Firmado, Abril (Serie Abril) - Paula Ramos
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legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o
procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o
cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los
titulares del copyright.
Nota del Editor
Tienes en tus manos una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares y
acontecimientos recogidos son producto de la imaginación del autor y ficticios. Cualquier
parecido con personas reales, vivas o muertas, negocios, eventos o locales es mera
coincidencia.
Índice
Copyright
Nota del Editor
Parte 1: 13-14 años
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Parte2: 16-17 años
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
«Si has nacido sin alas,
no hagas nada por impedir que te crezcan.»
Coco Chanel
Todavía recuerdo la primera vez que llegamos a la casa. Es gracioso pensar lo que
puede llegar a significar cuatro paredes y un techo. Bueno, son más que cuatro paredes,
pero no me seáis quisquillosos.
Como iba diciendo, esa casa rápidamente se convirtió en mi hogar, mejor dicho: en
nuestro hogar. Cualquier persona que entre en ella tan solo se encontrará con la típica
vivienda unifamiliar, y lo que no es más que un escalón viejo y ruidoso, para nosotros está
el recuerdo de cuando Ian, borracho como una cuba, intentó pasar por el recibidor sin ser
visto por nuestros padres. Como podéis imaginar, cayó con todo su peso sobre la
balaustrada, y tras un importante estropicio, el escalón comenzó a sonar con cada pisada
sobre él. Y como eso miles de cosas, como la marca que hay tras el árbol grande del jardín,
el mal cierre de la ventana del baño, la cabaña de juegos…, pero no nos adelantemos. Eso
son otras historias que ya os contaré.
Tenía seis años cuando bajé del coche de mis padres con mis hermanos. Los tres nos
quedamos embobados mirando la fachada de madera blanca con las grandes ventanas y
contraventanas de color verde oscuro. Por aquel entonces el jardín no tenía la explanada
de césped, ni los árboles frutales en el jardín de atrás. Incluso el porche delantero estaba
vacío, sin el sofá-columpio donde nuestros padres se sentaban las noches de verano antes
de irnos al Lago.
Me acuerdo de lo emocionados que estaban papá y mamá mientras nos animaban a
acercarnos justo cuando el camión de mudanzas aparcaba. Mi padre me cogió en brazos,
y me acuerdo que mientras nos íbamos acercando a la casa, mi mirada voló hacia el cielo,
observando cómo la luz del sol jugaba con las hojas de los altos árboles.
En fin, yo aún no lo sabía, pero había llegado a mi hogar.
Parte 1: 13-14 años
Capítulo 1
Estaba en las gradas viendo cómo las chicas de gimnasia rítmica entrenaban. Una de
ellas era una chica de catorce años estilizada con la elegancia típica de las bailarinas de
ballet. Llevaba recogido su largo pelo castaño claro en un moño, y escuchaba atenta a su
entrenadora mientras jugueteaba con el aro, su especialidad. Esa chica no era otra que mi
hermana, y aunque ya habían terminado las clases, me gustaba quedarme a ver su
entrenamiento. Era relajante ver cómo se movía con su aro por la pista. Además justo en
ese horario Noah tenía baloncesto, por lo que podíamos volver juntos a casa, ya que tenía
el mismo horario que gimnasia rítmica.
Justo cuando la entrenadora dio a reproducir en el radiocasete y la música inundó el
pabellón, noté cómo alguien se sentaba a mi lado.
—¿Quieres? —me ofreció Michelle.
Miré el contenido de lo que me ofrecía, y era una bolsa repleta de gominolas.
Últimamente —desde la fatídica clase de gimnasia— estaba siendo más amable de lo
normal. Sabía que era un intento por pedirme perdón, así que accedí y tomé una gominola
roja.
—¿Siempre ves los entrenamientos de tu hermana? —me preguntó.
Yo guardé silencio. Todavía no sabía muy bien qué esperar de ella. Podía ser que
estuviera intentando hacerse pasar por mi amiga para tener acceso a Noah. Bufé
interiormente. Bastante tenía con las pavas que iban detrás de mi hermano, como para
añadir ahora a las de Noah.
—Abril, basta ya. Me siento insultada. —No pude evitar mirarla enarcando una ceja.
—¿Perdona? —Me crucé de brazos sin borrar la expresión de incredulidad de mi cara.
Michelle se sonrojó.
—Mira, sé lo que realmente pasó con Sara, pero ya te dije que yo no sabía nada. Tan
solo pensé que había accedido a invitarte después de que yo le diera la brasa… —Michelle
se mordió el labio—. Vale, lo estoy estropeando, pero es la verdad. ¡Quiero ser tu amiga de
verdad y tú tan solo me alejas!
—¿Y se puede saber por qué quieres ser mi amiga? —pregunté fulminándola con la
mirada. Cuando vi que se disponía a responder, alce una mano para cortarla—. No hace
falta que lo expliques, ya lo digo yo: Noah. Estás coladita por sus huesos y piensas que
haciéndote amiguita mía tendrás acceso a él. Y te aseguro… —Me callé ipso facto cuando
vi aparecer las lágrimas en los ojos de Michelle.
Esta se levantó del asiento y salió corriendo del pabellón. Supe que el tema era serio
cuando descubrí que había dejado caer la bolsa de chuches. Nadie en su sano juicio deja
tirada una bolsa de chuches. Así que no tuve más remedio que, una vez recogidas las
gominolas, ir tras sus pasos.
—Michelle, espera —dije cuando vi cómo entraba en el baño. ¿Por qué narices todos
terminábamos yendo hacia allí? Abrí la puerta y me la encontré llorando.
—¿Qué quieres? —me preguntó entre sollozos—. Yo solo quería ser tu amiga… y…y…
eres una borde. —Me fulminó con la mirada mientras gruesos lagrimones caían por su
pálida piel—. Es verdad que me gusta Noah, pero quería ser tu amiga. ¡Eres distinta a las
demás! La mayoría son malas. Critican y son falsas… y…, bueno tú no pareces ser como
ellas. Por eso me acerqué a ti y cuando descubrí que eras normal, no un bicho raro —no
pude evitar hacer una mueca— supe que podíamos ser amigas.
Así que era eso lo que había ocurrido. Michelle, a pesar de su perfección había sido
víctima también de las maldades de Sara y sus amigas, pero eso me dejaba sin entender
algunas cosas.
—Entonces, si te han estado criticando, ¿Por qué querías que me invitarán? Mejor aún,
¿por qué quieres ir a la estúpida fiesta?
Michelle, un poco más tranquila, se apartó las lágrimas.
—Ellas no saben que me he enterado de cómo me critican —comenzó a explicarse—.
Las escuché hablar de mí en la fila del comedor antes de que se dieran cuenta de que
había llegado. Fue terrible…. —Michelle bajó la mirada avergonzada—. Sin embargo y
aunque empecé a alejarme de ellas, pienso ir a su cumpleaños. No pienso dejar que ganen.
Asentí un poco confundida. Noah también había dicho algo relacionado con que ellas
no podían ganar… no entendía muy bien qué ganaban, pero lo dejé estar.
—Entonces, ¿me crees? —me preguntó con un hilo de voz—. Es verdad que me gusta
Noah, pero aunque es genial estar más cerca de él, esos no son los motivos por los que
quiero ser tu amiga…
Terminé sonriendo al ver el sonrojo de Michelle. Qué queréis que os diga, la creí.
—Claro que te creo. ¿Amigas? —Le extendí la mano. Michelle lanzó un gritito y se tiró
a mis brazos, abrazándome fuertemente.
—¡Amigas! —contestó provocándome carcajadas ante su entusiasmo—. ¿Cuándo paso a
tu casa? —me preguntó.
—¿Eh?
—Esta tarde es el cumpleaños, así que tendremos que ir juntas.
No pude evitar rodar los ojos.
—Pues el cumpleaños es a las ocho ¿no? —dije mientras comenzábamos a salir del
baño justo cuando terminaba el entrenamiento de mi hermana.
—Sí —confirmó Michelle sacando la horrenda invitación.
—Pues si quieres venir a las seis….
—¡Perfecto!
—¿Vas a venir a casa? —preguntó de repente Leah sobresaltándonos. No la habíamos
oído llegar.
—Sí, vamos a ir juntas al cumpleaños de Sara.
Leah asintió mientras sonreía a Michelle.
—¿Y por qué no te quedas a comer? —dijo Leah mientras se ponía la sudadera—. Por
uno más a mamá no le va a importar.
—Pues es verdad —dije sonriendo a Michelle saliendo del pabellón.
Estábamos en Octubre y comenzaba a hacer frío, por lo que me arropé con mi gruesa
y enorme sudadera.
—¡Ey! —Las tres nos giramos cuando oímos a Noah acercarse con mi hermano y
Darek.
Darek y mi hermano jugaban al hockey sobre hielo, y su entrenamiento de los viernes
coincidía con el de Noah y Leah, por lo que se había hecho costumbre volver todos juntos
los viernes.
Miré de reojo a Michelle. Sus mejillas se sonrojaron mientras les explicaba a los
chicos que venía a casa a comer.
Comenzamos a andar dirigiéndonos a la parada del bus.
—Pero ¿vamos a comer todos en tu casa? —me preguntó Michelle en voz baja mientras
los chicos hablaban de sus «grandiosas» jugadas en el entrenamiento de hoy—. ¿No somos
muchos?
—Tranquila —intervino Leah soltándose el pelo del estirado moño. Su pelo era
completamente liso, algo que envidiaba. El mío era ondulado, y no me convencía para
nada, sobre todo cuando lo llevaba corto—. Mi madre está acostumbrada a cocinar para
muchos. Darek y Noah suelen quedarse a menudo.
Sí, la maldita botella me apuntaba a mí, y el otro extremo apuntaba a… Nathan. Cerré
los ojos con auténtico fastidio. ¿Por qué me tenía que pasar a mí esto? Ya que me había
tocado, ¿por qué no podía haberme tocado cualquier otro? Incluso prefería besar a una
chica que al anormal de Nathan.
—¿A qué esperas? —dijo Nathan con una estúpida sonrisa dibujada en su estúpido
rostro. Valga la redundancia.
Se incorporó acercándose al centro del círculo sin dejar de sonreír, incluso me guiñó
el ojo divertido.
—No pienso besarte —dije sin titubear.
—No puedes negarte —soltó Sara. ¿Notaba cierta satisfacción?
—Claro que puedo negarme. —Me crucé de brazos sin moverme—. ¡Mira cómo lo hago!
—No puedes —dijo Nathan ya menos sonriente.
—En realidad, sí puede —dijo Michelle acudiendo a mi rescate—. Las normas dicen…
—¿Qué dicen? —pregunté interesada.
—Tenemos que tirar de nuevo de la botella, y a quien apunte la boquilla será el juez.
Dirá qué tienes que hacer —explicó con evidente fastidio Sara.
—Pero puede ser cualquier cosa —señaló Nathan volviendo a sonreír y mirando a
Jacob, uno de sus mejores amigos, que parecía también muy divertido.
¿Qué diablos le pasaba a Nathan? Miré a Noah, el cual estudiaba ceñudo a Nathan. Sin
tener tiempo a pensar lo que estaba ocurriendo, Sara tiró de nuevo la botella. Por favor…
Esperaba que no le tocara ni a Sara ni a ninguna de sus amiguitas.
Para mi sorpresa, la botella apuntó a Noah.
—Bien, Noah. —Sara pestañeó hacía él exageradamente—. ¿Qué será: pico, morreo,
cinco minutos encerrados en el baño a oscuras…?
—¿No puede ser «nada»? —pregunté.
—No, claro que no —contestó Laura, amiga de Sara, como si fuera tonta.
Y sí, lo era. En el mismo momento que cedí a jugar a este juego.
—Está bien —dijo Noah mirándome con disculpa en sus grandes ojos—. Pico.
Suspiré aliviada, mientras algunos se quejaban diciendo a Noah que había quitado
emoción al asunto. Suspiré y me incorporé levemente para acercarme a Nathan. Sabía que
iba a soltar alguna pulla, por lo que corté las distancias rápido y le di un cortísimo pico en
los labios. Tan rápido fue, que cuando me senté, Nathan todavía seguía en el centro del
círculo.
—¿Ya? —preguntó Nathan.
—Sí, colega, ya. —dijo riéndose Edu mientras el rubio se sentaba.
Intentando que mi humillación pasara lo más rápido posible, había juntado mis
preciados labios con el asqueroso de Nathan, tiré de la botella. Mi corazón se sobresaltó
cuando la botella apunto a Noah y a Sara. Se oyeron de nuevos ánimos por parte de los
chicos y risitas por la parte de las chicas. Bueno, de las amigas de Sara, porque tanto
Michelle como yo estábamos calladas.
Observé cómo Noah, que comenzó a sonreír de forma juguetona, se incorporó hacia
el centro del círculo. Sara, totalmente sonrojada (puse mis ojos en blanco), le imitó y
cuando se inclinó hacia mi amigo, Noah volvió a tirar de la botella.
—¡Ala, tío! —dijo entre risas Jake. No pude evitar sonreír ante la cara de desconcierto
de Sara. Bien por Noah.
Pero todos guardamos silencio hasta que la boquilla de la botella apuntó a un
divertido Mike.
—Morreo, por supuesto. —Los chicos comenzaron a silbar, incluso creo que Edu
comenzó a aullar.
Sin embargo no les prestaba atención. Mi mirada estaba fija en Noah, que
encogiéndose de hombros, acercó a Sara y comenzó a besarla.
Quiero confesar ahora mismo que me quedé asombrada. ¿Ese chico era Noah? Estaba
besando a la tonta de Sara como en las películas. ¿Dónde diablos había aprendido a hacer
eso? Parecía ser que las sesiones de besos con Jessica en el Lago habían dado para mucho.
No desaprovecharía esto para burlarme de él más tarde.
Cuando Noah terminó el beso, Sara estaba como atontada. Normal. Debía reconocer
que parecía que mi amigo era un muy buen «besador». Las amigas de Sara comenzaron a
reírse histéricas. Levanté la mirada y busqué a Michelle, que parecía estar en shock. Pobre.
Cuando bajamos del coche de mi padre a las diez y media, Noah se despidió de
nosotros, pero al mirarme se rascó la nariz. Eso significaba que quería que nos
reuniéramos después.
Ahora que lo pienso, el signo es un poco absurdo, pero cuando teníamos nueve años
nos pareció total. Lo que no sé es cómo mis padres no se daban cuenta... bueno, puede
que sí lo hicieran.
Yo como respuesta me rasqué mi oreja derecha, y subí las escaleras del porche
delantero de casa acompañada por mi padre. Justo cuando papá abrió la puerta para que
entráramos, Ian apareció en el umbral con Darek. Lo que me recordó la escena de la
bolsita. Entrecerré los ojos mientras veía cómo se alejaban, y les envidié un poco. Tenían
dieciséis años, por lo que podían salir los viernes por la noche. Durante los pocos
segundos que les tuve en mi campo de visión, les estudié. No sé qué esperaba
encontrarme, quizás de nuevo aquella bolsa misteriosa.
Entré en casa y después de responder vagamente a las preguntas que me hicieron
sobre el cumpleaños, me dirigí a mi habitación. Estuve tentada a entrar en el cuarto de
Leah, pero tenía la puerta cerrada y se escuchaba a Alanis Morissette de fondo, por lo que
seguramente estaba leyendo. Si quería ver a mi hermana convertirse en un basilisco, tan
solo tendría que entrar e interrumpir su lectura.
Me dirigí a mi habitación y me asomé por la ventana que daba al lateral derecho de la
casa. Justo enfrente se encontraba la de Noah y mi ventana daba a la del dormitorio de mi
mejor amigo. Algo de lo más guay. Noah estaba también asomado y me saludó divertido. A
las doce nos reuniríamos.
Cuando quedaba menos de una hora, me metí en la cama y simulé estar
profundamente dormida cuando mis padres entraron para darme las buenas noches.
Cuando entornaron la puerta de mi dormitorio, me incorporé y comencé a vestirme de
nuevo sin hacer ruido.
Lo bueno de que mis padres durmieran en la tercera planta, era que era fácil salir de
puntillas de mi cuarto hacia el baño sin ser escuchada. Lo malo era la ventana. Llevaba
años sin cerrar del todo bien, por lo que abrirla no era ningún problema. Lo difícil era salir
por ella sin hacer ruido. Eso sí, llevaba años perfeccionando la técnica, aunque por aquel
entonces todavía me daba un poco de respeto encaramarme al árbol grande que estaba
pegado a la ventana. Crucé mis piernas alrededor de la gruesa rama, y una vez que llegué
al tronco tras arrastrarme lentamente, bajé con agilidad hasta el suelo.
Hacía frío, por lo que me froté las manos. Dentro de poco tendría que empezar a
ponerme guantes. Comencé a correr hacía el jardín trasero. El pulso se me aceleró
mientras me acercaba al arbusto donde me esperaba siempre Noah.
Aunque llevábamos varios años escapándonos por las noches, todavía nos asustaba
que nuestros padres nos descubrieran. Si alguna vez lo hicieran, se nos caería el pelo…
Noah salió de su escondite en cuanto me oyó llegar, y juntos nos dirigimos a la cabaña
de juegos. ¿Y qué es la cabaña de juegos? Os lo estaréis preguntando, lo sé.
A los dos años de estar viviendo aquí, a mi padre se le ocurrió la genial idea de
construirnos una cabaña de madera en el jardín. Obviamente tanto mis hermanos como
Darek, Noah y yo nos emocionamos. Ya veis que cuando dije que tanto Noah como Darek
eran como de la familia, era y es verdad. Yo me hice amiga de Noah nada más llegar aquí,
con seis años. Mi hermano y Darek más de lo mismo. Aunque ellos tenían nueve.
Bueno, a lo que iba: mi padre decidió que era una grandísima idea construir la cabaña.
El padre de Noah se unió también en la supuesta construcción, y digo supuesta porque se
quedó en una bonita idea en la mente de ambos hombres. Cuando nuestras madres vieron
el estropicio que estaban construyendo, decidieron comprar una cabaña prefabricada. Y a
Dios doy gracias por esa brillante idea. Nuestra cabaña es de lo más. Como podréis
sospechar eso no sentó muy bien al gran ego de nuestros padres, pero nadie les hizo caso.
Estábamos demasiado emocionados apreciando la nueva cabaña. Es de madera blanca
como nuestra casa, de hecho, tiene dos ventanas del mismo verde oscuro que las
contraventanas. Es lo suficientemente espaciosa para que por lo menos cuatro adultos
entren sin problemas y estén de pie, y es que tiene como una segunda planta. No os
emocionéis. Esa segunda altura es tan solo una cama, más bien un colchón grueso. Eso sí,
viene genial cuando en verano queremos dormir en la cabaña.
Debajo de esa segunda altura colocamos un viejo sillón que nuestra abuela nos regaló.
Eso junto a una pequeña mesa de café y una roída alfombra, hacen todo el mobiliario de
nuestra cabaña. Pero es la mejor cabaña de todos los tiempos. Tiene luz eléctrica y todo.
—Toma. —Noah me lanzó una bolsa que a la luz de la luna pude ver que era de nubes
de azúcar, mis favoritas.
—Gracias. —Choqué mi hombro con el suyo—. Yo he traído pipas.
—Genial —sonrió él.
—Por cierto —empecé cuando comenzamos a vislumbrar el techo de la cabaña—, qué
callado te tenías lo de que eres todo un experto en la materia de besos.
Incluso a oscuras vi cómo Noah ponía los ojos en blanco.—Sabía que te ibas a meter
conmigo por lo de Sara, en vez de darme las gracias por salvar tu culo de tener que dar tu
primer beso a Nathan. —Hice un mohín indignada, cuando ambos frenamos en seco.
—Mierda —dije.
Alguien estaba en la cabaña. A través de las ventanitas se podía ver que había luz,
aunque por las cortinas no sabíamos quién. Aunque cuando vi el calcetín blanco
enganchado en el picaporte de la puerta, supe que era mi hermano con Darek.
Avancé malhumorada. Descubriría a esos dos esta misma noche.
—¡Espera, Abril! —Noah me detuvo agarrándome del brazo—. ¿A dónde crees que vas?
¿No has visto el calcetín?
—Claro que lo he visto.
La cabaña es de todos, por lo que creamos una serie de normas para no ser
molestados cuando no queríamos serlo. Obviamente ya sabéis que quien se inventó esas
normas fue Ian. Eran sencillas: pañuelo rojo en la puerta cuando los de fuera tenían que
llamar cuando quisieran entrar, y calcetín blanco cuando no se podía entrar de ninguna
de las maneras. Soy joven, pero no estúpida. Sabía que el calcetín blanco significaba que
se traía alguna chica para enrollarse con ella. Sacó esa estúpida idea de alguna película,
pero sabía que esta noche no había ninguna chica con él. Estaba Darek y estaban con la
maldita bolsita. Se lo conté a Noah atropelladamente, y cuando terminó de escuchar la
historia y mis sospechas, se pasó una mano por su ondulado pelo.
—¿Estás segura? —comenzó lanzando una mirada a la cabaña—. ¿Y como esté con una
chica…?
—Creo que puedo sobrevivir a ver a mi hermano besando a alguna estúpida
animadora —contesté cruzándome de brazos.
—El problema es que puede ser que no se estén solo besando… —Nada más escuchar
la insinuación de Noah, me sonrojé.
—¡Te he dicho que seguro que está con Darek! —casi chillé.
—Está bien —se dio por vencido Noah, dirigiéndose hacia la cabaña—. Pero abro yo la
puerta.
Sonreí ampliamente. La verdad es que había una mínima posibilidad de que mi
hermano en realidad estuviera con una chica, y no tenía cuerpo para verle hacer cosas…
bueno, ¡esas cosas!
Me apresuré a seguir a Noah. Llegamos sigilosamente, y sonreí triunfante cuando
escuchamos voces: las de Ian y Darek.
—¿Seguro que quieres entrar? —susurró Noah mirándome por encima de su hombro—.
¿Y si son gays y están todo gay allí dentro? —me preguntó sonriendo.
Le golpeé con un puño su hombro.
—No son gays y lo sabes. ¡Abre!
Y Noah obedeció. Y sí, algo nos estaban ocultando, porque nada más abrir la puerta,
Darek escondió algo y mi hermano miró con terror hacía nosotros. Pillados.
Capítulo 4
—¿Qué coño estáis haciendo aquí? —preguntó de malas maneras Ian incorporándose
del suelo donde estaba sentado.
—Lo mismo podría preguntar yo —contesté poniendo los brazos en jarras.
—¿No habéis visto el calcetín? —preguntó claramente molesto también Darek. No me
pasó desapercibido cómo tenía algo escondido detrás de él.
—¿Qué escondes ahí? —le pregunté acercándome.
Mi hermano me detuvo agarrándome del brazo.
—Alto ahí, enana —siseó arrastrándome otra vez a la puerta. Intenté soltarme, pero mi
hermano tenía más fuerza que yo.
—Bueno, haya paz —dijo Noah acercándose a mi hermano y a mí.
—Pírate de aquí, ricitos —respondió Ian.
—¿Qué me has llamado? —La furia apareció en los verdosos ojos de Noah.
Justo en ese momento se abrió la puerta, y apareció Leah. Darek bufó.
—¿Es que nadie hace caso al maldito calcetín? —preguntó Ian mirando hacia el techo
con desesperación
—¿Qué pasa aquí? —preguntó Leah entrando con tranquilidad y sentándose en el
suelo.
—Se están drogando —dijimos Noah y yo a la vez.
—¿Qué? —preguntaron horrorizados Ian y Darek.
—¿Qué, sino, ocultas ahí? —dije soltándome del agarre del sorprendido Ian.
—Yo alucino —dijo Darek riéndose.
—Vale, ya te dije que eran gays —intervino Noah dibujando una sonrisa en su moreno
rostro—. Vuestro intento de ocultar vuestro amor ha fracasado. —Noah y yo nos reímos
con ganas.
—¿Qué mierdas dices? —Ian volvió a enfadarse.
—No se estaban drogando —intervino Leah—. Darek, sácalo. Desde aquí le escucho
gimotear. —Ian se giró como por un resorte hacia mi hermana.
—¿Cómo…? —comenzó a decir Darek.
Leah puso los ojos en blanco y extendió los brazos hacia Darek. Los ojos oscuros de
este buscaron a los de mi hermano, e Ian asintió.
¿Qué estaban ocultando estos dos? Sin embargo me llevé las manos a la boca cuando
Darek sacó de detrás de él un cachorro que le mordía las manos juguetón. Mi hermana lo
cogió en sus brazos y comenzó a jugar con él.
—Lo de la bolsa era comida de cachorro que Darek me consiguió —explicó Ian
sentándose al lado de Leah y acariciando al perro, no sin antes mirarme de malos modos.
—¿Dónde lo habéis encontrado? —le preguntó Leah mientras dejaba que el cachorro le
chupara la barbilla.
—Eran tres. Los habían abandonado en una caja de cartón en uno de los contenedores
de basura en la calle de Darek —dijo mi hermano. Yo me quedé horrorizada. ¿Cómo había
gente que podía hacer eso a unos pobres animales?—. Los otros dos ya tienen dueños, y
solo queda este… ¡No podéis decir nada! —Nos miró a todos nerviosos.
—Papá no nos va a dejar tenerlo —dije sentándome a su lado y acariciando al perro.
—Lo sé, pero no podía simplemente dejar que se lo llevaran a la perrera.
Todos guardamos silencio.
—¿Le habéis dejado todo este tiempo en la cabaña? —preguntó Leah
—Sí —contestó Darek.
—No podéis dejarle aquí. Hace mucho frío y es tan solo un bebé.
Todos observamos cuando el cachorro salió de los brazos de Leah y comenzó a
morder la pata de la mesa.
—¿Qué es? —preguntó Noah mientras comenzaba a jugar con él.
—No lo sabemos, pero está claro que es una mezcla de mastín con algo —explicó Ian.
—Papá y mamá nos van a matar —dijo Leah.
—Por eso no podemos decir nada. Será nuestro secreto. ¿Promesa? —preguntó Ian
mirándonos a todos.
—Promesa —dijo Leah sonriendo.
—Promesa —dijo Noah.
—Promesa —terminé por decir yo mientras le arrebataba a Noah el cachorro.
—¿Tiene nombre? —preguntó Leah.
—Otto —contestó Darek sonriente.
Y así es cómo Otto entró en nuestras vidas. Tras varias discusiones, terminamos
decidiendo que el cachorro no podía quedarse solo en la cabaña. Hacía demasiado frío y
sobre todo no podíamos vigilarle. Nuestra brillante idea fue ocultarlo en nuestras
habitaciones. Nuestros padres no se darían cuenta. Ellos estaban en la tercera y primera
planta… ilusos.
De lo primero que nos dimos cuenta los primeros días era que los cachorros no son
como los que anuncian en la tele. No son tranquillos, calmados y están cada dos por tres
durmiendo. Quien os diga eso os miente. O por lo menos Otto no fue así. Era un
terremoto. No paraba quieto y no dejaba de morder todo lo que pillaba. Las primeras
noches durmió en el dormitorio de Ian, pero tras descubrir la máquina roedora que
habíamos acogido en nuestra casa, nos obligó a rotar. Cada noche en un dormitorio.
Lo peor era cuando, al ver que el cachorro se dormía, yo le imitaba pensando que por
fin iba a poder descansar, y en plena noche me despertaba un misterioso ruido. Las
primeras noches que me tocó, me despertaba desorientada, sin saber muy bien qué era
aquel extraño sonido. Las siguientes me levantaba de un sobresalto alarmada por
descubrir qué nuevo entretenimiento había descubierto Otto. Y siempre te imaginabas lo
peor. Ya está, pensaba, ha cogido un calcetín, se lo ha comido y se le ha hecho un nudo en su
pequeño estómago; o ha empezado a mordisquear los cables de las luces y se ha quedado ahí
pegado. Como veis, siempre muy positiva.
Pero tampoco era todo tan malo. Enseguida le cogimos mucho cariño, igual que él a
nosotros. Era genial llegar a casa y jugar con él. Además era muy listo y valiente. Una de
las veces que se nos escapó de una de las habitaciones, fue como un torbellino hacia las
escaleras. Incluso bajó varios escalones. A Ian casi le da un infarto. Yo le cogí rápidamente
antes de que bajara más escalones y le descubrieran nuestros padres. Ya era bastante
complicado evitar las preguntas que nos hacía mi madre sobre las pantuflas rotas y
demás.
Sin embargo, nuestro pequeño secreto no duró demasiado. Una tarde Otto bajó todas
las escaleras hasta el salón, y cómo no fue a jugar con nuestros padres. Nuestro querido
padre nos montó una gran escena, pero lo que nos sorprendió fue tener a nuestra madre
en nuestro bando, y es que para nuestra sorpresa, ella conocía la existencia de Otto desde
la primera noche que lo metimos en casa.
Fuimos muy tontos al no darnos cuenta de ello, sobre todo al ver que a pesar de que
habíamos estado toda la mañana en el instituto, al volver no había nada roto, incluso tenía
el agua limpia y el cacharro de la comida lleno. Mi madre se había encargado de vigilarlo,
incluso le había comprado algún juguete. Una pelotita de goma que sonaba y era lo que
Otto había ido a buscar.
Al tener a nuestra madre en nuestro bando, mi padre terminó cediendo a
regañadientes, y os puedo asegurar que Otto se convirtió en su mano derecha.
A la mañana siguiente, una vez que todos abrimos nuestros regalos, (incluso Otto
recibió un hueso de goma que sonaba cuando se mordía), todos se fueron al cine, pero yo
decidí quedarme con mi abuela.
Me dirigí al salón, donde se encontraba sentada en el sofá que estaba de cara a una de
las ventanas que daban al jardín delantero. Estaba bebiendo seguramente café, y aunque
por aquel entonces no me gustaba nada, pocos años después heredé su adicción a aquella
oscura bebida.
—Ven, siéntate —dijo mi abuela mientras levantaba la manta con la que se estaba
tapando.
Una vez que me senté a su lado y me arropó, volvió a centrarse en las vistas.
—¿Qué miras? —pregunté observando si había algo por la calle.
—Nada en realidad —contestó mi abuela—. ¿Qué tal estás? No pude hablar mucho
contigo ayer. Estuviste todo el rato con el dulce Noah.
—¿Noah dulce? —me reí.
Mi abuela me guiñó un ojo.
—Claro que es dulce, y va a ser todo un príncipe de brillante armadura. Pero me temo
que de eso no te vas a dar cuenta hasta dentro de mucho. —Miré extrañada a mi abuela.
¿Qué mosquito la había picado?
—¿Qué significa eso? —Mi abuela sonrió divertida, y me dio la impresión de que yo era
el chiste de la conversación.
—Puede que me equivoque, pero solo el tiempo nos dará la respuesta. —Mi cara debía
de ser un poema porque mi abuela se rio—. Abril, Abril…
Mi abuela me acarició la cara mientras daba un trago a su café. El olor inundó la
habitación cuando volvió a hablar.
—Todavía eres joven, pero sé que llegarán.
—¿El qué?
—Oh, las historias de amor —contestó mi abuela como si eso fuera lo más obvio del
mundo.
—Puff —bufé—. Eso no va conmigo.
Mi abuela me agarró de la mano dándome un apretón cariñoso.
—Ya llegarán, y como sé que no las vas a compartir con tu vieja y arrugada abuela,
solo te digo que las disfrutes. Es algo tan divertido…
Me encogí de hombros mientras mi abuela volvía a centrarse en la calle, y durante
algún rato estuvimos en un agradable silencio. Aún años después me acuerdo
perfectamente de aquella conversación que a mí me pareció tan extraña.
Capítulo 6
Como os dije unos capítulos antes, mi hermana y yo por aquel entonces no nos
llevábamos especialmente. Éramos distintas y nos apasionaban cosas diferentes. De una
misma experiencia sacábamos cosas que no tenían nada que ver con lo que la otra había
obtenido.
Por ejemplo, cuando mi padre ponía a todo volumen a Louis Armstrong y sacaba a
bailar a mi madre, la cual se reía divertida, ambas les observábamos bailar en silencio. Era
algo que se repetía en numerosos ocasiones y a mí me hizo amar el jazz, apreciar aquel
estilo musical por encima de cualquiera y recordarme aquellos momentos. A Leah le hizo
querer ser bailarina. De ahí sus clases de ballet y gimnasia rítmica. Diferentes, ¿lo veis?
Sin embargo nuestras diferencias nos ayudarían a ambas, ya que cada una aportaría
una nueva perspectiva a las cosas. Y algo que el tiempo me enseñó fue que no tendría
mejor amiga que mi hermana. Nadie sería más sincera conmigo, al igual que yo lo sería
para ella. Ninguna amiga me comprendería mejor, sobre todo porque llevaba toda mi vida
con ella. El tiempo me enseñó que pocas personas entenderían mejor mis silencios que
mis palabras, y una de esas personas era Leah.
Y como toda historia de una amistad, esta también tiene un comienzo. El frío invierno
nos había abandonado y estábamos en pleno mes de abril. Me acuerdo que Leah estaba de
lo más tensa. Se acercaban las finales deportivas, entre ellas las de gimnasia rítmica. Si
ganaba, a parte de su propia satisfacción, ganaría el puesto de capitana de las animadoras.
Algo que había comenzado a tener en mente. Y si algo caracteriza nuestra familia es la
cabezonería, por lo que Leah se machacaba día y noche.
Ya no iba a seguir con la gimnasia rítmica el año siguiente porque tenía que centrarse
única y exclusivamente en sus estudios, y como concesión mis padres le habían permitido
meterse en el equipo de las animadoras. Leah había aceptado que su futuro no iba a
encontrarse en el baile, pero no quería dejarlo del todo. Recuerdo que entrenaba a todas
horas. Se levantaba dos horas antes que nosotros para ensayar antes de ir al instituto.
Algunos recreos la veía dirigirse apresurada al gimnasio, y en casa, por las tardes después
de estudiar, salía al jardín. Incluso pedía ayuda a Darek y a Ian para hacer piruetas y
mantener el equilibrio una vez que la alzaban.
No le importaba tener las manos y las piernas destrozadas, ella tenía una meta.
Alguna vez le decíamos que ya era hora de descansar, pero ella contestaba que todavía no
era suficiente. Su especialidad en gimnasia era el aro, por lo que su actuación sería con él
mismo. Me acuerdo de lo embobados que nos quedábamos Noah, Michelle y yo
observándola entrenar, moverse con el aro como si fueran uno solo.
En definitiva, sabía cómo mi hermana se estaba dejando la piel para conseguir su
meta, así que un día que iba caminando con Michelle y Noah por el instituto, las cosas se
descontrolaron un poco. Y hoy por hoy no me arrepiento de lo que hice.
Las clases habían terminado, y nos dirigíamos al gimnasio. Al día siguiente tendría
lugar la exhibición de gimnasia rítmica, por lo que Leah estaba entrenando y nosotros nos
dirigíamos a verla.
Cuando más nos acercábamos al gimnasio, más nos alejábamos del bullicio de la
gente. Por lo que cuando escuché las voces, pude identificar a las personas que hablaban.
Por instinto hice callar a Michelle y frené la marcha.
Sara y sus amiguitas estaban hablando con Penélope, la mejor amiga de mi hermana
por aquel entonces. Nadie hubiera desconfiado de aquella reunión, pero mis alarmas
saltaron así que escuchamos a escondidas.
—¿Qué pasa? —preguntó en un susurro Michelle.
—Shh —le gruñí.
—¿En serio que estamos escuchando a escondidas a esas? —preguntó Noah poniendo
los ojos en blanco.
—Ya está. Lo tengo aquí. —La voz de Penélope nos alcanzó y los tres nos volvimos a
callar.
Estiré el cuello para intentar ver lo que Penélope les estaba enseñando a Sara y
compañía, algo que había horrorizado a Noah y Michelle y que por mi ridícula altura no
alcanzaba a ver.
—Genial —dijo Sara—. Sin esto se desmoralizará. No parará de llorar.
—Adiós, capitana —dijo una de las amigas de Sara con burla.
Todas se rieron y fue cuando Sara movió sus manos, permitiéndome ver lo que le
había dado Penélope. Era nada más y nada menos que el vestido de mi hermana para la
exhibición. Era irreconocible con sus tonos azules y brillos platas. Y estaba destrozado.
No hizo falta más, salí de mi escondite y me dirigí hacia ellas. Michelle me llamó
intentando frenarme, pero la ignoré. Lo mejor de todo fue la cara de culpables que tenían
cada una de ellas.
—Abril —me saludó como si nada Penélope—. ¿Qué tal?
Me hubiera gustado decir que contesté y mantuve un diálogo inteligente y sarcástico
con ella, pero eso no va conmigo. Lo que hice fue golpear su estúpida cara con mi puño
derecho como había visto en la televisión, y ya os aviso que dolió.
Cuando mi puño encontró la cara de Penélope, se desató la locura. Todas
comenzaron a chillar, incluso algunas se fueron en busca de algún profesor. Penélope
intentó levantarse, pero era tan patética, que lo único que hacía era resbalar mientras
lloraba como una histérica.
—¡Te vas a enterar, mocosa! —me gritaba.
—Es interesante que me digas eso y no puedas levantar tu culo del suelo —le dije
mientras la levantaba de malos modos—. ¿Cómo te atreves a hacerle eso? ¿¡Cómo?! —chillé
—. Eres su amiga.
—Leah es una estirada insoportable —dijo entones Sara a mi espalda.
Me giré hacia ella planteándome soltar a Penélope e ir a por Sara, cuando Leah
apareció en escena. Sus ojos se abrieron como platos cuando vio su vestido destrozado.
Para nuestra sorpresa, se acercó hasta Sara y lo cogió de sus manos.
—Vámonos —nos dijo Leah a Michelle, Noah y a mí.
Algo confundida, solté a Penélope y terminé siguiéndolos.
—Creo que deberías decirle algo —me susurró Michelle tras varios minutos andando
en silencio.
—¿Leah? —comencé.
—Ahora no, Abril —me contestó mi hermana entrando en los baños de las chicas.
Los tres nos quedamos fuera mirando hacia la puerta, convencidos de que estaba
llorando.
—¿Cómo está tu mano? —preguntó Noah.
—Palpita —contesté sin dejar de mirar la puerta del baño.
—Deberías haberla frenado —recriminó Michelle a Noah—. La conoces desde siempre,
por lo que podías averiguar que iba a actuar así.—Por eso mismo no hice nada. —Noah se
cruzó de brazos—. Porque la conozco de sobra para saber que entonces el primer tortazo
me lo hubiera llevado yo.
—¿Tortazo? —pregunté indignada enseñándole mi mano hinchada—. Ha sido todo un
puñetazo.
—La verdad es que ha estado bien —aceptó Noah asintiendo con la cabeza.
—Por Dios, ¿sabes que te vas a meter en un buen lío? —preguntó Michelle poniendo
los brazos en jarras—. Deberías estar preocupada, no pavoneándote.
—Penélope se lo merecía —dijo Noah.
Michelle miró de reojo a Noah y, negando con la cabeza como dándonos por
perdidos, señaló la puerta del baño.
No hicieron falta más palabras. Entré dentro.
Leah no había encendido las luces, por lo que estaba a oscuras y tuve que esperar a
que mis ojos se acostumbraran a la oscuridad. Sin embargo enseguida localicé a mi
hermana porque efectivamente estaba llorando.
Era una situación muy extraña porque raras veces la veía así. Había visto más veces
llorar a Ian que a mi hermana, y es que como en su día dijo mi abuela, mi hermana era
toda serenidad y siempre guardaba sus emociones para sí.
—Leah… —comencé sentándome a su lado en el suelo mientras su cuerpo se agitaba
por el llanto.
—Vete, Abril —logré escuchar ya que tenía su cara enterrada entre sus brazos.
—No me voy a ir, y no deberías llorar. Penélope no lo merece. Y mucho menos Sara y
las demás. Son unas crías envidiosas.
Mis palabras no parecían funcionar del todo, ya que seguía llorando, y fue cuando
decidí que lo mejor que podía hacer era estar con ella, consolándola en silencio. Pasados
varios minutos, Leah finalmente se recompuso, y una vez que se limpió las lágrimas, me
miró.
Era bonita hasta después de un berrinche. Sus largas pestañas parecían más
frondosas por las lágrimas y sus mejillas estaban sonrojadas. Hasta sus labios estaban
hinchados de una manera adorable. Al contrario de ella, mi aspecto tras esa llantina
hubiera resultado en mi transformación a un Gremlin. Os lo puedo asegurar. ¡Si es que no
tenía ni un moco colgando!
—¿Estás mejor? —pregunté.
—Sí —asintió fijando su mirada en sus pies.
—¿Quieres hablarlo? —dije sabiendo que su respuesta sería una negativa.
—¿Por qué lo has hecho? —me preguntó a su vez sorprendiéndome.
—¿Por qué he hecho qué? —La miré extrañada.
—Me has defendido a pesar de que por ello te vas a meter en un buen lío tanto con
papá y mamá, como con los profesores…
—Eres mi hermana. —Me encogí de hombros y ella me miró interrogante—. Sé todo lo
que te has esforzado por conseguir que mañana salga todo perfecto. Y no iba dejar que
esas tipejas se salieran de rositas.
—No quiero competir mañana —dijo finalmente Leah rehuyendo mi mirada.
—Claro que lo harás, ¿Porque sabes qué? Vas a ganar, Leah. Lo sé, y no te digo esto
porque seas mi hermana y te quiera, sino porque te he visto bailar y ensayar junto a las
demás y tú destacas. Tienes un brillo especial. Un brillo que los demás ven y del que tú no
te das cuenta. —Leah volvió a mirarme—. Por eso han ido a estropear tu vestido, porque
tienen miedo y saben que vas a ganar. Así que haz el favor de dejar las tonterías y
vámonos a casa. Tienes que descansar para patear sus culos mañana.
—Me quedaré sin amigas —finalmente confesó con un hilo de voz.
Por un momento me quedé en silencio, consciente de que Leah estaba asustada.
—Me tienes a mí —le dije—, y a Noah, incluso a Michelle. Pero no te quedarás sin
amigas. Eres buena persona, Leah, tan solo va a desaparecer de tu lado mala gente.
—Todo ha sido por Toby.
—¿Toby? —pregunté sin saber a quién se refería. Parecía que tendría también que
patear el culo a un chico.
—Toby vino ayer a pedirme que fuera su novia.
—Ah… —solté sin saber muy bien qué decir. ¿Y qué tenía que ver aquello con que esas…?
Comencé a pensar. Un momento—. A Penélope le gusta Toby. —Leah asintió y yo bufé—.
¿Por qué son tan básicas? ¿Y cree que por destrozarte tu vestido vas a dejar de gustarle a
Toby?
—Me gusta Toby –confesó Leah sonrojándose.
—Pues entones eso es genial. El chico que te gusta está por ti. —Sonreí aunque mi
mente voló por un momento a la imagen de Darek.
—Ahora que Penélope ya no va a ser más mi amiga está claro que sí, es genial —se rio
Leah.
—Vamos. —Me levanté tendiendo mi mano para ayudarla a levantarse—. Tenemos que
ir a casa y prepararnos para mañana.
Leah asintió y se levantó. Antes de salir del baño, me sorprendió abrazándome.
—Gracias, Abril. Gracias por haber estado aquí —me dijo sin soltarme.
—No digas tonterías. ¿Dónde iba a estar sino?
—Te lo digo en serio. Además te vas a meter en un buen lío por ese puñetazo. —Leah
me miró preocupada—. Yo explicaré lo que ha pasado, puede que ayude. Pero gracias,
hermanita.
—De nada. Siempre estaré ahí para sacudir a quien quieras. —Ambas nos sonreímos.
—Te quiero, enana —dijo Leah.
—Te quiero, fea.
Me acuerdo que una vez que llegamos a casa ya era de noche, pero me quedé con
Leah acompañándola mientras entrenaba una última vez. Me acuerdo cómo luego nos
sentamos en el porche con una manta gruesa y vimos las estrellas contándonos secretos,
mientras Otto nos mordisqueaba los cordones. Así fue cómo Leah me dio a conocer a
Toby, el chico por el que había suspirado el último año. Me enteré que jugaba al fútbol y
que tenía el pelo de un brillante color dorado que hacía juego con sus preciosos ojos de
color miel. Nótese la ironía. Aún recuerdo cuánto me burlé de ella por esa descripción,
aunque luego la que se rio fue Leah al sonsacarme que Darek me gustaba. Sí, fue una
buena noche. Fue cuando, a parte de hermanas, nos convertimos en mejores amigas.
Por supuesto quiero dejar claro que Leah ganó al día siguiente, y que me encantó ver
la cara de fastidio de Sara y demás compañía. Penélope ni apareció y como mi hermana ya
me avisó, me metí en un buen lío. Hubiera sido peor sin la explicación de Leah y el
testimonio de Noah y Michelle, pero eso no quitó que en el instituto me expulsaran tres
días, y que mis padres me castigaran un mes sin poder salir por las tardes. Algo que
tampoco fue muy terrible porque siempre me quedaban las visitas nocturnas a la cabaña.
Era jueves, y Noah me había hecho señas por la ventana para vernos esa noche a
pesar de que al día siguiente madrugábamos. Una vez que mis padres se acostaron, salí de
mi habitación de puntillas hacia el baño. Lo bueno de que Otto hubiera hecho buenas
migas con mi padre era que desde entonces dormía en su habitación, por lo que nunca
nos delataba.
Abrí la ventana que nunca cerraba del todo, y bajé por el árbol. Noah me esperaba a
los pies.
—¿Ha pasado algo? —le pregunté
—No, tan solo que llevo varias semanas aburrido —me contestó con un mohín.
—No queda casi nada de castigo —contesté mientras nos dirigíamos a la cabaña.
—Abril, cuando acabe habremos terminado casi el instituto y empezarán las
vacaciones de verano.
—Qué dramático eres. —Puse los ojos en blanco mientras entrábamos en la cabaña.
Noah encendió la luz mientras yo me sentaba sobre la roída alfombra. Comenzamos a
hablar de cosas sin importancia, cuando abrieron la puerta. Por un momento mi corazón
dejó de latir, pero enseguida me tranquilicé cuando vi a Leah aparecer en pijama y bata.
—Buenas —nos saludó mientras se sentaba a mi lado—. No podía dormir, y como te he
escuchado ir al baño, supuse que estaríais aquí.
—¿Y has tardado tanto en llegar? —pregunté confundida.
—Prueba a bajar por el árbol con pantuflas —contestó Ian sobresaltándonos.
—¿Es que en vuestra casa nadie duerme? —preguntó malhumorado Noah.
—No te pongas así, ricitos, y hazme sitio —dijo Ian sentándose a su lado—. Además, he
traído cartas.
Así que terminamos jugando a las cartas hasta bien tarde, y cuando nos quisimos dar
cuenta, tuvimos que ir a nuestras casas rápidamente para acostarnos, aunque tardamos
media hora en meternos en la cama porque no había forma de que Leah pudiera escalar el
árbol con las zapatillas de casa. Nos reímos demasiado al ver la lerdez de mi hermana en
su mayor esplendor, algo que Ian no comprendía: «¿Eres capaz de hacer un mortal, y no
de subir este maldito árbol?». Lo que no llego a entender es cómo mis padres no se
despertaron, pero en fin, fue divertido; aunque dejó mucho que desear cuando tres horas
después sonó el despertador para ir al instituto.
Capítulo 7
Y llegó el verano. Mi época favorita del año junto con las navidades. Pero, ¿existe
alguien a quien no le guste el calor, los helados, las fogatas, el agua y el sinfín de cosas que
conlleva esta época?
El año escolar terminó, y tras unas pocas semanas de vacaciones en nuestra casa,
llegó el momento de hacer las maletas y dirigirnos al Lago.
