Politica Criminal

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Estudios Penales y Criminológicos, vol. XXXIV (2014).

ISSN 1137-7550: 561-638

¿Otra política penal es posible? Un


estudio sobre la viabilidad de una
política criminal alternativa al
populismo punitivo

Pablo Castaño Tierno


Universidad Carlos III de Madrid

Resumen: La política criminal de los países occidentales tiende progre-


sivamente hacia el modelo del populismo punitivo, caracterizado por el
endurecimiento del Derecho penal y la utilización de esta materia con
fines electorales. La evolución de la política criminal española hacia el
populismo punitivo se explica por la correlación de fuerzas existente
entre los principales partidos políticos, medios de comunicación, opi-
nión pública y víctimas. Los principales partidos utilizan la política
criminal como un argumento electoral, apoyándose en el sensaciona-
lismo con el que los medios tratan la información relacionada con la
delincuencia. Sin embargo, la opinión pública española apoya de forma
mayoritaria las penas alternativas a la prisión y la orientación punitivis-
ta de las asociaciones de víctimas se debe a la manipulación de partidos
y medios de comunicación. El estudio de estos actores nos lleva a la
conclusión de que la deriva de la política criminal española hacia el
populismo punitivo es evitable.
Palabras clave: populismo punitivo, justicia restaurativa, medios de
comunicación, víctimas, opinión pública.

Recibido: junio 2014. Aceptado: agosto 2014

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Abstract: The penal policy of Western countries is progressively
leaning over « law and order » politics : politicians use criminal law
as an electoral strategy. The evolution of Spanish penal policy towards
the « law and order » model can be explained by the equilibrium of
forces between the main political parties, the media, the public opi-
nion and the victims of crimes. The main parties use penal policy as an
electoral argument, leaning on the medias sensationalism about crime.
Nevertheless, Spanish public opinion supports alternatives to prison,
while the punitivism of victims associations is provoked by parties and
media manipulation. The study of these actors leads us to conclude that
the Spanish penal policy drift towards «  law and order  » policies is
avoidable.
Key words: «law and order » policies, restorative justice, media, vic-
tims, public opinion.

Sumario : Introducción. Primera parte. Correccionalismo tecnocráti-


co, populismo punitivo y justicia restaurativa: tres modelos de políti-
ca criminal. 1. El populismo punitivo. 1.1. La política criminal como
herramienta electoral. 1.2. El modelo penal de la seguridad ciudadana:
incapacitación del infractor y Derecho penal del enemigo. 2. El correc-
cionalismo tecnocrático del Estado de bienestar. 2.1. Una política dise-
ñada y aplicada por expertos, lejos de la competición electoral. 2.2. Un
Derecho penal garantista y teóricamente orientado a la resocialización.
3. Un modelo penal basado en las penas alternativas y en la justicia
restaurativa. 3.1. Una política criminal participativa. 3.2. Reducción
del uso de la prisión y promoción de las penas alternativas. Segunda
parte. Partidos políticos, medios de comunicación, opinión pública y
víctimas: un estudio de las correlaciones de fuerzas entre los actores
determinantes de la política criminal española. 1. La relación entre la
opinión pública y los medios de comunicación. 1.1. Actitudes y opi-
niones de los ciudadanos sobre la delincuencia y el sistema penal. 1.2.
La delincuencia y el sistema penal según los medios de comunicación.
2. La relación entre los medios de comunicación y los partidos políti-
cos. 2.1.Una historia de reformas penales electoralistas justificadas por
una supuesta alarma social. 2.2. Las relaciones entre medios y partidos
como factor explicativo del sensacionalismo mediático. 3. Víctimas,
partidos y medios de comunicación. Conclusiones y recomendaciones.
Bibliografía

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“Cuando algo respecto a la forma punitiva de
la sociedad cambia, se puede tener la certeza
de que la propia estructura de la sociedad está
cambiando”.
Marildo Menegat

Introducción
La política criminal y de seguridad ciudadana ocupó un
lugar destacado en la discusión política española durante el año
2013. En los meses de octubre y noviembre el gobierno pre-
sentó al Congreso el Proyecto de Reforma del Código Penal1 y
aprobó el Anteproyecto de Ley Orgánica para la Protección de
la Seguridad Ciudadana2, dos normas que, de ser aprobadas, su-
pondrán un considerable endurecimiento de la política criminal
y de seguridad en nuestro país, tanto en el ámbito penal como
en el administrativo. Por otro lado, el 21 de octubre de 2013
el Tribunal Europeo de Derechos Humanos invalidó la llamada
“doctrina Parot”, provocando la excarcelación de decenas de re-
clusos condenados por delitos graves, con el consecuente escán-
dalo mediático y político3.
Esta tendencia al endurecimiento de la política criminal
y de seguridad ciudadana, en un contexto de creciente sensa-
cionalismo mediático, no es exclusiva de España. La política

1 Boletín Oficial de las Cortes Generales de 4 de octubre, serie A, pp. 1 y


ss., disponible en http://www.congreso.es/public_oficiales/L10/CONG/
BOCG/A/BOCG-10-A-66-1.PDF.
2 El Proyecto definitivo fue aprobado por el Consejo de Ministros el 11 de
julio de 2014. Véase REDACCIÓN, “Proyecto de Ley Orgánica de Protec-
ción de la Seguridad Ciudadana”, en El Mundo, consultado el 19/11/2014,
disponible en http://estaticos.elmundo.es/documentos/2014/07/15/Proyec-
to_LOPSC.pdf
3 MORA, M. y FABRA, M.  : “El Tribunal de Estrasburgo tumba la ‘doc-
trina Parot’”, El País, 21/10/2013, disponible en http://politica.elpais.com/
politica/2013/10/08/actualidad/1381229761_719630.html. María Dolores
DE COSPEDAL GARCÍA, secretaria general del Partido Popular, llegó a
proponer que el Código Penal impida a los “tribunales de fuera” corregir a

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criminal de los países occidentales4 vive desde los años ochen-
ta del siglo XX un endurecimiento constante que contrasta con
unas tasas de criminalidad estables o en descenso. La literatura
penal y criminológica ha estudiado esta situación a través del
concepto de “populismo punitivo”, que se refiere a cómo los
partidos políticos en el poder realizan reformas que endurecen
los sistemas penales5, utilizando esta materia para obtener rédi-

los españoles. Por su parte, la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT)


se manifestó contra la decisión del Tribunal Europeo de Derechos Humanos
(TEDH) y su presidenta pidió la desaparición del Tribunal Supremo por
haber ordenado la aplicación de la Sentencia del TEDH. Véase, PARDO
DE VERA, A.: “Cospedal pide que el Código Penal impida a «tribunales
de fuera» corregir a los de España”, Público, 15/11/2013, disponible en
http://www.publico.es/482622/cospedal-pide-que-el-codigo-penal-impida-
a-tribunales-de-fuera-corregir-a-losde-espana y EFE  :“La AVT pide la
desaparición del Supremo por no «mojarse» sobre la doctrina Parot”,
El Diario, 12/11/2013, disponible en http://www.eldiario.es/politica/AVT-
desaparicion-Supremo-doctrina-Parot_0_195980967.html.
4 Nuestro ámbito de referencia será el de los países occidentales, entendiendo
como tales Europa, Estados Unidos, Canadá y, en cierta medida, América
Latina, ya que, pese a que las realidades sociales y económicas de esa región
son muy distintas de las de los países más desarrollados, sus tendencias
penales se aproximan bastante al modelo del populismo punitivo. Además,
la literatura criminológica latinoamericana es particularmente rica y este
trabajo debe mucho a la influencia de varios de sus autores (Véase VIEIRA,
P. y MALAGUTI, V. (org.) : Depois do grande encarceramento, Revan, Rio
de Janeiro 2010).
5 Al ser este trabajo esencialmente de índole jurídica y de estudio de actores
políticos, vamos a centrarnos en la vertiente jurídica de la política criminal,
es decir, en el Derecho penal. Autores como BATISTA (BATISTA, Nilo :
“Politica criminal com derramamento de sangue” en Revista Brasileira de
Ciências Criminais, nº 20, Revista dos Tribunais, São Paulo 1997) aciertan
al precisar que la política criminal de un Estado no está formada sólo por sus
normas penales, sino que incluye “el desempeño concreto de las agencias
públicas, policiales o judiciales que se encargan de la implementación coti-
diana no sólo de los criterios directivos enunciados al nivel normativo sino
también de aquellos otros criterios, silenciados o negados por el discurso
jurídico, y sin embargo legitimados socialmente por la recurrencia y acata-
miento de su aplicación”. Sin embargo, dadas las limitaciones de espacio,
circunscribiremos nuestro estudio a la vertiente jurídica. Así, a efectos de
este trabajo “política criminal” equivale al Derecho penal y a la forma de
legislar en esta materia.

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tos electorales. Esta tendencia ha sido identificada por autores
de diversos países como un rasgo del modelo socioeconómico
neoliberal6. Además, varios penalistas españoles han estudiado
el papel de algunos actores concretos en la construcción de una
política penal cada vez más punitiva, centrándose sobre todo en
las víctimas, la opinión pública, los medios de comunicación y
los principales partidos políticos7. Finalmente, se ha estudiado
cuáles son los principales factores sociales y políticos que favo-
recen que un país tenga tendencia al populismo punitivo8.
Nuestro trabajo se inscribe dentro de este marco teórico
y pretende cumplir dos objetivos. Primero, aportar una visión de
conjunto del fenómeno del populismo punitivo, poniéndolo en
relación con otros modelos de política criminal y con especial
referencia a nuestro país. A este objetivo dedicaremos la primera
parte de nuestro estudio, en la que presentamos una tipología de
los principales modelos de política criminal que coexisten en los
países occidentales en la actualidad. Para definir los modelos
tendremos en cuenta, por un lado, la vertiente procedimental de
la política criminal —quién la diseña y cómo— y por otro, la
vertiente sustantiva —qué contenido tiene esa política. El pri-
mer modelo lo denominamos “correccionalismo tecnocrático”:
es la política criminal propia del Estado del bienestar, en la que
los expertos tienen un papel protagonista en el diseño de una

6 Para una explicación de la relación entre economía política y sistema pe-


nal, véase CAVADINO, M. y DIGNAN, J.: “Penal policy and political eco-
nomy”, en Criminology & Criminal Justice, Vol: 6(4), pp. 435-456, SAGE
Publications and the British Society of Criminology, London, Thousand
Oaks & New Delhi 2006, pp. 436-440. En nuestro país, se adopta esta pers-
pectiva en LARRAURI PIJOAN, E. : “La economía política del castigo”
en Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología, vol. 11, (6), 2009,
disponible en http://criminet.ugr.es/recpc/11/recpc11-06.pdf.
7 Por todos, véase CEREZO DOMÍNGUEZ, A. I. : El protagonismo de las
víctimas en la elaboración de las leyes penales, Tirant lo Blanch, Valencia
2010, VARONA GÓMEZ, D. : “Medios de comunicación y punitivismo”,
en InDret Revista para el análisis del derecho, Barcelona 2011, disponible
en http://www.indret.com/pdf/791_1.pdf.
8 TONRY, M. : “Determinants of penal policy” en Crime and Justice 36, Uni-
versity of Chigado, 2007.

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política criminal teóricamente orientada a la resocialización de
los delincuentes. A continuación estudiamos el “populismo pu-
nitivo”, al que ya nos hemos referido: los gobernantes emplean
continuamente conceptos como “alarma social” e “inseguridad
ciudadana” para justificar las sucesivas reformas que endure-
cen la política criminal, con la intención de obtener beneficios
electorales y con un destacado protagonismo de los medios de
comunicación de masas. Finalmente, definimos el modelo de la
“justicia restaurativa”, que se caracteriza por la participación de
diversos sectores sociales en una política criminal caracterizada
por una reducción del uso de la prisión, el desarrollo de las penas
no privativas de libertad y el recurso a métodos alternativos de
resolución de conflictos.
El segundo objetivo del trabajo es profundizar en el estu-
dio de los factores que influyen en la política criminal española,
con la intención de saber más sobre la viabilidad de una política
diferente en nuestro país. Para ello tomamos como referencia el
periodo comprendido entre la aprobación del Código Penal de
1995 y el Proyecto de reforma del mismo Código presentado
por el gobierno al Congreso de los Diputados el 4 de octubre
de 20139 (en adelante, “el Proyecto”). Así, la segunda parte del
trabajo tendrá un carácter más bien politológico, ya que se dedi-
cará al estudio de las correlaciones de fuerzas entre los actores
más directamente implicados en el diseño y estudio de la políti-
ca criminal española, de acuerdo con la literatura científica del
ámbito10: el Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero

9 Boletín Oficial de las Cortes Generales de 4 de octubre, serie A, pp. 1 y


ss., disponible en http://www.congreso.es/public_oficiales/L10/CONG/
BOCG/A/BOCG-10-A-66-1.PDF
10 Estos actores son estudiados, entre otros, por DÍEZ RIPOLLÉS, J. L.: La
política criminal en la encrucijada, Euros editores, Buenos Aires 2007 y
VARONA GÓMEZ, D.: “Medios de comunicación y punitivismo”, op. cit.
Existen otros actores que influyen en la política criminal y que citaremos
a lo largo del trabajo, como los sindicatos policiales, los empresarios del
sector de la seguridad privada, los movimientos sociales y los expertos en
Derecho penal y política criminal. Sin embargo, hemos elegido centrarnos

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Español (PSOE), los medios de comunicación con mayor au-
diencia e influencia, la opinión pública y las asociaciones de víc-
timas de delitos. A través del estudio de tres hipótesis trataremos
de entender mejor las relaciones que existen entre estos actores,
con la intención de obtener una información más precisa sobre
el poder que tiene cada uno de ellos para influir en el diseño de
la política criminal española. Las hipótesis son las siguientes:
H1 (relación entre opinión pública y medios de comuni-
cación): los medios de comunicación no transmiten fielmente las
opiniones mayoritarias de la ciudadanía sobre la delincuencia y
el sistema penal, sino que el tratamiento que hacen de este tipo
de noticias muestra una situación de alarma social que no se
corresponde con la realidad.
H2 (relación entre medios de comunicación y partidos
políticos): el tratamiento mediático de la delincuencia forma
parte de la estrategia de los dos principales partidos políticos; el
hecho de que los principales medios de comunicación dediquen
una atención exagerada a la delincuencia y adopten un enfoque
sensacionalista es consecuencia de sus relaciones con el PP y el
PSOE, que los utilizan como correa de transmisión de sus res-
pectivas estrategias políticas.
H3 (relación entre víctimas y partidos políticos): la orien-
tación punitiva de las asociaciones de víctimas no es inherente
a su carácter de víctimas, sino que se debe a la manipulación de
los partidos políticos y los medios de comunicación de masas.
A lo largo del trabajo emplearemos fuentes secundarias
de diversos orígenes geográficos (América Latina, Norteamérica
y Europa) y de diferente naturaleza (artículos y obras científicas,
estudios demoscópicos, normas jurídicas y noticias periodísti-
cas). En la segunda parte adoptamos un enfoque de estudio cen-
trado en las correlaciones de fuerzas entre diversos actores, aun-
que también haremos referencia a elementos de cultura política

en los partidos, los medios y las víctimas por ser los más relevantes, con la
intención de estudiar hipótesis concretas y realmente verificables.

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necesarios para entender las evoluciones de la política criminal
en España.

PRIMERA PARTE
CORRECCIONALISMO TECNOCRÁTICO, POPULIS-
MO PUNITIVO Y JUSTICIA RESTAURATIVA: TRES
MODELOS DE POLÍTICA CRIMINAL
En esta primera parte vamos a conceptualizar tres mo-
delos de política criminal. Es necesario precisar que se trata de
tipos ideales, definidos a partir de ciertos elementos relevantes
del modo de producción y del contenido del Derecho penal.
Como explican CAVADINO y DIGNAN11, no se puede hablar
de una globalización del Derecho penal, ya que las diferencias
entre unos y otros Estados occidentales siguen siendo relevantes
a pesar de la fuerte influencia del modelo estadounidense12. Por
eso los tipos ideales que a continuación se presentan deben to-
marse con precaución, teniendo en cuenta que en cualquier país
pueden coexistir elementos de los tres. De hecho, el populismo
punitivo, más que un modelo en sí mismo, es una tendencia que
puede encontrarse en cierta medida en todos los Estados occi-
dentales, pero con muy diverso grado de implantación; se trata
de una evolución que parte del modelo correccionalista, anta-
ño hegemónico en Occidente. Finalmente, el que denominamos
modelo de la justicia restaurativa es una propuesta que pretende
romper la dicotomía entre los anteriores modelos. Algunos de
sus elementos, como las penas alternativas a la prisión, están
muy presentes en ciertos sistemas penales y menos desarrolla-
dos en otros.

11 CAVADINO, M. y DIGNAN, J.: “Penal policy and political economy”, op.


cit., pp. 435-440.
12 Se puede encontrar una completa explicación del proceso de exportación de
la lógica penal neoliberal de Estados Unidos a Europa en WACQUANT, L.:
Las cárceles de la miseria, Ed. Manantial, Buenos Aires 2004, pp. 19-82.

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1. El populismo punitivo
Afirma BOTTOMS que se puede hablar de populismo
punitivo “cuando el uso del derecho penal por los gobernantes
parece guiado por tres asunciones: que mayores penas pueden
reducir el delito; que las penas ayudan a reforzar el consenso
moral existente en la sociedad; y que hay unas ganancias elec-
torales producto de este uso”13.
Esta definición incluye las dos vertientes de la polí-
tica criminal que nos interesan aquí: el proceso de diseño de
la política y el resultado sustantivo de ese proceso. Así, según
BOTTOMS los gobernantes realizan reformas penales para ob-
tener réditos electorales y esas reformas consisten esencialmente
en el aumento de las penas. Otros autores, como GARLAND,
hablan de la transición “del modelo penal del Estado de bien-
estar al modelo penal conservador de la modernidad tardía”14
caracterizado este último por la estrategia de segregación puniti-
va. Es decir, el Derecho penal ligado al populismo punitivo per-
sigue la incapacitación y exclusión de los infractores más bien
que su resocialización. Algunos autores han calificado las ac-
tuales evoluciones del Derecho penal en Occidente recurriendo
al concepto de “Derecho penal del enemigo”, especialmente en
relación a los ciudadanos extranjeros15. En España, los autores
que más han tratado el tema utilizan el término “modelo penal
de la seguridad ciudadana”16 y ese será el concepto que maneja-
remos en este trabajo, por adaptarse mejor a la realidad española
13 BOTTOMS, A. : “The Philosophy and Politics of Punishment and Senten-
cing” en The Politics of Sentencing Reform, CLARCKSON, C., y MOR-
GAN, R. (eds.), Oxford University Press, Oxford, p. 30.
14 GARLAND, D., Crimen y castigo en la modernidad tardía, Siglo del hom-
bre editores, Bogotá 2008, pp. 73-84.
15 MONCLÚS MASÓ, M. : La gestión penal de la inmigración. El recurso al
sistema penal para el control de los flujos migratorios, Editores del Puerto,
Buenos Aires 2008, p. 331.
16 Por todos, DÍEZ RIPOLLÉS, J. L.: “El nuevo modelo penal de la seguridad
ciudadana”, en Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología, núm.
06-03, 2004, disponible en http://criminet.ugr.es/recpc/06/recpc06-03.
pdf, pp. 1-34; y del mismo autor “De la sociedad del riesgo a la seguridad
ciudadana. Un debate desenfocado” en Revista electrónica de ciencia

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que la simple traducción del inglés “law and order” (políticas de
“ley y orden”) y por ser ya un concepto frecuente en la literatura
académica. Retomaremos todos estos elementos a lo largo de los
dos apartados de este capítulo, dedicando el primero a analizar
el carácter electoralista de la producción legislativa en materia
penal y el segundo a estudiar el contenido del modelo penal de
la seguridad ciudadana.

