que no pierda el tren de las doce, le quedaré muy por las órdenes que me daba verbalmente. Pero volvamos a mi
agradecido si hace usted lo posible para llegar a tiempo. Le daré historia.
con gusto una buena propina. Ese día las calles estaban atestadas como nunca, lo que no
-Haré todo lo que esté a mi alcance –respondió Jerry-, impidió que pudiéramos llegar bien hasta Cheapside. Pero en ese
siempre que se encuentre usted en condiciones de emprender el lugar un atascamiento del tránsito nos obligó a permanecer unos
viaje. cuatro minutos sin poder avanzar. El caballero asomó su cabeza
El caballero estaba terriblemente pálido, pero se notaba que por la ventanilla y exclamó con un poco de ansiedad:
era asunto de capital importancia para él no perder ese tren. -Me parece que será mejor que me vaya caminando. No
-Por favor -le dijo a Jerry-; abra la portezuela y no llegaré nunca a la estación si las cosas continúan así.
perdamos tiempo. -Haré todo lo que pueda, señor -dijo Jerry-. Creo que
Jerry subió en el acto al pescante y con un ligero tirón de llegaremos a tiempo. Esto no puede durar mucho más y su valija
riendas me dio a entender que partiéramos en seguida. es demasiado pesada para que la lleve en la mano.
-¡Adelante! -me dijo-. Corre y vuela si es posible. Les En ese momento el carro que estaba delante de nosotros
demostraremos a todos que podemos ir de prisa cuando la ocasión comenzó a avanzar y detrás de el seguimos nosotros.
lo requiere. Emprendimos la marcha y llegamos hasta el puente de Londres,
Resulta muy difícil ir ligero por la ciudad en las horas de donde se había formado una larga fila de vehículos que
mucho tránsito cuando las calles están atestadas, pero si un marchaban al trote quizá porque también tenían que alcanzar el
cochero y su caballo se entienden no hay nada imposible. Tenía yo mismo tren que nuestro pasajero. Por suerte, pudimos llegar a la
una boca muy buena, quiero decir, podía ser guiado con el más estación justo cuando el reloj marcaba las doce menos ocho
ligero toque de riendas y ello es de suma importancia en una minutos.
ciudad como Londres, llena de carruajes, ómnibus, carros y -¡Gracias a Dios llegamos a tiempo! -exclamó el joven-. Y
coches de toda clase, que marchan unos en una dirección, otros en gracias a usted, mi amigo, y a su caballo. Me ha prestado un
la contraria, algunos veloces, otros lentamente, y todos esperando servicio que no se recompensa sólo con dinero. Aquí tiene media
pasar al vecino. Los ómnibus se detenían a cada rato para que corona de propina.
ascendieran o descendieran los pasajeros, lo que obligaba a -De ninguna manera, señor; le quedo igualmente
detenerse bruscamente y cuando uno acertaba a pasar, no faltaba agradecido. Me alegra que hayamos llegado a tiempo. Pero no se
quien le interceptara el paso lo que nos obligaba a quedarnos demore usted más; está sonando ya la campana. ¡A ver tú,
detrás del ómnibus otra vez. Cuando creíamos que ya se podía muchacho, toma el equipaje de este caballero y llévalo al tren de
pasar, se acercaba otro carruaje que se ubicaba tan cerca de las doce! Y sin aguardar una palabra más, Jerry puso el coche a un
nosotros que un poquito más y nos hacía un arañazo con las costado para que pudieran pasar los otros vehículos.
ruedas. De esta manera no quedaba más remedio que marchar en -Realmente estoy muy contento de haber llegado a tiempo
fila a paso regular. En algunos momentos el tránsito quedaba -agregó Jerry-; ¡Pobre muchacho! ¡Vaya a saberse qué es lo que lo
detenido por completo y había que aguardar un rato largo hasta tiene preocupado!
que se produjera un claro o se pudiera tomar una calle lateral o el A menudo Jerry hablaba en voz alta y yo podía oírlo.
policía solucionara el atascamiento. Había que aprovechar la Cuando regresamos al puesto, todo el mundo comenzó a reírse de
menor oportunidad no bien se veía un espacio libre, pero en esos él y a hacerle bromas, pues -según ellos- había ido a toda marcha
casos no era difícil ver las ruedas del propio coche trabadas con hasta la estación por una propina, contrariando de esa manera sus
25
propios principios. Pero lo que más querían averiguar era cuánto XX
había ganado con ese viaje.
-Bastante más de lo que gano generalmente -les dijo-. Lo
que el caballero me dio me permitirá vivir con un poco más de
comodidad durante varios días.
-¡Vamos! -exclamó alguien. EL COCHE DE LOS DOMINGOS
-¡Es un farsante! -agregó otro-. Se lo pasa
predicándonos y luego el hace lo mismo que nosotros.
-Escuchen, amigos -dijo Jerry-. El caballero me ofreció Una mañana en que Jerry me estaba enganchando al coche,
media corona de propina y yo no la acepté. Ya era bastante pago entró en el patio un caballero.
para mí la satisfacción de que pudiera tomar el tren. Si Jack y yo -Servidor de usted, señor-le dijo Jerry.
aceptamos de tanto en tanto esos viajes rápidos es asunto nuestro -Buenos días, señor Barker -respondió el caballero-.
y no de ustedes. Quisiera dejar convenido con usted para que lleve a mi mujer, la
-Pues bien -le contestó Larry; nunca serás rico de esa señora Briggs, todos los domingos por la mañana a la iglesia.
manera. Ahora vamos a la iglesia nueva y queda tan lejos que no puede ir
-Muy posiblemente que no, pero por ello no seré menos caminando.
feliz. He leído los mandamientos muchas veces y jamás he visto -Gracias, señor, pero sólo tengo permiso para conducir los
que alguno de los diez diga: "Enriquécete". Además, se dicen días laborables. No sería legal que trabajara los domingos.
tantas cosas en el Nuevo Testamento acerca de los ricos que no -¡Oh! -agregó el señor Briggs-. Ignoraba esa circunstancia,
quisiera ser uno de ellos. pero no creo que sea difícil para usted cambiar de licencia. Nada
En ese momento se acercó el Gobernador Grant quien, perdería con ello y, lo que es más importante para mí, mi señora
mirando encima del hombro desde su coche, agregó: prefiere ir con usted.
-Jerry, si alguna vez te conviertes en un hombre rico será -Le quedo muy reconocido por ello a su señora. En una
porque lo tienes merecido y tu riqueza no te perjudicará. En época tenía yo licencia para conducir los siete días de la semana,
cuanto a ti, Larry, morirás pobre. Gastas demasiado dinero en pero el trabajo resultaba demasiado duro para mí y los caballos.
látigos. Jamás disponía de un día de descanso y no podía: pasar un
-Pues bien -contestó Larry-; ¿qué otra cosa puede hacer un domingo con mi familia ni ir a la iglesia. Por ello, desde hace
individuo si su caballo no marcha más que a latigazos? cinco años, sólo trabajo de lunes a sábado.
-Jamás te has tomado el trabajo de averiguar si el caballo -Muy bien -respondió el señor Briggs-; me parece , justo que
puede marchar sin necesidad de que le peguen. El látigo se mueve todo el mundo tenga un descanso a la semana que le permita ir a
en tu mano como si estuvieras atacado del mal de San Vito. la iglesia. Sólo que el trayecto me parece tan corto que tal vez a
¿Sabes por qué estás continuamente cambiando de caballos? usted no le importaría hacerlo por una vez. Le quedaría toda la
Porque nunca les das un momento de paz.
tarde libre. Corno usted sabe, somos muy buenos clientes.
-Lo que ocurre es que no tengo suerte con los caballos. -Tiene razón, señor, y nuevamente le quedo muy
-Ni nunca la tendrás -sentenció el Gobernador. La suerte se agradecido. Me encantaría servirlo, pero por nada del mundo
acerca a quien sabe aprovecharla y, por lo general, prefiere a los renuncio yo a mi descanso dominical. He leído que Dios, después
que tienen sentido común y corazón noble. Por lo menos, tal es mi de haber creado al hombre, los caballos y demás animales, tomó
experiencia. un día de descanso y obligó a los demás a que también lo
El Gobernador Grant continuó leyendo el diario y el hicieran. Por lo tanto, señor, lo que El dispuso tiene que ser bueno
resto de los hombres se fue a sus respectivos coches. para todos y para mí. Desde que me tomo un día de descanso me
siento mucho mejor y lo mismo puedo decir de los caballos.
También están de acuerdo conmigo los otros cocheros que
trabajan nada más que seis días por semana. Le diré, señor, ahora
tengo más dinero ahorrado que nunca y, en cuanto a mí mujer y
los niños, por nada del mundo quisieran ellos que volviera yo otra
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vez al régimen de siete días. replicó:
Perfectamente -respondió el caballero—. No se preocupe -Todo eso suena muy lindo; pero no sirve para nada. Cada
usted. Le preguntaré a otro cochero. uno debe cuidar su propia alma. No puedes dejarla a la puerta de
Cuando el señor Briggs se alejó, Jerry me dijo: un extraño, como si se tratara de un expósito, y esperar que se
-¡Qué quieres, amigo, no podía contestarle de otra manera! ocupen de ella. ¿No te das cuenta de que si estás siempre sentado
También nosotros tenemos que disfrutar del domingo. en el pescante, esperando un cliente, la gente dirá: "Si no lo
Luego, llamando a Polly, le contó la conversación que tomamos, otro lo hará por nosotros", y quién no anda en busca de
acababa de tener con el señor Briggs. un coche los domingos? Por supuesto, esa gente tampoco ve el
-Gracias a Dios -dijo Polly -, ganas lo suficiente para no tener fondo de la cuestión, pues si no fuera en busca de un coche
que trabajar los domingos. Ojalá nunca tengamos que vivir otra vez resultaría inútil que los cocheros salieran los domingos. ¡Pero
aquellos tiempos en que no te quedaba un minuto para estar con bien que se cuida todo el mundo de ir al fondo de la cuestión! Lo
tus hijos e ir a la iglesia. que quiero decir es que si ustedes lucharan por el descanso
-Eso es justamente lo que le dije al señor Briggs, querida semanal, lo conseguirían.
