Rainer Maria Rilke Poeta de Lo Invisible
Rainer Maria Rilke Poeta de Lo Invisible
Rainer Maria Rilke Poeta de Lo Invisible
Profesor Guía:
Carlos Ossandón Buljevic
iv
Nombre de la autora: María Olga Giménez Salinas
v
Resumen
Maria Rilke, a partir de la lectura analítica, bajo una perspectiva filosófica, de sus
dos últimas publicaciones en vida: Las elegías del Duino (1923) y los Sonetos a
Orfeo (1923). La obra de Rilke puede ser considerada como una propuesta de
arraigo’ humano, que tiene como eje fundamental la aceptación de la muerte, que
El desarrollo del trabajo expone, en primer lugar, el diagnóstico del poeta respecto
externos.
vi
Llámame en aquella de tus horas
que te resiste sin cesar,
ésa que suplica de cerca, como el rostro de los perros,
pero que permanentemente se da vuelta,
vii
Índice
Introducción………………………………………………………………………… 1
Desarrollo…………………………………………………………………………… 20
Conclusiones……………………………………………………………………….. 116
Bibliografía……………..………………………………………………………….... 124
viii
Introducción
1
2
1
HEIDEGGER, Martin. “¿Y para qué poetas?”, en: Caminos de bosque. Traducción de Helena
Cortés y Arturo Leyte. Madrid: Ed. Alianza, 1996. Pp. 199-201.
2
Ibid., pp. 201-204.
3
GADAMER, Hans-Georg. “Rainer Maria Rilke, 50 años después”, en: Poema y diálogo. Ensayos
sobre los poetas alemanes más significativos del siglo XX. Barcelona: Gedisa Editorial, 1993. P.
72.
3
4
Ibid., p. 72.
5
Ibid., pp. 72-73.
6
Ibid., pp. 76-78.
4
El análisis detallado de sus dos obras fundamentales, Las elegías del Duino
(1923) y los Sonetos a Orfeo (1923), permite reconocer que Rilke describe una
realidad unitaria, que corresponde al espacio de la celebración. El poeta define la
misión del hombre como ‘el canto sobre la tierra’, pues el canto –cuyo simbolismo
se desprende del canto de Orfeo- procede de ambos reinos –vida y muerte-, y
otorga trascendencia al mundo circundante –incluyendo las cosas de uso diario, el
propio cuerpo y la naturaleza-. Pues el canto es celebración.
El poeta intenta re-crear el espacio en que el hombre –como en días de
Tobías- era capaz de relacionarse naturalmente con el ángel, mostrando el camino
para la restauración del antiguo vínculo con lo sagrado. Rilke se hace cargo de la
nostalgia de los dioses descrita por el romanticismo y de su consecuente
desarraigo y angustia, buscando una solución frente a la ‘penuria de los tiempos’,
trazando un camino para ‘el regreso del dios’ en la medida que transforma el
mundo en una patria para el hombre.
El trabajo será desarrollado de acuerdo de acuerdo a la siguiente
estructura: en primer lugar, se definirán conceptos fundamentales para la
comprensión del mensaje poético de Rilke: muerte y trascendencia. En segundo
lugar, se expondrá su diagnóstico respecto de la situación humana: el poeta
constata, a comienzos del siglo XX, la condición de desarraigo en que se
7
RILKE, Rainer Maria. Las elegías del Duino. Traducción de Otto Dörr Zegers. Edición bilingüe.
Santiago de Chile: Ed. Universitaria, 2001. Segunda Elegía. P. 43.
6
necesidad del estudio del poeta desde la mirada conjunta entre literatura y
filosofía, al mencionar el aporte de su poesía a los tiempos actuales y a la
humanidad: “Los mortales todavía no son dueños de su esencia. La muerte se
refugia en lo enigmático. El misterio del sufrimiento permanece velado. No se ha
aprendido el amor.”8 También se han incorporado los estudios de Jacinto Choza 9,
contenidos en su obra Al otro lado de la muerte (1991), que constituyen un aporte
en la explicación y desglose del núcleo del conflicto existencial del hombre en el
mundo, a partir de la descripción de una falla estructural existente en la conciencia
humana, que coincide con el error de la mirada descrito por el poeta en el poema
dedicado a Abel, perteneciente a El libro de horas. A partir de esta noción acuñada
por Choza, se articularán la interpretación literaria y el análisis filosófico de la obra
de Rilke, por la relación entre la conciencia del cuerpo y de la muerte, necesarias
para lograr la trascendencia de la propia finitud y el acceso al mundo de lo
invisible. Otro autor cuya interpretación sobre el poeta ha sido utilizada en el
desarrollo del presente trabajo es Walter Falk10, quien en su obra “R. M. Rilke y la
aflicción”, en: Impresionismo y Expresionismo (1963); explica la relación entre el
poeta y varias de las diversas religiones que existen, a partir de lo cual surge la
idea de una ‘religiosidad propia’ en Rilke. Su estudio permite, además, la
profundización en la noción de ‘falla estructural’ descrita por Choza, mediante la
explicación del proceso de quiebre de la conciencia del hombre, producido por el
ensimismamiento y el desvío de la mirada ‘desde el todo hacia la parte’. También
es relevante mencionar el aporte de Hans Georg Gadamer a través de su ensayo
8
HEIDEGGER, Martin. Op. Cit., p. 203.
9
Jacinto Choza (Sevilla, 1944) es catedrático de Antropología Filosófica de la Universidad de
Sevilla. Cursó la carrera de Filosofía y Letras en las universidades de Sevilla y Madrid, y amplió sus
estudios en Italia, Alemania y Estados Unidos. Obtuvo el grado de doctor en filosofía en la
Universidad de Navarra, de la que fue profesor de Antropología filosófica. Posteriormente fue
profesor agregado de Antropología en las Universidades de Murcia y Sevilla.
10
Walter Falk (Sandweier en Baden-Baden, 1924 - Marburg an der Lahn, 2000) fue un filósofo
alemán y erudito literario. Después de estudiar filosofía y literatura alemana, cursó estudios de
Literatura Inglesa y Filología Románica en la Albert-Ludwig-Universidad de Friburgo, obteniendo el
doctorado en 1957. Entre 1960 y 1965 fue profesor de lengua y literatura alemana en la
Universidad de Madrid. Tuvo el puesto de Profesor Emérito desde 1989 en la Universidad de
Marburg.
8
“Rainer Maria Rilke, 50 años después”, en: Poema y diálogo (1993); donde
desarrolla la idea de la aceptación de la muerte como eje central en el aprendizaje
de ser hombre, junto con la indagación en las nociones de muerte y ángel,
presentes en la obra del poeta. Finalmente, destacan los siguientes ensayos de
Otto Dörr Zegers11: “La postmodernidad y la pregunta por el sentido”, en: Atenea
(2001) y “Angustia, melancolía y creatividad: el caso del poeta Rainer Maria Rilke”,
en: Boletín de la Academia chilena de medicina (1999); por el aporte de datos
biográficos del poeta y su análisis desde una perspectiva psiquiátrica, facilitando la
comprensión de la relación vida-obra en el caso del poeta. También su texto “El
destierro del poeta”, en: La palabra y la música (2007), que ha permitido la
indagación sobre la propia vivencia de abandono y destierro del poeta,
demostrando, una vez más, la estrecha relación existente entre sus experiencias
de vida y su creación literaria.
