Fallo Tanus Silva
Fallo Tanus Silva
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II. En primer lugar, cabe destacar que no ha sido materia de agravios por la apelante
las consideraciones de la señora juez de grado en cuanto a la protección que el ordenamiento
jurídico, tanto a nivel constitucional como legal, otorga al feto, aún cuando su viabilidad fuese
nula -como ocurre en los presentes autos-. Asimismo, tampoco se cuestiona en esta instancia
que el feto anencefálico reúna los caracteres necesarios para ser considerado con vida, sin
perjuicio de su inviabilidad fuera del seno materno.
V. A esta altura del análisis, corresponde, entonces, que este Tribunal determine si la
juez de primera instancia apreció las constancias agregadas en los presentes autos de
conformidad con las reglas de la sana crítica o si, por el contrario, se apartó infundadamente
de las pruebas producidas o, en su caso, valoró parcialmente la documentación esencial y
decisiva para fallar en la causa.
La sana crítica es un método científico, que tiene por objeto determinar cuál de las
posiciones en el pleito es la correcta, en punto a los hechos afirmados, para incluirla dentro
del plexo de la norma abstracta, y así aplicar el derecho a la cuestión planteada (Falcón
Enrique, “Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Anotado, concordado y
comentado”, T. III, Ed. Abeledo Perrot, pg. 196).
En primer término, asiste razón a la apelante en cuanto al error incurrido por la jueza
de primera instancia al sostener que los profesionales además de omitir dar precisiones sobre
el real estado psíquico no “esbozaron siquiera la existencia de un daño grave e irreversible”.
En realidad, para que se configure el supuesto previsto en el art. 86 inc. 1º del Código Penal,
sólo es dable exigir conforme las normas vigentes un peligro grave, pero de ninguna manera
un daño grave y, menos aún, un daño irreversible para la vida o la salud de la madre toda vez
que si éste se produce, la práctica del aborto terapéutico no tendría relevancia alguna para
evitar el daño.
En segundo lugar, la apelante señala que la jueza omitió los dichos del Dr. Illía con
relación al cuadro psicológico que presenta, puesto que sostuvo que en orden a dicho daño el
facultativo ha expresado que “concuerda con la actora en que esto tiene visos de tortura”. A lo
expuesto cabe agregar que el Director del Hospital, Dr. Argento, afirma que no obstante lo
expresado anteriormente –imposibilidad de acceder a la solicitud de la madre- considera
“válido lo expresado por la solicitante en cuando al daño psicológico que pueda sufrir la
misma al cursar este tipo de embarazo” (fs. 81).
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improcedente la solicitud de la amparista toda vez que no existen otras pruebas que acrediten
el peligro para la vida o la salud de la madre, su gravedad y que éste no pueda ser evitado por
otros medios. En virtud de estas consideraciones, este agravio tampoco resulta procedente.
V. El Pacto de San José de Costa Rica (ley 23.054) dispone en su artículo 5 1. que
“toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral ... “, agrega
en el artículo 11 que “toda persona tiene derecho ... al reconocimiento de su dignidad”.
Agrega la protección de la familia (art. 17). La familia de la actora comprende a su marido e
hija. El señor Asesor Tutelar, sin embargo, no se ha ocupado de esta niña amparada por la
Convención de los Derechos del Niño, tan citada.
VI. En la presente causa están en conflicto la vida de la madre y del hijo por nacer.
Desde el punto de vista científico la vida futura del feto es inexistente, dado que su condición
es irreversible y su muerte segura. La madre, en cambio, vivió hasta el presente embarazo una
vida normal. Su salud comprende tanto el aspecto físico como el síquico. Este concepto de
salud es el receptado en el Preámbulo de la Constitución de la O.M.S., la que se remonta al
año 1946, donde se entiende que ésta es el completo e integral bienestar síquico, mental y
social. En sentido coincidente se ha sostenido que la finalidad terapéutica puede referirse
tanto a la salud física como la salud mental de la persona involucrada (“Martínez, Laura Rita
p/ Medida Tutelar-Autorización”, expte. Nº 25464/7, Juzgado Familia a cargo de la Dra.
Adriana B. Rodríguez, Mendoza, fallo inédito del 28 de abril de 2000, que cita el voto del Dr.
