Locura de Mujeres y Madres

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LOCURA DE MUJERES Y MADRES

Carmen Gallano

12/04/1993

El título que he dado para esta conferencia puede parecer un poco loco: locura de mujeres y madre.
Pueden preguntarse los habituales de este espacio de psicoanálisis con niños en qué este título
interesa.

Pienso que sí, interesa porque el niño, el sujeto, lo querido o no querido de su venida al mundo se
determina según el lugar en el que ha venido como objeto de una madre. No de la madre, sino de
una madre, que su madre que además es una mujer. Su madre para el niño, es su Otro primordial, el
Otro para el que él ha sido lo que haya sido pero ya desde antes de nacer. Y es respecto a lo que ha
sido como objeto, respecto a eso él tendrá que situarse como sujeto.

Ahora, ¿cómo le será transmitido eso que es para su madre? Es la cuestión de que el niño va a tener
que interpretar el deseo de ese Otro materno. Ahora bien, el deseo de su Otro materno, de su Otro
primordial vendrá también marcado por lo que esa mujer, esa madre desea como mujer y no solo
como madre.

¿Cómo transmite esa mujer que es su madre su falta a su hijo? No sin relación con el goce, pues el
goce es lo que determina el deseo. Por decirlo rápidamente, el goce es lo que determina el deseo,
sin el goce el deseo sería solo un deseo indeterminado, pura incógnita, ininterpretable para el
niño.

Así la relación que el sujeto establecerá con el amor, con el deseo y con el goce en su vida habrá
recibido la marca de lo su madre habrá vivido en relación también con amor, con como su madre lo
haya amado como hijo, con qué valor le habrá dado su deseo, con cómo le habrá permitido sus
primeras experiencias de lo pulsional. Pero como madre.

Pero por otro lado también vendrá marcada por cómo en tanto de mujer ella haya tomado posesión
como ser sexuado, como ella haya amado, deseado, gozado en su relación con un hombre.

Si comenzar interrogando la cuestión de la mujer en la locura, locura de mujeres; y será en una


segunda parte que tratare de esa otra locura, la del amor materno que es la que inevitablemente
causa estragos en los hijos.

¿Por qué hablar de locuras de mujeres? Es Lacan, en su enseñanza, distintos momentos de ella,
quien ha aproximado la esencia de las mujeres a la locura. La aproximó a partir del momento en el
que situó que el ser sexuado de las mujeres se extravía fuera del imperio de lo simbólico, más allá
de los límites que impone lo simbólico.

¿De qué manera situó Lacan lo loco de las mujeres? Se puede hablar así, rápidamente si las
mujeres están locas, hay algo de loco en las mujeres? Yo he tenido ganas de reflexionar un poco
sobre este problema, para tratar de responder con un poco de rigor a estas cuestiones y para ello lo
que he hecho es hacerme la pregunta, ir a buscar tres ocurrencias en la enseñanza de Lacan en las
que él sitúa esta noción de la locura respecto a la no-toda y respecto a las mujeres.
Así es que en la primera parte comentaré y leeré tres referencias muy cortitas en distintos momentos
de Lacan que son contemporáneos a la misma época de su enseñanza.

La primera es del Seminario Aún, el punto IV, cap. XI; la segunda el Atolondradicho en pág. 36 de la
versión española y la tercera en Radiofonía y Televisión en la pág. 118 en la traducción de
Anagrama y en la pág. 63 en francés.

Comienzo con la primera referencia que habla de lo loco de las mujeres. Le cito: “No hay relación
sexual porque el goce del Otro tomado como cuerpo es siempre inadecuado, perverso de un lado, en
tanto que el Otro se reduce al objeto “a” y del otro diré: loco enigmático”. Acá aparece el significante
loco, enigmático.

¿Qué es lo que dice que es loco Lacan? El goce. Ahora, decir que el goce es loco no dice que las
mujeres como sujetos sean locas. Lo que dice es que si en el goce hay algo loco no podemos perder
de vista que precisamente en el goce sexual, en el goce que sobrepasa una mujer en el coito, una
mujer no es sujeto. Bien se sabe que abandonarse a ese goce es perder la cabeza, como suele
decirse.

Es algo a lo que la histérica consiente difícilmente, pues para la histérica lo esencial es mantenerse
como sujeto, como sujeto en el vínculo con el otro masculino. Lo diría así: mantener la cabeza
deseante. Abandonarse al goce sexual es consentir a que no se pueda demostrar el vínculo con el
hombre y es consentir a no poder afirmarse como mujer. Es el punto realmente difícil para la
histérica.

“El goce es loco, el goce existe, el goce es real, por eso existe. El goce de una mujer es lo que existe
ahí donde la mujer no existe”. El que la mujer no exista –dice Lacan- no es que nada exista;
precisamente la inexistencia de la mujer, lo que viene a habitar esa inexistencia es la existencia de
un goce, de un goce que la hace otra para sí misma como lo es para el hombre, otra ausentada,
fuera de lugar en que puede afirmarse como sujeto.

El lugar del goce y el lugar del sujeto son dos lugares que no pueden confundirse (como tiende a
confundir la histérica). La histérica no es una mujer porque no busca la posición femenina
determinándose en su goce desdoblado, la busca afirmándose por encima de todo como sujeto.

Si para cualquier mujer es imposible identificarse como mujer, la histérica como solución encuentra
una solución y como solución se aferra a identificarse con la falta del deseo. Responde a la falta del
otro no con la respuesta del goce, que es la respuesta femenina, sino con la respuesta de su falta en
ser.

La solución de la histérica en el encuentro sexual la escribiría de esta forma a diferencia de la


respuesta femenina; es precisamente en el lugar de esa inexistencia viene a habitar un goce
desdoblado que responde a la falta del otro, que responde al significante fálico que viene del
hombre, la histérica en vez de determinarse desde esa respuesta viene a responder a la falta del otro
con la respuesta de su falta en ser, de su ser vacío.

Es por eso que en el encuentro sexual no pierde la cabeza si no que mantiene su espíritu y en vez
de ausentarse de sí misma en el goce, se ausenta del goce yéndose con la cabeza a otra parte,
aunque su cuerpo lo deje en el lecho, pero el cuerpo que así entrega es un cuerpo deshabitado de
goce. Lo que importa es que aparezca la dimensión del cuerpo como vacío de goce.

¿Por qué aquí hablo de histérica? –Pueden preguntarse- y es por lo siguiente, porque creo que es
muy importante distinguir dos ausencias bien distintas. La ausencia de que habla Lacan en el goce
de la no-toda como ausencia de sí misma en el goce, consintiendo a ser para el hombre objeto de
goce, que es la posición de la mujer, y la ausencia como defensa histérica, que no es la misma
ausencia, que es precisamente la ausencia del sujeto del goce, poniéndose a distancia del goce, no
consintiendo ser para el hombre objeto de goce.

Creo que este punto donde ausentarse como defensa es afirmarse como sujeto y no consentir a
surgir como existencia de goce es lo opuesto de consentir a no afirmarse como sujeto y surgir como
existencia del goce donde no hay subjetividad ninguna. Precisamente en ese punto que Lacan define
como ausentarse en tanto que otra, en parte de sí misma como sujeto.

