Selección de Leyendas

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Mitos y leyendas chilenas

El Tótem del Guanaco (Yestay)

Sobre el Yestay (también conocido como Yastay) existen diferentes versiones, tanto acerca de su
forma como de su origen, las que a continuación te mostraremos.

De acuerdo con algunas tradiciones, el Yestay sería un guanaco protector de las manadas,
especialmente de las vicuñas y guanacos, que resalta sobre los demás por su gran tamaño y belleza.
Se cree que este animal sería el jefe de todos los demás y que tiene la particularidad de aparecer en
los momentos más inesperados.

Sin embargo, su apariencia no siempre es agradable de ver, porque, en ocasiones, desata toda su
furia contra los cazadores mostrándose con una cabeza de demonio y lanzando lenguas de fuego
por su boca. Ni siquiera las balas son capaces de derrumbarlo y, menos, la fuerza humana.

No obstante, en otras oportunidades se presenta con un rostro angelical. Incluso, puede hacer las
veces de guía en medio del desierto, cuando capta la bondad en quienes se aproximan de manera
tranquila y pacífica a la manada.

Su alimento predilecto es el cocho (harina de maíz tostado) con harina de quintitaco (algarrobo
dulce).

Los que desean cazar, deben pedirle permiso al Yestay, para lo cual le dejan una ofrenda entre las
piedras del cerro. Este animal protege a los cazadores pobres que atrapan animales solo para
alimentarse, y castiga a los que lo hacen sin necesitarlo. En ocasiones asume la forma humana para
hacer tratos con las personas.

Otra versión apunta a que es hijo de la Pachamama (madre tierra) y que por encomienda de ella
debe cuidar a los animales silvestres. En muchas ocasiones se presenta como un anciano de barba
blanca que lleva consigo un cetro y una flauta con la cual toca suaves y dulces melodías, logrando
de esa manera amansar a las fieras.
El Alicanto

El Alicanto es, en la zona norte del país, el sueño de muchos mineros, que
esperan que algún día este personaje se les aparezca y les muestre el sendero
hacia una veta de oro o plata. Se trata de un enorme pájaro, de grandes alas
color metálico, pico encorvado y patas alargadas con enormes garras. Se
alimenta de oro o de plata y sus alas fosforecen durante la noche. Si el animal
come oro, despide destellos dorados; o argentados si su alimento fue la plata.

Las personas que lo han podido ver han dejado todo de lado por seguirlo, pues
se dice que el ave se ubica en el lugar exacto de la riqueza. Pero quien sigue al
alicanto repentinamente, al llegar al lugar del supuesto tesoro, el ave lo
abandona, dejándolo sin agua y sin comida. Sólo una plegaria a la virgen de
Punta Negra le puede mostrar el camino de regreso.
La Lola

La Lola es un personaje que forma parte de la mitología de una amplia zona


geográfica, pues su leyenda se registra en Antofagasta, Santiago, O’Higgins y
Colchagua.

En la provincia de Antofagasta, en la época de los descubrimientos, fue muy


conocida una bella mujer llamada Lola. Su padre vivía para cuidar a su hija y
distanciarla de sus enamorados.

Lola sembraba ilusiones y desengaños en los hombres, y mucha envidia entre


las mujeres. Un día conoció a un hombre del que se enamoró, pero él amaba
a otra mujer; ella, al sentirse desplazada, se transformó en una terrible mujer
celosa.

Fue así como, una noche, se dirigió descalza y silenciosa a la habitación donde
dormía el hombre y lo mató con un puñal. Después huyó a los cerros dando
gritos y alaridos. Al tiempo regresó al poblado, víctima de la locura, solo
sabiendo reír, hasta que murió.

Desde entonces la Lola y su espíritu vengativo recorren los cerros.


Los brujos de Salamanca

Se dice que en una cueva de Salamanca, donde se aprende el arte de la


brujería, viven las almas de los brujos fallecidos, quienes les entregan poderes
a los que se inician en este arte. Esta cueva tiene varias entradas y están
cuidadas por culebrones.

