Aletheia, Volumen 2, Número 4, Julio 2012. ISSN 1853-3701
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vanguardia" (Joseph, 2007: 23, 29). Tal vez la definición más explícita es la dada por Ricardo
Melgar Bao, quien define la “nueva izquierda” abarcando a la multitud de movimientos
revolucionarios que venían “glorificando la violencia [y] ... distanciándose de las tradiciones
políticas de sus antecesores y opositores marxistas, reformistas o pacifistas"(Melgar Bao, 2006:
37).
El uso del término en este sentido estrecho de una "voluntad para actuar", sin embargo, no
ofrece el espacio suficiente para la inclusión de prácticas que quedan fuera de la dicotomía
revolucionario/contrarrevolucionario. De hecho, si tuviéramos que emplear el término de esta
misma manera para describir lo ocurrido en los Estados Unidos durante el período, solo reflejaría el
radical "ultraizquierdismo" que constituyera una simple hebra del más amplio "movimiento de
movimientos" de la época(Elbaum, 2006). El problema con el uso en este sentido restrictivo del
término por parte de los latinoamericanistas es doble. Por un lado, excluye a los vastos sectores de
la juventud en gran medida de clase media que no tomaron parte directa en actividades armadas
revolucionarias, pero que se vieron profundamente influidos por las tendencias culturales y políticas
del momento. En segundo lugar, su estrechez ideológica no deja espacio interpretativo para
referirse a las prácticas contraculturales encontradas en la misma izquierda, prácticas que han
quedado silenciadas por el proceso histórico que ha tendido a subrayar la importancia primordial de
la revuelta armada, por un lado y la represión militar, por el otro. En suma, es necesario extender
nuestra comprensión conceptual de lo ocurrido en América Latina durante la década del sesenta, y
un cambio en la terminología nos ayudará a lograr esa visión más amplia.
Los historiadores requieren de un marco revisionista que abarque los aspectos no-armados
de los desafíos radicales a las normas políticas y sociales, prácticas contraculturales, nuevas
sensibilidades estéticas, tendencias en el cine, la literatura, el teatro, la música, las artes, como
también el impacto de la Teología de la Liberación - y enlace aquellos aspectos con procesos
transnacionales, sin desagregarlos de los discursos y la proximidad de los movimientos
revolucionarios violentos. En vez de ver la lucha armada - la "guerrilla heroica" - en contraposición
a prácticas de consumo, en apariencia no revolucionarias, como la de los jipitecas mexicanos o
roqueros latinoamericanos, deberíamos considerar a ellas como dos facetas de movimientos
diversos y entrecruzados que confrontaron con el poder del Estado, por un lado, y con las normas
patriarcales, por el otro. Como Bartra resume claramente: "En el refrigerador de mi casa había
tanto cócteles Molotov como paquetes de marihuana. Lo mismo nos alistábamos para combatir en
Cuba contra una invasión de Estados Unidos (los contrarrevolucionarios acababan de desembarcar
en Bahía de Cochinos) que leíamos en voz alta la poesía del [poeta beat] Lawrence
Ferlinghetti"(Bartra, 2007: 36-7).
En América Latina durante la década del sesenta, estar "a la izquierda" significaba
claramente más que elegir entre las estrategias ideológicas en pugna de un viejo Partido
Comunista basado en la aproximación prudente (en términos comparativos) de la Unión Soviética a
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formas paternalistas, "desde arriba", de la política de izquierda que dominaba como legado del
frentismo popular.
Por supuesto, la revolución cubana finalmente reemplazó la cautelosa lógica de
construcción de coaliciones impulsada por la "vieja izquierda" en favor de las impacientes hazañas
de la lucha armada revolucionaria, ejemplificadas por la estrategia del foco de los revolucionarios
cubanos (Grandin, 2004). Pero reducir la idea de una "nueva izquierda" a tales términos hace
perder de vista la imagen más amplia, la de un cambio generacional teniendo lugar en los ámbitos
de la práctica cultural, del discurso y de la sensibilidad estética. "Del ethos utópico de los primeros
momentos de la Revolución Cubana", escribe Diana Sorensen,"está emergiendo un valor aurático
conectado con el lanzamiento de nuevas energías políticas, infundiendo un espíritu de un potencial
vigorosamente creativo - e incluso estético" (Sorensen, 1993: 16). De hecho, alrededor de los
tempranos años sesenta, el consenso de la "vieja izquierda" implosionaría tanto política como
estéticamente. Eclipsado por portavoces más heterogéneos, culturalmente cosmopolitas y
catalizados por el imperativo de la Revolución Cubana, por un lado, y desdeñosos de un liderazgo
político patriarcal y autoritario, por el otro, los guardianes de la "vieja izquierda" descubrieron que el
terreno cambiaba rápidamente bajo sus pies mientras se configuraba una forma de crítica política
más irreverente, más colorida (literal y figuradamente) y simultáneamente más violenta.