Edgardo Fernández Sabaté, C.Fam.y Suc. Tucumán, publicado en La Ley 1983-C-501 y
sentencia de ese Juzgado, causa 45902, “ C. J. s/ Acción de Amparo publicada en Revista
Quirón, Fundación Mainetti, La Plata, vol. 28 n. 2 1997, pág. 48 y ss., con nota aprobatoria de
Ignacio Maglio, Bioética y Derecho: buena praxis judicial”).-
En autos se encuentra en grave riesgo la salud síquica de toda la familia según se
desprende de la evaluación psicológica de la coordinadora del equipo de salud mental de la
fundación UNOS CON OTROS, según constancia adjunta obrante en las presentes actuaciones
a fs. 13/4 y 16. El mismo señala que se puede tener en cuenta que el daño es mayor cuanto
mayor es el tiempo de estar padeciendo el acontecer traumático. Asiste razón a la actora que
el daño síquico existe y no comparto la interpretación dada por la juez de primera instancia.
El daño síquico que implica “portar en el cuerpo la muerte misma” (fs. 113) es un hecho
notorio y como tal admitido aún en ausencia de prueba.
VII. Desde un punto de vista humano no debería permitirse que la amparista arriesgara
su vida gestando este feto inviable, comprometiendo el futuro de toda su familia, en especial
el de su hija de doce años.
Cabe invocar el principio “pro-minoris”, y la Convención Internacional de los
Derechos del Niño (aprobada por el Congreso de la República Argentina por ley 23.849)
valorando de esta forma la situación de la hija de la actora, requiriendo esta de protección
jurisdiccional. En suma, es dable admitir el daño que podría ocasionársele a la menor en caso
de padecer la madre un mayor daño síquico que el presente.
VIII. En la audiencia de fs. 59/61, a la que concurrió asistida por una terapeuta, la
amparista manifestó padecer una tortura permanente. A. Rodríguez Varela (en La persona
humana al finalizar el segundo milenio cristiano en El Derecho del 11 de diciembre de 2000)
refiere que “En el peregrinaje del hombre sobre la tierra operan dos grandes motores: Dios y
la libertad humana.” Cita a Maritain y nos dice que la persona humana es por un lado exaltada
y por otra parte menospreciada. Y vidas humanas, se agravia la actora, en la presente causa
son para la juez de primera instancia dos: una viable y otra no viable. Ninguna duda cabe que
haya que preservar la salud psicofísica de la persona humana viable frente a la muerte segura
de la otra. El bien jurídico tutelado debe ser la salud de la madre, que no admite demora,
frente a la del feto anencefálico, equiparable a la del donante de órganos, al que se le ha
constatado una muerte cerebral.
X. Si bien no se trata en autos de una autorización para abortar, cabe recordar que el
artículo 86 del Código Penal desincrimina el aborto cuando se ha hecho con el fin de evitar un
peligro para la vida o la salud de la madre y si este peligro no puede ser evitado por otros
medios. El peligro corrido por la madre para hacer lugar al aborto terapéutico debe ser grave,
contempla tanto la vida de la madre como su salud, entendida esta como bienestar físico y
equilibrio síquico(...).(“ N.N. “, Juzgado 26 Civil, 27/08/1985, publicado en ED 117 - 421 ; “
P., A. J.“, Juzgado de Instrucción Rosario, 04/11/1987, publicado en ED 128 – 389; “S., M.
E.“, Juzgado 25 Civil. Capital, 26/04/1988, publicado en ED 132 - 456).
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Luis Jiménez de Asúa en Libertad de amar y derecho a morir (Editorial Losada S.A.,
Buenos Aires 1946, p. 381y ss.) a mediados de siglo explica que “la doctrina de la Iglesia se
ha concretado al fin en la famosa encíclica de Pío XI, Casti Connubii, del 31 de diciembre de
1930, en la que se reprueba toda especie de aborto, negándose incluso a la mujer amenazada
en su propia vida el derecho de sacrificar al feto para huir de la inminencia de la muerte. Por
fortuna son muchos los médicos católicos que, más o menos hábilmente, sortean tan injusto
anatema”. Continúa diciendo que “más sólidos son los argumentos de los autores laicos. En
este caso ... hay un conflicto de bienes, claramente determinado, entre la existencia de la
madre y la del niño: una de las vidas debe ser sacrificada en pro de la otra, y como aquí se
trata de un supuesto de necesidad propiamente dicho, el conflicto ha de ser resuelto por las
leyes que gobiernan este problema. Pero apenas parten del punto de salida, los escritores
divergen”.
