Contrato de Compraventa PDF
Contrato de Compraventa PDF
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Sumario:
1.- Regulación.
2.- Etimología y origen de la institución en el Derecho romano.
3.- Concepto.
4.- Características del contrato de compraventa.
5.- Paralelo entre la compraventa y otras instituciones jurídicas.
6.- La compraventa es un título traslaticio de dominio.
7.- Elementos del contrato de compraventa.
7.1. El consentimiento de las partes.
7.2. La cosa vendida.
7.3. El precio.
8.- La capacidad para celebrar el contrato de compraventa.
9.- Las modalidades del contrato de compraventa.
10.- Efectos del contrato de compraventa.
10.1. Generalidades.
10.2. Obligaciones del vendedor.
10.3. Obligaciones del comprador.
11.- Pactos accesorios del contrato de compraventa.
11.1. Enumeración.
11.2. Pacto comisorio.
11.3. Pacto de retroventa.
11.4. Otros pactos accesorios.
12.- Rescisión de la venta por lesión enorme.
12.1. Concepto de lesión enorme.
12.2. Requisitos:
12.3. Irrenunciabilidad de la acción rescisoria por lesión enorme: art. 1892.
12.4. Efectos de la rescisión por lesión enorme: art. 1890.
1.- Regulación.
El Código Civil regula la compraventa en los arts. 1793 a 1896, que conforman el
Título XXIII del Libro IV, denominado precisamente “De la compraventa”.
Pero el contrato aparece mencionado además de manera directa en diversas
materias, tales como:
● Muerte presunta (art. 88).
● Obligaciones y derechos entre los cónyuges (art. 137).
● De la patria potestad (art. 260).
1
Fecha de última modificación: 25 de julio de 2018.
2
Período intermedio del Derecho romano, que se suele situar entre el 130 a.C. hasta el primer tercio del
siglo III d.C. Fue precedido por el período llamado “Época arcaica”, 450 a.C.-fines del siglo II a.C. El último y
tercer período, se denomina “Época postclásica”, entre el 224 d.C. hasta el 556 d.C.: Guzmán Brito,
Alejandro, Derecho Privado Romano, Tomo I, Santiago de Chile, Legal Publishing Thomson Reuters, 2013, 2ª
edición, pp. 13-19.
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Res mancipi, es decir, cosas del mancipio. Mancipium es un término arcaico que alude a un amplio poder
jurídico sobre las cosas y personas, dentro del cual se encuentra lo que en la época clásica se denominará
dominium. En esta época, las res mancipi eran un número cerrado de cosas (fundos itálicos, los esclavos,
ciertos animales (de tiro y carga) y las servidumbres rústicas de los fundos itálicos. Todas las demás son res
nec mancipi (fundos provinciales, ganado menor, las armas, etc.). Las res mancipi sólo podían ser
transferidas mediante los actos solemnes de la mancipatio o de la in iure cessio. Las res nec mancipi, en
cambio, podían transferirse mediante la traditio. Las res mancipi constituían la base de la riqueza del grupo
familiar, transmitiéndose de generación en generación y en el conocimiento de cuya titularidad dominical
hay un interés colectivo, y por ello su transferencia exige publicidad solemne ante testigos. Las res nec
mancipi representan bienes inestables, destinados al consumo y al cambio, en los que no hay un interés
colectivo concerniente a la titularidad de su dominio, y por ello la simple traditio era suficiente para su
enajenación. A comienzos del Siglo II d.C., el distingo entre estas dos clases de bienes pierde importancia,
especialmente a partir del momento en que el pretor sancionó la transferencia de las res mancipi mediante
la traditio. Finalmente, Justiniano abolió la distinción: Guzmán Brito, Alejandro, Derecho Privado Romano,
Tomo I, Santiago de Chile, Legal Publishing Thomson Reuters, 2013, 2ª edición, pp. 482 y 483.
3.- Concepto.
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Consistía la in iure cesio en un litigio ficticio, en virtud del cual las partes se presentaban ante el
magistrado, y uno de ellos reclamaba la cosa, accediendo el otro a tal pretensión. Acto seguido, la cosa era
adjudicada el primero, produciéndose el traspaso del dominio.
5
Guzmán Brito, Alejandro, Derecho Privado Romano, Tomo II, Santiago de Chile, Legal Publishing Thomson
Reuters, 2013, 2ª edición, pp. 139 y 140. Destaca este autor que la compraventa conservó sin embargo
algunos rasgos propios de su origen real, como traspasar el riesgo de la cosa al comprador con la sola
celebración del contrato.
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Con todo, no es menos cierto que en algunos casos, excepcionalmente, la compraventa hace las veces de
título y de modo. Así ocurre en la venta de bienes muebles, en los casos previstos en los números 2 a 5 del
art. 684.
4.1. Es bilateral: puesto que las partes contratantes se obligan recíprocamente desde su
origen; se trata de un contrato sinalagmático perfecto, en el que el vendedor se obliga a
dar o entregar la cosa y el comprador a pagar el precio. Estas obligaciones son de la
esencia de la compraventa, y sin ellas el contrato no produce efectos civiles o degenera en
otro contrato diferente.
Como veremos, el vendedor también tiene la obligación de sanear la evicción y los
vicios redhibitorios y el comprador la obligación de recibir la cosa, pero tales obligaciones
son de la naturaleza de la compraventa, puesto que pueden suprimirse expresamente.
En consecuencia, jurídicamente no se concibe un contrato unilateral de venta ni un
contrato unilateral de compra, como acontecía en el primitivo Derecho Romano con las
figuras de la emptio y la venditio. La Corte Suprema así también lo ha entendido, al
rechazar la posibilidad de celebrar una promesa unilateral de compraventa, desde el
momento que ha interpretado el Nº 4 del art. 1554, en cuanto a la especificación del
contrato, exigiendo que se consigne el acuerdo de voluntades y las obligaciones
recíprocas. Con todo, recordemos que la doctrina mayoritaria ha estimado, por el
contrario, que dicha figura jurídica sería perfectamente válida. Nos remitimos a lo
expuesto al tratar de la promesa.
4.2. Es oneroso: por las prestaciones recíprocas que engendra, imponiéndose ambas
partes un gravamen y obteniendo ambas partes un beneficio.
