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UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ECUADOR

FACULTAD DE CIENCIAS MEDICAS

POSGRADO DE PSIQUIATRIA

TRASTORNO POR DÉFICIT DE ATENCIÓN / HIPERACTIVIDAD (TDAH)

INTRODUCCIÓN

En los últimos años, la expresión “niños hiperactivos” se ha estado utilizando


como una mala y confusa reducción de un término que pretende referirse a
unos trastornos específicos: “los trastornos por déficit de atención con
hiperactividad” o TDAH.
De los dos grupos de síntomas que caracterizan este trastorno (la
hiperactividad/impulsividad y el déficit de atención) ha sido la hiperactividad, es
decir, el exceso de actividad motriz sin objetivo definido, el síntoma más fácil de
identificar y el más desadaptativo. De ahí la generalización del calificativo
“hiperactivo”.
A pesar de que, incluso entre los profesionales, se haya extendido la utilización
de esta expresión, el término “hiperactivo” aplicado a los niños no refleja otra
cosa que un exceso de actividad motriz, lo que podría darse en niños:
normalmente inquietos, ansiosos, aquellos que se encuentran puntualmente
ante una situación emocional que les desborda o en otros poco acostumbrados
a adaptar su comportamiento a las normas sociales convencionales. Este es el
caso, por ejemplo, de niños de desarrollo normal recién adoptados que se
esfuerzan por incorporarse a una nueva forma de vida o a muchos niños con
falta de límites educativos adecuados.
Por lo tanto, utilizar el término “niño hiperactivo” como sinónimo de niño con un
trastorno, el TDAH, es un error que confunde a padres y educadores.
El TDAH trata sobre aquellos niños y niñas cuyo comportamiento y
funcionamiento cognitivo puede considerarse patológico debido a la elevada
intensidad de una sintomatología que puede generar problemas de adaptación
social, escolar y/o familiar.
La hiperactividad habla sobre el exceso de actividad motora, síntoma que
puede ser parte del TDAH, del desarrollo normal o de otros muchos trastornos
(la ansiedad, la depresión, el autismo o el hipertiroidismo por poner algunos
ejemplos, pueden cursar con síntomas de hiperactividad sin ser en realidad
TDAH).

DEFINICIÓN

La Asociación Americana de Psiquiatría incluye Los trastornos por déficit de


atención con hiperactividad (TDAH) entre los trastornos del comportamiento
que se dan en la infancia o adolescencia. Se trata de un cuadro con síntomas
patológicos que afecta a un 3 hasta un 6% de los niños en edad escolar, lo que
supone que, estadísticamente hablando, en un aula ordinaria podríamos
encontrar con facilidad de uno a tres niños con TDÁH.
A pesar de que en los últimos cinco años se ha prestado una inusual atención a
este trastorno, el TDAH dista mucho de ser un “trastorno de moda pasajero”. La
alta incidencia y el elevado riesgo de desarrollo de trastornos asociados y de
graves problemas de adaptación social bien merecen la atención que hasta
ahora no se le ha dispensado. Existen todavía muchas familias y muchos
profesionales de la educación desorientados por la falta de información y
formación sobre este trastorno.
Como hemos mencionado antes, dos son los grupos de síntomas
fundamentales que se valoran para el diagnóstico de los TDAH:

 Déficit de atención

 Hiperactividad/ impulsividad.

CRITERIOS CLÍNICOS:

Para el diagnóstico de los trastornos por déficit de atención con hiperactividad


(TDAH) la Asociación Americana de Psiquiatría, en su Manual de Diagnóstico
Estadístico (DSM-IV TR; APA, 2002), recomienda observar con qué intensidad
se presentan los síntomas.

1. Si el niño cumple 6 o más de los síntomas de desatención que se


observan en este cuadro, pero ninguno de hiperactividad/impulsividad,
PODRÍA tratarse de un niño con TDAH subtipo predominio déficit de
atención.
2. Si cumple 6 o más de los síntomas de hiperactividad/impulsividad,
pero no de déficit de atención, PODRÍA tratarse de un TDAH subtipo
predominio hiperactivo impulsivo.
3. Si cumple 6 o más síntomas de desatención y de
hiperactividad/impulsividad PODRÍA tratarse de un TDAH de tipo
combinado.

Si sólo aplicáramos esta lista de síntomas como criterio diagnóstico fácilmente


podríamos incluir, en uno y otro subtipo, a por lo menos el 20% de los niños en
edad escolar.
Por lo tanto y, dado que todos los niños presentan en alguna medida falta de
atención, hiperactividad motriz e impulsividad y que estos síntomas pueden
deberse a muchos problemas diferentes, la Asociación Americana de
Psiquiatría (APA, 2002) considera que para poder diagnosticar a un niño con
TDAH se deben cumplir, además de los síntomas anteriores, las siguientes
condiciones:

1. Los síntomas de hiperactividad/impulsividad y/o los síntomas de déficit


de atención se deben manifestar por encima de lo que se esperaría del
niño o niña dada su edad cronológica, su edad mental y la educación
recibida.
2. Se deben presentar en dos o más ambientes (por ejemplo, en el
colegio y en casa), aunque puedan manifestarse de forma más
moderada en un lugar que en otro.
3. Estos síntomas deben crear dificultades en su adaptación escolar,
social, personal o familiar.
4. El problema tiene un carácter crónico, es decir, algunos de los
síntomas ya se observaban en el niño o la niña antes de los 7 años. No
son de observación reciente, ni tienen una duración de unas semanas o
meses.
5. Se descarta que los síntomas que presenta puedan deberse o
explicarse mejor por la presencia de otro tipo de trastorno como un
trastorno generalizado del desarrollo, un trastorno mental, del estado de
ánimo o un problema médico específico.

Cuadro 1: Síntomas del trastorno por déficit de atención con


hiperactividad (TDAH)

SÍNTOMAS DE DESATENCIÓN

Se consideraría que el niño/a manifiesta síntomas de desatención significativos


si muestra 6 o más de 6 de los siguientes síntomas:
• A menudo no presta atención suficiente a los detalles o incurre en errores por
descuido en las tareas escolares, en su trabajo y en otras actividades.
• A menudo tiene dificultades para mantener la atención en tareas o en
actividades lúdicas.
• A menudo parece que no escucha cuando se le habla directamente.
• A menudo no sigue instrucciones y no finaliza tareas escolares, encargos u
obligaciones en el centro de trabajo (sin que se deba a comportamiento
negativista o a incapacidad para comprender las instrucciones).
• A menudo tiene dificultades para organizarse en tareas y actividades.
• A menudo evita, le disgusta o es reacio a dedicarse a tareas que requieren un
esfuerzo mental sostenido (como trabajos escolares o domésticos).
• A menudo extravía objetos necesarios para tareas o actividades (p.ej.,
juguetes, ejercicios escolares, lápices, libros o herramientas).
• A menudo se distrae fácilmente por estímulos irrelevantes.
• A menudo es descuidado en las actividades diarias.
SÍNTOMAS DE HIPERACTIVIDAD E IMPULSIVIDAD
Se consideraría que el niño/a manifiesta síntomas de
hiperactividad/impulsividad significativos si muestra 6 o más de 6 de los
siguientes síntomas:
• A menudo mueve en exceso manos o pies o se “remueve” en el asiento.
• A menudo abandona su asiento en clase o en otras situaciones en las que se
espera que permanezca sentado.
• A menudo corre o salta excesivamente en situaciones en las que es
inapropiado hacerlo (¡cuidado!, en adolescentes o adultos puede limitarse a
sentimientos subjetivos de inquietud).
• A menudo tiene dificultades para jugar o dedicarse tranquilamente a
actividades de ocio.
• A menudo está en marcha o suele actuar como si tuviera un motor.
• A menudo habla en exceso.
• A menudo precipita respuestas antes de haber terminado las preguntas.
• A menudo tiene dificultades para guardar turno.
• A menudo interrumpe o se inmiscuye en las actividades de otros (p.ej., se
entromete en conversaciones o juegos).
SUBTIPOS DE NIÑOS CON TDAH

Bajo la denominación común de trastornos por déficit de atención con


hiperactividad, el DSM-IV TR describe tres subtipos:

1. Niños con TDAH subtipo predominio déficit de atención. Estos


niños manifiestan conductas significativas de falta de atención pero sin
superar los 6 síntomas requeridos de hiperactividad/impulsividad.
2. Niños con TDAH subtipo predominio hiperactividad/impulsividad
que no presentan o no alcanzan los 6 síntomas de déficit de atención.
3. Niños con TDAH de subtipo combinado, es decir, con la presencia
significativa de ambos grupos de síntomas.

Esta subclasificación nos permite detectar niños y, especialmente niñas,


que cumplen todos los criterios antes expuestos, pero que su sintomatología se
centra única y exclusivamente en la falta de atención, sin rastro o con muy
escasa manifestación de conducta hiperactiva e impulsiva. ¿Por qué incluir a
estos niños bajo el término trastorno por déficit de atención con hiperactividad
en su subtipo “predominio déficit de atención” si algunos de ellos se muestran,
incluso, hipoactivos? Cierto es que no parece tener mucho sentido y quizá esta
situación se deba a la raíz histórica del término.

En el DSM-III, una versión antigua del actualizado DSM-IV, el TDAH incluía los
tres síntomas de falta de atención, hiperactividad e impulsividad, pero su
diagnóstico exigía que los niños cumplieran obligatoriamente mínimo de
síntomas de cada grupo (la hiperactividad y la impulsividad eran valorados
entonces por separado). Por lo tanto, hasta hace unos años, el TDAH sólo
incluía niños y niñas que tuvieran un mínimo de hiperactividad motriz e
impulsividad. Aquellos cuyo comportamiento era similar pero que no
presentaban más que falta de atención quedaban excluidos del cuadro y en
situación de tierra de nadie.

Dado que algunos niños con déficit de atención parecían mostrar síntomas que
entroncaban del mismo modo con aquellos que tenían también hiperactividad e
impulsividad y que los tratamientos también son efectivos para ellos, el DSM-IV
(versión previa al DSM-IV texto revisado) incluyó el subtipo predominio déficit
de atención. Aun así, no parece que tenga sentido incluir a los tres subtipos
bajo el término “trastornos por déficit de atención con hiperactividad”,
suponemos que una revisión de dicha terminología se realizará en las próximas
versiones del DSM.

PSICOPEDAGOGÍA

1. Niños y niñas de subtipo combinado que presentan síntomas significativos


(más de 6) tanto de hiperactividad/impulsividad como de déficit de atención. Es
el grupo más numeroso y claro de todos.
2. Niños y niñas que muestran hiperactividad motriz e impulsividad por encima
de los niños de su edad y de forma “crónica” (no algo puntual de unas semanas
o un par de meses) pero que, por el momento, no dan señales de tener déficit
de atención.