Al centrarse en México, este ensayo analiza con mayor detalle el abandono de las formas
de las políticas y prácticas culturales de la "vieja izquierda" hacia la aparición de lo que yo llamo
una sensibilidad de "nueva izquierda", que llegó a ser común en toda América Latina entre
mediados y finales de década del sesenta. México, me permito sugerir, es un ejemplo - aunque uno
muy destacado por razones planteadas a continuación - de una trayectoria histórica similar en toda
América Latina, que seguramente deberá ser confirmada en futuras investigaciones.
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"presidencialismo," Daniel Cosio Villegas describiría luego al sistema político de México como uno
dirigido por un "presidente que es en realidad un rey"; la política no era "hecha en la plaza pública,
en el Parlamento o en los periódicos, en debates sensacionalistas o en controversias", se
lamentaba Cosio Villegas, sino más bien a través de "la intriga cortesana"(Cosio Villegas, 1966:
34); (Zolov, 2006) (11). La virtual monopolización del PRI del discurso político y del proceso
electoral le permitió al gobierno establecer las condiciones del debate público, mientras alternaba la
represión o la cooptación de los que desafiaban la nueva orientación económica y política del
régimen. Pese a las destacadas afirmaciones respecto a la estabilidad política de parte de turistas
e inversores, las fisuras indicativas de una próxima división dentro de la coalición de la "familia
revolucionaria" también estaban presentes. Bajo las presiones creadas por esta nueva orientación
política conservadora, en el año 1958-59 - precisamente en el momento de despliegue de la
Revolución Cubana - la compleja actuación de equilibrio ideológico ejercido por el gobernante
Partido Revolucionario Institucional (PRI) estaba a punto de colapsar.
Para comprender el cambio de una "vieja izquierda" a una "nueva izquierda" de
movilización social en México es central el intento llevado a cabo por figuras de la oposición de
recrear la cobertura del liderazgo populista del ex presidente Lázaro Cárdenas. El persistente
atractivo de Cárdenas como encarnación de una tradición revolucionaria nacionalista se hizo
evidente en la controvertida elección presidencial de 1952, cuando, por primera vez desde 1940, el
partido gobernante enfrentó un desafío político importante a su autoridad de parte de una coalición
de izquierda. Liderados por el ex general Henrique Guzmán, quien se posicionó como heredero del
mandato cardenista, los henriquistas se apropiaron libremente de la imagen de Lázaro Cárdenas
en su propaganda política y "aseguraron a sus seguidores que el ex presidente apoyaba la
candidatura de Henríquez", una afirmación que Cárdenas hizo poco por contradecir(Servín, 2001:
267). Tras la derrota de Guzmán en las urnas (en la que el fraude jugaría un papel fundamental) su
movimiento se disipó; muchos de sus partidarios gravitarían hacia una segunda figura que también
participó de las elecciones de 1952, Vicente Lombardo Toledano.
Toledano, quien coqueteó con unir sus fuerzas con las de Guzmán antes de decidir en
última instancia presentarse por su cuenta, se postuló como candidato presidencial por el Partido
Popular, una aglomeración de obreros, campesinos, intelectuales y grupos de estudiantes hostiles
a la nueva dirección del partido gobernante. Toledano también podía reclamar una afiliación directa
con Lázaro Cárdenas, ya que su participación había sido fundamental en la creación de la
organización obrera oficial (la Confederación de Trabajadores de México, CTM) durante la época
de Cárdenas, y había liderado a la CTM hasta ser marginado politicamente durante la reorientación
conservadora del PRI después de la Segunda Guerra Mundial. Como resultado de la pérdida de su
prestigio interno dentro del PRI, Toledano formó el Partido Popular en 1948 y en 1949 ayudó a
fundar un movimiento sindical continental de izquierda, la Confederación de Trabajadores de
América Latina (CTAL), convirtiéndose en su líder. Ambas plataformas fueron utilizadas por
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Toledano para proyectarse como la persona mejor posicionada para recuperar el mandato
socialista anteriormente abogado por el PRI bajo Cárdenas, a pesar de que, como Barry Carr
señala, "la estampa autoritaria [de Toledano] era visible desde los primeros días del Partido
Popular"(Carr, 1994: 332).
