La Dignidad Personal y Su Fundamentación
La Dignidad Personal y Su Fundamentación
La Dignidad Personal y Su Fundamentación
CAPÍTULO II
Autor: José A. García Cuadrado, Antropología Filosófica, Eunsa, Pamplona 2003, 135-139.
1. La explicación kantiana
Kant subraya como pocos filósofos el valor de la persona humana como un fin en sí
mismo. Como recuerda Millán-Puelles, en el filósofo alemán se identifica personalidad y
dignidad: «La humanidad misma es una dignidad, porque el hombre no puede ser tratado
por ningún hombre (ni por otro, ni siquiera por sí mismo) como un simple medio, sino
1
MILLÁN-PUELLES, A., Voz «Persona», en Léxico Filosófico, Rialp, Madrid 1984, p. 457.
2
2. La fundamentación jurídico-positiva
2
MILLÁN-PUELLES, A., Sobre el hombre y la sociedad, Rialp, Madrid 1976, pp. 99-100.
3
BASTONS, M., Conocimiento y libertad. La teoría kantiana de la acción, EUNSA, Pamplona
1989, pp. 272-273.
3
causa del respeto que debo a los demás? Si se excluye la fundamentación metafísica sólo
queda la mera justificación por vía de hecho, y en última instancia en la voluntad humana.
Es el hombre el que se otorga a sí mismo su propia dignidad: es lo que se encuentra en la
base del positivismo jurídico.
El positivismo jurídico afirma que los valores sociales son los que en cada caso
determina la sociedad, hasta el punto de que una conducta, por ejemplo, no se castiga
porque sea mala, sino que es mala porque se castiga. El positivismo conduce a pensar que
los derechos humanos se ligan a una determinada situación histórica, social o cultural, y
por tanto no son universales. El valor que se defiende hay que adscribirlo a un lugar
geográfico en el que haya adquirido vigencia legal, puesto que la ley positiva se debe
exclusivamente a la autoridad que la promulga, cuyo mandato se restringe a un espacio y
un tiempo. De este modo, estamos obligados a admitir el carácter exclusivamente cultural
de los Derechos Humanos, y por tanto relativos a la época y cultura en que son admitidos.
La idea de dignidad humana inspira la promulgación de leyes y derechos de las personas;
estas leyes vendrían a ser unos complejos «mecanismos» de defensa que el hombre mismo
inventa para protegerse frente a los individuos de su misma especie. Gracias a esos
«mecanismos» defensivos la especie humana ha sido capaz de subsistir con el paso del
tiempo. El planteamiento positivista reconoce un valor y dignidad en la persona, gracias al
cual se convierte en algo valioso y respetable. Pero se trata de un valor concedido, y por
tanto, relativo a la sociedad que le otorga ese valor.
4
BARRIO, J.M., Elementos de Antropología Pedagógica, op. cit., p. 132.
4
5
Ibid., p. 135.
6
«La idea de dignidad humana encuentra su fundamentación teórica y su inviolabilidad en una ontología metafísica, es
decir, en una filosofía del absoluto. Por eso el ateísmo despoja la idea de dignidad humana de fundamentación y, con ello,
de la posibilidad de autoafirmación teórica en una civilización. No es casualidad que tanto Nietzsche como Marx hayan
caracterizado la dignidad sólo como algo que debe ser construido y no como algo que deber ser respetado».
SPAEMANN, R., Lo natural y lo racional, op. cit., p. 122.
7
SPAEMANN, R., « ¿Es todo ser humano una persona?», en Persona y Derecho, 37 (1997) 18.
8
SPAEMANN, R., Lo natural y lo racional, op. cit., p. 102.
