Alomía, Merling. El Mensaje de Daniel

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El mensaje de Daniel

EL MENSAJE DE DANIEL

 MERLING ALOMÍA
UNIVERSIDAD PERUANA UNIÓN
DIDAJÉ 1, NO. 2 (2013)
LIMA, PERÚ
15
Resumen

“El mensaje de Daniel”.— De manera categórica, el autor describe al libro de


Daniel como una profecía de buenas nuevas, un evangelio profético. Para decir
esto, el autor muestra la evidencia preponderante de un mensaje de victoria para
el pueblo de Dios basado en la fidelidad a él. A su vez, este concepto se ve ligado
a la soberanía de Dios mediante los episodios de su providencia ocurridos al
pueblo de Israel, a los demás pueblos de su orbe. No podemos hablar del libro
de Daniel ni de su mensaje sin poner como protagonista al vencedor de la gran
controversia: Cristo Jesús, el Mesías. Una victoria que toma lugar en la tierra
y termina su obra en los cielos donde trabaja en su Santuario. Tales verdades
eternas constituyen el mensaje de Daniel, y sin duda un mensaje de gran bien-
aventurada esperanza.

Palabras clave: Daniel - 2300 años - Santuario - Resurrección - Juicio de Dios

Abstract

“Daniel’s Message.”— In a categorical way, the author describes the book of


Daniel as good news prophecy, a prophetic gospel. To say this, the author shows
the preponderant evidence of a message of victory for the people of God ba-
sed on loyalty to Him. In turn, this concept is linked to the sovereignty of God
through episodes of His providence as occurred to the people of Israel, to the
other peoples in its geographic context. We cannot speak of the book of Daniel
nor of its message without highlighting as victorious protagonist of the great
controversy: Christ Jesus, the Messiah. A victory that takes place on Earth as He
ends His sanctuary work in heaven. These eternal truths constitute the message
of Daniel, being certainly a blessed message of great hope.

Keywords: Daniel - 2300 years - Sanctuary - Resurrection - God’s Judgment

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El mensaje de Daniel
Al analizar el mensaje del libro de Daniel, se descubre con asombro
que este es presentado en series proféticas que invariablemente se vincu-
lan con los días finales de la historia humana –nuestros días. Pero, nuestro
asombro se acrecienta al percatarnos consolados que este mensaje es el mis-
mo mensaje evangélico, ya que Daniel es “un profeta de buenas nuevas”.1
Sus temas y profecías contienen el mensaje entregado a Daniel
por el mismo “Dios del cielo que revela los misterios” (Dn 2:28). Sin em-
bargo, al exponerlas, Daniel hace que sus buenas nuevas se concentren y
desenvuelvan en torno a un solo personaje central, el Mesías, haciendo de
él la única esperanza de salvación de los fieles de todas las edades. Pero,
el mensaje de Daniel es multifacético, ya que abarca un sinnúmero de
verdades cuya gama es tan vasta y diversa, como lo es el mismo evangelio
y cada una de las promesas que se vinculan con él. Siendo, pues, tal su
contenido y significado, apenas si tocaremos en este artículo lo esencial
del mensaje abarcado por este profeta en su libro singular.

Un mensaje de victoria

Si se considera únicamente la división actual de los capítulos de Da-


niel y el contenido general de cada uno de ellos, se tendrá el siguiente bosquejo:

(cap. 1) Los fieles estudiantes cautivos: Fidelidad pese a la cauti


vidad
(cap. 2) El intérprete en la corte: “Hay un Dios en los cielos que
revela misterios”.
(cap. 3) Probados con fuego: “Nuestro Dios puede librarnos”.
(cap. 4) La soberbia abatida: “El Rey del cielo puede humillar a
los que andan con soberbia”.
(cap. 5) Juicio a Babilonia: “Pesado has sido y hallado falto”.

Josefo, Antigüedades de los judíos, 10.11.7.


1

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Merling Alomía

(cap. 6) Rugidos acallados: “El Dios mío envió su ángel y cerró


la boca de los leones”.
(cap. 7) El juicio de los siglos: “El Juez se sentó y los libros se
abrieron”.
(cap. 8) La intercesión mesiánica alterada y restaurada: “Hasta
2300 años y el santuario será purificado”.
(cap. 9) La obra expiatoria e intercesora del Mesías: “Se quitará
la vida al Mesías para terminar con el pecado”.
(cap. 10) Miguel, el príncipe celestial: “Ninguno hay que se es-
fuerce como Miguel”.
(cap. 11) Todos contra Uno: “El Príncipe del pacto será
quebrantado más el pueblo de su Dios se esforzará”.
(cap. 12) La recompensa de la fidelidad: “La resurrección,
patrimonio de los fieles”.

Podría decirse que el libro de Daniel, bosquejado de este modo,


muestra un mensaje centrado en la victoria. El primer capítulo muestra
cómo los hijos de Dios, aun en medio de la adversidad del cautiverio en
tierra del enemigo, son dirigidos por la providencia de su gracia (Dn 1:9),
y en todas las pruebas que a las que son sometidos —en el comedor, en el
aula, en la corte, y en cualquier otra circunstancia— son hallados por le-
jos como mejores que los demás. Este capítulo muestra que una relación
estrecha con Dios es el secreto de una vida victoriosa.
El segundo capítulo no hace sino ampliar este concepto.2 Daniel y
sus compañeros eran hombres de oración. La clave de sus vidas victorio-
sas estaba en relación directa con el poder de Dios recibido en la cámara
de oración (1:17-18). Dios escuchaba complacido sus pedidos y anhelos
en lo secreto de sus cámaras y se deleitaba recompensándolos en público
(cf. Mt 6:6). El testimonio de su vidas era “hay un Dios en los cielos” (Dn
2:28), y la convicción de los que relacionaban con ellos era “ciertamente
vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de los reyes” (2:47).

2
No debería perderse de vista que Daniel, tanto en el capítulo dos como en el siete de su
libro, profetizó la secuencia de los cuatro imperios mundiales —Babilonia, Medo-Persia, Grecia y
Roma, que a su vez se dividiría en diez reinos menores— tras los cuales se levantaría otro universal
de factura no humana. Es decir, estos darían paso al imperio universal, cósmico y eterno del Mesías,
quien reinará con los santos del Altísimo.

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El mensaje de Daniel

El tercer capítulo destaca el hecho de que una vida de oración es


una vida de fe. Los tres hebreos vivían confiados en el cuidado de Dios
bajo cualquier circunstancia. Ellos sabían que si llegaban al extremo de
entrar en el horno de fuego, no se quemarían, ni las llamas arderían en
ellos (cf. Is 43:2). Ellos sabían, sobre todo, que aunque su Dios no los
librase, él sabría por qué no lo haría. Como Job, ellos confiaron en Dios,
aunque él los matase (cf. Job 13:15). Ellos sabían que solo tal fe da la vic-
toria que vence al mundo (cf. 1 Jn 5:4).
El cuarto capítulo destaca el hecho de que la soberbia es inútil
ante Dios (Dn 4:37). Pero, sobre todo, muestra que la única manera de
obtener la victoria contra el orgullo en nuestras vidas, es sometiéndose
a la dirección de Dios y aceptando su soberanía en nuestras vidas (4:34-
35). Nabucodonosor tuvo que entender y aprender que la victoria final no
será de los orgullosos, sino de los mansos (cf. Mt 5:5), y que el reino de
Dios solo los tales serán llamados hijos de Él (cf. Mt 5:9).
El capítulo cinco muestra el resultado de una vida que desecha la
victoria ofrecida por Dios como destino final. El burlarse del Creador en
cuyas manos está nuestra vida y todos nuestros caminos, sin honrarle ni
reconocerle, es necedad absoluta (Dn 5:23, 30). Si al ser pesados por Dios
somos hallados faltos (5:27), otro tomará nuestra corona (cf. Ap 3:11). La
victoria final no será para los soberbios, sino para los que hayan humilla-
do su corazón ante Dios (Dn 5:22).
El capítulo seis recalca nuevamente que el secreto de la victoria es
una vida de oración íntima. Pero muestra que Dios apoya a los suyos dán-
doles la victoria mediante el ministerio de sus ángeles. Si bien Daniel no
se paseó en medio del horno de fuego, sí pernoctó una noche sin recibir
daño alguno rodeado de fieras en el temido foso, porque Dios mitigó la
fiereza de los leones enviando su ángel domador que “cerró la boca de los
leones” (6:22). Después salió victorioso del foso porque él estaba seguro
de que “el ángel de Jehová acampa en derredor de los que le temen y los
defiende” (Sal 34:7).
El capítulo siete es un despliegue de la victoria de los santos del
Altísimo a lo largo de los siglos. Aunque ellos son perseguidos, vencidos
(Dn 7:21) y quebrantados por el anticristo (7:25), el Juez eterno en su
tribunal celestial (7:10) determina que ellos mismos formen parte de su
tribunal como jueces (7:22; cf. 1 Co 6:2-3); para que luego, a su debido