Después de las elecciones de 1952, en la que el candidato oficial del PRI (Adolfo Ruiz
Cortines) fue rápidamente declarado vencedor, para muchos simpatizantes de izquierda Toledano
era la emblemática personalidad heroica capaz de reorientar a México hacia la realización de los
ideales revolucionarios de la nación. Bajo la dirección de Lombardo Toledano, el Partido Popular
no sólo cobijó a los económicamente afectados por la nueva política económica del régimen (que
favorecía a las clases media y alta sobre los trabajadores y el campesinado), sino que también
halló eco en intelectuales y estudiantes descontentos con el acercamiento del PRI a los Estados
Unidos y el virulento anticomunismo de las administraciones de Miguel Alemán y, más tarde, Ruiz
Cortines, política manifestada a nivel local con la represión de disidentes y, en términos mas
generales, con la condena a la Unión Soviética (12).
Las tensiones en este período entre una "vieja izquierda" que buscaba reafirmar su
relevancia en la política mexicana y una "nueva izquierda" en gestación pueden descubrirse en el
establecimiento de nuevos foros intelectuales desde mediados de la década en adelante. Uno de
estos foros fue la revista Problemas de Latinoamérica, cuya orientación era explícitamente
ideológica y asociada estética e intelectualmente con el discurso de la "vieja izquierda". Fundada
en el contexto de la caída del izquierdista presidente guatemalteco Jacobo Arbenz, desde un
principio Problemas de Latinoamérica fue explícitamente mordaz en su orientación política
socialista, manifestada en la presentación de la revista. Por ejemplo, en una editorial escrita pocos
días después de la caída de Arbenz, fue denunciada la vocación de los Estados Unidos de
embarcarse en un "nuevo 'Destino Manifiesto', de naturaleza fascista", que "algunos miembros de
este gobierno [mexicano], ya sea por temor o un cálculo cínico, oculto pero consciente,
aconsejaban abrazar"(13). Contrapuesta a este cálculo estaba "la barricada de las masas
populares, preparadas para sacrificarse hasta la muerte en defensa de la libertad"(14).
Significativamente, la revista se convirtió en un vehículo para la exaltación de Lombardo Toledano
y su Partido Popular. Los discursos de Toledano al partido eran reproducidos en su totalidad y su
posición, por encima de todas las demás, se presentaba como la que podía unificar a la izquierda
en "la lucha contra el imperialismo económico y político de los Estados Unidos, y la realización,
finalmente, de una etapa del socialismo ya visible como un nuevo aura de bienestar y armonía en
algo así como la mitad geográfica del mundo contemporáneo"(15). Una litografía del Taller Gráfico
Popular (TGP), de orientación marxista, en la que se mostraba a Lombardo Toledano a la cabeza
de un frente popular obrero-campesino-intelectual -mirando hacia adelante con audacia,
descargando un puño cerrado de gran tamaño y proporciones heroicas sobre las banderas
aplastadas del PRI y el PAN- encapsula nítidamente las esperanzas de recuperación de los
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Un segundo foro significativo, éste relacionado con una incipiente posición de “nueva
izquierda”, fue el Círculo de Estudios Mexicanos (CEM), una especie de "think tank" de izquierda
fundado en octubre de 1954. El CEM produjo una revista (Cuadernos del Círculo de Estudios
Mexicanos) y patrocinó diversas conferencias, la mayoría sobre economía política, cuyas
presentaciones fueron publicadas posteriormente en la revista. A pesar de su orientación marxista,
la ecléctica membresía del CEM sugería un esfuerzo por distanciarse de la influencia de cualquier
orientación política determinada, una posición claramente establecida en la "Declaración de
Principios" de la revista. Los miembros fundadores de este "círculo" incluían muchos de los
destacados intelectuales públicos de la época. Por ejemplo, Cuauhtémoc Cárdenas (hijo de Lázaro
Cárdenas) fue un miembro signatario, al igual que Fernando Benítez, Pablo González Casanova,
Jesús Silva Herzog, y Leopoldo Zea. Otros nombres que pronto resultarían centrales en el pasaje
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Uno de los destinos centrales para estos jóvenes de América del Norte fue el Colegio de la
Ciudad de México (CCM). La escuela atrajo a una amplia gama de estudiantes, algunos de los
cuales (como JamesWilkie) llegaron a convertirse en notorios académicos de la historia y la política
mexicana(18). Entre los alumnos más famosos del Colegio de la Ciudad de México estuvieron
también los escritores beat Allen Ginsberg y Jack Kerouac(19) . Esta fue también una época en
que la ciudad de México se convertía rápidamente en una metrópolis floreciente, y muchos de
estos jóvenes americanos - imbuidos con la sensibilidad vanguardista de los beats - se
sumergieron en la vibrante escena artística, musical y cultural que la capital tenía para ofrecer.
