Modelos de Salud Mental ONEMI
Modelos de Salud Mental ONEMI
Modelos de Salud Mental ONEMI
MODELO DE PROTECCIÓN
DE LA SALUD MENTAL EN
LA GESTIÓN DEL RIESGO DE
Fuente: ONEMI
DESASTRES
Ministerio de
Salud
Modelo de Protección de la Salud Mental en la Gestión del Riesgo de Desastres, Santiago de Chile.
Temporalidad51
Prevención51
Respuesta52
Recuperación52
Responsables de la ejecución 53
Coordinadores SNPC 53
Autoridad53
Servicios y/u organismos científico técnicos 53
Organizaciones vinculadas al desarrollo del conocimiento 53
Organismos de respuesta 53
Comunidad organizada 54
Medios de comunicación 54
Población Objetivo 54
Los directamente involucrados 54
Los familiares de los directamente involucrados 55
Quienes van a prestar ayuda o intervienen en el evento 55
La comunidad afectada 55
Quienes conocen del evento por los medios de comunicación 55
Quienes debiendo haber estado involucrados, no lo estuvieron 55
Acciones recomendadas para la interacción de los Ejes Estratégicos y Temporalidad 56
REFERENCIAS60
ANEXO 1: ACCIONES SUGERIDAS PARA CADA EJE ESTRATÉGICOS POR TEMPORALIDAD 71
1. Coordinación del SNPC para la protección de la salud mental en la GRD 71
2. Gestión de la información en la GRD 72
3. Comunicación social en la GRD 73
4. Fortalecimiento Comunitario 74
5. Educación para la protección de la Salud Mental en la GRD 76
6. Trabajo Focalizado con Grupos Específicos 78
7. Protección de la salud mental de las personas que colaboran en la gestión del riesgo 79
8. Lineamientos técnicos para la intervención 80
ANEXO 2: CLASIFICACIÓN GRUPOS ESPECÍFICOS DE LOS POTENCIALMENTE AFECTADOS 81
GLOSARIOS83
5
La vivencia de un desastre genera cambios abruptos en diferentes ámbitos de la vida de las personas
y comunidades, visibiliza problemas sociales y agrava la desigualdad, generando angustia y miedo
frente a escenarios desconocidos. Particularmente para los grupos más vulnerables, si su situación
no es reconocida y abordada de manera oportuna y adecuada, aumenta la probabilidad de que surjan
problemas graves de salud mental y de larga data. Como lo ha descrito la Organización Mundial de la
Salud (OMS), la respuesta en el campo de la Salud Mental no sólo implica atender las consecuencias
emocionales directas de un evento, sino también, otros efectos indirectos en la dinámica interper-
sonal y social, así como en el entorno de las personas afectadas, en la medida en que se produce un
deterioro del tejido social y una desestructuración de la vida familiar.
En este contexto y ante un sostenido aumento de las emergencias y desastres, Chile tiene la ne-
cesidad de incorporar de manera permanente un enfoque para la protección de la salud mental en
la Gestión del Riesgo de Desastres (GRD). Así, los esfuerzos de múltiples actores del Estado y de la
sociedad civil deben apuntar a una transversalización de este componente, especialmente enfoca-
dos en disminuir las vulnerabilidades, así como fortalecer y mejorar continuamente las capacidades
institucionales y comunitarias.
Como una forma de responder a esta necesidad y a partir del terremoto ocurrido el 27 de febrero
de 2010 en Chile, surge una línea de cooperación con Japón que incluía temáticas relacionadas con
salud mental. Esta colaboración inicial permitió el desarrollo de un proyecto que a cuatro años plazo
(2014-2018), tuvo por propósito generar un Modelo de Protección de la Salud Mental en la GRD para
Chile.
Este primer Modelo Chileno de Salud Mental en la Gestión del Riesgo de Desastres espera consti-
tuirse en un hito que facilite que las acciones en dicho ámbito transiten desde actuaciones eminen-
temente reactivas hacia la Gestión Integral del Riesgo, ofreciendo un lenguaje común y una lógica de
coordinación en el contexto del Sistema Nacional de Protección Civil. Aspirando a que todos sus in-
tegrantes, incluyendo a las agencias del Estado, los organismos científicos, técnicos y la comunidad
organizada, integren a su misión e identidad, una cultura de prevención y preparación que apunte
hacia el desarrollo de la resiliencia y protección de la salud mental de las personas y comunidades,
considerando las particularidades de su territorio y contexto sociocultural.
Este documento recoge elementos y buenas prácticas para la protección de la Salud Mental desde la
perspectiva del Kokoronokea, o “cuidado del corazón”, desarrollada en Japón; además de la evidencia
de la literatura científica actualizada, las orientaciones y recomendaciones de los organismos inter-
nacionales y fundamentalmente aprendizajes recogidos a partir de las diferentes emergencias que
ha debido enfrentar nuestro país.
6
Modelo de Protección de la Salud Mental en la Gestión del Riesgo de Desastres
Su construcción se basó en un trabajo colaborativo de diferentes sectores del Estado, junto al apoyo
del Gobierno de Japón, a través de su Agencia de Cooperación Internacional (JICA), siendo diseñado
como un marco referencial bajo una lógica de mejora continua, que apunta a la posterior generación
de materiales, manuales, instructivos y recomendaciones que respondan a un mismo criterio con-
ceptual: lograr un abordaje integral de la salud mental en el contexto de la Gestión del Riesgo de
Desastres, específicamente bajo el marco institucional proporcionado por el Plan Nacional de Pro-
tección Civil (PNPC), la Política Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres y el Plan Estratégico
Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres 2015-2018 del Ministerio del Interior.
7
Este modelo es producto de un esfuerzo coordinado junto a varias instituciones del Estado, todas
integrantes del SNPC chileno. A lo largo de su construcción y desarrollo Chile se vio afectado por una
cadena de emergencias, desastres y catástrofes (incendios forestales, aluviones y otros) que fueron
determinando la inclusión y ajuste de varias temáticas que ahora se presentan, acción que muestra
la flexibilidad que deben tener los planes y programas relacionados con el trabajo en emergencias
y desastres.
Se espera que el modelo pueda ser utilizado como referencia para todo el ciclo de manejo del riesgo,
así como para eventos de menor envergadura o emergencias, las que pueden llegar a ser incluso más
impactantes que grandes desastres. La aplicación de este modelo ante emergencias, incluye ade-
más patrones de preparación permanente, por cuanto permite que se trate de un modelo dinámico,
en permanente actualización y mejora, que logrará -ante la ocurrencia de un desastre- continuar
con las acciones que se proyectan desde las etapas de prevención, mitigación y planificación.
El modelo desarrollado y presentado en este texto incluye dos apartados generales, cada uno de
ellos en diferentes secciones:
En la segunda sección del primer apartado se describen los marcos de operación institucional de
MINSAL y ONEMI, instituciones del Estado que son responsables de dirigir, coordinar y accionar me-
didas de protección de la salud mental en prevención, respuesta y recuperación, incluyendo e ini-
ciando desde los respectivos niveles locales. Es por ello que -y para su comprensión- se describe la
normativa y funcionamiento del Sistema Nacional de Protección Civil Chileno (SNPC), así como la
organización, estructura y operación del sistema de salud Chileno.
La tercera sección del primer apartado describe los marcos teóricos en los cuales se centra y de-
sarrolla el modelo, incluyendo una revisión de conceptos de la gestión de riesgo de desastres, de la
relación de la salud mental y la GRD incluyendo sus etapas de prevención, respuesta, recuperación y
se concluye con la presentación de las bases conceptuales y evidencia informada para la protección
de la Salud Mental para cada etapa del ciclo de manejo del riesgo.
El segundo apartado del presente texto desarrolla en sí mismo el modelo, entendido como una es-
tructura que propone una forma de proceder o actuar para los integrantes del SNPC en todos los
niveles (local, regional y nacional) y etapas del ciclo de manejo del riesgo (prevención, respuesta y
recuperación). En este apartado, se aborda ocho ejes estratégicos, los cuales proponen un ordena-
8
Modelo de Protección de la Salud Mental en la Gestión del Riesgo de Desastres
miento en distintas áreas de gestión para la protección de la salud mental en la GRD. A su vez, se
incluyen consideraciones según temporalidad (fases y etapas del ciclo de manejo del riesgo), define
y orienta a los responsables de la ejecución de las acciones y hacia quienes se encuentran dirigidas
las acciones (público objetivo).
Finalmente, se incluyen las Referencias Bibliográficas y una sección de Anexos, que describe accio-
nes y ejemplos concretos a realizar por cada uno de los ocho ejes estratégicos, divididos en tareas
para la prevención, respuesta y recuperación de emergencias y desastres.
Esperamos que el presente modelo sea de utilidad para la gestión que realizan los diversos actores
que componen el Sistema Nacional de Protección Civil, de manera que también se constituya en una
invitación a revisar la propia labor y transversalizar este importante componente en nuestra gestión,
ya que considerando la realidad de amenazas presentes en nuestro país y las recurrentes emergen-
cias y desastres a las cuales nos vemos afectados, resulta sumamente relevante que generemos las
acciones oportunas para la protección de la salud mental en todas las fases de la Gestión del Riesgo
de Desastres.
Fuente: ONEMI
ANTECEDENTES GENERALES
PRIMERA PARTE:
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Antecedentes Contextuales
Los desastres y catástrofes siguen ocurriendo en forma importante en el mundo, las estadísticas del
Centre for Research on the Epidemiology of Disasters CRED (1) señalan que aun cuando durante el
año 2013 hubo una disminución de estos eventos, la tendencia de los últimos 16 años es ascendente.
Dentro de las principales causas se encuentran, los terremotos, tsunamis, temperaturas extremas y
eventos hidrometeorológicos (2).
Los desastres afectan anualmente a millones de personas en todo el mundo, sin embargo, el número
de afectados está estrechamente relacionado con una serie de factores tales como naturaleza del
fenómeno, población circundante, capacidades de las comunidades para enfrentarlos, entre otros.
Esto explica que a pesar de registrar un aumento del número de desastres, ha disminuido la cantidad
de fallecidos por estos eventos; es así que entre los años 2005 y 2014 se registró un promedio anual
de 76,424 mientras que en el 2015 este se redujo a 22,765 (1).
Este mismo fenómeno se observa en la Región de las Américas con una reducción de un 33% en la
cantidad de víctimas afectadas por los desastres de origen natural, en el promedio anual establecido
durante el período 2005-2014; esto en contraste con la mayor ocurrencia de eventos meteorológi-
cos e hidrológicos, específicamente, las sequías ocurridas en Guatemala (1,3 millones de personas)
y en Haití (1 millón de personas), y las inundaciones producidas en Brasil, Guyana, Chile, Bolivia, Perú
y Paraguay fueron las que cobraron más de 100.000 víctimas, alcanzando el 84,4% de todas las víc-
timas afectadas por desastres de tipo hidrológico (2).
Sin embargo, cabe destacar que, a pesar de esta disminución, durante el año 2015 se observó un
aumento de un 63% en la cantidad de víctimas producidas por terremotos, situando a este tipo de
desastre geofísico como un evento de alto impacto en la Región de las Américas (2).
Dentro de las amenazas más relevantes de origen natural están aquellas asociadas a condiciones
meteorológicas como sistemas frontales, núcleos fríos en altura, sistemas convectivos altiplánicos,
entre otras; además de las geológicas, como sismos, tsunamis y erupciones volcánicas.
Mientras que dentro de las amenazas originadas por el ser humano se encuentran accidentes, in-
cendios, entre otras.
En los últimos años, se ha registrado una serie de sistemas frontales, entre ellos podemos destacar el
del año 1982 que afectó la zona comprendida entre las regiones de Coquimbo y el Maule, generando
el desborde del río Mapocho en la Región Metropolitana. También el del año 1987, entre las regiones
de Atacama y Maule, que segmentó longitudinal y transversalmente al país por cortes de puentes y
caminos.
Además, en los últimos 12 años se destaca el fenómeno del núcleo frío en altura, que afectó con
intensas precipitaciones a la Región Metropolitana durante el año 2005 y a las regiones de Arica y
Parinacota y Atacama en el año 2011. Así también se destaca, el sistema frontal del año 2015 que
afectó desde la Región de Tarapacá hasta la Región de Los Ríos, provocando inundaciones, cortes de
suministro eléctrico y rutas, entre otros.
11
En relación a las amenazas geológicas, los sismos y tsunamis destacan por su presencia constante.
Es el caso del terremoto de Chillán del año 1939, que registra la mayor mortalidad en el país; el del
año 1960 en Valdivia, reconocido como el mayor sismo del que se tenga registro a nivel mundial, que
originó también un tsunami que afectó las costas de Chile y de otros países de la costa del Pacífico.
Así también se registran otros sismos y tsunamis de gran impacto en relación a las pérdidas huma-
nas y materiales generadas, como el de Aysén en el año 2007, que generó un tsunami en el fiordo
de dicho sector por desprendimiento de una ladera de cerro; el del 27 de febrero del año 2010, que
impactó a gran parte del país y más recientemente el de Illapel, en el año 2015.
También se destacan las erupciones volcánicas, como la del Lonquimay (Región de La Araucanía) en
el año 1988, Hudson (Región de Aysén) en el año 1991, Chaitén (Región de Los Lagos) en el año 2008,
Complejo Volcánico Cordón Caulle (Región de Los Ríos) en el año 2011 y Calbuco (Región de los La-
gos) en el año 2015. A raíz de estas erupciones volcánicas, se han generado evacuaciones masivas de
la población, pérdida en los medios de vida (infraestructura, vivienda, fuentes laborales) y alteración
del ecosistema, situación que aún se puede observar en algunos sectores.
