Cuento Con Ilustraciones
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La historia de Rulo
Rulo era un perro callejero muy viejo que vivía en un parque. Desde el banco en el que dormía cada
noche podía divisar la zona de juegos para los niños, el estanque de patos, el quiosco de chuches….
Le encantaba observar el ir y venir de la gente.
Ver a los niños jugar y a los cisnes nadar elegantemente en el agua mientras trataban de atrapar
trozos de pan. Lo malo era cuando llegaba el invierno. Durante esos meses Rulo pasaba hambre y frío,
porque no tenía casi fuerzas para buscar comida. Por eso, en invierno Rulo deseaba con muchas más
fuerzas vivir con una familia que le quisiese y le diese abrazos. Y, por qué no decirlo, algún premio de
vez en cuando.
Un día recibió la visita de su amigo Poncho. Le dijo que una familia del pueblo estaba buscando un perro guardián para
cuidar de sus gallinas. Rulo pensó que, teniendo en cuenta que le encantaba observar, sería el mejor vigilante para el
gallinero. Así que se lavó el hocico y sacó brillo a sus pezuñas y se fue hasta la casa a presentarse ante aquella familia.
Nada más verle desaliñado y con nudos en el pelo, la mujer que le abrió la puerta se asustó y le cerró la puerta en las
narices diciendo que era un perro pulgoso. Rulo se volvió triste a su banco y estuvo semanas deprimido por aquel
rechazo tan injusto.
Al cabo de unos días, saltó la alarma de que una tribu de ratas estaba sembrando el pánico en el colegio del
pueblo. Rulo no se lo pensó dos veces y allá se fue a llevar a las ratas como si se tratase de un rebaño. Era muy
habilidoso también para eso, porque desde su banco muchas veces había visto clases de adiestramiento. Al librar al
pueblo de las ratas todo el mundo empezó a aplaudir. A día siguiente, la familia que le había rechazado fue a buscarle.
Rulo, aunque al principio le habían juzgado por su apariencia sin querer llegar a conocerle, se fue con ellos encantado.
DOS POEMAS CON ILUSTRACIONES
Fe mía, Pedro Salinas (España)
“No me fío de la rosa
de papel,
tantas veces que la hice
yo con mis manos.
Ni me fío de la otra
rosa verdadera,
hija del sol y sazón,
la prometida del viento.
De ti que nunca te hice,
de ti que nunca te hicieron,
de ti me fío, redondo
seguro azar”.
Un minuto de tu vida
para besarte
un minuto para
guardar el momento en mi mente,
y jamás olvidarte.
Caricias
Madrecita mía,
madrecita tierna,
déjame decirte
dulzuras extremas.
Es tuyo mi cuerpo
que juntaste en ramo
deja revolverlo
sobre tu regazo.
Juega tu a ser hoja
y yo a ser rocio,
y en tus brazos locos
tenme suspendido.
Madrecita mía,
todito mi mundo,
déjame decirte
los cariños sumos.