Monografia Templo de Santa Ana

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TEMPLO DE SANTA ANA

“AÑO DEL DIALOGO Y DE LA CONCILIACIÓN NACIONAL”

UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA
DE LOS ANDES

TEMA:
TEMPLO DE SANTA ANA CUSCO

CURSO : HISTORIA CRITICA DE LA REALIDAD PERUANA


DOCENTE : ÑAHUI MEJIA LEYDI ELIZABETH
ALUMNA : PINARES QUISPE BREICY
CODIGO : 2016348G
SEMESTRE : II

Cusco – Perú

2018

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TEMPLO DE SANTA ANA

PRESENTACION

El presente Trabajo Monografico titulado “TEMPLO DE SANTA ANA” esta realizado con
la mayor dedicacion y esmero ya que es un tema indispensable para mi formacion
profesional, asi esperando cumpla todas las espectativas a su persona y el contenido de esta
monografia sirva para el aprendizaje de futuras generaciones de estudiantes.

Atentamente,

La Alumna

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TEMPLO DE SANTA ANA

Índice

PRESENTACION ....................................................................................................................................... 2
INTRODUCCION ...................................................................................................................................... 4
1. TEMPLO DE SANTA ANA DEL CUSCO .................................................................................... 5
2. Restauración e intervención arquitectónica del templo .............................................................. 10
3. La restitución del sector del coro y el muro de pies ..................................................................... 16
4. El atrio del templo de Santa Ana ................................................................................................... 19
Conclusiones ........................................................................................................................................ 21
Recomendaciones ................................................................................................................................ 23
Bibliografía .......................................................................................................................................... 25

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TEMPLO DE SANTA ANA

INTRODUCCION

El templo de Santa Ana se encuentra en el antiguo barrio de Carmenca, junto al cerro del
mismo nombre y en el punto de partida del tramo del Cápac Ñan que conducía al
Chinchasuyo.

Fue fundado en 1560 como templo parroquial de la parroquia de indios de Santa Ana, una de
las siete que rodean la ciudad. Posee planta rectangular de una sola nave, con sacristía
adosada al muro del evangelio y ábside hexagonal. Está construido con muros de adobe, y
cubierta de par y nudillo con teja. En su interior destacan las imágenes talladas por Juan
Tomás Tuiru Túpac y lienzos de gran valor, entre los que estuvo la serie de la procesión del
Corpus, actualmente en el museo Arzobispal

En el 2007, la Escuela Taller Cusco efectuó los trabajos de consolidación estructural de


contrafuertes, muros y gradas del templo. Los alumnos y alumnas del Taller de Bienes
Muebles de la Escuela Taller efectuaron los trabajos de conservación y puesta en valor de las
pinturas murales del interior del templo y de 12 lienzos de gran formato.

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TEMPLO DE SANTA ANA

1. TEMPLO DE SANTA ANA DEL CUSCO

El Templo de Santa Ana del Cusco es uno de los monumentos religiosos representativos del
periodo virreinal peruano. Forma parte del acervo patrimonial de la antigua ciudad capital de
los Incas, la cual se emplaza a 3,350 m.s.n.m., en la zona andina de la región suroriental del
Perú.

Esta edificación se encuentra en el sector noroccidental de la ciudad, conocido desde tiempos


de los incas como Karmenqa, sitio con significativa antigüedad de ocupación en el valle del
Cusco (Zecenarro, 2007). En este lugar se han hallado evidencias de asentamientos humanos
desde el periodo Formativo (Barreda, 1994) -como es el caso de Chanapata (800 a. n. E.)-
hasta el Horizonte Tardío, caracterizados por importantes contextos religiosos organizados en
seqes\ como los adoratorios del cuadrante Chin-chaysuyo (Bauer, 2000)

El área que ocupa el templo de Santa Ana, topográficamente notable sobre el resto de la
ciudad (Figura 1), era una plataforma ceremonial o usnu1 que llevaba el nombre de
Markatampu, lugar donde se practicaban rituales que incluían sacrificios humanos (Bauer,
2000). La erradicación de esta costumbre religiosa prehispánica quizás fue una de las razones
por la cual en el siglo XVI se estableció allí el templo cristiano (Zecena-rro, 2005). De igual
modo, por este sitio también cruza hasta la actualidad el Camino inca a Chinchaysuyo; se
trata de parte del Qhapaq Ñan, camino que durante el periodo virreinal articuló la zona de
Huancavelica -donde se extraía el mercurio- con los ricos yacimientos de plata de Potosí, en
el Alto Perú. En dicha ruta, Cusco era un punto de paso muy destacado, económicamente
privilegiado.