Por otra parte, dentro de las emergencias provocadas mayormente por la acción humana, destacan
incendios, accidentes de tránsito y accidentes con materiales peligrosos. Dentro de los incendios,
destacan los forestales, que impactan anualmente miles de hectáreas de vegetación, afectando la
flora y fauna de diversas partes del país. En esta categoría se considera, por ejemplo, a los incendios
que afectaron el Parque Nacional Torres del Paine en el año 2005 y en el año 2011, destruyendo más
de 15.000 hectáreas en cada oportunidad, a los incendios de interfaz (zona rural y urbana) ocurridos
en Valparaíso en el 2014, que destruyeron más de 2.900 viviendas, cobrando la vida de 15 personas y
dejando más de 15.000 damnificados; y los incendios forestales de enero y febrero de 2017, cuya si-
multaneidad de focos generó la destrucción de localidades enteras con pérdidas de vidas humanas,
aparte del gran daño al patrimonio forestal y de biodiversidad hasta ahora conocido. En ese período
se registraron 759 incendios forestales que dejaron 11 personas fallecidas, 7.134 damnificados y la
pérdida de 520.000 hectáreas (fuente ONEMI).
Por último, dentro de los denominados accidentes con materiales peligrosos, destaca el incendio
de la industria Mathiesen-Molypac en la Región Metropolitana en el año 1995, que cobró la vida de
una persona y generó la evacuación de otro centenar. Así también el derrumbe ocurrido en la mina
San José en la Región de Antofagasta el año 2010, donde quedaron atrapados por más de 60 días 33
mineros.
Todos estos eventos, son sólo ejemplos de diversas amenazas que al interactuar con las característi-
cas demográficas, políticas, económicas y sociales, han generado emergencias y desastres a lo largo
de nuestro territorio, con innumerables pérdidas humanas, daños a los bienes y al medio ambiente,
afectando también los medios de vida e impactando directamente en la calidad de vida de las co-
munidades (fuente ONEMI).
Modelo de Protección de la Salud Mental en la Gestión del Riesgo de Desastres
12
A su vez, la exposición a un evento potencialmente traumático, como son las emergencias o los
desastres, se asocia a una vivencia de estrés. Entendido éste como un proceso y no como un meca-
nismo de estímulo respuesta, involucra procesos cognitivos de estrés, evaluación y afrontamiento.
Desde esta perspectiva, “El estrés psicológico es una relación particular entre el individuo y el
entorno que es evaluado por éste como amenazante o desbordante de sus recursos y que pone en
peligro su bienestar” (Lazarus y Folkman, 1986, Pág.43),“la evaluación cognitiva como aquel proceso
que determina las consecuencias que un acontecimiento dado provocará en el individuo” (Lazarus
y Folkman, 1986, Pág. 56) y “el afrontamiento como aquellos esfuerzos cognitivos y conductuales
constantemente cambiantes que se desarrollan para manejar las demandas específicas externas y/o
internas que son evaluadas como excedentes o desbordantes de los recursos del individuo” (Lazarus
y Folkman, 1986, Pág. 142). Por tanto estos procesos están determinados por la interacción de fac-
tores de la situación, las evaluaciones individuales de la situación y las estrategias de afrontamiento.
De acuerdo con este concepto, no existe un patrón particular de relaciones entre estos factores, por
el contrario, dependen del contexto (por ejemplo, capacidad de control del estrés), el tiempo (corto
en comparación con la adaptación a largo plazo), y las características individuales (por ejemplo, es-
tilos de procesamiento de la información y procesos de afrontamiento basados en el significado) (3).
Ahora bien, se debe mencionar que los desastres comparten tres características claves de los even-
tos potencialmente traumáticos a gran escala: 1) amenazan la integridad y la vida de un gran
número de personas (4); 2) afectan los procesos sociales causando la interrupción de los servicios,
las redes de apoyo y la pérdida de recursos comunitarios, entre otros (5); 3) involucran consecuen-
cias secundarias en la salud mental y física entre los afectados (4). Sin embargo, la mayoría de los
individuos afrontará bien un evento potencialmente traumático (6) y tenderá a una recuperación
natural y espontánea tras el evento (7). Un grupo importante generará un conjunto de respuestas
esperables que no necesariamente constituyen una patología, como por ejemplo, signos y síntomas
de ansiedad, estrés, quejas somáticas, pesadillas y estados de ánimo depresivo (8). Una proporción
menor podrían desarrollar algunos problemas relacionados con la salud mental como trastorno de
estrés agudo, consumo problemático de alcohol y drogas, deterioro funcional, depresión y trastorno
de estrés post traumático (TEPT) (9,10).
Desde la conceptualización del Kokoronokea se distinguen tres posibles tipos de estrés o reaccio-
nes que sufren quienes viven un evento potencialmente traumático: Estrés del Trauma, Estrés de
Pérdida y Estrés de la Vida Cotidiana (11).
Cuando nos referimos al Estrés de trauma, se reconoce que los eventos traumáticos en la mayoría
de las ocasiones son inesperados, incontrolables y golpean de manera intensa la sensación de segu-
ridad y auto-confianza. Ello provoca intensas reacciones de vulnerabilidad y temor hacia el entorno.
Desde esta conceptualización, se describe que en casos de emergencias y desastres, la primera sen-
sación que podría tener una persona, correspondería a sentir miedo frente a lo desconocido, miedo
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Modelo de Protección de la Salud Mental en la Gestión del Riesgo de Desastres
a morir, temor por la afectación de sus seres queridos; pero enfatiza a su vez que ese sentimiento, es
una respuesta normal y adaptativa que se produce al enfrentarse a un fenómeno que escapa de los
límites establecidos y se reconoce a través de una serie de cambios fisiológicos, relacionados con el
sistema nervioso autónomo y endocrino.
La experiencia desde Japón, indica que si bien esta reacción no puede ser eliminada totalmente, si
puede ser modulada a través de acciones de preparación que apunten a fomentar la sensación de
seguridad y de control ante un escenario desconocido e incierto. Ejemplos de acciones de prepara-
ción son educación acerca de los riesgos presentes en el territorio, realización de simulaciones y/o
simulacros, elaboración y ejercitación de planes de emergencia, entre otros.
Por su parte, el Estrés de pérdida, se asocia al impacto que genera sobre una persona o comunidad,
una pérdida producto de la ocurrencia de una emergencia o desastre. La muerte de un ser querido es
uno de los más intensos sentimientos que impactan al ser humano; del mismo modo, el deterioro de
la salud, la falta de trabajo, de la vivienda, de los recuerdos como fotografías y otros, pueden producir
distintos niveles de estrés. Durante el proceso de duelo, se experimentan distintos sentimientos en
momentos diferentes; por ejemplo, negación, rabia, culpa, tristeza, entre otros. Estos sentimientos
pueden alternarse entre sí. Es decir, cuando la persona comienza a aceptar lo sucedido y lo que ha
perdido, puede volver a sentir tristeza o culpa.
Para facilitar el proceso de duelo se utilizan diversas estrategias que van desde el acompañamiento
individual, la realización de rituales y ceremonias, construcción comunitaria de memoriales, entre
otros. En todas ellas debe existir un apoyo, reconocimiento y fomento de las comunidades e inicia-
tivas locales.
El Estrés de la vida cotidiana, se refiere a los desafíos que deben enfrentar los afectados por emer-
gencias y desastres frente al cambio de sus condiciones de vida. Situaciones como la destrucción de
la vivienda, daño significativo del establecimiento educacional, modificación de las redes de apoyo
social, la reubicación en albergues o barrios de emergencia, el aumento de los tiempos de traslado,
la falta o modificación en la continuidad de los servicios básicos, etc., producen un cambio de estilo
de vida. La persona puede sentirse atemorizada, desesperanzada, frustrada, triste, etc., debido a
que lo que tenía por normal y rutinario, cambió de forma drástica. Este cambio abrupto del estilo de
vida, demanda un gran esfuerzo de adaptación, pudiendo generar tensiones en el ámbito relacional
e intensificar los conflictos preexistentes con otros, provocando un gran desgaste del organismo a
nivel físico y mental.
Aun cuando estos distintos tipos de estrés se describen de manera separada, se recomienda que su
comprensión y abordaje sea integral, pues se expresan de manera dinámica y no necesariamente
secuencial.
Otros antecedentes dan cuenta que las personas expuestas a un evento potencialmente traumático
transitan por diferentes trayectorias, claramente independientes. Bonanno y otros autores (12) des-
criben cuatro tipos: Resiliencia, Recuperación Gradual, Inicio Tardío, y Disfunción Crónica. El grupo de
las personas resilientes son aquellas que presentando una afectación inicial, vuelven rápidamente
a su funcionamiento anterior; así también lo logran, de forma gradual, el grupo de personas que se
recuperan. Por otro lado, los de inicio tardío, son los diagnosticados después de 6 meses y que tien-
den a empeorar con el tiempo. Finalmente, en el grupo de disfunción crónica, están los que presen-
tan niveles clínicos de Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) en múltiples evaluaciones (12,13).
Asimismo, se ha observado las siguientes prevalencias en la población de estas cuatro trayectorias:
resilientes 35-65%, recuperan 15-25%, inicio tardío 0-15% y disfunción crónica 5-30%.
15
Bonano (2011) identificó factores psicosociales tales como: elementos asociados al contexto previo
a un evento, la edad y género de las personas, el nivel de preparación y exposición previa, recur-
sos económicos, creencias de aceptación de muerte, justicia y normas compartidas culturalmen-
te, recursos sociales (como soporte y red social) y algunas características de personalidad como
auto-mejora (self-enhancement), optimismo, fortaleza (hardiness), auto eficacia del afrontamiento
(copingself-efficacy) y percepción de control (14,15).
Sumado a lo anterior, estudios sobre los procesos colectivos que ocurren después de eventos po-
tencialmente traumáticos, dan cuenta del aumento de la cohesión social y conductas prosociales
después de emergencias y desastres (16,17). En este contexto, en general la literatura da cuenta de
pocas respuestas de saqueo o violencia y serían de escasa ocurrencia (18-22). Un estudio en la ciu-
dad de Concepción (Chile) tras el terremoto del 27 de febrero del año 2010, da cuenta de la relación
entre las conductas de saqueo con la percepción de desigualdad, exacerbando condiciones de vul-
nerabilidad preexistentes en las comunidades. En este sentido y con base a lo planteado por Grandon
(2014), la inequidad social en Chile tiene un costo, el que se ve reflejado mediante la invisibilización
de esta inequidad social en las relaciones sociales cotidianas en tiempos de “paz” (tiempos donde no
hay emergencias), la cual se ve expresada en una creciente individualización, pérdida de la organiza-
ción y vínculos sociales, que surge con mayor intensidad cuando hay situaciones de emergencias y
desastres (23). Desde esta perspectiva, se debería propiciar que las acciones de intervención que se
ejecuten consideren un abordaje que permita la pronta reconstrucción del tejido social.
Por otro lado, los factores asociados al grado de exposición al evento, describe a personas que pue-
den verse afectadas directamente en el lugar del desastre, o indirectamente, al tener seres queridos
en el sitio del desastre, o ver imágenes del evento en los medios de comunicación (29).
Así también, se reconocen dos elementos posteriores a un desastre que son claves para predecir el
desarrollo y el curso de las consecuencias psicológicas: los factores de estrés posteriores al de-
sastre y el apoyo social. Por un lado, variables como la pérdida de empleo, los daños a la propiedad,
el estrés en las relaciones de pareja, las condiciones físicas de salud relacionadas con el desastre,
16
Modelo de Protección de la Salud Mental en la Gestión del Riesgo de Desastres
el duelo por la pérdida de personas cercanas, la pérdida del trabajo, la vida en residencias tempo-
rales y el desplazamiento, podrían aumentar la vulnerabilidad hacia el desarrollo de sintomatología
asociada a TEPT (29) y depresión (27). Por el otro, mientras más escaso sea recibido o percibido, o la
reducción de éste, también estará asociado con aumento de síntomas psicológicos posteriores a los
desastres (8) incluyendo TEPT (29).
La prevalencia de TEPT en la población general podría estar entre 3,7% y 60% durante los primeros
dos años posteriores al evento potencialmente traumático, aunque la mayoría se encuentra en el
rango de 3,7% a 27% (4,13,30). En poblaciones específicas, como aquellas con alguna patología
mental previa, se produce un incremento de la prevalencia de trastornos mentales tras emergen-
cias y desastres; en aquellos con trastornos mentales ligeros o moderados, aumenta de un 10% en
condiciones normales a un 15-20% después del desastre, y en personas con trastornos mentales
severos, tales como psicosis, depresión severa y trastornos de ansiedad incapacitantes, pasa de un
2-3% antes del evento a un 3-4% posterior a éste (31).
En Chile, con posterioridad al terremoto del 27 de Febrero del año 2010, la prevalencia general de
trastornos de estrés postraumático registrada en el país fue calculada en el 11,1%, pero en las zonas
cercanas al epicentro, se encontró una prevalencia en la población general de TEPT cercana al 23%
(32,33). En el caso específico de población infantil, un estudio realizado en la región del Biobío (una
de las más afectadas por el terremoto), reportó un 30,4% de prevalencia de TEPT en niñas y un 15%
en niños (34). Asimismo, otro estudio reportó que ocho meses después del desastre, un 40,4% de la
población infantil presentó síntomas de TEPT, manteniéndose la tendencia de mayor proporción en
niñas (35).
En población infantil de nuestro país se ha observado que los niños y niñas que sobreviven a los de-
sastres tendrían un mayor riesgo de desarrollar problemas de salud mental. Las prevalencias espe-
radas en las semanas, meses y años posteriores al desastre, son de un 17% de síntomas de ansiedad,
31% de depresión y 50-60% de síntomas de TEPT (34).
Finalmente, es importante mencionar que si bien la evidencia presentada da cuenta de una mayor
disponibilidad de estudios centrados en TEPT y depresión, se deben a su vez considerar otras conse-
cuencias asociadas al impacto de un evento potencialmente traumático mencionado anteriormente.
Una atención selectiva que se preocupa solo de estas dos condiciones es inapropiada, porque ignora
muchos otros problemas psicosociales que se presentan en emergencias, tales como: aumento de
consumo de alcohol y drogas, violencia intrafamiliar y de género, entre otras, y tiende a no valorar
apropiadamente los recursos y sistemas de apoyo familiar y comunitario (31). A este respecto, se
evidencia la necesidad de contar con mayores investigaciones que logren tratar estos puntos ade-
cuadamente, particularmente en el contexto Chileno.
