La Pneumatología Magisterio
La Pneumatología Magisterio
La Pneumatología Magisterio
SEMINARIO DIOCESANO DE
MORELIA
TEOLOGÍA
Materia: Pneumatología
INTRODUCCIÓN
El Espíritu Santo, el Espíritu de Dios, el que H. U. von Balthasar, con inquietante frase,
llama “el Desconocido más allá de la Palabra”, es el Espíritu que anima y actualiza la
obra de la redención efectuada por Cristo con su misterio pascual. Retomando lo dicho por
H. U. von Balthasar, es la Persona que pareciera ser el Gran Desconocido. Sin embargo, el
hecho en sí mismo no elimina su actuar manifestado a través de la Historia de la Salvación
y que tendrá su plenitud en la consumación de los tiempos cuando Cristo será todo en todos
(Ef 1, 23).
El desconocimiento del Espíritu ha sido la situación que la Iglesia vivió durante
muchos siglos. Pero tal parece que hoy día, después del “renovado pentecostés” que
produjo el acontecimiento del Vaticano II, estamos entrando en una etapa carismática como
Iglesia. Y esto es necesario, sino el influjo misionero, la nueva Evangelización, la
renovación de la vida eclesial, no será significativa para el hombre contemporáneo que está
ávido de la verdad y busca, no sólo que se le hable de Jesucristo, sino que en cierto sentido,
se le haga ver (cfr. NMI 3).
El presente trabajo es la síntesis de los pronunciamientos más significativos que el
magisterio ha dado sobre el Espíritu Santo, desde el Papa León XIII hasta Benedicto XVI.
Como se podrá apreciar, es un recorrido cronológico teniendo como punto central el
Vaticano II y la encíclica del Papa Juan Pablo II, que a nuestro parecer, es el
pronunciamiento más explícito e íntegro sobre el Espíritu Santo, pues desde una
perspectiva bíblica abarca todos los aspectos más importantes sobre el Espíritu en la vida de
la Iglesia y en el mundo.
Con las presente exposición no decimos que ya se haya dicho todo sobre el Espíritu
Santo, pero sí que hay nuevos matices para reflexionar su actuar en la vida de cada uno de
los creyentes, en la vida de la Iglesia y en la vida del mundo porque como lo veremos más
adelante, “el envío del Espíritu Santo, es la nueva manera de la presencia de Dios en el
mundo y en la historia” (DEV 14), dividido por el pecado. El Padre de los Pobres, el dador
de todos los dones, es el único que puede transformar las conciencias y abrirnos a la gracia
de Cristo para vivir no según el mundo, sino con la plenitud que da la vida según el Espíritu
(Ga 5, 25).
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2. Vaticano II
El Vaticano II, el Concilio del siglo XX, ha sido todo un acontecimiento que hoy día
no hemos podido explotar al cien por ciento. En cuanto la pneumatología, se nos harán
grandes aportaciones, sobre todo desde su perspectiva, marcadamente eclesiológica. De
esta manera podemos enumerar las siguientes líneas más sobresalientes:
a) Una cristología más bíblica del cual se deriva una pneumatología con un matiz diferente:
El Espíritu Santo es el Espíritu de Jesús (LG 8), consuma su obra, construye el cuerpo de
Cristo y es origen de la vida de la Iglesia (CD 11,1; LG 21), garantizando la fidelidad a la
tradición y la verdad de su doctrina (LG 25; 43; DV 8,9 y 10).
Pero la obra del Espíritu es mayor que eso, la Gaudium et Spes en su número 44
dice: “Es propio de todo el pueblo de Dios, pero principalmente de los pastores y de los
teólogos, auscultar, discernir e interpretar, con la ayuda del Espíritu Santo, las múltiples
voces de nuestro tiempo y valorarlas a la luz de la palabra divina, a fin de que la Verdad
revelada pueda ser mejor percibida, mejor entendida y expresada en forma más
adecuada”. Así pues, el Espíritu Santo anima y vivifica a la Iglesia para el acrecentamiento
de su cuerpo (LG 8); el Espíritu no es una fuerza impersonal, es Señor aunque sea el
Espíritu de Cristo y nos santifica en la Iglesia, igual como en la unción de Cristo por el
Espíritu (LG 7).
Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre” (GS 1). Y, alentada por el
Espíritu, se reúne en torno a Cristo, presente en la liturgia, para celebrar en esperanza su
entrada definitiva “en la casa del Padre” (cfr. SC 1-12; 47-48).
para todos y cada uno de los creyentes el principio de asociación y unidad en la doctrina
de los Apóstoles, en la mutua unión, en la fracción del pan y en las oraciones (cf. Hch 2,42
gr.).
Así, pues, el único Pueblo de Dios está presente en todas las razas de la tierra, pues
de todas ellas reúne sus ciudadanos, y éstos lo son de un reino no terrestre, sino celestial.
