Alomía, Merling. El Mensaje de Daniel
Alomía, Merling. El Mensaje de Daniel
Alomía, Merling. El Mensaje de Daniel
EL MENSAJE DE DANIEL
MERLING ALOMÍA
UNIVERSIDAD PERUANA UNIÓN
DIDAJÉ 1, NO. 2 (2013)
LIMA, PERÚ
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Resumen
Abstract
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El mensaje de Daniel
Al analizar el mensaje del libro de Daniel, se descubre con asombro
que este es presentado en series proféticas que invariablemente se vincu-
lan con los días finales de la historia humana –nuestros días. Pero, nuestro
asombro se acrecienta al percatarnos consolados que este mensaje es el mis-
mo mensaje evangélico, ya que Daniel es “un profeta de buenas nuevas”.1
Sus temas y profecías contienen el mensaje entregado a Daniel
por el mismo “Dios del cielo que revela los misterios” (Dn 2:28). Sin em-
bargo, al exponerlas, Daniel hace que sus buenas nuevas se concentren y
desenvuelvan en torno a un solo personaje central, el Mesías, haciendo de
él la única esperanza de salvación de los fieles de todas las edades. Pero,
el mensaje de Daniel es multifacético, ya que abarca un sinnúmero de
verdades cuya gama es tan vasta y diversa, como lo es el mismo evangelio
y cada una de las promesas que se vinculan con él. Siendo, pues, tal su
contenido y significado, apenas si tocaremos en este artículo lo esencial
del mensaje abarcado por este profeta en su libro singular.
Un mensaje de victoria
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No debería perderse de vista que Daniel, tanto en el capítulo dos como en el siete de su
libro, profetizó la secuencia de los cuatro imperios mundiales —Babilonia, Medo-Persia, Grecia y
Roma, que a su vez se dividiría en diez reinos menores— tras los cuales se levantaría otro universal
de factura no humana. Es decir, estos darían paso al imperio universal, cósmico y eterno del Mesías,
quien reinará con los santos del Altísimo.
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tiempo, reciban el reino eterno junto con el victorioso Hijo del hombre
cuyo reino es reino eterno (Dn 7:27).
El capítulo ocho presenta un cuadro de desolación, pero tam-
bién de seguridad victoriosa. Desolación en el atrevido y blasfemo ataque
del anticristo a la obra y ministerio intercesor del Mesías —que aquí es
presentado como el Príncipe de los príncipes (8:25), como príncipe de
las fuerzas celestiales y como sacerdote en su santuario (8:10-11). Pero
esta obra perversa, contra el verdadero intercesor del pecador (8:11) —el
Mesías Príncipe de los príncipes (8:25)— es tolerada por Dios solo por
un límite de tiempo, a saber, 2300 años. Al final de ellos, el anticristo sería
arruinado en extremo y la verdad del santuario celestial sería también
restaurada. Es decir, la intercesión del Mesías como sumo sacerdote ce-
lestial iniciaría la última etapa de su ministro intercesor reivindicativo en
su santuario (8:14).
El capítulo nueve expone con más amplitud el triunfo de la obra
expiatoria e intercesora del Mesías. A Daniel se le muestra la victoria y el
triunfo logrado por el Mesías con su muerte y ministerio a favor del peca-
dor, a pesar de la “abominación desoladora”3 que el anticristo promueve
contra el santuario del Mesías (9:27). Daniel establece con certeza que,
aunque el anticristo blasfemo imponga la “abominación desoladora” so-
bre el santuario celestial atentando contra la intercesión del Mesías pon-
tífice, sobre el anticristo devastador se derramaría sin duda la sentencia
divina ya decretada,4 aunque su abominación durase “hasta la consuma-
ción del fin”.5 En realidad, a Daniel se le muestra que tanto él como los
demás fieles de todas las edades, deberían estar pendientes de este triunfo
3
La expresión šiqutsim mešomem, traducida como “abominación desoladora”, es mencio-
nada en Daniel tres veces —9:27; 11:31; 12:11. Daniel denomina de esa manera a un sistema religioso
que dirige un culto sacrílego mediante un sacerdocio blasfemo que hace que el Santuario celestial
pierda su verdadero significado para los fieles, arrogándose incluso el vicariato del mismo Cristo, el
sumo sacerdote celestial (cf. Heb 4:4-16; 8:1-2; 9:24).