11
Otto Dörr Zegers (Curicó, 1936). Médico-Cirujano (Universidad de Chile 1961). Especialización
en Psiquiatría en Universidades de Madrid, Freiburg/Br. y Heidelberg (1962-1967). Formación en
Psicopatología y Psiquiatría Clínica con el Prof. Hubertus Tellenbach. Profesor Titular de
Psiquiatría de la Universidad de Chile, Jefe de Servicio del Hospital Psiquiátrico de Santiago,
Miembro de Número de la Academia de Medicina del Instituto de Chile. Además de su carrera
científica, ha traducido Las elegías de Duino (2000) y los Sonetos a Orfeo (2002), ambas obras del
poeta Rainer Maria Rilke, y publicado un conjunto de ensayos inspirados en la obra del poeta: La
palabra y la música (2007).
12
STEINER, George. La poesía del pensamiento. Del helenismo a Celan. Madrid: Ediciones
Siruela, 2012. P. 101.
9
13
SABOT, Philippe. Philosophie et literature. (2002). Cfr: OSSANDÓN Buljevic, Carlos. Filosofía y
literatura. Presentación en Power Point. 2015.
14
STEINER, George. Op. Cit., p. 17.
10
16
BADIOU, Alain. Justicia, Filosofía y Literatura. Rosario: Ed. Homo Sapiens, 2007. Pp. 59-63.
17
SABOT, Philippe. Philosophie et literature. (2002). Cfr. OSSANDÓN Buljevic, Carlos. Op. Cit.
18
Ibid.
12
palabras de Badiou: “(…) lo que va a decir Heidegger es que hay que asumir la
descripción de Rilke, pero que hay que meditarla hacia adelante.”19
Otra aplicación del esquema hermenéutico en relación al estudio de la obra
de Rilke desde la mirada conjunta de filosofía y literatura, está presente en el
estudio de Jacinto Choza, utilizado en el desarrollo del presente trabajo. En el
prólogo de su libro Al otro lado de la muerte: Las elegías de Rilke, el autor
comenta: “Resultó muy instructivo examinar el contenido filosófico de la poesía de
Rilke, en confrontación con el pensamiento de Heidegger y con el de otros
filósofos también afines como Hegel, Kierkegaard y Nietzsche. La mayor parte de
los estudios e interpretaciones de la obra de Rilke, han sido realizados desde la
perspectiva de la crítica literaria, y la aclaración y explicación de las
composiciones más densas y oscuras se ha intentado mediante el recurso a su
biografía, por una parte, y mediante la confrontación con su correspondencia, por
otra. (…) Las claves interpretativas se han tomado de su obra en verso y de las
obras de los filósofos mencionados. (…) Las interpretaciones de las Elegías de
Duino realizadas en función de la producción literaria y de la correspondencia
posteriores a Los apuntes de Malte (1910), suelen ser las más comunes, y son
más bien raras las que toman como claves la totalidad de la producción poética,
empezando por las poesías más tempranas.”20 La pertinencia de la postura
interpretativa de Choza radica en las características particulares de la obra de
Rilke, puesto que –al contener la propuesta de salida frente al problema
existencial del desarraigo-, su contenido puede ser abordado con más propiedad y
alcance desde una perspectiva filosófica, fundamentalmente desde la antropología
y la metafísica, aun cuando ha sido elaborado desde la literatura y con uso de un
lenguaje poético. Comprendemos, entonces, que la obra de Rilke requiere de un
trabajo conjunto de filosofía y literatura para lograr su análisis e interpretación
precisos.
19
BADIOU, Alain. Op. Cit., p. 61.
20
CHOZA, Jacinto. Al otro lado de la muerte. Pamplona: Ediciones Universidad de Navarra, 1991.
Pp. 11-13.
13
una identidad arraigada en el no-ser, que resuena con la doctrina del budismo-;
que la sitúan más allá del debate filosófico existencial, adquiriendo un carácter
integrativo y universal. Sin embargo, este esfuerzo interpretativo no pretende
desconocer los rendimientos filosóficos que pueden dar la propia configuración
literaria de los poemas (esquema productivo).
22
DÖRR Zegers, Otto. “El destierro del poeta”, en: La palabra y la música. Santiago de Chile:
Ediciones Universidad Diego Portales, 2007. Pp. 24-27.
23
Ibid., p. 27.
24
Ibid., p. 27.
25
RILKE, Rainer Maria. “Brief an Hermann Pongs von 17. August 1924”. En: Briefe. Zweiter Band.
Frankfurt am Main und Leipzig: Insel (1991), pp. 340-341. Cfr. DÖRR Zegers, Otto. Op. Cit., p. 28.
26
DÖRR Zegers, Otto. Op. Cit., p. 28.
16
27
RILKE, Rainer Maria; ANDREAS-SALOMÉ, Lou. Correspondencia. Palma de Mallorca:
Hesperus, 1997. Cfr. DÖRR Zegers, Otto. Op. Cit., p. 29.
28
DÖRR Zegers, Otto. Op. Cit., p. 30.
17
29
Filósofo y profesor de alemán. Estudió matemáticas y física en la Universidad de Göttingen,
donde fue influenciado por el filósofo Herman Nohl. Obtuvo un doctorado en Física en 1925. Fue
profesor en Tubinga de filosofía contemporánea, antropología filosófica y ética en Tubinga, hasta
1970. Bollnow se preocupó por las bases de la filosofía y su relación con la fenomenología y la
filosofía existencial. Desarrolló el trabajo de Wilhelm Dilthey en la hermenéutica y se ocupó de los
fundamentos filosóficos de la pedagogía.
30
BOLLNOW, Otto Friedrich. Rilke. Traducción de Jaime Ferreiro Alemparte. Madrid: Taurus
Ediciones, 1963. P. 34.
31
RILKE, Rainer Maria. Briefe aus den Jahren 1902-1906 (Cartas de los años 1902-1906), 1930.
Cfr. BOLLNOW, Otto F. Op. Cit., p. 34.
32
BOLLNOW, Otto F. Op. Cit., p. 34.
18
33
Ibid., p. 37.
34
Ibid., pp. 37-38.
35
Ibid., p. 38.
19
36
DÖRR Zegers, Otto. Op. Cit., pp. 31-32.
20
Desarrollo
Trascendencia:
39
RILKE, Rainer Maria. Sonetos a Orfeo. Edición bilingüe. Traducción de Otto Dörr Zegers.
Santiago de Chile: Ed. Universitaria, 2002. Primera Parte. Soneto IX. P. 31.
40
OVIDIO. Metamorfosis. Introducción, traducción y notas de Antonio Ruiz de Elvira. Barcelona:
Ed. Bruguera, 1984. Libro Décimo. Pp. 299-306.
22
Muerte:
El término muerte proviene del latín mors, mortis, que significa “Cesación o
término de la vida” y “en el pensamiento tradicional, separación del cuerpo y el
alma”44. Otra definición la encontramos en el Diccionario de Ferrater Mora, quien
señala que “La muerte puede ser entendida de dos maneras. Ante todo, de un
modo amplio; luego, de una manera restringida. Ampliamente entendida, la muerte
es la designación de todo fenómeno en el que se produce una cesación. En
sentido restringido, en cambio, la muerte es considerada exclusivamente como la
muerte humana. (…) Podría decirse que el significado de la muerte ha oscilado
entre dos concepciones extremas: una que concibe el morir por analogía con la
desintegración de lo inorgánico y aplica esta desintegración a la muerte del
hombre, y otra, en cambio, que concibe inclusive toda la cesación por analogía
con la muerte humana.”45
A partir de la lectura de Las elegías del Duino –fundamentalmente- es
posible ver que el poeta utiliza el término muerte aludiendo a la primera
significación descrita por Ferrater Mora. La muerte que el hombre debe enfrentar y
aceptar es precisamente la muerte de su cuerpo y la angustia frente a la muerte
radicaría en la constatación de tener un yo finito unido a una conciencia infinita.