En 1562, siguiendo las disposiciones del virrey Andrés Hurtado de Mendoza, marqués de
Cañete, el corregidor del Cusco Juan Polo Ondegardo instituyó al noroccidente de la ciudad
la Parroquia de Indios de la Gloriosa Santa Ana, una de las cinco primeras parroquias
establecidas en el Cusco4. En este entorno se consolidó la trama urbana de la parroquia,
desplegada sobre las fuertes pendientes que caracterizan la topografía del lugar, trama
cobijada bajo su principal edificio religioso (Vidal, 1958), levantado encima de la plataforma
inca (Figura 2). Como se desprende de los documentos vinculados a la estancia del virrey
Toledo, este contexto urbano albergó a los ayllus Qollana Wanka, Yanakuna, Kayau
Qispiwara, Poroy y Chinchaysuyu (Amado, 2009), además de los Chachapoya y Kañari,
afincados en el lugar, dotados de concesiones y privilegios por los españoles debido a los
servicios prestados a la Corona en su lucha contra los incas.

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TEMPLO DE SANTA ANA

Construido según los cánones del Renacimiento, estilo propio de las edificaciones religiosas
de la segunda mitad del siglo XVI y primera mitad del XVII, cuando se consolidaban los
procesos de colonización y evangelización, el templo de Santa Ana fue edificado empleando
adobe y piedra -material proveniente del desmontaje de las estructuras prehispánicas
preexistentes-, y mano de obra aborigen. Esta acción constructiva cumplía también con los
preceptos adoptados por los Concilios Limenses, que establecían la sustitución de los
antiguos santuarios andinos, las wakas, por símbolos cristianos como una forma de
erradicación de las idolatrías y fijación de la nueva religión sobre los cultos considerados
paganos (Zecenarro, 2013b).

Figura 1. Ubicación del Templo de Santa Ana en el Centro Histórico de Cusco


Fuente: Google Earth, 2016.

Figura 2. Sector urbano del Templo de Santa Ana, en 1643. Se aprecia el atrio del templo, y
destaca el volumen del mismo y la torre exenta, así como el antiguo arco levantado en el camino
al Chinchaysuyo. Plano publicado por el Dr. John Rowe. Fuente: Cusco monumental. Arquitectura
cusqueña. Monumentos religiosos y civiles del Cusco (CD-ROM). 2007, Cusco, Perú: Municipalidad
del Cusco.

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TEMPLO DE SANTA ANA

Figura 3. Planta del templo antes de la intervención


Fuente: Expediente técnico anual 2007. Restauración y puesta en valor del monumento histórico
artístico Templo de Santa Ana - Cusco. 2007. Cusco, Perú: Dirección Regional de Cultura.

El edificio sufrió considerables daños como consecuencia del devastador sismo del jueves 31
de marzo de 16505. La reconstrucción involucró su reparación, que mantuvo la concepción
original de una sola nave. De proporciones alargadas, la nave del templo está definida por
anchos y altos muros de adobe que hacia la cabeza configuran un ábside ochavado, casi
puntiagudo. Como es propio de esta tipología, esta nave larga y estrecha -arriostrada por
potentes contrafuertes- tenía en sus pies al sotocoro y coro sostenidos por arcos, sector que en
el siglo XX sufrió un colapso (Guevara, 2007), lo cual tuvo como resultado el recorte de la
nave debido a la construcción de un muro transversal a manera de pies, así como la
adaptación de un nuevo coro en pleno espacio de la nave (Figura 3). De la misma forma, en
los subsuelos de la nave se introdujo una cripta sepulcral, hallada gracias a los trabajos de
exploración efectuados durante la restauración (Guevara, 2007).
Como es norma en este tipo de edificaciones religiosas, la nave está cubierta por una te-
chumbre a dos aguas sostenida por armaduras de par y nudillo. La volumetría masiva del
templo queda acentuada en el sector del presbiterio, acusado por su ábside ochavado. Según
el diseño original, se accede al recinto religioso a través de una portada ubicada en el muro de
pies, cuya evidencia gráfica está en el plano del Cusco de 1643 y en el Panorama de Monroy,
de 1650 (Figura 4). Otro vano -de lenguaje manierista- fenestra el muro del lado de la
Epístola, flanqueado por contrafuertes y rematado por un tejaroz.

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TEMPLO DE SANTA ANA

Todo el conjunto queda enfatizado sobre el andén y la plataforma que le sirven de base, el
cual por su morfología corresponde a la antigua Markatampu. No obstante, el elemento
característico de las estructuras religiosas del periodo histórico al cual pertenece Santa Ana es
el atrio, espacio con el cual la estructura del templo conformaba una unidad indisoluble; hoy,
lamentablemente este está totalmente desvirtuado y desarticulado del templo, disuelto con el
espacio urbano de la plaza y ocupado por una edificación de la segunda mitad del siglo XX
(obra construida en 1984) (Figura 5). Propio de los tiempos tempranos de la Conquista, tanto
en México como en Perú, el atrio forma parte de los elementos y espacios constitutivos que
pertenecen a la arquitectura de la evangelización, los cuales conllevan un repertorio
simbólico que enlaza lo cristiano con los rituales prehispánicos. Como una forma de
exteriorizar el culto cristiano -haciéndolo semejante a los antiguos rituales-, en el siglo XVI
se planteó la introducción de ciertos elementos arquitectónicos capaces de suplir las
costumbres ancestrales, como las capillas abiertas o de indios, capillas miserere y absidales,
los atrios y sus cruces atriales: todo un repertorio de nuevos elementos arquitectónicos que se
introducen en la arquitectura religiosa americana (Mesa & Gisbert, 2002).

