Doctrina Judicial No3 PDF
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Doctrina Judicial No3 PDF
Delgado Ocando
Magistrado
REPERTORIO
DE
JURISPRUDENCIA
2000-2002
© República Bolivariana de Venezuela
Tribunal Supremo de Justicia
Colección Doctrina Judicial - Nº 3
Fernando Parra Aranguren, Director
Depósito Legal lf:
ISBN:
Depósito Legal lf:
ISBN:
Contenido 3
REPERTORIO
DE JURISPRUDENCIA
2000-2002
Dr. Iván Rincón Urdaneta Dr. Levis Ignacio Zerpa
Presidente del Tribunal y de la Sala Presidente de la Sala
Dr. Jesús Eduardo Cabrera Romero Dr. Hadel Mostafá Paolini
Vicepresidente de la Sala Vicepresidente de la Sala
Dr. José M. Delgado Ocando Dra. Yolanda Jaimes Guerrero
Dr. Antonio García García
Dr. Pedro Rondón Haaz
Dr. Alberto Martini Urdaneta Dr. Franklin Arrieche Gutiérrez
Presidente de la Sala Primer Vicepresidente del Tribunal
Dr. Luis Martínez Hernández y Presidente de la Sala
Vicepresidente de la Sala Dr. Carlos Oberto Vélez
Dr. Rafael Hernández Uzcátegui Vicepresidente de la Sala
Dr. Antonio Ramírez Jiménez
Dr. Alejandro Angulo Fontiveros Dr. Omar Alfredo Mora Díaz
Presidente de la Sala Segundo Vicepresidente del Tribunal
Dr. Rafael Pérez Perdomo y Presidente de la Sala
Vicepresidente de la Sala Dr. Juan Rafael Perdomo
Dra. Blanca Rosa Mármol de León Vicepresidente de la Sala
Dr. Alfonso Valbuena Cordero
Contenido 5
Contenido
mismo mes y año, la Asamblea Nacional Constituyente dictó fuera
del límite de sus potestades otro Decreto, publicado igualmente el
3 de febrero de 2000, mediante el cual fijó la fecha de las llamadas
“Mega-elecciones”.
Tema: Inmanencia del Régimen Transitorio, luego de dictada la
Constitución de 1999.
En esta sentencia se afirma la transitoriedad inmanente al régimen
iniciado tras la promulgación de la Constitución de 1999 –del cual
formaban parte las normas electorales dictadas por la Asamblea
Nacional Constituyente–. Dicho régimen electoral transitorio ten-
dría como objetivo el pleno y cabal funcionamiento de las máximas
autoridades del Poder Público establecidas en la recién aprobada
Constitución.
Referencias: Asamblea Nacional Constituyente, Estatuto Electo-
ral del Poder Público, Régimen Transitorio.
gislativa Nacional el 1º de junio de 2000, a fin de que fuera examina-
do su contenido y obtener así pronunciamiento acerca de la cons-
titucionalidad de su carácter orgánico.
Tema: Contenido de la decisión de la Sala Constitucional respecto
a la calificación como orgánica de una ley.
En su decisión, la Sala subraya los tipos de leyes orgánicas a que
alude el artículo 203 de la Constitución, al tiempo que establece
cuáles de entre ellos serán objeto del pronunciamiento de la Sala
sobre su organicidad, excluyendo de tal procedimiento a las leyes
orgánicas por denominación constitucional.
Referencias: Leyes orgánicas. Organicidad de las leyes.
También reconoció que en nuestro sistema, frente a una evidente
inconstitucionalidad, ya sea de una norma surgida bajo la Consti-
tución vigente, ya sea que le precediera en el tiempo, todos los
jueces pueden desaplicarla respecto al caso concreto sin necesi-
dad de emitir pronunciamiento alguno sobre su derogación, pero
sí sobre su incongruencia material con alguna norma constitucio-
nal. He allí la diferencia que surge entre la mera desaplicación de
normas legales que tocaría realizar a los tribunales de instancia (así
como a las demás Salas del Tribunal Supremo), y la declaración de
invalidez sobrevenida erga omnes y pro futuro que le compete
efectuar a la Sala Constitucional.
Asimismo, y con el fin de enlazar la labor de todos los tribunales
respecto al punto tratado con el control concentrado de constitu-
cionalidad de que es titular, ordenó que el Tribunal o Sala desapli-
cante deberán remitirle copia de la decisión, a la cual anexarán
copia de los autos, con el fin de someterlo a la revisión correspon-
diente, todo en obsequio de la seguridad jurídica y de la coheren-
cia que debe caracterizar al ordenamiento jurídico en su conjunto.
Referencias: Inconstitucionalidad sobrevenida. Cláusula Deroga-
toria Única.
Sin embargo, la Sala determinó que dicho artículo no debe recibir
una interpretación tal que impida la representación o asistencia de
forma que afecte los derechos constitucionales de quienes preten-
dan ejercer dicha representación o asistencia, pues, aparte del ca-
rácter sancionatorio de dicho artículo, destinado a evitar que se
buscara algún profesional enemistado con el juez solo con el fin de
producir la causa para la inhibición o recusación, la Sala consideró
que éstas deben tramitarse, una vez declaradas existentes con an-
terioridad en otro juicio, por el juez de la causa, quien se pronun-
ciará sobre las mismas de oficio o a solicitud de parte y no de forma
genérica como se hizo en la sentencia impugnada.
Referencias: Competencia subjetiva. Recusación.
En segundo lugar, destaca dicha sentencia que frente a la norma
del Código Orgánico Procesal Penal que otorga competencia a los
jueces penales de control para tramitar amparos relativas a la liber-
tad y seguridad personal (artículo 60.4), la cual no hace distinción
en cuanto al órgano judicial del cual emanó el acto presuntamente
ilegítimo, se impone el orden lógico de la organización institucio-
nal, en el sentido de que, cuando el acto provenga de un órgano
jurisdiccional superior o de igual rango a los Juzgados de Primera
Instancia en función de Control, es decir, cuando el presunto agra-
viante sea otro Tribunal de Primera Instancia o una Corte de Ape-
laciones en lo Penal, serán competentes para tramitar dichas
denuncias los superiores respectivos.
Referencias: Amparo judicial en materia de libertad y seguridad
personales. Tribunales de Control.
que el disfrute del mismo no autoriza el desconocimiento o menos-
cabo de otros derechos igualmente relevantes, al punto de permitir
un ámbito de impunidad, por lo que cada caso debe ser estudiado
particularmente. Finalmente, desestimó el alegato.
Referencias: Derecho de expresión. Delimitación entre derechos
de diversa naturaleza.
b) Tema: Violación del derecho al debido proceso y a la defensa en
caso de que el juzgador decida sobre cuestiones no concernientes
al debate planteado.
De cara al alegato de violación de los derechos al debido proceso
y a la defensa, la Sala fue del parecer que los mismos habían sido
conculcados por el fallo cuestionado, en virtud de que en su dis-
positivo, además de resolver el conflicto de no conocer que había
sido planteado, se ordenó el modo en que se seguiría el procedi-
miento penal conducente, así como la oportunidad en que debía
ser resuelta una excepción propuesta por los accionantes. La Sala
concluyó que hubo, por parte del juzgador de instancia, una extra-
limitación en el ejercicio de su potestad de juzgamiento sobre el
referido conflicto de competencia.
Referencias: Derecho a la defensa. Derecho al debido proceso.
Extralimitación judicial.
c) Tema: La autonomía del juez como presupuesto de la función de
dictar justicia.
De otra parte, la Sala Constitucional dejó en claro que el ejercicio
de la función judicial que le ha sido encomendada, conforme al
artículo 254 de la Constitución, le lleva a repudiar la intervención
de cualquier persona o autoridad ajena al debate judicial, que por
cualquier motivo pretenda influir en el examen que de los autos
debe realizar el juez o en los criterios de experiencia o jurídicos que
respecto a la controversia debe éste aplicar. Así, rechazó la inter-
vención en dicho juicio del Agente del Estado de la República
Bolivariana de Venezuela ante la Comisión Interamericana de Dere-
chos Humanos, el cual pretendía que la decisión se produjera lue-
go de que los Magistrados y él mismo fijaran un criterio común
respecto al sentido y alcance de la aplicación inmediata y directa
de los Tratados y Convenios sobre Derechos Humanos.
Igualmente, la Sala consideró inaceptable la instancia de la Comi-
sión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de
los Estados Americanos, en el sentido de solicitar la adopción de
medidas que implicaban una crasa intromisión en las funciones de
los órganos jurisdiccionales del país, como lo sería la suspensión
16 Contenido
del procedimiento judicial en contra de los accionantes, medidas
que sólo pueden tomar los jueces en ejercicio de su competencia e
independencia jurisdiccional, según lo disponen la Carta Funda-
mental y las leyes de la República Bolivariana de Venezuela, aparte
lo previsto en el artículo 46, aparte b) de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos o Pacto de San José (Costa Rica), que
dispone que la petición sobre denuncias o quejas de violación de
dicha Convención por un Estado parte, requerirá que “se haya(n)
interpuesto y agotado los recursos de jurisdicción interna, confor-
me a los principios del derecho internacional generalmente reco-
nocidos”, lo cual fue pretermitido en el caso de autos, por no haber
ocurrido retardo judicial imputable a esa Sala según lo indicó en la
parte narrativa del fallo en cuestión.
Referencias: Autonomía judicial. Comisión Interamericana de De-
rechos Humanos. Convención Americana sobre Derechos Huma-
nos (Pacto de San José).
les, la misma resultaría en definitiva, a juicio de esa Corte, la com-
petente para tramitar el amparo incoado.
La Sala estimó que la Corte Primera de lo Contencioso Administra-
tivo confundió las reglas procesales contencioso administrativas
con las constitucionales, ya que el silencio administrativo es una
presunción que opera a favor de la impugnación del acto recurrido
ante los tribunales contencioso administrativos, por lo que sus
efectos no pueden trasladarse al ámbito procesal constitucional.
En definitiva, la Sala estimó que la Corte Primera debió seguir el
procedimiento del Título IV de la Ley Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales, es decir, declararse com-
petente, sin atender al efecto denegatorio del silencio administrati-
vo, pues, el amparo incoado exigía, por razones de la jurisdicción
instada, el trámite amparador solicitado por el accionante.
Referencias: Silencio administrativo. Amparo administrativo. Am-
paro contra altas autoridades.
política propia que la sustenta. Desde este punto de vista habría
que negar cualquier teoría que postule derechos o fines absolu-
tos y, aunque no se excluyen las antinomias intraconstituciona-
les entre normas y entre éstas y los principios jurídicos
(verfassungswidrige Ver- fassungsnormen) [normas constitucio-
nales inconstitucionales] la interpretación o integración debe ha-
cerse ohne Naturrecht (sin derecho natural), según la tradición
de cultura viva cuyos sentido y alcance dependan del análisis
concreto e histórico de los valores compartidos por el pueblo
venezolano. Por ello, parte de la protección y garantía de la Cons-
titución de la República Bolivariana de Venezuela radicaría en
una perspectiva política in fieri, reacia a la vinculación ideológica
con teorías que puedan limitar, so pretexto de valideces univer-
sales, la soberanía y la autodeterminación nacional, como lo exi-
ge el artículo 1° eiusdem.
Referencias: Teoría normativa de la interpretación. Tópica. Retórica.
Interpretación Constitucional. Jurisdatio. Jurisdictio.
b) Tema: Delimitación de la tarea interpretativa que le corresponde a la
Sala a través de una Solicitud de Interpretación Constitucional.
Se afirmó que la solicitud de interpretación constitucional del ar-
tículo 335 de la Constitución de la República Bolivariana de Vene-
zuela, está severamente restringida por la técnica fundamental y
por la jurisprudencia de la Sala Constitucional, entre otras cosas,
porque la jurisdicción constitucional, aun como jurisdatio, no pue-
de afectar el principio de la división del poder ni autorizar la inje-
rencia en la potestad de los demás poderes públicos y, mucho
menos, vulnerar el principio de la reserva legal.
La Sala determinó, en consecuencia, que la acción incoada implica-
ba la afectación del principio de técnica fundamental de la reserva
legal, según lo dispuesto en los artículos 57 y 58 eiusdem, y 13.2 y
13.5 de la Convención Americana de Derechos Humanos o Pacto de
San José (Costa Rica), y 20 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos. En consecuencia, y ratificando así jurisprudencia
previa (1029/2001), declaró improcedente la pretensión interpuesta.
Referencias: Solicitud de Interpretación Constitucional. Reserva Legal.
la Dirección de Hacienda Municipal de la Alcaldía del Municipio
Girardot del Estado Aragua, mediante el cual le comunicó que adeu-
daba una cierta cantidad de dinero por concepto de Impuesto so-
bre Patente de Industria y Comercio. En primera instancia dicha
acción fue desechada, sobre la base de la preexistencia de vías
judiciales idóneas para ventilar la pretensión deducida.
Tema: El sentido del artículo 6.5 de la Ley Orgánica de Amparo
sobre Derechos y Garantías Constitucionales permite, tanto la ad-
misión del amparo cautelar junto con los medios judiciales ordina-
rios, la inadmisión de la acción de amparo autónomo ante el ejercicio
previo de las vías judiciales ordinarias, como la inadmisión de la
misma cuando el medio idóneo, aun existiendo, no fue ejercido.
La Sala, para decidir, hubo de analizar el supuesto de inadmisibili-
dad a que se contrae el numeral 5 del artículo 6 de la Ley Orgánica
de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, deve-
lando una inconsistencia en sus términos, ya que, si bien dicho
precepto consagra la inadmisión de acciones de amparo cuando
hubiesen sido utilizadas las vías o medios judiciales ordinarios o
preexistentes, abre la posibilidad de que, ante la alegación de in-
fracciones a derechos o garantías constitucionales, el órgano judi-
cial admita la acción de amparo y la tramite conforme al
procedimiento pautado en la ley mencionada a los efectos de sus-
pender o no el acto supuestamente inconstitucional, no obstante
se hayan ejercido aquellos medios o vías.
Para resolver tal inconsistencia, la Sala determinó que dicho pre-
cepto autoriza lo mismo la admisión de la acción de amparo contra
injurias constitucionales con el fin de suspender cautelarmente los
efectos de la supuesta lesión, aun en el supuesto de que el agra-
viado haya optado por la jurisdicción ordinaria, que su inadmisión
si el accionante pudo disponer de recursos ordinarios que no ejer-
ció previamente.
En fin, ratificó su doctrina en el sentido de que la acción de amparo
constitucional es admisible cumplidas que sean algunas de las
siguientes condiciones: a) ante la persistencia de una infracción
contra una situación jurídico constitucional, no obstante haber
sido agotados los medios o vías judiciales; o, b) ante la evidencia
de que el uso de los medios judiciales ordinarios, en el caso con-
creto y en virtud de su urgencia, no dará satisfacción a la preten-
sión deducida.
Referencias: Amparo sobrevenido (cautelar). Amparo autónomo.
Medio judicial ordinario. Causales de Inadmisibilidad.
20 Contenido
de la protección integral que el Estado, la sociedad y la familia
deben brindarles desde el momento de su concepción”; el carác-
ter tuitivo de ésta no puede establecer, en forma absoluta, un fuero
jurisdiccional atrayente que disloque el régimen competencial de
la jurisdicción ordinaria o de la jurisdicción constitucional, pues
esto distorsionaría la salvaguarda que garantiza la mencionada Ley
y falsearía, en forma contraria a la seguridad jurídica y a las normas
mismas de la jurisdicción especial del menor, la potestad para co-
nocer y decidir asuntos cuya competencia no corresponde, espe-
cíficamente, a la tutela para la que se estableció dicha jurisdicción
especial, conforme lo disponen los artículos 177 y 453 eiusdem.
Referencias: Tribunales de Protección del Niño y del Adolescen-
te. Segunda Instancia en amparo.
La Sala advirtió que, si bien la Sala Político Administrativa tiene
competencia, según el artículo 266.4 constitucional, para resolver
controversias administrativas entre órganos del Poder Público,
visto que ese caso exigía un análisis de la posible antinomia entre
el artículo 69 de la Ley Orgánica de Régimen Municipal y el artículo
72 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela,
devino en un conflicto constitucional entre autoridades municipa-
les, a saber, entre el Alcalde elegido y el Alcalde designado por la
“cámara” y, en consecuencia, materia de su competencia confor-
me al artículo 336.9 eiusdem.
Referencias: Conflicto constitucional. Conflicto administrativo.
b) Tema: La suspensión del cargo de Alcalde que establece el
artículo 69 de la Ley Orgánica de Régimen Municipal, como conse-
cuencia de la improbación de su Memoria y Cuenta, colide con lo
dispuesto en el artículo 72 de la Constitución, relativo al referén-
dum revocatorio.
En cuanto al alegado conflicto entre el artículo 69 de la Ley Orgáni-
ca de Régimen Municipal y el artículo 72 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, la Sala observó que la iniciati-
va para el referendo revocatorio no es competencia del Concejo
Municipal, a quien sólo incumbe la iniciativa para el referendo con-
sultivo en “materias de especial trascendencia municipal y pa-
rroquial”, a tenor de lo dispuesto en el artículo 71 eiusdem.
Tratándose, por tanto, de un referendo revocatorio, cuya iniciativa
corresponde a un número no menor del veinte por ciento de los
electores o electoras según el artículo 72 de la misma Constitución,
la Sala declaró que la iniciativa consagrada en el artículo 69 de la
Ley Orgánica de Régimen Municipal (iniciativa del Concejo en caso
de no aprobación de la Memoria y Cuenta del Alcalde) colide con
la iniciativa popular prevista en el artículo 72 de la Constitución de
la República Bolivariana de Venezuela.
Referencias: Referéndum revocatorio. Improbación de memoria y
cuenta. Alcaldes. Régimen Municipal.
a) Tema: La facultad de avocamiento, contra lo que establece el
artículo 42.24 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia,
no es exclusiva de la Sala Político Administrativa.
En artículo 42.29 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justi-
cia, en concordancia con el 43, le atribuyen la facultad de avoca-
miento de forma exclusiva a la Sala Político Administrativa.
Sin embargo, y visto que tal exclusividad no estaba prevista en la
Constitución, lo cual sería necesario en virtud del principio de com-
petencia, principio éste según el cual las facultades excepcionales
de las Salas deben estar establecidas en la propia Constitución o
deducirse naturalmente de ella, la Sala concluyó que dicho precep-
to resultaba inconstitucional.
Referencias: Avocamiento.
b) Tema: La Sala decidió, no obstante tratarse de una solicitud de
avocamiento y no de una demanda de nulidad por inconstituciona-
lidad, anular la norma inconstitucional a través del denominado
incidente de constitucionalidad.
Seguidamente, la Sala decidió, a través del llamado “incidente de
constitucionalidad”, declarar nula, y, en consecuencia, derogada
la norma que se deriva de la lectura conjunta de los señalados
artículos 42.29 y 43 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de
Justicia, tras enfatizar que si a los tribunales constitucionales co-
rresponde como una de sus competencias esenciales el declarar la
nulidad de leyes colidentes con la Constitución, resulta congruente
con dicho cometido que, ante la presencia de normas inconstitu-
cionales que resulten prejudiciales al asunto que en definitiva vaya
a decidirse (como fue el caso), a la Sala Constitucional le compete
declarar la nulidad de dicha norma por colidir con la Constitución,
esto es, la invalide, no sólo a sus propios efectos, sino también
para el resto de los tribunales, órganos del Estado y particulares.
De este modo, advirtió la Sala, se mantiene la unidad del ordena-
miento constitucional y se evita la contradicción que resulta de la
coexistencia de una norma inconstitucional (declarada así para un
caso concreto), pero vigente para el resto de los operadores judi-
ciales a falta de una expresa declaratoria de nulidad.
Referencias: Incidente de Constitucionalidad. Nulidad por incons-
titucionalidad.
ron la revisión de la sentencia dictada por la Sala Electoral del
Tribunal Supremo de Justicia el 16 de abril de 2002, a propósito de
la acción de amparo constitucional incoada por los ciudadanos
Jacqueline Richter y Gabriel Rodríguez contra la Comisión Electo-
ral de dicha casa de estudios.
a) Tema: Razones de orden académico justifican que los profeso-
res instructores de la Universidad Central de Venezuela no formen
parte de las Asambleas de Facultad, y, en consecuencia, no parti-
cipen en la elección de los Decanos.
En dicha decisión la Sala Electoral había establecido que la exclu-
sión de los profesores instructores de la lista de electores elabora-
da por la Comisión Electoral de la Universidad Central de Venezuela,
violentó los derechos a la participación política y protagónica del
pueblo en los asuntos públicos, a la igualdad, a no estar sometido
a un trato discriminatorio y al sufragio en su modalidad activa de
los solicitantes y de todos los profesores instructores ordinarios y
de aquellos contratados por más de tres (3) años, por ser un hecho
indiscutido que dichos profesores forman parte del plantel docen-
te de la referida facultad.
En cuanto a la presunta violación por parte de la mencionada Co-
misión Electoral, de los derechos a la participación política y al
sufragio (artículos 62 y 63 de la Constitución), la Sala Constitucio-
nal, divergiendo de lo establecido por la Sala Electoral, aclaró que
dichas normas guardan relación con el derecho de las personas
que ostentan la ciudadanía a intervenir en el tratamiento de los
asuntos públicos y a la formación de la voluntad política, entre
cuyas modalidades se encuentra el ejercicio del voto libre, univer-
sal, directo y secreto; los sujetos normativos a los que van dirigi-
dos estos preceptos son “los ciudadanos”, es decir, el conjunto
de personas que se encuentran en relación permanente, intemporal
e institucional con el Estado. Por ello, dichas normas no son apli-
cables a los sujetos que forman las asambleas de las facultades
universitarias ni a los actos mediante los cuales las mismas eligen
a sus autoridades.
La Sala observó, por lo demás, que la pretensión de los profesores
instructores no apuntaba a la participación en las elecciones deca-
nales, sino a la integración de la Asamblea de la Facultad, que es a
quien corresponde la atribución de elegir al Decano. Aparte de
esto, la Sala observó que la organización de la Asamblea es de
reserva legal y que la participación electoral acordada por la Sala
Electoral alteraba dicha organización, en menoscabo de la compe-
tencia de la Asamblea Nacional.
Contenido 25
Respecto al trato discriminatorio que habrían recibido los profeso-
res instructores al haber sido excluidos de la lista de electores, la
Sala Constitucional aclaró que cumple al Poder Legislativo esta-
blecer consecuencias jurídicas diferentes a un mismo supuesto de
hecho cuando considere que existe alguna distinción relevante
para justificar un trato desigual (igualdad como diferenciación), en
función de su amplia facultad de configuración, de origen demo-
crático. Al juez constitucional no le corresponde una tarea mayor
que la de determinar si el contenido del derecho fundamental de
que se trate ha sido o no desconocido, y ello supone un análisis de
si el criterio diferenciador es razonable, esto es, si es tolerable por
el ordenamiento constitucional, cuidándose de no controlar si el
legislador, en el caso concreto, encontró o no la solución más ade-
cuada al fin buscado, la más razonable o la más justa, ya que de lo
contrario se estaría inmiscuyendo en la mencionada discrecionali-
dad legislativa. La Sala concluyó en que criterios de orden acadé-
mico (inherentes a la organización universitaria), no desvirtuaban
el derecho a la igualdad.
Referencias: Derecho a la igualdad. Participación política. Sufra-
gio activo. Trato discriminatorio. Igualdad como diferenciación.
Facultad de configuración legislativa. Límites a la facultad de revi-
sión que tiene la Sala de actos legislativos.
b) Tema: El control difuso de constitucionalidad es una potestad
exclusiva del Poder Judicial.
Por último, y ante el reproche que le hizo la Sala Electoral a la
Comisión Electoral de la Universidad Central de Venezuela por no
haber desaplicado el artículo 52 de la Ley de Universidades, sien-
do que a su parecer era inconstitucional, la Sala Constitucional
recordó que el control difuso de la Constitución no es competen-
cia de los órganos administrativos; es, como lo dispone el artículo
334 de la Constitución, potestad exclusiva del poder judicial, y que
a la Comisión Electoral de la Universidad Central de Venezuela no
le era dable ordenar el registro electoral al margen del artículo 52 de
la Ley de Universidades.
Referencias: Control difuso de constitucionalidad.
noviembre de 2000 por el Juzgado Superior Cuarto en lo Civil,
Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Área
Metropolitana de Caracas, el cual declaró sin lugar la pretensión
de amparo propuesta por dicha ciudadana contra la decisión dic-
tada el 25 de abril de 2000 por el Juzgado Undécimo de Primera
Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la misma Cir-
cunscripción Judicial.
a) Tema: Acerca del lugar que ocupa la acción de amparo en el
marco de la jurisdicción.
En primer lugar, se ratifica que todos los jueces de la República,
por mandato constitucional, están obligados, a través de la vías
procesales ordinarias, al restablecimiento de las situaciones jurídi-
cas infringidas cuando tal infracción resulte del menoscabo de los
derechos fundamentales, en virtud de su labor protectora de la
integridad constitucional. Es por ello que debe entenderse que la
acción de amparo constitucional consagrada en el inciso segundo
del artículo 27 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, constituye un medio adicional a los ordinarios en la
tarea de salvaguardar los derechos fundamentales, es decir, la mis-
ma no entraña un monopolio procesal en cuanto al trámite de de-
nuncias respecto a violaciones a la regularidad constitucional.
En segundo lugar, advirtió que nuestro sistema procesal civil de
doble grado de jurisdicción está regido por el principio dispositi-
vo, según el cual, el juez de alzada sólo puede conocer de aquellas
cuestiones que le sean sometidas por las partes mediante la apela-
ción, de tal modo que los puntos no apelados de la sentencia dic-
tada en primer grado de jurisdicción quedan ejecutoriados y firmes
por haber pasado en autoridad de cosa juzgada, ya que la decisión
del juez de alzada, quien conoce la causa en segundo grado de
jurisdicción, sólo versa sobre los términos en que la litis resulta
reducida por la apelación planteada.
Ahora bien, de acuerdo al iter procesal descrito y al principio dis-
positivo que rige nuestro sistema procesal civil de doble grado de
jurisdicción, la Sala consideró que la accionante había ejercido
todos los recursos ordinarios y extraordinarios pertinentes para
hacer valer la defensa de sus derechos e intereses, puesto que
apeló el fallo proferido en primera instancia e intervino como terce-
ra coadyuvante en el proceso de amparo incoado contra la senten-
cia que se dictó en segunda instancia. Se declaró, en fin, que la
accionante obtuvo una solución a la controversia planteada, y que
la pretensión propuesta resultaba inadmisible, conforme a lo dis-
Contenido 27
puesto en el artículo 6.5 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos
y Garantías Constitucionales.
Referencias: Principio dispositivo. Doble grado de jurisdicción. Natu-
raleza de la acción de amparo.
b) Tema: La acción por fraude procesal debe ser incoada ante la juris-
dicción ordinaria, y sólo excepcionalmente procede por vía de amparo
constitucional.
En tercer lugar, aclaró nuevamente que, en virtud de la brevedad de
cognición que presupone el proceso de amparo constitucional, lo cual
se refleja en la reducción del término probatorio ante él previsto, es el
procedimiento ordinario el medio idóneo para ejercer la acción de frau-
de procesal, toda vez que esta denuncia requiere de la exposición de
alegatos y pruebas tendentes a demostrar su existencia, lo cual, no se
corresponde con un procedimiento tan breve como lo es el del amparo
constitucional. Sin embargo, acotó que, excepcionalmente, tal preten-
sión luce plausible para los casos en que el juicio haya concluido en
todas sus instancias mediante sentencia definitivamente firme y cuan-
do de los autos emerja la plena convicción de que el proceso originario
fue inequívocamente utilizado con fines distintos a los que de su pro-
pia naturaleza se desprenden del proceso que dio origen a tal decisión,
en aras de resguardar el orden público.
Referencias: Fraude procesal.
c) Tema: Acerca de la simulación y el alcance de la sentencia mero
declarativa que se dicte respecto a un negocio aparente.
Por último, destacó, luego de reseñar doctrina autorizada sobre la
simulación, que no toda declaración aparente es objetivamente anti-
jurídica, aunque éste sea frecuentemente el caso, ya que la oculta-
ción o sustracción de algo a la curiosidad e indiscreción de los demás
no es de por sí ilícito. En algunos casos, afirmó, la intención de crear
esta apariencia engañosa que caracteriza la simulación no implica,
necesariamente, la intención de perjudicar, ya que la simulación pue-
de ser utilizada con una intención inocua, siempre que no afecte a los
intereses patrimoniales de la República ni a los derechos o intereses
de terceros.
Asimismo, y en relación con los negocios simulados, se sostuvo que las
pretensiones mero declarativas sólo tienden a declarar la existencia de
un anterior estado de hecho y de sus consecuencia jurídicas, que se
encuentra en estado de incertidumbre, mediante una declaración profe-
rida por un órgano jurisdiccional. En este sentido, las sentencias mero
declarativas se limitan a declarar que el derecho antes incierto se hace
cierto y adquiere en la sentencia una prueba de su certidumbre, por lo
28 Contenido
que no afecta el derecho declarado en ningún sentido, y éste queda
tal y como estaba antes de dictarse la sentencia, con la sola variante
de su nueva condición de seguro proferida por la sentencia.
Referencias: Simulación. Sentencias mero declarativas.
Resumen: Los ciudadanos Máximo Febres Siso y Nelson Chitty La
Roche, actuando con fundamento en lo preceptuado en el artículo
26 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en
concordancia con el artículos 1, 5 y 8 de la Ley Orgánica de Ampa-
ro sobre Derechos y Garantías Constitucionales, interpusieron pre-
tensión de amparo constitucional contra el ciudadano Presidente
de la República, alegando la existencia de un interés difuso, con el
fin de que se prohibiera a dicho funcionario el uso abusivo o ilegal
de la facultad de utilizar de manera gratuita y simultánea los me-
dios de comunicación social.
Tema: Naturaleza jurídica de los derechos o intereses colectivos o
difusos.
En el fallo se afirma que el criterio decisivo para determinar el con-
tenido de los derechos colectivos es el bien común, entendido
este concepto como el conjunto de condiciones que permiten el
disfrute de los derechos humanos y el cumplimiento de los debe-
res que les son conexos. La seguridad jurídica, la justicia, la solida-
ridad, la democracia, la responsabilidad social, la libertad, la
igualdad, la no discriminación y la procura existencial mínima para
poder vivir decentemente, en suma, el conjunto de condiciones
que contribuya a hacer agradable y valiosa la vida (calidad de
vida), constituirían la piedra de toque del conocimiento de los de-
rechos colectivos. Por ello, los beneficiarios de los derechos co-
lectivos so n agrup aciones d e individ uos sub jetivamente
indeterminados que gozan o pueden gozar de la satisfacción de un
interés común.
A su vez, los derechos o intereses difusos son indeterminados
objetivamente, ya que el objeto jurídico de tales derechos es una
prestación indeterminada, como ocurre en el caso de los derechos
positivos, a saber, el derecho a la salud, a la educación o a la vi-
vienda. De allí que un derecho o interés individual puede ser difu-
so cuando es indeterminado por su carácter más o menos general o
por su relación con los valores o fines que lo informan.
Contenido 29
Distinguió los derechos colectivos de los derechos de las perso-
nas colectivas. Éstos últimos son derechos análogos a los dere-
chos individuales, pues no se refieren a una agrupación de
individuos sino a la persona jurídica o moral a quien se atribuyan;
el beneficio del interés de una persona jurídica favorece a quienes
participan en ella. Un sindicato, un gremio profesional o una socie-
dad mercantil, tienen derechos, lo mismo que las personas indivi-
duales, pero sus miembros o asociados se benefician de los
derechos de la persona colectiva a la que pertenecen.
Los derechos colectivos se circunscriben a los intereses de quie-
nes no están organizados bajo la modalidad de las personas jurídi-
cas o morales, y ello comporta una diferencia adicional, a saber, la
forma de su actuación. Mientras las personas jurídicas actúan por
organicidad, las agrupaciones de individuos que tienen interés
colectivo obran por representación. Incluso la representación pue-
de ser el objeto de alguna asociación, sociedad u organización que
se constituye para tales fines. Las organizaciones no gubernamen-
tales, por ejemplo, son personas colectivas cuyo objeto es repre-
sentar agrupaciones de individuos con intereses que requieren
protección, aunque también pueden actuar para determinar las pres-
taciones sociales o gubernamentales cuando se trate de intereses
difusos, ej.: aquellas para proteger o mejorar el medio ambiente
(derechos de la naturaleza, de los animales o de las generaciones
futuras).
Los intereses difusos son derechos objetivamente indetermina-
dos. Su objeto jurídico es una prestación indeterminada, como ocu-
rre con los derechos positivos, a saber, los derechos a la salud, a la
educación y a la vivienda.
Un derecho o interés individual se tilda de difuso cuando es inde-
terminado por su carácter más o menos general o por su relación
con los valores que lo informan. Difuso no se opone a individual,
ni se identifica con lo colectivo. Difuso se opone a concreto, claro
o limitado; mientras que individual y colectivo se contrarían de
manera patente.
Concluyó la Sala que las actuaciones u omisiones imputadas al
órgano ejecutivo del Distrito Metropolitano de Caracas, no atien-
den a la defensa de un interés colectivo o difuso, visto que la
prestación en que se resuelve la petición consiste en el cumpli-
miento de obligaciones determinadas que dicho ente habría asumi-
do respecto al gremio médico que labora bajo su jurisdicción.
Referencias: Derecho o interés difuso. Derecho o interés colecti-
vo. Derechos positivos. Bien común. Calidad de vida.
Contenido 31
ción como consecuencia del ejercicio de una solicitud con funda-
mento en el artículo 335 constitucional (jurisdatio).
En otro orden de ideas, con respecto al supuesto desacato de la
doctrina de interpretación constitucional determinada por la Sala
Constitucional en alguna de sus sentencias, la misma aclaró que su
competencia interpretativa de la Constitución que ejerce al decidir
un caso concreto, como en las sentencias en materia de amparo,
limitan su eficacia al caso resuelto, ya que carecen del valor erga
omnes que ostenta la interpretación abstracta que realiza al pronun-
ciarse sobre la acción de interpretación constitucional prevista en el
artículo 335 de la Constitución de la República Bolivariana de Vene-
zuela, debido a que la eficacia de la norma individualizada para el
caso resuelto, sólo implica la interpretación vinculante de las nor-
mas constitucionales que ha sido establecida para resolver el pro-
blema planteado, ya que, siendo la norma individualizada, eo ipso,
decisión del caso concreto, el contenido y el alcance de su motiva-
ción normativa quedan ligados, tópicamente, al problema decidido,
y su obligatoriedad sólo podría invocarse conforme a la técnica del
precedente. Si esto es así, afirmó, la interpretación de la jurispruden-
cia obligatoria y la determinación de la analogía esencial del caso
objeto de consideración judicial son indispensables para que la ju-
risprudencia sea aplicable a un caso análogo.
Referencias: Interpretación constitucional. Interpretación vincu-
lante de la Sala Constitucional. Jurisdictio. Jurisdatio.
c) Tema: Necesidad de interpretar las normas constitucionales con-
forme a una teoría de la interpretación constitucional no ideologi-
zada y su relación con la aplicación al caso concreto de una
interpretación distinta a la usual para casos semejantes.
Con relación a la denuncia referida a la aplicación inmediata al caso
subjúdice del cambio de doctrina establecido por la Sala de Casa-
ción Civil referido a la necesidad de indicación del objeto de las
pruebas, para que éstas fueran consideradas válidamente promo-
vidas, con lo cual, la mencionada Sala de Casación Civil habría
desconocido la doctrina vinculante establecida por la Sala Consti-
tucional en las sentencias del 6 de junio de 2001, caso: José Vicen-
te Arenas Cáceres y del 14 de diciembre del mismo año, caso: DHL
Fletes Aéreos, C.A., referente al respeto a la garantía de la confian-
za legítima que impide que los criterios judiciales sólo se apliquen
a las causas llevadas en procesos cumplidos bajo criterios anterio-
res que se encuentren pendientes de decisión, la Sala Constitucio-
nal estimó lo siguiente:
Contenido 33
Que en la teoría jurídica el término principio se usa generalmente
para referirse a las llamadas bases axiológicas en las que se funda
el orden jurídico. Es posible que estos principios se expresen en
los textos de las leyes en vigor; sin embargo, tales enunciados rara
vez sirven como fundamento positivo para resolver conflictos in-
dividuales, ya que los principios sólo muestran la dirección en que
debería buscarse la solución de la controversia a fin de proporcio-
nar criterios razonables para decidir.
Por ello, y de acuerdo a la naturaleza propia de los principios, no
podría hablarse de violación de principios en el mismo sentido en que
se habla de violación de normas, pues la validez de aquéllos alude a la
base axiológica del orden jurídico positivo a la que se recurre cuando
de lege lata no es posible satisfacer la exigencia de los valores para
cuya realización el orden normativo ha sido instituido.
Precisado lo anterior, la Sala advirtió que el haber aplicado a la
solución del recurso de casación planteado una interpretación del
artículo 397 del Código de Procedimiento Civil, distinta de la soste-
nida hasta ese entonces por la doctrina de casación, no constituye
una infracción a la llamada garantía de la confianza legítima, ya que
los litigantes no pueden esperar de las normas individualizadas, es
decir, de las sentencias, la previsibilidad segura de las normas ge-
nerales, dado que la labor hermenéutica siempre deja abierta a la
elección del juez varias posibilidades de interpretación de la norma
jurídica, las cuales tienden a la solución más razonable de la con-
troversia planteada.
Que el derecho positivo es vigente cuando hay seguridad en que
sus prescripciones sean ejecutadas por medio de un procedimien-
to jurídicamente válido. Esta seguridad de aplicación está ligada al
sentido que el juez atribuye a la norma aplicable al caso, lo que
implica una relativa inseguridad respecto a las posibles interpreta-
ciones que sirvan para decidir el asunto controvertido. Así pues,
la certeza del derecho depende, tanto de lo que el ordenamiento
jurídico prescribe de lege lata como del razonable sentido que el
juez atribuya a la norma interpretada.
De allí que, sigue diciendo la decisión, la confianza legítima, como
elemento subjetivo de la seguridad jurídica, no puede, por tanto,
ser un valor absoluto, y los órganos jurisdiccionales no deben
limitar su tarea decisoria por los intereses de quienes esperan la
aplicación de la jurisprudencia consagrada sino por la teleología a
la que tiende el sistema jurídico vigente.
Por otra parte, acota la Sala, la garantía de la confianza legítima,
como parte del derecho a la seguridad jurídica, no asegura el acierto
34 Contenido
de las resoluciones judiciales, ni en la valoración de los hechos ni en
la interpretación y aplicación del derecho. Por ello, aunque la inter-
pretación dada por la Sala de Casación Civil al artículo 397 del Códi-
go de Procedimiento Civil pueda ser jurídicamente errónea o constituir
un cambio en la doctrina de la casación, tales circunstancias no son,
a su juicio, susceptibles de tutela constitucional por no tratarse de
decisiones manifiestamente infundadas, arbitrarias o contrarias a
los derechos y garantías consagrados en la Constitución.
Referencias: Teoría normativa de la interpretación constitucional.
Aplicación retroactiva de la nueva doctrina. Confianza legítima.
Precedente judicial. Seguridad jurídica. Principios y reglas.
d) Tema: El principio de seguridad jurídica se expresa en la necesi-
dad de que se ponga fin a la controversia, no obstante la incorrec-
ción del fallo.
Por último, y al margen de las consideraciones previas, pero en el
marco de la solicitud de revisión en cuanto tal, la Sala recordó que
las infracciones que se denuncien como ocurridas en sede ordina-
ria no son susceptibles de tutela constitucional si ellas han sido
tramitadas y decididas por jueces competentes conforme a la ley,
aunque su trámite y decisión hayan sido erróneos, pues las vicisi-
tudes del proceso, aun siendo nocivas para las partes afectadas
por el error, son pasibles de impugnación en las respectivas ins-
tancias, y la solución proferida sobre ellos es garantía de que sus
derechos han sido considerados. La tesis de la res iudicata, anota
la Sala, en cuanto verdad procesal, plantea, por razones de seguri-
dad jurídica, la exigencia de que la justicia ordinaria ponga punto
final a la controversia, incluso al precio de que la solución no sea
conforme con la verdad fáctica.
A modo de conclusión general, la Sala afirmó que la seguridad
jurídica, valor tan fundamental como la justicia, requiere solución
definitiva del litigio, y, cuando ello ocurre, la decisión no es sólo
válida sino también normativamente verdadera.
Referencias: Seguridad jurídica. Cosa juzgada.
ce del artículo 29 de la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela.
Luego del análisis de dicho texto constitucional, cuya argumenta-
ción fue estructurada en ocho (8) capítulos denominados: 1) Deli-
tos de Lesa Humanidad; 2) Imputados; 3) Principio de Legalidad
[La obligación de perseguir y acusar]; 4) Antinomia e interpreta-
ción sistemática; 5) Investigación y Juzgamiento [Sistema Inquisi-
tivo y Sistema Acusatorio]; 6) Artículo 29 de la Constitución,
Sistema Acusatorio y su dependencia del orden constitucional; 7)
Tribunales Ordinarios [Jurisdicción Ordinaria]; y 8) Beneficios en
el proceso penal [Indulto y Amnistía], arribó a las siguientes con-
clusiones:
1.- No puede un tribunal penal ordinario actuar ex oficio en los
casos de denuncias o acusación por la presunta comisión de los
delitos de lesa humanidad, previstos en el artículo 29 constitucio-
nal; debe existir acusación o querella por parte del Ministerio Pú-
blico o por parte de la víctima –en cuyo caso, la documentación
respectiva deberá remitirse al órgano instructor–, previa investi-
gación de los hechos inquiridos y de la instrucción respectiva.
2.- La investigación, instrucción y comprobación de los hechos
denunciados ante la presunta comisión de los delitos contempla-
dos en el antedicho artículo 29, corresponde al Ministerio Público
o a los órganos que actúen bajo su supervisión, por lo tanto, no
puede un Tribunal de Control –ordinario– admitir denuncias o acu-
saciones por la presunta comisión de delitos de lesa humanidad ni
instar y remitir las actuaciones a dicho órgano, puesto que ello
implicaría la subversión del sistema de corte acusatorio sobre el
que descansa el proceso penal, y, por ende, el debido proceso. Sin
embargo, los juzgados de control podrán ejercer actos de investi-
gación bajo la supervisión del Ministerio Fiscal, conforme lo indi-
cado supra.
3.- Cuando la Constitución de la República Bolivariana de Vene-
zuela habla de tribunales ordinarios se refiere tanto a ordinarios
como a especiales, los cuales deben atender, como antes se apun-
tó, a la reserva legal, toda vez que la obligación por parte del Esta-
do de investigar y sancionar legalmente los delitos contra los
derechos humanos y los delitos de lesa humanidad cometidos por
sus autoridades, establece, sin excepción, que serán investigados
por los tribunales ordinarios, al objeto de excluir a los tribunales
militares o de excepción de cualquier investigación al respecto.
36 Contenido
Así, los ciudadanos inculpados –bien que se trate de altos funcio-
narios (ar-tículo 266 constitucional, numerales 2 y 3), o de funcio-
narios subordinados por órdenes superiores– por los delitos contra
los derechos humanos y los delitos de lesa humanidad, deben ser
juzgados por aquellos tribunales ordinarios que lo sean según la
competencia que le haya sido atribuida, en concordancia con la
condición del sujeto imputado.
4.- La interpretación que debe darse al artículo 29 de la Constitu-
ción a fin de hacerlo compatible con el proyecto axiológico de ella
y con el sistema acu-satorio –proceso penal venezolano–, es que
en las causas por la presunta comisión de los delitos de lesa huma-
nidad, la investigación corresponde exclusivamente al Ministerio
Público o a los órganos que estén bajo su supervisión, y el juzga-
miento a los tribunales ordinarios, en el sentido indicado supra, en
atención al debido proceso, previsto en el artículo 49 constitucio-
nal, en concordancia con el artículo 257 eiusdem.
