De M14 U2 S4 Ta
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Módulo 14
Internacionalización del Derecho en su
ámbito público
Unidad 2
Derecho Internacional Constitucional
Sesión 4
Derecho Diplomático y Consular
Texto de apoyo
Índice
Presentación .......................................................................................................................................... 3
La diplomacia......................................................................................................................................... 4
Funciones......................................................................................................................................... 24
Inicio y terminación de la función consular ....................................................................................... 25
Inmunidades y privilegios consulares ............................................................................................... 25
Las relaciones diplomáticas.............................................................................................................. 26
Establecimiento de relaciones diplomáticas ..................................................................................... 27
Término de las relaciones diplomáticas ............................................................................................ 30
Cierre ................................................................................................................................................... 31
Fuentes de consulta............................................................................................................................. 32
Presentación
Derecho Diplomático
Fuente: http://bit.ly/2hcaA4D
Así como el ser humano necesita de los demás para convivir en sociedad, todo Estado con
personalidad jurídica y patrimonio propio necesita una relación directa con todas las naciones, pues
establece relaciones internacionales económicas, jurídicas, políticas, comerciales y culturales.
Con la imperiosa necesidad de convivir entre Estados, y con el fin de tratar asuntos políticos entre
éstos, es necesaria la representación permanente en el extranjero, que está a cargo de comisionados
conocidos como embajadores y cónsules.
Aunque hay diversos problemas en esta clase de relaciones, hoy en día se trabaja por tener una
diplomacia con mejores resultados, con base en el establecimiento de estrategias para guiar su
política exterior. Lo anterior se realiza a través de la creación de órganos administrativos dotados de
facultades apropiadas a su tarea, los cuales se dividen en:
Pero, ¿qué son y cuáles son las funciones de cada uno? En esta sesión conocerás los cargos de los
responsables diplomáticos y consulares que rigen la representación de los países en el exterior.
La diplomacia
La diplomacia regulada por el Derecho Diplomático, se lleva a cabo a través de las relaciones entre
los Estados, procurando el respeto y la amistad. En relación con este Derecho, existe el Derecho
Consular, que tiene como principal objetivo la promoción, protección y auxilio de las relaciones
internacionales.
La diplomacia ha sido definida como la ciencia de las relaciones exteriores; el arte de negociar
aplicado a las relaciones internacionales entre Estados, en torno a políticas internacionales
determinadas. Para Capotorti, “la diplomacia lleva implícita la idea de relaciones de Estados entre sí
con la comunidad internacional, la de acordar y la de negociar los intereses de sus gobiernos en su
relación de vida” (1995: 60).
En realidad, tiene algo de ambos, ya que aplica reglas y preceptos fundamentales que de alguna
forma están planteados en forma metódica, ordenada y sistemática, y pueden ser aplicados
sistemáticamente. Sin embargo, al no existir normas fijas de carácter general y estar fuertemente
respaldadas por costumbres locales y regionales, así como por capacidades personales, el concepto
de arte parece imponerse sobre el de ciencia. Si bien la diplomacia es tan antigua como el hombre, en
su acepción más simple de forma de negociar, Jara (1989) distingue cuatro etapas históricas, con
características bien definidas:
1. Antigüedad. Se desarrolla una diplomacia rara, con emisarios enviados a concluir negocios
específicos, especialmente en temas económicos, comerciales y de creación de acuerdos
políticos; incluso para “arreglar” matrimonios. Una vez cumplida su comisión, regresaban a su
lugar de origen. Se consideraba que tal emisario representaba exclusivamente a la persona de su
Soberano. Los extranjeros eran considerados portadores de influencias perniciosas, por lo que fue
necesario dotarlos de ciertos privilegios especiales que les permitieran cumplir sus funciones.
Surgió así el “heraldo”, de la ciudad o de la tribu, que gozaba de una autoridad semirreligiosa.
Tales tradiciones pasaron de los griegos a los romanos. Durante la Edad Media, los pueblos
germánicos, el Imperio Bizantino y el Islam, desarrollaron una forma específica de diplomacia.
impulsor de la negociación permanente. Surgió así una diplomacia estructurada, reconocida en los
Tratados de Westafalia de 1648.
3. Congreso de Viena de 1815. Este Congreso constituye una señal histórica en el desarrollo de la
diplomacia y las relaciones diplomáticas, y denota el primer sacrificio internacional, aun cuando
fue practicado sólo por algunas potencias, entre ellas las principales de la época, para regular el
régimen y el sistema de las relaciones entre Estados. La diplomacia pasó a formar, desde
entonces, parte del servicio público de los Estados. Así, surgió una profesión especial, la del
diplomático, que sobresale como actividad distinguida, cuyos miembros pertenecen a élites
sociales y económicas de sus países. Sin embargo, hay que tener presente que el Congreso de
Viena acordó leyes para la diplomacia para corroborar prácticas existentes, más que para crear
nuevas disposiciones. La Primera Guerra Mundial terminó con el equilibrio de poderes existentes
en Europa; simultáneamente, surgieron nuevas ideas y nuevos Estados, que encontraron en la
Sociedad de las Naciones un foro de encuentros e intercambios. El Presidente Woodrow Wilson
se manifestó por la libre y pública negociación de los tratados internacionales, pero luego se
detractó y no cumplió lo acordado.