"Para muchos de los veteranos y estudiantes del CCM con intereses intelectuales", tal como
Richard Wilkie señala, "éste fue posiblemente el nuevo París, donde las ideas, el arte, la literatura y
la revolución podían ser discutidos en los cafés, las tabernas, y en numerosas fiestas libertinas en
las cuales podían encontrarse licores baratos y el "Oro de Acapulco" ( i.e, la marihuana) (Wilkie:
92). La carretera Panamericana, recientemente terminada, fue un componente central de esta
bohemia ya que vinculó la posibilidad de cruzar la frontera con esa identificación netamente
estadounidense de la búsqueda de la libertad con el automóvil. Por lo tanto, no es de extrañar que
Richard Wilkie y su hermano, James, viajaran hacia -y a lo largo de- México en coche, al igual que
los personajes de On the Road (1957) de Jack Kerouac. En resumen, la ciudad de México se había
convertido con rápidez no sólo en un destino fabuloso para los nuevos bohemios, sino en un lugar
donde una nueva sensibilidad estaba por ser concebida.
Hay una extraña coincidencia en el hecho de que, aunque permanecieran desconocidos el
uno del otro, a dos cuadras de donde los hermanos Wilkie alquilaron una habitación y en el mismo
barrio donde también vivió Kerouac, el "Che Guevara estaba viviendo con su esposa de origen
peruano. ..Su apartamento estaba al 40 dela calle Nápoles. ..cerca de la esquina con la calle
Hamburgo en la Zona Rosa" (ibid.: 90)(20). De hecho, a menudo es pasado por alto en la discusión
sobre la "nueva izquierda" que la revolución cubana fue puesta en marcha desde México y, quizás
más importante, que fue en México donde el por entonces bohemio Ernesto Guevara descubrió su
vocación revolucionaria y se convirtió en "El Che". La lucha personal de Guevara en torno a la
auto-disciplina mientras estaba en México y su insistencia posterior en la necesidad de purgar la
indisciplina en nombre del compromiso revolucionario constituyó, en general, una dinámica central
de la década de 1960, encontrada en las feroces y muy frecuentes polémicas que estallaron sobre
cuestiones referidas a los estilos y las prácticas de consumo de los jóvenes. Como acertadamente
escribe Sorensen en su análisis del impacto de la revolución cubana y del Che Guevara para una
nueva generación:
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época encontró en el Che un repertorio de formas a través de las cuales una nueva
identidad social masculina podía ser resuelta: menos impulsada por los relatos
omniabarcativos del siglo americano, menos competitiva, más desafiante y hip, reacia a
identificar la edad adulta con el desarrollo convencional, la carrera o el matrimonio
(Sorensen, 2007: 27).
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yanqui—se cernía amenazante (o seductoramente). Por otra parte, nos obliga a considerar el papel
jugado por México en la germinación de dos discursos modernistas que estaban en mutua tensión
y que caracterizaron a la década de 1960 constituyéndose como dos facetas de la sensibilidad de
"nueva izquierda": la disciplina auto-impuesta del "guerrillero heroico", por un lado, y el abandono
de la disciplina por parte de la contracultura hippie - cuyas raíces se encuentran en los beats -, por
el otro.
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de un cheque de la agencia de prensa argentina Agencia Latina, para la que Guevara trabajaba
como fotógrafo a tiempo parcial, se manifiesta listo "para pagar algunas deudas, viajar por México,
y luego largar todo al a la mierda"(ibid.:72). Reveladoramente, en una carta a su madre poco antes
de su encuentro con Fidel Castro, Guevara escribe: "Creo que [los comunistas] son dignos de
respeto y que tarde o temprano entraré en el Partido, lo que me impide hacerlo más que todo, por
ahora, es que tengo una ganas bárbaras de viajar por Europa y no podría hacer eso sometido a
una disciplina rígida"(ibid.:159).
