La Iglesia Obstaculo para La Consolidacion
La Iglesia Obstaculo para La Consolidacion
La Iglesia Obstaculo para La Consolidacion
Consideraciones preliminares
En los comienzos del siglo XXI, considerar a México como un Estado de
Derecho cuya superestructura constitucional se erige, entre otros principios,
sobre el de laicidad, conlleva al examen de las relaciones gobierno civil e iglesias
y, por ende, abordar la historia nacional; es decir, conduce al análisis de un
fenómeno tan polémico a la luz de la historia del Derecho constitucional. Con el
objetivo de comprender el modus moriendi y el modus vivendi del Estado
mexicano con relación al factor social religioso es menester incursionar en el
estudio de sus fuentes históricas y formales del Derecho eclesiástico.
Ciertamente, las relaciones en torno al factor social religioso tienen en su
seno una intrincada historia; pero aún y a pesar de ello, lo importante estriba en
determinar cómo se han gestado en el Estado mexicano las relaciones y generado
los conflictos entre ambas potestades (civil vs. eclesiástica). Las relaciones
Estado-Iglesias engendran diversas problemáticas históricas causadas por su
naturaleza conflictiva; éstas son motor generador de desconfianzas radicales
entre los agentes partícipes del factor social religioso[2]. Al respecto, Gómez
Huerta Suárez asevera[3]:
“La historia nos enseña que al pueblo no se le puede decir jamás que en el futuro haga o no
una cosa u otra.
Es a todas luces petulante que una generación trate de imponer formas políticas y
estructuras económicas a las generaciones que le seguirán. Suponer que lo que se ha realizado
es excelente y no debe modificarse es por lo menos insolente. La responsabilidad de cada
generación se limita a su tiempo, su obligación es allanarle el camino a las que le siguen”.
A modo de conclusión.
Para concluir, se resumen algunas ideas a las que se han hecho referencia
con antelación y se apuntan algunas hipótesis para futuros trabajos:
1. Los modelos de relación entre el Estado mexicano y las confesiones
religiosas sólo pueden apreciarse al examinar cada uno de los periodos de
formación del Derecho eclesiástico mexicano; por tanto, implica el abordaje de
los factores socio-políticos más relevantes que impactaron en el reacomodo de
fuerzas entre las autoridades civiles y la Iglesia.
2. El estudio del factor social religioso exige también un conocimiento de
las principales disposiciones que regularon en cada etapa histórica y del
tratamiento jurídico que ha recibido la calificación de Estado confesional o, en su
defecto, la supremacía del Estado mexicano, el ejercicio de la libertad religiosa;
la posición de la Iglesia católica y, en su caso, el estatus de las demás
confesiones; respecto a los ministros de cultos; acerca de la enseñanza pública y
de la instrucción religiosa; la institución matrimonial y lo concerniente al
patrimonio eclesiástico, su protección legal o la desamortización de dichos
bienes.
La Iglesia ocupaba el lugar del Estado, controlaba a la población y su riqueza provenia de los diezmos,
prestamos y renta. Tenia grandes extensiones de tierra (Latifundismo) y una burocracia bien
organizada. Tambien tenia dominio sobre la Educación.
800 000 adultos, es decir, que el porcentaje de analfabetos era de 99.38 % contra un 0.6 de
alfabetizados.
manufacturero. Las regiones estaban deshabitadas y no habia vias de comunicación, así como una
disminución en la inversion.
A mediados del siglo XIX el pais se mantuvo
Resumen
Abstract
After a brisk secularizator period in Mexico (Laws of Reform), in the Porfiriato was
recorded a tacit Concordat of the State with the Catholic Church that was questioned in
the phase of construction of the State derived from the Mexican Revolution. With the
affirmation of their national State, political sovereignty post-revolutionary took
educational, moralizing and functions of social reform in opposition to the work that
the Catholic Church had been doing. In this article examine the social and political
history since the imprint that the national State and the Catholic Church have set in a
local society. Stands how appropriating and reply that local actors made of particular
projects of society of both institutions, are generated ways of life.
Introducción
En México con las Leyes de Reforma se dio origen al Estado laico y en la fase
constituyente del mismo, este impuso su definición de soberanía sobre el orden social
y con ello sobre el eclesial. Como nuevo soberano político debía serlo de ambos
órdenes (véase Villacañas, 2009) aun a fuerza de sometimiento institucional.