En el caso del templo de Santa Ana, destaca la capilla absidal ubicada en el sector del ábside
-evidenciada en 2007 junto con fragmentos de pintura mural-, y el significativo espacio que
correspondía al atrio del templo, situado delante del muro de pies que ocupa la plataforma
que hoy contiene a la plazoleta. Sin la presencia del atrio, sería incomprensible y parcial la
interpretación arquitectónica integral de cualquier recinto religioso de esa época (Zecenarro,
2013b), argumento que lamentablemente el proyecto de restauración integral no consideró,
como se analiza más adelante.

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TEMPLO DE SANTA ANA

Figura 4. Panorama de Monroy (detalle). El Barrio de Karmenqa o Santa Ana, parte del tejido
urbano de Cusco, s. XVII. Lienzo pintado después del terremoto del 31 de marzo de 1650
Fuente: Fotografía por Zecenarro Benavente, 2016.

Construida en sitio expectante de la plazoleta, se alza de forma exenta una torre campanario
de planta cuadrangular, también fabricada en adobe, con cobertura de tejas cerámicas.
Reconstruida por la Corporación de Reconstrucción y Fomento del Cusco (CRIF) después del
terremoto de 1950, lo cual implicó una serie de cambios tanto en sus proporciones como en
su morfología, esta torre -no incluida en el proyecto de restauración del templo en el año
2006- se alza aún dominante sobre la plazoleta, a manera de atalaya sobre toda la ciudad
(Figura 6).

En el interior del templo, en marcado contraste con la austera y sencilla arquitectura, la nave
se decoró en tiempos coloniales con una serie de cuadros al óleo, marquetería y esculturas de
gran valor artístico y documental (Benavente, 1995). Destaca la serie de lienzos de formato
grande -datados hacia finales del siglo XVII- que representa la festividad del Corpus Christi,
hoy en custodia en el Museo de Arte Religioso del Arzobispado del Cusco (Villanueva, 1989;
Vidal, 1958). Además, enaltecen la riqueza artística del templo un grupo de esculturas
realizadas por Juan Tomás Tuyru Tupaq Inca, "Sargento Mayor de los Nobles Incas"; entre
ellas resaltan las puertas policromadas del tabernáculo del desaparecido retablo mayor, el
Santo Cristo de la Agonía o de las Ánimas, un San Jerónimo penitente y la imagen patronal
de Santa Ana, obras realizadas en 1679 (Benavente, 2006). En cuanto a los retablos, después
del sismo de 1650, el templo probablemente se decoró con una serie de retablos de corte
barroco, realizados en madera de cedro y acabados con pan de oro, acordes al estilo
imperante en aquella época. Posteriormente, al imponerse el estilo neoclásico, estos
lamentablemente fueron desmontados, y quedaron únicamente piezas dispersas que fueron
ubicadas durante trabajos de intervención recientes.

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TEMPLO DE SANTA ANA

Figura 6. Torre exenta de Santa Ana


Fuente: Fotografía por Zecenarro Benavente, 2016.

2. Restauración e intervención arquitectónica del templo

La calidad e importancia de los monumentos patrimoniales existentes en la ciudad y en la


región geográfica que corresponde al departamento del Cusco motivaron desde muy
temprano el interés en cuanto a su conservación, pues se les considera elementos icónicos del
Perú y América. Los trabajos pioneros efectuados con motivo del cuarto centenario de la
fundación española del Cusco, en 1934, comprometieron un considerable presupuesto
extraído del erario nacional, destinado a afrontar las intervenciones que se realizarían en los
principales conjuntos arqueológicos y edificaciones virreinales de la ciudad, que entonces
comenzaba a surgir como capital arqueológica de América. Por esta razón, después del sismo
de 1950, se consideró como prioridad la restauración y recuperación de la ciudad, proceso
que se encomendó a equipos profesionales que realizaron ponderada labor -caso de la CRIF-,
esta vez con el objetivo de activar una dinámica económica basada en la industria turística.

Figura 7. Finalidad de la crítica a la restauración en arquitectura


Fuente: Elaboración propia, 2017.