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Como se ha visto, Chile tiene una vasta historia de desastres, la preocupación y manejo de la salud
mental ha ido de la mano de éstos. A lo largo de todos ellos se suman experiencias de trabajo y apor-
tes en salud mental desde diferentes sectores e instituciones.
Uno de los eventos más importantes, sin duda, ha sido el gran terremoto y tsunami de Valdivia 1960.
En él, por ejemplo, se propuso “[…] un plan de trabajo que podría representar transitoriamente un
contenido, un objetivo de vida que levantara los aspectos psíquicos y sociales de la comunidad;
mientras que el rol de los Servicios de Gobierno podría resumirse en dos puntos esenciales: satis-
facción de las necesidades más urgentes y vitales de la población y obtención de una rápida vuelta
a la normalidad […]”(45).
Las acciones posteriores estuvieron asociadas a la ocurrencia de cada evento, sin embargo, un hito
relevante en el desarrollo de una política pública concreta en este tema es el “Plan de Protección
de la Salud Mental en Situaciones de Emergencias y Desastres”, componente del “Plan General de
Atención Sanitaria en Emergencias y Desastres” del MINSAL (2008). Desde entonces, el sector Salud
ha desarrollado objetivos multisectoriales, incorporándose el Ministerio de Educación y la Oficina
Nacional de Emergencia del Ministerio del lnterior y Seguridad Pública (ONEMI), junto con la cola-
boración de organizaciones internacionales (Organización Panamericana de la Salud-OPS/Organi-
zación Mundial de la Salud- OMS, Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, en Inglés United
Nations Children’s Fund -UNICEF, JICA, entre otros).
En este sentido, el marco de referencia de estas iniciativas está estrechamente relacionado con los
conceptos y orientaciones de los siguientes documentos:
• Guía para los equipos de respuesta: Apoyo psicosocial en Emergencia y Desastres y Evaluación
de daños y análisis de necesidades de salud (46).
• Guía Práctica de Salud Mental en situaciones de Desastres (36).
• Protección de la Salud Mental en Situaciones de Desastres y Emergencias(47)
• Guía del Inter-Agency Standing Committee (IASC) sobre Salud Mental y Apoyo Psicosocial en
Emergencias Humanitarias y Catástrofes (38).
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Modelo de Protección de la Salud Mental en la Gestión del Riesgo de Desastres
La respuesta al terremoto y tsunami ocurrido en Chile el 27 de febrero del año 2010 (27F), es otro
hito en el desarrollo de la salud mental en emergencias y desastres en el país. El trabajo en la zona
afectada no estuvo exento de déficits y carencias. Las acciones desarrolladas en los diferentes nive-
les de gestión se resumen en:
2002 ONEMI Creación del Plan Nacional de Protección Civil, Decreto N° 156
JUNAEB: Programa
Recurrencia sísmica de Aysén y Terremoto de Tocopilla. Programa HPV interviene
habilidades para la
con comunidades educativas brindando apoyo psicosocial.
Vida (HPV)
2007
ONEMI
Publicación “Intervención Psicosocial en situaciones de emergencias y desastres:
Centro del Buen Trato
Guía para el Primer Apoyo Psicológico” tras la conformación de la Comisión
Colegio de Psicólogos
Técnica de Apoyo Psicológico en situaciones de emergencias y desastres,
Cruz Roja Chilena
coordinada por ONEMI.
MINSAL
JUNAEB: Programa Programa HPV interviene con comunidades educativas brindando apoyo
habilidades para la Vida psicosocial producto de terremoto y tsunami 27 F (Intervención en
(HPV) regiones V, VI, VII, VIII, IX y RM).
2010
Jornadas de contención emocional en conjunto con UNICEF en las regiones
MINEDUC VI, VII y VII, afectadas por el terremoto. Además de talleres de contención
emocional con la Fundación Mustakis, en las regiones ya mencionadas.
CONICYT / FONDAP Creación del Centro Nacional para la Gestión Integrada de Desastres
2012
PUC, UAB, UFSM, UCN Naturales (CIGIDEN), incluye áreas de investigación en salud mental.
Ministerio de Obras Públicas Acciones de diagnóstico, psicoeducación y primer apoyo psicológico, entre
(MOP) otras, dirigidas hacia sus funcionarios, por incendio de Valparaíso.
El Modelo de Protección de la Salud Mental en la Gestión del Riesgo de Desastres que presentamos
se construye en sintonía con este marco institucional el cual describimos a continuación.
Para ello, se cuenta con un marco normativo legal establecido, mediante Decreto Supremo N° 156
del año 2002, denominado “Plan Nacional de Protección Civil”, instrumento indicativo que pro-
mueve la planificación multisectorial de acciones permanentes en materias de prevención, mitiga-
ción, preparación, alerta, respuesta y recuperación ante la ocurrencia de emergencias, desastres o
catástrofes, a partir de una visión integral del manejo de riesgo. Este trabajo, en los últimos años, se
ha visto fortalecido a través de la Política Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres del 2014
y del Plan Estratégico Nacional 2015-2018, instrumentos desarrollados a través de la Plataforma
1
El SNPC se representa a través de un triángulo manteniendo lo establecido en 1949 como una convención internacional acerca de la
Protección Civil y que alude a la integración de distintos actores con un objetivo común. En el caso particular del Sistema Chileno, repre-
senta el trabajo integrado y mancomunado de autoridades, servicios públicos, ciencia y tecnología y la comunidad como actor base de la
gestión del riesgo de desastres.
24
Modelo de Protección de la Salud Mental en la Gestión del Riesgo de Desastres
Nacional para la Reducción del Riesgo de Desastres (50). Complementario a esta normativa nacional,
la gestión del riesgo en Chile se hace coherente con los lineamientos internacionales del Marco de
Sendai (MS) para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015 - 2030.
El Marco de Sendai plantea que la RRD debe ampliarse para centrarse tanto en las amenazas de
origen natural y antrópicas, como también en las amenazas y riesgos ambientales, tecnológicos y
biológicos; además de promover la resiliencia sanitaria. El MS se basa en cuatro ejes prioritarios:
Comprender el Riesgo, Fortalecer la Gobernanza para la Gestión del Riesgo, Invertir en la Reducción
del Riesgo de Desastres para la Resiliencia, Aumentar la preparación para una respuesta eficaz ante
desastres y reconstruir mejor.
El trabajo que plantea el MS, implica que como país se adopten medidas y estrategias que permitan
dar cumplimiento a las prioridades y metas establecidas, por lo cual la instalación de esta temática,
debe constituirse como una prioridad nacional para todas las acciones que se realizan en torno a
la Gestión Integral del Riesgo y la Reducción del Riesgo de Desastres en todo el territorio nacional.
El SNPC se encuentra presente en todos los niveles jurisdiccionales del país (nacional, regional,
provincial y comunal) y en él se encuentran representados todos los recursos existentes (humanos,
técnicos, materiales y financieros) para llevar a cabo acciones con base en el ciclo de manejo del
riesgo (medidas y acciones de prevención, mitigación, preparación, alerta, respuesta, rehabilitación
y recuperación).
La coordinación del SNPC radica en el Ministerio del Interior y Seguridad Pública y la ejerce a través
de la Oficina Nacional de Emergencia (ONEMI) como organismo técnico del Estado. En tanto, la misión
de ONEMI es la planificación, coordinación y ejecución de las actividades destinadas a la prevención,
mitigación, alerta, respuesta y rehabilitación que demanda el funcionamiento del SNPC (49).
El SNPC se organiza en base a dos plataformas de gestión, cada una con representación en los ni-
veles geopolíticos: las acciones de prevención, mitigación y preparación son abordadas a través del
Comité de Protección Civil; en tanto, la respuesta y rehabilitación se aborda a través del Comité de
Operaciones de Emergencia (COE) (49-51).
Fuente: ONEMI
La operación y coordinación de los distintos actores involucrados en el COE, se organiza bajo tres
tipos de mandos: autoridad, coordinación y técnico.
• El mando de autoridad radica en las autoridades de Gobierno interior (Ministro del Interior,
Intendente Regional, Gobernador Provincial y Alcalde).
• El mando de coordinación recae en ONEMI para los niveles nacional y regional, y en los Direc-
tores de Protección Civil y Emergencias, en los niveles provincial y comunal; y es quien, basado
en la información técnica y evaluaciones pertinentes, coordina a los distintos actores para la
atención y control de la emergencia o desastre.
• El mando técnico es ejercido por la organización o institución, que por disposiciones legales o
de procedimientos, es reconocido como el especialista en la materia, que entrega la informa-
ción técnica para la toma de decisiones.
El Sistema de Salud chileno, cuenta con una división administrativa funcional para el cumplimiento
de sus objetivos organizacionales, mandatada por la normativa vigente (DFL N° 1 del 24 de abril del
2006) (54).
Está compuesto por diferentes organismos públicos y privados, donde el Ministerio de Salud, a tra-
vés de la formulación y el desarrollo de políticas de salud, ejerce las funciones de rectoría, dictación
de normas generales y vigilancia en Salud Pública.
26
Modelo de Protección de la Salud Mental en la Gestión del Riesgo de Desastres
Modelos de Atención
El Modelo de Atención Integral de Salud Familiar y Comunitaria es el utilizado por el Sistema Público
de Salud, basado en la Atención Primaria, se entiende como: “el conjunto de acciones que promueve
y facilita la atención eficiente, eficaz y oportuna, dirigida más que al paciente o la enfermedad como
hechos aislados, a las personas consideradas en su integralidad física y mental, como seres sociales
pertenecientes a distintas familias y comunidades, que están en permanente proceso de integración
y adaptación a su medio ambiente físico, social y cultural”(55). Su énfasis radica en la promoción
de estilos de vida saludables, en fomentar la acción intersectorial y fortalecer la responsabilidad
familiar y comunitaria, a fin de mejorar las condiciones de salud. Este modelo se basa en tres prin-
cipios irrenunciables: integralidad de la atención, continuidad de los cuidados y está centrado en la
persona y su entorno, los que se operacionalizan en el marco de un trabajo en red, en equipo y con
participación social.
Por su parte, el Modelo de Atención en Salud Mental Comunitaria, que se integra y complementa con
el Modelo de Atención Integral de Salud Familiar y Comunitaria, se enfoca en las personas que pa-
decen una enfermedad mental grave y persistente, en su familia y en el impacto que esta condición
de salud tiene en su entorno; así también, en cómo este entorno contribuye a la recuperación de las
personas, favorece la inclusión sociocomunitaria y provee las condiciones que contribuyen al pleno
ejercicio de sus derechos y bienestar socioemocional.
2
Red Temática de Salud Mental es un sistema de vínculos e interacción de relaciones horizontales entre los diversos nodos y puntos de
atención que la componen, permitiendo a través de su organización y disposición de recursos, la integralidad y la continuidad de la aten-
ción y cuidados en salud mental.
27
Fuente: Modelo de Gestión de Red Temática de Salud Mental en la Red General de Salud, Minsal 2017
Actualmente, a nivel internacional y bajo los marcos de acuerdos del Sistema de Naciones Unidas
(desde la Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres, EIRD, el Marco de Acción de Hyogo
y hoy en día el Marco de Sendai), la Protección Civil se asocia con la gestión permanente del riesgo,
vale decir, con el manejo sistemático de decisiones administrativas, de organización y de capacida-
des técnicas, recursos y responsabilidades para la aplicación de políticas, estrategias y otras accio-
nes para la reducción de los riesgos.
Para la comprensión de cómo la gestión del riesgo aborda los procesos vinculados a la reducción de
riesgo de desastres, se deben clarificar los conceptos centrales que son: Riesgo, Amenaza, Vulnera-
bilidad y Capacidad (51).
Fuente: ONEMI Manual del Participante Curso: Operaciones de Emergencia Nivel I. Santiago de Chile: Octava Edición; 2016.
La amenaza, concebida como el factor externo del riesgo, alude a la manifestación de fenómenos
naturales o generados por la acción humana, tales como sismos, accidentes, entre otros. Estos fe-
nómenos pueden generar emergencias o desastres al interactuar con la vulnerabilidad, entendida
como factores o características de un territorio y sociedad, que la hacen más propensa a sufrir daño
ante estas amenazas. En la medida que un individuo, sociedad u organización fortalezca sus recursos
y potencialidades y por tanto, desarrolle capacidades -habilidades, conocimientos y destrezas con
las que cuentan las personas o colectivos, para generar una respuesta frente a la ocurrencia de una
emergencia o desastre- logrará disminuir las vulnerabilidades y de esa forma, el riesgo (51).
Fuente: ONEMI
La Fase de Prevención incluye todas aquellas actividades, acciones y gestiones previas a la ocu-
rrencia del daño o del evento adverso, a fin de evitarlo o suprimirlo definitivamente y de no ser
posible, reducir al máximo los efectos que pueden llegar a provocar los fenómenos de origen natural
o humano sobre las personas, los bienes y el medio ambiente. Contempla las etapas de prevención,
mitigación y preparación.
La Fase de Recuperación incluye las actividades posteriores al evento destructivo y tiene por ob-
jetivo volver al estado de desarrollo previo y, más aún, intentando superar ese nivel. Considera las
etapas de Rehabilitación y Reconstrucción (51,52).
Todas las acciones que se desarrollan en cada una de fases deben implicar la integración del con-
cepto de desarrollo, entendido como el aumento acumulativo, durable y sostenible en cantidad y
calidad de bienes, servicios y recursos de una comunidad, unido a cambios sociales, en función de
una mejor seguridad y calidad de vida, sin comprometer los recursos de las generaciones futuras.
De esta manera, el ciclo de manejo del riesgo, proporciona una orientación acerca de cómo inter-
venir el riesgo, propicia una gestión que se inicia con las acciones de prevención pero si ello no es
posible, también advierte como oportuna la gestión iniciada a partir del evento o incidente u a partir
de la reconstrucción.
