Concepto Sobre El Sikuri de Italaque
Concepto Sobre El Sikuri de Italaque
Concepto Sobre El Sikuri de Italaque
Barragán
LEYENDA DE ITALAQUE
Cuenta la leyenda que un anciano cortó un tallo de cebada para calmar el llanto desconsolado de un niño
con los sonidos del viento, así nació la zampoña o Siku. Así lo cuentan los poblares de Italaque y lo escribe
el R.P. Homero Elías: “Los padres del niño habían salido a cuidar sus chacras y a recoger la papa hecha tunta
que reposaba en unos charcos cercanos congelados.
La mañana era luminosa y el suelo blanco, cubierto con una capa delgada de hielo.
- Carambas esta wawa no se calla - Decía el anciano golpeando la cebada para sacarle el grano. Se acerco al
payo donde berreaba su nieto y le pregunto con voz de abuelo: - Que pasa contigo che.
Y el niño pego un grito tan fuerte que le cambio el color del rostro de barro a morado. El viento soplo fuerte
y le saco un dulce sonido a la caña de cebada. Entonces el anciano hizo una cosa muy rara: tomo varias
cañas de distintos tamaños y soplo a través de ellas; inundó la casa una música suave y armoniosa y el niño,
al oír aquello, dejo de llorar.
Así aquel hombre, sin darse cuenta, invento siku o la zampoña. Cuando los padres del niño llegaron a casa,
se regocijaron por aquel invento.
Estaban muy contentos y reían de la ocurrencia del abuelo sin saber que aquel era el origen de lo sikuris y
que su hijo perfeccionaría aquel instrumento musical
usado caña de carrizo y acompañándolo con el
bombo.
Cuando el niño creció reunió a sus amigos, con ellos
compuso melodías que tocaba una y otra vez,
mientras cuidaba el rebaño de llamas de su padre y
durante las fiestas del pueblo y posteriormente cuando
el Inca lo solicitaba”[2].
El Sikuri, hombre erguido, de facciones duras pero de sutiles movimientos y mirada armoniosa; su
vestimenta es un verdadero templo barroco recién tallado, que junto a catorce hombres constituyen una
tropa formada en un círculo de conexión inseparable, semejante a una danza de meditación.
“Ricas en vestimenta, brillantes en colorido, ofrecían el espectáculo más extraordinario que puede darse.
Muchos conjuntos ostentaban el penacho de plumas de flamenco o de avestruz, que en la parla aymara se
llaman respectivamente parihuana y suri, y que en continuo girar de los músicos se convertía en remolino
de blanco ondular. Había tropas ataviadas con levitones azules que llegaban hasta los pies y con una larga
bufanda de vicuña colgada del sombrero, en severo atuendo acorde con los adustos semblantes. Los había
de cortar vestimentas, con petos de cuero, airosos penachos de plumas de guacamayo, polainas
multicolores, ponchos de armoniosos colores, faldellines plisados, fajas, blusas, chupas y “chuspas”, camisas
con alzacuello, calzones partidos estilo “Chchuta”, bocamangas bordadas. El “achach – Kumu” (viejo
jorobado), una especie de payaso de cada conjunto, vestía de la manera más inverosímil pero siempre
ricamente y se contorsionaba inflado los carillos al soplar el pututu, cuya voz profunda resonaba con ecos
multiplicados formando una especie de fondo, de roncos estruendos, que siendo de notas muy distintas a
las de la zampoña, no se mezclaban con estas y por el contrario tenia si propia vigencia, bronca,
estremecida y prolongada como un lamento secular: Cada sicuri se movia pausadamente portando la
pesada “caja” que golpeaba al compás de la música pentatónica. El semblante imposible oscuro apenas
contraído por el refuerzo de un soplar constante que solía prolongarse por horas y días. Todo era armonioso
desde la “usuta” que calzaban hasta el alto sombrero sevillano o de plumas. El Sikuri era el complemento
multicolor del paisaje”[3].
Los “Sikuris de Italaque”, y el conjunto “Huaycheños”, ambos originarios de la provincia Camacho, fueron
distinguidos por la Prefectura del Departamento de La Paz.
El prefecto paceño, José Luis Paredes, fue el encargado de distinguir a los conjuntos oriundos de la provincia
Camacho, del departamento de La Paz. La condecoración se realizó en el Palacio Prefectural.
En la ocasión, la autoridad paceña consideró “justo el reconocimiento a la incansable labor de estos
embajadores de la música boliviana por mantener viva la cultura de nuestros pueblos”.
Aseguró que una de las labores de la Prefectura es preservar los tesoros culturales de La Paz, así como de
los patrimonios tangibles e intangibles del departamento.
“Me alegro que lo nuestro aún permanezca vivo en muchas regiones como en Camacho, mi provincia”
aseguró.
“SIKURIS DE ITALAQUE”
Hace 25 años los sikuris del pueblo de Italaque, “San Miguel de Italaque” empezaron su vida artística en el
Ayllu Taypi, perteneciente al municipio de Mocomoco.
Durante la fiesta de la Virgen del Carmen que se realiza cada 16 de julio, la tradición menciona que se debe
bajar la cuesta de Huallpacayo, acompañando al Sikuri hasta el pueblo de Italaque, población que se
encuentra distante a 24 kilómetros de La Paz.
La danza que acompaña a los Sikuris, es una manifestación lenta, la música se ejecuta sin apuro, el
conjunto toca la zampoña en un duelo con el viento, rescatando los soplidos que poco a poco se
transforman en notas musicales que inevitablemente llegan a las entrañas de quien los escucha.
“LOS HUAYCHEÑOS”
El nombre original de este grupo musical autóctono es “Conjunto 5 de noviembre de Puerto Acosta”, y que
nace a orillas del lago Titicaca, en abril de 1965. Puerto Acosta es la capital de la provincia Camacho,
denominada antiguamente “Huaycho” (Ave propia de la región).
Sus fundadores fueron Javier Mantilla Vera, director del grupo y sus componentes, Fernando Mantilla, Raúl
Mantilla, Octavio Machicado Gironda, Héctor Pantoja, Luis Ibañes Machicado y Sonia Arancibia (vocalista).
______________________________________________________________________________________