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TEMPLO DE SANTA ANA

Continuando estas acciones, los proyectos PER 39 y el Plan COPESCO lideraron una serie de
programas de desarrollo basados en la recuperación integral y puesta en valor de
monumentos, principalmente en el eje Cusco-Puno. En 1972 el Estado peruano, a través del
Instituto Nacional de Cultura, se hizo cargo de las acciones de conservación y mantenimiento
de los monumentos de la ciudad, los cuales ya habían cobrado singular interés a nivel
mundial, hecho que se puntualizó con el reconocimiento de UNESCO y la declaratoria de
Cusco como Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1983.

Tras estos alcances, como parte de los programas de intervención de los monumentos del
Cusco, los objetivos planteados en el expediente técnico de restauración y puesta en valor del
templo de Santa Ana -ejecutados en el periodo 2006-2012 por la entidad gubernamental-
forman parte de una serie de procesos metodológicos orientados a recuperar de manera
integral el monumento, que incluían trabajos en arqueología, arquitectura y bienes muebles.
Las intervenciones en Santa Ana iniciaron en 2006, como parte de los proyectos de
conservación y restauración del patrimonio religioso inmueble de la región del Cusco, a cargo
de la Dirección de Conservación del Patrimonio Cultural Inmueble - Sub Dirección de Obras,
del Instituto Nacional de Cultura -hoy Ministerio de Cultura-, Dirección Desconcentrada de
Cultura Cusco (Guevara, 2007).
Al tener a la sociedad contemporánea como receptor, todo hecho arquitectónico transmite o
delata -en tanto mensaje-, una verdad o memoria que debe develarse e interpretarse en
función a un análisis histórico y crítico que depende fundamentalmente de la autenticidad que
conservan sus elementos físicos, es decir, la naturaleza de su materialidad a través del tiempo
(Chanfón, 1983) (Figura 7). Con la intención de conservar los elementos constitutivos del
edificio, surgen en la práctica de la conservación una serie de planteamientos metodológicos
orientados a la recuperación integral de las edificaciones históricas a través de proyectos de
intervención y ejecución de obra. En forma paralela, también está presente el análisis crítico a
estos procesos, el cual tiende a ponderar los alcances de la propia intervención, así como sus
omisiones (Montaner, 2002), con el fin de convertirse en herramienta que permita dilucidar y
justificar similares en el campo de la conservación y restauración patrimonial. En el caso del
Cusco, esta práctica ha marcado historia desde la década de los años 50, época en que la
gestión gubernamental y la comunidad internacional fomentaron la recuperación de sus
principales testimonios monumentales (Figura 8).

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TEMPLO DE SANTA ANA

Figura 8. Objetivo de la restauración arquitectónica del Templo de Santa Ana


Fuente: Elaboración propia, 2017.

Figura 9. Planta de propuesta de restauración en el Templo de Santa Ana


Fuente: Expediente técnico anual 2007. Restauración y puesta en valor del monumento
histórico artístico Templo de Santa Ana - Cusco. 2007. Cusco, Perú: Dirección Regional de
Cultura..

Figura 10. Estado del Templo de Santa Ana en el contexto del barrio de Karmenqa,
durante la intervención

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TEMPLO DE SANTA ANA

El planteamiento de los trabajos exploratorios programados en Santa Ana permitió el


acercamiento a las características físicas del edificio y de todos sus elementos constitutivos, a
fin de develar los valores intrínsecos del monumento y todos los factores que ponían en
riesgo su integridad. De la misma forma, el proyecto de intervención 2006-2012 contempló
acciones de liberación de elementos añadidos y de todos aquellos que desvirtuaron, en algún
momento de su historia, la concepción original del edificio (Figura 9).
La historia del monumento permitió evidenciar en varias oportunidades problemas es-
tructurales. Uno de ellos data de 1910 y, según la breve referencia registrada, su magnitud
involucró la reconstrucción de importantes sectores del templo desde la cimentación
(Guevara, 2007). En muchos casos las patologías que se manifestaron se debían a la presencia
de focos de humedad, provenientes de las edificaciones vecinas, y ocasionados por las malas
condiciones de las coberturas y sistemas de evacuación del agua pluvial, que en tiempo de
lluvias colapsaron. En otros casos los daños se debieron al comportamiento de los elementos
del templo ante eventos sísmicos (Figura 10).

Por ello, los trabajos de intervención apuntaron a la consolidación de las estructuras de


cimentación y muros de carga, a fin de conservar el componente material del monumento en
sus mejores condiciones estáticas. Se realizaron trabajos de calzadura de cimientos y
sobrecimientos, complementados con obras de drenaje y conducción de agua. Se practicaron
costuras en muros, además de la inclusión de llaves de madera como refuerzo estructural en
los encuentros. La exploración arqueológica determinó también la existencia de contrafuertes
y elementos de arriostre en los exteriores de la nave, datos importantes que posibilitaron su
atención y oportuna inclusión en el plan de consolidación estructural del monumento.