5.- En los casos del Presidente de la República, del Vicepresidente
Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva, de los o las integrantes de la
Asamblea Nacional o del propio Tribunal Supremo de Justicia, de
los ministros o ministras, del Procurador o Procuradora General, del
Fiscal o la Fiscala General, del Contralor o Contralora General de la
República, del Defensor o Defensora del Pueblo, los gobernadores
o gobernadoras, oficiales, generales y almirantes de la Fuerza Arma-
da Nacional y de los jefes o jefas de misiones diplomáticas de la
República, el artículo 377 del Código Orgánico Procesal Penal prevé
expresamente que corresponde al Tribunal Supremo de Justicia en
Sala Plena –artículo 266 constitucional, numerales 2 y 3– declarar si
hay o no mérito para su enjuiciamiento, pero “previa querella del
Fiscal General de la República”. También debe mediar la autoriza-
ción del enjuiciamiento por parte del órgano que corresponda, de
acuerdo con lo dispuesto por el artículo 378 eiusdem, en concordan-
cia con el referido artículo 266 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, preceptos que no excluyen ningún delito,
sea común o político, de este procedimiento.
En lo que atañe al caso específico del Fiscal o de la Fiscala Gene-
ral de la República, órgano que ostenta el monopolio de la acción
penal, conocerá de la respectiva solicitud de antejuicio de mérito
un Fiscal o una Fiscala General Suplente, designado(a) para el
caso concreto.
6.- El proceso que debe seguirse para la investigación y juzgamien-
to de la presunta comisión de delitos de lesa humanidad es el esta-
Contenido 37
blecido en el Código Orgánico Procesal Penal, fundamentalmente
de corte acusatorio, donde la instrucción está encomendada al
Ministerio Público –fase preparatoria– y el juzgamiento a los Tri-
bunales de Control –fase intermedia– y Tribunales de Juicio –fase
de juicio oral–.
7.- La responsabilidad penal en las causas por delitos de lesa hu-
manidad (delitos comunes) se determinará según lo disponen la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y el Estatu-
to de Roma de la Corte Penal Internacional suscrito por Venezuela,
en cuanto a la parte sustantiva; y el Código Orgánico Procesal
Penal en cuanto a la parte adjetiva.
38 Contenido
mmm
Contenido 39
Palabras Preliminares
La última de las Colecciones editadas por este Tribunal Supremo de Justicia a
través de la Gaceta Forense, denominada Doctrina Judicial, tiene como objeti-
vo posibilitar, en grado aún mayor, el conocimiento de las decisiones proferi-
das por este órgano jurisdiccional por parte de los justiciables.
Con esta idea en mente, el primero de los volúmenes que la integra recopiló,
debidamente clasificada, la Doctrina de la Sala de Casación Civil durante el
bienio 2000-2001. El segundo incluyó una selección de sentencias de la Sala
Constitucional relacionadas con el tema de las Competencias Procesales.
Ambos estarán en circulación –esperamos– en la primera quincena del mes de
febrero próximo venidero.
Este libro –el número 3– presenta veinticuatro fallos de la Sala Constitucional,
seleccionados por su ponente, Magistrado Doctor José Manuel Delgado Ocan-
do, y pronunciados entre enero de 2000 y diciembre de 2002. Cada uno de ellos
está precedido de un resumen preparado por el recopilador, quien, además,
elaboró un índice analítico para facilitar su consulta.
Conforme señala el Magistrado Delgado Ocando, entre la amplia gama de las
materias conocidas por su Despacho, dio preferencia a las relacionadas con
“los cambios constitucionales, la irrenunciabilidad de los derechos laborales,
la organicidad de las leyes, la imparcialidad de los jueces, la materia referenda-
ria, la revisabilidad de las sentencias conforme a los artículos 335 y 336.10 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, la naturaleza del há-
40 Palabras Preliminares
Contenido
beas corpus y la competencia para conocerlo, el alcance de la función interpre-
tativa de la Sala Constitucional en los casos de control constitucional de los
actos del Poder Público, el sentido y alcance del artículo 6.5 de la Ley Orgánica
de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, el análisis de los
conceptos de interés difuso e interés colectivo a objeto de precisar su protec-
ción constitucional, el problema de las controversias constitucionales entre
los órganos del Poder Público, el tema del ‘incidente de constitucionalidad’ y
su relación con la acción popular de inconstitucionalidad, la garantía constitu-
cional del derecho a la igualdad en los términos del artículo 21 de la Constitu-
ción de la República Bolivariana de Venezuela, entre otros”.
En las decisiones seleccionadas –también lo hace notar el autor de este traba-
jo– “se ha buscado aplicar el orden social valorativo que sirve de fundamento
a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, conforme a una
hermenéutica que ha rendido tributo a la teoría general de la interpretación
jurídica en sus manifestaciones más conocidas, como la tópica, la retórica y la
teoría de la argumentación, tarea que ha permitido al Magistrado ponente po-
ner a prueba la operatividad de las ideas que ha compartido con sus alumnos
desde fechas ya lejanas”.
Esperamos que la comunidad jurídica se beneficie con esta nueva publicación
que, sin lugar a dudas, constituye una importante contribución para el conoci-
miento del llamado Derecho judicial.
8 de enero de 2003
Iván Rincón Urdaneta
Contenido 41
Presentación
El Tribunal Supremo de Justicia, por iniciativa de Director de la Fundación
Gaceta Forense, doctor Fernando Parra Aranguren, ha decidido publicar una
selección de las sentencias más significativas de cada Despacho.
Por lo que al magistrado ponente que suscribe concierne, el lector encontrará
los resúmenes de las sentencias escogidas al comienzo de cada decisión, y un
índice analítico que facilitará la consulta.
Dada la multidisciplinariedad de la labor de la Sala Constitucional, y la hetero-
geneidad de su función jurisdiccional, relativas a las garantías constituciona-
les establecidas en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, la
selección es, en gran medida, convencional. Sin embargo, se ha dado preferen-
cia a ciertos temas vinculados con los cambios constitucionales, la irrenuncia-
bilidad de los derechos laborales, la organicidad de las leyes, la imparcialidad
de los jueces, la materia referendaria, la revisabilidad de las sentencias confor-
me a los artículos 335 y 336.10 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, la naturaleza del hábeas corpus y la competencia para conocerlo, el
alcance de la función interpretativa de la Sala Constitucional en los casos de
control constitucional de los actos del Poder Público, el sentido y alcance del
artículo 6.5 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Consti-
tucionales, el análisis de los conceptos de interés difuso e interés colectivo al
objeto de precisar su protección constitucional, el problema de las controver-
sias constitucionales entre los órganos del Poder Público, el tema del “inciden-
te de co nstitucio nalidad” y su relació n con la acción po pular de
inconstitucionalidad, la garantía constitucional del derecho a la igualdad en
los términos del artículo 21 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, entre otros.
42 Presentación
Contenido
El lector advertirá que en las sentencias escogidas se ha buscado aplicar el
orden social valorativo que sirve de fundamento a la Constitución de la Repú-
blica Bolivariana de Venezuela, conforme a una hermenéutica que ha rendido
tributo a la teoría general de la interpretación jurídica en sus manifestaciones
más conocidas, como la tópica, la retórica y la teoría de la argumentación, tarea
que ha permitido al Magistrado ponente poner a prueba la operatividad de las
ideas que ha compartido con sus alumnos desde fechas ya lejanas.
Ojalá este repertorio cumpla su objetivo práctico, y llegue a suscitar una crítica
jurisprudencial benevolente y seria.
José M. Delgado Ocando
Contenido 43
AÑO 2000
48 SENTENCIA 179 DEL 28 DE MARZO DE 2000
AÑO 2000
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 49
En esencia, los actores afirman que a través del Estatuto Electoral del
Poder Público fue modificada y derogada parcialmente la Ley Electo-
ral, circunstancia que enervó el dispositivo constitucional contemplado
en el artículo 298 de la Constitución. Que el 30 del mismo mes y año, la
Asamblea Nacional Constituyente dictó fuera del límite de sus potesta-
50 SENTENCIA 179 DEL 28 DE MARZO DE 2000
SALA CONSTITUCIONAL
Realizado el estudio del presente caso, se pasa a decidir, previas las siguientes
consideraciones:
52 SENTENCIA 179 DEL 28 DE MARZO DE 2000
Señala la parte actora que a través del Estatuto Electoral del Poder Público fue
modificada y derogada parcialmente la Ley Electoral, circunstancia que –según
sostiene– enervó el dispositivo constitucional contemplado en el artículo 298
de la Constitución, conforme al cual “La ley que regule los procesos electora-
les no podrá modificarse en forma alguna en el lapso comprendido entre el
día de la elección y los seis meses anteriores a la misma”.
Que dos días después, el 30 del mismo mes y año, la Asamblea Nacional Consti-
tuyente dictó otro Decreto, publicado igualmente el 3 de febrero de 2000, median-
te el cual fijó la fecha de las llamadas “Mega-elecciones”; que dicho acto fue
dictado fuera del límite de sus potestades “PUES PREVIAMENTE, MEDIANTE
EL DECRETO QUE ESTABLECIÓ EL RÉGIMEN DE TRANSICIÓN DEL PODER
PÚBLICO, PUBLICADO EN LA GACETA OFICIAL Nº 36.859 DE FECHA 29 DE
DICIEMBRE DE 1999, SE HABÍA DESPOJADO DE ESA FUNCIÓN ...”
Precisa que –en su criterio– el acto accionado cumple con uno de los principios
indispensables para “... SER CLASIFICADO COMO ACTO ADMINISTRATI-
VO: ES UN ACTO DISCRECIONAL, ES DECIR, UNA MEDIDA O PROVIDEN-
CIA SOMETIDA AL BUEN JUICIO DEL ÓRGANO COMPETENTE”. Y en tal
sentido, destaca el necesario cumplimiento del principio de la legalidad, y que
en este caso “... LA LEY DE LEYES EXIGE EL TRANSCURSO DE UN LAPSO
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 53
(omissis)
54 SENTENCIA 179 DEL 28 DE MARZO DE 2000
II
DE LA COMPETENCIA
Así, habiendo sido impugnados el Estatuto Electoral del Poder Público del 28
de enero de 2000 y el Decreto de la Asamblea Nacional Constituyente de fecha
30 del mismo mes y año, que fijó el día 28 de mayo de 2000 como fecha para la
realización de la elección de Diputados a la Asamblea Nacional, Presidente de
la República, Diputados a los Consejos Legislativos y Gobernadores de los
Estados, Concejales al Cabildo Metropolitano de Caracas y Alcalde del Distri-
to Metropolitano de Caracas, integrantes de los Concejos Municipales y Al-
caldes de los Municipios, Juntas Parroquiales, Representantes al Parlamento
Latinoamericano y Representantes al Parlamento Andino, dictados por la Asam-
blea Nacional Constituyente, y conforme al criterio sentado por este Máximo
Tribunal respecto de las competencias establecidas en la Constitución vigente
(publicado en la Gaceta Oficial N° 36.860 del 30 de diciembre de 1999), que en
este fallo reitera, corresponde el conocimiento y decisión del presente caso a
esta Sala Constitucional, y así se declara.
56 SENTENCIA 179 DEL 28 DE MARZO DE 2000
III
NULIDADES ALEGADAS
plible mientras ella no sea electa e instituida; y aun cuando el Estatuto Electo-
ral del Poder Público prescriba la supletoriedad de la Ley Orgánica del Sufragio
y Participación Política, es claro que cualquier antinomia entre ésta y aquél
debe resolverse conforme al principio “lex superior derogat legi inferiori”. La
Sala observa, además, que la Disposición Transitoria Octava de la Constitu-
ción de la República Bolivariana de Venezuela prevé la convocatoria, organiza-
ción, dirección y supervisión de los procesos electorales por el Consejo Nacional
Electoral “mientras se promulgan las leyes electorales previstas por la Consti-
tución”.
Hay ciertamente una antinomia entre el artículo 1 del Estatuto Electoral del
Poder Público y el artículo 6, numeral 1 del Régimen de Transición del Poder
Público, y entre el Decreto de la Asamblea Nacional Constituyente que fijó la
fecha para la realización de las elecciones y el artículo 6, numeral 17 del Régi-
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 61
men de Transición del Poder Público; tales antinomias, por darse respecto de
normas constituyentes proferidas por el mismo órgano, a saber, la Asamblea
Nacional Constituyente, cuya regulación normativa es supraconstitucional, en
cuanto se trata de su competencia originaria, debe resolverse, aparte la potes-
tad derogatoria ya señalada, conforme al principio “lex posterior derogat legi
priori” (Cf. K. Engisch, Introducción al Pensamiento Jurídico, Madrid, Gua-
darrama, 1967, Traducción de G. Garzón Valdés, pp. 197 y ss.).
III
DECISIÓN
JMDO/ns
Exp. N° 00-0876
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 65
cial en contra de los accionantes, medidas que sólo pueden tomar los
jueces en ejercicio de su competencia e independencia jurisdiccional,
según lo disponen la Carta Fundamental y las leyes de la República
Bolivariana de Venezuela, aparte lo previsto en el artículo 46, aparte b)
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos o Pacto de San
José (Costa Rica), que dispone que la petición sobre denuncias o quejas
de violación de dicha Convención por un Estado parte, requerirá que
“se haya(n) interpuesto y agotado los recursos de jurisdicción interna,
conforme a los principios del derecho internacional generalmente reco-
nocidos”, lo cual fue pretermitido en el caso de autos, por no haber
ocurrido retardo judicial imputable a esa Sala según lo indicó en la parte
narrativa del fallo en cuestión.
SALA CONSTITUCIONAL
En fecha 8 de mayo del presente año, a las diez de la mañana (10:00 a.m.), siendo
el día y la hora fijados por la Secretaría de esta Sala, se llevó a cabo la audiencia
oral y pública. El dicha oportunidad se levantó la respectiva acta, y se dejó
constancia de la no comparecencia del Presidente de la Sala Nº 3 de la Corte de
Apelaciones del Circuito Judicial Penal del Área Metropolitana de Caracas, de
la presencia de los ciudadanos Juan Navarrete y Juan Gutiérrez, representantes
de la Defensoría del Pueblo y, de los ciudadanos Gregorio Salazar y Desireé
Santos Amaral, representantes del Colegio Nacional de Periodistas y del Sindi-
cato Nacional de la Prensa, quienes solicitaron intervenir como terceros coadyu-
vantes de la parte actora, siendo admitidos por la Sala para actuar en esa
condición. Se le concedió el derecho de palabra a los abogados Pedro Berriz-
beitia M. y Carlos Ayala Corao, quienes expusieron sus alegatos en relación
con la acción de amparo. Posteriormente intervino la abogada Esther Bigott de
Loaiza, en su carácter de apoderada judicial de la ciudadana Ginebra Consuelo
Martínez de Falchi, parte acusadora y tercera coadyuvante, quien una vez con-
cluida su intervención consignó escrito al Secretario. También hicieron uso de
su derecho de palabra los abogados Melanie Bendahan (Fiscal del Ministerio),
y Juan Navarrete (representante de la Defensoría del Pueblo), quienes expusie-
ron sus alegatos y consignaron sus respectivos escritos. Por último, intervi-
nieron los representantes del Colegio Nacional de Periodistas y del Sindicato
Nacional de Trabajadores de la Prensa. Posteriormente, las partes hicieron uso
del derecho a réplica y contra réplica.
PRIMERO
SEGUNDO
TERCERO
[el juez transcribe seguidamente los artículos 508, 407, 346 y 348 del
Código Orgánico Procesal Penal]
(...omissis...)
I I
Por otra parte, no puede esta Sala ignorar en esta oportunidad la comunicación
remitida al Presidente del Tribunal Supremo de Justicia, relacionada directa-
mente con este caso, suscrita por el ciudadano Raúl Arrieta Cuevas, Agente
del Estado de la República Bolivariana de Venezuela ante la Comisión Interame-
ricana de Derechos Humanos, en la cual manifiesta la conveniencia de “reali-
zar una reunión de los Magistrados a los fines de fijar criterios y asumir
posiciones comunes respecto al sentido y alcance de la aplicación inmediata
y directa de los Tratados y Convenios sobre Derechos Humanos”, la cual
rechaza por ser tal sugerencia una inaceptable injerencia de dicho agente en las
funciones jurisdiccionales de este Alto Tribunal, que de acuerdo con el artícu-
lo 254 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela es indepen-
diente y le está atribuido el ejercicio exclusivo de la jurisdicción constitucional
conforme al Título VIII eiusdem. Igualmente considera inaceptable la instancia
de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de los
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 77
III
DECISIÓN
Por las razones que anteceden, esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo de
Justicia, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la Ley
declara CON LUGAR en los términos expuestos la acción de amparo constitucio-
nal interpuesta por los abogados Carlos Ayala Corao, Pedro Berrizbeitia M., José
Tadeo Sain y María Alejandra Correa Martín, procediendo en el carácter de apode-
rados judiciales de los ciudadanos FAITHA MARINA NAHMENS LARRAZÁ-
BAL y BEN AMI FIHMAN Z., contra la decisión judicial emanada de la Sala Nº 3 de
la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal de la Circunscripción Judicial
del Área Metropolitana de Caracas en fecha 3 de septiembre de 1999.
JMDO/ns.
EXP. N° 00-0216
78 SENTENCIA 386 DEL 17 DE MAYO DE 2000
HPT/ld
Resumen: La Sala conoció en consulta de la decisión que tomó el Juz-
gado Superior del Tránsito y del Trabajo de la Circunscripción Judicial
del Estado Zulia, actuando en primera instancia tutelar de amparo, con-
forme a la cual declaró con lugar la pretensión del accionante, en el
sentido de anular un auto mediante el cual el Juzgado Primero de Pri-
mera Instancia del Trabajo y Estabilidad Laboral de la Circunscripción
Judicial del Estado Zulia homologó el desistimiento de la demanda que,
sin su consentimiento, habría realizado su abogado.
Tema: La facultad del trabajador de desistir en el curso de un juicio
laboral no es inconstitucional.
El meollo de la controversia estuvo referido a determinar si el desisti-
miento es o no un modo de autocomposición procesal legítimo en juicios
laborales.
La Sala, luego de un análisis jurisprudencial y doctrinario, concluyó que
los modos de autocomposición procesal no son en sí mismos medios
atentatorios contra el principio constitucional de la indisponibilidad en
juicio (mal llamada “irrenunciabilidad”) de los derechos mínimos de los
trabajadores, pues a través de ellos lo que se persigue es componer la
80 SENTENCIA 442 DEL 23 DE MAYO DE 2000
litis por sus propios participantes, subrogándose dicha decisión a la sen-
tencia de fondo que debía dictar el juez correspondiente y adquiriendo
dicha composición los efectos de la cosa juzgada.
Mal podrían, entonces, tenerse por prohibidos en los procesos laborales
tanto el desistimiento de la demanda como la conciliación, siempre y
cuando se establezcan los mecanismos o requisitos que aseguren la cons-
tatación por parte del órgano administrativo o judicial de la voluntad
libremente manifestada por el trabajador.
Referencias: Medios de autocomposición procesal. Desistimiento. In-
disponibilidad de los derechos mínimos del trabajador. Irrenunciabilidad
de los derechos mínimos del trabajador.
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 81
SALA CONSTITUCIONAL
En el juicio de amparo intentado en fecha 05 de octubre de 1998 por el ciudada-
no JOSÉ AGUSTÍN BRICEÑO MÉNDEZ, titular de la Cédula de Identidad Nº
7.784.336, asistido por el abogado José Francisco Parra Villalobos, inscrito en
el Instituto de Previsión Social del Abogado N° 46.492, contra la decisión del
Juzgado Primero de Primera Instancia del Trabajo y Estabilidad Laboral de la
Circunscripción Judicial del Estado Zulia de fecha 19 de enero de 1998, el Juz-
gado Superior del Tránsito y del Trabajo de la Circunscripción Judicial del
Estado Zulia, actuando en primera instancia tutelar de amparo, decidió en fecha
02 de noviembre de 1998 declarar con lugar la pretensión del accionante.
Recibido por la Sala de Casación Civil en fecha 17 de noviembre de 1999, en
razón de la consulta obligatoria de las decisiones de primera instancia en mate-
ria de amparo consagrada en el artículo 35 de la Ley Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales, la misma decidió declinar su conoci-
miento en esta Sala Constitucional, por lo que recibido como fue el expediente,
se designó ponente en fecha 31 de enero de 2000 a quien con tal carácter
suscribe este fallo.
Con base en los elementos que cursan en autos, y siendo la oportunidad
procesal para ello, se pasa a decidir la presente consulta en los términos
siguientes:
82 SENTENCIA 442 DEL 23 DE MAYO DE 2000
1.- El día 10 de junio de 1981, el accionante en amparo, ciudadano José Agus-
tín Briceño Méndez, demandó a la empresa AGROPECUARIA PERIJÁ C.A.
(AGROPECA) por cobro de prestaciones sociales y demás conceptos deriva-
dos de la relación laboral, tales como vacaciones, preaviso, pago doble de la
antigüedad, horas extras, bono de transporte, intereses sobre prestaciones
sociales y otros, por considerar que dicha empresa no los había satisfecho en
la debida oportunidad.
2.- En fecha 24 de febrero de 1995, el Juzgado del Distrito Perijá de la Circuns-
cripción Judicial del Estado Zulia, declaró sin lugar la demanda que por presta-
ciones sociales y otros conceptos laborales planteó el ciudadano José Agustín
Briceño Méndez. Contra la misma, el accionante interpuso recurso de apela-
ción, conociendo del mismo el Juzgado Primero de Primera Instancia del Traba-
jo y Estabilidad Laboral de la Circunscripción Judicial del Estado Zulia, quien
en fecha 09 de agosto de 1996 declaró con lugar la apelación y revocó la sen-
tencia delatada, ordenando al tribunal de la causa dictar sentencia al fondo en
el presente proceso, y que, a decir del accionante, constituye en sí misma una
violación de lo establecido en el artículo 209 del Código de Procedimiento Civil,
pues debió “resolver también sobre el fondo del litigio”, por lo que denuncia
como conculcado su derecho al debido proceso (artículo 68 Constitución dero-
gada, correspondiente al vigente artículo 49).
3.- Seguidamente, en fecha 17 de septiembre de 1996, el abogado Lenis Nava-
rro, mediante escrito y actuando como apoderado judicial del ciudadano José
Agustín Briceño Méndez (según instrumento poder otorgado en el Juzgado
del Municipio San José de la Circunscripción Judicial del Estado Zulia, el 27 de
agosto de 1993, anotado bajo el Nº 59, folios 103 –y reverso– al 105, Tomo 1º),
expresó lo siguiente:
...En este acto me doy por notificado de la sentencia dictada por este
Tribunal de Alzada y, asimismo, declaro que desisto de la demanda y
del procedimiento incoado por mi representado en contra de la em-
presa AGROPECUARIA PERIJÁ C.A. (AGROPECA). En virtud de
este desistimiento solicito al Tribunal dé por consumado el acto y lo
pase en autoridad de cosa juzgada. (Subrayado de la Sala).
4.- Por diligencia de fecha 18 de septiembre de 1996, es decir, al día siguiente del
desistimiento, el abogado Alfonso José Chacín, también apoderado del accio-
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 83
nante, impugnó dicho acto, solicitando al tribunal que no lo homologara, ale-
gando entre otras razones que contenía una renuncia completa de los derechos
que como trabajador le asistían al accionante. En fecha 20 de septiembre de
1996, el impugnante de autos expresó mediante diligencia lo que sigue:
...Por haber incurrido en un acto de colusión con la parte contraria, al
pretender desistir aparentemente de este procedimiento, en este mo-
mento procesal cuando ya se me había revocado una sentencia que
en primera instancia se había dictado en mi contra, sin mi autoriza-
ción ni consentimiento y de manera antiética y sorpresiva, revoco
formalmente el poder que le conferí al abogado en ejercicio de mi
mismo domicilio LENIS ALBERTO NAVARRO APARICIO...
5.- A los 18 días del mes de julio de 1997, el Juzgado de los Municipios Machi-
ques y Rosario de Perijá de la Circunscripción Judicial del Estado Zulia (anti-
guo Juzgado del Distrito Perijá de la Circunscripción Judicial del Estado Zulia),
homologa el desistimiento a que se contrajo el punto número 3 de esta relación,
violando así, según expresiones del accionante, “el precepto legal contenido
en el artículo 17 del Código de Procedimiento Civil vigente, los artículos 3
de la Ley Orgánica de Tribunales y Procedimiento del Trabajo y 85, parte in
fine de la Constitución Nacional vigente, que le da rango constitucional al
principio de la irrenunciabilidad laboral; además se violó de esa extraña
forma, el artículo 68 de la Constitución Nacional que le atribuye rango
constitucional, a la norma que asegura el debido proceso...”. Dicho acto de
homologación a la letra es del tenor siguiente:
Y ROSARIO DE PERIJÁ
187 y 138
Cancelada como ha sido la multa impuesta en esta causa al recusan-
te, del titular de este despacho, el apoderado actor, abogado en ejer-
cicio Alfonso José Chacín Chourio, según se evidencia de la planilla
que corre al folio 105 de esta pieza, y visto el desistimiento a la
acción y al procedimiento hecho por el apoderado actor, o del de-
mandante JOSÉ AGUSTÍN BRICEÑO MÉNDEZ, abogado en ejerci-
84 SENTENCIA 442 DEL 23 DE MAYO DE 2000
cio Lenis Navarro Aparicio, mediante el escrito que corre al folio 363
de la primera pieza de este expediente, y la aceptación por parte de la
demandada AGROPECUARIA PERIJÁ C.A. (AGROPECA), mediante
la diligencia suscrita por su apoderada judicial, abogada en ejercicio
Liz María Márquez Socorro, al folio 364 de la misma pieza, cumplién-
dose de esta forma los extremos del artículo 265 del Código de Proce-
dimiento Civil vigente, el Tribunal le imparte su aprobación a dicho
desistimiento, dándole el carácter de cosa juzgada, y por terminado
este Juicio.
EL JUEZ
6.- En fecha 23 de julio de 1997, el accionante de autos apela de la homologa-
ción, recurso éste declarado sin lugar el día 19 de enero de 1998 por el Juzgado
Primero de Primera Instancia del Trabajo de la Circunscripción Judicial del Es-
tado Zulia, a través del siguiente razonamiento:
A estos efectos después de un análisis observa el Tribunal que el
desistimiento de la acción y del procedimiento efectuado por el Doc-
tor Lenis Navarro Aparicio mediante escrito que corre inserto al folio
363 de la primera pieza de este expediente, y la aceptación por parte
de la demandada AGROPECUARIA PERIJÁ C.A. (AGROPECA) que
corre inserto al folio 364 del expediente, ha cumplido con todos los
extremos establecidos en los artículos 263, 264 y 265 del Código de
Procedimiento Civil por lo que expresamente declara que dicho de-
sistimiento es válido y así se declara.
7.- El fallo referido fue notificado al accionante en fecha 14 de julio de 1998, y
contra el mismo introdujo el 05 de octubre de 1998 el pedimento de amparo
que en consulta examina este Alto Tribunal. El fallo del juez de amparo en
primera instancia, dictado el 02 de noviembre de 1998 por el Juzgado Superior
del Tránsito y del Trabajo de la Circunscripción Judicial del Estado Zulia, le
fue favorable al actor y en su dispositiva declara con lugar la acción de
amparo constitucional solicitada; y a los efectos de restablecer el orden cons-
titucional violentado:
...DECLARA NULO EL ACTO DE DESISTIMIENTO Y CONSECUEN-
CIALMENTE SU HOMOLOGACIÓN, efectuados en el juicio que por
prestaciones sociales le sigue el nombrado ciudadano a la Empresa
“AGROPECUARIA PERIJÁ, C.A. (AGROPECA).
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 85
Se ordena al Tribunal de la causa continuar la sustanciación del
proceso en el estado en que se encontraba para el momento de
presentarse el desistimiento en cuestión, para lo cual se fijan cinco
(5) días hábiles para la reanudación de la causa y como cumplimien-
to de esta sentencia.
I I
Los razonamientos esbozados por el ciudadano José Agustín Briceño Méndez
en su solicitud de amparo constitucional, son los siguientes:
1.- El solicitante expresa que tanto el juez de primer grado (Juzgado de los Muni-
cipios Machiques y Rosario de Perijá de la Circunscripción Judicial del Estado
Zulia homologante), como el de segundo grado (Juzgado Primero de Primera
Instancia del Trabajo de la misma circunscripción que inadmitió la apelación
contra la homologación), violaron, además de los artículos 3 y 10 de la Ley Orgá-
nica del Trabajo, que prevén la irrenunciabilidad como materia de orden público,
los artículos 6 del Código Civil y 17 del Código de Procedimiento Civil.
2.- Que fue conculcado el último aparte del artículo 85 de la Constitución de
1961 –irrenunciabilidad de los derechos laborales– (similar al artículo 89 nume-
ral 2 de la Constitución recién aprobada), y el artículo 68 –derecho al debido
proceso– (contemplado en el dispositivo 49 del texto constitucional vigente),
pues los jueces deben tramitar los procesos con apego a lo que al respecto
manden las leyes.
3.- Que, aunque es costumbre de la mayoría de nuestros jueces de instancia la
homologación de los desistimientos que de la demanda realizan los litigantes,
tal conducta no la autorizan explícitamente ni el artículo Nº 3 del Código laboral
sustantivo, ni el artículo Nº 10 de su Reglamento, y que de haber aplicado los
preceptos mencionados concordadamente con los dispositivos Nº 6 del Códi-
go Civil –normas de orden público– y Nº 17 del Código de Procedimiento Civil
–potestad de actuación judicial en interdicción de fraude procesal y otras con-
ductas similares–, muy otra hubiese sido la decisión tomada, pues de un análi-
sis conjunto hubiera resultado que sólo permite el ordenamiento la transacción
y la conciliación, y no otra forma de autocomposición procesal.
Y ello es así –insiste el accionante–, pues el juez laboral, en preservación del
principio de irrenunciabilidad, debe examinar si hay renuncia o no de parte del
trabajador en dichos actos, de lo contrario, el juez debe negar la homologación.
86 SENTENCIA 442 DEL 23 DE MAYO DE 2000
4.- El accionante se sirve para fortalecer su anterior razonamiento de un pro-
nunciamiento de la Sala de Casación Civil de la entonces Corte Suprema de
Justicia, de fecha 25 de octubre de 1978, el cual es citado por una sentencia más
reciente (de 24 de abril de 1998) de la cual extrae las líneas siguientes:
Ahora bien, en cuanto el desistimiento, como acto de autocomposi-
ción procesal en la materia que se examina, la Sala estima que nada
obsta para que el trabajador pueda desistir en un proceso laboral,
siempre y cuando tal acto revista todos los requisitos necesarios
para tenerse como válido, y además no implique una renuncia a la
acción que ostenta el trabajador como actor, pues esto implicaría que
este último no pudiese eventualmente reclamar sus derechos labora-
les a posteriori, lo que indudablemente sí atenta al principio de irre-
nunciabilidad de derechos laborales que benefician y protegen a
todo trabajador.
En efecto, puede el trabajador desistir del proceso mediante el cual
reclama derechos que éste pretende, pero lo que ciertamente resulta
inadmisible es que el trabajador desista de su acción y al mismo
tiempo de su pretensión, pues ello se constituye en una renuncia
evidente a sus derechos, y por tanto equivale a ignorar la protección
especialísima que se comenta, y la cual se destina a resguardar los
derechos del trabajador, frente a los actos del patrono; de admitirse
lo anterior, sería desmejorar al trabajador en cuanto a sus derechos
adquiridos se refiere, lo cual no es el espíritu y razón que sobre esta
materia tuvo el legislador.
5.- No obstante la doctrina sentada en el dispositivo judicial transcrito, con-
sidera el actor que incluso en el desistimiento del procedimiento puede pro-
ducirse la renuncia a un derecho laboral, por cuanto cabe la posibilidad que al
ejercer nuevamente la acción de cobro, el patrono alegue con éxito la defensa
perentoria de prescripción; en la hipótesis planteada, operaría una tácita re-
nuncia del derecho laboral, aun en el supuesto del solo desistimiento del
procedimiento.
6.- Solicita, por último, que el tribunal de amparo declare nulo, por violar los
preceptos constitucionales mencionados, el auto de fecha 08 de julio de 1997 en
el que homologó el “delictual, anti ético e inconstitucional desistimiento”.
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 87
I I I
DE LA COMPETENCIA
Siendo la competencia para conocer de un caso sometido al conocimiento de
este Alto Tribunal el primer aspecto a dilucidarse, es necesario reiterar que, tal
como lo estableció la Sala en sentencia de fecha 20 de enero de 2000 (Caso:
Emery Mata Millán versus el Ministro y Viceministro del Interior y Justicia), le
corresponde conocer de las apelaciones y consultas que respecto a las senten-
cias derivadas de procedimientos de amparo hayan dictado los Juzgados o
Tribunales Superiores; y siendo que la solicitud de amparo bajo análisis fue
resuelta en primera instancia por el Juzgado Superior del Tránsito y del Trabajo
de la Circunscripción Judicial del Estado Zulia, corresponde por tanto a esta
Sala Constitucional el conocimiento de la acción propuesta, y así se decide.–
I V
DE LA ADMISIBILIDAD
Visto el escrito que encabeza las presentes actuaciones y una vez declarada la
competencia de esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia para
conocer en consulta de la acción de amparo interpuesta, verifica la Sala que en
efecto fueron cumplidos por parte del escrito que contiene la acción de amparo,
los requisitos exigidos por el artículo 18 de la Ley Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales; igualmente, en cuanto a las causales
de inadmisibilidad de la acción de amparo constitucional interpuesta previstas
en el artículo 6 de la misma Ley, esta Sala observa que no se oponía a ella
ninguna de dichas causales, por lo que ciertamente era admisible la acción de
amparo incoada. Así se decide.–
DE LA PROCEDENCIA
(antiguo Juzgado del Distrito Perijá de la Circunscripción Judicial del Estado
Zulia), homologó en fecha 18 de julio de 1997 el desistimiento que en fecha 17
de septiembre de 1996 efectuó su apoderado judicial, el abogado Lenis Nava-
rro. Acusa de igualmente violatoria la decisión del Juzgado Primero de Primera
Instancia del Trabajo de la Circunscripción Judicial del Estado Zulia, cuando
en fecha 23 de julio de 1997 declaró sin lugar la apelación que del auto de
homologación hizo el accionante de autos.
Entre los argumentos del solicitante que se han resumido previamente, resalta
el relativo a la inconstitucionalidad del tácito reconocimiento que del desisti-
miento como medio de autocomposición procesal realizan, tanto el Juzgado de
los Municipios Machiques y Rosario de Perijá, como el Juzgado de Primera
Instancia del Trabajo, ambos de la Circunscripción Judicial del Estado Zulia.
En frase resumida, considera el accionante que este medio de extinción del
proceso no califica como tal en un proceso en el cual se ventilen derechos de
naturaleza laboral, es decir, nacidos con ocasión de una relación laboral o en
derivación de la actuación del hecho social trabajo; y ello en razón de la
indisponibilidad de los títulos jurídicos subjetivos de que gocen los sujetos de
la relación, o aquellos que se encuentren en una posición de disfrute frente a
dicho fenómeno.
El primer aspecto a dilucidar es si la tesis que argumenta el solicitante es de
recibo por esta Sala, la cual consiste en que el desistimiento de la demanda y el
procedimiento en un juicio donde se ventilen reclamaciones respecto a dere-
chos laborales, comporta una renuncia a éstos, lo cual está prohibido por el
ordenamiento jurídico constitucional; y de no ser así, en qué sentido, en qué
medida y respecto a cuáles supuestos nuestro ordenamiento jurídico acepta
excepciones al mencionado principio. (El análisis que se adelantará no tendrá
por objeto las modalidades de autocomposición fuera del juicio, ya sea en el
transcurso o una vez concluido el contrato de trabajo, asunto que considera la
Sala de máximo interés, pero que aquí, sin embargo, debe dejar de lado).
De ensayar una respuesta a estas interrogantes se ocupará la Sala seguida-
mente, en procura de una solución ajustada a lo previsto en nuestro ordena-
miento jurídico constitucional.
1.- Es importante destacar, que a los derechos de estirpe laboral se les ha
rodeado de un manto protector aún más impermeable del que disfrutan los
derechos derivados de otras relaciones jurídicas. Y ello en razón de la siempre
presupuesta minusvalía, indefensión, subordinación, debilidad o presunción
de incapacidad en que se ha tenido a la fuerza de trabajo respecto a los que
gerencian los demás factores de producción. De ello deja constancia el autor
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 89
argentino Rodolfo Vigo, cuando, en referencia a los casos considerados por
los ordenamientos jurídicos en general como situaciones de eminente orden
público, afirma: “la sociedad política ante un sector social cuya debilidad
económica puede ser fuente de injusticia conmutativa, y frente a este riesgo
de que se vean privados de estos suyos que están a nivel de la subsistencia
personal y familiar, reacciona y establece la irrenunciabilidad de esos dere-
chos;” (Interpretación Jurídica, Rubinzal – Culzoni Editores, Buenos Aires,
Argentina, 1999, pág. 200).
Sin embargo, la especial tuición deparada a los derechos reconocidos a los tra-
bajadores en que consiste la prohibición de renunciabilidad de los derechos
laborales fundamentales o mínimos, especialmente en el caso de ser objeto de
debate en sede judicial, sea que la relación jurídica haya terminado y los efectos
de la misma estén contradichos, sea que el nexo en cuestión precise una declara-
ción del juez, divide, tanto a la legislación, a la doctrina y a la jurisprudencia.
Tal punto de complejidad manifiestan los estudios hechos sobre el tema, que
presentar un catálogo coherente de opiniones de que pueda echar mano el
juzgador es tarea casi imposible, pues, aquéllos que admiten la renuncia de
derechos en sede jurisdiccional, o lo hacen con serias reservas o limitan su
efectividad a ciertas formas de autocomposición, que no a todas; en otros
casos, la opinión expresada se extiende a una de dichas formas silenciando su
posición respecto al resto.
En esta línea, destacan las consideraciones de Rafael Alfonzo-Guzmán, cuando
en su “Estudio Analítico de la Ley del Trabajo” en la oportunidad de referirse
a la transacción expresa: “el arreglo judicial circunstanciado es válido por-
que estando sub judice el derecho del trabajador, aún no ha sido declarada
la obligación correlativa del patrono, la cual, como lo explicamos oportuna-
mente, no es susceptible de remisión por el acreedor. Y es evidente que no
pueden celebrarse transacciones anticipadas a la celebración o a la ejecu-
ción del contrato, porque si bien no existen las obligaciones patronales para
el momento del acuerdo, habrían de estar sujetas a los efectos de éste, una vez
que ellas fueren declaradas”. (Ediciones de la Universidad Central de Vene-
zuela, Caracas, 1967, Tomo I, pp. 274 y 278).
Pero, al tocar el desistimiento, niega su virtualidad judicial de manera contunden-
te, pues, considera que: “Elegido por el trabajador el camino procesal para
hacer efectiva su acreencia, el desistimiento de la acción, o sea, el abandono
de la misma en cualquier estado de la causa, con efecto de cosa juzgada, equi-
vale a la renuncia del derecho y, por ende, la consideramos ilegal”.
90 SENTENCIA 442 DEL 23 DE MAYO DE 2000
Respecto a la transacción, Cabanellas considera que en ésta no se produce la
renuncia de un derecho, a lo sumo, la renuncia de una esperanza, pues el dere-
cho se determina cuando existe una sentencia judicial que lo acredita, por lo
que “El consentimiento presentado por las partes que transigen lo motiva la
duda, siempre posible, de que su derecho pueda carecer de validez. Pero tal
duda, según se pretende por algunos autores y por determinadas legislacio-
nes, no puede surgir en el proceso laboral, por estimar que los derechos
derivados del Derecho del Trabajo son siempre incuestionables, incontrover-
tibles, definidos por leyes consideradas de orden público. No se tiene en
cuenta en tal concepción que las leyes de orden público no se crean, están en
la realidad de los hechos y derechos que sancionan...”. (Tratado de Derecho
Laboral, Ediciones El Gráfico, Buenos Aires, Tomo 1, p. 412).
En cuanto al alcance de la irrenunciabilidad, los autores que propugnan la
indisponibilidad del derecho y el orden público como fundamentos de la prohi-
bición de renunciar a las ventajas que ofrece el Derecho Laboral (Santoro-
Passarelli vendría a ser su más firme representante), entienden que la
irrenunciabilidad se extiende a la intransigibilidad, por lo que la ley no sólo
desautoriza los sacrificios sin correspondencia (convenimiento, desistimien-
to), sino también los sacrificios eventuales que existen en la transacción, pues
procuran evitar estos autores el caso en que el lado patronal resulte el mayor
beneficiado del negocio.
Sin embargo, afirman que la intransigibilidad no obsta el uso del arbitraje, el recibo
por saldo y la conciliación entre las partes ante las autoridades correspondientes.
Otro sector de la doctrina se pliega, bien por la aceptación de los jueces de
instancia a los acuerdos o declaraciones compositivos de la litis, o bien por el
reconocimiento expreso de dichos medios a través de su consagración legisla-
tiva. En este último caso se encuentra Antonio Vázquez Vialard, quien al dar
cuenta de que en su país fue consagrado el desistimiento como un modo nor-
mal de composición procesal, no oculta cierta disconformidad con la positivi-
zación de una práctica que denuncia común en los tribunales de aquella nación.
La norma en cuestión es la número 277 párrafo 2º de la Ley de Contratos de
Trabajo argentina que reza: “El desistimiento del trabajador de acciones y
derechos se ratificará personalmente en el juicio y requerirá homologación”
(Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, Tomo I, 8ª Edición, Editorial
Astrea, Buenos Aíres, 1999).
De otro lado, el autor Américo Plá Rodríguez, no obstante sus apuntes sobre la
permisión de ciertos ordenamientos en cuanto al desistimiento del trabajador
en juicio, así como reconocer (luego de un extenso y documentado análisis
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 91
sobre el principio de la irrenunciabilidad en materia laboral), que el estado de la
controversia se atempera día a día en línea a aceptar que en sede judicial actúen
los modos de autocomposición de la litis, no obstante, concluye lapidariamen-
te que el desistimiento de la demanda, a la que designa como renuncia de
derecho, “queda claramente alcanzado por la prohibición de renunciar”.
2.- Seguidamente al análisis del punto debatido entrará la Sala a reseñar ciertas
decisiones judiciales sobre el asunto.
En primer lugar, tenemos la decisión de fecha 28 de mayo de 1953 de la Corte de
Casación (recibida por el fallo de fecha 31 de marzo de 1966 de la Sala de
Casación Civil), circunscrita a un caso de transacción (aunque de una manera
más bien comprensiva de otras modalidades, lo que daría pie para pensar que
es de aplicación a los otros modos de autocomposición, es decir, a la concilia-
ción, al convenimiento y al desistimiento). Al respecto expresa:
Lo que no puede el patrono ni el trabajador, en principio, es renun-
ciar a las disposiciones favorables a la Ley del Trabajo, por ejemplo,
celebrar un contrato en que se estipule que no habrá derecho a vaca-
ciones, preaviso, antigüedad, cesantía, etc., pues tal cláusula sería
absolutamente nula en cualquier convención, pero el trabajador es
libre, al finalizar su contrato de trabajo, de hacer cualquier transac-
ción por las indemnizaciones a que pueda tener derecho en un litigio
inmediato o futuro.
De las afirmaciones contenidas en este fallo, se desprende la crítica, aunque no
directa ni explícita, de la recurrente confusión entre inderogabilidad e indispo-
nibilidad. La doctrina italiana ha distinguido entre la génesis del derecho y su
momento funcional; en la primera, el derecho laboral ordena la inderogabilidad
de las normas benéficas; en el segundo, una vez el trabajador en la titularidad
del derecho y formando parte de su patrimonio podría disponer libremente del
mismo, salvo limitación expresa de la ley (disponibilidad). Se entiende que no
existiendo más el vínculo de la subordinación ni el temor de las perjudiciales
consecuencias patrimoniales derivadas de la resolución de la relación, la vo-
luntad del empleado se podía manifestar con todas las garantías de la libertad.
Esta doctrina de la Casación venezolana concuerda con lo resuelto al efecto
tanto por la Casación italiana (durante la vigencia del artículo 17 de la Ley de
Empleo Privado de 1924), la chilena (en la oportunidad de interpretar el artículo
580 del Código del Trabajo de ese país), la colombiana y la brasileña. Esta
doctrina antecede de manera coincidente a nuestro ordenamiento constitucio-
nal, como ya tendremos ocasión de ver.
92 SENTENCIA 442 DEL 23 DE MAYO DE 2000
La jurisprudencia italiana sufrió un severo revés con la publicación del nuevo
Código Civil Italiano, que en su artículo 2.113 establece una situación contra-
ria, a saber: “Las renuncias y transacciones que tienen por objeto derechos
del prestador de obra derivantes de disposiciones inderogables de la ley o de
normas corporativas, no son válidas. La impugnación debe ser propuesta,
bajo pena de caducidad, dentro de los tres meses de la cesación de la rela-
ción y de la fecha de la renuncia o de la transacción, si éstas han sido reali-
zadas después de la cesación misma”.