1.1. La política criminal como herramienta electoral


Ya en 2006 LARRAURI PIJOAN explicó así el protago-
nismo de los discursos punitivos en la actualidad:
“En tiempos en que la globalización conlleva que el Estado
tenga pocos ámbitos relevantes en los cuales atribuirse el bien-
estar de sus ciudadanos, el discurso punitivo permite legitimar
al Estado”17.
La frase de LARRAURI PIJOAN cobra hoy toda su ac-
tualidad. Desde el inicio de la política de austeridad y recortes
en 2010, el Estado tiene cada vez más dificultades para ser perci-
bido por los ciudadanos como el garante de su bienestar. Así, es
de gran pertinencia el análisis de VAUGHAN, que considera que
la política penal contemporánea “aparece en tándem con, y en
respuesta al nuevo orden individualista neoliberal”18. BATISTA
lo explica de la siguiente forma:
“La ideología neoliberal produce un modelo doblemente exclu-
yente, pues retira al Estado el papel de redistribuir la riqueza,
creyendo en la capacidad de los individuos de maximizar su
bienestar, y lidia con la exclusión generada con ese modelo au-
mentando el control penal de las poblaciones marginadas”19.

penal y criminología, núm. 7, 2005, disponible en http://dialnet.unirioja.es/


servlet/articulo?codigo=1068020.
17 LARRAURI PIJOAN, E.  : “Populismo punitivo... y cómo resistirlo”, en
Jueces Para la Democracia, núm. 55, 2006, p. 16.
18 VAUGHAN, B. : “Review of The Culture of Control”, en Journal of Law
and Society, 29 (2), p. 361
19 BATISTA, N. en VIEIRA, P. y MALAGUTI, V. (org.) : Depois do grande
encarceramento (op. cit.), p. 24.

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También es de plena actualidad la segunda parte de la
frase de LARRAURI PIJOAN. El actual Gobierno es el menos
popular de la historia de la democracia española20; nunca antes
había habido tantas manifestaciones y protestas ciudadanas con-
tra las políticas impuestas por la mayoría parlamentaria, que son
a menudo opuestas a las que aparecían en su programa electoral.
Ante esta situación de ilegitimidad del gobierno, la reforma del
Código Penal y de la Ley para la Protección de la Seguridad Ciu-
dadana pueden interpretarse como parte de la estrategia del par-
tido en el poder para distraer la atención pública de la situación
social y económica. En la misma categoría podría incluirse el
Anteproyecto de Ley Orgánica para la Protección de la Vida del
Concebido y los Derechos de la Mujer Embarazada, conocida
popularmente como “Ley del Aborto”21. Sin embargo, esta utili-
zación del discurso punitivista con el objetivo de reforzar la po-
pularidad de un Gobierno poco querido o de ganar las elecciones
no es nueva ni en España ni en otros países occidentales. Varios
autores han escrito sobre el uso electoralista del Derecho penal
en diversos países22. Nos referiremos con más detenimiento a las
motivaciones electoralistas del Proyecto de reforma del Código

20 DE LAS HERAS, P.: “Rajoy bate récords de impopularidad”, El Correo,


13/08/2012, disponible en http://www.elcorreo.com/vizcaya/v/20120813/
politica/rajoy-bate-records-impopularidad-20120813.html.
21 La nueva ley, de haber sido aprobada, supondría un nuevo endurecimiento
punitivo, al volver a convertir la interrupción del embarazo en un delito con
excepciones. Sin embargo no nos detendremos en el análisis de este proyec-
to normativo por motivos de espacio y por tratarse de una cuestión que no
puede situarse estrictamente dentro del ámbito del populismo punitivo, sino
que merecería un análisis más centrado en los derechos de las mujeres y la
influencia de la Iglesia católica en la legislación española.
22 Véanse los siguientes: FRASE, R. : “Comparative perspectives on senten-
cing policy and research” en TONRY, M. y FRASE, R.S. (eds.) : Sentencing
and Sanctions in Western Countries, Oxford University Press, Oxford 2001;
ZEDNER, L. :“Dangers and Dystopias in Penal Theory” en Oxford Journal
of Legal Studies. Vol. 22, núm. 2, 2002, pp. 341-366 y LACEY, N. : “Prin-
ciples, Politics and Criminal Justice” en ZEDNER, L. y ASHWORTH, A.
(eds.), The criminological Foundations of Penal Policy, Oxford University
Press, Oxford 2003.

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Penal en la segunda parte del trabajo, cuando estudiemos la re-
lación entre partidos políticos y medios de comunicación en el
contexto del populismo punitivo.

1.2. El modelo penal de la seguridad ciudadana: inca-


pacitación del infractor y Derecho penal del enemigo
Resulta difícil separar las vertientes procedimental y
sustantiva del populismo punitivo, en el sentido explicado en la
introducción. Sin embargo, en aras de la claridad de la exposi-
ción, en este apartado nos centraremos en lo sustantivo y estu-
diaremos el contenido del Proyecto de Ley Orgánica de reforma
del Código Penal aprobado por el Consejo de Ministros el 20
de septiembre de 2013 desde la perspectiva del modelo penal
de la seguridad ciudadana23. Aunque no es el objetivo de este
trabajo analizar la constitucionalidad del Proyecto24, vale la pena
recordar el artículo 25 de la Constitución Española, que recoge

23 Diferentes autores han propuesto una serie de rasgos que definirían este tipo
de Derecho penal, mezclando elementos procedimentales y sustantivos. En-
tre otros, DÍEZ RIPOLLÉS, J. L.: “El nuevo modelo penal de la seguridad
ciudadana”, op. cit., pp. 6-21 y DORNELLES, J. R.: Conflito e segurança
(entre pombos e falcões), Lumen Juris, Rio de Janeiro 2008, p. 41. Como
en este trabajo tratamos de separar los elementos procedimentales de los
sustantivos, no seguiremos fielmente ninguna de esas propuestas, sino que
nos limitaremos a destacar los aspectos del Proyecto que más claramente
muestran la orientación punitiva de su contenido, teniendo en cuenta las
aportaciones de estos autores.
24 Varios autores han mostrado sus dudas sobre el ajuste del Proyecto a la
Constitución, en particular en lo que respecta a la pena de prisión perma-
nente revisable. Por todos, véase ÁLVAREZ GARCÍA, F. J. (dir.), DOPICO
GÓMEZ-ALLER, J. (coor.): Estudio crítico sobre el anteproyecto de refor-
ma penal de 2012, Tirant lo Blanch, Valencia 2003, p. 203. Este trabajo fue
publicado antes de que el Consejo de Ministros aprobase el Proyecto defini-
tivo en octubre de 2013. Sin embargo, se mantuvo la mayoría del contenido
del Anteproyecto, por lo que el Estudio crítico sigue siendo pertinente en
gran medida). Véase también la postura de la asociación Jueces para la De-
mocracia, disponible en http://www.juecesdemocracia.es/txtComunicados/
2013/20septiembre2013.htm.

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el núcleo de la doctrina penal liberal y es la referencia jurídica
básica en esta rama del ordenamiento:
“1. Nadie puede ser condenado o sancionado por acciones
u omisiones que en el momento de producirse no constituyan
delito, falta o infracción administrativa, según la legislación
vigente en aquel momento.
2. Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad
estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social y
no podrán consistir en trabajos forzados. El condenado a pena
de prisión que estuviere cumpliendo la misma gozará de los de-
rechos fundamentales de este Capítulo, a excepción de los que
se vean expresamente limitados por el contenido del fallo con-
denatorio, el sentido de la pena y la ley penitenciaria. En todo
caso, tendrá derecho a un trabajo remunerado y a los benefi-
cios correspondientes de la Seguridad Social, así como al ac-
ceso a la cultura y al desarrollo integral de su personalidad.”
Veamos a continuación cuáles son los puntos del Pro-
yecto que permiten analizarlo desde la perspectiva teórica del
populismo punitivo.
a) Expansión del Derecho Penal mediante el incre-
mento de penas y la tipificación de nuevas conductas
Este primer aspecto está presente en todas y cada una
de las reformas penales que se han llevado a cabo desde 1995.
No vamos a entrar a discutir si todos los cambios introducidos
en este sentido desde entonces son injustificados. En algunos
casos, el aumento de penas vino acompañado de una serie de
medidas legislativas en ámbitos distintos del penal, como en
materia de violencia de género (LO 1/2004 de Medidas de Pro-
tección Integral contra la Violencia de Género) y seguridad vial
(LO 15/2007), pero en demasiadas ocasiones el recrudecimiento
de los castigos ha sido considerado por las sucesivas mayorías
parlamentarias del PP y el PSOE como la panacea para todo tipo
de problemas sociales. En el Proyecto de 2013 abundan las mo-
dificaciones en este sentido.
La primera vía que el gobierno ha elegido para aumentar
las penas (por infracciones leves, además) ha sido la eliminación

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de las faltas, que en su gran mayoría pasan a ser delitos leves25.
Otras, como la falta de desobediencia o la de resistencia a la
autoridad o a sus agentes, constituirán infracciones de la nue-
va Ley Orgánica para la Protección de la Seguridad Ciudadana,
cuyo Anteproyecto fue aprobado por el Consejo de Ministros el
29 de noviembre de 201326, entre críticas de diversos sectores
sociales por el carácter represivo de la nueva norma, bautizada
por colectivos sociales y medios de comunicación como “ley
mordaza”27. Además —y aparte de la prisión permanente revi-
sable y de la reforma de las medidas de seguridad, de las que
hablaremos más adelante— se producen incrementos de penas
en prácticamente todos los Títulos de la parte especial del Códi-
go Penal. Sin ánimo de hacer un recorrido sistemático, citamos a
continuación algunas de estas modificaciones, que consisten en
aumentar la pena máxima (y a veces la mínima) que el juez pue-
de imponer por la comisión de los delitos o en introducir nuevas
agravantes. Se elevan las penas en los delitos sexuales cometi-
dos contra menores y en los de pornografía infantil28, hurto y
robo29, se aumenta la pena en los delitos relativos a la propiedad

25 ÁLVAREZ GARCÍA, F. J. (dir.), DOPICO GÓMEZ-ALLER, J. (coor.): Es-


tudio crítico sobre el anteproyecto de reforma penal de 2012, op. cit., p. 70.
26 Disponible en http://www.juecesdemocracia.es/legislacion/Anteproyecto-
de-Ley-de-Seguridad-Ciudadana.pdf.
27 BENÍTEZ, B.: “El Gobierno aprueba la “ley mordaza” tras rebajar algu-
nas sanciones“, La Marea, 29/11/2013, disponible en http://www.lamarea.
com/2013/11/29/ley-seguridad-ciudadana.
28 En este caso, como en muchos otros, los incrementos de las penas se justifi-
can en la Exposición de Motivos del Proyecto por la necesidad de trasponer
Directivas europeas (p. 100 del Proyecto). Como explica DÍEZ RIPOLLÉS,
J. L. en ÁLVAREZ GARCÍA, F. J. (dir.) y DOPICO GÓMEZ-ALLER, J.
(coor.): Estudio crítico sobre el anteproyecto de reforma penal de 2012 (op.
cit.), p. 56, el legislador español ha utilizado este pretexto en numerosas
ocasiones, amparándose en las supuestas exigencias del Derecho europeo
para exacerbar las penas. Sin embargo, de acuerdo con este autor, las Di-
rectivas no imponen tales medidas, sino que el legislador nacional sigue
teniendo autonomía suficiente para legislar en otro sentido.
29 Se agrava la pena por el mero “porte de armas”, aunque no se usen ni se
muestren, con lo que la víctima no sufre una intimidación más grave que la
que se incluye en el tipo, y se consideran robo con fuerza “los supuestos de

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intelectual de los artículos 270 a 272 del Código (que castigan
sobre todo a los vendedores ambulantes de películas copiadas,
que podrán ser encarcelados o, si son extranjeros, expulsados
del país), en el intrusismo profesional y se añade en el delito de
coacciones un subtipo agravado de matrimonio forzado.
Por otro lado, el Proyecto realiza otros incrementos de
pena que podríamos calificar de encubiertos, ya que no se mo-
difica la “horquilla” de pena prevista en el artículo, sino que se
recurre a otros métodos. Por ejemplo, se prohíbe la aplicación
de la figura de delito continuado a los delitos contra la libertad
sexual30, lo que supone una exacerbación de la respuesta penal
a este tipo de infracciones. Además, se introducen términos im-
precisos en la regulación de los delitos de atentado, resistencia,
desobediencia y desórdenes públicos, lo que reduce la seguridad
jurídica y abre la posibilidad de penas mayores que las actuales,
pese a que el Proyecto habla de “disminución de la pena mínima
con la que se castigan estos delitos”31.
Finalmente, el Proyecto tipifica conductas que antes
no eran delito. En el orden seguido en el texto y sin ánimo de
exhaustividad, citamos algunas de esas modificaciones. Se

desactivación de los sistemas de alarma desde el interior del lugar” (apar-


tado XV de la Exposición de Motivos del Proyecto, p. 12).
30 El artículo 74 del Código Penal, que regula esta figura, dice así: ”No obs-
tante lo dispuesto en el artículo anterior, el que, en ejecución de un plan
preconcebido o aprovechando idéntica ocasión, realice una pluralidad de
acciones u omisiones que ofendan a uno o varios sujetos e infrinjan el mis-
mo precepto penal o preceptos de igual o semejante naturaleza, será casti-
gado como autor de un delito o falta continuados con la pena señalada para
la infracción más grave, que se impondrá en su mitad superior, pudiendo
llegar hasta la mitad inferior de la pena superior en grado”. La redacción
del nuevo precepto está en el apartado trigésimo octavo del Proyecto, p. 31.
31 COMISIÓN “LEGAL SOL”: Informe sobre el Proyecto de reforma del Có-
digo Penal, Madrid, octubre de 2013, pp. 15-16. La Comisión “Legal Sol”
es una asamblea de juristas que asesora legalmente y defiende a diversos
movimientos sociales madrileños. Su web es: http://madrid.tomalaplaza.
net/category/comisiones/legal/. Sobre este tema, véase el apartado duocen-
tésimo vigésimo primero del Proyecto (p. 86), que modifica el artículo 550
del Código Penal.

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sanciona al que “a través de medios tecnológicos contacte con
un menor de trece años y realice actos dirigidos a embaucarle
para que le facilite material pornográfico o le muestre imágenes
pornográficas”32, se añaden modalidades a los delitos de insol-
vencias punibles33, se tipifica la venta ambulante u ocasional de
productos falsificados, la difusión de mensajes que inciten a la
comisión de delitos de alteración del orden público, la interrup-
ción de los servicios de telecomunicación o transporte y se crea
un nuevo tipo de acoso.
b) Reducción de las garantías procesales
La transformación de algunas faltas penales en faltas ad-
ministrativas recogidas en la Ley de Seguridad Ciudadana (con
sanciones pecuniarias más severas) o infracciones civiles supo-
ne una reducción de las garantías procedimentales de las perso-
nas a las que se impute la comisión de alguna de esas conductas,
ya que no se les aplicarán las garantías constitucionales y legales
propias del proceso penal, como la libertad de apreciación de la
prueba por parte del juez (en los procedimientos sancionadores
administrativos los agentes de las Fuerzas de Seguridad disfru-
tan de presunción de veracidad, lo que limita considerablemente
el derecho de defensa de la persona a la que se imputa la infrac-
ción34).
Además, como recuerda en su informe la COMISIÓN
“LEGAL SOL”, “para recurrir la sanción en vía contencioso-
administrativa, hay que pagar tasas judiciales, lo que limita el
acceso a la justicia”35. La conversión de la desobediencia leve
a la autoridad en falta administrativa podría interpretarse, desde

32 Véase el apartado XIII de la Exposición de Motivos (p. 11) y apartado cen-


tésimo vigésimo primero del Proyecto (p. 60), que introduce el artículo 183
ter en el Código.
33 Véase el apartado centésimo sexagésimo cuarto, que modifica el artículo
259 (p. 70).
34 Véase el artículo 52 del Anteproyecto de Ley Orgánica para la Protección de
la Seguridad Ciudadana.
35 COMISIÓN “LEGAL SOL”  : Informe sobre el Proyecto de reforma del
Código Penal, op. cit. p. 21.

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ese punto de vista, como una estrategia para facilitar la repre-
sión mediante multas de las protestas ciudadanas, práctica que
ha sido frecuente en los últimos años36.
c) Limitación de las medidas orientadas a individua-
lizar la pena
Este tipo de reformas ha sido frecuente en las sucesivas
leyes penales españolas, destacando la LO 7/2003, llamada “de
medidas de reforma para el cumplimiento íntegro y efectivo de
las penas”. Esta formulación pretende transmitir la idea -om-
nipresente en los medios de comunicación- de que lo normal
es que las personas condenadas cumplan la pena impuesta en
la sentencia, hasta el último día, y de que las reducciones de
condena y los permisos recogidos en la legislación penitenciaria
son una injusta anomalía. Sin embargo, estas medidas son una
exigencia del principio de individualización de las penas, reco-
gido en normas internacionales como las Reglas mínimas para el
tratamiento de los reclusos aprobadas por el Consejo Económico
y Social de Naciones Unidas en 195737 y regulado en la Ley
Orgánica 1/1979 General Penitenciaria. Además, la jurispruden-
cia constitucional incluye los beneficios penitenciarios entre los
medios que tiene el Estado para lograr el objetivo de resocializa-
ción del artículo 25 de la Constitución38.