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Merling Alomía

tiempo, reciban el reino eterno junto con el victorioso Hijo del hombre
cuyo reino es reino eterno (Dn 7:27).
El capítulo ocho presenta un cuadro de desolación, pero tam-
bién de seguridad victoriosa. Desolación en el atrevido y blasfemo ataque
del anticristo a la obra y ministerio intercesor del Mesías —que aquí es
presentado como el Príncipe de los príncipes (8:25), como príncipe de
las fuerzas celestiales y como sacerdote en su santuario (8:10-11). Pero
esta obra perversa, contra el verdadero intercesor del pecador (8:11) —el
Mesías Príncipe de los príncipes (8:25)— es tolerada por Dios solo por
un límite de tiempo, a saber, 2300 años. Al final de ellos, el anticristo sería
arruinado en extremo y la verdad del santuario celestial sería también
restaurada. Es decir, la intercesión del Mesías como sumo sacerdote ce-
lestial iniciaría la última etapa de su ministro intercesor reivindicativo en
su santuario (8:14).
El capítulo nueve expone con más amplitud el triunfo de la obra
expiatoria e intercesora del Mesías. A Daniel se le muestra la victoria y el
triunfo logrado por el Mesías con su muerte y ministerio a favor del peca-
dor, a pesar de la “abominación desoladora”3 que el anticristo promueve
contra el santuario del Mesías (9:27). Daniel establece con certeza que,
aunque el anticristo blasfemo imponga la “abominación desoladora” so-
bre el santuario celestial atentando contra la intercesión del Mesías pon-
tífice, sobre el anticristo devastador se derramaría sin duda la sentencia
divina ya decretada,4 aunque su abominación durase “hasta la consuma-
ción del fin”.5 En realidad, a Daniel se le muestra que tanto él como los
demás fieles de todas las edades, deberían estar pendientes de este triunfo

3
La expresión šiqutsim mešomem, traducida como “abominación desoladora”, es mencio-
nada en Daniel tres veces —9:27; 11:31; 12:11. Daniel denomina de esa manera a un sistema religioso
que dirige un culto sacrílego mediante un sacerdocio blasfemo que hace que el Santuario celestial
pierda su verdadero significado para los fieles, arrogándose incluso el vicariato del mismo Cristo, el
sumo sacerdote celestial (cf. Heb 4:4-16; 8:1-2; 9:24).
4
Juan Straubinger traduce acertadamente Daniel 9:27 del siguiente modo: “El [el Mesías]
confirmará el pacto con muchos durante una semana, a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y
la oblación; y sobre el santuario vendrá una abominación desoladora, hasta que la consumación decre-
tada se derrame sobre el devastador”, El mismo Straubinger refiere que la abominación mencionada
por Daniel es una referencia al anticristo tal como Jerónimo y otros padres de la iglesia lo reconocen.
5
Tal como la Vulgata lo traduce: “Y estará en el Templo la abominación de la desolación y
durará la desolación hasta la consumación y el fin” (Dn 9:27).

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El mensaje de Daniel

y esa intercesión que traería la justicia de los siglos.


El capítulo diez presenta al autor de la victoria de los fieles. Pre-
senta a Miguel, el gran príncipe, quien no es otro que el Mesías. Daniel
en medio del desconcierto, y abrumado por lo que se le ha revelado (10:2,
3, 7-9), es confortado y corroborado con la certeza de que Miguel —el
Mesías— está con su pueblo y que estará también con él en los días del
tiempo del fin. En Daniel, el cristiano tiene la certeza de esa compañía
poderosa. Por ella debe tener buen ánimo, y por ella la corroboró el mis-
mo Jesucristo quien alentó a su discípulos desanimados diciéndole, “todo
poder en el cielo y en la tierra me ha sido dado […] y yo estoy con voso-
tros hasta el fin del mundo” (Mt 28:18, 20).
El capítulo once refuerza aún más la promesa reveladora de
que la victoria de los fieles en el tiempo del fin, es la victoria del Me-
sías, aunque todos estén contra él. El adversario alista sus huestes contra
el Mesías, para disipar al pueblo de Dios (Dn 11:13), para desbaratar el
pacto (11:28), para quebrantar al mismo Mesías —el príncipe del pacto
(11:22)—, y para eliminar la continua intercesión de él poniendo en su
lugar un sacerdocio espurio y un sacrificio abominable (11:31). Pero, el
pueblo de Dios se mantiene firme, y aunque muchos son eliminados en
la contienda cruel, los fieles que conocen a su Dios se esfuerzan y logran
la victoria (11:32).
En el capítulo doce de su libro, Daniel proclama la certeza de la
victoria escatológica6 de los fieles en virtud del poder del Mesías (12:1).
Daniel es un paladín de la escatología,7 y como tal precisa que, al final,
habrá una diferencia entre el “que sirve a Dios y el que no le sirve” y
que la vida eterna es la recompensa segura de los fieles (12:2). Daniel
proclama con anticipación el mensaje milenario de la victoria sobre la
muerte y el sepulcro, cuando el mismo Dios destruya a la muerte para
siempre, enjugando las lágrimas, y quitando la afrenta de sus redimidos
(cf. Is 25:8). Daniel proclama el grito de victoria que exhalará a todo pul-
món las gargantas de la multitud de redimidos que ya transformados y

Véase A. C. Welch, Vision of the End: A Study in Daniel and Revelation (London: James
6

Clarke, 1992), 129.


7
Merling Alomía, “Daniel, fonte suprema da escatología”, en O Futuro. A visão adventista
dos últimos acontecimientos, ed. Alberto Timm et. al (Engenheiro, Coelho: UNASPRESS, 2004), 41-56.

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Merling Alomía

resucitados gritarán con inenarrable júbilo, cuando vuelva el Mesías con


voz de arcángel y trompeta de Dios para dar a los suyos la inmortalidad
prometida. Él anuncia ese grito estentóreo y victorioso que surgirá es-
pontáneo en alabanza al Dador de la vida frente a la impotencia de las
tumbas abiertas: “Ha sido tragada la muerte con victoria. ¿Dónde está oh
muerte tu aguijón? Y tú, sepulcro, ¿dónde está tu victoria? (cf. 1 Co 15:51-
55)”. El mensaje de Daniel es ciertamente el mensaje de la victoria final,
de la victoria plena en Jesucristo, el Mesías.

La soberanía de Dios

El mensaje contenido en el libro de Daniel, sin embargo, es múl-


tiple. Comienza proclamando la soberanía de Dios y esta es también
desplegada a lo largo del libro mediante los episodios de su providencia
ocurridos al pueblo de Israel, a los demás pueblos, a Daniel y sus com-
pañeros, y sobre todo, mostrando esa soberanía en la certeza del reino
venidero de Dios, cuyo único rey es el Hijo del hombre, el Mesías.
Daniel muestra que el eterno Dios del universo controla todas las
cosas y que los reinos en el presente y, sobre todo, en el futuro, dependen
únicamente de Él. El Altísimo no solo conoce detalladamente lo porve-
nir, él ya tiene su plan establecido con antelación eterna. Tanto en los ca-
pítulos esencialmente históricos como en los eminentemente proféticos,
Dios y su reino son exaltados a pesar de la oposición o ataque al que estos
son objeto por las fuerzas o monarcas opositores. En Daniel, el mensaje
de que Dios controla la historia es pleno. Los reinos terrenales ciertamen-
te pasarán y en su lugar se establecerá el reino de Dios (Dn 2:44-45; 8:25).