-agregó Jerry-. De modo que no te aflijas -pues Polly estaba ya -¿Y que sería de la buena gente -pregunto Larry-si no
por ponerse a llorar-; no se repetirá nunca más lo de antes. -Y pudiera escuchar a sus predicadores preferidos?
ahora, arriba ese ánimo y hasta luego, que tengo que ir al puesto. -No me corresponde a mí hacer planes para los demás
Pronto se difundió entre los cocheros que Jerry había -respondió Jerry-. Si no pueden ir a pie porque les queda lejos la
perdido a su mejor cliente. Muchos decían que había sido un iglesia, pueden ir a escuchar a otro predicador que quede más
tonto, pero dos o tres estaban de su lado. cerca. Y si llueve, que se pongan el impermeable, como lo hacen
-Si los trabajadores no defienden su descanso dominical el resto de la semana. Cuando algo merece la pena hacerse, se
-dijo uno de ellos-, pronto se quedarán sin el. Forma parte del hace; de lo contrario, uno puede prescindir de eso. El bueno
derecho de todo hombre y hasta de los animales. Las leyes de encontrará siempre el camino para cumplir con sus obligaciones.
Dios establecen así y las leyes del Estado lo sancionan. Tenemos Y lo que es cierto para los cocheros, también lo es para los
que hacerlas respetar y mantenerlas para nuestros hijos. feligreses.
-Está bien que los religiosos piensen así -manifestó Larry-;
pero yo no pienso renunciar a un chelín cada vez que se presente
la oportunidad de ganarlo. No soy creyente porque no veo que la
gente religiosa sea mejor que el resto.
-Si no son mejores -apuntó Jerry- es porque no son
religiosos. Lo mismo podrías decir que las leyes de nuestro país
no son buenas porque hay quienes las violan. Si alguien cede a su
temperamento y habla mal del vecino y no paga sus deudas, no es
religioso. Me importa un comino cuántas veces vaya a la iglesia.
Si hay gente falsa e hipócrita, no significa por ello que la religión
sea falsa. La verdadera religión es lo mejor y más cierto en el
mundo y lo único que puede hacer feliz a un hombre o hacer que
el mundo sea mejor.
-Si la religión sirviera para algo -terció Jones-, impediría
que gente religiosa como ustedes tuviera que trabajar los
domingos, como saben ustedes que lo hacen muchos de ellos; por
eso digo que la religión no
es más que un farsa. Si no fuera por la gente que va a la iglesia no
nos valdría la pena a nosotros, los cocheros, salir los domingos;
pero ellos tienen sus privilegios, como los llaman, y espero que
responda por mi alma si tengo oportunidad de salvarla.
Varios aplaudieron este discurso de Jones, pero Jerry le
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XXI encontraba ahí. Entonces corría todo lo que daba para alcanzarle
alguna bebida caliente o un canasto en el que Polly había puesto
una marmita con sopa o un budín. Era una maravilla ver como
semejante criatura atravesaba la calle atestada de coches y
caballos, con toda valentía. Para ella era una cuestión de honor
llevarle a su padre "el primer plato del día", como él lo llamaba.
Dolly se había convertido en la preferida del puesto y nadie
DOLLY Y UN CABALLERO CABAL dejaba de ayudarle a atravesar la calle en el caso que Jerry no lo
pudiera hacer.
Un día helado y ventoso, Dolly le llevó un plato de sopa
El invierno llegó temprano con mucho frío y humedad. caliente y se quedó con él mientras la tomaba. No bien comenzó
Casi todos los días durante semanas, tuvimos nieve, granizo o su almuerzo cuando se presentó un caballero con un paraguas y
lluvia, que se alternaban con fuertes vientos o heladas. Los mucha prisa. Jerry se quitó el sombrero, le pasó a Dolly el plato y
caballos sufrimos mucho esos cambios de tiempo. Cuando hace se disponía a quitarme la manta cuando el caballero le dijo;
frío nos basta un par de mantas para calentarnos, pero cuando cae -¡De ninguna manera, amigo! Termine primero su sopa. No
una lluvia persistente, pronto quedan empapadas y ya no sirven de dispongo de mucho tiempo, pero puedo esperar hasta que haya
mucho. Algunos cocheros nos cubrían con un impermeable, lo terminado su almuerzo y ayudado a la niña a cruzar la calle.
cual era un sistema espléndido, pero muchos eran tan pobres que Y diciendo esto abrió la portezuela y entró en el coche.
apenas si tenían algo para ponerse ellos mismos. Ese invierno fue Jerry le quedó sumamente agradecido y le dijo a su hija:
particularmente duro y muchos padecieron intensamente. -Eso es lo que se llama un caballero, Dolly; un caballero
Nosotros, después de trabajar medio día, regresábamos a nuestros nato.
establos y podíamos descansar, mientras nuestros patrones tenían Terminada la sopa, Jerry acompañó a Dolly a cruzar la
que estar sentados en sus pescantes, a veces hasta la una o dos de calle, regresó al coche y aguardó las órdenes del pasajero. Tuve
la mañana, si habían llevado a su cliente a una fiesta. oportunidad de verlo varias veces, pues el caballero casi siempre
Lo peor para nosotros era cuando las calles estaban tomaba el nuestro. Por lo que deduje de él, le gustaban mucho los
resbaladizas por la helada o la nieve. Andar una milla en esas perros y los caballos porque cuando llegábamos a su casa salían a
condiciones arrastrando el peso del coche nos cansaba más que recibirlo dos o tres perros. Otras veces me daba unas suaves
cuatro por otro camino en mejor estado, pues teníamos que poner palmadas, agregando:
en tensión cada nervio y cada músculo para mantener el -Este caballo tiene un buen patrón y el patrón merece un
equilibrio. Agréguese a ello que el temor a una caída es mucho caballo como éste.
más agotador, y si los caminos están en malas condiciones, las He conocido señoras que me daban palmadas cariñosas
herraduras se estropean, lo que nos hace estar más nerviosos. como este caballero, pero noventa y nueve de cada cien personas
Cuando el tiempo estaba muy malo, los cocheros solían ir a habrían considerado tan impropio hacerlo como palmear la
la taberna contigua al puesto mientras uno de ellos mantenía la locomotora que arrastra un tren.
vigilancia de los coches; de esa manera se perdían muchos El señor de quien estoy hablando no era joven, tenía los
clientes y, como decía Jerry, además gastaban mucho dinero. Mi hombros un poco arqueados, los labios delgados y prietos, aunque
amojamas fue a la taberna "El Sol Naciente"; iba a un café que sonreían constantemente con dulzura: ojos vivaces y había algo en
quedaba cerca del puesto o le compraba café y pasteles a un viejo su boca y en el movimiento de la cabeza que hacían pensar que
que pasaba por ese lugar. Jerry opinaba que las bebidas estaba siempre decidido a llevar a cabo lo que se proponía; su voz
alcohólicas y la cerveza eran un engaño porque después de era agradable y amable.
beberías sentía uno más frío que antes; en cambio, ropas secas, Un día, junto con otro caballero, tomaron nuestro coche. Se
buena comida y una esposa alegre y cariñosa en la casa eran lo detuvieron en un negocio de la calle B y mientras su amigo entró
mejor para que un cochero se sintiera reconfortado. Cuando no en él, nuestro hombre permaneció en la puerta. Un poco más
podía regresar a casa para comer, Polly le enviaba algunas adelante, justo frente a nosotros, se encontraba un carro con dos
provisiones. Muchas veces veía yo a Dolly mirar desde la esquina espléndidos caballos, estacionado ante una vinería. El cochero se
donde estaba el puesto para asegurarse de que su padre se había ausentado. No sé cuánto tiempo llevarían los animales,
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aunque tengo la impresión de que a los caballos les pareció una XXII
espera demasiado larga porque empezaron a moverse. Antes de
que hubieran dado unos pasos, apareció corriendo el cochero y los
sujetó. Estaba furioso y comenzó a castigarlos cruelmente en la
cabeza con el látigo. Nuestro amigo vio todo ello y dirigiéndose
precipitadamente hacia el hombre le dijo con voz firme: ELECCIONES
-Si no deja usted de golpearlos lo denunciaré por su brutal
conducta.
El hombre, que estaba visiblemente bebido, comenzó a Una tarde que entrábamos en el patio. Polly salió a
insultarlo y dejando de castigar a los caballos, subió al carro y recibirnos y le dijo a su marido:
empuñó las riendas. Mientras tanto nuestro amigo había anotado -Jerry, estuvo aquí el señor B. para saber sobre tu voto y
en un cuadernillo el nombre y la dirección que figuraban alquilar el cabriolé para las elecciones. Volverá más tarde por la
inscriptos en el carro. respuesta.