36 PARDO, M.: “Multas y sanciones masivas persiguen a los movimientos so-


ciales”, El Diario, 12/07/2013, disponible en http://www.eldiario.es/galicia/
Multas-sanciones-persiguen-movimientos- Galicia_0_152934991.html.
37 Art. 63. 1) entre otros de las Reglas Mínimas, disponibles en la página web
de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Dere-
chos Humanos (http://www2.ohchr.org/spanish/law/reclusos.htm).
38 Sentencia 42/2012 de 20 de marzo del Tribunal Constitucional (BOE núm.
101, de 27 de abril de 2012): “Pero tal criterio no impide que los penados
puedan cumplir su condena con arreglo a las previsiones de la legislación
penitenciaria vigente que, a través del sistema de individualización cien-
tífica, la previsión de clasificación en diversos grados, los permisos or-
dinarios y extraordinarios de salida, las comunicaciones personales, los
regímenes de cumplimiento en semilibertad y la posibilidad de obtener la
libertad condicional, incluso de forma anticipada, constituyen un elen-
co de medidas que favorecen y posibilitan la reeducación y reinserción

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El Proyecto incluye algunos cambios en este ámbito
(artículos 80 a 94 del Código Penal): aumenta los aspectos que
debe tener en cuenta el juez para acordar la suspensión de la
pena de prisión e incrementa las restricciones a los condenados
cuya pena sea suspendida. La libertad condicional también se ve
restringida en el Proyecto: deja de ser un beneficio penitenciario
para pasar a considerarse un periodo de suspensión de pena, de
forma que si es revocada el tiempo transcurrido no se computa
como tiempo de cumplimiento de condena.
d) Penas orientadas a la incapacitación o inocuización
del delincuente
Un aspecto fundamental de la filosofía que sustenta el
modelo penal de la seguridad ciudadana es la pérdida de con-
fianza en el ideal de la resocialización39, que se ve sustituido en
gran medida por el objetivo de impedir a los delincuentes co-
meter nuevos delitos, para garantizar la seguridad ciudadana. Y
este elemento del populismo punitivo está claramente presente
en el Proyecto de 2013, con la introducción de la pena de prisión
permanente revisable, que se aplica a “los delitos de asesinato
de menores de 16 años, discapacitados, para los asesinatos pre-
cedidos de agresión sexual, delitos de terrorismo y asesinatos
múltiples”40. La COMISIÓN “LEGAL SOL”, explica en su in-
forme sobre el Anteproyecto que “Para acceder a permisos de
salida, los condenados a pena de prisión permanente tendrán
que haber cumplido un mínimo de 12 años de prisión, en el caso
de delitos cometidos en el seno de organizaciones criminales y
grupos terroristas, y un mínimo de 8 años de prisión en el resto
de los casos”.

social, si su conducta penitenciaria y su evolución muestra que se hallan en


condiciones de hacer vida honrada en libertad.” [la negrita es mía].
39 GARLAND, D. : La cultura del control : crimen y orden social en la socie-
dad contemporánea, Gedisa, Barcelona 2005, pp. 119-122.
40 HOYA CORDOBÉS, M. A. (tutor: MACIÁ BARBER, C.): La influencia de
los medios en las reformas penales. El caso Mari Luz y su relación con la
prisión permanente revisable, no publicado (Trabajo de fin de Grado en la
Universidad Carlos III de Madrid, presentado en junio de 2013).

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La Comisión de Estudios del Consejo General del Poder
Judicial (CGPJ) realizó un informe en el que muestra su preocu-
pación por la posibilidad de que esta pena vulnere el artículo 25
de la Constitución en dos puntos: el principio de legalidad de las
penas (primer apartado del precepto) y la orientación de estas
a la reinserción (segundo apartado). Concluye el informe que
“a juicio de este Consejo resulta cuanto menos dudoso que una
privación de libertad potencialmente perpetua sea conciliable,
en un ámbito estrictamente interno, con la reinserción contem-
plada en el artículo 25.2 de la Constitución”41.
Otros autores, como GARROCHO SALCEDO, conside-
ran la pena incompatible con el principio de legalidad de las
penas “porque hay una indeterminación de la duración de la
pena, eso sí puede entrar en conflicto con nuestro modelo. Es
una pena abierta, no sabe el sujeto cuándo va a salir. Eso puede
generar algún tipo de fricción constitucional aunque me temo
que cuando el Tribunal Constitucional se ponga a analizarlo lo
va a acabar salvando en la medida en que los países del entorno
tienen cadenas perpetuas revisables”42.
e) Medidas basadas en la peligrosidad en vez de en la
culpabilidad43
El concepto de “peligrosidad”, secundario en la tradición
jurídica liberal en relación a los de culpabilidad y proporciona-
lidad de las penas, aparece de forma recurrente en el Proyecto
de 2013. Las novedades más importantes en materia de medidas
de seguridad son el incremento de su duración y la modificación
de los criterios para imponerlas. Las medidas de seguridad se

41 Informe sobre el Anteproyecto de Ley Orgánica de reforma de la LO


10/1995 de 23 de noviembre, aprobado en enero de 2013 por el Pleno del
CGPJ, p. 304.
42 Entrevista a Ana GARROCHO SALCEDO en HOYA CORDOBÉS, M. A.:
op. cit., p. 26.
43 Este elemento se entremezcla con las penas inocuizadoras, ya que la peli-
grosidad del reo es el criterio que se sigue a menudo para aplicar ese tipo de
sanciones. Sin embargo, hemos querido separar los dos aspectos en aras de
una exposición más clara.

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aplican a las personas inimputables (por sufrir una discapacidad
mental grave que los haga irresponsables de sus actos) que co-
meten hechos punibles. En los casos más graves estas medidas
consisten en el internamiento forzoso en un centro psiquiátrico.
Hasta ahora la medida de seguridad no podía durar más que la
pena abstractamente prevista para el hecho cometido, en virtud
del principio de proporcionalidad. El nuevo Proyecto abre la po-
sibilidad de mantener estas medidas (incluidas las que suponen
privación de libertad) de forma indefinida, mientras se considere
que el sujeto sigue siendo peligroso. Además, el Proyecto ex-
tiende este tipo de medidas a los reos imputables (los que son
responsables de sus actos), anteponiendo el principio de peli-
grosidad al de culpabilidad. En palabras de ACALE SÁNCHEZ:
“El Anteproyecto inaugura un nuevo régimen “dualista” de
imposicón de penas y medidas de seguridad, desconociendo el
sistema “binario” que distinguía la vía: pena para el imputa-
ble, medida para el inimputable. Ahora se trata de imponer las
dos consecuencias a personas “muy peligrosas”44.
El segundo cambio importante en materia de medidas de
seguridad es la modificación de los criterios para imponerla: el
Proyecto confía al juez la tarea de realizar “un pronóstico de
peligrosidad que revele la probabilidad de la comisión futura
de delitos” (nuevo artículo 95.1). Como explica ACALE SÁN-
CHEZ45, el cambio supone la introducción de un concepto de
“peligrosidad criminal” que no deriva directamente de los he-
chos cometidos por el reo, sino de sus características personales
en general. Esta intepretación nos lleva a un Derecho penal de
autor, que castiga a la persona en vez de los hechos. Finalmente,
el Proyecto amplía el ámbito de la libertad vigilada, cuya supre-
sión propone la doctrina por tratarse de una medida de seguridad

44 ACALE SÁNCHEZ, M.: “Medidas de seguridad”, en ÁLVAREZ GARCÍA,


F. J. (dir.): DOPICO GÓMEZ-ALLER, J. (coor.), Estudio crítico sobre el
anteproyecto de reforma penal de 2012, op. cit., p.417.
45 ACALE SÁNCHEZ, M.  : “Medidas de seguridad”, en ÁLVAREZ GAR-
CÍA, F. J. (dir.): DOPICO GÓMEZ-ALLER, J. (coor.), Estudio crítico sobre
el anteproyecto de reforma penal de 2012, op. cit., p.417.

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que se impone como un añadido a la pena por el delito cometi-
do46. Recordemos que el Anteproyecto aprobado en octubre de
2013 introducía la custodia de seguridad, una nueva medida de
seguridad que consistía en una privación de libertad “extra” de
hasta diez años de duración para los autores de una serie de deli-
tos castigados con más de tres años de prisión. Sin embargo, esta
medida ha sido eliminada del Proyecto.
f) Un “Derecho penal del enemigo” para los ciudada-
nos extranjeros
La utilización del Derecho penal para combatir la inmi-
gración irregular ha sido duramente criticada por diversos pe-
nalistas47. CANCIO MELIÁ48 afirma que la lógica de la exclu-
sión está en la base de la expulsión administrativa o penal de
ciudadanos extranjeros residentes en España, y que el art. 89
CP debe ser interpretado bajo la óptica del “Derecho penal del
enemigo”. MONCLÚS MASÓ define este como la exclusión de
una categoría de personas de las garantías propias del Derecho
penal, tanto procesales como relativas a la proporcionalidad de
la pena49: en este caso, se identifica a los extranjeros como el
“enemigo”, lo que legitima la aplicación de normas excepciona-
les a estas personas.
El Proyecto agrava esta tendencia a la criminalización
de los ciudadanos extranjeros, que supone una represión con-
tra este colectivo impropia de un Estado democrático de De-
recho. La concepción por parte de los sucesivos gobiernos de la

46 ACALE SÁNCHEZ, M.: “Medidas de seguridad”, en ÁLVAREZ GARCÍA,


F. J. (dir.), DOPICO GÓMEZ-ALLER, J. (coor.), Estudio crítico sobre el
anteproyecto de reforma penal de 2012, op. cit., p.431.
47 En este capítulo seguimos básicamente la tesis doctoral de MONCLÚS
MASÓ M. : La gestión penal de la inmigración. El recurso al sistema penal
para el control de los flujos migratorios, op. cit.
48 CANCIO MELIÁ, M.: “La expulsión de ciudadanos extranjeros sin resi-
dencia legal (art. 89 CP)”, en BAJO FERNÁNDEZ, M., BARREIRO, J.
A. y SUÁREZ GONZÁLEZ, C. (eds.): Homenaje al Profesor Dr. Gonzalo
Rodríguez Mourullo, Civitas, Madrid 2005, pp. 183-216.
49 MONCLÚS MASÓ, M., La gestión penal de la inmigración. El recurso al
sistema penal para el control de los flujos migratorios, op. cit. p. 443.

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inmigración como un problema de orden público ha derivado
en la realización sistemática por parte de las Fuerzas de Seguri-
dad del Estado de prácticas ilegales como las redadas racistas,
denunciadas por la Defensora del Pueblo50. El cambio más rele-
vante introducido por el Proyecto se refiere a la sustitución de
penas de prisión por la expulsión del territorio español. MON-
CLÚS MASÓ critica duramente esta previsión, contenida en el
artículo 89 del Código Penal:
«La racionalidad conservadora se vislumbra en una actitud
moralista y xenófoba frente a los extranjeros. Se considera casi
una “ofensa nacional” que estos recién llegados se permitan el
lujo de cometer delitos. Se les exige un plus de obediencia a las
normas respecto a los nacionales.»51
Pues bien, en el Proyecto se prevé esta sustitución de
pena para todos los ciudadanos extranjeros que hayan cometido
delitos castigados con una pena superior a un año de prisión, in-
cluso los que residan legalmente en España. Una hipótesis sobre
el sentido de esta previsión es que así pretende el pre-legislador
compensar el coste que tendrá el nuevo sistema de penas y me-
didas de seguridad, que sin duda supondrá un fuerte aumento de
la población penitenciaria. Como explica MONCLÚS MASÓ52,
además de una ideología conservadora y xenófoba, la previsión
del artículo 89 sigue dos objetivos: la reducción de riesgos (el
reo expulsado no puede volver a delinquir en España) y la re-
ducción de costes53, ambos rasgos del modelo penal neoliberal.

50 VILLA, L.  : “La Policía se niega a erradicar las redadas racistas a inmi-
grantes”, Público, 27/2/2013, disponible en http://www.publico.es/451363/
la-policia-se-niega-a-erradicar-las-redadas-racistas-a-inmigrantes. EP SO-
CIAL, “La policía para en la calle diez veces más a gitanos y magrebíes que
a caucásicos”, Europa Press, 17/10/2013, disponible en http://www.euro-
papress.es/epsocial/noticia-policia-calle-diez-veces-masgitanos-magrebies-
caucasicos-estudio-20131017113338.html.
51 MONCLÚS MASÓ, M. : La gestión penal de la inmigración. El recurso al
sistema penal para el control de los flujos migratorios, op. cit., p. 509.
52 MONCLÚS MASÓ, M. : La gestión penal de la inmigración. El recurso al
sistema penal para el control de los flujos migratorios, op. cit., p. 509.
53 MUÑOZ LORENTE explica que el ahorro no es tanto, dado que las expul-
siones conllevan un coste considerable para el Estado. En todo caso este

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2. El correccionalismo tecnocrático del Estado de bienestar
Elegimos el concepto de “correccionalismo tecnocrático”
porque, igual que el de “populismo punitivo,” hace referencia a
las dos dimensiones de la política criminal que nos interesan en
esta primera parte de nuestro estudio. En primer lugar, el térmi-
no “tecnocrático” nos dice quién es el actor más relevante en el
diseño de la política criminal en este modelo: los expertos. Y
segundo, el concepto de “correccionalismo” alude a un Derecho
penal orientado a la resocialización de los infractores. Huelga
decir que estamos ante un modelo ideal, y como tal debe ser en-
tendido. Que nadie busque un país en el que los especialistas en
Derecho penal y tratamiento de los delincuentes hayan gozado
del monopolio en la dirección de una política penal dedicada
exclusivamente a la reinserción de los infractores. Ese país no
ha existido nunca, pero ese era el ideal que decían perseguir la
mayoría de Estados occidentales hasta la crisis de este modelo a
partir de los años setenta.

2.1. Una política diseñada y aplicada por expertos, le-


jos de la competición electoral
GARLAND ofrece una buena explicación del carácter
tecnocrático de la producción del Derecho penal durante la eta-
pa de desarrollo y esplendor del Estado de bienestar en Europa y
Norteamérica —e incluso antes—:
“Durante la mayor parte del siglo XX, el castigo y el control de
la criminalidad escasamente han hecho parte de las contiendas
electorales, especialmente a nivel nacional. Hasta los años 60,

punto tiene una importancia ínfima en comparación con los problemas jurí-
dicos y éticos que suscita la expulsión prevista en el artículo 89 del Código
Penal. Véase MUÑOZ LORENTE, J.: “La expulsión del extranjero como
medida sustitutiva de las penas privativas de libertad: el artículo 89 del CP
tras su reforma por la Ley Orgánica 11/2003”, en Revista de Derecho Penal
y Criminología, 2ª Época, núm. extraordinario 2, 2004, pp. 401-482, p. 408,
disponible en http://espacio.uned.es/fez/eserv.php?pid=bibliuned:revistaDe
rechoPenalyCriminologia-2004-extra25120&dsID=Documento.pdf.

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la sabiduría convencional aconsejaba a quienes ocupaban car-
gos de elección popular que evitasen los pronunciamientos po-
lémicos en un terreno donde el fracaso de las políticas públicas
era altamente probable. La opinión pública no hacía más que
modelar la política criminal, que estaba sobre todo en manos
de expertos”54.
En efecto, la literatura criminológica es concluyente en
el sentido de que el Estado poco puede hacer contra el crimen:
como ya avanzamos en el apartado dedicado al populismo pu-
nitivo, no hay acuerdo sobre los factores que determinan el au-
mento o la disminución de las tasas de criminalidad55, pero sí
que lo hay sobre el hecho de que la política criminal no es el
factor que más influye en la cantidad de delitos que se cometen.
Por lo tanto, parece lógico que los políticos prefieran prometer
cosas sobre las que tengan algún poder. O al menos esa era la
idea generalizada hasta que se descubrió que la política criminal
podía ser un valioso recurso electoral.
Aunque el periodo posterior a la Segunda Guerra Mun-
dial es la época que más nos interesa, por ser la que precedió
a las actuales evoluciones punitivas, resulta interesante referir-
se, aunque sea brevemente, al sistema penal de la República de

54 GARLAND, D.: Crimen y castigo en la modernidad tardía, op. cit., pp.


221-222.
55 Sin ánimo de ser exhaustivos (no sólo porque no sea este el objeto del traba-
jo, sino porque sería una tarea imposible recoger todas las posturas teóricas
sobre las causas de la criminalidad), señalaremos algunas de las corrientes
de pensamiento que existen en este ámbito. Para los teóricos de la reac-
ción social es el propio castigo el que crea al delincuente al estigmatizar-
lo (ANITUA, G. I.: História dos Pensamentos Criminológicos, op. cit. p.
584), marxistas como BONGER manejan el concepto de privación relativa
(Íbid., p. 616), la teoría del control social y de la desorganización social se
centró en la ruptura de los vínculos sociales comunitarios, SHUTERLAND
(MONCLÚS, M.: La gestión penal de la inmigración. El recurso al sistema
penal para el control de los flujos migratorios, op. cit., p. 100 ) se refiere a
la dimensión de la delincuencia como un comportamiento aprendido del en-
torno y SELLIN señala el conflicto entre los distintos grupos sociocultura-
les a los que todas las personas pertenecen a la vez (ANITUA, G. I., op.
cit., p. 605).

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Weimar, con el objetivo de ilustrar la larga tradición del modelo
tecnocrático de producción y aplicación del Derecho penal. En
su estudio histórico de la pena, RUSCHE y KIRCHHEIMER
señalan la importancia que en la República de Weimar alemana
tuvo la llamada “asistencia social judicial” (Gerichtshilfe):
“Su función era la de proveer al órgano judicial de datos acer-
ca de las características personales y el ambiente social del
imputado, informaciones que podían formalmente ser tomadas
en consideración en el momento de pronunciar la sentencia.56”
Los nazis explotaron el mito del “paraíso de las prisio-
nes de Weimar” hasta la saciedad, convirtiéndose en “uno de los
temas favoritos de la “nueva ideología”, tratado permanente-
mente en libros, periódicos y revistas”57. Por lo tanto, vemos que
el actual fenómeno del populismo punitivo tiene antecedentes
históricos: el Partido Nacionalsocialista Alemán ya utilizó como
estrategia electoral la promesa de mano dura contra los delin-
cuentes, atacando la supuesta laxitud de la política criminal del
régimen de Weimar.
Valga esta breve referencia a Weimar para ejemplificar
la larga tradición de elaboración y aplicación tecnocrática del
Derecho penal. Pero volvamos a los Treinta Gloriosos. En su
artículo “La cultura de las sociedades con altas tasas de crimi-
nalidad”, GARLAND señala el declive de la influencia de los
expertos sociales como una de las principales causas de la ex-
tensión de las “políticas de seguridad ciudadana”58. El autor bri-
tánico explica por qué este poder de los expertos era uno de los
principales sostenes del modelo penal correccionalista del Es-
tado de bienestar. Pero, ¿por qué en esa época los profesionales
de la justicia criminal contaban con esa influencia? De acuerdo

56 RUSCHE, G. y KIRCHHEIMER, O. : Pena y estructura social, Ed. Temis,


Bogotá 2004, p. 228.
57 RUSCHE, G. y KIRCHHEIMER, O. : Pena y estructura social, Ed. Temis,
Bogotá 2004, p. 221.
58 GARLAND, D. : Crimen y castigo en la modernidad tardía, op. cit. pp. 233-
237.