Entonces para concluir sobre esta primera referencia a Lacan sobre el goce loco, diré que lo loco del
goce de una mujer que remite a la falta del otro, no dice nada de esa mujer como sujeto. Las mujeres
como sujeto, también en conclusión, no están ni más ni menos locas que los hombres pues el sujeto
del inconsciente no tiene sexo.

La histérica precisamente al afirmarse como verdad del sujeto del inconsciente, como sujeto, por
encima de todo es la que está loca. ¿Pero en que consiste su locura? Lo diré en estos términos de
Lacan: con la locura de querer ser fuera del sexo, de escapar a la determinación sexuada. Locura de
preferir la indeterminación del sexo y de no renunciar a que domine su subjetividad. Locura de
preferir no renunciar a querer un saber sobre el goce, ahí donde una mujer prefiere la ignorancia
inherente a su goce, pues de ese goce otro nada puede saberse.

En definitiva, en esa reivindicación de dominio de la subjetividad, de que lo que domine sea el sujeto
deseante y por el otro lado la búsqueda de un saber dónde el goce, diríamos que hizo ganar algo al
psicoanálisis, porque el encuentro con Freud le hizo ganar el saber del inconsciente, pero lo que
pierde, que su perdida, la perdida por la que ella, en su perdida causo el nacimiento de la
experiencia psicoanalítica, o de ejercitar la verdad del saber inconsciente, su perdida es eso de lo
que las mujeres no pueden decir nada, de ahí que ella no sabe lo que pierde por su posición.

Solo lo sabrá aprés-coup cuando consiente a cambiar de posición y pueda acceder a la existencia de
un goce, pero precisamente en un punto donde ni está su subjetividad ni tampoco hay ningún saber,
es decir que tiene el precio de una ignorancia.

La segunda referencia, sobre la cual he tratado de leer a ver como lo entendía aquí; porque es otra
dimensión de la locura y la mujer. Lo de L´Etourdit (El Atolondradicho), en la pág. 36 donde dice
Lacan: “La lógica es la siguiente: porque nada existe hace limite a la cuestión fálica son no-todas”.
No lo voy a escribir porque es el lado derecho de las formulas de la sexuación, no existe porque diga
no aquí de x, como consecuencia no todo x phi de x.

Dice: “De esta lógica el sujeto (habla del sujeto sin embargo) el sujeto por determinarse de esa
inexistencia (porque se determina en una inexistencia) todo puede aquí decirse de ella, incluso lo
que proviene de la sinrazón”.
Hablar de la sinrazón me parecía que es otra referencia que resuena con la cuestión de la locura.
Ahora bien, acá también Lacan no dice que lo que dicen las mujeres provenga de la sinrazón, algo
muy distinto, que lo que puede decirse de ellas es muy distinto, no es lo mismo lo que ellas dicen en
su enunciación que lo que puede decirse de ellas en tanto que seres sexuados.

“De nuevo aquí vemos que la sinrazón no está en el sujeto, la sinrazón emerge al querer decir que
es el ser femenino”. Y además Lacan añade: “Todo puede decirse pero es un todo de fuera de
universo, nada puede asegurarse de un universo”. Vemos que está el tofo con el nada. “Ellas no
todas son”, es decir de ese todo y nada se deduce que no todas son y ninguna tampoco es toda.
Aquí no lo voy a hacer porque ese es un trabajo de seminario, pero podríamos hacer una lectura de
cómo hay una dialéctica y una posición entre los distintos modos gramaticales de lo universal, de la
negación, de afirmación y del particular. No me meto en eso.

¿Qué quiere decir Lacan? Lo que entiendo como que la multiplicidad y la diversidad de los dichos
que intentan predicar sobre el ser de las mujeres pueden dispensarse ad infinitum pero sin que
nunca hagan conjunto. Es decir, que por un lado todo puede decirse de ellas, pero por otro es
porque nada puede decirse de la mujer. La mujer no puede decirse. Una mujer cuando dice algo,
cuando emerge como sujeto diga lo que diga no podrá significar nada de su ser mujer.

Y así, cuando las mujeres se lamentan a veces, o muy a menudo de que ni significan nada es
porque experimentan que nada puede venir a significarlas como mujeres, pues si pueden
multiplicarse al infinito los predicados que nunca agotaran lo que es la mujer, no hay nada que aloje
a una mujer como una entre otras, como una teniendo algo en común con las otras.

Es decir que no hay un universo femenino, la sinrazón de su ser sexuado (esa es la conclusión que
saco de leer estos párrafos) no implica que las mujeres no estén locas, si no que les faltara siempre
una identidad femenina. Y quizá es por esta vertiente de la falta de identidad donde hay un punto de
proximidad entre el loco, el psicótico y las mujeres.

No lo planteo como punto de proximidad del lado de poner en relación dos forclusiones, la forclusión
del nombre del padre en la psicosis, la forclusión de la mujer del lado de la no-toda. No, no lo leo así
sino en tanto y cuanto así como Lacan habla que el ser del loco es un ser libre, es un ser que escapa
a la determinación de lo simbólico y es un ser que tiene, el psicótico tiene su ser de goce a su
disposición y que no está marcado por la castración; de la misma manera hay una parte, solo una
parte del ser de las mujeres que es un ser libre de determinación por lo simbólico y les queda una
parte de goce a pesar de que hay una parte de goce que les falta, que es lo que adquiere el valor de
castración pero que hay algo que les queda de un goce que tienen a su disposición en lo real. Y creo
que de esa vertiente del ser y del goce es lo que también tiene como consecuencia que hay esa falta
de identidad femenina, de la que las mujeres pueden lamentarse pero que es de registro muy distinto
que la falta de identidad de la que puede lamentarse un psicótico.

Paso ahora a la tercer referencia, que es la de Televisión, son unos parrafitos pero los voy a ir
ordenando punto por punto porque me parece que cada uno se articula con el otro de una manera,
que cuando lo leí por primera vez me parecía muy simple y luego me parecía que no era tan simple y
que había una cierta dialéctica entre unas frases y otras.

“Una mujer no encuentra el Hombre más que en la psicosis”. Frase siguiente: “Planteamos este
axioma, no que el hombre no existe sino que El hombre, una mujer se lo prohíbe no porque sea el
Otro sino porque no hay Otro del Otro”. Tercera frase que es una consecuencia de la anterior: “Así lo
universal de lo que desea es locura, todas las mujeres son locas”. Y finalmente de nuevo es una
frase como consecuencia de la anterior: “Es incluso por eso que no son todas, es decir que son (lo
dice en francés) pero esto es francés, en la traducción castellana creo que hay que mantener el
equívoco entre no-locas-del-todo, porque Lacan lo escribe entre guiones, no-locas-del-todo, es decir
no es el todo lo que les interesa, no es su locura y ne-pat-foulle-di-tot es también no locas en
absoluto. O sea primero dice que son todas locas y luego no son locas en absoluto.

¿Cómo lo podemos entender? Y al no locas en absoluto va a añadir el último punto que leo de
estos párrafos, son tan poco locas que Lacan las dice: “son más bien acomodaticias” y
acomodaticias es lo opuesto de locas. “Hasta el punto de que no hay límites a las concesiones que
cada uno hace para un hombre (y el un está escrito acá en minúscula y cursiva en oposición a El)
para un hombre de su cuerpo, de su alma, de sus bienes”.

