Luis-Berkhof-Teologia-Sistematica R PDF
Luis-Berkhof-Teologia-Sistematica R PDF
Luis-Berkhof-Teologia-Sistematica R PDF
LUIS
BERKHOF:
TEOLOGÍA
SISTEMÁTICA
2
PREFACIO
Ahora que de nuevo se reimprime mi Teología Sistemática, el prefacio puede ser muy
breve. No es necesario decir mucho acerca del carácter de la obra puesto que ha gozado de
publicidad durante más de quince años y ha sido usada muy ampliamente. Tengo muchas
razones para sentirme agradecido por la aceptación del público, por el testimonio favorable
de muchos críticos, por el hecho de que el libro se usa, en la actuali dad, como texto en
muchos seminarios teológicos y escuelas bíblicas de nuestro país, y porque hasta del
extranjero hemos recibido solicitudes para traducirlo a otros idiomas. Estas son bendiciones
que nunca me imaginé, y por las cuales me siento agradecido profundamente a Dios. Para
El sea todo el honor. Y si la obra puede continuar siendo bendición en otros muchos
sectores de la Iglesia de Jesucristo, eso no hará sino aumentar mi gratitud por la abundante
gracia de Dios.
L. BERKHOF
Con la doctrina de Dios comienzan generalmente los trabajos sobre Dogmática o Teología
Sistemática. La opinión reinante siempre ha reconocido que este es el procedimiento más
lógico, y todavía apunta en la misma dirección. Abundan ejemplos en los que aun aquellos
cuyos principios fundamentales parecen requerir otro arreglo, continúan la práctica
tradicional. Si procedemos sobre la suposición de que la teología es el conocimiento
sistematizado de Dios, de quien y para quien son todas las cosas, habrá buenas razones para
comenzar con la doctrina de Dios. En lugar de que nos sorprenda que la Dogmática
comience con la doctrina de Dios, debemos esperar q ue sea en todas sus ramificaciones,
desde el principio hasta el fin, un estudio detallado de Dios. En realidad, esto es lo que
pretende ser, aunque sólo la primera parte se ocupa de Dios directamente, en tanto que las
siguientes lo hacen indirectamente. Em prendemos el estudio de la teología con estas dos
presuposiciones:
3
1. Dios existe
Por esta razón no es imposible comenzar con el estudio de Dios. Consultamos su revelación
para saber lo que El nos ha revelado de sí m ismo, y para conocer la relación que guarda con
sus criaturas. En el transcurso del tiempo se han hecho intentos para distribuir el material de
la Dogmática en forma que manifieste claramente que es, no solamente en una parte, sino
en su totalidad, un estudio de Dios. Se hizo esto aplicando el método trinitario que
distribuye la materia de la Dogmá tica bajo tres encabezados:
1. El Padre
2. El Hijo
3. El Espíritu Santo.
Hasta principios del Siglo XIX la práctica general fue comenzar el estudio de la Dogmática
con la doctrina de Dios; pero sobrevino un cambi o bajo la influencia de Schleiermacher,
que procuró asegurar el carácter científico de la teología por medio de la introducción de un
nuevo método. En lugar de la Palabra de Dios, se tomó la conciencia religiosa del hombre
como fuente de la teología. Se de sacreditó la fe en la Escritura considerada como
revelación autorizada de Dios, convirtiendo la comprensión humana, basada en las
emociones del hombre o en sus razonables temores, en la medida del pensamiento
religioso. Gradualmente la religión tomó el lug ar de Dios como objeto de la teología. El
hombre dejó de tratar el conocimiento de Dios como algo que le había sido dado en la
1
Christian Dogmatics
4
Escritura y comenzó a jactarse de ser un investigador de Dios. Con el correr del tiempo se
hizo común hablar del descubrimiento d e Dios hecho por el hombre, como si alguna vez el
hombre lo hubiera descubierto, y cada nuevo descubrimiento logrado en este proceso era
enaltecido con el nombre de "revelación". Dios llegaba como final de un silogismo, o como
el último eslabón en la caden a de un razonamiento, o como la piedra cumbre del edificio
del pensamiento humano. Bajo tales circunstancias no era sino natural que algunos
consideraran incongruente comenzar la Dogmática con el estudio de Dios. Más bien es
sorprendente que muchos, no obstante el subjetivismo de que hacían gala, continuaran con
el orden tradicional.
la que se debe dar el nombre de Dios, existente por sí, consciente por sí, sino que hay un
Ser personal, del que se originan todas las cosas, que transciende toda la creación, aunque a
la vez es inmanente en cada parte de ella. Puede surgir la interrogación sobre si nuestra
presuposición es razonable, y la contestación será afirmativa. Esto, si n embargo, no
significa que la existencia de Dios sea susceptible de una demostración lógica que elimine
toda duda; pero sí, que en tanta que la existencia de Dios se acepte por la fe, ésta tiene su
base en una información fidedigna. Aunque la teología ref ormada considera la existencia de
Dios como una presuposición completamente razonable, no pretende tener capacidad para
demostrarla por medio de una argumentación lógica. Respecto al intento de hacerlo, habla
el Dr. Kuyper como sigue: "El intento de probar la existencia de Dios, puede, o bien
resultar inútil, o innecesario. Inútil, si el investigador cree que Dios es galardonador de los
que le buscan. E innecesario si se intenta forzar a una persona que no tiene esta pistis (fe)
haciéndola que por medio de argumentos llegue al convencimiento en sentido lógico". 2
El cristiano acepta por la fe la verdad de la existencia de Dios. Pero no por una fe ciega;
sino por una fe que se basa en la evidencia, y la evidencia se funda, ante todo, en la
Escritura como Palabra inspirada por Dios, y luego, en la revelación de Dios en la
naturaleza. La prueba bíblica acerca de este punto no nos viene en la forma de una explícita
declaración, y mucho menos en forma de argumento lógico. La aproximación más parecida
a una declaración, está, quizá, en Hebreos 11: 6, "... porque es necesario que el que se
acerca a Dios crea que le ahí, y que es galardonador de los que te buscan". La Biblia
presupone la existencia de Dios desde su primera declaración: "En el principio creó Dios
tos cielos y la tierra". N o sólo describe a Dios como el Creador de todas las cosas, sino
también como et Sustentador de todas sus criaturas, y como el Gobernante de los destinos
de individuos y naciones. La Biblia testifica que Dios hace todas las cosas según el consejo
de su voluntad, y revela la realización gradual de su gran propósito de redención. La
preparación para este trabajo, especialmente en la elección y dirección del pueblo israelita
del antiguo pacto, está manifestada claramente en el Antiguo Testa mento, y la inicial
culminación de ella en la Persona y obra de Cristo, surge de las páginas del Nuevo
Testamento con claridad inmensa. Se contempla a Dios en casi cada página de la Santa
Escritura a medida que se revela en palabra y acciones. Esta revelac ión de Dios es la base
de nuestra fe en la existencia de Dios, y la hace completamente razonable. Debe hacerse
notar, sin embargo, que únicamente por la fe aceptamos la revelación de Dios y alcanzamos
la verdadera comprensión de su contenido. Jesús dijo: " El que quiera hacer la voluntad de
Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta". Juan 7: 17.
Oseas tenía en su mente este cono cimiento intensivo que resulta de la íntima comunión con
2
Dict. Dogm. De Deo J. p. 77 (Trad. del holandés por el Autor).
6
Dios, cuando dijo: "Y conoceremos y pro seguiremos en conocer a Jehová". Oseas 6: 3. El
incrédulo no tiene el verdadero conocimiento de la Palabra de Dios. Vienen muy al punto
en este respecto las palabras de Pablo: "¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el escriba? ¿Dónde
está el disputador de este sigl o? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya
que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a
Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación". 1 Cor. 1: 20 y 21.
Los estudiantes de Religiones Comparadas y los misioneros con frecuencia dan testimonio
de la realidad de que la idea de Dios es prácticamente universal en la raza humana. Se
encuentra hasta en las naciones y tribus menos civiliz adas del mundo. Sin embargo, esto no
quiere decir que no haya individuos que nieguen completamente la existencia de Dios
según se nos ha revelado en la Escritura: un Ser Personal existente por sí, consciente de
infinitas perfecciones, que hace todas las co sas de acuerdo con un plan predeterminado.
Esta última negación es la que precisamente teníamos en mente aquí. Puede asumir, y ha
asumido varias formas en el curso de la historia.
Como dijimos arriba, hay una fuerte evidencia en favor de la universal presencia de la idea
de Dios en la mente humana, que alcanza hasta las tribus civilizadas que no han sentido el
impacto de la revelación especial. En atención a esto, algunos han ido tan lejos como para
negar que haya quienes nieguen la existencia de Dios, es decir, niegan que haya verdaderos
ateos. Pero esta negación está contradicha por los hechos. Se acostumbra distinguir dos
clases de ateos, es decir, los prácticos y los teóricos. Los primeros son, sencillamente ,
gentes sin Dios, que en la vida práctica no reconocen a Dios, y que viven como si no
hubiera Dios. Los otros, son, por regla general, de una clase más intelectual, y basan su
negación en el desarrollo de un razonamiento. Tratan de probar por medio de lo que a ellos
les parecen argumentos razonables y conclusivos, que no hay Dios. En atención al semen
religionis (germen de religión) sembrado en cada hombre al momento de ser creado a la
imagen de Dios, se puede suponer sin yerro que nadie nace ateo. El ateí smo resulta, en
último análisis, del estado de perversión moral del hombre, y de su deseo de esconderse de
Dios. Este ateísmo deliberadamente se ciega ante los más fundamentales instintos del
hombre, las más profundas necesidades del alma, las más elevadas aspiraciones del espíritu
humano, los deseos del corazón que palpa en busca de algún Ser superior, y lo suprime
7
todo. Esta supresión práctica o intelectual de la operación del semen religionis a menudo
implica una serie de prolongadas y difíciles resisten cias.
No puede haber duda respecto a la existencia de los ateos prácticos puesto que tanto la
Escritura como la experiencia los denuncian. El Salmo 10:4b, declara acerca del malvado:
"No hay Dios en ninguno de sus pensamientos". Y Pablo les recuerda a los Efesios que
ellos estuvieron anteriormente "sin Dios en el mundo", Ef. 2: 12. La experiencia también da
cuenta con abundancia, de su presencia en el mundo. No son en cada caso, notoriamente
malvados a los ojos de los hombres, y pueden pertenecer a la llama da "gente decente del
mundo", aunque sean soberanamente indiferentes a las cosas espirituales. Tales gentes, con
frecuencia se dan cuenta de que carecen de relación armónica con Dios, tiemblan ante el
pensamiento de encontrarse con Él, y tratan a todo tran ce de olvidarlo. Parece que sienten
un júbilo secreto en ostentar su ateísmo cuando van con viento en popa, pero se sabe que
han caído de rodillas, en oración, cuando repentinamente se ha visto en peligro su vida.
Actualmente millares de estos ateos prácti cos pertenecen a la American Association for the
Advancement of Atheism (Asociación Americana para el Progreso del Ateísmo).
Los ateos teóricos son de otra clase. Generalmente son de un tipo intelectual más elevado, e
intentan por medio de argumentación ra cional justificar la afirmación de que no hay Dios.
El Profesor Flint distingue las tres siguientes clases de ateos teóricos:
1. Los ateos dogmáticos; que de plano niegan que haya un Ser Divino
3. Los ateos capciosos que sostienen que no hay pruebas válidas de la existencia de
Dios.
Las tres clases con frecuencia van de la mano, pero hasta el más modesto de estos ateos
declara doctoralmente que toda creenci a en Dios es una ilusión. 3 Se notará que en la
anterior clasificación el agnosticismo respeta la creencia en Dios y admite cierta posibilidad
de su realidad, nos deja sin un objeto de culto y adoración precisamente tal como lo hace el
ateo dogmático. Sea pues así, que el verdadero ateo es el ateo dogmático, el que afirma
categóricamente que no hay Dios. Esta afirmación significará una de dos cosas: Que no
reconoce Dios de ninguna clase, ni se levanta ídolo alguno para sí mismo, o que no
reconoce al Dios de la Biblia. Existen en realidad, si es que los hay, muy pocos ateos que
3
Anti -Theistic Theories. Page. 4 Y siguientes.
8
no Se formen, en la práctica, alguna clase de Dios para ellos mismos. Hay un número muy
grande que teóricamente rechaza toda clase de Dios, y todavía otro número mucho mayor
que no quie re nada con el Dios de la Biblia. El ateísmo teórico generalmente se funda en
alguna teoría científica o filosófica. El monismo materialista, en sus diversas formas, y el
ateísmo acostumbran ir de la mano. El idealismo subjetivo absoluto puede permitirnos la
idea de Dios; pero niega que esa idea corresponda con alguna realidad. El "Dios" de los
modernos humanistas simplemente significa, "el Espíritu de la humanidad", "el sentido de
la perfección", "la meta de la raza", y otras abstracciones semejantes. Otra s teorías no sólo
dejan lugar para Dios, sino que también pretenden defender su existencia; pero rechazan
efectivamente al Dios del teísmo, un ser supremamente personal, Creador, Preservador y
Gobernador del Universo, distinto de su creación, y sin embargo , en todas partes presente
en ella. El Panteísmo confunde lo natural y lo sobrenatural, lo finito y lo infinito en una
sola sustancia. Con frecuencia se refiere a Dios como el fundamento escondido del mundo
de los fenómenos; pero no lo concibe como Dios pe rsonal, y por tanto, dotado de
inteligencia y voluntad. Audazmente declara que todo es Dios y de este modo se embarca
en lo que Brightman llama "la expansión de Dios" por medio de la cual llegamos a "un
Dios demasiado grande", ya que en El queda incluido t odo el mal que hay en el mundo.
Rechaza al Dios de la Biblia y por esto mismo se convierte en declarado ateísmo. Spinoza
puede llamarse "el hombre intoxicado con Dios"; pero su Dios realmente no es el Dios a
quien los cristianos alaban y adoran. En verdad, no cabe duda de que en el mundo hay ateos
teóricos. Cuando David Hume expresaba su duda acerca de que existiera un ateo teórico, el
Baron d'Holbach le replicó: "Muy estimado señor mío: En este momento se sienta usted a la
mesa con diecisiete de esas perso nas". Los agnósticos respecto a la existencia de Dios
pueden diferir de los ateos dogmáticos; pero tanto unos como los otros nos dejan sin Dios.
Hay en boga varios falsos co nceptos de Dios, los cuales contienen una negación de la
concepción teísta de Dios. Será suficiente que presentemos sucintamente algunos de los
más importantes.
cuantas definic iones servirán para exhibir la tendencia actual. "Dios es el espíritu
inmanente de la comunidad" (Royce). Dios es "aquella cualidad de la humana
sociedad que sustenta y enriquece a la humanidad en su búsqueda espiritual"
(Gerald Birney Smith). "Dios es la suma total de las relaciones que constituyen el
orden social completo de la humanidad en desarrollo" (E. S. Ames). 'la palabra 'dios'
es un símbolo que designa al universo en su capacidad ideal en formación" (G. B.
Foster). "Dios es un concepto nuestro, nacido de la experiencia social, de la
personalidad en formación y de los elementos personales que explican nuestro
medio ambiente cósmico, con el cual estamos orgánicamente relacionados" (Shailer
Mathews). Apenas se necesita decir que el Dios que aparece en estas definiciones
no es un Dios personal, y que por lo tanto no responde a las profundas necesidades
del corazón humano.
EL ARGUMENTO ONTOLÓGICO
Informe de la Experiencia". En virtud de tal informe debiéramos decir: "tengo una idea de
Dios, por lo tanto, tengo una experiencia de Dios".
EL ARGUMENTO COSMOLÓGICO
También éste se ha presentado en diversas formas. En lo general se admite que es así: Todo
lo que existe en el mundo debe tener una causa adecuada, y siendo así, también el universo
la debe tener, es decir, una causa indefinidamente grande. A pesar de todo, este argumento
no convence a todos. Hume puso en duda esta ley de causación, arguyendo en contra de
ella, y Kant indicó que si todo lo que existe debe tener una causa, esto también tiene que
aplicarse a Dios, con lo cual nos internamos en una cadena sin fin. Además en el argumento
no se necesita la presuposición de que el cosmos tiene una causa única, personal y absoluta
y por tanto no alcanza a probar la existencia de Dios. Esta dificultad condujo a formular el
argumento en forma algo diferente, como lo hizo, por ejemplo , B. P. Bowne. El universo
material se presenta como un sistema recíproco, de lo que depende su unidad compuesta de
varias partes. Luego pues, debe haber un Agente Único que equilibra la reciprocidad de las
diversas partes, o que constituye la razón dinámi ca de su existencia.
EL ARGUMENTO TELEOLÓGICO
También es éste un argumento causal y resulta prácticamente una extensión del anterior. Se
puede formular como sigue: Por dondequiera que el mundo se contemple, revela
inteligencia, orden, armonía, y designio, denunciando así la existencia de un ser inteligente
y de firmes designios tal como lo exige la producción de un mundo tal. Kant considera que
éste es el mejor de los tres argumentos que hasta aquí hemos expuesto; pero alega que no
prueba la existencia de Dios, ni de un Creador, sino solamente la de un gran Arquitecto que
diseñó el mundo. Supera al argumento cosmológico, en que pone en claro lo que aquel no
explicó, es decir, que el mundo contiene evidencias de una inteligencia y un designio, y por
eso conduce hasta la existencia de un ser consciente, inteligente y de invariables designios.
No se sigue necesariamente que este ser sea el Creador del mundo. "La evidencia
teleológica", dice Wright 4, "indica solamente la probable existencia de una mente que está
encargada, cuando menos de una gran parte, del control de los procesos del mundo, en
suficiente medida para justificar la suma teleológica que se descubre en él." Hegel trató este
argumento como válido; pero subordinado. Los actuales teólogos sociales l o rechazan
4
A Student's Philosophy of Religion, pág. 241.
13
juntamente con los otros argumentos como ya muy gastados; pero los Nuevos Teístas lo
retienen.
EL ARGUMENTO MORAL
Este, como los otros argumentos, también admite diversas formas. Kant partió del
imperativo categórico y de allí dedujo la existen cia de alguien que como Legislador y Juez
tiene absoluto derecho de gobierno sobre el hombre. Estimaba que este argumento superaba
en mucho a cualquiera de los otros. En su intento de probar la existencia de Dios confiaba
principalmente en este argumento. Podría ser ésta una de las razones por las que este
argumento es más generalmente aceptado que otro cualquiera, aunque no todos lo formulan
de la misma manera. Algunos fundan su razonamiento en la disparidad que frecuentemente
se observa entre la conducta moral de los hombres y la prosperidad que gozan en la
presente vida, y sienten que tal desequilibrio demanda un ajuste en el futuro, lo cual a su
vez requiere que haya un Árbitro justo. La teología moderna lo utiliza extensamente,
diciendo que el reconocim iento por el hombre de un bien supremo y su búsqueda del ideal
moral exigen y necesitan la existencia de un Dios que convierta en realidad ese ideal.
Aunque este argumento señala la existencia de un ser santo y justo, no obliga a la creencia
en Dios, el Creador, de infinitas perfecciones.
Su forma principal es la siguiente: Entre todos los pueblos y las tribus de la tierra se
encuentra un sentimiento de lo divino, que se manifiesta en culto externo. Siendo universal
este fenómeno, debe pertenecer a la misma naturaleza del hombre. Y si la naturaleza del
hombre tiende a la adoración religiosa, esto sólo hallará explicación en un Ser superior que
dio al hombre una naturaleza religiosa. En respuesta a este argumento, sin emba rgo, se dirá
que este fenómeno universal pudo haberse originado en un error o equivocación de algunos
de los primitivos progenitores de la raza humana y que el culto religioso que se cita aparece
con mayor fuerza entre las razas primitivas, y desaparece a medida que éstas avanzan en la
civilización.
Evaluando estos argumentos racionales se debe indicar ante todo que los creyentes no los
necesitamos. No depende de ellos nuestra convicción de la existencia de Dios, sino de que
aceptamos con fe la revelación q ue de sí mismo ha hecho Dios en la Escritura. Si hay tantos
en la actualidad que quieren afianzar su fe en la existencia de Dios sobre tales argumentos,
se debe en gran parte a que se rehúsan a recibir el testimonio de la Palabra de Dios.
14
Además, en un intento de utilizarlos para convencer a los incrédulos será bueno no olvidar
que ninguno de ellos puede conducir hasta una absoluta convicción. Nadie hizo más para
desacreditarlos que Kant. Desde entonces, muchos filósofos y teólogos los han deshecho
como notoriamente desprovistos de valor; pero actualmente una vez más están volviendo a
la atención general y el número de quienes los aceptan va en aumento. El hecho de que hoy
mismo sean muchos los que en ellos encuentran indicaciones satisfactorias de la existe ncia
de Dios, puede tomarse como una señal de que no están enteramente desprovistos de valor.
Tienen algún valor para los mismos creyentes; pero los llamaremos "testimonios" más bien
que argumentos. Tienen importancia como interpretaciones de la revelación general de
Dios, y exhiben cuán racional es creer en un Ser divino. Todavía más; pueden servirnos de
algo para hacer frente al adversario, aunque no prueben la existencia de Dios fuera de toda
duda, como para obligar a su aceptación; pueden formularse en términos que establezcan
una fuerte probabilidad, y en consecuencia silencien a muchos incrédulos.
1. ¿Por qué se inclina la teología moderna a dar precedencia al estudio del hombre más
bien que al estudio de Dios?
2. ¿Prueba o no, la Biblia, la existencia de Dios?
3. Si la prueba, ¿cómo lo hace?
4. ¿De dónde procede el "sentido de lo divino" que es general en el hombre?
5. ¿Hay naciones o tribus desprovistas de este sentido?
6. ¿Se puede sostener la afirmación de que no existen ateos?
7. ¿Deben clasificarse los humanistas de hoy como ateos?
8. ¿Qué objeciones hay en contra de la identificación de Dios con el Absoluto de la
Filosofía?
9. ¿Satisface las necesidades de la vida cristiana un Dios finito?
10. ¿Se limita a los Pragmatistas la doctrina de un Di os finito?
11. ¿Por qué es la idea de un Dios personificado una pobre sustitución del Dios
Viviente?
12. ¿Cuál era la crítica de Kant contra los argumentos de la razón especulativa en favor
de la existencia de Dios?
13. ¿Cómo debemos jugar la crítica de Kant?
La Iglesia Cristiana confiesa, por una parte, que Dios es el Incomprensible, y por la otra
que puede ser conocido, y que conocerlo es un requisito absoluto para ser salvo. Admite la
fuerza de la pregunta de Sofar: "¿Descubrirá s tú los secretos de Dios? ¿Llegarás tú a la
perfección del Todopoderoso?", Job 11: 7. Y siente que no encuentra respuesta a la
pregunta de Isaías: "¿A qué, pues haréis semejante a Dios, o qué imagen le compondréis?"
Isaías 40: 18.
Pero al mismo tiempo, ti ene presente la declaración de Jesús: "Y esta es la vida eterna: Que
te conozcan a ti, El único Dios verdadero y a Jesucristo a quien has enviado". Juan 17: 3.
La Iglesia Cristiana se regocija en el hecho de que "El Hijo de Dios ha venido y nos ha
dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo
Jesucristo". 1 Juan 5: 20.
Las dos ideas reflejadas en estos pasajes se mantuvieron siempre, un aliado de la otra en la
Iglesia Cristiana. Los Padres de la Iglesia primitiv a hablaron del Dios invisible como de un
16
Ser que no fue engendrado, inefable, eterno, incomprensible e inmutable. Habían avanzado
muy poco más allá de la vieja idea griega de que el ser Divino tiene una existencia absoluta
y sin atributos.
Al mismo tiempo también confesaban que Dios se reveló en el Logos, y por lo tanto puede
ser conocido para salvación. En el siglo IV, Eunomio, un arriano, partiendo de que Dios es
un ser (sin composición) simple, arguyó que nada hay en Dios que no pueda el intelecto
humano perfectamente conocer y comprender; pero esta opinión fue rechazada por todos
los que se consideraban dirigentes de la Iglesia.
Los escolásticos distinguieron entre el quid y el qualis (el qué y el cuál) de Dios, y
sostuvieron que no podemos saber lo que es Dios en la esencia de su Ser, pero sí podemos
saber algo de su naturaleza, de lo que El es para nosotros, según se nos revela en sus
divinos atributos. Las mismas ideas generales fueron expresadas por los Reformadores,
aunque no concordaron con los escolásticos en cuanto a la posibilidad de adquirir
verdadero conocimiento de Dios por la revelación general, mediante la mera razón humana,
sin ninguna ayuda más.
Lutero habla repetidamente de Dios como del "Deus Absconditus (el Dios escondido) para
distinguido del Deus Revelatus (el Dios revelado). En algunos pasajes hasta habla del Dios
revelado, como que aún está escondido, en vista del hecho de que no podemos conocerlo
plenamente ni siquiera por medio de su revelación especial.
Calvino consideraba que para el hombre es imposible investigar las profundidades del Ser
de Dios. "Su esencia", dice, "es incomprensible de tal manera que su divinidad escapa
completamente a los sentidos humanos". Los reformadores no negaban que el hombre
puede saber algo de la naturaleza de Dios por medio de la creación, pero afirmaban que el
hombre puede adquirir el verdadero conocimiento de Dios únicamente por la revelación
especial, bajo la iluminadora influencia del Espíritu Santo.
2. En el universo material
3. Sobre todo en Jesucristo, siendo las tres anteriores, otras tantas manifestaciones
externas del Dios inmanente.
Contra esta corriente teológica levantó Barth su voz, indic ando que Dios no se ha de hallar
en la naturaleza, ni en la historia, ni en la experiencia humana, sea esta de la clase que sea,
sino tan sólo en la revelación especial que nos ha llegado en la Biblia. En sus enfáticas
afirmaciones respecto al Dios escondi do, usa el lenguaje de Lutero más bien que el de
Calvino.
La teología Reformada afirma que Dios puede ser conocido, pero que es imposible que el
hombre alcance un conocimiento exhaustivo y perfecto de Dios en todo sentido. Alcanzar
tal conocimiento equiva ldría a comprender a Dios y esto ya queda fuera de nuestro asunto:
"Pinitum non possit capere infinitum".
Además, el hombre en el sentido propio de lo que es definir, no puede dar de Dios una
definición, sino tan sólo una descripción parcial. Una definici ón lógica es imposible porque
Dios no puede ser clasificado bajo una categoría superior. Al mismo tiempo, la teología
Reformada afirma que el hombre puede obtener un conocimiento perfectamente adecuado
acerca de Dios, para la realización del propósito divi no en la vida del hombre.
Sin embargo, el verdadero conocimiento de Dios sólo puede adquirirse mediante la divina
revelación que de sí mismo ha hecho Dios, y lo adquirirá solamente quien acepte esa
revelación con la fe de un niño. La religión necesariamen te presupone tal conocimiento.
Constituye la más sagrada relación entre el hombre y su Dios; una relación en la que el
hombre tiene conciencia de la absoluta grandeza y majestad de Dios como el Ser Supremo,
de su propia insignificancia humana, y de su depe ndencia del Único, Altísimo y Santo.
Huxley fue el primero que aplicó a los que adoptan dicha posición, incluyéndose él entre
ellos, el nombre de "Agnósticos". Se consideran perfectamente alineados con los sofistas de
los primeros siglos de la filosofía griega. Es regla que los agnósticos no quieran ser
marcados como ateos, ya que no niegan en absoluto que haya un Dios; pero declaran que
ellos no saben si existe o no, y que en caso de que existiera no estarían seguros de tener un
conocimiento verdadero acerca de Él, y en muchos casos, hasta niegan que pueda
alcanzarse ese verdadero conocimiento de Él.
A Hume se le llama padre del agnosticismo moderno. No negó la existencia de Dios, pero
afirmaba que no conocemos verdaderamente sus atributos. Todas nuestras ideas de Él, son,
y no pueden ser sino antropomórficas. No podemos estar ciertos de que los atributos q ue
adjudicamos a Dios correspondan con la realidad.
Su agnosticismo provenía del principio general de que todo conocimiento se basa sobre la
experiencia. Sin embargo, fue Kant quien especialmente estimuló el pensamiento agnóstico
por medio de la perseverante inquisición dentro de los límites del entendimiento y la razón
humanos. Afirmaba que la razón teórica conoce únicamente los fenómenos, y que
necesariamente es ignorante de lo que hay tras ellos la cosa en sí.
Por consiguiente, dedujo de lo anterior que es imposible que tengamos algún conocimiento
teórico de Dios. Pero Lotze ya había indicado que los fenómenos, sean físicos o mentales,
están siempre conectados con alguna sustancia yacente tras ellos, y que conociendo los
fenómenos también conocemos la sustancia subyacente, de la cual son manifestaciones.
El filósofo escocés, Sir William Hamilton, aunque no estuvo en completo acuerdo con
Kant, participaba, sin embargo, de su agnosticismo intelectual. Declara Hamilton que la
mente humana conoce nada más lo que está condicionado, existiendo en diversas relaciones
y que, puesto que el Absoluto e Infinito es totalmente irrelacionado, es decir, existe sin
relaciones, no podemos conocerlo.
19
Pero, en tanto que niega que podemos conocer el Infinito, no niega su existencia. Dice:
"Por medio de la fe entendemos lo que está más allá del conocimiento". En substancia,
Mansel participó de estos conceptos y los popularizó. También a él le pareció abiertamente
imposible concebir un Ser Infinito, aunque sí profesaba fe e n su existencia.
5
The Twilight of Christianity, Page. 260.
20
Además de las formas que ya llevamos indicadas, el argumento agnóstico ha asumido otras
varias, de las cuales, algunas de las siguientes son las más impor tantes:
1. "El hombre conoce solamente por analogías". Conocemos sólo aquello que guarda
alguna analogía con nuestra naturaleza o experiencia: "Similia similibus
percipiuntur". Pero aunque es cierto que aprendemos muchas cosas por analogía,
también aprendemos por contraste. En muchos casos las diferencias son las que
precisamente arrebatan nuestra atención. Los escolásticos hablaron de la via
negationis por medio de la cual eliminaban de su concepto de Dios las
imperfecciones de la criatura. Además, no debiéramos olvidar que el hombre está
hecho a la imagen de Dios y por consiguiente existen importantes analogías entre la
naturaleza divina y la humana.
3. Todas las afirmaciones que se hacen de Dios son negativas y por tanto no
proporcionan un verdadero conocimiento. Hamilton dice que el Absoluto y el
Infinito sólo pueden concebirse como negación de lo concebible; lo que realmente
significaría que no los podemos concebir en forma alguna. Pero aunque es verdad
que mucho de lo que afirmamos de Dios se expresa en forma negativa, eso no
significa que la negación simultáneamente no encierra alguna idea positiva. La
aseidad de Dios inclu ye las ideas positivas de su propia existencia y de su propia
suficiencia. Además, ideas como el amor, la espiritualidad, y la santidad son
positivas.
4. Todo nuestro conocimiento está relacionado con el sujeto investigador. Se dice que
conocemos las cosas que son susceptibles de ser conocidas, no como las cosas son
en sí, sino solamente en la forma en que se relacionan con nuestros sentidos y
facultades. En el proceso del conocimiento las pervertimos y desfiguramos. En un
21
Algunos tienden a considerar la posición de Barth como una clase de agnosticismo. Zerbe
dice que el agnosticismo pr áctico domina el pensamiento de Barth y lo convierte en víctima
de la incognoscibilidad de "la cosa en sí" de Kant y cita de él lo siguiente: ((Romanos es
una revelación del Dios no conocido; Dios viene al hombre; no el hombre a Dios. Aun
después de la revelación el hombre no puede conocer a Dios porque Dios siempre es el
incognoscible. Al manifestársenos todavía queda tan lejos como estuvo siempre" (Rbr. p.
53).6 Al mismo tiempo encuentra que tanto Barth como Herbert Spencer son inconsistentes
en su agnosticismo. Dice: "De Herbert Spencer se decía que sabía mucho del
'Incognoscible'; y en cuanto a Barth uno quisiera saber cómo fue que llegó a saber tanto del
'Dios no conocido' ". 7 Por el mismo estilo discurre Dickie cuando dice: "Al hablar de Dios
trascendente Barth nos da la impresión a veces, de hablar de un Dios de quien nada
podremos conocer jamás". 8 Encuentra, sin embargo, que también en este respecto el énfasis
de Barth ha cambiado. Aunque está perfectamente claro que Barth no pretende ser
agnóstico, no puede negarse que algunas de sus afirmaciones pueden fácilmente
considerarse de sabor agnóstico. Afirma enérgicamente que Dios es el Dios escondido que
no puede ser conocido por medio de la naturaleza, la historia o la experiencia; sino
solamente por medio de la revelación que de sí mismo ha hecho en Cristo, cuando esa
revelación se encuentra con la respuesta de la fe. Pero hasta en esta revelación Dios aparece
solamente como el Dios escondido. Dios se revela exactamente como el Dios escondido y
por medio de su revelación nos hace más conscientes, como nunca antes, de la distancia
que lo separa del hombre. Esto fácilmente puede interpretarse como que significa que lo
que esencialmente aprendemos por medio de la revelación es que Dios no puede ser
conocido, de manera que, después de todo, nos encontramos cara a cara con un Dios
desconocido. Pero en vista de todo lo que Barth ha escrito, esto evidentemente no es lo que
6
The Karl Barth Theology. p. 82.
7
Ibid... p. 84.
8
Revelation and Response. p. 187.
22
quiere decir. Su afirmación de que en la luz de la revelación vemos a Dios como el Dios
escondido, no excluye la idea de que por medio de la revelación también adquirimos grande
y útil conocimiento de Dios, en cuanto a la manera en que se relaciona con su pueblo.
Cuando Barth dice que aún en su revelación Dios permanece todavía como el Dios
desconocido, se refiere en realidad al Dios Incomprensible. El Dios revelado es Dios en
acción. Por medio de su revelación aprendemos a conocerlo en sus obras, pero en realidad
no adquirimos conocimiento de su íntimo ser. El siguiente pasaje de The Doctrine of the
Word of God,9 es muy luminoso. "Sobre esta libertad (la de Dios) descansa lo
incognoscible de Dios, es decir, lo insuficiente de todo conocimiento que podamos tener
del Dios revelado. Aun la tri unidad de Dios se nos ha revelado únicamente en las obra s de
Dios. Por lo tanto, también la tri unidad nos resulta incognoscible. Esto explica también lo
inadecuado de todo nuestro conocimiento respecto a una tri unidad. La forma en que nos ha
parecido concebible, primero en la Escritura y luego en la doctrina de la iglesia respecto a
la Trinidad, es lo que para la criatura es concebible. De este concepto relativo, a lo que
llamaríamos "divinamente concebible", que es la Trinidad en que Dios existe, hay una
absoluta y completa separación. Únicamente a la libre gracia de Dios en la revelación se
debe que aquello que la criatura puede concebir, aunque absolutamente separado de su
"objeto", todavía contenga algo de verdad. En este concepto, lo que sabemos de la Trinidad
mediante la operación de Dios en nosotros, es verdadero".
Kuyper llama la atención al hecho de que la teología como el conocimiento de Dios difiere,
en un importante punto, de todo otro conocimiento. En el estudio de todas las otras ciencias
el hombre se coloca por encima del objeto de su investigación y activamente extrae de ella
su conocimiento por medio de cualquier método que le parezca más apropiado; pe ro en
teología no se coloca por encima, sino bajo el objeto de su conocimiento. En otras palabras,
el hombre puede conocer a Dios únicamente hasta donde Dios se hace conocer. Dios ocupa
el primer lugar entre los seres que le comunican conocimiento al hombr e y puede
convertirse en objeto de estudio para el hombre sólo hasta donde éste se apropia y refleja el
conocimiento que se le proporciona por medio de la revelación. Sin la revelación el hombre
9
P. 4 26.
23
jamás habría sido capaz de adquirir el menor conocimiento de Dios. Y no obstante que Dios
se ha revelado objetivamente, no es la razón humana la que descubre a Dios, sino Dios
quien a sí mismo se descubre ante el ojo de la fe. Sin embargo, por la aplicación del
santificada razón humana al estudio de la Palabra de Di os, el hombre puede, bajo la
dirección del Espíritu Santo adquirir un siempre creciente conocimiento de Dios. Barth
también insiste en el hecho de que el hombre puede conocer a Dios. Dios le habla, sea
directamente, o por medio de mensajeros solamente, cua ndo Dios viene a su encuentro en
un acto de revelación. Insiste también en que no hay caminos del hombre hacia Dios, sino
solamente de Dios hacia el hombre, y declara repetidamente que Dios es siempre el sujeto y
jamás un objeto. La revelación es siempre a lgo puramente subjetivo y nunca puede
convertirse en algo objetivo como la palabra escrita de la Biblia, y como meramente
subjetiva esa revelación se convierte en un objeto de estudio. Nos fue dada de una vez por
todas en Jesucristo, y en Cristo viene a lo s hombres en el momento existencial de la vida de
estos. Aunque hay elementos de verdad en lo que dice Barth, su construcción de la doctrina
de la revelación es extraña a la teología reformada.
también es verdadero y es exacto, puesto que es copia del conocimiento original que Dios
tiene de sí mismo.
La semilla de esa doctrina ya se enc uentra en la doctrina de las ideas de Platón, en tanto que
en la obra de Cicerón De Natura Deorum, ocurre la misma doctrina en forma más
desarrollada. En la filosofía moderna, el primero que la enseñó fue Descartes, quien
consideró que la idea de Dios es i nnata. No estimó que fuera necesario considerarla natural
en el sentido de que estuviera presente en la mente humana desde el principio, sino
únicamente en el sentido de que el hombre tiene tendencia a formarse la idea cuando la
mente alcanza la madurez. F inalmente, la doctrina adoptó la forma de que hay ciertas ideas,
de las cuales la más prominente es la idea de Dios, que son innatas y que por lo tanto, desde
que el hombre nace ya las tiene presentes en su conciencia. Desde este mismo punto de
vista, Lock e con mucha razón atacó la doctrina de las ideas innatas, en su empirismo
filosófico, aunque se fue al otro extremo. La teología Reformada también rechazó en ese
modo particular la mencionada doctrina. Y en tanto que algunos de sus representantes
retuvieron el nombre "ideas innatas" le dieron otro significado, mientras que otros
prefirieron hablar de ella, llamándola cognitio Dei Insita (conocimiento injertado, de Dios).
Por una parte, este cognitio Dei Insita no consiste en ningunas ideas, o nociones forma das
ya, presentes en el hombre al momento de nacer; y por otra, es más que una mera capacidad
que habilite al hombre para conocer a Dios. Denota un conocimiento que necesariamente
resulta de la constitución de la mente humana y que es innato sólo en el sen tido en que se
adquiere espontáneamente bajo la influencia del semen religionis colocado en el hombre
mediante su creación a la imagen de Dios, y que desde luego no se adquiere por el
laborioso proceso del razonamiento y la argumentación. Es un conocimient o que el hombre,
dada su constitución espiritual, adquiere necesariamente, y como tal se distingue de todo
conocimiento condicionado por la voluntad del hombre. El conocimiento adquirido, por
otra parte, se obtiene mediante el estudio de la revelación de D ios. No brota
espontáneamente en el intelecto humano, sino que se produce mediante el consciente y
sostenido propósito de saber. Puede adquirirse solamente por el agotante proceso de
25
10
Page. 5 y siguientes.
11
Revelation and Inspiration. Page. 6.
27
Cuando los helados vientos del racionalismo barrieron a Europ a, se exaltó la revelación
natural a expensas de la sobrenatural. El hombre se intoxicó con un sentido de su propia
28
12
The Doctrine of God. p. 173.
29
1. ¿En qué sentido podemos hablar del Dios escondido o desconocido, a pesar del
hecho de que El mismo se nos. ha revelado?
2. ¿En qué forma difirieron sobre este punto los escolásticos y los reformadores?
3. ¿Cuál es al respecto la posición de la teología moderna?
4. ¿Por qué la revelación es esencial a la religión?
5. ¿En qué forma difieren teóricamente el agnosticismo y el ateísmo?
6. ¿Es alguno de ellos más favorable a la religión que el otro?
7. ¿De qué manera promovió Kant el Agnosti cismo?
30
15. Warfield, Calvin and Calvinism (Calvin's Doctrine of the Knowledge of God).
16. Warfield, Revelation and Inspiration. pp. 3 48;
Algunos dogmáticos, antes de entrar a la discusión de los atributos divinos, dedican uno o
varios capítulos para tratar del Ser de Dios. Así lo hicieron en sus trabajos, por ejemplo,
Mastricht, Ebrard, Kuyper y Shedd. Otros prefieren con siderar el Ser de Dios en relación
con sus atributos, atendiendo a que en éstos se nos revela El mismo. Este es el método más
común y el que se sigue en la Synopsis Purioris Theologiae, como también en las obras de
Turretin, a Marck, Brakel, Bavinck, Hodge y Honig. La diferencia de trato para el tema no
es indicación de que exista entre esos autores algún grave y fundamental desacuerdo. Todos
ellos coinciden en que los atributos no son meros nombres que no corresponden a la
realidad alguna, ni partes separa das de un Dios compuesto, sino esencialmente cualidades
en las que el Ser de Dios se revela y mediante las cuales puede ser identificado. La única
diferencia podría ser que unos tratan más que otros de distinguir entre el Ser de Dios y sus
atributos.
EL SER DE DIOS
Es del todo evidente que el Ser de Dios no admite definición alguna. Para definir a Dios
lógicamente, tendríamos que comenzar por buscar un elevado concepto bajo el cual Dios
pudiera coordinarse con otros conceptos)' luego señalar las caracterí sticas que fueran
aplicables únicamente a Dios. Semejante definición genético sintética no puede darse de
Dios puesto que Dios no es una de varias especies de dioses que pueda reducirse a un
simple género. Lo que resulta más posible es una definición analí tica descriptiva. Tal
definición consiste en enumerar las características de una persona o cosa; pero deja sin
explicar la esencia misma del Ser. Una definición de esta clase no puede ser completa, sino
parcial, puesto que es imposible dar de Dios una desc ripción exhaustiva y positiva (opuesta
a la negativa). Consistiría en presentar una lista de todos los atributos conocidos de Dios, y
éstos en gran parte son de carácter negativo.
La Biblia nunca presenta un concepto abstracto de Dios, sino que lo describe siempre como
el Dios Viviente, que entra en diversas relaciones con sus criaturas, relaciones que
32
13
De Deo I, p. 28.
33
14
Art I
15
Aquellos que por su esencia santa imponen terror. Conciencia de lo Santo, es decir, la divinidad. (N del
Trad)
34
pregunta tendríamos que ser capaces de comprender a Dios y de poder dar una explicación
de su Ser Divino, y esto es completamente imposible. Lo finito no puede comprender a lo
infinito. La pregunta de Sofar: ¿ Alcanzarás tú el rastro de Dios? ¿ Llegarás tú a la
perfección del Todopoderoso? (Job 11: 7) tiene la fuerza de una poderosa negativa, y si la
segunda de las tres preguntas la consideramos independiente de la tercera, nuestra
contestación negativa se hace mucho más inclusiva. Aparte de l a revelación de Dios en sus
atributos no tenemos conocimiento alguno del Ser de Dios. Pero hasta donde Dios se revela
en sus atributos también podemos conocer algo de su Ser Divino, aunque en eso nuestro
conocimiento está sujeto a nuestras limitaciones hum anas.
Lutero usa algunas fortísimas expresiones hablando de nuestra incapacidad para conocer
siquiera algo del Ser o de la esencia de Dios. Por una parte hace distinción entre el Defls
absconditus (el Dios escondido) y el Deus revelatus (el Dios revelado); pero por otra parte
también afirma que al conocer al Deus revelatus solamente lo conocemos en su inaccesible
ocultamiento. Con esto da a entender que hasta en su revelación no se ha manifestado
enteramente como es en su esencia, sino que ésta todavía perm anece cubierta de
impenetrable oscuridad. Conocemos a Dios solamente hasta donde nos lo permiten sus
relaciones con nosotros. También Calvino se refirió a la divina esencia como
incomprensible. Sostenía que Dios, en la profundidad de su Ser, está fuera de nuestro
alcance. Hablando de lo que podemos saber acerca del quid y del qualis de Dios, decía que
es inútil especular acerca del primero, en tanto que nuestro interés práctico se encuentra en
el segundo. Afirma: "Están únicamente manoseando con frías espec ulaciones aquellos que
dedican su intelecto a investigar lo que es Dios (quid sit Deus), cuando lo que realmente
nos incumbe es saber qué clase de persona es Dios (qualis sit) y qué es aquello que se
aviene a su naturaleza". 16 Aunque Calvino siente que Dios no puede ser conocido a la
perfección, no niega que podemos conocer algo de su Ser o naturaleza. Pero este
conocimiento no puede obtenerse por métodos a priori, sino solamente por el modo a
posteriori, mediante los atributos a los cuales Calvino reconoce como positivas
confirmaciones de la naturaleza de Dios. Ellos nos proporcionan al menos algún
conocimiento de lo que es Dios, pero muy especialmente de lo que es en relación con
nosotros.
Al tratar de nuestro conocimiento del Ser de Dios debemos procurar e vitar la posición de
Cousin, bastante rara en la historia de la filosofía, es a saber, que Dios aun en las honduras
de su Ser nada tiene de incomprensible; sino que es esencialmente inteligible; pero también
debemos distinguir claramente el agnosticismo de Hamilton y Mansel, según el cual, no
podemos tener conocimiento alguno del Ser de Dios. No podemos comprender a Dios, no
16
Institution. l. 2.2.
35
De la simplicidad de Dios se sigue que El y sus a tributos son uno solo. Los atributos no
pueden ser considerados como otras tantas partes que entran en la composición de Dios,
porque Dios no está compuesto de varias partes como los hombres. Tampoco pueden
considerarse como algo agregado al Ser de Dios, por más que el vocablo derivado de ad y
tribuere, parecería que apunta en esa dirección; puesto que jamás podría añadirse algo al
Ser de Dios, siendo que es eternamente perfecto. Se acostumbra decir en teología que los
atributos de Dios son Dios mismo segú n se nos ha revelado. Los escolásticos insistían en el
17
Side-Lights on Christian Doctrine, p. 11.
36
hecho de que Dios es todo lo que tiene. El tiene vida, luz, sabiduría, amor, justicia, y con
base en la Escritura podemos decir que El es vida, luz, sabiduría, amor y justicia. Además,
afirmaban los escolásticos que toda la esencia de Dios es idéntica con cada uno de sus
atributos, de manera que el conocimiento de Dios es Dios, la voluntad de Dios es Dios, etc.
Algunos se aventuraron tanto en esa dirección como para decir que cada atributo es idéntico
con cualquiera de los otros atributos y que en Dios no existen distinciones lógicas. Este
extremo es sumamente peligroso. En tanto que bien puede decirse que hay en los atributos
de Dios una interpenetración de manera que forman en conjunto un todo armonios o, es
tomar la dirección del panteísmo eliminar todas las distinciones en Dios y decir que su
aseidad es su infinidad; su sabiduría es su soberanía, su amor es su justicia y viceversa. Fue
característico de los nominalistas hacer desaparecer toda verdadera distinción en Dios.
Tenían temor de que admitiendo verdaderas distinciones, correspondientes a los atributos
divinos se pusiera en peligro la unidad y simplicidad de Dios, y esto ciertamente constituía
un propósito elevado. Según ellos las perfecciones de l Ser divino existen nada más en
nuestro pensamiento, sin ninguna correspondencia real en Dios. Los realistas, por otra
parte, afirmaban la realidad de las perfecciones divinas. Comprendían que la teoría de los
nominalistas llevada hasta su legítima conclu sión conduciría hacia una negación panteísta
de un Dios personal, y en consecuencia, consideraron de la mayor importancia sostener la
realidad objetiva de los atributos de Dios. Al mismo tiempo procuraron poner a salvo la
unidad y simplicidad de Dios soste niendo que toda la esencia de Él se encuentra en cada
atributo suyo. Dios es todo en todos y es todo en cada uno. Tomás de Aquino pensaba esto
mismo cuando afirmaba que los atributos no nos revelan lo que Dios es en sí mismo, en las
profundidades de su Ser, sino solamente lo que El es en relación con sus criaturas.
18
Dogm. Theol. l. Pág. 334.
19
Ibid. Pág. 334.
37
aditivas y accidentales del Ser Divino. Son cualidades esenciales de Dios inherentes a la
esencia de su Ser y que coexisten con El. Estas cualidades no sufrirían alteración sin que
también la sufriera el Ser de Dios. Y siendo todas ellas cualidades esenciales, cada una nos
revela algún aspecto del Ser de Dios.
En tanto que la Biblia registra diversos nombres de Dios, también n os habla del nombre de
Dios, en singular, como por ejemplo, en las siguientes declaraciones. "No tomarás el
nombre del Señor tu Dios en vano", Éxodo 20: 7; "Cuán grande es tu nombre en toda la
tierra", Salmo 8: 1; "Conforme a tu nombre, oh Dios, así es tu loor", Salmo 48: 10; "Su
nombre es grande en Israel", Salmo 76: 1; "Torre fuerte es el nombre de Jehová: a El
correrá el justo y será levantado", Prov. 18: 10. En estos ejemplos "el nombre" da a
entender la plena manifestación de Dios en las relaciones con todo su pueblo, o con una
sola persona, de manera que se convierte en sinónimo de Dios. Este empleo se debe al
hecho de que en el pensamiento oriental, el nombre jamás se consideraba como un mero
vocablo; sino como la definición de la naturaleza de la cos a designada. Conocer el nombre
de una persona era adquirir poder sobre ella, y en los encantamientos los nombres de los
varios dioses se usaban para ejercer poder sobre ellos. Entonces, en el sentido más general
del vocablo, el nombre de Dios es su propia revelación. Se designa El, no como existe en
las profundidades de su Ser divino, sino como se revela en sus relaciones con el hombre.
Para nosotros el único nombre general de Dios se ha dividido en muchos nombres, los
cuales expresan las muchas fases del S er de Dios. Se debe únicamente al hecho de que Dios
se ha revelado en su nombre (nomen editum) el que podamos ahora designarlo por ese
nombre en sus varias formas (nomina indita). Los nombres de Dios no son de invención
humana, sino de origen divino, aunqu e los vocablos se han pedido prestados al lenguaje
humano y se derivan de relaciones humanas y terrenales. Son antropomórficos y señalan un
condescendiente acercamiento de Dios al hombre.
39
Los nombres de Dios constituyen una dificultad para el pensamiento h umano. Dios es el
Incomprensible, infinitamente superior a todo lo que es temporal; pero en sus nombres
desciende a todo lo que es finito y se hace semejante al hombre. Por una parte no podemos
nombrarle y por la otra tiene muchos nombres. ¿Cómo puede expl icarse esto? ¿Sobre qué
base se aplican estos nombres al Dios infinito e incomprensible? Debe recordarse que son
de invención humana y que nada nos descubren del íntimo Ser de Dios. Fueron dados por
Dios mismo con la seguridad de que contienen en cierta me dida una revelación del Ser de
Dios. Tal cosa fue posible por el hecho de que el mundo y con él todas sus relaciones fue
ideado para que constituyera una revelación de Dios. Debido a que el Incomprensible se
revela en sus criaturas, resulta posible para el hombre nombrarlo como si se tratara de una
criatura. Para darse a conocer al hombre, Dios ha descendido hasta el nivel del hombre para
acomodarse a su conciencia limitada y finita, y para hablarle en el lenguaje humano. Si
darle a Dios nombres antropomórf icos es limitarlo, como algunos dicen, entonces esto tiene
que ser cierto en un grado muy superior cuando se trata de la revelación de Dios en la
creación. Luego, pues, el mundo no revela a Dios, sino que lo esconde; y por tanto, el
hombre no se relaciona con Dios sino que sencillamente forma la antítesis de Él, y
lógicamente quedamos encerrados en un agnosticismo sin esperanza.
De lo que dijimos acerca del nombre de Dios en general, se sigue que podemos incluir bajo
el título de nombre de Dios no solamente los apelativos por medio de los cuales se le señala
como un ser personal e independiente, y con los cuales le invocamos; sino también los
atributos de Dios, y no sólo los meros atributos del Ser divino en general, sino también los
que designan separadamente a cada una de las Personas de la Trinidad. El Dr. Bavinck
funda su división de los nombres de Dios sobre esta amplia concepción; distinguiendo entre
nomina propia (nombres propios), nomina essentialia (nombres esenciales o atributos),
nomina personalia (nombres personales, como Padre, Hijo, y Espíritu Santo). En este
capítulo vamos a limitamos a la discusión de la primera de estas tres clases.
El más sencillo nombre por el que D ios se designa en el Antiguo Testamento es 'El, que
posiblemente se deriva de 'ul, ya tenga el sentido de ser primero, ser señor" o de ser fuerte y
poderoso. El nombre 'Elohim (plural) es 'Eloah (en singular) y probablemente se deriva de
aquella misma raíz , o de 'alah, que significa, ser herido de temor; y por tanto, designa a
40
Dios como el fuerte y poderoso, o como el que debe ser temido. El nombre en su forma
singular casi nunca ocurre, salvo en poesía. La forma plural ('Elohim) se considera como
intensiva, y por lo mismo sirve para indicar plenitud de poder. El nombre 'Elyon se deriva
de 'alah, que significa subir, ser elevado, y designa a Dios como el Alto, el Glorioso, Gen
14: 19, 20; Núm. 24: 16; Isa. 14: 14. Ese nombre se encuentra especialmente en la poesía.
Sin embargo, estos nombres no son nomina propia en el sentido estricto de la palabra,
porque también se usan para los ídolos, Sal 95: 3; 96: 5; para los hombres, Gen 33: 10; Ex
7: 1, y para los gobernantes, Jue. 5: 8; Ex 21: 6; 22: 8 10; y Sal 82: 1.
'ADONAÍ
El significado de este nombre se relaciona con el de los anteriores. Se deriva, bien de dun
(se pronuncia din) o de 'adan, siendo en ambos casos su significado, juzgar, gobernar, y por
eso sirve para designar a Dios, el todopoderoso Regente, a quien están sujetas todas las
cosas y ante quien el hombre se relaciona como siervo. En los tiempos primitivos este era el
nombre con que el pueblo de Israel se dirigía a Dios. Posteriormente lo sustituyó en mucho
el nombre Jehová (Y ahweh). Todos los nomb res hasta aquí mencionados describen a Dios
como el Alto y Sublime, el Dios trascendente. Los nombres que siguen indican el hecho de
que este Ser sublime condesciende a entrar en relaciones con sus criaturas.
El nombre Shaddai se deriva de "shadad", que significa ser poderoso, y sirve para indicar a
Dios, el poseedor de toda potencia en el cielo y en la tierra. Otros, sin embargo, lo hacen
derivar de shad, que significa señor. En un punto muy importante difiere de 'Elohim, el
Dios de la creación y de la naturaleza. En este nombre vemos a Dios sujetando todos los
poderes de la naturaleza y subordinándolos al programa de la divina gracia. Aunque insiste
en la grandeza de Dios, no lo presenta como al que debe verse con temor y terror, sino
como al que es fuente de bendición y consuelo. Este es el nombre con que D ios aparecería a
Abraham, el padre de los creyentes, Ex 6: 2.
Este nombre Y ahweh, es el que especialmente fue desplazando poco a poco a los otros
primeros nombre, pues en éste Dios se reveló como el Dios de gracia. Siempre. Se ha
considerado que este es el más sagrado y el más característico de los nombres de Dios, el
nombre incomunicable. Los judíos tenían temor supersticioso de usado, ya que leían el Lev.
24: 16 como sigue: "Y el que pronunciare el nombre Y ahweh, irremisiblemente ha de
morir". De consiguiente al leer la Santa Escritura sustituían este nombre por 'Adonaí o por
Elohim. Y los masoretas, aunque dejaban intactas las consonantes le asignaban las vocales
de estos nombres y más frecuentemente las de 'Adonaí. La verdadera derivación del
nombre, su pronunciación original y su significado, están más o menos perdidos en la
oscuridad. El Pentateuco conecta el nombre con el nombre hebreo hayah, que s ignifica, ser,
Ex 3: 13, 14. La fuerza de este pasaje nos permite creer que el nombre, con toda
probabilidad, se deriva de una forma arcaica de aquel verbo, es decir, hawah. Hasta donde
tiene que ver con la forma puede considerarse como la tercera persona del imperfecto qaj,
o, hiphil. Sin embargo, la semejanza es mayor con la primera. El significado está explicado
2. Las estrellas. Pero hablando del ejército del cielo la Escritura usa el singular y
nunca el plural. Además, en tan to que a las estrellas se les llama el ejército del cielo,
nunca se les designa como el ejército de Dios.
THEOS
El Nuevo Testamento tiene los equivalentes griegos de los no mbres del Antiguo
Testamento. Para 'El, 'Elohim y Elyon tiene Theos que es el nombre que más comúnmente
se aplica a Dios. Como ' Elohim, también Theos podía adaptarse para usarse respecto a los
dioses gentiles, aunque estrictamente hablando expresa esencia
traduce Hupsistos Theos, Mar. 5: 7; Luc. 1: 32, 35, 75; Hech. 7: 48; 16: 17; Heb. 7: 1. Los
nombres Shaddai y, El Shaddai se traducen Pantokrato, y Theos Pantokrator, lI Cor. 6: 18;
Apoc. 1: 8; 4: 8; 11: 17; 15: 3; 16: 7, 14. Si n embargo, más generalmente, Theos se
encuentra con genitivo de posesión, como mou, sou, hemon, humon, porque en Cristo, Dios
43
puede ser considerado como el Dios de todos y de cada uno de sus hijos. La idea religiosa
nacional del Antiguo Testamento ha dejad o su lugar a la idea individual.
KURIOS
El nombre Y ahweh se explica unas cuantas veces por variaciones de carácter descriptivo,
tales como "El Alfa y la Omega", "el que es, el que era y el que ha de venir, "el principio y
fin", "el primero y el último", A poc. 1: 4, 8, 17; 2: 8; 21: 6; 22: 13. Sin embargo, en lo
demás, el Nuevo Testamento sigue a la Septuaginta, en la que se sustituyó Y ahweh por
'Adonaí, traduciendo éste por Kurios, que se deriva de kuros que significa poder. Este
nombre no tiene exactamente la misma connotación que Y ahweh; pero designa a Dios
como el Poderoso, el Señor, el Poseedor, el Regente que tiene autoridad y poder legal. N o
se aplica solamente a Dios, sino también a Cristo.
PÁTER
Con frecuencia se dice que el Nuevo Testamento introdujo un nuevo nombre para Dios, es
decir, Páter (Padre). Pero esto difícilmente puede ser correcto. El nombre Padre se usa para
la Deidad aun en las religiones paganas. Se usa repetidamente en el Antiguo Testamento
para designar la relación de Dios co n Israel, Deut. 32: 6; Sal 103: 13; Is. 63: 16; 64: 8; Jer.
3:4, 19; 31:9; Mal.1:6; 2: 10; en tanto que a Israel se le llama el hijo de Dios, Ex 4: 22;
Deut. 14: 1; 32: 19; Is. 1: 2; Jer. 31: 20 Oseas 1: 10; 11: 1. En tales casos este nombre
expresa la relación teocrática especial que Dios guarda para con Israel. En el sentido
general de Originador o Creador se usa este nombre en los siguientes pasajes del Nuevo
Testamento: I Cor. 8: 6; Ef. 3: 15; Heb. 12: 9; Sant. 1: 18. En todos los demás lugares en
que se encuentra, sirve para expresar, bien sea la relación que la primera Persona de la
Trinidad guarda con Cristo como Hijo de Dios, o bien el sentido metafísico, o el
medianero; o la relación ética en la que Dios se coloca en cuanto a todos los creyentes
como sus hijos espirituales.
No es ideal el nombre "Atributos", puesto que transfiere la noción de añadir o asignar algo
a uno, y por tanto, se presta para crear la noción de a lgo que se añade al Ser Divino. Sin
duda el término "propiedades" es mejor, sirviendo para señalar algo que es propio de Dios,
y de Dios solamente. Como es natural, hasta donde algunos de los atributos son
comunicables, el carácter absoluto de lo propio se debilita, puesto que hasta esos puntos
algunos de esos atributos dejan de ser propios de Dios en el sentido absoluto de la palabra.
Pero hasta este término contiene la sugerencia de una distinción entre la esencia o
naturaleza de Dios y aquello que le per tenece. Por todo ello, es preferible hablar de las
"perfecciones" o "virtudes" de Dios, entendiendo sin confusión posible, a pesar de todo,
que en este caso el término "virtudes" no se usa en un sentido puramente ético.
1. Haciéndolo así logramos, seguir el uso bíblico en el cual se emplea el vocablo arete,
traducido "Virtuoso" o, "excelencias", en I Pedro 2: 9
2. Y evitamos la sugerencia de que algo sea añadido al Ser Divino. Sus virtudes no son
añadiduras a su Ser; sino que su Ser es la pléroma (plenitud) de sus virtudes y El se
revela en ellas. Pueden definirse como las perfecciones atribuidas al Ser Divino en
la Escritura, o las que son visiblemente ejercitadas por El en las obras de Creación,
Providencia y Redención. Si todavía continuamos usando el nombre "Atributos", se
debe a que es de uso general, y a que ya dejamos explicado que tiene que ser
excluida enérgicamente la idea de que algo se añade al Ser de Dios.
En su intento de construir un sistema de teolo gía natural, los escolásticos afirmaban tres
maneras para determinar los atributos de Dios, a las que dieron la designación siguiente:
1. Vía Causalitatis
2. Via negationis
3. Via eminentíae
Por la primera, la senda de la causalidad, nos levantamos desde los efe ctos que vemos en el
mundo que nos rodea, hasta la idea de la primera causa; desde la contemplación de la
creación hasta la idea de un Todopoderoso Creador; y desde la observación del gobierno
moral del mundo hasta la idea de un poderoso y sabio Gobernante . Por la segunda, la senda
45
de la negación, removemos de nuestra idea de Dios todas las imperfecciones que vemos en
sus criaturas como inconsistentes con la idea de un Ser Perfecto y le adscribimos todas las
opuestas perfecciones. Apoyándonos en este princi pio hablamos de Dios como
independiente, infinito, incorpóreo, inmenso, inmortal e incomprensible. y finalmente, por
la tercera, la senda de la eminencia, adscribimos a Dios, en el más eminente grado, las
relativas perfecciones que descubrimos en el hombre , según el principio de que lo que
existe es un efecto que preexiste en su causa, y todavía más, en el absoluto sentido de la
palabra, en Dios, como el Ser más perfecto. Este método puede apelar a algunos porque
procede de lo conocido a lo desconocido, per o no es el método adecuado para la teología
dogmática. Tiene su punto de partida en el hombre y formula sus conclusiones partiendo de
lo que encuentra en el hombre para llegar a lo que se encuentra en Dios. Y hasta donde lo
hace así, resulta el hombre la m edida de Dios. Ciertamente éste no es el procedimiento del
método teológico. Además, basa su conocimiento de Dios en conclusiones humanas más
bien que en la revelación que Dios ha hecho de sí mismo en su Palabra divina, y con todo,
esta es la única fuente adecuada del conocimiento de Dios. Aunque aquel método pudiera
seguirse en una así llamada teología natural, no se adapta a una teología fundada en la
revelación.
Otro tanto puede decirse de los métodos que para la teología experimental han sugerido sus
modernos representativos. Un ejemplo típico de ello se encuentra en la obra de Macintosh,
Theology As An Empirical Science 20. Este autor menciona tres métodos de procedimiento.
Podemos comenzar
20
Pág. 159 y siguientes
46
3. También es posible seguir un método más pragmático, que des cansa sobre este
principio: Podemos saber hasta cierto punto lo que las cosas y las personas son,
sobrepasando nuestras inmediatas percepciones mediante la observación de lo que
esas cosas o personas hacen. Macintosh encuentra que es necesario valerse de los
tres métodos anteriores.
Ritschl quiere que partamos de la idea de que Dios es amor, y nos preguntará lo que se
encierra en este muy característico concepto acerca de Dios. Desde luego que el amor es
personal, implica la personalidad de Dios, y de es ta manera nos proporciona un principio
para la interpretación del mundo y de la vida del hombre. El pensamiento de que Dios es
amor trae consigo la convicción de que puede ejecutar su propósito de amor, es decir, que
su voluntad será supremamente efectiva en el mundo. Esto nos trae la idea de un Creador
Todopoderoso. Y en virtud de este pensamiento básico también afirmamos que Dios es
eterno, puesto que para dirigir todas las cosas hacia la realización de su Reino, contempla el
final desde el principio. En un estilo muy semejante dice el Dr. W. A. Brown: "Obtenemos
nuestro conocimiento de los atributos analizando la idea de Dios que ya hemos alcanzado
mediante la revelación en Cristo; y luego ordenamos esos atributos de manera que nos den
los rasgos distinti vos de la idea de Dios en su más clara expresión" 21.
Todos estos métodos tienen su punto de partida en la experiencia humana, más bien que en
la Palabra de Dios. Deliberadamente ignoran la clara y propia revelación de Dios en la
Escritura, exaltando, en cambio, la idea del descubrimiento de Dios por el hombre. Quienes
se apoyan en semejantes métodos tienen una exagerada idea de su propia capacidad para
encontrar a Dios y para determinar su naturaleza inductivamente, por medio de aprobados
"métodos científic os". Al mismo tiempo cierran sus ojos a la única avenida por la cual
podrían obtener verdadero conocimiento de Dios, es decir, su revelación especial,
olvidándose aparentemente del hecho de que solamente el Espíritu de Dios escudriña y
revela las cosas profundas de Dios para dárnoslas a conocer. Este método tan propio de
ellos los obliga a rebajar a Dios hasta el nivel del hombre, a insistir en su inmanencia a
costa de su trascendencia, haciéndolo inseparable del mundo. El resultado final de esta
filosofía nos da un Dios hecho a la imagen del hombre. James condena todo intelectualismo
en religión y sostiene que la filosofía en la forma de teología escolástica falla por completo
cuando trata de definir los atributos de Dios en forma científica, como falla tam bién al
tratar de probar su existencia. Después de apelar al libro de Job dice: "El raciocinio es una
senda relativamente superficial e irreal hacia la deidad". Y concluye James su discusión con
las siguientes significativas palabras: "Con toda sinceridad pienso que debemos llegar a la
conclusión de que carecen absolutamente de esperanza todos los empeños que, valiéndose
21
Crr. Theol. In Outline, pag, 101
47
El único camino ade cuado para obtener perfectamente un conocimiento fidedigno de los
atributos divinos es el estudio de la revelación de Dios mismo en la Escritura. Cierto es que
podemos adquirir algún conocimiento de la grandeza y poder, la sabiduría, y bondad de
Dios, por medio del estudio de la naturaleza; pero aun para alcanzar un adecuado concepto
de estos atributos será necesario que volvamos a la Palabra de Dios. En la teología de la
revelación procuramos aprender de la Palabra de Dios cuales son los atributos del Ser
divino. El hombre no extrae conocimiento de Dios como lo hace de otros objetos de
estudio; sino que Dios mismo es quien le concede ese conocimiento al hombre, un
conocimiento dado por el mismo Dios, y que al hombre solamente toca aceptarlo y
apropiárselo. Por consiguiente, para lograr la apropiación y entendimiento del conocimiento
revelado, es de la mayor importancia reconocer el hecho de que el hombre fue creado a la
imagen de Dios y que en consecuencia halla edificantes analogías en su propia vida. A
diferencia del método a priori de los escolásticos que deducían los atributos haciéndolos
originar de la idea de un Dios perfecto, nuestro método puede llamarse a posteriori, puesto
que tiene su punto de partida no en un Ser abstractamente perfecto, sino en l a plenitud de la
revelación del mismo Dios, y a la luz de ella procuramos conocer al Ser divino.
22
Varieties of Religious Experience. Pág. 455.
23
Ibid, Pág. 5 25.
24
Compárese Baillie, Our Know Jedge of God, Págs. 251 y siguientes.
48
segundos son aquellos que irradian y producen efectos externos de Dios, como la
omnipotencia, la benevolencia, la justicia, etc. Pero si algunos de los atributos
divinos fueran estrictamente inmanentes, todo conocimiento de ellos estaría fuera de
nuestro alcance. H. B. Smith recalcan que cada uno de los atributos debe ser tanto
inmanente como transeúnte.
Sin embargo, se sintió desde muy al principio que esta distinción era insostenible sin
añadirle una calificación más precisa puesto que desde cierto punto de vista todos los
atributos pueden llamarse comunicables. Ninguna de las perfecciones divinas es
comunicable en la infinita perfección c on que se encuentra en Dios; pero al mismo tiempo
existen débiles rasgos en el hombre, hasta de aquellos atributos de Dios que llamamos
incomunicables.
Entre los más recientes teólogos reformados hay la tendencia de rechazar esta distinción en
favor de alguna otra división. Dick, Shedd y Vos conservan la antigua división. Kuyper
expresa su desafecto con ella y, sin embargo, la reproduce en sus virtudes per antithesin y
virtudes per synthesin. Bavinck, después de seguir otro orden en su primera edición de s u
Dogmática, vuelve al primer orden en la segunda edición.
Honig prefiere seguir la división dada por Bavinck en su primera edición. Y , finalmente
Hodge, H. B. Smith y Thornwell siguen una división sugerida por el Catecismo de
Westminster. Sin embargo, la clasificación de los atributos en dos divisiones principales,
como se encuentran en las clasificaciones que acabamos de presentar, es realmente
característica de todas las otras divisiones, de modo que todas quedan sujetas a la objeción
de que aparentemente dividen el Ser de Dios en dos partes; que la primera que se discute es,
Dios como es en sí mismo, Dios como el Ser Absoluto; y en seguida, Dios como es en
relación con sus criaturas, Dios como un Ser personal.
25
Synopsis Purioris Theologiae.
50
Se dirá, posiblemente, que tal manera de t ratar los atributos no proporciona de ellos un
concepto concreto y armonioso. Esta dificultad sin embargo, se hace obvia, si se entiende
con claridad que las dos clases de atributos mencionados no están estrictamente
coordinados; sino que los que pertenece n a la primera clase caracterizan a todos los que
pertenecen a la segunda, de manera que puede afirmarse que Dios es uno, absoluto,
inmutable e infinito en su conocimiento y sabiduría, en su bondad y amor, en su gracia y
misericordia, en su justicia y sant idad.
Ha sido muy común en la teología, hablar de Dios como del Ser Absoluto. Al mismo
tiempo resulta que el término "absoluto" es más característico de la filosofía que de la
teología. En la metafísica, el término "el Absoluto" es una designación para la última base
de toda existencia; y se piensa a veces que el Absoluto de la filosofía y el Dios del teísmo
son uno y el mismo. Pero eso, no necesariamente es así. De hecho, resulta imposible igualar
el concepto usual del Absoluto con el Dios de la Biblia y de la Teología Cristiana. El
término "absoluto" se deriva del latín absolutus, vocablo compuesto de ab, (desd e) y
'Volveré (soltar), lo que indica una condición de libertad, o libre de limitaciones e
impedimentos. Este pensamiento fundamental se elaboró en diversas maneras, y así fue
como el Absoluto se consideró como aquel que está libre de todas las condiciones (El
Incondicionado, o El que existe por sí mismo); libre de todas las relaciones, (El
Irrelacionado); libre de todas las imperfecciones (El Perfecto); libre de todo fenómeno de
diferencia o distinción, tales como materia y espíritu, Ser y atributos, sujet o y objeto,
apariencia y realidad, (La Realidad, o Ultima Realidad).
entonces no podemos participar con este concepto del Absoluto como Dios. Cuand o Hegel
contempla al Absoluto como la unidad del pensamiento y del ser, como la totalidad de
todas las cosas y que incluye todas las relaciones, y en el cual todas las desarmonías del
presente se resuelven en una perfecta unidad, nos vemos otra vez en la i mposibilidad de
seguirlo para reconocer a este Absoluto como bios, y cuando Bradley dice que su Absoluto
no tiene relación con nada, y que no puede existir ninguna relación práctica entre el
Absoluto y la voluntad finita, tenemos que estar de acuerdo en qu e ese Absoluto no puede
ser el Dios de la religión cristiana, puesto que éste sí entra en relaciones con sus criaturas
finitas. Bradley no puede concebir al Dios de la religión sino como finito. En cambio,
cuando al Absoluto se le define como la Primera ca usa de todas las cosas existentes, o
como la última base de toda realidad, o como el Ser que existe por sí mismo, éste sí puede
ser considerado como idéntico con el Dios de la teología. El es el único Infinito, que no
existe sujeto a ningunas necesarias re laciones, porque se basta por sí mismo, pero al mismo
tiempo puede libremente entrar en diversas relaciones con su creación como un todo, y con
sus criaturas. En tanto que los atributos incomunicables acentúan el Ser Absoluto de Dios,
los atributos comunic ables acentúan el hecho de que El entra en diversas relaciones con sus
criaturas. Vamos, en este capítulo, a considerar las siguientes perfecciones de Dios.
Dios existe por sí mismo. La base de su existencia se encuentra en e l mismo. A veces, esta
idea se expresa diciendo que El es causa sui (su propia causa); pero esta expresión
difícilmente puede ser acertada, puesto que Dios no tiene causa; El existe por la necesidad
de sí propio y por tanto, necesariamente. El hombre, al c ontrario, no existe necesariamente,
y tiene la causa de su existencia fuera de sí mismo, La idea de la propia existencia de Dios
se expresaba generalmente por el vocablo aseitas, que significa que tiene su origen en sí
mismo, pero los teólogos reformados c asi generalmente sustituyeron esta expresión por el
vocablo in dependen tia (independencia) , que expresa que Dios no es solamente
independiente en su Ser, sino que también lo es en todo posible aspecto: en sus virtudes,
decretos, obras, etc. Podría decirse que existe en la criatura una débil huella de esta
perfección; pero sólo en el sentido de que la criatura, aunque es absolutamente dependiente,
tiene, sin embargo, su propia existencia diferente. Pero naturalmente, esto dista mucho de
lo que es existenci a propia. Este atributo de Dios está generalmente reconocido, se da por
entendido en todas las religiones paganas, y en el Absoluto de la filosofía. Cuando se
concibe al Absoluto como existente por sí mismo, y como la última razón de todas las
53
cosas, que voluntariamente entra en variadas relaciones con otros seres, puede identificarse
como el Dios de la teología. Siendo el Dios que existe por sí mismo, no es independiente
sólo en sí mismo, sino que también hace que todas las cosas dependan de Él. Esta propi a
existencia de Dios encuentra expresión en el nombre Jehová. Únicamente como existente
por sí mismo, y como el Único Independiente, puede Dios darnos la seguridad de que
eternamente será el mismo en relación con su pueblo. Se encuentran indicaciones
adicionales de lo anterior, en la afirmación de Juan 5: 26, "Porque como el Padre tiene vida
en sí mismo, así dio también al Hijo que tuviese vida en sí mismo"; en la declaración de
que El es independiente de todas las cosas, y que todas las cosas existen solam ente por
causa de Él, Salmo 94: 8 y siguientes; Isa. 40: 18 y siguientes; Hechos 7: 25; Y en
afirmaciones que implican su independencia de pensamiento, Rom. 11: 33, 34, su
independencia de voluntad, Dan 4: 35; Rom. 9: 19; Ef. 1: 5; Apoc. 4: 11; su independ encia
de poder, Salmo 115: 3; Y su independencia de designio, Salmo 33: 11.
LA INMUTABILIDAD DE DIOS
movimiento. Hasta se acostumbra en teología hablar de Dios como actus purus, un Dios
que siempre está en acción. La Biblia nos enseña que Dios entra en multiformes relaciones
con el hombre, y como si así fuera, vive la vida humana con los hombres. Todo cambia
alrededor de Dios, cambian las relaciones del hombre para con El; pero no se efectúa
cambio alguno en el Ser Divino, ni en sus atributos, decretos, motivos de acción, ni en sus
promesas. El propósito creativo estuvo eternamente con Él, y no hubo cambio en El cuando
ese propósito se realizó por un sencillo y eterno acto de su voluntad. La encarnación no
ocasionó cambio en el Ser o en las perfecciones de Dios, ni en su propósito, porque fue su
eterno beneplácito enviar al Hijo de su amor al mundo. Y si la Escritura dice que Dios se
arrepiente, que cambia de intención, y que muda sus relaciones con los pecadores cuando
estos se arrepienten, debemos recordar que esta es únicamente una manera antropopática 26
de hablar. En realidad, el cambio no se efectúa en Dios sino en el homb re, y en las
relaciones de éste con Dios. Es importante mantener la inmutabilidad de Dios en contra de
la doctrina de los Pelagianos y de los Arminianos que enseñan que Dios está sujeto a
cambio, ni ciertamente en cuanto a su Ser, pero sí en cuanto a su co nocimiento y voluntad,
en forma tal que sus decisiones en gran parte dependen de las acciones del hombre; en
contra también de la idea panteísta de que Dios es un eterno devenir más bien que un Ser
absoluto, y que ese inconsciente gradualmente va desenvolv iéndose en consciente
personalidad en el hombre; y además, en contra de la tendencia actual de algunos, de hablar
de un finito, que se debate, y que gradualmente llega a ser Dios.
LA INFINIDAD DE DIOS
La infinidad de Dios es aquella perfección suya por medio de la cual queda libre de todas
las limitaciones. Al atribuirla a Dios negamos que haya o pueda haber algunas limitaciones
para el Ser Divino o para sus atributos. En la infinidad se implica que Dios no puede estar
limitado por el Universo, por el t iempo espacio del mundo, o confinado al Universo. La
infinidad no confunde la identidad de Dios con la suma total de cosas existentes, ni excluye
la coexistencia de las cosas derivadas y finitas con las cuales Dios sostiene relación. La
infinidad de Dios debe concebirse como intensiva, y no debe confundirse con la extensión
ilimitada como si Dios se expandiera por todo el Universo, una parte de su Ser tocándonos
aquí y otra a los de más allá, porque Dios no tiene cuerpo y, por lo tanto, no tiene
extensión. Tampoco debe considerarse la infinidad como un concepto meramente negativo,
aunque es perfectamente cierto que no podemos formamos una idea positiva de ella. En
26
Atribuir a Dios las pasiones del hombre. N. Del T.
55
Dios es una realidad plenamente comprendida sólo por El. Pasemos a distinguir varios
aspectos de la infinidad de Dios.
SU ABSOLUTA PERFECCIÓN
Esta es la infinidad del Ser Divino considerada en sí misma. No debe entenderse en sentido
cuantitativo, sino cualitativo; ella califica todos los atributos comunicables de Dios. El
poder infinito no es un q uantum absoluto, sino una inagotable potencia de poder; y la
infinita santidad no es un ilimitado quantum de santidad, sino una santidad que está
cualitativamente libre de toda limitación o defecto. Lo mismo debe decirse del
conocimiento y de la sabiduría infinitos, y del amor y de la justicia infinitos. El Dr. Orr
dice: "Quizá podemos decir que la infinidad en Dios es finalmente: (a) interna y
cualitativamente, ausencia de toda limitación y defecto; (b) ilimitada potencialidad". 27 En
este sentido de la pala bra la infinidad de Dios es simplemente idéntica con la perfección del
Ser Divino. La prueba escritural de lo anterior se encuentra en Job 11: 1 10; Sal 145: 3;
Mat. 5: 48.
SU ETERNIDAD
27
Side-Lights on Christian Doctrine. p. 26.
28
Ibid. Pág. 26.
56
eternidad puede definirse como aquella perfección divina por medio de la cual El se eleva
sobre todas las limitaciones temporales) todas las sucesiones de momentos) y goza de la
plenitud de su existencia en un indivisible presente. La relación de Eternidad a tiempo
constituye uno de los más difíciles problemas de la filosofía y de la teología, quizá de
imposible solución en nuestras presentes condiciones.
SU INMENSIDAD
Añadimos y repetimos estas últimas palabras para poner en guardia contra la idea de que
Dios está difuso por todo el espacio, de modo que una parte de su Ser está presente en este
lugar y otra parte en algún otro lugar. Distinguimos tres modos de estar presente en el
espacio. Los cuerpos están en el espacio en forma circunscripta, porque están rodea dos por
él; los espíritus finitos están en el espacio en forma conclusiva o fija, puesto que no pueden
estar en todas partes, sino solamente en un lugar definido, y a diferencia de los dos
anteriores, Dios está en el espacio y lo llena en forma plena, porq ue llena todo sitio o lugar.
No está ausente de ninguna parte del espacio, ni más presente en un lugar que en otro. En
cierto sentido las expresiones "inmensidad" y "omnipresencia" apli cadas a Dios, denotan la
misma cosa y pueden, por tanto, considerarse como sinónimos. Pero hay un punto de
diferencia que debe notarse cuidadosamente. "Inmensidad" señala el hecho de que Dios
trasciende a todo espacio sin quedar sujeto a las limitaciones de éste; en tanto que
"omnipresencia" denota que a pesar de lo anterio r, El hinche cada parte del espacio con su
Ser completo.
essentiam et naturam (con su verdadero Ser v naturaleza) y actúa sobre el mundo desde la
distancia.
Aunque Dios es distinto del mundo y no puede ser identificado con él, sin embargo, está
presente en cada sitio de su creación, no solamente per potentiam, sino también per
essentiam. Esto no significa, sin embargo, que esté igualmente presente, ni presente en el
mismo sentido en todas sus criaturas. Naturalmente habita en ellas de acuerdo con la
naturaleza de dichas criaturas.
El cielo y la tierra no le pueden contener. 1 Rey. 8: 27: Isa. 66: 1; Hech. 7: 48 y 49: al
mismo tiempo que El llena cielos y tierra. El está próximo a cada uno de quienes le buscan:
Sal 139: 7 10; Jer. 23: 23 y 24; Hech. 17: 27 y 28.
LA UNIDAD DE DIOS
Salomón suplicaba a Dios que sostuviera la causa de su pueblo "para que todos los pueblos
de la tierra conocieran que solamente Jehová es Dios y que no hay otro", 1 Reyes 8: 60. Y
Pablo escribió a los Corintios, "Pero para nosotros hay solamente un Dios, el Padre, de
quien son todas las cosas, y nosotros para El; y sólo un Señor Jesucristo, por quien son
todas las cosas y nosotros por medio de El." 1 Cor. 8: 6.
58
En forma parecida escribe a Timoteo, "Porque hay un Dios, y asimismo un Mediador entre
Dios y los hombres, Jesucristo hombre" 1 Tim. 2: 5. Otros pasajes no insisten en la unidad
numérica de Dios tanto como insisten en su unicidad. Así acontece en las bien conocidas
palabras de Deut. 6: 4, "Oye, oh Israel, Jehová nuestro Dios, Jehová uno es". E l vocablo
hebreo "echad", traducido por "uno" puede también traducirse "solamente uno", lo que es
equivalente al alemán "einig" y al holandés "eenig".
Y parece' ser ésta la mejor traducción. Keil insiste en el hecho de que este pasaje no enseña
la unidad numérica de Dios, sino más bien que Jehová es el único Dios que tiene derecho al
nombre Jehová. Este es también el significado del vocablo en Zacarías 14: 9. La misma
idea está bellamente expresada en la pregunta de estilo retórico en Ex 15: 11, "¿Quién
como Tú, magnífico en santidad, terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios?"
Con esto quedan excluidos todos los conceptos politeístas acerca de Dios.
LA UNITAS SIMPLICITATIS
En tanto que la unidad expuesta en el párrafo precedente coloca Dios aparte de los otros
seres, la perfección que ahora vamos a considerar tiene por objeto expresar la unidad
interna y cualitativa de Ser Divino. Cuando hablamos de la simplicidad de Dios queremos
describir con esta expresión el estado o la cualidad de su ser simple, la condición de un ser
libre de toda división en partes, y por tanto libre también de toda composición.
Significa que Dios no está compuesto, y que no es susceptible de división en ningún sentido
de la palabra. Esto implica entre otras cosas que las tres personas de la Deidad no son otras
tantas fracciones que entran en la composición de la esencia divina, que no hay diferencia
entre la esencia de Dios y sus perfecciones, y que sus atributos no son adiciones a su
esencia.
Puesto que tanto la esencia como los atributos son uno, la Biblia puede hablar de Dios
como luz y como vida, como justicia y amor, identificándolo así con sus perfecciones. La
simplicidad de Dios se deduce de algunas de sus otras perfecciones; de su Aseidad, que
excluye la idea d e que alguien le precedió, como resulta en el caso de los compuestos; de su
inmutabilidad, la que no podría afirmarse de su naturaleza, si ésta estuviera constituida por
diferentes partes.
Mucho se discutió sobre esta perfección durante la Edad Media, y f ue negada por
Socinianos y Arminianos. La Escritura no la afirma explícitamente; pero la implica al
hablar de Dios como justicia, verdad, sabiduría, luz, vida, amor, etc., y de esta manera
59
indica que cada una de las mencionadas propiedades, siendo absoluta mente perfecta, resulta
idéntica con el Ser Divino.
29
Syst and polem. Theol, p 43 y siguientes.
60
Si los atributos discutidos en el capítu lo anterior señalaron la importancia del Ser absoluto
de Dios, los que ahora tenemos que considerar insisten sobre su naturaleza personal. En los
atributos comunicables, Dios sobresale como un Ser moral, consciente, inteligente, libre; un
Ser personal en e l más alto sentido de la palabra. Durante mucho tiempo este asunto ha
cautivado la atención de los filósofos, y todavía es asunto de debate si la idea de una
existencia personal es consistente con la idea de lo absoluto. La respuesta a esta pregunta
depende en gran parte del significado que atribuyamos a la palabra "Absoluto". Este
vocablo ha sido usado en la filosofía con tres diferentes significados que pueden
denominarse así: El agnóstico, el lógico y el causal.
3. El concepto causal del absoluto presenta a éste como el último fundamento de todas
las cosas. De nadie depende, fuera de sí mismo; pero hace que todas las cosas
dependan de él. Todavía más, no está necesaria y completamente ir relacionado,
pero puede entrar en diversas relaciones con criaturas finitas. Semejante concepción
del Absoluto no es inconsistente con la idea de la personalidad. Todavía más,
deberíamos conservar en la mente que en su argumentación los filósofos operaban
siempre con la idea de personalidad tal como ésta se encuentra en el hombre, y
perdieron de vista el hecho de que en Dios la personalidad debe ser algo
infinitamente más perfecto. De h echo, la personalidad perfecta se encuentra en Dios
solamente, y la que vemos en el hombre, es nada más una copia finita del original.
Todavía más, hay en Dios una triple personalidad de la cual no se encuentra
analogía alguna en los seres humanos.
Varias pruebas naturales, muy semejantes a las que ya hemos citado en favor de la
existencia de Dios, se presentan persistentemente para probar la personalidad de Dios.
Pero en tanto que todas estas consideraciones son verdaderas y tienen algún valor como
testimonio, no son, en forma alguna, las pruebas sobre las que apoya la teología su doctrina
de la personalidad de Dios. La teología se remite para pruebas a la revelación del mismo
Dios en la Escritura. El término "persona" no se aplica a Dios en la Biblia, aunque hay
palabras como el hebreo panim, y el griego prósopon, que casi expresan la misma idea. Al
mismo tiempo la Escritura testifica respecto a la personalidad de Dios en más de un modo.
La presencia de Dios tal como se describe por los escritores del Antiguo y del Nuevo
Testamento, es claramente una presencia personal. Y las representaciones de Dios en la
Escritura, antropomórficas y antropopáticas, en tanto que pueden ser interpretadas de
manera que no dañen la espiritualidad pura, y la santidad de Dios, difícilmente pueden
justificarse, excepto sobre la hipótesis de que el Ser a quien se aplican es una persona
verdadera, con atributos personales, aunque claro está, sin las limitaciones humanas. A
Dios se le presenta en toda la Escritura como Dios personal, con quien los hombre s pueden
y deben conversar, en quien pueden confiar quien les sostiene en sus adversidades, y llena
sus corazones con el gozo de la libertad y de la victoria. Y finalmente, la más alta
revelación de Dios de la que da testimonio la Biblia es una revelación personal. Jesucristo
revela al Padre en manera tan perfecta que pudo decir a Felipe, "El que me ha visto, ha
visto al Padre", Juan 14: 9. Daremos pruebas más detalladas a medida que prosigamos en la
discusión de los atributos comunicables.
LA ESPIRITUALIDA D DE DIOS
La Biblia no nos proporciona una definición de Dios. La aproximación más cercana a eso,
se encuentra en las palabras de Cristo a la mujer samaritana, "Dios es Espíritu", Juan 4: 24.
Al menos ésta es una declaración encaminada a decirnos en una s ola palabra lo que Dios es.
El Señor no dijo simplemente que Dios es un espíritu; sino que es Espíritu. La claridad de
esta afirmación nos hace ver lo adecuado que es comenzar por discutir, primero que todo, la
espiritualidad de Dios. Por medio de la enseñ anza de la espiritualidad de Dios, la teología
insiste en el hecho de que Dios tiene un Ser real, enteramente original y distinto del mundo,
y que este Ser, verdadero o real, es inmaterial, invisible, y sin composición o extensión. En
la espiritualidad se incluye el pensamiento de que todas las cualidades esenciales que
pertenecen a la idea perfecta del Espíritu se encuentran en Dios; y que El es un Ser
63
consciente por sí y determinado por sí. Puesto que es Espíritu en el más absoluto y en el
más puro sentido de la palabra, no hay en El composición de partes. La idea de la
espiritualidad necesariamente excluye la adscripción de cualquiera semejanza de
corporeidad a Dios, y de esta manera condena las fantasías de algunos de los primitivos
gnósticos y de los místicos medievales, y de todos aquellos sectarios de la actualidad que
adscriben un cuerpo a Dios. Ciertamente la Biblia habla de las manos, de los pies, de los
ojos, de los oídos, de la boca y la nariz de Dios, pero al hacerlo habla de El antropomórfica
o figurativamente, puesto que El trasciende nuestro conocimiento humano, y de El
solamente podremos hablar en forma de tartamudeos al estilo de los hombres. Al adscribirle
espiritualidad a Dios afirmamos también que El no tiene ninguna de las propiedades que
pertenecen a la materia, y que no puede ser discernido por los sentidos corporales. Pablo
habla de Él, como del "Rey eterno, inmortal, invisible" (1 Tim. 1: 17), y en otra vez como
del "Rey de reyes, y Señor de señores, El único que tiene inmortalidad, qu e habita en luz
inaccesible, a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el
imperio sempiterno", I Tim. 6: 15 y 16.
ATRIBUTOS INTELECTUALES
Se representa a Dios en la Escritura como Luz y por tanto como Perfecto en su vida
intelectual. Esta categoría abarca dos perfecciones divinas, es decir, el conocimiento y la
sabiduría de Dios.
EL CONOCIMIENTO DE DIOS
El conocimiento que Dios tiene puede definirse como aquella perfección divina por media
de la cual, El, en una manera completamente única, se conoce y conoce todas las cosas
posibles y actuales en un acto sencillísimo y eterno. La Biblia testifica abundantemente del
conocimiento de Dios, por ejemplo en 1 Samuel 2: 3; Job 12: 13; Salmo 94: 9; 147: 4; Isa.
29:15; 40: 27 y 28. En relación con el conocimiento que Dios tiene, hay varios puntos que
reclaman nuestra atención.
a Dios como la base inconsciente de los fenómenos del mundo, y en con tra de
aquellos como Marción, Socinio y todos los que creen en un Dios finito y le
atribuyen nada más un conocimiento limitado. Hay un asunto, sin embargo, que
demanda discusión especial. Es el que se refiere al conocimiento anticipado
(presciencia) que Di os tiene de las libres acciones de los hombres, y por
consiguiente de los eventos condicionales. Podemos entender cómo Dios ejercita su
presciencia en donde las cosas acontecen de necesidad; pero encontramos difícil
concebir esa presciencia acerca de las a cciones que el hombre origina libremente.
Esta dificultad hace que algunos nieguen la presciencia de las libres acciones y que
otros nieguen la libertad humana. Es del todo evidente que la Escritura enseña la
presencia divina de los eventos contingentes: 1 Samuel 23: 10 13; II Reyes 13: 19;
Salmo 81: 14 y 15; Isaías 42:9; 48: 18; Jeremías 2:2 y 3; 38; 17 20; Ezequiel 3:6;
Mateo 11: 21; además no nos deja ninguna duda con respecto a la libertad del
hombre. Verdaderamente, no permite negar ninguno de los térm inos del problema.
Aquí tenemos que hacer frente a un problema que no podemos resolver en forma
completa, aunque sí, es posible aproximamos a una solución. Dios ha decretado
todas las cosas, y las ha decretado con sus causas y condiciones, para que
acontezcan en el orden exacto en que tienen que acontecer; y su presciencia de las
cosas futuras, y también de los eventos contingentes, descansa sobre su decreto.
Esto soluciona el problema, hasta donde concierne a la presciencia de Dios. Pero
ahora: surge la pregunta: ¿Es consistente la predeterminación de las cosas con la
voluntad libre del hombre? Contestamos que ciertamente no lo es, si la voluntad
libre se considera como indiferencia (arbitrariedad); pero este concepto de la
libertad del hombre es infundado. La voluntad del hombre no es algo
completamente indeterminado, algo que cuelga en el aire y que puede ser mecido
arbitrariamente en cualquiera dirección. Es, más bien, algo enraizado en nuestra
'verdadera naturaleza, conectado con nuestros más profundos i nstintos y emociones,
y determinado por nuestras razones intelectuales y por nuestro carácter genuino. Y
si concebimos nuestra libertad humana como lubentia rationalis (la propia
determinación razonable), entonces no tenemos suficiente garantía para decir que
esa libertad humana es inconsistente con la presencia divina. Dice el Dr. Orr:
"Existe una solución a este problema, aunque nuestras mentes no pueden
comprenderla. Esa solución en parte, probablemente, consiste, no en negar la
libertad, sino en un conc epto revisado de la libertad. Porque la libertad, después de
todo, no es arbitrariedad. Hay, en toda acción racional, un por qué para actuar una
razón que decide la acción. El hombre verdaderamente libre no es el dudoso e
indefinido, sino aquel que hayamos digno de fiar. En resumen, la libertad tiene sus
66
leyes espirituales y la Mente Omnisciente las conoce bien. Pero tenemos que
reconocer que todavía queda un elemento de misterio." 30 Los teólogos jesuitas,
luteranos y arminianos sugirieron la llamaban scsenti a media, como una solución al
problema. El nombre mismo señala que ocupa una posición media entre ambos
conocimientos de Dios, el necesario y el libre. Difiere del primero en que su objeto
no lo constituyen todas las cosas posibles,, sino una clase especia l de cosas
actualmente futuras; y del segundo, en que su base no es el propósito eterno de
Dios, sino la libre acción de las criaturas, como algo sencillamente ya previsto. 31
Dice Dabney que se le llama mediato "porque se supone que Dios no llega a ella
directamente para realizarla por medio del conocimiento de su propio propósito;
sino indirectamente por medio de su infinito conocimiento de la manera en que
actuarán las contingentes causas segundas bajo determinadas circunstancias
externas, previstas o producidas por Dios." 32 Pero esta scientia media tampoco
soluciona el problema. Intenta reconciliar dos cosas que lógicamente se excluyen
una a la otra, es decir, libertad de acción en el sentido pelagiano, y una cierta
presciencia de tal acción. Las acciones q ue de ningún modo son determinadas, ni
directa, ni indirectamente por Dios, sino que dependen completamente de la
voluntad arbitraria del hombre, difícilmente pueden ser objeto de la divina
presciencia. Todavía más, resulta objetable, porque hace que el co nocimiento divino
dependa de la elección del hombre; tácitamente anula la certidumbre del
conocimiento de los eventos futuros, y de esta manera, implícitamente niega la
omnisciencia de Dios. Contradice, además, pasajes de la Escritura como los
siguientes: Hechos 2: 23; Romanos 9: 16; Efesios 1: 11; Filipenses 2: 13.
LA SABIDURÍA DE DIOS
30
Side Lights on Chr. Doct. p. 30.
31
A. A. Hodge. Outlines of Theology, p. 147.
32
Syst. and Potern. Theol., p. 156.
67
LA VERACIDAD DE DIOS
Hay todavía otro aspecto de esta perfección divina y es uno que siempre se considera como
de la más grande importancia. Generalmente se le llama su fidelidad, en virtud de la cual
siempre tiene presente su pacto y cumple todas las promesas que ha hecho a su pueblo. Esta
fidelidad de Dios es de una importancia práctica extrema para el pueblo de Dios .
Constituye para ellos la base de la confianza en Él, el fundamento de su esperanza y la
causa de su gozo. Ella los salva de la desesperación a la que sus infidelidades fácilmente les
conducirían; les da valor para proseguir no obstante todos sus fracasos , y llena sus
corazones con exultantes anticipaciones, aun cuando sientan profundamente el hecho de
haber perdido cualquier derecho a todas las bendiciones de Dios. Núm. 23 19;
Deuteronomio 7: 9; Salmo 89: 33; Isaías 49: 7; 1 Corintios 1: 9; II Timoteo 2: 13; Hebreos
6: 17 y 18; 10: 23.
ATRIBUTOS MORALES
Los atributos morales de Dios se consideran generalmente como las más gloriosas
perfecciones divinas. Con esto no queremos decir que algunos de los atributos de Dios sean
en sí mismos más gloriosos y más p erfectos que otros, sino que en relación con el hombre
las perfecciones morales de Dios brillan con un esplendor inconfundible. Se discuten, por
lo general, bajo los siguientes tres encabezados:
1. La bondad de Dios
2. La santidad de Dios
3. La justicia de Dios .
LA BONDAD DE DIOS
69
Casi siempre se trata como un concepto genérico que incluye algunas variedades y las
cuales se distinguen de acuerdo con el objeto de cada una. La bondad de Dios no debe
confundirse con su ternura, ya que esta expresa un concepto más restringido. Hablamos de
algo como bueno cuando responde en todas sus partes al ideal. De aquí que en nuestra
adscripción de bondad a Dios, la línea fundamental es que El, en todo sentido, es lo que
como Dios debiera ser, y por consiguiente responde perfec tamente es lo que como Dios
debiera ser, y por consiguiente responde perfectamente al ideal expresado en la palabra
sino sólo uno, Dios". Marcos 10: 18. Pero, puesto q ue Dios es bueno en sí mismo, también
es bueno para con todas sus criaturas, y puede por lo tanto, denominarse: fons omnium
bonorum (La fuente de todo bien). El es fuente de todo bien y así se le representa de
diversos modos en toda la Biblia. El poeta can ta: "Porque contigo está la fuente de la vida;
en tu luz veremos la luz". Salmo 36: 9. Todas las cosas buenas que las criaturas gozan en la
presente vida y las que esperan en la futura manan hacia ellos de esta fuente inextinguible.
Y no solamente eso, sin o que Dios es también el summum bonum, el supremo bien para
todas sus criaturas, aunque en diferentes grados, y según la medida en la cual pueden
responder al propósito de su existencia. En nuestra presente relación naturalmente
insistimos en la bondad éti ca de Dios y en los diferentes aspectos de ésta, según son
determinados por la naturaleza de sus objetivos.
2. EL AMOR DE DIOS. Cuando la bondad de Dios se manifiesta hacia sus cri aturas
racionales asume el más alto carácter de amor, y este amor también se distingue
conforme a los objetos en que termina. Para distinguirlo de la bondad de Dios en
70
general, puede definirse como aquella perfección de Dios que lo impele eternamente
a comunicarse. Pues que Dios es absolutamente bueno en sí mismo, su amor no
puede hallar perfecta satisfacción en ningún objeto que carezca de absoluta
perfección. El ama a sus criaturas racionales a causa de sí mismo, o para expresarlo
en otra forma: Se ama en ellas; las virtudes de Él, las ama en ellas; el trabajo de Él,
lo ama en ellas; los dones de Él, los ama en ellas. Ni siquiera retira completamente
su amor del pecador en su presente estado pecaminoso, aunque el pecado de este es
una abominación delante d e Él, puesto que Dios reconoce, aun en el pecador, la
imagen impresa del mismo Dios, Juan 3: 16; Mateo 5: 44 y 45. Al mismo tiempo,
Dios ama a tos creyentes con un amor especial, puesto que los contempla como sus
hijos espirituales en Cristo. A ellos se c omunica El, en el sentido más pleno y rico,
con toda la plenitud de su gracia y misericordia. Juan 16: 27; Romanos 5: 8; 1 Juan
3: 1.
LA SANTIDAD DE DIOS
La palabra hebrea para "ser santo", es quadash, derivada de la raíz qad, que significa cortar
o separar. Es una de las más prominentes palabras religiosas del Antiguo Testamento, y se
aplica ante todo a Dios. La misma idea ha sido traída por las palabras que encontramos en
el Nuevo Testamento hagiazo y hagios. Y a se ve por lo anterior que no es correcto pensar
que la santidad fundamentalmente es una cualidad moral o religiosa como generalmente se
hace.
libro Das Heilige 33, reconoce como lo que es más esencial en Dios, designándolo
como "lo numinoso" 34. Otto reconoce que la santidad de D ios es parte de aquello
que está fuera del alcance de la razón humana, no puede reducirse a conceptos, y
abarca ideas como las de "absoluta imposibilidad de aproximación " y absoluta
"suprema potencia" o "terrible majestad". Esta santidad despierta en el hombre un
sentido de que absolutamente es nada, una "criatura consciente" o "criatura que
siente" y que llega así al conocimiento de su absoluta bajeza. Pero la santidad d e
Dios tiene también en las Escrituras un aspecto específicamente ético, y éste, en
nuestra relación con Dios, nos preocupa más directamente. La idea ética de la
santidad divina no debe separarse de la idea de la majestuosa santidad de Dios.
Aquella se ori gina y se desarrolla de ésta. La idea fundamental de la santidad moral
de Dios es también la de separación, pero en este caso es separación del mal moral,
es decir, del pecado. En virtud de su santidad Dios no tiene comunión con el
pecado, Job 34: 10; Hab. 1: 13. Usándola en este sentido, la palabra "santidad"
apunta a la imponente pureza o majestad moral de Dios. Pero la idea de santidad
moral no es meramente negativa (separación del pecado); sino que también tiene
contenido positivo, es decir, el de excel encia moral o perfección ética. Si el hombre
reacciona hacia la imponente santidad de Dios con un sentido de reconocida
insignificancia y temor, esa reacción hacia la santidad moral se revelará haciéndole
sentir su impureza, y dándole conciencia de su peca do. Is. 6: 5. Otto también
reconoce este elemento en la santidad de Dios, aunque insiste en el otro y describe
la forma en que el hombre reacciona ante ella: El mero terror y la mera necesidad de
esconderse de "lo tremendo" se ha elevado aquí al sentimient o de que el hombre en
su "profanidad" no es digno de estar en la presencia del Santo y de que su completa
indignidad personal podría manchar a la misma santidad. 35 La santidad moral de
Dios puede definirse como ti aquella perfección divina en virtud de la c ual Dios
eternalmente quiere y mantiene su excelencia moral, aborreciendo el pecado y
exigiendo pureza a sus criaturas morales.
33
Eng. Tr. The Idea Of The Holy
34
Véase la Nota 2, de la página 45
35
The idea Of the Holy, p.56
74
de llevar una vida santa. A este propósito sirvieron símbolos y tipos como, la nación
santa, la tierra santa, la ciudad santa; el lugar santo y el sacerdocio santo. Además,
se reveló en el modo en que Dios premió la obediencia a la ley y castigó a los
transgresores con terribles castigos. La más alta revelación de la santidad de Dios
nos ha sido dada en Jesucristo a quien se llama "el santo y el justo", Hech. 3: 14. El
reflejó en su vida la perfecta santidad de Dios. Por último, la sant idad de Dios
también está revelada en la Iglesia, como el cuerpo de Cristo. Es un hecho
sorprendente, al que con frecuencia se vuelve la atención, que la santidad con
mucha más frecuencia se, atribuye a Dios en el Antiguo Testamento, que en el
Nuevo, aunque también se le atribuye en el Nuevo Testamento, Juan 17: 11; 1 Pedro
1:16; Apoc. 4: 8 y 6: 10. Esto probablemente se deba a que en el Nuevo Testamento
el término se asigna más particularmente para calificar a la tercera Persona de la
Santísima Trinidad, c omo quien tiene la especial tarea, en la administración de la
redención, de comunicar santidad a su pueblo.
LA JUSTICIA DE DIOS
Este atributo se relaciona estrechamente con la santidad de Dios. Shedd habla de la justicia
de Dios como de "una forma de su s antidad", y Strong la llama simplemente, "santidad
transitiva". Sin embargo, estos términos se aplican solamente a lo que se acostumbra llamar
justicia relativa de Dios, y no a la absoluta.
ATRIBUTOS DE SOBERANÍA
15: 32; Santo 4: 15 y hasta las cosas más pequeñas de la vida, Mat. 10: 29. De aquí
que la teología cristiana siempre ha reconocido que la voluntad de Dios es la causa
última de todas las cosas, aunque la filosofía algunas veces ha mostrado inclinación
a buscar una causa más profunda en el íntimo Ser del Absoluto. Sin embargo, el
empeño de fundar todas las cosas en el mero Ser de Dios casi siempre termina en
panteísmo. La palabra "voluntad" aplicada a Dios, no siempre tiene el mismo
significado en la Escritura.
a. Puede denotar la completa naturaleza moral de Dios incluyendo atributos
tales como el amor, la santidad, la justicia, etc.
b. La facultad de propia determinación, es decir, e l poder de determinar uno
mismo su curso de acción, o de formar un plan
c. El producto de esta actividad, en otras palabras, el plan o propósito
predeterminado
d. El poder de ejecutar este plan y de realizar este propósito (la voluntad de
acción u omnipotencia); y
e. El régimen de vida trazado para las criaturas racionales. Lo que ahora vamos
a considerar principalmente es la voluntad de Dios como la facultad de
propia determinación. Esta puede definirse como aquella perfección del Ser
Divino por medio de la cual, E l; en un acto por demás sencillo, sale en busca
de sí mismo como el supremo bien (es decir, se deleita en sí mismo, como
Dios) y en busca de sus criaturas por causa de su mismo nombre y así su
voluntad es el fundamento del ser y de la continuada existencia de esas
criatura. Con referencia al universo y a todas las criaturas que hay en El, su
voluntad incluye naturalmente la idea de causación.
segunda es la regla de vida que Dios ha trazado para sus criaturas morales,
indicando los deberes que les impone. La primera siempre se cumple, en
tanto que la segunda es desobedecida con frecuencia.
b. La voluntad' de eudokia y la voluntad de eurestia. Esta división se hizo no
tanto en relación con el propósito que se ha de ejecutar, sino más bien en
relación al placer de hacerlo, o el deseo de ver hecha algunas cosas.
Corresponde con la distinción precedente, en el hecho de que la voluntad de
eudokia como la decretiva comprende lo que inevitablemente se cumplirá;
en tanto que la voluntad de eurestia como la preceptiva abarca simplemente
aquello en que Dios se complace que hagan sus criaturas. La palabra
eudokia no debe conducirnos al error de que tiene referencia solamente al
bien y no al mal. Compárese Mat. 11: 26. Difícilmente resultaría correcto
decir que el elemento de complacencia o deleite está siempre presente en
ella.
c. La voluntad de beneplacitum, y la voluntad de signum. Con frecuen cia la
primera designa la voluntad de Dios personificada en su oculto consejo hasta
que la da a conocer por medio de alguna revelación o por el acontecimiento
mismo. Toda voluntad revelada en esta forma se con vierte en signum. Se ha
querido que esta disti nción corresponda con la que existe entre la voluntad
decretiva y la preceptiva; pero resulta difícil afirmado. La buena voluntad de
Dios encuentra expresión también en su voluntad preceptiva, y la decretiva
también se dará a conocer algunas veces por un s ignum.
d. La voluntad secreta y la voluntad revelada de Dios. Esta es la distinción más
común. La primera es la voluntad de Dios decretada que en su mayor parte
está escondida en Dios, en tanto que la segunda es la voluntad de precepto
revelada en la ley y e l evangelio. Esta distinción tiene su base en Deut. 29:
29. La voluntad secreta de Dios se menciona en el Sal 115: 3 ; Dan 4: 17, 25,
32 Y 35; Rom. 9: 18 y 19; 11: 33 y 34; Ef. 1: 5, 9 Y 11; Y su voluntad
revelada en Mat. 7:21; 12:50; Juan 4:34; 7: 17; Rom . 12:2. Esta última está
al alcance de todos; pues no está lejos de nosotros, Deut. 30: 14; Rom. 10: 8.
A la voluntad secreta de Dios le pertenecen todas las cosas que El quiere, o
efectuar o permitir, y las cuales, por tanto, son absolutamente fijas. La
voluntad revelada prescribe los deberes del hombre y representa para éste el
sendero en el cual puede gozar de las bendiciones de Dios.
respuesta demanda una cuidadosa diferenciación. Así como hay en Dios una
scientia necessaria y una scientia libera, también hay en Él una voluntas necessaria
(voluntad necesaria) y una voluntas libera (voluntad libre). Dios mism o es el objeto
de la primera. El, necesariamente se quiere, y quiere su santa naturaleza y las
distinciones personales en la Deidad. Lo cual significa que necesariamente se ama y
se deleita en la contemplación de sus propias perfecciones, Y , sin embargo, n o está
compelido, sino que actúa de acuerdo con la ley de su Ser, y esto, aunque tenga que
ser necesario es también la más alta libertad. Es de completa evidencia que la idea
de causación está ausente aquí y que el pensamiento de complacencia o de
aprobación propia queda al frente. Las criaturas de Dios son, sin embargo, objetos
de su voluntas libera. Dios determina voluntariamente qué y a quiénes creará, así
como también los tiempos, los lugares y las circunstancias de sus existencias. El
marca la senda de sus criaturas racionales, determina su destino, y los utiliza para
los elevados propósitos de Él. Y aunque los dota con libertad personal, sin embargo,
la voluntad divina domina sus acciones. La Biblia habla de esta libertad de la
voluntad de Dios utiliza ndo los términos más absolutos, Job 11: 10; 33: 13; Sal 115:
3; Prov. 21: 1; Is. 10: 15; 29: 16; 45: 9; Mat. 20: 15; Rom. 9: 15 18 y 20 Y 21; I
Cor. 12: 11; Apoc. 4: 11. La Iglesia siempre defiende esta libertad pero también
insiste en el hecho de que no d ebe ser considerada como indiferencia absoluta. Duns
Escoto ofreció la idea de una voluntad que en ningún sentido ejerce determinación
alguna .sobre Dios; pero semejante idea de una voluntad ciega que actúa con
perfecta indiferencia fue rechazada por la Ig lesia. La libertad de Dios no es pura
indiferencia, sino racional determinación propia. Dios tiene razones para querer
precisamente lo que hace y eso lo induce a elegir un fin más bien que otro; y
preferir entre muchos media la serie de ellos que llevará a l fin propuesto. En cada
caso hay un motivo predominante que hace que el fin elegido y los medios
seleccionados sean en extremo agradables a Él, aunque no seamos capaces de
determinar cuál es ese motivo. En general debe afirmarse que Dios no puede querer
ninguna cosa que sea contraria a su naturaleza, a su sabiduría y amor, a su justicia o
santidad. El Dr. Bavinck señala que rara vez podemos discernir por qué Dios quiso
una cosa más bien que otra y que no es posible, ni siquiera permisible, que
busquemos para las cosas alguna base más profunda que la voluntad divina, porque
toda clase de intentos semejantes resultaría en buscar para la criatura una base
dentro del íntimo Ser de Dios, despojando así a la criatura de su carácter
contingente, y convirtiéndola n ecesariamente en eterna y divina. 36
36
Gere f. Dogm. P. 241
80
La soberanía de Dios encuentra expresión no solamente en; la divina voluntad sino también
en la omnipotencia, es d ecir, el poder de ejecutar su voluntad. El poder en Dios puede
llamarse la energía efectiva de su naturaleza, o sea, aquella perfección de su Ser por medio
de la cual El es la causalidad más alta y absoluta. Se acostumbra distinguir entre una
potentia Dei absoluta (el absoluto poder de Dios) y una potentia Dei ordinata (el poder
dirigido de Dios). Sin embargo, la teología reformada rechaza esta distinción en el sentido
en que la entendían los escolásticos que decían que Dios en virtud de su absoluto poder,
efectuaría contradicciones, Y aun podría pecar y aniquilarse. Al mismo tiempo esta teología
Reformada adopta la distinción que expresa una verdad actual, aunque no siempre se la
presente de la misma manera. Según Hodge y Shedd el poder absoluto es la efici encia
divina cuando se ejercita sin la intervención de causas secundarias, en tanto que el poder
dirigido es la eficiencia de Dios, cuando se ejercita mediante la operación ordenada de
causas secundarias. 38 El punto de vista más generalmente aceptado ha sid o expresado por
Charnock de la manera siguiente: "absoluto es aquel poder por medio del cual Dios puede
hacer lo que no quiere hacer, pero que sería posible que lo hiciera; dirigido es aquel poder
por medio del cual Dios hace lo que ha decretado hacer, es decir lo que Él ha ordenado o
37
Comparece Bavich, Geref. Dogm. II pp. 246 y siguientes; Dabney, Syst. And Polem Theol., p. 162.
38
Shedd. Dogm. Theol. I, pp. 361 Y siguientes. Hodge. Syst.
82
dispuesto que se haga; y estos no son poderes distintos, sino uno y el mismo poder. El
poder dirigido de Dios es una parte de su poder absoluto porque si no tuviera poder para
hacer lo que quisiera, tampoco lo tendría para hac er lo que quiere. 39 La potentia ordinata
puede definirse como aquella perfección de Dios por medio de la cual El, mediante el mero
ejercicio de su voluntad puede ejecutar todo lo que está presente en su voluntad o consejo.
El poder de Dios en su presente ej ercicio se limita a lo que está incluido en su eterno
decreto. Pero el ejercicio presente del poder de Dios no representa todo su alcance. Dios
podría hacer más que eso si lo quisiera. En ese sentido podemos hablar de su potentia
absoluta o poder absoluto de Dios Esta posición debe sostenerse en contra de aquellos que,
como Schleiermacher y Straus, afirman que el poder de Dios está limitado a 10 que
actualmente ejecuta. Pero al hacer nuestra afirmación respecto al poder absoluto de Dios se
hace necesario co locamos en guardia contra errores. La Biblia nos enseña por una parte que
el poder de Dios alcanza mucho más allá de lo que actualmente hace, Gen 18: 14; Jer. 32:
27; Zac. 8: 6; Mat. 3: 9; 26: 53. No podemos decir, por tanto, que lo que Dios no hace, no
lo hace porque no le resulta posible. Pero por otra parte la Biblia también nos indica que
hay muchas cosas que Dios no puede hacer. El no puede ni mentir, ni pecar, ni cambiar, ni
negarse. Núm. 23: 19; I Sam. 15:29; 11 Tim. 2: 13; Heb. 6: 18; Santo 1: 13 y 17. No existe
en Dios un poder absoluto divorciado de sus divinas perfecciones, y en virtud del cual
pueda hacer toda clase de cosas inherentemente contradictorias. La idea de omnipotencia de
Dios está expresada en el nombre 'El Shaddai, y la Biblia habla de ella en términos
precisos, Job 9: 12; Sal 115: 3; Jer. 32: 17; Mat. 19: 26; Luc. 1: 37; Rom. 1: 20; Ef. 1: 19.
Dios manifiesta su poder en la creación. Rom. 4: 17; Is. 44: 24; en las obras de providencia,
Heb. 1: 3, y en la redención de los pecadores, 1 Coro 1: 24; Rom. 1: 16.
39
Existence and Attributes of God. 11, p. 12. Compárese también Bavinck Geref. Dogm. II p. 25 2. Kuyper,
Dict. Dogm. De Deo 1, pp. 412 Y siguientes.
83
6. ¿Que objeción hay a la opinión de que los castigos de Dios simplemente sirven para
reformar al pecador, o para apartar a otros del pecado?
7. ¿Cuál es el concepto de los Socinianos y de los Grocianos acerca de la justicia
retributiva de Dios?
8. ¿Es correcto decir que Dios puede hacer todas las cosas en virtud de su
omnipotencia?
Los judíos de la época de Jesús insistían reciamente en la unidad de Dios, y esta insistencia
se introdujo en la Iglesia cristiana. El resultado fue que algunos borraran por completo las
distinciones personales en la Deidad y que otros dejaran de hacer plena justicia a la
85
dignidad y poder. Una posición algo parecida tomó Samuel Clarke en Inglaterra, y Kahnis,
un teólogo luterano. Otros siguieron el camino t razado por Sabelius, enseñando una especie
de Modalismo, por ejemplo, Emanuel Swedenborg, que sostuvo que el eterno Dios hombre
se hizo carne en el Hijo, y operó por medio del Espíritu Santo; Hegel, que habla del Padre
como Dios en sí mismo, del Hijo como Dios objetivándose (en sí mismo), y del Espíritu
Santo como Dios volviendo a sí mismo; y Schleiermacher, que consideró a las tres personas
simplemente como tres aspectos de Dios: El Padre es Dios como la unidad fundamental de
todas las cosas, el Hijo es Di os que se convierte en consciente personalidad en el hombre, y
el Espíritu Santo es Dios que vive en la Iglesia. Los Socinianos contemporáneos de la
Reforma se movieron siguiendo las ideas arrianas, pero aun fueron más allá de Arria,
haciendo de Cristo nada más que un hombre, y del Espíritu Santo un poder o influencia.
Fueron precursores de los Unitarios y también de los teólogos liberales 40 que hablan de
Jesús como de un maestro divino, e identifican al Espíritu Santo con el Dios inmanente.
Finalmente, hubo algunos que reconociendo la afirmación de la doctrina de una Trinidad
ontológica como ininteligible quisieron alejarse de ella y se sintieron satisfechos con la
doctrina de una Trinidad económica, una Trinidad tal como se revela en la obra de
redención y en la experiencia; de éstos fueron Moisés Stewart, W. L. Alexander y W. A.
Brown. Durante mucho tiempo disminuyó el interés en la doctrina de la Trinidad, y la
discusión teológica se enfocó más particularmente sobre la personalidad de Dios. Brunner y
Barth de nuevo han llamado la atención a su importancia. Este último la coloca en lugar
muy importante, y la discute en relación con la doctrina de la revelación, dedicándole 220
páginas de su Dogmática. Ostensiblemente, deriva de la Escritura su doctrina; pero formal
y lógicamente, encuentra que se halla envuelta en la mera sentencia, "Dios habla". El es el
revelador (Padre), la revelación (Hijo) y la revelacidad (el Espíritu Santo). El se revela, El
es la revelación, y El es también el contenido de la revelaci ón. Dios y su revelación se
identifican. En su revelación también permanece Dios, absolutamente libre y soberano. Esta
idea de Barth no es una especie de Sabelianismo, porque él reconoce tres personas en la
Deidad. Todavía más, Barth no admite ninguna subo rdinación. Dice: "De esta manera, al
mismo Dios que en sin par unidad es Revelador, Revelación y Revelacidad, se le atribuye
también en una sin par variedad en sí mismo, precisamente este triple modo de ser". 41
40
Liberales, no en el sentido político en que se usa este vocablo en las naciones latinoamericanas, sino en e l
dogmático. Mejor sería llamarlos teólogos "anchos" o "largos". N. del T.
41
The doctrine Of The Word Of Good, p. 344
87
La palabra trin idad no solo indica cantidad de tres, sino que también implica la unidad de
los tres. En este concepto se usa como término técnico en la teología. No es necesario
insistir que cuando hablamos de la Trinidad de Dios, nos referimos a una Trinidad en la
Unidad y a una Unidad que es Trina.
Como dejamos sentado en el capítulo anterior, los atributos comunicables de Dios dan
importancia a su personalidad, puesto que lo revelan como un Ser racional y moral. En la
Escritura su vida surge claramente ante nosotros como una vida personal, y por
consiguiente, es de la mayor importancia sostener la personalidad de Dios, porque sin ella
no puede haber religión en el sentido verdadero de la palabra, ni oración, ni comunión
personal, n i segura confianza, ni confiada esperanza. Puesto que el hombre ha sido creado a
la imagen de Dios aprendemos a entender algo de la vida personal de Dios contemplando la
personalidad tal como la conocemos en el hombre. Sin embargo, debemos ser cautos en no
levantar la personalidad del hombre como el modelo por el que se debe medir la
personalidad de Dios. La forma original de la personalidad no está en el hombre, sino en
Dios; su personalidad es arquetípica, en tanto que la del hombre es de alto relieve. Es ta no
es idéntica con aquella, pero tiene débiles rasgos de parecido con el original. No
debiéramos decir que el hombre es personal y que Dios es super personal (expresión muy
desafortunada), puesto que lo que es super personal ya no es personal; sino más bien que la
personalidad que en el hombre aparece como imperfecta, existe en Dios con infinita
perfección. La sobresaliente diferencia entre los dos es que la personalidad del hombre es
unipersonal, mientras que la de Dios es tripersonal, y esta tripersona l existencia es una
necesidad en el Ser Divino, y en ningún sentido es resultado de una elección suya., No
podría Dios existir en ninguna otra forma que la tripersonal. Esto ha sido defendido de
varias maneras. Es muy común defenderlo partiendo de la idea de la personalidad misma.
Shedd funda su argumento sobre el general consciencia de sí mismo que tiene el Dios trino
como diferente de la particular e individual consciencia de sí mismo que tiene cada una de
las Personas de la Deidad, porque en la conscienc ia de sí mismo el sujeto debe conocerse
como objeto (de conocimiento) y también percibir lo que hace. Esto es posible en Dios a
causa de su existencia trina. Shedd dice que Dios no podría contemplarse, conocerse y
comunicarse consigo si no fuera trino en s u constitución. 42 Bartlet presenta de manera muy
interesante una variedad de consideraciones para probar que Dios necesariamente es
42
Dogm. Theol. I, 393 Y siguientes, 251 y siguientes, y 178 Y siguientes.
88
Muy fuera de toda duda la doctrina de la Trinidad es una doctrina revelada. Es cierto que la
razón humana puede sugerir algunos pensamientos para verificar la doctrina y que lo s
hombres algunas veces sobre bases puramente filosóficas abandonaron la idea de la mera
unidad de Dios e introdujeron la de movimiento de vida y auto diferenciación. Y también es
cierto que la experiencia cristiana parecería demandar algo así como una for mulación de la
doctrina de Dios. Al mismo tiempo se trata de una doctrina que no habríamos conocido, ni
hubiéramos sido capaces de sostenerla con algún grado de confianza, sobre la sola base de
la experiencia, pues llegó a nuestro conocimiento mediante rev elación especial del mismo
Dios. Por tanto es de la mayor importancia que recojamos las pruebas escriturales de ella.
43
The Triune God, Pan Two.
89
44
Págs. 19 y siguientes.
90
Dios que envía a su Hijo al mundo, Juan 3: 16; Gal 4: 4; Heb. 1: 6; I Juan 4: 9; Y los
dos el Padre y el Hijo envían al Espíritu Santo, Juan 14: 26; 15: 26; 16: 7; Gal 4: 6.
Encontramos al Padre dirigiéndose al Hijo, Mar. 1: 11; Luc. 3: 22; al Hijo
comunicándose con el Padre, Mat. 11:25 y 26; 26:39; Juan 11:41; 12:27 y 28; Y al
Espíritu Santo orando a Dios en los corazones de los creyentes, Rom. 8: 26. De esta
manera, las personas de la Trinidad, separadamente, se perfilan con claridad en
nuestro entendimiento. En el bautismo del Hijo, el Padre habla desde el cielo y el
Espíritu Santo desciende en forma de pa loma, Mat. 3: 16 y 17. En la gran comisión
Jesús menciona las tres personas: " ... bautizándoles en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo", Mat. 28: 19. También se mencionan juntos en I Cor. 12:
4 6; 11 Coro 13: 14, y I Pedro 1: 2. El único pa saje que habla de la tri unidad es 1
Juan 5: 7, pero es de dudosa genuinidad y debido a eso algunas de las últimas
versiones críticas lo han eliminado.
ba
como una traducción de "hupostasis" y también de "ousia", y por lo mismo
resultaba ambigua. Al presente, los dos términos "substancia" y "esencia" se usan
indistintamente. No hay objeción a esto siempre que tengamos en mente que es muy
pequeña la difere ncia de su significado. Shedd los distingue de la manera siguiente:
"Esencia es derivado de esse, que significa ser, y denota un ser activo. Substancia es
derivado de substare, y denota la posibilidad latente de poder ser ... El término
esencia describe a D ios como una suma total de infinitas perfecciones; el término
substancia lo describe como el fundamento de infinitas actividades. La primera es,
comparativamente, una palabra activa; la segunda es pasiva. La primera es,
comparativamente, una palabra espiri tual, la segunda es material. Hablamos de
substancia material; pero no de esencia material". 45 Puesto que la unidad de Dios ya
45
Dogm. Theol., p. 271.
91
46
Inst. I. XIII, 6.
92
sus perfecciones en cada una de la s personas, de tal manera que tienen una unidad
numérica de esencia. La naturaleza divina se distingue de la humana en que puede
subsistir completa e individualmente en más de una persona en tanto que tres
personas humanas tienen sólo una unidad específica de naturaleza o esencia, es
decir, participan de la misma clase de naturaleza o esencia; las personas de la
Deidad tienen una unidad numérica de esencia, es decir, poseen idéntica esencia. La
naturaleza o esencia humana puede considerarse como una especie de la cual cada
hombre tiene una parte individual, de manera que hay la unidad específica (derivada
de especie) ; pero la naturaleza divina es indivisible, y por tanto, idéntica en las
personas de la Deidad. Es numéricamente una y la misma, y por tanto, l a unidad de
la esencia en las personas es una unidad numérica. De esto se sigue que la esencia
divina no es una existencia independiente que va con las tres personas. N o existe
fuera ni aparte de las tres personas. Si existiera así, no habría verdadera un idad, sino
una división que conduciría al triteísmo. La distinción personal es una dentro de la
esencia divina. Tiene, como acostumbra decirse, tres modos de subsistencia. Otra
conclusión que se deduce de lo anterior, es que no puede haber subordinación
tratándose de la esencia del Ser, de una persona de la Deidad hacia la otra, y por
consiguiente ninguna diferencia en dignidad personal. Esto debe sostenerse en
contra del subordinacionismo de Orígenes y de otros primitivos padres de la Iglesia,
de los arminianos, y de Clarke y otros teólogos anglicanos. La única subordinación
de que podemos hablar es de la que se refiere al orden y a la relación.
Especialmente cuando reflexionamos sobre la relación de las tres personas de la
esencia divina es cuando todas la s analogías nos fallan y comprendemos
profundamente el hecho de que la Trinidad es un misterio que está mucho más allá
de nuestra comprensión. Es la incomprensible gloria de la Divinidad. Precisamente
como la naturaleza humana es demasiado rica y demasiado plena para caber en un
único individuo, y sólo halla su adecuada expresión en la humanidad como un todo,
así el Ser Divino se desarrolla en toda su plenitud solamente en la triple subsistencia
de Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Padre, y el Espíri tu Santo procede del Padre y del Hijo desde toda eternidad.
Generación y procesión tienen lugar en el Ser divino e implican una cierta
subordinación como el modo de subsistencia personal; pero ninguna subordinación
que tenga que ver con la posesión de la e sencia divina. Esta Trinidad ontológica y
su orden inherente es la base metafísica de la Trinidad económica. Luego, pues, no
es sino natural que el orden que existe en la Trinidad de esencia se refleje en la
opera ad extra que más particularmente se atribu yen a cada una de las personas. La
Escritura indica claramente este orden en las que se llaman praepositiones
distinctionales, ek, dia y en que se usan para expresar la idea de que todas las cosas
son originadas del Padre, por medio del Hijo y en el Espíri tu Santo.
Desde muy al principio de la era cristiana se hicieron intentos de arrojar luz sobre el trino
Ser de Dios, sobre la Trinidad en la unidad, y la unidad en la Trinidad, por medio de
analogías traídas de diferentes fuentes. Aunqu e todas resultaron deficientes no puede
negarse que fueron de algún valor en la discusión trinitaria. Esto se aplica particularmente a
aquellas que se derivan de la naturaleza constitucional o de la psicología del hombre.
Atendiendo al hecho de que el homb re fue creado a la imagen de Dios', no es sino natural
aceptar que si hay algunos rasgos de la vida trinitaria en la criatura, los más claros se
hallarán en el hombre.
objeto y sujeto objeto (Olshausen, Shedd). En todas éstas tene mos una cierta
trinidad en unidad; pero no una tripersonalidad en unidad o sustancia.
4. LA DEIDAD DEL HIJO. La deidad del Hijo fue negada en la Iglesia primitiva por
los ebionistas y los alogos, y también por los monarquianos dinamistas y los
arrianos. En la época de la Reforma, siguieron el ejemplo de aquellos los
Socinianos, hablando de Jesús como de un mero hombre. Toman la misma posición
Schleiermacher, Ritschl, una hueste de eruditos anchos (liberales), particularmente
en Alemania; los Unitarios, los Modernistas y los Humanistas de la actualidad. Les
resulta posible hacer tal negación a aquellos que desatienden la Escritura, puesto
que si la atendieran hallarían que la Biblia contiene abundancia de evidencia de la
deidad de Cristo. 47
a. Encontramos que la Escritura explícitamente afirma la deidad del Hijo, en
pasajes como Juan 1:1; 20:28; Rom. 9:5; Fil 2:6; Tit. 2:13; I Juan 5:20
b. Le aplica nombres divinos, Is. 9: 6; 40: 3; Jer. 23: 5 y 6; Joel 3: 32
(compárese Hech. 2:21); I Tim. 3: 16
c. Se le reconocen atributos divinos, como la existencia eterna, Is. 9: 6 ; Juan 1:
1 y 2; Apoc. 1: 8; 22: 13, omnipresencia, Mat. 18: 20; 28: 20; Juan 3: 13,
omnisciencia, Juan 2: 24 y 25; 21: 17; Apoc. 2: 23, omnipotencia, Is. 9: 6;
47
Esto está admirablemente sumariado en obras como las siguientes: Liddon's The Divinity of our Lord,
101
término "Santo Espíritu" únicamente en el Sal 51: 11; Is. 63: 10 y 11, en tanto que
en el Nuevo Testamento ésta se ha convertido ya en una designación muy común
para la tercera persona de la Trinidad. Es un hecho sorprendente que mientras el
Antiguo Testamento repetidamente llama a Dios "el Santo de Israel", Sal 71:22;
89:18; Is. 10:20; 41:14; 43:3; 48:17, el Nuevo Testamento rara vez aplica el adjetivo
"Santo" a Dios en general, sino que lo usa muy seguido para caracterizar al Espíritu.
Esto se debe con toda probabilidad, al hecho de que fue, especialmente, en el
Espíritu y en su obra santificadora en dond e Dios se reveló como el Santo. El
Espíritu Santo es el que hace su morada en el corazón de los creyentes, el que los
separa para Dios, y el que los limpia del pecado.
neutros ho y auto en Juan 14: 16 18; pero esto se debe al hecho de que
interviene pneuma.
b. Se adjudican a Ellas características de una person a como la inteligencia,
Juan 14: 26; 15: 26; Rom. 8: 16; la voluntad, Hech. 16: 7; I Cor. 12: 11, y
afectos, Is. 63: 10; Ef. 4 : 30. Además, El realiza actos propios de la
personalidad. Investiga, habla, testifica, ordena, revela, se empeña, crea,
hace, in tercede, resucita a los muertos, etc., Gen 1:2; 6:3; Luc. 12:12; Juan
14:26; 15:26; 16:8; Hech. 8:29; 13 : 2; Rom. 8: 11; I Cor. 2: 10 y 11. Quien
hace estas cosas no puede ser un mero poder o influencia; debe ser una
persona.
c. Se le presenta sosteniendo con otras personas tales relaciones que implican
su propia personalidad. Se le coloca en yuxtaposición con los apóstoles en
Hech. 15: 28, con Cristo en Juan 16: 14; y con el Padre y el Hijo en Mat. 2:
19; II Cor. 13: 13; I Pedro 1: 1 y 2; Judas 20 y 21. Una sana exégesis
requiere que en' todos estos pasajes el Espíritu Santo sea considerado como
una persona.
d. Hay también pasajes en los que se distingue entre el Espíritu Santo y su
poder Luc. 1: 35; 4: 14; Hech. 10: 38; Rom. 15: 13; I Cor. 2: 4. Tales pasajes
se convertirían en tautológicos, insulsos, y hasta absurdos si tuvieran que
interpretarse sobre el principio de que el Espíritu Santo poder. Esto puede
demostrarse sustituyendo el nombre por una palabra como "poder" o
"influencia" es meramente un "Espírit u Santo"
4. LA DEIDAD DEL ESPÍRITU SANTO. La deidad del Espíritu Santo debe fundarse
en la Escritura, mediante una serie de pruebas muy parecida a la que empleamos
con respecto al Hijo:
a. Se le dan nombres divinos, Ex 17: 7 (compárese Heb. 3: 7 9); Hech. 5: 3 y 4;
1 Cor. 3: 16; II Tim. 3: 16 (compárese II Pedro 1: 21).
b. Se le adjudican perfecciones divinas, como la omnipresencia, Sal 139: 7 10,
omnisciencia, Is. 40: 13 y 14 (compárese Rom. 11: 34); 1 Cor. 2: 10 y 11,
omnipotencia, 1 Coro 12: 11; Rom. 15: 19, y eternidad, Heb. 9: 14.
c. El hace obras divinas, como la creación, Gen 1: 2; Job 26: 13; 33: 4,
renovación providencial, Sal 104: 30, regeneración, Juan 3: 5 y 6; Tito 3: 5,
y la resurrección de los muertos, Rom. 8: 11.
d. Se le tributan también honores divinos, Mateo 28: 19; Rom. 9: 1; II Cor. 13:
13
Sin embargo, a pesar de este hecho, la teología Reformada se yergue prácticamente solitaria
en su insistencia sobre la doctrina de los decretos. La teología luterana es menos teológica y
más antropológica. Tiene su punto de partida en Dios y considera todas las cosas como
predeterminadas; pero no procede consistentemente, sino que revela una tendencia a
considerarlas desde abajo más bien que desde arriba. Y hasta donde llega su creencia en la
predeterminación, se inclina a limitarla al bien que hay en el mundo, y más particularmente
a las bendiciones de la Salvación. Es un hecho impresionante que muchos teólo gos
luteranos enmudecen o casi enmudecen respecto a la doctrina de los decretos de Dios en
general discutiendo nada más la doctrina de la predestinación y considerándola como
condicional más bien que absoluta. En la doctrina de la predestinación la teologí a luterana
muestra grande afinidad con el arminianismo. Krauth (un influyente director de la Iglesia
Luterana en los EE. UU.) dice: "Los conceptos de Arminio mismo con respecto a los cinco
puntos fueron formados bajo influencias luteranas y no difieren ese ncialmente de los de la
Iglesia Luterana; pero sobre muchos puntos correspondientes al sistema desarrollado, hoy
conocido como Arminianismo, con ellos la Iglesia Luterana no tiene afinidad ninguna, y en
su manera de considerarlos simpatizaría mucho más con el Calvinismo, aunque la Iglesia
Luterana nunca ha creído que para escapar del Pelagianismo sea necesario refugiarse en la
doctrina de la predestinación absoluta. La "Fórmula de Concordia" toca los cinco puntos
casi nada más en sus aspectos prácticos, y f undándose en ellos se coloca en contra del
Calvinismo, más bien por medio de la negación de las inferencias que resultan lógicamente
de este sistema, que por una expresa condenación de su teoría fundamental en su forma
109
abstracta" 48. Hasta donde los teólogos luteranos incluyen la doctrina de la predestinación en
sus sistemas, generalmente la consideran en relación con la Soteriología.
Debemos distinguir las obras enteramente inmanentes de Dios (opera ad intra) de aquellas
que tienen que ver directamente con las criaturas (open. ad extra). Algunos teólogos para
evitar errores prefieren hablar de opera immanentia y opera exeuntia, y subdividen a la
primera en dos clases, opera immanentia per se, que son las opera personalia (generación,
filiación, espiración), y opera immanentia donec exeunt, que son opera essentiala, es decir,
obras del Dios Trino, para distinguirlas de las hechas por alguna de las personas de la
Deidad; pero están inmanentes en Dios hasta que son ejecutadas en las obras de creación,
providencia y redención. Los decretos divinos constituyen esta clase de obras divinas. N o
están descritas en forma abstracta en la Escritura, pero se nos presentan según su
realización histórica. La Escritura usa diversos términos para referirse al decreto eterno de
Dios.
Hay algunos términos que acentúan el elemento intelectual en el decreto, por ejemplo,
'estsah de ya'ats, aconsejar, decir, Job 38: 2; Is. 14: 26; 46: 11; sod de yasad, reunirse para
deliberar (niphal), Jer. 23: 18 y 22; mezimmah de zamam, meditar, tener en mente,
48
The Conservative Reformation and Its Theology, pp. 127 Y sigu ientes.
110
proponerse, Jer. 4: 28; SI: 12; Prov. 30: 32. Además de éstos hay términos que ponen
énfasis sobre el elemento volicional, por ejemplo, chaphets, inclinación, voluntad,
beneplácito, Is. 53: 10; y ratson, agradar, deleitarse, y por eso denota deleite, benepl ácito, o
voluntad soberana, Sal 51: 19; Is. 49: 8.
El decreto de Dios puede definirse con el 'Catecismo Menor de Westminster, como: "Su
propósito eterno, según el consejo de su propia voluntad, en virtud del cual ha pre ordenado
para su propia gloria todo lo que sucede.
Aunque con frecuencia usamos el plural para hablar de los decretos de Dios, sin embargo,
en su propia naturaleza, le decreto divino es un acto singular de Dios. Esto ya está sugerido
por el hecho de que la Biblia habla de él como de una prothesis, un propósito o consejo. Lo
mismo se deduce también de la mera naturaleza de Dios. Su conocimiento es todo
inmediato y simultáneo, más bien que sucesivo como el nuestro, y su comprensión de ese
conocimiento siempre está completa. El decreto fund ado sobre ese conocimiento es un acto
111
El decreto de Dios guarda la más estrecha relación con el conocimiento divino. Hay en
Dios, como hemos visto, un conocimiento necesario que concluye todas las causas posibles
sus resultados. Este conocimiento proporciona el material para el decreto, y es la fuente de
donde Dios extrajo los pensamientos que deseaba objetivar. De entre este conocimiento de
todas las cosas posibles y mediantes un acto de su perfecta voluntad dirigida por sabias
consideraciones seleccionó lo que quería ejecutar, y de este modo formó su propósito
eterno. El decreto de Dios es consecutivamente el fundamento de su libre conocimient o o
Scientia libera. Es el conocimiento de las cosas tal como se realizan en el curso de la
historia. Mientras que el conocimiento necesario de Dios lógicamente precede al decreto, a
este lo sigue el conocimiento libre. Esto tiene que sostenerse en contra de todos aquellos
que creen en una predestinación condicional (como los semipelagianos y arminianos)
puesto que hacen desprender las predestinaciones de Dios de su presciencia. Algunas de las
palabras que se usan para denotar el decreto divino apuntan a un elemento de deliberación
en el propósito de Dios. Sería un error, sin embargo, inferir de esto que el plan de Dios es el
resultado de alguna deliberación que implique escaso conocimiento o duda, porque
simplemente indica lo contrario, es a saber, que en D ios no hay ningún decreto ciego, antes
únicamente un propósito inteligente y deliberado.