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-585- vol. XXXIV (2014). ISSN 1137-7550: 561-638
con el análisis de GARLAND, la clase media profesional estaba
vinculada a las políticas penales correcionalistas por tres vías.
Primero, este tipo de políticas públicas eran concebidas
como parte de la acción del Estado de bienestar, de la cual las
clases medias eran las principales beneficiadas: eran ellos, y no
las capas más pobres de la sociedad, los que se beneficiaban en
mayor medida de los efectos redistributivos de las pensiones, la
seguridad social y la educación pública, además de que ocupa-
ban los numerosos puestos funcionariales creados como conse-
cuencia de la expansión del sector público. Esta reflexión resulta
particularmente pertinente en relación con España, ya que nues-
tro Estado de bienestar se ha caracterizado por la universaliza-
ción de los derechos a la educación, la sanidad y las pensiones
junto a una acción pública muy deficiente en materia de lucha
contra la exclusión social59. La permanencia de una importante
bolsa de pobreza en nuestro país incluso en los años de supuesto
esplendor económico, antes de la crisis de 2008, prueba que no
fueron los más pobres los principales beneficiados por el desa-
rrollo del Estado de bienestar, sino la clase media60.
La segunda vía de conexión de la clase media con el
modelo penal correccionalista es de tipo cultural. Según GAR-
LAND, esta categoría social tenía interés en mostrar “Una ac-
titud “civilizada” con la criminalidad […]. Era fundamental
para la imagen que la clase media tenía de sí misma, y la crítica
a las clases altas, que valoraban más la propiedad privada que
el humanismo y la compasión”61. Finalmente, dice GARLAND,
59 Para una visión más global del modelo español de Estado de bienestar, véase
MORENO, L.: “La «vía media» española del modelo de bienestar medite-
rráneo”, en Papers, Revista de Sociología, pp. 63-64, pp. 67-82, Instituto de
Políticas y Bienes Públicos del CSIC, 2001. Disponible en http://www.ipp.
csic.es/en/node/283729.
60 Ver entre otros INE: “Estudio descriptivo de la pobreza en España. Resul-
tados basados en la Encuesta de Condiciones de Vida 2004”, disponible en
http://www.ine.es/daco/daco42/sociales/estudiodesc.pdf, p. 4. Este estudio
muestra que en 2004, año de supuesta bonanza, una quinta parte de la po-
blación vivia en la pobreza (el 19,9%).
61 GARLAND, D. : Crimen y castigo en la modernidad tardía, op. cit., p. 231.

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las clases medias no tenían una experiencia directa de la crimi-
nalidad. De acuerdo con el autor, el aumento de la tasa de crimi-
nalidad fue una de las causas del endurecimiento generalizado
del Derecho penal en Estados Unidos y en Reino Unido a partir
de los años setenta62. Sin embargo en este trabajo no nos cen-
traremos en este aspecto, ya que la gran mayoría de los que han
estudiado este tema coinciden en concluir que de forma general
las políticas penales no dependen de la tasa de criminalidad63. Y
España es el mejor ejemplo, como ya hemos señalado antes: la
tasa de criminalidad se mantiene estable o baja y los sucesivos
legisladores no paran de endurecer el Derecho penal.
En conclusión, el modelo de política criminal propio del
Estado de bienestar se basa en que los penalistas definen cómo
debe ser el Derecho penal y los políticos siguen sus indicacio-
nes. Este sistema de producción y aplicación del Derecho penal
parece despertar la nostalgia de algunos autores españoles, como
lo muestra este extracto de La política criminal en la encrucija-
da, de DÍEZ RIPOLLÉS:
“Su desinterés [de la comunidad] por las aportaciones exper-
tas en este campo no deriva sólo de la frecuente incompeten-
cia de esos expertos, sino que, en buena medida, arraiga en el
progresivo engreimiento de la plebe en las sociedades de ma-
sas, que le ha llevado a pensar que es ella la que debe tomar
directamente minuciosas decisiones para el abordaje de muy
diferentes y complejos problemas sociales, en lugar de dejarlas
en manos de los expertos y exigir luego, eso sí, responsabilidad
por los errores cometidos”64.
Quizá no todos lo expresen de forma tan tajante, pero
basta un breve recorrido por las clases de Derecho penal de cual-
quier universidad española para comprobar que este es el sentir
general: ojalá pudiésemos volver a los buenos tiempos en los

62 GARLAND, D.: Crimen y castigo en la modernidad tardía, op. cit., p. 227.


63 LARRAURI PIJOAN, E.: “La economía política del castigo” en Revista
Electrónica de Ciencia Penal y Criminología, op. cit., p. 4.
64 DÍEZ RIPOLLÉS, J. L.: La política criminal en la encrucijada, op. cit.,
p. 109.

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-587- vol. XXXIV (2014). ISSN 1137-7550: 561-638
que los políticos escuchaban a los expertos en vez de a la opi-
nión pública. En el tercer capítulo plantearemos una alternativa
a esta dicotomía entre populismo punitivo y tecnocracia, basada
en la justicia restaurativa.

2.2. Un Derecho penal garantista y teóricamente


orientado a la resocialización
La orientación de la pena a la resocialización de los de-
lincuentes se inicia, de acuerdo con la explicación de carácter
socioeconómico de RUSCHE y KIRCHHEIMMER65, en las
primeras décadas del siglo XX. Las condiciones de vida de las
clases populares mejoraron mucho en Europa y Norteamérica
durante el último cuarto del siglo XIX y hasta el estallido de
la Primera Guerra Mundial en 1914. Desde entonces y hasta
mediados de los años veinte, la clase trabajadora vio cómo sus
condiciones de vida empeoraban radicalmente, lo que provocó,
según estos autores, un pronunciado incremento del número de
delitos —sobre todo contra el patrimonio— en países europeos
tan diversos como Polonia, Hungría, Bulgaria, Suecia y Alema-
nia. Las consecuencias en las políticas criminales europeas fue-
ron mayúsculas:
“La comprensión del estrecho vínculo entre delito y condicio-
nes económicosociales sirvió para demostrar, a quienes de una
u otra forma se ocupan del problema de la criminalidad, la
inutilidad de combatir el delito por medio de la severidad del
sistema punitivo. Se impuso la tendencia progresista, que fue
posteriormente acentuada por una importante reducción de la
población carcelaria y un incremento de los fondos disponibles
para la reinserción social.”
Por lo tanto, el principal elemento del Derecho penal del
Estado del bienestar sería la inversión de recursos económicos y
del esfuerzo de todo tipo de expertos en ciencias del comporta-
miento (psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales, educado-

65 RUSCHE, G. y KIRCHHEIMER, O. : Pena y estructura social, op. cit., pp.


167-203.

Estudios Penales y Criminológicos,


vol. XXXIV (2014). ISSN 1137-7550: 561-638 -588-
res, etc.) en la reeducación de los delincuentes, confiando en la
posibilidad de corregir su comportamiento. Parece claro que este
modelo es preferible a la actual apuesta por la inocuización de
los infractores y el recorte del gasto público en la Administración
de Justicia. Sin embargo, también se le pueden hacer críticas al
Derecho penal correccionalista: DÍEZ RIPOLLÉS culpa del de-
rrumbe del modelo, entre otros factores, a “la excesiva atención
y expectativas puestas en la actuación sobre el delincuente, des-
cuidando las intervenciones sobre la sociedad”66. Otra crítica
que se ha hecho a este modelo, desde posturas materialistas y
del enfoque del etiquetamiento, es que la idea de terapia social
agrava la estigmatización sufrida por los infractores67.
Finalmente, el correccionalismo penal se caracteriza por
la centralidad de la pena de privación de libertad, lo que supone
otra debilidad de este modelo. El autor brasileño THOMPSON
—abogado, fiscal y funcionario de la Administración peniten-
ciaria, además de teórico— aporta una explicación convincente
de por qué la prisión no cumple ni podrá cumplir nunca su su-
puesto objetivo de resocializar a los delincuentes68. La prisión
tiene tres objetivos contradictorios: castigar a los delincuentes
por el mal causado, intimidar tanto a los reclusos como al resto
de la población para disuadirlos de que cometan delitos y reso-
cializar a los condenados para que no vuelvan a delinquir. No se
puede reformar a alguien haciéndolo sufrir y esa es una de las
principales razones de que el recurso generalizado a las penas
privativas de libertad no haya reducido la delincuencia de forma
significativa en ningún país. En España, dos de cada tres perso-
nas encarceladas vuelven a delinquir69, por lo que puede decirse
que el objetivo constitucional de resocialización de los delin-
cuentes se incumple de manera sistemática. La constatación del

66 DÍEZ RIPOLLÉS, J. L. : “El nuevo modelo penal de la seguridad ciudada-


na”, op. cit., p. 20.
67 ANITUA, G. I. : História dos Pensamentos Criminológicos, op. cit., p. 668.
68 THOMPSON, A. : La cuestión penitenciaria, Ed. Vozes, Petrópolis 1976.
69 Informe de la Fundación Atenea, disponible en http://fundacionatenea.
org/?p=2110 (consultado el 03/11/2013).

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necesario fracaso de la prisión ha llevado a multitud de autores
a tratar de explicar cuáles son los objetivos que en realidad cum-
ple esta institución en los Estados contemporáneos. ANIYAR
DE CASTRO recopila brevemente algunas de esas tesis:
“Todo ya fue dicho, desde la función de retención de mano de
obra excedente para mantener los salarios bajos (Rusche, Kir-
cheimmer y, en cierto modo, Pavarini) hasta su capacidad de
estreotipar el Mal y de crear chivos expiatorios de los males
sociales (Chapman, Foucault). […] Se ocupa de la atribución
de un estatus, que sirve como un instrumento de clasificación
social (para reproducir la estructura social existente y como un
instrumento para la modulación del terror, Baratta), que sirve
para legitimar las funciones estatales (Jakobs), para hacer ca-
tarsis, para tranquilizar a la ciudadanía”.
Sin entrar en un análisis más detenido de estas y otras
tesis sobre la prisión, partiremos de esta actitud crítica hacia la
pena de privación de libertad para elaborar nuestra propuesta
alternativa de política criminal.

3. Un modelo penal basado en las penas alternativas y en la


justicia restaurativa
La dicotomía entre el correccionalismo tecnocrático del
Estado de bienestar y el populismo punitivo del Estado neolibe-
ral ha sido superada por importantes corrientes del pensamiento
criminológico de las últimas décadas. Diversos autores encua-
drados en categorías como el Derecho penal mínimo, la justi-
cia restaurativa o el abolicionismo han propuesto alternativas
a estos dos modelos70. Si bien ningún Estado ha adoptado de

70 ANITUA, J. I. realiza un recorrido por las principales aportaciones de los


representantes más importantes de estas corrientes, entre las que se cuentan
penalistas y criminólogos como HULSMAN, MATHIESEN, CHRISTIE,
BRAITHWAITE, FERRAJOLI y BARATTA, en su História dos Pensa-
mentos Criminológicos (op. cit., pp. 695-760). Aunque renuncio a referirme
directamente a estos autores por falta de espacio, animo encarecidamente
al lector a consultar esas páginas del libro de ANITUA, lectura obligada
para cualquier persona que pretenda conocer las alternativas que existen a

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forma integral las propuestas de estos autores, su influencia es
creciente en el ordenamiento jurídico de buen número de países
occidentales71. En este tercer capítulo vamos a sintetizar algunas
de estas ideas, lo que nos permitirá esbozar los rasgos básicos de
un sistema penal alternativo para nuestro país. Como en los ca-
pítulos anteriores, nos referiremos tanto al proceso de creación
y aplicación del Derecho penal (aquí hablaremos sobre todo de
justicia restaurativa) como al contenido de este (nos centraremos
en las penas alternativas a la prisión).

3.1. Una política criminal participativa


Uno de los principios del derecho penal ha sido el de
“expropiación” del conflicto a las partes: los delitos originan un
enfrentamiento entre el Estado y el delincuente, del que se ven
excluidas tanto las víctimas como la comunidad en la que se
produce la infracción. ANITUA sitúa en el siglo XIII el origen
de esta característica de los sistemas penales. Hasta entonces,
en Europa los conflictos solían resolverse mediante la venganza
privada o a través de las asambleas constituidas por la población
de cada localidad, pero los procesos de centralización adminis-
trativa y judicial que se produjeron en esa época determinaron
la pérdida de protagonismo de estos actores en favor del Estado.
La asunción del monopolio de la fuerza incluía el ius puniendi
del Estado, es decir, el derecho exclusivo de castigar72. El ca-
rácter “expropiador del conflicto” de los sistemas penales se ha
mantenido a grandes rasgos hasta las últimas décadas del siglo
XX, en las que un número creciente de ordenamientos jurídicos

nuestro actual sistema penal. El breve resumen de ANITUA amplía los hori-
zontes teóricos en este ámbito, alejándose de la estrechez de las discusiones
habituales.
71 BRITTO RUIZ, D. : Justicia restaurativa. Reflexiones sobre la experiencia
en Colombia, Ed. de la Universidad Técnica Particular de Loja, Loja 2010,
p. 37.
72 ANITUA, G. I.  : História dos Pensamentos Criminológicos, op. cit., pp.
37-49.

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ha incluido normas relativas a la protección de las víctimas de
delitos y a su participación en el proceso penal73.
Los defensores de la justicia restaurativa74 entienden que
no es suficiente: es necesaria una radical reformulación del sis-
tema penal, que pase de estar centrado en el delito a preocuparse
por la resolución de conflictos. La justicia restaurativa puede ser
definida como “una justicia de arraigo comunitario, que entien-
de que el delito y los conflictos suceden en el contexto social, y
que por ende sus consecuencias y claves para la búsqueda de
resolución están en la comunidad misma”75.
No existe un único modelo de justicia restaurativa, sino
que dentro de esta categoría se incluyen varias técnicas que
pueden insertarse en los modelos penales. Algunas de las más
frecuentes son la mediación víctima-ofensor (diferente de la me-
diación en otras ramas del Derecho, ya que en el ámbito penal
hay un desequilibro moral entre las partes76), las conferencias de
grupos familiares, los círculos de discusión y las mesas comuni-
tarias de reparación77. Se trata de maneras de fomentar encuen-
tros voluntarios entre los infractores y sus víctimas, a veces con
otras personas de su comunidad, con varios objetivos: atender a

73 En el caso español, las normas más relevantes en ese sentido son la Ley
29/2011, de 22 de septiembre, de Reconocimiento y Protección Integral a
las Víctimas del Terrorismo y la Ley 35/1995, de 11 de diciembre, de ayudas
y asistencia a las víctimas de delitos violentos y contra la libertad sexual,
además del Proyecto de Estatuto de la Víctima, enviado a las Cortes Gene-
rales el 1 de agosto de 2014.
74 Además de autores de diversos países, la Comisión de Prevención del De-
lito y Justicia Penal del Consejo Económico y Social de Naciones Unidas
recomienda a los Estados miembros de la organización aplicar medidas de
justicia restaurativa en los sistemas de justicia penal.
75 BRITTO RUIZ, D. : Justicia restaurativa. Reflexiones sobre la experiencia
en Colombia, op. cit., p. 21.
76 Para un estudio profundo de la mediación penal, véase PASCUAL RODRÍ-
GUEZ, E. ; La mediación en el sistema penal, UCM, Madrid 2012, disponi-
ble en http://eprints.ucm.es/16592/1/T33979.pdf.
77 Puede encontrarse una explicación de cada una de estas metodologías, con
ejemplos de su aplicación en BRITTO RUIZ, D.  : Justicia restaurativa.
Reflexiones sobre la experiencia en Colombia, op. cit., pp. 39-42.

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las necesidades de reparación moral de las víctimas, fomentar la
comprensión mutua y reintegrar al delincuente en la comunidad
con el fin de que no vuelva a delinquir. La justicia restaurativa
se ha aplicado a muchas clases de delitos, incluidos algunos tan
graves como abusos sexuales a menores. En todo caso el recurso
a estas técnicas es voluntario tanto para las víctimas como para
los infractores; si alguno de los dos no quiere participar, la justi-
cia penal ordinaria actúa.
En España uno de los ejemplos de este tipo de técnicas
son los encuentros entre condenados por delitos de terrorismo y
sus víctimas, que parecen haber tenido un resultado positivo tan-
to para los participantes como, en un sentido más amplio, para
la reconciliación de la sociedad vasca tras el abandono de la vio-
lencia por parte de Euskadi Ta Askatasuna (ETA)78. El Proyecto
de Código Penal introduce en su artículo 84.1 la mediación, lo
que supone una buena noticia, aunque tanto el Consejo General
del Poder Judicial como colectivos feministas han mostrado sus
dudas sobre la aplicación de este método en casos de violencia
de género79. Por su parte, LARRAURI PIJOAN está en contra
de la prohibición absoluta de la mediación en violencia de gé-
nero, porque considera que en muchos casos puede empoderar a
la mujer80. PASCUAL RODRÍGUEZ, siguiendo a ROXIN, de-
fiende que en principio la mediación puede aplicarse a todo tipo
de delitos81. En todo caso, dejando aparte los debates sobre el
ámbito y las formas de aplicación de cada técnica restaurativa,
en este trabajo nos limitamos a señalar la oportunidad que estas

78 CEBERIO BELAZA, M.: “Cara a cara entre terroristas y víctimas”,


El País, 25/09/2011, disponible en http://elpais.com/diario/2011/09/25/
espana/1316901601_850215.html.
79 REQUENA AGUILAR, A.: “El CGPJ recibe con frialdad los cambios en
el Código Penal que afectan a la violencia de género”, 15/01/2013, El Dia-
rio, disponible en http://www.eldiario.es/sociedad/Codigo-Penalintroducir-
mediacion-violencia_0_90641208.html.
80 LARRAURI PIJOAN, E.: Criminología crítica y violencia de género,
Trotta, Madrid 2006, p.106.
81 PASCUAL RODRÍGUEZ, E.: La mediación en el sistema penal, op. cit.,
p. 187.

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metodologías suponen para crear un Derecho penal más justo,
más respetuoso con los derechos fundamentales y más efectivo
(los estudios demuestran que los mecanismos de justicia restau-
rativa son más exitosos que la prisión a la hora de reducir la
reincidencia)82.
Por lo tanto, las reformas orientadas a incluir mecanismos
de justicia restaurativa deben ser bienvenidas como una forma
de incluir tanto a las víctimas como a las infractores y la comu-
nidad en la resolución de los conflictos derivados de los delitos,
lo cual supone una forma de democratización del Derecho penal,
además de un medio para combatir la expansión de las ideas pu-
nitivistas entre la población, como señala LARRAURI PIJOAN:
“Además de educar al público debe prestarse atención a todas
aquellas experiencias que permiten que la gente participe (léa-
se justicia restauradora), pues esto no sólo permite una mejor
comprensión del funcionamiento del sistema penal sino una
mayor satisfacción con el sistema de justicia penal”83.
La inclusión de las víctimas y la comunidad en el sistema
penal mediante la justicia restaurativa debe venir acompañada
del protagonismo de los expertos en el diseño de las normas pe-
nales, tema al que nos referiremos con más detenimiento en la
segunda parte del trabajo.

3.2. Reducción del uso de la prisión y promoción de


las penas alternativas
En el capítulo dedicado al correccionalismo tecnocrático
ya hemos hecho referencia a las principales críticas que se le
hacen a la prisión y compartimos la conclusión a la que llegan

82 ZUBRYCKI, R. M.: “Community-based alternatives to incarceration in


Canada”, en 121st International Training Course Visiting Experts’ Papers,
adaptado del National Parole Board Fact Sheet, Canada 1997, p.103,
disponible en http://www.unafei.or.jp/english/pdf/RS_No61/No61_12VE_
Zubrycki.pdf.
83 LARRAURI PIJOAN, E.  : “Populismo punitivo... y cómo resistirlo”, op.
cit., p. 21.

