Mitos y Supersticiones PDF
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RIGOBERTO PARI5DÍF
MITOS, SUPERSTICIONES
Y SUPERVIVENCIAS
POPULARES DE BOLIVIA
PROLOGO
DEL DR. BELISARIO DÍAZ ROMERO
MCMXX
^.^:«í.avt>¿;-
i
^^/j[ ifusfre escrUcr ij aSnegado propagandista de
estudios fiistóricos
y geográficos de Solivia
PROLOGO
— 111
—
nerse por un segundo siquiera, que él ha perdido
lamentablemente su tiempo? Nequáquam domi-
ni! ; precisamente, no ha podido emplearse mejor
un talento alimentado y bien nutrido en el espíritu
científico de nuestro siglo, un talento observador
Erratas y Correcciones
Página
—
populares en Bolivia.
Capítulo I
Factores primordiales
1
— ,El alma de la raza. — La fe en
objetos inanimados y en Santiago. — ¥A
layka, cJunnacani, tJialiri, ka-mili, jarn-
piri y yatlri, — La poca importancia de
las mujeres en la hechicería, — IT_ — Ins-
trumentos y manera cómo actúan los bru-
jos. —lll. —
Influencia de éí^tos, sus ar-
timañas para seducir a las multitudes.
II
— 12 —
que liag-a sus preg-untas directamente al mismo
Santiago. El que lia perdido sus corderos, le
interroga
<íSeflor^ bendito señor, perdóname si te
importuno: he perdido mis ovejas, ladrones de-
salmados ine las han robado; envano las he
buscado, ¿parecerán? Dímelo, santo adorado;
dímelo protector de huérfanos y defensor de
desgraciados, C07t toda mi alma en tí puesta te
lo pido-». Y solloza El hechicero, fin-
el inieli?:.
III
IV
zada del mito mnop mickjuyj de los keehuas, del que dice
el Obispo Villagómez. «En varios Ayllos o tribus hay maes-
tros a ios 4"'^ ahora dan nuestro nombre de «Capitán» y de
las cuales cada uno tenía sus propios alumnus y soldados a
los que anunciaba y señalaba una noche cualquiera a su anto-
jo dará que se reunieran en un sitio dado [porque estas reu-
niones se celebraban de noche] En seguida, el maestro acom-
pañado de uno o dos de sus discípulos, se acerca en esa noche
señalada a uua casa que ya tiene determinada de antemano y
dejando a loe discípulos en la puerta, entra el sólo y desparra,
terpretaciones varias.
Soñarse con llamas u ovejas es para que
se frustre algún negocio que se proyecta.
Con cóndor, es para que se tenga éxito en
lo que se propone.
Capítulo II
Mitos
VIII. —
El concepto que se tiene del Su-
paya. — IX. — ElAnchanchu. X.— — La
Mekala.— XI.— El Katekate y sus de.
rivaciones — XII.— Los Japiñuñus.
XIII. -El Takca-takca.— XIV.— El cul-
to a la piedra —
XV. — Ideas respecto
del Cuurmi
— 27 —
tiene por hacedor de la luz, de la tierra y de
el
tierra.
También pudo haber provenido de las pa-
Página 6.
— 31 —
postrándose a los pies de Huirakhocha, le
implo-
raron perdón por su atrevimiento.
Viéndolos
éste humillados y arrepentidos, tomó
una vara y
encaminándose hacia el fuego, con dos
y tres
golpes que le dio, hizo que se apagase.
Los in-
dios en señal de reconocimiento le
erigieren allí
un famoso templo, donde colocaron su
estatua la-
brada de piedra y le ofrecían en ofrenda mucho
oro y plata.
?
^4 —
esclavitud y la muerte, en vez de la vida y bie-
nestar que el anterior les había prodigado.