4.6. Es nominado o típico: porque está reglamentado en la ley, nada menos que en 103
artículos.
4.7. Por regla general, es de ejecución instantánea: usualmente, las partes cumplirán de
inmediato sus obligaciones, extinguiéndose la relación contractual; pero nada obsta a que
se trate de una compraventa en la que las obligaciones se cumplan dentro de ciertos
plazos, y por ende, en tal caso estaremos ante un contrato de ejecución sucesiva o
progresiva. En este último caso, el incumplimiento que se produzca en cualquier
momento, podría originar la resolución del contrato (al efecto, se indica en un fallo que
“tratándose de un contrato de compraventa que puede cumplirse por partes, por el hecho
de haberse consumado respecto de una partida, el comprador no pierde el derecho de
pedir la resolución parcial del resto”).
4.8. La venta no es enajenación, sino mero título translaticio de dominio, siguiendo así la
teoría del Derecho Romano bonitario o vulgar. El solo contrato genera derechos
personales, sirve de antecedente para la posterior transferencia del dominio (artículo 703
del Código Civil). En consecuencia, si no ha existido tradición en favor del comprador, éste
no adquiere el dominio ni la posesión de la cosa comprada. Según veremos, podría ocurrir
que el vendedor no sea dueño, caso en el cual la entrega de la cosa (que en las normas
posesorias el Código Civil también llama “tradición”, aunque es evidente que no en su
acepción de modo de adquirir) sólo posibilitará al comprador para entrar en posesión.
5.2. Compraventa y cesión de créditos: entre ambas, existe una diferencia fundamental, en
cuanto la compraventa es un contrato y la cesión de créditos es la forma de efectuar la
tradición de los derechos personales (arts. 699 y 1901, conforme a la doctrina que rechaza
el carácter contractual de la cesión de créditos y que es mayoritaria en nuestra
jurisprudencia). La cesión de créditos entonces, es una convención pero no un contrato,
pues no crea un derecho, sino que lo transfiere.
g) Las arras.
g.1) Concepto.
En el párrafo de las formalidades del contrato de compraventa, la ley también se
ocupa de las arras (arts. 1803 a 1805). Al decir de Alessandri, debieron reglamentarse al
tratarse de las obligaciones en general, porque pueden tener cabida en todo contrato.
Se llama “arras” la cantidad de dinero o cosas muebles que una de las partes
entrega a la otra en prenda de la celebración o ejecución del contrato, o como parte del
precio o en señal de quedar convenidas.
Dispone el art. 1806 que serán de cargo del vendedor, salvo pacto en contrario.
Cuando se trata de una escritura de compraventa de un inmueble, conviene entonces
estipular que los gastos de escritura serán soportados en partes iguales y los de
inscripción serán de cargo del comprador. Así suele estipularse, pero si nada se hubiere
dicho al efecto en el contrato de compraventa, todos los gastos notariales y del
Conservador de Bienes Raíces serán de cargo del vendedor (por lo demás, respecto de la
inscripción, es lógico que así sea, pues con ella se cumple la obligación de entrega jurídica
o legal del inmueble, que pesa sobre el vendedor).
a.1) Debe ser comerciable y enajenable: art. 1461 en relación al art. 1810.
Recordemos que una cosa es comerciable, cuando puede ser objeto de una
relación jurídica, cuando puede radicarse en el patrimonio de una determinada persona.
Por regla general, las cosas comerciables son también enajenables, pero
excepcionalmente, puede ocurrir que la cosa, no obstante su carácter comerciable, a
pesar de estar incorporada al patrimonio de una persona, no pueda transferirse. Tal
acontece con los derechos personalísimos.
De tal forma, para que una cosa comerciable pueda venderse, deberá también ser
enajenable. Sobre el particular, el art. 1810 dispone que pueden venderse todas las cosas
corporales o incorporales, cuya enajenación no esté prohibida por la ley.
También puede ocurrir que la cosa no pueda venderse, a pesar de no ser un
derecho personalísimo: así ocurre en el caso previsto en el art. 1881, en cuanto al derecho
del vendedor para recobrar la cosa, si se hubiere estipulado un pacto de retroventa. Tal
derecho es intransferible (art. 1884).
Recordemos también que para la mayoría de los autores, el art. 1810 no se
aplicaría a los casos contemplados en los números 3 y 4 del art. 1464, sino que sólo a los
casos de los números 1 y 2 del mismo precepto, pues los primeros corresponderían a
normas imperativas de requisito y los últimos a normas prohibitivas. En consecuencia,
podría venderse una cosa embargada, por ejemplo, sin autorización del juez ni el
consentimiento del acreedor, sin perjuicio que mientras subsista el embargo, no podrá
verificarse la tradición, a menos que se otorgue dicha autorización o se preste tal
consentimiento.
Con todo, otro ha sido el criterio de la jurisprudencia. En efecto, un fallo de
noviembre de 1960 de la Corte de Santiago concluye que hay objeto ilícito en la venta del
inmueble embargado por decreto judicial hecha sin la autorización del juez o el
consentimiento del acreedor, como quiera que si bien el contrato de compraventa no
transfiere por sí solo el dominio de la cosa vendida, constituye un acto de enajenación. El
legislador, al emplear el término “enajenación” en el art. 1464 del CC., no lo hace en el
sentido estricto de transferencia de dominio.