Luego en el párrafo siguiente añade: “Acomodaticias, es decir que se presta al fantasma del
hombre”. En esta articulación que ordena el párrafo yo lo leía de la siguiente manera: primero habla
de la loca, la que es verdaderamente loca que es la psicótica, cuando dice: “una mujer no encuentra
al hombre más que en la psicosis”. Ahí lo encuentra, es decir que de lo que da testimonio la
erotomanía psicótica, algo que Clereanbau describió muy bien, es decir que lo encuentra en tanto y
cuanto la psicótica puede venir a afirmarse como mujer de excepción en tanto que es amada por el
hombre de excepción; por un hombre pero como un hombre que está ahí no como uno, uno en
concreto, no como un hombre de carne y hueso sino en tanto y cuando da figura a un sgte amo, al
hombre de excepción, al –Uno.

En cada momento de la historia las figuras al –Uno varían, de ahí que también en el postulado
erotómano, según los momentos de la historia serán distintos personajes masculinos que vengan a
encarnar al hombre de excepción.

Amada por el hombre de excepción deviene mujer de excepción, o bien la otra vertiente, no la
vertiente de lo Uno sino la vertiente de lo múltiple en la psicosis, en lo que puede ser la búsqueda por
parte de las mujeres psicóticas de ir a una especie de circuito, de con todos los hombres y con
cualquiera donde no hay partenaire concreto sino cualquiera se entregan a cualquiera, tratando de
buscar el horizonte en el que puedan llegar a ser la mujer de excepción, es decir la mujer que falta a
todos los hombres. Hace un recorrido por todos los que encuentra a su paso para situar esa
perspectiva a su ser de excepción.

Esto en cuanto a la loca, la psicótica, pero en la frase siguiente dice: “Lo universal de lo que desean
es locura y se dice: son locas”. No está hablando aquí de la psicosis, está hablando del lado de lo
universal y lo que de las mujeres es visto desde lo universal, entonces “se dice son locas” se dice
desde el otro lado que son locas, y en efecto quienes dicen “todas locas” son los hombres, no las
mujeres.

Pero lo que es visto desde lo universal no puede ser visto más que del lado del universo masculino,
de ahí que no es casual que sean los hombres que digan eso, que están todas locas, pero no son
solo los hombres porque es también el universal en el que trata de mantenerse la histérica donde
podremos encontrar ese “lo universal de lo que desean es locura”.
Porque precisamente la histérica que hace de hombre inscribe su enunciación en ese universal, y yo
creo que la locura (se me hizo un poco la luz recordando el discurso histérico) que la locura del
deseo histérico se escribe: lo universal de lo que desean porque lo que desean, precisamente es en
la aspiración a encontrar el Uno, el sgte amo, el hombre de excepción, el al –Uno y es en ese vínculo
imposible en el que mantienen su deseo en la relación con el hombre.

Ahora, ese Uno es una entelequia que no existe, porque es una existencia que existe a los dichos,
por eso lo diría así, es un entelequia forzada por los dichos, pero si la histérica va a buscar el hombre
de excepción al mismo tiempo se va a quejar de que nunca lo encuentra. Puede ser una búsqueda
en el horizonte que es lo que indica la imposibilidad del discurso mismo.

Ahora, lo que también podemos ver clínicamente, esos momentos de locura histérica, esos
momentos en lo que el sujeto enloquece, y aquí si es el sujeto, enloquece precisamente cuando cree
haber encontrado un hombre de excepción, cuando cree haber encontrado ese Uno que es el fuera
de serie.

Y son fenómenos que a veces se encuentran en la transferencia y que se encuentran en la


transferencia tanto más cuando es en la transferencia que la histérica puede colocar ese San Benito
del hombre de excepción a su analista hombre. O lo que puede haber de los fenómenos
transferenciales histéricos cada vez que alguien es colocado en el psicoanálisis como el hombre de
excepción, el +Uno, o el al –Uno, el fuera de serie. Tiene efectos y tiene efectos de enloquecimiento
en las histéricas.

Ahora, es cree haberlo encontrado, después vendrá la decepción, de ahí el interés que tiene el
analista de no venir a anotarse en ese lugar, la decepción también va a tener como consecuencia un
impasse y sin salida en el análisis.

Nunca lo encuentra, es la diferencia entre la histérica y la loca, la loca si lo encuentra y la histérica


no. Pero es también lo que de manera menos patológica se capta en lo que es la locura histérica por
excelencia (que es la locura de amor). Lo que en el amor enloquece a las mujeres, no es tanto a las
mujeres, si no en la vertiente histérica del amor; la locura del amor que Freud pudo describir como
locura de amor al padre, o la locura del sufrimiento porque las histéricas dan testimonio de su
servidumbre amorosa, a ese hombre que no es sino lo que está forjado por el fantasma.

Esto no lo voy a desarrollar porque no es tema de hoy la histeria, pero valdría la pena estudiar qué
es lo que hay en ese enloquecimiento de las mujeres como signo de la servidumbre de su fantasma;
porque es en su fantasma donde va a aparecer la figura del ???.

En definitiva la locura, lo universal de lo que decía de la locura, podemos decir así, las mujeres tanto
más enloquecen cuando menos son, cuanto más histéricas, cuanto más hacen de hombres.

Lacan no ha hablado de esa locura del deseo de lo universal, después va a decir: “no son locas en
absoluto, no son locas del todo”. ¿En qué caso lo precisan? Cuando se limitan a uno, no cuando
buscan el Uno sino cuando se limitan a uno, a uno de su elección, a uno en concreto, a uno de carne
y hueso, a uno con minúscula, a uno singular.
Cuando se limitan a uno, a su hombre, ahí –dice- puede aparecer lo loco del sin límite de las
concesiones. La pregunta es: ¿ese sin límite es locura? Diría que no, que no es locura, que es lo que
se habla cuando se dice que el amor como tan es siempre locura en sí, en tanto que es amor.

Pero que es un amor que no solo enloquece a una mujer sino que la apacigua y la estabiliza. Esa es
la paradoja de lo que es el enloquecimiento del amor histérico. Entonces hay una locura con el todo,
es el todo lo que le interesa?, diría que ahí su locura por el todo se limita a que su amor es celoso –
como dice Lacan- hace un equivalente a Uno con el todo. Desea que un hombre sea todo para ella,
esa es su manera de estar locas por el todo; uno puede decir locas por la música por ejemplo, de
que sea todo pata ella ahí, pero precisamente paradoja, ahí donde ella es no-toda para él. Se
traduce en una exigencia del amor, con un modo de relación con los celos, es muy distinto e la
posición de los celos masculinos.

Ahora bien, aquí Lacan está hablando no ya desde el lado de como la ven, si se la ve desde el
universo masculino, sino del lado del suyo, de su lado. Desde su lado no son locas pues su deseo no
se sitúa en un universal sino en una contingencia.

Tampoco me voy a meter ahora a desarrollar este punto o a poner en la lógica de la sexuación la
contingencia ligada a la imposibilidad y el horizonte de posibilidad del fantasma, que precisamente se
sostiene con la necesidad del Uno.

Acomodaticias –dice Lacan- acomodaticias, lo contrario de locas. Pero acomodaticias no quiere decir
masoquistas; masoquistas es como las ven los hombres desde su fantasma masculino, las imaginan
masoquistas porque las imaginan en el lugar del objeto de su fantasma.