Ante todo, el decreto tiene referencia a las obras de Dios. Sin embargo, está limitado a las
opera ad extra, o actos transitivos de Dios, y no pertenece a la esencia del Ser de Dios ni a
las actividades inmanentes dentro del Ser Divino que desembocan en las distinciones
trinitarias. Dios no decretó ser santo y Justo, ni existir en tres personas y una esencia, o
generar al Hijo. Cosas como estas son necesarias y no depende de la voluntad opcional de
112
Dios. Aquello que es esencial al Ser íntimo de Dios no puede formar parte del contenido
del decreto. Esto incluye solamente la opera ad extra o exeuntia. Pero en tanto que el
decreto pertenece fundamentalmente a los actos de Dios mismo, no está limitado a estos,
sino que también abarca las acciones de sus criaturas libres. Y el hecho de que esas
acciones están incluidas en el decreto las convierte en absolutamente seguras, aunque no
todas se efectúan de la misma manera. Tratándose de algunas de ellas Dios decidió no
solamente que acontecieran; sino que El mismo haría que acontecieran, ya fuera
inmediatamente como en la obra de creación, o por medio de causas secundarias que
continuamente son mantenidas por el poder divino. Dios mismo se hace responsable de que
acontezcan. Sin embargo, hay otras cosas que Dios incluyó en su decreto y por tanto las
convirtió en seguras; pero que no decidió efectuarlas El mismo, como son los actos
pecaminosos de sus criaturas racionales. El decreto donde incluye semejantes actos,
generalmente se llama decreto permisivo de Dios. Este nombre no implica que el futuro de
estos actos no sea seguro para Dios, sino simplemente que El permita que tales actos
acontezcan por medio de la libre agencia de sus criaturas racionales. Dios no se hace
responsable en forma alguna de tales actos pecaminosos.
Los decretos son manifestaciones y ejercicios internos de los atributos divino s, que
convierten en seguro el futuro de las cosas; pero este ejercicio de la volición inteligente de
Dios no debe confundirse con la realización de sus objetos en la creación, providencia y
redención. El decreto para crear, no es la creación misma, ni el decreto para Justificar es la
justificación misma. Se debe hacer distinción entre el decreto y su ejecución. Que Dios esté
ordenando en tal forma el universo que el hombre tenga que seguir determinado curso de
acción, es cosa enteramente distinta de que E l le ordene que lo haga así. Los decretos no
están dirigidos al hombre, ni son de la naturaleza de una medida legal, ni tampoco ejercen
compulsión u obligación sobre las voluntades de los hombres.
La palabra "consejo", que es uno de los términos por medio de los cuales se designa el
decreto, sugiere cuidadosa deliberación y consulta. Puede contener una sugerencia respecto
a una intercomunicación entre las tres personas de la Deida d. Hablando de la revelación de
Dios, del misterio que primeramente estuvo escondido con El, Pablo dice que esto fue para
que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los
principados y potestades en los lugares cel estiales, conforme al propósito eterno que hizo
en Cristo Jesús, nuestro Señor", Ef. 3: 10 y 11. La sabiduría del decreto se deduce también
de la sabiduría desplegada en la realización del propósito eterno de Dios. El poeta canta en
el Salmo 104: 24, "Cuán innumerables son tus obras, oh Jehová. H iciste todas ellas con
sabiduría". La misma idea está expresada en Prov. 3: 19, "Jehová con sabiduría fundó la
tierra; afirmó los cielos con inteligencia". Compárense también Jer. 10: 12; 51: 15. La
sabiduría del consejo de Jehová puede también inferirse del hecho de que permanece firme
para siempre, Sal 33: 11; Prov. 19: 21. Habrá mucho en el decreto que sobrepasa al
entendimiento humano y sea inexplicable para la mente finita; pero nada se hallará en él
que sea irracional o arbitrario. Dios formó su determinación con sabia visión y
conocimiento.
ES ETERNO
ES EFICAZ
Esto no quiere decir que Dios ha determinado hacer El mismo que acontezcan mediante
una aplicación directa de su poder, todas las cosas incluidas en su decreto; sino solamente
114
que El ha decretado que ciertamente acontecerán, es decir, que nada frustrará su propósito.
Dice el Dr. A. A. Hodge: "El decreto mismo previene en cada caso que el evento se
efectuará mediante causas que actúen en una forma perfe ctamente consistente con la
naturaleza del evento de que se trate.
1. De esta manera, en el caso de cada acto libre de un agente moral el decreto previene
al mismo tiempo que el agente será libre.
2. Que los antecedentes de este y todos los antecedentes del acto de que se trate serán
tal como son.
3. Que todas las condiciones presentes del acto serán tal cual son
5. Y que con toda seguridad el acto será el que tiene que ser, Sal 33: 11; Prov. 19: 21;
Is. 46: 10." 49
ES INMUTABLE
Atendiendo a diversas razones, el hombre puede y con frecuencia altera sus planes.
Posiblemente al planear le faltó seriedad de propósito, o no entendió bien todo lo que el
plan alcanzaba. o le faltaba poder para realizar lo. Pero en Dios nada que se parezca a esto
es concebible. No le falta conocimiento, veracidad, ni poder. Por tanto, Dios no necesita
cambiar su decreto debido a un error motivado por la ignorancia, ni debido a incapacidad
para ejecutarlo. Y tampoco tendrá por qué cambiarlo, puesto que El es Dios inmutable, fiel
y verdadero, Job 23: 13 y 14; Sal 33: 11; Is. 46: 10; Luc. 22: 22; Hech. 2: 23.
ES INCONDICIONAL O ABSOLUTO
Esto significa que no depende en ninguno de sus detalles de ninguna cosa que no sea parte
de él y esté agrupada en el decreto mismo. Los diversos elementos del decreto ciertamente
se sostienen mutuamente, pero nada hay en el plan que esté condicionado por alguna cosa
que no esté incluida en el decreto. La ejecución del plan puede requerir medi os, o depender
de ciertas condiciones; pero entonces estos medios o condiciones también han sido
49
Outlines of theology, p. 203
115
determinados en el decreto. Dios no simplemente decretó salvar a los pecadores; sino que
también determinó los medios para efectuar su decreto. Los medios cond ucentes al fin
predeterminado fueron decretados también, Hech. 2: 23; Ef. 2: 8; I Pedro 1: 2. El carácter
absoluto del decreto se deduce de su eternidad, su inmutabilidad y su exclusiva
dependencia del beneplácito de Dios. Esto lo niegan los semipelagianos y los arminianos.
El decreto incluye todo lo que tiene que suceder en el mundo, sea que corresponda al reino
físico o al moral, sea que se trate del bien o del mal, Ef. 1: 11.
4. Los medios tanto como el fin, Sal 119: 89 91; II Tes. 2: 13; Ef. 1: 4
Se acostumbra hablar del decreto de Dios como permisivo, en cuanto al mal moral se
refiere. Mediante su decreto Dios volvió las acciones malvadas de los hombres en
infaliblemente seguras, sin que decida efectuarlas por medio de acción inmediata sobre y en
la voluntad finita. Esto significa que Dios no obra positivamente "tanto el querer como el
hacer", cuando el hombre va en contra de la divina voluntad r evelada. Debería notarse
cuidadosamente, sin embargo, que este decreto permisivo no implica un permiso pasivo de
algo que no está bajo el control de la voluntad divina. Es un decreto que vuelve
absolutamente seguros los futuros actos pecaminosos, pero en l os cuales Dios determina:
2. Conducir y sujetar los resultados de esta propia determinación pecaminosa. Sal 78:
29; 106: 15; Hech. 14: 16; 17: 30.
El hombre es un agente libre con poder para hacer sus propias determinaciones racionales.
Puede reflexionar, y en forma inteligente elegir ciertos fines, y también puede determinar
su acción con respecto a ellos. Sin embargo, el decreto de Dios lleva inseparablemente la
imposibilidad de evitarse. Dios ha decretado ejecutar todas las cosas, o si 1o ha decretado
esas cosas, al menos ha determinado que deben acontecer. El ha decidido para el hombre el
curso de su vida. 50 En respuesta a esta objeción puede decirse que la Biblia cie rtamente no
concuerda con la suposición de que el decreto divino es inconsistente con la libre agencia
del hombre. Ella revela claramente que Dios ha decretado los actos libres del hombre; pero
también que los actores, a pesar de eso, son libres y por tant o, responsables de sus actos,
Gen 50: 19 y 20; Hech. 2: 23; 4: 27 y 28. Fue determinado que los judíos crucificaran a
Jesús, y sin embargo fueron perfectamente libres en el curso de su inicua acción, y fueron
tenidos por responsables de este crimen. No hay ni una sola indicación en la Biblia de que
los escritores inspirados se den cuenta de una contradicción, en relación con estos asuntos.
Nunca hacen el intento de armonizar el decreto de Dios con la libertad del hombre. Esto
bien puede refrenamos para no tomar aquí la actitud de contradicción, aun cuando no
podamos reconciliar ambas verdades.
50
Cf. Watson, Theological Institutes, Parte II, Chap. XXVIII; Miley, Systematic Theology II, pp. 271 fl
117
Además, debe conservarse en mente que Dios no ha decretado efectuar por .su propia y
directa acción todo lo que tiene que acontecer. El decreto divino trae únicamente la
seguridad de los acontecimientos; pero ello no implica que Dios prácticamente los
ejecutará; de manera que el problema realmente se reduce a esto: Saber si una previa
seguridad es consistente con un agente libre. Y a la experiencia nos enseña que podemos
estar razonablemente cierto respecto a la conducta que un hombre de carácter seguirá bajo
determinadas circunstancias, sin que se infrinja en lo más mínimo su libertad. El Profeta
Jeremías predijo que los Caldeos tomarían a Jerusalén. El conoció que el ev ento cercano se
cumpliría, y sin embargo los Caldeos libremente siguieron sus propios deseos al cumplir la
predicción. Semejante certidumbre en verdad es inconsistente con la libertad pelagiana de
indiferencia, según la cual, la libertad del hombre no está determinada en ningún sentido,
antes es completamente indeterminada, de tal modo que en cada volición puede decidirse
en oposición, no sólo a todas nuestras influencias externas, sino también a todas nuestras
íntimas consideraciones y juicios, inclinacion es y deseos y aun en contra de todo nuestro
carácter y de la posición interna del hombre. Pero ahora ya, generalmente, se reconoce que
tal libertad de la voluntad es una ficción psicológica. Sin embargo, el decreto no es
necesariamente inconsistente con la libertad humana en el sentido de la racional
determinación propia según la cual, el hombre actúa libremente en armonía con sus previos
sentimientos y juicios, sus inclinaciones y deseos y todo su carácter. Esta libertad tiene
también sus leyes, y a medida que las conozcamos mejor, estaremos más seguros de lo que
un agente libre hará bajo determinadas circunstancias. Dios mismo ha establecido estas
leyes. Naturalmente, debemos cuidamos de que en nuestros conceptos acerca de la libertad
en el sentido de una propia determinación racional, influyen conceptos deterministas,
materialistas, panteístas y racionalistas.
No puede ser el decreto más inconsistente con el libre agente que con la presciencia, y sin
embargo, los objetores, que son casi siempre del tipo se mi pelagiano o arminiano profesan
creer en la divina presciencia. Por su presciencia Dios conoce desde toda la eternidad la
realidad futura de todos los acontecimientos. Está basada en su pre ordenación por medio
de la cual El determina la seguridad futura de esos eventos. El arminiano, de consiguiente
dirá que él no cree en una presciencia basada sobre un decreto que hace que las cosas
resulten seguras, sino en una presciencia de hechos y acontecimientos que actúan
contingentemente sobre la libre voluntad del hombre, y por tanto, indeterminados. Ahora,
semejante presciencia de las libres acciones del hombre puede ser posible si el hombre aun
en su libertad actúa en armonía con leyes divinamente establecidas que una vez más
introducen el elemento de segurida d; pero parecería imposible conocer de antemano los
eventos que dependen enteramente' de la decisión casual de una voluntad sin principios,
que puede en cualquier momento volverse en diferentes direcciones, sin considerar el
118
estado del alma, ni las condici ones existentes, ni los motivos que se presentan en la mente.
Semejantes eventos solamente podrían conocerse de antemano como meras posibilidades.
Esta objeción es para hacer que la gente naturalmente diga: Si todas las cosas ya están
ordenadas para que acontezcan como Dios las ha determinado, los hombres no deben
preocuparse acerca del futuro y tampoco necesitan hacer ningunos esfuerzos para obtener
salvación. Decir esto difícilmente puede resultar cor recto. Si hay gente que hable de ese
modo, acostumbrarán hacerlo como mera excusa a su indolencia y desobediencia. Los
decretos divinos no están dirigidos a los hombres como una regla de acción, y no pueden
ser una regla tal, puesto que su sustancia solame nte se hace conocida por medio de su
realización, y por tanto, después de ella. Hay sin embargo, una regla de acción que ha
tomado cuerpo en la ley y el evangelio, y ésta coloca a los hombres bajo la obligación de
emplear en su salvación los medios ordenad os por Dios.
También ignora esta objeción la relación lógica determinada por el decreto de Dios entre
los medios y el fin que se ha de obtener. El decreto incluye no sólo los diversos asuntos de
la vida humana; sino también las libres acciones humanas que lógicamente tienen prioridad
respecto de los resultados y que están destinadas para producirlos. Era absolutamente
seguro que todos aquellos que estaban en el barco con Pablo (Hech. 27) iban a salvarse;
pero era igualmente cierto que para asegurar aquel fi n los marineros tenían que permanecer
a bordo. Y puesto que el decreto establece una interrelación entre medios y fines, y los fines
están decretados solamente como resultado de los medios, éstos animan al esfuerzo en lugar
de desalentarlo. La firme creenc ia en el hecho de que según los decretos divinos el éxito
será la recompensa de la faena, constituye una invitación a valerosos y perseverantes
esfuerzos. Apoyada en la mera base del decreto, la Escritura nos apremia a ser diligentes en
el uso de los medio s designados, Fil 2: 13; Ef. 2: 10.
Esto, si fuera verdad, naturalmente, sería una objeción insuperable, porque Dios no puede
ser el autor del pecado. Esto se deduce igualmente de la Escritura, Sal 92: 15; Ec. 7: 29 ;
Santo 1: 13; 1 Juan 1: 5, de la ley de Dios que prohíbe todo pecado, y de la santidad de
119
Dios. Pero el cargo no es verdadero; el decreto solamente hace a Dios el autor de seres
morales libres, mismos que son los autores del pecado. Dios decreta mantener la lib re
agencia de éstos; regular las circunstancias de sus vidas, y permitir que la libre agencia se
ocupe en multitud de actos de los cuales algunos son pecaminosos. Por buenas y santas
razones Dios hace que estos actos pecaminosos acontezcan de seguro; pero El no decreta
producir los malos deseos, ni decreta decidir eficientemente la preferencia en el hombre. El
decreto respecto al pecado no es decreto eficiente sino permisivo, o decreto para permitir, a
diferencia del decreto para producir, y Dios no puede a plicar su divina eficiencia para
producir pecado. Ninguna dificultad compromete a un decreto que además no acompaña a
un mero permiso pasivo de lo que Dios podría muy bien evitar, tal como lo toman los
arminianos que son los que acostumbran levantar esta o bjeción. El problema de la relación
de Dios con el pecado permanece como un misterio para nosotros, misterio que no somos
capaces de resolver. Puede decirse, sin embargo, que su decreto que permite el pecado, en
tanto que hizo segura la entrada del pecado en el mundo, no significa que Dios se deleite en
la maldad; sino únicamente que El consideró sabio permitir el mal para el propósito de su
propia revelación no obstante lo aborrecible que es el pecado a la naturaleza divina.
120
51
Agustinism y Pelagianism. p. 252.
52
CE. Wiggers, ibid. p. 239; Dijk. Om't Eeuwig Welbehagen. pp. 39 ff; Polman, De Predestinatieleer van
Agustinus. Thomas van Aquino. en Calvijn. pp. 149 ff.
53
CE. Dyk, ibid. p. 40. Polman, ibid. p. 158.
122
Los Reformadores del Siglo XVI abogar on por la más estricta doctrina de la predestinación.
Esto es cierto hasta de Melanchton en su período inicial. Lutero aceptó la doctrina de la
absoluta predestinación, aunque la convicción de que Dios quería que todos los hombres
fuesen salvos lo hizo en las postrimerías de su vida suavizar aquella doctrina un poco.
Gradualmente desapareció de la teología luterana que ahora considera la reprobación, toda
o en parte, como condicional. Calvino mantuvo firmemente la doctrina agustiniana de una
absoluta y doble predestinación. Al mismo tiempo, defendiendo esta doctrina en contra de
Pighius insistió en el hecho de que el decreto respecto a la entrada del pecado en el mundo
fue un decreto permisivo, y que el decreto de reprobación debe formularse de manera que
Dios no sea hecho el autor del pecado, y tampoco, responsable de él en ninguna forma. Las
Confesiones Reformadas son notablemente consistentes en darle forma a esta doctrina,
aunque no todas la definen con igual plenitud y precisión. Como resultado del asalt o
arminiano sobre la doctrina, los Cánones de Dort contienen una definición clara y detallada
de ella. En las iglesias de tipo arminiano la doctrina de la absoluta predestinación ha sido
suplantada por la predestinación condicional.
54
The Idea of the Holy. p. 90.
123
55
The Doctrine of the Words of God. p. 168; Roemer brief (2nd Ed.).
56
P. 9 2 Y 332.
57
The Significan ce of Rarl Barth, pp. 240 y siguientes.
124
58
Cf. Anide of C. W. Hodge on "Foreknow, Foreknowledge" in the International Standard Bible
Encyclopedia.
125
manifiesto que se refieren generalmen te a una elección previa y eterna, Rom. 9: 11; 11: 5;
Ef. 1: 4; II Tes. 2: 13.
EL AUTOR
El decreto de predestinación es sin duda alguna, e n todas sus partes, el acto concurrente de
las tres personas de la Trinidad, que son una en su consejo y voluntad. Pero en la economía
de la salvación, como está revelada en la Escritura, el acto soberano de la predestinación se
atribuye más particularmente al Padre, Jn. 17: 6 y 9; Rom. 8 : 29; Ef. 1: 4; I Ped. 1: 2.
1. Todos los hombres, tanto buenos como malos. No solamente se incluyen como
grupos; sino como individuos, Hech. 4: 28; Rom. 8: 29 y 30; 9: 11 13; Ef. 1 : 5 y 11.
126
2. Ángeles buenos y malos. La Biblia habla no sólo de ángeles malos, Marc. 8: 38;
Luc. 9: 26, y de ángeles malvados, que no g uardaron su primer estado, II Ped. 2 : 4;
Judas 6; sino que también hace mención explícita de ángeles elegidos, I Tim. 5: 21,
implicando, por lo tanto, que hubo también ángeles no elegidos. La pregunta se
presenta, naturalmente, ¿cómo vamos a formarnos con cepto de la predestinación de
los ángeles? La opinión de algunos es simplemente que Dios determinó en general
que los ángeles que permanecieran santos serían confirmados en un estado de
bienaventuranza, en tanto que los otros serían perdidos. Pero esto no queda, en
armonía con la idea bíblica de la predestinación. Más bien significa que Dios
decretó por razones suficientes para Él, dar a algunos ángeles, además de la gracia
con que fueron dotados por creación, y que incluía poder amplio para permanecer
santos, una gracia especial de perseverancia; y retuvo a éstos desechando a os otros.
Hay puntos de diferencia entre la predestinación de los hombres, y la de los ángeles:
a. Mientras la predestinación de los hombres, puede concebirse como
infralapsariana, la de los ángeles únicamente puede entenderse como
supralapsariana. Dios no eligió a cierto número de entre la masa de los
ángeles caídos.
b. Los ángeles no fueron electos o predestinados en Cristo como Mediador;
sino en Cristo como Cabeza, es decir, guardan con É l relación ministerial.
LA ELECCIÓN
127
REPROBACIÓN
59
Confesión Belga, Art. XVI; Cánones de Don, I, 15. Conf. de Fe de Westminster, Cap. III, Art. VII.
60
Inst. III, 23.7.
130
61
"Ou r Faith, pp. 32 y siguientes.
131
SUPRA E INFRALAPSARIANISMO
62
Citado por Warfield, Studies in Theology, p. 194.
133
decreto sino hasta después del decreto de creación y del que permitió la
caída. En los decretos mismos, el elegido está incluido simplemente en la
masa total de la humanidad y no aparece com o objeto especial del amor de
Dios.
LA POSICIÓN SUPRALAPSARIANA
1. Argumentos a su favor:
a. Apelan a todos aquellos pasajes de la Escritura que acentúan la absoluta
soberanía de Dios, y más particularmente su soberanía en relación al pecado,
por ejemplo, Sal 115 : 3; Prov. 16 : 4; Is. 10: 15; 45:9; jet-. 18:6; Mat. 11:25
y 26; 20: 15; Rom. 9: 17; 19:21. Se pone énfasis especial sobre la figura del
alfarero, que se encuentra en más de uno de estos pasajes. Se dice que esta
figura no solamente acentúa la sobera nía de Dios en general, sino más
especialmente su soberanía que determina la clase de vasijas que ha de
fabricar. Esto significa que Pablo en Rom. 9 habla desde el punto de vista de
pre creación, una idea aceptable
i. Por el hecho de que el trabajo del alfar ero, frecuentemente se usa en
la Escritura como figura de la creación; y
ii. Por el hecho de que el alfarero destina cada vasija para un uso
determinado y le da la cualidad que le corresponde, lo que haría que
la vasija preguntara aunque sin ningún derecho : "¿Por qué me
hiciste así ?"
b. Se llama la atención al hecho de que algunos pasajes de la Escritura sugieren
que el trabajo de la naturaleza o de la creación en general fue ordenado de
manera que contuviera ilustraciones del trabajo de redención. Jesús con
frecuencia derivó de la naturaleza sus ilustraciones para la explicación de las
cosas espirituales, y se nos dice en Mateo 13: 35 que hacía esto para que se
cumplieran las palabras del profeta, "declararé cosas escondidas desde la
fundación del mundo". Comp árese Sal 78: 2. Se considera que significa que
estaban escondidas en la naturaleza: pero que fueron sacadas a la luz en la
enseñanza parabólica de Jesús. Ef. 3 : 9 también se considera como una
expresión de la idea de que el designio de Dios en la creació n del mundo fue
encaminado para la manifestación de la sabiduría divina que se haría notoria
en la obra de redención de que se ocupa el Nuevo Testamento. Pero apelar a
este pasaje, nos parece muy dudoso, y eso para decir solamente lo menos
posible.
137
63
Bavinck, Gere f. Dogm. II, p. 400.
138
e. Finalmente, se dice que no es posible estructurar una doctrina útil, del pacto
de gracia y del Mediador, fundada sobre el esquema supralapsariano.
Ambos, el pacto y el Mediador del pacto pueden concebirse únicamente
como infralapsarianos. Esto se ad mite francamente por algunos
supralapsarianos. Lógicamente, el Mediador aparece en el decreto divino,
únicamente después de la entrada del pecado; y este es el único punto de
vista desde el cual puede construirse el pacto de gracia. Esto, naturalmente,
tiene consecuencias importantes en el ministerio de la Palabra.
LA POSICIÓN INFRALAPSARIANA.
1. Argumentos en su favor.
a. Los infralapsarianos apelan más particularmente a los pasajes de la Escritura
en los que aquellos que han sido objeto de la elección aparecen como en una
condición de pecado, como estando en estrecha unión con Cristo y como
objetos de la misericordia y gracia de Dios, por ejemplo, Mat. 11 : 25 y 26;
Jn. 15: 19; Rom. 8 : 28 y 30; 9: 15 y 16; Ef. 1 : 4-12; II Tim. 1 : 9. Parecería
que estos pasajes implican que en el pensamiento de Dios la caída del
hombre precedió a la elección de algunos para salvación.
b. El infralapsarianismo llama la atención al hecho de que en su representación,
el orden de los decretos divinos es menos filosófico y má s natural que en el
propuesto por los supralapsarianos. Que el suyo está en armonía con el
orden histórico de la ejecución de los decretos, lo cual parecería reflejar el
orden seguido en el eterno consejo de Dios. Precisamente así como en la
ejecución hay un orden causal, lo debe haber también en el decreto. Resulta
más modesto quedarnos con este orden, precisamente porque refleja el orden
histórico revelado en la Escritura y no pretende resolver el problema de la
relación de Dios con el pecado. Se consider a que el infralapsarianismo es
menos ofensivo en su presentación del asunto y que está mucho más en
armonía con los requerimientos de la vida práctica. 64
c. En tanto que los supralapsarianos dicen que su estructura de la doctrina de
los decretos es la más lóg ica de las dos, los infralapsarianos dicen otro tanto
acerca de la suya. Dice Dabney : "El esquema supralapsariano con la
pretensión de mayor simetría, es en realidad el más ilógico de los dos". 65 Se
64
Compárese Adwards, Works II, p. 543.
65
Syst. and Polem. Theol. p. 233.
140
Contemplan el mismo misterio desde diferentes puntos de vista, poniendo, uno, su atención
en lo ideal o teleológico ; el otro, en lo histórico, en el orden de los decretos. Hasta cierto
punto pueden y deben ir de la mano. Ambos encuentran apoyo en la Escritura. El
supralapsarianismo en aquellos pasajes que acentúan la soberanía de Dios, y el
infralapsarianismo en los que insisten en la misericordia y justicia de Dios, en relación con
la elección y reprobación. Cada uno tiene algo en su favor: El primero que no in tenta
justificar a Dios, sino que simplemente reposa en la sobera nía y santo beneplácito de Dios ;
y el segundo que es el más modesto y tierno, y se ocupa de las demandas y exigencias de la
vida práctica. Los dos son necesariamente inconsistentes entre sí, el primero porque no
puede considerar al pecado como un movimiento progresivo, sino que debe considerarlo
como una perturbación en la creación, y habla de un decreto permisivo que hace del pecado
cosa segura; pero cada uno de ellos también acentúa un elemento de la verdad. El verdadero
elemento del supra-lapsarianismo se encuentra en su énfasis sobre lo siguiente: Que el
decreto de Dios es una sola unidad; que Dios tuvo en vista un propósito final; que en un
cierto sentido El quiso el pecado; y que la obra de creación fue inmediatamente adaptada a
la actividad recreadora de Dios. Y el verdadero elemento del infralapsarianismo es, que hay
una cierta diversidad en los decretos de Dios; que la creación y la caída no pueden
considerarse meramente como medios para un fin; sino que tuvo independientemente, un
gran significado; y que el pecado no puede considerarse como un elemento de progreso,
sino que debiera considerarse como un elemento de perturbación en el mundo. En relación
con el estudio de este profundo asu nto sentimos que nuestro entendimiento es limitado, y
nos damos cuenta de que sólo poseemos fragmentos de la verdad. Nuestros símbolos
confesionales dan forma concreta a la posición infralapsariana; pero no condenan al
supralapsarianismo; se sintió que est e concepto no era necesariamente inconsistente con la
teología Reformada. Y las resoluciones de Utrecht, adoptadas en 1908 por nuestra Iglesia
Cristiana Reformada, establecen que, aunque no es permisible presentar el punto de vista
del supralapsarianismo c omo la doctrina de las Iglesias Reformadas de los Países Bajos, así
también no es permisible en lo mínimo molestar a nadie que para sí mismo abrigue ese
punto de vista.
1. ¿Es posible que haya en Dios la presciencia de event os futuros que no tienen
fundamento en el decreto?
2. ¿Qué resultado inevitable habrá a causa de fundar el decreto de Dios en su
presciencia antes que a la inversa, es decir, fundar su presciencia en su decreto?
3. ¿Cómo difiere la doctrina de los decretos, de l a del fatalismo y de la del
determinismo?
4. ¿El decreto de predestinación excluye necesariamente la posibilidad de una oferta
universal de salvación?
5. ¿Son o no igualmente absolutos e incondicionales los decretos de elección y de
reprobación?
6. ¿Se parecen los mencionados decretos en que sean otras tantas causas de las que
podamos derivar las acciones humanas como resultados?
7. ¿Cómo se relaciona la doctrina de la predestinación con la de la depravación total?
¿Y cómo con la de la expiación? ¿Y cómo con la de la p erseverancia de los santos?
8. ¿Enseñan los teólogos Reformados la predestinación para el pecado?
18. Girardeau, Calvinism and Evangelical ibid: Arminianism, pp. 14,412; in its
Theological Relations;
En tanto que la filosofía griega buscó la explicación del mundo en un dualismo que
envuelve la eternidad de la materia, o en un proceso de emanación que hace del mundo la
manifestación externa de Dios, la Iglesia Cristiana desde muy al principio enserió la
doctrina de la creación ex nihilo y como un acto libre de Dios. Esta doctrina, desde el
principio, fue aceptada con singular unanimidad. Se encuentra en Justino Mártir, Ireneo,
Tertuliano, Clemente de Alejandría, Orígenes y otros. Teófilo fue el primer padre de la
Iglesia «que insistió en el hecho de que los días de la creación fueron días literales. Este
parece haber sido también el concepto de Ireneo y de Tertuliano, y con toda p robabilidad
fue el concepto común de la Iglesia. Clemente y Orígenes imaginaban la creación como
ejecutada en un sólo indivisible momento, y concebían que su descripción como la obra de
varios días era únicamente un arreglo literario para describir el orig en de las cosas en su
orden de importancia o en su conexión lógica. La idea de una creación eterna enseriada por
Orígenes, fue generalmente rechazada. Al mismo tiempo algunos de los Padres de la Iglesia
expresaron la idea de que Dios siempre había sido cre ador, aunque el universo creado tuvo
un principio en el tiempo. Durante la controversia trinitaria algunos de ellos insistieron en
el hecho de que a diferencia de la generación del Hijo que fue un acto necesario del Padre,
la creación del mundo fue un acto libre del Dios Trino. Agustín se ocupó del trabajo de la
creación en forma más detallada que otros. Arguyó que la obra de creación estuvo
eternamente en la voluntad de Dios, y que, por tanto, no produjo en El ningún cambio. No
existió el tiempo antes de l a creación puesto que el mundo comenzó a ser juntamente con el
tiempo más bien que en el tiempo. La interrogante sobre qué hizo Dios en las múltiples
edades antes de la creación se funda en un equivocado concepto de la eternidad. En tanto
que la Iglesia en general parece haber sostenido que el mundo fue creado en seis días
ordinarios, Agustín sugirió un concepto un tanto diferente. Defendió con energía la doctrina
de la creatio ex nihilo, pero distinguió dos momentos de la creación: la producción de
materia y espíritus de la nada, y la organización del mundo material. Encontró difícil decir
qué clase de días eran los de Génesis, pero evidentemente se inclinó a pensar que Dios creó
todas las cosas en un momento de tiempo y que la idea de días se introdujo sim plemente
para ayuda de la inteligencia finita. Los escolásticos debatieron mucho sobre la posibilidad
de una creación eterna; algunos, como Alejandro de Hales, Buenaventura, Alberto Magno,
Enrique de Ghent y la gran mayoría de escolásticos la negaron; y ot ros como Tomás de
Aquino, Duns Escoto, Durandus, Biel y otros la afirmaron. Todavía la doctrina de la
creación con el tiempo, o en el tiempo incluía los días. Erígena y Eckhart fueron la
excepción enseñando que el mundo se originó por emanación. Según pare ce, consideraron
que los días de la creación habían sido días ordinarios, aunque Anselmo sugirió que sería
146
3. Pasajes que se refieren a la sabiduría d e Dios en la obra de creación, Is. 40: 12 -14;
Jer. 10: 12-16; Juan 1: 3.
5. Pasajes que hablan de la creación como de la obra fundamental de Dios, I Cor. 11:
9; Col. 1: 16. Una de las más completas y de las más hermosas declaraciones la
encontraremos en Neh. 9: 6; "Tú sólo eres Jehová; tú hiciste los cielos, y los cielos
de los cielos, con todo su ejército, la tierra y todo lo que está en ella, los mares y
todo lo que hay en ellos; y tú vivificas todas estas cosas, y los ejércitos de los cielos
te adoran". Este pasaje es típico de otros varios, no tan extensos, que se encuentran
en la Biblia y que dan importancia al he cho de que Jehová es el Creador del
universo, Is. 42: 5; 45: 18; Col. 1: 16; Apoc. 4: 11; 10:6.
LA IDEA DE LA CREACIÓN
usa en los tres sentidos ya indicados: la creación original en Gén. 2: 4; Prov. 16: 4; Hech.
17: 24; más frecuentemente de creación posterior, Gén. 1: 7, 16 y 26; 2: 22; Sal 89: 47; y de
la obra de providencia en Sal 74: 17. El otro se usa en forma semejante: de la creación
original, Sal 90: 2 (quizá sea el único ejemplo de este uso); de creación posterior, Gén. 2: 7
y 19; Sal 104: 26; Amós 4: 13; Zac. 12: 1; y de la obra de providencia, Deut. 32: 18; Is. 43:
1, 7 y 21; 45: 7. Todas las tres palabras se encuentran juntas en Is. 45: 7. La creación en el
estricto sentido de la palabra puede definirse como aquel acto libre de Dios por medi o del
cual, El, según el consejo de su soberana voluntad y para su Propia gloria, en el principio
produjo todo el universo visible e invisible, sin el uso de material preexistente y así le dio
existencia distinta de la de Dios; pero dependiente de Él. En v ista de los datos escriturales
indicados arriba es completamente claro, sin embargo, que esta definición se aplica
solamente a lo que generalmente se conoce como creación original, primaria o inmediata,
es decir, la creación descrita en Gén. 1: 1. Pero la Biblia claramente usa la palabra "crear"
también en casos en los que Dios hizo uso de materiales preexistentes, como en la creación
del sol, de la luna, de las estrellas, de los animales y del hombre. De aquí que muchos
teólogos añadan un elemento a la def inición de la creación. Es así que Wollebius la define :
"La creación es aquel acto por medio del cual Dios produjo el mundo y todo lo que hay en
él, en parte de la nada, y en parte de material que por propia naturaleza era inadecuado, para
la manifestació n de la gloria de su poder, sabiduría y bondad". Sin embargo, ni aun así,
puede la definición cubrir aquellos casos designados en la Escritura como obra creativa, en
la cual, Dios, actúa por medio de causas secundarias. Sal 104: 30; Is. 45: 7 y 8; Jer. 31: 22;
Am. 4: 13, y produce resultados que solamente Él puede producir. La definición dada
incluye diversos elementos que demandan posterior consideración.
La Escritura nos enseña que el Dios Trino es el autor de la cre ación, Gén. 1: 1; Is. 40: 12;
44: 24; 45: 12, y esto lo distingue de los ídolos. Sal 96: 5; Is. 37: 16; Jer. 10: 11 y 12.
Aunque el Padre se destaca en la obra de creación, I Cor. 8: 6, ésta se reconoce también
claramente como la obra del Hijo y del Espíri tu Santo. La participación del Hijo en ella,
está indicada en Juan 1: 3; I Cor. 8: 6; Col. 1: 15 -17, y la actividad del Espíritu Santo en
ella, encuentra expresión en Gén. 1: 2; Job 26: 13; 33: 4; Sal 104:30; Is. 40: 12 y 13. La
segunda y la tercera personas no son poderes dependientes o meros intermediarios, sino
autores independientes unidos con el Padre. La obra no se dividió entre tres personas, sino
que la obra completa, aunque desde diferentes aspectos, se atribuye a cada una de las
personas. Todas las cosas son inmediatamente del Padre, por medio del Hijo, y en el
Espíritu Santo. En general, puede decirse que el ser es por el Padre, el pensamiento o la
149
idea es por el Hijo y la vida por el Espíritu Santo. Puesto que el Padre toma la iniciativa en
la obra de creación, con frecuencia se le atribuye económicamente a Él.
Algunas veces se nos muestra la creación como un acto necesario de Dios más bien que
como un acto libre determinado por su soberana voluntad. Las antig uas teorías de la
emanación y su moderna contraparte, las teorías panteístas, hacen naturalmente del mundo
un simple momento en el proceso de la evolución divina (Spinoza, Hegel), considerando
por tanto al mundo como un acto necesario de Dios. Y al decirlo así, tienen en mente no la
necesidad relativa que resulta del decreto divino, sino la necesidad absoluta que se deduce
de la propia naturaleza de Dios, de su omnipotencia (Orígenes) o de su amor (Rothe). Sin
embargo, tal posición no es bíblica. Las únicas obras de Dios que son inherentemente
necesarias, con una necesidad resultante de la mera naturaleza de Dios son las opera ad
intra, las obras de las personas por separado dentro del Ser Divino: Generación, Filiación y
Procesión. Afirmar que la creación es un acto necesario de Dios es afirmar también que la
creación es tan eterna como aquellas obras inmanentes de Dios. Cualquiera necesidad,
pues, que se les atribuya a las opera ad extra de Dios tiene que ser una necesidad
condicionada por el decreto divino y de la constitución resultante de las cosas. Tiene que
ser necesidad dependiente de la soberana voluntad de Dios, y por tanto no una necesidad en
el sentido absoluto de la palabra. La Biblia nos enseña que Dios creó todas las cosas, según
el consejo de su voluntad, Ef. 1: 11; Apoc. 4: 11; y que El es por sí mismo suficiente, y no
depende de sus criaturas en ninguna manera, Job 22: 2 y 3; Hech. 17: 25.
2. Dificultades que pesan sobre esta doctrina. Antes del principio mencionado en Gén.
1: 1, debemos postular una eternidad sin principio durante la cual únicamente Dios
existió. ¿Cómo debemos llenar estas edades vacías en la vida eterna de Dios? ¿Qué
hizo Dios antes de la creación del mundo? Está tan lejos de lo posible pensar de
Dios como un Deus otiosus (un Dios que no es activo) cuando que se conc ibe
generalmente como actus purus (pura acción). La Escritura lo presenta siempre
ocupado en trabajar, Juan 5: 17. ¿Podemos entonces decir que Dios pasó de un
estado de inactividad a uno de acción? Además ¿cómo se podrá reconciliar con la
inmutabilidad de Dios, la transición de un estado de inactividad a uno de acción?
66
Compárese Orr, Christian View of God and the Wo rld, pág. 130.
67
Bavink, Gere f. Dogm. II p. 452.
152
LA CREACIÓN COMO ACTO POR MEDIO DEL CUAL, ALGO TOMA CUERPO,
DE LA NADA.
68
Citado por Warfield, Calvin and Calvinism, p. 294.
153
kataskeuazein, Heb. 3: 4, y plassein, Rom. 9: 20. Ninguna de estas palab ras expresa
por sí misma la idea de crear de la nada.
69
Christian Dogmatics, p. 116.
70
Dogm. Theol. I, 467.
154
1. El mundo tiene una existencia distinta. Esto significa que el mundo no es Dios; y
que difiere de Dios, no solamente en grado, sino en propiedades esenciales. La
doctrina de la creación implica que en tanto que Dios existe por sí mismo, es
suficiente en sí mismo, infinito y eterno; el mundo es dependiente, finito y temporal.
El uno jamás podrá cambiarse en el otro. Esta doctrina es una barrera absoluta en
contra de la antigua idea de la emanación, como también en contra de todas las
teorías panteístas. El universo no es la forma de existir de D ios, ni la apariencia
fenoménica del Absoluto; y Dios no es simplemente la vida, o el alma, o la ley
interna del mundo, sino que goza su propia vid a eternamente completa, sobre el
mundo y en absoluta independencia de él. El es Dios trascendente, glorioso en
155
santidad, terrible en alabanzas, que hace maravillas. Esta doctrina está apoyada por
pasajes de la Escritura los cuales (1) testifican de la dife rente existencia del mundo,
Is. 42: 5; Hech. 17: 24; (2) hablan de la inmutabilidad de Dios. Sal 102: 27; Mal 3:
6; Sant. 1 : 17; (3) hacen comparación entre Dios y la criatura, Sal 90:2; 102:25 -27;
103:15-17; Is. 2:21; 22:17; etc.; y (4) hablan del mundo como puesto en pecado, o
pecador, Rom. 1: 18-32 ; I Juan 2 : 15-17, etc.
2. El mundo siempre está dependiendo de Dios. Aunque Dios concedió al mundo una
existencia distinta de la divina, no se retiró del mundo después de haberlo creado,
sino que permaneció en el más íntimo enlace con él. El universo no es como un
reloj al que Dios le dio Cuerda y ahora lo deja que `siga sin ninguna posterior
intervención divina. Esta concepción deísta de la creación no es bíblica ni científica.
Dios no es sólo Dios transcende nte, infinitamente exaltado sobre todas sus criaturas;
El es también el Dios inmanente que está presente en cada parte de su creación y
cuyo Espíritu está operando en todo el mundo. El está esencialmente, y no
meramente per potentiam, presente en todas sus criaturas ; pero no en cada una de
ellas está presente en la misma manera. Su inmanencia no debiera interpretarse
como una ilimitada extensión a través de todos los espacios del universo, ni como
una presencia partitiva, de modo que se encuentre una parte aquí y otra parte allá.
Dios es Espíritu, y precisamente porque es Espíritu está presente en todas partes
como un todo. Se dice que El llena los cielos y la tierra. Sal 139: 7 -10; Jer. 23: 24,
que constituye la esfera en la que vivimos y nos movemos y som os, Hech. 17: 28;
que renueva la faz de la tierra por medio de su Espíritu, Sal 104: 30; que habita en
aquellos que tienen un corazón quebrantado, Sal 51: 11; Is. 57: 15, y en la Iglesia
como su templo, I Cor. 3 : 16; 6: 19; Ef. 2: 22. Tanto la trascendenc ia como la
inmanencia encuentran expresión en un sencillo pasaje de la Escritura, es decir, Ef.
4: 6, en donde el Apóstol dice que tenemos "un Dios y Padre de todos, el cual es
sobre todos, y por todos, y en todos". La doctrina de la inmanencia divina ha s ido
estirada, en gran parte de la teología moderna, hasta el límite del panteísmo. El
mundo y especialmente el hombre, fueron considerados como las manifestaciones
fenoménicas de Dios. Actualmente hay una fuerte reacción contra esta posición en
la llamada "teología de crisis". A veces se piensa que esta teología ton su énfasis
sobre "la infinita diferencia cualitativa" entre tiempo y eternidad, sobre Dios como
el "completamente otro" y el Dios escondido, y sobre la, distancia entre Dios y el
hombre, excluye, naturalmente, la inmanencia de Nos. Brunner, sin embargo, nos
asegura que no es así. Dice: "Muchas cosas sin sentido se han dicho acerca de la
'teología bartiana' como que tiene percepción solamente para la trascendencia de
156
71
The Word and the World, p. 7.
72
The Word of God and the Word of Man, p. 291.
157
b. Debiera parecer de evidencia axiomática que Dios no existe por causa del
hombre, sino el hombre por causa de Dios. Solamente Dios es Creador y el
Bien Supremo, en tanto que el hombre es criatura, la cual, por esa misma
razón no puede ser el fin último de la creación. Los fines temporales
encuentran su finalidad en lo eterno, lo humano en lo divino, y no viceversa.
La teoría no se acomoda a los hechos. Es imposible subordinar a este fin
todo lo que hay en la creación y explicarlo todo en relación con la felicidad
humana. Esto resulta perfectamente evidente cuando se consideran todos los
sufrimientos que hay en el mundo.
último. Si Dios elige alguna cosa de la criatura como su fin último, tendría
que depender, hasta ese límite, de la criatura.
d. Ningún otro fin sería suficientemente completo para ser la verdadera
finalidad de los planes de Dios y de sus obras en la creación. Este tiene la
ventaja de abarcar subordinadamente otras diversas finalidades.
e. Es la única finalidad que se a lcanza real y perfectamente en el universo. No
podemos imaginar que un Dios sabio y omnipotente hubiera de escoger un
fin destinado a fracasar en todo o en parte, Job 23: 13. Hasta hoy muchas de
sus criaturas nunca alcanzan la perfecta felicidad.
La doctrina bíblica no es la única idea respecto al origen del mundo. Se han sugerido tres
teorías alternativas que en este punto merecen breve consideración.
LA TEORÍA DUALISTA
El dualismo no siempre se presenta en la misma forma; pero en su forma más usual afirma
como realidad dos principios que tienen existencia propia, Dios y la materia, diferentes el
uno del otro y tan eterno uno como el otro. La materia or iginal, sin embargo, se considera
nada más como una sustancia imperfecta y negativa (a la que a veces se le considera como
160
el mal) que está subordinada a Dios y se le hace instrumento de la voluntad divina (Platón,
Aristóteles, los gnósticos y los maniqueo s). Según esta teoría Dios no es el Creador, sino
solamente el diseñador y arquitecto del mundo. Este concepto es objetable por diferentes
razones.
Esta teoría afirma que el mundo es una necesaria emanación del S er Divino. De acuerdo
con ella Dios y el mundo son esencialmente uno, siendo el segundo la manifestación
fenoménica del primero. La idea de emanación es característica de todas las teorías
panteístas, aunque no siempre la presentan en la misma forma. Aquí, de nuevo, debemos
registrar algunas objeciones.
161
LA TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN
(átomos, electrones, etc.). No puede por sí mismo ser infinito; y que todo aquello
que está sujeto a un constante cambio no puede ser eterno. Además, se ha venido
haciendo cada vez más claro, que la materia ciega, o la energía no pueden ser el
origen de la vida y de la personalidad , ni de la inteligencia y el libre albedrío. Y la
idea de la generación espontánea es una pura hipótesis no sólo sin comprobación
sino también prácticamente gastada. La ley general de la naturaleza parece que es:
"omne vivum e vivo" o "ex vivo".
2. Otros evolucionistas abogan por lo que llaman evolución teísta. Esta postula la
existencia de Dios a espaldas del universo, en el cual Dios trabaja, siguiendo por
regla las inalterables leyes de la naturaleza, y por medio de fuerzas físicas
únicamente, pero en algunos casos por medio de directa y milagrosa intervención,
por ejemplo, en el caso del comienzo absoluto, el principio de la vida y el principio
de la existencia racional y moral. A esta opinión con frecuencia se le ha llamado
sarcásticamente "teoría sustitu to". En verdad se parece a la niña asustada que invoca
a Dios a intervalos periódicos para que auxilie a la naturaleza a fin de que ésta salve
los abismos que la niña ve abrirse a sus pies. No es ni la doctrina bíblica de la
creación, ni una teoría de la e volución consistente, porque la evolución se define
como "una serie de cambios gradualmente progresivos efectuados por medio de
fuerzas residentes" (Le Conte). De hecho, evolución teísta, es una contradicción de
términos. Es tan destructiva de la doctrina bíblica de la creación, como es la
evolución naturalista, y haciendo que intervenga la actividad creativa de Dios una y
otra vez, nulifica también la hipótesis evolucionista. Además de estos dos conceptos
también debemos mencionar la evolución creativa de Bergson y la evolución
emergente de C. Lloyd Morgan. La primera es panteísta vitalista, teoría que
envuelve la negación de la personalidad de Dios, y la última llega finalmente a la
conclusión de que no puede explicar sus llamadas emergencias sin afirmar
parcialmente un último factor que debe llamarse "Dios".
Desde los meros principios de la era cristiana se encuentran evidencias claras de la creencia
en la existencia de los ángeles. Unos eran reconocidos como buenos y otros como malos.
163
Los primeros eran tenidos en alta estima como seres personales de un orden elevado;
dotado de libertad moral; empleados en el gozoso servicio de Dios y ocupados por El para
ministrar al bienestar de los hombres. Según algunos de los primitivos Padres de la Iglesia
tenían cuerpos delicadamente etéreos. La convicción general era qu e los ángeles fueron
creados buenos; pero que algunos abusaron de su libertad y cayeron apartándose de Dios.
Satanás, que originalmente fue un ángel de rango eminente, era considerado como el jefe de
ellos. La causa de su caída fue el orgullo y la pecamino sa ambición; en tanto que la caída
de sus subordinados se atribuía a la lujuria con que se sintieron atraídos por las hijas de los
hombres. Este concepto se fundaba en la interpretación que comúnmente se daba entonces a
Gen 6: 2. Al lado de la idea general de que los ángeles buenos ministraban a las
necesidades y al bienestar de los creyentes, algunos acariciaban la noción específica de que
los ángeles servían como guardianes para personas e iglesias individuales. Las calamidades
de varias clases, como enfe rmedades, accidentes y pérdidas, se atribuían frecuentemente a
la perniciosa influencia de los malos espíritus. La idea de una jerarquía angélica ya había
hecho su aparición (Demente de Alejandría), pero no se consideraba correcto adorar a
ninguno de los ángeles.
A medida que el tiempo pasaba seguía considerándose a los ángeles como espíritus
bienaventurados, superiores a los hombres en conocimiento, y libres de los impedimentos
de los toscos cuerpos materiales. Aunque algunos todavía les atribuían finos cu erpos
etéreos se hacía cada vez más grande la incertidumbre acerca de que poseyeran tales
cuerpos. Aquellos que todavía se aferraban a la idea de que fueran corpóreos, lo hacían,
según parece, para sostener la verdad de que los ángeles estaban sujetos a li mitaciones
espaciales. Dionisio el Areopagita dividía los ángeles en tres clases: La primera consistía de
Tronos, Querubines y Serafines; la segunda de Poderes, Dominios y Potestades; y la
tercera, de Principados, Arcángeles y ángeles. La primera clase se representaba gozando de
la más estrecha comunicación con Dios; la segunda, como iluminada por la primera; y la
tercera como iluminada por la segunda. Esta clasificación fue adoptada por varios escritores
posteriores. Agustín insistía en el hecho de que los ángeles buenos habían sido
recompensados por su obediencia, con el don de la perseverancia, la cual llevaba consigo la
seguridad de que jamás caerían. El orgullo todavía se consideraba como la causa de la caída
de Satanás ; pero la idea de que el resto de los ángeles cayó como resultado de su lujuria
por las hijas de los hombres, aunque todavía era sostenida por algunos, iba desapareciendo,
gradualmente, bajo la influencia de una mejor exégesis de Gen 6: 2. Una influencia
benéfica se atribuía a los ángeles que no habían caído, mientras que a los caídos se les
consideraba como corruptores de los corazones humanos, que los estimulaban a la herejía y
que engendraban dolencias y calamidades. Las tendencias politeístas de muchos de los
164
Durante la Edad Media quedaban todavía algunos que se inclinaban a aceptar que los
ángeles tenían cuerpos etéreos; pero la opinión predominante los consideraba incorpóreos.
Las apariciones angélicas se explicaban dando por hecho que en tales casos los ángeles
adoptaban formas corporales, temporalmente, para entregar las revelaciones que se les
encomendaban. Entre los escolásticos se presentó una variedad de puntos para debate. En
cuanto al tiempo de la creación de los ángeles la opinión dominante era que fueron creados
al mismo tiempo que el universo material. En tanto que algunos sostenían que los ángeles
fueron creados en estado de gracia, la opinión más común era que habían sido creados en
un estado de perfección natural. Había muy poca diferencia de opinión en cuanto a la
pregunta de que si se puede decir que los ángeles ocupan un lugar en el espacio. La
respuesta que se acostumbra dar a esta pregunta era afirmativa, aunque se indicaba que su
presencia en el espacio no es circunscriptiva sino definitiva, puesto que solamente los
cuerpos pueden estar en el espacio circunscriptivamente. Mientras todos los esco lásticos
convenían en que el conocimiento de los ángeles es limitado, los tomistas y los escotistas
diferían considerablemente respecto a la naturaleza de este conocimiento. Todos admitían
que los ángeles recibían conocimiento infuso al tiempo de su creaci ón; pero Tomás de
Aquino negaba, y Duns Escoto afirmaba que los ángeles bien podrían adquirir nuevos
conocimientos por medio de su propia actividad intelectual. El primero sostenía que el
conocimiento de los ángeles es puramente intuitivo; pero el último a seguraba que también
podía ser discursivo. La existencia de los ángeles de la guarda encontró muy grande
aceptación durante la Edad Media.
El período de la Reforma no trajo nada nuevo respecto a la doctrina de los ángeles. Tanto
Lutero como Calvino tuviero n un vívido concepto de su ministerio y particularmente de la
presencia y poder de Satanás. Calvino afirmaba el hecho de que Satán está bajo el control
divino y que aunque algunas veces es el instrumento de Dios, sólo puede trabajar dentro de
límites prescritos. Generalmente, los teólogos protestantes consideraban a los ángeles como
seres espirituales puros, aunque Zanchius y Grotius se refieren todavía a ellos
considerándolos con sus cuerpos etéreos. En cuanto al trabajo de los ángeles buenos la
opinión general era que su tarea especial es servir a los herederos de la salvación. No había,
sin embargo, un acuerdo general respecto a la existencia de los ángeles guardianes.
Algunos apoyaban este concepto; otros se oponían a él, y todavía otros rehusaban
pronunciarse en favor o en contra. Nuestra confesión Belga dice en su artículo XII, que
trata de la creación: "Dios también creó a los ángeles buenos para que fueran sus
mensajeros y sirvieran a sus elegidos; algunos de estos ángeles buenos cayeron de su
165
excelencia en la que Dios los creó yendo a la eterna perdición; y los otros, por la gracia de
Dios, han permanecido firmes y continúan en su primitivo estado. Los demonios y los
malos espíritus son tan depravados que se han hecho enemigos de Dios y de toda cosa
buena y lo son con toda la fuerza de su poder, como asesinos que conspiran para ruina de la
Iglesia y de cada uno de sus miembros, para que por medio de sus malvados estratagemas
la destruyan del todo; y por tanto debido a su propia iniquidad están condenad os a eterna
perdición, y diariamente esperan sus horribles tormentos".
Hasta el tiempo presente el católico romano, generalmente, consideran a los ángeles como
espíritus puros en tanto que algunos protestantes, como Emmons, Ebrard, Kurtz, Delitzsch,
y otros, aun les adjudican cierta clase especial de cuerpos. Pero todavía la gran mayoría de
protestantes adoptan la opinión contraria, Swedemborg sostiene que los ángeles fueron
originalmente hombres y que existen en forma corporal. La posición que ocupan en el
mundo angelical depende de su vida en este mundo. Los racionalistas del siglo XVIII
negaban audazmente la existencia de los ángeles y explicaban lo que la Biblia enseña
acerca de ellos como una forma de adaptación. Algunos teólogos modernos y anchos
consideran digna de conservar la idea fundamental expresada en la doctrina de los ángeles.
Encuentran en ella una representación simbólica del cuidado protector y de la ayuda de
Dios.
Todas las religiones, reconocen la existencia d e un mundo espiritual. Sus mitologías hablan
de dioses, semidioses, espíritus, demonios, genios, héroes, etc. Entre los persas,
especialmente, fue donde la doctrina de los ángeles se desarrolló y muchos eruditos críticos
aseguran que los judíos derivaron s u angelología, de los persas; pero esta teoría no está
probada, y para decir lo menos posible acerca de ella, es muy dudosa. No puede
ciertamente armonizarse con la palabra de Dios, en la que los ángeles aparecen desde el
mero principio. Además, algunos gr andes eruditos que han estudiado el asunto en forma
especial, llegaron a la conclusión de que la angelología persa se derivó de la que estaba en
boga entre los hebreos. La Iglesia cristiana siempre ha creído en la existencia de los ángeles
; pero en la moderna teología ancha esta creencia ha sido desechada, aunque todavía
considera la teoría angélica como útil, puesto que imprime sobre nosotros "el poder
viviente de Dios en la historia de la redención, su providencia especialísima para su pueblo
y especialm ente para los `pequeños'" 73 Aunque hombres de la talla de Lebnitz, Wolff, Kant
y Schleiermacher, admitieron la posibilidad de la existencia de un mundo angelical, y
73
Foster, Christianity in Its Modem Expression, p. 114.
166
algunos de ellos hasta trataron de probarlo mediante argumentación racional, es del todo
evidente que la filosofía no puede probar ni desaprobar la existencia de los ángeles. Por lo
mismo, dejándola, nos volvemos a la Escritura, la cual no hace un intento deliberado de
probar la existencia de les ángeles, sino que la a mite por completo, y en sus libros
históricos repetidamente nos presenta a los ángeles en acción. Ninguno de los que se
inclinan ante la autoridad de la palabra de Dios puede dudar de la existencia de los ángeles.
La creación de los ángeles ha sido negada en algunas ocasiones. Pero está claramente
enseriada en las Escrituras. No es cierto que aquellos pasajes que hablan de la creación del
ejército de l cielo (Gen 2: 1; Sal 33: 6; Neh. 9: 6) se refieran a la creación de los ángeles más
bien que a la creación del ejército de estrellas; pero el Sal 148: 7, 5, y Col. 1: 16 sí hablan
claramente de la creación de los ángeles (compárese I Reyes 22:19; Sal 103 :20, 21). El
tiempo de su creación no puede fijarse con exactitud. La opinión de algunos basada en Job
38: 7 de que fueron creados antes de todas las demás cosas, realmente no encuentra apoyo
en la Escritura. Hasta donde sabemos, ninguna obra creativa prec edió a la creación de los
cielos y de la tierra. El pasaje de Job 38: 7 enseña, realmente, en forma poética que los
ángeles estuvieron presentes en la fundación del mundo, así como también las estrellas ;
pero no que ellos existieron antes de la primitiva creación de los cielos y de la tierra. La
idea de que la creación de los cielos se hizo totalmente en el primer día y que la creación de
los ángeles fue simplemente una parte del trabajo de ese día, es también una hipótesis sin
base, aunque el hecho de que la declaración de Gen 1: 2 se aplica nada más a la tierra
parecería favorecerla. Posiblemente la creación de los cielos no se completó en un solo
momento como tampoco la de la tierra. La única afirmación segura parece ser la de que
fueron creados antes de l séptimo día. Esto es, cuando menos, lo que se deduce de pasajes
como Gen 2: 1; Ex 20: 11; Job 38: 7; Neh. 9: 4.
Esto ha sido siempre disputado. Los judíos y muchos de los primitivos padres de la Iglesia
les adjudicaron cuerpos aéreos o de fuego; pero la Iglesia de la Edad Media llegó a la
167
conclusión de que son seres espirituales puros. Sin embargo, aun después de eso, algunos
teólogos católico romanos, y hasta luteranos y reformados les atribuyeron cierta
corporeidad, más sutil y pura. Consideraron la idea de una naturaleza puramente espiritual e
incorpórea como metafísicamente inconcebible y también como incompatible con la
concepción de una criatura. También apelaron al hecho de que los ángeles están sujetos a
limitaciones espaciales, se mueven de un lugar a otro, y algunas veces fueron vistos por los
hombres. Pero todos estos argumentos están más que contrabalanceados por las
afirmaciones explícitas de la Escritura en el sentido de que los ángeles son pneúmata.
(Espíritus) Mat. 8: 16; 12: 45; Luc. 7: 21; 8: 2; 11: 26; Hech. 19: 12; Ef. 6: 12; Heb. 1: 14.
No tienen carne ni hueso, Luc. 24: 39, no se casan, Mat. 22: 30, pueden estar presentes en
gran número dentro de un espacio muy limitado Luc. 8: 30, y son invisibles, Col. 1:16.
Pasajes como Sal 104: 4 (compárese Heb. 1: 7); Mat. 22: 30; y I Cor. 11: 10, no prueban la
corporeidad de los ángeles. Tampoco se prueba por las descripciones simbólicas de ángeles
en la profecía de Ezequiel y en el libro de Apocalipsis, ni por sus apariciones en formas
corporales, aunque es difícil decir si los cuerpos que tomaron en ciertas ocasiones fueron
reales o solamente aparentes. Es claro, sin embargo, que son criaturas, y por tanto finitas y
limitadas, aunque guarden una relación más l ibre, en cuanto al tiempo y el espacio, que los
hombres. No podemos adjudicarles un ubi repletivum, ni un ubi circuscriptivum, sino
solamente un ubi definitivum. No pueden estar simultáneamente en dos o más lugares.
Esto significa que son seres personales, dotados de inteligencia y voluntad. El hecho de que
son seres inteligentes se deduciría de inmediato del hecho de que son espíritus. Pero
también está enseñado explícitamente en la Escritura, II Sam. 14: 20; Mat . 24: 36; Ef. 3: 10;
I Pedro 1: 12, II Pedro 2: 11. Aunque no son omniscientes, son superiores a los hombres en
conocimiento Mat. 24: 36. Además poseen naturaleza moral y, por tanto, se encuentran
bajo obligación moral; son recompensados por la obediencia y castigados por la
desobediencia. La Biblia habla de los ángeles que permanecieron leales como "ángeles
santos", Mat. 25: 31; Marc. 8: 38; Luc. 9: 26; Hech. 10: 22; Apoc. 14: 10, y describe a los
que cayeron, como mentirosos y pecadores, Jn. 8: 44, I Jn. 3: 8-10. Los ángeles buenos
también son inmortales en el sentido de que no están sujetos a la muerte. Refiriéndose a
esto se dice que los santos en el cielo son como ellos, Luc. 20: 35, 36. Además de todo esto,
se les adjudica gran poder, forman el ejércit o de Dios, un ejército de héroes poderosos,
siempre listos para ejecutar las órdenes del Señor, Sal 103 : 20; Col. 1: 16; Ef. 1 : 21; 3 : 10;
Heb. 1: 14; y los ángeles malos forman el ejército de Satanás inclinados a destruir el trabajo
del Señor, Luc. 11: 21; II Tes. 2: 9; I Pedro 5: 8.
168
La Biblia proporciona muy poca información respecto al estado original de los ángeles.
Leemos, sin embargo, que al terminar Dios su trabajo creativo, vio todo lo que había hecho
y h aquí que era muy bueno. Además, Jn. 8: 44; II Pedro 2: 4 y Judas 6 pre ponen una
buena condición original de todos los ángeles. Los ángeles buenos se llaman elegidos en I
Tim. 5: 21. Recibieron, evidentemente, en adición a la gracia con que todos los ángeles
fueron dotados, y que fue suficiente para hacerlos capaces de retener su posición, una
gracia especial de perseverancia por medio de la cual fueron confirmados en su posición.
Ha habido una gran cantidad de inútiles especulaciones acerca del tiempo y carácter de la
caída de los ángeles. La teología protestante, sin embargo, se ha satisfecho, generalmente,
con el conocimiento de que los ángeles buenos retuvieron su estado original, fueron
confirmados en su posición y ahora son incapaces de pecar. No solamente se les llama
ángeles santos, sino también ángeles de luz, II Cor. 11: 14. Siempre contemplan la faz de
Dios Mat. 18: 10, son nuestro ejemplo en hacer la voluntad de Dios. Mat. 6: 10, y poseen
vida inmortal, Luc. 20: 36.
SU NÚMERO
La Biblia no contiene información respecto al número de los ángeles pero indica muy
claramente que constituyen un ejército poderoso. Repetidamente se le llama el ejército del
cielo, o de Dios, y este término por sí m ismo señala a un número de grande proporción. En
Deut. 33: 2 leemos que "Jehová vino de Sinaí. . . de entre diez millares de santos", y en el
Sal 68: 17 el poeta canta, "Los carros de Dios se cuentan por veintenas de millares de
millones; el Señor viene de l Sinaí a su santuario". En respuesta a la pregunta de Jesús
dirigida a un espíritu inmundo la respuesta fue, "me llamo legión porque somos muchos",
Marc. 5: 9, 15. La legión romana no era siempre igual sino que variaba de 3000 a 6000
soldados. En Getsemaní Jesús dijo cuando la tropa vino a tomarle prisionero, "¿acaso
piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que El me daría más de doce legiones de
ángeles?" Mat. 26: 53 y, finalmente, leemos en Apoc. 5: 11, "y miré y oí la voz de muchos
ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era
millones de millones." Atendiendo a todos estos datos es perfectamente seguro decir que
los ángeles constituyen una compañía innumerable, un ejército poderoso. No forman un
169
organismo como la humanidad, porque son espíritus que no se casan ni nace uno del otro.
Su número completo fue creado en el principio; no ha habido aumento en sus filas.
SUS ÓRDENES
Aunque los ángeles no constituyen un organismo, sin embargo, es evidente que tiene n
alguna organización. Esto se colige del hecho de que al lado del nombre general "ángel", la
Biblia usa ciertos nombres específicos para indicar diferentes clases de ángeles. El nombre
"ángel", por medio del cual, generalmente, designamos los espíritus su periores, no es un
nomen naturae en la Escritura, sino un nomen officii. La palabra hebrea marak simplemente
significa mensajero, y sirve para designar a alguno, enviado por hombres, Job 1: 14; I Sam.
11: 3, o por Dios, Hageo 1: 13; Mal. 2: 7; 3: 1. El tér mino griego aggelos también se aplica
frecuentemente a los hombres, Mat. 11: 10; Marc. 1: 2; Luc. 7: 24; 9: 51; Gál. 4: 14. No
hay en la Escritura un nombre general y distintivo para todos los Seres espirituales. Se les
llama hijos de Dios, Job 1: 6; 2: 1; Sal 29: 1; 89: 6, espíritus, Heb. 1: 14, santos, Sal 89: 5,
7; Zac. 14:5; Dan 8: 13, vigilantes, Dan 4: 13, 17, 24. Sin embargo, hay varios nombres
específicos que indican diferentes clases de ángeles.
2. Serafines. Una clase parecida de ángeles son los serafines que se mencionan
solamente en Is. 6: 2, 6. También se les representa simbólicamente en forma
humana, pero con seis alas, dos que cubren su faz, dos que cubren sus pies y dos
para ejecutar rápidamente los mandatos del Señor. A diferencia de los querubines
permanecen alrededor del trono como sier vos del Rey Celestial, cantan sus
alabanzas, y están siempre listos para ejecutar sus órdenes. En tanto que los
querubines se muestran poderosos, los serafines deben reconocerse como los más
nobles de todos los ángeles. Mientras los primeros resguardan la santidad de Dios,
170
los segundos sirven a los fines de la reconciliación, y preparan a los hombres de esta
manera para que se acerquen debidamente a Dios.
4. Gabriel y Miguel. A distinción de todos los otros ángeles a éstos dos se les
menciona por nombre. Gabriel aparece en Dan 8: 16; 9: 21; Luc. 1: 19, 26. La gran
mayoría de comentadores lo reconocen como un ángel creado pero algunos de ellos
niegan que el nombre Gabriel sea nombre propio y lo consideran como nombre
común, que significa hombre de Dios, un sinónirr o de ángel; pero esta es una
posición insostenible. 74 Algunos de los comentadores primitivos y otros de los más
recientes ven en Gabriel un ser increado, y algunos hasta sugieren que debe ser la
tercera persona de la Santa Trinidad, y que Migue l debe ser la segunda. Pero una
simple lectura de los pasajes mencionados muestran la imposibilidad de esta
interpretación. Gabriel puede ser uno de los siete ángeles que se dice que
permanecen delante de Dios en Apoc. 8: 2 (compárese Luc. 1: 19). Parece q ue su
tarea especial ha sido mediar en las revelaciones divinas e interpretarlas. El nombre
Miguel (significa literalmente "¿quién es Dios?") ha sido interpretado como una
designación de la segunda persona de la Trinidad. Pero esto no es más sostenible
que la identificación de Gabriel con el Espíritu Santo. Miguel se menciona en Dan
10: 13, 21; Judas 9; Apoc. 12: 7. Atendiendo al hecho de que se le llama "el
arcángel" en Judas 9, y a la expresión usada en Apoc. 12: 7 parecería que ocupa un
sitio importante entre los ángeles. Los pasajes de Daniel también señalan el hecho
de que Miguel es un príncipe entre los ángeles. Vemos en él al valiente guerrero que
libra las batallas de Jehová en contra de los enemigos de Israel y de los malos
poderes del mundo de los espíritus. No es imposible que el título "arcángel" también
se aplique a Gabriel y a otros cuantos ángeles.
74
Compárese especialmente Kuyper, De Engelen Gods, p. 175.
171
Podemos distinguir entre el servicio ordinario. Este consiste ante todo en alabar a Dios día
y noche, Job 38: 7; Is. 6; Sal 103: 20; 148: 2; Apoc. 5: 11. La Escritura da la impresión de
que hacen esto audiblemente, como en el nacimiento de Cristo, aunque no podemos
formarnos ninguna idea del lenguaje y del canto de los ángeles. Desde la entrada del pecado
al mundo han sido enviados para servir a los que son herederos de la salvación, Heb. 1: 14.
Se regocijan en la conversión del pecador, Luc. 15: 10; velan sobre los creyentes, Sal 34: 7;
91: 11; protegen a los pequeñitos, Mat. 18: 10; están presentes en la Iglesia, I Cor. 1 1: 10; I
Tim. 5: 21; aprenden de ella las multiformes riquezas de la gracia de Dios, Ef. 3: 10; I
Pedro 1: 12, y conducen a los creyentes al seno de Abraham, Luc. 16: 22. La idea de que
algunos de ellos sirven de guardas a creyentes individuales no encuent ra base en la
Escritura. La declaración en Mat. 18: 10 es demasiado general para probar el punto, aunque
parece indicar que hay un grupo de ángeles que están particularmente encargados del
cuidado de los pequeñitos. Tampoco se prueba por lo que dice en Hec h. 12: 15, puesto que
este pasaje únicamente demuestra que hasta entre los discípulos había algunos que en aquel
remoto principio creían en ángeles guardianes.
El servicio extraordinario de los ángeles se hizo necesario a causa de la caída del hombre y
constituye uno de los elementos importantes en la revelación especial de Dios. Con
frecuencia median en las revelaciones especiales de Dios; comunican bendiciones a su
pueblo, y ejecutan juicios sobre sus enemigos. Su actividad es más prominente en los
grandes momentos críticos de la economía de la salvación, como en los días de los
patriarcas, la época de la entrega de la ley, el período de la ley, el período de la deportación
y el de la restauración, y en el nacimiento, la resurrección y la ascensión del Señ or. Cuando
se cierra el período de la revelación especial de Dios el servicio extraordinario de los
ángeles cesa, y solamente recomenzará hasta el regreso del Señor.
SU ORIGEN
Además de los ángeles buenos también hay ángeles malos que se deleitan en oponerse a
Dios y en combatir su obra. Aunque también ellos son criaturas de Dios, no fueron criados
como ángeles malos. Dios vio todo lo que había creado y todo ello era muy bueno, Gen 1:
31. Hay dos pasajes en la Escritura, de los que claramente se deduce que algunos de los
172
ángeles no retuvieron su posición original, sino que cayeron del estado en que fueron
creados, II Pedro 2: 4; Judas 6. El pecado especial de estos ángeles no ha sido revelado pero
generalmente se ha pensado que consistió en que se exaltaron en contra de Dios, y
aspiraron a la suprema autoridad. Si esta ambición jugó una parte importante en la vida de
Satanás y lo llevó hasta su derrumbe, eso explicaría desde luego por qué tentó al hombre en
este punto particular, y procuró seducirlo para lograr su destrucción apelando a una posible
y parecida ambición del hombre. Algunos de los primitivos padres de la Iglesia establecían
distinción entre Satanás y los demonios subo rdinados a él, al explicar la causa de su caída.
La de Satanás estuvo fundada en el orgullo; pero la de los que integraron la más numerosa
caída en el mundo angelical se fundó en la lujuria carnal, Gen 6: 2. Esa interpretación de
Gen 6: 2 fue sin embargo g radualmente desechada durante la Edad Media. En vista de esto
es muy sorprendente encontrar que varios de los comentadores modernos están repitiendo
la idea al interpretar II Pedro 2: 4 y Judas 6, por ejemplo, Meyer, Alford, Mayor,
Wohlenberg. Sin embargo, esta es una explicación contraria a la naturaleza espiritual de los
ángeles, y al hecho de que como se deduce de Mat. 22: 30 no hay vida sexual entre los
ángeles. Además, siguiendo esta explicación tendríamos que admitir una doble caída en el
mundo angelical; primero la caída de Satanás y después, considerablemente más tarde, la
caída de la que resultó el ejército de diablos que ahora sirven a Satanás. Parece ser mucho
más aceptable que Satanás arrastró a los otros juntamente con él en su caída.
SU JEFE
Satanás aparece en la Escritura como el jefe reconocido de los ángeles caídos. Fue
originalmente, según parece, uno de los más poderosos príncipes del mundo angelical, y se
convirtió en guía de los que se revelaron y cayeron de la comunión con Dios. El nomb re
"Satanás" lo señala como "el adversario", no principalmente del hombre, sino de Dios.
Atacó a Adán como la corona de la obra de Dios, opera destrucción y por eso se le llama
Apolión (el destructor) y asalta a Jesús cuando éste inicia la obra de restaura ción. Después
de la entrada del pecado en el mundo él se hace Diablo (el acusador), porque acusa
continuamente al pueblo de Dios, Apoc. 12: 10. Se le presenta en la Escritura como el
originador del pecado, Gen 3: 1, 4; Jn. 8: 44; II Cor. 11: 3; I Jn. 3: 8; Apoc. 12: 9; 20: 2, 10,
y aparece como jefe reconocido de los caídos, Mat. 25: 41; 9: 34; Ef. 2: 2. Sigue siendo jefe
de los ejércitos angelicales que arrastró con él en su caída, y los emplea en hacer resistencia
desesperada contra Cristo y su reino. Rep etidamente también se le llama "el príncipe de
este" (no, "del") mundo, Jn. 12: 31; 14: 30; 16: 11, y aun el dios de este mundo", II Cor. 4:
4. Esto no significa que él tenga el control del mundo puesto que Dios lo tiene, y El ha
entregado toda autoridad a Cristo; pero esto sirve para dar idea de que Satanás tiene el
173
control de este mundo malo, el mundo que, éticamente, está muy separado de Dios. Esto se
indica claramente en Ef. 2: 2, en donde se le llama "el príncipe de los poderes del aire, del
espíritu que obra en los hijos de desobediencia". Es supe humano, pero no divino; tiene
grande poder, pero no es omnipotente; ejerce influencia en grande a la vez que en
restringida escala, Mat. 12: 29; Apoc. 20: 2, y está destinado a ser arrojado en el abismo.
SU ACTIVIDAD
Así como los ángeles buenos, también los ángeles malos poseen poder sobrehumano, pero
el uso que hacen con él contrasta tristemente con el de los ángeles buenos. Mientras éstos
alaban perennemente a Dios, libran sus batallas y le sirven fielmente , los malos como
poderes de las tinieblas están inclinados a maldecir a Dios, a batallar en contra de Él y de su
Ungido, y a destruir la obra divina. Están en constante rebelión contra Dios, tratan de cegar
y extraviar aun a los elegidos, y estimulan a los pecadores en su maldad. Pero son espíritus
perdidos y sin esperanza. Están encadenados ya al infierno y al abismo de las tinieblas, y
aunque no están todavía limitados a un lugar, sin embargo, como dice Calvino, llevan
arrastrando sus cadenas por dondequiera que van, II Pedro 2: 4; Judas 6.
Así como los hebreos, otras naciones tuvieron también sus relatos respecto al origen del
universo material y del modo en que el caos original se convirtió en un cosmos o mundo
habitable. Algunos de esos relatos revelan rasgos de similaridad con el registro bíblico;
pero contiene un número mucho mayor de sorprendentes diferencias. Como si fuera una
regla se caracteriza por elementos dualistas o politeístas, representan al mundo como
resultado de una fiera lucha entre los dioses, y están a muy grande distancia de la sencillez
y sobriedad del relato bíblico. Sería aconsejable comenzar nuestra discusión acerca de esos
detalles con unas cuantas indicaciones generales.
Es cosa significativa que el relato de Génesis 1 aunque menciona la creación de los cielos
no le dedica posterior atención al mundo espiritual. Se ocup a solamente del mundo
material, y lo representa principalmente como la habitación del hombre y el teatro de sus
actividades. Trata no de realidades invisibles, como los espíritus, sino de las cosas que se
ven. Y porque estas cosas son palpables a los senti dos humanos, vienen a discusión no sólo
en la teología, sino también en otras ciencias y en la filosofía. Pero en tanto que la filosofía
trata de investigar a la luz de la razón el origen y la naturaleza de todas las cosas, la teología
halla su punto de partida en Dios; por su revelación especial se deja guiar respecto a la obra
de creación, y considera todas las cosas en relación con El. El relato de la creación es el
principio de la revelación que Dios hace de sí mismo, y nos informa de la relación
fundamental en que todas las cosas, incluso el hombre, se encuentran respecto a Él.
Acentúa la posición original del hombre, para que los hombres de todas las épocas tengan
un adecuado entendimiento del resto de la Escritura como una revelación de la Redención.
Aunque no pretenda darnos una cosmogonía completamente filosófica, contiene elementos
importantes para la construcción de una verdadera cosmogonía.
babilónico se descubrió, muchos eruditos precisamente dieron por hecho que la narración
bíblica se derivaba de la fuente babilónica, olvidando que hay a lo menos otras dos
posibilidades, es decir
Pero de cualquiera manera que el asunto se conteste, no resuelve el problema del origen de
la narración. ¿Cómo se produjo el original, oral o escrito? Algunos lo consideraron
sencillamente como el producto natural de la reflexión humana en cuanto al origen de las
cosas. Pero esta explicación es extremadamente inadecuada en vista de los siguientes
hechos
3. Solamente por la fe podemos entender que el universo fue hecho por la palabra de
Dios, Heb. 11: 3.
Por tanto llegamos a la conclusión de que la historia de la creación fue revelada a Moisés o
a alguno de los primitivos patriarcas. Si esta revelación fue premosaica, pasó como
tradición (oral o escrita) de una generación a otra, perdió proba blemente algo de su pureza
original, y finalmente fue incorporada en su forma pura, bajo la dirección del Espíritu
Santo, en el primer libro de la Biblia.
LA INTERPRETACIÓN DE GEN. 1: 1 y 2.
1. Porque la narración que sigue está conectada con el primer versículo mediante la
conjunción hebrea waw, lo que no tendría razón de ser si el primer versículo fuera
un título
176
3. Porque los versículos siguientes no contienen ningún relato sobre la creación de los
cielos.
La interpretación más generalmente aceptada es que Gen 1:1 consigna la creación original e
inmediata del universo, llamada en estilo hebraísta "cielos y tierra". En esta expresión la
palabra "cielos" se refiere al orden invisible de cosas en las que la gloria de Dios se revela
de la manera más perfecta. No puede considerarse como una designación de los cielos
cósmicos, se trate de las nubes o de las estrellas, porque éstas fueron creadas en el día
segundo y en el cuarto de la semana de la creación. Luego en el versículo 2 el autor
describe la condición original de la tierra (c ompárese Sal 104: 5 y 6). Es una cuestión
debatible, si la creación original de la materia formó parte del trabajo del primer día, o
estuvo separada de ella por un período de tiempo más o menos largo. De los que prefieren
interponer un largo período entre ambas partes sostienen algunos que el mundo fue
originalmente un lugar habitado por ángeles y que fue destruido como resultado de la caída
de ese mundo angelical, habiendo sido posteriormente recuperado y convertido en una
adecuada habitación para el hombre. Nos referimos a esta teoría restitutiva en otro lugar.
Algunos eruditos consi deran que los días de Génesis 1 fueron largos períodos de tiempo,
para hacerlos armonizar con los períodos geológicos. La opinión de que estos días no
fueron de los ordinarios de veinticuatro horas, no fue del todo extraña a la teología cristiana
primitiva como lo demuestra detalladamente E. C. Messenger en su documentada obra
sobre Evolution and Theology. Pero algunos de los Padres de la Iglesia que sugerían que
estos días probablemente no debían considerarse como días ordinarios, expresaron la
177
opinión de que la obra completa de creación fue terminada en un instante de tiempo y que
los días únicamente constituían una estructura simbólica que facilitaba la descripción de la
creación en una forma ordenada para hacerla así más inteligible a las mentes finitas. La
opinión de que los días de la creación fueron largos períodos se volvió de actualidad otra
vez en años recientes, sin embargo, no como resultado de estudios exegéticos, sino bajo la
influencia de los descubrimientos de la ciencia. Antes del Siglo XIX, los días del Génesis,
más generalmente, se consideraban como días literales. Pero, desde luego la interpretación
humana es falible y tiene que ser revisada a la luz de posteriores descubrimientos. Si la
exégesis tradicional está en oposición, no solamente contra las teorías científicas que sólo
son interpretaciones, sino contra bien fundados hechos, se impone naturalmente una
revisión y una reinterpretación. Sin embargo, difícilmente puede sostenerse que los
aceptados períodos geológicos necesiten un cambio de frente, puesto que están
generalmente reconocidos como hechos bien fundados aun en círculos científicos. Algunos
eruditos cristianos, como Harris, Miley, Bettex, y Geesink, dan por hecho que los días de
Génesis son días geológicos, y tanto Shedd como H odge llaman la atención al
extraordinario acuerdo que existe entre el relato de la creación y el testimonio de las rocas,
por lo cual se inclinan a considerar los días de Génesis como períodos geológicos. Surge el
problema de si es exegéticamente posible c oncebir los días de Génesis como grandes
períodos de tiempo. En este terreno debe admitirse que la palabra hebrea yom no siempre
denota en la Escritura un período de veinticuatro horas y no siempre se usa en el mismo
sentido ni siquiera en el relato de la creación. Puede significar día de luz a diferencia de
tinieblas, Gen 1: 5, 16 y 18; día de luz y tinieblas juntamente, Gen 1: 5, 8, 13, etc.; los seis
días tomados juntamente, Gen 2: 4; y un período indefinido caracterizado en toda su
duración por algún rasgo especial, por ejemplo, la tribulación, Sal 20: 1; la ira, Job 20: 28;
la prosperidad, Ecl. 7: 14; o la salvación, II Cor. 6: 2. Actualmente algunos sostienen que la
Biblia favorece la idea de que los días de la creación fueron períodos indefinidos y ll aman
la atención a los siguientes puntos:
1. El sol no fue creado sino hasta el cuarto día, y por tanto la duración de los días
anteriores no puede determinarse por la relación de la tierra con el sol. Esto es
perfectamente cierto, pero no prueba el punto. E videntemente, Dios había
establecido, con anterioridad al cuarto día, una alternación rítmica de luz y tinieblas,
y no hay base para la hipótesis de que los primeros tres días medidos así fueron de
mayor duración a partir del cuarto. ¿Por qué hemos de dar por hecho que Dios
aumentó enormemente la velocidad de las revoluciones de la tierra después de que
la luz quedó concentrada en el sol?
178
2. Los días aquí mencionados son días de Dios, días arquetípicos de los que los días de
los hombres no son sino copias de l original; con Dios mil años son como un día, Sal
90: 4, II Pedro 3: 8. Pero este argumento se basa en una confusión de tiempo y
eternidad. Dios ad intra no tiene días sino que vive en la eternidad muy por arriba de
todas las medidas de tiempo. Esta es ta mbién la idea que nos traen el Sal 90: 4 y II
Pedro 3: 8. Los únicos días verdaderos de los que Dios tiene conocimiento son los
que corresponden al tiempo espacio de este mundo. ¿Cómo puede deducirse del
hecho de que Dios esté sobre todas las limitaciones del tiempo, tal como existen en
este mundo en donde se le mide por días, semanas, meses y años, que un día que
puede ser un período de cien mil años sea equivalente a uno de veinticuatro horas?
3. El séptimo día, el día en que Dios descansó de sus labores s e dice que continúa
hasta el presente y Por lo tanto debe considerarse como un período de millares de
años. Es el día de reposo de Dios, y este día de reposo no tiene fin. Este argumento
presenta una confusión parecida. Toda la idea de que Dios principió l a creación a un
cierto tiempo, luego cesó después de seis días, no se aplica a Dios como es en sí
mismo, sino únicamente a los resultados temporales de su actividad creadora. El es
inmutablemente el mismo de una a otra edad, su día de reposo no es un perío do de
tiempo indefinidamente prolongado, es eterno. Por otra parte, el día de reposo de la
semana de la creación fue un día tan largo como los otros. Dios no solamente reposó
en ese día, sino que también lo bendijo y lo santificó, separándolo como día de
reposo del hombre, Ex 20: 11. Esto difícilmente podría aplicarse a todo el período
transcurrido desde la creación hasta el presente.
El concepto más aceptado ha sido siempre el que los días de Génesis 1 han de entenderse
como días literales. Algunos de los primitivos Padres de la Iglesia no los consideraron
como indicaciones verdaderas del tiempo en el que la obra de creación fue ejecutada, sino
más bien como formas literarias e n las que el escritor de Génesis moldeó el relato de la
creación para dar un cuadro objetivo de ella la cual, en verdad, fue hecha en un solo
instante en una forma ordenada, a la inteligencia humana. Únicamente después de que las
comparativamente nuevas ciencias de la geología y la paleontología avanzaron con sus
teorías acerca de la enorme edad de la tierra, fue cuando los teólogos comenzaron a
mostrarse inclinados a identificar los días de la creación con las grandes edades geológicas.
Actualmente alguno s de ellos consideran como un hecho ya establecido que los días de
179
Génesis 1 fueron grandes períodos geológicos; otros están un tanto inclinados a tomar esta
posición; pero demuestran muchas dudas. Hodge, Sheldon, Van Ossterze, y Dabney, son
algunos de los que no están enteramente en contra de este concepto y concuerdan con todos
los demás en que esta interpretación de los días es exegéticamente dudosa, si no imposible.
Kuyper y Bavink sostienen que, aunque los primeros tres días pudieron haber sido de
long itudes un tanto diferentes, los últimos tres indudablemente fueron días ordinarios.
Natural mente no consideran, ni siquiera los primeros tres días como períodos geológicos.
Vos en su obra Gereformeerd Dogmatick defiende la posición de que los días de la c reación
fueron días ordinarios. Hepp toma la misma posición en su obra Calvinism and the
Philosophy of Nature. 75 Noortzij en su obra Gods Woord en der Eeuwen Getuigenis. 76
Afirma que la palabra hebrea yom (día) en Génesis 1, posiblemente no puede designar
ninguna otra cosa que un día ordinario; pero sostiene que el escritor de Génesis no le añadió
ninguna importancia al concepto "día", sino que lo introdujo simplemente como parte de la
estructura para el relato de la creación, y no para indicar consecuencia h istórica alguna, lo
que sin embargo le permitió darnos un cuadro de la gloria de las criaturas a la luz del gran
propósito redentor de Dios. De consiguiente, el día de reposo es el gran punto culminante
en el que el hombre alcanza su verdadero destino. Est e concepto nos recuerda vivamente la
posición de algunos Padres de la Iglesia. Los argumentos aducidos para ello no son muy
convincentes como Aalders lo ha demostrado en su obra De Eerste Drie Hoofdstukken van
Génesis. 77 Este erudito del Antiguo Testamento sostiene, apoyándose en Génesis 1 : 5, que
el término yom en Génesis 1 denota simplemente el período de luz para distinguirlo del de
las tinieblas ; pero este concepto parecería envolver una muy antinatural interpretación de
la expresión repetida "y fue la tarde y la mañana". Debe, pues, interpretarse así: Y hubo
tarde precedida por una mañana. De acuerdo con el Dr. Aalders, que opina del mismo
modo, la Escritura ciertamente favorece la idea de que los días de la creación fueron días
ordinarios, aunque no sea posible determinar su longitud exacta, y también él opina que los
tres primeros días pueden haber sido un tanto diferentes de los últimos tres.
Se prefiere la interpretación literal del término "día" en Génesis 1 por las siguientes
consideraciones:
75
P. 215.
76
Pp. 79 y siguientes.
77
Pp. 232-240.
180
tiene ningún otro significado, sino "día", tal como el hombre lo conoce sobre la
tierra.
4. Los últimos tres días con seguridad fueron días ordinarios puesto que se
determinaron por la carrera acostumbrada del sol. Aunque no podemos estar
absolutamente seguros de que los días precedentes no difieren un tanto de los otros
en longitud, es extremadamente imposible que difieran de los otros como difieren
los días ordinarios de los períodos de millares y millares de años. También puede
preguntarse, por qué se habría de requerir un largo período pa ra la separación, por
ejemplo, de la luz y las tinieblas.
Notemos en la obra de creación una gradación definida, en la que el trabajo de cada día
conduce a, y a la vez prepara la obra del siguiente, culminando el todo en l a creación del
hombre, que es la corona de la obra manual de Dios, confiándole la importante tarea de
hacer que toda la creación contribuya para la gloria de Dios.
1. El primer día. En el primer día fue creada la luz, y se constituyeron el día y la noche
mediante la separación de la luz y las tinieblas. Tal creación de la luz en el primer
día ha sido ridiculizada en atención al hecho de que el sol no fue creado sino hasta
el cuarto día ; pero la ciencia misma silenció ese ridículo probando que la luz no es
181
sustancia que emane del sol, sino que consiste de ondas de éter producidas por la
energía de los electrones. Nótese también que Génesis no habla del sol como luz
(or), sino del sol como portador de la luz (ma'or), exactamente como la ciencia ha
descubierto que es. Atendiendo al hecho de que la luz es la condición de toda vida,
era perfectamente natural que fuera creada primero. Dios también desde luego
instituyó la orden de la alternación de luz y tinieblas, llamando a la luz día y a las
tinieblas noche. Sin e mbargo, no se nos dice, cómo se logró esta alternación. El
relato de la obra de cada día cierra con las palabras, "y fue la tarde y la mañana".
Los días no se registran de tarde a tarde, sino de mañana a mañana. Después de doce
horas viene la tarde y después de otras doce horas viene la mañana
2. El segundo día. El trabajo del segundo día fue de separación: El firmamento quedó
establecido dividiendo las aguas de arriba y las de abajo. Las aguas de arriba son las
nubes, y no, como algunos lo explican, el mar d e cristal, Apoc. 4: 6; 15: 2, y el río
de la vida, Apoc. 22: 1. Algunos han restado crédito al relato mosaico en la
suposición de que representa al firmamento como una bóveda sólida; pero esto es
enteramente infundado, puesto que la palabra hebrea raqia nu nca denota una
bóveda, sino que es equivalente a nuestra palabra "expansión".
3. El tercer día. La separación avanza apartando los mares de la tierra seca, compárese
Sal 104: 8. Aparte de esta separación quedó establecido el reino vegetal de las
plantas y los árboles. Tres grandes clases se mencionan, es decir, deshe', que son
plantas sin flores, que no fructifican de una a otra en el modo general; 'esebh, que
son legumbres y cereales que producen su propia semilla; y ets peri o árboles
frutales, que llevan fruto según su clase. Nótese aquí :
a. Que, cuando Dios dijo: "Produzca la tierra hierba verde", etc., no fue
equivalente a decir: que la materia inorgánica se desarrolle por su propia
fuerza inherente en vida vegetal. Fue una palabra de poder por medio de la
cual implantó Dios el principio de vida en la tierra, y de este modo la
capacitó para producir hierba verde, plantas y árboles. Que fue una palabra
creadora lo dice evidentemente, Génesis 2: 9.
b. Que la declaración "y la tierra produjo hierba verde, hierba que da semilla
según su naturaleza y árbol que da fruto, cuya semilla está en él según su
género" (vers. 12), claramente favorece la idea de que las diferentes clases
de plantas fueron creadas por Dios y que no se desarrollaron de una a otra.
Cada una produjo semilla según su clase, y por tanto no podría reproducir
182
4. El cuarto día. El sol, la luna y las estrellas fueron creadas como lumbreras para
servir a varios propósitos :
a. Para dividir el día de la n oche ;
b. Para servir de señales, es decir, para indicar los puntos cardinales, anunciar
los cambios de temperatura y para servir como señales de importantes
eventos futuros y juicios por venir ;
c. Para señalar las estaciones, los días y los años, es decir, pa ra indicar el
cambio de estaciones, la sucesión de años, y la repetición regular de días
festivos ; y
d. Para servir de luminarias a la tierra y de este modo hacer posible el
desarrollo de la vida orgánica sobre la tierra.
5. El quinto día. Este día trajo la creación de las aves y los peces, es decir, los
habitantes del aire y de las aguas. Las aves y los peces pertenecen al mismo género
porque hay entre ellos una gran similaridad en su estructura orgánica. Además, se
caracterizan por una inestabilidad y movil idad que tienen en común con el elemento
en que se mueven, a diferencia del suelo firme. También concuerdan en su método
de procreación. Nótese también que los peces y las aves fueron creados según su
clase, lo que quiere decir que fueron creadas las espec ies.
6. El sexto día. Este día nos trae el clímax de la obra de creación. En relación con la
creación de los animales se usa de nuevo la expresión, "Produzca la tierra", y esto,
otra vez debe interpretarse en la forma en que ya lo indicamos en el párrafo (c) . Los
animales no se desarrollaron en forma natural de la tierra, sino que fueron
producidos por el Fiat creativo de Dios. Se nos dice con toda claridad en el
versículo 25 que Dios hizo las bestias de la tierra, el ganado y todo animal que se
arrastra sobre la tierra según su especie. Pero aun cuando la expresión se refiera a un
desarrollo natural, no armonizaría con la doctrina de la evolución, puesto que esa
doctrina no enseña que los animales se desarrollen directamente del reino mineral.
La creación del hombre se caracteriza por el solemne dictamen que la precedió:
78
Compárese O'Toole, The Case Against Evolution, p. 23.
183
1 4
2 5
3 6
La separación de las aguas y la tierra seca y La creación de las bestias del campo; el
la preparación de la tierra como habitación ganado, los animales que se arrastran sobre
del hombre y de las bestias. la tierra, y el hombre
Es muy común entre la más moderna alta crítica considerar que Gen 2 contiene un segundo
e independiente relato de la creación. Al primero se le considera como el trabajo del Eloísta
y al segundo como del Jehovaísta. Se dice que no hay acuerdo entre los dos sino que se
contradicen en varios puntos. Conforme al segundo relato, en lo que se distingue del
primero, la tierra está seca antes de la creación de las plantas ; el hombre fue creado antes
de los animales y eso, el hombre solo, no hombre y mujer ; en seguida Dios creó los
animales, para ver si podrían ser adecuados compañeros para el hombre; viendo que
fallaron en ese sentido, creó a la mujer como la ayuda idónea para el hombre ; y finalmente,
colocó al hombre en el Edén que de antemano había preparado para él. Pero todo esto es
exactamente, una completa mala interpretación del segundo capítulo. Génesis 2 no es ni
pretende ser, un relato de la creación. El sobrescrito 'eleh toledoth, que se encuentra 10
veces en Génesis, nunca se refiere al principio u origen de las cosas sino siempre a sus
generaciones, es decir, a su historia posterior. Esa expresión data de un tiempo cuando la
historia consistía en la descripción de las generaciones. El segundo capítulo de Génesis
principia con la descripción de la historia del hombre, arregla su material de acuerdo con
este propósito y únicamente repite parte de lo que y a se había dicho en el capítulo primero,
sin ninguna consideración del orden cronológico, según se necesita para el propósito del
autor.
1. La interpretación ideal o alegó rica. En ella se da prominencia a la idea más bien que
a la letra del relato. Se considera a Génesis 1 como una descripción poética de la
obra creativa de Dios, presentándola desde diferentes puntos de vista. Pero
a. Es perfectamente evidente que el relato se hizo como un testimonio de la
historia, y claramente se le considera así en la Escritura, compárese Ex 20 :
11 ; Neh. 9: 6; Sal. 33 : 6 y 9; 145 : 2-6
b. El capítulo inicial del Génesis "carece casi por completo de todo elemento
conocido en la poesía hebrea" (Strong)
c. Este relato está inseparablemente relacionado con la historia subsiguiente, y
por lo tanto, muy naturalmente se le considera histórico por sí mismo.
185
79
Price, The Fundamentals of Geology, pp. 29, 32.
80
Compárese More, The Dogma of Evolution, p. 148.
187
darwiniana, tales como el principio del uso y desuso, la lucha por la existencia, la
selección natural y la transmisión de las características adquiridas han ido siendo
expulsados uno tras otro. Evolucionistas tan notables como Weissmann, De Vries,
Mendel, y Bateson, todos contribuyeron al derrumbe del edificio darwiniano.
Nordenskioeld, en su History of Biology, habla de la "disolución del darwinismo"
como de un hecho consumado. Dennert nos invita a la defunción del darwinismo, y
O'Toole dice, "el darwinismo está muerto y ningunos lamentos pueden resucitar el
cadáver". Morton habla de "la bancarrota de la evolución", Price del "fantasma de la
evolución orgánica". El darwinismo, pues, reconocidamente h a fallado en explicar
el origen de las especies, y los evolucionistas no han sido capaces de ofrecer una
explicación mejor. Las leyes mendelianas explican las variaciones, pero no el origen
de nuevas especies. Señalan realmente en otra dirección, es decir, al desarrollo de
nuevas especies mediante un proceso natural. Algunos opinan de que la teoría
mutacionista de De Vries o la teoría de la evolución emergente de Lloyd Morgan
señalan el camino; pero ninguna de estas dos ha demostrado ser una explicación
satisfactoria del origen de las especies mediante un puro y simple desarrollo natural.
Actualmente se admite que los cambios a que de De Vries se refiere tienen que ver,
más bien, con la variedad que con la especie, por lo que no pueden considerarse
como el principio de nuevas especies. Y Morgan se siente constreñido a admitir que
él no puede explicar sus misterios sin retroceder hasta algún poder creativo que
tendría que llamarse Dios. Morton dice: "El hecho es que, aparte de la teoría de la
creación todavía no hay otra sobre los orígenes, que actualmente sea dueña del
campo"81 La hipótesis de la evolución falla en varios puntos. No puede explicar el
origen de la vida. Los evolucionistas trataron de explicarlo por la generación
espontánea, una hipótesis infunda da caída hoy en descrédito. Es un hecho
perfectamente comprobado en la ciencia, que la vida solamente puede proceder de
una vida anterior. Además, ha fallado abiertamente al no proporcionar un sólo
ejemplo de una especie que produzca otra distinta (orgánic a, que es diferente de la
variedad). Bateson dijo en 1921: "No podemos ver cómo se presentó la diversidad
de las especies. Variaciones de muchas clases, a menudo considerables, vemos
todos los días, pero no origen de especies,... Entre tanto, aunque nuestr a fe en la
evolución permanece inconmovible, no tenemos una explicación satisfactoria acerca
del origen de las especies". 82 Tampoco ha sido capaz la evolución de triunfar
satisfactoriamente sobre los problemas que se presentan respecto al origen del
hombre. No ha tenido éxito en probar que el hombre desciende físicamente del
81
The Bankruptcy of Evolution, p. 182.
82
Science, Jan. 20, 1922.
190
83
Theistic Evolution, p. '7.
191
bruto y que, por tanto, comenzó su carrera en un bajo nivel ; que no ha habido caída
en el sentido bíblico de la palabra, sino solamente repetidos deslices del hombre en
su marcha ascendente ; que el pecado es únicamente una debilidad, resultado de los
instintos y deseos animales del hombre, y que no constituye culpa; que la redención
se consigue cuando el control creciente del elemento más alto en el hombre actúa
sobre sus bajas tendencias ; que no han ocurrido milagros, ni en el mundo espiritual
ni en el material ; que la regeneración, la conversión y la santificación son
simplemente cambios psicológicos naturales, y así por el estilo. En una palabra, la
evolución teísta es absolutamente subvers iva de la verdad bíblica. Algunos eruditos
cristianos de la actualidad son del sentir que la teoría de Bergson llamada Evolución
Creativa se recomienda por sí misma para quienes no quieren dejar a Dios sin la
debida consideración. Este filósofo francés dio por hecho que hay un élan vital, un
impulso vital en el mundo, como el principio básico y activo de toda vida. Este
principio vital no procede de la materia, sino que más bien es su causa original.
Satura a la materia, domina su inercia y resistencia actu ando como una fuerza
viviente sobre lo que esencialmente es muerto, y hasta crea, no nuevo material, pero
sí nuevos movimientos adaptados a los fines que le son propios, y de esta manera
crea, en forma muy semejante a como crea el artista. La evolución cre ativa tiene
dirección y propósito y, sin embargo, aunque consciente, no obra de acuerdo con un
plan preconcebido aunque eso pudiera ser posible. La evolución creativa determina
la evolución misma y también la dirección en la que la evolución se mueve. Esta
vida siempre creativa, "de la que cada individuo y cada especie es un experimento"
es el Dios de Bergson, es un Dios "que es finito, que es poder limitado, que es
aparentemente impersonal, aunque Hermann dice que "quizá no nos apartemos
mucho hacia el error al creer que este Dios 'puede ser la tendencia ideal de las cosas'
convertidas en persona".84 Haas habla de Bergson como de un "panteísta vitalista
más bien que un deísta". En todo caso, su Dios es uno que está enteramente
encerrado dentro del mundo. Este concepto puede tener un atractivo especial para el
moderno teólogo ancho pero está en mucho menos armonía con el relato de la
creación que la evolución teísta.
84
Eucken and Bergson, p. 163.Geesink, Van's
192
3. ¿Se debe considerar que los primeros capítulos de Génesis tienen algo que ver con
el estudio científico del origen de las cosas?
4. ¿Determina la Biblia en alguna forma la fecha en que el mund o fue creado?
5. ¿Qué extremos deben evitarse al tratar de la relación que hay entre Dios y el
mundo?
6. ¿Debe interpretarse la Biblia siempre de acuerdo con teorías científicas
ampliamente aceptadas?
7. ¿En qué estado se encuentra la hipótesis de la evolución en el mundo científico de
hoy?
8. ¿Cuál es el elemento característico en la teoría darwiniana de la evolución?
9. ¿Cómo explica usted que en la actualidad la hipótesis de la evolución se encuentra
tan ampliamente repudiada?
10. ¿Cómo afecta el concepto mecánico del un iverso la Evolución Creativa de Bergson
y la hipótesis neovitalista de Hans Driesch?
11. ¿En qué sentido es superior la evolución teísta a la evolución materialista?
Evolution;
13. N oordtzij, God's Woorden der Eeuwen Getui, genis, pp. 77.98;
14. Price, Th e Fundam enta ls o f Geolog y; ibid. , The Phantom of Org anic
Evolution; Messenger, Evolution and Theology;
15. Rim m er, th e Theo ry of Evolu t ion an d th e Facts of Science.
16. V os, G eref. D og m . I, D e Schepping ; Hodg e, Syst, The ol . I, pp. 550 .5 74 ;
Shedd , D og m . Theol. I, pp. 463.526;
17. W all ac e, - W e is sm an , O sbo rn e S pen ce r,
HI ST OR I A D E L A D OC T R I NA DE L A PR OV I DENC I A
Con su d oc tr i na de la p ro vi de nc ia la Ig l es i a se o pu so co nt r a la n oc ió n
ep icú re a d e qu e e l m un do e s tá g obe rn ad o po r la c as ua l id ad, v co nt ra e l
con cep to e s to ic o de qu e es t ág ober nad o po r la sue r te . Desd e m uy a l
pr in ci pi o lo s te ól og os tom ar on la po s ic ió n d e q ue D io s pr es er va y g ob ie rn a
al m und o. S i n em b arg o, no s iem pr e tuv i er on un con cep t o a bso l ut am en t e
ig ua l re sp ec to d e l con t ro l d iv in o de t od as la s co sa s. Deb id o a l a e st re ch a
re la c ión que ha y e nt r e l os do s, p r es er va r y g ob er na r, l a h is to r ia de l a
doc t ri na d e la pr ov ide nc ia s ig ue e n l o p r inc i pa l a la do ct r in a de l a
pre de s ti na ci ón. L os P ad re s d e l a Ig l es i a pr im i ti va n o t uv ie ro n co nc ep to s
def i ni do s so br e e l as un to . O pon ié ndo se a l a doc t r ina es to i ca d e l a su er t e y
con el de seo de re sg ua rda r la sa nt id ad de D io s, a lg un as v ec es lo s P ad re s
exag e ra ron la l ib re v ol un ta d d el h om br e, y ha st a es e p un to m an i fe st ar on un a
te nde nc ia a neg a r el ab so lu t o g ob ie rn o p ro vi den c ia l de D io s con r es pe ct o a
la s a cc ion es pe cam ino sa s. A g us t ín s eñ al ó e l c am i no e n e l de sa r ro l lo d e es t a
doc t ri na. En c on tr a de l a do ct r in a de l a ca sua l id ad y de l a su er t e, i ns is t ió e n
el h ec ho d e qu e t oda s la s co sa s s on p re se rv ada s y g ob er nad as po r l a
sob er an a, sab i a y be né fi ca v o lu nt ad de D io s. No h i zo re se rv as en re l ac ió n
con l a p rov id en ci a de D i os , s ino qu e m an tu vo e l con t ro l de D ios ta nt o so br e
lo s bue no s com o s ob re l os m a lo s, e s dec i r, s ob re e l m und o en te ro .
Defe nd ie ndo la r ea l ida d d e l as ca us as s ec und ar i as sa l vag ua rd ó la s an t ida d
de D i os y so s tuv o l a r es po ns ab il i dad de l hom br e. Du ra nt e la Ed ad M ed i a
hubo m u y p oca co nt ro ve rs i a so br e e l tem a de l a d iv in a p rov id en ci a. N i u n
so lo c onc i l io se p ro du jo s ob re e s ta d oc t ri na . El con ce pt o p rev a lec i en te er a
el d e A g ust ín , que su je ta ba t o d as la s co sa s a la v ol un ta d de D i os . Si n
em ba rg o, es to no q ui er e de ci r qu e n o hub ie r a c on cep to s d if er en te s. E l
pe lag i an ism o l im i t aba l a pr ov id enc i a a la v i da n at ur a l, y la exc l uí a de l a
vid a no rm a l. Y los sem i - pe lag ian os s e m ov ie ro n en la m ism a d i re cc ió n
aunq ue no t odo s fu er on ig ua lm e n te l ej os . A lg uno s d e lo s es co lá st i co s
con si de ra ro n la a ct i vi dad c on se rva do ra de D ios c om o una co n ti nu ac ión d e
su a c ti v ida d c re a ti va , en t an to que o tr os h ic ie ro n un a v er dad e ra d i s ti nc ió n
en tr e l as do s. L a do c tr in a d e Tom á s d e A qu in o a ce rc a de l a d iv in a
pro vi de nc ia s ig ue e n l o e sen c ia l a l a de A g u st í n, y so st i en e qu e l a v ol un ta d
de D i os , s eg ún e st á d et e rm in ad a po r su s pe r fec c ion es , p re se rv a y g ob ie rn a
tod as l as co sa s ; m i en t ra s qu e Du ns E sc o to y l os nom ina l is t as com o B ie l y
Occam h ic ie ro n qu e to da s l as c os as d epe nd ie ra n de la vo l un tad ar bi t ra r ia d e
195
L A I DEA D E L A PR OV I D ENC I A
1. L im i t ar l a a l a p re sc ie nc ia , o a la p r es ci en ci a m ás l a pr eo rd ena c ión .
Est a l im it ac ió n se e ncu en t ra en a lg uno s de lo s pr im i t iv os P ad re s de l a
Ig le s ia. El h ech o e s, s in em ba rg o, que cu an do h ab lam os de l a
pro vi de nc ia d e D io s, g ene ra lm e n te no ten em o s en m en te n i s u
pre sc i enc i a n i su p r eo rde na ci ón s ino s im p lem e nt e su c on t inu ad a
ac ti v ida d e n e l m un do pa ra la r ea l iza c ión de su pl an. V em o s
cl ar am en t e que e s to no p ue de s epa ra r se d e su e te rn o de cr e to, p er o
tam b i én s en tim os qu e l as d os p ued en y d ebe n di s t ing ui r se. L a
di st i nc ión q ue f r ecu en tem en te s e hac e en t re l as d os s e de no ta com o
pro vi de nc ia i nm an en te y pr ov id enc i a tr an si t or ia .
197
2. L a c on c ep ci ón de ís t a d e la di vi na pr ov id enc i a. D e a cue rd o c on e l
de ísm o e l c ui da do de D io s pa ra e l m und o no e s un iv er sa l , ni e sp ec ia l ,
ni pe rp e tuo , s ino ú ni cam en te de n a tu ra le za g ene ra l . Cuan do D i os c re ó
a to da s su s c ri a tu ra s l es im pa r t ió c ie r ta s pr op ie da de s in a li en ab le s, la s
co loc ó b a jo l eye s i nva r ia bl es y l as de j ó q ue s e o cup a ran e n la br ar s u
des t in o po r m ed io de s us p od er es p ro p ios in he re nt es . En t re tan t o, E l
úni cam en te e je r ci t a una in sp ecc i ón g ene ra l, n o de lo s ag en te s
esp ec í fi co s qu e apa r ece n en la e sc ena , s in o de l as le ye s g ene ra le s qu e
El ha e s ta bl ec id o. E l m undo es s im p lem en te u na m áq ui na qu e D i os h a
pue st o en m ov im ie nt o, y e n ni ng ún s en ti do u n ba rco que E l p i lo te a
dí a tr as d í a. E s ta c onc ep ci ón de í st a de l a pr ov id enc i a e s ca ra c te r ís t ic a
de l pe l ag ian i sm o, f u e ac ep ta da p or d ive r sos t eó log os ca tó l ic o
rom a nos , fue pa t ro ci nad a p or e l s oc in i an ism o , y fu e u no nad a m á s d e
lo s er ro r es f und am en t al es d e l arm in i an ism o . Se r ev i st ió con u n ai r e
fi l osó f ic o po r lo s de í st as de l S ig lo X V I I I, y apa r ec ió e n un a nu ev a
fo rm a en e l S ig l o X IX b a jo l a in f lue nc ia d e la t eo r ía de la ev ol uc ió n
y de la ci en ci a na tu ra l, c on s u fu er t e én fa si s en la un i fo rm i dad d e l a
na tu ra le za co nt ro l ada p or un s i s tem a i nf l ex ib le d e le ye s i rr om pi b le s
com o el a ce ro.
pan te í sm o ; pe ro du ra nt e e l ú l t im o s ig l o e st e e r ro r t r iu nf ó
adu eñá ndo se de u na g ra n p ar te de la m o de rn a t eo log í a an ch a ba jo e l
di sf ra z de l a d oc tr i na de l a inm a ne nc ia de D i os . 85
L OS DE SI GN I OS D E L A PR OV I DENC I A
2. L a p rov id en ci a g en er a l y la es pe ci a l. L o s t eó log os g en e ra lm en t e
di st i ng uen en t re p rov id en ci a g en e ra l y e sp ec ia l , d en ot and o, po r l a
pr im e ra, el c on tr o l de D i os s ob re e l un iv er so c om o un tod o, y po r l a
seg und a, s u cu ida do en re la c ión c on ca da pa r te d e la tod a. No so n do s
cl as es d e p rov id en ci a, s i n o l a m i sm a p rov id en ci a qu e s e e je rc i ta e n
dos re la ci on es d i fe re nt es . El té rm i no " p rov id en ci a e spe c ia l" , pu ed e
85
C o m p á r e se R a n d a l l , t h e M a k i n g o f t h e Mo d e rn Mi n d , p . 5 38 .
199
LA PRESERV ACI ÓN
D eut . 1 : 30 , 31 ; I I Cr ón. 20 : 15 , 17 ; Jo b 1 : 10 ; 36 : 7 ; S al . 31 : 2 0; 3 2 :
6; 34 : 15, 17 , 1 9; 37 : 15, 17 , 1 9, 20 ; 91 : 3 , 4 , 7 , 9 , 1 0, 14 ; 1 21 :3 , 4 ,
7, 8 ; 125 : 1, 2; I sa . 4 0: 11 ; 43 :2 ; 63 :9 ; Je r. 30 :7 , 8 , 1 1 ; Ez eq. 34 : 11 ,
12, 15, 16 ; D an. 12 : 1 ; Za c. 2 : 5 ; L uc . 2 1: 18 ; I C or . 1 0 : 1 3; I Pe dr o
3: 12 ; A p oc . 3 : 10.
1. EL qu e es pu r am en te n eg at iv o. Seg ún 'e l de í sm o la p re se rv ac ió n
div i na con s is te en que D i os n o d es t ruy e la ob ra d e s us m ano s. Po r
vi r tud d e l a cr ea c ión D ios d o tó a l a m a te r ia co n c ie r ta s pr op ied ad es ,
la co lo có b a jo le ye s inv ar i ab le s, y l ueg o la de jó de sl i za rs e po r s í
m ism a , in dep end i en tem e n te de t odo so s té n o d ir ec c ión ex t er na. Es t a
es un a p re sen t ac ió n s in b as e b íb li ca , i r raz on ab le e i rr e lig i os a. E s
ir r azo nab l e, p ue st o qu e im pl i ca q ue D ios l e com u n icó sub s is t enc i a
pro pi a a l a c r ia tu ra , s ie ndo que l a p rop i a s ubs i s ten c ia y l a p rop i a
sus t en ta ci ón s on p ro pi ed ade s i ncom un ic ab le s qu e ca ra ct e ri za n
úni cam en te a l C re ado r. L a c ri a tu ra j am ás pu ed e so st en er se po r s í, y
deb e s er so s ten id a d ia r iam en te po r e l om n ip o ten t e po de r d el C re ad or .
D e aqu í que no se re qu ie ra un ac to pos i t ivo de l a om n ip ot en ci a d e
par t e de D i os p ar a an iq ui l ar la s ex is t enc i as c re ada s. E l s im p le he ch o
de d e ja r d e so st en er l as co ndu ci r ía na t ur alm en te a su de s tr uc ci ón. E l
con cep to de la sub s is te nc ia pr op ia d e la m a te r ia es ir r el ig i os a, pu es t o
86
Do g m . Th e o l . I, p . 5 28 . L a s c o sa s q u e c re ó , j u n t a m e n t e c o n l a s p ro p i e d a d e s y p o d e re s
con que E l l a s dotó.
203
CONCURRENCIA
87
Ba v i n k , Ge re f. Do g m . I I , p . 6 5 4 ; He p p e . Do g m . p . 1 9 0 ; M c Ph e rso n . C h r . Do g m ., p .
177.
204
1. D ef in ic ió n y e xp li ca c ión . L a co nc ur re nc ia p ue de d ef in i rs e com o l a
coop e rac i ón de l pod e r d iv i no con lo s p od er es s ubo rd in ado s, d e
acu er do co n l as le ye s pr e- es t ab le ci da s pa ra su op er ac ió n ha ci énd o la s
ac tua r, y q ue ac tú en p re ci sam en te c om o lo h ac en. A lg un os s e in c li na n
a l im i t ar su op er ac ió n, d en tr o de lo q ue r es pe ct a a l hom b r e, a la s
acc io ne s h um an as qu e s on m o r alm en te bu ena s y , p or t an to ,
re com en da bl es ; o t ro s, c on m á s lóg ic a, la s e xt i end en a l as acc i one s d e
tod a c la se. D e be no ta r se de sd e el p r in ci pi o que e s ta do c tr in a im p l ic a
dos co sa s :
a. Q ue lo s po de re s de l a na tu r al ez a no ac t úan p or s í m i sm o s, e s
dec i r, s im pl em e nt e p or su p rop io po de r in he ren t e, s ino qu e
D io s ob ra inm e di a tam e nt e en cad a a ct o de la cr ia t ur a. Es t o
deb e e nt en de rs e e n o po si c ión a l a ens eñ anz a de ís t a.
b. Q ue la s s eg unda s cau sa s son r ea le s, y qu e n o de be n
con si de ra r se s im p lem e nt e c om o el po de r o pe ra t ivo de D i os .
Sol am en t e so br e l a con di c ión d e qu e l as c au sa s se cun da r ia s so n
re al es , p odem o s hab l ar ad ec uad am en t e d e la con cu r ren c ia o
coop e rac i ón de la P r im e ra Cau sa con la s ca us as s ec und ar i as .
U na v ez y s iem pr e d eb e in s is t ir se e n e s to, e n con t ra de la i de a
pan te í st a de que D i os e s el ún i co ag en te que ob r a e n e l m und o.
2. L a pr ue ba b íb l ic a de la con cu r ren c ia d iv in a. L a B ib l ia e ns eñ a
cl ar am en t e que la p rov id en ci a de D i os ti en e que v er no so lam e nt e co n
el s e r s ino tam b i én co n l as a cc io ne s u ope r ac ion es d e l a c ri a tu ra. L a
ver da d g en er a l d e que lo s h om b re s n o o b ran ind epe nd ie n tem e nt e, s in o
con t ro lad os po r l a vo lu n tad de D io s ap ar ec e en di ve rs os pa sa je s de l a
Esc r it ur a. Jo sé d i ce e n Gén . 45 : 5 qu e D i os, m ás bi en q ue su s
herm ano s, l e h ab ía en vi ad o a Eg ip to . En Ex 4: 11 , 1 2 e l Señ or d ic e
que él es t ar á e n l a b oc a de M o i sé s y q ue l e en se ña rá lo qu e t i ene qu e
dec i r; y e n Jo s. 11 : 6 le da a Jo su é l a s eg ur id ad d e qu e le e n tr eg ar á
sus en em ig os a Is ra el . P rov . 21 : 1 no s e ns eña que " e l co ra zó n de l re y
1. Q ue c on si s te ún ic am en t e e n u na com u ni ca ci ón g e ne ra l d e pod er , s i n
de te rm i na r la ac ci ón es pe cí f ic a e n n ing un a fo rm a. L os j es u it as , lo s
soc in i ano s v l os a rm i n ian os s os t ie nen q ue la co nc ur re nc ia d iv i na e s
só lo u na coo pe ra c ión g e ne ra l e i nd if e ren t e, d e ta l m a ne ra que so n la s
cau sa s se cun da ri as la s q ue di r ig en l a a cc ió n a s u fi n p a rt i cu la r. Es a
con cu rr enc i a d iv ina es c om ún tam b ié n a tod as la s ca us as ,
en ten di én do la s en ac ci ón ; pe ro en un a fo rm a qu e es en t er am en t e
ind e te rm i nad a. A u nqu e e st im u l a a la c au sa s ec und ar i a l a de j a
de te rm i na r su pr op io f in pa r t icu l ar y su m od o d e acc i ón. Pe ro s i es t a
fue r a l a s i tu ac ión , e s ta rí a e n e l po de r d el hom b re fr us t ra r e l p l an d e
D io s, y la pr im e ra ca us a se con ve r ti r ía en s i rv ien t e d e la seg un da. E l
hom br e es ta r ía en e l t im ón , y no h ab rí a p ro v ide nc ia d iv in a.
3. Q ue la o br a de D i os y l a de l a c ri a tu ra en c onc ur re nc ia e s tá n
coo rd in ada s. E s to ya e s tá e xc lu id o co n lo q ue a ca bam o s de d ec i r
ar r iba . L a ob ra d e D io s s iem p re t ien e l a pr io r id ad, po rq ue e l hom b r e
es dep en di en te de D ios e n tod o lo qu e h ac e. L a af i rm ac i ón de l a
Bi b li a, " s in m í n ad a po dé i s h ace r" , s e a pl i ca en to do s lo s c am po s d e l
es fue r zo. L a e xa ct a re la ci ón en tr e lo s do s se in di ca c la ram e nt e e n la s
sig u ie nt es c ar ac te r ís t ic as de la d iv ina c onc ur re nc ia .
de l po de r d e D i os . En él v iv im os y n os m o vem o s y t enem o s n ue s tr o
se r, H ec h. 17 : 28 . Es ta a ct i vi dad d i vi na a com pa ña la a cc ión d e l
hom br e en to do p un to ; pe ro si n d es po ja r al hom b re en n ing un a f orm a
de s u li be r tad . L a ac c ión pe rm an ec e c om o un ac t o l i br e de l hom b re ,
un a ct o po r e l que é l s e de be con s ide ra r re spo ns ab le . Es t a
con cu rr enc i a s im u l tá ne a no r es ul t a un a id en t if ic ac ió n d e la ca us a
pr im a co n la c au sa s ecu nd a. En un s en ti do m uy r ea l l a ope ra c ión e s e l
pro duc t o d e am b as ca us as . E l h om br e e s y s ig ue s ie ndo e l s u je to re a l
de l a ac ci ón. Ba vi nck i lu st ra es to señ a lan do e l he cho d e qu e l a
m ade ra a rde , que D ios e s e l ú ni co qu e l a h ac e ar de r; p er o q ue ,
rig u ro sam e nt e, e l a rde r no pu ed e a t r ibu i rs e a D io s s ino a la m ade r a
com o su je t o. Es ev id en te q ue es t a acc i ón s im u lt án ea no pu ed e
sep ar a rs e de la c on cu rr enc i a pr ev ia y pr e de t erm in an te , s ino q ue d eb e
di st i ng ui rs e d e el l a. E s tr i ct am en t e h ab la ndo , la a cc ión s im u l tá nea , a
di st i nc ión d e l a pr ev ia co ncu r re nc ia , te rm ina n o en l a cr ia t ur a, s in o
en s u a ct iv i dad . Pu es to que no te rm i na en la cr i at ur a pu ed e
in te rp re t ar se en s en t ido a bs t rac t o c om o q ue no t i ene s ig n if ic ad o
ét ic o. E s to e xp l ic a qu e l os j es ui t as ens eñ ar an que l a d iv in a
con cu rr enc i a e ra s im u l tá ne a ún ic am en te , y no pr ev ia y p r e
de te rm i nan t e, y qu e alg un os t eó log os r ef orm ado s l im i ta r a n la p rev i a
con cu rr enc i a a l as bu en as a cc io ne s de l os hom br es , y pa ra l as d em á s
se sa t is f ic i er an en señ an do una c onc ur re nc ia s im u l tá nea .
EL GOBIERNO
88
Sy st . a n d Po l e m i c Th e o l . , p . 28 8
210
2. Es un g obi er no ad ap ta do a l a na tu ra le za d e la s c ri a tu ra s que E l
g obie rn a. En e l m und o m a te ri a l D i os h a e s tab l ec id o l as le ye s de l a
na tu ra le za, y po r m e di o d e e ll as g obi e rna a l un ive r so f ís i co. En e l
m undo m en ta l e je rc e s u g ob ie rn o e n fo rm a m ed ia ta co nf orm e a la s
pro pi ed ade s y l ey es de la m en te e inm e d ia tam e n te po r m ed io de l a
ope ra ci ón d i rec t a de l Es pí r i tu Sa nt o. En e l g ob ie rno y con t ro l de lo s
ag ent es m o r al es ha ce u so de tod a c l as e de in f lu enc i as m o ra l es , t a le s
com o c i rc uns t an ci as , m o ti vo s, in st ru cc ió n y ej em p lo ; p er o t am b ié n
obr a d ir ec t am en te po r m ed io d e la o pe ra ci ón p er so na l d el E sp í ri t u
San to so br e el i n te le c to, l a v o lun ta d y e l co ra zón .
L A EX T EN SI ÓN D E EST E G OB I ERNO
89
C h r . Do g m . , p . 1 8 3. C o m p á re se t a m b i é n Ho d g e , Ou t l i n e s o f Th e o l ., p . 27 5 .
90
C o m p á r e se Me a d , Su p e n a t u ra l R e v e l a t i o n , p . 1 1 0 .d e
212
pro vi de nc ia ?
4. ¿Cóm o se e xp l ic a e l h ec ho d e qu e lo s a rm i ni an os ac ep ten en es t e
pun to l a p os ic i ón so ci n ian a?
5. ¿Cóm o de bem o s ju zg ar la a se rc ió n de a lg uno s t eó log os re fo rm ad os d e
que D io s es l a ún ic a c au sa ve rd ad er a e n e l m und o?
6. ¿Q ué so n la s ca us as se cu nda r ia s, y po r q ué es im po r tan t e sos t ene r qu e
son ve rd ad er as ca us as ?
7. ¿Cho ca l a d oc tr i na de l con cu rs o d i vi no con la de l a l ib re ag enc i a d e l
hom br e?
8. ¿Cóm o er a el co nc ep to de A g us tí n a ce rc a de lo s m i lag ro s?
9. ¿Po r q ué es im po r tan t e s os t ene r lo m a rav i l lo so?
10. ¿A dm i te n lo s m i lag ro s una ex p li ca ci ón na tu ra l ?
11. ¿Im p l ic an lo s m i lag r os un a s us pen s ión d e la s le ye s d e la na t ur al ez a?
12. ¿Cuá l es e l s ig ni f ica do es pe ci a l d e lo s m il ag ro s d e la B i bl i a?
13. ¿Pue de n tod av ía a con te ce r lo s m i lag r os ?
14. ¿H ay m i lag r os t oda v ía?
15. ¿Q ué op in a u s ted d e lo s m il ag ro s d e la ig le si a ca tó l ico r om a n a?
L a E sc ri t ur a n os o fr ec e u n do b le re l at o d e la c re ac ió n d e l h om br e, e l
pr im e ro en G én. 1 : 2 6, 27, y el o tr o e n Gé n. 2: 21 - 2 3. L a al t a c r ít i ca op in e
que e l e sc r it or d e G én es is ju nt o do s re l at os d e l a cr ea ci ón, e l p r im e ro s eg ún
se en cue nt r a e n G é n. 1 : 1 - 2 : 3, y el s eg undo s eg ún se en cue n tr a e n Gé n. 2 :
4¬25 ; y que es to s d os son in dep en di en te s y c on t rad i ct or i os. L a id law e n s u
obr a Th e B ib le D oc tr i ne o f M an 91 es tá d i spu es t o a a dm i t ir que el au to r de l
Géne si s h iz o uso d e do s fu en te s ; pe ro s e r ehú sa a enc on tr a r aqu í do s r el a to s
di fe re nt es de la cr ea ci ón. C on tod a p rop ie da d n ieg a qu e en el ca pí tu l o
seg und o te ng am os " un r e la to d if e ren t e d e l a cr eac i ón, po r l a se nc i ll a r azó n
de q ue no exp l ic a la c re ac ió n e n to ta l" . D e h ec ho, l as pa l ab ra s
in t rod uc to r ia s de la n a rr ac ió n pr i nc ip ia n co n Gén. 2: 4 . " Es to s s on lo s
or íg ene s de lo s c ie lo s y d e la t ie r ra cu and o fu er on cr ea dos" , v i st os a l a lu z
de l a r ep et i ci ón d e l as p a lab r as " e s ta s so n l as g en er ac io ne s" en e l l ib ro d e
Géne si s, apu n tan a l he cho de q ue aqu í te nem o s a lg o com p l et am en t e
di fe re nt e. L a exp re s ión inv a ri ab lem en te s eñ al a, no a l o r ig en o pr i nc ip io d e
lo s que y a nom b ró, s i no a su h i st or i a fam i li ar . El p r im er re la to c on t ien e l a
exp l ic ac ión de la cr ea c ión de tod as l as cos as en el or den en que ocu r r ie ron ,
en t an to que e l seg un do ag r up a l as cos as en s u re la ci ón c on e l h om b re s i n
im p li ca r n ada re sp ec to al or den cr ono l óg ico de la apa r ic ió n de l h om b re e n
la ob ra c re at iv a d e D io s, y c l ar am en t e ind i ca que t odo l o q ue pr ec ed e s i rv e
par a pr epa r ar un a h ab i ta ci ón ad ecu ad a p a ra e l h om br e com o r ey de l a
cr eac i ón. N os m ue st ra de qu é m an e ra el hom b r e qu ed ó c ol oc ado en l a
cr eac i ón, r ode ad o p or e l m und o veg e ta l y an im a l, y l a m a ne ra cóm o
com en zó su h i s to ri a. H a y c ie r to s d et a ll es en lo s q ue la cr ea ci ón d e l hom br e
su rg e com o d i fe re nt e d e la c re ac ió n d e lo s ot ro s se re s v i vi en te s.
A nte s d e qu e e l i ns pi ra do e sc r i to r co ns ig ne la cr ea ci ón d el hom b re , no s
hac e re t ro ced er , dig am o s as í , has t a el c on ci l io d iv in o dán don os a c ono ce r e l
dec re to de D io s en l as p a lab ra s, " Hag am o s a l h om br e a nue s tr a p rop i a
91
Pá g i n a s 25 y si g u i e n t e s .
217
Con r es pe ct o a l os pe ce s, la s a ve s, y l as be s ti as l eem o s q ue D io s lo s c re ó
seg ún su esp ec i e, e s d ec i r, en u na fo rm a t íp ic a p ro pi a. S i n em b arg o, e l
218
hom br e n o f ue cr ea do d e e se m odo y m uc ho m e no s c on fo rm e a l t ip o de un a
cr ia tu r a in fe r io r. C on r esp ec to a é l di j o D io s, " Hag am o s a l h om br e a n ue s tr a
pro pi a im ag en, s eg ún nu es t ra sem ej an za" . V er em os l o qu e e s to im p l ic a
cua ndo d i scu t am os la c ond i c ión o r ig in al d e l hom b re , y ún ic am en t e
l lam am o s l a at en ci ón a e ll o aqu í pa ra d es ta ca r e l h ec ho de qu e en e l re la t o
de la c re ac ió n, la c re ac ió n d e l h om br e su rg e c om o alg o di f er en te .
Ent re la s d iv er sa s t eo r ía s que se h an d is cu r ri do p ar a ex pl i ca r e l or ig en d e l
hom br e, l a t eo rí a de l a e vo lu ci ón ac t ua lm en t e o cup a e l c am po y, p or t an to ,
m ere ce un a b re ve co ns id er ac ió n.
PRESENTACIÓN DE LA TEORÍA
L a teo r ía d e la ev ol uc ió n n o si em p re se d ef in e en la m i sm a f orm a . A ve ce s
se l e p re se n ta com o s i e l h om br e fu er a de sce nd ie nt e di r ec to de a lg una de la s
esp ec ie s de m on os a nt ro po id es qu e t oda ví a ex i st en , y lu eg o com o s i ta nt o e l
hom br e c om o l os m on os m á s p er fe c tos tu v ie ran un tr onc o com ú n. P er o
cua lq ui e ra qu e se a la d i fe re nc ia de o pi n ión qu e pu eda h abe r so br e es t e
pun to, e s seg u ro que s eg ún la e vo lu ci ón m at er i al i s ta e l h om b re de sc ie nde e n
cue rp o y a lm a, de l os an im a l es i nf er io r es, m ed i an te un pr oc eso n at ur a l d e
per f ecc i ón co nt ro l ado to ta lm en t e po r ene rg ía s i nhe r en te s. Uno de lo s
pr in ci pi os d ir ec t ivo s d e la t eo rí a e s e l de es t ri c ta con t in ui dad en t re e l
m undo an im a l y e l h om b re. No se p ue d e con s id er ar la d is con t inu i dad e n
ning un a pa rt e a lo l arg o de la lí ne a, po rqu e tod a su spe ns ió n se r ía fa t al a l a
te or ía . Nad a que sea a bs ol u tam e nt e nu evo y d es us ado p ued e ap ar ec er e n e l
pro ce so. L o qu e h oy s e en cu en tr a e n e l hom br e ha es t ado p o ten c ia lm en t e
pre se n te en el g erm e n o r ig in al de l qu e tod as l as co sa s se de sa rr o ll ar on. Y
tod o e l p ro ce so deb e e s ta r c on tr ol ad o de sd e e l p r in ci pi o h as ta e l f in po r la s
ene rg ía s i nh er en te s. L a evo lu c ión te í st a, qu e pa r ece m á s ac ep ta b le p ar a
m ucho s te ól og os, s im p lem e nt e c on si de ra l a e vo lu ci ón com o el m é tod o d e
tr ab aj o de D io s. A lg un as vec es se rep re se n ta e n una fo rm a e n l a cu al D io s
es ú n icam en te l lam ado pa ra ce r ra r l a b re ch a e nt re e l m un do in org án i co y e l
org án ic o, y en tr e la c re ac ió n i rr ac io na l y la r ac ion a l. Pe ro ha s ta don de s e
con si de ra ne ce sa r ia una op er ac ió n e sp ec ia l de D io s, y se adm i ta que ha y
bre ch as q ue la e vo lu ci ón no pue de c er ra r, y que alg o n uev o t eng a qu e
pre se n ta rs e, la teo r ía n a tu ra lm en t e de ja d e s er u na te or í a pu ra d e l a
evo lu ci ón. Se so s ti en e a ve ce s qu e s o lam e nt e e l cue rp o d el hom b r e s e
der i va d e u n p roc es o d e ev ol uc ió n p ro ced en te de lo s a nim a le s i nf er i or es y
que D i os do tó a e s te cu er po co n u n alm a ra ci on al . E s te co nce p to en cue n tr a
m ucha a cep t ac ión e n lo s c í rc ul os c at ól i co rom ano s.
220
OBJECIONES A LA TEORÍA
V ar ia s ob j ec ion es su rg en e n co nt ra de la te or ía de q ue e l h om br e teng a u n
or ig en evo lu c ion i s ta que a r ran ca de sd e lo s a n im a le s in fe r io re s.
im ag en de D i os y l e fu e dad o d om i n io so br e la c re ac ió n in fe r io r, Gén .
1 : 2 6, 27 , 31 ; 2 : 19 , 20 ; Sa l 8 : 5 - 8 . S in em b arg o, a c aus a d e l a
ca ída en e l pe ca do p e rd ió su al to e st ado y q ued ó s u je to al pr oc es o
deg ene ra t iv o que en a lg uno s ca so s l leg a h as ta la b es t ia l id ad. E s to e s
pre c is am en te l o co n tr ar io de lo qu e no s e ns eña l a h ipó t es i s
evo lu ci on is t a. S eg ún e l la, e l hom b r e a l p ri nc ip io de su ca rr er a e s tuv o
en el m á s b a jo ni ve l, p er o p oco a po co f ue se pa rá ndo se de l b ru to, y s e
ha el ev ado de sd e e n ton ce s a n iv e le s s up er io re s.
2. L a s eg unda ob je ci ón im po r ta nt e e s qu e la te or ía no t ien e b as e
ade cua da s ob re h ech os b i en com pr oba do s. Deb e co ns er va rs e en men t e
que, c om o y a se s eña l ó a r r iba , la t eo r ía ev ol uc io ni s ta en g ene ra l ,
aunq ue co n f re cue nc ia s e le rep re se n ta com o u na do ct r in a
com p rob ada , ha s ta e l pr e s en te n o es si no un a hi pó te s is s i n
com p rob ac ió n, h ip ót es i s qu e no t ie ne n i ng una p er sp ec t iv a de éx i to e n
cua nt o a que d em ue s tr e l o que s e ha p ro pue s to. M uc ho s de l os m á s
prom in en te s evo l uc ion i s ta s a dm i t en f ran cam en te e l ca rá ct e r
hip o té t ico de su te or í a. Ha s ta se p erm i te n s er cr ey en te s f i rm e s en l a
doc t ri na de l or ig en s uce s ivo ; pe ro no v ac i lan en d ec i r q ue no pue de n
hab la r con a lg un a s eg ur id ad de l m ét od o c on que o pe ra. Cu and o
D arw in pu bl i có su s ob ra s, s e pen só q ue po r f in s e ha bí a en con t rad o l a
l lav e d el pr oc es o, p er o e n e l tr an scu r so d e l t i em po se de scu br ió qu e
la l l ave no le ve ní a a la c er ra du ra. Da rw i n di jo , en ef ec to , que s u
te or ía de pen de r ía e n te ram e nt e d e l a po s ib i li da d de t ran sm it i r la s
ca rac t er í st i ca s ad qu ir i da s, y e so se c onv i r ti ó de inm ed ia to en u na d e
la s p ie dr as f und am en ta l es de la t eo r ía b i ol óg ic a d e W ei sm an n e n
cua nt o a qu e l as c ar ac te r ís t ic as ad qu ir id as no so n h er ed i ta r ia s. S u
opi n ión r ec ib ió co nf i rm ac ió n a bun da nt e p or m ed io de l e s tud i o
pos te r io r de la g en ét i ca. S ob re l a ba se d e l a t ra nsm is ió n ac ep ta da d e
la s ca ra c te r ís t ic as a dqu i ri da s, Da rw i n ha bl ó con g r an seg u r ida d de la s
tr an sm u ta ci one s d e l as es pe ci es y p rev ió una l ín ea con t inu a d e
des ar ro l lo de sde l a c él u la p r im i t iv a ha s ta el hom b re ; s in em b a rg o,
lo s e xpe r im en t os de D e V r i es , M end e l, y o t ro s s i rv ie ro n pa r a
des ac re di t ar su op in ió n. L o s cam b io s g ra dua l es e im pe rc ep t ib le s d e
que h ab ló D a rw i n de j ar on l ug ar p ar a l as m u ta c ion es rep en t in as y lo s
in esp e rad os cam b io s d e De V ri es . En ta nt o qu e Da rw in a ce pt ó com o
un he ch o l as in t erm in ab le s v ar i ac ion es en di fe r en te s d ir ec c ion es ,
222
92
C i t a d o p o r Al l e n , E v o l u t i o n i n t h e Ba l a n c e s , p . 1 1 0 .
93
Th e Or i g i n o f Ma n k i n d , p . '7 5
225
94
C i t a s t o m a d a s d e Ze rb e , C h ri st i a n i t y a n d F a l se E v o l u t i o n , p p . 27 1 y si g u i e n t e s .
95
C i t a d o p o r W . B e l l Da w so n , Th e Bi b l e C o n fi rm e d b y Sc i e n c e , p . 1 4 6 , c o m p á re s e
t a m b i é n l o q u e e l d i fu n t o Da w so n d i j o e n e l c a p í t u l o V I I I.