XI. En la presente causa estamos pues en presencia de un conflicto de bienes pues por
un lado está la salud psicofísica de la madre y de su entorno, que incluye a su marido e hija, y
por otra parte la vida del feto, con ninguna posibilidad de sobrevida, circunstancia constatada
por los médicos intervinientes. Al negar a la mujer la posibilidad de decidir se le está
imponiendo la obligación de dar vida a un ser que una vez desconectado de ella ha de morir y
para cuidado del cuál la Maternidad Sardá no está dispuesta a invertir en terapia intensiva
neonatal dada su inutilidad (fs. 59 vuelta y 60 vuelta). Se le exige al cuerpo de la amparista
dar lo que el Estado no va a dar a través de equipamiento médico dado que no tiene vida
propia.
XII. En suma, los argumentos precedentes persuaden al Tribunal de que, ante las
especiales circunstancias del caso que han quedado suficientemente expuestas, la pretensión
amparista ha de prosperar, por lo que corresponde hacer lugar a los agravios vertidos y
revocar el pronunciamiento apelado en todo cuanto ha sido motivo de recurso.
II. Tal como se expresara en otra oportunidad (ver Centanaro, Esteban, Qué es el
comodato, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1996, p. 142), no avalamos el criterio de dar por no
escrita una norma por el intérprete, salvo casos excepcionalísimos y de una contradicción
evidente; si el jurista quiere legislar, que sea legislador, que luche políticamente y obtenga su
banca por medio de la representación popular, y en tal caso, con toda legitimidad y dentro del
estado de Derecho, podrá proponer derogar tal o cual norma; de lo contrario, deberá tratar de
interpretarla en armonía con el resto del ordenamiento jurídico, en su consecuencia en estos
autos como en cualquier otro se debe fallar de conformidad con lo que la ley establece, no
debiendo el juzgador ir más allá o pretender forzar interpretaciones legales.
En este sentido, la Corte Suprema de la Provincia de Buenos Aires ha dicho "...el
Poder Judicial no puede ejercer poderes legislativos ni constituyentes. Es de la esencia de la
función judicial el deber de aplicar directamente la Constitución y la ley..." ( SCBA, P43994
S 29-10-91, B., J.R. s/robo agravado de automotor - Publicaciones: A y S 1991 III, 774.).
Tal como expresa Faggioni (Faggioni, Mauricio P., "El recién nacido anencefálico",
Medicina y ética 1997/3, página 267): “Si bien las causas de la anencefalia son relativamente
conocidas, se presupone una cierta heterogeneidad etiológica. Cualquiera sea la causa de la
etiología, actua en el curso de las primeras fases de al embriogénesis del sistema nervioso
central. Cuando el tubo neural no se cierra completamente - hecho que normalmente ocurre
entre el día 15 y 21 del embarazo- determina malformaciones en el sistema nervioso y en los
tejidos relacionados con él. Si el cierre falla a costa de la región cefálica o vesicular se tiene
la anencefalia. Tengamos en cuenta que esta malformación aparece no antes de los quince
días de la concepción, pero que tal como lo veremos más adelante, el feto ya era persona
desde la unión del óvulo y el espermatozoide. La funcionalidad del tronco del encéfalo
explica la presencia de la respiración espontánea y de múltiples actividades de predominante
base refleja, como la succión, la deglución, la reacción a los estímulos gustativos, la reacción
de las extremidades por estímulos doloríficos, el llanto e incluso la sonrisa. No sabemos
exactamente si un recién nacido anencefálico puede, y a qué nivel, desarrollar incluso sólo
barruntos de vida de relación y de incipiente autoconciencia, pero se puede pensar que existe
en algunos de ellos una cierta posibilidad de percepción sensorial y de reacción a los
estímulos, ligada a las estructuras nerviosas residuales que subentran a vicariar ciertas
funciones más elementales del telencéfalo faltante”.
Si bien la supervivencia del anencefálico -de acuerdo a las estadísticas médicas y lo
expresado en estos autos- es corta, de ninguna manera la ciencia se ha pronunciado en forma
definitiva en el sentido de posibilidad de su supervivencia temporal.
Todos sabemos que mas breve o mas extensa la vida terrena es siempre temporal.
Todo ser que nace esta destinado inmediata o mediatamente a morir.
