D. H. y D. I. H. Rodrigo Uprimny
D. H. y D. I. H. Rodrigo Uprimny
D. H. y D. I. H. Rodrigo Uprimny
Módulo de autoformación
Fundación Social
El presente módulo fue realizado siguiendo los lineamientos básicos de la Escuela Judicial
Rodrigo Lara Bonilla sobre formación de jueces. Esta “metodología integral unificada para la
formación y capacitación de la rama judicial” de la escuela se funda en unos principios
pedagógicos y un esquema pedagógico de autoformación y formación en grupos de
aprendizaje por medio de multiplicadores1. El módulo busca adaptarse a esos lineamientos
pedagógicos, no sólo porque son aquellos que la Escuela Judicial implementa en todos sus
cursos sino además porque los autores los compartimos y los consideramos apropiados.
Cabe anotar que, a través de un ensayo, en cada unidad los autores presentan además sus
propias posiciones y preferencias teóricas sobre los temas, con el fin de que el discente pueda
conocer las perspectivas de los autores.
Estas decisiones metodológicas explican la estructura de las distintas unidades, que comienzan
con una presentación de los objetivos de la unidad y siguen con las actividades pedagógicas
propuestas. A partir de la realización de dichas actividades, es posible una lectura crítica de
cada ensayo, que se encuentra al final de las unidades, seguido de algunos ejercicios de
autoevaluación. Quien utiliza el módulo como material de autoaprendizaje debe realizar las
actividades pedagógicas antes de la lectura del ensayo al final de cada unidad, toda vez que de
1
Sobre este enfoque, ver Néstor Arboleda Toro, Aprender a aprender. Módulo del discente. Bogotá:
Consejo Superior de la Judicatura, Escuela Judicial “Rodrigo Lara Bonilla”, 2002.
5
esa manera los trabajos pedagógicos rinden mejores frutos. Sin embargo, también conviene
que el funcionario judicial reexamine dichos ejercicios luego de haber leído el ensayo, en
donde se hace explícita nuestra visión sobre el tema. Ello le permitirá tomar una posible
distancia crítica frente a nuestros planteamientos.
En primer término, es usado para la formación de los facilitadores en un taller realizado por
los autores del módulo con los aspirantes a facilitadores que hayan sido seleccionados por la
escuela judicial. Este taller, además de contribuir a la formación de los facilitadores, juega un
papel esencial de retroalimentación, pues ayuda a detectar las insuficiencias pero también las
fortalezas del módulo, lo cual permitirá realizar los correspondientes ajustes, antes de la
publicación formal del módulo. Este taller resalta además el carácter participativo de la
formación judicial dentro del esquema pedagógico de la Escuela.
En segundo término, el módulo está diseñado de manera tal que permite una autoformación
personal o en grupos de trabajo pequeños, tal y como lo prevé el esquema pedagógico de la
escuela. Para ello precisamente el módulo incluye la combinación de actividades pedagógicas
individuales o grupales con la lectura del ensayo realizado por los autores, y la culminación
con unas actividades de revisión. No es pues un simple libro doctrinario sino un documento
destinado al autoaprendizaje de jueces.
Finalmente, el esquema mismo del módulo por unidades está pensado no sólo para la
realización de esas labores de autoaprendizaje personal o grupal sino además para la
realización de los talleres. En efecto, el módulo está realizado para que pueda ser trabajado en
un taller de dos días, obviamente luego de la correspondiente labor personal realizada por los
participantes en su autoformación personal y en grupos pequeños. El esquema básico es
entonces que en un medio día se desarrolle y consolide el tema de la unidad 1 sobre
“Concepto, historia e importancia de los derechos humano” y la unidad 2 sobre bloque de
constitucionalidad; el segundo medio día estaría dedicado al estudio de las unidades 3 y 4
sobre dimensión internacional de los derechos humanos, derecho internacional humanitario y
derecho penal humanitario, mientras que la totalidad del segundo día debería estar reservada a
los problemas específicas de aplicación judicial de los derechos humanos previstos en la
unidad 5. Este énfasis en la unidad 5 se explica naturalmente por cuanto se trata de una
formación destinada a funcionarios judiciales.
6
El presente módulo tiene como punto de partida estos dos elementos que hacen importante
el estudio de los derechos humanos en el campo jurídico colombiano: su fuerza vinculante
y su valor como presupuestos formales y materiales de la democracia. Ahora bien, los
jueces están llamados a involucrar en su labor la perspectiva de derechos humanos si se
tiene en cuenta no sólo que éstos son normas jurídicas vinculantes sino, además, que en el
constitucionalismo contemporáneo se ha insistido en el protagonismo de los jueces en
orden a garantizar los derechos. Sin embargo, en la práctica, y desafortunadamente, todavía
existe en algunos jueces, ciertas resistencias o dificultades en la aplicación de las normas de
derechos humanos en los casos que resuelven.
(iv) Utilice las herramientas y estándares del derecho internacional de los derechos
humanos y del derecho internacional humanitario.
Ahora bien, esta selección de temas implica excluir asuntos de vital importancia para dar
cuenta de la relación entre derechos humanos y función judicial. Se trata de los mecanismos
de incorporación de los instrumentos internacionales y de los mecanismos internos de
protección de derechos humanos. Al respecto, debe anotarse que la Escuela Judicial coordina
la elaboración de un módulo sobre acción de tutela y otro sobre bloque de constitucionalidad,
razón por la cual remitimos a dichos textos en orden a integrarlos en el análisis de los derechos
humanos. Así mismo, otro importante tema lo constituye el debate sobre la interpretación de
los derechos fundamentales, asunto que no es tratado en el presente texto por cuanto se incluye
en los módulos sobre interpretación judicial e interpretación constitucional. Finalmente,
algunos temas filosóficos que subyacen a los derechos humanos se encuentran desarrollados
en el módulo sobre filosofía del derecho.
8
I. Objetivos
Dar cuenta de las diversas clasificaciones de los derechos humanos, sus relaciones con
categorías vecinas como los derechos fundamentales y la forma como estas
diferenciaciones tienen relevancia en su aplicación judicial.
Instrucciones. Antes de dar paso a las actividades pedagógicas conviene recordar algunas
pautas metodológicas que sirven para el logro de los objetivos pedagógicos planteados para
este módulo sobre derechos humanos y derecho humanitario. Como se explicó en la
introducción general, la idea es que al utilizar el módulo como material de autoaprendizaje
se realicen las actividades pedagógicas antes de leer el artículo final de cada unidad, toda
vez que de esa manera estas actividades pedagógicas rinden mejores frutos. Asimismo, es
de gran provecho reexaminar esos mismos ejercicios luego de haber leído el artículo, para
poder también tener una distancia crítica frente a lo que allí se plantea.
Formulación
El inicio del artículo 1 de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789
establece que “(l)os hombres nacen libres e iguales en derechos (…)”. Por su parte, el
artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 consagra que
“(t)odos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos (…)”. ¿Estos dos
9
Respuesta
Algunos pueden considerar que la alusión a la dignidad constituye una diferenciación central
entre ambos postulados. De otra parte, otros podrían centrarse en las diferencias que surgen
del empleo de la palabra “hombres” en la primera declaración frente a aquella más amplia de
“seres humanos” usada por la Declaración Universal. Esas diferencias literales pueden tener
algún significado, aunque podría objetarse que no son realmente tan relevantes, pues la
Declaración de 1789 se encuentra inmersa en la tradición kantiana por lo que es razonable
argumentar que la idea de dignidad se encuentra implícita en ella. Además, razonablemente se
puede considerar que la referencia a “todos los hombres” de esta declaración incluye,
contemporáneamente, tanto a hombres como a mujeres. ¿Debería entonces concluirse que
ambas normas tienen el mismo significado, pues esas diferencias literales no son decisivas?
No parece así. Precisamente mediante este ejercicio queremos insistir en que a pesar de sus
similitudes literales, los dos textos tienen diferencias profundas que derivan de la evolución
del contenido de los derechos humanos. Por ejemplo, como destaca Bobbio, de quien nos
inspiramos para este ejercicio, es necesario distinguir entre igualdad de derecho frente a
igualdad de hecho o, en otras palabras, entre igualdad formal e igualdad sustancial. En efecto,
la igualdad en los derechos (igualdad material) significa algo más que la mera igualdad frente
a la ley como exclusión de toda discriminación no justificada (igualdad formal)3. Significa
gozar igualmente, por parte de todos los ciudadanos, de los derechos constitucionalmente
garantizados. En cierta manera, esta igualdad sustancial puede llegar a jugar un papel, incluso,
de reingeniería social y redistribución del poder, en orden a fomentar el empoderamiento de
grupos históricamente excluidos y la superación de jerarquías inaceptables.
En el ensayo al final de esta unidad abordamos en detalle esas diferencias. Esta breve reflexión
justifica la necesidad de situar las consecuencias que para la aplicación judicial de los derechos
humanos tiene la evolución del contenido de los mismos. Pero no solo su contenido, también
la evolución de su status es de profunda relevancia para la aplicación judicial, aspecto que
procedemos a estudiar a continuación.
El objetivo de esta actividad es que el dicente se aproxime a la naturaleza y los alcances del
proceso de positivización de los derechos humanos y entienda su relevancia en la función
judicial.
Formulación
3
Norberto Bobbio, Igualdad y Libertad, Trad. de P. Aragón, Barcelona, Paidós, 1993, p. 75.
10
desarrollan como derechos positivos particulares para hallar luego su plena realización como
derechos positivos universales. La Declaración Universal contiene en germen la síntesis de un
movimiento dialéctico que comienza con la universalidad abstracta de los derechos naturales,
pasa a la particularidad concreta de los derechos positivos nacionales, termina con la
universalidad ya no abstracta sino concreta de los derechos positivos universales”4. Discuta el
texto de Bobbio. Determine los momentos históricos que corresponden a las categorías que
Bobbio utiliza (por qué en cierta época se habló de universalidad abstracta y en otra de
particularidad concreta?). Precisado ello, explique hasta qué punto estas expresiones arrojan
luces para entender si los derechos humanos son derechos naturales, derechos morales o
derechos positivos.
Respuesta
Norberto Bobbio sitúa en qué tipo de normatividad podemos ubicar a los derechos humanos.
Afirma entonces que han pasado desde una universalidad abstracta, propia del iusnaturalismo,
hacia una particularidad concreta, que corresponde a su positivización en los estados, para
finalizar en una universalidad concreta, adscrita a la positivización a nivel internacional. Se
habla de universalidad abstracta porque los derechos humanos se predican de todos los seres
humanos pero la concreción de su sentido es todavía precaria. Este último aspecto es el que
evoluciona hacia referentes específicos que a la postre se universalizan.
Bobbio destaca que cuando los derechos humanos se consideraban únicamente como derechos
naturales, la única defensa posible contra su violación por parte del Estado era también un
derecho natural, el denominado derecho de resistencia. Posteriormente, las constituciones que
reconocieron la protección jurídica de algunos derechos generaron que el derecho natural de
resistencia se transformara en un derecho positivo de promover una acción judicial contra el
Estado. A la postre, las declaraciones universales surgieron con el objeto de amparar a
aquellos ciudadanos de Estados que no reconocían a los derechos humanos como derechos
dignos de protección.
De otra parte, Bobbio destaca que los derechos humanos son el producto no de la naturaleza
sino de la civilización humana. Además, en cuanto derechos históricos, son cambiantes, es
decir, susceptibles de transformación y expansión. Ello explica que en una primera época
de positivización, el énfasis se concentra en documentos y mecanismos de protección
generales. Durante las últimas décadas los avances se proyectan en documentos específicos
que intervienen sobre asuntos más concretos y protegen a poblaciones específicas.