Además, en este lugar se rinde homenaje a Satanás, se efectúan misas negras


y se realizan las confesiones de brujos y brujas. Solo una palabra religiosa o la
señal de la cruz puede disolver, rápidamente, una asamblea, y al canto del
gallo, los brujos vuelven a sus casas escurriéndose por la chimenea, por el ojo
de la cerradura o por alguna rendija.

Cada cierto tiempo, en la cueva se organizan fiestas a las que asisten los
maestros. En ellas se usan servicios de oro y plata, pero ninguna de estas piezas
puede ser sacada de la guarida, ya que en el exterior se convertirá en algo de
poco valor. Cuentan que un brujo invitó a un joven a la cueva mientras se
realizaba allí una fiesta y cuando nadie lo veía, este escondió una cuchara de
plata en su bolsillo.

En ese momento, vio que una niña se le acercaba, perdió el sentido y despertó
en la plaza del pueblo. Rápidamente se llevó la mano al bolsillo buscando la
pieza robada, pero sólo encontró una bolita, sin ningún valor, de las que usan
los niños para jugar.
La Añañuca

Es una flor típica de la zona norte de nuestro país, que crece específicamente entre Copiapó
(Región de Atacama) y el valle de Quilimarí (Región de Coquimbo). Pocos saben que su
nombre proviene de una triste historia de amor.

Cuenta la leyenda que en tiempos previos a la Independencia de Chile, en la localidad de


Monte Patria, vivía Añañuca, una bella joven indígena que todos los hombres querían
conquistar, pero nadie lograba.

Un día llegó al pueblo un minero que andaba en busca de un tesoro. Al conocer a Añañuca,
surgió el amor entre ambos, por lo que decidieron casarse.
La pareja fue feliz durante un tiempo, pero una noche, el joven tuvo un sueño donde un
duende le revelaba el lugar en donde se encontraba la mina que por tanto tiempo buscó. A
la mañana siguiente, sin avisarle a nadie, ni siquiera a su mujer, partió a buscarla.

Añañuca, desolada, lo esperó y esperó, pero pasaban los días, las semanas, los meses y el
joven minero nunca regresó.

Se dice que éste habría sido víctima del espejismo de la pampa o de algún temporal,
causando su desaparición y, presuntamente, su muerte.

Añañuca pronto murió, producto de la gran pena de haber perdido a su amado. Fue
enterrada por los pobladores en pleno valle en un día de suave lluvia. Al día siguiente, salió
el sol y todos los vecinos del pueblo pudieron ver un sorprendente suceso. El lugar donde
había sido enterrada la joven se cubrió por una abundante capa de flores rojas.

Desde ese momento, se asegura que esta joven se convirtió en flor, como un gesto de amor
a su esposo, ya que de esta manera permanecerían siempre juntos. Así fue que se le dio a
esta flor el nombre de Añañuca.
La Calchona

Muchas son las versiones que se han tejido en torno a la fantástica historia de la Calchona.
Mientras algunas personas se refieren a ella como una mujer fea y malévola que ataca a los
jinetes, otras dicen que, tomando forma de animal, ataca a los hombres desobedientes e
infieles. Existe, además, la versión de la mujer que por las noches se transforma en
diferentes animales.

Aquí te presentamos una de ellas: cuenta la historia de un matrimonio que vivía sin
problemas en el campo, junto a sus dos hijos. Sin embargo, la familia no sabía que la mujer
era bruja y que en su hogar escondía varios frascos con unas cremas que, al aplicarlas sobre
su cuerpo, le permitían transformarse en el animal que ella eligiese. Todas las noches
realizaba el rito de colocarse los ungüentos y salir a pasear por los campos. En la mañana
regresaba, se aplicaba sus cremas y volvía a recobrar la forma de madre.

Así pasó el tiempo, hasta que un día sus hijos la vieron, e imitando a su mamá se pusieron
las cremas, transformándose en múltiples animales. Pero cuando quisieron volver a ser
niños, no supieron cómo, y convertidos en animalitos se pusieron a llorar. El padre despertó
con los sollozos de los hijos, pero su sorpresa fue enorme, pues en lugar de verlos a ellos
encontró solamente pequeños animales. Con inteligencia, logró encontrar el frasco con la
pócima indicada y consiguió que los niños se transformaran nuevamente en niños; pero
para evitar que les volviera a ocurrir lo mismo, tomó las cremas y las botó en las aguas de
un río.