Órganos nacionales
En el ámbito de las relaciones internacionales, se entiende por órganos nacionales del Estado a las
personas o entidades a través de las cuales los Estados ayudan y mantienen relaciones de naturaleza
pacífica. Las relaciones constituyen en el ordenamiento escalonado de las normas que no deben ser
alteradas, por los peligros y contingencias que se van presentando, muchas veces difícil de mejorar.
Se clasifican en tres sujetos:
El jefe de Estado.
El ministro de relaciones exteriores.
El servicio exterior en sus dos ramas: diplomática y consular.
Jefe de Estado
La expresión jefe de Estado, cualquiera que sea su régimen jurídico o aplicación, comprende todas las
denominaciones o nombramientos de la primera magistratura de un Estado. En la literatura europea,
refiere los cargos: rey o emperador (España, Bélgica, Dinamarca, Reino Unido, Suecia); presidente de
la República (México, República Dominicana, Chile, Guatemala); jefes de gobierno o ejecutivos
colegiados (Suiza); sultán (Brunei, Omán), que son los cargos más sobresalientes de las relaciones
internacionales.
Cualquiera que sea la situación anterior, “el jefe de Estado muestra el denominado 'jus
representationis Omnimode' o también conocido como derecho de representación general, pues alude
a la capacidad del jefe de Estado para representar a éste en todos los ámbitos” (Jara, 1990: 21). Tanto
en sistemas parlamentarios como en gobiernos presidenciales constitucionales, las actividades y
funciones que realiza el jefe de Estado son formales en sentido general; pero en sentido particular, son
protocolarias; esto es, la competencia, el compromiso, la obligación y el deber, corren a cargo única y
exclusivamente del jefe de gobierno o primer ministro, y ninguna otra persona puede ejercer el mismo
cargo; tampoco puede tener las mismas atribuciones al mismo tiempo.
El artículo 80 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos menciona que “se deposita
el ejercicio del supremo Poder Ejecutivo de la Unión en un solo individuo, que se denominará:
Presidente de los Estados Unidos Mexicanos”. El presidente es el órgano supremo del Estado en
materia de relaciones internacionales. Le corresponde representar en el exterior al país. A su vez, es
la principal figura diplomática; las actividades que realiza en el exterior son consideradas actividades
diplomáticas. Por lo tanto, cualquier tarea o actividad realizada por el presidente con carácter
internacional es considerada un acto de Estado.
Adicionalmente, compete al jefe de Estado guiar y conducir las relaciones de su país con otras
naciones y con organizaciones internacionales; negociar, aprobar, firmar y ratificar tratados
internacionales, designar a sus representantes o embajadores permanentes ante organizaciones y,
en caso necesario, declarar el estado de guerra. Dicho en otras palabras, el titular del Ejecutivo tiene
las facultades más amplias y generales en materia internacional, por lo que es indispensable
estudiar de manera detallada estas actividades.
La mayor comodidad de las sociedades y comunidades permite una próspera colaboración de los jefes
de Estado en el contexto internacional, y éstos permanentemente se trasladan a través del planeta
para establecer vínculos y relaciones de toda clase, así como aclarar las principales metas de la
política exterior de sus respectivos países. Estos acontecimientos dan fundamento a un nuevo tipo de
diplomacia, más inmediata, evidente y administrada.
La política exterior de un Estado está integrada por los procedimientos mediante los cuales se
pretende alcanzar la aprobación de la comunidad internacional, en razón de metas de política interna
de su administración. De ahí el interés en que el jefe de Estado colabore personalmente con los
demás en las relaciones diplomáticas, ya que así podrá delegar los objetivos positivos que se buscan
internacionalmente.
En las monarquías, el jefe de gobierno radica en la administración del Estado, en quien recaen los
compromisos y obligaciones superiores, así como ordenar al Monarca en las actuaciones respecto a
las relaciones de su país. “Además de ser por lo común el órgano administrativo más importante de un
país, ejerce la función representativa exterior, y sus actos en materia internacional se reputan
directamente actos del Estado” (Sepúlveda, 2004: 149).