Sin embargo, a pesar de ser este el significado que etimológicamente corresponde
a la palabra muerte, Rilke –en repetidas ocasiones- utiliza el término para describir
más bien un estado, un tiempo indefinido o un lugar. De acuerdo al poeta, la
muerte consiste en un “momento de traspaso” desde un mundo a otro, un instante
en que el hombre atraviesa el umbral de lo visible y accede a lo invisible, al
44
Entrada: Muerte. En Diccionario de la Real Academia Española. Vigésima Segunda Edición.
Versión en línea, disponible en: http://www.rae.es
45
FERRATER Mora, José. Op. Cit., p. 238.
25
allende o al espacio de lo abierto; al que siempre mira el rostro del animal y del
cual el niño participa.
46
RILKE, Rainer Maria. Las elegías del Duino. Primera Elegía. P. 31.
26
“estar aquí”.47 A este comentario de Gadamer habría que agregar que el ‘estar
aquí’ de modo consciente es, a la vez, la trascendencia de la forma, misión que el
poeta otorga al hombre.
47
Gadamer, H-G., Op. Cit., p. 78.
27
48
RILKE, RAINER Maria. Op. Cit. Octava Elegía. P. 133.
49
ANGELLOZ, J.-F. Rainer Maria Rilke. París, 1936. P. 3. Cfr: BOLLNOW, Otto. F. Op. Cit., pp. 29-
30.
28
de la vida del hombre en la tierra. Ambos coindicen en que el ser humano debe
realizar un trabajo sobre sí mismo para recuperarse y ser plenamente hombre.
A lo largo de Las elegías del Duino, principalmente, el poeta describe la
precariedad de la condición humana, con el propósito de determinar el origen de
su problema existencial, que comprende el destierro y la nostalgia de la patria y de
los dioses. Esta descripción se realiza en diferentes momentos: se inicia con una
exposición de elementos propios de la cultura contemporánea o del mundo que
podemos llamar ‘moderno’ y continúa con la indagación acerca de la causa de la
dificultad humana de instalarse con seguridad y confianza en el mundo. El poeta
diagnostica la existencia de una “falla ancestral” consistente en un quiebre
ocurrido en la conciencia del hombre desde sus orígenes, cuya causa intenta
comprender mientras describe cómo se manifiesta en la vida humana: a través de
sufrimientos como la tristeza, la soledad, el abandono, el desarraigo, la nostalgia
de los dioses, del ángel y de la patria.
A continuación, se expondrá una síntesis y comentario de los poemas que
contienen la visión del poeta acerca del lugar ‘existencial’ en que el hombre está
situado en la actualidad.
Tanto en Las elegías del Duino como en los Sonetos a Orfeo, encontramos
descripciones de ciertos ‘elementos’ propios de la cultura actual, a los que el poeta
se refiere como ‘signos’ de una sociedad que mantiene al hombre lejos de la
conciencia de su propia muerte. Un ejemplo de esto está contenido en el Soneto X
de la Segunda Parte, donde el poeta expone la alienación que significa para al
hombre que la máquina reemplace el trabajo de sus manos:
“Por cierto, ay, qué extrañas son las calles de la Ciudad de la Aflicción,
50
RILKE, Rainer Maria. Sonetos a Orfeo. Segunda Parte. Soneto X. P. 113.
51
HEIDEGGER, Martin. Op. Cit., p. 216.
30
52
Respecto al término “acallamiento”, Dörr explica: “En alemán “Uebertönung”, substantivo
derivado del verbo “übertönen”, que significa exactamente “acallar”, cubrir con la voz o con un ruido
la voz o el ruido que emite o hace otro. Por esta razón hemos traducido esta palabra como
“acallamiento”. Sin embargo –y no sé por qué razón- todos los otros traductores lo han traducido
en forma diferente. Así, José María Valverde y Eustaquio Barjau hablan de “exceso de ruido”,
Torrente Ballester de “sobretono” y Ferreiro Alemparte de “estrépitos sordos”. RILKE, Rainer Maria.
Las elegías del Duino. Nota N° 1. P. 164.
53
RILKE, Rainer Maria. Las elegías del Duino. Décima Elegía. Pp. 158-159.
31
55
RILKE, Rainer Maria. El libro de horas. Edición bilingüe. Traducción y notas de Federico
Bermúdez Cañete. Madrid: Ediciones Hiperión, 2005. Pp. 29-31.
34
56
RILKE, Rainer Maria. Las elegías del Duino. Octava Elegía. P. 129.
35
57
RILKE, Rainer Maria. “Carta a un lector ruso” del 25 de febrero de 1926. En: HEIDEGGER,
Martin. Holzwege, Klostermann, Frankfurt. 1980, p. 281. (La cita no fue encontrada en la última
edición de las cartas de Rilke. Nota del traductor). Cfr: RILKE, Rainer M. Op. Cit. Nota N° 1. P. 134.
58
HEIDEGGER, Martin. Holzwege, Klostermann, Frankfurt. 1980. P. 280. Cfr: RILKE, Rainer M.
Op. Cit. Nota N° 1. P. 134.
59
RILKE, Rainer Maria. Op. Cit. Nota N° 1. P. 134.
36
60
Ibid. Octava Elegía. Pp. 129-133.
61
RILKE, Rainer Maria. Sämtliche Werke, Tomo I, Insel-Verlag. 1955. P. 714. Cfr: FALK, Walter.
Op. Cit., p. 53.
62
FALK, Walter. Op. Cit., p. 53.
63
RILKE, Rainer Maria. Sämtliche Werke, Tomo I, Insel-Verlag. 1955. P. 715. Cfr: FALK, Walter.
Op. Cit., pp. 53-54.
38
simismamiento. Compartían esta esencia los animales con todos los demás seres
de la tierra, en tanto que no fueran humanos, por ejemplo: las flores, de las que
Rilke decía que “brotan infinitamente” en el “puro espacio” del cosmos64 (…) La
fugacidad existía únicamente para el ser humano, sólo éste conocía la muerte.”65
Falk describe el proceso a través del cual el hombre habría caído
paulatinamente en este extrañamiento frente al mundo y en el sentimiento de
exclusión respecto de lo circundante, situando en la capacidad de poseer
autoconciencia y el conocimiento de la propia finitud su causa principal. “Desde
entonces el hombre miró en dirección contraria a lo abierto, miró “hacia atrás”. Y lo
que “vio” desde entonces fue “no lo abierto, que tan profundo está en el rostro
animal”, sino la “creación de formas”66. Al verse como un ser único, como un
individuo delimitado a consecuencia del reflejo de su propia mirada, contempló
todo el cosmos a la medida de su individuación. Contempló cada ente como algo
segregado del uni-verso. El hombre trasplantó al cosmos su propia estructura
fundamental de apartamiento.”67
La postura de Falk respecto a la concepción antropológica rilkeana
pretende explicar el origen del problema existencial del hombre en el mundo,
demostrando que este se relaciona más con una configuración interna que
podríamos llamar defectuosa, que con una sumatoria de acontecimientos
ocurridos en un determinado momento de la historia de la humanidad. “Rilke
opinaba que la constitución fundamental de la existencia humana no habría sido
nunca conocida en su realidad. Por eso, jamás se había planteado el problema de
cómo poder vivir en consonancia con esa constitución fundamental, y por tanto no
se había obtenido una solución –‘¿quién ha respondido alguna vez?’68”69
64
Ibid.
65
FALK, Walter. Op. Cit., pp. 53-54.
66
RILKE, Rainer Maria. Sämtliche Werke, Tomo I, Insel-Verlag. 1955. P. 714. Cfr: FALK, Walter.
