Tres Etapas en El Despertar Del Alma Humana - Rudolf Steiner

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Andar

Hablar
Pensar
TRES ETAPAS EN EL
DESPERTAR DEL ALMA
HUMANA

RUDOLF STEINER

Camino 1
Tres etapas en el despertar del alma humana.
Praga, 28 de abril, 1923

Hoy quisiera hacerles algunos comentarios esotéricos en relación


con mi conferencia pública de anoche. Será una especie de complemento
esotérico lo que hoy les quiero exponer. Al pasar el hombre, primero como
germen, de aquella existencia que ayer llamé la pre-terrenal a la físico-
terrenal, vemos cómo en esta existencia física lo anímico-espiritual, que al
principio queda oculto, se va manifestando en el cuerpo físico. El niño
entra en sueños, por así decirlo, en el mundo físico. Vemos que la vida del
niño respecto al mundo que le rodea se presenta como una especie de
sueño del que sólo va despertando paulatinamente.

Ahora bien, encontramos que existen tres momentos destacados y


que representan los eslabones de este despertar. Con inmensa alegría, con
ese amor entregado con el que contemplamos al niño, siempre si somos
seres humanos en sentido pleno, podemos observar parte de este triple
acontecimiento, esta tríada. Sin embargo, sólo captamos su significado
pleno cuando, mediante la ciencia espiritual, somos capaces de observar la
vida anímico-espiritual tal y como se presenta en la existencia físico-
corporal. Esta tríada la constituye el aprendizaje del andar, el hablar y el
pensar. Ustedes saben a qué temprana edad el hombre recorre esta tríada.
La atraviesa en el orden mencionado y veremos enseguida por qué el orden
tiene que ser éste. Porque aunque a veces puede variar, lo normal es que
sea éste.

El aprender a andar es algo que sólo muestra un aspecto de toda


una serie de cosas que el niño aprende simultáneamente. El niño entra en
el mundo de tal manera que se encuentra en una posición de equilibrio
completamente diferente a la que habrá que adoptar más adelante. Ello
requiere también el correcto uso de los brazos, así como la correcta
adaptación al mundo de todo el organismo humano, para que tenga la
necesaria capacidad de movimiento aquí en la Tierra. Esto es lo que el
niño tiene que aprender en un primer momento. En toda la movilidad que
el hombre va adquiriendo, gracias a su organismo, fluye aquello que le
coloca en una situación de equilibrio frente a la materia sólida, líquida y
gaseosa. Y en todo ello radica la base, el fundamento, para los procesos
ulteriores. Al realizar todos estos actos que suponen el aprendizaje del
andar, del equilibrio, del uso de los brazos y los dedos, resulta que todos

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los movimientos que tienen lugar en este sistema repercuten en aquel otro
sistema que constituye la base del habla humana.

La tensión de los músculos, el flujo de la sangre, tienen sus efectos


en el cuerpo etérico del hombre. Se produce una transmisión a los órganos
físicos, etéricos y astrales encargados de la respiración, y, a continuación,
se ejerce una cierta actividad plástica sobre el cerebro. Podría decirse que
los movimientos se transmiten a aquellos órganos que, desde el interior del
hombre y mediante imitación del mundo circundante, producen el habla.
El habla e movimiento transformado, es equilibrio transformado. El que
mediante la contemplación de los fenómenos anímico-espirituales pueda
reconocer la realidad ve que en el elemento melódico de la lengua actúa la
habilidad – no la habilidad adquirida, sino el esfuerzo que se tiene que
hacer para obtener aquella habilidad, que nuestra mano necesita para la
captación de los objetos. Y lo que es el ritmo de la lengua se expresa en el
modo de colocar los pies, es decir en los movimientos que se realizan al
andar. Es muy importante observar si el niño que aprende a andar
primero pisa con el talón, la planta o los dedos de los pies. De la lengua
aflora lo que brota en el hombre como pensamiento infantil. Andar, hablar,
pensar: todo ello se desarrolla en un estado de somnolencia, como medio
en sueños. Al nacer el hombre, aún no tiene desarrolladas estas
facultades. Sin embargo, existe en el niño algo como los efectos de unas
fuerzas que habían sido activas en su vida preterrenal. La ciencia
espiritual puede demostrarnos que estas fuerzas existen en la existencia
preterrenal. Los primeros sonidos lingüísticos no expresan pensamientos,
sino que son expresión de bienestar o de malestar.

