Territorios de La Incertidumbre - Tobio
Territorios de La Incertidumbre - Tobio
Territorios de La Incertidumbre - Tobio
La geografía Social puede ser entendida desde dos perspectivas que no se contraponen. Una de ellas remite a
considerarla como un nuevo subcampo de la Geografía, surgido aproximadamente en la década de 1940 como
consecuencia de la necesidad de abordar las complejidades institucionales, estructurales y de acción de los actores en
los territorios. La otra perspectiva se orienta a considerarla desde un enfoque de carácter totalizador, que impregna a los
distintos subcampos de la disciplina.
Al hacer referencia a Geografía Social se estará aludiendo al estudio de las relaciones sociales desplegadas en los
territorios (sociedad-espacio).
La Geografía Social no centra su atención en lo espacial en sí mismo sino en las maneras o formas por las cuales la
sociedad produce geografías. Esas acciones y objetos están constituidos por temporalidades (históricos) y
espacialidades (geográficos). Lo geográfico es el ámbito en el que se condensan las fuerzas económicas, jurídicas,
políticas, culturales, tecnológicas y e mentalidades de una sociedad dada en un momento determinado. Este estudio se
realiza desde una perspectiva centrada en atender los modos por los cuales la espacialidad de lo social se va
desplegando a lo largo del tiempo entendiendo a lo social como una totalidad compleja y contradictoria.
Es necesario observar los procesos generales del movimiento de lo social, que posibilitan la combinación de ambos
ámbitos (cultural-natural) lo cual da lugar a las llamadas “formaciones geográficas”.
Es frecuente que se asocie a la Geografía Socia con otro subcampo cercano, pero bien diferenciado, y con el que
conviene no confundir, que es el de la Geografía de la Población. En este sentid, es importante tener en cuenta que los
temas de estudio de este último (distribución y crecimiento de la población, migraciones, distribución de la riqueza,
trabajo) son resultado de otros procesos previos, de carácter social (en su dimensión cultural, política y económica y en
la articulación entre ellas.
Espacio y territorio
Sobre fines del siglo XIX y comienzo del siglo XX era predominante en el campo de la geografía, el entender al territorio
como una jurisdicción asociada a dimensiones del poder y, más específicamente, a la de los Estados nacionales. Esto, a
su vez, estaba vinculado a entender que el territorio es solo la base del Estado “y en cambio la población es el
depositario vivo y la propia sustancia del Estado”. El territorio como un segmento del a superficie terrestre sobre el que
se ejerce poder (estatal) se constituía, entonces, como un patrimonio de quien detentase ese poder (naciones y Estado).
A comienzos del siglo XX el territorio no es solo una extensión de dominio del Estado. Desde una perspectiva más
amplia, el territorio sería el conjunto de elementos físicos sumados a los humanos. Los territorios, por lo tanto, no serían
exclusivamente los espacios en los cuales se ejerce el poder, sino algo más: los espacios de la diferenciación.
Por otra parte, la noción de territorio como espacio del poder concebía a estas unidades geopolíticas como entidades
con necesidades propias. Esta perspectiva estaba atravesada por ideologías expansionistas y de desconfianza entre
países.
El término territorio quedó confinado de manera casi exclusiva a ciertos círculos militares luego de la Segunda Guerra
Mundial.
Ya en los años setenta del siglo XX, se comienza a producir un reingreso en el mundo académico del término territorio,
pero concibiéndolo como porción de la superficie terrestre utilizada por todos los actores y no solo por el Estado
nacional, equiparándoselo, de este modo, al concepto de espacio o de espacio geográfico.
No obstante, el papel del Estado nacional continúa siendo considerado como relevante para concebir el territorio, dado
que, para autores como Milton Santos este es el agente fundamental de trasformación, difusión y dotación e
intermediación entre los agentes externos e internos de un territorio.
Los territorios son producto de la acción de las sociedades. Así, las territorialidades están “instituidas por los sujetos
sociales en situaciones históricamente determinadas que condicionan los caminos posibles del devenir histórico”.
En gran parte del desarrollo del pensamiento geográfico se ha arrancado a lo territorial de lo social. Este problema
confronta con tres complicaciones frecuentes en la Geografía: el primero con las derivaciones de la tradición empirista
ampliamente extendida en la disciplina; en segundo lugar, con la tendencia a otorgar al espacio una entidad autónoma
respecto de la sociedad y en tercer lugar, la presencia permanente de una dualidad espacio-sociedad.
En primer lugar, el espacio como contenedor o escenario es característico del último tercio del siglo XIX y la mayor parte
del siglo XX. En este se pueden describir las formas de organización social: instituciones, pautas culturales, sistemas de
producción y conflictos formando parte de un entramado ubicado en un ámbito territorial referenciable geográficamente,
que sirve de marco para el despliegue de la vida social. Es un espacio vacío, contingente o contenedor, que tanto puede
representarse lleno de objetos y actores como desprovistos de ellos.
