El Adorador Ungido.
El Adorador Ungido.
El Adorador Ungido.
ESPERA
DELUNGIDO
“Entonces uno de los criados respondió diciendo: He aquí yo he visto a un hijo de Isaí
de Belén, que sabe tocar, y es valiente y vigoroso y hombre de guerra, prudente en
sus palabras, y hermoso, y Jehová está con él. Y Saúl envió mensajeros a Isaí,
diciendo: Envíame a David tu hijo, el que está con las ovejas. Y tomó Isaí un asno
cargado de pan, una vasija de vino y un cabrito, y lo envió a Saúl por medio de David
su hijo. Y viniendo David a Saúl, estuvo delante de él; y él le amó mucho, y le hizo su
paje de armas. Y Saúl envió a decir a Isaí: Yo te ruego que esté David conmigo, pues
ha hallado gracia en mis ojos. Y cuando el espíritu malo de parte de Dios venía sobre
Saúl, David tomaba el arpa y tocaba con su mano; y Saúl tenía alivio y estaba mejor, y
el espíritu malo se apartaba de él” (1 S. 16:18–23).
Introducción
El que era el ungido dejó de serlo; y el que no era el ungido, ahora lo es. El cambio en
Saúl y en
David es muy notable. Del primero leemos: “el Espíritu de Jehová se apartó de Saúl”
(16:14). Del segundo leemos: “el Espíritu de Jehová vino sobre David” (16:13).
En todo tiempo Dios se provee de ungidos. Ellos no son imprescindibles; cuando Dios
los tiene que cambiar, los cambia. Saúl dejó de ser el ungido por su desobediencia a
Dios. Él y el pueblo perdonaron a Agag, rey de Amalec, sus ovejas, su ganado, sus
carneros “y de todo lo bueno” (15:9). Esta actitud desagradó a Dios.
El Señor le habló al profeta Samuel y le dijo: “Me pesa haber puesto por rey a Saúl,
porque se ha vuelto de en pos de mí, y no ha cumplido mis palabras” (15:11).
Toda esa noche Samuel se la pasó en oración (15:11). Temprano en la mañana fue al
encuentro de Saúl. Al llegar se le dijo: “Saúl ha venido a Carmel, y he aquí se levantó
un monumento, y dio la vuelta, y pasó adelante y descendió a Gilgal” (15:12).
“Se levantó un monumento”. El ungido tiene que cuidarse de la tentación de
levantarse o dejar que le levanten “un monumento”. Si el ungido es verdaderamente
espiritual, rechazará todo lo que pueda traerle gloria personal y hacerlo el centro de su
ministerio. Saúl ya estaba perdiendo la unción en su vida. Estaba en posición, pero sin
unción de Dios.
Saúl también había caído en la mentira. Leemos: “Vino, pues, Samuel a Saúl, y Saúl
le dijo:
Bendito seas tú de Jehová; yo he cumplido la palabra de Jehová” (15:13). Conocía la
palabra de Dios, pero no la cumplía, no la obedecía; la tenía en la mente, pero no en
el corazón.
Al mentirle al profeta de Dios, que estaba en autoridad espiritual sobre él, Saúl le
mentía a Dios mismo. Samuel lo confrontó con esta interrogante: “¿Pues qué balido
de ovejas y bramido de vacas es este que yo oigo con mis oídos?” (15:14).
En el versículo 15 Saúl trató de justificar su desobediencia por culpar al pueblo y
buscar granjearse el agrado de Dios: “De Amalec los han traído; porque el pueblo
perdonó lo mejor de las ovejas y de las vacas, para sacrificarlas a Jehová tu Dios,
pero lo demás lo destruimos” (15:15). Saúl ya era un líder sin autoridad espiritual.
Respondía a los impulsos de la carne y no del Espíritu. En los versículos 22 al 23, el
profeta Samuel le muestra a Saúl que ha sido desobediente, rebelde y obstinado. Al
rechazar “la palabra de Jehová”, Dios lo rechazó como rey ungido. Era todavía rey,
pero ya no estaba ungido. De ahí en adelante Saúl jugó “al espiritual”. Aunque acepto
su pecado, se justificó al decir: “porque temí al pueblo y consentí a la voz de ellos.
Perdona, pues, ahora mi pecado” (15:24). Dejó de ser una autoridad espiritual al
obedecer a los que no eran espirituales. Notemos que Saúl dice: “perdona... ahora mi
pecado”. En vez de decirle al profeta: “Pídele a Jehová que perdone mi pecado”.
Estaba buscando el favor del profeta, en lugar del favor de Dios. Luego invitó a
Samuel para que lo acompañara en la adoración a Dios (15:25), pero Samuel le dijo:
“No volveré contigo” (15:26). Al Samuel querer irse, Saúl lo asió por el manto, y este
se le rasgó (15:27). Samuel le profetizó: “Jehová ha rasgado hoy de ti el reino de
Israel, y lo ha dado a un prójimo tuyo mejor que tú” (15:28). Esa expresión: “un prójimo
tuyo”, se lee en 1 Samuel 28:17: “tu compañero, David”. Notemos la declaración:
“mejor que tú”. Dios siempre tiene alguien mejor que nosotros, cuando dejamos de
calificar para su trabajo. En 15:30 leemos: “Y él dijo: Yo he pecado; pero te ruego que
me honres delante de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel, y vuelvas
conmigo para que adore a Jehová tu Dios”. Después de Samuel adorar con Saúl, pidió
que le trajeran a Agag, rey amalecita, y le dio muerte (15:32–33). El verdadero
arrepentimiento debe llevar a la renuncia de todo pecado. Luego leemos que Samuel y
Saúl jamás se volvieron a ver. Pero el profeta lo lloraba (15:35), hasta que Jehová le
pidió que no llorara más porque ya se había provisto de otro ungido. Saúl perdió toda
sensibilidad espiritual. Estaba más interesado en su reputación, en reconocimiento y
en honra humana, que en el favor y la gracia de Dios en su vida. Por eso le dijo a
Samuel: “pero te ruego que me honres delante de los ancianos de mi pueblo y delante
de Israel”.
Conclusión
(1) Aunque David ya sabía que estaba ungido, no por eso se fue a buscar una
posición en el palacio. Por el contrario, se quedó pastoreando las pocas ovejas que se
le había encomendado. (2) En el momento de Dios llegó al palacio como un adorador
y un servidor. (3) Un ungido espera siempre como adorador y servidor. Su programa
está en las manos de Dios, a él solo le resta esperar. En la espera Dios siempre obra.