4
Norberto Bobbio, “Presente y futuro de los derechos del hombre”, en Anuario de Derechos Humanos,
Madrid, Universidad Complutense, Facultad de Derecho, Instituto de Derechos Humanos, 1981.
11
Formulación
Una empresa multinacional, radicada desde hace setenta años en un país latinoamericano,
viene desarrollando una política laboral caracterizada por una fuerte flexibilización. Con el
tiempo, se ha impedido la supervivencia del sindicato de trabajadores y, además, se han
desconocido normas de convenciones colectivas pactadas en décadas anteriores. El
descontento manifestado por cincuenta trabajadores, mediante una carta dirigida al jefe de
personal, fue sancionado con despido. A la postre, los trabajadores solicitaron el reintegro
ante un juez laboral, sin embargo, la empresa multinacional no adelantó pronunciamiento
jurídico alguno en el proceso, alegando que la ley que le rige es transnacional y se
encuentra por encima del ordenamiento jurídico del respectivo país. Así mismo, la
multinacional afirma que las empresas transnacionales no son responsables por la violación
de derechos humanos, toda vez que nunca firmaron un tratado internacional al respecto.
¿Es admisible la posición de la empresa multinacional? Fundamente su respuesta.
Respuesta
Por su parte, quienes defienden la posibilidad de que los particulares respondan por
violación de derechos humanos, insisten en que los derechos humanos son también un
poder real de oposición contra la arbitrariedad de los poderes privados. Además, señalan lo
grave que resultaría la impunidad frente a crímenes atroces cometidos por particulares.
Más allá de la respuesta jurídica que se debe ofrecer al caso, lo que nos interesa con este
ejercicio es señalar la necesidad de distinguir los diversos ámbitos de proyección y
aplicación de los derechos humanos. En particular, es necesario que el funcionario judicial
tenga claros los ámbitos que corresponden a los derechos humanos, los derechos
fundamentales, el derecho humanitario y el derecho penal internacional. En el ensayo que
se ofrece en esta unidad, se defiende la idea según la cual el Estado es el único agente
responsable de derechos humanos desde el punto de vista del derecho internacional. Ello
no deja en la impunidad las conductas de los particulares, las cuales pueden ser juzgadas a
través del derecho penal, como violación de derechos fundamentales, o en el contexto del
derecho penal internacional, si se tipifican los crímenes correspondientes y existe
competencia de la Corte Penal Internacional. Tampoco existe desprotección a nivel interno
en razón de la eficacia horizontal de los derechos fundamentales.
12
Los derechos humanos son derecho positivo vinculante para los jueces. Este módulo está
centrado en la aplicación judicial de estos derechos. Sin embargo, ello no implica
desconocer los profundos debates filosóficos que genera esta categoría jurídica, ética y
política. A continuación nos referiremos a dos de estos debates filosóficos: (i) el problema
de la universalidad de los derechos humanos frente a los desafíos del multiculturalismo y
(ii) el debate sobre la fundamentación de los derechos humanos.
4.1.1. Formulación
A continuación se señalan dos casos que contextualizan el debate sobre la relatividad cultural
y los derechos humanos.
Caso 1. Tres niñas francesas de religión musulmana asistieron a una escuela pública cubiertas
por el velo musulmán, llamado chador. Las autoridades de la escuela ordenaron a las niñas
que se quitaran los respectivos velos, alegando que debían vestirse como el resto de los
estudiantes. Las niñas, apoyadas por sus padres y por la comunidad islámica, se negaron a
cumplir la orden de las autoridades escolares, razón por la cual fueron expulsadas. Teniendo
en cuenta que este caso empezó a repetirse en otras escuelas, el gobierno requirió la opinión
del Consejo de Estado. Éste organismo decidió que los y las estudiantes francesas tenían el
derecho a expresar sus creencias religiosas en las escuelas públicas, siempre y cuando se
respete la libertad de los otros y con la condición de que tal expresión no altere el normal
desenvolvimiento de la enseñanza y el orden en las escuelas.
personas sin capacitación médica, recurran a los hospitales públicos para desarrollar la
ablación del clítoris en condiciones de higiene. En contravía de quienes defienden la práctica,
algunos consideran que toda práctica cultural debe ser respetada siempre y cuando no
constituya una violación de los derechos humanos, toda vez que estos derechos son
universales.
Como se observa, ambos casos evidencian la tensión entre los derechos humanos y el
relativismo cultural. Divida entonces a los participantes en el taller en tres grupos:
4.1.3. Respuesta
5
Silvina Álvarez, “Derechos humanos de las mujeres y relativismo cultural”, en Pilar Pérez Cantó y Elena
Postigo (Eds.), Autoras y protagonistas, Madrid: IUEM-Universidad Autónoma de Madrid, NYU, 2000, pp.
408-409. Para Álvarez, el principio del daño ayuda a dilucidar cuáles son las prácticas que cercenan la
autonomía de la mujer: “allí donde haya una intromisión en la esfera de libertad de la mujer se hace necesario
intervenir para revertir esa situación”.
14
El objetivo de esta actividad es señalar las divergencias existentes en torno a los alcances
de la fundamentación de los derechos humanos.
4.2.1. Formulación
Es posible señalar dos tendencias que critican los esfuerzos por una fundamentación,
absoluta o racional, de los derechos humanos. Por una parte, Norberto Bobbio6, desde una
tradición positivista, considera que no es posible ofrecer una fundamentación de los
derechos humanos sin caer en una alusión iusnaturalista a ideas como “naturaleza humana”,
“persona moral” o “ley natural”. De otra parte, los positivistas insisten en que el
reconocimiento jurídico de los derechos (la positivización) permite superar el debate sobre
fundamentación7 o, al menos, lo hace innecesario. Finalmente, Bobbio destaca que lo
importante no es la fundamentación de los derechos sino su realización y garantía.
De otra parte, otra crítica contra la fundamentación proviene del pragmatismo de Richard
Rorty8. Este autor rechaza cualquier esfuerzo metafísico por sustentar racionalmente los
derechos humanos. Frente a ello, Rorty considera que lo importante para salvaguardar los
derechos humanos es impulsar la educación en sentimientos. Esto último permitiría que los
individuos puedan practicar la tolerancia, el respeto por la vida del otro y la solidaridad.
Concluye entonces que el fundacionalismo podría convertirse incluso en un obstáculo,
puesto que la definición de rasgos que definan lo específicamente humano terminaría
fomentando una discriminación entre quienes poseen dichos rasgos y quienes no.
Frente a estas dos posiciones, autores como Angelo Papacchini reivindican la pertinencia
del problema del fundamento de los derechos humanos. Así las cosas, este autor ofrece un
modelo de fundamentación centrado en la idea de dignidad humana. En primer lugar,
Papacchini señala que “el consenso logrado con la Declaración Universal de la ONU, en
1948, deja una cantidad de cuestiones controvertidas, y resulta un fundamento insuficiente
para resolver muchas dudas acerca de las prioridades asignadas a determinados derechos, o
el alcance específico de cada uno de ellos”9. En otras palabras, se insiste en la necesidad de
la fundamentación para no dejar al azar o a la correlación de fuerzas la solución sobre los
conflictos entre derechos y el alcance de los mismos. Así mismo, la propuesta de
Papacchini asume la dignidad humana como valor básico de los derechos pero
fundamentada a partir de la dinámica del reconocimiento:
6
Norberto Bobbio, “Sobre el fundamento de los derechos del hombre”, en Ídem., El problema de la guerra y
las vías de la paz. Barcelona: Gedisa, 1982.
7
Esta postura se refleja en el texto de Victor Abramovich y Christian Courtis, Los derechos sociales como
derechos exigibles. Madrid: Trotta, 2002.
8
Richard Rorty, “Derechos Humanos, Racionalidad y Sentimentalidad”, en S. Shute y S. Hurley (eds.), Sobre
los Derechos Humanos. Madrid: Trotta, 1998.
9
Angelo Papacchini, Los derechos humanos, un desafío a la violencia. Bogotá: Altamir Ediciones, 1997, p.
32.
15
4.2.2. Preguntas
4.2.3. Respuesta
Las perspectivas que brevemente se han reseñado muestran que, a pesar de que el presente
módulo se concentra en la aplicación judicial de los derechos humanos, subsiste aún el
debate sobre la fundamentación de los mismos. Y este debate tiene alcances en el modelo
de aplicación judicial por el que se opte, toda vez que la definición y alcances de los
ámbitos normativos de los derechos humanos depende en parte de la fundamentación
particular que se acoja.
10
Este ensayo está basado en Rodrigo Uprimny, La dialéctica de los derechos humanos en Colombia, Bogotá:
Fundación Universitaria Autónoma de Colombia, 1992, pp. 206 y ss. y en Rodrigo Uprimny, “Algunas
reflexiones sobre responsabilidad por la violación de derechos humanos en la Constitución”, en VV.AA, La
responsabilidad en derechos humanos, Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1996.
16
Los derechos humanos tienen, al menos, una triple dimensión: son una categoría ética,
puesto que constituyen uno de los marcos más aceptados de lo que podría ser una ética
moderna secularizada que regula convivencia pacífica entre los ciudadanos en una
democracia. De otro lado, tienen una dimensión política, puesto que hoy muchas
reivindicaciones sociales son expresadas en forma de derechos humanos y éstos aparecen
como un instrumento de crítica a la actuación de los poderes políticos. Y, finalmente, los
derechos humanos son una categoría jurídica del derecho internacional público, puesto que
son valores que han sido positivizados en numerosos instrumentos internacionales, en los
cuales se han definido diversos tipos de obligaciones, tanto positivas como negativas, para
los Estados11.
Este status diverso de los derechos humanos, o si se quiere, su distinto uso lingüístico,
plantea problemas y confusiones, puesto que es muy fácil pasar, de manera imperceptible,
de un uso de este concepto a otro uso. Como señala Savater, "transversales a la ética, al
derecho y a la política, intentan proporcionar el código donde las exigencias de éstas se
reúnen sin confundirse. De aquí provienen sus peculiares insuficiencias y también su
innegable y aún creciente fascinación”12.
Esta utilización del término de derechos humanos en distintos niveles del discurso práctico,
de manera simultánea, se debe además a la enorme carga emotiva de esta palabra y a su
papel trascendental como instrumento de legitimación y deslegitimación política en las
sociedades contemporáneas13. Los derechos humanos no son únicamente un concepto
técnico jurídico que puede ser utilizado ascépticamente, o de manera puramente descriptiva
y técnica, puesto que tienen una carga ética y valorativa muy fuerte ya que, en esta época
de crisis de paradigmas políticos, grandes sectores los invocan como una especie de
sustitutos normativos frente a la relativa decadencia de las oposiciones ideológicas; por
ello, tanto los gobiernos como los grupos opositores más diversos los invocan como
principio de justificación de sus conductas y como arma de crítica ante sus adversarios.
En tales condiciones ¿es posible construir un concepto operativo de los derechos humanos?
Tal vez no sea posible establecer un concepto unitario de los derechos humanos capaz de
abarcar esas múltiples dimensiones normativas en las que se invoca este término, puesto
que son demasiado ético-políticos para ser puramente jurídicos, pero hoy están
positivizados y tienen una evidente dimensión jurídica para ser puramente ético-políticos.
Por ello, un camino prudente es reconocer que la categoría derechos humanos se utiliza, al
menos, en tres esferas normativas diversas: la política, la ética y el derecho público interna-
cional. Se trata obviamente de esferas íntimamente relacionadas, pero que tal vez conviene
distinguir, con el fin de afinar las categorías conceptuales relevantes y el papel de la
función judicial en este campo.