La madre, convertida en oveja negra, regresó a su casa, comenzó a buscar sus cremas por
todos lados, y como no pudo encontrarlas, quedó para siempre convertida en ese animal.
Por eso, cuando se siente balar una oveja negra que vaga de noche sola por los campos, los
campesinos saben que se trata de la Calchona. Todos acostumbran dejarle un plato de
comida para que se alimente, ya que es totalmente inofensiva.
La Cuca

De la leyenda de la Cuca se conocen tres versiones: la Cuca negra, la Cuca


blanca y la Cuca cordillerana. La primera es un ave que vuela de noche. Cuando
lo hace en las noches de luna, si su sombra toca a una persona, esta muere
antes de cumplirse un año. Su grito se asemeja al rebuzno de la mula. Si lo
lanza sobre una casa, al poco tiempo muere uno de los moradores de ella.

La Cuca blanca es un ave benéfica que ayuda a las personas que andan
extraviadas a encontrar el camino. Cuando canta, dice: ¡Cuca! ¡Cuca!

La Cuca cordillerana habita cerca de los Andes y es un ser mitad mujer, mitad
vaca que siempre anda con la cabeza tapada. Entra en las casas, saca a las
personas mientras duermen y las deja en un sitio distante sin causarles ningún
daño.
El Chonchón

El Chonchón se presenta como una cabeza humana, de la que nacen unas


enormes orejas que usa a modo de alas para volar. Su presencia es delatada
por su fatídico grito de tué, tué, que indica que una persona va a morir.
Revolotea alrededor de la habitación de los enfermos, lucha con el espíritu de
estos, y, si los vence, chupa la sangre de los pacientes.

Se considera a los Chonchones como brujos que tienen el secreto para volar.
Esto lo hacen untándose unas cremas en la garganta, con lo que logran que
salga a volar sólo la cabeza, diciendo: Sin Dios ni Santa María. El cuerpo
permanece en la casa.

Para ahuyentarlos se reza la siguiente oración: San Cipriano va para arriba, San
Cipriano va para abajo, sosteniendo una vela del buen morir. Con estas
palabras el Chonchón cae al suelo. También se le echa sal al fuego de la cocina
y se dice: Pasa, Chonchón, tu camino, o vuelve mañana por sal. Al día siguiente
se presentará alguien a pedir sal y no hay que negársela.
El Pihuchén

En mapuche significa secar a la gente. Es un personaje cuya existencia se


registra más allá de la zona central, pues también aparece en Coquimbo, La
Araucanía y Chiloé.

Se trata de un culebrón verdoso, de alrededor de medio metro de largo, que


vive en el corazón de los árboles huecos. Chupa la sangre de las ovejas o de los
cristianos desde lejos.

Su presencia se reconoce por las huellas de sangre que deja.

En algunos campos, a los rebaños de ovejas se les ponen seis o más cabros,
pues la sangre de estos animales es muy fuerte y ahuyenta a los pihuchenes.

Para matarlo, se cubre el árbol en que está escondido con una tela fuerte, para
que no pueda huir, y en seguida se prende fuego al árbol.
La Laguna del Inca

Escondida en las alturas de la Cordillera de los Andes, en Portillo, se encuentra una hermosa
laguna que hoy se conoce como Laguna del Inca. Algunas personas aseguran que sus
tranquilas aguas color esmeralda se deben a una romántica historia de amor.

Antes que los españoles llegaran a estas tierras, los incas habían extendido sus dominios
hasta las riberas del río Maule, y como se consideraban hijos del Sol, las cumbres andinas
eran el escenario ideal para realizar sus rituales y ceremonias religiosas.