Somos una familia de costumbres y manías, y la verdad es que en algunos aspectos
me gusta ese rasgo. Y es que verano no lo sería si no lo pasáramos allí.
Al contrario de lo que su nombre indica, es un pueblecito costero. El típico con sus
casas blancas de madera, y con una población más bien escasa. De esas en las que todo el
mundo se conoce. Mis tíos y mi padre ya veraneaban de pequeños allí, y fue cuando
bautizaron aquella localidad con el nombre de «El Lago».
En cuanto mi padre tuvo la oportunidad compró una casa allí, ya que según nos dijo,
mi madre siempre le había dicho de novios que quería una casa en la playa, y para él no
había mejor lugar que aquel. Y qué queréis que os diga, estoy totalmente de acuerdo con
él. Por lo tanto la casa del Lago lleva con nosotros incluso antes del nacimiento de Ian, de
hecho creo que mi padre la compró recién casados.
Siempre ha sido divertido veranear allí, pero desde que nos mudamos a nuestra casa
actual, fue mucho más divertido, ya que la familia de Noah y Darek vienen con nosotros.
Ya sabéis que mis padres y los de Noah se convirtieron en grandes amigos, y a los pocos
años de conocerse la familia de Noah comenzó a veranear en el Lago. Como nuestra casa
era lo suficientemente grande, terminamos todos bajo el mismo techo, algo mucho más
divertido.
La madre de Darek, al contrario, nunca aceptó la invitación. No era que no se llevaran
bien, sino que por motivos económicos no se podía permitir unas vacaciones tan largas.
Eso sí, Darek siempre venía con nosotros, ya que mis padres hablaron con su madre
asegurándole que no había ningún con problema con ello. Su madre intentó pagar algo a
papá, pero mi padre le dijo que Darek era su invitado, y por lo tanto no tenía que pagar
nada. En fin, líos de adultos.
La noche antes de empezar el viaje siempre era muy emocionante. Me aseguraba de
meter todo lo necesario en la maleta: las aletas y gafas de buceo, las palas, los biquinis
nuevos… ese verano iba a cumplir catorce años y quería que Darek viera que no seguía
siendo aquella niña pequeña que siempre les perseguía para jugar a sus juegos. Ahora
había crecido y estaba preparada para otro beso suyo.
Me metí en la cama diciéndome que ese verano iba a ser un gran verano, muy
diferente a los anteriores. No iba muy mal encaminada.
Leah estaba leyendo en el porche mientras Noah y yo jugábamos a las cartas, cuando
Ian y Darek salieron de la casa hacia nosotros.
—Ey —dijo Ian.—. Nosotros nos vamos al puerto a ver quién ha llegado ya, ¿os venís?
El Lago era un pueblo pequeño, y como tal casi siempre veraneábamos las mismas
familias, por lo que teníamos un grupo de conocidos que siempre veíamos en esta época
del año.
—Sí, vamos —dije mientras Leah también se levantaba.
Los cuatro salimos a la playa y caminamos al puerto, que era el lugar de encuentro y
donde se encontraba el ocio en aquel pueblo. Vimos a un grupo de caras conocidas y nos
acercamos a saludar, y ahí fue cuando le vi por primera vez.
Víctor, uno de los mayores y amigo de mi hermano y Darek, nos lo presentó. Había
venido a pasar todo el verano y le conocía de su ciudad, aunque era de mi edad. Se
llamaba Luke y tenía los ojos más azules que nunca había visto.
Su pelo era de color castaño oscuro, aunque no estaba segura porque lo llevaba
rapado al uno, y cuando su mano estrechó la mía al saludarnos, miles de mariposas
bailotearon en mi estómago.
—Hola, yo soy Abril. —Me sonrió ampliamente y supe el momento exacto en el que me
sonrojé por la risa de mi hermana Leah.
Luke comenzó a contarnos que estaría hasta el final del verano y que le encantaba el
lugar por las olas.
—Son buenas para surfear —dijo mientras se tocaba inconscientemente el collar que
llevaba en el cuello.
—¿Así que surfeas? —le pregunté—. Tiene pinta de ser muy difícil.
—No lo creas —dijo encogiéndose de hombros quitando importancia al asunto—. Si
quieres te puedo enseñar.
—¿De verdad? —le pregunté emocionada mientras los demás comenzaban a alejarse
hacia la heladería.
—Claro, cuando quieras.
—No me querré perder eso —dijo Noah riéndose.
Le fulminé con la mirada, sobre todo porque me había olvidado de su existencia. De
hecho me había olvidado hasta de la de Darek. Le busqué hasta encontrarle hablando
animado con Leah y otra chica, Mónica creo que era.
—Pues lo dicho, podéis venir cuando queráis —continuó hablando Luke—. Siempre
estoy en la playa por las mañanas.
Obviamente los consejos de mi hermana tan solo sirvieron para ponerme más
nerviosa. ¿Que imitara sus gestos? No tenía pinta de que aquello fuera a salir bien, y los
nervios fueron a más, provocando que de mi cabeza surgieran posibles desenlaces
terribles a aquel consejo.
—¿Qué ocurre? —me susurró Noah en la cena mientras los demás hablaban
alegremente ajenos a mi gran preocupación.
—Nada —le mentí.
—Ese nada significa algo, así que suelta. ¿Sigues enfadada? —me preguntó.
—No. Luego, cuando saquemos a Otto te lo cuento.
Cada noche nos turnábamos para sacar a pasear a Otto, que ya tenía once meses.
Como era tan juguetón supimos que el mar le iba a encantar, y no nos equivocamos. No
había cosa que más le gustara que salir a pasear. Al contrario de lo que habíamos pensado
nada más conocerle, Otto se convirtió en un perro muy obediente, y sabíamos que si tenía
sus horas de juego, estaba tranquilo el resto del día.
Durante la cena, a pesar de estar inmersa en mi propio drama, fui consciente de que
alguien no me quitaba ojo. En más de una ocasión, como cuando busqué la jarra de agua,
o me serví más aceitunas negras en mi ensalada, mis ojos se toparon con los intensos y
oscuros de Darek. No me sonreía, tan solo mantenía mi mirada hasta que yo la apartaba
algo nerviosa. ¿Qué narices le pasaba? ¿Tenía razón Leah?
Una vez que terminamos, Noah y yo nos encaminamos con un feliz Otto que brincaba
a nuestro alrededor buscando el palo que Noah le lanzaba. Las luces del jardín de la casa
iluminaban un poco la franja de playa que teníamos enfrente, pero cuando nos alejábamos
un poco, la oscuridad nos comía. Algo que nos venía de perlas cuando queríamos
escondernos de la vista de nuestros padres.
—Bueno, venga di —dijo Noah recogiendo el palo que Otto le acercaba sujeto por su
boca.
—Es una tontería… —comencé viendo cómo el palo era lanzado lejos y el perro iba
feliz detrás.
—Entonces es de Luke. —No fue una pregunta.
—¿Estás insinuando que Luke es tonto?
—Nop, más bien que tú te vuelves tonta con todo lo relacionado con él. Noah se rio a
mi costa—. Luke me cae bien. Parece un buen tipo.
—Oh vaya, estoy más tranquila ahora que le das tu beneplácito —dije con ironía. Noah
me dio un empujón juguetón.
—Deja de hacerte la remolona. ¿Qué te preocupa? Obviamente la fiesta no, porque
sabemos que vamos a ir este año. —Iba a comenzar a rechistar, cuando Noah me miró
enarcando una de sus morenas cejas—. Ahórrate la milonga. Lo sabemos. Así que, ¿qué es?
Bajé la mirada avergonzada y me senté en la arena.
—Parece serio si tenemos que sentarnos —se rio Noah y me imitó.
—Es por la cita.
—La cita —me apremió Noah recogiendo de nuevo el palo que Otto le acercaba.
—Estoy nerviosa por lo que puede pasar… ya sabes. No soy muy buena en estas cosas.
—¿No eres buena en qué? ¿En mantener una conversación como haces con él todos
los días? Abril —dijo Noah quitando importancia al asunto comenzando a acariciar al perro
que se había tumbado a nuestro lado—, lo único que va a cambiar es que será de noche.
Solo sé tú.
—Por Dios… —Miré al cielo exasperada—. ¿En serio me vas a obligar a decirlo? ¡Estoy
nerviosa porque no sé besar! —estallé al final.
Noah abrió los ojos como platos para finalmente comenzar a reírse a mandíbula
batiente a mi costa.
—¿Todavía con eso? —preguntó Noah una vez que se tranquilizó—. Pensé que Oh-
maravilloso-Dios-Darek te había besado.
—Sabes que el beso no duró ni tres segundos. Casi ni cuenta —contesté con voz
monocorde.
—Pues para no contar, me diste una buena brasa diciéndome que era el mejor primer
beso de toda la historia de la humanidad. —Me imitó Noah poniendo voz falsete.
Le golpeé en el hombro sin poder evitar sonreír.
—¿Podemos por favor centrarnos en el problema que tengo entre manos? —pregunté.
—Sí, está bien. No sabes besar. Qué quieres que te diga, Abril, pide consejo a tu
hermana.
—Ya se lo he pedido. —Noah me sonrió.
—¿Y qué te ha dicho?
—Que imite lo que él haga —contesté con resignación.
—Está bien, eso es un consejo de mierda que no va a salir bien de ninguna manera —
volvió a reírse Noah.
—Noah, ayúdame —pedí finalmente con desesperación—. No quiero meter la pata. Ya
me demostraste tus artes «besatorias» en el cumpleaños de Sara.
—¿«Besatorias»? —preguntó con su sonrisa de hoyuelos.
—Sí, me acabo de inventar una nueva palabra. Ahora céntrate y ayúdame.
—Eres una mandona —se quejó.
—Noah…
—Está bien, está bien. Vayamos por partes. —Cruzó sus piernas a lo indio y me cogió
mi mano izquierda—. Sitúala delante de tu cara. No —comenzó a corregirme—, a la altura
de tu boca. Vale, así. Esa es la boca de Luke.
—Dios… esto es ridículo. ¿Cómo va a ser mi mano la boca de Luke? —me quejé. Como
toda respuesta recibí una colleja.
—Céntrate. Tu mano es la boca de Luke o nos vamos ahora mismo.
—Vale… mi mano es la boca de Luke —repetí como un papagayo.
—Acércate lentamente. Cierra los ojos. —Hice lo que me indicó—. Ahora bésale. —
Presioné mis labios en mi mano.
—Madre mía, Abril, parece que estés besando…
—¿Mi mano? —me quejé abriendo los ojos y girándome para fulminarle con la mirada.
—Vamos, céntrate. De nuevo, cierra los ojos. —Suspiré e hice lo que me indicó—.
Acerca tus labios a su boca inclinando tu cabeza… relájate, Abril. No puedes ir tan tensa. —
Intenté relajarme y posicioné mi boca en la palma de mi mano—. Bien —continuó Noah—.
Ahora abre lentamente los labios, y…
Estallé en carcajadas.
—Vamos, Abril —se quejó Noah mientras seguía desternillándome en la arena—.
¿Quieres terminar hoy o vamos a tener que estar hasta el amanecer?
—Perdona, perdona —dije entre risas intentando respirar hondo y parecer serena.
—Esto no va a llegar a ningún lado —terminó diciendo Noah suspirando pesadamente.
—¡No! —casi grité alarmada—. De verdad, ya no me río más. Pero por favor, Noah, sabes
lo importante que es para mí esto. No quiero cagarla…
Noah me hizo callar agarrándome de los hombros.
—Ya está bien de perder el tiempo. Bésame a mí.
—¿A ti? —pregunté en un chillido agudo.
—Sí, lo sé, va a ser raro, pero es la única manera de poder volver a casa antes de que
salga el sol. Qué quieres que te diga, aprecio mis horas de sueño. —Me guiñó un ojo
socarrón—. Venga, vamos, soy Luke. Bésame, muñeca. —Me hizo gestos con la mano para
que me acercara a él.
—Luke no me habla así. —Me crucé de brazos indignada una vez superado el shock.
Visto de esa manera, no parecía una idea tan descabellada. ¿Qué mejor manera que
aprender de forma práctica?
—Está bien, ¿cómo te dice Luke? ¿Amorcito? ¿Luz de mis estrellas? —se burló Noah
esquivando un golpe en su hombro.
—¡Noah!
—Vale, ya paro. Así que eso. Cierra los ojos e imagina que estás con Luke.
—No quiero que te rías de mi inexperiencia… —comencé a decir.
—Por favor, Abril…
—¡Noah! Prométemelo.
—No soy Noah, soy Luke —me repitió dedicándome una de sus dulces sonrisas—. Y
vamos a ello. Sabes de sobra que no me voy a reír. Estoy aquí para hacerte una experta
«besadora». —Puse mis ojos en blanco.
—Creído —comencé a meterme con él, pero antes de que pudiera continuar, Noah
juntó nuestras bocas.
En un primer momento me quedé petrificada, pero salí de ese estado cuando noté
cómo golpeó suavemente mi brazo derecho. Volví a la realidad intentando recordar qué
era lo primero que dijo tenía que hacer… ¡Ah sí! ¡relajarme y separar los labios! Una vez que
hice eso, noté cómo Noah metía su lengua suavemente en mi boca comenzando a
acariciar la mía. En un primer momento no supe muy bien qué hacer, pero poco a poco
comencé a imitar sus movimientos y ¡funcionó! Nos estábamos besando sin babas
derramadas, dientes chocando con dientes y demás atrocidades que mi mente había
imaginado que podía pasar.
Noah succionó mi lengua, profundizando más el beso, y yo me sentí segura para
seguir sus pasos, por lo que finalmente me relajé siendo consciente de que Noah era tan
buen «besador» como me había imaginado al verle jugando a la botella. Era algo…
placentero y muy divertido, por lo que Noah y yo practicamos por un rato.
Estaba inmersa en una nube en la que solo estaban los besos que nos estábamos
dando. Debía de ser buena aprendiz porque Noah había comenzado a añadir pequeños
mordiscos y subido la intensidad de los besos. Obviamente estaba más que preparada
para enfrentarme a Luke. Sin embargo, algo me hizo salir de la burbuja. ¿Escuchaba
nuestros nombres?
Giré mi cara separando nuestras bocas para escuchar mejor.
—¿Qué ocurre? —me preguntó con una voz extraña Noah mirándome.
—¿No escuchas algo? —respondí siendo consciente por primera vez de que estaba
tumbada en la arena y Noah estaba sobre mí.
Ambos agudizamos el oído.
—¡NOAH, ABRIL! —Eran nuestros padres que nos llamaban desde la casa.
Noah se levantó como un resorte y me miró histérico.
—¿Cuánto tiempo llevamos aquí? —preguntó alarmado viendo cómo Otto comenzaba
a dirigirse hacia la casa a la carrera.
Miré el reloj.
—Dios mío… Una hora y media —casi chillé—. ¿Qué les vamos a decir?
—Bien, está bien —comenzó a serenarse Noah ante mi nerviosismo. Su mirada se
dirigió al mar—. Vamos a meternos en el agua con la ropa.
—¿Perdona? —pregunté extrañada.
—Les diremos que nos pusimos a jugar y se nos pasó el tiempo. ¡Vamos! Además,
tendrás los labios hinchados y eso nos va a delatar.
Ni siquiera medité sus palabras más de un segundo. Seguía escuchando a nuestros
padres llamarnos y corrimos al mar. El agua estaba fría, pero me importó bien poco.
Ambos nos zambullimos enteros y volvimos a salir.
Corrimos hacia la casa, y cuando nuestros padres nos vieron empapados y
escucharon nuestra mentirijilla, nos regañaron, pero por lo menos se la creyeron. Nos
dijeron que les habíamos dado un susto de muerte, y que por supuesto nos podíamos
olvidar de ir a la fiesta quisieran o no quisieran vigilarnos Ian y Darek.
Ambos escuchamos cabizbajos la bronca, para luego ir cada uno a nuestro
dormitorio.
—¿Dónde diablos estabais? —me preguntó Leah cuando entré en el cuarto.
—Jugando en el mar —contesté quitándome la ropa empapada.
Había secretos que no podía compartir con ella. Algunos que me quería quedar para
mí. Sobre todo porque se malinterpretarían.
Por fin llegó el primer viernes de julio, o lo que significaba: la fiesta de la hoguera.
Aquella mañana había decidido quedarme en la casa relajadamente. Tomando el sol,
viendo películas con mi madre y Rose, jugando al pin pon… quería estar serena, pero por
dentro mi tripa se retorcía de los nervios. Iba a tener una primera cita… si nada salía mal.
Teníamos a Leah de nuestro favor para vigilar que ni Darek ni Ian se percataran de
nuestra presencia, pero el tema de escabullirnos de la casa sería complicado.
Así que el día pasó con mi cabeza dando vueltas y vueltas al asunto de nuestra huída
de casa. Ante todo tenía que seguir manteniendo la tapadera, por lo que volví a suplicar
durante la cena a Ian, el cual me ignoró completamente. Pero a mí me daba igual. Todos
en la casa habían escuchado mis ruegos, por lo que nadie sospecharía que teníamos
planeado escaparnos.
Me encerré en mi cuarto siguiendo con lo planeado, y escuché cómo los chicos y
Leah se marchaban. Mamá intentó hacer que fuera con ellos al salón a comer palomitas y
ver una película, pero le dije que prefería quedarme en mi cuarto, mientras me ponía mis
shorts favoritos. Esta noche quería que estar guapa.
Pasadas unas horas, oí cómo Noah se despedía de los mayores simulando tener
sueño. Esa era mi señal. Salí de puntillas por la entrada principal sin que me vieran, y una
vez fuera, eché a correr. Noah me seguía.
—Ya está —dije entre risas dando pequeños brincos y dirigiéndome a la playa.
—Esto es una locura, y sabes que nos van a pillar. Todavía siguen despiertos.
—Si esperábamos más, llegaríamos a la hora límite de Leah. Y la necesitamos para que
se encargue de Ian y Darek. —Noah rodó los ojos.
—Yo solo digo que nos va a esperar un buen castigo.
—¿Y qué más da? —pregunté sonriente alzando los brazos hacia el cielo estrellado—.
¡Esta noche es nuestra!
—Anda, vamos —dijo entre risas Noah.
Poco después vislumbramos la gran hoguera, aunque la música y el sonido de risas
nos llegaron antes. Mi corazón estaba como el aleteo de un colibrí, y sonriente observé a
la cantidad de gente que había en la playa. Muchos eran caras conocidas, y me indignó ver
a amigos de mi edad. ¿Por qué mis padres tenían que ser tan estrictos?
Comenzamos a mezclarnos entre la gente que bailaba al son de lo que parecía una
canción de reggae, mientras sujetaban vasos de plástico del típico color rojo. Había dos
barras decoradas con tallos de bambú que daban a la fiesta un aire muy hawaiano, y varías
antorchas que se encargaban de iluminar la fiesta aparte de la gran hoguera, aunque
juraría que en las zonas oscuras había gente.
—No vayas por ahí a no ser que quieras terminar escandalizada —dijo Noah cuando me
vio que observaba aquella zona.
Seguimos andando con cuidado de no toparnos con mi hermano y Darek, cuando
vislumbramos a mi hermana que nos hacía señas para que nos acercáramos. Varios de
nuestros amigos estaban ahí, y sí, estaba Luke, que se le iluminó la cara al verme.
—Ian lleva un buen rato desaparecido con la francesa —nos explicó mientras
saludábamos al resto—. Y Darek está en la barra del fondo con varios amigos.
—Genial —dije sonriendo hacia Luke, que se acercaba a mí.
—¡Pensé que no vendrías al final! —me dijo dándome un abrazo. Mi corazón se disparó.
Llevaba una camisa roja que le quedaba demasiado grande y unos piratas vaqueros.
Claramente estaba intentando imitar el estilo de los más mayores, y aunque no le quedaba
muy bien, no me importó.
—Sí, teníamos que hacer unas cosas. Perdona por haberte hecho esperar —dije
mirando de reojo a Noah, que había comenzado a hablar con varios amigos.
—Bueno, ¿quieres ir a un lugar más apartado? —me preguntó acercándose a mi oído.
Me mordí el labio mientras asentía y él me tomaba de la mano alejándonos del grupo.
Iba directo hacia donde según Leah se encontraba Darek, por lo que le pedí ir hacia el
otro extremo. Comenzamos a atravesar la supuesta pista de baile, cuando le vi. Y es que
era imposible no hacerlo. Creo que era el más guapo de toda la maldita playa.
Llevaba una camisa blanca de una manera desenfadada, con sus mangas
perfectamente arremangadas a la altura de sus antebrazos que le daban un aspecto
perfecto. Además el blanco acentuaba su moreno. Junto a la camisa, llevaba unas
bermudas azul marino que le daban ese toque elegante-casual que había estado buscando
Luke, y que tan estrepitosamente había fracasado. Casi dejo de caminar cuando vi su
sonrisa convierte-piernas-en-gelatina. Sobre todo al ver que se la dedicaba a Mónica. La
estúpida Mónica. Esa chica pelirroja que me había caído bien desde siempre, cayó sin
freno a mi lista de enemigos mortales, sobre todo cuando al reírse e inclinar la cabeza
hacia atrás, Darek le depositó un beso en su esmirriado cuello. Genial. Me acababan de
estropear la noche.
—¿Abril? —alguien me llamó—. ¿Pasa algo?
Me giré hacia Luke volviendo a la realidad, mientras él tiraba de mí con suavidad
buscando qué era lo que miraba, pero había tantas parejas bailando en la pista que dudaba
que lo averiguara.
—Nada, nada. —Sonreí—. Vamos.
Finalmente nos sentamos en uno de los troncos que había repartidos bajo la luz de
una las hogueras. Estábamos perfectamente solos y nadie nos molestaba. ¿Lo malo? Que
tenía una perfecta panorámica de la fiesta, y mis estúpidos ojos no paraban de buscar a
cierta pareja que bailaba acaramelada. Sí, lo sé. Soy masoca.
Intentaba disimular y mantener una conversación coherente con Luke. Le contestaba
a sus preguntas y me reía en los momentos justos y mentalmente me regañaba una y otra
vez por dejar que Darek me estropeara esta velada. Me sacudí mentalmente. Tenía que
parar ya. Llevaba muchísimo tiempo deseando que llegara aquella noche. Y ahora que
tenía a Luke para mí, me preocupaba porque Darek estaba con Mónica.
—¿Quieres beber algo? —preguntó Luke.
—Claro. —Me levanté decidida a disfrutar de esta noche—. Pero voy yo. Creo que me
has esperado mucho esta noche, así que como disculpa, te invito. ¿Qué quieres?
—No hace…
—Insisto.
Una vez que Luke me dijo lo que quería —me alegré cuando me dijo que prefería un
refresco a cerveza— me dirigí hacia la barra que estaba más cerca. Pedí nuestras bebidas,
pagué y volví rápidamente hasta nuestro rincón decidida a disfrutar de mi cita.
—Abril. —Alguien me cogió del brazo y dejé hasta de respirar.
Me giré lentamente y me encontré con Darek y Mónica. Oh-oh.
—¿Qué haces aquí? —me preguntó ceñudo. Creo que toda mi sangre me abandonó.
¿Cómo podía tener tan mala suerte? Ahora que había decidido disfrutar de mi cita,
me tenían que pillar. Y precisamente él.
—Estoy con todos. —Sonreí nerviosa intentando no prestar atención a la pelirroja que
tenía al lado.
—No deberías estar aquí. —Darek avanzó hacía mí, y ahora fue Mónica la que miró
ceñuda cuando vio cómo Darek se apartaba de ella.
—Darek, déjala. Sigamos bailando. —Mónica le retuvo del brazo dedicándole un mohín
que seguramente ella pensaba que era sexy. Y no lo era, os lo puedo asegurar, aunque
parece ser que funcionó porque Darek se giró hacia ella con una media sonrisa.
—Está bien, pero vete con Leah, y que tu hermano no te vea —dijo Darek mirando por
encima de su hombro.
Asentí sonriente y comencé a dirigirme hacia Luke.
—Espera —me retuvo de nuevo del brazo Darek otra vez con seriedad—. Y nada de
estar sola con ese tal Luke.
Esta vez decidí asentir y mantener mi boca cerrada. O sea, ¿él podía estar arrimando
cebolleta con esa estirada, y yo no podía estar sentada con Luke? Lo llevaba claro.
Llegué hasta Luke y comenzamos a hablar entre risas, y aunque seguía vigilando de
vez en cuando a Darek y a Mónica, me relajé bastante y disfruté. Luke me contaba una de
sus batallitas de surfista que tanto me fascinaban, cuando se quedó callado observándome
mientras me reía.
—¿Qué ocurre? —le pregunté con una sonrisa fantasma de mi risa.
—Nada —contestó sonrojándose—. Solo que eres guapísima.
Oh-Dios-mío. Había llegado el momento que había estado esperando desde aquella
mañana en el puerto cuando me estrechó la mano presentándose. Luke se inclinó hacia
mí lentamente, y sus ojos azules encontraron los míos buscando consentimiento. Algo que
me encantó, por lo que asentí levemente. Luke acarició mi mejilla izquierda y juntó su
boca a la mía. Estaba tranquila, había tenido un buen maestro. Pero parecía ser que
alguien más necesitaba haber practicado un poco.
Luke introdujo su lengua en mi boca, pero al contrario de lo que hacía Noah, la movía
sin ton ni son. Intenté que redujera el ritmo de su lengua, la cual parecía que le habían
puesto en modo turbo, succionándola como hizo Noah conmigo. Sin embargo, una vez
que paré, pensando que ya había captado el ritmo, introdujo la maldita lengua hasta casi
el gaznate. ¿¡Qué pretendía este chico?! ¿Quería que no llegara a los 14? Como era de
prever, me entró un ataque de tos, y por fin Luke me soltó.
—¿Estás bien? —me preguntó dándome palmadas en la espalda—. ¿Qué te ha ocurrido?
¿Qué que me ha ocurrido? Estuve tentada a ser sincera, pero decidí sonreír y callar. En
cuanto me recuperé, Luke volvió a la carga, pero esta vez por su entusiasmo, sus dientes
chocaron dolorosamente con los míos.
—¡Au! —me quejé llevándome la mano a mi boca.
—Perdóname —se disculpó avergonzado Luke—. He ido demasiado entusiasmado —se
rio nervioso.
—No pasa nada —le aseguré.
De verdad, ¿por qué? ¿Por qué este chico por el que había tenido un flechazo besaba
tan mal? Me hubiera conformado si hubiera besado la mitad de bien que lo hacía Noah.
Noah… lo que se iba a reír cuando le contara todo.
Me levanté del tronco. No quería más sesiones de besos asesinos. Prefería pasar el
resto de lo que me quedaba de fiesta con los demás. Luke me imitó sonriente mientras
pasaba un brazo por encima de mis hombros. Ya no había ni mariposas ni colibrís. En fin,
eso es lo que una necesitaba para perder el encaprichamiento. Una sesión terrible de
besos. Le sonreí mientras me repetía lo guapa que estaba, cuando paré en seco.
—Quítale las manos de encima —dijo Darek conteniendo el tono de voz.
La verdad que daba miedo, y no culpé que Luke obedeciera nada más escucharle.
—¡Vámonos ahora mismo! —dijo acercándose a mí y agarrándome de la mano.
Me solté de él enfadada. ¿Quién se creía?
—No me voy a ningún lado. —Me crucé de brazos e esperé estar lanzándole las mismas
dagas con la mirada que él me estaba echando.
—Abril —me advirtió Darek—, no estoy para jueguecitos. Te he permitido estar en la
fiesta con la única condición de que no estuvieras a solas con este. —Darek le señaló sin
dejar de mirarme—. ¿Y cómo te encuentro cuando voy a por bebidas? A solas y con la
lengua de este tipo en tu maldita garganta.
Bueno, ahí tenía que reconocer que tenía un punto. No podía haberse acercado más a
la realidad. Pero el asunto era que no iba a hacer lo que él quisiera. No era mi hermano y
mucho menos mi padre. No tenía por qué obedecerle. Y se lo dije. Darek me sonrió
peligrosamente, y antes de que pudiera añadir nada más, me estaba arrastrando fuera de
la fiesta. Por supuesto que no se lo puse fácil, y sacando mi lado más infantil, clavé mis
pies en la arena.
—Abril —me comenzó a amenazar—, o comienzas a andar o te juro que te llevo sobre
mis hombros como un saco de patatas.
Sabiendo que sería capaz de eso y de más, comencé a andar.
—¿Y Mónica? —pregunté mirando su cogote. Si me concentraba lo suficiente a lo
mejor conseguía que le quemara con la intensidad de mi mirada.
—No te importa.
Ya estábamos fuera de la fiesta y escuchaba la música de fondo. Ni si quiera había
podido despedirme de Luke, aunque no me importaba especialmente. No había dicho ni
«mú» cuando Darek me había arrastrado fuera de la fiesta. Cobarde.
—No puedes dejar a tu cita en la estacada. No creo que le siente muy bien —seguí
pinchándole.
—Mónica entiende que me tenga que encargar de ti, enana —dijo Darek.
Al escuchar que volvía a referirse a mí con ese término, sacudí nuestras manos,
consiguiendo soltarme.
—Puedes volver con Mónica. —Darek se giró para mirarme—. Y también puedes estar
tranquilo, ya has estropeado mi cita, así que no pienso volver a la fiesta. Vete. —Me crucé
de brazos.
—¿Piensas qué me voy a fiar? —se rio Darek acercándose a mí.
—¿Qué mierda te importa lo que haga? No lo entiendo, la verdad.
—No me importaba que estuvieras en la fiesta, pero lo único que Ian y yo no
queríamos es que te liaras con ese chico.
—¿Así que el problema es que Luke me haya besado? ¿Por qué él no puede y tu sí? —
solté acusándolo con la mirada.
Noté la sorpresa de Darek cuando dije aquello. ¿Pensaba que nunca iba a sacar el
tema? Se equivocaba. Darek siguió mirándome en silencio.
—Mira, Abril. —Hizo una pequeña pausa—. Entiendo que estés enfadada —comenzó a
decir con falsa tranquilidad—. Solo quiero que entiendas que tanto Ian como yo queremos
protegerte. Igual que a Leah.
—¡Vaya! ¿Así que el beso que me diste era para protegerme? —pregunté con sarcasmo.
Darek se encogió de hombros.
—Puede decirse que sí. Me dijiste que no querías que Nathan te diera tu primer beso y
me pareció una buena idea dártelo yo —suspiró mirando al cielo—. Debería haberte pedido
disculpas mucho antes por eso. Fue un acto un poco estúpido que podías haber
malinterpretado.
Si algo faltaba para que la noche se estropeara de todas las maneras posibles, era que
Darek se disculpara por besarme. Fue un duro golpe, porque eso me confirmó que, al
contrario de mis estúpidas e infantiles ideas, no le gustaba un poco o me consideraba una
chica, sino que lo había hecho con la idea de protegerme. Nada más. Un simple acto que le
había parecido un gesto dulce hacia una cría que lo idolatraba y del que ahora se
arrepentía. Antes de que las lágrimas hicieran acto de presencia, asentí con la cabeza, me
despedí y corrí hacia la casa.
Ignoré los gritos de Darek llamándome y supe que no me seguiría hasta la casa. Se iría
de nuevo al encuentro de Mónica, su cita. La chica a la que la daría besos porque quería y
le gustaba. No por lástima.
Capítulo 9
Sorprendentemente mis padres no nos pillaron ni a Noah ni a mí, algo que fue genial,
aunque eso conllevaba que no me podía escapar de Luke. Desde la noche de la fiesta había
dejado de entusiasmarme su presencia, y tras decir de la forma más respetuosa posible
que prefería ser amiga suya, tuve que soportar miradas de cachorrillo triste cada vez que
mis ojos se topaban con los suyos.
Por supuesto Noah y Leah se burlaban continuamente de ello, y disfrutaron de lo
lindo con la detallada descripción de su mortífera lengua. Sé que es algo cruel, pero eran
mis mejores amigos y seguramente había gente que se burlaba de mí por mi escena con
Darek en la playa.
Otro tema a tratar, porque obviamente Ian se enteró de que fuimos a la fiesta, aunque
no fue testigo por estar con la chica francesa por ahí escondidos haciendo vete tú a saber
el qué. Así que estaba enfadado con Noah y conmigo. No nos dirigía la palabra. Aunque yo
hacía lo mismo respecto a Darek. Le ignoraba totalmente.
Las semanas fueron pasando y llegó el 14 de julio, mi cumpleaños. Como todos los
años lo celebrábamos con una cena en la casa. Además, mi abuela Maggie venía siempre
en esta fecha y se quedaba con nosotros el resto del verano, ya que los padres de Noah
volvían a su casa al día siguiente.
Aquella mañana me levanté con una sonrisa. Hoy era mi día. Cumplía catorce años.
Me estiré en la cama y sonreí al ver en mi cama un paquete de regalo de color morado.
Mamá ya me había dejado su regalo. Primero cogí la tarjeta de felicitación.
De mamá, con mucho amor.
Abrí el paquete sin importarme en mantener intacto el papel, y sonreí cuando
encontré unos pendientes de pluma en tonos marrones y un top floral con el que
seguramente enseñaba parte de mi estómago. Me levanté de un brinco a pesar los
quejidos de Leah, y busqué a mi madre para darle las gracias.
—Te quedan preciosos —dijo mi madre mientras les enseñaba todos los pendientes
que ya me había puesto.
—Ahora tendrás que encontrar el resto —dijo el padre de Noah mientras daba un
sorbo a su café.
Y es que cuando era pequeña me encantaba jugar a encontrar cosas que mis padres
me escondían, por lo que se había tomado la tradición de esconderme los regalos por la
casa. Como una loca comencé a buscar en el salón, y en la maceta de una de las plantas
que decoraban la estancia encontré el regalo de los padres de Noah. Un reloj de color azul
chillón que me encantó.
Rápidamente me dirigí al dormitorio de los chicos, los cuales todavía estaban
durmiendo. Fui directa a la litera, concretamente a la cama de abajo donde dormía Noah.
Me lancé a por él.
—Abril, vete —se quejó sin abrir los ojos y dándose la vuelta.
—Sí, enana, vete —escuché a Ian que dormía en la cama que estaba en el otro extremo
de la habitación.
—Mi regalo, Noah —le dije comenzando a zarandearle.
Noah era un vago en más de una ocasión, por lo que siempre «escondía» su regalo
consigo.
—No sé de qué me hablas —dijo entreviendo su ojo derecho para mirarme con una
sonrisa comenzando a dibujarse en su rostro.
—¡Vamos! —volví a pedírselo mientras hacía que el colchón se sacudiera.
—Por Dios, Noah, dáselo de una maldita vez para que se vaya —se quejó mi hermano.
—Haz caso a Ian —escuché hablar a Darek desde la litera de arriba.
Noah se dio por vencido, y me tendió un paquete de color amarillo chillón mientras
se incorporaba. Grité de alegría y lo abrí. En él encontré un collar hecho por cochas
blancas de pequeño tamaño.
—¿Te gusta? —me preguntó Noah mientras se rascaba la cabeza alborotándose su
oscuro pelo.
—Me encanta —contesté mientras me lo ponía.
—Lo vi en uno de los puestos de la playa y supe que era para ti. —Sonrió haciendo
aparecer sus adorables hoyuelos.
—Eres genial. —Le abracé y salí del cuarto para que continuaran durmiendo.
Poco después encontré el de mi padre y Leah, y cuando estaba probándome los
esmaltes de uñas que Leah me había regalado, mi madre se sentó a mi lado.
—¿Y no has buscado fuera?
Por un momento la miré extrañada, pero una vez que lo entendí salí corriendo a la
parte de atrás de la casa. Mi corazón brincaba de alegría y en cuanto la vi, comencé a
llamarla a gritos.
Mi abuela, que estaba sentada en una de las tumbonas bebiendo zumo de naranja, me
dio un fuerte abrazo.
—No sabía que ya habías llegado —dije cuando me separé de ella y me senté a su lado.
—He llegado a primera hora —contestó sonriéndome y colocándome el pelo—. Feliz
cumpleaños, cielo. Estás hecha toda una señorita. Catorce años ya… ¿Qué tal estos días en
la playa?
Comencé a contarle algunas de las anécdotas más divertidas, cuando me fijé que en
su regazo tenía una caja de madera de un tamaño medio.
—¿Qué es eso? —le pregunté cuando vi que dentro de ella había sobres.
—¿Esto? —preguntó mirándola—. Antes de contestarte tengo que darte tu regalo.
Iba a empezar a decir que no tenía por qué regalarme nada, cuando me pasó un
paquete grande envuelto en un elegante papel plata y blanco que había tenido escondido
debajo de la tumbona. Me quedé callada, y me abuela sonrió cuando supo que la
curiosidad ya había ganado terreno.
—¿A qué esperas? ¿A que llegue tu próximo cumpleaños? —se rio.
Quité el papel con nerviosismo, y me encontré con una caja de madera clara. Al
abrirla con un sencillo cierre, descubrí que el interior de esta se encontraba vacío. Miré
extrañada a mi abuela, que sonrió más ampliamente.
—Ahora te puedo explicar qué es esto —dijo mi abuela señalando la caja que ella
sostenía en su regazo—. Como ves, es un pequeño baúl y no es para que guardes cualquier
cosa, sino tus recuerdos.
—¿Mis recuerdos? —Observé cómo la abuela abría del todo su baúl y veía los sobres.
Había muchísimos. Algunos eran de un blanco inmaculado y otros estaban más
amarillentos—. ¿Son fotos? —pregunté refiriéndome a los sobres.
—No, son cartas. —Fijándome bien descubrí que en cada uno de los sobres había una
fecha escrita. Siempre eran el mismo día, 28 de marzo, pero de diferentes años—. ¿1942? —
pregunté leyendo la fecha de un sobre especialmente amarillento.
—Mi primera carta. Tenía la misma edad que tú ahora.
—¿La primera carta? ¿Son cartas escritas por ti? —pregunté rozándolas con delicadeza
—. Pero, ¿Por qué no las enviaste?
—Porque son cartas para mí. Son mis recuerdos, Abril. Escogí una fecha que fuera
significativa para mí, y comencé a escribir cartas para mi yo futuro. En ellas me contaba
mis sueños y aspiraciones de ese momento. Lo que me había ocurrido o esperaba que me
ocurriera. Todo lo que puedas imaginar está en el interior de estas cartas. —¿Alguien más
las ha leído? —pregunté pensando en el abuelo que murió hacía varios años.
—Nunca. Son una parte de mí, y de hecho, salvo tú, nadie conoce este secreto. —Abrí
los ojos como platos—. Así que ahora te regalo tu caja, para que la llenes de tus recuerdos.
No sabes lo valiosos que son —dijo mi abuela acariciando con cierta melancolía uno de los
sobres—. Podrás leerlas cuando quieras y créeme que será algo divertido. Es increíble lo
que una persona puede cambiar. Verás que aquello que deseabas con todas tus fuerzas
hacía unos años, era tan solo una tontería. —Mi abuela me sonrió y yo le respondí igual—.
¿Te gusta?
—Creo que no hay mejor regalo —contesté.
—Recuerda que es nuestro secreto. Ahora tienes que decidir en qué fecha escribirás.
Por supuesto no hace falta que todos los años escribas, pero siempre tiene que ser en la
misma fecha. ¿Qué fecha escogerás, niña?
Dejé de mirar a mi abuela y me centré en mi pequeño baúl. ¿Qué fecha escoger? La
fecha de mi abuela era su cumpleaños, pero yo sabía que no quería usar esa fecha. Sabía
que me daría mucha pereza escribirme una carta por estas fechas, así que comencé a
barajar varias fechas.
—Ya está —dije cerrando mi caja con determinación.
—¿Si?
—Sí, el 1 de septiembre.
—¿Y esa fecha? —preguntó mi abuela cerrando su caja.
Me encogí de hombros. Decidí callarme y acompañar a mi abuela dentro de la casa.
No sabía explicarlo, pero para mí el 1 de septiembre significaba el inicio de todo. Era justo
cuando volvía de la playa para pocos días después empezar las clases. Volvía a empezar la
cuenta atrás para las navidades, para el verano…. Además era cuando Harry Potter iba a
Hogwarts. Sí, no había mejor fecha.
Aquella noche, tras la cena en la parte trasera de la casa, mi madre me acercó una
tarta de chocolate casera con unas velas en el centro con los números uno y cuatro.
—Acuérdate del deseo —dijo Rose mientras mi padre me sacaba una foto.
Cerré los ojos con fuerza. ¿Qué pedir? Irremediablemente mi cabeza fue directa a
dibujarme el rostro de Darek, el cual había sido el dueño de todos mis deseos desde que le
conocí. Pero ahora estaba enfadada con él. No iba a malgastar mi deseo en él… Oh bueno.
¿A quién vamos a engañar? ¿Y si esta vez funciona? Deseo que Darek se fije en mí de una
maldita vez.
Soplé las velas con toda la fuerza de mis pulmones, y todos comenzaron a cantar
cumpleaños feliz.
Después de tomar un poco de tarta, Leah, Noah y yo decidimos irnos a la playa a
darnos un baño nocturno que no hizo mucha gracia a nuestra abuela.
—Van a coger una pulmonía —la escuchamos quejarse a nuestros padres.
—Sí, mamá, en pleno julio —contestó mi madre. Casi podía imaginármela rodando los
ojos.
—¡Ey! —escuchamos a Ian llamarnos junto a Darek—. Vamos con vosotros —nos dijo.
Como siempre terminamos haciendo una carrera. Cualquiera que nos viera pensaría
que en el agua estaba el elixir de la vida eterna, pero nada más lejos: el último que llegaba
al agua perdía, y como siempre era Noah.
—¡No vale! —dijo entrado casi pataleando en el agua—. Ian me ha hecho una zancadilla.
Todos nos reímos salpicándole, y comenzamos a jugar con la pelota. Leah caía varias
veces en las bromas de los chicos, y salía más de una vez despavorida hacia la orilla tras
asegurarle que habían visto una medusa. Aún todavía sigue picando, algo que de verdad
no entiendo. Mejor prevenir que curar, dice.
Cuando comenzamos a jugar a tirarnos bolas de barro de la tierra de la playa, Leah
finalmente se fue para no volver. Odiaba que su pelo se llenara de barro. Nos burlamos de
ella y continuamos con nuestra batalla.
Una vez que estábamos arrugados como garbanzos y helados, decidimos que era hora
de salir del mar y dirigirnos a casa. Nuestros padres y los de Noah estaban junto mi abuela
todavía en la mesa donde habíamos cenado, y cuando entramos empapados, mi madre
nos aseguró a todos que como viera rastro alguno de barro nos íbamos a acordar de ella.
Fui directa a uno de los baños para ducharme y sacarme la arena que tenía encima,
cuando noté que alguien me agarraba del brazo. Al girarme me topé con Darek que me
miraba con cierta… ¿Timidez?
—¿Qué quieres? —soné mucho menos dura de lo que pretendía, pero era difícil seguir
enfadada cuando Darek estaba tan cerca de mí con tan solo puesto el bañador y su pelo
revuelto por el agua.
—No has buscado mi regalo. —dijo únicamente. Definitivamente parecía cortado.
—Sí, no lo he buscado —me dispuse a entrar al baño pero él me volvió a impedir
entrar.
—¿Estás enfadada conmigo? —me preguntó.
—¿En serio Darek? —Le miré mal—. Por supuesto que sí. Me estropeaste mi cita y… y…
bueno, eso. —Obviamente no iba a decir que lo que más me había afectado era que se
hubiera disculpado por besarme. Para mí ese beso había significado algo.
—Abril… yo…. —Darek miró hacia su dormitorio donde se escuchaba a Noah e Ian
hablar—. Lo hacía para protegerte. Siento haberte estropeado todo. —Se volvió hacía mí y
me dedicó una de sus sonrisas ladeadas. No era su sonrisa convierte-piernas-gelatina,
pero le faltaba poco. A mí por lo menos me estaba provocando que el corazón se me
volviera loco—. ¿Quién te ha regalado eso? —me preguntó acariciando el collar de conchas
que tenía puesto en mi cuello.
Sus dedos rozaron parte de mi piel, y sí, ahora sí que tenía mis piernas convertidas en
gelatina.
—Noah —logré decir. Dios, creo que hasta tartamudeé.
—Tiene buen gusto —me dijo antes de coger mi mano y dejarme algo en ella.
Cuando la abrí, descubrí una pulsera a juego con el collar.
—Feliz cumpleaños, Abril —me susurró al oído antes de ir hacia su dormitorio.
Entré en la ducha tambaleante reviviendo una tras otra vez la sensación deliciosa del
aliento de Darek en mi oreja.
Estaba claro que mi enamoramiento con Darek tan solo acababa de empezar.
1 de septiembre del 2000
Querida yo
Hola, ¿cómo estás?
Vale, definitivamente no sé cómo empezar una carta a mí misma. Así que
directamente empiezo así. En fin, tampoco sé qué decir. Hago esto por la
abuela, aunque seguro que dentro de unos años será guay… por cierto,
¿cómo seré? ¿Darek se habrá fijado en mí?
Hoy es 1 de septiembre y hace unas pocas horas que llegamos del Lago.
Estoy deprimida, pero siempre me pasa eso cuando dejamos el Lago.
Significa vuelta a la rutina, y para Ian y Darek es el último año en el
instituto. Luego se irán a la universidad…
Me gustaría saber qué va estudiar Darek. A mí obiamente ovbiamen
obviamente no me ha dicho nada, y cuando intento preguntar a Leah qué
piensa que va a estudiar, tan solo se ríe de mí. Dice que ya lo veremos, pero
que no entiendo cómo me sorprende que no lo sepa. Dice que a Darek le
gusta hacerse el misterioso, y que debería dejar de estar tan pendiente de él.
NO estoy tan pendiente de él. Solo quiero saber qué va a estudiar. Seguro
que una vez que vaya a la Universidad tendrá aún más chicas detrás de él.
Me pregunto si se echará novia. La odio. Y todavía no sé quién es.
En fin, por lo demás no sé que más contarte. Ahora seguramente llame a
casa de Michelle para que venga y le cuente TODO lo que me ha pasado.
Porque amigo, digamos que fui toda una rompecorazones este verano. Vale,
sé que suena muy creído, pero nadie más va a leer esto. Así que como lo
oyes. Tuve mi primer romance de verano. Seeeeh, suena todo lo maduro que
siempre quise. Aunque no salió como pensé que sería mi primer amor de
verano. Digamos que el chico casi me ahoga con su lengua tentacular. Te lo
juro, aunque no sé por qué te lo juro cuando seguramente te acuerdes de
ello.
En fin, menos mal que por lo menos ensayé con Noah lo de los besos. Un
buen «besador», Noah. Quién lo iba a decir. Supongo que por eso todas las
chicas comienzan a ponerse tan tontas a su alrededor.
Y ya sí que no sé qué más contarte. Supongo que nos volveremos a ver el
año que viene, o el siguiente. Ahora tengo que pensar dónde esconder el
baúl.
Un beso (es a mí misma, suena raro, pero sí, un beso para mí).
Firmado,
Abril,
XXXX
Parte2: 16-17 años
Capítulo 1
Cuando la estridente alarma del móvil sonó, apunto estuve de estamparlo contra la
pared. Qué horror de sonido. Casi me levanté pensando que nos estaban atacando o algo.
Tengo que cambiar el tono sin falta, me dije.
Una vez desactivada aquella maldita cosa, me levanté bostezando sonoramente y salí
de mi habitación. Miré apenada hacia la de mi hermano Ian. Todavía no me había hecho a
la idea de que ya no estaba en casa.