11
En el mismo sentido, Fernando Savater, Ética como amor propio, México: Mondadori, 1991, pp. 163 y ss.
12
Ibidem., p 164.
13
Cf. Antonio Pérez Luño. Derechos humanos, estado de derecho y constitución. Madrid: Tecnos, 1991,
pp.22 y ss.
17
1.1. Los derechos humanos como categoría del derecho público internacional
Así, frente al derecho internacional público actualmente vigente, los derechos humanos
configuran un conjunto de obligaciones de respeto y garantía que tiene el Estado, frente a
las personas, de suerte que en este campo parece claro que sólo el Estado es responsable
por la violación de esos derechos14. Y esto no es un capricho semántico de la filosofía
jurídica dominante a nivel internacional, sino que tiene importantes fundamentos. Así, son
los Estados y no los particulares quienes se han obligado por intermedio de los pactos
internacionales. Históricamente, esas garantías fueron concebidas para hacer frente a los:
abusos estatales. Filosóficamente, esa especificidad de los derechos humanos se justifica
por cuanto la sociedad y los ciudadanos delegan en el Estado el monopolio de la violencia:
es necesario entonces establecer mecanismos de protección específicos de los ciudadanos
inermes frente a ese poder armado. Esos mecanismos son los derechos humanos.
Cuando los otros particulares realizan acciones que vulneran sus derechos, se trata de
delitos y el ciudadano puede siempre recurrir a la autoridad estatal para que ésta lo proteja.
Pero cuando es el Estado quien vulnera sus derechos, el ciudadano no tiene otros
mecanismos de protección diferentes a los derechos humanos. Por ello los derechos
humanos -como instrumentos propios del derecho internacional- son una instancia que
complementa y cierra los mecanismos internos de protección a la dignidad humana, ya que
sólo cuando han fallado éstos, se puede recurrir a las instancias internacionales. Eso explica
que las personas únicamente puedan utilizar esos mecanismos internacionales de protección
cuando carecen de recursos en su propio país para enfrentar las violaciones a sus derechos
humanos, o han agotado tales recursos sin éxito. E igualmente, justifica la atribución de la
responsabilidad internacional al Estado, puesto que, como se trata de mecanismos
subsidiarios que operan cuando el propio Estado ha violado los derechos humanos, o ha
sido incapaz de garantizar su goce a las personas bajo su jurisdicción, es natural que la
condena internacional sea contra el Estado respectivo.
Finalmente, se invoca también un argumento práctico para defender esta restricción del
concepto de violación de derechos humanos únicamente al Estado. La multiplicación de
agentes violadores ha sido utilizada por diferentes gobiernos para diluir su responsabilidad
frente a los derechos humanos, ya sea para justificar sus propios abusos, ya sea para
atribuirlos a otros agentes. Los Estados buscan aparecer así más como víctimas de las
violaciones de derechos humanos que como agentes violadores. Por eso la extensión del
concepto de violación de derechos humanos tendería a diluir las responsabilidades del
Estado.
Es pues claro que frente al derecho internacional, sólo el Estado es responsable por la
violación de los derechos humanos en situaciones de normalidad. Pero ¿qué sucede en los
casos de conflicto armado, cuando se erosiona el monopolio estatal del uso legítimo de la
14
Este punto se basa en Rodrigo Uprimny, "Violencia, derechos humanos y orden democrático en América
Latina" en VV.AA, Derechos humanos, democracia y desarrollo en América Latina, Bogotá: Novib, 1993.
18
En estos casos, se considera que el derecho humanitario no es aplicable sólo al Estado sino
a los diversos actores que se encuentran en confrontación armada, puesto que no sólo la
presencia de ese conflicto bélico ha roto el monopolio estatal de la violencia sino que esta
normatividad impone obligaciones a esos actores, en gran medida en beneficio de la
población no combatiente.
Desde este punto de vista, podríamos considerar los derechos humanos como exigencias
éticas de bienes asociados a la dignidad humana y que concretan en diferentes etapas
históricas nuestras demandas de libertad e igualdad frente a las otras personas, y en especial
frente a los poderes en general y al poder político en particular17.
En ese orden de ideas, si tomamos en cuenta esas exigencias normativas como una ética
civil de la democracia, por la naturaleza misma de la ética, es razonable extender el campo
de los sujetos responsables a todas las personas, o al menos a todas aquellas situaciones de
dominación, públicas o privadas, políticas, económicas o de cualquiera otra índole, en
donde la dignidad de una persona puede verse afectada.
En cambio, la situación es más polémica cuando se confiere a los derechos humanos una
dimensión más política, y éstos aparecen como criterios esenciales para juzgar la
legitimidad y justicia de un determinado ordenamiento político o del comportamiento de
15
Un mayor desarrollo sobre el DIH puede verse en la tercera unidad de este módulo.
16
Sobre la importancia hermenéutica en el constitucionalismo colombiano de esas prohibiciones absolutas del
derecho humanitario, ver la sentencia C-225 de 1995 de la Corte Constitucional, Fundamentos jurídicos 35 y
36.
17
Ver sobre este punto Angelo Papachini, Filosofía y derechos humanos (2a Ed.), Cali: Ciudad y Democracia,
1995, pp 22 y ss. Igualmente ver Antonio Pérez Luño. Op. cit., pp. 48 y ss.
19
ciertos actores políticos. En efecto, en este campo, algunos sostienen que se debe seguir
atribuyendo el monopolio de la responsabilidad política al Estado, en lo esencial por las
mismas razones por las cuales el derecho internacional estableció esa exclusividad (Cf
supra). Sin embargo, se han desarrollado también argumentos sólidos y muy sugestivos en
favor de una extensión del concepto de violación de derechos humanos en esta esfera para
incluir a agentes no estatales. En primer término, algunos consideran que ésa es la mejor
forma de conferir un real poder de "oposición" de un ciudadano contra otros poderes
privados que realicen acciones susceptibles de afectar el goce de sus derechos, argumento
de peso, cuando se tiene en cuenta la existencia de poderes no estatales tan poderosos como
las grandes empresas multinacionales, las organizaciones criminales o la banca
internacional.
Con base en esos argumentos, algunos consideran que es necesario entonces extender el
alcance de la noción de violación de derechos humanos, ya sea para incluir a todos los
particulares -posición tal vez minoritaria-, ya sea para que el ciudadano pueda enfrentarse a
todo poder -sea estatal o no estatal-, ya sea, para tener en cuenta al menos a los actores
políticos armados no estatales (grupos armados irregulares), ya sea para incluir los actores
armados con proyecto político y con pretensión de ser representantes legítimos de intereses
sociales, puesto que ellos actúan como cuasiestados -visión que ha venido adquiriendo cada
vez mayor fuerza-.
18
Luis Alberto Restrepo. "Los equívocos de los derechos humanos en Colombia" en Análisis Político, 16,
Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, p. 23.
20
1.4. Los derechos constitucionales y los derechos fundamentales, como categorías del
derecho público interno
Finalmente, a nivel del derecho público interno, los contenidos propios de la tradición de
los derechos humanos han sido incorporados en la mayoría de los ordenamientos
constitucionales contemporáneos. Se habla entonces de los derechos constitucionales y
fundamentales que son, en el plano constitucional, el equivalente jurídico de los derechos
humanos, a nivel del derecho internacional público. Así, según Perez Luño, hay una cierta
tendencia a "reservar la denominación 'derechos fundamentales' para designar los derechos
humanos positivados a nivel interno, en tanto que la fórmula' derechos humanos' es la más
usual en el plano de las declaraciones y convenciones internacionales19. Igualmente señala
Robert Alexy, que los derechos humanos son suprapositivos o morales, y que al ser
incorporados en una Constitución "los derechos humanos se positivizan como derechos
fundamentales"20.
Por su parte, la diferencia entre los derechos constitucionales en general y los derechos
fundamentales es esencialmente de reforzamiento de garantía. En efecto, no todos los
derechos constitucionalizados son derechos fundamentales ya que éstos últimos gozan de
unas garantías suplementarias. Así, en el constitucionalismo colombiano los derechos
fundamentales pueden ser protegidos por medio de la tutela (CP art. 86), tienen reserva de
ley estatutaria (CP art. 152) y la reforma constitucional de alguno de ellos está sujeta a
garantías suplementarias (CP art. 377).
En cambio, un aspecto que merece una cierta atención es el debate sobre la fuerza jurídica
de estos derechos constitucionales21. Así, hasta mediados de este siglo, los derechos
constitucionales -entonces denominados sobretodo derechos públicos subjetivos-
constituían garantías exclusivamente contra el Estado, pero no regían las relaciones entre
los particulares. El fundamento de esta concepción jurídica es la visión liberal clásica del
Estado y la sociedad, según la cual las amenazas a las libertades individuales provienen
únicamente del Estado, puesto que la sociedad se estructura, no con base en relaciones de
poder sino a partir de la libre autonomía individual. La crisis de esta visión, asociada
precisamente a la consolidación del Estado social de derecho, llevó a la formulación de la
tesis de la eficacia horizontal de los derechos fundamentales entre particulares
("drittwirkung"), según la cual los derechos constitucionales -denominados a partir de tal
momento derechos fundamentales- igualmente rigen los vínculos en la sociedad, por cuanto
entre los particulares también existen relaciones de poder susceptibles de afectar la
dignidad humana. Los derechos fundamentales se proyectan entonces a las relaciones entre
particulares y, por consiguiente, los poderes privados deben responder por la violación de
los derechos fundamentales.
19
Antonio Pérez Luño. Op. cit., p. 31.
20
Robert Alexy. Teoría del discurso y Derechos Humanos (Trad. de L. Villar Borda) Bogotá: Universidad
Extemado de Colombia, 1995, p. 65.
21
La bibliografía sobre el tema es bastante extensa. Para visiones sintéticas, ver, por ejemplo, Pérez Luño.
Op. cit., pp. 312 y ss, así como Robert Alexy. Teoría de los Derechos Fundamentales. Madrid: Centro de
Estudios Constitucionales, 1993, pp. 510 y ss.
21
Debe anotarse que el derecho penal internacional ha ofrecido nuevos elementos en esta
discusión sobre la responsabilidad en derechos humanos22. En la tipificación de los
crímenes de competencia de la Corte Penal Internacional (en el Estatuto de Roma) se
determinó que las personas naturales son las responsables ante esta instancia internacional.
Así las cosas, los particulares pueden responder por los crímenes de genocidio, de lesa
humanidad, de guerra o de agresión.
Un intento de sistematización
La anterior presentación nos ha mostrado que unos mismos valores -asociados a lo que
corrientemente denominamos de manera genérica "derechos humanos"- se proyectan en
distintos órdenes normativos, lo cual tiene consecuencias diferentes en relación con el
sujeto o los sujetos responsables por su vigencia. Podríamos resumir esa situación en los
siguientes cuadros. En el primero de ellos asociamos los usos alternativos del término
"derechos humanos" a diferentes contextos lingüísticos, en los cuales son posibles distintos
sujetos responsables.
22
Un mayor desarrollo sobre el derecho penal internacional puede verse en la unidad tres del presente
módulo.
22
El segundo cuadro desarrolla las relaciones y diferencias entre las tres normatividades
jurídicas básicas en derechos humanos.