E)ste dios tau popular y venerado en la
antigüedad va desapareciendo de la imaginación
de los indios actuales; pocos son los que al pre-
sente lo mencionan. Los más lo confunden
con Jesucristo o el Padre iCterno y, por último,
otros terminan por decir que no se acuerdan de
él: que Huirakhocha es el blanco, que pudo más
II
(1). —
A los uros les llaman tamlñéu diancumuukheris,
comedores de ciertas plantas acuáticas de los géneros Myrio-
phyUum, Potomogeton, Clanophora, Elodea y Chara), La
tradición cuenta de ellos que fueron trasladados, en tiempos
remotos, en calidad de esclavos de las costas del Pacífico
por gran conquistador kolla Tacuilla, y distribuidos en las
el
III
IV
— 39 —
casa o familia, con la palabra mama, que si(j^nifi-
ca grande, inmenso, cuando se refiere a los ani
males o cosas, y superior, cuando a las personas.
En este caso, tiene aplicación la palabra, única-
mente con las del sexo femenino. Los términos
mamatay y raamay, con los que en aymara y ke-
chua, respectivamente, se designa al presente a
la madre, es de introducción posterior a la con-
quista española parece que proviene á^X mamá
;
VI
VIII
IX
XII
XIII
XIV
II
III
— 81 —
presagiaba. El historiador Santiváñez refiere,
el caso siguiente: «Cuéntase que pocos días an-
—
(1), Información acerca de la Religión y Gobierno
—
de los Incas^ por el licenciado Polo de Oudegardo. Edición
de Horacio H. Urteaga.— Tomo 111.— Pág. 32.
— 85 -
su rival o enemigo, le irá mal en los negocios
que proyecta, o en sus asuntos con aquel,
Los que se ponen en los ojos las legarías
del perro, ven almas en las roches oscuras.
E)l feto del gato atraemala suerte en la
la
IV
ne en libertad.
—
— 92 —
También fabrican figuras de barro, yeso
o cera, parecidas a la persona enemiga, o pintan
la cara de un ratón o gato a su semejanza, y en
VI
del
El terreno destinado para el cultivo
el agricultor indí-
año, W^m^áo yapu, motiva en
constante preocupación, al menos, si
o-ena una
— 98 —
nunca o rara vez ha sido sembrado, en cuyo ca^o
lo denomina purunta y hhallpa cuando no lia
descansado. De la piirtuna se encariña tanto, que
la visita con frecuencia, contemplándola con an-
sias de enamorado y cifrando en los dones de su
fertilidad acumulada todas sus esperanzas y
anhelos. Muestra el sitio a sus allegados y po-
seído de amor filial intenso a su sembradío, les
dice,que allí, en su seno privilegiado duermen
papas del tamaño de cabezas humanas. Cuando
celebra alguna fiesta lo primero que hace es ir al
terrazgo querido, ira su^'¿7/>7/, rociarlo con aguar-
diente antes de haberse servido, y dirigiéndose a
la Pacha-Mama, exclama: ¡Oh tierra! ¡mi ver-
dadera madre! Tu hijo soy y como a tal, con-
cédeme buenos y abundantes frutos: has que tu
ubérrimo seno sea pródigo esta vez más, y re-
compensa los trabajos y desvelos de quién sólo
fía en tu inagotable fecundidad.
Cuando está cercano el día de la siembra
recoge todas las yerbas que crecen en el labran-
tío, las amontona y espera que sequen y apenas
se hallan en estado, les prende fuego, invocando
al hacerlo, puesto de rodillas, la protección de la
Pacha-Mama. Según la dirección que da el aire
alhumo predice sobre el resultado de la próxima
cosecha.
El momento en que por primera vez ha de
penetrar el arado en el suelo, el indio que debe
efectuarlo, se destoca el sombrero, levanta la vis-
ta al cielo, pide el favor de sus deidades, y des-
— 99 —
pues hinca la reja y raBga la corteza terrestre.
Antes de comenzar las faenas agrícolas,
consulta en el almanaque, si el día no está mar-
cado de aciago. En caso de que lo esté, suspen-
de el trabajo hasta mejores díjis; pero si lo lle-
va a cabo a pesar de ello, está siempre temeroso
de que será mala su cosecha.