4
Juan Straubinger traduce acertadamente Daniel 9:27 del siguiente modo: “El [el Mesías]
confirmará el pacto con muchos durante una semana, a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y
la oblación; y sobre el santuario vendrá una abominación desoladora, hasta que la consumación decre-
tada se derrame sobre el devastador”, El mismo Straubinger refiere que la abominación mencionada
por Daniel es una referencia al anticristo tal como Jerónimo y otros padres de la iglesia lo reconocen.
5
Tal como la Vulgata lo traduce: “Y estará en el Templo la abominación de la desolación y
durará la desolación hasta la consumación y el fin” (Dn 9:27).
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Véase A. C. Welch, Vision of the End: A Study in Daniel and Revelation (London: James
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La soberanía de Dios
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la mesa del rey” (1:5, 8, 13, 15). Aquí, al nuevo nombre que Babilonia le
obligó llevar, ahora le imponía un régimen alimenticio contrario al que
acostumbraba desde su hogar. Daniel decide no transigir.
Uno puede imaginarse la extrañeza de Melsar ante la petición de
estos muchachos que rehusaban disfrutar del buffet imperial que sin duda
era abundantísimo y variado, pero extremamente malsano. Cada comida
era, de hecho, un espectáculo gastronómico tal como solía hacerse en las
cortes del Antiguo Cercano Oriente. Babilonia les ofrecía lo mejor de su
técnica culinaria y he aquí que estos cuatro muchachos la despreciaban
y de remate pedían mesa a parte con menú distinto. La negativa inicial
de Melsar cede ante la propuesta de Daniel de probar por diez días con
la dieta y tras ellos comparar los resultados entre ellos y los demás mu-
chachos; además, Melsar tendría una ventaja adicional: llevarse consigo
cuatro raciones sobrantes, incluyendo desde luego el vino tan apetecido
por él (Dan 1:16).
Lo que Daniel pidió como alimentación fueron alimentos vege-
tales —zero’im— y agua para beber. El término zero’im abarca todo lo
que Dios dijo a nuestros primeros padres que había creado en el mundo
vegetal para su alimentación, lo cual incluía “toda planta que da semilla”
(Gn 1:29). El relato recalca que Dios había creado “todo árbol… bueno
para comer” (2:9). Así, Daniel estaba sencillamente pidiendo tener abun-
dantes frutas, verduras frescas, nueces, cereales integrales y agua pura.
Semejante dieta no era imposible ni mucho menos dañina. Era variada,
integral y saludable. Hoy la ciencia dietética nos habla con mayor énfasis
y autoridad de los beneficios de una dieta tal, demostrando que lo que
Dios ha señalado para beneficio del hombre, resulta siempre lo mejor.
Por otro lado, el hecho de que Daniel mencione también de mane-
ra repetida el “contaminarse” —más bien lo‘-yithga‘al, lit. “no contaminar-
se” (Dn 1:8, 2x)— con la alimentación que se le asignó en la mesa real, da
una idea de la alimentación impropia que estaba rechazando. Posiblemen-
te, en la mesa abundaban carnes inmundas y habían diversos potajes pre-
parados con estas carnes (Lv 7:22-27), o simplemente la condimentación
era impropia. Además, un elemento importantísimo entre los babilonios
en el comer y el beber implicaba adoración al panteón babilónico, pues,
los alimentos eran ofrecidos previamente a los ídolos. Daniel y sus cuatro
amigos, conocedores de estos aspectos, decidieron, por sobre todas las co-
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La vinculación mesiánica sacerdotal con el Santuario celestial es evidente con la palabra
que Daniel usa para referirse al Mesías. En Daniel el término qodeš qodašim —“santo de los santos”—
señala sobre todo al Mesías aunque conlleva también el significado dado por los demás escritores del
Antiguo Testamento (AT). En este, cerca de medio centenar de veces señala al término vinculado con
el santuario terrenal. Sin embargo. Daniel al usar qodeš qodašim lo hace en evidente identificación
del Mesías y su ministerio intercesor y purificador del Santuario celestial (Dn 8:14). Así, de manera
especial Daniel señala al Mesías en su calidad de Santísimo Pontífice eterno del Santuario celestial al
ser ungido en ocasión de su bautismo (Dn 9:27). Es decir, el qodeš qodašim del que habla Daniel es
ante todo Cristo y por inferencia el Santuario celestial, mas no el hebreo. El Santuario donde Cristo
entró, habiendo ascendido al cielo, después de su sacrificio, como Sumo sacerdote del nuevo pacto
(Heb 8:1-3). es solamente el Santuario celestial. En realidad, Daniel presenta la obra del Mesías, tal
cual le fue revelado, ministrando en el Santuario celestial tanto en el servicio del tamîd —lugar san-
to— como en el del yom kippur— lugar santísimo, tal como estaba simbolizado su ministerio con el
ministerio sacerdotal levítico (Éx 40:9: cf. Heb 9:11-12).