En cuanto al contenido de la homologación se pronunció la decisión de fecha
19 de octubre de 1966 (Gaceta Forense Nº 54, Segunda Etapa, pp. 291-298, Sala
de Casación Civil de la entonces Corte Suprema de Justicia) –aunque no con
referencia a un derecho laboral en discusión, pero sí conexo con el hecho que
ocasionó la presente acción de amparo, cual fue el presunto desistimiento sin
que mediase el consentimiento del accionante y su posterior homologación sin
la verificación de extremos esenciales–. De dicho fallo se extraen las siguientes
afirmaciones:
Con respecto al alegato de fraude cometido por el socio que desistió
de la acción y de su presunta connivencia con la parte demandada,
los jueces de la recurrida se pronunciaron en los siguientes términos:
‘Al respecto se observa: el desistimiento es un acto procesal potes-
tativo exclusivamente de la parte actora, frente al cual sólo toca al
Juez la función homologadora de darlo por consumado. Es indudable
que para que surta sus efectos procesales el convenimiento, deben
cumplirse los presupuestos requeridos por la Ley para su validez,
entre ellos la capacidad procesal del otorgante, su facultad para obrar
en juicio ejerciendo la representación de la parte actora, que es preci-
samente la cuestión a decidir en esta oportunidad. La existencia de
los alegados manejos y la mala fe con que se dice obró la demandada,
resultan irrelevantes en punto a la determinación de la validez o no
del convenimiento subjudice, si bien podrán dar pie a otras acciones
por parte de los integrantes de la sociedad actora, cuyo ejercicio no
estorba en modo alguno la presente decisión’.
Ahora bien, juzga esta Sala que la decisión de la recurrida está com-
pletamente ajustada a derecho, pues en materia de desistimiento de
la acción sólo corresponde al Juez homologarlo cuando ha sido for-
mulado por la parte demandada o su representante legítimo, sin que
sea necesario entrar a considerar si los móviles del acto obedecen a
buena o mala fe o son el resultado de connivencia fraudulenta con la
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 93
parte demandada. Lo único que debe el Juez constatar es si quien
desiste es el demandante, pues sólo él tiene legitimación procesal
para hacerlo...
En otra decisión de la Casación Civil de la expresada Corte Suprema de Justicia,
emitida el 11 de marzo de 1993 (Nº 373, Tomo 20, Sala Especial), se refleja una
admisión sin cortapisas de la transacción, del convenimiento y la conciliación
en sede judicial, más no del desistimiento, al cual restringe a la sola renuncia
del procedimiento, y que a la letra es del siguiente tenor:
Es ampliamente conocido en el medio jurídico laboral, el carácter de
irrenunciables que ostentan los derechos adquiridos de todo tra-
bajador. Este principio está consagrado constitucional y legalmen-
te en nuestro ordenamiento jurídico, específicamente y en cuanto
al último de los rubros referidos, en el artículo 16 de la derogada
Ley del Trabajo, y acogido en el artículo 3 de la vigente Ley Orgá-
nica del Trabajo.
Sin embargo, el artículo 31 del Reglamento de la Ley del Trabajo
establece la posibilidad de que a las reclamaciones laborales que
surjan entre patrono y trabajador por concepto de derechos de este
último, se les dé término mediante transacción o conciliación, sin que
esto signifique, en forma alguna, abandono de derechos ‘irrenuncia-
bles’ para el trabajador.
Dicho lo cual, la decisión citada continúa su argumentación con fundamento
en sentencia proferida por la misma Sala de Casación Civil en fecha 25 de
octubre de 1978, con ponencia del connotado procesalista Luis Loreto, de
cuya cita destaca este sentenciador lo siguiente:
que puede resultar largo y costoso. Pero al propio tiempo, con el fin
de evitar que por esta vía el patrono se sustraiga al cumplimiento de
alguna de sus obligaciones, se ordena al contrato de transacción de
solemnidades y requisitos adicionales’.
Ahora bien, en cuanto al desistimiento, como acto de autocomposi-
ción procesal en la materia que se examina, la Sala estima que nada
obsta para que el trabajador pueda desistir en un proceso laboral,
siempre y cuando tal acto revista todos los requisitos necesarios
para tenerse como válido, y además no implique una renuncia a la
acción que ostenta el trabajador como actor, pues esto implicaría que
este último no pudiese eventualmente reclamar sus derechos labora-
les a posteriori, lo que indudablemente sí atenta al principio de irre-
nunciabilidad de derechos laborales que benefician y protegen a
todo trabajador.
En efecto, puede el trabajador desistir del proceso mediante el cual
reclama derechos que éste pretende, pero lo que ciertamente resulta
inadmisible es que el trabajador desista de su acción y al mismo
tiempo de su pretensión, pues ello se constituye en una renuncia
evidente a sus derechos, y por tanto equivale a ignorar la protección
especialísima que se comenta, y la cual se destina a reaguardar los
derechos del trabajador, frente a los actos del patrono; de admitirse
lo anterior, sería desmejorar al trabajador en cuanto a sus derechos
adquiridos se refiere, lo cual no es el espíritu y razón que sobre esta
materia tuvo el legislador.
3.- Ahora bien, la institución de la irrenunciabilidad, y así ha sido visto por la
doctrina más autorizada sobre esta materia, tiene un fin de defensa frente a la
posición preferente del empleador respecto al empleado, y así fue referido al
comienzo de este capítulo; a través de la misma, la legislación persigue garan-
tizar con la prohibición de renuncia, que el trabajador se acerque a la negocia-
ción contractual y disfrute durante su desarrollo de un piso inamovible, un
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 95
mínimum inexpugnable sobre el cual no puede haber acuerdo alguno en su
perjuicio, pero sí en su realce o mejora. He aquí la llamada inderogabilidad de
los beneficios laborales.
La previsión del legislador es sana, ya que garantiza que el interés particular
del sujeto débil o menos fuerte de la relación laboral, quede incólume antes y
durante la relación, y que no se vea compelido a dejar de percibir los benefi-
cios básicos que retribuyan el aporte que su tarea provee a la sociedad, y que
de no recibirlos, pueda con éxito exigirlos sin que obste a ello una previa
renuncia de los mismos.
La inderogabilidad aludida se asienta en razones no sólo limitadas al bienestar
del trabajador, sino también de la sociedad toda, la cual, de seguro vería más o
menos afectada su estabilidad según se establezcan condiciones justas de
trabajo y garantías que las hagan valer (como la nulidad de los actos o hechos
que las infrinjan).
Desde otro punto de vista, la justeza con que se conduzcan los vínculos que
tengan que ver con el fenómeno laboral, no sólo bajo la tradicional relación
entre empresarios y trabajadores, sino también de unos y otros con el Estado,
posee un papel primordial que jugar en el desarrollo sostenible de una econo-
mía determinada. He ahí otra de las razones que justificaron en su génesis y
continúan justificando la protección en que se resuelve la irrenunciabilidad-
inderogabilidad de los derechos laborales.
4.- El estado en que se encuentra el ordenamiento jurídico nacional el tema de
la autocomposición procesal, es el siguiente:
En el artículo 9º del Reglamento de la Ley Orgánica del Trabajo (Gaceta Oficial
Nº 5.292 Extraordinario de fecha 25-01-99) (con las reservas del caso en cuanto
a la reprochable técnica de que se vale el Ejecutivo, consistente en reproducir
normas de rango legal en sus Reglamentos, o la práctica aún más grave de
innovar en materias de la estricta reserva legal), se lee lo siguiente:
Artículo 9º: Principio de Irrenunciabilidad (Transacción Laboral). El
Principio de irrenunciabilidad de los derechos que favorezcan al tra-
bajador, en los términos del artículo 3 de la Ley Orgánica del Trabajo,
no impedirá la celebración de transacciones, siempre que versen so-
bre derechos litigiosos o discutidos, consten por escrito o conten-
gan una relación circunstanciada de los hechos que las motiven y de
los derechos en ellas comprendidos. (Subrayado de la Sala).
96 SENTENCIA 442 DEL 23 DE MAYO DE 2000
La Ley Orgánica del Trabajo consagra el principio en el artículo 3, en el que
tampoco se excluye la posibilidad de transacción, siempre que se haga por
escrito y contenga una relación circunstanciada de los hechos que la causen y
de los derechos que le sirvan de supuesto (artículo 3, parágrafo único).
La Constitución del 61 rezaba lo siguiente:
Artículo 85.- El trabajo será objeto de protección especial. La ley
dispondrá lo necesario para mejorar las condiciones materiales, mo-
rales e intelectuales de los trabajadores. Son irrenunciables por el
trabajador las disposiciones que la ley establezca para favorecerlo o
protegerlo. (Subrayado de la Sala).
Por su parte, la nueva Constitución consagra el principio en los siguientes
términos:
Artículo 89.- El trabajo es un hecho social y gozará de la protección
del Estado. La ley dispondrá lo necesario para mejorar las condicio-
nes materiales, morales e intelectuales de los trabajadores y trabaja-
doras. Para el cumplimiento de esta obligación del Estado se establecen
los siguientes principios:
(omissis)
2. Los derechos laborales son irrenunciables. Es nula toda acción,
acuerdo o convenio que implique renuncia o menoscabo de estos
derechos. Sólo es posible la transacción y convenimiento al término
de la relación laboral, de conformidad con los requisitos que esta-
blezca la ley. (Subrayado de la Sala).
La Sala se ha permitido destacar la distinción que puede hacerse a simple vista
entre ambos dispositivos. El correspondiente a la Constitución de 1961 silen-
ciaba la posibilidad de la renuncia mediante la transacción y el convenimiento;
en cambio, la Carta de 1999 los reconoce abiertamente, zanjando así una pro-
funda y confusa discusión, como tuvimos ocasión de ver, la cual había sido
resuelta a favor, tanto por el Poder Legislativo, como por la Corte Suprema de
Justicia y los Tribunales de Instancia.
No obstante, se presenta otra interrogante, cual es si la mención a la transac-
ción, considerada en su doble aspecto de renuncia y desistimiento, según la
cual “el actor desiste de su pretensión y el demandado renuncia a su derecho
a obtener una sentencia; este acto dispositivo procesal corresponde a un
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 97
Previo a la posible respuesta, la Sala aclara que la irrenunciabilidad que dispo-
ne la primera parte del numeral 2 del artículo 89 se corresponde con la inderoga-
bilidad de las normas que aseguren el disfrute de derechos mínimos a los
trabajadores. La segunda parte, en cambio, no consagra una excepción a dicho
principio, sino que simplemente permite la disponibilidad de los mismos a tra-
vés de ciertos modos de composición. Ambas partes pertenecen a situaciones
y realidades jurídicas distintas y especializadas, que actúan en la protección de
los derechos y en la garantía de la tutela judicial efectiva con reglas distintivas,
pero en todo caso igualmente efectivas.
Dicho medio debe diferenciarse de la transacción, y en esto sigue la Sala la
opinión del autor últimamente mencionado, con la cual suele confundirse o
diluirse –al punto de que cultores de las disciplinas laboral y procesal conside-
ran que la conciliación vendría a ser el género y los demás medios especies de
aquélla, posición con añejos antecedentes legislativos, como la Ley francesa
de 9 de abril de 1898 sobre accidentes de trabajo, que declaró nula toda tran-
sacción no llevada a término ante el juez conciliador (Cabanellas)–; otros la
omiten cuando estudian los que denominan “actos dispositivos de las partes”
(Couture), y los demás simplemente no le reconocen su función autocomposi-
tiva (Alcalá-Zamora y Castillo). No obstante, la conciliación difiere de la tran-
sacción en que ella opera mediante la mediación del juez, que en faltando este
impulso no se está frente a una conciliación sino ante otro supuesto distinto.
En el procedimiento civil se le reconoce a la conciliación su carácter de equiva-
lente jurisdiccional, con la consecutiva extinción del proceso y composición de
la litis (artículo 262 del Código de Procedimiento Civil). En el campo laboral, su
papel no es sólo importante, sino esencial. Es inconcebible este proceso sin la
labor conciliadora del juez, pues “Se entiende, con este principio, que el con-
98 SENTENCIA 442 DEL 23 DE MAYO DE 2000
flicto más que jurídico, es económico; y en virtud de tal carácter debe buscar-
se siempre un entendimiento entre las partes” (Rodríguez Díaz: El Nuevo Pro-
cedimiento Laboral, Editorial Jurídica Alva, Caracas, 1995, pp. 38 y 39).
Al punto es necesaria la conciliación, que tal como nos lo hace saber el autor
colombiano Jaime García Urrea, “La primera audiencia en el proceso ordina-
rio (en Colombia, se entiende) es la audiencia de conciliación, en la cual ‘el
juez invitará a las partes a que en su presencia y bajo su vigilancia procuren
conciliar sus diferencias’ (Art. 77 del C. de P.L.)”. Sigue diciendo el autor
mencionado: “Además, aun cuando haya fracasado esta audiencia, ‘También
podrá efectuarse la conciliación en cualquiera de las instancias, siempre
que las partes, de común acuerdo, lo soliciten’ (Art. 22)” (Lecciones de Dere-
cho Procesal del Trabajo. Editorial Universidad de Antioquia, 2ª Edición, 1992,
pág. 67). Rodríguez Díaz confirma que en el proceso colombiano “la falta de
este requisito configura la nulidad procesal de todo lo actuado”.
En cuanto al desistimiento, y teniendo como trasfondo el sentido equilibrador
que posee el precepto de la irrenunciabilidad-indisponibilidad de la primera
parte del numeral 2, artículo 89 constitucional, se debe afirmar que dicho senti-
do no es el mismo cuando se trata del proceso en que intervienen los sujetos de
la relación laboral.
Si bien en sede negocial, por usar un término meramente convencional, el cons-
tituyente persigue el equiparamiento de posiciones a través del sostenimiento
de los derechos subjetivos del trabajador, sancionando su renuncia con la
nulidad de lo convenido –a fin de cuentas lo que se asegura es la nulidad de la
renuncia del mínimum de derechos–, estima la Sala que la inderogabilidad de
estos derechos no alcanza, como se evidencia en el mismo dispositivo consti-
tucional, a los actos de disposición realizados en juicio.
La prohibición de derogabilidad, como expresa Alonso García (citado por Plá
Rodríguez, ob. cit., pág. 135) “representa el restablecimiento necesario de los
supuestos iniciales sobre los cuales hay que levantar la posibilidad dogmá-
tica del contrato, esto es, el principio de la igualdad de las partes. Porque es
entonces, y únicamente entonces, cuando puede exigirse el respeto mutuo de
una parte a las condiciones aceptadas por ella misma” (subrayado de la
Sala). Es la igualdad de las partes, sin duda, el fin último de la irrenunciabili-
dad; pero, en fase de reclamación judicial, la irrenunciabilidad se transforma en
ventaja, y luce contradictoria de cara a la natural eventualidad y puesta en
discusión de las afirmaciones contenidas en la pretensión.
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 99
Por tanto, en sede judicial las posiciones de las partes frente al proceso –
condicionadas al papel que cumplan dentro del mismo– deben ser iguales en
cuanto a sus cargas, deberes y garantías, y es deber del juez conservarlas de
esa manera (artículo 15 del Código de Procedimiento Civil). Es así como el
proceso presenta como su finalidad la composición de la litis, y en él los
derechos afirmados son siempre discutidos y eventuales; si bien subjetiva-
mente firmes para el accionante, en cambio, objetivamente sujetos a prueba
para el proceso.
La garantía de la disponibilidad forzosa, fraudulenta o amañada de los presun-
tos derechos debatidos en juicio, es el proceso mismo, no la nulidad de la
renuncia, pues el accionante persigue es precisamente del proceso que el juz-
gador en la sentencia de fondo admita las afirmaciones de hecho y de derecho
invocadas, ya sea que declare un derecho o condene al demandado a realizar o
abstenerse de realizar alguna acción o a entregar o poner en posición de disfru-
te de algún bien al trabajador.
Luego, el proceso debe contener en sí mismo los factores que aseguren la
tutela de los verdaderos derechos adquiridos por el trabajador; de ello se deri-
va que el iter procesal es la garantía ofrecida por la voluntad política contra el
desconocimiento de las situaciones jurídicas tanto laborales como de otra na-
turaleza, en el sentido de vía o camino puesto a disposición de los que sientan
que su posición frente a un bien ha sido vulnerada.
Por lo que visto desde esta óptica, se entiende que el problema en sede juris-
diccional no radica en si el desistimiento implica o no la disponibilidad de
derechos irrenunciables de los trabajadores, ya que la irrenunciabilidad de
derechos pertenece al campo del contrato laboral y sus incidencias, sino, en si
el propio proceso, y en particular el proceso laboral, es o no un instrumento de
equilibrio entre los contendores (que es en definitiva lo que persigue el institu-
to de la prohibición de renuncia). A dicho equilibrio contribuirá el juez con la
actuación de los principios adjetivos y de justicia de más valor, como son: la
interdicción del fraude procesal, de informalidad, de celeridad, brevedad, inme-
diación –acompañada del principio de oralidad en las fases del proceso en que
sea necesario y muchos otros.
De suerte, que la solidez de la posición jurídica procesal de los contendores en
procura de una decisión sobre el mérito de la pretensión, depende en mayor
grado del disfrute de un proceso debido (artículo 49 de la nueva Constitución),
ya que juicios preñados de dilaciones injustificadas y de formalismos inútiles,
atentan evidentemente contra el derecho de acceso a la justicia de los traba-
100 SENTENCIA 442 DEL 23 DE MAYO DE 2000
jadores, contra su derecho a la defensa y contra el derecho a la tutela efectiva
por parte de la jurisdicción, pues si los litigantes no sucumben a desventajo-
sas transacciones o resignados desistimientos, los propios retardos e incon-
venientes quizá le causen más daño o le restrinjan en mayor grado sus
oportunidades, que el daño infringido por el desconocimiento al derecho
sustantivo reclamado.
La tutela a los derechos constitucionales, en el proceso, debe consistir pri-
mordial y, en principio, completamente, en la facilitación de los medios para
obtener una decisión que se ajuste a lo alegado y probado en autos, y que en
su transcurso se respeten los derechos correspondientes a cada una de las
partes. Es decir, proveer del acceso sin requisitos de inadmisibilidad desna-
turalizantes del derecho de acción, excitar la conciliación de los contendien-
tes, asegurar el control a las partes de los medios de prueba, evitar las
dilaciones injustificadas, y otros por igual. El proceso debe permitir el acceso
y fijar una ruta segura, que dé a los litigantes las condiciones para discernir
sin presiones desmedidas lo que más les convenga, y que no sea sólo la
apremiante necesidad de recursos la que los lleve a componer la litis en posi-
ción de clara desventaja.
Se acusa al desistimiento de desembocar a la larga en implícitas renuncias, sin
embargo, y vista la precisión doctrinaria respecto al terreno propio de la irre-
nunciabilidad en juicio, y a la posibilidad de disposición en el mismo –con las
debidas garantías– que la propia Constitución autoriza, se deduce que de ser
cierta tal afirmación, ello no es privativo de este supuesto de terminación del
proceso; puede, en cambio, suceder tanto en la transacción y el convenimiento
(admitidas constitucionalmente en nuestro medio), como en la propia concilia-
ción (práctica elevada a principio del derecho adjetivo laboral), como así lo han
hecho ver numerosos tratadistas.
No es el empleador, en definitiva, el único responsable de los desventajosos
acuerdos en juicio, y no es sólo en razón de la debilidad frente a éste que los
suscriben los trabajadores; en ellos influye la debilidad ocasionada por un
proceso, también, si se quiere, débil.
Estudiados como han sido los proyectos que antecedieron a la norma discutida
en el seno de la Asamblea Constituyente, así como la Gaceta Constituyente
correspondiente a la presentación de la norma y su aprobación definitiva (Dia-
rio de Debates, Octubre-Noviembre 1999, Imprenta del Congreso de la Repúbli-
ca, Caracas, Venezuela), no se desprende su taxatividad respecto a la
conciliación, y, todo apunta a una interpretación contraria a esta tesis, toman-
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 101
do en cuenta que se deja fuera un medio clásico y prácticamente connatural al
proceso laboral, así como que la eventual disponibilidad de los derechos labo-
rales a través del desistimiento no es privativo de éste, sino que también lo
comparten la transacción y el convenimiento, medios de disposición de dere-
chos que la propia Constitución permite a través del artículo bajo estudio, con
las restricciones que en un futuro pueda establecer la Ley, sin que las mismas
puedan desnaturalizar el núcleo de estas figuras.
Es por ello que, asumiendo una posición teorética y no dogmática, concluye
esta Sala que los modos de autocomposición procesal no son en sí mismos
medios atentatorios contra el principio constitucional de la indisponibilidad en
juicio (mal llamada “irrenunciabilidad”), de los derechos mínimos de los traba-
jadores, pues a través de ellos lo que se persigue es componer la litis por sus
propios participantes, subrogándose dicha decisión a la sentencia de fondo
que debía dictar el juez correspondiente y adquiriendo dicha composición los
efectos de la cosa juzgada.
Mal podrían, entonces, y no por imitación de procesos que no vinculan a
nuestros jueces, sino en razón de las reglas que la propia Carta Magna con-
sagra, tenerse por prohibidos en los procesos laborales tanto el desistimien-
to de la demanda como la conciliación, siempre y cuando se establezcan los
mecanismos o requisitos que aseguren la constatación por parte del órgano
administrativo o judicial de la voluntad libremente manifestada por el trabaja-
dor. Y así se decide.
5.- De otro lado, y en vista de la denuncia formulada por el accionante, conside-
ra la Sala que, con el fin de garantizar ese equilibrio entre los litigantes –por la
función social del trabajo y los beneficios públicos que reporta la satisfacción
de los beneficios que la ley otorga en esta materia–, conviene acoger como una
consecuencia lógica del principio a la tutela judicial efectiva a que alude el
artículo 26 de la Constitución, darle las mayores seguridades a la expresión de
la voluntad que quede manifestada en juicio, de tal manera que sin excluir la
voluntad privada, se le rodee a las expresiones de ésta de garantías para asegu-
rar su libre formación y manifestación, valorizándola como expresión de la pro-
pia personalidad humana.
En el caso sub iudice, como quedó constatado en el ítem 5 del Capítulo I de
este fallo, no sólo hizo mella la sentencia al derecho a la tutela judicial efectiva,
al no contener motivación alguna de la cual se constate como efectuado el
necesario análisis tendente a la verificación que debió preceder a la homologa-
ción, particularmente por lo que respecta a la capacidad para disponer por
parte del representante judicial del demandado –lo que evidencia un ejercicio
arbitrario de la función jurisdiccional–; sino que también conculcó dicho dere-
cho al desoír las múltiples, insistentes, inmediatas y posteriormente constan-
tes advertencias del accionante respecto a que la declaración que hizo, el que
hasta entonces era su apoderado, no era reflejo de su voluntad.
En este punto, y en línea a demostrar la omisión en que incurrió el juzgador de
instancia respecto a las acciones que debió tomar de cara a prevenir o sancio-
nar las faltas a la lealtad y probidad en el proceso –de cuya plena virtualidad es
reflejo la decisión de esta misma Sala Constitucional en el Caso: A. Zavatti S.,
Nº 77, de fecha 09 de marzo de 2000, y que además confirman el derecho a la
tutela judicial efectiva), recuerda la Sala que, en fecha 09 de agosto de 1996, el
Juzgado Primero de Primera Instancia del Trabajo y Estabilidad Laboral de la
Circunscripción Judicial del Estado Zulia, declaró con lugar la apelación que en
el juicio de propios derechos hiciera el hoy accionante en amparo, y revocó la
sentencia delatada ordenando al tribunal de la causa dictar sentencia al fondo;
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 103
posteriormente, en fecha 17 de septiembre de 1996, el abogado Lenis Navarro,
mediante escrito y actuando como apoderado judicial del ciudadano José Agus-
tín Briceño Méndez, en la misma oportunidad de darse por notificado de la
decisión, desistió de la demanda y del procedimiento incoado contra la empre-
sa AGROPECUARIA PERIJÁ C.A. (AGROPECA), es decir, luego de una deci-
sión que favoreció al accionante en el sentido que revocó otra anterior que
declaró perimida su acción, su abogado desiste de la acción y del procedimien-
to, y a pesar de las innumerables advertencias del ciudadano José Agustín
Briceño Méndez de que ese no fue su deseo, el presunto desistimiento fue
homologado sin referencia alguna a la denuncia del accionante.
Ante la omisión del juzgador de hacer ratificar el desistimiento, lo cual, es
bueno insistir, es una garantía al derecho a la tutela judicial efectiva, invocado
aquí en atención a su consagración en el artículo 26 de la nueva Constitución,
visto que no tomó las medidas necesarias para comprobar la presunta falta de
probidad del apoderado apelante respecto a su defendido, es por lo que esta
Sala considera que el ciudadano José Agustín Briceño Méndez sufrió mella en
su situación jurídica constitucional, por lo que la decisión del Juzgado Supe-
rior del Tránsito y del Trabajo de la Circunscripción Judicial del Estado Zulia,
de fecha 02 de noviembre de 1998, que declaró con lugar (en primera instancia)
la acción de amparo incoada, debe ser objeto de confirmación por esta Sala, y
así finalmente se declara.
6.- Por último, la Sala estima necesario orientar a los jueces, en el sentido de
que realicen interpretaciones de las normas teniendo por norte las propias y
fundamentales garantías constitucionales, sin que esto signifique la desaplica-
ción compulsiva de normas legales o la anulación de procesos por este sólo
hecho, sino que con mesura y ponderación hagan interpretaciones constitu-
cionales de las normas ya establecidas en el ordenamiento jurídico, y apliquen
la consecuencia jurídica en atención a estos principios cuando no sea de extre-
ma necesidad desaplicar la norma en cuestión.
V I
DECISIÓN
Por las razones que anteceden, este Tribunal Supremo de Justicia, en Sala
Constitucional, administrando justicia en nombre de la República y por autori-
dad de la ley, CONFIRMA la sentencia dictada en fecha 02 de noviembre de
1998, por el Juzgado Superior del Tránsito y del Trabajo de la Circunscripción
Judicial del Estado Zulia, actuando en primera instancia tutelar de amparo,
mediante la cual decidió declarar CON LUGAR la pretensión de tutela constitu-
104 SENTENCIA 442 DEL 23 DE MAYO DE 2000
Publíquese, regístrese y comuníquese. Cúmplase lo ordenado. Envíese copia
certificada al Servicio Autónomo Imprenta Nacional para su publicación, a los
solos efectos informativos.
Dada, firmada y sellada en el Salón de Despacho de la Sala Constitucional del
Tribunal Supremo de Justicia, a los 23 días del mes de MAYO del año dos mil.
Años: 189º de la Independencia y 141º de la Federación.
JMDO/ns.
EXP. N° 00-0269.
Las razones por las cuales me aparto de la sentencia aprobada por la mayoría
son las mismas que he sostenido reiteradamente, desde las decisiones dicta-
das el 20 de enero de 2000 (Casos: Domingo Ramírez Monja; y Emery Mata
Millán), por considerar que no existe en la Constitución de 1999 ninguna dis-
posición que atribuya a esta Sala Constitucional competencia para conocer de
las apelaciones o consultas de las sentencias dictadas en materia de amparo
por los Tribunales de la República. En esa oportunidad también disentí del
argumento de la mayoría según el cual el numeral 10 del artículo 336 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela atribuía a esta Sala com-
petencia para conocer como segunda instancia en acciones de amparo. Por el
contrario, desde un primer momento sostuve que en el referido numeral 10 se
consagró un mecanismo extraordinario de revisión, cuya finalidad es que esta
Sala establezca criterios para lograr uniformidad en la interpretación de la Cons-
titución. A tal efecto, indiqué:
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 105
(…) quien suscribe considera que la facultad prevista en el numeral
10 del artículo 336 no es asimilable a la consulta o apelación prevista
en el artículo 35 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y
Garantías Constitucionales por cuanto esta Sala no es un tribunal de
alzada ni superior materialmente de ningún tribunal de la República.
La aludida competencia de revisión, debe interpretarse como una
potestad extraordinaria de revisión de sentencias dictadas por el
resto de los tribunales cuando éstos conozcan como jueces consti-
tucionales de amparo o cuando ejerzan el control difuso de la consti-
tucionalidad de las normas, para verificar cuestiones de derecho
relativas a la interpretación de las normas y principios constitucio-
nales, a los fines de lograr una uniformidad de criterios.
En el caso concreto de las apelaciones o consultas, la norma contenida en el
artículo 35 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Consti-
tucionales, que prevé las apelaciones o consultas de las sentencias dictadas
en materia de amparo, es precisa al indicar que el conocimiento de las mismas
corresponden al Tribunal Superior respectivo atendiendo a la materia del caso
concreto. Ahora bien, cuando dicho artículo alude a los “Tribunales Superio-
res”, no se refiere necesariamente al Tribunal de Alzada, sino a un tribunal
jerárquicamente superior dentro de la organización de los tribunales de la Re-
pública con competencia en la materia afín a la relación jurídica dentro de la
cual ocurrió la presunta violación de derechos constitucionales, tal como lo
entendieron tanto la doctrina como la jurisprudencia patria, atendiendo al he-
cho de que la especialización de los tribunales contribuye a las soluciones más
idóneas y eficaces en cada caso. De allí que, estima el disidente, el criterio de la
afinidad de los derechos o garantías constitucionales se debió mantener igual-
mente entre las distintas Salas del Tribunal Supremo, adecuándose a las com-
petencias de las nuevas Salas, atendiendo al ámbito de las relaciones jurídicas
donde surgieron las presuntas violaciones constitucionales, correspondiendo
el conocimiento a aquella Sala cuyo ámbito material de competencia sea análo-
106 SENTENCIA 442 DEL 23 DE MAYO DE 2000
go a la relación jurídica involucrada (administrativa, civil, penal, laboral, agra-
ria, electoral, mercantil, etc.).
La modificación de las competencias realizada por la mayoría sentenciadora,
constituye –a juicio de quien disiente– una alteración del régimen procesal
previsto en la Ley Orgánica de Amparo, materia ésta (legislación procesal) que
es de la estricta reserva legal, por estar atribuida al Poder Legislativo Nacional,
de conformidad con el numeral 32 del artículo 156 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela.
Por las razones anteriores, estima el disidente que, esta Sala Constitucional no
debió conocer en consulta la decisión de amparo que cursa en autos, sino
declinar el conocimiento de la causa en la Sala correspondiente de este Tribu-
nal Supremo de Justicia.
Queda así expresado el criterio del Magistrado disidente.
En Caracas, fecha ut-supra.
HPT/mcm
SALA CONSTITUCIONAL
Señala así mismo, que habiendo sido publicado el Estatuto Electoral del Poder
Público con posterioridad a la Constitución vigente con la finalidad de dar
cumplimiento a los mandatos contenidos en ella, no puede aducirse que el
mismo sea un acto constituyente de los que ha denominado este Máximo Tri-
bunal como de características supraconstitucionales.
3.- Violación del artículo 63: Sostiene que “... conforme a la Consti-
tución de 1999 debe, en primer término establecer la personaliza-
ción o nominalidad del voto, o sea, que el elector bajo cualquier
sistema de escrutinio debe elegir en la boleta electoral con nombre
y apellido (esto no es lo mismo que sistema de escrutinio uninomi-
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 111
Es por las razones anteriores que solicita la declaratoria de nulidad absoluta del
Estatuto Electoral y su acto de ejecución que fijó la fecha para las elecciones
previstas en dicho estatuto electoral, ambos publicados en Gaceta Oficial Nº
36.884 de fecha 3 de febrero de 2000. Así mismo, en virtud de la urgencia del
caso planteado y por ser el asunto a tramitarse, de mero derecho, solicita se
declare la urgencia del caso, se reduzcan los plazos y se proceda a sentenciar
sin más trámites, de conformidad con lo establecido en el artículo 135 de la Ley
Orgánica de la Corte Suprema de Justicia.
II
DE LA COMPETENCIA
Así, habiendo sido impugnados el Estatuto Electoral del Poder Público aproba-
do por la extinta Asamblea Nacional Constituyente, publicado el 3 de febrero
de ese mismo año, y el acto de ejecución inmediata, mediante el cual la Asam-
blea Nacional Constituyente fijó el día 28 de mayo de 2000 como fecha para la
realización de la elección de Diputados a la Asamblea Nacional, Presidente de
la República, Diputados a los Consejos Legislativos y Gobernadores de los
Estados, Concejales al Cabildo Metropolitano de Caracas y Alcalde del Distri-
to Metropolitano de Caracas, integrantes de los Concejos Municipales y Al-
caldes de los Municipios, Juntas Parroquiales, Representantes al Parlamento
Latinoamericano y Representantes al Parlamento Andino, publicado igualmen-
te el 3 de febrero del presente año, y conforme al criterio sentado por este
Máximo Tribunal respecto de las competencias establecidas en la Constitución
vigente (publicado en Gaceta Oficial Nº 36.860 del 30 de diciembre de 1999),
que en este fallo reitera, corresponde el conocimiento y decisión del presente
caso a esta Sala Constitucional, y así se declara.
III
PUNTO PREVIO
Ahora bien, son dos las posibilidades previstas por el dispositivo invocado
por la parte recurrente como situaciones de excepción para el trámite de los
recursos de nulidad: la reducción de lapsos procesales, previa declaratoria de
114 SENTENCIA 445 DEL 23 DE MAYO DE 2000
IV
Continental, S.A., 1958, pp. 405 y ss.). Por tanto se reitera, que pretender clasi-
ficar como de rango legal al Decreto de la Asamblea Nacional Constituyente
que fijó la fecha para la realización de las elecciones, de fecha 3 de febrero de
2000, resulta impropio.
En relación con dichas violaciones, esta Sala una vez más sostiene que el
Estatuto Electoral del Poder Público se decretó conforme al artículo 39 del
Régimen de Transición del Poder Público, el cual fue declarado válido por
sentencia del Tribunal Supremo de Justicia de fecha 27 de enero de 2000, y
que según sentencia de fecha 28 de marzo de 2000, la Sala Constitucional del
Máximo Tribunal declaró válido in integrum dicho Estatuto, así como el acto
de ejecución por el que la Asamblea Nacional Constituyente fijó la fecha del
28 de mayo de 2000 para la realización de la elección de diputados a la Asam-
blea Nacional, Presidente de la República, Diputados a los Consejos Legisla-
tivos y Gobernadores de los Estados, Concejales al Cabildo Metropolitano
de Caracas y Alcalde del Distrito Metropolitano de Caracas, integrantes de
los Concejos Municipales y Alcaldes de los Municipios, Junta Parroquiales,
Representantes al Parlamento Latinoamericano y Representantes al Parla-
mento Andino, publicado igualmente el 3 de febrero del presente año al deci-
dir la improcedencia del recurso de nulidad ejercido por los ciudadanos
Gonzalo Pérez Hernández y Luis Morales Parada, en contra del Estatuto y del
Decreto impugnados. De acuerdo con esto, la Sala considera que lo previsto
por el Estatuto Electoral del Poder Público en relación con los artículos 67 y
63 de la Constitución, en la medida en que forman parte del sistema normativo
constitucional nacido de la potestad normadora de la Asamblea Nacional
Constituyente, es válido hasta que los poderes constituidos sean designa-
dos o electos, es decir, hasta que se concluya la transitoriedad tendente a la
institucionalización de los mismos. La Sala reitera, por tanto, el carácter cons-
titucional de vigencia determinada de las normas impugnadas.
118 SENTENCIA 445 DEL 23 DE MAYO DE 2000
Lo anterior permite sostener que, aun siendo los recurrentes personas natura-
les diferentes a aquellas que en anterior oportunidad interpusieron en fecha 9
de febrero de 2000, recurso de nulidad por inconstitucional conjuntamente con
acción de amparo, contra el Estatuto Electoral del Poder Público dictado por la
Asamblea Nacional Constituyente y el Decreto que fijó el día 28 de mayo de
2000, como fecha para la realización de la elección de Diputados a la Asamblea
Nacional, Presidente de la República, Diputados a los Consejos Legislativos y
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 119
III
DECISIÓN
JMDO/ns.
Exp. Nº 00-0679
Pero el acceso está dirigido a obtener una satisfacción real, una mutación en
la situación jurídica en que se encontraba antes del proceso, es decir, un
cambio para la ventaja del peticionario, así dicho cambio no lo gratifique
económicamente o no le constituya una situación jurídica, bastando que ob-
tenga la satisfacción de que lo contrario a la Constitución, que lo perjudica,
no surta efecto alguno.
Tan ello es así que, para intentar la acción de inconstitucionalidad de las leyes
o de los actos administrativos de efectos generales, el artículo 112 de la Ley
Orgánica de la Corte Suprema de Justicia reza: “Toda persona natural o jurídi-
ca plenamente capaz, que se vea afectada en sus derechos o intereses por ley,
reglamento, ordenanza u otro acto de efectos generales... (omissis)... puede
demandar la nulidad del mismo ante la Corte, por razones de inconstitucio-
nalidad o ilegalidad, salvo lo previsto en las disposiciones transitorias de la
ley”. Sin embargo, y a pesar de tal disposición, en la acción popular se consi-
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 123
dera que todo ciudadano ante una inconstitucionalidad está afectado en sus
derechos e intereses.
Pero, como surge del citado artículo 112, la afectación del ciudadano tiene que
ser real, ya que si ella no lo es, simplemente no está utilizando los órganos
jurisdiccionales para que administren justicia, y al tenerse certeza de tal situa-
ción, el interés procesal no puede existir.
La actitud de quien así actúa contradice su petición ante los órganos jurisdic-
cionales. Quien pretende ser asambleísta fundado en tal Estatuto, mal puede
“perjudicarse” invocando la nulidad del instrumento legal que lo legitimaría en
su aspiración.
Resulta curioso para quien suscribe, que este ciudadano sea presentado como
jurista y que como ductor de la conciencia jurídica sea invitado permanente a
programas de opinión, en los cuales aparentemente no son invitados con tanta
frecuencia o con ninguna, juristas de larga trayectoria, como Hildegard Ron-
dón de Sansó, Gonzalo Pérez Luciani, Enrique Meier, Miguel Santana Mujica,
José Mélich Orsini, Arturo Luis Torres Rivero, Jesús María Casal, José Rodrí-
guez Urraca o Pedro Bracho Grand, entre otros ausentes.
I I
III
Si esta Sala en fallo de fecha 9 de marzo de 2000 condenó que era contrario al
orden público y por tanto inexistente el proceso que no perseguía la declara-
ción de derechos, congruente con tal doctrina, el proceso que persigue fines
distintos a la declaratoria de derechos y cuyo objeto es la violación de los
citados artículos del Código de Ética Profesional del Abogado, como el incoa-
do por el ciudadano Gerardo Blyde, debe tener igual trato.
Por los motivos anteriores disiente quien suscribe de lo dispuesto por esta Sala.
Exp. 00-0679
JECR/
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 135
SALA CONSTITUCIONAL
En la misma fecha se dio cuenta en Sala y fue designado ponente a quien con
tal carácter suscribe este fallo.
LEY DE UNIVERSIDADES
(...).
(...)
(...).
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 139
3.- Afirma que en las oportunidades en que aspiró a los cargos de Decano de
Facultad, Secretario de la Universidad y Rector de dicha casa de estudios,
pudo observar que en los procesos electorales respectivos los delegados es-
tudiantiles eran objeto de presiones de diverso orden, de instrumento de hala-
go o intimidación, todo ello con el fin de que manifestaran su preferencia electoral
y ofrecieran su voto al mejor postor.
4.- Con el fin de evitar este tipo de situaciones, propone que la expresión de los
alumnos en los procesos electorales, tanto del Claustro Universitario (elección
del Rector, Vicerrectores y Secretario), cuanto de las Asambleas de Facultad
(elección de Decanos), lo sea por votación simultánea (llevada a cabo en la
misma oportunidad en la cual concurre el profesorado a votación en el proceso
electoral); universal (esto es, que todos los estudiantes calificados según el
cuerpo de elección reunido, tengan derecho y participen en la elección respec-
tiva); directa (que todo estudiante calificado para expresar su voto, lo haga
personal y específicamente por el candidato de su preferencia); secreta (impo-
sibilidad del conocimiento público de por quién vota cada elector); proporcio-
nal (es decir, que del conjunto de los votos totales estudiantiles efectivos de
integración del Claustro o de la Asamblea, se le asigne a cada candidato un
número de votos efectivos en razón de los votos estudiantiles obtenidos direc-
tamente por él, respecto al número total de votos estudiantiles).
6.- Afirma que dicha propuesta fue acogida por el Consejo Nacional de Univer-
sidades, el cual, mediante comunicación que le dirigiera al accionante en fecha
16 de noviembre de 1999, le informó lo siguiente:
140 SENTENCIA 1.225 DEL 19 DE OCTUBRE DE 2000
Refiere además que dicho sistema fue adoptado, tanto por la Universidad Cen-
tral de Venezuela, a través de la Reforma de los artículos 36 y 61 de su Regla-
mento de Elecciones Universitarias (presenta copias simples, tanto de
Resolución Nº 239, como del propio reglamento), como por la Universidad del
Zulia, a través de su respectivo Reglamento de Elecciones de la Universidad
del Zulia (anexa copia simple). Las normas contentivas de la reforma al sistema
de elecciones serían las siguientes:
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 141
Artículo 36.
Artículo 61.
(...)
Parágrafo Único.
REGLAMENTO DE ELECCIONES
DE LA UNIVERSIDAD DEL ZULIA
(...).
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 143
II
4.- Declarar si han de contar los seis meses de espera para realizar las eleccio-
nes, en observancia del artículo 298 constitucional, o si tal lapso se inicia a
partir de la fecha en que los Consejos Universitarios adopten la decisión, o si el
lapso en referencia puede ser obviado en atención a la duración específica del
mandato de autoridad universitaria o decanal previsto en los artículos 30 y 65
de la Ley de Universidades.
144 SENTENCIA 1.225 DEL 19 DE OCTUBRE DE 2000
III
DE LA COMPETENCIA
Entrando, pues, en el núcleo del asunto, este Juzgador pasa a comentar las
soluciones que han ensayado algunos órganos con funciones similares a las
146 SENTENCIA 1.225 DEL 19 DE OCTUBRE DE 2000
El Tribunal Constitucional alemán consideró que dicha norma suscita una mera
derogación (consecuencia del principio lex posterior derogat priori), por lo
tanto, frente a cuestiones como la que ocupa a este Sentenciador, pero discu-
tidas en el transcurso de una controversia, no ha vacilado en remitir la solución
a los tribunales ordinarios, “...negándose a aceptar la cuestión como un pro-
blema de control de constitucionalidad de las Leyes”. (E. García de Enterría:
La Constitución como norma y el Tribunal Constitucional, Civitas, p. 85). No
obstante, sí admite su competencia para declarar la derogación de una ley
anterior a la Constitución en tanto conozca la petición a través de un recurso
directo de inconstitucionalidad, por considerar, también formalmente, que es él
el único competente para resolverlo.
Esta doctrina ha sido reiterada por dicho Tribunal, pues estimó que se trata de
“...un problema de compatibilidad con las bases constitucionales del orde-
namiento jurídico suscitada con ocasión de la aplicación actual de una nor-
ma, aunque la elaboración de ésta haya sido anterior. Por esta misma razón
la cuestión no es planteable cuando se trata de una aplicación ya consuma-
da bajo el antiguo ordenamiento constitucional” (Ob. Cit. p. 86).
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 147
(...)
García de Enterría critica esta postura dual, ya que estima que “atribuir (a
los Tribunales Constitucionales) el monopolio del problema (promete) una
valoración más apurada de la constitucionalidad de los textos legales pre-
constitucionales que no cabría esperar del enjuiciamiento disperso por
todos los órganos de la jurisdicción ordinaria como una cuestión de simple
derogación”.
Sin duda, que la declaración de una Ley como inconstitucional, ya sea que
haya adquirido efectividad dentro de un ordenamiento constitucional cuyo
instrumento máximo le haya precedido, así como la certeza de que una norma
contenida en una Ley fue derogada por la irrupción de un nuevo instrumento
constitucional, en virtud de la contrariedad con éste, es un asunto de extrema
relevancia y que guarda relación con el importante balance que debe existir
entre la libertad de los integrantes de una sociedad (con su carga de derechos
y sus correspondientes principios y valores constitucionales) y el ejercicio de
la coacción por órgano de los poderes públicos. Más exactamente, está involu-
crado en este problema el principio de seguridad jurídica, en cuanto garantía de
estabilidad y publicidad de las normas que forman el ordenamiento jurídico.