2.1.1. Las revoluciones burguesas y los derechos humanos: Los derechos civiles y
políticos
Se busca ante todo establecer unos límites al poder del Estado, el cual se considera que no
puede invadir la esfera privada de la actividad del individuo. Los derechos humanos nacen en
cierto sentido contra el Estado puesto que originariamente no son concebidos como una
exigencia de conducta positiva del poder público sino como el establecimiento de unos límites
24
Las primeras declaraciones de derechos fueron más "liberales" que "democráticas" puesto que
se preocuparon más de establecer unos límites a la intervención estatal que de definir las
modalidades de participación popular en el ejercicio del poder y/o en la designación de los
gobernantes. Se oponía entonces la noción moderna de libertad (libertad-autonomía) definida
como seguridad y tranquilidad frente al Estado y como "poder hacer todo lo que no perjudique
a otro"24- a la noción predominante en la Antigüedad (la libertad-participación) según la cual
se era libre en tanto se participaba de la acción pública. Es cierto que también se integraron
algunos elementos democráticos, a través de la consolidación de la democracia representativa
y de la definición de los derechos políticos, pero la finalidad esencial de las declaraciones de
derechos humanos de las revoluciones burguesas fue la de precisar los límites del Estado.
Esta libertad-independencia de las revoluciones burguesas devino sin embargo, según la crítica
hecha por el pensamiento socialista, una simple libertad formal. La escisión del hombre en
ciudadano abstracto y trabajador mostraba que el individuo real solo era libre en tanto que
ciudadano, mientras que en la vida de todos los días, en su trabajo y en sus relaciones con los
demás, estaba atado y encadenado al proceso de producción capitalista. En esas condiciones,
sólo quien era propietario podía gozar verdaderamente de los derechos humanos de primera
generación, que eran entonces el paraíso de la propiedad privada como bien lo había mostrado
Marx, para quien "(n)inguno de los llamados derechos humanos va mas allá del hombre
egoísta, el hombre que en la sociedad burguesa está separado de la comunidad, aislado de sus
semejantes y enclaustrado en sí mismo, en su interés privado y en su voluntad particular"25.
Como vemos, el ciudadano de la revolución francesa era en gran parte el propietario, puesto
que el intercambio mercantil era lo que permitía la relación entre esos individuos separados y
23
Georg Jellinek, La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, México: Nueva España,
s.a.e. , p 77.
24
Esa es la clásica definición del artículo cuarto de la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano de la Revolución Francesa de 1789.
25
Citado por Robert Freedman, Marxist Social Thought. New York: Harvest Book, p 245.
25
aislados. En últimas, los derechos humanos del iusnaturalismo se convirtieron así en simples
libertades formales que legitimaban la explotación capitalista. Para la crítica marxista, el
desfase entre la igualdad formal en la esfera de la circulación y la explotación capitalista y la
desigualdad en el campo de la producción restan entonces todo contenido emancipador a los
derechos humanos y a los valores que éstos pudieron haber encarnado en la época de ascenso
de las revoluciones burguesas.
Ahora bien, debe distinguirse entre una crítica socialista radical y otra moderada. La versión
radical resaltaba el papel que podían jugar los derechos humanos como encubrimiento de la
dominación. Sin embargo, esta crítica radical no fue objeto de recepción en esta evolución de
los derechos humanos, toda vez que implicaba el cuestionamiento de la idea misma de
derechos humanos o la sustitución de los derechos civiles y políticos por los derechos sociales.
Por su parte, la crítica moderada (asociada a autores como Bloch, Lasalle o Bernstein)
consideraba que los derechos civiles y políticos eran insuficientes, toda vez que se requería no
solo de libertad negativa sino también de libertad fáctica para que fueran posibles. En
atención a ello, esta postura alimentaba la idea de que los derechos de primera generación
debían ser complementados (y no sustituidos) por los derechos sociales.
En esas circunstancias, se concluye que para asegurar una verdadera eficacia de los derechos
humanos, para que éstos no sean un simple enunciado formal sin concreción práctica que
encubre la explotación capitalista, es necesario asegurar a todos los miembros de la sociedad
unas condiciones materiales mínimas acordes con su dignidad humana, mediante el
establecimiento de mecanismos crecientes de participación, que eviten los efectos
discriminatorios de las simples libertades civiles y políticas. De allí surge la concepción de los
derechos económicos, sociales y culturales que suponen una limitación del carácter absoluto
de la autonomía individual y la propiedad privada. Esta nueva concepción implica entonces el
abandono de la filosofía liberal en lo económico y la instauración de una concepción política
interventora.
Estos nuevos derechos -que son esencialmente el derecho a la paz, al desarrollo, a la libre
autodeterminación, al medio ambiente y al patrimonio común de la humanidad- tienen como
finalidad la preservación de la especie humana considerada como un todo. Por tal razón se
habla de derechos de la solidaridad ya que, al decir de Karel Vasak, estos derechos "son
nuevos ya que son a la vez oponibles al Estado y exigibles de él; pero sobre todo (y ésta es su
característica esencial) ellos no pueden ser realizados sino por la acción solidaria de todos los
actores del juego social: Estados, individuos y otras entidades públicas y privadas"26. Especial
mención merece el derecho al desarrollo -considerado como una especie de "derecho síntesis"
toda vez que engloba numerosos derechos ya reconocidos- que ha adquirido prácticamente el
status de derecho humano positivamente reconocido, al haber sido consagrado mediante la
Resolución 41/120 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 4 de diciembre de
26
Karel Vasak, "Pour une troisième génération des droits de l'homme", en Etudes et essais sur le Droit
International Huamnitaire et sur les principes de la Croix Rouge en l'honneur de Jean Picket. Ginebra:
CICR, Martinus Nijhoff Publishers, 1984, p 839.
26
198627, en la cual muy significativamente el único país que se abstuvo de votar fue Estados
Unidos.
Ya hemos señalado nuestro interés en dar cuenta de la evolución del Estado constitucional
para ofrecer luces respecto a la evolución en el contenido de los derechos humanos. El Estado
Social y Democrático de Derecho es un resultado complejo, a veces contradictorio, de tres
tradiciones diversas, que en cierta medida representan los diferentes componentes ideológicos
y los principios constitutivos de este tipo de Estado.
De un lado, es un Estado liberal, que recoge las aspiraciones del Estado de derecho clásico del
siglo XIX. Según esta filosofía, lo importante es el control al Estado a fin de limitarlo, por
mecanismos como la división de poderes y el control constitucional. Prima entonces la
protección de las llamadas libertades contra el Estado, por lo cual la democracia es entendida
ante todo como un procedimiento que limita la arbitrariedad del poder para asegurar esos
derechos de las personas. La libertad es definida entonces como la ausencia de interferencias
a nuestra autonomía, esto es, según la clásica definición de Benjamín Constant, la libertad es el
plácido goce de la independencia individual. La igualdad que se protege es la igualdad formal
ante la ley, esto es, una igualdad al servicio de las libertades, puesto que en el fondo la
pretensión del pensamiento liberal es que las libertades de todos los ciudadanos sean
igualmente protegidas.
De otro lado, es un Estado democrático que reposa sobre la soberanía popular, esto es, en la
igualdad de las personas en el diseño de las instituciones y en la formación de la voluntad
política. Lo importante desde esta perspectiva es el origen de las decisiones jurídicas y
políticas, por lo cual la democracia, conforme a las clásicas enseñanzas de Rousseau, es
entendida como un procedimiento igualitario de formación del poder con base en el
predominio del principio de mayoría. La libertad es entonces definida como la participación
en los destinos colectivos del orden político, pues es libre aquel que sigue la norma que él
mismo se ha dado, por lo cual la igualdad es pensada ante todo como una igualdad política.
Finalmente, es un Estado social, que reposa en la idea de que el poder político debe lograr para
los asociados una justicia material mínima: lo importante es entonces el resultado de la acción
pública, de suerte que la democracia es entendida más como un efecto material del ejercicio
del poder, esto es, como una cierta igualdad social conseguida gracias a la acción estatal. Esta
concepción está asociada entonces a la llamada libertad positiva, esto es, aquella que deriva de
la existencia de prestaciones positivas por parte del Estado. En el siguiente cuadro se resume
el alcance de estos principios constitutivos del Estado social y democrático de derecho.
27
Para una presentación de la evolución del derecho al desarrollo y de las problemáticas que le están
asociadas (¿Es un derecho humano o un simple objetivo de política estatal? ¿Es o no compatible con la
tradición misma de los derechos humanos?, etc) ver Philip ALTSON. "Making Space for New Human Rights:
The Case of the right to Development". en Harvard Human Rights Yearbook, Vol. I, 1988.
28
Una presentación de esta evolución puede verse en Rodrigo Uprimny, “Estado social de derecho y decisión
judicial correcta: un intento de recapitulación de los grandes modelos de interpretación jurídica”, en VV.AA.,
Hermeneútica jurídica, Bogotá: Ediciones Rosaristas, 1997.
27
Fuera de lo anterior, y con el fin de superar las exclusiones que implicó el proyecto
homogeneizador de la Constitución de 1886, la Constitución de 1991 también recoge las
aspiraciones multiculturales, y por ello plantea construir un orden pluriétnico, que reconoce en
la diversidad una de sus riquezas constitutivas. Nuestra Constitución no recoge simplemente
la idea del Estado Social de Derecho desarrollada por el constitucionalismo europeo, sino que
la enriquece, y en cierta medida reformula, con la incorporación de los desafíos del
multiculturalismo29.
Estas dimensiones del Estado social y democrático de derecho son complejas, puesto que
esos principios diversos no son siempre compatibles. Así, en la primera parte del siglo
XIX, el debate se centró en la oposición entre liberales y demócratas. En efecto, la
democracia clásica admite un poder sin límites, siempre y cuando se fundamente en la
voluntad popular, mientras que los derechos liberales nacen como limitaciones a esa
soberanía, pues tienen inicialmente un contenido individualista. De otra parte, el debate en
el siglo XX gira en torno a las complejas relaciones entre la tradición socialista y la
democracia liberal, las cuales han tenido también fuertes repercusiones judiciales.
Actualmente uno de los grandes debates es el de reconocer derechos multiculturales. Por lo
pronto, esta evolución del estado, armonizada con la historia de las generaciones de
derechos, nos permite ofrecer el siguiente modelo de clasificación de los derechos
humanos.
Conforme a lo señalado hasta aquí, podemos intentar una síntesis de la evolución del concepto
de derechos humanos, la cual nos permitirá a la vez establecer unos criterios de clasificación al
respecto. Vimos que la noción global de derechos humanos ha evolucionado pasando del
concepto liberal e individualista clásico (derechos civiles y políticos) a la concepción
moderna, democrática y de fuerte inspiración socialista, de derechos económicos, sociales y
culturales. Se habla también de una tercera fase -o generación- de derechos humanos, los
derechos de la solidaridad. Así las cosas, se ha pasado de la "libertad-autonomía a la libertad-
participación, de los derechos individuales a los derechos colectivos y a los derechos de las
colectividades"30.
Podemos entonces distinguir inicialmente dos grandes grupos de derechos, que tienen
especificidades en cuanto a su fundamentación conceptual, su dinámica evolutiva y sus
posibilidades de protección: los derechos de autonomía y los derechos sociales.
Posteriormente, ajustamos la clasificación para distinguir entre (i) derechos de autonomía, (ii)
libertades económicas y derecho de propiedad, (iii) derechos de participación, (iv) derechos
sociales y (v) derechos colectivos, que incluyen los derechos de solidaridad y los derechos
multiculturales.
29
Sobre esta idea ver Rodrigo Uprimny, “Constitución de 1991, Estado Social y Derechos Humanos:
Promesas incumplidas, diagnósticos y perspectivas”, en VV.AA., El debate a la Constitución, Bogotá: ILSA,
2002.