En los calendarios de los primeros tiem-
pos de la República, se leían los siguientes párra-
fos,de los que se guiaban los agricultores y loe
que no lo eran:
^McTnoria de los días crifnaterios y ma-
los que tiene el año, con los cuatro Lunes.
«Juicio hecho por un grande Astrólogo de
París, que dice que el año tiene treinta y dos
días malos, y tanto que las personas, que en tales
días cayeron enfermas, tarde o nunca se levanta-
rán: y si se levantasen serán
y vivirán con dolo-
res; si en tales días se casan, la mujer no será
leal, ni se querrán bien, y siempre vivirán inquie
— 100 —
son el 15 de Marzo, 18 de Agosto y ]8 de Sep-
tiembre; los lunes son los cuatro siguientes más
peligrosos, para tener actos carnales con las mu-
jeres, por la mala generación que en ellos se con-
sigue. El primer lunes de Abril, en el cual se
abrazó Sodoma }' Gomorra. El primero de Agos-
to en el cual nació Caín que mató a su hermano
Abel. El primero de Septiembre en el cual na-
ció Judas Iscariote, que vendió a Nuestro Señor
Jesucristo 3^ el cuarto de Septiembre, en el cual
nació Herodes, que mató a los inocentes.
Junio 6.
Julio 13 y 15.
Agosto 1, 18 y 20.
Septiembre 15 y 18.
Octubre 6
Noviembre 15 y 17.
Diciembre 6 y 7. (1) s>
estío. A
esta última estación le dan también el
día.
Caando luna nueva se presenta con los
la
II
IV
VI
migo de su raza.
El indio no cree que el acto se reduce a
una simple alteración del indumento, sino que,
en el alma de que lo ha efectuado cambian por
completo, desde ese momento, las ideas 5^ senti-
mientos que abrigaba referentes a su raza^ a la
— 119 —
vez, que abandona sus ocupaciones habituales.
El labrador, dice, desaparece con el vestido. Y,
así es. Apenas el aborigen se trajea a la moda
europea, huye délas labores agrícolas, desconoce
a sus padres, reniega de su raza y se pone frente
a ella; obedece las sugestiones de mestizos y
los
blancos para ultrajarla y perseguir a sus miem-
bros, toda vez, que se le presentan ocasiones de
hacerlo. El jndio trasfigurado es el peor verdugo
de los suyos.
16
— —
Capítulo V
En viajes y en caminos
en los — — Preparativos de
viajes. III.
los indios para viajar; en el camino, sus
entretenimientos; robos y manera de en-
contrar lo sustraido; su amor a los ani-
males y a la naturaleza. — IV. — Invo-
caciones a los Achacliilas. La Apachita.
Culto de las piedras'y de los ríos. — — El
\'.
y carreras.
— 124
—
(1)— Origen e Historia de los Incas. Obra escrita en
el Cuzco (1,575-90) por Fray Martin de Moriía de la Orden
de la ^lerced Publicada y anotada por Manuel González de
la Rosa, etc. Limnl911: pag. 128.
— 125 —
tuadas de trecho en trecho, a la distancia de cin-
co millas una casa de otra, y en cada casa había
cuatro indios, vestidos con uniformes especiales
que servían durante un mes, pasado el cual iban a
descansar a las casas que habían construido con
ese objeto, en donde se les daba de comer y
y se les proveía de todo lo que r.ecesita-
sen de los depósitos del Inca, siendo reem-
plazados en su puesto por otros de la misma
casta. Kstos chasquis gop'aban entre le s indios
de muchos privilegios y deferencias y sus mu-
jeres e hijos eran atendidos por cuenta del Es-
tado. No tenían más ocupación que la de ca-
minar en la forma enunciada, estando relevados
de todo otro servicio o faena pública.
Además, en toda la longitud de los cami-
nos y a la distancia de cuarenta a cincuenta le-
guas^ se habían establecido posadas o tampus,
provistas de toda clase de recursos tcmadfs de
la hacienda del Inca, y destinadas para alojar al
soberano y a su comitiva, o a los que viajaban
con carácter oficial.