Este era su segundo año en la universidad, y aunque ya era hora de acostumbrarme,
me tenía que recordar constantemente que solo veía a Ian durante las vacaciones. Pero
comprendedme, llevaba toda mi vida viviendo con él, y de repente desaparecía. Sí,
comenzaba ya su segundo año, pero no me acostumbraba. Había sido seleccionado en la
universidad que él había querido. El campus estaba a unas cuantas horas de casa, pero a él
no le importó. Estudiaba para ser veterinario, su sueño, así que estaba feliz. Suponía que
también tenía que ver el hecho de que ya no estaría bajo las normas de mis padres y todo
lo que la vida universitaria conllevaba. Diablos, en cierta manera le envidiaba.
Bajé las escaleras para dirigirme a la cocina donde mis padres y Leah estaban
desayunando. Otto fue el primero en saludarme.
—Ya le he sacado a pasear yo. –dijo mi padre.
—¿Y eso? —Hoy me tocaba a mí, por lo que le miré extrañada mientras me servía una
buena cantidad de cereales.
—Me apetecía —contestó papá sonriendo mientras Otto iba al encuentro de sus
caricias.
—Como sigas teniendo al perro tan consentido —dijo mamá mientras me pasaba la
leche—, vas a hacer que sea insoportable.
Leah se rio junto a mi padre mientras terminaba de comer una manzana. Porque sí.
Leah era todo verduras y frutas a su alrededor. No entendía cómo podía empezar el día
sin una buena dosis de azúcar. O café. Observé la piel brillante y suave de mi hermana, y
puse los ojos en blanco. Eso, junto a su fuerte y brillante pelo castaño y estupenda figura,
daban en conjunto la imagen prácticamente perfecta de mi hermana. Por lo menos su
gran sacrificio daba sus frutos, aunque ella me repetía una y otra vez que eso no era un
sacrificio para ella. Era su forma de vida. ¡Ja! Que engañara a otro. Vuelvo a insistir: ¿quién
no necesitaba azúcar? Lo suyo podía ser lo que quisiera, pero lo mío era una religión. Sin
cereales y café, Abril Miller no existía.
Miré el reloj, y como siempre apuré el resto de mi desayuno. Si no me daba prisa,
Noah aparecería antes de que estuviera lista. Corrí veloz a mi dormitorio, y busqué entre
la ropa que estaba amontonada en el escritorio uno de mis vaqueros favoritos, en el
armario una de las camisetas, y entré a la ducha.
En un tiempo récord, (en serio, en menos de diez minutos, creo que era mi mejor
tiempo) estaba duchada y vestida. Me peiné mi pelo ondulado que por aquel entonces me
llegaba por la mitad de mi espalda. Me gustaba cómo lo tenía, ya que estaba más claro que
durante el resto del año tras la vuelta hacía un mes del Lago. El color miel de siempre
tenía ahora pequeños reflejos rubios. Mis pecas estaban casi invisibles por mi piel
bronceada, la cual resaltaba por la camiseta blanca que me había puesto. Sabía que a Leah
le gustaría lo que había escogido, ya que era la camiseta con el símbolo de Chanel
dibujado en grande en el centro. Me la había regalado este verano por mi dieciséis
cumpleaños. Antes de salir, cogí una chaqueta por si en algún momento tenía frío, y tras
despedirnos de nuestros padres, Leah y yo salimos. Noah se retrasaba.
—Bonita camiseta. —Leah me sonrió mientras andábamos por la acera hacia la parada
del autobús que nos recogía para ir al instituto.
—Gracias. —Le sonreí.
—Buen gusto tiene quien te la regaló —siguió diciendo Leah mientras se apartaba su
largo pelo, algo más oscuro que el mío, que le llegaba por la parte baja de la espalda.
—¡Buenos días! —nos saludó un animado Noah saliendo de su casa a la carrera.
—Poco más y no llegas —dije mientras le observaba ponerse el collar de soldado que le
regalé hace unos años.
—Siempre tan dramática —contestó dándome con su hombro de manera cariñosa.
Los tres seguimos andando. Todavía me acuerdo del día que comenzamos este nuevo
curso. Concretamente el día que Michelle volvió a ver a Noah después de las vacaciones
del verano. Me acuerdo que dijo que Noah estaba aún más ardiente que de costumbre, y la
verdad que cuando vi que todas las demás chicas comenzaban a opinar igual, me fijé en
mi mejor amigo. Realmente había mejorado notablemente. Los rasgos infantiles habían
abandonado su rostro, aunque seguía teniendo esa sonrisa de hoyuelos. Ahora, sin
embargo, cada vez que sonreía de aquella manera le dada un aire pícaro, y eso junto a sus
claros ojos verdes y su oscuro pelo desordenado, daba en conjunto una imagen
interesante.
La cosa no terminaba ahí, el año pasado se convirtió en el capitán de nuestro equipo
de rugby (sí, dejó el baloncesto hace como dos años), y eso hizo que se hiciera más
musculoso. No me malinterpretéis. No es que fuera un Arnold Schwarzenegger, pero su
espalda se había hecho más amplia y era más fibroso. Creedme. Este verano había sido
testigo de eso. Aun así, seguía siendo Noah, por lo que me constaba entender el fuerte
enamoramiento milenario que Michelle tenía todavía por él, por no decir alguna que otra
chica más.
Justo cuando llegamos, el autobús escolar apareció y los tres subimos.
—Oh, Dios mío –dijo Michelle con un gritito agudo y bajo a mi oído.
Sí, aún no sé cómo narices sabía hacer eso. Pero os lo aseguro, era experta en dar
chillidos que no llegan más allá de mi franja auditiva.
—Viene —pudo añadir antes de que cerrara mi taquilla y me encontrara con un
sonriente Nathan.
—Miller —me saludó Nathan dedicándome una sonrisa lenta.
Hablando de enamoramientos milenarios…
—Rogers —contesté sonriendo a mi pesar.
Hacía poco nos había dado por empezar a llamarnos por nuestros apellidos. Algo
absurdo, pero no sé por qué nos hacía tanta gracia.
Hablando de cambios para mejor, Nathan no se había quedado atrás. Aunque siempre
he sido de las más bajas de la clase, varias chicas siempre habían sido más altas que
Nathan, pero ahora este junto a Noah, era de los más altos. No compartía únicamente esa
característica con Noah, ya que también se había unido al rugby y era el subcapitán o
como demonios se llamara eso.
—Veo que hemos amanecido todo Chanel. —Rodé los ojos mientras Michelle se reía de
la pésima broma.
Algo que no había cambiado en él era su humor. El pobre tenía que repasar sus
chistes.
—Regalo de Leah —contesté mientras nos dirigíamos a la clase de Matemáticas.
—Tiene buen gusto, te queda genial —me dijo antes de desaparecer entre la gente
mientras me dedicaba una sonrisa ladeada.
—De verdad, Abril —comenzó a quejarse Michelle siguiendo con la mirada a Nathan—.
No entiendo cómo puedes no tirarte a sus brazos.
Puse mis ojos en blanco ante la insana necesidad de mi mejor amiga por emparejarme
con Nathan. Vale que ahora que había comenzado a tener más gusto a la hora de llevar el
pelo y había dejado de imitar a Tintín para llevarlo un poco más largo, junto a su nueva
fuerte y tonificada figura, había mejorado un poco. Pero no me gustaba nada. Nuestra
relación también había cambiado para mejor y ya no intentaba llamar mi atención
metiéndose conmigo, incluso había salido con alguna que otra chica. Pero aunque ya me
llevaba bien con él, no tenía mi total y absoluta atención.
—Bien —dije mientras sorteábamos a la gente—, admito que este año está bien. —Dejé
caer comenzando a buscar a mi alrededor.
—Está más que bien. Está bueno —señaló Michelle—. Te he visto cómo alguna vez te
has quedado observando cierta parte de su anatomía durante los entrenamientos.
—¿Perdón? —Miré a Michelle como si le hubiera salido otra cabeza del cuello.
—Abril… No te me hagas la loca.
—Bien. Touché. No soy de piedra y confieso que alguna vez he mirado su culo. Pero
eso no significa nada. Además con esas mallas tan pegadas que llevan…
—¿Por qué no estás con él? Lleva detrás de ti siglos. Creo que es algo muy romántico.
—Michelle pestañeó toda soñadora.
—Sabes perfectamente por qué no le hago caso.
Y como si hubiera sido convocado, apareció el dueño de mis últimos sueños jugosos.
Josh White pasó justo a mi izquierda, y a mi tripa le dio un vuelco cuando su hombro
chocó accidentalmente con el mío.
—Perdona —dijo sin dejar de andar dedicándome una preciosa-oh-deliciosa- sonrisa.
—Por eso no hago caso a Nathan.
—Ni siquiera sabe que existes —dijo Michelle entrando en el aula de Matemáticas.
—Ey —me quejé haciéndole un puchero—, eso ha sido cruel.
—Eso ha sido realista. Siempre suspiras por chicos que son inalcanzables y pasas de
Nathan, el cual no deja de mandarte señales. No te entiendo. —Se sentó poniendo los ojos
en blanco y sacando los libros.
Abrí la boca para protestar, pero la volví a cerrar. Ahí tenía un punto, y era tonta si lo
quería discutir. Efectivamente mi corta lista de enamoramientos había tenido muy pocos
éxitos. De hecho, quitando a Luke, el loco asesino de la lengua, no tenía ninguno. Michelle
tenía razón. Siempre me gustaban tipos que, o no sabían casi de mi existencia, como Josh,
o no me veían como quería que lo hicieran, como Darek.
Darek. Mi corazón dio un brinco cuando lo recordé. Hacía dos meses que no lo veía,
desde el verano, y aún no me hacía a la idea. Leah se burlaba porque me decía que me
dolía más la ausencia de Darek que la de mi propio hermano… No era así. Bueno, era un
dolor distinto.
Aun así dejé vagar mi mente hacia él, intentando imaginar qué estaría haciendo ahora.
Seguramente estaría en la academia de bomberos, preparándose para ser todo un
ardiente y sexy bombero. Leah hizo una apuesta con Noah para ver cuánto aguantaba sin
ponerme en evidencia cuando le viera por primera vez vestido con su uniforme. Por Dios,
eran unos exagerados. A parte de que dudaba que pudiera verlo vestido de aquella
manera, ¿verdad?
De todas formas, no podía preocuparme por ello hasta las vacaciones de Navidad. Y
quedaban siglos para ello.
Entramos en el comedor justo cuando Sara y compañía entraban por la puerta. Como
siempre, nos sonreímos falsamente. Desde el altercado que tuvimos con la exhibición de
mi hermana, todas ellas junto a Penélope habían entrado en mi lista negra. Y por supuesto
sabía que ese sentimiento era recíproco. Lo único que Sara seguía babeando por Noah, y
sabía que Noah era mi mejor amigo. Si quería algo con él no podía llevarse mal conmigo,
aunque nadie se creía su tapadera.
Fuera como fuere, la impoluta Sara entró delante de nosotras en la fila del comedor.
Era sorprendente cómo alguien que tenía una imagen tan delicada, podía estar tan
podrida por dentro. Seguía siendo una de las chicas más populares, pero no entendía
cómo la gente no veía que era todo una gran y absoluta tapadera. Amigo, te juro que hasta
tenían esa aura de las malas y populares de las películas de adolescentes. Otra cosa que
no entendía era por qué el mundo estaba tan mal repartido. Ella tenía una piel blanca
perfecta y un pelo de un color azabache tan liso y brillante, que hacía palidecer la melena
del mismísimo… mmm… —bueno de quien sea famoso por tener una melena de escándalo
—. Tenía unas piernas kilométricas, porque sí, no era un tapón como yo. Pero aunque
envidiara ciertos aspectos de ella, nunca se lo iba a demostrar, y mucho menos me iba a
detener más de un segundo a estudiarla.
Supe que Noah se acercaba por cómo las amiguitas de Sara comenzaban a parlotear y
a chillar más de la cuenta. En serio, debían cambiar de actitud. Parecían un rebaño de
ovejas.
Noté cómo me agarraban por detrás y olían sonoramente mi pelo.
—Dios, me encanta cómo hueles —me dijo Noah lo suficientemente alto para que le
oyeran.
—Cuando quieras te dejo mi champú y así lo puedes estar olisqueando todo lo que
quieras —dije dándole un codazo separándolo de mí.
—O puedes invitarme a tu ducha, y así me enseñas cómo lo usas —contestó Noah
jugueteando con sus cejas.
Me reí mientras ponía los ojos en blanco. Ahí estaba Noah con sus jueguecitos. Hacía
poco había descubierto que al tontear conmigo delante de las demás chicas, hacía que
estás enloquecieran y su nivel de popularidad subiera. «Las tengo continuamente alerta y
deseosas de que tontee con ellas», me explicaba un día en la cabaña. Así que como parecía
que el plan le funcionaba, tenía que aguantar horas y horas de tonteo inocente con él,
aunque en realidad no me quejaba. Me lo pasaba bien.
—En fin —dijo Michelle sonrojada. Seguramente se había imaginado a Noah en la
ducha—. ¿Hoy tenéis entrenamiento no? —preguntó mientras cogía una bandeja.
—Sí, señorita —contestó Noah guiñándola un ojo.
—Por Dios, suéltalo ya —dije mientras una de las cocineras me servía una sopa de
fideos que era más fideos con sopa.
—¿Que suelte el qué? —preguntó Noah haciéndose el inocente.
—No te hagas el tonto. Estás todo sonrisas, así que algo bueno te ha pasado. Escúpelo.
—He sacado un 8,8 en física. —Michelle le felicitó, pero conocía a Noah lo suficiente
bien para saber que eso no era lo que le tenía tan feliz.
Salimos de la fila para dirigirnos a la mesa donde Leah nos esperaba junto a su amiga
Lucy. Lucy me gustaba. Era una chica un poco tímida, pero se podía ver que era una
buena amiga para mi hermana. Fue su apoyo desde el problema con Penélope y siempre
estaría en deuda con ella. Lucy nos sonrió mientras limpiaba uno de los cristales de sus
grandes gafas de pasta que le hacían los ojos más grandes.
—Venga, Noah, ¿qué es? Eres un empollón, por lo que sé que no es eso —insistí
mientras comenzaba a atacar la pastosa sopa. Sí, estaba tan mala como os podéis
imaginar.
—No sé de qué me hablas. —Noah me ignoró cuando Edu y Mike se sentaron en la
mesa.
—¿Vais a ir entonces a la fiesta de Halloween? —preguntó Michelle mientras intentaba
comer sin salpicarse.
—Sí, va a estar divertido —dijo Leah que estaba mordisqueando un trozo de su
hamburguesa de Tofu.
—¿De qué os vais a disfrazar? —preguntó Nathan sentándose al lado de Mike.
—Nosotras de bailarinas asesinas —contestó Lucy.
—¿Bailarinas asesinas? —preguntó Edu confundido mientras se saltaba la sopa y
atacaba las patatas fritas que acompañaban a la porción de pollo asado—. ¿Qué mierda es
eso?
—Pues sencillo, una bailarina… asesina —aclaró Leah.
—Seeeh —dije yo terminando la sopa.
—¿Vosotras? —preguntó Lucy a Michelle.
—Yo de Alicia en el País de las Maravillas —contestó Michelle.
—Y yo supongo que de bruja —contesté encogiéndome de hombros. No me
entusiasmaba disfrazarme. Me parecía incómodo, por no decir ridículo.
—Eso es aburrido —se quejó Michelle—. Va a haber muchísimas brujas danzando por la
fiesta.
—De bruja está bien —escuché decir a Nathan.
Pero no le presté atención, porque en la mesa de enfrente se sentó Josh. Era un año
más mayor que yo, como Leah, y aunque reconocía que no era un tipo guapo, tenía algo
que me volvía loca.
Se acababa de sentar con sus amigos mientras conversaban de lo que parecía ser lo
más gracioso del mundo. Me encantaba su risa. Era enérgica, y siempre parecía que se
reía con ganas. Y es que todo él parecía vivaz y genial. Admitía que sus ojos avellana
estaban demasiado juntos, y que su nariz levemente torcida era más grande de lo normal,
pero ese conjunto de imperfecciones le hacía perfecto a mis ojos.
Mi gran encaprichamiento comenzó de la manera más absurda. Hace más o menos un
año, Noah, Michelle y yo nos dirigíamos a la biblioteca del instituto para hacer un trabajo
en grupo para la clase de Literatura. Me acuerdo cómo, cuando fui a coger uno de los
libros que nos podía ayudar para sacar información, choqué mi mano con la de otra
persona. Josh. Aún recuerdo lo sonrojada que me puse mientras él me sonreía y todo
educado me cedía el libro. En el momento en el que me guiñó el ojo y salió del pasillo en el
que me encontraba, supe que estaba perdida.
Desde ese instante, cada momento en los pasillos del instituto, en el comedor, en los
descansos, eran para buscarle. Solo con mirarle en la distancia me bastaba. Y aunque
suene absurdo, eso me ayudó bastante a no amargarme con Darek.
El día que fui consciente de que Darek terminaría el instituto antes que yo, me
imaginé que iba a ser una tortura. Sin embargo, Josh apareció en mi vida un año antes de
que eso sucediera, y la verdad es que Darek pasó a un segundo plano. Más o menos.
Después de las clases, Michelle y yo nos despedimos de Leah.
—¿Seguro que no te quieres quedar un rato con nosotras viendo el entrenamiento? —
pregunté mientras observaba cómo llenaba su mochila de libros.
—Sabes que tengo que estudiar —contestó únicamente Leah.
—Queda muchísimo tiempo para los exámenes, Leah, deberías relajarte un poco —dijo
Michelle masticando sonoramente un chicle.
—Chicas, sabéis que este año es el más importante. Me voy a casa a estudiar.
La observamos alejándose hacia la parada del bus. Todavía se me hacía raro saber que
Leah sería la siguiente en irse de casa. No quería pensar en eso. Si me había costado
aceptar la ausencia de Ian, no quería imaginarme cómo sería mi vida sin Leah.
—Bueno, ¿vamos? —me preguntó Michelle trayéndome de vuelta de mi drama
particular.
—Sip, vamos.
Cuando llegamos al campo de rugby que estaba en la parte de atrás del instituto, el
entrenamiento ya había comenzado porque vimos cómo los chicos habían comenzado a
hacer ejercicios.
—¿Qué hacen ellas aquí? —preguntó Michelle entrecerrando los ojos.
Seguí con mi mirada la dirección de la suya, y descubrí a Sara con sus amigas
sentadas en las gradas que daban al campo.
—No sé por qué te sorprende —contesté mientras la agarraba del brazo y
avanzábamos para coger un buen sitio.
Por supuesto había más personas en las gradas. Todavía hacía buen tiempo, y aunque
quedaba una escasa hora de luz solar, a la gente le gustaba reunirse en las gradas para
comer pipas y estar pasando el rato, aparte de ver entrenar a nuestros equipos.
No nos pudimos sentar en la primera fila, ya que ahí se encontraban nuestras
archienemigas, pero en cuando nos sentamos, Noah nos saludó localizándonos
rápidamente. Le devolvimos entusiastas el saludo, y yo saqué mi suministro de pipas.
El entrenamiento pasó volando, aunque estuve poniendo los ojos en blanco en más de
una ocasión debido a los chillidos absurdos de Sara y compañía. Cada vez que alguno de
los chicos hacía un placaje a otro, chillidito. Cada vez que se daban un buen pase,
chillidito… etc, etc, etc. Tenía la cabeza hecha un bombo, por lo que cuando el
entrenamiento terminó, agarré a Michelle y la obligué a bajar al campo antes de que
alguna de las indeseables captara la atención de Noah y Edu, que era con quienes
volvíamos a casa.
—Mirad quiénes nos honran con su visita —dijo Edu antes de dar un largo trago a su
botella de agua.
Iba a saludar, cuando alguien me agarró en volandas y me posicionó sobre sus
hombros.
—Noah, bájame. —Golpeé su espalda con ganas, y como respuesta, le oí reírse
mientras comenzaba a correr—. ¡Para ahora mismo! ¡No soy un saco de patatas! —Volví a
golpearlo.
—Parece que me he encontrado algo jugoso y peleón —dijo Noah hacia los chicos del
equipo que comenzaron a reírse. Uní manotazos con pataleos.
—Está bien, está bien —dijo Noah soltándome deslizando mi cuerpo de vuelta a mi
posición original, haciendo que bajara lentamente por el suyo rozándonos.
—Por Dios, eres tan evidente —dije meneando la cabeza con disgusto.
Justo en ese momento, y antes de que mis pies tocaran el suelo, me volvió a sujetar
obligando a que mis piernas rodearan su cintura.
—Noah, o dejas tu jueguecito ahora mismo o te golpeo en la nariz. El entrenador nos
está comenzando a mirar, por no decir todo el maldito mundo –siseé nerviosa mirando
por encima de su hombro.
—Puedes relajarte, Abril —dijo Noah con su nueva sonrisa pícara que le salía tan
perfecta, que me hacía pensar que la había ensayado en el espejo de su baño.
—¿A qué chica estás intentando impresionar? —pregunté centrándome en las gradas—.
Porque como sea a alguna de las amigas de Sara o a esa bruja, te juro que…
—No estoy intentado impresionar a ninguna chica —me interrumpió Noah. Mis ojos se
encontraron con los suyos, que lucían divertidos—. Estoy poniendo celoso a Nathan.
Como por un resorte busqué a Nathan, el cual parecía ser el único chico del equipo
que estaba echando un ojo hacia nuestra dirección.
—¿Y por qué haces eso? —pregunté sin entender nada.
—Estoy aburrido de que estés siempre soñadora con ese estúpido de Josh. Es hora de
que comiences a vivir grandes aventuras, o seguramente también tendré que darte una
lección personal de cómo tener sexo.
—¡Noah! —Golpeé fuertemente su pecho mientras él se carcajeaba por mi sonrojo.
—Sabes que tampoco me importaría darte esa lección —me susurró una vez que me
dejó libre.
Choqué contra él al pasar por su lado con mi hombro, sin hacer una mínima mueca
por la que pudiera demostrar que me había hecho más daño a mí misma que a él, y me
dirigí hacia Michelle. Esta estaba hablando con los chicos, y en el fondo suspiré aliviada.
Sabía que mis escenas absurdas con Noah le hacían daño, aunque que ella perjuraba que
sabía que era solo un juego entre los dos.
—Entonces este sábado nos vemos en la fiesta de Halloween, ¿no? —me preguntó
Nathan acercándose mientras todos salíamos del instituto.
—Sí claro. —Sonreí.
—Estupendo. Espero verte allí, Miller —dijo antes de alejarse hacia su coche en el
aparcamiento.
Una vez que llegué a casa, recibí un mensaje de texto. Era Noah.
Cuando bajé del árbol, Noah me estaba esperando jugueteando con su móvil.
—¿A quién escribes? —pregunté intentando mirar la pantalla.
—A nadie —dijo mientras guardaba su móvil en su bolsillo trasero del pantalón.
Bien, estaba hablando con alguien fijo, me dije a mí misma mientras le escuchaba
hablar sobre algunas de las tácticas que iban a hacer para ganar el primer partido. Una vez
que entramos en la cabaña, sacamos el botín de patatas fritas y golosinas.
—¿Y no tienes nada que decir? —pregunté mirándole abriendo los ojos
exageradamente mientras saboreaba una deliciosa nube de chuche.
—Oh, Dios… —rio Noah—. Está bien. Perdóname por lo del entrenamiento. —Comencé
a sonreír—. La próxima vez no te dejaré toda caliente, y me encargaré de ello
personalmente. Pero entiéndelo, había demasiada gente delante.
Noah esquivó por los pelos la deportiva que lancé hacia su cara.
—¡Eres un imbécil! —casi chillé—. Sabes perfectamente que no me estaba refiriendo a
eso. Sino a lo del secreto que guardas.
—No guardo ningún secreto —dijo Noah encogiéndose de hombros—. Ya te lo he
dicho.
—¿Seguro? —pregunté.
—Seguro.
—No me lo creo.
—No te lo creas.
Volví a lanzarle mi otra zapatilla, aunque de nuevo fallé. Tenía demasiados buenos
reflejos.
—Ahora va a ser interesante ver cómo vas a tener que escalar el árbol descalza —dijo
con una sonrisa malvada. Me reí.
—Nunca dejarías que pasara eso. Me quieres —dije
—Sí, te quiero. Pero has atentado contra mi vida y no una, sino dos veces. —Noah
levantó sus manos. En cada una de ellas tenía una de mis zapatillas—. Aquí tengo las
pruebas de tu delito.
—Vale, está bien. Hagamos un trato. —El interés brilló en los ojos verdes de mi amigo.
—Esto se está poniendo interesante —afirmó Noah.
—Tú me das mis zapatillas, y a cambio…
—Te quitas la camiseta.
—Me quito… ¿qué? —dije sacudiendo la cabeza—. ¡No! A cambio me dejas ver tu móvil.
—Abril… —Noah se rio—. No veo la forma en la que gano algo con eso.
—Pues bien, tendré que hacerlo en modo rudo. —Noah enarcó una de sus oscuras
cejas cuando me oyó decir eso.
—¿Crees que debería poner el calcetín en el pomo de la puerta ya? —preguntó.
Decidí que lo mejor que podía hacer era no hacerle caso, así que ignorando su
estúpida pregunta, me lancé a por él, algo que no se había esperado. Debo reconocer que
la «pelea» no fue justa, más que nada porque yo iba dispuesta a darlo todo y él,
suciamente, comenzó a hacerme cosquillas. Y digamos que yo tengo algo serio con las
cosquillas. En seguida me tuvo acorralada en el suelo de la cabaña suplicando que parara.
Sin embargo, una vez que paró seguramente para soltar alguna broma, hice rápidamente
un movimiento sacándomelo de encima y agarrando su móvil del pantalón trasero de sus
vaqueros.
—Mierda. —Noah comenzó a levantarse, ya sin ninguna sonrisa en su rostro.
—Quieto ahí Noah. Ahora mismo acabo de pillarte mintiéndome. A MÍ. A tu súper-
mejor-amiga de todos los tiempos.
—No es justo. Se me olvida que juegas sucio —dijo intentando acercarse Noah.
—El único que juega sucio aquí eres tú, que mientes y haces cosquillas.
Noah medio sonrió apartándose varios mechones negros de su cara. Llevaba el pelo
más largo que de costumbre, dándole un aspecto aún más pícaro y desenfadado. Me senté
y él terminó imitándome, y cuando abrí la bandeja de entrada de los mensajes de su móvil,
mis ojos se abrieron como platos.
—¿Meli? —pregunté. Noah apartó la mirada.
Oh, Oh.
Capítulo 2
Meli, o Melissa, que era como se llamaba en realidad, era la Darek particular de Noah.
Aunque realmente no era así, ya que Noah y Meli sí que tuvieron una historia. De hecho,
Noah perdió su virginidad con ella el verano pasado.
Lo malo de todo era que Meli, un año mayor que nosotros, era una bruja total. Sobre
todo cuando intentó separarnos a Noah y a mí.
Como podréis sospechar, Meli apareció el verano pasado en el Lago. Una de pocas
familias que veraneaban algún momento de sus vidas en el pueblo costero para no volver
nunca más. Supe en cuanto vi cómo Noah la miraba, que aquello no era ninguna tontería,
y a las pocas semanas de estar allí, Meli entró en nuestras vidas como un torbellino,
sacudiéndolo todo.
Al principio, me costó hacerme a la idea de que Noah desapareciera muchas tardes
para estar a solas con ella. Incluso Leah tuvo que intervenir, diciéndome que tenía que
entender que Noah y Meli estaban conociéndose. Tras la charla con Leah, lo acepté.
Efectivamente se estaban conociendo o empezando, como queráis llamarlo, por lo que
entendía que Noah no podía estar con nosotros.
Finalmente Noah me dedicó una mísera tarde para confesarme que él y Meli estaban
definitivamente juntos, y cuando me reí de él —aquello solo era un amor de verano, por
Dios. Solo tenía dieciséis años y ella vivía en la otra punta del PAÍS— Noah se enfadó
conmigo. Estuvimos entonces otras dos semanas sin hablarnos, hasta que asustada por la
posibilidad de perder a mi mejor amigo, di mi brazo a torcer y le pedí disculpas aunque en
el fondo no pensaba que hubiese dicho ninguna locura.
Así que poco a poco Meli comenzó a reunirse con nosotros, y fue cuando descubrió lo
bien que se llevaba su novio conmigo. ¿Hola? ¿Era su mejor amiga desde que teníamos
seis? Me hubiera gustado mandarla a la mierda la noche que Noah, algo compungido, me
dijo que a Meli no le gustaba que pasáramos el tiempo a solas.
—¿Y qué vas a hacer, Noah? —Me acuerdo que le pregunté con desdén camuflando mis
sentimientos dolidos—. Vives en mi jodida casa. No es como si pudieras esquivarme—. Me
sentí orgullosa de utilizar esa palabrota justo antes de salir dramáticamente hacia dentro
de la casa.
Así que volvimos a no hablarnos. Creo que fue el peor verano de mi vida. Había
perdido a mi mejor amigo por una bruja sin corazón que lo único que quería era manejar
como a una marioneta a Noah. Encima tenía los pies enormes.
Lo peor de todo fue que, cuando se acostaron la primera vez, lo supe. No hicieron
falta palabras. Me acuerdo que esa noche no estaba durmiendo nada bien, por lo que me
levanté a por un vaso de agua. Para no molestar a nadie, fui con las luces apagadas, y
cuando estaba en la cocina llenándome el vaso, le descubrí entrando a hurtadillas.
Por supuesto que encendí la luz y ambos nos quedamos callados, observándonos a los
ojos. Finalmente terminé el vaso de agua, y me dirigí hacia el dormitorio que Leah y yo
compartíamos.
—Tienes arena por todas partes. Asegúrate de limpiarlo todo antes de que mi madre
se vuelva loca.
Cuando cerré la puerta del dormitorio, me apoyé en la pared dejándome caer. Noah
acababa de acostarse por primera vez con alguien y no era alguien bueno. Era alguien que
le estaba manejando a su costa. Y lo peor de todo, que nos había separado. Lo que más me
dolía era haber sido testigo de su mirada. Una mirada con la que me decía que me echaba
de menos y que me quería contar todo. Sin embargo, decidí no meterme en ello. Noah
tenía que elegir qué camino tomar.
No me defraudó, y unos pocos días después tras un paseo por la playa, me pidió
disculpas por haberme tratado de aquella manera. Eso a Meli no le gustó ni un pelo, por lo
que terminó dejando a Noah. Fue cuando fui testigo de lo que había llegado a importarle
esa bruja, ya que lo poco que quedaba del verano estuvo algo apagado. Pero pensaba que
ya lo había superado.
—¿Qué mierdas haces escribiéndote con esa bruja? —pregunté fulminándole con la
mirada.
—No la llames así —dijo intentando quitarme el móvil de las manos. Se las golpeé para
apartarlo.
—Ni lo pienses, Noah. Esa chica no es buena. Y lo sabes. Cualquier persona que
intente separarte de tus amigos no es buena. ¡Y ella hizo que te alejaras hasta de tus
padres! Te tenía absorbido. No es buena para ti.
—Dame el móvil, Abril. Creo que sé decidir por mí mismo qué es mejor o no para mí. —
Esta vez se acercó decidido a mí, y me arrebató el móvil con facilidad.
—Está bien. ¿Y qué vais a hacer? ¿Tener una relación a distancia? —ataqué
cruzándome de brazos—. Como ya sabes, vive en la otra punta del país, Noah. No en la
punta de la ciudad, sino del jodido país.
—¡Ya lo sé! —casi gritó Noah. Se pasó las manos por la cabeza, alborotándose por el
pelo.
Suspiré y decidí tranquilizarme. La bruja ni siquiera estaba aquí y ya había conseguido
que discutiéramos.
—Está bien. ¿Me quieres contar qué está ocurriendo? —pregunté calmadamente.
—Tan solo me ha escrito para preguntarme qué tal todo.
—¿Habéis tonteado? —Noah puso los ojos en blanco.
—Por supuesto. Incluso me ha mandado fotos de ella desnuda. —Me llevé las manos a
la boca horrorizada.
Noah se rio.
—Eres tan fácil a veces —dijo.
—Y tú eres estúpido si caes en sus redes. —Noah levantó las manos hacia arriba.
—Estás sacando conclusiones muy rápido.
—Con la de chicas que hay detrás de ti —seguí hablando sin hacerle caso—. ¡Chicas
geniales, como Michelle! —Nada más decirlo, me llevé las manos a la boca, horrorizada.
—¿Qué has dicho? —preguntó Noah asombrado.
—Nada.
—¿Has nombrado a Michelle? —preguntó.
—No sé de qué estás hablando. —Mierda, mierda re-mierda. Maldije.
Noah comenzó a acercarse a mí.
—No me obligues a jugar a las preguntas —advirtió.
—Vale, sí. He dicho Michelle. Pero no puedes decir nada. —Noah se quedó
boquiabierto.
—¿Michelle, tu Michelle? —se aseguró. Yo asentí—. ¿Desde hace cuánto?
—Desde hace siglos. Pero ese no es el punto. Olvida a Meli. Esa chica no es buena para
ti —intenté volver a centrarme en el tema, pero la media sonrisa de Noah me dijo que Meli
ya no estaba en sus pensamientos.
Algo que debía ser bueno, pero ¿por qué de repente mi corazón había comenzado a
sentirse así? ¿Como si algo que no me gustaba estuviera a punto de ocurrir?
Volví a dejar que Michelle me pusiera otra capa de rímel suspirando sonoramente.
Estábamos en mi dormitorio con My Chemical Romance de fondo mientras nos
preparábamos para la fiesta de Halloween.
—Ya que te vas a disfrazar de algo tan vulgar, por lo menos deja de quejarte y déjame
ponerte espectacular.
—Si espectacular es poner capas y capas de maquillaje… —dejé caer mientras Michelle
me repasaba mis labios de color morado.
—Eres tan exagerada. Lo único que te he puesto es sombra de ojos negra, y rímel.
—Oh, sí, y kohl negro, los labios morados, las uñas negras… ¿me olvido de algo más?
—Nop —contestó Michelle alejándose de mí—. Y deja de mirarme así, no es nada en
comparación con lo que llevarán otras.
Dejé pasar el tema y centrarme en ella, que era la perfecta personificación de Alicia
en el país de las maravillas. Había dejado su pelo rubio suelto con una diadema negra, y
aunque estaba más maquillada que el personaje de Disney, estaba preciosa. Su falda era
escandalosamente corta, pero Michelle lo había arreglado poniéndose unas medias
blancas tupidas. El vestido se ajustaba en su cintura y el escote haría que a más de uno le
fuera imposible no mirar. Michelle era baja —unos centímetros más alta que yo —, pero era
mucho más exuberante. Ella decía que era porque yo hacía mucho más deporte que ella y
estaba tonificada, pero a su lado mi cuerpo parecía el de una cría de ocho años.
—Chicas. —Leah abrió mi dormitorio.
Una sangrienta bailarina con tutú apareció ante nosotras, y no pude evitar sonreír
ante el disfraz de mi hermana. Molaba.
—Toby ya está aquí. ¿Estáis listas? —preguntó.
—Mando un mensaje a Noah, y ya —dije cogiendo mi móvil.
—No hace falta, ya está con Toby.
Asentimos y yo me di un último vistazo antes de salir. Michelle había hecho un buen
trabajo. Mi vestido no era tan sexy como el de ella, pero estaba guapa. Mi gorro de bruja
estaba un poco doblado por la punta, y la parte de arriba del disfraz me quedaba algo
grande, pero eran las únicas pegas que se podían hacer. Mis ojos parecían más rasgados y
mis pestañas larguísimas. De hecho, parecía tener más años.
Antes de salir de mi cuarto, cogí la nariz de bruja. Halloween era para dar miedo,
dijera lo que dijera Michelle.
Cuando llegué al coche comencé a reírme a carcajadas cuando vi el disfraz de Toby, el
novio de Leah desde hacía dos años y pico. Iba de momia y realmente estaba conseguido.
—¿Puedes conducir así? —pregunté todavía carcajeándome mientras me sentaba en la
parte de atrás, donde se encontraba un Jason de Viernes 13 que no era otro que Noah.
—Perfectamente —contestó Toby mientras Michelle y Leah terminaban de entrar.
—¿Cuánto has tardado en ponerte todas las vendas? —quise saber.
—Un rato –dijo Toby antes de besar a mi hermana y arrancar el coche.
—Eso es un buen rato —dijo Noah quitándose la careta.
Cuando llegamos a la fiesta, ya había numerosos coches aparcados en la calle. Este
año la había preparado Stephan, uno de los de último año, cuyos padres tenían un
casoplón. Toby decidió dejar el coche en una de las calles paralelas aunque luego
tuviéramos que caminar más, ya que no era seguro dejarlo en la misma calle. Ya sabéis,
vómitos y demás sorpresas.
Justo antes de entrar en la casa, me puse mi nariz de bruja y sonreí hacía Michelle.
—¡Quítate eso ahora mismo! —dijo intentando atraparla—. Te hace parecer...
—¿Una vieja bruja? —pregunté divertida.
—No —intervino Noah—. Más bien una mala mezcla. Que estés tan guapa y de repente
te pongas esa nariz fea, no pega. —Puse mis ojos en blanco y les ignoré. Me daba igual lo
que dijeran. Yo quería llevar la nariz.
La casa estaba abarrotada, por lo que todos dedujimos que había varios cursos
invitados. Ahora mismo sonaba a todo volumen la canción de Get the party started de
Pink. Pasamos a varios grupos de chicas que bailaban mientras cantaban a todo pulmón el
estribillo, indicándonos que ya habían bebido más vasos rojos de los necesarios.
Toby y Leah se separaron de nosotros para buscar a Lucy y saludar a algunos amigos,
y Michelle, Noah y yo nos dirigimos a la cocina a conseguir bebidas. Algunos disfraces
eran geniales, como uno que iba de Scooby-Doo, pero en general estaban los típicos:
dráculas, hombres lobos, zombis, diablesas, conejitas de Play Boy… Y por supuesto, brujas.
—Te lo avisé. —Michelle me pasó un vaso rojo de plástico, justo cuando desfilaba un
grupo de tres, TRES, brujas a nuestro lado.
—¿Y estamos bebiendo…? —pregunté apartando la nariz de mentira para poder oler el
contenido del vaso ignorando la apreciación de mi amiga. El líquido era rojo también.
—Ron con granadina —explicó Noah pasándole ahora un vaso a Michelle.
—¿Y tú por qué bebes ron con Coca-cola y nosotras eso tan dulce? —acusé.
—Sírvete tú misma —sonrió Noah mientras daba un primer sorbo a su bebida.
Estuve a punto de pasar de él, pero cuando vi que su sonrisa pasaba a modo eres-
toda-una-gallina, dejé el vaso que me habían dado y cogí uno nuevo sirviéndome lo que
parecía vodka.
—Abril, déjalo —dijo todo condescendiente Noah—. No quieres que tu primera
borrachera seria sea vestida de esta manera. Puede terminar todo muy mal.
—¿Qué estás insinuando? —pregunté enarcando una ceja.
Sus actos decían que dejara de hacer eso, pero sus ojos me miraban de una manera
extraña. Como desafiante. Yo, sin pensarlo, acepté el reto y pegué un largo trago a la
transparente bebida. Mi garganta empezó a quemar horrores y terminé tosiendo, pero me
había bebido prácticamente todo el interior del vaso, por lo que sonreí triunfal a Noah.
Este se rio mientras bebía de su vaso. Al relamerme los labios, el fuerte sabor volvió a
sacudir mis papilas gustativas, e interiormente me pregunté cómo narices la gente podía
beber aquello.
—¡Ey! —Alguien golpeó mi hombro juguetón. Me giré para encontrarme con monstruo
Frankenstein. Edu, un científico loco; Jake y un mago Nathan—. Vestida así no te había
reconocido, Abril. Pareces toda una chica.
—Siento que tengas tan poca apreciación de la realidad, Edu —contesté enseñando los
dientes sonriendo falsamente.
Edu se rio y comenzó a servir vasos a todos, y al rato decidimos unirnos a una partida
de Beer pong. Éramos dos equipos: por un lado Edu, Michelle y yo, y por el otro Noah, Jake
y Nathan. En cada extremo de la mesa había varios vasos llenos de cerveza. El juego
consistía en hacer canasta con una pequeña pelota de pin pon en uno de los vasos. Si lo
conseguías, el equipo contrario tenía que beber. Sobre el tema higiénico… qué decir, el
alcohol lo quema todo, ¿verdad?
Comenzamos a jugar, y en una primera ronda nuestro equipo metió la mayoría, pero
una vez que el vodka anterior hizo efecto, comenzamos a fallar.
—No vale. ¡Mis compañeras de equipo empiezan a estar perjudicadas! —se quejó Edu
en broma mientras dábamos otro trago a nuestros vasos.
A Michelle y a mí nos había entrado la risa tonta, y cuando escuchamos que ponían un
tema de Kelly Clarkson, Since u been gone, nos olvidamos de la partida y nos dirigimos a
uno de los bafles de música más cercanos, comenzando a bailar y cantar. No era tonta y
sabía que estaba un poco más borracha de lo que había estado nunca, así que no dudé en
darlo todo con la canción. Poco a poco los chicos se fueron uniendo a nuestro baile, y
entre risas y pasos absurdos, el alcohol fue subiendo a mi cabeza.
Justo en el estribillo, mientras cantaba a pleno pulmón junto con Edu y Michelle,
Noah se unió a nuestro grupo, y haciéndome señas divertido, me tendió las manos para
que se las cogiera. No dudé en aceptarlas, y de un tirón me acercó a su cuerpo. Me reí y
comencé a bailar con él consciente de que había varias personas atentas a nuestros
movimientos. Si la gente no entendía que éramos amigos, era su problema.
—Es interesante tenerte aquí toda borracha —me dijo al oído Noah.
Levanté la mirada hacia los ojos verdes de mi amigo, apreciando lo alto que era.
—¿Por qué dices eso? —pregunté dando una vuelta, perdiendo un poco el equilibrio.
Noah me agarró de las caderas, y noté cómo la fina tela de mi falda se levantaba un
poco.
—Sigue bailando conmigo, Abril. –Únicamente me dijo antes de hacerme dar otra
vuelta sobre mí misma.
Estaba a punto de preguntar a Noah qué mosquito le había picado, cuando nos
interrumpieron.
—Necesito ir al baño —dijo Michelle con las mejillas súper sonrojadas, acercándose a
nosotros.
—Te acompaño —me ofrecí mientras salíamos del grupo, justo cuando Jake simulaba
pasos absurdos de bailarina de Ballet al compás de Nickelback.
Llegamos a la zona del baño sorteando a gente que bailaba a lo loco, o parejas
liándose como si no hubiera un mañana. Sin sorprenderme descubrimos que había cola de
espera, y Michelle se quejó.
—¿Y si vamos afuera? —preguntó
—¿Vas a hacer pis entre los arbustos? —La miré sin creérmelo.
—No puedo esperar esta cola. —Michelle se encogió de hombros.
Comenzamos a girar sobre nuestros talones, cuando mi Josh apareció en la fiesta. No
iba disfrazado, algo que me gustó. Como persona sensata sabía que disfrazarse era algo
absurdo, pero su acompañante sí lo estaba. Una morena que sonreía a varios amigos con
unos colmillos falsos. Me detuve en seco mientras era consciente de que estaban
agarrados de la mano. Mi Josh tenía novia.
Supongo que sería el alcohol, porque en una circunstancia normal no hubiera
actuado así, pero en ese momento necesité salir de aquella casa a la loca carrera. Me
olvidé de Michelle y de todo en general, y fui en busca de aire fresco. Choqué con varias
personas, pero me dio igual.
Cuando salí por la puerta, fui consciente de que estaba en la parte trasera de la casa,
en el jardín, y aunque había varias personas fumando, sabía que nadie me iba a molestar.
Mi soledad duró poco.
—Así que te gusta Josh White. Nunca lo hubiera imaginado, Miller. —Nathan se sentó a
mi lado.
Capítulo 3
Nathan, que llevaba una simple túnica de color verde esmeralda y un gorro parecido
al mío, se sentó a mi lado en las escaleras y me sonrió de manera tristona.
—¿Cómo…? —comencé a preguntar.
—Estaba yendo a la cocina, cuando te he visto cómo te quedabas quieta mirando a
Josh y a su novia. La carrera que has hecho después, ha terminado de desvelar el misterio.
—Vaya —logré decir algo avergonzada.
—Michelle iba a seguirte, pero le he dicho que se fuera al baño tranquilamente, que yo
iba a por ti.
—Bueno, puedes volver con estos —dije dejando de mirarle—. Estoy perfectamente—
continué quitando hierro al asunto—. En realidad nunca he hablado con él, por lo que
podría ser un autentico gilipollas. Se me pasará —me reí volviéndome hacia él—. No es el
fin del mundo. —Deja de hablar tan rápido, pensé. Nathan sonrió dejando de mirarme y
centrándose en el cielo estrellado.
—Es verdad que no es el fin del mundo, pero sé cómo se siente uno cuando alguien
que te gusta parece no verte. —No hacía falta ser muy listo para saber que se refería a mí
—. ¿Sabes? Me acuerdo que en una de esas series que seguía mi hermana mayor, vi cómo
el chico le robaba un beso a la protagonista. Ella se enamoraba perdidamente de él, por lo
que pensé que eso era lo que tenía que hacer contigo. —Se rio, y al recordar el día de la
nieve, me reí con él.
—Eso es dulce, Nathan —dije. Él se giró—. Pero bueno, la próxima vez recuerda que a la
chica le gusta poder elegir a quién dar su primer beso. —Sonreí intentando no sonar muy
dura.
—Ya, eso he aprendido. —Aunque me dijo aquello de manera seria, no era una
acusación despechada. Lo dijo como un hecho, y eso llamó mi atención.
Mis ojos se toparon con los de Nathan, que me observaba intensamente. Noté que me
sonrojaba bajo aquella mirada, algo que nunca en la vida me había pasado con él. No sabía
si era por el alcohol, pero comencé a admirar su pelo rubio, incluso la cicatriz de su labio
inferior que se hizo cuando éramos niños jugando en el colegio.
—Nunca me has mirado como estabas mirando a Josh, y joder… —Nathan se giró y
volvió a centrarse en el cielo. Noté que daba un largo trago a su vaso antes de dejarlo
sobre uno de los escalones—. Quiero que me des una oportunidad —dijo de repente
centrándose en mí de nuevo.
—Nathan... —comencé, pero él me cortó.
—No. No me digas nada. No te estoy pidiendo que salgamos, solo que me des una
oportunidad para… —suspiró y volvió a mirar hacia los lados.
Estaba nervioso. Nathan Rogers estaba nervioso, y no pude evitar sonreír. Él, al verlo,
terminó riéndose, y así nos encontraron Michelle y Leah.
—Chicos, ¿entráis? Os llevamos buscando un rato, y dentro de una hora nos tenemos
que ir —dijo Leah.
—Claro, ya entramos —dije levantándome.
Antes de entrar de nuevo en la casa, Nathan me retuvo por el brazo. Mis ojos se
toparon con los suyos avellanas, y asentí.
—Está bien, Rogers. Te daré una oportunidad para conocernos.
—Suenas muy pagada de ti misma, Miller —dijo Nathan sonriendo.
—Eres tú el que me ha pedido esto.
Sin añadir nada más, Nathan se alejó para unirse a los demás, eso sí, en lo poco que
quedaba de noche no apartó su mirada de mí, algo que sorprendentemente disfruté más
de lo que esperaba.
Ese fue el mensaje de Nathan que vi la mañana del domingo cuando me desperté, y
rápidamente comencé a escribir una respuesta con una sonrisilla en la cara.