• Nivel Estratégico: ¿Qué se va a hacer? Describe de qué manera un nivel jurisdiccional (Na-
cional, Regional, Provincial y Comunal) planea cumplir con su responsabilidad en la gestión de
riesgo a largo plazo.
• Nivel Táctico: ¿Cómo se va a hacer? Proporciona una descripción de los objetivos funciones,
responsabilidades y acciones – en el caso del nivel local - tanto de la Municipalidad como de
los organismos de respuesta, incluso del sector privado.
• Nivel Operativo: ¿Con qué se va a hacer? Define las acciones específicas que deben realizar
los distintos actores que participan de la gestión del riesgo de desastres, indicando los recur-
sos necesarios y disponibles para ello, tiempo y espacio en el previsto para ello.
En este mismo sentido, desde la conceptualización del Kokoronokea, la protección de la salud men-
tal se concibe como el apoyo necesario en cualquier ámbito o circunstancia durante todas las fases
del ciclo de manejo del riesgo, que van desde la preparación de la comunidad, ayuda mutua, apoyo
psicosocial, prevención de trastornos mentales, hasta las terapias y tratamientos del trauma; incor-
pora una amplia gama de actores y acciones (58).
Concordante con esta mirada, para el presente modelo, la protección de la Salud Mental de las per-
sonas y comunidades en la gestión del riesgo de desastres, se entiende como un proceso que apunta
a prevenir los efectos negativos en la salud mental de eventos potencialmente traumáticos, a través
del fortalecimiento de las capacidades y de la disminución de las condiciones de vulnerabilidad en
todas las fases del ciclo de manejo del riesgo (57).
Así, se identifican grupos en situación de vulnerabilidad con mayor probabilidad de verse afectados
por emergencias y desastres, con mayor riesgo de morir, enfermarse, presentar síntomas de trastor-
nos mentales, tener mayores pérdidas económicas y más dificultades para recuperarse, entre otras
consecuencias negativas (62-66). También, es probable que estos grupos estén menos preparados,
31
Bajo esta perspectiva, es importante identificar a los grupos y personas en situación de vulnerabili-
dad, para fortalecer sus capacidades individuales y comunitarias, reduciendo el riesgo (71) y favore-
ciendo la resiliencia individual, familiar y comunitaria.
• La resiliencia individual alude a una de las trayectorias de ajuste positivo frente a eventos
potencialmente traumáticos; pero de acuerdo al tipo de evento, se han identificado dos patro-
nes resilientes: la Emergente y la de Impacto Mínimo (72) que responden a un evento crónico
y agudo respectivamente (73). En este sentido, la resiliencia individual sería la capacidad de
recuperación después de un evento potencialmente traumático, expresada como una trayec-
toria estable de funcionamiento saludable antes y después del evento (72).
Es decir, las personas resilientes, a pesar de una angustia transitoria (horas-días), continúan con su
vida cotidiana, trabajan, participan en actividades sociales, e incluso pueden experimentar intimi-
dad y disfrute, muestran un sentido de continuidad subyacente en el sentido de sí mismos, tienen la
creencia de que conservan las cualidades que los hacen ser quienes son (74) y una capacidad para
generar experiencias y emociones positivas a pesar de la adversidad (7) Entre los factores predictores
de la resiliencia individual se describen: tener edad avanzada, ser de género masculino, tener mayor
nivel de educación, menor exposición al estrés, pérdida económica reducida, menor estrés actual o
continuo y mayor apoyo social percibido, un estilo de respuesta reflexiva, rasgo self-enhancement3,
autoeficacia de afrontamiento y flexibilidad en la regulación de afrontamiento y emoción (14).
3
Self-enhancement no tiene una traducción literal pero alude a un sesgo positivo de la percepción de sí mismo (La experiencia traumática
desde la psicología positiva: resiliencia y crecimiento postraumático. Beatriz Vera Poseck, Begonia Carbelo Baquero y María Luisa Vecina
Jiménez. En papeles del psicólogo 2006. Vol.27(1), pp 40-49
32
Modelo de Protección de la Salud Mental en la Gestión del Riesgo de Desastres
Algunas características sociodemográficas, como tener más edad, más educación y mayores ingre-
sos, han mostrado favorecer las conductas de preparación (96,97). Acciones como el almacenamien-
to de alimentos, agua o implementación del kit de primeros auxilios, son realizadas principalmente
por personas con mayores ingresos y propietarios de la vivienda (98,99); la realización de planes de
preparación familiar son ejecutados por personas que viven en pareja (99) y las mayores tasas de
posesión de suministros de emergencia y la creación de un plan, se asocia con la presencia de niños,
niñas o adolescentes en el hogar (97,100).
Los factores psicológicos también se relacionan con la preparación individual. Entre ellos, el estrés
psicológico se asocia con el aumento de la planificación en el hogar (83) y la experiencia previa de un
desastre aumenta la intensidad de la preparación (101-104). Una mayor percepción de riesgo tam-
bién se ha vinculado a una mayor preparación (105-107), aunque se discute esta relación después de
realizada la conducta de preparación (108-110).
Fuente: ONEMI
33
La prevención frente a los desastres dependerá, además de las capacidades individuales, de cómo
el entorno social organiza, moviliza y coordina la diversa gama de recursos que se pueden utili-
zar (112). Concordante con los principios rectores del Marco de Sendai, la comunidad es un agente
relevante y activo en la GRD, debe ser parte del proceso de toma de decisiones a nivel comunal,
provincial, regional, y nacional, como un actor clave en su propia realidad de riesgos y recursos; por
tanto, se requiere fortalecer la organización, participación, empoderamiento y por ende, favorece la
resiliencia comunitaria (57).
De igual manera, la familia cumple un rol relevante para la preparación de la comunidad. Los tipos
de redes de apoyo familiar y el género del jefe del hogar, explican mejor distintos niveles de prepa-
ración (suministros, habilidades, planificación y protección) independiente de la estructura familiar
(113).
Por otra parte, la confianza también influye en la preparación comunitaria; una mayor confianza en-
tre los miembros de la comunidad, hacia y entre las instituciones, fortalecerá la adopción de medi-
das de preparación (100,117,118), además de influir en la disposición a que las personas consideren
seriamente las advertencias del peligro. Por el contrario, la falta de confianza en las organizaciones
de gestión de emergencias, puede conducir a la controversia y la división, dificultando los esfuerzos
para realizar las conductas preventivas (119,120), sobre todo cuando existe poca información públi-
ca sobre el peligro y cuando el riesgo es relativamente nuevo (120).
4
Capital Social: las redes junto con normas, valores y opiniones compartidas que facilitan la cooperación dentro y entre los grupos. (Infor-
me The Well-Being of Nations: the role of human and social capital (2001)). Entre los principales componentes se incluye las competen-
cias de la comunidad, eficacia colectiva, sentido de comunidad y la sociedad civil (Kawachi, Ichiro. Kennedy P., Bruce. Lochner, Kimberly.
Prothrow-Stith, Deborah. Social Capital, Income, Inequality and Mortality. American Journal of Public Health 1997 vol 87 nr 9).
5
Sociedades Colectivistas: Aquellas en las que el interés del grupo reemplaza el interés de los individuos y se convierte en parte inte-
gral de la identidad de éstos. Lo colectivista se refiere al grado de interdependencia que una sociedad mantiene entre sus miembros y
se reconoce cuando la autoimagen de las personas se define en términos del nosotros y no en términos del yo. (Hofstede, Hofstede and
Minkow, 2010. Cultures and organizations: sofwears of the main. New York, NY. McGraw Hill.) (Hofstede, G. Chile. Recuperado de http://
geert-Hofstede.com/Chile.html)
34
Modelo de Protección de la Salud Mental en la Gestión del Riesgo de Desastres
El apoyo social brindado, percibido y recibido durante un desastre, es otro de los principales elemen-
tos protectores de la salud mental a corto, mediano y largo plazos (121,122). Sin embargo, el apoyo
social puede deteriorarse, producto de la escasez de recursos o del desconocimiento por parte de
quienes responden en el evento.
Otro aspecto que influye en la prevención de riesgo de desastres es la educación, que es uno de los
pilares de la GRD. Ésta contribuye a evitar posibles lesiones y pérdidas, afrontar eficazmente los
desastres, disminuir el impacto emocional, dar una respuesta eficaz, “reconstruir mejor” en donde
se promueve la recuperación del conocimiento y saberes locales, tomando en cuenta los saberes
ancestrales de las comunidades sobre su entorno y prácticas tradicionales de prevención y auto ase-
guramiento; en definitiva, fomenta la resiliencia de las personas y comunidades (57,108,123,124).
Para la organización de estas múltiples acciones, el Comité Permanente entre Organismos (IASC) de
Naciones Unidas propone apoyos diferenciados en distintos niveles complementarios que satisfagan
necesidades diferentes, los cuales debieran ponerse en práctica en forma concurrente, estos son:
servicios básicos y seguridad, apoyos de la comunidad y de la familia, además de apoyos focalizados
no especializados, servicios especializados. Estas acciones además consideran un abordaje desde lo
colectivo a lo individual.
35
Desde la teoría de conservación de recursos y la “evidencia informada”, Hobfoll y col. (121) proponen
cinco principios que debieran ser usados para guiar las acciones preventivas a nivel individual y co-
lectivo, tanto inmediatamente después de un desastre como en el mediano plazo. Estos principios
se refieren a promover: el sentido de seguridad, la recuperación de la calma, autoeficacia individual
y comunitaria, el sentido de conexión con otros y la esperanza.
Sumado a lo anterior, en relación a la comunicación del riesgo, los medios de comunicación social
tienen un rol relevante en esta fase, dado por su función informativa y formativa en la población,
además, por su posible influencia sobre las actitudes y emociones en las personas (127). En este
sentido, cuando existe una excesiva dramatización de la información podrían aumentar el estrés
psicológico de la audiencia (128). Un ejemplo de ello, el terremoto del 27 de febrero del año 2019
en Chile, los síntomas de estrés agudo aumentaron linealmente en relación a la cantidad de horas
diarias expuestas a noticias, e incluso en la percepción del tsunami como la peor parte del desastre
(129,130). De la misma forma, en los ataques a las torres gemelas del 11 de septiembre de 2001 y el
atentado terrorista de Maratón de Boston en Estados Unidos del 15 de Abril de 2013, la exposición
reiterada a imágenes traumáticas y de horror de los medios de comunicación, se correlacionaron con
un aumento en la presentación de síntomas de estrés agudo y estrés postraumático a lo largo plazo
(129,131). Además, el impacto de las transmisiones en vivo por televisión, afectan de forma diferen-
ciada a los grupos específicos, particularmente niños, niñas y adolescentes (10,132)
En este ámbito, se debe tener presente la información difundida a través de las redes sociales ba-
sadas en internet; puesto que en ellas, pueden producirse fenómenos similares o incluso de mayor
impacto a las que se generan con otros medios de comunicación social (133). Las comunidades y
personas afectadas podrían sentirse desprotegidas y desorientadas a causa de los rumores y las
imprecisiones de información que circula en estos medios (128). De ahí la importancia que la fuente
de la información provenga de las vocerías establecidas oficialmente y que la información que pro-
porcionan las autoridades, los responsables de equipos de respuesta, equipos locales y otros involu-
crados en el evento, estén en línea con estos.
Como se ha mencionado anteriormente, las personas afectadas por emergencias y desastres no ne-
cesariamente requieren de una “intervención emocional” inmediata, debido a que en general pre-
sentan respuestas esperables en una situación extraordinaria. Sin embargo, sí se recomienda la téc-
nica de Primeros Auxilios Psicológicos o Primera Ayuda Psicológica (PAP) como la herramienta de uso
general e inmediato para la protección de la salud mental de los afectados por situaciones de emer-
gencias y desastres. Su uso es recomendado por varios grupos de consenso y expertos nacionales e
internacionales, incluyendo el Comité Permanente entre Organismos (IASC) de Naciones Unidas, el
Proyecto Esfera y OMS6 (134).
6
En 2009, el Grupo de la OMS para la Elaboración de la Guía mhGAP evaluó los datos disponibles comparando la primera ayuda psicológica
y la intervención psicológica breve (“debriefing psicológico”). Llegaron a la conclusión de que a las personas muy angustiadas por haber
estado expuestas recientemente a una situación traumática había que ofrecerles primera ayuda psicológica y no “debriefing psicológico”.
(Organización Mundial de la Salud. Primera ayuda psicológica: Guía para trabajadores de campo, Ginebra. 2012)
37
Recientes investigaciones realizadas en Chile, muestran que la aplicación de la técnica de PAP según
el protocolo ABCDE desarrollado por CIGIDEN Y basado en los principios de Hobfoll y col. (121), brin-
da un alivio subjetivo inmediato a los afectados por experiencias traumáticas recientes (≤ 72 hrs.)
que consultan a servicios de urgencia, y previene el desarrollo de síntomas de TEPT un mes después,
en comparación con quienes recibieron sólo psicoeducación (135).
Estos organismos recomiendan el uso de PAP por sobre el uso del “debriefing psicológico” entendido
este como promoción de la ventilación emocional, donde se solicita a la persona que describa siste-
máticamente sus percepciones, pensamientos y reacciones emocionales durante el acontecimiento
traumático. El relato o narración reiterativa de la experiencia potencialmente traumática podría
generar la consolidación de consecuencias de esta índole a largo plazo (134,136,137), por lo que
la técnica de “Critical Incident Stress Debriefing” (CISD) basada en estos principios, no prevendría
las consecuencias traumáticas en la salud de las personas, e incluso podría producir más daño a los
afectados (138-140). Es importante señalar que esta técnica es diferente al “debriefing” operativo
de rutina de los trabajadores humanitarios utilizado por algunas organizaciones al final de sus mi-
siones o tareas de trabajo.
En caso que la evaluación psicosocial defina como pertinente la realización de intervenciones gru-
pales, es importante considerar el desarrollo de este tipo de acciones en un momento en que se
cuente con una mínima estabilidad emocional de los potenciales participantes. Se recomienda su
uso a mediano plazo; tomando en cuenta los siguientes aspectos metodológicos propuesto por OPS
(2006): las habilidades del facilitador (debidamente capacitado) y las características de los parti-
cipantes del grupo (género, cultura, experiencia, idioma, tipo de afectación, características de su
participación en el evento, edad, entre otros) (36).