En este punto debemos hacer alguna salvedad. Algunos del subtipo


“predominio hiperactivo/impulsivo” pueden tener dificultades para mantener la
atención y no ser detectadas por el profesor porque su rendimiento académico
es adecuado debido a que:

(a) se encuentra en los primeros cursos escolares donde la exigencia de


atención y organización es menor,
(b) su buena dotación intelectual le ayuda a compensar la falta de
atención,
(c) recibe un importante apoyo de la familia.

Este último subtipo parece ser el menos frecuente de todos y exige que se
descarte que los síntomas se deban a una ansiedad generalizada o a otro tipo
de trastorno (recuerdo un niño cuyo exceso de actividad se debía,
simplemente, a que llevaba mes y medio con “lombrices”).

3. Niños y niñas que muestran falta de atención (despistes frecuentes, trabajo


inconstante, lentitud exagerada...) con menos de 6 o ningún síntoma de
hiperactividad/impulsividad. Dentro de este grupo podremos distinguir:
- Niños y niñas claramente desatentos y nada hiperactivos. Estos niños
confunden a los profesores, quienes normalmente no los identifican como niños
con TDAH en el subtipo inatento, puesto que muchos de ellos no sólo no
presentan una actividad motriz excesiva, sino que parecen más bien
hipoactivos. Trabajan lentamente, comen lentamente, viven lentamente. No es
infrecuente encontrar niñas con TDAH inatento que los adultos confunden,
erróneamente, como niñas “cortitas intelectualmente que se esfuerzan mucho”.
Muchas de estas niñas sorprenden en una evaluación intelectual individual con
un nivel por encima de la media.

- Niños y niñas que habiendo sido en el pasado niños de tipo combinado (es
decir, presentaban síntomas de falta de atención e hiperactividad/impulsividad
significativos), en el momento actual, su sistema nervioso ha madurado y la
hiperactividad e impulsividad ha reducido su intensidad (no cumple ahora los 6
criterios establecidos). Es frecuente en niños con TDHA que tienen ahora 12-13
años.

Desde el punto de vista educativo tenemos que pensar en este grupo de niños
como niños de tipo combinado puesto que, normalmente, los síntomas de
impulsividad permanecen, pero quizá más presentes en el plano cognitivo y,
más discretamente, en el comportamental (por ejemplo, responden
impulsivamente, no se organizan en el trabajo, se disparan emocionalmente
con facilidad, les cuesta censurar sus emociones…)

DIAGNÓSTICO

El diagnóstico del TDAH se basa en el estudio del comportamiento. Sólo puede


determinarse de forma fiable si se valora la intensidad de la conducta
hiperactiva-impulsiva y/o el déficit de atención, se confirma que estos síntomas
no son propios de la edad y producen un nivel de desadaptación significativa.
Por este motivo y porque el trastorno debe manifestarse en más de un
ambiente (aunque sea con diverso nivel de intensidad), el especialista que
realice el diagnóstico debe recoger información de los padres y de los
profesores.

Actualmente no se dispone de marcadores biológicos (tests genéticos, análisis


bioquímicos, pruebas de neuroimagen, etc.) que puedan determinar si un niño
tiene o no tiene TDAH.

HALLAZGOS EN IMAGEN

Estudios recientes revelan: diferencias anatómicas en el lóbulo prefrontal, los


ganglios basales y el cerebelo y evidencias en estudios bioquímicos y
genéticos de alteraciones en los neurotransmisores que actúan en estas zonas
(dopamina y norepinefrina).
Sin embargo, no parece existir una única alteración que sea medible, así que,
hoy por hoy, no podemos utilizar ninguna de estas pruebas (PET, SPECT ó
EEG) más que como información complementaria. Para que un test o prueba
pueda ser utilizada como elemento único de diagnóstico debería ser capaz de
diferenciar, sin ningún tipo de duda, entre los niños con TDAH y los niños que
padecen otro tipo de problema. Lamentablemente, hoy por hoy, no disponemos
de pruebas tan concluyentes.

INVESTIGACION SOBRE ACTUALIZACION DE CRITERIOS

A pesar de que se actualizan con frecuencia estos criterios, están, hoy por hoy,
pensados para la valoración de niños desde los 6 años hasta la adolescencia.
No existe una adaptación de los criterios para niños en edad preescolar o para
jóvenes y adultos, pero se están realizando muchos estudios al respecto.
En Educación Infantil, por ejemplo, investigaciones recientes apuntan a la
aplicación de los criterios, pero con una corrección menos exigente (tomando
como significativos 4 de falta de atención y 4 de hiperactividad/impulsividad, en
lugar de 6 de cada).
Respecto a los estudios con adultos, las investigaciones son muy recientes.
Debemos pensar que hasta hace 10 años, en EEUU el país más avanzado en
su estudio, no se comenzó a considerar el TDAH como un trastorno de carácter
crónico que podría tener manifestaciones en la edad adulta. Lógicamente, el
nivel de actividad o la capacidad de atención de una persona normal de 30
años no es el mismo que una persona de 50 ó 60. Por lo tanto, los estudios
parecen revelar que el número síntomas del DSM necesarios para el
diagnóstico disminuye con la edad.

El DSM plantea que se debe valorar la intensidad con la que se manifiestan los
síntomas de falta de atención y/o de hiperactividad/impulsividad. Sin embargo,
estos síntomas los tienen todos los niños y dependen de la maduración general
del sistema nervioso modificándose por lo tanto con la edad. Cualquier niño
corriente de preescolar es más impulsivo movido y disperso que uno de 4º de
Primaria, y éste, que uno de 6º.

Nos encontramos con la dificultad de carecer de estudios evolutivos claros que


delimiten dónde termina, para esta sintomatología, lo normal y dónde comienza
lo patológico en cada una de las edades.
Esto podría hacernos pensar que el diagnóstico del TDAH tiene bastante de
“relativo” y en cierto modo es así. La forma de subsanar este problema es
familiarizarse a fondo con el niño y pedir la valoración de quienes más tiempo
conviven con él.
Un profesor que lleva unos meses con un grupo de 25 niños durante varias
horas al día y viendo cómo realizan actividades que requieren planificación,
atención en un espacio reducido y que exige estar mucho tiempo sentado y
quieto, puede valorar cuáles de sus alumnos se apartan más claramente de la
norma, cuáles son más movidos, más dispersos y más impulsivos de lo que se
esperaría para su grupo de edad. Si sólo utilizamos la información de los
padres, tendremos una información parcial, no, como se piensa muchas veces,
porque los padres sobreprotejan a sus hijos y los valoren subjetivamente, sino
porque los valoran en una situación diferente: normalmente en situaciones de
trato más individualizado (especialmente en el caso de hijos únicos) y con una
exigencia cognitiva menor (tan sólo el momento de los deberes).

Por otra parte, no debemos olvidar el efecto que la educación tiene sobre la
sintomatología del TDAH. Como explicaremos más adelante, este trastorno
tiene una base biológica, pero nunca debemos olvidar que el autocontrol y las
estrategias cognitivas se educan. Por lo tanto, el modo en que educamos a un
niño con un perfil de TDAH puede contribuir a moderar la intensidad de la
manifestación de sus síntomas hasta que, con la maduración, se suavicen
como para poder considerar que se trata más bien de un “rasgo de
personalidad” que una patología.
Del mismo modo, una mala actuación escolar y familiar, junto con la falta del
apoyo social, puede potenciar los síntomas hacia una patología más severa
que puede generar la aparición de otros trastornos (cuadros de ansiedad,
depresión o trastornos de conducta entre otros). De ahí que muchos profesores
confundan, en ocasiones, a niño con TDAH con un niño malcriado.

Educar a un niño con TDAH es muy difícil. Son niños agotadores, que
necesitan una supervisión constante a edades que tendrían que ser más
autónomos, que parecen no responder a los castigos ni a los premios como los
demás niños, que despistan porque son una mezcla de gran inmadurez,
muchas veces con una muy buena capacidad intelectual.
El DSM exige para el diagnóstico que la sintomatología esté generando cierto
grado de desadaptación. Este es otro de los problemas de la utilización de
estos criterios. ¿Cuándo consideramos que un niño muestra un grado
suficiente de desadaptación como para considerar que tiene un TDAH?

En el TDAH la prevención es muy importante, tanto, que si esperamos para


realizar un diagnóstico a que el deterioro sea muy evidente (por ejemplo, a que
el niño haya suspendido de forma reiterada varios cursos, tenga problemas
severos en casa y en el colegio o muestre un deterioro grave de la autoestima),
estamos actuando tarde.
En el diagnóstico debemos valorar “la interferencia potencial” que tienen los
síntomas en el desarrollo del niño y actuar si consideramos que de no hacerlo
afectaría en breve y de forma importante a su adaptación personal, familiar,
social o escolar. En la literatura americana se ha comenzado a utilizar un
término que podría traducirse como “niños de difícil manejo” para designar a
niños en edad preescolar que tienen un perfil de TDAH a los que no se atreven
todavía a catalogar como tales. La detección de este grupo de niños en los que
se prevé que, de no cambiar su evolución, desarrollarán problemas escolares,
personales o familiares debidos a su conducta, es fundamental. El grado de
desadaptación que producen los síntomas del TDAH depende de la exigencia
del entorno. Existen factores culturales y sociales que determinan cuándo se
considera una conducta como desadaptativa. Por lo tanto, la valoración de la
conducta de un niño depende en gran medida de la exigencia del entorno y del
nivel de tolerancia de padres y profesores. Por ese motivo, no es de extrañar
que encontremos diferencias en la valoración de un mismo niño por diferentes
profesores o entre éstos y sus padres. Existen muchos factores que inciden en
el comportamiento del niño.
El TDAH desfavorece el buen rendimiento escolar, pero el niño puede alcanzar
un buen rendimiento si le entusiasma la asignatura que imparte un profesor,
tiene especiales cualidades para poderla cursar (por ejemplo, una buena
memoria para retener datos o muy buena capacidad lógica para las
matemáticas) o se siente bien entendido, afectivamente arropado y bien exigido
por su profesor (el niño con TDAH suele mostrar mayor dependencia emocional
que los niños de su edad). Su actitud con un profesor u otro puede variar,
aunque lo normal es que ambos profesores detecten, en mayor o menor
número, síntomas de falta de atención, hiperactividad o impulsividad. La
evaluación de la conducta de un niño que está siendo diagnosticado debe ser
realizada por un profesor o profesora que sea lo más objetivo posible y que lo
conozca suficientemente. Se recomienda añadir al cuestionario que suelen
entregar a los profesores para la evaluación de la conducta del niño
comentarios, ejemplos, fotocopias de ejercicios y anotaciones que el profesor
crea que pueden ser de utilidad para el especialista que va a evaluar al niño.

•La intensidad y el modo en que un niño manifiesta los síntomas del TDAH
depende también de otras características de su personalidad/temperamento.
Será más probable que un niño reservado, y con un gran miedo a ser
regañado, se esfuerce más en frenar su conducta hiperactiva/impulsiva en el
colegio que en casa, donde se siente más seguro.

Por el contrario, un niño extrovertido, temperamental e independiente,


probablemente muestre más problemas de conducta cuando trate de adaptarse
a un entorno más rígido como es el escolar.

