Proyecto ADM Tarcisios

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Adoración nocturna mexicana

Finalidad

La Adoración Nocturna tiene por objeto

hacer guardia y oración durante las horas

de la noche a Cristo en la Eucaristía, con-

solar su corazón al ofrecer los sufrimientos

en expiación por sus propios pecados, los

pecados nacionales y los del mundo entero,

dar testimonio a los fieles de que Jesucristo

es el Señor y Salvador y que a él, presente

bajo las especies sacramentales, se le rinde el culto de adoración que ha de tributarse a

Dios, y promover la adoración eucarística.

D. En la Iglesia

La Adoración Nocturna Mexicana, como

asociación reconocida por la Iglesia, par-

ticipa de su vida y santidad, en comu-

nión y obediencia al Papa y los Pastores

de la Iglesia (cfr. LG 34, 41).

Por medio de la Iglesia recibimos

la misión que continúa la oración de Je-

sús al Padre: "Padre, perdónalos, porque

no saben lo que hacen" (Le 23, 34); sere-

mos fieles a la identidad de la asociación

y nos insertaremos en la vida eclesial de

la diócesis y de la parroquia, con la fuer-

za de nuestro carisma en la Iglesia, ins-

crito en la propia bandera: Sacramento

de piedad, signo de unidad, vínculo de

caridad.
Por eso, el adorador nocturno sólo

debe tener un ideal: Cristo Eucaristía;

una ley: los estatutos; un uniforme: el

distintivo nacional; una bandera: la que juramos al ser recibidos en la Adoración

Nocturna; un arma: el ritual.

Su órgano oficial es "La semilla eu-

carística", editada mensualmente por el

Consejo nacional.

El lema de la Adoración Mexicana,

con el cual deberá encabezar todos sus

documentos y comenzar todos sus actos

es: [Adorado sea el Santísimo Sacramen-

to! ¡AveMaría purísima!

E.Miembros

La Adoración Nocturna Mexicana es una

asociación católica pública de fieles. Con-

formada de la siguiente manera:

1. Adoradoras activas.

II. Adoradores activos.

III. Tarcisios e ineses.

rv. Honorarias(os).

Las adoradoras y adoradores tienen los

mismos derechos, obligaciones y privile-

gios. Se empleará el término adorador,

válido para unas y otros.

Los tarsicios son agrupaciones para niños, dependientes de la Adoración


Nocturna, que tienen como objetivo formar en la fe y acercar a los niños a
la Eucaristía, así como orar ante Jesús expuesto en el Santísimo.
Las vigilias se programarán con las siguientes características:

• Saludo y Bienvenida

• Breve introducción de piedad, de temas litúrgicos, de espiritualidad…

• Eucaristía

• Exposición del Santísimo Sacramento y Adoración

Se desarrollarán en la sede de la ANE de Santander calle Rualasal nº 7, 1º izda.

El horario será vespertino, con una duración de 1h. y 30 min., un solo día al mes.

Se intentará también que fuera del horario de las vigilias, este lugar sea el de encuentro
de los adoradores para compartir lecturas, juegos…

Iniciativas semejantes se están llevando a cabo en otras poblaciones, como por ejemplo
Jaén, y, otras, cuentan con un larga tradición, como por ejemplo San Sebastián.

El nombre de Tarsicios se deriva de san Tarsicio, niño mártir de la Eucaristía que vivó en
el siglo I. Tarsicio es el primero en proclamar su fe en el misterio eucarístico hasta el
extremo de dar su vida. Es el patrono de los Tarsicios. Su fiesta se celebra el 13 de agosto.
En primeroscristianos.com podemos leer la historia de Tarsicio. Dice así:
Al amanecer del dies solis, acabada la celebración de la Eucaristía, Tarsicio cruza la vía Apia para
llevar la Comunión a sus hermanos enfermos o encarcelados. Debía de notarse que ocultaba
algo, porque unos soldados lo detienen y le obligan a enseñarles qué portaba. Tarsicio se niega
con firmeza.Contrasta la brutalidad de los comisarios con la aparente fragilidad del adolescente,
que resiste la lapidación hasta yacer en tierra, abrazado a las especies eucarísticas.