Durante el período colonial ambos servi-
cios, el de chasquis y tampus, decayeron rápi-
damente, a causa de los abusos y descuido de los
conquistadores, siendo sustituidos por el á^ pos-
tas.
Este servicio, tal como ha llegado hasta
nosotros, consiste en que en los caminos princi-
pales y a la distancia de cinco leguas, más o me
nos, exista un tambo, servido por un maestro
— 126 —
de posta ya mestizo o indio, que tiene a sus órde-
nes un determinarlo número de naturales, que se
turnan anualmente y son enviados por las comu-
nidades, a las que se ha impuesto tal oblig-a-
ción.
Los chasquis ya no gozan de las preemi"
neucias, retribuciones y exenciones que tenían sus
antepasados. Conocidos hoy con el nombre de
postillones, desempeñan el rudo servicio de pea-
tones y espoliques, mereciendo de los que los ocu-
pan riguroso trato.
Los indios, a los que corresponde el turno,
se despiden de sus familias, cual si fueran a una
muerte segura La noche antes de partir, hacen
.
a sus casas.
Al ejecutar tales ceremonias, no pueden
ser tachados los actores de exagerados. Kl ser-
II
III
III
II
III
IV
— 158 —
Dividían las jóvenes o tahuakos, en cua-
tro categ"orías. A las hermosas llamaban paco-
hakhllas\ a las de mayor belleza, Jianko-hakh-
llas\ a las medianas huayrurus y al c«>mún de
mozas, hahua-tahuakos
El indio joven o huayna, que se ha ena-
morado de una joven y es correspendido por ésta
a cuyo estado psicológico llaman hiíayllusiña,
es decir, amarse tiernamente, para diferenciar
del munasiña que significa quererse, pero en un
sentido general, busca la ocasión para tener pre-
cisamente comercio ilícito con ella antes de ca-
sarse. Entre los indios el concubinato precede
siempre al matrimonio. Y el concubinato lo ini-
cia el varón obligando a la mujer a seguirle, con
objeto de recobrar alguna prenda de vestir que
le ha arrebatado al final de una entrevista. Es
de uso entre ellos que la mujer vaya en pos de
su enamorado sólo en este caso, siendo imposible
que haga, sino ha ocurrido tal cosa, aunque
lo
esté ardiendo en deseos de hacerlo y nadie la
coharte en su libertad. Conocedor el indio de
indígrenas.
21
— 162 —
de ambos. Conducen los aynis, dinero con el
nombre de arcos, que varía entre diez, quince,
veinticinco y treinta pesos fuertes, acondiciona-
dos en alguna fruta o charola bien adornada.
Fuera de estos hay otros, que sin estar obliga-
dos traen sus arcos, con objeto de que les de-
vuelvan los novios en su oportunidad, cuando
tengan alguna fiesta, quienes se convierten, res-
pecto a estos, en aynis. La deuda contraída en
esta forma la consideran sagrada y es imposible
que dejen de satisfacerla.
La finalidad perseguida con este sistema
de entrega de especies y valores, sujetos a una
devolución tardía, es dar a los recién casados, un
corto capital, para que puedan subvenir a las
múltiples necesidades del hogar que establecen.
Los conductores traen sus especies al son de un
tambor y pitii, o flauta indígena, cuyos agudos
y alegres aires tienen por objeto principal llamar
la atención del público.
res de la inocente.
ción.
—172 —
mirado y aún repudiado por los de su clase.