El propósito de sometimiento de la Iglesia católica al poder civil en México desde el
siglo XIX (las Leyes de Reforma) encontró un renovado impulso, después de un
concordato implícito con el gobierno de Porfirio Díaz, en la etapa de institucionalización
del Estado nacional posrevolucionario. Fue entonces cuando se hizo notoria la
decadencia del poder de la Iglesia católica en México para mantener la unidad
religiosa. Fue también el momento en que el protestantismo religioso tuvo auge y
recibió aliento institucional del gobierno civil.
Este artículo tiene por objeto general reflexionar sobre las acciones e interrelación de
dos entes institucionales (Estado/Iglesia) en una sociedad local: Tiríndaro. Me interesa
en forma particular indagar, haciendo uso de la historia social y política reciente de la
localidad, cómo desde ciertas prácticas y discursos religiosos, antirreligiosos, seculares
y corporativas estatalistas, se fue imprimiendo sentidos de pertenencia colectiva. El
énfasis en el artículo está en señalar cómo dos entes institucionales antinómicos en la
modernidad, Estado e Iglesia, al ser apropiados, contestados y conciliados generan
sentidos de vida en el espacio local.3 Para ello me detengo en la revisión de dos
proyectos fundamentales y marcadores de carácter en la sociedad: el agrario y el
educativo. Tales proyectos tuvieron impulso en el comienzo del siglo XX.
Temporalmente aquí parte la narración. Fue también ese el momento en que los
agentes del estado nacional mexicano, con sus propios proyectos, como los valores
cristianos y sus prácticas cultuales en Tiríndaro, comenzaron a dar los fundamentos a
la vida pública y al tipo de sociedad tirindarense que adelante se describirá.
El entorno local
Importa resaltar también que desde finales de la década de 1980 y de manera enfática
al comienzo de la de 1990, se situó en Tiríndaro la petición de reconocimiento de
derechos culturales y autonomía política mediante la Organización Nación Purhépecha
("Documento dirigido al gobierno del estado de Michoacán", Nación Purhépecha,
noviembre de 1994, citado en Máximo, 2003). Esta petición se inscribe en la dinámica
de movilización social y política nacional y regional que, recuperando la identidad
étnica, ha tenido hasta nuestros días un fuerte impulso en Michoacán.
La guerra propia
Los agitados años de la Revolución en México, serán también del mismo tenor para los
habitantes de Tiríndaro. Los acontecimientos de esta etapa se convertirán en un
verdadero parteaguas para la vida de los tirindarenses. La álgida lucha por la tierra,
desarrollada en la primera década de 1900, y el programa político en que devino,
agrarismo, son referencia ineludible para entender los cambios que sufrió la vida de los
tirindarenses. En este sentido, la existencia de grandes haciendas en la región de la
Ciénega de Zacapu marcó la diferencia con otras localidades de la entidad, en tanto
fueron susceptibles de afectación para el repartimiento. Se dio en este marco impulso
a una lucha agraria y política que trastocaría todo orden establecido en la región.
La situación de despojo había resultado tan extrema en el caso de Tiríndaro que, hoy
relatan algunos pobladores y campesinos, los hacendados prácticamente habían
acaparado la totalidad de las tierras de cultivo de la comunidad dejándolos únicamente
con las tierras en que se halla el poblado. Arnulfo Embriz Osorio señala para la región
de la Ciénega de Zacapu que:
En el año 1915 Severo Espinoza denunciaba que los hacendados de Bellas Fuentes
hostilizaban a los ciudadanos indígenas de Tiríndaro en la posesión de sus tierras.
