Tdah Word
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POSGRADO DE PSIQUIATRIA
INTRODUCCIÓN
DEFINICIÓN
Déficit de atención
Hiperactividad/ impulsividad.
CRITERIOS CLÍNICOS:
SÍNTOMAS DE DESATENCIÓN
En el DSM-III, una versión antigua del actualizado DSM-IV, el TDAH incluía los
tres síntomas de falta de atención, hiperactividad e impulsividad, pero su
diagnóstico exigía que los niños cumplieran obligatoriamente mínimo de
síntomas de cada grupo (la hiperactividad y la impulsividad eran valorados
entonces por separado). Por lo tanto, hasta hace unos años, el TDAH sólo
incluía niños y niñas que tuvieran un mínimo de hiperactividad motriz e
impulsividad. Aquellos cuyo comportamiento era similar pero que no
presentaban más que falta de atención quedaban excluidos del cuadro y en
situación de tierra de nadie.
Dado que algunos niños con déficit de atención parecían mostrar síntomas que
entroncaban del mismo modo con aquellos que tenían también hiperactividad e
impulsividad y que los tratamientos también son efectivos para ellos, el DSM-IV
(versión previa al DSM-IV texto revisado) incluyó el subtipo predominio déficit
de atención. Aun así, no parece que tenga sentido incluir a los tres subtipos
bajo el término “trastornos por déficit de atención con hiperactividad”,
suponemos que una revisión de dicha terminología se realizará en las próximas
versiones del DSM.
PSICOPEDAGOGÍA
Este último subtipo parece ser el menos frecuente de todos y exige que se
descarte que los síntomas se deban a una ansiedad generalizada o a otro tipo
de trastorno (recuerdo un niño cuyo exceso de actividad se debía,
simplemente, a que llevaba mes y medio con “lombrices”).
- Niños y niñas que habiendo sido en el pasado niños de tipo combinado (es
decir, presentaban síntomas de falta de atención e hiperactividad/impulsividad
significativos), en el momento actual, su sistema nervioso ha madurado y la
hiperactividad e impulsividad ha reducido su intensidad (no cumple ahora los 6
criterios establecidos). Es frecuente en niños con TDHA que tienen ahora 12-13
años.
Desde el punto de vista educativo tenemos que pensar en este grupo de niños
como niños de tipo combinado puesto que, normalmente, los síntomas de
impulsividad permanecen, pero quizá más presentes en el plano cognitivo y,
más discretamente, en el comportamental (por ejemplo, responden
impulsivamente, no se organizan en el trabajo, se disparan emocionalmente
con facilidad, les cuesta censurar sus emociones…)
DIAGNÓSTICO
HALLAZGOS EN IMAGEN
A pesar de que se actualizan con frecuencia estos criterios, están, hoy por hoy,
pensados para la valoración de niños desde los 6 años hasta la adolescencia.
No existe una adaptación de los criterios para niños en edad preescolar o para
jóvenes y adultos, pero se están realizando muchos estudios al respecto.
En Educación Infantil, por ejemplo, investigaciones recientes apuntan a la
aplicación de los criterios, pero con una corrección menos exigente (tomando
como significativos 4 de falta de atención y 4 de hiperactividad/impulsividad, en
lugar de 6 de cada).
Respecto a los estudios con adultos, las investigaciones son muy recientes.
Debemos pensar que hasta hace 10 años, en EEUU el país más avanzado en
su estudio, no se comenzó a considerar el TDAH como un trastorno de carácter
crónico que podría tener manifestaciones en la edad adulta. Lógicamente, el
nivel de actividad o la capacidad de atención de una persona normal de 30
años no es el mismo que una persona de 50 ó 60. Por lo tanto, los estudios
parecen revelar que el número síntomas del DSM necesarios para el
diagnóstico disminuye con la edad.
El DSM plantea que se debe valorar la intensidad con la que se manifiestan los
síntomas de falta de atención y/o de hiperactividad/impulsividad. Sin embargo,
estos síntomas los tienen todos los niños y dependen de la maduración general
del sistema nervioso modificándose por lo tanto con la edad. Cualquier niño
corriente de preescolar es más impulsivo movido y disperso que uno de 4º de
Primaria, y éste, que uno de 6º.
