2002.02.13.el Ojo Breve-Respirando Espiritus

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El Ojo Breve/ Respirando espíritus

Por

Cuauhtémoc Medina

(13-Feb-2002).-

"Teresa Margolles: Obra reciente". Galería ACE, México. Francisco


Pimentel 3, San Rafael. 55-46-90-01. Martes a Sábado: 10:00 a
19:00 horas. Hasta Marzo, 1 del 2002.

Por más de una década, Teresa Margolles ha formulado una


práctica artística a partir de la manipulación, reciclaje, apropiación
y presentación de la más abyecta y a la vez más sagrada de las
sustancias: los restos mortuorios.

Como parte del colectivo SEMEFO durante la primera mitad de los


años 90, y más recientemente como solista, Margolles transformó
la morgue en el laboratorio de una obra que siempre pone a
prueba los límites del decoro y la institución del arte, al obligarnos
a hacernos cargo, estética, política y éticamente del destino de los
cadáveres de los muertos ajenos, en especial quienes por
accidente o violencia acaban en el Servicio Médico Forense y no
son reclamados. Esta especialidad, si así hemos de llamarla, ha
tenido un efecto a la vez polémico, corrosivo y seductor. En tanto
la polvorienta cultura nacional oficial sigue sacando partido del
mito de que los mexicanos se ríen de la muerte, la obra de
Margolles nos restriega la terca y turbia realidad de morir en
México. Un país donde la extendida miseria y violencia de la
sociedad corren al parejo de la sobresaturación e ineficiencia del
aparato forense, médico y judicial.

Con esos antecedentes, es imposible cruzar el umbral de la Galería


ACE sin sufrir un escalofrío. Tras una puerta de plástico, uno se
adentra en una niebla espesa que hace imposible ver más allá de
unos pasos. Como si uno penetrara en una película de horror o en
una novela de Stephen King, se produce un suspense: uno teme
que Margolles nos arrojará sobre los ojos la terrible evidencia de
los ropajes manchados de sangre de niños atropellados, la lengua
preservada forénsicamente de un punk cuya familia no tuvo dinero
para costear un simple entierro, o la imagen intolerable de un
sillón que ha sido tapizado con vísceras humanas. Pero la galería
esta vacía, es decir, sólo está llena de esa niebla que tiene un
ligero sabor acre e industrial. Envuelto en vapor, uno se encuentra
solo con sus pensamientos, terrores y respiración, y el sonido
asmático de un gran nebulizador que, cada cierto tiempo, lanza
una densa bocanada color blanco bajo la iluminación
cuidadosamente estudiada del techo.

La niebla está hecha con del agua con que se lavan los cadáveres
en la morgue, adecuadamente desinfectada (de ahí el olor) para
evitar cualquier contagio. Deambular en esa nube supone aceptar
que la muerte de otros pase a introducirse en nuestros pulmones,
dejar acceder al torrente sanguíneo una sustancia proveniente de
un mundo del que la más de las veces preferimos desentendernos.
La sensación es delicada y terrible. Margolles transmuta un
contacto obsceno con lo corporal en pura espiritualidad.

Por supuesto, spiritus en latín es meramente "soplo". Entrar en la


niebla mortuoria de la obra de Margolles es como aspirar las almas
de muertos no reclamados. A los cadáveres no hace falta verlos:
nos los llevamos en la nariz y la sangre, se decantan en nuestra
cabeza. La artista nunca había llegado tan lejos en imponer a su
público un contacto físico con la materialidad de la muerte. Nunca
tampoco nos había ofrecido una obra tan sutil y respetuosa.

Ciertamente, la cámara de vapor de Margolles culmina un proceso


por el que en los últimos años su obra ha dejado progresivamente
atrás la provocación gore (escabrosa) a favor de estrategias más
sublimadas, que abordan lo cadavérico con un lenguaje
minimalista y postconceptual.

En 1999, por ejemplo, Margolles depositó los restos de un bebé


nacido muerto en un bloque rectangular de concreto, a fin de crear
una tumba portátil que evidentemente planteaba una lectura
inédita y mórbida de las estructuras geométricas típicas de la
escultura minimal.

En el año 2000, durante la Bienal de La Habana, resanó una pared


de una escuela pública cubana con grasa humana, en un rito
silencioso y apartado que se contraponía al bullicio de los artistas
y curadores que pululaban la ciudad. De hecho, la ambientación
que exhibe en ACE expande masivamente una obra que Margolles
realizó hace unos meses en Barcelona, donde expuso dos
pequeños vaporizadores que lanzaban columnillas de vapor de esa
misma agua proveniente de la morgue.

La versión mexicana es francamente un acontecimiento. Pocas


veces al escribir sobre una muestra uno tiene la sensación de
haber tenido el privilegio de atestiguar una pieza destinada a ser
una referencia. Entre otras cosas, indica el grado de refinamiento
que ha alcanzado la práctica contemporánea de la ciudad de
México en su intento por intervenir un contexto altamente
sobrecargado social y políticamente, por medio de obras que a la
vez dialogan y ponen en cuestión las fronteras del arte a nivel
global.

Pues pese a quien le pese, en los últimos lustros vino a surgir en


México una variedad de prácticas de arte contemporáneo que unas
veces de manera lateral, y otras de modo muy frontal, extraen
energía de la crisis permanente de esta sociedad. Pese a quien le
pese, la densa brutalidad de esta región del mundo dio en generar
estéticas que se muestran renuentes a la obsesión por la "imagen
de México" de la autoridad neoliberal, el nacionalismo nostálgico y
las ilusiones humanistas de la supuesta "alta cultura".

Pese a quien le pese esa nueva cultura, crítica o cínica, humorosa o


repelente, no podía derivar de la continuación de las artes
tradicionales: sólo podía generarse de la intersección entre
subcultura, escepticismo, teoría y globalidad. Que para subsistir
encuentre alojo en las galerías, los museos estatales, que se
aproveche de los curadores viajeros, las ferias de arte o los
espacios callejeros, poco importa. Lo crucial es que siga siendo
política o culturalmente incisiva. Que desafíe lo mismo los
resentimientos de los artistas y críticos conservadores, las trampas
ideológicas de la administración cultural y las expectativas acerca
de lo que "debería ser" la cultura local.

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