Y en la medida en que ellas se prestan al fantasma del partenaire no desmientan ese masoquismo
que les atribuyen los hombres. Pero el que se presten al fantasma del hombre no quiere decir que su
ser propio se confunda con el objeto del fantasma del partenaire. Si se confunde es precisamente el
impasse de la posición histérica, porque confunde su ser buscando su ser en el ser que le concede
el deseo del Otro, del que la histérica por buscar su ser en el ser que le da el deseo masculino, va a
caer, se va a quedar atrapada en la posición de objeto que le da el fantasma del hombre. Y ahí
aparecerá su servidumbre, su vertiente masoquista, sufriente, en definitiva el drama de una pasión
amorosa desdichada.

El que una mujer se preste al fantasma del hombre quiere decir que no confunde su ser propio, que
se lo debe a su inconsciente con el ser que de manera contingente le dará un fantasma particular.
Prestarse a eso es porque lo ama a ese hombre, no porque busque su ser en el fantasma masculino,
y porque lo ama consentirá prestarse al fantasma para que pueda tener una experiencia de goce.
Eso es hacer concesiones sin límites. Que mayor concesión que poder prestarse a venir a valer
como un ser que no tiene nada que ver con el ser de ella.

No solo la concesión del lado del tener, sacrifica sus bienes, su cuerpo, su alma. Puede aparecer la
locura y a los hombres les parece locura, pues es manifestar que? Que no están apegados a lo que
ellas tienen pero cuando lo sacrifican, lo sacrifican gustosamente y no lo experimentan como
sacrificio, por eso lo distingo de lo que es sacrificio estéril.

En definitiva se sitúa en el no tener ya que es la privación con gusto y con disgusto; a distinguir
también el goce de la privación que es el caso de la histérica. No gozan de la privación si no que esa
privación va a ser la condición previa para obtener después un plus de goce que vendrá dado por el
hombre. Es situarse desde el no tener, que hace la posición femenina, es el modo de la castración
femenina; en el no tener como mujer pero no simplemente para no tener, por eso digo no es privarse
para privarse, no es sacrificar los vienen o el tener porque sí.

Es en aras del goce al que podrán acceder gracias al tener del hombre, quiere decir que el tener de
ellas importa poco y poco vale, por eso se puede perder con facilidad en la medida de que lo que
vale para una mujer es lo que el hombre tiene, no l que ella tiene.

¿Y que es lo que hombre tiene? Precisamente tiene donde está el plus de goce de ella: el falo, por
eso es una privación, que puede verse la vertiente de no tener, la vertiente de privación pero es
también lo que luego obtiene desde el otro. Es para tener un bien todavía más preciado para ella, es
decir el goce que a ella le falta, el goce que puede responder de la castración de ella, el bien que es
el falo de su partenaire, que será su tener por excelencia y que vale mucho mas que todo lo que ella
puede tener. Diríamos un tener del lado de lo recibido del padre, por ejemplo los bienes, la herencia,
de nombre, de todo eso.

En el sin límite de su no tener, porque ese sin límite no es locura? Esa es la pregunta que me hacía,
en definitiva, porque espera que el límite que marca el goce de ella sea el hombre el que se haga
cargo, que ese hombre responda de su posición fálica, porque para que ella pueda obtener ese plus
después de admitir colocarse en la posición pobre del no tener, el hombre tiene que responder la
posición fálica, tiene que ser él el que responda del tener.

Tomo prestado este termino de Colette Soler, que lo dice así: “que el hombre se haga cargo de los
productos de su goce”; o como lo dice Lacan en otro momento: “que el goce fálico sea también
asunto del hombre”. En definitiva que él se haga cargo del goce fálico para que el goce fálico pueda
venir a ser la respuesta de lo que a ella le falta. Dicho en otros términos, que el hombre responda al
goce de ella, que se ocupe del goce de ella y ese sin límites del no tener encontrará su impasse en
la medida en que el partenaire no responda al límite fálico.

Ahora bien, el amor a un hombre es otra cosa que el goce que ese hombre le devuelve a ella, porque
lo que una mujer ama no es el falo, ama a un hombre pero no al falo, porque el amor no parte de la
falta al tener sino de la falta en ser, es un no-ser y de su no-ser, también se su no-ser como mujer,
de su falta de identidad femenina.

Que ama una mujer en ese hombre concreto? El ser que hay en él, es decir el ser que evoque el
deseo de ella. Y a eso, a hacer concesiones, a ser acomodaticia no es solo un asunto por el goce, es
decir aceptar privarse para obtener un más de goce si no es por amor y solo por amor; pero por amor
para uno y no para cualquiera. De ahí que todo lo que ella haga para un hombre eso no quiere decir
que con los otros vaya a ser lo mismo, no es para cualquiera.

Ahí está la vertiente de sensatez de su ser acomodaticio, es decir su vertiente no loca en absoluto,
porque es la sensatez de un amor no loco, en la medida en que el amor se hace no loco cuando
adquiere sentido por el sentido sexual del deseo.

Por eso trato la doble vertiente del límite, el límite que hace el falo como goce fálico que le falta a ella
y el límite que es también el objeto “a” como ser en ese hombre.
En conclusión que también aquí Lacan nos dice que las mujeres no están locas y nos dice algo más:
que su no locura no es algo necesario si no que solo se revela por contingencia puesto que
precisamente su ser acomodaticio por amor a uno, solo con uno es contingente, pues encontrar ese
hombre al que acomodarse es solo azar, fortuna; no es necesario, no está escrito en ninguna parte.

La conclusión de la locura de estos tres puntos, que se acaba, lo podemos discutir después, es en
que ninguno de los casos Lacan sitúa la locura como un asunto del sujeto, ni tampoco la locura como
un asunto del ser.

Pasaré ahora a esa otra locura que es la locura de madre. Parto también para pensar un poco sobre
ella, de lo que dice Lacan en Aún: “El goce de una mujer reposa sobre una suplencia de no-toda, a
ese goce que es no-todo, que la hace en parte ausente de ella misma, encontrará el tapón de S (A)
que será su niño; o sea un niño para tapar la cuestión del goce en definitiva. Y sí, de hecho ser
madre de un niño es siempre un cierre de la cuestión del goce de mujeres, al menos
transitoriamente. Lo que ocurre es que en las mujeres neuróticas, incluso en la histeria el niño va a
venir a valer como un tapón para no tener que querer saber nada de lo concerniente al goce que la
determina como sexuada, y ahí es donde la función del niño como tapón es una función al servicio
de una ignorancia y al servicio de que nunca puede emerger lo que la determina en su ser sexuada.

Es también una preferencia, mayor ser madre que confrontarse a ese enigma del goce. La
maternidad, el niño como objeto “a” viene a hacerla existir como madre ahí donde se abre el abismo
de la inexistencia en alter.

Por un lado (de manera simple) escribiría que el A que escribe la inexistencia y que en el lugar de
esta inexistencia de mujer tiene la existencia de madre, pero lo que dice Lacan en este párrafo creo
que es mucho más preciso, es que si habla del goce que viene a suplir ahí donde se ausenta en sí
misma, el goce que habita aquí; el niño que es el tapón no escribe el vacío del Otro, escribe el goce
que puede existir ahí donde el Otro no existe.

