Estrés Prenatal y Sus Efectos. Aguirre PDF
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Elisa Aguirre
Digital Education
Marcela Abufhele
Clínica Alemana /Universidad del Desarrollo
Rodrigo Aguirre
Clínica Alemana /Universidad del Desarrollo - Digital Education
se explica por la mayor prevalencia del estrés prenatal entre los más
pobres. Por lo tanto, si la sociedad chilena quiere moverse hacia es-
tándares de mayor igualdad de oportunidades no puede dejar de pres-
tar atención a políticas públicas que colaboren a prevenir y apoyar a
las mujeres en riesgo de experimentar situaciones de estrés tóxico, ya
que éste mina el potencial de los niños aun antes de nacer.
Palabras clave: estrés prenatal, estrés tóxico, protección a la infan-
cia, neuroprotección infantil, intervenciones tempranas, desigualdad,
pobreza.
Recibido: mayo 2016; aceptado: diciembre 2016.
1. INTRODUCCIÓN
3. EL ESTRÉS TÓXICO:
DEFINICIÓN, MECANISMOS DE ACCIÓN Y EFECTOS
Bergh et al. 2005). Como se mencionó antes, además puede generar una
desregulación del sistema de respuesta al estrés (Johnson et al. 2013;
Monk et al. 2012; Shonkoff et al. 2009; Shonkoff et al. 2012, Shonkoff
et al. 2014) y del sistema inmune (Shonkoff et al. 2009; Shonkoff et
al. 2012; Johnson et al. 2013) del feto en gestación. Estudios recientes
incluso han relacionado el estrés prenatal con bajos resultados en me-
diciones de desarrollo neurocognitivo en el niño recién nacido (Glover
2014; Talge et al. 2007; Van den Bergh et al. 2005; Biaggi et al. 2016).
El estrés tóxico puede tener efectos en el desarrollo posterior del
niño o niña en el lenguaje (Van den Bergh et al. 2005; Shonkoff et al.
2012), en las habilidades psicomotoras (Talge et al. 2007), en mayores
probabilidades de presentar problemas socioemocionales (como ansie-
dad y depresión), problemas conductuales (como trastorno por déficit
de atención con hiperactividad —o ADHD, por su sigla en inglés— y
trastornos de conducta) y problemas cognitivos (Glover 2014; Talge et
al. 2007; Van den Bergh et al. 2005; Shonkoff et al. 2012; Monk et al.
2012; Biaggi et al. 2016; Zhu et al. 2014; Fontein-Kuipers et al. 2014;
Van den Bergh y Marcoen 2004). A largo plazo, se incrementa el riesgo
tanto de enfermedades mentales (como depresión, trastornos de an-
siedad, alcoholismo, abuso de drogas), como de enfermedades físicas
(cardiovasculares, obesidad, diabetes y accidentes cerebro vasculares)
(Glover 2014; Talge et al. 2007; Shonkoff et al. 2012; Shonkoff et al.
2014; Johnson et al. 2013; Biaggi et al. 2016, Felitti et al. 1998).
La magnitud de estos efectos no es sólo estadísticamente significa-
tiva, sino también clínicamente significativa, con repercusiones serias a
nivel de salud pública. El riesgo de desarrollar problemas emocionales
y conductuales aumenta del 5 por ciento en la población general al 10
por ciento en los hijos de madres en el grupo con altos niveles de es-
trés, después de controlar por otros factores confundentes, incluida la
depresión postnatal (Hair et al. 2015; Talge et al. 2007). En relación con
el desarrollo cognitivo, hay estudios que reportan que el estrés prenatal
podría explicar hasta el 17 por ciento de la varianza de las habilidades
de los niños y niñas en lenguaje receptivo (Glover 2014; Talge et al.
2007; Zhu et al. 2014). En el caso de los trastornos conductuales, un es-
tudio encontró que el estrés tóxico en el periodo prenatal puede explicar
hasta el 22 por ciento de la varianza en síntomas de ADHD en menores
de ocho o nueve años (Van den Bergh y Marcoen 2004).
E. AGUIRRE, M. ABUFHELE y R. AGUIRRE / Estrés prenatal y sus efectos 17
Efectos en el periodo perinatal • Alteración del sistema inmune (Shonkoff et al. 2009;
Shonkoff et al. 2012; Johnson et al. 2013)
• Menor desarrollo cognitivo del feto (en mediciones
como el Brazelton Neonatal Assessment) (Glover 2014;
Talge et al. 2007; Van den Bergh et al. 2005; Biaggi et
al. 2016)
• En la madre: hipertensión gestacional (Glover 2014;
Van den Bergh et al. 2005), alteración en el vínculo
madre-hijo/a, menos habilidades parentales (Monk et al.
2012), depresión postnatal (Biaggi et al. 2016)
• Menor desarrollo del lenguaje (Van den Bergh et al.