Ahora bien, ¿cómo se presentan el andar, el hablar y el pensar en la


existencia preterrenal? El que observa, de manera retrospectiva, la
expresión de la actividad pensante que emana del niño, llega hasta un
punto donde se pierde en la oscuridad indefinida, volviéndola a descubrir
en la última etapa antes del nacimiento en la Tierra. Entonces se ve al ser
anímico-espiritual del hombre manteniendo una relación espiritual con
aquella multitud de seres que, en mi “Ciencia Oculta”, describí como los
ángeles. Se trata de una relación que puede caracterizarse de la siguiente
manera: no se piensan, ni se expresan los pensamientos de manera
abstracta, sino que existe una corriente viva de pensamientos que fluye
entre los seres, de manera que se establece un intercambio vivo con los
ángeles. Y de la fuerza que de esta manera recibe el alma humana va
desarrollándose algo que el hombre no tiene en la conciencia durante su

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primer desarrollo, pero que más tarde se manifiesta como la fuerza de
pensar y representar. Tenemos esta fuerza para poder establecer el
verdadero contacto con los demás hombres. Imagínense lo que seríamos, si
no fuéramos seres dotados de la facultad de pensar, lo que seríamos como
hombres entre hombres. Todo lo que somos como hombres entre hombres
lo somos por ser individualidades dotadas de la facultad de pensar. Aquí
en la Tierra nos entendemos gracias a nuestra facultad de pensar que
manifestamos mediante el habla. Esta manera de entendernos mediante el
pensar nos viene de nuestra relación pre-terrenal mantenida con los
ángeles. Esta relación, sin embargo, que allí tenemos con los ángeles,
también podemos tenerla con los otros hombres que se encuentran en la
existencia preterrenal. Con ellos hablamos un auténtico lenguaje de
pensamientos. La relación que tenemos con la jerarquía de los ángeles, sin
embargo, es superior a esta última, porque no sólo le da satisfacción al
alma, sino también fuerza y que vuelve a encontrarse en el pensar que el
niño adquiere en la tercera etapa de su vida terrenal.

Pasemos ahora a la segunda etapa, al habla. No está tan vinculada


al sistema neuro-sensorial como el pensar. El habla está vinculada al
sistema torácico, al sistema rítmico del hombre; a todo aquello relaciona
con la respiración y la circulación de la sangre. Al observar
retrospectivamente aquello que el niño pone de manifiesto en el habla
mediante la imitación del mundo exterior, encontramos que en la vida
preterrenal le vienen al hombre estas fuerzas gracias al contacto habido
con la segunda jerarquía, con los arcángeles, los seres que reinan sobre los
pueblos y que tienen esta misión precisamente, porque mantienen con el
hombre la relación que se acaba de mencionar. Estas fuerzas que el
hombre recibe por haber estado en contacto con los arcángeles, se
sumergen en la oscuridad y, más tarde, vuelven a manifestarse en las
fuerzas propias del habla terrenal, gracias a la cual podemos entendernos
con los demás hombres. ¿Qué seríamos sin habla? Las fuerzas que hace
que nuestro sistema rítmico sea el soporte para una manifestación más
densificada nos vienen de los arcángeles. Podemos comprobarlo al dirigir
la mirada hacia atrás, a la existencia preterrenal. Entonces podemos decir
no sólo de manera abstracta, que el hombre vive allí entre seres
espirituales, sino podemos decir de manera muy concreta, cuáles son los
dotes que recibimos de los distintos seres espirituales para la vida
terrenal. Y damos gracias a estos seres espirituales, es decir que
establecemos una correcta relación con estos seres, al decir: por el pensar
doy gracias a los ángeles; por el habla doy gracias a los arcángeles.

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Volvamos ahora a lo primero que aprende el niño: el andar, el
aprendizaje del equilibrio. Con este fenómeno están relacionadas más coas
de las que normalmente creemos. Está relacionado con é un determinado
proceso físico que va desarrollando el yo y que convierte al hombre de un
ser que se arrastra en un ser que anda. El yo es el que yergue al hombre,
el cuerpo astral es el que actúa en el hablar del ser erguido, el cuerpo
etérico es el que penetra todo con la fuerza del pensar. Y todos ellos actúan
en el cuerpo físico. En el animal que tiene la columna vertebral en posición
paralela a la superficie terrestre, toda la actividad, los movimientos, las
acciones, es decir todo lo que proviene de la astralidad, es algo
radicalmente distinto de lo que existe en el hombre, que obra como un ser
volitivo, caracterizado por su naturaleza erguida y vertical. Los procesos
que, de una determinada manera, tienen lugar en el yo y en los cuerpos
astral y etérico del hombre suponen para el cuerpo físico una especie de
proceso de combustión. Aquí tenemos el punto en el que la física, cuando
quiera perfeccionarse, podrá encontrar el enlace con la antroposofía.