-¿Qué está haciendo usted? -gruñó el carrero, haciendo -Pues bien, Polly: le dirás que ya tengo comprometido el
sonar el látigo. coche. No me gustaría verlo cubierto con cartelones de
Sólo recibió por respuesta un movimiento de cabeza y una propaganda electoral y mucho menos que Jack y Capitán tengan
sonrisa. Cuando regresó a nuestro coche se encontró con su que recorrer todas las tabernas buscando votantes medio
amigo, quien le dijo, riendo: borrachos. Me parece que sería insultar a los caballos. No; por
-Creía, Wright, que ya tenías bastantes asuntos en que nada del mundo permitiré yo tal cosa.
ocuparte sin necesidad de tomarte molestias por los criados y los -Supongo que votarás por ese caballero, ¿verdad? Me dijo
caballos de los demás. que los dos tenían las mismas ideas políticas.
Nuestro amigo se quedó un instante inmóvil y echando un -Así es en ciertos detalles, pero no votaré por él. ¿Sabes por
qué?
poco la cabeza hacia atrás le respondió:
-No -respondió Polly.
-¿Sabes por qué este mundo anda tan mal? -Porque, a pesar de sus buenas intenciones, es totalmente
-No. ciego con respecto a lo que necesitan los obreros. Mi conciencia
-Pues te lo diré: porque la gente se ocupa sólo de sus no me permite elegirlo como legislador. Sé que eso lo pondrá
asuntos y no quiere tomarse la molestia de salir en defensa de los furioso, pero cada cual debe proceder de acuerdo con lo que
oprimidos. Jamás puedo ver un espectáculo bochornoso como éste considera mejor para su país.
sin hacer lo que considero justo. Más de un patrón me agradecerá La mañana anterior a las elecciones Jerry me estaba
por ponerlo al corriente de los abusos que se cometen con sus enganchando la vara cuando Dolly entró en el patio, llorando a
caballos. todo lo que daba, con el vestido azul y el delantal blanco
-Ojalá hubiera más caballeros como usted, señor -dijo
Jerry-, pues abundan los malos en la ciudad. salpicados de barro.
Después de este episodio continuamos el viaje. Cuando los -¿Qué te pasa, Dolly? -le preguntó el padre.
dos caballeros descendieron del coche, nuestro amigo seguía -¡Unos muchachos malvados me arrojaron barro
diciendo: llamándome zarra... zarra...
-Mi teoría es que si cada vez que presenciamos una -Zarrapastrosa -intervino Harry, indignado-. Eso es lo que
crueldad o un hecho injusto no le ponemos fin o no hacemos nada la llamaron: pequeña zarrapastrosa azul. Pero les di su merecido y
para evitarlo, nos convertimos en cómplices de ese delito. no creo que les queden ganas de volver a insultar a mi hermana.
Les di tal paliza a esos cobardes pelagatos anaranjados que no la
olvidarán en toda su vida.
Jerry besó a Dolly y le dijo:
-Corre junto a tu madre, hija, y dile que será mejor que te
quedes hoy con ella, ayudándola.
Luego, volviéndose hacia Harry, agregó:
-Muchacho, espero que siempre salgas en defensa de tu
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hermana y le propines una buena paliza a quien se atreva a XXIII
insultarla. Pero recuerda, no quiero batallas de comité en mi casa.
Hay tantos pillos azules como anaranjados, violetas, blancos, o de
cualquier otro color. No quiero que mi familia se vea mezclada en
esas luchas de partidos. Inclusive las mujeres y los niños están
disputando por determinado color y ni uno solo de cada diez sabe BUENA ACCIÓN SIEMPRE TIENE BUENA
de que se trata. RECOMPENSA
-Pero, padre, yo creía que el azul era el color de la libertad.
-Hijo mío, la libertad no viene de los colores; estos sólo
designan los diferentes partidos. La única libertad que consiguen Por fin llegaron las elecciones. No faltó ese día trabajo para
algunos es la de emborracharse a expensas del pueblo, ir a las Jerry y para mí. El primer cliente fue un caballero robusto y
urnas en un carromato sucio, insultar a los que no son de su mofletudo, con una valija de viaje, que nos dijo lo lleváramos a la
partido y gritar hasta quedar roncos por algo que sólo conocen a estación de Bishopgate. Luego vinieron otros que llevamos hasta
medias. Regent's Park y después una señora de edad, tímida y asustada,
-¡Oh, padre, estás bromeando! que nos pidió la lleváramos al Banco y la esperáramos hasta
-No, Harry, por el contrario, te hablo en serio. Me regresar a su casa. No bien descendió del coche vino corriendo un
avergüenza ver como algunos van a votar sin estar preparados. señor de cara roja, casi ya sin aliento, con un puñado de papeles y,
Una elección es algo muy serio; por lo menos, así debiera ser, y sin esperar a que Jerry le abriera la portezuela, entró en el coche
cada cual tendría que votar de acuerdo con lo que le dicta su diciendo:
propia conciencia y dejar que su vecino proceda de la misma -¡Rápido, a la estación de policía!
manera. Llevamos al apresurado viajero y después hicimos dos o
tres viajes más. Cuando regresamos al puesto Jerry me dio una
buena ración de comida, pues, como decía él, en días de tanto
trajín había que estar bien alimentado. ¿Qué caballo no sentiría
gratitud al tener un patrón tan comprensivo? Jerry sacó después
uno de los pasteles de carne que había preparado Dolly y se sentó
a comer junto a mí.
Las calles estaban atestadas y pasaban veloces los coches
ostentando los colores de los candidatos, como si la vida de la
gente careciera de importancia. Vimos a dos personas, una de ellas
una mujer, que fueron derribadas al suelo. También para los
caballos fue ese un mal día, pero a los votantes nada los detenía.
Pasaban avivando a sus respectivos partidos desde las ventanillas,
armando una gritería infernal. Era la primera elección que veía en
mi vida y espero no ver otra, aunque me han dicho que las cosas
han mejorado ahora.
No acabábamos de dar los primeros mordiscos a nuestra
comida cuando vimos cruzar la calle a una mujer joven, con un
niño en los brazos. Miraba a todos lados, como desorientada. Por
último, se acercó a Jerry y le preguntó si el hospital de Santo
Tomás quedaba muy lejos. Había llegado esa mañana del campo
en una carreta del mercado e ignoraba que fuese ese un día de
elecciones. Como forastera, se sentía totalmente perdida en
Londres, Tenia una orden para hacer atender a su hijito en el
hospital, y la criatura lloraba desconsoladamente.
-¡Pobre mi niño! -exclamó la mujer-. Sufre muchísimo y
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está muy débil. Tiene cuatro años y no puede caminar más que un -Mil gracias, señor. Nunca podría haber llegado aquí sola.
bebé; pero el médico me dijo que si lo llevaba al hospital podría -No tiene por que darlas, señora. Espero que el niño se
mejorarse. Por favor, señor, ¿a qué distancia queda de aquí y cuál mejore pronto.
camino debo tomar? La mujer desapareció tras la puerta y Jerry, palmeándome,
-Señora Te respondió Jerry- ¡no puede ir caminando en dijo en voz alta:
medio de calles como éstas! El hospital queda a tres millas y el -Por lo menos has hecho una buena acción hoy.
niño pesa mucho. La lluvia caía intensamente. En el momento en que
-Sí, es cierto; pero soy fuerte, gracias a Dios. Basta con que salíamos del hospital, se abrió la puerta y oímos la voz del portero
me diga cuál es el camino. que nos llamaba. Nos detuvimos y bajó los escalones una señora a
-No puede ir con este tránsito, señora. La atropellarán a quien Jerry le pareció haber visto ya una vez. La dama se levantó
usted y al niño. Suba al coche que la llevaré hasta el hospital. el velo y exclamó:
Apresúrese, porque ya está comenzando a llover. -¡Barker! Jeremíah Barker! ¡Cuánto me alegro de
-No. señor, no puedo hacer eso. Gracias, pero sólo tengo el encontrarlo aquí! Es justamente el amigo que necesitaba, pues
dinero para regresar a mi casa. Indíqueme el camino, que yo iré resulta muy difícil conseguir un coche en Londres un día como
por mi cuenta. hoy.
-Escuche, señora. Tengo mujer e hijos y sé cómo se siente -Me sentiré muy orgulloso en poder servirla, señora. Me
un padre en estas circunstancias. Suba al coche y la llevaré gratis. alegra haberla encontrado y serle útil. ¿Adonde la llevo?
Me moriría de vergüenza dejar a una mujer y a un niño enfermo -A la estación de Paddington, y como llegaremos con
que corran semejante peligro. tiempo de sobra, quisiera que me diga cómo están su mujer y sus
-Dios lo bendiga -exclamó la mujer, entre un torrente de hijos.
lágrimas. Efectivamente, llegamos temprano a la estación y ahí, bajo
-Vamos, vamos, arriba ese ánimo -dijo Jerry-¡pronto un cobertizo, Jerry le contó las novedades a la señora. Me di
llegaremos al hospital! Permítame que la ayude a subir al coche. cuenta de que la viajera había sido antes el ama de Polly. Después
Cuando Jerry bajó a abrir la portezuela se aparecieron dos de hacerle muchas preguntas, le dijo a Jerry:
hombres con cintas de colores en el sombrero y en el ojal, -¿Qué tal encuentra el trabajo de cochero en invierno? Sé
gritando: que su mujer estuvo muy preocupada por su salud el año pasado.