Tal advertencia adquiere especial relieve cuanto que la cláusula derogatoria que
nos ocupa es, según la clasificación de las normas que hace H. L. A. Hart, una
norma de reconocimiento, es decir, del tipo de preceptos al que le cumple esta-
blecer los criterios últimos de validez que permiten certificar la pertenencia de
una norma a un ordenamiento jurídico. Ellas indican cuándo las normas forman
parte o no del ordenamiento jurídico, por lo que “Los problemas derivados de la
inseguridad que genera un sistema con deficiencias respecto a las reglas de
reconocimiento provocan incertidumbre y afectan al núcleo de una de las
características esenciales del Derecho, esto es, la seguridad jurídica”. (A. Lla-
mas y otros: Curso de Teoría del Derecho, Marcial Pons, 1999, p. 182).
Por ello, estima la Sala como una consecuencia natural del principio de seguri-
dad jurídica, así como del de protección constitucional, el que le corresponda a
esta instancia judicial declarar la derogatoria con efectos erga omnes y pro
futuro de una norma de rango legal vía la cláusula derogatoria única constitu-
cional, en virtud del monopolio que en materia de protección constitucional le
asigna la Constitución. Suscribe así esta Sala la tesis de que, trátese de una
norma posterior o anterior a la Constitución, el juicio de correspondencia entre
una u otra con respecto a la Carta Magna, implica un análisis respecto al con-
tenido de la norma, por lo que su constitucionalidad o no devendría en causa
de la derogación, y no ésta de aquélla.
Tal ejercicio podrá desplegarlo la Sala aun de oficio en los casos que le toque
resolver, o a través de un recurso directo de inconstitucionalidad, como consi-
dera que es el presente.
Sin embargo, y a pesar de las críticas que se han realizado en otras latitudes
respecto a la competencia de los tribunales de instancia de desaplicar normas
de rango legal que se estiman derogadas en virtud de una inconstitucionalidad
sobrevenida, en nuestro ordenamiento jurídico es en la propia Constitución
que se encuentra establecida esta potestad, visto que “En caso de incompati-
bilidad entre (la) Constitución y una ley u otra norma jurídica, aplicarán las
disposiciones constitucionales, correspondiendo a los tribunales en cual-
quier causa, aun de oficio, decidir lo conducente” (segundo párrafo del ar-
tículo 334 constitucional). Por lo tanto, en nuestro sistema, frente a una evidente
inconstitucionalidad, ya sea de una norma surgida bajo la Constitución vigen-
te, ya sea que le precediera en el tiempo, pueden los jueces desaplicarla respec-
to al caso concreto, sin tener que emitir pronunciamiento alguno sobre su
derogación, pero sí sobre su incongruencia material con alguna norma consti-
tucional. He allí la diferencia que surge entre la mera desaplicación de normas
legales que tocaría realizar a los tribunales de instancia (así como a las demás
Salas de este Tribunal), y la declaración de invalidez sobrevenida erga omnes
y pro futuro que le compete efectuar a esta Sala.
IV
DEL PROCEDIMIENTO
Visto que esta Sala es competente para conocer de la presente acción de in-
constitucionalidad, y siendo que el procedimiento más acorde con este tipo de
solicitudes es el que prevé la Sección Tercera de la Ley Orgánica de la Corte
Suprema de Justicia, denominada: De los juicios de nulidad de los actos de
efectos generales, por demás aplicable a este Tribunal Supremo de Justicia,
esta Sala lo declara aplicable a supuestos como el presente, atendiendo siem-
pre al criterio de prescindencia de formalidades innecesarias, irracionales o
enervantes del derecho a la tutela judicial efectiva, y, en atención al mismo,
exime en estos casos de cumplir con el trámite de la admisión previa del Tribu-
nal de Sustanciación, por lo que será la propia Sala, en atención a los principios
de celeridad y economía procesales, quien se pronunciará sobre la admisión, y
así se establece.
DE LA ADMISIBILIDAD
Visto el escrito que encabeza las presentes actuaciones, y una vez declarada la
competencia de esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia para
conocer del recurso interpuesto, verifica la Sala si el mismo incurre en algunas
de las causales de inadmisibilidad señaladas en los ordinales 1º, 2º, 3º, 4º,
primera parte del 5º, 6º y 7º del artículo 84 de la Ley de la Corte Suprema de
Justicia, comprobando que ninguna de ellas está presente en este caso, por lo
cual debe declararse admisible. Así se decide.
VI
DECISIÓN
Por las razones que anteceden, este Tribunal Supremo de Justicia, en Sala
Constitucional, administrando justicia en nombre de la República y por autori-
dad de la ley, declara ADMISIBLE el recurso de declaratoria de inconstitucio-
nalidad interpuesto por el ciudadano ASCÁNDER CONTRERAS UZCÁTEGUI,
asistido por el abogado Alberto Cedeño Rigual. En consecuencia, se ORDENA
a la Secretaría de la Sala, de conformidad con el artículo 116 de la Ley Orgánica
de la Corte Suprema de Justicia:
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 151
3º) Remitir copia del presente fallo al Servicio Autónomo Imprenta Nacional, a
los fines de su publicación en la Gaceta Oficial.
Emplácese a los interesados mediante Cartel el cual será publicado por el Juz-
gado de Sustanciación de esta Sala, a expensas del recurrente, en uno de los
medios impresos de mayor circulación nacional, para que concurran a darse
por citados, a partir de la fecha de su publicación hasta la oportunidad que
tenga lugar el acto de informes en el presente juicio.
JMDO/ns.
Exp. N° 00-1141.-
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 153
Sin embargo, la Sala determinó que dicho artículo no debe recibir una
interpretación tal que impida la representación o asistencia de forma
que afecte los derechos constitucionales de quienes pretendan ejercer
dicha representación o asistencia, pues, aparte del carácter sancionato-
rio de dicho artículo, destinado a evitar que se buscara algún profesional
enemistado con el juez solo con el fin de producir la causa para la inhibi-
154 SENTENCIA 1.301 DEL 31 DE OCTUBRE DE 2000
ción o recusación, la Sala consideró que éstas deben tramitarse, una vez
declaradas existentes con anterioridad en otro juicio, por el juez de la
causa, quien se pronunciará sobre las mismas de oficio o a solicitud de
parte y no de forma genérica como se hizo en la sentencia impugnada.
SALA CONSTITUCIONAL
En fecha 5 de octubre de 2000 se fijó el día 11 de octubre del mismo año, a las 12
del mediodía (12:00 m) para que tuviera lugar la audiencia constitucional a que
hace referencia el artículo 26 de la mencionada Ley Orgánica de Amparo sobre
Derechos y Garantías Constitucionales.
II
De las actas del expediente observa esta Sala que, al plantear su inhibición, la
Juez Titular del Juzgado Cuarto de Primera Instancia de Trabajo de la Circuns-
cripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, lo hizo siguiendo el pro-
cedimiento establecido para ello en los artículos 83 y siguientes del Código de
Procedimiento Civil y con fundamento en la causal prevista en el ordinal 18 del
artículo 82 eiusdem. Así mismo, de las actas del expediente, de las exposiciones
del accionante y de la representante del Ministerio Público, la Sala constata
que la sentencia impugnada dictada por el Juzgado Superior Tercero del Traba-
jo de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, en fecha
19 de noviembre de 1999, declaró con lugar la inhibición con fundamento en lo
establecido en el artículo 88 del Código de Procedimiento Civil, por lo cual no
existen las violaciones de los derechos y garantías constitucionales que han
sido invocados por el accionante en este aspecto.
(...)
La decisión se basa en el primer aparte del artículo 83 del Código Procesal Civil,
el cual debe ser interpretado de manera que su sentido y alcance no impida la
representación o asistencia de forma que afecte los derechos constitucionales
de quienes pretendan ejercer dicha representación o asistencia, pues, aparte
del carácter sancionatorio de dicho artículo, destinado a evitar que se buscara
algún profesional enemistado con el juez sólo con el fin de producir la causa
para la inhibición o recusación, la Sala considera que éstas deben tramitarse,
una vez declaradas existentes con anterioridad en otro juicio, por el juez de la
causa, quien se pronunciará sobre las mismas de oficio o a solicitud de parte.
La Sala considera que el artículo 83, primer aparte del Código Procesal Civil
consagra, en rigor, un allanamiento inverso, en el sentido de que el Juez podría
abocarse al conocimiento de la causa si el representante o asistente estuviere
comprendido en la previsión de dicho artículo, en cuyo caso la representación
o asistencia podría ser indicada por el Juez excepto en lo previsto por el artículo
85 eiusdem, y ello hace razonable la prescripción del mismo, pues su potestad
para pronunciarse de oficio o a solicitud de parte hace posible su abocamiento,
lo que no podría producirse, si la no admisión de la representación o asistencia
es proferida, de manera general, por el Tribunal que declare con lugar la inhibi-
ción o la recusación.
II
DECISIÓN
HPT/mcm
Exp. N° 00-1551.
JMDO/ns.
SALA CONSTITUCIONAL
Se dio cuenta en Sala el mismo día, y se designó ponente a quien con tal
carácter suscribe este fallo.
Con base en los elementos que cursan en autos, y siendo la oportunidad proce-
sal para ello, se pasa a decidir sobre su admisibilidad, en los términos siguientes:
ANTECEDENTES
CONSIDERANDO
CONSIDERANDO
CONSIDERANDO
CONSIDERANDO
CONSIDERANDO
CONSIDERANDO
RESUELVE
Comuníquese y Publíquese.
II
1.- El recurrente afirma que la referida resolución del Consejo Nacional Electoral
viola el Decreto de Medidas para Garantizar la Libertad Sindical, publicado en la
Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela N° 36.904, de fecha 02 de
marzo de 2000, dictado por la Asamblea Nacional Constituyente, pues en dicho
instrumento fue regulado todo lo concerniente con la materia sindical. Tal Decre-
to se refirió, sigue diciendo el accionante, al referéndum sindical, a la unificación
sindical y a la designación de una Comisión Nacional Electoral Sindical, la que
estaría encargada de todo lo relativo a la materia sindical.
4.- Por último, solicita como efecto de la declaratoria con lugar de su petición,
sea suspendido el referéndum en cuestión, por cuanto el objeto de la pregunta
es de índole sindical y privativo de la esfera jurídica de estas organizaciones.
III
DE LA COMPETENCIA
IV
cho social trabajo la base de la vida económica de la nación, y del cual depen-
den el desarrollo integral, el bienestar y la dignidad misma de la persona, así
como la estabilidad del núcleo familiar y el progreso de la nación; siendo,
además, las bases democráticas de su organización y ejercicio, el fundamento
del Estado Social de Derecho y de Justicia, lo atinente a esta materia no puede
estar reservado exclusivamente a los trabajadores, y todos los venezolanos
tienen derecho a expresar su opinión sobre un punto fundamental para la vida
del país. Así, el Referendo no puede estar limitado al universo de personas
directamente ligado al hecho social del trabajo.
EMANADO DE LA CONSULTA
Es de hacer notar que la Ley Orgánica a que se refiere la norma anterior aún no
ha sido dictada, por lo que la Disposición Transitoria Octava del Texto Consti-
tucional, prescribe lo siguiente: “Mientras se promulgan las nuevas leyes elec-
torales previstas en esta Constitución, los procesos electorales serán
convocados, organizados, dirigidos y supervisados por el Consejo Nacional
Electoral” (subrayado de la Sala).
Estima esta Sala, por tanto, inoficioso entrar a considerar si en el presente caso
se verificaron o no los extremos del 184 de la Ley Orgánica del Sufragio y
Participación Política, pues el mismo colide con las disposiciones constitucio-
nales citadas.
DECISION
Por las razones expuestas, este Tribunal Supremo de Justicia en Sala Constitu-
cional, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la
Ley, declara IMPROCEDENTE la acción de amparo incoada por el ciudadano
Froilán Barrios, en su carácter de Coordinador del FRENTE CONSTITUYENTE
DE TRABAJADORES (F.C.T.), asistido por el ciudadano Francisco Salvador
Lugo Dorta, por no haber advertido en la Resolución Nº 001115-1979 del Con-
sejo Nacional Electoral, de fecha 15 de noviembre de 2000, publicada en la
Gaceta Oficial de la República Nº 37.081 de 20 de noviembre del mismo año, por
no haberse constatado ninguna violación directa e inmediata de los derechos y
garantías constitucionales alegados por el accionante.
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 177
JMDO/ns.
EXP. N° 00-3071.-
MATV/sn.-
EXP. 00-3071
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 179
AÑO 2001
180 SENTENCIA 33 DEL 25 DE ENERO DE 2001
AÑO 2001
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 181
SALA CONSTITUCIONAL
En fecha 29 de mayo de 2000, los abogados Miguel Jacir H. y Pedro Báez M.,
inscritos en el Instituto de Previsión Social del Abogado bajo los números
5.031 y 58.437, respectivamente, en su carácter de apoderados judiciales de la
sociedad mercantil BAKER HUGHES S.R.L., inscrita en el Registro Mercantil
Primero de la Circunscripción Judicial del Distrito Federal y Estado Miranda, en
fecha 2 de septiembre de 1993, bajo el Nº 62, tomo 97-A-PRO; con base en lo
dispuesto por el artículo 336, numeral 10, de la Constitución vigente, presenta-
ron ante esta Sala Constitucional, solicitud de revisión de la sentencia dictada
por la Sala de Casación Social de este Alto Tribunal, en fecha 10 de mayo del
presente año, mediante la cual declaró sin lugar el recurso de casación ejercido
por la identificada sociedad mercantil.
4.- En razón de lo anterior, señalaron que “[...] con tal proceder, el referido
Juez Superior Accidental violó el derecho a la defensa de nuestra represen-
tada porque fue condenada a pagar varios centenares de miles de bolívares
como consecuencia de su declaratoria de que (sic) transacción contenida en
un acta levantada por la Inspectoría del Trabajo del Estado Zulia era simu-
lada. Nuestra representada no tuvo la oportunidad de defenderse de ningu-
na acción de simulación que hubiese intentado Boris Hernández”.
6.- En tal sentido, aducen que la Sala de Casación Social infringió el artículo 257
de la Carta Magna, por haber dictado una sentencia contraria a la justicia, no
transparente, parcializada, basada en motivos falsos, contradictorios, inidó-
neos y violatorios del derecho a la defensa de su representada.
7.- Con base a lo anterior, solicitan: “[...] se REVISE la sentencia dictada por la
Sala de Casación Social, el día 10 de mayo del presente año así como también
la sentencia pronunciada por el Juzgado Superior Accidental del Tránsito y
del Trabajo de la Circunscripción Judicial del Estado Zulia, por ser violato-
rias a la Constitución [...]”. Solicitan además “[...] se AMPARE a nuestra
representada de la ejecución de esa sentencia inconstitucional [...]”. Asimis-
mo, el 14 de junio de 2000, solicitaron “[...] con carácter de urgencia medida
precautelar de suspensión de la ejecución hasta tanto se dilucide [...]”.
8.- En fecha 10 de julio de 2000, el apoderado judicial del ciudadano Boris José
Hernández Bolaño, pidió que fuese declarada improcedente la solicitud de revi-
sión, bajo la premisa de que ya había sido conocida por la propia Sala de
Casación Social y rechazada el 26 de mayo del mismo año.
II
DE LA COMPETENCIA
1.- En primer lugar, conviene tener presente, por razones obvias, lo que en
términos de la función y atribuciones de esta Sala Constitucional, disciplinan
los artículos, 266.1, 333 al 336 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, relativos a la Jurisdicción Constitucional y al Título VIII “De la
Protección esta Constitución”, Capítulo I, “De la garantía de la Constitu-
ción”. De ellos es relevante extraer los siguientes preceptos:
186 SENTENCIA 33 DEL 25 DE ENERO DE 2001
(...)
TÍTULO V I I I
CAPÍTULO I
DE LA GARANTÍA DE LA CONSTITUCIÓN
(...)
(...)
(...)
2.- Los preceptos transcritos reflejan el último estadio al cual ha arribado nues-
tro ordenamiento jurídico, como reflejo de la dilatada evolución política, social
y ante todo cultural, que ha girado en torno a la relación entre la autoridad y la
libertad. Dicha reflexión política ha recibido el nombre de movimiento constitu-
cional, y tiene como principio rector el acomodo de la legitimidad y el ejercicio
del Poder a unos valores fundamentales bajo la égida del Derecho. De entre
estos valores, destaca aquel que pone como fin de la actividad política la liber-
tad del ser humano. De allí nace la especial entidad del derecho a la libertad,
que viene a presidir los demás derechos fundamentales, así como la necesidad
de garantizarlo jurídicamente.
3.- A los efectos de definir el contenido y los efectos del principio de suprema-
cía de la Constitución, debemos señalar desde ya, por lo que más adelante se
dirá, que el principio de supremacía constitucional justifica el Poder de Garan-
tía Constitucional que ejerce esta Sala Constitucional, al cual atienden los ar-
tículos 334 y 335 de la Carta Magna. Es decir, tal principio tiene carácter
fundamental.
De la Jurisdicción Constitucional
DE LA SALA CONSTITUCIONAL
DEL TRIBUNAL SUPREMO DE JUSTICIA
2.- Por ello, del análisis conjunto de las normas que contiene el Capítulo I del
Título VIII de la Carta Magna, denominado “De la Garantía de la Constitución”,
considera esta Sala que dicha tutela debe ser estimada en tanto función de
garantía, la cual está enlazada con lo que Matteucci denomina función de la
Constitución. Este autor destaca que, además de su forma escrita y su legitimi-
dad, la Constitución se caracteriza por tener, entre otras, la función de “...ga-
rantizar los derechos de los ciudadanos (e) impedir que el Estado los viole”;
dicha función, sigue diciendo, la realiza la Constitución a través del poder
judicial, al cual le incumbe “...controlar la justicia de la ley, es decir, su confor-
midad a la constitución, ya que de otra manera no existiría ningún remedio
legal contra su posible violación” –subrayado de la Sala– (Matteucci, N.,
Organización del Poder y Libertad, Madrid, Trotta, 1998, Trad. de F. J. Ansuá-
tegui y M. Martínez N., p. 25).
Por ello, la actividad que ejerza la Sala Constitucional, merced a los diversos
medios procesales de que disponen los interesados, no sólo debe atender a la
naturaleza de los actos impugnados, a los entes involucrados o a la sustancia
del asunto discutido, sino también, de manera preferente, a la determinación de
si lo planteado afecta, en palabras de García de Enterría, la “...esencia misma de
la Constitución, a la cuidadosa distribución de poder (o a las) correlativas
competencias por ella operada...”, esto es: su implicación constitucional (ver
aplicación de esta doctrina en la sentencia N° 7 de 01-02-00).
rida por la Constitución de ese país. Lo que hizo Marshall fue afirmar un
principio que se desprendía de la propia Constitución, por cuanto es, preci-
samente, consecuencia de la juridización del poder. En otra decisión, McCu-
lloch v. Maryland, dicho Tribunal elaboró la teoría de los poderes implícitos
de la Federación, esto es, poderes que no estaban expresos, pero que por ello
no dejaban de reconocerse debido a su necesidad o conveniencia. En Cohens
v. Virginia, el Tribunal Supremo dejó definitivamente sentado que era compe-
tente para revisar las sentencias de los Tribunales estadales cuando éstos
aplicaban el derecho federal, competencia que fue deducida de su condición
de máximo intérprete de la Constitución de ese país (Schwartz, B., Los diez
mejores jueces de la Historia norteamericana, Madrid, Civitas, 1990, Trad.
de E. Alonso, p. 22).
1.- Desde esta perspectiva, tiene firme asidero la posibilidad de que este Máxi-
mo Intérprete revise decisiones, autos o sentencias de las demás Salas del
Tribunal Supremo de Justicia que contraríen la Constitución o las interpreta-
ciones que sobre sus normas o principios haya fijado la Sala. Ello es así, en
primer lugar, desde que dichos operadores judiciales están también, a tenor de
lo que expresa el primer párrafo del artículo 334 de la Constitución “...en la
obligación de asegurar la integridad de esta Constitución”. De igual modo,
están obligadas las demás Salas, conforme al primer párrafo del artículo 335
constitucional, a garantizar “...la supremacía y efectividad de las normas y
principios constitucionales”, y serán, en sus respectivas jurisdicciones y se-
gún sus competencias, los máximos y últimos intérpretes de esta Constitución.
Asimismo, en sus respectivas jurisdicciones y según sus competencias, vela-
rán por su uniforme interpretación y aplicación. Ello significa que las demás
Salas están siempre vinculadas directamente a los principios y normas de su
competencia, por lo que su tarea interpretativa la cumplen conforme a la potes-
tad que les confiere la Constitución; del mismo modo, a esta Sala Constitucio-
nal corresponde la jurisdicción constitucional y la protección de la Constitución,
como lo disponen los artículos 266.1, 334.1, 335 y 336.1 eiusdem.
rativo de conducta, pero no existía poder alguno, más que su propia concien-
cia, para hacer que la cumpliera.
2.- Por otra parte, algún autor ha expresado que la garantía de la Constitución
de cara a la actuación inconstitucional de las demás Salas del Tribunal Supre-
mo podría ensayarse por otras vías de solución de orden institucional, mas no
propiamente judiciales. Frente a esta afirmación, esta Sala considera que tales
mecanismos carecen de la objetividad, imparcialidad y formalidad de los pro-
piamente judiciales. Un ejemplo de ello es el siguiente. Andre Hauriou, tenien-
do frente a sí los mecanismos de presión a que debía recurrir la Asamblea
Nacional francesa para garantizar el apego del Ejecutivo a la Constitución (donde
la amenaza de dimisión por parte del cuerpo legislador era incluso aconsejada
como último recurso para modificar ciertas actitudes gubernamentales), desliza
la siguiente queja: “...el hecho de que los actos del ejecutivo no estén someti-
dos al Consejo Constitucional y de que la facultad de discutir la constitucio-
nalidad de una ley no haya sido concedida a los ciudadanos, restringe mucho
el alcance de esta institución (del Consejo Constitucional), que aparece más
como un medio del que dispone el ejecutivo para asegurar su supremacía
sobre el Parlamento, que como el testimonio de una voluntad de someter en
todas sus manifestaciones, el Estado al Derecho” (Derecho Constitucional e
Instituciones Políticas, Barcelona, Ariel, Trad. Por J. A. González, 1971, p. 173).
Hauriou señala, además, que muchas veces, al no ser ejercidas o al fallar las
medidas extremas de coacción y a falta de medios formales de impugnación,
tales actos u omisiones contrarios a la Constitución quedaban impunes.
la doctrina que ésta fije (ver al respecto sentencias Núms. 520 de 07-06-2000 y
1115 de 04-10-2000).
1.- La potestad de revisión abarca, pues, tanto las decisiones que se denuncien
violatorias de la doctrina de la Sala Constitucional como las decisiones que
infrinjan principios o reglas de rango constitucional, siempre que hubieren
sido dictadas con posterioridad a la entrada en vigencia de la Constitución.
Ello en razón de que sería un contrasentido que la Sala Constitucional (órgano
en ejercicio del Poder de Garantía Constitucional), pueda vincular con sus
decisiones a las demás Salas (cúspides en sus respectivas jurisdicciones: pe-
nal, civil, político-administrativa, social, electoral, plena), pero que éstas no
estuvieran vinculadas a la Constitución más que formalmente, y sus posibles
decisiones inconstitucionales, no estén sujetas a ningún examen. No es lógico
que la fuente del ordenamiento político-jurídico de nuestro país no pudiera,
según esta tesis, contrastarse con las decisiones de las demás Salas, pero, que
sí cupiera el contraste de estas decisiones con la doctrina de la Sala Constitu-
cional, que es realización de esa Norma Fundamental.
Tal conclusión resulta, por decir lo menos, aconstitucional. Tanto como preten-
der que sólo tienen opción de solicitar la revisión de tales sentencias, aquellos
ciudadanos cuyos casos hayan felizmente coincidido con una sentencia previa
de esta Sala Constitucional donde se haya vertido algún criterio vinculante
para las demás Salas. Si la Sala Constitucional nada ha dicho al respecto, ¿el
ciudadano debe soportar la violación a sus derechos o garantías constitucio-
nales por esa sola razón? Por otra parte, cabría formular otra pregunta: ¿cuánto
tiempo debe pasar antes que la Sala logre desarrollar una doctrina densa, am-
plia y diversa sobre aspectos fundamentales, que haga posible cumplir esta
garantía de revisión? Esta Sala considera que tal postura sería incorrecta, en
razón de que los ciudadanos no pueden quedar en la incertidumbre, sujetos a
que tal doctrina se desarrolle.
Por otra parte, en refuerzo de lo dicho, la doctrina que ha dado por sentada esta
Sala Constitucional desde su primera sentencia, es que la Constitución es Nor-
ma Suprema aplicable, respecto a los aspectos orgánicos y de derechos funda-
mentales, inmediatamente (ver N° 1 de 2-01-00).
196 SENTENCIA 33 DEL 25 DE ENERO DE 2001
1.- En el mismo fallo mencionado anteriormente, esta Sala dejó sentada la igual-
dad jerárquica entre las Salas que componen al Tribunal Supremo.
más fuerte” de la Constitución respecto a todos los actos del Poder Público, en
la tradición del constitucionalismo norteamericano (higher, superior obligation
and validity), seguido por los alemanes (stärkere Bindung, gesteigerte Verpfli-
chtungskraft des Grundgesetzes). Por lo tanto, su imperatividad es política,
ejecutable a través de medios judiciales, y priva sobre muy respetables pero
secundarios criterios organizacionales, como lo sería el de jerarquía, por lo que
siendo las Salas iguales desde el punto de vista jerárquico, la función de garan-
tía constitucional que ejerce esta Sala Constitucional, exige la puesta en prác-
tica del recurso de revisión anotado, aun ante la igualdad que fue destacada en
la decisión N° 158.
Cabe recordar que un argumento como el que se controvierte, fue el que puso
en jaque el avance que significó el reconocimiento de los derechos fundamen-
tales luego de la Revolución Francesa. Se elevó el criterio técnico político de la
separación de poderes a una expresión tal de autonomía que provocó el aisla-
miento entre el poder ejecutivo, el poder legislativo y el poder judicial, al punto
de que fueron impuestas penas a los jueces que osaran juzgar a la administra-
ción, pues tal cosa se entendía contraria al principio de separación de poderes,
en virtud de que unos no eran superiores respecto a los otros. Se entendió
tardíamente, que tal separación, siendo tal, no significa aislamiento. Así pues,
no debe entenderse que igual jerarquía implica el no ejercicio de la función de
garantía. Tal función es, tiene que ser, en razón de los valores que realiza y de
la fuerza cohesionadora que cumple del cuerpo social, resistible respecto a la
inconstitucionalidad, y su instrumento está constituido, precisamente, por los
órganos de la jurisdicción constitucional.
III
En relación con las denuncias por infracción de ley, la Sala de Casación Social,
refirió en su decisión “[...] Para denunciar suposición falsa, por desviación
ideológica, debió el formalizante comenzar por indicar cuál es la precisa
declaratoria del Juez, para luego compararlo con el texto de la prueba res-
pecto a la cual cometió el error, lo cual omite el formalizante... la renuncia de
los derechos no constituye un hecho, sino una conclusión del sentenciador, a
la cual arriba luego de aplicar el derecho a los hechos alegados y probados,
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 199
por tal razón no puede ser combatida ante la casación por suposición falsa
[...]”. A lo largo de la resolución del recurso, la referida Sala de Casación
Social, dejó plasmado que la sentencia recurrida –emanada del juez superior–
se compadece con el principio de motivación y congruencia que debe existir en
todo pronunciamiento judicial. Sostener lo contrario afectaría al demandante –
el trabajador–, por versar el juicio sobre materia laboral, cuyos derechos son
irrenunciables.
IV
DE LA PRETENSIÓN DE AMPARO
DE LA MEDIDA CAUTELAR
VI
DECISIÓN
JMDO/ns.
Exp. Nº 00-1712
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 201
SALA CONSTITUCIONAL
La acción de amparo fue incoada en virtud de que el Fiscal Segundo del Minis-
terio Público del estado Nueva Esparta, solicitó medida preventiva de priva-
ción de libertad contra el accionante, en fecha 27 de junio de 2000, a las 12:45
p.m., siendo decretada la misma por el Juez de Control en esa misma fecha, de
conformidad con el artículo 259 del Código Orgánico Procesal Penal. Posterior-
mente, dicho funcionario presentó la acusación respectiva el día 17 de julio del
mismo año, a las 6:50 p.m., por lo cual, estima el querellante, la misma fue
extemporánea y violatoria del mencionado artículo 259, en virtud de que éste
establece un lapso máximo de 20 días para presentar dicha acusación, habién-
dose vencido en fecha 17 de julio a las 12:45 p.m., siendo, sin embargo, admiti-
da por el Juez de Control, vulnerándose presuntamente el derecho a la libertad
personal consagrado en el artículo 44 de la Constitución vigente, así como los
artículos 26 y 49 eiusdem.
204 SENTENCIA 165 DEL 13 DE FEBRERO DE 2001
II
1º) El Juzgado de Control Nº 2 del Circuito Judicial Penal del estado Nueva
Esparta decretó una medida preventiva de privación de libertad contra el ciuda-
dano EULICES SALOMÉ RIVAS RAMIREZ, el 27 de junio de 2000 a las 12:45
minutos de mediodía, quien fue detenido desde esa fecha y hora, a solicitud del
Fiscal Segundo del Ministerio Público de la mencionada Entidad Federal.
2º) De conformidad con el artículo 259 del Código Orgánico Procesal Penal,
dicho funcionario dispone de veinte (20) días continuos para presentar la acu-
sación en contra del imputado, contados a partir de la fecha en que se decretó
la medida preventiva de privación de libertad, es decir, en este caso, desde el 27
de junio a las 12:45 minutos del mediodía, por lo tanto, aduce el accionante,
dicho lapso se venció el 17 de julio de 2000, a las 12:45 minutos del mediodía.
3º) La acusación por parte del Fiscal fue presentada el 17 de julio de 2000 a las
6:45 minutos de la tarde, lo cual, a criterio del presunto agraviado, a todas luces
resultó extemporáneo y violatorio del artículo 259 de la ley adjetiva penal.
5º) Aduce que el artículo 12 del Código Civil, “aclara la forma del cómputo de
los lapsos establecidos en los diferentes ordenamientos legales (sic)”, y que
con respecto a los lapsos por días, esta disposición prescribe que los días son
de veinticuatro horas, por lo cual al haberse decretado la privación preventiva
de libertad del imputado –aquí querellante– el 27 de junio de 2000 a las 12:45 del
mediodía y por tener que computarse los días de veinticuatro (24) horas, al
pasar sólo un minuto de ese momento –17 de julio de 2000, a las 12:45 p.m.–, se
deberá entender como extemporáneo cualquier acto presentado.
6º) Señala el accionante que lo sucedido constituye una violación de las garan-
tías constitucionales contenidas en los artículos 26, 44 y 49 de la Constitución
206 SENTENCIA 165 DEL 13 DE FEBRERO DE 2001
7º) Asimismo alega que acciona por vía de amparo por tratarse de la violación
a la libertad personal, por lo cual no puede esperar para su resolución, ya que
es un hecho notorio que el procedimiento de apelación es tardío y formalista.
8º) Para finalizar, el abogado solicita que se establezca cómo deben computarse
los lapsos procesales, especialmente en situaciones donde se encuentren in-
volucrados derechos fundamentales y que además sea decretada inmediata-
mente como medida cautelar la libertad de su defendido, ciudadano Eulices
Salomé Rivas Ramírez.
III
DE LA COMPETENCIA
IV
DE LA SENTENCIA APELADA
Aduce el accionante que con tal actuación se le han vulnerado los derechos y
garantías consagrados en los artículos 26, 44 y 49 de la Constitución vigente.
Resulta pertinente indicar que, en dicha reforma de la Ley Orgánica del Poder
Judicial (G.O.E. Nº 5.262 de fecha 11 de septiembre de 1998), quedó intacta la
facultad de los jueces de imponer sanciones correctivas y disciplinarias, entre
las cuales se encuentra el arresto, lo que pudiera dar lugar a un hábeas corpus.
VI
DECISIÓN
Por las razones que anteceden, este Tribunal Supremo de Justicia, en Sala
Constitucional, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad
de la ley, declara CON LUGAR la apelación interpuesta por el abogado Alejan-
dro Manuel Canónico Sarabia, en su carácter de defensor del ciudadano EULI-
CES SALOMÉ RIVAS RAMÍREZ, contra la decisión de la Corte de Apelaciones
del Circuito Judicial Penal del estado Nueva Esparta, de fecha 27 de julio de 2000,
que declaró la incompetencia de dicha Corte para conocer de la solicitud de
mandamiento de hábeas corpus incoada a favor del mencionado ciudadano.
JMDO/ns.
Exp. Nº 00-2419
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 215
SALA CONSTITUCIONAL
Realizado el estudio del presente caso, pasa la Sala a decidir sobre el recurso
interpuesto, previas las siguientes consideraciones:
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 217
DE LA SOLICITUD DE INTERPRETACIÓN
1.- Del escrito presentado puede colegirse, que el asunto a cuya dilucidación
conduciría la interpretación de las normas señaladas, está referido a las fechas
de inicio y finalización del ejercicio del cargo de Presidente de la República, por
parte del ciudadano Hugo Chávez Frías. Consideran los accionantes que tal
asunto no está claro, en virtud de la variedad de normas que han regido el
sistema constitucional venezolano durante los últimos tres (3) años, al punto
de que “aun hoy se habla de extender la transitoriedad pretendiéndose, errada-
mente, atribuir a la Asamblea Nacional un poder que carece (sic), dada su
naturaleza de poder derivado”.
2.- Estiman los accionantes que los funcionarios que ocupan cargos de repre-
sentación popular, lo hacen durante un tiempo determinado, no pudiendo ex-
tenderse dicho ejercicio más allá del período que estipula la Constitución, o las
leyes, según sea el caso. Así pues, de cara a la duración del mandato presiden-
cial, los artículos 230 y 231 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela prescriben lo siguiente:
El artículo 16 del Régimen de Transición del Poder Público es del siguiente tenor:
A pesar de que los accionantes están de acuerdo con que las normas transcri-
tas, individualmente consideradas, son claras, estiman, sin embargo, que al
leerlas en su conjunto denotan cierta contradicción. Contradicción ésta que se
reflejaría en una primera interrogante, a saber: “¿Cómo luego de las elecciones
y de proclamado por el CNE el ciudadano Hugo Chávez, Presidente electo bajo
el imperio de la Carta Fundamental de 1999, se juramentó y asumió el poder por
un período constitucional completo de seis años el 19 de agosto de 2000 y no
el 10 de enero?”, seguida de una hipótesis explicativa formulada de la siguiente
manera: “¿Es que se produjo una mutación constitucional, a los solos efectos
de que el período constitucional de seis años se cuenta ahora a partir del 1º de
agosto y no del 10 de enero, como señala el artículo 231 de la Constitución?”.
3.- Los accionantes consideran que poseen legitimación para recurrir y en tal
sentido, señalan que esta Sala Constitucional, al disciplinar la legitimación
para ejercer el recurso en cuestión, ha establecido que debe invocarse un inte-
rés jurídico actual, legítimo, fundado en una situación jurídica concreta y espe-
cífica. Alegan que en su caso, tal exigencia resulta satisfecha, por cuanto en su
condición de venezolanos en ejercicio de sus derechos políticos les interesa
precaver lo que consideran podría ser una causa de inestabilidad política e
inseguridad jurídica, cual sería la situación presentada respecto al mandato del
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 219
II
DE LA COMPETENCIA
III
A pesar de que la postura del Juez Coke, en razón de la propia dinámica que
tomó el enfrentamiento entre el Rey y el Parlamento ingleses, no fue en defini-
tiva la que marcó el devenir histórico-político británico, no puede afirmarse lo
mismo respecto a las colonias británicas asentadas en América, en las cuales sí
caló de manera profunda la idea de Constitución como norma suprema, así
como la ideología lockeana de los derechos individuales, según la cual los
derechos y deberes morales son intrínsecos y tienen prioridad sobre el dere-
cho, de tal modo que la autoridad pública está obligada a hacer vigente por la
ley aquello que es justo natural y moralmente. “En efecto, Locke interpretaba
el derecho natural como una pretensión a unos derechos innatos e inviola-
bles inherentes a cada individuo” (Cf. G. Sabine: Ob. Cit. p. 404).
Bajo estas premisas fue que se produjo la sentencia recaída en el caso Marbury
vs Madison, 5 U. S. (1 Granch), 137 (1803), de la Corte Suprema de Estados
Unidos de América, dictada por el juez John Marshall, sobre la cual fue sentada
la doctrina de la vinculación normativa constitucional, incluso, respecto a las
leyes dictadas por el Poder Federal de aquel país. De dicha sentencia extraemos
las líneas siguientes:
Otro hito a destacar en esta evolución, fue la creación de los Tribunales Cons-
titucionales estrictamente tales, iniciada con la Constitución de Weimar de
1919, así como con la Constitución austríaca de 1920, perfeccionada en 1929,
cuya concepción se debe al célebre jurista Hans Kelsen. Característico de este
modelo es la vinculación del legislador a la Constitución, más aún que la de los
tribunales o poderes públicos, por lo que se llegó a afirmar que la labor del
Tribunal Constitucional se allegaba más a la de un legislador negativo que a la
de un juzgador en su sentido tradicional. Las leyes, entonces, eran examinadas
por ese legislador negativo, quien decidía en abstracto sobre la corresponden-
cia de aquéllas con el texto constitucional y de haber contradicción o incompa-
tibilidad, emitía una decisión constitutiva de inconstitucionalidad con efectos
sólo hacía el futuro (Cf. H. Kelsen, Escritos sobre la democracia y el socialis-
mo, Debate, 1988, p. 109 y ss.).
2.- Todo ello dio como resultado la asunción del principio de Supremacía Cons-
titucional en cuanto a los modos de relacionarse los poderes públicos y los
ciudadanos, con la carga de derechos y deberes que a éstos corresponde, así
como las potestades que aquéllos llevan consigo. De lo dicho conviene desta-
car un hecho que, aunque fundamental, quizá no se evidencia a simple vista: la
Constitución es suprema en tanto es producto de la autodeterminación de un
pueblo, que se la ha dado a sí mismo sin intervención de elementos externos y
sin imposiciones internas. Así, la Constitución viene a ser, necesariamente, la
norma fundamental a la cual se encuentran vinculadas las múltiples formas que
adquieren las relaciones humanas en una sociedad y tiempo determinados.
3.- En ese complejo jurídico, cada ente tiene sus propias funciones y sus pro-
pias responsabilidades, entre ellos el propio órgano de garantía constitucional
que, en nuestro caso, es esta Sala Constitucional, lo cual ocasiona un examen
funcional de cara a las solicitudes de interpretación que le formulen.
De allí que las funciones que desempeñe esta Sala, en particular la referida a la
interpretación de la Constitución, en respuesta a una acción específica, deba
contrastarse con el contenido del ordenamiento jurídico constitucional a la luz
de tres principios básicos; a saber: primero, el de competencia, que actúa como
un instrumento ordenador del ejercicio del poder, una vez que éste es legitima-
do; segundo, el de separación de poderes, dejando a salvo la necesaria coordi-
nación entre los mismos, así como el ejercicio de ciertas funciones que no
siéndoles esenciales les cumple realizar naturalmente, con base al cual funcio-
na un mecanismo de balance en la división del poder y de mutuos controles o
contrapesos entre los órganos que lo ejercen; y tercero: el principio de ejerci-
cio del poder bajo la ley, elemento esencial del Estado de Derecho y del sistema
democrático, conforme al cual son excluidas la autocracia y la arbitrariedad.
Dichos principios, en tanto fundamentales al Estado de Derecho, exigen la
distribución de funciones entre diversos órganos y la actuación de éstos con
referencia a normas prefijadas, ya sea como un modo de interdicción de la
arbitrariedad o como mecanismos de eficiencia en el cumplimiento de los come-
tidos del Estado.
Así, el artículo 136 de la Carta Magna establece la distribución del Poder Públi-
co en las siguientes ramas: “el Poder Municipal, el Poder Estadal y el Poder
Nacional. (A su vez) El Poder Público Nacional se divide en Legislativo,
Ejecutivo, Judicial, Ciudadano y Electoral”. En cuanto a la coordinación que
debe darse entre las ramas del Poder Público en el ejercicio de sus funciones,
sigue diciendo dicho artículo: “Cada una de las ramas del Poder Público
tiene sus funciones propias, pero los órganos a los que incumbe su ejercicio
colaborarán entre sí en la realización de los fines del Estado”.
Del artículo 335 transcrito, así como de lo que establece el artículo 336 eiusdem,
en el cual se precisa parcialmente el alcance de los mecanismos mediante los
cuales puede lograrse la superioridad del orden constitucional, pueden distin-
guirse un conjunto de atribuciones agrupables de la siguiente manera:
a.- Control concentrado sobre las leyes, actos de rango legal u omisiones del
poder legislativo nacional, estadal o municipal respecto a los mandatos de la
Constitución. Revisión de las sentencias definitivamente firmes de control de
constitucionalidad de leyes o actos de rango legal dictados por los tribunales
de la República. A este bloque corresponden los numerales 1, 2, 3, 4, 6, 7 y 10.
b.- Decisión de los recursos de amparo a nivel del Tribunal Supremo, así
como la revisión de las sentencias definitivamente firmes de amparo consti-
tucional, en protección de los derechos fundamentales, conforme, el primero,
con la función tuitiva de los derechos fundamentales que tiene asignada la
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 225
e.- La potestad de conocer y decidir sobre la disolución del partido político que
de manera sistemática propugne o desarrolle actividades contra el orden cons-
titucional, a tenor de lo dispuesto en el artículo 29 de la Ley de Partidos Políti-
cos, Reuniones Públicas y Manifestaciones; así como las demás atribuciones
que establezca la Constitución y las leyes o sean inmanentes al cumplimiento
de su función.
5.- Dicho esto, es menester precisar, que si bien a esta Sala Constitucional le
corresponde el monopolio interpretativo último de la Constitución, al universo
de los órganos públicos, así como a los entes privados y personas naturales,
les toca, por su parte, interpretar el ordenamiento jurídico desde la Constitu-
ción, así como desplegar sus múltiples actividades hacia la Constitución. Esto
último se enlaza con lo que ha sido señalado como la esencia del constituciona-
lismo europeo actual; esto es, que la Constitución, más que un proyecto polí-
tico rígidamente ordenador, es un punto en el que deben converger las acciones,
sean éstas públicas o privadas, con el fin de desarrollar una sociedad inspirada
y legitimada en ella. El edificio de lo constitucional se construye, según esta
visión, tanto con el esfuerzo y la participación espontánea o institucionalizada
de todos los actores sociales, como con la carga de principios y garantías que
la Constitución aporta. Ese edificio no es, pues, una pura ejecución de la Cons-
titución, sino una realización de los valores y principios que ésta reconoce
(Cf. G. Zagrebelsky, El derecho dúctil, Trotta, pp. 12 y ss.).
En línea con este razonamiento, la Sala no tiene competencia mediante este recur-
so para suplir las potestades de los órganos del Poder Público u ordenar la
manera en que se desempeñarán en el ejercicio de sus actividades propias, pues
a todos ellos cabe actuar según sus competencias y de acuerdo con el derecho.
IV
4.- Por otro lado, esta Sala deja claramente establecido que el recurso de inter-
pretación de la Constitución no puede sustituir los recursos procesales exis-
tentes, por lo que si el recurrente persigue adelantar un pronunciamiento sobre
un asunto planteado ante otro órgano jurisdiccional o pretende sustituir con
esta vía algún medio ordinario a través del cual el juez pueda aclarar la duda
planteada, el recurso deberá ser declarado inadmisible por existir otro recurso.
Ahora bien, el que esta Sala, como parte de las funciones que le
corresponden y de la interpretación de la ley, de la cual forma parte
la Constitución, pueda abocarse a conocer una petición en el senti-
do solicitado por el accionante, no significa que cualquier clase de
pedimento puede originar la interpretación, ya que de ser así, se
procuraría opinión de la Sala ante cualquier juicio en curso o por
empezar, para tratar de vincular el resultado de dichos juicios, con
la opinión que expresa la Sala, eliminando el derecho que tienen los
jueces del país y las otras Salas de este Tribunal de aplicar la Cons-
titución y de asegurar su integridad (artículo 334 de la vigente Cons-
titución), así como ejercer el acto de juzgamiento, conforme a sus
criterios; lográndose así que se adelante opinión sobre causas que
no han comenzado, y donde tales opiniones previas tienden a des-
naturalizar el juzgamiento.