Ahora bien, estos procesos de combustión son distintos en el


hombre y en el animal. Cuando la llama se encuentra en el organismo en
situación horizontal, aniquila aquello que proviene de la conciencia; la
moralidad que proviene de la conciencia no puede intervenir. El hecho de
que, en el hombre la llama de la voluntad se encuentra en posición vertical
respecto al suelo explica que esté impregnada por la conciencia. El niño se
sitúa en el plano de la moralidad, en la conciencia, del mismo modo en que
se coloca en situación de equilibrio en el plano físico exterior. Al aprender
a andar entra en el hombre la moralidad propia de la naturaleza humana,
penetrándose incluso de religiosidad esta naturaleza humana. Son fuerzas
verdaderamente sublimes las que actúan cuando el niño, de moverse
arrastrado, pasa a moverse andando. Estas fuerzas, al seguirles a través
de la conciencia infantil, nos lleva a un contacto aún más elevado del
hombre con los seres que llamamos arcai o fuerzas arcaicas. Todo lo que el
hombre vivencia en la existencia preterrenal tiene sus efectos
posteriormente. Si a la fórmula a modo de oración, arriba mencionada,
queremos añadir una tercera parte, habría que decir: Por mi pensar doy
gracias a los ángeles; por el habla doy gracias a los arcángeles; y por mi
colocación en la existencia terrenal, según mis fuerzas física y morales;
doy gracias a los arcai que, a su vez, las han recibido de seres más
elevados todavía.

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Y ahora podemos contestar a la pregunta de cómo sucede que el
hombre, que tenía la conciencia luminosa antes de nacer, luego trae la
conciencia opaca. Pues, en ella se sumerge todo lo que podemos resumir
bajo el concepto de las fuerzas del andar, del hablar y del pensar, aquella
fuerzas que nos fueron dadas por las jerarquías superiores, con objeto de
transformarlas. Vemos, por lo tanto, cómo todo esto nos convierte en seres
humanos, cómo hace que seamos hombre y cómo nos pone en relación con
los mundos superiores divino-espirituales. De cierta manera, entramos
siempre de nuevo en estos mundos espirituales durante la vida terrenal,
de ahí que tenemos que decir: para el verdadero ser del hombre, el estado
dormido del que surgen los sueños, tiene al menos la misma importancia
que el estado de vigilia. Pues, al pasar el hombre del estado de vigilia al
sueño, es cuando callan estas tres facultades de la que el hombre se ha
apoderado de la manera que acabamos de explicar. Se callan el pensar, el
hablar y el actuar. Entonces vemos, al callarse el pensar mientras nos
quedamos dormidos, que el hombre, en la medida en que los pensamientos
abandonan su conciencia, se va acercando a los ángeles y que, al pararse
la facultad del habla, se va acercando a los arcángeles. Y en la medida en
que el hombre se entrega al descanso completo, paralizándose toda acción,
se va a cercando a las fuerzas arcaicas.

Pero de lo que se trata es que nos acerquemos de manera digna a


estas tres jerarquías, precisamente en estado dormido; que nos
acerquemos, de manera digna, a los ángeles, los arcángeles y los arcai.
Este es el punto del que habría que hablar especialmente a los hombres
del presente, porque el modo en que nos acercamos a los ángeles depende
mucho de la manera en que pensamos durante la vigilia . Depende de la
manera en que el hombre utilice el habla para que pueda acercarse, de
manera digna, a los arcángeles. Y depende de la utilización correcta de su
capacidad de movimiento y su sentido moral, si se acerca, de manera
digna, a los arcai.