¡Eh, cochero! -Sí, señora; me pesqué un resfriado muy fuerte, que me
Ocupado -contestó Jerry. duró hasta los primeros calores. Cuando permanezco fuera hasta
Pero uno de ellos, haciendo a un lado a la mujer, se tarde mi mujer se preocupa mucho por mí. Como usted ve, hay
precipitó en el coche, seguido por el otro. Jerry los miró tan serio que estar a toda hora y con cualquier tiempo a la intemperie y eso,
como un policía. naturalmente, termina por minar la salud. Pero ahora estoy mejor
-Este coche ya está ocupado, señores. La señora tiene y me sentiría perdido en este mundo si no tuviera caballos. He
prioridad. sido criado así y no podría hacer otra cosa.
-¡Señora! -exclamó uno de ellos-. Bueno, que espere. -De acuerdo, Barker; pero sería realmente una pena que
Nuestro asunto es más importante. Además, tenernos derecho por arriesgue su salud en este trabajo, no sólo por usted sino por su
ser los primeros. mujer y los chicos. Hay muchos lugares donde se necesitan
-Está bien, señores. Pueden estarse sentados todo el tiempo buenos cocheros o mozos de cuadra, y si algún día decide dejar
que quieran. Yo me quedaré aquí mientras ustedes descansan. este trabajo hágamelo saber.
Y dándose vuelta, fue hacia donde estaba la mujer. Después de mandarle afectuosos saludos a su mujer, le
-Se irán en seguida Te dijo, riendo-. No se preocupe, entregó algo diciéndole:
señora. —Aquí tiene cinco chelines para cada uno de sus chicos. Su
Efectivamente, los intrusos se dieron por vencidos. señora sabrá en qué emplearlos.
Insultaron en todas formas a Jerry, amenazándolo con mandarlo a Jerry le quedó muy agradecido. Contento, dio la vuelta y
la cárcel. Pasado este incidente, partimos en seguida hacia el tomamos el camino a casa. Realmente, yo estaba ansioso de
hospital, a todo galope. Cuando llegamos Jerry hizo sonar la regresar después de un día de tanto trajín.
campanilla y ayudó a bajar a la señora.
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XXIV los caballos destinados a ello. Ojalá pusieran a todos los borrachos
en un manicomio en lugar de dejarlos que atropellen a pacíficos
ciudadanos. Si por lo menos se rompieran sus propios huesos o
hicieran pedazos sus carros o lastimaran a sus caballos, sería
asunto de ellos y los dejaríamos en paz. Pero quien paga siempre
es el inocente. ¡Y después hablan de indemnizaciones! ¿Quién nos
EL VIEJO CAPITÁN Y SU SUCESOR compensa de todas las molestias y pérdidas de tiempo que nos
ocasionan, para no hablar de la pérdida de un buen caballo, que es
como un viejo amigo para nosotros? Si a alguien quisiera ver
condenado al infierno es al que abusa de la bebida.
Capitán y yo nos habíamos hecho grandes amigos Era un -Me has dado en la llaga, Jerry -agregó el Gobernador-.
compañero noble y un excelente camarada Jamás pensé que nos Para vergüenza mía, no soy tan bueno como tú. Ojalá lo fuera.
abandonaría alguna vez, pero ese día, tarde o temprano, tenía que -Pues bien, ¿por qué no abandonas la bebida, Gobernador?
llegar. No estaba yo en la casa en esa oportunidad, sino que me Un hombre tan bueno como tú no debería convertirse en esclavo
enteré después de ese vicio.
Jerry y él regresaban un día del puente de Londres, luego de -Sé que soy un gran idiota, Jerry. Intenté dejarla una vez,
haber llevado a varias personas hasta la estación, cuando en el pero la cosa no duró más de dos días. Creí que me moría. ¿Cómo
camino entre el puente y el monumento, Jerry vio que se acercaba lo lograste tú?
un carro cervecero, vacío, tirado por dos briosos caballos. El -Me costó mucho al principio. Sabes bien que nunca fui un
carrero les propinaba tantos latigazos que, dado lo liviano del borracho empedernido, pero cuando me di cuenta de que no era
carro, los animales se lanzaron en una carrera furiosa en medio de dueño de mí mismo y de que la bebida me tenía dominado, tuve
la calle atestada de gente y vehículos Como el conductor no pudo que renunciar a ella. Me costó mucho, pero con la ayuda de Dios
dominar a los animales estos atropellaron a una muchacha y luego pude romper con ese hábito. Polly se preocupaba por que me
embistiere! nuestro cabriolé, rompiéndonos las ruedas y dándonos alimentara bien, y cuando llegaba el momento en que estaba por
caer otra vez en esa costumbre maldita, me tomaba una taza de
un vuelco. A Capitán le alcanzó una de las astillas de las lanzas, café o mascaba un poco de menta, o leía mi libro, y eso me ayudó
que se le incrustaron en un costado, Jerry también fue derribado mucho. Más de una vez me dije "Abandona la bebida o te
aunque sólo quedó un poco magullado. Nadie se explicó cómo condenarás, o la harás sufrir a Polly". Gracias a Dios y a mi mujer,
pudo escapar ileso y él mismo decía que se trataba de un milagro. terminé con el vicio, y desde hace diez años no he probado una
Cuando levantaron al pobre Capitán, se vio que estaba gota ni tengo la menor gana de hacerlo.
gravemente herido. Jerry lo trajo a casa con todo cuidado y fue -También yo he procurado terminar con la bebida -dijo
realmente un espectáculo penoso verlo entrar sangrando en el Grant-, pues es algo muy triste no ser dueño de uno mismo.
patio. Quedó comprobado que el carrero había conducido estando -Inténtalo, Gobernador, y nunca te arrepentirás: será un
borracho, por lo que fue multado y el cervecero tuvo que pagar los buen ejemplo para muchos compañeros nuestros. Conozco a
daños ocasionados a mi amo. Pero nadie pudo pagar los que sufrió varios que quisieran no volver a entrar más en una taberna, si
tuvieran fuerza para hacerlo.
el pobre Capitán.
El veterinario y Jerry hicieron todo lo posible por aliviar los Pero volvamos a la historia de Capitán. Al principio parecía
dolores de mi compañero. Hubo que arreglar el cabriolé y durante estar bien, más, dada la avanzada edad, sólo su maravillosa
varios días Jerry no pudo ganar un chelín. El primer día que constitución y los cuidados de Jerry pudieron mantenerlo por un
fuimos hasta el puesto de coches, después del accidente, el tiempo. El veterinario dijo que podía ponerlo en condiciones para
Gobernador se acercó a preguntar cómo estaba Capitán. venderlo y obtener un poco de dinero, pero Jerry se rehusó
-Jamás se restablecerá -contestó Jerry-. Por lo menos, no decididamente, diciendo que jamás vendería a ese viejo servidor
me será útil en mi trabajo; así lo dijo esta mañana el veterinario, al que tal vez condenarían a un trabajo duro y miserable. Más bien
lo que me ha afectado mucho, como comprenderás. Tendrá que estaba dispuesto a meterle una bala en el corazón para que dejara
dedicarse únicamente al acarreo, y ya sabemos en qué terminan de sufrir, pues no creía que el pobre caballo encontraría otro amo
tan bueno como él.
32
Al día siguiente de tomar esta decisión, Harry me llevó XXV
hasta la herrería para que me cambiaran las herraduras. Cuando
regresé, ya se habían llevado a Capitán. Todos nos quedamos muy
tristes.
Jerry se puso en busca de otro caballo y pronto oyó hablar
de uno, por medio de un conocido, que se había desempeñado
como mozo de cuadra en las caballerizas de un aristócrata. Se
trataba de un caballo joven y de precio que había sido atropellado EL AÑO NUEVO DE JERRY
por un carruaje, despidiendo al aristócrata e hiriéndose el animal
de tal manera que no pudo continuar más en las caballerizas de
ese caballero, por lo que el cochero recibió órdenes de venderlo lo Navidad y Año Nuevo son fechas muy alegres para
mejor que pudiera. algunos; pero para los cocheros y sus caballos no son días de
-Sé entenderme con un caballo brioso -dijo Jerry-, con tal fiesta, aunque tal vez para aquellos representa una buena cosecha.
de que no tenga vicios o sea duro de boca. Hay tantas reuniones, bailes y lugares de diversión abiertos que se
-No tiene vicio alguno -respondió el hombre-, y tiene la trabaja mucho y a menudo hasta tarde. A veces, cochero y caballo
boca muy tierna. Creo que eso fue, justamente, la causa del tienen que esperar largas horas bajo la lluvia o en la helada,
accidente. Había estado sin salir durante varios días a causa del temblando de frío, mientras la gente pasa el rato bailando
mal tiempo y cuando lo saqué estaba lleno de bríos. El cochero le alegremente. Me pregunto si las hermosas damas que se divierten
había apretado tanto los arneses, el freno y la barbada, que lo han pensado alguna vez en el cochero que espera a la intemperie o
dañó. en los pobres animales cuyas patas quedan ateridas por el frío.
-Posiblemente haya sido eso -comentó Jerry-. Iré a verlo. Yo tenía que trabajar casi todas las noches, pero, como
Al día siguiente trajeron a Intrépido, que así se llamaba el estaba acostumbrado, Jerry prefería salir conmigo en lugar de con
caballo. Se trataba de un ejemplar muy lino, de sólo cinco años, Intrépido, pues temía que este no pudiera resistir el frío. Durante
la semana de Navidad éramos muy solicitados de noche, lo que
de color castaño, sin un pelo blanco, tan alto como Capitán y de
empeoró el resfrío de Jerry aunque, por tarde que llegáramos,
hermosa cabeza. Le di una cordial bienvenida, pero no le pregunté Polly lo esperaba despierta y salía a recibirlo con una linterna,
nada. La primera noche estuvo inquieto. En lugar de acostarse, se preocupada por su salud.
movía todo el tiempo, golpeando el pesebre de tal manera que no La víspera de Año Nuevo teníamos que llevar a dos
pude dormir. Empero, a la mañana siguiente, después de estar caballeros a una casa situada en uno de los barrios del West End.
enganchado en el cabriolé unas seis horas regresó más tranquilo. Llegamos a las nueve y nos dijeron que Volviéramos a las once.