En la misma línea, un fallo de agosto de 1962 de la Corte Suprema, enfatiza que es
cierto que la enajenación y la venta son jurídicamente conceptos distintos, pues en tanto
aquélla constituye la transferencia a cualquier título del dominio u otros derechos reales y
se efectúa, tratándose de bienes raíces, por la inscripción del título en el Registro
Conservatorio respectivo, la venta es sólo un contrato generador de obligaciones que
impone al vendedor la de entregar la cosa vendida al comprador, sin envolver la
transferencia de ella. Pero tal distinción acerca del alcance y significado de la expresión
“enajenación” empleada en el art. 1464 del CC., no tiene importancia tratándose de una
compraventa, ya que cualquiera que sea su alcance, al disponer el art. 1810 del mismo
cuerpo de leyes que no pueden venderse las cosas corporales cuya enajenación esté
prohibida por la ley, hace extensivo el objeto ilícito a la compraventa de las cosas
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¿Puede un heredero vender y enajenar la cuota que tiene en un inmueble hereditario, sin que intervengan
los demás herederos? La Corte Suprema, en un fallo de fecha 13 de agosto de 2007, autos Rol número
2.579-2006, concluye en términos positivos, sobre la base de lo dispuesto en el artículo 1812, descartando
que debe aplicarse el artículo 688 número 2, pues éste último, conforme a la interpretación de la sentencia,
sólo exige la actuación de consuno de los herederos, cuando se enajene el inmueble materialmente
considerado. Por el contrario, algunos entienden que de no mediar una partición parcial, que radique el
inmueble en el patrimonio de un heredero, éste no podría ceder la cuota en tal inmueble, considerando que
al efectuar la partición, y en el evento de adjudicársele el predio a otro heredero, aquél que cedió la cuota
habría cedido algo que no tenía (artículos 718 y 1344 del Código Civil). Cfr. nuestro trabajo “Alcances de la
frase ‘podrán los herederos disponer de consuno de los inmuebles hereditarios’”, en carpeta “Trabajos
publicados”, y nuestro apunte “Sucesorio 1”, en carpeta Apuntes, en www.juanandresorrego.cl
a.4) La cosa vendida no debe pertenecer al comprador: art. 1816, inciso 1°.
Habría en este caso nulidad absoluta, por falta de causa en la obligación del
comprador.
Cabe precisar que para configurarse la nulidad, el comprador debe tener un
dominio absoluto y pleno sobre la cosa. Por ello, es válida la venta que hace el
fideicomisario al fiduciario. En virtud de tal venta, el fiduciario se evita cumplir la
obligación de restituir la cosa al fideicomisario al cumplirse la condición.
Algunos han visto una excepción a la prohibición de comprar una cosa propia, en el
artículo 2398, en la prenda, que establece: “A la licitación de la prenda que se subasta
podrán ser admitidos el acreedor y el deudor.” El deudor, es también, de ordinario, el
Dispone el art. 1815: “La venta de cosa ajena vale, sin perjuicio de los derechos del
dueño de la cosa vendida, mientras no se extingan por el lapso de tiempo”.
Si por una parte la ley exige que la cosa no pertenezca al comprador, nada
establece en cuanto a que deba pertenecer al vendedor. En efecto, la venta de cosa ajena
es válida, y no puede ser de otra manera en nuestro Derecho, porque el contrato de
compraventa sólo impone al vendedor la obligación de entregar la cosa y porque
habiendo una cosa sobre la que recaiga el consentimiento de las partes que sea
determinada (como especie o por su género) o determinable (en cuanto a su cantidad, si
fuere de género) y lícita, el contrato puede formarse válidamente. La obligación del
vendedor no es hacer dueño de la cosa al comprador, sino darle la posesión pacífica de la
cosa. Recordemos que lo anterior es una consecuencia de haber seguido nuestro Código
Civil el Derecho Romano Bonitario o vulgar. El Código Civil francés, en cambio, que sigue al
Derecho Romano Quiritario, resta validez a la venta de cosa ajena.
Pothier puntualizaba el respecto que “es en verdad de la esencia de este contrato
que el vendedor no retenga el derecho de propiedad de la cosa vendida, cuando sea su
dueño, pues en tal caso deberá transferirlo al comprador; pero cuando el vendedor no es
dueño, y cree de buena fe serlo, se obliga únicamente (...) a defender al comprador contra
cualquiera que intentase a obligarle a dimitir la cosa, o impedirle disponer de ella como
dueño”.
Nuestra jurisprudencia también ha concluido en términos similares. Así, en un fallo
de junio de 1976, de la Corte de Concepción, se enfatiza que la venta de cosa ajena vale
porque este contrato por su naturaleza es meramente productivo de obligaciones. El
vendedor está obligado a proporcionar al comprador únicamente la posesión libre y
desembarazada de la cosa. No está obligado a transferir el dominio sino a entregar la cosa
a que la venta se refiere. Por lo mismo, nada impide que las partes contraigan
obligaciones respecto a una cosa ajena, como quiera que en tal contrato concurren todos
los requisitos para que sea eficaz y valedero.
Resulta de lo anterior una consecuencia que hay que tener muy presente en la
práctica: la única acción que no se puede entablar ante la venta de cosa ajena, es la de
nulidad del contrato.
Nadie discute que hay hipótesis de venta de cosa ajena cuando un tercero, que
carece de toda vinculación jurídica con el dueño, vende una cosa de propiedad del último,
como si fuera propia. En este caso, quien vende, dice ser dueño, aunque en realidad no lo
sea. Como es lógico, en la práctica estos casos estarán circunscritos a la venta de bienes
muebles. Ahora bien, ¿qué ocurre si quien vende lo hace invocando la representación del
dueño, pero en realidad tal representación no existe? ¿Hay venta de cosa ajena y por
ende el contrato es válido? O, por el contrario, ¿atendido a que falta la voluntad o
consentimiento del dueño, debemos entender que el contrato es nulo, descartando en
7.3. El precio.
a) Consideraciones generales.
b) Concepto: es el dinero que el comprador se obliga a dar por la cosa, de acuerdo al art.
1793.
c) Requisitos:
c.1) Debe consistir en dinero;
c.2) Debe ser real o serio;
c.3) Debe ser determinado o determinable.
14
Alessandri Rodríguez, Arturo, ob. cit., N° 301, p. 323.
15
Alessandri Rodríguez, Arturo, ob. cit., números 311 y 312, pp. 332 y 333.
16
Alessandri Rodríguez, Arturo, ob. cit., N° 313, p. 335.
17
Luis Diez-Picazo, Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial IV, Las Particulares Relaciones Obligatorias, 6ª
edición, Thomson Civitas, Impreso en España, 2010, p. 76.
18
Vodanovic H., Antonio, Derecho Civil. Parte preliminar y parte general, Explicaciones basadas en las
versiones de clases de los profesores de la Universidad de Chile Arturo Alessandri R. y Manuel Somarriva U.,
redactadas, ampliadas y actualizadas por Antonio Vodanovic H., Tomo 2°, 5ª edición, Ediar Conosur Ltda., N°
1322, p. 228.