Op. Cit., pp. 55-56.
67
FALK, Walter. Op. Cit., pp. 55-56.
68
RILKE, Rainer Maria. Briefe, Tomo II, Insel-Verlag. 1950. P. 52. Cfr: FALK, W., Op. Cit., p. 58.
69
FALK, Walter. Op. Cit., p. 58.
39
70
HEIDEGGER, Martin. “¿Y para qué poetas?”, en: Caminos de bosque. P. 203.
71
CHOZA, Jacinto. Op. Cit., p. 46.
40
El vacío que debemos arrojar hacia los espacios que respiramos es aquél
de la soledad y el abandono, que se ha hecho patente en nuestras vidas a partir
de la constatación de la lejanía del ángel. Rilke busca un sentido a la condición
humana de ‘fugacidad’, con el propósito de descubrir la vía mediante la cual el
hombre logre unir su precariedad finita con la totalidad de lo abierto.
72
RILKE, Rainer Maria. Las elegías del Duino. Segunda Elegía. Pp. 43-45.
73
Ibid. Primera Elegía. P. 29.
41
75
RILKE, Rainer Maria. Op. Cit., p. 29.
76
GADAMER, Hans-Georg. Op. Cit., p. 74.
43
77
RILKE, Rainer Maria. Op. Cit., p. 31.
78
Ibid. Segunda Elegía. P. 43.
44
79
Entrada: Nostalgia. En Diccionario Etimológico de Chile, disponible en:
http://etimologias.dechile.net/?nostalgia
45
80
RILKE, Rainer Maria. El libro de horas. Pp. 29-31.
46
83
FALK, Walter. Op. Cit., p. 51.
84
RILKE, Rainer Maria. Briefe. P. 86. Cfr: FALK, Walter. Op. Cit., p. 58.
49
85
RILKE, Rainer Maria. Las elegías del Duino. Sexta Elegía. P. 103.
50
produce ‘cada giro apagado del mundo’, el poeta propone que conservemos en
nosotros aquello que conocemos, re-construido internamente. Esto es lo que
podemos ‘ofrecer’ a lo invisible. Conservar en el interior todo aquello que forma
parte de nuestra vida es la solución frente al devenir del mundo, la caducidad de
todo lo temporal y nuestras propias transformaciones, pues solo aquello que es
construido internamente permanece. Este modo de enfrentarse a la realidad y de
asumir la temporalidad y mutabilidad de las cosas cercanas a nosotros, produce
progresivamente en el hombre una disposición ‘hacia adentro’, en cuanto
reconoce y valora su riqueza interna por sobre la externa. En este camino de
transformación de lo visible en invisible, llegará un momento en que el hombre
reconozca dentro de sí algo que ha permanecido intacto desde su origen y que le
es más propio que cualquier otra cosa que haya podido conocer. Si el ‘yo’ que
antes se consideraba finito logra trasladar su identidad hacia este lugar de
permanencia interior, entonces en ese hombre se habrá realizado la aceptación de
la muerte y su reconocimiento como un momento al interior de la vida. La
dicotomía entre el yo finito y la conciencia infinita se habrá resuelto, restaurándose
así la ‘falla estructural’ que le impedía conocer el mundo en su plenitud y sentirse
a gusto en él, recuperando la capacidad de ver y relacionarse con el registro
invisible de la realidad.
“(…) Nosotras,
dice, éramos antaño un gran linaje, nosotras las Lamentaciones.
Los padres ejercían la minería allá en las grandes montañas; entre los
hombres tú encuentras a veces un trozo tallado de sufrimiento
originario o la ira de un viejo volcán petrificada en forma de escoria.
Sí, de allá provenía todo esto. En otro tiempo fuimos ricas.
88
Ibid. Décima Elegía. Pp. 159-161.
55
Si son los dolores lo que nos llevamos ‘al más allá’; entonces de su
aceptación y experimentación dependerá, en gran parte, la riqueza de nuestra
muerte. Una vida sin la experiencia del sufrimiento y la conciencia de este,
89
Ibid. Novena Elegía. Pp. 143-145.
56
construirá una muerte ‘pobre’, aislada, solitaria, como el lugar en que se encuentra
Abel luego de haber sido asesinado. La incapacidad de conocer el contorno del
sentir no la experimentamos únicamente en relación con las cosas y lo
circundante, sino también respecto a nosotros mismos, a nuestro propio cuerpo y
a los sentimientos y emociones que en él se dejan sentir. Es por esto que la
pérdida de conciencia respecto de la muerte, al implicar un olvido en relación al
cuerpo, es también una pérdida de conciencia respecto de nuestro sentir, ya sea
de un modo físico o emocional.
Rilke, al señalar que el dolor es parte de lo que nos llevamos al ‘más allá’,
establece una relación entre este sufrimiento y la muerte, de tal modo que la
aceptación del primero se presenta como una vía para la aceptación consciente de
la muerte y la recuperación de la totalidad de nuestra percepción. El poeta utiliza
la imagen de la Naturaleza para representar esta relación, por ser ella la ‘creadora’
de la ‘muerte amistosa’, su más ‘santa ocurrencia’. Esta pertenece al lugar de lo
abierto y abarca la totalidad de todo lo existente. De ella debemos aprender una
nueva disposición hacia la muerte:
91
Ibid. Décima Elegía. P. 163.
58
A lo largo del primer capítulo analizamos los diferentes aspectos del modo
de ser del hombre que Rilke describe, a partir de los cuales es posible reconocer
su visión respecto de la situación existencial humana. Tanto el sentimiento de
desarraigo como la angustia y la nostalgia de los dioses y de la patria, tienen su
origen en el olvido de la muerte o en la pérdida de conciencia respecto de nuestra
condición temporal. Por lo tanto, para lograr la superación del sufrimiento
existencial, será necesario iniciar un trabajo de restauración en la conciencia
humana respecto a su naturaleza finita.
El poeta despliega -de modo transversal, en la totalidad de su obra-, un
conocimiento obtenido a partir de su propia experiencia de vida y de la reflexión y
aprendizaje asociados a ella, que contiene lo que podemos llamar ‘vía’ o acceso
para realizar la trascendencia de la muerte durante la vida. Respecto a dicho
proceso, es central señalar que este solo puede realizarse mientras se está en el
aquende, es decir, durante la existencia material, arraigada en el cuerpo. Esto
implica que el poeta, al hablar de trascendencia de la muerte, no se refiere a un
estado espiritual al que es posible acceder únicamente después de la experiencia
de la muerte física, sino que plantea la posibilidad de alcanzar la plenitud de lo real
mediante la unificación entre la mente y el cuerpo, lo que supone situarse por
encima de las limitaciones de tiempo y espacio.
En relación a la concepción rilkeana de muerte, Gadamer señala: “La
prometida superación de la muerte no consiste en ocultar su amargura, sino en
aceptar el supremo abandono de sí mismo del que Cristo dio ejemplo. Ese es el
auténtico mensaje del cristianismo y no la sentimental esperanza ultraterrena en
un cielo de reencuentros y en la recompensa de la fe por todas las penalidades
sufridas.”92 Este abandono de sí mismo coincide con la propuesta del poeta. Falk,
coincidiendo con Gadamer, explica que “La muerte no aparece aquí como algo
92
GADAMER, Hans-Georg. Op. Cit., pp. 72-73.
59
meramente negativo. Hace referencia a una muerte transfigurada, una muerte que
es deseable: (…) una muerte que significa el retorno al uni-verso, a la “pura
relación”. Esta ha de producirse en el canto, precisamente en uno que haga
olvidar la concreción de todo objeto.”93 Este canto, mediante el cual se realiza la
aceptación de la muerte en la medida que hace olvidar la concreción de todo
objeto, será –de acuerdo al pensamiento rilkeano- la tarea fundamental que ha de
realizar el hombre durante su vida. Pues el canto mismo es existencia.