Señalaba que los dueños de aquella hacienda habían estado
Pero para el momento en que esta denuncia se emitía, el conflicto por la tierra tenía
connotaciones violentas. Antes, la lucha por la tierra entre los tirindarenses había visto
momentos más pacíficos. Algunos viejos agraristas y descendientes de estos relatan
que en un primer momento Severo Espinoza, junto a sus compañeros, había buscado
resolver, mediante gestiones legales en las ciudades de México y Morelia, el asunto del
despojo de las tierras. Para cuando se fecha la denuncia citada, el proyecto original de
restitución de tierras en calidad de bienes comunales había mudado, acorde además a
la situación política de México, a la de dotación ejidal. Paul Friedrich (1981) y
MasahikoTanaka (2003) señalan que la lucha por la tierra en la región cambió de
solicitud de restitución, ligada a una visión de conflicto de indígenas en contra de
mestizos y españoles, a otra asentada en la dotación ejidal con su correlato de
conflicto de lucha de clases entre explotados y explotador, producto del arribo del
liderazgo de Primo Tapia en el año de 1921.5
Es poco probable entonces que ocurriera en Tiríndaro una mutación tan repentina
entre modos legales de gestión y lucha por la tierra y las ideologías políticas que las
sustentaban. Lo último, referente a la innovación ideológica política debió ocurrir aquí
a consecuencia de todo el proceso reivindicativo de lucha por la tierra derivado de la
fase revolucionaria. Nótese que entre la fecha de inicio de las gestiones de restitución
de tierras (1906) y la fecha de inicio de las gestiones para la dotación (1918), había
transcurrido la etapa armada más álgida de la Revolución. Sin duda, los sentidos de los
reclamos de tierra habían cambiado radicalmente en muchos pueblos de México, y
Tiríndaro no fue la excepción. Por supuesto que la labor política de Primo Tapia en la
región debió profundizar los discursos políticos y las luchas por las tierras de las
comunidades. De hecho, se tienen registros de que casi inmediatamente a su arribo a
la región, Tapia se convirtió en el líder que habría de encauzar las luchas agrarias; en
el año 1921, con la constitución del Sindicato de Comunidades Agrarias, fue nombrado
representante de los líderes locales (Martínez, 1946 y Embriz y León, 1982).
Junto con la profundización ideológica en sentido socialista que impulsó entre los
líderes agrarios de la región, Primo Tapia impulsó una serie de acciones encaminadas a
asentar un proyecto político eminentemente agrarista y laico. En gran afrenta resultó
tal proyecto en una localidad como Tiríndaro, caracterizada desde antaño por sus
habitantes industriosos (Reyes, 1998) y apegados a la religión católica (entrevistas
SAE, ASG septiembre-octubre, 2005).
La lucha de los líderes, entre ellos Severo Espinoza, a la par que buscaba la dotación
ejidal para los campesinos, hacía eco del proyecto de los ideólogos revolucionarios de
crear una sociedad laica y con conciencia de clase; acciones como la creación de la
Liga Femenil de Mujeres en Tiríndaro son producto de este proyecto (véase al respecto
Martínez, 1946). En una sociedad como la tirindarense con valores cristianos tan
arraigados y con cierta inclinación a la solución de sus rencillas en términos legales, 6 la
propuesta de los agraristas encontraba poco eco. Confrontados con esta realidad, los
agraristas, tocados además con cierta aura misionera, impulsaron una campaña
política y de reforma social que derivó incluso en confrontaciones violentas.
Ninguna pretensión de lectura simplista mantiene lo dicho. No es que hasta antes del
agrarismo la vida de los tirindarenses ocurriese de manera armónica; lo que vuelve
distintivo esta nueva etapa es la propagación de ideas socialistas, de ideas sobre el uso
de la violencia y la hostilidad contra el clero católico e incluso contra el catolicismo
popular. En suma, habrán de conocerse nuevos proyectos políticos y novedosas formas
de interrelación social.
Así, los agraristas de la región y los del mismo pueblo de Tiríndaro tuvieron que
realizar campaña política para que los tirindarenses aceptaran en principio luchar para
adquirir las tierras en manos de los hacendados, y a continuación, cuando la lucha
agraria fue victoriosa y se consiguió la dotación de ejidos en 1924, posesionarse de las
tierras (ARANM exp. Tiríndaro dotación no. Exp. 38).
