Evaluaciones
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Resumen
El examen es la herramienta más común para llevar a cabo la evaluación, pero el tér-
mino despierta una serie de ideas sobre las cuales debemos reflexionar. El examen suele
ser rechazado por considerarlo injusto pero necesario para cerrar un proceso, y también
es sobrevalorado, visto como una exigencia del proceso mismo de aprendizaje-enseñan-
za. Lo que está claro es que el examen suele ocupar un lugar fundamental para responder
a las demandas y necesidades de los participantes implicados en el proceso: estudiantes,
docentes y agentes sociales que solicitan certificaciones. En esta comunicación, nos cen-
traremos en los exámenes de certificación de la competencia lingüística en español, su
relación con cada uno de los participantes del proceso de aprendizaje-enseñanza y las
principales características que deben reunir para ser un “buen” examen.
1. Introducción
1. Este artículo se enmarca dentro de las investigaciones llevadas a cabo por el grupo de investigación GRILES (Universidade
de Vigo) en el proyecto “O acceso á educación universitaria galega en Lingua de sinais (LS): análise, deseño e elaboración de
probas para a avaliación das competencias” (Referencia: 10 PXIB 302 020 PR), proyecto concedido en la convocatoria del
Plan Galego de I+D+i por la Xunta de Galicia.
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sus usuarios. Aparte de este aspecto general, el proyecto CERTEL (2003: 10) establece
una serie de rasgos comunes a todos los certificados oficiales:
2. La evaluación. Tipos
Actualmente, podemos considerar que evaluación es “un término amplio que im-
plica un proceso de recogida de información sobre los conocimientos y actuaciones de
los aprendientes con el fin de tomar decisiones” (Puig, 2008: 84). Se trata, por tanto, de
decisiones que atañen a todo el proceso de aprendizaje-enseñanza y que convierten a
la evaluación en un referente primordial para dicho proceso y no en el final del mismo
como tradicionalmente se ha considerado.
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Sin embargo, en el ámbito de la evaluación certificativa lo importante es el resultado
y no el proceso de aprendizaje-enseñanza, ya que los instrumentos de acreditación de
competencia lingüística son totalmente independientes de la formación que el candida-
to haya tenido. En ningún caso se analiza el modo en el cual se han adquirido los cono-
cimientos sino que, para recibir el título, solamente se tienen en cuenta los resultados
obtenidos en la prueba a la que el candidato se ha presentado. Así, debemos considerar
la definición aportada por Vázquez, quien define la evaluación “como producto dispara-
dor de procesos, es decir, una serie de decisiones y medidas que desembocan en un cer-
tificado, llevado a la práctica a través de un instrumento llamado examen” (2008: 45).
3. El examen. Tipos
La palabra examen provoca en nosotros toda una serie de ideas o imágenes que po-
demos resumir, grosso modo, en dos. Por un lado, es rechazado por considerarlo injusto,
pero a la vez necesario para cerrar un proceso. Y, por otro lado, es sobrevalorado y
visto como una imposición o exigencia que regiría el proceso mismo de aprendizaje-
enseñanza.
Lo que está claro es que el examen ocupa un lugar focal tanto en el proceso de
aprendizaje-enseñanza, como para los docentes, los estudiantes y la sociedad debido,
sobre todo, a los cuatro factores propuestos por Prati (2007: 13):
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menta programas, materiales, enfoques, con lo cual siempre incide directamen-
te (de modo positivo o negativo) sobre la planificación de la enseñanza.
El Diccionario de términos clave de ELE (en línea) define examen como “[…] un ins-
trumento de evaluación cuya función es proporcionar información sobre determina-
das características de un candidato—tales como la amplitud de sus conocimientos y su
grado de control lingüístico y su actuación de una forma tal que dichas características
puedan medirse—”.
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Por su parte, Hughes (2003), para establecer los tipos de exámenes, tiene en cuenta
el propósito fundamental de la evaluación:
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4. Qué es un buen examen
Desde los años 60, la principal característica de un buen examen era únicamente la
validez, esto es, el examen mide adecuadamente lo que dice que intenta medir. En la
década de los 90, Bachman (1996) asocia un buen examen con su utilidad, de tal modo
que un examen útil incluye seis cualidades: validez de constructo, confiabilidad, auten-
ticidad, interactividad, impacto y viabilidad.