Por otra parte, no debemos olvidar el efecto que la educación tiene sobre la
sintomatología del TDAH. Como explicaremos más adelante, este trastorno
tiene una base biológica, pero nunca debemos olvidar que el autocontrol y las
estrategias cognitivas se educan. Por lo tanto, el modo en que educamos a un
niño con un perfil de TDAH puede contribuir a moderar la intensidad de la
manifestación de sus síntomas hasta que, con la maduración, se suavicen
como para poder considerar que se trata más bien de un “rasgo de
personalidad” que una patología.
Del mismo modo, una mala actuación escolar y familiar, junto con la falta del
apoyo social, puede potenciar los síntomas hacia una patología más severa
que puede generar la aparición de otros trastornos (cuadros de ansiedad,
depresión o trastornos de conducta entre otros). De ahí que muchos profesores
confundan, en ocasiones, a niño con TDAH con un niño malcriado.
Educar a un niño con TDAH es muy difícil. Son niños agotadores, que
necesitan una supervisión constante a edades que tendrían que ser más
autónomos, que parecen no responder a los castigos ni a los premios como los
demás niños, que despistan porque son una mezcla de gran inmadurez,
muchas veces con una muy buena capacidad intelectual.
El DSM exige para el diagnóstico que la sintomatología esté generando cierto
grado de desadaptación. Este es otro de los problemas de la utilización de
estos criterios. ¿Cuándo consideramos que un niño muestra un grado
suficiente de desadaptación como para considerar que tiene un TDAH?
•La intensidad y el modo en que un niño manifiesta los síntomas del TDAH
depende también de otras características de su personalidad/temperamento.
Será más probable que un niño reservado, y con un gran miedo a ser
regañado, se esfuerce más en frenar su conducta hiperactiva/impulsiva en el
colegio que en casa, donde se siente más seguro.
Del mismo modo sucede con factores que actúan sobre el aprendizaje. Es
posible que un niño bien dotado intelectualmente o un niño extraordinariamente
motivado compense el esfuerzo que su cerebro debe realizar para mantener la
atención en determinado tipo de tareas logrando un buen rendimiento. No
olvidemos que el déficit de atención no impide que el niño sea capaz de
concentrarse bien durante un tiempo breve. El problema reside en que el
esfuerzo que debe realizar su cerebro para mantener esa concentración básica
en una tarea prolongada es tal, que genera abandono de la tarea por
cansancio, mayor número de errores o tiempos de respuesta más lentos. Por lo
tanto, el niño mantendrá la atención si está extraordinariamente motivado (por
la tarea o el profesor), la tarea es fácil y no excesivamente monótona, o sea
muy corta.
Los niños con TDAH muestran una mayor dificultad para mantener la atención
ante tareas monótonas, largas y aburridas. Debemos pensar en estos niños
como en alumnos que tienen más dificultad que el resto para resistir la
frustración, el esfuerzo que suponen para todos los niños realizar este tipo de
actividades.
Por ejemplo, un niño o niña con TDAH de tipo combinado a menudo: pierde
cosas, actúa de forma atolondrada y puede provocar accidentes, se levanta
con frecuencia o no para quieto en el asiento, no escucha opiniones e
interrumpe a los demás, cambia de tema en las conversaciones, olvida dar
recados, pierde material, trata de llamar la atención, no obedece (a veces
porque olvida las consignas), no censura sus emociones como debería
(muestra genio o se ríe e situaciones inapropiadas) y se comporta de forma
inmadura.
Algunos niños, presionados por el entorno y saturados de cometer errores de
forma constante, comienzan a mostrar baja autoestima, irritabilidad,
hipersensibilidad ante situaciones que suponen un riesgo de fracaso, fobia al
esfuerzo, rebeldía, etc.
DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL
ETIOPATOGENIA
GRUPO ETARIO
En los preescolares de 3-6 años
Puede observarse menor intensidad y duración en el juego
Prefieren los juegos deportivos sobre los educativos
Les gusta desmontar y destrozar juguetes. Son niños torpes.
Presentan inmadurez emocional, déficits en el desarrollo
Conducta desafiante
Problemas de adaptación social
Accidentes
Con dificultad en el aprendizaje (los colores, los números y las letras,
igualmente en la comprensión de la figura humana en el dibujo).
En la etapa escolar 6-12 años
Los niños acaban siendo rechazados por sus compañeros, amigos y hermanos
Sufren las reprimendas de padres y profesores, lesionándose su autoestima.
En la adolescencia
Disminuye la hiperactividad
- Hiperreflexia tendinosa
- Asimetría mínima en los reflejos
- Equilibrio deficiente
TRATAMIENTO
Objetivos:
Tratamiento psicológico
Entrenamiento para padres
Terapia cognitiva al niño
Entrenamiento en habilidades sociales
Tratamiento psicopedagógico
Adaptaciones en el aula
Entrenamiento para docentes, técnicas de modificación de conducta y otras
estrategias de manejo del TDAH en el aula (aplicación de normas y límites,
presentación de las tareas, sistemas de evaluación del alumno con TDAH,
etc.).
Tratamiento
Tratamiento Farmacológico:
Tratamiento farmacológico
Metilfenidato:
1ª línea.
De lunes a viernes, con suspensión en vacaciones.
Cada adolescente tiene una curva única de dosis respuesta.
Dosis: 0,3-0,7 mg/Kg
Máximo: 60 mg
Efectos adversos: insomnio, cefalea, ansiedad, anorexia, dolor
abdominal, taquicardia, palpitaciones.
Anfetaminas
Atomoxetina
Seguimiento de tratamiento:
Consulta de control:
2º año de tratamiento:
Asegurar un control médico al inicio y término del período
escolar: Suspensión y/o mantención del tratamiento
farmacológico .
Visita Domiciliaria:
Rescate:
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Dra. Isabel Orjales Villar
Profesora del Departamento de Psicología
Evolutiva y de la Educación.
Facultad de Psicología (UNED)
El perfil cognitivo
A raíz de los estudios neurológicos del TDAH, el Dr. Barkley ha
desarrollado, desde el año 1 997, un modelo de base neuropsicológica con el
que trata de explicar el funcionamiento cognitivo de las personas con TDAH.
Aunque este modelo no habla de la importancia de la influencia ambiental en la
evolución del trastorno, y se centra únicamente en tratar de explicar qué
factores neurológicos y psicológicos pueden estar interviniendo en el mismo,
aporta información de gran utilidad para comprender mejor el TDAH.
Barkley enfoca el TDAH como un trastorno que afecta a los procesos de
inhibición o autocontrol entendiendo por autocontrol o autorregulación la
capacidad del individuo para frenar la primera respuesta que inició ante la
aparición de un determinado estímulo; proteger su pensamiento de
distracciones externas o internas, y elaborar una nueva respuesta más
adecuada que sustituya a la primera.
Para poder realizar procesos de este tipo, el Dr. Barkley afirma que
debemos poner en marcha una serie de funciones, que denomina funciones
ejecutivas, que serán las que nos permitan conducirnos con éxito al objetivo.
Las personas con TDAH tienen alteradas, en mayor o menor medida,
estas funciones ejecutivas (véase cuadro 1).
El perfil emocional
El diagnóstico del TDAH incluye un diagnóstico diferencial que nos
permita asegurar que la sintomatología considerada nuclear en este trastorno
(inquietud motora, dificultades para mantener la atención e impulsividad) no se
debe a un trastorno emocional. No obstante, y especialmente en adolescentes
y adultos, el TDAH se da, en muchas ocasiones, parejo a otras patologías
como los trastornos del estado de ánimo. La comorbilidad entre depresión y
TDAH es tan elevada que se han planteado diferentes hipótesis: en algunos
casos el TDAH podría ser el primer cuadro detectado antes del desarrollo de
una sintomatología bipolar; en otros, podría existir una tendencia hereditaria
que relacione la depresión con el TDAH; mientras que, en gran número de
casos, las manifestaciones de ansiedad o depresión podrían ser secundarias a
las dificultades que experimenta un individuo al tratar de adaptarse a las
exigencias ambientales con una sintomatología de TDAH.