A pesar de lo vigorosa que parece haber sido la campaña contra los valores religiosos
cristianos (piedad, obediencia, cordialidad y respeto a la propiedad) por parte de los
"agraristas" liderados por Primo Tapia en la región y por Severo y Félix Espinoza 7 en
Tiríndaro, el arraigo de estos valores era tan fuerte que parece que únicamente
merecían intercesiones menores por parte de los sacerdotes para que los tirindarenses
los practicaran, generando con ello la desmovilización social y política. Una mujer de
Tiríndaro de ochenta años rememorando estos sucesos afirmó que el sacerdote "los
asustaba (a los tirindarenses) de que se iban a condenar si agarraban la tierra"
(entrevistas SAE, agosto de 2005). Aunque no es posible hablar con contundencia de
la conflagración de los sacerdotes con los hacendados, es innegable el hecho de que en
este caso los valores cristianos resultaban acordes para no movilizar políticamente a la
población.
Era este un ambiente permeado por la confrontación entre jerarcas del gobierno civil y
del religioso en México, que en el ámbito local se reprodujo puntual y violentamente.
Situado el agrarismo como gobierno interno y proyecto político, tal como lo relataría
Primo Tapia en una misiva de 1925 (Martínez, 1946), prácticas sociales y culturales
ligadas al catolicismo fueron desplazadas o desterradas. Sobre estas volveré adelante,
por ahora únicamente terminaré indicando que lo ocurrido en la localidad de Tiríndaro
es reflejo del convulso proceso revolucionario y del proyecto de un Estado nacional
emanado de este mismo proceso que en la instauración de su soberanía observó en la
Iglesia católica cierta amenaza a la misma y a la instauración de su proyecto de
gobierno homogéneo y unificador; de allí que, tal como sostiene Roberto Blancarte
(citado en Morales, 2005), para los gobiernos posrevolucionarios la existencia de una
Iglesia católica únicamente podía ser imaginada como eminentemente nacional sujeta
a los ordenamientos del gobierno mexicano.
El agrarismo como práctica social y política sentó sus reales en Tiríndaro, aunque para
ello se valieron los líderes locales del apoyo de personas y personajes como Primo
Tapia, externos a la localidad. El hecho de que hoy en la localidad existan
descendientes de agraristas provenientes de otras localidades, obedece al hecho de
que fueron ellos quienes aceptaron posesionarse de las tierras recuperadas, ante la
negativa de muchos locales de tomarlas. Así, "vinieron foráneos, como los de Cofradía,
que agarraron las tierras que algunos de aquí no quisieron" (entrevistas SAE, agosto
de 2005).
Tiríndaro como localidad, fue bajo ese sentido que se ligó a la recién proyectada
nacionalidad mexicana posrevolucionaria. Una nacionalidad que al menos desde el siglo
XIX se había imaginado entre intelectuales y políticos como sedimentada sobre una
figura y tipo social: el mestizo de la clase media. No es fortuito que la producción
literaria posrevolucionaria en México, al igual que la literatura del último cuarto del
siglo XIX, compartieran la preocupación por retratar y redefinir la nacionalidad
mexicana (véase Lameiras, 1999). En el siglo XIX la producción literaria con los
"científicos" en el poder es vista como una razón de Estado para transformar la
realidad; en el siglo XX postrevolucionario, como una decisión de los intelectuales por
definir la "nacionalidad mexicana" que en gran medida se había redescubierto con la
revolución de 1910-1917.10
Los esfuerzos institucionales bajo esa premisa fueron dirigidos a conformar la figura y
tipo social que habría de dar rostro y modernidad a México. En el campo mexicano una
pléyade se dispersó en misión modernizadora y eugenésica.
La figura del maestro rural en este contexto cobró gran importancia por su labor
integradora y modernizadora. Bajo su tutela se buscaba encauzar social y
culturalmente a los mexicanos marginales de la nación; es decir, cultivar las semillas
de la modernidad y el mestizaje en el "pueblo" para sacarlo de la ignominia y
podredumbre moral. Con cierta aura redentora estos maestros habrían de
comprometerse con el proyecto revolucionario al extremo de lindar sus acciones con el
martirio. De la llamada "Novela de la Revolución", abundantísima en ejemplos de lo
anterior, extraigo citas, de la pluma de Martín Luis Guzmán para mejor ilustrar:
Instalé mi escuela (en Kinchil, Yucatán, pueblo temidísimo por su fama de violencia y
sus crímenes) y la abrí: no se presentó nadie. Entonces me eché a buscar niños y
adultos que quisieran recibir mis enseñanzas; pero confirmé pronto -yo ya lo sabia- lo
difícil de aquella catequización. Amedrentados por las advertencias de la gente
dominadora del pueblo, los campesinos huían de mí, o se ocultaban. [...] Las
autoridades del municipio, que me esperaban reunidas, no me guardaron formulas ni
cortesías. Sin muchos rodeos me dijeron que me meterían a la cárcel si no renunciaba
a seguir instruyendo a los campesinos que había logrado seducir con mis ideas
disolventes. Y como yo les contesté que la cárcel no me asustaba, me amenazaron con
golpearme y martirizarme.