Así la localización de los objetos y las relaciones pasa a ser central: cada elemento posee solo una localización lo cual le
otorga un carácter excepcional a cada lugar (localización única e irrepetible) explicable por la especificidad histórica y
cultural observable en las distintas áreas de la superficie terrestre. En este sentido, la región y el paisaje son espacios en
tanto escenarios físicos. Pero también este espacio contenedor desde otra perspectiva ha sido objeto en la búsqueda de
regularidades en los patrones de distribución espacial. De hecho ciertos patrones de regularidad espacial mostrarían la
existencia de ciertas leyes espaciales independientes de las sociedades, siendo el espacio una entidad tal, que el mismo
cobra una lógica y comportamiento propios e incidiría e, incluso, explicaría a las sociedades (espacialismo). En los
estudios de la geografía formal de este espacio se busca lo relativo y general en las distribuciones y no lo absoluto y
específico de las localizaciones.
En segundo lugar, el espacio de las subjetividades, en el cual “la materialidad del espacio es inseparable de las diversas
representaciones que la sociedad se construye para interpretarla” y no se considera una entidad o categoría
independiente de la sociedad (Geografía de la percepción y del espacio vivido). El espacio vivido es, en suma, el
conjunto de representaciones espaciales vinculadas a la propia existencia. (Mediados del siglo XX)
En tercer término, el denominado espacio construido, es producto de los primeros avances de perspectivas teóricas del
neomarxismo en la Geografía surgidas en las décadas del 1960 y 1970 (Geografía Radical). Este tipo de espacio posee
consistencia material, producida en el proceso de acumulación capitalista, materializa sobre la superficie terrestre el
trabajo de periodos históricos precedentes.
El espacio es producto del proceso de producción social. De este modo, el espacio es un capital fijo lo que supone al
espacio como afectado por las inversiones de capital y por la circulación de los capitales.
El espacio es un complejo reflejo de la dinámica de la sociedad. En efecto, en el conjunto o la totalidad que constituye la
disposición de objetos y personas sobre la superficie terrestre presentan ritmos y planteas desajustes y efectos
retroactivos entre lo social y lo espacial, es decir, entre la sociedad y ese espacio resultante que la sostiene y que
contribuyó a construir y de la cual es reflejo.
El espacio social generado es producto y mercancía en el capitalismo. El espacio producido termina constituyéndose en
un elemento central en el proceso de acumulación.
Por último, en cuarto lugar, a partir de la década de 1980, la perspectiva que considera al espacio como mero reflejo y
objeto comienza a ser revisada y trasformada. Este revisión provienen de las mismas coordenadas de la Geografía
Radical, que se van a ver enriquecidas por los aportes de los estudios culturales transversales a varias disciplinas. Esta
nueva perspectiva incorpora la dimensión cultural en relación a la consideración del espacio como una totalidad social.
Consiste en despojar de esencialidad al espacio, y a concebirlo como una instancia fundamentalmente relacional,
producto de complejas construcciones históricas en constante mutación.
La totalidad social está compuesta de dos momentos imbricados el uno con el otro. Este vínculo dialéctico consiste en
una ida y vuelta permanente entre los pares complementarios, en tanto los procesos sociales generan objetos y
producen relaciones que se enclavan territorialmente y, a su vez, los territorios formados por las fijaciones de objetos son
condición, soporte, sostén y elemento de atracción (o repulsión) de relaciones sociales. En efecto, cada territorio, como
totalidad social –que combina lo material con lo simbólico-, es un permanente devenir como despliegue de estas
relaciones. Todos los elementos implicados en dicha relación permanente de cambio son constitutivos los unos de los
otros, lo cual derivará, a su vez, en la definición de distintas trayectorias para cada uno de ellos.
Tradiciones académicas
Desde mediados del siglo XX, dentro del marco de lo convencionalmente entendido como estudios sobre la “región”,
algunos geógrafos comenzaron a especializarse en el estudio en profundidad de problemas concretos observando los
factores sociales implicados en la organización del territorio.
Escuela francesa: esta tradición combina el carácter histórico y humanístico con el estudio de las relaciones de
producción en línea con la tradición regionalista de la Geografía de este país. S e entiende en ella a lo sociocultural como
estrechamente vinculado a lo económico. Se introdujo el concepto de “sistema económico y social” que reemplazaría al
de “género de vida” (Pierre George).
Escuela alemana: los patrones culturales son definitorios de los paisajes. Otra de las vertientes de esta tradición es la
que alude a las funciones de los comportamientos humanos y de las instituciones para explicar la conformación de los
espacios.
Escuela anglo-americana: muy cercana a las miradas culturales, tiene un especial interés en la definición de criterios
precisos de delimitaciones de áreas, identificando la expresión territorial de las problemáticas de las minorías sociales y
culturales. La tradición de esta escuela está más centrada en las diferencias culturales que en las desigualdades
económicas.
El estudio del vínculo sociedad-espacio dio lugar, como ya se mencionó, al intento de desencializar la categoría espacio.