2005; Shonkoff et al. 2012)
• Menor desarrollo de habilidades psicomotoras (Talge et
al. 2007)
• Más probabilidad de problemas socioemocionales
(como ansiedad, depresión y afecto negativo) (Glover
2014; Talge et al. 2007; Van den Bergh et al. 2005;
Shonkoff et al. 2012; Monk et al. 2012; Biaggi et al. 2016)
lación de pareja (Biaggi et al. 2016; Glover 2014; Shonkoff et al. 2009;
Talge et al. 2007); sufrir eventos traumáticos durante el embarazo, tales
como desastres naturales (Glover 2014; Talge et al. 2007; Monk et al.
2012), muerte de algún familiar (Glover 2014; Biaggi et al. 2016) o
separación o divorcio durante el embarazo (Talge et al. 2007); estrés la-
boral prolongado (Talge et al. 2007; Van den Bergh et al. 2005) y malas
condiciones laborales; embarazo no deseado, complicaciones o pérdidas
en embarazos previos; y abuso de sustancias, ya sea antes o durante el
embarazo (Biaggi et al. 2016). La calidad de la relación de la mujer con
sus padres también es un factor de riesgo, sobre todo si hay un historial
de abuso (Biaggi et al. 2016).
Un diagnóstico oportuno es clave para poder identificar mujeres
con alto riesgo, pero no necesariamente sintomáticas, y ofrecer en esos
casos intervenciones preventivas. Los eventos traumáticos de la madre
pueden ser a la vez los primeros eventos traumáticos que experimenta
el bebé antes de nacer. Para esto es necesario, durante los controles de
rutina del embarazo, hacer una pesquisa de los antecedentes y presencia
de eventos traumáticos en la madre y también un diagnóstico precoz de
sintomatología asociada al estrés, ansiedad y depresión. La literatura
plantea que lo óptimo es medirlo más de una vez, ya que habría muchas
mujeres que presentan síntomas de depresión y ansiedad en diferentes
momentos del embarazo (Biaggi et al. 2016).
La detección y medición del estrés prenatal no son sencillas. En
primer lugar, el estrés es un concepto multidimensional complejo y, en
segundo lugar, los instrumentos psicométricos diseñados para ello no
siempre son apropiados para embarazadas, ya que hay algunos síntomas
del estrés y la depresión, como por ejemplo los trastornos del sueño,
que también son propios del embarazo (Nast et al. 2013). Existen dos
formas de medir el estrés prenatal: usando marcadores biológicos y a
través de la percepción del estrés por parte de la madre.
Para medir el estrés con marcadores biológicos se han utilizado,
tanto en animales como en humanos, niveles de cortisol plasmático,
ACTH plasmática, niveles de cortisol en la saliva, cambios en la pre-
sión sanguínea y ritmo cardíaco. Si bien son apropiados para medir el
estrés agudo, es necesario tener un marcador que permita medir estrés
crónico (Hair et al. 2015). Recientes estudios en embarazadas han en-
contrado correlación entre niveles percibidos de estrés y los niveles de
20 ESTUDIOS PÚBLICOS, 144 (primavera 2016), 7-29
cortisol en el pelo (Hair et al. 2015), pero aún falta más evidencia para
validarlos y establecer parámetros.
La segunda manera de medirlo es a través de la percepción de la
madre, que es el indicador usado en la mayoría de los estudios (Talge et
al. 2007). Hay una amplia variedad de escalas que se utilizan con este
objetivo, las que están enfocadas en estresores cotidianos, en eventos
vitales o en preocupaciones específicas del embarazo. Una revisión sis-
temática sobre escalas psicométricas utilizadas para medir estrés prena-
tal evaluó 43 instrumentos usados para distintos constructos del estrés,
y como resultado de la revisión se recomienda una escala validada y
con buenas propiedades psicométricas para los 7 constructos más usa-
dos en los estudios. Como ejemplo, para medir ansiedad se recomienda
la State-Trait Anxiety Inventory; para medir depresión en el postparto,
la Escala de Depresión Posparto de Edimburgo (EPDS, por su sigla en
inglés); y para medir estrés relacionado con el embarazo y crianza, el
Prenatal Distress Questionnaire (Nast et al. 2013).
Dado que la mayoría de las mujeres van a controles obstétricos
durante su embarazo, ellos son una buena oportunidad para identificar
mujeres en riesgo o con síntomas de estrés, depresión o ansiedad, y de-
rivarlas para su diagnóstico y tratamiento (Biaggi et al. 2016). En Chile,
el Ministerio de Salud recomienda a los profesionales de la salud aplicar
la EPDS en el control de ingreso o en el segundo control de embarazo
(Ministerio de Salud 2015). Esta escala es uno de los instrumentos más
utilizados para la detección de los síntomas depresivos en el postparto,
pero no tiene la misma certeza en la detección de la ansiedad ni el es-
trés, por lo que se hace necesario la utilización de escalas diseñadas con
este fin (Glover, 2014).
6. CONCLUSIONES
REFERENCIAS
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