Durante los trabajos exploratorios y de liberación, se hallaron materiales de construcción y


elementos arquitectónicos provenientes de la obra original, los cuales sirvieron de modelo
para las restituciones correspondientes. Estos materiales fueron registrados y debidamente
almacenados, con el objetivo de plantear una exposición permanente in situ como parte de la
historia constructiva del monumento.

Los datos de José María Blanco en el famoso diario del viaje del presidente Orbegoso al sur
del Perú (Blanco, 1974) señalan que en 1836 los pisos de la nave eran simplemente de tierra
apisonada. Blanco no registró losetas de piedra o argamasa6, ni mucho menos ladrillos
pasteleros, que sí aparecen en edificaciones similares; posiblemente las condiciones de
mantenimiento inadecuado o el estado de abandono a través del tiempo ocasionaron que estos

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TEMPLO DE SANTA ANA

elementos desaparezcan. Bajo el razonamiento de que todos los edificios de esta tipología
llevaban ese material de acabado, se decidió utilizarlo en los pisos de la nave, respondiendo a
los criterios de la restauración estilística, denotando un estado completo que, en términos de
Viollet-le-Duc, quizás no haya existido nunca (González-Varas, 2008).

De la misma forma, el tratamiento del portón principal se realizó mediante injertos y


composturas de sus elementos, a fin de recuperar la imagen integral del elemento, en la cual
jugaban un papel importante las bulas de bronce. Tomando en cuenta sus características, se
restauraron varias de estas cabezas de clavos, y se reconstruyeron otras, muy similares a las
originales, según el criterio estilístico. Hubiera sido interesante considerar alguna muesca o
marca que permita la diferenciación de estos elementos nuevos, de acuerdo con las
recomendaciones del postulado décimo segundo de la Carta de Venecia, en el cual se
explicita la necesidad de diferenciar las partes añadidas de los elementos originales para
evitar falsificaciones (Instituto Nacional de Cultura, 1989).

Durante los trabajos de exploración realizados en 2007, el arqueólogo Reynaldo Bus-tinza


ubicó una cripta debajo de la nave del templo (Guevara, 2007). Por sus características
constructivas, este elemento posiblemente corresponde a la segunda mitad del siglo XVII.
Construidas en un sitio jerárquico, debajo y adyacente al presbiterio, el fin de estas cámaras
subterráneas fue servir de cementerio (osario) a personas pudientes, quizás generosos
donantes o benefactores indígenas del templo o la parroquia. El proyecto incluyó su puesta en
valor.
Se desconocen las características constructivas de la cobertura original del templo. Solamente
siguiendo criterios históricos y estilísticos se puede plantear que se trató de una estructura de
par y nudillo, encima de la cual se colocaba un encañado utilizando el kurkur traído de las
selvas cusqueñas. Sobre este se disponía una torta de barro y luego se colocaban tejas
cerámicas, cuyas formas y dimensiones se conocen objetivamente gracias a ejemplares
recuperados durante las exploraciones.

Existe documentación que prueba los diferentes cambios que sufrió la cobertura debido a
procesos de mantenimiento, como las reparaciones llevadas a cabo entre 1944 y 1945
(Guevara, 2007). Debido a su avanzado estado de deterioro, el proyecto de 2006 consideró
una intervención integral, y se sustituyó toda la cubierta en 2010 (Guevara, 2007), de acuerdo
al criterio formal estilístico

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TEMPLO DE SANTA ANA

Figura 12. Templo de Santa Ana durante la Intervención. Se aprecia el sector del coro a restituir.

En cuanto al caso de la torre exenta, sobre esta se posee un testimonio gráfico de 1643; como
se desprende de la lectura del Panorama de Monroy, este elemento sucumbiría con el sismo
de 1650. Al siglo XX llegaría una torre construida en el mismo lugar que la precedente, pero
con características muy distintas a la original, que fuera demolida y reconstruida como parte
de las obras emprendidas por la Junta de Reconstrucción y Fomento Industrial del Cusco
entre 1951 y 1956. Esta reconstrucción no tomó en cuenta los testimonios documentales ni la
forma de la antigua torre caída en 1950, por lo que se considera un falso histórico, el cual no
guarda relación con testimonios que podrían haber justificado una intervención histórico-
analítica.

Figura 13. Vista del sector del muro de pies. Se observan los trabajos de reconstrucción del coro y
sotocoro, y la portada de pies.

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TEMPLO DE SANTA ANA

3. La restitución del sector del coro y el muro de pies

Se tiene conocimiento de que en marzo de 1910 el templo colapsó como consecuencia de un


periodo climático muy lluvioso. No se cuenta con precisiones sobre las zonas o elementos
afectados, pero posiblemente se derrumbó un sector importante de la estruc-tura7, quizás el
que correspondió al coro y el muro de pies. Se podría suponer entonces aquella fecha como el
momento en que la nave sufre el recorte de su espacio, seguido de la construcción de un muro
transversal que generó un recinto trasero de dos niveles, el cual fue utilizado como salón
comunal desde aquella oportunidad).