Entre los aspectos más importantes que abarca la función representativa se encuentran:
El ministro de relaciones exteriores corre a cargo del titular del Ministerio o Secretaría de Relaciones
Exteriores. Esta secretaría recibe nombres diferentes: en Estados Unidos, Department of State; en
Gran Bretaña, Foreign Office; en Francia, Ministere des Affaires Etrangeres; en Rusia, Comisariado
de Asuntos Exteriores. Su principal función es actuar como intermediario entre el jefe de Estado y los
demás países, toda vez que el presidente no siempre negocia en persona. El ministro de asuntos
exteriores es el encargado y principal colaborador del jefe de Estado o del gobierno para la
elaboración y preparación de la política exterior; es, a su vez, el gestor encargado de ponerla en
cumplimiento y de dirigir y administrar las relaciones diplomáticas con los Estados. El ministro es el
enlace o vínculo entre aquél y el servicio exterior del país.
Las naciones gozan de independencia y libertad para organizar y ordenar sus Ministerios de
Relaciones Exteriores, y de manera habitual todos gozan y poseen una estructura relativamente
idéntica, propuesta para atender y estudiar las distintas materias sometidas a sus ciudadanos. Por lo
general, existen dos tipos de estructuras que predominan: por temas o por áreas geográficas. La
primera opción procura una considerable aplicación, en tanto la segunda concede a los responsables
del sector o de la nación respectiva el conocimiento de la integridad de los elementos de naturaleza
diplomática con aquella área o país. En correspondencia con la política multilateral, la segmentación
se hace considerando cada disposición en particular.
Aun cuando las funciones determinadas y establecidas de los cancilleres se encuentren reguladas en
el Derecho Interno de cada país, éstas no son considerados actos del Estado. El Derecho
Internacional Público decreta que:
Esquema 1. Funciones del canciller
El servicio exterior
El responsable del servicio exterior recae en el agente encomendado de efectuar la política exterior.
Se define como “el órgano encargado de conducir a la práctica las acciones que se crean en la política
exterior” (Jara, 1990: 23). Este servicio depende solo del Presidente de la República y de la Secretaría
de Relaciones Exteriores. Las principales funciones del servicio exterior son:
Para la Ley Orgánica del Servicio Exterior Mexicano, el Servicio Exterior “es el cuerpo permanente de
funcionarios del Estado, encargados específicamente de representarlo en el extranjero y responsable
de ejecutar la política exterior de México, de conformidad con los principios normativos que establece
la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos”.
Por su parte, la Ley Orgánica de la Administración Pública, en su artículo 26, dispone la existencia de
la Secretaría de Relaciones Exteriores, y en su artículo 28 se enumeran sus competencias; entre ellas:
Para el correcto desempeño de sus funciones, de acuerdo con el Reglamento Interior, la Secretaría de
Relaciones Exteriores, tiene la siguiente estructura:
De la misma forma, la Secretaría de Relaciones Exteriores designa a los cónsules generales, a los
jefes de misiones diplomáticas permanentes ante los Estados y organismos internacionales, quienes
son sometidos a aprobación del Senado de la República.
● 23 en América
● 21 en Europa
● 19 en Asia
● 4 en África
● 2 en Oceanía
En relación con los consulados en el exterior, México tiene 296; 34 son generales,
24 de carrera, 4 de agencias, 2 de secciones y 91 oficinas de enlace.
Agentes diplomáticos
La misma Convención, en su artículo 2º, señala que es necesario el consentimiento de los dos
Estados interesados para que se inicie una misión diplomática. La expresión de la voluntad de los
Estados se realiza en dos fases. En una primera etapa, el Estado que envía se asegura de que la
persona que es nombrada jefe de misión reciba la aprobación del Estado receptor; una vez agotada la
etapa preliminar, la voluntad del Estado que envía se expresa por medio de la expedición de cartas
credenciales otorgadas por el jefe de Estado o del ministro de asuntos exteriores a favor del jefe de
misión. Estas cartas credenciales deben ser entregadas al llegar al país destino, en una audiencia
donde se deberán recibir.
Para llevar a cabo la misión diplomática, el país destinatario tiene todo el derecho de elegir a los
profesionistas y el tipo de perfiles que llevarán a cabo su objetivo, con una sola excepción: todos los
agentes o delegados deben tener la ciudadanía del Estado de origen. La Convención, en su artículo 4º
propone tres clases de agentes diplomáticos: embajadores o nuncios papales, ministros o agentes de
misión, y agregados de asuntos. Los primeros son funcionarios de primera clase que representan a un
Estado ante otro; los segundos se encargan de representar el Estado ante un consulado; ambos se
acreditan ante el Jefe de Estado. El tercero es un miembro del personal diplomático de una embajada
que tiene asignada una función específica: comercial, cultural, laboral o militar, quien se acredita ante
el ministro de asuntos exteriores.
La Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961 propone, en su artículo 14, tres
categorías de agentes diplomáticos:
● Embajadores, nuncios y otros jefes de misión. Son los agentes diplomáticos con mayor
jerarquía en el cometido o misión diplomática, por lo cual son considerados también como jefes
de misión. Sin embargo, entre los tres existe una diferencia en cuanto a sus labores. Los
embajadores representan al órgano ejecutivo del Estado, mientras que los nuncios son los
encargados y representantes de la Santa Sede.