Jerry lo palmeó y estuvo conversando con él un rato largo y Como iban a jugar a las cartas, Uno de ellos dijo que tal vez
pronto se entendieron mutuamente. Mi amo pensaba que con un tendríamos que aguardar unos minutos. Alas once en punto
estuvimos frente a la puerta. El reloj dio las campanadas de cada
buen bocado y mucho trabajo sería tan manso como un cordero. cuarto de hora, hasta las doce, sin que apareciera nadie.
Si el aristócrata había perdido por poca plata a su caballo El viento había cambiado y la lluvia se había convertido en
preferido, un pobre cochero había obtenido con él un magnífico cellisca. Hacía mucho frío y no teníamos dónde refugiarnos. Jerry
ejemplar. bajó del pescante y me cubrió con una manta hasta el cuello;
Intrépido pensó que había descendido de categoría al luego se puso a dar unos pasos, golpeando el piso con los pies y
convertirse en caballo enganchado a un cabriolé y se veía agitando los brazos para entrar en calor, pero no cesaba de toser.
sumamente disgustado. Pero a la semana de estar con nosotros me Después abrió la portezuela del cabriolé y se sentó con los pies en
confesó que, después de todo, tener la boca cómoda y la cabeza el pavimento. El reloj seguía dando los cuartos de hora sin que
libre, aparte de que no consideraba tan degradante el trabajo, era saliera de la casa ninguno de nuestros pasajeros. A las doce y
lo que más importaba. Efectivamente, pronto se acomodó a su media hizo sonar la campanilla y le preguntó al criado si alguien
nueva situación y Jerry le tomó mucho cariño. necesitaba sus servicios esa noche.
-¡Oh, sí! No se vaya, los señores terminarán pronto de
jugar.
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Jerry volvió a sentarse, pero estaba tan ronco que apenas se mientras hay vida, hay esperanzas, por lo que debes tener
le oían sus palabras. A la una y cuarto se abrió la puerta y confianza en que se salve.
aparecieron los dos caballeros. Entraron en el coche sin decir una -Sí-respondió Harry-, ¡El médico dice que papa tiene más
sola palabra y le indicaron a Jerry dónde tenía que llevarlos. El probabilidades que otros porque no bebe, Ayer dijo que papá tenía
lugar quedaba a unas dos millas. Yo tenía las patas tan una fiebre tan alta que, de haber sido un bebedor, habría ardido
entumecidas que creí que en cualquier momento me iría al suelo. como un papel. Creo que confía en que papá se salvará. ¿No cree
Cuando los dos pasajeros descendieron no tuvieron una sola usted lo mismo señor Grant?
palabra de excusa por habernos hecho esperar tanto tiempo; sólo -Si hay una regla de que los hombres buenos pueden
protestaron porque la tarifa les pareció excesiva. Pero aunque superar esas crisis - respondió el Gobernador-estoy seguro de que
Jerry jamás pedía de más, tampoco quería recibir menos de lo tu padre es uno de ellos. Es el mejor hombre que he conocido en
debido y los señores tuvieron que pagar por las dos horas y cuarto mi vida. Mañana temprano volveré para tener noticias.
que nos hicieron esperar, dinero que Jerry se había ganado con Al día siguiente, en las primeras horas de la mañana, el
tanto sacrificio. Gobernador estaba ya en nuestra casa.
Cuando por último llegamos a casa, Jerry apenas ¿Cómo está hoy? -preguntó,
podía hablar. Su resfrío se había empeorado terriblemente. Polly -Mejor -respondió Harry-. Mamá tiene esperanzas de que se
nos abrió el portón, sosteniendo la lámpara, y le preguntó a su salve.
marido: -¡Gracias a Dios! Ahora, lo importante es que esté abrigado
y tranquilo y no haga ningún esfuerzo. A propósito, Harry, me
-¿Necesitas algo, querido? parecería bien que Jack pasara unas dos semanas en un establo
-Sí, dale algo caliente a Jack y luego prepárame algo de cómodo. Podrías sacarlo de tanto en tanto para que estire las
comer para mí. piernas. En cuanto a este otro, que es más joven, si no trabaja,
Todo esto lo dijo casi en un susurro, pues apenas podía podría ocurrir un accidente cuando salga a la calle.
respirar. Sin embargo, sacó fuerzas para frotarme leí cuerpo y -llene razón, Gobernador -dijo Harry-. Le he acortado su
hasta subió hasta el granero para traer un poco más de paja para ración de grano, pero está tan brioso que no sé qué hacer con él.
mi cama. Polly me dio una buena ración de comida caliente y -Pues bien, dile a tu madre que, si está de acuerdo yo
después cerró la puerta del establo.
vendré todos los días para hacerlo trabajar y, de lo que gane, le
Estaba ya muy avanzada la mañana del día siguiente
cuando apareció Harry solo. Me cepilló y nos dio de comer a daré a ella la mitad para que pueda pagar la manutención de los
Intrépido y a mí, limpió los establos y puso paja otra vez, como si caballos, no vaya a ser que luego cuesten más de lo que valen.
fuera domingo. Lo que más me 'extrañó fue que él, por lo general Pasaré a mediodía para tener su respuesta.
tan alegre, estaba muy callado y no silbaba ni cantaba. Volvió a Regresó como lo había dicho y supongo que habrá hablado
mediodía para darnos otra ración de comida y agua. Esta vez lo con Polly, pues a mediodía le puso el arnés a Intrépido y lo sacó
acompañaba Dolly, quien no cesaba de llorar y, por lo que del establo. Durante casi dos semanas vino en busca de mi
conversaban los dos, deduje que el médico había dicho que el compañero y cuando Harry quería agradecerle o decir algo sobre
caso era muy grave. Así pasaron dos días, en medio de una su bondad, el Gobernador sonreía agregando que el afortunado era
agitación general dentro de la casa. Sólo veíamos a Harry, y en él, pues sus caballos necesitaban un descanso que, de otra manera,
algunos momentos a Dolly, pues Polly se quedaba siempre con no habría podido concedérselo.
Jerry, atendiéndolo. Al tercer día, mientras Harry estaba en la Jerry se mejoró pronto pero el médico le dijo que, si quería
caballeriza, se oyeron unos golpecitos en la puerta y la voz del llegar a viejo, no podía salir a trabajar más con el cabriolé. Los
Gobernador Grant, que decía: niños tuvieron varias conversaciones con sus padres acerca de
-No quiero entrar en la casa, muchacho; sólo deseo saber como podrían ganar el dinero que necesitaban.
cómo sigue tu padre. Una tarde el Gobernador trajo a Intrépido, todo mojado y
-Está muy mal, señor. No podría estar peor. El médico dice sucio; lo entró en el patio y le dijo a Harry:
que tiene "bronquitis" y que su enfermedad pasará por el -Te daré un consejo, muchacho: límpialo y sécalo; las calles
momento crítico esta noche. están cubiertas de barro.
-Malo, muy malo -musitó Grant, moviendo la cabeza-. Sé -Perfectamente, Gobernador. No lo dejaré hasta que quede
que dos hombres murieron de eso la semana pasada. Pero limpio del todo. No olvide que fui enseñado por mi padre.
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-Ojalá todos los muchachos fueran como tú agregó el salir. Polly y los niños vinieron a despedirse de mí.
Gobernador. -¡Pobre Jack! ¡Querido y viejo Jack! ¡Ojalá pudiéramos
Mientras Harry le quitaba el barro a Intrépido entró Dolly, llevarte con nosotros! -exclamó Polly acariciándome la crin.
precipitadamente. Luego acercó su cara y me dio un beso.
-¿Quién vive en Fairstowe, Harry? -preguntó la niña-. Dolly lloraba y me besaba; también Harry me acarició, pero
Mamá recibió una carta de esa dirección y estaba tan contenta que no dijo una sola palabra, de tan apenado que estaba. Después de
subió en seguida a ver a papá. esa triste despedida, me llevaron a lo que sería mi nuevo hogar.
-¿No lo sabes? Es la dirección de la señora Fowler, la
antigua ama de mamá, la que encontró papá el verano pasado y
nos mandó cinco chelines a cada uno de nosotros.
-¡Claro! Ahora me acuerdo, pero ¿por qué le escribirá a
mamá?
-Es que mamá le mandó una carta la semana pasada porque
recordaba que la señora Fowler le había dicho a papá que el día
que dejara de trabajar con el cabriolé se lo hiciera saber. Estoy
curioso por enterarme de la respuesta. Corre, Dolly, a ver que
contestó.
Harry siguió cepillando a Intrépido y a los pocos minutos
Dolly entró en el establo, bailando de contenta.
-¡Oh, Harry, que maravilla! Dice la señora Fowler que
podemos ir a vivir todos con ella. ¡Tiene una casita desocupada,
que nos serviría perfectamente, con un jardín, un gallinero,
manzanos y todo! Su cochero se irá para la primavera y quiere
que papá ocupe su lugar. Además, hay muchas buenas familias en
esa zona y tú podrías emplearte de jardinero, de mozo de cuadra o
de criado. También hay una buena escuela para mí. Mamá está
llorando y riendo de alegría y papá no cabe en sí de felicidad.