226
96
Do g n s . Th e o l . I I , p . '1 2
227
L a c ien c ia h a co nf i rm ad o de va r ia s m an er as el te s t im on io d e l a E sc ri t ur a
con r es pe ct o a l a un id ad de la ra za hum ana . L os h om b re s de c ie nc ia n o
si em p re cr eye ro n e s to. L o s an t ig uo s g ri eg os te n ían su t eo r ía d e l
au toc to n ism o , de la qu e r es ul t a que lo s hom b re s b ro ta ro n de la ti er r a po r
m edi o de un a c la se de g en er ac ió n e spo n tán ea , t eo r ía q ue n o ti en e
fun dam e nt o só l id o alg un o, pu es t o que la g ene ra c ión e sp on tán ea , en l ug ar d e
hab er s id o p ro bad a, ha s id o d es ac re di t ada . A g as s iz pr opu so l a te or í a d e lo s
coa dam it as , l a qu e c ons i de ra q ue h ubo di f er en te s c en tr os de c re ac ió n. En e l
año 16 55 Pe yr e ri us d es ar ro l ló la t eo r ía d e lo s p rea dam i ta s, qu e t ie ne com o
or ig en la s upo s ic ió n d e q ue ya ha b ía hom b re s an te s d e que A dá n fu er a
cr ead o. Es ta teo r ía fue rev iv i da po r W inc he l l, qu e no neg ab a la u ni da d de l a
ra za, pe ro qu e co ns i de rab a a A dá n c om o e l pr im e r an tep as ad o de l os j ud ío s
m ás b i en que c abe za de la ra za hum ana . Y en año s re c ien t es F lem ing , s i n
se r dog m át i co so br e e l as un to, d i ce qu e hay ra zon es p ar a ac ep ta r qu e hub o
ra za s in f er io re s a l h om br e an t es d e l a ap ar i ci ón d e A dán en e l e sc ena r io ,
al re ded or de l año 550 0 A .C. A unq ue er an in fe r io re s a l os adam i ta s y a
te ní an f acu l ta de s d i st i nt as de la s d e lo s a n im a le s. E l po st e ri or hom br e
adam i ta fu e do ta do de fa cu lt ad es m á s g r and es y
m ás nob l es y pro bab l em en te f ue de st i nad o p ar a tr ae r a tod o
e l re s to d e la hum a n ida d ex is te nt e a l a le a lt ad p ar a con s u Cre ado r. F
al l ó A dán en c on se rv ar s u le al t ad a D i os , y por lo m i sm o, D i os p ro vey ó l a
ven id a de un d es cen d ien t e de l m ism o A d án, q ue s i end o hom b re e ra , s in
em b arg o, m á s qu e hom b re , par a que é l cum p l ie ra l o q ue A dá n n o p udo
cum pl i r. El co nc ep to qu e Flem ing se ha v is t o pr ec i sad o a
so s te ne r es " q ue la ram a c au cá si ca , in cue s ti on ab lem e n te, e s l a ún ic a
de r iv ac ió n po r g ener ac ió n no rm a l qu e pro ce de de l a ra za ad ám i ca, e s
dec i r, de los m i em b ros d e la r az a a dám ic a que ado r aba a D io s y qu e s ob
rev i vi er on a l d i luv io Noé , sus h i jos y su s hi ja s" . 97 Pero e s ta s te or í as , una
y t od as, n o enc ue nt ra n ap oyo e n la Esc r it ur a, y c on t ra di ce n H ec h. 1 7:
26 y to do lo q ue la B ib l ia e ns eñ a co n re fe re nc ia a l a ap os ta s ía y a l a s al
va ci ón d el hom b re. A d em á s, la c i enc i a con st ru ye d iv e rso s a rg um en to s en
fa vo r de la un i dad d e l a r az a hum a na d e lo s c ua le s pr es en tam o s a lg uno s:
1. El arg um e nt o d e l a h is t or ia . L as t r ad ic io ne s d e la r az a h um an a
97
C o m p á r e se Th e O ri g i n o f M a n k i n d , C a p s . VI y VI I .
228
4. El a rg um en to d e l a c ie nc ia na tu ra l o la f is io log í a. L os p ro fe so re s d e
la f i s io log í a com p ar at i va f orm u l an j ui c io com ú n ac er ca d e que la r az a
hum an a con s t it uy e una so la e sp ec ie . L as d i fe re nc ia s qu e ex i st en e nt r e
la s di ve rs as f am i l ia s de l a hum an i dad s e con s ide ra n se nc i ll am en t e
com o v ar i eda de s d e u na esp ec i e o rig ina l. L a ci en ci a n o a f irm a
pos i t ivam en te que l a r az a hum ana de sc i end a d e un a s ol a p ar e ja, y s i n
em ba rg o, d em ue s tr a qu e é s te pu do hab e r si do e l ca so, y qu e
pro bab l em en te a s í e s.
1. ¿Qué se puede decir en contra del concepto de que tenemos en Gén. 1 y 2 dos
diferentes relatos de la creación, más o menos contradictorios entre sí?
2. ¿Será razonable pensar que el mundo existió millones de años antes de que el
hombre apareciera en el escenario?
229
humana y la investigación sobre el orige n del alma en los individuos que constituyen la
raza.
se escucharon otras voces. Durante el Siglo XIX revivió la tricotomía en una forma u otra
debido a ciertos teólogos alemanes e ingleses, como Roos, Olshaus en, Beck, Delitzsch,
Auberlen, Oehler, White y Heard; pero no encontró gran aceptación en el mundo teológico.
Los recientes abogados de esta teoría no concuerdan en cuanto a la naturaleza de la psuché,
ni en cuanto a la relación que el alma guarda con los otros elementos de la naturaleza
humana. Delitzsch, la concibe como un efluvio del pneuma, en tanto que Beck, Oehler, y
Heard, la consideran como el punto de unión entre el cuerpo y el espíritu. Delitzsch no es
completamente consistente, y a veces parece titubear, y Beck y Oehler admiten que la
representación bíblica del hombre es fundamentalmente dicotómica. La defensa que
hicieren de la tricotomía bíblica difícilmente puede decirse que implica la existencia de tres
elementos distintos en el hombre. Además de estos dos conceptos teológicos encontramos
también, especialmente en el último siglo y medio, los conceptos filosóficos de
materialismo absoluto y de idealismo absoluto, el primero que sacrifica el alma al cuerpo, y
el último que sacrifica el cuerpo al alma.
Los tricotomistas procuran apoyarse en el hecho de que la Biblia, como ellos la ven,
reconoce dos partes constituyentes de la naturaleza humana, además del elemento bajo o
material, es decir el alma (en hebreo, nephesh; en griego, psuché) y el espíritu (en hebreo
(ruach; en griego, pneuma). Pero el hecho de que estos términos se usan con mucha
frecuencia en la Escritura no da derecho a la conclusión de que designan las partes
98
P. 60.
233
Sin embargo, hay dos pasajes, que parecen contradecir la acostumbrada representación
dicotómica de la Escritura, es decir, I Tes. 5 : 23 ; "y el mismo Dios de paz os santifique
234
por completo y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensiblemente
para la venida de nuestro Señor Jesucristo", y Heb. 4: 12, "porque la Palabra de Dios es
viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos ; y penetra hasta partir el alma
y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones
del corazón".
1. Pero debe notarse que es una regla sana en exégesis que las afirmaciones
excepcionales se interpreten a la luz de la analogía Scriptura, la pre sentación
acostumbrada en la Escritura. En vista de este hecho algunos defensores de la
tricotomía admiten que estos pasajes no prueban necesariamente su punto.
4. Heb. 4: 12 no debería tomarse como que significa que la Palabra de Dios penetra en
el hombre interno y hace separación entre su alma y su espíritu porque eso
implicaría naturalmente que el alma y el espíritu son dos sustancias diferentes; sino
simplemente como declaraciones de que la Pa labra produce una separación entre los
pensamientos y las intenciones del corazón. 99
99
Compárese para una distinción en la psicología de la Escritura, especialmente, Bavinck, Bijbelsche en
Religionize Psychologie; Laidlaw, The Bible Doctrine of Man, pp. 49 -138; H. Wheeler Robinson, The
Christian Doctrine of Man, pp. 4.150; Delitzs ch, System of Biblical Psychology; Dickson, St. Paul's Use of
Terms Mesh and Spirit.
235
2. La teoría dualista. Algunas teorías se basan en la hipótesis de que hay una dualidad
esencial de materia y espíritu y presentan sus relaciones mutuas en varias formas :
a. El ocasionalismo. De acuerdo con esta teoría, sugerida por Descartes, la
materia y el espíritu trabajan separadamente de acuerdo con leyes que les
son peculiares, y éstas son tan diferentes q ue no hay posibilidad de acción
conjunta. Lo que nos parece ser tal acción únicamente puede explicarse por
el principio de que, en la ocasión en que una de ellas actúa, Dios por medio
de su agencia directa produce una acción correspondiente en la otra.
b. El paralelismo. Leibnitz propuso la teoría de la armonía preestablecida. Esta
también descansa sobre la hipótesis de que no hay interacción directa entre
lo material y lo espiritual, pero no da por hecho que Dios produzca las que
parecen acciones conjuntas m ediante una continua interferencia. En lugar de
eso sostienen que Dios hizo el cuerpo y el alma de tal manera que el uno
correspondiera perfectamente con la otra. Cuando tiene lugar en el cuerpo
una moción, se produce un movimiento correspondiente en el al ma, de
acuerdo con la ley de la armonía preestablecida.
c. Dualismo realista. Los hechos sencillos a los que siempre tenemos que
volver, y que están incorporados en la teoría del dualismo realista son los
siguientes: El cuerpo y el alma son sustancias distin tas que interaccionan
aunque su modo de interacción escapa al escrutinio humano y permanece
siendo para nosotros un misterio. La unión entre los dos puede llamarse una
unión de vida: Los dos relacionados orgánicamente, el alma actúa sobre el
cuerpo y el cu erpo sobre el alma. Algunas de las acciones del cuerpo
dependen de la operación consciente del alma, en tanto que otras no. Las
operaciones del alma están relacionadas con el cuerpo, su instrumento en la
vida presente; pero del hecho de que el alma después de la muerte continúa
236
La filosofía griega dedicó mucha atención al problema del alma y logró hacer sentir su
influencia en la teología cristiana. La naturaleza, el origen y la contivada existencia del
alma fueron temas de discusión. Platón creyó en la preexistencia y transmigración del alma.
En la Iglesia primitiva la doctrina de la preexistencia del alma se limitó prácticamente a la
escuela alejandrina. Orígenes fue el principal representante de este concep to y lo combinó
con la noción de una caída pre-temporal. Otros dos conceptos hicieron su aparición al
mismo tiempo y demostraron ser mucho más populares en los círculos cristianos. La teoría
del creacionismo sostiene que Dios crea un alma nueva cuando nace cada individuo. Fue la
teoría dominante en la Iglesia Oriental, y también encontró algunos abogados en Occidente.
Jerónimo e Hilario de Pictavium fueron sus más prominentes representantes. En la Iglesia
de Occidente la teoría del traducianismo gradualment e fue ganando influencia. De acuerdo
con este concepto el alma, tanto como el cuerpo del hombre, se origina por medio de la
propagación. Esta y la teoría realística se unen para afirmar que la naturaleza humana fue
creada totalmente por Dios y que constant emente aumenta en el número de sus individuos
conforme la raza humana se multiplica. Tertuliano fue el primero en afirmar esta teoría del
traducianismo y bajo su influencia siguió ganando aceptación en la Iglesia Norafricana y en
la de Occidente. Parecía que se acomodaba mejor con la doctrina de la trasmisión del
pecado, doctrina ésta que estaba en boga en aquellas regiones. León el Grande la denominó
la enseñanza de la fe católica. En Oriente no encontró aceptación favorable. Agustín vaciló
en elegir entre estas dos teorías. Algunos de los primitivos escolásticos estuvieron un tanto
indecisos; aunque consideraron que la más probable de las dos era el creacionismo; pero
con el correr del tiempo adquirió consenso entre los estudiosos la opinión de que las alm as
individuales fueron creadas. Pedro Lombardo dice: "La Iglesia enseña que las almas son
creadas al momento de su infusión en el cuerpo". Tomás de Aquino fue todavía más lejos al
237
decir: "Es una herejía afirmar que el alma intelectual se transmite por vía de la generación".
Esto sigue siendo la teoría dominante en la Iglesia católica -romana. A partir de la Reforma
hubo diferencia de opinión entre los protestantes. Lutero se expresó en favor del
traducianismo y esto se hizo la opinión que dominó en la Iglesi a Luterana. Por otra parte,
Calvino se decidió en favor del creacionismo. Dice en su comentario sobre Gen 3: 16: "Ni
tampoco es necesario recurrir a esa invención antigua de ciertos escritores, de que las almas
se derivan por descendencia desde nuestros primeros padres". Desde los días de la Reforma
esto ha sido la teoría común en los círculos reformados. Esto no quiere decir que no haya
habido excepciones a la regla. Jonatán Edwards y Hopkins en la teología de Nueva
Inglaterra favorecieron al traducionismo . Julio Mueller, para explicar el origen del pecado,
en su obra sobre The Christian Doctrine of forjó de nuevo un argumento en favor de la
preexistencia del alma junta con la de una caída pre -temporal.
PREEXISTENCIANISMO
Algunos teólogos especulativos ent re los cuales los más distinguidos son Orígenes, Scoto
Erígena y Julio Mueller abogaron por la teoría de que las almas de los hombres existieron
en un estado anterior y que algunos acontecimientos en aquel primer estado explican la
condición en que actualm ente se encuentran estas almas. Orígenes considera que la
existencia material presente del hombre, con todas sus desigualdades e irregularidades
físicas y morales, es un castigo por los pecados cometidos en una existencia anterior. Scoto
Erígena también sostiene que el pecado hizo su entrada en el mundo de la humanidad en el
estado pre-temporal, y que por tanto el hombre comenzó su carrera sobre la tierra siendo ya
pecador. Y Julio Mueller adopta esta teoría para reconciliar la doctrina de la universalidad
del pecado con la de la culpabilidad individual. Según él cada persona debió haber pecado
voluntariamente en aquella existencia anterior.
3. Destruye la unidad de la raza humana porque acepta que las al mas individuales
existieron mucho tiempo antes de que entraran en la vida presente. No constituyen
una raza.
EL TRADUCIANISMO
Según el traducianismo las almas de los hombres se propagan juntamente con los cuerpos
mediante la generación , y por lo mismo los padres las transmiten a sus hijos. En la Iglesia
primitiva fueron traducianistas Tertuliano, Rufino, Apolinar y Gregorio de Niza. A partir de
los días de Lutero el traducianismo ha sido el concepto dominante en la Iglesia Luterana.
Entre los reformados lo aceptaron H. B. Smith y Shedd. A. H. Strong también lo prefiere.
EL CREACIONISMO
Esta teoría tiene por objeto afirmar que cada alma individual ha de ser considerada como
una creación inmediata de Dios debiendo su origen a un acto creativo directo, aunque el
tiempo en que se ejecuta no puede precisarse exactamente. Se supone que el alma al ser
creada es pura, pero unida a un cuerpo depravado. Esto no significa, necesariamente, que el
alma sea creada primero separada del cuerpo, y luego manchada al ser puesta en contacto
con el cuerpo, lo que sería tanto como aceptar que el pecado es una cosa física. Significaría
sencillamente que el alma aunque formada por un acto creativo de Dios, no obstante, está
preformada en la vida psíquica del feto, es decir, en la vida de los padres y de esa manera
adquiere su vida no sobre y fuera de, sino bajo y en, aquella intrincada situación
pecaminosa con la que la humanidad, como un todo, está cargada. 100
100
Compárese Bavinck, Geref. Dogm. II, pp. 630 y siguientes.
241
101
Bibl. Psych., p. 137.
242
CONCLUSIONES FINALES
1. Se necesita prudencia para hablar sobre este punto. Debe admitirse que los
argumentos de ambas partes están perfectamente balanceados. Atendiendo a esto no
es de sorprender que Agustín encontrara difícil escoger entre las dos. La Biblia no
hace una afirmación directa resp ecto al origen del alma del hombre, salvo en el caso
de Adán. Los pocos pasajes escriturales que se citan como favorables a una y otra
teoría apenas si pueden considerarse definitivos por cada parte. Y puesto que no
tenemos una enseñanza clara de la Escrit ura sobre el punto de que tratamos, se
necesita prudencia para tratarlo. No debemos tratar de superar con nuestra sabiduría
lo que está escrito. Algunos teólogos son de opinión de que debe reconocerse que
hay un elemento de verdad en esas dos teorías. 102 Dorner hasta sugiere la idea de
102
Compárese Smith, Chr. Theol., p. 169; Dabney Syst. and Polemic Theol., pp. 320 y sigu ientes; Martensen,
Chr. Dogm., p. 141; Bavinck, Gere f. Dogm. II, p. 6 30; Raymond, Syst. Theol. II, pp. 35 y siguientes.
243
que cada una de las tres teorías discutidas presenta uno de los aspecto de la verdad
completa: "El traducianismo, la conciencia genérica; el preexistencianismo, la
conciencia personal o el interés de la personalidad individual como un pensamiento
divino aparte: el creacionismo, la conciencia divina". 103
Según la Escritura el hombre fue creado a la imagen de Dios, y por tanto está en relación
con Dios. Vestigios de esta verdad se encuentran hasta en la literatura gentilicia. Pablo
señaló ante los atenienses que algunos de sus poetas habían hablado del h ombre como
linaje de Dios, Hech. 17: 28. Los Padres de la Iglesia primitiva estuvieron en completo
acuerdo en que la imagen de Dios en el hombre consiste principalmente en las
características racionales y morales del hombre, y en su capacidad para la santi dad; pero
algunos estuvieron inclinados a incluir también las características físicas. Ireneo y
Tertuliano trazaron una distinción entre la "imagen" y la "semejanza" de Dios, encontrando
103
Syst. of Chr. Doct. II, p. 94
104
Para ampliar el estudio sobre este asunto consúltese especialmente el sentido del Dr. Honig sobre
Creatianisme en Traducianisme.
244
105
Institutos 1, 15: 3.
245
santidad. Toda la imagen quedó viciada por el pecado, pero solamente aquellas cualidades
espirituales quedaron completamente perdidas. Los socinianos y algunos de los primitivos
arminianos enseñaron que la ima gen de Dios consistía únicamente en el dominio del
hombre sobre la baja creación. Schleiermacher rechazó la idea de que un estado original de
integridad, y de justicia original, tuviera que ser una doctrina necesaria. Puesto que, siendo
como él lo ve, que la perfección moral o la justicia y la santidad pueden ser únicamente el
resultado del desarrollo, considera que es una contradicción de términos hablar del hombre
como creado en un estado de justicia y santidad. De aquí que la imagen de Dios en el
hombre puede consistir en una cierta receptividad de lo divino, una capacidad para
responder al ideal divino y para crecer a la semejanza de Dios. Los teólogos modernos del
tipo de Martensen y Kaftan están perfectamente de acuerdo con esta idea.
lleva la imagen de Dios, compárese I Cor. 15: 49. Algunos han considerado que
tiene mucha importancia el cambio de las p reposiciones en Gen 1: 27, que según el
sentido original del hebreo se entienden "a nuestra imagen" y "según nuestra
semejanza". Bohl hasta basa en ello la idea de que somos creados a la imagen, como
la indicación de un medio ambiente; pero esto es enteram ente infundado. Mientras
el significado principal de la preposición hebrea be (traducida aquí "a") es
indudablemente "a" también puede significar lo mismo que la preposición le (que se
traduce aquí "según"), y evidentemente aquí tiene ese significado. Nóte se que se nos
dice que somos renovados "conforme a la imagen" de Dios que es lo mismo que
según la imagen, Col. 3: 10; y también que las preposiciones usadas en Gen 1: 26
están colocadas a la inversa en Gen 5: 3.
2. La imagen de Dios según la cual fue creado el hombre incluye en verdad lo que,
generalmente, ha dado en llamarse "justicia original", o más definidamente
conocimiento verdadero, justicia y santidad. Se nos dice que Dios hizo al hombre
nto indica de
manera muy precisa la naturaleza de la condición original del hombre en donde
habla del hombre que ha sido renovado en Cristo, es decir, que se le ha hecho volver
a su condición original. La condición a la que el hombre queda restaurado en Cr isto
claramente se ve que no es una de neutralidad, ni buena ni mala, en la que la
voluntad guarda un estado de perfecto equilibrio; sino uno de verdadero
conocimiento, Col. 3: 10, justicia y santidad, Ef. 4: 24. Estos tres elementos
constituyen la justici a original, la que fue perdida por el pecado; pero que se
reconquista en Cristo. Puede llamarse la imagen moral de Dios, o simplemente la
imagen de Dios en el más restringido sentido de la palabra. La creación del hombre
según esta imagen moral implica que la condición original del hombre era una de
efectiva santidad, y no un estado de inocencia o de neutralidad moral.
no estuvo sujeto a la ley de la muerte. La muerte se pronun ció como un castigo por
causa del pecado, Gén. 2: 17; y que esto incluyó la muerte física del cuerpo se hace
manifiesto en Gén. 3: 19. Pablo nos dice que por el pecado entró la muerte en el
mundo, Rom. 5: 12; I Cor. 15: 20, 21; y que la muerte debe conside rarse como la
paga del pecado, Rom. 6: 23.
Según la Biblia la esencia del hombre consiste en esto, en que es la imagen de Dios. Por ser
eso se le distingue de todas las otras criaturas y conserva supremacía como cabeza y corona
de toda la creación. La Biblia afirma que el hombre fue creado a la imagen y conforme a la
semejanza de Dios, Gén. 1: 26, 27; 9: 6; Sant. 3: 9; y h abla del hombre como que es y como
que lleva la imagen de Dios, I Cor. 11: 7; 15: 49. Los términos "imagen" y "semejanza" se
han considerado diferentes en varios sentidos. Algunos eran de opinión que "imagen" tenía
referencia al cuerpo, y "semejanza", al a lma. Agustín sostuvo que la primera se refería al
intelecto, y la última, a las facultades morales del alma. Bellarmino consideró que "imagen"
era la designación de los dones naturales del hombre, y "semejanza" era una descripción de
todo lo que sobrenaturalmente se añadió al hombre. Todavía hubo otros que afirmaban que
la "imagen" denotaba lo innato, y "semejanza", la conformidad a Dios, adquirida. Sin
embargo, parece mucho más probable, como ya lo dejamos dicho arriba, que ambas
palabras expresan la misma idea, y que "semejanza" es únicamente una adición aclaratoria
para designar la imagen como muy parecida o muy semejante. La idea expresada por las
dos palabras es que se trata de la verdadera imagen de Dios. La doctrina de la imagen de
Dios en el hombre es de la mayor importancia en teología, porque esa imagen es la
expresión de lo que es más distintivo en el hombre y en su relación con Dios. El hecho de
que el hombre es la imagen de Dios lo distingue del animal y de cualquiera otra criatura.
Hasta donde podemos saber por medio de la Escritura, ni siquiera los ángeles alcanzan el
honor que alcanzó el hombre, aunque a veces se les representa como si lo tuvieran. Calvino
249
va bastante lejos al decir que "no se puede negar que los ángeles también fueron creados a
la semejanza de Dios, puesto que, como Cristo lo declara (Mat. 22: 30), nuestra más alta
perfección consistirá en ser como ellos". 106 Pero al hacer esta afirmación el gran reformador
no consideró debidamente el punto de comparación con la declaración de Je sús. En muchos
casos la suposición de que los ángeles fueron creados también a la imagen de Dios resulta
de un concepto de la imagen que la limita a nuestras cualidades morales e intelectuales.
Pero la imagen también incluye el cuerpo del hombre y su domin io sobre la baja creación.
Los ángeles nunca están representados como amos de la creación, sino como espíritus
ministradores enviados para servicio de aquellos que son herederos de la salvación. Los
siguientes son los más importantes conceptos de la imagen de Dios en el hombre.
LA IDEA REFORMADA
Las Iglesias Reformadas siguiendo los pasos de Calvino, tuvieron un concepto mucho más
comprensivo de la imagen de Dios que los luteranos o los católicos romanos. Pero tampoco
los Reformados están de acuerdo en cuanto a su contenido exacto. Dabney, por ejemplo,
sostiene que la imagen de Dios no consiste en algo absolutamente esencial a la naturaleza
del hombre, sino únicamente en algunos accidentes, 107 porque de no ser así, la pérdida de
ella habría producido la destr ucción de la naturaleza humana. McPherson, por otra parte,
afirma que pertenece a la naturaleza esencial del hombre, y dice que "la teología protestante
se habría evitado mucha confusión y muchas sutilezas doctrinales, innecesarias e
inconvenientes, si no se hubiera sobrecargado con la idea de que estaba obligada a definir el
pecado como la pérdida de la imagen, o de algo que le pertenecía a la imagen. Si la imagen
se hubiera perdido, el hombre habría dejado de ser hombre". 108 Luego, pues, los dos
anteriores autores parecen quedar en desesperante contradicción. Hay otras diferencias que
también se han hecho evidentes en la teología Reformada. Algunos quisieran limitar la
imagen a las cualidades morales de justicia y santidad con las que el hombre fue creado, e n
tanto que otros quisieran incluir toda la naturaleza moral y racional del hombre, y todavía
otros quisieran añadir el cuerpo. Calvino encuentra que la imagen consiste especialmente
en aquella integridad original de la naturaleza del hombre perdida por ca usa del pecado, la
cual se revela en el verdadero conocimiento, justicia y santidad. Al mismo tiempo añade,
además, "que la imagen de Dios se extiende a todo aquello en lo que la naturaleza del
hombre sobrepasa a la de todas las otras especies de animales" . 109 Este amplio concepto de
106
Institutes I, 15.3.
107
Syst. and Polem. Theol. p. 293.
108
Chr. Dogm., p. 20 3.
109
Institutes I, 15.308.
250
la imagen de Dios se hizo dominante en la teología Reformada. Witsius dice así: "La
imagen de Dios consistió untecendenter, en la naturaleza espiritual e inmortal del hombre;
formaliter, en su santidad; consequenter, en su domini o". 110 Una opinión parecida está
expresada por Turretin. 111 En resumen, puede decirse que la imagen consiste:
2. En las potencias o facu ltades físicas del hombre como un ser racional y moral, es
decir, el intelecto y la voluntad con todas sus funciones.
4. En el cuerpo, no como sustancia material, sino como el órgano adecuado del alma, y
que participa de su inmortalidad, y como el instrumento por medio del cual el
hombre ejerce dominio sobre la baja creación.
110
On The Covenants, 1.2.11.
111
Opera, De C reatione, Quaestio X.
251
LA IDEA LUTERANA
LA IDEA CATOLICORROMANA
Los católicos romanos no están de acuerdo en su idea de la imagen de Dios. Aquí nos
limitamos a consignar la idea que más prevalece entre ellos. Sostienen que Dios, en la
creación, dotó al hombre con ciertos dones naturales, tales como la espiritualidad del alma,
la libertad de la voluntad y la inmortalidad del cuerpo. La espiritualidad, la libertad y la
inmortalidad son dones naturales, y como tales constituyen la imagen natural de Dios.
Además, Dios "adaptó" (ajustó) los poderes naturales del hombre entre sí, colocando al ---
Más bajo en la debida subordinación al más alto. La armonía establecida de este modo se
llama justicia justicia natural. Pero aún así permanece en el hombre una tendencia natural
112
Koestlin, The Theology of Luther II, pp. 339 -342.
113
The Doctrine of the Word of God, p. 27 3.
252
de los bajos apetitos y pasiones que se revelan en contra de la autoridad de los más altos
poderes de la razón y de la conciencia. Esta tendencia, llamada concupiscencia, en sí misma
no es pecado, pero se convierte en pecado cuando se le consiente con la voluntad, y se
convierte en acción voluntaria. Para que el hombre pudiera frenar su baja naturaleza, Dios
añadió a los dona naturalia determinados dona supernaturalia. Estos incluyen el donum
superadditum de la justicia original (la so brenatural semejanza a Dios), la cual le fue
añadida como regalo extraño a la esencia del hombre, sea que haya sido inmediatamente al
tiempo de la creación, o en algún momento posterior, como recompensa del uso adecuado
de los poderes naturales. Estos dones sobrenaturales incluyendo el donum superadditum de
la justicia original se perdieron por causa del pecado; pero su pérdida no desbarató la
naturaleza esencial del hombre.
Según los sociníanos y algunos de los primitivos arminanos la imagen de Dios consiste en
el dominio del hombre sobre la baja creación y en esto solamente. Los rebautizadores
(anabaptistas) sostuvieron que el primer hombre, como una criatura finita y terrenal,
todavía no era la imagen de Dios; pero que po día llegar a serlo únicamente por medio de la
regeneración. Los pelagianos, la mayor parte de los arminianos y los racionalistas, todos
con poca diferencia, encuentran la imagen de Dios únicamente en la libre personalidad del
hombre, en su carácter raciona l, en su disposición ética religiosa; y su destino, en vivir en
comunión con Dios.
Hay una relación muy estrecha entre la imagen de Dios y el estado original del hombre, y
por tanto, los dos, generalmente, se consideran juntos. Una vez más tendremos que
distinguir entre los diferentes conceptos históricos respecto a la condición original del
hombre.
EL CONCEPTO PROTESTANTE
Los protestantes enseñan que el hombre fue creado en un estado de relativa pe rfección, un
estado de justicia y santidad. Esto no quiere decir que ya hubiera alcanzado el más alto
estado de excelencia de que era susceptible. Generalmente se considera que estaba
destinado a llegar a un alto grado de perfección en el camino de la obed iencia. Era como un
253
EL CONCEPTO CATOLICORROMANO
114
Compárese especialmente la obra de Kennedy, St. Paul's Conceptions of the Last Things. Cap. III.
254
pecado. (Compárense Rom. 7:8; Col. 3: 5; I Tes. 4: 5). Así pues, el hombre tal como fue
originalmente constituido estaba desposeído, por naturaleza, de verdadera santidad. Pero
también estaba sin pecado, aunque cargado con una tendencia que fácilmente podía resultar
en pecado. Pero ahora Dios añadió a la esencia natural del hombre el don sobrenatural de la
justicia original, por medio de la cual quedó capacitado para dominar debidamente sus
bajas tendencias y deseos. Cuando el hombre cayó perdió aquella justicia original; pero
permaneció intacta en él la esencia original de la naturaleza humana. El hombre material es
ahora exactamente lo que Adán fue antes de que recibiera el don de la justicia original,
aunque tiene ahora una tendencia mucho más fuerte hacia el mal.
IDEAS RACIONALES
Los pelagianos, los socinianos, los arminianos, los racionalistas y los evolucionistas, todos
descartan por completo la idea de un estado primitivo de santidad. Los primeros cuatro
están de acuerdo en que el hombre fue creado en un estado de inocencia, de neutralidad
moral y religiosa; pero que fue capacitado con una voluntad libre, de manera que pudiera
volverse en una u otra dirección. Los evolucionistas afirman que el hombre comenzó su
carrera en un estado de barbarie, en la que apenas se diferenciaba del bruto. Los
racionalistas de todas clases creen que una justicia y una santidad inherentemente creadas
son una contradicción de términos. El hombre determina su carácter por medio de su propia
y libre elección, y la santidad únicamente puede resultar de una lucha victoriosa en contra
del mal. Por lo tanto, se desprende de la naturaleza del caso que Adán no habría podido ser
creado en un estado de santidad. Además, los pelagianos, los socinianos y lo s racionalistas
sostienen que el hombre fue creado mortal. La muerte no fue el resultado de la entrada del
pecado en el mundo, sino que fue simplemente el fin natural del hombre tal como estaba
constituida su naturaleza. Adán habría muerto de cualquiera ma nera en virtud de la esencia
original de su naturaleza.
1. ¿Cuál es la distinción precisa que hace Delitzsch entre el alma y el espíritu del
hombre?
2. ¿Cómo hace uso Heard del concepto tripartita del hombre en la interpretació n del
pecado original, de la conversión y de la santificación?
3. ¿Cómo se explica el hecho de que los luteranos sigan siendo traducianistas y los
Reformados creacionistas?
255
La discusión del estado original del hombre, el status integritatis, no quedaría completo sin
considerar la relación mutua entre Dios y el hombre y especialmente el origen y naturaleza
de la vida religiosa del hombre. Aquella vida estuvo enraizada en un pacto, precisamente
como está la vida cristiana de hoy, y aquel pacto se conoce con varios nombres, como el
pacto de la naturaleza, el pacto de vida, el pacto edénico y el pacto de obras. El primer
nombre que fue muy común en su principio, fue abandonado gradualmente porque se
prestaba a dar la impresión de que este pacto era sencillamente una parte de la relación
natural en la que el hombre estuvo con Dios. Los nombres segundo y tercero no son lo
suficientemente claros, puesto que ambos podrían aplicarse al pacto de gracia que
ciertamente es un pacto de vida, y que también tuvo su origen en el Edén, Gen 3: 15. En
consecuencia el nombre "pacto de obras" merece la prefere ncia.
La historia de la doctrina del pacto de obras es comparativamente breve. Entre los Padres
de la Iglesia primitiva la idea del pacto raramente se encuentra, aunque los elementos que
ella incluye, es decir , el mandato probatorio, la libertad de elección y la posibilidad del
pecado y la muerte, todos se mencionan. Agustín en su obra La Ciudad de Dios habla de la
relación en la que Adán estuvo originalmente con Dios, llamándola un pacto (testamentum,
pactum), en tanto que algunos otros infirieron la relación del pacto original de pasajes bien
conocidos como el de Oseas 6: 7. En la literatura escolástica y también en los escritos de
los Reformadores, todos los elementos que posteriormente entraron en la constru cción de la
doctrina del pacto de obras estuvieron presentes, pero la doctrina misma todavía no estaba
desarrollada. Aunque contenían algunas expresiones que señalaban hacia la imputación del
pecado de Adán a todos sus descendientes, es claro que la transm isión del pecado como un
todo se concebía de una manera directa por generación, más bien que indirecta por
representación, (federal). Thornwell dice en su análisis de los Institutos de Calvino: "No se
apoderaron de la idea de la representación del pacto, c omo debían haberlo hecho; sino que
en lugar de eso se posesionaron de un realismo místico". 115 El desarrollo de la doctrina del
pacto de gracia precedió al de la doctrina del pacto de obras y pavimentó el camino para
éste. Cuando se vio claramente que la Esc ritura representaba el camino de salvación en la
forma de un pacto, el paralelo que Pablo delinea en Rom. 5 entre Adán y Cristo pronto dio
ocasión para imaginar también el estado de integridad como un pacto. Según Heppe la
primera obra en la que se expuso la representación en el sistema del pacto con el camino de
salvación, fue el Compendium of the Christian Religion, de Bullinger; y Olevianus fue el
115
Collected Writrngs I, p. 619. Compárense los Institutos de Ca lvino II, 1.
257
verdadero fundador de la teología del pacto bien desarrollada, en la cual el concepto del
pacto se convierte por vez primera en el principio constitutivo y determinativo de todo el
sistema. 116 La teología del pacto pasó de las Iglesias Reformadas de Suiza y Alemania a los
Países Bajos y a las Islas Británicas, especialmente a Escocia. En los Países Bajos sus
primitivos representantes fueron Gomarus, Trelcatius, Rayensperger y especialmente
Cloppenburg. Este último se considera como el precursor de Coccejus a quien con
frecuencia se le llama indebidamente "el padre de la teología del pacto". Lo que en verdad
disting ue a Coccejus es el hecho, de que al menos en parte, procuró sustituir el antiguo
método del estudio de la teología, el escolástico, muy común en su día, por lo que él
consideró que era un método más bíblico. Lo siguieron en este camino Burmannus y
Witsius. Coccejus y sus seguidores no fueron los únicos que sostuvieron la doctrina del
pacto de obras. Lo mismo hizo los otros como Voetius, Mastricht, á Marck, y De Moor.
Y peij y Dermout hacen notar que en aquellos días se consideraba como herejía negar el
pacto de obras.117 Los socinianos rechazaron por completo esta doctrina, puesto que no
creían en la imputación del pecado de Adán a sus descendientes; y lo mismo hicieron
algunos de los arminianos, como Episcopius, L imborgh, Venema y J. Alting, que la
llamaron una doctrina humana. A mediados del Siglo XVIII, cuando la doctrina del pacto
en los Países Bajos casi había pasado al olvido, Comrie y Holtius en su Examen van het
Ontwerp van Tolerantie una vez más la trajeron a la atención de la Iglesia. En Escocia se
escribieron varias obras importantes sobre los pactos, incluyendo el pacto de obras, como
fueron las de Fisher (Marrow of Modern Divinity), Ball, Blake, Gib y Boston. Walker dice:
"La antigua teología de Escocia debe describirse enfáticamente como teología d el pacto". 118
La doctrina encontró reconocimiento oficial en la Confesión de Westminster, y en la
Formula Consensus Helvética. Es significativo que la doctrina de obras encontrara
escasísima respuesta en la teología católico romana y en la luterana. Esto se explica por su
actitud hacia la doctrina de la imputación inmediata del pecado de Adán a sus
descendientes. Bajo la influencia del racionalismo y de la teoría de Placaeus, de la
imputación mediata, que también encontró aceptación en la teología de Nueva In glaterra, la
doctrina del pacto fue eclipsándose gradualmente. Hasta eruditos conservadores como
Doedes y Van Oosterzee en los Países Bajos le rechazaron y tuvo muy poca vida en la
teología de Nueva Inglaterra. En Escocia la situación no fue mucho mejor. H ugh Martin ya
había escrito en su libro sobre La Expiación (publicado en 1887): "Tememos que ya sea un
hecho actual que la teología del pacto está sufriendo un gran descuido, lo que nada bueno
116
Compárese el interesante capítulo sobre Die foederaltheologie der Reforrnirten Kirche en la obra de Heppe
Geschichte des Pietismus, pp. 204 -240.
117
Geschiedenis der Ned. Herv. Kerk, Aanteekeningen I.11, p. 315.
118
Scottish Thcology and Theologians, p. 73.
258
nos promete para el futuro inmediato de la Iglesia entre nosotr os". 119 Y en tanto que, en
nuestra propia tierra (EE. UU. A.), los eruditos presbiterianos como los Hodges, Thorwell,
Breckenridge y Dabney tomaron cuenta debida de la doctrina en sus obras teológicas, en las
Iglesias que ellos representaron casi ha perdido toda su vitalidad. En los Países Bajos ha
habido un resurgimiento de la teología del pacto bajo la influencia de Kuyper y Bavinck, y
por la gracia de Dios todavía sigue siendo una realidad viva en el corazón y la mente del
pueblo.
La extendida negación que se hace del pacto de obras nos obliga a examinar con cuidado su
fundamento escritural.
Debe admitirse que el término "pacto" no se encuentra en los primeros tres capítulos del
Génesis; pero esto no quiere decir que no contengan los datos necesarios para la
construcción de una doctrina del pacto. Difícilmente podría uno inferir que la doctrina de la
Trinidad no tiene fundamento en l a Biblia partiendo de la ausencia en ella del término
"trinidad". Todos los elementos de un pacto están indicados en la Escritura, y si los
elementos están presentes, no solamente tenemos derecho sino que, en un estudio
sistemático de la doctrina, también estamos en el deber de relacionar esos elementos entre
sí y de darle un nombre adecuado a la doctrina de ese modo construida. En el caso que
tenemos a nuestra consideración se nombran dos partes, se pone una condición, se implica
claramente una promesa de recompensa a la obediencia, y se advierte una pena por la
transgresión. Todavía se objetará que nada leemos acerca de que las dos partes hayan
llegado a un acuerdo, ni de que Adán haya aceptado los términos propuestos; pero esto no
es una objeción insupera ble. En los casos de Noé y de Abraham tampoco leemos de un
explícito acuerdo y aceptación de parte del hombre. Dios y el hombre no aparecen como
iguales en ninguno de estos pactos. Todos los pactos de Dios son de la naturaleza de las
disposiciones soberana s impuestas al hombre. Dios es absolutamente soberano en sus tratos
con el hombre, y tiene perfecto derecho de imponerle las condiciones con que tendrá que
encontrarse para disfrutar del favor divino. Además Adán estaba, en virtud de su relación
natural, obligado a obedecer a Dios; y cuando se estableció con él la, relación del pacto,
119
Página 25.
259
esta obediencia se convirtió para él en asunto de interés propio. Cuando Dios entra en
relaciones de pacto con los hombres, El es el que pone las condiciones que son siempre
muy bondadosas, de tal manera que desde este punto de vista, El tiene perfecto derecho a
esperar que el hombre convenga en ellas. En el caso que estamos considerando, Dios ni
siquiera tuvo que anunciar el pacto, ya que el estado perfecto en el que Adán viví a era
garantía suficiente para su aceptación.
Algunos niegan que haya evidencia escritural de una promesa semejante. Para nosotros es
perfectamente cierto que no se asienta explícitamente esa promesa; pero está implicada co n
toda claridad en la alternativa de muerte como el resultado de desobediencia. La
implicación clara de la advertencia del castigo es que en el caso de obediencia la muerte no
entraría, y esto puede significar únicamente la continuación de la vida natural de Adán, y
no lo que la Biblia llama vida eterna. Pero la idea bíblica de la vida, es vida en comunión
con Dios; y esta es la vida que Adán poseía aun cuando en su caso estaba en posibilidad de
perderla. Si Adán hubiera triunfado en la prueba, esta vida no solamente habría seguido
siendo suya, sino que también habría dejado de ser perdible y por lo tanto se levantaría a un
plano más elevado. Pablo nos dice explícitamente en Rom. 7: 10 que el mandamiento de la
ley era para vida. Al comentar este versículo Ho dge dice: "La ley estuvo designada y
adaptada para asegurar la vida; pero se convirtió de hecho en causa de muerte". Esto
también está claramente indicado en pasajes como Rom. 10: 5; Gál. 3: 13. Se admite,
generalmente, que esta promesa gloriosa de una vid a sin fin no estaba en manera alguna
implicada en la relación natural que Adán guardaba con Dios, sino que tenía una base
diferente. Pero admitir que aquí hay algo positivo, una condescendencia especial de Dios,
ya es una aceptación del principio de pacto. Todavía debe quedar alguna duda respecto a lo
adecuado del nombre "Pacto de Obras"; pero no queda ninguna objeción válida en contra
de la idea de pacto.
El paralelo que Pablo traza entre Adán y Cristo en Rom. 5: 12 -21, en relación con la
doctrina de la justificación, puede explicarse únicamente sobre la suposición de q ue Adán
como Cristo, fue la cabeza de un pacto. Según Pablo el elemento esencial en la justificación
consiste en esto, en que la justicia de Cristo se nos imputa sin ninguna obra perfecta o
mérito de nuestra parte, y considera que esto constituye un parale lo perfecto en cuanto a la
manera en que la culpa de Adán se nos imputa. Esto conduce, naturalmente, a la conclusión
de que Adán también permaneció en la relación del pacto en cuanto a sus descendientes.
EL PASAJE DE OSEAS 6: 7
En Oseas 6: 7 leemos: "Pero ellos como Adán quebrantaron el pacto". Se han hecho
intentos para desacreditar esta traducción. Algunos han sugerido que se lea "en Adán",
(como lugar geográfico), lo que implicaría que habían cometido la transgresión en algún
lugar llamado Adán. Pero la preposición (hebrea) impide esta traducción. Además, la Biblia
no hace mención para nada de alguna bien conocida e histórica transgresión acontecida en
Adán. La versión autorizada traduce "como hombres", que entonces tendría el significado
de, al modo de los hombres. A esto se debe objetar que en el original no hay plural, y que
semejante declaración no tendría sentido, puesto que los hombres difícilmente podrían
transgredir en otra forma que no fuera humana. La traducción "como Adán", es, después de
todo, la mejor. Tiene el apoyo del pasaje paralelo de Job 31: 33; ha sido adoptada por la
Versión Americana Revisada (American Revised Version). 120
120
Consúltese para los textos de Oseas 6:1 y Job 31: 33 la Versión Moderna, que en los pasajes de que se
trata, es consistente en la traducción, según el sentido que aquí sostiene el autor. (N. del T.)
261
De una parte está el Dios trino, Creador y Señor, y de la otra, Adán como su criatura
dependiente. Debemos distinguir entre los dos una doble relación:
1. La relación natural. Cuando Dios creó al hombre, estableció por ese mismo hecho,
una relación natural entre Él y el hombre. Era una relación parecida a la que hay
entre el alfarero y el barro, entre un soberano absoluto y un vasallo desprovisto de
todo merecimiento. De hecho, la distancia entre los dos era tan grande que la figura
del alfarero y el barro ni siquier a da una expresión adecuada al respecto. Era tan
grande que una vida en comunión entre tino y otro estaba fuera de toda discusión.
Como criatura de Dios el hombre estaba, naturalmente, bajo la ley, y en el deber de
guardarla. Y en tanto que la transgresión de la ley lo hacía susceptible del castigo, la
obediencia a ella no constituía la base para crear derecho a recompensa. Aun cuando
él hubiera cumplido con todo lo que de él se requería, habría tenido que decir, soy
únicamente un siervo inútil, porque nada he hecho sino nada más lo que estaba en
mí deber hacer. Bajo esta relación puramente natural el hombre nada podía haber
merecido. Pero aunque la distancia infinita entre Dios y el hombre excluye en
apariencia una vida de comunión entre uno y otro, el homb re fue creado
precisamente para esa comunión, y la posibilidad de ella ya estaba lograda al ser
creado a la imagen de Dios. En esta relación, natural Adán fue el padre de la raza
humana.
naturaleza del hombre como criatura, pero al mismo tiempo añadió otros nuevos
elementos.
a. Adán fue constituido como cabeza representativa de la raza humana, de
manera que podía actuar a nombre de todos sus descendientes.
b. Quedó sujeto por un tiempo a prueba, para determinar si voluntariamente
había de sujetarse o no a la voluntad de Dios.
c. Se le dio la promesa de la vida eterna en el camino de la obediencia, y fue
así como por medio de la bondadosa disposición de Dios adquirió ciertos
derechos condicionales, Este pacto capacitó a Adán para que en el camino
de la obediencia obtuviera vida eterna para él y para sus descendientes.
La gran promesa del pacto de obras fue la promesa de la vida e terna. Los que niegan el
pacto de obras, generalmente, basan su negación, en parte, sobre el hecho de que no hay
constancia de tal promesa en la Biblia. Es perfectamente cierto que la Escritura no contiene
una promesa explícita de vida eterna para Adán. Pe ro la amenaza del castigo implica, en
verdad, tal promesa. Cuando el Señor dice, "porque en el día que de él comieres morirás",
su declaración encierra claramente que si Adán se abstiene de comer, no morirá, sino que se
levantará más arriba de la posibilid ad de la muerte. La promesa envuelta, ciertamente, no
puede significar la de que, en caso de obediencia, Adán podría seguir viviendo en la forma
en que ya vivía, es decir, continuar simplemente la vida natural ordinaria, porque esa vida
ya era suya en virtud de su creación, y por tanto, no puede considerarse como recompensa
de la obediencia. La promesa implicada, evidentemente, era la de una vida elevada hasta su
más alto desarrollo en bendición y gloria perennales. Adán ciertamente fue creado en un
estado de verdadera santidad, y también era inmortal en el sentido de que no estaba sujeto a
la ley de la muerte. Pero estaba apenas al principio de su carrera y todavía no poseía los
más altos privilegios reservados para el hombre. Todavía no se había levantado más arriba
de la posibilidad de error, pecado y muerte. Todavía no estaba en posesión del más alto
grado de santidad, ni gozaba de la vida en toda su plenitud. La imagen de Dios en el
hombre todavía estaba limitada por la posibilidad de que el hombre pecar a contra Dios,
tomándose del bien al mal y convirtiéndose en súbdito del poder de la muerte. La promesa
de la vida en el pacto de obras era una promesa de eliminar todas las limitaciones de la vida
a las que Adán aún estaba sujeto, y de levantarla al más a lto grado de perfección. Cuando
Pablo dice en Rom. 7: 10 que el mandamiento era para vida, se refiere a la vida en el más
263
completo sentido de la palabra. El principio del pacto de obras era: que el hombre que hace
estas cosas vivirá por ellas; y este princ ipio se repite una y otra vez en la Escritura, Lev. 18:
5; Ezeq. 20: 11, 13, 20; Luc. 10:28; Rom. 10: 5; Gál. 3: 12.
El castigo que se anunció fue la muerte, y el significado de esto puede captarse mejor
tomando en cuenta lo que significa, generalmente, este término cuando se usa en la
Escritura, y también considerando los males que vinieron sobre el culpable al ser ejecutado
el castigo. Evidentemente se trata de la muerte en el s entido más inclusivo de la palabra,
que abarca la muerte física, la espiritual y la eterna. La idea fundamental de la muerte en la
121
Gere f. Dogm. II, p. 618.
264
Escritura no es la extinción del ser, sino el quedar separado de la fuente de la vida, con la
resultante disolución, o miseri a y dolor. Fundamentalmente, la muerte consiste en que el
alma sea separada de Dios, lo que se manifiesta en la miseria espiritual, y termina por fin en
la muerte eterna. Pero también incluye la separación del cuerpo y del alma con la
consiguiente disoluci ón del cuerpo. Indudablemente la ejecución del castigo comenzó al
instante siguiente a la primera transgresión. La muerte espiritual entró instantáneamente, y
las semillas de la muerte comenzaron también en ese instante a operar en el cuerpo. La
ejecución plena de la sentencia, sin embargo, no siguió al instante, sino que se demoró
debido a que Dios inmediatamente introdujo la economía de la gracia y de la restauración.
Con respecto a la pregunta de que si el pacto de obras todavía está en vigencia o quedó
abrogado al tiempo de la caída de Adán, hay una considerable diferencia de opinión entre
arminianos y teólogos Reformados.
EL CONCEPTO ARMINIANO
Los arminiano s sostienen que este pacto legal quedó completamente abrogado con la caída
de Adán y lo arguyen de la manera siguiente:
265
1. La promesa quedó entonces revocada y por esto quedó anulado el pacto, y donde no
hay pacto no puede haber obligación.
2. Dios no podría continuar exigiendo obediencia del hombre cuando éste era ya por
naturaleza incapaz, y la gracia de Dios no lo capacitaba para rendir el servicio
requerido.
4. Las obligaciones que para con Dios tiene el hombre nunca estuvieron fundadas
únicamente en los requerimientos del pacto sino más que todo en la relación natural
que tenía con Dios. Esta relación natural quedó incorporada en la relación de pacto.
5. La incapacidad del hombre es culpa del hombre mismo, y por tanto no puede
librarlo de su justa obligación. Las limitaciones que él mismo se impone, su
criminal y voluntaria enemistad en contra de Dios no impiden al Soberano
Gobernante del universo el derecho de demandar de su criatura el servicio sincero y
amante que su Creador merece.
EL CONCEPTO REFORMADO
266
Aun algunos teólogos Reformad os hablan de la abrogación del pacto legal y procuran
probarlo con pasajes como Heb. 8: 13. Esto levanta naturalmente la pregunta de si es así o
no, y hasta qué punto el pacto de obras puede considerarse todavía en vigor. Generalmente
se conviene en que ningún cambio en el estado legal del hombre puede jamás abrogar la
autoridad de la ley; que los derechos de Dios a la obediencia de sus criaturas no caducan
porque éstas caigan en pecado y porque los efectos del pecado las incapaciten; que la paga
del pecado sigue siendo la muerte; y que sigue requiriéndose una perfecta obediencia para
alcanzar la vida eterna. Esto significa, con respecto a la pregunta de que estamos tratando,
lo siguiente:
El problema del origen del mal que está en el mundo se ha considerado siempre como uno
de los más profundos problemas de la filosofía y de la teología. Es un problema que,
naturalmente, se impone a la atención del hombre, puesto que el poder del mal, es, a la vez,
267
grande y universal; es una mancha indeleble que cayó sobre la vida en todas sus
manifestaciones, y es asunto de la experiencia diaria en la vida de cada individuo. Los
filósofos se vieron constreñidos a encarar el problema y a buscar una respuesta a la
pregunta respecto al origen de todo el mal y, particularmente, del mal moral que hay en el
mundo. A algunos les parecía que el mal era una parte tan grande de la vida misma que
procuraron hallar la solución en la constitución natural de las cosas. Otros, sin embargo, se
convencieron de que había tenido un origen voluntario, es decir, que tuvo su causa en la
libre elección del hombre, bien haya sido en la presente o en alguna previa existencia. Estos
están mucho más cerca de la verdad según se nos revela en la Palabra de Dios.
Los Padres de la Iglesia primitiva no hablaron muy claramente acerca del origen del
pecado, aunque la idea de que se originó en la transgresión voluntaria y caída de Adán en el
paraíso, se encuentra ya en los escr itos de Ireneo. Este concepto pronto prevaleció en la
Iglesia, especialmente en contra del gnosticismo, que consideró que el mal es inherente a la
materia, y como tal, el producto del Demiurgo. El contacto del alma humana con la materia
vuelve a aquella, d e inmediato, pecadora. Esta teoría, naturalmente, despojó al pecado de su
carácter voluntario y ético. Orígenes procuró sostener esto mismo por medio de su teoría
del pre-existencialismo. Según él las almas de los hombres pecaron voluntariamente en una
existencia previa, y por lo tanto, todas entran al mundo en una condición pecaminosa. Este
concepto platónico estaba cargado con demasiadas dificultades para que pudiera ser
ampliamente aceptado. Sin embargo, durante los Siglos XVIII y XIX, esta doctrina fue
invocada por Mueller y Rueckert, y por filósofos como Lessing, Schelling y J. H. Fichte.
En general, los Padres de la Iglesia griega de los Siglos III y IV se mostraron inclinados a
negar la relación directa entre el pecado de Adán y sus descendientes, en tanto que los
Padres de la Iglesia latina enseñaron, con mayor claridad cada vez, que la presente
condición pecaminosa del hombre encuentra su explicación en la primera transgresión de
Adán en el paraíso. Las enseñanzas de la Iglesia de Oriente culminaron finalmente en el
pelagianismo, que negó que hubiera alguna relación vital entre los dos, en tanto que los de
la Iglesia de Occidente alcanzaron su punto más alto con Agustín que insistió en el hecho
de que en Adán nos encontramos a la vez culpables y manch ados. Los semipelagianos
admitieron la relación adámica; pero sostuvieron que esto únicamente tenía que ver con la
mancha del pecado. Durante la Edad Media, generalmente, se reconoció la relación. A
veces se le interpretó al modo agustiniano, y con más fre cuencia, al modo semi -pelagiano.
Los Reformadores participaron de las ideas de Agustín, y los socinianos de las de Pelagio,
en tanto que los arminianos se movieron en dirección del semipelagianismo. Bajo la
268
En la Biblia el mal moral que hay en el mundo se define claramente como pec ado, es decir,
como la transgresión de la ley de Dios. El hombre siempre aparece en la Biblia como un
transgresor por naturaleza, y la pregunta surge, naturalmente, ¿Cómo adquirió el hombre
esa naturaleza? ¿Cuál es la revelación de la Biblia acerca de ese punto?
Es verdad que el decreto eterno de Dios hizo segura la entrada del pecado en el mundo,
pero esto no debe interpretarse de manera que Dios resulte la causa del pecado en el sentido
de ser su autor responsable. Esta idea está excluida de la Biblia con toda claridad. "Lejos
esté de Dios la impiedad, y del Omnipotente la iniquidad", Job 34: 10. El es el Dios Santo,
Isa. 6: 3, y no hay en El absolutamente ninguna injusticia, Deut. 32: 4; Sal 92: 16. Dios no
puede ser tentado por el mal, ni El tienta al hombre, Sant. 1: 13. Cuando El creó al hombre
lo creó bueno y a su imagen. Verdaderamente Dios odia al pecado, Deut. 25: 16; Sal 5: 4;
11: 5; Zac. 8: 17; Luc. 16: 15, y proveyó en Cristo la libertad de l hombre de debajo del
pecado. A la luz de todo esto seríamos blasfemos si dijéramos que Dios es el autor del
pecado. Y por esa misma razón tienen que ser rechazadas todas aquellas ideas deterministas
que presentan al pecado como una necesidad inherente en la naturaleza íntima de las cosas.
Tales ideas, por implicación, hacen a Dios el autor del pecado, y son contrarias, no
269
La Biblia nos enseña que en el intento de hallar el origen del pecado debemos ir más allá de
la caída del hombre descrita en Gen 3, y poner atención a algo que aconteció en el mundo
angelical. Dios creó un ejército de ángeles, y todos eran buenos al salir de la mano de su
Hacedor, Gen 1: 31. Pero ocurrió una caída en el mundo angelical en la que legiones de
ángeles se separaron de Dios. El tiempo exacto de esta caída no se conoce, pero en Juan 8:
44 Jesús habla del diablo decla rándolo homicida desde el principio (Kat' arches), y Juan
dice en I Juan 3: 8 que el diablo peca desde el principio. La opinión predominante es que
este Kat' arches significa, desde el principio de la historia del hombre. Muy poco se dice
acerca del pecado que ocasionó la caída de los ángeles. De las advertencias de Pablo a
Timoteo para que ningún neófito sea colocado como obispo, "para que no se hinche y caiga
en la condenación del diablo", I Tim. 3: 6, tenemos que concluir que, con toda
probabilidad, el p ecado que hizo caer al diablo fue el del orgullo, el de aspirar a ser igual a
Dios en poder y autoridad. Y esta idea parece encontrar corroboración en Judas 6; en donde
se dice que los ángeles caídos "no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propi a
morada". No estuvieron satisfechos con su porción, con el gobierno y el poder que se les
confió. Si el deseo de ser iguales a Dios fue su tentación peculiar, esto podría explicar
también por qué tentaron al hombre sobre ese punto particular.
Con respecto al origen del pecado en la historia de la humanidad la Biblia enseña que
comenzó con la transgresión de Adán en el paraíso y que fue, por lo tanto, un acto perfecta -
mente voluntario de parte del hombre. El tentador vino del mundo espiritual con la
sugestión de que el hombre, colocándose en oposición a Dios, se convertiría en igual a
Dios. Adán sucumbió a la tentación y cometió el primer pecado, comiendo del fruto
prohibido. Pero no paró ahí el asunto, puesto que por aquel primer pecado, Adán se
convirtió en siervo del pecado. Aquel pecado trajo con él una mancha permanente, mancha
que debido a la solidaridad de la raza humana tenía que afectar no solamente a Adán sino a
toda su descendencia también. Como un resultado de la caída, el padre de la raza
únicamente podría transmitir a su descendencia una naturaleza humana depravada. De
aquella fuente sucia fluye el pecado como una corriente impura que alcanza a todas las
270
generaciones de los hombres, manchando a cada uno y a todo lo que cae en contacto con
ella. Este estado de cosas es el que precisamente hace que la pregunta de Job siempre sea
pertinente, "¿Quién hará limpio a lo inmundo? Nadie", Job 14: 4. Pero esto no es todo.
Adán pecó no solamente como padre de la raza h umana sino también como la cabeza
representativa de todos sus descendientes; y por tanto, la culpa de su pecado también los
alcanza, de manera que todos se merecen el castigo de la muerte. Este es el sentido
fundamental en que el pecado de Adán es el pecad o de todos. Eso es lo que Pablo nos
enseña en Rom. 5: 12; "Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre y por
el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron".
Las últimas palabras pueden significar únic amente que todos pecaron en Adán y que
pecaron en tal forma que se convirtieron todos en merecedores del castigo de la muerte.
Aquí no se considera al pecado únicamente como mancha, sino también como culpa que
trae consigo el castigo. Dios considera que to dos los hombres son pecadores culpables en
Adán, precisamente del mismo modo que juzga que todos los creyentes son justos en
Jesucristo. Esto mismo significan las palabras de Pablo en donde dice: "Así que como por
la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera, por la
justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Porque así como por la
desobediencia de un hombre los muchos serán constituidos pecadores, así también por la
obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos", Rom. 5: 18, 19.
SU CARÁCTER FORMAL
Desde un punto de vista puramente formal, puede decirse que el primer pecado del hombre
consistió en haber comido del árbol del conocimie nto del bien y del mal. No sabemos qué
clase de árbol era este. Pudo haber sido una datilera o una higuera o cualquier otro árbol
frutal.
No había nada que fuera pernicioso en el fruto del árbol como tal. Comer de él no hubiera
sido per se pecaminoso, porque no habría sido una transgresión a la ley moral. Esto
significa que no habría sido pecaminoso, si Dios no le hubiera dicho, "del árbol del
conocimiento del bien y del mal no comerás". No es unánime la opinión respecto a la razón
por la que el árbol se ll amaba, "del conocimiento del bien y del mal". Una idea no muy
común es que se llamaba así en atención a que comiendo de él se recibiría un conocimiento
práctico del bien y del mal; pero esta idea difícilmente puede armonizar con la
271
representación escritural de que el hombre al comerlo sería como Dios conociendo lo bueno
y lo malo, puesto que Dios no comete el mal y por lo tanto no tiene conocimiento práctico
de él. Parece mucho más probable que el árbol se llamara así en atención a que estaba
destinado para revelar
2. Si el hombre le permitiría a Dios determinar en lugar del mismo hombre lo que era
bueno y malo o si el hombre emprendería determinarlo por sí mismo. Pero
cualquiera que sea la explicación que se dé del nombre, el mandato dado por Dios
de no comer del fruto del árbol sirvió sencillamente para el propósito de probar la
obediencia del hombre. Fue una prueba de obediencia pura puesto que Dios en
ninguna manera trató de justificar o de explicar la proh ibición. Adán tenía que
demostrar su complacencia en someter su voluntad a la voluntad de su Dios con
obediencia implícita.
El primer pecado del hombre fue típico, es decir, un pecado en el que la esencia real del
pecado se manifiesta claramente tal como es. La esencia de aquel pecado consiste en el
hecho de que Adán se colocó en oposición a Dios, en que rehusó someter su voluntad a la
de Dios, en impedir que Dios determinara el curso de su vida; y en que activamente intentó
quitar el asunto de las manos de Dios y determinar el futuro por sí mismo. El hombre, que
no tenía absolutamente ningún derecho sobre Dios, y que podría haber tenido alguno
únicamente cumpliendo la condición del pacto de obras, se separó de Dios y actuó c omo si
poseyera determinados derechos en contra de Dios. La idea de que el mandato de Dios
estaba invadiendo realmente los derechos del hombre parece haber estado ya en la mente de
Eva cuando contestando la pregunta de Satanás añadió las palabras, "ni lo t ocaréis", Gen 3:
3. Eva evidentemente quiso acentuar el hecho de que el mandato había sido poco razonable.
Partiendo de la hipótesis de que el hombre tenía determinados derechos hasta sobre el
mismo Dios, el hombre permitió que el nuevo centro, encontrado en él mismo, operara en
contra de su Hacedor. Esto explica su deseo de ser como Dios y su duda de la buena
intención de Dios al darle aquel mandato. Naturalmente, se pueden distinguir diferentes
elementos en el primer pecado del hombre. En el intelecto se reveló como incredulidad y
orgullo; en la voluntad, mediante el deseo de ser como Dios, y en los afectos, como una
profana satisfacción en comer del fruto prohibido.
272
EL PROCEDIMIENTO DE L TENTADOR
La caída del hombre fue ocasionada por la tentación de la serpiente que sembró en la mente
del hombre las semillas de la desconfianza y de la incredulidad. Aunque fue,
indudablemente, la intención del tentador hacer caer a Adán como cabeza del pacto, sin
embargo, se dirigió a Eva, probablemente porque
1. Ella no era la cabeza del pacto y por tanto no tendría el mismo sentido de
responsabilidad
3. Con seguridad demostraría ser el agente más efectivo para llegar hasta el corazón de
Adán. El procedimiento seguido por el tentador es perfectamente claro. En primer
lugar siembra la semilla de la duda poniendo a discusión la buena intención de Dios
y sugiriendo que su mandato había sido, efectivamente, un atropello a la libertad y a
los derechos del hombre. Cuando se da cuenta, mediante la disposición de Eva, de
que la semilla ya tenía raíz, añade las semillas de la incredulidad y del orgullo
negando que la transgresión tuviera que resultar en muerte e intimando claramente
que el mandato había sido inspirado con el propósito egoísta de conservar al hombre
en sujeción. Y afirma el tentador que comiendo del árbol el hombre se volverá
como Dios. Las grandes esperanzas engendradas así, indujeron a Eva a mirar
ansiosamente al árbol, y mientras más lo veía, mejor le parecía el fruto. Por último
el deseo le alzó la mano, y comió y le dio a su marido, y también él comió.
I NTERPRETACIÓN DE LA TENTACIÓN
Se han hecho frecuentemente intentos y todavía se hacen para explicar el carácter histórico
de la caída. Algunos consideran toda la narración de Génesis 3 como una alegoría que
representa, por medio de una figura, la depravac ión propia del hombre y su cambio gradual.
Barth y Brunner consideran que es un mito el relato del estado original del hombre y de su
273
Otros que no niegan el carácter histórico del relato de Génesis sostienen que la serpiente,
cuando menos, no debe considerarse al pie de la letra como animal, sino únicamente como
el nombre o el símbolo de la codicia, del deseo sexual, de la razón equivocada o de Satanás.
Todavía otros afirman que, lo menos que se puede decir, es que al hablar de la serpiente
estamos hablando figuradamente. Pero todas estas y otras interpretaciones semejantes s on
insostenibles a la luz de la Escritura. Los pasajes precedentes y siguientes a Gen 3: 1 -7
tienen, evidentemente, la intención de una sencilla narración histórica. Que así lo intentaron
los autores bíblicos puede probarse por medio de muchas referencias importantes como Job
31: 33; Ecl. 7: 29; Isa. 43: 27; Oseas 6: 7; Rom. 5: 12, 18, y 19; I Cor. 5: 21; II Cor. Cor.
11: 3; I Tim. 2: 14, y por tanto, no tenemos derecho para afirmar que estos versículos que
son parte íntegra de la narración tengan que ser i nterpretados figuradamente. Además, la
serpiente, en verdad, se cuenta entre los animales en Gen 3: 1; y no se demostraría buen
sentido al sustituir "serpiente" por la palabra "Satanás". El castigo en Gen 3: 14 y 15
presupone una serpiente verdadera, y Pablo no imagina la serpiente de otra manera, II Cor.
11: 3. Y aunque fuera probable imaginar a la serpiente diciendo algo en un sentido figurado
por medio de sutilezas, no parece posible pensar en ella, de esa manera, conduciendo una
conversación como la que tenemos en Gen 3. Todo el asunto, incluyendo las palabras de la
122
God's Search for Man, p. 98.
123
Man in Revolt, p. 142.
274
Se ha sugerido que el hecho de que la caída del hombre se produjera por una tentación
venida de fuera puede ser una de las razones por las que el hombre puede salvarse, a
diferencia de los ángeles caídos, que no estuvieron sujetos a una tentación externa, sino que
cayeron por medio de los impulsos de su propia naturaleza interna. Sin embargo, nada
seguro puede decirse sobre este punto. Porque cualquiera que sea en ese sentido el
significado de la tentación, en verdad no basta para explicar cómo un ser santo como Adán
pudo caer en el pecado. Es imposible para nosotros decir cómo pudo encontrar la tentación
su punto de contacto en una persona santa. Y todavía es más difícil explicar el origen del
pecado en el mundo angelical.
124
Cap. III.
275
del origen del pecado desde el punto de vista evolucionista. Comprende que el hombre no
podía heredar el pecado desde sus antecesores animales, puesto que éstos no tienen pecado.
Esto significa que los impulsos, propensiones, dese os y cualidades que el hombre heredó
del bruto no pueden considerarse en sí mismos como pecado. En su concepto tales
tendencias constituyen únicamente el material del pecado y no se convierten en verdaderos
pecados sino hasta que la conciencia moral despie rta en el hombre, y se deja a dichas
tendencias con el dominio necesario para determinar las acciones del hombre, contrariando
la voz de la conciencia y de las sanciones éticas. Tennant sostiene que en el curso de su
desarrollo el hombre se convierte gradu almente en un ser ético con una voluntad
indeterminada, y no explica cómo semejante voluntad es posible en donde la ley de la
evolución prevalece, y considera que esta voluntad es la única causa del pecado. Define al
pecado "como una actividad de la volunt ad expresada en pensamiento, palabra o hecho
contrarios a la conciencia del individuo, a su noción de lo que es bueno y justo, a su
conocimiento de la ley moral y de la voluntad de Dios". 125 A medida que se desenvuelve la
raza humana, las reglas éticas se ha cen más estrictas y la ponzoña del pecado aumenta. Un
ambiente pecaminoso aumenta la dificultad para abstenerse del pecado. Esta idea de
Tennant no deja lugar para la caída del hombre en el sentido en que por lo general se acepta
esta palabra. De hecho, Tennant repudia explícitamente la doctrina de la caída que se
reconoce en todas las grandes confesiones históricas de la Iglesia. W. H. Johnson dice: "Los
críticos de Tennant convienen en que su teoría no deja lugar para el grito del corazón
contrito que no solamente confiese actos definidos de pecado, sino que también declare:
'He aquí en iniquidad fui formado; hay una ley de muerte en mis miembros' ". 126
125
Página 163.
126
Can the Christian Now Believe in Evolution? p. 136.
276
4. No solamente la muerte espiritual sino también la física fueron resultado del primer
pecado del hombre. De un estado de posse non mori descendió el estado de non
posse non mori. Habiendo pecado, quedó condenado a volver al polvo de donde
había sido tomado, Gen 3: 19. Pablo nos dice que por un hombre entró la muerte al
mundo y alcanzó a todos los hombres, Rom. 5: 12, y que la paga del pecado es la
muerte, Rom. 6: 23.
El pecado es uno de los más tristes fenómenos de la vida humana; pero también uno de los
más comunes. Es una parte de la experiencia común de la humanidad, y por tanto, se
impone a la atención de todos aquellos que no cierren deliberadamente sus ojos ante las
realidades de la vida humana. Algunos podrán por un tiempo soñar en la bondad esencial
del hombre y hablar indulgentemente respecto a aquellas palabras y acciones sueltas que no
dan la medida de las reglas éticas de la buena sociedad, considerándolas como leves
defectos y debilidades de las que el hombre no es responsable y que fácilmente se pueden
extirpar con medidas correctivas ; pero a medida que transcurra el tiempo y todas las
medidas de reforma externa fallen, y la lucha represiva contra un mal sirva solamente para
que otro tome su lugar, tales personas inevitablemente se desilusionarán. Se darán cu enta
del hecho de que han estado luchando únicamente contra los síntomas de alguna
enfermedad hondamente arraigada, y de que se encuentran frente a frente no solamente con
el problema de los pecados, como si dijéramos de hechos pecaminosos sueltos, sino co n el
más grande y más profundo problema del pecado, de un mal que es inherente a la
naturaleza humana. Esto es exactamente lo que estamos comenzando a presenciar en el
tiempo actual. Muchos modernistas, el día de hoy, no dudan de decir que la doctrina de
Rousseau respecto a la bondad inherente del hombre ha dado muestras de ser una de las
enseñanzas más perniciosas de la Iluminación y ahora demandan una medida mayor de
realismo para el reconocimiento del pecado. De esta manera Walter Horton, que aboga por
una teología realista y cree que ésta a su vez aboga en favor de la aceptación de algunos
principios marxistas, dice: "Creo que el cristianismo ortodoxo representa un pro -tundo
discernimiento de todo el problema humano. Creo que la dificultad humana básica es esa
perversión de la voluntad, ese abuso cometido a la confianza divina, y que se llama pecado;
y creo que el pecado es en un sentido una enfermedad racial, transmisible de generación a
generación. Al afirmar estas cosas los padres cristianos y los Refo rmadores protestantes
hablaron como realistas y hubieran podido acumular masas de evidencia empírica en
defensa de sus ideas". 127 En vista del hecho de que el pecado es real y de que ningún
hombre lo puede expulsar de esta vida presente, no es de asombrar qu e los filósofos tanto
como los teólogos hayan emprendido la lucha contra el problema del pecado, aunque en la
filosofía se conoce como el problema del mal, más bien que como el problema del pecado.
Consideraremos brevemente algunas de las más importantes t eorías filosóficas del mal
antes de presentar la doctrina bíblica del pecado.
127
Realistic Theology. p. 56.
279
LA TEORÍA DUALISTA
Esta es una de las ideas que corrieron en la filosofía griega. En la forma de gnosticismo
encontró entrada a la Iglesia primitiva. Presupone la existencia del principio eterno del mal,
y sostiene que en el hombre el espíritu representa el principio del bien y el cuerpo el del
mal. Es objetable por varias razones:
1. Es filosóficamente insostenible la posición de que haya algo fuera de Dios que sea
eterno e independiente de su voluntad
2. Esta teoría despoja al pecado de su carácter ético haciéndolo algo nada más físico e
independiente de la voluntad humana, y por lo mismo destruye verdaderamente la
idea del pecado
Según Leibnitz el mundo actual es el mejor de los mundos posibles, La existencia del
pecado en él debe considerarse como inevitable. No se puede atribuir a la agencia de Dios,
y por tanto debe ser considerado como una simple negación o privación para lo cual no se
necesita una causa eficiente. Las limitaciones de las criaturas lo hacen inevitable. Esta
teoría convierte al pecado en un mal necesario puesto que las criaturas son necesariamente
limitadas y el pecado es una consecuencia inevitable de esa limitación. Su intento de evi tar
hacer a Dios el autor del pecado no tiene resultado, puesto que aun en el caso de que el
pecado sea una mera negación que no necesita una causa eficiente, Dios es, sin embargo, el
autor de la limitación de donde resulta el pecado. Además esta teoría ti ende a torcer la
distinción entre el mal moral y el físico, puesto que representa al pecado como un poquito
más que una desgracia que le tocó al hombre. En consecuencia, esta teoría tiene la
tendencia de entorpecer el sentido del hombre referente al mal o a la depravación del
pecado, de destruir el sentido de culpa, y de abrogar la responsabilidad moral del hombre.
280
Para Spinoza COMO para Leibnitz el pecado es simplemente un defecto, una limitación de
la que el hombre es consciente; pero en tanto que Leibnitz considera como necesaria la
noción del mal que surge de esta limitación, Spinoza sostiene que el conocimiento
resultante del pecado se debe simplemente al inadecuado conocimiento del hombre que
falla en ver las cosas sub specie aeternitatis, es decir, en unidad con la esencia eterna e
infinita de Dios. Si el conocimiento del hombre fuera adecuado, de manera que pudiera ver
todas las cosas en Dios, no tendría idea del pecado; simplemente no existiría para él. Pero
esta teoría que representa al pecado como algo puramente negativo, no explica sus
resultados terriblemente positivos, de los que da testimonio, en la forma más convincente,
la experiencia universal de la humanidad. Llevada consistentemente esta teoría abr oga
todas las distinciones éticas, y reduce los conceptos de "carácter moral" y "conducta moral"
a frases sin sentido. De hecho reduce la vida entera del hombre a una ilusión: su
conocimiento, su experiencia, el testimonio de la conciencia, etc., porque to do su
conocimiento es inadecuado. Además, va en sentido contrario a la experiencia de la
humanidad de que los más grandes intelectos son frecuentemente los más grandes
pecadores, siendo Satanás el más grande de todos.
Esta es la idea de Schleiermacher. Según él el conocimiento del hombre acerca del pecado
depende de su conocimiento de Dios. Cuando el sentido de Dios despierta en el hombre,
inmediatamente se da cuenta de que su baja naturaleza se opone a ese conocimiento. Esta
oposición nace de la íntima constitución de su ser, de su naturaleza sensible, de la relación
que hay entre su alma y el organismo físico. Es por tanto una imperfección inherente al
hombre, pero es tal que el hombre la siente como pecado y culpa. Sin embargo, esto no
hace que Dios sea el autor del pecado, puesto que el hombre erróneamente concibe esta
imperfección como pecado. El pecado no tiene existencia objetiva, sino que existe
solamente en el conocimiento del hombre. Pero esta teoría hace constitucionalmente malo
al hombre. El mal estaba presente en el hombre aun en su estado original, cuando el
conocimiento de Dios no era bastante fuerte para controlar la naturaleza sensible d el
hombre. Está en flagrante oposición a la Escritura cuando sostiene que el hombre
erróneamente juzga que este mal es pecado, y así hace al pecado y a la culpa del todo
subjetiva. Y aunque Schleiermacher desea evitar esta conclusión lo cierto es que de el la
281
Esta posición la toman entre otros Mueller y A. H. Strong. Algunos de lo s que la toman
consideran al egoísmo únicamente como lo opuesto al altruismo o a la benevolencia; otros
282
lo entienden por la elección que hacemos de nuestro yo más bien que de Dios como el
supremo objeto del amor. Ahora bien, esta teoría, especialmente cuan do concibe al egoísmo
colocándose en el lugar de Dios, es con mucho la mejor de las teorías mencionadas. Pero
difícilmente puede considerarse satisfactoria. Aunque todo egoísmo es pecado y hay un
elemento de egoísmo en todo pecado, no se puede decir que el egoísmo sea la esencia del
pecado. El pecado puede definirse propiamente sólo con referencia a la ley de Dios,
referencia que falta por completo en la definición que estamos considerando. Además, hay
una gran cantidad de pecado en la que el egoísmo para n ada es el principio gobernante.
Cuando un padre empobrecido ve a su esposa e hijos desfallecientes por falta de alimento, y
en su desesperado deseo de ayudarlos recurre por último al robo, esto con dificultad puede
considerarse egoísmo puro. Puede ser que el pensamiento egoísta haya estado del todo
ausente. La enemistad con Dios, la dureza de corazón, la impenitencia y la incredulidad,
todos son pecados venenosos; pero no pueden sencillamente calificarse como egoísmo. Y,
en verdad, lo que parece ser un corolario necesario de la teoría que estamos considerando,
es decir, el concepto de que toda virtud es desinterés o benevolencia, cuando menos en una
de sus formas, no resulta consistente. Un acto no deja de ser vicioso cuando su ejecución se
conforma a cierta s demandas de nuestra naturaleza y las satisface. Además, la justicia, la
fidelidad, la humildad, la clemencia, la paciencia y otras virtudes pueden cultivarse o
practicarse no como formas de benevolencia, sino como virtudes inherentemente
excelentes, no sólo porque promueven la felicidad de otros, sino por lo que son ellas en sí
mismas.
Esta idea fue desarrolla da, como ya lo hemos dicho en lo que antecede, por Tennant en sus
conferencias hulseanas. Consiste en la doctrina del pecado construida según la teoría de la
evolución. Los impulsos naturales y las cualidades heredadas derivadas del bruto forman la
materia del pecado; pero no se convierten en pecado real hasta que se les admite en contra
del despertamiento gradual del sentido moral de la humanidad. Las teorías de McDowell y
Fiske demuestran las mismas tendencias. La teoría tal como fue presentada por Tennan t
titubea un tanto entre la idea bíblica del hombre y la que presenta la teoría de la evolución,
y se inclina a una y luego a la otra. Acepta que el hombre tuvo una voluntad libre aun antes
del despertamiento de su conocimiento moral. De manera tal que fue capaz de elegir
cuando se le colocó delante de un ideal moral; pero no explica cómo podemos imaginar una
voluntad libre e indeterminada dentro de un proceso de evolución. Limita el pecado a
283
aquellas transgresiones de la ley moral, cometidas con un claro c onocimiento del ideal
moral y por tanto la conciencia las considera como mal y las condena. De hecho son
únicamente las viejas ideas pelagianas del pecado incorporadas en la teoría de la evolución,
y por tanto quedan expuestas a todas las objeciones con qu e está cargado el pelagianismo.
El defecto radical de todas estas teorías es que procuran definir al pecado sin tomar en
cuenta que el pecado es esencialmente la separación de Dios, la oposición a Dios y la
transgresión de la ley de Dios. El pecado siempre tiene que definirse en términos de la
relación del hombre con Dios y con su voluntad tal como está expresada en la ley moral.
Es necesario llamar la atención a diversas particularidades, para dar la idea bíblica del
pecado.
En la actualidad oímos mucho acerca del mal, y comparativamente poco acerca del pecado;
y esto no deja de ser engañoso. No todo mal es pecado. El pecado no debe confundirse con
el mal físico que produce perjuicios o calamidades. Es posible hablar no sólo del pecado
sino también de las enfermedades englobándolos en el mal, pero entonces la palabra "mal"
se usa en dos sentidos del todo diferentes. Por arriba de la esfera física se encuentra la ética
en la cual tiene ap licación el contraste entre el bien y el mal moral, y en esta esfera, única -
mente, es donde podemos hablar del pecado. Y aun en esta esfera no es deseable sustituir la
palabra "mal" por "pecado" sin hacer una modificación adicional, porque este último es
más específico que el primero. El pecado es un mal moral. La mayor parte de los nombres
que se usan en la Escritura para designar al pecado señalan su carácter moral. Chatta'th
dirige la atención al pecado como una acción que equivoca el blanco y consiste e n una
desviación del camino recto. 'Avel y'avon indican que es una falta de integridad y rectitud;
un desvío del sendero señalado. Pesha' se refiere al pecado como una rebelión o negación a
sujetarse a la legítima autoridad, una transgresión positiva de la ley, y una violación del
pacto. Resha' señala al pecado como una malvada y culpable transgresión de la ley.
Además 'asham lo designa como culpa; como deslealtad y traición, ma'al; lo señala como
vanidad, 'aven; y como una perversión o distorsión de la nat uraleza 'avah. Las palabras
correspondientes del Nuevo Testamento, por ejemplo, hamartía, adikía, parabasis,
284
paráptoma, anomía, paranomía y otras, apuntan a las mismas ideas. En atención al uso de
estas palabras, y a la manera en que la Biblia acostumbra h ablar del pecado, no puede
quedarnos duda acerca de su carácter ético. No es una calamidad que cogió al hombre
desprevenido, que emponzoñó su vida y arruinó su felicidad; sino una carrera malvada que
el hombre deliberadamente ha determinado seguir y la cua l trae consigo indecible miseria.
En el fondo el pecado no es algo que sea pasivo, por ejemplo una enfermedad, una falla o
una imperfección de las que no podemos considerarnos responsables sino una oposición
activa contra Dios, y una transgresión positiva de su ley, que constituyen culpabilidad. El
pecado es el resultado de una elección libre, pero pecaminosa, del hombre. Esta es la
enseñanza clara de la Palabra de Dios, Gén. 3: 1 -6; Isa. 48: 8; Rom. 1: 18-32; I Juan 3: 4.
La aplicación de la filosofía de l a evolución al estudio del Antiguo Testamento condujo a
algunos eruditos a la convicción de que la idea ética del pecado no se desarrolló sino hasta
el tiempo de los profetas; pero esta idea no se origina por la manera en la que los primeros
libros de la B iblia hablan del pecado.
En la esfera ética el contraste entre lo bueno y lo malo es absoluto. No hay una condición
neutral entre los dos. Aunque indudablemente hay grados en ambos no hay graduación
entre lo bueno y lo malo. La transición del uno al otro no es de carácter cuantitativo sino
cualitativo. Un ser moral que es bueno no se convierte en malo por disminuir tan sólo de su
bondad, sino únicamente por un cambio radical cualitativo como es el de volverse al
pecado. El pecado no es un grado menor de la bondad sino un positivo mal. Esto se enseña
con toda claridad en la Biblia. Aquel que no ama a Dios está, por lo mismo, caracterizado
como malo. La Escritura no conoce una posición de neutralidad. Invita urgente -mente al
malvado a que se vuelva a la justicia, y algunas veces habla del justo que cae en lo malo;
pero no contiene una sola indicación de que el uno o el otro se queden alguna vez en
posición neutral. El hombre tiene que estar en el lado justo o en el malo, Ma t. 10: 32, 33;
12: 30; Luc. 11: 23; Sant. 2: 10.
Los antiguos dogmáticos comprendían que era imposible tener un concepto correcto del
pecado sin verlo en relación con Dios y con su voluntad, y po r tanto, acentuaron este
aspecto y acostumbraban hablar del pecado como "falta de conformidad con la ley de
Dios". Esto es indudablemente una definición formal correcta del pecado. Pero surge la
285
pregunta, ¿Cuál es el contenido material preciso de la ley? ¿ Qué es lo que la ley demanda?
Si se contesta esta pregunta, será posible determinar qué es el pecado en un sentido
material. Ahora bien, no hay duda acerca de que la gran demanda central de la ley es amar a
Dios. Y si desde el punto de vista material la bo ndad moral consiste en amar a Dios,
entonces el mal moral tiene que consistir en lo opuesto. El mal moral es separación de Dios,
oposición a Dios, odio a Dios, y esto se manifiesta en constantes transgresiones de la ley de
Dios en pensamiento, palabra y ob ra. Los pasajes siguientes demuestran claramente que la
Escritura ve al pecado en relación con Dios y con su ley, ya sea como está escrita en las
tablas del corazón o como fue dada por Moisés, Rom. 1: 32; 2: 12 -14; 4: 15; Sant. 2: 9; I
Juan 3: 4.
128
Chist Our Penal Substituto, pp. 10 y siguientes
286
El pecado no reside en ninguna facultad del alma sino en el corazón, el que en la psicología
bíblica se considera el órgano central del alma, y del cual fluye la vida. Y de este centro se
esparcen sus influencias y operaciones al intelecto, la voluntad y los afectos; en su ma, a
todo el hombre, incluyendo su cuerpo. En su estado pecaminoso todo el hombre es objeto
del desagrado de Dios. Hay un sentido en el que se puede decir que el pecado se originó en
la voluntad del hombre, pero al decir voluntad no designamos un acto vol itivo sino más
bien la naturaleza volitiva del hombre. Había una tendencia del corazón por debajo del acto
volitivo cuando el pecado entró en el mundo. Esta idea está en perfecta armonía con lo que
dice la Escritura en pasajes como los siguientes: Prov. 4: 23; Jer. 17: 9; Mat. 15: 19, 20;
Luc. 6: 45; Heb. 3: 12.
La idea pelagiana del pecado es muy diferente de la que acabamos de presentar. El único
punto de parecido se encuentra en esto, que el pelagiano también considera al pecado en
relación con la ley de Dios, y lo juzga como una transgresión de la ley. Pero en todas las
demás circunstancias su concepto difiere ampliamente del de la Biblia y del de Agustín.
287
Pelagio partió de la habilidad natural del hombre. Su proposición fundament al es: Dios ha
mandado al hombre que haga lo que es bueno; de aquí que el hombre debe tener la
capacidad para hacerlo. Esto quiere decir que el hombre tiene una voluntad libre en el
sentido absoluto de la palabra, de tal manera que es posible para él decid ir en favor o en
contra de lo que es bueno y también de hacer lo bueno tanto como lo malo. La decisión no
depende de ningún carácter moral del hombre, puesto que la voluntad está enteramente
indeterminada. Sea que el hombre haga lo bueno o lo malo depender á nada más de su
voluntad libre e independiente. De esto se sigue naturalmente, que no hay tal cosa como un
desarrollo moral del individuo. Lo bueno y lo malo se localizan en acciones sueltas del
hombre. De esta posición fundamental respecto al pecado se d esarrolló, como es natural, la
enseñanza doctrinal de Pelagio. El pecado consiste nada más en actos sueltos de la
voluntad. No hay tal cosa como una naturaleza pecaminosa, ni hay tampoco disposiciones
pecaminosas. El pecado siempre es una elección delibera da del mal por medio de una
voluntad perfectamente libre, y puede escoger y seguir lo bueno, con precisión, del mismo
modo. Pero si esto es así, entonces sigue inevitablemente la conclusión de que Adán no fue
creado en un estado de verdadera santidad sino en uno de equilibrio moral. Su condición
era de neutralidad moral. Ni era bueno ni malo, y por tanto no tenía carácter moral; pero
eligió la carrera del mal y por esto se hizo pecaminoso. Hasta donde el pecado consiste
únicamente en actos sueltos de la vol untad, la idea de su propagación por medio de la
procreación es absurda.
Una naturaleza pecaminosa, si existiera tal cosa, tendría que heredarse de padres a hijos;
pero los actos pecaminosos no pueden propagarse por herencia. Esto, según la naturaleza
del caso, es una imposibilidad. Adán fue el primer pecador, pero su pecado en ningún
sentido pasó a sus descendientes. No hay tal cosa como el pecado original. Los niños nacen
en un estado de neutralidad, comenzando exactamente en donde Adán comenzó salvo que
se encuentran en una situación desventajosa por causa de los malos ejemplos que
contemplan por todas partes. Su carrera futura tendrá que determinarse por medio de su
propia y libre elección. Se admite la universalidad del pecado, puesto que toda experienc ia
da testimonio de ella. Se debe a la imitación y al hábito de pecar que por grado se va
formando. Hablando estrictamente, desde el punto de vista pelagiano no hay pecadores,
sino nada más actos pecaminosos sueltos. Esto hace manifiestamente imposible un
concepto religioso de la historia de la raza.
288
Hay varias objeciones de mucho peso en contra del concepto pelagiano del pecado, de las
cuales las siguientes son las de mayor importancia:
posible dar razón alguna por qué no aconteció lo contra rio, en otras palabras si el
hecho no expresa el carácter del hombre, carece de todo valor moral. Sólo cuando
un hecho manifiesta el carácter, tiene en sí valor moral.
Aunque los cánones y decretos del Concilio de Trento son un tanto ambiguos en lo
referente a la doctrina del pecado, el concepto dominante católico romano del pecado puede
expresarse de la siguiente manera: El pecado verdadero consiste siempre en un acto
consciente de la voluntad. Es cierto que las disposiciones y los hábitos que no están de
acuerdo con la voluntad de Dios son de carácter pecaminoso; sin embargo, no pueden
llamarse pecados en el sentido estricto de la palabra. La concupiscencia interna qu e no
puede ser considerada como pecado sino solamente como el forres o combustible del
pecado y que yace en el trasfondo del pecado, ganó la victoria en el hombre en el paraíso, y
de esta manera precipitó la pérdida del donum superaddictum de la justicia o riginal. La
pecaminosidad de los descendientes de Adán es fundamental y únicamente una condición
negativa que consiste en la ausencia de algo que debía estar presente, es decir, la justicia
original, la cual no es esencial a la naturaleza humana. Algo que es esencial falta,
únicamente si, como algunos sostienen, también se perdió la justitia naturalis.
Las objeciones a este concepto se dejan ver perfectamente de lo que ya dijimos en relación
con la teoría pelagiana. Una mera revista de ellas será más que su ficiente. Hasta donde
sostiene que el pecado verdadero consiste únicamente en una deliberada elección de la
voluntad y en actos exteriores, son pertinentes las objeciones que se levantan en contra del
pelagianismo. La idea de que la justicia original fue a ñadida sobrenaturalmente a la esencia
natural del hombre, y de que su pérdida no afectó para nada a la naturaleza humana es una
idea sin base bíblica, según ya lo indicamos en nuestra discusión de la imagen de Dios en el
hombre- Según la Biblia la concupis cencia es pecado, verdadero pecado, y la raíz de
290
Tanto la Biblia como la experiencia nos enseñan que el pecado es universal, y según la
primera, la explicación de esta universalidad se encuentra en la caída de Adán. Estos dos
puntos, es decir, la universalidad del pecado y la relación del pecado de Adán con el de la
humanidad en general, son los que ahora ocupan nuestra atención. En tanto que ha habido
respecto a la universalidad del pecado un notable consentimiento general, en cambio, con
respecto a la relación entre el pecado de Adán y el de sus descend ientes, se han presentado
diferentes descripciones.
REPASO HISTÓRICO
ANTES DE LA REFORMA
Los escritos de los Apologistas no contienen nada definido respecto al pecado original, en
tanto que los de Ireneo y Tertuliano enseñan claramente que nuestra condic ión pecaminosa
es el resultado de la caída de Adán. Pero la doctrina de la imputación directa del pecado de
Adán a sus descendientes fue extraña aun para ellos. Tertuliano tuvo un concepto realista
de la humanidad. Toda la raza humana estaba potencial y nu méricamente presente en Adán,
y por tanto pecó cuando él pecó, y se corrompió cuando él se corrompió. La naturaleza
humana como un todo pecó en Adán, y por tanto, cualquiera individualización de aquella
naturaleza también es pecadora. Orígenes, influenciad o profundamente por la filosofía
griega tuvo un concepto diferente de este asunto, y apenas reconoció alguna conexión entre
el pecado de Adán y el de sus descendientes - Encontró la explicación de la pecaminosidad
de la raza humana, fundamentalmente, en el pecado personal de cada alma durante un
estado pre-temporal aunque también menciona algún misterio de la generación. Agustín
participó del concepto realista de Tertuliano. Aunque también habló de "imputación",
Agustín no tuvo en mente todavía la imputación directa o inmediata de la culpa de Adán a
su posteridad. Su doctrina del pecado original no está por completo clara. Pudo deberse esto
292
El concepto pelagiano fue rechazado por la Iglesia, y los escolásticos en general, siguieron
la línea de pensamiento señalado por Agustín, poniendo todo el énfasis sobre la transmisión
de la contaminación del pecado de Adán más bien que sobre la de su culpa. Hugo de San
Víctor y Pedro Lombardo sostuvieron que la concupiscencia mancilla el semen en el acto
de la procreación, y que esta mancha, en alguna forma, ensucia el alma en su unión con el
cuerpo. Anselmo, Alejandro de Hales y Buenaventura acentuaron la concepción realista de
la relación entre Adán y su posteridad. Toda la raza humana estuvo seminalmente presente
en Adán y, por tanto, también pecó en él. Su desobediencia fue la desobediencia de toda la
raza humana. Al mismo tiempo se consideró a la generación como la condición si ne qua
non de la transmisión de la naturaleza pecaminosa. En Buenaventura, y otros después de él,
se expresó con mayor claridad la distinción entre la culpa original y la corrupción original.
La idea fundamental era que la culpa del pecado de Adán se imput a a todos sus
descendientes. Adán sufrió la pérdida de la justicia original, y por tanto, incurrió en el
desagrado divino. Como resultado todos sus descendientes están privados de la justicia
original, y como tales, son objeto de la ira divina. Además, la corrupción del pecado de
Adán ha pasado de alguna manera a su posteridad, pero la manera de esta transmisión fue
asunto de disputa entre los escolásticos. Puesto que no eran traducianistas, y por tanto, no
podían decir que, después de todo, el alma que es asiento verdadero del mal pasaba de
padres a hijos por generación, sintieron que alguna cosa más tenía que decirse para explicar
la transmisión del mal inherente. Algunos decían que la corrupción pasa por medio del
cuerpo, el que a su vez contamina el alma tan pronto como ésta se pone en contacto con
aquel. Otros, sintiendo el peligro de esta explicación la buscaron en el mero hecho de que
129
Augustinis m and Pelagianism, p. 88.
293
cada hombre nace ahora en el estado en el que Adán estaba antes de ser capacitado con la
justicia original, y por lo ta nto, sujeto a la lucha entre la carne concupiscente y el espíritu.
En Tomás de Aquino el punto de vista del realismo reaparece otra vez en una forma
vigorosa, aunque modificada. Hizo notar que la raza humana constituye un organismo, y
que, precisamente como el acto de un miembro del cuerpo, por ejemplo, la mano, se
considera como el acto de la persona, así también el pecado de un miembro del organismo
de la humanidad se imputa a todo el organismo.
DESPUÉS DE LA REFORMA
Aunque los Reformadores no concordaro n con los escolásticos respecto a la naturaleza del
pecado original, el concepto que tuvieron de su transmisión no contuvo ningunos nuevos
elementos. Las ideas referentes a Adán como representante de la raza humana y a la
imputación "inmediata" de su culpa a sus descendientes, todavía no se expresaron con
mayor claridad en las obras de los Reformadores. Según Lutero somos contados por Dios
como culpables, debido al pecado íntimo que heredamos de Adán. Calvino habla en estilo
parecido. Sostiene que, puesto que Adán no era solamente nuestro padre sino el tronco de la
raza humana, todos sus descendientes nacen con una naturaleza corrupta; y que, tanto la
culpa por el pecado de Adán como su propia e innata corrupción se imputan a sus
descendientes como pecado. El desarrollo de la teología representativa trajo a primer plano
la idea de Adán como el representante de la raza humana, y condujo a una distinción más
clara entre la transmisión de la culpa y de la corrupción del pecado de Adán. Sin negar que
nuestra corrupción natural también constituya culpa a la vista de Dios, la teología
representativa acentúa el hecho de que hay una imputación "inmediata" de la culpa de Adán
a todos los que él representa corno cabeza del pacto.
Tanto los socinianos como los arminianos rechazaron la idea de la imputación del pecado
de Adán a sus descendientes. Placeus, de la escuela de Saumur, abogó por la idea de la
imputación "mediata". Negando toda imputación inmediata Placeus sostuvo que debido a
que heredamos de Adán una naturaleza pecaminosa merecemos ser tratados como si
hubiéramos cometido la ofensa original. Esto era algo nuevo en la teología Reformada, y
Rivet no tuvo dificultad en probarlo por medio de una larga colección de testimonios. Se
inició un debate en el que, imputaci ón "inmediata", e imputación "mediata", se
representaron como doctrinas mutuamente exclusivas; y en el que se hizo aparecer que el
asunto importante era dilucidar si el hombre es culpable a la vista de Dios únicamente por
causa del pecado de Adán que se le imputa, o únicamente por causa de su propio pecado
inherente- La primera no era la doctrina de las Iglesias Reformadas, y la segundo no había
294
sido enseñada en ellas antes del tiempo de Placeus. Las enseñanzas de este último
encontraron entrada en la teología de Nueva Inglaterra y se convirtieron en la característica
especial de la teología de la Nueva Escuela (New Haven). En la moderna teología ancha, la
doctrina de la transmisión del pecado de Adán a su poste ri da d es t á po r com p le t o
des ac re di t ada . E s ta t eo log í a an cha p re f ie re bu sc ar la ex p li ca ci ón de l m a l
que ha y en e l m und o po r m ed io de la h er enc i a an im a l qu e en s í m i sm a no e s
pec am i nos a. Pa re ce e x tr año que ha s ta Ba r th y B run ne r, q ue se opo nen co n
vio l enc i a a l a teo log ía a nch a, n o con s id er an q ue la p ecam in os id ad u ni ve rs a l
de l a r az a hum ana se a e l r es u lt ado de l p eca do d e A dá n. H is tó r ic am en te es t e
úl t im o o cu pa un l ug ar s ing ul a r n ada m á s c om o el p rim er pe ca do r.
L a h i st or i a d e la s re l ig io ne s te st i f ica la un iv er sa l id ad de l p ec ado . L a
preg un t a d e Job , " ¿C óm o se j us t if i ca rá e l hom b re co n D ios ?" es un a
preg un t a h ech a n o ú ni cam e n te en el r ei no de la r ev el a c ió n e sp ec ia l, s in o
tam b i én fue ra de e ll a e n e l m un do g en t il . L a s re l ig ion es de lo s g en t il es da n
te s tim o n io d e un con oc im i en to un iv er sa l d el pe cad o y d e l a n ece s id ad d e
re con ci l ia c ión con u n Se r Sup rem o. Hay u n se nt im ie nt o g ene ra l de q ue lo s
dio se s es tá n o fe nd id os y q ue deb em os p rop i ci a rl os de a lg una m ane ra . Ha y
una voz un iv er sa l d e la con c ien c ia q ue t es t if i ca re spe c to al he cho de que e l
hom br e fr ac as ó en a lc anz a r e l id ea l y es t á co nd ena do an te la v is ta de a lg ún
pode r sup er i or . L os a lt a re s ba ñad os con la sa ng re d e lo s sa c ri f ic io s, y co n
fr ec uen c ia, de s ac r if i ci os d e n iño s m uy que r ido s, la s r ep et i da s con f es io ne s
de l ag rav io q ue s e hi zo y l as o rac i one s pa ra v er se li br es d el m a l. ap un ta n
en co nj un to a l c ono c im i en to de l p ec ado . A dond e qu ie ra que v ay an nu es t ro s
m is io ne ro s enc ue nt ra n es t a c la se de te s tim o n io s. L a h is to r ia d e l a f il os of í a
ind i ca l os m i sm os h ech os . L os p rim i ti vo s f il ós of os g ri eg os ya s e
enc on tr ab an lu cha ndo co n e l p ro b lem a de l m a l m o ra l y de sd e a que l l a ép oc a
295
Rom . 2 : 14 ; Fi l. 3 : 6 ; I Co r. 1: 30 ; p ue st o q ue es to pue de se r o un a j us t ic i a
ci vi l, una ju st i ci a c er em on ia l o d e pa ct o; la ju s ti c ia de la le y, o la j us t ic i a
que es e n C ri s to Je sú s.
3. L a te or ía d e la N ue va E sc ue la (New Ha ve n) en se ña qu e el hom b r e
nac e con un a t end en ci a in he re nt e a l p ec ado , en v ir tu d de l a cu a l s u
pre f er enc i a m o ra l e s in va ri ab lem en te m al a ; p er o qu e e s ta te nd enc i a
m ism a no pu ede l lam ar se pe ca do, pu es to que e l p ec ado s iem p r e
con si s te , e xc lu s ivam en te, e n u na t ra nsg r es ió n c on sc ie nt e e
in te nc io na l d e la ley .
130
Ma n i n R e v o l t , p . 1 4 2 .
298
b. Es con t ra r ia a l t es t im on io d e la c on ci en ci a y no re sg ua rd a
su fi c ien t em en te l os in t er es es de la pe rs on al id ad hum a na. C ad a
hom br e ti en e co noc im ien t o ca ba l de se r un a p er son a li da d
sep ar ad a, y p or tan to e s m u cho m ás q u e una m e ra o la que p as a
en el oc éa no g en e ra l d e la e xi s ten c ia .
c. N o exp l ica p or q ué lo s des ce nd ie nt es d e A dán son c on si de ra do s
re spo ns ab le s, ú ni cam e n te, p or el p r im e r pe cad o de é s te y n o
por su s po s te ri or es pe cad os , ni po r l os p ec ado s d e t oda s la s
g ener ac i o ne s d e lo s a n tep as ado s qu e s ig u ie ron a A dá n.
d. Tam poc o t ien e una r es pue s ta a la im po rt an t e p reg un ta : ¿ Po r
qué Cr i st o no fu e con s id er ado r es pon sa b le de l ve rd ad er o
pec ado com e t id o po r A dá n, s i end o qu e ve rd ad er am en t e
par t ic i pó d e l a m i sm a n a tu ra le za hum an a, l a na tu ra l eza qu e
ver da de ram e nt e pec ó en A d án ?
2. L a do c tr in a d e l pa c to d e o br as . E st a im p li ca que en e l p ac to de ob ra s
A dán g uar dó un a do bl e r el ac ió n co n su s de sc end ie n te s, e s dec i r, la d e
se r c abe za na tu r al de t oda l a hum an id ad, y la de se r c ab ez a
rep r es en ta t iva d e tod a la r az a h um an a.
a. L a re la ci ón na tu ra l . En su r e la ci ón na tu ra l, A dá n fu e e l pad r e
de to da la hum a n ida d. Seg ún f ue c re ado p or D ios q ued ó su je t o
a c am b io, s i n d er ec ho a r ec lam a r un e s tad o inm u t ab le. E ra s u
deb er ob ede ce r a D io s y es t a o bed i enc i a n o lo ha cí a m e re ce do r
de re com p en sa a lg una . Po r ot ra p ar t e, s i pe cab a, qu ed ar í a
su je to a l a c or ru pc ió n y a l ca st ig o, pe ro e l pe cad o se rí a de é l
nad a m ás , y no p od r ía c arg a rs e a sus de sc end ie n te s. Dab ne y
sos t ie ne , que , seg ún l a l ey de qu e l o sem e j an te eng e n d ra a l o
sem e ja n te, su c or ru pc ió n t end r ía q ue p as a r a s us d es ce nd ien t es .
Per o c om o qu ie ra qu e s ea e st o y e s d e l tod o inú t i l esp ec ul a r
ace rc a d e e ll o lo s d es cen di en te s c i er tam en te no po dr í an s e r
re spo ns ab le s de su co rr upc i ón. No pod r ía n ha be r s id o
con si de ra do s cu l pab l es en A d án ú n icam en te en vi r tud de l a
re la c ión n a tu ra l qu e A dá n g uar dab a c on la raz a. L a
pre se n tac i ón q ue se a co st um b ra h ac er en la te o log ía R e fo rm ad a
es di f er en te .
b. L a r el ac ió n de pa ct o. A la re la ci ón n a tu ra l qu e A dá n tuv o co n
sus de sce nd ie nt es D io s a l - j ad ió b ond ado sam en te la r e la ci ón d e
299
3. L a t eo rí a de la im p ut ac ió n m ed ia t a. Es t a t eo rí a n ieg a q ue la c ul pa d e l
pec ado de A dán s e im pu te d ir ec tam en te a s us de sc end i en te s, y
pre se n ta e l a su nt o de l a m ane r a s ig ui en te : L o s d es cen di en te s d e A dá n
her ed an de é l su co r rup c ión inn at a m ed ian t e u n pr oce so d e g en er ac ió n
na tu ra l, y ú ni cam en te so br e la ba se de e sa de pr ava c ión i n h er en te qu e
par t ic i pan c on é l s e l es c on si de ra c ul pa bl es d e su a po st as í a. No na ce n
en co r rup c ión po rqu e s ean cu lp ab le s en A d án , s ino que so n
con si de ra do s cu lp ab le s po rqu e ya e s tá n co rr om p ido s. Su con di c ión n o
se ba se e n un e s tad o l eg al, si no qu e m ás b ie n s u e s tad o l eg al s e fu nd a
sob re su co nd ic ió n. E st a teo r ía de fe nd id a p rim er am en t e po r P la ce us ,
fue ado p tad a po r e l m á s j ove n de lo s V i t ri ng a y po r V en em a, po r
var i os t eó log os d e N u ev a Ing l at er r a y po r a lg uno s d e lo s t eó log os d e
la Ig le si a Pr es bi t er ia na d e la Nu eva E scu e la. E st a t eo rí a es o bj e tab l e
por va r ia s ra zon es :
a. U na c os a no pu ede s er in t erm ed iad a p or su s p ro p ia s
con se cue nc ia s. L a d ep rav ac ió n in he re nt e con la qu e na cen lo s
des ce nd ien t es d e A dán y a es r es ul t ado d el p ec ado d e A dán , y
por ta n to, n o pu ede con s ide r ar se c om o la b as e so br e l a cu a l
sea n cu lpa b le s d el p eca do de A dá n.
b. N o of rec e ba se o bj e ti va n ing un a pa ra la tr an sm i s ión d e l a cu lp a
de A d án y l a d ep ra vac i ón d e tod os su s de sce nd ie nt es ; y s i n
em ba rg o, d eb e h abe r a lg una ba se l eg al ob j et i va pa ra e st o.
c. Si e s ta te or í a fu e ra c on si s ten t e de be r ía e ns eña r la im pu t ac ió n
m edi a ta de lo s pe ca dos d e t oda s l as g en er ac io ne s pr ev ia s a la s
que l es s ig u ie ron p or que s u co rr upc ió n con j un ta s e tr an sm i t e
por m ed io de g ene ra c ión .
d. Est a teo r ía pr oc ede t am bi én so br e l a h ip ót e s i s d e qu e pu ed e
hab er co r rup c ión m or a l q ue no s ea a l m ism o t i em po cu lp a, un a
cor ru pc ió n qu e po r sí m ism a no hac e a nad i e m er ec edo r d e l
cas t ig o.
e. Y fina lm e nt e, s i l a c or ru pc ió n i nh er en te que es t á p re se nt e e n
301
EL PECADO ORIGINAL
REPASO HISTÓRICO
3. L a to ta l de pr ava c ión . E n v i st a de su c ar ác te r i nf ec ci o s o, l a c or ru pc ió n
her ed ada tam b i én s e l lam a dep r ava c ión to ta l. E st a f ra se se en t ie nd e
m al, y po r t an to p ide q ue se h ag a u na cu id ad os a d i fe re nc ia c ión .
N eg at ivam en te no im pl i ca :
a. Q ue c ad a h om br e es té tan de pr av ado com o p ud ie ra ,
pos ib l em en te , l leg a r a s er lo
b. Que e l p ec ado r n o t eng a u n co no cim ie nt o inn a to d e l a v ol un ta d
de D io s, ni un a con c ien c ia qu e d i sc ie rn a e n tr e e l b ien y e l m a l ;
c. Q ue e l hom b r e pe cad or no a dm i re con fr ec uen c ia e l c a rác t er y
la s ac c ion es v i r tuo sa s de o t ro s, o qu e se a i nc apa z de a fe c to s y
acc io ne s de s in te re sa da s e n su s r e la ci one s c on sus sem ej an te s ;
ni
d. Q ue la vo lu nt ad i rr eg ene r ada de c ada hom b re , en v i r tud de s u
pec am i nos i dad in he ren t e, to le re tod a f orm a de p ec ado ; pu es t o
que a v ec es una f orm a d e p eca do exc l uye l a o t ra .
Pos i ti vam e n te, ind ic a :
i. Q ue la co r rup c ión inh er en te s e ex ti en de a to da s la s pa r te s
de la n a tu ra le za de l h om br e, a t od as la s fac u lt ad es y
pode r es t an to de l a lm a com o de l cu er po ; y
ii. . Q ue n o h ay en el pe ca do r en a bs
ol u to alg ún b ie n esp i r it ua l, e s d ec i r, a lg ún b ie n en re la
ci ón c on D ios , s in o úni cam en te p e rve r si ón. Es ta dep r ava
c ión to t al l a neg a ro n lo s p o lem is ta s, los s oc in i ano s y lo s
arm in ia no s d e l S ig l o X V II, pe ro s e en se ña con tod a c la r
id ad e n l a Es cr i tu ra , Jua n 5 : 4 2 ; R om . 7 : 1 8, 2 3 ; 8 : 7
; Ef . 4 : 1 8 ; I I Tim . 3
: 2- 4 ; Ti t o 1 : 1 5 ; He b. 3 : 1 2.
131
C o m p á r e se Ho d g e , Sy st . Th e o l . I I , p . 26 6 .
308
en la d ir ec ci ón de D io s. El p eca do r e s un es cl av o d el pe ca do y n o ti en e
pos ib i l ida d de cam b i ar su r um bo en l a di re cc ió n con t ra r ia.
132
Ou r C o n c e rn W i t h t h e Th e o l o g y o f C ri si s, p . 1 8 7 .
133
Cap.6.
310
. . . Ci er t am en te cad a i nd iv id uo e s un p ec ado r c om o i nd iv id uo ; pe ro , e s a l
m ism o ti em po po r en t er o, en s u un ida s o li da r ida d, e l cu er po, la hum a n ida d
ac tua l com o u n tod o" . H ubo , p or lo ta n to, s ol id a ri dad a l pe ca r ; la r az a
hum an a s e a pa r tó d e D io s, p er o p er t ene ce a la na tu ra l eza í nt im a de l pe cad o
que n eg uem os te ne r es ta so l ida r id ad en e l p eca do . El r es ul t ado d e es t e
pec ado in i ci a l e s qu e e l h om br e s ea aho ra un p ec ado r ; p er o e l h ech o d e qu e
el h om b re s ea aho ra un p eca do r no d eb e s er c on s ide ra do c om o l a c au sa d e
sus a cc io ne s ind i vi dua l es pe cam ino sa s. Sem ej an te r e la ci ón ca us al no pu ed e
adm i t i rs e p ue st o q ue cad a p ec ado qu e e l hom b re com et e es una nu ev a
dec i si ón e n con t ra d e D i os . L a a f irm ac ión de qu e e l hom b r e es p ec ado r n o
sig n if i ca qu e é l es té e n un e st ado o c ond i ci ón de p ec ado s i no qu e
ac tua lm e n te e st á com p rom et i do en r eb el i ón co nt r a D io s. Com o A dá n no s
vol vem o s en c on t ra de D io s, y " aq ue l" qu e com e te es ta a po st as í a no pu ed e
hac er o t ra co sa qu e seg u ir rep i t ié ndo la c on t inu am en te , no po rqu e ya s e h ay a
conv e rt id o en háb i to , s in o po rqu e e s te e s e l c ar ác t er d i s ti nt i vo d e es t e
ac to" . E l h om br e no pu ede in ve r ti r e l cam ino , an t es b i en, se s ig ue de f ren t e
pec and o. L a B ib li a nu nc a ha bl a de l p ec ado exc ep to c om o de l a c to d e
vol ve rs e, ab an don and o a D ios . " P er o e n es te p re ci so co nc ep to de 's e r u n
pec ado r' e s te ac to s e co nc ib e com o e l qu e de te rm ina to da la e xi s te nc ia d e l
hom br e" . H ay m u ch o e n e s ta exp l ic ac ió n q ue no s rec ue rd a la con ce pc ió n
re al i st a de T om á s d e A q ui no.
EL PECADO ACTUAL.
El pr im e ro s e o r ig in ó e n u n ac to l ib re d e A d án com o e l re pr es en ta nt e de l a
ra za hum ana , una tr an sg re s ión d e l a le y de D i os y u na co r rup c ión d e l a
na tu ra le za hum a na que de jó a l h om br e exp ue st o a l ca s tig o de D io s. A l a
vi st a de D io s e l pe cad o de l hom b r e er a e l pe ca do de to dos su s
des ce nd ien t es , de ta l m an e ra q ue é s to s na cen com o p ec ado re s, es d ec i r, e n
un e s tad o de cu lp a y en una con d ic ió n co r rup t a. E l p ec ado or ig i na l e s tan t o
un e s tad o c om o u na cua l id ad in he re nt e d e la co r rup ci ón de l h om br e. C ad a
hom br e es cu lp ab le en A dá n, y c on sec ue n t em en t e n ace c on u na na tu r al ez a
dep ra vad a y c or ru pt a.
EL PECADO IMPERDONABLE
V ar io s pa sa je s de la E sc r it ur a ha bl an d e un pe ca do qu e no pu ed e
per don a rs e, s i end o im p os ib l e un cam b io d e c or azó n de sp ué s de hab er l o
com e t ido , y p or e l cu a l y a no es ne ce sa ri o o ra r. Se c ono ce en g en er a l com o
el pe cad o o l a bl as fem ia en c on tr a d e l E sp ír i tu San t o. E l Sa lv ado r hab l a d e
El ex pl í ci t am en te en M at . 12 : 31, 3 2 y pa sa je s pa r al e lo s; y se p ie ns a, po r l o
g ener al , qu e H eb. 6: 4- 6 ; 1 0: 26, 2 7, y J uan 5: 1 6 t am b ién se re f ie ren a es t e
pec ado .
H eb. 6 : 4- 6. P er o es ta p os i ci ón no e s b íb l ic a y lo s Cán on es d e
D or t r ech az ar on, ju nt am en t e con ot ro s, tam b i én e l e r ro r de lo s
que ens eñ an q ue lo s reg en er ado s p ued en com e te r el pe cad o e n
con t ra de l E sp í ri t u S an to.
es ta bl ec id as po r D i os y m an t en ida s p or El . Y la le y, e n e l c as o d e
es te p ec ado p ar t ic u la r , e s que exc lu ye tod o a rr epe n tim ie nt o, c au te r iz a
la co nc ie nc ia , e ndu re ce a l p ec ado r y a s í es com o e l p ec ado s e v ue lv e
im pe rd ona b le. En a que l lo s qu e han com et i do es t e pec ad o deb em os ,
por ta nt o, e sp er ar enc on t ra r un p ro nun ci ad o od io a D io s, un a a ct i tu d
des af i an te en co nt ra de É l y de to do lo qu e e s di vi no, un de l ei t e e n
ri d icu l iz ar y ul t ra j ar t odo l o q ue es s an to y u n a bs ol ut o d es cu id o
re spe c to al b ie ne st a r d e s u a lm a y de su v ida f ut ur a. En at en ci ón a l
hec ho d e qu e a e s te p ec ado nun ca le s ig ue e l a r rep en t im i en to ,
podem os e s ta r r azo nab l em en te seg ur os d e qu e aqu e ll os q ue tem e n
hab er lo com et i do y s e e n tr i st ec en po r e s to, y de se an la s or ac io ne s d e
ot ro s e n su fa vo r, no l o h an com e t id o.
3. O bse rv ac io ne s s ob re lo s p as a je s q ue h ab la n d e e s te pe cad o e n la s
ep ís to la s. C o n exc ep ci ón d e la m e nc ión q ue d e es te p ec ado se ha ce e n
lo s Eva ng el io s, n o se m e nc ion a po r nom b r e en o t ra pa r te d e l a B ib l ia .
A sí qu e ca be p reg un ta r s i l os pa sa j es d e Heb. 6 : 4 - 6, 10 : 26 , 27, 29 , y
I Jua n 5 : 16 tam b ié n se r ef ie r en a él . De sd e lu eg o, es de c la r a
ev ide nc ia qu e t odo s el l os ha b lan d e u n pec ad o im pe rd ona b le ; y
por que Je sú s d ij o en M a t. 12 : 3 1, " po r tan to os d ig o: T odo p es ad o y
bl as fem ia s er á pe rdo na do a lo s hom b re s ; m a s l a b l as fem ia c on tr a e l
Esp ír i tu no le se rá pe rd ona da" , in d ica ndo po r lo m i s m o, qu e
so lam e nt e h ay un pe cad o im p e rdo nab l e no e s s i no r az ona b le p ens a r
que es to s p as aj es se re f ie re n a l m ism o pec ad o. S e de be n ot a r, s i n
em ba rg o qu e H eb re os 6 h ab la de una f orm a e spe c íf ic a d e e s te pec ad o
que pod r ía ha be r ocu r r ido so l am en te e n la ép oc a a p o st ól i ca, c uan do e l
Esp ír i tu se rev e lab a co n do ne s y pod e re s ex t rao rd i na ri os . El h ec ho d e
que es to se ol vi da ra con du jo f rec ue nt em en t e a la op in ió n e rr óne a d e
que e s te p as aj e co n su s de sa co st um b rad as y sev e ra s exp r es io ne s, s e
re fe r ía a aqu e ll os q ue e s ta ban ya r eg ene r ado s po r e l E sp ír i tu d e D i os .
Per o H e b. 6 : 4- 6, au nqu e h ab la d e exp er i enc i as qu e van m á s al l á d e l a
fe tem p or a l o rd in ar ia , no t es t if i ca n ec es ar i am en te de la pr es en ci a d e
la g rac i a reg en er ado r a e n e l co ra zó n.
134
P re se n t Da y Th e o l o g y , p p . 7 8 ,8 0 .
321
Se l e d a m uc ha im po r ta nc ia ac tu alm en te a l a id ea d e qu e n o ha y t a l j us t ic i a
pun i ti va en D io s que i ne xo rab l em en te d em an da e l ca st ig o de l pe cad or , y
que D io s n o e s tá en oj ado co n e l pe cad or s in o q ue lo am a y ú n icam en te l e
in f lig e pe na l id ade s pa ra h ac er lo v ol ve r y t ra er lo d e nue vo a l hog a r de l
Pad re. Es te co nc ep to q ue tu er ce l a d is t in c ión en t re ca st ig o y di sc i pl in a n o
es b íb l ic o. L a p en a de l p eca do n o pr oc ede d e l am o r y de la m is er i co rd ia d e l
L eg is la do r, si no d e su ju s ti c ia. S i a la im po s ic ió n de l c as t ig o se sig u e l a
re fo rm a, n o se d ebe a la p ena com o t a l, s in o a alg un a op er ac ió n de l a g rac i a
de D io s qu e f ru ct i f ic a, y po r m ed io d e l a cu a l El c am b ia a que l lo q ue e n s í
m ism o es u n m al p a ra e l p ec ado r, e n a lg o que le re su l ta ra b en éf i co. L a
di fe re nc ia en t re d is c ip l ina y ca s tig o deb e con se rv ar se . L a Bi b li a n os e ns eña ,
por u na pa r te , que D i os am a y d is c ip l ina a s us h i jo s, Jo b 5: 1 7; S al 6 : 1 ; Sa l
94: 12 ; 1 18 : 18 ; P ro v. 3 : 1 1 ; I sa . 26 : 1 6 ; Heb . 12 : 5 - 8 ; A p oc. 3 : 19 ; y po r
ot ra p ar t e qu e El a bo rr ec e y ca s t ig a a lo s m a lhe ch or es , Sa l 5 : 5 ; 7 : 11 ;
Nahúm 1 : 2 ; Rom . 1 : 1 8 ; 2 : 5, 6 ; II T es . 1 : 6 ; Heb . 10 : 2 6, 2 7. A dem ás ,
un ca st ig o t ie ne qu e r eco noc e rs e com o j us to , es de c ir d e acu e rdo c on l a
ju st i ci a p a ra que r es ul t e r e fo rm ado r. De acu er do con e st a te or í a un pe ca do r
que y a e st á r e fo rm ado no te nd rí a qu e vo lv e r a s er ca s tig ad o, n i p od rí a s er l o
uno que hu b ie ra so br epa sa do l a p os ib i l ida d d e re fo rm a, d e ta l m a ne ra qu e
no pod r ía h ab er c as t ig o pa ra S at an ás ; l a pe na d e m ue rt e t e n dr ía q ue se r
abo l ida y no ha br ía r az ón pa ra qu e ex is t ie ra e l ca st ig o et e rno .
Otr a t eo rí a m uy en b og a en nu es t ro d ía e s qu e el p ec ado r de be s e r ca st ig ad o
par a p ro te cc ión d e l a so c ied ad, d i su ad ien do a o t ro s de com e te r of en sa s
sem e ja n te s. N o pu ede ha be r d uda ac e rca de qu e e s te f in con f re cue nc ia s e
aseg u ra e n la fam il i a, en e l e st ado y e n el g ob ie rn o m ora l de l m un do, p er o
324
El ca s tig o co n q ue D i os am e na zó a l h om b re en e l pa ra í so f ue e l d e l a
m uer te . L a m u er te a qu e a qu í se r ef e rí a n o es l a d e l c ue rpo , si no l a d e l
hom br e com o u n t odo , la m u er t e en e l s en ti do b íb l ic o de la pa l ab ra. L a
Bi b li a no h ac e l a d is t in ci ón, que es m uy com ú n en t re n oso t ro s, e nt r e l a
m uer te f ís ic a, la e sp i ri tu a l y l a e te rna ; e l la t ien e un c onc ep to si nt é ti co d e l a
m uer te y la re con oc e com o la s ep ar ac ió n de D ios . El ca st ig o t am b ién fu e
ej ecu t ado ve rd ade r am en te en e l d ía en q ue e l hom b r e pe có , au nqu e la pl en a
ej ecu c ión d e é l fu e su sp end i da t em po ra lm e n te po r la g ra ci a de D ios . De un a
m ane ra q ue nad a ti en e d e b íb l ica , a lg uno s l lev an su d i fe re nc ia c ión a l
te r ren o d e la B i bl i a y s os t ien en qu e la m ue r te f í si ca no de be co ns id e ra rs e
325
LA MUERTE ESPIRITUAL
LA MUERTE FÍSICA
LA MUERTE ETERNA
Est a d eb e c ons i de r a rs e c om o la cu lm i na ci ón y p er fe cc ió n d e la m u er t e
esp i r it ua l. L os f re nos de l p r es en te ced en y l a c or ru pc ió n de l pe cad o
per f ecc i ona su ob ra . E l pe so com p le to de l a i ra de D io s a l can za a l q ue es t á
cond en ado . S u se pa ra ci ón de D i os , fue n te de v id a y d e g oz o, es s ep ar ac ió n
com p le ta , y es t o s ig n if i ca m u er t e e n e l m ás t er r ib le s en ti do de l a p al ab ra .
Su c ond i ci ón ex t er na co r re spo nde c on e l e s ta do in t er no de s us a lm a s
per ve rs as . H ay a l l í pe sa re s de c onc i enc i a y do lo re s f ís i cos . Y el hum o de s u
to rm en to su be p a ra si em p re jam ás, A poc . 14 : 11. L a d is cu s ión m á s am pl i a
de es te a sun to c or re sp ond e a l t e rr eno de la es ca to log ía.
EL NOMBRE
EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
L a pa la br a he br ea p ar a pa c to s iem pr e es be ri t h, un a pa l ab ra d e dud os a
der i vac i ón. L a o pi ni ón m ás g en er al e s qu e se de r iv a de l ve rbo h eb re o ba rah ,
cor t ar , y c on t ien e, po r t an to , u n re cu er do de l a ce rem on ia qu e se m en c ion a
en Ge n 1 5: 17 . S in em b arg o, a lg uno s pr ef ie r en pen sa r que s e d er i va de l a
pa lab ra a s ir ia be r i tu, qu e sig n i fi ca " a ta r" . E s to se ña la r ía de sd e lueg o a l
pac to c om o u n com p rom is o. Pa ra l a con s tr ucc i ón de l a doc t r ina no ti en e
g ran im p or ta nc ia c ono ce r e l or ig en de la p al ab ra . Be r it h pue de i nd ic ar u n
acu er do m u tuo v ol un ta r io ( bi l at e ra l) , pe ro tam b ié n una d i spo s ic ió n o
ar reg l o im pu es to po r un a d e la s pa r te s a la o tr a (un i la t er al ). Su s i g n if i cad o
exa ct o no de pen de d e la e t im o log í a de l a pa l ab ra, n i de l de sa r ro l lo h is tó r ic o
de l c on cep to , s ino s im p lem en te de la s p ar t es i nt e re sad as . E n la m ed id a en l a
que u na d e es t as p ar t es e s tá sub or di nad a y ti en e m eno s qu e de ci r, el pac t o
adqu i er e ca rá c te r de d is po si c ión o a rr eg lo im pu es to p or un a de e sa s pa r te s a
la ot r a. Be r it h pu es s e co nv ie r te en s inó nim o de ch oq (e s ta tu to u o rd ena nz a
def i ni do s) , Ex 34 : 10 ; Is a. 59 : 21 ; J er . 31 : 36 ; 33 : 20 ; 34 : 13. Po r lo m ism o ,
tam b i én e nco n tr am os que k a ra th be ri t h ( c o rt ar un p ac to ) se c on st i tu ye n o
so lam e nt e con l as p re po si c ion es 'am y b en ( con ), s in o tam b ié n con l am ed t e
(a ), J os ué 9 : 6 ; I sa. 55 : 3 ; 61 : 8 ; Je r. 3 2: 4 0. Na tu ra lm e n te, cua ndo D io s
es ta bl ec e un pa ct o co n e l h om br e e s te c ar ác t er un il a te ra l e s m uy ev id en te ,
pue st o qu e D i os y el h om b re n o so n pa r te s ig ua l es. D io s e s e l Sob e ran o qu e
im po ne su s o rd en anz a s s ob re su s cr i at ur as .
330
EN EL NUEVO TESTAMENTO
En la se pt uag i nt a l a pa la br a be r i th s e t ra du ce d ia th ek e, en cad a un o de lo s
pas a je s en don de ocu r re, co n ex ce pc ión de D eu t. 9 : 15 ; (m ar tu r ion ) I Re ye s
11: 11 (e nt ol e ). L a pa la br a d ia t hek e s e r ed uce a e s te u so , ex ce p to e n cu a tr o
pas a je s. E s te us o d e l a p al ab ra pa r ece m uy pe cu l ia r en v is ta de l he cho d e
que no es la pa la br a g r ieg a us ua l pa ra pa c to s ino qu e re alm en te de no ta un a
di spo s ic ió n, y con se cu en tem e n te tam b i én u n t es t am en to . L a pa la br a
ord in a ri a pa ra p ac to e s su nt hek e ¿ In te nt a ron lo s t rad uc to re s su s t it ui r la i de a
de pac t o con o t ra i dea ? Ev ide n tem e nt e no, po rq ue e n Is a. 28 : 15 u san la s
dos p al ab ra s com o s i nó n im a s y a ll í d ia th ek e s ig ni fi ca c l ar am en t e un pa ct o o
un con ve ni o. D e aq u í que n o hay d ud a de qu e a tr i buy er an a d ia t hek e e l
sig n if i cad o de c onv en io . Pe ro qu ed a l a pr eg unt a, ¿ po r qu é de un a m an er a
ta n g ener a l ev i tan e l u so de sun th ek e y la s us t i tuy en po r un a pa la br a qu e
deno t a un a di sp os ic i ón m ás bi en qu e un con ven io ? Con to da p rob ab i l ida d l a
ra zón s e en cue nt r a en e l hec ho de q ue en e l m und o g rieg o l a i dea d e pac t o
exp re sa da po r su nt hek e es t aba b as ad a en g ran pa r te s ob re la ig ua l dad leg a l
de l as p ar te s, d e t al m a ne ra qu e no s e pod í a si n un a m odi f ic ac ió n
con si de ra bl e in co rpo ra r es ta pa l ab ra en e l s is tem a d e p ens am i en to b íb l ico .
L a id ea d e que la p r io r ida d pe r ten ec e a D io s en e l e s tab l ec im ien to d e l pac t o
y de q ue E l, sob e ran am en t e im p one su pac t o a l hom b r e es t a ba au se nt e de l a
pa lab ra g r ieg a us ua l. D e aq uí qu e se ll eg ar a a su st i tu i r la p al ab ra ( su nt hek e )
por o t ra en la qu e es te s ig n if i cad o fu er a m u y no tab l e, ( di a thek e ). De es t a
m ane ra la pa la br a d ia t hek e, com o o t ra s m u cha s p al ab ra s, re c ib ió u n n uev o
sig n if i cad o c ua ndo se co nv i rt ió en ve h ícu lo de l pe ns am i en to di v ino . Es t e
cam b io es im p or ta n te en re la c ión con e l u so de la pa l ab ra e n e l N uev o
Tes tam en to. H a h ab ido con s ide ra b le d if er en ci a de o pi ni ón r es pe ct o a l a
tr ad ucc i ón pr op ia de la pa la br a, pu es en la m i ta d, ap r ox im a dam e n te, d e lo s
pas a je s e n q ue ocu r re, en l a s v er s ion es ho la nde sa y au to r iz ada , s e t rad uc e
por " pac t o" , e n t an to qu e en l a o t ra m it ad se t ra duc e p or " te s tam e nt o" . L a
V er si ón Rev i sa da A m er i can a, s i n em ba rg o, l a t ra duc e " pa ct o"
inv a ri ab lem en te, ex ce pt o en Heb re os 9: 16, 17. No e s p ue s s in o na t ur al qu e
su rj a la p reg un ta : ¿Cu ál e s e l s ig ni f ic ado de l a p a lab ra e n e l N uev o
Tes tam en to? A lg unos p re t end en qu e si em p re t ie ne e l s ig ni f ic ado c lá s ico d e
di spo s ic ió n o te st am en t o, e n t an to que ot ro s s os t ie nen qu e s ig n i f ic a
te s tam e nt o e n a lg uno s lug a re s, p er o e n la g r an m a yo rí a d e lo s pa sa j es l a
id ea d e pa c to e s no ta b lem e nt e im po rt an te . S in d uda es ta es la id ea co rr ec ta .
331
Debe r íam o s es pe ra r a p r io r ís t ic am en te q ue la fo rm a en q ue se u sa e n e l
Nuevo Te s tam e n to es tu v ie ra, p or lo g e ne ra l, e n a cu er do co n la fo rm a en qu e
la us an lo s L X X ; y un es tu d io cu ida do so d e lo s p as a je s p ri nc ip a le s
dem ue s tr a qu e l a V e rs ió n Rev is ad a A m er i can a i ndu dab l em en te va e n e l
ra st ro c or re c to cua ndo tr adu ce d ia th ek e po r " t es tam en to" , so l am en t e e n
Heb. 9 : 1 6, 1 7. Co n tod a p rob ab i li da d no h ay ni s iqu i er a o tr o p as aj e e n qu e
es ta t ra du cc ión s ea co r rec t a, ni s iq u ie ra en I I d e Co r. 3 : 6, 1 4. El he ch o d e
que v ar i as t rad uc ci on es d e l Nue vo " Te s tam e nt o" pong a n " t es tam en to" e n
lug a r de " pac t o" en ta n tos l ug are s, se deb e p ro bab l em en te a tr es ca us as : (a )
El d es eo de ac en tu ar l a p r io ri da d d e D i os en l a tr an sa cc ió n; ( b) l a
sup os ic ió n de q ue l a pa l ab ra t i ene q ue tr adu c ir se h as ta d ond e s ea po s ib le e n
arm o ní a con H e b. 9 : 16, 1 7; y (c ) la in f lue nc ia d e l as t r adu cc io ne s la t in as ,
que un i fo rm em en t e tr ad uce n d i at hek e com o " t es tam en tum " .
EL CONCEPTO
L a i dea de l p ac to se d es a rr ol l ó en la hi s to r ia a n te s de que D io s h ic i er a
alg ún uso fo rm a l d e e se con cep t o en la re ve la c ión de la re den c ión . L o s
pac to s e nt r e l os h om b re s ha bí an s id o h ec ho s m uch o a nt es de q ue D io s
es ta bl ec ie r a su pa ct o co n N oé y co n A br ah am , y e s to p re pa ró a l os h om b re s
par a e n ten de r e l s ig ni f ic ado de un p ac to en un m und o d iv id id o p or e l
pec ado , y le s ay udó a en t end er la r ev el ac ió n di v ina c uan do e st a pr es en tó la s
re l a c ion es de l h om br e c on D io s com o un a r e lac i ón d e p ac to. S in em ba rg o,
es to no sig n i fi ca que l a id ea d e l p ac to se or ig i na ra con e l h om br e y qu e
lu eg o D ios la tom a r a pr es ta da c om o un a fo rm a a dec ua da pa r a la d es c ri pc ió n
de l as re la c ion es m u tu as en tr e É l y e l h om b re . L o c on tr ar i o es p r ec is am en t e
la v er da d; el ar que t ip o de tod o pa c to de vi da s e en cu en tr a en el Se r
tr i ni t ar io d e D io s, y lo qu e se ve e nt r e lo s h om b re s n o es s in o u na m ue s tr a
déb i l ( ec ty pe ) d el o rig i na l. D io s o rd enó l a v id a de l hom b re , de t al m an er a
que, la ide a de l pa c to s e des a rr ol l ar a en e l la com o uno d e lo s p il ar es d e l a
vid a soc i al , y de sp ué s d e qu e se hab í a d es ar ro l la do as í, El l a in tr odu j o
fo rm a lm en te com o exp r es ió n de la s re la c ion es ex is te n te s en t re el m ism o
D io s y el hom br e. L a r el ac ió n de pa c to en t re D i os y e l hom b re e x is t ió de sd e
el m er o p r in ci p io, y po r tan t o m uc ho an te s de l es ta b lec im ie nt o fo rm a l d e l
pac to co n A b ra ham .
332
135
W e st m , L a rg e r C a t ., p . 31 .
136
Dy st . Th e o l . I I, p p . 35 8 ; C o m p á re se t a m b i é n D a b n e y , L e c t . o n Th e o l . m . p . 4 3 2;
Ba v i n c k , Ge re f . Do g m . I I I, p . 24 0 .
334
1. L as E sc ri t ur as s eñ al an c l ar am en t e e l hec ho d e qu e el pl an d e
red en ci ón es tu vo in c lu ido en e l d ec re to o c on se jo e te rno de D io s, Ef .
1: 4 y s ig ui en te s ; 3: 1 1; II Te s. 2 : 13 ; I I Tim . 1 : 9 ; San t. 2 : 5 ; I Pe dr o
1: 2 , e tc. A h or a en con t ram o s qu e en la eco nom ía d e l a re den c ión h ay ,
en un se n ti do, u na d iv is ió n de l abo r : E l Pa dr e es e l o rig i na do r, e l
H ij o e l e jec u to r y e l Esp í ri t u San to e l a dm i ni s tr ad or . Es to s ol am en t e
pued e s er re su l tad o de u n ac ue rdo vo lun t ar io en tr e l as p e rso na s de la ,
Tr in ida d, de ta l m an er a que , su s re la c ion es in te rn as tom an la f orm a
de un p ac to d e vi da . D e hec ho e s p rec i sam e n te en la v i da t r in i ta r ia e n
dond e enc on t ram o s el a r q ue t ipo d e lo s p ac to s h is tó r ic os, u n p ac to e n
el p rop i o y m á s com p le to s en t ido d e la p al ab ra , en don de l as p ar t es s e
enc uen t ra n s ob re un p ie de ig u al dad , u n v e rda de ro su nt hek e, ( pa ct o) .
137
Do g m . Th e o l . I I , p . 36 0
335
22 s e c ons i de ra a Cr i st o, cl ar am en t e, c om o la cab ez a r ep re se nt a ti va ,
es de ci r l a c ab eza d e u n p ac to .
3. D onde qu ie ra q ue t en em os lo s el em e nt os e se nc ia le s de u n pa ct o, e s
dec i r d e p ar te s con t ra ta nt es , u na pr om es a o pr om e sa s, y un a
cond i ci ón, te nem o s u n pa ct o. En e l S a lm o 2: 7 - 9 l as p ar t es s e
m enc ion an y se ind i ca un a p rom e sa . El c a rác t er m e s ián i co d e es t e
pas a je e s tá g a ran t iz ado en He ch os 1 3 : 33 ; He br eo s 1 : 5 ; 5 : 5. D e
nuev o, e n e l Sa l 40 : 7 - 9 co ns id e rad o t am b ién com o m es i án ic o po r e l
N uevo T es tam en to (H eb. 1 0 : 5 - 7) , e l M es ía s exp r es a su s o li c it ud pa r a
hac er l a vo l un tad de l P ad re con v ir t ié ndo se en un sac r i fi c io p or e l
pec ado . Cr i st o ha bl a r ep et i da s ve ce s un a t ar ea que el Pad re le con f ió ,
Jua n 6 : 38 ; 10 : 1 8; 17 :4. L a a f irm a c ión en L u c. 22 : 2 9 e s
par t ic u la rm en te s ig n if i ca t iva : " Y o pue s, o s a s ig no un re i no, com o m i
Pad re m e lo a s ig nó a m í" . E l v er bo qu e s e us a aq uí es d i at i th em i , l a
pa lab ra de d ond e s e de r iva di a thek e, que s ig ni fi ca , de s ig nar po r
vol un ta d, t es tam en to o p ac to . A d em ás , e n Jua n 1 7: 5 C r is to p id e u n
g ala rdó n y en J uan 1 7: 6, 9, 2 4 ( com pá r es e tam bi én F i l. 2 : 9 - 11 ) hab l a
de s u pu eb lo y se re fi e re a su p er so na l y fu tu ra g lo r ia com o u n
g ala rdó n q ue e l P ad re l e d i o.
4. H ay do s pa sa j es d e l A n tig uo T es t am en to q ue re la c ion an la id ea d e l
pac to inm e d ia tam e n te c on e l M es í as, es d ec i r, S al 8 9 : 3, e l c ua l s e
bas a en I I S am 7 : 12 - 1 4, y se p rue ba qu e es pa sa je m e si án ic o po r
H eb. 1 : 5 ; e I sa . 4 2: 6 , e n don de l a p e rso na d e q ui en s e h ab la s e l lam a
el S ie rv o de l Seño r. E st a re l ac ió n dem ue s tr a co n cl ar id ad qu e es t e
si er vo n o e s m er am en t e I sr ae l. A d em á s, h ay p as aj es en lo s qu e e l
M esí as h ab la de D io s c om o su D i os u sa ndo de e s te m odo e l l eng ua j e
de l p ac to , e s dec i r S a l 2 2 : 1 , 2 , y Sa l 40 : 8 .
32: 1, 2, 5 ; 5 1 : 1- 3, 9- 11 ; 10 3: 3, 12 ; Is a. 43 : 25 ; Rom . 3 : 3, 6 - 1 6 ;
G ál. 3 : 6 - 9. L a po s ic ió n de C oc ce ju s no s rec ue rd a l a d e l os ca tó l ic o
rom a nos c on su L im bus Pa t rum .
3. En Rom . 3 : 2 5, el pa sa je a l cu a l Coc ce ju s a pe la , e l A p ós to l u sa l a
pa lab ra pá re si s ( ol v ida r o p as ar p or al to ), n o po rq ue los cr eye n te s
ind i vi dua l es e n e l A nt ig uo T es tam en to no re c ib ie ron com p le to p e rdó n
de pe cad os , s ino p or que d ur an te la a nt ig ua d is pe ns ac ió n el p er dón d e l
pec ado tom a ba la f orm a de un p á re si s ha s ta tan t o que e l p ec ado n o
hub ie ra s ido deb id am en t e ca s t ig ado e n Cr i s to, y que l a ab so lu t a
ju st i ci a de C r is t o n o s e hub ie r a rev e lad o e n la c ru z.
Cristo empleó los sacramentos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Sin
embargo, es evidente que para El no podían significar lo que significan para los creyentes.