30
Karel Vasak. Op. cit., p 838.
29
De un lado tenemos entonces los derechos contra el Estado que son los liberales. Ellos
protegen una esfera de autonomía individual que el poder político no puede intervenir,
obligación jurídica negativa cuyo desconocimiento implica responsabilidad estatal directa. Son
pues verdaderos derechos subjetivos públicos con respecto de los cuales se han desarrollado
mecanismos judiciales y semi-judiciales de protección, tanto a nivel nacional como
internacional. Una precisión es sin embargo necesaria: a pesar de que la obligación para el
Estado frente a estos derechos civiles y políticos es en esencia de abstención, es decir un
imperativo de respetarlos y no violarlos, existe igualmente para el poder político un deber
jurídico genérico y más amplio, cual es el de garantizar a todas las personas el libre y pleno
goce de los mismos, como lo establecen los artículos 2 y 3 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos, y el artículo 1 de la Convención Americana. Esto significa que
un Estado compromete jurídica y políticamente su responsabilidad no sólo cuando un agente
que actúa a nombre suyo viola uno de estos derechos, sino también cuando no previene ni
sanciona, pudiendo hacerlo, la realización de las violaciones31.
De otra parte, encontramos los derechos sociales o derechos frente al Estado que suponen
una obligación positiva de intervención estatal para que éstos sean realizados "progresiva-
mente". Debido a la obligación impuesta al Estado de realizar tan solo progresivamente
tales derechos -aspecto que fue establecido tanto por la declaración universal como por los
pactos internacionales al respecto- es más difícil establecer el grado de responsabilidad
estatal por incumplimiento de tal cometido. Por ello muchos autores consideran que tales
derechos no tienen sanción jurídica por cuanto su desconocimiento no implica
automáticamente responsabilidad estatal para indemnizar perjuicios.
Con todo, la realización de los derechos sociales tiene como punto de partida el sistema que
organice el Estado para responder a la demanda de servicios de la comunidad. Por esta
razón, la doctrina les asigna el carácter de derechos prestacionales, lo cual significa que
requieren de un desarrollo político, legislativo, económico y técnico para garantizar su
expansión y cobertura32. Las prestaciones que involucran los derechos sociales son de
carácter programático porque requieren de un proceso en el que se diseñan y planifican
las instituciones y el sistema que los hace posibles. Ello exige tiempo y la apropiación de
recursos que luego deben ser destinados bajo una serie de parámetros que deben ser
discutidos democráticamente. Su realización es, en este sentido, progresiva. Ahora bien,
en ciertas situaciones especiales los derechos prestacionales se transforman en derechos
subjetivos. A partir de ello, la jurisprudencia de la Corte ha establecido algunos supuestos
bajo los cuales se puede entender los derechos sociales como derechos subjetivos y como
derechos fundamentales33, en particular, deben destacarse el criterio de conexidad con
derechos fundamentales, la aplicación hacia sujetos de especial protección y el
reconocimiento de derechos sociales directamente fundamentales en relación con su
contenido esencial.
31
Ver al respecto Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Velásquez Rodríguez, sentencia del 29
de julio de 1988, párr. 177.
32
Sentencia T-978 de 2001.
33
Ver al respecto, entre otras, las sentencias T-207 de 1995 y T-595 de 2002, Una fundamentación de los
derechos sociales como derechos subjetivos puede verse en Rodolfo Arango, El concepto de derechos
sociales fundamentales, Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Legis, 2005.
30
Conforme a lo anterior es pues posible afinar más nuestro análisis y clasificar los derechos
humanos en grupos básicos de derechos. En primer término están los derechos civiles propia-
mente dichos que corresponden a los derechos individuales clásicos y protegen al individuo
como tal. Son pues el derecho a la vida, a la integridad personal, a la intimidad, a la honra, a la
seguridad individual, a las garantías procesales, a la libertad de pensamiento y de cultos, etc.
Estos derechos civiles son llamados por ciertos autores derechos de la persona o libertades
individuales o fundamentales o, también, libertades límites puesto que constituyen barreras
infranqueables para el Estado34. En segundo término, y directamente ligadas a estos derechos
civiles, algunos autores incluyen las libertades económicas y el derecho de propiedad. Sin
embargo, como ya lo señalamos con anterioridad, éstas han perdido el carácter absoluto que
tuvieron al inicio de las revoluciones burguesas, puesto que se reconoce que la garantía de los
derechos de segunda generación implica la limitación de estas libertades económicas. En
tercer término, figuran los derechos políticos que tienen más que ver con la noción de libertad
como participación en los destinos de la comunidad. Es decir, son nociones que intentan
articular el concepto antiguo de la libertad (la libertad-participación) con el llamado concepto
moderno de la misma (la libertad-independencia). En cuarto término, figuran los derechos
económicos, sociales y culturales que se fundamentan en la exigencia de una prestación
positiva por parte del Estado. Finalmente encontramos los derechos colectivos, donde se
proyectan los derechos de la solidaridad y los derechos multiculturales.
Este examen nos ha permitido pues distinguir y definir varios grupos básicos de derechos
humanos correspondientes a diferentes aspectos constitutivos de la noción de derechos huma-
nos. Esta clasificación nos parece aceptable puesto que se ha desprendido naturalmente del
examen de la evolución histórica y de la noción filosófica de los derechos humanos. La
unidad de los derechos humanos no resulta entonces de una identidad lógica previa de sus
diversos componentes, de tal suerte que se pudiese definir a nivel abstracto una concepción
integral de derechos del hombre susceptible de respetar fácilmente el principio aristotélico de
no contradicción. Si alguna unidad existe, ésta es una unidad dinámica, problemática, que
resulta de la confluencia de diversos elementos contradictorios en equilibrio cambiante. Es
pues una "unificación dinámica"35, siempre en curso. Los derechos humanos -esa religión
política del demócrata laico- son pues la aspiración a la construcción de un orden justo, pero
debido a la ambivalencia inherente a sus elementos constitutivos, diversas combinaciones son
posibles. Así, la preservación de las libertades económicas a toda costa puede traducirse en
una restricción creciente de otros derechos humanos; en muchos aspectos, ese parece ser el
caso de la dialéctica de los derechos en nuestro país.
34
Así por ejemplo, COLLIARD habla de las libertades fundamentales o de la persona cuando se refiere a
estos derechos civiles (Cf, Op - Cit p 201). DUVERGER propone la distinción entre libertades límites y
libertades encuadradas (Cf Institutions Politiques et Droit Constitutionnel, Paris: Thémis, 1970, p 75 y ss)
35
La expresión es utilizada por Jacques Maritain en la Introducción al libro de la UNESCO, Los derechos
del hombre. México: Fondo de Cultura Económica, 1949, p 21.
31
aspiración a la vigencia integral de los mismos- no nos deben llevar a engaños haciéndonos
olvidar el carácter intrínsecamente contradictorio tanto del concepto como de la realidad
misma de los derechos fundamentales. Aspiración a la totalidad, a la integralidad, a la
unificación dinámica pero, al mismo tiempo, naturaleza intrínsecamente contradictoria. He allí
el germen de la dialéctica de los derechos humanos. Pero una dialéctica que, como bien señala
Ernst Bloch, debe llevarnos a recuperar lo mejor de la tradición de la Ilustración, pues ha
llegado el momento "de unir funcionalmente y superar las diferencias en las antiguas
intenciones de dicha de las utopías sociales y las antiguas intenciones de dignidad de las
teorías iusnaturalistas"36.
El objetivo del presente módulo es resaltar el carácter de los derechos humanos como
fuente de derecho vinculante en el ejercicio de la función judicial. Con todo, ello no
implica desconocer la existencia de controversias filosóficas de gran importancia, como las
relacionadas con la fundamentación de los derechos humanos. Por lo pronto, y resaltando
su importancia en el constitucionalismo actual, nos referiremos al debate inherente al
conflicto entre los postulados de universalidad de los derechos humanos frente a casos de
diversidad cultural. El problema puede ser formulado de la siguiente manera: ¿son los
derechos humanos universales o una imposición occidental? Una respuesta al respecto
puede encontrarse en la propia práctica judicial.
Este modelo judicial polifónico o dialógico puede ser relevante para enfrentar las tensiones
entre la defensa del universalismo de los derechos humanos y el reconocimiento del
pluralismo cultural, ya que muestra que la unidad de los derechos humanos no debe ser
concebida como un a priori lógico ligado a nociones metafísicas, como dios o la naturaleza
humana, sino que debe ser fruto de un reconocimiento y diálogo entre las culturas. Por ello
es que podría hablarse de la "Uni-diver-salidad" de los derechos humanos, precisamente
36
Ernst BLOCH. Op- Cit, XII.
37
Este segmento está basado en Rodrigo Uprimny, “La uni-diversalidad de los derechos humanos” en
VV.AA., Colombia: la alegría de pensar. Bogotá: Universidad Autónoma de Colombia.
38
Las expresiones son de Timsit, citado por François Ost. François Ost. “Originalité des méthodes
d´interprétation de la Cour européenne des droits de l´homme” en Mireille Delmas-Marty, Raisonner la raison
d´Etat, Paris : PUF.
32
para defender la idea de que ellos deben ser pensados como un resultado progresivo de una
comunicabilidad entre las diversas culturas, a través de la puesta en perspectiva y la
relativización de las mismas, pero sin que ello implique el abandono de la posibilidad de la
comprensión crítica de las mismas. La apertura hacia otras civilizaciones, para luego de oír
y comprender sus razones y motivos, criticar algunos de sus elementos, no excluye sino que
por el contrario es el presupuesto mismo para buscar acuerdos relativos con respecto a
asuntos comunes.
Así, son derechos humanos aquellos que una tradición cultural reclamaría para sus propios
miembros y debe por consiguiente conceder a los integrantes de otras tradiciones, si espera
que los otros le otorguen un tratamiento recíproco. De esa manera, los derechos humanos
pueden pretender ser universales y multiculturales pues son el resultado y la condición del
diálogo entre las culturas.
sentencia concluyó que las autoridades indígenas habían violado el debido proceso de uno
de sus miembros, a quien habían expulsado, junto con su familia, del resguardo, luego de
encontrarlo culpable de hurto. Según la Corte, la decisión de las autoridades indígenas
desconocía la proporcionalidad e individualidad de la pena.
Esta sentencia fue criticada por varios antropólogos y juristas, quienes consideraron que la
doctrina de la Corte erosionaba el reconocimiento constitucional del pluralismo étnico y de
la autonomía de las comunidades, puesto que una aplicación estricta y total de ciertos
derechos constitucionales -como el debido proceso o la prohibición de los castigos físicos-
puede conducir a la parálisis misma de la jurisdicción indígena, que funciona con otros
criterios. Las decisiones posteriores de la Corte parecen recoger esas críticas, pues el
tribunal varía parcialmente su jurisprudencia. Así, la sentencia C-139 de 1996 señala que
no es cierto que todos los derechos constitucionales representen un límite a la jurisdicción
indígena, por cuanto se estaría vaciando el contenido de la autonomía de esas comunidades,
con grave perjuicio al pluralismo. Según la Corte, “para que una limitación a dicha
diversidad esté justificada constitucionalmente, es necesario que se funde en un principio
constitucional de un valor superior al de la diversidad étnica y cultural. De lo contrario, se
restaría toda eficacia al pluralismo que inspira el texto de la Carta”.