19
Alessandri Rodríguez, Arturo, De la compraventa y de la promesa de venta, tomo I, Santiago de Chile, Soc.
Imprenta-Litografía Barcelona, 1917, pp. 335 y 336.
La regla general a este respecto, es que son capaces para celebrar el contrato de
compraventa todas las personas a quienes la ley no declara inhábiles para celebrar éste
contrato o cualquiera otro contrato en general. De lo anterior resulta que para celebrar
2º Compraventa entre el padre o la madre y el hijo sujeto a patria potestad: art. 1796.
Señala la doctrina que esta disposición no debió incluirse en este párrafo. Para
algunos, debió ubicarse en las normas del mandato, porque no sería sino una aplicación
del principio jurídico de que el mandatario no puede hacer nada que esté fuera de los
límites de su mandato. Para otros, la norma es impropia del CC., por decir relación con las
atribuciones de los funcionarios públicos, y por ende, corresponde más bien al Derecho
Administrativo. En efecto, la disposición no sería más que una aplicación del principio de
Derecho Público según el cual las autoridades no tienen más facultades que aquellas que
expresamente les confiere la ley.
La venta adolecerá de nulidad absoluta. Se trata de una incapacidad simple, sólo
para vender.
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Aunque no hemos tenido a la vista el contrato, la hipótesis del art. 1449 del Código Civil supone ausencia
de representación, sea ésta legal o voluntaria. En efecto, es indispensable que el estipulante no tenga derecho
para representar al tercero. Si el estipulante fuere el mandatario o representante legal del tercero, éste sería
parte en el contrato. No intervendrían jurídicamente sino dos personas (Ramón Meza Barros, Manual de
Derecho Civil. De las fuentes de las obligaciones. Tomo I, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile, 5ª
edición, 1976, N° 36, p. 32). Por ende, nos parece que este argumento de la parte demandada no debió
acogerse por la Corte, a menos que al contratar, la madre, expresamente, hubiere invocado el art. 1449 y
declarado que estipulaba “para su hijo”. En tal caso, estimamos que el respectivo Conservador de Bienes
Raíces sólo podía inscribir la compraventa una vez que el hijo ratificare lo estipulado a su favor por su madre.
24
Sentencia pronunciada por la Primera Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago, presidida por el
Ministro Sr. Carlos Guajardo Galdames e integrada, además, por el Ministro Sr. Leopoldo Andrés Llanos
Sagristá y el abogado integrante Sr. Mauricio Decap Fernández. Redacción a cargo del Ministro Sr. Llanos.
6º Compra de los bienes del pupilo, hecha por sus tutores o curadores: art. 1799.
Cabe señalar que la referencia no es exacta en cuanto a los albaceas, porque el art.
1294 somete a éstos a las mismas reglas aplicables a los tutores y curadores, y entre ellas,
el art. 412.
El art. 2144, en las normas del mandato, establece una doble limitación:
+ No puede el mandatario comprar las cosas que el mandante le ordenó vender;
+ No puede el mandatario vender de lo suyo al mandante, lo que éste le ha ordenado
comprar.
Las limitaciones rigen, sea que el mandatario actúe personalmente o por
interpósita persona.
25
Alessandri Rodríguez, Arturo, De la compraventa y de la promesa de venta, Santiago de Chile, Soc.
Imprenta-Litografía Barcelona, 1917, pp. 548 y 549.
26
El Código Civil alude, en su ejemplo, a fanegas de trigo. La palabra fanega proviene del árabe, y alude al
saco para transportar tierra u otros áridos. Una fanega equivale a 55,5 litros.
27
Nótese que estamos ante una remisión de la ley a la costumbre.
El artículo 1996 del Código Civil también establece una hipótesis de compraventa al
gusto, cuando de un contrato celebrado para la confección de una obra material, es el
propio artífice quien suministra la materia.
Tratándose de una compraventa mercantil, el art. 130 establece que si la cosa
vendida “se tiene a la vista” y fuere designada sólo por su especie, no se entiende que el
comprador se reserva la facultad de probarla. Pero esta norma no se aplicará a las cosas
que se acostumbra comprar al gusto.
Agrega el art. 131 que en el caso de haberse reservado expresamente el
comprador “de una cosa a la vista” la prueba, sin que para ello se fijare plazo, la compra se
reputa verificada bajo condición suspensiva potestativa durante el término de tres días.
Dicho plazo se contará desde el día en que el vendedor requiera al comprador para que
verifique la prueba, y si el comprador no la hiciere dentro de él, se tendrá por desistido del
contrato.
Si se trata de la venta a la vista de una cosa de las que se acostumbra comprar al
gusto, la reserva de la prueba se presume, y esta prueba implica la condición suspensiva
de si la cosa fuere sana y de regular calidad (art. 132).
Si el contrato determina simultáneamente la especie y la calidad de la cosa que se
vende a la vista, se entiende que la compra ha sido hecha bajo la condición suspensiva
casual de que la cosa sea de la especie y calidad convenidas (art. 133, inc. 1°).
Si al tiempo de entregarse la cosa que ha sido materia del contrato, el comprador
pretendiere que su especie y calidad no son conformes, con la especie y calidad
estipuladas, la cosa será reconocida por peritos (art. 133, inc. 2°).
La compra por orden de una cosa designada sólo por su especie, y que el vendedor
debe remitir al comprador, implica de parte de éste la facultad de resolver el contrato, si
la cosa no fuere sana y de regular calidad (art. 134, inc. 1°).
Siendo la cosa designada a la vez por su especie y calidad, el comprador tendrá
también la facultad de resolver el contrato si la cosa no fuere de la calidad estipulada (art.
134, inc. 2°).
Habiendo desacuerdo entre las partes en los dos casos propuestos, se ordenará
que la cosa sea reconocida por peritos (art. 134, inc. 3°).
Cuando la compra fuere ejecutada sobre muestras, lleva implícita la condición de
resolverse el contrato si las mercaderías no resultaren conformes con las muestras (art.
135).