En su caso no podían ser ni símbolos, ni sellos de gracia salvadora; ni podían ser
instrumentos para fortalecer la fe salvadora. Si distinguimos, como estamos haciéndolo,
entre el pacto de redención y el pacto de gracia, entonces los sacramentos fueron para
Cristo, con toda probabilidad, sacramentos del primero más bien que del último. Cristo se
hizo responsable en el pacto de redención de satisfacer las demandas de la ley. Estas habían
tomado una forma definida cuando Cristo estuvo en la tierra y también incluían
reglamentos religiosos positivos. Los sacramentos formaban una parte de esta ley y por
tanto Cristo tenía que someterse a ellos, Mat. 3: 1. Al mismo tiempo podían servir como
sellos de las promesas que el Padre le había dado al Hijo. Puede surgir la objeción a esta
339
explicación de que los sacramentos fueron en verdad símbolos y sellos adecuados del
lavamiento del pecado y del nutrimento de la vida espiritual; pero atendiendo a la
naturaleza del caso, para Cristo no podían tener este significado puesto que El no tenía
pecado, ni necesidad de nutrimento espiritual. Se puede contestar la objeción, cuando
menos hasta cierto punto, llamando la atención al hecho de que Cristo apareció sobre la
tierra con una capacidad oficial y pública. Aunque El no tenía pecado personal y no había
sacramento que pudiera, por tanto, significar y sellar para El alguna remoción, sin embargo,
tenía que ser hecho pecado por causa de su pueblo, II Cor. 5: 21, siendo carg ado con la
culpa de ellos, y consecuentemente, los sacramentos podían significar que esta carga le
había sido quitada, conforme a la promesa del Padre, después de que hubiera perfeccionado
su obra expiatoria. Una vez más, aunque no podemos hablar de Cristo como si hubiera
ejercitado una fe salvadora en el mismo sentido en que esta fe se demanda de nosotros, sin
embargo, como Mediador tenía que ejercitar fe en un sentido más amplio, mediante la
aceptación de las promesas del Padre creyéndolas y confiando en el Padre para el
cumplimiento de ellas. Y los sacramentos podían servir como signos y sellos para fortalecer
esta fe, hasta donde tenía que ver con su naturaleza humana.
REQUERIMIENTOS
El Padre requirió del Hijo, que en este pacto aparecía como Fiador y Cabeza de su pueblo,
y como el postrer Adán, que diera satisfacción por el pecado de Adán y de aquellos a
quienes el Padre había dado al Hijo, y que hiciera lo que Adán no había podido hacer,
cumpliendo la ley y, de este modo, asegurando la vida eterna para toda su progenie
espiritual. Este requerimiento incluía las siguientes particularidades:
1. Que tomara la naturaleza humana naciendo de mujer, y que de esta manera entrara
en relaciones temporales; que toma ra esta naturaleza con todas sus presentes
debilidades, aunque sin pecado, Gal 4: 4, 5; Heb. 2: 10, 11, 14, 15; 4: 15. Era
absolutamente esencial que él se hiciera uno de los miembros de la raza humana.
2. Que El, quien como Hijo de Dios era superior a la le y, se sometiera a la ley, de
manera que pudiera entrar no solamente en la vida natural sino también en relación
penal representativa con la ley para pagar el castigo por el pecado y para ganar la
340
vida eterna para los elegidos, Sal 40: 8; Mat. 5: 17, 18; Ju an 8: 28, 29; Gal 4: 4, 5;
Fil. 2: 6-8.
3. Que El, después de haber ganado el perdón de los pecados y la vida eterna para los
suyos, administraría para ellos los frutos de los méritos de Él: Perdón completo y la
renovación de sus vidas mediante la bondadosa operación del Espíritu Santo.
Haciéndolo lograría asegurar absolutamente que los creyentes consagraran sus vidas
a Dios, Juan 10: 16; 16: 14, 15; 17: 12, 19-22; Heb. 2: 10-13; 7: 25.
PROMESAS
Las promesas del Padre correspondían con sus requerimientos. P rometió al Hijo todo lo que
se necesitaba para el cumplimiento de su grande e inteligente tarea, excluyendo, por lo
mismo, toda incertidumbre en la ejecución de este pacto. Estas promesas incluían lo que
sigue:
1. Que Dios prepararía para el Hijo un cuerpo, e l que sería tabernáculo adecuado para
El; un cuerpo, en parte, preparado por la agencia inmediata de Dios y sin la
contaminación del pecado, Luc. 1: 35; Heb. 10:5.
2. Que Dios capacitaría al Hijo con los dones y gracias necesarias para la realización
de su tarea y en modo especial lo ungiría para los oficios mesiánicos, dándole el
Espíritu sin medida, una promesa que fue cumplida particularmente en el momento
de su bautismo, Isa. 42: 1, 2; 61: 1; Juan 3: 31.
3. Que Dios sostendría a su Hijo en la realización d e esta obra, lo libraría del poder de
la muerte, y de esta manera lo capacitaría para destruir el dominio de Satanás y para
establecer el Reino de Dios, Isa. 42: 1 -7; 49: 8; Sal 16: 8-11; Hech. 2: 25-28.
4. Que Dios autorizaría a su Hijo, como recompensa por su obra perfecta, para que
enviara el Espíritu Santo, para la formación de su cuerpo espiritual, y para la
instrucción, conducción y protección de la Iglesia, Juan 14: 26 ; 15 : 26 ; 16 : 13, 14
; Hech. 2: 33.
341
5. Que Dios había de dar al Hijo una numerosa simiente, en recompensa por su obra
cumplida, simiente en multitud tal que nadie podría contar, de manera que en su
plenitud, el Reino del Mesías abarcará gente de todas las naciones y lenguas, Sal 22:
27; 72: 17.
6. Que Dios le entregaría al Hijo todo poder en los cielos y en la tierra para el gobierno
del mundo y de su Iglesia, Mat. 28: 18; Ef. 1: 20 -22; Fil. 2: 9-11; Heb. 2: 5-9; y que,
por último, lo recompensaría en su carácter de Mediador con la gloria que como
Hijo de Dios había tenido con el Padre des de antes de que el mundo existiera, Juan
17: 5.
Los puntos siguientes indican la relación que este pacto guarda con el de gracia:
En una discusión sobre la naturaleza del pacto de gracia se presentan varios puntos a la
consideración, por ejemplo la diferencia entre el pacto de gracia y el de obras, las partes
contratantes, los contenidos, las características del pacto y el lugar de Cristo en el pacto.
PUNTOS DE SEMEJANZA
1. Los puntos de avenencia son de un carácter muy general. Los dos pactos
concuerdan en cuanto al autor: Dios es el autor de los dos; únicamente Dios pudo
establecer pactos como estos
2. Las partes contratantes, que en los dos casos son Dios y el hombre
PUNTOS DE DIFERENCIA
5. El pacto de obras era conocido en parte por naturaleza, puesto que la ley de Dios
estaba escrita en el corazón del hombre; pero el pacto de gracia se conoce
exclusivamente por medio de una revelación especial positiva.
No es fácil determinar con precisión quién es la segunda de las partes. En general se puede
decir que Dios establece, de modo natural, el pacto de gracia con el hombre caído.
Históricamente, no hay indicación definida de ninguna limitación h asta que llegamos al
tiempo de Abraham. Sin embargo, con el correr del tiempo se hizo perfectamente evidente
que esta nueva relación de pacto no era para incluir a todos los hombres. Cuando Dios
estableció en forma el pacto con Abraham lo limitó al patriar ca y su simiente.
Consecuentemente, tiene que presentarse la pregunta respecto a los límites exactos del
pacto.
Pero viene otra pregunta: ¿Qué fue lo que indujo a esto s teólogos a hablar del pacto como
convenido con los elegidos, a pesar de todas las dificultades prácticas que ello envuelve?
¿No se dieron cuenta de ellas? Se des -cubre en sus escritos que tuvieron plena conciencia
de las dificultades. Pero sintieron que era necesario contemplar el pacto, primero que todo,
en su más profundo sentido, tal como se cumple en la vida de los creyentes. Aunque
entendían que otros, en algún sentido de la palabra, tenían un lugar en el pacto, sin
embargo, comprendieron que se trataba de un lugar secundario, y que esa relación al pacto
tenía el propósito de servir para llegar a la completa realización de él en una vida de
amistad con Dios. Y esto no debe causar admiración si atendemos a las consideraciones
siguientes:
1. Los que identi fican al pacto de Redención con el de gracia y que consideran que no
es bíblico hacer distinción entre los dos, piensan, naturalmente, que el pacto ante
todo fue establecido con Cristo como cabeza representante de todos aquellos que
fueron dados por el Padre al Hijo; un pacto en el que el Hijo se convirtió en Fiador
de los elegidos para garantizar de este modo la completa redención de ellos. De
hecho, en el pacto de redención solamente se toma en consideración a los elegidos.
Prácticamente la situación es l a misma en el caso de aquellos que distinguen dos
pactos, pero insisten en la estrecha relación que guardan, y presentan el pacto de
redención como la base eterna del pacto de gracia, porque en el primero el de
Redención únicamente, se toma la gracia de Dios en consideración, tal como se
glorifica y perfecciona en los elegidos.
138
Compárese the quotations en A. J. Hooft, De Teologie van Heinrich Bullinger pp. 47, 172.
139
Van het Wezen des Genade,Verbondts Tusschen God e nde de Uitverkorenc, Afd. I, par. 1.
345
2. Aun en la historia del establecimiento del pacto con Abraham, interpretado a la luz
del resto de la Escritura, los teólogos Reformados, encontraron evidencia abundante
de que fundamentalmente el pacto de gracia es pacto establecido con aquellos que
están en Cristo. La Biblia hace distinción entre dos simientes de Abraham. El
principio de tal distinción se encuentra claramente en Gen 21: 12, en donde
hallamos a Dios diciéndole a Ab raham: "En Isaac te será llamada descendencia",
descartando de este modo a Ismael. Pablo, al interpretar estas palabras, habla de
Isaac como el hijo de la promesa, y por "hijo de la promesa" no quiere decir,
simplemente, un hijo prometido, sino un hijo que no nace según la manera
ordinaria, sino en virtud de una promesa, y por medio de una operación sobrenatural
de Dios. Pablo también relaciona con esto la idea de un hijo a quien pertenece la
promesa. Según él, la expresión, "en Isaac te será llamada descen dencia", indica que
"no los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos
según la promesa son contados como descendientes", Rom. 9: 8. La misma idea está
expresada en Gal 4: 28, "así que, hermanos, nosotros, como Isaac, so mos hijos de la
promesa", y como tales, también herederos de las bendiciones prometidas,
compárese el versículo 30. Esto corresponde perfectamente con lo que el Apóstol
dice en Gal 3: 16: "Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su
simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno:
y a tu simiente, la cual es Cristo". Pero la simiente no está limitada a Cristo, sino
que incluye a todos los creyentes. "Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje
de Abraham sois, y herederos según la promesa", Gal 3: 29. W. Strong en su
"Discurso Sobre los dos Pactos" llama la atención a la siguiente subordinación en el
establecimiento del pacto. Dice que fue hecho "
a. Primero e inmediatamente con Cristo el segundo Adán
b. En Cristo juntamente con todos los fieles
c. En los fieles juntamente con toda su descendencia". 140
140
P. 193.
346
únicamente para aquellos que son partícipes de esa gracia. Los teólogos Reformados
se sintieron constreñidos a insis tir sobre este aspecto del pacto especialmente en
contra de los arminanos y de los neonomianos, que prácticamente lo cambiaron en
un nuevo pacto de obras, haciendo que la salvación dependiera, una vez más, de la
obra del hombre, es decir, de la fe y de la obediencia evangélica. Por esta razón los
teólogos Reformados insistieron en la relación estrecha que hay entre el pacto de
redención y el de gracia; y hasta temieron hablar de la fe como la condición del
pacto de gracia. Walker nos dice que algunos de los teólogos escoceses se oponían a
hacer distinción entre dos pactos porque veía en ellos "una tendencia . . . al
neonomianismo, o, aun más, una especie de barrera a la relación directa con el
Salvador y a la entrada a la unión viva con El por medio de una f e que se apropia al
Salvador, puesto que el pacto de reconciliación (es decir, el pacto de gracia en lo
que se distingue del pacto de redención) era externo en la Iglesia visible". 141
El Dr. Vos dice con referencia a este concepto: "Apenas será necesari o decir que con todo
esto no se da a entender que la administración del pacto tuviera su origen en la elección, ni
tampoco que los que no son elegidos estén excluidos de toda participación en esta
administración del pacto. Lo que en realidad significa es q ue de la fortalecida conciencia
del pacto debe desarrollarse la certidumbre de la elección : que por medio de la
administración completa del pacto y también de las promesas absolutas y amplísimas de
Dios, tal como proceden de la elección, esta elección deb e nacer en la mente en relación
tanto con la Palabra como con los sacramentos ; y que, finalmente, la esencia del pacto, en
141
Scottish Theology and Theologians, pp. 77 y siguientes.
347
su completa realización se encuentra solamente en los hijos verdaderos de Dios y, por tanto,
el pacto no puede ser más amplio que la elección. Debe prestarse atención especial al
segundo punto. Además de lo dicho añadiremos que en dondequiera que el pacto de Dios se
administra, hay allí un sello con este contenido: Suponiendo que la fe esté presente usted
debe estar seguro de su derecho a todas las bendiciones del pacto, además de eso
decimos que siempre hay un solemne testimonio y sello de que Dios cumplirá todo el
contenido del pacto en los elegidos". 142
La idea de que el pacto se realiza por completo sólo en los elegidos es una idea
perfectamente bíblica como se ve por ejemplo, en Ter. 31: 31 -34; Heb. 8: 8-12. Además
está alineada completamente con la relación que el pacto de gracia mantiene con el pacto de
redención. Si en este último Cristo se convierte en Fiador tan sólo de los ele gidos, entonces
la sustancia real del primero también debe limitarse a ellos. La Escritura acentúa
firmemente el hecho de que el pacto de gracia, a diferencia del pacto de obras, es un pacto
inviolable en el que las promesas de Dios siempre se cumplen, Isa . 54: 10. Aquí queda
descartada toda condicionalidad porque de no ser así el pacto de gracia perdería su
característica especial, administrándose de la misma manera que el pacto de obras. Sin
embargo, esta incondicionalidad es uno de los puntos más importa ntes en que el pacto de
gracia se distingue del de obras, en que ya no depende de la incierta obediencia del hombre,
sino únicamente de la absoluta fidelidad de Dios. Las promesas del pacto de seguro se
cumplirán, pero únicamente en la vida de los elegido s.
142
De Verbondsleer in de Gerefo rmeerde Theologie, pp. 46 y siguientes.
348
1. LAS PROMESAS DE Dios. La promesa principal de Dios que incluye a todas las
otras promesas, está contenida en las palabras frecuentemente repetid as: "para ser tu
Dios, y el de tu descendencia después de ti". Gen 17: 7. Esta promesa se encuentra
en varios pasajes del Antiguo y del Nuevo Testamento que hablan de la
introducción de una nueva fase del pacto de vida, o que se refieren a una renovación
del pacto. Jer. 31: 33; 32: 38-40; Ez. 34: 23-25, 30, 31; 6: 25-28; 37: 26, 27; II Cor.
6: 16-18; Heb. 8: 10. La promesa se cumplirá perfectamente cuando por fin la nueva
Jerusalén descienda del cielo de Dios, y el tabernáculo de Dios acampe entre los
hombres. Consecuentemente oímos el eco final de ello en Apoc. 21: 3. Esta grande
promesa se repite una y otra vez en la exaltación jubilante de aquellos que están en
la relación de pacto con Dios: "Jehová es mi Dios". Esta sencilla promesa en
realidad incluye t odas las otras, por ejemplo
a. La promesa de diversas bendiciones temporales, que sirven frecuentemente
para simbolizar a las que son de una clase espiritual
b. La promesa de justificación, que incluye la adopción de hijos, y el derecho a
la vida eterna
c. La promesa del Espíritu de Dios para la administración, plena y gratuita, de
la obra de redención y de todas las bendiciones de la salvación
d. La promesa de la glorificación final en una vida sin fin. Comparase Job 19:
25-27; Sal 16: 11; 73: 24-26; Isa. 43 : 25 ; Jer. 31 : 33, 34; Ez. 36 : 27; Dan
12 : 2, 3; Gal 4 : 5, 6; Tito 3 : 7 ; Heb. 11 : 7; Santiago 2 : 5.
143
Roeping en W edergeboorte, p. 108.
349
cuya realización esperan los creyentes, fueron siempre las mismas, Gen 15:
6; Sal 51: 12; Mat. 13: 17; Juan 8: 56. Y los sacramentos, aunque difieren en
forma, tienen esencialmente la misma significación en ambas
dispensaciones, Rom. 4: 11; I Cor. 5: 7; Col. 2:11, 12.
f. Es condicional a la vez que incondicional. Repetidamente se pregunta si el
pacto es condicional o incondicional. No podremos contestar sin hacer una
cuidadosa distinción, porque la respuesta dependerá del punto de vista desde
el cual se considere el pacto.
i. Por una parte el pacto es incondicional. No hay en el pacto de gracia
una condición que pueda considerarse como meritoria. Se exhorta al
pecador a que se arrepienta y crea; pero su fe y arrepentimiento de
ninguna manera merecen las bendiciones del pacto. Esto debe
sostenerse en contra de la posición de los catolicorromanos y los
arminianos. Tampoco es condicional en el sentido de que se espere
del hombre que cumpla con su propi a fuerza lo que de él requiere el
pacto. Al colocarlo ante las demandas del pacto siempre debemos
recordarle el hecho de que solamente de Dios puede obtener la fuerza
necesaria para el cumplimiento de su deber. En un sentido puede
decirse que Dios mismo cu mple las condiciones en los elegidos.
Aquello que en el pacto se puede considerar como una condición, es
también una promesa para aquellos que están elegidos para vida
eterna y por tanto es también un don de Dios. Por último, el pacto no
es condicional en el sentido de que para recibir cada bendición de él,
por separado, tenga que cumplirse con una condición. Podemos decir
que la fe es la conditio sine qua non de la justificación, pero la
recepción de la fe misma en la regeneración no depende de condición
alguna, sino solamente de la operación de la gracia de Dios en Cristo.
ii. Por otra parte el pacto puede llamarse condicional. Hay un sentido en
el que el pacto es condicional. Si consideramos la base del pacto, es
claramente condicional en lo que atañe a Jesucristo como Fiador.
Para introducir el pacto de gracia, Cristo, por medio de su obediencia
pasiva y activa, tenía que cumplir verdaderamente con las
condiciones originalmente puestas en el pacto de obras. De nuevo,
puede decirse que el pacto es condici onal hasta donde la primera
entrada consciente al pacto tiene que ver con una verdadera
comunión de vida. Esta entrada está sujeta a la fe, que sin embargo,
en sí misma es regalo de Dios. Cuando hablamos aquí de la fe como
353
144
Compárese Dick, Theol. Lect. XL VIII.
354
iv. En él, Dios mismo da lo que exige del hombre. Pero esto no debe
interpretarse como que indi ca que el pacto no tenga dos aspectos y
que sea por lo mismo absolutamente unilateral. A pesar de lo
desiguales que las partes son en sí mismas, Dios condesciende en
bajar hasta el nivel del hombre y mediante su gracia lo capacita para
que actúe como la parte segunda en el pacto. Un pacto unilateral, en
el sentido absoluto de la palabra, realmente es contradictio in adjecto.
Al mismo tiempo, esos teólogos que insisten en el carácter unilateral
del pacto lo hicieron para acentuar un verdad importante, es dec ir,
que Dios y el hombre no van a encontrarse uno al otro, a la mitad del
camino del pacto, sino que Dios desciende hasta el hombre y
establece de gracia su pacto con El, dándole gratuitamente todo lo
que el mismo Dios demanda, que el hombre es en verdad e l único
que saca provecho del pacto. Sin embargo, es esencial que el carácter
bilateral del pacto se mantenga, porque en él aparece realmente el
hombre cumpliendo las demandas del pacto en la fe y en la
conversión, aunque la cumpla únicamente a medida que Dios obra en
él, tanto el querer como el hacer, según su beneplácito.
Cristo se presenta en la Escritura como el Mediador del pacto. La palabra griega mesites no
se encuentra en el griego clásico, sino que ocur re en Philo y en los autores griegos
posteriores. En la Septuaginta no se encuentra sino una sola vez, Job 9: 33. La palabra
inglesa "Mediator", tanto como la holandesa "Middelaar" y la alemana "Mittler", pueden
conducirnos a pensar que mesites designa sim plemente uno que arbitra entre dos partidos, y
un intermediario en el sentido general de la palabra. Sin embargo, debe recordarse que la
idea bíblica es mucho más profunda. Cristo es Mediador en más de un sentido. Interviene
entre Dios y el hombre, no únic amente para abogar por la paz y para persuadir de ello, sino
armado con poder plenipotenciario, para hacer todo lo que sea necesario en el
establecimiento de la paz. El uso de la palabra mesites en el Nuevo Testamento justifica
que hablemos de un doble carácter medianero de Cristo, es decir, el de Fiador y el de
Introductor (en griego prosagoge, Rom. 5: 2). En la mayor parte de los pasajes en los que se
encuentra la palabra en el Nuevo Testamento, equivale a egguos, y por lo mismo señala a
Cristo como aquel que por haberse cargado con la culpa de los pecadores, dio fin a la
relación penal que ellos tenían con la ley y los restauró a una correcta relación legal con
Dios. Este es el significado de la palabra en Heb. 8: 6; 9: 15; y 12: 24. En Heb. 7: 22 el
356
mismo término egguos se aplica a Cristo. Sin embargo, no hay un solo pasaje en el que la
palabra mesites tenga un significado que corresponda mejor con el sentido ordinario de la
palabra "mediador", uno a quien se llama para arbitrar entre dos bandos y reconci liarlos,
que I Tim. 2: 5. Aquí Cristo se presenta como Mediador en el sentido de que, sobre la base
de su sacrificio, trae a un acuerdo a Dios y al hombre. La obra de Cristo, según se indica
mediante la palabra mesites, es doble. Cristo obra en cosas que c orresponden a Dios y en
cosas que pertenecen al hombre, en la esfera legal objetiva, y en la esfera moral subjetiva.
En la primera hace la propiciación por el desagrado justo de Dios expiando la culpa del
pecado; hace intercesión por aquellos que el Padre le dio, y convierte en verdaderamente
aceptables las personas y los servicios de ellos a Dios. En el segundo, el Mediador revela a
los hombres la verdad respecto a Dios y a la relación de ellos con Dios, con las condiciones
necesarias para un servicio acep table, los persuade y los capacita para que reciban la
verdad, y los dirige y los sostiene en todas las circunstancias de la vida, en tal forma que
perfecciona su libertad. Al hacer este trabajo emplea el ministerio de hombres, II Cor. 5:
20.
Al hablar de las partes contratantes en el pacto de gracia ya hemos dado a entender que el
pacto puede considerarse desde dos diferentes puntos de vista. Hay dos distintos aspectos
del pacto, y ahora se presenta la pregunta: ¿Qu é relación guardan entre sí estos dos? La
pregunta se ha contestado de diferentes maneras.
Algunos han distinguido entre un pacto externo y uno interno. El pacto externo concebido
como uno en el que el status de la persona d ependía enteramente del cumplimiento de
ciertos deberes religiosos externos. Esta posición es enteramente correcta si la persona hace
lo que se requiere de ella, algo que se parece al sentido católico romano. Entre el pueblo de
Israel este pacto tomó una f orma nacional. Quizá ninguno desarrolló la doctrina de un pacto
externo con mayor consistencia que Tomás Blake. La línea divisoria entre el pacto externo
y el interno no siempre se representó en la misma manera. Algunos relacionaron el
bautismo con el externo y la confesión de fe y la Cena del Señor con el pacto interno; otros
enseñaron que el bautismo y la confesión pertenecen al pacto externo, y que la Cena del
Señor es el sacramento del pacto interno. Pero la dificultad es que la representación en total
resulta un dualismo en el que el concepto del pacto se encuentra sin fundamento en la
357
Escritura; resulta un pacto externo sin enlace con el interno. Se crea la impresión de que
hay un pacto en el que el hombre puede tomar una posición enteramente correcta sin tener
fe salvadora; pero la Biblia no sabe de un pacto semejante. Hay, en verdad, privilegios
externos y bendiciones del pacto, y hay personas que solamente de esto disfrutan; pero tales
casos son anormalidades que no se pueden sistematizar. La distinc ión entre un pacto
externo y uno interno no puede sostenerse.
Este concepto no debe confundirse con otro que se le parece, es decir, con aquel que tienen
Mastricht y otros, de que hay un aspecto externo y otro interno del pacto de gracia. Según
esto, algunos aceptan sus responsabilidades de pacto en un modo verdaderamente
espiritual, de todo corazón, en tanto que otros las aceptan únicamente mediante una
profesión externa, con la boca, y, por tanto, están en el pacto nada más en forma aparente.
Mastricht se refiere a Judas Iscariote, a Simón el Mago, a aquellos que tienen fe temporal, y
a otros. Pero la dificultad es que, según este concepto, los no elegidos y no regenerados son
nada más apéndices externos del pacto y se consideran como hijos del pacto única mente
por nosotros debido a nuestra corta vista, pero no son hijos del pacto, para nada, a la vista
de Dios. No están realmente en el pacto, y por tanto, tampoco pueden de verdad convertirse
en transgresores del pacto. Este concepto no ofrece solución al p roblema de encontrar en
qué sentido el no elegido y el no regenerado, que son miembros de la Iglesia visible, son
hijos del pacto también a la vista de Dios y por lo tanto, cómo también pueden convertirse
en transgresores.
Otros, por ejemplo, Olevianus y Turretin, distinguen entre la esencia del pacto, y la
administración de éste. Según Turretin la primera corresponde al llamamiento interno y a la
Iglesia visible formada por medio de este llamamiento; y la se gunda, es decir, la
administración del pacto, corresponde al llamamiento externo y a la Iglesia visible
compuesta de aquellos que son llamados exteriormente por medio de la Palabra. La
administración del pacto consiste solamente en la oferta de salvación h echa por medio de la
predicación de la Palabra, y en los otros privilegios externos en lo que participan todos
aquellos que tienen un lugar en la Iglesia, incluyendo a muchos de los no elegidos. La
esencia de pacto, sin embargo, incluye también la recepció n espiritual de todas las
bendiciones del pacto, la vida en comunión con Cristo, y se extiende, por tanto, a los
elegidos, únicamente. Esta diferencia contiene, es cierto, un elemento de verdad, pero nada
tiene de lógico ni de claro, En tanto que la esenci a y la forma constituirían una antítesis, la
esencia y la administración no la constituyen. Pueden referirse a la Iglesia invisible y a la
358
Todavía otros, por ejemplo, Koelman, hablan de un pacto condicional y de uno absoluto.
Koelman insiste en el hecho de que, cuando se distingue entre un pacto externo y uno
interno, se da a entender que hay un solo pacto, y los términos "externo" e "interno"
simplemente sirven para acentuar el hecho de que no todos están en el pact o precisamente
de la misma manera. Algunos están en él únicamente por medio de una confesión externa,
para el goce de privilegios externos, y otros están en él a causa de una aceptación de él,
hecha de todo corazón, para el goce de las bendiciones de la sa lvación. De manera
semejante, Koelman quiere que se entienda claramente que, cuando dice que algunos están
en el pacto, externa y condicionalmente, no quiere afirmar que ellos no estén realmente en
el pacto, sino que no podrán obtener las bendiciones prome tidas en el pacto, a menos que
cumplan con la condición del pacto. Esta explicación también contiene, sin duda, un
elemento de verdad; pero en Koelman está ligada en tal forma con la noción de un pacto
externo y de uno interno, que se acerca peligrosamente al error de aceptar dos pactos, de
modo especial, cuando que durante la dispensación del Nuevo Testamento Dios incorporó
naciones y reinos enteros al pacto.
Los teólogos Reformados, por ejemplo Kuyper, Bavinck y Honig, hablan de dos lados del
pacto, el externo y el interno. El Dr. Vos usa términos que son más definidos, cuando
distingue entre el pacto como una relación pura -mente legal, y el pacto como una comunión
de vida. Hay claramente en el pacto un lado legal y un lado moral. El pacto puede
considerarse como un convenio entre dos partes, con mutuas condiciones y estipulaciones,
y por tanto, como algo que pertenece a la esfera legal. El pacto en este sentido puede existir
aun cuando nada se haya hecho para cumplir su propósito, es decir, la condición a la cual
señala y para la cual se considera como el ideal verdadero. Las partes que viven bajo este
359
convenio están en el pacto, puesto que están sujetas a mutuas estipulaciones aceptadas de
acuerdo. En la esfera legal todas las cosas se consideran y se regulan de una manera
puramente objetiva. El factor determinante en esa esfera es tan sólo la relación que ha sido
establecida, y no la actitud que uno tom a hacia esa relación. La relación existe
independientemente de la inclinación o de la desinclinación, de uno hacia ella, o de lo que a
uno le guste o le disguste en relación con ella. Parecerá, a la luz de esta distinción, que se
tendría que preguntar: ¿Quiénes son los que están en el pacto de gracia? Si se hace la
pregunta teniendo en mente la relación legal nada más, como si tratáramos de investigar
quienes están en la obligación de vivir en el pacto, y de quienes se espera que hagan esto,
la respuesta será, los creyentes y sus hijos. Pero si la pregunta se hace con un concepto
del pacto como una comunión de vida, y se toma en cuenta la forma completamente
diferente: ¿En quienes esta relación legal produce una comunión viva con Cristo? la
respuesta puede ser solamente ésta: Únicamente en los regenerados, que están dotados con
el principio de la fe, es decir, en los elegidos.
Esta distinción está fundada en la Escritura. Apenas es necesario citar pasajes que prueben
que el pacto es un contrato objetivo e n la esfera legal, porque es perfectamente claro que
tenemos un contrato parecido en dondequiera que dos partes convienen, como si fuera en la
presencia de Dios, en cumplir ciertas cosas que afectan sus mutuas relaciones, o en donde
una de las partes promete proporcionar determinados beneficios a la otra, siempre que esta
segunda cumpla las condiciones propuestas. Que el pacto de gracia es un contrato
semejante lo prueba abundantemente la Escritura. Hay una condición de fe, Gen 15 : 6,
comparado con Rom. 4 : 3 y siguientes, 20 y siguientes ; Hab. 2 : 4 ; Gál. 3 : 14 -28 ; Heb.
11; y hay también la promesa de bendiciones espirituales y eternas, Gen 17 : 7; 12 : 3 ; Isa.
43: 25; Ez. 36: 27; Rom. 4: 5 y siguientes; Gál. 3: 14, 18. Pero también resulta claro que el
pacto en su realización completa es algo más que eso, digamos, es una comunión de vida.
Esto podría ya haber sido simbolizado expresamente en el acto de pasar entre las mitades
de los animales muertos cuando se estableció el pacto con Abraham, Gen 15: 9 -17.
Además, se indica así en pasajes como Sal 25: 14; Sal 89:33, 34; 103: 17, 18; Jer. 31: 33,
34; (Heb. 8: 10-12); Ez. 36: 25¬28; II Cor. 6: 16; Apoc. 21: 2, 3.
En seguida tenemos que preguntar respecto a la relación que existe entre la situación del
pecador bajo el "compromiso del pacto" considerado como relación legal y la vida suya
dentro de la comunión del pacto. Las dos situaciones no se pueden concebir como
existentes separadamente, una al lado de la otra, sin ninguna conexión íntima, sino que
deben considerarse teniendo la más íntima relación la una con la otra, con el fin de evitar
todo dualismo. Cuando uno toma la relación de pacto sujetándose a ella voluntariamente,
esas dos situaciones deben ir, como es natural, juntas; y si no es así se deduce que ya hay
360
una falsa relación. Pero el asunto todavía resulta más difícil en el caso de aquellos que son
nacidos en el pacto. ¿Es posible Una relación sin la otra? ¿Se convierte el pacto, en ese
caso, en una mera relación legal, en que aquello que debiera ser pero no es toma el
lugar de las realidades gloriosas por causa de las cuales el pacto permanece? ¿Hay alguna
base razonable para esperar que la relación de pacto conducir a una comunión viva y que
para el pecador que por sí mismo es incapaz de cree r se convertirá el pacto verdaderamente
en una realidad viva? En respuesta a esta pregunta debe decirse que Dios, sin duda, desea
que la relación de pacto conduzca a la vida de pacto. Y Dios mismo, por medio de sus
promesas que pertenecen a la simiente de los creyentes, garantiza que tendrá lugar ese
resultado, no en el caso de cada individuo, sino en la simiente del pacto colectivamente
considerada. Sobre la base de la promesa de Dios debemos creer que, bajo una
administración fiel del pacto, la relación d e pacto, por regla, se realizará plenamente en la
vida de pacto.
Al discutir el hecho de ser miembro dentro del pacto considerado como una relación legal,
debe recordarse que el pacto en ese sentido no es únicamente un sistema de demandas y
promesas, demandas que deben cumplirse y promesas que deben realizarse; sino que
también incluye una razonable esperanza de que la relación legal externa traerá con ella la
realidad gloriosa d e una vida en íntima comunión con el Dios del pacto. Esta es la única
forma en que la idea del pacto se realiza plenamente.
Los adultos pueden entrar a este pacto únicamente por voluntad propia, mediante fe y
confesión. De esto se sigue que en su caso, si su confesión no es falsa, la entrada al pacto
como relación legal coincide con la entrada al pacto como comunión de vida. No solamente
se comprometen al cumplimiento de ciertos deberes externos; no solamente prometen
además, que ejercitarán la fe salvadora en su vida posterior, sino que confiesan que aceptan
el pacto con fe viva, y que es su deseo y su intención continuar en esta fe. Por lo tanto,
entran definitivamente a la vida plena de pacto, y esta es la única manera en la que pueden
entrar al pacto. Aquellos que relacionan la confesión de fe con un pacto meramente externo,
niegan esta verdad, implícita o explícitamente.
361
Con respecto a los hijos de los creyentes que entran al pact o por medio del nacimiento, la
situación es, por consiguiente, un tanto diferente. La experiencia enseña que aunque por
nacimiento entran al pacto como a una relación legal, esto no necesariamente significa que
ya están también en el pacto como una comunió n de vida. Ni siquiera significa que la
relación de pacto llegue a ser alguna vez en sus vidas una completa realización. Sin
embargo, aun en su caso debe haber una seguridad razonable de que el pacto no es, o no
seguirá siendo una mera relación legal, con deberes y privilegios externos que señalen a lo
que debe ser; sino que también es, y en tiempo debido llegará a ser, una viva realidad. Esta
seguridad se basa sobre la promesa de Dios que es absolutamente confiable, de que El
obrará en los corazones de la generación joven del pacto, con su gracia salvadora y los
transformará en miembros vivos del pacto. El pacto es más que la mera oferta de salvación,
es aún más que la oferta de salvación sumada a la promesa de creer el evangelio. El pacto
lleva con él la s eguridad, basada en las promesas de Dios, que obra en los hijos del pacto
"cuándo, dónde y cómo le place", de que la fe salvadora obrará en sus corazones. Hasta
donde los hijos del pacto no manifiesten lo contrario tendremos que continuar sobre la
suposición de que están en posesión del pacto de vida. Como es natural, el curso de los
acontecimientos puede probar que esta vida de pacto todavía no está presente; hasta puede
probar que esa vida de pacto se ha cumplido en sus vidas. Las promesas de Dios están
dadas a la simiente de los creyentes colectivamente, y no individualmente. La promesa de
Dios de continuar su pacto y de conducirlo hasta su completa realización en los hijos de los
creyentes, no significa que él capacitará hasta el último de ellos con la f e salvadora. Y si
algunos de ellos continúan en incredulidad, tenemos que recordar lo que Pablo dice en
Rom. 9: 6-8. No son Israel todos los que son de Israel; los hijos de los creyentes no son
todos los hijos de la promesa. De aquí que sea necesario que c onstantemente recordemos
que aun los hijos del pacto tienen necesidad de la regeneración y de la conversión. El mero
hecho de que uno esté en el pacto no lleva con ello la seguridad de la salvación. Cuando los
hijos de los creyentes crecen y llegan a los a ños de discreción, es, de consiguiente,
obligatorio que acepten voluntariamente sus responsabilidades de pacto por medio de una
verdadera confesión de fe. Si no lo hacen, eso constituye, hablando estrictamente, una
negación de su relación de pacto. Debe po r lo tanto decirse que la relación legal en la que
los hijos de los creyentes permanecen, precede al pacto como comunión de vida y es el
medio para la realización de éste. Pero al acentuar la significación del pacto como un medio
para un fin no debemos ins istir exclusivas, ni siquiera primariamente, en las demandas de
Dios y en los consiguientes deberes del hombre, sino, de modo especial, en la promesa de
la operación eficaz de la gracia de Dios en los corazones de los hijos del pacto. Si
362
De lo precedente se sigue que hasta las personas no regeneradas e inconversas pueden estar
dentro del pacto. Ismael y Esaú estuvieron originalmente en el pacto, los malvados hijos de
Elí fueron hijos del pacto y la gran mayoría de los judíos en los días de Jesús y de los
apóstoles pertenecieron al pueblo del pacto y participaron en las promesas del pacto,
aunque no siguió la fe de Abraham su padre. Aquí tenemos que preguntar en qué sentido
tales personas tienen que ser consideradas, dentro del pacto. El Dr. Kuyper dice que no son
esencialmente participantes del pacto aunque en realidad están en él; y el Dr. Bavinck dice
que están in foedere (en el pacto) pero no son de foedere (del pacto). Respecto a la posición
que guardan en el pacto puede decirse lo siguiente:
1. Están en el pacto hasta donde tiene que ver con sus responsabilidades. Puesto que
están en la relación legal del pacto con Dios tienen el deber de arrepentirse y creer.
Si no se vuelven a Dios y aceptan a Cristo por la fe, cuando lleguen a los arios de
discreción, serán juzgados como transgresores del pacto. La relación especial en la
que están colocados con Dios, significa, por lo mismo, responsabilidades
adicionales.
2. Están en el pacto en el sentido de que pueden reclamar las promesas que Dios dio
cuando estableció su pacto con los creyentes y su simiente. Pablo, plácidamente
dice de sus malvados hermanos de sangre, "de los cuales son la adopción, la gloria,
el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas", Rom. 9: 4. Como regla
Dios reúne el número de sus elegidos de entre aquellos que se encuentran en esta
relación de pacto.
la Palabra tenía que ser predicada primero que a los demás, Mat. 8: 12; Luc. 14: 16 -
24; Hech. 13: 46.
4. Están en el pacto hasta donde tiene que ver con las bendiciones comunes del pacto.
Aunque no experimentan la influencia regeneradora del Espíritu Santo, están sujetos
a ciertas operaciones e influencias especiales del Espíritu Santo. El Espíritu lucha
con ellos en una forma especial, los convence de pecado, los ilumina hasta cierta
medida, y los enriquece con las bendiciones de la gracia común, Gen 6: 3; Mat. 13:
18-22; Heb. 6: 4-6.
Debe notarse que en tanto que el pacto es eterno e inviolable y que Dios nunca lo nulifica,
es posible que aquellos que están en el pacto lo quebranten. Si uno de aquellos que están en
la relación legal de pacto no entra a la vida de pacto, tiene que considerarse sin embargo,
como un miembro del pacto. Su fracaso en cumplir los requerimientos del pacto envuelve
culpa y lo constituye en transgresor del pacto, Jer. 31: 32; Ez. 44: 7. Esto explica cómo
puede haber no solamente una transgresión temporal del pacto sino también una definitiva,
aunque no hay tal cosa como una recaída de los creyentes.
Tenemos que preguntar si debemos distinguir entre dos o tres dispensaciones, o según los
modernos dispensacionalistas, hasta entre siete o más.
EL CONCEPTO DISPENSACIONALISTA
Según Scofield "una dispensación es el período de tiempo durante el cual el hombre tiene
que ser probado con respecto a su obediencia hacia alguna revelación definida de la
voluntad de Dios". 145 Explicando más ampliamente esto dice el mismo autor en la página 16
de su librito titulado, Dividiendo Bien la Palabra de Verdad: "Cada una de estas
dispensaciones puede considerarse como nueva prueba, a la cual se sujeta el hombre natural
y cada dispensación termina en juicio, resultando todas fracaso total". 146 Cada una de estas
145
Scofield Bible, p. 5.
146
Edición en español, de la Casa Bíblica de los Ángeles, Cal., sin fecha. N. del T.
364
dispensaciones tiene su carácter propio, y éste es tan distinto que no puede mezclarse con el
de ninguna otra. De estas dispensaciones se acostumbra distinguir siete, es decir:
Dispensación de la inocencia, de la conciencia, del gobierno humano, de la promesa, de la
ley, de la graci a, y del reino. Contestando a la pregunta respecto a que si Dios es tan
mutable de intención que tiene que cambiar su voluntad respecto al hombre siete veces,
Frank E. Gaebelein dijo: "No es Dios el que ha titubeado. Aunque hay siete dispensaciones,
todas son una en principio, estando basadas por completo sobre la prueba sencilla de la
obediencia. Y si el hombre hubiera sido capaz de guardar las condiciones impuestas por la
primera, las otras seis habrían sido innecesarias. Pero el hombre falló. Sin embargo en lugar
de que Dios desechara a su criatura culpable, movido de compasión le dio una nueva
prueba, bajo nuevas condiciones. De esta manera cada dispensación termina con fracaso, y
cada dispensación pone de manifiesto la misericordia de Dios". 147 Hay serias objeciones a
este concepto.
147
Exploring the Bible, p. 95.
365
4. Esta teoría tiene también tendencia divisiva, despedaza al cuerpo de la Escritura con
resultados desastrosos. Aquellas partes de la Escritura que pertenecen a cualquiera
de las dispensaciones se dirige al pueblo de esa dispensación y para él tienen
carácter de regla y para ningún otro más. Esto significa, como lo dice Charles C.
Cook "que en el Antiguo Testamento no hay ni una sola fra se que se aplique al
cristiano como regla de fe y práctica ni un solo mandato que lo comprometa,
como no hay una sola promesa dada a él allí, de primera mano, excepto lo que está
incluido en el ancho torrente del Plan de Redención, tal como allí se enseñ a en los
símbolos y en las profecías". 149 Esto no quiere decir que no podamos sacar lecciones
del Antiguo Testamento. La Biblia se dividen en dos libros, el Libro del Reino, que
comprende el Antiguo Testamento y parte del Nuevo, dirigido a Israel ; y el Libro
de la Iglesia, que consiste del resto del Nuevo Testamento, y que se dirige a
nosotros. Puesto que las dispensaciones no se entremezclan, se sigue que en la
dispensación de la ley no hay revelación de la gracia de Dios, y en la dispensación
148
How to Enjoy the Bible, p. 65.
149
God's Book Speaking for Itselp, p. 31.
366
de la gracia no hay revelación de la ley que comprom eta al pueblo de Dios del
Nuevo Testamento. Si el espacio lo permitiera no sería difícil que probáramos que
esta es una posición enteramente insostenible.
sobre las bendicione s materiales, tal como lo hicieron los judíos después. Los
primitivos patriarcas tuvieron un entendimiento más claro del significado simbólico
de aquellas posesiones temporales, y buscaban una ciudad celestial, Gál. 4: 25, 26;
Heb. 11: 9, 10.
4. En la presentación del Mediador como una simiente todavía futura. Todo el Antiguo
Testamento señala hacia el Mesías que había de venir. Esta mirada hacia el futuro,
es característica del protoevangelio, la pr omesa dada a los patriarcas, el ritual
mosaico y los mensajes principales de los profetas.
5. En que prefiguran por medio de ceremonias y tipos al Redentor que había de venir.
Es perfectamente cierto que esas ceremonias y tipos se aumentaron después de la
entrega de la ley, pero estuvieron presentes mucho antes de ese tiempo. Los
sacrificios fueron ofrecidos tan al principio como los días de Caín y Abel, y también
tuvieron un carácter expiatorio, señalando hacia el venidero y gran sacrificio de
Jesucristo. L os que servían como sacerdotes simbolizaban al gran Sumo Sacerdote
que tenía que venir. A diferencia del Antiguo Testamento, el Nuevo es
conmemorativo más bien que pre figurativo.
368
6. En que prefiguran las vicisitudes de aquellos que estaban destinados para p articipar
en las realidades espirituales del pacto en la carrera terrenal de los grupos que tenían
relaciones de pacto con Dios. La peregrinación de los patriarcas en la Tierra Santa,
la servidumbre en Egipto, la entrada a Canaán, todos estos acontecimient os
señalaban hacia cosas espirituales más altas. En el Nuevo Testamento todos estos
tipos alcanzaron su cumplimiento y en consecuencia cesaron. Sobre la base de todo
lo dicho es preferible seguir la línea tradicional distinguiendo precisamente dos
dispensaciones o administraciones, es decir, (a) la del Antiguo y (b) la del Nuevo
Testamento; y subdividir la primera en varios períodos o etapas en la revelación del
pacto de gracia.
1. Poniendo enemistad entre la serpiente y la mujer Dios estableció una relación, como
lo hace siempre al hacer un pacto. La caída condujo al hombre a unirse con Satanás
pero Dios rompió esa alianza recientemente formada convirtiendo la amistad del
hombre con Satanás en enemistad, y estableciendo de n uevo al hombre en amistad
con Dios mismo; y esta es la idea del pacto. Esta rehabilitación del hombre incluye
la promesa de la gracia santificante porque solamente por medio de gracia tal la
amistad del hombre con Satanás podría convertirse en enemistad. D ios mismo tuvo
que revertir la condición, por medio de la gracia regeneradora. Con toda
probabilidad Dios produjo, desde luego, la gracia del pacto en los corazones de
nuestros primeros padres. Y cuando Dios por medio de su poder salvador genera
enemistad contra Satanás en el corazón del hombre, implica esto que Dios elige
estar al lado del hombre, que Dios se convierte en el confederado del hombre en la
lucha contra Satanás, y de esta manera establece, prácticamente, un pacto ofensivo y
defensivo.
369
2. Esta relación entre Dios y el hombre por una parte, y Satanás por la otra, no se
limita a los individuos, sino que se extiende a su simiente. El pacto es orgánico en
su operación e incluye las generaciones. Este es un elemento esencial en la idea del
pacto. No solamente había una simiente del hombre sino también una simiente de la
serpiente, es decir, del diablo, y habría una lucha prolongada entre los dos, en la
cual la simiente del hombre ganaría la victoria.
El pacto con Noé, evidentemente, es de una naturaleza muy general: Dios promete que no
volverá a destruir toda carne con las aguas de un diluvio, y que continuarán las sucesiones
regulares de sementera y siega, fr ío y calor, verano e invierno, día y noche. Las fuerzas de
la naturaleza están enfrenadas, los poderes del mal están sujetos a muy grande restricción y
el hombre está protegido en contra de la violencia del hombre y la de las bestias. Es un
pacto que confiere solamente bendiciones naturales y por lo mismo con frecuencia se le
llama el pacto de la naturaleza o de la gracia común. No hay objeción al uso de esta
terminología siempre que se tenga cuidado de que no dé la impresión de que este pacto está
desasociado por completo del pacto de gracia. Aunque los dos difieren, también están
relacionados de manera íntima.
Con Abraham entramos a una época nueva en la revelación del Antiguo Testamento acerca
del pacto de gracia. Hay varios puntos que merecen nuestra atención:
abrahámicos había lo que puede llamarse "la iglesia en la casa". Había familias en
las que la verdadera religión encontraba expresión, y sin duda había también
reuniones de creyentes, pero no había un cuerpo definidamente marcado de ellos,
separado del mundo que pudiera llamarse la iglesia. Había "hijos de Dios" e "hijos
de los hombres' pero estos todavía no se separaban por medio de una lí nea visible de
demarcación. Sin embargo, en tiempo de Abraham fue instituida la circuncisión
como una ordenanza de sello, un distintivo de derecho de miembro y un sello de la
justicia de la fe.
3. Las bendiciones espirituales del pacto de gracia se hacen mucho más visibles en el
pacto con Abraham que lo que habían sido antes. La mejor exposición escritural del
pacto con Abraham se encuentra en Rom. 3 y 4, y en Gál. 3. En relación con el
relato que se encuentra en Génesis, estos capítulos nos enserian que Abraham
recibió en el pacto la justificación, incluyendo el perdón de los pecados y la
adopción dentro de la verdadera familia de Dios, y también los dones del Espíritu
Santo para santificación y gloria eterna.
4. El pacto con Abraham ya incluía un elemento simbólico. Por una parte tenía
referencia a bendiciones temporales, tales como la tierra de Canaán, una numeros a
descendencia, protección en contra de los enemigos y victoria sobre ellos; y por la
otra se refería a bendiciones espirituales. Debe recordarse, sin embargo, que lo
primero no estaba coordinado con lo segundo sino más bien subordinado a éste.
Estas bendiciones temporales no constituían un fin en sí mismas, sino que servían
para simbolizar y para tipificar las cosas espirituales y celestiales. Las promesas
espirituales no se cumplieron en lo descendientes naturales de Abraham como tales,
sino solamente en aquellos que seguían en las huellas de Abraham.
372
EL PACTO SINAITIC0
El pacto del. Sinaí fue esencialmente el mismo establecido con Abram, aunque la forma era
un tanto diferente. Esto no siempre se reconoce, y no lo reconocen los actuales
dispensacionalistas. Estos insiste n en que era un pacto diferente no sólo en forma sino
también en esencia. Scofield habla de él como de un pacto legal, un "pacto mosaico
condicional, de obras", 150 bajo el cual el punto de prueba era la obediencia legal como
condición de salvación? 151 Si aquel fue un pacto de obras, verdaderamente no fue el pacto
de gracia. La razón por la que algunas veces se le considera como un pacto enteramente
nuevo es que Pablo repetidas veces se refiere a la ley y a la promesa en forma de antítesis,
Rom. 4 : 13 y siguientes ; Gál. 13 : 17. Pero debe notarse que el Apóstol no contrasta el
pacto abrahámico con el sinaítico, como un todo, sino nada más la ley, tal como funcionaba
en este pacto, y esta función considerada solamente en la forma equivocada en que la
entendían los judíos. La única excepción visible a esta regla es Gál. 4 : 21 y siguientes, en
donde es cierto que compara los dos pactos. Pero estos no son los pactos abrahámico y
sinaítico. El pacto que procedió del Sinaí y que tiene su centro en la Jerusalén terren al se
coloca opuestamente al pacto que procede del cielo y que está centrado en la Jerusalén que
es de arriba, es decir, lo natural en contraste con lo espiritual.
Hay en la Biblia indicaciones claras de que el pacto con Abraham no fue suplantado por el
pacto sinaítico, sino que siguió vigente. Aun en Horeb Jehová recordó a su pueblo el pacto
hecho con Abraham, Deut. 1 : 8 ; y cuando Jehová amenazó con destruir al pueblo después
de que habían hecho el becerro de oro, Moisés fundó su intercesión por ellos sobre aquel
pacto, Ex 32: 13. Moisés les aseguró también, repetidamente, que siempre que se
arrepintieran de sus pecados y se volvieran a Jehová, este recordaría su pacto con Abraham,
Lev. 26 : 42 ; Deut. 4 : 31. Los dos pactos están claramente representad os en su unidad en
el Sal 105 : 8-10 ; "Se acordó para siempre de su pacto, de la palabra que mandó para mil
generaciones la cual concertó con Abraham y de su juramento a Isaac. Lo estableció a
Jacob por decreto, a Israel por pacto sempiterno". Esta unidad también se deduce del
150
Ref. Bib., p. 95.
151
Ibid., p. 1115.
374
como mensaje divino de salvación para el pueblo. Los judíos perdieron de vista este
último aspecto, y pusieron su atención nada más sobre el primero. Consideraron al
pacto cada vez más, aunque equivocadamente, como un pacto de obras, y vieron en
los símbolos y tipos un mero apéndice al p acto.
4. La ley en el pacto del Sinaí sirvió también a Israel, como una regla de vida, de
manera que la ley de Dios tomó tres diferentes aspectos, considerada como ley
moral, ley civil y ley ceremonial o religiosa. La ley civil es simplemente la
aplicación d e los principios de la ley moral a la vida social y cívica del pueblo en
todas sus ramificaciones. Hasta en las relaciones sociales y civiles que entre sí
conserva el pueblo tenían que reflejarse las relaciones de pacto en que se
encontraban.
Ha habido varias opiniones torcidas respecto al pacto sinaítico las cuales merecen atención.
1. Coccejus vio en el decálogo una expresión sumaria del pacto de gracia aplicable
particularmente a Israel. Cuando el pueblo después del establecimiento de este pacto
nacional de gracia se convirtió en infiel e hizo un becerro de oro, el pacto legal del
servicio ceremonial fue instituido como una dispensación más estricta y más dura
del pacto de gracia. De esta manera la revelación de gracia se encuentra
particularmente en el decá logo y la de servidumbre en la ley ceremonial. Antes del
pacto de Sinaí los patriarcas sirvieron bajo la promesa ; hubo sacrificios, pero estos
no fueron obligatorios.
2. Otros consideran la ley como la fórmula de un nuevo pacto de obras establecido con
Israel. Dios no intentaba en efecto que Israel se ganara la vida por medio de la
guarda de la ley, puesto que eso había sido manifiestamente imposible. Sólo quería
que ellos trataran de medir su fuerza para traerlos a la conciencia de su propia
incapacidad. Cuando salieron de Egipto tenían la fuerte convicción de que podrían
hacer todo lo que Jehová mandara. Pero en el Sinaí descubrieron muy pronto que no
podían. En vista de la conciencia de culpa de ellos, Jehová restableció aquí el pacto
abrahámico de gracia, al que también pertenecía la ley ceremonial. Esto vuelve al
contrario la posición de Coccejus. El elemento de gracia se encuentra en la ley
ceremonial. Esto casi está de acuerdo con el concepto de los actuales
dispensacionalistas que consideran al pacto s inaítico como "pacto mosaico
condicional de obras" (Scofield), que, sin embargo, contiene en la ley ceremonial
algunos esbozos de la redención que en Cristo se aproximaba.
376
Todavía hay otros que opinan que Dios estableció tres pactos en Sinaí: Un pacto nac ional,
un pacto natural o de obras, y un pacto de gracia. El primero fue hecho con todos los
Israelitas, y era la continuación de aquella línea particular que comenzó con Abraham. Dios
demandó en él la obediencia externa y prometió bendiciones temporales. El segundo fue
una repetición del pacto de obras por medio de la entrega de un decálogo. Y el último una
renovación del pacto de gracia tal como fue establecido con Abraham en la entrega de la
ley ceremonial.
Muy poco es lo que necesitamos decir respecto a la dispensación o pacto del Nuevo
Testamento. Deben notarse los siguientes puntos:
propósito. Aun durante el período de la ley era posible para los gentiles unirse con
el pueblo de Israel y de esta manera partici par en las bendiciones del pacto. Y
cuando Cristo ofreció su sacrificio las bendiciones de Abraham fluyeron a todas las
naciones; los lejanos se convirtieron en cercanos.
3. La dispensación del Nuevo Testamento pone muy grande énfasis sobre el carácter
de gracia del pacto. La promesa tiene lugar muy prominente. De hecho se hace
completamente claro que en el pacto de gracia Dios da de gracia lo que El mismo
demanda. En este respecto la nueva dispensación se conecta con el pacto
abrahámico más bien que con el sinaítico, según Pablo claramente lo deduce en
Rom. 4 y Gal 3. Sin embargo, esto no quiere decir que no hubiera habido promesas
de gracia durante el período de la ley. Cuando Pablo en II Cor. 3 contrasta al
ministerio de la ley con el del evangelio, recu erda particularmente el ministerio de
la ley tal como fue entendido por los judíos posteriores que hicieron del pacto
sinaítico un pacto de obras.
4. Por último, la dispensación del Nuevo Testamento trae más ricas bendiciones que la
del Antiguo. La revelació n de la gracia de Dios alcanza su clímax cuando el Verbo
se hace carne y habita entre los hombres "lleno de gracia y de verdad". El Espíritu
Santo se derrama sobre la Iglesia, y tomando de la plenitud de la gracia de Dios en
Cristo enriquece a los creyente s con bendiciones espirituales y eternas. La presente
dispensación del pacto de gracia continuará hasta el regreso de Cristo, cuando la
relación de pacto se habrá de cumplir en el más completo sentido de la palabra en
una vida de íntima comunión con Dios.
Hay una relación muy estrecha entre la doctrina del hombre y la doctrina de Cristo. La
primera se ocupa del hombre considerándolo creado a la imagen de Dios, dotado de
verdadero conocimiento, justicia y santidad, pero quedando a causa de su voluntaria
transgresión de la ley de Dios despojado de su verdadera humanidad y transformado en un
pecador. Señala al hombre como una criatura de Dios, sumamente privilegiada, llevando
todavía algunos de los rasgos de su gloria original; pero como criatura que perdió su
derecho de primogenitura, su verdadera libertad, justicia y santidad originales. Esto
significa que la doctrina dirige su atención, no únicamente, ni siquiera en primer lug ar, al
carácter que tiene el hombre como criatura, sino a su pecaminosidad. Acentúa la distancia
ética que hay entre Dios y el hombre, distancia que resultó de la caída del hombre, y que ni
los hombres ni los ángeles pueden cerrar; y equivale definitivamen te a un grito que pide el
auxilio divino. La Cristología es en parte la respuesta a ese grito. Nos relaciona con el
trabajo objetivo de Dios en Cristo para cerrar la brecha y para suprimir la distancia. Nos
presenta a Dios acercándose al hombre, quitando l as barreras que separan a Dios y al
hombre mediante el cumplimiento de las condiciones de la ley en Cristo y restaurando al
hombre a su bendita comunión. La antropología ya dirige su atención a la provisión de
gracia de Dios para un pacto de amistad con el hombre, pacto que provee lo necesario para
una vida de bendita comunión con Dios; pero es un pacto que resulta efectivo únicamente
en, y por medio de Cristo. Por tanto, se sigue de necesidad la doctrina de Cristo como
Mediador del pacto. Cristo, tipificad o y predicado en el Antiguo Testamento como
Redentor del hombre, vino en la plenitud del tiempo, para habitar entre los hombres y para
hacer efectiva una reconciliación eterna.
380
En la primitiva literatura cristiana Cristo sobresale a la vez como humano y divino; el Hijo
del Hombre, pero también el Hijo de Dios. Se sostiene su carácter inmaculado y se le
considera propiamente digno de adoración. Naturalmente, el problema presentado por
Cristo considerado a la vez Dios y hombre, y las dificultades envueltas en un concepto
semejante, no lo sintió en su plenitud el pensamiento primitivo cristiano y sólo amaneció
sobre él con la luz de la controversia. Era natural que el judaí smo con su firme énfasis sobre
el monoteísmo ejerciera considerable influencia sobre los primitivos cristianos de
extracción judía. Los ebionitas (o al menos una parte de ellos) se sintieron constreñidos a
negar la deidad de Cristo para sostener el monoteí smo. Consideraron a Cristo como un
mero hombre, hijo de José y de María, que en su bautismo fue capacitado para ser el
Mesías mediante el descenso del Espíritu Santo sobre El. Hubo otros en la Iglesia primitiva
cuya doctrina de Cristo fue estructurada sobr e rasgos semejantes. Los alogistas (negaban
que Jesús fuera el Logos), que rechazaron los escritos de San Juan porque consideraron que
su doctrina del Logos estaba en conflicto con el resto del Nuevo Testamento, vieron
también en Jesús un mero hombre, aunque nacido maravillosamente de una virgen, y
enseñaron que Cristo descendió sobre él (Jesús) en el bautismo, confiriéndole poderes
sobrenaturales. En lo esencial esta era la posición de los monarquianos dinámicos. Pablo de
Samosata, su representante principal, distinguió entre Jesús y el Logos. Consideró al
primero como un hombre semejante a cualquier otro hombre, nacido de María, y al segundo
como la razón divina impersonal, que hizo su morada en Cristo en un sentido muy
sobresaliente, a partir del tiempo d e su bautismo, y así lo capacitó para su gran tarea.
Atendiendo a esta negación, fue parte de la tarea de los primeros apologistas defender la
doctrina de la deidad de Cristo.
Si hubo algunos que sacrificaron la deidad de Cristo a su humanidad, también hub o otros
que procedieron a la inversa. Los gnósticos fueron influenciados en alto grado por el
concepto dualista de los griegos, en el cual la materia como inherentemente mala se
representa en abierta oposición al espíritu; y por una tendencia mística a con siderar las
cosas terrenales como representaciones alegóricas de los grandes procesos cósmicos de
redención. Rechazaron la idea de una encarnación, una manifestación de Dios en forma
visible, puesto que envolvía un contacto directo del espíritu con la mate ria. Harnack dice
que la mayoría de ellos consideraron a Cristo como un espíritu consubstancial con el Padre.
381
Según algunos de ellos Cristo descendió sobre d hombre Jesús a la hora de su bautismo,
pero lo dejó de nuevo antes de la crucifixión; mientras que según otros se tomó un cuerpo
que no era otra cosa más que un fantasma. Los monarquianos modalistas negaron también
la humanidad de Cristo, en parte para sostener su deidad, y en parte para preservar la
unidad del Ser divino. Vieron en Cristo solamente un modo o manifestación del Dios único
en el cual no reconocieron ninguna distinción de personas. Los anti -gnósticos y los padres
alejandrinos se encargaron de la defensa de la deidad de Cristo, pero al hacerlo no
escaparon en absoluto del error de representarlo como subordinado del Padre. Hasta el
mismo Tertuliano enserió una especie de subordinación, pero especialmente Orígenes, el
cual no dudó de hablar de una subordinación en cuanto a la esencia. Esto se convirtió en un
escalón para el arrianismo, pues en éste Cristo se distingue del Logos como la razón divina
y se le presenta como una criatura súper-humana y pre-temporal, la primera de las criaturas,
que no es Dios y que, no obstante, es más que hombre. Atanasio se opuso a Arria y
defendió firmemente la p osición de que el Hijo es consustancial con, y de la misma esencia
que el Padre, posición que fue adoptada oficialmente por el concilio de Nicea en 321. El
semi-arrianismo propuso una vía media declarando que el Hijo es de una esencia similar a
la del Padr e.
Cuando la doctrina de la deidad del Hijo quedó establecida oficialmente, surgió, como es
natural, la pregunta acerca de la relación que guardan entre sí las dos naturalezas de Cristo.
Apolinar ofreció una solución al problema. Aceptando el concepto tric otómico de los
griegos acerca del hombre concepto que le hacía consistir, de cuerpo, alma y espíritu, tomó
la posición de que el Logos ocupaba el lugar del espíritu (pneuma) en el hombre, lugar que
él consideraba como el asiento del pecado. Su interés prin cipal era asegurar la unidad de la
persona de Cristo, sin sacrificar su verdadera divinidad; y también defender la pureza de
Cristo. Pero lo hizo así a expensas de la completa humanidad del Salvador, y en
consecuencia, su posición fue condenada explícitame nte por el Concilio de Constantinopla
en 381. Una de las cosas por las que Apolinar contendía era la unidad de la persona de
Cristo. Que esta unidad verdaderamente estaba en peligro se hizo perfectamente claro en la
posición que tomaron los de la escuela d e Antioquía, quienes exageraron la distinción de
las dos naturalezas de Cristo. Teodoro de Mopsuestia y Nestorio acentuaron la completa
humanidad de Cristo y concibieron la habitación del Logos en El como una morada
espiritual únicamente, tal como también la gozan los creyentes, aunque no en el mismo
grado. Vieron en Cristo un hombre en igualdad con Dios, en alianza con Dios, participante
del propósito de Dios, pero no en unidad con Él, la unidad de una sola vida personal,
sino un Mediador como compuesto de dos personas. En oposición a ellos Cirilo de
Alejandría acentuó con firmeza la unidad de la persona de Cristo y según lo estimaron sus
oponentes negó las dos naturalezas. Aunque probablemente aquellos lo mal entendieron,
382
Eutico y sus seguidores apelaron en verdad a él, cuando defendieron la posición de que la
naturaleza humana de Cristo fue absorbida por la divina, o de que las dos se fundieron en
una sola naturaleza, posición que envolvía la negación de las dos naturalezas de Cristo El
Concilio de Calce donia en el año 451 condenó los dos conceptos anteriores y mantuvo la
unidad de la persona de Cristo tanto como sus dos naturalezas.
Durante algún tiempo el error de los eutiquianos fue seguido por los monofisitas y los
monotelitas, pero finalmente fue vencido por la Iglesia. El peligro posterior de que la
naturaleza humana de Cristo se considerara como enteramente impersonal fue advertido por
Leoncio de Bizancio cuando señaló que no es impersonal sino personal, teniendo
subsistencia personal en la persona del Hijo de Dios. Juan de Damasco, en quien la
Cristología de Oriente alcanzó su más alto desarrollo, añadió la idea de que hay en Cristo
una identificación esencial de lo divino y de lo humano, una comunicación de los a tributos
divinos con la naturaleza humana, de tal manera que esta última se deifica, y podemos decir
también que Dios sufre en la carne. Juan de Damasco mostró una tendencia a reducir la
naturaleza humana a la posición de un mero órgano o instrumento del L ogos, no obstante,
admite que hay una cooperación de las dos naturalezas y que una sola persona es la que
actúa y quiere en cada una de esas naturalezas, aunque la voluntad humana queda siempre
sujeta a la divina.
La Edad Media añadió muy poco a la doctrina de la persona de Cristo. Debido a varias
influencias, tales como el énfasis en la imitación de Cristo, las teorías de la expiación y del
desarrollo de la doctrina de la misma, la Iglesia retuvo un poderoso dominio sobre la
completa humanidad de Cristo. "La deidad de Cristo", dice Mackintosh, "se pres entó más
383
bien como el coeficiente infinito que eleva la acción y la pasión humana a un valor
infinito".
1. La gratia unionis, que le imparte una dignidad especial, en tal forma que esta
naturaleza humana se convierte en objeto de adoración
152
Neve, Lutheran Symbolics, p. 132.
384
sostuvieron que Cristo hizo a un lado los atributos divinos recibidos en la encarnación, o
que hizo uso de ellos sólo ocasionalmente, en tanto que otros dijeron que siguió en posesión
de ellos durante toda su vida terrenal pero que los escondió o que los usó nada más en
secreto. Algunos luteranos actualmente parecen inclinarse a desechar esta d octrina.
Los teólogos Reformados vieron en esta doctrina luterana una especie de Eutiquianismo o
fusión de las dos naturalezas en Cristo. Los teólogos Reformados enseñan también una
comunicación de atributos; pero la conciben de una manera diferente. Creen que después de
la encarnación las propiedades de ambas naturalezas pueden ser atribuidas a la persona
única de Cristo. La persona de Cristo se puede considerar omnisciente, pero también de
conocimiento limitado; puede considerarse omnipresente, pero tambi én limitada en
cualquier tiempo particular a un solo lugar. De aquí que leamos en la segunda Confesión
Helvética : "Reconocemos, por tanto, que hay en uno y el mismo Jesús nuestro Señor, dos
naturalezas la divina y la humana ; y decimos que estas dos se encuentran tan enlazadas
o unidas que no pueden absorberse confundirse o mezclarse entre sí, sino que más bien se
unen y se juntan en una persona (conservando cada una separadamente sus propiedades e
identidad), de tal manera que adoramos un Cristo, nuestr o Señor, y no dos. Por lo tanto, no
pensamos ni enseñamos que la naturaleza divina en Cristo sufrió o que Cristo según su
naturaleza humana está todavía en el mundo y de la misma manera en cada lugar". 153
EN EL SIGLO XIX
153
Cap. XL .
385
Schleiermacher se colocó a la cabeza del nuevo desarrollo. Reconoció a Cristo como una
nueva creación en la cual la naturaleza humana se eleva al plano de la perfección ideal. No
obstante, su Cristo con dificultad podía considerarse más arriba del nivel hu mano. Lo
singular de la persona consiste en el hecho de que posee un sentido de unión perfecta e
inquebrantable con lo divino, y que también cumple plenamente el destino del hombre en
aquel carácter suyo de inmaculada perfección. Su dignidad suprema encuen tra su
explicación en una presencia especial de Dios en El, y en la conciencia de Dios que
singularmente tuvo. La concepción que de Cristo tuvo Hegel es parte esencial de su sistema
panteísta de pensamiento. Para él "el Verbo se hizo carne" significa nada más que Dios
encarnó en la humanidad, de tal manera que la encarnación en realidad expresa la unidad
entre Dios y e: hombre. La encarnación de Cristo fue, así parece, únicamente la
culminación de un proceso racial. En tanto que la humanidad en general reco noce a Jesús
sólo como un maestro humano, la fe lo reconoce como divino y encuentra que mediante su
venida al mundo la trascendencia de Dios se cambió en inmanencia, Aquí nos encontramos
con una identificación panteísta de lo humano y lo divino en la doctr ina de Cristo.
Algo de lo anterior se descubre también en las teorías Kenóticas las cuales representan un
intento notable de adelantar en la estructura de la doctrina de la persona de Cristo. El
término kénosis se deriva de Fil. 2: 7, que enseña que Cristo "se despoja (ekénosen),
tomando la forma de siervo". Los kenotistas toman esto para dar a entender que el Logos
literalmente se convirtió, es decir, se cambió en hombre, reduciéndose (despojándose) sea
en todo o en parte, a la dimensión de hombre y luego acreció en sabiduría y poder hasta que
finalmente volvió a ser Dios. Esta teoría apareció en varias formas de las cuales la más
absoluta es la de Gess, y durante un tiempo gozó de mucha popularidad. Aspiraba a
sostener la realidad e inteligencia de la huma nidad de Cristo, y a colocar en sobresaliente
sitio la grandeza de su humillación en que siendo rico, se volvió pobre por nuestra causa.
Envuelve, no obstante, una desviación panteísta de la línea de demarcación entre Dios y el
hombre. Dorner, que fue el representante más notable de la Escuela Medianera, se opuso
firmemente a este concepto, y lo sustituyó por la doctrina de la encarnación progresiva. Vio
en la humanidad de Cristo una nueva humanidad con una receptividad especial para lo
divino. El Logos, co mo principio de la dádiva que Dios hace a sí mismo, se juntó con esta
humanidad ; la medida en que lo hizo se determina en cada etapa por la cada vez más
grande receptividad que la naturaleza humana tiene para la divina y no alcanza su etapa
final sino has ta la resurrección. Pero esto no es más que una forma nueva y sutil de la vieja
herejía nestoriana. Produce un Cristo que consiste en dos personas.
154
P. 155.
387
7. ¿Qué objeciones hay al concepto l uterano de que los atributos divinos pueden
afirmarse de la naturaleza humana?
8. ¿Cómo difirieron los luteranos y los Reformados en la interpretación de Fil. 2: 5.11?
9. ¿Cómo difiere la cristología Reformada de la luterana?
10. ¿Cuál es la diferencia principal ent re la cristología reciente y la primitiva?
11. ¿Qué objeciones hay a la doctrina de la kénosis
12. ¿Cuáles son los rasgos objetables de la cristología moderna?
13. ¿Qué concepto tuvieron de Cristo Barth y Brunner?
Hay especialmente cinco nombres que piden una breve discusión en este lugar. Son
parcialmente descriptivos de las naturalezas de Crist o, parcialmente descriptivos de su
posición oficial, y parcialmente descriptivos de la obra que El vino a hacer en el mundo.
EL NOMBRE JESÚS
El nombre Jesús es la forma griega del hebreo Jehoshua, Joshua, Josué 1: 1; Zac. 3: 1, o
Jeshua (la forma regular usada en los libros históricos post -exílicos), Esd. 2: 2. La
derivación de este nombre común del Salvador está velada en la oscuridad. La opinión
generalmente aceptada es que se deriva de la raíz yasha', que se cambió en hoshia', salvar,
pero no es fácil e xplicar como Jehoshua' se convirtió en Jeshua'. Probablemente Hoshea', se
derivó del infinitivo que era la forma original (compárese Núm. 13:8, 16; Deut. 32: 44), que
expresa únicamente la idea de redención. La letra yod, que es el signo del imperfecto, de be
haber sido añadida para expresar la certidumbre de la redención. Esto concordaría muy bien
con la interpretación que se da al nombre en Mat. 1:21. Para otra derivación de Jeho
(Jehová) y shua, que es ayuda (Gotthilf) compárese el Diccionario Dogmático d e Kuyper.155
El nombre nació de dos bien conocidos tipos de Jesús en el Antiguo Testamento.
EL NOMBRE CRISTO
155
De Christo, I, pp. 56 y siguientes
389
3. Una comunicación del Espíritu para el que había sido ungido, I Sam 16: 13,
compárese también II Cor. 1: 21, 22. El Antiguo Testamento se refiere a la unción
del Señor en Sal 2: 2; 45: 7; y en el Nuevo Testamento, en Hech. 4: 27 y 10: 38.
Anteriormente se encontraron referencias a esto en Sal 2: 6 y Prov. 8: 23. Pero los
actuales hebraístas aseguran que la palabra nasak, usada en estos pasajes, significa
"establecer" más bien que "un gir". No obstante, compárese también Isa. 11: 2; 42.
Cristo fue establecido o designado para sus oficios desde la eternidad, así lo
indica la palabra que señala a la realidad de la primera cosa simbolizada en la
unción, pero históricamente su unción tuvo lugar cuando El fue ungido por el
Espíritu Santo, Luc. 1: 35, y cuando recibió al Espíritu Santo, especialmente a la
hora de su bautismo, Mat. 3: 16; Mar. 1: 10; Luc. 3: 22; Juan 1: 32; 3: 34. Sirvió
para capacitarlo para su gran tarea. El nombre "Crist o" se aplicó por vez primera al
Señor como nombre común acompañado del artículo, pero por grados se desarrolló
en la forma de nombre propio, y fue usado sin el artículo.
El Dr. Vos, en su obra titulada Self -Disclosure of Jesús, divide en cuatro clases los pasajes
en donde el nombre ocurre
1. Pasajes que claramente se refieren al regreso escatológico del Hijo del Hombre, por
ejemplo, Mat. 16 : 27, 28; Mar. 8 : 38 ; 13 : 26; etc., y paralelos
390
3. Pasajes del Cuarto Evangelio, en los que se acentúa el lado celestial sobre -humano y
la preexistencia de Jesús, por ejemplo, 1: 51; 3: 13, 14; 6: 27, 51, 62; 8: 28, etc.
4. Un corto número de pasajes, en los que Jesús revela su naturaleza humana, Mar. 2:
27, 28; Juan 5: 27; 6: 27, 51, 62. Es difícil determinar por qué prefirió Jesús este
nombre como designación propia. Originalme nte el nombre se consideró, por lo
general, como un título de significado oculto, por medio del cual Jesús intentó velar
más bien que revelar su carácter mesiánico. Esta explicación se desechó cuando se
prestó más atención al elemento escatológico de los E vangelios, y al uso del nombre
en la literatura apocalíptica de los judíos. Dalman revivió la idea y consideró una
vez más al título como "una manera intencional de velar el carácter mesiánico bajo
un título que afirmara la humanidad de Aquel que lo llevab a". 156 La supuesta prueba
de esto se encuentra en Mat. 16: 13; Juan 12: 34. Pero la prueba es dudosa; el último
de estos pasajes hasta demuestra que el pueblo entendía el nombre en sentido
mesiánico. El Dr. Vos es de opinión que Jesús probablemente prefería el nombre,
porque estaba del todo alejado de toda posible prostitución judía del oficio
mesiánico. Llamándose Hijo del Hombre, Jesús impartía a su carácter mesiánico su
propio espíritu centrado en el cielo. Y la altura a la que de esta manera elevó su
persona y obra pudo haber tenido que ver con los titubeos de sus primeros
seguidores para nombrarlo con el más celestial de todos los títulos. 157
156
Words Of Jesus, p. 25 3
157
The Self-Disclosure of Jesus, pp. 251 y siguientes
391
4. Al pueblo piadoso en general, Gen 6: 2; Sal 7 3: 15; Prov. 14: 26. En Israel adquirió
el nombre un significado teocrático. En el Nuevo Testamento encontramos a Jesús
apropiándose el nombre, y a otros que también se lo concedieron a Él.
1. En el sentido oficial o mesiánico, como una descripción del oficio más bien que de
la naturaleza de Cristo. El Mesías pudo ser llamado Hijo de Dios como heredero y
representante de Dios. Los demonios claramente entendieron al nombre en sentido
mesiánico, cuando se lo dieron a Jesús. Parece haber tenido este sentido también en
Mat. 24: 36; Mar. 13: 32. Aun cuando el nombre, tal co mo fue pronunciado por la
voz que se oyó en el bautismo de Jesús y en su transfiguración, Mat. 3: 17; 17: 5;
Marc. 1: 11; 9: 7; Luc. 3: 22; 9: 35, puede interpretarse así, con toda probabilidad,
tiene un sentido más profundo. Hay varios pasajes en los que el sentido mesiánico
se combina con el sentido trinitario, compárese lo que sigue.
En el Nuevo Testamento encontramos una parecida y triple aplicación del nombre a Cristo
2. Una forma que expresa propiedad y autoridad, sin implicar nada del carácter divino
de Cristo y de su autoridad, Mat. 21 : 3 ; 24 : 42
393
aun después de un siglo de penosa búsqueda no encontraron en Jesús más que un hombre
con un elemento divino en El. No pudieron levantarse hasta el reconocimiento de El cómo
su Señor y su Dios. Schleiermacher habló de un hombre con una suprema conciencia de
Dios; Ritschl, de un hombre que tuvo el valor de un Dios; Wendt, de un hombre que
permanecía en una íntima y continua comunión de amor con Dios; Beyschlag, de un
hombre lleno de Dios, y Sanday, de un hombre con una irrupción de lo divino en la
subconsciencia pero Cristo es y sigue sien do únicamente un hombre. En la actualidad la
escuela ancha representada por Harnack, la escuela escatológica de Weiss y Schweitzer, y
la más reciente, de religiones comparadas, encabezada por Bousset y Kirsopp Lake, todos
concuerdan en despojar a Cristo de su verdadera deidad y reducirlo a dimensiones
humanas. Para el primero nuestro Señor es únicamente un gran carácter ético; para el
segundo es un vidente apocalíptico; y para el tercero un dirigente sin igual hacia un
exaltado destino. Considera - ron al Cristo de la Iglesia como creación del helenismo o del
judaísmo, o de los dos, combinados. No obstante, en la actualidad toda la epistemología de
los siglos anteriores está a discusión, y la suficiencia de la razón humana para la
interpretación de la verdad última se encuentra seriamente controvertida. Hay un nuevo
énfasis sobre la revelación. Teólogos muy influyentes como Barth y Brunner, Edwin Lewis
y Nataniel Micklem, no titubean en confesar una vez más la fe en la doctrina de las dos
naturalezas. Resulta de la mayor importancia sostener esta doctrina tal como fue formulada
por el Concilio de Calcedonia y como está contenida en nuestros símbolos confesionales. 158
En vista de la extendida negación de la deidad de Cris to, resulta de lo más importante estar
perfecta-mente informados de la prueba bíblica de ella. La prueba es tan abundante que
nadie que acepta la Biblia como la palabra infalible de Dios puede albergar duda alguna
sobre este punto. Para la clasificación or dinaria de las pruebas bíblicas derivadas de los
nombres divinos, los atributos divinos, las obras divinas, y el honor divino que a Cristo se
atribuye, tendremos que referirnos al capítulo sobre la Trinidad. A continuación damos un
arreglo un tanto diferen te, atendiendo a la reciente tendencia del criticismo histórico.
158
Conf. Belg., Art. XIX; Heidelberg Cat., Preguntas 15.18; Canons of Dort II, Art. IV.
395
3. En los sinópticos. Algunos sostienen que los sinópticos son los únicos que nos
proporcionan un verdadero retrato de Cristo. Dicen que ellos dibujan al Jesús
humano y en verdad histórico tal como se le contrasta con la figura idealizada del
cuarto evangelio. Pero es de perfecta evidencia que el Cristo de los sinópticos es tan
verdaderamente divino como el Cristo de Juan. Sobresale como una persona por
completo sobrenatural, Hijo del Hombre e Hijo de Dios Su carácter y obras
justifican lo que dice ser. Nótense en particular los siguientes pasajes: Mat. 5: 17; 9:
6; 11: 1-6, 27; 14: 33; 16: 16, 17; 28: 18; 25: 31 y siguientes; Marc. 8: 38, y muchos
pasajes similares y paralelos. La obra del Dr. Warfield, The Lord of Glory,
proporciona mucha luz sobre este punto.
la conciencia de Jesús, sino es por medio de sus palabras, tal como están
consignadas en los Evangelios; y siempre es posible negar que expresan en forma
correcta el pensamiento de Jesús. Para aquellos que aceptan el testimonio del
evangelio no puede caber duda del hecho de que Jesús fue consciente de ser el
verdadero Hijo de Dios. Los pasa jes siguientes dan testimonio de esto : Mat. 11 : 27
(Luc. 10 : 22) ; 21: 37, 38 (Marc. 12 : 6 ; Luc. 20: 13) ; 22 : 41 -46 (Marc. 13 : 35-
37; Luc. 20: 41-44) ; 24: 36 (Marc. 13 : 32) ; 28: 19. Algunos de estos pasajes
testifican la conciencia mesiánica de Jesús; otros al hecho de que era consciente de
ser el Hijo de Dios en el sentido más eminente. Hay varios pasajes en Mateo y
Lucas en los que El habla de la primera persona de la Trinidad como "mi Padre",
Mat. 7: 21; 10:32, 33; 11:27; 12:50; 15:13; 16:17; 18:10, 19, 35; 20:23; 25:34; 26 :
29, 53 ; Luc. 2: 49; 22: 29; 24: 49. En el Evangelio de Juan la conciencia de ser el
verdadero Hijo de Dios resalta mucho más en pasajes como los siguientes: Juan 3:
13; 5: 17, 18, 19-27; 6: 37-40, 57; 8: 34-36; 10: 17, 18, 30, 35, 36, y otros pasajes.
experiencias normales de la vida del hombre fueron suyas, Mat. 4: 2; 8: 24; 9: 36; Marc. 3:
5; Luc. 22: 44; Juan 4: 6; 11: 35; 12: 27; 19: 28, 30; Heb. 5: 7.
2: 17, 18. Al mismo tiempo tenía que ser un hombre sin pecado, porque uno que
fuera pecador y que hubiera arruinado su propia vida ciertamente no podría hacer
expiación por otros, Heb. 7: 26. Tan sólo un Mediador como El, verdaderamente
humano, que tuviera el conocimiento experimental de las miserias de la humanidad
y que se levantara por encima de todas las tentaciones, podría entrar con toda
simpatía a todas las experiencias, las pruebas y l as tentaciones de los hombres, Heb.
2: 17, 18; 4: 15-5: 2, y ser un ejemplo humano perfecto para sus seguidores, Mat.
11: 29; Marc. 10: 39; Juan 13: 13-15; Fil. 2: 5-8; Heb. 12: 24; I Pedro 2: 21.
1. ¿Qué personas del Antiguo Testamento llevaron el nombre 'Jesús', y en qué sentido
tipificaron al Salvador?
2. ¿Se encuentra alguna vez en el Antiguo Testamento el título a secas 'el Mes ías', sin
un genitivo o un sufijo pronominal?
3. ¿Cómo explica Dalman que este título ocurre en la literatura judía apocalíptica?
4. ¿Tienen el mismo significado en el Antiguo Testamento los términos 'el ungido de
Jehová, 'su ungido', y 'mi ungido'?
5. ¿De dónde viene la idea de que los creyentes participan de la unción de Cristo?
6. ¿Qué dice usted acerca de la idea de que el nombre 'hijo del hombre', reducido a su
probable original aramaico significa simplemente 'hombre'?
7. Qué dice usted acerca de la idea de Weiss y S chweitzer de que Jesús empleó el
nombre únicamente en un sentido futurista?
399
la Iglesia primitiva respecto a la Persona de Cristo, pero no intenta explicar el misterio que
envuelve, un misterio que no es susceptible de explicación natural. Se permitió al gran
milagro central de la historia presentarse en toda su grandeza, la suprema paradoja, para
usar el lenguaje bartiano, Dios y hombre en una persona. Se nos dice únicamente lo que
Jesús es, sin ningún intento de mostrarnos cómo se convirtió en lo que es. La g ran verdad
enunciada es que el Hijo eterno de Dios tomó sobre sí nuestra humanidad, y no como
Brunner nos lo recuerda, que el hombre Jesús adquirió la divinidad. La declaración del
Concilio de Calcedonia da testimonio de un movimiento de Dios hacia el homb re más bien
que viceversa. Han pasado siglos desde aquel tiempo; pero exceptuando ciertas
explicaciones, la iglesia realmente nunca ha llegado más allá de la fórmula de Calcedonia.
Siempre ha reconocido que la encarnación es un misterio que desafía toda ex plicación. Y
así seguirá siendo porque es el milagro de los milagros. Diversos intentos se han hecho en
el curso del tiempo para dar una explicación psicológica de la persona de Jesucristo, pero
todas estaban destinadas a fracasar, porque Él es el Hijo de Dios, el verdadero Dios, y una
explicación psicológica de Dios está fuera de toda discusión. Los párrafos siguientes tienen
el propósito de darnos una breve declaración de la doctrina de la Iglesia.
4. Por esa precisa razón no estamos autorizados para hablar de la naturaleza humana
de Cristo como imperfecta o incompleta. Su naturaleza humana no carece de
ninguna de las cualidades esenciales que pertenecen a esa naturaleza y tiene también
individualidad, es decir, subsistencia personal en la persona del Hijo de Dios.
6. La persona divina, que poseía naturaleza divina desde la eternidad, tomó una
naturaleza humana, y ahora tiene las dos. Esto debe ser sostenido en cont ra de
aquellos que, si bien admiten que la persona divina tomó una naturaleza humana,
ponen en peligro la integridad de las dos naturalezas al concebirlas como que fueron
402
fundidas o mezcladas para hacer un tertium quid, una clase de naturaleza divina -
humana.
La doctrina de las dos naturalezas en una persona trasciende los límites de la razón humana.
Es la expresión de una realidad supersensible, y de un misterio incomparable que no tiene
alguna analogía en l a vida del hombre tal como la conocemos, y que no encuentra apoyo en
la razón humana, y por tanto, puede aceptarse únicamente por la fe en la autoridad de la
Palabra de Dios. Por esa razón es doblemente necesario poner cuidadosa atención a lo que
la Biblia enseña sobre este punto.
En primer lugar hay una consideración negativa de mucha importancia. Si hubiera habido
una personalidad doble en Jesús esperaríamos naturalmente encontrar algunas huellas de
ella en la Escritura; pero no hay ni un solo rasgo de ello. No hay distinción de un "yo" y un
"tú" en la vida íntima del Mediador, tal como lo encontramos en lo que se relaciona con el
ser trino de Dios, en donde una persona se dirige a la otra, Sal 2: 7; 40: 7, 8; Juan 17: 1, 4,
5, 21-24. Además, Jesús nunca usó el plural al referirse a El mismo, según lo hace Dios en
Gen 1: 26; 3: 22; 11: 7. Podría parecer como que Juan 3: 11 es un ejemplo a propósito. El
plural es peculiar pero con toda probabilidad se refiere a Jesús y a los que estaban asociados
con El, en oposición a Nicodemo y al grupo representado por él.
Hay pasajes de la Escritura que se refieren a las dos naturaleza s de Cristo pero en los cuales
se ve con perfecta evidencia que se trata de una sola persona, Rom. 1: 3, 4; Gál. 4: 4, 5; Fil.
2: 6-11. En varios pasajes se declara que están unidas las dos naturalezas. La Biblia en
ninguna parte enseria que la divinidad e n abstracto, o algún poder divino, se unió a, o se
manifestó en, una naturaleza humana ; sino siempre dice que la naturaleza divina en
concreto, es decir, la persona divina del Hijo de Dios se unió a una naturaleza humana, Juan
1 : 14 ; Rom. 8 : 3 ; Gál. 4 : 4; 9 : 5 ; I Tim. 3 : 16; Heb. 2 : 11-14 ; I Juan 4: 2, 3
403
Otro efecto de la unión es que el Mediador, tal como existe hoy, es decir, en dos
naturalezas, es el objeto de nuestra oración. Debe tenerse presente que el honor adorationis
no pertenece a la naturaleza humana como tal, sino que le pertenece únicamente en virtud
de su unión con el Logos divino, quien en su verdadera naturaleza es adorabilis. Debemos
405
La unión de las dos naturalezas en una persona es un misterio que no podemos comprender,
y el cual, por esa razón precisa, a menudo es negado. A veces se le ha comparado con la
unión del cuerpo y el alma en el hombre; y hay algunos puntos de similaridad. En el
hombre hay dos sustancias, materia y espíritu, unidas en la forma más estrecha y, no
obstante, sin mezclarse; así también en el Mediador. En el hombre el principio de la unidad,
la persona, no tiene su asiento en el cuerpo sino en el alma; en el Mediador no está ese
asiento en la naturaleza humana sino en la divina. Como la influencia del alma sobre el
cuerpo y la del cuerpo sobre el alma es un misterio, así también es la conexión de las dos
naturalezas en Cristo y su influencia mutuamente recíproca. Todo lo que acontece en el
cuerpo y en el alma se atribuye a la persona; y de ese modo todo lo que tiene lugar en las
dos naturalezas de Cristo resulta predicado de la persona. A veces a u n hombre se le llama
de acuerdo con su elemento espiritual cuando algo se hace predicado de él, y se aplica más
particularmente al cuerpo, y viceversa. De manera semejante las cosas que se aplican
solamente a la naturaleza humana de Cristo también se atrib uyen a Él cuando se nombra
según su naturaleza divina, y viceversa. Así como es un honor para el cuerpo estar unido
con el alma, así también es un honor para la naturaleza humana de Cristo estar unida con la
persona del Logos. Por supuesto, que la comparac ión es defectuosa. No ilustra la unión de
lo divino y lo humano, de lo infinito y lo finito. Ni siquiera ilustra la unidad de dos
naturalezas espirituales en una sola persona. En el caso del hombre el cuerpo es material y
el alma es espiritual. Es una unió n maravillosa, pero no tan maravillosa como la unión de
las dos naturalezas en Cristo.
la unidad verdadera de la persona. Esta posición no envuelve una negaci ón del hecho de
que los atributos de ambas naturalezas puedan atribuirse a la persona, sino que añade algo a
ella en interés, según ellos lo ven, de la unidad de la persona. No siempre presentan su
doctrina en la misma forma. Lutero y algunos de los primit ivos luteranos hablaron
ocasionalmente de una comunicación en ambas direcciones desde la naturaleza divina hacia
la humana y también desde la humana hacia la divina. No obstante, en el desarrollo
subsecuente de la doctrina, la comunicación de la naturaleza humana a la divina pronto se
perdió de vista y solamente se acentuó la de la divina a la humana. De allí siguió una
limitación todavía más grande. Los escolásticos luteranos distinguieron entre los atributos
operativos de Dios (omnipotencia, omnipresencia y omnisciencia), y sus atributos pasivos
(infinidad, eternidad, etc.), y enseñaron que únicamente los primeros fueron transferidos a
la naturaleza humana. Todos estuvieron de acuerdo en que la comunicación tuvo lugar al
tiempo de la encarnación. Pero surg ió, naturalmente, la pregunta de cómo puede
acomodarse esto con el cuadro de Cristo en los evangelios, que no es el retrato de un
hombre omnisciente y omnipresente. Esto dio lugar a diferencias de opinión. Según
algunos, Cristo necesariamente utilizó estos atributos durante su humillación; pero lo hizo
en secreto; en tanto que según los otros el ejercicio de ellos estuvo sujeto a la voluntad de la
persona divina, quien voluntariamente los dejó inoperantes en el transcurso de su
humillación. La oposición a e sta doctrina se ha repetido de modo palpable en la Iglesia
luterana. Se ha señalado que es inconsistente con la idea de un desarrollo de veras humano
en la vida de Cristo, tan claramente enseñado por Lutero mismo. La insistencia del gran
Reformador en la comunicación de atributos encuentra su explicación en parte en sus
tendencias místicas, y en parte en sus enseñanzas respecto a la presencia física de Cristo en
la Cena del Señor.
2. Implica una fusión de las naturalezas divina y humana en Cristo. Los luteranos
hablan como si los atributos pudieran abstraerse de la naturaleza, y pudieran
comunicarse, aunque las naturaleza s permanecieran separadas; pero la sustancia y
407
A mediados del Siglo XIX una nueva forma de Cristología apareció en las teorías
kenóticas. Encontró especial favor entre los luteranos, pero también entre algunos teólogos
Reformados. Representó parte de un intento de atraer a los luteranos y a los sectores
Reformados de la iglesia a un estrecho acerramiento. Los abogados de este nuevo concepto
quisieron hacer plena justicia a la realidad e integridad de la humanidad de Cristo, y
acentuar la magnitud de la negación y el sacrificio de sí mismo.
PRESENTACIÓN DE LA DOCTRINA
El término "kénosis" se usa teológicamente en doble sentido. Originalmente fue usado por
los teólogos luteranos para denotar la limitación propia, no del Logos, sino del Dios -
hombre, mediante la cual El, para cumplir con su humillación, puso a un lado el uso de sus
atributos divinos. No obstante, en la enseñanza de los kenotista s se subrayaba la doctrina de
que el Logos en la encarnación quedó despojado de sus atributos transitivos, o de todos
ellos; quedó reducido a una mera potencialidad, y luego, en unión con la naturaleza
humana, se desarrolló de nuevo en una persona divina h umana. Las formas principales en
las que se enserió esta doctrina son las siguientes:
3. La teoría de Ebrard. Ebrard conviene con Gess en hacer que el Logos encarnado
ocupe el lugar del alma humana. El Hijo eterno dejó su condición eter na, y en una
409
LOS kenotistas buscan apoyo bíblico para su doctrina, especialmente en Fil. 2: 6-8; pero
también en II Cor. 8: 9 y Juan 17: 5. El término "kénosis" se deriva del verbo principal en
Fil. 2: 7, ekénosen. En la American Revised Version esto se traduce "se vació". El Dr.
Warfield considera que esto es una traducción errónea. 159 El verbo se encuentra nada más
en otros cuatro pasajes del Nuevo Testamento, es decir, Rom. 4: 14; I Cor. 1: 17; 9: 15; II
Cor. 9: 3. En todos estos pasajes, se usa figurativamente y significa "vaciar", "de ningún
efecto", "de ningún valor", de "ninguna re putación. 160 Si aquí entendemos de esta manera,
la palabra significa sencillamente que Cristo se hizo a sí mismo de valor nulo, de ninguna
reputación, no defendió sus prerrogativas divinas, sino que tomó la forma de un criado.
Pero aun si tomamos la palabra en su sentido literal, no sostiene la teoría de la kénosis. La
sostendría, si entendiéramos que lo que El puso a un lado fue la morphe theou (forma de
Dios), y luego concibiéramos el término morphe estrictamente como el carácter esencial o
específico de la divinidad. Con toda probabilidad morphe debe entenderse de este modo,
pero el verbo ekénosen no se refiere a morphe theou, sino a einai isa theoi (en dativo), es
decir, su existencia sobre base de igualdad con Dios. El hecho de que Cristo tomó la forma
de un siervo no envuelve que haya puesto a un lado la forma de Dios. No hubo cambio de
la una por la otra. Aunque El preexistía en la forma de Dios, Cristo no contó su carácter de
ser igual a Dios como un honor que no pudiera dejar pasar sino que se despojó tomando la
159
Christology and Criticism. p. 375.
160
Compárese Auth. Ver., en Fil. 2: 7.
410
forma de siervo. Y bien, ¿Qué significa que haya tomado forma de siervo? Un estado de
sujeción en el cual uno está llamado a prestar obediencia. Y lo contrario a esto es un estado
de soberanía en el que uno tiene derecho de mandar. El estado de igualdad con Dios no
denota un modo de ser, sino un estado que Cristo cambió por otro estado. 161
1. La teoría está basada sobre la concepción panteísta de que Dios y el hombre no son
absolutamente diferentes sino que el u no puede transformarse en el otro. La idea
hegeliana de devenir se aplica a Dios, y se borra la línea absoluta de separación.
4. Da por sentada una relación demasiado libre entre el modo divino de existencia, los
atributos divinos, y la esencia divina, cuando habla de los primeros como si
pudieran separarse perfectamente de la última. Todo esto resulta confuso y envuelve
el error central ya condenado en relación con la doctrina católico romana de la
transubstanciación.
161
Compárese Kennedy, en Exp. Gk. Test.; Ewald, en uahn's Comm.; Vos, Notes on Christology of Pata;
Cooke, The Incarnation and Recent Criticism ,pp. 201 y siguientes.
411
hombre. Según las palabras del Dr. Warfield su naturaleza humana queda
convertida en "una deidad completamente despedazada".
La teoría kenotista gozó de grande pero breve popularidad en Alemania, sin embargo, ya en
realidad dejó de existir allí. Cuando comenzó a desaparecer encontró defensores en
Inglaterra que fueron eruditos como D. W. Forrest, P. T. Forsyth, Ch. Gore, R. L. Ottley y
H. R. Mackintosh. Actualmente encuentra poquísimo apoyo.
Dorner fue uno de los primeros y de los más grandes opositores a la doctrina de la kénosis.
Se tomó la tarea de sugerir otra teoría que en tanto que escapa de los errores del kenotismo
haría plena justicia a la humanidad de Cristo. Se propuso resolver el problema por medio de
la teoría de una encarnación gradual o progresiva. Según Él, la encarnación no fue un acto
consumado en el momento de l a concepción de Jesús, sino un proceso gradual por medio
del cual el Logos se unió en una medida cada vez más grande con el único y representativo
hombre (prácticamente una nueva creación), Cristo Jesús, hasta que la plena unión quedó
finalmente consumada en el momento de la resurrección. La unión produjo un Dios -hombre
con una conciencia singular y una sola voluntad. En este Dios -hombre el Logos no suplió la
personalidad, pero le dio su cualidad divina. Esta teoría no encuentra sostén en la Escritura,
la que siempre representa la encarnación como un hecho instantáneo, más bien que como
un proceso. Condujo lógicamente al nestorianismo o a la doctrina de las dos personas en el
Mediador. Y puesto que encuentra el asiento verdadero de la personalidad en el homb re
Jesús, es abiertamente subversiva de la preexistencia efectiva de nuestro Señor. Rothe y
Bovon son dos de los más importantes defensores de esta doctrina.
La diferencia crítica entre las teorías antiguas y las realmente modernas respecto a la
persona de Cristo, descansa en el hecho de que estas últimas, según se deduce también de la
teoría de Dorner, distinguen la persona del Logos concebida como un modo especial de la
vida personal de Dios, de la personalidad de Cristo como una persona concretamente
humana, divina únicamente en cualidad. Según los conceptos modernos no es el Logos sino
el hombre Jesús el que constituye el yo en Cristo. La personalidad de Jesús es humana en su
tipo de conocimiento, y también en su crecimiento moral; pero al mismo tiempo e s
receptiva únicamente de lo divino, y de esta manera es el clímax de una encarnación de la
cual la humanidad misma es la expresión cósmica general. Esto es verdad también
refiriéndonos a la teoría sugerida por Sanday en su obra Christologies Ancient and M odern,
teoría que procura dar una explicación psicológica de la persona de Jesús para hacer justicia
tanto al Jesús humano como al divino. Acentúa el hecho de que la conciencia subconsciente
412
es el asiento propio de toda habitación divina, o de la acción di vina sobre el alma humana;
y sostiene que la misma o un yo correspondiente, subconsciente, es también el asiento
adecuado o lugar de la deidad del Cristo encarnado. La conciencia ordinaria de Jesús fue
conocimiento humano, pero aparecieron en él ocasionalm ente destellos de conocimiento
divino procedentes de su yo subconsciente. Esta teoría ha sido criticada severamente.
Atribuye a la vida subconsciente del hombre una importancia que no tiene; supone
equivocadamente que la deidad puede ser localizada en un l ugar particular de la persona de
Cristo, y sugiere un cuadro de este que lo presenta como conocedor de su deidad sólo en
una forma intermitente, lo que no está en armonía con los datos de la Escritura. Una vez
más revela la locura de tratar de dar una expl icación psicológica de la persona de Cristo.
Además de Sandy algunos de los representantes más influyentes de la Cristología moderna
son Kunze, Schaeder, Kaehler, Moberly, y Du Bose.
Debe recordarse que, aunque la palabra "estado" algunas veces es sinónima de "condición",
la palabra tal como se aplica a Cristo denota en esta conexión un carácter de relación más
que de condición. En general un estado y una condición deben distinguirse como sigue: Un
estado es la posición o estatus que uno guarda en la vida, y en particular el modo de
relación f orense en el que uno se coloca ante la ley, en tanto que una condición es el modo
de existencia personal, especialmente según la determinan las circunstancias de la vida.
Aquel que ante un tribunal de justicia resulta culpable se encuentra en un estado de culpa o
de condenación al que por lo general sigue una condición de encarcelamiento con todos sus
resultados de vergüenza y privaciones. En la teología los estados del Mediador se
consideran, generalmente, acompañados de las condiciones resultantes. De hec ho, los
estados diferentes de humillación y exaltación según se acostumbra definirlos, tienen la
tendencia de poner más de relieve las condiciones que los estados. No obstante, los estados
son más importantes que las condiciones y así deben considerarse. 162 En el estado de
humillación Cristo estuvo bajo la ley, no únicamente como regla de vida, sino como la
condición del pacto de obras, y aun bajo la condenación de la ley; pero en el estado de
exaltación está libre de la ley, habiendo cumplido la condición de l pacto de obras y
habiendo pagado el castigo del pecado.
La doctrina de los estados de Cristo realmente procede del Siglo XVII, aunque se
encuentran ya rastros de ella en los escritos de los reformadore s, y hasta en algunos de los
Padres de la Iglesia primitiva. Se desarrolló primero entre los luteranos cuando procuraron
poner en armonía su doctrina de la communicatio idiomatum con la humillación de Cristo
tal como se contempla en los evangelios; pero pr onto fue adoptada también por los
reformados. No obstante, difirieron en cuanto al sujeto verdadero de los estados. Según los
luteranos es la naturaleza humana de Cristo, pero según los Reformados es la persona del
Mediador. Hubo mucha diferencia de opinió n sobre el asunto hasta entre los luteranos. Bajo
la influencia de Scheleiermacher la idea de los estados del Mediador desapareció por
grados de la teología. Debido a su tendencia panteizante las líneas de división entre el
Creador y la criatura prácticame nte fueron borradas. El énfasis se deslizó del Dios
trascendente al Dios inmanente; y el Dios soberano cuya ley es la medida de lo justo
desapareció. En efecto, la idea de lo justo objetivo fue desterrada de la teología, y bajo
semejantes condiciones se hi zo imposible mantener la idea de una posición judicial, es
decir, de un estado tomado por el Mediador. Además, en la medida en que la humanidad de
162
Compárese Kuyper, Dict. Dogm., De Christo II, pp. 59 y sig.
415
Cristo se acentuó excluyendo su deidad, y por una parte negando su preexistencia, y por la
otra su resurrección, todo lo referente a su humillación y exaltación perdió su significado.
El resultado es que en muchas de las publicaciones actuales sobre dogmática buscamos en
vano un capítulo sobre los estados de Cristo.
Hay diferencia de opinión con respecto al número de los estados del Mediador. Algunos
opinan que si aceptamos que la persona del Mediador es el sujeto de los estados, se
requiere, en estricta lógica, que hablemos de tres estados o modos de existencia: El estado
preexistente de ser eternamente divino, el estado terrenal de existencia temporal humana, y
el estado celestial de exaltación y gloria. 163 Pero puesto que podemos hablar de la
humillación y exaltación de la persona de Cristo únicamente considerándolo como Dios -
hombre, resulta mejor hablar de dos estados nada más. Los teólogos Reformados
encuentran una anticipación tanto de la humillación como de la exaltación de Cristo en su
estado preexistente; de su humillación, en que El por su voluntad colocó sobre sí mismo en
el pactum salutis para merecer y administrar nuestra salvación; y de su exaltación, en la
gloria que El cómo nuestro futuro Mediador disfrutó desde antes de la encarnación,
compárese Juan 17: 5. Los dos estados están indicados claramente en II Cor. 8: 9; Gál. 4: 4,
5; Fil. 2: 6-11, Heb. 2: 9.
EL ESTADO DE HUMILLACION
163
Compárese McPherson, Chr. Dogm., p. 322; Valentine, Chr. Theol. II, p. 88.
416
Bajo este tema general hay varios puntos que merecen atención.
164
The Mediator, p. 324.
165
The Doctrine of The Word of God, p. 556: Credo, pp. 63 y sig.; Revelation, pp. 65 y sigs.
420
progenitor, de tal manera que Cristo pudo tomar su "calidad de criatura" siendo
nacido de María, y al mismo tiempo escapó de "la herencia peca minosa" mediante
la eliminación del padre humano. 166 En respuesta a la pregunta de si el nacimiento
virginal tiene importancia doctrinal, puede decirse que sería inconcebible que Dios
hubiera hecho nacer a Cristo de una manera tan extraordinaria de no haber servido
eso para un cierto propósito. Este propósito doctrinal puede definirse como sigue:
(1) Cristo tenía que constituirse en el Mesías y el Hijo mesiánico de Dios. En
consecuencia, era necesario que naciera de una mujer, pero también que no fuera
fruto de la voluntad de un hombre, sino que naciera de Dios. Lo que es nacido de la
carne, carne es. Con toda probabilidad este nacimiento maravilloso de Jesús estaba
en el fondo mental de Juan cuando escribió como lo hace en Juan 1: 13. (2) Si
Cristo hubiera si do engendrado por hombre habría sido una persona humana,
incluida en el pacto de obras, y por lo mismo, también participante de la culpa
común de la humanidad. Pero ahora que no son de Adán ni su sujeto, ni su ego, ni
su persona, y no estando en el pacto d e obras, está libre de la culpa del pecado. Y
estando libre de la culpa del pecado su naturaleza humana puede conservarse libre
de la corrupción pecaminosa antes y después de su nacimiento.
166
Credo, pp. 70 y sig.
167
De Christo II, pp. 68 y siguientes.
421
1. Sufrió durante toda su vida. En vista del hecho de que Jesús, hacia el fin de su vida,
comenzó a hablar de sus futuros sufrimie ntos, nos inclinamos frecuentemente a
pensar que las agonías finales constituyeron el total de sus padecimientos. No
obstante, su vida toda fue de sufrimiento. Fue de por vida el servidor del Señor de
los ejércitos, la vida de un inmaculado asociado diaria mente con pecadores, la vida
del único santo en medio de un mundo maldecido por el pecado. El camino de la
obediencia fue para El, a la vez, un camino de sufrimiento. Sufrió a causa de los
repetidos asaltos de Satanás, a causa del odio e incredulidad de su propio pueblo, y
a causa de la persecución de sus enemigos. Puesto que pisó El solo el lagar, su
soledad debe haber sido opresiva y su sentido de responsabilidad, aplastante. Fue el
suyo un sufrimiento consagrado, creciendo en severidad a medida que se
aproximaba al fin. El sufrimiento que comenzó en la encarnación alcanzó
finalmente su clímax en el passio magna en el final de su vida. Y allí toda la ira de
Dios en contra del pecado cayó sobre El.
2. Sufrió en cuerpo y alma. Hubo una época en que la atención se fijaba demasiado
exclusivamente sobre los sufrimientos corporales del Salvador. No fue la ciega pena
física, como tal, la que constituyó la esencia de su padecimiento, sino que estuvo
sobrecargado con aquel dolor acompañado con angustia de alma y con u n sentido
conscientemente mediatorio respecto al pecado de la humanidad. Después se hizo
costumbre empequeñecer la importancia de sus padecimientos corporales, puesto
que se sentía que el pecado, siendo de una naturaleza espiritual, tendría que expiarse
mediante sufrimientos espirituales nada más. Estos conceptos unilaterales deben
evitarse. Tanto el cuerpo como el alma fueron afectados por el pecado, y en los dos
tenía que hacerse sentir el castigo. Además, la Biblia enseña claramente que Cristo
sufrió en cuerpo y espíritu. Agonizó en el huerto en donde su alma se "entristeció
sobremanera hasta la muerte", y fue abofeteado, azotado y crucificado.
3. Varias causas produjeron los sufrimientos de Cristo. En último análisis todos los
sufrimientos de Cristo fuero n el resultado del hecho de haber tomado el lugar de los
pecadores vicariamente. Pero debemos distinguir varias causas próximas, por
ejemplo :
a. El hecho de que el Señor del universo haya tenido que ocupar la posición de
sirviente, y es más, la posición de un cautivo o esclavo, y que aquel que
tenía derecho hereditario de mando estuvo sujeto a obedecer
422
b. El hecho de que aquel que era puro y santo tuviera que haber vivido en una
atmósfera pecaminosa y corrompida, en asociación diaria con pecadores,
recordando constantemente la grandeza de la culpa con la que estaba
cargado por causa de los pecados de sus contemporáneos
c. Su perfecto conocimiento y clara anticipación, desde el mero principio de su
vida, de los extremos sufrimientos que habían como de derramarse sob re El
en el término de ella. Supo exactamente lo que tenía que venir y la
perspectiva estaba muy lejos de ser agradable
d. Por último, también las privaciones de la vida, las tentaciones del diablo, el
odio y rechazamiento de su pueblo, y el maltrato y las pe rsecuciones a las
que estuvo sujeto.
5. Los sufrimientos de Cristo en las tentaciones. Fueron las tentaciones parte integral
de los sufrimientos de Cri sto. Fueron tentaciones que encontró en el camino del
sufrimiento, Mat. 4: 1 -11 (y paralelos); Luc. 22: 28; Juan 12: 27; Heb. 4: 15; 5: 7, 8.
Su ministerio público comenzó con un período de tentación, pero todavía después se
repitieron las tentaciones, en intervalos, hasta llegar al oscuro Getsemaní.
Únicamente por haber entrado a pruebas idénticas a las de los hombres, en sus
tentaciones, pudo Jesús convertirse en el sumo sacerdote profundamente compasivo,
y alcanzar las alturas de una perfección probada y triunfante, Heb. 4: 15; 5: 7-9. No
debemos defraudar la realidad de las tentaciones de Jesús en su carácter de último
Adán, aun cuando sea muy difícil concebir a uno que no podía pecar, y que no
423
obstante, podía ser tentado. Se han sugerido varias maneras para remediar esta
dificultad, por ejemplo, que en la naturaleza humana de Cristo, como en la del
primer Adán, había la nuda possibilitas peccandi, la mera posibilidad abstracta de
pecar (Kuyper) ; que la santidad de Jesús era una santidad ética, la cual h abía
alcanzado un alto desarrollo por medio de la tentación y manteniéndose en ésta
(Bavinck) ; y que las cosas con las que Cristo fue tentado fueron en sí mismas
perfectamente legales, y apelaron a instintos y apetitos perfectamente naturales
(Vos). Pero a pesar de todo esto el problema permanece, ¿cómo fue posible que uno
que en concreto, es decir tal como estaba constituido, no pudiera pecar ni estuviera
inclinado al pecado y que, no obstante, fuera sometido a verdaderas tentaciones?
Los sufrimientos del Salvador culminaron, finalmente, en su muerte. En relación con esto
se deben acentuar los siguientes puntos.
2. El carácter judicial de su muerte. Era del todo esencial que Cristo no muriera de
muerte natural ni de muerte accidental; y que no muriera por la mano de un asesin o,
sino bajo sentencia judicial. Tenía que ser contado con los transgresores, tenía que
ser condenado como un criminal. Además, por arreglo providencial de Dios, tenía
que ser procesado y sentenciado por un juez romano. Los romanos tenían el genio
de la ley y la justicia, y representaban el más alto poder judicial del mundo. Se
podía esperar que un proceso delante de un juez romano serviría para probar
nítidamente la inocencia de Jesús, y así sucedió, de tal manera que quedó
perfectamente claro que no fue c ondenado porque hubiera cometido crimen alguno.
Fue un testimonio al hecho de que, como lo dice el Señor: "Fue cortado de la tierra
de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido". Y cuando, a pesar de
168
Pregunta 37.
425
1. El regreso del hombre al polvo del que fue tomado, se presenta en la Escritura como
parte del castigo del pecado, Gen 3 : 19
4. Hay cierto acuerdo entre las etapas, en la obra objetiva de redención y. el orden de
la aplicación subjetiva del trabajo de Cristo. La Biblia habla de que el pecador ha
426
sido sepultado con Cristo. Pues bien, esto tiene que ver con el rechazamiento del
viejo hombre y no con el hecho de vestirse del nuevo, compárese Rom. 6: 1 -6. En
consecuencia, también el entierro de Jesús forma parte de su humillación. Su
entierro, además, no sólo sirvió para probar que Jesús verdaderamente había muerto,
sino también para qu itar de los redimidos los terrores de la tumba, y para santificar
la de ellos.
2. La base bíblica de esta expresión. Hay cuatro pasajes de la Biblia que especialmente
debemos considerar aquí.
a. Ef. 4:9, "Y eso de que subió ¿qué es, sino que también había descendido
primero a las partes bajas de la tierra?" como equivalente a "infierno". Pero
esta es una interpretación dudosa. El Apóstol arguye que el ascenso de
Cristo presupone un descenso. Pues bien, lo opuesto de la ascensión es la
encarnación, compárese Juan 3: 13. De aquí que la mayoría de los
comentadores toman la expresión como refiriéndose tan sólo a la tierra. La
169
Institutos, Libro II, XVI, 8; compárese también Pearson, On The Creed.
427
170
Gere f Dogm. III, Pág. 547. Para algunas otras interpretaciones, compárese Brown, Comm. on Peter in loco.
428
(hades) antes de la resurrección, porque se nos dice que no fue dejada allí 171
Pero debemos notar lo siguiente :
i. La palabra nephesh (alma) se usa con frecuencia en el hebreo como
pronombre personal y sheol como el estado de muerte.
ii. Si entendemos aquí de esa manera esta palabra, tendremos un claro
paralelismo de sinónimos. La idea expresada sería que Jesús no fue
dejado en poder de la muerte.
iii. Esto está en perfecta armonía con la interpretación de Pedro en Hech.
2: 30, 31, y la de Pablo en Hecho. 13: 34, 35. En los dos casos está
citado el salmo para probar la resurrección de Jesús.
171
Expos. of the Creed. in loco.
172
Institutos, Bk. II, XVI, 8 y sig.
173
Pregunta 44.
429
2. Cambió la relación penal con la ley, por la relación de justicia, y como Mediador
entró en posesión de las bendiciones de salvación que El se ganó para los pecadores
Hay abundantes pruebas bíblicas de la exaltación de Cristo. La historia del evangelio nos
deja ver con claridad que la humillación de Cristo fue seguida por su exaltación. El pasaje
clásico para probar la exaltación se encuentra en Fil 2: 9 -11; "Por lo cual Dios también lo
exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre
de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la
174
Ba i e r, c i t a do p o r Sc hm id e n , Do c t ri n al Th eo l og y o f t h e E va ng e li c a/ L u th e ra n Ch u rch , p. 383
432
tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señ or, para gloria de Dios Padre". Pero en
adición a este hay otros varios pasajes, por ejemplo Mar. 16: 19; Luc. 24: 26; Juan 7: 39;
Hech. 2 : 33 ; 5 : 31; Rom. 8 : 17, 34; Ef. 1 : 20 ; 4: 10; I Tim. 3 : 16; Heb. 1 : 3 ; 2 : 9; 10:
12. Hay una relación estrecha entre los dos estados. El estado de exaltación debe
considerarse como el resultado judicial del estado de humillación. En su capacidad de
Mediador Cristo cumplió las demandas de la ley en sus aspectos representativo y penal,
pagando el castigo del peca do y mereciendo la vida eterna. Por lo tanto, tenían que seguirle
su justificación, y el acto de entrar en posesión de la recompensa. Puesto que El era una
persona pública y había cumplido su obra públicamente, la justicia requería que la
exaltación fuera también asunto público. La exaltación de Cristo tuvo un triple significado.
Cada una de las etapas fue una declaración práctica de Dios en cuanto a que Cristo había
cumplido las demandas de la ley y estaba capacitado, por lo mismo, para obtener su
recompensa. Las dos primeras etapas también tienen significado ejemplar, puesto que
simbolizaban lo que tendrá lugar en la vida de los creyentes. Y , finalmente, todas las cuatro
etapas estuvieron destinadas para ser útiles en la glorificación perfecta de los creye ntes.
175
Theology as an Empirical Science, pp. '77, 78.
176
Realities of Christian Theology, p. 138.
433
nuevo, lo que quiere decir la ortodoxia es algo, b ásicamente bueno, es decir, que el Dios
grande y misericordioso nos sirve y no se considera demasiado bondadoso para hacerse
nuestro alimento humano diario. Quizá la forma de la doctrina ortodoxa era necesaria
cuando la doctrina fue seleccionada, pero ese ser terrible, el hombre moderno, nada tiene
que hacer con ella". 177
LA RESURRECCIÓN
177
Christianity in Its Modern Expression, p. 144.
434
178
Theology as an Empirical Science, p. 77
435
179
Compárese Kuyper, E Voto II, pp. 248 y sig.; Millingan, The Resurrection of the Dead, pp. 117 y sig.
436
LA ASCENSIÓN
180
Compárese Milligan , The Ascension and Heavenly Priesthood of our Lord, pp. 24 y siguientes; Swete, The
Ascended Christ, pp. 8 y sig.; Gore, The Reconstruction of Belief. pp. 272 y sig.
439
humana. Fue una transición local, un ir de aquí hacia allá. De consiguiente, esto
implica, que el cielo es un lugar de la misma manera que la tierra lo es. Pero la
ascensión de Jesús no fue meramente la transición de un lugar a otro; también
incluyó un cambio posterior en la naturaleza humana de Cristo. Esa naturaleza pasó
ahora a la plenitu d de la gloria celestial y se adaptó en forma perfecta a la vida del
cielo. Algunos eruditos cristianos de reciente fecha consideran que el cielo es una
condición, más bien que un lugar, y por tanto no conciben la ascensión unida a la
idea de localidad. Pu eden admitir que hubo un momentáneo levantamiento de Cristo
a la vista de los Once, pero consideran que esto es solamente símbolo del
levantamiento de nuestra humanidad al orden espiritual, muy por arriba de nuestra
vida presente. No obstante, la idea de l ocalidad está favorecida por las siguientes
consideraciones:
a. El cielo está representado en la Biblia como el lugar de habitación de seres
creados (ángeles, santos, la naturaleza humana de Cristo). Todos estos, de
alguna manera, están relacionados con el es pacio; solamente Dios está sobre
todas las relaciones espaciales. Por supuesto, las leyes que se aplican en el
espacio celestial pueden diferir de las que se aplican en el espacio terrenal.
b. El cielo y la tierra en la Escritura repetidas veces se colocan en
yuxtaposición. De esto parecerá deducirse que si el uno es lugar, el otro debe
también ser lugar. Sería absurdo poner un lugar y una condición en
yuxtaposición, de este modo.
c. La Biblia nos enseña a pensar en el cielo como de un lugar. Varios pasajes
dirigen nuestro pensamiento hacia arriba al cielo, y hacia abajo al infierno,
Deut. 30: 12; Josué 2: 11; Sal. 139: 8; Rom. 10: 6, 7. Esto no tendría
significado alguno si los dos, en algún sentido de la palabra, estuvieran
colocados en el mismo lugar.
d. La entrada del Salvador al cielo se describe como un ascenso. Los discípulos
ven a Jesús ascendiendo hasta que una nube lo intercepta escondiéndose de
la mirada de ellos. El mismo color local está presente en la mente del
escritor de Hebreos en 4: 14.
2. Fue también modelo en cuanto a que fue profético de la ascensión de todos los
creyentes que ya están sentados con Cristo en lugares celestiales, Ef. 2: 6, y están
destinados a permanecer con Él para siempre, Juan 17: 24; y también en que la
ascensión revela la restauración inicial del reinado original del hombre, Heb. 2: 7, 9.
181
Credo, p. 113
441
3. Por último, fue también útil para preparar un lugar para aquellos que están en
Cristo. El Señor mismo señala la necesidad de ir al Padre, con el fin de preparar un
lugar para sus discípulos, Juan 14: 2, 3.
1. Prueba escritural del estar sentado. Cuando Cristo se presentó delante del sumo
sacerdote predijo que se sentaría a la diestra del poder, Mat. 26: 64. Pedro menciona
esto en sus sermones, Hech. 2: 33-36; 5: 31. En estos dos pasajes el dativo tei dexiai
tiene que tomarse en el sentido más usual aunque en el primero de los dos la cita del
versículo 34 favorece la interpretación local. También se hace referencia a esto en
Ef. 1: 20-22; Heb. 10: 12; I Ped. 3: 22 Apoc. 3: 21; 22: 1. Además de estos pasajes
hay otros que hablan del gobierno de Cristo como Rey, Rom. 14: 9; I Cor. 15: 24 -
28; Heb. 2: 7, 8.
182
Institutos, Bk. II, XVI. 15.
442
3. La obra de Cristo durante su estar sentado. Merece que insistamos en que Cristo,
aunque está sentado a la diestra de Dios, no es nada más un recipiente pasivo del
dominio, poder, majestad y gloria divinos, sino que está activamente empeñado en
la continuación de su obra medianera.
a. Puesto que la Biblia relaciona con mucha frecuencia "el estar sentado" con
el gobierno real de Cristo, es natural pensar, primero que todo, en su obra
como Rey. Gobierna y protege a su iglesia por medio de su Espíritu Santo, y
también la gobierna por medio de sus oficiales designados. Tiene todas las
fuerzas del 'cielo bajo su mandato: Los ángeles son sus mensajeros, siempre
listos para traer sus bendiciones a los santos y para defenderlos de los
peligros que los rodean. Ejerce su autoridad sobre las fuerzas de la
naturaleza, y sobre todos los poderes que son hostiles al Reino de Dios, y
continuará reinando de esta manera hasta que haya sujetado al último
enemig o.
b. No obstante, su obra no se limita a su gobierno real. El es sacerdote para
siempre según el orden de Melquisedec. Cuando clamó en la cruz,
"Consumado es" no quiso decir que su oficio sacerdotal había terminado,
sino, nada más que sus padecimientos activ os habían llegado a su
terminación. La Biblia también conecta la obra sacerdotal de Cristo con su
"estar sentado'' a la diestra de Dios, Zac. 6: 13; Heb. 4: 14; 7: 24, 25; 8: 1 -6;
9: 11-15, 24-26; 10: 19, 22; I Juan 2: 2. Cristo está presentando
continuamente su sacrificio perfecto al Padre como la base suficiente para la
concesión de la gracia perdonadora de Dios. Está sin cesar, aplicando su
obra sacrificial y haciéndola efectiva para la justificación y santificación de
los pecadores. Además, está haciend o continua intercesión por aquellos que
son suyos, abogando por su aceptación sobre la base de su sacrificio
perfecto, y porque sean guardados del mundo, y haciendo que sus oraciones
y servicios sean aceptables a Dios. Los luteranos insisten en el hecho de que
443
como que simplemente significa "presencia" 183 Pues bien, debe decirse que, en un
sentido, Cristo volvió en el Espíritu Santo, y como tal está presente ahora en la
Iglesia. Pero este fue un regreso espiritual, en tanto que la Bi blia nos enseña a
esperar un retorno físico y visible de Cristo, Hech. 1: 11. Aun pasado ya Pentecostés
se nos enseña a esperar la venida de Cristo, I Cor. 1 : 7; 4 : 5; 11 : 26; Fil. 3 : 20;
Col. 3 : 4 ; I Tes. 4 : 15-17; II Tes. 1 : 7-10; Tito 2 : 13 ; A poc. 1: 7.
183
Warren, The Pa rousia; J. M. Campbell, Th e Second Coming of Christ.
445
Se ha hecho costumbre hablar de tres oficios en relación con la obra de Cristo, el profético,
el sacerdotal, y el real. Aunque algunos de los primitivos Padres de la Iglesia hablaron ya
de los diferentes oficios de Cristo, Calvino fue el primero en reconocer la importancia de
distinguir los tres oficios del Mediador llamando la atención a este asunto en un capítulo
completo de sus Institutos. 184 Entre los luteranos Gerhard fue el primero en desarrollar la
doctrina de los tres oficios, Quenstedt consideró la triple distinción, más bien, como carente
de significado y llamó la atención al hecho de que algunos teólogos luteranos distinguían
únicamente dos oficios, combinando el profético con el sacerdotal. Desde los días de la
Reforma la distinción se adoptó casi de modo general como uno de los lugares comunes de
la teología, aunque no hubo acuerdo general en cuanto a la importancia relativa de los
oficios, ni en cuanto a su i nterrelación. Algunos colocaron el oficio profético en la mayor
prominencia, en tanto que otros hicieron esto con el sacerdotal, y otros más con el real.
Hubo quienes les aplicaron la idea de una sucesión cronológica pensando que Cristo actuó
como profeta durante su ministerio público sobre la tierra; que actuó como sacerdote en sus
últimos sufrimientos y muerte en la cruz, y como rey, ahora que está sentado a la diestra de
Dios. No obstante, otros correctamente insistieron en el hecho de que El debe ser
considerado en funciones de su triple capacidad tanto en su estado de humillación como en
el de exaltación. Los socinianos reconocieron en verdad sólo dos oficios: Cristo funcionó
como profeta en la tierra, y funciona como rey en el cielo. Aunque hablaron de Cristo como
sacerdote, clasificaron su obra sacerdotal bajo la real y, por tanto, no reconocieron su
sacerdocio terrenal.
Hubo mucha oposición en la Iglesia luterana a la doctrina de los tres oficios de Cristo.
Ernesti da un sumario de las objeciones que se levantaron. Según él, la división es
puramente artificial; los términos profeta, sacerdote y rey no se usan en la Escritura en el
sentido que implica esta división; es imposible discriminar claramente una función de la
184
Libro II, Cap. XV.
447
otra en la obra de Cristo; y los términos tal como se usan en la Escritura se aplican a Cristo
nada más con el sentido de tropos, y por tanto, no pueden tener un significado preciso unido
a ellos, para designar fracciones particulares de la obra de Cristo. En respuesta a esto puede
decirse que hay muy poca fuerza en esta crítica del uso de los términos, puesto que se usan
a través del Antiguo Testamento como designaciones para aquellos que en los oficios de
profeta, sacerdote y rey tipificaron a Cristo. La única crítica en verdad significat iva se debe
al hecho de que en Cristo los tres oficios están unidos en una persona. El resultado es que
no podemos discriminar tajantemente entre las diferentes funciones de la obra oficial de
Cristo. La obra mediatoria siempre es trabajo de una persona co mpleta; ningún acto
particular puede limitarse a uno solo de los oficios. De los teólogos luteranos posteriores,
Reinhard, Doederlein, Storr y Bretschneider rechazaron la distinción. Ritschl también la
objetó y sostuvo que el término "vocación" debiera tom ar el lugar de la palabra equívoca
"oficio". Además, considera la función real o la actividad de Cristo como fundamental, y la
sacerdotal y profética como secundaria y subordinada; la primera, para indicar la relación
del hombre con el mundo, y la última, su relación con Dios. Además, insiste en el hecho de
que su realeza profética y sacerdotal debe afirmarse por igual acerca de su estado de
humillación como del de su exaltación. Haering sigue a Ritshl en su negación de los tres
oficios y en su énfasis sobr e la vocación. La teología moderna es adversa a la idea
completa, en parte debido a que le disgusta la terminología de las escuelas, y en parte
porque rehúsa pensar en Cristo según su carácter oficial. Está tan enamorada de Cristo
como el Hombre Ideal, el amante Ayudador y el Hermano Mayor tan verdaderamente
humano, que teme considerarlo en su función formal mediatoria, puesto que esto serviría
para deshumanizarlo.
IMPORTANCIA DE LA DISTINCIÓN
La distinción de los tres oficios de Cristo es valiosa y debe c onservarse, a pesar del hecho
de que su aplicación consistente con los dos estados de Cristo no siempre resulta fácil ni
siempre ha sido igualmente exitosa. El hecho de que Cristo fue ungido para un oficio triple
encuentra su explicación en el hecho de que el hombre fue planeado desde el principio para
este triple oficio y trabajo. Según fue creado por Dios, el hombre era profeta, sacerdote y
rey, y como tal fue capacitado con conocimiento y entendimiento, con justicia y santidad, y
con dominio sobre la baj a creación. El pecado afectó a toda la vida del hombre y se
manifestó no sólo como ignorancia, ceguedad, error y mentira, sino también como
injusticia, culpa, y corrupción moral, y además de eso, como miseria, muerte y destrucción.
De aquí que se hiciera necesario que Cristo como nuestro Mediador fuera profeta, sacerdote
y rey. Como profeta presenta a Dios ante el hombre; como sacerdote presenta al hombre en
448
la presencia de Dios; y como rey ejerce su dominio, y restaura el dominio original del
hombre. El racionalismo reconoce únicamente al oficio profético de Cristo; el misticismo
tan sólo su oficio sacerdotal; y el quilianismo pone un énfasis unilateral sobre su futuro
oficio real.
EL OFICIO PROFÉTICO
1. Los términos usados en la E scritura. El Antiguo Testamento usa tres palabras para
designar el profeta, es decir, nabhi, ro'eh, y chozeh. El significado radical de la
palabra nabhi es incierto, pero con toda evidencia se descubre en pasajes como Ex
7: 1 y Deut. 18: 18 que la palabra designa a uno que viene con un mensaje de Dios
para el pueblo. Las palabras ro'eh y chozeh acentúan el hecho de que el profeta es
uno que recibe revelaciones de Dios, particularmente en forma de visiones. Estas
palabras se usan de manera indistinta. Otras designaciones son "hombre de Dios",
"mensajero de Dios", y "vigilante". Estos nombres indican que los profetas están en
el servicio especial del Señor, y vigilan los intereses espirituales del pueblo. En el
Nuevo Testamento se usa la palabra prophétes, que está compuesta de pro y phemi.
La preposición no es temporal en este caso. Consecuentemente, la palabra prophemi
no significa "predecir" sino "expresar". El profeta es uno que expresa o que dice lo
que Dios quiere. De los dos nombres, tomados en conjunto, reunimos el significado
de que, profeta es uno que ve las cosas, es decir, que recibe revelaciones, que está
en el servicio de Dios particularmente como mensajero, y que habla en nombre de
Dios.
2. Los dos elementos combinados en la idea. Los pasajes clásic os, Ex 7: 1 y Deut. 18:
18 indican que hay dos elementos en la función profética, uno pasivo y el otro
activo; uno receptivo y el otro productivo. El profeta recibe revelaciones divinas en
sueños, visiones, o comunicaciones verbales; y pasa éstas al pueblo , sea oral o
visiblemente, en acciones proféticas, Núm. 12: 6 -8; Isa. 6; Jer. 1: 4-10; Ez. 3: 1-4,
17. De estos dos elementos el pasivo es el más importante, debido a que controla al
elemento activo. Sin recibir, el profeta no puede dar, y no puede dar más de lo que
recibe. Pero el activo también es un elemento integral. Uno que recibe revelación no
es todavía necesariamente un profeta. Pensemos en Abimelec, Faraón y
449
grande como parece serlo. En las palabras de La Touche diremos : "En realidad, al
reconocer la escuela ancha la importancia verdadera de la personalidad de Jesús más bien
que de su enseñanza, intenta un poco más que una exaltación de la pedagogía por el
ejemplo sobre la pedagogía por el precepto". Cristo es, después de todo, únicamente un
gran maestro. El modernismo actual está por completo bajo la preponderancia de esta
escuela ancha. Aun en la misma teología bartiana hay un énfasis que parece acercarla
mucho en línea con la teología moderna. Walter Lowrie dice correctamente: "Es
característico de la teología ba rtiana que con preferencia piense del Mediador como
Revelador".185 Se nos dice repetidas veces por medio de Barth y Brunner que la revelación
es la reconciliación. Luego, de nuevo, la reconciliación se representa como la revelación.
En el reciente Symposium sobre Revelación, Barth dice: "Jesucristo es la revelación,
porque en su existencia El es la reconciliación. . . . La existencia de Jesucristo es la
reconciliación y, por tanto, El es el puente sobre el golfo que se ha abierto aquí". 186 La cruz
se define a veces como la revelación de la absoluta contradicción, el conflicto final entre
este mundo y el otro. Consecuentemente, Zerbe dice que la muerte de Cristo, según Barth,
no es en forma exacta una expiación de la segunda persona de la divinidad por el pecado
del mundo, sino "un mensaje de Dios para el hombre, en realidad, el último mensaje; la
negación fundamental; el juicio sobre toda posibilidad humana, especial -mente la religión".
Pero aunque es cierto que en la teología bartiana el Mediador es primero que todo el
Revelador, esto no quiere decir que deje de hacer justicia al sacrificio y obra expiatoria de
Cristo. 187 Sídney Cabe hasta dice en su obra The Doctrine of the Work of Christ: "Para
Barth la cruz es central en el mensaje cristiano. 'Todo brilla a la l uz de la muerte de Cristo y
todo está iluminado por ella'." 188
185
Our Concern With the Theology of Crisis, p. 152.
186
Pp. 55 y sig.
187
Compárese especialmente Brunner, The Mediator, Cap. XVII -XXI.
188
P. 244.II
452
La palabra del Antiguo Testamento para sacerdote es casi sin excepción kohen. Las únicas
excepciones se encuentran en pasajes que se refieren a sacerdotes idólatras, II Reyes 23: 5;
Oseas 10: 5; Sof. 1: 4, en donde se encuentra la palabra chemarim. El significado original
de kohen es incierto. No es imposible que en los primeros tiempos denotar a un funcionario
civil lo mismo que un eclesiástico, compárese I Reyes 4: 5; II Sam 8: 18; 20: 26. Es claro
que la palabra siempre denotó a alguien que ocupaba una posición honorable y de
responsabilidad, investido con autoridad sobre otros; y que casi sin excepción sirve para
designar un oficio eclesiástico. La palabra del Nuevo Testamento para sacerdote es hiereus,
que al principio parece haber designado a "un poderoso" y posteriormente "una persona
sagrada", "una persona dedicada a Dios".
La Biblia hace amplia, pero importante distinción entre profeta y sacerdote. Los dos reciben
su designación de parte de Dios, Deut. 18: 18 y sig. ; Heb. 5: 4. Pero el profeta fue
designado para ser representante de Dios ante el pu eblo, para ser su mensajero, y para
interpretar su voluntad. Fundamentalmente era un maestro de religión. El sacerdote, por
otra parte, era el representante del hombre ante Dios. Tenía el privilegio especial de
acercarse ante Dios y de hablar y de actuar en beneficio del pueblo. Es verdad que los
sacerdotes también fueron maestros durante la antigua dispensación, pero su enseñanza
difirió de la de los profetas. Aunque estos últimos insistían en los deberes morales y
religiosos, en las responsabilidades, y e n los privilegios, aquellos insistían en las
observancias rituales incluidas en el acercamiento adecuado ante Dios.
4. Su trabajo especial es ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Pero el trabajo del
sacerdote incluía mucho más que eso. También hacía intercesión por el pueblo
(Heb. 7: 25), y los bendecía en el nombre del Señor, Lev. 9: 22.
La obra sacerdotal de Cristo fue doble según la Escritura. Su tarea sobre -saliente consistió
en ofrecer un sacrificio todo suficiente por el pecado del mundo. Correspondía al oficio
sacerdotal que ofreciera dones y sacrificios por el pecado.
La idea sacrificadora ocupa un lugar muy importante en la Biblia. Diversas teorías se han
sugerido para explicar el origen y desarrollo de esta idea, de las cuales las siguientes son las
más importantes:
1. La teoría-regalo, que sostiene que los sacri ficios fueron presentados originalmente a
la deidad, entregados con la intención de establecer buenas relaciones y de asegurar
los favores. Esto se basa sobre un concepto de Dios, muy indigno de Él, y que está
totalmente fuera de armonía con la representac ión que de Él hace la Escritura.
Además, esta teoría no explica por qué el regalo había de ser traído siempre en la
forma de un animal pasado a cuchillo. La Biblia no habla de ofrecer regalos a Dios
(Heb. 5: 1), sino únicamente como expresiones de gratitud , y no con el propósito de
cortejar el favor de Dios.
454
Entre aquellos que creen que el elemento propiciatorio estuvo presente aun en los
sacrificios pre-mosaicos hay una diferencia de opinión en cuanto al origen de este tipo de
sacrificios. Algunos son de opinión que Dios instituyó estos sacrificios mediante un
mandato divino directo, en tanto que otros sostienen que la obediencia a ellos se debió a un
impulso natural del hombre acompañado de reflexión. La Biblia no consigna ninguna
declaración especial que demuestre que en aquellos primitivos tiempos Dios ordenara al
hombre servirle con sacrificios. Y no es imposible que el hombre expresara su gratitud y
devoción en los sacrificios, aun antes de la caída, conducido por los impulsos íntimos de su
propia naturaleza. Pero parecería que los sacrificios expiatorios, tiempo después de la caída,
pudieron originarse tan sólo en un mandato divino. Hay mucha fuer za en los argumentos
del Dr. A. A. Hodge. Dice:
2. Sobre la hipótesis de que Dios intentaba salvar a los hombres es inconcebible que
los hubiera dejado sin instrucción respecto a un asunto tan vital como que concernía
a los medios por los cuales podrían aproximarse a su presencia y conciliar su favor.
456
3. Es característico de todas las revelaciones que de sí hace Dios, bajo todas las
dispensaciones, que se manifiesta como celoso del uso que el hombre haga de
métodos desautorizados para adorarlo o servirlo. Uniformemente insiste sobre este
punto preciso de su derecho soberano para dictar métodos de adoración y servicio
tanto como también términos de aceptación.
189
The Atonement, p. 123 y sig.
457
Testamento aunque algunos de ell os están dispuestos a admitir que este carácter se
les atribuyó algunas veces durante el período del Antiguo Testamento, aunque en
una fecha comparativamente posterior y sin garantía suficiente.
5: 7; 15: 3; Ef. 5: 2. La misma explicación se encuentra en los escritos de Juan, Juan 1: 29;
3: 14, 15; I Juan 2: 2; 4: 10. El símbolo de la serpiente de bronce es significativo. Como la
serpiente de bronce no era en sí ponzoñosa, pero no obstante, representaba el c uerpo del
pecado, así Cristo, el único inmaculado, fue hecho pecado por nosotros. Como la serpiente
fue levantada para significar el desplazamiento de la plaga, así el levantamiento de Cristo
en la cruz efectuó el desplazamiento del pecado. Y así como una mirada creyente, puesta en
la serpiente, traía la salud, así la fe en Cristo restaura para la salvación del alma. La
explicación de Pedro en I Ped. 2: 24; 3: 18, y la de Cristo mismo, Marc. 10: 45,
corresponden con lo precedente. El Señor claramente nos di ce que sus penas fueron
vicarias.
EN EL BENEPLÁCITO DE DIOS
siglo malo, según la voluntad de nuestro Dios Padre", Gal 1: 4. Y otra vez, "porque fue el
beneplácito del Padre q ue en El habitara toda la plenitud, y por medio de El reconciliar
todas las cosas consigo", Col. 1: 19, 20. No sería difícil añadir otros pasajes parecidos.