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Hasta 2300 días y el santuario será purificado (Dn 8:14). Sin embargo,
se han separado (del total de los 2300 días o años [Dn 8:14]),9 setenta
semanas (proféticas o 490 años [9:24]), como período profético esta-
blecido en beneficio exclusivo de tu pueblo y tu ciudad santa, Jerusalén
Durante este lapso, no solo se decretará la restauración y edificación de
Jerusalén, sino que los lugares de justicia y juicio10 serán restablecidos
en tiempos difíciles y de angustia. Pero sobre todo (en este mismo pe-
ríodo) se hará lo necesario —ya determinado desde los días eternos—
para extirpar la rebelión, para eliminar la iniquidad, por medio de la
redención que Dios mismo traerá mediante el sacrificio expiatorio y
voluntario que el Mesías hará para erradicar el pecado.
9
Para un detalle más amplio del principio interpretativo de “día por año”, véase más ade-
lante las notas 18 y 19 de este artículo.
10
Esta connotación emana de la expresión hebrea rehob werahus, “lugar [público] de juicio y
justicia”, en el 9:25 —vgr. Juicio a favor de los salvos— durante el periodo de las setenta semanas, véase
Pierre Vinandy, “Étude philologique de Daniel 9:24-27” (Tesis Doctoral, Universidad de Paris, 1977).
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Incluso el nombre del profeta conlleva fuertemente la idea del juicio. Daniel significa
“Dios es mi juez”. Cualquier variación del nombre en el seitndo de “Dios es mi juez” o “Dios ha juz-
gado” no hacen sino enfatizar la idea principal de que Dios es el juez supremo.
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a. Adoración
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b. Juicio
Holaday, “”סגד, en A Consise Hebrew and Aramaic Lexicon of the Old Testament Based upon the Lexi-
cal Work of Ludwing Koehler and Walter Baumgartner (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1971), 414. En
adelante CHALOT; W. A. VanGemeren, ed., “”סגד, en New International Dictionary of Old Testament
Theology and Exegesis (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1997), 3:222.
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El verbo פלחigual significa reverencia a una deidad y adorar (CHALOT, 1108).
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c. Lealtad
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C. Keil, Biblical Comentary of the Book of Daniel (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1973), 343-344.
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G. Vermes hace notar la peculiaridad con que el libro de Daniel destaca la misión de
instrucción esperada del Mesías. Él señala que los miembros de la secta qumránica así lo expresaron
con su interpretación tocante al Maestro de Justicia. Él y sus seguidores serían dotados de “especial
entendimiento para instruir a otros” (Dn 11:33; 12:3). The Dead Sea Scrolls in English (New York, NY:
Penguin Books, 1975), 21.
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Josefo aunque no reconoció a Jesús como el Mesías, no pudo menos que reconocer la
precisión admirable con que se cumplieron las profecías anunciadas por Daniel, pues dijo: “él [Daniel]
no solo predijo en una forma general aquello que estaba por venir, como lo hicieron los otros profetas,
sino que él indicó el tiempo en que los hechos acontecerían”. Antigüedades de los judíos, 10.11.7.