Del mismo modo sucede con factores que actúan sobre el aprendizaje. Es
posible que un niño bien dotado intelectualmente o un niño extraordinariamente
motivado compense el esfuerzo que su cerebro debe realizar para mantener la
atención en determinado tipo de tareas logrando un buen rendimiento. No
olvidemos que el déficit de atención no impide que el niño sea capaz de
concentrarse bien durante un tiempo breve. El problema reside en que el
esfuerzo que debe realizar su cerebro para mantener esa concentración básica
en una tarea prolongada es tal, que genera abandono de la tarea por
cansancio, mayor número de errores o tiempos de respuesta más lentos. Por lo
tanto, el niño mantendrá la atención si está extraordinariamente motivado (por
la tarea o el profesor), la tarea es fácil y no excesivamente monótona, o sea
muy corta.
Los niños con TDAH muestran una mayor dificultad para mantener la atención
ante tareas monótonas, largas y aburridas. Debemos pensar en estos niños
como en alumnos que tienen más dificultad que el resto para resistir la
frustración, el esfuerzo que suponen para todos los niños realizar este tipo de
actividades.

El diagnóstico del TDAH implica un estudio psicológico, pedagógico y médico


con el fin de realizar un diagnóstico diferencial adecuado y poder afirmar que
los síntomas que parece cumplir de falta de atención, hiperactividad e
impulsividad se deben a un TDAH y no a otro problema.
A pesar de que es relativamente sencillo detectar sintomatología hiperactiva,
impulsiva o desatenta, el diagnóstico del TDAH requiere una exploración
exhaustiva y de la colaboración de por los menos dos tipos de especialistas:
uno del área psicopedagógica y otro del área médica.

EL TDAH NO ES SINÓNIMO DE TRASTORNO GRAVE DE LA CONDUCTA

Los niños con TDAH presentan los problemas de comportamiento lógicos


derivados de su impulsividad, hiperactividad y falta de autocontrol.

Por ejemplo, un niño o niña con TDAH de tipo combinado a menudo: pierde
cosas, actúa de forma atolondrada y puede provocar accidentes, se levanta
con frecuencia o no para quieto en el asiento, no escucha opiniones e
interrumpe a los demás, cambia de tema en las conversaciones, olvida dar
recados, pierde material, trata de llamar la atención, no obedece (a veces
porque olvida las consignas), no censura sus emociones como debería
(muestra genio o se ríe e situaciones inapropiadas) y se comporta de forma
inmadura.
Algunos niños, presionados por el entorno y saturados de cometer errores de
forma constante, comienzan a mostrar baja autoestima, irritabilidad,
hipersensibilidad ante situaciones que suponen un riesgo de fracaso, fobia al
esfuerzo, rebeldía, etc.

DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL

• El trastorno negativista desafiante que incluye a los niños con conducta


abiertamente oposicionista.
• El trastorno disocial, que lo manifiestan niños con conductas consideradas
“pre-delincuentes” como agresiones a personas y animales, destrucción de
propiedades, fugas de casa y otros abusos conscientes y planificados.
En algunos niños con TDAH se dan también conductas claramente
oposicionistas. Antes de diagnosticar al niño como TDAH + trastorno
negativista desafiante, debemos hacer un estudio a fondo para determinar si la
conducta es puramente oposicionista o si existen síntomas depresivos.
Los niños deprimidos, al contrario que los adultos, suelen mostrar, entre otros
síntomas más claramente asociados a depresión, dos síntomas que no
aparecen en los mayores afectados del mismo problema: irritabilidad y
problemas de conducta. Un niño o adolescente con síntomas de depresión leve
puede mostrarse como un niño con trastorno negativista desafiante.

En el caso de que, efectivamente, se observe sintomatología depresiva, el


siguiente paso es determinar si ésta es consecuencia lógica de las dificultades
de vivir con TDAH o si existe con una intensidad que sugiera que se trata de
dos trastornos que evolucionan de forma paralela.

Es posible que un niño pueda recibir más de un diagnóstico conjuntamente, por


ejemplo “TDAH + trastorno negativista desafiante” o “TDAH + depresión”.
Al margen de lo anterior, si un niño con TDAH no recibe el tratamiento
individual adecuado, carece de ayuda escolar, no es comprendido por los
profesores y recibe una mala influencia social, aumenta considerablemente la
probabilidad de que un niño con TDAH acabe derivando hacia un trastorno
comportamental más grave como es el trastorno disocial, cuadros de adicción
al alcohol y otras drogas, problemas con la justicia, accidentes de trafico,
embarazos no deseados, etc.

BASES BIOLÓGICAS DEL TDAH

El TDAH es un trastorno que se manifiesta en la conducta del individuo y


que se produce por una afectación de origen neurológico que se ve modulada
por el efecto potenciador o moderador de la educación. No se trata de una
lesión propiamente dicha, sino de un peor funcionamiento cerebral relacionado
con el área frontal del cerebro. Dicha afectación neurológica puede variar de
unas personas a otras y manifestarse, desde un nivel que se puede intuir
(porque no se puede medir de forma aislada separándola del efecto del
ambiente) “leve”, hasta una afectación muy incapacitante y desadaptativa.
Un niño con TDAH, tenga la afectación neurológica que tenga, se ve
favorecido por dos procesos:
(1) el proceso de maduración de su sistema nervioso que puede suavizar los
síntomas iniciales con la edad (en la mayoría de los casos siempre estarán
presentes pero no serán tan incapacitantes);
(2) el efecto modulador de la educación que reciben (no olvidemos que la
atención, las estrategias de pensamiento y el autocontrol también se educan).
Por este motivo, cuando observamos y evaluamos la conducta de un
niño o niña con TDAH, no estamos valorando directamente su afectación
neurológica, sino el producto de ésta unido al efecto que la educación está
teniendo sobre la sintomatología que provoca.
No debe parecernos extraño, pues, que en nuestra clase podamos
encontrar niños muy diferentes. Por ejemplo, un niño con TDAH que parece
tener una afectación biológica importante ya que los problemas de atención y
las dificultades de autocontrol parecen serios, pero cuyo comportamiento y
adaptación son estupendos debido a que recibe el tratamiento adecuado, tiene
la suerte de tener un profesor que le sabe exigir y valorar, y una familia,
ordenada, estructurada y contenedora que le transmite estabilidad y compensa
con organización, algunos de sus déficit.
También podemos encontrar el caso contrario, aquel niño con TDAH
cuya afectación biológica se intuye leve pero cuyo cuadro sintomatológico, es
decir, la manifestación comportamental del trastorno, es muy escandaloso
debido a que le falta el tratamiento, la estabilidad emocional, la contención y los
límites educativos adecuados que le permitan canalizar su conducta. Estos
niños viven en un entorno escolar o familiar que, en muchas ocasiones sin
intención, potencia la conducta impulsiva y explosiva, favorece la inestabilidad
emocional y con ella agrava los problemas de conducta. Este tipo de niños son
los que confunden a muchos maestros que tienden a pensar que el problema
es sólo educativo y que no existe, además, un trastorno como el TDAH, de
fondo.
Estudios neuropsicológicos recientes sugieren en el TDAH un mal
funcionamiento del:
1. Cortex prefrontal que interviene en la activación de las conductas de las
personas, en la resistencia a la distracción y en el desarrollo de la conciencia
del tiempo.
2. Nucleus caudatus y el Globus pallidus, que ayudan en la inhibición de
respuestas automáticas facilitando las actitudes reflexivas y el autocontrol.
3. Vermis cerebeloso, cuya función parece estar asociada a la regulación de
la motivación.
En los últimos años se han multiplicado investigaciones que tratan de
profundizar en este funcionamiento cerebral atípico de las personas con TDAH.
Se están realizando estudios, por ejemplo, que tratan de demostrar mediante
tomografía por emisión de positrones (PET) que existe, respecto a los sujetos
sin este trastorno, una disminución en el metabolismo en la zona frontal del
cerebro en los adultos y adolescentes con TDAH o la existencia de menor riego
sanguíneo en el núcleo estriado y en las regiones prefrontales del cerebro.
Los resultados son todavía poco específicos y difíciles de generalizar
entre otras razones porque, bajo el diagnóstico de TDAH, se incluyen una
variabilidad muy grande de personas y porque, en muchos casos, el
diagnóstico de TDAH no se presenta de forma aislada, sino que coexiste con
otros problemas como: trastornos de conducta específicos, trastornos del
estado de ánimo, epilepsia, tics, cefaleas, fobias o dificultades de aprendizaje,
entre otros. No obstante, los múltiples estudios neuroanatómicos del TDAH han
reactivado las investigaciones sobre las hipótesis bioquímicas de este
trastorno. Estos estudios parecen sugerir una inmadurez o alteración en la
transmisión neuronal debido a un mal funcionamiento de determinados
transmisores cerebrales. Se denominan transmisores o neurotransmisores a
aquellas sustancias que permiten que la información pueda ser transmitida de
una neurona a otra salvando el espacio sinóptico que existe entre ellas. Un
desequilibrio en la producción o en la captación de estas sustancias puede
suponer un funcionamiento irregular, lento o alterado del cerebro.
Se han formulado hipótesis diferentes basadas en el efecto positivo que
algunos fármacos, especialmente estimulantes, tienen sobre el TDAH. Las
hipótesis más aceptadas parecen centrarse en el papel de transmisores como
la dopamina (que parece influir en la regulación del comportamiento motor) o la
noradrenalina (como modulador de la atención, la vigilancia y las funciones
ejecutivas), pero también sobre la serotonina (implicada en la regulación del
estado de ánimo), e incluso en el papel del ácido gamma-aminobutírico
(GABA).
El procesamiento de la información en los niños con TDAH podría
describirse de forma sencilla como un procesamiento más lento, fatigoso y peor
organizado que el de otro niño de su misma edad. Dado que la afectación,
como hemos visto, parece centrarse en una alteración en los mecanismos de
regulación de algunos transmisores cerebrales, el tratamiento farmacológico
complementario al entrenamiento cognitivo-comportamental y el asesoramiento
educativo escolar y familiar, resulta, en la mayoría de los casos, muy efectivo:
reduce la hiperactividad motriz, aumenta el autocontrol y mejora la capacidad
de atención.

ETIOPATOGENIA

En la aparición del TDAH influyen factores muy variados como:


• la prematuridad;
• la toxicidad con altos niveles de plomo;
• alteraciones durante el embarazo o el parto;
• algunas alergias alimentarias y factores hereditarios.