Ese giro hermenéutico de la Corte en favor del pluralismo es aún más claro en la sentencia
T-349 de 1996, en donde el tribunal afirma que “sólo con un alto grado de autonomía es
posible la supervivencia cultural”, por lo cual, la regla para el intérprete cuando determina
el alcance de la jurisdicción indígena debe ser “la maximización de la autonomía de las
comunidades indígenas y, por lo tanto, la de la minimización de las restricciones a las
indispensables para salvaguardar intereses de superior jerarquía”. Por ende, según la Corte,
sólo son admisibles las restricciones a la autonomía de estas autoridades si se trata de una
medida que sea estrictamente necesaria y proporcionada para salvaguardar un interés de
superior jerarquía. Con base en ese estándar, la sentencia concluye que cuando una
comunidad indígena juzga a uno de sus miembros, los límites de las autoridades “sólo
pueden estar referidos a lo que verdaderamente resulta intolerable por atentar contra los
bienes más preciados del hombre”. Y ese núcleo de derechos intangibles incluye
únicamente, según la Corte, la legalidad de las penas, el derecho a la vida, la prohibición de
la esclavitud y la prohibición de la tortura, por cuanto sólo frente a tales valores “puede
predicarse la existencia de un verdadero consenso intercultural” y tales derechos “se
encuentra dentro del núcleo de derechos intangibles que reconocen todos los tratados de
derechos humanos, derechos que no pueden ser suspendidos ni siquiera en las situaciones
de conflicto armado.”
Con base en tal criterio, la Corte ha admitido la procedencia de ciertos castigos físicos en
las comunidades indígenas, como el cepo (Sentencia T-349 de 1996) o los fuetazos
(Sentencia T-523 de 1997), siempre y cuando éstos se desarrollen dentro de ciertos
contextos culturales que los justifican. Así, en relación con el fuete aplicado por la
comunidad Paez, la Corte concluyó que la medida era válida, no sólo porque “el
sufrimiento que esta pena podría causar al actor, no reviste los niveles de gravedad
requeridos para que pueda considerarse como tortura, pues el daño corporal que produce es
mínimo” sino además, por cuanto ese castigo no representa una pena degradante que
“humille al individuo groseramente delante de otro o en su mismo fuero interno”, porque
34
“esta es una práctica que se utiliza normalmente entre los paeces y cuyo fin no es exponer
al individuo al “escarmiento” público, sino buscar que recupere su lugar en la comunidad.”
IV. Autoevaluación
3. ¿De qué manera se proyecta en la Constitución de 1991 esa evolución histórica del
contenido de los derechos humanos?
4. Lea los artículos de la Constitución de 1991 que reconocen diversos tipos de derechos.
Discuta a qué tipo de tradición corresponden algunos de ellos.
36
I. Objetivos
Instrucciones. Antes de dar paso a las actividades pedagógicas conviene recordar algunas
pautas metodológicas que sirven para el logro de los objetivos pedagógicos planteados para
este módulo sobre derechos humanos y derecho humanitario. Como se explicó en la
introducción general, la idea es que al utilizar el módulo como material de autoaprendizaje
se realicen las actividades pedagógicas antes de leer el artículo final de cada unidad, toda
vez que de esa manera estas actividades pedagógicas rinden mejores frutos. Asimismo, es
de gran provecho reexaminar esos mismos ejercicios luego de haber leído el artículo, para
poder también tener una distancia crítica frente a lo que allí se plantea.
42
Por obvias razones, esta unidad se basa en gran medida en el trabajo de Rodrigo Uprimny. Bloque de
constitucionalidad, derechos humanos y proceso penal. Bogotá, Escuela Judicial, 2005.
37
Elabore un ensayo de dos páginas sobre ese punto. En caso de que realice el trabajo en
grupo, discuta el punto con sus colegas.
Una vez que haya realizado esta actividad, lea el punto 1 del ensayo del final de la unidad,
en donde planteamos una posible respuesta a ese interrogante.
Elabore un ensayo de dos páginas sobre ese punto. En caso de que realice el trabajo en
grupo, discuta el punto con sus colegas.
Una vez que haya realizado esta actividad, lea el puntos 2 del ensayo del final de la unidad,
en donde planteamos una posible respuesta a ese interrogante.
Los anteriores ejercicios le han mostrado que los tratados de derechos humanos tienen una
fuerza jurídica especial, en virtud del bloque de constitucionalidad. Pero las normas
internacionales de derechos humanos no son únicamente tratados; existen otros estándares
internacionales de derechos humanos, como pueden ser aquellos derivados la costumbre
internacional en este campo. También encontramos otros documentos, como son las
decisiones de instancias internacionales como la Corte Interamericana de derechos o ciertas
recomendaciones en la materia de ciertas instancias internacionales, como la Comisión de
derechos humanos. ¿Qué fuerza jurídica tienen en el ordenamiento interno esos otros
estándares internacionales de derechos humanos?
Elabore un ensayo de dos páginas sobre ese punto. En caso de que realice el trabajo en
grupo, discuta el punto con sus colegas.
Una vez que haya realizado esta actividad, lea el punto 3 del ensayo del final de la unidad,
en donde planteamos una posible respuesta a ese interrogante.
38
Esto cambió con la Constitución de 1991: y es la Constitución de 1991, en armonía con una
tendencia importante del constitucionalismo contemporáneo, establece una solución a esa
situación, que consiste en conferir un tratamiento jurídico especial al derecho internacional
de los derechos humanos, lo cual ha sido sistematizado por la Corte Constitucional con la
figura del bloque de constitucionalidad, que permitió una incorporación vigorosa del derecho
internacional de los derechos humanos en la práctica jurídica.
Ese progreso jurídico en materia de derechos humanos puede entonces ser sintetizado así:
antes de la Constitución de 1991, las normas de derechos humanos prácticamente no tenían
ninguna aplicación judicial en nuestro país. Con contadas y notables excepciones, los jueces
colombianos no conocían ni aplicaban esas disposiciones. En cambio, al amparo de la
Constitución de 1991, la justicia constitucional ha sido vigorosa en la protección de los
derechos de las personas y de las minorías, así como en su intención por controlar los
abusos de las autoridades y de los poderosos.
Hoy los derechos humanos, en virtud del bloque de constitucionalidad, son entonces
derecho positivo vinculante para todas las autoridades y por ello deben ser tenidos en
cuenta por los jueces en sus decisiones judiciales. Y esto es importante no solamente en los
casos propiamente constitucionales –como las acciones de tutela o los procesos de control
abstracto- sino también en los juicios ordinarios, ya que los jueces tienen el deber de tomar en
cuenta la Constitución también cuando resuelven asuntos penales, civiles o laborales, por
cuanto, como lo dice el artículo 4º superior, la Constitución es norma de normas y prevalece
sobre cualquier otra disposición que le sea contraria. Por ello los jueces deben tener en cuenta
la normatividad internacional de derechos humanos, por cuanto ésta, por mandato de la
propia Constitución, tiene fuerza jurídica constitucional.
Este ensayo sistematiza esa evolución, mostrando la recepción específica del derecho
internacional de los derechos humanos (punto I), para luego analizar el status jurídico de
39
dichos tratados y su relación con el bloque de constitucionalidad (punto II), para luego
examinar la fuerza jurídica de otros estándares internacionales de derechos humanos (punto
III).
La Constitución de 1991 tiene varias cláusulas que confieren una fuerza especial a los tratados
de derechos humanos.. Cuatro disposiciones jugarán entonces un papel trascendental: de un lado,
el artículo 53, según el cual, “los convenios internacionales del trabajo debidamente ratificados,
hacen parte de la legislación interna”. De otro lado, el artículo 93, que establece que ciertas
normas internacionales de derechos humanos “prevalecen en el orden interno”, y que “los
derechos y deberes consagrados en esta Carta, se interpretarán de conformidad con los tratados
internacionales sobre derechos humanos ratificados por Colombia”. En tercer término, el artículo
94 que incorpora la cláusula de derechos innominados, pues precisa que “la enunciación de los
derechos y garantías contenidos en la Constitución y en los convenios internacionales vigentes,
no debe entenderse como negación de otros que, siendo inherentes a la persona humana, no
figuren expresamente en ellos”. Finalmente, el artículo 214, que regula los estados de excepción,
e indica que incluso en esos momentos de crisis, no pueden “suspenderse los derechos humanos
ni las libertades fundamentales”, y que “en todo caso se respetarán las reglas del derecho
internacional humanitario”.
Ahora bien, eso no es exclusivo de Colombia. En otros países sucede algo semejante, por una
razón muy sencilla: sus constituciones, al igual que la Carta de 1991, confieren un
tratamiento especial y privilegiado a los tratados de derechos humanos43.
Esta tendencia parece comenzar con la Constitución portuguesa, con su conocido artículo 16,
que establece que “los preceptos constitucionales y legales relativos a los derechos
fundamentales deben ser interpretados e integrados en armonía con la Declaración
Universal de Derechos Humanos.” En América Latina, la Constitución Peruana de 1979
parece innovar en ese tratamiento constitucional especial a los tratados de derechos humanos,
seguida por las constituciones de Guatemala de 1985 y de Nicaragua de 1987. Las
constituciones contemporáneas de otros países, como Venezuela, muestran esta tendencia del
constitucionalismo contemporáneo, y en especial del constitucionalismo iberoamericano de
los años ochenta y noventa, de reconocer un status y una jerarquía particular a los tratados de
derechos humanos.
Esta técnica jurídica y constitucional de conferir un lugar especial a los tratados de derechos
humanos se funda en razones conceptuales y políticas sólidas y tiene implicaciones jurídicas
muy importantes.
43
Sobre ese tratamientos constitucional especial a los tratados de derechos humanos, ver Dulitzky, Ariel (2004) “La
aplicación de los tratados sobre derechos humanos por los tribunales locales: un estudio comparado” en Abregú, Martín.
Courtis, Christian La aplicación de los tratados de derechos humanos por los tribunales locales. Buenos Aires, CELS,
pp 34 y ss;.
40
De un lado, ese tratamiento privilegiado se justifica porque existe una afinidad axiológica y
normativa profunda entre el derecho internacional contemporáneo, que a partir de la Carta de
las Naciones Unidas y de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, sitúa
a los derechos humanos en su cúspide, y el derecho interno contemporáneo, que ubica de
modo equivalente a los derechos constitucionales y fundamentales. Es pues natural que las
nuevas constituciones enfaticen esa afinidad confiriendo un status especial a los instrumentos
internacionales de derechos humanos.
En segundo término, ese tratamiento especial a los tratados de derechos humanos también se
justifica por cuanto dichas convenciones tienen especificidades jurídicas notables. En efecto,
mientras que en general los tratados clásicos establecen obligaciones recíprocas entre los
Estados y se acuerdan en beneficio mutuo de los Estados, los tratados de derechos humanos
tienen la particularidad de que los Estados los adoptan pero no son sus beneficiarios ni
destinatarios, por la sencilla razón de que dichas convenciones están dirigidos a proteger la
dignidad de la persona humana. Ese punto ha sido resaltado por la doctrina, por las cortes
internacionales y por los tribunales constitucionales de manera reiterada44 y tiene al menos
una consecuencia jurídica trascendental: a los tratados de derechos humanos no se aplica el
principio de reciprocidad, por lo cual un Estado no puede alegar el incumplimiento de un
tratado de derechos humanos por otro Estado con el fin de excusar sus propias violaciones de
estas normas, por la sencilla razón de que dichos tratados tienen la particularidad de que sus
reglas constituyen garantías en beneficio de la persona: se imponen obligaciones a los
Estados pero no para su beneficio mutuo sino para amparar la dignidad human. Por ende,
como dice Dulitzky:
44
Ver entre otros Corte Interamericana. Opinión Consultiva 01 de 1981, parr 24, Igualmente la Opinión consultiva
0C-2 de 1982, parr 47. Corte Internacional de Justicia. Opinión Consultiva sobre la Convención para la prevención
del Genocidio de 1951. Corte Europea de Derechos Humanos. Caso Soering del 7 de julio de 1989, parr 87. En
Colombia, la Corte Constitucional ha destacado también ese punto. Ver sentenciasC-574 de 1992 y C-225 de 1995,
Fundamento 9.