-¡Qué suerte! ¡Justo lo que nos conviene a todos! Aunque
yo no quisiera servir de criado y tener que usar ropas estrechas e
hileras de botones, sino de mozo de cuadra o jardinero.
Quedó convenido que, no bien Jerry estuviera restablecido,
se irían al campo. El cabriolé y los caballos se venderían lo antes
posible.
Esta última noticia me afectó mucho, pues yo no era tan
joven y no podía esperar alguna mejora en mi situación. Desde los
días de mi infancia no había sido tan feliz como con mi querido
amo Jerry, aunque después de tres años de estar enganchado a un
cabriolé no me encontraba en tan buenas condiciones como antes.
Grant ofreció llevarse a Intrépido y no faltaron hombres en el
puesto que me hubieran comprado. Pero Jerry se opuso
terminantemente a que yo volviera a trabajar con un cabriolé, por
lo que el Gobernador se comprometió a encontrarme un lugar
donde estuviera cómodo.
Llegó el día de la partida. No había visto a Jerry desde
aquella víspera de Año Nuevo, pues el médico le había prohibido
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XXVI -Sí, tiene usted razón, pero la culpa no es mía. El capataz,
cuando el carro estaba casi hasta el tope, le agregó trescientas
libras más para ahorrarse un viaje y yo tengo que llevarlas pase lo
que pasare.
Se disponía a castigarme de nuevo, cuando la señora le
suplicó:
JAKES Y LA SEÑORA -¡Por favor, basta! Me parece que podré prestarle ayuda, si
me lo permite.
El hombre estalló en una carcajada.
-Ya ve -dijo la señora-, ¡no le da usted ninguna
Jerry me vendió a un conocido suyo, que era expendedor de oportunidad! No puede usar toda su fuerza porque tiene la cabeza
granos y panadero, pues creyó que de esa manera tendría yo echada hacia atrás por la gamarra. Si se la quita, estoy segura de
buena comida y trabajo. Al principio se comportó correctamente que tendría mejor resultado. De cualquier manera, no le cuesta
conmigo y si hubiera estado siempre cerca de mí, podría haber nada intentarlo -agregó, con tono persuasivo.
evitado que me abrumaran con exceso de cargas, pues había un
-Perfectamente -contesto Jakes, con una risita. Haré
capataz que, cuando yo estaba cargado hasta el tope, encontraba
siempre algo más para que lo llevara a cuestas. Aunque el carrero, cualquier cosa con tal de complacer a una dama. ¿Cuánto quiere
que se llamaba Jakes, decía que me habían puesto demasiada que la afloje?
carga. el capataz se salía con la suya, pues tenía más autoridad que -Quítesela del todo para que pueda mover la cabeza.
él. Jakes obedeció y al instante coloqué mi cabeza entre las
-No vale la pena hacer dos viajes cuando con uno basta rodillas. ¡Qué alivio sentí! La moví repetidas veces para
-decía el capataz. desentumecerla hasta que se me pasara el dolor del pescuezo.
Jakes, siguiendo la costumbre de otros carreros me ponía la -¡Pobrecito! -exclamó la señora-. ¿Esto es lo que
gamarra, lo que me impedía moverme con comodidad, por lo que, necesitabas! Y ahora -le dijo a Jakes mientras me daba unas
transcurridos unos cuatro meses, comencé a darme cuenta de que suaves palmadas-, si le habla amablemente creo que podrá
mis fuerzas flaqueaban. conseguir lo que quiere.
Un día cargaron el carro más de lo acostumbrado y parte del
Jakes empuñó las riendas y me dijo:
camino por el que andábamos era una pronunciada cuesta por la
que teníamos que subir. A pesar de poner en juego todas mis -¡Vamos, Negrito!
fuerzas, me resultaba imposible ascender y continuamente tenía Bajé la cabeza y di un empujón. El carro comenzó a subir
que pararme. Esto molestó al carrero, quien comenzó a y cuando llegué a lo alto de la pendiente me detuve para
propinarme golpes cada vez más fuertes. resollar. La señora subió con nosotros y me acarició como hacía
-¡Vamos, haragán, yo te haré subir! -me gritaba. Intenté otra mucho tiempo no lo había hecho nadie conmigo.
vez, pero el peso era tan grande que mis esfuerzos resultaron -Ya ve cómo pudo hacerlo en cuanto le dio la
inútiles. Nuevamente reinició la serie de latigazos y con ellos oportunidad. Estoy segura de que es un caballo de muy buen
recrudeció el dolor que me causaban los golpes. Pero mucho más talante y hasta me atrevería a decir que conoció mejores días.
me dolía ser tratado tan cruelmente cuando yo estaba dando de mí ¿Piensa ponerle de nuevo la gamarra? -preguntó al ver que
todo lo que podía. La tercera vez que se repitió esa situación, se Jakes estaba ya dispuesto a hacer lo mismo que antes.
detuvo frente a él una señora quien, con voz suave pero enérgica, -Está bien, señora. No le negaré que gracias a su consejo
le dijo: pudo subir la cuesta. Lo tendré presente para otra vez y muchas
-¡Por favor, deje de castigar de esa manera al caballo! Estoy gracias. Pero si lo llevo sin gamarra me convertiré en el
segura de que el buen animal está haciendo todo lo que puede. Lo hazmerreír de todos los carreros. Es la moda, señora.
que ocurre es que la cuesta es muy empinada. -¿Acaso no es mejor seguir una moda vieja, pero buena,
-Pues tendrá que subir de cualquier manera, señora; ya que no una nueva y mala? Muchos caballeros ya no usan más la
verá. gamarra. Nosotros no la usamos en nuestros caballos desde hace
-¿No le parece que la carga es demasiado pesada? quince años y los animales trabajan más descansados que los que
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la llevan. Además -agregó muy seriamente-, no tenemos derecho a
hacer sufrir a ninguna criatura de Dios sin que exista alguna buena xxVII
razón. Los llamamos animales mudos, y efectivamente lo son,
pues no pueden decirnos cuánto sufren; pero no por carecer del
don de la palabra sufren menos. Le agradezco que me haya TIEMPOS DE ANGUSTIA
escuchado. Habrá notado que mi consejo resultó mucho mejor que
su látigo.
Con un "Buenos días" y otras palmadas que me dio en el Jamás olvidaré a mi nuevo amo. Se llamaba Nicholas
Skinner y tenía ojos negros, nariz ganchuda, tantos dientes como
pescuezo, la señora se alejó. un bulldog y una voz tan áspera como el chirrido de un carro
-Esa sí que es una verdadera dama -exclamó Jakes-. Me sobre las piedras.
habló con tanta gentileza como si yo fuera un caballero. Seguiré La gente suele decir: ver para creer, pero yo diría, mejor,
su consejo cada vez que tenga que subir una pendiente. sentir para creer, pues por mucho que hubiera visto hasta
Debo hacerle justicia a Jakes, pues desde entonces me entonces, jamás conocí la miseria en la que puede vivir un caballo
aflojó la gamarra cuando teníamos que subir una cuesta. Pero las destinado a un coche de alquiler,
cargas pesadas continuaron. Una buena comida y un descanso Skinner poseía un conjunto de cabriolés de ínfima
reparador mantienen en todo su vigor a un caballo, pero ninguno categoría, y cocheros que hacían juego con ellos. Si mi patrón era
puede resistir que se le recargue de trabajo y peso. Por lo tanto, duro con sus hombres, éstos lo eran igualmente con los caballos.
mis fuerzas comenzaron a declinar y me reemplazaron por un En su casa no se conocía el descanso dominical aunque
caballo más joven. Tengo que mencionar aquí algo por lo que estuviéramos en lo más riguroso del verano.
sufrí mucho en esa época. Había oído hablar de ello a otros Algunas mañanas de domingo solía venir un grupo de
caballos, pero nunca lo había experimentado en carne propia. Me hombres, muy apresurados, que alquilaban el coche por todo el
refiero a la mala iluminación de los establos. día. Se instalaban cuatro en el interior y otro junto al cochero, y
Donde yo estaba había sólo una ventanita en un extremo y, yo tenía que llevarlos a diez o quince millas por el campo y
en consecuencia, el resto quedaba casi en la más completa traerlos de vuelta sin que ninguno de ellos se apeara cuando
oscuridad. Aparte del efecto deprímeme que me causó, me teníamos que subir una cuesta, por más calor que hiciera. El único
debilitó muchísimo la vista por el contraste violento que que lo hacía era el cochero, y éste nada más que por temor de que
experimentaba cada vez que me sacaban al sol. Me dolían los ojos yo no pudiera subir la pendiente. A veces me quedaba tan agotado
y en más de una oportunidad tropecé en el umbral, ya que casi no que apenas sí podía probar bocado. ¡Pensar que Jerry, en las
veía por dónde caminaba. calurosas jornadas de verano, nos daba el sábado por la noche
De haber continuado así las cosas por mucho tiempo, creo nuestra ración de afrecho mezclada con salitre y nos refrescaba
que habría perdido parcialmente la vista, lo que hubiera sido la para que estuviéramos más cómodos! Disponíamos entonces de
peor de las desgracias, mucho más grave que quedar ciego del dos noches y un día entero para descansar y el lunes por la
todo, pues he oído decir que los caballos ciegos son más fáciles de mañana estábamos tan frescos como si fuéramos jóvenes. Pero
manejar que los que tienen la vista defectuosa. Me salvé, no ahora jamás descansábamos, para no contarles que el cochero era
obstante, de ese peligro, porque mi patrón decidió venderme a un tan duro con nosotros como el amo. Tenía un látigo con algo
señor, dueño de varios coches de alquiler. agudo en la punta que nos hacía sangrar, y hasta nos pegaba en la
barriga y en la cabeza. Semejantes atrocidades me afectaban
terriblemente, pero, pese a ello, cumplía con mi trabajo lo mejor
que podía, pues es inútil rebelarse: los hombres son más fuertes
que nosotros.