En el momento actual se considera el TDAH como un trastorno


poligénico en cuya manifestación intervienen conjuntamente varios genes
relacionados con la recepción y transporte de algunos transmisores cerebrales.
La concordancia de este trastorno en gemelos idénticos (gemelos
monocigotos) es del 51 % respecto a mellizos (gemelos dicigotos), que es del
33%.
Un niño con un padre o madre con TDAH tiene entre 5 veces más riesgo
de padecer también este trastorno que un niño cuyos padres están sanos. En
la “transmisión del TDAH” no debemos olvidar que no influyen únicamente
mecanismos hereditarios, sino también ambientales y aprendidos. Pensemos
que un padre o una madre con TDAH, tendrán más dificultades para ofrecer a
sus hijos un modelo de conducta reflexivo, les costará más organizarse,
mantener la constancia de las normas, la exigencia y las medidas disciplinarias
e, incluso probablemente, la serenidad que requiere la educación de un hijo
mucho más si, como se plantea en este caso, el niño o los niños tienen,
también, TDAH. Desde la escuela debemos comprender y ayudar
especialmente a estas familias.

DETECCIÓN DE LOS PRIMEROS SÍNTOMAS

Por lo general, muchos de los niños hiperactivos, especialmente los que


tienen hiperactividad/impulsividad asociada a problemas de conducta, son
detectados en Educación Infantil.
Otro segundo grupo se detecta en primero de Primaria, especialmente
cuando los problemas de atención afectan al rendimiento escolar, y un tercer
grupo se detecta en 4º ó 5º de Primaria, cuando la labor de apoyo de los
padres durante los cursos anteriores comienza a ser insuficiente y el currículo
escolar exige mayor tiempo de concentración y una forma más reflexiva y
planificada de manejar la información.
En España, dado que el conocimiento y difusión del trastorno se ha
realizado más tarde que en otros países, es frecuente encontrar adolescentes y
jóvenes con síntomas de TDAH no diagnosticados. En estos casos la
evaluación debe incidir en un fiel diagnóstico diferencial, puesto que en estas
edades es muy posible que el TDAH sea un trastorno menor que acompañe a
otros más severos que deben ser también diagnosticados, por ejemplo:
trastornos emocionales, de conducta, adicción a sustancias, trastorno
obsesivo-compulsivo, etc.

GRUPO ETARIO
En los preescolares de 3-6 años
Puede observarse menor intensidad y duración en el juego
Prefieren los juegos deportivos sobre los educativos
Les gusta desmontar y destrozar juguetes. Son niños torpes.
Presentan inmadurez emocional, déficits en el desarrollo
Conducta desafiante
Problemas de adaptación social
Accidentes
Con dificultad en el aprendizaje (los colores, los números y las letras,
igualmente en la comprensión de la figura humana en el dibujo).
En la etapa escolar 6-12 años
Los niños acaban siendo rechazados por sus compañeros, amigos y hermanos
Sufren las reprimendas de padres y profesores, lesionándose su autoestima.
En la adolescencia

 Disminuye la hiperactividad

 Se mantiene cierto grado de inquietud e impaciencia

 Mientras que la inatención suele ser más notoria.

 Son frecuentes los problemas académicos, la baja autoestima, el aumento


de la comorbilidad, problemas de comportamiento con la familia y el
entorno.

 Aumento de las conductas de riesgo: uso de drogas, sexo arriesgado,


accidentes, violencia, delincuencia y riesgo de suicidio…
Los adolescentes
Pueden referir menos afectación de los síntomas nucleares (se acostumbran)
La información de padres y profesores es menos fiable (menos tiempo en casa
y muchos profesores).

El 40-60% de los pacientes, continuarán en la edad adulta:


 Inestabilidad emocional
 Mayor riesgo de problemas familiares, en el trabajo
 Con menor nivel socioeconómico del previsto por su potencial
 Diversas patologías psiquiátricas que ocultan el TDAH de base (abuso de
drogas, ansiedad, depresión, trastorno bipolar, antisocial o límite de la
personalidad)
NEUROLOGÍA
Signos neurológicos mínimos o blandos

- Hiperreflexia tendinosa
- Asimetría mínima en los reflejos

- Uso indistinto de ambas manos

- Equilibrio deficiente

- Pérdida de la capacidad de reconocer los objetos por el tacto


(estereoagnosia)

- Déficit en la coordinación mano -ojo, en la coordinación motora fina,


discriminación figura fondo.

TRATAMIENTO

Objetivos:

Reducción de los síntomas nucleares.

Detección y tratamiento de la comorbilidad.

Prevención o reducción del Deterioro de Conducta.

Promoción del aprendizaje académico y social.

Mejoría del ajuste emocional y de la autoestima.

Alivio del sufrimiento familiar.

Tratamiento psicológico
Entrenamiento para padres
Terapia cognitiva al niño
Entrenamiento en habilidades sociales
Tratamiento psicopedagógico
Adaptaciones en el aula
Entrenamiento para docentes, técnicas de modificación de conducta y otras
estrategias de manejo del TDAH en el aula (aplicación de normas y límites,
presentación de las tareas, sistemas de evaluación del alumno con TDAH,
etc.).
Tratamiento
Tratamiento Farmacológico:
Tratamiento farmacológico

Metilfenidato:
1ª línea.
De lunes a viernes, con suspensión en vacaciones.
Cada adolescente tiene una curva única de dosis respuesta.
Dosis: 0,3-0,7 mg/Kg
Máximo: 60 mg
Efectos adversos: insomnio, cefalea, ansiedad, anorexia, dolor
abdominal, taquicardia, palpitaciones.

Anfetaminas

Psicoestimulante, uso a partir de los 3 años.


Efectos adversos: similares al Metilfenidato.
Tratamiento según edad:

Atomoxetina

Aumento selectivo de niveles NA exclusivamente en la región


prefrontal.

- Uso: 0,5 mg/kg/día (iniciar paulatinamente).


- Dosis de mantención: 40-80 mg/día.

Intervenciones psicosociales individuales y grupales:


Psicoeducación: Información relevante a padres/cuidadores y
adolescentes consultantes.

Entrenamiento en habilidades parentales: Manejo de antecedentes y


consecuencias de las conductas problemáticas.

Entrenamiento en habilidades sociales en grupos: asertividad,


resolución de conflictos, autocontrol, entre otros.

Intervenciones psicosociales individuales y grupales:

Intervenciones educacionales: trabajo con el entorno escolar y enlace


con programa Habilidades para la Vida donde esté disponible.

Actividades deportivas y recreativas: Incorporación de experiencias


de colaboración positivas con grupo de pares.

Grupos de autoayuda: de padres, familiares y adolescentes.

Seguimiento de tratamiento:

Consulta de control:

Niños/as con buena respuesta al tratamiento integral, sin efectos


no deseados:
Controles cada tres meses y control por médico al término
del año escolar.

2º año de tratamiento:
Asegurar un control médico al inicio y término del período
escolar: Suspensión y/o mantención del tratamiento
farmacológico .

Control cada tres meses de acuerdo a disponibilidad de


recursos.
Seguimiento de tratamiento:

Visita Domiciliaria:

Factores de riesgo mayores, gravedad del trastorno, problemas


de adherencia, respuesta insuficiente.

Hogar, Establecimiento Educativo.

Rescate:

Primer año tratamiento: inasistencia de 1 mes.

Segundo año tratamiento: inasistencia de 3 meses.


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Dra. Isabel Orjales Villar
Profesora del Departamento de Psicología
Evolutiva y de la Educación.
Facultad de Psicología (UNED)

TRASTORNO POR DÉFICIT DE ATENCIÓN / HIPERACTIVIDAD (TDAH)

NIÑOS HIPERACTIVOS, IMPULSIVOS Y DESATENTOS: ¿CUÁNDO SE


PUEDE HABLAR DE UN TRASTORNO? (II)

En el capítulo anterior distinguíamos entre dos conceptos confusos:


1. La hiperactividad que se refiere a un exceso de actividad motriz sin objetivo
definido y que puede ser síntoma de muchos trastornos o caracterizar a un
individuo en un momento determinado de su desarrollo normal.
2. Trastorno por déficit de atención con hiperactividad o TDAH, un
trastorno del comportamiento que puede cursar con o sin hiperactividad motriz.
Para evitar confusiones terminológicas, decidimos utilizar las siglas
TDAH para referirnos al trastorno por déficit de atención con
hiperactividad. Dicho trastorno, que afecta de un 3 a un 6% de los niños en
edad escolar, se detecta en muchas ocasiones ya en la etapa infantil y su
sintomatología, con ciertas mejoras debido a la maduración neurológica, se
mantiene hasta la edad adulta y se caracteriza por la presencia de uno de
estos dos grupos de síntomas: falta de atención e hiperactividad/impulsividad.
Dada la incidencia de este trastorno, es posible encontrar, en un aula escolar
corriente, a por lo menos uno o dos niños con TDAH de alguno de los subtipos
que se describen:
a) niños con síntomas sólo de falta de atención pero con pocos o ningún
síntoma de hiperactividad motriz (TDAH subtipo predominio inatento);
b) niños con hiperactividad/impulsividad pero sin problemas evidentes o graves
de atención (TDAH subtipo predominio hiperactivo/impulsivo);
c) niños con ambos grupos de síntomas (TDAH subtipo combinado).
Constatábamos que para el diagnóstico de este trastorno, los síntomas
debían darse con una intensidad superior a la esperada en un niño,
adolescente o adulto si tenemos en cuenta su edad cronológica, su edad
mental y la educación recibida; que algunos de estos síntomas debían estar
presentes antes de los 7 años dando al cuadro ciertas connotaciones de
cronicidad; debían crear problemas de desadaptación y no se explicaban mejor
por la presencia de otro trastorno orgánico, emocional o del desarrollo.
En el presente capítulo trataremos de comprender más a fondo el TDAH
dibujando un perfil cognitivo, social y emocional de las personas que crecen, y
tratan de adaptarse a las exigencias del entorno con esta sintomatología. Ello
nos permitirá entender la urgencia de una detección temprana y la necesidad
de diseñar programas de intervención, que se aborden desde una perspectiva
médica y psicopedagógica y, que se dirijan tanto a la familia como a la escuela
además de al individuo con TDAH, adaptándose siempre de forma individual a
sus características cognitivas, comportamentales, sociales y emocionales.
PERFIL COGNITIVO, EMOCIONAL Y SOCIAL DEL TDAH

En el capítulo anterior describimos las características comportamentales


del TDAH e insistimos que este trastorno, aunque frecuentemente asociado a
problemas de conducta, no debe confundirse con trastornos severos como el
trastorno negativista desafiante y el trastorno disocial. A continuación
trataremos de esbozar el perfil cognitivo, social y emocional que se presenta en
muchos sujetos con TDAH con las consiguientes variaciones debidas al
temperamento, la personalidad y la educación recibida por cada individuo.