● Enviados, ministros e internuncios. En grado y clasificación, se encuentran por debajo de los
embajadores o nuncios, y deben ayudar, auxiliar y cooperar con el desempeño eficaz y eficiente
de las actividades de aquéllos.
● Encargados de negocios. Ad hoc se refiere a los agentes que el gobierno elige para gobernar y
abordar las relaciones diplomáticas con un Estado específico, o bien, cuando se lleve a cabo el
aplazamiento de relaciones diplomáticas. En tanto, el encargado ad interim, se nombra cuando
tiende a cubrir la ausencia y/o separación del cargo del embajador o jefe de misión.
ocasiones la presencia de un agente diplomático torpe o inadecuado compromete las relaciones del
país que lo ha enviado” (González, Sánchez y Sáenz, 2002: 98).
El artículo 89 Constitucional, fracción III, indica que es facultad del presidente de la República
“nombrar, con aprobación del Senado, a los embajadores, cónsules generales, empleados
superiores de Hacienda y a los integrantes de los órganos encargados de la regulación en materia
de telecomunicaciones, energía y competencia económica”.
En 1994, se expidió la Ley del Servicio Exterior Mexicano (LSEMS). En términos generales, los
propósitos de dicha ley se pueden reducir en tres aspectos:
La Ley del Servicio Exterior Mexicano tiene la novedad de que fusiona en una sola rama el Derecho
Diplomático y Consular. De esta manera, en su artículo 4º, la organización jerárquica corresponde
las siguientes categorías:
Por su parte, el artículo 5º, también en orden jerárquico, muestra la rama técnica-administrativa, la cual
comprende las siguientes categorías:
Para cualquier nombramiento, no es suficiente elegir a la persona más apta, con estudios superiores
o de posgrado; además debe destacar por una impecable ética, profesionalismo y valores
inquebrantables. En todos los procedimientos, los Estados receptores son los únicos que pueden
hacer variar sus decisiones, pues en todas las circunstancias imperan la amistad y el compadrazgo
político, sin que esto se configure una ofensa internacional (aunque la experiencia muestre casos
contrarios). Una vez elegida y nombrada la persona adecuada, el país de origen otorga al delegado
o comisionado las credenciales y documentos legales, escrito que consta de una hoja membretada,
con firmas y sellos auténticos, nombre del agente, su categoría, sus misión principal, el lugar de
destino y la fecha de inicio de encargo.
miembro de la misión como persona non grata, en cuyo caso el agente diplomático
deberá retirarse del territorio del Estado receptor.
Para el cumplimiento de sus funciones, los Estados gozan de privilegios e inmunidades para sus
agentes diplomáticos. No se trata de beneficios, sino de garantizar o asegurar con eficacia las
funciones de la misión diplomática. De esta forma, se habla de inmunidades personales y reales. La
primera se refiere a la persona del agente diplomático, que no puede ser objeto de coerción y debe ser
tratado con respeto a su libertad y dignidad. La segunda se refiere a todo lo relativo a los locales de la
misión, en donde los agentes del Estado receptor no pueden entrar más que con la autorización del
jefe de la misión diplomática. Así, se encuentra un fundamento de la institución latinoamericana del
asilo diplomático (Paz, 1985: 48).
La Convención de Viena establece, en sus artículo 37, 38, 39, 40, 41 y 44, las siguientes
inmunidades y privilegios:
Los agentes diplomáticos también gozan de libertad de desplazamiento y circulación, sobre todo en
el Estado receptor. Asimismo, se les otorgan exenciones de impuestos personales; se les excluye de
las portaciones personales. Se les otorga también la garantía de utilizar los medios de comunicación
con fines oficiales, se respeta la correspondencia a la misión, y la valija diplomática la cual goza del
privilegio de inviolabilidad (UNAM, 1994).
En el caso de la jurisdicción civil, administrativa y penal, la inmunidad es absoluta para todas ellas,
exentas únicamente en las demandas cuando están presididas por algún agente diplomático, pues
en realidad la ley no reflexiona sobre el ejercicio de bienes muebles, reales, inmuebles localizados en
el Estado receptor, las actividades de sucesión, las concernientes a una profesión u oficio mercantil
que el delegado ejerza adicionalmente a sus funciones políticas. Tampoco la norma contempla las
demandas usuales y habituales cuando el agente cambie sus actividades y ejerza aquellas que no le
correspondan.
“El prefijo para significa similar a. En este caso, la paradiplomacia se refiere a las funciones no
tradicionales que realizan los agentes diplomáticos” (Abrisqueta, 1999: 110). Otros términos, la
paradiplomacia se refiere a las relaciones internacionales realizadas y ejecutadas por organizaciones
no centrales de un país, con el fin de promover sus propios intereses.
Por su parte, las misiones especiales o diplomáticas ad hoc son asociaciones o grupos de individuos
que envía un Estado a otro, con previo consentimiento, con el fin de tratar un asunto bilateral
específico, como las delegaciones en pláticas de paz y las misiones a conferencias internacionales.