Se puede preguntar: ¿Fue la buena voluntad de Dios hacer que se le considerara como una
voluntad arbitraria o como una que está enraizada en la naturaleza íntima de Dios y que
guarda armonía con sus perfecciones divinas? Esto ha sido explicado por Duns Escoto
como si fuera únicamente una expresión arbitraria de la s oberanía absoluta de Dios. Pero
está más en armonía con la Escritura decir que el beneplácito de Dios para salvar a los
pecadores mediante una expiación substitucionaria se fundó en el amor y en la justicia de
Dios. Fue el amor de Dios el que proveyó un ca mino de escape para los pecadores perdidos,
Juan 3: 16. Y fue la justicia de Dios la que requirió que este camino fuese de tal naturaleza
que satisficiera las demandas de la ley para que Dios "sea justo, y el justificador de aquel
que cree en Jesús", Rom. 3 : 26, En Rom. 3 : 24, 25, hallamos combinados ambos
elementos : "Siendo justificados gratuitamente por su gracia mediante la redención que es
Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para
manifestar su justicia a causa de haber pasado por alto, -en su paciencia, los pecados
pasados". Esta explicación nos defiende de caer en la idea de una voluntad arbitraria.
Con respecto a este asunto ha habido mucha diferencia de opinión. Debemos distinguir las
siguientes posiciones:
La consideraban por lo general, como algo puramente arb itrario los nominalistas de la Edad
Media. Según Duns Escoto no era necesaria de modo inherente, sino que fue determinada
por la voluntad arbitraria de Dios. Esto negaba el valor infinito de los sufrimientos de
Cristo, y los consideraba como un mero equiva lente de la satisfacción que se debía, la cual
se había complacido Dios en aceptar como tal. En esta evaluación, Dios habría aceptado
cualquier otro substituto y hasta podría haber ejecutado la obra de redención sin demandar
satisfacción de ninguna clase. Socinio también negó la necesidad de la expiación. El
arrancó la columna fundamental de semejante necesidad negando la justicia que en Dios
exige que el pecado sea castigado absoluta e inexorablemente. Para él la justicia de Dios
significó únicamente su eq uidad y rectitud moral, en virtud de las cuales no hay
depravación o iniquidad en ninguna de sus obras. Hugo de Grocio lo siguió en esta
negación sobre la base que considera a la ley de Dios como un edicto positivo de su
voluntad, que Dios puede aflojar o poner a un lado totalmente. Los arminianos participan
de los conceptos de Grocio sobre este punto. Uno y todos niegan que hubiera sido necesario
que Dios procediera de manera judicial en la manifestación de su gracia, y sostuvieron que
podría haber perdonado el pecado sin demandar ninguna satisfacción. Schleiermacher y
Ritschl, que han tenido una influencia dominante en la teología moderna, se apartaron por
completo del concepto judicial de la expiación. Como abogado de las teorías místicas y de
influencia moral de la expiación, negaron el hecho de una reconciliación objetiva, y por
tanto, por implicación, también su necesidad. Con ellos y con toda la teología moderna
ancha, en general, la explicación se convierte únicamente en un acuerdo mutuo (at one
ment), o reconciliación efectuada mediante el cambio de las condiciones morales del
pecador. Algunos hablan de una necesidad moral, pero rehúsan reconocer cualquier
necesidad legal.
Algunos de los más prominentes Padres de la Iglesia, como Atanasio, Agustín y Aquino,
negaron la necesidad absoluta de la reconciliación y le adscribieron una mera necesidad
463
hipotética. Tomás de Aquino difirió de esta manera de Anselmo, por una parte; pero
también, por otra parte, de Duns Escoto. Esta fue también la posición tomada por los
Reformadores. El rector Frank dice que Lutero, Zwinglio y Calvino evadieron
unánimemente la doctrina de Anselmo respecto a la necesidad absoluta de la expiación, y le
adscribieron nada más una necesidad relativa o hipotética, basada en el soberano albedrío
de Dios, o en otras palabras, sobre el decreto divino. Participan de esta opinión Seeberg,
Mosley, Stevens, Mackintosh, Bavinck, Honig y otros. Compárese también Turreti n, en su
obra The Atonement of Christ, p. 14. Calvino dice: "Profundamente nos atañe que el que
había de ser nuestro Mediador tuviera que ser verdadero Dios y verdadero hombre. Si
inquiriéramos acerca de la necesidad de esto descubriríamos que no es lo que comúnmente
se llama necesidad simple o absoluta, sino que se deriva del decreto divino del que depende
la salvación del hombre. Lo que era mejor para nosotros, nuestro Padre misericordioso lo
determinó".190 La expiación fue necesaria, por tanto, debido a qu e Dios soberanamente
determinó que el pecado no podría ser perdonado sobre ninguna otra condición. Esta
posición sirvió como natural para exaltar el soberano albedrío de Dios al hacer provisión
para la redención del hombre. Algunos teólogos posteriores, ta les como Beza, Zanchius y
Twisse, participaron de esta opinión, pero según Voetius el primero de estos cambió de
opinión al final de sus días.
190
Heídelberg Catechism, Pregunta 40; y Canons of Dort II, Art. 1
191
Ibid.
464
punitiva de Dios como tina de las perfecciones in herentes del Ser divino, aunque los
Reformadores como es natural, nada de esto quisieron negar en forma absoluta.
1. Parece que la Escritura enseña con claridad que Dios, en virtud de su santidad y
justicia divinas, no puede simplemente pasar por alto el desafío a su infinita
majestad, sino que necesita visitar el pecado con castigo. Se no s dice repetidamente
que por ningún motivo justificará al culpable, Ex 34: 7; Núm. 14: 18; Nah. 1: 3.
Odia al pecado con odio divino; todo su Ser reacciona en contra de él, Sal 5: 4 -6;
Nah. 1: 2; Rom. 1: 18. Pablo arguye en Rom. 3: 25, 26 que era necesario que Cristo
fuera ofrecido como sacrificio expiatorio por el pecado, para que Dios pudiera ser
justo aunque justificara al pecador. La cosa más importante era que la justicia de
Dios debía sostenerse. Esto señala claramente el hecho de que la necesidad de la
expiación se origina en la naturaleza divina.
5. La asombrosa grandeza del sacrificio que Dios mismo proveyó implica también la
necesidad de la expiación. Dios dio su Hijo Unigénito para que se sometiera a los
más amargos sufrimientos y a muerte vergonzosa. Ahora bien, no es concebible que
Dios hubiera hecho esto, si lo hubiera considerado innecesario. El Dr. A. A. Hodge
dice correctamente : "Este sacrificio resultaría penosamente fuera de lugar si fuera
alg o que no llegara a ser del todo necesario en relación con el fin indicado para
alcanzarse es decir, a menos que en verdad sea el único medio posible de
salvación para el hombre pecador. Seguramente Dios no habría hecho de su Hijo un
sacrificio inservible por la única razón de hacerlo". 192 Es también digno de notarse
que Pablo arguye en Gal 3: 21 que Cristo no habría tenido que ser sacrificado si la
ley pudiera dar la vida. La Biblia habla explícitamente de los sufrimientos de Cristo
como necesarios en Luc. 24: 26; Heb. 2: 10; 8: 3; 9: 22, 23.
Hay especialmente dos objeciones que frecuentemente se levantan contra la idea de que
Dios hubiera tenido que demandar satisfacción para poder perd onar el pecado, y que por no
haber otro medio constituyó a su Hijo Unigénito en sacrificio por el pecado del mundo.
192
The Atonement, p. 237
466
El hombre puede, y con frecuencia perdona gratuitamente a los que les hacen mal, pero,
según el concepto que estamos considerando, Dios no puede "perdonar a menos que reciba
satisfacción". Esto quiere decir que El es menos bueno y menos caritativo que los
pecadores. Pero los que levantan esta objeción dejan de observar que Dios no puede,
simplemente, compararse con un individuo particular, que sin injusticia puede perdonar
ofensas personales. Dios es el Juez de toda la tierra, y en ese carácter debe mantener la ley
y ejercitar justicia estricta. Un juez puede ser muy compadecido, generoso y perdonador ,
como individuo particular; pero en su carácter oficial debe preocuparse porque la ley siga
su curso. Además, esta objeción ignora abiertamente el hecho de que Dios no estaba en la
obligación de abrir un camino de redención para el hombre desobediente y c aído, sino que
podía con perfecta justicia haber dejado al hombre en la condenación que éste eligió. La
base de su determinación de redimir a un considerable número de la raza humana, y en
ellos a la raza misma, puede encontrarse en su buena voluntad. El a mor revelado a los
pecadores en la buena voluntad divina no surgió porque Dios buscara alguna satisfacción,
sino que fue completamente soberano y gratuito. El Mediador mismo fue un regalo del
amor del Padre, que naturalmente no podía ser contingente con la expiación. Y , por último,
no debe olvidarse que Dios mismo hizo la reconciliación. El tuvo que hacer el sacrificio
tremendo, el sacrificio de su Unigénito y Amado Hijo, para salvar a sus enemigos.
Dice David Smith, el autor de la obra In the Days of His Flesh: "La teoría pen al de la
satisfacción coloca un golfo entre Dios y Cristo presentando a Dios como al juez severo
que insiste en la ejecución de la justicia, y a Cristo como el Salvador digno de mejor suerte
que se interpone y satisface la demanda legal del Padre apaciguan do su justa ira. No son
uno ni en su actitud hacia los pecadores ni en el papel que desempeñan. Dios está
propiciado; Cristo es el que propicia; Dios inflige el castigo, Cristo es el que lo sufre: Dios
cobra la deuda, Cristo la paga". 193 Esta objeción se fun da también en un error, un error por
el que tienen que avergonzarse, cuando menos en parte, aquellos cristianos que hablan y
193
The Atonement in the Light of History and the Modem Spirit, p. 106.IV
467
cantan como si Cristo, más bien que el Dios triuno, fuera exclusivamente el autor de su
salvación. La Biblia nos enseña que el Dios triuno proveyó de gracia la salvación de los
pecadores. No hubo nada que lo constriñera. El Padre hizo el sacrificio de su Hijo, y el Hijo
se ofreció voluntariamente. No hubo cisma sino la más hermosa armonía entre el Padre y el
Hijo. Compárese Sal 40: 6 -8; Luc. 1: 47-50, 78; Ef. 1: 3-14; 2: 4-10; I Ped. 1: 2.
LA EXPIACIÓN ES OBJETIVA
Esto significa que la expiación hace su impresión principal sobre la persona a qu ien se
aplica. Si un hombre hace mal y presenta una satisfacción, ésta tiene la intención de
influenciar a la persona ofendida y no a la parte que ofendió. En el caso que estamos
considerando significa que la expiación se intenta para propiciar a Dios y re conciliarlo con
el pecador. Indudablemente esta es la idea fundamental, pero no implica que no podamos
también declarar que el pecador ha sido reconciliado con Dios. La Biblia hace esto en más
de un lugar, Rom. 5: 10; II Cor. 5: 19, 20. Pero debería record arse que esto no equivale a
decir que el pecador está expiado, lo que significaría que Dios hace restitución o
reparación, que El es el que presenta la satisfacción al pecador. Y aun cuando hablamos del
pecador como reconciliado ya, debemos entenderlo como algo que es secundario. El Dios
reconciliado justifica al pecador que acepta la reconciliación y de este modo hace en su
corazón mediante el Espíritu Santo, que el pecador deponga también su perversa separación
de Dios, y que así participe de los frutos d e la expiación perfecta de Cristo. En otras
palabras, el hecho de que Cristo reconcilia a Dios con el pecador da por resultado una
acción refleja sobre el pecador, en virtud de la cual se dice que éste ha sido reconciliado
con Dios. Puesto que la expiación objetiva mediante Cristo es un hecho cumplido, y ya es
el deber de los embajadores de Cristo inducir a los pecadores a que acepten la expiación y
pongan fin a su hostilidad para con Dios, no hay que asombrarse de que el lado secundario
468
2. La posibilidad de la expiación vicaria. Todos los que abogan por una teoría
subjetiva de la expiación levantan una objeción formidable a la idea de la expiación
vicaria. Consideran inconcebible que un Dios justo transfiriera su ira en contra de
los ofensores morales a una parte por completo inocente, y que tratara judicialmente
al inocente como si fuera el culpable. Hay sin duda aquí una verdadera dificultad,
que resulta especialmente de atender al hecho de que esto parece ser lo contrario de
toda analogía humana. De la posibilidad de transferir una deuda pecuniaria no
podemos llegar a la conclusión de que es igualmente posible transferir una deuda
penal. Si una persona benévola ofrece pagar la deuda pecuniaria de otra, el pago
debe aceptarse y el deudor queda ipso facto libre de toda obligación. Pero este no es
el caso cuando alguien ofrece expiar vicariamente la transgresión de otro. Para que
esto resulte legal ti ene que permitirse en términos expresos y autorizarse por el
legislador. Refiriéndonos a la ley esto se llama indulgencia y refiriéndonos al
pecador esto se conoce como remisión. El juez no está obligado a la indulgencia
aunque puede permitirla ; pero lo h aría únicamente bajo ciertas condiciones, por
ejemplo
a. Que la parte culpable misma no esté en posibilidad de aguantar la pena
desde el principio hasta el fin, de modo que se presenta una relación de
justicia
b. Que la transferencia no usurpe los derechos y p rivilegios de terceras partes
inocentes, ni les cause penalidades y privaciones
c. Que la persona que sufra la pena no esté en deudas con la justicia, ni deba
absolutamente todos sus servicios al gobierno
d. Que la parte culpable tenga conciencia de su culpa y del hecho de que el
substituto está sufriendo en su lugar. En vista de todo esto se encontrará que
transferir la deuda penal, es casi, si no enteramente, imposible entre los
hombres. Pero en el caso de Cristo, que es por completo único, porque en él
se alcanzó una situación que no tiene paralelo, todas las condiciones
mencionadas se dieron cita. No se cometió injusticia de ninguna clase.
fue imputada a Él, y el castigo de ellos transferido a Él. Esto en ningún sentido es lo
que Bushnell quiere decir cuando ha bla del "sacrificio vicario", de Cristo. Porque
Bushnell simplemente quiere decir que Cristo llevó nuestros pecados "en sus
sentimientos, y con estos se identificó con aquellos cual amigo simpático,
poniéndose, y poniendo su misma vida, en el esfuerzo de r estaurar la misericordia ;
en una palabra, que El llevó nuestros pecados exactamente en el mismo sentido en
que llevó nuestras enfermedades 194. Los sufrimientos de Cristo no fueron
exactamente los de un amigo, sino los sufrimientos substitucionarios del Cord ero de
Dios por el pecado del mundo. Las pruebas de la Escritura a este respecto pueden
clasificarse como sigue :
a. El Antiguo Testamento nos enseña a considerar los sacrificios que eran
traídos como vicarios al altar. Cuando el Israelita traía un sacrificio al Señor,
ponía su mano sobre la cabeza de la víctima, y confesaba su pecado. Esta
acción simbolizaba la transferencia del pecado a la víctima, y la hacía
adecuada para expiar al pecado del ofrendante, Lev. 1: 4. Cave y otros
consideran que esta acción tan sólo era el símbolo de dedicación. 195 Pero
esto no explica cómo la imposición de las manos hacía que el sacrificio
fuera adecuado para hacer expiación por el pecado. Tampoco está en
armonía con lo que se nos ha enseñado respecto al significado de la
imposición de las manos en el caso del macho cabrío para Azazel en Lev.
16: 20-22. Después de la imposición de las manos la muerte se infligía
vicariamente al sacrificio. El significado de esto se indica con claridad en el
pasaje clásico que se encuentra en Lev. 17: 11: "Porque la vida de la carne
en la sangre está, y por tanto os la he dado para hacer expiación sobre el
altar por vuestra alma; y la misma sangre será expiación de la persona". Dice
el Dr. Vos: "la víctima animal en su muerte toma el lugar de la mu erte
merecida por el ofrendante. Es ojo por ojo". Los sacrificios traídos de esta
manera eran prefiguraciones del gran sacrificio de Jesucristo.
b. Hay varios pasajes en la Escritura que hablan de nuestros pecados como que
"fueron puestos sobre" Cristo, y de que El "llevó" el pecado o la iniquidad,
Isa. 53: 6, 12; Juan 1: 29; II Cor. 5: 21; Gal 3: 13; Heb. 9: 28; I Ped. 2: 24.
Sobre la base de la Escritura podemos, por tanto, decir que nuestros pecados
son imputados a Cristo. Esto no significa que nuestra peca minosidad haya
sido transferida a Él algo que en sí es manifiestamente imposible sino
194
Vicarious Sacrifice, p. 46.
195
The Scripttoral Doctrine of Sacrifice, pp. 129 y siguien te.
473
196
Outlines of Theology, 408.
197
Light From the Ancient East, p. 153.
474
198
Pág. 129.
475
199
Arma dirigible de los aborígenes australianos que vuelve al que la arrojó cuando yerra el blanco. N. del T.
476
Sostienen algunos que tal expiación fue del todo innecesaria, sea porque el pecado no
encierra culpa y por lo tanto no exige expiación, o porque no puede haber obstáculo en
Dios para el perdón gratuito del pecado siendo El nuestro Padre celestial y esencialmente
un Dios de amor. Si el hombre puede y con frecuencia lo hace perdonar al penitente sin
demandar ni recibir satisfacción, Dios nuestro ejemplo perfecto con seguridad puede hacer
eso y quiere hacerlo. Esta es la objeci ón común de todos aquellos que abogan por una teoría
del todo subjetiva de la expiación. No obstante, debe responderse, que la Biblia en verdad
nos enseña a considerar al pecado como culpa; y porque es culpa hace que el hombre quede
sujeto a la ira de Dios y lo convierte en merecedor del castigo divino. Además, la idea de
una paternidad universal de Dios, en virtud de la cual El ama a todos los hombres con un
amor redentor, es por completo externa a la Escritura. Y si Dios es un Padre también es un
juez; si él es un Dios de amor también es un Dios de justicia y santidad. No hay un solo
atributo de Dios que domine y determine la expresión de todas las otras perfecciones
divinas. Finalmente, no debe olvidarse que lo que el hombre puede hacer como individuo
particular no lo puede hacer siempre cuando actúa en su capacidad de juez.
Estrechamente relacionada con la objeción precedente está la que sostiene que semejante
expiación se apartaría del carácter de Di os: De su justicia, porque castiga al inocente por el
culpable; de su amor porque actúa como un ser cruel, severo e implacable que demanda
sangre para apaciguar su ira, y de su gracia perdonadora puesto que demanda el pago antes
de que pueda o quiera perdonar. Pero Cristo voluntariamente tomó el lugar de los
pecadores, de tal manera que esta substitución no envolvió injusticia de parte de Dios. Si
Dios hubiera actuado por justicia estricta solamente, y no por compasivo amor y
misericordia también, habría de jado perecer al pecador en su pecado. Además, es
enteramente incorrecto decir que, según la doctrina de la satisfacción de la expiación, el
amor y la gracia perdonadora de Dios no hubiera fluido a menos que se hubiera presentado
la satisfacción, puesto que Dios mismo proveyó el rescate, y dando a su Hijo, ya dio
480
Destaca que esta doctrina de la expiación sostiene que Dios transfiere su ira en contra del
pecador a la persona del Mediador, lo que es inconcebible; que también transfiere el castigo
de sobre el pecador a Cristo, lo q ue es manifiestamente ilegal. No obstante, contestando a
esto, diremos, que la ira de Dios no participa de la naturaleza de una venganza personal, tal
como la que nos consta que existe entre los hombres, y la cual encontrarán ellos difícil de
transferir de un objeto de su odio a una persona perfectamente inocente. Es al santo
disgusto de Dios en contra del pecado, al cual el pecador también está expuesto en tanto
que la culpa de su pecado no sea quitada. Es también del todo natural que cuando la culpa
del pecado como digna de castigo fue transferida a Jesucristo, la ira de Dios en contra del
pecado fue también de modo similar transferida. Además, no puede decirse que la
transferencia del castigo a Cristo fue de manera evidente ilegal, porque, es un hecho que El
se identificó con su pueblo. Hizo satisfacción en su carácter de cabeza responsable de una
comunidad, en favor de aquellos que unidos con El constituyeron un cuerpo legalmente
incorporado. Esta unión responsable quedó constituida dice Hodge, (a) por la aceptación
voluntariamente hecha por Cristo de todas las responsabilidades legales de su pueblo, (b)
por el reconocimiento de parte de Dios de la responsabilidad contraída por su Hijo, y (c)
por haber tomado nuestra naturaleza.
Algunos opinan que la Biblia no enseña la expiación vicaria o, que si lo hace, en los
evangelios efectivamente no existe. Y después de todo, lo que cuenta es lo que Jesucristo
enseñó y no lo que Pablo dijo. No necesitamos entrar a una prolongada discusión de este
hecho, puesto que ya hemos demostrado que hay abundante prueba en la Biblia a favor de
la expiación vicaria. Es cierto que no sobresale tan claramente en las enseñanzas de los
evangelios como en las de las epístolas, pero esto se debe al hecho de que (para decirlo con
las palabras de Crawford) "el propósito del ministerio personal del Señor en su vida y
muerte no fue tanto la predicación completa de la expiación, como el cumplimiento de la
expiación para que ésta pudiera ser pre dicada".200 No obstante, los evangelios contienen,
200
The Atonement, p. 385.
481
efectivamente, evidencia suficiente de ella, Mat. 20: 28; Juan 1:29; 3: 16; 10: 11; 15: 13;
Mat. 26: 27; Juan 6: 51.
Puesto que la expiación es algo claramente objetivo, algo que tiene una dirección hacia
Dios, sólo aquellas teorías qu e presentan la obra de Cristo en su intento fundamental de
resguardar al hombre de la ira de Dios y del castigo divino que merecen los pecadores, más
bien que aquellas teorías que hablan de cambiar la actitud del pecador hacia Dios de una
hostil a una de amistad, son las que hablando estrictamente traeremos aquí a consideración.
Las teorías que son por entero subjetivas y que conciben la obra de Cristo tan solo como la
de llevar sobre sí la condición moral del pecador, pueden en estricta lógica, colocarse p or
completo a un lado. Se puede concebir que se las considere como teorías de reconciliación
pero difícilmente pueden considerarse como teorías de expiación. Miley arguye que no
puede haber en realidad más que dos teorías acerca de la expiación. Indica que la expiación
como una base objetiva para el perdón de los pecados, debe responder a una necesidad que,
en efecto, determinará su naturaleza. Esta necesidad debe descansar, sea en el
requerimiento de una justicia absoluta que debe castigar al pecado, o en el oficio rectoral de
la justicia, como una obligación de conservar los intereses de un gobierno moral. En el
primer caso uno llega a la teoría de la satisfacción; en el segundo a la teoría gubernamental
que el mismo Miley prefiere y que encuentra grande a ceptación entre los metodistas, en
general. Alfredo Cave atribuye un carácter objetivo también a la teoría de los primitivos
arminianos en la cual la muerte de Cristo se considera como un substituto por el castigo
impuesto a los pecadores; y a la teoría de McLeod Campbell, que encuentra la importancia
482
verdadera de la obra de Cristo en su arrepentimiento vicario. Y , sin duda es cierto que estas
dos teorías contienen un elemento objetivo. Pero en adición a éstas hay varias teorías
puramente subjetivas. Aunque estas no son, hablando estrictamente, teorías de la expiación,
no obstante, demandan consideración, puesto que se las toma como tales en muchos
círculos. Las siguientes son las teorías más importantes:
Hubo dos teorías en la Iglesia primitiva que merecen una breve mención.
Esto se basa en la singular noción de que la muerte de Cristo constituyo un rescate pagado a
Satanás para cancelar las justas pretensiones que éste tenía sobre el h ombre. Orígenes, uno
de los principales abogados de esta teoría sostuvo que Satanás quedó decepcionado con el
negocio, puesto que el resultado demostró que él no podría permanecer en la presencia
santa de Cristo, ni podría tampoco retener su dominio sobre El. Esta teoría encontró
aceptación entre varios de los Padres de la Iglesia primitiva, aunque no la presentan
siempre con exactitud en la misma forma. Lo que sí demostró fue mucha tenacidad, puesto
que el eco de ella se escuchaba todavía en los días de An selmo. Pero se encontró que era
tan incongruente que por grados desapareció por carecer de una base inteligente.
Mackintosh habla de ella como la teoría exotérica de la Iglesia primitiva.
LA TEORÍA DE LA RECAPITULACIÓN
Ireneo que también expresó la idea de que la muerte de Cristo satisfizo la justicia de Dios y
liberó de esta manera al hombre, dio, no obstante, una gran importancia a la teoría de la
recapitulación, es decir, a la idea que según Orr la expresa es, "que Cristo recapituló en sí
mismo todas las etapas de la vida humana, incluyendo aquellas que corresponden a nuestro
estado como pecadores". Mediante su encarnación y vida humana dio sentido contrario a la
carrera en la que Adán puso a la humanidad por causa de su pecado y de esta manera se
convierte en una nueva levadura en la vida de la humanidad, Comunica la inmortalidad a
aquellos que se unen con El mediante la fe, y efectúa una transformación ética en las vidas
de ellos compensando mediante su obediencia la desobediencia de Adán. Esto, según
Mackintosh, era la teoría esotérica de la Iglesia primitiva.
483
2. Esta teoría no tiene lugar para la idea de que Cristo, mediante el sufrimiento,
soportó el castigo del pecado, y que sus padecimientos fueron vicarios en forma
estricta. La muerte de Cristo es nada más tributo voluntariamente ofrecido al honor
del Padre. Constituye un mérito supererogatorio que compensa los deméritos de
484
Esta teoría fue defendida primero por Abelardo en oposición a Anselmo, y desde aquella
época encontró ardientes defensores. La idea siempre es la misma aunque ha tomado
diferentes formas en las manos de hombres como Y oung, Maurice, Bushnell, Stevens,
David Smith y muchos otros. La idea fundamental es la de que no hay un principio en la
naturaleza divina que necesariamente demande satisfacción por parte del pecador; y que la
muerte de Cristo no debiera considerarse como una expiación por el pecado. Fue sólo una
manifestación del amor de Dios, sufriendo en y con sus criaturas pecadoras, y toma ndo
sobre sí sus enfermedades y dolores. Este sufrimiento no sirvió para satisfacer la justicia
divina sino para revelar el amor divino como también para suavizar los corazones humanos
y conducirlos al arrepentimiento. Ella les da seguridad a los pecadores de que no hay
obstáculo de parte de Dios que le impida perdonar sus pecados. No sólo puede hacer esto
sin recibir satisfacción, sino que aun está ansioso de hacerlo. El único requerimiento es que
los pecadores vengan a Él con corazones penitentes. Las obj eciones siguientes pueden
dirigirse en contra de esta teoría.
2. Aunque sin duda es cierto que la cruz de Cristo fue la manifestación suprema del
amor de Dios, puede considerarse como tal sólo desde el punto de vista de la
doctrina penal sustitucionaria de la expiación, según la cual los suf rimientos y
muerte de Cristo fueron por completo necesarios para la salvación de los pecadores.
Pero según la teoría de la influencia moral sirvieron únicamente al propósito de
hacer una impresión sobre el hombre, impresión que Dios podía haber hecho de
muchas otras maneras, y que, por tanto, para ello, los sufrimientos de Cristo no eran
precisamente necesarios. Y si no eran necesarios, resultaron en verdad una
manifestación cruel del amor de Dios, una contradicción de términos. Los
sufrimientos y muerte de Cristo habrían sido una manifestación del amor de Dios,
únicamente si en efecto, no había otro modo de salvar a los pecadores.
3. Esta teoría despoja a la expiación de su carácter objetivo, y por tanto, deja de ser
una teoría verdadera de la expiación. A lo más llega a ser una teoría unilateral de la
reconciliación. De hecho, no es ni siquiera eso, porque la reconciliación subjetiva es
posible únicamente sobre la base de una reconciliación objetiva. En realidad
confunde el método de Dios de salvar al homb re, con la experiencia humana de ser
salvo, haciendo que la expiación misma consista en sus efectos en la vida de la
obediencia, en unión con Cristo.
4. Por último, esta teoría falla en su propio principio. Resulta sin duda cierto que el
sufrimiento necesari o, es decir, el sufrimiento para algún propósito salvador que no
puede realizarse de ninguna otra manera, es adecuado para producir una profunda
impresión. Pero el efecto de un sufrimiento voluntario, que sea, por completo,
innecesario e infundado, es del todo diferente. De hecho, está desaprobado por la
conciencia cristiana.
Esta teoría fue defendida por los socinianos del Siglo XVI, en oposición a la doctrina de los
Reformadores, de que Cristo expió vicariamente el pecado de la huma nidad. Su principio
fundamental es, que no hay justicia retributiva en Dios que requiera en forma absoluta e
486
inexorable que el pecado sea castigado. Su justicia no le impide perdonar a quien El quiere
sin demandar satisfacción alguna. La muerte de Cristo n o expió el pecado ni tampoco
movió a Dios a perdonarlo. Cristo salva a los hombres revelándoles el camino de la fe y de
la obediencia como camino de vida eterna dándoles un ejemplo de verdadera obediencia
tanto en su vida como en su muerte, e inspirándolos a seguir una vida semejante. Este
concepto, en realidad, no establece conexión directa entre la muerte de Cristo y la salvación
de los pecadores. No obstante, sostiene que la muerte de Cristo puede expiar los pecados
del hombre en atención al hecho de que Cristo como recompensa de su obediencia hasta la
muerte, recibió poder para conceder vida eterna a los creyentes. Esta teoría es objetable por
varias razones.
LA TEORÍA GUBERNAMENTAL
2. Aunque puede decirse que esto contiene un e lemento verdadero, es decir, que el
castigo infligido a Cristo también sirve para asegurar los intereses del gobierno
divino, comete el error de sustituir el propósito principal de la expiación por uno
que, a la luz de la Escritura, puede considerarse, nad a más, como propósito
subordinado.
488
5. Como las teorías de la influencia moral y del ejemplo, fal ta también en explicar
cómo se salvaron los santos del Antiguo Testamento. Si el castigo infligido a Cristo
fue meramente con el propósito de desanimar a los hombres de seguir el pecado, no
tuvo significado retroactivo. ¿Cómo pues se salvaron los que estuv ieron bajo la
antigua dispensación, y cómo se mantuvo el gobierno moral de Dios en aquellos
tiempos?
LA TEORÍA M ÍSTICA
1. No toma en cuenta la culpa del hombre. Según la Escritura la culpa del hombre debe
ser removida para que sea purificado de corrupción; pero la teoría mística,
descuidando la culpa del pecado se preocupa sólo de la expulsión de la corrupción
del pecado. Nada sabe de la justificación, y concibe la salvación haciéndola
consistir en una santificación subjetiva.
2. Descansa sobre falsos principios cuando encuentra en el orden natural del universo
una expresión exhaustiva de la voluntad y naturaleza de Dios, cuando considera al
pecado exclusivamente como una potencia de mal moral en el mundo, lo que no
envuelve culpa alguna, ni merece castigo alguno, y contempla el castigo como una
mera reacción de la ley del univ erso en contra del transgresor, y para nada como una
revelación de la ira personal de Dios en contra del pecado.
4. No tiene respuesta para la pregunta: ¿Cómo pudieron los que vivieron antes de la
encarnación participar de la redención de Jesucristo? Si Cristo, en alguna forma
realista, expulsó la corrupción del pecado durante el tiempo de su peregrinación
sobre la tierra, y ahora continúa desalojándola, y, si la salvación del hombre
depende de este proceso subjetivo, ¿cómo, pues, pudieron los santos del Antiguo
Testamento participar en esta salvación?
1. Puede entenderse inmediatamente que Cristo como hombre haya podido entrar por
la simpatía en nuestras aflicciones y tentaciones, y en el sentim iento de nuestras
enfermedades; pero para nada es claro cómo la encarnación lo capacitó para entrar
en un sentimiento de compañerismo con nosotros en lo que se relaciona con,
nuestros pecados. El fue inmaculado, por completo extraño al pecado, como poder
corrupto en la vida suya, y por tanto, difícilmente podría identificarse, en el sentido
moral, con los pecadores.
2. Aunque puede admitirse que según la Biblia, Cristo simpatizó con los pecadores a
quienes vino a salvar, esta simpatía, ciertamente, no se pres enta como el todo, o
siquiera como la parte más importante de su obra redentora. Todo el énfasis queda
sobre el hecho de que vicariamente soportó los padecimientos que merecen los
pecadores y satisfizo los requisitos de la ley en una vida de obediencia. No obstante,
esta teoría aunque reconoce la justicia retributiva de Dios y el demérito del pecado,
niega la necesidad y la posibilidad de la substanciación penal, y afirma que la obra
de Cristo en beneficio de los pecadores consistió, no en haber padecido po r ellos
sino en haber confesado de manera vicaria los pecados de ellos.
4. Por último, la confesión vicaria, tal como la implica esta teoría, realmente es una
contradicción de términos. La confesión es algo completamente subjetivo, y para ser
válida necesita ser personal. Es el producto de una conciencia personal de pecado, y
también es personal en sus efectos. Es difícil ver cómo podría librarnos de la
obligación de arrepentimos un arrepentimiento tal come el vicario. Además, esta
teoría no tiene fundamento bíblico.
EL PROPÓSITO DE LA EXPIACIÓN
1. Sus EFECTOS CON REFERENCIA A DIOS. Debe acentuarse primero que todo,
que la expiación no efectuó cambio en el Ser íntimo de Dios , el cual es inmutable.
El único cambio que trajo fue el que tuvo que ver en la relación de Dios con los
objetivos de su amor expiatorio. Dios fue reconciliado con aquellos que eran objeto
de su ira judicial. Esto significa que su ira se regresó mediante e l encubrimiento
sacrificatorio del pecado de ellos. La expiación no debe representarse como la causa
que mueve el amor de Dios, porque ella misma ya es una expresión de su amor.
Frecuentemente se le representa como si de acuerdo con la teoría de la santifi cación
Dios no pudiera amar al pecador sino hasta que sus justas demandas hubieran sido
satisfechas. Pero entonces se pasa por alto el hecho de que Cristo ya es el don del
amor de Dios, Juan 3: 16. Al mismo tiempo es perfectamente cierto que la expiación
quitó los obstáculos para la manifestación del amor redentor de Dios en el acto de
perdonar a los pecadores y en su santificación, satisfaciendo la justicia de Dios y las
demandas de la ley en sus dos aspectos, el representativo y el penal.
LA EXTENSIÓN DE LA EXPIACIÓN
propósito de salvar sólo a aquellos a quienes aplica con positivo efecto los
beneficios de su obra redentora. Se han hecho diversos intentos en círculos que
pretenden ser Reformados para modificar esta posición. Los arminianos holandeses
sostienen que Cristo murió con el propósito de hacer posible la salvación para todos
los hombres sin excepción, aunque no todos se salvarán. La salvación se les ofrece
en términos más fáciles que aquellos en que se le ofreció a Ad án, es decir, sobre la
condición de la fe y de la obediencia evangélicas, una condición que ellos pueden
cumplir en virtud del don de Dios de la gracia común, o gracia suficiente, para todos
los hombres. Los universalistas calvinistas procuran mediar entre la posición
Reformada y la de los arminianos. Distinguen un doble decreto de Dios
a. Un decreto para enviar a Cristo al mundo a salvar a todos los hombres por
medio de su muerte expiatoria, sobre la condición de fe en El. No obstante,
debido a que Dios vio que su propósito fallaría, puesto que ninguno podría
aceptar a Cristo por medio de la fe, El hizo que al primero siguiera un
segundo decreto
b. Un decreto para dar a cierto número de elegidos la gracia especial, para
engendrar la fe en sus corazones y para as egurar su salvación. Esta teoría
dudosa y muy insatisfactoria fue sostenida por la Escuela de Saumur
(Cameron, Amyraldus y Testardus, y también por eruditos ingleses como
Wardlaw, John Brown y James Richards. Algunos teólogos de Nueva
Inglaterra, como Emmons, Taylor, Park y Beman tuvieron una teoría un
tanto parecida. Los teólogos Marrow de Escocia fueron perfectamente
ortodoxos al mantener que Cristo murió con el propósito de salvar tan sólo a
los elegidos, aunque algunos de ellos usaron expresiones que ta mbién
señalan hacia una referencia más general de la expiación. Dijeron que Cristo
no murió por todos los hombres, pero que de todos modos ha muerto, es
decir, está disponible para todos. El amor de Dios que da y que es universal
lo condujo a hacer un hecho el regalo y la concesión a todos los hombres; y
esto es el fundamento para la oferta universal de salvación. No obstante, su
amor que elige, amor especial, tiene como resultado la salvación únicamente
de los elegidos. Los más importantes de los teólogos Marrow fueron Hog,
Boston, y los dos Erskine.
frustrarse por las acciones del hombre. Esto se aplica también al propósito
de salvar a los hombres por medio de la muerte de nuestro Señor Jesucristo.
Si hubiera sido su intención salvar a to dos los hombres este propósito no
habría podido ser frustrado por la incredulidad del hombre. Se admite
completamente que sólo un número limitado será salvo. En consecuencia,
ellos son los únicos que Dios ha determinado salvar.
b. La Escritura repetidamente c alifica a aquellos por quienes Cristo puso su
vida de un modo tal que indica una perfecta limitación. Aquellos por quienes
sufrió y murió se llaman de varios modos: "sus ovejas", Jn. 10: 11, 15; "su
iglesia", Hech. 20: 28; Ef. 2: 25 -27; "su pueblo", Mat. 1 : 21, y "los
elegidos", Rom. 8: 32 -35.
c. La obra sacrificadora de Cristo y su obra intercesoria, son, en principio, dos
aspectos diferentes de su obra expiatoria, y por tanto, la medida de la una no
puede ser más amplia que la de la otra. Ahora bien, Cristo muy
definidamente limita su obra intercesoria, cuando dice: "no ruego por el
mundo sino por los que me diste", Juan 17: 9. ¿Por qué limitaría su oración
intercesoria si hubiera pagado el precio de la redención de todos?
d. Debe notarse también que la doctrina de que Cristo murió con el pro -pósito
de salvar a todos los hombres, conduce lógicamente a un universalismo
absoluto, es decir, a la doctrina de que todos los hombres en verdad se
salvarán. Es imposible que aquellos por quienes Cristo pagó el precio, cuya
culpa quitó, se pierdan a causa de aquella culpa. Los arminianos no pueden
detenerse a la mitad de su meta, sino que deben continuar hasta el fin.
e. Si se dice, como algunos dicen que la expiación fue universal, pero que la
aplicación de ella es particular; que Cristo hizo posible para todas las
salvaciones, pero que de manera efectiva sólo salva a un número limitado,
deberá indicarse que hay una inseparable conexión entre la adquisición y
la concesión actual de la salvación. La Biblia enseña claramente que el
designio y efecto de la obra expiatoria de Cristo no es de modo único hacer
posible la salvación, sino reconciliar a Dios y el hombre, y poner a los
hombres en la posesión verdadera de la salvación eterna, una salvación que
muchos fallan en obtener, Ma t. 18: 11; Rom. 5: 10; II Cor. 5; Gal 1: 4; 3: 13;
Ef. 1: 7.
f. Y si se hiciera la afirmación de que el designio de Dios y de Cristo fue con
toda evidencia condicional, contingente con la fe y la obediencia del
hombre, se llamaría la atención al hecho de que la Biblia enseña claramente
que Cristo por medio de su muerte adquirió la fe, el arrepentimiento y todos
496
201
The Doctrine of the Atonement as Ta ught by the Apostles, p. 447.
499
202
Dogm. Theol. II, p. 484.
500
sustitución" 203. Durham negó que cualquiera merced dispensada a los réprobos, y
aun disfrutada por ellos pudiera considerarse el fruto adecuado, o adquirido
mediante la muerte de Cristo; pero al mismo tiempo mantuvo que ciertas
consecuencias de la muerte de Cristo correspondientes a una clase de progreso
pueden alcanzar a los malvados, aunque es dudoso que esto pueda considerarse
como bendición para ellos. Esta fue también la posición que tomaron Rutherford y
Gillespie. Los teólogos Marrow de Escocia, aunque sostenían que Cristo murió con
el propósito de salvar únicamente a los elegidos, dedujeron de la oferta universal de
salvación que la obra de C risto tenía también una consecuencia más amplia, y que,
diciéndolo en sus propias palabras, "Dios el Padre movido únicamente por su amor
gratuito para la humanidad perdida había convertido en hecho el don y la concesión
de su Hijo Jesucristo para todos los hombres". Según ellos, todos los pecadores son
legatarios bajo el testamento de Cristo, no realmente en la esencia, sino en la
administración del pacto de gracia, pero el testamento se hace efectivo nada más en
el caso de los elegidos. La posición de ello s fue condenada por la Iglesia de Escocia.
Varios teólogos Reformados sostuvieron que, aunque Cristo sufrió y murió
únicamente con el propósito de salvar a los elegidos, muchos beneficios de la cruz
de Cristo verdaderamente y eso de acuerdo con el plan de Dios producen
beneficio para los que no aceptan a Cristo por la fe. Creen que las bendiciones de la
gracia común resultan también de la muerte expiatoria de Cristo. 204 Que la obra
expiatoria de Cristo tuvo también importancia para el mundo angelical pare ce
deducirse de Ef. 1: 10; y Col. 1: 20. Las cosas de la tierra y las del cielo han sido
reunidas en Cristo como cabeza (anakephalaiósasthai), Ef. 1: 10, y se han
reconciliado con D ios por medio de la sangre de la cruz, Col. 1: 20. Kuyper sostiene
que el mundo angelical que perdió su jefe cuando Satanás cayó, ha sido
reorganizado bajo la jefatura de Cristo. Esto reconciliaría o uniría al mundo
angelical y al mundo de la humanidad bajo una sola cabeza. Naturalmente, Cristo es
la Cabeza de los ángeles en el s entido orgánico en que es Cabeza de la Iglesia. Por
último, la obra expiatoria de Cristo dará también por resultado un nuevo cielo y una
tierra nueva en los que more la justicia ; un lugar adecuado para la humanidad
nueva y glorificada, y dentro de la libe rtad gloriosa en la que también participará la
baja creación, Rom. 8 : 19-22.
203
Scottish Theology and Theologians, p. 80.
204
Compárese Witsius, De Verbonden II, 9.4: Turretin, Loc. XIV, Preg. 14, Sec. 11; Cunningham, Hist.
Theol. II, p. 332; Hodge, The Atonement, 358 y algunas otras; Grosheide in the Evangelical Quarterly, April,
1940, p. 127. Compárese también Strong, Syst. Theol., p. '772.
501
Aunque la obra sacrificadora de Cristo fue simbolizada al principio mediante las funciones
sacerdotales en el altar de bronce y en los sacrificios traídos a él, su obra intercesora se
prefiguró mediante la quema diaria de incienso en el altar de oro, en el Lugar Santo. La
nube siempre ascendente de incienso no era nada más un símbolo de los que oraban en
Israel, sino también un tipo de la oración sumo sacerdotal de nuestro gran Sumo Sacerdote.
Esta acción simbólic a de quemar incienso no estaba disociada de la entrega de sacrificios
sobre el altar de bronce, sino estrechamente relacionada con ella. Se refería a la aplicación
de la sangre de las más importantes ofrendas por el pecado, la cual se aplicaba a los cuerno s
del altar de oro, llamado también altar del incienso, se rociaba hacia el velo, y en el gran
Día de la Expiación se traía hasta el interior del Lugar Santísimo y se rociaba sobre el
propiciatorio. Esta manipulación de la sangre simbolizaba la presentació n del sacrificio a
Dios que mora entre los querubines. El Lugar Santísimo, claramente, era un símbolo y tipo
de la ciudad cúbica, la celestial Jerusalén. Hay todavía otra relación entre la obra
sacrificadora del altar de bronce y la intercesión simbólica d el altar de oro. El hecho de que
el incienso tuviera que ser quemado, únicamente, sobre brasas ardientes tomadas del altar
502
de los holocaustos, era una indicación del hecho de que la intercesión estaba fundada sobre
el sacrificio y en ningún otro modo podrí a haber sido efectiva. Esto indica con claridad que
la obra intercesora de Cristo en el cielo se funda sobre su obra sacrificadora perfectamente
ejecutada, y sólo sobre esta base es aceptable.
El término paracletos se aplica a Cristo. La palabra se encuentra nada más en Juan 14: 16,
26; 15: 26; 16: 7; I Juan 2: 1. Se traduce "Consolador" en dondequiera que se le encuentre
en el Evangelio de Juan, pero también "Abogado" en el único pasaje en que se trata de Él
en la primera epístola de Juan. La forma es pasiva, y puede, por tanto, dice Westcott,
"significar adecuadamente nada más 'un invitado al lado del otro', y eso con la noción
secundaria de aconsejar o ayudar". 205 Westcott señala que la pala bra tiene ese significado en
el griego clásico, en Filo y también en los escritos de los rabinos. No obstante, muchos de
los Padres Griegos dieron a la palabra un sentido activo, traduciéndola "Consolador", y de
esta manera dieron indebida prominencia a lo que no es sino una aplicación secundaria del
término, aunque sintieron que este significado no se acomodaba con el de I Juan 2: 1. Así
pues, la palabra denota a uno que fue invitado para que ayude, un abogado, uno que aboga
la causa de otro y que también le da consejo sabio. Natural mente, la obra de semejante
abogado traerá consuelo, y por tanto, también puede en sentido secundario llamarse
Consolador. Cristo explícitamente se llama nuestro Abogado, nada más en I Juan 2:1, pero
por implicación también en Juan 14: 16. La promesa, "y yo rogaré al Padre, y El os dará
otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre", implica con claridad que Cristo
también fue un paracleto. El evangelio de Juan aplica regularmente el término al Espíritu
Santo. Su trabajo es en parte idéntico y en parte diferente. Cuando Cristo estuvo en la tierra,
él fue el Abogado de los discípulos, abogando su causa en contra del mundo, y sirviéndoles
con sabios consejos, y ahora el Espíritu Santo va a continuar ese trabajo en la igl esia. Hasta
aquí el trabajo es idéntico, pero también es diferente. Cristo como nuestro Abogado, aboga
la causa del creyente cerca del Padre, en contra de Satanás, el acusador (Zac. 3 : 1; Heb. 7:
25; I Juan 2 : 1 ; Apoc. 12 : 10), en tanto que el Espíritu Santo no sólo aboga la causa de los
creyentes en contra del mundo ( Juan 16: 8), sino que también aboga la causa de Cristo al
lado de los creyentes y les sirve con sabios consejos ( Juan 14:26; 15 : 26 ; 16: 14).
Brevemente, podemos decir que Cristo aboga nuestra causa con Dios, en tanto que el
205
Commentary on the Gospel of John Additional Note after, Cap. XVI.
503
Espíritu Santo aboga la causa de Dios con nosotros. Otros pasajes del Nuevo Testamento
que hablan de la obra intercesora de Cristo se encuentran en Rom. 8: 24; Heb. 7: 25; 9: 24.
Es evidente que esta obra de Cristo no debe disociarse de su sacrificio expiatorio, en el cual
halla la base necesaria. No es sino la continuación de la obra sacerdotal de Cristo, llevada
hasta su perfección. Comparada con la obra sacrificadora , su ministerio de intercesión sólo
recibe poca atención. Hasta en círculos evangélicos se da, frecuentemente, la impresión,
quizá sin entenderlo, de que la obra del Salvador cumplida en la tierra fue mucho más
importante que los servicios que El presta ah ora en el cielo. Parece que se entiende poco
que en el Antiguo Testamento la ministración diaria en el templo culminaba con la quema
del incienso, la cual simbolizaba el ministerio de intercesión ; y que el rito anual del gran
Día de la Expiación alcanzaba su punto más alto cuando el Sumo Sacerdote pasaba del velo
adentro con la sangre de la reconciliación. Tampoco puede decirse que se haya entendido
suficientemente el ministerio de la intercesión. Los cristianos no remachan la atención en
ello, y puede ser que esto sea la causa y también el resultado del extendido fracaso para
entenderlo. La idea prevaleciente es que la intercesión de Cristo consiste exclusivamente en
la oración que ofrece por su pueblo. Ahora bien, no puede negarse que estas oraciones
constituyen parte importante de la obra intercesora de Cristo, pero que no son el total de
ella. El punto fundamental que hay que recordar es que el ministerio de la intercesión no
debe disociarse de la expiación, puesto que son dos aspectos de la misma obra r edentora de
Cristo, y de los dos debe decirse que se funden en uno. Martin encuentra que los dos
aparecen constantemente en yuxtaposición y se relacionan tan estrechamente en la
Escritura, que se siente justificado al hacer la siguiente afirmación: "La ese ncia de la
intercesión es la reconciliación y la reconciliación es esencialmente .una intercesión. O,
quizá, para poner la paradoja en forma blanda : La expiación es verdadera, verdadero
sacrificio y ofrenda, y no una mera fortaleza pasiva, porque en su naturaleza íntima es
una inter-cesión activa e infalible; en tanto que, al contrario, la intercesión es verdadera
intercesión, intercesión judicial, representativa y sacerdotal, y no un mero ejercicio de
influencia, porque esencialmente es una expiac ión u ofrenda substitucionaria,
perfeccionada de una vez por todas en el Calvario y ahora perpetuamente presentada y
gozando la experiencia de perpetua aceptación en el cielo". 206 Analizándola, encontramos
los elementos siguientes en la intercesión de Cristo :
206
The Atonement, p. 115
504
3. No solamente tiene que ver la obra i ntercesora de Cristo con nuestro estado judicial;
sino que también se relaciona con nuestra condición moral, nuestra gradual
santificación. Cuando nos dirigimos al Padre en el nombre de Cristo, El santifica
nuestras oraciones. Ellas lo necesitan porque fre cuentemente son demasiado
imperfectas, triviales, superficiales y hasta insinceras, aunque se dirigen ante uno
505
Hay tres características, especialmente, de la obra intercesora de Cristo, a las que debe
dirigirse la atención
207
Trench, New Te stament Synonyms, p. 136.
508
establecido en los cielos y su reino rige sobre todos, Sal 103: 19. Esta realeza difiere del
carácter real medianero de Cristo, ejercido por El como una realeza económica que le fue
conferida no únicamente en su na turaleza divina, sino en su carácter de Theanthropos Dios -
hombre). La realeza medianera no es un carácter real dado a Cristo por derecho original
sino uno con el que fue investido. No pertenece a un reino nuevo, uno que no estaba
todavía bajo su control como Hijo de Dios, porque semejante reino en ninguna parte puede
encontrarse. Es más bien, para hablar con las palabras de Dick, su realeza original
"investida con una nueva forma, usando un nuevo aspecto, administrada para un nuevo fin".
En general, podemos definir el carácter real medianero de Cristo como su poder oficial para
regir todas las cosas en los cielos y en la tierra, para la gloria de Dios, y para la ejecución de
los propósitos de Dios en la salvación. No obstante, debemos distinguir entre un reg num
gratiae y un regnum potentiae.
Cabeza de la Iglesia es por lo que puede gobernar como Rey de una manera orgánica y
espiritual. La relación entre las dos ideas puede indicarse de la manera siguiente: (1) La
jefatura de Cristo como Cabeza señala h acia la unión mística existente entre Cristo, y su
cuerpo, la Iglesia, y pertenece por tanto a la esfera del ser. No obstante, su realeza implica
que está vestido de autoridad, y corresponde a la esfera judicial. (2) La jefatura de Cristo
está sometida a su realeza. El espíritu que Cristo, como Cabeza de la Iglesia le imparte a
ésta es también el medio por el cual El ejercita su poder real en y sobre la Iglesia. Los pre
milenaristas de la actualidad insisten firmemente en que Cristo es la Cabeza de la Igles ia,
pero como regla niegan que El sea el rey. Esto es tanto como decir que no tiene autoridad
como gobernante de la Iglesia, y que los oficiales de la Iglesia no lo representan en el
gobierno de ella. Tales personas no solamente rehúsan admitirle como Rey de la Iglesia,
sino que niegan del todo su presente carácter real, excepto, quizá, como realeza de jure, una
realeza que es suya por derecho pero que no se ha convertido en efectiva. Al mismo tiempo
la práctica de los pre milenaristas resulta mejor que su teoría porque en la vida práctica,
aunque resulta inconsistente, reconocen la autoridad de Jesucristo.
de los cielos", tal como se usan en los Evangelios, se refieren a dos realidades
distintas, es decir, al reino universal de Dios y al futuro Reino medianero de Cristo.
Es perfectamente claro, tal como algunos de sus propios dirigentes se sienten
constreñidos a admitirlo, que los dos términos se usan indistintamente en los
Evangelios. Esto aparece del hecho de que aunque Mateo y Lucas a menudo nos
transmiten las mismas declaraciones de Jesús, el primero lo represe nta usando el
término "reino de los cielos, y el último lo sustituye con el término "reino de Dios",
compárese Mat. 13 con Marc. 4; Luc. 8: 1 -10, y muchos otros pasajes. La naturaleza
espiritual del reino se revela de varias maneras. Negativamente está ind icado con
claridad que el reino no es un imperio externo y natural de los judíos, Mat. 8: 11,
12; 21: 43; Luc. 17: 21; Juan 18: 36. Positivamente, se nos enseña que a Él se puede
entrar solamente por regeneración, Juan 3: 3, 5; que el reino es como una sem illa
arrojada en la tierra, Marc. 4: 26 -29; como una semilla de mostaza, Marc. 4: 30, y
como levadura, Mat. 13: 33. Está en los corazones del pueblo, Luc. 7: 21, es
justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo", Rom. 14: 17, y no es de este mundo, sino
un reino de la verdad, Juan 18: 36, 37. Los ciudadanos del reino se describen como
pobres en espíritu, mansos, misericordiosos, pacificadores, limpios de corazón, y
hambrientos y sedientos de justicia. La naturaleza espiritual del reino debe
acentuarse en contra de todos aquellos que niegan la realidad presente del reino
medianero de Dios y sostienen que tomará la forma de una tendencia restablecida
cuando Jesucristo vuelva. En relación con la tendencia actual de considerar al reino
de Dios simple-mente una nueva condición social, un reino ético de finalidades que
tienen que establecerse mediante esfuerzos humanos, por ejemplo la educación, los
edictos legales y las reformas sociales, es bueno recordar que el término "Reino de
Dios" no se usa siempre en el mismo s entido. Fundamentalmente, el término denota
una idea abstracta más bien que concreta, es decir, el Reino de Dios establecido y
reconocido en los corazones de los pecadores. Si esto se entiende claramente,
aparecerá una vez más la futilidad de todos los esf uerzos humanos y de todo lo que
es meramente externo. Por medio de ningunos meros esfuerzos humanos podrá
establecerse el gobierno de Dios en el corazón de un solo hombre ni podrá ser traído
cualquiera al reconocimiento de ese gobierno. En la medida en que Dios establece
su reino en los corazones de los pecadores crea para sí mismo un reino en el que El
gobierna y en el que El dispensa los más grandes privilegios y las más escogidas
bendiciones. Y , una vez más, en la proporción en la que el hombre responde al
gobierno de Dios y obedece las leves del reino se produce, naturalmente, una nueva
condición de cosas. De hecho, si todos los que son ciudadanos del Reino
obedecieran verdadera-mente, sus leyes en todos los dominios de la vida, el mundo
511
sería tan diferente que difícilmente podría reconocerse. En vista de todo lo que hasta
aquí hemos dicho, no causa sorpresa que el término "reino de Dios" se use en varios
sentidos en la Biblia, como por ejemplo, para denotar la realeza de Dios o del
Mesías, Mat. 6: 10; el reino sobre el que este gobierno se extiende y la condición de
cosas a las que da surgimiento, Mat. 7 : 21 ; 19 : 23, 24 ; 8 : 12 ; la totalidad de las
bendiciones y privilegios que fluyen del reino de Dios o del Mesías, Mat. 13 : 44,
45 ; y la condición de cosas que marcan la culminación triunfante del reino de Dios
en Cristo, Mat. 22: 2-14; Luc. 14: 16-24; 13: 29.
3. Es un reino tanto presente como futuro. Por una parte es un reino presente, siempre
en desarrollo, una realidad espiritual en los corazones y las vidas de los hombres, y
como tal ejerce influencia en una esfera que cada vez se hace más amplia. Jesús y
los apóstoles se refieren claramente al reino como ya presente en el tiempo de ellos,
Mat. 12: 28; Luc. 17: 21; Col. 1: 13. Esto debe sostenerse en contra de la gran
mayoría de los actuales premilenaristas. Al contrario, es también una esperanza
futura, una realidad escatológica; de hecho, el aspecto escatológico del reino es el
más prominente de los dos, Mat. 7: 21, 22; 19: 23; 22: 2-14; 25: 1-13, 34; Luc. 22 :
29, 30 ; I Cor. 6 : 9; 15 : 50 ; Gal 5 : 21; Ef. 5 : 5 ; I Tes. 2 : 12 ; II Tim. 4 : 18 ;
Heb. 12 : 28 ; II Ped. 1: 11. Esencialmente el reino futuro consistirá, como el
presente, en el' gobierno de Dios establecido y reconocido en los coraz ones de los
hombres ; pero en la venida gloriosa de Jesucristo este establecimiento y
reconocimiento, será perfecto, las fuerzas escondidas del reino quedarán reveladas,
y el gobierno espiritual de Cristo encontrará su consumación en un reino visible y
lleno de majestad. No obstante, es un error aceptar que el reino presente se irá
desarrollando casi imperceptiblemente hasta convertirse en el reino del futuro. La
Biblia nos enseña con claridad que el reino futuro será introducido mediante
grandes cambios catastróficos, Mat. 24: 21 -44; Luc. 17: 22-37; 21: 5-33; I Tes. 5: 2,
3; II Ped. 3: 10-12.
equivalente a la Iglesia v isible, Mat. 8: 12; 13: 24 -30; 47-50. Aunque la Iglesia y el
reino deben distinguirse, la distinción no debe buscarse siguiendo las líneas
indicadas por el pre milenarismo, que considera al reino como esencialmente Reino
de Israel, y a la Iglesia como el c uerpo de Cristo, seleccionado en la presente
dispensación de entre los judíos y los gentiles. Israel fue la iglesia del Antiguo
Testamento y en su esencia espiritual constituye una unidad con la Iglesia del
Nuevo Testamento, Hech. 7: 38; Rom. 11: 11-24; Gal 3: 7-9, 29; Ef. 2: 11-22.
favor de la duración eterna del reino espiritual de Cristo, puesto que su oficio
medianero es, después de todo, una sola unidad. No obstante, Dick y Kuyper,
arguyen que este cargo real de Cristo cesará cuando El haya cumplido la salvación
de su pueblo. El único pasaje de la Biblia al que apelan es I Cor. 15: 24 -28, pero
este pasaje evidentemente no se refiere a la realeza espiritual de Cristo, sino a su
realeza sobre el universo.
Por el regnum potentiae damos a entender el dominio del Dios -hombre, Jesucristo, sobre el
universo, su administración providencial y judicial de todas las cosas en interé s de la
Iglesia. Como Rey del universo el Mediador guía de tal manera el destino de los individuos,
de los grupos sociales y de las naciones como para promover el crecimiento, la purificación
gradual y la perfección final del pueblo que ha redimido por med io de su sangre. En esa
capacidad también protege a los suyos en contra de los peligros a los que están expuestos
en el mundo y vindica su justicia sujetando y destruyendo a todos sus enemigos. En este
carácter real de Cristo encontramos la restauración in icial de la realeza original del hombre.
La idea de que Cristo gobierna ahora los destinos de los individuos y de las naciones en
interés de la iglesia comprada con su sangre, es un pensamiento mucho más confortante que
la noción de que El es ahora "un ref ugiado en el trono del cielo".
constreñidos a servirlos. Bajo el reino beneficente de Cristo hasta la ira del hombre tiene
que alabar a Dios.
LA DURACIÓN DE SU REALEZA
Cristo fue investido formalmente con este carácter real sobre el universo cuando fue
exaltado hasta la diestra de Dios. Le fue prometida recompensa de sus trabajos, Sal 2: 8, 9;
Mat. 28: 18; Ef. 1: 20-22; Fil. 2: 9-11. Esta investidura fue parte de la ex altación de Dios-
hombre. Esto no le dio algún poder o autoridad que no poseyera ya como hijo de Dios; ni
tampoco aumentó su territorio. Pero el Dios -hombre, el Mediador, quedó constituido ahora
el poseedor de esta autoridad, y su naturaleza humana fue hech a para participar en la gloria
de este dominio real. Además, el gobierno del mundo quedó sujeto ahora a los intereses de
la Iglesia de Jesucristo. Y este carácter real de Cristo durará hasta que la victoria sobre sus
enemigos sea completa y hasta que la mi sma muerte sea abolida, I Cor. 15: 24 -28. En la
consumación de todas estas cosas Dios-hombre entregará la autoridad que le fue conferida
para este propósito especial, puesto que ya no lo necesitará más. Retornará su comisión a
Dios, para que Dios sea todo en todos. El propósito está cumplido; la humanidad está
redimida, y por tanto \ la realeza original del hombre está restaurada.
12. ¿Cuáles dos parakletoi tenemos, según la Escritura, y en qué difiere el trabajo de
ambos?
13. ¿Cuál es la naturaleza de la obra intercesora de Cristo?
14. ¿Son nuestras oraciones intercesoras semej antes a las de Cristo?
15. ¿Se llama siempre a Cristo "Rey de los judíos"?
16. ¿Niegan los premilenaristas solamente la realeza espiritual y actual de Cristo o
también niegan su realeza sobre el universo?
24. Shedd, Dogm. Theol. II, pp. 353.489; Dabney, Syst. and Polemic Theol., pp. 483 -
553;
25. Smeaton, Our Lords Doctrine for the Atonement; ibid., The Apostles Doctrine of
the Atonement;
26. Stevens, The Christian Doctrines of Salvation; Franks, History of the Doctrine of
the Work of Christ (2 vols.);
27. Symingyon, Atonement and Intercession;
28. Valentine, Chr. Theol. II, pp. 96.185; Pope, Chr. Theol. II, pp. 196.316;
29. Vos, Geref. Dogm. III, pp. 93.197;
error predestinacionista que da por hecho que la obra cumplida de Cristo se aplica a los
individuos según el propósito firme de una elección de gracia". Esta es la verdadera razón
por la que un calvinista prefiere el uso de este térmi no. No obstante, para hacer justicia a
Pope debe añadirse que él también objeta a la otra expresión, "apropiación de la salvación",
porque tiende al otro extremo que resulta ser pelagiano convirtiendo en demasiado obvia la
provisión expiatoria de Cristo co mo asunto individual de libre aceptación o de libre
rechazamiento". Pope prefiere hablar de "la administración de la redención" lo cual es en
verdad un término muy bueno. 208
208
Christian Theology, II, p. 319.
209
Compárese McPherson, Chr. Dogm., p. 368.
210
Dogm., p. 651
518
Cuando hablamos de un ordo salutis, no olvidamos que la obra de apli car la gracia de Dios
al individuo pecador es un proceso unitario; pero acentuamos sólo el hecho de que se
pueden distinguir en el proceso varios movimientos, que la obra de aplicar la redención
continúa en un orden definido y razonable y que Dios no impar te la plenitud de su
salvación al pecador en un solo acto. Si lo hubiera hecho así, la obra de redención no habría
llegado al conocimiento de los hijos de Dios en todos sus aspectos y en toda su plenitud
divina. Tampoco perdemos de vista el hecho de que co n frecuencia usamos los términos
empleados para describir los varios movimientos, en un sentido más limitado que aquel en
que lo hace la Biblia.
Puede surgir la pregunta de si la Biblia indica alguna vez un ordo salutis definido. La
respuesta a esa pregunta es que, aunque no nos proporciona en forma explícita un orden
completo de salvación, nos ofrece una base suficiente para semejante orden. La
aproximación más avanzada que se encuentra en la Escritura a todo lo que puede parecer un
ordo salutis, es la dec laración de Pablo en Rom. 8: 29, 30. Algunos de los teólogos
luteranos fundaron su enumeración de los diversos movimientos en la aplicación de la
redención, en forma más bien artificial, sobre Hech. 26: 17, 18. Pero aunque la Biblia no
nos da un definido o rdo salutis, hace dos cosas que nos capacitan para construir ese orden.
1. Nos proporciona una enumeración muy abundante y rica de las operaciones del
Espíritu Santo para aplicarnos la obra de Cristo a los individuos pecadores, y de las
bendiciones de la sal vación impartida a ellos. Al hacer esto no siempre usa la Biblia
los mismos términos empleados en la dogmática, sino con frecuencia recurre al uso
de otros nombres y otras figuras de retórica. Además, con frecuencia emplea
términos que no han adquirido un significado muy exacto en dogmática, dándoles
un sentido mucho más amplio. Palabras como regeneración, llamamiento,
conversión y renovación sirven repetidas veces para designar el cambio completo
que se obra en la vida íntima del hombre.
en vida para con Dios, Gál. 2: 19, 20 ; que cuando creemos somos sellados con el
Espíritu de Dios, Ef. 1 : 13, 14; que es necesario que andemos como es digno del
llamamiento con que somos llamados, Ef. 4: 1, 2 que habiendo obtenido la justicia
de Dios por medio de la fe participamos de los suf rimientos de Cristo, y también del
poder de su resurrección, Fil. 3: 9, 10; y de que somos engendrados de nuevo por
medio de la Palabra de Dios, I Ped. 1: 23. Estos y los pasajes parecidos indican la
relación de los diversos movimientos de la obra redentor a entre sí, y de esta manera
nos proporciona una base para la construcción de un ordo salutis.
EL CONCEPTO REFORMADO
211
Dict. Dogm., De Salute, pp. 17 y sig.
520
Bavinck distingue tres grupos en las bendiciones de la salvación. Comienza por decir que el
pecado es culpa, contaminación y miseria, porque envuelve el quebrantamiento del pacto de
obras, una pérdida de la imagen de Dios y una sujeción al poder de corrupción. Cristo nos
libró de estos tres mediante sus padecimientos, su satisfacción de las deman das de la ley y
su victoria sobre la muerte. En consecuencia, las bendiciones de Cristo consisten en lo
siguiente:
1. El restaura la relación correcta del hombre con Dios y con todas las criaturas
mediante la justificación, incluyendo el perdón de los pecado s la adopción de hijos,
la paz con Dios y la libertad gloriosa.
212
Dict. Dogm., De Salute, p. 69.
521
El primer grupo de bendiciones se nos concede por medio de la iluminación del Espíritu
Santo, lo aceptamos por medio de la fe y pone en libertad a nuestra conciencia. El segundo
grupo se nos imparte por medio de la obra regeneradora del Espíritu Santo que nos renueva
y nos redime del poder del pecado. Y el tercer grupo fluye hacia nosotros mediante la obra
del Espíritu Santo que nos preserva, nos guía y nos sella como la prenda de nuestra
completa redención; nos libra en cuerpo y alma del dominio de la miseria y de la muerte. El
primer grupo nos da la unción de profetas, el segundo la de sacerdotes y el terc ero la de
reyes. En relación con el primero miramos retrospectivamente a la obra perfecta de Cristo
en la cruz, en donde nuestros pecados fueron expiados; en relación con el segundo miramos
hacia arriba, al cielo, a nuestro viviente Señor que como Sumo Sac erdote está sentado a la
diestra del Padre; y en relación con el tercero miramos hacia la futura venida de Jesucristo
en la que El sujetará a todos sus enemigos y entregará el reino al Padre.
Hay algunas cosas que deben recordarse en relación con el ordo salutis, tal como aparecen
en la teología Reformada.
EL CONCEPTO LUTERANO
213
Christl, ogm. II, p. 447. Compárese también Valentine, Chr. Theol. II, p. 258 y sigts.
523
un principio activo se debe sin duda al hecho de que e n la Reforma luterana la doctrina de
la justificación por la fe designada con frecuencia como el principio material de la
Reforma estaba colocada muy al frente. Según Pieper los luteranos parten del hecho de
que Dios en Cristo queda reconciliado con el mundo de la humanidad. Dios anuncia este
hecho al hombre en el evangelio y ofrece colocar al hombre subjetivamente en posición de
aquel perdón de los pecados o justificación que se obró de manera objetiva en Cristo. Este
llamamiento siempre va acompañado con una determinada medida de iluminación o de
avivamiento, de tal manera que el hombre recibe el poder para no resistir la operación
salvadora del Espíritu Santo. Este llamamiento con frecuencia conduce al arrepentimiento,
y éste desemboca en la regeneración por medio de la cual el Espíritu Santo capacita al
pecador con la gracia salvadora. Ahora bien, todos estos, es decir, el llamamiento, la
iluminación, el arrepentimiento y la regeneración son nada más preparatorios en realidad, y
hablando con precisión todavía no son bendiciones del pacto de gracia. Se experimentan
aparte de una relación viviente con Cristo y sirven nada más para conducir al pecador a
Cristo. "La regeneración está condicionada por medio de la conducta del hombre con
respecto a la influe ncia ejercida sobre él", y por tanto "tendrá lugar de golpe o
gradualmente, según sea, mayor o menor, la resistencia del hombre". 214 En la regeneración
el hombre queda capacitado con una fe salvadora mediante la cual se apropia el perdón o la
justificación q ue objetivamente se nos da en Cristo, es adoptado como un Hijo de Dios,
queda unido a Cristo en unión mística, y recibe el Espíritu de renovación y santificación, el
principio viviente de una vida de obediencia. La posesión permanente de todas estas
bendiciones depende de continuar en la fe, en una fe activa de parte del hombre. Si el
hombre continúa en creer, tiene paz y gozo, vida y salvación; pero si deja de ejercitar la fe,
todo se convierte en dudas, en incertidumbre y en pérdida. Hay siempre una pos ibilidad de
que el creyente pierda todo lo que posee.
EL CONCEPTO CATOLICORROMANO
214
Schmid, Doct. Theol., p. 464
524
5. Aborrecimiento al pecado
Es muy evidente que la fe no ocupa aquí lugar central, sino que sólo está coordinada con las
otras preparaciones. La fe sirve nada más para convenir intelectualmente con la doctrina de
la Iglesia, (fides informis) y adquiere su poder justificante sólo por medio del amor que se
imparte en la gratia infusa (fides caritate formate) . Puede llamarse fe justificante, nada más,
en el sentido de que es la base y la raíz de toda justificación como la primera de las
preparaciones que arriba hemos nombrado. Después de esta preparación sigue la
justificación misma en el bautismo. Esto consis te en la infusión de gracia, de virtudes
sobrenaturales seguidas por el perdón de los pecados. La medida de este perdón está
conmensurada con el grado en el que el pecado queda verdaderamente vencido. Debe
recordarse que la justificación se da gratuitament e y que no se merece a causa de las
preparaciones antecedentes. El don de la justificación se preserva por medio de la
obediencia de los mandamientos y la práctica de las buenas obras. En la gratia infusa el
hombre recibe la fuerza sobrenatural para hacer buenas obras y merecer así (con mérito de
condigno, es decir, un verdadero mérito) todas las gracias siguientes y hasta la misma vida
eterna. La gracia de Dios sirve de esta manera al propósito de capacitar al hombre una vez
más para merecer la salvación. Pero no es seguro que el hombre retenga el perdón de los
pecados. La gracia de la justificación puede perderse, no sólo debido a la incredulidad sino
también debido a cualquier pecado mortal. Tendrá, no obstante, que reganarse mediante el
sacramento de la penitencia, que consiste de contrición (o atrición) y confesión, juntamente
con la absolución y las obras de satisfacción. Tanto la culpa del pecado como el castigo
eterno son removidos por la absolución, pero los sufrimientos temporales pueden
cancelarse sólo mediante obras de satisfacción.
525
EL CONCEPTO ARMINIANO
calvinismo que el arminianismo origina l es también más inconsistente. Admite que la culpa
del pecado de Adán se imputa a todos sus descendientes, pero al mismo tiempo sostiene
que todos los hombres están justificados en Cristo y que por lo mismo esta culpa se quita de
un golpe en el nacimiento . También admite toda la depravación moral del hombre en el
estado natural, pero prosigue acentuando el hecho de que no hay hombre que exista en
aquel estado natural puesto que hay una aplicación universal de la obra de Cristo por medio
del Espíritu Santo mediante el cual el pecador está capacitado para cooperar con la gracia
de Dios. El arminianismo evangélico acentúa la necesidad de una obra de gracia
sobrenatural (más que física) para efectuar la renovación del pecador y su santificación.
Además, enseña la doctrina de la perfección cristiana o de la santificación completa en la
vida presente. Debe añadirse que aunque Arminius hizo asunto de justicia el regalo al
hombre de una habilidad para cooperar con Dios, Wesley consideró que esto era asunto de
gracia pura. Este es el tipo del arminianismo con el que las más de las veces entramos en
contacto. Nos lo encontramos no sólo en la Iglesia metodista sino también en otros grandes
sectores de otras iglesias y de modo especial en muchas iglesias actuales que pre tenden no
tener denominación.
doctrinal, en algunas de las sectas, tal como la de los nicolaítas los gnósticos al ejandrinos,
los Hermanos del Espíritu Libre, los anabaptistas del tipo más fanático, los seguidores de
Agrícola, los moravos y algunos de los Hermanos de Plymouth. El nomismo niega la
soberana elección de Dios por medio de la cual El ha determinado de mane ra infalible, no
sobre la base de una, actitud vista de antemano o de obras de hombres, sino de acuerdo con
su buena voluntad, quienes quiere que se salven y quienes no quiere que se salven ; rechaza
la idea de que Cristo mediante su muerte expiatoria, no sólo hizo posible la salvación, sino
que en verdad la aseguró para todos aquellos por quienes puso su vida, de modo que la vida
eterna es, en el sentido más absoluto de la palabra, un don gratuito de Dios y al concederlo,
para nada tomó en consideración lo s méritos humanos ; y sostiene que el hombre puede
salvarse sin la ayuda de la gracia renovadora (pelagianismo), o que puede cumplirse esto
con la ayuda de la gracia divina (pelagianismo o arminianismo). Por otra parte, el
antinomianismo, del que algunas v eces se dice que es visto favorablemente por el hyper -
Calvinismo, sostiene que la imputación de nuestros pecados a Cristo lo convirtió a Él en un
pecador en persona, y que la aplicación de su justicia a nosotros nos convierte en justos en
persona, de modo que Dios ya no puede ver más pecado en nosotros ; que la unión de los
creyentes con Cristo es una "unión de identidad" y los convierte a ellos, en todos sentidos,
en uno con El ; que la obra del Espíritu Santo es muy superflua, puesto que la redención del
pecador quedó cumplida en la cruz, o una declaración más extrema que la obra de
Cristo también era innecesaria, puesto que todo el asunto quedó solucionado en el decreto
eterno de Dios ; que el pecador está justificado con la resurrección de Cristo o t odavía más,
en el consejo de redención, y por tanto, no necesita justificación por la fe, o que lo que
recibe en esto es nada más una declaración respecto a una justificación ya ejecutada ; y que
los creyentes están libres de la ley, no sólo considerada és ta como una condición de pacto
de obras, sino también como una regla de vida. Aparentemente niega la personalidad y la
obra del Espíritu Santo, y en algunos casos, hasta niega la expiación objetiva por medio de
Cristo. Tanto la expiación como la justificac ión son desde la eternidad. El pecador
arrepentido procede en forma equivocada cuando se funda en la hipótesis de que Dios está
enojado con él, y todo lo que necesita es nada más información sobre ese punto. Además,
debe comprender que cualesquiera que sean los pecados que comete ya no pueden
perjudicar la posición que él guarda delante de Dios.
mereció todas las bendiciones que abarca la salvación. Pero su obra no está terminada
todavía. El continúa en el cielo con el p ropósito de colocar a aquellos por quienes puso su
vida en posesión de todo lo que para ellos alcanzó con sus méritos. Aun la obra de
aplicación es una obra de Cristo, pero la cumple por medio de la agencia del Espíritu Santo.
Aunque esta obra sobresale en la economía de la redención como la obra del Espíritu Santo,
no puede, ni por un momento, separarse de la obra de Cristo. Tiene sus raíces en la obra
redentora de Jesucristo y lleva esto hasta su término, pero no sin la cooperación de los
sujetos de redención. Cristo mismo destacó esta estrecha relación cuando dijo: "Pero
cuando venga el Espíritu de Verdad El os guiará a toda la verdad porque no hablará por su
propia cuenta sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de
venir. El me glorificará porque tomará de lo mío, y os lo hará saber", Juan 16: 13, 14.
La Escritura demuestra con claridad que no todas las operaciones del Espíritu Santo son
parte esencial de la obra salvad ora de Jesucristo. Precisamente como el Hijo de Dios es no
sólo el Mediador de la redención sino también el Mediador de la creación, así el Espíritu
Santo, según se presenta en la Escritura, obra no sólo en la obra de redención, sino también
en la obra de creación. Como es natural, la Soteriología se refiere nada más a su trabajo
redentor, pero para que éste se entienda correctamente es deseable, en alto grado, tomar en
cuenta sus operaciones generales.
Es un hecho bien sabido que las distinciones trinitarias no están reveladas en forma muy
clara en el Antiguo Testamento como lo están en el Nuevo. El término "Espíritu de Dios"
tal como se emplea en el Antiguo Testamento, no siempre denota a una persona y aun lo s
casos en los que la idea personal está expresada con Maridad no siempre señala en forma
específica a la tercera persona de la Santa Trinidad. Algunas veces el término se usa
figuradamente para denotar el aliento de Dios, Job 32: 8; Sal 33: 6, y en alguno s ejemplos
es tan sólo un sinónimo de "Dios", Sal 139: 7, 8; Isa. 40: 13, sirve con mucha frecuencia
para designar el poder de la vida, el principio que causa la vida de las criaturas, y que es de
una manera única, peculiar a Dios. El Espíritu que mora en las escrituras y del que depende
por completo su existencia, viene de Dios y las ata a Dios, Job 32: 8; 33: 4; 34: 14, 15; Sal
104: 29; Isa. 42: 5. A Dios se le llama el "Dios (o "Padre") de los espíritus de toda carne",
Núm. 16: 22; 27: 16; Heb. 12: 9. En algunos de estos casos es por completo evidente que el
529
Espíritu de Dios no es un mero poder sino una persona. El pasaje principal en el que se
menciona al Espíritu, Gen 1: 2; llama ya la atención a esta función de dar vida, y esto está
particularizado en relación con la creación del hombre, Gen 2: 7. El Espíritu de Dios genera
la vida y lleva la obra creativa de Dios a cumplimiento, Job 33: 4; 34: 14, 15; Sal 104: 29,
30; Isa. 42: 5. Con toda evidencia se desprende del Antiguo Testamento que el origen de l a
vida, su mantenimiento y su desarrollo dependen de la operación del Espíritu Santo. Retirar
al Espíritu significa muerte.
Hay una cierta similaridad entre las operaciones generales y las especiales del Espíritu
Santo. Mediante sus operaciones generales El da origen a toda clase de vida orgánica,
intelectual y moral, y la mantiene, la fortalece y la guía. Hace esto de diferentes maneras y
en armonía con los objetos respectivos. Algo par ecido tiene que decirse de su operación
especial. En la esfera redentora también da origen a la vida nueva, la hace fructificar y la
guía en su desarrollo, conduciéndola a su destino. Pero a pesar de esta similaridad, hay, no
obstante, una diferencia esenc ial entre las operaciones del Espíritu Santo en la esfera de la
creación y aquellas que corresponden a la esfera de la redención o re -creación. En la
primera El da origen, mantiene, desarrolla y guía la vida de la creación natural, restringe las
actuales, deteriorantes y devastadoras influencias del pecado en las vidas de los hombres y
de la sociedad, y capacita a los individuos para mantener cierto orden y decoro en la vida de
comunidad, para que hagan lo que exteriormente es bueno y recto en sus relacione s mutuas,
y para que desenvuelvan los talentos con los que fueron capacitados en la creación. Por otra
parte, en la esfera recreativa El da origen, mantiene, desarrolla y conduce la vida nueva que
nace de arriba, se nutre de arriba y que será perfeccionada arriba, una vida que en
principio es de carácter celestial aunque sea vivida sobre la tierra. Por medio de esta
operación especial el Espíritu Santo domina y destruye el poder del pecado, renueva al
hombre a la imagen de Dios y lo capacita para prestar obediencia espiritual a Dios, para ser
la sal de la tierra, luz del mundo, y levadura espiritual en cada esfera de la vida. Aunque la
obra del Espíritu Santo en la creación tiene por lo general, sin duda alguna, cierta
significación independiente, no obsta nte, ha sido convertida en subordinada en la obra de
redención. La vida entera del elegido, que también precede a su nuevo nacimiento, ha sido
determinada y gobernada por Dios con un propósito dirigido hacia su destino final. La vida
natural de los elegido s está regulada de tal manera que cuando ya está renovada responde al
propósito de Dios.
De la manera en que el pacto en el que Dios hizo provisión para la salvación de los
pecadores se llama de gracia, y de la manera en que el Mediador del pacto se dice que
apareció "lleno de gracia" de tal manera que podemos recibir de su plenitud "gracia por
gracia", Juan 1: 16, 17, de la misma manera también el Espíritu Santo se llama "el Espíritu
de gracia"; puesto que El toma de "la gracia de Cristo" y nos la confiere.
531
La palabra "gracia" no siempre se usa en la Escritura con el mismo sentido, sino con una
variedad de significados. En el Antiguo Testamento tenemos la palabra chen (adjetivo
chanun), de la raíz chanan. El nombre puede denotar plenitud de gracia o de belleza, Prov.
22: 11; 31: 30; pero, por lo general, las más de las veces significa favor o buena voluntad.
El Antiguo Testamento habla repetidas veces de hallar fa vor en los ojos de Dios o del
hombre. La benevolencia así encontrada lleva consigo la concesión de gracias o
bendiciones. Esto significa que la gracia no es una cualidad abstracta, sino más bien una
activa, un principio operante, que se manifiesta en actos de benevolencia, Gen 6: 8; 19: 19;
33: 15; Ex 33: 12; 34: 9; I Sam 1: 18; 27: 5; Ester 2: 7. La idea fundamental es que las
bendiciones concedidas por gracia son las que se proporcionan en forma gratuita, y no en
consideración a algún derecho o mérito. La palabra del Nuevo Testamento charis, de
chairein, "regocijarse", denota ante todo una agradable apariencia externa, "amabilidad",
"agrado", "aceptación", y ese significado tiene en Luc. 4: 22; Col. 4: 6. No obstante, un
significado más notable de la palab ra, es el de favor o buena voluntad, Luc. 1: 30; 2: 40, 52;
Hech. 2: 47; 7: 46; 24: 27; 25: 9. Puede denotar la bondad o benevolencia de nuestro Señor,
II Cor. 8: 9; o el favor manifestado o proporcionado por Dios, II Cor. 9: 8 (refiriéndose a
bendiciones materiales); I Ped. 5: 10. Además, la palabra expresa la emoción despertada en
el corazón de aquel que recibe un favor tan grande, y de esta manera adquiere el significado
de "gratitud" o "agradecimiento", Luc. 4 : 22 ; I Cor. 10 : 30 ; 15 : 57 ; II Cor. 2 : 14 ; 8 : 16
; I Tim. 1 : 12. No obstante, en la mayor parte de los pasajes en los que la palabra charis se
usa en el Nuevo Testamento significa la operación inmerecida de Dios en el corazón del
hombre, efectuada mediante la agencia del Espíritu Santo. A unque algunas veces hablamos
de gracia como de una cualidad inherente, es en realidad la comunicación activa de las
bendiciones divinas mediante el trabajo interno del Espíritu Santo procedentes de la
plenitud de Aquel que está "lleno de gracia y de verdad ", Rom. 3 : 24; 5: 2, 15, 17, 20; 6 : 1
; I Cor. 1 : 4; II Cor. 6 : 1 ; 8 : 9 ; Ef. 1 : 7 ; 2 : 5, 8 ; 3 : 7 ; I Ped. 3: 7; 5: 12.
Una discusión de la gracia de Dios en relación con la obra de redención llama de n uevo a la
consideración de varias distinciones que debemos recordar.
3. En tercer lugar la palabra "gracia" se usa para designar el favor de Dios tal como se
manifestó en la aplicación de la obra de redención por medio del Espíritu Santo. La
palabra g racia se aplica al perdón que recibimos en la justificación, un perdón dado
por Dios como regalo, Rom. 3: 24; 5: 2, 21; Tito 3: 15. Pero en adición a eso, es
también un nombre comprensivo para todos los dones de la gracia de Dios, las
bendiciones de la sal vación y las gracias espirituales que son producidas en los
corazones y en las vidas de los creyentes por medio de la operación del Espíritu
Santo, Hech. 11: 23; 18: 27; Rom. 5: 17; I Cor. 15: 10; II Cor. 9: 14; Ef. 4: 7; Sant.
4: 5, 6; I Ped. 3: 7. Además, hay indicaciones claras del hecho de que no es una
mera cualidad pasiva, sino también una fuerza activa, un poder, ese algo que opera
en el creyente, I Cor. 15: 10; II Cor. 12: 9; II Tim. 2: 1. En este sentido de la palabra
viene siendo algo así como un sinónimo para el Espíritu Santo, de manera que hay
poca diferencia entre "estar lleno de Espíritu Santo" y "estar lleno de gracia y de
poder" como leemos en Hech. 6: 5 y 8. El Espíritu Santo se llama "Espíritu de
gracia en Heb. 10: 29. La doctrina de la gr acia se desarrolló en la iglesia relacionada
533
Las enseñanzas de la Escritura respecto a la gracia de Dios acentúan el hecho de que Dios
distribuye sus bendiciones a los hombres de una manera gratuita y soberana y no en con -
sideración hacia algún mérito inherente de los hombres; que los hombres deben todas las
bendiciones de la vida a un Dios benévolo, paciente y magnánimo ; y especialmente que
todas las bendiciones de la operación de salvación son dadas por Dios como regalo y en
ningún sentido quedan determinadas por supuestos méritos del hombre. Esto lo expresa con
claridad San Pablo en las siguientes palabras: "Porque por gracia sois salvos por medio de
la fe; y esto no de vosotros mismos pues es don de Dios; no por obras para que nadie se
gloríe", Ef. 2: 8, 9. Con firmeza acentúa el hecho de que la salvación no se consigue por
medio de obras, Rom. 3: 20-28; 4: 16; Gál. 2: 16.
Esta doctrina no continuó del todo sin ser atacada. En algunos de los Padres primitivos de
la Iglesia, y en forma particular entre los de la Iglesia de Oriente, nos encontrarnos ya con
una tendencia de moralis mo que no está en armonía con el énfasis paulino. La tendencia
que se hizo notable en aquel sector de la Iglesia culminó por último en pelagianismo. El
concepto pelagiano acerca de la gracia era bastante raro. Según Wiggers, Pelagio entendía
que la gracia era:
1. "El poder de hacer el bien (possibilitas boni), y por tanto, de modo especial, una
voluntad propia libre".
2. "La revelación, la ley y el ejemplo de Cristo por medio de los cuales la práctica de
la virtud se hace más fácil para el hombre".
3. "Nuestro ser hecho como para poder abstenerse del pecado por nuestra propia
voluntad; en la ayuda que Dios nos da de su ley y de sus mandatos, y en su perdón
de los pecados previos de aquellos que se vuelven a Él".
534
4. Las influencias sobrenaturales sobre el cristia no, por medio de las cuales su
entendimiento queda iluminado, y la práctica de la virtud se convierte para él en
cosa fácil". 215
No reconoció Pelagio ninguna operación directa del Espíritu de Dios sobre la voluntad del
hombre, sino nada más una operación in directa sobre la voluntad, por medio de la
conciencia iluminada. En este concepto, la operación de la gracia de Dios era principal,
aunque no exclusivamente, externa y natural. En oposición al concepto pelagiano, el de
Agustín se designa con frecuencia com o "la teología de gracia". Aunque Agustín admitió
que la palabra "gracia" podía ser usada en un sentido más amplio (gracia natural), y que
hasta en el estado de integridad era la gracia de Dios la que hacía posible para Adán retener
su justicia, el énfasis principal de Agustín está siempre sobre la gracia de Dios para el
hombre caído, considerándola como el don que se manifiesta en el perdón del pecado y en
la renovación y santificación de la naturaleza humana. En vista de la depravación total del
hombre, A gustín consideraba esta gracia como necesaria en absoluto para la salvación. Se
producía en el hombre mediante la operación del Espíritu Santo que habita y opera en el
elegido, y que es el principio de todas las bendiciones de la salvación. Distinguió entr e la
gracia operante o preventiva, y la cooperante o subsecuente. La primera capacita a la
voluntad para escoger el bien, y la última coopera con la ya capacitada voluntad, para hacer
el bien. En su lucha contra el semipelagianismo Agustín acentuó el carác ter del todo
gratuito e irresistible de la gracia de Dios.
En las luchas subsiguientes la doctrina agustiniana de la gracia obtuvo nada más triunfos
parciales. Seeberg se expresa de la manera siguiente: "De este modo la doctrina de 'la
gracia sola' salió v ictoriosa; pero la doctrina agustiniana de la predestinación fue
abandonada. La gracia irresistible de la predestinación fue desalojada del campo mediante
la gracia sacramental del bautismo". 216 Durante la Edad Media los escolásticos dieron
considerable atención al tema de la gracia, pero no siempre convinieron en cuanto a los
detalles de la doctrina. Algunos se acercaron al concepto agustiniano de la gracia, y otros al
concepto semipelagiano. En general, puede decirse que concibieron la gracia como
mediada por los sacramentos, y que trataron de combinar con la doctrina de la gracia una
doctrina del mérito que comprometió gravemente a la primera. El énfasis no se puso sobre
la gracia como el favor de Dios mostrado hacia los pecadores, sino sobre la gracia com o
una cualidad del alma, que puede considerarse tanto increada (es decir, como el Espíritu
Santo), o como creada en, y operada en los corazones de los hombres mediante el Espíritu
Santo. Esta gracia infusa es básica para el desarrollo de las virtudes crist ianas y capacita al
215
Augustinism and Pelagianistn, pp. 179483.
216
History of Doctrine I, p. 38 2.
535
hombre para adquirir méritos con Dios, para merecer gracia posterior aunque no puede
merecer la gracia de la perseverancia. Esta sólo puede obtenerse como un don gratuito de
Dios. Los escolásticos no sostuvieron como Agustín la relación lógica entre la doctrina de
la gracia y la doctrina de la predestinación.
217
The Doctrine of The Holy Spirit, p. 346.
218
Pp. 179 y sigs.
219
P. 357.
536
1. ¿Sobre qué elementos del ordo salutis cayó el énfasis en los primeros tres siglos?
220
Types of Modem Theology, p. 96.
221
El lector sabe ya los motivos y entiende bien lo que decimos al hablar de teólogos anchos o largos. Véase
la nota de la pág. 197. De aquí en adelante nos referiremos a ese pensamiento teológico con el sustantivo
amplitudismo, y a su teología, a sus defens ores y a sus tendencias particulares con el adjetivo amplitudistas.
(N. del T.)
222
Páginas 32 y siguientes, 145.
537
En relación con las operaciones generales del Espíritu Santo el tema de la gracia común
también pide que lo consideremos. No obstante, deberá en -tenderse que la teología
Reformada no considera a la doctrina de la gracia común como una parte de la Soteriología
según lo hace la teología arminiana. Al m ismo tiempo reconoce una estrecha relación entre
las operaciones del Espíritu Santo en la esfera de la creación y en la de la redención, y por
tanto siente, que no se deben disociar por completo.
Agustín no enseñó la doctrina de la gracia común, aunque tampoco usó la palabra "gracia"
en forma exclusiva como designación de la gracia salvadora. Habló de una gracia que Adán
disfrutaba antes de la caída, y hasta admitió que la existencia del hombre como un ser
viviente, sensitivo y racional debe llamarse gracia. Pero en contra de Pelagio que acentuaba
539
la capacidad natural del hombre y ninguna otra gracia reconocía sino aquella que consiste
en los dones naturales del hombre, la ley y el evangelio, el ejemplo de Cristo, y la
iluminación de la inteligencia mediante la bondadosa influencia de Dios, Agustín
expresó con énfasis la incapacidad total del hombre y su absoluta dependencia de la gracia
de Dios como un poder renovador e interno, que no sólo ilumina el intelecto, sino que
también actúa en forma directa sobre la voluntad del hombre, bien como gracia operadora o
como gracia cooperante. Agustín emplea el término "gracia" casi en forma exclusiva en
este sentido, y la considera como la condición necesaria para el cumplimient o de cada
buena acción. Cuando los pelagianos señalan las virtudes de los paganos que "sólo
mediante el poder de una libertad innata" eran con frecuencia misericordiosos, discretos,
castos y temperantes, contestaba Agustín que estas virtudes, así llamadas, eran pecados,
porque no brotaban de la fe. Admite que los gentiles pueden cumplir ciertos actos que son
buenos en sí y desde un punto de vista más bajo hasta se les puede considerar loables, pero
no obstante, considera que tales actos como producidos por personas irregeneradas son
pecado porque brotan sin que los motiven el amor de Dios o la fe, y no responden al único
propósito justo, la gloria de Dios. 223 Agustín niega que semejantes acciones sean el fruto de
alguna bondad natural del hombre.
Durante la Edad Media la antítesis agustiniana del pecado y la gracia dio lugar a la' otra de
la naturaleza y la gracia. Esta se fundó sobre otra antítesis que jugó una parte importante en
la teología católico romana , es decir, la de lo natural y lo sobrenatural. En el estado de
integridad el hombre estaba dotado con el don sobrenatural de la' justicia original, que
servía como freno para tener dominada la naturaleza más baja. Como resultado de la caída
el hombre perd ió este don sobrenatural, pero su verdadera naturaleza quedó apenas
ligeramente afectada. Se desarrolló en el hombre una tendencia pecaminosa, pero ésta no le
impidió producir mucho de lo que es verdadero, bueno y hermoso. No obstante, sin la
infusión de l a gracia de Dios todo esto era insuficiente para que el hombre tuviera derecho a
la vida eterna. En relación con la antítesis de lo natural y lo sobrenatural la iglesia católico
romana desarrolló la diferencia entre las virtudes morales de humildad, obedie ncia,
mansedumbre, liberalidad, temperancia, castidad y diligencia en lo que es bueno por
naturaleza, y que los hombres pueden ganar por sí mismos, mediante su propio esfuerzo y
con la ayuda oportuna de la gracia divina; y las virtudes teológicas de la fe, esperanza y
223
Compárese Polman, De Predestinatieleer van Augustinus, Thomas van Aquino en Calvijn, pp. '77 y sig.;
Shedd, History of Christian Doctrine II, pp. 75 y sig.
540
caridad que le son infundidas al hombre mediante la gracia santificante. Los anabaptistas y
los socinianos padecen de la misma antítesis, pero con la diferencia de que los primeros
exaltan la gracia a expensas de la naturaleza, en tanto que lo s últimos exaltan a la
naturaleza a expensas de la gracia.
Sobre esto, como sobre otros puntos de doctrina, Lutero no se libró por completo de la
levadura del catolicismo romano. Aunque volvió a l a antítesis agustiniana del pecado y la
gracia, trazó una distinción tajante entre la más baja esfera terrenal y la más alta esfera
espiritual, y sostuvo que el hombre caído es capaz por naturaleza de hacer mucho que es
bueno y digno de alabanza en la más baja esfera, o sea la terrenal, aunque a la vez sea
notoriamente incapaz de hacer ningún bien espiritual. Enseña la Confesión de Augsburgo,
apelando a Agustín, "que la voluntad del hombre tiene alguna libertad para producir la
justicia civil, y para elegir cosas como las que puede alcanzar la razón; pero que no tiene
poder para producir la justicia de Dios". 224 El artículo contiene una cita de Agustín en la que
se mencionan muchas de las buenas obras que pertenecen a la vida presente, las cuales
puede hacer el hombre natural. Zwinglio concibió que el pecado sea más bien corrupción
que culpa, y en consecuencia consideró que la gracia de Dios es santificante, más bien que
gracia perdonante. Esta influencia santificante que penetra en cierta medida hasta dentro d el
mundo pagano, explica lo verdadero, lo bueno y lo hermoso que hay en el mundo. Calvino
no estuvo de acuerdo con la posición de Lutero ni con la de Zwinglio. Sostuvo con firmeza
que el hombre natural no puede de sí mismo hacer cosa alguna buena, cualquie ra que sea, e
insistió con mucha firmeza sobre la naturaleza particular de la gracia salvadora. Al lado de
la doctrina de la gracia particular desarrolló la doctrina de la gracia común. Esta gracia que
se manifiesta en la comunidad no perdona ni purifica a la naturaleza humana, y tampoco
efectúa la salvación de los pecadores. Trastorna el poder destructivo del pecado; mantiene
en cierta medida el orden moral del universo, haciendo posible de esta manera una vida
ordenada; distribuye dones y talentos, en div ersos grados, entre los hombres; promueve el
desarrollo de la ciencia y del arte, y derrama indecibles bendiciones sobre los hijos de los
hombres. Desde los días de Calvino la doctrina de la gracia común fue reconocida, por lo
general, como parte de la teología Reformada, aunque también hubo ocasiones en que se
encontró con la oposición. Sin embargo, durante mucho tiempo, poco se hizo para
desarrollar esta doctrina. Con toda probabilidad, esto se debió a que el surgimiento y
dominio del racionalismo hizo qu e fuera necesario colocar todo el énfasis sobre la gracia
224
Articulos XVIII
541
especial. Hasta el presente, nadie ha hecho tanto como lo que hicieron Kuyper y Bavinck
para el desarrollo de la doctrina de la gracia común.
NOMBRE
3. Gracia Común del Pacto, una gracia que es común a todos aquellos que viven en la
esfera del pacto, sea que pertenezcan o no, al número de los elegidos.
Es muy evidente que los teólogos Reformados también c lasifican bajo el término "gracia
común" a cierta gracia que no es general, es decir, los privilegios externos de aquellos que
225
Compárese la pág. 178.
542
CONCEPTO
La diferencia entre gracia común y gracia especial no se aplica a la gracia como atributo de
Dios. No hay en Dios dos clases de gracia, sino una sola. La gracia divina es aquella
perfección de Dios en virtud de la cual El demuestra su favor hacia los hombres, favor
inmerecido y hasta malogrado por ellos. No obstante, esta gracia única de Dios, se
manifiesta en dones y operaciones diferentes. La más rica manifestación de ella se ve en
aquellas operaciones bondadosas de Dios que tienden a, y resultan en, la remoción de la
culpa, de la corrupción, del castigo del pecado y en la salvación final de los pecadores. Pero
aunque esta sea la obra cumbre de la gracia de Dios, no es su única manife stación. Aparece
también en las bendiciones naturales que Dios derrama sobre los hombres en la vida
presente, a pesar de que el hombre las ha desperdiciado y se encuentra bajo sentencia de
muerte. La gracia única de Dios se ve en todo lo que El hace para r efrenar la devastadora
influencia y el desarrollo del pecado en el mundo, y para sostener, enriquecer y desarrollar
la vida natural de la humanidad en general, y la de aquellos individuos que constituyen la
raza humana. Debe acentuarse que estas bendicione s naturales son manifestaciones de la
gracia de Dios para el hombre en general. Algunos prefieren decir que las bendiciones
naturales son expresiones de su bondad, cariño, benevolencia, misericordia o longanimidad,
226
Compárese Mastricht, God geleerdheit I, p. 441; Brakel, Redelijke Godsdienst I, pp. 729 y sig.; Hodge,
Syst. Thcol. II, p. 654; A. A. Hodge, Outlines of Theol., p. 449; Shedd, Calvinism Pure and Mi xed, pp. 98 y
sig.; Vos, Geref. Dogm. IV, pp. 13 y sig.
227
System of Bib. Theol. II, p. 35 2.
543
pero parece que olvidan que no podría ser bueno, cariñoso o benévolo con los pecadores a
menos que, ante todo, fuera generosísimo en gracia. No obstante, debe recordarse que el
término gratia communis aunque por lo general designa una gracia que es común a toda la
humanidad, también se usa para denotar la gracia que es común a los elegidos y a los no
elegidos que están viviendo bajo el evangelio, por ejemplo, el llamamiento externo
evangélico para ambos por igual, y aquella iluminación interna y aquellos dones del
Espíritu de que leemos en Heb. 6: 4-6. No obstante, se entiende que estos privilegios
pueden llamarse gracia común nada más en el sentido de que los gozan sin discriminación
tanto los elegidos como los reprobados, y de que no constituyen gracia especial en el
sentido de la gracia salvador a. A diferencia de las manifestaciones más generales de la
gracia común, estos privilegios aunque no constituyen una parte de la gracia de Dios que
conduzca necesariamente a la salvación, están, a pesar de todo, relacionados con el proceso
soteriológico. T ales manifestaciones de la gracia común, se llaman a veces gracia
"especial", pero en este caso, "especial" no es equivalente de "lo que salva". Se puede decir,
en general, que cuando hablamos de "gracia común", tenemos en mente una de dos cosas,
(a) aquellas operaciones generales del Espíritu Santo por medio de las cuales sin renovar el
corazón, ejercita tal influencia moral sobre el hombre, por medio de su revelación general o
especial, que el pecado queda refrenado, el orden en la vida social queda soste nido, y se
promueve la justicia civil; o (b) aquellas bendiciones generales, como la lluvia y el fulgor
del sol, el alimento y la bebida, el vestido y el techo, las cuales Dios imparte a todos los
hombres, en donde quiera, sin discriminación y en la medida que a Él le parece buena.
Deben notarse los puntos de diferencia, siguientes, entre la gracia especial (en el sentido de
que salva) y la gracia común:
2. La gracia especial remueve la culpa y la pena del pecado, cambia la vida íntima del
hombre y lo limpia, por grados, de la corrupción del pecado, mediante la operación
sobrenatural del Espíritu Santo. La gracia especial actúa sin variación en la
544
salvación del pecador. Por otra parte, la gracia común nunca remueve la culpa del
pecado, no renueva la naturaleza humana, sino que nada más tiene un efecto
frenante sobre la influencia corruptora del pecado, y en cierta medida mitiga sus
resultados. No efectúa la salvación del pecador, aunque en algunas de sus formas
(llamamiento externo e iluminación moral) puede relacionarse estrechamente con la
economía de la redención y tomar un aspecto soteriológico.
3. La gracia especial es irresistible. Esto no da' a entender que sea una fuerza
determinante que obligue al hombre a creer en contra de su voluntad, sino que
mediante el cambio del corazón, hace que el hombre de una manera por completo
voluntaria acepte a Jesucristo para salvación y se someta a la obediencia de la
voluntad de Dios. La gracia común es resistible, y de hecho, siempre se le resiste en
mayor o menor grado. Pablo demuestra en Rom. 1 y 2 que ni los gentiles, ni los
judíos estaban viviendo a la altura del nivel de la luz de que gozaban. Shedd dice:
"En la gracia común el llamamiento para creer y arrepentirse es invariablemente
estéril, porque el hombre es enemigo de la fe y del arrepentimiento, y está
esclavizado por el pecado". 228 No tiene eficacia salvadora porque deja al corazón sin
cambio alguno.
Este concepto de la gracia común debería cuidadosamente distinguirse del concepto de los
arminianos que consideran que la gracia común es uno de los eslabones del ordo salutis y le
atribuyen importancia salvadora. Sostienen que en virtud de la gracia común de Dios el
hombre irregenerado es perfectamente capaz de ejecutar en cierta medida el bien espiritual,
228
Calvinins Pure & Mixed, p 99
545
volverse a Dios con fe y arrepentimiento y de esta manera aceptar a Jesús para salvación.
Van todavía más allá de eso y sostienen que la gracia común po r medio de la iluminación
de la mente y la influencia persuasiva de la verdad incita al pecador a aceptar a Jesucristo y
volverse a Dios con fe y arrepentimiento, y que el hombre con seguridad alcanzará esta
finalidad, si no es que como pecador, con toda o bstinación, resista a la operación del
Espíritu Santo. Los Cánones de Dort tuvieron presente esto cuando rechazaron el error de
aquellos que enserian "que el hombre natural y corrupto puede usar de manera tan buena la
gracia común (por la cual entienden la luz de la naturaleza), o los dones que todavía le
quedan después de la caída, que podrá, mediante el buen uso de ellos ganar, poco a poco,
grados más altos, es decir, la gracia evangélica o salvadora, y la misma salvación". 229
Los teólogos Reformados, por lo general, titubean para decir que Cristo mediante su sangre
expiatoria alcanzó con sus méritos estas bendiciones para los impenitentes y reprobados. Al
mismo tiempo, creen que dimanan de la muerte de Cristo beneficios naturales de
229
III IV Rechazamiento de errores 5
546
importancia para toda la raza humana, y que de ellos participan también los incrédulos, los
impenitentes y los reprobados. En todas las transacciones de pacto que se recuerd an en la
Escritura se ve que el pacto de gracia lleva consigo no sólo bendiciones espirituales sino
también materiales, y estas últimas, por lo general, son de tal clase que en forma natural
participan también de ellas los incrédulos. Dice Cunningham "De l a muerte de Cristo
fluyen muchas bendiciones, colateral e incidentalmente, para toda la humanidad, y esto
como consecuencia de la relación que guardan el uno para con el otro, vistos en
conjunto". 230 Y no es sino natural que así acontezca. Si Cristo tenía qu e salvar una raza
elegida, llamada poco a poco de entre el mundo de la humanidad, durante el curso de los
siglos, se hacía necesario que Dios ejercitara su paciencia para sujetar la corriente del mal,
para promover el desarrollo de los poderes naturales de l hombre, para conservar vivo
dentro de los corazones humanos el deseo de la justicia civil, la moralidad externa y el buen
orden en la sociedad, y para derramar indecibles bendiciones sobre la humanidad en
general. El Dr. Hodge expresa lo mismo de esta ma nera: "Resulta muy claro que cualquier
plan designado para asegurar la salvación de una porción elegida de entre una raza que se
propaga mediante generación y cuyos miembros viven en asociación, como pasa con la
humanidad, no podrá lograr su propósito sin afectar en gran manera, para bien o para mal,
el carácter y el destino de todo el resto no elegido de la raza". El mismo Dr. Hodge cita al
Dr. Candlish para decir que "toda la historia de la raza humana, desde la apostasía (caída)
hasta el juicio final, es una dispensación de paciencia con referencia a los réprobos, en la
cual fluyen muchas bendiciones hasta para los paganos, bendiciones físicas y morales que
afectan para siempre su carácter y destino, y todavía mucho más para los ciudadanos cultos
y refinados de las comunidades cristianas. Todas ellas les llegan por la mediación de Cristo,
y puesto que les están llegando, debieron haber estado designadas para ellos desde el
principio". 231 Estas bendiciones generales de la humanidad, que indirectamente resulta n de
la obra expiatoria de Cristo, no sólo fueron previstas por Dios, sino que En las designó
como bendiciones para todos los que padecen ansiedad. Por consiguiente, resulta por
completo cierto que el designio de Dios en la obra de Cristo pertenece fundame ntal y
directamente, no al bienestar temporal de los hombres en general, sino a la redención de los
elegidos; pero secundaria e indirectamente abarca también las bendiciones naturales
concedidas a toda la humanidad sin discriminación alguna. Todo lo que el hombre natural
230
Theol. III, p. 333.
231
The Atonement, pp. 358 y sig.
547
Varias preguntas pueden presentarse respecto a esta relación, pero de ellas las siguientes
son las más importantes.
232
Compárese Turretin, Opera, Locus XIV, P reg. XIV, par XI; Witsius, De Verbonden, B. II, Kap. 9, s. 4;
Cunningham, Hist. Theol. II, p. 332; Symington, Atonement and Intercession, pp. 255; Bavinck, Geref.
Dogm. III, p. 5 35; Vos, Ge r. Dogm. III, p. 150.
548
A esta pregunta debe contestarse que en un sentido temporal ninguna de las dos tiene
prioridad sobre la otra. El capítulo tres del Génesis revela con claridad que ambas entraron
en operación juntas, desde el momento que siguió a la caída. La prioridad lógica se
atribuiría, no ob stante a la gracia especial, porque la gracia común resulta subordinada de
aquella en sus operaciones en el mundo.
No puede dudarse que la gracia común encuentra su propósito parcial en la obra re dentora
de Jesucristo; está subordinada a la ejecución del plan de Dios en la vida de cada uno de los
elegidos, y en el desarrollo de la Iglesia. Pero además de eso, también sirve a un propósito
independiente, es decir, el de traer la luz, enjaezar, para e l servicio del hombre, las fuerzas
ocultas de la naturaleza, y desarrollar las potencias y talentos que están latentes en la raza
humana, para que el hombre ejerza un dominio siempre en aumento sobre la creación más
baja, glorificando de este modo a Dios e l Creador. 235
233
Dogm. Theol. II, p. 483.
234
Caivinism Pure a nd Mixed, p. 101.
235
Compárese Kuyper, Gemeene Gratie II, pp. 6 22, 628, 633; Bavinck, De Algemeene Genade, p. 45.
549
Puede decirse que en cierto sentido la gracia especial tiene su esfera peculiar propia en la
Iglesia organizada, aunque no de necesi dad se limita a ésta, y que la gracia común también
está en operación en la Iglesia, puesto que se concede a todos los hombres. Ambas operan
en el mundo; pero en tanto que la gracia común en el sentido más usual del término
pertenece a las cosas del mundo natural y de esta vida presente, la gracia especial tiene que
ver con las cosas de la nueva creación. No pueden menos que influenciarse recíprocamente.
La gracia común, con sus bendiciones, enriquece a la Iglesia; y ésta eleva los frutos de
aquella a un ni vel muy alto cuando los pone bajo la influencia de la vida regeneradora.
Pueden distinguirse varios medios por los cuales la gracia común efectúa su obra. Calvino
sugirió algunos de esos cuando al hablar de la influencia restringente de la gracia, dice: "De
aquí que tantas cuantas sean las veces que los hombres disimulen su impureza, algunos lo
harán estrechados por la vergüenza nada más, y otros, por el temor de las leyes se detendrán
de lanzarse a muchas clases de iniquidad. Algunos porque aspiran a una vida honesta,
considerándola más favorable a sus intereses, en tanto que los de más allá son exaltados
sobre el nivel vulgar para que debido a la dignidad de aquella posición se consideren (en
humildad) inferior es a su deber. De este modo, Dios, mediante su providencia reprime la
perversidad de la naturaleza evitándole que irrumpa en acción, mas esto sin convertirla
internamente en pura".236 En seguida mencionamos algunos de los medios más importantes
por los cuales la gracia común realiza su obra.
Esta es fundamental porque sin ella todos los otros medios serían imposibles, y si fueran
posibles no funcionarían adecuadamente. Nos estamos refiriendo aquí en primer lugar a la
luz de la revelación divina que brilla en la naturaleza e ilumina a cada uno de los hombres
que vienen al mundo. En sí misma es fruto de la gracia común, pero a su vez se convierte
en medio para la más amplia manifestación de esa gracia' común, puesto que sirve com o
guía a la conciencia del hombre natural. Pablo habla de los gentiles que por naturaleza
hacen las cosas de la ley, "con lo cual, demuestran que la letra de la ley está escrita en sus
corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndol es sus
razonamientos", Rom. 2: 14 y 15. Comentando Calvino este pasaje, dice que los gentiles de
quienes trata, "prueban que hay impresa en sus corazones una discriminación y un juicio
236
Inst. II, 3.3
550
que les hace distinguir entre lo justo y lo injusto, y entre lo honesto y lo deshonesto". 237 No
obstante, y además de esto, debe decirse que la gracia común en un sentido más limitado,
opera también a la luz de la revelación especial de Dios, siendo ésta en sí misma, fruto no
de la gracia común sino de la especial.
LOS GOBIERNOS
De estos también debe decirse que son, de inmediato, el resultado y los medios de la gracia
común. Según Rom. 13 los gobiernos son ordenados por Dios para mantener el buen orden
en la sociedad. Resistirlos es oponerse a lo establecido por Dios. Dice Pab lo que el
magistrado "es ministro de Dios para tu bien", Rom. 13: 4. El magistrado encuentra su
apoyo en la conciencia del hombre (versículo 5) y para los que abandonan la con -ciencia
"no en vano trae la espada". Sobre este punto la Confesión Belga dice: " Creemos que
nuestro Dios bondadoso, a causa de la depravación de la humanidad ha designado reyes,
príncipes y magistrados, siendo voluntad divina que el mundo se gobierne por ciertas leyes
y reglamentos; y esto con la finalidad de que se modere la disoluci ón de los hombres, y que
todas las cosas sean conducidas entre ellos en buen orden y con decencia". 238
LA OPINIÓN PÚBLICA
Cuando de una manera especial, la luz natural que brilla en los corazones se intensifica
mediante la influencia de la revelación especi al de Dios, da por resultado la formación de
una opinión pública que está en conformidad externa con la ley de Dios; y esto alcanza una
influencia tremenda sobre la conducta de aquellos hombres que son muy sensibles al juicio
de la opinión pública. Es natu ral que la opinión pública sea un medio de la gracia común
sólo cuando se ha formado bajo la influencia de la revelación divina. La opinión pública se
convierte en una poderosa influencia para el mal cuando no está dominada por la
conciencia, cuando no actúa en armonía con la luz de la naturaleza, o de acuerdo con la
Palabra de Dios.
237
Comm. on Romans in loco.
238
Art. XXXVI.
551
Los arreglos providenciales de Dios por medio de los cuales visitan en esta vida la maldad
de los hombres sobre ellos mismos, y recompensa los ac tos que están en notoria
conformidad con la ley divina sirven al importante propósito de reprimir el mal que hay en
el mundo. Los castigos tienen efecto detergente, y las recompensas sirven como incentivos.
La bondad moral que hay en el mundo, cualquiera q ue ella sea, se corrobora en gran
manera por estos medios. Muchos liquidan el mal y procuran lo que es bueno, no porque
teman al Señor, sino porque sienten que el bien trae su propia recompensa, y sirve mejor a
sus intereses.
En lo que precede ya hemos declarado que lo que nos ha quedado de la luz de la naturaleza,
está operando todavía sólo en virtud de la gracia común de Dios. Este es uno de los más
importante frutos de la gracia común sin el cual algunos de los otros serían inconcebibles.
Merecen mención los siguientes frutos.
Dios pronunció la sentencia de muerte sobre el pecador. Hablando del árbol de la ciencia
del bien y del mal dijo Dios: "El día que dé a comieres, de cie rto morirás". El hombre
comió, y la sentencia, hasta cierto punto, entró en ejecución, pero es claro que no se ejecutó
toda, al instante. A la gracia común se debe que Dios no ejecutara al momento toda la
sentencia de muerte sobre el pecador, y a la misma se debe que no la ejecute ahora, sino
que mantiene y prolonga la vida natural del hombre y le da tiempo para que se arrepienta.
Dios no troncha de golpe la vida del pecador, sino que le proporciona oportunidad para el
arrepentimiento, removiendo toda excus a y justificando la manifestación que está por venir
de su ira sobre todos aquellos que persistan en pecar hasta el fin. De los pasajes siguientes
resulta evidencia abundante de que sobre ese principio actúa Dios, Isa. 48: 9, Jer. 7: 23 -25;
Luc. 13: 6-9; Rom. 2: 4; 9: 22; II Ped. 3: 9.
Por la operación de la gracia común el pecado está frenado en las vidas de los individuos y
en la sociedad. Al presente, no se permite al elemento de corrupción que entró en la vida de
la raza humana llevar a cabo su obra de desintegración. Calvino dice: "Pero debemos
considerar que, a pesar de la corrupción de nuestra naturaleza, hay algún lugar para la
552
gracia divina, una gracia que, aunque no purifique al hombre lo puede mantener sujeto con
un freno interno. Porque si el Señor dejara en libertad a cada intelecto para prostituirse en
sus concupiscencias, sin duda no quedaría un solo hombre que no mostrara que su
naturaleza es capaz de todos aquellos crímenes de los que Pablo los acusa (Rom. 3,
compárese con Sal 14: 3 y sigs.)". 239 Este freno puede ser externo, o interno, o ambas cosas
a la vez, pero no cambia el corazón. Hay pasajes de la Escritura que hablan de una lucha del
Espíritu de Dios con los hombres; una lucha que no conduce al arrepentimi ento, Gen 6: 3;
Isa. 63: 10; Hech. 7: 51; de operaciones del Espíritu que son finalmente retiradas, I Sam 16:
14; Heb. 6: 4-6; y del hecho de que, en algunos casos, Dios entrega en forma definitiva a
los hombres a la concupiscencia de sus propios corazones , Sal 81: 12; Rom. 1: 24, 26, 28.
Además de los pasajes precedentes hay algunos que indican con claridad el hecho de que
Dios restringe el pecado de varias maneras, por ejemplo: Gen 20: 6; 31: 7; Job 1: 12; 2: 6;
II Reyes 19: 27, 28; Rom. 13: 1-4.
Se debe a la gracia común que el hombre todavía retenga algún sentido de la verdad, el bien
y la belleza, con frecuencia las aprecia en un grado muy sorprendente, y revela un deseo
por la verdad, por la moralidad externa, y hasta por ciertas formas de religión. Pablo habla
de los gentiles que "muestran la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su
conciencia. y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos", Rom. 2: 15, y aun dice de
aquellos que dieron ilimitado desahogo a sus vidas inicuas, que lo hicieron a pesar de que
conocían la verdad de Dios, y no obstante, detuvieron la verdad con injusticia y cambiaron
la verdad de Dios por la mentira, Rom. 1 : 18 -25. A los atenienses que no conocían el temor
de Dios les dijo: "Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos", Hech. 17:
22. Los Cánones de Dort se expresan sobre este punto de la manera siguiente: "No obstante,
permanecen en el hombre desde la caída los resplandor es de la luz natural por medio de la
cual el hombre todavía retiene algún conocimiento de Dios, de las cosas naturales y de la
diferencia entre el bien y el mal y demuestra alguna preocupación por la virtud y por la
buena conducta pública. Pero esta luz de la naturaleza está tan lejos de ser suficiente para
traer al hombre al conocimiento de Dios para salvación, y a la verdadera conversión, que es
incapaz de usarla correctamente hasta en cosas naturales y civiles. Y no sólo eso; pues
siendo además esta luz tal como es, el hombre de varias maneras la contamina del todo y la
239
Inst. II, 3.3.
553
obstaculiza con la injusticia, haciendo lo cual se vuelve inexcusable delante de Dios", II -IV,
4.
La gracia común capacita al hombre pa ra cumplir lo que en general se llama justillo civilis,
lo que es justo en asuntos civiles o naturales, a diferencia de lo que es justo en materias
religiosas, las buenas obras naturales, de modo especial en las relaciones sociales, obras que
manifiesta y objetivamente están en armonía con la ley de Dios aunque destituidas del todo
de cualquiera cualidad espiritual. Esto armoniza con nuestra Confesión Reformada. El Art.
XIV de la Confesión Belga habla en su título de la incapacidad del hombre para cumplir l o
que verdaderamente es bueno, y dice que el hombre retiene nada más pequeños residuos de
sus excelentes dones, residuos que bastan para hacerle inexcusable, y sólo rechaza ese
artículo el error pelagiano de que el hombre puede por sí mismo ejecutar el bie n espiritual,
o el bien que salva. Los Cánones de Dort II -IV, Art. 3 hablan en un estilo parecido: "Por
tanto, todos los hombres son concebidos en pecado, y son por naturaleza' hijos de ira
incapaces de hacer el bien que salva", etc. Puede objetarse que el Catecismo de Heidelberg
habla en términos absolutos cuando en la pregunta 8, dice que somos incapaces de hacer el
bien, a menos que seamos regenerados. Pero resulta muy evidente, según el Comentario de
Ursino mismo, que no intenta negar que el hombre pued a hacer el bien civil, sino nada más
niega que pueda cumplir las buenas obras tal como están definidas en la pregunta 91 del
Catecismo. En general los teólogos Reformados sostienen que los no regenerados pueden
hacer el bien natural, el bien civil y el bie n religioso público. 240 No obstante, los teólogos
Reformados llaman la atención al hecho de que aunque tales obras de los no regenerados
son buenas desde un punto de vista material, consideradas como obras que Dios manda, no
pueden, desde un punto de vista formal llamarse buenas puesto que no brotan de un motivo
recto ni se dirigen a un propósito recto. La Biblia menciona repetidas veces las obras de los
no regenerados como buenas y rectas, II Rey. 10: 29, 30; 12: 2 (compárese II Crón. 24: 17 -
25); 14: 3, 14-16, 20, 27 (compárese II Crón. 25: 2); Luc. 6: 33; Rom. 2: 14, 15.
240
Compárese Calvin, Inst. III, 14,2; Van Ma stricht, Godgeleerdheid, Bk. IV. 4, 11, 12; Voetius, Catechisatie
I, p. 168.172; Ursinus, Cornos. on the Catechism, Lord's Day II, p. '77; Charnock, On the Atributes II, pp.
303, 304; Brakel, Redelijke Godsdienst I , p. 338.
554
El hombre debe, además, a la gracia común todas las bendiciones naturales que recibe en la
vida presente. Aunque ha malgastado todas las bendiciones de Dios, recibe abundantes
pruebas de su bondad todos los días. Hay varios pasajes de la Escritura en los que se ve, en
cantidad más que suficiente, que Dios derrama muchos de sus buenos dones sobre todos los
hombres, sin discriminación, es decir, sobre justos y ma lvados, elegidos y réprobos, por
ejemplo : Gen 17: 20 Comp. El ver. 18); 39: 5; Sal 145: 9, 15, 16; Mat. 5: 44, 45; Luc. 6:
35, 36; Hech. 14: 16; 17; I Tim. 4: 10. Y estos dones vienen como bendiciones, no sólo
para los buenos, sino también para los malos. A la luz de la Biblia es insostenible la
afirmación de que Dios nunca bendice a los reprobados aunque les dé muchos dones que
son buenos en sí mismos. En Gen 39: 5 leemos que "Jehová bendijo la casa del egipcio por
causa de José, y la bendición de Jehová estaba sobre todo lo que aquel egipcio tenía en su
casa y en el campo". Y en Mat. 5: 44, 45 Jesús exhorta a sus discípulos con estas palabras,
"Bendecid a los que os maldicen...para que seais hijos de vuestro Padre que está en los
cielos". Esto sólo puede significar una cosa, es decir, que Dios también bendice a los que lo
maldicen. Compárese también Luc. 6: 35 y 36; Rom. 2: 4.
241
Christian Theology II, pp. 387 y sig.
555
otros no se refie ren a lo que llamamos "gracia salvadora", ni a lo que los arminianos
llaman "gracia suficiente".
242
II, 8.
243
II, 5 y III, 8.
556
debemos tener mucho cuidado, y dejarnos guiar por las declaraciones explícitas de
la Escritura más bien que por nuestras temerarias inferencias respecto al consejo
secreto de Dios. Hay en Dios mucho más de lo que pudiera ser reducido a nuestras
categorías lógicas. ¿Son en esta vida el elegido objeto del amor de Dios, nada más,
y nunca, en ningún sentido, objeto de su ira? ¿Pensaba Moisés en los reprobados al
1. ¿Denotan siempre gracia salvadora las palabras hebreas y griegas que se usan para
gracia?
2. ¿Se usan siempre como des ignación de lo que llamamos 'gracia común'?
3. ¿Presupone la doctrina de la gracia común la doctrina de la expiación universal?
4. ¿Implica una negación del hecho de que el hombre es por naturaleza sujeto de la ira
de Dios?
5. ¿Envuelve una negación de la depravaci ón total del hombre y de su capacidad para
hacer el bien espiritual?
6. ¿Es el bien que el hombre natural puede hacer, bueno sólo en la vista del hombre o
también es bueno a la vista de Dios?
244
Natur uncí Gnade, p. 8.
558
Calvino expresó repetidas veces la idea de que el pecador no puede participar en los
beneficios salvadores de la obra redentora de Cristo, a menos que esté en unión con Él, y
esto acentúa una verdad muy importante. As como Adán fue la cabeza representativa de la
antigua humanidad, así Cristo es la cabeza representativa de la nueva humanidad. Todas las
bendiciones de pacto de gracia fluyen de Él, que es el Mediador del pacto. Hasta la
primerísima bendición de la gracia salvadora de Dios que ya recibimos presupon una unión
con la persona del Mediador. En este punto es donde con exactitud encontramos una de las
diferencias más características entre las operaciones bendiciones de la gracia esp ecial y las
de la gracia común. La primera puede ser recibida y disfrutada sólo por aquellos que están
en unión con Cristo, el tanto que las segundas pueden ser y son disfrutadas también por
aquello que no están reconocidos en Cristo, y por lo mismo no son uno con El. Cada
bendición espiritual que los creyentes reciben, fluye de Cristo para ellos. Es aquí que Jesús
al hablar del Paráclito que había de venir pudo decir a sus discípulos: "El me glorificará;
porque tomará de lo mío, y os lo hará saber" Juan 16 : 14. En el terreno subjetivo la unión
559
entre Cristo y los creyentes s, efectúa por el Espíritu Santo en un modo misterioso y
sobrenatural, y por esa razón, en general, se le designa como la unio mystica o unión
mística.
Los luteranos por lo general tratan la doctrina de la unión mística d manera antropológica, y
por tanto, la conciben como establecida mediante 1 fe. De aquí que ellos la tomen en su
soteriología, como es natural, en un punto, posterior. Pero este método falla en hacer
justicia plena a la idea de nuestra unión con Cristo, puesto que pierde de vista la base eterna
de la unión y s' realización objetiva en Cristo, tratando en forma exclusiva la realización:
subjetiva de ella en nuestras vidas, y aun así, sólo con n uestra entrada consciente y personal
a esta unión. A l contrario, la teología Reformada trata d la unión de los creyentes con Cristo
de manera teológica, y como tal, hace mayor justicia a este importante asunto. Haciéndolo
así emplea el término "unión místi ca" en un sentido amplio como una designación no sólo
de la unión subjetiva de Cristo y los creyentes, sino también de la unión que hay tras ella,
que es básica para ella, y de la cual ella es nada más la expresión culminante, es decir, la
unión representa tiva de Cristo con aquellos que son de Él en el consejo de la redención, la
unión mística establecida en forma ideal en aquel consejo eterno, y la unión tal como queda
efectuada, en forma objetiva, en la encarnación y en la obra redentora de Cristo.
En el consejo de paz, Cristo, por su propia voluntad tomó sobre sí mismo el ser Cabeza y
Fiador de los elegidos, destinado a constituir la nueva humanidad y con ese carácter
establecer la justicia de ellos delante de Dios mediante el pago de la pena por el pecado de
ellos, y mediante la obediencia perfecta prestada por El a la ley, asegurando el derecho de
ellos a la vida eterna. En aquel pacto eterno el pecado de su pueblo fue imputado a Cristo, y
la justicia de El fue imputada a ellos. Con seguridad es la base eterna de nuestra
justificación mediante la fe, y es el fundamento sobre el que recibimos todas las
bendiciones espirituales y el don de la vida eterna. Y siendo esto así, la unión representativa
de que estamos hablando es la base de toda la soteriología, y también de las primeras etapas
en la aplicación de la obra de redención, por ejemplo, la regeneración y el llamamiento
interno.
560
En el caso del primer Adán no había sólo una unión representativa, sino también una
natural y orgánica entre él y sus descendientes. Había el lazo de una vida común entre Él y
toda su progenie, y esto hizo posible que las bendiciones del pacto de obras, si esas
bendiciones hubieran fluido, podrían haber pasado a todo el organismo de la humanidad de
una manera orgánica. Una situación algo parecida se obtuvo en el caso del último Adán
como cabeza representante del pacto de redención. Así como el primer Adán, Cristo
también no representó a un conglomerado de individuos desunidos, sino a un cuerpo de
hombres y mujeres que habían de derivar su vida de este segundo Adán, para estar unidos
por lazos espirituales, y así formar un organismo espiritual. De manera ideal este cuerpo
que es la iglesia ya estaba formado en el pacto de redención, y era cuerpo formado en unión
con Cristo, y esta unión hizo posible que todas las bendiciones ganadas por Cristo pudieran
ser transmitidas a aquellos a quienes El representaba de una manera orgánica. Aquel
organismo fue concebido como un cuerpo glorioso, una nueva humanidad que participaba
de la vida de Jesucristo. Teniendo en cuenta esta unión tal como fue realizada en el curso de
la historia, Cristo pudo decir: "He aquí, yo y los hijos que Dios me dio", Heb. 2: 13.
La obra de Cristo no estuvo terminada cuando ganó la salvación para su p ueblo y obtuvo la
posesión actual de las bendiciones de la salvación. En el consejo de redención tomó sobre sí
mismo la responsabilidad de colocar a su pueblo en posesión de todas estas bendiciones, y
hace todo esto por medio de la operación del Espíritu S anto que toma todas las cosas que
son de Cristo y nos las da. No debemos concebir la realización subjetiva de la unión
mística, en la iglesia, de una manera atómica como si se efectuara trayendo ahora a éste y
en seguida al otro individuo pecador a Cristo. Debe mirarse desde el punto de vista de
Cristo. De una manera objetiva, toda la Iglesia está en El, y nace de Él cuando lo tiene por
Cabeza. No es un mecanismo en el que las partes fueran primero que el todo, sino un
organismo en el que el todo es primero que las partes. Las partes salen de Cristo por medio
de la obra regeneradora del Espíritu Santo, y luego continúan en relación viva con El. Jesús
llama la atención a esta relación orgánica cuando dice: "Y o soy la vid, y vosotros sois los
pámpanos; el que permanece en mí y yo en él, éste lleva mucho fruto: Porque sin mí nada
podéis hacer", Juan 15: 5. En vista de lo que se ha dicho, es muy evidente que no resulta
correcto afirmar que la unión mística es el fruto de la fe del hombre que acepta a Cristo,
como si la fe no fuera una de las bendiciones del pacto que fluyen de la plenitud de Cristo
hacia nosotros, sino una condición que el hombre debe satisfacer parcial o totalmente con
sus propias fuerzas para entrar en relación viva con Jesucristo. La fe es, pri mero que todo,
un don de Dios y en tal concepto es parte de los tesoros que están escondidos en Cristo.
Nos capacita para apropiarnos de la parte que es nuestra y que nos es dada en Cristo, y para
entrar en el gozo consciente, y siempre en aumento, de la b endita unión con Cristo que es la
fuente de todas nuestras riquezas espirituales.
La unión de que tratamos puede definirse como aquella unión espiritual, íntima y vital entre
Cristo y su pueblo, en virtud de la cual El es la fuente de la vida y de la fuerz a de ese
pueblo, de su bienaventuranza y de su salvación. Que esa es una unión muy íntima se
descubre con abundancia en las figuras que se usan en la Escritura para describirla. Es una
unión como la que hay entre la vid y los pámpanos, Juan 15: 5, como la que hay entre un
fundamento y el edificio que se levanta sobre él, I Ped. 2: 4, 5, como la que hay entre el
esposo y la esposa, Ef. 5: 23-32 y como la que hay entre la cabeza y los miembros del
cuerpo, Ef. 4: 15, 16. Y aun estas figuras fallan en dar una e xpresión completa de la
realidad. Es una unión que sobrepasa al entendimiento. Dice el Dr. Hodge : "La
designación técnica de esta unión en el, lenguaje teológico es 'mística', porque trasciende
tanto de todas las analogías que se encuentran en las relacio nes terrenales, en lo que tiene
562
De lo precedente se ve que el término "unión mística" puede ser y a menudo es, utilizado en
un sentido amplio incluyendo los diversos aspectos (legal, obj etivo, subjetivo) de la unión
entre Cristo y los creyentes. No obstante, de una manera más general denota sólo los
aspectos culminantes de esa unión, es decir, su realización subjetiva mediante la operación
del Espíritu Santo y este aspecto de ella es el q ue está, como es natural, con carácter
sobresaliente en la Soteriología. Todo lo que se dice en el resto de este capítulo tiene que
ver con esta unión subjetiva. Las siguientes son las principales características de esta unión
245
Outlines of Theology, p. 483.
563
Hay varios conceptos erróneos acerca de la unión mística, en contra de los cuales debemos
ponernos en guardia. Los errores sobre este punto no deben considerarse como faltos de
consecuencias, y por lo mismo carentes de importancia, porque están erizados de peligros
para el correcto entendimiento de la vida cristiana.
564
2. EL ERROR MÍSTICO. Otro error peligroso es el de los místicos que entienden por
mística una identificación del creyente con Cristo. Según este concepto hay en esa
identificación una unión de esencia en la cual la personalidad de uno qu eda
simplemente sumergida en la del otro, de manera que Cristo y el creyente ya no
siguen siendo dos personas distintas. Hasta algunos de los luteranos llegaron a ese
extremo. Un extremista no vacila en decir, "Y o soy Cristo Jesús, la Palabra viviente
de Dios: yo te he redimido por mis sufrimientos sin pecado".
2. Pero este estado de cosas, es decir, que el pecador nada tiene en sí mismo, y que lo
recibe todo gratuitamente de Cristo, debe reflejarse en la conciencia del pecador. Y
esto tiene lugar por la mediación de la unión mística. Aunque la unión se efectúa
cuando el pecador queda renovado por la operación d el Espíritu Santo, no se
convierte en conocedor de ello, y no pone actividad en cultivarla sino hasta que
comienza en él la consciente operación de la fe. Entonces se da cuenta del hecho de
que no tiene justicia propia, y de que la justicia por la que apar ece justo en la
presencia de Dios le ha sido imputada. Pero aun así, todavía se requiere algo
adicional. El pecador debe sentir su dependencia de Cristo en lo más profundo de su
ser en la vida subconsciente. De aquí que tenga que ser incorporado en Crist o, y
como resultado le viene la experiencia de que toda la gracia que recibe fluye de
Cristo. El sentimiento constante de dependencia que así se engendra es un antídoto
en contra de toda justicia propia.
4. En virtud de esta unión los creyentes tienen compañerismo con Cristo. Así como
Cristo participa en los trabajos, los sufrimientos y las tentaciones de su pueblo,
tienen que ser hechos, ellos, participantes de las experiencias de Él. Los
sufrimientos de Cristo son, en cierta medida, reproducidos y completados en las
vidas de los seguidores suyos. Están crucificados con Cristo y también resucitan con
Cristo a nueva vida. El triunfo final de Cristo también se convierte en el triunfo de
ellos, Rom. 6: 5, 8; 8: 17; II Cor. 1: 7; Fil. 3: 10; I Ped. 4: 13.
5. Por último, la unión de los creyentes con Cristo proporciona la base para la unidad
espiritual de todos los creyentes, y en consecuencia, para la comunión de los santos.
Están animados por el mismo espíritu, están llenos del mismo amor, permanecen en
la misma fe, se empeñan en la misma batalla y están comprometidos para alcanzar
la misma meta. Juntamente se interesan en las cosas de Cristo y de su Iglesia, de
Dios y de su reino, Jn. 17: 20, 21; Hech. 2: 42; Rom. 12: 15; Ef. 4: 2, 3; Col. 3: 16; I
Tes. 4: 18; 5: 11; Heb. 3: 13; 10: 24, 25; Sgo. 5: 16; I Jn. 1: 3, 7.
1. ¿Cuál es el significado del término 'mística' cuando se aplica a la unión con Cristo?
2. ¿Cuál es la relación entre gracia en el sentido legal, y el que gracia tiene en la esfera
moral?
3. ¿Cómo deberíamos contestar la contradicción de que el pecador no puede ser
participante de las bendiciones de la gracia especial de Dios sino hasta que está
incorporado en forma subjetiva en Cristo?
4. ¿Qué se puede decir en contestación a la afirmación de que la fe precede a la
regeneración, porque ella efectúa la unión con Cristo, en tanto que la regeneración
es el fruto de esta unión?
5. ¿Suprime la unión mística la personalidad del hombre o la conserva? Compárese Ef.
4: 13.
6. ¿Derivan todos los creyentes beneficios iguales de esta unión?
7. Si esta unión es indisoluble, ¿Cómo debemos entender Juan 15: 1.7?
8. ¿Cuál es el concepto de Schleiermacher acerca de la unión del creyente con Cristo?
1. Bavinck, Geref. Dogm. III, pp. 594 y sig.; IV, pp. 114, 226 y sig.; 269 y sig
567
3. Las razones que podrían presentarse en favor de una discusión por separado, del
llamamiento externo por medio de la Palabra, como que precede tanto a la
regeneración como al llamamiento interno.
El orden bíblico está indicado con claridad en unos cuantos y bien conocidos pasajes. El
primero de todos es la visión de los huesos secos en Ez. 37: 1 -14. Mientras Ezequiel
profetizaba sobre los huesos secos de la casa de Israel, entró en ellos el aliento de vida. Este
pasaje se refiere a la restauración civil y al avivamiento religioso de la casa de Israel, y
probablemente contenga también una sugestión referente a la resurrección de sus muertos.
La palabra profética se presenta aquí, como que precede al origen de la vida nueva del
pueblo de Israel. Como es natural, esto todavía no significa que la primera esté relacionada
causalmente con la segunda. . . . Un pasaje muy instructivo se encuentra en Hech. 16: 14 ,
que habla de la conversión de Lidia. Mientras Pablo predicaba el Señor abrió el corazón de
Lidia para que oyera las cosas de que hablaba el Apóstol. Se indicaba con claridad que la
apertura del corazón va precedida por el llamamiento externo, y seguida p or el llamamiento
interno. La unidad de los dos llamamientos o del doble llamamiento se ve con
claridad. La afirmación de Pablo en Rom. 4: 17, en relación con este asunto, se cita con
frecuencia, pero es muy difícil considerarla adecuada, porque no se refiere ni al
llamamiento externo ni al interno por medio de la predicación de la Palabra de Dios; sino,
posiblemente al fíat creador de Dios por medio del cual existieron todas las cosas, o bien, a
su mandato dado a las cosas que no son, como si fueran, y que alcanza aún a los muertos. . .
. Otro pasaje se encuentra en Santiago 1: 18, "El, de su voluntad, nos hizo nacer por la
Palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas". Con dificultad podría
dudarse de que la Palabra de verdad de que aq uí se habla es la palabra de la predicación, y
la conjetura es que esta palabra precede al nuevo nacimiento, y es en algún sentido
instrumento suyo. . . . Y por último, hay un pasaje bien conocido en I Ped. 1 : 23, en el que
el mismo apóstol habla de los c reyentes como de aquellos que de nuevo han sido
engendrados, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la Palabra de Dios que
vive y permanece para siempre". Considerando lo que dice el versículo 25, la palabra a que
aquí se hace referencia, con mucha dificultad podría ser otra que la palabra del evangelio
que había sido predicada entre los lectores originales de la carta. También esta palabra de
Pedro implica que la palabra de la predicación precede a la regeneración y se relaciona con
ella como instrumento suyo. En vista de estos pasajes la conclusión está perfectamente
garantizada, de que en el caso de los adultos, el llamamiento externo hecho por medio de la
palabra, precede en general a la regeneración. Si también, las palabras de Pedro, ga rantizan
la afirmación de que el llamamiento interno precede a la implantación de la nueva vida, es
un asunto que por el momento no necesitamos considerar.
nueva, si está presente, se revelará de algún modo. La experiencia les enserió que
muchos no dan evidencias de la vida nueva sino hasta después de haber escuchado
el evangelio durante muchos arios.