Me tumbé en la cama con una estúpida sonrisa floreciendo en mi cara. No sabía qué
iba a salir de todo esto, pero por ahora me lo estaba pasando bien. Nathan no me gustaba,
eso lo tenía claro, pero debía que reconocer que era divertido y amable. Me había dicho
que no esperaba nada, que solo disfrutáramos del momento sin importar lo que pasara.
Me pareció bien.
Seguía soñadora, cuando escuché gritos y cómo alguien subía como una furia por la
escaleras para poco después cerrar de un portazo la habitación de al fondo, es decir, la de
Leah. Me incorporé de la cama —justo en ese momento me dio un terrible pinchazo en la
cabeza como recuerdo a mi primera resaca— y me dirigí fuera de mi habitación.
—¡No pienso consentir que eche todo su futuro a perder! —escuché desde abajo los
gritos de mi padre—. ¿Qué tonterías son esas? Primero lo del ballet y ¿ahora esto? —seguía
diciendo.
Sabía que estaba hablando con mi madre, aunque no escuchaba sus partes porque no
levantaba la voz como mi padre. Sin saber muy bien qué había pasado, me dirigí a la
habitación de Leah. Llamé a la puerta
—¿Leah? —pregunté a la puerta. Silencio. Volví a llamar.
—Vete, Abril —dijo Leah. Estaba llorando.
—¿Qué ha pasado? —ignoré su ruego—. Déjame entrar.
—No ha pasado nada…
—Deja las tonterías y ábreme. Acuérdate de que Ian me enseñó a desmontar los
picaportes de las puertas con solo un destornillador…
Era verdad. Cosas guays de tener un hermano mayor. La amenaza funcionó porque
escuché cómo Leah se levantaba y me abría la puerta a su inmaculado cuarto. Nunca
entendía cómo podía tener todo tan perfectamente ordenado. Si hasta sus numerosos
libros estaban colocados según género, editorial y no sé qué más. Tan ordenada era que
me daba hasta cosa sentarme en la mullida alfombra de color beige.
—¿Qué le pasa a papá? —pregunté mientras me sentaba con cuidado sobre su cama
perfectamente hecha. No tenía ni una mínima arruga.
—Esto. —Una llorosa Leah me pasó unos papeles mientras volvía a sentarse sobre la
silla de su escritorio.
Comencé a hojear los papeles cuando vi que eran sobre una escuela de moda. Cuando
vi los papeles para rellenar la solicitud de ingreso, miré a Leah sin sorprenderme.
—Quieres estudiar diseño de moda, ¿y qué ocurre con eso? Creo que todos en esta
casa sabíamos que ibas por ahí. Siempre estás mirando cosas de…
Lo que dije provocó una nueva llantina. Estaba algo descolocada.
—Leah, si no dejas de llorar, no voy a poder entender.
—Papá no quiere que estudie eso. Dice que son bobadas. Que tengo que estudiar lo
que habíamos acordado. Derecho.
Recordé la de veces que escuché decir a Leah que estudiaría derecho el año siguiente.
Tampoco lo puse en duda ya que de cierta forma le pegaba.
—¿Y qué dice mamá?
—Dice que estudie derecho y luego haga lo otro como hobbie. —Hice una mueca ante
el poco apoyo recibido por parte de nuestra madre.
Me acerqué a Leah, dejando los papeles en su escritorio.
—No sé qué decirte —empecé.
—No puedes decirme nada. De hecho no puedo hacer nada. Estudiaré derecho. —Otra
lágrima cayó por el rostro de Leah.
Negué con la cabeza.
—Yo creo que deberías estudiar lo que realmente te gusta —dije yo—. Va a ser tu
futuro, Leah. Ni el de papá, ni el de mamá. Sino el tuyo. —Leah me dedicó una sonrisa
triste.
—No puedo hacer otra cosa, Abril. Si papá y mamá no me apoyan, no puedo.
Costearme la carrera de diseño de moda es muy caro. Y ni siquiera tengo trabajo. Tendré
que hacer lo que me ha dicho mamá.
Me mordí el labio entendiendo lo duro de la situación, pero mi hermana tenía razón.
Aun así…
—¿Y si pides una beca? —pregunté esperanzada. Leah negó con la cabeza.
—¿No lo entiendes, Abril? Papá me mataría si le hiciera eso. Quiere que estudie
derecho.
—¿Estás loca? —pregunté yo algo horrorizada—. ¿Vas a cambiar totalmente tu futuro
por un berrinche de papá? Se le pasará, sobre todo cuando vea cómo te conviertes en la
mejor diseñadora del mundo. —Leah volvió a negarme con la cabeza.
—Es mejor que dejemos el tema. Por favor. —Leah tiró los papeles a la papelera y me
sorprendí al descubrir la cobardía en mi hermana mayor.
Sin embargo estaba claro que en aquel momento no quería hablar de aquello, por lo
que decidí dejar el tema con la esperanza de que al final del curso tuviera las agallas
suficientes para hacer lo que debía y no lo que otros querían.
—¿Me vas a explicar de una vez qué hacías con Nathan? —me preguntó Michelle
mientras nos dirigíamos a clase de gimnasia.
—Por Dios, Michelle. Me ha recogido de casa para llevarme al instituto. —Puse los ojos
en blanco.
—Eso ya lo sé. Mi pregunta es ¿por qué? —insistió.
Decidí contarle lo que había pasado ese fin de semana. Michelle casi me dejó sorda
con su grito agudo. Incluso varias compañeras se giraron hacia nosotras para mirarnos
con cara de interrogación.
—Michelle, contrólate, ¿quieres? —dije totalmente tensa mientras me ponía los
pantalones del chándal.
—Oh Dios, Abril. ¿Sabes cómo va a terminar esto, verdad? —Pestañeó Michelle hacía
mí.
—Quita esos ojos noveleros, Michelle. No-va-a-pasar —puntualicé.
—¡Ja! ¿Nathan Rogers con carta blanca para conquistarte? Terminaréis siendo novios
antes de que pase una semana.
—Siempre puedes unirte a la apuesta de Leah y Noah —me reí de ella saliendo al
gimnasio donde el profesor nos esperaba.
Noah se acercó al trote y me pasó un brazo por encima de mis hombros.
—Te he echado de menos esta mañana. —Puso ojos de cordero degollado.
—Deja de dramatizar, Noah —me reí mientras el profesor nos indicaba que nos
acercáramos.
No pude evitar buscar con la mirada a Nathan… ups, me dije mientras mi estómago
daba un brinco; pillada. Rogers parecía que no me había quitado ojo desde que había
salido del baño, y estúpidamente… sonreí para mis adentros. No estaba mal tener a
alguien tan pendiente de ti.
—¿Por qué sonríes como una tonta? —cuchicheó Michelle.
—Calla, rubia. —La empujé con cuidado.
El profesor comenzó a explicar que la clase no iba a ser como tal y que había
preparado varios juegos para que nos relajáramos por la época de exámenes que estaba
próxima. Toda la clase vitoreamos. El primer juego era un «salvar la bandera». El juego
consistía en que había dos grupos cada uno con un balón (la imaginaria bandera), y lo que
había que hacer era robar el balón del equipo contrario y llevarlo a tu terreno.
—Bien capitanes: Noah y Nathan. Haréis los grupos —dijo el profesor. Noah y Nathan
salieron entre empujones amistosos y risas—. ¿Cara o Cruz?
—Cruz —dijo Nathan antes que Noah.
—Oh Dios —susurró Michelle—. No deja de mirarte. Está claro que quiere tenerte en su
equipo.
Tragué saliva pesadamente, y noté que tenía las manos sudadas. ¿Qué mierda me
pasaba? ¿Me ponía nerviosa de repente Nathan? Era patético sobre todo porque todo el
mundo sabía que Noah me escogía siempre la primera.
—Cara —escuché decir al profesor—. Noah empiezas tú.
Levanté la mirada y recé porque mi cara no estuviera sonrojada. Tanto Noah como
Nathan me miraban.
—Abril —dijo Noah sonriendo pagado de sí mismo.
Avancé hasta Noah intentando por todos los medios no mirar a Nathan, por lo que me
fue imposible no notar la sonrisa de satisfacción de mi amigo.
—¿Qué? —le pregunté
—Es interesante ver lo fácil que es poner celoso al rubiales —contestó Noah chocando
los cinco con un compañero que acaba de escoger para el equipo.
—Pues deja de hacer eso. —Me crucé de brazos.
—Es divertido. —Me miró Noah haciéndome un mohín.
—Por favor.
Y el juego empezó. Como siempre, la gente que se quedaba más retrasada eran los
que eran más patosos o pensaban que si no se movían se volverían invisibles. Decidimos
que ellos serían los protectores de nuestra bandera. El juego en sí parecía un pilla-pilla.
Con solo que te tocara un miembro del equipo contrario, estabas eliminado y tenías que ir
a la cárcel a que te rescataran. ¿Y quién tenía siempre la misión de rescate? Una servidora.
Era rápida y pequeña y era complicado pillarme. Molo, lo sé.
Comencé a correr mientras Noah y varios compañeros atacaban para ir a por el
balón/bandera, aprovechando el despiste para rescatar a dos compañeros. Lo malo fue
que había alguien que esperaba eso. Nathan comenzó a perseguirme una vez que puse el
pie en su terreno. Yo corría, sí, pero Nathan tenía las piernas más largas. Lo que hizo que
tuviera que girar bruscamente y volver a mi terreno.
—¿Ya te rindes, Miller? —preguntó Nathan con una medio sonrisa divertida.
—Ya quisieras, Rogers. —Sonreí ladinamente—. Solo tengo que pillarte desprevenido.
—Eso va a ser imposible. No te estoy quitando ojo. —Por la forma en que dijo eso, supe
que mi cara estaba roja grana.
—Sabes que no vas a poder atraparme —intenté disimular. Nathan sonrió ampliamente
y se rascó la parte trasera de la cabeza.
Casi por resorte mis ojos registraron la tensión en los músculos de sus brazos.
—Podemos hacerlo más interesante —bajó el tono de voz Rogers mientras los demás
gritaban y seguían jugando.
Me incliné para escucharle mejor.
—Si te atrapo, vamos a cenar juntos el viernes.
—Muy seguro estás de que me vas a coger. —Sonreí cruzándome de brazos.
—Y si no lo hago, escoges tú el día que quieres la cena. —Enarqué una ceja.
—¿No hay forma de no cenar contigo, Rogers? —pregunté divertida.
—Me dijiste que me darías un tiempo. Y quiero cenar contigo. —Nathan se encogió de
hombros.
—Hecho.
Como sospecharéis, me atrapó, pero debo confesar que no puse mucho empeño en
escapar de sus grandes brazos…
—Te gusta Nathan —me acusó Noah con cara de pocos amigos el jueves por la noche
en la cabaña.
Eran las doce y media de la noche, y habíamos decidido trasnochar un poco. Mañana
además tenía mi primera cita con Rogers, y estaba nerviosa.
—La verdad es que… —comencé.
—¡No! No lo niegues —me cortó Noah—. Esta semana has estado muy tonta. Todo
sonrisas y demás… muy chica. —Estaba a punto de interrumpirle. Joder, soy una chica—. Sé
que eres una chica, pero no actúas como ellas. Esta semana has estado… —Noah suspiró—.
Dios, te gusta el rubiales. Y no lo niegues.
—No lo iba a negar. —Noah me miró boquiabierto.
—Eso es aún peor. No lo quieres negar. Mi mejor amigo se llevó ambas manos a la
barbilla, mirándome con incredulidad—. ¿Y me puedes decir qué tiene Nathan que te ha
hecho cambiar de opinión?
—Noah, deja de mirarme como si estuviera loca. Nathan no era como pensaba. Me lo
paso muy bien con él, además es atento sin ser cursi y… —Y tiene un punto sexy que está
comenzando a revolucionar mis alocadas hormonas.
—¿Y…?
—Y no lo quieres escuchar. —Sonreí malvadamente dándole a entender lo que quería
decir.
—¿Ahora te gusta físicamente? —Noah suspiró pesadamente—. Es un larguirucho.
—¿Quieres dejar de meterte con él por perder la apuesta? —le acusé divertida—.
Acepta las derrotas.
—¿Vas a salir con él? —preguntó Noah con tiento.
—Si me lo pide, sí.
—Esto es de locos. Tu primer novio va a ser Rogers…
Por supuesto Noah no iba nada mal encaminado, y a finales de noviembre perdió la
apuesta contra Leah. Por aquel entonces me sentía como en una nube, pero como
siempre se dice, era la calma que precedía a la tormenta. Y vaya unos nubarrones que se
acercaban.
Si se puede decir que hubo un inicio, creo que todo comenzó por el cumpleaños de
Sara. A pesar de que mi relación era tensa con ella por lo que pasó con Leah, también era
falsa, por lo que todos los años me invitaba. Además llevaba una semana siendo
oficialmente novia de Nathan, y él y la pedorra de Sara se llevaban bien, por lo que este
año tenía la «obligación» de ir con más motivo, me dijo Michelle. Insertar aquí rodamiento
de ojos por mi parte.
—En fin, pues aquí estamos —dije bajando del coche de Nathan seguida por Noah.
La música sonaba muy lejana y en sí la casa parecía muy tranquila, pero como todos
los años, Sara celebraba sus cumpleaños en el sótano.
—Me acuerdo que un año la fiesta se volvió muy interesante… —comenzó a decir
Nathan posicionándose a mi lado mientras avanzábamos por el perfecto césped de la casa
—. Sara propuso jugar a la botella y… —Le miré sonriente sin poder evitarlo. Fue nuestro
primer beso, si se podía llamar así al corto pico.
—Sí, me acuerdo lo temblorosa que dejé a Sara… —Nos sacó de nuestra burbuja Noah
pagado de sí mismo.
—No se estaba refiriendo a eso —dije empujando a Noah que puso sus ojos en blanco.
—Ya lo sé —añadió Noah con tono cansino—. Sois todo algodón de azúcar, cuando
dejéis de estar tan cansinos, me avisáis. —Nathan se rio, pero mi sonrisa se quedó un poco
apagada.
Llamamos a la puerta esperando encontrarnos con la madre de Sara, cuando la
cumpleañera nos recibió.
—Vaya, Sara, felicidades —saludó Nathan sin poder evitar mirar su atuendo.
Algo que comprendí, ya que hasta yo misma no pude evitar mirarla de arriba abajo.
¿Aquel cinturón desempeñaba el papel de una falda?
—Pasad, y gracias por venir. Esta noche va a ser una gran noche —comenzó a
explicarnos mientras la seguíamos al sótano—. Mis padres se acaban de ir, y no volverán
hasta mañana. Eso sí, quien rompa algo lo paga. —Tan agradable como siempre.
Cuando bajamos al oscuro sótano, Michelle fue corriendo a mi encuentro.
—Estás guapísima —la saludé.
Y era cierto. Llevaba su pelo rubio semi-recogido con algunos mechones sueltos que
enmarcaban su cara en forma de corazón. Sus ojos azules estaban maquillados sutilmente,
de tal forma que parecían más grandes, y los vaqueros que llevaban abrazaban sus curvas
dejando a relucir la escasez de las mismas en la mayoría de las invitadas, donde me incluía
yo.
—¿Tú crees? —me preguntó con cierto tono esperanzador mirando por encima de mi
hombro.
Seguí la dirección de su mirada sabiendo a quién iba dirigida. En efecto, a un
divertido Noah que hablaba con los chicos mientras devoraba uno de los sándwiches que
había en el centro del sótano. Hice una mueca tristona. Michelle tenía que superar a Noah
de una vez.
La música estaba a todo trapo, y ya había varias personas… ¿borrachas? A veces
alucinaba con la rapidez de la gente. La fiesta había empezado hacía una escasa media
hora, por Dios. Qué prisas. Michelle y yo nos reunimos con los chicos, y comenzamos a
disfrutar de la fiesta.
Cuando Sara subió la música aún más y fue imposible entablar alguna conversación,
Michelle y yo decidimos entregarnos a la «pista de baile». Como siempre, Edu fue el
primero en acompañarnos.
—¿Dónde están estos? —preguntó Michelle haciéndose oír sobre la fuerte música.
Yo me encogí de hombros y seguí dando pequeños brincos al ritmo de Kylie Minogue,
cuando Edu contestó.
—Seguirán con Sara y las pesadas de siempre. Yo en cuanto las he visto acercarse, me
he pirado.
El rostro de Michelle se congeló, y supe que miles de terribles pensamientos estaban
apareciendo en su mente, y todos y cada uno de ellos tenían a Noah y a Sara como
protagonistas. Mis alarmas de mejor amiga aparecieron, y soltando un «vamos a ver qué
hacen», encabecé la marcha. Qué queréis que os diga, también era un poco egoísta. No
podría soportar la idea de ver a Noah liado con Sara…
Cuando llegamos al grupo, vi que efectivamente Edu tenía razón: Sara y compañía
estaban alrededor de los chicos, y por la tensión de Nathan, tenían una actitud demasiado
amistosa. Cuando los ojos de mi novio se toparon con los míos, el alivio apareció en ellos,
y supe que Laura, una de las amigas de Sara, estaba sobrepasándose. Sin ningún
miramiento me posicioné entre los brazos de Nathan y sonreí ampliamente a Laura, la
cual titubeó al verme y decidió prestar su atención a Jake. Cuando levanté la mirada, me
topé con unos ojos verdes. Enarqué una ceja hacia Noah mientras echaba un rápido
vistazo hacia Sara, la cual le hablaba como una cotorra ajena a nuestro intercambio,
mientras le agarraba coquetamente del brazo.
¿Qué demonios estás haciendo?, le pregunté mentalmente a través de mi entrecejo.
Noah tan solo me dedicó una mueca fría y volvió a centrarse en Sara, y le dedicó su
sonrisa matadora. OH-DIOS. ¡¿Qué mierda estaba ocurriendo aquí?! Fue cuando decidí
abrir mi bocaza.
—¡Juguemos a algo! —chillé por encima de la música.
—¡Oh sí! —corearon Cristina y Laura. Eso llamó inevitablemente la atención de Sara, y
peor aún, la de Noah.
—Podríamos jugar a verdad o atrevimiento. —Cuando aquellas palabras salieron de mi
mejor amigo, supe que algo raro estaba sucediendo.
Capítulo 4
—Eso es una mierda de juego —se quejó Edu mientras nos acomodábamos en uno de
los sofás.
Yo miré de reojo a Michelle, la cual jugueteaba nerviosa con sus manos. Solo esperaba
que todo esto no terminara en lágrimas.
—¿Quién empieza? —preguntó una feliz Sara.
—Que lo decida la botella —dijo Jake haciendo girar una botella de ron. Esta apuntó a
Edu, que suspiró sonoramente.
—Vale, Mike, ¿verdad o atrevimiento? —preguntó Edu.
—Atrevimiento —contestó rápidamente Mike.
—Bien, haz el pino puente. —Los chicos se carcajearon y algunas de las chicas se
quejaron, pero fue divertido ver el intento de Mike por hacerlo sin matarse en el acto.
—Venga, ahora tienes que preguntar tú, Mike —dijo Sara.
—Está bien. Cristina ¿verdad o atrevimiento?
—Atrevimiento. —Cristina contestó con falsa timidez y no pude evitar poner mis ojos
en blanco. ¿En serio que esa chica intentaba aparentar timidez? Hacía dos días le había
pillado teniendo sexo oral en el baño de los chicos.
—Encerraros tú y Jake en el baño a oscuras. Y lo que surja.
Todos comenzaron a dar silbidos mientras Jake y Cristina se dirigían al baño con
sonrisitas estúpidas.
—Tenéis un minuto —chilló Nathan dejándome casi sorda.
Pasado el largo minuto, ambos salieron del baño con unas amplias sonrisas, y por
cómo estaba de movida la blusa de Cristina, todos supimos que Jake había pillado cacho.
—Ahora yo —dijo Cristina sentándose entre Laura y Anna—. Abril. —Al escuchar mi
nombre me sobresalté.
—Nosotros no jugamos —dijo Nathan detrás de mí. Miré por encima de mi hombro.
—¿Perdona? —pregunté de tal forma que solo me escuchaba él.
—Abril… —comenzó a explicarse.
—Sí jugamos —dije en alto—. Atrevimiento.
—Genial. —Algo me dijo que Cristina no esperaba menos, y eso me puso en alerta—.
Pasa un hielo a Noah.
Mi corazón dejó de latir, y noté la rigidez de Nathan.
—Claro. —Decidí hacerme la inocente. Acerqué la cubitera y cogiendo un hielo, se lo
lacé a Noah, que lo pilló al vuelo. Sonreí a mi amigo que escondió una carcajada—. Ahora
me toca a mí…
—No tan rápido. No me refería a eso —me interrumpió Cristina—. De boca a boca.
Miré alarmada hacia Noah, que tenía la mirada fija en la cubitera.
—¿No te atreves? —preguntó con diversión malvada Anna.
Suspiré pesadamente, y me levanté dispuesta a coger el hielo más grande de la
cubitera.
—Oh no, yo elijo el hielo. —Me arrebató rápidamente Cristina la cubitera—. Ese. —
Sonreí para disimular las ganas que me entraron de estrangularla.
Había señalado al hielo más pequeño de todos. Estaba buscándome problemas con
Nathan, al cual decidí no mirar. Cogí el hielo consciente de lo derretido que estaba y me
dirigí a Noah, el cual me esperaba con una medio sonrisa divertida.
—¿Por qué te ríes? —pregunté al ponerme enfrente de él.
—Te vas a meter en problemas por esto con el rubiales. Lo mejor que podemos hacer
es que por lo menos merezca la pena. —Un brillo maligno apareció en sus verdosos ojos, y
mis alarmas se dispararon.
—No, Noah. Por favor —advertí antes de ponerme el triste hielo en la boca.
Me acerqué a él, o Noah acortó la distancia, no sé. Intenté hacer todo aquello de la
manera más casta posible, pero obviamente Noah tenía otros planes. No solo cogió todo
el hielo de tal forma que nuestros labios se encontraron, sino que noté su lengua, y si yo la
había notado seguramente Nathan la había visto. Tragué pesadamente cuando me separé
de él, y volví hacia mi rígido novio sin mirar a mi mejor amigo. Pero por las sonrisas de
Anna y Cristina supe que les habíamos dado lo que querían.
Seguimos jugando y durante un rato el juego se desarrolló con numerosos morreos,
entre ellos el de Sara y Noah. Ni siquiera me molesté en mirarlo, e intenté entablar
conversación con Nathan, pero fue inútil.
—Ahora me toca a mí —dijo Jake carcajeándose después de ponerse la camiseta tras su
inocente striptease de treinta segundos—. Noah. —Mi mejor amigo se apartó su alborotado
pelo sonriendo—. Enciérrate con… Michelle. En el baño.
Instintivamente miré a Michelle de reojo, que se había puesto roja como un tomate.
Algo que la delataba, ya que ya se había besado con Edu y había tenido que beber un
chupito en el cuerpo de Mike, y no se había sonrojado en ningún momento.
Ambos fueron al baño y antes de que Noah cerrara la puerta, nuestras miradas se
encontraron.
—Tenéis tres minutos —chillo Jake con una gran sonrisa de satisfacción.
Me quedé asombrada por la cantidad de tiempo, y durante los tres minutos estuve
callada y en tensión… no quería que Noah jugara con Michelle. Dios, eran mis mejores
amigos, todo podía terminar muy mal. Para Noah solo sería un beso más…
Jake se levantó a aporrear la puerta diciendo que ya habían pasado los tres minutos.
Tras un momento —mi corazón comenzó a latir a lo loco— la puerta se abrió y todos
reparamos en varias cosas.
La primera el beso corto, pero intenso, que Noah le dedicó a Michelle antes de salir
del baño; la segunda, el brillo de los ojos de la rubia, que era toda felicidad; por último, en
el marcado chupetón que Michelle tenía en su cuello.
Habían sabido aprovechar los tres minutos. Michelle me buscó dedicándome la
sonrisa más amplia y feliz que había visto en su vida, y sabía que quería que fuera a su
encuentro para contarme todo. Yo… no me sentía con ganas, así que le sonreí vagamente
y miré la hora en el móvil.
Durante el resto de la noche estuve incómoda y creo que tenía que ver por el hecho
de que mi novio estaba enfadado conmigo, y porque Noah y Michelle habían estado desde
entonces abrazados. Iba a matar a Noah. Estaba jugando con Michelle y no se lo iba a
perdonar.
Finalmente salimos de la casa para irnos a la nuestra. Michelle se despidió
pasionalmente de Noah y yo aproveché ese momento para acercarme a Nathan.
—Ey. —Tiré de su manga justo alcanzaba su coche—. Has estado muy serio —comencé
a tantearle.
—Abril… Déjalo. —Nathan me apartó con cuidado mientras comenzaba a abrir el
coche.
—Nathan, es solo un juego.
—Dije que nosotros no jugábamos, y como siempre tienes que quedar por encima, he
tenido que soportar cómo un tío besaba a mi novia en mi puta cara. —Nathan elevó la voz
echándome cuchillos envenenados a través de su mirada avellana.
—Dios, Nathan, es Noah. Sabes que Noah es mi mejor amigo.
—Sé perfectamente quién es Noah. El que está siempre tonteando con mi novia. —Le
miré sorprendida. Oh Dios… Nathan estaba celoso de ¿Noah? No pude evitar reírme. —Y
ahora te ríes en mi cara… —Me lancé a sus brazos y comencé a besuquearle.
—Noah es como mi hermano, por Dios, Nathan. No digas tonterías. —Volví a besarle y
esta vez Nathan me abrazó acercándome a él, profundizando el beso.
Justo en ese momento alguien carraspeó. Noah entró en el coche, rompiendo el
momento.
Nathan paró el coche frente a mi casa, y Noah se bajó el primero.
—Mira, perdona —comenzó a decir Nathan—. Perdona mi ataque de celos.
—No lo hagas, es comprensible. Yo debo reconocer que metí la pata. Debía haber
dicho que no jugaba. Perdona.
—Dejémoslo en tablas. —Sonrió Nathan besándome dulcemente—. Además parece que
alguien ha entrado en la vida de Noah, y eso me tranquiliza.
—¿Eh? —pregunté sin saber a qué se refería.
—¿No le has visto todo el rato escribiendo por el móvil? —preguntó Nathan sonriendo
ampliamente.
Un momento, pensé. Si sabe eso es porque Noah se lo ha dicho. ¿De verdad que era a
quien estaba escribiendo Noah por el camino? Ceñuda, continué leyendo el mensaje.
¿Qué narices estaba haciendo Noah? Justo en ese momento me llegó su contestación.
Me quedé helada.
Creo que dejé el móvil y como una zombi, fui a la cocina a por chocolate. Vi la luz del
salón encendida, y al asomarme descubrí a Leah en el sofá leyendo. Por la portada hortera
—un musculoso pirata con medio pecho descubierto y melena al viento, agarrando
posesivamente a una mujer de pechos exuberantes— supe que era una novela romántica.
De verdad que deberían plantearse cambiar el tipo de portada, era vergonzoso llevar eso
al parque o a cualquier lugar. Todo el mundo sabe lo que estás leyendo…
—¿Ya estás aquí? —me preguntó Leah dejando el libro de lado.
Me senté a su lado en el sofá y le ofrecí un trozo de chocolate negro.
—Sí —suspiré dramáticamente. Necesitaba compartir lo que había ocurrido.
—¿Qué ha pasado? —preguntó mi hermana olvidándose por completo de su hombre
pirata.
Era mi hermana, por lo que sabía perfectamente que algo me pasaba. Le conté con
pelos y señales todo lo que había ocurrido en la fiesta de cumpleaños y ella me escuchaba
atentamente mientras se hacía una larga trenza.
—Bien —dijo pensativamente cuando terminé de narrar todo lo que había sucedido.
—¿Bien? —Hice un gesto de desagrado—. Yo creo que todo lo contrario.
—A ver, ¿lo que realmente te preocupa es que Noah se haya liado con Michelle? —
tanteó Leah.
—Para nada —exageré el tono y mi hermana enarcó una ceja—. Lo que me preocupa es
que todo se va a ir a la mierda. Todo porque obviamente va a jugar con Michelle y… y…
joder. Lo va a joder todo.
—Cuando te refieres a todo, también añadimos a Michelle ¿no? —Leah se rio y yo me
llevé las manos a la cara.
—¿Puedes tomarme en serio un momento? Nada de esto va a salir bien. Y Michelle
luego me hará escoger entre ella y Noah. Y no puedo hacer eso.
—A ver, Abril. Te estás adelantando mucho. ¿Por qué tiene Noah que estar utilizando a
Michelle? —Ahora fui yo la que enarcó una ceja.
—Noah es un «hombrezuelo».
Un inciso. Este término lo utilizamos mi hermana y yo para referirnos a los chicos
que están de flor en flor. Obviamente viene del término mujerzuela, el cual sí que existe.
—Pero ya le ha pedido una cita, y además gracias a ti descubrió que Michelle lleva
mucho tiempo detrás de él —dejó caer Leah deshaciéndose la trenza.
—¿Qué me quieres decir con eso?
—Lo que te quiero decir —Leah me inclinó hacia ella y yo apoyé mi cabeza en su
hombro— es que te relajes. Creo que Michelle es mayorcita para saber dónde se está
metiendo. Pero independientemente de ello, no tiene por que salir nada mal. Puede que
Noah esté de verdad interesado en Michelle.
—¿Y nunca me lo ha dicho? Déjame que lo dude.
—Háblalo con él, pero Abril, lo mejor que puedes hacer es no meterte en esto. Cuanto
menos sepas, menos perjudicada saldrás si sale mal.
Terminé asintiendo y decidí cambiar de tema.
—Oye, ¿de qué va el libro que estás leyendo?
—Oh. —Leah se incorporó y cogió el libro con una gran sonrisa—. Es apasionante. Si
quieres te lo dejo. Va sobre un legendario y peligroso pirata que rapta a la hija de su
mayor enemigo como venganza… lo mejor de todo es que él espera encontrarse a una
damita delicada, y se enfrenta a una joven fuerte y valiente. Obviamente termina
enamorándose de ella. Ahora está intentando conquistarla. Es muy divertido…
—¿Sí? —miré interesada el libro.
—Cuando termine de leerlo, te lo dejo.
—¿Ella notó su dura masculinidad contra su estómago? —preguntó Noah por encima
de mi hombro sobresaltándome.
—Oh Dios, ¿qué mierda haces? —Cerré el libro que estaba leyendo sabiendo que mi
cara era un tomate, y fulminé con la mirada a un divertido Noah que se carcajeaba a mi
costa.
—¿Qué estás leyendo, Abril? ¿Porno?
—Cierra la bocaza, idiota. —Miré a nuestro alrededor asegurándome de que nadie nos
hubiera escuchado. Ya era bastante humillante que me hubiera pillado Noah.
Era el primer sábado de las vacaciones de Navidad, y al ver que a pesar del frío era un
día soleado, había decidido salir al porche al leer el segundo libro de la saga de los piratas
de la isla deseo. Sí, había devorado el primero y ahora estaba inmersa en la segunda
entrega.
—Al verte tan concentrada, me ha picado la curiosidad… —dejó caer Noah sentándose
a mi lado y haciendo que el sillón se balanceara.
Suspiré pesadamente y escondí el libro entre mis brazos.
—¿Y a qué se debe el honor? —pregunté sin ocultar la ironía, la cual Noah ignoró
comenzando a ponerme al día con sus cosas.
Noah, sorprendiendo a todo el mundo, había pedido salir a Michelle dos días después
de la fiesta de Sara, pero lo que nos dejó patidifusos a todos es que unos pocos días
después le pidió que fuera su novia. Desde ese momento, todas mis conversaciones con
mi mejor amiga trataban sobre mi mejor amigo, y mis conversaciones con Noah… habían
prácticamente desaparecido. Salvo las noches en la cabaña, nuestra relación había
cambiado drásticamente. Ahora estaba todo el día con Michelle, o Michelle con nosotros.
Como queráis verlo. Y qué queráis que os diga. Estaba dolida. Echaba de menos a mi
mejor amigo.
—¿Y Michelle? —le interrumpí en mitad de una explicación absurda sobre el rugby.
—Venga, Abril. —Noah me dedicó una sonrisa tristona—. Sé que estas tres semanas han
sido un poco locura, pero echo de menos a mi mejor amiga. Sé que nos hemos
distanciado… me siento mal.
—Deberías sentirte aún peor. —Me crucé de brazos con el ceño fruncido—. Cuando
empecé con Nathan no me comporté de manera distinta.
—Tienes razón. —Noah me acercó en un gran abrazo de oso. Cada vez estaba más
grande.
Como soy una blanda, terminé riéndome y perdonándole, y justo cuando estábamos
en plena discusión sobre los últimos capítulos de un videojuego, un coche paró enfrente
de nuestra casa. Ambos seguíamos riéndonos cuando escuchamos cómo cerraban la
puerta del coche. Me giré para descubrir a nuestro visitante, cuando mi corazón dio un
vuelco. Ian y Darek habían vuelto para las vacaciones de Navidad.
—Oh Dios —solté sin pensarlo cuando vi cómo Ian se reía a carcajadas de una broma
de Darek y este capturaba mi mirada con sus ojos oscuros.
Estaba distinto. Llevaba el pelo castaño corto, aunque en la parte de arriba lo llevaba
más largo, como de punta. Tenía un rastro de barba de unos tres días en su mandíbula
cuadrada y parecía mucho más corpulento que la última vez que le había visto. Sin
embargo no solo estaba cambiado físicamente, sino que parecía más maduro.
—¿Abril? —escuché que me llamaba Noah
—Dala por perdida —dijo Leah que parecía que había salido al porche—. Está adorando
al cuerpo de bomberos ahora mismo.
Tras aquél pésimo comentario, salí de mi nube y me reí falsamente.
—Eres toda una comediante, Leah. —Esta me sacó la lengua y fue corriendo hacia los
chicos, que llevaban sus pesadas maletas.
—Hola, hermanito. —Mi hermana se tiró a los brazos de Ian, que la cogió al vuelo.
—¿Qué hacéis aquí los dos? —pregunté mientras Noah saludaba a Darek.
—Este año paso las fiestas aquí —explicó Darek besándome en la mejilla—. Mi madre
vendió la casa y está en una enana. Así que vendrá a pasar las fiestas aquí.
—Genial —sonreí falsamente.
Estas navidades iban a ser intensas.
—Cualquier cosa me llamas —me dijo mamá antes de salir de casa con Leah.
Ambas se iban de compras navideñas y tenía la casa para mí sola. Ian se había ido a no
sé dónde, papá trabajaba, y Darek se había ido a ver a su madre. Lo dicho, totalmente sola.
Podía llamar a Noah, pero me apetecía estar en soledad haciendo lo que me diera la gana.
Después de estar viendo un poco la tele, decidí que me apetecía atacar un poco de
helado de chocolate que Ian había traído. Estaba en la cocina sacando la tarrina del
congelador, cuando alguien abrió la puerta principal.
—¿Hola? —pregunté imaginándome que era Ian.
—Hola —me contestó Darek entrando en la cocina—. ¿Qué haces? —me preguntó
acercándose a mí.
Mis ojos sostuvieron los suyos más del tiempo debido y como respuesta mi corazón
comenzó a dispararse. Para idiota, me dije. Darek ya no nos gusta.
—e estoy poniendo un poco de helado, ¿quieres?
—Claro. —Me sonrió dulcemente sentándose encima de la encimera justo a mi lado.
Con la excusa de servirle a él también helado, mantuve mi mirada alejada de la suya.
¿Por qué el mundo era tan cruel? ¡¿En serio que iba a tener que estar a solas con él?!
—Toma. —Le tendí su bol y él me lo cogió rozando mis manos.
Algo insignificante, pero cuando eso ocurría con Darek Cox, toda tu anatomía se
revolucionaba. Maldito universo que se ponía en mi contra.
—Bueno, así que Nathan… —comenzó a tantear terreno. Cerré los ojos notando la
sonrisa de Darek sin necesidad de mirarle.
—Sabía que estabas tardando mucho en no sacar el tema. —Me mordí el labio mientras
le miraba simulando algo de fastidio.
Darek me sonrió aún más ampliamente.
—¿Cómo no iba a preguntarte, Abril? —se rio mientras comenzaba a tomar de su
helado.
Seguí el trayecto de la cuchara hacia su boca. Mmm… ¿yo tenía helado también, no?
¿Dónde estaba? Lo busqué hasta que Darek me tendió mi bol.
—Estaba justo enfrente de ti —explicó mientras yo lo cogía y me reía con cierto
histerismo—. ¿Y bien?
—No tengo nada que explicar, Darek. Llevo con él un mes y estoy genial. Está bastante
cambiado. —Se mantuvo en silencio mientras decía aquello.
—Así que finalmente Nathan te consiguió —dejó caer Darek.
—No soy un objeto… —Darek puso los ojos en blanco.
—Sabes a lo que me refiero. ¿Así qué, entonces todo bien con él? —Eso último lo dijo
en un tono diferente, como en un susurro, y no pude evitar levantar los ojos hacia los
suyos.
Me sorprendí cuando le vi que se había inclinado hacia mí, y me miraba con gran
intensidad.
—¡Hola! —dijo Ian. Oí que la puerta principal se abría.
—Hola —contesté alejándome de Darek sin añadir nada más.
Solo cuando estuve en mi cuarto, mi corazón volvió a la normalidad.
—Oh Dios, claro que sí —chilló Michelle a través de la otra línea. Separé mi oreja del
teléfono.
—Vale, Michelle, haz el favor de dejar de pegar esos chillidos. Me vas a dejar sorda. —
Se rio al escuchar mi queja.
—Perdona, pero es que no todos los días una es invitada a una fiesta universitaria.
Ayer por la noche Ian nos dijo que tenía una fiesta de Navidad de uno de sus amigos
de la universidad que casualmente vivía por la zona. Dijo que podíamos acompañarlos a él
y a Darek siempre que no le diéramos la brasa. Tendría que haber pensado mejor aquellas
palabras, porque rápidamente la invitación se extendió a nuestras respectivas parejas:
Toby, Nathan y Michelle, ya que Noah también iba.
—¿Cuándo es? —preguntó Michelle.
—Mañana por la noche. Pero noche, noche. Empieza a las diez. —Pensaba que Michelle
seguiría con su locura de gran felicidad, pero me equivoqué.
—¿¡Mañana por la noche?! ¿estás loca? ¿Cómo me avisas tan tarde? —Puse mis ojos en
blanco ante lo alarmista que podía llegar a ser.
—Ayer por la noche me lo dijo Ian.
—Está bien, está bien. Tendré que ir ahora de compras. ¿Te vienes?
—Pues…
—Por faaaaaaa —suplicó—. Sabes que a Noah no le gusta ese tipo de planes.
—¡Ni a mí! —me quejé.
—En serio, Abril. Necesito a mi mejor amiga. Quiero estar impresionante. No quiero
que Noah se fije en las universitarias. Además… quiero que me ayudes a comprar un
conjunto de ropa interior… —Silencio. Silencio tanto por mi lado como por el suyo.
Oh-santa-mierda. ¿Michelle me estaba insinuando lo qué yo pensaba?
—¿Abril?
—¿Quieres tener sexo con Noah? —pregunté bajando la voz y sentándome en el suelo
todavía patidifusa.
—¿Por qué lo preguntas de esa manera? —dijo Michelle.
—Dios… no lleváis ni un mes… ¿estás segura?
Inevitablemente pensé en Nathan y yo. Llevábamos un mes saliendo y aunque
estábamos genial, no estaba ni de cerca de perder mi virginidad con él. Y no era porque
no me atrajera, sino porque sentía que todavía no estaba preparada para dar ese paso.
—Sí, lo estoy. Llevo deseando ese momento desde que le vi por primera vez.
—Déjame que lo ponga en duda, Michelle. Dudo que con siete años estuvieras
pensando ya en eso…
—Bueno. ¡Ya me entiendes! —se rio con nerviosismo—. Le quiero. Y quiero eso. Quiero
perder mi virginidad con Noah. ¿Me ayudarás a comprar ropa interior sexy?
—No sé qué tipo de ayuda te puedo dar yo para eso, pero está bien. Solo una cosa.
—Dispara —dijo imitando una de las expresiones de Noah.
—¿Vas a perder tu virginidad en una fiesta llena de desconocidos? —Esperaba que mi
tono de «estás como un cencerro», se notara.
Michelle se rio.
—No lo sé, Abril. Donde surja. Pero estoy cansada de parar los pies a Noah porque
supuestamente está mal hacer esto, cuando en realidad tengo las mismas ganas que él.
—Entiendo.
—Sí, lo siento, no creo que esté mal seguir mis sentimientos.
Terminamos la llamada y yo me quedé mirando por la ventana a nada en particular.
¿Había dicho alguna mentira Michelle? Realmente había dicho lo mismo que pensaba yo.
Perder la virginidad era algo importante que debías hacer con quien tú quisieras y cuando
estuvieras preparada. Pero, ¿por qué sentía que todo aquello estaba mal?
—Creo que definitivamente me voy a llevar este conjunto —dijo finalmente Michelle
mientras yo aburrida asentía sin prestar mucha atención al conjunto de ropa interior de
un rosa palo de encaje—. ¿Crees qué le gustará a Noah? —Michelle se giró hacia mí todavía
indecisa.
—Por supuesto que sí —dije deseando salir de una vez del centro comercial.
Y es que llevábamos horas aquí metidas. Que si primero el modelito para la fiesta, que
si luego maquillaje, que si esa sombra no, que mejor aquella… que ahora la ropa interior…
No sabía cómo no había perdido la poca cordura que me quedaba aquella tarde. El único
momento que había disfrutado había sido cuando habíamos parado un inciso para
merendar. Ese brownie de chocolate con helado de vainilla había sabido a gloria.
—Entonces me lo llevo. —Sonreí tímidamente cuando escuché a Michelle decir
aquello, aunque en realidad por dentro estaba hasta dando vítores de emoción.
Me levanté con las bolsas a cargas —por supuesto Michelle me había obligado a
comprarme varias camisetas— y feliz de la vida la acompañé hasta la caja, donde pagó su
nuevo conjunto exclusivo para Noah.
Sobre ese tema, decidí que lo mejor que podía hacer era no volver a sacarlo. De
verdad, no estaba preparada para escuchar hablar de sexo/Noah/Michelle en una misma
frase. Sin embargo, el universo estaba en mi contra, y una vez que nos montamos en el
autobús para volver a mi casa, Michelle, oh mi querida Michelle, sacó de nuevo el tema.
—Estoy nerviosa —dijo casi en un susurro inaudible mirando por encima de nuestros
hombros—. No sé muy bien qué esperar… qué tengo que hacer.
Me atraganté.
—Realmente sabes que no te puedo decir mucho… o nada del tema. Nathan y yo
hemos acordado que cuando esté lista, sin presiones. —Sonreí al recordar la incómoda
conversación.
—Sé que estás igual que yo en esa materia, pero… había pensado… que…
—Vamos, suéltalo. —Finalmente cedí intentando terminar rápidamente con aquello.
Sabía que estaba siendo un poco bruja, pero no quería seguir pensando en que mis
dos mejores amigos se iban a acostar.
—¿Leah? —Por la forma en que Michelle nombró a mi hermana, parecía más una
pregunta, pero supe a qué se refería.
—¿Quieres que Leah nos dé una charla sobre el tema?
—Sí, bueno, si ella quiere y a ti no te importa. Ella y Toby ya lo hicieron ¿no?
—Sí. —«Mi hermana esperó casi un año, no unas pocas semanas», quise añadir de
manera recriminatoria, pero me callé.
—¿Pues se lo puedes pedir? ¿Por fa? ¿Por fa? —Ante la mirada de desesperación, no
pude evitar asentir.
La tarde que me esperaba…
—¿Perdón? —preguntó Leah sentándose más recta sobre su cama mientras nos miraba
como si acabáramos de desvelar que teníamos el secreto de la Coca-cola.
Nos encontrábamos en su habitación, teniendo de fondo a The Corrs. Eran las cuatro
de la tarde y salvo por mis padres, estábamos solas en casa. Los chicos se habían ido a
comprar suministros para la fiesta.
—Por favor, Leah. Te necesito —añadió Michelle.
—Esto es de locos. ¿Quieres que te explique cómo tener sexo? —Leah volvió a insistir
sin creerse del todo la situación que tenía entre manos. No la culpaba, ni yo me lo creía.
—Sé lo básico. Protección y cómo es la cosa en sí…, Pero… —Michelle se sonrojó
violentamente—. Sé que Noah ya lo ha hecho, y no quiero parecer una inexperta total. Ser
un aburrimiento.
—Entiendo —dijo Leah.
Yo no entendía nada. Noah debía saber que Michelle era virgen, por lo que suponía
que no esperaba que ella fuera toda una versada en la materia. Mierda, ya estaba
pensando en ello.
—¿Me ayudarás? —pidió Michelle.
Leah se rio, y cuando nos dijo que la siguiéramos, supe que efectivamente iba a
ayudar a Michelle. Ahora me planteaba si quería escuchar aquello, pero bueno, en el fondo
tenía curiosidad, y el conocimiento nunca hace mal, como decía mi padre. Aunque si
supiera en qué caso estaba aplicando esa frase, seguramente le daría un infarto.
Sin embargo, cuando Leah entró a hurtadillas en el cuarto de mi hermano,
definitivamente ya tenía toda mi atención.
—¿Qué hacemos en el cuarto de Ian? —pregunté siguiéndola mientras Leah acercaba
una silla a la estantería y alcanzaba algo que estaba escondido en la parte de arriba.
—Lo mejor es ver que escuchar explicaciones.
—¿Qué? —dijo Michelle sin entender. Yo en cuando vi la cinta de vídeo, lo entendí
todo.
—¿Estás loca? ¿Vamos a ver una porno? —Rápidamente volví a bajar el tono ante la
mirada acusadora de mi hermana—. ¿Cómo sabías que Ian tenía eso ahí? —Reparé
entonces.
—Lo descubrí un día que estaba buscando algo con lo que hacerle chantaje. —Leah se
encogió de hombros como quitando importancia al asunto mientras salíamos del cuarto.
No sabía qué me preocupaba más, el lado siniestro y cotilla de mi hermana, o que
acabáramos de robarle el porno a mi hermano. Oh, Dios. Esta situación se nos iba de las
manos. Era surrealista.
—¿Pero eso no es un poco privado? —pregunté cuando Leah cerró la puerta de su
habitación.
—El porno que ve diariamente lo tiene en otra parte. —Leah se rio. Siniestra, ya os lo
digo.
Mentalmente me apunté esconder de nuevo mi baúl con las cartas.
—Esta —dijo Leah metiendo la cinta en el VHS— es la primera que tuvo, se la pasó
Darek. —Eso captó mi atención irremediablemente.
—Espera un momento. —Ambas me miraron mientras Leah rebobinaba la cinta—. ¿De
verdad que vamos a ver eso? —No pude evitar reírme.
Mi hermana me ignoró y bajando el volumen, dio a reproducir. En la televisión del
cuarto de mi hermana apareció la imagen de una casa de campo, y no pude evitar soltar
una carcajada cuando la cámara se centró en una parte del jardín, donde una exuberante
morena estaba espiando a un musculoso hombre trabajar la tierra. Parecía que estaba
cavando.
—¿Por qué cava? —pregunté sentándome al lado de Michelle.
—Eso es lo de menos —contestó Leah comenzando a trenzarse el pelo y observando
cómo la morena se acercaba al hombre.
—¿Cómo qué lo de menos? A lo mejor lo está haciendo para enterrar un cadáver. —
Ante mi sugerencia, ambas suspiraron.
Volví a centrarme en la película siendo testigo del poco hilo argumental de la misma.
Cuando ambos protagonistas comenzaron a besarse apasionadamente, y el hombre a
meter unos meneos importantes a los pechos de la morena, la puerta de la habitación se
abrió. Michelle soltó un gritito, mientras Leah dada a pausa con unos reflejos admirables.