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diversos autores: es necesario reducir el uso de la prisión y, por
lo tanto, la tasa de encarcelamiento de nuestro país. El recurso
generalizado a la privación de libertad, además de inútil para
la reducción de la delincuencia, resulta incompatible con la de-
mocracia liberal. Por lo tanto, es urgente la exploración de las
dos principales vías que existen para contrarrestar la tendencia
al “gran encarcelamiento”: la despenalización de conductas y
la introducción de penas alternativas a la prisión. En relación
a la primera vía las opciones son múltiples; la ventaja de tener
un Código Penal tan duro es que es muy fácil imaginar cómo
reducir el catálogo de conductas punibles y la gravedad de las
penas. No es el objetivo de este trabajo indicar por dónde de-
bería empezarse, muchos autores han trabajado en ese sentido:
un buen comienzo sería seguir las recomendaciones recogidas
en el Estudio crítico sobre el anteproyecto de reforma penal de
201284, entre las que destacan la supresión del delito de favore-
cimiento de la inmigración clandestina del artículo 318 bis y la
anulación de los numerosos incrementos de pena previstos en el
Proyecto. Además, para conseguir una drástica disminución de
la población penitenciaria deberían reducirse sensiblemente las
penas previstas para los delitos patrimoniales y para el tráfico de
drogas, que son por los que están condenados la mayoría de los
reclusos en España85.
En relación a las penas alternativas a la prisión, es nece-
sario tener en cuenta que su introducción no supone automáti-
camente la reducción de la población penitenciaria. Medidas de
este tipo fueron introducidas en los ordenamientos de varios paí-
ses a partir de la década de 1970 sin que se produjese tal reduc-
ción, más bien “se revelaron como formas de aumentar las redes
de lo punitivo”86. En España se ha producido este fenómeno en
materia de violencia de género y de delitos contra la seguridad

84 ÁLVAREZ GARCÍA, F. J. (dir.) y DOPICO GÓMEZ-ALLER, J. (coor.):


Estudio crítico sobre el anteproyecto de reforma penal de 2012, op. cit.
85 Entrevista a OTERO GONZÁLEZ, P, en HOYA CORDOBÉS, M. A.: La
influencia de los medios en las reformas penales, op. cit., p. 67.
86 ANITUA, G. I.: História dos Pensamentos Criminológicos, op. cit., p. 690.

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vial: se creó la pena de trabajos en beneficio de la comunidad
pero no como sustituta de la prisión sino para castigar conductas
que antes no eran delito. Teniendo en cuenta estas precauciones,
la sustitución de penas de prisión por penas alternativas sería
un medio tanto para reducir la tasa de encarcelamiento como
para combatir la reincidencia delictiva. Los estudios que exis-
ten sobre la materia concluyen que los condenados a este tipo
de sanciones presentan una tasa de reincidencia menor que los
condenados a pena de prisión87. Sin ánimo de exhaustividad,
seguimos a TÉLLEZ AGUILERA, A. para enumerar las penas
alternativas que recoge el actual Código penal español: locali-
zación permanente; prohibición de residencia, de aproximación
y de comunicación con la víctima y otras personas; trabajos en
beneficio de la comunidad; penas privativas de derechos y sus-
pensión y sustitución de las penas privativas de libertad88.

SEGUNDA PARTE
PARTIDOS POLÍTICOS, MEDIOS DE COMUNICA-
CIÓN, OPINIÓN PÚBLICA Y VÍCTIMAS: UN ESTUDIO
DE LAS CORRELACIONES DE FUERZAS ENTRE LOS
ACTORES DETERMINANTES DE LA POLÍTICA CRI-
MINAL ESPAÑOLA
En la primera parte del trabajo hemos estudiado tres mo-
delos de política criminal: el populismo punitivo, el correcciona-
lismo tecnocrático y un modelo alternativo basado en la justicia
restaurativa. En la segunda parte estudiaremos las correlaciones
de fuerza entre los actores que más poder tienen en el debate

87 VILLACAMPA ESTIARTE, C., TORRES ROSELL, N. Y LUQUE REI-


NA, M. E.: Penas alternativas a la prisión y reincidencia: un estudio empí-
rico, monografía asociada a Revista Aranzadi de Derecho y Proceso Penal,
Ed. Thomson Aranzadi, Cizur Menor (Navarra) 2006, p. 165.
88 TÉLLEZ AGUILERA: Nuevas penas y medidas alternativas a la prisión,
Edisofer, Madrid 2005. Véase también VIEIRA MORANTE, F. J.: Las pe-
nas y sus alternativas, monografía de los Cuadernos de Derecho Judicial
del Consejo General del Poder Judicial, Lerko Print S.A., Madrid 2005.

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público sobre la política criminal española. Para ello partimos
del artículo “Determinants of penal policy”, de TONRY, que
compara las políticas criminales de varios países y deduce una
serie de factores que favorecen el populismo punitivo o protegen
contra esa tendencia89. El autor identifica los siguientes factores
“de riesgo”: un sistema político conflictivo90, la elección popu-
lar de los fiscales y jueces91, una prensa sensacionalista92, cul-
tura anglosajona93 y el predominio de concepciones populistas
de la democracia94. Los factores “protectores” serían de forma
aproximada los opuestos: un sistema político consensual, jueces
y fiscales seleccionados mediante una carrera profesional, un
papel poco destacado de la prensa sensacionalista, cultura fran-
cófona y protagonismo de los expertos en el diseño y aplicación

89 Véase TONRY, M.: “Determinants of penal policy”, op. cit. El propio autor
advierte de que el conjunto de factores que expone son dinámicos y proba-
bilísticos; la existencia en un país de factores que favorecen el popuilismo
punitivo no significa automáticamente que su política criminal deba ajustar-
se a ese modelo (p. 15).
90 El autor explica este concepto en Íbid., p. 18: “Los sistemas conflictivos
se caracterizan típicamente por dos principales partidos, sistemas electo-
rales mayoritarios, distritos electorales uninominales y discontinuidades
políticas. Los partidos definen sus posiciones en contraste con las de sus
oponentes, cuando no están en el poder se esfuerzan continuamente por
oponerse a las políticas del partido gobernante, y basan sus campañas en
estas diferencias”.
91 TONRY, M.: “Determinants of penal policy”, op. cit pp. 23-29.
92 TONRY, M.: “Determinants of penal policy”, op. cit. pp. 29-30.
93 TONRY, M.: “Determinants of penal policy”, op. cit pp. 30-31. Todos los
países analizados por TONRY pueden encuadrarse dentro de la cultura an-
glosajona o francófona, por lo que el autor incluye esta variable en su es-
tudio, partiendo de la idea de que los países de cada uno de esos ámbitos
culturales comparten un tipo determinado de cultura política. TONRY llega
a la conclusión de que los países anglosajones son más propensos al populis-
mo punitivo que los francófonos, manteniendo el resto de factores iguales.
94 Véase TONRY, M.: “Determinants of penal policy”, op. cit. pp. 31-33. Con
este término el autor se refiere a la idea de que “la opinión pública debería
determinar en gran medida qué políticas generales se adoptan y qué casti-
gos reciben los infractores”. La opción opuesta sería la participación de los
expertos en el diseño de la política penal. El autor no niega el protagonismo
de la opinión pública en el diseño de las líneas generales de la política cri-
minal pero sí en las decisiones sobre los casos individuales.

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de la política criminal95. Sería necesario estudiar detenidamente
en qué medida cumple España cada una de estas características,
pero a primera vista resulta sencillo observar que nuestro país
reúne ciertos factores de riesgo (una cultura política conflictiva,
una prensa que trata la delincuencia de forma bastante sensa-
cionalista y escasa participación de los expertos en la definición
de la política criminal) y uno de los protectores (selección me-
ritocrática de jueces y fiscales). Esta constatación, así como el
estudio de la literatura relativa a los actores determinantes de la
política criminal española96, invita a profundizar en el análisis
de las relaciones entre estos actores para saber más sobre los
factores que explican el carácter punitivo de la política criminal
española y, por lo tanto, sobre la viabilidad de una política cri-
minal alternativa.
Dividimos esta segunda parte del trabajo en tres capítu-
los, dedicados respectivamente a las tres hipótesis que formu-
lamos en la introducción. Así, en el primero estudiaremos la
relación entre opinión pública y medios de comunicación; en el
segundo, la relación entre partidos y medios; y en el tercero, la
relación de las asociaciones de víctimas con los partidos y los
medios de comunicación.

1. Relación entre opinión pública y medios de comunicación


En este capítulo vamos a estudiar nuestra primera hipóte-
sis (H1): “Los medios de comunicación no transmiten fielmente
las opiniones mayoritarias de la ciudadanía sobre la delincuen-
cia y el sistema penal, sino que el tratamiento que hacen de este
tipo de noticias muestra una situación de alarma social que no
se corresponde con la realidad”. Esta hipótesis cuestiona la idea
de que los medios transmiten la voluntad popular y los políticos
obedecen97, planteando la posibilidad de que el mensaje mediáti-

95 TONRY, M.: “Determinants of penal policy”, op. cit. pp. 34 y ss.


96 Citada en la introducción.
97 Esta parece ser la opinión de DÍEZ RIPOLLÉS, que afirma lo siguiente:
“Pero esta situación sería poco menos que inimaginable si la política pro-

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co tenga poco que ver con lo que realmente piensan los ciudada-
nos de la delincuencia y el sistema de justicia penal. Para validar
o invalidar nuestra hipótesis estudiaremos en primer lugar el
grado de “punitivismo” de la opinión pública española. Después
analizaremos qué imagen de la delincuencia y el sistema penal
transmiten los principales medios de comunicación.

1.1. Actitudes y opiniones de los ciudadanos sobre la


delincuencia y el sistema penal
La idea de que la opinión pública española es mayori-
tariamente punitiva está tremendamente generalizada entre po-
líticos y penalistas. Sin embargo, esta idea no se basa en aná-
lisis empíricos serios, como desvela VARONA GÓMEZ en su
artículo “¿Somos los españoles punitivos?”. La hipótesis del
autor es que se utilizan “preguntas inadecuadas para captar la
actitud de los ciudadanos hacia el sistema penal y en particular
las sanciones penales, de forma que puede estar documentán-
dose más punitividad de la realmente existente”98. La impor-
tancia de las cuestiones metodológicas en este ámbito también
es destacada por el autor escocés HUTTON, que compara los
resultados de encuestas sobre la delincuencia y el sistema pe-
nal con los resultados de estudios demoscópicos más profun-
dos, en los que se da más información a los ciudadanos y se
les permite discutir entre ellos antes de responder. De acuerdo
con HUTTON, las encuestas con preguntas abstractas tienen el
problema de que “las preguntas pueden no referirse opiniones
preexistentes, sino tener cierta influencia en la construcción de

fesional no hubiera abandonado desde hace ya algún tiempo, una de sus


máximas de actuación irrenunciable: aquella que establece que los polí-
ticos son creadores de opinión, y no meros transmisores de las opiniones
originadas en la comunidad” (DÍEZ RIPOLLÉS, L. : La política criminal
en la encrucijada, op. cit., p. 109).
98 VARONA GÓMEZ, D.: “¿Somos los españoles punitivos?”, en InDret. Re-
vista para el análisis del Derecho, Barcelona 2009, disponible en http://
www.indret.com/pdf/599.pdf, p. 11.

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opiniones que pretenden mostrar de forma neutral”99. El autor
resume su tesis con estas palabras:
“Las encuestas que muestran los asuntos de forma es-
tructural y la ausencia de información tienden a generar res-
puestas más punitivas, mientras que los métodos que permiten a
los que responden interactuar y dialogar, mostrando los asuntos
a través de casos individuales y proporcionando más informa-
ción, tienden a generar actitudes más progresistas”100.
Por lo tanto, HUTTON no niega que existan tendencias
punitivistas en la población, pero precisa que la falta de infor-
mación explica en gran medida esas opiniones. Y desde el punto
de vista de la elaboración de políticas públicas, que es al fin y al
cabo el que nos interesa en este trabajo, parece razonable que el
legislador prime las opiniones informadas frente a las que son
fruto del miedo101 y del desconocimiento de la realidad de la

99 Se refiere al tipo más habitual de encuesta, en el que se formulan, sin dar


información previa, preguntas como esta : “¿Piensa que los tribunales son
demasiado blandos?”. Véase HUTTON, N., “Beyond populist punitive-
ness?”, en Punishment and Society, 7 (3), pp. 243-259, SAGE Publications,
Londres, Thousand Oaks, CA y Nueva Delhi 2005, disponible en http://
pun.sagepub.com/content/7/3/243, p. 4.
100 HUTTON, N. : “Beyond populist punitiveness?” op. cit. p. 5.
101 Explica HUTTON (Íbid., p. 250) que “El crimen y su control se han con-
vertido en el catalizador de ansiedades e inseguridades difusas y gene-
rales”. Cita a GIDDENS (The consequences of modernity, Polity Press,
Oxford 1990) y a BECK (The risk society: Towards a new modernity,
SAGE Publications, Londres 1992). Estos autores reflexionan sobre la
creciente ansiedad en las sociedades contemporáneas con conceptos como
“inseguridad ontológica” (GIDDENS) o “sociedad del riesgo” (BECK).
Sin embargo, no vamos a profundizar en el estudio de estas tesis, no solo
por falta de espacio, sino porque parecen esfuerzos por culpar de esa su-
puestamente creciente ansiedad en Occidente a cuestiones vagas y difí-
cilmente demostrables como el aumento de los riesgos. En este sentido
véase TONRY, M., “Determinants of penal policy”, op. cit., p. 40: “Las
explicaciones no se encuentran en el aumento de la criminalidad, la glo-
balización, la inseguridad ontológica, la modernidad tardía o la angustia
de la posmodernidad. Estas ideas explican demasiado y por lo tanto de-
masiado poco”. Más convincente es la idea de que el retroceso del Estado
de bienestar ha producido un incremento de la pobreza y la incertidumbre

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vol. XXXIV (2014). ISSN 1137-7550: 561-638 -600-
delincuencia y el sistema penal. Estaríamos ante la distinción de
YANKELOVICH entre “opinión pública (opiniones superficia-
les sonsacadas por las llamadas de los encuestadores a la hora
de la cena) y juicio público (lo que la gente piensa cuando tiene
información adecuada y la oportunidad de considerar puntos de
vista opuestos y argumentos)”102.
Aunque no vamos a entrar en el detalle de los datos pre-
sentados por HUTTON, ya que se refieren a la sociedad esco-
cesa, sí que vamos a destacar algunos resultados de su estudio
que se parecen mucho a los obtenidos por VARONA GÓMEZ
en nuestro país. Por ejemplo, ante la pregunta de qué pena debe-
ría imponerse a una persona adicta a alguna droga que entra en
una casa y roba un reproductor de vídeo, la mayoría de los en-
cuestados respondieron “tratamiento contra la droga”. Es decir
que cuando se les pregunta en abstracto, la mayoría de los en-
cuestados responden que el sistema penal es demasiado blando,
pero cuando se les pide que expresen su opinión sobre un caso
concreto, tienen una postura similar o incluso menos dura que
la de la ley (en este caso, un juez escocés habría impuesto una
condena de prisión suspendida o una multa)103. HUTTON expli-
ca que mientras menos información tienen sobre un caso, más
duros son los encuestados, ya que “cuando se enfrenta a una
descripción muy breve de un caso, la gente tiende a imaginarse
que es lo más serio posible dentro del espectro de ese caso”104.
socioeconómica (y por tanto vital) en amplias capas de la población occi-
dental. Esto, junto al creciente papel de los medios de comunicación de
masas como fabricantes de miedo y la utilización sistemática por parte de
los Estados occidentales del miedo al terrorismo como estrategia de control
social, seguramente explique más que los riesgos alimentarios o ecológicos
a los que se refiere BECK o la “inseguridad ontológica” que GIDDENS
presenta como inherente a la posmodernidad.
102 YANKELOVICH, D.: Coming to Public Judgment: Making Democracy
Work in a Complex World, Syracuse University Press, Syracuse, NY, citado
en TONRY (Íbid.), p. 33.
103 YANKELOVICH, D.: Coming to Public Judgment: Making Democracy
Work in a Complex World, op. cit. p. 7.
104 YANKELOVICH, D.: Coming to Public Judgment: Making Democracy
Work in a Complex World, op. cit. p. 9.

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En su artículo, VARONA GÓMEZ también critica las
fuentes actualmente utilizadas para medir el punitivismo ciuda-
dano, entre las que destaca las “manifestaciones espontáneas de
“furor punitivo” ciudadano”, como las protestas públicas que
se producen tras crímenes especialmente truculentos. A menu-
do los medios de comunicación dan una exagerada difusión a
estas manifestaciones, que en realidad son muy minoritarias, y
las presentan como si fuesen una expresión fiel de la opinión pú-
blica. En segundo lugar se refiere al uso de “preguntas-trampas”,
en la línea de lo expuesto por HUTTON. En diversos estudios
demoscópicos sobre delincuencia y sistema penal se formulan
preguntas como la siguiente: “Hoy en día hay demasiada tole-
rancia. Los criminales deberían ser castigados de una forma
más severa”105. El 81% de los encuestados en España respon-
dieron afirmativamente. Según VARONA GÓMEZ, este es un
buen ejemplo de pregunta-trampa, ya que la respuesta depende
por completo de la imagen que los ciudadanos tienen de la jus-
ticia penal (imagen poco acorde con la realidad, como otros es-
tudios demuestran106). La información que nos da realmente esta
pregunta no es que los ciudadanos quieran penas más severas
que las que existen actualmente sino que piensan que el sistema
penal es más benévolo de lo que realmente es. Finalmente, VA-
RONA GÓMEZ critica la deducción que se suele hacer de los
estudios sobre preocupaciones ciudadanas: cuando aumenta la
preocupación por la inseguridad se suele interpretar que los ciu-
dadanos reclaman más dureza al sistema penal. El autor señala
que los resultados de este tipo de sondeos son muy sensibles a
la atención dedicada por los medios a las diversas cuestiones. Es

105 TNS OPINION & SOCIAL: Informe Nacional. España. Eurobarómetro


Estándar número 66 - Otoño de 2006, 2006, pp. 1-75, disponible en http://
ec.europa.eu/public_opinion/index_en.htm. Citado por VARONA, D.,
“¿Somos los españoles punitivos?”, op. cit., p. 10.
106 Por todos, véase TOHARIA CORTÉS, J. J.: “Quinto Barómetro de Opinión
del Consejo General del Poder Judicial”, en Poder Judicial, núm. 19, 1990,
Ed. Consejo General del Poder Judicial, pp. 89-126, citado también por
VARONA, D.: “¿Somos los españoles punitivos?”, op. cit., p. 11.

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decir, en ciertos momentos los medios de comunicación dedican
más atención a la delincuencia que en otros, con independencia
de las evoluciones reales de la tasa de criminalidad, y ese incre-
mento de la atención mediática suele traducirse en una mayor
preocupación ciudadana por la inseguridad. Sin embargo, esto
no implica un cambio real y duradero en el grado de punitivismo
de la población107. VARONA GÓMEZ propone varias fuentes
alternativas de datos sobre el punitivismo ciudadano: preguntas
sobre casos-escenario, preguntas sobre las causas de la delin-
cuencia y preguntas sobre “riesgos relativos”. La primera fuente
ya la hemos explicado en relación al trabajo de HUTTON, por
lo que nos limitaremos a presentar un gráfico que muestra cómo
la mayoría de los encuestados elige las penas alternativas a la
prisión cuando se les pregunta qué sanción creen que merece un
delincuente reincidente que comete un robo en un domicilio108.