El niño con TDAH, por lo general y salvando diferencias individuales,
suele ser descrito como un niño entusiasta, exultante, inconsciente, noble, sin
malicia, transparente, inmaduro, poco rebuscado, optimista y aparentemente
feliz. No obstante, crecer con TDAH puede suponer superar obstáculos que, en
ocasiones, minan la autoestima y la moral de cualquiera de estos niños. El niño
con TDAH, especialmente el de subtipo combinado cuya sintomatología es ya
intensa en edad preescolar se ve sometido a lo largo del día a pequeñas e
innumerables situaciones frustrantes: olvida el babi, pierde los bolígrafos,
empuja en la fila, responde de forma impulsiva en las interacciones sociales,
rompe objetos, contesta de malos modos a los adultos cuando está enfadado,
resulta molesto por su exceso de movimiento constante, distorsiono la clase
con sus comentarios y llamadas de atención, y un largo etcétera. Con el
tiempo, esta situación puede generar algunos efectos negativos:
1. El niño, saturado de críticas, castigos y reprimendas, tiene la sensación de
que no hace nada bien y se vuelve muy sensible y reactivo ante cualquier
situación frustrante (hipersensibilidad ante la frustración). Es posible que
responda, entonces, de forma intensa: llorando, negándose a cooperar,
volviéndose irritable o culpando a los demás en un intento de justificar su mal
hacer.
2. El niño se vuelve esquivo con las obligaciones, rehuyendo toda situación que
crea que puede llevarle al fracaso, “tirando la toalla” incluso en aquellas tareas
o actividades que se le dan bien (baja tolerancia al esfuerzo).
3. Convive con una permanente sensación de falta de control sobre su
conducta y su rendimiento académico. El niño trata de esforzarse por cumplir
las expectativas del entorno, pero se da cuenta de que falla sistemáticamente y
se siente en permanente desventaja respecto a los demás. Como tampoco le
resulta fácil analizar de forma objetiva su conducta y la de los demás, no puede
identificar por sí mismo cuál es el meollo del problema y hallar las soluciones
debidas.
El funcionamiento social
Como todos los niños, aquellos que tienen déficit de atención con
hiperactividad pueden relacionarse con los demás de muchas maneras
diferentes. Por lo tanto, podemos encontrar niños con TDAH que pueden:
• Estar integrados en un pequeño grupo de amigos de su clase.
• Ser abiertamente rechazados y quedarse aislados por su comportamiento
hiperactivo e impulsivo, especialmente si muestran reacciones agresivas (los
niños sólo con déficit de atención tienen menos problemas de relación).
• Ser considerados integrantes del aula de clase pero no ser excesivamente
populares.
• Pulular de grupo en grupo de niños intentando encalar en alguno y añorando
tener un amigo especial.
• Tender a jugar solos, perdidos en sus propios juegos imaginativos sin echar
de menos el contacto social en juegos organizados.
• Preferir relacionarse con niños mayores o más pequeños evitando el contacto
con los de su propia edad. La relación con niños pequeños les permite dominar
mientras que la relación con los mayores suele ser más fácil y menos exigente
que con los de su misma edad.
En muchas ocasiones se ha relacionado la agresividad con el TDAH
cuando el trastorno no tiene por qué conllevar un comportamiento agresivo.
Para entender la relación entre agresividad y TDAH, aclararemos antes los tres
tipos de comportamiento agresivo:
1. Comportamiento impulsivo que tiene como consecuencia una agresión.
Se suele dar en muchos niños con TDAH de 3-6 años que tienen una conducta
excesivamente impulsiva. En ocasiones, la conducta impulsiva tiene como
consecuencia resultados graves y al entorno le cuesta entender que se trata de
pura impulsividad, sin una actitud deliberada y malintencionada.