Ahora bien, la maternidad no dice nada de una mujer como mujer, como sujeto, dice el lugar en el
que puede venir el niño para la madre. Y me parecía que se pueden situar –tanto en Freud como en
Lacan- algunas respuestas, algunas valencias distintas que cobra el niño en tanto tapón de esa
cuestión de goce.

Y yo ordenaría cuatro, no es que sean de un orden riguroso, pero me parece que están más
cercanas de lo que son los dramas clínicos de la relación madre-hijo y de los estragos de la relación
madre-hijo.

La primera, ahí donde es el mejor de los casos, donde no hay estragos, cuando el niño es un objeto
que vale no como objeto sino como significante de la castración de esa mujer que es su madre. Es
decir, cuando la valencia del niño como objeto “a” es –phi. Sería: a=-phi, pero precisamente –phi es
lo que le hace valer al niño como sgte, como simbólico, pero como sgte de la falta. El niño es un
representante viviente, en ese caso, de la falta de ella, de la castración de ella. Es el niño que no
colma a la madre, no solo no la colma si no que la revea en la verdad de su deseo como castrada.

Digo, es un objeto que vale como sgte en tanto que ahí el niño vale como sgte del deseo de ella, de
un deseo que no se puede colmar. De hecho el niño ahí representa lo que de un objeto a ella le falta,
por eso el niño adquiere ese valor en tanto y cuanto una mujer se haya situado en su castración
recibiendo lo que le falta de un hombre, que sitúa que lo que a ella le falta le viene de un otro.

El niño ahí si también vale como sgte fálico es porque es el sustituto del falo masculino que ella no
tiene. Es lo que Freud de otra manera pero sin poder precisar establecía con equivalencia niño=al
falo recibido del padre. Es el niño deseado en tanto que recibido de un hombre como sustituto del
padre.

¿Por eso es un objeto? Si. ¿Es un objeto deseado? Si, sin duda, pero en tanto y cuanto hace sgte
del deseo y asegura la falta en ser y el tener del sujeto que es su madre.

Ahora, ¿que el niño sea un sustituto del falo del partenaire quiere decir que tiene la misma valencia
que el órgano masculino? me parece que no, que precisamente el niño vale cuando se hace
metáfora, de hecho ahí el falo es un falo metafórico, sgte, se hace metáfora del deseo de ella, que lo
que del deseo de ella tiene su origen en lo simbólico.

Otra manera de decir: viene del padre. El padre es la manera freudiana de hablar del deseo alojado
en lo simbólico, pero le niño creo que es un falo como sgte del deseo pero no como sgte de ???. y la
diferencia del órgano masculino es que es un falo, si metáfora también pero como sgte del goce, y
eso es lo que fetichiza el órgano masculino y sin embargo en este caso no fetichiza como objeto al
niño.

En resumen, que una mujer como mujer, el falo como sgte del goce que le falta es el órgano de un
hombre y lo que quiere venir a hacer como la internación viviente…

VUELTA DEL CASSETTE

Digo, en el caso, en el mejor de los casos en el que no hay estragos puesto que ahí directamente el
niño como sgte, podríamos decir que el sgte que va a marcar el valor de lo que es ese sujeto es
precisamente lo que le transmite su madre por el lugar que le da, es un niño que representa la vida,
luego ese niño desde que nace solo tiene asegurado su lugar en el deseo de la madre, sino además
tiene asegurada la significantizacion fálica de su ser. Por eso digo que aquí no hay estragos.

Y el niño, si es un tapón, es un tapón sgte, sabemos que el sgte no tapa nada y de ahí que es un
objeto del que la madre puede separarse, no solo puede separarse de ese niño, sino que el niño
mismo viene a metaforizar la separación entre el sujeto y el goce; es decir que el niño viene a ser la
metáfora de esa separación que es su castración de ella, que ella como sujeto está separada de su
goce, que es una madre que no tiene problemas para separarse del niño.

Esto podemos decir que es un casi poco utópico, porque es la madre no-neurótica; quien puede
decir que esas madres no neuróticas se encuentran en la experiencia psicoanalítica? Pero hay
diríamos, una transformación de la posición neurótica de una mujer que precisamente puede mostrar
en el análisis como algo del valor del niño en el lugar que tiene para el deseo de la madre, también y
como es completamente distinto a las consecuencias para ella como sujeto, lo que es el niño para
ella y las consecuencias que tendrá para el niño cuando el niño puede venir en este lugar.
Pacemos ahora las que son menos felices y donde si hay estragos. En las dos primeras me apoyaré
en Freud más que en Lacan, porque precisamente si hablamos del niño como falo estamos en un
tiempo de la enseñanza de Lacan que es el Lacan freudiano.

En Aún Lacan no habla del niño como falo sino del niño como objeto “a”, ¿eso invalida haber
hablado del niño como falo? Pienso que no, tampoco inválida ni mucho menos porque Freud de lo
que ha hablado es de la cuestión del goce en las mujeres. De la madre no ha parado de hablar, todo
lo que dice de la madre no es cuestionado por Lacan, cuando Freud habla de la madre en la
vertiente edípica, ningún problema.

Creo que Lacan tampoco invalida, sobre todo en la primera parte de su enseñanza hasta el año 70,
cuando ha desarrollado sobre la cuestión del falo, el niño falo imaginario, falo simbólico. Creo que el
hablar del objeto “a”, lo que se puede introducir de una manera más precisa es: el objeto “a” en tanto
y cuanto tiene un lugar en el fantasma de la madre, en la estructura respecto precisamente a la falta

del Otro, porque esa escritura (A) es la respuesta estructural, es el punto de lo que se sitúa el
fantasma también cubriendo la falta del Otro.

Ahora, hablar de “a” como objeto, podemos hablar en lo simbólico, en lo imaginario y en lo real, y
decir: falo imaginario es hablar de un objeto en tanto que imaginario, por eso decir objeto “a” o falo
imaginario no son cosas contradictorias sino que cuando decimos falo estamos hablando del objeto
imaginario, del niño como objeto imaginario y cuando hablamos de niño objeto “a”, estamos
hablando del sitio en el que viene el niño, porque el objeto “a” es un sitio en la estructura y no es
tanto una sustancia, puede adquirir la vertiente tanto imaginaria, simbólica, real, pero es un sitio en
relación al deseo.

¿Dónde en Freud encuentro la vertiente del niño=falo como lo que viene a colmar la falta en ser?
Distinguiendo tres valencias distintos: el niño deseado como falo que desmiente la falta en ser, el
niño deseado como falo que desmiente la falta en tener o en eco la nostalgia de la falta en tener y
finalmente el niño en tanto aparición en lo real del objeto de la existencia (creo que es el peor de los
casos).

La primera la encontramos en Introducción al narcisismo, porque cuando Freud nos habla de dos
tipos de elección de objeto y dice: “la elección femenina, la más corriente es la elección narcisista, no
es la relación anaclítica, no es la elección por el deseo, no es la elección por la subestimación sexual
del objeto”.

Es la elección narcisista que no tiene nada que ver con una posición deseante porque es solo ser
amada, nos está hablando en términos lacanianos también, podríamos decir que son las mujeres
que se sitúan como falo de los hombres.