El mensaje universal de salud

Al comienzo de su libro, Daniel proclama un mensaje de salud


pleno y abundante como resultado del sano comer y beber. Daniel certi-
fica la validez del régimen alimenticio que el Creador mismo estableció
para la humanidad desde el comienzo de su existencia. Que este asun-
to es de vital importancia, reside en el hecho de su mención explícita al
comienzo de su carrera y la reiterada mención que hace de “la comida
del rey” —eth fathbag hamelek, lit. “porción de alimentos exquisitos de

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El mensaje de Daniel

la mesa del rey” (1:5, 8, 13, 15). Aquí, al nuevo nombre que Babilonia le
obligó llevar, ahora le imponía un régimen alimenticio contrario al que
acostumbraba desde su hogar. Daniel decide no transigir.
Uno puede imaginarse la extrañeza de Melsar ante la petición de
estos muchachos que rehusaban disfrutar del buffet imperial que sin duda
era abundantísimo y variado, pero extremamente malsano. Cada comida
era, de hecho, un espectáculo gastronómico tal como solía hacerse en las
cortes del Antiguo Cercano Oriente. Babilonia les ofrecía lo mejor de su
técnica culinaria y he aquí que estos cuatro muchachos la despreciaban
y de remate pedían mesa a parte con menú distinto. La negativa inicial
de Melsar cede ante la propuesta de Daniel de probar por diez días con
la dieta y tras ellos comparar los resultados entre ellos y los demás mu-
chachos; además, Melsar tendría una ventaja adicional: llevarse consigo
cuatro raciones sobrantes, incluyendo desde luego el vino tan apetecido
por él (Dan 1:16).
Lo que Daniel pidió como alimentación fueron alimentos vege-
tales —zero’im— y agua para beber. El término zero’im abarca todo lo
que Dios dijo a nuestros primeros padres que había creado en el mundo
vegetal para su alimentación, lo cual incluía “toda planta que da semilla”
(Gn 1:29). El relato recalca que Dios había creado “todo árbol… bueno
para comer” (2:9). Así, Daniel estaba sencillamente pidiendo tener abun-
dantes frutas, verduras frescas, nueces, cereales integrales y agua pura.
Semejante dieta no era imposible ni mucho menos dañina. Era variada,
integral y saludable. Hoy la ciencia dietética nos habla con mayor énfasis
y autoridad de los beneficios de una dieta tal, demostrando que lo que
Dios ha señalado para beneficio del hombre, resulta siempre lo mejor.
Por otro lado, el hecho de que Daniel mencione también de mane-
ra repetida el “contaminarse” —más bien lo‘-yithga‘al, lit. “no contaminar-
se” (Dn 1:8, 2x)— con la alimentación que se le asignó en la mesa real, da
una idea de la alimentación impropia que estaba rechazando. Posiblemen-
te, en la mesa abundaban carnes inmundas y habían diversos potajes pre-
parados con estas carnes (Lv 7:22-27), o simplemente la condimentación
era impropia. Además, un elemento importantísimo entre los babilonios
en el comer y el beber implicaba adoración al panteón babilónico, pues,
los alimentos eran ofrecidos previamente a los ídolos. Daniel y sus cuatro
amigos, conocedores de estos aspectos, decidieron, por sobre todas las co-

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Merling Alomía

sas, glorificar a su Dios incluso en el “comer y beber” (cf. 1 Co 10:31).


Uno puede también imaginarse la burla que tuvieron que sopor-
tar al principio de parte de sus compañeros en el comedor real a la hora
de las comidas cuando en vez del festín opíparo de los demás, Daniel y
sus compañeros disfrutaban de su habitual comida frugal. Pero pronto, el
cuadro se revirtió cuando se vieron los resultados en los comensales y la
diferencia se hizo evidente en la salud, vigor y apariencia entre los tempe-
rantes e intemperantes. Tal vez algunos de los demás muchachos adopta-
ron el ejemplo de Daniel, o quién sabe si el mismo Melsar habría optado
por una mejor costumbre dietética, no se menciona; pero, sí se precisa
los resultados experimentados por los muchachos hebreos. Su adhesión a
la receta básica del Creador para una vida saludable les proporcionó una
vida rebosante de salud con una sobresaliente estatura mental, emocional
y espiritual, evidente en su aspecto lozano e intelecto elevado. “Pasados,
pues, los días al fin de los cuales había dicho el rey que los trajesen… no
fueron hallados entre todos ellos otros como Daniel, Ananías, Misael y
Azarías” (Dn 1:18, 19).
Hay una relación estrecha entre la salud física y el vigor mental e
intelectual. Una salud integral no es el resultado de la casualidad. Sin las
bases debidas no hay un edificio sólido. La vida de Daniel es un mensaje
claro de lo efectivo que es un régimen alimenticio correcto para una vida
saludable en cada aspecto de la existencia. “Lo que Dios estableció, no
lo menosprecie el hombre”. Daniel sabía que el Creador era ciertamente
honrado con el correcto comer y beber y, a su vez, el Creador honró a sus
siervos de manera señalada por haberle sido leales en los principios de sa-
lud que él señaló para la humanidad, desde el comienzo de su existencia.

El vencedor en la gran controversia

Daniel presenta también a los fieles de todas las edades un cua-


dro real de la gran controversia entre Miguel —Cristo— y su adversario
—Satán. Al hacerlo, muestra con absoluta certeza que aunque el reino de
Dios en la tierra ostente aparente destrucción, finalmente será estableci-
do para siempre. Enseña en resumen, detalladamente la forma cómo el
adversario organizó sus huestes en forma de reinos para atacar, oprimir y
destruir al pueblo de Dios. Indica la forma reiterada cómo el adversario y

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El mensaje de Daniel

enemigo de Dios —mediante Roma en sus fases pagana y papal— actuó


perversamente hasta el punto de llegar primero a “quitar la vida al Mesías
príncipe” y luego envalentonado, osó quitar a su santuario y pisotear la
verdad mediante un sacerdocio y sistema religioso espurios. Pero tam-
bién, alienta a los fieles de Dios con la certeza de que así como Judá sería
restablecida al final de sus 70 años de cautividad, la verdad y la verdadera
intercesión del Mesías —el único sacerdote nuestro en el santuario celes-
tial— serían restablecidas —es decir dadas a conocer en su plenitud al
pueblo— al término de los 2300 días —o años. Y finalmente muestra que,
aunque en las postrimerías del tiempo del fin los “santos del Altísimo vi-
virán tiempos de angustia” sin precedente, el mismo Mesías intervendrá
de manera definitiva por los suyos, transformando a unos y resucitando a
otros a fin de llevarlos a su reino eterno donde ellos “brillarán a perpetua
eternidad” (12:3). Dicho de otra manera, el vencedor final de la gran con-
troversia es innegablemente el mismo Mesías con los suyos.

El mensaje del santuario

El mensaje de Daniel con respecto al Santuario es sin duda el más


peculiar de la Escritura. A él se le reveló que el pecado es tratado solo en
el Santuario. A él se le reveló igualmente, que cada ataque hecho al pueblo
de Dios está relacionado de algún modo con el Santuario y lo que allí se
oficia u ofrece.
Igualmente se le reveló que el Santuario es el centro principal del
gran conflicto cósmico. Allí inició el querubín rebelde su carrera de rebe-
lión y pecado como adversario y padre de mentira. Daniel demuestra que
el ataque más atrevido del adversario a Dios, es el dirigido al Santuario
celestial, atacando a la persona, carácter y ministerio de su Sumo Pontí-
fice, el Mesías.
Daniel, sin embargo, también señala que para cada ataque hay
una restauración o vindicación, y en la contienda el triunfador es siempre
el Mesías, dando una respuesta plenamente aplastante a la rebelión con
el mismo nombre del Mesías, Miguel —“¿quién como él?” En Daniel el
cuartel general del universo en la contienda de la gran controversia cós-
mica es el Santuario celestial.
En Daniel se atisba claramente lo que Dios ha hecho y hace para

25
Merling Alomía

eliminar definitivamente el pecado del universo. Se le revela que el desa-


rrollo del gran conflicto en toda su crudeza se centra en el Santuario al
enfrentar al pecado y su originador con el método de Dios. Se le asegura
que cuando todo termine el universo entero se convencerá plenamente
de la justicia de Dios en su trato con el mal.
Así, el Santuario en Daniel aparece no solamente como el centro
de intercesión para el pueblo de Dios sino también como el centro de
operaciones vindicativas de Dios en la persona del Mesías. Daniel nos
muestra que el mismo Mesías ha sido ungido como el Santísimo Sacer-
dote y a su vez, sin duda, él mismo ungió los recintos santos (Dn 9:24),
para inaugurar su ministerio sacerdotal a favor del pecador, como nues-
tro único Pontífice y verdadero Sumo sacerdote en su trono de gracia.8
Al considerar el mensaje del Santuario proclamado por Daniel,
emerge el siguiente bosquejo:

I. El ataque del adversario al santuario terrenal (1:1-2)


(a) Babilonia ataca al santuario terrenal (1:1-2)
(b) El sacrilegio contra el santuario de Jerusalén (5:3)
(c) Dios vindica su santuario terrenal (5:23; 9:25)

II. El inicio del ministerio sacerdotal mesiánico (9:24)


(a) La cancelación del santuario terrenal y todo su sistema sa-
crificial (9:27b)
(b) La confirmación de pacto a los gentiles (9:27a)
(c) Un sacerdocio mejor y superior (9:27; Heb 7:24-26)

8
La vinculación mesiánica sacerdotal con el Santuario celestial es evidente con la palabra
que Daniel usa para referirse al Mesías. En Daniel el término qodeš qodašim —“santo de los santos”—
señala sobre todo al Mesías aunque conlleva también el significado dado por los demás escritores del
Antiguo Testamento (AT). En este, cerca de medio centenar de veces señala al término vinculado con
el santuario terrenal. Sin embargo. Daniel al usar qodeš qodašim lo hace en evidente identificación
del Mesías y su ministerio intercesor y purificador del Santuario celestial (Dn 8:14). Así, de manera
especial Daniel señala al Mesías en su calidad de Santísimo Pontífice eterno del Santuario celestial al
ser ungido en ocasión de su bautismo (Dn 9:27). Es decir, el qodeš qodašim del que habla Daniel es
ante todo Cristo y por inferencia el Santuario celestial, mas no el hebreo. El Santuario donde Cristo
entró, habiendo ascendido al cielo, después de su sacrificio, como Sumo sacerdote del nuevo pacto
(Heb 8:1-3). es solamente el Santuario celestial. En realidad, Daniel presenta la obra del Mesías, tal
cual le fue revelado, ministrando en el Santuario celestial tanto en el servicio del tamîd —lugar san-
to— como en el del yom kippur— lugar santísimo, tal como estaba simbolizado su ministerio con el
ministerio sacerdotal levítico (Éx 40:9: cf. Heb 9:11-12).