El perfil cognitivo
A raíz de los estudios neurológicos del TDAH, el Dr. Barkley ha
desarrollado, desde el año 1 997, un modelo de base neuropsicológica con el
que trata de explicar el funcionamiento cognitivo de las personas con TDAH.
Aunque este modelo no habla de la importancia de la influencia ambiental en la
evolución del trastorno, y se centra únicamente en tratar de explicar qué
factores neurológicos y psicológicos pueden estar interviniendo en el mismo,
aporta información de gran utilidad para comprender mejor el TDAH.
Barkley enfoca el TDAH como un trastorno que afecta a los procesos de
inhibición o autocontrol entendiendo por autocontrol o autorregulación la
capacidad del individuo para frenar la primera respuesta que inició ante la
aparición de un determinado estímulo; proteger su pensamiento de
distracciones externas o internas, y elaborar una nueva respuesta más
adecuada que sustituya a la primera.
Para poder realizar procesos de este tipo, el Dr. Barkley afirma que
debemos poner en marcha una serie de funciones, que denomina funciones
ejecutivas, que serán las que nos permitan conducirnos con éxito al objetivo.
Las personas con TDAH tienen alteradas, en mayor o menor medida,
estas funciones ejecutivas (véase cuadro 1).

CUADRO 1: FUNCIONES EJECUTIVAS ALTERADAS EN LAS PERSONAS


CON TDAH (BARKLEY, 1997).

Las funciones ejecutivas son actividades mentales dirigidas a uno mismo


que nos ayudan a:
- frenar la primera respuesta que íbamos a emitir al percibir un estímulo
- resistir la distracción mientras nos fijamos nuevas metas más adecuadas que
la respuesta que íbamos a emitir
- dar los pasos necesarios para poner esta nueva respuesta en marcha:
1. Memoria de trabajo verbal.
2. Memoria de trabajo no verbal. -
3. El control de la motivación, las emociones y el estado de alerta.
4. La función de reconstitución, que permite a partir de conductas aprendidas
diseñar acciones nuevas más eficaces.
La alteración de estas funciones varía en grado y cantidad de unos niños
a otros y puede manifestarse de la siguiente manera:

1. Los niños con TDAH pueden tener más dificultad en recuperar en su


memoria aquello aprendido con anterioridad para aplicarlo en el momento
actual. Eso con- lleva una mayor dificultad para:
• Consolidar los aprendizajes especialmente si la enseñanza es más teórica
que experimental y se abandona pronto la práctica.
• Recordar con detalle lo que ha sucedido. Por tanto, tienden a ser más
subjetivos al juzgar su comportamiento o el de los demás en función de lo
sucedido. Pueden, por ejemplo, mostrarse indignados cuando se les riñe por no
haber realizado una tarea que no recuerdan que se les ordenó.
• Aprender de sus errores, de los castigos o de los premios. Es frecuente
que padres y profesores se quejen de que el niño con TDAH comete una y otra
vez los mismos errores y conductas por las que se vio sancionado. Eso
desconcierta a los adultos, quienes tienen la sensación de que no responde a
los castigos o a los premios e incluso de que su conducta es deliberadamente
desafiante.
Este fracaso educativo se debe, en algunas ocasiones, a la necesidad que
tiene el niño con TDAH de vivir más experiencias para asociar el castigo o el
premio a una determinada conducta. En otras, el error es nuestro al no
adaptarnos a sus características y utilizar castigos para tratar de modificar
conductas negativas que el niño todavía no ha aprendido a controlar y que
necesitarían entrenamiento paciente y refuerzo positivo. En otras ocasiones
influye, además, que se trata de castigos o premios desproporcionados a la
conducta, que el niño sabe que no se llegarán a cumplir, o que sólo se
recibirán, si se alcanzan unas condiciones imposibles para ellos o si se espera
un tiempo demasiado prolongado.
• Guardar rencor. Dado que viven en el presente, los niños con TDAH pueden
enfadarse de forma desmedida en un momento y, al cabo de muy poco tiempo,
actuar como si nada hubiera sucedido.
• Prever lo que va a suceder. Por este motivo, suelen fracasar en tareas que
exijan planificación, previsión de necesidades futuras o que exijan,
simplemente, tener una mínima visión de futuro adelantándose a las
consecuencias negativas de su comportamiento.

2. Muestran dificultades en la percepción y el control del tiempo.


Los niños con TDAH tienen más dificultad para calcular el tiempo que les
llevará hacer un examen, realizar un trabajo, llegar a tiempo a una cita,
soportar las esperas con paciencia o para tolerar la demora de los
acontecimientos o los cambios de planes.

3. Tienen pobres habilidades de organización de la conducta en el tiempo.

Eso no afecta a la capacidad de hacer planes de forma general, pero sí a la


dificultad de ponerse metas asequibles, establecer prioridades, organizarse en
el tiempo y a la constancia o la resistencia al esfuerzo que supone perseguir el
objetivo hasta el final.

4. Hacen menos referencias a hechos del pasado o del futuro, en


ocasiones parecen mostrar alteraciones en la utilización de conceptos
temporales.

5. Muestran dificultades en tareas que requieren cooperación,


participación, tener en cuenta las consecuencias para los demás, tener
presente los efectos de sus acciones en el futuro respecto a temas de
salud, conciencia, etc.

6. Muestran un retraso en la interiorización del lenguaje y en su utilización


en el proceso de pensamiento.
El niño con TDAH tiene más dificultad para pensar para sí mismo. Cuando lo
hace, suele verbalizar en voz alta todo lo que pasa por su cabeza del mismo
modo que muchos niños de menor edad. Habla, canturrea, hace ruidos que
acompañan a su trabajo, sin ser consciente de que lo está haciendo y de que
molesta a compañeros o interrumpe la explicación del profesor.
Por lo general, estas verbalizaciones externalizadas contienen más emociones
que estrategias que le ayudarían a resolver con más eficacia la tarea.

7. Muestran mayor dificultad para comportarse conforme a unas reglas ya


sean impuestas, acordadas por los compañeros o cuando se le da la
posibilidad de generarlas por sí mismo.

8. Parecen menos objetivos al analizar los acontecimientos, muestran


mayor dependencia emocional del entorno, mayor dificultad para
automotivarse, para analizar los propios sentimientos y tomar las
medidas necesarias para salir de estados de ánimo negativos como la
ansiedad, tristeza o la frustración.

Antes de finalizar este apartado conviene recordar que, si bien estas


características son bastante generales en las personas con TDAH, no todos los
síntomas se manifiestan de la misma manera.
Existen personas con TDAH tremendamente puntuales o que consiguen
un excelente nivel de organización desarrollando mecanismos de
compensación como anotar todo lo que concierne a su vida en una agenda
electrónica. En este sentido, algunas personas con TDAH, al llegar a la edad
adulta, eligen entornos de trabajo muy estructurados, mientras que otras son
incapaces de funcionar con un “corsé ambiental” y deciden, por ejemplo,
montar su propia empresa. La variabilidad de las personas con TDAH,
especialmente al llegar a la edad adulta, es muy grande.

El perfil emocional
El diagnóstico del TDAH incluye un diagnóstico diferencial que nos
permita asegurar que la sintomatología considerada nuclear en este trastorno
(inquietud motora, dificultades para mantener la atención e impulsividad) no se
debe a un trastorno emocional. No obstante, y especialmente en adolescentes
y adultos, el TDAH se da, en muchas ocasiones, parejo a otras patologías
como los trastornos del estado de ánimo. La comorbilidad entre depresión y
TDAH es tan elevada que se han planteado diferentes hipótesis: en algunos
casos el TDAH podría ser el primer cuadro detectado antes del desarrollo de
una sintomatología bipolar; en otros, podría existir una tendencia hereditaria
que relacione la depresión con el TDAH; mientras que, en gran número de
casos, las manifestaciones de ansiedad o depresión podrían ser secundarias a
las dificultades que experimenta un individuo al tratar de adaptarse a las
exigencias ambientales con una sintomatología de TDAH.
El niño con TDAH, por lo general y salvando diferencias individuales,
suele ser descrito como un niño entusiasta, exultante, inconsciente, noble, sin
malicia, transparente, inmaduro, poco rebuscado, optimista y aparentemente
feliz. No obstante, crecer con TDAH puede suponer superar obstáculos que, en
ocasiones, minan la autoestima y la moral de cualquiera de estos niños. El niño
con TDAH, especialmente el de subtipo combinado cuya sintomatología es ya
intensa en edad preescolar se ve sometido a lo largo del día a pequeñas e
innumerables situaciones frustrantes: olvida el babi, pierde los bolígrafos,
empuja en la fila, responde de forma impulsiva en las interacciones sociales,
rompe objetos, contesta de malos modos a los adultos cuando está enfadado,
resulta molesto por su exceso de movimiento constante, distorsiono la clase
con sus comentarios y llamadas de atención, y un largo etcétera. Con el
tiempo, esta situación puede generar algunos efectos negativos:
1. El niño, saturado de críticas, castigos y reprimendas, tiene la sensación de
que no hace nada bien y se vuelve muy sensible y reactivo ante cualquier
situación frustrante (hipersensibilidad ante la frustración). Es posible que
responda, entonces, de forma intensa: llorando, negándose a cooperar,
volviéndose irritable o culpando a los demás en un intento de justificar su mal
hacer.
2. El niño se vuelve esquivo con las obligaciones, rehuyendo toda situación que
crea que puede llevarle al fracaso, “tirando la toalla” incluso en aquellas tareas
o actividades que se le dan bien (baja tolerancia al esfuerzo).
3. Convive con una permanente sensación de falta de control sobre su
conducta y su rendimiento académico. El niño trata de esforzarse por cumplir
las expectativas del entorno, pero se da cuenta de que falla sistemáticamente y
se siente en permanente desventaja respecto a los demás. Como tampoco le
resulta fácil analizar de forma objetiva su conducta y la de los demás, no puede
identificar por sí mismo cuál es el meollo del problema y hallar las soluciones
debidas.

4. Su autoestima se deteriora, lo que puede reflejarse, en unos niños, en una


evidente falta de seguridad en si mismos, mientras que en otros, en el esfuerzo
que hacen por mantener una imagen de excelencia, prepotencia y falso
autodominio (una autoestima falsamente inflada). El niño con TDAH tiene
dificultades para analizar objetivamente la realidad y cuando ésta muestra su
cara más dura y hostil, puede tratar de refugiarse en un mundo ideal donde a
duras penas trata de mantener una buena imagen de si mismo.
5. No es de extrañar que aparezcan conductas como irritabilidad, sentimientos
de desesperanza, cambios de humor y problemas de conducta, cuyo trasfondo
depresivo y ansioso, suele pasar desapercibido para los adultos que le rodean.

Con el tiempo, el adolescente con una historia de fracaso escolar a sus


espaldas, que ha evolucionado conforme a los parámetros descritos antes,
suele tratar de apuntalar su autoestima, convenciéndose y reforzando, con su
actitud, una imagen de tipo “soy inteligente pero vago” huyendo, de este modo,
de la tan temida, “soy tonto pero trabajador”. Es muy frecuente, encontrar
adolescentes no demasiado bien tratados, cuyos síntomas de hiperactividad,
impulsividad y falta de atención, no justifican ya el deterioro escolar y
comportamental que reflejan en este momento. Su sistema nervioso ha
madurado lo suficiente como para facilitarles, en teoría, su adaptación a las
demandas ambientales.
Sin embargo, las secuelas escolares, emocionales y sociales de su
fracaso en años anteriores son tales, que ni su rendimiento ni su conducta
reflejan el “debilitamiento de los síntomas del trastorno”.
La mayoría de estos chicos temen, de forma inconsciente pero con gran
intensidad, el fracaso, así que evitan cualquier situación que pueda enfrentarles
a él. El 25% de los niños con TDAH, especialmente aquellos que manifiestan
conductas agresivas, alcanzan niveles clínicos de depresión.
Uno de los objetivos del tratamiento del TDAH es evitar la aparición
de este deterioro emocional:
1. regulando la exigencia;
2. apoyando con tratamiento al niño;
3. ayudándole a sobrellevar el esfuerzo y las dificultades durante los primeros
años.