En oposición a la tradicional visión platónica del mundo, donde el cuerpo es
considerado como la cárcel del alma y la materia es infravalorada en relación a lo
espiritual, el planteamiento del poeta considera lo material como el punto de
partida para el proceso de trascendencia; el sustrato de la transformación. Choza
explica esta premisa rilkeana: “La temporalidad que hay que llenar es la del yo (es
la propia vida, la duración de la propia existencia), no la del intelecto, pues el
intelecto, debido precisamente a su infinitud, no tiene, de suyo, una temporalidad
determinada y finita que no sea la del yo. Por eso el yo puede aparecer, y aparece
una y otra vez, como un desterrado de la eternidad que peregrina hacia su
verdadera patria, y el hombre aparece como un ser cuyo objetivo último es volver
a casa. (…) La vuelta a casa no puede anticiparse en términos de presunción,
pretendiendo poseer por anticipado la totalidad del sentido, como a veces da la
impresión que hace Hegel. Ni puede anticiparse en términos de desesperación,
negando radicalmente todo sentido, como parece sostener Nietzsche. No es
posible instalarse en casa antes de haber llegado, ni parece posible construirse
una mansión en el desierto y proclamar la nada como patria definitiva. (…) Lo que
cabe es vivir; la paciencia, la esperanza, o lo que es lo mismo, lo arduo: vivir en el
tiempo y en la eternidad a la vez.”94 Comprendemos entonces que únicamente
desde la vivencia de la caducidad –que se realiza y concreta en la materialidad del
cuerpo y de las cosas-, es posible comenzar a estrechar la distancia entre finito e
infinito:
93
FALK, Walter. Op. Cit., pp. 104-105.
94
CHOZA, Jacinto. Op. Cit., pp. 47-48.
60
95
RILKE, Rainer Maria. Op. Cit. Novena Elegía. P. 143.
61
97
GADAMER, Hans-Georg. Op. Cit., pp. 72-73.
98
Satprem (París, 1923 - 2007), cercano discípulo de Sri. Aurobindo, realizó el trabajo de
transcribir sus enseñanzas y publicarlas. Trabajó como funcionario en la administración colonial
francesa de Pondicherry, en la Bahía de Bengala, India.
99
Sri Aurobindo (Calcuta, 1872 – Pondicherry, 1950), fue un filósofo, maestro de yoga y
poeta indio que defendió la independencia de su nación. Es fundador del Yoga Integral, que
sintetiza los métodos tradicionales de yoga. En 1893, trabajó en el servicio administrativo del
principado de Baroda (actual Gujarat). En 1914, fundó la revista filosófica mensual, Arya, cuyos
textos están actualmente recogidos y publicados en los siguientes libros: La Vida Divina, La
Síntesis del Yoga, El Ciclo Humano, El Ideal de la Unidad Humana, La Poesía Futura, El Secreto
del Veda, Ocho Upanishads, Ensayos sobre la Gita, Los Fundamentos de la Cultura India.
100
SATPREM, Sri Aurobindo o La Aventura de la Conciencia. Traducción de Ricardo Barrios.
Barcelona: Fundación Centro Sri Aurobindo, 1989. P. 175.
63
101
CHOZA, Jacinto. Op. Cit., p. 15.
102
Ibid., p. 15.
103
Ibid., p. 16.
64
‘vincular’, ‘atar’”104-; enseñar el camino de unión o regreso hacia algo que antes se
tuvo o a un lugar al que se perteneció.
Al comprender el valor que el poeta confiere a la experiencia terrenal y al
aprendizaje adquirido a partir de ella, es posible obtener una mejor comprensión
de la significación de la trascendencia de la muerte. Esta se realiza en el sustrato
material, mediante la incorporación voluntaria y libre de la experiencia sensible al
plano de la conciencia, mediante la reflexión acerca de lo vivido. Pues el cuerpo
busca experimentar aquello que nuestro principio intangible quiere conocer y
aprender, para obtener el conocimiento pleno de la realidad.
Este trabajo ha de realizarse tanto a nivel personal-individual como
colectivo, pues al estar inmersos en una realidad material, no es solamente la
propia caducidad la que nos cuestiona, sino también la de nuestro entorno. Pues
el logro de la aceptación de la muerte traerá consigo la trascendencia de toda la
materia, no solo la del propio cuerpo.
Un primer momento en el proceso de aceptación de la muerte lo
encontramos en la Séptima Elegía, donde el poeta se refiere a la ‘conservación de
la forma aún reconocida’, en un intento por recoger aquello que la modernidad aún
no ha arrebatado de las manos del hombre; valorando la experiencia humana por
sobre la novedad de la técnica y del modo de vida que propone. Es un primer paso
en la solución al problema del desarraigo.
El canto de Orfeo
Para poder doblar las ramas del sauce, es preciso conocer la profundidad
de sus raíces, es decir, solo desde el conocimiento y aceptación de la muerte es
posible transformar la conciencia. Orfeo, mediante su canto y el conocimiento del
reino de la muerte, adquiere la noción de sí que le permite ‘decir las cosas’ de un
nuevo modo: su canto confiere trascendencia a cuanto nombra y a aquello que
escucha el sonido de su voz, elevándolo a la esfera de lo sagrado:
107
RILKE, Rainer Maria. Sonetos a Orfeo. Parte I. Soneto I. P. 23.
68
109
Ibid. Parte I. Soneto III. P. 25.
71
No se ha reconocido el dolor
ni se ha aprendido el amor
y lo que nos aleja en la muerte
111
Ibid. Primera Parte. Soneto XIX. P. 41.
112
HEIDEGGER, Martin. Op. Cit., p. 203.
73
reunirse en una: aceptar y trascender la muerte. Esto se debe a que la vía para
conocer el misterio de la muerte consiste en el reconocimiento y aceptación
consciente de las emociones y sensaciones experimentadas en el cuerpo (dentro
de las cuales se encuentra el dolor), dado que este es el sustrato de nuestra
finitud; mientras que el aprendizaje del amor supone el conocimiento y la
comprensión de los límites de la temporalidad: la aceptación de la despedida
inherente a toda relación humana.
En palabras de Rilke, "La muerte es el lado de la vida apartado y no
iluminado por nosotros: tenemos que hacer el intento de alcanzar la máxima
conciencia de nuestra existencia, la que está domiciliada en ambos ámbitos
ilimitados y se nutre de ambos inagotablemente... No hay ni un aquende ni un
allende, sino la gran unidad en la cual también habitan los seres que nos superan,
los ángeles..."113. El poeta considera que, en el proceso de transformación de
nuestro modo de apreciar la muerte, un momento fundamental consiste en
deshacer la apariencia de injusticia y fatalidad que rodea la muerte de jóvenes y
niños, ya que esto limita el 'puro' movimiento de sus espíritus:
113
RILKE, Rainer Maria. Extracto de la Carta a Witold Hulewicz, traductor al polaco de Rilke.
Sierre, Suiza, 13 de noviembre de 1925. Cfr: RILKE, Rainer Maria. Las elegías del Duino. Prólogo
de Otto Dörr Zegers. P. 24.
114
RILKE, Rainer Maria. Las elegías del Duino. Primera Elegía. P. 31.
74
115
Ibid. Décima Elegía. P. 157.
75
La trascendencia de la muerte
116
Ibid. Novena Elegía. P. 145.