10.1. Generalidades.
Los efectos del contrato de compraventa son los derechos y obligaciones que
engendra para las partes, y como es un contrato bilateral, desde el momento mismo de su
celebración origina obligaciones a cargo de ambas partes. Para el vendedor, las
obligaciones de entregar y sanear la cosa; para el comprador, las obligaciones de pagar el
precio y la de recibir la cosa que le entrega el vendedor.
De estas obligaciones, y de acuerdo al art. 1793, sólo son de la esencia del contrato
de compraventa la obligación del vendedor de entregar la cosa y la obligación del
comprador de pagar el precio. Las demás son de la naturaleza del contrato, es decir, no
requieren cláusula expresa, pero las partes pueden excluirlas del contrato. Además de las
mencionadas, las partes también pueden pactar obligaciones accidentales, de acuerdo a
las reglas generales.
Como toda obligación es correlativa de un derecho, las obligaciones de cada una
de las partes constituyen para la otra un derecho personal o crédito; estos derechos
recíprocos no pueden reclamarse sino de las personas que han contraído las obligaciones
correlativas.
Según el art. 1824, las obligaciones del vendedor se reducen “en general” (es decir,
que usualmente contrae el vendedor, pues como veremos, la segunda obligación no se
contrae “necesariamente” por éste) a dos: la entrega o tradición de la cosa vendida y el
saneamiento de la cosa vendida. Esta última se descompone a su vez en dos: el
saneamiento de la evicción y el saneamiento de los vicios redhibitorios.
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“Cosa de recibo”, alude a que ésta se conforma a lo convenido por las partes. Por ende, si “la cosa no
fuere de recibo”, significa que ella no está conforme a lo que las partes habían estipulado.
a.1.2) Excepciones a la regla general: riesgo de cargo del vendedor (se desprenden de los
arts 1820 y 1550):
● Cuando las partes expresamente han pactado que será de cargo del vendedor la pérdida
o deterioro que sobrevenga aún por caso fortuito (art. 1847);
● Cuando la venta es condicional (art. 1820), repitiéndose la regla general del art. 1486. En
este caso, la compraventa no puede formarse por falta de objeto y por lo tanto el
comprador no está obligado a pagar el precio;
● En la venta al peso, cuenta o medida en que las operaciones de pesar, contar o medir
tienen por objeto determinar la cosa vendida, la pérdida, deterioro o mejoras pertenecen
al comprador solamente desde el momento en que se realizan tales operaciones (art.
1821).
● En la venta al gusto, los riesgos son del comprador desde que manifiesta que la cosa le
agrada. Antes, son de cargo del vendedor (art. 1823).
● Cuando la cosa se destruye durante la mora del vendedor (art. 1550); y
● Cuando el vendedor se obligó, por contratos distintos y no vinculados, a entregar a dos
o más personas una misma cosa (art. 1550).
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En cambio, tratándose de una venta mercantil, dispone el art. 150 del Código de Comercio: “Mientras que
el comprador no retire y traslade las mercaderías, el vendedor es responsable de su custodia y conservación
hasta el dolo y culpa lata”.
A falta de estipulación expresa, se seguirán las reglas generales del pago: así, si la
cosa es especie o cuerpo cierto, se entregará en el lugar en que existía al tiempo de la
compraventa; si la venta es de género, se entregará la cosa vendida en el domicilio del
deudor (que es el vendedor) al tiempo del contrato (arts. 1587, 1588 y 1589).
Los costos que demande la entrega de la cosa son de cargo del vendedor (lo que
guarda armonía con el art. 1806, que dispone que los gastos de la compraventa serán de
cargo del vendedor, salvo pacto en contrario), y los gastos que demande el traslado de la
cosa al lugar en que definitivamente debe quedar, son de cargo del comprador, de
acuerdo con el art. 1825.
Aplicando los principios anteriores, un fallo de marzo de 1885 de la Corte de
Santiago precisa que si no hay estipulación en contrario, los gastos de la escritura del
contrato, son de cargo del vendedor. Y una sentencia de abril de 1889 de la Corte de Talca
resuelve que el vendedor está obligado a reembolsar al comprador los gastos que le
originó el juicio contra un tenedor del predio comprado, a fin de poder entrar en posesión
del mismo, ya que es obligación del vendedor pagar las costas que se hacen para poner la
cosa vendida en disposición de entregarla. Asimismo, en un fallo de la Corte de Santiago
de septiembre de 1879, se concluye que incumbe al vendedor el pago del impuesto que
grava una propiedad raíz a la fecha de la venta, como el de los demás costos necesarios
para poner el inmueble vendido en disposición de entregarlo.
Dispone el art. 1828 que ha de entregarse “lo que reza el contrato”. Es decir, la
cosa misma que es objeto de la compraventa, y si se trata de un inmueble, deberá
entregarse con todos sus accesorios, que según el art. 570 y siguientes, se reputan
inmuebles por destinación. Agrega el art. 1830 que se comprenden en la venta de un
Como ya lo indicamos a propósito del riesgo de la cosa vendida, el art. 1816 regula
lo concerniente al dominio de los frutos producidos por la cosa vendida. De dicha norma,
se deducen las siguientes reglas:
1º Pertenecen al comprador los frutos naturales pendientes al tiempo del contrato (art.
645, inc. 1º). El art. 1829 constituye una aplicación del art. 1816.
2º Pertenecen también al comprador los frutos naturales o civiles que la cosa vendida
produzca después de celebrado el contrato (lo anterior constituye una modificación a las
reglas generales de los arts. 646 y 648, que establecen que los frutos pertenecen al dueño
de la cosa que los produce; en la compraventa en cambio, el comprador se convierte en
propietario de los frutos desde la celebración del contrato).
Lo dispuesto en el art. 1816 tiene tres excepciones:
1º Cuando las partes estipularon un plazo para entregar la cosa vendida: en este caso, los
frutos pertenecen al vendedor, hasta que venza el plazo;
2º Cuando la entrega de la cosa queda sujeta al cumplimiento de una condición: en este
caso, los frutos también pertenecen al vendedor, hasta el cumplimiento de la condición; y
3º Cuando las partes han acordado modificar las reglas generales, expresándolo así en el
contrato.
a.9.2) Regla general acerca de la forma en que puede venderse un predio rústico.