-No será usted -me decían, sonriendo con sus ojos acostumbrados a la crueldad-. No
será usted el primero ni el último.
La firmeza de mi actitud les hizo ver lo inútil de sus amenazas; ante lo cual, por
entonces, me dejaron volver sano y salvo a mi escuela. Allí me esperaban, temerosos
y agitados, mis quince campesinos. Así seguí la lucha (2005, pp. 2 y 3).
Pedro Reyes, que pudo ser el protagonista de las obras realizadas en Kinchil, fue sin
embargo en Tiríndaro el promotor de obras parecidas a las relatadas por Martín Luis
Guzmán. De grata memoria entre los letrados de la localidad, Pedro Reyes es
reconocido por su compromiso con los indígenas y con labor educativa; de él se dice:
Corría el año de 1931, cuando llega a nuestro pueblo un maestro rural de nombre
Pedro Reyes; el maestro Pedro era un gran profesor, de esos que en la actualidad
tanto necesita Tiríndaro; su intenso deseo por ayudar a nuestros indígenas y su gusto
por el trabajo, pronto se capitalizarían en evidente progreso social en nuestra
comunidad.
A los pocos días de su llegada, el maestro Pedro se hizo rodear de un grupo de jóvenes
entusiastas; a los que les platicó la importancia del deporte, tanto para la salud física
como para la salud mental; así como lo que podría significar en la vida del pueblo, que
por aquel tiempo se debatía en medio de violentas pugnas entre los caciques de
nuestra población. [...]
Como dato complementario de la obra del maestro Pedro Reyes, diremos que él fue
quien trazó la plaza del lugar con sus jardines y callecitas empedradas, esta obra la
realizó con la colaboración de sus alumnos y deportistas del lugar. Tanto quiso Don
Pedro a Tiríndaro, que pidió a sus amigos que a su muerte se le sepultara en el campo
santo de la comunidad que tanto amó, porque nuestro maestro se proclamó hijo
adoptivo de Tiríndaro y Tiríndaro amorosamente adoptó a quien tanto amor le profesó
(Del Río, 2001, pp. 18 y 19).
A la distancia es posible señalar que tal proyecto en Tiríndaro resultó exitoso, en tanto
que existen actualmente altos niveles de escolarización y profesionalización.
La modernización productiva fue de igual modo alentada por los oficios del general
Lázaro Cárdenas. En el año de 1933 con la ayuda del general Cárdenas los ejidatarios
de Tiríndaro estrenaron un tractor que les dio servicio por quince años, y fue mediante
esta relación con el gobierno y los apoyos recibidos de este que los tirindarenses
destacaron entre sus vecinos en términos de mecanización del campo (Mummert,
1994).
Desde la percepción de los mismos habitantes se destaca que al menos existen dos
profesionistas por familia (entrevistas HA agosto-noviembre 2005).
Con la educación escolarizada, de gran aprecio entre los tirindarenses como he dicho
antes, se situaron o reforzaron valores cívicos que cultivaron un sentimiento patriótico.
Prueba de ello son las fiestas patrias, con un amplio calendario de festejos (del 3 al 16
de septiembre), coordinadas por una Junta Patriótica elegida por mandato del Jefe de
Tenencia. Al igual que en el caso de las fiestas religiosas de las que hablaré adelante,
aquí median valores tales como la honorabilidad, la lealtad y la disposición al servicio
de la comunidad, perfectamente adaptados hoy en un discurso etnicista que algunos
letrados de la localidad buscan situar como contrahegemónico.
Importa aquí resaltar que ambas sociedades, religiosa y civil, se presentan en el caso
de Tiríndaro como constituyentes de una moralidad pública.