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El mensaje de Daniel

(d) Un mejor sacrificio continuo (8:12; 11:31; 9:27)

III. El ataque del anticristo al Santuario celestial (8:11-14; 11:31)


(a) Engrandeciéndose contra el Mesías y su sacerdocio (i.e.,
anulando el sacerdocio del Mesías y su intercesión (8:11)
(b) Quitando el continuo (i.e., anulando el sacrificio redentor
de Cristo) (8:11)
(c) Echando por tierra la verdad y pisoteándola (8:11)
(d) Estableciendo un sacrificio abominable y un sacerdocio es-
purio (8:13; 11:31;12:11)
(e) Echando el lugar de su Santuario por tierra (i.e., anulando la
verdad del Santuario) (8:11; 11:31)
(f) Contaminándolo (11:31; Ez 28:18)

IV. El juicio divino y la expiación cósmica o purificación del Santuario


(a) El juicio divino se realiza en sus recintos.
(b) Hay necesidad de su purificación.
(c) Dios mismo estableció la fecha del inicio de la expiación
cósmica.
(d) La expiación cósmica ya se inició según el cronograma di-
vino.
(e) El Santuario es el único lugar del universo donde se trata el
pecado.

V. El restablecimiento del Santuario celestial (8:14)


(a) El servicio redentor vinculado con el Calvario en el tiempo
establecido
(b) Restablecido en el tiempo definido (8:14)
(c) Iniciado en la expiación cósmica (8:14)
(d) Pleno ejercicio durante el tiempo del fin (8:17)
(e) Nuestra garantía actual de salvación

Los dos capítulos vitales para la comprensión del mensaje de Da-


niel en relación al Santuario son el ocho y el nueve. Estos fueron a su
vez interpretados a Daniel por Gabriel, el intérprete celestial de modo
que no hubiese lugar a dudas sobre la certidumbre tocante al anuncio del

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Merling Alomía

ministerio vicario del Mesías en el Calvario y en su Santuario. Los demás,


especialmente el 11-12, son también importantes para la comprensión y
el entendimiento del Santuario.
El resumen explícito del mensaje centrado en el Santuario celestial
revelado a Daniel e interpretado por Gabriel en los capítulos 8:14 y 9:24-27 es:

Hasta 2300 días y el santuario será purificado (Dn 8:14). Sin embargo,
se han separado (del total de los 2300 días o años [Dn 8:14]),9 setenta
semanas (proféticas o 490 años [9:24]), como período profético esta-
blecido en beneficio exclusivo de tu pueblo y tu ciudad santa, Jerusalén
Durante este lapso, no solo se decretará la restauración y edificación de
Jerusalén, sino que los lugares de justicia y juicio10 serán restablecidos
en tiempos difíciles y de angustia. Pero sobre todo (en este mismo pe-
ríodo) se hará lo necesario —ya determinado desde los días eternos—
para extirpar la rebelión, para eliminar la iniquidad, por medio de la
redención que Dios mismo traerá mediante el sacrificio expiatorio y
voluntario que el Mesías hará para erradicar el pecado.

Así se establecerá la justicia eterna del Mesías, tanto tiempo esperada


por los fieles de todos los tiempos pasados, la cual será puesta al al-
cance gratuito de todos en beneficio de los que en él crean para salva-
ción eterna”. El cumplimiento exacto de esta profecía será la garantía
indubitable de la veracidad revelada por Dios en la visión anunciada
por el profeta. “También se alistará al Santuario de los cielos para el
ministerio del Mesías, como el Pontífice celestial donde —después de
su ungimiento como Santísimo, su muerte redentora, su resurrección
y su ascensión—, él intercederá en su Santuario, a la diestra del Padre,
a favor de los que solo por medio de él se alleguen a Dios para ser
salvos (cf. Dn 9:24.27; Heb 7:24-26).

Reviste especial importancia, y sobre todo significado, el descu-


brir que la profecía de los 2300 años (Dn 8:14) se centra en cuatro reali-
dades reveladas en la misma profecía: tiempo, lugar, acción y actor. Con
ella se detalla a grandes rasgos y de manera puntual lo que Dios haría
para la definición final del pecado y la gran controversia. Es decir, nos

9
Para un detalle más amplio del principio interpretativo de “día por año”, véase más ade-
lante las notas 18 y 19 de este artículo.
10
Esta connotación emana de la expresión hebrea rehob werahus, “lugar [público] de juicio y
justicia”, en el 9:25 —vgr. Juicio a favor de los salvos— durante el periodo de las setenta semanas, véase
Pierre Vinandy, “Étude philologique de Daniel 9:24-27” (Tesis Doctoral, Universidad de Paris, 1977).

28
El mensaje de Daniel

revela cuándo, dónde, cómo y quién se realizaría la redención nuestra y


la eliminación de la rebelión contra Dios.
El tiempo es el momento, establecido por Dios, para mostrar al
mundo y al universo cuándo el Eterno haría lo definitivo para solucionar
de modo absoluto liquidando la gran controversia y borrando para siem-
pre su resultado abortivo, el pecado.
El lugar es el sitio donde Dios mostraría su mayor poder, solu-
cionando el problema del pecado y la rebelión; y muestra que sería en el
Calvario y su Santuario.
La acción se refiere al sacrificio vicario que se realizaría en el Cal-
vario y a la mediación o intercesión continua que estaba establecida en el
Santuario a favor del pecador. Todo esto, junto con la expiación cósmica
o purificación del Santuario celestial.
El actor es el Santísimo encarnado que fue ungido el año 27 para
poder ser nuestro Sacerdote y sacrificio vicario expiatorio. Todo eso era
expresado en el tamîd terrenal presentado en el santuario terrenal, pues él
simbolizaba el tamîd celestial o cósmico ofrecido en el Santuario celestial.
Daniel nos muestra que las dimensiones del Santuario celestial
están diseñadas y hechas de acuerdo a la cosmovisión celestial y no a
nuestra reducida concepción de la realidad. Pero también nos señala que
allí, en esa grandiosidad celestial, nuestra minusculidad es considerada y
tratada continuamente con misericordia y justicia, porque, allí, alguien
semejante a nosotros —como Hijo del hombre— siempre intercede por
nosotros (Dn 7:9-14). Con esto nos muestra la verdadera dimensión y
significado del tamîd cósmico de cuya realidad y validez siempre pendió
nuestra salvación pasada, presente, futura y eterna (Heb 7:9-14). Nos in-
dica que siempre fuimos objeto de misericordia en ese Santuario donde
habita y oficia el Santísimo Pontífice de nosotros, los pecadores.
Pero también nos muestra que todo ese plan y acción divino de
salvación ha sido y es atacado por quien es contrario a nuestra salvación.
Por eso ha suprimido la verdad, quitado la intercesión del Santuario, anu-
lado la intercesión de Jesús, pisoteado la verdad, blasfemado contra Dios,
cambiado su ley y persiguiendo a la iglesia de Cristo.
Gabriel señala igualmente a Daniel lo tocante al Santuario en los
capítulos 11 y 12. Señala que Roma, en su fase pagana, simbolizado como
el “rey del norte” destruye el santuario terrenal atacando y matando al

29
Merling Alomía

Mesías (11:22). En tanto que Roma, en su fase “cristiana” o papal, ataca


al Santuario celestial, quitando el ministerio intercesor continuo del Me-
sías —el tamîd— y estableciendo la “abominación desoladora” (11:31).
Señala que Roma, en su fase pagana, simbolizado como el “rey del norte”
destruye el santuario terrenal atacando y matando al Mesías (11:22). En
tanto que Roma, en su fase “cristiana” o papal, ataca al Santuario celestial,
quitando el ministerio intercesor continuo del Mesías —el tamîd— y es-
tableciendo la “abominación desoladora” (11:31).
La maravilla del mensaje en torno al Santuario celestial es que
este se vincula con el mensaje de juicio y liberación. Así, el juicio de Dios
es un mensaje alentador pues este no es para destrucción de su pueblo,
sino para salvación de él así como para la vindicación de su carácter justo
y verdadero, que refleja el de su Creador. El mensaje del Santuario en
Daniel es presentado de manera peculiar, haciendo ver que el Santuario
celestial tiene su Sacerdote celestial santísimo cuya última fase de su mi-
nisterio lo ejerce desde el final de los 2300 años que él profetizó. Además,
en Daniel el juicio de Dios realizado en su Santuario, es hecho a favor de
los santos del Altísimo para su debida liberación.