Según el art. 1831, un predio rústico puede venderse con relación A SU CABIDA o
como UNA ESPECIE o CUERPO CIERTO, siendo distintas las consecuencias que resultan de
una u otra fórmula.
La regla general es que los predios rústicos se estiman vendidos como especie o
cuerpo cierto y no en relación a su cabida, porque el art. 1831, después de determinar los
diversos casos en que la venta se entiende hecha con relación a la cabida, dice en su inciso
final que en todos los demás casos se entenderá que el predio se vende como una especie
o cuerpo cierto. De lo anterior se desprende que cada vez que se vende un predio rústico
sin hacer ninguna de las enunciaciones que según el art. 1831 indican que el predio se
vende en relación a su cabida, habría que entender que se ha vendido como un cuerpo
cierto. Este será un hecho que en cada caso determinará el juez, en atención a las
circunstancias del contrato, porque se trata de una cuestión que depende exclusivamente
de la voluntad de las partes, lo que no obsta para dar la regla general anteriormente
expuesta.
31
En títulos más antiguos, se alude a veces a “cuadras” o “varas”.
a.9.5) Venta del predio como especie o cuerpo cierto: art. 1833.
En teoría, la situación que se produce es distinta según que la venta se haga o no
con señalamiento de linderos. Si no se han señalado linderos, no habrá aumento ni rebaja
del precio cualquiera que sea la cabida real; pero si se han señalado los linderos, una
sentencia de la Corte de Santiago de septiembre de 1883 dispone que el vendedor estará
obligado a entregar todo el terreno comprendido dentro de ellos, y en caso de que no lo
haga, se aplicará el inciso 2º del art. 1832, es decir, si la parte que falta es inferior a la
décima parte de la cabida declarada, se rebajará el precio; y si excede a esa décima parte,
podrá rebajarse el precio o desistirse del contrato el comprador. Sin embargo, en fallos de
la Corte de Concepción de diciembre de 1878 y junio de 1881 y de la propia Corte de
Santiago de julio de 1880, se concluye en sentido contrario, sentándose la doctrina que si
b) Obligación de saneamiento.
Se desprende del art. 1824, que la segunda obligación que la compraventa impone
al vendedor es el saneamiento de la cosa vendida. El vendedor no cumple su obligación
con la sola entrega de la cosa al comprador, sino que es necesario además que la entregue
en condiciones tales, que el comprador pueda gozar de ella tranquila y pacíficamente, a
fin de que pueda obtener la utilidad que se propuso al celebrar el contrato.
Puede suceder que después de entregada la cosa, no le sea posible al comprador
usar y gozar de la misma tranquila y pacíficamente, sea porque hay personas que tienen
derechos sobre la cosa vendida anteriores al contrato de compraventa y que de ejercerse
importarían en la práctica un menoscabo o despojo para el comprador; sea porque la cosa
vendida adolezca de vicios o defectos que la hagan inepta para obtener de ella la utilidad
que el comprador se proponía.
En cualquiera de estas circunstancias, el vendedor no habrá cumplido su
obligación, porque esta, como hemos dicho, no es solamente la de entregar, sino también
la de proporcionar al comprador la posesión útil y tranquila o pacífica de la cosa.
La ley viene entonces en auxilio del comprador, y le da acción para obligar al
vendedor a que le proporcione el goce útil y tranquilo o pacífico de la cosa vendida o si
esto no fuere posible, para que le indemnice los perjuicios. Estamos ante la ACCION DE
SANEAMIENTO, que busca precisamente sanear una cosa de los gravámenes o defectos de
que adolece. La acción entonces, comprende dos objetos, señalados en el art. 1837:
1º Amparar al comprador en el goce y posesión pacífica de la cosa vendida.
2º Reparar los defectos o vicios ocultos de que adolezca la cosa vendida, denominados
redhibitorios.
La acción de saneamiento viene a ser entonces el arma que la ley pone en manos
del comprador para que se defienda ante los hechos descritos, que le turban en su
posesión tranquila y útil.
Fluye de lo anterior que la obligación de saneamiento no se hace exigible
inmediatamente de celebrado el contrato de compraventa, como ocurre con la obligación
de entregar, sino que es exigible cuando se produce un hecho que la haga necesaria. De
ahí que no se conciba una compraventa sin obligación de entregar la cosa, pero
perfectamente puede concebirse una compraventa sin la obligación de saneamiento.
32
Revisar en “Criterios jurisprudenciales – Teoría del Acto Jurídico”, sentencia de la Corte Suprema de fecha
9 de diciembre de 2015, autos Rol N° 3.657-2015.
b.4.6) Situación cuando el objeto vendido se compone de varias cosas: art. 1864.
● Primera regla: no habrá acción redhibitoria por el conjunto, sino sólo por la cosa viciosa;
● Segunda regla: habrá acción redhibitoria por el conjunto, cuando aparezca que éste no
se habría comprado, de faltar la cosa que adolece del defecto. Como señala un fallo de
mayo de 1953 de la Corte Suprema, el “conjunto de cosas” de que trata el art. 1864
supone una agrupación o porción de cosas determinadas de una misma especie, o género,
o calidad o características, que forman ese conjunto objeto del contrato de compraventa
(por ejemplo, comprar novillos para la crianza y engorda, de una misma edad y mestizaje,
conjunto que no se habría comprado sin un número elevado de ellos que muere a
33
Alessandri Rodríguez, Arturo, ob. cit., números 1.476 a 1.478, pp. 334-337.
1º Por renuncia.
Al igual que el saneamiento por evicción, el saneamiento de los vicios redhibitorios
es de la naturaleza del contrato de compraventa, pudiendo las partes renunciar al mismo,
es decir, estipular que el vendedor no responderá de los vicios ocultos de la cosa. Pero
aún en el caso de renuncia, el vendedor estará obligado al saneamiento, si estaba de mala
fe, es decir, cuando conocía los vicios y no los declaró: art. 1859. La solución tiene lógica,
pues si bien la ley admite condonar un dolo si ya acaeció, ésta condonación debe ser
hecha con pleno conocimiento de parte del afectado.