De ese modo, cuando los síntomas se reduzcan por efecto de la


maduración neurológica, el niño podrá compensar mejor los pequeños déficit
que mantenga.

El funcionamiento social
Como todos los niños, aquellos que tienen déficit de atención con
hiperactividad pueden relacionarse con los demás de muchas maneras
diferentes. Por lo tanto, podemos encontrar niños con TDAH que pueden:
• Estar integrados en un pequeño grupo de amigos de su clase.
• Ser abiertamente rechazados y quedarse aislados por su comportamiento
hiperactivo e impulsivo, especialmente si muestran reacciones agresivas (los
niños sólo con déficit de atención tienen menos problemas de relación).
• Ser considerados integrantes del aula de clase pero no ser excesivamente
populares.
• Pulular de grupo en grupo de niños intentando encalar en alguno y añorando
tener un amigo especial.
• Tender a jugar solos, perdidos en sus propios juegos imaginativos sin echar
de menos el contacto social en juegos organizados.
• Preferir relacionarse con niños mayores o más pequeños evitando el contacto
con los de su propia edad. La relación con niños pequeños les permite dominar
mientras que la relación con los mayores suele ser más fácil y menos exigente
que con los de su misma edad.
En muchas ocasiones se ha relacionado la agresividad con el TDAH
cuando el trastorno no tiene por qué conllevar un comportamiento agresivo.
Para entender la relación entre agresividad y TDAH, aclararemos antes los tres
tipos de comportamiento agresivo:
1. Comportamiento impulsivo que tiene como consecuencia una agresión.
Se suele dar en muchos niños con TDAH de 3-6 años que tienen una conducta
excesivamente impulsiva. En ocasiones, la conducta impulsiva tiene como
consecuencia resultados graves y al entorno le cuesta entender que se trata de
pura impulsividad, sin una actitud deliberada y malintencionada.
2. Los niños que muestran una agresividad proactiva agreden con la
intención de conseguir un objeto, recuperar un territorio, controlar o dominar a
los demás. Su comportamiento parece más reflexivo, planificado y pícaro. Es lo
que comúnmente entendemos por conducta agresiva. No es un
comportamiento propio de niños con TDAH dado que suele exigir demasiada
planificación.
3. Los niños que muestran una agresividad reactiva. Se trata de conductas
agresivas que tienen un origen defensivo. Estos niños agreden para protegerse
de lo que consideran, muchas veces de forma poco objetiva, un ataque de los
demás. Su actitud se acompaña normalmente de ira y rabia y suele ser motivo
de inicio de peleas. Sus reacciones son impulsivas, poco planificadas y, en
muchas ocasiones, injustas pero no intencionadamente crueles. Este tipo de
agresividad reactiva aparece en muchos niños con TDAH que muestran baja
autoestima, que han vivido experiencias de rechazo social, que se sienten
irritables y muchas veces deprimidos. Su comportamiento agresivo-reactivo
puede ser puntualmente intenso pero no suelen guardar rencor o resentimiento.

Puede parecer curioso que, a pesar de que desde nuestro punto de vista
como adultos nos parezca más reprobable la agresividad proactiva
(intencionada), sea la agresividad reactiva (defensiva) la que peor correlaciona
con un buen estatus sociométrico.
Los niños agresivos reactivos son peor aceptados por los demás que los
que muestran agresividad proactiva. Esto podría explicarse porque el niño que
muestra agresividad proactiva, que intenta dominar a los demás o arremete
para conseguir un beneficio, puede tener cierto éxito social. Es un niño con
iniciativa y fuerza que puede atraer a los pequeños o a aquellos niños más
débiles que se unen a él para sentirse fuertes o aprovecharse de los beneficios
de sus conquistas. Los niños que muestran agresividad reactiva son niños
impulsivos, inmaduros, difíciles de prever y desconcertantes para sus
compañeros, quienes valoran muchas veces su actitud como injusta, ilógica y
desproporcionada. Por este motivo suelen ser más rechazados por los
compañeros de clase.
Aunque los niños de 3 a 5 años pueden ser vengativos y
malintencionados en algunas ocasiones, la experiencia me ha demostrado que
la mayoría de los niños con TDAH que agreden lo hacen más por impulsividad
que por el deseo expreso de perjudicar al otro. En estos pequeños, el deseo de
captar la atención de los otros, de sentirse escuchados, de decir “¡eh!, ¡estoy
aquí!, ¡hazme caso!”, se traduce, muchas veces, en un contacto físico brusco y
desagradable que con frecuencia resulta agresivo. El rechazo lógico de los
demás contribuye a acentuar este tipo de conductas que con el tiempo es
posible que se vuelvan más conscientes e intencionadas.
Suele coincidir que el niño más agresivo es el que menos pautas
educativas claras tiene en casa, en la mayoría de los casos porque su mal
comportamiento genera en los padres tanta tensión y desconcierto que actúan
de forma incoherente (le controlan en exceso en unos momentos y le toleran
todo cuando ya no pueden más) o recurren a actitudes excesivamente
controladoras y al castigo constante. Si esa situación se extiende también en el
colegio, el niño puede sentirse permanentemente acosado y desarrollar
problemas de conducta, irritabilidad y agresividad que muchas veces son una
clara manifestación de un fondo depresivo.

¿QUÉ FACTORES INFLUYEN EN LA EVOLUCIÓN POSITIVA DE LOS


NIÑOS CON TDAH?

Como ya hemos dicho y no nos cansaremos de insistir, a pesar del


sustrato neurológico innegable ya del TDAH, la sintomatología inherente al
cuadro (déficit de atención, hiperactividad motriz e impulsividad, ausencia de
autocontrol emocional...) se moldea en función de la acción educativa de la
familia y de la escuela.
Por lo tanto, en la evolución y el pronóstico de los niños con TDAH
influyen múltiples factores tales como:
1. El grado de afectación biológica de base con presencia o ausencia de signos
neurológicos menores.
2. La presencia asociada de trastornos como las dificultades de aprendizajes
(dislexia, discalculia, disortografía...), los trastornos de la coordinación, etc.
3. La presencia de otros trastornos graves del comportamiento y/o el consumo
de drogas.
4. La presencia de otros trastornos emocionales asociados como cuadros
depresivos (trastorno bipolar, trastorno distímico, depresión mayor, ansiedad
generalizada, fobias, etc.).
5. La adecuación de los programas de intervención al perfil cognitivo,
comportamental, social y emocional del niño.
6. La utilización o no de tratamiento farmacológico de apoyo (suficiente y
controlado) en combinación con otro tipo de intervención.
7. El nivel de competencia social.
8. El éxito de los programas de control de conducta en casa y en la escuela.
9. El éxito de las medidas de prevención del retraso académico.
10. El grado en el que el niño con TDAH consigue potenciar otras habilidades,
aquellas para las que sí está especialmente dotado con apoyo y
reconocimiento social.
11. Las características sociofamiliares del niño con TDAH.
12. La presencia de TDAH en uno o ambos padres.
13. La medida en que la escuela o el instituto puede ajustarse a las
necesidades del niño.
14. El modo en el que el programa de intervención consiga que la persona con
TDAH se conozca y acepte de forma sana sus propias características.

TRATAMIENTO DEL TDAH

Cuando pensamos en el tratamiento idóneo para el TDAH, debemos


tener presentes dos aspectos:
- El primero se refiere a la sintomatología de base propiamente dicha: la
presencia, con una intensidad excesiva para la edad mental, cronológica y el
nivel educativo del niño, de falta de atención y/o hiperactividad/impulsividad;
- El segundo y, quizá más importante, el “efecto de bola de nieve” que suele
generar dicha sintomatología básica y que puede provocar un deterioro muy
importante de la conducto, de las relaciones sociales, del rendimiento
académico o laboral y del equilibrio personal.
Como ya hemos mencionado antes, el TDAH es un trastorno que afecta
de forma crónica al individuo, cuyos síntomas nucleares se ven moderados en
lo mayoría de los casos por la maduración neurológica (los niños pequeños
suelen tener una sintomatología más acusada que los adolescentes y éstos
que los adultos) y cuyo poder de deterioro personal, social, familiar y
académico (es decir, su poder de desembocar en un trastorno gravemente
desadaptativo) depende de la influencia del entorno, de la detección precoz y
de la intervención temprana y global (tanto en el ámbito médico como
psicológico y pedagógico).
Podemos afirmar que, a pesar de tener una afectación crónica, un
individuo que ha conseguido aprender estrategias de compensación, cuyo
sistema nervioso ha madurado, tratado de forma adecuada y entendido por el
entorno, puede llegar, en la vida adulta a un nivel de adaptación normal,
llegando a considerar sus características todavía presentes de impulsividad,
hiperactividad o déficit de atención, más un “rasgo de personalidad” que una
sintomatología propia de un trastorno “patológico”.
El niño con manifestaciones de TDAH de tipo combinado (aquel que
manifiesta con juntamente síntomas de hiperactividad, impulsividad y déficit de
atención), entre los 2 y los 6 años se encuentra en el peor momento de su
desarrollo. Su conducta, en lo que se refiere a la capacidad de adaptación,
autocontrol, atención, etc., es por lo menos 1 ó 2 años más inmadura que la de
sus compañeros, lo que en estas edades les conviene en niños realmente
difíciles de educar.
Durante la primera etapa de Primaria, las dificultades se asocian al mal
rendimiento escolar y a los problemas que generan su hiperactividad o sus
reacciones impulsivas. Su hiperactividad motriz es algo más moderada que en
Educación Infantil pero sigue generando muchos problemas. Al llegar la
adolescencia, muchos de estos niños muestran una hiperactividad motriz más
sutil. No se levantan, pero se remueven en el asiento, no paran de hablar,
golpetean los lápices, juegan con algo en las manos y tienen dificultades para
tolerar, sin distraerse, sesiones largas de clase o prolongadas esperas.
La falta de atención, aunque presente, es, también en estas edades,
más moderada, y en la mayoría de los casos puede justificar un rendimiento
insatisfactorio (aprueba pero no demuestra todo lo que por capacidad podría),
pero no insuficiente (no llega al límite necesario para aprobar). En estos casos,
el perfil sintomatológico del TDAH ha mejorado como para dotar al niño de
capacidad suficiente para enfrentarse a las tareas escolares y a la demanda
ambiental.

¿Por qué suspende entonces?