Todos los fieles dispersos por el orbe comunican con los demás en el Espíritu Santo, y así,
«quien habita en Roma sabe que los de la India son miembros suyos». Y como el reino de
Cristo no es de este mundo (cfr. Jn 18,36), la Iglesia o el Pueblo de Dios, introduciendo
este reino, no disminuye el bien temporal de ningún pueblo; antes, al contrario, fomenta y
asume, y al asumirlas, las purifica, fortalece y eleva todas las capacidades y riquezas y
costumbres de los pueblos en lo que tienen de bueno”; el todo eclesial se enriquece por la
comunicación mutua y llegan a la plenitud en la unidad. La universalidad de los fieles, con
la unción del Santo no pueden fallar en sus creencias (LG 12); porque el Espíritu guía el
tiempo histórico, renueva la faz de la tierra y está presente en su constante evolución (GS
26) y mueve el corazón de los hombres a Dios (GS 41).
referente al pecado” (Jn 16,7), llega a ser a la vez un convencer sobre la remisión
de los pecados, por la misma virtud del Espíritu Santo (cfr. DEV 31).
c) En el ámbito moral, el Espíritu Santo es el “inspirador” que nos hace conocer o
discernir entre el bien y el mal, o sea es la “voz de nuestra conciencia” (cfr. DEV
43) para “vivir según el Espíritu” (cfr. DEV 58).
d) Enfatiza que sólo bajo el influjo del Espíritu Santo se realiza la conversión del
corazón humano, que es condición indispensable para el perdón de los pecados (cfr.
DEV 42).
e) En cuanto la universalidad de la salvación, el Papa Juan Pablo II nos dice que el
Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios
conocida, se asocien al misterio pascual de Cristo, todos los hombres, sean católicos
o no católicos (cfr. DEV 53).
f) Respecto de los sacramentos, el papa observa que “en cierto modo la gracia de
Pentecostés se perpetúa en la Iglesia” a través de los sacramentos del orden y de la
confirmación y en general, el Espíritu Santo hace presente a Cristo por los
sacramentos en la vida de la Iglesia (cfr. DEV 61; 63).
g) En cuanto la eclesiología, el Papa Beato afirma que “la enseñanza del Vaticano II
es "pneumatológica", o sea, está impregnada por la verdad de que el Espíritu Santo
es el alma de la Iglesia (cfr. DEV 26)
h) Otros aspectos que se resaltan son “el Espíritu como vinculo de unidad” (DEV 30;
62, 64), la primacía de la vida interior, de la oración pues “nuestra difícil época
tiene especial necesidad de la oración” (DEV 65), de la renovación de la vida
espiritual (cfr. DEV 65) y sobre todo, da varias luces sobre cómo el “Espíritu Santo
es Espíritu Vivificador” en contraposición con la cultura de la muerte que
comenzaba a gestarse desde los años 80’s (cfr. DEV 58). Así, el Espíritu Santo es su
fundamento de la esperanza escatológica de la Iglesia (cfr. DEV 64).
En cuanto la misión del Espíritu podemos decir tres cosas, además de ser “Señor y
dador de Vida”: Primeramente: es quien ha hablado por las Escrituras, esto quiere decir que
El Espíritu Santo ha estado presente en toda la historia de la salvación y ha inspirado a
todos aquellos hombres que dan a conocer el plan salvífico y hablan en nombre de Dios. A
estos hombres el Credo los llama “Profetas” por los cuales el Espíritu ha hablado para
llevar al creyente a la revelación plena del misterio de Cristo (cfr. Compendio 140).
Segundo: respecto de Cristo, tienen una misión conjunta atestiguada en el Nuevo
Testamento: Nos dice el Catecismo de la Iglesia en el número 690 que Jesús es el Cristo,
"el ungido", porque el Espíritu es su Unción y todo lo que sucede a partir de la Encarnación
mana de esta plenitud (cfr. Jn 3, 34). Cuando por fin Cristo es glorificado (Jn 7, 39), puede
a su vez, de junto al Padre, enviar el Espíritu a los que creen en él: Él les comunica su
Gloria (cfr. Jn 17, 22), es decir, el Espíritu Santo que lo glorifica (cfr. Jn 16, 14). La misión
conjunta y mutua se desplegará desde entonces en los hijos adoptados por el Padre en el
Cuerpo de su Hijo: la misión del Espíritu de adopción será unirlos a Cristo y hacerles vivir
en Él.
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Es también importante señalar como tercer punto, la misión “ad Extra” del Espíritu
Santo que consiste en edificar, animar y santificar a la Iglesia; como Espíritu de Amor,
devuelve a los bautizados la semejanza divina, perdida a causa del pecado, y los hace vivir
en Cristo la vida misma de la Trinidad Santa. Los envía a dar testimonio de la Verdad de
Cristo y los organiza en sus respectivas funciones, para que todos den “el fruto del
Espíritu” (Ga 5, 22) (Compendio 145), " que es caridad, alegría, paz, paciencia,
afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza" (Ga 5, 22-23). (CEC736).