5
semejanza de Dios. Para que una persona tenga un cierto carácter absoluto es preciso
afirmar que hay una instancia superior que me hace a mí respetable frente a los demás. La
persona es un absoluto relativo, pero el absoluto relativo sólo lo es en tanto que depende de
un Absoluto radical que está por encima y respecto del cual todos dependemos. Sólo la
realidad de que Dios -la Persona absoluta- ha querido al hombre como un fin en sí mismo y
le ha otorgado también, con la libertad, el carácter de persona y la posibilidad de rela-
cionarse libremente con Él, es capaz de fundamentar de modo incondicional el respeto que
la persona finita merece9. En otras palabras, para que una persona tenga un cierto carácter
absoluto es preciso afirmar que hay una instancia superior. No hay un motivo
suficientemente fuerte para respetar a los demás si no se reconoce que respetando a los
demás, respeto a Aquél que me hace a mí respetable frente a ellos. La persona es un
absoluto relativo, pero el absoluto relativo sólo lo es en tanto que depende de un Absoluto
radical que está por encima y respecto del cual todos dependemos. Si prescindimos de esta
fundamentación, el concepto de Derechos Humanos resulta vacío, quedando su contenido a
merced de la contingencia histórica o del arbitrio.
b) Una dignidad moral, que depende del uso que se haga de la libertad.
9
MILLÁN-PuELLES, A., Sobre el hombre y la sociedad, op. cit., p. 101.
6
están conociendo (se «dan cuenta» de ello). Cuando el sujeto humano actúa, se percibe a sí
mismo como la fuente de su obrar que está siempre valorado moralmente: en esto consiste
la conciencia moral que acompaña el obrar de la persona humana.
14
YEPES STORK, R., La persona y su intimidad, Cuadernos de Anuario Filosófico, Servicio de Publicaciones,
Universidad de Navarra, Pamplona 1997.
8
Quisiera subrayar el hecho de que todas estas propiedades son sólo manifestaciones
del ser personal pero no son lo esencial o constitutivo de ellas15. El fundamento último de
la persona descansa en su acto de ser estable y permanente antes que en su obrar que
necesariamente es intermitente. En efecto, si para definir esencialmente a la persona
humana apelamos a la autoconciencia ¿qué sucedería con los enfermos en estado de coma,
con el demente, o simplemente, con los que están durmiendo? Su conciencia está en
suspenso pero no por ello dejan de ser personas. De forma parecida, ¿cómo se puede salvar
el carácter personal del ser humano todavía no nacido cuando todavía no manifiesta su
autonomía ni su libertad? Y ¿qué sucede con los autistas que muestran una incapacidad
para comunicarse con los demás? ¿cómo salvar el carácter personal de estos seres
ciertamente humanos? Sólo desde el acto de ser personal. «No son, por tanto, ni el
conocimiento de sí mismo, ni el libre arbitrio, ni la responsabilidad, ni las relaciones con
15
La persona se «presupone» como paso previo a toda relación interpersonal. «La manera en que el niño se desarrolla en
el seno materno y sale de él está -pese a todas las coincidencias con el nacimiento de las crías animales- determinada,
desde un principio, por el hecho de que en él está ya dada la persona en forma de proyecto. Ésta misma se halla ya, pues,
presupuesta. Lo mismo puede decirse de las distintas maneras de atención de los padres para con los hijos. El que
alimenta, protege y educa, ayuda a la nueva vida personal en su desarrollo, le procura materias del mundo y le enseña a
afirmarse en el ambiente. Todo ello no crea, empero, persona, sino que la supone. Toda promoción de un hombre por otro
tiene lugar ya sobre la base del hecho de que es persona...». GUARDINI, R., Mundo y persona, op. cit., p. 114.
9
otros individuos los que configuran radicalmente a la persona. Todas estas perfecciones
pertenecen al ámbito de los accidentes y, en consecuencia, se derivan del acto de ser,
auténtico núcleo de la personalidad»16.
16
ALVIRA, T., CLAVELL, L. Y MELENDO, T., Metafísica, 8.a edición, EUNSA, Pamplona 2001, pp. 125-126.
17
Russo, F., La persona umana, Armando editore, Roma 2000, p. 32.