El altísimo valor de la vida humana y la protección que el ordenamiento jurídico le
brinda a aquella lleva a exigir que a todo recién nacido, e incluso al feto destinado a una vida
breve, se le proporcionen los cuidados ordinarios y eventualmente aquellos que se consideren
proporcionados a su situación clínica concreta
IV. La Doctrina que distingue a quienes son personas, de quienes no lo son, teniendo
en cuenta la viabilidad no tendría fundamento en nuestro derecho positivo, sin perjuicio de
reconocerse los importantes argumentos vertidos en contra de tal posición.
Efectivamente, el artículo 51 del Código Civil dispone: "Todos los entes que
presentasen signos característicos de humanidad, sin distinción de cualidades o accidentes,
son personas de existencia visible".
La capacidad de derecho es inherente al hecho de la existencia de una criatura
humana, y no merece evaluarse con relación a la extensión que pueda llegar a tener esa vida,
ni las cualidades o accidentes que presente. Este criterio fue el seguido con certeza por el
codificador civil, quien en el art. 72 de su obra dispuso: "Tampoco importará que los nacidos
con vida tengan imposibilidad de prolongarla, o que mueran después de nacer, por un vicio
orgánico interno, o por nacer antes de tiempo". La viabilidad no es una condición exigida por
el Código Civil para que el recién nacido adquiera sus derechos en forma irrevocable. La
protección de la spes hominis se consigue mejor sin trasladar al plano jurídico las etapas que
los descubrimientos y avances que los científicos van estableciendo. (Conf. Rivera, Julio
César, Instituciones de Derecho Civil, Parte General T.I, Editorial Abeledo-Perrot, Buenos
Aires, 1994, páginas 338 y 354). Coincidiendo con Zainer, (Zainer, Justo, De su disertación el
Instituto del Colegio de Abogados de Mar del Plata titulada “Genética Humana: aspectos
éticos y legales” en Quorum, Mar del Plata, octubre, 1986, pag. 15) la ciencia tiene mil
rostros desde el más seductor hasta el más aterrador. Y, se entiende junto con Hooft (Hooft,
Pedro Federico, “Los Derechos Humanos ante el desarrollo de la vida y la técnica: La
protección de la vida humana naciente”, ED 124-692) que los progresos de la ciencia deben
contribuir en última instancia a la consecución del valor humanidad, superior al de utilidad;
de lo contrario estaríamos contribuyendo al surgimiento de un mundo deshumanizado en el
cual la persona quedaría reducida al nivel de “objeto”, “cosa”, “res”, en un camino de
irreversible deshumanización. Se trata entonces de saber “cuales son los límites y fronteras
que no debemos transgredir para no poner en peligro la propia dignidad”, y, conocer lo que
en cada caso ayuda u obstaculiza a la plena realización del hombre como persona, y luego
obrar en consecuencia, so pena de transitar hacia una total cosificación de la existencia.
Con gran claridad Vélez Sársfield expuso en la nota al artículo 72 del Código Civil:
"Decimos lo mismo respecto de los vicios orgánicos que el recién nacido presente. No porque
una persona parezca con signos indudables de una pronta muerte, queda incapaz de derecho.
Sería preciso también que la ley fijara el tiempo en que el vicio orgánico debía desenvolverse
para causar la incapacidad del recién nacido y la ciencia, por cierto, no podría asegurar qué
días o qué horas de vida le quedaban al recién nacido con un vicio orgánico."
Como bien opina Llambías, (Llambías, Jorge Joaquín, Código Civil anotado, Abeledo-
Perrot, Buenos Aires, 1982, tomo 1, pag. 175) "varias legislaciones extranjeras subordinan la
concesión de la personalidad a la aptitud que tenga el nacido para prolongar la vida.(...) Las
modernas legislaciones han dejado de lado esta exigencia de la viabilidad o aptitud del
nacido para prolongar la vía. Es el caso de los códigos Alemán (art. 1), Suizo (art. 31? –no
coincidimos con esta cita-); brasileño (art. 4); peruano (art. 1) y Venezolano (art. 17)(...) Los
argumentos dados por Vélez Sarsfield en su nota al art. 72 para combatir la exigencia de la
viabilidad son verdaderamente ilevantables.
