Arqueología La Gomera
Arqueología La Gomera
Arqueología La Gomera
Resumen
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Abstract
Las líneas que siguen no pretenden dar una visión global y cerrada del
territorio de los antiguos gomeros —al menos lo que nosotros entendemos como
territorio—, porque el estado de la investigación no lo permite aún por razones que
luego referiremos. Pero sí vamos a sintetizar nuestras estrategias de investigación, los
pasos que se han dado en el marco de las mismas y, por lo tanto, lo que conocemos,
así como lo que queda por hacer.
Uno de nosotros escribía en 1992 respecto del territorio de los antiguos
gomeros que «el territorio en arqueología debemos entenderlo como un espacio
humanizado o socializado, donde se desarrollan las relaciones hombre-medio y
hombre-hombre. Es un concepto que hace referencia a las condiciones naturales,
a los recursos subsiguientes y al uso humano de ellos... El término ‘territorio de
explotación’ viene siendo aplicado en el ámbito de la arqueología territorial como
el espacio físico habitualmente explotado desde un asentamiento humano, pero en
las sociedades canarias prehistóricas la documentación etnohistórica amplía el hori-
zonte y nos obliga a buscar modelos algo más complejos. Nos consta que existieron
territorios de explotación adscritos a cada grupo (tribu, segmento de, etc., según los
casos), que llamamos ‘bandos’, ‘menceyatos’, ‘guanartematos’, los cuales se ajustan
a la sucesión topográfica de los recursos biológicos» (Navarro, 1992: 56).
No cabe duda de que la propuesta hundía sus raíces en un ecologismo cul-
tural que andaba en paralelo, con afinidades y discrepancias, a la corriente sobre la
Arqueología del Paisaje que desde mediados de los años 80 del pasado siglo recorría
España; el uso del término «territorio», en lugar del más inmaterial y ecléctico «pai-
saje», venía a reflejar una posición materialista del autor sobre la teoría de la historia,
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vacíos en el conocimiento sobre la historia gomera y las contingencias de la realidad
diarias en el trabajo de las áreas de investigación, gestión, educación y conservación
1
En estos últimos quince años, además de los firmantes del presente trabajo, han parti-
cipado en uno o varios proyectos Sandra-Jeannine Cancel, José Miguel Trujillo, Mario Rodríguez,
Cristo Hernández, Verónica Alberto, Ana Barro, Estervina Borges, Constantino Criado, Fernando
Álamo, Carmen Machado, Alejandro Gámez, Eduardo Mesa, José Ángel Afonso, Renata Springer,
Jacob Morales, Juan Carlos García, David Prieto, Juan Carlos Rando, Vicente Soler, Rosa Fregel,
Matilde Arnay y otros.
Figura 1. Conjuntos arqueológicos. Están incluidos todas las categorías de sitios arqueológicos.
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lo que les ayudó a conectar variables que relacionaban a éstos con un territorio casi
siempre hostil a la investigación.
Así, podríamos dividir los trabajos según el contexto particular y territorial de
cada categoría de análisis o, si queremos, con cada tipo de yacimiento arqueológico,
lo que no quiere decir que el estudio de un solo tipo de contexto implicara, por parte
de la investigación, una interpretación estanca y unidireccional sobre la Prehistoria
de la isla. Muy al contrario, debe tenerse muy presente el carácter relativo, funcional
y heurístico de este planteamiento (García, 2005: 46-47).
Dicho proceso se encuentra en un momento donde ya está muy avanzada
una importante fase, cuyas líneas de investigación la componen:
CATEGORÍAS DE ANÁLISIS
Como decimos, dicha línea está dedicada al estudio de las aras de sacrificio,
su función y su relación con el territorio. Es importante destacar que este tipo de
evidencias arqueológicas ya han generado un debate largo que está presente desde
el origen de la investigación en la isla (Bethencourt, 1881; Navarro, 1975). El tema
fue objeto de tratamiento monográfico en el proyecto de investigación Garajonay:
Arqueología de las Montañas, que abordamos desde 1993, se prolongó aprovechando
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los recursos obtenidos para realizar los Inventarios del Patrimonio Arqueológico de
varios municipios en 1995, y la última fase fueron las prospecciones arqueológicas
de organización social.
En los pireos excavados en el marco del proyecto se da una constante reite-
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Obviamos presentar aquí un mapa de distribución de conjuntos de pireos, porque pueden
encontrarse en varias publicaciones (Navarro, 1999 y 2006; Navarro et al., 2001b, 2002 y 2005).