77
118
RILKE, Rainer Maria. Extracto de la Carta a Witold Hulewicz, traductor al polaco de Rilke. Cfr:
RILKE, Rainer M. Op. Cit., p. 25.
79
119
Ibid., pp. 25-26.
80
deriva de nuestro vínculo con las cosas el modo de relación que tenemos con la
tierra. Esto se debe, probablemente, a que muchas de estas 'cosas' han surgido
de ella -como la manzana y la vid-, o han sido construidas utilizando materiales
que provienen de la misma -como una casa de madera o adobe-. De este modo,
mantener el valor humano y lárico de las cosas con las que nos relacionamos a
diario -aquellas que facilitan y posibilitan nuestras vidas, dándonos arraigo-,
supone re-valorar la importancia de estos objetos, reconociendo en ellos una
herramienta para la realización de nuestra existencia; comprendiendo que gracias
a ellos podemos conservar la salud y el bienestar que el cuerpo necesita para
poder vivir. Además, estas cosas 'consabidoras de nosotros', compenetradas de la
'esperanza y reflexión' de nuestros antepasados, contienen la vivencia de la vida
humana y son, por lo mismo, testimonio de nuestra existencia, como si -al
relacionarnos con ellas- parte de nuestra esencia se les impregnara. A partir de
esto, se comprende que la revaloración de estos objetos cercanos sea un modo
de valorar la propia existencia finita. Y también que, por medio de este vuelco de
la propia mirada hacia la experiencia sensible, se inicie un proceso de
trascendencia de la muerte: debido a la relación de estas cosas con la tierra,
reivindicar su lugar en nuestras vidas implica una nueva valoración de la misma,
que promovería su resurgimiento en nuestro interior y su transformación hacia lo
invisible. Mediante este vínculo con las cosas, el poeta nos insta a hacer
consciente nuestra experiencia terrenal, atendiendo a la percepción de nuestros
sentidos y al propio acontecer interno que se manifiesta a través de sentimientos y
emociones; lo que realizaría en nosotros una re-unificación mente-cuerpo, en la
medida que se incorpora lo sensorial al plano de la conciencia. Que cada una de
nuestras experiencias terrenales o caducas se transformen en algo trascendente,
supone 'eternizar' nuestra existencia material, elevándola a la categoría de lo
infinito y lo inmaterial. Así, al hacer resurgir la tierra en nosotros, invisible, por el
desarrollo que supone de la conciencia del cuerpo; realizamos la trascendencia de
la muerte.
81
120
RILKE, Rainer Maria. Sonetos a Orfeo. Parte I. Soneto XIX. P. 41.
121
HEIDEGGER, Martin. Op. Cit., p. 201.
82
Este atributo angélico -la absoluta capacidad de sentir- nos entrega el dato
de que la figura del ángel, en la cosmovisión rilkeana, si bien pertenece al mundo
invisible del allende, posee una capacidad de sentir de mayor intensidad que la del
ser humano; como si el verdadero lugar de la sensibilidad radicara en el espíritu
antes que en la materia. Es por esto que el poeta considera al ángel como el
'garante de la realidad invisible', ya que en él confluye todo cuanto pertenece y ha
pertenecido a la existencia material, permaneciendo, pero de un modo invisible.
En palabras de Rilke, "El ángel de las elegías es aquella criatura en la cual
122
RILKE, Rainer Maria. Las elegías del Duino. Novena Elegía. Pp. 145-146.
123
Ibid. Segunda Elegía. P. 43.
84
124
RILKE, Rainer Maria. Extracto de la Carta a Witold Hulewicz, traductor al polaco de Rilke. Cfr:
RILKE, Rainer M. Op. Cit., p. 26.
85
que nos resulta ajeno o forzado, respecto a nuestra interioridad. En este caso,
logramos un conocimiento de nosotros mismos a través de las sensaciones
asociadas a las diversas acciones que ejercemos, que nos posibilitará escoger
una profesión y un trabajo donde podamos realizarnos, en la medida que
desarrollamos y perfeccionamos nuestros talentos. Esta vivencia nos dará un
nuevo conocimiento acerca de nuestra naturaleza, promoviendo una conciencia
del yo arraigada en la experiencia sensible. Es por esto que la aceptación
consciente de las sensaciones asociadas a las vivencias sensoriales, constituye la
ruta necesaria que nos conducirá al autoconocimiento y, por tanto, a la re-unión de
nuestra naturaleza. Sin embargo, cabe agregar que, para realizar esta aceptación
consciente, es necesario efectuar una ponderación interna acerca de lo que
experimentamos, ya que de esta manera, al dar a estas vivencias la categoría de
ser 'objetos de intelección', sometiéndolas al análisis de la razón; les otorgamos
'valor de realidad'. La reflexión acerca del origen y la naturaleza de estas
sensaciones, nos dará la pauta para reconocer en nosotros determinadas
características de la propia individualidad. Esto nos permitirá incorporar en la
conciencia el aprendizaje obtenido a partir de estas experiencias, facultándonos la
comprensión de nuestra naturaleza 'dual', en cuanto integramos lo sensorial-
cambiante a lo inmaterial-permanente. Esta integración supondrá la
transformación de nuestra materialidad o del propio cuerpo.
De esto se deriva la importancia preponderante que da el poeta a la
experiencia terrenal, fundamentalmente, a la concientización de la
experimentación sensible y vivencial -como las emociones, los instintos y los
sentimientos-, puesto que, mediante su aceptación consciente, adquirimos
progresivamente conciencia de nuestro cuerpo, en la medida que 'sentimos'
voluntariamente. Luego, esta conciencia del cuerpo redundará en una
configuración del yo que contemple nuestra naturaleza finita e infinita. Es por esto
que las vías que serán descritas a continuación consisten en recomendaciones
para concretar la aceptación de aquello que experimentamos a través del cuerpo.
Veremos que, en general, guardan relación con elementos doctrinales
87
Ascética rilkeana
mejor, helenística (…). Ahora bien, es necesario aclarar en qué consiste esta
forma segunda de ascetismo. Como la misma se extendió sobre todo dentro del
cristianismo, las discusiones sobre el ascetismo suelen referirse al ascetismo
cristiano o a formas derivadas de él (…), aun cuando hay que reconocer que
puede hablarse de distintos tipos de ascetismo: budista, judío, pagano, cristiano,
etc.”126 La lectura y análisis de la obra de Rilke, permite reconocer en ella la
descripción de un ascetismo ‘pluri-religioso’, pues comprende varias
recomendaciones prácticas, realizables desde la voluntad y a partir de la libertad
individual, que promueven un camino para lograr la trascendencia o la perfección
del hombre; que se inscriben en diversas tradiciones culturales y espirituales. Es
por esto que hemos llamado 'ascética rilkeana' al proceso de autoconocimiento a
través de la conciencia del cuerpo, cuya incorporación a la conciencia del yo,
traerá como consecuencia la trascendencia de la propia muerte, en la medida que
dejamos de identificarnos con la finitud corpórea, comprendiendo que el núcleo de
nuestra identidad está arraigado en lo inmaterial. Es un camino ascético que
encierra una paradoja: en el sustrato de nuestra finitud se encuentra la 'llave de
entrada' a la infinitud; la clave está en incorporar las sensaciones y vivencias
físicas al 'discurso interno del yo' que tiene lugar en nuestra mente. De este modo,
realizaremos un canto órfico con la propia existencia.