Vivimos en una época en la que los hombres, en su pensar, ya no


quieren tener nada que vaya más allá del mundo físico, en la que quieren
recibir sus estímulos del mundo exterior. El pensar puro e independiente,
tal y como lo postulé como base de la comprensión moral en mi “Filosofía
de la Libertad” hace ya treinta años, se busca y se fomenta muy poco en
los niños de hoy. Pero mediante la manera de pensar, que Goethe y
Schiller todavía hubieran llamado idealista, el hombre se suelta del mero
mundo de vigilia de la existencia terrenal, conservando algo para el sueño.

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Tantas fuerzas tenemos para acercarnos a los ángeles durante el sueño,
cuanto tenemos de idealismo en nuestro pensar. Y tanta impotencia
tenemos para dar los pasos que serían necesarios para el acercamiento de
los ángeles, cuanto existe de materialismo en nuestro pensar. En este
sentido hay que advertir que aquellas personas sucumben, durante el
sueño a seres elementales ahrimánicos a los que su pensar se tiene que
dirigir, ya que no encuentran las fuerzas necesarias para acercarse a los
ángeles por medio del idealismo que deberían desarrollar durante la vigilia.
Qué bonito es, cuando el niño aprende a pensar con una inmediatez que la
mayoría de los hombres ni se imaginan. El pensar del niño,
inmediatamente después de haberlos aprendido, está lleno de
espiritualidad. Es maravilloso ver cómo los niños, hasta el momento en
que quedan corroídos por el materialismo, se acercan a sus ángeles
realmente volando, al quedarse dormidos, cómo se unen con los ángeles
mientras duermen. Así que podemos decir: durante el sueño visitamos
aquellos mundo de lo que procedemos, pero sólo mediante el idealismo,
mediante la espiritualización de los pensamientos, para aprender aquí a
pensar como hombres.

Contemplemos ahora el hablar. La misma importancia que el


idealismo de los pensamientos tiene para nuestra relación con los ángeles,
la tiene el idealismo de los sentimientos para la relación del hombre,
mientras duerme, con los arcángeles. El hombre que, al dirigirse a otra
persona, sea capaz de verter en sus palabras benevolencia y sentimientos
bondadosos que se transmitan al alma del otro, que no sea frío, sino que
demuestre interés por los demás, que le s haga caso con aquella actitud
que se denomina idealista y benévola, ese hombre hace resonar, de
manera agradable, dicha actitud en su habla. Al quedarse dormido, esta
actitud les da fuerza al cuerpo astral y al yo, partícipes ambos de en la
formación del habla, para poderse acercar a los arcángeles, mientras que
la postura egoísta y antisocial es la que dispersa estas fuerzas hacia el
mundo de los seres elementales ahrimánicos. De modo que el hombre que
no haga uso del habla de manera idealista y correcta, al entrar en el
mundo, realmente se deshumaniza.

Ocurre lo mismo cuando realizamos, nuestras acciones, todo


nuestro quehacer, con simpatía hacia los demás y conscientes de que el
hombre no es solamente un ser de carne y hueso, sino que, según su
naturaleza interior, el hombre es un ser espiritual. De esta conciencia nace
el respecto por los demás hombre como seres espirituales. De hacer

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realizado las acciones en esta conciencia, nos viene en el sueño aquella
fuerza que nos lleva, de manera correcta, cerca de los arcai. En cambio, al
no estar en condiciones de realizar las obras con amor a los demás, al
concebirnos sólo como seres físicos, se dispersan las fuerzas
correspondientes en el mundo de los seres elementales ahrimánicos,
enajenándonos de la misma naturaleza humana.

Así, el hombre trae dones de la existencia preterrenal. Entre el


dormirse y el despertarse, sin embargo, vuelve a vincularse, de tres
maneras distintas, con las formas originales, eso es, cuando, en estado
inconsciente, vuelve a estar, cada vez de nuevo , con los seres
mencionados. Aquí en la tierra, para nuestro trato con los otros seres
humanos, hemos de servirnos de tres fuentes y que son la fuente de los
pensamientos, la fuente del habla y la fuente de las acciones. Así, durante
el sueño, mantenemos una triple relación con el mundo espiritual: con los
ángeles, los arcángeles y las fuerzas arcaicas.