La idea de espacialidad trabajada tanto desde la Geografía Social anglosajona, como desde perspectivas francesas,
continuó encontrándose con un obstáculo: volver a poner en el centro de la atención al espacio como una constancia con
entidad propia.
Ha desarrollado una compleja conceptualización en torno al vínculo entre los agentes y el contexto en el que estos
desarrollan su actividad, es decir, la estructura.
La estructura será el conjunto de reglas y recursos que, de manera recurrente, interviene en la reproducción de la vida
cotidiana. Dicha vida cotidiana, se realiza tanto en los contactos cara a cara (integración social) como en las conexiones
con quienes están distantes en el tiempo y el espacio (integración sistémica). Todo este conjunto de conexiones se
entiende como “sistema social), conexiones que constituyen actividades situadas de los agentes humanos. A diferencia
de los “sistemas sociales” que están situados espacial y temporalmente, las estructuras so atemporales y se encuentras
fuera de los marcos geográficos. Así, los sistemas sociales (situados) no poseen o no están inscriptos en determinadas
estructuras (atemporales y aespaciales), sino que poseen propiedades estructurales que las impregnan.
Los individuos poseen un poder que es previo al desarrollo de sus subjetividades. Siempre existe por parte de un agente
la posibilidad de llevar adelante un trabajo que lo aleja de ubicarse en un posición pasiva y de determinismo social
mecánico. Esta rutinización otorga una serie de seguridades psicológicas y las prácticas individuales –que son sociales-
se desarrollan en coordenadas espaciales y temporales específicas: en este sentido, Giddens entiende que los
individuos realizan sus propias geografías aunque en circunstancias que no son por ellos elegidas.
Rutinización y regionalización son el resultado del uso pasado de reglas y recursos transformados por los agentes dentro
de la estructura, lo cual da lugar al surgimiento de la necesidad de seguridad ontológica, entendida esta como la “certeza
o confianza en que los mundos natural y social son tales como parecen ser, incluidos los parámetros existenciales
básicos del propio-ser y la identidad social”.
El agente es el punto de unión entre las coerciones objetivas y las determinaciones subjetivas y nunca es completamente
el sujeto de sus propias prácticas. De este modo, la trayectoria del agente se realiza a través de campos históricamente
constituidos, a través de los que se dota de disposiciones para enfrentar el mundo que lo rodea.
La práctica es el producto de la relación dialéctica entre acción y estructura. A partir de ella puede entender que si bien
las estructuras objetivas son independientes de la conciencia y voluntad de los agentes; también estos últimos están en
condiciones de aportar a la construcción de estas.
En el marco del intento de vincular la dimensión subjetiva con la dimensión objetiva, Bordieu elabora uno de los
conceptos nodales de su teoría: el de habitus, que remite a la adquisición de habilidades que realizan los individuos a los
largo de sus vidas. En este sentido, el habitus es un conjunto de disposiciones duraderas y transponibles que hacen las
veces de principios generadores y organizadores de las prácticas y representaciones.
Asociado al concepto de habitus se encuentra el de campo, que es básicamente una red de relaciones entre las
posiciones objetivas. Los ocupantes de las posiciones pueden ser instituciones o individuos, que están constreñidos por
la estructura del campo. Cada campo (artístico, académico, religioso, medico, económico) tiene su propia lógica y genera
sobre los actores la posibilidad de saber qué cosas son importantes para el campo y qué cosas no lo son. Espacio social
es un espacio de distribución de posiciones jerarquizadas
Logra en su proyecto intelectual iniciar un camino por el cual la relación entre la vida social y la espacialidad se lleva
adelante por medio de sistemas de objetos y sistemas de acciones. Estos sistemas constituyen una totalidad con
contradicciones internas, que se va desplegando y haciendo historia. Esta totalidad constituye el espacio, siendo este un
conjunto de objetos cada vez más artificializado y también con objetivos cada vez más distantes de los fines de sus
habitantes y sus lugares. Los sistemas de objetos condicionan las acciones y estas posibilitan la construcción de nuevos
objetos o transforman los ya existentes.
Introduce la noción de formación social y esto le permite entender que la organización de la sociedad supone un espacio
organizado, pero que esto no coincide siempre con lo que está evidenciado en el paisaje, a simple vista. Por este motivo,
al estudiar las geografías concretas, en el proceso de reducción del espacio a la expresión del paisaje se oculta la
institución central de lo social: la propiedad privada. El abordaje de la organización del proceso productivo incluirá
entender cómo las relaciones sociales de producción son atravesadas por la desigualdad materializada dentro del
espacio en formas concretas de ocupación.
Pensar geográficamente implica intentar librarse de la inmediatez de lo que “uno ve”, aunque muchas veces, lo que se
percibe –paisaje- sea el punto de partida de la tarea interpretativa. Implica incorporar la dimensión histórica para
comprender las posibles génesis, continuidades, rupturas y transformaciones de las fuerzas sociales operando sobre la
geografía concretamente visible e identificable.