El actual proceso cultural presenta marcados rasgos de materialismo y de
un 'falso racionalismo'. Por un lado, consideramos como real y verdadero
únicamente aquello que nuestros sentidos pueden percibir o que es susceptible de
ser comprobado 'empíricamente' en un laboratorio o con instrumentos de
medición, y calificamos como 'racional' aquello que es demostrable mediante la
lógica; pero, a la vez, aparentemente olvidamos que la razón se nutre de lo
sensorial, de aquello que captan los sentidos externos, y que la observación de la
realidad es la base de un razonamiento verdadero (¿Qué tipo de autoconocimiento
y comprensión de la naturaleza humana podemos obtener si ignoramos las
126
FERRATER Mora, José. Diccionario de Filosofía. Tomo I. P. 145.
89
128
RILKE, Rainer Maria. Las elegías del Duino. Séptima Elegía. P. 115.
91
de la muerte, siendo nosotros los templos que contengan aquel 'derroche del
corazón'.
129
RILKE, Rainer Maria. Cartas a un joven poeta. Traducción de José María Valverde. Madrid:
Editorial Alianza, 2005. P. 22.
92
130
RILKE, Rainer Maria. Sonetos a Orfeo. Segunda Parte. Soneto II. P. 105.
93
por esto que centraremos nuestra atención en las palabras del poeta referidas a la
vivencia de estas emociones.
En el siguiente pasaje de Cartas a un joven poeta, Rilke explica la relación
necesaria que existe entre el sufrimiento y el crecimiento interior: “Si nos fuera
posible mirar más allá de lo que alcanza nuestro saber, incluso pasando un poco
sobre las avanzadas de nuestro presentimiento, quizá soportaríamos entonces
nuestras tristezas con mayor confianza que nuestro gozo. Pues ellas son los
momentos en que ha entrado algo nuevo en nosotros, algo desconocido; nuestros
sentires enmudecen en tímido cohibimiento, todo lo que hay en nosotros
retrocede, surge un silencio, y lo nuevo, que nadie conoce, se yergue en medio y
calla. (...) Estamos en medio de un tránsito donde no podemos quedarnos quietos.
Por eso también pasa la tristeza: lo nuevo en nosotros, lo sobrevenido, ha entrado
en nuestro corazón, ha penetrado en su más íntima estancia, y tampoco está ya
ahí: ya está en la sangre.”131 Es por esto que el poeta aconseja atender y aceptar
cada uno de los sufrimientos que se nos presentan, especialmente, aquellos
relacionados con la experiencia del amor y de la muerte; pues en ellos se
encuentra el germen y la posibilidad de lograr la trascendencia de la finitud. Tras
esta relación, subyace la idea -probablemente, de raigambre cristiana, aunque
también la encontramos en la doctrina budista-, de que todo aprendizaje del
hombre se realiza a partir del sufrimiento, por el despojamiento que supone de los
deseos personales, mientras nos conduce 'obligatoriamente' a la aceptación de la
realidad. Así lo expresa el siguiente extracto de la Primera Elegía, en relación a la
necesidad imperiosa del hombre de aprender el amor:
"(...) ¿No deberían, al fin, hacérsenos más fecundos estos viejos dolores?
¿No es tiempo ya de liberarnos, amando, del amado
y de resistir estremecidos, como resiste la flecha a la cuerda,
para ser, concentrada en el salto, más que ella misma?
131
RILKE, Rainer Maria. Cartas a un joven poeta. P. 78.
94
132
RILKE, Rainer Maria. Las elegías del Duino. Primera Elegía. P. 31.
133
Ibid., p. 31.
95
135
Ibid. Primera Elegía. P. 31.
136
Ibid., p. 33.
97
137
GADAMER, Hans-Georg. Op. Cit., p. 76.
138
CHOZA, Jacinto. Op. Cit., pp. 24-25.
98
140
Ibid., p. 161.
141
GADAMER, Hans-Georg. Op. Cit., p. 77.
142
FALK, Walter. Op. Cit., pp. 91-92.
100
crear mundos dotando de significado y de valor a las realidades con las que uno
se encuentra.”143
De la vasta experiencia terrenal y todo lo vivido durante su desarrollo, solo
nos llevamos al 'más allá' aquello que es 'inefable': los dolores, la pesadumbre y la
experiencia del amor. Es decir, toda vivencia que contiene un aprendizaje en
relación a la precariedad de la condición humana, ya que, de este conocimiento
dependerá nuestra posibilidad de lograr una nueva comprensión acerca de la
naturaleza del amor y de la muerte. Esto redundará en un reconocimiento de la
propia esencia, hasta ahora ajeno a nosotros, concretando el propósito humano
sobre la tierra: unirse a la celebración de lo real, mediante la ‘asimilación’
consciente de nuestra verdadera identidad:
143
CHOZA, Jacinto. Op. Cit., pp. 42-43.
144
RILKE, Rainer Maria. Op. Cit. Novena Elegía. P. 143.
101
145
Ibid. Tercera Elegía. P. 59.
102
'zarcillos de su acontecer interno'. Amaba 'su naturaleza salvaje', pues ahí 'se
irguió su corazón en verde claro', experimentando una inusitada y auténtica
felicidad respecto de sí. Es su origen -sus propias raíces, saturadas del recuerdo
de sus padres y ancestros-, quien ejerce un poderoso y seductor llamado sobre él;
probablemente, por contener la ‘llave’ de su liberación respecto de la propia finitud,
pues en él -en el origen-, 'su modesto nacimiento había sido ya sobrevivido'.
Mediante el encuentro con sus raíces, el joven es capaz de conocer parte de su
existencia previa al nacimiento, experimentando una ausencia de límites
temporales y espaciales, y reconociendo la naturaleza 'invisible' de su yo, que
contribuirá a la conformación de una nueva identidad en él.
Sin embargo, a continuación, la descripción toma un giro inesperado, donde
el amor del niño -que ahora pasa a ser, deliberadamente, un joven-, hacia su
naturaleza salvaje, se confunde con el amor sexual que experimenta en relación a
la muchacha. Esto se debe a que la memoria de nuestros ancestros presente en el
inconsciente, a la cual accedemos desde el sueño, está contenida 'biológicamente'
en la genética de nuestras células; siendo la sangre el elemento en que,
tradicionalmente, se ha situado dicha información familiar. La elegía continúa
describiendo que el joven, al amar, 'descendía hacia la sangre más antigua', a
partir de lo cual notamos una vinculación entre el sueño y la sangre -entrar en el
sueño sería similar a entrar en la sangre-, puesto que, en ambos casos, la barrera
de la conciencia se diluye, cediendo al cuerpo y su sensorialidad el protagonismo
de dichas vivencias:
"(...) Amando descendía hacia la sangre más antigua, hasta los barrancos
donde yacía lo temible, aún saturado de los padres. Y todo lo terrible
lo conocía, le hacía guiños, como si estuviese al tanto.
Más aún, lo espantoso sonreía... Raza vez
has sonreído tú tan tiernamente, madre. ¿Cómo podía él
no amarlo, si le sonreía? Antes de ti él ya lo amaba,
porque cuando lo llevabas en tu vientre
103
146
Ibid., pp. 59-61.
147
FREUD, Sigmund. “Lo ominoso”, en: Obras completas. Buenos Aires: Editorial Amorrortu, 1978.
Vol. XVII. Pp. 48–86.
104
148
FALK, Walter. Op. Cit., p. 95.
106
En este soneto, el poeta revela que este espacio -el allende- se encuentra
contenido en la misma tierra que habitábamos antes de morir; en otras palabras,
que el paso desde la vida a la muerte no es sino un cambio en el modo de relación
con lo real. Esto se debe a que el sustrato de la trascendencia siempre es el
cuerpo, cuya transformación continúa aún luego de nuestra muerte, ya sea
mediante el envejecimiento o la descomposición. No es posible concebir la
existencia humana alejada del cuerpo. El desafío es adelantarse a la propia
muerte: 'se tú un cristal sonoro que ya se quebró al sonar'; es decir, entrar en la
150
RILKE, Rainer Maria. Sonetos a Orfeo. Parte II. Soneto XIII. P. 117.