Noah nos observó en el umbral extrañado. La televisión estaba enfrente de nosotras,
por lo que Noah no podía ver lo que estábamos viendo.
—¿Qué hacéis las tres aquí? —preguntó todavía sujetando el pomo de la puerta.
Al ver que guardábamos un silencio sepulcral, entró en el dormitorio cerrando la
puerta tras de sí. Supongo que también nuestras caras sonrojadas delataban que no
estábamos haciendo nada bueno. Avanzando hacia donde estábamos, su mirada se dirigió
a la pantalla, y una sonrisa pícara se dibujó en su rostro.
—¿Estáis viendo una porno? —Noah se carcajeó.
—¿Qué haces? —preguntó Michelle con un tono súper agudo.
—Me quedo a verla con vosotras. Hace años que no la veo. —Noah se sentó como si tal
cosa y nos sonrió pícaramente—. ¿Es la de Ian no?
—Oh dios. ¿Compartís este tipo de pelis? —pregunté sorprendida y… asqueada.
—Creo que no estáis en el papel de juzgar a nadie. Vosotras la estáis viendo juntas.
Algo que nunca hemos hecho. —Noah me contestó poniéndose cómodo—. Y no —continuó
sin mirar a nadie—. No me voy de aquí.
—Noah… —comenzó Leah algo molesta.
—Dale a reproducir —contestó todo sonriente colocando sus manos detrás de su
cabeza. Leah suspiró y terminó cediendo.
Conocíamos a Noah, no se iba a ir. Dimos a reproducir, y la pareja continuó con su
magreo.
—Dios, eso debe… debe de doler —dije con voz queda mientras las tres girábamos la
cabeza para tener una mayor perspectiva de lo que se veía en la pantalla.
—Ella no parece estar sufriendo ningún tipo de dolor —señaló Leah abriendo los ojos
como platos.
—Está fingiendo fijo —añadió Noah.
Ante su comentario, me carcajeé y él se unió a mis risas, cuando la puerta del
dormitorio de Leah se volvió a abrir. En esta ocasión quienes aparecieron en el umbral de
la puerta fueron Ian y Darek.
—¿Qué hacéis aquí todos? —preguntó Ian mientras Darek se asomaba por encima de
su hombro.
—Nada —dijo Michelle haciendo como que se miraba el esmalte de sus uñas.
—Hablando, ya sabéis —sonrió dulcemente Leah.
—Estáis viendo algo, ¿no? —Apreció Ian entrando en la habitación.
Cómo no, al dar varios pasos hacia la tele notó cómo todos nos tensábamos, por lo
que la desconfianza avanzó a pasos agigantados, y se asomó a ver la televisión antes de
que a Leah le diera tiempo a parar la película.
—¿Qué coño estáis haciendo? —gritó Ian quedándose blanco.
Darek, al ver aquella reacción por parte de mi hermano, entró en el cuarto para
averiguar el porqué de tanto revuelo, sobre todo cuando Ian comenzó a perseguir a Leah
por el cuarto intentando arrebatarle el mando a distancia.
—Oh… —soltó Darek. Una mueca divertida comenzó a dibujarse en su rostro y buscó
con la mirada a Noah—. ¿Es lo qué creo que es?
—Así es. La que os pasó Peter. —Madre mía, los chicos se prestaban películas porno
como si fueran cromos por lo que parecía.
—¡Dame el mando, Leah! —Forcejeaban Ian y Leah al otro lado de la habitación.
—¿Qué pasa? ¿Que nosotras no podemos ver la peli? Las chicas también vemos porno
—se quejó Leah consiguiendo escapar de mi hermano de nuevo.
Por el forcejeo, alguno de los dos debió dar al volumen, el cual se subió haciendo más
audibles los gemidos de la morena, provocando que mi hermano Ian se pusiera más
histérico por alcanzar a Leah para detenerlo.
—Estaba bien. Me acuerdo que la morena esta me tenía loco —escuché decir a Darek
mientras se sentaba junto a Noah para ver la película.
—Me parece estupendo que quieras ver porn… este tipo de películas —comenzó a
decir Ian intentando mantener la calma y entrar en razón con Leah que seguía con el
poder del mando—, pero ¡conseguíos vuestras propias películas! —Ian se lanzó a por Leah,
la cual chilló.
—Esperad —dijo Michelle—. ¿No se oye a alguien subiendo por las escaleras? —Eso
llamó la atención de todos, y volviendo a sorprenderme con sus reflejos, Leah dio a pausa
justo cuando mi madre abría de par en par la puerta mirándonos ceñuda.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó mirando a Ian y Leah que todavía estaban en
posición de ataque.
—Nada, nada —dijimos Noah y yo a la vez.
Todos contuvimos el aliento mientras nuestra madre nos examinaba, sobre todo
porque Leah había conseguido parar la película, sí, pero la imagen que aparecía en la
pantalla, la morena practicando sexo oral en un primer plano, dejaba muy poco a la
imaginación.
—Estábamos pasando aquí el rato, mamá —sonrió Leah separándose de Ian.
—Está bien, no gritéis tanto. —Una vez que cerró la puerta, todos suspiramos
audiblemente.
—Dame eso. —Le arrebató el mando finalmente Ian a Leah—. Y no me vengas de nuevo
con que si las chicas veis también porno y os masturbáis. Sois mis hermanas y no quiero
oír esos términos cerca de vosotras. No me interesan en lo más mínimo. Lo respeto, pero
no quiero saberlo, de verdad. —Todos nos carcajeamos.
Sí, era de Nathan, pero parecía que me abandonaba a mi suerte. Bueno, en realidad no
estaría sola.
—Estás guapísima, Abril —me dijo Leah sacándome de mis cavilaciones.
—¿Tú crees?
—Pareces más mayor —sonrió.
Volví a centrarme en mi reflejo y tuve que darle la razón. Parecía tener por lo menos
unos dieciocho. Mi largo y ondulado pelo me llegaba a la altura de mi pecho, justo a la
altura del mensaje «I´m limited edition» en letras blancas de mi camiseta negra que dejaba
un hombro descubierto. Junto a la camiseta, que era suelta, llevaba unos vaqueros negros
que se pegaban a mis piernas ya que se había comenzado a llevar los pantalones pitillo
según mi hermana. Por último mis converses negras, y me daba igual que Michelle luego
me mirara mal, además creo que quedaban guays.
—¡Oye, bajad de una vez! —escuchamos a Ian desde abajo.
La puerta del baño se abrió y salió Michelle. No pude menos que admirarla. Se había
puesto un vestido de color rojo que le favorecía muchísimo, sobre todo porque se pegaba
a cada una de sus curvas. Noah iba a perder el culo.
Capítulo 6
Sí, se que en el mismo instante en el que nuestras bocas se tocaron, debería haberme
separado. Tenía novio desde hacía un mes, pero la imagen de Nathan desapareció de mi
mente en el preciso instante en que la lengua de Darek comenzó a juguetear con la mía,
buscando una respuesta que rápidamente le di.
Nunca me habían besado con aquella intensidad, y mi cabeza daba vueltas mientras
las manos de él comenzaron a acariciar mi cintura y espalda. Perdí la noción del tiempo y
cuando Darek se separó de mí apoyando su frente en la mía, parpadeé desorientada.
Seguíamos en la fiesta, rodeados de gente bailando y bebiendo, ajenos a la SITUACIÓN
que se acaba de dar.
Creo que lo peor fue cuando al encontrar sus ojos, vi sus pupilas totalmente dilatadas
y la agitación de su respiración. Darek estaba igual de perjudicado que yo.
Me relamí los labios, movimiento que fue estudiado por la atenta mirada oscura de él,
cuando un entusiasta bailarín me empujó. Levanté la mirada para quejarme, cuando vi a lo
lejos a mi hermana. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí?
—Ya tenéis que volver —dijo Darek—. Va a ser la una. —Seguramente había seguido la
dirección de mi mirada y había descubierto a Leah.
—Sí… —Me giré hacía él todavía en estado de shock. Darek me sonrió.
—Dentro de un rato nos vemos. —Me empujó suavemente hacia la dirección de Leah.
Terminé sonriendo. Eso significaba que nos veríamos en la cabaña una vez que él y mi
hermano volvieran a casa. No perdí un segundo más, y me dirigí hacia Leah.
—¿Qué ha pasado ahí? —preguntó Leah en cuanto llegué a su altura—. No me mientas
porque sí, llevo un buen rato en la habitación.
—¿Toby? —pregunté perdiendo la sangre de mi cara, y ya puestos de mi cuerpo
entero.
—No, se ha ido a buscar a Noah y a Michelle. No ha visto nada.
Noah y Michelle, me había olvidado de ellos…
—Abril… —comenzó a decir Leah. Cuando me encontré con sus ojos, vi que tenía un
gesto de tristeza.
—Me ha dicho que cuando vuelvan Ian y él, nos encontremos en la cabaña.
Comenzamos a salir de la casa, decidiendo esperar al resto en el jardín.
—No vayas —sentenció Leah.
—¿Qué? —casi grité—. Claro que voy a ir.
—¿Y Nathan? —preguntó acusadoramente mi hermana cruzándose de brazos—. No
pensaba que fueras así. —Al escuchar su nombre la culpa comenzó a pesar.
—Vale, soy totalmente una zorra por haberle engañado, pero… estamos hablando de
Darek. Sabes lo que siento por él desde que tengo…
—No me refiero a eso —me cortó Leah—. Te imaginaba más lista, Abril. No te das
cuenta.
—¿No me doy cuenta de qué? —pregunté algo enfadada. ¿Por qué Leah tenía esa
actitud conmigo? Bastante tenía que lidiar ahora.
—Creo que lo mejor que puedo hacer es dejar que te des cuenta tú sola. —Mi hermana
se sentó en uno de los escalones.
—No me digas eso… —Me coloqué a su lado totalmente abatida—. ¿Qué hago con
Nathan?
—Pues… tendrás que contarle lo que ha pasado.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Noah seguido de Toby y Michelle.
—Nada —contestamos al unísono.
Cuando Toby nos dejó en casa a Noah, Leah y a mí, nos despedimos de él y de
Michelle. Desde que montamos en el coche notaba la agitación de la rubia, lo que me
confirmó que sí, finalmente se había acostado con Noah, pero ahora mismo no podía
importarme menos.
Noah me hizo el gesto para que nos viéramos en la cabaña, pero le negué la cabeza.
Antes de entrar en casa pude notar la incertidumbre en su rostro, pero hoy no era el
momento. Ya tenía una cita en la cabaña.
Leah entró en su cuarto sin añadir nada más, y yo me alegré. Ahora solo quería vivir el
momento, ya pensaría mañana.
Estaba decidiendo si ponerme el pijama o no, cuando la puerta de mi habitación se
abrió a mis espaldas. Parecía ser que Leah sí que tenía ganas de hablar. Pero no fue a Leah
a quien me encontré, sino a un ceñudo Noah.
—¿Me vas a decir qué demonios pasa? —preguntó cerrando la puerta tras de sí.
—¿Qué haces aquí? —pregunté algo alarmada. No podía quedarse esta noche conmigo.
Nadie más podía enterarse de lo de Darek hasta que no estuviera todo hablado.
Mi mejor amigo me ignoró y cerró la puerta tras de sí. Maldije a la ventana del baño
por seguir rota.
—Tienes que irte, Noah. Esta noche no.
—¿Qué te pasa? Has empezado a actuar raro desde…. —Noah se pasó una mano por la
cabeza, alborotándose el pelo—. ¿Estás enfadada porque me he acostado con Michelle? —
Puse mis ojos en blanco.
—No me puede importar menos ahora mismo ese asunto —solté con poco tacto, pero
estaba nerviosa. Seguramente Darek estaría convenciendo a mi hermano para volver
pronto de la fiesta.
—Pues por cómo estás actuando, no lo parece. —Noah frunció el ceño algo dolido.
Suspiré y me senté en la cama.
—Perdona, no quería ser tan brusca, pero… —Oculté la cara entre mis manos.
—Vale. ¿Qué ha pasado en la fiesta? —Noté por el movimiento del colchón que Noah se
había sentado a mi lado.
—He metido la pata —terminé confesando mirando los ojos claros de mi mejor amigo.
Este sonrió mostrándome sus hoyuelos.
—Deberías verte, parece que vas a confesar el peor de los pecados… —La sonrisa se le
fue borrando al seguir viendo esa expresión en mi rostro—. ¿Qué has hecho, Abril? —Me
mordí el labio. Noah se tensó—. Suéltalo, porque me estás asustando.
—Darek.
—¿Darek? —Pude notar cómo todas las alarmas saltaban en su mente.
—Me besó, y yo… le besé. Y nos volvimos a besar, y me acarició y fuimos todo jadeos y
más besos, y calor. Mucho calor y… —Una vez que empecé a confesar, no paré—. Y Dios,
Noah, fue el mejor beso que me han dado nunca. —La cara de Noah era todo un poema.
—Vale —terminó soltando tras un breve silencio—. Te besó.
—Me besó.
—¿Y tú se lo devolviste?
—Se lo devolví.
—¿Y Nathan? —preguntó claramente confundido.
—Nathan ni si quiera me ha besado la mitad de bien que él. Y me siento como una
bruja por reconocer eso, y porque… —Volví a morderme el labio—. Porque ¡no me
arrepiento! Y quiero más. Me ha dicho que va a ir a la cabaña y… —Suspiré volviendo a
mirar a Noah, a quien parecía que sus ojos iban a salirse de sus órbitas.
—¿Vas a ir?
—No debo ¿no? —pregunté de vuelta.
—Que te lo estés preguntando ya nos indica algo.
—Sé por dónde vas, pero estoy genial con Nathan. Noah ¿qué hago?
—Realmente no te puedo dar una respuesta. Debes escogerla tú.
—Deja los jueguecitos psicológicos para otro momento. Ahora necesito un súper
consejo de mejor amigo. —Esta vez fue Noah quien suspiró.
—De verdad, Abril. No sé qué decirte. Bueno, sí: no vayas.
—¿No voy? —pregunté algo alarmada. Noah sonrió y me señaló.
—Ahí lo tienes. Quieres ir. Así que ve. No esperes a que te lo den. Ve y averigua qué ha
pasado esta noche.
Me tiré a los brazos de Noah.
—Gracias. —dije.
—Me he ganado dormir esta noche contigo, y lo sabes. —Me reí y aspiré su aroma. Tan
personal, tan él.
—Está bien. Así me acompañarás hasta que venga.
—Por supuesto.
—Bueno… ¿qué tal tu noche? —Una amplia sonrisa apareció en el rostro de Noah y
levanté la mano para frenarle—. No quiero detalles, te aviso. Estamos hablando de mi otra
mejor amiga. —Noah se carcajeó y ambos nos tumbamos en mi cama mirando el techo,
observando las estrellas fluorescentes que brillaban en la oscuridad al apagar la luz.
—Una cosa —dijo Noah dándome un codazo—. Eso de que es el mejor beso que te han
dado… ¿mejor que el que te di?
—¡Noah!
—Vale, vale, olvídalo. Pero sabes que el mío fue mejor. —No pude evitar sonreír.
Capítulo 7
—Esto es increíble —dijo Noah mientras me observaba reptar por el árbol para bajar al
jardín—. Aquí me dejas para reunirte con otro hombre. —Puse los ojos en blanco.
—Anda, Romeo, cállate. Ya estoy lo suficientemente nerviosa.
—Abril —me llamó antes de que bajara del todo. Era raro verle arriba, asomado en el
baño—. Si algo sale mal…
—¿Por qué dices eso? —pregunté alarmada.
—Da igual —me sonrió—. Hagas lo que hagas, todo saldrá bien. —Sonreí a mi mejor
amigo. Entendía que estuviera nervioso. Éramos un equipo.
Me gustaría decir que caminé tranquila, de una manera madura y serena consciente
de que todo iba a cambiar una vez que entrara en la cabaña. Pero os mentiría. Estaba más
nerviosa que un niño pequeño la noche de Navidad esperando a Papá Nöel. Sobre todo
cuando vi la luz en la cabaña. Supongo que todavía seguía con la sensación de estar
soñando, y aquella iluminación me dijo que todo aquello era real. Que Darek, mi gran
flechazo por siempre, me había besado en una fiesta sin importarle las consecuencias,
disfrutando el momento y deseándolo como yo.
Con el pulso totalmente disparado, pero sin poder evitar tener una sonrisa dibujada
en mi cara, llegué a la puerta. ¿Y os acordáis de los de los nubarrones que os dije unas
páginas atrás? ¿No? Yo tampoco.
Abrí la puerta al escuchar movimiento dentro de la cabaña, deduciendo que era
Darek. Y bueno, sí, era Darek. Pero era él y otra persona más.
Cuando mi mirada se topó con la escena, creo que hasta me boqueé del impacto. Es
verdad que era joven, pero de verdad pienso que por muy mayor que seas, reaccionas de
las formas más primarias ante este tipo de situaciones tan inesperadas y… Y tan hirientes.
Porque como estaréis sospechado, Darek estaba con una chica. Y no una chica cualquiera,
sino una rubia con unos enormes pechos y risa musical —y estúpida— todo hay que
decirlo. Y no hago referencias al tamaño de sus pechos de manera aproximada, sino
exacta, ya que estaba sin camiseta y sujetador, y su exuberante pecho izquierdo estaba en
la boca de Darek. Boca que hacía dos horas me había estado besando apasionadamente.
¿Genial, verdad?
Volviendo a lo importante, boqueé y la rubia lo oyó, por lo que miró a la puerta de la
cabaña y se encontró con una chica de dieciséis años pecosa y poca cosa mirándoles
totalmente blanquecina. Por supuesto chilló, lo que hizo que Darek se incorporara para
ver qué pasaba. Cuando sus ojos oscuros se toparon con los míos, reaccioné. Salí de la
cabaña a la carrera.
Los meses pasaron volando y una tarde algo fría de marzo, recibí un mensaje a mi
móvil de Noah. Esa noche iba a estar solo en casa porque sus padres se habían ido a pasar
el fin de semana, y había invitado a los chicos a tomar unas pizzas y cervezas. Obviamente
le contesté rápidamente, me apetecía una noche de chicos y además no tenía nada mejor
que hacer. Leah estaba encerrada en su cuarto por los exámenes finales y a Nathan le
vería al día siguiente.
Así que salí de casa diciendo a mis padres el plan que tenía, y crucé el jardín hasta
llegar a la puerta de la cocina de Noah. Saqué mi juego de llaves y abrí.
—¡Hola! Ya estoy —anuncié mientras cerraba la puerta detrás de mí.
Al no escuchar respuesta supuse que Noah estaría arriba, en su habitación, así que
subí las escaleras de dos en dos.
—Estoy en la ducha, ahora salgo —le escuché decir tras la puerta cerrada del baño de
su habitación.
Me senté en la cama mientras hojeaba una de sus revistas de arquitectura. Sí,
normalmente los chicos tenían revistas de coches, de videojuegos, o de chicas, pero Noah
las tenía de arquitectura. Decía que para lo demás ya tenía su ordenador e Internet.
Estaba leyendo las últimas tendencias en suelos —no sabía cómo había vivido sin
saber todo aquello, nótese la ironía— cuando la puerta del baño se abrió y salió un muy
mojado y sonriente Noah.
—Hola, guapa. —Me guiñó un ojo y no pude evitar echarle un rápido vistazo.
Vale que era mi mejor amigo, pero también soy una chica y Noah estaba con solo una
toalla en las caderas. Nada más y nada menos, y qué queréis que os diga, no había tanto
revuelo a su alrededor sin ningún motivo.
—Si quieres me quito la toalla y me haces el repaso del todo. —Noté cómo me
sonrojaba violentamente por la pillada.
—Por Dios, Noah, no seas tan creído. Solo estaba notando que has cogido un poco
más de peso ¿no? Se te ve más…
—¿Musculoso? ¿Grande y fornido? —me interrumpió pavoneándose mientras se dirigía
a su armario. Puse los ojos en blanco.
—Sabía que no era buena idea dejarte el libro.
Tras su insistencia le presté uno mis libros favoritos de novela romántica. Al principio
pensé que me estaba tomando el pelo, pero dijo que tenía curiosidad por descubrir qué
hacía que nos engancharnos Leah y yo tanto a ese tipo de literatura. Una vez que empezó
a leerlo, llegó el cachondeo por las escenas de sexo, y cada vez que tenía ocasión utilizaba
expresiones típicas de la novela.
—No seas tonta —se rio, mientras inspeccionaba su desordenado armario. Si Leah
viera eso le daría un soponcio—. Ha sido un libro muy didáctico, todo lleno de erecciones
y embestidas profundas…
—¡Calla! —le interrumpí mientras ocultaba mi cara y le escuchaba reírse.
—Lo que no sé es cómo vuestros padres no os han quitado esos libros. Es porno
narrado.
—No es porno —me quejé saliendo de mi escondite aunque seguía con las mejillas
sonrojadas.
Noah se giró para mirarme y poner los ojos en blanco.
—No lo niegues. De todas formas sois mucho más listas que nosotros. Vosotras podéis
llevar el porno a donde queráis sin que la gente sospeche. Yo cada vez que lo quiero tengo
que esconderme.
—No es porno.
—Dejémoslo, y me voy a vestir porque como lleguen estos van a pensar muy mal. Tu
en mi cama sonrojada y yo desnudo.
Ahora fui yo la que puse los ojos en blanco.
—Os lo juro, su teta no entraba en mi mano —dijo Edu mientras abría los ojos para dar
más énfasis a su explicación.
Todos nos reímos de él y de sus fantasías sobre su último ligue. Nadie le creía.
—Déjalo, Edu —dijo entre risas Jake—. Estuve en la fiesta y vi a la chica. No tenía las
tetas así. Te puedo conceder lo del culo, porque sí, lo tenía bastante decente. —Dio un
trago a su cerveza.
Estábamos en el sótano rodeados de cajas de pizza, litronas de cervezas y humo.
Noah, Edu y Mike fumaban, este último maría. Así que cuando llegara a casa tenía que
tener cuidado de que mis padres no me olieran, porque aunque no acercaba ni un
cigarrillo a mi boca, mis padres seguramente no me creerían y se nos caería el pelo tanto
a Noah como a mí.
—Bueno y tú, Abril, que no sueltas nunca prenda. ¿Nathan la tiene tan pequeña como
lo parece por el bañador de natación? —preguntó Jake.
Los chicos se rieron, incluido Noah, pero mi mejor amigo fue a mi rescate.
—¿Y qué te importa a ti el tamaño de la polla de Nathan, Jake? —preguntó Noah dando
una calada ladeada a su cigarrillo—. ¿Nos tienes que contar algo sobre tus preferencias?
Mike comenzó a carcajearse a lo loco, tanto que se atragantó con el trozo de pizza de
cuatro quesos que acaba de tomar.
—Ja, ja —contestó Jake a Noah mientras le hacía un corte de manga—. Qué gilipollas
eres a veces.
Sin embargo eso sirvió para que cambiaran de tema, y en silencio le agradecí a Noah
su intervención. Aunque llevaba con Nathan casi seis meses, todavía no me había acostado
con él. No os iba engañar, algún manoseo y momento intenso habíamos pasado, pero
todavía no me había decidido a dar el paso. Sorprendentemente Nathan había sido
comprensivo, algo que provocaba que recordara continuamente lo que ocurrió en
navidades con Darek.
Reconocía ser toda una persona terrible sin sentimientos, pero no me atreví a
contárselo, y ahora estábamos tan bien que….
—Así que vaya un cabronazo, conseguiste follar a Michelle a cuatro patas. —Aquella
explícita frase de Edu me sacó rápidamente de mis cavilaciones, y miré algo perturbada a
mi mejor amigo.
Noah, el sinvergüenza de Noah, me estaba mirando cuando se atrevió a seguir aquella
conversación.
—Qué queréis que os diga, además lo disfrutó de principio a fin, seguramente la
próxima vez… —Me levanté rápidamente haciendo ver que iba a por otra litrona de la
nevera, mientras echaba humo por las orejas.
Notaba la mirada divertida de Noah en mi nuca, y eso hizo que me enfadara más.
Sabía perfectamente que no quería escuchar ningún tipo de dato sobre su vida sexual con
mi otra mejor amiga. Me había criado con estos chicos y sabía que todas sus
conversaciones sobre sexo eran demasiado detalladas y horrorizarían a las pobres chicas.
Daban demasiados detalles íntimos y no quería estar presente si hacía eso con alguien
que me importaba… Tampoco pedía tanto. Cuando los demás se fueran se iba a enterar.
Justo en ese momento mi móvil vibró. Era un mensaje de Nathan. Me preguntaba qué
estaba haciendo, y cuando le contesté que en casa de Noah con los chicos, me respondió
con un seco «Am». Sabía que no le sentaba bien no haber sido invitado, pero Nathan no
era parte del grupo. Era verdad que se llevaba bien con todos, pero nuestro grupo era
Jake, Edu, Mike, Noah y yo. Nadie más. Esperaba que fuera eso y no ningún estúpido
ataque de celos.
Decidí pasar por alto su respuesta y le pregunté qué hacía él. No contestó.
—¡Ay! —se quejó Noah cuando le di en la cabeza una colleja fuerte—. ¿Esto por qué?
Los demás se acaban de ir y estábamos en la cocina recogiendo.
—Por los detalles de Michelle. ¡Te lo he dicho mil veces!
—No seas tan exagerada, además te has ido corriendo.
—No es gracioso, Noah. Además no entiendo cómo puedes dar detalles tan personales
de tu novia a otros chicos. Me moriría si Nathan hiciera lo mismo conmigo. —La sonrisa de
Noah se borró.
—No se le ocurrirá hacer nada parecido. Ya te lo aseguro yo.
—No te entiendo. ¿Y tú si puedes de Michelle?
Noah suspiró y escurrió la bayeta.
—Es distinto. No sé, los tíos hacemos esas cosas, lo sabes. Lo hacemos de las chicas…
—Noah se calló y yo me tensé. No hacía falta que continuara la frase.
—Eres un cerdo —le dije fulminándole con la mirada.
—¿Qué quieres, Abril? Tenemos diecisiete años, no es amor verdadero ni el amor de
mi vida. —Noah me enfrentó cruzándose de brazos—. Para Michelle tampoco.
Enarqué una ceja, aunque mantuve mi boca cerrada. No podía darle información de
Michelle, pero por los cometarios que ella tenía sobre Noah, no parecía un simple lío
pasajero.
—¿Y por qué no es amor verdadero te da derecho a dar detalles de ella? —Mi enfado
era más evidente y la sonrisa ladeada de Noah no ayudaba nada—. ¿Te gustaría que ella
hiciera lo mismo? ¿Que diera detalles tuyos tan personales?
—¿Que me dé buena publicidad? —El tonto sonrió aún más haciendo aparecer sus
hoyuelos—. No me importaría. Además haría un favor a la comunidad de féminas. Dar a
conocer a un buen espécimen dispuesto a hacerles disfrutar. —No aguanté más y le lancé
el trapo húmedo a la cara con el que había secado los vasos.
—Noah, te estoy hablando en serio. Sabía que nada de esto era buena idea.
—¿El qué? —Su sonrisa se había borrado—. Y antes de contestar deja de pegarme y
lanzarme cosas, ¿vale?
—No. No lo dejaré de hacer hasta que dejes de comportarte como… ¡Como Darek e
Ian! —Supe que eso le llegó y el color le desapareció de la cara—. Pensaba que eras distinto
a ellos. Y te encuentro contando intimidades de mi mejor amiga, Noah. Deja el cachondeo
porque está mal. Sabía que era mala idea que te liaras con ella. Y no has parado. Te has
acostado con ella, y eso es algo importante. ¡Era su primera vez, Noah! Y has sido su
primer novio serio, y qué crees que pasará cuando se entere de que has ido contando
eso… —Me mordí el labio porque estaba a punto de ponerme a chillar.
Nos quedamos callados durante varios segundos.
—Pareces enfadada —se atrevió a tantear terreno Noah.
—Lo estoy. —Nunca había estado tan enfadada con él—. Y también estoy
decepcionada.
—Mira, no debería haber dicho nada delante de ti y es verdad que debería bajar la
dosis de información a estos por respeto a Michelle; lo haré, pero no dejaré de hablar de
ello con estos.
Abrí los ojos como platos. Noah se encogió de hombros y volvió a dibujar una medio
sonrisa.
—Michelle seguramente dé información mía, lo único que a ti no te la da porque soy
tu mejor amigo. Eso es así. Conocemos a Michelle, le gusta presumir y parlotear, y no me
importa. Puede que esté mal porque si alguna vez das el paso con Nathan y le pillo
hablado así de ti puede que le parta las piernas, pero es distinto. Espero que tú sin
embargo me cuentes lo picha corta que es. —Irremediablemente hizo que me riera, y
aprovechó para rodearme los hombros acercándome a él.
—¿Por qué os metéis tanto con Nathan? —pregunté refiriéndome tanto a él como a los
chicos.
—Entiéndenos. Está con nuestra chica. Todos tenemos un ojo sobre él.
Suspiré y busqué sus verdosos ojos.
—Sigo enfadada contigo.
—Lo sé.
—Y no voy a cambiar de opinión.
—Tampoco yo. Pero ahora vamos a ver una peli de miedo que he alquilado y te dará
tanto miedo, que no querrás dormir sola y no te quedará más remedio que pedirme que
vaya a tu cama. —Me guiñó un ojo y me solté de él mientras dibujaba una sonrisa y me
dirigía al salón.
Un jadeo involuntario salió de mis labios temblorosos, mientras cerraba los ojos para
disfrutar más de la sensación.
—Sí, nena, déjalo ir —dijo Nathan con voz ronca contra mi oreja derecha para poco
después comenzar a dar besos húmedos por mi cuello.
Estábamos en la parte trasera de su coche, aparcados en el descampado de detrás de
los cines viejos, un lugar apartado y que todo el mundo conocía como picadero. Nathan y
yo habíamos quedado esta noche para ir al cine, y tras la película él sugirió ir al
descampado. A mí no me hacía mucha ilusión porque nunca estábamos solos. Vale que las
otras parejas estaban aparcadas en la otra punta, pero no terminaba de convencerme. Aun
así cedí porque tanto mis padres como los de Nathan estaban en casa y no teníamos otro
sitio al que ir que fuera mejor.
Así que nada más aparcar, Nathan me atacó con besos hambrientos, y ahora me
encontraba con mis vaqueros bajados y con su mano metida dentro de mis bragas con
dibujitos de Snoopy, algo que en un principio me hizo sentir mal. Yo allí jadeando
haciendo cochinadas, mientras los Snoopy estaban ahí, ajenos a todo lo que estaba
pasando. Sin embargo Nathan enseguida encontró ese punto mágico, ese que hacía que
ese movimiento absurdo de su mano derecha frotándose contra mí provocara que se me
olvidaran los Snoopy de mis bragas o cualquier otra cosa.
Nathan subió la intensidad y yo comencé a jadear sonoramente mientras me agarraba
a sus fuertes brazos.
Escuché de lejos el soniquete de su cinturón y supe que él se había desabrochado los
pantalones, así que todavía con los ojos cerrados busqué su erección… y premio, Nathan
movió las caderas en cuanto mi mano le agarró con fuerza para bombearle.
—Vamos, nena, vamos… —escuché a Nathan entre nuestras fuertes respiraciones, y sin
hacerme mucho de rogar, alcancé el orgasmo muy seguido por él.
Durante los siguientes segundos post-orgasmo ambos estábamos callados, y cuando
mis ojos se encontraron con los de Nathan y su sonrisa feliz, supe que era absurdo seguir
alargando el momento. Hacía un mes que le había permitido desnudarnos de cintura para
abajo y a quién quería engañar, disfrutaba de esto tanto como él. Estábamos bien, y él
había sido muy paciente, sin meter presión. Era hora de perder mi virginidad. Una vez que
llegué a esa determinación varias mariposas atravesaron mi estómago, pero no dije nada,
sería más emocionante si le sorprendía.
—¿Qué ocurre? —preguntó Nathan limpiándose.
—Nada —contesté sonriendo justo cuando mi móvil comenzó a sonar.
Ambos nos quedamos helados y en mi cabeza apareció la absurda idea de que eran
mis padres que se había enterado de lo que acabábamos de hacer, pero cuando en mi
pantalla del móvil vi el nombre de Michelle, suspiré aliviada.
—Es Michelle. —Nathan asintió mientras se abrochaba los pantalones—. ¿Sí? —contesté
extrañada de que no fuera un toque.
—Abril, ¿qué haces? —Noté cierto histerismo en su voz.
—Estoy con Nathan. —Ambos nos miramos extrañados, ya que Nathan había oído el
tono de Michelle.
—Siento decir esto, pero… pero necesito que vengas a mi casa. Es importante,
urgente. ¿Nathan podrá acercarte a mi casa? —Miré a mi novio, el cual se encogió de
hombros. No le hacía gracia, pero Michelle no era de emergencias y mucho menos de
interrumpir alguna quedada con él.
—Sí, me puede acercar, pero, ¿qué ocurre? Me estas asustando.
—Yo, yo te lo cuento luego. —Colgó antes de poder descubrir si ese último tono era
por estar llorando.
—¿Habrá cortado con Noah? —tanteó Nathan algo tenso mientras nos sentábamos en
los asientos delanteros del coche y él arrancaba.
—No creo, Noah me lo hubiera dicho. —Noté cómo Nathan se relajaba notablemente y
volvía a sonreír—. Seguramente alguna discusión con sus padres, ya verás.
Ojalá hubiera sido algo así.
Lo primero que me alertó fue que Michelle estaba sola en casa, y lo segundo sus ojos
rojos e hinchados. Se hizo a un lado para que entrara en su casa, y la seguí en silencio
hacia su habitación.
—¿Me vas a decir qué está pasando? —pregunté una vez que entré en su rosado y cursi
dormitorio—. Me estás asustando Michelle.
La rubia me miró y su labio inferior comenzó a temblar mientras las lágrimas
comenzaban a atravesar su rostro. Me acerqué a ella y la abracé fuertemente.
—Tranquila, sea lo que sea se arreglará, ya lo verás.
Fue entonces cuando Michelle se alejó de mí y me tendió algo con sus manos
temblorosas. Algo que había estado llevando encima todo el rato y de lo que yo no me
había percatado. Creo que mi corazón dejó de latir cuando vi que estaba sujetando una
prueba de embarazo. Y esta daba positivo.
Capítulo 9
Creo que mi estado de shock puso más nerviosa a Michelle, la cual comenzó a llorar
aún más fuerte, por lo que me obligué a pestañear y a volver a respirar.
—A ver, Michelle, tranquila. —Mi amiga comenzó a hipar y la obligué a sentarse en su
cama llena de peluches.
Por Dios, toda esta situación era surrealista.
—Vayamos por partes —comencé intentando parecer tranquila y serena cuando
estaba a punto de hiperventilar. ¿Noah y Michelle padres?
—No, no puede ser… —dijo entre lloros la rubia.
—¿Habéis usado protección? ¿De cuánto retraso estamos hablando? —Era directa, lo
sé, pero la situación lo requería.
—Claro que hemos usado protección. No soy estúpida. Y nunca se nos ha roto el
condón, nunca. —Michelle comenzó a retorcer las manos—. Dos semanas.
—¿Dos semanas qué?
—Dos semanas de retraso. —Michelle me miró como si fuera tonta. Estaba sensible, así
que se lo pasé por alto.
—Vale, ¿y cuántos test has hecho?
—Solo este. Pero tengo todos los síntomas. Los olores me molestan, tengo náuseas…,
por eso me hice la prueba.
—Eso te lo puedes sugestionar tú sola —comencé levantándome con cierta esperanza
—. Un único test no es algo que podamos tomar en serio. Debes hacerte otro.
Tras una clandestina visita a la farmacia, nos hicimos con otro test de embarazo y
esperé en la puerta del baño mientras Michelle hacía pis sobre la prueba.
Tras unos minutos salió y ambas esperamos juntas.
—Ya ha pasado el tiempo —dije consultando el reloj de mi muñeca.
—Míralo tú. Yo no puedo.
Así que me levanté y fui a pos el test que esperaba sobre el mueble del baño de mi
amiga. Cerré los ojos cuando vi el símbolo de positivo. Cuando salí del baño y Michelle vio
mi cara, comenzó a llorar. Todo se estaba yendo a la mierda.
—Deberías llamar a Noah, decirle que venga —dije cuando la llantina bajó de nivel.
—No, no, no. —Michelle se levantó y comenzó a dar vueltas a su habitación.
—Sé que todo esto es… —comencé, pero me callé sin saber muy bien cómo definir
toda la situación—, pero Noah tiene que estar aquí. Ambos tenéis que decidir qué hacer y…
—No tengo nada que decidir —me interrumpió Michelle rozando el histerismo—. Oh
Dios, no puedo estar embarazada. No, no, no —volvió a derrumbarse sentándose en la
cama.
Me senté a su lado y dejó que la abrazara.
—Hay muchas opciones, Michelle —decidí hablar—. Sabes que puedes no tenerlo. Estás
en tu derecho…
—Mis padres me van a matar. —Se alejo de mí y se llevó las manos a la cabeza.
Estuvimos de nuevo en silencio hasta que decidió que era el momento de llamar a
Noah. Me pareció bien. Él debía estar aquí con ella, era también su gran problema.
Cuando Noah llegó, se sorprendió al verme, sobre todo cuando vio la expresión en la
cara de Michelle. Con un breve: «estoy fuera, en el jardín», salí de escena.
—Te lo digo en serio, no puede estar embarazada —volvió a jurar Noah—. Es imposible.
Tengo mucho cuidado, y nunca se ha roto ningún puto condón.
Estábamos en la cabaña, los dos solos y por qué no, asustados. Por lo menos yo lo
estaba.
—Para de decir eso, Noah. La cuestión es que lo está. ¿Qué vais a hacer? —terminé por
decirle.
—No lo sé… —Se pasó las manos por su oscuro pelo, y no pude evitar pensar que a lo
mejor el bebé heredaba su pelo ondulado y negro—. Bueno, sí. Le he dicho que tenemos
que ir al médico antes de hablar con nuestros padres. Tenemos que saber de cuanto está
y todas las opciones que tenemos.
—Tiene sentido.
—Esto es una puta locura. —Noah golpeó la mesa de la cabaña y yo le miré ceñuda.
—Esto es una consecuencia. Si tienes sexo…
—Déjalo Abril. No es el momento del sermón. Bastante tengo ya. —Se levantó
bruscamente.
—¿A dónde vas? —le pregunté.
—Fuera de aquí. Lejos de ti. —Me sentí dolida cuando dijo eso.
—¿Perdona? —Sus cristalinos ojos se toparon con los míos. Suspiró pesadamente y
volvió a revolverse el pelo.
—Toda esta situación me está superando, y tú no me estás ayudando. Parece que
estás enfadada y a la mínima que puedes me echas alguna pulla.
—No estoy enfadada. Estoy...
—Decepcionada, ya lo sé —me interrumpió.
—No. Estoy asustada, Noah. Sé que esto no me ha pasado a mí, pero como si lo fuera.
Sois mis mejores amigos y estoy viendo cómo un simple error o descuido puede
destrozaros la vida para siempre. Porque sabes que los padres de Michelle son muy
religiosos y no van a dejar que Michelle aborte así por las buenas. Sé que estáis evitando
el tema, pero es algo que tenéis que pensar. No sé cómo ayudaros y eso me asusta.
Ambos nos miramos en silencio, y Noah volvió a maldecir.
—Nada de esto tendría que estar pasando —finalmente dijo.
—Pues está sucediendo, y que los dos lo neguéis no va a servir de nada. —Debería
callarme, pero no podía.
Noah se volvió a sentar llevándose las manos a la cabeza.
—No la van a dejar abortar. —Finalmente rompió el silencio Noah—. Sus padres no la
van a dejar abortar.
—Pero es ella la que está embarazada. Ella tendrá que decidir. —Mi amigo se rio y yo le
miré ceñuda.
—Algo me dice que ella no querrá enfrentarse a ellos. De hecho, cada vez que sacaba
el tema lo evadía. —Comencé a tener una extraña sensación en mi estómago.
—¿Qué vas a hacer si no aborta? —Algo me decía que su respuesta no me iba a gustar.
—Lo correcto. —Mi cara debía de ser un poema, porque Noah dejó de mirarme—.
Tendremos que casarnos, buscaré un trabajo…
—Esto es más absurdo aún que lo del embarazo. Sois menores de edad, ni siquiera sé
si es legal que os caséis. ¿Y cómo vas a ponerte a trabajar? ¿No irías a la Universidad?
—Abril, estamos hablando de que tendría que cuidar del bebé y de Michelle.
Miré a Noah intentando controlar mi respiración y decidí cerrar la boca. Notaba la
propia agitación de Noah y supe que si quería mantener nuestra amistad intacta era mejor
que me guardara mis opiniones hasta que las aguas estuvieran más tranquilas. Pero
definitivamente todo se estaba yendo a la mierda.
Noah y Michelle tenían la cita del médico al día siguiente. Desde la semana anterior
mi vida se había sucedido como en una nube. Nada parecía real. Había quedado varias
veces con Michelle, pero cada vez que la pillaba mirándose fijamente el estómago, me
venía a la mente la imagen de Noah y ella casados, con un bebé llorando… Intentaba alejar
de mi mente todo aquello.
Una vez que medité en mi cuarto, me di cuenta de que Michelle tenía tanto el
derecho de abortar como de tenerlo, y aunque a mí me pareciera una locura, era asunto
de ella y Noah. Así que seguí guardándome mis opiniones e intenté por todos los medios
ser un buen apoyo para ambos.
Seguía divagando cuando me llegó un mensaje de texto.
Era de Michelle, así que extrañada, me calcé y salí por la puerta principal.
Efectivamente justo en la calle de enfrente vi a Michelle, apoyada en un árbol. No podía
ver su expresión, por lo que fui cautelosa.
—¿Dime? ¿Ha pasado algo? —dije intentando sonar tranquila.
—No te lo puedes ni imaginar —contestó Michelle mostrando una breve sonrisa.
—¿Qué? ¡Dime!
—Me ha bajado.
—¿Qué te ha bajado? —pregunté sin entenderla.
—La regla.
Creo que incluso chillé, pero bajé el entusiasmo por la mueca de la rubia. Tenía
dibujada una sonrisa tristona mientras me relataba que había sido justo por la mañana.
Mientras hablaba reparé en lo cansada que parecía. Pálida y ojerosa parecía que el susto le
había pasado factura, algo más que comprensible. Tras varios minutos, Michelle se
despidió para llamar a Noah y darle la gran noticia. Miré sonriente cómo mi amiga se
acercaba a la casa del moreno. Finalmente todo había sido una falsa alarma. Michelle no
estaba embarazada, todo volvía a la normalidad.
Era increíble lo que un descuido podía cambiar todo, nuestras vidas podrían haber
cambiado radicalmente si de verdad Michelle hubiera estado embarazada. Sonreí
mientras volvía a entrar en casa.
Las semanas siguieron pasando y nos encontramos con los exámenes finales a la
vuelta de la esquina. Leah cada día estaba más irascible y parecía una ermitaña que solo
bajaba a la cocina para comer lo necesario para no desfallecer.
Se aproximaba el último fin de semana del mes de abril y mis padres iban a ir a visitar
a Ian a la universidad, por lo que ambas íbamos a estar solas con Otto, y supe que ese fin
de semana sería el escogido para acostarme finalmente con Nathan.
El jueves por la tarde decidí por tanto hacer compras importantes: cuchillas para
depilar, crema hidratante con olor a frambuesas, y un conjunto sexy de ropa interior. Iba a
pedir ayuda a Michelle, pero desde el episodio del susto del posible embarazo no salía casi
de su casa, y Leah estaba descartada por el tema de los exámenes, así no me quedaba más
remedio que ir sola.
Justo salí de casa cuando escuché cómo Noah me llamaba.
—¿A dónde vas? —Se me acercó con su andar perezoso.
—Al centro comercial —contesté vagamente sin dejar de andar. El autobús que me
dejaba en el centro iba a pasar en cinco minutos.
—Oh, genial. Te acompaño, no tengo nada que hacer. —Frené en seco.
—No creo que sea buena idea… —comencé a decir, sin embargo se me encendió la
bombilla—. Tú eres chico. —Noah llegó a mi lado y me miró extrañado.
—Lo soy, gracias por la apreciación. —Negué con la cabeza comenzando a sonreír.
—No, idiota. Eres chico, como Nathan y es genial.
—Sigo confundido. —Mi mejor amigo me miró como si estuviera ida—. ¿Qué…?
—Pienso acostarme con Nathan este fin de semana ya que no están mis padres, y
necesito que me aconsejes sobre qué conjunto de ropa interior comprar. Y eres chico,
sabes qué les gusta a los chicos.
—¿Te vas a acostar con Nathan? —La confusión de la cara de Noah desapareció por
otra expresión que no supe identificar, pero no tenía tiempo que perder. Y era una
buenísima idea.
—Vamos, ¿me ayudarás, verdad? —Le sonreí lo más encantadoramente posible que
sabía.
—¿No te pueden ayudar Leah o Michelle? —comenzó a rascarse la cabeza—. No sé
mucho sobre sujetadores y…
—No necesito eso, necesito que me digas en qué conjunto te gustaría ver a Michelle. —
Noah asintió haciendo una mueca rara.
—¿Qué ocurre?
—Nada, está bien. Intentaré ayudarte.
—No creo que sea buena idea, eso es todo. —Noah descartó el tanga de encaje negro
que tenía en la mano.
—¿Por? —pregunté mordiéndome el labio.
—No sé, lo veo demasiado… A parte. Se acercó a la etiqueta que marcaba el precio que
curiosamente era casi del mismo tamaño que el tanga en cuestión—. ¿Te vas a gastar esa
pasta en algo tan minúsculo?
—Obviamente va a ser caro. Quiero estar impresionante.
—Entiendo. ¿Qué te parecen estás? —Me enseñó un conjunto rosa con el dibujo de
una oveja.
—Noah, creo que no estás captando mi idea. Eso, o creo que debería comenzar a
preocuparme. ¿Te ponen los dibujos animados? No dejas de ofrecerme bragas y
sujetadores con ellos. —Miré de reojo a Noah, que refunfuñó.
Finalmente me decidí por un conjunto negro de encaje. El sujetador tenía relleno,
algo que necesitaba, y tras descartar el tanga escogí el culotte a juego.
—Entonces Rogers va a ir esta noche a tu casa —dijo Noah mirando aburrido su móvil
mientras el autobús se acercaba a nuestra parada.
—Sí. Leah va a quedar con Toby para cenar y despejarse de tanto estudio, así que le he
dicho que venga a cenar.
—Ajá… —dejó caer Noah—. Así que finalmente estás preparada…
—Dios, Noah, ¿qué pasa? —dije mirándole ceñuda—. ¿Te parece mal?
Mis ojos se toparon con los de Noah y este suspiró apartando la mirada.
—No. Solo espero que Nathan se comporte. Como se sobrepase…
—Esa es la idea, Noah —le interrumpí riéndome. Mi amigo puso los ojos en blanco.
—En fin, así que ya vas a dar el paso. Quién lo diría.
—Obviamente tenía que llegar. Aunque he sido la última ahora que me doy cuenta.
—Si alguien me hubiera dicho que lo ibas a hacer con Nathan, creo que hubiera
pensado que estaba en una broma de cámara oculta. —Sonreí.
—Lo sé. El mundo está loco. Yo y Nathan… —añadí.
—Como siempre el burro delante —dejó caer Noa riéndose.
—Idiota. Por cierto, ¿qué tal con Michelle?