Tal como fue referido en el Nº 3 del Capítulo I de este fallo, los accionantes
aducen poseer legitimidad para interponer el presente recurso de interpreta-
ción, debido a que, en su condición de venezolanos en ejercicio de sus dere-
chos políticos, consideran que de alguna manera les afecta “la situación
presentada con respecto al mandato del Presidente de la República Hugo Chávez
Frías, (la cual) puede ser fuente de inestabilidad política, así como de inseguri-
dad jurídica que pueda afectar el proceso de consolidación de las instituciones
republicanas y democráticas creadas en virtud del nuevo ordenamiento cons-
titucional, cuestión que no beneficia en nada el normal y pacífico desarrollo del
ejercicio de la democracia participativa...”.
Por otra parte, siendo que del examen del escrito contentivo de la solicitud se
desprende con diafanidad el objeto de la misma; que esta Sala no se ha pronun-
ciado con anterioridad respecto al punto planteado; que no existe un recurso
paralelo para dilucidar esta específica consulta; ni se han acumulado a dicho
recurso otros medios de impugnación o gravamen o pueda colegirse del mismo
que persigue un fin distinto al declarado por esta Sala como objeto del recurso
de interpretación, es por lo que las demás razones de inadmisibilidad apunta-
das no se encuentran presentes en la acción interpuesta y, en consecuencia,
vista la legitimidad de los accionantes, el presente recurso de interpretación de
la Constitución resulta admisible. Así se establece.
VI
VII
DE LA PROCEDENCIA
1.- La interpretación vinculante que hace esta Sala, y que justifica la acción
autónoma de interpretación constitucional, puede estar referida, tal como lo ha
venido reconociendo desde su sentencia Nº 1.077/2000, a los siguientes casos:
Muchas veces estos tratados, pactos y convenios tienen normas que pudieran
en apariencia contradecir normas constitucionales, lo que hace necesario dilu-
cidar cuáles entre esas normas de igual rango, es la que priva.
d.- Pero entre los Tratados y Convenios Internacionales, hay algunos que
remiten a organismos multiestatales que producen normas aplicables en los
Estados suscritores, surgiendo discusiones en cuanto a si tales preceptos se
convierten en fuente del derecho interno, a pesar de no ser promulgadas por la
Asamblea Nacional, o no haberlo sido por el antiguo Congreso de la República.
232 SENTENCIA 457 DEL 5 DE ABRIL DE 2001
f.- El régimen legal transitorio, por otra parte, ha dejado al descubierto algunas
áreas, donde parecen sobreponerse normas del régimen legal transitorio a la
Constitución, o donde ni el uno o el otro sistema constitucional tienen res-
puestas, creándose así lagunas a nivel constitucional, debido a que ninguna
norma luce aplicable a la situación, o que ella se hace dudosa ante dos normas
que parcialmente se aplican.
Esta situación, que no puede ser resuelta mediante las acciones ordinarias de
inconstitucionalidad, sólo lo puede ser mediante interpretaciones que impidan
el solapamiento indebido de una norma con otra, o que llenen el vacío dejado
por normas que no lo resuelvan. Estos vacíos pesan sobre las instituciones y
por ende sobre la marcha del Estado.
g.- Ha sido criterio de esta Sala, que las normas constitucionales, en lo posible,
tienen plena aplicación desde que se publicó la Constitución, en todo cuanto
no choque con el régimen transitorio. El contenido y alcance de esas normas
vigentes, pero aun sin desarrollo legislativo, no puede estar a la espera de
acciones de amparo, de inconstitucionalidad o de la facultad revisora, porque
de ser así, en la práctica tales derechos quedarían en suspenso indefinido.
Como paliativo ante esa situación, las personas pueden pedir a esta Sala que
señale el alcance de la normativa, conforme a la vigente Constitución, lo que
hizo la Sala, sin que mediase petición al respecto, en la sentencia del 1º de
febrero de 2000, cuando indicó el desenvolvimiento del proceso de amparo,
adaptando la ley especial a la Constitución vigente.
2.- Por lo tanto, y a la luz de tales consideraciones, puede afirmarse que cuando
los accionantes dicen que “se habla de extender la transitoriedad pretendién-
dose, erradamente, atribuir a la Asamblea Nacional un poder que carece (sic),
dada su naturaleza de poder derivado”, tal alusión es manifiestamente infunda-
da, porque la transitoriedad no es un poder, sino un proceso de vigencia de
normas emanadas de la Asamblea Nacional Constituyente, conforme a la pro-
ducción jurídica originaria nacida del Referendo del 25-04-99. Transitoriedad
significa proceso jurídico mediante el cual la Constitución de 1961 fue abroga-
da por un sistema constitucional sancionado por la Asamblea Nacional Cons-
tituyente, de acuerdo a las Preguntas y Bases del Referendo citado. Como
quiera que la abrogación de la Constitución de 1961 se produjo conforme a ella
misma, y siendo que no ha habido solución de continuidad institucional, el
régimen transitorio entre ambas Constituciones ha debido resolver no sólo los
antinomias entre ambas Constituciones, debido a la coexistencia de poderes de
distinto origen, sino las intraconstitucionales, entendiendo por éstas los con-
flictos normativos entre las normas que componen el sistema constitucional
vigente, el cual está integrado por todas las normas sancionadas por la Asam-
blea Nacional Constituyente, incluidas las destinadas a la reestructuración del
Poder Público y la vigencia inmediata de la Constitución de 1999. Esta transito-
riedad, se insiste, es inherente al proceso de producción originaria normativa y,
negada por el Referendo de 1999, la posibilidad de la reforma constitucional, tal
transitoriedad es la única alternativa para mantener el Estado de derecho, sal-
vo, por supuesto, su ruptura. La transitoriedad, por tanto, no tiene nada que
ver con el poder derivado, sino con el poder constituyente y con las normas
nacidas de su ejercicio.
4.- Los accionantes confunden la iniciación del mandato del Presidente con la
toma de posesión del cargo, términos que es necesario distinguir cabalmente.
Ello significa que la previsión del artículo 31 del Estatuto Electoral del Poder
Público sólo se refiere a la toma de posesión, previa juramentación, de los
órganos indicados en dicho artículo.
7.- También incurren en error los accionantes cuando afirman que el régimen
transitorio modificó la fecha de inicio del mandato presidencial, previsto en el
artículo 231 de la Constitución de 1999, pues el artículo 31 del Estatuto Electo-
ral del Poder Público, sólo se refiere a la toma de posesión de los órganos
mencionados en el artículo 1 eiusdem, electos en los primeros procesos comi-
ciales conforme a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, y
sólo respecto de dichos comicios.
8.- Los artículos 16 del Decreto del Régimen de Transición del Poder Público, 3
y 31 del Estatuto Electoral del Poder Público, son, como los artículos 230 y 231
de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, absolutamente
explícitos. De su interpretación literal resulta:
236 SENTENCIA 457 DEL 5 DE ABRIL DE 2001
10.- El artículo 16 del Decreto del Régimen Transición del Poder Público puso
efectivamente término al primer mandato del Presidente Hugo Chávez, pues tal
mandato provenía de la Constitución abrogada y la nueva investidura tenía
que nacer de la nueva Constitución, conforme al proceso de producción origi-
naria normativa iniciado con el Referendo del 25-04-99.
11.- Como se ha dicho supra la separación entre el inicio del período y la toma
de posesión del Presidente sólo tiene sentido dentro de la transitoriedad entre
las dos Constituciones, pues, tanto en la Constitución de 1961 como en la de
1999, ambos términos coinciden (artículos 186 de la Constitución de 1961 y 231
de la de 1999), bajo las modalidades previstas en dichos artículos, con la parti-
cularidad de que en la Constitución de 1961 no se permitía la prórroga del
mandato y se ordenaba la resignación de éste, de modo que el Presidente
saliente fuera suplido en los términos del artículo 187 eiusdem, lo que no fue
previsto en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. La dero-
gatoria, en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, de lo
previsto en los artículos 186 y 187 de la Constitución de 1961, no permite
considerar la posibilidad de que, una vez concluido el mandato presidencial el
19 de agosto de 2006, se proceda como si se tratara de falta absoluta, a los
efectos de la suplencia provisional, como lo disponían los artículos citados,
aparte que, no habiéndose previsto el caso en el sistema constitucional vigen-
te, la culminación del período no puede producir una falta absoluta, pues tal
falta implica, por necesidad, la interrupción del mandato y no su terminación,
según lo dispone el artículo 233 de la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela, que, por lo demás, sólo atañe a las faltas absolutas previstas en
él. (Cf. Humberto J. La Roche, Derecho Constitucional, Tomo I, Parte General,
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 237
Valencia, Vadell Hermanos, 1991, pp. 231 y 233). Si a esto se agrega el principio
consagrado en el artículo 16 del Decreto sobre el Régimen de Transición del
Poder Público, que prorrogó el mandato del Presidente de la República, de los
Gobernadores de los Estados y de los Alcaldes de los Municipios, hasta la
celebración de los comicios populares regulados por el Estatuto Electoral del
Poder Público, cabe concluir que, no habiéndose previsto en el régimen de
transición el caso de autos, la laguna debe integrarse conforme a los principios
que la técnica de la integración ofrece, la que permite la continuidad del perío-
do hasta las elecciones para el próximo período, de conformidad con lo previs-
to en los artículos 228, 230 y 231 de la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela. Se ha dicho que tal integración comporta una decisión política.
La Sala ha reconocido que la jurisdicción constitucional es, eo ipso, jurisdic-
ción sobre lo político, pero no es equiparable a jurisdicción política (ver sen-
tencia de la Sala Constitucional, de fecha 28-03-00, Exp. Nº 00-876; Cf. José A.
Marín, Naturaleza Jurídica del Tribunal Constitucional, Barcelona, Ariel, 1998.
p. 90). Aunque las sentencias de la Sala Constitucional son, en estos casos,
actos de neto indirizzo político, lo que distingue la fundamentación y argu-
mentación de las decisiones y diferencias entre las decisiones políticamente
básicas o fundamentales y aquellas que lo son jurídicamente es la técnica jurí-
dica con que las decisiones judiciales se producen, además del respeto al prin-
cipio de la congruencia de la doctrina jurisprudencial de la Sala, tributaria,
como se sabe, de la seguridad jurídica y de la garantía de los derechos consti-
tucionales (ibídem, p. 90).
VIII
DECISIÓN
Por las razones que anteceden, este Tribunal Supremo de Justicia, en Sala
Constitucional, administrando justicia en nombre de la República y por autori-
dad de la ley, declara RESUELTO el recurso de interpretación que en fecha 21
de febrero de 20001 interpusieron los ciudadanos FRANCISCO ENCINAS VER-
DE, AGUSTÍN DÍAZ DÍAZ y WUINFRE CEDEÑO VILLEGAS, respecto de los
siguientes preceptos: 1) artículos 230 y 231 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela; 2) artículo 16 del Régimen de Transición del Poder
Público, dictado por la Asamblea Nacional Constituyente en fecha 27 de di-
ciembre de 1999; y 3) artículos 3 y 31 del Estatuto Electoral del Poder Público,
dictado por la Asamblea Nacional Constituyente en fecha 30 de enero de 2000.
JMDO/ns.
EXP. Nº 01-0354.-
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 241
Resumen: Mediante escrito presentado el 28 de febrero de 2001, el
ciudadano Willian Lara, en su carácter de Presidente de la Asamblea
Nacional, interpuso Solicitud de Interpretación Constitucional, de con-
formidad con los artículos 26, 266, numeral 6, 334, 335 y 336 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, respecto a los
días exactos de inicio y finalización del período constitucional del man-
dato del Presidente de la República y de los diputados a la Asamblea
Nacional.
Tema: Duración del período constitucional de los diputados a la Asam-
blea Nacional para el primer período luego de la aprobación de la Cons-
titución de 1999.
Luego de ratificar la transitoriedad inmanente al régimen acaecido en-
tre las Constituciones de 1961 y 1999, así como del que surgió a raíz de
la entrada en vigencia de la Constitución de 1999, la Sala realizó un
ejercicio de integración de diversas normas intraconstitucionales, espe-
cialmente de los artículos 3, 31 y 35 del Estatuto Electoral del Poder
Público y 192 y 219 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, lo cual le permitió concluir que el período constitucional por
242 SENTENCIA 759 DEL 16 DE MAYO DE 2001
el cual fueron electos los actuales diputados a la Asamblea Nacional
concluirá el 5-01-06, conforme lo consagra el artículo 219 eiusdem.
SALA CONSTITUCIONAL
Mediante escrito presentado el 28 de febrero de 2001, el ciudadano Willian Lara,
venezolano, mayor de edad, titular de la cédula de identidad N° 8.552.892, en su
carácter de Presidente de la ASAMBLEA NACIONAL, según consta en el Acta
de la Sesión de Instalación de dicho organismo, realizada el día 14 de agosto de
2000, actuando de conformidad con lo establecido en los numerales 1 y 14 del
artículo 30 del Reglamento Interior y de Debates de la Asamblea Nacional, publi-
cado en la Gaceta Oficial N° 37.034 de 12-09-00, asistido por el ciudadano Ro-
berto Hernández, venezolano, mayor de edad, titular de la cédula de identidad N°
1.714.962, inscrito en el Instituto de Previsión Social del Abogado bajo el N°
1224, interpuso Recurso de Interpretación Constitucional, de conformidad con
los artículos 26, 266, numeral 6, 334, 335 y 336 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, respecto a los siguientes particulares:
1) Días exactos de inicio y finalización del período constitucional del mandato
del Presidente de la República, en correspondencia con los artículos 230 y 231
de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela; artículos 1, 2 y 3
del Decreto sobre el Régimen de Transición del Poder Público; y artículos 3 y
30, numeral 3 del Decreto sobre el Estatuto Electoral del Poder Público;
2) Días exactos de inicio y finalización del período constitucional de los dipu-
tados a la Asamblea Nacional, en correspondencia con los artículos 192 y 219
de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela; los artículos 1, 2 y
3 del Decreto sobre el Régimen de Transición del Poder Público y los artículos
3 y 30, numeral 3 del Decreto sobre el Estatuto Electoral del Poder Público.
244 SENTENCIA 759 DEL 16 DE MAYO DE 2001
En el mismo día se dio cuenta en Sala y se designó ponente al Magistrado que
con tal carácter suscribe el presente fallo.
Realizado el estudio del presente caso, pasa la Sala a decidir sobre el recurso
interpuesto, previas las siguientes consideraciones:
DE LA SOLICITUD DE INTERPRETACIÓN
1.- Los siguientes son los antecedentes señalados por el órgano solicitante
como antecedentes de la interpretación planteada:
a) El 6 de diciembre de 1998, fueron electos el Presidente de la República de
Venezuela, quien tomó posesión de su cargo el día 2 de febrero de 1999; y los
senadores y diputados del entonces Congreso de la República, quienes toma-
ron posesión el 23 de enero de 1999.
b) El 25 de julio de 1999, fueron elegidos los miembros de la Asamblea Nacional
Constituyente, conforme con el Referéndum consultivo del 25 de abril de 1999.
Dicha Asamblea Nacional Constituyente dictó el Decreto sobre el Régimen de
Transición del Poder Público, publicado en la Gaceta Oficial N° 36.857, y el
Decreto sobre el Estatuto Electoral del Poder Público, publicado en la Gaceta
Oficial N° 36.884, el cual regiría los primeros procesos comiciales para la rele-
gitimación de los poderes públicos que allí se señalaban, entre otros, la elec-
ción del Presidente de la República y de los miembros de la Asamblea Nacional.
c) El 30 de julio de 2000 fueron llevadas a cabo las elecciones de las autoridades
mencionadas. Posteriormente, previa proclamación por parte del Consejo Na-
cional Electoral, fue instalada, el 14 de agosto del mismo año, la nueva Asam-
blea Nacional. El 19 del mismo mes y año fue juramentado, como Presidente de
la República Bolivariana de Venezuela, ante la mencionada Asamblea Nacional,
el ciudadano Hugo Chávez Frías.
2.- En cuanto a su legitimación para interponer el presente Recurso de Interpre-
tación, el representante del órgano solicitante funda el interés legítimo que le
mueve a interponer esta consulta, en el peligro de que, de no ser aclaradas las
incertidumbres contenidas en la consulta, el conjunto de potestades y atribu-
ciones que le confiere la Constitución a dicha Asamblea Nacional no pueda ser
desarrollado cabalmente.
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 245
3.- En cuanto al contenido de la consulta, la citada autoridad alega lo siguiente:
a) A su juicio, existen dudas acerca del inicio y, por consiguiente, de la termina-
ción de los períodos constitucionales correspondientes al Presidente de la
República y a los diputados a la Asamblea Nacional.
Por una parte, el artículo 231 de la Constitución fijó, en el 10 de enero del primer
año del período presidencial, el día para la toma de posesión del cargo de
Presidente o Presidenta de la República; por otra, el Decreto sobre el Estatuto
Electoral del Poder Público, en sus artículos 1 y 3, precisó que los candidatos
que fueran elegidos en los primeros procesos comiciales luego de haber sido
publicada la Constitución de 1999, serían electos por un período completo,
según lo dispuesto en dicha Constitución.
Siendo, pues, que la duración del período presidencial es de seis (6) años,
conforme con el artículo 230 constitucional, que deberían ser contados a partir
del diez de enero del primer año del período constitucional, surge la duda en
relación con la duración del actual período presidencial, derivado del hecho de
que la toma de posesión de dicho funcionario ocurrió el 19 de agosto de 2000,
como consecuencia de la implantación de un régimen transitorio, en virtud de
insuficiencia de las Disposiciones Transitorias de la Constitución de 1999.
Los artículos 230 y 231 de la Constitución de la República Bolivariana de Vene-
zuela prescriben lo siguiente:
Artículo 230. El período presidencial es de seis años. El Presidente o
Presidenta de la República puede ser reelegido, de inmediato y por
una sola vez, para un período adicional.
Artículo 231. El candidato elegido o candidata elegida tomará pose-
sión del cargo de Presidente o Presidenta de la República el diez de
enero del primer año de su período constitucional, mediante jura-
mento ante la Asamblea Nacional. Si por cualquier motivo sobreveni-
do el Presidente o Presidenta de la República no pudiese tomar
posesión ante la Asamblea Nacional, lo hará ante el Tribunal Supre-
mo de Justicia.
De un lado, se puede inferir que el período comprendido entre el mes
de agosto (fecha en la que tomó posesión el actual Presidente de la
246 SENTENCIA 759 DEL 16 DE MAYO DE 2001
República) y el mes de diciembre de 2000, estaría regido absoluta-
mente por el régimen de transición, dado el carácter finalista del mis-
mo (...). Conforme a esta interpretación, por consiguiente, el actual
período constitucional del Presidente de la República se habría ini-
ciado el 10 de enero del presente año, por lo que el período compren-
dido desde el 5 de agosto hasta ese 10 de enero de 2001 se imputaría
al régimen transitorio.
De otro lado, existe quienes sostienen el criterio contrario, argumen-
tando que el inicio de dicho período constitucional debe necesaria-
mente contarse a partir de la efectiva posesión del cargo, es decir, a
partir del 5 de agosto de 2000, por lo que el actual período presidencial
de seis años expiraría el correspondiente 5 de agosto del año 2006.
c) Alegó el accionante que, a través de la aclaración de estas dudas, podrían
precaverse situaciones tales como: i) litigios o discusiones inconvenientes para la
normalidad institucional derivados del argumento de que “habría un incumpli-
miento del artículo 230 de la Constitución, en el caso de que el candidato que
resulte electo en los comicios del año 2005 tome posesión en la fecha que para-
dójicamente también ordena la Constitución en su artículo 231, esto es, el 10 de
enero del año 2006”; ii) la aclaración en cuestión toma relevancia en la medida en
que la propia Constitución, para el ejercicio de algunos derechos políticos, toma
como referencia la mitad del período constitucional, tal como acontece con el refe-
rendo revocatorio previsto en su artículo 72, cuya procedencia se sujeta constitu-
cionalmente a que haya transcurrido la mitad del período para el cual fue elegido el
funcionario; y iii) implicaría, además, la precisión del efecto de la prohibición cons-
titucional de modificar el régimen legal electoral durante los seis meses anteriores
a la fecha de las respectivas elecciones (artículo 298 de la Constitución), lo cual
debe realizarse antes de la expiración del período presidencial correspondiente.
d) Por otra parte, el artículo 192 de la Constitución estableció que los diputados
a la Asamblea Nacional durarán cinco (5) años en el ejercicio de sus funciones;
en cuanto al inicio y culminación de los períodos anuales de sesiones legisla-
tivas, el artículo 219 ejusdem fijó el cinco de enero de cada año o el día posterior
inmediato posible como el día en que debe iniciarse el primer período de las
sesiones ordinarias.
Los artículos mencionados son del siguiente tenor:
Artículo 219. El primer período de las sesiones ordinarias de la Asam-
blea Nacional comenzará, sin convocatoria previa, el cinco de enero
de cada año o el día posterior más inmediato posible y durará hasta el
quince de agosto.
El segundo período comenzará el quince de septiembre o el día pos-
terior más inmediato posible y terminará el quince de diciembre.
Afirma el accionante, que del enlace entre las disposiciones aludidas con el
artículo 231 de la Constitución (según el cual el candidato elegido o candidata
elegida tomará posesión del cargo de Presidente o Presidenta de la República el
diez de enero del primer año de su período constitucional, mediante juramento
ante la Asamblea Nacional), puede inferirse que ésta deberá estar plenamente
constituida y formalmente instalada a los efectos del juramento que debe pres-
tar el Presidente de la República electo. Existe, por tanto, a juicio del solicitan-
te, una duda equivalente a la existente en el caso del Presidente de la República,
en el sentido de precisar cuándo la Asamblea Nacional y sus integrantes han
iniciado el período constitucional correspondiente de cinco años. En torno a
este punto convergen las mismas hipótesis a que se hizo referencia en el 3.2 de
esta relación.
4.- Siendo, pues, que el solicitante está convencido de que de las circunstan-
cias descritas se desprende que la determinación del momento preciso del ini-
cio del período constitucional tanto del Presidente de la República como de la
Asamblea Nacional, son cuestiones no resueltas “tajante y expresamente por
el ordenamiento constitucional”, de allí que se esté ante un problema de inter-
pretación constitucional en sentido estricto, así como que existe un interés
jurídico manifiesto en esclarecer tales dudas en función de precaver conflictos
futuros, es por lo que solicitó que esta Sala Constitucional se pronuncie acerca
de los siguientes extremos:
a) Días exactos de inicio y finalización del período constitucional del mandato
del Presidente de la República, en correspondencia con los artículos 230 y 231
de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela; artículos 1, 2 y 3
del Decreto sobre el Régimen de Transición del Poder Público; y artículos 3 y
30, numeral 3 del Decreto sobre el Estatuto Electoral del Poder Público;
b) Días exactos de inicio y finalización del período constitucional de los dipu-
tados a la Asamblea Nacional, en correspondencia con los artículos 192 y 219
de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela; los artículos 1, 2 y
3 del Decreto sobre el Régimen de Transición del Poder Público y los artículos
3 y 30, numeral 3 del Decreto sobre el Estatuto Electoral del Poder Público.
248 SENTENCIA 759 DEL 16 DE MAYO DE 2001
II
DE LA COMPETENCIA
Según lo dispuesto en el artículo 266, numeral 6 de la Constitución de la Repú-
blica Bolivariana de Venezuela, y en el artículo 42, numeral 24 de la Ley Orgáni-
ca de la Corte Suprema de Justicia, resulta ostensible la existencia en el
ordenamiento jurídico venezolano de un instituto jurídico que tiene por objeto
la interpretación de los textos de carácter legal, a los fines de determinar el
contenido y alcance de los mismos, cuyo conocimiento está atribuido al Tribu-
nal Supremo de Justicia.
No sucede, en cambio, en cuanto a este mismo instrumento procesal en relación
con las normas constitucionales. Sin embargo, la jurisprudencia de esta Sala ha
despejado la duda acerca de la posibilidad de su ejercicio, cuando lo que se
pretende es la interpretación de algún precepto constitucional. Inspirada en ra-
zones lógicas y teleológicas, así como en los novísimos postulados constitucio-
nales que aspiran a una jurisdicción constitucional fuerte y extensible, así como
en consideración al contenido del artículo 335 de la Constitución que establece:
“El Tribunal Supremo de Justicia garantizará la supremacía y efectividad de
las normas y principios constitucionales; será el máximo y último intérprete de
esta Constitución y velará por su uniforme interpretación y aplicación. Las
interpretaciones que establezca la Sala Constitucional sobre el contenido o
alcance de las normas y principios constitucionales son vinculantes para las
otras Salas del Tribunal Supremo de Justicia y demás tribunales de la Repúbli-
ca”; la Sala ha decidido que tiene potestad para interpretar las disposiciones
constitucionales, y, además, ha procedido a efectuar una diferenciación entre los
recursos de interpretación a que se refiere el numeral 24 del artículo 42 de la Ley
Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, cuyo conocimiento, de conformidad
con dicho precepto, corresponde a la Sala Politicoadministrativa de este Tribunal
y la acción tendente al razonamiento y comprensión de una norma constitucio-
nal, que también es distinta de la que previene el artículo 266, numeral 6 constitu-
cional. En tal sentido, la Sala ha establecido igualmente, en virtud de la ausencia
de preceptos que de manera expresa regulen este instrumento procesal, el conte-
nido, la naturaleza jurídica, los requisitos de admisibilidad, las razones de proce-
dencia y el régimen procesal aplicable para tramitar este especialísimo medio
(véanse sentencias números 1.077/2000, 1.347/2000, 1.387/2000 y 1.415/2000, 226/
2001 y 346/2001, entre otras).
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 249
Visto, pues, que, con fundamento en esta jurisprudencia ha sido incoado el
presente Recurso de Interpretación, esta Sala declara su competencia para co-
nocer del mismo. Así se decide.
III
Resuelto lo anterior, esta Sala pasa de seguidas a precisar los requisitos de
admisibilidad de la acción de interpretación de la Constitución, en atención al
objeto y alcance de la misma; son ellos los siguientes:
1.- Legitimación para recurrir. En cuanto a la legitimación exigida para el ejerci-
cio del recurso de interpretación de la Constitución, esta Sala reafirma el crite-
rio que sostuvo en la decisión Nº 1.077/2000 de exigir la conexión con un caso
concreto para poder determinar, por un lado, la legitimidad del recurrente y, por
otro, verificar la existencia de una duda razonable que justifique el movimiento
del aparato jurisdiccional en la resolución del mismo. En dicho fallo se dijo lo
siguiente:
Pero como no se trata de una acción popular, como no lo es tampoco
la de interpretación de ley, quien intente el ‘recurso’ de interpreta-
ción constitucional sea como persona pública o privada, debe invo-
car un interés jurídico actual, legítimo, fundado en una situación
jurídica concreta y específica en que se encuentra, y que requiere
necesariamente de la interpretación de normas constitucionales apli-
cables a la situación, a fin de que cese la incertidumbre que impide el
desarrollo y efectos de dicha situación jurídica. En fin, es necesario
que exista un interés legítimo, que se manifiesta por no poder disfru-
tar correctamente la situación jurídica en que se encuentra, debido a
la incertidumbre, a la duda generalizada.
2.- Precisión en cuanto al motivo de la acción. La petición de interpretación
puede resultar inadmisible, si ella no expresa con precisión en qué consiste la
oscuridad o ambigüedad de las disposiciones, o la contradicción entre las nor-
mas del texto constitucional, o si la duda planteada no responde a los fines del
recurso o que el asunto no revista ya interés.
3.- Será inadmisible el recurso, cuando en sentencias de esta Sala anteriores a
su interposición, se haya resuelto el punto, y no sea necesario modificarlo.
Este motivo de inadmisibilidad no opera en razón de la precedencia de una
250 SENTENCIA 759 DEL 16 DE MAYO DE 2001
decisión respecto al mismo asunto planteado, sino a la persistencia en el ánimo
de la Sala del criterio a que estuvo sujeta la decisión previa.
4.- Por otro lado, esta Sala deja claramente establecido que el recurso de inter-
pretación de la Constitución no puede sustituir los recursos procesales exis-
tentes, por lo que si el recurrente persigue adelantar un pronunciamiento sobre
un asunto planteado ante otro órgano jurisdiccional o pretende sustituir con
esta vía algún medio ordinario a través del cual el juez pueda aclarar la duda
planteada, el recurso deberá ser declarado inadmisible por existir otro recurso.
En este sentido, ya se pronunció la Sala en la sentencia mencionada en los
siguientes términos:
Ahora bien, el que esta Sala, como parte de las funciones que le
corresponden y de la interpretación de la ley, de la cual forma parte la
Constitución, pueda abocarse a conocer una petición en el sentido
solicitado por el accionante, no significa que cualquier clase de pedi-
mento puede originar la interpretación, ya que de ser así, se procura-
ría opinión de la Sala ante cualquier juicio en curso o por empezar,
para tratar de vincular el resultado de dichos juicios, con la opinión
que expresa la Sala, eliminando el derecho que tienen los jueces del
país y las otras Salas de este Tribunal de aplicar la Constitución y de
asegurar su integridad (artículo 334 de la vigente Constitución), así
como ejercer el acto de juzgamiento, conforme a sus criterios; lográn-
dose así que se adelante opinión sobre causas que no han comenza-
do, y donde tales opiniones previas tienden a desnaturalizar el
juzgamiento.
5.- Tampoco puede pretender el recurrente acumular a la pretensión interpreta-
tiva otro recurso o acción de naturaleza diferente, ya que daría lugar a su
inadmisión por inepta acumulación de pretensiones o procedimientos que se
excluyen mutuamente. Tal sería la acumulación de un recurso de interpretación
con uno destinado a resolver un conflicto de autoridades, o que se solicite
conjuntamente la nulidad de un acto de algún órgano del poder público –tanto
en el caso que se pretenda que la decisión abarque ambas pretensiones o que
las estime de forma subsidiaria-, o que promueva la interpretación de algún
texto de naturaleza legal o sublegal, o la acumule con un recurso de colisión de
leyes o de éstas con la propia Constitución.
6.- De igual modo, será inadmisible la solicitud de interpretación cuando exista
la convicción de que constituye un intento subrepticio de obtener resultados
cuasi jurisdiccionales que desbordan el fin esclarecedor de este tipo de recur-
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 251
En fin, cuando el objeto de la petición desnaturalice, en perjuicio de la espon-
taneidad de la vida social y política, los objetivos del recurso de interpretación.
Así se establece.
IV
A los fines de verificar si la solicitud en cuestión no se encuentra en alguno de
los supuestos anotados, pasa la Sala a realizar las siguientes observaciones:
1.- Tal como fue referido en el N° 3 del Capítulo I de este fallo, el accionante
afirmó estar legitimado para interponer el presente recurso de interpretación,
debido a que, de no ser aclaradas las incertidumbres contenidas en la consulta,
el conjunto de potestades y atribuciones de que le proveyó la Constitución, y
que le permiten cumplir los cometidos que tiene asignados en tanto órgano
legislativo a nivel nacional, no puedan cumplirse cabalmente.
En efecto, la Sala estima posible que surjan dudas razonables respecto a la situa-
ción originada por la subsistencia de los efectos de la labor de la Asamblea
Nacional Constituyente, especialmente los relativos a la transitoriedad inmanen-
te al cambio de régimen constitucional, si bien tales interrogantes se fundan, más
que en la vaguedad u oscuridad de los términos en que se encuentran expresa-
das las normas, en la novedad del proceso en sí mismo considerado.
Respecto a la particular duda planteada, la Sala reconoce que el punto relativo
a los parámetros temporales dentro de las cuales deberán cumplir sus funcio-
nes el Presidente de la República, ciudadano Hugo Chávez Frías, así como los
diputados que integran la Asamblea Nacional, reviste el mayor interés para
esta última, en virtud de que tal especificación deriva de los principios de
representación popular y alternabilidad democrática, así como que podría con-
dicionar, tal como fue alegado, el ejercicio de alguna de sus específicas atribu-
ciones. Por lo tanto, la dilucidación de estas dudas razonables, tanto en lo que
toca al inicio y finalización del período en que debe desplegar sus potestades
la accionante, así como el correspondiente al Presidente de la República, por
estar involucrado el interés general, suscita en todo ciudadano y no sólo en las
252 SENTENCIA 759 DEL 16 DE MAYO DE 2001
autoridades mencionadas, un interés legítimo y calificado de cara al ejercicio
del recurso de interpretación de la Constitución.
2.- De igual modo, en el número 3 del capítulo anterior, se establece que será
rechazado un recurso de interpretación en trance de admisión, cuando esta
Sala se hubiera pronunciado con anterioridad sobre la pretensión incoada. Si
bien es cierto que esta Sala en su sentencia N° 457/2000 de 5 de abril, fijó su
posición respecto al inicio y finalización del período en que ejercerá sus fun-
ciones el Presidente de la República Hugo Chávez Frías; en esta oportunidad,
tanto por el lugar que ocupa el hoy accionante dentro de la estructura orgánica
del poder público como por el interés directo que demuestra en la consulta el
órgano que la solicita, visto que la pretensión no sólo guarda relación con el
período presidencial (como sí fue el planteamiento subyacente a la decisión N°
457/2000), sino que, además, y con un razonable interés, incluye como interro-
gante lo relativo al período de su propia actuación; y con fundamento en las
razones antes esbozadas, en cuanto a la importancia de la materia que toca la
consulta, estima la Sala que el supuesto a que atiende el motivo de inadmisión
apuntado no se cumple en este caso. Así se establece.
3.- Por otra parte, siendo que del examen del escrito contentivo de la solicitud
se desprende claramente el objeto de la misma; que no existe un recurso para-
lelo para dilucidar esta específica consulta; ni se han acumulado a dicho recur-
so otros medios de impugnación o gravamen, ni pueda colegirse del mismo que
persigue un fin distinto al declarado por esta Sala como objeto del recurso de
interpretación, la Sala considera que no hay razones de inadmisión de la acción
interpuesta y, en consecuencia, vista la legitimidad de los accionantes, el pre-
sente recurso de interpretación de la Constitución resulta admisible. Así se
establece en definitiva.
En cuanto al procedimiento a seguir para sustanciar el Recurso de interpreta-
ción de la Constitución, desde su primera sentencia al respecto (N° 1.077/
2000), la Sala dejó abierta la posibilidad de que, si lo creyere necesario, luego
de la decisión positiva de admisibilidad, en aras a la participación de la socie-
dad, pudiera emplazar por Edicto a cualquier interesado que quisiera coadyu-
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 253
var en el sentido que ha de darse a la interpretación, para lo cual se señalaría un
lapso de preclusión a fin de que aquéllos concurrieran y expusieran por escrito
(dada la condición de mero derecho de este tipo de causas), lo que creyeren
conveniente. Además, a los mismos fines, se haría saber de la admisión del recur-
so, mediante notificación, a la Fiscalía General de la República y a la Defensoría
del Pueblo, quedando a criterio del Juzgado de Sustanciación de la Sala la nece-
sidad y la pertinencia de llamar a los interesados, ya que la urgencia de la inter-
pretación puede conllevar a que sólo sean los señalados miembros del Poder
Moral los convocados (así se ordenó en la sentencia 226/2001 de 20 de febrero).
En este caso, aun ante el requerimiento expreso del accionante, la Sala no hará
uso de tal facultad por estimar que el asunto debe resolverse sin la menor dila-
ción posible, en vista de la relevancia que el mismo reviste, por lo que pasará
inmediatamente a pronunciarse sobre su procedencia. Así se establece.
VI
DE LA PROCEDENCIA
En vista de que, como se hace patente de la lectura del escrito mediante el cual
fue planteada la presente acción, subyace a la pretensión incoada lo relativo al
régimen transitorio entre los órdenes constitucionales, el anterior de 1961 y el
posterior a éste iniciado con el Referendo del 25-04-99, la Sala estima necesario
hacer, una vez más, algunas consideraciones al respecto.
En primer lugar, debe distinguirse entre las transitoriedades contingentes y las
transitoriedades necesarias u ontológicas. La contingente alude al hecho de
que el legislador resuelve los conflictos de leyes en el tiempo según el carácter
público o privado de ellas, y conforme al interés que pueda resultar afectado,
como se observa en el derecho penal o procesal, o en el caso de un cambio
revolucionario que fractura la continuidad institucional. Pero, en vista de que
la nueva Constitución surgió en un proceso de producción originaria (en tanto
autorizado directamente por el pueblo como titular del poder constituyente
originario, a diferencia del poder constituyente derivado –nos referimos a la
reforma o enmienda constitucionales–) sin fractura del orden jurídico, la transi-
toriedad entre un ordenamiento constitucional y otro, luce necesaria e inheren-
te al referido proceso; de allí que las normas nacidas del cambio constitucional
(tanto las dictadas por la Asamblea Nacional Constituyente como las Disposi-
ciones Transitorias dispuestas en la Constitución de 1999), no suponen un
conflicto normativo sino la dinámica constituyente cumplida en actos que van
integrando temporalmente el sistema constitucional en dos niveles, a saber, el
de vigencia determinada, destinado a poner en pleno vigor la nueva Constitu-
254 SENTENCIA 759 DEL 16 DE MAYO DE 2001
ción, y el de vigencia indeterminada que corresponde al estrato normativo,
sucedáneo básico, de la Constitución abrogada.
Se ve, por tanto, que la transitoriedad entre la Constitución de 1961 y la de
1999, no es la transitoriedad propia de un conflicto de leyes en el tiempo, sino
la transitoriedad procesal que pone en vigencia una nueva Constitución por
medio de posibilidades normativas contenidas en la Constitución que la auto-
riza. El carácter sistemático del orden constitucional nacido del Referendo del
25-04-99 y, sobre todo, la vigencia de sus normas, constituye una producción
originaria en etapas sucesivas, las cuales han venido construyendo la norma
básica procesalmente, del mismo modo que el juicio ordinario produce la sen-
tencia que dirime el conflicto.
La transitoriedad en que consiste, pues, el proceso constituyente, es un proce-
so inmanente a la producción originaria sin solución de continuidad institucio-
nal; cualquier otra tesis hubiera supuesto una ruptura de la continuidad
normativa, y, por eso, el carácter necesario de la transitoriedad entre las dos
Constituciones debe plantearse en términos de transitoriedad inmanente.
2.- Por lo tanto, y a la luz de tales consideraciones, la Sala ratifica que la transi-
toriedad no es un poder, sino un proceso de vigencia de normas emanadas de
la Asamblea Nacional Constituyente, conforme a la producción jurídica origi-
naria nacida del Referendo del 25-04-99. Transitoriedad significa proceso jurí-
dico mediante el cual la Constitución de 1961 fue abrogada por un sistema
constitucional sancionado por la Asamblea Nacional Constituyente, de acuer-
do con las Preguntas y Bases del Referendo citado. Como quiera que la abroga-
ción de la Constitución de 1961 se produjo conforme a ella misma, y siendo que
no ha habido solución de continuidad institucional, el régimen transitorio en-
tre ambas Constituciones ha debido resolver no sólo las antinomias entre am-
bas Constituciones, debido a la coexistencia de poderes de distinto origen,
sino las intraconstitucionales, entendiendo por éstas los conflictos normati-
vos entre las normas que componen el sistema constitucional vigente, el cual
está integrado por todas las normas sancionadas por la Asamblea Nacional
Constituyente, incluidas las destinadas a la reestructuración del poder público
y a la vigencia inmediata de la Constitución de 1999. Esta transitoriedad, se
insiste, es inherente al proceso de producción originaria normativa y, negada
por el Referendo de 1999, la posibilidad de la reforma constitucional, tal transi-
toriedad es la única alternativa para mantener el Estado de derecho, salvo, por
supuesto, su ruptura. La transitoriedad, por tanto, no tiene nada que ver con el
poder derivado, sino con el poder constituyente y con las normas nacidas de
su ejercicio.
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 255
3.- Por las razones expuestas, la Sala no admite que la aplicación del sistema
constitucional vigente implique desaplicación alguna de sus prescripciones,
pues la transitoriedad exige una interpretación sistemática del bloque constitu-
cional del cual forma parte la Constitución de 1999. Si se quiere utilizar una
terminología jurídica más correcta, es necesario hablar de integración de dicho
sistema, toda vez que las lagunas de colisión o antinomias de éste, deben ser
colmadas integrativamente.
4.- La Sala considera que esta interpretación exige distinguir la instalación o la
toma de posesión del cargo de la iniciación del mandato de los poderes legiti-
mados y ello porque la previsión del artículo 31 del Decreto sobre el Estatuto
Electoral del Poder Público sólo se refiere a la instalación o toma de posesión
de los órganos indicados en dicho artículo.
5.- Los artículos 230, 231, 192 y 219 de la Constitución de la República Boliva-
riana de Venezuela, no requieren aclaración alguna, pues sus textos son explí-
citos. La duración del mandato del Presidente de la República es de seis años y
la toma de posesión, mediante juramento ante la Asamblea Nacional, el 10 de
enero del primer año del período constitucional. Los diputados y diputadas a la
Asamblea Nacional durarán cinco años en el ejercicio de sus funciones y el
primer período de las sesiones ordinarias de la Asamblea Nacional comenzará
el 5 de enero de cada año. La diferencia entre toma de posesión e iniciación del
mandato, por un lado, e instalación del órgano legislativo, por otro, proviene
del régimen transitorio aplicable y no de la aplicación de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela.
6.- El carácter sistémico del orden constitucional nacido del Referendo del 24-04-
99 viene dado por las normas que lo integran, incluyendo los artículos 230, 231,
192 y 219 de la Constitución de 1999, 1, 2 y 3 del Decreto sobre el Régimen de
Transición del Poder Público, 3, 30, numeral 3 y 31 del Decreto sobre el Estatuto
Electoral del Poder Público, lo que exige una interpretación lógica que integre
incluso, si fuere el caso, el referido orden constitucional en vigor.
7.- La Sala reitera que el régimen transitorio no modificó la fecha de inicio del
mandato presidencial, previsto en el artículo 231 de la Constitución de 1999,
pues el artículo 31 del Decreto sobre el Estatuto Electoral del Poder Público
sólo se refiere a la toma de posesión de los órganos mencionados en el artículo
1 eiusdem, electos en los primeros procesos comiciales conforme a la Constitu-
ción de la República Bolivariana de Venezuela, y sólo respecto de dichos comi-
cios. Tampoco fue modificado el artículo 219 de la Constitución vigente, que
contiene, entre otras disposiciones, lo relativo al día de instalación para el
primer período de sesiones de la Asamblea Nacional, por cuanto, como quedó
256 SENTENCIA 759 DEL 16 DE MAYO DE 2001
dicho, la circunstancia según la cual fue instalada dicha Asamblea Nacional en
fecha 14-08-00, respondía al proceso de relegitimación de autoridades que inte-
gran las máximas instancias del poder público, exigido por la entrada en vigen-
cia de una nueva Constitución. De allí, que dicha instalación fue realizada bajo
un supuesto irrepetible y en el día anotado, en virtud de la transición entre
ambos órdenes constitucionales.
8.- Los artículos 1, 2 y 3 del Decreto sobre el Régimen de Transición del Poder
Público, 3 y 30, numeral 3 del Decreto sobre el Estatuto Electoral del Poder
Público, son, como los artículos 230, 231, 192 y 219 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, absolutamente explícitos.
De la interpretación literal de los artículos 1, 2 y 3 del Decreto sobre el Régimen
de Transición del Poder Público, se colige que dicho Régimen allanaría el cami-
no para la efectiva implantación de la organización y funcionamiento de las
instituciones previstas en la Constitución de 1999.
Respecto a los artículos 3 del Decreto sobre el Estatuto Electoral del Poder
Público y 230, 231, 192 y 219 de la Constitución, se infiere:
a) que el Presidente se mantendrá en el cargo hasta que se produzca la elección
mediante comicios populares; b) que la elección será por un período completo,
esto es, por seis años, de conformidad con la Constitución y con el Decreto
sobre el Estatuto Electoral del Poder Público; c) que la Asamblea Nacional
tomará juramento al Presidente de la República, al quinto día siguiente a su
instalación; d) que los diputados a la Asamblea Nacional se mantendrán en sus
cargos, por un período completo hasta que se verifique la elección para un
nuevo período de cinco años; e) que dicha Asamblea se instalará, para iniciar
su primer período de sesiones, el día 5 de enero.