Validez de constructo: un examen es válido en la medida en que sus resultados pueden ser
interpretados como indicadores de las habilidades o del constructo que queremos evaluar,
entendiendo por constructo “una habilidad o atributo que definimos de manera específica
y sirve de base para el diseño de un examen o actividad de examen y para interpretar los
resultados obtenidos” (Llosa, 2006). La validez de constructo se puede apoyar, a su vez, en:
Validez de imagen: es necesario que un examen sea aceptado por los candidatos, los
docentes, las autoridades educativas y los empleados para que sea usado y pueda tener
impacto.
Aunque lo ideal es que estas dos características estén presentes de forma equilibra-
da en cualquier examen, existe la posibilidad de que una prueba de evaluación pueda ser
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fiable y no válida, sin embargo, una prueba nunca podrá ser válida si no es fiable. Esto
quiere decir que una prueba puede tener resultados estables aunque no mida lo que en
un principio pretendía medir, pero no puede medir lo que pretende si no puede hacerlo
con la precisión necesaria.
Johnson (2008: 467), por su parte, reduce las cualidades básicas que debe tener un
buen examen a cuatro: validez, fiabilidad, discernimiento y viabilidad. El discernimien-
to consiste en que un examen tiene que ser capaz “de distinguir entre los estudiantes:
de distinguir a los buenos estudiantes de los malos, o a los que han alcanzado cierto
nivel de los que no lo han hecho” (Johnson, 2008: 474).
Por tanto, es necesario conocer estas cualidades básicas y tener claro cómo se deben
confeccionar unas pruebas de evaluación de calidad. El Instituto Cervantes, encargado
de los exámenes de acreditación de la competencia en lengua española, propone las
siguientes cinco fases como principios esenciales e imprescindibles para su diseño:
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ciones de examen con aprendientes de las mismas características que los can-
didatos a los que se dirige. Además, se revisan aspectos como la claridad de las
instrucciones y el formato de la prueba.
• Fase operacional: la prueba entra en funcionamiento con candidatos reales y se
determina una serie de procesos regulares de administración y calificación.
• Fase de monitorización: conforme se va usando la prueba y se van produciendo
nuevas versiones de la misma, se realiza un análisis de los resultados que va gene-
rando. Así, es posible evaluar el rendimiento de la prueba en sí misma y realizar
mejoras mediante enmiendas en las especificaciones.
Del mismo modo, Prati (2007: 54) enumera los rasgos que hay que considerar siem-
pre a la hora de escribir un ítem de un examen:
• Tiene una función precisa y concreta: dar información sobre lo que sabe el estu-
diante. (El equipo se pregunta reiteradas veces: “qué queremos medir con este
examen, con este ítem, con esta consigna, con este espacio en blanco que pro-
ponemos…”).
• Es válido (responde a la modalidad de evaluación elegida. Si queremos un exa-
men oral, no pondremos al alumno a escribir lo que va a decir o a proponer por
escrito diferentes fórmulas de presentación. En todo caso, esto podría llegar a
constituir una preparación para una exposición oral, pero de ninguna manera
será información evaluable).
• Es confiable (cumple con los requisitos de confiabilidad: “vale por sí mismo”:
no depende para su resolución de otro ítem ya evaluado. Por ejemplo: si el es-
tudiante completa espacios en blanco en un texto, no podrá después responder
preguntas de comprensión acerca del mismo fragmento. Si no ha podido com-
pletar los espacios en banco tampoco podrá comprenderlo).
• Presenta actividades con instrucciones claras, simples, sin ambigüedades. (El
estudiante se encuentra solo frente a la hoja de papel, no tiene a nadie a quien
preguntar, por lo que si no entiende las instrucciones no podremos evaluar su
dominio de la lengua).
• Cada ítem deberá estar acompañado de un esquema de corrección, por puntua-
ción o por bandas de descripción.
5. Conclusiones
Son muchas las personas que consideran que obtener el certificado o diploma que acre-
dita su competencia lingüística en una segunda lengua o lengua extranjera significa el cierre
de una etapa o que cumple la función de concluir una experiencia. Pero no son menos las
que lo ven como la llave o punto de partida que les permitirá iniciar una trayectoria (educa-
tiva, académica, laboral) mediante el conocimiento y el uso más adecuado de la lengua.
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nes adquieren un reconocimiento, tanto nacional como internacional, más amplio.
Debido a esto, el concepto de evaluación ha sufrido un profundo cambio, ha dejado
de ser el “ADN de la persona que enseña, en la medida en que imparte cursos de prepa-
ración de exámenes, utilizando materiales publicados o bien produciendo sus propios
materiales” para convertirse en una “certificación de validez internacional” (Vázquez,
2008: 45) que mueve dinero y, por tanto, ser uno de los principales instrumentos de las
políticas lingüísticas.
Bibliografía
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