3. La naturaleza general del llamamiento externo. En tanto que todos los otros
movimientos del Espíritu Santo en el ordo salutis terminan nada más en el elegido,
el llamamiento externo por medio del evangelio tiene más amplio alcance. En
dondequiera que el evangelio se predique, el llamamiento llega por igual a los
elegidos y a los reprobados. Tiene el propósito de servir, no sólo trayendo a los
elegidos a la fe y a la conversión, sino también el de revelar el grande amo r de Dios
246
Compárense las referencias de arriba, pp. 304 y sig. y también á Marck, Godgeleerdheid XXIII, 3.
572
EL LLAMAMIENTO EN GENERAL
Puesto que el llamamiento externo es nada más un aspecto del llamamiento en general,
tendremos que considerar con brevedad a éste antes de entrar a la discusión del
llamamiento externo.
Nuestro llamamiento es la obra del D ios triuno. Es ante todo la obra del Padre, I Cor. 1: 9; I
Tes. 2: 12; I Ped. 5: 10. Pero el Padre hace todas las cosas por medio del Hijo; y por eso
este llamamiento se atribuye también al Hijo, Mat. 11: 28; Luc. 5: 32; Jn. 7:37; Rom. 1: 6
(?). Y Cristo, a su vez, nos llama por medio de su Palabra y de su Espíritu, Mat. 10: 20; Jn.
15: 26; Hech. 5: 31, 32.
En general, los teólogos Reformados hablan de una vocatio realis para distinguirla de la
vocatio verbalis. Por la primera dan a entender el llamamiento externo que viene a los
hombres por medio de la revelación general de Dios, una revelación de la ley y no del
evangelio, para que reconozcan, teman y honren a Dios como a su Creador. La vocatio
realis viene a los hombres en cosas (res) más bien que en palabras: en la naturaleza y en la
historia, en el medio ambiente en que viven, y en las experiencias y vicisitudes de sus
vidas, Sal 19: 1-4; Hech. 16. 16, 17; 17: 27; Rom. 1: 19-21; 2: 14, 15. Este llamamiento
nada sabe de Cristo y por tanto, no puede conducir a la salvación. Al mismo tiempo es de la
mayor importancia con relación a impedir el pecado, impulsar el desarrollo de la vida
natural y para mantener el buen orden en la sociedad. Es te no es el llamamiento que aquí
nos atañe. En la soteriología sólo cabe considerar la vocatio verbalis, y esta se puede definir
como aquel acto bondadoso de Dios por medio del cual El invita a los pecadores para que
acepten la salvación que se ofrece en C risto Jesús.
247
Compárese Bavinck, Geref. Dogm. IV, pp. 7 y sig.
573
La vocatio verbalis es, como el término mismo lo sugiere, el llamamiento divino que llega
al hombre por la predicación de la Palabra de Dios. Según el católico romano también
pueden llegar al hom bre mediante la administración del bautismo. De hecho, consideran al
sacramento como el medio más importante para que Cristo llegue a los hombres, y le
señalan a la predicación del evangelio una importancia decididamente subordinada. Con
Roma la importanci a céntrica no se halla' en el púlpito, sino en el altar. En el curso del
tiempo se hicieron manifiestas considerables diferencias de opinión sobre la pregunta: ¿Por
qué el llamamiento evangélico demuestra su eficacia en algunos casos, y en otros no?
Pelagio buscó la explicación de esto en la voluntad arbitraria del hombre. El hombre tiene
por naturaleza una voluntad del todo libre, de tal manera que puede aceptar o rechazar el
evangelio, como le convenga, y de este modo obtener, o dejar de obtener las bendi ciones de
la salvación. Al contrario, Agustín, atribuyó esa diferencia a la operación de la gracia de
Dios. Dijo: "El mismo hecho de escuchar el llamamiento divino se produce por la misma
gracia divina en aquel que anteriormente resistía, y entonces, cuand o ya no resiste, se
enciende en él el amor de la virtud". Los semipelagianos tratan de mediar entre los citados
arriba, para evitar tanto la negación agustiniana del libre albedrío como el menosprecio
pelagiano hacia la gracia divina. El semipelagianismo a cepta la presencia de semillas de
virtud en el hombre, las cuales, por sí mismas, tienden a llevar buen fruto; pero sostienen
que éstas para desarrollo necesitan la influencia fructificarte de la gracia divina. La gracia
que para esto se necesita se da a todos los hombres en forma gratuita, de tal manera que con
ella pueden aceptar la llamada del evangelio para salvación. Por tanto, el llamamiento
siempre será efectivo si el hombre, ayudado por la gracia divina lo acepta. Esta se hizo la
doctrina predominan te de la iglesia católica romana. Algunos católico romanos posteriores,
de los cuales Bellarmino fue uno de los más importantes, introdujeron la doctrina del
congruismo, en la cual, la aceptación del llamamiento del evangelio se hizo depender de las
circunstancias en las que llega al hombre. Si estas son congruas, es decir, adecuadas o
favorables, el hombre aceptará, pero si no, lo rechazará. El carácter de las circunstancias, de
consiguiente, dependerá en gran parte, de la operación de la gracia prevenient e. Lutero
desarrolló la idea de que aunque la ley produce arrepentimiento el llamamiento del
evangelio lleva consigo el don del Espíritu Santo. El Espíritu Santo está en la Palabra, y por
tanto, el llamamiento siempre es suficiente en sí mismo, y en su int ención siempre es
eficaz. La razón por la que este llamamiento no siempre efectúa el resultado deseado e
intentado, se encuentra en el hecho de que los hombres en muchos casos colocan un
tropiezo en el camino, de tal modo que, después de todo, el resultado queda determinado
por la actitud negativa del hombre. Aunque algunos luteranos hablan todavía de
574
llamamiento externo e interno, insisten en que el primero nunca viene separado del
segundo. Esencialmente el llamamiento siempre es eficaz, de modo tal que en realidad no
queda lugar pata la diferencia. La firme insistencia de Lutero sobre el carácter eficaz del
llamamiento del evangelio se debió al desprecio con que lo vieron los anabaptistas. Estos
prácticamente hicieron a un lado la Palabra de Dios como un m edio de gracia y acentuaron
lo que dieron en llamar la palabra interna, la "luz interna", y la iluminación del Espíritu
Santo. Para ellos la palabra externa no era más que la letra que mata, en tanto que la palabra
interna era espíritu y vida. En su esquem a, el llamamiento significa poco o nada. Y a en
Agustín se encuentra la diferencia entre llamamiento externo y llamamiento interno;
Calvino la tomó prestada de Agustín y de este modo alcanzó prominencia en la teología
Reformada. Según Calvino, el llamamient o del evangelio no es efectivo en sí mismo; pero
se hace eficaz mediante la operación del Espíritu Santo cuando aplica la palabra salvadora
al corazón del hombre, y se aplica de esta manera sólo en los corazones y en las vidas de
los elegidos. De este modo la salvación del hombre sigue siendo obra de Dios desde el
mero principio. Dios, mediante su gracia salvadora no sólo capacita al hombre, sino que lo
hace atender al llamamiento del evangelio para salvación. Los armiñadnos no quedaron
satisfechos con esta posición, sino que prácticamente se volvieron al semipelagianismo de
la iglesia católico romana. Según ellos, la proclamación universal del evangelio está
acompañada de una gracia suficiente y universal, ayuda bondadosa concedida en forma
actual y sin excepción, suficiente para capacitar a todos los hombres, si así lo eligen ellos,
para alcanzar la posesión plena de las bendiciones espirituales, y al final la salvación". 248
Una vez más la obra de salvación se ha hecho depender del hombre. Esto marca el pri ncipio
de un retorno racionalista hacia la posición pelagiana, la cual, por completo niega la
necesidad de una operación interna del Espíritu Santo para salvación.
EL LLAMAMIENTO EXTERNO
La Biblia no usa el término "externo", pero habla con claridad de un llamamiento que no es
eficaz. En la gran comisión está presupuesto, tal como se encuentra en Marc. 16: 15 y 16,
"Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere
bautizado será salvo, más el que no creyere, será condena do". La parábola de la fiesta de
bodas, en Mat. 22: 2-14 nos enseña con claridad que algunos de los invitados no vinieron, y
concluye con las bien sabidas palabras: "Porque muchos son llamados, y pocos escogidos".
La misma lección se enseria en la parábola de la gran cena, Luc. 14: 16-24. Otros pasajes
hablan de manera explícita de un rechazamiento del evangelio, Juan 3: 36; Hech. 13: 46; II
248
Cunningham, Hist. Theol. II, p. 396.
575
Tes. 1: 8. Todavía otros más hablan del terrible pecado de la incredulidad en una forma que
muestra con claridad que algunos lo cometían, Mat. 10: 15; 11: 21 -24; Juan 5: 40; 16: 8, 9;
I Juan 5: 10. El llamamiento externo consiste en la presentación y oferta de salvación en
Cristo a los pecadores junta con una ardiente exhortación para aceptar a Cristo mediante la
fe, a fin de obtener el perdón de los pecados y la vida eterna.
2. Una invitación para aceptar a Cristo con arrepentimiento y fe. La presentación del
camino de salvación debe suplementarse con una invitación ardiente (II Cor. 5: 11,
20) y hasta con un solemne mandato (Juan 6: 28, 29; Hech. 19: 4) para arrepentirse
y creer, es decir, para aceptar a Cristo por la fe. Pero para que esta aceptación de
Cristo no se entienda con sentido superficial como a menudo lo explican los
avivamentistas, se requiere que se presente con toda claridad la naturaleza verdadera
del arrepentimiento y de la fe. Debe esclarecerse por completo que el pecador no
puede de sí mismo arrepentir se y creer verdaderamente, sino que Dios obra en él,
"tanto el querer como el hacer, según su buena voluntad".
249
Compárense también los Canons of Don. II, 5, 6; II y IV, 8.
250
Chr. Dogm. p. 377.
577
tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio,
vino y leche", compárense también los versículos 6 y 7. En relación con este pasaje
uno podría pensar en decir que sólo se llama a los pecadores calificados
espiritualmente; pero esto con toda segur idad no se puede decir de Isa. 45: 22,
"Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no
hay más". Algunos interpretan también la invitación de Jesús, que nos es tan
conocida, Mat. 11: 28, "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo
os haré descansar", limitándola a aquellos que de verdad están preocupados por sus
pecados, y de verdad están arrepentidos; pero no hay autorización para hacer tal
limitación. El último libro de la Biblia concluye con una hermo sa invitación
general: "Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven y el que oye, diga: Ven. Y el que
tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente", Apoc. 22:
17. Que la invitación del evangelio no está limitada a los elegidos, como a lgunos
sostienen, se hace muy evidente de pasajes como Sal 81: 11 -13; Prov. 1: 24-26; Ez.
3: 19; Mat. 22: 2-8; Luc. 14: 16-24. El carácter general de este llamamiento se
enseña también en los Cánones de Dort.251 Y a pesar de eso, esta doctrina, repetidas
veces se encuentra con oposición entre individuos y grupos de las iglesias
Reformadas. En la iglesia escocesa del Siglo XVII algunos negaban por completo la
invitación indiscriminada, y la oferta de salvación, en tanto que otros querían
limitarla a la extensi ón de la iglesia visible. En contra de estos, surgieron para
defenderla los teólogos Marrow, como Boston y los Erskine. En los Países Bajos
este punto fue discutido de manera especial en el Siglo XVIII. Los que sostenían la
oferta universal recibieron el n ombre de predicadores de la nueva luz, en tanto que
aquellos que defendían la oferta particular, la oferta para los que ya daban evidencia
de tener en cierta medida la gracia especial, pudiendo por tanto, ser reconocidos
como del grupo de los elegidos, fue ron conocidos como los predicadores de la
antigua luz. Hasta el día de hoy hay ocasiones en que nos encontramos con
oposición sobre este punto. Se dice que semejantes invitaciones y ofertas generales
no son consistentes con la doctrina de la predestinación y de la expiación particular,
y se piensa que en estas doctrinas debe encontrar el predicador su punto de partida.
Pero la Biblia no enseña que el predicador del evangelio haga tal cosa, a pesar de la
importancia de aquellos aspectos doctrinales. Su punto de partida y su autorización
los encuentra en la comisión de su Rey: "Id por todo el mundo, predicad el
evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado será salvo: Pero el que no
creyere será condenado", Marc. 16: 15 y 16. Además, es manifiest o del todo, como
imposible, que cualquiera que predique el evangelio pueda limitarse a los elegidos,
251
II, 5; III and IV, 8.
578
como algunos quieren que lo aceptemos puesto que el predicador no sabe quiénes
son. Jesús los conocía, pero El no limitó su oferta de salvación a los elegi dos, Mat.
22: 3-8, 14; Luc. 14: 16-21; Jn. 5: 38-40. Habría una verdadera contradicción entre
las doctrinas Reformadas de la predestinación y la expiación particular, por una
parte, y la oferta universal de salvación por la otra, si esta oferta incluyera l a
declaración de que Dios se propone salvar a todo individuo que oiga el evangelio, y
que Cristo en realidad hizo expiación por los pecados de cada uno de ellos. Pero la
invitación del evangelio no envuelve tal declaración. Es un llamamiento bondadoso
para aceptar a Cristo mediante la fe, y una promesa condicional de salvación. La
condición se cumple sólo en los elegidos, y por tanto, sólo ellos obtienen la vida
eterna.
Se puede preguntar, ¿por qué Dios viene con la oferta de la salvación a todos los hombres,
sin diferencia alguna, incluyendo hasta a los reprobados? El llamamiento externo contesta
la pregunta con más de un propósito.
1. ¿En qué casos aceptan los Reformados que l a regeneración precede al mismo
llamamiento externo?
2. ¿Cómo relacionan el llamamiento externo con la doctrina del pacto?
3. ¿Sobre qué base afirmaron los arminianos en la época del Sínodo de Dort que las
iglesias Reformadas no podían consistentemente enseñar q ue Dios con toda seriedad
llama a los pecadores sin diferencia de ninguna clase de la salvación?
4. ¿Cómo concibieron los católico romanos el llamamiento por medio de la palabra?
5. ¿Cómo la conciben los luteranos?
6. ¿Es correcto decir (con Alexander, Syst. Theol. II, pp. 35'7 y sigts.) que la palabra
por sí misma es adecuada para efectuar un cambio espiritual y que el Espíritu Santo
nada más remueve el obstáculo que impide recibirlo?
Estos términos llevan consigo varias implicaciones importantes, a las que debemos dirigir
nuestra atención.
1. La regeneración es una obra creadora de Dios, y es, por tanto, un a obra en la que el
hombre permanece pasivo por completo, y en la que no hay lugar para la
cooperación humana.) Este es un punto muy importante, puesto que acentúa el
hecho de que la salvación es por completo de Dios.
2. La obra creadora de Dios produce una nueva vida, en virtud de la cual, el hombre,
vivificado con Cristo, participa de la vida de resurrección, y puede ser llamado una
criatura nueva, "creada en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó
de antemano para que anduviésemos en ellas ", Ef. 2: 10.
252
Inst. III. 3, 9
253
111 y IV
254
Art. XXIV.
585
255
A Dictionary of Religion and Ethios, Art. Regeneration.
256
Varieties of Religious Experience, p. 189.
257
The Psychology of Religious Awakening, p. 38.
586
Respecto a la naturaleza de la regeneración hay varios errores que -111' debemos evitar.
Será bueno mencionar éstos antes de comenzar el estudio de las cualidades positivas de esta
obra re-creadora de Dios.
LOS ERRORES
2. Tampoco es nada más un cambio en una o más de las facultades del alma como, por
ejemplo, de la vida emoci onal (sentimientos o corazón), que remueve la aversión a
las cosas divinas, según algunos evangélicos la conciben, o del intelecto, o una
iluminación de la mente que está obscurecida por el pecado, como la consideran los
racionalistas. La regeneración afec ta el corazón, entendida la palabra en el sentido
de la Escritura, es decir, como el órgano central del alma que lo controla todo y del
cual fluyen las corrientes de la vida. Esto significa que afecta a la naturaleza
humana como un todo.
DEFINICIÓN DE REGENERACIÓN
El llamamiento de Dios puede decirse que es uno, y la diferencia entre llamamiento externo
o interno y eficaz únicamente llama la atención al hecho de que en ese llamamiento hay dos
aspectos. Esto no significa que estos dos aspectos estén siempre unidos y vayan siempre
juntos. No afirmamos con los luteranos que "el llamamiento interno no sea siemp re
concurrente con el oír de la palabra". 258 No obstante, significa que cuando el llamamiento
interno llega a los adultos es por la mediación de la predicación de la Palabra. Es una y la
misma palabra la que se escucha en el llamamiento externo, y que se hace efectiva en el
corazón en el llamamiento interno. Por medio de la poderosa aplicación del Espíritu Santo
el llamamiento externo pasa a ser directamente interno. 259 Pero aunque este llamamiento
esté relacionado en forma estrecha con el externo y forme una unidad con El, hay ciertos
puntos de diferencia:
258
Valentine, Chr. Theol. II, pp. 197 y sig.
259
Bavinck, Roeping en Wedergeboorte, p. 215.
589
no hay duda acerca de que de la Palabra de Dios se dice a veces que obra de una
manera creadora, Gen 1: 3; Sal 33: 6, 9; 147: 15; Rom. 4: 17 (aunque este pasaje
debe interpretarse en forma diferente). Pero todos estos pasajes se refieren al poder
de la Palabra de Dios, a su mandato autoritativo, y no a la Palabra de la predicación
que es la que nos concierne aquí. El Espíritu de Dios obra mediante la predicación
de la Palabra sólo de una manera moralmente persuasiva, haciendo más efectiva la
persuasión de la Palabra, de tal manera que el hombre escucha la voz de su Dios.
Esto se deduce de la íntima naturaleza de la Palabra, que se dirige al entendimiento
y a la voluntad. 260 No obstante, debe recordarse que esta persuasión moral no
constituye todavía el todo del llamamiento interno; debe haber además de esto u na
operación poderosa del Espíritu Santo para aplicar la Palabra al corazón.
2. Obra en la vida consciente del hombre. Este punto está relacionado de manera muy
íntima con el precedente. Si la palabra de la predicación no obra en forma creadora
sino nada, más de una manera moral y persuasiva, se sigue que puede obrar nada
más en la vida consciente del hombre. Se dirige al entendimiento, que el Espíritu
capacita con el sentido de la vista espiritual dentro de la verdad, y por medio del
entendimiento ejerce inf luencia en forma efectiva sobre la voluntad, de manera que
el pecador se vuelve a Dios. El llamamiento interno necesariamente desemboca en
la conversión, es decir, en un regreso consciente fuera del pecado y en dirección
hacia la santidad.
260
Bavinck, Roeping en Wedergeboort e, pp. 217, 219, 221.
590
LA NECESIDAD DE LA REGENERACIÓN
261
Uniturian Thought, p. 193.
593
vida. Un cambio literal interno se hace necesario, un cambio por medio del cual se cambie
toda la disposición del alma.
Hay sólo tres diferentes conceptos fundamentales que nos vienen a la consideración aquí, y
todos los otros son modificaciones de éstos.
LA VOLUNTAD HUMANA
262
Compárense también los versículos 5,7.
594
LA VERDAD
EL ESPÍRITU SANTO
El único concepto adecuado es el que ha tenido la Iglesia de todos los Siglos, que considera
al Espíritu Santo la causa eficiente de la regeneración. Esto significa que el Espíritu Santo
obra en forma directa sobre el corazón del hombre y cambia su condición espiritual. No hay
cooperación de ninguna clase de parte del pecador en esta obra. Es la obra d el Espíritu
Santo directa y exclusivamente, Ez. 11: 19; Juan 1: 13; Hech. 16: 14; Rom. 9: 16; Fil. 2: 13.
La regeneración, pues, tiene que concebirse en su forma solitaria. Dios solamente obra, y el
pecador no tiene parte ninguna en esa obra. Esto, de cons iguiente, no significa que el
hombre no coopere en etapas posteriores en el trabajo de la redención. De la Escritura se
desprende con claridad que el hombre lo hace.
2. La forma exacta del asunto tiene que notarse con cuidado. El asunto no es, si Dios
obra la regeneración por medio de una pal abra creadora. Por lo general se admite
que así lo hace. Tampoco es, si se emplea la Palabra de verdad, la palabra de la
predicación en el nuevo nacimiento, para distinguirlo del ser engendrado
divinamente del nuevo hombre, es decir, para asegurar el prime r ejercicio santo de
la vida nueva. El asunto verdadero es, si Dios, para implantar o generar la vida
nueva, emplea la palabra de la Escritura o la palabra de la predicación como
instrumento o medio. Al discutir este asunto en tiempos anteriores se sufrió con
frecuencia de la falta de una adecuada discriminación.
El Dr. Shedd dice: "La influencia del Espíritu Santo puede distinguirse de la de la verdad;
de la del hombre sobre el hombre; y de la de cualquier instrumento o medio de que se trate.
Su energía actúa en forma directa sobre la misma alma humana. Es la influencia del
Espíritu sobre el espíritu; de una de las personas de la Trinidad sobre una persona humana.
Ni la verdad, ni un compañero, pue den obrar así en forma directa sobre la esencia del alma
misma.263 Las siguientes consideraciones favorecen este concepto:
263
Dogm. Theol. II, p. 500.
596
Defender su uso sería tanto como negar la muerte espiritual del hombre; lo que de
ninguna manera se entiende por aquellos que toman esta posición .
3. Algunas veces se hace violencia sobre la Parábola del Sembrador para favorecer la
idea de que la regeneración tiene lugar por medio de la Palabra. La semilla en esta
parábola es la palabra del reino. El argumento es que la vida está en la semilla y
brota de la semilla. En consecuencia la nueva vida viene de la semilla de la Palabra
de Dios. Pero, en primer lugar, esto se sale de propósito, porque resultaría muy
difícil decir que el Espíritu o el principio de la vida nueva está encerrado en la
Palabra, en la misma forma en que el germen viviente está encerrado en la semilla.
Esto nos recuerda un concepto un tanto luterano del llamamiento, según el cual el
Espíritu está en la Palabra de manera que el llamamiento siempre resulta efectivo si
el hombre no pone un tropiezo en el camino. Y en segundo lugar, esto es hacer
presión sobre un punto que para nada es el tertium comparationis. El Salvador
quiere explicar en esta parábola cómo acontece que la semilla de la Palabra lleva
fruto en algunos casos, y en otros no. Lleva fruto sólo en aquellos casos en los que
cae en buena tierra, en corazones preparados en tal forma que pueden entender la
verdad.
Los pasajes siguientes se nos presentan aquí par a consideración: De la Confesión Belga, los
artículos XXIV y XXXV; del Catecismo de Heidelberg la pregunta 54; de los Cánones de
Dort, III y IV, Art. 11., 12, 17; y por último, las Conclusiones de Utrecht, adoptadas por
nuestra iglesia en 1908. De estos pa sajes resultaría del todo evidente que nuestros escritos
confesionales hablan de la regeneración en un sentido amplio, en el que incluye tanto el
origen de la vida nueva como su manifestación en la conversión. Hasta se nos dirá que la fe
regenera al pecador.264 Hay pasajes que parecen decir que la Palabra de Dios sirve de
264
Confesión Belga, Art. XXIV.
598
instrumento en la obra de la regeneración. 265 Pero están redactados en un lenguaje tal que
todavía queda en duda si efectivamente enseñan que el principio de la vida nueva queda
implantado en el alma por la' instrumentalidad de la Palabra. Fallan en discriminar con
cuidado entre los varios elementos que distinguimos en la regeneración. En las
conclusiones de Utrecht leemos : "Hasta donde tiene que ver con el tercer punto, el de la
regeneración inmediata el Sínodo declara que esta expresión puede usarse en un buen
sentido, hasta donde nuestras iglesias lo han confesado siempre, en contra de los luteranos y
de la iglesia católico romana, que la regeneración no se efectúa por medio de la Palabra o
de los Sacramentos como tales, sino mediante la obra todopoderosa y regeneradora del
Espíritu Santo; que esta obra regeneradora del Espíritu Santo, no obstante, no debe
disociarse, en este sentido, de la predicación de la Palabra, como si ambos agentes
estuvieran separados uno del otro ; porque aunque nuestra Confesión enseña que no
debemos tener duda respecto a la salvación de nuestros niños que mueren en la infancia,
aunque no hayan oído la predicación del evangelio, y nuestros símbolos confesionales en
ninguna parte se definen respecto a la manera en la que se efectúa la regeneración en el
caso de estos y de otros niños, no obstante, por otra parte, es cierto que el evangelio es
poder de Dios para la salvación de todo aquel que cree, y que en el caso de los adultos la
obra regeneradora del Espíritu Santo acompaña a la predicación del evangelio". 266
EL CONCEPTO PELAGIANO
Según los pelagianos, la libertad del hombre v su responsabilidad personal implican que él
en todo tiempo es tan capaz para dejar de pecar, como para cometer pecado. Sólo los actos
de volición consciente se consideran como pecado. En consecuencia la regeneración
consiste nada más en la reforma moral. Significa que el hombre que anteriormente había
elegido transgredir la ley, ahora elige vivir en obediencia a ella.
265
Confesión Belga, Art. XXIV, y e specialmente el Art. XXVI; Cánones de Don III y IV Artículos 12, 17.
266
Los siguientes teólogos Reformados enseñan la inmediata regeneración; Synopsis Puriosis Theologie (de
los profesores de Leyden), 31: 9; Mastricht, Godgeleerdheit VI, 326; Brakel, Redelijke Godsdienst I, p. 738.
No obstante, estas tres autoridades, según p arece, usan el término "inmediato" en un sentido diferente.
Además: Turretin, Opera XV. 4, 23 y sig.; Shedd, Dogm. Theol. II, pp. 500, 506; Hodge, Syst. Theol. III, p.
31; Kuyper, Dict. Dogm., De Salute, p. 74; Bavinck, Roeping en Wedergeboorte, pp. 219 y sigts.; Vos, Geref.
Dogm. IV, pp. 46 y siguientes.
599
LA REGENERACIÓN BAUTISMAL
EL CONCEPTO ARMINIANO
EL CONCEPTO TRICOTÓMICO
601
267
Compárese, Heard, The Tripartite Nature of Man.
602
psicología de la religión, por lo general, ambas maneras se identifican. Todo esto apunta
hacia la estrecha relación que hay entre las dos.
El Antiguo Testamento emplea, especialmente, dos palabras para conversión, y son las
siguientes:
1. Nacham, que sirve para expresar un sentimiento profundo, sea de tristeza (niphal) o
de consuelo (piel). En niphal significa arrepentirse, y este arrepentimiento con
frecuencia está acompañado con un cambio de plan o de acción, en tanto que en piel
significa consolar, o c onsolarse uno mismo. Como designación de arrepentimiento,
y este significado es el que aquí nos interesa no se usa sólo en lo que atañe al
hombre, sino en lo que atañe también a Dios, Gen 6: 6 y 7; Ex 32: 14; Jue. 2: 18; I
Sam 15: 11.
2. Shubh, que es la p alabra más común para conversión, significa volverse, acercarse y
regresar. Con frecuencia se usaba en sentido literal, tanto de Dios como del hombre,
pero pronto adquirió un significado religioso y ético. Este sentido resulta más
prominente en los profeta s, en donde se refiere al regreso de Israel al Señor, después
de haberse apartado de Él. La palabra muestra con claridad que lo que el Antiguo
Testamento llama conversión es un retorno hacia Aquel de quien el hombre fue
separado por el pecado. Este es un elemento muy importante en la conversión.
Encuentra su expresión en las palabras del Hijo Pródigo, "Me levantaré e iré a mi
Padre".
De manera especial, tres palabras vienen aquí para que las consideremos:
1. Metanoia (en su forma verbal, metanoeo). Esta es la palabra más común para
conversión en el Nuevo Testamento, y es también, de todos los términos empleados,
el más fundamental. La palabra está compuesta de meta y nous, ésta, a su vez
relacionada con el verbo ginosko (latí n, noscere; inglés, to know; español, conocer),
604
todas las cuales se refieren a la vida consciente del hombre. En la Biblia inglesa la
palabra se traduce "repentance" (arrepentimiento), pero esta traducción con mucha
dificultad liaría justicia al original, puesto que da indebida importancia al elemento
emocional.
a. Trench indica que en los clásicos la palabra significa: saber según,
conocimiento derivado;
b. Cambiar la mente según el resultado de este conocimiento derivado;
c. En consecuencia de este cambio mental , deplorar la ruta seguida;
d. Un cambio de conducta para el futuro, como resultado de los tres plintos
anteriores. Puede indicar, no obstante, un cambio para peor, tanto como para
mejor, y no incluye en forma necesaria una resipiscentia un recobrar la
sabiduría. Pero en el Nuevo Testamento su significado se profundiza y
denota, primero que todo, un cambio de mente, en el que se adquiere un
concepto más sabio acerca del pasado y que incluye un sentimiento de pesar
por el mal entonces cometido, a la vez que conduce a un cambio de vida
hacia lo mejor. Aquí se hace presente el elemento de resipiscentia, Walden
en su obra sobre, The Great Meaning of Metanoia, llega a la conclusión de
que trae la idea de "un cambio general de la mente el cual, al llegar a su
desarrollo culminante se convierte en una regeneración intelectual y
moral". 268Aunque sostengamos que la palabra denota ante todo un cambio de
mente, no debemos perder de vista el hecho de que su significado no queda
limitado a lo intelectual, al conocimiento te órico, sino que incluye también
el conocimiento moral, la conciencia. Ambas, mente y conciencia están
manchadas, Tito 1: 15, y cuando el nous de una persona queda cambiado, no
sólo recibe conocimiento nuevo, sino también dirección para su vida
consciente; su cualidad moral también sufre cambio.
e. Vara particularizar un poco más diremos que el cambio indicado por la
palabra metanoia tiene referencia, a la vida intelectual, II Tim. 2: 25, a un
mejor conocimiento de Dios y de su verdad, y a una aceptación salva dora de
ella (idéntica con la acción de la fe)
f. A la vida volitiva consciente, Hech. 8: 22, a un retorno del yo hacia Dios
(esto de nuevo incluye la acción de la fe)
g. A la vida emocional, hasta donde este cambio va acompañado con santa
tristeza, II Cor. 7: 10, y abre campos nuevos de satisfacción para el pecador.
En todos estos aspectos metanoia incluye una oposición consciente a la
condición anterior. Esto, en metanoia es un elemento esencial y por lo
268
P. 107.
605
SU DEFINICIÓN
De consiguiente, la conversión está fundada, como todas las demás doctrinas, en la Biblia,
y sobre tal base tiene que ser aceptada. Puesto que la conversión es una experiencia
consciente en la vida de muchos, puede añadirse al testimonio de la Palabra, el de la
experiencia, pero éste, a pesar de lo valioso que sea, nada añade a la certidumbre que se
enseña en la Palabra de Dios. Podemos estar agradecidos porque en años recientes la
Psicología de la Religión ha dedicado considerable atención al hecho de la conversión, pero
debemos recordar siempre que aunque ha puesto ante nuestra atención algunos hech os
interesantes, ha hecho poco o nada para explicar la conversión como un fenómeno
religioso. La doctrina bíblica de la conversión está basada no sólo en los pasajes que
contienen uno o más de los términos mencionados arriba, sino también en muchos otros e n
los que el fenómeno de la conversión está descrito o representado concretamente con
ejemplos vivos. La Biblia no siempre habla de la conversión en el mismo sentido. Debemos
distinguir los siguientes:
CONVERSIONES NACIONALES
607
En los días de Moisés, Josué y los Jueces, el pueblo de Israel repetidamente se volvió de en
pos de Jehová, y después de experimentar el desagrado de Dios se arrepintieron de sus
pecados y se volvieron al Señor; hubo una conversión nacional en el reino de Judá en los
días de Ezequías y una más en los días de Josías. Por efecto de la predicación de Jonás los
ninivitas se arrepintieron de sus pecados y fueron librados por el Señor, Jonás 3: 10. Estas
conversiones nacionales tuvieron nada más el carácter de reformas naturales o morales.
Debieron haber estado acompañadas con algunas conversiones verdaderas de individuos,
pero estuvieron lejos de ser conversiones verdaderas de todos los componentes de la
nación. Por regla general fueron muy superficiales. Hicieron su aparición bajo la direcc ión
de dirigentes piadosos, y cuando estos tuvieron por sucesores a hombres malvados, el
pueblo cayó de inmediato volviendo a sus antiguos hábitos.
CONVERSIONES TEMPORALES
LA CONVERSIÓN VERDADERA
La conversión verdadera nace de una santa tristeza y desemboca en una vida de devoc ión a
Dios, II Cor. 7: 10. Es un cambio cuya raíz está en la obra de regeneración y que se efectúa
en la vida consciente del pecador mediante el Espíritu de Dios ; un cambio de pensamientos
y opiniones, de anhelos y voliciones que envuelven la convicción d e que la primera
608
dirección de la vida era necia, equivocada, y trastornaba el curso entero de la vida. Hay dos
lados de esta conversión, uno activo y otro pasivo; el primero es un acto de Dios por medio
del cual El mismo cambia el curso consciente de la vi da del hombre, y el segundo viene
siendo el resultado de aquel primer acto de Dios tal como se ve al ocurrir el cambio en la
vida del hombre para volverse a Dios. En consecuencia debe darse una doble definición de
la conversión:
1. La conversión activa es aq uel acto de Dios por medio del cual El hace que el
pecador sea regenerado en su vida consciente, para volverse a Dios con
arrepentimiento y fe.
2. La conversión pasiva es el acto consciente del pecador regenerado por medio del
cual él mediante la gracia div ina se vuelve a Dios con arrepentimiento y fe. Esta
conversión verdadera es con la que tenemos que ver, ante todo, en teología. La
Palabra de Dios contiene varios ejemplos impresionantes de ella, por ejemplo, la
conversión de Naamán, II Reyes 5: 15; la de Manasés, II Crón. 33: 12, 13; la de
Zaqueo, Luc. 19: 8, 9; la del hombre que nació ciego, Juan 9: 38; la de la mujer
samaritana, Juan 4: 29, 39; la del eunuco, Hech. 8: 30 y sigs.; la de Cornelio, Hech.
10: 44 y sigs.; la de Pablo, Hech. 9: 5 y sigs. ; La de Lidia, Hech. 16: 14 y otras.
LA REPETICIÓN DE LA CONVERSIÓN
La conversión es nada más una parte del proceso de la salvación. Pero debido a que es una
parte de un proceso orgánico, está como es natural, conectada estrechamente con todas las
otras partes. Algunas veces se hace visible una tendencia en forma es pecial en nuestra
tierra, 269 de identificarla con algunas otras partes del proceso o de glorificarla como si fuera
con mucho la parte más importante del proceso. Es un hecho bien sabido que algunos, al
hablar de su redención nunca van más allá de la historia de la conversión de ellos y olvidan
decir acerca de su crecimiento espiritual en años posteriores. Esto se debe sin duda al hecho
de que en la experiencia de ellos la conversión permanece como crisis marcada en forma
aguda, y una crisis que se debió a la acción tomada por parte de ellos. En vista de la
tendencia actual de perder de vista las líneas de demarcación del proceso de salvación, es
bueno que nos acordemos de la verdad del viejo adagio latino, "Qui bene distinguet. bene
docet". Debemos notar las siguientes características de la conversión:
1. La conversión pertenece más a los actos recreativos de Dios que a los judiciales.
Ella no altera el estado sino la condición del hombre. Al mismo tiempo en la esfera
judicial está estrechamente relacionada con la s operaciones divinas. En la
conversión el hombre se hace consciente del hecho de que es digno de condenación
y también llega al reconocimiento de ese hecho. Aunque para llegar hasta aquí se
presupone que ya hay fe, este paso nos conduce también a una mani festación más
grande de fe en Jesucristo, una confianza de fe en El para salvación. Y en su turno,
esta fe, al apropiarse la justicia de Jesucristo, sirve para la justificación del pecador.
En la conversión el hombre despierta a la gozosa seguridad de que todos sus
pecados están perdonados sobre la base de los méritos de Jesucristo.
269
El autor se re fiere a los EE. UU. de A.
610
5. A diferencia de aquellos que piensan que la conversión no es otra cosa que una
crisis definida en la vida, deberemos notar que, aunque la conversión pue de ser una
crisis agudamente marcada, también puede ser un cambio muy gradual. La teología
más antigua siempre ha distinguido entre conversiones repentinas y graduales
(como en el caso de Jeremías, Juan Bautista y Timoteo); y en la actualidad la
psicología de la conversión acentúa la misma distinción. Las conversiones de crisis
son más frecuentes en las épocas de declinación religiosa, y en las vidas de aquellos
que no han disfrutado los privilegios de una verdadera educación religiosa, y que
además han vagado lejos de la senda de la verdad, de la justicia y de la santidad.
La iglesia de Roma ha hecho de la idea del arrepentimiento algo por completo externo. Los
elementos más importantes del sacramento de la penitencia son contrición, confesión,
satisfacción y absolución. De estos cuatro la contrición es la única que p ertenece
propiamente al arrepentimiento, y hasta de éste excluyen los romanistas toda tristeza por el
pecado innato, reteniendo sólo la tristeza por las transgresiones personales. Y porque sólo
pocos experimentan contrición verdadera, el pecador puede dars e por satisfecho con la
atrición. Esta es la convicción mental de que el pecado merece castigo, pero no incluye
confianza en Dios y un propósito de volverse del pecado. Consiste, pues, en el temor del
infierno". 270 La confesión de la iglesia católica romana, es confesión hecha al sacerdote,
quien absuelve no declarativamente, sino en forma judicial. Además, la satisfacción
consiste en que el pecador haga la penitencia, es decir, que sufra algo que le resulte penoso,
o que cumpla alguna tarea que le resulte di fícil o desagradable. El pensamiento central es el
de que todas las satisfacciones dadas en forma externa constituyen en verdad la satisfacción
debida por el pecado.
La idea bíblica del arrepentimiento debe sostenerse en oposición a este concepto externo
del arrepentimiento. Según la Escritura el arrepentimiento es un acto por completo interno y
no debiera confundirse con el cambio de vida que fluye de él. La confesión del pecado y la
reparación de los errores cometidos, son frutos del arrepentimiento. Este es sólo una
condición negativa y no un medio positivo de salvación. Aunque el arrepentimiento sea el
deber del pecador, no soslaya las demandas de la ley por causa de las transgresiones
pasadas. Además, el verdadero arrepentimiento nunca existe a menos que se presente en
conjunción con la fe, en tanto que, por otra parte, dondequiera que hay fe verdadera,
también hay arrepentimiento verdadero. Los dos no son más que otros tantos aspectos del
mismo regreso un regreso del pecado para tomar la dirección hacia Dios. Lutero algunas
veces habló de un arrepentimiento que precede a la fe, pero a pesar de todo parece que
estuvo de acuerdo con Calvino en considerar que el verdadero arrepentimiento es uno de
los frutos de la fe. Los luteranos quieren acentuar el hecho de que el arrepentimiento se
opera por medio de la ley, y que la fe se opera por medio del evangelio. Sin embargo, debe
270
Schaff, Ou r Fathers' Faith and Ours, p. 358.
613
recordarse que los dos son inseparables; son nada más partes complementarias del mis mo
proceso.
LA PSICOLOGÍA DE LA CONVERSIÓN
En los últimos años los psicólogos han hecho un estudio especial de los fenómenos que
concurren en la' conversión.
La naturaleza de este estudio puede aprenderse mejor en las obras que a continuación
citamos con sus autores De Coe, The Spiritual Life; de Starbuck, The Psychology of
Religion; d James, Varieties of Religious Experience; de Ames, The Psychology o
Religious Experience; de Pratt, The Religious Consciousness; de Clark, Th Psychology of
Religious Awakening; de Hughes, The Neze, Psychology an, Religious Experience, y de
Horton, The Psychological Approach to Theology) Durante mucho tiempo la psicología
descuidó por completo los hechos de la vida religiosa, pero desde hace más de un cuarto de
siglo ha comenzado ocuparse de ellos. Al principio, de manera sobresaliente aunque no en
forro; exclusiva, la atención se enfocó sobre lo que debió parecer el gran hecho' central de
la experiencia religiosa', el hecho de la conversión. Los psicólogo han estudiado muchos
casos de conversión, utilizando el método inductivo, han intentado clasificar las diversas
fuerzas que operan en la conversión, para distinguir los diferentes tipos de experiencia
religiosa, para determinado período de la vid a en que mejor puede ocurrir la conversión, y
para descubrir las leyes que determinan el fenómeno de la conversión. Aunque presentaron'
el resultado de su estudio como una investigación del todo inductiva dentro de los
fenómenos de la religión, tal como se presenta en la experiencia individual, y en algunos
casos expresaron el recomendable deseo y la intención d guardar en el trasfondo sus
convicciones personales, filosóficas y religiosas no obstante, revelaron una tendencia a
considerar la conversión como u proceso del todo natural y tan sujeto a las leyes ordinarias
de la psicología como cualquier otro hecho psicológico ; y a pasar por alto su aspecto sobre
natural, si no lo negaron explícitamente. Los eruditos más cuidadosos d entre ellos
ignoraron lo sobrenatural en la conversión, pero no lo negaron Tocante a los profundos
aspectos de este hecho central de la experiencia religiosa, explicaron su silencio llamando
la atención a sus limitaciones como psicólogos. Pueden tratar con los hechos de sus
observación y con las leyes psíquicas que con toda' evidencia los gobiernan, pero no tienen
derecho para sondear dentro del posible o probable trasfondo espiritual en el que esto
614
un sentido violento de pecado, y la otra con un sentimient o de insuficiencia, una lucha por
alcanzar una vida más amplia, y un deseo de iluminación espiritual. Se ha hecho distinción
entre la conversión de niños y la de adultos; entre las conversiones graduales y las
repentinas (impetuosas), y entre las intelectu ales y las emocionales. Estos no son más que
otros tantos nombres diferentes para los dos tipos reconocidos de con -versión. Aunque en
general, la conversión puede considerarse más bien como una experiencia normal, se
encuentra, a veces, que toma un aspecto anormal, en forma especial, durante los
avivamientos, y entonces se convierte en un fenómeno patológico. En lo que respecta al
tiempo de la conversión se hace notar que ella no ocurre con la misma frecuencia en todos
los períodos de la vida, sino que se s itúa en forma casi exclusiva en los años que quedan
entre los 10 y los 25, siendo extremadamente rara después de los 30. Esto indica que en
forma peculiar es característica del período de la adolescencia. El medio ambiente, la
educación y la preparación re ligiosa, todo afecta su naturaleza y la frecuencia con que
ocurre.
EL AUTOR DE LA CONVERSIÓN.
Sólo Dios puede ser considerado como el autor de la conversión. Esta es la enseñanza clara
de la Biblia. En el Salmo 85: 4 el poeta ora , "Restáuranos, oh Dios de nuestra salvación", y
en Jer. 31: 18 Efraín ora, "conviérteme y seré convertido". Una oración parecida se
encuentra en Lamentaciones 5: 21. En Hechos 11: 18 Pedro llama la atención al hecho de
que Dios ha concedido a los gentiles el arrepentimiento para vida. Una afirmación parecida
se encuentra en II Tim. 2: 25. Hay una operación doble de Dios en la conversión de los
pecadores, una es moral y la otra híper física. En general, puede decirse que Dios produce
el arrepentimiento por medio de la ley, Sal 19: 7; Rom. 3: 20, y la fe por medio del
evangelio, Rom. 10: 17. Pero no podemos separar esos dos, porque la ley contiene también
una presentación del evangelio, y el evangelio confirma la ley y amenaza con los terrores
de ésta, II Cor. 5: 11. Pero Dios también opera en la conversión de una manera inmediata y
de una manera hiperfísica. El nuevo principio de vida implantado en el hombre regenerado
no desemboca en acción consciente mediante el propio inherente poder del hombre; sino
277
Op. cit., p. 189.
278
The Psychology of Religion, p. 20.
617
sólo por la influencia iluminadora y fructificante del Espíritu Santo. Compárese Juan 6: 44;
Fil. 2: 13. Enseñarlo de otro modo será luteranismo o arminianismo.
LA NECESIDAD DE LA CONVERSIÓN
279
Dicta. Dogm., De Salute, p. 94.
618
regenerados para ser salvos pero no pueden muy bien experimentar la conversión, un
consciente regreso del pecado hacia Dios. Sin embargo, en el caso de los adultos, la
conversión es esencial de modo absoluto, pero no es necesario que aparezca en la vida de
cada uno como una cris is fuertemente marcada. Tal crisis definida, puede como regla,
esperarse nada más en aquellos que después de una vida de pecado y vergüenza quedan
apresados en medio de su malvada carrera, mediante el poder regenerador del Espíritu
Santo y el llamamiento e ficaz a la conversión. En ellos, la vida de enemistad consciente se
transforma de inmediato en vida de amistad con Dios. No obstante, con dificultad se
encontrará semejante crisis en la vida de aquellos que como Juan el Bautista y Gimoteo
sirvieron al Seño r desde su temprana juventud. Al mismo tiempo, la conversión se hace
necesaria en el caso de todos los adultos, en el sentido de que los elementos de que se
compone, es decir, el arrepentimiento y la fe, deben estar presentes en la vida de ellos. Esto
significa que en alguna forma deben experimentar la conversión.
CON LA REGENERACIÓN
EL LLAMAMIENTO EFICAZ
situación no es como si dijéramos que Dios llama al pecador, y que luego el pecador,
dejado a sus propias fuerzas se vuelve a Dios. En forma precisa, al llamamiento interno se
debe que el hombre llegue a tener conciencia de que Dios trabaja en El para la conversión.
El hombre convertido en verdad, sentirá siempre que su conversión es la obra de Dios. Esto
lo distinguirá del hombre que anhela una mejora moral superficial. Este es el que se
esfuerza apoyado sólo en sus fuerzas propias.
LA FE
1. Hay dos clases de fe verdadera, teniendo cada una un objeto distinto, es decir, el
reconocimiento de que la verdad de Dios está en la revelación que El nos ha hecho
de la redención, no nada más en un determinado sentido histórico, sino en una
forma tal que esa fe se reconozca como una realidad q ue no puede ser ignorada
impunemente porque afecta la vida en su raíz
1. ¿Por qué prefirió Beza llamar a la conversión resipiscenti más bien que poeitentia?
2. ¿Por qué el término 'arrepentimiento' es inadecuado para expresar la idea de
conversión?
3. ¿Cómo difiere el concepto de Lutero acerca del arrepentimiento, del concepto de
Calvino?
620
CAPITULO 49: LA FE
El Antiguo Testamento no tiene ningún nombre para la fe, a menos que emunah se
considere así en Hab. 2: 4. Esta palabra por lo común significa "fidelidad", Deut. 32: 4; Sal
36: 5; 37: 3; 40: 11, pero el modo en el que la afirmación de Habacuc se aplica en el Nuevo
Testamento, Rom. 1: 17, Gal 3: 11; Heb. 10: 38, parecería indicar que el profeta usa el
término en el sentido de fe. La palabra más común en el Antiguo Testamento para "creer"
es he'emin, la forma hiphil de 'aman. En qal significa "alimentar" o "criar"; en niphal, "estar
firme" o "est ablecido", "inmutable", y en hiphil "considerarse establecido", "considerar
como verdadero'', o "creer". La palabra se construye con las preposiciones beth y lamedh.
Construida con la primera, es evidente que se refiere a un descanso seguro o a una persona ,
o cosa o testimonio; en tanto que con la segunda, significa la aprobación dada a un
testimonio, que se acepta como verdadero. La palabra próxima en importancia es Mach,
que se construye con beth y que significa "confiar en", "apoyarse sobre", o "tener fe". Esta
palabra no acentúa el elemento de asentimiento intelectual, sino más bien el de confiado
descanso. A diferencia de he'entin, que generalmente, se traduce en la Septuaginta por
pisteuo esta palabra se acostumbra traducir por elpizo o peithomai. El hombre que confía en
Dios es uno que afirma toda su esperanza para el presente y para el futuro sobre El. Hay
622
todavía otra palabra, es decir, chasah, que se usa con menos frecuencia, y que significa
"esconderse uno", o "huir para refugiarse". En esta, tam bién, el elemento de confianza
sobresale con claridad.
Dos palabras se usan en todo el Nuevo Testamento, es decir, pistas y el verbo de la misma
raíz pisteuein. Estas dos no siempre tienen con exactitud la misma connotación.
1. Se habla de la fe como de una mirada hacia Jesús, Juan 3: 14, 15 (compárese Núm.
21: 9). Esta es una f igura muy apropiada, porque incluye los diversos elementos de
la fe, especialmente cuando se refiere a una mirada insistente sobre alguno, como en
el pasaje indicado. Hay en ella un acto de percepción (elemento intelectual), un
625
deliberado clavar los ojos s obre el objeto (elemento volitivo), y una determinada
satisfacción testificada por esta concentración (elemento emocional).
3. Por último, hay también las figuras de venir a Cristo y de recibirlo, Juan 5: 40; 7: 37
(compárese el versículo 38); 6: 44, 65; 1: 12. La figura de venir a Cristo retrata a la
fe como una acción en la que el hombre procura encontrar fuera de sí mismo y de
sus propios méritos, el ser vestido con la justicia de Jesucristo; y la de recibir a
Cristo acentúa el hecho de que la fe es el órgano para apropiárselo.
LA DOCTRINA DE LA FE EN LA HISTORIA
ANTES DE LA REFORMA
DESPUÉS DE LA REFORMA
En tanto que los católico romanos acentuaban el hecho de que la fe que justifica es un mero
asentimiento y que tiene su asiento en el entendimiento, los Reformados la consideraron
por lo general como fiducia (confianza), que tiene, su asiento en la voluntad. Sobre la
importancia relativa de los elementos de la fe ha habido diferencias, a pesar de todo, hasta
entre los mismos protestantes. Algunos consideran la defin ición de Calvino como superior
a la del Catecismo de Heidelberg. Dice Calvino : "Tendremos una definición completa de la
fe si decimos que es un firme y seguro conocimiento del favor divino hacia nosotros,
fundado sobre la verdad de una promesa gratuita en Cristo, y revelado a nuestras mentes, y
sellado en nuestros corazones' por medio del Espíritu Santo". 280 El Catecismo de
280
Inst. III, 2, 7
627
Heidelberg, por otra parte, también introduce el elemento de confianza cuando responde a
la pregunta, "¿qué es la fe verdadera ?" de la manera siguiente : "La fe verdadera no es sólo
un conocimiento seguro por medio del cual sostengo como verdad todo lo que Dios nos ha
revelado en su Palabra, sino también una confianza inconmovible de que el Espíritu Santo
obra en mi corazón mediante el ev angelio, para que no sólo a otros, sino a mi también se
me conceda por Dios, gratuitamente, la remisión de pecados, la justicia eterna y la
salvación sólo por gracia, y nada más por causa de los méritos de Cristo". 281 Pero es por
completo evidente que se deduce de la relación que Calvino da a entender, que en ella
queda incluido el elemento de confianza, en aquel "firme y seguro conocimiento" del cual
habla. Hablando de la osadía con la que debemos acercarnos a Dios en oración, se expresa
así: "Tal osadía bro ta nada más de la confianza en el amor divino y en la salvación. Tan
verdadero es esto, que el término fe se usa con frecuencia como equivalente de
confianza". 282 Calvino rechaza en absoluto la ficción de los escolásticos que insisten en que
"la fe es un entendimiento por medio del cual cualquier despreciador de Dios puede recibir
lo que se nos entrega en la Escritura". 283 Pero todavía hay un punto más importante de
diferencia entre el concepto de los Reformadores acerca de la fe y la de los escolásticos.
Estos últimos reconocieron en la fe misma alguna eficacia real y hasta meritoria (nieritum
ex congruo) al disponer a, y al procurar, u obtener la justificación. Los Reformadores, por
otra parte, enseñaron unánime y explícitamente que la fe que justifica no just ifica por
alguna eficacia propia meritoria o inherente, sino nada más como un instrumento para
recibir o retener lo que Dios ha provisto en los méritos de Cristo. Consideraron esta fe ante
todo como un don de Dios, y sólo en forma secundaria, como una acti vidad del hombre en
su dependencia de Dios. Los artninianos manifestaron una tendencia romanizante cuando
concibieron la fe como obra meritoria del hombre, considerándola como base sobre la que
el hombre queda aceptado por Dios en su favor. Schleiermacher, el padre de la teología
moderna, con dificultad menciona la fe salvadora y nada sabe en absoluto de la fe como
una confianza infantil en Dios. Dice que la fe "no es otra cosa que una experiencia
incipiente de que nuestras necesidades espirituales encuentr an satisfacción por medio de
Cristo". Es una experiencia nueva de carácter psicológico, una nueva conciencia enraizada
en un sentimiento, no de Cristo, no de alguna doctrina sino de una armonía con el infinito,
con el todo de las cosas, en la que el alma e ncuentra a Dios. Ritschl concuerda con
Schleiermacher al sostener que la fe brota como resultado del contacto con la realidad
divina, pero encuentra su objeto, no en alguna idea o doctrina, no en la plenitud de las
cosas, sino en la persona de Cristo como la revelación suprema de Dios. No es un
281
Pregunta 21.
282
Ibid., III, 2, 15.
283
Ibid. III. 2, 8.
628
asentimiento pasivo, sino un principio activo. En El el hombre hace de Dios su propio fin,
es decir, se apropia del reino de Dios como propio, comienza la obra del reino y al hacer
esto encuentra la salvación. Los co nceptos de Schleiertnacher y Ritschl caracterizaron una
gran parte de la teología moderna amplitudista. La fe, en esta teología, no es una
experiencia celestial, sino una ganancia humana; no el mero acto de recibir un regalo, sino
una acción meritoria; no de la aceptación de una doctrina, sino un "hacer de Cristo nuestro
Maestro" en un intento de modelar la vida de uno según el ejemplo de Cristo. Este concepto
encontró fuerte oposición a pesar de todo, en la teología de crisis, que acentúa el hecho de
que la fe salvadora no es nunca nada más una experiencia natural psicológica; es hablando
en sentido estricto un acto de Dios más bien que del hombre, nunca constituye una posesión
permanente del hombre y es en sí misma nada más un hohlraum (espacio vacío), por
completo incapaz de efectuar la salvación. Barth y Brunner consideran a la fe nada más
como la respuesta divina producida en el hombre por Dios, a la Palabra de Dios en Cristo,
es decir, no tanto a doctrina alguna como el mandato divino o al acto divino e n la obra de la
redención. Es una respuesta afirmativa, el "sí" al llamamiento de Dios, un "sí" que Dios
mismo produce en nosotros.
LA IDEA DE LA FE EN LA BIBLIA
EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
Es evidente que los escritores del Nuevo Testamento al acentuar la fe como el principio
fundamental de la vida religiosa no quisieron perder terreno y apartarse de la explicación
contenida en el Antiguo Testamento. Consideraron a Abraham como el tipo de todos los
creyentes verdaderos (Rom. 4; Gal 3; Heb. 11; Sgo. 2), y a aquellos que son de la fe como
los hijos verdaderos de Abraham( Rom. 2 : 28, 29; 4: 12, 16; Gal 3: 9). La fe nunca se trata
como una novedad del nuevo pacto, ni hay ninguna distinción entre la fe de los dos pactos.
Hay un sentido de continuidad, y la procl amación de la fe se considera como la misma en
ambas dispensaciones, Juan 5 : 46 ; 12 : 38, 39 ; Hab. 2 : 4 ; Rom. 1 : 17; 10 : 16; Gal 3 : 11
; Heb. 10: 38. En ambos testamentos la fe es la misma entrega radical de uno mismo a Dios,
no sólo como el más al to bien del alma, sino como el bondadoso Salvador del pecador. La
única diferencia que aparece, se debe a la obra progresiva de redención, y esto se hace, más
o menos, evidente aun dentro de los límites del mismo Antiguo Testamento.
EN EL NUEVO TESTAMENTO
6. En las Epístolas de Pedro. Pedro también escribe a lectores que estaban en peligro
de llegar al desaliento, aunque no de caer otra vez en el judaísmo. Las
circunstancias en las que se encontraron lo impulsaron a poner énfasis esp ecial
sobre la relación de la fe con la salvación consumada, para avivar en sus corazones
la esperanza que los sostendría en sus pruebas presentes, la esperanza de una gloria
invisible y eterna. En su segunda carta acentúa la importancia del conocimiento d e
la fe como una salvaguardia en contra de los errores prevalecientes.
7. En los Escritos de Juan. Juan tuvo que contender con un incipiente gnosticismo, que
falsamente insistía sobre el conocimiento (gnosis) y despreciaba a la fe sencilla. Se
suponía que el primero traía con él un mayor grado de bendiciones que la segunda.
De aquí que Juan insistiera de todo punto en magnificar las bendiciones de la fe.
Insiste no tanto en la certidumbre y gloria de la herencia futura que la fe asegura,
como en la plenitud d el presente goce de la salvación, que ella trae. La fe abarca el
conocimiento como una convicción firme y hace desde luego a los creyentes
poseedores de la nueva vida y de la salvación eterna. Entretanto Juan no descuida el
hecho de que la fe alcanza tambi én hasta el futuro.
LA FE EN GENERAL
La palabra "fe" se usa algunas veces en un sentido menos estricto y más popular, para
denotar una persuasión de la verdad de carácter más fuerte que una mera opinión, y no
obstante, más débil que el conocimiento. Aun Locke define a la fe como "el asentimiento
de la mente a proposiciones que tienen probabilidades de ser verdaderas, pero que con
certeza no lo son". En el lenguaje popular con frecuencia decimos de algo de lo que no
tenemos seguridad absoluta, pero de lo que al mismo tiempo nos sentimos constreñidos a
reconocerlo como verdadero: "Lo creo pero no estoy seguro de ello". En consecuencia,
632
1. La fe histórica. Esta es una aprehe nsión nada más intelectual de la verdad, vacía de
todo propósito moral o espiritual. El nombre no implica que abarque solamente
hechos y eventos históricos excluyendo verdades morales y espirituales; ni que esté
basada en el testimonio de la historia, porq ue puede tener referencia a hechos o
eventos contemporáneos, Juan 3: 2. Más bien expresa la idea de que esta fe acepta
las verdades de la Escritura como debe uno aceptar una historia en la que
personalmente no tiene uno interés. Esta fe puede ser el result ado de la tradición, de
la educación, de la opinión pública, de la comprensión de la grandeza moral de la
Biblia, etc., acompañada con las operaciones generales del Espíritu Santo. Puede ser
muy ortodoxa y escritural, pero no está enraizada en el corazón, Mat. 7: 26; Hech.
26: 27, 28; Sgo. 2: 19. Es una fe humana, y no una fe divina.
LOS ELEMENTOS DE LA FE
284
Preg. 21.
285
What Is Faith?, p. 174.
286
Obra citada, p. 155.
637
verdades de la redención, más rica y completa será su fe, aunque todas las
demás cosas sigan iguales. Como es natural, uno que acepta a Cristo,
mediante la fe verdadera, también con prontitud y voluntad aceptará el
testimonio de Dios como un todo. Es de la mayor importancia, sobre todo,
en la actualidad, que las iglesias procuren que sus miembros tengan un
bueno y legítimo entendimiento de la verdad, en lugar de uno brumoso. De
manera particular, en esta época anti dogmática las iglesias deben ser mucho
más diligentes de lo que han sido en adoctrinar a sus juventudes.
287
Preg. 21.
639
EL OBJETO DE LA FE
1. Una fides generalis. Con esto se quiere decir una fe salvadora en el sentido más
general de la palabra. Su objeto es toda la revelación divina tal como se contiene en
la Palabra de Dios. Todo lo que se enseña en la Escritura de manera explícita, o que
puede deducirse de ella mediante buenas y necesarias inferencias, pertenece al
objeto de la fe en este sentido general. Según la iglesia de Roma es obligatorio para
sus miembros creer cualquiera' cosa que la ecclesia docens declare ser parte de la
revelación de Dios, y en esto queda incluida la llamada tradición apostólica. Es
verdad que "la iglesia que enseña" no reclama el derecho de fabricar nuevos
artículos de fe; pero sí reclama el derecho para determinar con autoridad lo que la
Biblia enseña, y lo que, de acuerdo con la tradición, pertenece a las enseñanzas de
Cristo y de sus apóstoles. Y esto le proporciona una grande anchura.
LA BASE DE LA FE
FE Y SEGURIDAD
Surge una pregunta muy importante aquí, es decir, si la seguridad corresponde a la esencia
de la fe, o es algo adiciona l que no es parte de la fe. Debido a que la expresión "seguridad
de la fe" no siempre se usa en el mismo sentido, es necesario hacer una cuidadosa
distinción. Hay una doble seguridad, es decir:
En cuanto a la relación que esta seguridad mantie ne en la esencia de la fe, las opiniones
difieren.
como el elemento más importante de la fe. Algunas veces se refirieron a quienes les
falta la seguridad de salvación, la convicción positiva de que sus pecados están
perdonados, considerándolos desposeídos de la verdadera fe. La fid ucia de fe fue
representada algunas veces por ellos como la firme confianza del pecador de que
todos sus pecados están perdonados por causa de Cristo.
288
Compárese mi obra: The Assurance of Faith, pp. 23 y sig.
289
Compárese The Assurance of Faith, pp. 24 -29.
642
290
Compárese Heppe, Geschichte des Pietismus, pp. 240 -374.
643
3. Hay todavía otro principio que caracteriza a la doctrina católico romana de la fe, es
decir, la diferencia entre una fides informis y una fides formato. La primera es el
mero asentimiento a la doctrina de la iglesia, en ta nto que la otra es la fe que incluye
al amor como principio formativo y se perfecciona con el amor. Esta es la fe que
justifica en realidad.
291
Compárese además: The Assurance of Faith, Cap.III.
644
El término hebreo para "justificación" es hitsdik, que en la gran mayoría de los casos
significa "declarar judicialmente que el estado de uno está en armonía con las demandas de
la ley", Ex 23: 7; Deut. 25: 1; Prov. 17: 15; Isa. 5: 23. La frase piel tsiddek a veces tiene el
mismo significado, Jer. 3: 11; Ez. 16: 50, 51. Así pues, el significado de es tas palabras, en
forma estricta, es forense o legal. Puesto que los católicos, los representantes de la teoría de
la influencia moral de la expiación como Juan Y oung de Edimburgo y Horacio Bushnell,
así como los unitarios y los teólogos modernos amplitudis tas niegan el significado legal del
término "justificar" y le atribuyen el sentido moral de "hacer recto o justo", resulta
importante tomar cuidadosa nota de las consideraciones que pueden producirse en favor del
significado legal.
3. De las expresiones equivalentes que se usan algunas veces, Gen 15: 6; Sal 32: 1 y 2
4. Del hecho de que un pasaje como Prov. 17: 15 tendría un sentido imposible si la
palabra significara "hacer justo".
Resultaría diciendo que : Aquel que fomenta la vida moral del impío es abominación a
Jehová. No obstante, hay dos pasajes en los que la palabra significa más que sólo "declarar
justo", es decir, Isa. 53: 11; Dan. 12: 3. Pero aun en estos casos, el sentido no es "hacer
bueno o santo" sino más bien "cambiar las condiciones de tal manera que el hombre pueda
ser considerado justo".
646
Tenemos aquí:
1. El verbo dikaio -o. En general este verbo significa "declarar justa a una persona". A
veces se refiere a una declaración personal de que el carácter moral de uno está en
conformidad con la ley, Mat. 12: 37; Luc. 7: 29; Rom. 3: 4. En las epístolas de
Pablo el significado soteriológico del vocablo está con claridad en primer término.
Es declarar jurídic amente que las demandas de la ley como condición para vida
están plenamente satisfechas con respecto a una persona, Hech. 13 : 39 ; Rom. 5 : 1,
9 ; 8 : 30-33 ; I Cor. 6 : 11 ; Gál. 2 : 16; 3 : 11. Al tratarse de esta palabra, como en
el caso de aquella otra hitsdik, el significado forense del término queda probado por
los hechos siguientes :
a. En muchos casos no admite otro sentido, Rom. 3 : 20 -28 ; 4 : 5-7; 5 : 1 ; Gál.
2: 16; 3: 11 ; 5: 4
b. Se coloca en relación antitética con la palabra "condenación" en Rom. 8: 33,
34
c. Hay expresiones equivalentes e intercambiables que comunican la idea
judicial o legal, Juan 3: 18; 5 : 24 ; Rom. 4: 6, 7; II Cor. 5: 19;
d. Si no sostiene este significado, ya no queda diferencia alguna entre
justificación y santificación.
2. La palabra dikaios. Esta palabra relacionada con el verbo que acabamos de discutir,
tiene la peculiaridad de que nunca expresa lo que una cosa es en sí misma, sino
siempre lo que es en relación con alguna otra, con algún modelo aparte de ella con
el cual debe guardar conformidad. En este sentido difiere de agathos. En el griego
clásico, por ejemplo, dikaios se aplica a un vagón, a un caballo, u otra cosa para
indicar que se adapta al uso que se intenta. Agathos expresa la idea de que una cosa
por sí misma responde al ideal. En la Escritura un hombre se llama dikaios cuando
según el juicio de Dios, su relación con la ley es la que conviene que sea, o cuando
la vida que lleva es tal como lo requiere la relación judicial que guarda con Dios.
Esto puede incluir la idea de que es bueno, pero nada más desde cierto punto de
vista, es decir, el de su relación judicial con Dios.
647
Nuestra palabra justificación (del latín justificare, se compone de justus y facere, y por
tanto significa "hacer justo"), expresión que en el holandés (rechtvaardigmaking)
literalmente (la la impresión de un cambio que se ha operado en el hombre, lo que no es el
caso. En el inglés (y en el castellano) este peligro no es t an grande, puesto que la gente en
general no se ocupa de investigar la derivación de la palabra (justificación). "Justificar" en
el sentido bíblico es ejecutar una relación objetiva, el estado de justicia, mediante sentencia
judicial. Esto puede hacerse de dos maneras:
Algunos de los primitivos Padres de la Iglesia hablaron ya de la justificación por la fe, pero
es del todo evidente que ningún conocimiento claro tuvieron de ella, ni de su relac ión con
la fe. Además, no distinguieron tajantemente entre regeneración y justificación. Una
explicación muy común era que la regeneración tenía lugar en el bautismo e incluía el
perdón de los pecados. Hasta el mismo Agustín no parece que haya tenido un ex acto
conocimiento de la justificación como un acto legal, para distinguirlo del proceso moral de
la santificación, aunque de todo el tenor de sus enseñanzas y también de sus afirmaciones
648
aisladas se hace evidente por completo que consideró que la redención de los pecadores, la
gracia de Dios es libre, soberana y eficaz y en ninguna manera depende de algún
merecimiento de los hombres. Durante la Edad Media siguió confundiéndose a la
justificación con la santificación y poco a poco adquirió un aspecto más pos itivo y
doctrinal. Según las enseñanzas predominantes de los escolásticos, la justificación incluye
dos elementos: el perdón de los pecados del hombre, y el hacerle recto o justo. Hubo
diferencia de opinión respecto al orden lógico de estos dos elementos, y algunos invirtieron
el orden que acabamos de indicar. También hizo esto Tomás de Aquino y su concepto se
hizo dominante en la iglesia católico romana. Se infunde la gracia en el hombre, mediante
la cual queda hecho justo; y en parte, sobre la base de est a gracia infusa, le son perdonados
sus pecados. Esto ya fue un acercamiento a la doctrina errónea del mérito que poco a poco
se desarrolló en la Edad Media en relación con la doctrina de la justificación. Encontró
aceptación cada vez más grande esta idea d e que el hombre se justifica, en parte, sobre la
base de sus propias buenas obras. El hecho de confundir la justificación con la santificación
condujo también a opiniones divergentes sobre otro punto. Algunos de los escolásticos
hablan de la justificación como de un acto instantáneo de Dios, en tanto que otros la
describen como un proceso. En los Cánones y Decretos del Concilio de Trento hallamos en
el Cap. XVI, Canon IX, lo que sigue: "Si alguno dice que por medio de la fe sola, queda
justificado el impío en forma tal como para que se entienda que ninguna cosa más se
requiere, en la que él coopere para obtener la gracia de la justificación, y que tampoco se
necesita en manera alguna que él esté preparado y dispuesto por medio del movimiento de
su misma voluntad: sea anatema". Y el Canon XXIV habla de un aumento de justificación
y por tanto la concibe como un proceso: "Si alguno dice que la justicia recibida no se
conserva y se aumenta también delante de Dios mediante las buenas obras; sino que las
mencionadas obras son nada más los frutos y señales de la justificación alcanzada, pero no
la causa de aquel aumento: sea anatema".
2. La' justificación tiene lugar fuera del pecador, en el tribun al de Dios, y no cambia la
vida interior de aquel aunque la sentencia lo hace volver al hogar, subjetivamente.
Por otra parte, la santificación tiene lugar en la vida íntima del hombre y poco a
poco afecta todo su ser.
3. La justificación tiene lugar de una sola vez por todas. De golpe queda completa para
siempre. No hay grados en la justificación; el hombre queda justificado por
completo, o no es justificado en absoluto. A diferencia de ella, la santificación es un
proceso continuo, que nunca se completa en esta vida.
EL ELEMENTO NEGATIVO
elemento importante en la justificación, tal como se descubre en pasajes como estos: Rom.
4: 5-8; 5: 18 y 19; Gál. 2: 17.
292
Compárese Brakel, Redelijke Godsdienst I, pp. 876 y sigts.
652
EL ELEMENTO POSITIVO
También hay un elemento posi tivo en la justificación, el cual se basa, de manera más
particular, en la obediencia activa de Cristo, Es natural que aquellos que como Piscator y
los arminianos niegan la imputación de la obediencia activa de Cristo al pecador también
nieguen, consiguien temente, el elemento positivo de la justificación. Según ellos la
justificación deja al hombre sin ningún derecho a la vida eterna, colocándolo nada más en
la posición de Adán antes de la caída, aunque según los arminianos bajo una ley diferente, y
deja al hombre merecer la aceptación de Dios y la vida eterna mediante la fe y la
obediencia. Pero de la Escritura resulta del todo evidente que la justificación es más que el
mero perdón. Al sumo sacerdote Josué, que como representante de Israel estaba delante d el
Señor con vestimentas viles, le dijo Jehová: "Mira que he quitado de ti tu pecado (elemento
negativo), y te he hecho vestir de ropas de gala" (elemento positivo), Zac. 3: 4. Según
Hech. 26: 18, mediante la fe obtenemos "la remisión de pecados y herencia entre los
santificados". Rom. 5: 1 y 2 nos enseña que la justificación trae no sólo paz con Dios, sino
también entrada a esta gracia y a la esperanza de la gloria de Dios. Y según Gál. 4: 5, Cristo
también nació bajo la ley "para que recibiésemos la adopc ión de hijos". En este elemento
positivo hay que distinguir dos partes:
1. La adopción de hijos. Primero que todo, los creyentes son hijos de Dios por
adopción. De consiguiente, esto implica que no son hijos de Dios por naturaleza,
como los modernos amplitudi stas quieren que creamos, porque, propiamente,
ningún padre podría adoptar a sus propios hijos. Esta adopción es un acto legal por
medio del cual Dios coloca al pecador en el status de hijo, pero no lo cambia
interiormente, en ningún grado más allá del que los padres por el mero hecho de la
adopción cambian la vida íntima de un niño adoptivo. El cambio efectuado tiene
que ver con la relación que el hombre guarda con Dios. En virtud de su adopción los
creyentes quedan como ya iniciados dentro de la verdadera familia de Dios, bajo la
653
ley de la obediencia filial, y al mismo tiempo adquieren título a todos los privilegios
de hijos. El carácter de hijo mediante la adopción debe distinguirse con mucho
cuidado del carácter moral de hijos que corresponde a los creye ntes, es decir, su
carácter de hijos mediante la regeneración y la santificación. No sólo son adoptados
para ser hijos de Dios sino también para ser nacidos de Dios. Como es natural, esas
dos condiciones para ser hijos, no pueden separarse una de la otra. Se mencionan
juntas en Juan 1: 12; Rom. 8: 15 y 16; Gál. 3: 26, 27; 4: 5, 6. En Rom. 8: 15 se usa
el término huiothesia (de huios y tithenai) que literalmente significa "ser colocado
como hijo", y en el griego clásico se emplea para denotar una colocación objetiva en
el status de un niño. El siguiente versículo contiene la palabra tekna de tikto,
"engendrar", la cual designa a los creyentes como aquellos que son engendrados de
Dios. En Juan 1: 12 está expresada la idea de la adopción, con las siguientes
palabras: "Pero a todos los que le recibieron les dio el derecho (exousian edoken) de
ser hechos hijos de Dios". La expresión griega que aquí se usa significa "conceder
derecho legal". De inmediato y en seguida, en el versículo 13, el escritor habla de la
calidad ética de hijo mediante la regeneración. La relación entre las dos maneras de
ser hijos se presenta con claridad en Gál. 4: 5, 6. . . "para que recibiésemos la
adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el
Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!" Aquel Espíritu nos regenera, nos
santifica y nos impulsa para dirigirnos a Dios, llenos de confianza, como a Padre.
Una se basa en la otra. Se hace la distinción entre ambas nada más para facilitar el
entendimiento adecuado del acto de la justificación. Lógicamente, la justificación pasiva es
consecuencia de la fe; somos justificados por la fe.
655
EL TIEMPO DE LA JUSTIFICACIÓN
Los antinomianos sostienen que la justificación del pecador tuvo lugar en la eternidad o en
la resurrección de Cristo. O bien la confunden con el decreto eterno de elección, o con la
justific ación objetiva de Cristo cuando fue levantado de entre los muertos. No distinguen
adecuadamente entre el propósito divino en la eternidad y su ejecución en el tiempo, ni
entre la obra de Cristo que nos procura las bendiciones de la redención y la del Espír itu
Santo que nos las aplica. Según esta posición, resultamos justificados aun antes de creer
aunque no tengamos conciencia de ello, y la fe nada más nos trae la declaración de este
hecho. Además, el hecho de que nuestros pecados le fueron imputados a Cris to lo convirtió
a Él en pecador, y la imputación de su justicia a nosotros nos convierte personalmente en
justos, de tal manera que Dios para nada puede ver pecado en los creyentes. Algunos
teólogos Reformados hablan también de la justificación desde la et ernidad, pero al mismo
tiempo se rehúsan a suscribir la construcción antinomiana de esta doctrina. La base sobre la
que ellos creen en la justificación desde la eternidad merece una breve consideración.
1. Mediante su obra expiatoria Cristo satisfizo todas las demandas de la ley en favor de
su pueblo. En la resurrección de Jesucristo de entre los muertos el Padre declaró
públicamente que todos los requerimientos de la ley quedaban cumplidos en favor
de todos los elegidos, y por tanto los justificó. Pero aquí también se hacen
necesarias dos cuidadosas distinciones. Aun cuando sea cierto que hubo una
justifica ción objetiva de Cristo y de todo el cuerpo de Cristo en su resurrección esto
no debiera confundirse con la justificación del pecador, de la cual habla la Biblia.
293
Compárese su De Rechtvaardigmaking Van Eeuwigheid, p. 20
658
No es verdad que cuando Cristo presentó plena satisfacción al Padre por todos los
que son su pueblo, la culpa de ellos terminara de manera natural. Una deuda penal, a
este respecto, no es como una deuda pecuniaria. Aun después del pago de un rescate
la remoción de la culpa puede depender de ciertas condiciones y no venir como
mero asunto de trámite. Los elegidos no son justificados personalmente en el
sentido bíblico sino hasta que aceptan a Cristo por la fe y se apropian así sus
méritos.
2. En Rom. 4: 25 leemos que Cristo "fue resucitado (dia, causal, a causa de) para
nuestra justificación", es deci r, para hacer efectiva nuestra justificación. Pues bien,
es verdadero, sin sombra de duda, que dia con el acusativo, aquí es causal. Al
mismo tiempo no es necesario que sea retrospectivo, sino que también puede ser
prospectivo y en este caso significará "c on el propósito de lograr nuestra
justificación", que resulta equivalente a decir, "para que pudiéramos ser
justificados".
En relación con este asunto diríamos que podemos hablar de una justificación del cuerpo de
Cristo, como un todo, en su resurrección, pero tal justificación sería objetiva nada más y no
debe confundirse con la justificación personal del pecador.
659
LA JUSTIFICACIÓN POR LA FE
dificultad, puesto que Santiago con claridad d ice en el Ver. 24, que un hombre es
justificado por obras y no nada más por la fe, y lo ilustra con el ejemplo de
Abraham que "fue justificado por las obras cuando ofreció a su hijo Isaac" (ver. 21).
"Ves" dice en el ver. 22, "que la fe actuó juntamente co n sus obras, y que la fe se
perfeccionó por las obras". Sin embargo, es del todo evidente que en este caso el
escritor no está hablando de la justificación del pecador, porque Abraham el
pecador fue justificado mucho antes de que ofreciera a Isaac (Comp. G en 15), sino
de una justificación posterior del creyente Abraham. La fe verdadera se manifestará
en buenas obras, y éstas testificarán delante de los hombres la justicia (es decir,
justicia de vida) de aquel que posee esa fe. La justificación del justo por obras
confirma la justificación por la fe. Si Santiago, en este pasaje de su epístola, en
verdad quisiera decir que Abraham y Rahab fueron justificados con la justificatio
peccatoris, sobre la base de sus buenas obras, no sólo se colocaría en conflicto co n
Pablo, sino consigo mismo puesto que explícitamente dice que Abraham fue
justificado por la fe.
c. Conelitio sine qua non. Este nombre, sugerido por algunos teólogos
Reformados no encontró mucha aceptación. Expresa la idea que es del todo
294
Artículo XXII.
295
Preguntas 60 y 61.
662
LA BASE DE LA JUSTIFICACIÓN
Uno de los puntos más importantes de controversia entre la iglesia de Roma y los
Reformadores, y entre la teología Reformada y los arminianos tiene q ue ver con la base de
la justificación. Con respecto a esto enserian los Reformadores:
La teología amplitudista moderna, con sus tendencias racional izantes, levanta diversas
objeciones a la doctrina de la justificación como tal, las cuales merecen una breve
consideración.
1. Algunos, que todavía creen en la salvación por gracia objetan abierta -mente a la
justificación para favorecer el reconocimiento de la gracia de Dios. Se dice que la
justificación es una transacción legal y como tal excluye la gracia en tanto que la
Biblia enseña con claridad que el pecador es salvo por gracia. Pero con facilidad se
puede demostrar que la justificación con todas sus an tecedentes y consecuencias es
una obra de la bondad de Dios. El substituto concedido a los pecadores culpables,
los sufrimientos y la obediencia vicarios de Cristo, la imputación de su justicia a
transgresores indignos, y el trato de Dios con los creyentes como si fueran justos
todo esto es bondad gratuita desde el principio hasta el fin.
3. Con frecuencia se dice que esta doctrina, en su carácter ético es subversiva porque
conduce al relajamiento. Pero no hay nada de verdad en eso, como lo demuestran
con claridad hasta las mismas vidas de los justificados. En la justificación está
puesto el fundamento seguro para aquella unión vital y espiritual con Cristo, la cual
asegura nuestra santificación. Verdaderamente conduce en forma directa hacia las
únicas condiciones bajo las cuales en principio se puede ser santo en verdad. El
hombre que está justificado recibe también el Espíritu de santificación, y él es el
único que puede abundar en buenas obras que glorifiquen a Dios.
664
EL CONCEPTO CATOLICORROMANO
EL CONCEPTO DE PISCATOR
concepto es en gran manera parecido al de los arminianos, y está en perfecta alineación con
la doctrina de Anselmo en la Edad Media.
EL CONCEPTO DE OSIANDER
Osiander manifestó una tendencia a revivir en la Iglesia luterana la esencia del concepto del
católico romano acerca de la justificación, aunque con una característica difere nte. Afirmó
que la justificación no consiste en la imputación de la justicia vicaria de Cristo al pecador,
sino en implantar en éste un nuevo principio de vida. Según Osiander la justicia por medio
de la cual somos justificados en la justicia eterna de Dio s el Padre, la cual nos es impartida,
o infundida dentro de nosotros mediante su Hijo Jesucristo.
EL CONCEPTO ARMINIANO
Los arminianos sostienen que Cristo no dio estricta satisfacción a la justicia de Dios, pero
que, sin embargo, ofreció una verdadera pr opiciación por el pecado, la cual fue
bondadosamente aceptada y tuvo efecto como satisfactorio para que Dios perdonara el
pecado y así justificara al pecador. Aunque esto nada más liquida las pasadas deudas,
también hace Dios provisión para el futuro. Del mismo modo imputa bondadosamente al
creyente como justicia su fe, es decir, aquella fe que incluye toda la vida religiosa del
creyente su obediencia evangélica. Según este concepto la fe ya no es un mero
instrumento del elemento positivo de la justificac ión, sino la base bondadosamente
admitida sobre la cual descansa. La justificación, entonces ya no es un acto judicial, sino un
acto soberano de Dios.
EL CONCEPTO BARTHIANO
En tanto que Barth habla de la justificación como de un acto momentáneo, sin embar go no
lo considera como un acto cumplido de una vez por todas, y al cual tiene que seguir la
santificación. Según él la justificación y la santificación tienen que ir de la mano en todo el
camino. Pauck dice que según Barth la justificación no es un crecim iento o un desarrollo
ético; siempre está ocurriendo de nuevo, en dondequiera que el hombre ha llegado al punto
de desesperar por completo respecto a las creencias y valores sobre los que ha construido su
vida. Thurneysen también rechaza el concepto de que la justificación tiene lugar una vez
por todas, lo designa como concepto pietista y pretende que es fatal para la doctrina de la
Reforma.
666
9. Kuyper, Dict. Dogm., De Salute, pp. 45.69; ibid., Het Werk van den Heiligen Geest
II, pp. 204.232;
10. Litton, Introd. to Dogm. Theol., pp. 259.313
11. Mastricht, Godgeleerdheit VI, 6 y '7
12. Pieper, Christl. Dogm. II, pp. 606.672
13. Schmid, Doct. Theol. of the Ev. Luth. Church, pp. 430.448
14. Shedd, Dogm. Theol. II, pp. 538.552;
15. Strong, Syst. Theol., pp. 849.868
16. Valentine, Chr. Theol. II, pp. 214.241
17. Vos, Geref. Dogm. IV, pp. 154.210
18. Watson, Theological Institutes, II, pp. 406.475; De Moor, Rechtvaardigmaking van
Eeuwigheid.
La palabra que El Antiguo Testamento usa para 'santificar' es qadash, un verbo que se usa
en los grupos niphal, piel, hiphii y hithpa'e l. El nombre correspondiente es qodesh, en tanto
que el adjetivo es qadosh. Las formas verbales se derivan de las formas nominales y
adjetivales. Es incierto el significado original de estas palabras. Algunos opinan que la
palabra qadash se relaciona con c hadash que significa "brillar". Esto armonizaría con el
aspecto cualitativo de la idea bíblica de santidad, es decir, el de pureza. Otros, con grande
grado de probabilidad, derivan la palabra de la raíz qad que significa "cortar". Esto haría
que la idea original fuese la de separación. La palabra entonces apuntaría a la idea de
lejanía, separación o majestad. Aunque este significado de las palabras `santificación' y
'santidad' nos parezca desusado, esta es con toda probabilidad, la idea fundamental que
expresan. Dice Girdlestone: "Los vocablos `santificación' y 'santidad' se usan hoy con tanta
frecuencia para explicar cualidades morales y espirituales, que con dificultad pueden traer
al lector la idea de posición o de relación, tal como existen entre Dios y alguna persona o
cosa consagrada a Él, no obstante, parece que este es el significado verdadero de la
668
palabra". 296 De manera semejante, Cremer-Koegel llama la atención al hecho de que la idea
de separación es básica en la de santidad. "La santidad es una ide a de separación". Al
mismo tiempo se admite que ambas ideas santidad y separación no se mezclan entre sí,
ni se absorben mutuamente, pero sí, que la primera hasta cierto punto, sirve para calificar a
la segunda.297
296
Old Testament Synonyms, p. 283.
297
Biblisch -Theologisches Woerterbuch (10th ed.) p. 41.
298
Comparese Denney, The Death Of Christ, p. 220; The theology of the Epistles p. 214
669
aplica no sólo a cosas, sino también a Dios y a Cristo. Describe una pers ona
o cosa como libre de mancha o de maldad, o más activamente (si se trata de
personas) como que cumplen religiosamente cada una de sus obligaciones
morales.
c. Hagnos. La palabra hagnos se encuentra en II Cor. 7: 11; 11: 2; Fil. 4: 8; I
Time 5: 22; Sgo. 3: 17; I Ped. 3: 2; I Juan 3: 3. La idea fundamental de esta
palabra parece que es la de estar libre de impureza y corrupción en el sentido
ético.
d. Hagios. No obstante la palabra que en realidad es característica del Nuevo
Testamento, es hagios. Su significa do principal es el de separación en
consagración y devoción al servicio de Dios. Con esta palabra está
relacionada la idea de que aquello que se pone aparte del mundo y se dedica
a Dios debe separarse también de la corrupción del mundo y participar de la
pureza de Dios. Esto explica el hecho de que hagios adquirió rápidamente un
significado ético. Esta palabra no tiene siempre el mismo significado en el
Nuevo Testamento.
i. Se usa para designar una relación oficial externa, un colocarse fuera
de los propósitos ordinarios para el servicio de Dios, como por
ejemplo, cuando leemos de: "Los santos profetas", Luc. 1: 70,
"santos apóstoles", Ef. 3: 5, y "santos hombres de Dios", II Ped. 1:21.
ii. No obstante, se emplea con más frecuencia en un sentido ético para
describir la cualidad que se necesita para permanecer en relación
estrecha con Dios y para servirle en forma aceptable, Ef. 1: 4; 5: 27;
Col. 1: 22; I Ped. 1: 15, 16. Recuérdese que al tratar de la
santificación usamos la palabra, ante todo, en este último senti do.
Cuando hablamos de la santidad en relación con la santificación
damos a entender tanto una relación externa como una cualidad
subjetiva e interna.
299
p. 200.
671
EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
En la Biblia la cualidad de santidad se aplica ante todo a Dios, y tal como se le aplica su
concepto fundamental es el de imposibilidad de aproximación. Y esta imposibilidad de
aproximarse a Dios se funda en el hecho de que Dios es divino, y por tanto, en absoluto
diferente de la criatura. La santidad en este sent ido no es un mero atributo que ha de
coordinarse con otros en Dios. Es, más bien, algo que es predicable de todo lo que se
encuentra en Dios. El es santo en su gracia tanto como en su justicia, en su amor tanto
como en su ira. Hablando con rigurosa exactit ud, la santidad se convierte en atributo sólo
en este último sentido ético de la palabra. El sentido ético del vocablo surgió y se desarrolló
del significado de majestad. Este desarrollo comienza con la idea de que un ser pecador
tiene más aguda conciencia de la majestad de Dios que un ser sin pecado. El pecador se da
cuenta de su impureza contrastándola con la majestuosa pureza de Dios, compárese Is. 6.
Otto habla de la santidad en el sentido original como de lo numinoso y propone que a la
reacción característica hacia ella se le llame "sentirse criatura", o, "saberse criatura", lo que
sería una devaluación del yo hasta el anonadamiento, en tanto que habla de la reacción
hacia la santidad en el sentido derivado de lo ético como un "sentimiento de absoluta
profanidad". De esta manera se desarrolló la idea de la santidad como pureza majestuosa o
sublimidad ética. Esta pureza es un principio activo en Dios que debe vindicarse por sí
mismo y mantener su honor. Esto explica el hecho de que la santidad se presente también
en la Escritura como la luz de la gloria divina que se vuelve fuego devorador, Is. 5: 24; 10:
17; 33: 14, 15. Frente a la santidad de Dios el hombre siente no sólo su insignificancia sino
sabe además que en efecto es impuro y pecador y como tal, t ambién objeto de la ira de
Dios. De varias maneras reveló Dios su santidad en el Antiguo Testamento. Lo hizo con
juicios terribles sobre los enemigos de Israel, Ex 15: 11 y 12. Lo hizo también separándose
un pueblo para Él, y lo tomó de entre el mundo, Ex 19: 4-6; Ezeq. 20: 39-44. Dios, al tomar
este pueblo de entre el impuro y malvado mundo, protesta en contra de ese mundo y de su
pecado. Además, repetidas veces lo hizo perdonando también a su pueblo infiel, porque no
quería que el mundo impío se regocijar a al considerar que Dios había fracasado en su obra,
Os 11: 9.
La idea de santidad en su sentido derivativo también se aplica a las cosas y a las personas
que se colocan en relación especial con Dios. La tierra de Canaán, la ciudad de Jerusalén, el
monte del templo, el tabernáculo y el templo, los sábados y las fiestas solemnes de Israel,
cada una y todas estas cosas se llaman santas, puesto que están consagradas a Dios y
colocadas bajo la brillantez de su majestuosa santidad. De manera semejante, los pro fetas,
los levitas y los sacerdotes se denominan santos como personas apartadas para el servicio
674
especial del Señor. Israel tuvo sus lugares sagrados, sus épocas sagradas, sus ritos sagrados
y sus personas sagradas. Sin embargo, esta no es todavía la idea ética de la santidad. Uno
puede ser una persona sagrada y estar, no obstante, del todo vacío de la gracia de Dios en su
corazón. En la antigua dispensación tanto como en la nueva la renovación ética es el
resultado de la influencia renovadora y santificado ra del Espíritu Santo. Sin embargo, debe
recordarse que aun en donde el concepto de santidad está por completo espiritualizado,
siempre expresa una relación. La idea de santidad nunca es la de una bondad moral
considerada en sí misma, sino la de una bondad ética vista en su relación con Dios.
EN EL NUEVO TESTAMENTO
Al pasar del Antiguo Testamento al Nuevo notamos una notable diferencia. Mientras que
en el Antiguo Testamento no hay ni un solo atributo de Dios que sobresalga en forma
parecida a la prominenci a de su santidad, en el Nuevo la santidad raras veces se atribuye a
Dios. Con excepción de algunos cuantos pasajes del Antiguo Testamento, se le cita nada
más en los escritos de Juan, Jn. 17: 11; I Jn. 2: 20; Apoc. 6: 10. Con toda probabilidad la
explicación de esto se encuentra en el hecho de que en el Nuevo Testamento la santidad se
presenta como la característica especial del Espíritu de Dios por quien los creyentes son
santificados, capacitados para servir y conducidos a su eterno destino, II Tes. 2 : 1 3 ; Tito 3
: 5. La palabra hagios se usa en relación con el Espíritu de Dios casi cien veces. Sin
embargo, el concepto de santidad y santificación no es diferente en el Nuevo de lo que es
en el Antiguo Testamento. Tanto en el primero como en el segundo la santidad se atribuye
al hombre en un sentido derivativo. En uno como en el otro la santidad ética no es mera
rectitud moral, y la santificación nunca es nada más un mejoramiento moral. Actualmente,
con frecuencia se confunden estas dos cuando la gente habl a de la salvación mediante el
carácter. Un hombre puede vanagloriarse de grande adelanto moral, y sin embargo ser un
bien conocido extranjero en cuanto a la santificación. La Biblia no exige pura y
simplemente un mejoramiento moral, pero sí, un mejoramient o moral en relación con Dios,
por causa de Dios y con el propósito de servir a Dios. La Biblia insiste en la santificación.
En este punto preciso mucha de la predicación ética de la actualidad está notoriamente
equivocada, y el único remedio para corregirs e está en que haga la presentación de la
doctrina verdadera de la santificación. La santificación puede definirse como aquella
operación bondadosa y continua del Espíritu Santo, mediante la cual El, al pecador
justificado lo liberta de la corrupción del pe cado, renueva toda su naturaleza a la imagen de
Dios y lo capacita para hacer buenas obras.
675
LA NATURALEZA DE LA SANTIFICACIÓN
1. La mortificación del viejo hombre, es decir, el cuerpo del pecado. Este término
bíblico denota aquel acto de Dios por medio del cual la mancha y corrupción de la
naturaleza humana que resultó del pecado se va removiendo en f orma gradual. Con
frecuencia se presenta en la Biblia como la crucifixión del viejo hombre, y de esta
manera se relaciona con la muerte de Cristo en la cruz. El viejo hombre es la
naturaleza humana hasta donde ésta está controlada por el pecado, Rom. 6: 6; Gál.
5: 24. En el contexto del pasaje de Gálatas, Pablo contrasta las obras de la carne y
las obras del Espíritu, y luego dice: "Y los que son de Cristo Jesús han crucificado
la carne con sus pasiones y sus concupiscencias". Esto significa que en su caso el
Espíritu ha ganado el predominio.
676
2. La vivificación del nuevo hombre, creado en Cristo Jesús para buenas obras.
Aunque la primera parte de la santificación es de carácter negativo, esta segunda
parte es positiva. Consiste en aquel acto de Dios por medio del cual se fortalece la
disposición santa del alma, se aumenta la actividad santa, y de este modo se
engendra y promueve un nuevo curso de vida. La vieja estructura de pecado va
destruyéndose por grados, y una nueva estructura originada en Dios se alcanza en
lugar de aquella. Estas dos partes de la santificación no son sucesivas sino
contemporáneas. Gracias a Dios que la erección gradual de la nueva estructura no
necesita demorarse hasta que la antigua quede demolida por completo. Si tuviera
que esperar para eso no podría jamás comenzar durante esta vida. Con la disolución
gradual de lo viejo hace su aparición lo nuevo. Esto se parece a la ventilación de
una casa llena de pestilencia. A medida que el aire corrupto va saliendo, el nuevo
irrumpe dentro de la casa. Este lado positivo de la santificación con frecuencia se
llama "una resurrección juntamente con Cristo", Rom. 6: 4, 5; Col. 2: 12; 3: 1, 2. La
vida nueva a la que esta vivificación nos conduce se llama "una vida para Dios,
Rom. 6: 11; Gál. 2: 19.
Esto se deduce de la naturaleza del caso, porque la santificación tiene lugar en la vida
interna del hombre, en el corazón, y este no puede cambiarse sin que se cambie t odo el
hombre. Si el hombre interior queda cambiado, hay obligación de cambiar también la
periferia de la vida. Además, la Biblia enseña clara y explícitamente que la santificación
afecta tanto al cuerpo como al alma, I Tes. 5: 23; II Cor. 5: 17; Rom. 6: 1 2; I Cor. 6: 15, 20.
El cuerpo tiene que considerarse aquí como el órgano o el instrumento de la alma pecadora
por medio del cual se expresan las inclinaciones, los hábitos y las pasiones pecaminosos. La
santificación del cuerpo tiene lugar de manera espec ial en la crisis de la muerte y en la
resurrección de los muertos. Por último, también se descubre en la Biblia que la
santificación afecta a todos los poderes o facultades del alma: el entendimiento, Jer. 31: 34;
Juan 6: 45; la voluntad, Ezeq. 36: 25-27; Fil. 2: 13; las pasiones, Gál. 5: 24; y la
conciencia, Tito 1: 15; Heb. 9: 14.
1. de las repetidas admoniciones en contra del mal y de las tentaciones, lo que implica
con claridad que el hombre debe mostrarse activo en evitar los peligros de la vida,
Rom. 12 : 9, 16, 17; I Cor. 6 : 9, 10; Gál. 5 : 16-23
2. De las constantes exhortaciones a una vida santa. Estas implican que el creyente
debe ser diligente en el empleo de los medios que están a su disposición para el
mejoramiento moral y espiritual de su propia vida, Miq. 6: 8; Jn. 15: 2, 8, 16; Rom.
8: 12, 13; 12: 1, 2, 17; Gál. 6: 7, 8, 15.
1. Tal como se ve por lo que precede, la santificación es una obra de la cual Dios es el
autor y no el hombre. Sólo los abogado s del llamado libre albedrío pueden pretender
que sea obra del hombre. Sin embargo, difiere de la regeneración en que el hombre
puede, y el deber lo obliga a luchar por una creciente y constante santificación
usando para ello los medios que Dios ha puesto a su disposición. Esto está enseriado
con claridad en la Biblia, II Cor. 7: 1; Col. 3: 5 -14; I Ped. 1: 22. Los antinomianos
que son consistentes pierden de vista esta verdad importante, y no sienten la
necesidad de evitar cuidadosamente el pecado, puesto q ue esto afecta nada más al
viejo hombre que está condenado a muerte, y no al nuevo hombre que es santo con
la santidad de Cristo.
La santificación es una obra del Dios triuno, pero se atribuye más particularmente al
Espíritu Santo en la Escritura, Rom. 6: 11; 15: 16; I Ped. 1: 2. Nuestro día, con su énfasis
sobre la necesidad de acercarnos al estudio de la teo logía desde el punto de vista
antropológico, y con su llamamiento unilateral al servicio en el reino de Dios, hace que
resulte particularmente importante acentuar el hecho de que Dios y no el hombre es el autor
de la santificación. De manera especial en vi sta del Activismo que es uno de los hechos
característicos de la vida religiosa americana y que glorifica la obra del hombre más bien
que la gracia de Dios, es necesario acentuar el hecho una y otra vez de que la santificación
es fruto de la justificación, que aquella es sencillamente imposible sin ésta, y que las dos
son el fruto de la gracia de Dios en la redención de los pecadores. Aunque el hombre tenga
el privilegio de cooperar con el Espíritu de Dios puede hacerlo sólo en virtud de la fuerza
que el espíritu le imparte cada día. El desarrollo espiritual del hombre no es una ganancia
humana, sino una obra de la gracia divina. El hombre no merece ningún crédito por aquello
679
2. Los SACRAMENTOS. Estos son los medios par excellence según la iglesia de
Roma. Los protestantes los consideran como subordinados a la Palabra de Dios y a
veces hasta hablan de ellos como de la "Palabra visible". Simbolizan y sellan para
nosotros las mismas verdades que están expresadas verbalmente en la Palabra de
Dios, y pueden ser considerados como la palabra oficial, que contiene una
representación viviente de la verdad, la cual el Espíritu Santo utiliza como ocasión
para ejercicios santos. No sólo están subordinados a la Palabra de Dios sino que
tampoco pueden existir sin ella y por lo mismo van siempre acompañados de ella,
Rom. 6: 3; I Cor. 12: 13; Tito 3: 5; I Ped. 3: 21.
300
Pregunta 114.
301
Syst. Theol., p. 871.
681
una estación que deja uno atrás, no es un hecho cumplido sobre la base del cual uno
prosiga enseguida a la avenida de la santificación. No es un hecho completo al cual
pueda uno mirar retrospectivamente con perfecta seguridad, sino que ocurre siempre
de nuevo en dondequiera que el hombre llega al punto de la desesperación completa
y luego sigue de la man o con la santificación. Y sólo hasta donde el hombre sigue
siendo un pecador aun después de la justificación, así también sigue siendo un
pecador en la santificación puesto que sus mejores hechos siguen siendo pecados.
La santificación no engendra una disp osición santa, ni purifica gradualmente al
hombre no pone en posesión de él ninguna santidad personal, no lo hace santo, sino
que sigue siendo pecador. En realidad viene a ser un acto declarativo como la
justificación. McConnachie, un intérprete que simpat iza mucho con Barth dice: "La
justificación y la santificación son pues para Barth dos lados de un solo acto de Dios
respecto a los hombres. La justificación es el perdón del pecador (justificatio impii),
mediante la cual Dios declara justo al pecador. La santificación es santificación de
pecador (santificatio impii), mediante la cual Dios declara 'santo' al pecador". A
pesar de la aprobación que merece el deseo de Barth de destruir todo vestigio de
obras de justicia, en verdad llega a un extremo cargante d e garantía, en el que
prácticamente confunde la justificación con la santificación, niega la vida cristiana y
desarraiga la posibilidad de una confiada seguridad.
302
Compárese Robertson, The Minister and His Greek Testament, p. 100.
686
que, en cierto sentido, también recompensa. Las siguientes son las características de
las obras espirituales buenas:
a. Son los frutos de un corazón regenerado, puesto que sin éste no puede haber
la disposición (de obedecer a Dios) y el motivo (de glorificar a Dios) que se
requiere, Mat. 12: 33; 7: 17, 18.
b. No están hechas sólo en conformidad externa con la ley de Dios, sino que se
hacen en obediencia consciente a la voluntad revelada de Dios, es decir,
porque son requeridas por Dios. Brotan del principio del amor a Dios y del
deseo de hacer su voluntad, Deut. 6: 2; I Sam. 15: 22; Isa. 1: 12; 29: 13; Mat.
15: 9.
c. Cualquiera que sea su fin inmediato, su finalidad última no puede ser el
bienestar del hombre, sino la gloria de Dios, la cual es el más alto propósito
concebido en la vida del hombre, I Cor. 10: 31; Rom. 12: 1; Col. 3: 17, 23.
2. Las buenas obras en un sentido más general. Aunque el término "buenas obras", por
lo general, se usa en la teología en el sentido estricto que acabamos de indicar, sigue
siendo verdad que él no regenerado también ejecuta obras que pueden llamarse
buenas en un sentido superficial de la palabra. A men udo cumplen obras que en lo
exterior se conforman a la ley de Dios y que objetivamente pueden llamarse buenas,
a distinción de las flagrantes transgresiones a la ley. Tales obras responden a su
propósito inmediato que encuentra la aprobación de Dios. Ademá s, en virtud de los
restos de la imagen de Dios en el hombre natural y de la luz de la naturaleza, el
hombre en sus relaciones con otros hombres, puede ser guiado por motivos que son
dignos de aplauso y que, hasta ese punto, tienen estampada la aprobación de Dios.
Sin embargo, estas buenas obras, no pueden considerarse como frutos del corazón
corrupto del hombre. Encuentran su explicación sólo en la gracia común de Dios.
Además, debemos tener presente, que aunque estas obras pueden llamarse buenas
en cierto sentido, y así se llaman en la Biblia, Luc. 6: 33, en su esencia son
defectuosas. Los hechos de él no regenerado están divorciados de la raíz espiritual
del amor de Dios. No representan una obediencia íntima a la ley de Dios y ninguna
sujeción a la volunt ad del gobernante soberano de cielos y tierra. No tienen
propósito espiritual, puesto que no están hechos con el fin de glorificar a Dios, sino
que sólo se sujetan a las relaciones de la vida natural. De consiguiente, la verdadera
cualidad de hechos como estos se determinan por el carácter de su finalidad última.
Con frecuencia se ha negado la capacidad de los no regenerados para cumplir las
buenas obras, llamadas así en algún sentido de la palabra. Barth va un paso más allá
688
de lo debido cuando llega al ext remo de negar que los creyentes pueden hacer
buenas obras, y afirma que todas sus obras son pecados.
Desde las más primitivas épocas de la Iglesia Cristiana ya había la tendencia de atribuir
cierto mérito a las bu enas obras, pero la doctrina del mérito en verdad se desarrolló durante
la Edad Media. Al comenzar la Reforma tenía esa doctrina un lugar muy prominente en la
teología católico romana y había sido llevada en la vida prácticamente hasta extremos
ridículos. Los Reformadores, de inmediato, se unieron sobre este punto en su lucha contra
la iglesia de Roma.
2. La posición bíblica en cuanto a este punto. La Biblia enseña con claridad que las
buenas obras de los creyentes no son meritorias en el sentido prop io de la palabra.
Sin embargo, debemos recordar que la palabra "mérito" se emplea en un sentido
doble, el uno estricto y propio, y el otro amplio. Hablando en forma estricta, una
obra meritoria es aquella a la cual debido a su valor intrínseco y a su digni dad se le
689
Ninguna duda cabe acerca de la necesidad de las buenas obra s, correctamente entendidas.
No pueden ser consideradas como necesarias para merecer salvación, ni como medios para
retener un dominio sobre la salvación, ni siquiera como el único camino a lo largo del cual
llegar hasta la gloria eterna, porque los hijos gozan de la salvación sin haber hecho
ningunas buenas obras. La Biblia no enseña una declaración como esta: "Ninguno puede
salvarse sin buenas obras". Al mismo tiempo las buenas obras, por necesidad son la secuela
de la unión de los creyentes en Cristo. "E l que permanece en mí y yo en él, éste lleva
690
mucho fruto", Jn. 15: 5. También son necesarias porque son requeridas por Dios, Rom.7: 4;
8: 12, 13; Gál. 6: 2, como frutos de la fe, Sgo. 2: 14, 17, 20 -22, como expresiones de
gratitud, I Cor. 6: 20, para la se guridad de la fe, II Ped. 1: 5 -10, y para la gloria de Dios, Jn.
15: 8; I Cor. 10: 31. La necesidad de las buenas obras debe mantenerse en contra de los
antinomianos que pretenden que, puesto que Cristo no sólo llevó el castigo del pecado, sino
que también satisfizo las demandas positivas de la ley, el creyente está libre de la
obligación de observarla, error que todavía se encuentra entre nosotros hoy día en algunas
de las formas del dispensacionalismo. Esta es una posición por completo falsa, porque sólo
la ley como sistema de castigo y como método de salvación quedó abolida en la muerte de
Cristo. La ley como medida de nuestra vida moral es una transcripción de la santidad de
Dios, y por tanto, es de vigencia permanente también para el creyente, aunque su actitud
hacia la ley haya experimentado un cambio radical. El creyente ha recibido el Espíritu de
Dios, que es Espíritu de obediencia, de tal manera que sin ninguna violencia obedece
voluntariamente la ley. Strong hace un resumen correcto cuando dice : Cr isto nos liberta
2. De la ley con sus demandas como método de salvación; y lo consigue haciendo que
sean nuestros su obediencia y sus méritos . . . ;
303
Syst. Theol., p. 876.
691
304
Syst. Theol., p. 687
693
creyentes de su voluntad de creer y de sus buenas obras. Arminio mismo evitó ese extremo,
pero sus seguidores no titubearon en mantener su posición sinergista con todas sus
consecuencias. Los arminianos wesleyanos los siguieron como también otras varias sectas.
Las iglesias calvinistas o Reformadas permanecen, prácticamente solas, dando una
respuesta negativa a la pregunta de si puede un cristiano caer por completo del estado de
gracia y perderse finalmente.
La doctrina de la perseverancia requiere una cuidadosa definición, sobre todo, en vista del
hecho de que la expresión "perseverancia de los santos" se presta á equivocación. Debe
notarse, primero que todo, que la doctrina no significa que los elegidos serán sin duda
alguna salvos en el final, aunque Agustín le ha dado esta forma, sino que enseña de manera
muy especial que los que una vez han sido regenerados y eficazmente llamados por Dios a
un estado de gracia, nunca pueden por completo caer de ese estado y dejar de alcanzar la
salvación eterna, aunque pueden algunas veces ser vencidos por el mal y caer en pecado. Se
sostiene que la vida de regeneración y los hábitos que de ella nacen en el cami no de la
santificación nunca pueden desaparecer por completo. Además, debemos estar en guardia
en contra de la posible equivocación de que esta perseverancia se considere como una
propiedad inherente del creyente o como una actividad continua del hombre, m ediante la
cual persevera en el camino de la salvación. Cuando Strong habla de ella como "la
continuación voluntaria, de parte del cristiano, en la fe y en el bien hacer", y como "el lado
o aspecto humano de este proceso espiritual, al cual, considerado de sde el lado divino,
llamamos santificación", esto en verdad se presta a crear la impresión de que la
perseverancia depende del hombre. Sin embargo los Reformados no consideran la
perseverancia de los santos como que sea, primero que todo, una disposición o actividad del
creyente, aunque en verdad creen que el hombre coopera en ella tanto como en la
santificación. Acentúa el hecho de que el creyente pudiera caer si se le dejara solo. Es,
hablando en forma estricta, no el hombre sino Dios el que persevera. La perseverancia
puede definirse como aquella continua operación del Espíritu Santo en el creyente,
mediante la cual la obra de la gracia divina que ha empezado en el corazón se continúa
hasta llegar a ser completa. Los creyentes continúan firmes hasta el fin, debido a que Dios
nunca abandona su obra.
Hay algunos pasajes importantes de la Escritura que vienen aquí a consideración. En Juan
10: 27-29 leemos: "mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen; y yo les doy
vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano . Mi Padre que me las
dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre". Pablo dice en
Rom. 11: 29, "Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios". Esto significa
que la gracia de Dios revelada en su llamamiento nun ca se retira como si él se arrepintiera
de haberla dado. Esta es una afirmación general, aunque en relación con ella se descubre
que se refiere al llamamiento de Israel. El Apóstol consuela a los creyentes filipenses con
las palabras: "Estando persuadidos de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra,
la perfeccionará hasta el día de Jesucristo", Fil. 1: 6. En II Tes. 3: 3 dice: "Pero fiel es el
Señor, que os afirmará y guardará del mal". En II Tim. 1: 12 suena una nota de regocijo
"Porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito
para aquel día". Y en 4: 18 de la misma Epístola se gloría en el hecho de que el Señor le
librará de toda obra mala y lo preservará para su reino celestial.
PRUEBAS INFERENCIALES
4. De la unión mística con Cristo. Los que están un idos con Cristo mediante la fe son
participantes de su Espíritu, y de esta manera se convierten en un cuerpo con Él, y
este cuerpo palpita con la vida del Espíritu. Participan en la vida de Cristo, y porque
El vive, ellos viven también. Es imposible que pu edan ser removidos de ese cuerpo,
frustrado de esa manera el ideal divino. La unión es permanente, puesto que se
origina en una causa permanente e inmutable; el amor gratuito y eterno de Dios.
5. De la obra del Espíritu Santo en el corazón. Dabney dice con a cierto : "Se cae en
una apreciación baja e indigna de la sabiduría del Espíritu Santo y de su obra en el
corazón, cuando se supone que comienza la obra ahora, y luego la abandona ; que la
chispa vital del nacimiento celestial es un ignis fatuus, que arde p or un corto tiempo,
y luego expira en manifiesta obscuridad ; que la vida espiritual comunicada en el
nuevo nacimiento, es una especie de vitalidad espasmódica o galvánica, que da la
apariencia externa de vida en un alma muerta, y luego muere". 305 Según la Biblia el
creyente ya está en esta vida en posesión de salvación y vida eterna, Jn. 3: 36; 5: 24;
6: 54. ¿Se puede dar lugar a la hipótesis de que la vida eterna no será eterna?
305
Syst. and Polcm. Theol., p. 692.
696
Se declara con frecuencia que la doctrina es contraria a la Escritura. Los pasajes aducidos
para probar este desacuerdo pueden reducirse a tres clases.
1. Hay varias advertencias en contra de la apostasía que parecerían ser por completo
inoportunas, si el creyente no pudiera caer, Mat. 24 : 12 ; Col. 1 : 23 ; Heb. 2 : 1 ; 3 :
14; 6 : 11; I Jn. 2 : 6; pero estas advertencias consideran todo el asunto desde el lado
del hombre y tienen grave significado. Estimulan el examen personal y sirven para
guardar a los creyentes en el camino de la perseverancia. No prueban que alguno de
aquellos a quienes se dirige será apóstata, sino simplemente que el uso de los
697
medios se hace necesario para evitar que cometan este pecado. Compárese Hech.
27: 22-25 con el versículo 31 como ilustración de este principio.
2. Hay también exhortaciones que exigen que los creyentes continúen en el camino de
la santificación, y parecerían ser innecesarias si no hubiera duda de que continuaran
hasta el fin ; pero éstas generalmente se encuentran en relación con amonestaciones
a las que ya nos hemos referido bajo la letra (a), y sirven en forma exacta para el
mismo propósito. No prueban que algunos de los creyentes amonestados no
perseverarán, sino solamente que Dios usa medios morales para el cump limiento de
fines morales.
INTRODUCCIÓN
Parece muy peculiar que en la práctica todos los más sobresalientes dogmáticos
presbiterianos de esta nación (Estados Unidos de América), tales como los dos Hodge, H.
B. Smith, Shedd y Dabney, no hayan dado un lugar aparte a la iglesia en sus obras
dogmáticas y, en efecto dedican muy poca atención a ella. Sólo las obras de Thornwell y
B'reckenridge son una excepción a esta regla. Esto podría crear la impresión de que en
opinión de aquellos, la doctrina de la iglesia no debía ocupar un lugar en la dogmática. Pero
esto es en extremo improbable, puesto que ninguno de ellos levanta una sola objeci ón en
contra de esta inclusión. Además, Turretín y sus partidarios escoceses que construyen sobre
los fundamentos de aquel, dedican mucha atención a la iglesia. Walker dice: "Quizá no hay
ninguna otra nación en el mundo en la que todas las preguntas acerca de la iglesia hayan
sido tan discutidas como en la nuestra". 306 Y por último, el Dr. A. A. Hodge nos informa
que su padre dio conferencias a todos los grupos que formaban sus clases, sobre estos temas
de eclesiología, que en forma práctica cubría todo el ca mpo respectivo, y que intentaba
306
Scottish Theology and Theologians, p. 95; compárese también McPherson, The Doctrine of the Church in
Scottish Theology, pp. 1 y sigts.
700
307
Pre face to Hodge's work on Church Polity.
308
Lect. on Theol., p. 726.
309
Dogm. Theol. I, p. 10.
310
Pp. 590 y sigts.
701
311
The Christian Ekklesia, p. '7
702
aplicó a la compañía que se reunía alrededor de Él, Mat. 16: 18, que le reconocía
públicamente como su Señor, y que aceptaba los principios del reino de Dios. Era la
ekklesia del Mesías, es decir, el Israel verdadero. Posteriormente, como un resultado
de la extensión de la iglesia la palabra adquirió significados diversos. Las iglesias
locales se establecieron por todas partes, y se llamaron también ekklesiai, puesto
que eran manifestaciones de una iglesia universal de Cristo. Los siguientes son los
usos más importantes de la palabra:
a. Con más frecuencia la palabra ekklesia designa un círculo de creyentes en
alguna localidad definida, una iglesia local, sin hacer caso de que estén
reunidos los creyentes o no para dar adoración. Algunos pasajes contienen la
idea adicional de que sí están reunidos, Hech. 5 : 11 ; 11 : 26; I Cor. 11 : 18;
14: 19, 28, 35, en tanto que otros no contienen esa idea, Rom. 16 : 4 ; I Cor.
16 : 1 ; Gál. 1 : 2 ; I Tes. 2 : 14, etc.
b. En algunos casos la palabra denota lo que podría llamarse una ekklesi a
doméstica, la iglesia en la casa de algún individuo. Parece que en los
tiempos apostólicos las personas ricas, o importantes en algún otro aspecto,
con frecuencia separaban un cuarto grande en sus hogares para celebrar el
culto divino. Ejemplos de este u so de la palabra se encuentran en Rom. 16 :
23 ; I Cor. 16 : 19 ; Col. 4 : 15; Filemón 2.
c. Si la traducción de Tisschendorf es correcta (como ahora generalmente se
concede), entonces la palabra se encuentra por lo menos una vez en el
singular para denotar un grupo de iglesias, es decir, las iglesias de Judea,
Galilea y Samaria. El pasaje en el que se usa esta manera es Hech. 9: 31.
Como es natural, esto todavía no significa que ellos se juntaran
constituyendo una organización tal como lo que llamamos actualm ente una
denominación. No es imposible que la iglesia de Jerusalén y la iglesia de
Antioquía de Siria comprendieran también varios grupos que estaban
acostumbrados a reunirse en diferentes lugares.
d. En un sentido más general la palabra sirve para denotar el cuerpo entero, a
través de todo el mundo, de aquellos que hacen una profesión externa de
Cristo y se organizan con el propósito de adoración, bajo la dirección de
oficiales designados para el caso. Este significado de la palabra se encuentra
en lugar importante la primera epístola a los Corintios, 10 : 32 ; 11 : 22 ; 12 :
28, pero también estaba, así parecería, presente en la mente de Pablo cuando
escribió la carta a los Efesios, aunque en aquella carta el énfasis está en la
iglesia como un organismo espir itual, compárese especialmente Efesios 4 :
11-16.
703
primitivos de la iglesia, al combatir esas sectas, acentuaron cada vez más el carácter
episcopal de la iglesia. Cipriano se distingue por haber sido el primero en
desarrollar por completo l a doctrina del carácter episcopal de la iglesia. Consideró
que los obispos eran los verdaderos sucesores de los apóstoles y les atribuyó un
carácter sacerdotal en virtud de su dedicación a los sacrificios (incruentos). Juntos
formaban un colegio, llamado e l episcopado, el cual como tal constituía la unidad
de la iglesia. De esta manera se basó la unidad de la iglesia sobre la unidad de los
obispos. Aquellos que no se sujetaban al obispo perdían la comunión de la iglesia y
también su salvación, puesto que no hay salvación fuera de la iglesia. Agustín no
fue tan absolutamente consistente en cuanto a su concepto de la iglesia. Fue su
lucha con los donatistas la que lo condujo a reflexionar de manera más profunda
sobre la naturaleza de la iglesia. Por una parte, se demostró como
predestinacionista, que concebía a la iglesia corno la compañía de los elegidos, la
communio sanctorum que tiene el Espíritu de Dios y que se caracteriza, debido a
eso, por un amor verdadero. La cosa importante es ser un miembro vivo de l a iglesia
así concebida, y no pertenecer a ella nada más en un sentido externo. Por otra parte,
Agustín es el hombre de iglesia, que se adhiere a la idea de Cipriano, por lo menos,
en cuanto se refiere a los aspectos generales de la iglesia. La iglesia ver dadera es la
iglesia católica, en la cual la autoridad apostólica continúa mediante la sucesión
episcopal. Ella es la depositaria de la gracia divina, la cual se distribuye por medio
de los sacramentos. Actualmente la iglesia es un cuerpo mixto, en la que tienen
lugar miembros buenos y malos. En su debate con los donatistas admitió Agustín, a
pesar de todo, que unos y otros no estaban en la iglesia en el mismo sentido. Fue
también Agustín el que preparó el camino para la identificación de la iglesia
católico romana como el reino de Dios.
2. En la Edad Media. Los escolásticos tuvieron muy poco que decir acerca de la
iglesia. El sistema doctrinal desarrollado por Cipriano y Agustín estaba
admirablemente completo y no necesitaba sino unos cuantos toques finales p ara que
llegara a su desarrollo completo. Dice Otten (un historiador católico romano) : "Este
sistema fue administrado por los escolásticos de la Edad Media, y luego ellos en la
misma condición en que lo habían recibido, lo pasaron en forma práctica a sus
sucesores que vinieron posteriormente al Concilio de Trento". 312 Incidentalmente se
desarrollaron un poco más algunos cuantos puntos. Pero si hubo poco desarrollo en
la doctrina de la iglesia, la iglesia misma se desarrolló en verdad más y más
convirtiéndose, por así decirlo en un apretado tejido, completamente organizado, y
312
Manual of the History of Dogmas, II, p. 214.
706
especial, que dispensa la salvación mediante los sacramentos no encontró favor con
Lutero. El consideró a la iglesia como la comunión espiritual de aquellos que creen
en Cristo, y restauró la idea bíblica del sacerdocio de todos los creyentes. Mantuvo
la unidad de la ig lesia, pero distinguió dos aspectos de ella, el uno visible y el otro
invisible. Tuvo mucho cuidado de destacar que no hay dos iglesias, sino sólo dos
aspectos de una misma. La iglesia invisible se vuelve visible, no mediante el
gobierno de obispos y cardenales, ni por la jefatura del papa, sino por la
administración pura de la palabra y de los sacramentos. Admitió que la iglesia
visible siempre contendrá una mezcla de miembros, píos unos, y malvados otros.
No obstante, en su reacción en contra de la idea c atólico romana del dominio de la
iglesia sobre el estado, se fue al otro extremo, y prácticamente hizo a la iglesia
vasalla del estado en todo, excepto en la predicación de la Palabra. Los anabaptistas
no quedaron satisfechos con esta posición, e insistier on, nada más, en una iglesia de
creyentes. Ellos, en muchos casos hasta se burlaron de la iglesia visible y de los
medios de gracia. Además, demandaron la separación completa de la iglesia y del
estado. Calvino y los teólogos Reformados estuvieron con Lute ro en la declaración
de que la iglesia es, principalmente, una communio sanctorum, una comunión de
santos. Sin embargo, no buscaron como los luteranos la unidad y la santidad de la
iglesia, fundamentalmente, en las ordenanzas visibles de la iglesia, tales como los
oficios, La Palabra y los sacramentos, sino más que todo, en la comunión espiritual
de los creyentes. Ellos, también distinguieron entre los aspectos visibles e invisibles
de la iglesia aunque en un modo un poco diferente. Además, encontraron los
verdaderos seriales de la iglesia no sólo en la verdadera administración de la Palabra
y de los sacramentos, sino también la administración correcta de la disciplina de la
iglesia. Aun Calvino y los teólogos Reformados del Siglo XVII, en cierta medida,
fomentaron la idea de la sujeción de la iglesia al estado. No obstante, establecieron
en la iglesia una forma de gobierno que en mucho contribuyó a una independencia y
poder eclesiásticos que no fueron conocidos en la iglesia luterana. Pero aunque
ambos, los teólogos Reformados y los luteranos, procuraron mantener una relación
propia entre la iglesia visible y la invisible, otros perdieron esto de vista. Los
socinianos y los arminianos del Siglo XVII, aunque en verdad hablaron de una
iglesia invisible olvidaro n todo lo que se refiere a la vida actual. Los primeros
concibieron a la religión cristiana nada más como una doctrina aceptable, y los
últimos hicieron de la iglesia ante todo una sociedad visible, siguiendo a la iglesia
luterana que entregaba el derecho de la disciplina al estado y que conservaba para la
iglesia sólo el derecho de predicar el evangelio y de amonestar a los miembros de la
iglesia. Los labadistas y los pietistas, por otra parte, manifestaron una tendencia a
708
5. ¿Cómo explica usted el énfasis católico romano sobre la iglesia como organización
externa?
6. ¿Por qué no insistieron los Reformadores en la libertad completa de la iglesia,
separada del estado?
7. ¿Cuál fue la diferencia en cuanto a este punto entre Lutero y Calvino?
8. ¿Qué controversias se levantaron en Escocia con respecto a la iglesia?
9. ¿Cómo se explican los diferentes conceptos de la iglesia en Inglaterra y en Escocia?
10. ¿Cómo afectó el raciona lismo a la doctrina de la iglesia?
11. ¿Cuáles son los grandes peligros que amenazan a la iglesia en la actualidad?
LA ESENCIA DE LA IGLESIA
como una organización externa cobraba mayor prominencia a medida que transcurría el
tiempo. Había un énfasis cada vez más creciente sobre su organización jerárquica, y se le
añadió la cúspide con la institución del papado. Los católicos romanos en la actualidad
definen a la iglesia como: "La congregación de todos los fieles, habiendo sido bautizados,
profesan la misma fe, participan, de los mismos sacramentos, y son gobernados por sus
legítimos pastores, bajo una cabeza visible en toda la tierra". Hacen una distinción entre la
ecclesia doten y la ecclesia audies, es decir. "entre la iglesia que consiste de aquellos que
gobiernan, enseñan y edifican, y la iglesia que recibe la enseñanza, el gobierno y los
sacramentos". En el sentido más estricto de la palabra no es la ecclesia audiens sino la
ecclesia docens la que constituye la iglesia. Esta participa direct amente en los gloriosos
atributos de la iglesia, pero la primera está adornada con ellos sólo en forma indirecta. Los
católicos admiten de buena gana que hay un lado invisible de la iglesia, pero prefieren
reservar el nombre "iglesia" para la comunión visi ble de los creyentes. Con frecuencia
hablan del "alma de la iglesia" pero parece que no están por completo de acuerdo en cuanto
a la connotación exacta del término. Devine define el alma de la iglesia como "la sociedad
de aquellos que son llamados a la fe en Cristo, y que están unidos a Cristo mediante dones
y gracias sobrenaturales". 313 Sin embargo, Wilmers la encuentra en "todas aquellas gracias
espirituales y sobrenaturales que constituyen la iglesia de Cristo, y que capacitan a sus
miembros para alcanzar su última finalidad". Dice "Lo que en general llamamos alma es
aquel principio que empapa y da vida al cuerpo, capacitando a sus miembros para cumplir
sus funciones particulares. Al alma de la iglesia pertenecen la fe, la aspiración común de
todos hacia el mismo fin, la autoridad invisible de los superiores, la gracia interior de la
santificación, las virtudes sobrenaturales y otros dones de gracia". 314 El primer escritor
encuentra el alma de la iglesia en ciertas personas calificadas, en tanto que el segundo
reconoce que es un principio que empapa a todo el cuerpo, algo que guarda con la iglesia la
misma relación que el alma del hombre guarda con su cuerpo. Pero sea lo que sea aquello
que los católico romanos concedan de buena gana, no admitirán que lo que pu ede llamarse
"la iglesia invisible" preceda lógicamente a la visible. Dice Moehler: "Los católicos
enseñan: Primero es la iglesia visible, luego sigue la invisible: La primera da nacimiento
a la segunda". Esto quiere decir que la iglesia es la maten fide lium (madre de los creyentes)
desde antes de ser una communio fidelium (comunidad de creyentes). Sin embargo,
Moehler concede que hay un sentido en el que "la iglesia interna" es primero que "la
externa", es decir, en el sentido de que no somos miembros vi vos de la segunda sino hasta
que pertenecemos a la primera. Discute todo el asunto de la relación de aquellas dos entre
313
The Creed Explained, p. 259.
314
Handbook of the Christian Religion, p. 103.
711
El concepto griego ortodoxo acerca de la iglesia está relacionado estrechamente con el del
católico romano, y sin embargo, difiere del de estos en algunos pun tos importantes. La
griega ortodoxa no reconoce a la católico romana como la verdadera iglesia, sino que
demanda ese honor para sí misma. No hay sino una iglesia verdadera, y esa es la griega
ortodoxa. Aunque con mayor franqueza que los católico romanos re conoce los dos
diferentes aspectos de la iglesia, visible e invisible, a pesar de todo, coloca el énfasis de la
iglesia en su organización externa. No encuentra la esencia de la iglesia en que sea ella una
comunión de los santos, sino en la jerarquía episc opal que ha retenido, no obstante, de que
rechaza el papado. La infalibilidad de la iglesia se sostiene, pero su infalibilidad reside en
los obispos, y por tanto en los Concilios y Sínodos Eclesiásticos. Dice Gavin: "En su
carácter invisible (la iglesia) e s la portadora de los dones y poderes divinos, y está
comprometida en hacer que la humanidad se transforme en el Reino de Dios. Como visible,
ella está constituida por hombres que profesan una fe común, observan costumbres
comunes, y usan medios visibles d e gracia". Al mismo tiempo se rechaza la idea de "una
iglesia invisible e ideal, de la cual los diferentes cuerpos de cristianos integrados en
distintas organizaciones, y que a sí mismas se llaman 'iglesias' sean organizaciones
parciales o incompletas". La iglesia es "una entidad actual, tangible y visible, no un ideal
irrealizado e irrealizable". 317
EL CONCEPTO PROTESTANTE
315
Chap. V, e specialmente los párrafos XL VI - XL VIII
316
Pág. 59.
317
Greek Orthodox Thought pp. 241,242.
712
318
Art. XXVII.
319
Cap. XVII.
320
Cap. XXV.
713
Esto quiere decir que la iglesia de Dios es visible por una parte, y por la otra invisible. Se
dice que Lutero fue el primero que hizo esta distinción, pero los otros Reformadores la
714
3. A la iglesia de todos los países y de todos los lugares, que el hombre posiblemente
no ve
Ahora bien, es indudablemente cierto que la iglesi a triunfante es invisible para aquellos que
están sobre la tierra, y que Calvino en sus Institutos también la concibe como incluida en la
iglesia invisible, pero la distinción, principalmente y sin duda, intentaba aplicarse a la
iglesia militante. Como reg la se aplica de esta manera en la teología Reformada. Acentúa el
hecho de que la iglesia tal como existe sobre la tierra es, tanto visible como invisible. Se
dice que esta iglesia es invisible, porque su esencia es espiritual y esa esencia no puede ser
discernida por el ojo físico; y también porque es imposible determinar infaliblemente
quienes pertenecen a ella y quiénes no. La unión de los creyentes con Cristo es unión
mística; el Espíritu que los une constituye un lazo invisible; y las bendiciones de sal vación,
tales como la regeneración, la conversión genuina, la fe verdadera y la comunión espiritual
con Cristo son todas invisibles para el ojo natural; y sin embargo, estas cosas
constituyen la forma real (carácter ideal) de la iglesia. Que el término " invisible" tenga que
entenderse en ese sentido se hace evidente por el origen histórico de la distinción entre la
iglesia visible y la invisible en los días de la Reforma. La Biblia atribuye ciertos atributos
gloriosos a la iglesia y la representa como el medio para recibir bendiciones eternas y
salvadoras. Roma aplica esto a la iglesia como institución externa, más particularmente a la
ecclesia representativa o a la jerarquía como la distribuidora de las bendiciones de
salvación, y de esta manera ignora y prácticamente niega la comunión inmediata y directa
de Dios con sus hijos, colocando un mediador sacerdotal humano entre Él y ellos. Este es el
715
error que los Reformadores procuraron erradicar, acentuando el hecho de que la iglesia de
la cual dice la Biblia cosas tan gloriosas no es la iglesia considerada como institución
externa, sino la iglesia considerada como el cuerpo espiritual de Jesucristo, la cual en
esencia es invisible al presente, aunque tiene una organización relativa e imperfecta en la
iglesia visible y está destinada a gozar de un cuerpo perfecto visible en el fin de los siglos.
La iglesia invisible como es natural toma una forma visible. De la manera precisa que el
alma se adapta al cuerpo y se expresa por medio de él, así la iglesia invisible que consiste
no de meras almas sino de seres humanos que tienen alma y cuerpo, necesariamente asume
una forma visible en una organización externa por medio de la cual se expresa. La iglesia se
hace visible en la profesión y en la conducta cristiana, en el ministerio de la palabra y de los
sacramentos, y en una organización externa y su gobierno. Al hacer esta distinción entre la
iglesia invisible y la visible, McPherson dice, "el protestantismo procuró encontrar el justo
medio entre el externalismo mágico y sobrenatural de la idea romanista y la extravagante
depreciación de los ritos externos que caracteriza el espiritualismo fanático y sectario". 321
Es muy importante recordar que, aunque tanto la iglesia invisible como la visible pueden
considerarse universales, las dos no son conmensurables en cada uno de sus aspectos ; es
posible que algunos que pertenecen a la iglesia invisible nunca lleguen a ser miembros de la
organización visible, como acontece con personas del campo misionero que se convierten
en su lecho de muerte, y que otros sean excluidos temporalmente de la iglesia en su carácter
de creyentes extraviados que por algún tiempo quedan fuera de la comunión de la iglesia
visible. Por otra parte, en la iglesia como institución externa puede haber niños y adultos no
regenerados que aunque profesan ser de Cristo, no tienen fe verdadera en El; y estos, en
tanto que permanezcan en esa condición, no pertenecen a la iglesia invisible. En la
Confesión de Westminster se encontrarán buenas definiciones de la igles ia visible y de la
invisible.
Esta distinción no debe identificarse con la que precede, como algunas veces se ha hecho.
Es una distinción que se aplica a la iglesia visible y que dirige la aten ción a dos diferentes
aspectos de la iglesia considerada como un cuerpo visible 322 Es un error pensar que la
iglesia se hace visible solamente en los oficios propios, en la administración de la palabra y
321
Chr. Dogmatics, p. 417.
322
Compárese Kuyper, Enc. III, p. 204: Bavinck, Geref. Dogm. IV., p. 331; Ten Hoor, Afscheiding of
Doleantic, pp. 88 y sig.; Doeges, De Moeder den Geloovigen, pp. 10 y sig.; Steen, De Kerk, pp. 51 y sigts.
716
los sacramentos y en ciertas formas del gobierno de la iglesia. Aun cuando todas esas cosas
estuvieran ausentes, la iglesia todavía sería visible en la vida comunal de los creyentes y en
su profesión, así como también en su posición conjunta en contra del mundo. Pero en tanto
que se enfatiza el hecho de que l a distinción que estamos considerando es una diferencia
dentro de la iglesia visible no debemos olvidar que tanto la iglesia como organismo y como
institución (llamadas también apparitio e institutio) tienen su trasfondo espiritual en la
iglesia invisible. No obstante, aunque es verdad que se trata de dos aspectos diferentes de
una sola iglesia visible, representan diferencias importantes. La iglesia como un organismo
es la coetus fidelium, la comunión de los creyentes que están unidos en la atadura del
espíritu, en tanto que la iglesia como una institución es la maten fidelium, la madre de los
creyentes, un Heilsanstalt, un medio de salvación, una agencia para la conversión de los
pecadores y el perfeccionamiento de los santos. La iglesia como un organismo existe
carismáticamente; En ella se manifiestan toda clase de dones y talentos, y se utilizan en la
obra del Señor. Por otra parte, la iglesia como una institución existe en forma institucional
y funciona mediante los oficios y medios que Dios ha instituid o. Las dos están coordinadas
en cierto sentido, y sin embargo hay una determinada subordinación de la una hacia la otra.
La iglesia como una institución u organización (mater fidelium) es un medio para una
finalidad, y ésta se encuentra en la iglesia como un organismo, la comunidad de los
creyentes (coetus fidelium).
Para escapar a la objeción que surge de la anterior definici ón, poco a poco se vino haciendo
costumbre definir a la iglesia desde el punto de vista de alguna característica espiritual
subjetiva de aquellos que pertenecen a ella, especialmente el llamamiento eficaz o la fe, ya
sea nombrando esa determinada característica además de la elección, o sustituyéndola por
la elección. De esta manera la iglesia se definió como la compañía de los elegidos que son
llamados por el Espíritu de Dios (coetus electorum vocatorum), como el cuerpo de aquellos
que son eficazmente llama dos (coetus vocatorum) o todavía más comunmente, como la
comunidad de los fieles o creyentes (coetus fidelium). En estas definiciones las primeras
dos sirven para designar a la iglesia con referencia a su esencia invisible, pero no dan
indicación alguna de l hecho de que también tenga un lado visible. Sin embargo, esto se ha
hecho en la última de las definiciones mencionadas, porque la fe se revela en la confesión y
en la conducta.
Desde el punto de vista del bautismo y de la profesión, la iglesia está definida como la
comunidad de aquellos que están bautizados y que profesan la fe verdadera: o como la
comunidad de aquellos que profesan la religión verdadera junta -mente con sus niños. Se
verá de inmediato que esto define a la iglesia de acuerdo con su manifestación externa.
Calvino define a la Iglesia como "la multitud de hombres dispersos por el mundo, que
profesan la adoración de un solo Dios en Cristo; que están iniciados en esta fe por medio
del bautismo; que testifican su unidad en doctrina y caridad por medio de la participación
en la Santa Cena; que están de acuerdo en la Palabra de Dios, y que para la predicación de
esa Palabra sostienen el ministerio ordenado por Cristo". 323
LA IGLESIA Y EL REINO DE DI OS
323
Institutos IV, 1, 7.
718
En los Padres de la iglesia primitiva el reino de Dios, el más grande bien, se considera,
principalmente, como una entidad futura, la meta hacia la que se dirige el actual desarrollo
de la iglesia. Algunos de ellos lo consideran como el reino por venir, milenario, del Mesías,
aunque la historia no sostiene las exageradas pretensiones de algunos escritores
premilenarios en cuanto a su número. Agustín contempló el reino como una realidad
presente y lo identificó con la iglesia. Para él era principalmente idéntico con los piadosos y
santos, es decir, con la iglesia considerada como una comunidad de creyentes; pero usó
algunas expresiones que parecen indicar que también lo veía incorporado en la
organización episcopal de la iglesia. La iglesia católico romana identificó fran camente el
reino de Dios con sus institución jerárquica, pero los Reformados volvieron al concepto de
que el reino en esta dispensación es idéntico con la iglesia invisible. Bajo la influencia de
Kant y especialmente de Ritschl fue despojado de su carácter religioso y llegó a ser
considerado como un reino de finalidades éticas. Con frecuencia se define en la actualidad
como un nuevo principio introducido en la sociedad y destinado a transformarla en todas
sus relaciones, o como la organización moral de la h umanidad por medio de la acción
motivada por el amor, el fin último de la creación.
Aunque el reino de Dios y la iglesia invisible son hasta cierto punto idénticos, sin embargo,
deben distinguirse con cuidado. La ci udadanía en el uno y la feligresía en la otra están
determinadas por igual mediante la regeneración. Es imposible estar en el reino de Dios sin
estar en la iglesia, considerada como el cuerpo místico de Jesucristo. Al mismo tiempo es
posible hacer una dife rencia entre el punto de vista desde el cual los creyentes son
considerados el reino y aquel otro del cual se deduce su nombre de iglesia. Constituyen el
reino, en su relación con Dios en Cristo como su gobernante, y una iglesia, en
consideración a su sepa-ración del mundo en devoción a Dios, y en su unión orgánica entre
unos y otros. Como una iglesia, están llamados a ser los instrumentos de Dios para preparar
el camino y para introducir el orden ideal de las cosas; y considerados como reino,
representan la realización inicial de ese orden ideal, entre ellos mismos.
Los católicos romanos insisten en no hacer diferencia, identificando al reino de Dios con la
iglesia, y su iglesia pretende tener poder y jurisdicción sobr e todos los dominios de la vida,
tales como la ciencia y el arte, el comercio y la industria, y también las organizaciones
sociales y políticas. Este es un concepto del todo equivocado. También es un error sostener,
como lo hacen algunos cristianos Reforma dos, en virtud de un concepto erróneo de la
iglesia considerada como organismo, que las sociedades educativas cristianas, las
organizaciones voluntarias de gente joven o adulta para el estudio de los principios
cristianos y su aplicación en la vida, las un iones de trabajadores cristianos, y las
organizaciones políticas cristianas, son manifestaciones de la iglesia como un organismo,
porque esto nos trae otra vez bajo el dominio de la iglesia visible y bajo el control directo
de sus oficiales. Como es natura l, esto no significa que la iglesia no tenga responsabilidad
con respecto a tales organizaciones. Sin embargo, significa que son manifestaciones del
reino de Dios, en el cual diversos grupos de cristianos tratan de aplicar los principios del
reino a cada dominio de la vida. La iglesia visible y también el reino, pueden identificarse
hasta cierta medida. La iglesia visible puede en verdad decir que pertenece al reino, que es
una parte del reino, y aun ser la parte organizada visible más importante de las fue rzas del
reino. Participa del carácter de la iglesia invisible (siendo las dos una misma) como medio
para la realización del reino de Dios. De manera semejante a la iglesia visible, el reino
participa también de las imperfecciones a las que lo expone un mu ndo pecador. Esto se
hace muy evidente según la parábola del trigo y la cizaña, y también la de la red. Hasta
donde la iglesia visible sirve de instrumento para el establecimiento y extensión del reino,
está, de consiguiente, subordinada a éste como un med io para un fin. Puede decirse que el
reino es un concepto más amplio que la iglesia, porque aspira a nada menos que al control
720
EN EL PERIODO PATRIARCAL
EN EL PERIODO MOSAICO
Después del Éxodo el pueblo de Israel no solo estuvo organizado en nación, sino que
también constituyó la iglesia de Dios. Fueron enriquecidos con instituciones en las que no
solamente la devoción familiar o la fe de la trib u, sino la religión de toda la nación encontró
expresión. La iglesia todavía no obtenía una organización independiente, pero tenia su
existencia institucional en la vida nacional de Israel. La forma particular que asumió fue la
de un estado-iglesia. No pod emos decir que los dos se coaligaron por completo. Había
funcionarios e instituciones civiles y religiosas dentro de los límites de la nación. Pero al
mismo tiempo, toda la nación constituía la iglesia; y la iglesia se limitaba a una nación, la
de Israel, aunque los extranjeros también podían entrar en ella siendo incorporados a la
nación. En este periodo hubo un marcado desarrollo de la doctrina, un crecimiento en la
cantidad de verdad religiosa conocida, y mayor claridad en la aprehensión de la verdad. La
adoración de Dios se regularice hasta los menores detalles, siendo en gran parte ritual y
ceremonial, y se estableció en un santuario céntrico.