La pugna no era menor pues de antaño la Iglesia había procurado no sólo las primeras
letras sino la educación moral y ética en los pueblos de México. Ya desde finales del
siglo XIX la Iglesia católica, ante la creciente aceptación del socialismo en Europa,
había reaccionado promoviendo un catolicismo activo y militante que se tradujo en
acciones organizativas gremiales, profesionales e incluso políticas y educativas.13
En México la política eclesial con orientación social hubo de acentuarse hacia principios
del siglo XX y fue fuertemente confrontada durante el periodo revolucionario y su fase
posterior. En Tiríndaro, los curas del pueblo fueron particularmente receptivos de la
misma y actuaron consecuentemente formando sociedades de auxilio y ayuda mutua,
organizando a obreros y campesinos, al tiempo que vigorizaban las prácticas
confesionales.14
Aunque difiere en cuanto a las fechas, los sucesos anteriormente narrados coinciden
con la versión que registró Friedrich (1981):
[...] los hermanos Espinoza [...] con un grupo de combatientes, fueron una noche a la
iglesia y mataron a cinco "reaccionarios". El edificio fue saqueado, algunos hombres
bailaron usando las vestimentas del cura y los hogares de los "católicos fanáticos"
fueron invadidos y despojados de imágenes religiosas, biblias y objetos similares. El
cura se salvó escondiéndose en un pretil y, temprano a la mañana siguiente, escapó
acompañado de un guía. Para fines de 1923, no había curas en Naranja, Tiríndaro o
Tarejero y las iglesias y casas parroquiales habían sido convertidas en graneros,
lugares de reunión o escuelas (p. 150).
Con la reapertura del templo se iniciaron los trabajos de remodelación material del
mismo y se puede decir de reencauzación evangelizadora de los fieles. Grande fue el
contento y la fiesta en esa ocasión, relatan. Se volvió a festejar a los Santos Reyes,
patronos de la localidad, y se reanimaron los bailes y demás tradiciones festivas del
pueblo. Todas las prácticas cultuales asociadas con las fiestas religiosas indígenas
observaron un renuevo.
Es así como el día de hoy alguien que interrogue sobre las prácticas culturales
indígenas, encontrará en el interlocutor tirindarense una referencia inmediata a las
fiestas católicas y a los bailes tradicionales (Moros, Pukes, Maringias, Vaqueros). Con
la religión católica postagrarista en Tiríndaro, se renovaron prácticas no sólo cultuales
sino de tipo cultural que dan sentido e identidad indígena a esta localidad que hoy
tiene gran composición mestiza.
Todo este rito se lleva a cabo en casa del carguero principal, y frente al altar
cuidadosamente adornado con flores, llamado entre los tirindarenses "enrosado",
donde se halla la imagen de la Virgen. Esta coronación ocurre en un espacio
perfectamente delimitado. He señalado que es frente al altar de la Virgen, pero
además, bajo un manto de color azul que atado a unas "varitas" es sostenido por los
cuatros extremos, por igual número de jovencitas, denominadas Guananchas. Aunque
en la ocasión que presencié el rito no ocurrió lo que a continuación relataré, me
indicaba uno de mis informantes que ha sido frecuente que cuando existe empatía
entre matrimonios y alguno de ellos tiene hijos menores de edad, es probable que en
el marco de este evento se trasladen hasta el cobijo del manto y allí establezcan un
vinculo de compadrazgo. El vínculo establecido en ese momento adquiere igual validez,
me indicaban, que si hubiese ocurrido en un templo (entrevistas HAT, octubre-
noviembre de 2005).
Sobre este hecho he aventurado una explicación; antes es pertinente señalar dos
situaciones. La primera es la propagación del sentimiento anticlerical en la localidad
con la actividad de los agraristas. Señalé párrafos atrás que en el año de 1924 los
agraristas que cerraron los templos quemaron también las imágenes de los santos. La
única imagen que escapó de la quema fue la de la Virgen del Rosario. Misma que fue
resguardada por una familia de Tiríndaro que hoy son conocidos como "encargados o
dueños" de ella. La segunda cuestión es que en la reclusión de la vida privada se
continuaron las prácticas de fe católica y sin duda la adoración de imágenes.