45
Ariel Dulitzky, Op-cit, p 38
41
De un lado, jurídicamente, ese tratamiento permite sacar, al menos en parte, a los tratados de
derechos humanos del complejo debate sobre las relaciones entre el derecho internacional y
el derecho (monismo y dualismo) en la medida en que la propia constitución confiere fuerza
constitucional especial a las normas internacionales de derechos humanos, sin perjuicio del
lugar jerárquico que puedan tener los otros tratados en el ordenamiento jurídico interno. Esto
significa que un ordenamiento constitucional puede conferir jerarquía constitucional, o
incluso supraconstitucional, a las normas internacionales de derechos humanos, sin que eso
signifique obligatoriamente que todos los tratados tienen dicha jerarquía. Así, la Constitución
argentina, después de la reforma constitucional de 1994, establece que, como regla general,
los tratados no tienen rango constitucional, aunque tienen jerarquía supralegal; sin embargo,
esa misma reforma confiere rango constitucional a un listado específico de tratados de
derechos humanos y posibilita que otros tratados de derechos humanos accedan a ese rango,
si el Congreso así lo determina, por una mayoría calificada. Igualmente, en el caso
colombiano, la Corte Constitucional ha precisado que, como regla general, la Constitución
prevalece sobre los tratados en el orden interno, en virtud de la cláusula de supremacía
constitucional, con excepción de aquellos tratados que tienen un tratamiento constitucional
privilegiado y que integran el bloque de constitucionalidad, como son los tratados de
derechos humanos46.
De otro lado, y directamente ligado a lo anterior, ese tratamiento interno favorable de los
tratados de derechos humanos permite una retroalimentación permanente y dinámica entre el
derecho constitucional y el derecho internacional en el desarrollo de los derechos humanos.
Así, las constituciones quedan, en cierta medida, vinculadas, en forma casi automática, a los
desarrollos internacionales de los derechos humanos, por el reenvió que el texto
constitucional hace al derecho internacional de los derechos humanos. Así, en virtud de la
vinculación que el artículo 10 de la constitución de 1978 española eestablece entre los
derechos fundamentales y los tratados de derechos humanos, cuando establece que los
primeros deben intepretars tomando en consideración los segundos, la doctrina española ha
establecido que España es una “Estado internacionalmente limitado” y que la interpretación
de los derechos fundamentales no sólo debe ser una interpretación “constitucionalmente
adecuada” pues “conforme a la Constitución” sino también una interpretación
“internacionalmente adecuadada” pues “conforme al derecho internacional”47.
A su vez, y teniendo en cuenta que, como se explicará más en detalle en la unidad 2, los
“principios generales de derecho reconocidos por las naciones civilizadas” son una de las
46
Ver, entre otras, la sentencia C-400 de 1998, Fundamentos 36 y ss.
47
Para la reseña sintética de esta doctrina, ver - Manili, Pablo Luis (2002). “La recepción del derecho internacional del
dercho internacional de los derechos humanos por el derecho constitucional iberaomericano” en Méndez Silva, Ricardo
(Ed) (2002) Derecho Internacional de Los Derechos Humanos. México, pp 374 y ss.
42
fuentes reconocidas del derecho internacional, conforme lo señala el artículo 38 del estatuto
de la Corte Internacional de Justicia, entonces es razonable que el derecho internacional
tenga en cuenta los avances del derecho constitucional en materia de derechos humanos para
el propio desarrollo del derecho internacional, pues la adopción constitucional generalizada
de determinadas normas de derechos humanos puede ser considerada como una expresión del
establecimiento de un principio general de derecho.
Así, anteriormente, dichos jueces podían preguntarse si esa normatividad era directamente
aplicable o no, ya que a veces se sostiene que un tratado, para poder ejecutarse internamente,
requiere normas que lo desarrollen; pero esa preocupación desaparece para los tratados de
derechos humanos, pues si la constitución es norma aplicable y dichos tratados están
integrados a ella, entonces es claro que el operador jurídico debe aplicar internamente las
normas internacionales de derechos humanos. Existe pues una presunción de operatividad y
autoejecutabilidad de dichos tratados en el plano interno, por lo cual deben aplicarse, salvo
que aparezca claramente que se trata de normas programáticas, como lo ha señalado
uniformemente la doctrina y la jurisprudencia argentinas49, con criterios plenamente
aplicables al ordenamiento colombiano, como se explicará más en detalle en la unidad 2 de
este módulo.
Igualmente, en el pasado, los jueces podían tener perplejidades frente a una eventual
contradicción entre un tratado de derechos humanos y la constitución, pues podían dudar
entre aplicar la Carta, en función del respeto de la supremacía constitucional, o el tratado,
para no comprometer la responsabilidad internacional. Ese difícil dilema puede ser resuelto
48
Ver Dulitzky., Op-cit, p 34. La expresión del “derecho de los derechos humanos” es de Ayala Corrao, mientras
que la expresión de “derecho constitucional internacional” es defendida contemporáneamente por Flavia Piovesán.
49
Ver Vega y Graham, pp 42 y ss.
43
más fácilmente ahora, pues si los tratados de derechos humanos se entienden integrados a la
Constitución, entonces el eventual conflicto normativo no debe ser resuelto en función del
principio jerárquico sino del principio de favorabilidad o pro hómine, que explicaremos
ulteriormente, debiendo aplicarse la norma más favorable a los derechos humanos.
Esta incorporación al plano interno del derecho internacional de los derechos humanos se
ha desarrollado en Colombia en gran medida con la figura del bloque de
constitucionalidad, la cual hace referencia a aquellas normas que tienen fuerza
constitucional por mandato mismo del texto constitucional sin que
necesariamente se hallen explicitadas en el mismo. Esas normas son
esencialmente los tratados de derechos humanos, pues a ellos remiten varias
disposiciones de la Carta, como ya se señaló.
50
En algunas ocasiones anteriores a esa sentencia C-225 de 1995, la Corte usó esporádicamente la expresión bloque
de constitucionalidad pero no la desarrolló conceptualmente o le atribuyó un sentido un poco diverso. Así, las
sentencias C-488 de 1993 y C-089 de 1994 usan la expresión pero para insistir en que la Constitución debe ser
interpretada como un todo. Por su parte, la sentencia C-555 de 1994, Fundamento 32, usa la expresión, para señalar
que la ley estatutaria de libertad religiosa integra con el texto constitucional un bloque de constitucionalidad, con lo
cual se aproxima al sentido que ulteriormente la Corte atribuirá a esa figura; sin embargo no hay verdaderamente un
desarrollo del concepto Por ello es razonable concluir que el primer uso sistemático de la figura por la Corte
Constitucional es el análisis contenido en la sentencia C-225 de 1995.
44
ambos están al mismo nivel, conforme a la figura del bloque de constitucionalidad. Conviene
transcribir in extenso el aparte correspondiente, por su importancia metodológica en este tema.
Según la Corte:
A partir de esa fecha, la Corte comienza a usar con mayor frecuencia la noción de bloque de
constitucionalidad en sus decisiones, tanto cuantitativa como cualitativamente, en especial para
referirse a los tratados de derechos humanos. De esa manera, la corte Constitucional ha
tendido a reconocer fuerza constitucional a los tratados de derechos humanos
ratificados por Colombia, en virtud del artículo 93 de la Constitución.
Es cierto que en estricto sentido, el asunto es más complejo y enredado, pues ese artículo 93
distingue entre dos tipos de tratados: de un lado, aquellos “que reconocen los derechos humanos
y que prohíben su limitación en los estados de excepción”, los cuales, según el inciso primero,
“prevalecen en el orden interno”; y, de otro lado, aquellos tratados que no tienen esa naturaleza,
frente a los cuales el inciso segundo establece una cláusula interpretativa y no jerárquica, según
la terminología de ciertos autores, pues señala que los derechos constitucionales deben ser
interpretados de conformidad con esos tratados, pero no establece que dichos tratados
prevalezcan en el orden interno.
Esos dos mandatos no son fácilmente armonizables, y por ello la Corte Constitucional ha tenido
vacilaciones importantes sobre la jerarquía interna de los tratados de derechos humanos. En
ciertas sentencias, la Corte ha sostenido que únicamente integran el bloque de constitucionalidad
aquellos componentes de los tratados de derechos humanos relativos a derechos que no pueden
ser limitados en estados de excepción, pues sólo ellos prevalecen en el orden interno, según el
inciso primero del artículo 93 constitucional51; pero en otras sentencias, la Corte ha sostenido
que también los otros contenidos de los tratados de derechos humanos tienen dicha jerarquía si
se refieren a derechos constitucionales, en virtud del inciso segundo del artículo 93
constitucional52, tesis que me parece la interpretación constitucionalmente más apropiada.
En otro módulo desarrollamos en detalle este punto53, pero independientemente de la tesis que se
defienda, lo que es claro es que los tratados de derechos humanos ratificados por Colombia
tienen todos claramente aplicación directa en el orden interno, teniendo la mayoría de ellos
fuerza constitucional.
Las normas contenidas en los tratados de derechos humanos ya son en sí mismas importantes.
Pero en ciertos casos, pueden ser mucho más importantes las interpretaciones que de las mismas
han hecho ciertos doctrinantes y en especial las instancias internacionales de derechos humanos,
como la Corte Interamericana o el Comité de Derechos Humanos del PIDCP. Y la razón es la
siguiente: en ocasiones, el lenguaje mismo de los convenios de derechos humanos es abierto.
Así, varias de esas normas protegen a las personas contra injerencias “arbitrarias” en su
intimidad. Sin embargo, ¿qué significa que una injerencia sea arbitraria? Para responder a ese
51
En particular cf. las sentencias C-327 de 1997, fundamento 3, C-191 de 1998 y C-582 de 1999.
52
Cf., entre otras, las sentencias C-10 de 2000, T-1303 de 2001 y T-1319 de 2002
53
Ver Rodrigo Uprimny. Bloque de …. Op-cit, unidad 2.
46
interrogante, es muy útil tener en cuenta la jurisprudencia desarrollada por estos órganos, que ha
ido definiendo poco a poco, a través de decisiones de casos individuales, o por medio de
comentarios generales a los pactos de derechos humanos, el alcance de esos conceptos
abiertos54.
Las normas contenidas en los tratados de derechos humanos ya son en sí mismas importantes.
Pero en ciertos casos, pueden ser mucho más importantes las interpretaciones que de las mismas
han hecho ciertos doctrinantes y en especial las instancias internacionales de derechos humanos,
como la Corte Interamericana o el Comité de Derechos Humanos del PIDCP. Y la razón es la
siguiente: en ocasiones, el lenguaje mismo de los convenios de derechos humanos es abierto.
Así, varias de esas normas protegen a las personas contra injerencias “arbitrarias” en su
intimidad. Sin embargo, ¿qué significa que una injerencia sea arbitraria? Para responder a ese
interrogante, es muy útil tener en cuenta la jurisprudencia desarrollada por estos órganos, que ha
ido definiendo poco a poco, a través de decisiones de casos individuales, o por medio de
comentarios generales a los pactos de derechos humanos, el alcance de esos conceptos
abiertos55.
Sin embargo, esas objeciones no son válidas, por las siguientes razones.