Ahora, la diferencia entre las mujeres y las histéricas es que las histéricas se limitan a esa posición,
a venir como objetos deseables para el hombre no consintiendo a ser objeto de goce para el hombre;
no es que las mujeres no vengan en lo imaginario de su enmascarada también a ofrecerse como
objetos deseables para el hombre, pero si eludir la otra dimensión que es la dimensión de goce.

Freud habla aquí de las mujeres histéricas, cuestión que vamos a ver, nos habla de las mujeres que
permanecen frías para el hombre, es decir que no gozan y que no desean. Creo que si decimos: el
niño falo imaginario en este caso, el niño para esas mujeres de elección narcisistica de las que habla
Freud, el niño representa el falo pero no el falo que el hombre da sino el falo que ella ha sido o
quiere ser en el deseo del Otro.

Precisamente viene ahora un texto de 1914, veremos el interés que tiene para la cuestión del lugar
que tiene el niño como falo, cuando Freud habla de los cuatro casos del tipo narcisista, dice:
“podríamos decir lo que uno mismo es”, es decir que es un niño deseado en el lugar de lo que uno
mismo es. “De lo que uno mismo fue”, podemos decir: fue en el deseo de su madre, fue para su
madre, no es lo mismo fue para su madre que el que viene como sustituto de lo que tiene el padre.
“Lo que uno querría ser”, es decir la aspiración narcisista, la aspiración a ser el falo del neurótico y “A
la persona que fue una parte de sí mismo propio” que creo que es el caso que entiendo peor en l
terminología freudiana. Esto me parece que tiene que ver con una parte de lo que va a hablar aquí
en el párrafo siguiente.

En definitiva, son las mujeres histéricas que desean al niño en tanto que representa lo que vendría a
otorgarles una completud fálica en su imagen, por eso aparecen en esta vertiente narcisista, es un
anhelo narcisista tener un niño en este caso.

“Aún para las mujeres narcisistas, las que permanecen frías hacia el hombre, hay un camino que
lleva al pleno amor de objeto; en el niño que dan a luz se les enfrenta una parte de su propio cuerpo
como un objeto –Amorrortu dice extraño, la otra edición dice exterior- al que ahora pueden brindar
desde el narcisismo el pleno amor de objeto”.

Me parecía muy interesante lo que dice Freud porque por un lado dice que se les enfrenta, cuando
dan a luz al niño, se les enfrenta el niño como una parte de su propio cuerpo en tanto que objeto
exterior o extraño. Decir que el niño aparece como parte de su propio cuerpo no es como una parte,
está hablando de una ilusión metonímica objetal que es completamente distinta que el niño metáfora,
sustituto del falo del hombre, es referido a la parte que vendría a completar el cuerpo de ella.

Pero si nos fijamos que dice también que se les enfrenta un objeto extraño o exterior al que poder
brindar desde el narcisismo el amor, vamos a encontrar aquí el caso del que va a hablar Lacan
después, del objeto de la existencia aparecido en lo real, precisamente en la connotación éxtima de
extraño y exterior remitido por algo del cuerpo.

Pero lo que dice Freud es que gracias al amor, gracias a que el narcisismo es también una relación
transitoria entre la libido del yo y la libido de objeto, estas mujeres narcisistas, que no depositan
libido en el otro, en un objeto en el campo del otro, diríamos, el envoltorio del amor, el idilio amoroso
con el niño les permite no salir de su identificación narcisista pero al mismo tiempo la cobertura del
amor hará que ese niño no se le aparezca a la madre como extraño o exterior sino como el niño de
esa fascinación narcisista de la que a veces dan testimonio las madres y diría también las neuróticas
obsesivas.

Has casos de análisis de mujeres obsesivas y se ve ahí algo muy patente de complacencia narcisista
y de fascinación por el niño que acaba de nacer.

¿Cuándo aparecen los estragos? Creo que los estragos tienen un signo distinto cuando el niño que
nace es una niña o es un varón. En este caso creo que los estragos son mucho mas patentes
cuando se trata de la relación madre-hija, no desde la posición de la hija, que es otro modo en que
Lacan habla del estrago, el estrago que es para la hija lo imposible de la relación con su madre. No.
El estrago de la posición de la madre hacia la niña, es decir que es un amor de madre que enloquece
a la madre en relación con su hija. Estoy hablando siempre desde el lado de la madre.

¿Por qué? Porque la hija no va a aparecer como el doble narcisista de la madre, como un objeto de
complacencia, como el falo que vendría –diríamos- como un doble de su propia imagen fálica, es que
donde ella está alojada en el deseo, ha estado alojada en el deseo de su madre, o en el deseo de su
partenaire, pero si es un objeto de complacencia; en definitiva que la madre va a esperar de su hija
que realice toda esa aspiración de completud de su imagen fálica.

Lo diría de un modo muy simple: que hace de su hija una muñeca Barbie en el sentido de que tiene
que cuidar efectivamente que la niña realice esa aspiración fálica del ser, que vendría a completar la
falta en ser materna, pero la vertiente del estrago es que ahí va a aparecer una rivalidad sin salida,
¿Por qué? Porque: o ella o la niña.

Las dos están en el mismo sitio en la relación imaginaria, las dos en la posición de ser el falo ; luego:
rivalidad, odio, celos, malestar, todo lo que no tiene salida ni para la niña ni tampoco para esa mujer
que es su madre.

Hay un punto que me ha hecho tomar la metáfora de la muñeca Barbie, cuando Freud dice que es la
madre que desea un niño, precisamente no desde su anclaje en el puerto edípico de haber cambiado
de objeto y haber pasado al amor del padre, sino la que permanece en la antigua posición fálica
ligada a la madre. En definitiva, a lo que ella ha sido como falo de la madre.

Dice Freud: juega a la madre, es como la niña que juega a las muñecas, ¿la niña que juega a las
muñecas se puede decir que se identifica con su madre? Sin duda. Pero sobre todo juega con esa
muñeca a que la muñeca la encarna a ella misma como falo de su madre.

¿Por qué no hay diferencia entre niño y muñeca? Porque falta un objeto imaginario. Freud dice: “son
las niñas que juegan a la madre, a la relación madre-niño en que la muñeca es ella misma, son las
madres que convierten a sus hijos en muñecas, que hacen un culto de su imagen de muñecas, pero
donde esa muñeca que tratan de hacer brillar son ella misma en la aspiración fálica”. Como diríamos,
la muñeca en la mascarada de cómo quieren hacerse deseables para los hombres.

De ahí que la mascarada –como dice Freud- la elección narcisista es compatible con ese tipo de
relación madre-hija, que diría que es como el doble narcisista de la madre. Y de hecho, Freud en
esta parte del texto dice: “es un amor de complacencia y rivalidad”.