Hoy en día, no existe ninguna codificación precisa y clara sobre los derechos y obligaciones del
personal paradiplomático; estas prerrogativas se rigen esencialmente por el derecho consuetudinario
y la reciprocidad internacional.
Asilo diplomático
De acuerdo con el artículo 41, fracción IX, de la Convención de Viena, las misiones diplomáticas
únicamente pueden ser empleadas para la prestación y auxilio del servicio diplomático. Así, no debe
beneficiarse a criminales con el asilo.
Se polemiza si los políticos buscados y perseguidos pueden ser invitados y huéspedes en espacios
diplomáticos, con el fin de ayudarlos a impedir infracciones en su contra sobre derechos humanos.
Ante esto, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) se pronunció en el caso de Víctor Haya de la Torre,
pues en dicho documento constituye que los consulados no pueden ayudar ni prestar auxilio a las
personas civiles que lo requieran o soliciten en el momento de los sucesos, lo mismo ocurre para
asilos humanitarios como para refugiados.
La configuración del asilo aparece al mismo tiempo que las misiones diplomáticas permanentes.
Carrillo define al asilo diplomático como “la protección que ciertos sujetos de Derecho Internacional
pueden donar y ceder a individuos en el interior de un Estado”, cuando en el exterior son perseguidos
o reclamados por delitos o motivos políticos (1995: 58).
Las figuras asilo y refugio se diferencian en las causas de persecución. Se dispone del asilo por
motivos políticos, mientras que el refugio se ofrece a quienes han migrado por motivos étnicos,
raciales y religiosos, causados por su ciudadanía y ocasionados por un grupo social establecido.
Ofrecer asilo no significa un lazo amistoso, sino la obligación y la actuación de una habilidad
soberana. El Estado es quien lo otorga primordialmente. De igual forma, las nunciaturas de la Iglesia
católica y la Orden Soberana de Malta, en sus consulados, tienen potestad para concederlo.
Aun cuando todos los individuos tienen derecho de buscar asilo político en caso de
acosamiento y hostigamiento, los Estados no pueden ayudar cuando se haya
cometido una violación grave o un delito, sobre todo que atente contras los
principios e intereses de las Naciones Unidas, como en el caso del genocidio o
actos contra la paz.
Dependiendo de la forma en que se brinda en el territorio de un Estado, el asilo puede ser territorial
(por ejemplo, Trotsky en México) o diplomático en el extranjero.
Agentes consulares
En lo que corresponde a los agentes consulares, la diferencia que se daba en otros tiempos entre la
función consular y la diplomática parece que ya no es la adecuada. Se hablaba de que los agentes
diplomáticos realizaban más funciones de carácter político y que los cónsules acentuaban sus
acciones en el ámbito comercial. Actualmente, esa diferencia no es clara, ya que las acciones políticas
y económicas se mezclan. Sin embargo, es posible encontrar algunos parámetros de diferenciación de
una y otra función. Por ejemplo, en el caso de la representación diplomática, hay una sola sede de la
representación en el país receptor: la Embajada de México en Estados Unidos de América, la
Embajada de México en Francia, la Embajada de México en Perú, etcétera. En cambio, en el caso de
la representación consular, los Estados, de acuerdo con la importancia del país receptor, cuentan con
varias oficinas de representación (Becerra, 1997).
Las funciones naturales para un consulado son: la emisión de pasaportes y de visas a extranjeros que
deseen viajar al Estado que envía; la protección a los conciudadanos; realizar funciones de notario en
materia de estado civil; salvaguardar los intereses de los conciudadanos en el caso de sucesión dentro
del Estado de residencia; proteger los intereses de los menores connacionales; representar los
intereses de los conciudadanos en los procedimientos judiciales; ejecutar las comisiones rogatorias;
ejercer formas de control y de inspección previstas por las leyes de Estado que envía sobre barcos o
aviones de este mismo Estado, y colaborar con las tripulaciones respectivas para intentar resolver las
controversias entre sus miembros (UNAM, 1994).
Funciones
La diferencia que caracteriza a los agentes diplomáticos de los consulares corre a cargo del carácter
político, ya que ambos tienen una función representativa. Es decir, los cónsules de mayor categoría
poseen entre sus cometidos cierta calidad representativa, aunque sea parcial; pero los propósitos
más trascendentes de la política exterior son prerrogativas de los agentes diplomáticos. En cambio, la
función principal de los cónsules es llevar a la práctica y ejercicio las directrices tomadas por agentes
diplomáticos. Sus funciones se encuentran definidas en la Convención de Viena sobre Relaciones
Consulares de 1963, que se cita:
De acuerdo con Labariega (1995), los cónsules se clasifican en de carrera u honorarios; en ambos
casos, los servicios que prestan son gratuitos. Los primeros son nacionales del Estado que los
designa, mientras que los segundos pueden ser extranjeros.