La relación entre producción y pireos se extiende a otras parcelas, obser-
vándose una asociación casi permanente entre la producción lítica y las aras, no
sólo porque la presencia de útiles líticos es una constante, sino porque es habitual
la evidencia de producción local. El ejemplo más ilustrativo es El Piquillo (San
Sebastián), un conjunto de pireos, grabados rupestres alineados en la cima de un
interfluvio, a ambos lados de una esbelta peña que le da nombre, explotada como
cantera-taller (Navarro et al., 2001a). Los materiales líticos de estos conjuntos no
son elementos de ofrenda, sino instrumentos de trabajo que intervienen en la ac-
ción ritual. Pero en algunos enclaves, como el citado Piquillo, la producción podría
tener un carácter excedentario y estaría dirigida, probablemente, al suministro de
las comunidades locales. El resto de las evidencias ergológicas suele ser muy escaso
y, cuando aparecen, muestran un menor grado de vinculación con las estructuras
rituales propiamente dichas.
Aunque los pireos aparecen por toda la isla, dominan en la vertiente me-
ridional, e igualmente se ha hecho hincapié en la diversidad de características que
presentan, con conjuntos de muy desigual nivel (Navarro et al., 2002). Están ubi-
cadas en lo alto de interfluvios en cresta, montañas, roques e interfluvios en rampa.
Todas esas ubicaciones participan de una serie de cualidades comunes que deben
actuar como requisitos en la elección de los emplazamientos. Se buscó la elevación,
la verticalidad, y en otro orden de cosas, el dominio visual y la intervisibilidad.
Estos rasgos son el reflejo de un sistema ideológico unitario de toda la sociedad
gomera, y permiten reconocer un entramado de relaciones sociales, cuyo diseño se
expresa mediante una red insular de conexiones territoriales. La configuración y
consolidación de esta red debió tener lugar en un espectro temporal dilatado paralelo
a la socialización de la isla. En consecuencia, un estudio diacrónico del fenómeno
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permitiría conocer el proceso de construcción del territorio como espacio socializado,
en el que el sistema debió mantener larga vigencia. Lo demuestran las fechas de 14C.
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De esta excavación se optó por datar mediante 14C materiales vegetales carbonizados,
dado el estado en que se encuentran los huesos de animales. Con el fin de comprobar la fiabilidad de
diferentes plantas y sus partes, enviamos tres tipos de muestras: semillas de cebada (Hordeum vulgare),
que estimábamos de la máxima fiabilidad, un arbusto de ciclo medio-corto (Adenocarpus foliolosus)
y el siempre sospechoso carbón de pino (Pinus canariensis). Enviamos muestras de los tres cuando se
identificaron juntos en una misma UE y levantamiento (UE 2 - lev 1 y UE 2 - lev 3); para el resto
se enviaron una muestra de codeso y otra de pino. El codeso (Adenocarpus foliolosus) y las semillas
de cebada en los casos citados arrojaron fechas similares, mientras que el carbón de madera de pino
daba entre 200 y 400 años más de antigüedad. Ello probó la fiabilidad del codeso y corroboró lo
inapropiado que resulta el carbón de madera de pino canario (quizás no ocurra así con las escamas
bracteales y las rábulas carbonizadas).
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Beta-206020; carbón (Adenocarpus foliolosus); 1590 +/- 60 BP; -24.1 o/oo; 1600 +/- 60 BP;
2 sigma calibration.
Figura 2. Recreación de una de las estructuras complejas del Alto de Garajonay,
ubicada justamente en su cima.
970 to 890) and Cal AD 1080 to 1150 (Cal BP 860 to 800)5. Mientras que las dos
fechas del Lomo del Piquillo son más recientes6: Cal AD 1270 to 1320 (Cal BP 680
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to 630) and Cal AD 1350 to 1390 (Cal BP 600 to 560)7 y Cal AD 1310 to 1360
(Cal BP 640 to 590) and Cal AD 1390 to 1440 (Cal BP 560 to 510)8.
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5
Beta-206016; carbón (Adenocarpus foliolosus); 990 +/- 40 BP; -24.4 o/oo; 1000 +/- 40
BP; 2 sigma calibration.
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La experiencia del Garajonay nos indujo a desestimar el carbón de pino, escogiendo un
arbusto como la tabaiba y, cuando la muestra de este material resultó insuficiente, se empleó corteza
carbonizada de laurel.
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Beta-232018; carbón (Euphorbia sp.); 670 +/- 40 BP; -24.3 o/oo; 680 +/- 40 BP; 2 sigma
calibration.
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Beta-232017; carbón (Euphorbia sp., 60% Lauraceae tipo Laurus azorica); 530 +/- 40 BP;
-24.6 o/oo; 540 +/- 40 BP; 2 sigma calibration.
cierta posición de preeminencia respecto a los restantes bandos, lo que justifica que
concentre los grandes santuarios de la isla (Navarro et al., 2002).