Tarsicio sufre el martirio el 15 de agosto del año 257. El emperador Valeriano acababa
de promulgar un edicto que prohibía bajo pena de muerte cualquier acto de culto
cristiano, como un intento de erradicar la Iglesia desde su núcleo más fundamental.

Las autoridades civiles sabían que los bautizados se reunían para dar culto a Dios. Plinio
el Joven -gobernador de Bitinia a inicios del siglo II- apunta: “un día determinado, antes
del alba, se reúnen para cantar en coro un himno a Cristo, como a un dios”.

El día determinado era el primero de la semana; los romanos lo habían denominado dies
solis, en honor al dios Sol, y los primeros fieles aprovecharon esta coincidencia para
“orientar la celebración de ese día hacia Cristo, el verdadero sol de la humanidad”: el
centro de la vida.

Más adelante se le llamó dies Domini, tal y como aparece en el Apocalipsis, porque
daba a la jornada el pleno significado que deriva del mensaje pascual: Cristo Jesús es el
Señor de la Creación.

El día del sol era laborable. A pesar de que el Imperio declaraba muchas jornadas
festivas, no se había determinado ninguna para el descanso: asistir a Misa suponía
dormir pocas horas o pasar la noche en vela.

Los cristianos actuaban movidos por “una exigencia interior que (…) sentían con tanta
fuerza que al principio no se consideró necesario prescribirla. Sólo más tarde, ante la
tibieza o negligencia de algunos, se ha debido explicitar el deber de participar en la
Misa del domingo”.

Acudir a la fracción del pan el día del Seño era una necesidad prescrita en el corazón de
los bautizados. Ni el edicto de Valeriano ni las sucesivas amenazas lograban quebrantar
la fe de aquellos primeros: “¡no podemos vivir sin el domingo!”, exclamaban los
mártires de Abitene, detenidos por haber incurrido en una reunión ilegal.

Tharsos, audacia, confianza Tarsicio era acólito en una iglesia doméstica construida a
cielo abierto, en el cementerio de Calixto, sobre la Vía Apia.

Bien entrada la noche del sábado o antes del amanecer del domingo, el joven se dirige a
la domus para ayudar en la celebración eucaríística, que seguiría aproximadamente el
orden que describe San Justino:

“Se leen, según el tiempo disponible, las Memorias de los Apóstoles y los escritos de
los profetas. Después, el lector calla y el presidente toma la palabra para exhortarnos a
imitar los buenos ejemplos que acaban de ser citados.

A continuación, todos se ponen en pie y recitan las oraciones. Por último (…) la
comunidad ora y da gracias con todas sus fuerzas; el pueblo responde con la aclamación
Amén.
Después se distribuye a cada uno los alimentos consagrados y se envían a los ausentes”.

Quienes sufrían alguna enfermedad o permanecían en prisión no quedaban privados del


fármaco de la inmortalidad, el antídoto contra la muerte, como llamaba San Ignacio de
Antioquía a la Eucaristía. Después del mencionado edicto de Valeriano, llevarles la
Comunión suponía un riesgo. Probablemente por eso se elegía a niños o adolescentes
para cumplir este encargo, pues circulaban por la Urbe con cierta facilidad y se les
permitía visitar a los encarcelados.

Así consta en el Liber Pontificalis: “reciben el alimento que nosotros hemos consagrado
por medio de los acólitos”. Al acabar la Misa, Tarsicio se ofrece a llevar la Eucaristía.
Podían hacerlo otros acólitos, pero el joven se adelanta con generosidad: ha recibido el
don por excelencia y quiere compartirlo. Es necesario agrandar el corazón para
acercarse a Jesús sacramentado. Ciertamente, se precisa la fe; pero se requiere además,
para ser alma de Eucaristía, saber querer, saber darse a los demás, imitando -dentro de
nuestra pobre poquedad- la entrega de Cristo a todos y a cada uno. Tarsicio sale de la
domus custodiando al Señor junto a su pecho, entre los pliegues de la túnica. Tal vez
por curiosidad o por malicia, unos hombres lo interceptan y le piden que entregue lo que
lleva. La negativa les desconcierta, y se ensañan más aún hasta quitarle la vida. Causa
estupor la firmeza del adolescente en defender lo que luego descubren como un trozo de
pan.

