Proyecto ADM Tarcisios
Proyecto ADM Tarcisios
Proyecto ADM Tarcisios
Finalidad
D. En la Iglesia
caridad.
Por eso, el adorador nocturno sólo
Consejo nacional.
E.Miembros
1. Adoradoras activas.
rv. Honorarias(os).
• Saludo y Bienvenida
• Eucaristía
El horario será vespertino, con una duración de 1h. y 30 min., un solo día al mes.
Se intentará también que fuera del horario de las vigilias, este lugar sea el de encuentro
de los adoradores para compartir lecturas, juegos…
Iniciativas semejantes se están llevando a cabo en otras poblaciones, como por ejemplo
Jaén, y, otras, cuentan con un larga tradición, como por ejemplo San Sebastián.
El nombre de Tarsicios se deriva de san Tarsicio, niño mártir de la Eucaristía que vivó en
el siglo I. Tarsicio es el primero en proclamar su fe en el misterio eucarístico hasta el
extremo de dar su vida. Es el patrono de los Tarsicios. Su fiesta se celebra el 13 de agosto.
En primeroscristianos.com podemos leer la historia de Tarsicio. Dice así:
Al amanecer del dies solis, acabada la celebración de la Eucaristía, Tarsicio cruza la vía Apia para
llevar la Comunión a sus hermanos enfermos o encarcelados. Debía de notarse que ocultaba
algo, porque unos soldados lo detienen y le obligan a enseñarles qué portaba. Tarsicio se niega
con firmeza.Contrasta la brutalidad de los comisarios con la aparente fragilidad del adolescente,
que resiste la lapidación hasta yacer en tierra, abrazado a las especies eucarísticas.
Tarsicio sufre el martirio el 15 de agosto del año 257. El emperador Valeriano acababa
de promulgar un edicto que prohibía bajo pena de muerte cualquier acto de culto
cristiano, como un intento de erradicar la Iglesia desde su núcleo más fundamental.
Las autoridades civiles sabían que los bautizados se reunían para dar culto a Dios. Plinio
el Joven -gobernador de Bitinia a inicios del siglo II- apunta: “un día determinado, antes
del alba, se reúnen para cantar en coro un himno a Cristo, como a un dios”.
El día determinado era el primero de la semana; los romanos lo habían denominado dies
solis, en honor al dios Sol, y los primeros fieles aprovecharon esta coincidencia para
“orientar la celebración de ese día hacia Cristo, el verdadero sol de la humanidad”: el
centro de la vida.
Más adelante se le llamó dies Domini, tal y como aparece en el Apocalipsis, porque
daba a la jornada el pleno significado que deriva del mensaje pascual: Cristo Jesús es el
Señor de la Creación.
El día del sol era laborable. A pesar de que el Imperio declaraba muchas jornadas
festivas, no se había determinado ninguna para el descanso: asistir a Misa suponía
dormir pocas horas o pasar la noche en vela.
Los cristianos actuaban movidos por “una exigencia interior que (…) sentían con tanta
fuerza que al principio no se consideró necesario prescribirla. Sólo más tarde, ante la
tibieza o negligencia de algunos, se ha debido explicitar el deber de participar en la
Misa del domingo”.
Acudir a la fracción del pan el día del Seño era una necesidad prescrita en el corazón de
los bautizados. Ni el edicto de Valeriano ni las sucesivas amenazas lograban quebrantar
la fe de aquellos primeros: “¡no podemos vivir sin el domingo!”, exclamaban los
mártires de Abitene, detenidos por haber incurrido en una reunión ilegal.
Tharsos, audacia, confianza Tarsicio era acólito en una iglesia doméstica construida a
cielo abierto, en el cementerio de Calixto, sobre la Vía Apia.
Bien entrada la noche del sábado o antes del amanecer del domingo, el joven se dirige a
la domus para ayudar en la celebración eucaríística, que seguiría aproximadamente el
orden que describe San Justino:
“Se leen, según el tiempo disponible, las Memorias de los Apóstoles y los escritos de
los profetas. Después, el lector calla y el presidente toma la palabra para exhortarnos a
imitar los buenos ejemplos que acaban de ser citados.
A continuación, todos se ponen en pie y recitan las oraciones. Por último (…) la
comunidad ora y da gracias con todas sus fuerzas; el pueblo responde con la aclamación
Amén.
Después se distribuye a cada uno los alimentos consagrados y se envían a los ausentes”.
Así consta en el Liber Pontificalis: “reciben el alimento que nosotros hemos consagrado
por medio de los acólitos”. Al acabar la Misa, Tarsicio se ofrece a llevar la Eucaristía.
Podían hacerlo otros acólitos, pero el joven se adelanta con generosidad: ha recibido el
don por excelencia y quiere compartirlo. Es necesario agrandar el corazón para
acercarse a Jesús sacramentado. Ciertamente, se precisa la fe; pero se requiere además,
para ser alma de Eucaristía, saber querer, saber darse a los demás, imitando -dentro de
nuestra pobre poquedad- la entrega de Cristo a todos y a cada uno. Tarsicio sale de la
domus custodiando al Señor junto a su pecho, entre los pliegues de la túnica. Tal vez
por curiosidad o por malicia, unos hombres lo interceptan y le piden que entregue lo que
lleva. La negativa les desconcierta, y se ensañan más aún hasta quitarle la vida. Causa
estupor la firmeza del adolescente en defender lo que luego descubren como un trozo de
pan.
El nombre Tarsicio -según algunos autores- deriva de la palabra griega tharsos, que
significa valor, audacia, confianza. Su fortaleza es una prueba más de que -desde los
comienzos- la Iglesia entendía las palabras de Jesucristo: esto es mi cuerpo, ésta es mi
sangre, de un modo real, no metafórico.
¿Quién se hubiera dejado lapidar por un símbolo? San Justino afirmaba que la
Eucaristía es “la carne y la sangre de aquel Jesús que se encarnó”, y San Ireneo añadía
que el Cuerpo resucitado de Cristo vivifica nuestra carne: al comulgar “nuestros cuerpos
no son corruptibles sino que poseen el don de la resurrección para siempre”.
Según una tradición antigua, cuando Tarsicio yacía en tierra, pasó un soldado
catecúmeno que se llamaba Cuadrado. Reconoció al joven cristiano y lo cargó en sus
hombros hasta el cementerio de Calixto. Depuso el cadááver en el mausoleo construido
en la superficie -la cella tricora-, junto a los restos mortales del Papa Ceferino.
El hecho del martirio de San Tarsicio es histórico, pero no consta que fuese niño acólito
como dicen algunos