100%

23,4
80% Otra pena

47 Suspensión de la Pena
65
60%
23,4
Trabajo en Beneficio de
la Comunidad
40%
Multa

20% 27 15 Prisión
17
7
0%
ICVS 1989 ICVS 2000 EU ICS 2005
(España) (Catalunya) (España)

La segunda fuente de información que propone VARO-


NA GÓMEZ son las preguntas sobre las causas de la delincuen-
cia. Este tipo de investigaciones ponen en entredicho la idea
de que los ciudadanos identifican los errores del sistema penal

107 VARONA, D.: “¿Somos los españoles punitivos?”, op. cit. pp. 12-15.
108 Gráfico en VARONA, D.: “¿Somos los españoles punitivos?”, op. cit.
p. 22.

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como la principal causa de la criminalidad, como muestra el si-
guiente gráfico109.
El bajo nivel educativo y el
fracaso escolar
100% La escasez de medios de la
policía
90%
Las carencias afectivas en el
80% hogar
19,8 La poca eficacia de la policía
70% 21,9
60% la pérdida de los valores
29,3
tradicionales
50%
El mal funcionamiento de la
40% Justicia
30% La blandura de las penas que
se ponen a los delincuentes
20% Las desigualdades sociales
10%
El desempleo
0%
E. 2528 (2003) E. 2315 (1999) E. 2284 (1998) El consumo de drogas

Finalmente, resulta de gran interés el estudio de las pre-


guntas de riesgos relativos :
“[Se trata de] estudios en los que se ha pedido a los ciudadanos
que hagan una valoración de los riesgos a los que están some-
tidos, siendo el delito uno de los riesgos en cuestión a valorar.
Esta es una fuente de datos a considerar, porque al situar el
delito en el contexto de otros riesgos sociales permite apreciar
hasta qué punto están preocupados los ciudadanos por la de-
lincuencia.”110
La conclusión es clara: ser víctima de un delito no está
entre las principales preocupaciones de los ciudadanos españo-
les. De hecho, un estudio del CIS de 2006 muestra que los en-
cuestados otorgan una probabilidad parecida a sufrir un delito
que a sufrir un terremoto o un accidente nuclear, como destaca
VARONA GÓMEZ en su artículo111. La referencia a esta última
fuente de información resulta muy pertinente en la medida en

109 VARONA, D.: “¿Somos los españoles punitivos?”, op. cit. p. 19.
110 VARONA, D.: “¿Somos los españoles punitivos?”, op. cit. p. 20.
111 CIS: “Barómetro de septiembre de 2006 (Estudio número 2654)”, dis-
ponible en http://www.cis.es/cis/opencm/ES/1_encuestas/estudios/ver.
jsp?estudio=5977. Citado también en Íbid, p. 21.

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que los resultados son muy diferentes de los que se obtienen
cuando se pregunta de forma abstracta a los ciudadanos cuáles
son los temas que les preocupan más, sin comparar el riesgo
de ser víctima de un delito con otros riesgos, como sufrir una
enfermedad o un accidente de tráfico. Por otro lado, resulta in-
teresante comprobar que el miedo al delito no está relacionado
con una previa victimización (haber sufrido un delito), sino con
una defectuosa percepción de la realidad de la criminalidad y
el sistema penal o con la manipulación por parte de terceros,
como explica CEREZO DOMÍNGUEZ112. Las conclusiones
de VARONA GÓMEZ coinciden a grandes rasgos con las de
HUTTON: es difícil medir el grado de punitivismo de una so-
ciedad y los instrumentos que se utilizan generalmente no son
adecuados. El empleo de otras técnicas demoscópicas nos lleva
a la conclusión de que los ciudadanos españoles son partidarios
de las penas alternativas a la privación de libertad y son cons-
cientes de que la delincuencia tiene causas sociales profundas.

1.2. La delincuencia y el sistema penal según los me-


dios de comunicación
Una vez que hemos estudiado las opiniones y actitudes
de los ciudadanos españoles sobre la delincuencia y el sistema
penal, veamos cuál es la imagen que transmiten de estos temas
los grandes medios de comunicación. Para ello, lo primero es un
acercamiento general al análisis mediático, para lo que seguire-
mos básicamente a VARONA GÓMEZ. El comportamiento de
los medios de comunicación en los países occidentales contem-
poráneos se suele explicar mediante las teorías de la “agenda
setting” y del “framing”. VARONA GÓMEZ explica así la pri-
mera de estas teorías:
“La idea principal, por tanto, de la teoría de la “agenda-set-
ting” es que los medios de comunicación tienen el poder de

112 CEREZO DOMÍNGUEZ, A. I.: El protagonismo de las víctimas en la ela-


boración de las leyes penales, op. cit., p. 30.

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situar en primer término del debate público un determinado
tema, convirtiéndolo así en asunto de interés nacional, y ello
con independencia (éste es un aspecto clave), de la importancia
intrínseca de dicho tema. De esta forma, queda claro que los
medios no pueden considerarse un mero reflejo de la realidad,
pues en el mismo proceso de selección de las noticias está ya
implícito el poder de destacar (y por tanto también de relegar
al olvido) determinados sucesos”113.
Y el mismo autor define la teoría del “framing” de la si-
guiente forma:
“Con el concepto de “framing” hacemos referencia a que los
medios determinan además cómo pensar sobre los temas, pues
nos proporcionan los esquemas de interpretación básicos que
vamos a utilizar para ello”114.
Por lo tanto, los medios de comunicación de masas con-
temporáneos tienen un gran poder para determinar sobre qué
piensan los ciudadanos y en qué términos lo hacen. Partiendo de
esta idea, se puede estudiar cómo los grandes medios informan
sobre determinado tema. GARCÍA ARÁN115 distingue entre las
dimensiones cuantitativa y cualitativa del tratamiento mediático
de la delincuencia y el sistema penal. Nos referiremos en primer
lugar al aspecto cuantitativo: cuánto espacio dedican los princi-
pales medios de comunicación a las noticias relacionadas con
delitos. Los estudios más importantes en este ámbito han sido
realizados en Estados Unidos, con resultados reveladores. Por
ejemplo, entre 1990 y 1999 las principales cadenas nacionales
de televisión americanas dedicaban al crimen mayor atención
que a ningún otro tema en sus informativos de la tarde. En las
televisiones locales, la criminalidad ocupaba el 30% del tiempo
de informativos, por delante de cuestiones como la actualidad

113 VARONA GÓMEZ, D.: “Medios de comunicación y punitivismo”, op. cit.,


pp. 3-4.
114 VARONA GÓMEZ, D.: “Medios de comunicación y punitivismo”, op. cit.
p. 4.
115 GARCÍA ARÁN, M.: “El discurso mediático sobre la delincuencia y su
incidencia en las reformas penales”, op. cit., p. 49.

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política (11%), la sanidad (7%), la educación (4%) o la pobreza
(2%)116. La comparación entre la realidad mediática y la realidad
(a secas) arroja datos aun más llamativos: “Entre 1960 y 2000,
la tasa anual de homicidios en EEUU osciló entre 5 y 10 por
cada 100.000 habitantes; en cambio un espectador de televisión
presenciará una tasa de homicidios que oscila entre 7 y 10 por
cada 100 personajes televisivos”117. Y para terminar: “Los de-
litos contra las personas representan menos del 0,5% de todos
los arrestos que se producen en EEUU, pero ocupan la cuarta
parte del tiempo dedicado a la “crónica de sucesos” en los pro-
gramas informativos diarios”118.
Ante estos estudios cabe preguntarse si en España la si-
tuación es la misma. Los trabajos españoles en esta materia no
son tan amplios como los estadounidenses y se centran en la
prensa escrita. Destacamos el de RECHEA ALBEROLA, FER-
NÁNDEZ MOLINA y BENÍTEZ JIMÉNEZ, que estudiaron la
atención prestada a la delincuencia por tres de los diarios más
leídos (El País, El Mundo y ABC) entre los años 1995 y 2004.
De acuerdo con estas autoras, el porcentaje de noticias dedicado
a la delincuencia varió entre un 5% en 1995 y un 25% en 2002,
año que supuso el pico del periodo, seguido de cerca por 2003
(20%)119. A primera vista parece que los medios de comunicación

116 BECKETT, K. y SASSON, T.: The Politics of Injustice: Crime and Punis-
hment in America, Sage, Nueva York 2004, capítulo 5, citado también en
GARCÍA ARÁN, M. y BOTELLA CORRAL, J. (dirs.), Malas noticias, op.
cit. p. 17.
117 BECKETT, K. y SASSON, T.: The Politics of Injustice: Crime and Punis-
hment in America, op. cit. capítulo 5.
118 BECKETT, K. y SASSON, T.: The Politics of Injustice: Crime and Punis-
hment in America, op. cit. capítulo 5.
119 RECHEA ALBEROLA, C., FERNÁNDEZ MOLINA, E. y BENÍTEZ JI-
MÉNEZ, M. J.: “Tendencias sociales y delincuencia”, Centro de Investiga-
ción en Criminología de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2004, dis-
ponible en http://www.uclm.es/centro/criminologia/pdf/informes/11_2004.
pdf, p. 47, citado también en GARCÍA ARÁN, M. : “El discurso mediáti-
co sobre la delincuencia y su incidencia en las reformas penales”, op. cit.,
p. 49.

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españoles dedican mucha atención a la delincuencia pero no tan-
to como los estadounidenses. Sin embargo, esta conclusión sería
precipitada, ya que los estudios que se han realizado hasta ahora
en nuestro país se refieren a medios escritos y el terreno privi-
legiado para la información sensacionalista es la televisión120.
Es previsible que sea mayor el porcentaje de tiempo dedicado
a las noticias sobre delitos en las televisiones españolas que el
porcentaje de espacio que los periódicos dedican a esta temática,
por lo que sería aventurado concluir que las televisiones espa-
ñolas dedican menos atención al delito que las estadounidenses.
En todo caso, sería muy interesante la elaboración de estudios
centrados en la información televisada.
En lo que respecta al aspecto cualitativo del tratamiento
mediático de la delincuencia, GARCÍA ARÁN explica que “la
simplificación del mensaje y la ausencia de matización, otor-
gando un gran protagonismo a las víctimas que claman por el
castigo, provoca la percepción de que las respuestas judiciales
y las leyes son excesivamente benévolas”121. VARONA GÓMEZ
destaca las siguientes características del “framing” que domina
el discurso mediático sobre la delincuencia122: la obsesión por la
delincuencia más truculenta, que es tratada de forma dramática
y sensacionalista; la concentración en la dimensión individual
de la delincuencia, tratando cada suceso delictivo como si fuese
único, ignorando el contexto social y las causas profundas de la
criminalidad123; la presentación del delincuente como “alguien

120 RECHEA ALBEROLA, C., FERNÁNDEZ MOLINA, E. y BENÍTEZ JI-


MÉNEZ, M. J.: “Tendencias sociales y delincuencia”, Centro de Investiga-
ción en Criminología de la Universidad de Castilla-La Mancha, 2004, dis-
ponible en http://www.uclm.es/centro/criminologia/pdf/informes/11_2004.
pdf, p. 47, citado también en GARCÍA ARÁN, M. : “El discurso mediático
sobre la delincuencia y su incidencia en las reformas penales”, op. cit., p. 49.
121 GARCÍA ARÁN, M.: “El discurso mediático sobre la delincuencia y su
incidencia en las reformas penales”, op. cit., p. 48.
122 VARONA GÓMEZ, D.: “Medios de comunicación y punitivismo”, op. cit.,
pp. 23 y ss.
123 VARONA GÓMEZ (Íbid., p. 24) explica que “En teoría de la comunica-
ción se alude a la diferencia entre encuadres noticiosos (frames) episódi-

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extraño, incapaz de despertar la comprensión o la empatía de
los ciudadanos” y la repetición del tópico inmigración-delin-
cuencia124.
Una vez que hemos señalado los rasgos más destacados
del tratamiento mediático de la delincuencia, cabe preguntarse
por su origen. Entre las explicaciones con las que VARONA
GÓMEZ trata de responder a este interrogante destaca una de
índole económica: la privatización de los grandes grupos me-
diáticos y la mundialización del mercado de la comunicación ha
convertido la rentabilidad económica en el único objetivo de los
grandes medios de comunicación125. Lo explica así:
“Esta evolución económica de los medios puede explicar el
mayor énfasis actual en las noticias sobre la delincuencia,
porque la información sobre delincuencia es muy barata, fá-
cilmente accesible (pues normalmente la noticia proviene de
una fuente oficial: la policía) y muy versátil, por lo que tiene un
público asegurado”.

cos o temáticos. Los encuadres episódicos se centran en hechos o indivi-


duos particulares. Por el contrario, las noticias tratadas desde encuadres
temáticos harían referencia al contexto social, político o económico, y se
reforzarían por medio de estadísticas relevantes, comentarios expertos y
análisis”. Véase BEALE, S. S.: “The news media’s influence on criminal
justice policy: how marketdriven news promotes punitiveness”, en William
& Mary Law Review, vol. 48, 2006, pp. 397-481, pp. 447 y 448.
124 La asociación de inmigración y delincuencia en el discurso mediático
proporciona la coartada perfecta a las fuerzas políticas que, tanto a escala
europea como estatal, han convertido el Derecho penal en el principal ins-
trumento de la política migratoria, como explicamos en la primera parte del
trabajo.
125 Digo y repito “grandes medios de comunicación” porque existen proyectos
alternativos que escapan en mayor o menor medida a la lógica capitalista,
ya que, al no constituirse como sociedades de capital, sino como empre-
sas de economía social (cooperativas u otras), pueden permitirse primar
criterios de calidad informativa o compromiso político-social frente a la
rentabilidad económica. En nuestro país existen medios de este tipo, ex-
clusivamente online (como eldiario.es), con versiones online y en papel
(www.diagonalperiodico.net y www.lamarea.com), radios (como las aso-
ciadas a la Unión de Radios Libres y Comunitarias de Madrid, http://www.
urcm.net/spip.php?rubrique2) e incluso televisiones (como Tele K, http://
es.wikipedia.org/wiki/Tele_K ).

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-609- vol. XXXIV (2014). ISSN 1137-7550: 561-638
Con “versátil” se refiere a que “es susceptible de un tra-
tamiento muy diverso, desde una óptica de investigación analí-
tica y detallada hasta una línea dramática y emotiva que busque
el info-entretenimiento. Ello no puede predicarse de otras temá-
ticas, pues por ejemplo la información sobre la economía o la
política de un país es mucho más difícil de presentar en clave de
entretenimiento o emotiva”126.
Por lo tanto, el interés económico explica en buena me-
dida el hecho de que los principales medios de comunicación
dediquen una atención exagerada a la delincuencia y lo hagan
con un estilo sensacionalista. Sin embargo, también resulta ne-
cesario estudiar hasta qué punto la relación entre estos medios
y los partidos políticos mayoritarios explican este tipo de trata-
miento mediático.

2. Relación entre medios de comunicación y partidos polí-


ticos
En este capítulo estudiaremos la segunda hipótesis for-
mulada en la introducción: “El PP y el PSOE no endurecen el
Derecho penal solamente como consecuencia de la presión me-
diática sino que el populismo punitivo forma parte del proyecto
político de ambos partidos”. Estudiaremos esta variable en dos
partes. En primer lugar veremos cómo las reformas penales más
importantes que se han producido en los últimos años responden
a la dinámica propia del populismo punitivo: el legislador las
ha justificado basándose en una supuesta alarma social y no han
sido pensadas racionalmente como respuesta a la criminalidad,
sino que han formado parte de estrategias políticas cortoplacis-
tas (distraer la atención de diversas crisis políticas, esencialmen-
te). En segundo lugar, veremos cómo las relaciones de algunos
de los principales medios de comunicación con el PP y el PSOE
explican en gran medida la atención desmesurada que estos me-
dios dedican a la delincuencia.

126 VARONA GÓMEZ, D.: “Medios de comunicación y punitivismo”, op. cit.,


pp. 16-17.

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2.1. Una historia de reformas penales electoralistas
justificadas por una supuesta alarma social
El actual Código Penal, aprobado en 1995, ha sido refor-
mado 28 veces desde entonces. Podría pensarse que esta hipe-
ractividad reformista es un intento racional de responder a una
criminalidad reciente. Sin embargo, como numerosos penalistas
han explicado127, no es este el sentido de la política criminal es-
pañola. Lo demuestran dos elementos. Primero, la criminalidad
no está en aumento en nuestro país, igual que desde los años
noventa tampoco se incrementó el número de delitos por habi-
tante en Estados Unidos ni en el resto de países que siguen la
tendencia al populismo punitivo. Y segundo, el aumento de las
penas o la tipificación de nuevas conductas —lo que han hecho
casi todas las reformas penales llevadas a cabo en España desde
1995— no reduce la delincuencia128. Por lo tanto la afición de
las diversas mayorías parlamentarias —todas del PSOE o del
PP— a reformar el Código Penal debe entenderse en términos
de interés partidista.
El año 2003 fue rico en ejemplos de cómo el Derecho
penal puede ser usado para distraer la atención mediática (y con
suerte también de la opinión pública) de temas problemáticos
para el gobierno de turno. GARCÍA ARÁN129 hace el siguiente
resumen: la LO 7/2003 sobre cumplimiento íntegro de las penas
habría sido pensada como un medio para distraer a la opinión

127 Por todos, véase GARCÍA ARÁN, M.: “El discurso mediático sobre la de-
lincuencia y su incidencia en las reformas penales”, en Revista Catalana de
Seguretat Pública, núm. 18, abril 2008, p. 50.
128 Varios autores chilenos han realizado una revisión bibliográfica sobre los
determinantes de la criminalidad en la que el “factor penal” sólo es uno de
los siete estudiados, y las correlaciones entre severidad de penas y dismi-
nución de la delincuencia no están probadas. CEA MARTÍNEZ, M., RUIZ
CABELLO, P. y MATUS ACUÑA, J. P.: “Determinantes de la crimina-
lidad: revisión bibliográfica”, en Política Criminal, núm. 2, 2008, p. 18,
disponible en http://www.politicacriminal.cl/n_02/d_4_2.pdf.
129 GARCÍA-ARÁN, M.: “El discurso mediático sobre la delincuencia y su
incidencia en las reformas penales”, op. cit., pp.41-43.