Respecto al numeral 3, artículo 3 del Decreto sobre el Estatuto Electoral del
Poder Público, dicha norma no guarda relación con la consulta propuesta, pues-
to que forma parte de un conjunto de atribuciones que, con relación a los
procesos electorales referidos en dicho Estatuto, le fueron atribuidas a la Sala
Electoral del Tribunal Supremo de Justicia.
9.- Los artículos 4 y 16 del Decreto del Régimen Transición del Poder Público
pusieron efectivamente término al funcionamiento del Congreso Nacional y
al primer mandato del Presidente Hugo Chávez, pues el fundamento de sus
investiduras provenía de la Constitución abrogada y las nuevas tenían que
nacer de la Constitución de 1999, conforme al proceso de producción origina-
ria normativa iniciado con el Referendo del 25-04-99.
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 257
10.- Según lo dicho supra la separación entre el inicio del período, por una
parte, y la instalación o toma de posesión de los órganos a que se refiere el
artículo 31 del Decreto sobre el Estatuto del Poder Electoral, por otra, sólo
tiene sentido dentro de la transitoriedad entre las dos Constituciones, pues,
tanto en la Constitución de 1961 como en la de 1999, ambos términos coinci-
den (artículos 154, 3 de la Enmienda N° 2 y 186 de la Constitución de 1961; así
como los artículos 219 y 231 de la de 1999), bajo las modalidades previstas en
dichos artículos, con la particularidad de que, respecto del Presidente de la
República, en la Constitución de 1961 no se permitía la prórroga del mandato
y se ordenaba la resignación de éste, de modo que el Presidente saliente
fuera suplido en los términos del artículo 187 eiusdem, lo que no fue previsto
en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. La derogatoria,
en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, de lo previsto en
los artículos 186 y 187 de la Constitución de 1961, no permite considerar la
posibilidad de que, una vez concluido el mandato presidencial el 19 de agos-
to de 2006, se proceda como si se tratara de falta absoluta, a los efectos de la
suplencia provisional, como lo disponían los artículos citados, aparte que,
no habiéndose previsto el caso en el sistema constitucional vigente, la culmi-
nación del período no puede producir una falta absoluta, pues tal falta impli-
ca, por necesidad, la interrupción del mandato y no su terminación, según lo
dispone el artículo 233 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, que, por lo demás, sólo atañe a las faltas absolutas previstas en él.
(Cf. Humberto J. La Roche, Derecho Constitucional, Tomo I, Parte General,
Valencia, Vadell Hermanos, 1991, pp. 231 y 233). Si a esto se agrega el princi-
pio consagrado en el artículo 16 del Decreto sobre el Régimen de Transición
del Poder Público, que prorrogó el mandato del Presidente de la República, de
los Gobernadores de los Estados y de los Alcaldes de los Municipios, hasta
la celebración de los comicios populares regulados por el Decreto sobre el
Estatuto Electoral del Poder Público, puede concluirse que, no habiéndose
previsto en el régimen de transición el caso de autos, la laguna debe integrar-
se conforme a los principios que la técnica de la integración ofrece, la que
permite la continuidad del período hasta las elecciones para el próximo perío-
do, de conformidad con lo previsto en los artículos 228, 230 y 231 de la Cons-
titución de la República Bolivariana de Venezuela. Se ha dicho que tal
integración comporta una decisión política. La Sala ha reconocido que la
jurisdicción constitucional es, eo ipso, jurisdicción sobre lo político, pero no
es equiparable a jurisdicción política (ver sentencia de la Sala Constitucional,
de fecha 28-03-00, Exp. N° 00-876; Cf. José A. Marín, Naturaleza Jurídica del
Tribunal Constitucional, Barcelona, Ariel, 1998. p. 90). Aunque las senten-
cias de la Sala Constitucional son, en estos casos, actos de neto indirizzo
político, lo que distingue la fundamentación y argumentación de las decisio-
258 SENTENCIA 759 DEL 16 DE MAYO DE 2001
nes y diferencias entre las decisiones políticamente básicas o fundamentales y
aquellas que lo son jurídicamente es la técnica jurídica con que las decisiones
judiciales se producen, además del respeto al principio de la congruencia de la
doctrina jurisprudencial de la Sala, tributaria, como se sabe, de la seguridad
jurídica y de la garantía de los derechos constitucionales (ibídem, p. 90).
11.- Si esto es así, la conclusión es clara:
a) El inicio del actual período del Presidente es la fecha de su toma de posesión,
previa juramentación ante la Asamblea Nacional, el día 19-08-99, de acuerdo
con los artículos 3 y 31 del Decreto sobre el Estatuto Electoral del Poder Públi-
co, y la duración es la de un período completo, es decir, por seis años, a tenor
de lo dispuesto en el citado artículo 3 eiusdem; si se admitiera el acortamiento
del actual período se violaría este artículo; b) el próximo período constitucional
comienza el 10-01-07, según lo dispone el artículo 231 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela; c) el Presidente de la República deberá
continuar en el ejercicio de sus funciones de acuerdo con lo establecido en el
artículo 231 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, es
decir, hasta el 10-01-07, ya que, de otro modo, habría que enmendar la Constitu-
ción de la República Bolivariana de Venezuela en el sentido de señalar, como
inicio del mandato presidencial siguiente el día 19 de agosto, en vista de que el
actual período concluye el mismo día y el mismo mes del año 2006, conforme lo
prevé el artículo 3 del Decreto sobre el Estatuto Electoral del Poder Público, a
menos que se desaplique el artículo 231 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, lo cual sería inconstitucional y, enmendador, por
ende, de la norma suprema. También sería inconstitucional la reducción del
mandato, según se indica en a); d) se ha dicho que, en caso de duda entre dos
posibles fechas para la terminación del mandato, lo más democrático sería se-
leccionar el término menor, la fecha más cercana, es decir, enero de 2006. Puede
haber duda, ciertamente, sobre la integración de la laguna, pero la duda se
ventila de acuerdo con los cánones de la integración jurídica y no de la posi-
ción política que se asuma subjetivamente, pues lo que debe hacer el juez, al
integrar, es proceder de acuerdo con dichos cánones y con la doctrina jurispru-
dencial de la Sala. La solución citada no es integración en el sentido indicado,
sino opción ideológica por un determinado sentido político de la Constitución
vigente. Además, la opción por la reducción del mandato, aparte que viola el
artículo 4 del Decreto sobre el Estatuto Electoral del Poder Público, de rango
constitucional, no es una exigencia democrática indubitable, sino una alterna-
tiva política, no necesariamente compatible con el espíritu de la Constitución.
La reducción o extensión del mandato del Presidente, por un período relativa-
mente corto, no parece afectar ni la participación ciudadana, ni la intensidad
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 259
del control popular, ni las posibilidades de alternabilidad. Los argumentos es-
grimidos en este literal, caben también respecto a las tesis sostenidas en cuan-
to al acortamiento del período constitucional de los diputados a la Asamblea
Nacional; e) el inicio del primer período de sesiones de la Asamblea Nacional
correspondió al día de su instalación, previa proclamación de los diputados
electos, por parte del Consejo Nacional Electoral, el día 14-08-99, de acuerdo
con los artículos 3 y 31 del Decreto sobre el Estatuto Electoral del Poder Públi-
co, y la duración es la de un período completo, es decir, de cinco años, a tenor
de lo dispuesto en el citado artículo 3 eiusdem; si se admitiera la reducción del
actual período se violaría este artículo; f) el próximo período constitucional de
cinco años comenzará 5-01-06, según lo dispone el artículo 192, en concordan-
cia con el 219 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela; g)
los actuales diputados a la Asamblea Nacional deberán continuar en el ejerci-
cio de sus funciones de acuerdo con lo establecido en el artículo 219 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, es decir, hasta el 5-01-
06, ya que, de otro modo, habría que enmendar la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela en el sentido de señalar, como el día de instalación de
la Asamblea Nacional, para un nuevo período de cinco años, el 14 de agosto,
en vista de que el actual período concluye el mismo día y el mismo mes del año
2005, conforme lo prevé el artículo 3 del Decreto sobre el Estatuto Electoral del
Poder Público, a menos que se desaplique el artículo 219 de la Constitución de
la República Bolivariana de Venezuela, lo cual sería inconstitucional y, enmen-
dador, por ende, de la norma suprema. También sería inconstitucional la reduc-
ción del mandato, según se indica en d).
Se concluye, pues, que, de acuerdo con el régimen constitucional vigente, el
período constitucional del Presidente Hugo Chávez Frías concluye el 10-01-07,
término en el cual comienza el próximo período presidencial, conforme lo dispo-
ne el artículo 231 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela;
asimismo, el período constitucional por el cual fueron electos los actuales di-
putados a la Asamblea Nacional concluye el 5-01-06, conforme lo consagra el
artículo 219 eiusdem.
VII
DECISIÓN
Por las razones que anteceden, este Tribunal Supremo de Justicia, en Sala
Constitucional, administrando justicia en nombre de la República y por autori-
dad de la ley, declara RESUELTO el recurso de interpretación interpuesto por
el ciudadano Willian Lara, en su carácter de Presidente de la ASAMBLEA NA-
CIONAL, según consta en el Acta de la Sesión de Instalación de dicho orga-
260 SENTENCIA 759 DEL 16 DE MAYO DE 2001
nismo, realizada el día 14 de agosto de 2000, actuando de conformidad con lo
establecido en los numerales 1 y 14 del artículo 30 del Reglamento Interior y de
Debates de la Asamblea Nacional, publicado en la Gaceta Oficial N° 37.034 de
12-09-00, asistido por el abogado Roberto Hernández, respecto al inicio y fina-
lización de los períodos en que deberán ejercer sus funciones tanto el Presi-
dente de la República Bolivariana de Venezuela como los diputados a la
Asamblea Nacional.
Publíquese, regístrese y archívese.
Dada, firmada y sellada en el Salón de Despacho de la Sala Constitucional del
Tribunal Supremo de Justicia, en Caracas a los 16 días del mes de Mayo del año
dos mil uno. Años: 191º de la Independencia y 142º de la Federación.
JMDO/ns.
EXP. N° 01-0401
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 261
Tema: Tribunal competente respecto de amparos contra actos adminis-
trativos cuya impugnación a través del recurso jerárquico produjo el
denominado silencio administrativo.
Mediante sentencia del 1º de agosto de 1997, la Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo se declaró incompetente para conocer de
dicha causa, y ordenó la remisión del expediente a la Sala Político Ad-
ministrativa de la entonces Corte Suprema de Justicia. Su supuesta in-
competencia la fundó en que, al haber ejercido el accionante un recurso
jerárquico contra el acto de destitución ante el Ministro de Relaciones
Interiores y al no haber obtenido respuesta de este último, se entiende
denegado dicho recurso, y visto que de los actos, actuaciones u omisio-
nes de los Ministros conoce la Sala Constitucional, según lo establece el
artículo 8 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
262 SENTENCIA 950 DEL 1º DE JUNIO DE 2001
Constitucionales, la misma resultaría en definitiva, a juicio de esa Corte,
la competente para tramitar el amparo incoado.
La Sala estimó que la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo
confundió las reglas procesales contencioso administrativas con las cons-
titucionales, ya que el silencio administrativo es una presunción que opera
a favor de la impugnación del acto recurrido ante los tribunales conten-
cioso administrativos, por lo que sus efectos no pueden trasladarse al
ámbito procesal constitucional. En definitiva, la Sala estimó que la Cor-
te Primera debió seguir el procedimiento del Título IV de la Ley Orgá-
nica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, es decir,
declararse competente, sin atender al efecto denegatorio del silencio
administrativo, pues, el amparo incoado exigía, por razones de la juris-
dicción instada, el trámite amparador solicitado por el accionante.
Referencias: Silencio administrativo. Amparo administrativo. Amparo
contra altas autoridades.
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 263
SALA CONSTITUCIONAL
Recibido el expediente de la causa el 3 de julio de 1997, se dio cuenta en la
señalada Corte Primera, designándose como ponente a la Magistrada Ana Elvi-
ra Araujo.
Mediante sentencia de fecha 1º de agosto de 1997, la Corte Primera de lo Con-
tencioso Administrativo se declaró incompetente para conocer de la presente
causa, y ordenó la remisión del expediente a la Sala Político-Administrativa de
la entonces Corte Suprema de Justicia, a los fines de que se pronunciara sobre
la competencia para conocer de la causa.
264 SENTENCIA 950 DEL 1º DE JUNIO DE 2001
El 1º de abril de 1998, fue recibido el expediente en la referida Sala Político-
Administrativa, designándose como ponente a la Magistrada Hildegard Ron-
dón de Sansó, a los fines de que decidiera sobre la declinatoria de competencia.
El 25 de junio de 1998, fue reasignada la ponencia al Magistrado Alfredo Du-
charne Alonso, en razón de no haberse podido lograr la mayoría requerida para
la aprobación de la ponencia presentada por la Magistrada Hildegard Rondón
de Sansó.
En virtud de la jubilación del magistrado Alfredo Ducharne Alonso, en fecha 20
de julio de 1999, fue reasignada la ponencia al Magistrado Héctor Paradisi León.
El 15 de marzo de 2000, se designó Ponente al Magistrado Carlos Escarrá Mala-
vé, quien tomó posesión del cargo como integrante de la Sala-Político Admi-
nistrativa del Tribunal Supremo de Justicia, a raíz del cambio en la estructura y
denominación de este Máximo Tribunal, consagrado en la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela.
Mediante sentencia de fecha 31 de octubre de 2000, la Sala Político-Adminis-
trativa del Tribunal Supremo de Justicia, no aceptó la competencia que le fuera
declinada por la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, para conocer
de la acción de amparo constitucional y ordenó remitir el expediente a esta Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia.
El 6 de noviembre de 2000, fue recibido el expediente en la Sala Constitucional,
se dio cuenta y fue designado como ponente el Magistrado JOSÉ MANUEL
DELGADO OCANDO, quien con tal carácter suscribe el fallo.
El 27 de abril del año 2001 se admitió la presente acción y, en consecuencia, fue
ordenada la notificación del Ministro de Relaciones Interiores (hoy Ministro
del Interior y Justicia) y la notificación del Ministerio Público, acerca de la
apertura del presente procedimiento, a fin de cumplir con lo dispuesto por el
artículo 15 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitu-
cionales. Igualmente se ordenó a la Secretaría de la Sala que, una vez notifica-
dos los funcionarios públicos antes mencionados, fijara la audiencia oral y
pública dentro de las noventa y seis horas siguientes a la última notificación.
Se constituyó la Sala Constitucional en el Salón de Audiencias, el 28 de mayo
de 2001, siendo las doce horas treinta minutos del medio día (12:30 p.m.), a los
fines de que tenga lugar la audiencia Constitucional en la acción de amparo
constitucional interpuesta por el ciudadano Eulice Rafael Guerra, asistido por
el abogado Manuel Jesús Domínguez, contra la supuesta omisión de pronun-
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 265
ciamiento del ciudadano Ministro de Relaciones Interiores (hoy Ministerio del
Interior y Justicia). Se dio apertura al acto y se dejó constancia de la presencia
del accionante, ciudadano Eulice Rafael Guerra, asistido por el abogado Ma-
nuel Jesús Domínguez. Así mismo, se dejó constancia de la presencia del abo-
gado Néstor Angola, apoderado judicial del ciudadano Ministro del Interior y
Justicia, accionado. Por último, se dejó constancia de la ausencia de la repre-
sentación del Ministerio Público.
Se le concedió el derecho de palabra al abogado Manuel Jesús Domínguez, en
representación del accionante, pero éste se la cedió a su representado. Luego, se
le concedió la palabra al abogado Néstor Angola, en representación del acciona-
do. Las partes asistentes, al finalizar sus respectivas exposiciones, consignaron
escritos, los cuales se ordenaron agregar al expediente. Finalmente, el abogado
Manuel Jesús Domínguez, en representación del accionante, ejerció el derecho a
réplica, y el apoderado judicial del accionado, ejerció el derecho a contra réplica.
Los ciudadanos Magistrados no formularon preguntas a las partes. En este esta-
do la Sala se retiró a deliberar. Finalizada la deliberación, el Magistrado que
presidió la sesión leyó la decisión, la cual es del siguiente tenor:
1. Mediante escrito presentado en fecha 2 de julio de 1997, el ciudadano Eulice
Rafael Guerra, asistido por el abogado Manuel De Jesús Domínguez, interpuso
acción de amparo constitucional ante la Corte Primera de lo Contencioso Admi-
nistrativo, contra el acto emanado del Director General Sectorial de los Servi-
cios de Inteligencia y Prevención (DISIP) del Ministerio de Relaciones Interiores
(hoy Ministerio de Relaciones Interiores y Justicia), mediante el cual lo destitu-
yó del cargo que desempeñaba en la Institución como Inspector, adscrito a la
Brigada de Protección a Instituciones y a Personalidades.
2. Señaló el accionante en el escrito contentivo del amparo constitucional que
“en fecha 10 de Diciembre de 1996, encontrándose de servicio en la residen-
cia del Subdirector, Comisario General Luis Miguel González, previo cono-
cimiento del Inspector-Jefe, Carlos Figueroa, jefe de escolta”, se dirigió al
trabajo de su esposa.
3. Adujo que al regresar fue abordado por el Inspector Jefe, Carlos Figueroa,
quien le informó que lo iban a despedir y que se presentó en la misma fecha una
comisión de “guardia de dirección”, e informó que “por orden del Subdirec-
266 SENTENCIA 950 DEL 1º DE JUNIO DE 2001
tor estaba arrestado”, habiendo sido trasladado a la sede de la Institución,
donde quedó bajo arresto en la Sala disciplinaria.
4. Que en fecha 26 de diciembre de 1996, recibió oficio signado con el número
3.530 emanado de la Dirección de Personal, donde se le notificó la medida de
destitución por falta grave, tal como “avanzado estado de ebriedad”.
5. Agregó el accionante que en el proceso de destitución se le violó su derecho
a la defensa como funcionario público, en virtud de que “nunca se le levantó
ningún expediente, como ordena la Ley, nunca se probaron las falsas causa-
les de mi destitución”.
6. Denunció que el acto de su destitución fue intempestivo, por tanto, se vul-
neró el artículo 68 de la Constitución de la República de Venezuela publicada en
la Gaceta Oficial Nº 662 Extraordinario de 23 de Enero de 1961, referido al dere-
cho a la defensa y la garantía del debido proceso, en virtud de no haberse
realizado ningún procedimiento, además de la violación de los artículos 59, 84,
88 y 122 eiusdem.
7. Consta asimismo en autos, que el accionante interpuso recurso de reconsi-
deración ante el Director General Sectorial de los Servicios de Inteligencia y
Prevención (DISIP), del entonces Ministerio de Relaciones Interiores, así
como también interpuso recurso jerárquico ante el mencionado Ministro de
adscripción.
II
Mediante sentencia de fecha 1° de agosto de 1997, el prenombrado órgano
jurisdiccional, al declararse incompetente para conocer de la presente acción
de amparo, señaló:
(...) Del examen de los recaudos acompañados por el accionante pue-
de evidenciarse que al folio 9 consta copia del recurso de reconside-
ración ejercido por el ciudadano EULICE RAFAEL GUERRA y que
asimismo al folio 10 consta copia del escrito que contiene el recurso
jerárquico ejercido ante el Ministro de Relaciones Interiores, ambos
sin respuesta alguna.
El ejercicio del recurso jerárquico en los términos señalados por el
actor, hace nacer en el jerarca la obligación de responder dentro del
lapso previsto en la Ley. En todo caso, de no producirse un acto expre-
so del Alto Funcionario, el recurrente podría accionar con vista al
silencio administrativo, por el efecto tácito denegatorio y el tribunal
competente para conocer el recurso que contra el mismo se interpusie-
re, a juicio de esta Corte, es la Sala Político Administrativa de la Corte
Suprema de Justicia, tal como se infiere de lo dispuesto en los artículos
134 y 42, numeral 10, de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justi-
cia, en concordancia con el artículo 43 ejusdem, donde se establece
que corresponde a la precitada Sala, declarar la nulidad cuando sea
procedente por razones de inconstitucionalidad o de ilegalidad de los
actos administrativos individuales del Poder Nacional, es decir, el Pre-
sidente de la República, los Ministros y los jefes de las Oficinas Cen-
trales de la Presidencia de la República. Así se decide.
III
Mediante sentencia de fecha 31 de octubre de 2000, la Sala Político-Adminis-
trativa del Tribunal Supremo de Justicia, al declarar que no aceptaba la compe-
tencia para conocer de la presente acción de amparo, señaló:
268 SENTENCIA 950 DEL 1º DE JUNIO DE 2001
(...) En este sentido, la vigente Constitución establece en su artículo
266 que la jurisdicción constitucional será ejercida por la Sala Cons-
titucional, y, por tanto, a ella corresponde no solamente la interpreta-
ción del texto constitucional, sino la fijación de criterios uniformes
que permitan la orientación de las instituciones y procedimientos
afines con la materia cuyo conocimiento le ha sido atribuido.
(omissis)
En consecuencia, visto que en el presente caso operó la presunción
del silencio administrativo negativo por parte del Ministro de Rela-
ciones Interiores (hoy Ministro del Interior y Justicia), confirmando
así el acto administrativo emanado de la Dirección General Sectorial
de los Servicios de Inteligencia y Prevención (DISIP), mediante el
cual se le destituyó del cargo que desempeñaba como Inspector
adscrito a la Brigada de Protección a Instituciones y Personalidades,
es razón por la que con fundamento en lo antes expuesto, esta Sala
Político Administrativa no acepta la competencia declinada por la
Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, por corresponder a
la Sala Constitucional de este Tribunal Supremo de Justicia conocer
del presente caso y, así se decide.
IV
DE LA COMPETENCIA
Debe previamente esta Sala determinar su competencia para conocer de la pre-
sente acción de Amparo Constitucional y, a tal efecto, observa:
En el presente caso, la acción de amparo fue interpuesta por el ciudadano
Eulice Rafael Guerra, contra el acto dictado por la Dirección Sectorial de los
Servicios de Inteligencia y Prevención (DISIP), del Ministerio de Relaciones
Interiores (hoy Ministerio del Interior y Justicia), mediante el cual fue destitui-
do del cargo que ejercía como Inspector adscrito a la Brigada de Protección a
Instituciones y a Personalidades.
Ahora bien, como ha venido señalándolo esta Sala, la Constitución de la Repú-
blica Bolivariana de Venezuela consagra en su Título III los derechos y garan-
tías constitucionales de los cuales goza toda persona, destacando entre sus
disposiciones generales la norma fundamental prevista en el artículo 27, que
determina el derecho de toda persona a ser amparada por los tribunales en el
goce y ejercicio de las potestades que le reconoce la Carta Magna, aun de
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 269
aquéllas inherentes a la naturaleza humana que no figuren expresamente en la
Carta Magna, ni en los instrumentos internacionales sobre derechos humanos;
y es por tal razón que se ha establecido la acción de amparo constitucional, que
otorga a la autoridad judicial competente la potestad para restablecer inmedia-
tamente la situación jurídica infringida, extinguiendo el acto que lesione la
esfera jurídica del sujeto agraviado.
Igualmente ha precisado este Máximo Tribunal, por lo que respecta al señala-
miento de la distribución de las competencias entre los tribunales de la Repú-
blica, que el constituyente dejó dicha función al legislador, correspondiéndole
a este último distribuir entre los distintos órganos las potestades inherentes al
ejercicio del poder jurisdiccional. En tal sentido, y como quiera que, a excep-
ción de la Constitución de 1961, el resto del ordenamiento jurídico mantiene su
vigencia en todo lo que no contradiga a la nueva Carta Magna, la Ley Orgánica
de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, constituye el instru-
mento que determina las pautas para establecer la competencia de los diferen-
tes tribunales en esta materia, señalando en su artículo 7 que: “son
competentes para conocer de la acción de amparo, los tribunales de Primera
Instancia que lo sean en la materia afín con la naturaleza del derecho o
garantías constitucionales violados o amenazados de violación, en la juris-
dicción correspondiente al lugar donde ocurrieren el hecho, acto u omisión
que motivaren la solicitud de amparo”.
Es de hacer notar que la disposición antes mencionada está referida a la nece-
saria afinidad o identidad que debe existir entre la materia que está atribuida a
los jueces y los derechos y garantías denunciados como violados. Entendió,
sin duda, el legislador que son los jueces que se encuentran mejor apercibidos
por estar familiarizados con los derechos constitucionales denunciados como
lesionados, para conocer de la acción de amparo; circunstancia ésta que re-
dundaría en la eficacia y desarrollo de la institución.
Ahora bien, esta Sala al delimitar su competencia en materia de amparo consti-
tucional, a través de su sentencia de fecha 20 de enero del año 2000, caso
Emery Mata Millán, se declaró competente para conocer en primera instancia
de las acciones de amparo constitucional contra actos dictados por las altas
autoridades comprendidas en el artículo 8 de la Ley Orgánica de Amparo Sobre
Derechos y Garantías Constitucionales, el cual establece:
La Corte Suprema de Justicia conocerá, en única instancia y median-
te aplicación de los lapsos y formalidades previstos en la Ley, en la
sala de competencia afin con el derecho o garantía constitucionales
violados o amenazadas de violación, de las acciones de amparo con-
270 SENTENCIA 950 DEL 1º DE JUNIO DE 2001
En el presente caso, se somete al conocimiento de la Sala, la acción de amparo
constitucional interpuesta por el accionante, en contra del acto administrativo
Nº 3530 de fecha 20 de diciembre de 1996, dictado por la Dirección General
Sectorial de los Servicios de Inteligencia y Prevención (DISIP), autoridad so-
bre la cual se ejerció en vía administrativa, recurso jerárquico ante el Ministro
de Relaciones Interiores (hoy Ministerio del Interior y Justicia), tal como se
evidencia de los autos. Consta así mismo, que el superior jerárquico se abstuvo
de emitir pronunciamiento alguno sobre la solicitud presentada, operando el
denominado silencio administrativo negativo, consistente en una declaración
desestimatoria del recurso, que permite al recurrente instar por ante el órgano
jurisdiccional competente. En vista de tal circunstancia, cumple determinar el
órgano que debe conocer de la supuesta violación constitucional alegada por
el accionante.
En este sentido, el artículo 8 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y
Garantías Constitucionales establece una regla especial de competencia, cual
es que a este máximo tribunal le corresponde la competencia para conocer de
las demandas de tutela constitucional contra los actos, hechos u omisiones de
las máximas autoridades de los poderes públicos a nivel nacional; siendo, pues,
que los Ministros del Despacho conforman junto con el Presidente de la Repú-
blica las máximas autoridades de la Administración Pública Nacional Central,
estima esta Sala que la inactividad apuntada debe ser examinada según lo dis-
puesto en el artículo 8 de la Ley Orgánica de Amparo Sobre Derechos y Garan-
tías Constitucionales.
En consecuencia, corresponde a esta Sala Constitucional del Tribunal Supre-
mo de Justicia el conocimiento de la misma. Así se decide.
La Dirección de Personal de la Dirección General Sectorial de los Servicios de
Inteligencia y Prevención (DISIP), adscrito al Ministerio de Relaciones Interio-
res, hoy Ministerio del Interior y Justicia, por instrucciones del ciudadano
Coronel (GN) Manuel Núñez Cornieles, Director de ese organismo, mediante
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 271
comunicación N° 3539 del 20 de diciembre de 1996, destituyó al ciudadano
Eulice Rafael Guerra, quien desempeñaba el cargo de Inspector de la Brigada de
Protección a Instituciones y a Personalidades y cuyo contenido es el del tenor
siguiente:
Me dirijo a Usted, en la oportunidad de notificarle, por instrucciones
del ciudadano Director General Sectorial de los Servicios de Inteligen-
cia y Prevención, que ha sido DESTITUIDO, a partir de la presente
fecha, por encontrarse de guardia como Jefe de los Servicios, en la
residencia del ciudadano Subdirector, abandonando la misma, sin pre-
vio conocimiento de la superioridad, regresando en horas de la tarde
en avanzado estado de ebriedad; incurriendo de esta manera en la
comisión de faltas previstas y sancionadas por el Reglamento Interno,
en sus artículos 46, ordinal 4°, 52, 53, ordinales 2° y 3°; 54, ordinales 1°,
2°, 4°, 5° y 8°; 59, Ord. 2°; 60 y 62, ordinales 1°, 5°, 8° y 9°.
Asimismo se le informa sobre su derecho de apelar la medida ante el
ciudadano Director General Sectorial, en un plazo de 24 horas, una
vez recibida esta comunicación (Art. 31 del R.).
VI
Visto que la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo declinó la compe-
tencia para conocer la acción de amparo interpuesta en la Sala Político-Admi-
nistrativa, en virtud de que en autos constaba que el accionante había ejercido
el recurso jerárquico contra el acto emanado del Director General Sectorial de
los Servicios de Inteligencia y Prevención (DISIP) adscrito al entonces Minis-
terio de Relaciones Interiores, quien no se pronunció sobre el mismo, con lo
que se operó el silencio administrativo, circunstancia que la hacía incompeten-
te según lo dispuesto en los artículos 134 y 42.10 de la Ley Orgánica de la Corte
suprema de Justicia, en concordancia con el artículo 43 eiusdem;
Visto también que la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo confun-
dió la jurisdicción contencioso administrativa con la jurisdicción constitucio-
nal, en la medida en que absolvió de la instancia de la tutela constitucional, al
considerar que el silencio administrativo abría para el accionante la vía conten-
cioso administrativa conforme a las disposiciones legales citadas supra;
Visto finalmente que la decisión de la Corte Primera de lo Contencioso Admi-
nistrativo no se produjo en sede constitucional, sino en sede administrativa,
272 SENTENCIA 950 DEL 1º DE JUNIO DE 2001
pues la declinatoria de la competencia se produce como resultado de la consta-
tación por dicha Corte, del ejercicio de un recurso que no podía considerarse ni
dirimirse en dicha sede, ya que su competencia versaba, en el caso de autos,
sobre la acción de amparo indicada;
La Sala no acepta la competencia en el caso de autos por las razones siguientes:
Se trata de una acción de amparo contra un acto administrativo de efectos
particulares emanado de la Dirección General Sectorial de los Servicios de Inte-
ligencia y Prevención (DISIP) adscrita al entonces Ministerio de Relaciones
Interiores;
La Corte Primera de lo Contencioso Administrativo es el tribunal competente
para conocer dicha acción en virtud de lo dispuesto en el artículo 185, numeral
3 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, en concordancia con los
artículos 7 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Consti-
tucionales y 5. 4° de la Ley de Carrera Administrativa.
En sede constitucional la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo ha
debido seguir el procedimiento del Título IV de la Ley Orgánica de Amparo
sobre Derechos y Garantías Constitucionales, sin atender al efecto denegato-
rio del silencio administrativo, pues, el amparo incoado, exigía, por razones de
la jurisdicción instada, el trámite amparador solicitado por el accionante;
Se deduce de lo expuesto que es la Corte Primera de lo Contencioso Adminis-
trativo la competente para conocer de la acción de amparo interpuesta, y así
se decide.
VII
DECISIÓN
Por los razonamientos antes expuestos, esta Sala Constitucional del Tribunal
Supremo de Justicia, administrando justicia en nombre de la República y por
autoridad de la Ley, se declara INCOMPETENTE para conocer de la acción de
amparo constitucional interpuesta por el ciudadano EULICE RAFAEL GUE-
RRA, asistido por el abogado Manuel Jesús Domínguez, contra el acto dictado
por el Director General Sectorial de los Servicios de Inteligencia y Prevención
(DISIP), del entonces Ministerio de Relaciones Interiores, mediante el cual fue
destituido del cargo que ejercía como Inspector, adscrito a la Brigada de Pro-
tección a Instituciones y a Personalidades, por la presunta violación de su
derecho a la defensa y a la garantía del debido proceso, consagrados en el
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 273
artículo 68 de la Constitución de 1961, en virtud de no haberse realizado ningún
procedimiento, así como la violación de los artículos 59, 84, 88 y 122 eiusdem, y
declara COMPETENTE a la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo
para el conocimiento de la misma.
Publíquese, regístrese, notifíquese y remítase el presente expediente a la men-
cionada Corte Primera. Cúmplase lo ordenado.
Dada, firmada y sellada en el Salón de Despacho de la Sala Constitucional del
Tribunal Supremo de Justicia, en Caracas, a los 01 días del mes de Junio del año
dos mil uno. Años 191º de la Independencia y 142º de la Federación.
JMDO/ns.
Exp. N° 00-2945
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 275
La Sala afirmó que los estándares para dirimir el conflicto entre los
principios y las normas deben ser compatibles con el proyecto político
de la Constitución (Estado Democrático y Social de Derecho y de Jus-
ticia) y no deben afectar la vigencia de dicho proyecto con elecciones
interpretativas ideológicas que privilegien los derechos individuales a
ultranza o que acojan la primacía del orden jurídico internacional sobre
el derecho nacional en detrimento de la soberanía del Estado.
SALA CONSTITUCIONAL
Realizado el estudio del mismo, pasa la Sala a decidir, previas las si-
guientes consideraciones:
DE LA SOLICITUD DE INTERPRETACIÓN
El artículo 58, por su parte, estaría relacionado con los artículos 108 y
143 eiusdem, referidos, el primero, a los medios de comunicación social
y formación ciudadana; y el segundo, al derecho a la información admi-
nistrativa y al acceso a los documentos oficiales.
II
DE LA COMPETENCIA
III
IV
Decir esto significa que las fuentes primarias del derecho, esto es, la
tradición de cultura y los principios jurídicos, no sólo son fuentes de
integración (lagunas de la ley) sino de interpretación, pues las fuentes
primarias, en cuanto atmósfera cultural que envuelve al sistema jurídi-
co, son el hilo conductor que hace posible la decisión correcta.
Esto quiere decir, por tanto, que no puede ponerse un sistema de princi-
pios, supuestamente absoluto y suprahistórico, por encima de la Consti-
tución, ni que la interpretación de ésta llegue a contrariar la teoría política
propia que la sustenta. Desde este punto de vista habrá que negar cual-
quier teoría que postule derechos o fines absolutos y, aunque no se ex-
cluyen las antinomias intraconstitucionales entre normas y entre éstas y
los principios jurídicos (verfassungswidrige Ver- fassungsnormen) [nor-
mas constitucionales inconstitucionales] la interpretación o integración
debe hacerse ohne Naturrecht (sin derecho natural), según la tradición
de cultura viva cuyos sentido y alcance dependan del análisis concreto
e histórico de los valores compartidos por el pueblo venezolano. Parte
de la protección y garantía de la Constitución de la República Bolivaria-
na de Venezuela radica, pues, en una perspectiva política in fieri, reacia
a la vinculación ideológica con teorías que puedan limitar, so pretexto de
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 289
dispuesto por el artículo 334 eiusdem, que sólo puede dar lugar a nor-
mas individualizadas, como son, incluso, las sentencias de la Sala Cons-
titucional en materia de amparo. La diferencia entre ambos tipos de
interpretación es patente y produce consecuencias jurídicas decisivas en
el ejercicio de la jurisdicción constitucional por parte de esta Sala. Esas
consecuencias se refieren al diverso efecto de la jurisdictio y la jurisdatio
y ello porque la eficacia de la norma individualizada se limita al caso
resuelto, mientras que la norma general producida por la interpretación
abstracta vale erga omnes y constituye, como verdadera jurisdatio, una
interpretación cuasiauténtica o paraconstituyente, que profiere el conte-
nido constitucionalmente declarado por el texto fundamental.
Art. 57.- Toda persona tiene derecho a expresar libremente sus pen-
samientos, sus ideas u opiniones de viva voz, por escrito o mediante
cualquier otra forma de expresión, y de hacer uso para ello de cual-
quier medio de comunicación y difusión, sin que pueda establecerse
censura. Quien haga uso de este derecho asume plena responsabili-
dad por todo lo expresado. No se permite el anonimato, ni la propa-
ganda de guerra, ni los mensajes discriminatorios, ni los que
promuevan la intolerancia religiosa.
Artículo 18
Artículo 19
Artículo 20
VI
DECISIÓN
Por las razones expuestas y siendo que la acción incoada es una solici-
tud de interpretación de los artículos 57 y 58 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, la cual implica la afectación del
principio de técnica fundamental de la reserva legal, según lo dispuesto
en los artículos 57 y 58 eiusdem, y 13.2 y 13.5 de la Convención Ame-
ricana de Derechos Humanos o Pacto de San José (Costa Rica), y 20
del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la Sala Consti-
tucional, ratificando jurisprudencia reiterada (véase Sentencia de la Sala
Constitucional del 13 de junio de 2001, Exp. N° 01-1008), declara im-
procedente la Acción de Interpretación de Normas Constitucionales que,
en fecha 22 de junio de 2001 interpuso el ciudadano HERMANN ES-
CARRÁ, con el objeto de determinar el contenido y alcance de los
artículos 57 y 58 de la Constitución de la República Bolivariana de Ve-
nezuela. Así se decide.
JMDO/ns.
Exp. N° 01-1362.
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 297
SALA CONSTITUCIONAL
Cumplida la tramitación legal del expediente, pasa esta Sala a dictar sentencia,
previas las siguientes consideraciones:
Denunció que la Alcaldía del Municipio Girardot del Estado Aragua lesionó lo
dispuesto en el artículo 136, numeral 22 de la Constitución de 1961, por cuanto
“...la regulación de todo lo relacionado con la materia de telecomunicacio-
nes, incluida la creación de tributos, esta reservada por nuestra Constitu-
ción a la ley emitida por el Congreso de la República, entonces los únicos
tributos aplicables a los servicios de telecomunicaciones son los contenidos
en el artículo 15 de la Ley de Telecomunicaciones”. Agregó, en consecuen-
cia, que “...la pretensión de la Alcaldía del Municipio Girardot del Estado
Aragua, de querer gravar la actividad de la empresa Parabólicas Service´s
Maracay, C.A., constituye una invasión de la competencia conferida al Poder
Nacional en nuestra Constitución, de su exclusiva Potestad Tributaria, ya
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 301
que la misma sólo puede ser gravada solamente por el Poder Nacional y no
Municipal”.
II
DE LA SENTENCIA APELADA
Por último, expuso que “...una vez analizados los recaudos y hechos que con-
forman el expediente, se observa que no existen Derechos Constitucionales
vulnerados existiendo otros medios procesales que la contribuyente pudo
accionar, por tal motivo considera este Juzgador que la presente Acción de
Amparo es improcedente...”.
III
DE LA COMPETENCIA
IV
(omissis)
La norma antes transcrita ha venido siendo interpretada por esta Sala Constitu-
cional en diversos fallos. Así, en la sentencia Nº 848/2000 del 28 de julio, se
sostuvo lo siguiente:
a) Una vez que los medios judiciales ordinarios han sido agotados y
la situación jurídico constitucional no ha sido satisfecha; o
DECISIÓN
JMDO/ns.
Exp. Nº 00-1174.
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 309
AÑO 2002
310 SENTENCIA 162 DEL 1º DE FEBRERO DE 2002
AÑO 2002
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 311
SALA CONSTITUCIONAL
5º) En tal sentido expresó que se “confunde la persona que ejerció la acción
de amparo con otra que no participó en su tramitación de ninguna manera”,
por cuanto, la Corte Superior “menciona como parte ejerciente (sic) de la
acción a Juan Jiménez Guerra, y no a Belquis Beatriz Elorza, en su condición
de titular de la acción y los derechos deducidos con el ejercicio de la misma”.
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 315
7º) Agregó que interpuso la presente solicitud por cuanto “[l]a sentencia
nacida del juicio entre Inmuebles Ayorta, C.A. y Armando Greco, no puede
ejecutarse contra mí (aquí accionante), ni contra ninguna otra persona que
no hubiere participado en ese proceso como actor o como demandado, al no
haber resultado condenada, al no aparecer mencionados en el contenido de
ese fallo (...) falta de mención ésta que la ley sanciona con la nulidad del
fallo” (negrillas de la accionante).
9º) Alegó que otro ejemplo de la confusión en que incurrió el Tribunal Superior,
fue cuando determinó que la quejosa era quien había recurrido contra la deci-
sión de primera instancia, lo cual resulta erróneo, pues, al haber resultado
beneficiada totalmente con dicho pronunciamiento, no tenía motivos para re-
currir, y quienes ejercieron el recurso fueron los apoderados judiciales de In-
muebles Ayorta, C.A., dado que se les prohibió ejecutar la sentencia de
resolución de contrato de arrendamiento que les había sido acordada. Expuso
igualmente que “[e]l contenido del fallo, no por revocatorio, en cuanto cual-
quier Juez puede disentir del criterio sentado por otro de cualquier instan-
cia, desde su inicio contiene elementos de juicio que al ser valorados por esta
(esa) Sala Constitucional, serán determinantes, para catalogarla de nula”.
10º) Asimismo expresó que la declaratoria con lugar pronunciada por la Sala
de Juicio Nº 2 garantizó el debido proceso y el derecho a la defensa e igual-
mente le dio “vigencia al interés superior del niño frente al de la agraviante
Inmuebles Ayorta, C.A., al coincidir ambos en la tramitación de la acción
de amparo, con sus respectivas posiciones debió prevalecer el del menor,
con lo cual se le dio aplicación al artículo 8, parágrafo segundo de la Ley
316 SENTENCIA 162 DEL 1º DE FEBRERO DE 2002
Orgánica para la Protección del Niño y del Adolescente (...), al dejar sen-
tado que las sentencias sólo pueden surtir efectos entre las partes del actor
y el demandado”.
11º) Adujo que la Corte Superior al haber revocado la decisión que le concedía la
razón, instituyó “la condena, sin la existencia de un proceso previo, sin garan-
tizarle a la persona el acceso a la justicia y el debido proceso (...), vicios
contenidos en la sentencia de la Corte de Apelaciones (sic) que es objeto del
ejercicio de este recurso amparo constitucional contra sentencia”.
12º) Que la relación entre Belquis Beatriz Elorza Moreno y Juan José Jiménez
Guerra, es una relación “de dos personas naturales diferentes, con derechos
privativos de cada uno de ellos en relación con la acción y su tramitación.
Por mucha que fuere la comunidad entre marido y mujer, ella no permite
considerarles, como lo ha hecho la Corte de Apelaciones (sic), como una
misma persona (...), los derechos privativos de la una no pueden transferirse
al otro, como tampoco el uno sustituir a la otra en el ejercicio de las acciones
no ejercidas por él, más si se toma en cuenta que sólo pueden presentarse en
juicio como actores, sin poder (...) el heredero por su coheredero en las cau-
sas relativas a la herencia y no estamos en presencia de semejante hipótesis
(...), debió tener presente la Corte de Apelaciones (sic), que no se puede
hacer valer en juicio en nombre propio, un derecho ajeno”.
II
DE LA COMPETENCIA
La acción ha sido ejercida contra la decisión dictada por la Corte Superior del
Tribunal de Protección del Niño y del Adolescente de la Circunscripción Judi-
cial del Área Metropolitana de Caracas y Nacional de Adopción Internacional,
el 17 de julio de 2001, mediante la cual se resolvió con lugar la apelación ejerci-
da “por la agraviante Inmuebles Ayorta, C.A.”, contra el fallo de primera ins-
tancia que, a su vez, había declarado con lugar la acción de amparo constitucional
propuesta por la aquí accionante.
III
DE LA ADMISIBILIDAD
Ahora bien, es claro que en el presente caso se plantea una acción de amparo
contra una sentencia dictada en otro procedimiento de amparo, ya que ha sido
interpuesta una solicitud de tutela constitucional contra el fallo pronunciado
por la Corte Superior del Tribunal de Protección del Niño y del Adolescente de
la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas y Nacional de
Adopción Internacional, el 17 de julio de 2001, quien, conociendo en segunda
instancia de una acción de amparo, declaró con lugar la apelación ejercida
contra la sentencia dictada en primera instancia por la Sala de Juicio Nº 2 del
referido Tribunal el 8 de mayo de 2001, con lo cual se desfavoreció a la solici-
tante del primer amparo que es la misma del presente.
IV
Examinadas como han sido las alegaciones traídas por la ciudadana Belquis
Beatriz Elorza Moreno, contra la decisión de la Corte Superior del Tribunal de
Protección del Niño y del Adolescente de la Circunscripción Judicial del Área
Metropolitana de Caracas y Nacional de Adopción Internacional del 17 de julio
de 2001, esta Sala Constitucional, luego de contrastar las mismas con el régi-
men jurídico que informa la acción de amparo constitucional y los derechos
fundamentales, advierte que la pretensión originaria formulada se instauró ante
un Tribunal de Protección del Niño y del Adolescente, sobre la base de una
supuesta lesión a los derechos fundamentales del menor hijo de la solicitante.