El nombre Tarsicio -según algunos autores- deriva de la palabra griega tharsos, que
significa valor, audacia, confianza. Su fortaleza es una prueba más de que -desde los
comienzos- la Iglesia entendía las palabras de Jesucristo: esto es mi cuerpo, ésta es mi
sangre, de un modo real, no metafórico.

¿Quién se hubiera dejado lapidar por un símbolo? San Justino afirmaba que la
Eucaristía es “la carne y la sangre de aquel Jesús que se encarnó”, y San Ireneo añadía
que el Cuerpo resucitado de Cristo vivifica nuestra carne: al comulgar “nuestros cuerpos
no son corruptibles sino que poseen el don de la resurrección para siempre”.

Tarsicio es el primero en proclamar su fe en el misterio eucarístico hasta el extremo de


consignar su vida, por eso se le conoce como el protomártir de la Eucaristía: Esteban
confesó que Jesús era el Mesías, pronunciando un discurso que le llevó a la lapidación;
Tarsicio defendió en silencio a su Dios presente en la Hostia Santa, correspondiendo a
la entrega del Amigo que se ofrecía por su vida, y por la de todos, en la Eucaristía.

EL DIOS QUE NO ABANDONA

Según una tradición antigua, cuando Tarsicio yacía en tierra, pasó un soldado
catecúmeno que se llamaba Cuadrado. Reconoció al joven cristiano y lo cargó en sus
hombros hasta el cementerio de Calixto. Depuso el cadááver en el mausoleo construido
en la superficie -la cella tricora-, junto a los restos mortales del Papa Ceferino.

En el siglo VIII, trasladaron su cuerpo a la iglesia romana de San Silvestro in Capite. A


partir del siglo XVI, sus restos descansan bajo el altar mayor. Actualmente, sobre el
altar de ese templo se expone la Eucaristía

. Muchos transeúntes aún ignoran o han olvidado la presencia de Cristo en el Santísimo


Sacramento. Necesitan que alguien despierte sus conciencias, recordándoles que “allí,
en ese trozo de pan, se encuentra realmente el Señor, quien da el verdadero sentido a la
vida, al inmenso universo y a la más pequeña criatura, a toda la historia humana y a la
más breve existencia”; que “la Eucaristía es el sacramento del Dios que no nos deja
solos en el camino, sino que se pone a nuestro lado y nos indica la dirección”; que si
tenemos en Él nuestro centro, descubrimos el sentido de la misión que se nos ha
confiado, tenemos un ideal humano que se hace divino, (…) y llegamos a sacrificar
gustosamente no ya tal o cual aspecto de nuestra actividad, sino la vida entera, dándole
así, paradójicamente, su más hondo cumplimiento. Alborea. Por las calles de Roma
empiezan a circular vendedores, obreros, comerciantes. Los cristianos que acaban de
asistir a la Santa Misa en la iglesia doméstica de Calixto se dirigen a sus lugares de
trabajo o a sus domicilios, en una acción de gracias continuada.

“Para el fiel que ha comprometido el sentido de lo realizado, la celebración eucarística


no termina sólo dentro del templo. Como los discípulos de Emaús, que reconocen a
Cristo en la fracción del pan, experimentan la exigencia de ir inmediatamente a
compartir con sus hermanos la alegría del encuentro con el Señor””.

El hecho del martirio de San Tarsicio es histórico, pero no consta que fuese niño acólito
como dicen algunos

El requisito para pertenecer a estos grupos es haber hecho la primera


Comunión, ya que una de sus obligaciones es asistir a misa y comulgar,
además de la obediencia al asesor espiritual, el padre

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