Según cuenta la leyenda, el inca Illi Yupanqui estaba enamorado de la princesa Kora-llé, la
mujer más hermosa del imperio. Decidieron casarse y escogieron como lugar de la boda
una cumbre ubicada a orillas de una clara laguna. Cuando la ceremonia nupcial concluyó,
Kora-llé debía cumplir con el último rito, que consistía en descender por la ladera del
escarpado cerro, ataviada con su traje y joyas, seguida por su séquito. Pero el camino era
estrecho, cubierto de piedras resbalosas y bordeado por profundos precipicios. Fue así
como la princesa, mientras cumplía con la tradición, cayó al vacío.

Illi Yupanqui, al escuchar los gritos, se echó a correr, pero cuando llegó al lado de la princesa,
ella estaba muerta. Angustiado y lleno de tristeza, el príncipe decidió que Kora-llé merecía
un sepulcro único, por lo que hizo que el cuerpo de la princesa fuera depositado en las
profundidades de la laguna.

Cuando Kora-llé llegó a las profundidades envuelta en blancos linos, el agua mágicamente
tomó un color esmeralda, el mismo de los ojos de la princesa. Se dice que desde ese día la
Laguna del Inca está encantada. Incluso hay quienes aseguran que en ciertas noches de
plenilunio el alma de Illi Yupanqui vaga por la quieta superficie de la laguna emitiendo tristes
lamentos.
Carcancho

El Carcancho es otro de los personajes fabulosos que se menciona en la zona


central. La leyenda cuenta que se trata de un hombre cubierto de pelos que se
alimenta sólo de tubérculos y camina incansablemente por la nieve. Muchas
personas lo han seguido, pero nunca han podido darle alcance. De su presencia
sólo quedan unas enormes pisadas impresas en la nieve.
El Basilisco

Criatura que tiene cabeza de gallo y un cuello largo como el de una serpiente. Nace de un
pequeño huevo incubado por una gallina vieja o un gallo rojo.

Cuando en los gallineros aparece, de vez en cuando, un pequeño huevo blanco-grisáceo, de


aproximadamente un centímetro de diámetro, redondo, de cáscara gruesa y rugosa, el
pánico se apodera de la gente de Chiloé, ya que de él nace el terrible y despiadado monstruo
llamado Basilisco, también conocido como Fasilisco, Athrathrao o Lagarto. Si se desea evitar
que nazca, el huevo, puesto por una gallina vieja o un gallo rojo, se debe quemar de
inmediato.

El aspecto del Basilisco es una mezcla entre ave y reptil. Tiene cabeza de gallo, un cuello
largo y ondulante como de serpiente, cuerpo con forma de ave, con alas y patas pequeñas.
En el día se esconde bajo el piso de la casa en donde vive. En la noche, cuando todos
duermen, sale de su guarida emitiendo un hipnotizante canto parecido al gallo, que hace
caer en una especie de coma a los moradores. De esta forma, se introduce en los
dormitorios y les absorbe el aliento y la saliva a sus ocupantes, robándoles su fuerza interna.

Quien es atacado comienza a sufrir una tos seca y a enflaquecer, hasta que queda reducido
a un esqueleto. El final es trágico, pues uno a uno los habitantes de la casa enferman y
fallecen. La única forma de terminar con este monstruo es quemar la casa.

El Basilisco no sólo seca a los moradores de las viviendas, sino que también puede
sorprender a una madre que está amamantando. Cuando esta duerme, le succiona la leche
de sus pechos, mientras entretiene a su bebé dándole a chupar su cola.

Este engendro también posee el poder de matar a quien lo vea, sólo con su mirada. Si
solamente le alcanza a divisar un brazo o pierna, el individuo no muere, pero queda con
aquel miembro paralizado por el resto de sus días.
El Imbunche

Se dice que cuando los brujos necesitan de un cuidador para su cueva, raptan al primogénito
de alguna familia. También se cree que muchas veces es el mismo padre quien vende al
niño o lo regala, a cambio de favores de parte de los brujos.