El proyecto de intervención planteado en 2006 consideró prioritario recuperar el espacio


perdido de la nave (Figura 13). Para ello, se debían estudiar todos los vestigios y la
documentación posible (Guevara, 2007), a fin de obtener un resultado debidamente
justificado. Por lo tanto, el mismo año se realizaron exploraciones arqueológicas en el sector
del salón comunal, que evidenciaron las bases del sistema de arcos que sostenía el primitivo
coro del templo (Figura 14). Asimismo, la portada de pies fue reintegrada gracias a vestigios
arqueológicos encontrados, testimonios iconográficos y analogías con otros edificios
similares, como Oropesa, Huaro o San Jerónimo, entre muchos otros ejemplos (Zecenarro,
2013b).

Considerando solamente este aspecto, la intervención podría definirse como una restauración
estilística (González-Varas, 2008), pero a ello se sumaron documentos, tanto gráficos como
arqueológicos, que permitieron corroborar irrefutablemente la forma,

Figura 14. Reconstrucción del sector del coro y muro de pies. Cimbrado de los arcos del sotocoro

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TEMPLO DE SANTA ANA

Figura 16. Muro de pies, coro y so-tocoro restituidos, con evidencias que expresan el proceso
histórico constructivo
Fuente: Fotografía por Zecenarro Benavente, 2016.

dimensiones e incluso las características del sector de pies de la nave. Por ello, partiendo del
respeto de los valores históricos del monumento, con el aval de la investigación histórica, se
admitió la legitimidad de la intervención bajo los principios de la restauración crítica, ya que
el objetivo perseguido era el reconocimiento crítico de la obra, muy por encima de sus
valores históricos y documentales. Se estaba buscando la integridad arquitectónico-figurativa
del templo en cuanto a su forma original, vo-lumetría y carácter renacentista del diseño, lo
que Cesare Brandi (1977) denomina la recuperación de la unidad potencial de la obra de arte.

Sin embargo, es necesario comentar los detalles arquitectónicos que se han introducido en el
espacio recuperado (Figura 15). Pese a que la restauración crítica tiene como principio el
respeto absoluto al monumento y a sus distintas fases constructivas o estilísticas, existe
también la obligatoriedad de que sea sencillo distinguir los añadidos introducidos en el
mismo de las piezas originales -como se recomienda en la Carta de Venecia (Instituto
Nacional de Cultura, 1989)-. En el caso del fragmento reconstruido, por la semejanza formal
a sus elementos constitutivos, no es muy fácil distinguirlo del resto de la nave, excepto por la
presencia de ciertas evidencias que se dejaron ex profeso a fin de permitir la lectura
interpretativa de este momento de la historia del edificio (Figura 16).

Quizás hubiera sido plausible manifestar el sector reconstruido mediante un manejo distinto
de materiales o formas arquitectónicas, como evidencia de una intervención contemporánea
que contraste notoriamente con la obra original. Sin embargo, para recordar el momento
histórico del recorte de la nave y la presencia de un nuevo coro dentro del espacio de la

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TEMPLO DE SANTA ANA

misma -hechos que ya forman parte de la historia del monumento-, el proyecto dejó a la vista
fragmentos de este elemento: un pedazo del muro liberado -acondicionado como si fuera un
contrafuerte inclinado-, que junto a un sotabanco y al salmer del primer arco señalan
virtualmente el espacio acondicionado después del colapso del coro original (Figura 17).

Figura 15. Vista interior de la nave del Templo de Santa Ana, hacia el muro testero y Altar
mayor, 2013
Fuente: Fotografía por Seminario Sola-ligue, 2013.

En el sotocoro destaca y contrasta, por su atipicidad, la circulación vertical construida para


articular este espacio con el coro: una escalera acabada en piedra y sostenida por una bóveda
en tranquil o rampante, elemento que aparece de manera intrusiva y entorpece la
espacialidad. Por otro lado, el tratamiento de la portada de pies asume elementos que
estilísticamente corresponden a la portada lateral, incluidas las bulas de bronce (Guevara,
2007); esta intervención sí puede calificarse como basada en la noción de reconstrucción
estilística.
En cuanto al aspecto exterior, la reconstrucción de este sector ha posibilitado la recuperación
de la volumetría original del templo. Al prolongar las caídas de la cobertura a dos aguas, se
ha formado un nuevo hastial cuya silueta destaca, acusando la forma renacentista del edificio.
En este caso, este detalle ha tomado como referencia la iconografía existente, tanto el plano
de 1643 como el Panorama de Monroy de la Catedral del Cusco de 1650. La documentación
de referencia que ha sido utilizada para este proceso permitió establecer el criterio de la
restauración histórico-analítica (Figura 18).