El moreno se encogió de hombros. Desde el susto Michelle se había volcado
totalmente con sus estudios. Seguramente tras el susto y ver todo lo que podría haber
perdido, había decidido sacar las mejores notas para su futura carrera. Sin embargo, sabía
que eso estaba comenzando a afectar a su relación con mi amigo.
—Todo sigue igual. No sé. —Noah volvió a juguetear con su móvil—. Nada nuevo.
Notando que Noah estaba poco hablador, decidí seguir el resto del viaje en silencio.
Capítulo 10
—¿Así qué estás sola en casa? —preguntó Nathan una vez que terminamos las pizzas
que habíamos pedido.
—Sí. Leah volverá sobre la una seguramente. Como mis padres se han ido a ver a Ian…
—Entiendo —dijo Nathan comenzando a besarme mientras tiraba la caja de las pizza.
—¿Quieres ir a mi cuarto? —Esa pregunta hizo que Nathan me mirara con una gran
interrogación
—Claro —contestó sonando un poco asombrado.
Le guié hacia mi habitación con más nervios de los que podría haberme imaginado.
Cuando cerré la puerta detrás de mí, Nathan comenzó a preguntar qué película podíamos
ver, pero yo me lancé a sus brazos, besándole apasionadamente.
—Mmm… ¿Abril? —preguntó cuando nuestros labios se separaron.
Estábamos tumbados en mi cama y ya nos habíamos quitado las camisetas. Me mordí
el labio sin dejar de sonreír mientras comenzaba a desabrochar sus pantalones. Solo
esperaba que no me hiciera decir la maldita frase. Era más que evidente lo que quería.
Había apreciado ya mi conjunto nuevo y carísimo de ropa interior, por Dios, eso era una
clara señal.
—Abril… —volvió a insistir cuando le quité los pantalones
—Dime, Nathan. —Intenté sonar feliz y no irritada.
—¿Quieres lo que creo que quieres?
—Sí. —Nathan se incorporó apoyando la espalda en el cabecero de mi cama.
—¿Estás segura? —Puse lo ojos en blanco.
—Sí, quiero tener sexo contigo hoy. Ahora, para ser más precisos. Al final va a llegar mi
hermana y no tendremos ocasión.
—Está bien. —Una lenta sonrisa se dibujó en su rostro y cuando acercó mi cuerpo al
suyo, me uní a su sonrisa.
Algo que siempre te imaginas es que tu primera vez será espectacular, increíble, de
ensueño o como mínimo, como parece ser en las películas. Sin embargo tanto mi
experiencia como la de la mayoría de mis amigas, me demostró que era en realidad todo
lo contrario. En mi caso, tanto Nathan como yo éramos vírgenes, por lo que salvo los
primeros pasos de magreo en los que éramos expertos después de todo ese tiempo, en lo
demás estábamos demasiado verdes. Recuerdo que fue… frío. Todo muy mecánico. Una
vez que Nathan se puso el condón se posicionó encima de mí y tras unos besos más,
tocaba la penetración. Decidimos empezar despacio, pero una vez que comenzó ese
intenso dolor, pensé que lo mejor era que lo hiciera rápido, como el quitar una tirita de un
solo tirón para ahorrarse el dolor. No sé qué fue peor. Amigo, ¿cómo podía haber tanto
revuelo por esto? Sabía por información de Leah y Michelle que las siguientes veces sería
mejor, pero lo único que podía pensar mientras Nathan empujaba lo más delicadamente
posible que podía dentro de mí, era que todo esto acabara. De una vez.
Sin embargo, y como ya me habían avisado, las siguientes veces fueron mucho más
interesantes, tanto que más de una vez hice que Nathan viniera en plena noche para
reunirnos en la cabaña. Era emocionante y divertido, y además, me sentía guay cuando
ponía el calcetín en la puerta de la cabaña.
Abril dio paso a mayo y con ellos los temibles exámenes finales y nuestra escasa vida
social. Ahora lo único que importaba era sacar las mejores notas y para gente como Leah
y Noah era pan comido. A mí, qué queréis que os diga, me costaba muchísimo más. Aun
así ponía todo mi empeño, y no dejaba de estar horas y horas en mi cuarto estudiando. O
intentándolo. Todos los demás estaban igual, así que aunque no quisiera no tenía otra, por
eso me extrañó cuando mi madre me avisó de que Michelle estaba en casa.
Bajé hasta el porche de la entrada, donde la encontré sentada con la mirada perdida.
—Hola, ¿qué haces aquí? —Deduje que había ido a ver a Noah y como habíamos estado
un poco distanciadas, parecía que había decidido pasar un rato conmigo.
—Acabo de romper con Noah.
—Vaya. —Fue lo únicamente capaz de decir—. ¿Vamos a la cabaña?
—Realmente no hace falta. —Michelle me miró y suspiró—. Mira, después de todo el
tema del no-embarazo me di cuenta de que en realidad no quería a Noah.
—Está bien, lo entiendo y no tienes que darme ninguna explicación, Michelle. Son
asuntos vuestros —dije comenzando a sentirme nerviosa sin saber muy bien por qué.
Michelle había estado distante y había pensado que era por el tema de los exámenes,
sin embargo algo me decía que había mucho más.
—Necesito que escuches, Abril, así que por favor… —Michelle me miró seria y yo
tragué saliva pesadamente—. Como te estaba diciendo, me di cuenta de que no quería a
Noah, aunque en realidad sí que le he querido. Mucho. Pero me di cuenta de que tenía que
dejar de engañarme, y el tema de embarazo me hizo ver que me merecía mucho más. Para
Noah tan solo soy algo pasajero, algo para pasárselo bien y realmente me merezco mucho
más. Yo quería que me mirase… como te mira a ti. —Eso me hizo abrir los ojos como
platos.
—Para un momento, Michelle. Creo que estás sacando las cosas de quicio.
—No estoy sacando nada de ningún sitio. Tengo que reconocer que los celos hicieron
que en un primer momento me auto-convenciera de que me lo estaba inventando. Pero
en el fondo lo sabía, por eso te apoyé en que no le dijeras nada a Nathan sobre Darek. Si él
se hubiera enterado, seguramente hubierais cortado y Noah hubiera actuado… —Michelle
se mordió el labio y me miró con lágrimas en los ojos.
—Michelle no hay nada entre Noah y yo —comencé de nuevo.
—Ya lo sé. Pero eso no quita que él sienta algo por ti. —La observé incrédula—. ¿Sabes,
el día que vimos la pelí porno, a quién no dejaba de mirar Noah? —Mi amiga se cruzó de
brazos mientras su mirada mostraba… ¿enfado? ¿Rabia?
—Todo esto es una locura, Michelle. Te lo habrás imaginado, entiendo que la gente no
entienda que entre nosotros solo hay amistad, pero…
—No sirve de nada que lo niegues. Incluso puede que ahora estés ciega para verlo,
pero yo sí lo he visto.
—Estupendo. —Ahora fui yo la que comenzó a enfadarse—. ¿Y qué me quieres decir
con todo esto? ¿Que es mi culpa que tengas que dejarle? Te digo que estás actuando de
manera absurda. Vale que no le quieras ya, pero no me metas en esto. Sabía que toda esta
historia iba a ser un error, y finalmente tenía razón. Sin beberlo ni quererlo me has metido
de lleno en tu ruptura sin tener nada que ver con ello. Es increíble. ¿Quieres decirme algo
más, Michelle?
—Yo lo siento, Abril, de verdad que has sido una buena amiga…
—¿He sido? —Mi enfado se esfumó dando paso a la incertidumbre.
—No creo que pueda ser más amiga tuya.
Me quedé sin habla, por no decir helada, y en el fondo fue mejor, ya que hubiera sido
penoso haberla llamado mientras se alejaba de mi casa y de mi vida.
—Todavía sigo sin poder creerme lo de Michelle —dijo Leah mientras daba un
mordisco a su cucurucho.
Ambas estábamos en la cabaña, tomando un helado mientras esperaba la llegada de
Nathan. Habían terminado ya las clases y desde que los exámenes finales habían
finalizado, Leah había vuelto un poco a la normalidad, aunque suponía que no duraría
mucho, ya que todavía le faltaba saber si había sido aceptada en la universidad que ella
había solicitado y eso sería en mitad de las vacaciones de verano.
—Lo sé —contesté terminando mi helado.
—Noah deduzco que sabe de lo que le acusó Michelle… —tanteó terreno mi hermana.
—¡Por supuesto! ¿Cómo no iba a contárselo? —Leah suspiró.
—¿Y qué dijo?
—Obviamente no le sentó bien. Estamos un poco cansados de que nuestras parejas
siempre estén celosas y en tensión por nuestra amistad. —Comprobé la hora del móvil.
Supuestamente Nathan iba a llegar en diez minutos—. Estoy un poco asustada.
Leah me miró de reojo.
—¿Asustada? —me preguntó.
—Por el tema de Michelle… ella, ya sabes… Sabe muchas cosas de mí.
—Oh, tienes miedo de que cuente lo de Darek —simplificó Leah.
—Gracias por el poco tacto —contesté mirando por la ventana de la cabaña.
Ian había vuelto ya de la universidad a casa, y no quería que escuchara nada de esta
conversación, obviamente.
—Pero es eso, ¿no? Lo que tendrías que hacer es contárselo de una vez, porque sí,
efectivamente Michelle se lo terminará de contar un día que os vea a Noah y a ti felices y
contentos. Se volverá a enfadar y como venganza…
—Bueno, en realidad solo nos queda una semana aquí. Luego nos vamos al Lago.
—Oh, claro, se me olvidaba —se rio Leah—. Cuando estamos en el Lago el tiempo deja
de avanzar… Abril deja de ser estúpida. Que tu estés allí no significa que la vida se detenga
aquí. Seguramente a Michelle le de otro ataque de celos cuando piense que Noah y tú
estáis pasando las vacaciones juntos.
—Dios… —gruñí—. Odio a la gente y su mente corta…
—¿Verdad? —Leah me dedicó una sonrisilla que no supe descifrar.
—Por cierto, ¿qué vas a hacer ahora? —pregunté cuando ambas escuchamos cómo
llegaba el coche de Nathan.
—¿Yo? He quedado con Toby… —Iba a sonreír cuando Leah continuó—: Voy a cortar
con él.
—¿Qué? —pregunté horrorizada—. ¿Por qué? ¿Ha hecho algo?
Leah se encogió de hombros.
—No, pero hay que ser realistas. Vamos a ir a universidades diferentes, separados por
varias horas y…
—Pero si todavía no sabéis en qué universidades os han aceptado o no. —La
interrumpí algo horrorizada por su frialdad. Por Dios, Toby y ella llevaban siglos. El pobre
y dulce Toby…
—Nuestros caminos se van a separar sí o sí. Nuestras solicitudes han sido distintas.
La observé en silencio.
—Leah, ¿no deberías estar no sé, llámame loca, un poco destrozada? ¡Vas a cortar con
tu novio! ¡Os queréis!
Leah se levantó del suelo en cuanto vio cómo Nathan se iba acercando a la cabaña.
—Tranquila, Abril, preocúpate por tu situación. La mía la tengo totalmente controlada.
Sin añadir nada más, Leah salió de la cabaña dejándome patidifusa cuando Nathan,
tras saludarla, entró sonriente.
—Ya de vacaciones, ¡no me lo puedo creer! —dijo besándome.
—Sí. —Sonreí un poco tensa.
—¿Ocurre algo? —preguntó Nathan mientras se sentaba.
—No, nada. —No me apetecía hablar en ese momento de lo que me acaba de desvelar
Leah.
—Tengo que contarte varias cosas. A cada cual mejor —continuó Nathan obligándome
a sentarme en su regazo.
—Soy toda orejas.
—Lo primero, Sara me acaba de escribir para decirme que va a hacer una fiesta en la
piscina de su casa mañana por la noche, en plan despedida antes de que la mayoría nos
vayamos de vacaciones. —Intenté sonreír lo más falsamente creíble que podía. Para mi
desgracia Nathan se llevaba muy bien con la perra de Sara.
Desconecté un poco mientras Nathan me contaba su conversación con Sara, y mi
mente voló hacia la figura de Michelle, que volvía a ser muy amiga de Sara y compañía.
—Y bueno, la siguiente buena noticia… —Eso me sacó de mis cavilaciones—. Es que
conseguido convencer a mi hermano mayor para veranear en el LAGO.
—¡¿En serio?! —pregunté algo en shock.
Nathan se lo tomó como un shock bueno y me abrazó sonriente.
—Sí, mi hermana me dijo que pasaba, pero Leo ha accedido. Vamos con varios amigos
suyos así que este verano vamos a estar juntos. —Me obligué a sonreír y a besarle.
—Es genial…
Pero por dentro no me lo parecía tanto. No sé, el Lago era para desconectar de todo,
incluida la gente de aquí. Podía ser yo misma sin problemas, y si Nathan venía todo eso
cambiaría, sobre todo por el tema de Noah. No podría estar y actuar con normalidad con
mi amigo porque Nathan estaba totalmente obsesionado con Noah.
—¿Qué ocurre? ¿No te parece bien? —Nathan me miró ceñudo.
—Sí, claro que me parece bien —contesté intentando sonreír de nuevo.
—Pues parece que no tanto.
Suspiré.
—¿Por qué lo has hecho? —finalmente le pregunté levantándome de su regazo.
—No entiendo la pregunta. —Nathan me imitó y se levantó—. Quiero pasar las
vacaciones de verano con mi novia.
—Ya… curiosamente te entró esa necesidad apremiante cuando descubriste que
veraneaba con Noah. —Me crucé de brazos.
—¿Por qué te pones así?
—Porque estoy hasta las narices del tema ya. Primero Michelle y luego, bueno, que
digo que luego tú. Tú has estado así desde que empezamos. Es agobiante, Nathan.
—¿O sea qué no quieres que vaya contigo a pasar las vacaciones? —su rostro cambió,
mostrándose más ceñudo.
—Si te soy sincera, no. Si desde un principio hubieras dejado de comportarte como un
simio respecto a mi amistad con Noah, estaría encantada de que vinieras al Lago. Pero
como no es así, la verdad es que no me apetece nada. Lo único que vas a hacer es
enfadarte cada dos por tres.
—Estás sacando las cosas de quicio. No soy así —ladró Nathan.
—Claro que lo eres.
—Mira, qué quieres que te diga, Abril, si no te comportaras como lo haces con Noah,
todo sería muy distinto.
—¡Ah, vaya! ¿Que es que soy yo la que se comporta mal? —me reí falsamente.
—No quiero discutir, de verdad —comenzó a acercarse rodeando mi cintura—.
Podemos relajarnos… —dejó caer volviendo a dibujar una sonrisa. Aparté sus manos de mí.
—No creo que sea la mejor idea —dije entendiendo perfectamente su insinuación.
—Nunca parece ser ya. —Ahora fui yo la que me tocó mirarle ceñuda—. Desde que
Noah y Michelle terminaron, ya nunca te apetece… —Abrí los ojos como platos ante la
insinuación.
—Vete —terminé por decir. La sorpresa apareció en su rostro.
—¿Me estás echando?
—Sí. ¿O pensabas que iba a dejar que vengas a mi casa a insinuar lo que creo que ibas
a insinuar?
—Estupendo. —Sin añadir nada más, Nathan salió de la cabaña dando un portazo.
Esperé varios segundos, segura de que vendría de nuevo, pero al escuchar cómo
arrancaba el coche, salí de la cabaña en su busca. En el fondo no quería que se fuera, de
hecho no quería discutir con él. Estaba demasiado nerviosa con el tema de Michelle, con
la bomba que acaba de soltarme Leah…
Cuando vi cómo el coche de Nathan giraba en la carretera para salir de mi calle,
comencé a buscar el móvil para llamarlo.
—Anda, estate quieta. —Alguien me detuvo sujetándome por el brazo. Levanté la
mirada para encontrarme con unos intensos ojos verdes—. He escuchado todo y es un
verdadero gilipollas. —Me mordí el labio.
—Pero se ha ido…
—Volverá, no creo que hayas dicho ninguna mentira. —Noah me pasó un brazo por los
hombros, y me dirigió de vuelta a la cabaña.
—Debería por lo menos escribirle…
—No lo hagas. No te arrastres por él.
—Pero mañana será la fiesta y no quiero que estemos enfadados, ir separados, que
Sara y las demás vean que hemos discutido… —Me mordí el labio nerviosa.
—Mira, eso no va a pasar. Nathan no es tonto y no va a arriesgarse a ir a una fiesta sin
tenerte vigilada. Es un celoso enfermizo —sentenció Noah encendiéndose un cigarrillo—.
De verdad que no sé qué ves en él.
—No digas eso. Hasta hace poco te caía bien.
—Sí, hasta que me enteré que no le hacía ninguna gracia que seamos tan amigos. —
Noah sacudió la cabeza—. Venga, no te pongas así, ya verás como mañana volvéis a estar
totalmente empalagosos.
Sonreí hacía él y decidí relajarme y hacer caso a Noah.
—Realmente creo que no quiero entrar —dije una vez que nos bajamos del coche de
Ian mientras oíamos los gritos de la gente en la piscina.
—Pues Ian no vuelve hasta dentro de cuatro horas, así que tú sabrás —dijo Leah
comenzando a andar.
Noah me sonrió dulcemente y la imitó, y no tuve más remedio que seguirles. Como
Leah había cortado definitivamente con Toby, Ian se ofreció a llevarnos a la fiesta de Sara.
Podríamos haber ido en el coche de Nathan, pero seguíamos sin hablarnos. Mi primera
opción había sido quedarme encerrada en mi casa, pero Leah, con la ayuda de Noah, me
sacaron a rastras.
—Deja de dramatizar tanto por una situación tan absurda. En cuanto te vea Nathan,
volveréis a la normalidad.
Según ella, los short vaqueros que llevaba me quedaban genial, y junto a mi pelo
suelto y una sencilla camiseta de tirantes, tenía un look muy veraniego. Obviamente
decidí hacerle caso porque ella era la entendida en esos temas, así que me dejé arrastrar
sin quejarme, pero ahora que estábamos delante de la casa de Sara, los nervios me
jugaban una mala pasada. Algo me decía que todo se iba a ir al garete.
Una vez que entramos en la casa, supimos que los padres de Sara no debían de estar,
ya que todas las habitaciones estaban invadidas por compañeros de clase. Leah se fue a
saludar a algunos amigos, y Noah y yo fuimos a buscar a estos, y de paso localizar a
Nathan. Encontramos a Jake, Edu y Mike en la piscina con otros compañeros y les
saludamos sobre la fuerte música. La mayoría de las personas estaban en bañador y en la
piscina, incluso a pesar de llevar un vaso con bebida.
Había dado por perdido encontrar a Nathan, cuando le vi entrar acompañado de
Jacob y varios amigos, entre ellos Sara y compañía. En un primer momento Nathan no me
vio, pero cuando se dirigieron a la piscina, sus castaños ojos se toparon con los míos. Fui a
sonreírle cuando me apartó la mirada.
Por un momento me quedé en shock, pero luego actué como si nada, pensando que
Nathan estaba actuando orgullosamente.
—¿Qué coño…? —escuché a Edu al rato.
Me volví rápidamente a la par que Noah me sujetaba del brazo. Entendí por qué.
Nathan se había metido en la piscina, en la zona que no cubría, y se había sentado con los
demás. El problema era que Sara estaba sentada en su regazo, prácticamente a horcajadas
sobre él.
—¿Habéis cortado, Abril? —preguntó Jake con la misma cara de cabreo que los demás.
—No… —fui capaz de decir.
—Bien, quieto todo el mundo —dijo Noah—. Si quieren espectáculo se lo vamos a dar.
Dejad de mirarlos y actuad con normalidad —siguió dando indicaciones Noah mientras su
mirada buscaba la mía.
Esperó hasta que todos nos recobramos, entendiendo que lo que pretendía era dar la
sensación de que no me importaba lo más mínimo que Nathan se estuviera dando el lote
con Sara delante de mis narices, y cogiéndome de la mano, me arrastró a la mesa más
cercana simulando ir a por bebidas.
—¿Qué mierda está haciendo? —pregunté con un hilo histérico de voz.
Noah sonrió como si nada, y me pasó un vaso cargado de lo que parecía sangría.
—Es un gilipollas inseguro. Y me encantaría ir ahora mismo a partirle la puta cara,
pero creo que podemos hacer algo que le haga realmente daño.
—¿Daño? ¿A qué te refieres?
—¿Confías en mí, verdad? —me preguntó dando un nuevo trago a su vaso. Puse los
ojos en blanco.
—Por Dios, sabes perfectamente que sí.
—Bien, sabes que lo que está intentando es humillarte, ¿verdad?
—Creo que no lo está intentando. Lo está haciendo perfectamente —contesté
forzando una sonrisa falsa mirando disimuladamente por encima de mi hombro. Sara
estaba comenzando a darle besos por el cuello mientras él acariciaba su estómago libre
de ropa por el minúsculo biquini de ella.
—No les mires —dijo Noah pasándose una mano por el pelo alborotándoselo—. Y ahora
dime, Abril. Podemos devolvérsela a Nathan doblada, ¿te apuntas? —Una mirada picaresca
apreció en sus brillantes ojos verdes.
—Por supuesto. —La sonrisa de Noah se hizo más amplia y poco a poco se acercó a mí
—. Noah. ¿Qué pretendes…? —comencé a preguntarle. Él tan solo se acercó más a mí y
antes de que pudiera reaccionar, su boca encontró la mía.
Y oh, Dios mío. En el mismo instante que su boca me encontró, supe lo que se le
había ocurrido como venganza hacia Nathan, pero esos pensamientos duraron poco en mi
mente. Se me había olvidado lo bien que besaba Noah. Hacía que todo mi cuerpo se
estremeciera entero y oh, amigos, eso no era muy bueno. Si continuaba besándome así, le
dejaría hacer lo que quisiera. Sin embargo antes de que la locura siguiera creciendo en mí,
Noah se separó.
—Bueno —dijo con un tono de voz extraño—. Creo que ya hemos capado su atención.
Ahora vamos a reunirnos con estos y sigue actuando con normalidad. ¿Te sigue
pareciendo bien?
—Sí. —dije recuperando el aliento dando un trago a mi vaso.
—Pero ahora vamos a estar justo delante de ellos. ¿Seguro que vas a poder lidiar con
todo eso? —Noah se aseguró antes de comenzar a acercarse a nuestro grupo.
—Uhh, sí. —Levanté la cabeza dedicándole una sonrisa.
—Estupendo. —Noah me rodeó con uno de sus brazos y comenzamos a dirigirnos
hacia Edu, Mike y Jake, que parecían estar absortos en una interesantísima conversación.
Cuando nos situamos a su lado, siguieron haciendo como si nada, haciéndome pensar
que no habían visto lo que acaba de ocurrir entre Noah y yo.
—¿Estás seguro de esto? —preguntó entonces Jake a Noah mientras daba un trago a su
cerveza.
—Es un hijo de puta y se lo merece —dijo Mike confirmándome que los tres habían
visto lo que había ocurrido—. Me parece una buena idea. Que le jodan.
—Eso sí, cabreadle un poco más —añadió Edu—. Veamos si así podemos partir unas
cuantas caras.
Noah me rodeó con ambos brazos haciendo que mi cuerpo se apoyara sobre su
pecho.
—¿Llevas el bikini, Abril? —La forma en la que Noah me hizo esa pregunta justo al lado
de mi oreja derecha, hizo que todos los pelos se me pusieran de punta.
—Sí —conseguí contestar.
—Si quieres cabrear del todo a Nathan, voy a tener que hacer algo más que besarte…
¿te parece bien? —continuó preguntándome Noah.
—Lo que sea.
—No me pegues luego, ¿entendido? —Me reí ante la ocurrencia.
—No prometo nada. —Noah me dio entonces un juguetón mordisco en el cuello.
—¿No te asustarás tampoco, verdad? —Puse los ojos en blanco.
—Por Dios, Noah, deja de ser tan flipado.
Los demás volvieron a estar metidos de lleno en una conversación, como si vernos a
Noah y a mí en esta guisa fuera de lo más normal. De verdad, esperaba que después de
esta noche nos dieran a todos el Óscar a mejor actuación. Ya me veía dando mi
agradecimiento a la academia.
Noah comenzó a acariciar mi estómago por dentro de la camiseta justo cuando se
incorporaba a la conversación de estos. Yo intenté hacer lo mismo, pero sin poder evitarlo
mis ojos se dirigieron a la piscina, concretamente donde Sara y Nathan seguían
jugueteando. Esto no estaba sirviendo de nada, y en el fondo lo único que estábamos
consiguiendo era… Un momento. ¿Nathan acababa de lanzar una mirada hacia nuestra
dirección?
—Si Abril sigue mirándoles, de poco va a servir, Noah —dijo Jake captando mi atención.
—Eso tiene solución —contestó mi mejo amigo.
Noah me giró para que quedara enfrente de él y cuando nuestras miradas se
encontraron, me dedicó una sonrisa juguetona.
—Te noto acalorada, Abril. ¿Te encuentras bien? —me preguntó sin ocultar su
diversión justo cuando sus manos comenzaron a dibujar círculos en mi baja espalda.
—Quita ese gesto que tienes, Noah. No te queda nada bien —conseguí contestarle
poniendo los ojos en blanco.
—El capullo no quita ojo a tus manos Noah —comentó Edu dando el parte.
—Esto se está volviendo muy interesante. —Noah me acercó más a él, mostrando todo
lo que había crecido. Tenía que levantar totalmente mi cabeza para seguir mirándole a los
ojos.
Sin añadir nada más, Noah dirigió sus manos más abajo, concretamente a mi culo. Yo
me sobresalté.
—Recuerda lo de no pegarme —dijo Noah inclinándose para acercar de nuevo nuestras
bocas.
—Estás tentando mucho a la suerte… —Como toda respuesta Noah apretó su agarre—.
Vuelve a hacer eso y…
—Relájate, Abril. ¿O es que no quieres devolvérsela a Nathan? —El moreno estudió mi
rostro, y volvió a dedicarme una sonrisa de hoyuelos—. Eso me parecía. Ahora haz el favor
de tocarme.
—¿Perdón? —siseé cuando volvió a darme besos por el cuello.
—Tócame los hombros, lo que sea. Tiene que parecer… —Me dio un suave mordisco.
Temblé de la cabeza a los pies—. Que estás disfrutando… —Nuevo mordisco, nuevo
temblor—. Con todo esto.
No necesité muchas más indicaciones, sobre todo porque creo que si no me hubiera
llegado a sujetar de sus fuertes y amplios hombros —Amigo, ¿desde cuándo Noah tenía esas
espaldas? —me hubiera caído al suelo.
Creo que escuché una sonrisilla procedente de Noah antes de que volviera a asaltar
mi boca. Si no fuera porque sabía que todo esto era una actuación y quien me estaba
besando era Noah, hubiera pensado que me estaba besando con verdadera ansia. Aun así
dejé de pensar en todo aquello y me perdí en las sensaciones.
—Chss, chicos, viene. —La voz de Mike sonó como en un segundo plano, y pestañeé
totalmente aturdida cuando Noah finalmente se separó de mí.
Nos miramos en silencio, hasta que Noah me sonrió dulcemente y me hizo a un lado.
Hasta que no me giré y vi cómo un enfadado Nathan avanzaba hacia nosotros, no volví a la
realidad. Miré a mi alrededor para ver a los chicos en tensión, y para mi horror a Leah con
varios compañeros de su clase. Mi hermana dio un trago a su pajita mientras me sonreía.
Seguramente estos la habían puesto al tanto de lo que había ocurrido.
—Abril, ¿puedes venir? —Ante mi nombre me giré para encontrarme con Nathan, que
me miraba crispado intentando controlar su tono de voz.
—No va a ningún lado —contestó Noah poniendo sus manos a cada lado de mi cadera.
—No estoy hablando contigo —ladró Nathan.
—No voy a ir a ningún lado —intervine yo.
Nathan volvió a mirarme.
—Así que era todo cierto. Estabais liados —Nathan me acusó señalándome.
—Por lo que veo tú también tenías un lío —contesté dirigiendo mi mirada a Sara, que
estaba sentada con las demás simulando estar entretenida mirando su esmalte de uñas.
—Eres una puta —soltó Nathan.
En un segundo pasaron varias cosas: Jake me cogió del brazo y me apartó de delante
de Noah, justo cuando este avanzaba hacia Nathan.
—Repite eso si tienes huevos, Rogers —soltó Noah. Nunca lo había visto tan enfadado.
—¿El qué? ¿Que es una puta que me ha estado engañando contigo?
—Yo no te he engañado con nadie. Has sido tú quien se ha liado con otra persona —
solté todavía sujeta por Jake.
—¿De verdad? —Nathan se rio de manera desagradable—. Eso no es lo que dice
Michelle.
Creo que dejé hasta de respirar. Finalmente se había cumplido mi mayor temor.
Michelle había contado lo de Darek.
—Mírate. Tú cara lo dice todo. —Un gesto de auténtico odio apareció en el rostro de
Nathan—. Te la puedes quedar para ti solito —dijo mirando esta vez a Noah—. No es más
que una auténtica zorra.
Parecía que iba añadir algo más, pero Noah se lanzó a por él. Y ahí fue cuando todo se
volvió una auténtica locura. Rápidamente se hizo un corrillo a su alrededor, la mayoría
chicos que les coreaban. Cuando vi cómo Noah caía encima de Nathan y ambos rodaban
por el suelo, intenté soltarme de Jake, pero fue imposible.
—Jake, suéltame. —Volví a mirar hacia la pelea y vi cómo Noah le daba un puñetazo a
Nathan en la cara—. ¡Se van a matar!
—No pienso soltarte —contestó únicamente Jake mientras no quitaba ojo de la pelea.
Cuando ambos chocaron con una de las mesas, y todos los vasos y bebidas cayeron al
suelo, Sara comenzó a gritar para que los separaran, y Jake, haciendo un gesto con la
cabeza a Edu y Mike, me soltó para ir a ayudar a separarlos.
—¡Noah! —Llegué a donde se encontraba dando empujones y me tiré a los brazos de
mi mejor amigo, que se encontraba sentado en el suelo.
Solo cuando noté cómo me abrazaba de vuelta, respiré tranquila.
—Eres un estúpido. —Me separé para mirar cómo su pómulo izquierdo sangraba y se
hinchaba por momentos—. No tendrías que haberte pegado por mi culpa.
—Te estaba insultando, Abril —dijo Noah cogiendo una botella fría que le tendía Edu y
colocándosela sobre el hinchazón. Masculló con un gesto de dolor.
—Le has zurrado bien —dijo Jake palmeando su espalda.
Levanté la mirada por encima de mi hombro para ver que Nathan parecía estar peor,
pero no me podía importar menos. Cuando sus ojos encontraron los míos, yo aparté la
mirada.
—Me vais a hacer el favor de salir todos de mi casa —dijo una voz desagradablemente
aguda.
Todos levantamos la mirada para ver a Sara, que con los brazos en jarras nos
fulminaba con la mirada.
—No quiero más líos.
—Eso te lo tendrías que haber pensado antes de enrollarte con Nathan. Sabías
perfectamente que él y Abril están juntos —intervino Leah acercándose a Sara.
—Déjalo, Leah. Y a decir verdad… —Me levanté junto a Noah—. «Estábamos» juntos. Ya
no me interesa saber nada de él. Para ti enterito, Sara. —Le sonreí ampliamente y
comenzamos a salir del jardín—. Que paséis una buena noche.
Creo que no fui consciente de todo lo que había pasado hasta que Ian llamó a Leah
para decir que ya salía a por nosotros. Ese momento en el que Jake, Mike y Edu se
despidieron, en el que Ian vio el hinchazón en la cara de Noah… fue como el estallar de
una burbuja. Mientras volvíamos a casa dentro del viejo coche que Ian se compró con su
primer sueldo en su trabajo de cajero cerca de su campus —imaginaos cómo era el coche
—; la primera vez que Leah y yo nos montamos en él, vacilamos a Ian preguntado cuándo
teníamos que sacar los pies a lo Picapiedra para movernos. Mi hermano intentaba
sonsacar el origen del puñetazo en la cara de Noah, yo comencé a ser consciente de lo
que había ocurrido. Justo cuando las lágrimas comenzaron a aparecer, noté cómo alguien
me cogía de la mano. Cuando encontré la mirada de Leah, ella me apretó cariñosamente y
yo apoyé la cabeza en su hombro. Lloré en silencio todo el recorrido a casa.
—Te vas a meter en un buen lío, ricitos —dijo Ian cuando aparcó. Me limpié las
lágrimas rápidamente y Leah me echó esa mirada de hermana en la que no hacen falta las
palabras para entendernos ¡: —«No, no se nota que has llorado», decía en ese momento—.
En cuanto tus padres vean que su querido niñito se ha metido en una pelea… —Ian sacudió
la cabeza riéndose y yo miré alarmada a Noah.
No había caído en eso. Cuando hice contacto directo con mi mejor amigo, supe que
sabía descifrar mi mirada también, y negó imperceptiblemente con la cabeza.
—Oh Dios. ¿Es algo relacionado contigo? —preguntó Ian de repente sobresaltándonos
a todos.
—¿Qué? —llegué a preguntar.
—¡No! —dijo rápidamente Leah, más avispada—. No tiene…
—No soy idiota. —El rostro de Ian cambió significativamente—. Solo hay que ver cómo
estáis actuando… Ha sido por algo de Nathan, ¿verdad? —Creo que dejé de respirar,
incluso mi corazón dejó de latir. Parecía ser que todos los presentes teníamos sextos
sentidos.
La mente de Ian fue hilando y sacando conclusiones, supongo que cada cual más
descabellada por la ira que iba apareciendo en su cara.
—Le voy a matar. ¿Qué te ha hecho, Abril? —preguntó Ian acercándose a mí. Miré
nerviosa a Leah—. Oh Dios, ¿ha intentado aprovecharse de ti? —Bien, retiremos eso de que
todos teníamos un gran sentido de percepción.
—Ian, para —comenzó a decir Noah—. No ha sido nada de eso. Lo que ha hecho ha sido
engañar a tu hermana delante de todo el instituto. —Gracias, Noah, mandé un nuevo
mensaje al moreno.
—Le voy a matar —volvió a decir Ian dirigiéndose de nuevo al coche.
—¡Alto ahí! —Leah se posicionó delante de la puerta de copiloto.
—Fuera, Leah, AHORA. —Yo seguí sin habla, y que Ian estuviera tan enfadado como
nunca le había visto, no ayudaba nada.
—No puedes matarle, Ian. Es menor. Tú no —comenzó Leah dando la visión sensata a
todo el asunto—. Te puedes meter en un buen lío si le pones un solo dedo encima. Así que
serénate. No hace falta que vayas a matar a nadie.
—Ya le he sacudido yo —añadió Noah. Ian dio varias respiraciones profundas para
tranquilizarse y buscó mi mirada. Yo le asentí intentando parecer no muy afectada.
—Espero que le hayas dado bien, Noah —dijo al final mi hermano. Todos suspiramos
internamente de alivio.
—Tranquilo. Está mucho peor que yo.
—Eso espero, ricitos. Eso espero.
Sin añadir mucho más nos dirigimos a casa, y antes de separarnos Noah hizo un gesto
que a todos les pasó desapercibido menos a mí. Quería que nos viéramos en la cabaña. Yo
le contesté afirmativamente.
—Has tardado una eternidad —se quejó Noah cuando llegué al arbusto donde solía
esperarme.
—Bueno, perdóname, he tenido que aguantar a Ian y su particular interrogatorio. —
Comenzamos a andar hacia la cabaña—. Si no hubieras dicho lo que Nathan había hecho
esta noche… cada vez que oía sus llamadas y mensajes se ponía más nervioso.
Noah paró en seco.
—¿Te ha llamado Nathan? —Noté su actitud tensa sin necesidad de mirarle y seguí
adelante, entrando en la cabaña.
—Sí. Unas siete veces y otros tantos mensajes —contesté sentándome simulando tener
una pelusa en la camiseta—. Supongo que alguno más ya que he apagado el móvil.
—¿Y por qué coño te llama? —escuché preguntar de malos modos a Noah, lo que hizo
que le mirara ahora bajo la luz de la única lámpara de la casa.
El lado de su cara donde había recibido el puñetazo estaba hinchadísimo y
comenzaba a estar morado.
—¿Qué han dicho tus padres? —pregunté intentando no pesar en Nathan.
—Me han castigado, por supuesto. Todo el rollo de que si quiero entrar en una buena
universidad no puedo meterme en peleas y bla bla. Ya sabes.
—Tienen razón —dije cruzándome de brazos—. No tendrías que haberte metido en esa
pelea, y menos por mi culpa.
—Deja de decir gilipolleces, Abril. Sabes que lo haría todas las veces necesarias —me
interrumpió Noah—. Y ahora dime, ¿cómo estás?
Y ya está. No necesitaron mis lágrimas, más conversación o preguntas para salir a
flote. Fue decir eso y comencé a llorar. Noah se acercó a mí y me abrazó fuertemente.
—No llores, Nathan no merece que estés así —le escuchaba decirme al oído mientras
seguía llorando.
Y sí, sé que tenía razón, pero eso no quitaba que me doliera cada vez que recordaba la
imagen de Nathan con Sara. Y necesitaba llorar, llorar por todos estos meses intensos, por
Michelle, por sus duras palabras, por Nathan, por sus celos…
Cuando terminé de desahogarme, me retiré algo avergonzada por lo mojada que
había dejado su camiseta.
—Perdona —dije mordiéndome el labio y encontrándome con sus cristalinos ojos
verdes enmarcados por sus larguísimas pestañas—. ¿Te he dicho ya la envidia que me dan
tus pestañas? —Noah se rio.
—No, solo un millón de veces. —Me junté a sus risas.
—Gracias, Noah. Siempre estás ahí para mí —finalmente le dije—. Me siento
avergonzada porque mi absurda relación con Nathan te ha metido de lleno en un montón
de problemas, y no es justo…
—Anda, calla —me interrumpió Noah poniendo los ojos en blanco y sentándose
enfrente de mí—. Creo que este año nuestras relaciones de mierda se han metido mucho
con nosotros. Pero bueno, son personas que no merecen nada, y menos tus disculpas.
Michelle ha sido una cerda contigo… —Eso me recordó la última conversación con ella.
—Hablando de Michelle... —le interrumpí moviendo las manos nerviosa—. Tengo que
contarte lo que me ha dicho en casa de Sara. Eso sí, quiero que sepas que es realmente
fuerte… —Me volví a morder el labio.
—Me estás asustando, pero dispara de una vez. —Entrecerró los ojos Noah.
Cogí aire, y le conté todo con pelos y señales.
—¿No vas a decir nada? —pregunté cuando terminé de contarle todo. Noah suspiró y
se pasó una mano por su alborotado pelo negro.
—No sé muy bien qué decir.
—Me imagino.
—Por un lado puedo a llegar a entender que se haya comportado como lo ha hecho.
No significa que la justifique, sino que ha…
—Sí —le interrumpí—. Ha debido de ser difícil estar en su situación. Que todo pasara
tan rápido… —Noah asintió apartando su mirada de la mía.
—Creo que necesitamos unas vacaciones —dijo finalmente tras varios minutos en
silencio. Eso me hizo sonreír.
—Bueno, en nada estamos en el Lago. —Él me devolvió la sonrisa.
—Sí. Y menos mal. De verdad que necesito un descanso de Nathan y de Michelle. —Al
hablar hizo un gesto con su cara que debió de molestarle por el gran golpe que tenía, ya
que se quejó.
—¿Estás bien? —pregunté preocupada.
—Sí, tranquila. Solo ha sido el gesto. En pocos días la hinchazón bajará.
Suspiré al recordar de nuevo la pelea. Lo que le llevó irremediablemente a pensar de
nuevo en Nathan… y a las técnicas que Noah había utilizado para ponerle celoso.
Comencé a recordar la forma en la que Noah me había besado, y me mordí el labio algo
¿nerviosa?
—De verdad, siento que hayas tenido que pasar por lo de esta noche —comencé a
hablar necesitando llenar el silencio. Levanté la mirada y me topé con que Noah me
observaba muy serio.
Estaba justo enfrente de mí, por lo que había una buena distancia entre ambos, pero
la forma en la que me estaba observando hizo que la cabaña me pareciera pequeña. Muy
pequeña.
—Estás roja, Abril —dijo Noah finalmente rompiendo el silencio.
—¿Qué? —pregunté con un hilo de voz. Una lenta sonrisa comenzó a aparecer en el
rostro de mi amigo—. Para —me vi en la necesidad de decir.
—No estoy haciendo nada. —Los hoyuelos aparecieron en el rostro de Noah.
—Sé lo que estás haciendo. —Me crucé de brazos comenzando a notar que el enfado
comenzaba a ganar terreno—. Está bien, está bien —suspiré—. Te debo una muy grande —
finalmente solté.
Por un momento me pareció ver cierto desconcierto en el rostro de Noah, pero
rápidamente volvió a sonreír apartando su mirada de la mía.
—Efectivamente. No todos los días tu mejor amigo del alma tiene que salvarte el culo
de manera tan explícita delante de todo el instituto. —Hizo una mueca que no conseguí
descifrar y volvió a mirarme con una sonrisa extraña—. Me debes una muy gorda.
—Concretemos lo que significa eso, porque también hay que tener en cuenta que yo
no te pedí que me salvaras el culo.
—No vayas por ahí, Abril. —Se inclinó hacía a mí sobresaltándome. Amigo, ¿qué narices
me pasaba?—. Tuve que besarte delante de todo el instituto. De manera laaaarga y
convincente… ¿o no? —La sonrisa de Noah comenzó a ponerme nerviosa de verdad, y tuve
que apartar mi mirada de la suya.
—Sí, está bien. —Volví a enfrentarle dibujando una sonrisa forzada.
—Así que efectivamente me debes un favor especial.
—Me estás asustando, Noah. No pienso ayudarte a cometer ningún asesinato. —Sonreí
burlonamente intentando quitar peso en la conversación, y Noah se separó algo de mí,
permitiéndome cierto respiro.
¿Por qué narices me había puesto tan nerviosa?
—No tengo en mente matar a nadie, así que puedes estar tranquila. Pero vamos —
continuó mi amigo—, no tenía pensado malgastar este favor de ninguna forma absurda.
—Bueno, Noah, dilo de una maldita vez, ¿qué va a ser? —Noah se rio ante mi pregunta.
—Creo que ha quedado claro. Lo sabrás cuando lo quiera.
Capítulo 12
Y el verano llegó. Bueno, llegó efectivamente antes, pero oficialmente cuando Rose, la
madre de Noah, cerró la puerta del copiloto y el coche de las chicas salió rumbo al Lago.
Me encantaba siempre este día, desafinando a voz en grito junto a mi madre, Rose y Leah,
mientras cantábamos canciones antiguas, sabiendo que los chicos iban en el coche de
detrás. Me encantaba escuchar las conversaciones divertidas de mi madre y la de Noah,
mientras yo miraba por la ventanilla, imaginándome todas las cosas emocionantes que me
depararía el verano. Incluso la parada a la gasolinera de siempre para repostar y
comprarnos chuches para el camino.
Los días anteriores había estado más apagada de lo normal por todo lo que había
pasado, pero no dejaría que los dramas llegaran hasta el Lago. Era el momento de
disfrutar y estaba deseando llegar.
Todas gritamos emocionadas cuando entramos en el pueblo costero, con su cartel de
madera algo descascarillado que nos daba la bienvenida. Con una sonrisilla fui viendo las
mismas tiendas de todos los años, el puerto, la gente que aquí siempre parecía más feliz…
supongo que sería por el cariño que tenía a este lugar que todo me parecía perfecto. Bajé
la ventanilla y aspiré con fuerza el aire salado tan característico.
Al poco nos adentramos en la zona residencial, y miré a Leah cuando el tejado de
nuestra casa comenzó a ser visible a lo lejos.
Cuando mi madre aparcó, rápidamente nos bajamos para recoger todas las maletas.
Justo en ese momento, mi padre aparcó el coche detrás del nuestro, y los chicos nos
imitaron junto a Otto. Como siempre, Leah y yo nos dirigimos a la habitación más
pequeña, la que ambas compartíamos. Mientras mi hermana volvía al coche para recoger
otra de sus maletas —sí, era de ese tipo de chica que parecía empacar todas sus malditas
posesiones— yo me dirigí hacía la ventana, y abriendo la contraventana, sonreí al ver el
mar. Por fin estaba aquí.
—Abril, ¿vienes a la playa? —me preguntó Leah sacándome de mis cavilaciones—. Me
muero por darme un baño. —Me giré y vi a Leah terminando de ponerse el bikini.
—¿Hola? ¿Cuándo demonios te has cambiado? —pregunté asombrada. Leah se rio.
—Has estado un rato pensativa. —Se encogió de hombros mientras comenzaba a
hacerse una trenza en su larguísimo pelo.
—Bueno espérame a que me cambie.
—Te espero en la cocina. Voy a ayudar a papá a terminar de recoger.
Asentí sin mirarla mientras me acercaba a mi maleta. Comencé a rebuscar hasta que
encontré lo que estaba buscando, mi espectacular bikini morado que tenía un poco de
relleno para realzar a mis queridas, aunque Leah decía que exageraba. Algo fácil para ella
que tenía un cuerpo perfecto. En fin, era bien sabido que todas las chicas de mi alrededor
tenían muchas más curvas que yo.
Me puse mi bikini y recé porque mi padre no me viera con él puesto antes de salir de
la casa, ya que seguramente me hiciera cambiar. Y es que aunque el bikini era algo más
pequeño de lo normal, era genial y hacía parecer que tenía una talla más de sujetador. Me
quedaba muy bien. Así que agarrando la toalla y la crema protectora, salí pitando hacía la
terraza trasera donde se encontraba la piscina y la salida hacia la playa.
—No corras, papá está en su dormitorio sacando el equipaje —me sobresaltó Leah, que
estaba bebiendo un poco de agua en la cocina.
—Por Dios, qué susto —dije llevándome una mano al pecho donde mi corazón
bailoteaba nervioso.
—¿Estás preparada? —dejó caer Leah mientras metía el vaso en el lavavajillas.
—¿Preparada?
Leah me hizo un leve movimiento indicando a la terraza, donde podía escuchar las
risas de Ian, Noah y Darek.
—No pienso dejar que me tiren a la piscina. —Me crucé de brazos mentalizándome a
que esta vez se rompería la estúpida tradición. El año pasado el subnormal de Noah hizo
que el agua se me metiera por la nariz al intentar escapar de él, y fue muy desagradable.
—No me refiero a eso. —Leah me lanzó su mirada telepática de hermana. Cuadré mis
hombros cuando supe que se refería a Darek—. Hasta yo reconozco que está
impresionante.
—Me da igual. Creo que ya he terminado con los chicos para siempre —dije totalmente
seria. Leah enarcó una ceja divertida—. Bueno, para siempre no, pero sí para una larga
temporada —concedí—. Estoy cansada de dramas.
—Creo que te tendré que recordar esta conversación al final del verano. —Rodé los
ojos y comenzamos a dirigirnos hacia la terraza.
—¡Abril! ¡Vamos! Sal de una maldita vez. No nos hagas ir a dentro para sacarte —
escuchamos de pronto decir a Ian.
Mierda de tradición. Lo odiaba. Era humillante.
—¡Eso! ¡No te vas a escapar! —escuchamos ahora a Noah.
—Podrías por una vez ayudarme a no caer en sus zarpas —susurré a Leah mientras me
acercaba sigilosamente hacia la puerta para espiarles detrás del visillo el cual se movía
lentamente por la brisa.
Creo que dejé hasta de respirar, porque lo primero con lo que se toparon mis ojos fue
con la imagen de un moreno y sonriente Darek que se estiraba mientras escuchaba a mi
hermano, permitiéndome admirar cada uno de los músculos de su trabajada espalda de
bombero cuando se giró para coger un vaso de lo que parecía agua.