México, en definitiva, le proveyó a Guevara la libertad de moverse, tal como lo hizo para los
escritores beat y otros jóvenes de mente aventurera que cruzaron la frontera durante la década de
1950. Sin embargo, el impacto de México tuvo significados profundamente diferentes para estos
dos grupos de vagabundos paralelos. Para Guevara, que podía asimilar la lógica cultural y política
del país en el marco de la experiencia latinoamericana, México se convirtió en un campo de
entrenamiento donde finalmente se resolvió su lucha contra la indisciplina. En cambio, para
Kerouac (y otros), México se mantuvo en gran medida como una pantalla sobre la que proyectar y
actuar sus fantasías de escape de la modernidad formal y rígida del"American Way of Life". México
permaneció en el imaginario de los escritores beat y de los turistas contraculturales que siguieron a
su paso, como un "otro"—inescrutable, exótico, transgresor. Así, con Guevara, uno puede
vislumbrar en sus múltiples intentos por escalar el famoso volcán Popocatépetl un presagio de la
rígida disciplina que se impondrá a sí mismo y a otros más adelante en su iniciativa de poner en
marcha una revolución de alcance continental desde Bolivia. Por el contrario, en la descripción de
su esfuerzo para subir las pirámides de Teotihuacan, Kerouac escribe: "Cuando llegamos a la
punta de la pirámide encendí un cigarrillo de marihuana, para que todos pudiéramos conocer con
nuestros sentimientos respecto al lugar."(Garcia-Robles, 2000:105)
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en la anti-disciplina que había mantenido hasta ese momento. En una carta enviada a su madre
varios meses antes de embarcarse en el Granma, el yate sobrecargado que lo llevaría hacia Cuba
y su lucha revolucionaria, insiste firmemente aunque un poco a la defensiva: "En cuanto a tu
llamado al moderado egoísmo, es decir, al individualismo ramplón y miedoso, ... debo decirte... que
hice mucho por liquidarlo, no precisamente a ese tipo desconocido, menguado, sino al otro,
bohemio, despreocupado del vecino y con el sentimiento de autosuficiencia por la conciencia
equivocada o no de mi propia fortaleza"(ibid.:166). Afirmando su nueva identidad con un sentido de
propósito misionero, firma esta carta por primera vez como simplemente "el Che"(24).
Mientras que para el Che, México se convertía en el lugar donde " el concepto del yo había
desaparecido totalmente para dar paso al nosotros "(ibid.:166), para Kerouac y los beatniks México
ofrecía la oportunidad del disfrute del "yo", de la creatividad y de la evasión de la responsabilidad
social. La bohemia de Guevara fue reprimida en el imperativo de la auto-disciplina, a la que
consideraba necesaria para la transformación revolucionaria. A su vez, su propio éxito en la
represión de los excesos se convirtió en la base del "hombre nuevo" que emergería de la
revolución cubana, y en la del "guerrillero heroico", un tropo central del componente radical de la
“nueva izquierda” cuya causa anunciaría un futuro utópico a lo largo de las Américas. Como María
Josefina Saldaña-Portillo elocuentemente expresa en su crítica de las premisas epistemológicas
que subyacen a la trayectoria radical revolucionaria del “guerrillero heroico”:
En contraste, los “beats” (y más tarde, los hippies) se deleitaban con los estilos de vida
basados en el exceso, que servían como estrategia para la subversión de las estructuras
disciplinarias del tiempo, de la productividad y del consumo esenciales para el funcionamiento de la
sociedad capitalista liberal. En la superficie, estas dos respuestas frente a los excesos parecían
diametralmente opuestas. Sin embargo,en el contexto de la década de 1960, se fundieron como
dos componentes paralelos de lo que estoy sugiriendo denominar una sensibilidad de “nueva
izquierda”, una sensibilidad que creía en el modelo del Che Guevara de transformación radical
como base para la evolución social, al mismo tiempo que abrazaba una políticade diversión como
la única base imaginable para un futuro verdaderamente democrático(25).
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Consejo Mundial de Paz, presidida por Cárdenas en Ciudad de México en 1961, y durante un
breve periodo esta coalición pareció capaz de ligar el frente obrero-campesino de la “vieja
izquierda” con una emergente sensibilidad de “nueva izquierda”, revitalizando—y revisando—así
los principios democráticos y socialistas de la propia herencia revolucionaria mexicana(30).
Explicaciones de la caída abrupta del MLN a fines de 1963 incluyen la represión política desatada
por el PRI, junto con el oportunismo de Toledano y la cooptación de las dos figuras por parte del
partido gobernante. Sin embargo, la falta de comprensión de este colapso es una clara muestra de
cómo las nuevas fuerzas culturales y políticas también contribuyeron al debilitamiento de una
política de coalición basada en un respeto incuestionable por esas figuras añejas del cuerpo
político nacional.