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pública de la catástrofe ecológica provocada por el naufragio
del Prestige130 y la LO 11/2003 sobre seguridad ciudadana, vio-
lencia doméstica e integración social de los extranjeros tendría
que ver con la polémica sobre la participación española en la in-
vasión de Irak131. Pero otro acontecimiento político más se dejó
sentir en el afán reformista de 2003: las elecciones municipales
y autonómicas de mayo. Una de las modificaciones incluidas en
la LO 11/2003, aprobada con los votos del Partido Popular, Con-
vergencia i Unió y Coalición Canaria132, fue la transformación
en delito de la reiteración de faltas de lesiones o hurto (cuatro en
un año). Esta reforma, que fue duramente criticada por la doc-
trina penal133, resulta del “Plan de lucha contra la delincuencia”
que el gobierno había presentado en septiembre de 2002134, tan
solo ocho meses antes de las elecciones municipales y autonó-
micas de mayo de 2003. No en vano el lema electoral del Partido
Popular fue “Más seguridad y menos impuestos”, plasmación
perfecta de la combinación neoliberal de conservadurismo so-
cial y liberalismo económico. En el mitin de inicio de campa-
ña, el entonces presidente del gobierno, José María AZNAR,

130 Con esta reforma los condenados a penas largas pierden el derecho a liber-
tad condicional y régimen abierto y este último se limita para todos los con-
denados a más de cinco años de prisión. Sobre el contexto de la aprobación
de esta reforma, véase VARONA GÓMEZ, D.: “Medios de comunicación
y punitivismo”, op. cit., p. 11: “La reforma fue anunciada sorpresivamente
por el gobierno del PP en plena crisis por la catástrofe ecológica del Pres-
tige, en concreto el día 26-12-2002 a la salida precisamente de un comité
ejecutivo nacional del PP convocado para debatir la crisis del Prestige”.
131 Se pueden encontrar más ejemplos de esta forma de legislar en materia
criminal en GARCÍA ARÁN, M. y BOTELLA CORRAL, J. (dir.): Malas
Noticias, op. cit., Capítulo VI y en GARCÍA ARÁN, M.: “Medios de co-
municación y punitivismo”, op. cit.
132 COLPISA: “El Congreso reforma de arriba abajo el Código Penal aproba-
do hace sólo 8 años”, El Día, 7/11/2007, disponible en http://eldia.es/2003-
11-07/sucesos/sucesos5.htm.
133 POLAINO NAVARRETE, M.: La reforma penal española de 2003, Tec-
nos, Madrid 2004, pp. 46-49.
134 REDACCIÓN: “Nuevas medidas legales contra la delincuencia”, El País,
13/9/2002, disponible en
http://elpais.com/elpais/2002/09/13/actualidad/1031905021_850215.html.

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proclamó que él y los suyos iban a “barrer de las calles a los
pequeños delincuentes”. Siguió diciendo: “Nosotros no acaba-
mos de descubrir que la seguridad ciudadana sea importante.
Nunca hemos dicho que luchar contra los delincuentes sea cosa
de retrógrados, como decían los socialistas. Acaban de darse
cuenta. ¡Pues ya era hora!135”. Se refería el presidente a la aten-
ción dedicada por los candidatos del PSOE al tema de la insegu-
ridad. Por ejemplo, Trinidad JIMÉNEZ, entonces candidata a la
alcaldía de Madrid, definió la situación como “crítica”136. Queda
claro pues que la inseguridad ciudadana fue un tema central de
la campaña electoral de 2003.
Esta estrecha relación entre acontecimientos políticos
preocupantes para el gobierno, campañas electorales y reformas
del Código Penal queda plasmada en las Exposiciones de Moti-
vos de las sucesivas normas. El argumento más frecuentemente
utilizado para justificar las reformas penales es la “alarma so-
cial”, formulado de distintas formas. GARCÍA ARÁN ha rea-
lizado una recopilación de las Exposiciones de Motivos de las
leyes de 2003137. La primera fue la LO 7/2003, en la que pode-
mos leer lo siguiente:
“La sociedad demanda una protección más eficaz frente a las
formas de delincuencia más graves, en concreto, los delitos de
terrorismo, los procedentes del crimen organizado y los que
revisten una gran peligrosidad….”.
Los sucesivos gobiernos y mayorías parlamentarias si-
guen la estrategia de presentar la opinión publicada en los princi-
pales medios de comunicación como si equivaliese a la opinión

135 AIZPEOLEA, L. R.: “Anzar proclama que “vamos a barrer de las calles a
los pequeños delincuentes”, El País, 9/9/2002, disponible en http://elpais.
com/diario/2002/09/09/espana/1031522410_850215.html.
136 M.J.Á : “PP y PSOE sitúan la seguridad ciudadana como eje de sus campa-
ñas electorales”, ABC, 18/4/2003, disponible en
http://www.abc.es/hemeroteca/historico-18-04-2003/abc/Madrid/pp-y-
psoe-situan-la-seguridadciudadana-como-eje-de-sus-campa%C3%B1as-
electorales_175200.html.
137 GARCÍA-ARÁN, M.: “El discurso mediático sobre la delincuencia y su
incidencia en las reformas penales”, op. cit., pp. 41 y ss.

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pública o a la voluntad popular. Así, en este caso se alude a una
demanda de “la sociedad” sin aportar ningún estudio demoscó-
pico que pruebe la existencia de esta demanda. La Exposición
de Motivos de la LO 15/2003, que aumentó penas y criminalizó
nuevas conductas, contiene el siguiente párrafo:
“La reforma del Código Penal pretende la adaptación de los
tipos penales ya existentes y la introducción de nuevas figuras
delictivas, en los términos que se desprenden de las diferen-
tes propuestas parlamentarias y de acuerdo con las más acu-
ciantes preocupaciones sociales, con el fin de conseguir que
el ordenamiento penal dé una respuesta efectiva a la realidad
delictiva actual.”
De nuevo, no sabemos cómo identifica el gobierno “las
más acuciantes preocupaciones sociales”. Es cierto que ese año
se produjo un incremento de la cantidad de noticias relacionadas
con temas penales, pero el temor ciudadano por la delincuencia
no aumentó138. Sin embargo, todos estos ejemplos de electoralis-
mo legislativo palidecen al lado de la miríada de reformas que
ha sufrido la LO 5/2000 de responsabilidad penal del menor.
Esta norma fue modificada nada menos que cinco veces en seis
años (incluidas dos veces en el mismo año de su aprobación,
una de ellas antes de que la norma entrase en vigor). GARCÍA
ARÁN destaca la Exposición de Motivos de la última reforma,
la LO 8/2006, que, entre otras medidas, amplía los supuestos en
los que los delitos graves cometidos por menores son castigados
con internamiento cerrado:
“…debe reconocerse que, afortunadamente, no han aumentado
significativamente los delitos de carácter violento, aunque los
realmente acontecidos han tenido un fuerte impacto social”.
Esta frase representa la esencia del populismo punitivo
mejor que cualquier análisis teórico: el Derecho penal no se guía
por las evoluciones reales de la criminalidad sino por conceptos
vagos como “alarma social” o “impacto social”, destinados a

138 GARCÍA ARÁN, M., y BOTELLA CORRAL, J. (dirs.) : Malas Noticias.


op. cit., p. 61.

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justificar el permanente endurecimiento de las penas y la reduc-
ción de las garantías de los procesados, con el objetivo final de
obtener réditos electorales.
La reforma de 2010 introdujo la medida de seguridad de
libertad vigilada139 y amplió la duración de las penas de loca-
lización permanente140, entre otras modificaciones, como múl-
tiples incrementos de penas. Esta vez el legislador aludió para
justificar algunos de los cambios a “las actuales necesidades
y demandas sociales”141, sin precisar más en qué consistían es-
tas demandas. Sin embargo, lo más sorprendente de la justifi-
cación de esta reforma no está en la propia norma, sino en las
declaraciones del entonces ministro del Interior, Alfredo PÉREZ
RUBALCABA, que solo tres meses antes de la aprobación de la
ley presumía de la bajada de la tasa de criminalidad el año an-
terior142. Si cada vez había menos delitos ¿por qué era necesaria
una nueva reforma penal?
Para terminar nos referiremos brevemente a varios ejem-
plos que muestran cómo el Proyecto de 2013 no responde a ne-
cesidades reales de política criminal sino a una estrategia elec-
toralista propia del populismo punitivo, como ya avanzamos en
la primera parte del trabajo. Así, varias de las modificaciones in-
cluidas en el Proyecto están directamente relacionadas con casos
concretos de delitos graves que recibieron una intensa atención
mediática durante meses. En concreto, la libertad condicional
pasa a considerarse una suspensión de pena, poco después de
la polémica mediática y política desatada a raíz de la concesión

139 Véanse los artículos 96, 98, 105 y 106 del Código Penal vigente en enero
de 2014.
140 Véase el artículo 37 de la misma norma.
141 Véase el Párrafo V del Preámbulo de la LO 5/2010, de 22 de junio, por la
que se modifica la Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código
Penal, disponible en http://www.boe.es/boe/dias/2010/06/23/pdfs/BOEA-
2010-9953.pdf.
142 REDACCIÓN : “Rubalcaba: “La tasa de criminalidad de 2009 es la más baja
de la década”, ABC, 9/3/2010, disponible en http://www.abc.es/20100309/
nacional-interior/rubalcaba-tasa-criminalidad-2009-201003091221.html.

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de la libertad condicional a un preso por delitos de terrorismo,
enfermo terminal143. Además, el Proyecto prevé el incremento
de la pena por detención ilegal cuando la víctima no aparezca,
hasta equipararla al homicidio144. Durante los meses anteriores
a esa fecha (y después) los principales medios de comunicación
dedicaron una gran atención al caso de Marta DEL CASTILLO
CASANUEVA, una joven que fue asesinada y cuyo cuerpo no
apareció145.

2.2. Las relaciones entre medios y partidos como fac-


tor explicativo del sensacionalismo mediático
Este continuo endurecimiento de la normativa penal es-
pañola suele interpretarse como una serie de cesiones del PP y
el PSOE ante la presión de los medios de comunicación y de
la opinión pública. Sin embargo, la literatura criminológica ha
interpretado las reformas penales de 2003 como parte de las es-
trategias políticas de ambos partidos, desarrolladas con ayuda de
sus respectivos aliados en el mundo mediático. VARONA GÓ-
MEZ ha explicado el endurecimiento del Código Penal que se
produjo ese año como la respuesta del PP, entonces en el gobier-
no, a la ofensiva política encabezada por un hundido PSOE el
año anterior, centrándose en la delincuencia y en la inseguridad
ciudadana. Explica VARONA que el Partido Socialista publicó
en 2002 tres documentos referidos a estos temas, aprovechando

143 AGENCIA EFE: “La libertad condicional podrá anularse si se de-


linque”, El Mundo, 14/9/2012, disponible en http://www.elmundo.es/
elmundo/2012/09/14/espana/1347625508.html.
144 AGENCIA EFE: “La desaparición de personas será castigada como ho-
micidio”, El Mundo, 14/9/2012, disponible en http://www.elmundo.es/
elmundo/2012/09/14/espana/1347627525.html. Para consultar las modifi-
caciones relativas a los delitos de detención ilegal y secuestro, véase el
apartado centésimo sexto del Proyecto, p. 57.
145 RODRÍGUEZ, C.: “Carcaño, condenado a 20 años por asesinato; los otros
tres acusados, absueltos”, en El Mundo, 13/01/2012, disponible en http://
www.elmundo.es/elmundo/2012/01/13/andalucia_sevilla/1326446764.
html.

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un aumento real de la delincuencia que hasta entonces no había
causado preocupación en la ciudadanía y que tuvo un carácter
transitorio146.
“No fueron los ciudadanos los que hicieron reaccionar a los
políticos para afrontar el problema de la seguridad ciudadana,
sino más bien los políticos los que eligieron este asunto como
eje de su labor de oposición convirtiéndolo así en tema priori-
tario nacional, lo cual, una vez recogido por los medios acabó
afectando a la opinión ciudadana”147.
A la misma conclusión llegan las investigadoras RE-
CHEA ALBEROLA, FERNÁNDEZ MOLINA y BENÍTEZ JI-
MÉNEZ148: en el caso de la ola de reformas de 2003 los medios
de comunicación no fueron el motor de los cambios legislativos,
sino meros vehículos de las respectivas estrategia del PSOE y el
PP. La comparación entre la atención dedicada a la delincuen-
cia en 2003 y en 2006 por los dos periódicos más leídos (El
País y El Mundo) prueba la importancia de los lazos que los dos
principales partidos tienen con estas publicaciones. El siguiente
cuadro muestra cómo la atención de El País a temas relaciona-
dos con la inseguridad ciudadana se disparó en 2002, cuando
la estrategia del PSOE pasaba por situar estas cuestiones en el
centro de la agenda política. Lo mismo hizo El Mundo en 2006,
cuando fue el PP el que hizo de estos temas uno de los ejes de su
estrategia de oposición149.
Este estudio resulta muy revelador para entender mejor
las relaciones entre los principales partidos y los grandes medios

146 VARONA GÓMEZ, D.  : “Medios de comunicación y punitivismo”, op.


cit., p. 13.
147 Íbid., p. 13.
148 RECHEA ALBEROLA, C., FERNÁNDEZ MOLINA, E. Y BENÍTEZ
JIMÉNEZ, M. J.  : “Tendencias sociales y delincuencia”, op. cit., citado
también en VARONA GÓMEZ, D. : “Medios de comunicación y punitivis-
mo”, op. cit., p. 13.
149 Cuadro extraído de VARONA GÓMEZ, D. :“Medios de comunicación y
punitivismo”, op. cit., p. 14, “a partir de los servicios de hemeroteca di-
gital disponibles en la web de cada periódico (noticias que contienen el
término “inseguridad ciudadana”).

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de comunicación. Por eso resultaría de gran interés aplicar este
enfoque de análisis a otras reformas penales. Sin embargo, se-
ría precipitado deducir de este ejemplo que los grandes medios
de comunicación de nuestro país son meros instrumentos de la
estrategia política del PP y del PSOE. Es cierto que el estudio
cuestiona la idea de que el llamado cuarto poder es independien-
te del poder político; más bien parece que los grandes medios
de comunicación, aunque siempre actúen guiados por los crite-
rios de rentabilidad económica, también obedecen a lógicas de
otro tipo, como sus lazos con los principales partidos de ámbi-
to estatal. Pero estas relaciones no son orgánicas ni fijas, sino
que evolucionan, como prueba el alejamiento de El Mundo y la
dirección del Partido Popular a raíz del llamado “caso Bárce-
nas” durante el año 2013150. Como señala VARONA GÓMEZ,
la complejidad de las relaciones entre medios de comunicación
y partidos políticos impide crear reglas generales sobre estas re-
laciones; hay que estudiar cada caso concreto151.
Por lo tanto, la conclusión que extraemos de este capítulo
de nuestro trabajo es precisamente la confirmación de la com-
plejidad de las relaciones de los actores que influyen en la políti-
ca criminal española y en particular una visión más profunda del
comportamiento de los medios de comunicación. Por supuesto
que los medios de comunicación privados buscan la rentabilidad

150 De acuerdo con dirigentes del Partido Popular citados por el diario El Con-
fidencial Digital, la publicación por parte de El Mundo de documentos e
informaciones que apuntan a la financiación ilegal del PP obedeció a una
estrategia del director del periódico, Pedro José RAMÍREZ CODINA, y
ciertos sectores del partido vinculados al ex presidente José María AZNAR
para derribar al gobierno de Mariano RAJOY. Véase REDACCIÓN : “Hay
una operación de derribo contra Mariano Rajoy”, El Confidencial Digital,
16/7/2013, disponible en http://www.elconfidencialdigital.com/politica/
Mariano-PP-Gobierno-Extranan-Maria_0_2090190964.html. Otra expli-
cación de este alejamiento podría ser simplemente de índole económica:
la rentabilidad de esas informaciones sería tal que la dirección del diario
conservador renunció a su tradicional fidelidad al Partido Popular.
151 VARONA GÓMEZ, D.  : “Medios de comunicación y punitivismo”, op.
cit., p. 12.

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económica —no podría ser de otra manera; son empresas— pero
también hay que entender qué estrategias siguen para conseguir
ese objetivo, entre las que se cuenta entretejer una red de relacio-
nes con diferentes actores del poder político.

3. Víctimas, partidos y medios de comunicación


Después de haber estudiado las complejas relaciones en-
tre opinión pública, medios de comunicación y partidos políti-
cos, en este tercer capítulo vamos a centrarnos en las víctimas,
estudiando nuestra tercera hipótesis: “La orientación punitiva
de las asociaciones de víctimas no es inherente a su carácter de
víctimas, sino que se debe a la manipulación de los partidos po-
líticos y los medios de comunicación”. El interés de este tema
se debe a que el protagonismo de las víctimas es un rasgo defi-
nitorio del nuevo modelo penal de la seguridad ciudadana. Los
medios de comunicación dedican portadas y horas de progra-
mación a presentar al público las experiencias traumáticas de
víctimas de delitos, centrando la atención en los crímenes más
violentos (que son los menos frecuentes). Esta omnipresencia
mediática proyecta a las víctimas al debate político-criminal,
que a menudo gira en torno a ellas152. Las asociaciones y víc-
timas individuales que más protagonismo adquieren tienen una
actitud marcadamente punitiva y vengativa ante la delincuen-
cia153, pero cabe preguntarse si esta orientación es inherente al

152 En una ocasión el entonces presidente del gobierno, José Luis RODRÍ-
GUEZ ZAPATERO, llegó a recibir en el Palacio de la Moncloa a los padres
de la niña Mari Luz, asesinada poco antes. REDACCIÓN : “Zapatero reci-
be a los padres de Mari Luz”, El Periódico de Aragón, 25/05/2008, dispo-
nible en http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/sociedad/zapatero-
recibe-a-los-padres-de-mariluz_412505.html.
153 Tuvimos un buen ejemplo en los meses de octubre y noviembre de 2013,
durante los cuales la conservadora Asociación de Víctimas del Terroris-
mo (AVT) llenó portadas y telediarios con su protesta por la prohibición
por parte del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de la aplicación re-
troactiva de la llamada “doctrina Parot”, sentencia que motivó la excarce-
lación de decenas de personas condenadas por delitos graves —muchos,

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hecho de haber sido víctima de un delito o si se debe más bien a
una manipulación mediática y política. A analizar esta cuestión
dedicamos este tercer capítulo.
En primer lugar resulta necesario estudiar cuáles son los
factores que explican el protagonismo de las víctimas en la ela-
boración de las normas penales españolas, para lo que seguimos
a CEREZO DOMÍNGUEZ154. El primer factor explicativo que
identifica la autora es la tendencia a que la sociedad se identi-
fique con las víctimas, que la autora expone en los siguientes
términos:
“Se ha producido una transformación social de considerable
importancia, mediante la cual el sufrimiento de la víctima
ha dejado de pertenecer al ámbito privado para obtener una
dimensión colectiva. La sociedad actual se muestra como un
conjunto de víctimas potenciales que demandan mayor protec-
ción, y con ello intervención penal, aunque sea a costa de un
detrimento de la libertad y las garantías”155.
No se puede desligar esta transformación social de la es-
trategia de los principales partidos —a la que nos hemos referido
en el anterior capítulo— consistente en poner la delincuencia en
el centro de la discusión política y, para ello, reforzar la visión de
todos los ciudadanos como víctimas potenciales. Otros autores
se han referido a esta imagen abstracta y simbólica de la vícti-
ma. Según DÍEZ RIPOLLÉS la política criminal no está guiada
por reflexiones complejas sobre las necesidades de la sociedad
en este ámbito y los medios idóneos para satisfacerlas, sino por
las demandas de las víctimas. Y no solo se refiere a los deseos
realmente expresados por víctimas organizadas en asociaciones,
sino también a “unas víctimas arquetípicas sin existencia real ni

de terrorismo— y cuyas condenas habían sido prolongadas ilegalmente en


aplicación de la doctrina del Tribunal Supremo.
154 CEREZO DOMÍNGUEZ, A. I.: El protagonismo de las víctimas en la ela-
boración de las leyes penales, op. cit., pp. 25-38.
155 CEREZO DOMÍNGUEZ, A. I.: El protagonismo de las víctimas en la ela-
boración de las leyes penales, op. cit p. 25.