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TEMPLO DE SANTA ANA

4. El atrio del templo de Santa Ana

En el marco de la gestión y los alcances técnicos que conlleva la acción restaurativa, se incide
en este punto en un aspecto no contemplado en la propuesta arquitectónica, la articulación del
proyecto de restauración y puesta en valor del templo con los proyectos de rehabilitación o
remodelación del contexto urbano adyacente al mismo (Figura 19). Como se indica en la
Carta de Venecia, el monumento es inseparable de su historia y del ambiente en el cual se
emplaza (Instituto Nacional de Cultura, 1989); en ese sentido, el caso del atrio del templo de
Santa Ana constituye una grave omisión en el proyecto. No se formularon pautas sobre este
desaparecido espacio, lo cual hubiera sido valioso para articular la recuperación integral del
monumento religioso con los proyectos de rehabilitación de la plaza de Santa Ana, obra que
la autoridad municipal inició en el año 2016.
Como se ha señalado, el templo de Santa Ana se construyó sobre el adoratorio de Mar-
katampu, una plataforma ceremonial o usnu (pirámide trunca) de carácter religioso
(Zecenarro, 2004). Su configuración volumétrica fue propicia para superponer el templo
cristiano con todas sus partes, denotando la correspondiente jerarquía sobre los espacios
libres adyacentes y connotando la prerrogativa de la religión cristiana sobre los cultos
andinos. Sacando provecho a la configuración arquitectónica de la plataforma ceremonial, se
emplazaron las estructuras renacentistas del templo junto con el típico espacio abierto
denominado atrio, común denominador en la arquitectura de la evangelización en México y
Perú. Espacio característico de las tempranas estructuras

Figura 17. Vista interior de la nave del Templo de Santa Ana, hacia el sector del coro restituido
Fuente: Fotografía por Seminario Sola-ligue, 2013.

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TEMPLO DE SANTA ANA

Figura 18. Templo de Santa Ana después de la intervención (volumetría recuperada)


Fuente: Fotografía por Zecenarro Benavente, 2016.

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TEMPLO DE SANTA ANA

Conclusiones
Por sus características constructivas y tipológicas, históricamente el templo de Santa Ana es
uno de los ejemplos significativos de la arquitectura renacentista que con fines de la
evangelización de los indígenas se implantó en el Cusco durante la segunda mitad del siglo
XVI. Conserva sus cualidades formales y espaciales, al igual que los templos parroquiales de
Santiago, San Cristóbal, San Blas, San Sebastián y San Jerónimo, por lo que se trata de un
importante referente tipológico de la arquitectura religiosa anterior al sismo de 1650.

Figura 22. El conjunto religioso de Santa Ana en la actualidad, y vista hipotética después de la
intervención de la plaza

Fuente: Elaboración propia, 2017.

El proyecto integral de intervención que se llevó a cabo en este templo tuvo como propósito
la conservación de sus características espaciales, estructurales y tipológicas, junto con la
recuperación de los bienes muebles que complementan al edificio. El proyecto de
intervención buscó la revalorización del monumento y su permanencia en el tiempo en
función al ambiente urbano monumental donde está emplazado, es decir, el entorno mediato e
inmediato (Guevara 2007), parte constitutiva del tejido urbano y social de este sector del
Centro Histórico del Cusco (Figura 23).

Las obras efectuadas por el Ministerio de Cultura han devuelto fundamentalmente la lectura
espacial de la nave, al restituir a la misma el espacio correspondiente al coro y el muro de
pies. Esta restitución ha sido un proceso que se realizó desde la óptica de la restauración
histórico-analítica y científica, a partir de decisiones tomadas sobre la base del estudio de
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TEMPLO DE SANTA ANA

documentos históricos, y evidencias físicas obtenidas mediante exploraciones arqueológicas y


analogías formales.

Por otro lado, los procedimientos de restitución de las armaduras de par y nudillo de las
cubiertas responden al criterio de la restauración estilística, ya que toma como evidencia el
empleo de elementos análogos en edificaciones de la misma época, y así recupera la tradición
constructiva mudéjar que caracteriza a estos testimonios. Lamentablemente, en este caso los
criterios de autenticidad son discutibles, pues no se consideraron partes originales que
pudieron haberse evidenciado mediante exploraciones arqueológicas.

De la misma forma, los trabajos de restitución de la portada de pies han tomado como
referente estilístico los elementos originales de la portada lateral, sean molduras, bulas, etc.
Quizás no se efectuó un estudio más profundo, el cual hubiese permitido evitar analogías o
deducciones que concluyan en copias históricamente documentadas o falsos históricos. La
reintegración de las bulas del portón de la portada lateral, acorde

Pese a que este elemento arquitectónico es parte inherente de la tipología de los recintos
religiosos renacentistas, solamente se realizó un trabajo aislado de investigación arqueológica
en el contexto del atrio, experiencia llevada a cabo por iniciativa de la Municipalidad del
Cusco, la Agencia Española de Cooperación Internacional y el Instituto Nacional de Cultura
en el año 2010.