34
En el marco de la Ley número 19.496, que establece normas sobre protección de los derechos de los
consumidores, dispone el artículo 20 que sin perjuicio de la indemnización por los daños ocasionados, el
consumidor podrá optar entre la reparación gratuita del bien o, previa restitución, su reposición o la
devolución de la cantidad pagada, “Cuando la cosa objeto del contrato tenga defectos o vicios ocultos que
imposibiliten el uso a que habitualmente se destine”. El derecho de opción, conforme al artículo 20 de la
misma ley, deberá ejercerse ante el vendedor dentro de los tres meses siguientes a la fecha en que se haya
recibido el producto.
11.1. Enumeración.
a) Definición.
35
Cfr. Ramos Pazos, René, De las obligaciones, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile, 1999, pp. 172 a
174.
Se trata de un pacto que presta servicios muy útiles en el campo de los negocios,
tanto para el vendedor como para el comprador. Es útil para el vendedor, porque
mediante tal pacto puede obtener dinero de una cosa sin los trámites de una hipoteca o
prenda. Es útil para el comprador, porque mediante la hipoteca o la prenda no puede
quedarse con la cosa sino después de una acción judicial de desposeimiento, mientras que
en virtud de este pacto, puede quedarse con la cosa sin trámite alguno, si el vendedor no
le reembolsa el precio.
Pero el pacto también presenta inconvenientes: sirve para ocultar préstamos
usurarios o para disfrazar figuras jurídicas que la ley no admite, como la prenda pretoria
(llamada también pacto comisorio, que no debemos confundir con aquél que estudiamos
en materia de Obligaciones), en la que el acreedor prendario puede quedarse con la cosa
prendada por el solo hecho de no pagarle el deudor, sin mediar acción judicial alguna. El
art. 2397, aplicable también a la hipoteca, prohíbe la estipulación de una cláusula de esta
naturaleza en la prenda, que los romanos llamaban lex comisoria.
Llamado también adictio in diem, es aquél en que las partes acuerdan que se
resolverá la venta si en un plazo determinado, que no puede pasar de UN AÑO, se
presenta un nuevo comprador que mejore el precio pagado (art. 1886).
Estamos nuevamente ante una compraventa sobre la que pende una condición
resolutoria ordinaria, pero a diferencia del pacto de retroventa, la condición es casual,
pues no implica incumplimiento del contrato y depende de la voluntad de un tercero.
El comprador o su causahabiente (cesionario o heredero) puede evitar la
resolución sin embargo, allanándose a mejorar el precio en los mismos términos que el
nuevo comprador. Basta que iguale la nueva oferta, para hacer prevalecer su derecho.
Los efectos del pacto de retracto, tanto respecto de las partes como en relación a
terceros, son análogos a los del pacto de retroventa (art. 1886, incisos 2º y 3º).
36
El artículo 26 de la Ley número 18.010, sobre operaciones de crédito de dinero y otras obligaciones de
dinero, dispone que lo dispuesto en los artículos 2º (definición de interés), 8 (si el interés pactado excede al
máximo convencional, el interés se reducirá al corriente) y 10º (pago anticipado) del mismo cuerpo legal,
será también aplicable a las obligaciones de dinero constituidas por saldos de precio de compraventa de
bienes muebles o inmuebles.
12.2. Requisitos:
El precepto enfoca la lesión enorme tanto desde el punto de vista del vendedor
como del comprador. El vendedor sufre lesión enorme, “cuando el precio que recibe es
inferior a la mitad del justo precio de la cosa que vende”. Así, por ejemplo, si la cosa valía
$ 50.000.000.-, y recibió $ 24.999.999.- A su vez, el comprador sufre lesión enorme
“cuando el justo precio de la cosa que compra es inferior a la mitad del precio que paga
por ella.” Así, por ejemplo, si la cosa valía $ 50.000.000.-, y pagó $ 100.000.001.- Nos
parece una fórmula más sencilla para enunciar el segundo caso, la siguiente: “cuando paga
más del doble del justo precio de la cosa que compra”.
Cabe señalar que el justo precio que debe tomarse en cuenta para determinar si
hay o no lesión enorme, es aquél que tenía la cosa AL TIEMPO DEL CONTRATO, y puesto
que ésta sólo tiene cabida, en lo que se refiere a la compraventa, tratándose de la venta
de bienes inmuebles, habrá que estar al justo precio que tenía la cosa al tiempo de
otorgar la escritura pública respectiva.
Entendemos por justo precio el que corresponde al valor comercial de la cosa,
determinado por la ley de la oferta y la demanda. En un juicio, será prueba concluyente,
usualmente, la tasación que practique un perito.
Como establece una sentencia de junio de 1983, de la Corte de Santiago, el
vendedor que demanda la rescisión de un contrato de compraventa de un inmueble por
lesión enorme, debe acreditar dos hechos sustanciales: el justo precio del bien raíz
vendido al tiempo del contrato, y que el precio que ha recibido es inferior a la mitad del
mismo.
Lo mismo vale, si quien alega lesión enorme es el comprador.
Cabe consignar que todo lo expuesto en este párrafo, ha de entenderse sobre la
base de haber vendido o comprado la propiedad plena del inmueble. Distinto es el caso si
el objeto de la compraventa fuere la nuda propiedad, pues resulta evidente que el justo
precio no puede ser el mismo, habida cuenta de la existencia de un usufructo, que por un
determinado plazo, radica el uso y goce en el patrimonio de un tercero. La materia está
resuelta en el artículo 6 de la Ley N° 16.271 de Impuesto a las Herencias, Donaciones y
Asignaciones, en virtud del cual, cabe distinguir tres situaciones:
● Si el usufructo es por tiempo determinado, debe deducirse un décimo de la cosa
fructuaria por cada cinco años o fracción que el usufructo comprenda (así, por ejemplo, si
el usufructo se constituyó por veinte años, debemos deducir un 40% del valor del
inmueble);
● Si el usufructo es por tiempo indeterminado, por estar sujeto a condición, debemos
deducir la mitad del valor de la cosa fructuaria; y
● Si el usufructo fuere vitalicio, debemos deducir la fracción de la cosa fructuaria que
resulte de aplicar la siguiente escala, según sea la edad del usufructuario: 9/10 si fuere
b) Debe tratarse de aquellas ventas en que la ley admite lesión enorme: art. 1891.
c) Que la cosa no se haya perdido (perecido) en poder del comprador: art. 1893, inc. 1º.
d) Que la cosa no haya sido enajenada por el comprador: art. 1893, inc. 2º.