El mensaje de juicio y liberación

Juicio y liberación van unidos, y el mensaje tocante a esto es tam-


bién explícito en Daniel.11 Sin embargo, el juicio está vinculado con el
Santuario, porque el juicio es realizado en el Santuario. La esperanza, for-
taleza, seguridad y salvación del pueblo de Dios está en el Santuario celes-
tial, porque allí nuestro Santísimo Sumo Pontífice intercede por nosotros.
Así, el reino de Judá es invadido como juicio a causa de su perver-
sión, pero a la vez Babilonia es juzgada por su vileza. A su turno, las demás
naciones son juzgadas por el mismo Juez. Igualmente, el mismo anticristo —a
quien Daniel lo presenta como el cuerno pequeño romano-papal— no es aje-
no al alcance del juicio divino. Sus acciones vienen a memoria y el juez eterno
determina su destrucción, ya que el mismo Juez que ejecuta la destrucción de
los adversarios del pueblo de Dios, vindica a los suyos y los restaura.

11
Incluso el nombre del profeta conlleva fuertemente la idea del juicio. Daniel significa
“Dios es mi juez”. Cualquier variación del nombre en el seitndo de “Dios es mi juez” o “Dios ha juz-
gado” no hacen sino enfatizar la idea principal de que Dios es el juez supremo.

30
El mensaje de Daniel

A lo largo de todo su libro, Daniel establece con claridad que el


destino eterno de los santos está en manos del Juez eterno quien dará la
justa recompensa en su destino eterno a sus santos y lo hará a su debido
tiempo en su juicio.
Así, ateniéndonos solo al concepto del mensaje de juicio, vincu-
lado con el Santuario en cada uno de los capítulos de Daniel, es bosque-
jado con propiedad de esta manera:

I. El juicio de Dios a Judá – Daniel 1


II. El juicio de Dios a las naciones – Daniel 2
III. El juicio de Dios a la idolatría – Daniel 3
IV. El juicio de Dios a Nabucodonosor – Daniel 4
V. El juicio de Dios a Babilonia – Daniel 5
VI. Dios es el Juez de sus fieles – Daniel 6
VII. El juicio de Dios a sus adversarios – Daniel 7
VIII. El juicio de Dios al anticristo – Daniel 8
IX. El juicio de Dios a la ciudad santa y a su santuario – Daniel 9
X. Juicio a Persia – Daniel 10
XI. Juicio a Persia Grecia y Roma – Daniel 11
XII. El juicio final y la recompensa de los fieles – Daniel 12

Daniel entiende a plenitud la realidad del tribunal celestial. El no


solo anuncia el establecimiento del día de juicio divino sino también la
hora de llegada de ese juicio.12 En ese juicio intervienen de manera espe-
cial, en medio del concilio celestial las miríadas de ángeles presididas por
Dios el Padre —“el anciano de días”— y el Hijo de Hombre —el Mesías.
Y es al Mesías a quien se le da todo el juicio y la restauración de todas las
cosas, a fin de establecer el reino de Dios que nunca jamás se corromperá.
En Daniel, Santuario, juicio y parusía están estrechamente vinculados y
en esta secuencia revelada también a los profetas.
Así, teniendo en cuenta los tópicos correspondientes al Santuario
y juicio en Daniel, el profeta nos muestra de manera única y especial al
Santuario celestial como único lugar de salvación. Daniel es el único que
vincula de manera muy íntima al Mesías como nuestra ofrenda vicaria
12
Roger T. Beckwith, “The Significance of the Calendar for Interpreting Essene Chronol-
ogy and Scatology”, Revue de Qumran 38 (1981): 167-202. En adelante RevQ.

31
Merling Alomía

en el Calvario y como nuestro Sumo Pontífice en el Santuario. Nos revela


que el paso único del Mesías por el Calvario y en especial por el Santuario
son esenciales para su regreso en las nubes del cielo.
Nos indica que el juicio y el Santuario son parte integral del pro-
ceso salvífico y que el Mesías lo realiza con plena eficacia. Daniel es el
único profeta que nos revela el cronograma divino preciso de salvación
establecido por la mediación de Jesús en el Santuario. En Daniel el Cal-
vario y el Santuario son los puntos culminantes de salvación, esperanza
y seguridad para el pecador. A Daniel se le mostró que la expiación cós-
mica como limpieza del Santuario celestial es una necesidad indispensa-
ble para definir nuestra salvación y liquidar para siempre la rebelión, el
pecado y la muerte. En Daniel todo lo anunciado sobre el Santuario se ha
cumplido, se está cumpliendo y sin duda se cumplirá.
Todas estas realidades se le mostraron a Daniel de modo especial
en la profecía de los 2300 años. Asimismo a Daniel se le recalcó que la
profecía de los 2300 años “es verdadera”, porque en ella se expone la ver-
dad en toda su dimensión. Ella tiene que ver con el Santuario, su servicio,
su sacerdocio y su sacrificio. Tiene que ver estrictamente con la salvación
obtenida por Jesús en el Calvario y ofrecida solo por El en su Santuario.
Todo eso fue distorsionado, pervertido, quitado, sustituido, echado por
tierra y pisoteado por el papado y su iglesia que han pervertido la verdad
y obstruido la única vía de acceso a la salvación.
A Daniel, sin embargo, se le indicó que fuera al descanso seguro
de su herencia al final de sus días, tal como nosotros podemos hacerlo
seguros de nuestra herencia lograda en el Calvario y asegurada en el San-
tuario. Daniel nos muestra que las dimensiones del Santuario celestial
están diseñadas y hechas de acuerdo a la cosmovisión celestial y no según
nuestra reducida, minúscula y distorsionada concepción de la realidad.
Si no fuera por lo revelado a Daniel sobre el Santuario, las revela-
ciones del Apocalipsis sobre el mismo tema serían un misterio insoluble.
En cambio con Daniel se tiene la clave que abre el entendimiento a los
misterios del Santuario en los demás libros y en especial en el Apoca-
lipsis. Estudiar y entender el Santuario a la luz de Daniel son un gozo
perpetuo y una bendición constante.
¿Quieres tener ese gozo perpetuo? ¿Quieres disfrutar y vivir esa
bendición constante? Anda siempre al Santuario, allí te espera Jesús, para

32
El mensaje de Daniel

darte consuelo, perdón, limpieza, seguridad y salvación. Lee a Daniel, es-


túdialo, ama su mensaje, pero, sobre todo vívelo. Siempre serás recom-
pensado por el Dios de Daniel.

El triple mensaje escatológico especial

Resulta por demás conmovedor descubrir que Daniel se distingue


por la proclamación de un triple mensaje escatológico especial, el cual sien-
do de relevancia y vigencia actual es: de adoración, de juicio y de lealtad.

a. Adoración

El mensaje de Daniel con respecto a la adoración al único Dios


verdadero es pleno y singular. Desde el primer capítulo establece que fue-
ra de Jehová no hay otro en grandeza y soberanía y en medio del grosero
politeísmo acádico de Babilonia, Daniel establece más allá de toda duda
que Jehová es el único Dios verdadero. Es como si Daniel gritara en cada
ámbito de su libro “temed a Dios y dadle honra”.
Los primeros seis capítulos del libro (Dn 1-6), muestran que la
falsa adoración es idolatría y un burdo remedo de la verdadera. Además
es impositiva, destructora y vana. En contraste a esto la verdadera ado-
ración surge espontánea como fiel, consciente, completa, de fe, confiada,
acorde a la voluntad de Dios, cósmica, y, aceptable a Dios.
Los últimos seis capítulos de Daniel (7-12), muestran que la ado-
ración está vinculada con la gran controversia cósmica y se manifiesta en
la clase de adoración que rinde el hombre y a su vez esta converge en el
ámbito escatológico. Con esta perspectiva, se muestra que la verdadera
adoración triunfará en los últimos días, a pesar de la angustia sin prece-
dentes que acontecerá a los fieles (12:1), tal como lo hizo en Babilonia y
Medo-Persia, en la experiencia de Daniel y sus compañeros sin importar
que hubiera un horno ardiente (Dn 3) o un foso de leones (Dn 6).
Notablemente en el capítulo tres se muestra la vanidad de la ido-
latría que es una manifestación del orgullo humano y la rebelión contra
Dios. El verbo ‫סגד‬13 —segad, “adorar”— aparece doce veces enfatizando la