En igual sentido, Borda (Borda, Guillermo, Tratado de Derecho Civil Argentino,
Parte General, Perrot, Buenos Aires, 1970, Tomo 1, pag. 239) opina que nuestro Código Civil
con gran acierto ha rechazo el requisito de la viabilidad y agrega: “A nuestro entender, el
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sistema del código se justifica plenamente por las siguientes razones: a) en primer termino,
es la solución que impone el debido respeto al ser humano...”.
Asimismo, Machado (Machado, José Olegario, Exposición y comentario del Código
Civil Argentino, Buenos Aires, Tomo 1, p. 142) expresa que la capacidad inherente al hecho
de la existencia de una criatura humana, no debe depender de la duración de su vida; si el
que vive un minuto después de la separación del seno materno, no debiera adquirir derechos,
no habría razón para que los adquiriese porque hubiera vivido una hora o un día. El tiempo
no debe tener influencia sobre la capacidad que se concede a la existencia (...) porque los
derechos se conceden a la criatura que vive sin otra consideración que la vida.
También Llerena (Llerena, Baldomero, Concordancias y Comentarios del Código
Civil Argentino, La Facultad, Buenos Aires, 1931, Tomo 1, p. 161) sostiene con relación a la
viabilidad que “nuestro código ha dado un paso adelante con respecto al código francés y a
los demás que le han seguido...”
Ampliando estos conceptos Clariá (Clariá, José Octavio, “Persona –Comienzo de su
existencia. Derechos que pueden adquirir” en Enciclopedia Jurídica Omeba Apéndice T. VII,
Driskill S.A., Buenos Aires, 1996, pág. 763 y 764) señala que “...para el iusnaturalismo el
derecho no es una creación arbitraria del legislador sino una disciplina de la conducta al
servicio de los fines del hombre. El derecho positivo no crea a la persona sino que se limita a
reconocer una realidad preexistente y de jerarquía superior. Por ello, no existe la posibilidad
de que el ordenamiento jurídico desconozca personalidad a los hombres, sin distinción de
ninguna especie. La convención Americana sobre derechos humanos, Pacto de San José de
Costa Rica, incorporado a la Constitución Nacional (art. 75 inc. 22) establece en su art. 3
que toda persona tiene derecho al reconocimiento de su personalidad jurídica, coincidiendo,
de esa forma, con los lineamientos de nuestro ordenamiento jurídico. (...) La mayor parte de
los códigos del siglo XIX, y aun de este siglo, consagraron la regla de que la existencia de las
personas comienza desde el nacimiento. Sin embargo, se vieron obligados a conceder ciertos
derechos a partir del momento de la concepción. Fue el jurista brasileño Freitas quien
inspirándose en el Código de Prusia, estableció en su Esbozo (art. 221) que la existencia de
las personas comienza desde la concepción. Nuestro Código Civil, con visión profunda y
humanista estableció en su art. 70 que: “Desde la concepción en el seno materno comienza
la existencia de las personas; y antes de su nacimiento pueden adquirir algunos derechos,
como si ya hubiesen nacido”. El principal crítico de esta postura ha sido el Dr. Orgaz (...).
sin embargo, la gran mayoría de los autores nacionales concuerdan con la solución adoptada
por el Código Civil. Actualmente, la Convención Interamericana de Derechos Humanos,
Pacto de San José de Costa Rica, Que ha sido incorporado a nuestra Constitución Nacional,
ratifica esta solución al disponer en su art. 4 que la existencia de las personas comienza
desde su concepción en el seno materno. Por nuestra parte, coincidimos plenamente con el
criterio del código civil. No dudamos en afirmar que desde la concepción hay vida y, por lo
tanto, persona que debe ser protegida y que puede adquirir ciertos derechos (...). Es más,
entendemos que se trata de nociones que están por encima de la leyes y que ningún
ordenamiento jurídico puede desconocer. De ahí también la prohibición legal del aborto, por
entender que estamos ante una vida humana sin que nadie tenga derecho a suprimirla”.
No es redundante afirmar que la legislación de fondo reconoce la existencia de
personalidad humana desde la concepción del ser en el seno materno. "Desde que ha
comenzado a existir el nuevo ser, por la fecundación del óvulo materno, es innegable que se
está en presencia de un individuo de la especie humana que existe antes del nacimiento, ya
que este hecho sólo cambia , aunque substancialmente, el medio en que se desarrolla la vida
del nuevo ser." (Llambías, Jorge Joaquín, Tratado de Derecho Civil, Parte General I, Editorial
Perrot, Bueno Aires,1995, página 251).