Haciendo conexiones entre los anteriores hechos aventuro que ante la imposibilidad de
continuar cultivando la fe católica y los lazos rituales tales como el compadrazgo de
forma abierta y pública, los católicos de Tiríndaro encontraran propicio, aun en el
clandestinaje, tender estos lazos frente a la única imagen religiosa a la que podían
tener acceso: la de la Virgen del Rosario.
Algunas anotaciones finales en relación con la fiesta en honor a la Virgen del Rosario.
Como lo señalaba antes, esta fiesta se realiza por cargo. Las figuras de autoridad y en
orden jerárquico en esta fiesta son: el Carguero Principal, el Primero y Segundo Urete,
el Piscal, el Kengue, el Carare y el Copalero. A ellos o ellas les acompañan otro grupo
menor de cargueros quienes contribuyen de diversos modos para el desarrollo de la
fiesta (ofreciendo comida a los asistentes, encargándose de comprar el manto de la
Virgen, etcétera), en el período de cuatro viernes en que se desarrolla la fiesta,
iniciando el primer viernes del mes de septiembre y concluyendo el día 8 del mes de
octubre.
El cargo -ya sea mayor o menor- lo toman quienes tienen alguna manda o promesa
ante la Virgen. En las ocasiones en que observé la fiesta, los cargueros, por ejemplo,
previamente habían migrado a los Estados Unidos, y en agradecimiento por "la licencia
que les permitió la Virgen de estar allá" ofrecieron la fiesta en su honor (entrevistas
CVM, agosto-octubre de 2005). Esta cualidad de libre asunción del cargo principal se
repite en los menores y en estos últimos casos se hace como un ofrecimiento de
acompañamiento al principal. Es de ese modo como el sistema de cargos queda
conformado por quince cargueros. Ha ocurrido que cuando el carguero principal recibe
la Virgen le es ofrecido un innumerable apoyo o acompañamiento en el desarrollo de la
fiesta, pero también ha ocurrido lo contrario. Así, "ha habido personas a las que le
sobran gentes y otras a las que le faltan" (entrevistas agosto-septiembre de 2005).
Que ocurra una u otra situación refleja la estimación social y la honorabilidad del
carguero.
Hay en este caso una moralidad que se funda sobre códigos y valores (honradez,
honor, servicio a la comunidad, bondad) aceptados socialmente enmarcados en la
religiosidad católica. En este sentido la sociedad tirindarense se mantiene vigilante de
la observancia de estos valores y códigos, y una forma de transmitirlo y sancionarlo es
el festejo religioso, aun cuando quien efectúe la celebración católica sea un individuo,
como se muestra a continuación.
¡Ay, Madre Santísima! mis manos no son dignas de tocarte Señora, están llenas de
inmundicia, del pecado de la vida, ¡ay Señora! Perdóname. ¿Por qué no me permites
saludarte con el saludo angelical? (rezo), terminando esa fe teologal, pues me puse a
hablarle en mi lenguaje así: (purhé), qué le decía yo: ¡eh, Madre Santísima!, quiero
que te vayas conmigo, te vas conmigo yo te voy a hacer una casita al alcance de mis
posibilidades, en donde tú seas la Reina de mi hogar, la Reina del corazón de mis hijos
[...] y la levanté y besé sus piecitos y aromaba a rosas de castilla y a incienso, y dije
[...] ¡esto es cosa buena! (entrevistas noviembre de 2005).
Desde entonces, con esfuerzos, Santiago cultivó la fe a la Virgen del Rosario entre los
tirindarenses y entre habitantes de las localidades vecinas. Hoy de gran vistosidad es
la fiesta que él ofrece en honor de la Virgen; grande es la asistencia de los pueblos
vecinos porque dicen los mismos creyentes que grandes son las gracias concedidas.
Más de uno da testimonio de ellas. Fue merecedora entonces la Virgen, a decir de su
protector y difusor, de un bonito oratorio, sobreponiéndose incluso a los intentos por
aminorar la fe puesta en ella. Prueba de ello la edificación -con las aportaciones
económicas recibidas- del actual oratorio levantado sobre las ruinas del anterior,
"quemado por manos alevosas" (entrevista SR, octubre de 2005).