La literatura científica señala que es probable que el impacto emocional de experimentar o presen-
ciar acontecimientos traumáticos se transmite a través del proceso de empatía (141) y que quienes
brindan atención a sobrevivientes pueden experimentar síntomas de trauma secundario (142), espe-
cialmente entre voluntarios con menor preparación, quienes muestran mayores discrepancias entre
las percepciones de riesgo y la capacidad de afrontamiento (143), particularmente se ha encontrado
una mayor prevalencia de TEPT en voluntarios sin entrenamiento (144).
Una síntesis sistemática de 37 estudios empíricos (145), da cuenta de una relación significativa en-
tre el apoyo social y salud mental de los primeros respondedores (bomberos, policías y paramédicos
o servicios médicos de emergencia de personal). A partir de estos antecedentes se propone que,
tanto el apoyo social recibido como el percibido son relevantes y deben ser coherentes; elementos
tales como la entrega adecuada de información, el contar con canales de comunicación cercanos, un
fomento del trabajo en equipo, un adecuado estilo de liderazgo, entre otros factores, puede tener un
impacto protector mayor pues aumenta la percepción social de apoyo.
38
Modelo de Protección de la Salud Mental en la Gestión del Riesgo de Desastres
Uno de los componentes relevantes que posibilitan este proceso de recuperación, corresponde al
desafío de recomponer la organización y lazos de la comunidad y para ello, se deben contemplar
en la planificación, la continuidad de las intervenciones realizadas desde la respuesta, tanto a nivel
individual como comunitario. Por ejemplo: acciones tendientes a la recuperación y fortalecimiento
del tejido social, participación activa de la comunidad en la toma de decisiones en la reconstrucción
de la infraestructura (vivienda, espacios comunitarios) y reactivación económica, continuidad en los
procesos de atención y cuidados en salud.
En este contexto, Plough et al (2013) señalan que las comunidades organizadas disminuyen las des-
igualdades en el manejo de las emergencias y desastres, y enfatizan en la necesidad de construcción
de redes sociales para favorecer la resiliencia individual (146). Por lo tanto, la activación de estas
redes en situaciones de emergencia y desastres favorece el proceso de recuperación en tiempo e
intensidad en estas comunidades resilientes. Además, son los resultados de una intervención co-
munitaria para aliviar los efectos negativos en una muestra de personas de la tercera edad luego
del terremoto de Wenchuan, China, en 2008; estas intervenciones pudieron disminuir la percepción
de efectos negativos (sensación de estar deprimido, aburrido y abandonado) en los participantes,
mediante actividades grupales que fueron propuestas por los miembros de la comunidad). Además,
estas actividades permitieron reconstruir y fortalecer las redes sociales del lugar (147).
Asimismo, el desarrollo, instalación y permanencia de ritos y figuras, como los memoriales, contri-
buiría a la recuperación comunitaria. Un análisis de la función de los memoriales instalados después
de desastres en Japón, señala que +éstos pueden responder a cuatro necesidades de la población,
ellas son: Informar (entregar datos claros acerca del desastre ocurrido); educar (estimular el apren-
dizaje de la comunidad); espiritualidad (generados de manera espontánea por la comunidad para la
reflexión); y esparcimiento (entretener y recrear a la comunidad a través de un espacio de interac-
ción social, comercial y cultural) (148).
La construcción de estos ritos y figuras, apoyarían lo propuesto por Hobfoll y col. (121), en cuanto a
que se constituyen como un mecanismo que favorece la recuperación espontánea de la comunidad,
al generar una identificación y otorgar significado a la experiencia vivida, propiciando el despliegue
de estrategias de afrontamiento, lo cual es compartido con el resto de la comunidad, favoreciendo
los procesos de resiliencia individual y comunitaria.
En este proceso Tatsuki (2002) aborda la recuperación de la vida cotidiana7 a partir del restable-
cimiento de siete factores que deben estar presentes en el proceso de recuperación, ellos son: 1)
disponibilidad de vivienda, 2) calidad de los vínculos sociales, 3) posibilidades de participación en la
comunidad, 4) herramientas para el manejo del estrés físico/mental, 5) actividades de preparación
para afrontar futuros desastres, 6) disponibilidad de medios de subsistencia y 7) expeditas relacio-
nes con la institucionalidad pública (incluyendo a los distintos niveles político y administrativos del
Estado) (149,150).
7
Recuperación de la vida cotidiana
39
Siguiendo con esta misma idea y desde la perspectiva del Kokoronokea, se requiere abordar las ne-
cesidades de la vida cotidiana para favorecer la recuperación de la población, basado en el apoyo
comunitario, activando agentes locales para gestionar la ayuda en términos amplios, como favore-
cer el acceso a los servicios de salud mental y cuidado psicosocial (151). Por ejemplo, la Prefectura
de Hyogo señala que en la recuperación deben existir dos elementos centrales: 1) el escuchar y
permanecer cerca de los afectos mediante un acompañamiento en las actividades de la vida diaria y
2) el entrenar habilidades o técnicas para la reducción del estrés y así ayudar a disminuir el malestar
asociado al evento (151). Un ejemplo de ello corresponde a algunas actividades de la fase recupera-
ción propuestas por el Gobierno Municipal de Sendai (152), estas están relacionadas con: definir las
actividades del primer sistema de apoyo (equipo local), para dar paso al equipo externo de refuerzo
si es necesario; cuidar y apoyar la salud mental de los intervinientes; favorecer las condiciones que
permitan retomar las actividades y rutinas previas mediante los centros de atención en salud mental
y bienestar.
Atención terapéutica a personas que presentan trastornos de salud mental asociados a las
emergencias y desastres
El sufrimiento, el dolor y la necesidad de apoyo emocional son condiciones que afectan a la ma-
yoría de las personas y se consideran respuestas psicológicas naturales y transitorias ante eventos
traumáticos significativos. Sin embargo, para una minoría de la población, la extrema adversidad
provoca manifestaciones emocionales francamente patológicas como trastorno depresivo, estrés
agudo, trastorno de estrés postraumático y duelo prolongado. También las personas con condicio-
40
Modelo de Protección de la Salud Mental en la Gestión del Riesgo de Desastres
nes preexistentes severas como psicosis, discapacidad intelectual y epilepsia se convierten en más
vulnerables. Por último, el uso excesivo de alcohol y drogas plantean serios riesgos para la salud e
incrementa la violencia en sus diferentes modalidades (153).
Los tratamientos que cuentan mayor evidencia para abordar los síntomas de estrés asociados a un
evento potencialmente traumático son las que abordan variables conductuales más que médicas
(154), dejando esta última alternativa cuando la intervención psicológica no tiene suficientes bene-
ficios por sí sola, es rechazada, no está disponible, o cuando la persona tiene una afección comórbida
donde se indica medicación (155). De acuerdo a la Sociedad Internacional de Estudios de Estrés
Traumático (ISTSS), mediante la revisión de su “Guía de Tratamientos efectivos para el TEPT” (156),
recomienda con un nivel de evidencia de primera categoría, la Terapia Cognitivo Conductual (TCC)
y Desensibilización y Reprocesamiento a través de Movimientos Oculares (EMDR por sus siglas en
inglés); además de fármacos solo como terapias farmacológicas de apoyo a la psicoterapia. El uso de
medicamentos esenciales para el manejo de otras patologías específicas es de exclusiva responsa-
bilidad de los médicos especialistas o con entrenamiento en salud mental. El uso de benzodiacepi-
nas debe ser sumamente restrictivo
• Estrés agudo
• Duelo
• Trastorno depresivo moderado a grave
• Trastorno por estrés postraumático
• Psicosis
• Epilepsia y crisis epilépticas
• Discapacidad intelectual
• Uso nocivo de alcohol y drogas
• Suicidio
En relación a los tratamientos grupales, a raíz de la falta de consenso para su recomendación como
tratamiento de primera línea, dos revisiones sistemáticas encontraron que es mejor para los sínto-
mas del trauma que ningún tratamiento, pero no frente a grupos de psicoterapia activos; este efecto
además dependerá del género y el tipo de trauma (157,158)
41
SEGUNDA PARTE:
MODELO DE PROTECCIÓN DE LA
SALUD MENTAL EN LA GRD
42
Modelo de Protección de la Salud Mental en la Gestión del Riesgo de Desastres
Del latín, modus, modelo es entendido como un procedimiento o conjunto de procedimientos para
realizar una acción. Por otro lado, del italiano modello, modelo es un esquema teórico de un sistema
o de una realidad compleja (160). Sin duda, ambas definiciones aportan conceptos que ayudarán
a comprender la estructura de este modelo; no obstante, en la actual propuesta, comenzaremos
utilizando la definición por acción (del latín modus), esto porque otorga una serie de orientaciones
y recomendaciones del cómo actuar en un momento determinado, que aplicado a emergencias,
desastres y catástrofes, corresponderá al ciclo de manejo del riesgo. Por tanto, este modelo no pre-
tende dar cuenta de la globalidad de los fenómenos que ocurren en estas situaciones, sino mostrar
un conjunto de acciones a ser implementados en la prevención, respuesta y recuperación.
Es probable que en la medida en que se sigan estudiando los factores que influyen en la protección
de la salud mental en emergencias y desastres, se logre avanzar hacia una comprensión más pro-
funda de las acciones aquí propuestas. Al respecto, es importante señalar que aun cuando el modelo
definirá límites, responsabilidades, acciones y tiempos de acción claros, no describirá precisamente
cómo debe ser implementado. Ello debido a que todas las emergencias y desastres son distintos, así
como la realidad geográfica, social, de recursos y otras que se dan en la zona o en las personas afec-
tadas. Por lo tanto, a continuación en este documento se describe con claridad al menos qué se debe
hacer, cuándo hacerlo y quién es el responsable de realizarlo según las características del evento.
• Está elaborado con evidencia científica, incluyendo mejores prácticas, guías, experiencias y
recomendaciones nacionales e internacionales.
• Está adaptado del conjunto de buenas prácticas derivadas de Kokoronokea, concepto japonés
que se traduce literalmente como “cuidado del corazón”, pero que se interpreta como “salud
mental”, la que en este caso, será aplicada a emergencias y desastres.
• Está pensado para ser aplicado a la realidad nacional, incluyendo por ello actores que integran
el Sistema Nacional de Protección Civil Chileno.
• Es aplicable a cualquier evento potencialmente traumático, ya sea individual o colectivo, tales
como emergencias, desastres y catástrofes.
Principios
El presente Modelo se basa en un conjunto de principios y enfoques que fundamentan su estructura
y las orientaciones que éste entrega, para el desarrollo de acciones de protección de la salud mental
en situaciones de emergencias y desastres, en todas las fases del ciclo de manejo del riesgo inclu-
yendo los siguientes principios y enfoques:
43
Prevención
La prevención constituye el mecanismo por excelencia para reducir pérdidas de vidas humanas, da-
ños materiales, económicos y sociales. En este sentido, la prevención debe ser aplicada tanto en el
ordenamiento territorial, en la preparación individual y comunitaria, como en las distintas planifica-
ciones sectoriales y en la actuación coordinada de los distintos actores comunitarios e instituciona-
les entre otros. (162)
Participación
Implica la participación activa de la comunidad en los distintos procesos que conllevan las situacio-
nes de emergencia y desastre. La persona es agente de su propio cambio, la participación posibilita
que los diferentes grupos locales recuperen o retengan el control sobre todas las decisiones que
afectan a sus vidas, y que establezcan un sentido de apropiación local imprescindible para lograr la
calidad, equidad y sostenibilidad de las acciones. Quienes lleven a cabo acciones de protección de
la salud mental deberán promover la participación de la población en todas las etapas de la gestión
del riesgo.
Ayuda Mutua
De acuerdo a este modelo, este principio se refiere a los conceptos de coordinación, cooperación,
reciprocidad y el trabajo en equipo. Implica un beneficio mutuo para todos los actores participantes
en la Gestión del Riesgo de desastres y tiene como fundamento el trabajo mancomunado con la
comunidad, en donde instituciones y organizaciones del ámbito público y privado, junto con orga-
nizaciones del voluntariado y la comunidad organizada, aúnan esfuerzos y disponen recursos en pos
de un objetivo común de gestionar el riesgo. Lo anterior se encuentra estrechamente vinculado con
el principio de coordinación intersectorial (49).
Intersectorialidad
La Intersectorialidad se entiende como un proceso de integración que depende del nivel de inclusión
entre los sectores; por lo tanto, de acuerdo a su grado de integración se reconocen cuatro niveles:
Información, Colaboración, Coordinación e Integración. De esta forma, el accionar entre los sectores
pasa por una conciencia de la necesidad del trabajo conjunto y no individual, el cual se refleja en un
cambio de estructuras y gestión. Para abordar la salud mental en la GRD, es deseable alcanzar ni-
veles de integración máxima, donde el trabajo integrado implica la definición de una política o pro-
grama junto con otros sectores (163). Es necesario que confluyan en un mismo fin las competencias
de los actores, reconociendo la autonomía e independencia de cada uno de ellos, direccionando su
44
Modelo de Protección de la Salud Mental en la Gestión del Riesgo de Desastres
actuar en forma concreta y sistémica hacia fines y propósitos comunes (ONEMI, 2016), con el objeto
de disminuir los efectos del impacto de los desastres y promover la resiliencia de las personas y
comunidades, bajo criterios de relevancia, pertinencia y factibilidad.
Enfoques
Enfoque Determinantes Sociales de la Salud
Considera que la salud de las personas está determinada en gran parte por las condiciones sociales
en que estas viven y trabajan, es decir, las condiciones en que las personas nacen, crecen, viven,
trabajan y envejecen pueden dar forma a la salud de las poblaciones, a través de las dimensiones
estructurales de las naciones, como pueden ser la distribución del dinero, el poder político y el uso
de los recursos a distintos niveles (164). Se ha estimado que aproximadamente el 50% del estado
de salud puede estar determinado por estos factores, dentro de los cuales el sistema de salud, los
genes y el ambiente físico sólo sumarían el 25%, el 15% y el 10% respectivamente (Canadá, 2009).