Este niño es el Imbunche (también conocido como Ivunche, Invunche , Vuta Macho,
Machucho o Chivato de la Cueva), a quien los hechiceros deforman quebrándole una pierna,
la que luego le tuercen sobre su espalda. También le doblan la cabeza hacia atrás y sus
orejas, boca, nariz y dedos son torcidos igualmente. Además, le aplican sobre su espalda un
ungüento que le hace crecer un pelo grueso.

Para caminar se apoya en su pierna buena y en sus dos brazos y manos, por lo que se dice
que anda en tres patas. El Imbunche no puede hablar y sólo emite sonidos guturales y
desagradables parecidos al balar de un chivo. Además, los brujos le parten la lengua en dos,
para que no pueda revelar los secretos de su secta; existen historias sobre imbunches que
lloran bajo la Luna, como si recordaran a su familia.

Durante el período de lactancia es alimentado con leche de gata negra (mujer india).
Después con carne de cabrito (niños de corta edad) y, a partir de la juventud, de carne de
chivo (carne de adulto). Los alimentos deben serle servidos sólo por los brujos.

Su función es proteger la entrada de la Cueva de los Brujos, participar en algunos rituales y


arbitrar como un patriarca en algunos juicios.

Si bien debe permanecer en su puesto, en ocasiones el Invunche sale, cuando escasea el


alimento o cuando los brujos lo utilizan como un asesino a larga distancia para aquellos que
se atreven a interponerse en el camino de los hechiceros.
Cueva de Quicaví

Se dice que en la localidad de Quicaví (comuna de Quemchi) se encuentra una


cueva que también es llamada Casa Grande. Esta sería la guarida donde vive el
Supremo de los Brujos (un rey o gobernador) y estaría resguardada por el
Imbunche.

En ella se encuentra una serie de objetos de brujería, como, por ejemplo, uno
que revela el pasado, el presente y el futuro, y todo cuanto el Supremo desee
conocer. También está el Macuñg, que es un chaleco luminoso que llevan los
brujos por las noches y que les sirve para volar; este está hecho de piel
humana.

Los brujos, cuando desean quedar a oscuras, se bajan el poncho, y si quieren


luz, se lo suben.

Otros dicen que allí estaría el Libro o Revisorio, un instrumento usado para
hacer diversos exámenes, y el Chayanco, utilizado para vigilar a todos los
miembros de la comunidad de brujos.

La Cueva tendría su entrada en una quebrada y mediría aproximadamente 200


metros de largo y sería un sitio subterráneo con muchas dependencias.
El Pillán

Los principales dioses del pueblo mapuche eran imaginados como malos
espíritus a los que había que apaciguar mediante algunos sacrificios. La más
poderosa de estas divinidades era Pillán, el dios del trueno y el proveedor del
fuego. Este dios provocaba los temblores de la tierra, las erupciones volcánicas
y los relámpagos.

Se representaba como una divinidad corporal en varias formas. Los jefes


guerreros que morían luchando eran reabsorbidos por Pillán y se convertían
en volcanes; los simples guerreros lo hacían en nubes. A partir de esta creencia
se elaboró el siguiente mito: durante una tempestad los indígenas miraban al
cielo para ver hacia qué lado se dirigían las nubes, suponiendo que significaban
la batalla entre ellos y los españoles invasores. Si las nubes iban hacia el sur,
los mapuches se lamentaban porque significaba la derrota indígena; en
cambio, si lo hacían en dirección al norte se alegraban por la derrota española
que representaba.

El dios Pillán tenía como servidores a otros espíritus llamados wekufus, que
para hacer el mal poseían la facultad de transformarse a su antojo. Los
mapuches atribuían a estos espíritus todas las enfermedades y algunos de los
fenómenos meteorológicos que ocurrían a destiempo, como por ejemplo que
lloviese en el momento de recoger la cosecha.

