El documento discute el psicoanálisis aplicado en instituciones asistenciales como los hospitales públicos. Señala que aunque el psicoanálisis es posible en hospitales, no es necesariamente el lugar ideal debido a las lógicas institucionales de eficiencia y eficacia. Argumenta que para que el psicoanálisis tenga un lugar en los hospitales, cada practicante debe construir su propio lugar separándose del semblante profesional e institucional, y apoyándose en una comunidad de pares para discutir los
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El documento discute el psicoanálisis aplicado en instituciones asistenciales como los hospitales públicos. Señala que aunque el psicoanálisis es posible en hospitales, no es necesariamente el lugar ideal debido a las lógicas institucionales de eficiencia y eficacia. Argumenta que para que el psicoanálisis tenga un lugar en los hospitales, cada practicante debe construir su propio lugar separándose del semblante profesional e institucional, y apoyándose en una comunidad de pares para discutir los
Descripción original:
Psicoanálisis en el hospital - Formación en residencias hospitalarias
Título original
Millas, Daniel - Psicoanálisis en instituciones asistenciales
El documento discute el psicoanálisis aplicado en instituciones asistenciales como los hospitales públicos. Señala que aunque el psicoanálisis es posible en hospitales, no es necesariamente el lugar ideal debido a las lógicas institucionales de eficiencia y eficacia. Argumenta que para que el psicoanálisis tenga un lugar en los hospitales, cada practicante debe construir su propio lugar separándose del semblante profesional e institucional, y apoyándose en una comunidad de pares para discutir los
El documento discute el psicoanálisis aplicado en instituciones asistenciales como los hospitales públicos. Señala que aunque el psicoanálisis es posible en hospitales, no es necesariamente el lugar ideal debido a las lógicas institucionales de eficiencia y eficacia. Argumenta que para que el psicoanálisis tenga un lugar en los hospitales, cada practicante debe construir su propio lugar separándose del semblante profesional e institucional, y apoyándose en una comunidad de pares para discutir los
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PSICOANALISIS APLICADO EN LAS INSTITUCIONES ASISTENCIALES
El psicoanálisis en el hospital público es una cuestión que nos ubica de lleno en
el tema de las próximas jornadas de la EOL, el psicoanálisis aplicado a la terapéutica. Se trata como es sabido, de su diferencia con la psicoterapia, es decir de otras formas de tratamiento de los síntomas por la palabra. Desde que los psicoanalistas se acercaron a los hospitales surgieron problemas que ya podemos llamar clásicos: tales como si el psicoanálisis es posible en el hospital, el tema del dinero, la duración de los tratamientos, el abordaje de las psicosis, etc.. Que el psicoanálisis es posible en el hospital es algo que se ha demostrado y se demuestra cotidianamente por vías siempre contingentes. Lo que no requiere demostración, eso que está desde siempre y constituye una evidencia, es que no es necesario. Si como señala Miller el lugar como tal pre-interpreta, es preciso considerar aquello que comporta el lugar en cuestión, en tanto se prescribe lo que allí se puede hacer y decir. El hospital constituye un recurso que tiene como objetivo la salud pública. En el caso que nos ocupa de trata de la salud mental. Como sabemos este término tiene dos referencias: por un lado se designa a la instancia administrativa que debe implementar las políticas que aseguren los derechos de la comunidad. Por otro constituye una concepción del hombre en tanto ser social, en las que se despliegan las potencialidades del individuo y las posibilidades que le brinda la sociedad. En ambos casos se trata del predominio de una lógica que responde a un “Para Todos” bajo diferentes modalidades; políticas, ideológicas, científicas, etc. De esta manera, la práctica de un saber determinado se ejerce en función de satisfacer una demanda social y esta práctica queda enmarcada en una serie de procedimientos que la institución va a normativizar y a reglar en función de sus objetivos. Aquí toma relevancia el desarrollo de un pragmatismo cada vez más cínico y ecléctico, guiado por los criterios de eficacia y eficiencia que se miden por las estadísticas. Los protagonistas ya no son las autoridades médicas, reconocidas por su trayectoria y su formación, sino los códigos y manuales de procedimientos. Hay que decir