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Que Daniel está refiriéndose a semanas de años en conformidad con la clave profética
—estrenada por Moisés (Nm 14:34) y reafirmada por Ezequiel, contemporáneo de Daniel—, es ob-
vio en la diferencia que él mismo hace con las semanas de su ayuno mencionadas en el 10:3. Aquí el
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profeta hace la debida aclaración, a fin de no ser confundido con la mención previa de los períodos
semanales declarados en los capítulos anteriores. Así. el período de las setenta semanas es de años y
no de días. Y a su vez, estas son divididas en períodos de siete, sesentidós y una, sin ninguna brecha
que interrumpa su unidad o secuencia.
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La interpretación talmúdica indicando lo que entiende de las setenta semanas de años —a
saber 490 años— cortadas del total de 2300 mencionados en el 8:14. establece: “Esta profecía fue dada
al comienzo de los setenta años de cautiverio en Babilonia. Desde la restauración hasta la segunda
destrucción hubieron 420 años, lo cual hace un total de 490, o setenta semanas de años”. Nazir, 32b.
Lucas 1:1, versión El libro del Pueblo de Dios: La Biblia (Madrid: Ediciones Paulinas, 1980).
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Beckwith señala claramente que los escritos del Qumrán han proporcionado documen-
tación para poner de manifiesto las interpretaciones dadas a las profecías de Daniel tanto por el
judaísmo antiguo de los últimos siglos precristianos como por el cristianismo primitivo. El señala
también que de manera notable, las interpretaciones mesiánicas de ambos concuerdan en el aspecto
cronológico, pues en el entendimiento de aquellos, los que vivían en el tiempo coetáneo de Jesús,
estaban viviendo bajo el cumplimiento de la profecía de las setenta semanas de Daniel; Para un es-
tudio más detallado de la cronología asignada a la interpretación profética de Daniel en el judaísmo
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del período inmediato anterior a la era cristiana, véase Roger T. Beckwith, “The Significance of the
Calendar for Interpreting Essene Chronology and Eschatology”, RevQ 38 (1981): 167-202. Para un
estudio detallado de la fecha del advenimiento del Mesías como ta interpretación dada a las setenta
semanas de Daniel 9, en los días aledaños a Jesús tanto entre hebreos como entre cristianos, véase por
el mismo autor “Daniel 9 and Date of Messiah’s Coming in Essene. Hellenistic Pharisaisc, Zealot and
Early Christian Computation”, RevQ 38 (1981): 542.
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La certidumbre del tiempo cumplido es determinado en relación a las fechas estableci-
das por una segura documentación la cual indica el inicio de las setenta semanas separadas de los
2300 años como siendo iniciada en el año 457 AC. Véase también, Merling Alomía, “El uso de Daniel
en Marcos”, en Marcos: El evangelista del “tiempo cumplido”, ed. Merling Alomía (Lima: Ediciones
Theologika, 2003), 105-124; Welch, 129.
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Daniel presenta en unión inseparable de la muerte violenta del Mesías y los resultados
de ella: la cesación de los sacrificios y ofrendas. Es decir la eliminación del servicio levítico. Al elimi-
nar con su muerte el servicio que lo prefiguraba, el Mesías asume su rol pleno no solo de ofrendante y
ofrenda, sino también de Sumo Pontífice intercesor que en los méritos de su propia sangre intercede
en favor del pecado en el santuario donde hoy él ministra.
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favor del mismo pecador redimido. Bajo esta perspectiva y como prínci-
pe de las huestes celestiales, el Mesías también aparece en Daniel como
el Señor de la bienaventurada esperanza en la parusía (cf. Tit 2:13). Es él
quien trae la esperanza de vida eterna al volver otra vez en las nubes del
cielo como el Hijo del hombre para recibir el dominio universal del reino
sempiterno de Dios.
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Otto Plöger, Das Buch Daniel – KAT 18 (Güterslohes Verlagshaus Gerd Mohn, 1965), 149.
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AT, pues en 10 que menciona sigue la misma tónica discreta sobre ellos,
aunque sí destacando la realidad de su existencia. Quienquiera que lea
Daniel puede encontrar la seguridad de que Dios tiene a sus fieles bajo el
cuidado especial de sus ángeles, los cuales se deleitan en servir a los que
son herederos del reino celestial.
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final de todas las cosas cuando Jesús, el Mesías, triunfante, reine gloriosa-
mente con los suyos para siempre.
El mensaje de la resurrección
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