Mi vida se había convertido en algo tan desgraciado que a
veces deseaba morirme para librarme de esa miseria. En una
ocasión estuve a punto de que se cumpliera ese deseo. La cosa
ocurrió así:
Una mañana, a las ocho, estaba yo en el puesto después de
haber realizado buena parte de mi tarea, cuando un pasajero nos
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pidió que lo lleváramos a la estación donde se esperaba la llegada de morirme. En torno de mí oí confusión de voces, gritos de
de un tren. El cochero se instaló al final de la hilera de cabriolés indignación y el ruido del equipaje al descargarlo. Todo ello me
con la esperanza de conseguir un cliente que le pagara el viaje de pareció un sueño, en medio del cual se destacaba la suave y
regreso. El tren llegó colmado de pasajeros y no bien se condolida voz de la niña que decía:
alquilaron los primeros coches, cuatro personas con abundante -¡Oh, pobre caballo! ¡Nosotros tenemos la culpa!
equipaje se acercaron para que las lleváramos. Era una familia Alguien se acercó y me aflojó la rienda y la collera, que
compuesta de padre, madre y dos niños, un varón y una mujer. La tenía muy apretadas. Otra voz dijo:
señora y el niño entraron en el cabriolé y mientras el hombre daba -Está muerto; no volverá a levantarse.
las órdenes pertinentes la niña se puso a mirarme. Después oí que un policía daba órdenes; pero yo no podía
-Papa -dijo- ¡estoy segura de que este pobre caballo no abrir los ojos. Sólo de tanto en tanto daba un resuello. Me echaron
puede llevarnos a todos y el equipaje! Está tan débil y agotado a la cabeza un cubo de agua y me dieron de beber un cordial
que me parece imposible que pueda hacer un viaje tan largo mientras alguien me cubría con una manta. Ignoro cuanto tiempo
¡Míralo! estuve en esa posición; sólo puedo decir que poco a poco comencé
-¡Oh, no se preocupe usted, señorita! -dijo mi cochero-. a reanimarme y sentí una mano suave de hombre, quien, con voz
Todavía está bastante fuerte. cariñosa, me instó a levantarme. Después de haber bebido otro
Mientras tanto, el mozo de cordel estaba subiendo el poco de cordial, tambaleando, me puse de pie y me condujeron
pesado equipaje, pero como éste era muy abundante le sugirió al lentamente a una caballeriza cercana donde me instalaron en un
caballero que tomara otro coche más. establo limpio, con buena cama, y me dieron algo caliente.
El hombre, de mal talante, le preguntó al cochero: A la noche ya me sentía mejor, por lo que me llevaron hasta
-¿Está su caballo en condiciones de llevarnos, o no? la caballeriza de Skinner donde me prodigaron los mejores
-Perfectamente, señor -respondió el cochero-. ¡Eh, tú, cuidados. Ala mañana siguiente apareció mi patrón con un
mozo, coloca los bártulos! Mi caballo puede cargar mucho más veterinario quien, después de revisarme cuidadosamente, declaró:
peso que éste.
-Se trata más de agotamiento por exceso de trabajo que de
Y uniendo la acción a la palabra, subió una pesada caja que
hizo crujir los muelles del cabriolé. una enfermedad. Si le da seis meses de descanso podrá trabajar de
-¡Papá, papá! -exclamó la niña-. Alquila otro coche. Me nuevo; por ahora no le queda una onza de fuerza.
parece muy cruel lo que haces. -Pues entonces que se lo coman los perros-exclamó
-¡Pamplinas, Grace, entra en el coche y no armes tanto Skinner-. No dispongo de un campo para alimentar a caballos
barullo! Bonita cosa seria si tuviéramos que revisar a todos los enfermos; no es asunto mío. Yo los tengo mientras pueden
caballos que alquilamos. El cochero conoce su oficio. Anda, entra trabajar y cuando no, los vendo por lo que quieran darme.
en seguida y cállate. -Si estuviera a punto de morir, le aconsejaría que lo matara;
A mi buena amiga no le quedó más remedio que obedecer y pero no es ese el caso. Dentro de diez días habrá una feria de
baúl tras baúl fueron depositados en lo alto del cabriolé o en el caballos. Si lo hace descansar y lo alimenta bien, podrá venderlo a
pescante. Por fin todo estuvo listo y, con el habitual tirón de buen precio y sacar más de lo que vale su cuero.
riendas y el latigazo, salimos de la estación. Aunque no de muy buen agrado, Skinner debió hacerle
La carga era demasiado pesada y yo, desde la mañana, no caso al veterinario porque dio órdenes para que me alimentaran y
había probado bocado. Con todo, hice lo que pude, a pesar de la cuidaran bien. Felizmente para mí el mozo del establo puso mejor
crueldad y la injusticia que cometían conmigo. voluntad que su amo. Diez días de perfecto descanso y excelente
Anduve bastante bien hasta que llegamos a Ludgate Hill, comida me devolvieron el ánimo y el optimismo, al punto que
pero ahí, a causa de la cuesta, del peso que llevaba y de mi
agotamiento, las cosas se pusieron peor. Procuré mantenerme pensé que era mucho mejor vivir que ser arrojado a los perros.
firme entre los ininterrumpidos latigazos y los tirones de rienda Dos semanas después del accidente me pusieron en venta en una
del cochero, cuando, en un determinado momento -no podría decir feria a pocas millas de Londres. Pensé que cualquier cambio en
cuál-di un resbalón y caí con todo mi peso en tierra. Lo mi vida sería beneficioso para mí, por lo que, con la cabeza alta,
inesperado de la caída me dejo sin respiración. Me quedé confié en lo mejor que pudiera acontecerme.
totalmente inmóvil, sin poder moverme, y creí que estaba a punto

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XXVIII -Entonces, abuelo, tampoco creo que este caballo sea viejo.
Fíjate en la crin y en la cola. ¿Por qué no ]e miras la boca? Pese a
estar tan flaco, no tiene los ojos hundidos como los caballos viejos.
EL GRANJERO THOROUGHGOOD Y SU NIETO El señor se puso a reír, y le dijo a su nieto:
WILLIE -¡Bendito muchacho! ¡Has resultado ser tan afecto a los
caballos como tu abuelo!
-Revísale la boca y averigua cuánto piden por él. Estoy seguro
de que podría rejuvenecerse en nuestro campo.
Como era dable esperar, en esta venta me encontré en
compañía de caballos viejos y arruinados, algunos cojos, otros que Intervino entonces el hombre que me había llevado a la feria.
apenas podían dar un resuello y que más bien habría sido mejor -El caballerito es un experto, señor. En efecto, este caballo
matarlos. Por su parte, muchos compradores y vendedores no esta gastado por exceso de trabajo, arrastrando coches. No es
lucían mejor que las pobres bestias con las que esperaban hacer viejo; por el contrario, el veterinario dijo que seis meses de buen
una ganga. Había algunos viejos que procuraban conseguir un trato y comida abundante lo pondrían en condiciones óptimas. Ha
caballo o un potrillo por poca plata para que arrastraran un carro estado conmigo desde hace diez y puedo decirle que nunca vi un
cargado de madera o carbón. Otros intentaban vender su viejo animal más agradecido y bueno que él. Vale la pena que un caballero
rocín desvencijado por dos o tres libras antes que matarlos. Se de por el cinco libras. Para la primavera valdrá por lo menos
notaba que esos hombres habían llevado una vida miserable y veinte.
El granjero se rió y el muchacho, mirándolo con ansiedad,
difícil; antes de ir con ellos habría yo servido con gusto a otros que, le preguntó:
pese a su pobreza y a lo andrajoso de sus ropas, dejaban traslucir Abuelito, ¿no dijiste que habías vendido el potrillo por cinco
bondad y humanidad. En ellos podría confiar, seguramente. libras más de lo que esperabas? Ya ves, con esa ganancia podrías
Primero se acercó, tambaleando, un viejo que pareció comprar este caballo.
encariñarse conmigo y yo con él. Después vino un hombre con El granjero me palmeó las patas, que estaban hinchadas de
aspecto de granjero de buena posición, acompañado por un tanto estar parado yo, y luego me examinó la boca.
muchacho. Tenía espaldas anchas y hombros redondos: su Ha de tener trece o catorce años -dijo-. ¿Quieres trotar un
expresión era adusta aunque amable y llevaba puesto un sombrero poco con él?
de anchas alas. Al llegar junto a mí y a mis otros compañeros, Arqueé mi pobre y flaco pescuezo, levanté un poco la cola y
detuvo la marcha y nos miró compasivamente. Conservaba yo aún estiré las patas todo lo que pude. Cuando regresé del paseíto el
en buen estado la crin y la cola, lo que mejoraba mi aspecto. hombre volvió a preguntarle al vendedor:
Levanté las orejas y lo miré. -¿Cuánto es lo menos que pide por él?
-He aquí un caballo, Willie, que ha conocido mejores días -Cinco libras, señor; es el precio mínimo establecido por mi
-dijo. patrón.