Aquí cabe mencionar el término de instauración en las relaciones consulares entre los países, que
obedece al consentimiento y aprobación de los Estados participantes, similar al caso de las
relaciones diplomáticas. El Estado de origen nombra al jefe consular o de oficina, y el Estado de
destino recibe a cada jefe de oficina a través de un documento oficial denominado exequátur. Al igual
que el caso de la diplomacia internacional, la expedición del exequátur es el permiso o autorización
que se otorga a agentes de Estado extranjeros para que puedan ejercer funciones propias de sus
cargos, lo que no implica una obligación para el Estado receptor de comunicar las razones de no
aceptación.
El inicio de la función consular actúa cuando el jefe de la oficina consular acredita y justifica su
nombramiento por medio de una patente o licencia ante el Estado receptor, que otorgará el exequátur
o aceptación y aprobación para practicar sus funciones.
La cantidad de personas que integran una embajada consular debe ser razonable, de conformidad
con el presupuesto anualmente asignado y las funciones que se lleven a cabo. En cualquier momento
el titular puede solicitar un reencuentro, y en caso de hallar inconsistencias, puede exigir su renuncia
o reacomodo de una manera razonable y apegada a los principios de respecto. El Estado receptor,
bajo las mismas circunstancias, tiene derecho de pedir el número de trabajadores y sus funciones, y
en caso de no estar de acuerdo, puede manifestar que se trata de una persona non grata (persona
que no es bien aceptada por una determinada comunidad).
Facilidades: Las necesarias para el ejercicio de las funciones, incluyendo la ayuda para la
adquisición de la oficina consular. Facilitar la libre comunicación e informar sin dilación sobre los
nacionales detenidos, arrestados o encarcelados, así como las defunciones y tutelas.
Privilegios: Exención fiscal para los consulares locales y residencia de carrera.
Inmunidades e inviolabilidad: Inviolabilidad de los consulares locales sin la autorización del jefe
de la oficina, inviolabilidad de documentos, archivos y correspondencia, inmunidad de la oficina
consular. Los cónsules tienen inviolabilidad personal, salvo por delitos graves y por decisión de
autoridad judicial competente. También tienen inmunidad de jurisdicción por actos en ejercicio de
sus funciones, pero ésta es más limitada que la inmunidad de los agentes diplomáticos.
Las inmunidades y privilegios pueden ser propuestos por diversos autores, pero si únicamente se
toma en cuenta lo que dice la norma, la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas
propone la inmunidad de consulares locales o regionales, lo que corresponde a la inhabilitación y
privación de las autoridades del Estado que recibe puedan ingresar en los sitios o establecimiento de
las oficinas consulares, sin obtener el consentimiento del jefe de la oficina. De la misma forma, la
inviolabilidad se encuentra protegida por los documentos y archivos consulares en uso y los que se
encuentran en resguardo.
Los funcionarios consulares también gozan de inviolabilidad personal, ya que ellos sólo pueden ser
arrestados en caso de crimen grave, y de conformidad con la decisión de un juez competente. Pero
en tal caso, el proceso penal debe condicionarse con respeto de un funcionario consular por su
posición oficial (artículo 41 de la Convención de Viena). Por los actos que corresponden al ejercicio
de la función consular, los funcionarios en cuestión no pueden ser juzgados (artículo 43). También,
como en el caso de los diplomáticos, el Estado que envía es el que puede renunciar explícitamente a
sus inmunidades, lo cual deberá hacerlo saber al Estado de residencia (artículo 450 de la Convención
de Viena sobre Relaciones Diplomáticas).
Al respecto, en relación con los funcionarios consulares honorarios, ellos tienen asegurados
parcialmente sus privilegios e inmunidades, en particular la obligación de protección de los
consulares locales, su exención fiscal (si los locales son de propiedad del Estado que envía), la
inviolabilidad de los archivos y de los documentos oficiales. Pero si el funcionario consular es
ciudadano o residente permanente del Estado de residencia, sólo se puede beneficiar de la
inviolabilidad personal y de la inmunidad de jurisdicción por los actos oficiales que entren en el
ejercicio de sus funciones (artículo 71 de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas).
Los vínculos formales que mantienen entre sí los Estados y otros sujetos del Derecho Internacional
corresponden a las relaciones diplomáticas que recíprocamente permiten la existencia de Misiones
permanentes destinadas y dedicadas a cumplir funciones diplomáticas. Para Meresca, estos términos
“conlleva[n] a la idea de mantener y establecer las relaciones diplomáticas, de permanencia con los
sujetos mismos” (1998: 65).
Los Estados, al igual que las figuras tales como la Santa Sede, la Orden Soberana y Militar de Malta, y
las Organizaciones internacionales, son reconocidos legalmente; asimismo, se les exige una vida de
relación de amistad con la comunidad internacional, que se origina de la independencia en que se
desarrollan los propósitos universales. Para que revista un carácter permanente, esta vinculación se
delimita mediante las relaciones diplomáticas, por lo que la separación de éstas implica una situación
rara e irregular, que debe ser siempre mejorada.