No desarrollo todo lo que pueda venir aquí, que es más bien conocido, de las diferentes
manifestaciones clínicas de este callejón sin salida para una madre. ¿Por qué? Porque ahí también
el niño va a hacerse síntoma, ¿de qué? Síntoma de la castración imaginaria de la madre, porque es
como imposible que ningún objeto venga a completar la imagen, como es imposible que ningún
objeto venga a tapar la castración, como aquí está todo tomado en la dimensión de la imagen, el
niño va a deschavar que nunca será esa muñeca sino que al contrario, será motivo de queja de la
madre, porque el niño va a proyectar en esa relación imaginaria todo lo que son las incompetencias,
las incapacidades, los desfallecimientos, todo lo que la madre sitúa como su propia impotencia en el
registro de su castración imaginaria, se lo va a cargar sobre el niño.
Si ella fue mala estudiante, el niño va a ser mal estudiante, si ella era torpe en deportes, el niño va a
ser torpe en deportes. Ahí es donde aparece la vertiente castración imaginaria. No lo puede ver al
niño más que como se ve a sí misma, o sea ansía verlo como ella ansía verse pero lo ve como ella
se ve desde lo que hace falla en suyo.

Y en definitiva se sorprenderá también con dolor, cuando se analice, de que termina tratando a su
hija igual que su madre la trataba a ella, que no puede sino implacablemente repetir esa relación
porque, precisamente la niña viene en el mismo lugar de lo que ella ha anhelado ser como falo en el
deseo de su madre-

Pasemos a la tercera vertiente, donde el niño sí también viene en una equivalencia objeto “a”-falo
positivado, como en el caso anterior, a diferencia del primero que era negativización fálica. Falo
positivado pero no del lado de completar la falta en ser, sino de completar la falta en tener, por eso
en eco a lo que Freud llama complejo de masculinidad al que la mujer neurótica no ha renunciado
del todo, en la terminología de Lacan diría que va a satisfacer la nostalgia de la falta en el tener.

Y aquí encontramos la descripción de este caso de figura en Freud, en 1933 en su conferencia sobre
la feminidad, es el caso que Freud dice: “solo la relación con el hijo procura a la madre satisfacción
ilimitada”. Es un caso en que habla de satisfacción, aquí está cerca la dimensión del goce que en la
vertiente anterior, donde en todo caso si hay un goce es un goce narcisista.

“Diría que es el deseo del niño desde el penis-neid, es un deseo del tener el hijo para ignorar que no
se tiene el falo”. Aquí no es tanto como parte del propio cuerpo una versión metonímica del falo sino
un falo mas como sustituto, pero como sustituto no del falo que recibe del hombre o del padre, sino
sustituto de ese falo que ella nunca admitió no tener. En ese aspecto no cedió su complejo de
masculinidad que viene a desmentir la castración en la madre.

Por eso Freud dice que el niño satisface el antiguo deseo masculino no poseer pene. Diría que es el
caso de las madres propietarias en el que realmente el niño se hace el bien mas preciado para la
madre. Dice: “solo la relación con el hijo porque brinda una satisfacción ilimitada, las mas perfecta,
las mas exenta de ambivalencia de toda relación de su madre”. Realmente es el paraíso de idilio de
la relación madre-hijo.

Freud lo dice así: “la madre puede transferir, sobre todo si el niño es varón…” Creo que aquí el
estrago aparece mas patente cuando el niño aparece como portador del falo, cuando precisamente
viene como el que tiene eso que ella no acepta no haber tenido nunca. “puede transferir sobre el
varón la ambición que debió sofocar en ella misma, esperar de él la satisfacción de todo aquello que
le quedo de su complejo de masculinidad y –dice- en ese caso el matrimonio no queda asegurado
hasta que la mujer haya conseguido hacer de su marido también si hijo (acá el marido tiene el falo,
es portador fálico) y actuar como madre respecto a él”-

En definitiva es como esposa y como madre, su hijo y su marido son sus bienes, son los que vienen
a representar lo que ella querría haber tenido. En definitiva es la madre que espera, que obtiene por
procuración del marido y por procuración del hijo la satisfacción fálica. Y de ahí que me parece que
Freud habla de satisfacción porque esta mucho mas ligado a la vertiente del goce sobre el Uno, del
goce fálico.
Es la madre que considera que tiene derecho y que a ella se deben los logros fálicos del hijo y que
se va a ocupar inclusive que el hijo haga carrera, de que el hijo tenga toda clase de realizaciones
fálicas exitosas, pero que a ella le pertenecen.

Es decir, por procuración no lo sitúa en el orgullo de madre de decir hasta qué punto el deseo de su
hijo le ha permitido llegar tan lejos en sus realizaciones fálicas. No. Eso le pertenece a ella, porque
como eso es el falo de ella y por lo tanto por eso digo madre propietaria de los logros de sus hijos,
que considera que es para ella y no para él.

Es una madre que no ama ni desea al hombre, que solo ama a los niños y a los hombres-niño, pero
a los hombres-niño que le brindan ese tener fálico por procuración. Y que está más cerca de la
dimensión del goce fálico del propietario, porque precisamente son las madres que contabilizan sin
cesar todo lo que obtienen de logros que despliegan sus hijos.

Y ahí están todos los chistes muy conocidos que hacen caricaturas sobre los distintos modos de este
tipo de madre, los diferentes chistes sobre madres judías, italianas, sobre madres de las distintas
culturas, en que el niño hace tanto, pero el mío es más. Es decir que se contabiliza lo que cada uno
por procuración ha obtenido ante el mundo, dotada de ese tener fálico que es su hijo.

Paso al último punto. Freud dice: “objeto extraño, objeto exterior al que se enfrenta la madre cuando
da a luz”. Lacan en la nota sobre el niño va a decir: “el niño puede venir a tener que ver solo con la
subjetividad de la madre y no con la relación de la madre con el padre del niño”. Es decir de la madre
con un hombre. “El niño que puede venir (lo dice de distintas maneras) en el sitio encarnado en lo
real”. Viene, el niño siempre viene en el sitio de objeto “a”.

Entonces, cuando he hablado antes del niño como falo, como aspiración de completud de la falta en
ser, de la falta en tener, en esos dos caso también el niño viene en el sitio del objeto del fantasma de
la madre, pero lo peculiar que es quizá si es que el niño responde adhiriéndose a eso si va a ser
psicótico, porque no hay que responder por parte del sujeto; o sea tampoco la psicosis es una
respuesta obligada de la posición materna, pero lo distinto aquí es que el sitio del objeto del
fantasma de la madre, la madre se le aparezca solo una presencia real.

Es decir, no un niño en tanto que tenga un valor en lo simbólico sgte, ni siquiera un valor en lo
imaginario, sino una presencia real. De ahí que va a ser el niño de angustia porque va a venir a
encarnar el objeto de angustia; el mal encuentro con el objeto de angustia.

Y se ve también como el amor –dice Freud- la cobertura del amor, el amor es lo que le permitirá a la
madre no angustiarse con ese hijo, pero es un amor –que diría- enseguida deja asomar por detrás el
punto de angustia de la madre.

Si el niño viene en lo real a ser objeto de la existencia de la madre, en lo real, ahí donde hay una
inexistencia, un ser en cualescencia, viene a dar existencia en lo real a la madre. Y ese es el
verdadero punto de enloquecimiento de las madres, es el punto de emergencia de la angustia donde
el niño aparece como algo que se encuentra, que no tiene ningún tipo de inscripción en las
coordenadas del inconsciente materno, es el niño que mas enloquece a las madres porque no es
que sea el tapón de las castración, es un tapón de lo real del lugar del hijo del fantasma y es algo
distinto.
El niño es realmente su falta, es realmente la causa de sus faltas y se ve bien la diferencia entre un
niño que colma, al menos imaginariamente, se lo desea para que colme la falta, que un niño que
viene a presentificar la causa real de la falta.