De acuerdo a esta hipótesis, en la misma cima y centro de la isla, el Alto
de Garajonay se presenta como un gran santuario, alejado de cualquier asenta-
miento humano y probablemente dotado de un rango insular (fig. 2). Es posible
que cumpliesen un papel complementario del Garajonay otros enclaves también
muy prominentes, con marcadas connotaciones hierofánicas, existentes en el sector
centro-oriental de esta misma franja, entre los que destacan los Roques de Agando y
La Zarcita y otras montañas que conferían a la zona más alta de la isla un cometido
común, reconocido por la colectividad.
Por debajo del Alto de Garajonay, los otros tres grandes santuarios (Fortaleza
de Chipude, Ajojar-Montaña del Adivino-Teguerguenche y Tagaragunche) ocupan
hitos destacados en el paisaje con especiales condiciones de visualidad y visibilidad
respecto a buena parte de la isla, presidiendo en su entorno inmediato espacios de
claro contenido simbólico, con grandes necrópolis y manifestaciones rupestres, y
encabezan territorios en los que se localizan otros conjuntos de aras de rango inferior.
Estos tres grandes santuarios y probablemente también El Garajonay se encuentran
precisamente en el territorio que tradicionalmente la bibliografía adjudica al pree-
minente bando de Orone, lo que refuerza la tesis más arriba expuesta.
El tercer nivel lo constituiría la mayor parte de los conjuntos de pireos, in-
tegrados por varias estructuras simples (suelen oscilar entre 6 y 12) y a menudo una
o dos estructuras complejas. Normalmente están ubicados sobre crestas y roques
que sobresalen en el paisaje inmediato, con una explícita relación de intervisibilidad
respecto a los grandes santuarios. Desde estos sitios se controla directamente un
espacio geográfico muy concreto, generalmente una cuenca de barranco, que podría
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corresponder al territorio propio de una comunidad local. Como un subgrupo de
éste podría considerarse a un reducido número de conjuntos compuestos por sólo
condición esencial que determina la presencia de grabados, puesto que son infinitos
los soportes rocosos idóneos para grabar que no han sido empleados para ello. Es
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Agradecemos la estimable ayuda de Fernando Álamo Torres y Sandra-Jeannine Cancel
(Servicios Integrales de Patrimonio Histórico).
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Figura 5. Visualidad desde la estación de grabados de la Orilla de Quines
(Santa Catalina, Vallehermoso).
una porción importante de la ladera situada a sus pies, aunque se puede abarcar
visualmente parte de esos espacios muertos con cortos desplazamientos hacia varios
puntos de observación cercanos (fig. 5). En segundo lugar están los casos en los que
desde la estación de grabados se ejerce el control visual sobre una parte significativa
de un interfluvio en rampa, lo que en La Gomera se conoce como «lomada» (figs.
6 y 7). Otros casos son poco significativos.
Por tanto, no parece que la elección esté motivada por una necesidad estra-
tégica de controlar territorios extensos, sino que desde la mayoría de yacimientos
rupestres se ejerce el control directo de espacios económicos restringidos, como son
las áreas de pastoreo y, sobre todo, sus límites. Corrobora esta afirmación el que
muchos grabados antiguos están en los sitios donde hasta no hace mucho solían
permanecer los pastores tradicionales vigilando el ganado suelto. Esos mismos pas-
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tores que han dejado a su vez sus grafitos, de tal manera que allí se superponen o
coexisten grabados de diferentes épocas.
Hemos señalado que los asentamientos humanos y las estaciones de grabados,
en términos generales, suelen ocupar la misma franja altitudinal, pero eso no implica
necesariamente proximidad. Una proporción importante de los grabados suelen
estar a cotas ligeramente superiores a los asentamientos más cercanos, poseyendo
los primeros unas condiciones de visualidad mejores que los segundos. Hay casos en
que la diferencia es inexistente, porque hay grabados dentro de cuevas, junto a ellas
o en las inmediaciones de asentamientos en cabañas. Pero estas asociaciones entre
grabados y supuestos asentamientos deben ser revisadas, porque existen no pocas
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Figura 7. Visualidad desde la estación de grabados de Los Risquillos
(Ayamosna, San Sebastián).
Concheros y territorio
Los concheros han sido objeto de algunos estudios desde época muy tem-
prana, como la excavación que realizó en Punta Llana Luis Diego en 1945 (Álvarez,
1947: 87-91) o la de Pilar Acosta, Mauro Hernández y Juan Fco. Navarro en Argua-
mul, en 1975 (Acosta et al., 1977). Se hizo un primer inventario de concheros entre
1974 y 1975 (Navarro, 1975) y algunas revisiones posteriores (Navarro, 1992, 1999;
Navarro et al. 2001b). Hacia fines de la década de 1990 podíamos avanzar que la
distribución de los concheros tenía mucho que ver con la disponibilidad de marisco,
aunque no de forma determinante, pues aunque la costa norte es más abundante en
marisco que la del sur, este dato por sí mismo no explicaba la ausencia de concheros
en la vertiente meridional.