Otro aporte, muy novedoso, del Catecismo es la riqueza de simbolismos que el
Espíritu Santo ha tomado para manifestarnos su actuar. Dichos símbolos están
estrechamente ligados con la fuerza, la vida, la energía, la potencia, etc. Quizá porque así
logramos comprender a modo humano, con más claridad cómo es este Espíritu: El agua, la
unción, el fuego, la nube y la luz, el sello que es un símbolo cercano al de la unción, la
mano, el dedo y la paloma.
Al soplo, al don del Espíritu Santo, el Señor une el poder de perdonar. Hemos
escuchado antes que el Espíritu Santo une, derriba las fronteras, conduce a unos hacia los
otros. La fuerza, que abre y permite superar Babel, es la fuerza del perdón. Jesús puede
dar el perdón y el poder de perdonar, porque él mismo sufrió las consecuencias de la culpa
y las disolvió en las llamas de su amor. El perdón viene de la cruz; él transforma el mundo
con el amor que se entrega. Su corazón abierto en la cruz es la puerta a través de la cual
entra en el mundo la gracia del perdón. Y sólo esta gracia puede transformar el mundo y
construir la paz. (Homilía de Pentecostés, 15 de mayo de 2005).
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CONCLUSIÓN
Es muy significativo que después del Vaticano II, el lenguaje teológico retoma la parte
bíblica como esencial. La reflexión sobre el Espíritu Santo que se ha seguido parte de los
textos neotestamentarios de los Evangelios y del Evangelio del Espíritu Santo (Libro de
Hechos). Esta vuelta a las “fuentes de la Escritura” nos ha hecho vislumbrar de un modo
amplio todo lo que el Espíritu hace en la Iglesia, pues por medio de Él, se constituye la
Iglesia, se viven los carismas, los dones y lo más importante de todo, se actualizan las
gracias de la salvación de Cristo, el enviado del Padre. De este modo, en el Vaticano II,
viene a ser un Concilio del Espíritu.
No menos significativa es la encíclica del Beato Juan Pablo II que desarrolla una
pneumatología muy vasta. Su reflexión es de corte transversal pues habla del Espíritu santo
y su relación con Cristo, la Iglesia, la moral, la misión, la espiritualidad, la escatología,
entre otros temas. De esta manera tomamos conciencia de que el papel del Espíritu es
protagónico, no sólo en la Iglesia sino en todo el mundo, pues Dios Padre lo ha enviado
junto con su Hijo como “Don” que renueva y anima el cosmos (cfr. DEV 24).
Otro documento de suma importancia es el Catecismo de la Iglesia Católica que
muestra de modo concreto la identidad, las manifestaciones y la actuación del Espíritu
Santo en la vida y misión de la Iglesia. Su reflexión parte siempre de la Revelación hecha
desde el Antiguo Testamento y llevada a su plenitud con la encarnación y Pascua de Cristo,
la cual inaugura los últimos tiempos (cfr. Hb 1, 2). Recupera los simbolismos con los que la
Tradición ha relacionado al Espíritu y lo más importante, nos muestra los “lugares
teológicos” en donde podemos captar la presencia del Paráclito. Así pues, llegamos a la
conclusión de que el conocimiento del Espíritu Santo procede ante todo de la experiencia
de los fieles que están en comunión y reciben la vida de gracia y los sacramentos de Él. Se
trata pues de una especie de conocimiento vital, distinto del conocimiento racional al que
estamos tan acostumbrados.
Las otras aportaciones que se han hecho, por ejemplo las del Papa Benedicto XVI,
vienen a reafirmar lo que ya se ha dicho, no por eso son menos importantes, pero son
muestra clara que todavía hay mucho que reflexionar sobre el Espíritu Santo, sobre todo
relacionarlo aún más con todos los ámbitos de la vida del creyente.
SIGLAS
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NMI= NOVO MILLENNIO INEUNTE, Carta apostólica del sumo Pontífice Juan Pablo II
DEV= DOMINUM ET VIVIFICANTEM, Carta encíclica del sumo Pontífice Juan Pablo II
DIM= DIVINUM ILLUD MUNUS, Carta encíclica del sumo Pontífice León XIII
MCC= MYSTICI CORPORIS CHRISTI, Carta encíclica del sumo Pontífice Pío XII
LG= LUMEN GENTIUM, Constitución Dogmática Sobre la Iglesia.
DV= DEI VERBUM, Constitución Dogmática Sobre la Divina Revelación
GS= GAUDIUM ET SPES, Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual
SC= SACROSANCTUM CONCILIUM, Constitución Sobre La Sagrada Liturgia
CD= CHRISTUS DOMINUS, Decreto sobre el ministerio pastoral de los Obispos
AD= AD GENTES, Decreto Sobre La Actividad Misionera De La Iglesia
UR= UNITATIS REDINTEGRATIO, Decreto sobre el Ecumenismo
CEC= CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
DS= EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA, Heinrich Denzinger-Peter Hünermann.
ÍNDICE
16
INTRODUCCIÓN................................................................................................................2
2. Vaticano II..........................................................................................................................5
CONCLUSIÓN....................................................................................................................14
SIGLAS................................................................................................................................16
ÍNDICE................................................................................................................................16