El fracaso académico resulta de la suma de:


a) unas condiciones biológicas menos adecuadas para el estudio (impulsividad,
falta de atención, dificultades para manejar información mentalmente sin
equivocarse, fatiga en situaciones que requieren atención prolongada, ausencia
de planificación, dificultades en la percepción del paso del tiempo, etc.),
b) una historia de vivencia constante de pequeños o grandes fracasos (aunque
no haya suspendido desde hace mucho tiempo, su día a día está lleno de
“meteduras de pata” con los amigos, los padres y los profesores, lo que acaba
generando un sentimiento de falta de control sobre su vida);
c) las peculiaridades propias de cualquier etapa adolescente (inseguridad,
actitud reivindicativa, rebeldía, egocentrismo, labilidad emocional, etc.).
Si el niño con TDAH llega a terminar sus estudios (vía Bachillerato o por
Formación Profesional) sin grandes fracasos, una autoestima más o menos
apuntalada y unas relaciones sociales y familiares gratificantes, la mayor parte
del trabajo está ya realizado. El adulto con TDAH tiene más posibilidades que
el niño de conseguir una adaptación social. Un adulto puede elegir estudios
que se adapten a sus otras habilidades mientras que el niño tiene un currículo
cerrado. El joven puede elegir estudiar en turno de noche, de tarde o de
mañana y de forma intensiva, mientras que el niño tiene horarios más
prolongados y rígidos. El adulto puede elegir trabajar en el entorno muy
estructurado de una empresa o tener la libertad de generar su propio negocio.

¿CUÁL ES EL OBJETIVO DEL TRATAMIENTO DEL TDAH?

Teniendo en cuenta lo dicho con anterioridad, el objetivo del tratamiento


del TDAH debe dirigirse a:

1. Optimizar la educación que recibe el niño con el fin de amortiguar la


intensidad con la que se manifiestan los síntomas del TDAH sea cual sea
el grado de afectación neurológica de fondo. En los primeros años, se dirige
principalmente a superar la escolaridad obligatoria evitando que, durante este
tiempo, el niño acumule falta de base académica afianzando sus aprendizajes,
solidificando la autoestima, estimulando el espíritu de lucha (que inicialmente
tienen y van perdiendo), amortiguando los efectos de la impulsividad y la falta
de autocontrol (por lo tanto, evitando el rechazo social), desarrollando
estrategias que compensen los déficit propios del trastorno y realizando una
orientación universitaria o de formación profesional acorde con toda su persona
y no únicamente con sus rasgos de TDAH.

2. Evitar el deterioro emocional y conductual que frecuentemente aparece


secundario a las dificultades que genera el TDAH en su intento de
adaptarse a las exigencias escolares, familiares y sociales. Con el tiempo,
muchos niños con TDAH muestran baja autoestima, baja tolerancia a la
frustración (tendencia a tirar la toalla ante la mínima dificultad), baja tolerancia
a situaciones que requieren esfuerzo, ausencia de espíritu de lucha (vaguería),
sentimiento de indefensión (percepción de que las cosas no tienen solución),
irritabilidad, sentimientos de culpa, agresividad, etc. En muchos casos el
malestar puede desembocar en cuadros más severos de ansiedad y/o
depresión.

3. Proporcionar al niño y la niña con TDAH estrategias que le permitan


conocerse mejor, aceptarse a sí mismo, afrontar las dificultades de forma
positiva, desarrollar estrategias de compensación y potenciar sus buenas
habilidades con el fin de conseguir una vida plena, adaptada y feliz.

4. Evitar el deterioro y la aparición de patologías específicas o


comportamientos con frecuencia secundarios al TDAH como: el trastorno
negativista desafiante, el trastorno disocial, las adicciones al alcohol y otras
drogas, accidentes de tráfico, embarazos no deseados, trastornos depresivos,
ansiedad, pérdida recurrente de empleos, fracaso en las relaciones de pareja,
etc.

UN PROGRAMA DE INTERVENCIÓN EN TRES VERTIENTES

Dado que el TDAH es un trastorno de base neurobiológica pero que depende


en gran medida de la intervención educativa, el programa de intervención debe
desarrollarse en tres vertientes: el niño, los padres y los profesores.

1. Programa de intervención diseñado para el perfil específico de cada


niño
Dicho programa incluye compaginar el tratamiento cognitivo-conductual
y el apoyo farmacológico, en el modo, tiempo y dosis que sea precisa en cada
momento.

1. El tratamiento cognitivo-conductual.
Se refiere a la aplicación de una serie de técnicas cognitivas y
conductuales dirigidas a las siguientes áreas (incidiendo en cada una de ellas
con la intensidad y la prioridad que cada caso requiera):
a) Entrenamiento en autocontrol de la conducta. La falta de autocontrol del
niño con TDAH hace que, en los primeros años, el peso de la regulación
recaiga sobre el entorno tratando, a partir de ahí, de transferir al niño, poco a
poco, cierta autonomía en el manejo de su propia conducta. Se podría decir
que el niño con TDAH se comporto en tareas que requieren atención,
planificación y reflexión, como un niño 1 ó 2 años más inmaduro, por lo el
primer paso debe ser analizar el modo de adaptar la exigencia educativa a lo
que puede dar en cada momento. La mayor parte de los problemas de los
niños con TDAH en el colegio se generan porque los profesores y el entorno
escolar esperan del niño un comportamiento que está fuera de su alcance.
Cuando el niño no responde, los profesores, que desconocen el TDAH, no
tratan el problema como una falta de madurez entrenando y reforzando la
práctica de ciertas habilidades, sino que lo perciben como una falta de voluntad
y actúan como creen que se modificarían esas conductas si así fuera:
utilizando el castigo como medida de cambio. Por supuesto que, aunque el
castigo pueda parecer efectivo los primeros minutos, no modifica las conductas
a largo plazo que el niño no ha aprendido. Resulta de gran ayuda tratar al niño
con TDAH como si fuera 2 años menor en todos aquellos aspectos que
requieren atenci6n, auto-control, organización y planificación. Si pensamos en
ellos como niños más pequeños nos resultará fácil adelantarnos a sus
dificultades y no nos desesperaremos tan rápido.
b) Entrenamiento cognitivo mediante la utilización de estrategias de
percepción, análisis y solución de problemas; del desarrollo de habilidades de
planificación y de autoevaluación; del aprendizaje en el uso de la verbalización
y las autoinstrucciones para ayudar en la consecución de todos esos procesos
y del entrenamiento en realizar atribuciones adecuadas a los hechos negativos
y positivos de su vida. El objetivo de este entrenamiento cognitivo es sustituir el
estilo de procesamiento impulsivo de los niños con TDAH por otro más reflexivo
y eficaz. Este tipo de entrenamiento es más eficaz en niños desde 3º a 6º de
Primaria y en niños mayores cuya situación no esté tan deteriorada que nos
permita dedicar tiempo a un entrenamiento de este tipo. La mayor parte de los
adolescentes con TDAH no diagnosticados en la primera infancia acumula una
historia de problemas emocionales, un gran fracaso escolar y problemas de
conducta, lo que impide dedicar tiempo al entrenamiento específico de algunas
estrategias cognitivas. La intervención persigue, entonces, objetivos más
inmediatos y complejos: mejorar la relación con los padres, controlar la
conducta en el colegio, favorecer la integración con los iguales, organizar una
estructura de apoyo escolar que le permita recuperar las asignaturas
suspensas u orientar sobre estudios futuros.
c) Entrenamiento en habilidades sociales como: el reconocimiento de
emociones en sí mismos y en los demás ante situaciones específicas, aumento
y desarrollo de mayor variedad de estrategias de solución de problemas de
este tipo, aumento de la autonomía física y reducción de la dependencia
emocional, desarrollo de conductas asertivas, desarrollo de un espíritu crítico
sano y aceptación de la autoridad, entre otros.
d) Entrenamiento emocional mediante el desarrollo de estrategias de
afrontamiento de situaciones críticas y de aumento de la tolerancia a la
frustración. Ayudar al niño a recuperar el sentimiento de control sobre su
rendimiento académico y su conducta, estimular el espíritu de lucha perdido,
combatir la ansiedad y el estrés, etc.
e) Apoyo escolar, refuerzo de los aprendizajes básicos y tratamiento de
las dificultades de aprendizaje, las dificultades de coordinación, de
percepción espacial u otras alteraciones asociadas si las hubiera. El niño
con TDAH puede ser apoyado escolarmente por sus padres en casa, siempre y
cuando dicha labor no deteriore la relación padres-hijo. En ocasiones se
necesita un profesor de apoyo y/o particular para ayudarle a no perder el ritmo,
conseguir todos los apuntes, mantener cierto orden en su material, supervisar
la organización del tiempo, la entrega de trabajos o entrenar en la realización
de diferentes tipos de exámenes (muchos niños con TDAH suspenden
exámenes que realmente han estudiado).

2. El apoyo farmacológico.
El tratamiento farmacológico está dirigido a optimizar el funcionamiento
cerebral del niño, adolescente o adulto con TDAH. En el año 1937, una
investigación realizada por Bradley puso en evidencia la eficacia de los
estimulantes como la dextroanfetamina sobre la sintomatología del TDAH.
¿Cómo es posible que un niño hiperactivo pueda beneficiarse de una
mediación estimulante? El mecanismo exacto de acción de los estimulantes
sobre el sistema nervioso central de las personas con TDAH no está todavía
claro, aunque se sabe que actúan sobre la acción de transmisores cerebrales
como la dopamina y la noradrenalina. Estos transmisores cerebrales o
neurotransmisores son sustancias químicas que permiten que la información se
transmita de una célula nerviosa a otra salvando el espacio que las separa
(espacio sinóptico). Cualquier problema en la regulación de la producción o de
la captación de dichos transmisores cerebrales afecta a la velocidad de
transmisión de la información.
Aunque parezca paradójico, el funcionamiento cerebral de las personas
con TDAH parece ser más lento y en ocasiones peor organizado que el de las
personas sin TDAH. La medicación no arregla el sistema, pero permite un
funcionamiento cerebral más óptimo y evita la fatiga en tareas que exigen
autocontrol y concentración.
Se ha demostrado que la utilización de estimulantes reporta unos
beneficios directos e inmediatos, por lo menos en el 70% de los casos:
a) Mejora el estado de alerta. El niño realiza con mayor corrección tareas que
requieren prestar atención.
b) Reduce la fatiga cuando la tarea es prolongada.
c) Mejora el rendimiento en las tareas puesto que favorece la acción de la
memoria de trabajo, aquella que nos permite tener en mente la información
mientras la utilizamos con el fin de resolver problemas.
d) Reduce la hiperactividad motriz.
e) Reduce la impulsividad cognitiva (frenar y analizar pensamientos) y
comportamental (frenar acciones).