Hacia una nueva historiografía sobre la “nueva izquierda”
No hay margen aquí para exponer una discusión más extensa sobre estas fuerzas sociales
y culturales y cómo, en conjunto, constituyeron una “nueva izquierda” en el sentido conceptual más
amplio que estoy proponiendo. Seguramente, existe una amplia oportunidad para investigaciones
futuras. Lo que este ensayo ha tratado de establecer, sin embargo, es un croquis de la transición
desde una “vieja izquierda” a una “nueva izquierda” en México, y para llamar especialmente
nuestra atención sobre ciertos aspectos culturales de ese cambio enfocándonos en las políticas
culturales de Guevara, por un lado, y de los "beats", por el otro. En Guevara, nos encontramos con
la ansiedad y el sentimiento de ambivalencia que sentía hacia su propia vida bohemia, una
indisciplina que finalmente decidió aplastar en búsqueda de un futuro utópico y revolucionario. Sin
duda, tales reflexiones y su relato de transformación personal no eran "nuevas"; uno se imagina
que muchos otros revolucionarios lucharon con preocupaciones similares(31). Pero la búsqueda
del auto-descubrimiento de Guevara tendría un impacto más allá de su propia serie de creencias
individuales, en tanto y en cuanto “el Che” significara la esencia del espíritu revolucionario de la
"nueva izquierda" - su solidaridad tercermundista - y, para algunos sectores, su programa para la
acción radical (Young, 2006); (Sorensen, 2007:cap. 1), (Gosse,1993), (Elbaum, 2006). Al mismo
tiempo, y a la par de su transformación interna, la apariencia externa del Che incorporaba signos
de una bohemia pronunciada - su "androginia revolucionaria"(Saldaña-Portillo, 2003:79)-
manifestada en una irreverencia por las estructuras, jerarquías y normas patriarcales, central en las
prácticas culturales de la “nueva izquierda”. México proporcionó el contexto en que la
transformación de Guevara de bohemio en revolucionario pudiera ocurrir, mientras que al mismo
tiempo el país nutría las aventuras de un conjunto muy diferente de bohemios, los “beats”, cuya
indisciplina se mantuvo sin arrepentimiento. Para los movimientos revolucionarios y
contraculturales que se extendieron no sólo a través de las Américas, sino a nivel mundial, estas
facetas entrelazadas de una epistemología de la “nueva izquierda”—estructura y anti-estructura—
eran características fundamentales de las agitaciones sociales de la época.
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Para concluir, quisiera señalar algunos elementos de las fuerzas sociales y culturales que
sugiero constituyeron una “nueva izquierda” en América Latina y cuyos contornos ya eran
evidentes en México y en otros lugares en los tempranos 1960. Hubo, por ejemplo, una nueva
cultura juvenil de clase media -que los medios de comunicación notoriamente apodaron el
rebeldismo sin causa- que se apropió agresivamente del sonido y la estética de rock and roll
estadounidense y que pronto se transformaría por el impacto de los Beatles y otras bandas
británicas. Aunque en muchos aspectos este movimiento era una emulación directa de modelos
extranjeros, al mismo tiempo afirmaba su postura de desafío a las jerarquías tradicionales como
núcleo principal del nuevo estilo juvenil, intrínseca a su popularidad entre los jóvenes- y que la
convirtiera en un anatema de la prensa conservadora (Zolov, 2002) (32). Una nueva irreverencia
por la estética populista era también evidente en la caricatura política como señal de los vientos
cambiantes del discurso político, mientras que en la literatura escritores como José Agustín y
Carlos Monisiváis estaban desarrollando un nuevo estilo en la escritura de ficción y de periodismo
parecido al "nuevo periodismo" de los Estados Unidos. Tendencias similares eran evidentes en el
cine, la moda y las artes gráficas. Como afirma Jean Franco, estos elementos de una nueva cultura
de vanguardia— tan a menudo pasada por alto en nuestra discusión de la política latinoamericana
de esta época—podía chocar, a menudo violentamente, con una vanguardia política que perseguía
la transformación revolucionaria con seriedad devota. "La construcción de una nueva sociedad
exigía disciplina, no ironía; trabajo duro, no un alocado estilo bohemio", señala Franco. Al
incorporar el uso más inclusivo de la expresión "nueva izquierda" en nuestro vocabulario analítico,
la búsqueda de una estricta autodisciplina evidente en la multiplicidad de movimientos
revolucionarios (separados por su faccionalismo) que estallaron en todo el hemisferio puede ser
vinculada a las igualmente innumerables prácticas culturales que evitaron una estrecha auto-
disciplina, aunque no el propósito de una estética revolucionaria, asi que permitiendo acercarnos
hacia una comprensión más completa de la "larga década del sesenta" y el impacto de esa era en
el presente.
Notas
(1) La versión original de este artículo fue publicada en el año 2008 con el título "Expanding our
Conceptual Horizons: The Shift from an Old to a New Left in Latin America" en A Contracorriente,
Vol. 5, Nº 2.
Nota original del autor: Franklin & Marshall College me proveyó de los fondos de viaje necesarios
para apoyar la investigación y la escritura que condujo a este ensayo. Deseo agradecer a Van
Gosse, Jaime Pensado, y Elisa Servín por sus comentarios sobre un borrador previo de este
trabajo. Terri Gordon leyó y comentó generosamente diferentes versiones de este ensayo, desde
sus etapas iniciales hasta la versión final, todo en medio de malabares de un hijo pequeño. Nota
del autor actualizado: Agradezco el trabajo de Pablo Collado por la traducción al español de este
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artículo. Las citas que habían sido traducidas del español al inglés fueron reemplazadas por sus
referencias primarias, exceptuando algunos casos a cuyas fuentes originales no hemos podido
acceder hasta el momento (p.e. aquellas pertenecientes a la revista Problemas de Latinoamérica o
a algunos periódicos mexicanos). Hemos dejado intactas el resto de las notas al pie tal como
aparecieron en la version original, aunque deseo señalar al lector que desde entonces se ha
avanzado bastante en la historiografía dedicada a este campo de estudios.