-¡Pobre caballo! -exclamó el muchacho-. Te parece, abuelo, - Es una verdadera especulación -comentó meneando la
que estuvo alguna vez tirando de un coche? cabeza al mismo tiempo que sacaba la billetera-. ¿Tiene usted que
-Sí, muchacho -contestó el granjero, mirándome de cerca-. hacer algún otro negocio aquí? -agregó, contando el dinero.
-No, señor. Si quiere, puedo llevarle el caballo bástala posada.
Debe de haber sido bueno de joven. Fíjate en el hocico y en las -Le quedaré muy agradecido; justamente voy ahora para
orejas, en la forma del pescuezo y en el cuarto delantero. Se ve ahí.
que ha tenido una buena crianza. Comenzaron a caminar, y yo detrás de ellos. El muchacho
El granjero me dio unas palmadas en el pescuezo. Como apenas podía refrenar su alegría. El abuelo lo miraba satisfecho,
respuesta a su amabilidad, le acerqué la cabeza. El muchacho gozando de verlo feliz. En la posada me alimentaron bien y luego
también comenzó a acariciarme. un criado me llevó con mucho cuidado hasta la casa de mi nuevo
-¡Pobre animal! -repitió-. ¡Y cómo entiende cuando alguien amo donde me soltó en una vasta pradera en la que había un
se muestra cariñoso con él! ¿Por qué no lo compras, abuelo, y lo galpón.
rejuveneces como hiciste con la vieja Polilla? El señor Thoroughgood -que así se llamaba mi benefactor-
-Mi querido Willie, no puedo rejuvenecer a los animales ordenó que se me diera suficiente comida por la mañana y por la
viejos. Por otra parte, Polilla no estaba tan vieja; sólo había sido noche y que durante el día me sacaran a correr por el campo,
maltratada.
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encargándole a su nieto que me cuidara, pues, desde ese momento, XXIX
quedaba yo bajo su atención.
El muchacho se sintió orgulloso de que se le confiara, esa
misión y la tomó con toda seriedad. No faltaba día sin que me hiciera MI ÚLTIMO HOGAR
una visita y a veces me ponía con otros caballos, dándome de comer
zanahorias y otros alimentos nutritivos. Se mostraba
extraordinariamente bueno y cariñoso, hablándome y
acariciándome, lo cual, por supuesto, me hizo sentir por él el Una mañana del verano siguiente, el mozo de cuadra me
mismo cariño que sentía por mí. Me llamaba Compinche, porque limpió y enjaezó con tanto esmero que pensé que pronto ocurriría
yo estaba siempre detrás de él cuando íbamos al campo. A veces en mi vida otro cambio. Cuando me puso el arnés noté que había
venía con su abuelo, quien no cesaba de mirarme atentamente las sido lustrado con un cuidado fuera de lo común. Willie estaba
patas. medio preocupado, medio feliz, cuando subió al coche con su
-Las patas son su punto débil, Willie; pero está mejorando abuelo.
tan rápidamente que para la primavera podremos sacar un buen -Sí a las señoras les cae bien -dijo el señor Thoroughgood-,
precio por él. harán una buena adquisición. Esperemos a ver qué pasa.
El descanso completo, la buena alimentación, la hierba A una distancia de dos millas de la aldea vimos una casita
suave y el moderado ejercicio, pronto mejoraron mi aspecto y baja y hermosa, con césped al frente y un camino que conducía a
carácter. Por parte de madre había heredado yo una buena la puerta principal. Cuando llegamos, Willie hizo sonar la
constitución, y como de joven jamás me habían recargado de campanilla y preguntó si estaban la señorita Blomefield o la
trabajo, tuve más oportunidades que otros caballos para señorita Ellen. Le respondieron que sí y el muchacho regresó al
desarrollarme vigorosamente. Al llegar el invierno mis patas ya coche mientras su abuelo entraba en la casa. Estuvo dentro unos
estaban bien del todo y me sentí joven de nuevo. Llegó la diez minutos, al término de los cuales salió seguido por tres
primavera y. un día, el señor Thoroughgood decidió probarme en damas.
su faetón. Me quedé encantado ante esa idea y mi amo, junto con Una de ellas era alta y pálida, envuelta en un chal blanco y
su nieto, me hicieron dar un corto paseo. Mis patas ya no estaban apoyada en otra más joven, de ojos oscuros y rostro muy
entumecidas y pude hacer el viaje con toda comodidad. simpático. La tercera, de aspecto más imponente, era la señorita
-Está rejuveneciendo, Willie. Ahora tenemos que darle una Blomefield. Las tres se pusieron a examinarme y a hacer
tarea liviana. Para el verano estará tan bien como Polilla. Tiene una preguntas. La más joven -que era la señorita Ellen- gustó mucho
boca muy buena y una marcha excelente. No podría ser mejor. de mí porque -según dijo- tenía yo una cabeza muy linda; en
-¡Oh, abuelito, que contento estoy de que lo hayas cambio, la señorita Blomefield, cuando se enteró de que yo había
comprado! exclamó el muchacho. tenido una caída, manifestó su temor de que volviera a repetirse
-Lo mismo digo, querido; pero tiene que agradecérselo más a ti ese episodio el día en que yo la llevara en su coche.
que a mí. Ahora tenemos que pensar en alguna buena casa para él, El señor Thoroughgood la tranquilizó, diciéndole:
donde sepan reconocer y apreciar todo lo que vale. -Como ustedes saben, hasta caballos de primera clase
pueden caerse por impericia de los cocheros sin que tengan ellos
la culpa. Por lo que conozco del caso, este caballo sería uno de
ellos. Desde luego, no quiero influirlas en nada y si ustedes lo
desean pueden ponerlo a prueba. El cochero les dirá lo que piensa
de este animal.
-Ha sido usted tan buen consejero nuestro respecto a
caballos -dijo la señorita Blomefield-, que su recomendación nos
basta. Si mi hermana Lavinia no tiene nada que objetar,
aceptamos agradecidas su ofrecimiento de someterlo a prueba.
Ala mañana siguiente vino a buscarme un joven muy listo
que de entrada me miró satisfecho. Pero cuando observó mis
rodillas le dijo, con tono desilusionado, al señor Thoroughgood:
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-Jamás sospecharía, señor, que recomendaría usted a mis me llamarían por mi viejo nombre de Azabache.
señoras un caballo en estas condiciones. Desde hace un año comenzaron para mi otra vez los días
-No hay que juzgar por las apariencias, joven -contestó el felices. Joe es el más bueno y amable de todos los mozos que he
señor Thoroughgood-. Sólo tiene que ponerlo a prueba. Estoy conocido. Mi trabajo es suave y agradable y me siento
seguro de que no quedará usted desilusionado. Si no es tan bueno nuevamente lleno de brío y de vigor. Días pasados el señor
como cualquier otro caballo que haya conducido, puede Thoroughgood le decía a Joe:
enviármelo cuando guste. -En sus manos, este caballo llegará a cumplir veinte años o
Me instalaron en un establo muy cómodo, me dieron más.
de comer y me dejaron solo. Al día siguiente, mientras el mozo Willie me viene a ver cada vez que puede y me trata como a
me lavaba la cabeza, dijo: su mejor amigo. Mis amas prometieron que jamás me venderán,
-Tiene la misma estrella blanca en la frente que tenía por lo que nada tengo que temer.
Azabache y es casi de la misma altura que él. Quisiera saber Y aquí termina mi historia. Y también la historia de mis
dónde estará ahora aquel caballo. tribulaciones. Nuevamente tengo un hogar y, muchas veces, antes
Luego observó el lugar en el pescuezo donde me habían de despertarme, me imagino estar todavía en la casa donde
sangrado. Casi dio un salto y mirándome con más atención, como transcurrió mi infancia, jugando con mis amigos, a la sombra de
hablando consigo, exclamó: los manzanos.
-Una estrella blanca en la frente... este nudito en el lugar
donde lo sangraron... ese mechón blanco…¡Tiene que ser
Azabache! ¡Claro que es! ¿No te acuerdas de mí, de Joe Greene,
que casi te mata una vez?
Y, sin poder contener su alegría, comenzó a darme
palmadas. No podría decir si lo recordaba, pues ahora se había
FIN
convertido en un joven desarrollado, con patillas negras y voz
varonil. De lo que sí estoy seguro es de que él me reconoció. Si
efectivamente era Joe Greene, la noticia no podía alegrarme más.
Le acerqué el hocico e intenté decirle que antes habíamos sido
amigos. Nunca vi a un hombre tan contento.
-¡Probarte a ti! ¡Quisiera saber quién fue el canalla que te
dejó en ese estado las rodillas! No será por culpa mía si a partir de
ahora no lo pasas bien, ¡Ojalá estuviera aquí John Manly para
verte!
Por la tarde me enganchó a un cochecito y me llevó ante la
puerta principal. La señorita Ellen iba a salir conmigo para
probarme y pronto me di cuenta de que sabía conducir
perfectamente. Por su parte, quedó encantada con mi marcha. Oí
que Joe le hablaba acerca de mí y que no dudaba que yo era el
Azabache que había pertenecido al señor Gordon.
Cuando regresamos, las otras damas estaban ansiosas por
saber qué tal era yo. La señorita Ellen les dijo:
-¿Saben que fue el caballo preferido de la señora Gordon?
Hoy mismo le escribiré para decirle que está con nosotros. ¡Qué
contenta se va a poner!
A partir de ese día me engancharon durante una semana y
como yo parecía tan manso, la señorita Lavinia se decidió a salir
en su coche. Después de esta experiencia quedó establecido que
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