Tal y como fue expresado en el capítulo anterior, la acción de amparo puede ser
ejercida no sólo por las partes directamente intervinientes en un juicio, sino
también por un particular ajeno al mismo, como sucede en el caso bajo análisis,
por cuanto la ciudadana Belquis Beatriz Elorza Moreno, aquí accionante, y su
menor hijo, a nombre de quien ésta ejerció la primera acción de amparo, no eran
parte en el mencionado proceso judicial.
Por lo dicho, se hace necesario reflexionar acerca de la tendencia, cada vez más
frecuente dentro del foro, de instar protección constitucional ante organismos
judiciales con capacidad de protección del niño y del adolescente por presun-
tas violaciones ocasionadas por un fallo jurisdiccional civil o bien penal ordi-
nario o de otra materia distinta a la aludida competencia especial.
320 SENTENCIA 162 DEL 1º DE FEBRERO DE 2002
En tal sentido, la Ley Orgánica para la Protección del Niño y del Adolescente
prescribe, en su artículo 177, la competencia de la Sala de Juicio del Tribunal de
Protección del Niño y del Adolescente –ante quien se instauró el amparo origi-
nario–, para conocer de los asuntos de familia, patrimoniales y del trabajo, de
los Provenientes de los Consejos de Protección o de los Consejos de Derechos
y de manera más general de “otros asuntos”, y establece, en el parágrafo quin-
to, para culminar su enunciado, la competencia de dicha Sala para conocer de la
“acción de protección contra hechos, actos u omisiones de particulares, ór-
ganos e instituciones públicas o privadas que amenacen o violen derechos
colectivos o difusos de los niños y adolescentes”; no obstante, en ningún
caso, prevé una competencia distinta de la prescrita por la Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, que, en su artículo 4,
determina que el amparo contra sentencias debe interponerse por ante el Tribu-
nal Superior que emitió el pronunciamiento, quien decidirá en forma breve,
sumaria y efectiva.
La Sala debe aclarar que la jurisdicción especial del Tribunal de Protección del
Niño y del Adolescente tiene por objeto “garantizar a todos los niños y ado-
lescentes, que se encuentren en el territorio nacional, el ejercicio y el disfrute
pleno y efectivo de sus derechos y garantías, a través de la protección inte-
gral que el Estado, la sociedad y la familia deben brindarles desde el momen-
to de su concepción”, de conformidad con el artículo 1° de la Ley Orgánica
para la Protección del Niño y del Adolescente; pero el carácter tuitivo de ésta
no puede establecer, en forma absoluta, un fuero jurisdiccional atrayente que
disloque el régimen competencial de la jurisdicción ordinaria o de la jurisdic-
ción constitucional, pues esto distorsionaría la salvaguarda que garantiza la
mencionada Ley y falsearía, en forma contraria a la seguridad jurídica y a las
normas mismas de la jurisdicción especial del menor, la potestad para conocer
y decidir asuntos cuya competencia no corresponde, específicamente, a la tu-
tela para la que se estableció dicha jurisdicción especial, conforme lo disponen
los artículos 177 y 453 eiusdem.
Tal criterio ha sido expuesto por esta Sala en sentencia del 12 de septiembre de
2001, expediente N° 00-3000, en los siguientes términos:
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 321
(omissis)
DECISIÓN
Por las razones que anteceden, este Tribunal Supremo de Justicia, en Sala
Constitucional, administrando justicia en nombre de la República y por autori-
dad de la ley, declara ANULADO todo el procedimiento de amparo que se llevó
a cabo ante el Tribunal de Protección del Niño y del Adolescente en sus dos
instancias, lo que trae como consecuencia la inexistencia jurídica del pronun-
ciamiento contra el cual se ha instaurado la nueva pretensión constitucional y
por ende la ausencia de objeto procesal de la misma.
JMDO/ns
Exp. Nº 01-1703
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 325
de Interino del Municipio Antolín del Campo del Estado Nueva Esparta,
hasta tanto se efectuara el referéndum correspondiente.
SALA CONSTITUCIONAL
FUNDAMENTOS DE LA SOLICITUD
II
COMPETENCIA DE LA SALA
Sobre la labor revisora de las sentencias que el numeral 10 del artículo 336 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela atribuye a esta Sala
Constitucional, en sentencia del 20 de enero de 2000, caso: Emery Mata Mi-
llán, se estableció:
III
IV
Del análisis del fallo objeto de revisión, esta Sala advierte que la Sala Politi-
coadministrativa se consideró competente para conocer del “conflicto de au-
toridades” planteado por el Alcalde Interino del Municipio Antolín del Campo
del estado Nueva Esparta, con fundamento en el artículo 166 de la Ley Orgáni-
ca de Régimen Municipal, en concordancia con el numeral 34 del artículo 42 de
la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia.
La Sala debe considerar, en relación con el asunto planteado, que la Sala Polí-
tico Administrativa de la entonces Corte Suprema de Justicia, en sentencia del
24.05.95, terminó por sostener que “es necesario e indispensable que se trate
de una controversia atinente a las funciones, atribuciones y gestiones que
cumplen los diferentes funcionarios de la entidad, esto es, una controversia
relativa a la competencia de ellos y respecto de la cual se disputa o contien-
de acerca de quién es el encargado de cumplirla o llevarla a cabo. Se trata
de dirimir el enfrentamiento en virtud del cual dos o más funcionarios preten-
den que a ellos les corresponda ejercer o cumplir determinada actividad
funcionarial...”; y que las controversias entre las autoridades, entendidas en
los términos que anteceden, se producen mediante el desconocimiento de la
legitimidad de una autoridad por otra” (vid. decisión de la Sala de fecha 30 de
noviembre de 1989; caso: Caría Marchel). Debe considerar, también, el voto
disidente del mismo fallo en el que se hace una distinción conforme a la cual el
conflicto de autoridades municipales, es propiamente “un problema de deter-
minación de legitimidad, en este caso, de alguno de los dos ciudadanos que
se afirman Alcaldes, y no un conflicto de autoridades, ya que sólo uno de
ambos sería legítima autoridad en el orden local”; por lo que afirmó “que sí
sería un conflicto de autoridades la disputa entre un Alcalde en funciones y
el Concejo Municipal”. (Obiter dictum, por lo demás, el control político del
Concejo Municipal previsto en el artículo 69 de la Ley Orgánica de Régimen
Municipal produce una disputa de este orden, pero en el caso sub iúdice no se
ha planteado tal conflicto y la Sala, por tanto, se abstiene de considerarlo). La
Sala comparte lo decidido por la sentencia citada y no la interpretación del voto
disidente, pues la determinación de la legitimidad de la investidura cuestiona-
da, en el conflicto suscitado entre autoridades que se atribuyen la misma digni-
dad, supone la controversia entre dichas autoridades, sin la que la determinación
de la legitimidad de la investidura sería lógicamente imposible. Es obvio que tal
determinación zanja la controversia y que, sólo ex post facto, puede decirse
que el conflicto era aparente, siendo que, por supuesto, como lo anota el voto
salvado únicamente “uno de ambos sería legítima autoridad, en el orden
local”. Resulta claro, por tanto, que la determinación de la legitimidad de la
investidura supone el conflicto de quienes afirman su dignidad, y que tal deter-
minación no es un problema distinto del de la controversia entre ellos. Aparte
esto, e independientemente de que el problema sea “de determinación de la
legitimidad” o de “conflicto de autoridades”, lo decisivo es que para resolver
el problema es necesario hacer una exégesis de la Constitución, a fin de deter-
minar “cuál de los órganos en conflicto tiene atribuida una función y cuál
estaría eventualmente usurpando funciones de otros entes”, para cuya deci-
sión se ha otorgado competencia a la Sala Constitucional (cf. Allan R. Brewer-
Carías, El Sistema de Justicia Constitucional en la Constitución de 1999, Caracas,
Editorial Jurídica Venezolana, 2000, pp. 109 y 110). No siendo, pues, el caso de
332 SENTENCIA 579 DEL 22 DE MARZO DE 2002
autos una controversia administrativa de las que prevé el artículo 266.4. eiusdem,
y siendo el artículo 166 de la Ley Orgánica de Régimen Municipal preconstitucio-
nal, la Sala considera que la competencia de la Sala Político Administrativa pres-
crita por dicho artículo ha sido derogada por los artículos 266.4. y 336.9. de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, y así se decide.
Sin embargo, la Sala considera, por lo demás, que el control político previsto
por el artículo 69 de la Ley Orgánica de Régimen Municipal debe cumplirse,
cuando se considere la aprobación o no de la Memoria y Cuenta del Alcalde, en
los términos exigidos por la ley, a fin de hacer efectiva su responsabilidad civil,
administrativa o penal si a ello hubiere lugar.
DECISIÓN
Por las razones antes expuestas, esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo
de Justicia, administrando justicia en nombre de la República por autoridad de
la Ley, declara que HA LUGAR a la solicitud de revisión presentada por los
abogados Braulio Jatar y Miguel Toro, actuando con el carácter de apoderados
judiciales del ciudadano RAFAEL SALAZAR SERRANO, y, en consecuencia,
ANULA la sentencia Nº 73 dictada el 23 de enero de 2002, por la Sala Politicoad-
ministrativa de este Tribunal Supremo de Justicia.
JMDO/ns.
Referencias: Avocamiento.
336 SENTENCIA 806 DEL 24 DE ABRIL DE 2002
SALA CONSTITUCIONAL
Con base en los elementos que cursan en autos, siendo la oportunidad proce-
sal para ello, se pasa a decidir sobre admisibilidad de la acción en los términos
siguientes:
338 SENTENCIA 806 DEL 24 DE ABRIL DE 2002
1.- Los solicitantes afirman que el Sindicato que representan introdujo acción
de amparo constitucional por ante el Juzgado Segundo de Primera Instancia en
lo Civil, Mercantil, Agrario, del Tránsito, del Trabajo y de Estabilidad Laboral
de la Circunscripción Judicial del estado Trujillo, en representación de varios
de sus integrantes, contra la Corporación de Cemento Andino, C.A., porque la
misma había procedido de modo unilateral y arbitrario a variar la base de cálcu-
lo de los beneficios de utilidades y bonificación de fin de año de los referidos
trabajadores.
2.- Que el tribunal de la causa admitió la acción y, por vía cautelar, ordenó a la
mencionada Corporación efectuar el cálculo de dichos beneficios con base en
el salario promedio devengado por cada trabajador en el mes de octubre del
año 2000 y pagarles tales beneficios en un lapso de tres días continuos, conta-
dos a partir de la fecha de ejecución de la medida.
II
DE LA COMPETENCIA
1.- En este sentido, la Sala advierte que la potestad de avocamiento a nivel del
máximo tribunal de la República, esto es, aquella conforme a la cual éste atrae
para sí el conocimiento y decisión de un juicio que cursa ante otro tribunal de
inferior jerarquía fue atribuida por la Ley Orgánica de la Corte Suprema de
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 339
(...)
29. Solicitar algún expediente que curse ante otro tribunal, y avocar-
se al conocimiento del asunto, cuando lo juzgue pertinente.
Esta Sala Constitucional, no obstante la claridad y laconismo con que fue re-
dactado el precepto, objeta el monopolio que se desprende de la lectura con-
junta de ambos artículos, en lo que respecta a que el trámite de las solicitudes
de avocamiento sea una facultad exclusiva y excluyente de Sala Político Admi-
nistrativa. Es decir, y sobre ello ahondará seguidamente, esta Sala es del pare-
cer que tal potestad es inconsistente desde el punto de vista constitucional, y
que la misma corresponde, en un sentido contrario a como lo trata dicho dispo-
sitivo, a todas las Salas del Tribunal Supremo de Justicia, según que el juicio
curse en un tribunal de instancia de inferior jerarquía a la Sala que en definitiva
decida examinar la petición (aquí el vocablo inferior se entiende en sentido
amplio, ya que algunas de estas Salas no son propiamente alzada de dichos
tribunales; tal sucede con las de casación).
De allí que a las normas de rango legal no les sea dado innovar en lo que tiene
de esencial el aludido artículo 262, es decir, en lo relativo a los aludidos crite-
rios sustancial y de conveniencia, en ese orden. Ello justifica, lógicamente, que
las facultades excepcionales (en cuanto atribuidas con carácter exclusivo a
alguna de las Salas, con fundamento en criterios de conveniencia), estén (y
deban estar) expresamente señaladas en la Constitución; así, la facultad del
Tribunal Supremo de Justicia en Sala Plena de declarar si hay mérito o no para
el enjuiciamiento del Presidente de la República o de quien haga sus veces y,
en caso afirmativo, continuar conociendo previa autorización del órgano legis-
lativo nacional, señalada en el artículo 266.2. de la Constitución vigente (asun-
to que prima facie podría corresponder a la Sala Constitucional o a la Sala de
Casación Penal), atribuida, por razones también de conveniencia, en Italia, al
Tribunal Constitucional –Art. 134 Constitución–; en Alemania, al Tribunal
Constitucional Federal –Art. 61 Ley Fundamental–; en Francia, al Tribunal Su-
premo de Justicia (aun cuando existe un Consejo Constitucional) –Art. 68 Ley
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 341
Tal preocupación se palpa en el uso constante de dicha Sala hizo del argumen-
to conforme al cual el avocamiento resultaba una grave restricción de ciertas
garantías procesales constitucionales, tales como: el derecho a la defensa, al
debido proceso y, fundamentalmente, al juez natural, y todo ello, a despecho de
que tal norma no contenía excepción alguna.
Así, en la sentencia de 10-08-89, caso: Wolmer Pinilla y otro, dicha Sala, tras
considerar que la materia subyacente tras el caso distaba de ser de aquéllas
para las cuales tenía competencia natural contencioso administrativa, decidió
que avocarse al mismo “...implicaría no sólo privación del debido proceso,
sino aun –en esta forma– del juez natural que corresponda, aun cuenta habi-
da del carácter extraordinario de la figura de la avocación; ambas garantías
también de rango constitucional (artículos 68 y 69), y protectoras asimismo
de los derechos humanos”. Esta decisión, aunque no lo manifestara expresa-
mente, constituía en toda regla una desaplicación (control difuso) tácita de la
norma contenida en el artículo 43 comentado, en atención a la superioridad de
los derechos fundamentales.
Otro fallo que enfatizó este aspecto, fue el dictado el 30-07-92, según el cual el
avocamiento , “...aunque no altera radicalmente la competencia ratione ma-
teriae de los tribunales, constituye sin duda una variación de la competencia
por grado y, en este sentido, lo más resaltante resulta ser, la inaplicabilidad
342 SENTENCIA 806 DEL 24 DE ABRIL DE 2002
2.- Ahora bien, visto que la declaratoria de competencia de la Sala para exami-
nar la presente solicitud de avocamiento, pasa por declarar la constitucionali-
dad o no de la norma contenida en el artículo 43 de la Ley Orgánica de la Corte
Suprema de Justicia en lo que de ella hay relación con el artículo 42.29. eius-
dem, cabe la pregunta de si tal declaratoria puede ser realizada en un caso
donde no ha sido planteada.
Dicha técnica fue consagrada por primera vez en el artículo 140 de la Constitu-
ción austríaca de 1920. Actualmente, la prescriben la Constitución del mencio-
nado Estado (artículos 139.1 y 140); la Ley del Tribunal Constitucional Federal
alemán (artículos 67 y 95) –recurso indirecto o encubierto–; la Ley Orgánica del
Tribunal Constitucional español (artículos 55.2 y 67) –cuestión previa de ca-
rácter constitucional o incidente de constitucionalidad– y la ha desarrollado
jurisprudencialmente la Corte Constitucional italiana a partir del auto N° 22, del
09-04-60 –Corte giudice a quo o autorimessione.
para declarar la nulidad de dicha norma por colidir con la Constitución, esto es,
la invalide, no sólo a sus propios efectos, sino también para el resto de los
tribunales, órganos del Estado y particulares. De este modo se mantiene la
unidad del ordenamiento constitucional y se evita la contradicción que resulta
de la coexistencia de una norma inconstitucional (declarada así para un caso
concreto), pero vigente para el resto de los operadores judiciales a falta de una
expresa declaratoria de nulidad. Así se establece nuevamente.
Que dicha norma resulta inconstitucional y, por lo tanto nula, desde la publi-
cación del presente fallo en la Gaceta Oficial de la República Bolivariana de
Venezuela;
III
con ello limita los recursos que la Ley le otorga a las partes para impugnar las
decisiones que de este último emanen.
En el caso presente, aprecia esta Sala que las denuncias formuladas por el
solicitante no constituyen, por sí solas, motivo suficiente que justifique el
avocamiento de esta Sala a dicha causa, por lo que la Sala no lo juzga pertinen-
te, y la solicitud en cuestión debe declararse improcedente. Así se establece.
IV
DECISIÓN
Por las razones que anteceden, este Tribunal Supremo de Justicia, en Sala
Constitucional, administrando justicia en nombre de la República y por autori-
dad de la ley, declara:
1.- NULA, con efectos generales y pro futuro la norma contenida en el artículo
43 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, en lo que respecta a que
la competencia referida en el artículo 42.29 de la misma ley, sólo la ejerce la Sala
Político Administrativa de este Alto Tribunal.
JMDO/ns
Exp. Nº 00-3049.
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 349
SALA CONSTITUCIONAL
DE LA COMPETENCIA
II
1.1. Afirman que mediante decisión de la Sala Electoral del Tribunal Supremo de
Justicia de 16-04-02, se declaró con lugar la acción de amparo constitucional
interpuesta por los abogados Jacqueline Richter y Gabriel Rodríguez Correia, la
cual fuera incoada contra la supuesta conducta omisiva de la Comisión Electo-
ral de la Universidad Central de Venezuela. Allí la Sala Electoral habría decidido
que la exclusión de los profesores instructores de la lista de electores elabora-
da por la Comisión Electoral de la Universidad Central de Venezuela (UCV),
violentó los derechos a la participación política y protagónica del pueblo en
los asuntos públicos, a la igualdad, a no estar sometido a un trato discriminato-
rio y al sufragio en su modalidad activa de los solicitantes y de todos los
profesores instructores ordinarios y de aquellos contratados por más de tres
(3) años, por ser un hecho indiscutido que dichos profesores forman parte del
plantel docente de la referida facultad.
354 SENTENCIA 898 DEL 13 DE MAYO DE 2002
1.2. Que la omisión denunciada por los prenombrados abogados, los cuales
afirmaron ser profesores con el rango de instructores adscritos a la Facultad de
Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Central de Venezuela, habría
consistido en que la Comisión Electoral encargada de llevar adelante el proce-
so de elección de las autoridades de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políti-
cas de dicha casa de estudios, cuya votación estaba pautada para el 25-04-02,
habría excluido de la lista de electores precisamente a todos los profesores con
rango de instructores ordinarios o contratados, a diferencia de los demás pro-
fesores de distinto rango que sí fueron incluidos.
1.3. Aducen los solicitantes de la revisión que los accionantes en amparo recla-
maron tutela constitucional en nombre y representación de los demás profeso-
res instructores de dicha Facultad, lo que demuestra que se trataba de una
acción ejercida para reclamar la tutela de derechos o intereses difusos o colec-
tivos. En vista de que el trámite de una acción de este tipo corresponde de
manera exclusiva y excluyente a la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de
Justicia, según jurisprudencia reiterada, la decisión de la Sala Electoral resulta-
ría inconstitucional.
2.- Como fue afirmado en el comienzo de este capítulo, esta Sala Constitucio-
nal, luego de un detenido examen tanto del escrito, de los anexos que forman el
expediente (particularmente de la petición de amparo constitucional que dio
lugar a la decisión objetada) y de la sentencia de la Sala Electoral, considera
que la misma debe ser anulada, en virtud de que en la misma hubo una interpre-
tación de los artículos 21 (derecho a la igualdad), 62 (derecho de participación
política) y 63 (derecho al sufragio activo) de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, en un sentido distinto al que se desprende de su
significado y de su contexto normativos.
2.1. En cuanto a que la acción de amparo incoada por los abogados Jacqueline
Richter y Gabriel Rodríguez debió ser conocida en primera y única instancia por
esta Sala Constitucional, esta Sala estima que, en vista de que los argumentos
de los accionantes de amparo giraron en torno a que la exclusión de sus nom-
bres de la lista de electores se debió a la aplicación por la Comisión Electoral de
la Universidad Central de Venezuela (UCV) de disposiciones contenidas en la
Ley de Universidades (artículos 25, 30, 50 y 60), que, según ellos, resultan
inconstitucionales, por cuanto coliden con los artículos 21, 62 y 63 de la Cons-
titución, la acción en cuestión correspondía a la modalidad de amparo normati-
vo, prevista en el artículo 3, primer párrafo, de la Ley Orgánica de Amparo
sobre Derechos y Garantías Constitucionales.
Por otra parte, la Sala Electoral es el único tribunal electoral del país, lo cual es
tanto como afirmar que siendo el tribunal de primera y única instancia en mate-
ria electoral, conoce, conforme al artículo 7 de la Ley Orgánica de Amparo
sobre Derechos y Garantías Constitucionales, de los amparos autónomos tras
los cuales subyazcan circunstancias fácticas o jurídicas de carácter electoral,
que involucren a entes o autoridades distintas a las abarcadas por el artículo 8
eiusdem; es decir, a dicha Sala le corresponde tal competencia en tanto único
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 357
tribunal electoral, mas no en tanto Sala (por lo que no le toca tramitar apelacio-
nes o consultas de sentencias de amparo en materia electoral dictadas con
anterioridad a la Constitución de 1999).
Siendo así, y visto que el amparo en cuestión era contra normas, y la sustancia
electoral del mismo es evidente, aparte de que no fue discutida por los solici-
tantes de la revisión, la Sala Electoral resultaba competente para su conoci-
miento y decisión, y así se establece.
Ello es así, por cuanto para facilitar que los individuos tengan una influencia en
la configuración y acción del Estado, se postula un conjunto de garantías de
los ciudadanos, unas en la esfera social –como la libertad de expresión, de
reunión y de asociación– y otras en la esfera política –participación política,
sufragio activo y pasivo–.
De allí que los contenidos de dichas normas guarden relación con el derecho
de las personas que ostentan la ciudadanía a intervenir en el tratamiento de los
asuntos públicos y las decisiones que a este respecto deban tomarse, es decir,
a la formación de la voluntad política, entre cuyas modalidades (no necesaria-
mente la más importante) se encuentra el ejercicio del voto libre, universal,
directo y secreto. El sujeto normativo al que van dirigidos estos preceptos son,
como fue destacado anteriormente, “los ciudadanos”, es decir, el conjunto de
las personas que se encuentran en relación permanente, intemporal e institu-
cional con el Estado, en tanto intervienen en la formación de la potestad políti-
ca del mismo.
358 SENTENCIA 898 DEL 13 DE MAYO DE 2002
b) También dicha decisión estableció que al excluir las normas legales mencio-
nadas a los profesores instructores de la lista de electores para la elección de
las autoridades de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universi-
dad Central de Venezuela, siendo que forman parte del plantel de profesores
adscritos a dicha casa de estudios, los mismos reciben un trato discriminatorio,
y, por tanto, inconstitucional, en cuanto viola el derecho a la igualdad estable-
cido en el artículo 21 de la Carta Magna.
El referido artículo establece que todas las personas son iguales ante la ley, lo
que explica que no se permitan discriminaciones fundadas en la raza, el sexo, el
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 359
credo, la condición social o aquellas que, en general, tengan por objeto o por
resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio en condicio-
nes de igualdad, de los derechos y libertades de toda persona.
a primera vista similares, como en el caso del personal docente de una Univer-
sidad, de donde la ley excluye a los profesores instructores de participar en la
elección de las autoridades de la respectiva facultad a la que pertenecen, co-
rresponde al parlamento, en razón de la potestad propia (política legislativa) de
discrecionalidad –no de arbitrariedad–, que tiene su origen en el mandato de-
mocrático que le ha sido conferido.
Al juez, por otra parte, desde la premisa de que el legislador es el primer intér-
prete de la Constitución –de allí que le esté vedado invadir la esfera de las
opciones políticas que el legislador tiene reservadas–, le corresponde ponde-
rar si la definición o calificación que el legislador haga de las situaciones de
facto o las relaciones de vida que deben ser tratadas de forma igual o desigual,
no vacíe de contenido el derecho fundamental que se denuncie como concul-
cado. Respecto a la anotada prohibición de arbitrariedad o irrazonabilidad, dos
son las vías que se han ensayado para examinar una denuncia en estos térmi-
nos: a) una primera, juzga si el criterio utilizado carece de una suficiente base
material para proceder al tratamiento diferenciado; o b) a través de un criterio
negativo, que sirve para fundamentar la censura solamente en aquellos casos
de desigualdad flagrante e intolerable. La Sala estima que su juicio, en estos
casos, exige la determinación de si el contenido del derecho fundamental de
que se trate ha sido o no desconocido, y ello supone un análisis de si el criterio
diferenciador es razonable, esto es, si es tolerable por el ordenamiento consti-
tucional. Luego, cumplida esta fase, el juez se abstendrá de controlar si el
legislador, en un caso concreto, ha encontrado la solución más adecuada al fin
buscado, o la más razonable o más justa, ya que de lo contrario se estaría
inmiscuyendo en la mencionada discrecionalidad legislativa (cf. la contribu-
ción de Luis Nunes de Almeida a la obra colectiva Las tensiones entre el Tribu-
nal Constitucional y el Legislador en la Europa Actual, Tecnos, pp. 227-230).
En el caso que ocupa a esta Sala, el legislador ha determinado que los profeso-
res instructores no forman parte de las Asambleas de Facultad (artículo 52 de la
Ley de Universidades); por lo tanto, no pueden elegir al Decano, pues ello es
atribución de las Asambleas según el artículo 55.1 eiusdem. Siendo que la
exclusión en cuestión se funda en las diferencias de trato que respecto a di-
chos profesores consagra la carrera docente universitaria, lo cual se funda en
criterios de orden académico (inherentes por tanto, a una organización como
ésta); en vista, además, de que, como quedó dicho, la igualdad y discrimina-
ción dependen de las categorías de ciudadanos a quienes se trata igualmente,
y que lo que exige la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela es
que la determinación de tales categorías no excluyan de éstas a ningún ciuda-
dano en forma irrazonable o arbitraria; se concluye en que no es arbitrario ni
irrazonable que la Asamblea de la Facultad esté compuesta en la forma prescri-
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 361
c) Por otra parte, la Sala advierte que la decisión bajo análisis, objeta a la
Comisión Electoral de la Universidad Central de Venezuela el no haber aplicado
ciertos artículos de la Constitución con preferencia a otras normas consagra-
das en la Ley de Universidades.
Por estas razones, así como por las referidas anteriormente, la decisión bajo
examen resulta sujeta a anulación. Así se estable en definitiva.
III
DECISIÓN
Por las razones antes expuestas, esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo
de Justicia, administrando justicia en nombre de la República por autoridad de
la Ley, declara que HA LUGAR a la solicitud de revisión formulada por los
ciudadanos Giuseppe Giannetto Pace y Miguel Antonio Castillejo Cans, vene-
zolanos, actuando como Rector y Presidente de la Comisión Electoral de la
Universidad Central de Venezuela, respectivamente, asistidos por las aboga-
das Mercedes García Petit y Zully Rojas, respecto de la sentencia dictada por la
Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia el 16 de abril de 2002, a propó-
sito de la acción de amparo constitucional incoada por los ciudadano Jacque-
line Richter y Gabriel Rodríguez contra la Comisión Electoral de dicha casa de
estudios, la cual se anula en los términos aquí indicados y se repone la causa al
estado en que dicha Sala Electoral dicte nueva sentencia con estricta sujeción
en los términos indicados supra.
JMDO/ns.
Exp. N° 02-0888
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 363
b) Tema: La acción por fraude procesal debe ser incoada ante la juris-
dicción ordinaria, y sólo excepcionalmente procede por vía de amparo
constitucional.
SALA CONSTITUCIONAL
ANTECEDENTES
18.- Mediante sentencia Nº 1.351 del 3 de agosto de 2001, esta Sala Constitu-
cional del Tribunal Supremo de Justicia decidió solicitar al Juzgado Segundo
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 371
II
DE LA SOLICITUD DE AMPARO
III
a quo consideró que con la vía del amparo constitucional se pretendía revisar
actuaciones que habían sido y estaban siendo decididas por los distintos tri-
bunales, incluso por el Tribunal Supremo de Justicia, motivo por el cual se
abstuvo de emitir pronunciamiento al respecto.
IV
DE LAS APELACIONES
La Sala estima pertinente aclarar que a pesar de que el fallo fue apelado por los
apoderados judiciales de la presunta agraviada y por el apoderado judicial del
ciudadano Miguel Ángel Capriles Cannizzaro, tercero adherente, solamente la
accionante presentó alegatos con relación al recurso interpuesto.
Que el fallo apelado no se pronunció sobre la violación del derecho a ser oído
ni sobre la violación del derecho a la defensa de la accionante, como conse-
cuencia de la decisión del Juzgado Primero de Primera Instancia en lo Civil,
Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana
de Caracas de anular el auto mediante el cual ordenó la notificación a las partes
para la presentación del escrito de informes.
Argumentó la apelante que la aplicación por parte del a quo de la doctrina del
reenvío contenido en la sentencia del 27 de abril de 2000, dictada por la Sala de
Casación Civil de este Tribunal Supremo de Justicia, es inaplicable por analo-
gía al caso sub júdice, puesto que la decisión que se dicta en el marco de un
proceso de amparo constitucional no es susceptible de ser atacada mediante
recurso de nulidad cuando en ella se incurra nuevamente en los vicios e infrac-
ciones constitucionales advertidas por el Máximo Tribunal. Alegó la apelante
que el Juzgado Undécimo de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del
Tránsito de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas con-
dicionó su fallo a las resultas del amparo en comento, no en el sentido de
resolver el fondo del problema sometido en apelación, sino en el sentido de
extender los efectos de la cosa juzgada inter partes a su representada, con lo
que se desconocieron los efectos de la comunidad conyugal.
376 SENTENCIA 941 DEL 16 DE MAYO DE 2002
Por otra parte, expuso la apelante que el Juez Provisorio del Juzgado Primero de
Primera Instancia antes mencionado, como consecuencia de la recusación inten-
tada por el apoderado judicial de Miguel Ángel Capriles Cannizzaro, remitió al
Juzgado Superior Distribuidor, a lo fines de la decisión de la recusación plantea-
da, sólo las copias de las actuaciones que éste señaló, sin permitir al recusante la
posibilidad de indicar las actuaciones que estimare convenientes, lo cual consti-
tuyó una flagrante violación al debido proceso. También alegó que el menciona-
do órgano jurisdiccional se abstuvo de enviar inmediatamente el expediente de la
causa al Juzgado Distribuidor de Primera Instancia de esa Circunscripción Judi-
cial, para que lo asignara nuevamente a otro tribunal de la misma categoría, de
conformidad con el artículo 93 del Código de Procedimiento Civil, lo que fue
realizado posteriormente ante la insistencia del propio recusante.
VI
DE LA COMPETENCIA
...
VII
De tal manera que los justiciables están obligados a formular ante los órganos
judiciales ordinarios sus alegatos en términos tales que hagan innecesario
acudir a la justicia constitucional, dado que es el proceso judicial la vía ordina-
ria para la defensa de los derechos y garantías constitucionales; y que es en
dicho proceso ordinario donde deben restituirse las situaciones jurídicas in-
fringidas, de advertirse violaciones a los derechos y garantías consagrados en
la Constitución.
[omissis]
Advierte la Sala que contra la decisión del 15 de mayo de 1997, antes referida,
la ciudadana Carmen Cecilia López Lugo –parte demandante del juicio– inter-
puso acción de amparo constitucional ante el Juzgado Superior Segundo en lo
Civil, Mercantil y del Tránsito de antes señalada Circunscripción Judicial, la
cual fue declarada con lugar, en primera instancia, mediante sentencia dictada
el 10 de junio de 1997. Posteriormente, la ciudadana Magaly Cannizzaro de
Capriles –hoy accionante en amparo– apeló dicha decisión. La apelación ejer-
cida fue declarada sin lugar por la Sala de Casación Civil de la antigua Corte
Suprema de Justicia en sentencia dictada el 8 de julio de 1999, la cual reformó la
decisión apelada, anuló la sentencia dictada el 15 de mayo por el Juzgado
Undécimo de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Cir-
cunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, y ordenó que se
dictase nueva sentencia sin incurrir en las infracciones constitucionales ad-
vertidas en el mencionado fallo.
Ahora bien, observa esta Sala que la sentencia dictada por la Sala de Casación
Civil de la entonces Corte Suprema de Justicia, antes referida, se fundamentó en
que la homologación realizada por el tribunal de la causa del desistimiento de la
apelación ejercida por el representante judicial de las sociedades co-demanda-
das, hizo que la sentencia dictada, el 26 de noviembre de 1996, por el Juzgado de
Municipio de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas,
adquiriera fuerza de cosa juzgada entre las partes que celebraron el referido acto
de autocomposición procesal, en virtud de que las co-demandadas se conforma-
ron con lo decidido en dicho fallo; y que el Juzgado Undécimo de Primera Instan-
cia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito, que conoció en alzada de la apelación
ejercida por Magaly Cannizzaro de Capriles, no debió declarar nulo todo lo ac-
tuado y reponer la causa al estado de interponerse la demanda nuevamente por
ante un juzgado de primera instancia, ya que el mencionado órgano jurisdiccio-
nal debió contraer su actuación a resolver el fondo del asunto que le fue plantea-
do en la apelación, sin decretar la reposición de la causa, según lo dispone el
artículo 209 del Código de Procedimiento Civil. Juzgó la Sala de Casación Civil
que la decisión accionada en amparo contrarió los efectos de la cosa juzgada
inter partes e infringió con ello la garantía del debido proceso.
A juicio de esta Sala, tal disposición permite a los particulares accionar con
libertad contra los poderes públicos, sin el riesgo de tener que pagar unas
costas, si resultaren perdidosos.
Así, en cuanto a los particulares intervinientes, esta Sala juzga que deben
imperar las disposiciones sobre costas, adaptadas a las peculiaridades del pro-
ceso de amparo, donde la condena en costas se impone únicamente al litigante
temerario, tal y como lo dispone el artículo 33 de la Ley Orgánica de Amparo
sobre Derechos y Garantías Constitucionales.
VIII
Adujo la accionante que el fraude denunciado se evidencia del poco interés del
representante judicial de las sociedades accionadas en oponerse a las medidas
preventivas decretadas por el Juzgado Segundo de Municipio de la Circuns-
cripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, así como en la forma y
resultado del juramento decisorio rendido por el representante legal de las
compañías co-demandadas y en la obstaculización de la defensa de los dere-
chos e intereses de los Capriles Cannizzaro, al desnaturalizar una exhibición de
documento en una declaración testimonial.
También argumentó que el ciudadano Víctor Sierra Armas aparentó seguir con
la defensa de las sociedades accionadas y apeló de la sentencia de primera
instancia, que declaró con lugar la acción mero declarativa e incurrió en una
contradicción, ya que el fallo apelado se fundamentó en los hechos reconoci-
dos por él en el juramento decisorio.
384 SENTENCIA 941 DEL 16 DE MAYO DE 2002
Con respecto a lo anterior, esta Sala estima pertinente exponer los siguientes
razonamientos:
La Sala también ha dicho, que en los casos de fraude procesal se está ante una
actividad procesal real, es decir, que los actos pueden ser formalmente válidos,
ajustados a las exigencias legales, pero intrínsecamente falsos, cuyo fines no
son la resolución leal de una litis, sino perjudicar a uno de los litigantes o a los
terceros. En tal sentido, cuando se juzgan denuncias referidas a fraude proce-
sal no se juzgan las actuaciones procesales formales, sino el fraude como tal,
dolo en sentido amplio y por ello corresponde a esta Sala adentrarse en lo
proveído por otros jueces, que pueden haber sido sorprendidos por el conjun-
to de desviaciones procesales, siempre que de las actas procesales se eviden-
cien conductas fraudulentas destinadas a servirse del proceso con propósitos
distintos a la leal solución de una controversia.
Es necesario aclarar que también ha sido criterio de esta Sala que, en virtud de
la brevedad de cognición que presupone el proceso de amparo constitucional,
lo cual se refleja en la reducción del término probatorio ante el previsto en el
juicio ordinario, es esta última vía el medio idóneo para ejercer la acción de
fraude procesal, toda vez que este proceso requiere de la exposición de alega-
tos y pruebas tendentes a demostrar su existencia, lo cual, no se corresponde
con un proceso tan breve como lo es el de amparo constitucional. Sin embargo,
también ha dicho que cuando la denuncia de un fraude procesal ocurra en un
proceso en el que existe una decisión con autoridad de cosa juzgada, resulta
procedente la solicitud de amparo constitucional contra el proceso que dio
origen a tal decisión, en aras de resguardar el orden público.
En atención a los señalados criterios, juzga la Sala que en el caso bajo análisis
no puede establecerse que en el expediente se evidencien actos que prueben
indubitablemente el empleo del proceso con propósitos distintos a los que
forman su naturaleza, por lo que, en este caso, no es el amparo constitucional
la vía apropiada para ventilar la acción por fraude procesal. Así se declara.
La demanda interpuesta por la ciudadana Carmen Cecilia López Lugo contra las
sociedades mercantiles Inversiones Capriles, C.A.; Valores y Desarrollos, C.A.
(VADESA); Editorial Élite, C.A.; El Mundo, C.A.; Distribuidora de Publicacio-
386 SENTENCIA 941 DEL 16 DE MAYO DE 2002
Del análisis del libelo de la referida demanda la Sala observa, además, que la
demandante solicitó el reconocimiento de la existencia de un negocio simulado
destinado a sustraer a Miguel Ángel Capriles Ayala de la vista del público y
privarlo, aparentemente, de su condición de accionista, mientras mantenía el
control de las compañías y su patrimonio. Esta simulación es aludida en el
libelo de la demanda con términos tales como: “traspaso instrumental”, “tras-
paso fiduciario”, “traspaso nominal”, “círculo patrimonial”, “procedimien-
to circular” o “estado de suspensión animada”.
De acuerdo con las consideraciones anteriores, esta Sala es del parecer que la
sentencia mero declarativa dictada el 26 de noviembre de 1996, por el Juzgado
Segundo de Municipio de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de
Caracas declaró la existencia de un negocio simulado referido a la venta de las
acciones de las mencionadas compañías de comercio a la sociedad mercantil
Valores Darién, C.A., con la finalidad de que ésta detentara dichas acciones en
interés y beneficio de la comunidad conyugal que mantenía con la demandante.
IX
DECISIÓN
JMDO/ns
Exp. N° 00-3258
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 391
SALA CONSTITUCIONAL
Con base en los elementos que cursan en autos, y siendo la oportunidad pro-
cesal para ello, se pasa a decidir sobre la admisión de la acción propuesta, en
los términos siguientes:
DE LA COMPETENCIA
II
1.1. Los accionantes afirman obrar en nombre propio y en defensa de sus legí-
timos derechos e intereses tutelados por el texto constitucional, así como ha-
ciendo valer los derechos e intereses difusos que conciernen a todo el pueblo
de Venezuela, particularmente el derecho a la libertad y pluralidad de informa-
ción que concierne a todos los venezolanos y el derecho a la integridad y
transparencia de los órganos del poder público, contra hechos y amenazas que
imputan al Presidente de la República, y que, según ellos, vulneran y retan la
vigencia del Estado de Derecho, en franco desprecio por los principios y valo-
res que en obsequio del pueblo tutela la Constitución, la cual propugna la
libertad, la democracia, la ética y el pluralismo político como principios rectores
a los cuales deben propender el Estado y cuya defensa se erige como fin esen-
cial. Agregan que cada vez que un órgano del poder público actúa con desco-
nocimiento o desprecio de los principios y valores aludidos, afecta a toda la
colectividad, sin distinción de ninguna especie.
1.3. Aseguran que, al contrario de los fines para los cuales han sido previs-
tas, las aludidas cadenas son utilizadas por el Presidente de la República y
demás órganos del Ejecutivo Nacional como mecanismos para exaltar hechos
que nada tienen que ver con las facultades, poderes, deberes y derechos que
la Constitución y las leyes le asignan; para difundir la supuesta doctrina que
inspira su actuación política y la de sus partidarios (como lo sería la misa
transmitida en cadena el 27 de febrero del año en curso); para expresar sus
diversos puntos de vista, relatos, anécdotas, comentarios, historias, fábulas,
cuentos, chistes, creencias; para difundir especies filosóficas, opiniones y
contenidos literarios; para cantar y recitar poemas; para expresar sus particu-
lares puntos de vista y no la posición oficial del gobierno y del estado vene-
zolano ante diversos acontecimientos políticos, sociales, económicos y
militares, tanto nacionales como internacionales; para expresar sus ataques
personales contra las instituciones y diversos componentes de la sociedad
civil que opinan de manera distinta a él; para descalificar, hacer imputaciones
y mofarse de las instituciones y personas que manifiesten su descontento o
su inconformidad con su discurso y comportamientos.
1.6. Que dichas alocuciones han tomado un giro claramente contrario al plura-
lismo democrático, participativo e informativo, cuando las mismas han sido
396 SENTENCIA 1.321 DEL 19 DE JUNIO DE 2002
3.- Por último, solicitan una medida cautelar anticipatoria del contenido de la
petición anteriormente expuesta.
III
Visto el escrito que encabeza las presentes actuaciones, una vez declarada la
competencia de esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia para
conocer del recurso de amparo interpuesto, verifica la Sala el cumplimiento por
parte de la acción de amparo de los requisitos exigidos por el artículo 18 de la
Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, los
cuales estima satisfechos.
IV
DE LA ADMISIBILIDAD DE LA ACCIÓN
Los accionantes dicen actuar “en nombre propio y en defensa de sus legítimos
derechos e intereses tutelados por el texto constitucional”, así como haciendo
valer los derechos e intereses difusos que conciernen a todo el pueblo de
Venezuela, particularmente el derecho a la libertad y pluralidad de información,
“contra hechos y amenazas que imputan al Presidente de la República y que,
según ellos, “vulneran y retan la vigencia del Estado de Derecho”.
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 397
En cuanto a este tema, cabe recordar que el criterio decisivo para determinar el
contenido de los derechos colectivos, es el bien común, entendido este con-
cepto como el conjunto de condiciones que permiten el disfrute de los dere-
chos humanos y el cumplimiento de los deberes que les son conexos. La
seguridad jurídica, la justicia, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad
social, la libertad, la igualdad, la no discriminación y la procura existencial
mínima para poder vivir decentemente, en suma, el conjunto de condiciones
que contribuya a hacer agradable y valiosa la vida (calidad de vida), constitu-
yen la piedra de toque del conocimiento de los derechos colectivos.
Por ello, los beneficiarios de los derechos colectivos son una agrupación de
individuos subjetivamente indeterminados que gozan o pueden gozar de la
satisfacción de un interés común. Esto significa que los derechos colectivos
implican, obviamente, la existencia de sujetos colectivos, como las naciones,
los pueblos, las sociedades anónimas, los partidos políticos, los sindicatos,
pero también minorías étnicas, religiosas o de género que, pese a tener una
“estructura organizacional, social o cultural”, pueden no ser personas jurídi-
cas o morales en el sentido reconocido por el derecho positivo.
Pero los derechos colectivos deben distinguirse de los derechos de las perso-
nas colectivas. Los derechos de las personas colectivas son derechos análo-
gos a los derechos individuales, pues no se refieren a una agrupación de
individuos sino a la persona jurídica o moral a quien se atribuyan los derechos.
Del mismo modo que la protección de los derechos individuales beneficia el
interés general, el beneficio del interés de una persona jurídica favorece a quie-
nes participan en ella. Un sindicato, un gremio profesional o una sociedad
mercantil, tienen derechos, lo mismo que las personas individuales, pero sus
miembros o asociados se benefician de los derechos de la persona colectiva a
la que pertenecen.
