Fabula Aguila

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Estaba una liebre siendo perseguida por un águila, y viéndose perdida pidió ayuda a un

escarabajo, suplicándole que le salvara.

Le pidió el escarabajo al águila que perdonara a su amiga. Pero el águila, despreciando la

insignificancia del escarabajo, devoró a la liebre en su presencia.

Desde entonces, buscando vengarse, el escarabajo observaba los lugares donde el águila

ponía sus huevos, y haciéndolos rodar, los tiraba a tierra. Viéndose el águila echada del

lugar a donde quiera que fuera, recurrió a Zeus pidiéndole un lugar seguro para depositar

sus futuros pequeñuelos.

Le ofreció Zeus colocarlos en su regazo, pero el escarabajo, viendo la táctica escapatoria,

hizo una bolita de barro, voló y la dejó caer sobre el regazo de Zeus. Se levantó entonces

Zeus para sacudirse aquella suciedad, y tiró por tierra los huevos sin darse cuenta. Por

eso desde entonces, las águilas no ponen huevos en la época en que salen a volar los

escarabajos.

–Busco– contestó ella,– un compañero conveniente para mí, y no he sido capaz de

encontrarlo.

–Acéptame– respondió el Milano,– soy mucho más fuerte que tú.

–¿Y cómo eres capaz de asegurar los medios de vida por medio de los raptos?

–Bien, yo a menudo he capturado y llevado a un avestruz en mis garras.

El águila, persuadida por estas palabras, lo aceptó como su compañero.


Poco después de las nupcias, el águila dijo:

–Vuela y tráeme el avestruz que me prometiste.

El milano, elevándose a lo alto en el aire, regresó con el ratón más lamentable posible,

apestando por el tiempo que había estado sobre los campos.

–¿Es esta– dijo el Águila,– la realización fiel de tu promesa a mí?

El milano contestó:

–Por alcanzar tu mano real, no hay nada que yo no hubiera prometido, por más que yo

supiera que podría fallar en la realización.

Regresó la zorra y más le dolió el no poder vengarse, que saber de la muerte de sus

pequeños. ¿Cómo podría ella, siendo un animal terrestre, sin poder volar, perseguir a

uno que vuela? Tuvo que conformarse con el usual consuelo de los débiles e impotentes:

maldecir desde lejos a su ahora enemiga.

Mas no pasó mucho tiempo para que el águila recibiera el pago de su traición contra la

amistad. Se encontraban en el campo unos pastores sacrificando una cabra; cayó el

águila sobre ella y se llevó una víscera que aún conservaba fuego, colocándola en su

nido. Vino un fuerte viento y transmitió el fuego a las pajas, ardiendo también sus

pequeños aguiluchos, que por pequeños aún no sabían volar, los cuales se vinieron al

suelo. Corrió entonces la zorra, y tranquilamente devoró a todos los aguiluchos ante los

ojos de su enemiga.
Este pájaro gusta de la soledad y vive siempre a orillas y sobre el mar. Se dice que para

huir de los hombres que le dan caza, hace su nido en las rocas de la orilla.

Un día un alción que iba a poner, se encaramó a un montículo, y divisando un peñasco

erecto dentro del mar, hizo en él su nido.

Al otro día que salió en busca de comida, se levantó el mar por una borrasca, alcanzó al

nido y ahogó a los pajarillos.

Al regresar el alción y ver lo sucedido, exclamó:

— ¡Desdichado de mí, huyendo de los peligros conocidos de la tierra, me refugié dentro

del mar y me fue peor!

Moraleja: Si tienes que adentrarte en lo desconocido, ten en cuenta la llegada de

sorpresas agradables y desagradables.

Nunca te confíes a ciegas de lo que no conoces. En terrenos nuevos, anda con paso

sereno y ojos bien abiertos.

Un asno, habiéndose puesto una piel de león, vagaba en el bosque y se divertía él mismo

asustando a todos los animales ingenuos que él se encontraba en sus vagabundeos.

Por fin encontrando a una zorra, trató de asustarla también, pero la zorra apenas oyó el

sonido de su voz exclamó:

— Posiblemente yo podría haber sido asustada también, si no hubiera oído tu rebuzno.


Un asno se subió al techo de una casa y brincando allá arriba, resquebrajó el techado.

Corrió el dueño tras de él y lo bajó de inmediato, castigándolo severamente con un leño.

Dijo entonces el asno:

– ¿Por qué me castigan, si yo vi ayer al mono hacer exactamente lo mismo y todos reían

felizmente, como si les estuviera dando un gran espectáculo?

Una vez le correspondió a un asno cargar una imagen de un dios por las calles de una

ciudad para ser llevada a un templo. Y por donde él pasaba, la multitud se postraba ante

la imagen.

El asno, pensando que se postraban en respeto hacia él, se erguía orgullosamente,

dándose aires y negándose a dar un paso más.

El conductor, viendo su decidida parada, lanzó su látigo sobre sus espaldas y le dijo:

-¡Oh, cabeza hueca, todavía no ha llegado la hora en que los hombres adoren a los

asnos!

Un asno congratuló a un caballo por ser tan generosamente alimentado y cuidado,


mientras que él mismo tenía apenas lo mínimo para comer y además le correspondía
hacer un trabajo difícil. Pero cuando la guerra estalló, un soldado pesadamente armado
montó al caballo, y llevándolo al campo de batalla, lo introdujo en medio del enemigo. El
caballo fue herido y cayó muerto en el campo de batalla. Entonces el asno, viendo todas
estas cosas, cambió de opinión, y compadeció al caballo.

Un pastor, mirando a su asno que se alimentaba en un prado, fue alarmado de repente

por los gritos del enemigo. Él apeló al asno para huir rápido de allí junto con él, no fuera

que ambos pudieran ser capturados, pero el animal perezosamente contestó:


-¿Por qué debería correr yo? ¿Piensa usted que probablemente el asaltante colocará en

mí dos juegos de sillas?

-No- contestó el pastor.

-Entonces,- dijo el asno, -mientras llevo la silla, ¿qué me importa a quien llevo encima?

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