El verbo ‫ סגד‬significa rendir homenaje postrado o inclinado a la Deidad. Véase William


13

33
Merling Alomía

adoración acompañada de las actitudes propias peculiares de los adorado-


res idólatras —‫פלח‬14 “servir”— y las exigencias impuestas a los tres hebreos
al obligárseles a adorar la imagen en la llanura de Dura, lo cual muestra de
modo explícito que la falsa adoración es impositivamente exigente (3:5,
6, 7, 10, 11, 12 [2x], 14, 15, 17, 18, 28). Igualmente en el capítulo seis, la
imposición egoísta tramada por los enemigos de Daniel ataca su adoración
la cual sale triunfante aun siendo probada al máximo. En ambos casos,
el testimonio de los verdaderos adoradores es recompensado por Dios y
reconocido por quienes desafían la fidelidad de la verdadera adoración.
Por otro lado, a Daniel se le muestra cómo es la verdadera ado-
ración en los ámbitos celestiales ante el trono del Dios del universo (Dn
7:9, 10a,b). Pero, a su vez, se le revela que esa adoración es atrevidamente
atacada y abominablemente reemplazada por el anticristo y su sacerdocio
falso, que se arroga el derecho divino reclamando para sí una adoración
blasfema. Sin embargo, esta adoración abominable también sucumbirá
ante el Mesías triunfante que se levantará para recompensar a sus fieles y
establecer su reino sempiterno. En Daniel, la adoración es tan vital que es
un asunto de vida o muerte, tal como lo fue desde los días de Abel, en sus
propios días y lo será en los días finales (Dn 12:1).

b. Juicio

Si bien el grito de Daniel es “temed a Dios y dadle honra”, su cla-


mor de “la hora de su juicio ha llegado” no lo es menos. El primero en ser
juzgado es Judá (Dn 1:1) lo cual es coincidente de que el juicio de Dios
comenzará primero por su pueblo. Luego las naciones son a su turno juz-
gadas una por una y finalmente el anticristo no escapa al tribunal celestial.
Desde el primer capítulo, Daniel muestra que a la soberanía de
Jehová no escapa nada, y que propios y extraños están bajo su jurisdicción
absoluta. Al llegar el día del ajuste de cuentas, es su balanza la que deter-
mina el fallo justo, y su juicio es inapelable.

Holaday, “‫”סגד‬, en A Consise Hebrew and Aramaic Lexicon of the Old Testament Based upon the Lexi-
cal Work of Ludwing Koehler and Walter Baumgartner (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1971), 414. En
adelante CHALOT; W. A. VanGemeren, ed., “‫”סגד‬, en New International Dictionary of Old Testament
Theology and Exegesis (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1997), 3:222.
14
El verbo ‫ פלח‬igual significa reverencia a una deidad y adorar (CHALOT, 1108).

34
El mensaje de Daniel

c. Lealtad

El mensaje referente a la lealtad, sin embargo, es también uno de


los más notorios. La lealtad absoluta es demostrada por el mismo Daniel
en su relación personal con Dios y en sus tareas seculares. En el vigor de
su juventud y en la experiencia de su senectud la lealtad de los fieles es la
misma, porque ellos saben en quién ha creído y saben quién es su Dios y
de qué él es capaz.
Todo esto en realidad vuelve a tener un eco diáfano en el libro
de Apocalipsis cuando los tres ángeles unen sus voces para proclamar al
mundo el último mensaje de advertencia que al igual que el de Daniel es
también de adoración, de juicio y de lealtad, frente a los ataques del mis-
mo anticristo en su empeño de imponer su adoración blasfema. Dicho
de otro modo, sobre todas las cosas, el asunto de la lealtad se torna más
dramático al ponerlo en paralelismo con el mensaje del Apocalipsis pre-
sentado en su capítulo 14, donde se exige la misma calidad de adoración
y lealtad en medio del ataque y persecución del mismo anticristo frente
al juicio inminente de Dios. ¡Imposible separar el mensaje de Daniel del
mensaje del Apocalipsis! Ambos revisten una relevancia y plena vigencia
actual. Ambos requieren de una comprensión cabal cuyo resultado es vi-
tal para la iglesia de hoy.
Por eso Jesús exhortó a su iglesia a leer Daniel entendiéndolo.
Jesús de esta manera presenta a Daniel como el profeta que posee el
mensaje que la iglesia del tiempo del fin necesita conocer. Dicho de otro
modo, Jesús reconoce que a Daniel se le revelaron profecías específicas
relacionadas con el tiempo del fin y de manera particular con su segundo
advenimiento en majestad y gloria como el Mesías triunfante. Por eso la
iglesia ha reconocido siempre que la clave para la comprensión del último
libro de la Biblia es Daniel, y al mismo tiempo, el libro de Daniel sería un
libro sellado sin la clave revelada de él en el libro de Apocalipsis.

El mensaje centrado en el Mesías

Al examinar detenidamente el libro de Daniel uno descubre que


el punto central de sus profecías se vincula en forma directa con la encar-

35
Merling Alomía

nación, muerte, resurrección, ascensión15 y el reino venidero del Mesías.


Dicho de otro modo, Daniel es un libro mesiánico por excelencia, pues
su mensaje clímax se centra en el Mesías. A Daniel se le revelaron las
profecías mesiánicas en detalles cronológicos que no fueron revelados a
ningún otro profeta.16 En él el tiempo del primer advenimiento del Me-
sías y su misión vicaria son presentados con precisión matemática.17 Su
profecía de las setenta semanas detalla cuándo sería el cumplimiento del
tiempo para la encarnación y ministerio terrenal del Mesías —vale decir
su aparición pública—, y de manera notable precisa el tiempo cuando
ocurriría su muerte vicaria.
A lo largo de los siglos la profecía de Daniel, de “las setenta sema-
nas” en particular, ha sido objeto de estudio y controversia por su carácter
mesiánico y su precisión cronológica anticipada. La profecía estipula que
el período total de 70 es fraccionado en períodos más cortos de siete,
sesentidós y uno. Hay detalles relacionados netamente con la capital del
pueblo hebreo en lo que corresponde a los primeros períodos, pero los
sucesos predichos al final de la sexagésima-novena semana, y en manera
especial con la septuagésima, se aglutinan entorno al Mesías y su misión.
Dos cosas resaltan en esta semana: La obra del Mesías y el tiem-
po cuando él la realizaría. Básico para el entendimiento correcto de esta
profecía es el cómputo correcto del tiempo involucrado, y el inicio del
período tal como lo indica el mismo profeta. Es decir, por un lado, Da-
niel no está hablando de semanas comunes de días, sino está presentando
semanas proféticas a ser medidas en términos de años.18 Por otro lado, el

C. Keil, Biblical Comentary of the Book of Daniel (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1973), 343-344.
15

16
G. Vermes hace notar la peculiaridad con que el libro de Daniel destaca la misión de
instrucción esperada del Mesías. Él señala que los miembros de la secta qumránica así lo expresaron
con su interpretación tocante al Maestro de Justicia. Él y sus seguidores serían dotados de “especial
entendimiento para instruir a otros” (Dn 11:33; 12:3). The Dead Sea Scrolls in English (New York, NY:
Penguin Books, 1975), 21.
17
Josefo aunque no reconoció a Jesús como el Mesías, no pudo menos que reconocer la
precisión admirable con que se cumplieron las profecías anunciadas por Daniel, pues dijo: “él [Daniel]
no solo predijo en una forma general aquello que estaba por venir, como lo hicieron los otros profetas,
sino que él indicó el tiempo en que los hechos acontecerían”. Antigüedades de los judíos, 10.11.7.
18
Que Daniel está refiriéndose a semanas de años en conformidad con la clave profética
—estrenada por Moisés (Nm 14:34) y reafirmada por Ezequiel, contemporáneo de Daniel—, es ob-
vio en la diferencia que él mismo hace con las semanas de su ayuno mencionadas en el 10:3. Aquí el