Por ello, cuando hablamos de derechos colectivos nos referimos más bien a los
intereses de quienes no están organizados bajo la modalidad de las personas
jurídicas o morales y ello comporta una diferencia adicional, a saber, la forma de
su actuación. Mientras las personas jurídicas actúan por organicidad, las agru-
paciones de individuos que tienen un interés colectivo obran por representa-
ción, aun en el caso de que ésta sea ejercida por un grupo de personas, pues el
carácter colectivo de los derechos cuya tutela se invoca siempre excede al
interés de aquél. Incluso la representación puede ser el objeto de alguna aso-
ciación, sociedad u organización que se constituye para tales fines. Las Orga-
nizaciones No Gubernamentales son un caso propio. Son personas colectivas
que tienen por objeto representar agrupaciones de individuos cuyos intereses
requieren protección, aunque también pueden actuar para determinar las pres-
taciones sociales o gubernamentales cuando se trate de intereses difusos. Un
ejemplo de esto son las Organizaciones No Gubernamentales que trabajan para
proteger o mejorar el medio ambiente (derecho de la naturaleza, de los animales
o de las generaciones futuras).
ras y televisión abierta, sin sujeción a parámetro alguno” (p. 4), “uso abusivo
del derecho a encadenar los medios de comunicación para propósitos persona-
les, partidarios o políticos” (p. 13), “abuso de derecho que transgrede los lími-
tes razonables, tolerables y comprensibles del derecho que le asiste de informar”
(p. 14), “uso abusivo, sin limitación alguna, del derecho a encadenar para asun-
tos oficiales la radio y la televisión, excediéndose de su contenido y extendién-
dolo para propósitos distintos, ajenos y contrarios al mismo” (p. 20), “uso
abusivo de los recursos y bienes públicos” (p. 22), “indebida utilización de los
recursos o bienes públicos para monopolizar, coartar o extinguir la informa-
ción” (p. 25), entre otras.
Ello conduce a afirmar que los derechos o garantías constitucionales que resul-
ten lesionados por actos o hechos dictados o ejecutados en ejercicio de la
función administrativa u omisiones o abstenciones de órganos o personas
obligados por normas de derecho administrativo, se encuentran salvaguarda-
dos en virtud de la potestad que la Carta Magna otorga a esos órganos juris-
diccionales, conforme lo dispone el artículo 259 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela (Cf. Sentencias de la Sala números 1.808
del 29 de septiembre, caso: Freddy José Mudarra Gamboa; 1.946 del 13 de
agosto caso: Gloria América Rangel 1966 del 16 de octubre, caso: Politécnica
de Ingeniería C.A.; y más recientemente, la N° 2.369 del 23 de noviembre, caso:
Mario Téllez García). En consecuencia, la acción de amparo constitucional
intentada es inadmisible a tenor de lo prescrito por el artículo 5, en concordan-
cia con el artículo 6.5 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garan-
tías Constitucionales, y así se declara.
DECISIÓN
Por las razones que anteceden, este Tribunal Supremo de Justicia, en Sala
Constitucional, administrando justicia en nombre de la República y por autori-
dad de la ley, INADMITE la acción de amparo constitucional intentada por los
ciudadanos Máximo Febres Siso y Nelson Chitty La Roche, contra el ciudada-
no Hugo Chávez Frías, Presidente de la República.
JMDO/ns.
Exp. N° 02-0810
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 401
SALA CONSTITUCIONAL
Con base en los elementos que cursan en autos y, siendo la oportunidad proce-
sal para ello, se pasa a decidir sobre la admisión de la acción propuesta, en los
términos siguientes:
1.- Del documentado escrito presentado por el Colegio de Médicos del Distrito
Metropolitano de Caracas, pueden extraerse las siguientes afirmaciones:
2.2. Visto que el Ministerio de Salud y Desarrollo Social está relacionado con el
objeto de la controversia planteada, se solicite, igualmente, su comparecencia.
2.3. Que la Alcaldía del Distrito Metropolitano de Caracas sea condenada en costas.
Fijó como dirección procesal, la Avenida José María Vargas, Torre del Colegio,
piso 5, Urb. Santa Fe Norte.
3.1. Que el fin de su intervención es evitar que esta Sala distraiga su atención
en el examen de asuntos que escapan al ámbito propio de su jurisdicción. Por lo
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 409
3.5. Que existen otras vías judiciales a través de las cuales puede tramitarse la
presente acción de amparo constitucional.
II
DE LA COMPETENCIA
Sin embargo, esta Sala Constitucional, y sobre la base de que dicho órgano
pertenece al nivel municipal del Poder Público, ha declinado la competencia
respecto de acciones de amparo propuestas contra el mismo (así sentencias
números 344/2001, 796/2001, 807/2001, 890/2001 y 898/2001).
Por lo tanto, desde este punto de vista, esta Sala resulta incompetente para
tramitar la acción propuesta (conforme la doctrina sentada en las decisiones
números 1555/2000, caso: Yoslena Chanchamire, 980/2001, 1489/2001, 1968/
2001, 2083/2001, 2362/2001, 2584/2001, 2651/2001, 895/2002 y 551/2002), habida
cuenta de que a pesar de fundarse en una Convención Colectiva de Trabajo
(fuente de derecho laboral prevista en la Ley Orgánica del Trabajo), las obliga-
ciones que de ella derivan están enmarcadas en una relación de empleo público
entre funcionarios públicos y un ente del nivel municipal del Poder Público,
por lo que su trámite corresponde, a tenor de lo dispuesto en el artículo 181 de
la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, a un Juzgado Superior Conten-
cioso-Administrativo de la Región Capital, en virtud de la aplicación de los
criterios de afinidad y territoriales definidos en las decisiones apuntadas.
Cabe recordar que el criterio decisivo para determinar el contenido de los dere-
chos colectivos es el bien común, entendido este concepto como el conjunto
de condiciones que permiten el disfrute de los derechos humanos y el cumpli-
miento de los deberes que les son conexos. La seguridad jurídica, la justicia, la
solidaridad, la democracia, la responsabilidad social, la libertad, la igualdad, la
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 411
Por ello, los beneficiarios de los derechos colectivos son una agrupación de
individuos subjetivamente indeterminados que gozan o pueden gozar de la
satisfacción de un interés común. Esto significa que los derechos colectivos
implican, obviamente, la existencia de sujetos colectivos, como las naciones,
los pueblos, las sociedades anónimas, los partidos políticos, los sindicatos,
pero también minorías étnicas, religiosas o de género que, pese a tener una
“estructura organizacional, social o cultural”, pueden no ser personas jurídi-
cas o morales en el sentido reconocido por el derecho positivo.
Por otra parte, los derechos colectivos deben distinguirse de los derechos de
las personas colectivas. Los derechos de las personas colectivas son dere-
chos análogos a los derechos individuales, pues no se refieren a una agrupa-
ción de individuos sino a la persona jurídica o moral a quien se atribuyan los
derechos. Del mismo modo que la protección de los derechos individuales
beneficia el interés general, el beneficio del interés de una persona jurídica
favorece a quienes participan en ella. Un sindicato, un gremio profesional o
una sociedad mercantil, tienen derechos, lo mismo que las personas individua-
les, pero sus miembros o asociados se benefician de los derechos de la persona
colectiva a la que pertenecen.
Por ello, cuando hablamos de derechos colectivos nos referimos más bien a los
intereses de quienes no están organizados bajo la modalidad de las personas
jurídicas o morales, y ello comporta una diferencia adicional, a saber, la forma
de su actuación. Mientras las personas jurídicas actúan por organicidad, las
agrupaciones de individuos que tienen interés colectivo obran por representa-
ción. Incluso la representación puede ser el objeto de alguna asociación, so-
ciedad u organización que se constituye para tales fines. Las Organizaciones
No Gubernamentales son un caso propio. Son personas colectivas que tienen
412 SENTENCIA 1.595 DEL 9 DE JULIO DE 2002
Por otra parte, los derechos difusos son indeterminados objetivamente, ya que
el objeto jurídico de tales derechos es una prestación indeterminada, como
ocurre en el caso de los derechos positivos, a saber, el derecho a la salud, a la
educación o a la vivienda.
Ahora bien, la Sala considera que las actuaciones u omisiones que le son
imputadas al órgano ejecutivo del Distrito Metropolitano de Caracas, no atien-
den a la defensa de un interés colectivo o difuso, visto que la prestación en que
se resuelve la petición consiste en el cumplimiento de unas obligaciones deter-
minadas que dicho ente habría asumido respecto al gremio médico que labora
bajo su jurisdicción, conforme a lo acordado en una convención colectiva de
trabajo, y que, según la definición aceptada entre las partes, se habría suscrito
bajo el amparo de los artículos 96 de la Constitución de la República Bolivaria-
na de Venezuela, 72 de la Ley del Ejercicio de la Medicina, 59 y 61 de la Ley
Orgánica de Salud y 8 de la Ley Orgánica del Trabajo.
Además, ello viene fortalecido por lo que dispone el artículo 259 de la Consti-
tución de la República Bolivariana de Venezuela, según el cual dicha jurisdic-
ción es competente para anular los actos administrativos generales o
individuales contrarios a derecho, incluso por desviación de poder; condenar
al pago de sumas de dinero y a la reparación de daños y perjuicios originados
en responsabilidad de la Administración; conocer de reclamos por la presta-
ción de servicios públicos; y disponer lo necesario para el restablecimiento de
las situaciones jurídicas subjetivas lesionadas por la actividad administrativa.
III
DECISIÓN
Por las razones que anteceden, este Tribunal Supremo de Justicia en Sala Cons-
titucional, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de
la ley, DECLINA LA COMPETENCIA para conocer de la acción de amparo
constitucional intentada por el Colegio de Médicos del Distrito Metropolitano
de Caracas contra el Distrito Metropolitano de Caracas, en un Tribunal Supe-
rior en lo Civil y Contencioso Administrativo de la Región Capital.
JMDO/ns.
Exp. N° 02-0983
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 415
SALA CONSTITUCIONAL
El 15 de marzo de 2002, los abogados Román José Duque Corredor, Pedro José
Barnola Quintero y Cecilia Acosta Mayoral, inscritos en el Instituto de Previ-
sión Social del Abogado bajo los números 466, 1.085 y 26.422, respectivamen-
te, actuando con el carácter de apoderados judiciales de MICROSOFT
CORPORATION, sociedad mercantil constituida bajo las leyes del Estado de
Delaware, Estados Unidos de Norteamérica, solicitaron a esta Sala Constitu-
cional la revisión de la sentencia Nº 363 dictada el 16 de noviembre de 2001, por
la Sala de Casación Civil de este Tribunal Supremo de Justicia, que declaró: 1)
Inadmisible el recurso de casación ejercido por Microsoft Corporation contra
la sentencia interlocutoria dictada el 10 de enero de 2000 por el Juzgado Supe-
rior Décimo en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial
del Área Metropolitana de Caracas; 2) Extemporáneo el escrito complementario
de la formalización del recurso de casación consignado por Cedel Mercado de
Capitales, C.A.; 3) Con lugar los recursos de casación anunciados y formaliza-
dos por Microsoft Corporation y Cedel Mercado de Capitales, C.A., contra la
sentencia dictada el 1° de diciembre de 1999 por el mencionado Juzgado Supe-
rior; y 4) Casó sin reenvío el fallo recurrido. Adicionalmente, solicitaron medida
cautelar de suspensión de los efectos de la sentencia antes referida, hasta que
sea resuelta su solicitud.
ANTECEDENTES
II
FUNDAMENTOS DE LA SOLICITUD
Por otra parte, denunció que la Sala de Casación Civil obvió la doctrina vincu-
lante de esta Sala, al no interpretar favorablemente a la demandada la norma
contenida en el ordinal 2º del artículo 358 del Código de Procedimiento Civil. En
tal sentido, señalaron que la sentencia objeto de la solicitud de revisión casó
sin reenvío el fallo recurrido por una supuesta errónea interpretación del men-
cionado precepto legal y por falta de aplicación del artículo 362 eiusdem.
Adujeron que con tal conducta violó la igualdad de las partes ante la ley a
que se contrae el artículo 21 de la Constitución, la prevalencia de la justicia
sobre las formas previstas en el artículo 257 del Texto Constitucional y el
derecho a ser juzgado imparcialmente con las debidas garantías contemplado
en el numeral 3 del artículo 49 eiusdem. De igual forma, sostuvieron que la
sentencia cuya revisión solicitan, desacató la doctrina vinculante de esta
Sala asentada en sentencia Nº 1.385 del 21 de noviembre de 2000, caso: AE-
RONASA, referida a la interpretación favorable del demandado en caso de
duda sobre la preclusión del término para contestar la demanda, cuando conste
en autos dicha contestación.
otros, según la cual, en virtud del derecho a la tutela judicial efectiva que la
Constitución garantiza a todos los justiciables y por respeto al principio de la
confianza legítima, los cambios de criterios judiciales no se aplican a las causas
cumplidas bajo criterios anteriores pendientes de decisión.
sujetarse a las pautas que les fije el ordenamiento jurídico, aun en los casos en
que puedan actuar con discrecionalidad.
Por otra parte, denunciaron que la sentencia cuya revisión se solicita ordenó
que la experticia complementaria del fallo acordada en el pronunciamiento
sobre el fondo de la controversia, se efectuara por un solo perito, en desco-
nocimiento del derecho de Microsoft Corporation a designar uno de los tres
expertos, que según el artículo 249 del Código de Procedimiento Civil deben
efectuar tal experticia.
III
DE LA COMPETENCIA DE LA SALA
Esta Sala se ha pronunciado acerca de la facultad que detenta para revisar las
actuaciones de las demás Salas de este Supremo Tribunal que contraríen las
normas y principios contenidos en la Constitución, así como aquellas que se
opongan a las interpretaciones que sobre tales, haya realizado esta Sala Cons-
titucional, en ejercicio de las atribuciones conferidas de forma directa por el
Texto Constitucional, según se desprende del dispositivo contenido en el nu-
meral 10, del artículo 336 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, no obstante la ausencia de desarrollo legislativo al respecto (Vid.
sentencias números 1.312/2000, 33/2001 y 192/2001). La Sala ha señalado que
tal facultad de revisión persigue garantizar el cumplimiento, vigencia y respeto
de los postulados constitucionales, así como la integridad de la interpretación,
en tanto se trata de una Sala con facultades expresas para tal función, concebi-
da como un órgano especializado para ello. Sin embargo, aun cuando la Sala
posee los más amplios poderes de revisión sobre aquellas decisiones en las
que el ordenamiento constitucional permite su intervención, no se trata de una
potestad genérica e irrestringida, en el sentido que pueda revisar cualquier
decisión, antes bien, debe tratarse de específicas sentencias que, en todo caso,
serán precisadas en la legislación que se dicte.
428 SENTENCIA 1.826 DEL 8 DE AGOSTO DE 2002
dos del país que de manera evidente hayan incurrido, según el crite-
rio de la Sala, en un error grotesco en cuanto a la interpretación de la
Constitución o que sencillamente hayan obviado por completo la
interpretación de la norma constitucional. En estos casos hay tam-
bién un errado control constitucional.
(...omisis...)
Siendo esto así, esta Sala observa que la solicitud de revisión que nos ocupa,
fue interpuesta contra la sentencia Nº 363 dictada el 16 de noviembre de 2001,
por la Sala de Casación Civil de este Tribunal Supremo de Justicia, respecto de
la cual los apoderados judiciales de la solicitante estimaron que la misma incu-
rrió en error judicial injustificado e infracciones al derecho a la defensa, al
debido proceso, a la tutela judicial efectiva y a la no lesión de derechos cons-
titucionales por error judicial injustificado, contemplados en los artículos 26 y
430 SENTENCIA 1.826 DEL 8 DE AGOSTO DE 2002
III
4.- Con respecto a la denuncia de infracción del ordinal 4º del artículo 243 del
Código de Procedimiento Civil, por considerar que la recurrida adolece del
vicio de inmotivación por silencio de pruebas, debido a que no se apreció
debidamente la testimonial de los ciudadanos Alberto Pérez Martínez, Juan
Bautista Domínguez y Antonio Leira Bastidas, la Sala de Casación Civil declaró
improcedente la referida denuncia, por no haber sido éstas válidamente promo-
vidas, debido a que la demandante no indicó, al promoverla, el objeto de las
mismas, impidiendo a su contraparte manifestar si convenía o no con los he-
chos que su contraria trataba de probar, tal y como lo dispone el artículo 397 del
Código de Procedimiento Civil; y al Juez, fijar con precisión los hechos en que
estén de acuerdo las partes y ordenar que se omita toda declaración o prueba
sobre ellos, según lo dispone el artículo 398 eiusdem.
5.- Con respecto a la denuncia de infracción del ordinal 4º de artículo 243 del
Código de Procedimiento Civil, por considerar que la recurrida adolece del
vicio de inmotivación respecto de la prueba documental de patente de indus-
432 SENTENCIA 1.826 DEL 8 DE AGOSTO DE 2002
6.- Con respecto a la denuncia la infracción del ordinal 4º del artículo 243 del
Código de Procedimiento Civil, por considerar que la recurrida adolece del
vicio de inmotivación por silencio de prueba debido a que no se apreció debi-
damente la testimonial del ciudadano Eduardo Luis Pachano Calderón, la sen-
tencia cuya revisión se solicita señaló que la parte recurrente no promovente
carecía de interés procesal para denunciar el silencio de pruebas en la declara-
ción de la testimonial objeto de la denuncia. Por consiguiente, al no señalar el
recurrente en la instancia el objeto del medio probatorio que denunció silencia-
do, no se podía verificar el interés procesal del recurrente en su condición de
parte agraviada.
7.- Con respecto a la denuncia de infracción por falta de aplicación del artículo
274 del Código de Procedimiento Civil, referido a la abstención de formular el
correspondiente pronunciamiento en cuanto a costas del proceso, por haberse
declarado sin lugar la demanda y no haber prosperado el recurso de apelación
contra la sentencia definitiva del Juzgado Tercero de Primera Instancia en lo
Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Área Metropo-
litana de Caracas, la Sala de Casación Civil resolvió que la omisión de la recu-
rrida a referirse tanto a las “costas del juicio” como a las “costas del recurso
de apelación”, constituye infracción por falta de aplicación de la norma legal
antes referida.
8.- Con relación a la denuncia de infracción por errónea interpretación del ordi-
nal 2º del artículo 358 del Código de Procedimiento Civil y de los artículos 202
y 362 del Código de Procedimiento Civil, por falta de aplicación, la Sala de
Casación Civil declaró con lugar la mencionada denuncia, por cuanto el Juez de
la recurrida interpretó de manera errada la norma contenida en el artículo 358
ordinal 2º del Código de Procedimiento Civil y no aplicó los artículos 202 y 362
eiusdem, debido a que consideró tempestiva la contestación de la demanda
realizada por la demandada, a pesar de que ésta objetó la subsanación del
libelo de la demanda hecho por la parte actora y pidió que se declarase extinto
el proceso, con posterioridad a la realización de dicho acto procesal.
9.- Con relación a la denuncia de infracción del artículo 1.185 del Código Civil,
por falta de aplicación, la Sala de Casación Civil decidió que la sentencia recu-
rrida desvió su examen, del aspecto central de la controversia que lo constitu-
ye la indemnización por los daños y perjuicios reclamados, como resultado de
la medida de secuestro practicada a instancia de la sociedad Microsoft Corpo-
ration C.A., en consecuencia, declaró con lugar la denuncia que se imputó a la
recurrida.
IV
Con respecto a lo anterior es menester señalar que la casación sin reenvío está
prevista en el último aparte del artículo 322 del Código de Procedimiento Civil
que establece: “La Corte Suprema de Justicia podrá casar un fallo sin reen-
vío, cuando su decisión sobre el recurso haga innecesario un nuevo pronun-
ciamiento sobre el fondo. Podrá también la Corte Suprema de Justicia
prescindir del reenvío, y poner término al litigio, cada vez que los hechos que
han sido soberanamente establecidos y apreciados por los jueces del fondo,
le permitan aplicar la apropiada regla de derecho...”.
Ahora bien, según el artículo 322 del Código de Procedimiento Civil, sólo se
podrá casar un fallo sin reenvío: a) cuando la decisión sobre el recurso haga
innecesario un nuevo pronunciamiento sobre el fondo; y b) cuando los hechos
que han sido soberanamente establecidos y apreciados por los jueces del fon-
do, le permiten aplicar la apropiada regla de derecho.
Ahora bien, es cierto que los jueces de instancia son soberanos para constatar
los hechos, es decir, comprobar si éstos en verdad ocurrieron, pero no lo son
para determinar los efectos jurídicos de los mismos. En el presente caso, la Sala
de Casación Civil casó la sentencia recurrida y dictó simultáneamente el fallo
sustitutivo, en el cual derivó, de los hechos soberanamente establecidos por el
juez de la primera instancia, las consecuencias resultantes de la aplicación de la
norma jurídica que juzgó apropiada a los fines de determinar la procedencia de
la indemnización del daño moral, es decir, cambió la calificación de los hechos
realizada por el juez del mérito por considerarla errónea, con lo que a través de
la eliminación de la fase posterior de reenvío, resolvió definitivamente el pro-
blema jurisdiccional que le sometió el recurso de casación interpuesto.
DHL Fletes Aéreos, C.A. y otros, se advierte que en la mencionada decisión esta
Sala ratificó su doctrina sobre la imposibilidad de declarar la perención de la
instancia ante la inactividad del órgano jurisdiccional después de vista la causa,
en los procesos contencioso-administrativos, cuando éste no cumpliera con su
obligación de sentenciar en los términos señalados en las leyes, doctrina que,
tratándose del caso bajo examen de un recurso de casación, resulta inaplicable,
por lo que la pretendida inobservancia a la doctrina de interpretación constitu-
cional sostenida por esta Sala resulta inaccedible en derecho.
omissis...
...omissis...
2° En los casos de los ordinales 2°, 3°, 4°, 5°, y 6° del artículo 346,
dentro de los cinco días siguientes a aquél en que la parte subsane
voluntariamente el defecto u omisión conforme al artículo 350; y en
caso contrario dentro de los cinco días siguientes a la resolución del
Tribunal, salvo el caso de extinción del proceso a que se refiere el
artículo 354....
deberá contestar la demanda dentro de los cinco (5) días siguientes a la subsa-
nación voluntaria del defecto u omisión imputado al escrito libelar; y en caso
de pronunciamiento del órgano jurisdiccional respecto de dicha corrección,
dentro de los cinco (5) días siguientes a la fecha de la decisión, es decir, que el
lapso de contestación nace de la enmienda voluntaria que la parte actora haga
del defecto u omisión señalado o de la decisión proferida por el tribunal de la
causa en relación con la subsanación realizada.
Ahora bien, dada la estructura dinámica del sistema jurídico y la textura abierta
de su lenguaje, los jueces disfrutan de un amplio margen de discrecionalidad
en los casos de integración normativa, dado que el derecho no es un orden
estático de normas preestablecidas a la espera de su aplicación por parte de los
órganos jurisdiccionales, sino una realidad dialéctica, que los órganos juris-
diccionales crean, al colegir, de los métodos hermenéuticos aplicables al caso,
442 SENTENCIA 1.826 DEL 8 DE AGOSTO DE 2002
Ahora bien, el derecho positivo es vigente cuando hay seguridad en que sus
prescripciones sean ejecutadas por medio de un procedimiento jurídicamente
válido. Esta seguridad de aplicación está ligada al sentido que el juez atribuye
a la norma aplicable al caso, lo que implica una relativa inseguridad respecto a
las posibles interpretaciones que sirvan para decidir el asunto controvertido.
Así pues, la certeza del derecho depende, tanto de lo que ordenamiento jurídi-
co prescribe de lege lata como del razonable sentido que el juez atribuya a la
norma interpretada.
Por otra parte, la garantía de la confianza legítima, como parte del derecho a la
seguridad jurídica, no asegura el acierto de las resoluciones judiciales, ni en la
valoración de los hechos ni en la interpretación y aplicación del derecho. Por
ello, aunque la interpretación dada por la Sala de Casación Civil al artículo 397
del Código de Procedimiento Civil pueda ser jurídicamente errónea o constituir
un cambio en la doctrina de la casación, tales circunstancias no son, a juicio de
la Sala, susceptibles de tutela constitucional por no tratarse de decisiones
manifiestamente infundadas, arbitrarias o contrarias a los derechos y garantías
consagrados en la Constitución.
En el caso sub iúdice la Sala de Casación Civil observó que el fallo recurrido
era incongruente con respecto al fondo de la controversia, es decir, desvió su
análisis del thema decidendum, y, en consecuencia, procedió dentro de su
competencia jurisdiccional, al casar de oficio dicha decisión, por considerar
que la referida incongruencia constituía un vicio de orden público. La Sala
considera por eso, que la Sala de Casación Civil actuó ajustada a su esfera de
competencia y no conculcó el derecho a la tutela judicial efectiva, ni el derecho
al debido proceso de la solicitante.
el cual establece una terna conformada por un experto designado por cada
parte y un tercero designado de común acuerdo o en su defecto por el juez.
6.- Con respecto a la supuesta omisión de pronunciamiento por parte del fallo
objeto de la solicitud de revisión, con respecto al recurso de casación ejercido
contra la sentencia interlocutoria dictada el 24 de enero de 2001 por el Juzgado
Superior Décimo en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la Circunscripción
Judicial del Área Metropolitana de Caracas, que negó la solicitud de aclaratoria
de sentencia realizada por Microsoft Corporation, se advierte que la decisión
sobre la que se pide revisión se pronunció expresamente sobre dicho recurso
en el punto previo de la sentencia, y consideró que la decisión recurrida que
negó la solicitud de aclaratoria no estaba comprendida dentro del elenco de
sentencias recurribles en casación establecido en el artículo 312 del Código de
Procedimiento Civil, lo que hizo inadmisible el recurso ejercido en su contra.
Por las razones antes expuesta esta Sala Constitucional juzga que la sentencia
Nº 363, dictada el 16 de noviembre de 2001, por la Sala de Casación Civil del
Tribunal Supremo de Justicia no obvió, de manera expresa o tácita, ninguna
doctrina de interpretación constitucional de la Sala Constitucional con anterio-
ridad al referido fallo, ni incurrió en error craso de interpretación de algún
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 447
IV
APOSTILLA
DECISIÓN
Por las razones antes expuestas, esta Sala Constitucional del Tribunal Supremo
de Justicia, administrando justicia en nombre de la República por autoridad de
la Ley, declara que NO HA LUGAR a la solicitud de revisión presentada por los
abogados Román José Duque Corredor, Pedro José Barnola Quintero y Cecilia
Acosta Mayoral, actuando con el carácter de apoderados judiciales de MI-
CROSOFT CORPORATION de la sentencia Nº 363, dictada el 16 de noviem-
bre de 2001, por la Sala de Casación Civil de este Tribunal Supremo de Justicia.
JMDO/ns.
Luego del análisis de dicho texto constitucional, cuya argumentación fue es-
tructurada en ocho (8) capítulos denominados: 1) Delitos de Lesa Humanidad;
2) Imputados; 3) Principio de Legalidad [La obligación de perseguir y acusar];
4) Antinomia e interpretación sistemática; 5) Investigación y Juzgamiento [Sis-
tema Inquisitivo y Sistema Acusatorio]; 6) Artículo 29 de la Constitución, Sis-
tema Acusatorio y su dependencia del orden constitucional; 7) Tribunales
Ordinarios [Jurisdicción Ordinaria]; y 8) Beneficios en el proceso penal [Indul-
to y Amnistía], arribó a las siguientes conclusiones:
1.- No puede un tribunal penal ordinario actuar ex oficio en los casos de de-
nuncias o acusación por la presunta comisión de los delitos de lesa humani-
dad, previstos en el artículo 29 constitucional; debe existir acusación o querella
por parte del Ministerio Público o por parte de la víctima –en cuyo caso, la
documentación respectiva deberá remitirse al órgano instructor–, previa inves-
tigación de los hechos inquiridos y de la instrucción respectiva.
450 SENTENCIA 3.167 DEL 9 DE DICIEMBRE DE 2002
Así, los ciudadanos inculpados –bien que se trate de altos funcionarios (ar-
tículo 266 constitucional, numerales 2 y 3), o de funcionarios subordinados por
órdenes superiores– por los delitos contra los derechos humanos y los delitos
de lesa humanidad, deben ser juzgados por aquellos tribunales ordinarios que
lo sean según la competencia que le haya sido atribuida, en concordancia con
la condición del sujeto imputado.
7.- La responsabilidad penal en las causas por delitos de lesa humanidad (deli-
tos comunes) se determinará según lo disponen la Constitución de la Repúbli-
ca Bolivariana de Venezuela y el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional
suscrito por Venezuela, en cuanto a la parte sustantiva; y el Código Orgánico
Procesal Penal en cuanto a la parte adjetiva.
452 SENTENCIA 3.167 DEL 9 DE DICIEMBRE DE 2002
SALA CONSTITUCIONAL
MAGISTRADO-PONENTE: JOSÉ MANUEL DELGADO OCANDO
vid Terán Guerra, inscritos en el Instituto de Previsión Social del Abogado bajo
los números 42.156 y 58.696.
1.- De acuerdo con los artículos 26, 284 y 285 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, en concordancia con los artículos 1, 11.1. y 21.22 de
la Ley Orgánica del Ministerio Público, el Fiscal General solicita a esta Sala
determine el contenido y alcance del artículo 29 constitucional, el cual estable-
ce que los delitos de lesa humanidad serán investigados y juzgados por los
tribunales ordinarios.
2.- Al efecto, el Fiscal vincula la solicitud planteada con la decisión del Juzgado
Trigésimo Séptimo de Control del Circuito Judicial Penal del Área Metropolita-
na de Caracas, del 11 de julio de 2002, mediante la cual admitió la denuncia
incoada por los ciudadanos Juan Carlos Gutiérrez Cevallos, Orlando Colmena-
res, Orlando Colmenares Tabares y José Rafael Parra Saluzzo por la presunta
comisión de delitos de lesa humanidad, a propósito de los hechos acaecidos
durante los días 11, 12, 13 y 14 de abril del corriente, y requirió del Ministerio
Público la remisión de las investigaciones que al respecto había efectuado.
General de la República así como el principio de la legalidad, establecido
en el artículo 137 de la referida Constitución de la República, por cuyo
cumplimiento también debe velar el Ministerio Público”.
7.- El Fiscal General de la República pide a esta Sala Constitucional que aclare
la ambigüedad que surge del contenido de las disposiciones 29 y 285 constitu-
cionales, de un modo tal que las haga congruentes con la Carta Magna y con
los principios que la rigen. En este sentido, habrá que determinar si el primero
de ellos –artículo 29– constituye una excepción a las competencias del Minis-
terio Público establecidas en los artículos 285 de la Carta Magna, 1; 11, nume-
rales 1, 2, 3, 4, 5, 6 y 13; 13 y 21, numerales 1, 2 y 22 de la Ley Orgánica del
Ministerio Público y 108, numerales 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 11, 12, 14 y 18 y 283 del
Código Orgánico Procesal Penal.
8.- Aduce que dicho artículo debe ser interpretado respecto a la expresión
“tribunales ordinarios”, para que pueda aplicarse de modo congruente con la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, lo cual permitiría deter-
minar si el Juzgado Trigésimo Séptimo de Control del Circuito Judicial Penal del
Área Metropolitana de Caracas actuó fuera de su competencia, si se ha extrali-
mitado y excedido de sus funciones jurisdiccionales.
investigar y juzgar, y lo vincula con la imparcialidad del juez, ya que lo que está
en juego es la confianza que los tribunales deben inspirar en la sociedad y, en
lo que concierne a procedimientos penales, la confianza en el acusado, de
modo que “[...] cualquier contaminación inquisitiva viola el derecho huma-
no a ser juzgado por un tribunal imparcial”.
Por su parte, los ciudadanos Pastor Heydra Rojas, Pedro Díaz Blum, Carlos
Tablante Hidalgo, Luis Longart, Pedro Pablo Alcántara, César Pérez Vivas,
Elías Matta, Enrique Márquez, Carlos Berrizbeitia Giliberti y Ernesto Alvaren-
ga, ya identificados, luego de hacer una breve reseña de los hechos acaeci-
dos el 11 de abril del corriente, solicitaron a esta Sala que, de conformidad
con el artículo 335 constitucional, fije el sentido y alcance que debe atribuír-
sele al artículo 29 eiusdem.
1.- Escrito presentado por los ciudadanos ALBERTO ROSSI PALENCIA, ARA-
ZULIS ESPEJO SÁNCHEZ y VERÓNICA CUERVO SOTO, venezolanos, mayo-
res de edad y abogados inscritos en el Instituto de Previsión Social del Abogado
bajo los números 65.600, 71.275, 65.650 y 75.192, quienes actúan por delegación
del ciudadano GERMÁN MUNDARAÍN, DEFENSOR DEL PUEBLO, de acuer-
do con las atribuciones conferidas en los artículos 280 y 281, numerales 2 y 10
de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
2.- Escrito presentado por los ciudadanos CARLOS ISAÍAS APONTE GON-
ZÁLEZ y SANDRA PACHECO GUTIÉRREZ, venezolanos, mayores de edad,
titulares de las cédulas de identidad números 5.972.455 y 11.310.631, y aboga-
dos inscritos en el Instituto de Previsión Social del Abogado bajo los números
81.875 y 76.508, actuando en su propio nombre y representación, al objeto de
opinar en la solicitud de interpretación incoada.
I I
CONSIDERACIÓN PREVIA
cosas, que los delitos de lesa humanidad serán investigados y juzgados por
los tribunales ordinarios cuyo texto se transcribe de seguida:
IMPUTADOS
Imputar significa atribuir a otro una cosa o acto censurable, e imputado, obvia-
mente, es aquel a quien se señala como autor de ese hecho. Desde la óptica
procesal penal, y de acuerdo a la definición contenida en el texto orgánico que
regula esa materia, imputado es toda persona que se señale como autor o
partícipe de un hecho punible, mediante un acto de procedimiento efectuado
por las autoridades encargadas de la persecución penal, esto es, por el Minis-
terio Fiscal.
PRINCIPIO DE LEGALIDAD
La víctima, por su parte, fue cediendo terreno por el hecho de que su potencial
venganza podía generar nuevos conflictos con la consecuente espiral de vio-
lencia. En la medida en que el Estado comienza a asumir, como una de sus tareas
primordiales, el mantenimiento del orden y de la seguridad pública, intenta
aplacar los conflictos. Por ello y visto que el conflicto inicial –el delito– no
pudo ser evitado, procura impedir la venganza de la víctima, a través de la
acción de una institución que se apropia en cierto modo de los derechos de
ésta a vengarse o a pedir reparación y los ejerce en nombre del Estado.
La figura del fiscal, tal como se advirtió poco antes, está vinculada desde su
nacimiento al principio acusatorio, según el cual no puede haber juicio sin
acusación. Antiguamente, en el sistema llamado “acusatorio puro” no podía
haber juicio sin la acusación del agraviado o víctima. En la medida en que el
sistema ingresa en un contexto de mayor estabilidad, el fiscal va a ocupar el
lugar de la víctima; lo hace, claro está, con características muy particulares,
esto es, como funcionario del Estado (cf. Binder, Alberto M., Introducción al
Derecho Procesal Penal, Buenos Aires-Argentina, Ad-Hoc S.R.L., 1999, págs.
322 a la 327).
[...]
Esta figura es, sin lugar a dudas, la punta de lanza de un verdadero proceso de
reforma de la administración de justicia. En efecto, no se exagera cuando se
afirma que la definitiva instalación de este criterio de justicia y de simplifica-
ción procesal en el ordenamiento y práctica cotidiana de los fiscales, cuyo
antecedente inmediato se encuentra en el instituto de la conciliación, permitirá
no sólo llegar a la realización de la justicia sin proceso a los destinatarios del
derecho penal, sino aliviar el sistema procesal penal y las instituciones peni-
tenciarias, posibilitando con ello una mejor calidad de justicia para todos, es-
pecialmente para la víctima, tan venida a menos en el proceso penal. No obstante,
quizás sea su mejor virtud la que provoque su mayor oposición, pues una de
las mayores críticas al Principio de Oportunidad es producto del temor de quie-
nes conceptúan que las decisiones finales deben salir del proceso y estar éstas
siempre en manos de los jueces.
Son diversos los métodos o sistemas de interpretación que pueden ser utiliza-
dos en el caso de la norma constitucional, a saber: auténtica, judicial, literal,
lógica, sistemática, restrictiva, extensiva, analógica, histórica, política, evoluti-
va y teleológica o finalista.
INVESTIGACIÓN Y JUZGAMIENTO
desfase histórico y político que significa haber mantenido hasta hace pocos
días un sistema de enjuiciamiento criminal premoderno, propio de los Estados
absolutos.
Una comparación entre los principios de ambos sistemas permite afirmar que
ellos no son sino una explicitación y derivación de la distinción básica mencio-
nada acerca de la forma de resolución del conflicto entre el interés estatal y el
personal del imputado, inherente a todo proceso penal.
Uno de los paradigmas de la revolución liberal del siglo XIX fue la división del
Poder. El procedimiento penal siguió el mismo principio: dividir el procedimien-
to, entre un órgano instructor y otro juzgador. Quien instruye, total o parcial-
mente, no puede dirigir el juicio y dictar sentencia. Este es también el modelo
que inspira el juicio político: la Cámara de Diputados investiga y acusa; el
Senado juzga, no así en el caso de Venezuela.
nico Procesal Penal fue, precisamente, sustituir este sistema por otro, caracte-
rizado por la igualdad de condiciones de las partes y la imparcialidad del Juez.
TRIBUNALES ORDINARIOS
(JURISDICCIÓN ORDINARIA)
Sostiene el tratadista Luigi Ferrajoli que el principio del juez natural “impone
que sea la ley la que predetermine tales criterios de forma rígida y vinculan-
te, de modo que resulte excluida cualquier elección ex post factum del juez o
tribunal a quien le sean confiadas las causas”. Según este mismo autor, dicho
principio se manifiesta en las siguientes tres realidades, relacionadas entre sí:
a) la necesidad de un juez preconstituido por la ley; b) la inderogabilidad y la
indisponibilidad de la competencia; y c) la prohibición de jueces de excepción.
Todas ellas relacionadas de forma estrecha con los principios de imparcialidad
e igualdad al estar dirigidas a impedir intervenciones instrumentales de carác-
ter individual o general sobre la formación del juez, y para satisfacer los dere-
chos de todos a tener los mismos jueces y los mismos procesos.
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 475
Esta óptica no concibe, pues, al juez ordinario como juez con competencia
genérica y vis atractiva, ya que aunque la jurisdicción sea única e indivisible,
su ejercicio comporta una distribución competencial que hace incompatible la
distinción entre jurisdicción ordinaria y jurisdicción especial (Prieto-Castro,
Tratado de Derecho Procesal Civil, I, Madrid, 1952, p. 139).
En suma, todo juez predeterminado por la ley es natural, es decir, ordinario, por
oposición a los tribunales de excepción. Los tribunales militares son ordina-
rios, aunque sean especiales, pues ordinario no se opone a especial sino a
excepcional (juez ad hoc) vedado por el artículo 49.4 constitucional (Juan
Montero Aroca, Sobre la imparcialidad y la compatibilidad de funciones proce-
sales, Valencia (España), tirant lo blanch alternativa, 1999).
De acuerdo con lo dicho hasta ahora, ¿cuál es el sentido que debe atribuirse a
la expresión tribunales ordinarios a los cuales se refiere el artículo 29 consti-
tucional? La Exposición de Motivos es meridianamente clara al referir que la
Constitución impone al Estado la obligación de investigar y sancionar legal-
mente los delitos contra los derechos humanos cometidos por sus autoridades,
al tiempo que establece, sin excepción, que las violaciones de tales derechos y
los delitos de lesa humanidad serán investigados por los tribunales ordinarios,
al objeto de excluir a los tribunales militares o de excepción de cualquier inves-
tigación al respecto.
Así, los ciudadanos inculpados –bien que se trate de altos funcionarios (ar-
tículo 266 constitucional, numerales 2 y 3), o de funcionarios subordinados por
órdenes superiores– por los delitos contra los derechos humanos y los delitos
de lesa humanidad, deben ser juzgados por aquellos tribunales ordinarios que
lo sean según la competencia que le haya sido atribuida, en concordancia con
la condición del sujeto imputado.
(INDULTO Y AMNISTÍA)
Esta institución debe conservar, en su dimensión, el ejercicio por parte del sub
júdice de sus derechos fundamentales, a fin de evitar nulidades o reposiciones
innecesarias, en garantía, más que de los sujetos procesales, de la sociedad y
sus valores éticos y políticos.
COLOFÓN
1.- No puede un tribunal penal ordinario actuar ex oficio en los casos de de-
nuncias o acusación por la presunta comisión de los delitos de lesa humani-
dad, previstos en el artículo 29 constitucional; debe existir acusación o querella
por parte del Ministerio Público o por parte de la víctima –en cuyo caso, la
documentación respectiva deberá remitirse al órgano instructor–, previa inves-
tigación de los hechos inquiridos y de la instrucción respectiva.
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 481
Así, los ciudadanos inculpados –bien que se trate de altos funcionarios (ar-
tículo 266 constitucional, numerales 2 y 3), o de funcionarios subordinados por
órdenes superiores– por los delitos contra los derechos humanos y los delitos
de lesa humanidad, deben ser juzgados por aquellos tribunales ordinarios que
lo sean según la competencia que le haya sido atribuida, en concordancia con
la condición del sujeto imputado.
7.- La responsabilidad penal en las causas por delitos de lesa humanidad (deli-
tos comunes) se determinará según lo disponen la Constitución de la Repúbli-
ca Bolivariana de Venezuela y el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional
suscrito por Venezuela, en cuanto a la parte sustantiva; y el Código Orgánico
Procesal Penal en cuanto a la parte adjetiva.
IV
DECISIÓN
Por las razones que anteceden, este Tribunal Supremo de Justicia en Sala Cons-
titucional, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de
la ley, declara RESUELTA la solicitud de interpretación interpuesta por los
ciudadanos Julián Isaías Rodríguez Díaz, en su carácter de FISCAL GENERAL
DE LA REPÚBLICA, designado por la Asamblea Nacional en sesión del 20 de
diciembre de 2000, según consta en Gaceta Oficial de la República Bolivariana
de Venezuela N° 37.105 del 22 del mismo mes y año; y Pastor Heydra Rojas,
Pedro Díaz Blum, Carlos Tablante Hidalgo, Luis Longart, Pedro Pablo Alcánta-
REPERTORIO DE JURISPRUDENCIA 483
ra, César Pérez Vivas, Elías Matta, Enrique Márquez, Carlos Berrizbeitia Giliberti
y Ernesto Alvarenga, en su condición de DIPUTADOS DE LA ASAMBLEA
NACIONAL, asistidos por los abogados Gustavo E. Limongi M. y David Terán
Guerra, sobre el contenido y alcance del artículo 29 de la Constitución.
JMDO/ns.
Exp. N° 02-2154
ra, César Pérez Vivas, Elías Matta, Enrique Márquez, Carlos Berrizbeitia Giliberti
y Ernesto Alvarenga, en su condición de Diputados de la Asamblea Nacional.
En tal sentido es deber del Estado garantizar a todas las personas, sin discrimi-
nación alguna, el goce y ejercicio irrenunciable, indivisible e interdependiente,
de sus derechos humanos, siendo esta misión de observancia obligatoria por
todos los órganos del Poder Público, de conformidad con lo que establece la
propia Constitución, los Tratados sobre Derechos Humanos que sean suscri-
tos y ratificados por la República y las leyes que los desarrollen (artículo 19 de
la Constitución).
sus autoridades cometan acciones tan atroces como son, en efecto, los delitos
de lesa humanidad, las graves violaciones a los derechos humanos y los críme-
nes de guerra. Es por ello y para ello que, en la norma, literalmente se estableció
no sólo la imprescriptiblidad de las acciones tendentes a producir su sanción,
sino que, además, se dispuso el sometimiento, en el caso de crímenes de lesa
humanidad o violaciones graves a los derechos humanos, de su investigación
y juzgamiento a los tribunales ordinarios y, adicionalmente, se preceptuó la
eliminación de cualquier beneficio que pudiera conducir a su impunidad.
especial sino a excepcional (juez ad hoc) vedado por el artículo 49.4…” (página
25), para luego señalar que “La Exposición de Motivos es meridianamente clara
al referir que la Constitución impone al Estado la obligación de investigar y
sancionar legalmente los delitos contra los derechos humanos cometidos por
sus autoridades, al tiempo que establece, sin excepción, que las violaciones de
tales derechos y los delitos de lesa humanidad serán investigados por los
tribunales ordinarios, al objeto de excluir a los tribunales militares o de excep-
ción de cualquier investigación al respecto”. De allí que el término ordinario, en
este caso, excluye, en efecto, la jurisdicción militar.
Por lo demás, el sistema acusatorio no niega el papel del juez como rector del
proceso, pues las normas procesales penales le permiten la revisión del acto
conclusivo y la orden de un nuevo envío al Ministerio Público para que se
realice la acusación cuando éste, en primera instancia, ha decidido lo contrario
y ello no involucra la pérdida de la imparcialidad del juez.
Fecha ut supra
Exp. 02-2154
AGG/PRRH