El 50% restante se explicaría por los factores psicosociales.
Plantea que los resultados de salud para individuos, familias y comunidades, se relacionan con la
interacción de diversos factores protectores y de riesgo a lo largo del curso de vida. Estos factores
se relacionan con las influencias psicológicas, conductuales, biológicas y ambientales, así como el
acceso a los servicios de salud.
Enfoque Comunitario
Busca mejorar la capacidad de resistir, responder y recuperarse mejor de los desastres, con un acen-
to en procesos participativos comunitarios. La participación comunitaria, se define como aquel pro-
ceso activo de expresión genuina y libre, eminentemente colectiva, que constituye un elemento
crucial para la definición e implementación de iniciativas de desarrollo, donde las personas asumen
un mayor control sobre los procesos de toma de decisiones y son parte desde la planificación misma
(165). Por tanto, de acuerdo a la OMS/OPS la participación comunitaria permite la construcción de
una ciudadanía capaz de identificar sus problemas y necesidades, establecer sus prioridades, elabo-
rar propuestas y contribuir a la toma de decisiones; que no solo beneficia las metas, pues si se lleva
a cabo adecuadamente, es una vía de acción, capaz de aportar al desarrollo del capital social de la
comunidad. Éste implica el aumento en los grados de confianza entre sus miembros, capacidad de
asociatividad, compromiso cívico, y valores éticos positivos, que crecen con la participación.
45
Objetivos
Objetivo general
Orientar a los integrantes del Sistema Nacional de Protección Civil en el diseño, coordinación e im-
plementación de acciones de protección de la salud mental aplicables en la GRD, a partir de un
marco de referencia técnico basado en la evidencia y en experiencias nacionales e internacionales.
Objetivos específicos
1. Favorecer el uso de un lenguaje común para la protección de la salud mental de la población
en la GRD.
2. Orientar la incorporación del componente de protección de la salud mental en situaciones de
emergencias y desastres en las acciones de planificación del SNPC.
3. Promover el desarrollo de acciones en torno a ejes estratégicos fundamentales para la pro-
tección de la salud mental en la GRD.
4. Fortalecer el trabajo intersectorial para la protección de la salud mental y la resiliencia indi-
vidual y comunitaria durante todas las etapas del ciclo de manejo del riesgo.
1. Ejes Estratégicos: corresponden a ocho áreas fundamentales de gestión que deben abor-
darse en el ámbito de la salud mental en la gestión del riesgo. En éstas se describen gené-
ricamente las acciones a realizar en cada etapa del ciclo de manejo del riesgo y cuando es
posible, el tipo de herramientas, actividades, estándares, procedimientos o protocolos que
deben guiar el trabajo.
2. Temporalidad: describe las actividades a realizar en todo el ciclo de manejo del riesgo, ali-
neándose así con recomendaciones y normativa nacional e internacional.
La interacción de estos componentes considera a la población objetivo, es decir, a los grupos in-
volucrados en la GRD y otros que según sus vulnerabilidades específicas pueden verse afectados y
requieren de un trabajo o programas diferenciados; y a los responsables de la ejecución, quienes
lideran la ejecución de las acciones de protección.
46
Modelo de Protección de la Salud Mental en la Gestión del Riesgo de Desastres
Ejes Estratégicos
Estos ejes estratégicos fueron definidos a partir de la revisión de los principales manuales interna-
cionales en la temática: Guía IASC sobre Salud Mental y Apoyo Psicosocial en Emergencias Huma-
nitarias y Catástrofes, Guía Técnica de Salud Mental en Situaciones de Desastres de la Organización
Panamericana de la Salud, y Manual Esfera (36,38,166); así como lo recogido de las prácticas japo-
nesas de Kokoronokea en emergencias y desastres y de la experiencia de los organismos nacionales
CIGIDEN, MINSAL y ONEMI.
Fueron identificados por su relevancia, por ser las mejores prácticas transversales al ciclo de manejo
del riesgo y por contar con evidencia científica que las respaldan para la protección de la salud men-
tal en la gestión de riesgo.
PREVENCIÓN RESPUESTA
Fortalecimiento
Comunitario
Educación Comunicación
para la SM Social en la GRD
en la GRD
COORDINACIÓN
Gestión de INTERSECTORIAL
Lineamientos
la Información
Técnicos
en la GRD
Cuidado de la
SM de las Atención
Personas que Focalizada de
colaboran Grupos
en la GRD Específicos
RECUPERACIÓN
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Modelo de Protección de la Salud Mental en la Gestión del Riesgo de Desastres
Fundamentación: La coordinación del SNPC permitirá identificar y consensuar los aspectos comu-
nes para la planificación, implementación, monitoreo y evaluación de los procesos y productos de
GRD. Una adecuada coordinación entre las organizaciones puede mejorar el flujo de recursos, trans-
parencia, eficacia e impacto de los esfuerzos de prevención, respuesta y recuperación. Esta coordi-
nación intersectorial se materializa en acciones dirigidas al involucramiento paulatino de diferentes
actores en el proceso de toma de decisiones, apuntando a la solución efectiva de problemas, para lo
cual es necesario generar espacios adecuados para compartir liderazgos, recursos, líneas estratégi-
cas, oportunidades y realizar una planificación conjunta (MINSAL, 2013).
Objetivo: Definir e implementar los mecanismos, procedimientos y recursos del SNPC articulados
para la Protección de la Salud Mental en la GRD.
Gestión de la información
Definición: Se refiere al conjunto de acciones que cada uno de los integrantes del SNPC realiza para
la identificación, levantamiento, análisis y procesamiento de información a nivel sectorial e inter-
sectorial.
Fundamentación: A lo largo del ciclo de manejo del riesgo se produce un intercambio de informa-
ción, conocimientos y actitudes respecto a riesgos concretos entre tomadores de decisiones, ex-
pertos, grupos de interés y población general (167). En este proceso, las personas pasan por etapas
(oír, confirmar, entender, creer y personaliza, decidir, responder) que configuran sus percepciones de
riesgo y su comportamiento posterior, que pueden ser afectados por los componentes de la comu-
49
Objetivo: Orientar las acciones de quienes entregan información (autoridades, comunicadores, me-
dios de comunicación, entre otros), de modo que contribuya a la protección de la salud mental a
través de la comprensión del entorno y la consiguiente toma de decisiones de la población frente al
riesgo de desastres.
Fortalecimiento comunitario
Definición: Conjunto de acciones para generar y/o desarrollar capacidades comunitarias, promoto-
ras de la protección de la Salud Mental en Emergencias y Desastres en todo el ciclo de manejo del
riesgo.
Fundamentación: los niveles locales están en la base del Sistema Nacional de Protección Civil; es
en este nivel donde se encuentran los mecanismos de apoyo social y de autoayuda que ocurren na-
turalmente y por lo tanto donde se deben focalizar las acciones de fortalecimiento y desarrollo de
procesos con las comunidades para la GRD. La comunidad es un agente relevante y activo en la GRD,
es decir, no sólo un sujeto de atención, sino un actor clave en su propia realidad de riesgos y recursos,
por lo que se requiere fortalecer la organización, participación, empoderamiento y resiliencia comu-
nitaria. Por ello es necesario que la comunidad fortalezca sus capacidades a través de la prevención
y preparación, así como desarrollar la cooperación y comunicación entre los distintos grupos comu-
nitarios y actores del SNPC. Se requiere facilitar, fomentar la organización y participación comunita-
ria, el apoyo a la comunidad, comprender la estructura del poder local y las fuentes potenciales de
conflicto comunitario, trabajando con diferentes subgrupos de manera integrada.
8
Según la Ley general de Educación de Chile, se entiende por:
La enseñanza formal o regular es aquella que está estructurada y se entrega de manera sistemática y secuencial. Está constituida por
niveles y modalidades que aseguran la unidad del proceso educativo y facilitan la continuidad del mismo a lo largo de la vida de las per-
sonas.
La enseñanza no formal es todo proceso formativo, realizado por medio de un programa sistemático, no necesariamente evaluado y que
puede ser reconocido y verificado como un aprendizaje de valor, pudiendo finalmente conducir a una certificación.
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Modelo de Protección de la Salud Mental en la Gestión del Riesgo de Desastres
conceptos de RRD y GRD en los programas curriculares, la formación de los docentes, acciones edu-
cativas en el aula y los espacios de la comunidad educativa como el barrio, la comunidad y la orga-
nización social territorial/vecinal y las grandes audiencias de los medios masivos de comunicación.
Al mismo tiempo, se subraya la importancia de la recuperación del conocimiento local, tomando en
cuenta los saberes ancestrales de las comunidades sobre su entorno y prácticas tradicionales de
prevención y auto aseguramiento.
Objetivo: Desarrollar acciones de formación que permitan fortalecer las capacidades individuales y
colectivas, de autogestión y preparación de toda la población para la protección de la salud mental
en la GRD.
Fundamentación: Las distintas condiciones de vida de las personas implican una mayor o menor
vulnerabilidad en situaciones de desastres que deben ser consideradas al momento de diseñar, pla-
nificar y ejecutar programas y planes de intervención con comunidades en la temática de la Gestión
del Riesgo de Desastres para proteger la salud mental de toda la población.
Objetivo: Realizar acciones focalizadas a lo largo de todo el ciclo de manejo del riesgo para el desa-
rrollo de capacidades y fomento de la resiliencia de grupos específicos con la consecuente disminu-
ción de sus condiciones de vulnerabilidad, dado sus contextos y necesidades particulares.
Protección de la salud mental de las personas que participan en la gestión del riesgo
Definición: corresponde al cuidado y autocuidado de la salud mental de las personas que participan
en la GRD, en todas las fases del ciclo de manejo del riesgo.
Objetivo: Desarrollar acciones sistemáticas y planificadas en todas las fases del ciclo de manejo del
riesgo, para proteger, prevenir y mitigar los posibles efectos negativos sobre la salud mental de los
respondedores, en los diferentes niveles organizacionales.
Objetivo: optimizar la eficacia de las intervenciones y evitar el uso de acciones con potencial iatro-
génico para mantener el principio de trabajo de “ante todo, no dañar”.
Temporalidad
Se refiere a las acciones a realizar en las distintas fases del ciclo de manejo del riesgo para proteger
la salud mental.
Prevención
En términos de salud mental, son las acciones que apuntan a fortalecer las capacidades psicosocia-
les de las personas y comunidades, así como a prevenir, evitar o suprimir las consecuencias en su
calidad de vida de las personas ante eventos adversos.
Etapa de Prevención: en el ámbito de la salud mental son aquellas acciones que evitan que las per-
sonas se expongan a la situación potencialmente traumática, y por ende, evitar las consecuencias
negativas de esos eventos en la vida. Ejemplos de ellos son: tener conocimiento de las amenazas y
de sus posibles efectos en la salud, no exponerse por periodos prolongados a imágenes explicitas
de desastres en los medios de comunicación, evitar situaciones de riesgo tales como acercarse a la
playa con alerta de marejadas, no estar a campo travieso habiendo tormentas eléctricas entre otras
Mitigación: son aquellas acciones que disminuyen o reducen el impacto de los eventos en la salud
mental de la población, como por ejemplo, desarrollar programas de fortalecimiento comunitario
del tejido social que promuevan la cooperación, confianza, solidaridad, ayuda mutua, el compañeris-
mo y la cohesión social, permitiendo de esta manera amortiguar el impacto psicosocial del evento;
implementar acciones de mitigación en el hogar, como anclaje de muebles, refuerzo de estructuras,
asegurar los muebles y objetos en altura.
Preparación: En términos de salud mental, son las acciones previas para estar en mejores condicio-
nes para hacer frente a un evento adverso y reducir al mínimo las potenciales consecuencias nega-
tivas de éste. Por ejemplo, sensibilización y capacitación a la comunidad en relación a los riesgos a
los cuales están expuestos y conductas necesarias para enfrentarlos; implementación de programas
de psicoeducación de los síntomas psicológicos esperados después de un desastre; entrenamiento
en la técnica de la Primera Ayuda Psicológica o Primeros Auxilios Psicológicos; elaboración de planes
de emergencia; realización y participación en simulacros; capacitación en técnicas de manejo del
estrés, implementación del kit de emergencias, definición de mecanismos de comunicación con los
familiares.
Respuesta
En la esfera de la salud mental, son todas aquellas acciones tendientes a atender las consecuencias
psicosociales directas del evento tanto en las personas como en la dinámica interpersonal y social,
y en el entorno de los afectados. Por otra parte, la respuesta debe ser lo suficientemente flexi-
ble y capaz de responder a una situación cambiante que puede superar las capacidades locales, y
por lo tanto, pudiese ser necesario solicitar apoyo externo. Ejemplos de acciones son: proporcionar
primeros auxilios psicológicos a las personas que lo requieran, brindar apoyo específico a grupos
particularmente vulnerables, promover la autogestión y la ayuda mutua de la comunidad afectada
promoviendo su participación activa en la gestión de albergues, entre otros.
Recuperación
Las acciones para la protección de la salud mental en la fase de recuperación, luego de la primera
respuesta, revisten particular importancia dado que las pérdidas que ocasionan estos sucesos suelen
ser múltiples, a nivel individual y sobretodo colectivo. Los desafíos propios de esta etapa son el reto
de reconstruir la vida cotidiana, la estructura social y organizativa para una pronta vuelta a la nor-
malidad. Esta fase no tiene tiempo definido, pudiendo extenderse desde meses hasta incluso varios
años, puesto que requiere de la acción coordinada y eficiente de múltiples actores del SNPC y de la
comunidad involucrada.
Coordinadores SNPC
Son el Director Comunal de Protección Civil y Emergencias, Director Provincial de Protección Civil y
Emergencias, Director Regional de ONEMI y Director Nacional de ONEMI. En sus respectivos niveles
político-administrativos les corresponde coordinar al Sistema de Protección Civil en prevención,
respuesta y recuperación, así como asesorar a la autoridad en las acciones de prevención, mitiga-
ción, respuesta y rehabilitación frente a emergencias, desastres y catástrofes.