2. Los niños que muestran una agresividad proactiva agreden con la
intención de conseguir un objeto, recuperar un territorio, controlar o dominar a
los demás. Su comportamiento parece más reflexivo, planificado y pícaro. Es lo
que comúnmente entendemos por conducta agresiva. No es un
comportamiento propio de niños con TDAH dado que suele exigir demasiada
planificación.
3. Los niños que muestran una agresividad reactiva. Se trata de conductas
agresivas que tienen un origen defensivo. Estos niños agreden para protegerse
de lo que consideran, muchas veces de forma poco objetiva, un ataque de los
demás. Su actitud se acompaña normalmente de ira y rabia y suele ser motivo
de inicio de peleas. Sus reacciones son impulsivas, poco planificadas y, en
muchas ocasiones, injustas pero no intencionadamente crueles. Este tipo de
agresividad reactiva aparece en muchos niños con TDAH que muestran baja
autoestima, que han vivido experiencias de rechazo social, que se sienten
irritables y muchas veces deprimidos. Su comportamiento agresivo-reactivo
puede ser puntualmente intenso pero no suelen guardar rencor o resentimiento.
Puede parecer curioso que, a pesar de que desde nuestro punto de vista
como adultos nos parezca más reprobable la agresividad proactiva
(intencionada), sea la agresividad reactiva (defensiva) la que peor correlaciona
con un buen estatus sociométrico.
Los niños agresivos reactivos son peor aceptados por los demás que los
que muestran agresividad proactiva. Esto podría explicarse porque el niño que
muestra agresividad proactiva, que intenta dominar a los demás o arremete
para conseguir un beneficio, puede tener cierto éxito social. Es un niño con
iniciativa y fuerza que puede atraer a los pequeños o a aquellos niños más
débiles que se unen a él para sentirse fuertes o aprovecharse de los beneficios
de sus conquistas. Los niños que muestran agresividad reactiva son niños
impulsivos, inmaduros, difíciles de prever y desconcertantes para sus
compañeros, quienes valoran muchas veces su actitud como injusta, ilógica y
desproporcionada. Por este motivo suelen ser más rechazados por los
compañeros de clase.
Aunque los niños de 3 a 5 años pueden ser vengativos y
malintencionados en algunas ocasiones, la experiencia me ha demostrado que
la mayoría de los niños con TDAH que agreden lo hacen más por impulsividad
que por el deseo expreso de perjudicar al otro. En estos pequeños, el deseo de
captar la atención de los otros, de sentirse escuchados, de decir “¡eh!, ¡estoy
aquí!, ¡hazme caso!”, se traduce, muchas veces, en un contacto físico brusco y
desagradable que con frecuencia resulta agresivo. El rechazo lógico de los
demás contribuye a acentuar este tipo de conductas que con el tiempo es
posible que se vuelvan más conscientes e intencionadas.
Suele coincidir que el niño más agresivo es el que menos pautas
educativas claras tiene en casa, en la mayoría de los casos porque su mal
comportamiento genera en los padres tanta tensión y desconcierto que actúan
de forma incoherente (le controlan en exceso en unos momentos y le toleran
todo cuando ya no pueden más) o recurren a actitudes excesivamente
controladoras y al castigo constante. Si esa situación se extiende también en el
colegio, el niño puede sentirse permanentemente acosado y desarrollar
problemas de conducta, irritabilidad y agresividad que muchas veces son una
clara manifestación de un fondo depresivo.
1. El tratamiento cognitivo-conductual.
Se refiere a la aplicación de una serie de técnicas cognitivas y
conductuales dirigidas a las siguientes áreas (incidiendo en cada una de ellas
con la intensidad y la prioridad que cada caso requiera):
a) Entrenamiento en autocontrol de la conducta. La falta de autocontrol del
niño con TDAH hace que, en los primeros años, el peso de la regulación
recaiga sobre el entorno tratando, a partir de ahí, de transferir al niño, poco a
poco, cierta autonomía en el manejo de su propia conducta. Se podría decir
que el niño con TDAH se comporto en tareas que requieren atención,
planificación y reflexión, como un niño 1 ó 2 años más inmaduro, por lo el
primer paso debe ser analizar el modo de adaptar la exigencia educativa a lo
que puede dar en cada momento. La mayor parte de los problemas de los
niños con TDAH en el colegio se generan porque los profesores y el entorno
escolar esperan del niño un comportamiento que está fuera de su alcance.