721
EN EL NUEVO TESTAMENTO
Además, la adoración ritual del pasado dejo su lugar a una adoración más espiritual, en
armonía con los grandes privilegios del Nuevo Testamento.
La explicación dada en los párrafos anteriores se funda sobre la hipótesis de que la i glesia
existió en la dispensación antigua tanto como en la nueva, y que fue esencialmente la
misma en ambas, a pesar de las diferencias reconocidas en su carácter institucional y
administrativo. Esto esta en armonía con las enseñanzas de nuestros Símbolos
Confesionales. La Confesión Belga dice en el Articulo XXVII: "Esta iglesia ha sido desde
el principio del mundo, y será hasta el fin de el; lo que se hace evidente por hecho de que
Cristo es un Rey eterno, y que no lo seria si no tuviera súbditos". En comp leto acuerdo con
esto el Catecismo de Heidelberg dice en lo correspondiente al Día del Señor, XXI: "Que el
Hijo de Dios desde el principio del mundo recoge de entre toda la raza humana, defiende, y
preserva para si mismo, mediante su Espíritu y Palabra, en la unidad de la fe verdadera, una
iglesia elegida para la vida eterna". La iglesia es, esencialmente, tal como quedo indicado
en lo anterior, la comunidad de los creyentes, y esta comunidad existe desde el principio de
la dispensación antigua hasta el tie mpo presente y continuara existiendo sobre la tierra
hasta el fin del mundo. Sobre este punto no podemos convenir con aquellos premilenarios
que, bajo la influencia de un dispensacionalismo divisivo, pretenden que la iglesia es una
institución exclusivamen te del Nuevo Testamento, y que no tuvo existencia sino hasta el
derramamiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés y que será removida de la tierra
antes de que comience el milenio. A esos les gusta definir la iglesia como "el cuerpo de
Cristo", que es un nombre característicamente del Nuevo Testamento, y parecen olvidar
que también se le llama "el tiempo de Dios" y "Jerusalén", que son nombres decididamente
722
con sabor de Antiguo Testamento, compárese I Cor. 3: 16, 17; II Cor. 6: 16; Ef. 2: 21; Gal
4: 26; Heb. 12: 22. No debemos cerrar nuestros ojos al hecho patente de que el nombre
"iglesia" (qahal en el hebreo, y que se traduce ekklesia en la Septuaginta) se aplica a Israel
en el Antiguo Testamento repetidas veces, Josué 8: 35; Esdras 2: 65; Joel 2: 16. El hecho de
que en nuestras traducciones bíblicas del Antiguo Testamento la traducción del original es
"reunión", "asamblea", o "congregación", en tanto que en el Nuevo Testamento se le
traduce "iglesia", puede haber dado lugar a que surgiera un mal en tendimiento respecto a
este punto ; pero permanece el hecho de que en el Antiguo Testamento tanto como en el
Nuevo la palabra original denota una congregación o asamblea del pueblo de Dios, y como
tal sirve para designar la esencia de la iglesia. Jesús, po r otra parte, dijo que El fundaría la
iglesia en el futuro, Mat. 16: 18, pero también la reconoció como una institución ya
existente, Mat. 18: 17. Esteban habla de "la iglesia en el desierto", Hech. 7: 38; y Pablo
testifica con claridad la unidad espiritua l de Israel y de la iglesia en Rom. 11: 17 -21 y en Ef.
2: 11- 16. En esencia, Israel constituye la iglesia de Dios en el Antiguo Testamento, aunque
su institución externa difiera mucho de la iglesia del Nuevo Testamento.
LA UNIDAD DE LA IGLESIA
control de todo lo que queda debajo de el. De esta maner a la iglesia catolicorromana
presenta a los ojos una estructura verdaderamente imponente.
324
Articulos XXVII - XXIX.
325
Art. XXVII.
724
acuerdo con la pura Palabra de Dios; todas las cosas contrarias, por lo tanto, quedan
rechazadas y Jesucristo recono cido como la misma Cabeza de la iglesia. De
consiguiente la iglesia verdadera puede con toda certeza ser conocida, y de ella
ningún hombre, tiene derecho de separarse". 326 La unidad de la iglesia visible
también fue enseñada por los teólogos Reformados del p eriodo de la post-Reforma
y también fue acentuada fuertemente en la teología escocesa. Hasta dice Walker :
"Las iglesias verdaderas de Cristo, lado a lado una de la otra, que forman
organizaciones separadas, con gobiernos separados, les parecen (a los teól ogos
escoceses) por completo inadmisibles, a menos que se les tolere en forma muy
limitada, y por razones de conveniencia temporal" 327 En los Países Bajos esta
doctrina se eclipso en recientes años en la proporción en la que una multi, o
pluriformidad de igl esias se acentuó atendiendo a los hechos históricos y a las
condiciones existentes. Al presente de nuevo se acentúa en algunas de las
discusiones corrientes. En atención a las divisiones actuales de la iglesia es muy
natural que surja el problema respecto a saber si estas divisiones no van en contra de
la doctrina de la unidad de la iglesia visible. En respuesta a esto debe decirse que
algunas divisiones, tales como aquellas que se deben a diferencias de localidad o de
lenguaje, son perfectamente compatible s con la unidad de la iglesia ; pero otras,
tales como las que se originan en perversiones doctrinales o en abusos
sacramentales, en realidad estorban esa unidad. Las primeras resultan de la
dirección providencial de Dios, pero las Últimas se deben a la in fluencia del pecado:
al oscurecimiento del entendimiento, al poder del error, o a los caprichos del
hombre; y por tanto la iglesia tendrá que luchar por el ideal, derrotando esos
obstáculos. La pregunta todavía surgirá, de si una iglesia invisible no debe encontrar
expresión en una sola organización. Difícilmente se podrá decir que la Palabra de
Dios requiera esto con toda claridad, y la historia ha demostrado que esto no puede
sostenerse y que tampoco merece consideración. El único intento que se ha hecho
de mayor alcance para unir a toda la iglesia en una gran organización externa no
demostró producir buenos resultados, sino que condujo a la internalización, al
ritualismo y al legalismo. Además, la multiformidad de iglesias, tan característica
del protestantismo, hasta donde resulta de la dirección providencial de Dios y de un
proceder legítimo, surgió de la manera más natural, y esta en completa armonía con
la ley de diferenciación, según la cual un organismo en su desarrollo evoluciona de
lo homogéneo a lo heterogéneo. Es muy posible que las riquezas inherentes del
organismo de la iglesia encuentren mejor y más completa expresión en la variedad
326
Art. XXIX.
327
Scottish Theology and Theologians, pp. 97 y sig.
725
actual de iglesias que la que producirían en una sola organización externa. Esto no
quiere decir, de consiguiente , que la iglesia no deba luchar por una mayor medida
de unidad externa. El ideal seria siempre dar la mayor expresión adecuada a la
unidad de la iglesia. En la actualidad hay un movimiento de unión de iglesias muy
fuerte, pero este movimiento, hasta donde se ha desarrollado en nuestro día, aunque
indudablemente nace de motivos dignos de alabanza, de parte de algunos, todavía es
de muy dudoso valor. Cualquiera unión externa que se efectúa debe ser la expresión
natural de una unión interna, pero el movimiento actual busca en forma parcial
fabricar una unión externa no fundada en una unidad interna, olvidando que
"ninguna agregación artificial que procure unificar lo que naturalmente es dispar
puede proporcionar una garantía en contra de las luchas de partido d entro de aquella
agregación". Tal agregación es anti bíblica hasta donde se procura la unidad a
expensas de la verdad y ha estado marchando sobre las oscilaciones de subjetivismo
en religión. A menos que cambie de color y que luche por una mayor unidad en la
verdad, no producirá verdadera unidad sino nada mas uniformidad, y aunque logre
que la iglesia s a mas eficiente desde el punto de vista de los negocios, no lograr
aumentar la verdadera eficiencia espiritual propia de la iglesia. Barth da la nota
correcta cuando dice: "La búsqueda de la unidad de la iglesia debe ser idéntica de
hecho con la búsqueda de Jesucristo como la Cabeza concreta y Señor de la iglesia.
Las bendiciones de la unidad no pueden separarse de Aquel que bendice; en El la
iglesia tiene su fuente y realidad; por medio de su Palabra y Espíritu se nos revela y
sólo en la fe puede convertirse en realidad entre nosotros". 328
LA SANTIDAD DE LA IGLESIA
328
The Church and the Churches, p. 28.
329
The Creed Explained, p. 285.
726
que la iglesia es santa también, "porque hubo santos en ella, en todos los tiempos,
cuya santidad Dios ha confirmado también por medio de milagros y de gracias
extraordinarias". 330
LA CATOLICIDAD DE LA IGLESIA
330
Catechism of the Catholic Religion, p. 140.
727
2. El concepto protestante. Una vez más, los protestantes aplican este atributo, en
primer lugar, a la iglesia invisible, que puede también llamarse católica en un
sentido mucho más verdadero que cualquiera de las organizaciones existentes, ni
siquiera exceptuando a la iglesia de Roma. Con justicia se resienten de la arrogancia
del católico romano que se apropian e ste atributo para su organización jerárquica,
excluyendo a todas las otras iglesias. Los protestantes insisten en que la iglesia
invisible es, ante todo, la verdadera iglesia católica, porque incluye a todos los
creyentes sobre la tierra, en cualquier tiem po particular, sin excepción de alguno;
porque, en consecuencia, también ella tiene sus miembros entre todas las naciones
del mundo que han sido evangelizadas; y porque ejercita una influencia dirigente
sobre la vida entera del hombre en todas sus fases. E n segundo lugar, también los
protestantes atribuyen la catolicidad a la iglesia visible. En nuestra discusión acerca
de la unidad de la iglesia visible, ya se hizo notorio que los Reformadores y las
Confesiones Reformadas expresan su creencia en una iglesi a católica visible, y esta
opinión ha sido repetida por teólogos Reformados, holandeses, escoceses y
americanos hasta el día presente, aunque en recientes años algunos de los
holandeses expresaron duda acerca de ella. Se debe admitir que esta doctrina
presenta muchos problemas difíciles, que todavía están pidiendo solución. No es
fácil señalar con precisión en qué consiste justamente esta iglesia católica visible.
Además, surgen problemas como estos :
a. ¿Lleva consigo esta doctrina una completa condenación de l
denominacionalismo, según el Dr. Henry Van Dyke parece pensarlo?
b. ¿Significa esto que alguna denominación es la iglesia verdadera, en tanto
que otras son falsas, o es mejor distinguir entre iglesias de mayor o menor
pureza en su formación?
c. ¿En qué punto una iglesia local o denominacional deja de ser parte
integrante de aquella única iglesia visible?
d. ¿Es esencial para la unidad de la iglesia visible una sola institución u
organización externa o no? Estos son algunos de los problemas que todavía
demandan un estudio más amplio.
331
Art. XXIX.
729
332
Cap. XXV, párrafos 2, 4, 5.
730
eso de ser una verdadera iglesia. Pero hay un lím ite más allá del cual una iglesia no
puede continuar representando mal a la verdad o negándola sin perder su carácter
verdadero y convirtiéndose en una iglesia falsa. Esto es lo que acontece cuando se
niegan los artículos fundamentales de la fe, y la doctr ina y la vida no quedan ya bajo
el control de la Palabra de Dios.
4. ¿Hay pasajes en la Escritura en los que la palabra ekklesia se usa, sin sombra de
duda, para designar como una unidad al cuerpo completo de aquellos que por todo
el mundo abiertamente profesan a Cristo?
5. ¿Se usa siempre esta palabra como la designación para un grupo de iglesias bajo un
gobierno común, tal como el que llamamos una denominación?
6. ¿La visibilidad de la iglesia (iglesia visible) consiste únicamente en la visibilidad de
sus miembros?
7. Si no, ¿en qué sentido se convie rte en visible?
8. ¿Permanece la iglesia visible en alguna otra relación con Cristo que no sea nada más
la externa, y goza de alguna otra cosa que no sean solamente promesas y privilegios
externos?
9. ¿Difiere la esencia de la iglesia visible de la esencia de la iglesia invisible?
10. ¿Qué objeciones se han levantado en contra de la distinción entre la iglesia como
una institución y la iglesia como un organismo?
11. ¿Cuál es la diferencia fundamental entre el concepto católico romano y el
Reformado acerca de la iglesia?
1. Bannerman, The Church of Christ, I, pp. 1.67; Ten Hoor, Afscheiding en Doleantie
and Afscheiding of Doleantie
2. Bavinck, Geref. Dogm. IV, pp. 295.354
3. Devine, The Creed. Explained, pp. 256.295
4. Doekes, De Moeder der Geloovigen, pp. 7. 64; Steen, De Kcrk, pp. 30.131
5. Hort, The Christian Ecclesia, especialmente pp 1.21, 107.122;
6. Kuyper, Dict. Dogm., De Ecclesia, pp. 3,267; id., Tractaat Van de Reformatie cler
Kerken, ibid., E. Voto II, pp. 108.151
7. Litton, Introd. to Dogm. Theol., pp. 357.3 78
8. McPherson, The Doctrine of the Church in Scottish Theology, pp. 54,128
9. Moehler, Symbolism, pp. 310.362;
10. Morris, Ecclesiology, pp. 13.41;
11. Pieper, Christl. Dogm. III, pp. 458.492
12. Pope, Chr. Theol. III, pp. 259.287;
13. Schaff, Our Father's Faith and Ours, 213 .239;
14. Strong, Syst. Theol., pp. 887.894;
15. Valentina, Chr. Dogm. II, pp. 362.377
16. Van Dyke, The Church, Iler Ministry and Sacraments, pp. 1.74
732
Para los cuáqueros y para los darvistas es asunto de principio rechazar todo gobierno
eclesiástico. Según ellos, toda forma externa de la iglesia , por necesidad degenera y
conduce a resultados contrarios al espíritu del cristianismo. El gobierno eclesiástico exalta
el elemento humano a costa del divino. Descuida los carismas dados por Dios y los
sustituye por oficios instituidos por el hombre, y en consecuencia ofrece a la iglesia la
cáscara del conocimiento humano más bien que las comunicaciones vitales del Espíritu
Santo. Por eso consideran que el gobierno eclesiástico para la iglesia visible es no sólo
innecesario sino decididamente pecaminoso. D e esta manera los oficios caen de paso, y en
la adoración pública cada uno sigue, nada más, los impulsos del Espíritu. La tendencia que
se hace aparente en estas sectas, y que da clara evidencia de la levadura del misticismo,
debe ser considerada como una reacción en contra de la organización jerárquica y del
formalismo de la iglesia establecida de Inglaterra. En los Estados Unidos de América
algunos de los cuáqueros tienen ministros regularmente ordenados y conducen su culto de
manera muy parecida a la de las otras iglesias.
Los erastianos consideran a la iglesia como una sociedad que debe su existencia y forma a
los reglamentos dictados por el estado. Los oficiales de la iglesia son nada más instructores
o predicadores de la palabra, sin ningún derecho o poder para gobernar, excepto aquel que
derivan de los magistrados civiles. Es la función del estado gobernar a la iglesia, ejercer la
disciplina y la ex -comunión. Las censuras de la iglesia son castigos civiles, aunque su
aplicación puede ser confiada a los oficiales legítimos de la iglesia. Ese sistema ha sido
733
EL SISTEMA EPISCOPAL
Los episcopales sostienen que Cristo como Cabeza de la Iglesia, ha entregado el gobierno
de la iglesia directa y exclusivamente a un orden de prelados u obispos, considerados como
los sucesores de los apóstoles; y que ha constituido estos obispos en un orden separado,
independiente y que se perpetúa por sí mismo. En este sistema la coetus fidelium o
comunidad de creyentes no tiene en absoluto participación alguna en el gobierno de la
iglesia. En los primeros siglos este fue el sistema de l a iglesia católico romana. En
Inglaterra está combinado con el sistema erastiano. Pero la Biblia no autoriza la existencia
de tal clase separada de oficiales superiores, que tengan el derecho inherente de ordenación
y jurisdicción, y por tanto no represent an al pueblo ni, en sentido alguno de la' palabra,
derivan su oficio de ese pueblo. La Biblia enseña con claridad que el oficio apostólico no
fue R de naturaleza permanente. Los apóstoles formaron una clase del todo distinta e
independiente, pero no era su tarea especial gobernar y administrar los asuntos de las
iglesias. Era su deber llevar el evangelio a los distritos no evangelizados, fundar iglesias y
luego designar otros de entre el pueblo para la tarea de gobernar esas iglesias. Antes de que
terminara el primer siglo di apostolado había desaparecido por completo.
EL SISTEMA CATOLICORROMANO
EL SISTEMA CONGREGACIONAL
Este también se llama sistema independiente. Según él cada iglesia o congregación es una
iglesia completa, independiente de cualquiera otra. En iglesias de este tipo el gobierno
descansa exclusivamente en los miembros de la iglesia, los que están capacitados para
ordenar sus propios asuntos, los oficiales son simples funcionarios de la iglesia local,
designados para enseñar y administrar los asuntos de la iglesia, y no tienen poder para
gobernar más allá del que poseen corno miembros de la iglesia. Si se considera conveniente
que varias iglesias ejerzan comunión con alguna otra como a veces pasa, este
compañerismo encuentra expresión en Concilios Eclesiásticos y en conferencias locales o
provinciales, para la consideración de sus intereses comunes. Pero las acciones de tales
cuerpos asociados son tenidos como estrictamente admonitorias o declarativas, y no
comprometen a ninguna iglesia en particular. Esta teoría de gobierno popular, que hace del
oficio del ministro algo completamente dependiente de la acción del pueblo, en verdad no
está en armonía con lo que enseña la Palabra de Dios. Además, la teoría de que cada iglesia
es independiente de cualquier otra, no expli ca la unidad de la iglesia de Cristo, tiene un
efecto desintegrarte y abre la puerta a toda clase de arbitrariedades en el gobierno
eclesiástico. No hay a donde apelar respecto a las decisiones de la iglesia local.
Este sistema también se llama el sistema colegial (que suplanta al sistema territorial) y se
desarrollo especialmente en Alemania mediante los esfuerzos C.M Pfaff (1686 1780),
posteriormente fue introducido a los Países Bajos. Se desarrolla sobre la hipótesis de que la
iglesia es una asociación voluntaria, igual al estado. Las iglesias o congregaciones
separadas son nada más subdivisiones de una iglesia nacional. El poder original reside en
una organización nacional, y esta organización tiene jurisdicción sobre la s iglesias locales.
Este es precisamente el reverso del sistema presbiteriano, según el cual el poder original
tiene su asiento en el consistorio. El sistema territorial reconoce el derecho inherente del
estado para reformar el culto público, para decidir las controversias respecto a doctrina y
conducta y para convocar sínodos, en tanto que el sistema colegial le atribuye al estado
735
nada más el derecho de supervisión como un derecho inherente, y considera todos los otros
derechos que el estado pudiera ejerci tar en asuntos eclesiásticos, como derechos que la
iglesia por un entendimiento tácito, o por un pacto formal confiere al estado. Este sistema
descuida por completo la autonomía de las iglesias locales, ignora los principios de
gobierno propio y de responsabilidad directa hacia Cristo, engendra al formalismo, e
impone una iglesia pretendidamente espiritual mediante límites formales y geográficos. Un
sistema como este, pariente del sistema erastiano, naturalmente se acomoda de la mejor
manera con la idea hasta hace poco popular del estado totalitario.
La iglesia de Roma considera de la mayor importancia sostener la jefatura del papa sobre la
iglesia. Los Reformadores sostuvieron y defendieron la posición, contraria a las
pretensiones del papado, de que Cristo es la única Cabeza de la Iglesia. No obstante, no
evitaron por completo el peligro de reconocer, unos más, otros menos, la supremacía del
estado sobre la iglesia. En consecuencia las iglesias Presbiterianas y Reformadas tuvieron
que luchar otra batalla consiguiente, la batalla por la jefatura de Jesucristo en oposición a
las desautorizadas invasiones del estado. Esta batalla fue librada prime ramente en Escocia,
y posteriormente también en los Países Bajos. El hecho mismo de que fue librada en contra
de los poderes externos como el papado y el estado, o el rey, los cuales pretendían ser
cabeza de la iglesia visible, implica con claridad que los que se comprometieron en esta
batalla estaban particularmente interesados en establecer y sostener la posición de que
736
Cristo es la única Cabeza legítima de la iglesia visible, y por lo mismo, el único supremo
Legislador y Rey de la iglesia. Como es natura l, también reconocieron a Cristo como la
Cabeza orgánica de la iglesia invisible. Comprendieron que no podían estar separadas las
dos, sino que, puesto que el papa y el rey difícilmente pretenderían ser la cabeza orgánica
de la iglesia invisible, esto en r ealidad no era el punto a discusión. Respecto a los maestros
escoceses dice Walker: "Ellos daban a entender que Cristo es el verdadero Rey y Cabeza de
la iglesia, considerada ésta como organización visible y que la gobierna por medio de
estatutos, ordenanzas, oficios y poderes divinos, tan real y literalmente como David o
Salomón gobernaron al pueblo de la antigüedad". 333
La Biblia nos enseña que Cristo es Cabeza de todas las cosas; es Señor del universo, no
nada más como la segunda persona de la Trinidad, si no en su capacidad meritoria, Mat. 28:
18; Ef. 1: 20-22; Fil. 2: 10, 11; Apoc. 17: 14; 19: 16. Sin embargo, en un sentido muy
especial, El es Cabeza de la Iglesia, la cual es su cuerpo. Permanece en relación orgánica y
vital con El, la llena de vida divina , y gobierna su espiritualidad, Jn. 1 : 1 -8; Ef. 1 : 10, 22,
23 ; 2 : 20-22 ; 4: 15; 5 : 30; Col. 1 : 18; 2 : 19 ; 3 : 11. Los premilenarios pretenden que
este es el único sentido en el que Cristo es la Cabeza de la Iglesia, porque niegan el punto
principa l por el que lucharon nuestros Padres Reformados, es decir, que Cristo es el Rey de
la iglesia, y por tanto, la única autoridad suprema que en ella se reconoce. La Biblia enseña
con claridad, a pesar de todo, que Cristo es la Cabeza de la Iglesia no sólo e n virtud de su
relación vital con ella, sino también como su Legislador y Rey. En el sentido orgánico y
vital El es principal aunque no exclusivamente la Cabeza de la iglesia invisible, la cual
constituye su cuerpo espiritual. Pero es también la Cabeza de la iglesia visible, no sólo en el
sentido orgánico, sino también en el sentido de que El tiene autoridad y gobierno sobre ella,
Mat. 16 : 18, 19 ; 23 : 8, 10 ; Jn. 13 : 13 ; I Cor. 12 : 5 ; Ef. 1 : 20-23 ; 4 : 4, 5, 11, 12; 5 :
23, 24. Esta jefatura de Cri sto sobre la iglesia visible es la parte principal del dominio que
le ha sido concedido como resultado de sus padecimientos. Su autoridad está manifiesta en
los puntos siguientes:
1. Instituyó la iglesia del Nuevo Testamento, Mat. 16: 18, de manera que no es , como
muchos lo consideran actualmente, una mera sociedad voluntaria, que tiene su única
autoridad en el consenso de sus miembros.
2. Instituyó los medios de gracia que la iglesia debe administrar, es decir, la Palabra y
los sacramentos, Mat. 28: 19, 20; M ar. 16: 15, 16; Luc. 22: 17-20; I Cor. 11: 23-29.
En estos asuntos ningún otro tiene derecho para legislar.
333
Scottish Theology and Theologians, p. 130.
737
4. Está siempre presente en la iglesia cuando ésta se reúne para adoración, y habla y
actúa por medio de sus oficiales. Es Cristo como Rey el que los autoriza a hablar y
actuar con autoridad, Mat. 10: 40; II Cor. 13: 3.
Una cuestión muy delicada surge en este punto, es decir, ¿quiénes son los sujetos primeros
y más adecuados del poder eclesiástico? ¿A quiénes comisionó Cristo con este poder en
primera instancia? Los católico romanos y los episcopales contestan: A los oficiales como
334
Compárese Wilmers, Handbook of the Christian Religion, p. 134.
738
una clase separada, en contra distinción de los miembros ordinarios de la igles ia. Este
concepto también ha sido sostenido por algunos eminentes teólogos presbiterianos, tales
como Rutherford y Baillie. Diametralmente opuesta a ésta, está la teoría de los
independientes, de que este poder fue concedido a la iglesia en su totalidad, y que los
oficiales son nada más los órganos del cuerpo como un todo. El gran teólogo puritano
Owen, adoptó este concepto con algunas modificaciones. En arios recientes algunos
teólogos Reformados favorecieron, en apariencia, este concepto aunque sin subscr ibir el
separatismo de los independientes. Sin embargo, hay otro concepto que representa el medio
entre estos dos extremos, y que parece merecer la preferencia. Según eso la autoridad
eclesiástica fue concedida por Cristo a la Iglesia, como un todo, es dec ir, a los miembros
ordinarios lo mismo que a los oficiales; pero además los oficiales reciben una medida
adicional de poder tal como se requiere para el cumplimiento de sus deberes respectivos en
la iglesia' de Cristo. Participan en el poder original conce dido a la iglesia, y reciben su
autoridad y poder como oficiales, directamente de Cristo. Son representativos, pero no
meros diputados o delegados del pueblo. Los antiguos teólogos decían con frecuencia:
"Todo el poder de la iglesia, en actu primo, o, fund amentalmente, está en la iglesia misma;
en actu secundo, o en su ejercicio, está en aquellos que han sido especialmente llamados
para ejercitarlo". Este es en substancia el concepto sostenido por Voetius, Gillespie (en su
tratado sobre ceremonias), Bannerm an, Porteous, Bavinck y Vos.
En tanto que Cristo concedió poder a la iglesia, como un todo, también proveyó para ella
que este poder fuera ejercicio ord inaria y específicamente mediante órganos
representativos, colocados aparte para el mantenimiento de la doctrina, culto y disciplina.
Los oficiales de la iglesia son los representativos del pueblo, elegidos por el voto popular.
Sin embargo, esto no quiere decir que reciban su autoridad del pueblo, porque el
llamamiento de éste no es sino la confirmación del llamamiento interno hecho por el Señor
mismo; y de El recibe su autoridad y a El son responsables. Cuando se les llama
representativos, esto es nada más indicación del hecho de que fueron elegidos para su oficio
por el pueblo, y no implica que deriven su autoridad del pueblo. De aquí que no se les
considere diputados o instrumentos que nada más sirven para cumplir los deseos del
pueblo, sino gobernantes cuyo deber es aprehender y aplicar con inteligencia las leyes de
Cristo. Al mismo tiempo están obligados a reconocer el poder que ha sido concedido a la
iglesia como un todo, procurando su asentimiento o consentimiento en los asuntos
importantes.
739
Se pueden distinguir en la iglesia diferentes clases de oficiales. Una distinción muy general
es la que se encuentra entre oficiales extraordinaria y ordinaria.
1. OFICIALES EXTRAORDINARIOS.
a. Apóstoles. Hablan do en forma estricta, este nombre se aplica sólo a los doce
escogidos por Jesús y a Pablo; pero también se aplica a ciertos hombres
apostólicos que ayudaron a Pablo en su trabajo, y que estuvieron capacitados
con dones y gracias apostólicas, Hech. 14: 4, 1 4; I Cor. 9: 5, 6; II Cor. 8:23;
Gal 1: 19 (?). Los apóstoles tuvieron la tarea especial de poner los
fundamentos de todos los siglos. Resulta que sólo por medio de su palabra
los creyentes de todos los siglos posteriores tienen comunión con Jesucristo.
740
De aquí que ellos son los apóstoles de la iglesia en el día actual tanto como
lo fueron de la iglesia primitiva. Tienen ciertas cualidades especiales.
i. Recibieron su comisión directamente de Dios o de Jesucristo, Marc.
3: 14; Luc. 6: 13; Gal 1: 1
ii. Fueron testigos de la vida de Cristo y especialmente de su
resurrección, Juan 15:27; Hech. 1 : 21, 22; I Cor. 9 1
iii. Fueron conscientes de ser inspirados por el Espíritu de Dios en toda
su enseñanza, tanto oral como escrita, Hech. 15: 28; I Cor. 2 : 13 ; I
Tes. 4 : 8; I Jn. 5: 9-12
iv. Tuvieron el poder de obrar milagros y lo usaron en diferentes
ocasiones para ratificar su mensaje, II 'Cor. 12: 12; Heb. 2: 4; y
v. Fueron ricamente bendecidos en sus trabajos como señal de la
aprobación divina en ellos, I Cor. 9: 1, 2; II Cor. 3: 2, 3; Gal 2: 8.
b. Profetas. El Nuevo Testamento habla también de profetas, Hech. 11: 28;
13:1, 2; 15:32; I Cor. 12:10; 13:2; 14:3; Ef. 2:20; 3:5; 4: 11; Tim. 1: 18; 4:
14; Apoc. 11: 6. Evidentemente el don de hablar para la edificación de la
iglesia estuv o muy desarrollado en estos profetas, y fueron en ocasiones los
instrumentos para revelar misterios y predecir eventos futuros. La primera
parte de este don es permanente en la iglesia cristiana, y fue distintamente
reconocido por las iglesias Reformadas ( profetizar), pero la última parte, fue
de carácter carismático y temporal. Difirieron de los ministros ordinarios en
que los profetas hablaban bajo especial inspiración.
c. Evangelistas. En adición a los apóstoles y profetas, los evangelistas se
mencionan en la Biblia, Hech. 21: 8; Ef. 4: 11; II Tim. 4: 5. Felipe, Marcos,
Timoteo y Tito pertenecen a esta clase. Poco se sabe acerca de estos
evangelistas. Acompañaban y asistían a los apóstoles y algunas veces fueron
enviados con misiones especiales. Su trabajo e ra predicar y bautizar, pero
también ordenar ancianos, Tito 1: 5; I Tim. 5: 22, y aplicar la disciplina, Tito
3: 10. Su autoridad parece haber sido más general y un poco superior a la de
los ministros regulares.
2. OFICIALES ORDINARIOS.
a. Ancianos. Entre los o ficiales comunes de la iglesia los presbuteroi o
episkopoi son los primeros en orden de importancia. El primer nombre nada
más significa "ancianos", es decir los que son más viejos, y segunda, "los
inspectores". El término presbuteroi se usa en la Escritur a para denotar a los
hombres viejos, y para designar una clase de oficiales un tanto parecidos a
741
335
Church Polity, p. 349.
745
a. Que cada iglesia local es una iglesia completa de Cristo, equipada por
completo con todo lo que se requiere para su gobierno. No tiene
absolutamente ninguna necesidad de gobierno que le sea impuesto de fuera.
Y no sólo eso sino que una imposición semejante sería enteramente contraria
a su naturaleza.
b. Que aunque puede haber afiliación o consolidación propia de iglesias
contiguas, no debe haber ninguna unión que destruya la autonomía de la
iglesia local. De aquí que sea mejor no hablar de presbiterios y sínodos
como cuerpos superiores sino describirlos como cuerpos más amplios o
asambleas más generales. No representan un gobierno super ior, sino el
mismo poder que caracteriza al consistorio, aunque ejercido en una escala
más amplia. McGill habla de ellos como tribunales más altos y lejanos. 336
c. Que la autoridad y las prerrogativas de las asambleas mayores no son
ilimitadas, sino que encuent ran su limitación adecuada en los derechos de
los consistorios. No se les permite enseñorearse de las iglesias locales o de
sus miembros, sin tomar en cuenta los derechos constitucionales del
consistorio; ni mezclarse con los asuntos internos de una iglesi a local bajo
ninguna circunstancia ni bajo todas las circunstancias. Cuando las iglesias se
afilian, sus mutuos derechos y deberes quedan circunscritos en el orden
336
Church Government, p. 45'7.
747
5. ¿Qué diferencia hace la iglesia católica romana entre una jerarquía de orden y una
de jurisdicción?
6. ¿Cómo se originaron los sistemas territorial y colegial, y en qué se diferencian?
7. ¿Cuál sistema adoptaron los arminianos y de qué manera afectó esto la posición de
ellos?
8. ¿Cuál es la forma actual de gobierno eclesiástico en la iglesia luterana?
9. ¿De qué manera la idea de que Cristo es la Cabeza de la Iglesia sólo en un sentido
orgánico, afectó los oficios y la autoridad de la iglesia?
10. ¿Qué importancia práctica trae la jefatura de Cri sto (incluyendo su carácter real)
sobre la vida, la posición y el gobierno de la iglesia?
11. ¿Puede alguna iglesia ser considerada autónoma en el sentido absoluto de la
palabra?
12. ¿De qué manera difieren las asambleas mayores Reformadas de las conferencias y
concilios generales congregacionales?
Jesucristo no sólo fundó la iglesia, sino que también la dotó con el poder o autoridad
necesarios. El es la Cabeza de la iglesia, no sólo en un sentido orgánico sino también en un
sentido administrativo, es decir, no es sólo la Cabeza del cuerpo, sino también el Rey de la
comunidad espiritual. Desplegando su capacidad como Rey de la iglesia la viste con poder
o autoridad. El mismo habla de la iglesia considerándola fundada tan firmem ente sobre una
roca que las puertas del infierno no pueden prevalecer en su contra, Mat. 16 : 18; y en la
misma ocasión la primerísima en la que hizo mención de la iglesia prometió también
capacitarla con poder, cuando le dijo a Pedro : "A ti te daré l as llaves del reino de los cielos,
y todo lo que atares sobre la tierra será atado en el cielo ; y todo lo que desatares en la tierra
será desatado en el cielo", Mat. 16: 19. Es de perfecta evidencia que los términos iglesia' y
'reino de los cielos' se usa n aquí indistintamente. Las llaves son un emblema de poder
(compárese Isaías 22 : 15-22), y en las llaves del reino de los cielos Pedro recibió poder
para atar y para desatar, lo que en esta relación significaría determinar lo que está prohibido
y lo que está permitido en la esfera de la iglesia. 337 El juicio que aquí tiene lugar en este
caso no es sobre personas, sino sobre acciones que serán sancionadas en el cielo. Pedro
recibe este poder como representante de los apóstoles, y estos son el núcleo y fun dación de
la iglesia en su carácter de maestros de la iglesia. La iglesia de todas las épocas está
enlazada por medio de la palabra de ellos, Juan 17: 20; I Juan 1: 3. Que Cristo capacitó no
sólo a Pedro sino a todos los apóstoles con poder y con el derech o de juzgar, y eso no sólo a
las meras acciones sino también a las personas, se hace de completa evidencia en Juan 20:
23: "A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les
serán retenidos". Cristo dio este poder an te todo y en el más alto grado a los apóstoles, pero
también lo extendió aunque en un grado menor, a la iglesia en general. La iglesia tiene el
derecho de excomulgar a un pecador impenitente. Pero puede hacer esto sólo debido a que
Jesucristo mismo mora en la iglesia y mediante la agencia de los apóstoles ha
337
Compárese Vos, The Kingdom of God and the Church, p. 14'7; Grosheide, Com. on Matthew, in loco.
752
ES UN PODER ESPIRITUAL
Cuando el poder de la iglesia se llama espiritual no quiere decir con ello que todo sea
interno e invisible, sino que Cristo gobierne tanto el cuerpo como el alma, su Palabra y
sacramentos se dirigen a todo el hombre, y el ministerio del diaconado hasta tiene
referencia especial a las necesidades físicas. Es un poder espiritual, porque se da por medio
del Espíritu de Dios, Hech. 20: 28, puede ejercitarse nada más en el nombre de Cristo y por
el poder del Espíritu Santo, Juan 20: 22, 23; I Cor. 5: 4, pertenece exclusivamente a los
creyentes, I Cor. 5: 12, y puede ejercitarse sólo de manera moral y espiritual, II Cor. 10:
4.339 El estado representa el gobierno de Dios sobre la situación externa y temporal
del hombre, en tanto que la iglesia representa el gobierno de Dios en la condición
interna y espiritual del hombre. El primero aspira a asegurar a sus sujetos la posesión y el
goce de sus derechos externos y civiles y con frecuencia se ve constreñido a ejercitar el
poder coerciti vo en contra de la violencia humana. El último se encuentra en oposición a
un espíritu malo y tiene el propósito de liberar a los hombres de la esclavitud espiritual
impartiéndoles el conocimiento de la verdad mediante el cultivo en ellos de las
gracias es pirituales, y conduciéndoles a una vida de obediencia a los preceptos divinos.
Puesto que el poder de la iglesia es, en forma exclusiva, espiritual, no necesita de la
fuerza. Cristo intimó en más de una ocasión que la administración de su reino sobre la ti
erra envuelve un poder espiritual y
338
The Government of the Kingdom of God, p. 322.
339
Bavinck, Dogm. IV, p. 452.
753
no necesita del poder civil, Luc. 12: 13 y sigs.; Mat. 20: 25 -28; Juan 18: 36, 37. La iglesia
de Roma pierde de vista este gran hecho cuando insiste en la posesión de poder temporal y
se inclina a traer toda la vida del pueblo bajo su vigilancia.
ES UN PODER MINISTERIAL
En relación con los tres oficios de Cristo hay también un triple poder en la iglesia, es decir
la potestas dogmatice o docendi, la potestas gubernans u ordinans de las cuales la potestas
iudicans o discipline e s una subdivisión, y la potestas o ministerium misericordiae.
La iglesia tiene una tarea divina relacionada con la verdad. Es deber de ella ser testigo de la
verdad para todos aquellos que están fuera, y a la vez testigo y maestro para aquellos que
están dentro. La iglesia debe ejercitar este poder:
llamar a los pecadores a Cristo aunque la invitación de venir a Cristo no debe faltar
nunca en las iglesias organizadas, sino edi ficar a los santos, fortalecer su fe,
conducirlos en el camino de la santificación, y de esta manera solidificar el templo
espiritual del Señor. Pablo recordaba esto cuando dijo que Cristo dio maestros a la
iglesia "para el perfeccionamiento de los santos, para la obra del ministerio, para la
construcción del cuerpo de Cristo: hasta que todos lleguemos a la unidad, la fe, y
del conocimiento del Hijo de Dios, a la estatura del hombre perfecto, a la medida de
la estatura de la plenitud de Cristo", Ef. 4: 12, 13. La iglesia no debe descansar
satisfecha enseñando los primeros principios de la fe, sino esforzarse prosiguiendo a
un nivel más alto para que todos aquellos que son niños en Cristo se conviertan en
hombres y mujeres plenamente desarrollados en Cristo, Heb. 5: 11-6: 3. Sólo una
iglesia que es realmente fuerte, que tiene un dominio completo de la verdad, puede a
su vez convertirse en una agencia misionera poderosa y hacer grandes conquistas
para el Señor. De este modo la tarea de la iglesia es de carácter comprensivo. Debe
señalar el camino de la salvación, debe despertar al malvado anunciándole su
próxima condenación, debe confortar a los santos con las promesas de salvación,
debe fortalecer a los flacos, dar valor a los desmayados y consuelo a los triste s. Y
para que todo este trabajo sea hecho en todo país y entre todas las naciones, debe
procurar que la Palabra de Dios se traduzca a todas las lenguas humanas. El
ministerio de los sacramentos debe, de consiguiente, ir de la mano con el ministerio
de la Palabra. Es nada más la representación simbólica del evangelio, dirigida al ojo
más bien que al oído. El deber de la iglesia de predicar la Palabra se enseña con
claridad en muchos pasajes de la Escritura, por ejemplo, Isa. 3: 10, 11; II Cor. 5: 20;
I Tim. 4: 13; II Tim. 2: 15; 4: 2; Tito 2: 1 -10. En vista de estas claras instrucciones
de su Rey nunca debe permitir la iglesia que un gobierno totalitario le dicte lo que
ella debe predicar, ni acomodarse tampoco, hasta donde el contenido de su mensaje
tenga que ver, a las demandas de una ciencia naturalista, o a los requerimientos de
una cultura que refleja el espíritu del mundo. Precisamente los modernistas han
hecho eso durante las décadas pasadas, por medio de esfuerzos suicidas para
adaptarse en su predicación a las demandas de la alta crítica racionalista, de la
biología, y de la psicología, de la sociología y de las ciencias económicas, hasta que
al fin perdieron por completo el mensaje del Rey. Muchos de ellos están ahora
llegando al descubrimiento de que el mensaje recomendado en la obra Rethinking
Missions y en la obra de Vernon White titulada A New Theology for Missions, es
por completo diferente del mensaje original y contiene poco que sea peculiar al
púlpito; y que, según están las cosas ahora entre e llos, la iglesia ya no tiene mensaje
propio. Francos intentos se hacen ahora entre los modernistas para descubrir por sí
756
mismos algún mensaje que pueda traerse a las iglesias, en tanto que tratan de
recobrar el mensaje original y humildemente toman su luga r a los pies de Jesucristo.
LA POTESTAS GUBERNANS
1. La potestas ordinans. "Dios no es Dios de confusión, sino de paz", I Cor. 14: 33. De
aquí que El desee que en su iglesia "todas las cosas se hagan decentemente y con
orden", Ver. 40. Esto se hace evidente del hecho de que Dios ha provisto lo
necesario para la regulación adecuada de los asuntos de su iglesia. La autoridad
reguladora que El ha dado a la iglesia incluye el poder :
a. De aplicar las leyes de Cristo. Esto significa que la iglesia tiene el derecho
de poner en práctica las leyes que Cristo ha promulgado para la iglesia. Hay
una diferencia im portante sobre este punto entre la iglesia católico romana y
las iglesias protestantes. La primera prácticamente reclama autoridad para
dictar leyes que comprometan a la conciencia y la transgresión de las cuales
lleve en sí el mismo castigo que acompaña a l quebrantamiento de la ley
divina. No obstante, los protestantes rechazan semejante pretensión, pero
sostienen el derecho de aplicar la ley de Cristo, el Rey de la iglesia. Y
aunque no pretenden tener ningún otro poder que el ministerial o
declarativo, consideran la ley como obligatoria sólo porque está respaldada
con la autoridad de Cristo, y no aplican ningunas otras censuras que aquellas
que el Señor sancionó. Además, sienten que la fuerza entraría en conflicto
con la naturaleza de su poder y nunca resu ltaría en un verdadero beneficio
espiritual. Todos los miembros de la iglesia poseen este poder en cierta
medida, Rom. 15: 14; Col. 3: 16; I Tes. 5: 11, pero están investidos de él, de
manera especial, los oficiales, Jn. 21: 15 -17; Hech. 20: 28; I Ped. 5: 2. El
carácter ministerial de este poder se descubre en II Cor. 1: 24; I Ped. 5: 2, 3.
758
Cor. 2: 5-7; II Tes. 3: 14, 15; I Tim. 1: 20; Tito 3: 10. Pasajes como I Cor. 5:
5 y I Tim. 1 : 20 no se refieren a una disciplina regular, sino a una medida
especial permitida sólo a los apóstoles, que consistía en entregar al pecador a
Satanás para castigo temporal físico, con obje to de salvar el alma.
b. El propósito doble de la disciplina. El propósito de la disciplina es doble en
la iglesia. En primer lugar procura llevar a efecto la ley de Cristo referente a
la admisión y a la exclusión de miembros; y en segundo lugar, aspira a
promover la edificación espiritual de los miembros de la iglesia asegurando
su obediencia a las leyes de Cristo. Estos dos propósitos sirven a uno más
alto, es decir, el mantenimiento de la santidad de la iglesia de Jesucristo.
Con referencia a los miembros e nfermos de la iglesia, la disciplina, ante
todo, tiene una finalidad medicinal en la que se procura lograr una curación,
pero puede convertirse en quirúrgica cuando el bienestar de la iglesia
requiera la escisión del miembro enfermo. Al empezar un proceso de
disciplina no es posible decir si se logrará la curación, o si el miembro
enfermo tendrá que ser, por último, rechazado. Probablemente la iglesia
tendrá éxito en traer al pecador al arrepentimiento y este es, de
consiguiente el propósito más deseable ; pero es también posible que
tenga que recurrir a la medida extrema ae excomulgarlo. En todos los casos
de disciplina la iglesia tendrá que considerar las dos posibilidades. Aun en el
caso de las medidas más extremas todavía tendrá que recordar el propós ito
de salvar al pecador, I Cor. 5: 5. Al mismo tiempo tendrá que recordar que la
primera consideración es la de mantener siempre la santidad de la iglesia.
c. El ejercicio de la disciplina por medio de los oficiales. Aunque los miembros
ordinarios de la igle sia con frecuencia son invitados para tomar parte en la
aplicación de la disciplina, ésta generalmente se aplica por los oficiales de la
iglesia, y solamente por ellos puede ser aplicada cuando se convierte en
censura. Hay dos diferentes maneras en las que puede ser deber del
consistorio tratar asuntos de disciplina.
i. Los pecados privados pueden convertirse en causa de disciplina en el
sentido más técnico de la palabra, en la forma en que se indica en
Mat. 18: 15-17. Si alguno peca en contra de su hermano, este último
debe amonestar al pecador; si esto no da el efecto deseado, debe
amonestarle de nuevo en presencia de uno o dos testigos y si esto
también falla, debe notificarlo a la iglesia, y se convierte en deber de
los oficiales tratar el asunto. Sin emba rgo debe -recordarse, que este
método está prescrito sólo para pecados privados. La ofensa inferida
760
1. El don carismático de sanidad. Cuando Cristo envió sus apóstoles y también a los
setenta, no los instruyó para que predicaran solamente, sino también les dio potestad
para arrojar demonios y para curar toda clase de enfermedades, Mat. 10: 1, 8; Mar.
762
3: 15; Luc. 9: 1, 2; 10:9, 17. Entre los primeros cristianos hubo algunos que tuvieron
el don de sanidad y que obraron milagros, I Cor. 12: 9, 10, 28, 30; Marc. 16: 17, 18.
Sin embargo, esta condición extraordinaria, pronto dejó el camino a la costumbre
ordinaria en la que la iglesia conducía su trabajo por los medios corrientes. No hay
base escritural para la idea de que el carisma de sanidad se entregó con el propósito
de que continuara en la iglesia por todas las edades. Evidentemente, los milagros y
las señales maravillosas que se recuerdan en la Escritura tuvieron la intención de ser
una marca o credencial de la revelación divina, formaban por sí mismos una parte
de esta revelación, y servían para atestiguar y confirmar el mensaje de los primeros
predicadores del evangelio. Dado este carácter, naturalmente tuvieron que cesar las
señales cuando el período de la revelación especial llegó a su fin. Es verdad que la
iglesia de Roma y diversas sectas pretenden tener el milagroso poder de sanidad,
pero tal pretensión no está sostenida por la evidencia. Hay muchas historias
maravillosas en circulación, referentes a curas milagrosas, pero antes de darles
crédito es necesario que primero se pruebe :
a. Que no pertenecen a casos de enfermedades imaginarias, sino a situacio nes
de verdadera enfermedad o defecto físico
b. Que no se refieran a curaciones imaginarias o pretendidas, sino verdaderas
c. Que las curaciones se producen de manera sobrenatural, y no como resultado
del uso de medios naturales, sean materiales o mentales. 340
340
Compárese especialmente, Warfield, Counterfeit Miracles.
763
; 6 : 10 ; Ef. 4 : 28 ; I Tim. 5 : 10, 16; Sgo. 1: 27; 2: 15, 16; I Jn. 3: 17. No puede
caber duda acerca del deber de la iglesia tocante a este asunto. Y son los diáconos
los oficiales encargados de la delicada y difícil tarea de ejercitar la obra de
beneficencia cristiana relac ionada con todos los necesitados de la iglesia. Deben
buscar maneras y medios de colectar los fondos necesarios, tienen a su cargo el
dinero reunido, y proveen su distribución, de manera prudente. Sin embargo, su
tarea no se limita a la ofrenda de ayuda ma terial. Deben también instruir y consolar
a los necesitados. En toda su obra deben considerar como su deber aplicar los
principios espirituales en el cumplimiento de su deber. Es de temerse que esta
función de la iglesia se descuide tristemente en muchas d e las iglesias de hoy. Hay
una tendencia a proceder sobre la hipótesis de que se puede, con seguridad, dejar
que el Estado provea hasta para los pobres de la iglesia. Pero al actuar sobre esa
hipótesis, la iglesia descuida un deber sagrado, empobrece su pr opia vida espiritual,
se despoja del gozo que se experimenta en servir a las necesidades de aquellos que
padecen escasez, y priva del consuelo, el gozo y el fulgor de la ministración
espiritual del amor cristiano, a los que padecen las durezas de la vida, que
sobrellevan las cargas de la existencia y que están manifiestamente descorazonados,
no dándoles aquellos consuelos que como regla son enteramente extraños a la obra
de caridad administrada por el Estado.
1. ¿En qué difieren los conceptos Reformados, de los luteranos, acerca de Cristo coma
Cabeza de la Iglesia?
2. ¿Contiene el Antiguo Testamento alguna indicación de que Cristo es Rey de la
Iglesia?
3. ¿Qué sistemas de gobierno eclesiástico niegan, o desprecian, la jefatura de Cr isto a
su realeza?
4. ¿Cómo afecta la jefatura de Cristo las relaciones de la iglesia con el estado, la
libertad religiosa y la libertad de conciencia?
5. ¿Resulta consistente con el romanismo y con el cristianismo la doctrina de que el
poder de la iglesia es ex clusivamente espiritual?
6. ¿Cómo se exagera el poder de la iglesia por los hombres de la iglesia anglicana alta
y se desestima por los de la iglesia anglicana baja?
7. ¿Cómo conceptúan los independientes el poder de los oficiales?
8. ¿Cómo se limita el poder de la iglesia?
9. ¿Qué fin se procura al ejercer el poder eclesiástico?
764
El hombre caído recibe todas las bendiciones de la salvación que proceden de la fuente
eterna de la gracia de Dios, en virtud de los méritos de Jesucristo y mediante la operación
765
del Espíritu Santo. Aunque el Espíritu puede obrar en el alma del pecador en forma
inmediata y así lo hace en algunas ocasiones, encuentra adecuado en la mayor parte de los
casos ceñirse al uso de ciertos medios para la comunicación de la gracia divina. El término
"medios de gracia" no se encuentra en la Bibl ia, pero a pesar de eso es una designación
adecuada de aquellos medios que se indican en ella. Al mismo tiempo, el término no es
muy definido y tiene un significado mucho más comprensivo que el que ordinariamente se
le concede en la teología. La iglesia pu ede representarse como el mayor de los medios de
gracia mediante los cuales Cristo obra por medio del Espíritu Santo, usándolos para
congregar a los elegidos, para la edificación de los santos y la construcción de su cuerpo
espiritual. El capacita a su igl esia para este grande trabajo dotándola con toda clase de
dones espirituales, y por medio de la institución de los oficios para la administración de la
Palabra y de los sacramentos, que son todos los medios para conducir al elegido a su
destino eterno. Pero el término puede tener un significado todavía más amplio. Toda la
dirección providencial de los santos, a través de la prosperidad y de la adversidad, con
frecuencia se convierte en un medio por el cual el Espíritu Santo conduce al elegido a
Cristo, o a una más estrecha comunión con El. Aun es posible incluir en los medios de
gracia todo lo que se requiere de los hombres para recibir y continuar en el goce de todas
las bendiciones del pacto, por ejemplo, la fe, la conversión, la lucha espiritual y la orac ión.
Sin embargo, no es costumbre, ni tampoco deseable, incluir todos estos significados bajo el
término "medios de gracia". La iglesia no es un medio de gracia aparte de la Palabra y de
los sacramentos, porque su poder en promover la obra de la gracia de Dios consiste sólo en
la administración de esos medios. No es ella el instrumento para comunicar la gracia,
excepto cuando usa los medios de la Palabra y los sacramentos. Además, la fe, la
conversión y la oración son, ante todo, frutos de la gracia de Dios , aunque en su turno se
conviertan en instrumentos para el fortalecimiento de la vida espiritual. No son ordenanzas
objetivas, sino condiciones subjetivas para la posesión y el goce de las bendiciones del
pacto. En consecuencia, es mejor no seguir a Hodge cuando incluye la oración, ni a
McPherson cuando añade la Palabra y a los sacramentos, la iglesia y la oración. Hablando
en forma estricta, sólo la Palabra y los sacramentos pueden considerarse como medios de
gracia, es decir, como canales objetivos que Cr isto tiene instituidos en la iglesia, y a los
cuales por lo general se sujeta El mismo para la comunicación de su gracia. De
consiguiente, tales medios nunca deben disociarse de Cristo, ni de la operación poderosa
del Espíritu Santo, ni de la iglesia' que es el órgano señalado para la distribución de las
bendiciones de la gracia divina. Estos medios son en sí mismos del todo ineficaces, y
producen resultados espirituales sólo mediante la operación eficaz del Espíritu Santo.
766
El hecho de que uno pueda hablar de los medios de gracia en sentido muy general hace que
sea imperativo señalar las características distintivas de los medios de gracia en el sentido
técnico, o restringido, de la Palabra.
341
Dogm. Theol. II, p. 561.
342
Dogm. Theol. II, p. 561.
343
Dict. Dogm., De Sacramentis, p. '7 (translation mine L.B.).
768
EL CONCEPTO CATOLICORROMANO
En tanto que los católicos romanos consideraban como medios de gracia aun a las reliquias
y las imágenes, destacaban en particular la Palabra y los sacramentos. Al mismo tiempo
dejaban de dar la debida importancia a la Palabra, y le atribuían nada más una importancia
preparatoria en la obra de la gracia. Al compararlos con la Palabra, los sacramentos eran
considerados como los verdaderos medios de gracia. En el sistema que se desarrolló poco a
poco la iglesia de Roma reconoció un medio que era superior a los mismos sacramentos. La
iglesia misma se consideró como el principal medio de gracia. En ella Cristo continúa su
vida divina humana sobre la tierra, ejecuta su obra profética, sacerdotal y real, y por medio
de ella comunica en plenitud su gracia y su verdad. Esta gracia sirve de manera especial
para levantar al hombre desde el orden natural al orden sobre natural. Es una gratia
elevaras, un poder físico sobrenatural, infuso en el hombre natural por medio de los
sacramentos que obran ex opere operato. En los sacramentos los signos visibles y la gracia
invisible se relacionan inseparablemente. De hecho, la gracia de Dios se contiene en los
medios como una clase de substancia que es conducida por el canal de los medios, y de
consiguiente está ligada absolutamente a los medios. El bautismo regenera al hombre ex
opere operato, y la eucaristía, el más importante de los sacramentos, levanta la vida
espiritual a nivel más alto. Aparte de Cristo, de la iglesia y de los sacramen tos, no hay
salvación.
EL CONCEPTO LUTERANO
Con la Reforma, el énfasis se desplazó de los sacramentos hacia la Palabra de Dios. Lutero
le dio gran importancia a la Palabra de Dios como el principal medio de gracia. Indicó que
los sacramentos no tienen imp ortancia sin la Palabra de Dios y son de hecho sólo una
manera de hacer visible la Palabra. No tuvo éxito completo en corregir el error católico
romano que sostiene la relación inseparable entre los medios externos y la gracia interna
comunicada por medio de ellos. También concibió la gracia de Dios como una clase de
substancia contenida en los medios y que no puede obtenerse sin ellos. La Palabra de Dios
en sí misma siempre es eficaz y producirá un cambio espiritual en el hombre, a menos que
éste le ponga obstáculos en el camino. Y el cuerpo y la sangre de Cristo están "en, con, y
bajo" los elementos del pan y del vino en tal forma que quienes comen y beben éstos
reciben a Cristo mismo, aunque esto les producirá bendición únicamente si comulgan de
una manera adecuada. Fue de manera especial la oposición de Lutero al subjetivismo de los
anabaptistas la que lo hizo acentuar el carácter objetivo de los sacramentos y hacer que su
769
eficacia dependiera de su institución divina más bien que de la fe de los recipient es. Los
luteranos no siempre se dejan llevar con toda claridad de la idea de que los sacramentos
funcionan ex opere operato.
Lutero tuvo que contender mucho contra los místicos anabaptistas, y fue de manera especial
su reacción a los conceptos de ellos lo que determinó el concepto definitivo que tuvo el
Reformador acerca de los medios de gracia. Los anabaptistas y otras sectas místicas de la
época de la Reforma y de tiempos posteriores, prácticamente niegan que Dios se provea de
medios para la distribución de su gracia. Acentuaron el hecho de que Dios es libre, en
absoluto, para comunicar su gracia y, por tanto, difícilmente puede concebirse que esté
atado por tales medios externos. Estos medios, después de todo, pertenecen al mu ndo
natural, y nada tienen en común con el mundo espiritual. Dios, o Cristo, o el Espíritu Santo,
o la luz interna trabajan directamente en el corazón y tanto la Palabra como los sacramentos
pueden servir nada más para indicar o para simbolizar esta gracia interna. Todo este
concepto está determinado por una idea dualista acerca de la naturaleza y de la gracia.
EL CONCEPTO RACIONALISTA
Por otra parte, los socinianos de la época de la Reforma se movieron demasiado lejos en la
dirección opuesta. Socinio mism o no consideró el bautismo como un rito que había de ser
permanente en la iglesia de Jesucristo, pero sus seguidores no continuaron hasta este
extremo. Reconocieron que el bautismo y la Cena del Señor eran ritos de permanente
vigencia, pero les atribuyeron nada más una eficacia moral. Esto quiere decir que los
conceptuaron como medios de gracia que operan sólo mediante persuasión moral, y para
nada los asociaron con la operación mística del Espíritu Santo. De hecho, colocaron más
énfasis en lo que en los me dios de gracia hace el hombre que en lo que Dios ejecuta por
medio de tales medios, pues se expresaron acerca de ellos como meras señales externas de
profesión y (refiriéndose en particular a los sacramentos) como memoriales. Los
arminianos del Siglo XVII y los racionalistas del Siglo XVIII participaron de este concepto.
EL CONCEPTO REFORMADO
En tanto que la reacción en contra de los anabaptistas hizo que los luteranos se movieran en
dirección de Roma y que adjudicaran la gracia de Dios a los medios, en e l más absoluto
770
sentido posición que también tomó la iglesia alta de Inglaterra , las iglesias
Reformadas continuaron con el concepto original de la Reforma. Negaron que los medios
de gracia puedan por sí mismos conferir gracia, como si estuvieran capacit ados con un
poder mágico para producir santidad. Dios y solamente Dios, es la causa eficiente de la
salvación. Y en la distribución y en la comunicación de su gracia El no está atado en forma
absoluta a los medios instituidos divinamente y por medio de los cuales opera de ordinario,
sino que los usa para que sirvan en sus propósitos bondadosos conforme a su propia y libre
voluntad. Pero aunque no consideran a los medios de gracia como absolutamente
necesarios e indispensables, se oponen enérgicamente a la i dea de que estos medios se
consideren como meramente accidentales e indiferentes, y se crea que se les puede
descuidar sin correr peligro. Dios los ha designado como los medios ordinarios mediante
los cuales su gracia opera en los corazones de los pecadore s, y descuidarlos
voluntariamente sólo puede resultar en pérdida espiritual.
1. La gracia especial de Dios opera nada más en la esfera en la que funcionan los
medios de gracia. Esta verdad debe mantenerse en contra de los místicos, que
niegan la necesidad de los medios de gracia. Dios es Dios de orden, y en la
operación de su gracia emplea de ordinario los medios que El mismo ha ordenado.
De consiguiente, esto no quiere decir que El se haya supeditado a los medios
designados, y que no pueda operar sin ellos en la comunicación de su gracia; sino
nada más que le ha placido limitarse al uso de estos medios, excepto en el caso de
los infantes.
Difícilmente podría decirse que los católicos romanos consideran la Palabra de Dios como
un medio de gracia. Según ellos estiman, la iglesia es el grande canal todo suficiente de
gracia para los pecadores, y todos los demás medios están subordinados a ella. Y los dos
medios más poderosos que Dios ha colocado a la disposición de la iglesia son la oración y
los sacramentos. Sin embargo, las iglesias surgidas de la Reforma, tanto las luteranas como
las Reformadas, hacen honor a la Palabra de Dios en concepto de medio, y hasta la
consideran superior a los sacramentos. Es verdad que los antiguos teólogos Reformados,
por ejemplo los profesores de Leyden (Synopsis), Mastricht, á Marck, Turretin y otros, y
aun algunos de más reciente fecha, por ejemplo Dabney y Kuyper, no tratan por separado a
la Biblia como un medio de gracia, pero esto se debe en gran parte al hecho de que ya
habían discutido respecto a la Biblia en otras relaciones. Hablan con toda liber tad de ella
como un medio de gracia. Y cuando consideran la Palabra de Dios como medio de gracia
no están pensando acerca del Logos, la Palabra personal, Juan 1: 1 -14. Ni tampoco tienen
en la mente alguna palabra de poder procedente de la boca de Jehová, S al. 33: 6; Isa. 55 :
772
11 ; Rom. 4 : 17, o alguna palabra de revelación directa, por ejemplo, las que los profetas
recibieron, Jer. 1 : 4; 2 : 1; Ez. 6: 1 ; Os. 1: 1. Se trata de la Palabra inspirada de Dios, la
Palabra de la Escritura, a la cual consideran como medio de gracia. Y aun cuando hablan de
ésta como medio de gracia, la contemplan desde un punto de vista especial. Las Escrituras
inspiradas constituyen el principium cognoscendi, la fuente principal de todo nuestro
conocimiento teológico; pero no es ese aspecto el que tenemos en la mente cuando
hablamos de la Palabra de Dios como un medio de gracia. La Biblia no sólo es el
principium cognoscendi de la teología, sino que es también el medio que emplea el Espíritu
Santo para la extensión de la iglesia y para la edificación y nutrimento de los santos. Es por
sobre todas las cosas la Palabra de la gracia de Dios, y por tanto, también es el más
importante de todos los medios de gracia. Hablando en forma estricta, es la Palabra tal
como se predica en el nombre de Dios y en virtud de una comisión divina, la que se
considera como un medio de gracia en el sentido técnico de la palabra, juntamente con los
sacramentos que se administran en el nombre de Dios. Como es natural, la Palabra de Dios
también puede ser considerada como un medio de gracia en un sentido más general. Puede
ser una verdadera bendición cuando llega al hombre en muchos sentidos adicionales :
Como se lee en el hogar, como se enseña en la escuela, o como se presenta en los folletos.
Como medios de gracia oficiales, colocados a la disposición de la iglesia, tanto la Palabra
como los sacramentos pueden ser administrados legítimamente por los oficiales de la
iglesia debidamente calificados. Pero a diferencia de los sacramentos la Palabra puede
también ser llevada al mundo por todos los creyentes, y opera en muchas maneras
diferentes.
Las iglesias d e la Reforma desde muy al principio distinguieron entre la ley y el evangelio
como las dos partes de la Palabra de Dios, en su carácter de medio de gracia. No se
entendió que esta distinción fuera idéntica con la que existe entre el Antiguo y el Nuevo
Testamento, pero se consideró como la que se aplica a ambos Testamentos. Hay ley y
evangelio en el Antiguo Testamento y hay ley v evangelio en el Nuevo. La ley comprende
todo lo que hay en la Escritura como revelación de la voluntad de Dios en forma de
mandato o de prohibición, en tanto que el evangelio abarca todo lo que hay, sea en el
Antiguo o en el Nuevo Testamento, correspondiente a la obra de reconciliación y que
proclama el amor de Dios en Cristo Jesús que busca y redime. Y cada una de estas dos
partes tiene su propia función en la economía de la gracia. La ley procura despertar en el
corazón del hombre la contrición respecto del pecado, en tanto que el evangelio quiere
despertar en el hombre la fe salvadora en Cristo Jesús. La obra de la ley es, en un se ntido,
preparatoria a la del evangelio. Ahonda la conciencia de pecado y de esta manera hace que
el pecador se dé cuenta de la necesidad de la redención. Ambas están subordinadas al
mismo fin, y ambas son partes indispensables de los medios de gracia. Esta verdad no ha
sido siempre reconocida en forma suficiente. El aspecto condenador de la ley ha sido
acentuado algunas veces a expensas de su carácter como parte de los medios de gracia. Aun
desde los días de Marción ha habido algunos que vieron nada más un contraste entre la ley
y el evangelio y llegaron a la hipótesis de que la una excluye al otro. Basaron su opinión en
parte sobre la reprensión que Pablo le dio a Pedro (Gál. 2: 11 -14), y en parte sobre el hecho
de que Pablo en ocasiones hace una distinción aguda entre la ley y el evangelio y con toda
evidencia las considera en contraste, II Cor. 3 : 6 -11 ; Gál. 3 : 2, 3, 10-14 ; compárese
también Juan 1 : 17. Perdieron de vista el hecho de que Pablo también dice que la ley sirvió
como tutor para conducir a los hombres a Cristo, Gál. 3: 24, y que la epístola a los Hebreos
explica a la ley, no considerándola en relación antitética con el evangelio, sino más bien
como el evangelio en su estado preliminar e imperfecto.
Algunos de los más antiguos teólogos Reform ados explicaron la ley y el evangelio como
opuestos en absoluto. Pensaron de la ley como que incorporaba todas las demandas y
mandamientos de la Biblia, y del evangelio, como que contiene, no demandas de ninguna
clase, sino sólo promesas incondicionales; y de esta manera excluyeron del evangelio todos
los requerimientos. Esto se debió, en parte, a la manera en la que las dos se contrastan,
algunas veces, en la Escritura ; pero también en parte fue el resultado de una controversia
en la que se habían empeñado en contra de los arminianos. El concepto arminiano que hace
depender la salvación de la fe y de la obediencia evangélicas, consideradas como obras del
775
hombre, les hizo ir hasta el extremo de decir que el pacto de gracia no requiere nada de
parte del hombre, no prescribe ningunos deberes, no demanda o encarga ninguna cosa, ni
siquiera fe, confianza y esperanza en el Señor, y así por el estilo, sino que nada más trae al
hombre las promesas de lo que Dios quiere hacer por él. Otros, sin embargo, sostuvieron
correctamente que aun la ley de Moisés no está despojada de promesas, y que el evangelio
también contiene ciertas demandas. Claramente vieron que el hombre no es pasivo nada
más, cuando se le introduce en el pacto de gracia, sino que se le invita a aceptar el pacto en
forma activa con todos sus privilegios, aunque es Dios el que obra en el hombre la
habilidad para cumplir los requerimientos. Las promesas que el hombre se apropia,
ciertamente imponen sobre él ciertos deberes, y entre ellos el de obedecer la ley de Dios
como una regla para vivir, pero también traen con ellos la seguridad de que Dios obrará en
el hombre "tanto el querer como el hacer". Los dispensacionalistas consistentes, de nuestro
día, de nuevo presentan la ley y el evangelio como absolutame nte opuestos. Israel estaba
bajo la ley en la dispensación anterior, pero la iglesia de la dispensación actual está bajo el
evangelio, y como tal está libre de la ley. Esto quiere decir que el evangelio es ahora el
único medio para la salvación, y que la l ey no nos sirve en este concepto. Los miembros de
la iglesia no necesitan preocuparse acerca de las demandas de la ley, puesto que Cristo ha
cumplido con todos los requerimientos de ella. Parecen olvidar que, aunque Cristo
sobrellevó la maldición de la ley , y cumplió sus demandas como una condición del pacto de
obras, El no cumplió la ley como regla de vivir en lugar de ellos, regla a la cual el hombre
queda sujeto en virtud de su creación, aparte de cualquier arreglo de pacto.
2. Es posible decir que en algunos sentidos el cristiano está libre de la ley de Dios. La
Biblia no siempre habla de la ley en el mismo sentido. Algunas veces la contempla
como la expresión inmutable de la naturaleza y de la voluntad de Dios, l a cual se
aplica en todos los tiempos y bajo todas las condiciones. Pero también se refiere a
ella considerándola en sus funciones dentro del pacto de obras, en la cual el don de
la vida eterna quedaba condicionado al cumplimiento de ella. El hombre falló en
cumplir la condición, por lo tanto también perdió la capacidad para cumplirla, y
ahora está por naturaleza bajo sentencia de condenación. Cuando Pablo traza un
contraste entre la ley y el evangelio está pensando en este aspecto de la ley, en la ley
del pacto de obras ya quebrantada, que no puede justificar, sino sólo condenar al
pecador. De la ley en este sentido particular, considerada como medio para obtener
la vida eterna y como una potencia que condena, los creyentes ya están libres en
Cristo, puesto que El quedó convertido en maldición a causa de ella y también
cumplió las demandas del pacto de obras en lugar de ellos. En este sentido
particular la ley y el evangelio de la libre gracia se excluyen mutuamente.
3. Sin embargo, hay otro sentido en el que el cristiano no está libre de la ley. La
situación es por completo diferente cuando pensamos de la ley como la expresión de
las obligaciones naturales del hombre hacia su Dios, la ley como se aplicó al
hombre aun aparte del pacto de obras. Es imposible ima ginar una condición en la
que el hombre fuera capaz de reclamar libertad de la ley en ese sentido. Es
antinomianismo puro sostener que Cristo guardó la ley como regla de vivir en lugar
de su pueblo, de tal manera que ellos ya no necesitan preocuparse de es to. La ley
asienta sus demandas y esto con toda justicia, sobre la vida completa del hombre en
todos sus aspectos, incluyendo su relación con el evangelio de Jesucristo. Cuando
Dios ofrece al hombre el evangelio, la ley exigirá que el hombre lo acepte. Alg unos
hablarán de esto como ley en el evangelio, pero esto difícilmente puede ser correcto.
El evangelio mismo consiste de promesas, y no es ley ; pero hay una demanda de la
ley relacionada con el evangelio. La ley no sólo demanda que aceptemos el
777
evangelio y creamos en Cristo Jesús, sino también que llevemos una vida de
gratitud en armonía con los requerimientos de la ley.
sistema luterano. Como regla, se ocupan de la ley nada más en relación con la
doctrina de la miseria humana. Los Reformados hacen plena justicia al segundo uso
de la ley, enseriando que "por medio de la ley viene el conocimiento del pecado", y
que la ley despierta la conciencia de la n ecesidad de la redención ; pero dedican
todavía mayor atención a la ley en relación con la doctrina de la santificación.
Permanecen inconmovibles en la convicción de que los creyentes todavía están bajo
la ley como regla para vivir y para mostrar la gratit ud. De aquí que el Catecismo de
Heidelberg dedique no menos que once domingos a la discusión de la ley, y eso en
su tercera parte, que es la que se ocupa de la gratitud.
1. ¿Por qué los católicos romanos consideran que la ig lesia es el más grande de los
medios de gracia?
2. ¿Cómo se explica el descuido del católico romano acerca de la Palabra como medio
de gracia?
3. ¿Por qué entre los místicos los medios de gracia están desprovistos de toda
consideración?
4. ¿Qué es lo que como medios de gracia distingue a la Palabra y a los sacramentos, de
todos los otros medios?
5. ¿Es correcto decir que son administrados nada más dentro de la iglesia y sirven, no
para originar la vida nueva, sino para fortalecerla?
6. ¿Se usa la Palabra de Dios excl usivamente como medio de gracia?
7. ¿Cómo difieren la ley y el evangelio considerados como aspectos diferentes de la
Palabra?
PUNTOS DE SIMILARIDAD
Convienen en:
1. Su autor, puesto que Dios instituyó a los dos como medios de gracia
780
PUNTOS DE DIFERENCIA
Difieren en:
3. En su extensión, puesto que la Palabra sale a todo el mundo, en tanto que los
sacramentos son administrados nada más para aquellos que están en la iglesia.
Los católico romanos sostienen que el bautismo es, en absoluto, necesario para que todos
alcancen salvación, y que el sacramento de la penitencia (arrepentimiento) es necesario
igualmente para todos aquellos que han cometido pecados mortales después de haber sido
bautizados; pero la confirmación, la eucaristía y la extrema unción son necesarios nada más
en el sentido en que han sido ordenados y son de ayuda eminente. Los protestantes, por otra
parte, enseñan que los sacramentos no son necesarios en absoluto para la salvación, sino
que son obligatorios en atención al precepto divino. Descuidar voluntariamente los
sacramentos traerá por resultado el empobrecimiento espiritual y tiene una tendencia
destructiva, como la tiene toda voluntaria y persistente desobediencia hacia Dios. Que no
son necesarios en absoluto para salvación, se deduce:
3. Del hecho de que los sacramentos no originan la fe sino que la presup onen, y son
administrados en donde la fe se da por presente, Hech. 2 : 41; 16: 14, 15, 30, 33; I
Cor. 11 : 23-32
4. Del hecho de que muchos en verdad fueron salvos sin el uso de los sacramentos.
Pensemos en los creyentes que fueron antes del tiempo de Abrah am y del ladrón
arrepentido en la cruz.
SU UNIDAD ESENCIAL
Roma pretende que hay una diferencia esencial entre los sacramentos del Antiguo
Testamento y los del Nuevo. Sostiene que, así como todos los ritos del Antiguo
Testamento, sus sacramentos también fueron nada más típicos. La santificación operada por
ellos no era interna, sino meramente legal, y prefiguraba la gracia que en el futuro habría de
ser conferida al hombre en virtud de la pasión de Cristo. Esto no quiere decir que no los
784
acompañara para nada la gracia interna, sino nada más que ésta no se efectuaba por los
sacramentos como tales, según acontece en la nueva dispensación. Tenían una eficacia
objetiva, no santificaban al recipiente exopere operato sino solamente ex opere operantis, es
decir, a causa de la fe y de la caridad con que se les recibía. Debido a que la plena
realización de la gracia tipificada por estos sacramentos dependía de la venida de Cristo, los
santos del Antiguo Testamento estuvieron encerrados en el limbus patrum hasta que Cristo
les sacó de allí. Sin embargo, como un hecho, no hay diferencia esencial entre los
sacramentos del Antiguo Testamento y los del Nuevo. Esto se prueba mediante las
siguientes consideraciones:
1. En I Cor. 10: 1-4 Pablo atribuye a la iglesia del Antiguo Testamento lo que es
esencial en los sacramentos del Nuevo Testamento
3. En vista del hecho de que representan las mismas realidades espirituales, los
nombres de los sacramentos de ambas dispensaciones se usan indistintamente; la
circuncisión y la pascua se atribuyen a la iglesia del Nuevo Testamento, I Cor. 5: 7;
Col. 2: 11, y el bautismo y la Cena del Señor se atribuyen a la iglesia del Antiguo
Testamento, I Cor. 10: 1-4.
2. Juntamente con los sacramentos Israel tuvo muchos otros ritos simbólicos, tales
como ofrendas y purificaciones que en lo esencial condicionaban con sus
sacramentos, en tanto que en el Nuevo Testamento los sacramentos permanecen
solos en absoluto.
4. Los sacramentos del Antiguo Testamento señalaban hacia Cristo y fueron los sel los
de la gracia que todavía tenía que ser ganada, en tanto que los del Nuevo
Testamento señalan retrospectivamente a Cristo y a su sacrificio completo para la
redención.
EN EL MUNDO GENTIL
El bautismo no fue algo completamente nuevo en los días de Jesús. Los egipcios, los persas
y los hindúes, todos tenían sus purificaciones religiosas. Eran éstas todavía más
prominentes entre las religiones griegas y romanas. Algunas de esas purificaciones tomaba n
la forma de un baño en el mar y algunas veces se efectuaban por rociamiento. Dice
Tertuliano que en algunos casos la idea de un nuevo nacimiento se relacionaba con estas
788
Los judíos tenían muchas purificaciones ceremoniales y lavamientos, pero no tenían t ales
ceremonias un carácter sacramental, y por tanto no eran signos y sellos del pacto. El
llamado bautismo de los prosélitos tenía un gran parecido con el bautismo cristiano.
Cuando se incorporaban los gentiles a Israel, eran circuncidados y, en los tiemp os
posteriores, también eran bautizados. Se ha debatido durante mucho tiempo si esta
costumbre estaba en boga antes de la destrucción de Jerusalén, pero Schuerer ya demostró
conclusivamente mediante citas del Mishna que sí estaba. De acuerdo con las autori dades
judías citadas por Wall en su History of Infant Baptism, este bautismo tenía que ser
administrado en presencia de dos o tres testigos. Los niños nacidos antes de que sus padres
recibieran este bautismo también eran bautizados, a petición del padre, s i no pasaban de la
edad (los niños de trece años y las niñas de doce), pero si pasaban de esa edad, sólo eran
bautizados a petición personal. Los niños nacidos de padres que ya habían sido bautizados,
eran contados como limpios y, por tanto, no necesitaban del bautismo. Sin embargo, parece
que este bautismo también era nada más una clase de ceremonia lavatorio, algo parecido a
las otras purificaciones. Algunas veces se dice que el bautismo de Juan se derivaba del
bautismo de los prosélitos, pero es muy clar o que esto no es así. Cualquiera relación
histórica que pueda existir entre ambos, es muy claro que el bautismo de Juan estaba lleno
de nuevos y más espirituales significados. Lambert está muy en lo correcto cuando,
hablando de las lustraciones judías, dic e: "Su propósito era, mediante la remoción de la
789
Otra pregunta que pide consideración es la que busca la relación del bautismo de Juan con
el de Jesús. La iglesia católico romana en lo s Cánones de Trento345 maldice a todos aquellos
que dicen que el bautismo de Juan es igual al de Jesús en eficacia, y lo considera junto con
todos los sacramentos del Antiguo Testamento como típico, nada más. Pretende el Concilio
que aquellos que fueron baut izados por Juan no recibieron el verdadero bautismo de gracia
al ser bautizados, y que fueron posteriormente rebautizados, o para expresarlo más
correctamente, bautizados por primera vez al modo cristiano. Los antiguos teólogos
luteranos sostuvieron que lo s dos bautismos eran idénticos hasta donde tenía que ver el
propósito y la eficacia, en tanto que algunos de los posteriores teólogos luteranos
rechazaron cualquier cosa que se pudiera considerar como identidad completa y esencial de
los dos. Algo parecido tiene que decirse de los teólogos Reformados. Los antiguos
teólogos, generalmente, identificaban los dos bautismos, en tanto que aquellos de más
reciente fecha dirigen la atención a ciertas diferencias. Juan mismo parecería llamar la
atención a un punto de diferencia en Mat. 3: 11. Algunos también encuentran una prueba de
la diferencia esencial de los dos en Hech. 19: 1 -6, pasaje que según ellos, consigna un caso
en el que algunos, fueron bautizados por Juan, y luego rebautizados. Pero esta
interpretación está sujeta a duda. Parecería correcto decir que los dos son idénticos en
esencia, aunque difieran en algunos puntos.
1. El bautismo de Juan, como el bautismo cristiano, fue instituido por Dios mismo,
Mat. 21 : 25; Juan 1 : 33
2. Estuvo relacionado con un cambio radical de la vida, Luc. 1: 1 -17; Juan 1 : 20-30
344
The Sacraments in the New Testament, p. 57.
345
Sess, VII. De Baptism.
790
3. Tuvo una relación sacramental con el perdón de los pecados, Mat. 3: 7, 8; Marc.
1:4; Luc. 3 : 3 (compárese Hech. 2 : 28)
4. Empleó el mismo elemento material, es decir, agua. Al mismo tiempo hubo varios
puntos de diferencia :
1. Los discípulos tenían que ir a todo el mundo y predicar el evangelio a todas las
naciones para traer al pueblo al arrepentimiento y al conoc imiento de Jesús como el
prometido Salvador.
2. Aquellos que aceptaron a Cristo, mediante la fe, serían bautizados en el nombre del
Dios Trino, como una señal y un sello del hecho de que ya habían entrado en la
nueva relación con Dios y que como cristianos estaban obligados a vivir de acuerdo
con las leyes del reino de Dios.
Los apóstoles fueron instruidos de manera específica para bautizar eis to onoma tou patros
kai tou huiou kai tou hagiou pneumatos (en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo). La Vulgata traduce las primeras palabras "eis to onoma" por la expresión latina "in
nomine" (en el nom bre), una traducción que también siguió Lutero, "im namen". Las
palabras, de este modo, se hacen significar "sobre la autoridad del Dios Trino". Robertson
da esto como su significado en su Grammar of the Greek New Testament, p. 649, pero no
se ocupa de probarlo. El hecho es que esta interpretación es insostenible exegéticamente.
La idea de "sobre la autoridad de" está expresada por la frase en toi onomati o la más corta,
en onomati, Mat. 21: 9; Marc. 16: 17; Luc. 10: 17; Jn. 14: 26; Hech. 3: 6; 9: 27, etc. La
preposición eis (en) indica más bien un fin, y puede por lo mismo interpretarse con el
significado de "en relación a", o "en la profesión de fe en alguien y en la sincera obediencia
hacia alguien". Queda en completa armonía con esto lo que Allen dice en su comentario
sobre Mateo: "La persona bautizada era introducida de manera simbólica 'dentro del
nombre de Cristo', es decir, se convertía en su discípulo, lo que quiere significar, que
entraba a un estado de cercanía con El y de compañerismo con El". Est e es el significado
dado por Thayer, Robinson y prácticamente también por Cremer -Koegel y Baljon, en sus
respectivos léxicos. Es también el sentido adoptado por comentadores como Meyer, Alford,
Allen, Bruce, Grosheide, y Van Leeuwen. Este significado del t érmino está completamente
respaldado por expresiones paralelas como eis ton Mousen, I. Cor. 10: 2; eis to onoma
Paulou, I Cor. 1: 13; eis hen soma, I 'Cor. 12: 13; y eis Christon, Rom 6: 3; Gál. 3: 27. El
792
argumento del Dr. Kuyper tocante a este punto se en cuentra en Uit het Woord, Eerste Serie
Eerste Bundel. 346 Parecería que podríamos traducir la preposición eis por "dentro" o "hacia"
(es decir, "en relación a") el nombre. La palabra onoma (nombre) se usa en el mismo
sentido del hebreo sheet como indicativo d e todas las cualidades por medio de las cuales
Dios se da a conocer, y que constituyen la suma total de todo lo que El es para quienes le
adoran. Deissman en su Bible Studies 347 se refiere a ejemplos muy interesantes del uso
particular de la palabra onoma en los papiros. Interpretada a esta luz, la fórmula bautismal
indica que mediante el bautismo (es decir, mediante todo lo que el bautismo significa)
aquel que lo recibe queda colocado en una relación especial hacia la revelación divina, o
hacia Dios tal como se ha revelado, y como revela que ha de ser El para su pueblo, y al
mismo tiempo se convierte en deber del que ha sido bautizado vivir a la luz de esa
revelación.
No es necesario aceptar en forma absoluta que, cuando Jesús empleó estas palabras su
intención fuera que nos sirvieran de fórmula que habíamos de usar de allí para siempre. El
la usó únicamente como una descripción del carácter del bautismo instituido por El,
precisamente como expresiones similares sirven para caracterizar otros bautismos, Hech.
19: 3; I Cor. 1: 13; 10: 2; 12: 13. Algunas veces se dice apelando a pasajes como Hech. 2 :
48 ; 8: 16; 10 : 48 ; 19: 5, y también Rom. 6: 3, y Gál. 3 : 27, que los apóstoles
evidentemente no usaban la fórmula trinitaria ; pero esto no necesariamente se im plica en
tales pasajes, aunque es del todo posible, puesto que no entendieron las palabras de Jesús en
la gran comisión como que prescribieron una fórmula definida. Sin embargo, es posible,
que las expresiones usadas en los pasajes indicados sirvieran para acentuar ciertos
particulares respecto al bautismo de los apóstoles. Debería notarse que las preposiciones
difieren. Hech. 2: 38 habla de un bautismo epi toi onomati Jesou Christou, lo que
probablemente se refiere a un bautismo hecho sobre la confesión de Jesús como el Mesías.
Según Hech 10: 48 aquellos que se presentaron en la casa de Cornelio fueron bautizados en
onomati Jesou Christou, para indicar que habían sido bautizados sobre la autoridad de
Jesús. Todos los pasajes restantes mencionan un bautismo eis to onoma Jesou Christou (o
tou kuriou Jesou), o simplemente un bautismo eis Christon. Estas expresiones servirían
nada más para acentuar el hecho de que los que recibían el bautismo llegaban a una relación
especial con Jesucristo, a quien los apóstoles estaban predicando y, por lo mismo, quedaban
hechos vasallos de El, considerándolo como su Señor. Pero cualquiera que haya sido la
práctica en la época apostólica, es del todo evidente que cuando la iglesia sintió
posteriormente la necesidad de una fórmul a, no encontró ninguna mejor que la contenida en
346
Pp. 263 y sigts.
347
P. 146.
793
las palabras de la institución. Esta fórmula ya estaba en uso cuando la Didaché (The
Teaching of the Twelve Apostles) fue escrita (alrededor del ario 100 A.D.). 348
ANTES DE LA REFORMA
348
Compárese el Cap. VII.
794
1. Esta gracia fue considerada como muy importante, p uesto que fija una marca
indeleble en el que recibe el bautismo como miembro de la iglesia.
2. Libra de la culpa del pecado original y de todos los pecados actuales cometidos
hasta el tiempo del bautismo, remueve la polución del pecado, aunque permanece la
concupiscencia, y coloca al hombre en libertad del castigo eterno y de todos los
castigos positivos temporales
DESDE LA REFORMA
de padres cristianos son hijos del pacto, y en este concepto son herederos también de las
promesas de Dios, incluyendo la promesa de la regeneración; y que la eficacia espiritual del
bautismo no queda limitada al tiempo de su administración, sino que continúa durante la
vida. La Confesión Belga expresa también esa i dea en estas palabras: "Tampoco nos sirve
el bautismo solamente al tiempo en que el agua se derrama sobre nosotros y la recibimos,
sino también durante el curso completo de nuestra vida". 349 Otros fueron más lejos en esta
posición y sostuvieron que los hijos del pacto tenían que ser más considerados como
presuntamente regenerados. Esto no equivale a decir que al ser presentados para el
bautismo ya estaban todos regenerados, sino que se consideraban candidatos a ser
regenerados, a menos que apareciera lo contrario en las vidas de ellos. Hubo también unos
pocos que consideraron que el bautismo era nada más el sello de un pacto externo. Bajo la
influencia conjunta de socinianos, arminianos, anabaptistas y racionalistas, se ha hecho casi
una costumbre en muchos círculos negar que el bautismo sea un sello de la gracia divina,
considerándolo como un mero acto de profesión de parte del hombre. En nuestro día hay
muchos cristianos profesantes que han perdido por completo la conciencia del significado
espiritual del bau tismo. Se ha convertido para, ellos en una mera formalidad.
Los bautistas se colocan en contradicción con el resto del mundo cristiano al sostener la
posición de que el sumergir, o la inmersión, seguida por la emersión, es el ú nico modo
propio del bautismo; y que este modo es esencial en absoluto para el bautismo, porque el
rito fue hecho para simbolizar la muerte y la resurrección de Jesucristo, y la consecuente
muerte y resurrección del sujeto de bautismo con El. Dos preguntas se presentan, por lo
mismo, y es mejor considerarlas en el orden siguiente:
Este orden es preferible porque la primera pregunta es la más importante de las dos y
porque la respuesta a la segunda dependerá en parte de la que demos a la primera.
349
Art. XXXIV.
796
350
Carson, Baptism in its Mode and Subjects, pp. 44 y s igts.
798
modo".351 Los bautistas deben sostener esto, si q uieren probar que el Señor ordenó
el bautismo por inmersión.
Pero los hechos, tal como aparecen en el griego clásico del Nuevo Testamento no autorizan
esta posición. Hasta el Dr. Gale, que fue quizá el más erudito de los autores que trataron de
sostenerla, se sintió constreñido por los hechos a modificar su posición. Wilson en su
espléndida obra sobre Infant Baptism, que en parte es una réplica a la obra del Dr. Carson,
cita a Gale diciendo : "La palabra baptizo quizá no tan necesariamente exprese la acción de
colocar debajo del agua, como sí expresa, por lo general, la condición de una cosa que se
encuentra en tal posición, no importa cómo llegue a estar así, si se le puso en el agua, o si el
agua llegó a cubrirla; aunque en verdad colocar en el agua es la manera más natural y la
más común y, es por tanto, usual y constante, pero no necesariamente debe implicarse". 352
Wilson demuestra conclusivamente que, según el uso del griego, el bautismo se efectúa de
varias maneras. "Dejemos que el elemento que bautiza cu mpla con su objeto, y en el caso
de los líquidos, si su relativo estado ha sido producido por la inmersión, la efusión, el
derramamiento, o de algún otro modo, el uso del griego lo reconoce como bautismo
válido". Continúa enseguida demostrando en detalle q ue es imposible sostener la posición
de que la palabra baptizo signifique siempre inmersión en el Nuevo Testamento. 353
Es por completo evidente que ambas palabras, bapto y baptizo, tuvieron otros significados,
por ejemplo "lavar", "bañarse", y "purificarse m ediante lavamiento". La idea de lavamiento
o purificación se convirtió poco a poco en la idea principal, en tanto que la manera en lo
que eso acontecía se retiró más y más al fondo. Que esta purificación algunas veces se
efectuaba por rociamiento, se ve de manera evidente en pasajes como Núm. 8: 7; 19: 13,
18, 19, 20; Sal 51: 7; Ez. 36: 25; Heb. 9: 10. En Judith 12: 7 y Marc. 7: 3, 4 no podemos de
seguro pensar en una inmersión. Tampoco es posible pensar en ello en relación con los
siguientes pasajes del Nu evo Testamento: Mat. 3: 11; Luc. 11 : 37, 38 ; 12 : 50 ; Rom. 6 : 3
; I Cor. 12 : 13 ; Heb. 9 : 10 (compárense los versículos 13, 14, 19, 21) ; I Cor. 10 : 1, 2.
Puesto que la palabra baptizo no necesariamente significa "sumergir", y puesto que el
Nuevo Testamento no afirma en ningún caso, explícitamente, que el bautismo tuviera lugar
mediante la inmersión, la responsabilidad de probarlo pesaría sobre los bautistas. ¿Fue
capaz Juan el Bautista de la tarea enorme de sumergir las multitudes que se aglomeraban
alrededor de él en la ribera del Jordán, o simplemente derramó agua sobre ellos, tal como
351
Op cit., p. 55.
352
Pág. 97.
353
Para los varios posibles significados de Baptizo consúltese, además de la obra de Wilson a la que ya nos
hemos referido, obras como las de Armstrong, The Doctrine of Baptisms; Seiss, The Baptist System
Examined; Ayres, Christian Baptism; Hibbard, Christian Baptism.
799
algunas de las primitivas inscripciones parecen indicarlo? ¿Encontraron los apóstoles agua
suficiente en Jerusalén, y tuvieron todas las facilidades necesarias para bautizar a tres mil
personas en un solo día por inmersión? ¿En dónde está la evidencia para probar que
siguieron algún otro método diferente del de los bautismos del Antiguo Testamento?
¿Indica Hechos 9: 18 que Pablo dejara el lugar en donde Ananías lo enc ontró, para ser
sumergido en algún estanque o río? ¿No crea el relato del bautismo de Cornelio la
impresión de que el agua iba a ser traída y que aquellos que estaban allí presentes fueron
bautizados desde luego en la casa? Hech. 10: 47, 48. ¿Hay alguna ev idencia de que el
carcelero de Filipos no fue bautizado en la prisión o cerca de ella, sino que condujo a sus
prisioneros hasta el río, para que allí lo sumergieran? ¿Podría haberse atrevido a llevarlos
fuera de la ciudad cuando tenía mandato de guardarlos con toda seguridad? Hech. 16: 22-
33. Aun el relato del bautismo del eunuco, en Hech. 8: 36, 38, que con frecuencia se
considera como la prueba escritural más fuerte a favor del bautismo por inmersión, no
puede ser considerada como evidencia conclusiva. Un estudio cuidadoso del uso que Lucas
hace de la preposición eis demuestra que la usó no sólo en el sentido de adentro, sino
también el sentido de hacia, de manera que es enteramente posible leer la importante
afirmación del versículo 38 de la manera siguie nte: "Y los dos descendieron hacia el agua,
tanto Felipe como el eunuco, y allí lo bautizó". Y aun si las palabras tuvieran la intención
de traernos la idea de que descendieron adentro del agua, esto no probaría todavía el punto,
porque de acuerdo con las descripciones o representaciones pictóricas de los primeros
siglos los que eran bautizados por efusión, a menudo estaban parados en el agua. Es del
todo posible, de consiguiente, que en la época apostólica algunos fueran bautizados por
inmersión, pero el h echo de que el Nuevo Testamento en ninguna parte insista sobre esto,
prueba que no era esencial. La inmersión es un modo propio de bautismo, pero también lo
es el bautismo por efusión o por rociamiento, puesto que todos ellos simbolizan
purificación. Los p asajes a los que nos hemos referido arriba prueban que muchos
lavamientos del Nuevo Testamento (bautizos) tuvieron lugar por rociamiento. En una
profecía respecto a la renovación espiritual que habría en el tiempo del Nuevo Testamento,
dice el Señor: "Y es parciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras
inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré", Ez. 36: 25. La cosa significada en el
bautismo, es decir, el Espíritu que purifica, fue derramado sobre la iglesia, Joel 2: 28, 2 9;
Hech. 2: 4, 33. Y el escritor de Hebreos habla de sus lectores como que tenían sus
corazones ya rociados (purificados) de mala conciencia, Heb. 10: 22.
El bautismo es sólo para seres racionales debidamente calificados, es decir, para los
creyentes y para sus hijos. Roma pierde esto de vista hasta donde aplica el sacramento
también a los relojes públicos, edificios y así por el estilo. Hay dos clases a las que debe
aplicarse, es decir, adultos e infantes.
En el caso del bautismo de adultos debe preceder la profesión de fe, Marc. 16: 16; Hech. 2:
41; 8: 37 (que no se encuentra en algunos manuscritos); 16: 31 -33. Por lo tanto la iglesia
insiste en que los adultos antes de que sean bautizados hagan una profesión de fe. Y cuando
se hace tal profesión de fe, ésta se acepta por la iglesia en lo que vale ap arentemente, a
menos que haya buenas y objetivas razones para dudar de la veracidad de la profesión. No
pertenece a la provincia de la iglesia inquirir sobre los secretos del corazón y por eso pasa
354
Los presbiterianos de México atendiendo al concepto que la Confesión de Fe de Westminster en su Cap.
XXV, Art. VI expresa acerca del jefe o cabeza de la iglesia de Roma, han preferido, invariablemente, baut izar
a los romanistas convertidos. Y se considera que de esta manera salen de la Babilonia y se unen a Cristo.
Apoc. 18: 4. Nota del Traductor.
801
como genuina la profesión de fe. La responsabilidad queda sobre la persona que hace su
profesión. El método de presionar la condición interna del corazón para determinar la
genuinidad de la profesión de alguien, es cabalístico y no está en armonía con la práctica de
las iglesias Reformadas. Puesto que el bautismo no es una mera señal y sello, sino también
un medio de gracia, surge la pregunta acerca de qué naturaleza de gracia produce. Esta
pregunta se presenta aquí sólo con respecto al bautismo de los adultos. Atendiendo al hecho
de que según el concepto de nuestros Reformadores, este bautismo presupone regeneración,
fe, conversión y justificación, seguramente que éstas ya no tienen que ser producidas por el
bautismo. En este respecto diferimos de la iglesia de Roma. Aun los luteranos, que
atribuyen más grande poder al bautismo como medio de gracia que los Reformados,
convienen con éstos sobre este punto. Tampoco opera el bautismo una gracia sacramental
especial que consistiría en esto, en que el recipiente quede implantado en el cuerpo de
Jesucristo. Y a se presupone la incorporación previa del creyente en la unión mística con
Cristo. La palabra y el sacramento operan exactamente la misma clase de gracia, salvo que
la palabra, a distinción del sacramento, también sirve para originar la fe. El sacramento del
bautismo fortalece la fe, y debido a que la fe juega un importante papel en todas las otras
operaciones de la gracia divina, estas también son grandemente beneficiadas por el
bautismo. Este representa fundamentalmente un acto de la gracia de Dios, pero debido a
que el cristiano que lo profesa debe someterse voluntariamente, también puede considerarse
desde el lado del hombre. Hay en él una oferta y un don de Dios, pero también una
aceptación de parte del hombre. En consecuencia, el bautismo significa también que el
hombre acepta el pacto juntamente con las obligaciones que éste trae consigo. Es un sello
no meramente de algo que se ofrece, sino de una oferta y de una aceptación, es decir un
pacto concluido.
Sobre el punto del bautismo de los infantes es donde se encuentra la más importante
diferencia entre nosotros y los bautistas. Estos sostienen, como lo expresa el Dr. Hovey,
autor bautista: "Que sólo los creyentes en Cristo tienen derecho al bautismo, y que sólo
aquellos que dan evidenc ia creíble de fe en Cristo deben ser bautizados". Esto significa que
los niños quedan excluidos del sacramento. Sin embargo, en todas las otras
denominaciones, los niños son bautizados. Hay que considerar aquí diferentes puntos
relacionados con este asunto.
802
1. La base escritural para el bautismo infantil. Debe decirse desde el principio que no
hay un mandato explícito en la Biblia para bautizar a los niños, y que no hay un solo
ejemplo en el que con toda claridad se nos diga que los niños fueron bautizados.
Pero esto, no necesariamente hace que el bautismo de los infantes esté desprovisto
de base bíblica. La base escritural se encuentra en los siguientes datos :
a. El pacto hecho con Abraham fue primero que todo un pacto espiritual,
aunque también tenía un aspecto nacional, y de este pacto espiritual fue
signo y sello la circuncisión. Es un procedimiento desautorizado el de los
bautistas que despedazan este pacto para convertirlo en dos o tres diferentes.
Varias veces se refiere la Biblia al pacto hecho con Abraha m, pero siempre
en singular, Ex 2: 24; Lev. 26: 42, II Reyes 13: 23; I Crón. 16: 16; Sal 105:
9. No hay una sola excepción a esta regla. La naturaleza espiritual de este
pacto se prueba por la manera en la que sus promesas se interpretan en el
Nuevo Testamento, Rom. 4: 16-18; II Cor. 6: 16-18; Gál. 3: 8, 9, 14, 16;
Heb. 8: 10; 11: 9, 10, 13. También se deduce del hecho de que la
circuncisión fue con toda claridad un rito que tenía importancia espiritual,
Deut. 10: 16; 30: 6; Jer. 4: 4; 9: 25, 26; Hech. 15: 1; Rom. 2: 26-29; 4: 11;
Fil. 3: 2; y del hecho de que la promesa del pacto hasta se llama "el
evangelio", Gál. 3: 8.
b. Este pacto todavía está vigente y es en esencia idéntico con el (nuevo pacto)
de la presente dispensación. La unidad y continuidad del pac to en ambas
dispensaciones se deduce del hecho de que el Mediador es el mismo, Hech.
4: 12; 10:43; 15: 10, 11; Gál. 3: 16; I Tim. 2: 5, 6; I Ped. 1: 9 -12; la
condición es la misma, es decir, la fe, Gen 15: 6; (Rom. 4: 3); Sal 32: 10;
Heb. 2: 4; Hech. 10: 43; Heb. 11; y las bendiciones son las mismas, es decir,
justificación, Sal 32: 1, 2, 5; Isa. 1: 18; Rom. 4: 9; Gál. 3: 6; la regeneración,
Deut. 30: 6; Sal 51: 10; dones espirituales, Joel 2: 28, 32; Hech. 2: 17 -21;
Isa. 40: 31; y vida eterna, Ex 3: 6; Heb . 4: 9; 11: 10. Pedro dio a los que
estaban bajo convicción en el día de Pentecostés, la seguridad de que la
promesa era para ellos y para sus hijos, Hech. 2: 39. Pablo arguye en Rom.
4: 13-18; Gál. 3: 13-18 que la data de la ley no dejó sin efecto alguno a la
promesa, de tal manera que ésta todavía está vigente en la nueva
dispensación. Y el escritor de Hebreos destaca que la promesa para Abraham
fue confirmada con un juramento, de tal manera que los creyentes del Nuevo
Testamento derivan consuelo de la co nsiguiente inmutabilidad de la
promesa, Heb. 6: 13-18.
803
c. Debido a que Dios así lo dispuso, los infantes participan en los beneficios
del pacto y por lo mismo reciben la circuncisión como señal y sello. De
acuerdo con la Biblia el pacto es con toda claridad u n concepto orgánico, y
su realización prosigue líneas orgánicas e históricas. Hay un pueblo o nación
de Dios, un todo orgánico que sólo podría ser constituido por medio de
familias. Esta idea nacional, como es natural, se destaca con mucha
prominencia en el Antiguo Testamento, pero la cosa sorprendente es que no
desaparece cuando la nación de Israel ha cumplido su propósito. Fue
espiritualizada y de esta manera llegó al Nuevo Testamento, de tal manera
que el pueblo de Dios del Nuevo Testamento también está representado
como una nación, Mat. 21 : 43 ; Rom. 9 : 25, 26 (compárese Os. 2 : 23) ; II
Cor. 6 : 16 ; Tito 2 : 14 ; I Ped. 2: 9. Los infantes fueron considerados
durante la antigua dispensación como una parte integrante de Israel como
pueblo de Dios. Estuvieron presentes cuando el pacto fue renovado, Deut.
29: 10, 13; Josué 8: 35; II Crón. 20: 13, tuvieron un lugar en la congregación
de Israel, y estuvieron, por lo mismo, presentes en las asambleas religiosas,
II Crón. 20: 13; Joel 2: 16. En vista de tan r icas promesas como las que hay
en Isa. 54: 13; Jer. 31: 34; Joel 2: 28, difícilmente podríamos esperar que los
privilegios de tales niños fueran a reducirse en la nueva dispensación, y
ciertamente ya dentro de la era de la iglesia, desde ningún punto de vi sta
podríamos procurar su exclusión. Jesús y los apóstoles no los excluyeron,
Mat. 19: 14; Hech. 2: 39; I Cor. 7: 14. Semejante exclusión parece que
requeriría un edicto completamente explícito para el efecto.
d. En la nueva dispensación el bautismo por autor idad divina vino a sustituir a
la circuncisión para convertirse en la señal inicial y en el sello del pacto de
la gracia. La Biblia insiste con mucha fuerza en que la circuncisión ya no
puede servir para el efecto, Hech. 15: 1, 2; 21: 21; Gál. 2: 3 -5; 5: 2-6; 6: 12,
13, 15. Si el bautismo no toma el lugar de la circuncisión, entonces el Nuevo
Testamento se queda sin un rito inicial. Pero Cristo claramente lo sustituyó
en pasajes como estos, Mat. 28: 19, 20; Marc. 16: 15, 16. Corresponde en su
significado es piritual a la circuncisión. Así como la circuncisión se refiere a
cortar el pecado y a cambiar el corazón, Deut. 10: 16; 30: 6; Jer. 4: 4; 9: 25,
26; Ez. 44: 7, 9, del mismo modo el bautismo se refiere al lavamiento del
pecado, Hech. 2: 38; I Ped. 3: 21; Tito 3: 5, y a la renovación espiritual,
Rom. 6: 4; Col. 2: 11, 12. El último pasaje liga con toda claridad la
circuncisión con el bautismo, y enseña que la circuncisión cristiana, es decir,
la circuncisión del corazón, simbolizada por la circuncisión en la carne, fue
804
355
The Sacraments in the New Testament, p. 204.
805
356
Life and Times of Jesus the Messiah II, 746.
357
Adv. Haereses II, 22, 4.
358
De Baptismo, c. XVIII.
359
Comm. in Epist. ad Romanos, Lib. V.
806
toda probabilidad, así había sido dispuesto por la autoridad de los apóstoles.
Su legitimidad no fue negada sino hasta los días de la Reforma, cuando los
anabaptistas lo combatieron.
360
The Church of Christ II, p. 98.
807
361
Lord's Day XXVII, Preg. 74.
362
Inst. IV, 16: 6, 15.
810
combinaron esta idea con la otra, en tanto que otros cambiaron ésta por la
otra. Algunos preferían proceder sobre la hipótesis de que todos los niños
presentados para el bautismo son regenerados, en tanto que otros daban por
concedido esto sólo en relación con l os niños elegidos. La diferencia de
opinión entre aquellos que creen que los niños de los creyentes están
bautizados sobre la base de sus relaciones de pacto y de la promesa del
pacto, y aquellos que encuentran esta base en una regeneración supuesta
persiste hasta el día presente y fue el origen de una controversia permanente,
especialmente en los Países Bajos, durante el último período del Siglo XIX y
principios del Siglo XX. El Dr. Kuyper al principio habló de la regeneración
que se da por concedida como la base para el bautismo infantil, y muchos
rápidamente aceptaron esta idea. G. Kramer escribió su espléndida tesis
sobre Het Verband van Doop esa Wedergeboorte, de manera especial, en
defensa de esta posición. Posteriormente, el Dr. Kuyper ya no usó esta
expresión, y algunos de sus seguidores sintieron la necesidad de una
distinción más cuidadosa y hablaron de la relación de pacto, considerándola
como la base legal para el bautismo infantil, y de la regeneración supuesta,
considerándola como la base espiri tual. Pero esta no es una posición
satisfactoria. El Dr. Honig, que es también un discípulo y admirador de
Kuyper, va en el carril correcto cuando dice en su reciente Handboek van de
Gereformeerde Dogmatiek:363 "No bautizamos a los niños de los creyentes
sobre la base de una hipótesis, sino sobre la base de un mandamiento y un
acto de Dios. Los niños deben ser bautizados en virtud del pacto de Dios" (la
traducción es mía, dice el autor). La regeneración hipotética, naturalmente,
no puede ser considerada como base legal del bautismo infantil; tal base
puede encontrarse sólo en la promesa de pacto de Dios. Además, no puede
ser base en ningún sentido de la palabra, puesto que la base del bautismo
tiene que ser algo objetivo según los abogados mismos de esta idea se
sienten constreñidos a admitirlo. Si se les pregunta, por qué dan por supuesta
la regeneración de los niños que se presentan para el bautismo, sólo
responderán: "Porque son nacidos de padres creyentes, es decir, porque
nacieron en el pacto. Naturalmente , negar que la regeneración hipotética sea
la base del bautismo infantil, no equivale a decir que esté por completo
desautorizado aceptar que son regenerados los niños pequeños de los
creyentes. Este es un asunto que tiene que ser considerado en su propia
importancia. Sería bueno citar, en relación con lo que antecede, la primera
363
P 655
812
parte del cuarto punto de las conclusiones de Utrecht, que fueron adoptadas
por nuestra iglesia en 1908. Las traducimos de la manera siguiente : "Y por
último, hasta donde tiene qu e ver el cuarto punto que trata de la regeneración
hipotética, el Sínodo declara que según la Confesión de nuestras iglesias,
debe presumirse que la simiente del pacto, en virtud de la promesa de Dios,
tiene que ser regenerada y santificada en Cristo, a me nos que, según vayan
creciendo, se deduzca de la vida o de la doctrina que llevan, todo lo
contrario ; que sin embargo de todo, es menos correcto decir que el bautismo
sea administrado a los niños de los creyentes sobre la base de su
regeneración hipotétic a puesto que la base del bautismo es el mandato y la
promesa de Dios ; y que además, el juicio de la caridad, según el cual la
iglesia presupone que la simiente del pacto será regenerada, de ningún modo
pretende decir que cada uno de los niños será verdade ramente regenerado,
puesto que la Palabra de Dios enseña que no son Israel todos los que son de
Israel, y de Isaac se dice : En él será llamada tu simiente (Rom. 9: 6, 7), de
tal manera que en la predicación siempre es necesario insistir en un serio
examen propio, puesto que solamente serán salvos aquellos que han creído y
han sido bautizados". 364
c. Objeciones al concepto de que los niños son bautizados sobre la base de sus
relaciones de pacto. Se ha dicho que, si los niños son bautizados sobre la
base de que nacieron en el pacto y que, por lo tanto, son herederos de la
promesa, se bautizan sobre una base diferente de la que sirve para bautizar a
los adultos, puesto que estos se bautizan sobre la base de su fe o de su
profesión de fe. Pero esto difícilmente pued e ser correcto, según Calvino ya
lo señaló desde su tiempo. El gran Reformador contestó esta objeción en una
forma muy eficaz. Lo que sigue es la traducción de lo que Kramer dice
respecto a la posición de Calvino sobre este punto: "Calvino encuentra
ocasión aquí, en relación con el bautismo infantil, ahora que él ha tomado el
punto de vista del pacto, para llevar la línea más allá. Hasta este punto, él no
ha llamado la atención al hecho de que los adultos también son bautizados
según la regla del pacto. Y p or lo tanto, podría parecer que había una
diferencia entre el bautismo de los adultos y el de los niños. Los adultos
teniendo que ser bautizados sobre la base de su fe, y los infantes sobre la
base del pacto de Dios. No, el Reformador declara que la única regla según
la cual, y la base legal sobre la cual, la iglesia puede administrar el bautismo,
es el pacto. Esto es verdad en el caso de los adultos tanto como en el caso de
364
Acts.of Synod. 1908, pp. 82 y sig.
813
365
Het Verband van Doop en Wedergeboorte, pp. 122 y sig.
366
Gere f. . Dogm. IV, p. 581.
814
niños que son por completo inconscientes del significado del bautismo y que
todavía no pueden ejercitar la fe. La dificultad, a la cual nos enfrentamos aquí,
naturalmente no existe para el reducido número de eruditos Reformados que ni egan
que el bautismo nada más fortalece una condición antecedente de gracia, y
pretenden que es el medio para la participación de gracia en una forma específica, y
para el específico fin de lograr nuestra regeneración e injertamiento en Cristo". 367
Todos los otros deben, por consiguiente, encarar este problema contra el cual Lutero
también luchó. Hizo depender la eficacia del bautismo de la fe del recipiente; pero
cuando reflexionó en el hecho de que los infantes no pueden ejercitar fe, se inclinó a
creer que Dios mediante su gracia previniente opera en ellos una fe incipiente por
medio del bautismo; y por último, dejó el problema para que lo resolvieran los
doctores de la iglesia. Los teólogos Reformados resolvieron el problema llamando
la atención a tres cosas, que pueden ser consideradas como alternativas, pero que
también pueden combinarse.
367
Esta posición se defiende en gran parte, en una obra titulada, The Divine Life in The Church, pp. 9196.
815
5. El alcance del bautismo para los niños de los incrédulos. Como es natural sólo los
niños de los creyentes son los sujetos propios del bautismo infantil. De alguna
manera sin embargo, el círculo se ha ido ampliando.
1. ¿Cuáles son los significados diferentes de las palabras bapto, baptizo y louesthai?
816
Así precisamente como el bautismo c ristiano tuvo analogías en Israel, también las tuvo la
Cena del Señor. No sólo entre los gentiles, sino también en Israel los sacrificios que se
traían, venían acompañados, frecuentemente, con alimentos sacrificiales. Este fue en
particular un hecho característico de las ofrendas de paz. De estos sacrificios solamente la
grosura adherida a las entrañas era consumida sobre el altar; el pecho mecido tocaba al
sacerdocio, y la espaldilla derecha al sacerdote oficiante, Lev. 7: 28 -34, en tanto que el
resto constituía una comida sacrificial para el ofrendante y para sus amigos, siempre que
estuvieran levíticamente limpios, Lev. 7: 19 -21; Deut. 17: 7, 12. Estas comidas enseñaban
el modo simbólico en que "siendo justificados por la fe, tenemos paz con Dios por medi o
de nuestro Señor Jesucristo". Expresaban el hecho de que, sobre la base del sacrificio
ofrendado y aceptado, Dios recibe a su pueblo como huéspedes en su casa y los une con El
en gozosa comunión, que eso es la vida comunal del pacto. Israel tuvo prohibid o tomar
parte en las comidas sacrificiales de los gentiles, exactamente debido a que ellas
expresarían su acercamiento a otros dioses, Ex 34 : 15 ; Núm. 25 : 3, 5 ; Sal 106 : 28. Las
comidas sacrificiales, que testificaban la unión de Jehová con su pueblo, eran temporadas
de gozo y alegría, y por esto, algunas veces, se abusaba de ellas dando ocasión al escándalo
y a la borrachera, I Sam 1: 13; Prov. 7: 14; Isa. 28: 8. El sacrificio de la pascua también
estaba acompañado con tina comida sacrificial de esta clase. Contradiciendo a los católicos
818
romanos, los protestantes, algunas veces, procuran defender la posición de que esta comida
constituía el todo de la pascua, pero esta es una posición insostenible. La pascua era ante
todo un sacrificio de expiación, Ex 12: 27; 34: 25. No sólo se le llamaba sacrificio, sino que
en el período mosaico la pascua estaba relacionada con el santuario, Deut. 16: 2. El cordero
era sacrificado por los levitas, y la sangre se manipulaba por los sacerdotes, II Cron. 30: 16;
35: 11; Esd. 6: 19. Pero aunque, ante todo, era un sacrificio, no era nada más eso; era
también una comida en la cual el cordero asado se comía con panes sin levadura y con
hierbas amargas, Ex 12: 8-10. El sacrificio se convertía en seguida en comida, la cual en
tiempos posteriores se hizo mucho más elaborada que lo que fue originalmente. El Nuevo
Testamento atribuye a la pascua una importancia típica, I Cor. 5 : 7, y de esta manera dio en
ella no sólo un recuerdo de la liberación fuera de Egipto, sino también una señal y un sello
de la liberación de la esclavitud del pecado, y una comunión con Dios en el Mesías
prometido. Jesús instituyó la Cena del Señor en relación con esta comida pascual. Usando
los elementos presentes en la primera, efectuó una transición muy natural hacia la segunda.
Tardíamente algunos críticos procuran arrojar duda sobre la institución de la Cena del
Señor por Jesús, pero no hay ninguna buena razón para poner en duda el testimonio de los
evangelios, ni el testimonio independiente del apóstol Pablo en I Cor. 11 : 23-26.
ANTES DE LA REFORMA
malvado, aunque reciba los elementos, reciba también el cuerpo, y acentuó el aspecto
conmemorativo de la Cena del Señor. Durante la Edad Media el concepto agustiniano fue
desalojado poco a poco por la doctrina de la transubstanciación. Allá por el año 818 A.D.
Paschasius Radbertus ya había propuesto, formalmente, esta doctrina; pero encontró muy
fuerte oposición de parte de Rabanus Maurus y de Ratramnus. En el Siglo XI brotó de
nuevo una furiosa controversia, sobre el tema, entre Berenger de Tours y Lanfranc. Este
último hizo la crasa afirmación de que "el verdadero cuerpo de Cristo estaba
verdaderamente sostenido en la mano del sacerdote, partido y masticado por los dientes de
los fieles" .
Este concepto, finalmente, fue definido por Hildeberto de Tours (1134), y designado como
doctrina de la transubstanciación. Fue adoptado formalmente por el IV Concilio Laterano
en 1215. Muchas preguntas relacionadas con esta doctrina fueron debatidas por los
escolásticos, tales como aquellas que se refieren a la duración que hay para que se cambie
el pan y el vino en el cuerpo v la sangre de Jesucristo, la manera de la presencia de Cristo
en ambos elementos, la relación de la sustancia y de los accidentes , la adoración de la
hostia, etc. La definición final de la doctrina fue dada por el Concilio de Trento y está
consignada en la Sessio XIII de sus Decretos y Cánones. Ocho capítulos y once cánones se
dedican a esta definición. Aquí sólo podemos mencionar l os puntos más esenciales.
Jesucristo está presente, verdadero, real y sustancialmente en el santo sacramento. El hecho
de que esté sentado a la diestra de Dios no excluye la posibilidad de su presencia sustancial
y sacramental en varios lugares simultáneam ente. Por las palabras de la consagración, la
sustancia del pan y del vino se cambia en el cuerpo y en la sangre de Cristo. El Cristo
entero está presente bajo cada especie y bajo cada partícula de cada una de las especies.
Todo el que recibe una partícula de la hostia recibe al Cristo completo. Cristo está presente
en los elementos aun antes de que los comulgantes los reciban. En vista de esta presencia,
la adoración de la hostia es la cosa más natural. El sacramento efectúa un "acrecentamiento
de gracia santificante, especialmente gracias actuales, remisión de pecados veniales,
preservación de pecados mortales, y la confiada esperanza de la salvación eterna".
LOS Reformadores, uno y todos, rechazaron la teoría sacrificial de l a Cena del Señor, y la
doctrina medieval de la transubstanciación. Sin embargo difirieron en su construcción
positiva de la doctrina bíblica de la Cena del Señor. En oposición a Zwinglio, Lutero
insistió sobre la interpretación literal de las palabras de l a institución y en la presencia
corporal de Cristo en la Cena del Señor. Sin embargo, sustituyó la doctrina de la
820
Aunque nada más hay un solo nombre para el sacramento inicial del Nuevo Testamento,
hay varios para el sacramento que ahora estamos considerando, todos los cuales se derivan
de la Biblia. Son los siguientes:
1. Deipnon Kuriakon, la Cena del Señor, que se deriv a de I Cor. 11: 20. Este es el
nombre más común en los círculos protestantes. Parece que en el pasaje que
acabamos de indicar el apóstol quiere hacer una distinción marcada entre el
sacramento y el agapae, el cual los Corintios relacionaban con la Santa Ce na,
abusando de aquel y haciendo que los dos actos, prácticamente, fueran incongruos.
El énfasis especial está en el hecho de que esta es la Cena del Señor. No es una
Cena en la cual el rico invite a los pobres como sus huéspedes, y luego los trate
821
miserablemente, sino una fiesta en la cual el Señor provee para todos en rica
abundancia.
2. Trapeza kuriou, la mesa del Señor, un nombre que se encuentra en I Cor. 10: 21.
Los gentiles de Corinto hacían ofrendas a los ídolos y después de sus sacrificios se
sentaban para comer la comida ofrecida; y parece que algunos de los de la iglesia de
Corinto pensaron que era permitido unirse con ellos, viendo que toda carne es
semejante. Pero Pablo hizo notar que los sacrificios a los ídolos son sacrificios a los
demonios, y que juntarse en semejantes comidas sacrificiales equivale a practicar la
co¬munión con los demonios. Esto estaría en absoluto conflicto con la participación
a la mesa del Señor, para confesar acercamiento a El y practicar comunión con El.
3. Klasis tou arto u, el partimiento del pan, un término que se usa en Hech. 2: 42;
compárese también Hech. 20 : 7. Aunque este es un término que, con toda
probabilidad, no se refiere exclusivamente a la Cena del Señor, sino a las fiestas de
amor, ciertamente también incluye la Cena del Señor. El nombre puede encontrar su
explicación en el partimiento del pan tal como fue ordenado por Jesús.
Hay cuatro diferentes relatos de la institución de la Cena del Señor, uno en cada uno de los
sinópticos, y otro en I Cor. 11. Juan habla de comer la pascua, pero no menci ona la
institución de un nuevo sacramento. Estos relatos son independientes el uno del otro, y
sirven para complementarse recíprocamente. Con toda evidencia, el Señor no dio por
terminada la comida pascual antes de instituir la Cena del Señor. El nuevo sac ramento
quedaba ligado con el elemento central de la comida pascual. El pan que se comía
juntamente con el cordero iba a ser consagrado a un nuevo uso. Esto resulta evidente del
822
hecho de que la tercera copa, que generalmente se llamaba "la copa de bendició n" se usó
como el segundo elemento en el nuevo sacramento. De esta manera el sacramento del
Antiguo Testamento pasó de la manera más natural a convertirse en el del Nuevo.
El cordero pascual tenía una importancia simbólica. Como todos los sacrificios del Antiguo
Testamento, el cordero enseñó al pueblo que el derramamiento de sangre era necesario para
la remisión de los pecados. En adición a eso tenía un significado típico, señalar hacia el
gran sacrificio venidero que había de cumplirse en la plenitud del tiempo para quitar el
pecado del mundo. Y finalmente, también tenía importancia nacional como un memorial de
la liberación de Israel. No era sino natural que, al venir el verdadero Cordero de Dios y se
llegara el m omento de ser sacrificado, el símbolo y tipo desapareciera. El sacrificio todo
suficiente de Jesucristo hizo que todo derramamiento posterior de sangre resultara
innecesario; y por tanto, fue enteramente adecuado que el elemento de sangre dejara el
camino para un elemento incruento que, como aquel, tuviera propiedades nutritivas.
Además, por medio de la muerte de Cristo la pared intermedia de separación fue derribada,
y las bendiciones de salvación se extendieron a todo el mundo. Y en vista de esto, era
perfectamente natural que la pascua, un símbolo que gozaba de estimación nacional,
quedara reemplazada por otro símbolo que no llevara consigo la implicación nacionalista.
368
Ons Avondmaals Formulier, pp. 243 y sig.
823
única clase de pan que había a la mano, y usó el vino ordinario que se utilizaba en
abundancia como bebida en Palestina. Pero no se insiste ni en una cosa ni en la otra,
y por tanto, no se sigue que no sea permisible usar pan con levadura y alguna otra
clase de vino. Los discípulos, indudablemente, reci bieron los elementos en posición
reclinada, pero esto no significa que los creyentes no puedan tomarlo sentados, de
rodillas o de pie.
a. La iglesia de Roma pone el énfasis sobre la cópula "es". Jesús quiso decir
que lo que El tenía en su mano era realmente su cuerpo aunque se mirara
como pan y tuviera sabor de pan. Pero esta es una posición por completo
824
insosten ible. Con toda probabilidad Jesús habló arameo y no usó para nada
cópula alguna. Y mientras estaba delante de sus discípulos en el cuerpo, no
hubiera podido muy bien decirles con toda seriedad que El tenía su cuerpo
en su mano. Además, aun sobre el concepto católico romano, no podría
haber dicho con verdad, "este es mi cuerpo", sino solamente decir, "esto se
está convirtiendo ahora en mi cuerpo".
b. Carlstadt sostuvo el nuevo concepto de que cuando Jesús habló estas
palabras, señaló a su cuerpo. Arguyó que el neutro touto no podría referirse
a artos, que es masculino. Pero el pan puede imaginarse como una cosa y de
esta manera referirse a él como a neutro. Además semejante afirmación
habría estado vacía de significado bajo las circunstancias del momento.
c. Lutero y los luteranos también acentúan la palabra "es", aunque admiten que
Jesús hablaba figuradamente. Según ellos la figura no era una metáfora, sino
una sinécdoque. El Señor simplemente quería decir a sus discípulos: En
donde ustedes tienen el pan, tienen mi cuerpo en, bajo y junto con él, aunque
la sustancia de los dos sigue siendo diferente. Este concepto está cargado
con la doctrina imposible de la omnipresencia del cuerpo físico de nuestro
Señor.
d. Calvino y las iglesias Reformadas entienden las palabras de Jesús en forma
metafórica: "Este es (es decir, significa) mi cuerpo". Semejante afirmación
sería tan ininteligible para los discípulos como otras afirmaciones parecidas,
por ejemplo, "yo soy el pan de vida", Juan 6: 35, y, "yo soy la vid
verdadera". Juan 15: 1.
Estas palabras traen implicado un contraste entre la sangre del Salvador, como la sangre del
nuevo pacto, y la sangre del antiguo pacto mencionada en Ex 24: 8. Esta última era sólo
una representación umbrosa de la realidad del Nuevo Testamento. Las palabras "por
825
vosotros", no tenían aplicación más amplia que la que hacen en la afirmación relacionada
con el pan, "que por vosotros es dado". No se deben entender en el sentido irrestricto de
"por todos los hombres indiscriminadamente", sino más bien, en el sentido limitado de "por
vosotros y por todos los que son realmente mis discípulos". Las palabras concluyentes en 1
Cor. 11:26, "porque con la frecuencia con que co miereis este pan y bebiereis esta copa
proclamáis la muerte del Señor hasta que El venga", señalan la importancia perenne de la
Cena del Señor como un memorial de la muerte sacrificial de Cristo; e intiman claramente
que tendrá que ser celebrada regularmente hasta que el Señor vuelva.
1. Es una representación simbólica de la muerte del Señor, I Cor. 11: 26. El hecho
central de la redención, prefigurado en los sacrificios del Antiguo Testamento se
presenta con claridad por medio de los importantes símbolos del sacramento del
Nuevo Testamento. Las palabras de la institución, "partido por vosotros" y
"derramada por muchos", apuntan al hecho de que la muerte de Cristo fue
sacrificial, para el beneficio y todavía más, en lugar de su pueblo.
que da vida, fuerza y gozo al alma. Esto se implica en los emblemas usados.
Precisamente como el pan y el vino nutren y dan vigor a la vida corporal del
hombre, así Cristo sostiene y aviva la vida del alma. Los creyentes se representan
por lo general en la Escritura como los que tienen en Cristo vida, fuerza y felicidad
propia.
4. Por último, el sacramento también simboliza la unión de los creyentes entre sí.
Como miembros del cuerpo místico de Jesucristo, constituyen una unidad espiritual,
comen del mismo pan y beben del mismo vino, I Cor. 10: 17; 12: 13. Reciben los
elementos el uno de la mano del otro y ejercitan comunión íntima, mutuamente.
La Cena del Señor no sólo es un signo sino también un sello. Muchos, en la actualidad,
pierden esto de vista, y tienen un concepto muy superficial de este sacramento,
considerándolo nada más como un memorial de Cristo y como una señal de la profesión
cristiana. Estos dos aspectos del sacramento, es decir, como signo y como sello, no son
independientes entre sí. El sacramento como un signo, o para decirlo de otra manera
el sacramento con todo lo que significa, constituye un sello. El sello se adhier e a las cosas
significadas, y es garantía del pacto de gracia de Dios revelado en el sacramento. El
Catecismo de Heidelberg dice que Cristo quiere "por medio de estas señales y prendas
visibles asegurarnos de que en realidad somos participantes, mediante l a obra del Espíritu
Santo, del cuerpo y de la sangre verdaderos cuando recibimos por la vía oral estas santas
señales en recuerdo de El; y que todos los sufrimientos de El y su obediencia son tan
ciertamente nuestros como si nosotros en nuestras propias pe rsonas hubiéramos sufrido
para darle a Dios una satisfacción por nuestros pecados". 369 Tenemos que considerar aquí
los siguientes puntos :
2. Además la Santa Cena asegura al creyente que participa del sacramento, no sólo el
amor y gracia de Cristo que ahora se ofrece a ellos como Redentor suyo en toda la
369
Lord's Day XXIX, Preg. 79
827
plenitud de su obra redentora; sino que da a cada uno la seguridad personal de que
todas las promesas del pacto y todas las riquezas de la oferta del evangelio son del
creyente mediante una donación divina, de tal manera que él ya tiene derecho a
reclamarlas como suyas.
3. Una vez más, el sacramento no sólo ratifica para el participante creyente la s ricas
promesas del evangelio sino que también le asegura que las bendiciones de la
salvación son de El como su actual posesión. Tan cierto como el cuerpo se nutre y
se renueva mediante el pan y el vino, así con toda seguridad pasa con el alma que
recibe el cuerpo y la sangre de Cristo mediante la fe, poseyendo desde ahora mismo
la vida eterna, y así con toda seguridad recibirá de esa vida, cada vez más
abundantemente.
Con este problema entramos a lo que durante mucho tiempo ha sido, y todavía es, motivo
de mucha diferencia de opinión en la iglesia de Jesucristo. De ninguna manera hay opinión
unánime en cuanto a la relación del signo con la cosa significada, es decir respecto a la
naturaleza de la presencia de Cristo en la Cena del Señor. Hay especialmente cuatro
conceptos que vienen aquí a la consideración:
EL CONCEPTO DE ROMA
Cristo. Se admite que aun después del cambio los elementos se ven y saben como pan y
vino. En tanto que la sustancia de ambos está cambiada, sus propiedades siguen siendo las
mismas. En la forma del pan y del vino el cuerpo y la sangre físicos de Cr isto están
presentes. La supuesta base escritural para esta interpretación se encuentra en las palabras
de la institución, "este es mi cuerpo", y er Juan 6: 50 y siguientes. Pero el primero de estos
pasajes es con toda claridad un tropo, como son aquellos de Juan 14: 6; 15: 1, y otros; y
Juan 6: 50, entendido literalmente, nos enseñaría más de lo que la iglesia católica misma
quisiera que admitiéramos, es decir, que cada uno de los que come de la Cena del Señor se
va al cielo, en tanto que ninguno que deje de comerla alcanzará la vida eterna (compárense
los versículos 53, 54). Además, el versículo 63 señala claramente hacia una interpretación
espiritual. Todavía más, es casi imposible concebir el pan que Jesús partió como si hubiera
sido el cuerpo mismo que lo estaba manejando; y se notará que la Escritura al pan lo llama
pan aun después de haber sido, supuestamente, transubstanciado, I Cor. 10: 17; 11: 26, 27,
28. Esta idea de Roma atropella también a los sentidos humanos, dondequiera que creamos
que lo que sabe y se ve como pan y vino, sea realmente carne y sangre; y a la razón
humana, en donde requiere que creamos en la separación de una sustancia y de sus
propiedades, y en la presencia de un cuerpo material en diversos lugares al mismo tiempo,
siendo estas dos ideas contrarias a la razón. En consecuencia, la elevación y la adoración de
la hostia se quedan sin ningún fundamento adecuado.
EL CONCEPTO LUTERANO
el cuerpo y la sangre del Señor "por la vía oral" , y no nada más que se apropien éstos
mediante la fe. Los comulgantes indignos reciben también el cuerpo y la sangre del Señor,
pero para su condenación. Esta idea no es mucho mejor que la católicorromana, aunque no
envuelve el frecuentemente repetido mila gro del cambio de sustancia sin un cambio de
atributos. Realmente hace que las palabras de Jesucristo signifiquen, 'esto acompaña a mi
cuerpo', una interpretación que resulta más impropia que cualquiera de las otras. Además,
está cargada con la doctrina im posible de la ubicuidad de la naturaleza humana glorificada
del Señor, la cual algunos luteranos descartarían gustosamente.
EL CONCEPTO ZWINGLIANO
Hay una impresión muy general, que no carece, del todo, de fundamento, respecto a que el
concepto de Zwingli o acerca de la Cena del Señor era muy defectuoso. Se le atribuye haber
enseñado que es un signo o símbolo vacío, que representa o significa figurativamente las
verdades o bendiciones espirituales; y que su recepción es una mera conmemoración de lo
que Cristo hizo por los pecadores, y sobre todo un distintivo de la profesión del cristiano.
Sin embargo, esto difícilmente hace justicia al Reformador suizo. Algunas de sus
afirmaciones indudablemente traen la idea de que para él el sacramento era nada más un
rito conmemorativo y un signo y símbolo de lo que el creyente prometía en él. Pero sus
escritos contienen también afirmaciones que señalan hacia una importancia más profunda
de la Cena del Señor y la contemplan como un sello o prenda de lo que Dios en el
sacramento hace por el creyente. De hecho, parece que con el correr del tiempo Zwinglio
cambió un tanto su concepto. Es muy difícil determinar con exactitud lo que creía en cuanto
a este asunto. Evidentemente, quiso excluir de la doctrina de la Cena del Señor todo
misticismo ininteligible, y mostró en su exposición una excesiva inclinación hacia la
claridad y la sencillez. Ocasionalmente se expresa dando a entender que es un mero signo o
símbolo, una conmemoración de la muerte del Señor. Y aunque, de paso, habl a también del
sacramento como de un sello o prenda, ciertamente no hace justicia a esta idea. Además,
para él cae el énfasis en lo que el creyente hace en el sacramento, más bien que en lo que
Dios garantiza en el mismo sacramento. Para Zwinglio comer del cuerpo de Cristo se
identifica con la fe en Cristo y una confianza llena de fe en su muerte. Niega la presencia
corporal de Cristo en la Cena del Señor, pero no niega que Cristo está presente allí en el
sacramento de una manera espiritual para la fe del cr eyente. Cristo está presente nada más
en su naturaleza divina y en la aprehensión del comulgante creyente.
EL CONCEPTO REFORMADO
830
1. Calvino objeta la doctrina de Zwinglio acerca de la Cena del Señor, porque permite
que la idea de lo que el creyente hace en e l sacramento eclipse el regalo que nos da
Dios en ese sacramento.
2. Y porque Zwinglio ve en el comer del cuerpo de Cristo nada más la fe en el nombre
de Cristo y la confianza en su muerte, y fuera de eso ninguna cosa más importante.
Según Calvino, el sacram ento queda relacionado no nada más con la obra pasada de
Cristo, con el Cordero que murió (como parece que piensa Zwinglio), sino también
con la obra actual y espiritual de Cristo, con el Cristo que está vivo en gloria.
Calvino cree que Cristo aunque no es té presente en la Cena, de manera corporal y
local, sin embargo, está presente, y se disfruta de El en su entera persona, es decir
del cuerpo y de la sangre. Calvino enfatiza la unión mística de los creyentes con la
persona completa del Redentor.
Su explicación no es por completo clara, pero parece que quiere decir que el cuerpo y la
sangre de Cristo, aunque ausente El de nosotros, y presente localmente solo en el cielo,
comunica una influencia que da vida al creyente cuando este se encuentra en el acto de
recibir los elementos. Esa influencia, aunque real no es física sino espiritual y mística, está
mediada por el Espíritu Santo, y condicionada con el acto de fe mediante el cual el
comulgante recibe simbólicamente el cuerpo y la sangre de Cristo. En cuanto al modo en
que esta comunión con Cristo se efectúa, hay dos explicaciones. Algunas veces se explica
como si mediante la fe el comulgante levantara su corazón hasta el cielo, en donde Cristo
está ; otras veces, como si el Espíritu Santo trajera la influenc ia del cuerpo y la sangre de
Cristo hasta el nivel del comulgante. Dabney rechaza positivamente la explicación de
Calvino en cuanto a que el comulgante participe del verdadero cuerpo y sangre de Cristo en
el sacramento. Este es sin duda un punto obscuro en la explicación de Calvino. Algunas
veces parece que coloca mucho énfasis en el sentido literal de la carne y de la sangre. Sin
embargo, quizá, sus palabras deban entenderse sacramental -mente, es decir, en un sentido
figurado. Este concepto de Calvino es e l que se encuentra en nuestros símbolos
confesionales. 370 Una interpretación muy común acerca de este punto dudoso en la doctrina
de Calvino, es que el cuerpo y la sangre de Cristo están presentes sólo en forma virtual, es
decir, en las palabras del Dr. Hodg e, que "las virtudes y los efectos del sacrificio del cuerpo
del Redentor en la cruz se nos hacen presentes y llegan verdaderamente hasta nosotros, en
el sacramento, para aquel que lo recibe dignamente por el poder del Espíritu Santo, el cual
usa el sacramento como su instrumento de acuerdo con su soberana voluntad". 371
370
Compárese la Confesión Bel ga, Art. XXXV; Catecismo de H eidelberg, preg. 75, 76, y también en la
Forma para la celebración de la Cena del Señor.
371
COMM. on the Conf ession of Faith, p. 492.
831
El sacramento de la Cena del Señor instituido por el mismo Señor como signo y señal, es en
ese concepto, un medio de gracia también. Cristo instituyó este sacramento para el
beneficio de sus discípulos y de todos los creyentes. Fue con toda claridad la intención del
Salvador que sus seguidores derivaran provecho de la participación en el sacramento. Esto
se deduce del hecho preciso de que lo instituyó como signo y sello del pacto de gracia.
También, desde luego, puede inferirse lo mismo del comer y beber simbólicamente, lo cual
apunta hacia el nutrimiento y la revivificación, y de pasajes como Juan 6: 48 -50,
(independientemente d el problema, si este pasaje se refiere directamente a la Cena del
Señor, o no), y de I Cor. 11 : 17.
¿Cómo funciona el sacramento en este sentido? ¿Es la Cena del Señor, en algún sentido,
una causa meritoria de la gracia conferida? ¿Confiere la gracia independientemente de la
condición espiritual del recipiente, o no?
1. El concepto católico romano. Para los católico romanos la Cena del Señor no es
nada más un sacramento, sino también un sacrificio; y todavía más, es el primero de
todos los sacrificios. Es "la renovación incruenta del sacrificio de la cruz". Esto no
832
significa que en l a Cena del Señor, Cristo muera verdaderamente de nuevo, sino que
El sufre un cambio externo, que en alguna manera equivale a la muerte. ¿No habló
el Señor del pan como su cuerpo que fue partido en favor de los discípulos, y del
vino como su sangre que era derramada por ellos ? Los controversistas católico
romanos algunas veces dan la impresión de que este sacrificio tiene sólo un carácter
representativo o conmemorativo, pero esta no es la doctrina verdadera de la iglesia.
El sacrificio de Cristo en la Cena del Señor está considerado como un verdadero
sacrificio, y se supone que tiene un valor propiciatorio. Cuando se pregunta si este
sacrificio consigue méritos para el pecador, las autoridades católico romanas
comienzan por limitar su lenguaje y hablar de un a manera inconsistente. La
declaración de Wilmers en su Handbook of the Christian Religion, que se usa como
libro de texto en muchas escuelas católico romanas, puede citarse como un ejemplo.
Dice en la página 348: "Entendemos por frutos del sacrificio de l a misa, los efectos
que produce para nosotros, hasta donde es sacrificio de expiación y de impetración:
a. No sólo gracias sobrenaturales, sino también favores naturales
b. Remisión de pecados y del castigo que estos merecen. Lo que Cristo gana
para nosotros mediante su muerte en la cruz se nos aplica en el sacramento
de la misa". Después de llamar al sacrificio de la misa un sacrificio de
expiación la frase final parece decir que es, después de todo, nada más un
sacrificio en el cual todo lo que Cristo ganó p ara nosotros en la cruz se
aplica a los que participan de El. Hasta donde la Cena del Señor tiene que
ser considerada como un sacramento, la iglesia católicorromana enseña que
el sacramento actúa ex opere operato, lo cual significa, "en virtud del acto
sacramental mismo, y no en virtud de los actos o disposiciones del que lo
recibe, o de la dignidad del ministro (ex opere operantis). Esto significa que
cada uno de los que reciben los elementos, sea malvado o piadoso, recibe
también la gracia significada, la cual se concibe como una sustancia
contenida en los elementos. El rito sacramental mismo trae gracia para el
recipiente. Al mismo tiempo nos enseña, aunque con mucha inconsistencia,
según parece, que los efectos del sacramento tienen que frustrarse por
completo o en parte debido a la existencia de algún obstáculo, debido a la
ausencia de aquella disposición que hace que el alma sea capaz de recibir la
gracia, o por la falta de intención del sacerdote de hacer lo que la iglesia
hace.
2. El concepto que prevalece entre los protestantes. El concepto que prevalece en las
iglesias protestantes es que el sacramento no actúa ex opere operato. No es en sí
833
mismo una causa de gracia, sino nada más un instrumento en las manos de Dios. Su
operación eficaz depende, no sól o de la presencia, sino de la actividad de la fe que
hay en el recipiente. Los incrédulos pueden recibir los elementos externos, pero no
reciben la casa significada por ellos. Sin embargo, algunos luteranos y los de la
iglesia alta episcopal, en su deseo d e mantener el carácter objetivo del sacramento,
manifiestan con claridad una tendencia hacia la posición de la iglesia de Roma.