Lo ideal es que un Estado tenga relaciones diplomáticas con todas las demás naciones. Ningún país
puede permanecer aislado, por cuanto en este caso se mantiene libre un canal permanente de
comunicación y de eventual entendimiento para aclarar y solucionar malos entendidos o desacuerdos.
Con base en la experiencia, es indispensable que exista un pacto o resolución entre dos o más países
para establecer e instalar relaciones diplomáticas, que se produzcan en una correlativa afirmación de
voluntad adecuada a ello, ya que reclama el consentimiento de las partes interesadas. La existencia
de relaciones diplomáticas admite el reconocimiento de las respectivas administraciones; sin embargo,
excepcionalmente dos gobiernos pueden reconocerse mutuamente para tener relaciones diplomáticas
suspendidas o interrumpidas. Así ocurre, por ejemplo, entre Australia y Corea del Norte. El último país
retiró a sus agentes diplomáticos en 1975, pocos meses después de que asumieran sus funciones, sin
dar razones de ninguna especie, y solicitó a Australia retirar a sus diplomáticos del país (Jara, 1989).
Existen diferentes formas de crear relaciones diplomáticas entre dos Estados que han surgido de
manera diferente a la vida independiente, y ello contribuye directamente a la forma en que se sujetan a
la comunidad internacional. Algunos fueron organizándose y estableciéndose paulatinamente, y
existen desde tiempos muy remotos. Algunos nacieron a través de negociaciones; otros fueron
creación de antiguas metrópolis; otros, mediante guerras. Asimismo, puede hablarse de corrientes
comerciales, para luego establecer vínculos consulares de carácter honorario; después relaciones
consulares formales a través de consulados de profesión, para culminar con el establecimiento de
relaciones diplomáticas.
Cuando no se establezca relaciones diplomáticas entre dos Estados, entonces se puede hablar de que
un Estado no existe para otro. Sin embargo, habrá que reflexionar si ha habido investigación de
Estados o de gobiernos, aunque este planteamiento resulta absurdo en la práctica, toda vez que de
una u otra forma en la vida internacional se encontrarán diplomáticos nacionales, funcionarios y hasta
autoridades de los dos países. Una situación similar se presenta con las representaciones
permanentes ante organizaciones internacionales, donde los diplomáticos de países que no tienen
relaciones deben establecer contactos y hasta trabajar juntos durante reuniones, especialmente las de
carácter técnico.
Diferentes han sido las relaciones diplomáticas cuando éstas se han separado. En tal situación, los
representantes de los Estados involucrados tienen motivos para sentirse ultrajados. Unos, por los
hechos que llevaron a su gobierno a tomar tal determinación; otros, por la ruptura en sus relaciones.
Ante esta situación, los agentes diplomáticos deben evitar el contacto. Si a pesar de tales esfuerzos
éste se produce, es beneficioso mantener las normas sin aplicación, como ocurre en diversas
ocasiones, en que se deben evitar situaciones incómodas. Muy especialmente hay que comenzar a
utilizar diálogos directos ante la posibilidad de que, con objetivos políticos, pueda usarse tal
circunstancia para inventar declaraciones del interlocutor, que terminarán siendo negativas para su
país y para su representante.
De manera general, se recomienda actuar por reacción, salvo que se dicten instrucciones precisas del
gobierno sobre el particular. Estas instrucciones son necesarias y precisas cuando se trata de
reuniones o congresos en sedes de embajadas o consulados de países con los cuales no se tiene
relaciones diplomáticas, las cuales pueden mandar invitaciones como resultado de amistades.
Moreno (2002: 59-62) enlista varias alternativas para negociar el establecimiento de las relaciones:
● Acudir a las misiones diplomáticas de los Estados interesados acreditados ante un tercer país. La sede
de este país debe cumplir diversos requisitos, tanto en cuanto al Estado y sus relaciones con los otros,
como respecto a los medios humanos y materiales de que estén dotadas las respectivas misiones. Las
negociaciones se llevan a cabo frecuentemente en un terreno neutral, como podría ser un hotel, a pesar
de que nada se opone a que las partes acuerden que se realicen en una sede diplomática de los países
involucrados.
● Negociar a través de sus Misiones ante un organismo internacional. Se trata de un medio muy utilizado
por las Naciones Unidas, en Nueva York, donde se acreditan misiones con personal adecuado y con
respaldo político de sus gobiernos, prácticamente integrado por todos los países del mundo.
● Fomentar las Misiones especiales. Se nombra una delegación, gobernada y presidida por un diplomático
(o excepcionalmente por alguna autoridad nacional o local) para que efectúe los convenios respectivos.
● Cumplir con las negociaciones a un nivel muy alto por intermedio de los ministros de relaciones
exteriores. Esta vía es excepcional, y sólo puede emplearse cuando exista la certeza absoluta sobre un
resultado positivo.