Kl padre o jefe de la casa ejerce la patria
potestad en una forma absoluta sobre los hijos,
sin que la mujer tenga derecho para contrariar
sus determinaciones. Los indios son tan apega-
dos a su prole, que sólo se desprenden de ella,
cuando no tienen con qué alimentarla, y mien-
tras pasen los momentos de crisis, para después
recogerla de cualquier modo. Kl hijo represen-
ta en la familia indígena un factor económico,
ayudando a sus padres, desde tierna edad, en las
faenas agrícolas y en apacentar el ganado, como
en otra parte se dijo. Las viudas y solteras con
hijos, se casan más pronto que las que no los tie^
nen. Las mujeres que no conciben, son profun-
damente despreciadas por los hombres. La este-
rilidad constituye una verdadera desgracia en la
india
Entre las preocupaciones dominantes en
los matrimonios indígenas, llama la atención la
que tienen los recién casados, de no querer pres-
tar dinero a intereses por más que lo tengan, bajo
el pretexto de que siendo reciente su unión, ape-
Capítulo YII
II
III
IV
hacen ocultamente
Los moralistas, desde aquel célebre Go-
bernador Viedma, que apellidaba a la chicha
asqueroso hrevaje, no cesan de reprobar su
consumo; sin embargo, a despecho de sus apasio-
nadas críticas, sigue aumentando su fabricación
No
era raro que la blanca y pudorosa ni-
ña, perteneciente a una casa de abolengo sonoro,
se estremeciese amorosa entre loe brazas de al-
gún pobre, pero robusto gañan de su servidum-
bre y que el jefe de ella ofreciese rendido su co-
razón a su sirvienta, si bien tosca en sus mane -
en peligro de romper
lo que no se ha de soldar» (2)
VI
de la procesión.
En base del altar existía un hueco, don-
la
VII
VIII
X
Cuando que está dormida, se
a la persona
le pone sobre pecho el zapato correspondiente
el
Capítulo VIII
-Sis-
ees,pero aplicados siempre con la ayuda de pro-
cedimientos supersticiosos; porque el indio y el
cholo personifican las enfermedades e infecciones
y suponen que son atraídas a su hogar por medio
de maleficios y hechizos empleados por sus ene-
migos, y cuando la enfermedad no es susceptible
de ser personificada, la tienen como resultado in-
falible dealgún embrujamiento, y con objeto de
conseguir, en el primer caso, que se vaya la en-
fermedad y recobrar la salud, o deshacerse del
hechizo, en segundo, y sanar.los enfermos acu-
el
II
III
— 229
en sus viajes, van averiguando de los indios^ que
en el tránsito se hallan enfermos y cuando de ello
se convencen y de que es rico el paciente, entie-
rran cerca de la casa de éste, un sapo u otro ani-
mal apropiado, con el cuerpo maltratado o entor-
pecido en el libre ejercicio de alguno de sus miem-
bros, con ligaduras o alfileres, y al siguiente día
se presentan, cual si aportaran por casualidad e
ignorando en lo absoluto lo que ocurre en la
casa.
Kl enfermo y su familia, reciben la visita
de éste, como presagio de buen augurio, e inme-
diatamente acuden a su saber, £^1 callahuaya,
después de muchos ruegos y halagos, accede en
hacerse cargo del enfermo. Ks entonces que da
principio a sus operaciones, revistiéndose de toda
la solemne majestad de un agorero. Se provee
de una cantidad de coca, que coloca sobre el pecho
título de El Callahuaya^
— 235 —
con antelación. Antes de hacerlo, se despide de
los suyos embriagándose con ellos y encargando
a SU8 augures y brujos que le vaticinen buen éxi-
to. Parte a media noche y la mujer lo acompaña
hasta dos leguas de distancia, de donde, llorando
86 despide y regresa.
Kl vestido de viaje del callahuaya se com-
pone de un pantalón de paño azul, viejo, raído y
con flecos en las extremidades inferiorev<i; de un
poncho largo y angosto, listado horizontalmente,
por lo común, de blanco y colorado; sombrero de
paja y sobre su espalda o bajo su brazo derecho,
asegurada a uno de los hombros, una bolsa cua-
drada, grande y de vistosos colores, de la que
nunca se separa, porque constituye la divisa de su
profesión de curandero. Klla está repleta de yer-
bas, raíces, cascaras, semillas, ete-, que son reem-
plazadas a medida que se venden y utilizan, es-
tando todo ello en su interior revuelto y en de-
sordenado maremagnum. Fuera de esto, condu-
ce, algunas veces, dos o más burros cargados de
— 236 —
hiiaya tiene la fuerza de una convicción indiscu-
tible, la ideade que la mujer siempre se asea y
atavía sólopara parecer bien y agradar a los
hombres, con objeto de atraerlos. La mujer casa-
da, dicen, cuida mucho de su persona, en ausen-
cia del esposo, cuando siente la necesidad de un
amante. ...