Conclusión
Según el planteamiento liberal las religiones y sus iglesias tienen como espacio de
pervivencia el ámbito privado. En la teoría jurídica la separación entre el gobierno civil
y el religioso, desde al menos el siglo XIX en nuestros contextos, está estipulado. Sin
embargo, en términos socio-antropológicos este postulado jurídico se ve contestado.
Casos como el referido en este artículo así lo prueban y ponen en discusión tesis
recientísimas que sostienen que las religiones se han concentrado en las últimas dos
décadas a la reconquista de la esfera pública(véase Salazar, 2006).
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Archivos
Censos
2. Sigo de forma libre el planteamiento de Carl Schmitt sobre teología política (2009).
4. Paul Friedrich registra el año de 1909 como el momento en que se inicia la lucha
agraria en Tiríndaro. No explicita si es la lucha por la vía de la restitución que se
caracterizó por su carácter legal y pacifico o si es la de dotación con carácter violento,
como se registra en la memoria colectiva de los tirindarenses.
7. Paul Friedrich (1981) afirma erróneamente que Félix y Severo Espinoza son
hermanos. En realidad, tal como lo relatan un sobrino y sobrino nieto de este último en
Tiríndaro, ambos eran "compañeros de lucha" no hermanos; el único hermano de
Severo Espinoza era Telésforo, quien además de su compañero en la lucha, fue uno de
sus más afamados matones (entrevistas AEG; AE; julio-agosto de 2005).
9. Entre los católicos y contrarios a los agraristas que se recuerda fueron asesinados o
escarmentados en este ambiente de agresión y de disputas de tierras figuran: Jesús
Anguiano, Honorato Ruiz, Lorenzo Andrade y Víctor Aparicio (líder de los católicos)
(Entrevistas AE, SMC, DPA junio-noviembre de 2005).
10. Sobre la polémica que en torno a este tema se suscitó entre los intelectuales en la
época postrevolucionaria en México, véase Sheridan (1994).
11. Como testimonio tangible de la labor de estos misioneros culturales puede verse
un mural en las actuales instalaciones de la Jefatura de Tenencia del pueblo.
12. Hasta hoy he realizado el conteo de uno de cuatro cuarteles en que se divide el
trazo de la localidad; sin embargo el caso es ilustrativo: de un total de ciento cincuenta
cabezas de familia registradas en este cuartel, treinta y cinco de ellas están integradas
por profesionistas, los cuales ocho de estas cabezas de familia están a su vez
registradas como matrimonio profesionista, lo cual hace un total de 43.5 cabezas de
familia que se reportan como ejidatarios y jornaleros y los sesenta y cinco restantes se
dividen entre comerciantes y taxistas (APHAT, Carpeta Festejo de la Virgen del
Rosario, Tiríndaro Michoacán).
15. Esta visión según los agraristas era fomentada por los curas. En una lectura
posterior a los acontecimientos el párroco de Tiríndaro, José Padilla Villicaña, en un
libro publicado en el año de 1977, además de rescatar la historia de la parroquia,
planteó la idea de que contraria a la acusación de los agraristas, la Iglesia católica
desde sus preceptos universales se oponía y se hubiese opuesto a tolerar la situación
de opresión en que eran mantenidos los campesinos de la región en las haciendas.
16. Algunos habitantes de Tiríndaro refieren al año 1926 como la fecha en que fue
cerrado el templo; esta fecha es, sin embargo, la menos difundida.
17. Inicia el año con el festejo de los Santos Reyes, patronos de la localidad, los días 4
al 6 de enero y se concluye el año con la fiesta del Tacare o Niño Dios (15 de
diciembre). Entre estas dos se celebran y solemnizan: La Semana Santa (fecha
variable entre marzo y abril),Virgen del Socorro (11 al 13 de mayo), Coronitas (8 de
septiembre), novenarios y actos rituales previos a la celebración de la Virgen del
Rosario (durante 4 viernes de septiembre), Virgen del Rosario (7 y 8 de octubre),
Virgen del Rosario (15 y 16 de octubre), Santa Cecilia o Día del Músico (22 de
noviembre), Virgen de Guadalupe (12 de diciembre).
19. En el caso de las entrevistas todos los nombres han sido cambiados para guardar
la identidad de los informantes y las iniciales entre paréntesis es como ha sido citado el
informante en el documento.