36
El mensaje de Daniel

profeta precisa que un decreto real de restauración y reconstrucción ple-


na de la ciudad de Jerusalén, marcaría el inicio del período profético de
las 70 semanas. Este decreto fue promulgado por Artajerjes en el otoño
del 457 AC, el cuarto año de su reinado. Sesenta y nueve semanas más
tarde —es decir, 483 años después— según lo precisa Daniel, aparecería
el Mesías. Esto nos lleva al año 27 de nuestra era.19 La profecía pues esta-
blece que después de las 69 semanas, el Mesías sería ejecutado a la mitad
de la semana restante, o sea en medio de la septuagésima. Esto nos lleva
a la primavera del año 31 de nuestra era; precisamente media semana
después —tres años y medio— después de la aparición del Mesías ocu-
rrida en el otoño del año 27. La precisión absoluta con que se cumplieron
estas predicciones mesiánicas es corroborada por la meticulosidad con
que Lucas registra “las cosas que se cumplieron” en sus días.20 Sus datos
cronológicos precisan que en el año decimoquinto del emperador roma-
no Tiberio (Lc 1:1) —es decir el año 27—, el Mesías inició su ministerio
público a la edad de treinta años (3:23). ¿Cómo perder finalmente de vista
el hecho de que alrededor de los tres años y medio más tarde, después
del inicio de su ministerio público en el año 27, Jesús fuera ejecutado
precisamente en el año 31 de nuestra era, tan ciertamente como 10 pre-
dijo Daniel? Fueron las profecías de Daniel las que despertaron el fervor
del pueblo de Israel en los días de Jesús, pues entendían que el tiempo
anunciado por Daniel era aquel y no otro,21 y el mismo Jesús enfatizó que

profeta hace la debida aclaración, a fin de no ser confundido con la mención previa de los períodos
semanales declarados en los capítulos anteriores. Así. el período de las setenta semanas es de años y
no de días. Y a su vez, estas son divididas en períodos de siete, sesentidós y una, sin ninguna brecha
que interrumpa su unidad o secuencia.
19
La interpretación talmúdica indicando lo que entiende de las setenta semanas de años —a
saber 490 años— cortadas del total de 2300 mencionados en el 8:14. establece: “Esta profecía fue dada
al comienzo de los setenta años de cautiverio en Babilonia. Desde la restauración hasta la segunda
destrucción hubieron 420 años, lo cual hace un total de 490, o setenta semanas de años”. Nazir, 32b.
Lucas 1:1, versión El libro del Pueblo de Dios: La Biblia (Madrid: Ediciones Paulinas, 1980).
20

21
Beckwith señala claramente que los escritos del Qumrán han proporcionado documen-
tación para poner de manifiesto las interpretaciones dadas a las profecías de Daniel tanto por el
judaísmo antiguo de los últimos siglos precristianos como por el cristianismo primitivo. El señala
también que de manera notable, las interpretaciones mesiánicas de ambos concuerdan en el aspecto
cronológico, pues en el entendimiento de aquellos, los que vivían en el tiempo coetáneo de Jesús,
estaban viviendo bajo el cumplimiento de la profecía de las setenta semanas de Daniel; Para un es-
tudio más detallado de la cronología asignada a la interpretación profética de Daniel en el judaísmo

37
Merling Alomía

en sus días, con Él se llegó a la plenitud del cumplimiento de ese tiempo


anunciado y esperado.22
Si bien Isaías anunció con antelación los sufrimientos del Mesías
al ser “herido por nuestras rebeliones” y “molido por nuestros pecados”,
cuando Jehová “cargó sobre él el pecado de todos nosotros” y dio “su vida
en expiación por el pecado” (Is 53:4, 6, 10), a Daniel le tocó proclamar con
precisión anticipada, cuándo se le quitaría la vida al Mesías (Dn 9:26). Úni-
camente a Daniel Dios le reveló la programación detallada de la secuencia
de su programa expiatorio preestablecido. De ahí que Daniel de manera
repetida señala el tiempo cuando el Mesías con su muerte vicaria ratifica-
ría el pacto y las promesas de salvación, eliminando así para siempre cual-
quier otro sacerdocio y sacrificio representativo de él (9:27), pues él mismo
inicia su propio ministerio sacerdotal en el santuario celestial (9:27).23
Difícilmente se podría enfatizar tanto la importancia del hecho
redentor como del tiempo cuando el Mesías realizó su tarea expiatoria,
tal como lo hace Daniel. Es en este punto donde el mensaje de Daniel
alcanza su climax, y hacia él convergen todos los demás temas previos y
posteriores a su presentación. La mención del ministerio expiatorio del
Mesías forma parte integral de las visiones de los capítulos 7 al 9, y muy
en particular del capítulo 8, con un énfasis del todo especial en el minis-
terio y muerte expiatoria del Mesías y sus consecuencias eternas, tal cual
están esbozadas en el capítulo 9 (vv. 24-27).

del período inmediato anterior a la era cristiana, véase Roger T. Beckwith, “The Significance of the
Calendar for Interpreting Essene Chronology and Eschatology”, RevQ 38 (1981): 167-202. Para un
estudio detallado de la fecha del advenimiento del Mesías como ta interpretación dada a las setenta
semanas de Daniel 9, en los días aledaños a Jesús tanto entre hebreos como entre cristianos, véase por
el mismo autor “Daniel 9 and Date of Messiah’s Coming in Essene. Hellenistic Pharisaisc, Zealot and
Early Christian Computation”, RevQ 38 (1981): 542.
22
La certidumbre del tiempo cumplido es determinado en relación a las fechas estableci-
das por una segura documentación la cual indica el inicio de las setenta semanas separadas de los
2300 años como siendo iniciada en el año 457 AC. Véase también, Merling Alomía, “El uso de Daniel
en Marcos”, en Marcos: El evangelista del “tiempo cumplido”, ed. Merling Alomía (Lima: Ediciones
Theologika, 2003), 105-124; Welch, 129.
23
Daniel presenta en unión inseparable de la muerte violenta del Mesías y los resultados
de ella: la cesación de los sacrificios y ofrendas. Es decir la eliminación del servicio levítico. Al elimi-
nar con su muerte el servicio que lo prefiguraba, el Mesías asume su rol pleno no solo de ofrendante y
ofrenda, sino también de Sumo Pontífice intercesor que en los méritos de su propia sangre intercede
en favor del pecado en el santuario donde hoy él ministra.

38
El mensaje de Daniel

Daniel señala que el ministerio redentor del Mesías está en rela-


ción directa con el problema del pecado y su solución definitiva. Su veni-
da es para terminar con el pecado y “expiar la iniquidad” y de esta manera
“traer la justicia de los siglos”, es decir, el único rescate posible que haga
efectiva la justificación del pecador. Pero también dentro de este contex-
to, él viene para iniciar su ministerio mesiánico sacerdotal, a fin de poder
llegar a ser verdadero pontífice nuestro en su santuario celestial (9:24).
Así, Daniel afirma que el Mesías, dentro de un marco profético
específico y detallado, llegó como ofrenda y sacrificio por el pecado —en
conformidad con el pacto. También puntualiza que esto sucedería dentro
del período de las 70 semanas —de años. Específicamente después de las
69 semanas (9:25). Luego, casi al final de las setenta semanas —en reali-
dad a mitad de la septuagésima— el Mesías murió ofrendando su vida en
lugar del pecador. Resulta evidente que el cuadro sublime del Mesías su-
friente redentor proclamado por Daniel no difiere del de Isaías, ni mucho
menos del mismo Jesucristo quien dijo de sí mismo que para eso había
venido, “para dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20:28).
El mensaje del Mesías sufriente es complementado con el mensa-
je del Mesías reinante. El no solo es presentado como la roca pulverizado-
ra de los reinos mundanales. El aparece también viniendo como “Hijo del
hombre” en las nubes del cielo para “recibir el señorío y gloria y reino”. La
certeza del glorioso reino de Dios —o más bien mesiánico— es presen-
tado repetidamente a 10 largo del libro como una realidad escatológica
a ser disfrutada plena y eternamente “por el pueblo de los santos del Al-
tísimo” (Dn 7:27), así como por todos los que se encuentren registrados
en el libro celestial (12:1). Así en Daniel, el Mesías es proclamado no so-
lamente como redentor de los santos del Altísimo que fueron redimidos
por él mismo, sino también es presentado como el triunfante y eterno
Rey de reyes.
Ciertamente, el mensaje claro de Daniel es plenamente mesiá-
nico-céntrico. En Daniel la única esperanza humana presente y futura
se centra en el Mesías. Para Daniel, el Mesías se yergue como la única
esperanza de salvación del pecador —pues él expió con su muerte vi-
caria los pecados y transgresiones. Pero también se vislumbra como su
única esperanza de intercesión. La misión redentora del Mesías aparece
complementada con su ministerio intercesor en el santuario celestial en

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Merling Alomía

favor del mismo pecador redimido. Bajo esta perspectiva y como prínci-
pe de las huestes celestiales, el Mesías también aparece en Daniel como
el Señor de la bienaventurada esperanza en la parusía (cf. Tit 2:13). Es él
quien trae la esperanza de vida eterna al volver otra vez en las nubes del
cielo como el Hijo del hombre para recibir el dominio universal del reino
sempiterno de Dios.