La restitución del espacio del atrio hubiera significado la recuperación de la integridad


arquitectónico-figurativa de todo el conjunto monumental, principio metodológico y
operativo que propugna la restauración crítica. Desafortunadamente, a la fecha existe en
ejecución un proyecto de remodelación del espacio urbano de la plazoleta de Santa Ana,
liderado por la autoridad municipal, el cual tiene como objetivo eliminar la estructura del
mercado para liberar el espacio, de forma que funcione como mirador sobre la ciudad. Este
proyecto contempla un diseño que involucra

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Recomendaciones

Los aspectos señalados sobre la experiencia restaurativa desarrollada en el templo de Santa


Ana y la obra de remodelación de su entorno urbano adyacente permiten plantear tres factores
que deberían considerarse al realizar intervenciones similares: a) los temas de investigación
histórica, arquitectónica, urbana y tecnológica; b) la implicancia del modelo de gestión
utilizado; y c) la coordinación interinstitucional y la influencia de las decisiones políticas.

Con el objetivo de conservar y garantizar la autenticidad de los testimonios materia de


intervención, se recomienda que las obras de restauración se fundamenten en la investigación
histórica y arquitectónica sobre el bien patrimonial, considerando la singularidad que este
representa como testimonio único e irrepetible. Los resultados de la intervención física deben
reflejar este esfuerzo, y evitar emplear los métodos de la restauración estilística o recaer en la
generación de falsos históricos.

La experiencia en conservación y restauración del patrimonio edificado en Cusco es vasta;


sus alcances y logros han trascendido fronteras. Sin embargo, como en el presente caso,
muchas veces la gestión enfocada en la recuperación patrimonial que precede a las acciones
técnicas no es considerada cabalmente por las entidades responsables, lo que deriva en
resultados no siempre acertados, que van en desmedro de los valores que los propios
proyectos intentan recuperar. El criterio de emplear el modelo de gestión para la inversión
pública (SNIP) solamente desde la perspectiva de los proyectos de inversión pública (PIP),
aplicada a experiencias de conservación y restauración del patrimonio edificado, no ha sido
nada coherente con la naturaleza de los bienes patrimoniales.

En el caso del templo de Santa Ana, no se tomó en cuenta sus elementos constitutivos
esenciales como una unidad, lo cual generó una intervención desarticulada que ha ponderado
la recuperación del recinto religioso sin considerar el atrio y su relación con el espacio urbano
adyacente. Para futuros casos similares, se espera que esta situación cambie, gracias a la
aplicación del nuevo modelo de gestión de inversiones (INVIERTE. PE). Se recomienda la
generación de programas de intervención que consideren al patrimonio como una entidad
integral que tiene distintos componentes y escalas9.

Finalmente, el hecho de no contar con proyectos gestados bajo programas integrales de


desarrollo hace que estos sean vulnerables a decisiones políticas unilaterales producto del
trabajo no siempre coordinado entre las instituciones responsables. Las acciones sobre el

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TEMPLO DE SANTA ANA

patrimonio edificado deben partir de lineamientos y políticas que involucren la acción


concertada y participativa de sus instituciones tutelares, papel que protagonizan en este caso
el Ministerio de Cultura y la Municipalidad del Cusco, los cuales, coordinando con las
instituciones representativas de la sociedad, las empresas prestadoras de servicios y
fundamentalmente con la población organizada -heredera y depositaria de todos los
beneficios-, deben diseñar y ejecutar metodologías integrales y coherentes, cuyos resultados
solventen el desarrollo de la sociedad, ya que estas acciones constituyen palancas de bienestar
y fortalecimiento de identidad.

Entre los años 2000 y 2012, mediante un convenio entre la Municipalidad del Cusco y la
Agencia Española de Cooperación Internacional, se intervinieron ambientes urbanos y
edificios patrimoniales del Centro Histórico, acciones que incluyeron la participación directa
del Instituto Nacional de Cultura -hoy Ministerio de Cultura-. En el periodo señalado se
consolidaron, de acuerdo a un modelo de gestión liderado por la municipalidad, una serie de
metodologías que involucraron el concurso de la sociedad organizada y sus instituciones,
experiencia que debe ser tomada en cuenta, replicada y perfeccionada, de forma que junto a
programas de sensibilización continua10 oriente su accionar a la recuperación del patrimonio
y su tejido social en el marco del respeto y la consolidación de la memoria colectiva.

Con todo lo señalado, se recomienda que la experiencia de la restauración del templo de


Santa Ana se complemente y concluya con acciones integrales producto de la con-certación
de las dos instituciones tutelares, cuya decisión permita la recuperación integral del
monumento y su respectivo ambiente urbano monumental para la sociedad y la ciudad, así
como la revaloración de sus características históricas, arquitectónicas, urbanas y ambientales.

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