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posible”156, es decir, que las reformas penales no siempre se jus-
tifican por las demandas concretas de asociaciones de víctimas
sino que a veces los políticos aluden a las víctimas en general.
Por su parte, GARLAND presenta una explicación del concepto
de víctima simbólica:
“La imagen simbólica de la víctima ha adquirido vida propia;
así, en el debate político y en las discusiones sobre el diseño de
la política criminal, juega un papel completamente autónomo
frente a las reivindicaciones de las organizaciones de víctimas
o las opiniones de las víctimas encuestadas. La víctima de la
criminalidad ha dejado de ser un ciudadano desafortunado
que sufre las consecuencias de un delito, y cuyos intereses son
subsumidos por el “interés general” que guía el proceso y las
decisiones penales.”157
El segundo gran motivo de la omnipresencia de las víc-
timas en la discusión político-criminal española es el papel de
los medios de comunicación. Aquí hay que señalar que resulta
simplista hablar de “las víctimas” sin más precisión; las víctimas
que tienen una mayor presencia mediática y pública no son re-
presentativas de la infinita variedad de personas que han sufrido
delitos. CEREZO DOMÍNGUEZ explica que recientes reformas
penales responden a la presión ejercida por grupos de víctimas
“con fácil acceso a los medios de comunicación y, a través de
éstos, a las esferas gubernamentales”158. Es decir, que las rela-
ciones con los medios son el rasgo más destacado de las orga-
nizaciones de víctimas más poderosas159. La influencia política

156 Entre otros, véase DÍEZ RIPOLLÉS, L.: “El nuevo modelo penal de la
seguridad ciudadana”, op. cit., pp. 9-10.
157 GARLAND, D. : Crimen y castigo en la modernidad tardía, op. cit., pp.
218-219.
158 CEREZO DOMÍNGUEZ, A. I.: El protagonismo de las víctimas en la ela-
boración de las leyes penales, op. cit., p. 32. La autora explica que no
son necesariamente las víctimas de delitos más graves las que tienen más
influencia.
159 Entre otras cabría citar a las asociaciones de víctimas del terrorismo como
la Fundación Víctimas del Terrorismo (http://www.fundacionvt.org/), la
Asociación de Víctimas del Terrorismo (http://www.avt.org/) o la Asocia-
ción 11M Afectados por el Terrorismo (http://www.asociacion11m.org/).

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de estos grupos ha aumentado en los últimos años. Si bien antes
se limitaban a estar atentos al contenido de la legislación pe-
nal (actuación post-parlamentaria), ahora realizan también una
actividad de presión o lobbying antes y durante la elaboración
de las leyes (actuación pre-parlamentaria y paraparlamentaria),
lo cual redunda en una mayor capacidad de influencia sobre el
legislador160.
Finalmente, la creación de grupos de presión de víctimas
es un factor fundamental para entender el creciente poder de este
colectivo (o de parte de él) en nuestro país. Dos elementos han
ayudado a la proliferación y el reforzamiento de las asociacio-
nes de víctimas en España. El primero es el bipartidismo: en los
Estados con dos partidos nacionales poderosos es más proba-
ble que el gobierno se deje influir por los lobbys161. Un segundo
elemento es la integración de estas asociaciones en redes inter-
nacionales. En este sentido son de gran importancia encuentros
internacionales como los Congresos de Víctimas del Terroris-
mo, en los que han participado personalidades como el enton-
ces príncipe Felipe de BORBÓN Y GRECIA y el presidente del
Consejo General del Poder Judicial162.
Numerosos autores han identificado el protagonismo
de las víctimas como uno de los elementos del populismo puni-

También cabe nombrar la plataforma Stop Accidentes (http://stopacci-


dentes.org/) y organizaciones feministas como la Federación de Mujeres
Progresistas (http://www.fmujeresprogresistas.org/es/) y Mujeres Juristas
Themis (http://www.mujeresjuristasthemis.org/), que han tenido un papel
destacado en el endurecimiento del Código Penal respectivamente en ma-
teria de delitos contra la seguridad del tráfico y de violencia de género.
160 CEREZO DOMÍNGUEZ, A. I.  : El protagonismo de las víctimas en la
elaboración de las leyes penales, op. cit., pp. 35-38.
161 LAPPI-SEPPÄLÄ, T.: “Política criminal y penas alternativas a la prisión
en los países escandinavos”, Cuadernos de Política Criminal, 2ª época,
núm. 90, 2006, pp. 121-158, citado por CEREZO DOMÍNGUEZ (Íbid., p.
37).
162 Véase REDACCIÓN: “Los Príncipes presidirán el VII Congreso Inter-
nacional de Víctimas del Terrorismo”, Libertad Digital, 13/09/2011,
dis-ponible en http://www.libertaddigital.com/nacional/2011-09-13/vii-
congresointernacional-de-victimas-del-terrorismo-en-paris-1276435171/.

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tivo163. Pero ¿esta relación entre víctimas y punitivismo es inevi-
table? Vamos a intentar responder a esta pregunta partiendo de la
valoración que CEREZO DOMÍNGUEZ realiza de los riesgos
derivados del protagonismo de los grupos de presión de vícti-
mas164. El primer riesgo identificado por la autora es de carácter
psicológico: de acuerdo con los expertos en victimización, el
discurso victimista y vengativo que a menudo defienden las aso-
ciaciones dificulta la superación del trauma del delito. Por otro
lado, CEREZO DOMÍNGUEZ señala un elemento de particular
importancia para este trabajo: la manipulación de las víctimas
por parte de partidos políticos. La relación entre ambos actores
es bidireccional: por un lado el legislador justifica sus reformas
penales punitivistas aludiendo a los deseos de las víctimas; por
otro, políticos interesados en encubrir las deficiencias del siste-
ma penal165 o en poner en marcha leyes penales represivas ma-
nipulan a las víctimas. La comprensión de esta dinámica entre
partidos y víctimas es fundamental de la misma manera que es
primordial entender la complejidad de las relaciones entre par-
tidos y medios de comunicación. Ya explicamos en el capítulo
dedicado a los medios que no solo estos influyen en las decisio-
nes de los políticos en materia de política criminal sino que los
políticos defensores de ideologías represivas utilizan la presión
mediática como excusa para poner en marcha su proyecto popu-
lista punitivo.
Parece claro que la influencia de las asociaciones de víc-
timas en el diseño de la política criminal española en los últimos
años ha contribuido a reforzar la tendencia al populismo pu-
nitivo. Sin embargo, la presencia de estas asociaciones en el

163 Por todos, véanse las obras de DIEZ RIPOLLÉS, L. y GARLAND, D. cita-
das en este capítulo.
164 CEREZO DOMÍNGUEZ, A. I.: El protagonismo de las víctimas en la ela-
boración de las leyes penales, op. cit. pp. 38-46.
165 Recordemos cómo GARLAND explica que resulta muy difícil obtener éxi-
tos políticos en el ámbito penal porque la delincuencia depende en gran
medida de factores que no son directamente controlables por los gobernan-
tes (véase el primer capítulo de la primera parte del trabajo).

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ámbito de la justicia penal no debe demonizarse ya que no solo
es una exigencia del principio democrático sino que también tie-
ne en muchos casos efectos positivos sobre las víctimas y sobre
el conjunto de la sociedad. En sus orígenes estas organizaciones
tenían funciones esencialmente asistenciales y de visibilización
de las víctimas166 y han cumplido un papel fundamental en la
respuesta que la sociedad ha dado a cierta delincuencia antes
ignorada por el Estado, como la violencia de género. Sin em-
bargo, la deriva punitivista de muchas de ellas las ha conver-
tido en un lobby al servicio de una política criminal represiva
e irracional, más preocupado por el castigo de los delincuentes
que por la recuperación de los perjudicados por los delitos. Las
víctimas son las que mejor conocen sus necesidades y en ese
ámbito el legislador debería escucharlas, pero estas asociaciones
no son infalibles y la política criminal no debe estar guiada por
sus demandas, sino por el interés general de la sociedad y por
los principios del Estado social y democrático de Derecho. La
exploración de fórmulas de participación de las víctimas en el
sistema penal sin reforzar el populismo punitivo167 es una de las
responsabilidades que tienen los penalistas.

Conclusiones y recomendaciones
En la primera del trabajo hemos presentado una tipología
compuesta por tres modelos ideales de política criminal: el po-
pulismo punitivo, el correccionalismo tecnocrático del Estado
de bienestar y la justicia restaurativa. Hemos comprobado cómo
el modelo español está evolucionando desde el correccionalismo
tecnocrático hacia el populismo punitivo, sin que el modelo de
166 CEREZO DOMÍNGUEZ, A. I.  : El protagonismo de las víctimas en la
elaboración de las leyes penales, op. cit., pp. 17-22.
167 La justicia restaurativa supone la integración sistemática de las víctimas
en la resolución de los conflictos surgidos de los delitos, superando el dog-
ma del monopolio absoluto del Estado en materia penal. Sin embargo, sin
defecto de la posibilidad de incluir mecanismos de justicia restaurativa en
nuestro sistema penal, es necesario pensar la integración de las víctimas en
el actual sistema.

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justicia restaurativa tenga apenas presencia en nuestro país. A
continuación, en la segunda parte, hemos analizado las correla-
ciones de fuerza entre los actores que más influyen en el diseño
de la política criminal española, estudiando tres hipótesis.
La primera hipótesis (H1) era la siguiente: “Los medios
de comunicación no transmiten fielmente las opiniones mayori-
tarias de la ciudadanía sobre la delincuencia y el sistema penal,
sino que el tratamiento que hacen de este tipo de noticias mues-
tra una situación de alarma social que no se corresponde con la
realidad”. Nuestro estudio valida completamente la variable; los
principales medios de comunicación realizan un tratamiento ses-
gado de los temas relacionados con la delincuencia y la justicia
penal tanto desde el punto de vista cuantitativo como desde el
cualitativo. Dedican un espacio exagerado a las noticias relacio-
nadas con estos temas y las tratan de una forma sensacionalista
que distorsiona la realidad. Por el contrario, la mayoría de los
ciudadanos, cuando reciben información correcta sobre el fenó-
meno de la delincuencia, no apoyan los castigos duros, sino que
son conscientes del origen social del delito y defienden medidas
alternativas a la prisión.
La segunda hipótesis (H2) era esta: “El tratamiento me-
diático de la delincuencia forma parte de la estrategia de los dos
principales partidos políticos; el hecho de que los principales
medios de comunicación dediquen una atención exagerada a
la delincuencia y adopten un enfoque sensacionalista es conse-
cuencia de sus relaciones con el PP y el PSOE, que los utilizan
como correa de transmisión de sus respectivas estrategias polí-
ticas”. Esta variable se valida solo parcialmente. Es cierto que
los grandes medios de comunicación algunas veces se ponen al
servicio de las estrategias políticas y electorales de sus aliados
políticos, pero debe entenderse este comportamiento como una
forma de conseguir el fin principal de las empresas mediáticas,
que es obtener la máxima rentabilidad económica posible. Los
medios y los partidos políticos mantienen relaciones complejas
y cambiantes, que pasan con relativa facilidad del apoyo mutuo

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al enfrentamiento, por lo que no se ajusta a la realidad la idea de
que los medios de comunicación son una mera correa de trans-
misión de las estrategias partidistas.
Finalmente, nuestra tercera hipótesis (H3) era la siguien-
te: “La orientación punitiva de las asociaciones de víctimas no
es inherente a su carácter de víctimas, sino que se debe a la ma-
nipulación de los partidos políticos y los medios de comunica-
ción”. La hipótesis queda validada: las asociaciones de víctimas
que cuentan con mayor presencia mediática en nuestro país son
las más punitivas y los políticos defensores del modelo penal de
la seguridad ciudadana las utilizan como coartada para justificar
sus reformas. Las conclusiones que hemos alcanzado nos per-
miten presentar una serie de recomendaciones dirigidas a varios
actores:

1) Expertos en Derecho penal y política criminal


La mayoría de los penalistas más prestigiosos se han
opuesto sistemáticamente a la deriva punitivista de la política
criminal española en los últimos años, desde la aprobación del
Código Penal de 1995. Ya en 1989 se creó el Grupo de Estudios
de Política Criminal, que se autodefine como “un grupo perma-
nente de trabajo dedicado a desarrollar e impulsar investiga-
ciones y propuestas político-criminales a partir de presupuestos
progresistas”168. Más tarde, en los años 2000, se creó la plata-
forma “Otro derecho penal es posible”169, que ha producido do-
cumentos sobre diversos aspectos del sistema de justicia penal
español y análisis críticos de las diversas reformas que ha sufri-
do el Código Penal en los últimos años. Las sucesivas mayorías
legislativas han hecho oídos sordos a las principales recomen-
daciones de estos colectivos. Sin embargo, algunos penalistas
consideran que no toda la culpa es de los políticos que se han
ido sucediendo en el poder, sino que los académicos y profesio-

168 Véase http://www.gepc.es/web/.


169 Véase http://www.otroderechopenal.com/.

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nales del Derecho penal también tienen responsabilidades que
asumir en la deriva punitivista de la política criminal española.
El catedrático DÍEZ RIPOLLÉS critica que los especialistas del
ámbito se limitan a oponerse a las diversas reformas represivas
con argumentos de principios, que no convencen ni a políticos
ni a ciudadanos170. Coincidimos con DÍEZ RIPOLLÉS en que
no basta con oponerse a reformas punitivistas como el Proyecto
de 2013, sino que además es necesario explicar que la actual
política criminal no es efectiva para reducir la delincuencia que
atenta más gravemente contra los intereses generales, como los
delitos “de cuello blanco”171, la corrupción o el fraude fiscal.
Por otro lado, sería interesante que los estudiosos del ámbito de
la política criminal y el Derecho penal siguiesen investigando
sobre el tratamiento mediático de la delincuencia en España y
sobre el papel que cumplen actores como los empresarios de la
seguridad privada, los sindicatos policiales172 y los movimientos
sociales en el diseño de la política criminal de nuestro país.

2) Movimientos sociales
Ciertos movimientos sociales, pese a su ideología pro-
gresista, confían en el Derecho penal como un instrumento efec-
tivo y legítimo en la lucha contra las discriminaciones (machis-
mo, racismo, homofobia, etc.) y contra otras conductas lesivas
del interés general como la corrupción política y económica. La
autora brasileña BOUÇAS COIMBRA se refiere a estos actores
en los siguientes términos:
“Los movimientos sociales creen y vocean, como misioneros,
que la impunidad es la principal causa de la violencia ayer y

170 DÍEZ RIPOLLÉS, J. L., “El nuevo modelo penal de la seguridad ciudada-
na”, op. cit., pp. 21-23.
171 Así se conoce a los delitos de índole económica cometidos por empresarios
y otros ciudadanos con poder económico.
172 VARONA GÓMEZ, D. señala que estos sindicatos “han tenido bastante
éxito en nuestro país a la hora de hacer visibles sus reivindicaciones en los
medios (básicamente más medios y mayores retribuciones)” (VARONA
GÓMEZ, D., “Medios de comunicación y punitivismo”, op. cit., p. 18).

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hoy, y piden más leyes, aplaudiendo la rigidez y la dureza de la
Ley Maria da Penha, por ejemplo”173.
No obstante, VARONA GÓMEZ explica que los mo-
vimientos sociales solo consiguen introducir estos temas en la
agenda política si sus intereses coinciden con los de actores más
poderosos de los sectores económicos, mediáticos o políticos174,
por lo que no conviene exagerar la parte de responsabilidad de
los movimientos sociales en el avance del populismo punitivo en
nuestro país. En todo caso, es necesario que estos actores aban-
donen la retórica punitivista y admitan que problemas sociales
tan profundos como el machismo, el racismo o la corrupción no
se solucionan con el Derecho penal. La aparición de colectivos
contrarios al Proyecto de reforma del Código Penal de 2013 es
un signo esperanzador en este sentido175, quizá se extienda en los
movimientos sociales la idea de que un incremento generalizado
de la represión penal no es compatible con la persecución de
objetivos de justicia social.

3) Políticos progresistas
Los políticos progresistas no pueden seguir apoyando
reformas penales injustas e irracionales por miedo a una ciu-
dadanía supuestamente punitiva. Los datos demuestran que los
ciudadanos españoles no son mayoritariamente punitivos; son
conscientes de las causas sociales de la delincuencia y apoyan

173 BOUÇAS COIMBRA, C. M.: “Modalidades de aprisonamento: proces-


sos de subjetivização contemporâneos e poder punitivo”, en VIEIRA, P. y
MALAGUTI, V. (org.) : Depois do grande encarceramento, pp. 183-194,
op. cit., p. 187. La Ley Maria da Penha es el nombre por el que se conoce
a una ley contra la violencia de género aprobada en Brasil en 2006, cuyo
principal rasgo es el endurecimiento de la respuesta penal a las agresiones
machistas.
174 VARONA GÓMEZ, D.  : “Medios de comunicación y punitivismo”, op.
cit., p. 12.
175 Cabe citar la plataforma “No somos delito” (http://nosomosdelito.net)
y la coordinadora “Paremos la criminalización de la protesta social”
(https://www.facebook.com/pages/Coordinadora-Paremos-la-
Criminalizaci%C3%B3n-de-la-Protesta-Social/157985314412828).

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medidas alternativas a la cárcel para combatirla. DÍEZ RIPO-
LLÉS aporta una idea interesante para los políticos que preten-
dan poner en marcha una política criminal distinta del populis-
mo punitivo: “Toda modificación de un modelo de intervención
social, más allá de los intereses generales que persiga y de su
eficacia para obtenerlos, favorece los intereses particulares de
ciertos grupos sociales y perjudica, o al menos no promueve,
los intereses de otros”176. Entre los sectores perjudicados por
la política criminal de la seguridad ciudadana el autor cita a los
“colectivos preferidos del escrutinio policial, como jóvenes, in-
migrantes y minorías sociales, cuerpos expertos de la justicia,
de la ejecución penitenciaria o de la asistencia social y psicoló-
gica, emprendedores a cuyos negocios perjudica la imagen de
inseguridad ciudadana, asociaciones activas en la atención a
la marginación social”177. Probablemente cualquier formación
política que pretenda en el futuro modificar el rumbo de la actual
política criminal encontrará apoyo en estos colectivos. Por su
parte, HUTTON destaca la importancia de que las institucio-
nes estatales difundan información precisa sobre la delincuencia
y el sistema penal que palie la desinformación del público en
esta materia, propiciada por los principales medios de comuni-
cación178.
Finalmente, los políticos que hasta ahora han apoyado el
modelo penal de la seguridad ciudadana deberían tener presente
esta idea del jurista FERRAJOLI:
“El progreso de un sistema político se mide por su capacidad
de tolerar, con simplicidad, el desvío como señal y producto de
tensiones y disfunciones sociales no resueltas, y por otro lado,
de prevenirla, sin medios punitivos o autoritarios, haciendo
desaparecer sus causas materiales”179.

176 DÍEZ RIPOLLÉS, J. L., “El nuevo modelo penal de la seguridad ciudada-
na”, op. cit. p. 33.
177 DÍEZ RIPOLLÉS, J. L., “El nuevo modelo penal de la seguridad ciudada-
na”, op. cit. p. 33.
178 HUTTON, N., “Beyond populist punitiveness?” (op. cit.), p. 13.
179 Comunicación personal de João Ricardo DORNELLES.

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disponible en http://www.ine.es/daco/daco42/sociales/
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