Cuando el niño no responde, los profesores, que desconocen el TDAH, no
tratan el problema como una falta de madurez entrenando y reforzando la
práctica de ciertas habilidades, sino que lo perciben como una falta de voluntad
y actúan como creen que se modificarían esas conductas si así fuera:
utilizando el castigo como medida de cambio. Por supuesto que, aunque el
castigo pueda parecer efectivo los primeros minutos, no modifica las conductas
a largo plazo que el niño no ha aprendido. Resulta de gran ayuda tratar al niño
con TDAH como si fuera 2 años menor en todos aquellos aspectos que
requieren atenci6n, auto-control, organización y planificación. Si pensamos en
ellos como niños más pequeños nos resultará fácil adelantarnos a sus
dificultades y no nos desesperaremos tan rápido.
b) Entrenamiento cognitivo mediante la utilización de estrategias de
percepción, análisis y solución de problemas; del desarrollo de habilidades de
planificación y de autoevaluación; del aprendizaje en el uso de la verbalización
y las autoinstrucciones para ayudar en la consecución de todos esos procesos
y del entrenamiento en realizar atribuciones adecuadas a los hechos negativos
y positivos de su vida. El objetivo de este entrenamiento cognitivo es sustituir el
estilo de procesamiento impulsivo de los niños con TDAH por otro más reflexivo
y eficaz. Este tipo de entrenamiento es más eficaz en niños desde 3º a 6º de
Primaria y en niños mayores cuya situación no esté tan deteriorada que nos
permita dedicar tiempo a un entrenamiento de este tipo. La mayor parte de los
adolescentes con TDAH no diagnosticados en la primera infancia acumula una
historia de problemas emocionales, un gran fracaso escolar y problemas de
conducta, lo que impide dedicar tiempo al entrenamiento específico de algunas
estrategias cognitivas. La intervención persigue, entonces, objetivos más
inmediatos y complejos: mejorar la relación con los padres, controlar la
conducta en el colegio, favorecer la integración con los iguales, organizar una
estructura de apoyo escolar que le permita recuperar las asignaturas
suspensas u orientar sobre estudios futuros.
c) Entrenamiento en habilidades sociales como: el reconocimiento de
emociones en sí mismos y en los demás ante situaciones específicas, aumento
y desarrollo de mayor variedad de estrategias de solución de problemas de
este tipo, aumento de la autonomía física y reducción de la dependencia
emocional, desarrollo de conductas asertivas, desarrollo de un espíritu crítico
sano y aceptación de la autoridad, entre otros.
d) Entrenamiento emocional mediante el desarrollo de estrategias de
afrontamiento de situaciones críticas y de aumento de la tolerancia a la
frustración. Ayudar al niño a recuperar el sentimiento de control sobre su
rendimiento académico y su conducta, estimular el espíritu de lucha perdido,
combatir la ansiedad y el estrés, etc.
e) Apoyo escolar, refuerzo de los aprendizajes básicos y tratamiento de
las dificultades de aprendizaje, las dificultades de coordinación, de
percepción espacial u otras alteraciones asociadas si las hubiera. El niño
con TDAH puede ser apoyado escolarmente por sus padres en casa, siempre y
cuando dicha labor no deteriore la relación padres-hijo. En ocasiones se
necesita un profesor de apoyo y/o particular para ayudarle a no perder el ritmo,
conseguir todos los apuntes, mantener cierto orden en su material, supervisar
la organización del tiempo, la entrega de trabajos o entrenar en la realización
de diferentes tipos de exámenes (muchos niños con TDAH suspenden
exámenes que realmente han estudiado).