Aparece no solo como no colmando a la madre, sino como el agente de su tortura. Es su falta, por
eso esa madre con ese niño que la angustia, sin embargo, ni puede separarse de él y es un niño que
transportará como su apéndice, diríamos como su fardo, del que ni puede desprenderse, pero no
puede desprenderse porque viene a encarnar en el sitio del objeto de su fantasma el punto donde el
sujeto no puede desprenderse tampoco por el vinculo fantasma tico en su relación con el objeto.

Y tendrá que haber todo un trabajo analítico para que pueda desalojar al niño de ese lugar y pueda
desprenderse de ese niño y de darle ese lugar de ser un puro fardo, como a veces las madres casi
presentifican como el fardo que llevan cargando con el cuerpo, más en relación con lo pulsional del
cuerpo que con la subjetividad de esa mujer. Lo sitúo como el que no puede faltar a la mujer, es la
madre que se va a creer indispensable para ese hijo.

Ahora diría, incluso en el mejor de los casos, el primero el de la madre no-neurótica, en el mejor de
los casos, en el de la madre que ama a su hijo, en el de la madre para quien el hijo viene a
representar la falta de su deseo y para nada el sitio donde está el goce de su fantasma, sin embargo
ese hijo que encarna la vida y no lo mortífero del fantasma como el último caso, ahí se ve muy bien
que ese amor, que puede ser incluso un amor sacrificial de la madre para ese hijo, pero es un amor
mortal y mortífero, no solo para el niño también para ella, es un amor que mortifica y enloquece a la
madre misma, de ahí que toda esa tendencia a culpabilizar a las madres porque aman de esa
manera tan destructiva a sus hijos, hay que ver también cual es el padecimiento del sujeto en esa
posición.

Ahora, una mujer como madre en el amor por su hijo, ese amor tiene algo de mortal, aunque no sea
mortífero, ¿por qué? Porque precisamente la madre viniendo en el lugar del Otro, es la que va a
venir a transmitir al sujeto su posición de sujeto de la demanda, la que va a hacer que el niño
devenga como sujeto y como demandante no solo como objeto que tiene que ver con las
necesidades, es su madre, y por lo tanto es la que provoca la demanda del niño, pero una demanda
del niño significada como demanda siempre de otra cosa de lo que pide, por lo tanto, de la demanda
como demanda de amor, pero una demanda de amor que como toda demanda de amor no tiene
respuesta y es insaciable.

Luego, también lo mortal del amor, en el mejor de los casos madre-hijo es la vertiente del amor en
tanto que la demanda de amor no tiene nunca respuesta. Y aunque sea un caso donde no hay
exigencia-reciprocidad; es decir que es el caso en que la madre ama a su hijo y soporta que el que
demande sea el hijo y se pone ella en posición de demanda hacia el hijo, sin embargo ante la
demanda del niño, si no aparece otra vertiente para poner un coto a ese sin límite de la demanda,
que es la dimensión del deseo y de un deseo donde ella sea otra cosa que madre, no hay salida.
Como madre en la relación con su hijo no hay salida.

No hay salida solo como madre dela mor y no hay salida para el niño, y los niños lo saben, no hay
cosa peor que ser amados por sus madres, aunque para el niño eso sea esencial, sin embargo a
partir de un cierto momento el amor de madre es sofocante. ¿Por qué es sofocante? Porque ese
amor significa: tú eres quien encarna la falta y realmente representas mi vida, por lo tanto el niño
encarna el lugar de: eres mi falta, encarnas mi falta. Si el niño quiere responder con reciprocidad a
ese amor de su madre tendría que decir a la madre: también eres mi falta, eres mi único objeto de
amor. Y eso al niño le cierra las puertas al deseo.

Por eso el niño sabe que lo que tiene que hacer es alejarse, distanciarse, a partir de esto ha de estar
lo menos posible en el terreno –no diría geográfico- pero es donde se juega solo la dimensión del
amor materno. Si el niño se queda en esa aspiración de venir a amar a su madre en la relación
reciproca de la misma manera que la madre lo ama al niño, va a estar el callejón sin salida donde no
podrá encontrar un deseo más allá de la demanda precisamente.

Luego, ese amor es mortal. ¿En qué casos se ve mejor la vertiente mortal de todo amor de madre?
En la histeria, porque la histérica, que es tan loca en tanto que hace de hombre, a veces solo se
calma –y Freud encontró que de hecho, la única solución para el penis-neid histérico era la
maternidad- es decir que la maternidad le apareció no tanto como un hecho de estructura sino como
una solución terapéutica para las histéricas.

Hay que ver en Análisis terminable e interminable como dice que la mujer puede renunciar al penis-
neid y sabe que la única salida al penis-neid es esa para una mujer seguramente Freud. Y de hecho
los analistas lo dice: las histéricas, las analizantes que no se calman, se calman cuando tienen hijos.
Solo deja de hacer de hombre cuando sigue haciendo también de hombre en cierta forma, haciendo
de toda-madre, siguiendo siempre en el registro del todo fálico y en ese registro del todo fálico donde
la histérica materializa siempre que el deseante sea otro, es la que más dificultades tiene para
transmitir a su hijo una dimensión de un deseo que no sea solo del amor.

De ahí que la histérica, por su respuesta viene a colocar siempre el vacío del sujeto en el vacío del
Otro, esa es la respuesta del amor, es no es la respuesta del deseo. Efectivamente las histéricas –
como bien dice Freud- sin cambiar su elección narcisista pueden lograr el pleno amor hacia sus
hijos.

Diría que la única salida es que aparezca un deseo, un deseo otro que el que le hace a la madre ser
toda-madre y un deseo otro que parecía que lo loco de una mujer puede ser una cuestión previa
también al problema de la relación madre-hijo, en la medida en que solo en tanto y cuanto transmita
lo que es su manera de mujer-no-toda de no ser madre, de estar siempre en otro punto que ahí
donde el niño le ve cuan madre, en el terreno del todo fálico, donde el niño no podrá descifrar
tampoco ese deseo de mujer, pero del que luego sabrá que una parte de ella se le escapa a él como
niño, si la madre se le escapa como mujer es lo que le permite a él también escaparse de la madre y
poder devenir varón o mujer en perspectiva.

Luego, iré planteando esto: no está loca la que no hace de hombre, no está loca la que hace de su
ser mujer lo imposible de su hacer madre. Así que el problema no es un problema de la madre
suficientemente buena o insuficientemente buena, porque la madre por estructura es
insuficientemente buena, la cuestión es que esa insuficiencia lo que viene a abrir es una brecha en
toda madre que es lo que una mujer coloca en esa brecha.

Y ahí –diríamos- no basta con que este la brecha, con que aparezca tampoco lo bueno de la falta,
sino hasta qué punto una mujer como mujer, que eso no es asunto de la relación con su hijo y
precisamente por eso será una opacidad radical para su hijo, transmitirá que ni su hijo la satura del
todo, que su hijo no satura su no-toda, que su hijo no satura ni vienen a taponar el espacio de su
goce de mujer y, en definitiva que pueda abrir la dimensión de lo imposible, que es de que ningún
objeto satura la falta de otro.

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