El misterio de los ángeles

La mención que Daniel hace de los ángeles es vista por la erudi-


ción crítica como una concepción muy avanzada para un libro bíblico del
AT; por lo cual, le adjudican una época intertestamentaria coincidente
a la de los libros apócrifos. Sin embargo, el escrutinio de su texto exhi-
be otra cosa. Al hacer una comparación entre Daniel y los apócrifos, así
como los pseudoepígrafos del período intertestamental, la angelología de
Daniel más bien se destaca por su sobriedad.24 Libros como Enoc, Tobías,
los Oráculos Sibilinos, etc., mencionan nombres, actividades y jerarquías
de ángeles, así como demonios con nombres en forma profusa, lo cual es
típico en esta literatura no canónica de los dos siglos anteriores a nuestra
era. En cambio, Daniel es mucho más escaso en sus menciones, lo cual es
afín a otros profetas coetáneos suyos como Ezequiel y Zacarías reflejando,
de esta manera, la angelología propia del AT y no la que manifiesta la lite-
ratura que intentó imitar a los proféticos, y muy en particular a Daniel.25
Daniel presenta el tema de los ángeles de manera peculiar, pues
los muestra teniendo en cuenta las siguientes realidades. Primero, hay un
ministerio celestial de servidores angelicales. Segundo, todos ellos son
guiados por un líder celestial. Tercero, ese ministerio es real y es resalta-
do en servicio de protección especial dada a los herederos de salvación.
Cuarto, ellos son ios intérpretes del arcano celestial dando a entender el
mensaje divino a quienes recibieron la revelación profética. Quinto, son
ayudantes especiales en el juicio celestial. Sexto, su número es inconta-
ble. En realidad, la perspectiva daniélica entorno a los ángeles no está en
discordancia con lo que de ellos se manifiesta en el resto de los libros del

24
Otto Plöger, Das Buch Daniel – KAT 18 (Güterslohes Verlagshaus Gerd Mohn, 1965), 149.
25
Welch, 129.

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El mensaje de Daniel

AT, pues en 10 que menciona sigue la misma tónica discreta sobre ellos,
aunque sí destacando la realidad de su existencia. Quienquiera que lea
Daniel puede encontrar la seguridad de que Dios tiene a sus fieles bajo el
cuidado especial de sus ángeles, los cuales se deleitan en servir a los que
son herederos del reino celestial.

El mensaje de restauración y el reino de Dios

Otro aspecto destacado en el mensaje de Daniel, es el pleno sig-


nificado del retorno de los exiliados de Judá. Su mensaje es la certeza de
la restauración de Judá y Jerusalén (9:25). El exilio no sería eterno, sino
pasajero (9:2). Las promesas del pacto no implicaban esclavitud, sino li-
bertad y restauración plena. Pero Daniel muestra, sobre todo, que esa
restauración no es sino figura de la gran restauración final del reino con
los exiliados del Altísimo, y que ese gran retorno solo es posible gracias
al poder y la intervención del Mesías (12:1). De esta manera, la figura del
Mesías se acrecienta al presentársele como el restaurador y artífice del
reino incorruptible que el Dios del cielo levantará (2:44) para posesión de
los santos del Altísimo (7:27).
En Daniel, la esperanza de la restauración y triunfo final se ve
colmada no solo para aquellos cautivos de la Babilonia de los caldeos; lo
es, más que todo, para los exiliados y cautivos de ahora que se confiesan
“peregrinos y advenedizos sobre la tierra” (Heb 11:13), a quienes ahora se
les invita a salir de la Babilonia mística (Ap 18:2-4) porque la restauración
final de esa patria anhelada es “la mejor, a saber, la celestial” (Heb 11:14),
es hoy más que nunca inminente.
El mensaje de restauración final en Daniel, no es otro que el es-
tablecimiento del reino de Dios, cuando las naciones finalmente se ha-
yan “tornado como tamo de las eras del verano […] y desaparezcan” (Dn
2:35) y, en lugar de ellas, Dios mismo establezca su “reino que nunca ja-
más se corromperá” (2:44). Este mensaje vibra a lo largo de todo el libro,
mostrando que el desarrollo del devenir humano marcha orientado hacia
ese final feliz, bajo la soberanía absoluta del “que muda los tiempos y las
oportunidades, poniendo reyes y quitando reyes” (2:21), “enseñoreándo-
se del reino de los hombres” (5:21).
Imposible perder de vista en Daniel el mensaje de restauración

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Merling Alomía

final de todas las cosas cuando Jesús, el Mesías, triunfante, reine gloriosa-
mente con los suyos para siempre.

El mensaje de la resurrección

Daniel tuvo un ministerio largo, efectivo y fructífero en el am-


biente al cual fue llamado y fue preparado, y al igual que los profetas que
le precedieron, sus largos años de testificación a Babilonia también termi-
naron. Y es precisamente en las postrimerías de su ministerio profético
cuando registra la esperanza que certifica la fe de los fieles de todas las
edades, a saber, la resurrección.
Increíblemente, su mensaje sobre la resurrección ha sido tomado
por algunos como pretexto para negar la autoría del profeta, aduciendo
que esta enseñanza no es propia ni clara en los libros del AT, sino solo
en los del Nuevo. Nada más impropio, pues Daniel asevera que la gran
controversia milenaria tendrá un grandioso y espectacular final cósmico
para los fieles, en el cual el mismo Miguel intervendrá personalmente,
primero para librar a su pueblo, que entonces estará extremamente an-
gustiado, y luego, para resucitar a los suyos que están “durmiendo en el
polvo de la tierra” (Dn 12:2). Es más, Daniel asevera que la liberación y
resurrección final será de acuerdo al registro celestial del propio Salvador
cósmico (12:1). Solo los inscritos en el libro celestial serán librados del
poder del sepulcro y de la muerte para disfrutar de la vida eterna (12:2).
Los demás, aunque también han de ser resucitados, lo harán solo para ver
confundidos y avergonzados a quien rechazaron y comprobar el resulta-
do de su propio rechazo.
La verdad indubitable de la resurrección ha sido la columna ver-
tebral de la fe de los fieles a lo largo de los milenios que nos precedieron,
incluyendo los remotos días de los patriarcas antediluvianos. Ellos no es-
peraron una recompensa diferente de la nuestra, ni nosotros una ajena
a la suya. Sin ella, Enoc jamás hubiera proclamado el retorno glorioso
del Señor con sus santos millares para juzgar y recompensar a cada cual
como corresponde (Jud 14-15). Sin ella, Job no hubiera testificado en las
heces de su aflicción: “Yo sé que mi redentor vive y al fin se levantará del
polvo, y después de desecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios, al
cual veré yo mismo, y mis ojos lo verán y no otro” (Job 19:25-27). Fue la

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El mensaje de Daniel

esperanza de la resurrección, la que imbuyó a Abraham con la debida fe y


el valor suficiente para subir al monte Moria a sacrificar a su primogénito
(Heb 11:17-19). Sin la convicción de la resurrección, Isaías jamás hubiera
consolado a los fieles de sus días: “tus muertos vivirán, sus cadáveres re-
sucitarán” (Is 26:19), ni Oseas mucho menos hubiera mencionado el día
cuando la muerte será destruida para siempre (Os 13:14). La promesa de
vida eterna resulta inútil sin la realidad de la resurrección.
Daniel invita a todos a formar parte de las legiones de los san-
tos del Altísimo que han de ser resucitados por el Mesías en persona en
ocasión de su parusía. Su libro muestra histórica y proféticamente cómo
el Señor ha protegido y protegerá a su pueblo en medio del odio y per-
secución de los enemigos de Dios y, sobre todo, en la convulsión final de
las naciones. El final calamitoso de Babilonia es el anuncio de lo que fi-
nalmente acontecerá a todas las naciones cuando Dios establezca su reino
sempiterno. Un día, las “escobas de destrucción” que barrieron la gloria
babilónica, barrerán también todo vestigio de la gloria mundanal huma-
na y los vientos de purificación divina barrerán la era del mundo “sin que
de ellos quede vestigio alguno” y el “gran monte llenará toda la tierra”.
Daniel advierte a todos a no ser parte del tamo de las eras mundanales
que será banido por la destrucción final, sino, más bien, a ser herederos
del Reino de los cielos como siervos del Altísimo.
Daniel forma parte de los heraldos de Dios que, a lo largo de los
siglos, anunciaron la certeza de la resurrección porque él estaba seguro de
ella y a él se le revelaron los acontecimientos de los últimos días y sabía
de la recompensa de los santos del Altísimo. Resulta reconfortante com-
probar que Jesús promete a los suyos vida eterna y resucitarlos en el día
postrero (Jn 6:39, 40, 44, 54), teniendo muy en cuenta lo que en esencia
es él, y también, certificando sus palabras con el mensaje daniélico de la
resurrección final cuando el mismo Hijo del hombre despierte a unos
para vida eterna y otros para vergüenza y confusión (Dn 12:2; Jn 5:29).
Daniel, ciertamente, llegó al final de sus días y, como toca a la
suerte humana, descansó; y al descansar lo hizo seguro de que su nombre
está escrito en el libro, y que sería despertado y se levantaría para recibir
su heredad al fin de los días (Dn 11:1, 2,13) y seguir brillando a perpetua
eternidad (12:3).

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