2. El apoyo farmacológico.
El tratamiento farmacológico está dirigido a optimizar el funcionamiento
cerebral del niño, adolescente o adulto con TDAH. En el año 1937, una
investigación realizada por Bradley puso en evidencia la eficacia de los
estimulantes como la dextroanfetamina sobre la sintomatología del TDAH.
¿Cómo es posible que un niño hiperactivo pueda beneficiarse de una
mediación estimulante? El mecanismo exacto de acción de los estimulantes
sobre el sistema nervioso central de las personas con TDAH no está todavía
claro, aunque se sabe que actúan sobre la acción de transmisores cerebrales
como la dopamina y la noradrenalina. Estos transmisores cerebrales o
neurotransmisores son sustancias químicas que permiten que la información se
transmita de una célula nerviosa a otra salvando el espacio que las separa
(espacio sinóptico). Cualquier problema en la regulación de la producción o de
la captación de dichos transmisores cerebrales afecta a la velocidad de
transmisión de la información.
Aunque parezca paradójico, el funcionamiento cerebral de las personas
con TDAH parece ser más lento y en ocasiones peor organizado que el de las
personas sin TDAH. La medicación no arregla el sistema, pero permite un
funcionamiento cerebral más óptimo y evita la fatiga en tareas que exigen
autocontrol y concentración.
Se ha demostrado que la utilización de estimulantes reporta unos
beneficios directos e inmediatos, por lo menos en el 70% de los casos:
a) Mejora el estado de alerta. El niño realiza con mayor corrección tareas que
requieren prestar atención.
b) Reduce la fatiga cuando la tarea es prolongada.
c) Mejora el rendimiento en las tareas puesto que favorece la acción de la
memoria de trabajo, aquella que nos permite tener en mente la información
mientras la utilizamos con el fin de resolver problemas.
d) Reduce la hiperactividad motriz.
e) Reduce la impulsividad cognitiva (frenar y analizar pensamientos) y
comportamental (frenar acciones).
2. Recuerde que los padres de niños con TDAH sufren mucho estrés y son
constantemente recriminados en su papel de educadores por el entorno. Se les
responsabiliza del comportamiento de su hijo incluso en situaciones en las que
ellos no están presentes.
3. Comience la entrevista relatando las virtudes del niño, transmita que su hijo
le gusta y que se preocupa por él.
4. Dé información objetiva sobre aquellas conductas que le preocupan. Aunque
esté convencido de que se trata de TDAH, es mejor que no mencione el
trastorno, sino los síntomas que observa: impulsividad, falta de atención,
fracaso al terminar las tareas, actividad motriz constante, conducta disruptiva,
reacciones explosivas con los compañeros, etc. Muestre trabajos y ponga
ejemplos de situaciones concretas.
5. No muestre al niño como culpable, recuerde que está hablando de
dificultades de adaptación por conductas que al niño le cuesta controlar.
6. No olvide comentar todas las medidas, productivas o no, que ha utilizado
para mejorar todos estos aspectos. Muchos padres sienten que el profesor les
transmite el siguiente mensaje: “Su hijo no funciona en clase, ustedes son los
responsables de ello, espero que tomen medidas”. Los padres no tienen un
mando a distancia, es el profesional que está con él el que debe saber
manejarlo. Si no puede, pida ayuda, pero no culpabilice a los padres.
7. Recuerde transmitir hacer sentir que la preocupación y la responsabilidad
sobre el problema del niño es compartida, por usted, con los padres. El niño es
de los padres, de acuerdo, pero la responsabilidad de conseguir enseñarle y
educarle (no sólo de enseñarle) en el colegio es nuestra.
8. Tranquilice a los padres si observa ansiedad. Recuerde que una actitud de
defensa a ultranza del niño es una forma de transmitir que el padre tiene miedo
de todo lo que se le está diciendo.
9. Sea objetivo, pero no descorazonador. Anime a los padres.
10. Pídales la ayuda de un profesional si lo cree necesario. Oriénteles sobre los
profesionales que puedan consultar.
BIBLIOGRAFÍA