La divinidad benéfica que tenían los mapuches era Anchimayén, la Luna,


esposa del Sol. Protegía a este pueblo de los desastres y expulsaba a los malos
espíritus, que huían por miedo a ella.
El Trauco

Es tal vez uno de los más representativos. Según la leyenda chilota, se trata de
un hombre pequeño, deforme y de baja estatura, que habita en los bosques
de la región. Sus facciones son gruesas y toscas, y su cuerpo, además de
asemejarse al tronco de un árbol, está cubierto de fibras de quilineja (planta
trepadora usada para la fabricación de canastos y cordeles). Usa un gorro en
forma de cono, como un cucurucho, y porta una pequeña hacha de piedra o
bastón de madera llamado pahueldún, con el que es capaz de derribar
cualquier árbol, pues tiene la fuerza de un gigante.

Se dice que es capaz de matar a una persona con la mirada, siempre que la vea
antes de ser observado; pero es más frecuente que ella quede deforme, con el
cuello torcido, o sentenciada a morir dentro de un año.
Tiene instintos lascivos y procura siempre apoderarse de alguna mujer para
abusar de ella.
La Pincoya

Es una mujer joven de extraordinaria belleza que representa la personalidad


de los mares y las playas. Sale de la profundidad de las aguas a danzar en las
playas o sobre las olas, semi-vestida con un traje de algas. Sus brazos y piernas
son similares a los de una persona.

Cuando realiza su baile mirando hacia alta mar, significa que abundarán los
peces y mariscos. En cambio, si lo hace con el rostro en dirección hacia la playa,
indica que los peces y mariscos serán escasos. Si por la ausencia de la Pincoya
la escasez se mantiene, es posible hacerla volver por medio de una ceremonia
mágica donde intervienen brujos o machis.

Cuando los isleños naufragan, la Pincoya acude a su auxilio. A veces algunos


pescadores la ven entre los roqueríos peinando su larga cabellera, rojiza o
rubia. Su acompañante, como hermano o esposo, es el Pincoy.
La Fiura

Es una mujer de horrible aspecto, pequeña estatura y mal aliento que habita
en los bosques. Es coqueta; se baña en las vertientes o cascadas, y luego peina
su larga y abundante cabellera con un peine de cristal. Después del baño, se
sienta sobre el musgo y permanece desnuda durante horas. Tiene un gran
poder de seducción, y una vez que logra atraer a su víctima lo enloquece. Por
eso las expresiones populares dicen que “lo tentó la condená”.

Representa lo femenino de la perversidad y se deleita haciendo el mal a


quienes la rechazan, sean estos animales o seres humanos. El mito dice que la
Fiura los tuerce con el poder de su aliento, produciéndoles ciática o
“tullimiento”. Los animales quedan “descuadrilados” o quebrados sin tener
señales de golpes o garrotazos.
El Camahueto

Es otro de los personajes que aparecen en la mitología chilota. Se trata de un


ternero parecido al unicornio, de pelaje color plomizo muy brillante. En la
frente posee un cuerno dorado que brilla a la luz de la luna. Los que lo han
visto dicen que es un animal muy ágil y vigoroso, de gran hermosura. Nace y
habita en las quebradas donde existe una caída de agua, y en lagunas
pantanosas. En ese lugar permanece hasta los 25 años y después emigra al
mar, pero para llegar a su destino destruye la naturaleza circundante y los
sembrados de los agricultores. Según la leyenda, cuando alguien sabe que se
está desarrollando un Camahueto en su terreno, busca un machi o brujo para
que lo atrape en el plenilunio, laceándolo con una soga de sargazo, y lo
conduzca al mar sin provocar daño. El machi que captura al Camahueto recibe
una recompensa en dinero o especies y el cuerno del animal.
Las Tres Pascualas

A fines del siglo XVIII, en Concepción vivían tres hermanas, a quienes se las conocía como
las tres Pascualas. Como era su costumbre lavar juntas la ropa en una laguna cercana a su
hogar, se las veía frecuentemente afanadas en esta labor.

Una tarde, algunas mujeres encontraron sus cadáveres flotando en el agua. ¿Qué había
pasado? Según se cuenta, las hermanas se enamoraron del mismo hombre, quien las sedujo
y, luego, las abandonó. Desesperadas, ellas decidieron terminar con sus vidas y se arrojaron
a la laguna. Inexplicablemente, se formó un gran remolino y las aguas, furiosas, se
desbordaron. Cuando la quietud volvió, la laguna tomó la forma de la luna en cuarto
menguante.
Desde entonces, los lugareños cuentan que algunas noches suelen ver lavando a las tres
Pascualas.