Como prescripción de corto tiempo, no se suspende (art. 2524), corre contra toda
clase de personas (no se aplicaría la suspensión a que alude el artículo 1691 para la
nulidad en general, pues no hay una norma similar en el título de la lesión enorme), pero
se interrumpe, como toda prescripción.
La jurisprudencia, ratificando el claro tenor de la ley, ha señalado que la acción
debe ejecutarse dentro de 4 años, contados desde la fecha del respectivo contrato, y no
contados desde la fecha de la inscripción en el Registro del Conservador, porque el
contrato es una cosa y la tradición otra (Corte de Talca, enero de 1896). Para estos
efectos, será indiferente que hubiere precedido a la compraventa un contrato de
promesa. Los 4 años se contarán desde la fecha de la compraventa (Corte de Santiago,
diciembre de 1883).
La fecha del contrato, será la de la escritura pública que lo contiene.
En el caso del inciso 2º del art. 1893, una sentencia de la Corte de Santiago de
diciembre de 1933, puntualiza que el plazo de prescripción de la acción de pago del
exceso de precio no se cuenta desde la fecha de la compraventa en que se produjo la
lesión, sino desde la fecha de la compraventa a virtud de la cual el comprador enajena
posteriormente la cosa al tercero, por un mayor precio. Razones: a) porque sólo desde
que se consuma este segundo contrato nace la acción del art. 1893; antes no hay ningún
derecho que exista; b) porque, de contarse el plazo de 4 años desde el primer contrato de
compraventa, se seguiría la consecuencia inadmisible que dicho plazo sería
verdaderamente ilusorio, ya que, verificándose la segunda compraventa después de la
primera, la acción aprovecharía sólo del residuo restante, incurriendo así la ley en la
contradicción de dar un plazo de 4 años y de no darlo prácticamente, pues su ordenación
sólo recibiría cabal cumplimiento en un ejemplo muy rebuscado como sería el de que
ambas compraventas se verificaran en el mismo día.
De esta manera, habría que distinguir:
● Tratándose de la acción destinada a pedir que se declare la rescisión de la compraventa:
el plazo de cuatro años se contará, desde la celebración del contrato;
● Tratándose de la acción destinada a reclamar la diferencia de precio obtenida por el
comprador, cuando éste a su vez vendió: el plazo se contará desde la celebración de la
segunda compraventa, o sea, aquella en la que el primer comprador, vendió el inmueble a
un tercero, en un precio mayor al pagado en el primer contrato (con todo, la acción no
37
Alessandri Rodríguez, Arturo, “De la compraventa y de la promesa de venta”, Santiago, Sociedad
Imprenta-Litografía Barcelona, año 1918, Tomo II, p. 1.176.
La rescisión de la venta por lesión enorme, en general, como toda nulidad, confiere
el derecho a las partes a ser restituidas al mismo estado en que se hallarían si no hubieren
celebrado el contrato rescindido. Pero con respecto a la rescisión por lesión enorme,
observamos las siguientes modalidades:
* El vendedor deberá restituir el precio y el comprador la cosa, con intereses y frutos, pero
sólo aquellos devengados o percibidos desde la notificación de la demanda
correspondiente38: art. 1890, inc. 2º (el precepto alude a “la fecha de la demanda”, pero
debe entenderse por tal la fecha en que ésta se notifica). De tal forma, el vendedor, para
evitar la rescisión, además de restituir el exceso recibido sobre el justo precio aumentado
en una décima parte, debe pagar al comprador intereses legales (corrientes) sobre esa
suma desde la fecha de la demanda (Corte de Talca, mayo de 1911). Por su parte, el
comprador que opta por completar el justo precio debe hacerlo con los intereses legales
producidos desde la fecha de la demanda de lesión enorme (Corte de Chillán, junio de
38
A diferencia de la regla general consignada en el artículo 907, que alude a la contestación de la demanda.
1.- Definición.
Está contenida en el art. 1897: “La permutación o cambio es un contrato en que las
partes se obligan mutuamente a dar una especie o cuerpo cierto por otro”.
Cabe formular aquí la misma observación que hacíamos respecto de la definición
de compraventa del art. 1793, en cuanto el Código debió decir “… a dar o a entregar…”.
¿Qué contrato sería aquél en el cual las partes se obligan mutuamente a dar o a
entregar una cosa genérica a cambio de otra también individualizada sólo por su género?
No podría tratarse de permutación, dado los términos del artículo 1897. Se trataría
entonces de un contrato atípico o innominado.
Algunos autores han señalado que la definición del artículo 1897 no es del todo
precisa, puesto que también hay permuta cuando se cambia una cosa por otra y por una
Por expreso mandato del art. 1900, se aplican a la permuta las disposiciones
relativas a la compraventa, en lo que no se opongan a la naturaleza del primer contrato.
Las características de la permuta son las siguientes:
a) Es un contrato bilateral.
b) Es un contrato oneroso.
c) Puede ser conmutativo o aleatorio.
d) Es un contrato principal.
e) Es un contrato consensual, por regla general (art. 1898), salvo que una de las cosas que
se cambian o ambas sean bienes raíces o derechos de sucesión hereditaria, casos en los
cuales el contrato será solemne, perfeccionándose por escritura pública (lo anterior,
guarda perfecta armonía con el art. 1801, 2º).
f) No pueden cambiarse las cosas que no pueden venderse (art. 1899, inc. 1º, en relación
con el artículo 1810).
g) No son hábiles para celebrar el contrato de permutación las personas que no son
hábiles para celebrar el contrato de compraventa (art. 1899, inc. 2º). Se aplicarán a la
permuta, por ende, las incapacidades particulares o prohibiciones que estudiamos en la
compraventa (artículos 1796 a 1800).
39
García Goyena, Florencio, Concordancias, motivos y comentarios del Código Civil Español, Madrid, 1852,
Imprenta de la sociedad Tipográfico-Editorial, p. 439.
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