Tienen un profundo conocimiento del co-
razón humano.
El regreso del viajero, que siempre debe
coincidir con la fiesta de la pascua, es anunciado
con anticipación. La mujer va a su encuentro
hasta el río, situado a legua y media del pueblo
de Curva, llevándole chicha y abundante comida
Si aquél acepta esos obsequios, es señal de que
se encuentra satisfecho de la conducta que su
consorte ha observado durante su ausencia; pero
si se muestra serio y la rechaza, es prueba de que
IV
— 241--
accionaban ruidosamen-
díos), qufc vociferaban y
te. En medio de
todos una mujer cubierta de ha-
rapos, escuálida y repugnante, se retorcía }'
gemía dolorosamente. At'^aídos por la curiosi-
dad, y con impulsos de turismo, nos acercamos
al g-rupo, con ciertas precauciones de defensa La .
ma.
La mosca o el moscardón hacen mucho rui-
— 2S3 —
do en una habitación, sin fjuerer salir de ella,
cuando alguno de sus moradores tiene que en-
fermarse.
Los parches o vendas que se desprenden
de las heridas y tumores, nunca deben arrojarse
en parajes donde cae el sol, porque hacen que se
calienten aquellos y se agrave el mal. Deben bo-
tarse siempre al agua, o mejor en un río para
Que su corriente se los lleve lejos incluso, la en-
fermedad,
El que señala en su rostro el sitio en
que otro tiene sarna, se contagia de la enferme-
dad, haciendo que ésta se reproduzca en el mis-
mo lugar.
Las dolencias morales tienen para los in-
dios remedios tan eficaces como las físicas. Las
pretenden curar contemplando la caída de un
arroyo cristalino a cuyas aguas aconsejan confiar
losmotivos que las causan y con fe absoluta pe-
dirlas que laven el corazón apenado.
Se vuelve a un individuo demente con só-
lo darle ccheqtíeccheque, ingeriéndolo con alguna
bebida o molido en algún líquido.
Curan el vicio alcohólico dando de beber
al enviciado, aguardiente en el que se han remo-
VI
Cn pitillo IX
Prácticas funerarias
— 259 —
Alguna vez, cuando el iüdio cree sentir el
jos.
Si del alma mantenían y siguen abrigan
dótales preocupaciones, el cuerpo del muerto era
entre los antiguos indios, objeto de profunda ve-
neración y en su homenaje se estableció un culto
solemne, rendido constantemente por sus deudos,
un verdadero y ceremonioso culto de familia. Ko
tenían miedo ni deseo de alejar.se de los cadáveres
de sus antepasados; vivían junto con ellos, les lle-
vaban en sus fiestas, viandas y chicha. En las
vasijas y utensilios, con los que se habíanin huma-
do se renovaban las provisiones y, en la piedra, que
en forma de asiento se les había erigido, se hacían
sacrificios propiciatorios. Los muertos se con-
vertían en dioses lares de su familia.
A medida que avanzaba el tiempo, cons-
— 263 —
titulan esos restos reliquias sagradas; ee les lla-
II
III
anteriores.
IV
— 281 —
coloquio de los vivos con las almas sugerido
por las costumbres y exteriorizado por la influen
cía alcohólica.
Páginas
Dedicatoria, t
t'rólogo __ lí
— — II
Páginits
— III
—
Páginas
carreras , , , ,
123
Capítulo VI. Desdoblamiento de la vida social. —I.
Supersticiones referentes al embarazo, naci-
miento y crianza de lus niños. — H. En la
— IV —
Págioae
—V—
Págir.íis
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