Los vínculos que aquí establecemos con estos seres son de


importancia decisiva para cuando franqueamos el umbral de la muerte. La
visión espiritual nos permite reconocer que el hombre puede acercarse
cada vez más a los ángeles, los arcángeles y a los arcai. Eso, sin embargo,
es algo que podría tener consecuencias muy graves para los hombres del
futuro, si se entregaran por completo a los seres elementales ahrimánicos
y si el materialismo se estableciera, cada vez más, dentro de su pensar,
hablar y obrar. Pero gracias al mundo espiritual, las almas humanas, hoy
día, aún conservan por lo menos la mayoría- un legado de buena fe en el
pensar, hablar y obrar y que es lo suficientemente grande para que no
todo pueda, hoy día, corromperse por el materialismo. Las personas muy
materialistas no sacan mucho de la vida terrenal presente para acercarse a
las jerarquías, sin embargo, lo que allí les lleva emana de las vidas
pasadas. No obstante, la humanidad podría fácilmente obtener otro
premio, de no llegar a una concepción espiritual de la vida. La idealización
del pensar, hablar y obrar le da al hombre la posibilidad de establecer, en
cierto modo, nuevos vínculos con las tres clases de seres divino –
espirituales, es decir los ángeles, los arcángeles y los arcai, que son los
que el hombre necesita durante el período entre la muerte y un nuevo
nacimiento. Si el hombre en este período no estuviera en contacto con los
ángeles, en un futuro lejano nacería como un ser cuyos pensamientos
estarían paralizados; si no estuviera en contacto con los arcángeles,
nacería sin habla; y si no estuviera en contacto con los arcai, nacería

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paralítico de cuerpo y paralítico de impulsos morales. Está en manos de la
humanidad terrena de aniquilarse toda por el materialismo de la
civilización y la cultura o de elevarse por espiritualización a un altura
superior y que en mi “Ciencia Oculta” he denominado la existencia
jupiteriana de la Tierra.

La Antroposofía no es una teoría. Cada palabra, cada pensamiento


entre en toda nuestra vida pensante, en nuestra alma humana toda. No
podemos por menos de pensar: - si no estás en correcta relación con los
seres superiores eres un inválido – De ahí también nos viene un
sentimiento de responsabilidad frente al mundo espiritual que, a su vez,
hace que tengamos un correcto sentimiento de responsabilidad frente al
mundo físico. Nos viene sólo de ahí. Recapitulemos lo que ocurre con el
hombre: por el idealismo de sus pensamientos se va acercando a los
ángeles; por sus palabras, por todo lo que su habla exprese de concepción
idealista, se acerca a los arcángeles; por lo que sus obras contengan de
idealismo, se acerca a los arcai. Al ver cómo, durante el sueño, se esfuerza
el ser humano a elevarse a las tres jerarquías, comprenderán lo que la
investigación Antroposofica nos demuestra: que el destino del hombre se
va tejiendo de esta manera. Y lo llevamos con nosotros, al franquear el
umbral de la muerte y, más tarde, tendremos conciencia de ello. Después
de la muerte tenemos que configurar los pensamientos en contacto con los
ángeles; a partir de nuestra concepción del mundo tenemos que formarnos
nuestras representaciones después de la muerte.

El modo de situarnos dentro de la humanidad por medio del habla


nos capacita, nos da la fuerza de reunirnos con los arcángeles. Por el modo
de utilizar nuestros miembros tenemos que adquirir la facultad de
mantener la autoconciencia, y ello gracias al contacto con los arcai. Así
nos vamos introduciendo en el mundo espiritual y así se va hilando lo que,
con la conciencia iluminada, va tomando forma durante el período entre la
muerte y un nuevo nacimiento.

Observando ahora al niño en sus primeros años de vida, vemos los


efectos de la vida terrenal anterior. No sólo se nos revela la vida
preterrenal, sino también la encarnación anterior, y sólo así adquirimos
una visión conjunta de la vida terrenal. Entonces vemos al niño cómo
aprende a andar, cómo aprende a manejarlos brazos; observamos si pisa
con los dedos o con el talón. Y no le vemos sólo tal y como se presenta a la
mirada física; sino que nos podemos dar cuenta si anteriormente
determinadas acciones se realizaron con delicadez, con ternura y

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misericordia en el corazón; todo lo cual hace que el niño tenga el paso
firme en esta vida; pero vemos, asimismo, que un modo de andar inseguro
y bailoteante es consecuencia de una conducta brutal y falta de compasión
en la vida anterior. Cada paso que da el niño, esa lucha suya por aprender
a andar de una manera u otra, se nos presenta como consecuencia de una
encarnación anterior. Aprendemos a reconocer lo físico como imagen de lo
que vive en el niño como impulso moral, fruto de una encarnación
anterior. Lo más grandioso que podemos observar es el aprendizaje del
andar. La caga principal del destino se manifiesta en este aprendizaje del
andar. La libertad del hombre, ya lo dije ayer, no se ve más afectada por el
hecho de que el hombre nazca con su destino, que por el hecho de tener
los cabellos rubios o negros.