Otra versión de la leyenda dice que a la casa donde vivían con su padre habría llegado a
hospedarse un forastero. El hombre se enamoró de las tres muchachas y cada una, en
secreto, le correspondió su amor. Sin embargo, él no supo a cuál de las tres escoger, así que
las citó a la laguna en la noche de San Juan. Las esperó sentado en un bote y cuando vio su
reflejo, desesperado, comenzó a gritar: ¡Pascuala!…

¡Pascuala!… ¡Pascuala! Las tres creyeron ser las elegidas, entraron en la laguna y se
ahogaron. Desde entonces, se dice que en las noches de San Juan, en la laguna aparece un
bote y se escucha una voz angustiada que llama a las muchachas.
La campana de Rere

Rere es una localidad ubicada en la Octava Región de nuestro país. En este


lugar es famosa la leyenda de la campana de un antiguo templo que resultó
destruido luego de un fuerte terremoto.

Esta campana pudo hacerse gracias a las donaciones de diferentes personas,


quienes entregaron para su fabricación joyas, monedas de oro, plata, cobre,
bronce y otros metales. La aleación de todos ellos le dio un maravilloso tañido,
que se escuchaban a muchos kilómetros de distancia.

En una ocasión, se quiso llevar la campana a Concepción. Cuando la


trasladaban en una carreta tirada por varias yuntas de bueyes, a poco andar
no hubo fuerza que lograra hacerla avanzar, y se decidió volverla a su lugar,
sin que se necesitara más que una sola yunta para hacerlo.
Make – Make

Make-Make está representado en Isla de Pascua como el creador del mundo. El mito cuenta
que Make-Make siempre miraba la Tierra que había creado, pero sentía que algo le faltaba.
Un día, por casualidad, tomó una calabaza que estaba llena de agua, y al mirar dentro vio
con asombro que su rostro se reflejaba en ella. Muy sorprendido por lo que había
descubierto, saludó a su propia imagen y en ese preciso instante un pájaro de posó sobre
su hombro. Al ver que su imagen en el agua se aparecía con un pico, alas y plumas, Make-
Make tomó el reflejo y lo unió con el del pájaro, naciendo así su primogénito.

Después de algún tiempo, Make-Make pensó crear a un ser a su imagen, que supiera hablar
y pensar como él lo deseaba. Fue así como probó fecundar las aguas del mar, las que se
poblaron de peces. Finalmente, fecundó una piedra en la que había tierra colorada, y de
ella surgió el hombre. Make-Make se puso muy contento al ver que el hombre estaba
formado a su imagen y semejanza, pero como encontró que se veía muy solitario, lo hizo
dormir y fecundó una de sus costillas izquierdas, creando así a la mujer.

Se dice que en los tiempos antiguos la tierra de Rapa Nui era muy grande, y que Uoke, el
dios devastador, tenía gran poder sobre ella. Podía producir movimientos sísmicos para
hundirla o levantarla cuando lo deseaba, usando para ello una palanca. Cierto día, cuando
Uoke estaba divirtiéndose levantando parte de Rapa Nui, se le quebró la palanca. De esta
manera, Rapa Nui quedó más abajo, y como afloraron solo las cúspides de las montañas, el
continente sobresalió. Fue así como se formó esta isla, bautizada con el nombre de Te-Pito-
Te-Henua o El Ombligo del Mundo.
Aku-Aku, el secreto de los diablos

Una calurosa tarde de verano en Rapa Nui, unos diablos se sacaron la ropa
para dormir una siesta.

En ese momento, pasó por ahí un joven llamado Takuihu, quien observó con
gran asombro que los cuerpos de los diablos no tenían carne… eran solo
esqueletos. Cuando ya se iba, fue sorprendido por otro diablo que estaba
cerca. Este, desesperado, los despertó a gritos y les contó que un hombre los
había visto sin ropa. Los diablos, por temor al ridículo en que caerían si el joven
contaba lo que había visto, resolvieron matarlo.