—Dios —dije casi lastimeramente cuando comenzó a beber e irremediablemente seguí
el movimiento de su nuez al tragar, dejando vagar mi mirada por el resto de su cuerpo.
¿Por qué tenía que estar tan bueno? ¿Por qué?
—Vaya, no pensé tener que recordarte tan pronto nuestra conversación —escuché que
decía Leah situándose a mi lado también para espiarles.
—Hazme el favor de callarte —refunfuñé mientras era testigo de su tableta de
chocolate en su estómago y su pronunciada «v».
—Este verano va a ser insoportable. Los tres están impresionantes.
Aparté mis ojos del bañador surfero de Darek, que al estar mojado se le pagaba a su
potente figura —no había mejor término para definirle— y estudié al resto. Leah tenía
razón, hasta tenía que conceder a mi hermano Ian que había mejorado mucho, por lo que
efectivamente este verano nos iba tocar aguantar a mucha chica tonta. Noah todavía tenía
puesta su camiseta, pero se notaba que había crecido en altura, y por la anchura de sus
hombros, que había aumentado en masa muscular. De todas formas daba igual que no
tuviera un cuerpo tan trabajado como Darek, ya que su cara de chico surfero hacía
suspirar a toda mujer que entrara en contacto con sus cristalinos ojos verdes.
—Bien —comenzó Leah. Este es el plan. —Dejé de mirar a los chicos para centrarme en
mi hermana—. En vez de salir por aquí, salimos por la puerta principal.
—¿Y rodeamos toda la manzana para llegar a la playa? —pregunté no muy convencida
—. Pues vaya un plan, Leah —me quejé.
—Bueno, si se te ocurre a ti uno mejor…
—Chs —chisté—. Supuestamente tú eres la inteligente.
—Ja, anda tira. Están tan metidos en su conversación que no se darán cuenta, y una
vez que estés metida en el mar, te dará igual que luego ellos te tiren a la piscina.
Sin embargo Leah se equivocó, ya que nada más salir de la casa, los chicos se dieron
cuenta de que estaba tardando demasiado en salir y decidieron investigar. ¿Y qué pasó?
Que a Noah se le ocurrió la misma idea que a Leah, por lo que cuando salió de la casa y
nos vio a ambas yendo hacia la playa por la acera que bordeaba la casa, gritó para avisar a
los chicos.
—¡Noah, eres un traidor! —chillé mientras comenzaba a correr al ver cómo él
empezaba a ir detrás a la carrera.
—¡Es la tradición, Abril! —me chilló en contestación él sonriente—. ¡No puedes romper
las tradiciones!
—Corre —dijo Leah cuando vimos cómo Darek e Ian se unían a la persecución.
—¡Por Dios! ¡Que tenéis veinte años! —me quejé sin dejar de correr con el corazón
bombeando como un loco.
—Yo te salvaré —dijo Leah teatralmente dejando de correr y tirándose a los brazos de
Noah que era el más adelantado.
Sorprendentemente, Noah la esquivó y continuó la persecución. Justo comencé a ver
la playa y grité de la emoción, pero cuando mis pies en chanclas tocaron la arena,
comencé a correr como un pato mareado. Era malditamente difícil hacerlo en
condiciones con un calzado que parecía estar empeñado en llevar consigo toda la arena
de la playa. Lo malo de todo fue que Noah iba descalzo por lo que me alcanzó enseguida.
—¡NO! —chillé entre sus risas cuando Noah me cogió por la cintura provocando que
mis pies dejaran de tocar el suelo—. ¡Suéltame! ¡Noah!
—Eres diminuta —dijo este en mi oído provocando que me enfadara más.
—No es mi culpa que todos seáis unos jirafas. —Volví a intentar soltarme cuando Noah
nos dirigió a ambos de nuevo hacía la casa.
Comencé a patalear, pero no hubo manera. Era casi humillante la forma tan fácil con
la que me llevaba, así que finalmente Noah llegó a la piscina, donde Ian y Darek nos
esperaban.
—Bien, ricitos —dijo Ian acercándose sonriente.
—Sois todos unos gilipollas —dije fulminándoles con la mirada, por supuesto evitando
hacer cualquier tipo de contacto visual con Darek.
—Esa boca, niña —continuó mi hermano.
—Bueno, ¿a la de tres? —empezó Noah.
Antes de que terminara de formular la pregunta, me desembaracé de su agarre y
gritando triunfalmente, corrí como una loca de vuelta a la playa. Este año sería yo la que
se metiera al agua cuando yo quisiera.
Reí divertida cuando escuché cómo los chicos se echaban las culpas, sobre todo
cuando vieron que no me iban a alcanzar. Creo que cuando mis pies tocaron el agua
salada de la orilla, volví a gritar divertida, y con toda la chulería posible, me giré para
tirarme de espaldas mientras veía a los chicos todavía correr detrás de mí. Fue totalmente
liberador cuando el agua me rodeó y cuando salí a la superficie, vi cómo Leah entraba
también al agua.
—Bien hecho, Abril.¡ —me dijo dando brazadas hacia donde estaba.
Yo saludé a los chicos con una amplia sonrisa, mientras los tres me miraban desde la
orilla. Poco después decidieron que les daba igual que estuviera mojada, y los estúpidos
me volvieron a atrapar y me tiraron a la piscina. Idiotas…
—Interesante bikini —dijo Noah, notando cómo tiraba de uno de los tirantes.
—¿Sí? —pregunté mirándole por encima de las gafas de sol. Noah me dedicó una de
sus sonrisas dulces y se sacudió el pelo, mojándome de nuevo.
—¡Ey! —se quejó Leah que estaba en la tumbona de al lado. Ambas estábamos ya
trabajando en nuestro moreno.
—Sí, lo raro es que Ian no te haya mandado cambiártelo —continuó Noah cogiendo el
bote de crema que le tendía Leah para echársela sobre la espalda.
—Ni se ha dado cuenta —dijo mi hermana apartándose el pelo mientras Noah
comenzaba a extenderla por la espalda—. Al estar dentro del agua ni se ha percatado.
—Bueno, no entiendo por qué tanto revuelo —me quejé yo mirándolos a ambos—. Ni
que estuviera haciendo topless.
—¿Quién va a hacer topless? —preguntó con cierta alarma Ian reuniéndose con
nosotros.
Aguanté la risa cuando vi la expresión de hastío en la cara de Leah.
—Nosotras, por supuesto. De hecho, mañana bajo la luz de la luna llena bailaremos
desnudas para estar en paz con la Madre Tierra.
—¿Qué mierdas dices? —Ian nos miró ceñudo y los tres nos reímos de lo
exageradamente protector que podía ser mi hermano. Iba a hablar, cuando noté cómo Ian
estaba reparando en mi bikini—. ¿Qué llevas puesto, Abril? —Puse los ojos en blanco.
—Ian, hazme el favor de tranquilizarte. Si no veo que en cualquier momento esa vena
de la sien te va a estallar. Y a tu pregunta, un bikini. Bikini, mi hermano. —Me reí junto a
Leah cuando hice que los presentaba.
—Eso no es un bikini. Es… mínimo —terminó diciendo.
—Tiene que ser mínimo si no quiero marcas en mi moreno —dije. Ian suspiró cuando
supo que no iba a ganar la batalla.
Se dio por vencido cuando oímos cómo la puerta de la terraza se volvía a abrir y
alguien comenzaba a bajar las escaleras. Yo me tensé sabiendo que era Darek, así que volví
a refugiarme bajo mis gafas de sol.
—¿Vamos al puerto? —Darek preguntó confirmándome que había supuesto bien.
—Sí. ¿Nos acompañáis? —preguntó Ian.
—Yo paso —dijo Leah—. Ya veré a la gente esta tarde.
—Yo sí que voy —añadió Noah—. ¿Vienes Abril? —En un primer momento iba a
contestar que sí, pero reparé en que Darek estaba, y como sospecharéis no me apetecía lo
más mínimo estar con ese estúpido. No. No le había perdonado todavía, ni pensaba
hacerlo.
—No, creo que me quedo acompañando a Leah. —Sonreí a mi amigo, y noté cómo
entraba en un debate interno—. Pero id vosotros.
—Pues venga, vamos ricitos —dijo Ian.
—Deja de llamarme así —se quejó Noah levantándose y siguiéndoles.
Los días pasaron y llegó julio. Eso solo significaba una cosa: la fiesta de la hoguera que
se daba todos los años el primer viernes de julio, para celebrar el inicio de la temporada
de verano. Noah con diecisiete y yo a punto de cumplirlos, teníamos carta blanca para ir a
la fiesta sin problemas, y como todos los años, estaba emocionada.
Era la noche anterior a la de la fiesta, y me encontraba sola en el jardín trasero.
Nuestros padres habían salido a cenar por el puerto, y los demás andaban por la casa.
Acabábamos de terminar de cenar y yo me había escabullido tras recoger mis platos.
Estaba tumbada en la tumbona mirando el cielo estrellado y escuchando el sonido de la
playa mientras una ligera brisa movía algunos mechones de mi pelo. De nuevo este estaba
más claro por el sol, aunque todavía no se había aclarado del todo. Estaba dejando vagar
mi mente, cuando Noah salió a la terraza.
—Déjame un hueco —me pidió encendiéndose un cigarrillo.
Retiré mis piernas y Noah se sentó a mi lado con cuidado de no tirarnos al suelo.
—¿Qué haces? —me preguntó echando el humo.
—Nada en particular —contesté apartándome el pelo.
—Este año lo tienes larguísimo. Casi como Leah. Parecéis dos gitanas. —Le golpeé su
hombro ante el comentario.
—Perdona, no somos las únicas con el pelo largo, pero no te veo llamar gitana a
ninguna de las hermanas. —No hizo falta añadir nada más para que supiera a quién me
refería. Noah se encogió de hombros. Estudié su expresión con detenimiento—. ¿Qué te
pasa con Emma? —pregunté al fin.
—¿Qué me pasa de qué? —preguntó mirándome de reojo.
—Pues bueno… —Me coloqué más recta para poder estudiar bien sus gestos—. Está
claro que está interesada en ti, Noah. Lo que no entiendo es cómo no te has tirado a su
cuello ya. Es una chica muy guapa —tanteé el terreno.
—Sí, bueno. No estoy muy interesado. —Su respuesta me dejó loca.
—¿Hola? ¿Quién eres tú y qué has hecho con mi mejor amigo? —Noah se rio mientras
daba una calada larga a su cigarrillo.
—No sabía que estuvieras tan interesada en mi vida sentimental —dijo dedicándome
una sonrisa guasona mientras echaba el humo.
—Pues claro que me interesa, pardillo. No sé, Emma es muy guapa y además es muy
simpática. —La conocíamos de pocos días, pero el trato que habíamos tenido con ella
había sido muy bueno.
—Sí, creo que me suena ese comentario. ¿Qué te pasa a ti con ella que no dejas de
interrogarme? —Noah preguntó estudiándome ahora él a mí.
—Bueno, me parece raro que estés pasando de una chica así. Te has liado con chicas
la mitad de guapas que Emma. —Guardé silencio y me tocó ahora a mí sonreír—. ¿No te
habrás vuelto gay verdad? —Noah casi se atraganta con el humo cuando solté eso—. Mira,
está bien. Puedes decírmelo y te guardaré el secreto hasta que estés preparado. De todas
formas sabes que todos te apoyaríamos… —Noah apagó el cigarrillo en la suela de su
zapatilla y se giró hacia mí.
—No soy gay, Abril. Puedo demostrarte ahora mismo lo poco gay que soy —dijo
bajando el tono de voz mientras se inclinaba hacía a mí—. Todos están arriba y no se darán
cuenta. Tú solo dame quince minutos. —Puse la mano en el pecho de mi amigo mientras
me carcajeaba.
—Alto ahí, surfero. —Noah me enarcó una ceja sin borrar su sonrisa provocadora—.
¿Quince minutos? —me mofé.
—Sí, es lo poco que necesito para que estés viendo estrellas. —Su movimiento de cejas
me indicaba que no se refería a las que estaban en el cielo nocturno.
—Te veo muy entusiasmado. ¿Sabes quién aceptaría esta proposición con las piernas,
digo, brazos abiertos? —Noah se rio mientras hacía presión en mi mano con su pecho al
volver a inclinarse hacia mí—. Emma.
—Sí, pero a mí ella no me interesa —contestó Noah interrumpiéndome.
Iba a burlarme de él de nuevo, cuando alguien carraspeó. Noah se separó
rápidamente de mí, y ambos levantamos la vista para descubrir a Darek al pie de las
escaleras. No le podía ver bien el rostro porque nuestro jardín tenía poca iluminación,
pero algo me dijo que llevaba tiempo entre las sombras.
—¿Qué pasa, Darek? —dijo Noah sonriendo ampliamente al recién llegado.
—¿Qué hacéis? —preguntó este en vez de contestar a la pregunta. Le miré ceñuda.
—Pasar el rato, ya sabes —contestó Noah balanceando la tumbona.
—Ya veo. —Darek se quedó un momento en silencio, por lo que decidí intervenir.
—¿Buscabas algo o…? —dejé la pregunta sin acabar.
—Sí, de hecho os estaba buscando. Vamos a jugar a algunos juegos de mesa. ¿Os
apuntáis?
Aunque lo último que me apetecía era estar más tiempo del necesario con Darek, no
podía decir que no a una partida. Me encantaban los juegos de mesa, así que siendo
totalmente adulta y madura, decidí aceptar.
—Claro —dije levantándome y dirigiéndome a las escaleras para entrar en la casa.
Ian y Leah estaban en la mesa del salón-comedor extendiendo el tablero de juego.
—¿No ibas a buscar a Chlöe? —preguntó mi hermano extrañado a Darek, el cual notaba
tras mi espalda.
—He preferido mandarle un mensaje para que se acerque a la casa. Así es más
cómodo. —Escuché decir a Darek detrás de mí.
Yo me dirigí hacia la mesa y me senté al lado de mi hermana, la cual estaba separando
las tarjetas según el color. El juego consistía en resolver varios tipos de pruebas, y con
cada prueba obtenías una estrellita. Una vez que conseguías cierto número de estrellas,
ganabas.
—¿Bueno y cómo nos dividimos? —preguntó Noah.
—¿Qué tal chicas contra chicos? —dijo Leah—. Si viene Chlöe, seremos tres contra tres.
—Me parece bien —dije yo.
—¿Y qué tal si hacemos cuatro grupos de parejas? —intervino Darek. Tampoco me
parecía mal, pero en cuanto comencé a decir que yo iría con Noah, Darek me interrumpió
—. Sorteamos las parejas, ¿no? Que así es más emocionante.
Casi chirriando los dientes por su interrupción, tuve que ceder a su propuesta
cuando los demás se encogieron de hombros. Suspiré internamente al pensar que Darek
parecía estar haciendo todo para fastidiarme, pero recordé que no todo el mundo giraba
en torno a mí —increíble que no sea así, lo sé— y mantuve la mirada gacha mientras
esperábamos a la fabulosa novia de Darek.
Chlöe no se hizo esperar, y tras unos saludos repletos de aspavientos innecesarios, se
sentó en la mesa con una súper sonrisa resplandeciente, por supuesto también
innecesaria. ¿No se cansaba de sonreír tanto? Además, era modelo. ¿No decían que
sonreír daba arrugas? No quería decir nada más, pero amigo, esta chica iba a tener serios
problemas con los signos de expresión.
—Perdonad que me haya retrasado un poco —dijo mientras cogía la mano de Darek y
la apretaba cariñosamente—. Pero hoy ha sido un día de locos. Ha sido el día de la
inauguración y… —suspiró haciendo un gesto que en mí se hubiera visto ridículo. ¿En ella?
Jodidamente encantador.
—¿Inauguración? —preguntó Leah.
—Oh, mi padre ha montado una tienda de alquiler de motos de agua en el puerto —
contestó Chlöe.
—¡Vaya! —dijeron Noah y Leah casi a coro.
—Qué chulada —siguió diciendo Noah—. Estará genial. Tendremos que ir con la
pandilla —me dijo Noah mirándome totalmente emocionado.
—Oh sí —conseguí decir sin poner los ojos en blanco. Sí. Soy Miss Alegría.
La conversación continuó hasta que algo llamó mi atención, y era nada más y nada
menos que el dato de que Chlöe y su familia se habían mudado indefinidamente a El Lago.
¿Hola? ¿Dónde demonios había ido a parar mi maldita suerte? ¿Iban a estar todos los
veranos aquí a partir de entonces? ¿En serio? ¿De verdad? Era el jodido momento en el
que aparecieran los cámaras para decirme que era todo un montaje y una cámara oculta.
¿No? Por supuesto que no. Genial…
—Abrillllllll, vamos. ¡Me voy a hacer viejo! —escuché a Noah decir desde el pasillo.
Éramos los únicos que todavía no habíamos salido hacia la fiesta de la hoguera. Leah
había ido con los chicos y bueno, a mi me faltaba arreglarme. Corrí hacía el armario para
coger las sandalias cuando Noah comenzó a aporrear la puerta.
—Ya, ya —dije saliendo—. Eres un poco exagerado. Solo llevas esperando cinco
minutos.
—Si por cinco minutos, te refieres a quince, está bien. Te lo concedo. —Noah me
dedicó una sonrisa totalmente forzada, lo que me hizo alborotarle el pelo—. ¡Ey!
—Vaaaale, perdóname. —Le besé la frente—. Pero quería estar guapa. ¿Qué te parece?
—Di vueltas sobre mí misma.
Llevaba un vestido rojo suelto, era sencillo, pero quedaba bien. Los tirantes eran muy
finos y se cruzaban en la espalda, y la única zona un poco más justa era la del pecho, que
curiosamente no me quedaba grande. ¿Podía estar engordando, o era que mis pechos se
habían dejado engañar después de llevar tanto relleno?
—Mientras no vuelvas a dar vueltas así, no habrá ningún problema —dijo Noah con una
medio sonrisa llena de hoyuelos.
—¿Por? —pregunté extrañada mientras me aseguraba que mi pelo recién alisado
estuviera perfecto.
—Tus bragas negras son muy bonitas —se rio Noah cuando me sonrojé violentamente.
El vestido no era tan corto, llegaba a la mitad del muslo, bueno, a la mitad alta del
muslo. Lo que ocurría era que tenía demasiado vuelo.
—Ok. Apuntado queda —dije mientras comenzamos a cruzar el salón.
—¿Y a mí no me dices nada? —preguntó Noah dando él ahora la vuelta sobre sí mismo
teatralmente. Puse los ojos en blanco mientras me reía.
—Estás perfecto —aseguré observando su pelo alborotado, sus piratas vaqueros
desgastados y su camiseta azul marino. Y era verdad. Estaba perfecto.
—Lo sé.
Una vez fuera de casa, después de despedirnos y asegurar que nos portaríamos bien,
ambos danzamos a una de las fiestas de la hoguera más memorable de nuestras vidas.
Leah nos dejó a solas cuando entendió por mi mirada que no me importaba
enfrentarme a esta conversación. Mejor ahora que luego.
—Hola, Nathan. No esperaba verte. —Le dediqué una sonrisa amistosa algo falsa.
Nathan parecía nervioso, y miró a nuestro alrededor.
—Mira, no quiero problemas, y hace rato que no veía a tu hermano ni a Noah, así que…
—Ya —le interrumpí entendiendo lo que me quería decir. Tenía que aprovechar que no
estaban ellos… Un momento, ¿dónde estaba Noah?
—No me contestabas a los mensajes ni a las llamadas, así que… mira, Abril, esto, el
estar aquí, no ha sido idea mía. No quiero que pienses que he venido siguiéndote.
Ouch. Pensé para mí. Eso era sinceridad y lo demás tonterías.
—Vale. Realmente no había pensado eso. —No iba a dar explicaciones a alguien tan
desagradable—. ¿Algo más? —Nathan suspiró y me miró.
—Sé que no me pusiste los cuernos con Noah —me reí.
—Enhorabuena. ¿Quién te lo dijo?
—Michelle se explicó. Me dijo que lo hizo como venganza a un lío vuestro. No me
explicó el qué, y tampoco quise saberlo.
—Vaya, la bruja de Oz ha tenido una buena acción. Me alegro. —Observé al que fue mi
novio esperando alguna disculpa.
Al ver que seguíamos en silencio y él no decía nada, me fue imposible no preguntarme
qué nos había pasado. Nos conocíamos desde pequeños y él desde siempre se había
estado metiendo conmigo, chinchándome y haciéndome de rabiar. Tras el primer beso
que me robó, descubrí que esa había sido su forma de llamar mi atención.
Recordé el día que me pidió en la fiesta de Halloween una oportunidad. Parecía que
habían pasado siglos, y ahora estábamos ahí. El chico con el que había perdido mi
virginidad, con el que había vivido buenos momentos. Mi supuesto gran primer amor. No
lo sentía como decían que sería. Recordé mi metedura de pata con Darek al mes de estar
con Nathan, y luego lo que él hizo delante de mí con Sara en su fiesta. Sonreí con pesar a
mis pensamientos al ser consciente de que me había dolido mucho más encontrar al
idiota de Darek con aquella rubia en la cabaña, que a mi novio besándose con Sara.
Así que definitivamente, Nathan no era mi primer gran amor. Sí, había sido mi primer
novio, y había vivido momentos importantes con él. Pero mi yo interior sabía desde el
primer momento que acepté salir con él, que este chico rubio que tenía delante de mí no
iba a desempeñar ese papel en mi vida
—Sara y yo somos ahora novios —soltó. Enarqué una ceja.
Amigo, ¿por qué no se quedaba callado? Algo me decía que quería quedar por encima
de mí. Suspiré, y encontrándome con su mirada, decidí no perder más el tiempo, eso sí,
dejando las cosas claras.
—Besé a un chico en la fiesta de la universidad a la que nos invitaron Ian y Darek.
La sorpresa de Nathan me supo a gloria. Yo también quería el papel de mala, y así de
paso mi conciencia quedaba tranquila. No iba a desempeñar el papel de la pobre novia
cornuda. Y mucho menos por Nathan, que estaba resultando un tío infumable. ¿Ni una
disculpa por darse el lote con una tipeja cuando todavía éramos novios? Gi-li-po-llas.
—Nos vamos viendo. —Guiñándole un ojo, me alejé de él hacia nuestro grupo de
amigos.
Por fin podía decir que mi etapa con Rogers había terminado definitivamente.
—¿Qué te ha dicho? —me interceptó Leah
—Luego. ¿Dónde está Emma? —pregunté al reparar que nuestra recién amiga no
estaba con nosotras.
—No lo sé. No la veo desde que se fue a buscar a su hermana.
Al mirar hacia la hoguera y ver a Chlöe bailando con Darek, mis alarmas sonaron. Algo
quiero dejar claro. Estaba borracha y actué por impulso. Un impulso egoísta, pero no
quería que Emma se liara con Noah en realidad. Ahora mismo no. Así que inventándome
una excusa, le dije a Leah que fuéramos hacia la orilla, y así poder ver si podía
encontrarlos, porque fijo que ambos estaban por algún lado.
No me equivoqué, y con una suerte que no me creí, los encontramos sentados en la
orilla; de hecho Noah nos vio primero y nos llamó.
—Vaya, ¿qué hacéis chicos? —pregunté toda inocente. Parecía que estaban solo
hablando. Bien.
—Nada, hablar un poco. ¿Qué hacéis aquí? —preguntó algo tensa Emma.
—Pues realmente no lo sé —escuché decir a Leah.
—¿Podéis explicarme que hacéis en lo oscuro? —escuchamos a un malhumorado Ian
acercándose corriendo.
—Por Dios, Ian, madura. No somos tan distintas a tu amiguita la camarera. También
tenemos necesidades biológicas —pinchó Leah.
—Ya está bien. Me habéis dado un susto de muerte. ¡Nos vamos a casa!
—Les has encontrado —dijo Darek que llegaba a la carrera.
—Pareces un viejo, Ian.
—Cállate ricitos.
Ignorando la discusión que tenía a mis espaldas, me quedé embobada mirando la luz
de la luna sobre el calmado mar. Una loca idea surgió en mi mente, y cuando Noah se
acercó a mi lado, y le dediqué una sonrisa juguetona. Captó mi mensaje a la perfección.
—¿En serio, Abril? —preguntó divertido.
Yo, como toda respuesta, me saqué el vestido por encima de mi cabeza.
—¿Qué coño estás haciendo, Abril? —noté cierto histerismo en la voz de mi hermano.
Miré por encima de mi hombro. Leah sonriente comenzó a imitarme, a Ian parecía
que le iba a dar un patatús cuando vio cómo me bajaba las bragas, y Emma observaba la
situación con los ojos como platos. El único que parecía mantener la calma era el
bombero.
—Está borracha —oí decir a Darek. Me giré hacía Noah, el cual parecía que se había
quitado toda la ropa, y cogiendo la mano que me tendía, corrimos hacia el mar.
Fue genial estar en el agua fría totalmente desnuda. Reí mientras veíamos a Leah
imitándonos, aunque ella dando grititos con cada salto.
—¡Salid del agua ahora mismo! —escuchábamos a Ian gritar desde la orilla. Nosotros
nos reímos a carcajadas.
—¡Vamos Ian, Darek, entrad! ¡Emma! —dijo Leah.
—No lo pienso repetir.
—Creo que será mejor entrar y asegurarnos de que no se ahoguen —creí entender
decir a Darek.
—No pienso entrar ahí. ¡Salid ahora mismo! —seguía insistiendo Ian.
Nosotros les ignorábamos mientras jugueteábamos en el agua, yo centrándome sobre
todo en observar el cielo estrellado. Era mágico estar allí, desnuda, balanceándome por
las suaves olas. Escuchamos otro chapoteo, y los tres vimos cómo Darek, únicamente con
sus calzoncillos, entraba en el agua. Había un nuevo espectador en la orilla, Chlöe, que
junto a Emma y mi hermano parecían observar todo desde allí.
—Venga, chicos, salir. Es peligroso. Estáis borrachos —dijo Darek de forma
conciliadora.
—Como alguno de los dos se atreva a mirarlas, os mato —escuchamos a Ian. Los cuatro
suspiramos.
—Oh, Noah. Creo que acabo de ver a tu pene —dije más alto de lo normal.
—Dios, ya está bien. —Escuchamos otro chapoteo, y todos los que estábamos en el
agua nos reímos al descubrir a Ian acercarse.
—¿Era una gran cosa? —preguntó Noah nadando a mi alrededor.
—Creo que sí.
—Entonces definitivamente lo has visto. —Los dos nos reímos, aunque yo algo
avergonzada, porque realmente me parecía haber visto esa parte de la anatomía de mi
amigo. La oscuridad ayudaba a que no estuviera cien por cien segura.
Ian nos alcanzó y comenzó a amenazarnos con que contaría a nuestros padres lo que
estábamos haciendo, lo que provocó que Leah contraatacara con que nosotras
contaríamos lo que él había hecho con la camarera. Eso llevó a una fuerte discusión entre
mis hermanos, así que mientras los demás intentaban apaciguarlos, yo me dediqué a
seguir flotando en el agua, ajena a todo.
El cielo me tenía totalmente atrapada con todas esas estrellas. Era una sensación tan
envolvente… me sentía diminuta al ser consciente de la expansión del cielo. Por supuesto
todas estas divagaciones tan filosóficas eran empujadas por el alcohol, al igual que mis
acciones ya que, cuando vi una estrella fugaz cruzar el cielo, llamé totalmente
emocionada a los demás como si no hubiera un mañana. ¿Lo peor? Que mi grito podría
haberse interpretado como si algo me hubiera atacado, pero nadie pareció darse cuenta.
Parecían más ocupados en que Leah e Ian dejaran de discutir. Encogiéndome de hombros,
aunque en el fondo algo molesta, volví a mirar el cielo, deseosa de encontrar alguna otra.
No había pedido deseo, aunque a lo mejor podía pedirlo en ese momento. Cerré los ojos
intentando concentrarme para realizar mi ruego...
—Abril, nos vamos —dijo Noah sacándome de mi ensoñación.
Algo en su voz me hizo buscarle, y mirando por encima del hombro me encontré a mi
mejor amigo a unos pocos pasos de mí. La luz de la luna llena nos bañaba a todos con un
manto plateado, y bajo aquella iluminación observé sus abdominales marcados, su fibroso
pecho al descubierto, sus brazos en tensión,… y su sus ojos siendo testigos del estudió al
que le acababa de someter.
Me puse roja como la grana, y di gracias a que no podían verlo los demás, y por
supuesto él. En circunstancias normales hubiera soltado alguna frase mordaz, pero,
sorprendiéndome, se mantuvo callado y si no le conociera, hubiera pensado que ahora era
él el que me estaba estudiando a mí.
Finalmente salimos del agua por turnos con la ayuda de las chicas que consiguieron
unas toallas del chiringuito. Aunque Ian había estado muy tenso, conseguimos sacarle
alguna carcajada y realmente fue una buena noche.
Debido a nuestro estado, todos —más bien los aguafiestas de Ian y Darek— decidieron
que era hora de volver a casa. Nos despedimos de las chicas y comenzamos la vuelta entre
risas y gruñidos por parte de Ian.
—En mi vida te he visto tan borracha —se rio Noah mientras me sujetaba por los
hombros para enderezarme. Leah justo en ese momento trastabilló, e Ian la sujetó por el
brazo mientras suspiraba sonoramente.
—Os voy a matar —dijo mi hermano.
—¿Puedes hacer el favor de relajarte? —contesté yo—. Estás arruinado la noche con tu
mal humor. Ni que hubiéramos ido a hacer alguna cochinada entre las cajas de…
—Cállate —me interrumpió Ian adelantándonos para entrar por la puerta principal.
Noah se rio conmigo y le seguimos mientras Darek ayudaba a Leah a entrar por la
puerta. Mi hermana sí que estaba mal.
—Noah —dijo Darek—. ¿Puedes ayudarme con Leah? Sujétala mientras busco una
aspirina. —Darek se dirigió a la cocina y yo me despedí de Noah yendo hacia mi cuarto
mientras oía a Leah quejarse diciendo que no estaba borracha.
Entré en mi cuarto deseando cambiarme, ya que aunque me había desnudado para
meterme en el mar, no me había secado bien y tenía la ropa algo húmeda, especialmente
la interior.
Apartando mi pelo hacia un lado, fui hacia mi armario para sacar mi pijama (una
camiseta de tirantes) y una muda de ropa interior. Me senté en sobre mi cama, y doy
gracias por actuar como lo hice. Escuché la puerta de mi habitación abrirse, y dando por
supuesto que era Leah, comencé a quitarme las bragas todavía con el vestido puesto.
—Tengo las bragas empapadas —dije a mi supuesta Leah, mientras me las sacaba por
los tobillos y las tiraba al cesto de la ropa sucia encestando.
—Interesante —dijo Darek sobresaltándome.
Levanté mi mirada para toparme con sus ojos oscuros y una vez que hicieron
contacto, mi cara se sonrojó violentamente. Amigo, estaba sin bragas delante de Darek, y
por la sonrisa que tenía dibujada en su maldita cara lo sabía y disfrutaba de mi tormento.
—¿Qué haces aquí? —conseguí preguntar con un hilo de voz.
Estaba totalmente quieta, tensa, y es que no me atrevía a ponerme las bragas secas
delante de él. ¿Y si me veía algo? Estaba prácticamente delante de mí. Oh Dios. Tierra
trágame entera de una vez. ¿Por qué me tenía que pasar esto a mí?
—He venido para ver si te manejabas bien, mientras Noah está luchando con Leah
para que se tome la aspirina. —Darek avanzó lentamente hacia mí.
Con cada paso que daba, parecía que la habitación se hacía más pequeña.
—Es… estoy bien. —Idiota, me grité mentalmente. Sé madura. No pasa nada, estás sin
bragas y ¿qué? Dios, quiero moriiiiir.
—Ya lo veo —contestó Darek cuando llegó hasta mi cama, donde me encontraba
todavía sentada. Junté las piernas inconscientemente y el bombero enarcó una ceja
mientras me estudiaba con detalle.
¿No hacía demasiado calor aquí? ¿Y por qué narices me tenía que mirar con esa
maldita expresión? Sus ojos estaban más oscuros de lo normal, con algo peligroso que no
supe identificar. Debía ser el alcohol, que me hacía ver cosas que no eran. ¿De verdad que
Darek acababa de observar por encima de su hombro hacia la puerta cerrada de mi
cuarto? ¿Por qué hacia eso? Irremediablemente mi mente vagó a la noche de la fiesta
universitaria navideña, y mi corazón comenzó a aletear como un colibrí.
Toda línea de mis pensamientos fueron borrados de un plumazo cuando Darek volvió
a girarse hacía mí, y todavía aquella intensidad de mirada, se agachó. Sus oscuros ojos
abrasadores conectaron con los míos, y sentí cómo mi respiración se aceleraba cuando
sus ojos se fijaron en mis labios. Jadeé e intenté alejarme, pero Darek frenó mi avance
colocando sus manos sobre mis desnudos muslos. Oh-madre mía. ¿Qué demonios? Debajo
de mi vestido no llevaba nada… Y él lo sabía.
—Abril. —Su voz cuando me habló era áspera. Levanté mi mirada cuando le escuché
llamarme, y millones de escalofríos me recorrieron entera.
Iba a decir algo más, cuando escuchamos ruido por el pasillo y Darek se levantó
separándose de mí justo cuando Leah abrió la puerta de nuestro dormitorio. Estudié al
bombero mientras salía de nuestro dormitorio sin añadir nada más, y una vez que Leah se
metió en la cama, reaccioné respirando profundamente. ¿Qué demonios acababa de
pasar? Aunque Darek había desaparecido del dormitorio, seguía sintiendo el corazón
bombeando a lo loco, tanto que tenía miedo a que me saliera por la garganta. No paraba
de chillar mentalmente qué-acaba-de-pasar. Quería chillar y esconderme debajo de las
sábanas, todo a la vez. Sacudí la cabeza cuando Leah se chocó con su mesilla de noche e
intenté despejar mi mente. Pero no dejaba de recordar su intensa mirada, y mi piel —justo
donde había apoyado sus manos— estaba ardiendo.
Maldito Darek. Me había jurado a mí misma que no iba a volver con toda esa mierda.
Me obligué a cambiarme cuando Leah comenzó a quejarse por la luz, y una vez
acostada, mi mente volvió como un torbellino a recordar una tras otra vez la escena que
acababa de vivir, intentando sacar algo en claro. ¿Por qué había venido? Y aún peor, ¿qué
hubiera pasado si Leah no hubiera llegado? Volví a revolucionarme y me obligué a cerrar
los ojos, intentando matar las mariposas de mi estómago. Darek no me gustaba, no. Ya no
más.
Creo que repetí mentalmente ese rezo hasta que el sueño me atrapó.
Di un sobresalto cuando algo mojado y áspero me recorrió la cara. Enseguida algo frío
comenzó a moverse sobre mi cuello mientras escuchaba un lloriqueo que conocía muy
bien.
—Otto, vete —me quejé girándome sobre mí misma en la cama dando la espalda a mi
perro.
Este comenzó a ladrar, y maldiciendo me incorporé lentamente. La insistencia de mi
perro indicaba que era la última que todavía seguía en la cama, y en el mundo de Otto eso
era inaceptable. Algunos pensaréis que eso era un gesto encantador. Prueba a que te
despierten con este terrible-dolor-de-cabeza. Dios. Me llevé las manos a mis sienes
mientras Otto salía de mi cuarto moviendo el rabo, feliz por haber llevado su cometido.
Miré hacía el otro lado de la habitación para descubrir la cama de Leah vacía. La hora
que marcaba el reloj de la mesilla de noche me indicó que eran las diez de la mañana. No
había dormido ni cinco horas completas. Odio a Otto. Sin embargo ahora que la resaca
había tomado protagonismo, iba a ser imposible volver a dormirme con ese infernal dolor
de cabeza.
Nada más poner un pie en el suelo, imágenes de la noche anterior aparecieron como
fotografías congeladas en mi mente, y mi cara volvió a sonrojarse violentamente cuando
recordé el episodio con Darek. Por un momento me sentí tentada a quedarme en mi
habitación para siempre. Total, ¿quién necesitaba salir de estas cuatro paredes en lo que
quedaba de verano?
Suspiré al ver lo absurdo de mi razonamiento. No podía permitir que Darek volviera a
hacerme eso. En las vacaciones de Navidad pasadas había hecho eso mismo por su culpa.
No iba a volver a encerrarme en mi cuarto. Todo lo contrario, andaría con la cabeza muy
alta y le miraría desafiante… bueno, mejor no le miraría, incluso intentaría no estar en la
misma habitación… Pero volviendo a lo importante, no iba a amedrentarme por lo que
había pasado.
Poniéndome unos pantalones cortos (obviamente no iba a salir en mis bragas de
florecitas por la casa, sobre todo después de la anterior noche) salí hacia la cocina y el
comedor. Leah se debía de haber levantado hacía cinco minutos. Estaba sentada en la
barra de la cocina con la cabeza totalmente escondida entre sus brazos. Suspiré aliviada
cuando no vi a Darek por ningún lado.
—Buenos días —dijo mi madre sonriente mientras doblaba una toalla de la playa y la
metía en su bolso.
—Días —conseguí decir. Los buenos estaban por ver.
—No tienes muy buena cara —dijo la inconfundible voz de Noah desde uno de los
sofás.
La mirada asesina que le lancé fue mi saludo de buenos días.
—¿Qué pasa, Abril? —preguntó mi padre mientras entraba a casa desde la terraza.—
Supongo que tampoco bebiste ayer en la fiesta como Leah ¿no? —Una amplia sonrisa se
dibujó en el rostro de mi padre.
—Ya te he dicho que me debió de sentar mal la cena de ayer —dijo Leah
incorporándose en cuanto oyó a mi padre.
—Sí, a mi también —añadí rápidamente sentándome al lado de Leah. Escuché a Noah
reírse detrás de nosotras. Niño estúpido.
—Ya en la fiesta nos empezamos a encontrar mal, ¿verdad? —Leah me miró a mí con
su mejor cara de póquer. Dios, Leah daba miedo de lo bien que llegaba a mentir. Casi la
creía hasta yo. Lástima que nuestras actuaciones no acompañaran a nuestras palabras. Mi
padre debía estar pensando lo mismo, y cuando se carcajeó lo miré de malos modos.
¿Hola? Mi cabeza, por favor.
—Por eso sé que serás una buena abogada —dijo mi padre tendiendo un grueso sobre
delante de Leah, la cual se tensó al verlo—. Acaba de traerlo el cartero. Parece que
contiene mucha información.
Mamá se acercó corriendo y puso las manos sobre los hombros de Leah, la cual
seguía mirando al sobre como si fuera a explotar en cualquier momento. Y no era para
menos. Ese sobre contenía el futuro de mi hermana. Había solicitado plaza para estudiar
derecho, algo que mi hermana no quería. Y por lo grueso del sobre supe que había sido
acepada en la universidad.
Leah comenzó a abrirlo con dedos temblorosos, y tras sacar el primer papel que
encontró, lo que parecía una carta, mi madre comenzó a dar grititos de alegría.
—Enhorabuena cariño —dijo besándola cariñosamente en la cabeza—. Ha sido
aceptada —dijo mirando a mi padre.
Todos empezamos a felicitarla, y Leah sonriente nos dio las gracias. Estaba tensa, lo
notaba porque la conocía y sabía que mis padres también lo hacían, pero ellos pensaban
que estaban haciendo esto por su bien. Que si estudiaba lo que ella realmente quería no
tendría un buen futuro. Y realmente yo no sabía qué pensar. Nuestros padres hacen todo
por ese fin, pero ¿hasta qué punto eran conocedores de la verdad absoluta? ¿Y si se
estaban equivocando forzando a Leah a estudiar algo que no quería?
Tras un rato de más felicitaciones por parte de los padres de Noah, de Ian y Darek
(momento en el que le evité totalmente), todos se fueron a la playa. Leah se excusó
diciendo que prefería quedarse en casa durmiendo, y aunque estuve tentada a quedarme
con ella, supe que mi hermana necesitaba tiempo para estar a solas.
Se lo concedí. Sin embargo, cuando por la tarde vi que seguía estando en ese estado
solitario, decidí abordarla. No me gustaba dejar a la gente sola con sus problemas. Sabía
que todo el mundo tarde o temprano necesitaba un medio por el que soltar su mierda. Y
yo iba a ser ese medio para mi hermana, quisiera o no. Ella me había enseñado eso.
Siempre había estado para mí, me había buscado cada vez que yo huía con mis tontos
problemas. Ahora me tocaba a mí, aunque su problema era más serio que cualquier cosa
absurda que me había atormentado alguna vez.
Los chicos se habían ido con varios amigos, Noah estaba durmiendo la siesta, y
nuestros padres estaban en una sesión de películas antiguas en el salón, por lo que
cuando todos estaban metidos de lleno en averiguar quién era el asesino, yo salí de
puntillas hacia nuestra terraza. Una vez fuera, busqué a Leah. La encontré a lo lejos,
sentada cerca de la orilla mientras le tiraba la pelota a Otto.
Cuando me acerqué no se dio cuenta de mi presencia hasta que nuestro perro fue a
saludarme.
—Hola —dijo mirando por encima de su hombro.
—Hola —contesté yo sentándome a su lado.
Nos quedamos en silencio, y yo esperé. No era como Leah. Cuando ella venía a tu
rescate solía hostigarme a preguntas hasta que finalmente cedía. Yo solo esperaba.
—Sé que debería estar contenta —comenzó Leah al final—. Pero no puedo. —Sus ojos
se llenaron de lágrimas. La rodeé con mi brazo, acercándola a mí.
—Has sido aceptada en una de las mejores universidades —recordé.
—Lo sé. Y he trabajado duramente para que esto pasara. Por lo que sí, tendría que
estar feliz, pero yo no quería esto. Quería… bueno, ya lo sabes. —Se encogió de hombros y
apartó sus lágrimas con cierta frialdad.
—¿Y qué vas a hacer? ¿Por qué no hablas con papá y mamá?
—Ya lo hice. No sirve de nada. —Leah recogió la pelota que Otto nos acercó, pero el
perro, sintiendo que no estábamos para juegos, se tumbó a nuestro lado, aplastando
nuestros pies.
—Leah, no puedes sentarte aquí y solo lamentarte —dije enfrentándola.
—Abril, no estamos hablando de cualquier tontería, sino de mi futuro. Y en el fondo,
aunque me encantaría ser diseñadora de moda, no soy tonta. Es un mundo muy difícil. —
Abrí la boca para hablar, pero Leah no me dejó. —Más difícil que otras muchas cosas. No
vale con ser buena, tienes que ser de lo mejor. Y no creo que yo sea eso.
—Te estás poniendo limitaciones antes de intentar nada —señalé algo asombrada.
—Estoy haciendo caso a papá y a mamá. No sé, puede que el derecho me guste.
Volvimos a quedarnos en silencio siendo consciente de que esta conversación no iba
a servir de nada. Leah había decidido el camino a tomar. Siendo la persona racional que
llegaba a ser, sabía que había estado meditando fríamente los pros y contras de todo. Era
mejor no presionarla.
—Entonces, vas a empezar ya la universidad —dije. Leah medio sonrió.
—Sí, eso parece.
—¿Estás nerviosa? —pregunté.
—La verdad es que sí. —Ahora sonreí yo—. Va a ser todo nuevo. Y eso de no vivir en
casa…
—Va a ser toda una aventura —completé yo—. Dios, ¡sin normas ni reglas! Te envidio. —
Leah sacudió la cabeza mientras se reía—. Eso sí, a ver qué tal tu compañera de cuarto.
Eso es algo potencialmente peligroso. ¿Y si es una persona totalmente desordenada y
anti-higiénica? —Un gesto de asco apareció en el rostro de mi hermana—. O peor, ¿y si es
como tú y vivís en vuestro imperio de la perfección y obsesión por el orden? —me reí
cuando Leah me empujó quejándose.
—Yo no soy así. —Puse los ojos en blancos.
—¡Ja!
Otto, que nos vio más animadas, enseguida se unió a nuestros juegos, y terminamos
dejando nuestras preocupaciones donde debían quedarse, al final del verano. Ahora era el
momento de disfrutar, de vivir el momento. Sabía que este sería nuestro último verano
juntas como siempre. Cuando volviéramos a la rutina, Leah ya no estaría más en casa.
Volvería como Ian en las vacaciones, pero ya nada sería lo mismo, y eso hacía que una
presión me apareciera en el pecho. Contra todo pronóstico estábamos creciendo,
haciéndonos mayores. A ver, entendedme. Por supuesto que era consciente de que cada
año era un poco más mayor, pero esta vez fue ESA vez. Ese momento en el que realmente
te das cuentas de que no vas a seguir siendo una niña, que las obligaciones, las
obligaciones de la vida real, te van a terminar atrapando. Saber que Leah comenzaba su
vida de adulta fue un mazazo muy duro para mí. Yo sería la siguiente, y una tristeza se
instalaba en mi conciencia al ver que en un futuro nada lejano, mi cuarto dejaría de ser mi
cuarto, que no me despertaría con mis hermanos y mis padres esperándome en la cocina.
Dios, eso era un asco. Me daba pena, aunque también tenía la ilusión de querer demostrar
que podría con todo eso y más.
Capítulo 16
—Maldito Noah —dije entre dientes—. Menos mal que has venido tú —dije a mi
hermana, la cual se extendía crema solar.
Con su bikini retro parecía una autentica chica pin up. Sus gafas de sol alargadas por
sus extremos, algo que me horrorizó cuando las vi en la tienda, quedaban genial en ella.
Pero bueno, era Leah. Tenía ojo desde siempre para la moda.
—Sí. La verdad es que esas hermanas se están quedando con todos tus chicos —
pinchó Leah justo cuando Chlöe comenzó a reír como una oveja-loca-colegiala por alguna
tontería que estaba diciendo/haciendo Darek.
—Y que lo digas.¡ —contesté viendo a Noah en una absurda y ridícula persecución con
Emma, la cual parecía haber conseguido captar la atención del moreno.
No sabía qué me sentaba peor. O el hecho de que mi mejor amigo me había engañado
prometiéndome carreras en las motos que solo había montado diez minutos, o que pasara
de mí en mi cumpleaños. Porque ¿Hola, Noah? Soy tu mejor amiga y estoy aquí sentada
totalmente aburrida mientras te veo tontear con la estúpida y perfecta Emma. Dios.
Odiaba a los chicos. Además, Noah no dejaba de perjurar que Emma no le interesaba,
¿verdad? No le veía capaz de engañarme sobre eso. Me repetí ese pensamiento cuando
Noah alcanzó a Emma y la tiró al agua entre risas.
La tienda de alquiler del padre de las hermanas estaba a las afueras del pueblo,
siguiendo el muelle del puerto. Había sido como me lo había imaginado. La típica caseta
de madera al final del muelle donde tenía las numerosas motos acuáticas y la recepción.
El negocio parecía ir bien, ya que no éramos los únicos con las motos, aunque debería
señalar que sí las únicas que estábamos sin tocar las malditas cosas.
Debía de haber alguna radio dentro de la caseta, ya que sonaba 54-46 Was my
number, canción que conocía por mi padre, y al ritmo de la pegadiza canción hice aquello
que llevaba todo el maldito verano evitando. Estudiar a Darek, y es que tras el raro
encuentro que tuve con él la noche de la fiesta de la hoguera, no podía dejar de pensar
sobre… sobre lo extraño de todo.