En el aprendizaje del habla se expresa algo diferente. También está


relacionado con la existencia preterrenal, pero es difícil de caracterizar. Y
dado que es complicado de explicar, quiero decírselo con palabras
populares. Al franquear el hombre el umbral de la muerte, su naturaleza
humana queda configurada de una determinada manera moral. Durante el
sueño, siempre estaba tejiendo du propio ser y ahora comienza a ver él
mismo lo que ha esto tejiendo. Al franquear el umbral de la muerte, se
acerca, de manera correcta, a los ángeles, los arcángeles y los arcai. Pero
hay algo más que recibe el hombre del segundo grupo de las jerarquías.
Son estos seres los que vierten en el hombre, como destino adicional y más
impersonal, lo que, en su próxima encarnación, se sitúa dentro de un
idioma determinado y le coloca en un pueblo determinado. El destino
personal depende de lo que el hombre es en relación con los arcai; la
facultad de hablar nos viene de los arcángeles. Sin embargo, depende de
seres muy superiores aún qué idioma hablamos: son los exusíai, dínamis y
kiriótetes.

El pensar, la facultad representativa acabo de demostrar que está


relacionado con los ángeles. Estos seres puede proporcionarle al hombre el
don del pensar. Esta facultad, sin embargo, la han adquirido ellos en la
época terrestre; no la tenían en la época lunar. Ello supone una evolución
para los ángeles también; así, ellos se van acercando a los serafines,
querubines y tronos. Se establece así el contacto inmediato con los tronos,
querubines y serafines, que son los que conceden facultades no sólo a
comunidades determinadas, sino a toda la humanidad. Pues el pensar es
común a toda la humanidad. Y la lógica es la misma en todas partes del
mundo. El andar, en el que se expresa el destino personal, nos viene de los

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arcai. La facultad del habla la recibe el hombre de los arcángeles, pero ello
se orientan en la segunda de las jerarquías. De los ángeles recibe el
hombre la facultad de pensar, pero se la dan bajo la influencia de las
jerarquías más elevadas.

De esta manera se entrelazan las cosas en el orden del mundo, y


sólo comprendemos al hombre, al verle en relación con este orden del
mundo. Y así no se comprende sólo al hombre individual, sino que se
entienden también las características de una comunidad lingüística
existente o en vías de extinción, un pensar deficiente o más perfecto. El
hombre se encuentra en la Tierra dentro de un cierto dualismo. Ve que los
seres dependen de determinadas leyes naturales y, frente a ello, el hombre
tiene conciencia de su relación con la divinidad. Aquí en la Tierra no hay
unión en el orden del mundo físico y el moral. Pero al mirar la vida antes
de nacer y después de morir, entramos en un mundo en el que estos dos
mundos están unidos en uno solo. El hombre no puede hacerse una idea
de lo que es, si no está en condiciones de verse como ser espiritual. El
hombre no adquiere una concepción del mundo completa, si no es capaz
de ver más allá del nacimiento y de la muerte, si no dirige la mirada hacia
los mundos superiores. El hombre para comprender su naturaleza plena y
completamente, necesita tener la conciencia penetrada por la convicción
de estar en relación con el mundo espiritual. – Estas son las cosas que hoy
quería decirles de una manera esotérica-.

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Esta conferencia forma parte de un ciclo de seis conferencias de Rudolf Steiner pronunció
en Praga en el mes de abril de 1923 bajo el título:
“El Alma Humana y su Relación con las Individualidades
Divino-Espirituales”

Titulo original: Die menschliche Seele im Zusammenhang mit gôttlich – geistegen


Individualitâten (GA 224)
Traducido del alemán por Almur Rubow
Sólo para uso interno en grupos de trabajo antroposóficos.

CAMINO 1: ANDAR – HABLAR – PENSAR


Tres etapas en el despertar del alma humana.

CAMINO 2: LA ALIMENTACIÓN DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LA ANTROPOSOFÍA.

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