Autoridad
Asociado a la toma de decisiones y presidencia de los Comité de Protección Civil y Comité de Ope-
raciones de Emergencias, corresponden a Alcalde, Gobernador, Intendente y Ministro del Interior y
Seguridad Pública.
La toma de decisiones para diseñar, planificar e implementar acciones que favorezcan la seguridad
de las personas, sus bienes y su medio ambiente, se realiza con base a la información técnica propor-
cionada por los organismos competentes durante el ciclo de manejo del riesgo.
Se incluye también a los servicios públicos, empresas privadas y organismos que, desde sus compe-
tencias, aportan con recursos humanos y técnicos a la ejecución de estas acciones desde diversas
plataformas de coordinación, tales como Comités de Protección Civil, Operaciones de Emergencias
y/o Mesas Técnicas. Tal es el caso de la Mesa Técnica en Salud Mental y Apoyo Psicosocial en Emer-
gencias y Desastres, que bajo la coordinación de ONEMI y el liderazgo técnico de MINSAL, articula a
diversas organizaciones y servicios, aportando al desarrollo de la temática durante todo el ciclo de
manejo del riesgo.
Organismos de respuesta
Son aquellos que trabajan en esta fase del ciclo de manejo del riesgo, en diferentes funciones de
primera línea, como atención de heridos, combate de incendios, rescate de personas, orden público y
seguridad, ayuda humanitaria y otras labores operativas de terreno. Les corresponde realizar accio-
54
Modelo de Protección de la Salud Mental en la Gestión del Riesgo de Desastres
Adicionalmente, pueden ser considerados otros organismos que, sin ser de primera línea, desempe-
ñan funciones en la respuesta. Tal es el caso de organismos de voluntariado, equipos de evaluación y
diagnóstico y organizaciones internacionales, entre otros.
Comunidad organizada
Está referida a organizaciones de carácter territorial (organizadas a partir del territorio, ejemplo las
Juntas de Vecinos) y funcional (organizadas a partir de intereses y objetivos comunes, por ejemplo,
organizaciones deportivas, juveniles, indígenas, entre otros), de interés público, sin fines de lucro y
con personalidad jurídica, que representan y promueven valores e intereses específicos de la comu-
nidad (170).
Medios de comunicación
Se refiere a los mecanismos a través de los cuales se transmite una información de forma colectiva, ta-
les como canales de televisión, radio, medios de prensa escrito, redes sociales basadas en internet, etc.
Contribuyen al desarrollo de una cultura de la prevención a través de generar conciencia sobre las
acciones preventivas frente a amenazas y GRD; proporcionar información sobre amenazas, sectores
vulnerables y recomendaciones frente a eventos; alertar a las comunidades; proveer información
acerca de la evolución, medidas de control y manejo de los eventos de emergencia; informar sobre
la ayuda a los damnificados; disminuir rumores, promoviendo la normalidad y facilitando la recupe-
ración de la confianza y esperanza; entre otros.
Población Objetivo
Las poblaciones susceptibles de ser afectadas por eventos potencialmente traumáticos tales como
emergencias y desastres pueden clasificarse según Taylor (1987) en relación a la cercanía física del
lugar donde ocurre el evento (171). Distingue seis grupos:
La comunidad afectada
Personas que, sin ser directamente afectadas, cohabitan con quienes sí lo fueron. Puede tratarse de
una comunidad cercana al lugar afectado o una comunidad en el sentido figurado, por ejemplo “la
comunidad educativa” o la “comunidad de vecinos del edificio”.
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71
Las tablas que se presentan son recomendaciones que no constituyen un listado exhaustivo sino una
guía para la planificación y el trabajo en el territorio. La concreción de estas u otras acciones deben
dar cuenta de la experiencia y realidad local.
RESPUESTA
• Definir y ejecutar planes de trabajo, prioridades de intervención, flujos de información, articulación
de recursos, entre otras acciones coordinadas, basadas en los diagnósticos sectoriales integrados y
asesoría de la mesa técnica SMAPS.
• Promover el desarrollo de acciones conjuntas y coordinadas de los intervinientes a fin de evitar
duplicidad de acciones y optimizar recursos dispuestos para la emergencia.
• Fortalecer el trabajo operativo de la Mesa técnica SMAPS como ente asesor del Comité de Operaciones
de Emergencias correspondiente.
• Generar un registro común de las acciones desarrolladas que permita su seguimiento, readecuación y
ajuste, con el objetivo de resguardar el bienestar de las personas y comunidades.
RECUPERACIÓN
• Articular los distintos dispositivos y redes de apoyo para una intervención integrada y oportuna dirigida
quienes requieran de acciones específicas, procurando el acompañamiento y seguimiento.
• Planificar y ejecutar conjuntamente los procesos de reconstrucción, incorporando la visión y
participación de la comunidad respecto de sus necesidades, requerimientos y propuestas, en especial
de aquellos grupos en situación de mayor vulnerabilidad.
• Readecuar en forma oportuna y pertinente los planes, protocolos y procedimientos a partir de las
lecciones aprendidas y experiencia previa, considerando la información sistematizada sectorial y la
visión de la comunidad.
• Realizar evaluaciones conjuntas de las acciones de respuesta llevadas a cabo, propiciando el
intercambio de información entre los distintos organismos.
72
Modelo de Protección de la Salud Mental en la Gestión del Riesgo de Desastres
RESPUESTA
• Aplicar instrumentos de evaluación de impacto de la emergencia (EDAN, FIBE, entre otros) que aporten
información para la toma de decisiones en la respuesta, enfocadas a la protección de la salud mental.
• Realizar diagnósticos de la situación de emergencia en el ámbito de salud mental y apoyo psicosocial,
con participación de la comunidad y bajo la coordinación de mesas técnicas intersectoriales SMAPS.
• Activar un sistema de revisión y seguimiento de las acciones en ejecución, generando reportes
actualizados de información institucional e intersectorial en todos los niveles, incorporando la
participación comunitaria.
• Reforzar sistemas de vigilancia epidemiológica para el componente salud mental en emergencias y
desastres.
• Definir canales formales de entrega de la información, tanto para los gestores como para la población,
evitando expansión de rumores y multiplicidad de mensajes, muchas veces confusos o contradictorios.
• Generar y entregar información a los tomadores de decisión y autoridades para su difusión a la
población.
RECUPERACIÓN
• Procesar y generar reportes constantes de la respuesta, acciones implementadas y resultados
obtenidos en todos los niveles, que faciliten la toma de decisiones en la reconstrucción.
• Realizar seguimiento y evaluación del impacto y consecuencias de las intervenciones en la salud
mental de las personas y comunidades.
• Asegurar que el monitoreo de estos procesos estén disponibles para equipos técnicos, tomadores de
decisión y comunidad en general.
• Elaborar mapas utilizando información recogida con los diferentes instrumentos de evaluación que
faciliten la implementación de las acciones considerando la complejidad de los daños y necesidades en
los distintos territorios.
• Mantener vigilancia epidemiológica y hacer uso de esta información en el ámbito de la salud mental
post desastre.
• Sistematizar las acciones, analizar las experiencias e identificar brechas, para el desarrollo de nuevos
planes de trabajo que aborden las oportunidades de mejora.
73
RESPUESTA
• Identificar las necesidades de información de la comunidad afectada de tal manera que orienten la
generación de mensajes con información relevante y precisa, que promuevan los principios propuestos
por Hobfoll y col. (121) (seguridad, calma, autoeficacia individual y colectiva, conexión con otros,
esperanza) y respeten la intimidad y dignidad humana en la transmisión de la información.
• Promover la generación de comunicados con mensajes cortos, precisos y tranquilizadores,
incorporando los cinco elementos de Hobfoll y col. (121), cuidando la objetividad del mensaje, sin caer
en sensacionalismos ni sobre exposición del dolor humano y su victimización.
• Colaborar con las acciones de comunicación del riesgo de los organismos de respuesta, entregando
información con respaldo técnico, oportuna y veraz; fomentando la autonomía y empoderamiento en
la población y la disminución de rumores y mitos que pudiesen afectar el bienestar de las personas
afectadas.
• Favorecer la transmisión de acciones de solidaridad y apoyo social, en forma responsable,
incrementando su visibilidad.
• Colaborar y entregar información correcta, necesaria y precisa al voluntariado espontáneo que surge
en situaciones de emergencias o desastres. Esto contribuye a canalizar efectivamente su participación
y ayuda, evitando que asuman riesgos innecesarios, interfieran en la respuesta y/o se realice envío
indiscriminado de artículos no requeridos.
RECUPERACIÓN
• Efectuar comunicados que den cuenta de las acciones locales y nacionales que favorecen la
recuperación y reconstrucción de las comunidades.
• Realizar reseñas, artículos o documentales respecto de las experiencias de emergencias y desastres
en los distintos territorios, así como de las acciones realizadas en respuesta y recuperación que
promuevan la construcción de memoria histórica y aprendizajes colectivos.
• Privilegiar la información que fortalezca los cinco elementos de Hobfoll (121) en los procesos de
rehabilitación y reconstrucción, incentivando la participación activa de la comunidad involucrada.
74
Modelo de Protección de la Salud Mental en la Gestión del Riesgo de Desastres
4. Fortalecimiento Comunitario
PREVENCIÓN
• Fomentar el empoderamiento y apropiación de la comunidad de la GRD.
• Fomentar la participación activa de la comunidad para identificar riesgos, recursos y capacidades
a través de un diagnóstico participativo que potencie el empoderamiento de los actores sociales y
líderes comunitarios.
• Apoyar el desarrollo de la capacidad de gestión comunitaria mediante la participación y coordinación
de actividades de preparación para la respuesta ante desastres: ejercicios de simulacros de evacuación,
identificación de zonas vulnerables en la comunidad, capacitaciones, etc.
• Incorporar a la comunidad en diagnósticos participativos, que permitan, por ejemplo, la construcción
conjunta de mapas de recursos y riesgos existentes en el espacio local, etc.
• Asesorar y apoyar a líderes comunitarios e integrantes de comunidad organizada en la detección de
factores de riesgo de las personas o comunidades que les hace susceptibles y vulnerables a daños por
emergencias y desastres.
• Fomentar la elaboración de planes integrales de gestión del riesgo y de respuesta comunitaria
territoriales.
• Facilitar las condiciones para que la comunidad se organice, participe y desarrolle acciones de
prevención, en función de su propia estructura, organización y recursos.
• Fomentar el trabajo en red y fortalecimiento del tejido social comunitario (tanto con organismos o
instituciones presentes en el territorio, como con organizaciones de base de la misma comunidad).
• Capacitar a los agentes comunitarios en materias tales como gestión integral del riesgo, primera ayuda
psicológica, respuesta comunitaria ante emergencias y desastres.
• Fomentar el rescatar y valoración la memoria histórica sobre eventos ocurridos en el pasado y
mecanismos de trasmisión cultural, afrontamiento y resolución de las crisis.
• Desarrollar simulaciones y simulacros comunitarios.
• Fomentar mecanismos de colaboración entre las instituciones y la comunidad, reconociendo las
capacidades y recursos locales, incorporando también los aportes propios de su tradición y cultura.
• Facilitar el conocimiento de la red temática de salud mental del sistema de salud, sus mecanismos de
comunicación entre ellos y formas de acceso para su uso en situaciones de emergencias.
75
RECUPERACIÓN
• Proporcionar espacios adecuados para que las personas afectadas puedan hablar de temas de
reparación (judicial, simbólica, económica).
• Incorporar la participación de la comunidad en la implementación de los planes de reconstrucción
articulados con las instituciones a cargo de la recuperación.
• Fortalecer las capacidades de gestión de la comunidad, medios de vida y apoyo a la puesta en práctica
de iniciativas comunitarias para su sustentabilidad en el tiempo.
• Facilitar la incorporación y apropiación de la comunidad de las actividades de apoyo psicosocial que
formen parte de la acción permanente de la comunidad y propiciar la derivación a los dispositivos de
aquellos servicios especializados cuando se requiera.
• Facilitar la mantención de ritos y construcción de la memoria histórica con la comunidad, para la re-
significación positiva de los eventos adversos, construcción de hitos o memoriales con participación
activa.
• Facilitar las condiciones para prácticas terapéuticas culturales y reconstrucción del tejido social local.
• Readecuación y sistematización de los planes de gestión de riesgo de acuerdo a la experiencia
adquirida y aprendizaje positivo de las vivencias (lecciones aprendidas), incorporando a la comunidad.
76
Modelo de Protección de la Salud Mental en la Gestión del Riesgo de Desastres
RECUPERACIÓN
• Transmitir las experiencias y aprendizajes de la emergencia vivida, a la actual y siguiente generación,
incorporando descripción de hechos, lecciones aprendidas, promoviendo la prevención y preparación
ante nuevas emergencias y desastres.
• Mantener la memoria del impacto de las emergencias y desastres en Chile, a través de la creación de
memoriales, que simbolicen la vivencia y los aprendizajes asociados a dichas emergencias.
• Retomar y continuar con las acciones de educación de desastres en el ámbito educativo formal y no
formal, incorporando las lecciones aprendidas.
• Fomentar el desarrollo de una comunidad escolar solidaria y un entorno estable para los estudiantes
afectados por la emergencia o desastre.
• Incorporar en las actividades de recuperación, acciones preventivas y de preparación, tanto en el
ámbito educativo formal como no formal.
78
Modelo de Protección de la Salud Mental en la Gestión del Riesgo de Desastres
RESPUESTA
• Incluir en el levantamiento de información y diagnóstico de la emergencia, el impacto del evento en los
grupos específicos, para acciones focalizadas en aquellos en mayor situación de vulnerabilidad.
• Entregar información, considerando la pertinencia y adecuación a cada grupo específico en términos de
lenguaje, disponibilidad, acceso, etc.
• Desarrollar acciones dirigidas a personas con enfermedades crónicas y con problemas previos de salud
mental: como por ejemplo verificar el abastecimiento de fármacos, evaluación de la red asistencial.