A pesar de lo expuesto, considerábamos que su papel en el marco del sis-
tema productivo de los antiguos gomeros no estaba bien conocido. Por otra parte,
los análisis sobre paleodietas estaban revelando el papel destacado de los productos
marinos en la ingesta de los antiguos pobladores, lo que acrecentaba el interés de
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concheros con cinco apartados, los dos primeros de los cuales ya están culminados
y el tercero y cuarto muy avanzado: 1º) Prospecciones para completar el catálogo de
concheros de la isla y un estudio superficial de los mismos. 2º) Estudio etnográfico,
entrevistando a viejos mariscadores, con la finalidad de ayudarnos a comprender
las condiciones en que se pudo realizar tal actividad y para completar matices en
la interpretación. 3º) Estudio de todas las evidencias malacológicas procedentes de
investigaciones realizadas con anterioridad. Ello permitirá la comparación de las
evidencias procedentes de las diferentes partes de la isla, en particular del norte y
del sur, y contribuirá a desarrollar una hipótesis general sobre los patrones sociales
y geográficos que han producido la creación de los concheros. 4º) Estudio biogeo-
gráfico. 5º) Nueva excavación arqueológica en Punta Llana, que por el momento
no se ha podido llevar a cabo10.
10
En 2008 presentamos el proyecto «Estudio superficial de los concheros arqueológicos de
La Gomera (Islas Canarias)» en el 2º Congreso del ICAAZ Archaeomalacology Working Group Not
only food: Marine, Terrestrial and Freshwater molluscs in Archaeological sites (Mesa et al., 2010).
Figura 8. Mapa de distribución de los concheros.
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La conclusión más evidente en el estado actual de las investigaciones es que
no existe relación espacial inmediata entre concheros y asentamientos. Es decir, la
gente no vivía donde están los concheros, sino que estos fueron producto de una
actividad específica de marisqueo que implicaba el desplazamiento hacia esos lugares
del litoral, y cuyo procesado se realizaba recurrentemente en el mismo punto hasta
conformar lo que conocemos como conchero. La explicación podría ser la misma
que se ha propuesto para los concheros del NO de Tenerife (Mesa, 2006), aunque
conviene esperar a que culmine el proyecto para afirmarlo.
Las aguas costeras del norte de La Gomera y de otras islas del Archipiélago
son más ricas en pescado y marisco que las del sur, por la calidad de sus nutrientes. El
marisqueo es más fácil y productivo en costas llanas de sustrato rocoso, donde queda al
descubierto una amplia franja intermareal, y es probable que esta mayor disponibilidad
ayude a explicar por qué en esas costas llanas se produjeron las mayores concentra-
ciones de concheros, como Punta Llana y la plataforma costera de Valle Gran Rey, al
este y oeste de la isla, respectivamente. También son ricos en marisco los pedregales
mesolitorales de las desembocaduras de barrancos y otras playas de cantos, y en estas
zonas suelen existir uno o más concheros cercanos entre sí.
Pero en la mayor parte de la isla y muy particularmente en el norte las costas
son escarpadas. Ello provoca, en primer lugar, una mayor dificultad para acceder a
los recursos marisqueros y, en segundo, que la franja intermareal sea muy estrecha,
y eso conlleva una notabilísima reducción de las áreas de marisqueo, aunque en ellas
sea alta la concentración de moluscos. Probablemente por eso a lo largo de toda la
costa septentrional existe un número importante de concheros, pero se encuentran
más dispersos que en las llanuras litorales antes mencionadas (fig. 8).
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En la historia de la arqueología gomera, el ámbito doméstico se ha estudiado
poco; solo se ha realizado la excavación arqueológica en 1979 de una cabaña en un
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La red de asentamientos estables de los antiguos gomeros parece haber
seguido un principio de centralidad respecto a los recursos más importantes para
de 2006.
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Figura 11. Mapa de distribución de manantiales y su relación con los asentamientos.
51
1991, 1994, 2002 y 2004), nos permitían extraer varias conclusiones:
La mayor parte de los yacimientos arqueológicos localizados hasta el año
a) La excepcional importancia del Alto del Garajonay y su entorno inmediato. Esta
montaña es la cumbre más alta de la isla y ocupa casi su centro geográfico.
Alberga un conjunto de grandes estructuras complejas, construidas con
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Si esto era así, cabía preguntarse por qué parecían escasear los restos arqueoló-
gicos dentro del bosque. Ello podía deberse a varios factores que no eran excluyentes:
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que las estructuras que construirían los pastores indígenas en el interior del
monte estarían realizadas con materiales perecederos. El Corral del Ciego
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cualquier actividad de investigación que se realice desde los museos o bien aquellas
en las que estos participan. En este sentido podemos decir que el territorio es un
EPÍLOGO
BIBLIOGRAFÍA
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