"Creemos, enseñamos y confesamos", dice la fórmula de concordia, "que no sólo
los verdaderos creyentes en Cristo, y los que dign amente se acercan a la Cena del
Señor, sino también los indignos y los incrédulos reciben el verdadero cuerpo y
sangre de Cristo ; sin embargo, lo reciben de tal manera, que no derivan de El ni
consolación, ni vida ; sino más bien lo reciben para que se le s vuelva juicio y
condenación, a menos que se conviertan y se arrepientan (1 Cor. 11 : 27, 29). 372
Para responder a la pregunta, "¿para quiénes se instituyó la Cena del Señor ?" el Catecismo
de Heidelberg dice: "Para aquellos que verdaderamente están descontentos consigo mismos
debido a sus pecados y que sin embargo confían en que estos les son perdonados por causa
de Cristo, y que la debilidad de que todavía adolecen queda cubierta por la pasión y muerte
del Redentor ; para aquellos que desean más y más fortalecer su fe y hacer que su propia
vida mejore". De estas palabras se deduce que la Cena del Señor no fue instituida para toda
clase de hombres, indiscriminadamente, ni aun siquiera para aquellos que tienen un lugar
visible en la iglesia de Cristo, sino sólo para aquellos que se arrepienten sinceramente de
sus pecados, que confían en que estos han sido cubiertos por la sangre expiato ria de
Jesucristo, y que anhelan aumentar su fe, y crecer en verdadera santidad de vida. Los
participantes de la Cena del Señor deben ser pecadores arrepentidos, que están listos a
admitir que por sí mismos están perdidos. Deben tener una fe viva en Jesucr isto, de tal
manera que confíen para su redención en la sangre expiatoria del Salvador. Todavía más,
deben tener un adecuado entendimiento y apreciación de la Cena del Señor, deben discernir
la diferencia entre esta comida santa y la comida común, y deben estar impresionados con
el hecho de que el pan y el vino son los símbolos del cuerpo y de la sangre de Cristo. Y por
372
VII, 7
834
último, deben tener un deseo santo de crecimiento espiritual y de una conformidad cada vez
más grande a la imagen de Cristo.
QUIENES SON LOS QUE DEBEN SER EXCLUIDOS DE LA MESA DEL SEÑOR
Puesto que la Cena de señor es un sacramento de la iglesia y para la iglesia, se infiere que
todo aquello que está fuera de la iglesia no debe participar de él. Pero es necesario hacer
todavía limitaciones ma yores. Ni siquiera los que tienen un lugar en la iglesia pueden ser
admitidos indistintamente a la mesa del Señor. Deben notarse las siguientes excepciones:
1. Aunque en los días del Antiguo Testamento a los niños se les permitía comer la
pascua, no debe permitírseles que participen de la mesa del Señor, puesto que
todavía no han cumplido los requerimientos para una digna participación. Pablo
insiste sobre la necesidad de un examen propio y previo para la celebración, cuando
dice: "Pero que cada uno se pruebe a sí mismo, y así participe del pan y beba de la
copa", I Cor. 11 : 28, y los niños no son capaces de examinarse ellos mismos.
Además, señala que, para participar de la Cena del Señor de una manera digna, es
necesario discernir el cuerpo, I Cor. 11 : 29, l o que quiere decir, distinguir
adecuadamente entre los elementos que se usan en la Cena del Señor y el pan y el
vino ordinarios, reconociendo estos elementos como símbolos del cuerpo y de la
sangre de Cristo. Y esto, también, está más allá de la capacidad de los niños. Es sólo
después de que hayan llegado a los años de la discreción, cuando se les permitirá
reunirse en la celebración de la Cena del Señor.
3. Ni siquiera los verda deros creyentes deben participar de la Cena del Señor bajo
todas las condiciones y estados de mente. La condición de la vida espiritual de ellos,
su relación consciente con Dios y su actitud hacia los hermanos cristianos debe ser
tal que no los descalifiqu e para reunirse en un ejercicio espiritual como la
celebración de la Cena del Señor. Esto está implicado con toda claridad en lo que
Pablo dice en I Cor. 11: 28 -32. Había prácticas entre los Corintios que realmente
hicieron que su participación de la Cena del Señor resultara una burla. Cuando una
persona es consciente de su apartamiento del Señor o de sus hermanos, no tiene
lugar adecuado a la mesa que habla de la comunión. Sin embargo, debe establecerse
con toda claridad, que la falta de seguridad de la sa lvación no necesariamente debe
impedir que vengamos a la mesa del Señor, puesto que la Cena del Señor fue
instituida con el preciso propósito de fortalecer la fe.
1. ¿Puede probarse que la Cena del Señor tomó el lugar de la pascua del Antiguo
Testamento?
2. ¿Cómo?
3. ¿Es permisible partir el pan en cuadros antes de la administración de la Cena del
Señor, y usar la copa individual?
4. ¿Qué significa el término "presencia real" en relación con ese sacramento?
5. ¿Enseña la Biblia tal pres encia real?
6. Si lo hace, ¿favorece la idea de que la naturaleza humana de Cristo está presente en
el estado de humillación o en el de glorificación?
7. ¿Qué da a entender la doctrina Reformada de la presencia espiritual?
8. ¿El discurso de Jesús pronunciado en Ju an 6 se refiere verdaderamente a la Cena del
Señor?
9. ¿Cómo defiende Roma la celebración de la Cena del Señor bajo una sola especie?
10. ¿Cómo surgió el concepto de la Cena del Señor como sacrificio?
11. ¿Qué objeciones hay en contra de este concepto?
12. ¿Equivale el simple acto de "comer el cuerpo" a creer en Cristo?
13. ¿Puede sostenerse la comunión abierta?
Una doctrina de las últimas cosas no es algo que sea peculiar a la religión cristiana.
Dondequiera que el pueblo haya reflexionado seriamente sobre la vida humana, sea esta la
del individuo o la de la raza, no sólo se habrán preguntado, de dónde brotó, cómo llegó a
ser lo que es, sino también, hacia dónde va. Preguntan: ¿Cuál es la finalidad o el destino
837
final del individuo? y ¿Cuál es la meta hacia la que se mueve la raza humana? ¿Perece el
hombre con la muerte, o entra a otro estado de existencia, sea de bendición o de perdición?
¿Irán y vendrán en interminable sucesión las generaciones humanas hasta' que por fin se
hundan en el olvido, o está esta raza de los hijos de los hombres y toda la creación
moviéndose hacia algún divino telos, una finalidad designada para ella por Dios? Y si la
raza humana se está moviendo hacia alguna finalidad, hacia a lguna ideal, alguna condición
quizá, ¿participarán de alguna manera en esa finalidad las generaciones que han venido y se
han ido? y si es así, ¿cómo? o ¿servirán nada más como avenida que conduzca hasta el
grandioso clímax? Como es natural, sólo pueden ha blar de una consumación, y tienen una
doctrina escatológica aquellos que creen que como la historia del mundo tuvo un principio,
así también tendrá un fin.
El problema del desatino final del individuo y de la r aza ocupó un lugar muy importante
hasta entre, las especulaciones de los filósofos. Platón enseñó la inmortalidad del alma, es
decir, su continuada existencia después de la muerte y esta doctrina, ha permanecido como
un principio importante en la filosofía hasta el presente. Spinoza no tuvo lugar para ella en
su sistema panteísta, pero Wolft y Leibnitz la defendieron con toda clase de argumentos.
Kant acentuó lo insostenible de estos argumentos, pero a pesar de todo, retuvo la doctrina
de la inmortalidad co mo un postulado de la razón práctica. La filosofía idealista del Siglo
la universalidad que no tenemos una constancia confiable de una tribu, o nación, o religión
373
. Puede manifestarse en la convicción de que los muertos todavía
están sobrevolando alrededor y cerca de nosotros, en la adoración de los antepasados, en la
consulta con los muertos, en el concepto de un bajo mundo habitado por muertos, o en la
idea de la trasmigración de las almas; pero siempre está presente en alguna forma o en otra.
En estas religiones, sin embargo, todo es vago e incierto. Sólo en la religión cristiana es
donde la doctrina de las últimas cosas se trata con grande precisión, y trae con ell a una
seguridad de que es divina. Como es natural, los que no están contentos con descansar su
fe, exclusivamente, en la Palabra de Dios, sino que la hacen contingente con la experiencia
y con las manifestaciones de la conciencia cristiana, sufren en este punto una grande
desventaja. En tanto que pueden experimentar algún despertamiento espiritual, la
iluminación divina, el arrepentimiento y la conversión, y hasta observar los frutos de la
operación de la gracia divina en las propias vidas, no pueden experi mentar ni ver las
realidades del mundo futuro. Tendrán que aceptar el testimonio de Dios respecto a esto, o
continuar palpando en la oscuridad. Si no desean construir la casa de su esperanza sobre
aspiraciones vagas e indeterminadas tendrán que volverse a la firme base que proporciona
la Palabra de Dios.
Hablando en sentido general, se puede decir que el cristianismo nunca a ha olvidado las
predicciones gloriosas respecto a su futuro, y el del indiv iduo cristiano. Tampoco el
individuo cristiano, ni la iglesia pueden evitar pensar acerca de estos asuntos, y siempre
encuentran consuelo en ellos. Sin embargo, a veces la iglesia cargada con los cuidados de la
vida, o impedida con sus placeres, piensa poc o en el futuro, Además, acontece repetidas
veces que, en temporadas piensa mas en estos, y en otras cosas, mas de aquellos otros
elementos particulares de su esperanza futura. En días de defección la esperanza cristiana se
vuelve a veces obscura e incierta , pero nunca muere del todo. Al mismo tiempo puede
decirse que nunca ha habido un período en la historia de la iglesia cristiana, en la que la
escatología fuera el centro del pensamiento cristiano. Los otros loci de la dogmática han
tenido cada uno su tiem po especial de desarrollo, pero no se puede decir esto de la
escatología. Tres períodos pueden distinguirse en la historia del pensamiento escatológico.
373
Life Beyond Death, p 3
839
Bajo la dirección del Espíritu Santo la atención de la iglesia se dirigió desde lo futuro hacia
lo presente, y poco a poco se olvidó el quilianismo. Especialmente, bajo la influencia de
Orígenes y de Agustín, los conceptos antiquilianistas se hicieron prominentes en la iglesia.
Pero aunque éstos se consideraron ortodoxos, no fueron desarrollados por completo en una
forma sistemátic a. Había una creencia general en la vida después de la muerte, en el retorno
del Señor, en la resurrección de los muertos, en el juicio final y en un reino de gloria, pero
se reflexionaba muy poco sobre la manera de cada uno de éstos. El pensamiento de un reino
material y temporal dejó camino al de la vida eterna y de la futura salvación. Con el correr
del tiempo la iglesia quedó colocada en el centro de atención, y la iglesia jerárquica se
identificó con el reino de Dios. Ganó campo la idea de que fuera de la iglesia no había
salvación, y que la iglesia determinaba la preparación pedagógica adecuada para el futuro.
Se puso mucha atención al estado intermedio, y en forma particular, a la doctrina del
purgatorio. En relación con esto se colocó en el primer pl ano la mediación de la iglesia, la
doctrina de la misa, la de las oraciones por los muertos y la de las indulgencias. Como una
protesta en contra de este eclesiasticismo, el quilianismo hizo de nuevo su aparición en
diversas sectas. Esto fue, en parte, una reacción de naturaleza pietista contra, el
externalismo y la mundanalidad de la iglesia.
840
que en la porción de la teología que trata de la vida futura. En d onde los teólogos
acostumbraban hablarnos en detalle respecto a las últimas cosas, ahora nos ponen delante,
en términos un tanto generales, la base razonable para una confianza optimista en la
374
. Sin embargo, en la actualidad hay
algunas señales de un cambio hacia lo mejor.
Una nueva ola de premilenialismo apareció, el cual no se limita a las sectas, sino que ha
encontrado entrada en algunas de las iglesias de nuestro día, y sus abogados sugieren una
filosofía cristiana de la historia, basada en particular sobre el estudio de Daniel y el
374
A Guide to the study of the Christian Religion, p. 538.
841
Apocalipsis, y ayudan a poner la atención una vez más sobre el fin de los siglos. Weiss y
Schweitzer llaman la atención al hecho de que las enseñanzas escatológicas de J esús fueron
mucho más importantes en su bosquejo de pensamiento, que sus preceptos éticos, los
cuales, después de todo, representan nada más un "lnterimsethik" (pensamiento
intermedio). Y kart Barth también acentúa el elemento escatológico en la revelación divina.
Cuando Kliefoth escribió su Eschatologie, se quejaba del hecho de que, hasta entonces,
todavía no había aparecido un tratado comprensivo Y adecuado sobre la escatología
considerada como un todo; Y llama además la atención a que en obras dogmáticas aparece
la escatología, con frecuencia, no como una de las principales divisiones al lado de las
otras, sino nada más como un apéndice fragmentario Y de poca importancia, en tanto que
otros de los problemas que corresponden a la escatología se discuten en otros lugares de la
dogmática. Hubo muy buenas razones para esta queja. En general, se puede decir que la
escatología es todavía la menos desarrollada de todas las otras materias de la dogmática'.
Además, con frecuencia se le ha dado un lugar muy subordinado en el estudio sistemático
de la teología. Fue un error de Coccejus haber arreglado el total de la dogmática según el
esquema de los pactos, Y así la trató como un estudio histórico, más bien que, una
presentación sistemática de todas las verdades de la religión cristiana. En semejante
esquema escatológico sólo podría aparecer como el final de la historia, y no en ningún
sentido como uno de los elementos constitutivos de un sistema de verdad. Una discusión
histórica de las últimas cosas debe formar parte de la historia revelationis, pero no puede,
como tal, introducirse como parte integral de la dogmática. La dogmática no es ciencia
descriptiva sino normativa, en la cual, más que una mera verdad histórica, queremos
encontrar una verdad absoluta. Los teólogos Reformados, sin excepción, vieron este punto
con toda claridad, y por lo tanto discutieron las ultimas cosas en forma sistemática . Sin
embargo, no siempre le hacen justicia como una de las principales divisiones de la
dogmática, sino que le dan un lugar subordinado en algunas de las otras divisiones.
Algunos de ellos la conciben como si solamente tratara de la glorificación de los s antos o
de la consumación del gobierno de Cristo, y la introducen en la terminación de la discusión
de la Soteriología como objetiva y subjetiva. El resultado ha sido que algunas partes de la
escatología reciben el debido énfasis, en tanto que otras han te nido que ser descuidadas. En
842
porque aunque trata de Dios como d juez consumador y universal, hablando en forma
375
Si la
escatología no es teología no tiene lugar adecuado en la dogmática.
Aunque par
375
P1
843
un ideal que nunca estalla completamente realizado, sino como una perfecta realidad - y es
claro qué dificultades están implicadas en eso. Por lo mismo, aparecerá al final en la
presentación de la escatología, si no es que más pronto, si la realidad de esta comunión con
376
EL NOMBRE ESCATOLOGÍA
verdad que estas expresiones algunas veces se refieren a toda la dispensación del Nuevo
Testamento, pero aun así, incorporan una idea escatológica. La profecí a del Antiguo
profetas explicaban la venida del Mesías y el fin del mundo como c oincidentes, los
como al fin del mundo. En ninguna parte tranzan una línea clara de distinción entre una
primera y una segunda venida del Mesías. Sin embargo en el Nue vo Testamento se hace
evidente a la perfección que la venida del Mesías es doble, y que la Edad Mesiánica incluye
dos etapas, la presente Edad Mesiánica y la futura consumación. En consecuencia, la
dispensación del Nuevo Testamento debe ser considerada baj o dos diferentes aspectos. Si
se fija la atención sobre la futura venida del Señor, y todo lo que procede se considera como
como vivientes en la época de aquel evento importante, que es, la venida del Señor en
gloria y la consumación final. Si, por otra parte, centramos la atención sobre la primera
venida de Cristo, es natural considerar a los creyentes de esta dispensación, aunque sólo sea
en principio, como los que vi ven ya en la edad futura. Esta explicación de su condición no
es rara en el Nuevo Testamento. El reino de Dios ya está presente, la vida eterna está
realizada en principio, el Espíritu es las arras de la herencia celestial, y los creyentes ya
están sentados con Cristo en lugares celestiales. Pero aunque algunas de las realidades
escatológicas si proyectan de esta manera en el presente, no se realizan por completo sino
376
The Christian Faith, p. 831
844
particularmente los hechos y eventos que tienen relación con la segunda venida de Cristo, y
que marcarán el fin de la presente dispensación, introduciendo las glorias eternas del futuro.
ESCATOLOGÍA GENERAL
ESCATOLOGÍA INDIVIDUAL
Además de la escatología general, también tenemos la individual, una escatología que debe
tomarse en consideración. Los eventos nombrados deben constituir el todo de la escatología
en el sentido estricto de la palabra, y sin embargo no podemos hacer justicia a esto sin
demostrar cómo las generaciones que han muerto participarán en los eventos finales. Para
el individuo el fin de la existencia presente viene con la muerte, la cual no transfie re por
completo desde esta edad presente y lo introduce en la futura. Hasta donde tiene que ver su
remoción de la edad presente con su desarrollo histórico, el individuo queda introducido en
la edad futura, la cual es la eternidad. En la misma medida en qu e hay un cambio de
localidad, hay también un cambio de edad (aeon). Las cosas que se relacionan con la
condición del individuo entre su muerte y la resurrección general, pertenecen a la
escatología personal o individual. La muerte física, la inmortalidad d el alma, y la condición
intermedia demandan que las discutamos aquí. El estudio de estos asuntos servirá para
845
relacionar la condición de aquellos que mueren antes de la venida del Señor (parusía), con
la consumación final.
377
Comparese Bavinck, Bijb. En Rel. Psych., p. 34.
846
nos enseña que, donde éstas se separan y cesan, entra la muerte. La muerte significa un
rompimiento en las relaciones natural es de la vida. Puede decirse que el pecado es por su
muerte, debido al que representa un rompimiento en las relaciones vitales en las que el
hombre creado a la imagen de Dios, guarda para con creador. Significa la pérdida de esa
imagen, y en consecuencia perturba todas las, relaciones de la vida. Este rompimiento se
lleva también a cabo en aquella separación del cuerpo y del alma que llamamos muerte
física.
Los pelagianos y los socinianos: enseñan que el hombre fue creado mortal, no sólo en el
sentido de que podía caer como presa de la muerte, sino también en el sentido de que, en
virtud de su creación estaba bajo la ley de la muerte, y en el curso del tiempo tenía que
morir. Esto significa que Adán no era sólo susce ptible de morir, sino que ya estaba sujeto a
la muerte antes de la caída. Los que abogan por este concepto fueron impulsados,
principalmente, por el deseo de evitar la prueba del pecado original derivada del
sufrimiento y la muerte de los niños. En el día actual la ciencia parece sostener esta
posición acentuando el hecho de que la muerte es la ley de la materia organizada, puesto
que lleva consigo mismo la semilla de la decadencia y la disolución. Algunos de los Padres
primitivos de la iglesia y algunos te ólogos posteriores, por ejemplo Warburton y Laidlau,
toman la posición de que Adán fue creado mortal en verdad, es decir, sujeto a la ley de la
disolución, pero que la ley fue efectiva en su caso sólo debido a que pecó. Si él hubiera
probado por si, ser ob ediente, habría sido exaltado al estado de inmortalidad. Su pecado, en
este sentido, trajo no un cambio en su ser esencial, sino que lo colocó bajo la sentencia de
Dios dejándolo sujeto a la ley de la muerte, y lo despojó del bien de la inmortalidad, la cu al
él habría tenido sin pasar por la muerte. En este concepto la entrada real de la muerte, de
consiguiente, sigue siendo penal. Es un concepto que puede acomodarse muy bien con la
posición supralapsariana, pero que ésta no la exige. En realidad, esta teor ía busca nada más
acomodar los hechos, tal como están revelados en la Palabra de Dios, con los dictados de la
ciencia, pero ni siquiera éstos la hacen imperativa. Suponiendo que la ciencia hubiera
probado definitivamente que la muerte imperó en los reinos vegetal y animal desde antes de
la entrada del pecado, no se seguiría necesariamente que también había prevalecido en el
mundo de los seres racionales y morales. Y aun cuando se estableciera más allá de toda
sombra de duda que todos los organismos físicos, incluyendo al hombre llevan ya con ellos
las semillas de la disolución, esto tampoco probaría que el hombre no hubiera sido una
excepción a la regla antes de la caída. ¿Diremos que el poder absoluto de Dios, mediante el
847
cual fue creado el universo, no era suficiente para hacer que el hombre continuara en la
vida indefinitivamente? Además, Debemos de recordar los siguientes datos Bíblicos:
3. Las expresiones bíblicas señalan con toda certidumbre a la muerte com o algo que
fue introducido en el mundo de la humanidad por causa del pecado, y como un
positivo castigo por el pecado, Gen 2: 17; 3: 19; Rom. 5: 12,17; 6:23; 1 Cor. 15:21;
Sgo. 1: 15.
obligación de presentar ninguna satisfacción penal, surge la pregunta, ¿Por qué tienen que
morir? Es muy evidente que para ellos el elemento penal h a sido quitado de la muerte. Y a
no están bajo la ley, sea que se considere ésta como un requerimiento del pacto de obras o
como un poder condenador, puesto que han obtenido un completo perdón de todos sus
pecados. Cristo se convirtió en maldición por causa de ellos y de esta manera removió el
castigo del pecado. Pero si esto es así: ¿Por qué Dios estima necesario todavía conducirlos a
través de la trituradora experiencia de la muerte? ¿Por qué no simplemente los traslada al
cielo de una vez? No puede decirs e que la destrucción del cuerpo sea esencial en lo
absoluto para una perfecta santificación, puesto que esto está contradicho por los ejemplos
de Enoc y de Elías. Tampoco se satisface con decir que la muerte liberta el los creyentes de
los males y sufrimie ntos de la vida presente y de los impedimentos del polvo, al liberar el
espíritu del cuerpo actual, miserable y sensual Dios podría efectuar esta liberación también
mediante una transformación repentina, tal como la que experimentarán los santos al
tiempo de la parusía. Es por completo evidente que la muerte de los creyentes debe
considerarse como la culminación de los castigos con que Dios ha determinado la
santificación de su pueblo. Aunque la muerte en sí misma sigue siendo una verdadera
calamidad natural para los hijos de Dios, es decir, algo antinatural, que ellos conceptúan
como un mal, en la economía de la gracia se le hace servir para el adelanto espiritual de
ellos y para los mejores intereses del reino de Dios. El mero pensamiento de la muerte, los
desenlaces producidos por ella, el sentimiento de que la enfermedad y los sufrimientos
abrigan a la muerte, y la conciencia de su aproximación, tienen todos ellos un efecto muy
benéfico sobre el pueblo de Dios. Sirven para humillar el orgullo, para mortif icar la
carnalidad, para denunciar la mundanalidad y para avivar el entendimiento espiritual. En la
unión mística con su Señor los creyentes son hechos participantes de la experiencia de
Cristo. Así como El entró a su gloria por el sendero del sufrimiento y de la muerte, ellos
también entran a su eterna recompensa sólo mediante la santificación. La muerte con
frecuencia es la prueba suprema de la fortaleza de la fe que hay en ellos, y con frecuencia
produce impresionantes manifestaciones de la conciencia de victoria en la hora precisa de
lo que parece derrota, 1 Pedro 4: 12, 13. La muerte completa la santificación de las almas
Jesús, II Tes. 1: 7, y saben que aun sus cuerpos finalmente serán arrebatados del poder de la
muerte, para estar para siempre con el Señor, Rom. 8:-
él el vivir era Cristo, y morir era ganancia. De aquí que pudiera hablar con notas jubilosas
Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo,
-8)
En lo precedente quedó indicado que la muerte física es la separación del cuerpo y del alma
y que señala el fin de nuestra existencia física presente. La muerte, necesariamente,
envuelve y tiene como resultado la descomposición d el cuerpo. Señala el fin de nuestra
alma? ¿Trae la muerte física el fin del alma, o continúa ésta existiendo y viviendo después
de la muerte? Siempre ha sido la co nvicción firme de la Iglesia de Jesucristo que el alma
continuara viviendo aún después de su separación del cuerpo. Esta doctrina de la
inmortalidad del alma demanda breve consideración en este lugar.
e interés
permanente. Y con ella vuelve de nuevo, constantemente, la pregunta respecto a que si
todavía viven los muertos. La respuesta a esta pregunta en la práctica siempre ha sido de
carácter afirmativo. Aunque los evolucionistas no puedan admitir aquel la fe en la
inmortalidad del alma como una capacidad original del hombre, tampoco pueden negar que
esta fe es por completo universal, y se encuentra aun en las formas más bajas de religión.
Bajo la influencia del materialismo muchos se han inclinado a duda r y aun a negar la vida
futura del hombre. Sin embargo, esta actitud negativa no es dominante. En un simposium
favor de una vida futura. Los argumentos históricos y filosóficos respecto a la inmortalidad
del alma no son conclusivos en absoluto: pero, en verdad, son testimonios importantes a
favor de la existencia continuada, personal y consciente del hombre. Son los siguientes:
reveses penosos y humillantes, y sufren muchas aflicciones. De aquí que debe haber
un estado futuro de existencia, en el cual la justicia reine suprema, y en el que
queden compensadas las desigualdades de' la vida presente.
teólogos a señalarles un solo pasaje en el que la Biblia enseña que el al ma del hombre es
inmortal. Pero aunque la Biblia no afirme explícitamente que el alma del hombre sea
inmortal, y no procure probarlo de alguna manera forma, así como tampoco procura
presentar prueba formal de la existencia de Dios, esto no significa que la Biblia niegue, o
contradiga, o aun ignore la inmortalidad del alma. Claramente reconoce en muchos pasajes
que el hombre continúa su existencia consciente después de la muerte. De hecho la Biblia
trata la verdad de la inmortalidad del hombre de manera muy semejante como lo hace con
la existencia de Dios, es decir, la considera como un postulado indiscutible.
podían invocar los espíritus de los muertos y traer mensajes de ellos para quienes
los consultaban, Lev. 19:31, 20:27; Deut. 18:11; Isa 8:19; 29:4. La Escritura no dice
que sea imposible consultar a los muertos, sino más bien parece presuponer la
posibilidad, aunque la condena en la práctica.
22: 32, compárese Ex 3: 6, y reprende a los judíos por no entender las Escrituras en
cuanto a este punto. Además, la doctrina de la resurrección se enseña en forma
explícita en pasajes como Job 19: 23 -27; Sal 16: 9-11; 17: 15; 49: 15; 73:24; Isa.
26:19; Dan. 12:2.
En el Nuevo Testamento, después de que Cristo trajo a la luz la vida y la inmortalidad, las
pruebas se multiplican de manera natural. Los pasajes que contienen estas alusiones pueden
nuevamente dividirse en varias clases, según se refieren:
La posición acostumbrada por las iglesias Reformadas es que las almas de los creyentes
inmediatamente después de la muerte entran a las glorias del cielo. En respuesta a la
Heidelberg
llevada a Cristo, su cabeza; sino también este mi cuerpo, será levantado por el poder de
Cristo, se unirá de nuevo con mi alga y será hecho semejante al glorioso cuerpo de
378
La Confesión de Westminster habla en el mismo espíritu, cuando dice que, en la
cielos, en donde contemplan la faz de Dios en luz y gloria, esperando la completa redenció n
379
. De manera semejante, declara la Segunda Confesión Helvética:
380
. Este
concepto parecería encontrar amplia justificación en la Biblia, y es bueno tomar nota de
esto, puesto que durante el último cuarto de siglo algunos teólogos Reformados han tomado
la posición de que los creyentes cuando se separa del cuerpo, entran a la presencia de
Luc. 23:43. Y estar con Cristo es también estar en el c ielo. A la luz de II Cor. 12:3,4
casa terrestre de nuestra habitación se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no
Cor. 5:1. Y el escritor de hebreos alegra el
378
Preg. 57
379
Cap. XXXII, I.
380
XXVI
860
12:23: Que el estado futuro de los c reyentes después de la muerte, es mucho más preferible
al presente, se descubre claramente en la afirmación de Pablo, en II Cor. 5:8 y Fil. 1:23, ya
citado arriba. Es un estado en que los creyentes están en verdad viva y plenamente
consciente, Luc. 16.19-31; I Tes. 5:10; un estado de descanso y de bendición interminable,
Apoc. 14:13.
l
infierno, en donde permanece atormentada y envuelta en densas tinieblas, reservada para el
381
almas separadas de sus cuerpos, las Escrituras no reconocen ningún ot . Y la Segunda
los incrédulos son arrojados de inmediato al infierno, de donde no hay regreso posible para
382
los malvados mediante ninguna clase de oficios de aquell . La Biblia arroja
muy poca luz directa sobre este asunto. El único pasaje que realmente puede venir aquí a
consideración es el de la parábola del rico y Lázaro en Luc. 16, en donde hades denota
infierno, el lugar del tormento eterno. El rico se encuentra aquí en el lugar del tormento; su
condición estaba determinada para siempre; era consciente de su miserable situación,
procuró buscar consuelo a la pena que sufría, y deseaba que sus hermanos fueran advertidos
para que pudieran evitar una condenación semejante. Además de esta prueba directa hay
también una inferencia. Si el justo entra a su estado eterno de inmediato, la presuposición
es que también esto es cierto del malvado. Dejemos fuera de consideración en este lugar un
par de pasajes que son de interpretación dudosa, es decir, I Ped. 3:19; II Ped. 2:9.
En los años primerísimos de la Iglesia Cristina se pensó muy poco de un estado intermedio.
La idea de que Jesús regresaría pronto como ju ez hizo que el intervalo pareciera de poca
importancia. El problema del estado intermedio surgió cuando se hizo manifiesto que Jesús
no regresaría de inmediato. El problema real que mortificaba a los Padres Primitivos, era
381
Cap. XXXII
382
Cap. XXVI
861
cómo reconciliar el juicio indivi dual y la retribución a la hora de la muerte con el juicio
general y la retribución después de la resurrección. Atribuir demasiada importancia al
primero parecería como que se despojara al otro de importancia, y viceversa.
No hubo unanimidad entre los Pad res de la Iglesia Primitiva, sino que la mayoría de ellos
procuró resolver la dificultad dando por concedido un estado intermedio diferente entre la
se aceptaba ampliam ente era que en un hades subterráneo el justo gozaba cierta medida de
recompensa no igual a la de su futuro cielo, y de que allí mismo el malvado sufría un cierto
grado de castigo no igual al de su futuro infierno. El estado intermedio quedaba reducido de
sostenido aunque con algunas variaciones, por hombres tales como Justino Mártir, Ireneo,
Tertuliano, Novaciano, Orígenes, Gregorio de Niza, Ambrosio y Agustín. En la es cuela
alejandrina la idea del estado intermedio pasó a entenderse como una purificación gradual
del alma. Y esto con el correr del tiempo preparó el camino para la doctrina católico
romana del purgatorio. Hubo, sin embargo, algunos que favorecieron la idea de que en la
muerte las almas de los justos inmediatamente entran al cielo, es decir. Gregorio
Nacianceno, Eusebio y Gregorio el Grande. En la Edad Media la doctrina del Estado
Intermedio se conservó, y en relación con ella la iglesia católico romana desa rrolló la
doctrina del purgatorio. La opinión dominante era que el infierno recibía de inmediato las
almas de los malvados, pero que sólo las de los justos que estaban libres de toda mancha
del pecado eran admitidas de inmediato a la bienaventuranza del ci elo, para gozar la visio
Dei. Los mártires se reconocían, generalmente, entre los pocos favorecidos. Aquellos que
estaban necesitando una purificación más amplia quedaban, según la opinión dominante,
detenidos en el purgatorio por un tiempo más o menos lar go, según lo requiera el grado de
pecado que les quedaba, y eran purgados allí del pecado mediante un fuego purificador.
Otra idea, que también se desarrolló en relación con el pensamiento del estado intermedio,
fue aquella del Limbus patrum, en donde los santos del Antiguo Testamento estuvieron
detenidos hasta la resurrección de Cristo. Los Reformadores, uno y todos, rechazaron la
doctrina del purgatorio y también toda la idea de un verdadero estado intermedio, que
llevaba consigo el concepto de un lugar i ntermedio. Sostuvieron que los que murieron en el
Señor entraron de inmediato a la bienaventuranza del cielo, en tanto que aquellos que
murieron en sus pecados bajaron de inmediato al infierno. Sin embargo, algunos teólogos
de la época de la Reforma conced ieron cierto grado de diferencia entre la bendición de los
primeros y el juicio de los últimos antes del juicio final, y la bendición final de ellos y el
castigo después de la asamblea final. Entre los socinianos y los anabaptistas hubo algunos
que revivieron la antigua doctrina sostenida por algunos en la iglesia primitiva, de que el
alma del hombre duerme desde el tiempo en que muere hasta la resurrección. Calvino
862
escribió un tratado para combatir este concepto. La misma noción resulta defendida por
algunas sectas adventistas y por el amanecer milenario. Durante el Siglo XIX varios
teólogos especialmente en Inglaterra, Suiza y Alemania abrazaron la idea de que el estado
intermedio es uno de más amplia probación para aquellos que no aceptaron a Cristo en es ta
vida. Algunos hasta el presente sostienen este concepto, y es la creencia favorita de los
universalistas.
DEFINICIÓN DE LA DOCTRINA
Hay varias explicaciones del concepto bíblico de sheol hades en la teología actual, y es
casi imposible considerar cada una de ellas por separado. Casi prevalece en la actualidad la
idea de que el concepto sheol del Antiguo Testamento, al que se supone que corresponde el
de hades del Nuevo Testamento se tomó prestado de la noción gentil del bajo mundo. Se
sostiene que según el Antiguo Testamento y el Nuevo, tanto los píos como los malvados a
la hora de la muerte entran en la pavorosa morada de las sombras, la tierra del olvido, en
donde quedad condenados a una existencia que es nada más un vago reflejo de la vida sobre
la tierra.
¿Cómo podría haber sido esto? ¿Estimó conveniente el Espíritu Santo que el
hombre primeramente recibiera impresiones falsas y obtuviera conceptos erróneos,
y luego los cambiara con el correr del tiempo por una visión correcta de la
condición de los muertos?
se usa c
Nuevo Testamento, se ha sugerido que los creyentes del Nuevo Testamento gozaron
de privilegios sobre todos los del Antiguo Testamento recibiendo una inmediata
entrada a la bienaventuranza del cielo. Pero puede preguntarse correctamente, ¿qué
base hay para! hacer semejante distinción?
Gen 42: 38; 44: 29, 31; Samuel sube como un anciano cubierto con un manto, 1
eyes 2: 6, 9. Pero si
sheol es un lugar a donde todos los muertos van en cuerpo y alma, ¿qué es pues lo
866
que se deposita en la tumba, la cual se supone que es otro lugar? Esta dificultad se
resuelve por aquellos eruditos que sostienen que solamente las alma s descienden al
sheol, pero esto difícilmente puede decirse que queda en armonía con la explicación
del Antiguo Testamento. Es verdad que hay unos cuantos pasajes que hablan de las
almas que descienden al sheol, o que están en él, Sal 16: 10; 30: 3; 86: 13 ; 89: 48;
Prov. 23: 14, pero es un hecho bien conocido que en hebreo la palabra nephesh
(alma) con el sufijo pronominativo es frecuentemente, y en especial en el lenguaje
poético, equivalente al pronombre personal. Algunos teólogos conservadores
adoptan esta construcción con respecto a la explicación del Antiguo Testamento, y
encuentran apoyo en ella para su idea de que las almas de los hombres están en
algún lugar intermedio (un lugar con distinciones morales y sin embargo con
divisiones separadas) hasta e l día de la resurrección.
Jehová d
también Job 14: 13, 14; 17: 13, 14; Sal 89: 48; Os. 13: 14, y otros varios pasajes. La
Palabra Hades se unas evidentemente más de una vez en el sentido no local del
estado de los muertos en el Nuevo Testamento, Hech. 2: 27, 31; Apoc. 6: 8; 20: 13 y
14. En los dos últimos pasajes tenemos una personificación. Puesto que los términos
pueden denotar el estado de muerte, no es necesario probar que nunca se refieran a
cosa alguna que concierna a los justos y a los malvados por igual, sino nada más
que no denotan un lugar a donde las almas de ambos se reúnen. De Bondt llama la
atención al hecho de que en muchos pasajes, el término sheol se usa en el sentido
abstracto de muerte, de poder de la muerte y de peligro de muerte.
sentido literal de la palabra, Núm. 23: 5, 10; Sal 16: 11; 17: 15; 73: 24; Prov. 14: 32.
Enoc y Elías fueron arrebatados y no descendieron al bajo mundo, Heb. 11: 5 y
siguientes. Además, sheol no sólo como estado, sino también como lugar está
considerado en la más estrecha relación con la muerte. Si el concepto bíblico de
muerte se toma en su más profundo significado que es espiritual, se verá al
momento que sheol no puede ser la morada de las almas de aquellos que mueren en
el Señor, Prov. 5: 5; 15: 11; 27: 20.
3. Hay también varios pasajes en los que sheol y hades parece que designan la tumba.
Sin embargo, no siempre resulta fácil determinar si esos vocablos se refieren a la
tumba: o al estado de la muerte. Los que siguen son algunos de los pasajes que aquí
merecen consideración: Gen 37 =35; 42: 38; 44: 29; 29:31; 1 Reyes 2:6, 9; Job
14:13; 17:13; 21:13; Sal 6:5; 88:3; Ecl. 9: 10. Pero aunque el nombre sheol se usa
también para la tumba, no se sigue, necesariamente, que desde su origen se haya
usado así la palabra, cuyo uso se tomó prestado para designar al infierno. Con toda
probabilidad lo contrario es lo verdadero. La tumba se llama sheol debido a que
simboliza el descanso, el cual está relacionado con la idea de la destrucción. Para
los creyentes el simbo lismo bíblico está cambiado por la misma Biblia. Dice Pablo
que descienden a la muerte como el grano sembrado en tierra, del cual brota una
vida nueva, más abundante y más gloriosa. En el Antiguo Testamento la palabra
sheol se usa más veces para designar l a tumba, y menos veces para designar el
infierno, en tanto que en el uso correspondiente de hades, en el Nuevo Testamento,
acontece lo contrario.
EL PURGATORIO
Según la iglesia de Roma las almas de aquellos que están perfectamente puros a la hora de
la muerte, son por lo mismo, admitidos al cielo, o a la beatífica visión de Dios, Mat. 25: 46;
Fil. 1: 23; pero aquellos que no están perfectamente limpios, que todavía est án cargados
con la culpa de los pecados veniales y que no han recibido el castigo temporal merecido por
sus pecados - y esta es la condición de la mayor parte de los fieles a la hora de la muerte -
deben someterse a un proceso de purificación antes de que puedan entrar a la suprema
bienaventuranza y a los goces celestiales. En lugar de entrar al cielo de inmediato, entran al
869
4. Que el poder de las llaves de la iglesia es absoluto en el sentido judicial. Según esto
la iglesia puede acortar, aliviar y aun dar por terminados los sufrimientos del
purgatorio.
EL LI MBUS PATRUM
870
La palabra latina limbus (franja) se usó en la Edad Media para indicar dos lugares situados
en la franja o en los linderos del infierno, es decir el L imbus Patrum y el Limbus Infantum.
El primero es lugar a donde, de acuerdo con las enseñanz as de Roma, las almas de los
santos del Antiguo Testamento estuvieron detenidas en un estado de expectación hasta la
resurrección del Señor de entre los muertos. Después de su muerte en la cruz se supone que
Cristo tuvo que descender a la morada de los pad res, para libertarles de su confinamiento
temporal y llevarles en triunfo al Cielo. Esta es la interpretación católico romana del
descenso de Cristo al hades. El hades está considerado como la morada de los espíritus que
han partido de aquí, habiendo dos d ivisiones, una para los justos y una para los malvados.
La, división habitada por los espíritus de los justos era el Limbus Patrum, conocido por los
judíos como el seno de Abraham, Luc. 16: 23, y el paraíso, Luc. 23: 43. Se sostiene que el
cielo no fue abi erto para ningún hombre hasta que Cristo hubo hecho ya la propiciación por
el pecado del mundo.
EL LIMBUS INFANTUM
Esta es la morada de las almas de todos los niños que murieron sin bautizar, sin tomar en
cuenta su descendencia de gentiles o de padres cristianos. Según la iglesia católica romana
los niños no bautizados no pueden ser admitidos al cielo, no pueden entrar al reino de Dios,
Juan 3:5. Sin embargo, siempre ha habido una repugnancia natural hacia la idea de que
estos niños sean torturados en el infierno, y los teólogos católico romanos buscaron una
manera para escapar de la dificultad. Algunos pensaron que tales niños podían quizá
salvarse mediante la fe de sus padres, y otros, que Dios podía comisionar a los ángeles para
bautizarlos. Pero la opinión dominante es que, aunque están excluidos del cielo, están
consignados a un lugar de las márgenes del infierno, en donde sus terribles fuegos no
llegan. Permanecen en este lugar para siempre sin ninguna esperanza de liberación. La
iglesia nunca ha d efinido la doctrina del Limbus Infantum y las opiniones de los teólogos
varían con respecto a la condición exacta de los niños confinados en el. Sin embargo, la
sino que simplemente están excluidos de las bendiciones del ciclo. Conocen y aman a Dios
mediante el uso de sus poderes naturales, y tienen una completa felicidad natural.
presente transmita sus efectos por medio del cerebro, no se sigue necesariamente que este
no pueda trabajar de ninguna otra manera. Al argüir en favor de la existencia consciente del
alma después de la muerte, no ponemos confianza alguna sobre los fenómenos actuales del
espiritismo, y ni siquiera dependemos de argumentos filosóficos, aunque estos no carezcan
de fuerza. Buscamos nuestra evidencia en la Palabra de Dios, y particularmente en el
Nuevo Testamento. El rico y Lázaro platican juntos, Luc. 16: 19 -31. Pablo habla de estado
vida presente, II Cor. 5:6 -9; Fil. 1:23. Con toda seguridad, Pablo, difícilmente hubiera
hablado de esta manera para referirse a una existencia inconsciente, que sería prácticamente
una inexistencia. En Hebreos 12:23 se dice que los creyentes se han congr
consciente. Además, los espíritus que están debajo del altar claman porque su sangre sea
vengada de los perseguidores de la iglesia, Apoc. 6:9, y las alm as de los mártires se dicen
que reinan con Cristo, Apoc. 20:4. Esta verdad de la existencia consciente del alma después
de la muerte ha sido negada en más de una forma.
a. Debería notarse que la Biblia nunca dice que el alma cae en sueño, ni que el
cuerpo duerme, sino sólo la persona que muere. Y esta explicación bíblica se
873
c. A veces se explica como si el destino eterno del hom bre dependiera sobre
una prueba en el último día, pero esto evidentemente es un error. El día del
juicio no es necesario para llegar a una decisión respecto a la recompensa o
al castigo correspondiente a cada hombre; sino solamente para el anuncio
solemne de la sentencia, y para la revelación de la justicia de Dios en la
presencia de los hombres y de los ángeles. La sorpresa de la que algunos de
los pasajes dan evidencia pertenece al terreno sobre el cual el juicio descansa
más bien que sobre el juicio mism o.
d. Es verdad que no leemos de que alguno de los que resucitaron de entre los
muertos hubiera dicho algo acerca de sus experiencias entre su muerte y su
resurrección. Pero este es un argumento nada más de silencio, que es por
completo indigno en este caso, puesto que la Biblia enseña con claridad la
existencia consciente de los muertos. Sin embargó, muy bien pudo ser que
aquellas personas guardaron silencio acerca de sus experiencias, pero que
esto puede explicarse desde luego sobre la hipótesis de que no l es fue
permitido hablar de ellas, o de que no pudieron relatárnoslas en lenguaje
humano. Compárese lI Cor. 12:4.
algunas de las teorías más recientes de la ciencia, que niegan que haya alguna
prueba científica de la inmortalidad del alma. Sin embargo, el apoyo principal para
la doctrina se busca en la Escritura. Se dice que la Biblia
a. Que los pecadores tanto como los santos continuaran existiendo para
siempre, Ecl.12:7; Mat. 25:46; Rom. 2:8 -10; Apoc. 14:11; 20:10
b. Que los malvados sufrirán el castigo eterno, lo que quiere decir que
continuaran para siempre conscientes de un castigo que ellos reconocen,
como justamente merecido y que por tanto no serán aniquilados, compárense
los pasajes que acabamos de mencionar
c. Que habrá grados en el castigo de los malvados, en tanto que la extinción del
ser o de la conciencia no admite grados, sino que constituye un castigo que
resulta igual para todos, Luc. 12:47, 48; Rom. 2:12.
DEFINICIÓN DE LA DOCTRINA
383
encontró mucha
aceptación en el mundo teológico del Siglo XIX. Fue defendido, entre otros, por Mueller,
Dorner y Nietzsche en Alemania, por Godet y Gretillat en Suiza, por Mauricio, Farrar y
Plumptre en Inglaterra y por Newman Smythe, Munger, Cox, Jukes y varios teólogos de
Andover aquí en los Estados Unidos de América. Esa teoría quiere que la salvación por
medio de Cristo sea posible todavía en el estado intermedio para ciertas clases o, quizá,
para todos; y que esta sea ofrecida sobre los mismos términos sustanciales en que se
ofrezca al presente, es decir; la fe en Cristo como Salvador. Cristo tiene que ser dado a
conocer a todos aquellos, que todavía lo necesitan para salvación, y aceptarlo a El es
preciso para todos. Ninguno es condenado al infierno sin haber sido sujetado a esta prueba,
y solamente serán condenados aquellos que resistan esta oferta de gracia. El estado eterno
del hombre no quedará irrevocablemente determinado sino hasta el día del juicio. La
decisión hecha entre la muerte y la resurrección decidirá, si uno ha sido salvado o no. El
principio fundamental sobre el que descansa esta teoría es que ning ún hombre perecerá sin
que le haya sido ofrecida una oportunidad favorable para conocer y aceptar a Jesús. El
hombre queda condenado sólo cuando rehúsa obstinadamente aceptar la salvación que se le
ofrece en Cristo Jesús. Sin embargo, las opiniones difiere n respecto a las personas a quienes
esta bondadosa oportunidad de aceptar a Cristo será ofrecida en el estado intermedio. La
opinión general es que con toda seguridad se extenderá a todos los niños que murieron en la
infancia, y a los adultos gentiles que en esta vida no oyeron de Cristo. La mayoría sostiene
que será concedida aun a aquellos que viven en países cristianos, pero que en esta vida
actual nunca consideraron adecuadamente las demandas de Cristo. De nuevo, resulta una
grande diversidad de opinion es en cuanto a la agencia y a los métodos mediante los cuales
esta obra salvadora se desarrollará en el futuro. Además, en tanto que algunos albergan la
más grande esperanza con respecto a los resultados de la obra, otros son menos entusiastas
en sus esperanzas.
383
Life Beyond Death, p. 202
878
Esta teoría se funda, en parte, sobre consideraciones generales de lo que puede esperarse
del amor y de la justicia de Dios, y sobre un deseo fácilmente entendido de hacer que la
obra bondadosa de Cristo sea tan amplia como sea posible, mas bien que sobre una sólida
base escritural. La base bíblica principal sobre la que se funda, se encuentra en I Pedro 3:19
y 4:6, pasajes que se entienden como que enseñan que Cristo en el período entre su muerte
y resurrección predicó a los espíritus en el hades. Pero estos pasajes proporcionan una base
muy precaria, puesto que son capaces de muchas interpretaciones diferentes. 384 Y aun
cuando estos pasajes enseñan que Cristo verdaderamente fue al bajo mundo a pred icar, su
oferta de salvación se extendería únicamente a aquellos que murieron antes de su
crucifixión. También se refieren otros defensores de la doctrina a pasajes en los que, según
ellos estiman, se presenta la incredulidad como la única base para ser co ndenado, por
ejemplo Juan .3:18, 36; Marc. 16:15,16; Rom. 10:9 -12; Ef. 4:18; II Pedro 2:3,4; 1 Juan 4:3.
Pero estos pasajes prueban nada más que la fe en Cristo es el camino de la salvación, lo
cual por ningún motivo resulta lo mismo que probar que un rech azamiento consciente de
Cristo es la única base de condenación. La incredulidad se debe considerar sin duda como
un gran pecado, y que resulta prominente en la vida de aquellos a quienes Cristo se predica,
pero no es única forma de rebelión en contra de Di os, ni la única base para la condenación.
Los hombres ya están bajo condenación cuando Cristo se les ofrece. Otros pasajes, por
ejemplo Mat. 13:31, 32; 1 Cor. 15:24 -28; y Fil. 2: 9-11 son de igual manera inconclusivos.
Algunos de ellos prueban demasiado y por lo mismo no prueban cosa alguna.
2. También explica invariablemente que el venidero juic io final será determinado por
las cosas que fueron hechas en la carne, y nunca habla de que será determinado de
alguna manera por lo que haya ocurrido en el estado intermedio, Mat. 7:22, 23;
10:32,33; 25:34-46; Luc. 12:47,48; II Cor. 5:9, 10; Gál. 6:7, 8; II Tes. 1: 8; Heb.
9:27.
384
Comparece, especialmente, Hovey, Eschatology, pp 97 113, y Vos, Art. Eschatology of the new
Testament in the international estándar Bible Encyclopedia.
879
4. La Biblia nos enseña que los gentiles perecen, Rom. 1:3 2; 2:12; Apoc. 21:8. No hay
evidencia bíblica sobre la que fundar la esperanza de que los adultos gentiles o
cuando menos los gentiles niños que al morir no habían llegado todavía! a los años
de la discreción, se salvarán.
5. La teoría de una futura probación también está calculada para extinguir todo celo
misionero. Si los gentiles pueden decidir respecto a su aceptación de Cristo en el
futuro, para muchos solamente traería un juicio más rápido y aumentado si se les
colocará en el caso de hacer su decisión ahora. ¿Por qué no dejarlos pues en
ignorancia durante tanto tiempo como sea posible?
1. ¿Es sostenible la posición de que sheol -hades siempre designa un bajo mundo a
donde todos los muertos van?
2. ¿Por qué es objetable la creencia de que la Biblia en sus afirmaciones referentes a
sheol y hades nada más refleja las nociones populares de la época?
3. ¿Debemos aceptar que el justo y el malvado a la hora de su muerte entran a alguna
morada temporal y provisional, y que no qu edan introducidos de inmediato a su
destino eterno?
4. ¿En qué sentido se considera que el estado intermedio es nada más transicional?
5. ¿Cómo surgió la noción del purgatorio?
6. ¿Cómo conciben los católicos el fuego del purgatorio?
7. ¿Este fuego es nada más purific ador o también penal?
8. ¿Qué elemento sano reconocen algunos luteranos en la doctrina del purgatorio?
9. ¿Qué mezcla de herejía encontramos en los partidarios del amanecer milenarios?
10. ¿El estado intermedio de acuerdo con la Biblia, ¿representa un tercer aion en tre el
aion houtos y el aion ho mellon?
880
11. El énfasis escritural sobre el presente considerado como "el día de salvación'. ¿está
en armonía con la doctrina de una futura probación?
En tanto que los profetas no distinguen claramente una doble venida de Cristo, el Señor
mismo y los apóstoles hacen claro, de manera muy abundante, que la primera venida: será
seguida por una segunda. Jesús se refirió a su regreso más de una vez hacia el fin de su
ministerio públic o, Mat. 24:40; 25:19, 31; 26: 64; Juan 14:3. Al tiempo de su ascensión los
881
ángeles señalaron hacia su futuro regreso, Hecho 1: 11. Además, los apóstoles hablaron de
la segunda venida en numerosos pasajes, Hech. 3: 20, 21; Fil. 3: 20; 1 Tes. 4:15, 16; II Te s.
1:7, 10; Tito 2: 13; Heb. 9:28. Varios términos se usan para denotar este grande
acontecimiento, de los cuales los siguientes son los más importantes:
3. Parusía (literalmente significa presencia), lo que señala hacia la venida que precede
a la presencia o que resulta en la presencia, Mat. 24:3,27,37; 1 Cor. 15:23; 1 Tes.
2:19; 3: 13; 4: 15; 5:23; II Tes. 2:1-9; Sgo. 5: 7, 8; II Ped. 1:16; 3:4, 12; 1 Juan 2:28.
Los dispensacionalistas de la actualidad distinguen entre una doble futura venida de Cristo,
aunque algunas veces procuran preservar la unidad de la idea de la segunda venida:
hablando de esas dos futuras venidas como de dos aspectos de aquel gran acontecimiento.
Pero puesto que estas dos, en realidad, se presentan como dos eventos diferentes, separadas
por un período de varios años, teniendo cada una un propósito propio, pueden difícilmente
ser consid
Esta venida es inminente, es decir, puede ocurrir en cualquier momento, puesto que no hay
eventos predichos que deban preceder al momento en que ella ocurra. La opinión
dominante es que en este tiempo Cristo no descenderá a la tierra, sino permanecerá en las
alturas de aire. Aquellos que mueren en el Señor serán resucitados de entre los muertos, los
santos que vivan serán transfigurados, y juntos, serán arrebatados para encontrar al Señor
4:15, 16. Esta será seguida de intervalo de siete años, d urante los cuales el mundo será
evangelizado, Mat. 24:14, Israel convertido; Rom. 11:26, 1a gran tribulación ocurrirá, Mat.
24:21, 22, y el anticristo o el hombre de pecado será revelado, II Tes. 2:8 -10. Después de
estos acontecimientos hay otra venida del Señor con sus santos, 1 Tes. 3:13, venida a la
882
venida no puede considerarse inminente, debido a que tiene que ser precedida por varios
eventos predichos. En esta venida Cristo juzgará a las naciones que vivan, Mat. 25:31 -46, e
introducirá el reino milenial. De esta manera tenemos dos diferentes venidas del Señor,
separadas por un período de siete años, de las cuales la primera es inminente y la otra no, la
una está seguida por la glorificación de los santos, y la otra por el juicio de las naciones y el
establecimiento del reino. Esta construcción de la doctrina de la segunda venida es muy
conveniente para los dispensacionalistas, puesto que los capacita para defender el concepto
de que la venida del Señor es inminente, pero no está autorizada por .la Escritura y lleva
1: 7,10 la revelación
mencionada en el versículo 7 sincroniza con la parusía que trae la glorificación de los
santos, de la cual habla el versículo 10. Mat. 24:29 -31 representa la venida del Señor en la
cual los elegidos serán reunidos juntamente, aconteci miento que seguirá inmediatamente
después de la gran tribulación que se menciona en el contexto, en tanto que según la teoría
que estamos considerando, esto debería ocurrir antes de la tribulación. Y por último, según
esta teoría, la iglesia no pasará por la gran tribulación, que se explica en Mat. 24: 4 -26 y
que sincroniza con la gran apostasía; pero la explicación bíblica en Mat. 24:22; Luc. 21:36;
II Tes. 2: 3; 1 Tim. 4: 1 -3; II Tim. 3: 1 -5; Apoc. 7: 14 es por completo diferente. Sobre la
base bíblica debería sostenerse que la segunda venida de Cristo, y la tratan como una
Approa
De acuerdo con la Escritura, deberán ocurrir antes del regreso del Señor varios eventos
importantes, y por tanto, no puede considerarse inminente. A la luz bíblica no puede
sostenerse que no haya eventos predichos que deban sobrevenir antes de la segunda venida.
Como puede esperarse, en vista de lo que se dijo precedentemente, Frost, a pesar de su
dispensacionalismo, rechaza la doctrina de la inminencia. Prefiere hablar de la ven ida de
385
The second Coming Of Christ, 20 3
883
as para velar, y
esperar su venida, Mat. 24: 42; 25: 13; Apoc. 16:15; Y en el hecho de que la Escritura
Jesús en verdad enseñó que su venida estaba cerca, pero esto no es lo mismo que enseñar
que era inminente. En primer lugar debe tenerse presente que al hablar de la venida del
Señor, El mismo siempre tiene presente la venida escatológica. Algunas veces se refiere a
su regreso en poder espiritual en el día de Penteco stés; algunas veces a su venida en juicio
en la destrucción de Jerusalén. En segundo lugar El y los apóstoles nos enseñan que
diversos acontecimientos importantes tenían que ocurrir antes de su retorno físico del
ultimo día, Mat. 24:5 -14. 21, 22, 29-31; II Tes. 2: 2-4. Por lo tanto no habría podido muy
bien considerar y explicar su venida como inminente. Es evidente también que, cuando
habló de su venida como cercana, no quería dar a entender que estaba a la mano,
inmediatamente. En la parábola de los talen tos enseña Jesús que el Señor de los criados
minas fue dicha con el propósito íntimo de corregir la noción de que el reino de Dios habría
de aparecer inmediatamente, Luc. 19:11. En la parábola de las diez vírgenes el novio se
Varios pasajes del Nuevo Testamento señalan al hecho, de que el evangelio del reino debe
ser predicado a todas las naciones antes de que regrese el Señor, Mat 24:14; Marc. 13:10;
Rom. 11:25. Muchos pasajes dan testimonio del hecho de que los gentiles entraran al reino
en grandes números durante la nueva dispensación, Mat. 8:11; 13:31, 32; Luc 2:32; Hech.
884
15:14; Rom. 9:24-26; Ef. 2:11-20, y otros pasajes. Pero estos que hemos indicado,
claramente se refieren a la evangeliza ción de todas las naciones como la meta de la historia.
Por ahora, difícilmente podría decirse que el evangelio ya ha sido proclamado entre todos
los pueblos, ni que la obra o los trabajos de un solo misionero, en cada una de las naciones
del mundo, llenan todos los requerimientos de la afirmación de Jesús. Por otra parte, es
igualmente imposible sostener que las palabras del Salvador demandan la predicación del
evangelio a cada individuo de las diferentes naciones del mundo, Sin embargo, sí requieren
que aquellas naciones, como naciones, sean evangelizadas por completo, de tal manera que
el evangelio se convierta en una potencia en la vida del pueblo, una señal que demanda
decisión. Debe predicársele para testimonio, de tal manera que se pueda decir que se les ha
dado oportunidad de elegir a Cristo y a su reino o, declararse sus contrarios. Estas palabras
implican con claridad que la gran comisión debe ser conducida en todas las naciones del
mundo, para hacer discípulos de todas las naciones, es decir de ent re el pueblo de todas las
naciones. No justifican sin embargo la esperanza de que todas las naciones consideradas en
globo acepten el evangelio, sino nada más que habrá adherentes en todas las naciones, y
esto servirá para introducir la plenitud de los gen tiles. Al fin de esta dispensación será
posible decir que todas las naciones ya fueron informadas del evangelio, y que el evangelio
testificará en contra de las naciones que no lo aceptaron.
Se entenderá desde luego, de lo que ya fue dicho en lo preceden te, que muchos
dispensacionalistas tienen un concepto muy diferente del asunto. No creen que la
evangelización del mundo se necesite, ni que tendrá lugar, en forma complete antes de la
parusía, la cual es inminente. Según ellos, realmente, comenzará por el tiempo de la
parusía. Indican que el evangelio de que se habla en Mat. 24:14 no es el de la gracia de
Dios en Jesucristo, sino el evangelio del reino, que es por completo diferente, las buenas
nuevas de que el reino está otra vez a la mano. Después de que la iglesia haya sido
removida de la escena terrenal y con ella se haya ido el Espíritu que en ella mora - lo que
realmente significa restaurar las condiciones que reinaban en el Antiguo Testamento -,
entonces el evangelio con que Jesús empezó su ministeri o volverá a ser predicado. Al
principio lo predicarán aquellos que fueron convertidos mediante la remoción de la iglesia,
y después, quizá por el Israel convertido y un mensajero especial 386 o de manera particular,
durante la gran tribulación por el resto cr eyente de Israel 387. Esta predicación será
maravillosamente eficaz, mucho más efectiva que la predicación del evangelio de la gracia
de Dios. Durante este período serán convertidos los 144,000 y la gran multitud que nadie
386
Blackstore, Jesus is Coming p. 233
387
Rogers, The end From the benning p. 144. Feinderg, Premillennialism or
Amillennialism, pp. 134, 135
885
Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento hablan de la futura conversión de Israel, Zac.
12:10: 13:1; II Cor 3:15, 16; y Rom. 11:25-29 parece que relaciona esta conversión con el
fin del tiempo. Los premilenaristas han explotado esta enseñanza espiritual para su
propósito particular. Sostienen que habrá una restauración nacional y una conversión de
Israe l, que la nación judía será restablecida en la tierra santa, y que esto tendrá lugar
inmediatamente antes o durante el reino milenial de Jesucristo. Sin embargo, es muy
dudoso que la Escritura autorice la esperanza de que Israel sea finalmente restablecido
como una nación, y que como nación se vuelva al Señor. Algunas profecías del Antiguo
Testamento parecen predecirlo, pero estas deberían leerse a la luz del Nuevo Testamento.
¿Justifica el Nuevo Testamento la esperanza de una futura restauración y conversi ón de
Israel como nación? Tal cosa no se enseña, ni necesariamente está implicada en pasajes
como Mat. 19:28, y Luc. 21:24, que son los que se citan frecuentemente a favor de esa
doctrina. El Señor habló muy claramente de la oposición de los judíos al espí ritu de su
reino, y de la certeza de que ellos, que en un sentido serían llamados los hijos del reino,
perderían su lugar en él, Mat. 8:11,12; 21:28 -46; 22:1-14; Luc. 13:6-9. Informó Jesús a los
malvados judíos que el reino sería quitado de ellos y dado a una nación que diera los frutos
consiguientes, Mat. 21:43. Y aun cuando habló Jesús de las corrupciones que en el curso
del tiempo invadirían la iglesia, de las tribulaciones que ella encontraría, y de la apostasía
en que por último desembocaría, con todo no señala el Señor hacia una restauración
proyectada ni hacia una conversión del pueblo judío. Este silencio de Jesús es muy
significativo. Ahora podría decirse que Rom. 11:11 -32 ciertamente enseña la futura
conversión de la nación de Israel. Muchos coment adores adoptan este concepto, pero aun
cuando estuviera en lo correcto el tema se presta a considerable duda: En los capítulos 9 -11
886
el apóstol discute el problema de cómo las promesas de Dios a Israel pueden ser
reconciliadas con el rechazamiento que de el las ha hecho gran parte de Israel. Primero que
todo, señala en los capítulos 9 y 10 que la promesa tiene aplicación, no al Israel según la
carne, sino al Israel espiritual; y en segundo lugar que Dios todavía tiene sus .elegidos de
entre Israel, que hay entre ellos un resto de acuerdo con la elección de gracia, 11: 1 -10. Y
aun el endurecimiento de la mayor parte de Israel no es el propósito final de Dios, sino, más
bien, un medio que en su mano trae salvación a los gentiles, para que estos, a su vez,
gozando las bendiciones de la salvación, provoquen a Israel a celos. El endurecimiento de
Israel siempre será parcial nada más, porque a través de todas las subsiguientes centurias
siempre habrá algunos que acepten al Señor. Dios continuará reuniendo a su resto de
elegidos de entre los judíos durante toda la nueva dispensación hasta que la plenitud
(pleroma, es decir, el número de los elegidos) de los gentiles haya entrado, y de esa manera
(mediante este proceso) todo Israel (su pleroma, es decir, el número compl eto de
no de toda la nación, sino de todo el número de los elegidos de entre el pueblo del pacto
antiguo. Los premilenaristas toman el versículo 26 con el significado de que, después de
que Dios haya completado su propósito con los gentiles, la nación de Israel será salva, pero
el apóstol dijo al principio de su discusión que las promesas eran para el Israel espiritual; no
hay evidencia de un cambio de pensamiento en l a sección intermedia, de manera que venga
la plenitud de Israel.
Estos dos deben mencionarse juntas, debido a que están entretejidas en el discurso
escatológico de Jesús, Mat. 24:9 -12, 21-24; Marc. 13:9-22; Luc. 21:22-24. Las palabras de
Jesús indudablemente encontraron un cumplimiento parcial en los días que precedieron a la
destrucción de Jerusalén, pero, evidentemente, tendrán un cumplimiento mayor en el
futuro, en la tribulación que sobrepasará a cuanto hasta hoy se haya experimentado, Mat.
4:21; Marc. 13:19. Pablo también habla de la gran apostasía en II Tes. 2:3; 1 Tim. 4:1; II
Tim. 3:1-5. El ya vio algo de aquel espíritu de apostasía en su propio día, pero quiere dejar
la impresión clara sobre sus lectores de que tomará mucho más grandes proporciones en los
días finales. Aquí de n uevo, los actuales dispensacionalistas difieren de nosotros. No
consideran la gran tribulación como precursora de la venida del Señor (la parusía), sino
creen que seguirá a la venida, y que por lo tanto la iglesia no pasará por la gran tribulación.
La hipótesis es que la iglesia será arrebatada, para estar con el Señor antes de que la
887
tribulación con todos sus terrores confunda a los habitantes de la tierra. Prefieren hablar de
día de gran
tribulación para Israel más bien que para la iglesia. Pero las bases que aducen para este
concepto no son muy convincentes. La fuerza que algunos de ellas parecen tener la derivan
de su propia preconcebida noción de una doble segunda venida de Cristo, y por lo tanto no
tienen ningún significado para aquellos que están convencidos de que o hay en la Biblia
evidencia de semejante doble venida. Jesús menciona en verdad la gran tribulación como
una de las señales de su venida y del fin del mundo, M at. 24:3. De esa venida (parusía) es
de la que El habla a través de todo este capítulo, como podrá verse por el repetido uso de la
palabra parusía, versículos 3, 37, 39. No es sino razonable aceptar que El estaba hablando
de la misma venida en el versículo 30, una venida que está de acuerdo con el versículo 29 y
que seguirá inmediatamente después de la tribulación. Esta tribulación afectará también a
los elegidos: estarán ellos en peligro de ser extraviados, Mat. 24:24; por causa de ellos los
días de aquella angustia serán acortados, versículo 22; serán reunidos de entre todos los
rincones del mundo en la venida del Hijo del hombre; y se les anima para vigilar cuando
estas cosas acontezcan, puesto que su redención se acerca, Luc. 21:28. No hay garantía para
limitar los elegidos a los elegidos de Israel, como los premilenaristas lo hacen. Pablo
claramente explica la gran apostasía como precedente a la segunda venida, II Tes. 2:3, y le
recuerda a Timoteo el hecho de que tiempos difíciles vendrán en los días fin ales, I Tim. 4:1,
2; II Tim. 3:1 -5. En Apoc. 7:13, 14 se dice que los santos en el cielo han venido de gran
tribulación: y en Apoc. 6:9 encontramos a esos santos orando por sus hermanos que aun
están sufriendo persecución. 388
1. Hasta donde la forma de la palabra tiene que ver, puede describir a uno que toma el
2.
en el que la palabra ocurre. Del hecho de que Juan use el s ingular en 2:18 sin el
388
Para más amplia defensa de la posición que la iglesia pasara por la tribulación, nos referimos a las obras de
dos premilenarios, es decir Fronst, The Sec ond Coming Of Christ, pp 2002 227; Reese, The Approaching
Advent Of Christ, pp. 199 -224
888
En la mayoría de los profetas del Antiguo Testamento vemos el principio de injusticia que
operaba en las naciones sin Dios que se mostraban hostiles a Israel y que fueron juzgadas
por Dios. En la profecía de Daniel encontramos algo más específico. El lenguaje u sado allí
proporciona muchos de los hechos que encontramos en la descripción que Pablo hace del
hombre de pecado en II Tesalonicenses. Daniel encuentra al principio malvado que no
-26, y lo describe muy
claramente en 11:35 y siguientes. Aquí, hasta el elemento personal no falta del todo,
aunque no es enteramente cierto que el profeta esté pensando de algún rey particular es
decir, Antíoco Epífanes, un tipo de anticristo. La venida de Cristo dará lugar, naturalmente,
a este principio en su específica forma anticristiana y Jesús lo explica como incorporado en
varias personas.
de varios modos}, sea removido, aparecerá aquel cuya venida es se gún operación de
Satanás, con todo poder y señal y maravillas mentirosas, versículos 7 -9. En este capítulo el
elemento personal está considerado por completo. El Libro de Apocalipsis encuentra el
poder y principio anticristiano en dos bestias que vienen, u na del mar y otra de la tierra,
Apoc, 13: La primera, se piensa generalmente que se refiere a los gobiernos, poderes
políticos, o algún imperio mundial; el segundo aunque no con la misma unanimidad se
piensa que se refiere, a la falsa religión, a los falso s profetas, a la falsa ciencia y
particularmente, a los dos primeros. Este principio oponente, u opuesto, es el que Juan en
el tiempo de la Reforma muchos entre quienes también hay eruditos Ref ormados miraron al
papa de Roma, Y en algunos casos, aun sobre algún determinado papa, como el anticristo.
Y el papado, en realidad, revela diferentes rasgos de anticristo tal como está dibujado en la
Escritura. Pero difícilmente podría identificarse con e l anticristo. Es mejor decir que hay
elementos de anticristo en el papado.
3. Que Daniel lo pinta como poder político, Pablo como poder eclesiástico, y Juan, en
el Libro del Apocalipsis, lo pinta de de ambos modos; los dos pueden ser
revelaciones sucesivas del poder anticristiano
El problema del carácter personal del anticristo todavía está sujeto a debate. Algunos
figuras alusivas en Daniel y Apocalipsis son nada más descripciones de un principio ateo y
anticristiano, el cual se manifiesta en la oposición del mundo hada Dios y su reino, a través
de toda la historia del reino, una oposición al gunas veces débil, otras veces más fuerte, pero
890
mucho más fuerte hacia el fin del mundo. Estos no esperan ningún anticristo personal.
Otros sienten que es contrario a la Escritura: hablar del anticristo únicamente como poder
abstracto. Sostienen que tal in terpretación no hace justicia a los datos bíblicos, los cuales
hablan, no sólo de un espíritu abstracto, sino también de verdaderas personas. Según ellos,
manifiestan un espíritu ateo o anticristiano, por ejemplo, los emperadores romanos que
persiguieron la iglesia y los papas que se comprometieron en un trabajo parecido de
persecución. Pero ni siquiera ellos piensan en un anticristo personal que será en sí mismo la
concentración de toda maldad. Sin embargo la opinión más general en la iglesia es que, en
encarnación de toda maldad y que, por lo mismo, representará un espíritu que siempre h a
estado más o menos presente en el mundo, y que ha tenido diversos precursores o tipos en
la historia. Este concepto prevaleció en la iglesia primitiva y parecería ser el concepto
bíblico. Lo siguiente puede decirse en favor suyo:
2.
3. Aunque Juan habla de muchos anticristos como ya presentes, también habla del
anticristo, en el singular; como uno que todavía vendrá en el futuro, 1 Juan 2:18.
5. Y puesto que Cristo es una persona, no es sino natural pensar que el anticristo
también será una persona.
La Biblia habla de varias señales que serán anunciadoras del fin del mundo y de la venida
de Cristo.
24:33.
Inmediatamente después de los portentos que acabamos de mencionar la señal del Hijo del
hombre será vista, viniendo en las nubes del cielo, Mat. 24:30. En relación con esto deben
notarse los siguientes puntos:
El tiempo exacto de la venida del Señor es desconocido, Mat. 24:36, y todos los intentos de
los hombres para encontrar la fecha exacta demuestran estar equivocados. La única cosa
que puede decirse con certeza, fundados en la Biblia, es que El volverá al fin del mundo.
892
m
forma que estuvieran equivocados, sino que más bien aceptó lo correcto de la pregunta en
su discurso. El explicó los dos, sincronizándolos, en Mat. 24:29 -31, 35-44; compárese Mat.
13:39,40. Pablo y Pedro hablan también de los dos como coincidentes, 1 Cor. 15: 23,24; II
Ped. 3: 4-10. Un estudio de las concomitancias de la segunda venida conduce al mismo
resultado. La resurrección de los santos será una de tales concomi tancias, 1 Cor. 15:23, I
Tes. 4:16, y Jesús nos asegura que El levantará a sus santos en el último día, Juan 6:39, 40,
44, 54. Según Thayer, Cremer-Koegel, Walker, Salmond, Zahn y otros, esto no puede
significar más que el día de la consumación, - el fin d el mundo. Otra de esas
concomitancias será el juicio del mundo, Mat. 25:31 -46, particularmente también el juicio
de los malvados, II Tes. 1:7 -10 el cual los premilenaristas colocan al fin del mundo. Y , por
último, ese juicio nos llevará también a la restau ración de todas las, cosas, Hech. 3:20, 21.
cosa alguna que no sea la perfecta restauración de, aquel' estado de cosas que existió antes
de la caída del mundo. Señala ala restauración de todas las cosas a su primera condición, y
esto no se encuentra en el milenio de los premilenaristas. Aun el pecado y la muerte
continuarán asesinando sus víctimas durante aquel período 389. Como ya fue indicado en lo
que precede, varia s cosas, deben ocurrir antes de que el Señor regrese. Esto debe tenerse
presente al leer aquellos pasajes que hablan de la venida del Señor o del último día, como
cercano, Mat. 16:28; 24:34; Heb. 10:25, Sgto. 5:9; 1 Ped. 4:5; 1 Juan 4:18. Estos pasajes
encuentran su explicación, parcialmente, en el hecho de que considerada desde el lado de
Dios con quien un día es como mil años y mil, años como un día, la venida está siempre
cerca; parcialmente en la explicación bíblica del tiempo del Nuevo Testamento como que
constituye los últimos días o el último tiempo; parcialmente en el hecho de que el Señor al
hablar de su venida no siempre tiene en mente su retorno físico al final del tiempo, sino que
puede referirse a su venida en el Espíritu Santo; y parcialmente e n la característica visión
profética, en la que no se hace ninguna ,distinción clara entre la próxima venida del Señor,
en la destrucción de Jerusalén y en su venida para juzgar al mundo. Los sectarios con
frecuencia han hecho el intento de fijar el tiempo exacto de la segunda venida, pero sus
Mat. 24: 36. La afirmación respe cto al Hijo, probablemente, significa que este
conocimiento no está incluido en la revelación que El tenía que traer en su carácter de
Mediador.
389
Comparece Thayers, Cremer-Koegel, Weiss, Bib, Bib, Theol. Of the NT, p 194, note
893
arriba de vosotros en el cielo, así vendrá de la misma manera como le habéis visto ir
taba dejándoles, y Jesús en persona
volverá. En el sistema actual modernista no hay lugar para un regreso personal de
Jesucristo. Douglas Clyde Macintosh ve el retorno de Cristo en la progresiva
dominación de los individuos y de la sociedad bajo la moral y los principios
religiosos de esencia cristiana, es decir, por el Espíritu de Cristo 390 . William Newton
como aconteció en la primitiva esperanza cristiana, sino por medio del más lento y
más seguro método de conquista espiritual, el ideal de Jesús todavía gane el
asentimiento universal que se merece, y su espíritu domine al mundo. Esta es la
392
verdad por la cu . Walter
Rauschenbusch y Shailer Mathews hablan en términos parecidos acerca dé la
segunda venida, Uno y todos, interpretan las fulgurantes descripciones de la
segunda venida de Cristo como representacione s figuradas de la idea de que el
Espíritu dé Cristo continuará siendo una influencia permanente y siempre creciente
en la vida del mundo. Esto, sin decir que tales representaciones no hacen justicia a
las descripciones que se encuentran en pasajes corno He ch. 1:11; 3:20, 21, Mat.
24:44; 1 Cor. 15:22; Fil. 3:20; Col. 3:4; 1 Tes. 2:19; 3: 13; 4:15 -17; II Tim.4:8; Tito
2:13; Heb. 9:28. Los modernistas mismos admiten esto cuándo hablan de estos
pasajes como representativos del antiguo modo judío de pensamiento. Tienen
nuevas y mejores luces sobre el tema, pero esta es una luz que se hace cada vez más
tenue en vista de los acontecimientos mundiales de la actualidad.
390
Theology as an empirical science, p. 213
391
Outline of Christian Theology, p 444
392
Christian Theology in outline, p 373
894
2. SERÁ UN REGRESO FÍSICO: Que el regreso del Señor será físico se deduce de
pasajes como Hech. 1:11; 3: 20, 21; Heb. 9:28; Apoc. 1:7. Jesús volverá a la tierra
en el cuerpo. Hay algunos que identifican el anunciado regreso del Señor con su
venida espiritual en el día de Pentecostés; y entienden que la parusía significa la
presencia, espiritual del Señ or en la iglesia. Según la explicación de ellos el Señor
volvió en el Espíritu Santo en el día de Pentecostés, y está presente ahora (de aquí
que se habla de parusía) en la iglesia. Ponen énfasis especial en el hecho de que la
palabra parusía significa pre sencia393. Pues bien es por completo evidente que el
Nuevo Testamento había de un regreso espiritual de Cristo, Mat. 16:28; Juan 14:18,
23; Apoc. 3:20; pero este regreso, sea a la iglesia en el día de Pentecostés o a los
individuos en su renovación espiritua l, Gál. 1:16, no puede identificarse con lo que
la Biblia explica como la segunda venida de Cristo. Es verdad que la palabra parusía
significa presencia, pero el Dr. Vos señala correctamente que en su uso religioso
escatológico también significa llegada, y que en el Nuevo Testamento la idea de
llegada es sobresaliente. Además, debe conservarse en la mente que hay otros
términos en el Nuevo Testamento, que sirven para designa la segunda venida, es
decir apokalupsis, epiphaneia y phanerosis, cada una de las c uales señala a una
venida que puede ser vista. Y por último, no debe olvidarse que las Epístolas se
refieren a la segunda venida, repetidas veces, como a un evento que está todavía en
el futuro, Fil. 3:20; 1 Tes. 3:13; 4: 15,16; II Tes. 1:7 -10; Tito 2:.13. Esto no encaja
con la idea de que la venida ya fue un evento del pasado.
393
Esta interpetacion se encuentra en l a obra de Warren The parousia of Chirst, y en la obra de JM Campbell
titulada the second coming of Christ
895
4. SERÁ UNA VENIDA REPENTINA: Aunque la Biblia nos enseña por una parte
que la venida del Señor será precedida por diversas señales, nos enseña por otra
parte, de manera igualmente enfática, que la venida será repentina, más bien
inesperada, y tomará a la gente por sorpresa, Mat. 24:37 -44; 25: 1-12; Marc. 13: 33-
37; 1 Tes. 5:2, 3; Apoc. 3:3; 16:15, Esto no es contradictorio, porque las señales
predichas no son de ta l clase como para designar el tiempo exacto. Los profetas
señalaron ciertas señales que precederían a la primera venida de Cristo, y sin
embargo, su venida tomó a muchos por sorpresa. La mayoría del pueblo no puso
atención a ninguna clase de señales. La Bi blia nos hace sentir que la medida de la
sorpresa a la hora de la segunda venida de Cristo estará en razón inversa a la medida
de la vigilancia de los que le esperan.
Cristo volverá al fin del mundo con el propósito de introducir la Edad Futura, el estado
eterno de cosas, y El hará esto mediante la inauguración, y el cumplimiento de dos
poderosos eventos es decir, la resurrección de los muertos y el juicio final, Mat. 13:49, 50;
16:27; 24:3; 25:15-46; Luc. 9:26; 19:15,26, 27; Juan 5: 25-29; Hech. 17:31; Rom. 2:3-16; 1
Cor 4:5; 15: 23; lI Cor. 5:10; Fil. 3:20, 21; 1 Tes. 4:13 - 17; II Tes. 1:7-10; 2:7, 8; II Tim
4:1,8; II Ped. 3:10-13; Judas 14:15; Apoc. 20:11-15; 22: 12. En la explicación
acostumbrada de la Escritura, como ya lo hemos advertido en lo precedente el fin del
mundo, el día, del Señor, la resurrección física de los muertos y el juicio f inal coinciden.
Aquel gran punto crítico traerá también la destrucción de todas las fuerzas, del mal que son
hostiles al Reino de Dios, II Tes. 2:8; Apoc. 20:14. De no haber habido algunos que
pusieron a Apoc. 20:1-6 como norma según la cual debería interp retarse todo el Nuevo
Testamento, es de dudarse que alguien que se acercara a los pasajes citados, los hubiera
leído de otra manera, tan diferente así, que los aparte de su sentido pertinente. Según los
896
Hay algunos que relacionan el advenimiento de Cristo con la idea de un milenio, sea
inmediatamente antes o inmediatamente después de la segunda venida. Aunque esta idea no
es parte integral de la teología Reformada, a pesar de todo merece consideración aquí,
puesto que se ha hecho muy popular dentro de muchos círculos. La teología Reformada no
puede prestarse a ignorar el grande esparcimiento de los conce ptos mileniales de la
actualidad, sino que debe definir la posición que con respecto a ellos ocupa. Algunos de
aquellos que esperan un milenio en el futuro, sostienen que el Señor regresará antes del
milenio, y por lo mismo se llaman premilenaristas; en ta nto que otros creen que su venida
seguirá después del milenio, y por lo mismo son conocidos como pos milenaristas. Sin
embargo, hay grandes números que no creen que la Biblia autorice la esperanza de un
milenio, y se ha hecho costumbre de estos últimos lla marse amilenaristas. El concepto
amilenial es, tal como su nombre lo indica, puramente negativo. Sostiene que no hay
suficiente base escritural para la espera de un milenio, y está firmemente convencido de que
la Biblia favorece la idea de que la dispensac ión presente del reino de Dios será seguida
inmediatamente por el Reino de Dios en su forma consumada y eterna. Se da cuenta del
hecho de que el Reino de Jesucristo está representado como un reino eterno y no temporal,
Isa. 9:7; Dan. 7:14; Luc. 1:33; Heb. 1:8; 12:28; II Ped. 1:11; Apoc. 11:15; Y que entrar al
reino del futuro es entrar uno mismo al estado eterno, Mat. 7:21, 22, entrar a la vida, Mat.
18:8, 9 (compárese el contexto precedente), y ser salvo, Marcos 10:25, 26. Algunos
premilenaristas han habla do del amilenialismo como de un nuevo concepto y como una de
las más recientes novedades, pero esto, en verdad, no está de acuerdo con el testimonio de
la historia. El nombre por cierto es nuevo, pero el concepto al que se aplica es tan antiguo
como la cristiandad. Ha tenido, al menos, tantos abogados como el quilianismo los tuvo
entre los Padres de la iglesia de los Siglos II y III, que se supone que fueron el cenit del
898
EL PREMILENIALISMO
Puesto que el premilenialismo no siempre ha tomado la misma forma, sería, bueno indicar
brevemente la forma que por lo general asumió en el pasado (sin hacer notar toda clase de
aberraciones), y luego seguir hasta llegar a una descripción más detallada de las teorías más
en boga del premilenialismo actual.
El concepto de Ireneo puede darse como el que refleja mejor el de los primeros siglos
cristianos. El mundo presente durará seis mil años, que corresponden a los seis días de la
creación. Hacia el fin de este período los sufrimientos y persecuciones de los píos se
acrecentarán en gran manera, hasta que por último la encarnación de toda maldad aparezca
en la persona del anticristo. Después de que ese personaje haya completado su obra
destructiva y se haya sentado atrevidamente en el templo de Dios, Cri sto aparecerá en
gloria celestial y triunfará sobre sus enemigos. Esto será acompañado por la resurrección
física de los santos y el establecimiento del reino de Dios sobre la tierra. El período de
bendición milenaria, durará mil años, y corresponderá con el séptimo día de la creación, - el
día de descanso. Jerusalén será reconstruida; la: tierra dará sus frutos en rica abundancia, y
la paz y la justicia prevalecerá. Al fin de los mil años se producirá el juicio final, aparecerá
una nueva creación en la cua l los redimidos vivirán para siempre en la presencia de Dios.
Como bosquejo general, esta representación típica de los conceptos escatológicos de los
primeros siglos cristianos, sin embargo, estos siglos difieren en algunos detalles, durante
todas las siguientes centurias, y hasta el Siglo XIX el pensamiento milenial permaneció
esencialmente el mismo, aunque hubo extrañas, aberraciones en algunas sectas. Sin
embargo, el estudio continuado condujo a más amplio desarrollo y más grande claridad en
la presentac ión de algunos de los particulares respectivos. Los principales rasgos del
concepto común pueden declararse algo así como lo que sigue: La esperada venida de
Cristo al mundo esté cerca, y será visible, personal y gloriosa. Sin embargo, será precedida
por ciertos eventos, tales como la evangelización de todas las naciones, la conversión de
Israel, la gran apostasía, la gran tribulación y la revelación del hombre de pecado. Por lo
tanto, tiempos oscuros y de tribulación están reservados todavía para la iglesi a puesto que
899
tendrá que pasar por la gran tribulación. La segunda venida puede ser un grande, singular,
sobresaliente y glorioso acontecimiento, pero estaría acompañado de otros varios que
tendrán que ver con la iglesia, con Israel y con el mundo. Los sant os que hayan muerto
serán levantados y los que vivan serán transfigurados, y juntos serán trasladados para
encontrar al Señor que Viene. El anticristo y sus malvados aliados serán destruidos: e
Israel, el antiguo pueblo de Dios se arrepentirá, será salvo, y restaurado a la tierra santa.
Entonces el reino de Dios, que fue predicho por los profetas, se establecerá en un mundo
transformado. Los gentiles se volverán a Dios en grandes números y serán incorporados al
reino. Una condición de paz y de justicia prev alecerá en toda la tierra. Después de que
expire en la tierra el reino de Cristo, se levantará el resto de los muertos; y esta resurrección
será seguida por el juicio final y la: creación de un cielo nuevo y de una tierra nueva.
Hablando en sentido general , puede decirse que este es el tipo de premilenialismo
defendido por hombres como Mede, Bengel, Auberlen, Christlieb, Ebrard, Godet,
Hofmann, Lange, Stier, Van Oosterzee, Van Andel, Alford, Andrews, Ellicott, Guinness,
Kellogg, Zahn, Moorehead, Newton, Tre nch y otros. No hay ni que decir que estos
hombres difieren en algunos detalles.
EL PREMILENIALISMO ACTUAL
En el segundo cuarto del Siglo XIX se introdujo una nueva forma de premilenialismo bajo
la influencia de Darby, Kelly, Trotter, y sus seguidores en Inglaterra y América un
premilenialismo casado con el dispensacionalismo. Los nuevos conceptos fueron
popularizados en los Estados Unidos de América, de manera especial, por medio de la
Biblia de Scofield, y se han' diseminado ampliamente por medio de o bras como las de
Bullinger, F.W. Grant, Blackstone, Gray, Silver, Haldeman, los dos Gaebelein, Brookes,
Riley, Rogers y un ejército de otros más. Presentan realmente una nueva filosofía de la
historia de la redención, en la que Israel juega un papel sobre saliente y la iglesia no es sino
un interludio. Su principio conductor los hace dividir la Biblia en dos libros, es a saber, el
libro del reino y el libro de la iglesia. Leyendo sus descripciones acerca de los procesos de
Dios con los hombres uno se pierde en una enredada maraña de pactos y dispensaciones sin
un hilo de Adriadna que lo guíe con seguridad, Su tendencia divisiva se revela también en
su programa escatológico. Habrá dos segundas venidas, dos o tres (si no es que cuatro)
resurrecciones, y también tres juicios. Además, habrá dos pueblos de Dios, que de acuerdo
con algunos, estarán eternamente separados, Israel que vivirá en la tierra, y la iglesia que
vivirá en el cielo.
900
Lo que sigue dará alguna idea del bosquejo premilenial que goza actualmente de mayor
popularidad:
los justos que hayan muerto se levantarán entonces, y los santos que vivan serán
transfigurados. Todos juntos serán arrebatados en el aire, celebrarán las bodas del
Cordero, y permanecerán para siempre con el Señor. El traslado de los santos que
iglesia estarán ausentes de la tierra y aun el Espíritu que vive en la Iglesia partirá
con ella, habrá un período de siete años o más, que a menudo se divide en dos
partes, en las cuales acontecerán di versas cosas, El evangelio del reino será
predicado otra vez, principalmente, según parece, por medio de los creyentes que
hayan quedado de los judíos, y en gran escala se producirán las conversiones,
aunque muchos todavía continuarán blasfemando en contra de Dios. El Señor
comenzará de nuevo a tratar con Israel y probablemente, en ese tiempo comenzará
de nuevo a tratar con Israel y probablemente, en ese tiempo (aunque algunos dicen
que será más tarde) Israel se convertirá. En la segunda mitad de este perío do de siete
años, habrá un tiempo de incomparable tribulación, la duración de la cual todavía es
asunto de debate. El anticristo se manifestará, y las copas de la ira de Dios se
derramarán sobre la raza humana. Al fin del período de los siete años la
no por, sino con sus santos. Las naciones que vivan, serán entonces juzgadas (Mat.
25:31 y siguientes), y las ovejas serán separadas de las cabras; los santos que
murieron durante la gran, tribulación resucitarán; el anticristo será destruido; y
Satanás atado por mil años; el reino milenial se establecerá en este tiempo, un reino
visible, terrestre, y reino material de los judíos, la restauración del reino teocrático,
que incluirá el restablecimiento del reino davídico. En él los santos reinarán con
Cristo, los judíos serán los ciudadanos naturales y muchos gentiles adoptarán esa
ciudadanía. El trono de Cristo se establecerá en Jerusalén, que de nuevo volverá a
ser el lugar céntrico de adoración. El templo será reconstruido en el monte Sión, el
altar volverá a despedir el olor de la sangre de los sacrificios, y hasta el de las
ofrendas por el pecado y las transgresiones. Y aunque el pecado y la muerte todavía
reclamarán sus víctimas, será el tiempo de muchos frutos y prosperidad, en el cual
las vidas de los hombres se prolongarán, y el desierto florecerá como un rosal. En
ese tiempo el mundo se convertirá rápidamente, según algunos, por medio del
evangelio; pero según la mayoría, por medios totalmente diferentes, por ejemplo: la
presentación personal de Cristo, la envidia producida por causa de las bendiciones
de los santos, y sobre todo, grandes y terribles juicios. Después del milenio Satanás
quedará libre, por un corto tiempo, y las hordas de Gog y Magog sitiarán la santa
ciudad. Sin embargo, los enemigos serán devorados por medio del fuego del cielo y
Satanás será arrojado en el abismo, a donde le habrán precedido la bestia, el falso
902
profeta. Después de este corto tiempo los ma lvados que hayan muerto pronto
resucitarán y aparecerán en juicio delante del gran trono blanco, Apoc. 20:11 -15. Y
entonces habrá nuevos cielos y nueva tierra.
OBJECIONES AL PREMILENIALISMO
DE DIOS: Esta teoría ha sido señalada repetidas veces en obras sobre profecía,
como las de Fairbairn, Riehm, Davidson, la espléndida obra de David Brown sobre
The Second Advent, en el importante v olumen de Waldegrave sobre New
Testament Millennarianism, en las obras más recientes del Dr. Aalders sobre De
Profeten des Owden Verbonds, y Het Herstel van Israel Volgens het Oude
Testament. Este último volumen está dedicado por completo al estudio exeg ético y
detallado de todos los pasajes del Antiguo Testamento que pudieran tener que ver
en alguna forma con la futura restauración de Israel. Se trata de una obra que de
cabo a rabo merece un estudio cuidadoso. Los premilenaristas sostienen que nada
que sea menos que una interpretación literal y un cumplimiento literal satisfará los
requerimientos de estas expresiones proféticas; pero los libros de los profetas
mismos contienen ya indicaciones que señalan a un cumplimiento espiritual, Isa.
54:13; 61:6; Jer. 3:16; 31: 31-34; Os. 14:2; Miq. 6:6-8. La discusión de que los
que el literal; que el primero de estos nombres siempre denota una montaña, y el
otro una ciudad, está claramente contradicho por los hechos. Hay pasajes en los que
ambos nombres están empleados para designar él Israel, la iglesia de Dios en el
Antiguo Testamento, Isa. 49:14; 51:3; 52:1, 2, Y este uso de los términos pasa
directamente al Nuevo Testamento, Gál. 4 :16; Heb. 12:22; Apoc. 3:12; 21:9. Es
notable que el Nuevo Testamento, que es el cumplimiento del Antiguo no contenga
ni siquiera una sola indicación hecha por Jesús acerca del restablecimiento de la
teocracia del Antiguo Testamento, ni siquiera una sola p ositiva predicación
indispensable acerca de su restauración, en tanto que sí contiene indicaciones
abundantes del cumplimiento espiritual de las promesas dadas a Israel, Mat. 21:43;
Hech. 2:29-36; 15:14-18; Rom. 9:25,26; Heb. 8:8-13; 1 Ped. 2:9; Apoc. 1:6; 5:10.
Para más amplios detalles sobre la espiritualización que se encuentra en la Escritura
debe consultarse la obra del Dr. Wijngaarden sobre The Future of the Kingdom. El
Nuevo Testamento ciertamente no favorece el literalismo de los premilenaristas.
Además, este literalismo los hace arribar a toda clase de absurdos, porque envuelve
la futura restauración de todas las antiguas condiciones históricas de la vida de
Israel: Los grandes poderes mundiales del Antiguo Testamento (Egipcios, Asirios y
Babilonios), y las naciones circunvecinas de Israel (Mohabitas, Amonitas, Edomitas
y Filisteos), que deben aparecer de nuevo en la escena, Isa. 11:14; Amós 9:12; Joel
3:9; Miq. 5:5, 6; Apoc. 18. El templo tendrá que ser reconstruido, Isa. 2:2, 3; Miq.
4:1, 2; Zac. 14:16-22; Ezeq. 40:48; los hijos de Zadok tendrán que volver a servir
como sacerdotes, Ezeq. 44:15-41; 48: 11-14; Y aun las ofrendas por el pecado y la
trasgresión serán traídas de nuevo al altar, no para conmemoración (como algunos
904
premilenaristas quisiera n), sino para expiación, Ezeq. 42:13; 43:18 -27. Y además de
todo eso, la situación cambiada hará que sea necesario que todas las naciones visiten
a Jerusalén de año en año, para celebrar la fiesta de los tabernáculos, Zac. 14:16, y
aun de semana en semana, para adorar delante de Jehová, Isa. 66:23.
esto con mucha dificultad puede probar el punt o, porque los papeles fácilmente
pueden cambiarse aquí. El mismo pasaje puede usarse para probar que los mil años
de Revelación 20 no son sino un solo día.
Daniel 12:2; Juan 5:28,29; Hech. 24:15. Tendremos que considerar este a sunto más
ampliamente en el capítulo que sigue.
5. LA TEORÍA PREMILENIAL SE EMPANTANA EN TODA CLASE DE
DIFICULTADES INSUPERABLES CON SU DOCTRINA DEL MILENIO: Es
imposible entender cómo una parte de la vieja tierra y de la humanidad pecadora
pueden existir al lado de la otra parte de la tierra que ya se considera nueva y de una
humanidad que está glorificada. ¿Cómo pueden los santos perfectos, con cuerpos
glorificados tener comunión con pecadores en la carne ¿Cómo pueden los santos
glorificados vivir en esta atmósfera cargada de pecado y en medio de escenas de
muerte y decadencia? ¿Cómo puede el Señor de gloria, el Cristo glorificado
establecer su trono sobre la tierra en tanto que ésta no haya sido renovada? El
capítulo 21 del Apocalipsis nos informa que Dios y la iglesia de los redimidos harán
su morada sobre la tierra después de que el cielo y la tierra hayan sido renovados.
¿Cómo pues, puede sostenerse que Cristo y los santos moren mil años en ella antes
de esta renovación? ¿Cómo podrán los pecadores y los santos en la carne
permanecer en la presencia del Cristo glorificado, viendo que el mismo Pablo y
Juan estuvieron completamente abrumados por la visión de El, Hech. 26:12 -14;
junto en el mismo planeta algunos que todavía tienen que morir y otros que ya
pasaron por la muerte y no volverán a morir. Tal confusión de la presente edad con
394
. Y Brown expresa su sorpresa:
s tan revuelto es este! ¡Qué aborrecible mezcla de cosas por
395
394
The last Things, p. 88
395
The second Advent, p. 384
907
Esta es una objeción fatal. La exégesis sana requiere que los pasajes oscuros
de la Bibli a; sean leídos a la luz de los que son claros, y no viceversa:
c. Hasta la interpretación literal de los premilenaristas no es consistentemente
literal, porque considera como figuras la cadena de que se habla en el
versículo 1, Y consecuentemente también la atadura mencionada en el
versículo 2; a menudo concibe los mil años como un largo, pero indefinido
período, y cambia las almas del versículo 4 en resurrección de santos.
d. Estrictamente hablando, el pasaje no dice que las clases a que se refiere (los
santos mártires y aquellos qué no adoraron la bestia) resucitaron de entre los
muertos, sino nada más que vivieron y reinaron con Cristo, y este vivir y
reinar con Cristo se dice que constituye la primera resurrección.
e. No hay absolutamente indicación alguna en estos versículos de que Cristo y
sus santos sean vistos gobernando sobre la tierra. A la luz de pasajes como
Apoc. 4:4; 6:9, es mucho más probable que la escena esté colocada en el
cielo.
f. También merece notarse que el pasaje no hace mención alguna de Pale stina,
de Jerusalén o del templó, y dé los judíos, los ciudadanos naturales del reino
milenario. No hay una sola indicación de que éstos, de alguna manera,
tengan que ver con este reino de mil años. Para una interpretación detallada
de éste pasaje desde el punto de vista amilenial nos referimos a Kuyper,
Bavinck, De Moar, Dijk, Greydanus, Vos y Hendriksen.
EL POSTMILENIALlSMO
de los últimos días de la iglesia milit ante, cuando bajo la influencia especial del
Espíritu Santo, el espíritu de los mártires aparecerá de nuevo, la verdadera religión
será avivada en gran manera y revivida, y los miembros de las iglesias cristianas se
harán tan conscientes de su fuerza en Cr isto que en una medida nunca antes
396
. La Edad
de Oro de la iglesia, según se dice, será seguida por una breve apostasía, un terrible
conflicto entre las fuerzas del bien y del mal, y po r la ocurrencia simultánea de la
venida de Cristo, la resurrección general y el juicio final.
396
Syst. Theol., 1013
909
párr
mediante la cual la humanidad como un todo se levanta cada vez más alto en la
escala de la civilización y de la ganancia, mejorando sus condiciones de tiempo en
tiempo por medio de su más grande habilidad e industria. Vista en la prolongada
perspectiva de las edades, la carrera del hombre ha sido un verdadero ascenso. En
lugar de hacerse peor, el mundo se encuentra mejorado constantemente. Puesto que
la historia y la ciencia demuestra n que el mejoramiento es siempre el resultado del
esfuerzo, el hombre aprende a conjurar que los males todavía no conquistados
tienen que ser eliminados mediante intensos esfuerzos y reformas graduales más
bien que por medio de intervención catastrófica de la Deidad. La enfermedad tiene
que curarse o prevenirse por medio de la habilidad del médico, los males de la
sociedad tienen que remediarse mediante la educación y la legislación, y los
desastres internacionales tienen que evitarse estableciendo nuevas r eglas y nuevos
métodos para tratar los problemas relativos. En una palabra, los males de la vida
tienen que ser curados mediante un proceso gradual de trato curativo más bien que
398
Estas citas son casi característic as de
un gran número de los actuales postmilenialistas, y no es de asombrarse que el
premilenialismo reaccione en contra de él.
OBJECIONES AL POSTMILENIALISMO
397
A Theology for the social Gospel, pp 224, y sig
398
The Millennial Hope, pp. 229, 238 y sig
910
37. Warfield, The Millennium and the Apocalypse in Biblical Studies, pp. 643.664;
38. West, The Thousand Y ears in Both Testaments;
39. Wyngaarden, The Future of the Kingdom.
En los días de Jesús había diferencia de opinión entre los judíos respecto a la resurrección.
En tanto que los fariseos creían en ella, los saduceos no, Mat. 22:23; Hech. 23:8. Cuando
Pablo habló de ella en Ate nas, se encontró con la burla, Hech. 17:32. Algunos de los
Corintios la negaban, 1 Cor. 15, e Himeneo y Fileto, considerándola como algo meramente
espiritual, afirmaba que ya era un asunto de historia, II Tim. 2:18. Celso, uno de los más
antiguos oponentes del cristianismo, hizo de esta doctrina, de manera especial, el blanco del
ridículo; y los gnósticos, que consideraban a la materia como inherentemente mala,
naturalmente la rechazaban. Orígenes defendió la doctrina en contra de los gnósticos y de
Celso, y sin embargo no creía que el mero cuerpo que se depositaba en la tumba habría de
resucitar. Describió el cuerpo de la resurrección como uno nuevo, refinado y
espiritualizado. Aunque algunos de los primitivos Padres cristianos participaron de su
concepto, la mayoría de ellos acentuó la identidad del cuerpo presente y el cuerpo de la
resurrección. La iglesia ya había expresado en la confesión apostólica su creencia en la
resurrección de la carne (sarkos). Agustín, al principio, se inclinó a convenir con Oríg enes;
pero posteriormente adoptó el concepto dominante aunque no estimó necesario creer que
las presentes diferencias de talla y estatura continuarían en la vida venidera. Jerónimo
insistió fuertemente sobre la identidad del cuerpo presente y el futuro. El Oriente,
representado por hombres como los dos Gregarios, Crisóstomo y Juan de Damasco
manifestó una tendencia a adoptar un concepto más espiritual de la resurrección que el
Occidente. Aquellos que creían en un milenio que había de venir hablaron de una d oble
resurrección, la de los justos al principio y la de los malvados al fin del reino milenario.
Durante la Edad Media los escolásticos especularon mucho acerca del cuerpo de la
resurrección, pero sus especulaciones son de mucha fantasía y de poco valor.
Especialmente Tomás de Aquino pareció tener información especial acerca de la naturaleza
914
de la resurrección del cuerpo, y acerca del orden y manera de la resurrección. Los teólogos
del período de la Reforma convenían generalmente en que el cuerpo de la res urrección sería
idéntico con el cuerpo actual. Todas las grandes confesiones de la iglesia explican la
resurrección general como simultánea con la segunda venida de Cristo, el juicio final y el
fin del mundo. No separan ninguno de estos eventos tales como la resurrección de los justos
y la de los malvados, y la venida de Cristo y el fin del mundo, por un período de mil años.
Los premilenaristas, por otra parte, insisten en tal separación. Bajo la influencia del
racionalismo y con el avance de las ciencias f ísicas algunas de las dificultades con que está
cargada la doctrina de la resurrección se acentuaron, y como un resultado, el amplitudismo
religioso moderno niega la resurrección de la carne, y explica las exposiciones bíblicas de
ella como representacione s figuradas de la idea de que la personalidad humana: plena
continuará .existiendo después de la muerte.
EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
Algunas veces se dice que el Antiguo Testamento no sabe nada de la resurrección d e los
muertos, o lo sabe sólo en sus últimos libros. Es muy común la opinión de que Israel tomó
muy fuerte a favor de la: hipótesis de que la idea de la resurrección entró de Persia a la
399
individual apareció por primera vez en Israel después del exilio, y puede haberse debido a
400
. Salmond menciona también este concepto, pero pretende que no está
misma suficiente para explicar toda la historia del concepto de una vida futura en el
401
De Bondt llega a la conclusi ón de que no hay un solo pueblo entre
todos aquellos con los que Israel estuvo en contacto, que no tuvieron una doctrina de la
resurrección que pudiera haber servido como un modelo para la explicación de la que era
corriente entre Israel; y que la fe en la resurrección que encuentra expresión en el Antiguo
Testamento no tiene su base en las religiones de los gentiles, sino en la revelación del Dios
de Israel. 402 Es cierto que no encontramos una afirmación clara respecto a la resurrección de
399
Immortality and the Future, p. 34.
400
Christian Theology in Outline, pp. 251 y sig.
401
The Christian Doctrine of Immortality, pp. 221 y sig.
402
Wat Leer het Oude Testament Aangaande het Leven na ait Leven, pp. 263 y sig.
915
los muertos antes del tiempo de los profetas, aunque Jesús encontró que estaba ya
implicada en Ex 3:6; compárese Mat. 22:29 -32, y el escritor de Hebreos advierte que aun
los patriarcas miraban a la resurrección de los muertos, Heb. 11:10, 13 -16, 19. Ciertamente
no faltan evidencias de que había una creencia en la resurrección mucho antes del exilio.
Está implicada en los pasajes que hablan de la liberación del shéol Sal 49:15; 73:24, 25;
Prov. 23:14. Encuentra expresión en la famosa afirmación de Job, 19:25 -27. Además se
enseña con mucha claridad en Isa. 26:19 (un pasaje que los críticos consideran tardío), y en
Dan. 12:2, y probablemente también está implicada en Ez. 37:1 -14
EN EL NUEVO TESTAMENTO
Como podría esperarse, el Nuevo Testamento tiene más que decir acerca de l a resurrección
de los muertos que el Antiguo, porque en la resurrección de Jesucristo trae el clímax de la
revelación de Dios sobre este punto. En contra de la negación de los saduceos, Jesús arguye
la resurrección de los muertos fundándose en el Antiguo T estamento, Mat. 22:23-33, y
paralelos, compárese Ex 3:6. Además, Jesús enseña aquella gran verdad con mucha
claridad en Juan 5:25-29; 6:39, 40, 44, 54; 11:24, 25; 14:3; 17:24. El pasaje clásico del
Nuevo Testamento para la doctrina de la resurrección es 1 Cor. 15. Otros pasajes
importantes son: 1 Tes. 4:13-l6; II Cor. 5:1 -10; Apoc. 20:4-6 (de dudosa interpretación), y
20:13.
LA NATURALEZA DE LA RESURRECCIÓN
La resurrección es la obra del Dios trino. En algunos casos se nos dice simplemente que
Dios levanta los muertos, sin identificar persona alguna, Mat. 22:29; II Cor. 1:9, Sin
embargo, con mas particularidad, la obra de la resurrección se atribuye al Hijo, Juan 5:21,
25, 28, 29; 6:38-40, 44, 54; I Tes. 4:16. Indirectamente también se designa como una obra
del Espíritu Santo, Rom. 8:11
Hubo algunos, en los días de Pablo, que consideraron que .la resurrección era espiritual, II
Tim. 2:18. Y hay muchos en la actualidad que creen nada más en una resurrección
916
espiritual. Pero la Biblia es muy explícita al enseñar la resurrección del cuerpo. A Cristo se
8:11, I 'Cor. 15:53, y está implicado además en la figura de la semilla que cae en tie rra, la
cual emplea el Apóstol en I Cor. 15:36 -38. Además, Cristo, las primicias de la resurrección,
probó conclusivamente la identidad de su cuerpo a sus discípulos. Al mismo tiempo la
Biblia manifiesta con perfecta evidencia que el cuerpo será cambiado e n gran manera. El
cuerpo de Cristo todavía no estaba plenamente glorificado durante el período de transición
entre la resurrección y la ascensión; y sin embargo, había pasado ya por un cambio notable.
Pablo se refiere al cambio que tendrá lugar cuando dice que al sembrar la semilla no
sembramos el cuerpo que será; ni pretendemos recoger del suelo precisamente la misma
semilla. Y sin embargo, esperamos al cosechar, algo que en sentido fundamental será
idéntico con la semilla depositada en la tierra. Aunque h ay cierta identidad entre la semilla
sembrada y la semilla que se desarrollará de ella, sin embargo también hay una notable
con la conservación de la ident idad. Se nos dice que en la actualidad cada partícula de
nuestros cuerpos cambia cada siete años, pero a través de ese cambio todo el cuerpo retiene
su identidad. Habrá una cierta relación física entre el antiguo cuerpo y el nuevo, pero la
naturaleza de es ta relación no se nos ha revelado. Algunos teólogos hablan de un germen
remanente del que se desarrollará mi nuevo cuerpo; otros dicen que el principio de
organización del cuerpo permanece. Orígenes pensaba en alguna cosa parecida, y así lo
hicieron Kuyper y Milligan. Si tenemos esto presente, perderá su fuerza por completo, la
antigua objeción en contra de la doctrina de la resurrección, es decir, que es imposible que
un cuerpo pueda levantarse con las mismas partículas que lo constituían a la hora de la
917
muerte, puesto que estas partículas pasan a otras formas de existencia! y quizá a centenares
de otros cuerpos.
Según Josefo los Fariseos negaban la resurrección de los malvados. 403 La doctrina del
aniquilacionismo y la de la inmortalidad condicional, las cuales, al menos en algunas de sus
formas, niegan la resurrección de los malvados y enseñan su aniquilación, aceptadas por
muchos teólogos, han encontrado también aceptación en sectas como la de los ad ventistas y
la del amanecer milenario. Creen en la' extinción total de los malvados. Algunas veces se
hizo la afirmación de que la Escritura no enseña la resurrección de los malvados, pero esto
es manifiestamente un error, Dan. 12:2; Juan 5:28, 29; Hech. 2 4:15; Apoc. 20: 13-15. Al
mismo tiempo debe admitirse que la resurrección de ellos no es prominente en la Biblia. El
aspecto soteriológico de la resurrección está manifiestamente en primer lugar, y ésta
pertenece al los justos, nada más, Ellos, a distinció n de los malvados, son los que resultan
beneficiados por la resurrección.
Breckeridge cita a I Cor. 15: 22 para probar que la resurrección, tanto de santos como de
pecadores, fue comprada por Cristo. Pero difícilmente puede negarse que el segundo
risto. Pero,
con seguridad, sólo los creyentes están en semejante relación viva con El. La resurrección
de los malvados no puede considerarse como una bendición ganada por la obra mediatoria
de Cristo, aunque está relacionada con ella indirectamente. Es un resultado necesario por
haber pospuesto la ejecución de la sentencia de muerte sobre el hombre, posposición que
hizo posible el trabajo de redención. La posposición dio por resultado una separación
comparativa de la muerte temporal y la eterna, y la exist encia de un estado intermedio. Bajo
estas circunstancias se hizo necesaria la resurrección de los malvados de entre los muertos,
para que la muerte les fuera impuesta en su más, amplia extensión y en todo el peso de sus
consecuencias. La resurrección de el los no es un acto redentivo, sino de justicia soberana,
de parte de Dios. La resurrección de los justos y de los injustos tiene esto en común, que en
ambos, los cuerpos y las almas son reunidos. Pero en el caso de los primeros este resultado
403
Ant. XVIII, 1, 3; Wars II, 8, 14.
918
es vida perfecta, en tanto que en el caso de los últimos conduce a la pena extrema de
muerte, Juan 5:28, 29.
EL TIEMPO DE LA RESURRECCIÓN
Es opinión común entre los premilenaristas que la resurrección de los santos estará
separada de la de los malvados por un millar de años. Casi parece que consideran una
verdad axiomática que estas dos clases no resuciten, posiblemente, al mismo tiempo, Y no
sólo eso, sino que el tipo de premilenialismo que actualmente está en auge, con su teoría de
una doble segunda venida de Cristo, sienten la necesidad de situar una tercera resurrección.
Todos los santos de las primeras dispensaciones juntamente con los de la actual se
levantarán en la parusía o venida del Señor. Aqu ellos que todavía vivan serán
transformados en un momento, en un abrir y cerrar de ojo. Pero durante los siete años
siguientes a la parusía muchos otros santos mueren, especialmente, en la gran tribulación.
Estos deben también resucitar, y su resurrección ocurrirá en la revelación del día del Señor,
siete años después de la parusía. Pero aun en este punto los premilenaristas no pueden
detenerse correctamente. Puesto que la resurrección al fin del mundo está reservada para los
malvados, debe haber otra resurrección de los santos que murieron durante el milenio, la
cual precede a la de los malvados, porque no pueden resucitar al mismo tiempo.
Según la Biblia, la resurrección de los muertos co incide con la parusía, con la revelación
del día del Señor, y con el fin del mundo, y se coloca inmediatamente antes del juicio final
y general. Ciertamente esto no favorece las distinciones premileniales con respecto a esta:
doctrina. En varios lugares se presentan la resurrección de los justos y la de los malvados
como contemporáneas, Dan. 12:2; Juan 5:28, 29; Hech. 24:15; Apoc. 20:13-15. Todos estos
pasajes hablan de la resurrección como un solo evento y no contienen la más ligera
Indicación de que la re surrección de los justos y la de los malvados estarán separadas por
un período de mil años. Pero esto no es todo lo que se puede decir en favor de la idea de
que las dos coinciden. En Juan 5:21 -29 Jesús combina el pensamiento de la resurrección,
919
que incluye la resurrección de los justos, con el pensamiento del juicio, que incluye el
juicio de los malvados. Además, II Tes. 1:7 -10 explica claramente la parusía (versículo 10),
la revelación (versículo 7), y el juicio de los malvados (versículos 8, 9) como coin cidentes.
Si ese no es el caso, el lenguaje parece haber perdido su significado. Además, la
resurrección de los creyentes está directamente relacionada: con la segunda venida del
Señor en 1 Cor. 15:23; Fil. 3:20, 21; y 1 Tes. 4:16, pero también se explica como que
ocurre al fin del mundo, Juan 6:39, 40, 44, 54 o en el último día. Eso significa que los
creyentes resucitan en el último día, y que el último día es también el día de la venida del
Señor. La resurrección de los creyentes no está colocada un milla r de años antes del fin.
Felizmente, hay varios premilenaristas que no aceptan la teoría de una triple resurrección,
pero que, sin embargo, se apegan a la doctrina de una doble resurrección.
Debería notar se que Pablo usa los términos indistintamente en I Cor. 15. Aunque
habla de la resurrección de los creyentes nada más, evidentemente no trata de
acentuar el hecho de que ésta es de carácter específico, porque usa el término más
general repetidas veces, 1 Col. 15:12, 13, 21, 42. 404
404
Compárese también Waldegrave, New Testament Millenarianism, pp. 575 y sig.
920
405
The Lord's Return, p. 230.
921
tiempo de cuando menos 1900 años más tarde, la palabra eita (entonces) del
versículo 24 se refiere a un tiempo situado 1000 años más tarde. Pero esta es
una mera suposición sin ninguna prueba. Las palabras epeita y eita, en
realidad, significan la misma cosa, pero ni una, ni la otra implican,
necesariamente, la idea de un largo período intermedio. Nótese el uso de
epeita en Luc. 16:7 y Sgo. 4:14, y el de eita en Marc. 8:25; Ju an 13: 5; 19:
27; 20: 27. Ambas palabras pueden usarse para aquello que ocurrirá
inmediatamente, y para lo que ocurrirá solamente algún tiempo después, de
tal manera que es una mera suposición que la resurrección de los creyentes
esté separada del final po r un largo período de tiempo. Otra suposición sin
prueba es que el fin significa el fin de la resurrección. Según la analogía
bíblica la frase señala al fin del mundo, la consumación, el tiempo cuando
Cristo entregará el reino al Padre y pondrá a todos sus enemigos debajo de
sus pies. Este es el concepto adoptado por comentadores como Alford,
Godet, Hodge, Bachmann, Findley, Robertson y Plummer y Edwards. 406
que aquellos que no murieron en Cristo se levantarán en fecha posterior. Pero está
perfectamente claro que esto no es la antítesi s que el Apóstol tiene en su
seremos arrebatados juntamente con ellos en el aire: y así estarem os para siempre
407
Tanto en este pasaje
como en el precedente Pablo está hablando nada más de la resurrección de los
creyentes; la de los impíos no la tiene a la vista para nada.
406
Para una discusión más amplia de todo este punt o compárese Salmond, Christian Doctrine of Immortality,
pp. 414 y sig.; Milligan, The Resurrection of the Dead, pp. 64 y sigts.; Vos, Pauline Eschatology, pp. 241 y
sigts.
407
Millennium Bible, p. 472.
922
resur
primera resurrección, pudiera hasta ser una destacada desaprobación de una
interpretación más realista (quilista) de la misma frase 408. Con toda probabilidad la
expresión se re fiere a la entrada de las almas de los santos al glorioso estado de vida
con Cristo, a la hora de su muerte. La ausencia de la idea de una doble resurrección
haría muy bien que dudáramos de afirmar su presencia en este oscuro pasaje de un
libro tan lleno d e simbolismos como es el Apocalipsis de Juan. Dondequiera que la
Biblia' menciona la resurrección de los justos y de los impíos juntamente, como en
Dan. 12:2; Juan 5:28, 29; Hech. 24:15, no contiene la más ligera indicación de que
las dos estarán separadas por un millar de años. Por otra parte enseña que la
resurrección tendrá lugar en el último día, y será seguida, de inmediato, por el juicio
final, Mat. 25:31, 32; Juan 5:27 -29; 6:39,40,44,54; 11:24; Apoc. 20: 11-15.
408
ISBE, Art. Esch. of the N. T.
923
Otro de los importantes concomitantes del regreso de Cristo es el juicio final que será de
una naturaleza general. El Señor viene otra vez con el preciso propósito de juzgar a los
vivos y consignar a cada individuo a su destino eterno.
La doctrina del juicio general y final estuvo desde los tiempos más primitivos de la era
cristiana relacionada con la resurrección de los muertos. La opinión general era la de que
los muertos se levantarían para ser juzgados según los hechos cometidos en el cuerpo. La
certidumbre de este juicio se acentuaba como una solemne advertencia. Esta doctrina ya
Escritura respecto al juicio. En la Edad Media los escolásticos discutieron el asunto con
gran detalle. También ellos, creyeron que la resurrección de los muertos sería seguida de
inmediato por el juicio general, y que esto marcaría el fin del tiempo del hombre. En ese
sentido general todas las criaturas racionales se presentarán en el juicio, y éste traerá una
manifestación general de los hechos de cada uno, así de los buenos como de los malos.
Cristo será el Juez, aunque otros se asociarán con El en el juicio; sin embargo, no como
jueces en el sentido estricto de la palabra. Inmediatamente después del juicio habrá una
conflagración universal. Aquí dejamos fuera de consideración algunos de los otros detall es.
Los Reformadores participaron de este concepto en general, pero añadieron poco o nada al
concepto dominante. El mismo punto de vista se encuentra en todas las confesiones
protestantes las cuales explícitamente afirman que habrá un día de juicio al fin del mundo,
pero no entran en detalles. Así ha sido el concepto oficial de las iglesias hasta el tiempo
actual. Esto no significa que no encuentren expresión otros conceptos. Kant infería del
imperativo categórico la existencia de un juez supremo que endere zaría todos los errores,
Algunos no se inclinaron a aceptar la constitución moral del universo, ni creyeron que la!
historia se estaba moviendo hacia una terminación moral, y de esta manera negaron el
juicio futuro. Von Hartmann le dio a esta idea una construcción filosófica. En la teología
moderna amplitudista, con su énfasis so bre el hecho de que Dios es inmanente en todos los
procesos de la historia, hay una tendencia fuerte a considerar el juicio primario, si no
Dios con los hombres no se encu entra la intermitencia ni la suspensión de ninguno de los
atributos de su Ser. Por lo tanto, el juicio no es más cierto en el futuro que en el presente.
Hasta donde Dios es su autor, el juicio es tan constante y perpetuo como su acción en la
vida humana. Posponer el juicio para una futura hora pública es mal entender la justicia
como si pudiera estar dormida o suspendida, completamente atada con las condiciones
externas. Por el contrario, la esfera de justicia debe buscarse no primeramente afuera, sino
409
dent . Los dispensacionalistas creen
de todo corazón en el juicio futuro, pero hablan de juicios en plural. Según ellos habrá un
juicio en la parusía, otro en la revelación de Cristo y todavía otro en el fin del mundo.
409
Realities of Christian Theology, pp. 362 y sig.
925
El juicio final del que nos habla la Biblia no puede ser considerado como un proceso
espiritual, invisible e interminable, como si fuera idéntico con la providencia de Dios en la
historia. Esto no equivale a negar el hecho de que hay un juicio provincial de Dios en las
vicisitudes en los individuos y en las naciones, aunque no siempre se reconozca así. La
Biblia nos enseña con claridad que Dios, hasta el presente, visita el mal con castigo, y
recompensa el bien con bendiciones, y estos castigos y recompensas son positivos en
algunos casos; pero en otros ejemplos aparecen como el resultado natural y providencial del
mal cometido o del bien hecho, Deut. 9:5; Sal. 9:16; 37: 28; 59: 13; Prov. 11:5; 14: 11; Isa.
32:16, 17; Lam. 5:7. La conciencia humana de testimonio también de este hecho. Pero
también está manifiesto en la Escritura que los juicios de Dios en la vida presente no son
los finales. El mal algunas veces continúa sin el debido castigo, y el bien no siemp re es
recompensado con las bendiciones prometidas en esta vida. El malvado de los días de
e guardemos
su ley, y que andemos afligidos en presencia de Jehová de los ejércitos? Decimos, pues,
ahora: Bienaventurados son los soberbios, y los que hacen impiedad no sólo son
amigos
estuvieron luchando con el problema del sufrimiento de los justos, y así también estuvo
Asaf en el Sal. 73. La Biblia nos enseña a mirar hacia el juicio final considerándolo como la
respuesta definitiva de Dios a todos estos problemas, como la soluc ión de semejantes
problemas, y como la remoción de todas las discrepancias aparentes del presente, Mat.
25:31-46; Juan 5:27-29; Hech. 25:24; Rom. 2:5-11; Heb. 9:27; 10:27; II Pedo 3:7; Apoc.
20:11-15. Estos pasajes no se refieren a un proceso, sino a un ev ento muy definido que
tendrá lugar en el fin del tiempo. Se explica como acompañado por otros eventos históricos,
tales como la venida de Jesucristo, la resurrección de los muertos, y la renovación de los
cielos y de la tierra.
Según Schleiermacher y muchos otros eruditos alemanes las descripciones bíblicas del
juicio final deben entenderse como indicaciones simbólicas del hecho de que el mundo y la
iglesia quedarán finalmente separados. Esta explicación sirve para evaporar toda la idea de
un juicio forense para! la determinación pública del estado final del hombre. Es una
926
El dicho de Schelling de que "la historia del mundo es el juicio del mundo" contiene sin
duda un elemento de verdad. Según lo indicamos en lo qu e precede, hay manifestaciones de
la justicia retributiva de Dios en la historia de las naciones y de los individuos. Las
recompensas o los castigos pueden ser de carácter positivo, o pueden ser el resultado
natural del bien o del mal hecho. Pero cuando mu chos eruditos amplituditas pretenden que
el juicio divino es por completo inmanente y está determinado del todo por el orden moral
del mundo, ciertamente dejan de hacer justicia a las explicaciones de la Escritura. Su
hace de Dios como ocioso, que únicamente busca y
aprueba la distribución de las recompensas y de los castigos. Destruye por completo la idea
del juicio como un evento externo y visible, que ocurrirá el un tiempo definido del futuro.
Además, no puede satisf acer los anhelos del corazón humano por la justicia perfecta. Los
juicios históricos son siempre parciales nada más, y algunas veces deja la impresión sobre
los hombres de ser una parodia de la justicia. Siempre ha habido ocasión y todavía la hay
para la perplejidad de Job y de Asaf.
3. Un juicio de los muertos impíos delante del gran trono blanco, descrito en Apoc.
20:11-15. Los muertos son juzgados de acuerdo con sus obras, y esto determina el
grado de castigo que recibirán. Este juicio será mil años después del anterior. Debe
notar se, sin embargo, que la Biblia siempre habla del juicio venidero como de un
solo evento. Nos enseña a mirar hacia adelante, no a los días del juicio, sino al día
Algunos consideran que el juicio final es del todo innecesario, porque el destino de cada
hombre está determinado al tiempo de su muerte. Si un hombre duerme en Jesús ya está
salvo; y si muere en sus pecados ya está perdido. Puesto que el asunto ya está definido, no
se necesita ninguna inquisición judicial posterior, y por lo tanto, el jui cio final resulta del
todo superfluo. Pero la certidumbre del juicio futuro no depende del concepto de su
necesidad. Dios nos enseña con claridad en su Palabra que habrá un juicio final, y esto
define el problema para todos los que reconocen a la Biblia co mo la regla definitiva de la
fe. Además, resulta enteramente errónea! la hipótesis sobre la que se desarrolla este
argumento, es decir, que el juicio final servirá para definir lo que ha de ser el estado futuro
del hombre. Servirá más bien para descorrer d elante de todas las criaturas racionales la
gloria declarativa! de Dios en un acto formal forense, que magnifique por una parte la
santidad y justicia de Dios, y por la otra, su gracia y misericordia. Además, deberá
928
recordarse que el juicio del último día diferirá, en más de un respecto, del que hay cuando
llega la muerte de cada individuo. No será secreto, sino público; no corresponderá al alma
nada más, sino también al cuerpo; no tendrá referencia a un solo individuo, sino a todos los
hombres.
Como es natural, el juicio final, como todas las opera ad extra de Dios, es la obra del Dios
trinó, pero la Biblia lo atribuye en particular a Cristo. Cristo en su capacidad medianera
serán el Juez futuro, Mat. 25:31, 32; Juan 5:27; Hech. 10:42; 17:31; Fil. 2:10; II Tim. 4:1.
Pasajes como Mat. 28:18; Juan 5:27; Fil. 2:9, 10, dejan abundante evidencia de que el
honor de juzgar a los vivos y a los muertos fue conferido a Cristo como Mediado en
recompensa de su obra expiatoria y como parte de su exaltación. Esto puede considerarse
como uno de los honores supremos de su realeza. En su capacidad como Juez, también,
Cristo está salvando a su pueblo hasta lo último: Completa la redención de ellos; los
justifica públicamente, y quita de ellos las consecuencias últimas del pecado. De pasajes
como Mat. 13:41, 42; 24:31; 25:31, puede inferirse que los ángeles lo ayudarán en este
grande trabajo. Evidentemente, los santos en algún sentido se sentarán y juzgarán
juntamente con Cristo, Sal. 149:5-9; 1 Cor. 6:2, 3; Apoc. 20:4. Es difícil decir con precisión
lo que esto envuelve. Ha sido interpretado en el sentido de que los santos condenarán al
mundo por medio de su fe, de la misma manera que los ninivita condenarán a las ciudades
incrédulas de lo s días de Jesús; o que únicamente concurrirán con Cristo al juicio. Pero el
argumento de Pablo en I Cor. 6:2, 3 parece requerir algo más que esto, porque ninguna de
las dos interpretaciones sugeridas probaría que los Corintios eran capaces de juzgar los
asuntos que surgían en la iglesia. Aunque no puede esperarse de los santos que conozcan a
todos los que aparecerán en juicio, ni tampoco sepan aplicar los castigos, sin embargo
tendrán alguna participación activa en el juicio que hará Cristo, aunque es impos ible decir
con precisión cual será esa parte.
La Escritura contiene indicaciones claras de que al menos habrá dos partes que serán
juzgadas. Es evidente que los ángeles caídos aparecerán delante del tribunal de Dios, Mat.
8: 29; 1 Coro 6: 3; II Pedo 2: 4; Judas 6. Satanás y sus demonios encontrarán su
condenación final en el día del juicio. También es perfectamente claro que cada individuo
de la raza humana tendrá que aparecer delante del trono del juicio, Ecl. 12:14; Sal. 50:4-6;
929
Mat. 12:36, 37; 25: 32; Rom. 14:10; II Cor. 5:10; Apoc. 20:12. Estos pasajes ciertamente
no dejan lugar para el concepto de los pelagianos ni de los que van en pos de ellos, de que
el juicio final estará limitado a aquellos que han gozado de los p rivilegios del evangelio. Ni
favorecen tampoco la idea de aquellos sectarios que sostienen que los justos no serán
mi Palabra y cree al que me ha enviado, tiene vi da eterna y no vendrá a juicio sino que ha
no viene a juicio condenatorio. No obstante, a veces se objeta que los pecados de los
creyentes, que ya están perdonados, ciertamente no se harán públicos en ese tiempo; pero la
Escritura nos conduce a esperar que sí serán publicados,' aunque, de consiguiente, serán
revelados como pecados perdonados. Los hombres serán juzgados por toda palabra ociosa,
Mat. 12:36, y por toda cosa secreta, Rom. 2:16; 1 Cor. 4: 5, y no hay indicación alguna de
que esto se limite a los impíos. Además se ve con perfecta evidencia en pasajes como Mat.
13:30, 40-43, 49; 25: 14-23, 34-40, 46, que los justos aparecerán delante del trono de juicio
de Cristo. Es más difícil determinar, si los ángeles buenos estarán sujetos al juicio final en
algún sentido de la palabra. El Dr. Bavinck se inclina a inferir de 1 Cor. 6:3 que sí lo serán;
pero este pasaje no prueba el punto. Lo haría si la palabra aggelous estuviera precedida por
Y esto, tanto más cuanto que los ángeles se represent an con claridad nada más como
ministros de Cristo en relación con la jornada del juicio, Mat. 13:30, 41; 25:31; II Tes.
1:7,8.
Aunque el tiempo del juicio futuro no puede determinarse en absoluto, puede fijarse
relativamente, es decir, en relación con otros eventos escatológicos. Será con toda claridad
al final del mundo actual, porque se pasará juicio sobre la vida completa de cada individuo,
Mat. 13:40-43; II Ped. 3:7. Además, será uno de los concomitantes de la venida (parusía) de
Jesucristo, Mat. 25:19-46; II Tes. 1:7-10; II Ped. 3:9, 10, Y seguirá inmediatamente después
de la resurrección de los muertos, Dan. 12:2; Juan 5:28, 29; Apoc. 20:12, 13. El problema
de si precederá inmediatamente, o coincidirá con, o seguirá inmediatam ente a los cielos y a
la tierra nueva no puede situarse conclusivamente sobre base escritural, Apoc. 20:11
parecería indicar que la transformación del universo tendrá lugar cuando el juicio
comience; II Ped 3:7, que los dos sincronizarán; y Apoc. 21:1 que la renovación de los
cielos y de la tierra seguirá al juicio. Podemos hablar de ellos nada más en un sentido
general como concomitantes. Es igualmente imposible determinar la duración exacta! del
930
inferir de estos pasajes, y otros similares, que se trata de un día de 24 horas exactas, puesto
n la Biblia en más de un sentido indefinido. Sin
embargo, por otra parte, la interpretación de algunos de los premilenaristas, de que se trata
de una designación de todo un período milenario completo, no puede considerarse como
plausible. Cuando la palabra día se usa para denotar un período, se trata de uno, que, como
un todo, queda definido mediante algunas características especiales, generalmente
Evidentemente la medida mediante la cual los santos y los pecadores serán juzgados, será la
voluntad revelada de Dios. Esta, no será la misma para todos. Algunos han sido más
privilegiados que otros, y esto, naturalmente, aumenta su responsabilidad, Mat. 11:21 -24;
Rom. 2:12-16. Esto no quiere decir que habrá condiciones diferentes de salvación para
clases diferentes de pueblo. Para todos aquellos que aparezcan en juicio la entrada al cielo o
la exclusión de él dependerán de que estén vestidos con la justicia de Jesucristo. Pero ha brá
diferentes grados de bendición en el cielo, como de castigo en el infierno. Y estos grados
serán determinados por lo que se hizo en la carne, Mat. 11:22, 24; Luc. 12:47, 48; 20: 47;
Dan. 12:3; II Cor 9:6. Los gentiles serán juzgados por la ley de la na turaleza, inscrita en sus
corazones; los israelitas de la antigua dispensación, por la revelación del Antiguo
Testamento, y nada más por ella; y aquellos que han disfrutado de la luz del Evangelio
además de la luz de la naturaleza y la revelación del Antig uo Testamento, serán juzgados de
acuerdo con la mayor luz que recibieron. Dios dará a cada hombre su merecido.
El juicio final determina, y por lo tanto, conduce naturalmente, al estado final de aquellos
que aparecen delante del trono del juicio. Su estado final le será de miseria eterna o de
bienaventuranza eterna.
Evidentemente, hay en la teología actual una tendencia, entre algunos círculos, a desterrar
la idea del castigo eterno. Los aniquilacionistas, que todavía están repres entados en sectas
como la de los adventistas y los del amanecer milenario , y los abogados de la inmortalidad
condicional, niegan la existencia continuada de los impíos, y por lo tanto consideran
innecesario un lugar para el castigo eterno. En la teología a mplitudista moderna la palabra
puramente subjetiva, en lo que los hombres pueden encontrarse aun cuando todavía estén
sobre la tierra, y que se hará permanente en el fu turo. Pero estas interpretación es, en
verdad, no hacen justicia el los datos de la Biblia. No hay lugar para la duda razonable
respecto al hecho de que la Biblia enseña la existencia continuada de los impíos, Mal. 24:5;
25:30, 46; Luc. 16:19-31. Además,
ciertamente, usa siempre términos locales. Llama al lugar del tormento gehenna, un nombre
derivado del hebreo ge (tierra, o valle) y hinnom o beney hinnom, es decir, Hinnom o hijos
de Hinnom. Este nombre fue aplicado originalmente a un valle situado al suroeste de
Jerusalén. Era el lugar a donde los impíos idólatras sacrificaban sus hijos a Moloc
haciéndolos pasar por fuego. De aquí que fue considerado inmundo y en días posteriores se
tophet (escupitajo), como una región abiertamente despreciable. Los
fuegos estaban ardiendo constantemente allí para consumir los desperdicios de Jerusalén.
Como resultado se convirtió en símbolo del lugar del castigo eterno. Mal. 18:9 habla de ten
geennan tou puros, el lugar del fuego, y esta fuerte expresión se usaba como sinónimo con
to pour to aionion, el fuego eterno, del versículo anterior.
usan también. Del hecho de que los términos precedentes son todas designaciones locales,
podemos inferir que el infierno es un lugar. Además, las expresiones locales se usan,
generalmente, en relación con él. La Biblia habla de aquellos que serán excluidos del cielo,
la
descripción en Lucas 16:19 -31 es del todo local.
Es imposible determinar, con toda precisión, lo que constituirá el castigo venidero de los
impíos, y conviene que hablemos con cautela acerca del asunto.
1. Positivamente, puede decirse que consistirá en una ausencia total del favor de Dios
2. Una interminable inquietud de vida como resultando del c ompleto dominio del
pecado
LA DURACIÓN DE SU CASTIGO
El problema de la eternidad del castigo futuro merece, sin embargo, consideración más
especial, debido a que, frecuentemente, se le niega. Se dice que las palabras usadas en la
Marc. 9: 48. Además, el golfo que separará a los santos y a los pecadores en el
futuro se dice que es fijo e impasible, Luc. 16: 26.
LA NUEVA CREACIÓN
El estado final de los creyentes será precedido por el paso del mundo actual y la ap arición
la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles
creación nueva en una visión, Apoc. 21:1. Sólo después de que la nueva creación haya sido
establecida, será que la nueva Jerusalén descenderá del cielo de Dios, que el tabernáculo de
Dios acampará entre los hombres, y que los justos entrarán a su gozo eterno. Se presenta
con frecuencia el problema, de si esto será d el todo una nueva creación, o una renovación
de la presente. Los teólogos luteranos están fuerte mente inclinados a favorecer la primera
posición con apelación a II Ped. 3:7 -13; Apoc. 20:11; y 21:1; en tanto que los teólogos
Reformados prefieren la última: idea, y encuentran apoyo para ella en Sal. 102: 26, 27 Heb.
1: 10-12; y Heb. 12:26-28.
Muchos conciben también al cielo como una condición subjetiva, la cual los hombres gozan
en el presente, y que, en el camino de la justicia, naturalmente, se convertirán en
935
permanente en el futuro. Pero aquí, también, debe decirse que la Escritura presenta con
claridad al cielo como un lugar. Cristo ascendió al cielo, lo que sólo puede significar que
fue de un lugar para otro. Se le e scribe como la casa de nuestro Padre con muchas
mansiones, Juan 14: 1, y esa descripción difícilmente se acomodaría con una mera:
condición. Además, se dice que los creyentes están dentro, en tanto que los incrédulos están
fuera, Mat. 22:12, 13; 25:10-12. La Escritura nos da la razón para creer que los justos no
solamente heredarán el cielo, sino toda la nueva creación, Mat. 5:5; Apoc. 21:1 -3.
LA NATURALEZA DE SU RECOMPENSA
La recompensa de los justos se describe como vida eterna, es decir, no nada m ás una vida
sin fin, sino vida en toda su plenitud, sin ninguna de las imperfecciones y perturbaciones de
la presente, Mat. 25:46; Rom. 2:7. La plenitud de esta vida se goza en comunión con Dios,
lo que es realmente la esencia de la vida eterna, Apoc. 21:3 . Verán a Dios en Jesucristo cara
a cara, encontrarán plena satisfacción en El, se regocijarán en El, y lo glorificarán. A pesar
de todo, no debiéramos pensar en los goces del cielo como exclusivamente espirituales.
Habrá algo que corresponda al cuerpo. En un plano muy elevado habrá intercambio y
reconocimiento social. También es evidente, según la Escritura, que habrá grados de
bendición en el cielo, Dan. 12:3; II Cor. 9:6. Nuestras buenas obras serán la medida de
nuestra recompensa de gracia, aunque no la merezcan. Sin embargo, y a pesar de todo esto,
el gozo de cada individuo será perfecto y pleno.
1. Alger, History of the Doctrine of a Future Life, pp. 394.449, 508.549, 567.724
2. Bavinck, Geref. Dogm. IV, pp. '777.815
3. Beckwith, Realities of Chr. Theol., pp. 361 -382
4. Dabney, Syst. and Polem. Theol., pp. 842.862
5. Dahle, Life After Death, pp. 418.455; Mackintosh, Immortality and the Future, pp.
180.194; 229.224
6. Doctrine of Endless Punishment
7. Drummond, Studies in Chr. Doct., pp. 505-514
8. Hodge, Syst. Theol. III, pp. 844.880
9. Hovey, Biblical Eschatology, pp. 145.175; Von Huegel, Eternal Life
10. King, Future Retribution
11. Kuyper, Dict. Dogm., De Consummatione Saeculi, pp. 280.327
12. Litton, Introd. to Dogm. Theol., pp. 581.595
13. Macintosh, Theol. as an Empirical Science, pp. 205.215
14. Schilder, Wat is de Hemel
15. Shedd, Dogm. Theol. II, pp. 659.754; ibid
16. Vos, Geref. . Dogm., Eschatologie, pp. 32.50
17. Vos, The Pauline Eschatology, pp. 261.316
937
INDICE
PREFACIO 2
EL SER DE DIOS 31
LA INMUTABILIDAD DE DIOS 53
LA UNIDAD DE DIOS 57
LA ESPIRITUALIDAD DE DIOS 62
ATRIBUTOS INTELECTUALES 63
ATRIBUTOS MORALES 68
ATRIBUTOS DE SOBERANÍA 76
LA PRE SE RV A CI ÓN 200
CONCURRENCIA 203
EL GOBIERNO 209
LA RE LA CI ÓN QUE TI E NE E L PE CA DO DE A DA N CON E L DE LA RA ZA
296
CAPITULO 22: EL PECADO EN LA VIDA DE LA RAZA HUMANA 301
E L NOM B RE _329
EL CONCEPTO 331
LA FE EN GENERAL 631
Y SEGURIDAD 640
INTRODUCCIÓN 699
850
EL PREMILENIALISMO 898
INDICE 937
Np Autor Titulo
1. A. Keizer El Maoísmo.