Este estaba hablando con varios amigos apoyado en uno de los postes del muelle. Por
supuesto no me pasó desapercibido la presencia femenina a su alrededor, y es que había
varias chicas que parecían especialmente atentas a sus palabras; como Mónica, que
jugueteaba con su pelo mientras escuchaba la conversación. Dios, eran tan evidentes…
volviendo al tema central, estudié al bombero, el cual iba en bañador, sin camiseta y
amigo, pude ver todo lo que se había estado esforzando para entrar en el cuerpo de los
bomberos. Creo que el estar moreno potenciaba aún más su cuerpo y es que no me
sorprendía que Chlöe hiciera esos estúpidos ruidos a su alrededor. ¿Cómo podían trabajar
bien sus neuronas cerca de ese cuerpo? No es que tuviera cada maldito músculo marcado
y definido. Es que tenía el cuerpo realmente perfecto. Me explicaré. Hay chicos que por
muy en forma que estén, sus músculos son torcidos, demasiado voluminosos… eso no
existía en Darek. Solo la perfección.
Estudié con detenimiento sus pronunciados pectorales, y su paquete de seis en su
zona abdominal. Creo que boqueé porque mi hermana me tendió su botella de agua.
—Bebe, te vas a atragantar con tu propia baba. —Gruñí golpeando la mano que me
ofrecía la bebida y aparté la mirada al sujeto de mi estudio.
—De verdad, no sé qué narices hago aquí.
—¿Sabes? He estado pensando en hacer una cosa, y creo que hoy, en tu cumple, es un
buen día para hacerlo.
Leah se levantó antes de que pudiera preguntarle a qué se refería. Comenzó a alejarse
y realmente prefería seguirla hacia cualquier parte, que seguir siendo testigo de la gran
vida social que tenían los chicos. Sin embargo cuando Leah, tras varios minutos andando
por el pueblo, se dirigió a la tienda de tatuajes, le agarré del brazo.
—¿Qué se te ha perdido ahí? —pregunté muy extrañada.
—Oh, no te lo he dicho: nos vamos a hacer un pirsin.
—¿QUÉ? Y un momento. —Me crucé de brazos—. ¿Cómo que vamos? ¿En qué
momento he decidido que me iba a hacer un pirsin?
—Bueno, siempre estás con que si el pirsin del ombligo es tan bonito y sexy. —Leah me
enfrentó algo exasperada. Como si lo que estaba diciéndome fuera de cajón—. Lo quieres.
Cógelo. —Leah giró de nuevo y entró contoneándose a la tienda sin titubear.
¿Quién era esa y qué había hecho mi hermana? No lo sabía, pero quería averiguar
hasta dónde nos llevaba esto. Entré en la tienda, que al contrario de lo que parecía desde
fuera, era bastante espaciosa. Mi hermana ya estaba hablando con el chico de detrás del
mostrador. Sí, el típico chico lleno de tatuajes y pírsines.
—¿Entonces serán dos?
—Uno para mí y otro para ella —asintió Leah.
—¿Cuáles queríais? —preguntó el chico que parecía mortalmente aburrido.
—Ella el del ombligo. Yo el de la lengua. —Me mantuve totalmente recta y esperé a que
el chico se fuera a la parte de atrás. De un tirón acerqué a Leah a mí.
—¿El de la lengua? ¿Estás loca? No va a haber una maldita forma de que papá y mamá
no se enteren.
—Soy mayor de edad. Y es mi cuerpo, puedo hacer lo que quiera. —Enarqué una ceja—.
Y bueno, tú me vas a ayudar a ocultarlo. —Suspiré.
—Sabía que la mierda me iba a salpicar.
—No hables así, Abril —me regañó Leah por la palabrota. Ojos en blanco de mi parte.
—¿Estás segura de esto? —Mi hermana cuadró los hombros y asintió. Vi la
determinación en su mirada. Esto no era un simple pirsin.
Aquella calculadora con patas, sí, me refiero a Leah, estaba haciendo una locura,
dejándose llevar. Y ya que no era algo que nos pusiera en peligro de muerte (tranquilas el
establecimientos tenía todo en orden y los medios sanitarios para hacer las cosas), dejé
que se soltara la melena. Eso sí, tuve que ser la primera en hacerse el agujero. Pero bueno,
el pirsin de Leah debía de doler mala manera.
Cuando llegamos a casa, mi abuela nos recibió en el salón con un gran vaso de
limonada.
—¿Y todos? —pregunté refiriéndome a mis padres y a los de Noah. Ya sabía que los
chicos estaban todavía en el muelle.
—Se han ido a por la cena de esta noche. Les faltaba alguna cosa. —Nuestra abuela
sonrió y miró a Leah. Bien, ahora entraba el momento de disimular para que no se diera
cuenta de que no podía hablar muy bien—. ¿Está hecho? ¿Os dolió, mis niñas?
—¿Eh? —Bizqueé, por supuesto.
—La abue… zabía lo d loz pid…
—Deja de intentarlo, Leah —la interrumpí sufriendo por su lengua—. ¿Lo sabías?
—Claro que lo sabía, cielo. —Mi abuela me dedicó una sonrisa divertida—. ¿Quién si no
firmó tu autorización? Eres menor todavía.
—Oh. —Ni siquiera había caído en eso. Supuse que mi hermana se lo daría al chico sin
que me diera cuenta—. Esto es de locos, abuela. Tendrías que estar regañándonos, no
apremiándonos.
—Oh, Abril. Enséñamelo.
Esta familia de locos… Pero en fin, me había pedido que le enseñara mi pirsin, así que
lo hice. Estaba orgullosa de mi pendiente. Era de plata y con un brillante. Femenino y
precioso.
—Es muy bonito —dijo mi abuela—. Eso sí, ya podéis tener cuidado de que no os pillen.
—No va haber manera de que no pillen a Leah. ¿De repente mortalmente callada? —Me
reí mirando a mi hermana que me miraba ceñuda—. Van a ser unos días largos.
Estaba con los pies metidos en la piscina, siendo consciente de que hasta dentro de
unos pocos días no me podía bañar. Una mala idea hacerse un pendiente en verano. En
fin, estaba jugueteando con mis pies en el agua. No podía entrar en casa según mi madre
porque me estaban preparando la cena sorpresa, y querían que fuera eso, sorpresa. Me reí
por las ocurrencias de mi madre.
—¿De qué te ríes? —Noah apareció por arte de magia, sentándose a mi lado.
—Vaya, mira quién vuelve. —No pude ocultar la indignación en mi voz. Noah se pasó
una mano por el pelo.
—Noto tu tono de voz, y no me gusta —dijo Noah a la defensiva—. Estábamos todos en
el muelle y Leah y tú habéis desaparecido. Pensaba que habíais ido al baño o algo.
—Hay varios errores en esa frase, ricitos. —El moreno entrecerró los ojos molesto—.
Leah y yo estábamos en el muelle viéndoos —di gran énfasis a esa palabra— tontear con las
hermanitas. Como comprenderás, tenía mejores planes para mi cumpleaños. Además, te
has perdido algo muy emocionante.
Algo debió de ver en mi mirada porque Noah dejó de lado su enfado y me estudió
curioso. Miré por encima de mi hombro y le indiqué que me siguiera a la parte más oculta
de la terraza, donde no nos podía ver nadie.
—Me estás empezando a asustar, Abril —dijo Noah siendo consciente de que estaba
asegurándome de que nadie nos viera.
—Calla. —Empecé a subirme la camiseta, evidentemente el moreno tuvo que hacer un
comentario.
—Así que me traes aquí para desnudarte para mí. —Me dedicó una sonrisa juguetona—.
Me parece perfecto, sigue.
—Anda calla y mira mi ombligo. —Llamé su atención golpeando su pierna.
—Oh. —Noah se agachó para mirarlo más cerca—. ¿Eso es lo qué habéis ido a hacer?
—Sí. —Sonreí toda chula.
—Es muy bonito. —Sus ojos verdes buscaron los míos—. Y sexy… —Me hinché como un
pavo con sus palabras—. Eso sí, no te pega nada. —Vale. Tener amigos para esto.
—Eres un idiota. —Golpeé su hombro y él inmovilizó mis manos por las muñecas.
—No soy ningún idiota, la única que lo es aquí eres tú. —Una sonrisa peligrosa
apareció lentamente en el rostro de Noah—. Me debes todavía un favor gordo y otro se
suma a este, porque tendrás que asegurarte de que no cuente tu secreto, ¿verdad?
—¿Qué mierdas dices? —No sé por qué las palabras de Noah me pusieron nerviosa—. Y
además, ¿por qué no has cobrado ya tu favor? ¿Te haces el interesante? —Noah se carcajeó
y me soltó.
—Estoy esperando al mejor momento para cobrarlo —solo dijo. Tragué saliva. Mmm,
¿Noah me estaba poniendo nerviosa?
—Deja de poner esa sonrisa. Me asustas —hablé rápidamente para distraer mi mente—.
Recuerdas que no haría nada de ayudarte a asesinar a nadie, ¿sí?
Noah me ignoró y soltó la bomba.
—Me he liado con Emma. —El silencio pesó entre nosotros, y fui consciente de que
Noah estaba estudiando mi reacción. ¿Por qué? Me obligué a sonreír.
—Por fin —terminé diciendo. ¿Por qué narices me había costado decir eso?
—Por fin —repitió Noah todavía estudiándome.
El silencio siguió pensando. Dios, era denso y terminé separando mis ojos de los de
mi mejor amigo.
—Espero que ahora no vuelvas a pasar de mí —acusé sin ocultar que estaba molesta.
—¿Eso es lo qué te molesta? —preguntó Noah dando un paso hacia mí.
—¿En serio que estas preguntándome eso? Por supuesto que sí. Y es que a las pruebas
me remito. Solo te has liado con ella y ya me has abandonado en el día de mi cumpleaños.
Noté que había ofendido con esas palabras. Bien. Quería que le doliera.
—Buen punto —terminó concediendo—. Pero he vuelto. ¿Eso no cuenta? —Nos
volvimos a quedar en silencio.
—Está bien. Pero como vuelvas a cagarla, Noah, pienso patear tu culo. Y no
perdonarte nunca más. Los colegas antes que las chicas. —Noah se carcajeó.
—Eres más que un colega, Abril.
—Pues demuéstralo. —Me crucé de brazos todavía algo indignada.
—Lo haré. Créeme que lo haré. —Noah volvió a dibujar su sonrisa guasona y yo me vi
apartando de nuevo mi mirada. ¿Qué mierda me pasaba?
—Bueno, ¿y qué tal? —terminé preguntando. Esperaba que Noah me dijera que Emma
había sido delicada y perfecta.
—No solo nos hemos liado.
—¿QUÉ? —No pude ocultar mi voz y Noah se carcajeó. Fui consciente del chupetón en
su cuello.
—Alto ahí, no hemos llegado a hacer eso que piensas, mente calenturienta. De hecho
tuve que frenarle los pies yo.
—Tú siendo el responsable —repetí como ida.
—Bueno, después de lo de Michelle prefiero ir con pies de plomo. —Volvimos a
guardar silencio al recordar aquel episodio. Finalmente Noah lo volvió a romper—. No
pienso volver a enrollarme con ella, como te dije, no me interesa especialmente. Sé que es
muy guapa, pero ahora mismo no me interesa meterme en ningún lio.
—Me cuesta creer que no quieras volver a enrollarte con ella —dejé caer. No sabía por
qué, pero necesitaba una reconfirmación a sus palabras.
—No me interesa lo más mínimo. —Noah me miró de reojo—. Aunque he de reconocer
que es muy… apasionada. —Enarqué una ceja ante la palabra usada para describir a Emma.
Por supuesto Noah comenzó a describirme con pelos y señales lo que Emma y él
había empezado a hacer, y en el momento que comenzó a contarme cosas más
personales, le frené totalmente sonrojada.
—Oh Dios —conseguí decir. Noah se carcajeó.
—Sí, eso mismo he dicho yo.
—Vaya.
—Sí.
Guardé silencio pensativa.
—Y a mí me parecía atrevido dejar que me metieran mano.
—Bueno, Abril. Tú has tenido sexo con Nathan.
—Lo tuve sí, pero ni de lejos he llegado a ese nivel de profesionalidad y seguridad que
demuestran tus conquistas. Y tienen mi misma edad. —Miré de reojo a Noah. Este se
encogió de hombros.
—Cada uno hace lo que quiere hacer. No tienes que hacer cosas porque otros lo hagan
—sentenció Noah.
—Lo sé, si no me hubiera acostado con Nathan a las pocas semanas. —Sonó como
cierta acusación, pero mi amigo lo dejó pasar.
—Realmente… —comencé, pero guardé silencio totalmente avergonzada.
—¿Realmente? —preguntó Noah.
—Nada.
—Diablos que nada. Por la conversación que estamos manteniendo es algo jugoso.
Escúpelo.
—Está bien —cedí notando que mi cara iba a explotar—. Realmente yo todavía no he
llegado a eso que dicen que es tan genial. En el tema del sexo. —Noah cogió aire.
—¿No has tenido un orgasmo? —me preguntó totalmente tenso.
—Claro que sí, pero bueno, eso que dicen en los libros… Eso tan in-cre-í-ble…
Supongo que fue porque no profundicé mucho en el tema. Con Nathan lo hice unas pocas
veces después de la primera vez…
—Eso no es excusa —me cortó Noah—. Ya me imaginaba que Rogers era un mierda.
—¿También estaba yo allí, sabes? —Noah me ignoró poniendo los ojos en blanco.
—Quince minutos, vamos. Dámelos. —Me reí ante su insinuación.
—Calla Noah.
—¿Encima que me ofrezco? —contestó teatralmente ofendido.
Miré a la vela que orgullosa tenía los números uno y siete juntos, encima de la tarta
triple de chocolate que mi abuela me había hecho. Todos estaban alrededor expectantes,
y yo me preguntaba de nuevo. ¿Qué deseo, Abril? Bueno, ninguno se había cumplido, así
que este año no iba a ser menos. Todos los años cierta persona de la mesa había sido el
dueño de cada uno de esos deseos. Ya estaba bien. Soplé sin pedir nada.
Todos estallaron a cantar por millonésima vez cumpleaños feliz, y mi padre comenzó
a cortar la tarta.
—Leah, ¿seguro qué no quieres? —preguntó Noah con una sonrisa divertida—. Te noto
muy callada.
Le golpeé fuertemente en la espinilla y di gracias a que nadie estaba pendiente de sus
estupideces.
Nuestros padres se iban al día siguiente a pasar una semana en París, por lo que
estaban extra excitados por la emoción. Nuestra abuela sin embargo se quedaría con
nosotros, así que nos despedimos de la idea de hacer una loca fiesta en casa.
Tras varios juegos de mesa con nuestros padres, los mayores se despidieron. Ian y
Darek no tardaron en desaparecer y los restantes, Noah, Leah, mi abuela y yo, nos
pusimos a ver una película de terror. Bueno, si Alien se podía considerar una película de
terror. Estábamos en plena discusión entre la teniente Ripley con varios tripulantes,
cuando me levanté a por otro trozo delicioso de tarta. Era mi cumple, me lo podía
permitir. Todos estaban tan inmersos en lo que ocurría en la pantalla que ni se dieron
cuenta, sobre todo porque Noah me hubiera pedido otro trozo para él si hubiera
descubierto mis intenciones.
Estaba en la cocina oyendo a lo lejos la película mientras atacaba a la tarta, cuando
desde la ventana vi algo por el jardín. Mi curiosidad, como siempre, ganó a cualquier
pensamiento sensato. Amigo, podría ser un ladrón o el mismísimo Alien (¡ja!, dejo las
tonterías aparte). En fin, que no lo pensé dos veces y salí a hurtadillas por la puerta.
Una vez en el jardín, entre la oscuridad, no encontré nada por lo que supuse que me
lo había imaginado. Recorrí una última vez nuestro pequeño jardín antes de volver a
dentro. La única luz era la de la piscina, aunque bastaba para ver que no había nadie por
ahí.
Giré sobre mis talones dispuesta a volver con la teniente Ripley, cuando escuché un
leve pero extraño sonido. Ya con todas las alertas encendidas, comencé a bajar las
escaleras. Ahora que lo pienso, y como lo estaréis pensando vosotros, ¿para qué, Abril?
Nada bueno iba a salir de esa exploración. ¿No había aprendido de esas películas en las
que la chica bajaba sola por las escaleras, y tú la insultabas por tonta y porque no
sospechara que lo que se iba a encontrar era al maldito asesino? Bueno, no era
exactamente un asesino lo que me esperaba…
Como siempre, boqueé. Y es que la situación lo requería. El sonido sospechoso no
había sido otra cosa que los jadeos roncos contenidos de Darek, el cual, sentado en una de
nuestras sillas, agarraba con las manos el pelo de Mónica, que estaba arrodillada delante
de él. Mónica, que no Chlöe. El movimiento de la pelirroja dejaba bien claro lo que estaban
haciendo, por no decir los jadeos de Darek. Me llevé las manos a la boca.
—¡Joder! —dije.
La mirada de Darek me encontró, y Mónica, que también me había escuchado, tuvo la
decencia de parar de hacer… eso.
—¡Oh, Dios! —dijo el supuesto ex ligue del bombero, levantándose totalmente azorada
por haber sido pillada practicando sexo oral en la parte más oscura de mi jardín.
Volví a mirar a Darek, el cual se había levantado mientras se subía los pantalones
atropelladamente. No necesitaba más de eso. Giré sobre mí misma y comencé a subir los
escalones. Siempre había sabido que era un capullo, no sé por qué me sorprendía pillarle
poniendo los cuernos a Chlöe. Por Dios, ¿por qué siempre le tenía que pillar yo? Parecía
que el destino quería recordarme continuamente el tipo que era.
—Abril, espera. —Me retuvo del brazo, y yo me lo sacudí.
—Suéltame, cerdo —dije sin bajar mi tono de voz.
Él me fulminó con la mirada y yo hice más de lo mismo. ¿En serio? ¿Estaba molesto
porque le había interrumpido en su gloriosa mamada?
—Jódete —dije contestando a sus pensamientos. La mirada de Darek fue aún más dura.
—¿Qué está pasando aquí? —dijo haciendo acto de presencia mi abuela seguida de
Noah y Leah.
Darek y yo nos sorprendimos.
—Nada —comenzó diciendo Darek.
—Y una mierda que nada.
—Abril… —dijo mi abuela por la palabrota.
—¡Estaba con una chica! —estallé—. Engañando totalmente a Chlöe. —Mi valentía no
iba tan lejos como para decir delante de mi abuela lo que el cerdo de Darek estaba
haciendo. Todos guardaron silencio ante la gravedad de mis palabras.
—Hemos cortado hace unos días, Abril —dijo Darek.
—¡Ja! —me reí falsamente—. Esta mañana en el muelle estaba con nosotros. No me
vengas con…
—Aunque creo que esto no es asunto de nadie, visto lo que te está afectando esta
situación, aclararé que esta mañana no estaba con ella. Como he dicho. Ya no estamos
juntos desde hace unos días. Lo que viste fue a Chlöe intentando llamar mi atención.
Cerré mi boca ante mi metedura de pata. Darek sonrió pagado de sí mismo.
—Bueno, chicos, será mejor que entremos dentro —dijo entonces mi abuela antes de
lanzarme la mirada de «pide perdón al chico».
Noah y Leah siguieron a mi abuela, el primero con cierta reticencia, dejándonos solos
de nuevo a Darek y a mí. Para dar más inri a la situación, Darek se subió la bragueta.
Suspiré sin mirarle. ¡Venga ya!
—Creo que este es el momento en el que te disculpas por la gran metedura de pata —
terminó Darek rompiendo el silencio.
—Si de verdad piensas que voy a pedirte disculpas por interrumpirte en plena
mamada, vas listo. —Sonreí con chulería. Esto era el colmo—. Te tendrías que disculpar tú
por darme esa jodida imagen en mi mente. —Darek se rio.
—Nadie te ha pedido que bajaras a husmear, no es mi culpa que me hayas visto en
plena mamada. —Enfatizó eso último—. Además no sabía que tuviera que darte
explicaciones de dónde meto la polla. —Jadeé ante su lenguaje. Darek medio sonrió—. No
te hagas la escandalizada. Tú has sido la que ha empezado a usar ese lenguaje, o ¿es que te
asusta pensar en mi polla?
—Vete a la mierda. —No iba a dejar que me amedrentara—. Lo único que hay que
aclarar en todo esto es que eres un puto cerdo. Además, esas cosas se hacen en privado.
—Niña —Darek cortó la distancia que nos separaba—, no vengas a decirme cómo tengo
que joder. —Le empujé duramente, aunque no se movió ni un dedo.
—¿Qué mierda te pasa? ¿Eh? ¿De verdad tengo que recordarte que estás viviendo en
una casa con más gente? —Si las miradas mataran, ambos estaríamos muertos. Pero ni
loca pensaba ceder ante esta discusión.
—¿De verdad que tú me estás diciendo esto? —gruñó Darek—. ¿Y qué me dices sobre la
otra noche? ¿Lo que estabais haciendo Noah y tú?
—¿Qué estás diciendo? —Me sonrojé al saber a qué día se refería. Al día que nos
espiaba entre las sombras.
—Ambos estabais aquí…
—Cállate, idiota. Noah y yo no estábamos haciendo nada. Somos amigos. —Darek se
carcajeó en mi cara. Entrecerré los ojos, enfadada.
—Claro, sois «amigos». —Casi gruñí ante su insinuación.
—Estás equivocándote totalmente, y de todas formas, ¿Qué te importa a ti?
—No me importa una mierda lo que hagas con tu amiguito Noah. —Su tono me ofendió
muchísimo.
—¿Qué mierda pasa, Darek? —estallé. Por supuesto que no pensaba sacar a relucir el
episodio de las bragas delante de él. Antes muerta, pero una idea que llevaba tiempo en mi
mente, salió a flote—. ¿No piensas ir a ver a tu madre en ningún momento? —Ahora el que
boqueó fue él, lo que me confirmó que había llegado al epicentro del asunto—. ¿Qué pasa
con tu madre? Primero pasas las vacaciones de Navidad con nosotros y ahora ¿todas las
de verano? ¿Por qué no la quieres ver?
—No es tu asunto.
—Eso díselo a otro. —Me crucé de brazos.
—Vete a la mierda. —Sin añadir nada más, entró en la casa.
Más tarde, cuando me fui a dormir, Leah me preguntó por la discusión. Cuando le
conté el asunto por encima, pero enfaticé mi interrogatorio sobre lo de la madre de
Darek, Leah me sorprendió.
—Esto supuestamente no lo sabemos nadie. Salvo papá y mamá. Bueno y por supuesto
que Ian y Darek, pero bueno, supuestamente los demás no debemos saberlo. —No me
molesté en preguntar por qué ella lo sabía. Estábamos hablando de Leah, no se podía
tener secretos sin que ella se enterara—. Es su padre. El padre de Darek.
—¿Su padre?
—Sí. Ha vuelto, y como siempre la madre lo ha aceptado y acogido en casa.
Tras oír esa simple explicación lamenté haber atacado a Darek duramente sobre su
madre. El padre de Darek les abandonó cuando tenía tres años, y tras los años fue
apareciendo de vez en cuando, prometiendo a la madre que había cambiado (tema de
alcohol y mujeres). La madre de Darek siempre le perdonaba, lo que provocaba que una
vez que el padre volvía a conseguir algo de dinero, los volvía a abandonar. Darek se había
enfrentado varias veces tanto a su madre como a su padre, pero al ver que su madre
defendía a aquel hombre, Darek había decidido desaparecer de su casa hasta que este
volviera a abandonarla para recoger los pedazos de tristeza en los que se convertiría su
madre. No era algo fácil de ver y a mí siempre me había sorprendido que existieran
familias tan destructivas. Siempre estaba agradecida a mis padres por ser como eran. No
quería imaginarme lo que tenía que estar pasando Darek.
—Mamá y papá por supuesto que le han dicho que puede estar con nosotros todo lo
que quiera.
Desde ese momento miré con otros ojos a Darek, aunque cada vez que me pinchaba,
saltaba. ¿Y qué queréis? Ese chico sabía sacarme de mis casillas mejor que nadie y todo el
asunto con su madre no le daba el derecho a ser tan estúpido.
Capítulo 17
Los días pasaron y la normalidad volvió poco a poco a nuestra vida veraniega con la
vuelta de nuestros padres. Los de Noah volvieron a casa, ya que ellos no tenían tantas
vacaciones en el trabajo, por lo que la casa estaba un poco más vacía.
Tras la fortísima bronca con Darek, intentaba estar lo menos posible cerca de él, y
como la mayoría sabía lo que había pasado entre nosotros —o creían saber, porque a los
únicos que se lo conté fue a Noah y a Leah— nadie me metía presión. Mi abuela intentó
razonar conmigo, pero me negué totalmente. Además no era especialmente difícil
evitarle, salvo en las horas de comida. En esas circunstancias lo único que hacía era no
mirarle y hacer como que no existía. Lo bueno de la situación era que él tampoco parecía
tener muchas ganas de estar cerca de mí, por lo que fue mucho más fácil llevar mi
cometido.
Por las tardes, cuando íbamos por la playa o por el mismo pueblo, le veía a lo lejos con
Ian y sus amigos, incluso le vi tontear con alguna otra chica. Realmente el tipo era un
maldito cerdo. No vi mucho a Chlöe, pero por lo que nos confesó Emma, fue Darek quien
cortó la relación de manera repentina, y su hermana estaba afectada. Tampoco debía
ayudar que Mónica fuera pavoneándose delante de ella, o enterarse de que Darek
tonteaba con cualquier chica que se le pusiera a tiro.
Dejando el tema de Darek, lo demás volvía a ser como siempre. Aquella tarde estaba
en mi cuarto leyendo una apasionante historia de aventuras, cuando Noah entró en mi
cuarto.
—¿Qué haces? —me preguntó tirándose a mi cama provocando que revotara.
—Creo que es obvio —dije molesta por su interrupción.
Intenté volver a enfrascarme en mi lectura, pero fue imposible ya que Noah no se iba.
Suspirando, aparté el libro hacia un lado y me fijé en la sonrisa de hoyuelos que me
dedicaba.
—¿Qué quieres? —Medio sonreí por su expresión.
—¿Querer? ¿Yo? —Se hizo el extrañado.
—Sé que quieres algo, si no, no hubieras venido a interrumpirme. —Puse los ojos en
blanco cuando se rio.
—Está bien, está bien —comentó por mi expresión huraña—. Efectivamente he venido
a por algo.
—¿A por algo? —Ahora la extrañada era yo.
—Sí. Si no me equivoco, me debes un favor. —La sonrisa que me dedicó se parecía a la
del gato de Alicia en el país de las Maravillas. Os lo juro.
—Está bien —dije con tacto—. ¿Qué quieres?
Noah se levantó de la cama y me tendió su mano. Yo se la cogí algo recelosa y me dejé
arrastrar por él hacia la terraza de la casa. Cuando vi que comenzábamos a salir
bordeando la playa, frené en seco.
—¿Me vas a decir qué es? —pregunté—. O mejor, ¿a dónde diablos me llevas?
—Shhh, relájate, Abril. Últimamente estas muy huraña. —Gruñí ante sus palabras, por
lo que Noah se rio, pero cedió dándome algo de información—. Vamos al puerto, donde
están todos… y Emma.
Sus ojos verdes buscaron los míos cuando dijo el nombre de la hermana de Chlöe.
—¿Por qué buscas a Emma? ¿Y qué tiene que ver con el favor que te debo? —Mi voz
sonó como lejana, y carraspeé.
—Bueno, ya sabes que desde el día que nos liamos… —Noah guardó silencio mientras
seguíamos caminando agarrados de la mano.
—¿Desde el día que os liasteis…? —metí presión.
—Bueno, ya sabes… —Enarqué una ceja ante la respuesta nerviosa de Noah.
—No, no sé. Así que dime, ricitos. —Me solté de su agarre y le observé mientras él
parecía taciturno a hacer contacto directo conmigo. Finalmente se dio por vencido y me
miró.
—Bueno, desde que nos liamos Emma ha pasado de mí. Lo sabes. No nos hemos vuelto
a liar…
—Pero tú no querías volverte a liar con ella —señalé confundida.
—Sí, no quiero volver a liarme con ella. Pero me ha jodido. Parece que me ha usado y
una vez que ha conseguido lo que quería, pasa de mí.
—Vaya, Noah, suenas como una de las amiguitas despechadas de Ian y Darek. —Me reí,
pero ante la clara molestia del moreno, dejé de hacerlo—. Está bien, Emma pasa de ti. ¿Y?
Según tú no te interesaba. ¿O no?
—Sí, no me interesa, pero me jode que ahora actúe como si no existiera.
Me mordí el labio. Esta conversación no me gustaba nada.
—Emma te tiene donde quiere —finalmente dije—. Estás ahora tú detrás de ella. Has
caído en su trampa femenina.
Noah se carcajeó sacudiendo su pelo.
—Que va, pero sé que esto lo está haciendo para quedar por encima de mí, y no se lo
voy a dejar hacer. Ahí es cuando entras tú en acción.
—¿Yo? —pregunté temiéndome su maquiavélico plan. Noah, que parecía seguir mi hilo
de pensamientos, volvió a dibujar una sonrisa divertida, y me indicó que le siguiera.
—Me la debes muy gorda por lo de Nathan, así que el pago va a ser el mismo —terminó
diciendo cuando llegamos al puerto tras la caminata.
En esa altura del puerto había varios bares, cafeterías, tiendas e incluso un cine, pero
sabía a dónde se dirigía Noah: a la zona de recreativos, donde solíamos estar todos por las
tardes, ya que estaba al lado de una cafetería que servía los mejores batidos de helado de
la zona.
Cuando vislumbramos a Emma y alguna de sus amigas, Noah me volvió a coger de la
mano.
—Mi plan es sencillo. Hacemos que estamos en una especie de cita. Cuando vea que
estoy contigo y no pendiente de ella, enloquecerá.
—Déjame decirte, Casanova, que tú plan es una mierda. Cuando te vea conmigo va a
pensar que estás con tu amiga. —La risa de Noah me indicó que me estaba equivocando en
mis palabras—. Esto es absurdo, Noah.
—Abril, hazme caso. Las mujeres funcionan así. Cuando Emma me vea con otra chica,
verá que paso de ella, y eso no le gustará nada. Te aseguro que a las pocas horas me
escribirá un mensaje. —Puse los ojos en blanco.
—Pero no te verá con otra chica, sino conmigo. Sabe que entre nosotros no hay nada.
—Claro, como Michelle —dijo Noah cediéndome el paso mientras entrábamos en la
zona de recreativos.
Tuve que concederle a Noah que desde el minuto cero en el que entramos
volviéndome a coger de la mano, Emma no nos quitó ojo. Yo la saludé desde lo lejos y
seguí a Noah en lo que me parecía una idea absurda. Pero bueno, no era nadie para juzgar.
Él había estado siempre ahí para ayudarme y ahora me tocaba a mí.
El moreno fue directo a una de las mesas de billar libres, e indicándome con su
cabeza los tacos, deduje que quería jugar. Encogiéndome de hombros le seguí el juego, y
poco a poco me vi inmersa en la partida. Qué le iba a hacer, era demasiado competitiva,
por lo que me sobresalté cuando una de las veces en las que me incliné para hacer mi tiro,
Noah se posicionó detrás de mí haciendo como que me enseñaba a colocar el taco.
—¿Qué mierdas haces? —siseé cuando noté cómo apoyaba una de sus manos en mi
cadera.
—Calla —dijo el moreno contra mi oreja derecha provocándome escalofríos—. Por si no
lo recuerdas, tenemos una misión aquí. Cambia el gesto y tontea conmigo, Abril. —Suspiré
cuando Noah dirigió mis manos sobre el taco.
—Vale que tenemos que hacer que tonteamos, ¿pero hace falta que me hagas pasar
por una inexperta en el billar? Hago los tiros mejor que tú.
Noah se rio por lo bajini mientras hacía el supuesto tiro.
—Buena tirada —dijo antes de separarse arrastrando su cuerpo por el mío.
Controlé lo mejor que pude las ganas de poner los ojos en blanco ante su actuación, y
seguimos la partida de billar. La mayor parte del tiempo tan solo parecía una situación
normal entre Noah y yo, salvo porque el moreno invadía mi espacio vital más de lo normal.
Después del billar, nos dirigimos a la barra de la cafetería para pedir dos gigantescos
batidos. Una vez que nos sirvieron el de vainilla para Noah y el de frutos rojos para mí, nos
dirigimos hacia una de las mesas.
—Parece que ya no le llamamos la atención —dijo Noah mientras tomaba por la pajita
mi delicioso batido.
—¿Mmm? —pregunté sin dejar de beber.
—Venga, Abril, siéntate encima de mí. —Noah jugueteó con sus cejas.
—Noooo —me quejé—. ¿Y si alguien nos ve?
—Esa es la idea. Emma nos tiene que ver.
—Me refiero a Ian o Leah… —Por supuesto fui incapaz de pronunciar el nombre del
indeseable número uno.
—No están aquí, así que… No me hagas obligarte. Pon de tu parte. —Iba a volver a
negarme diciendo que no hacía falta, cuando Noah acercó su silla a la mía y me atacó
cruelmente con cosquillas.
Por supuesto lancé un gritito que llamó la atención de nuevo de Emma, y eso
envalentonó a Noah, que ni corto ni perezoso aumentó el nivel de cosquillas. Yo intentaba
zafarme lo mejor que podía, pero el moreno solo paró cuando terminé en su regazo.
—Eres un cretino, Noah —me quejé recuperando el aliento.
Levanté la vista para encontrarme con su cara a escasos centímetros de mí, e
instintivamente me mordí el labio. Algo en la mirada de Noah me recordó a sus besos en la
fiesta de Sara, y una vocecilla interior me dijo que no me molestaría darme otra sesión de
besos con él. Algo totalmente fuera de lugar…
Tragué saliva e intenté hablar para pedirle que se alejara para darme algo de espacio.
Por Dios, estábamos tan cerca que podía oler su olor con claridad. Mi respiración se agitó
y él se percató de ello.
—¿En qué estás pensando Abril? —Su voz no era la voz de siempre, parecía ronca.
Mientras esperaba mi respuesta, me recorrió con la mirada y acercó su cuerpo aún
más al mío. Contuve el aliento, siendo consciente de que no podía articular palabra. Sus
manos bajaron desde mis brazos a mi cintura, provocando que me estremeciera entera.
Volví a buscar su mirada, y durante un segundo me pareció que sus ojos reflejaban una
lucha interna. Qué estaba…
—Hola, chicos, ¿qué tal? —Una voz nos sobresaltó, y ambos nos giramos para ver a
Emma, que nos sonreía a pocos metros de nosotros.
Yo carraspeé y salté del regazo de Noah.
—Hola, Emma; bien ¿y tú? —logré recuperar mi voz.
—Genial. Vamos a ir a donde mi padre, ¿os apuntáis? —Noté cómo su mirada buscaba
la de Noah, el cual parecía absorto en su batido.
—Seguro. Ahora vamos —dije sonriendo ampliamente.
Emma asintió algo más animada, y se alejó para acercarse al grupo de amigas. En el
mismo momento en el que se giró, noté que Noah se posicionaba detrás de mí. Me giré
hacia mi mejor amigo sin saber muy bien cómo mirarle. Ese momento había sido muy
raro.
—¿Lo ves? —dijo Noah haciendo aparecer sus hoyuelos—. Ha funcionado.
—Sí… —afirmé—. La verdad es que sí. Ni siquiera ha hecho falta besarnos —terminé
diciendo—. Eres un genio, Noah.
Me obligué a chocar su hombro con el mío mientras maldecía a mis hormonas. Vale
que Noah era un tipo más que guapo, pero por Dios, era Noah. No podía dejarme llevar
así. Era ridículo, aunque sabiendo por todo lo que había pasado estos días… En el fondo
podía entender que mi cuerpo hubiera actuado así, un momento de debilidad
adolescente. Algo normal, me dije.
—Bueno, entonces ya estamos en paz. —Sonreí dirigiéndome hacía el grupo—. Emma
ya vuelve a tener su atención puesta en ti.
—En eso último tienes razón, pero todavía no estamos en paz, Abril. Sigues
debiéndome una —dijo Noah antes de sobrepasarme para avanzar a nuestro nuevo
destino.
La forma en que dijo eso último hizo que le pusiera los ojos en blanco, pero
interiormente me dije que no podía seguir debiendo favores a este chico. Conociéndole,
sabía que se los podía guardar durante mucho tiempo.
Los días iban pasando, siendo conscientes de que el verano iba llegando poco a poco
a su fin. Así que ilusa de mí, pensé que nada más podría pasar. Era por la tarde, y ya que en
Agosto el calor era asfixiante, los paseos con Otto eran en la playa, para que este pudiera
refrescarse cuando quisiera. Como había tan poca gente en ella, no molestábamos a nadie
con nuestros juegos. Tras un largo paseo, decidí volver a casa y una vez que llegamos, la
descubrí vacía. No había nadie, y deduje que todos habrían salido ahora que el calor había
bajado.
Otto se tumbó en el salón justo debajo del ventilador después de beber litros y litros
de agua. Estaba limpiando todo el agua que había ido dejando por el suelo, cuando al
acercarme a la puerta que daba a nuestra terraza, vi cómo la puerta del pequeño
cobertizo donde mi padre guardaba alguna herramienta de jardinería, mangueras y
demás, se abría.
Mis ojos se abrieron como platos al ver que de allí salían unos muy despeinados y
acalorados Noah y Emma. Estaba claro lo que habían estado haciendo allí, y el beso que
Noah dio a Emma para despedirse… Lo odié. ¿Qué demonios estaba pasando este verano
que tenía que pillar a todo el mundo haciendo eso? Parecía un maldito recordatorio de mi
poca vida amorosa.
Emma se fue intentando peinar el desorden que tenía en la cabeza, y cuando Noah
entró en la casa, se topó con mi mirada.
—Así qué no piensas volver a liarte con ella, ¿verdad Noah? —lancé la pregunta como
dagas puntiagudas.
—Nos has visto. —No era un pregunta.
—¡Y os podría haber oído! Acabo de pasar por…
—Paramos cuando te escuchamos llegar —me interrumpió Noah. Una terrible imagen
no apta para menores surgió en mi mente.
Ambos nos quedamos en silencio. Auténtica furia subió por mi cuerpo, plantándose
en mi garganta. La mantuve ahí aunque parecía arder.
—¿Me puedes explicar qué está pasando aquí? Te noto extraña —tanteó terreno Noah
dando un paso hacia mí.
Yo me alejé. Su aspecto exudaba sexo por los cuatro costados. Al ver que me alejaba,
Noah me miró extrañado.
—Estás enfadada —dijo.
—Por supuesto que lo estoy. ¡Me has mentido! Me dijiste que no te ibas a acostar con
ella. ¿Y qué acabo de ver? —Cogí un cojín de uno de los sillones y se lo tiré.
Noah se enfadó cuando el cojín chocó en su cara.
—¿Qué mierda, Abril? —Dio dos largos pasos y me alcanzó—. ¿Por qué narices estás
enfadada?
—Me dijiste... —comencé sin bajar el tono de voz.
—¡Sé lo que te dije! —Los ojos de Noah resbalaron por mi cara—. Pero bueno, uno dice
muchas cosas, y cuando una chica como Emma está tan insistente… —Noah guardó
silencio y en sus ojos apareció algo que no supe descifrar—. ¿Por qué te molesta? —
preguntó casi en un susurro.
Ante esa pregunta, di un paso hacia atrás. Busqué la mirada de mi mejor amigo que
parecía estar demasiado expectante a mi contestación. ¿Qué pasaba? ¿Por qué estaba tan
molesta?
—Me has mentido —terminé por decir.
—Oh, Dios… —Noah se quejó levantando las manos—. Ya te he explicado esa parte,
Abril, no me hagas ser un maldito disco rayado. Sí, me he acostado con Emma y
seguramente lo vuelva a hacer. —Su cristalina mirada brilló desafiante, y la rabia hizo que
mi cuerpo comenzara a temblar—. ¿Qué problema tienes con ello?
Volvió a avanzar hacia mí, y esta vez me negué a cederle espacio, aunque tuviera que
inclinar la cabeza para poder observarle.
—Ya te lo dije, Noah. Volverás a pasar de mí. Como haces cada vez que empiezas
cualquier historia con una chica. Siempre las pones a ellas por delante de mí. —intenté
controlar la compostura, pero la perdí totalmente ante sus nuevas palabras.
—Por supuesto que es así. Ellas han sido mis historias como bien dices, mis novias,
algunas de ellas —sentenció Noah sin controlar la furia en sus palabras—. Ellas siempre
tendrán un lugar importante, Abril. Un lugar que nunca vas a ocupar tú. ¿Verdad? ¿Y sabes
qué? Jódete. —Aspiré sonoramente ante eso último, y apreté mis manos en puños
intentando controlar las lágrimas que comenzaban a hacer acto de presencia—. Si quieres
ser mi amiga, eres mi amiga. No puedes acaparar también mi tiempo con ellas. No pienso
ser tu maldito perro faldero.
—No eres mi perro faldero —conseguí contestar.
—En la maldita fiesta de la hoguera me dijiste que tenía que vivir mi vida, y ahora que
lo hago, ¿me montas esta escena? —Noah se carcajeó desagradablemente—. Aclárate de
una maldita vez, Abril.
—¿Qué mierdas dices? No me tengo que aclarar nada. El único de hecho que tiene que
aclarar algo eres tú. —Le señalé acusadoramente—. Tú eres el que abandona a sus amigos
en cuando una chica se pone por delante.
—¿Quieres dejar de decir gilipolleces? ¿En serio escuchas lo que dices? No te he
abandonado en ningún momento, tan solo he echado un polvo, Abril. Lo que pasa es que
me quieres las veinticuatro horas del día a tu disposición. Porque claro, ¿quién si no te
ayudará con Nathan? ¿O a no pensar en el gilipollas de Darek?
—Eres un mierda, Noah. Nunca te he pedido nada de eso, nunca. —Una lágrima de
auténtica rabia rodó por mi mejilla, y la aparté furiosa.
—¿Yo soy un mierda? Pues tú eres una jodida egoísta. Aclárate de una vez.
Aspiré aire por mi dolorida garganta por aguantar las lágrimas furiosas.
—No tengo que aclararme en nada. Lo único que tenía que saber me lo acabas de
confirmar. Eres una mierda de amigo, Noah —dije intentando hacerle el más daño posible.
—¿Así que soy yo el mierda de amigo, no? —dijo calmadamente Noah que estaba muy
en desentono con la furia que mostraba todo su cuerpo y mirada.
—Eso he dicho —afirmé.
—Estupendo, Abril, te libraré de esta mierda de amistad.
No entendí a qué se refería, hasta que salió del salón y se encerró en su cuarto de un
portazo. Nunca habíamos tenido una bronca tan fuerte, nunca. Estaba tan rabiosa, pero
confiaba en que se diera cuenta de su error, y que a las pocas horas viniera a arreglarlo.
No podíamos estar para siempre enfadados, ¿verdad?
1 de septiembre del 2003
Querida yo,
¿Qué mierda está pasando este año? Parece que tengo que estar enemistada
con todo el maldito mundo. ¿Hola universo? ¿Puedes dejar de hacer lo que
quiera que estés haciendo? No me estás ayudando en nada.
Primero lo de Michelle, luego lo de Nathan y ahora lo de Noah.
Noah.
Es un maldito estúpido. Sigue sin dar su brazo a torcer. Desde la bronca del
salón —sí, ¿recuerdas? Esa en la que le pillé acostándose con Emma— no
me ha vuelto a dirigir la palabra. Amigo… ¿por qué mierda actúa así?
Sabemos perfectamente que yo tengo razón. Siempre que se echa novia
pasa de mí, y a las pruebas me remito.
El resto del verano lo ha pasado con los chicos y con Emma… Dios, hace
que odie a todas sus malditas chicas. Es un cretino, ¿por qué hace eso?
Sabe que tengo la razón en todo este lío, aunque Leah me dice que ahora
pasa de mí porque está enfadado, no porque esté con Emma. Digo esté,
aunque en realidad ninguna sabe si son novios o qué mierda son. Aunque
me da igual. Ya se la puede comer con patatas. O sea, ¿quién pasa de su
mejor amiga por una tía cualquiera? Además vuelve a su modus operandi.
¿Qué espera de empezar cualquier cosa con una chica en el Lago? Vale que
Emma va a estar todos los veranos, pero ¿en invierno? No veo manteniendo
una relación a distancia. Por Dios, es joven para meterse en esos fregados.
Pero me da igual, que se joda. Y es que le odio. Este final del verano ha
sido una auténtica mierda y todo por su culpa. Le odio, le odiooooooo.
¿Qué se cree? Menos mal que Leah estaba, sino sí que no sé qué hubiera
sido capaz de seguir viva.
Y eso me hace pensar en todo lo que he estado evitando preocuparme este
verano… en que nos encontramos al final de una larga etapa. Este será mi
último año en el instituto. ¿Lo peor? Que dentro de unos días Leah se
despedirá de nosotros, ya que comienza a estudiar derecho. No me hacía a
la idea antes, sabía que me iba a costar, ¿pero ahora? Va a ser terrible, y es
que estoy sola sin ella. Noah no me habla y todo lo que ha pasado con
Michelle y Nathan… No sé si tendré fuerzas para enfrentar a Sara y todo
su séquito tan sola.
¿Por qué hace esto Noah? Supuestamente tendría que ser un año
emocionante. Nuestro último en el instituto para luego empezar la
universidad juntos. Siempre habíamos hablado de este año, de cómo nos
ayudaríamos para estudiar, preparando plannings y demás. ¿Y ahora esto?
Ahora que lo pienso, tú eres mi yo futura, así que seguramente cuando leas
esta carta sabrás cómo nos ha ido. ¿Volvimos a hablar? ¿Fuimos juntos a la
universidad para estudiar lo que teníamos planeado, arquitectura Noah y yo
psicología?
No sé si me siento preparada para la dura vida universitaria. Bueno,
hagamos un gran alto aquí dejando de lado el enfado con Noah. Por
supuesto que estoy T-O-T-A-L-M-E-N-T-E preparada para la vida
universitaria y todo lo que conlleva: sin horarios, sin normas, fiestas
locas… aunque no estoy muy segura de si todo lo que cuentan es verdad.
Supongo que Leah nos confirmará o desmentirá ese bulo, porque Ian no
suelta prenda. Volviendo al tema, para lo que no sé si estoy preparada es
para todo lo demás, estudiar duramente y bla, bla. Pero bueno, a eso me
enfrentaré cuando llegue el momento.
Otra cosa rara en este verano ha sido Darek, tras lo que me contó Leah
sobre su madre, puedo llegar a comprender algunos de sus extraños
comportamientos, pero me trae de cabeza. Alto ahí, no pienses que estoy de
nuevo perdida por sus huesos, porque no, ¿vale? Ya nos hemos des-Darek-
sintoxicado. Sep, es una nueva palabra en mi diccionario. Así que lo dicho,
Darek solo nos preocupa por su tema personal, por nada más. Me dan igual
todos los episodios que he pasado con él este año, pero me hace gracia que
casi no hable con él cuando parece que el maldito universo confabula
contra mí para que no paren de sucederme cosas con él. En fin… No creo
que puedan pasar más cosas. Estoy totalmente convencida de que ya he
tenido mi cupo completo de Darek en mi vida.
Dejando ese tema de lado, y volviendo a Noah, solo espero que el cabezota
se dé cuenta de que se está equivocando. Tiene que pedirme perdón. Y
espero que lo haga antes de que empecemos el instituto, porque entre tú y
yo, no sé si tendré fuerzas para enfrentarme a todo esto yo sola. Sé que
están Jake, Edu y Mike, pero seamos realistas, tirarán más por Noah.
Dios, este año va a ser una mierda…
Firmado,
Abril
XXXX