que desde esta perspectiva, las psicoterapias denominadas de “objetivos limitados” orientadas por un criterio adaptativo y asimiladas perfectamente al semblante profesional del psiquiatra o del psicólogo clínico, tienen un lugar asegurado. Para el psicoanálisis no hay nada asegurado y la cuestión es aquí muy diferente. La presencia de los analistas en los hospitales ha tenido siempre un carácter sintomático. En principio debido a razones discursivas, ya que el psicoanálisis mismo es una manifestación sintomática del discurso médico. Es preciso recordar entonces, que no hay un lugar preestablecido para los psicoanalistas en los hospitales. De manera que lo que va a ponerse en juego es el modo en que cada practicante del psicoanálisis construye, inventa, su lugar en el hospital. El lugar que allí no hay. En este sentido, creo que la primer cuestión va a pasar por el modo en que cada practicante logra separarse del semblante profesional. Separarse podemos decir, para lograr servirse de él, para saber usarlo. Si tenemos en cuenta que en la actualidad, con los planes de residencia y concurrencia para psicólogos y psiquiatras, la mayor parte de los practicantes comienzan en el hospital a realizar su experiencia clínica, el primer punto es el de la autorización y el de la relación con el grupo dentro del hospital. Ante las dificultades propias de la experiencia analítica la tendencia natural será resguardarse en los semblantes institucionales ya sea para someterse a sus normas o para denunciarlas como aquello que obstaculiza la práctica. Ya sea por sometimiento o por rebeldía se trata siempre de la pregnancia de una identificación, que va a regular la práctica en las variadas modalidades de la impotencia. El grupo de pares, solidario con esta lógica contribuye a suturar lo que en la práctica escapa a esa regulación simbólico-imaginaria. Se trata en todo caso de los modos de resguardarse de los riesgos del acto, que pone en juego lo real de la clínica. Como puede notarse he puesto el acento en la cuestión del practicante del psicoanálisis. Del practicante “en” el hospital, en la medida que no existe el psicoanalista “del” hospital. Hace falta tiempo para que cada uno pueda diferenciar los límites y las posibilidades que brindan los otros discursos presentes en el hospital, de los obstáculos subjetivos que se le presentan en la práctica analítica. Porque efectivamente no se espera de él que denuncie, explique o pretenda modificar las otras prácticas, sino que desde su lugar y siguiendo la indicación de Lacan en el Acta de Fundación del 21 de junio de 1964, “contribuya a efectuar la puesta a prueba de los términos categóricos y de las estructuras psicoanalíticas tanto en el examen clínico, en las definiciones nosográficas y en la posición misma de los proyectos terapéuticos”. Lo que eventualmente requiere de la disposición a dialogar con las autoridades y gestores de la salud mental para que el psicoanálisis pueda hacer su aporte al contarse entre los otros discursos. Aquello que se vuelve entonces imprescindible es el buen uso de los semblantes hospitalarios. Se trata de un saber hacer cuya condición esencial es que el practicante sepa algo acerca de porqué inscribe su práctica en el hospital, de qué manera se encuentra allí concernido. Pienso que es una condición para lograr que su acción, más allá de las referencias teóricas, se diferencie de una psicoterapia, es decir de efectos terapéuticos producidos por el restablecimiento del sentido común y el orden establecido. Por este sesgo, nos encontramos de lleno en la cuestión de la formación del practicante. Por esta razón, me parece indispensable la constitución en el hospital de una cierta comunidad de trabajo, de la puesta en juego dentro mismo del hospital de una transferencia de trabajo en el que tenga su lugar el control, la enseñanza, la discusión clínica, etc. Se trata de aquello que puede servir para asumir una posición respecto a la discontinuidad que existe entre la soledad del acto analítico y las normas y reglas establecidas por la institución. Lo que nos diferencia de los psicoterapeutas es nuestra referencia al síntoma como modalidad de goce imposible de reabsorverse en lo simbólico. El síntoma como la forma en que cada sujeto construye su relación con el Otro. Es por este motivo que debemos saber hacer con este lazo sintomático que nos permite alojarnos en las instituciones públicas. Eso si queremos tratar lo “que no anda” en quienes nos consultan sin aplastarlo por el sentido y el poder hipnótico de la palabra.