(2) Deseo agradecer a Carlos Aguirre por proporcionarme el ensayo de Bartra. Ver también las
importantes memorias de Alberto Ulloa Bornemann (Ulloa Bornemann, 2007).
(3) Dos textos de prominente importancia son los de Stephen Rabe (Rabe, 1999) y Thomas C.
Wright (Wright, 1991).
(4) El término "los largos sesenta" ha adquirido una amplia aceptación, a pesar de que la
periodización a menudo varíe. Como señala Sorensen, "los 'sesenta' no representa una categoría
cronológica estricta - las décadas de 1960 y 1970 - sino una heurística" (Sorensen, 2007: 215, fn.
2). Gosse ubica a "los largos sesenta" entre 1955-1975, una periodización que observa que otros
historiadores de los Estados Unidos la han adoptado. (Van Gosse, 2005: 6.) Para América Latina,
la cuestión de la periodización continua abierta y puede depender de cada país individual. Por
ejemplo, Jaime Pensado empezaría los sesentas mexicanos con el movimiento estudiantil de 1956
en el Instituto Politécnico (comunicación personal). Yo sostendría que "los largos sesenta" deberían
fecharse desde 1958 -con la malograda gira de la "Buena Voluntad" del vicepresidente Richard
Nixon, la cual produjo un cambio en las políticas y en las percepciones de la relación entre Estados
Unidos y América Latina - y la caída de Salvador Allende en 1973.
(5) Dos paneles recientes sobre los sesenta en la edición del 2008 de la Conferencia sobre historia
de América Latina (Conference on Latin American History - CLAH) en Washington, D.C. sugieren
las nuevas investigaciones en curso . De particular importancia resultan los trabajos de Francisco
Barbosa, Elaine Carey, Patrick Barr-Melej, James Green and Natan Zeichner, Nelly Blacker-
Hansen, Victoria Langland, Valeria Manzano y Jaime Pensado.
(6) Ver la tesis de Jaime Pensado, (Pensado, 2008), esp. cap. 5, “The Polarization of Student
Politics Inside the University Following the Cuban Revolution” en el que se ocupa de varias
publicaciones, incluyendo una llamada Nueva Izquierda, que funcionaron como foros de discusión
de los temas implicados en la conceptualización más amplia que estoy sugiriendo.
(7) Para una importante discusión acerca del impacto del maoísmo en México y América Latina ver
Matthew Rothwell (Rothwell, 2007) y su tesis en curso “Transpacific Revolutionaries: The Chinese
Revolution in Latin America” (University of Illinois, Chicago).
(8) Ver (Levander y Levine, 2007), (Shukla y Tinsman, 2007) y el número especial de la Radical
History Review, “Our Americas: Political and Cultural Imaginings” (Junio de 2004) del cual se
originó este volumen; (Saldaña-Portillo, 2003); y (Sorensen, 1993)
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Ejemplos más tempranos de un acercamiento transnacional incluyen a (Van Gosse, 1993), (Zolov,
2002), (Pacini Hernández, Fernández L’Hoeste y Zolov, 2004).
(9) El proceso subsecuente de Guatemala ejemplificó esta tendencia regional (Grandin, 2004).
(10) En particular, estoy pensando en el Concejo Mundial para la Paz y sus varias actividades en
América Latina y a lo largo de Europa. Ver también “Introduction.” en (Grandin, 2004).
(11) Irónicamente, el régimen presidencialista había sido institucionalizado bajo Lázaro Cárdenas,
quien sentó las bases no sólo de la autoridad indisputable del presidente, sino sobre todo del
monopolio del poder de parte del partido gobernante. Al anunciar a su sucesor político y suprimir el
voto de la oposición en la elección de 1940, Cárdenas sentó el precedente de la política
presidencial como un teatro político en el cual el resultado de las campañas estaba
predeterminado.
(12) La situación de México era algo más compleja que otros paises latinoamericanos ya que las
tradiciones revolucionarias nacionales legitimaban abiertamente del discursos del nacionalismo
radical. El Partido Comunista nacional (PCM), a pesar de ser uno de los más antiguos del
continente, estaba también entre los más débiles. Plagado de luchas internas faccionalistas, el
partido estaba inherentemente en desventaja en términos de atractivo político al haber sido
fundado en directa competencia con la tradición nacionalista revolucionara del país (Carr, 1992).