El tratamiento farmacológico, además, tiene un beneficio psicológico


secundario puesto que:
• Posibilita que el niño obtenga éxito en un tiempo muy breve, lo que le hace
sentir que su esfuerzo por modificar su vida es productivo.
• Potencia el efecto de los programas de tratamiento cognitivo-conductuales.
• Favorecer que recupere el sentimiento de control sobre su ejecución y su
comportamiento.
• Dado que aumenta la probabilidad de éxito académico y de control del
comportamiento, reduce el número de sanciones y castigos ayudando a evitar
el progresivo deterioro del nivel de tolerancia a la frustración que suele darse
en niños que se ven sometidos a pequeñas y constantes experiencias de
fracaso (olvida los deberes, rompe todo lo que cae en sus manos, empuja,
habla demasiado alto, provoca accidentes, etc.).
• Reduce la posibilidad de fracaso en el rendimiento diario en el colegio:
favorece el mantenimiento de la alerta durante las explicaciones de clase y la
culminación a tiempo de las tareas, y reduce la probabilidad de cometer fallos
simples en los exámenes.
• Fomenta, indirectamente, el sentido de autoeficacia y el aumento de la
autoestima.

Entre los fármacos empleados en el TDAH que se encuentran en


España el Metilfenidato es el único fármaco comercializado en España hasta el
año 2003 bajo el nombre de Rubifén (Ritalín o Ritalina en otros países) y, con
el nombre de Concerta, en una nueva y reciente versión que permite la
liberación progresiva de dos dosis con una sola toma.
En el año 2003 comienza a comercializarse en Estados Unidos y bajo el
nombre de Strattera (en Argentina, Recyt), una alternativa a los estimulantes, la
Atomoxetina. Este fármaco, basado en la inhibición selectiva de la recaptación
de la noradrenalina, no es un estimulante y parece tener un efecto similar a
aquellos estimulantes utilizados hasta el momento.
Para cualquier niño con TDAH, el tratamiento farmacológico es un
tratamiento de apoyo que no tiene sentido si no existe un programa de
intervención psicopedagógico que potencie las capacidades del niño, le entrene
en el autoconocimiento, en la detección de situaciones problema, le ayude a
desarrollar estrategias de compensación y le permita mantener un fuerte
equilibrio psicológico que le ayude a enfrentarse de forma sana a las
dificultades que la sintomatología del TDAH pueda suponer para su desarrollo.
El tratamiento farmacológico debe ser prescrito y controlado por un
profesional de la medicina familiarizado con el TDAH, tras un diagnóstico claro
y exhaustivo del caso.
¿Cuál es a postura más sensata ante la medicación? Siempre nos
referiremos a la medicación de la misma manera. En todos los casos, debemos
proceder del siguiente modo:
1. Realizar un diagnóstico fiable de TDAH incluyendo la exploración médica
necesaria para que se descarte la existencia de otras patologías que pudieran
contraindicar la medicación y valore, con los datos de la exploración, del
comportamiento en casa y del comportamiento en el colegio, las dificultades de
adaptación y, por lo tanto, la necesidad o no de apoyar el tratamiento con
medicación.
2. Una vez determinada la medicación y la dosis por el médico, los padres
pueden iniciar el tratamiento.
3, Probar la medicación en casa durante un fin de semana para que los padres
se tranquilicen al no observar síntomas extraños y puedan valorar de primera
mano su efecto.
4. Aplicar la medicación en tiempo de colegio para que el profesor pueda
valorar su efecto. Tratar de obtener datos lo más objetivos posibles, para lo
cual sería aconsejable la realización de un pequeño registro durante 3-5 días
del nivel de hiperactividad, el grado que se observa falta de atención y el
rendimiento en clase. Basta con apuntar en el mismo horario de clase, cada
hora, los tres aspectos en una escala de 0-10.
5. Proporcionar al médico esta información objetiva de la evolución para
determinar, en función del efecto observado, la adecuación de la dosis, el
aumento o la retirada de la medicación.
6. Utilizar la medicación para aquellas situaciones escolares o no escolares que
supongan una gran exigencia para el niño en ese momento.
7. Si su uso es eficaz, valorar junto con el médico la posibilidad de reducir o
retirar la medicación una vez el programa de intervención cognitivo-
comportamental comience a estar dando sus frutos. Desgraciadamente en
muchos casos, la retirada no puede realizarse tan pronto como a todos nos
gustaría.

2. Programa de asesoramiento o entrenamiento educativo a los padres


En muchas ocasiones los padres de niños con TDAH sufren
injustamente las críticas reiteradas de la familia, de los profesores, de vecinos y
amigos por la falta de control de la conducta o el mal rendimiento escolar de
sus hijos. Los niños con TDAH, especialmente los de tipo combinado, son
niños cuyo comportamiento parece semejante al de los niños maleducados.
Son niños mucho más difíciles de educar y que requieren que los padres
tengan una formación “casi profesional” en control de conducta. Por lo tanto, no
es difícil que las familias no estén preparadas para manejar un niño de estas
características. No podemos afirmar por ello, que el origen de la conducta de
TDAH sea tan sólo un problema de disciplina.
En este apartado del tratamiento incluimos el entrenamiento y formación
para todas las personas clave en la educación del niño con TDAH, incluidos, si
es necesario, los cuidadores o familiares más cercanos.
El maestro que detecta en su aula un niño o una niña con sintomatología
hiperactiva, desatenta o impulsiva por encima de lo que considera lógico para
el grupo de edad, debe ponerse en contacto con los padres. A continuación
recogemos algunos consejos para realizar dicha entrevista:

1. Tenga en cuenta que el niño es difícil de manejar en el colegio más que en


casa, es posible que los padres no hayan detectado el problema o que,
habiéndolo detectado, teman que si comentan cómo es su comportamiento,
vayan a crearle más problemas que beneficios en el colegio.

2. Recuerde que los padres de niños con TDAH sufren mucho estrés y son
constantemente recriminados en su papel de educadores por el entorno. Se les
responsabiliza del comportamiento de su hijo incluso en situaciones en las que
ellos no están presentes.
3. Comience la entrevista relatando las virtudes del niño, transmita que su hijo
le gusta y que se preocupa por él.
4. Dé información objetiva sobre aquellas conductas que le preocupan. Aunque
esté convencido de que se trata de TDAH, es mejor que no mencione el
trastorno, sino los síntomas que observa: impulsividad, falta de atención,
fracaso al terminar las tareas, actividad motriz constante, conducta disruptiva,
reacciones explosivas con los compañeros, etc. Muestre trabajos y ponga
ejemplos de situaciones concretas.
5. No muestre al niño como culpable, recuerde que está hablando de
dificultades de adaptación por conductas que al niño le cuesta controlar.
6. No olvide comentar todas las medidas, productivas o no, que ha utilizado
para mejorar todos estos aspectos. Muchos padres sienten que el profesor les
transmite el siguiente mensaje: “Su hijo no funciona en clase, ustedes son los
responsables de ello, espero que tomen medidas”. Los padres no tienen un
mando a distancia, es el profesional que está con él el que debe saber
manejarlo. Si no puede, pida ayuda, pero no culpabilice a los padres.
7. Recuerde transmitir hacer sentir que la preocupación y la responsabilidad
sobre el problema del niño es compartida, por usted, con los padres. El niño es
de los padres, de acuerdo, pero la responsabilidad de conseguir enseñarle y
educarle (no sólo de enseñarle) en el colegio es nuestra.
8. Tranquilice a los padres si observa ansiedad. Recuerde que una actitud de
defensa a ultranza del niño es una forma de transmitir que el padre tiene miedo
de todo lo que se le está diciendo.
9. Sea objetivo, pero no descorazonador. Anime a los padres.
10. Pídales la ayuda de un profesional si lo cree necesario. Oriénteles sobre los
profesionales que puedan consultar.

3. Un programa de asesoramiento educativo a los profesores con el


desarrollo de las adaptaciones metodológicas adecuadas
El niño con TDAH no es un niño que necesite, salvo algunos casos con
comorbilidad con otros trastornos, una adaptación curricular significativa, pero
sí determinadas adaptaciones metodológicas.
Los objetivos del programa de asesoramiento educativo a los profesores
persigue ayudarles en la consecución de los siguientes objetivos que
desarrollaremos con más detenimiento en los dos capítulos siguientes:
- Realizar las modificaciones ambientales que puedan favorecer el mejor
manejo de la conducta del niño y faciliten su enseñanza.
- Diseñar las modificaciones metodológicas que permitan un mejor control del
proceso enseñanza-aprendizaje adaptándose a las características del nuevo
grupo (no sólo a las del niño con TDAH).
- Estructurar las actividades y diseñar medidas de apoyo para reducir el riesgo
de que el alumno con TDAH pierda información.
- Estar alerta a detectar otras dificultades específicas que pueden no haber sido
diagnosticadas hasta el momento (problemas de lectura, cálculo, alteraciones
en el estado de ánimo, etc.).
- Amortiguar el impacto del comportamiento impulsivo, de las llamadas de
atención y del mal comportamiento del niño con TDAH evitando o moderando,
en la medida de lo posible, el rechazo social.
- Transmitir a los alumnos la importancia de valorar el progreso conforme a la
evolución personal de cada uno evitando comparaciones entre los alumnos.
Potenciar ante él mismo, y ante los demás, sus otras cualidades.
- Ayudar a él y a su familia en la “intendencia escolar”. Informar a los padres de
las fechas de exámenes, del tipo de ejercicios, ayudarles a buscar estrategias
para evitar la pérdida de material, etc. Planificar un tiempo para que el niño
pueda revisar su material, ordenar su pupitre o recopilar apuntes perdidos.
- Procurar feedback comportamental, del rendimiento y de la situación
emocional y social del niño en el aula a los profesionales que trabajan con él.
- Solicitar ayuda para situaciones concretas que no sepa cómo resolver.
- Separar en la evaluación: procedimientos y conocimientos.
- Facilitar que el niño recuerde que debe tomar su dosis de medicación cuando
no hay quien supervise ese proceso en el colegio. Es cierto que controlar la
medicación de un niño no es labor del profesor de aula, pero sin su ayuda el
tratamiento no sería viable en muchos casos. Para comprometerse a apoyar al
niño en esta parte del tratamiento, es lógico que el profesor solicite informes
médicos que describan las características de la medicación y dosis.

Para conseguir todos estos objetivos, el profesor, sin duda, necesita:


1. Apoyo y reconocimiento institucional.
2. Información y formación sobre el TDAH.
3. Información sobre el niño con TDAH que está en su aula.
4. Los recursos necesarios.
5. Cooperación de la familia.
6. Reconocimiento a su esfuerzo y dedicación por parte de los padres.
7. Feedback de las mejoras y los avances del niño no sólo durante su curso
escolar, sino, también, en años posteriores.

Sabemos que en nuestro colegio la situación no siempre es ideal, pero,


de puertas para adentro, nuestra aula es nuestro pequeño reino y nuestro reto
debería ser que nuestros niños salgan de nuestras aulas cada día un poco más
serenos, un poco más equilibrados, un poco más sabios y tan felices por lo
menos como cuando entraron.

BIBLIOGRAFÍA

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