• Asegurar la continuidad del tratamiento, control de pacientes ambulatorios y la reubicación de
pacientes hospitalizados según requerimiento.
• Considerar la pertinencia cultural de las intervenciones para abordar el trabajo con las personas de
pueblos originarios y migrantes no nacionales, con una respuesta atingente a factores culturales.
• Implementar acciones de acompañamiento para los familiares de personas fallecidas o desaparecidas a
consecuencia de la emergencia o desastres.
RECUPERACIÓN
• Fomentar la participación de los grupos específicos en el proceso de rehabilitación y reconstrucción.
• Incorporar y dotar en el proceso de reconstrucción de infraestructura que considere accesos
universales y necesidades particulares de los grupos específicos.
• Monitorear el proceso de recuperación de los grupos específicos en torno a los efectos sufridos por el
evento potencialmente traumático. Por ejemplo, seguimiento de evolución de los efectos clínicos y
psicosociales de cada grupo específico.
• Para la población migrante no nacional, considerar el apoyo en situaciones de albergue o cambio de
domicilio y el apoyo para la comunicación con sus familiares en el extranjero.
79
RESPUESTA
• Evaluación de daños y necesidades del personal que vive en la zona afectada por el evento.
• Activar protocolos que aborden la gestión de personas de la organización ante situaciones de
emergencias y desastres, en el que se recomienda incluir: turnos, relevos y descansos para evitar
sobrecarga, así como la entrega de primera ayuda psicológica y derivación para el personal que lo
requiera, entre otras acciones. (ver línea de acción “Lineamientos técnicos para la intervención”)
• Activar planes de apoyo psicosocial a los familiares de los equipos de respuesta que resulten afectados
por la emergencia.
• Ejecutar el despliegue de equipos de apoyo a la respuesta y refuerzo desde otras zonas geográfica que
facilite la rotación y descanso de las personas de la zona afectada cuando sea necesario.
• Generar instancias durante o después de las jornadas de trabajo que promuevan el autocuidado de los
equipos.
• Activar sistemas de vigilancia del personal de respuesta de la emergencia que monitoree el impacto y
eventuales acciones de apoyo.
• Ejecutar planes para el ajuste de procesos administrativos.
• Activar planes de comunicación interna para el abordaje y la coordinación de las personas involucradas
en la respuesta, manteniendo una comunicación permanente con los equipos desplegados.
• Incorporar espacios de autocuidado para la desactivación adecuada de equipos que han participado de
respuesta en emergencia y desastres, para reducir el riesgo de presentar sintomatología de depresión,
estrés agudo o post-traumático, entre otros.
RECUPERACIÓN
• Fomentar el aprendizaje individual y colectivo en espacios que permitan la revisión de la experiencia de
abordaje del evento, así como el reconocimiento institucional y de pares de las acciones realizadas.
• Evaluar y monitorear cambios en el desempeño laboral y/o en el estado de ánimo o salud de las
personas, que puedan estar asociados a la situación de emergencia o desastre, y tomar las medidas de
apoyo pertinentes.
• Promover la revisión de los procedimientos y mejora continua de los mismos ante una nueva situación
de emergencia, incorporando lecciones aprendidas.
80
Modelo de Protección de la Salud Mental en la Gestión del Riesgo de Desastres
RESPUESTA
• Realizar una evaluación para determinar la pertinencia y oportunidad de la o las intervenciones
psicosociales requeridas, en función de las características de la emergencia y de los grupos afectados.
• Asegurar que los equipos de salud que actúan como primera línea de contacto con la población (por
ejemplo, de atención primaria) cuentan con las capacidades para la identificación y manejo de los
problemas de salud mental más frecuentes.
• Reorientar el quehacer de los servicios especializados de modo que se ajusten a las necesidades
emergentes de la población afectada.
• Brindar Primera Ayuda Psicológica priorizando en personas más afectadas y/o en mayor situación de
vulnerabilidad.
• Realizar intervenciones psicosociales grupales solo cuando sea pertinente de acuerdo a la evaluación
realizada, con objetivos acotados y desarrollado por personal con las competencias y formación
acorde.
• Brindar continuidad de tratamiento a las personas con trastornos mentales preexistentes o
diagnosticado durante la emergencia.
RECUPERACIÓN
• Asegurar la continuidad de la atención integral de las personas que han requerido tratamiento
en fase de respuesta, y aquellas que pudieran necesitarlo en fase de recuperación, propiciando el
fortalecimiento de sus redes comunitarias.
• Derivar/brindar tratamiento psicoterapéutico, si la evaluación integral indica que la persona lo requiere,
utilizando los enfoques recomendados como Psicoterapias Centradas en el Trauma (PT-CT), Terapia
de Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares (EMDR, de sus siglas en inglés) o
Terapia Cognitivo Conductual Centrada en el Trauma.
81
manera diferente; así mismo, sus necesidades en tales situaciones son también distintas. Estas
condiciones pueden transformarse en vulnerabilidad social mantenida en el tiempo, agudi-
zándose en tiempos de crisis. Desde este enfoque, la vulnerabilidad se multiplica en el caso de
personas transgénero, transexuales que se perciben del género contrario, entre otras.
j. Personas con problemas previos de salud mental, que pueden verse agudizada su problemá-
tica con el eventual impacto en su calidad de vida. Algunas personas en esta condición podrán
recuperarse con facilidad con sus propios recursos. Sin embargo, habrá otras personas, con o
sin un diagnóstico previo, que necesitarán apoyo especializado por los equipos de salud men-
tal y continuidad de tratamiento en los casos que se hayan encontrado bajo control.
k. Personas y comunidades expuestas a dos o más eventos, incluyendo a quienes por diversos
motivos han estado involucrados o se han visto afectados por una serie de eventos en un de-
terminado periodo de tiempo.
l. Familiares o cercanos de personas fallecidas o desaparecidas, que se ven directamente
afectados por la pérdida de un ser querido, a consecuencia de una emergencia o desastre9.
Se debe destacar que la clasificación presentada responde a un orden metodológico propuesto por
el modelo y que recoge las recomendaciones de nivel nacional e internacional y legislación vigente
en nuestro territorio nacional. A su vez, se debe considerar el carácter dinámico de dicha clasifica-
ción, pudiendo encontrarse una superposición de poblaciones expuestas que operan simultánea-
mente durante una emergencia o desastre, por ejemplo: se puede encontrar la dinámica conjunta
de ser niño o niña, discapacitado/a y pertenecer a un pueblo indígena, lo cual supone un aumento de
las vulnerabilidades frente a un evento. En base a ello, surge la necesidad que las organizaciones o
instituciones que intervienen puedan adaptar su respuesta considerando el carácter dinámico de los
grupos anteriormente expuestos.
9
Se incorpora este grupo en atención a la necesidad de diseñar acciones específicas, considerando su afectación.
83
• Alerta: Estado de vigilancia y atención permanente sobre los escenarios de riesgo. La decla-
ración de alertas al Sistema de Protección Civil advierte de la probable y cercana ocurrencia
de un fenómeno adverso y/o el aumento en su extensión o severidad. Conlleva la activación de
procedimientos de acuerdo al nivel de ésta, pudiendo ser Verde, Temprana Preventiva, Amarilla
y Roja, niveles que se determinarán en función del riesgo y de los recursos movilizados en la
atención de la emergencia.
La declaración de alerta debe ser clara, comprensible y accesible, vale decir, difundida por el
máximo de medios; además, debe ser inmediata y sin demora, puesto que cualquier retardo
puede sugerir que el evento no es ni probable ni cercano. La alerta debe ser coherente, sin
contradicciones, oficial y procedente de fuentes autorizadas.
• Damnificados: corresponde a las personas y familiares que viven a sus expensas que, producto
de la emergencia o desastre, han sufrido en su persona o sus bienes, especialmente su condi-
ción de habitabilidad, daños evaluables y cuantificables. Considera también a quienes, por las
mismas causas, perdieron su fuente laboral, ocupación o empleo (49).
86
Modelo de Protección de la Salud Mental en la Gestión del Riesgo de Desastres
• Desastre: Es la interrupción grave del funcionamiento de una comunidad o sociedad, que pue-
de causar pérdidas humanas, materiales, económicas o ambientales generalizadas, que exce-
den la capacidad de respuesta utilizando los propios recursos.
• Emergencia: Es un evento o incidente de origen natural o causado por la actividad humana,
que produce una alteración en un sistema (social, político, económico y ambiental), que no
excede o supera su capacidad de respuesta.
• Evaluación del Riesgo: Metodología para determinar la naturaleza y el grado de riesgo a tra-
vés del análisis de posibles amenazas y la evaluación de las condiciones existentes de vulne-
rabilidad que conjuntamente podrían dañar potencialmente a la población, la propiedad, los
servicios y los medios de sustento expuestos, al igual que el entorno del cual dependen.
• Marco de Sendai 2015-2030: Instancia que da continuidad al trabajo desarrollado por el
marco de acción de Hyogo (2005-2015). Establece prioridades, las cuales tienen el propósito
de lograr una reducción considerable de la pérdida de vidas humanas y medio de vida o subsis-
tencia, a causas de los desastres.
• Mitigación: Etapa de la fase de prevención. Se refiere a aquellas actividades, acciones y ges-
tiones tendientes a reducir o aminorar el impacto, reconociendo que en ocasiones es imposible
eliminar las condiciones de riesgo.
• Percepción de riesgo: Es un producto socio-cultural complejo, que incide en la participación
de la población en la prevención, preparación y respuesta y recuperación en una situación de
emergencia de salud pública. La estimación del riesgo está influida por la percepción. En este
sentido, la estimación del riesgo entre los científicos y la población es diferente. Es así como
la percepción del riesgo está influida por los siguientes elementos clave: experiencias vividas,
valores individuales y sociales, conocimientos, posibilidades de controlar la situación, caracte-
rísticas y causas del riesgo (180).
• Preparación: Etapa de la fase de prevención que alude a las actividades, acciones y gestiones,
destinadas a reducir al mínimo la pérdida de vidas humanas y de otros daños, a través de la
organización, planificación y entrenamiento previo de medidas y procedimientos de respuesta
y rehabilitación para que estas sean oportunas y eficaces.
• Prevención: Fase del ciclo de manejo del riesgo que incluye todas aquellas actividades, ac-
ciones y gestiones previas a la ocurrencia del daño o del evento adverso, a fin de evitarlo o
suprimirlo definitivamente. De no ser posible esto, reducir al máximo los efectos que sobre
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• Salud Mental: Es la capacidad de las personas para interactuar entre sí y con el medio am-
biente, de modo de promover el bienestar subjetivo, el desarrollo y uso óptimo de sus poten-
cialidades psicológicas, cognitivas, afectivas y relacionales, el logro de sus metas individuales
y colectivas, en concordancia con la justicia y el bien común (182).
• Trastorno de Estrés Agudo (TEA): Según el CIE-10, puede definirse como una reacción transi-
toria al estrés provocado por un evento excepcional que afecta el plano psíquico y físico y que
dificulta la capacidad adaptativa de la persona. Los síntomas se configuran en un cuadro de
presentación cambiante, y por lo general remiten en el plazo de horas o días. Si los síntomas
persisten en el tiempo y en intensidad, debe considerarse un cambio de diagnóstico por Tras-
torno de Estrés Postraumático.
• Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT): Respuesta tardía a un evento estresante de natu-
raleza amenazante o catastrófica, situación que causaría reacciones de angustia generalizada
en casi cualquier persona. Se caracteriza por episodios vívidos como una repetición del trau-
ma a través de pensamientos intrusivos, sueños o pesadillas, experimentados en un fondo de
aplanamiento emocional, desapego, incapacidad para sentir placer, pérdida de interés (anhe-
donia) y un estado de alerta excesiva y persistente (hipervigilancia, insomnio). La ansiedad y
la depresión se asocian con frecuencia al resto de los síntomas, siendo frecuente la presencia
de ideación suicida. El comienzo del trastorno sigue a la ocurrencia del evento traumático, con
periodos de latencia que varían entre semanas a meses, e incluso años (183).
• Experiencia Traumática: Experiencia de riesgo de muerte, lesiones físicas graves o violencia
sexual, ya sea como afectada/o directa/o, testigo, familiar del afectado a o profesional inter-
viniente. El DSM-5 (versión en inglés) la define como “cualquier exposición a una situación
estresante de naturaleza excepcionalmente amenazante u horrorizante que producirá un ma-
lestar profundo en la mayoría de las personas”. En un sentido más amplio, también pueden
considerarse “traumas” otras experiencias fuertemente estresantes desde el punto de vista
subjetivo. En cualquier caso lo central del trauma es que la experiencia es extremadamente
estresante para la persona y percibe que no tiene control sobre ésta.
• Vulnerabilidad: se concibe como un factor interno de riesgo de un sujeto, objeto o sistema
expuesto a una amenaza, que corresponde a su disposición intrínseca a ser dañado (184).
• Vulnerabilidad Social: La vulnerabilidad social es una condición preexistente o una propiedad
inherente de las comunidades existentes, independientemente del peligro o riesgo. Describe
aquellas características de la población (Nivel socioeconómico, sexo, raza y/o etnia, edad, te-
nencia de vivienda (propiedad), empleo, ocupación, estructura familiar, educación, crecimiento
demográfico, acceso a los servicios médicos, poblaciones con necesidades especiales y de-
pendencia social) que influyen en la capacidad de la comunidad para prepararse, responder y
recuperarse de los peligros y desastres. La vulnerabilidad social interactúa con los procesos
naturales y el entorno construido para redistribuir los riesgos y los impactos de los peligros na-
turales y de esta forma crea la carga social de los peligros (61). Algunos factores de vulnerabi-
lidad social descritos: falta de acceso a los recursos (incluida la información, el conocimiento y
la tecnología); acceso limitado al poder político y la representación; capital social, incluidas las
redes sociales y las conexiones; creencias y costumbres; construcción de stock y edad; perso-
nas frágiles y físicamente limitadas; y tipo y densidad de infraestructura y líneas de vida (185).
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