(13) Editorial, Problemas de Latinoamérica, vol. 1, no. 2, 16 de julio de 1954, 3.
(14) Ibid.
(15) Editorial, Problemas de Latinoamérica, vol. 2, no. 3, 15 de abril de 1955, 2.
(16) Para un análisis exhaustivo de el espectador y su relación con una emergente Nueva
Izquierda ver Pensado, Jaime “The Polarization of Student Politics Inside the University”. op. cit.
(17) Para trabajos sobre la importancia de Siempre! ver (Mraz, 2001: 116-57); (Zolov, “Graphic
Satire.”) Para una discusión sobre el debate intelectual y el rol de foros como Siempre!, ver (Volpi,
1998); y (Cohn, 2006).
(18) La mejor historia del colegio se encuentra en el ensayo de Richard W. Wilkie (Wilkie, 2006).
(19) De todos los Beats, Kerouac tenía la mayor experiencia en vivencias y travesías en México, a
pesar de su "sensación ambivalente" sobre el país, como ha señalado Gunn, su inmersión fue
significativa. El llegó por primera vez en 1950, bajo la reorientación conservadora de la política
económica mexicana del presidente Miguel Alemán, y entraría y dejaría el país en varias ocasiones
durante los siguientes seis años. (Wayne Gunn, 2006) Ver también (García-Robles, 2000).
(20) Ver también (García-Robles: 90).
(21). N.A. actualizado: Curiosamente, la versión original de los diarios y cartas de Guevara
publicados con el título Otra vez: el diario inédito del segundo viaje por América Latina, 1553 - 1956
(Guevara, 2000) no incluye esta frase. La cita aquí utilizada fue extraída de la versión traducida al
inglés. A pesar de no poder comprobar con exactitud las palabras de Guevara, se trata de una
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frase verosímil que sugiere muy bien el imaginario de México como terreno de cruce de las
Américas.
(22) No fueron sólo los escritores Beats los que viajaron por México durante este período - William
Burroughs, quien tristemente matara a su esposa durante su estadía en la ciudad de México, fue
otro - pero fueron los emblemas de una época.
(23)Para una discusión acerca de este encuentro ver (Castañeda, 1997: 112-115); (Taibo II, 1997:
53-4).
(24) Castañeda escribe que Guevara obtuvo el apodo "Che" en Guatemala, “En su arcón de viaje
cargaba un último recuerdo de Guatemala: el apodo que los guatemaltecos y demás amigos de las
tertulias y la derrota le habían impuesto por su nacionalidad y su modo de hablar: el Che”
(Castañeda, 1997: 103). Taibo, por su parte, señala que fue durante sus días de entrenamiento
mexicanos que surgió el apodo: "[El] intercalaba su conversación con che, usado de la manera en
que los mexicanos usan hombre, y llamaba a todos Che. Los cubanos encontraban a esto divertido
y lo apodaron Che" (Taibo,1997: 67).
(25) Para una discusión fascinante sobre "las políticas de la diversión" en la Cuba revolucionaria
ver (Moore, 2006), cap. 4 “Dance Music and the Politics of Fun”
(26) Manuel Becerra Acosta, Jr., “’No hay país que no busque la paz,’ declara Cárdenas,”
Excélsior, 27 de febrero de 1956. 1A
(27) Ibid.
(28) Ibid. Jiquilpan era la ciudad de nacimiento de Lázaro Cárdenas, en el estado de Michoacán.
(29) En una caricatura de Arias Bernal, por ejemplo, un personaje que aparecía leyendo un
periódico con la fotografía de Cárdenas bajo un título sobre las revelaciones de Khrushchev
señalaba a su amigo que el premio estaba "un poco devaluado". Arias Bernal, “Tardío,” Excélsior,
27 de febrero de 1956, 7A. El Vigésimo Congreso del Partido fue sostenido del 14 al 26 de febrero
de 1956.
(30) Para una discusión sobre el impacto de la Revolución Cubana en la cultura política mexicana a
comienzos de los años 1960 y en particular el rol de Lázaro Cárdenas y el MLN ver (Zolov: 2007).
(31) Saldaña-Portillo argumenta que la transformación personal del Che se dio durante la lucha de
guerrillas en Cuba, aunque yo observaría que su origen en México debería también ser
considerado. Ver su excelente aporte en The Revolutionary Imagination.
(32) Para un estudio sobre el impacto de la música de rock en otras partes de América Latina y la
emergencia de contraculturas juveniles en los sesenta, ver (Pacini Hernandez et. al., 2004).
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