Según Alberto G. Spota "La personalidad jurídica humana comienza desde la
concepción. Estimar que únicamente por una ficción jurídica ve el legislador una persona
donde sólo existe una portio mulieris, importa negar el sustrato material del comienzo y de la
formación del ser humano". (Spota, Alberto G, Tratado de Derecho Civil, Parte General,
Tomo 1, Volumen 32 , El sujeto de Derecho, Los incapaces de obrar, Ediciones Depalma,
Buenos Aires, 1968, pág. 11). Si bien el Derecho Romano reconoció al embrión como portio
mulieris, no por ello dejó de asimilar al concebido con el ya nacido: qui in utero sunt, in toto
pene jure civili intelliguntur in rerum natura esse. En cuanto a la capacidad, sostiene el
mencionado jurista que "Ya con la vida intrauterina del concebido (nasciturus) surge la
capacidad para ser titular de derechos. En efecto, según el art. 70, antes del nacimiento de
los concebidos "en el seno materno", éstos "pueden adquirir algunos derechos". Esos
derechos son actuales, no en potencia, aún cuando sometidos a una condición resolutoria:
las personas por nacer los adquieren como si ya hubiesen nacido, y sólo se resuelven si no
nacen con vida, en cuyo suceso serán considerados como si no hubieran existido (art. 74).
Más que de expectativa de derechos, se trata de derechos existentes pero condicionales. Para
ello no se requiere recurrir a la ficción de que en cuanto en su beneficio se lo considera
nacido". (Spota, Alberto G, Tratado de Derecho Civil, Parte General, Tomo 1, Volumen 31 ,
El sujeto de Derecho, Los incapaces de obrar, Ediciones Depalma, Buenos Aires, 1968, pág.
28).
La ciencia médica también se ha pronunciada en el sentido que "...la supresión directa
de un embrión o de un feto, incluso aunque estén malformados, es ilícita, porque el valor de
la vida de una criatura humana no depende de sus prestaciones actuales o potenciales, o de
su respuesta o no al estándar de calidad humana". (Faggioni, Mauricio P., El recién
nacido..., página 280). Una solución diferente sería contraria a nuestro ordenamiento jurídico.
Recogiendo las palabras del Prof. Dr. Roberto Votta, vertidas en la conferencia dictada
con motivo de su incorporación como miembro de número a la Academia del Plata, quien
Poder Judicial de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
entre otros importantes conceptos expresó: “Con el avance tecnológico actual se pueden
conocer afecciones prenatales que no tienen curación y que pueden dejar variables grados de
incapacidad después del nacimiento. En estos casos se recurre a veces al aborto. Dice J.
Lejuane (Lejuane, J, Dejadlos vivir, Madrid, Ed. Riaf, 1980): “Detecto la enfermedad
compruebo que no puedo curarla, entonces mato al paciente” y también “ Surge aquí un
juicio comparativo entre los beneficios alcanzados con estos avances y las acciones de
violencia ejercidas sobre el embrión o el feto. Entendiendo por violencia las acciones que
recaen sobre ellos y que solo son de conveniencia para los demás, mucho más cuando se
lesionan sus derechos innatos o personales”.
Debe tenerse en cuenta que como dice el académico citado ut supra “derivado del
latín, aborto significa “privación del nacimiento”. La expresión lingüística “interrupción del
embarazo” es usada habitualmente para disimular su criminosidad”.
VII. Ampliando los dichos del doctor Balbín en el acápite II de su voto, cabe recordar
que el aborto terapéutico sería eventualmente un caso de estado de necesidad, comprendido en
la norma del art. 34 inc. 3º del C. Penal Argentino. Se trataría de causar un mal para evitar
otro mayor. La doctrina es unánime en este punto, sosteniendo que en el aborto terapéutico, la
expulsión del feto, tiene que ser aconsejada por el profesional interviniente, vale decir, que
debe ser el médico quien recomiende, sugiera y detalle en qué casos procede la interrupción
de la gravidez.
La Jurisprudencia es conteste en el sentido de que es el médico y no al juez a quien
compete la decisión de practicar un aborto terapéutico.
Por los argumentos expuestos, y los vertidos en el voto del doctor Balbín, corresponde
confirmar la sentencia apelada.