No es aconsejable realizar las negociaciones en los países interesados, debido a que pueden existir
intereses de por medio. Deben llevarse a cabo siempre con discreción, por el efecto negativo que
provocaría su eventual fracaso. Al terminar de manera positiva las negociaciones, ambos gobiernos
suelen difundir comunicados de prensa, con el fin de anunciar los resultados a la opinión pública.
Respecto a la forma de concretarlo, se puede usar diferentes fórmulas, aunque las más usual es la
declaración conjunta, el cambio de notas o la suscripción de un acta, que expresan el afán de las
partes involucradas de establecer relaciones diplomáticas, pero sin que estén obligadas a intercambiar
misiones diplomáticas permanentes (Moyano, 1989). Puede con ello determinarse que se ejecutará
más adelante cuando ambas partes lo consideren oportuno, o que cada Estado lo hará libremente e
independientemente cuando así lo determine, de acuerdo con intereses particulares. Cualquiera que
sea el camino que se utilice, se debe elaborar un comunicado conjunto, que tiene por objeto informar
oficialmente a la opinión pública de los dos países el que, por educación y cortesía, se da a conocer
en forma simultánea en las dos localidades y, accidentalmente, en el país donde se fomentaron las
negociaciones respectivas.
Hasta ahora, se ha visto que la creación y asentamiento de relaciones internacionales debe responder
a un acuerdo o pacto. Sin embargo, también se puede poner fin a sus relaciones diplomáticas en
forma unilateral.
Estas etapas provocan consecuencias negativas que deberían evitarse, salvo en situaciones
contrarias, porque no sólo perjudican a los Estados directamente involucrados, sino también a la
sociedad internacional, quien es la beneficiaria cuando se da una sana relación entre todas las
naciones. Por lo que respecta a lo demás, la satisfacción que provoca la ruptura de relaciones se ve
neutralizada por hechos negativos que de ella resulten para quienes toman esa iniciativa, que pueden
ir inclusive más allá del campo jurídico.
Ante esto, hay situaciones en las que no existe alternativa, lo que provoca la suspensión o ruptura de
las relaciones diplomáticas. Comprendemos que los sucesos graves para las relaciones bilaterales, se
deben a conflictos de gran importancia o a violaciones o agravios provocados por los Estados.
También se puede elegir la alternativa de la suspensión de tales relaciones, lo que constituye una
medida que, si bien provoca los mismos efectos que la anterior, también se obtiene una impresión y
efecto de transitoriedad, y deja entrever la posibilidad de un cambio de actitud ante las circunstancias
que la causaron. Sin embargo, ambas tienen la misma duración con el paso del tiempo. No obstante,
la ruptura es una expresión más severa, que debe emplearse en casos extremos.
La suspensión legalmente constituye una de las formas más apropiadas cuando el país receptor
produce demostraciones de enemistad que imposibilitan el funcionamiento habitual de la
representación diplomática interna. La suspensión y ruptura de relaciones diplomáticas forman un acto
de competencia discrecional judicialmente lícito de cada nación. Salvo en casos contrarios, no se
opone al cumplimiento de obligaciones internacionales del Estado que adopta tal medida respecto a
otro. De la misma forma, no afecta la validez de los tratados ni acuerdos vigentes, ni aplica
restricciones a los ciudadanos en el territorio de otro país (Barbé, 2007: 65).
Una declaración de guerra es un hecho que pone fin a las relaciones diplomáticas entre Estados. Bajo
estas circunstancias, los agentes diplomáticos de los países contendientes deben ser repatriados, en
tanto los Estados deben facilitarles las comodidades adecuadas y mantener su carácter de cordialidad
hasta su salida definitiva del Estado receptor. Estas conductas se conducen por los principios de
reciprocidad y orden, y pueden dar origen a su intercambio en territorio neutral. En consecuencia, en el
mejor modelo para asegurar una partida sin problemas, es necesario conceder las viabilidades para
que los agentes abandonen el territorio de otro país de la mejor forma posible
Cierre
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En el caso de México, en el nivel interno se provee de una regulación original para el ejercicio del
servicio diplomático y consular, aun siendo miembro de la Convención de Viena sobre Relaciones
Diplomáticas (1961) y de la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares (1963). En
concordancia con la Convención de los Tratados, los tres forman los instrumentos fundamentales
jurídicos internacionales que reglamentan esas dos ramas de la política exterior.
Siguiendo la lógica del Derecho Internacional Público y las leyes y reglamentos de cada país, la teoría
sugiere dos tipos de órganos de representación: los internos, que recaen en el jefe de Estado (jefe de
gobierno) y ministros de asuntos exteriores, así como los externos constituidos por funcionarios
diplomáticos y consulares, que confeccionan y crean la competencia foránea.
Fuentes de consulta
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Fuente: Flaticon
Legislación