Rápidamente dieron alcance a Takuihu y lo interrogaron sobre lo que había


visto. El joven, astutamente, los convenció de que no había visto nada;
entonces, lo dejaron ir, pero decidieron espiarlo para ver si mentía. Durante
dos días lo vigilaron y estuvieron atentos a todos sus comentarios, pero como
el isleño se había dado cuenta de estas maniobras, jamás habló del tema con
otras personas. Finalmente, los diablos decidieron retirarse con la plena
seguridad de que el secreto de sus cuerpos no iba a ser conocido por nadie.

Cuando Takuihu se vio libre, tomó un trozo de toromiro (árbol endémico de


esta isla) y talló en él la horrible figura que había quedado grabada en su
memoria.

Así fue como se crearon las imágenes de estos diablos con forma de esqueleto.
El dedo del indio patagón

La leyenda cuenta que una noche estaba un marino español reflexionando frente al
monumento del navegante Hernando de Magallanes (en Punta Arenas), cuando de pronto
se quedó mirando fijamente al indio patagón que complementa dicha estatua.

Luego, se le ocurrió tatuarse en su pecho la figura del indígena y buscó un artista especialista
que le hiciera este trabajo.

El tatuaje quedó tan bien, que parecía cobrar vida a cada movimiento del marino, los ojos
parecían mirar y le temblaban las mejillas. Lo que más llamaba la atención era el dedo gordo
del pie, que se agitaba al moverse la piel.

El español, mirando su tatuaje frente al espejo, consultó mentalmente sobre si sus


empresas tendrían éxito o no. De pronto, vio cómo el dedo gordo del indio se sacudió
afirmativamente. Feliz con la respuesta, se dirigió al puerto a embarcarse.

Al pasar por el monumento, se detuvo junto a la figura del indio, y golpeándose el pecho,
dijo: “Aquí te llevo, amigo”. Quiero ser tan fuerte como tú, y que no me entren balas. Luego,
cogió el dedo gordo del pie y le dio un gran beso, diciendo: “Ayúdame, dame suerte”

Meses después, el marino regresó a Punta Arenas, radiante de alegría y contaba lo bien que
le había ido.
Así fue como nació la costumbre de que quienes pasan frente a la estatua tocan el dedo del
pie del indio, pidiendo protección y ayuda. Y que los viajeros deben besarlo y pedirle un
pronto regreso a la zona.
La ciudad de los Césares

Se dice que en el sur del país, en algún lugar no precisado de la cordillera de


los Andes y junto a un lago, existiría una ciudad encantada y de gran
fastuosidad. Esta estaría rodeada de murallas y fosos, entre dos cerros, uno de
diamante y otro de oro. Además, tendría lujosos templos y palacios,
innumerables avenidas, torres y fortificaciones. Las cúpulas de sus torres y los
techos de las casas, lo mismo que el pavimento de las calles, son de oro y plata.

Además, una gran cruz de oro corona la torre de la iglesia y tiene una gran
campana, cuyo tañido podría oirse en todo el mundo. Existe también allí un
mapuchal (terreno plantado con tabaco) que no se agota jamás.

Sus habitantes son altos, blancos y barbados; visten capa y sombrero con
pluma y usan armas de plata. En esta ciudad, nadie nace ni muere y nada
puede igualar a la felicidad de sus habitantes. Los que allí llegan pierden la
memoria de lo que fueron, mientras permanecen en ella, y si un día la dejan,
se olvidan de lo que han visto. Si algún viajero la anda buscando, la tarea se
hace difícil, ya que una espesa niebla cubre la ciudad y la corriente de los ríos
que la bañan aleja las embarcaciones que se aproximan demasiado.

Algunas personas aseguran que el día Viernes Santo se puede ver, desde lejos,
cómo brillan las cúpulas de sus torres y los techos de sus casas. Según la
leyenda, solo al fin del mundo se hará visible la fantástica ciudad; se
desencantará, por lo cual nadie debe tratar de romper su secreto. (Versión
basada en la recopilación de Oreste Plath).

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