108
151
FALK, Walter. Op. Cit., p. 96.
109
152
CHOZA, Jacinto. Op. Cit., pp. 31-32.
153
GADAMER, Hans-Georg. Op. Cit., p. 76.
110
155
RILKE, Rainer Maria. Sonetos a Orfeo. Primera Parte. Soneto III. P. 25.
156
Ibid. Primera Parte. Soneto XVI. P. 37.
157
Génesis 27: 1 – 46.
158
Si bien en Los cuadernos de Malte Laurids Brigge, el protagonista expresa una relación con una
figura divina con ciertos rasgos paternales, esta se presenta como la raíz de su angustia y
sentimiento de abandono, debido a su lejanía y a la incapacidad de Malte de comunicarse con él.
112
161
RILKE, Rainer Maria. Cartas a un joven poeta. Versión de Delia N. Arrizabalaga. Buenos Aires:
Longseller, 2004. Carta IV. P. 77.
114
alegría; con todo cuanto hacemos solos, sin ayuda ni seguidores, comenzamos a
Aquel que no llegaremos a ver, así como nuestros antepasados tampoco pudieron
vernos. Y no obstante, ellos, los remotos antepasados, están en nosotros como
estructura, como carga sobre nuestro destino, en el bullir de nuestra sangre y
como gestos que se elevan desde las profundidades del tiempo. ¿Hay algo que
pueda sustraerle a usted la esperanza de ser así, algún día, en él, el más lejano,
el Supremo?”162
Debido a esto, el poeta aconseja considerar la angustia como otro elemento
que quizás este nuevo Dios también necesita para comenzar, como si su esencia
reuniera e integrara en sí todo el sufrimiento experimentado durante el proceso de
aprendizaje de ser hombre. Así lo expresa en la Carta Sexta dirigida al joven poeta
Kappus: “Festeje la Navidad, querido señor Kappus, en el piadoso sentimiento de
que quizás él necesite de esta angustia ante la vida, que siente usted, para
comenzar. Estos días de transición acaso sean precisamente el tiempo en que
todo, en usted, trabaja para él, como ya de niño trabajó por él, respirando. Sea
usted paciente y voluntarioso. Piense que lo menos que podemos es no hacerle su
advenimiento más difícil de lo que la tierra resiste a la primavera, cuando esta
llega.”163
Aun cuando la noción acerca de Dios presente en la cosmovisión rilkeana
contiene elementos que evocan la interpretación cristiana del mundo, esta no
coincide con la versión ‘tradicional’. Para Rilke, la figura de Dios representa lo
eterno: aquello que el animal conoce al no temer su muerte; lo abierto o lo no
formado, el espacio puro. Este ‘Dios’ se encuentra en el lugar del allende, junto al
espíritu que conduce al joven muerto por el ‘País de las Lamentaciones’,
conformado por todas las emociones, sentimientos (sufrimientos y alegrías),
experimentados por los hombres durante su peregrinar terreno. Es, por tanto, una
divinidad que reposa en el fondo de todo, de la naturaleza, de nuestro propio
sentir; el fundamento originario de todo lo que existe. El regreso a ‘nuestro origen
162
Ibid. Carta VI. Pp. 98 – 99.
163
Ibid. Carta VI. P. 100.
115
Conclusiones
“‘Esto es lo que ocurre. La gente siempre aparta la vista de Dios. Lo buscan arriba
en la luz, que se torna cada vez más fría y punzante’. (…)
‘Y Dios espera en otra parte...espera...en el fondo del Todo. Profundamente.
Donde están las raíces. Donde hay, oscuridad y tibieza’. (…)
‘¿Tener… miedo? (…) ¿De qué? (…)
Siempre estamos por encima de él. Como una fruta debajo de la cual alguien
sostiene una bella fuente. Dorada, refulgente entre la fronda. Y cuando la fruta
está madura, se desprende…’.”169
169
RILKE, Rainer Maria. “Vladimiro, pintor de nubes”, en: El rey Bohusch. La Plata: Ed. Calomino,
1945. P. 112.
120
170
GADAMER, Hans-Georg. Op. Cit., p. 78.
171
Ibid., p. 78.
121
172
BOLLNOW, Otto. Op. Cit., p. 18.
173
RILKE, Rainer Maria. Las elegías del Duino. P. 189. Cfr. DÖRR Zegers, Otto. “El destierro del
poeta”, en: La palabra y la música. P. 31.
122
tiempo su propia tarea; segundo, que ella no vuelva y siga muerta con los
muertos; y tercero, que lo ayude a realizar esa su obra, pero también a soportar su
ausencia.”174 La vida de Rilke, transcurrida en ‘tiempos de la entrega fervorosa’ –
en palabras de Gadamer-, encarna la experimentación misma del poeta respecto
del mundo circundante, donde el quehacer poético no es concebido únicamente
como un oficio, sino como un modo de vida. Frente a esto, es válido cuestionarse
sobre la necesidad de este nivel de compromiso, por el alto grado de sacrificio y
renuncias que implicaron para el poeta. ¿Es posible que Rilke hubiera podido dar
forma a los Sonetos a Orfeo y Las elegías del Duino, sin haber conocido y sentido
en toda su anchura el desarraigo, el abandono y la lejanía de dios? Es probable
que, si bien estas podrían tener la misma profundidad conceptual, sus palabras
carecerían de aquella fuerza apelativa que mueve la conciencia del lector a
trasladarse ‘hacia adentro’.
En este contexto, cobran sentido las palabras de Steiner al referirse a la
relación entre literatura y filosofía: “Como el eros, pero con mayor y a un mayor
coste privado o público, esta incansable indagación sobre el ser y la sustancia,
esta manera en cierto modo maníaca de lanzarse en pos de la inteligibilidad, no es
negociable. La pasión cerebral y sensorial desinteresada no es más explicable que
el amor. Guarda relación con nuestra aceptación de la muerte de una manera que
podemos convertir en mito pero no comprender del todo.” 175 Comprendemos,
entonces, la entrega del poeta a su obra, como su propia búsqueda de la
trascendencia, necesaria para él. Su obra constituye un testimonio humano de la
búsqueda de la unidad, un legado para todo aquel que, pese a la fuerza cegadora
de la ‘cultura material’, se pregunte acerca de su origen y propósito, en un intento
por conocer su identidad, más allá del propio nombre. Pues contiene una vía para
aprender a ser.
De acuerdo a Gadamer, “(…) el mensaje de sinceridad en el que la obra de
Rainer Maria Rilke encontró su sonido constante y su final perduración sigue
174
DÖRR Zegers, Otto. “El destierro del poeta”, en: La palabra y la música. P. 31.
175
STEINER, G. Op. Cit., p. 148.
123
siendo verdad, como los otros grandes mensajes de la literatura universal, desde
los dioses que ríen y los corceles que lloran de Homero. Somos demasiado
pasajeros para poder saber y decir más, pero esta obra formará parte de aquello
que la poesía de Rilke conjuró de los milenios de nuestros sentimientos
(‘Columnas, pórticos, la esfinge, el brotar esforzado, gris, desde la ciudad
decadente o extranjera, de la catedral.’) y también de ella podrá decirse: ‘Así, sin
embargo, no hemos abandonado los espacios, estos generosos espacios
nuestros’.”176
176
GADAMER, Hans-Georg. Op. Cit., p. 79.
124
Bibliografía
RILKE, Rainer Maria. El libro de las imágenes. Edición bilingüe. Versión española
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