De otro lado, es la propia Carta la que remite a esa doctrina y jurisprudencia en el artículo 93-2,
cuando señala que los derechos constitucionales deben ser interpretados de conformidad con los
tratados de derechos humanos ratificados por Colombia, puesto que esa norma hace relevante
constitucional la “interpretación doctrinaria56” de esos tratados adelantada por las instancias
internacionales de protección de derechos humanos, tal y como lo ha señalado la Corte
Constitucional en varias sentencias.
54
Los ejemplos son innumerables, pero, entre muchos otros, conviene destacar la Observación General No 13
del Comité del PIDCP sobre el alcance del debido proceso y las sentencias de la Corte Interamericana en los
casos Genie Lacayo (29 de enero de 1997), Loayza Tamayo (17 de septiembre de 1997) y Castillo Petruzzi y
otros (30 de mayo de 1999).
55
Los ejemplos son innumerables, pero, entre muchos otros, conviene destacar la Observación General No 13
del Comité del PIDCP sobre el alcance del debido proceso y las sentencias de la Corte Interamericana en los
casos Genie Lacayo (29 de enero de 1997), Loayza Tamayo (17 de septiembre de 1997) y Castillo Petruzzi y
otros (30 de mayo de 1999). Una excelente compilación doctrinaria es O´Donnel, 2004, capítulos 4, 5 y 6, y
O´Donnell, Uprimny y Villa, Tomo I, pp 329 y ss.
56
Sobre este concepto de “interpretación doctrinaria” en derecho internacional, ver O´Donnell, 2001, p 71 y
ss.
47
Existen finalmente otros documentos internacionales que no sólo pueden ser relevantes para
interpretar el alcance de las normas que hacen parte del bloque de constitucionalidad sino que
incluso pueden llegar a ser considerados parte del bloque mismo. Se trata de declaraciones o
principios elaborados por importantes doctrinantes, o por cuerpos especializados, y que
adquieren un valor jurídico importante, debido a que son adoptados por órganos internacionales,
como la Asamblea General de Naciones Unidas, o al reconocimiento mismo que van ganando,
en la medida en que son considerados expresiones de derecho internacional consuetudinario o
doctrina autorizada. Algunos ejemplos, entre muchos otros, son los “Principios básicos relativos
a la independencia de la judicatura”57, la “Declaración sobre los principios fundamentales de
justicia para las víctimas de delitos y del abuso de poder”58, las “Reglas mínimas de las Naciones
Unidas para la administración de la justicia de menores (“Reglas de Beijing””)59, o los llamados
“Principios de Joinet” sobre impunidad y derechos de las víctimas60.
57
Adoptados por el Séptimo Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del
Delincuente, celebrado en Milán del 26 de agosto al 6 de septiembre de 1985, y confirmados, por la Asamblea
General en sus resoluciones 40/32 de 29 de noviembre de 1985 y 40/146 de 13 de diciembre de 1985
58
Adoptada por la Asamblea General en su resolución 40/34, de 29 de noviembre de 1985
59
Adoptadas por la Asamblea General de Naciones Unidas en su resolución 40/33, de 29 de noviembre de
1985
60
Ver Organización de Naciones Unidas. Subcomisión para la Prevención de la Discriminación y la
Protección de las Minorías. Sobre la Impunidad de Perpetradores de Violaciones a los Derechos Humanos.
48
En sentido estricto, ninguno de esos documentos hace parte directamente del bloque de
constitucionalidad pues no son tratados de derechos humanos ni adquieren fuerza jurídica
automática por el sólo hecho de haber sido aprobados por la Asamblea General de la ONU. Por
ello sería un error invocarlos como si fueran en sí mismos un tratado o por sí mismos un texto
vinculante, porque no lo son. Sin embargo, no se trata de documentos irrelevantes para la
valoración e interpretación de las normas del procedimiento penal colombiano, por cuanto
algunos de esos documentos pueden adquirir un notable valor doctrinario, o ser considerados
expresiones y codificaciones del derecho consuetudinario, o adquirir valor jurisprudencial por su
uso por tribunales nacionales e internacionales. Así, las Reglas de Beijing fueron explícitamente
usadas por la Corte Interamericana en el caso de los llamados “niños de la calle”61, mientras que
los principios de Joinet sobre impunidad son no sólo considerados la doctrina más autorizada
sobre el tema sino que, además, han sido reiteradamente invocados por distintos tribunales,
incluyendo la Corte Constitucional62. Por consiguiente, esos textos, aunque no hacen parte
mecánicamente del bloque de constitucionalidad, pueden ser utilizados, con las debidas
precauciones, para interpretar el alcance de los derechos fundamentales.
IV. Autoevaluación
Preguntas:
- Resuma en dos párrafos qué se entiende por bloque de constitucionalidad y cuál
es su importancia en la recepción del derecho internacional de los derechos
humanos.
- ¿Qué fuerza jurídica puede reconocersele, tanto en el plano internacional, como
en el ordenamiento interno colombiano, a la “Declaración sobre los principios
fundamentales de justicia para las víctimas de delitos y del abuso de poder”.
Elabore un ensayo de cuatro párrafos sobre el sistema de fuentes en Colombia, en
donde incluya el tema del bloque de constitucionalidad.
Relator Especial Louis Joinet, UN Doc. E/CN.4/Sub.2/1993/6, 19 de julio de 1993, revisado por
E/CN.4/Sub.2/1994/11 y E/CN.4/Sub.2/1996/18 (Informe Final).
61
Ver la Sentencia del 19 de Noviembre de 1999 del caso Villagrán Morales y Otros, párrafo 197.
62
Ver sentencia C-228 de 2002, Fundamento 4.2.
49
I. Objetivos
Presentar y estudiar las fuentes y especificidades del Derecho Internacional de los Derechos
Humanos.
Que el funcionario judicial adquiera conciencia de la importancia de sus fallos para evitar la
responsabilidad internacional del Estado.
Instrucciones. Antes de dar paso a las actividades pedagógicas conviene recordar algunas
pautas metodológicas que sirven para el logro de los objetivos pedagógicos planteados para
este módulo sobre derechos humanos y derecho humanitario. Como se explicó en la
introducción general, la idea es que al utilizar el módulo como material de autoaprendizaje
se realicen las actividades pedagógicas antes de leer el artículo final de cada unidad, toda
vez que de esa manera estas actividades pedagógicas rinden mejores frutos. Asimismo, es
de gran provecho reexaminar esos mismos ejercicios luego de haber leído el artículo, para
poder también tener una distancia crítica frente a lo que allí se plantea.
Formulación
Pregunta
¿Considera usted que este considerando es puramente retórico o por el contrario implica
una visión de las relaciones internacionales? Elabore un ensayo de una página al respecto.
Solo una vez que haya realizado esta actividad, proceda a leer los siguientes apartes.
Respuesta
La Segunda Guerra Mundial fue una guerra atroz puesta en marcha por regímenes
totalitarios, que habían vulnerado masivamente la dignidad humana. La tragedia, el dolor y
el sufrimiento de esta guerra dejaron dos enseñanzas básicas. La primera es la más obvia, y
es que ha habido regímenes totalitarios que acabaron con la dignidad humana y eso no es
admisible en términos de justicia. La segunda es menos conocida, pero es también profunda
e importante y es que, entre más autocrático sea un régimen, más propenso es a la agresión
externa. Por consiguiente, si uno construye una sociedad internacional fundada en
democracias, las posibilidades de guerra internacional, serán menores. El orden
internacional derivado de la Segunda Guerra Mundial parece entonces aceptar la
perspectiva de Kant, quien en su proyecto de paz perpetua, si bien consagraba el principio
de no intervención, pues establecía que ningún Estado debía inmiscuirse por la fuerza en la
constitución y gobierno de otra nación, planteaba en su primer artículo que una de las
condiciones esenciales para la paz mundial era que el régimen interno de los Estados fuese
republicano63, que en el lenguaje de Kant puede ser entendido como la exigencia que los
Estados respeten los derechos humanos. La idea básica del filósofo alemán es que la guerra
es más difícil entre naciones democráticas que respetan los derechos de la persona pues las
decisiones sobre la paz o la guerra no dependen de los caprichos del gobernante sino de la
voluntad de los ciudadanos libres e iguales. Esta idea puede parecer ingenua, pero no lo es
tanto. En el siglo XX no ha habido ningún caso de guerra entre dos democracias; las
guerras han sido de democracias contra regímenes autoritarios o de regímenes autoritarios
entre sí.
La anterior filosofía anima la Carta de San Francisco, que proclama entre los propósitos de
las Naciones Unidas no sólo mantener la paz y seguridad internacionales sino además el
estímulo del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos (Art
1º). Y en directa armonía con lo anterior, la Declaración Universal de los Derechos
Humanos de 1948 comienza señalando que "la libertad, la justicia y la paz en el mundo
tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y los derechos iguales e
inalienables de todos los miembros de la familia humana". Esto muestra que la
Declaración establece un vínculo entre la paz mundial y el respeto de los derechos de la
persona, como nuevo argumento por el cual el problema de las violaciones de los derechos
humanos ya no es asunto de la soberanía de los Estados, sino que interesa directamente a la
comunidad internacional.
63
Ver Emanuel Kant, La paz perpetua. Madrid: Tecnos, 1985.
51
Protección de Derechos Humanos (SIPDH) que están edificados sobre las duras enseñanzas
de Auschwitz y de la Segunda Guerra Mundial.
2.1. Pregunta
2.2. Respuesta
Con las instancias internacionales, la soberanía de los Estados no fue abolida sino
únicamente limitada. Así, uno de los principios rectores de la articulación entre los sistemas
internos de protección de derechos humanos y de sanción de su violación, y los Sistemas
Internacionales de Protección de los Derechos Humanos (SIPDH), que son los principios de
subsidiariedad y complementariedad. Según estos principios, los SIPDH son
complementarios de los sistemas internos, y en esta medida, obran con un criterio de
subsidiariedad.
Es decir, los SIPDH solo obran ante la ineficacia de los sistemas nacionales de justicia. Se
le da primero la oportunidad al Estado de hacer justicia y sólo se puede acudir a las
instancias internacionales si se demuestra que el proceso interno no fue instruido de manera
independiente e imparcial de conformidad con las garantías del derecho internacional. Por
lo anterior, uno de los principales elementos que se estudian en el momento de analizar una
petición individual presentada ante la las instancias internacionales como la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos o el Comité de Derechos Humanos de Naciones
Unidas, es el agotamiento de los recursos internos, conforme a los principios del Derecho
Internacional generalmente reconocidos.
Por su parte, frente a la Corte Penal Internacional, uno de los criterios esenciales para que
un caso sea o no admisible es que el Estado lo esté o no investigando internamente. Si el
Estado se encuentra investigando los crímenes de manera seria, no aparente, el caso no es
admisible ante el Tribunal Penal Internacional, por más de que el mismo sea competente. El
Estatuto de la Corte Penal Internacional distingue entonces entre competencia y
admisibilidad. Así, el Tribunal es competente para casos de genocidio, crímenes de guerra
y crímenes de lesa humanidad, pero si internamente el Estado concernido está estudiando
seriamente el caso, a pesar de que el Tribunal Penal Internacional sea competente, las
denuncias no serían admisibles, debido al principio de subsidiaredad.
52
Este ejercicio intenta evaluar hasta qué punto los funcionarios judiciales tienen un deber de
aplicar los estándares internacionales de derechos humanos. Ahora bien, conforme al
bloque de constitucionalidad, dicho deber existe, pues la Carta de 1991 constitucionalizó
los tratados de derechos humanos, tal y como se explica en la unidad anterior de este
módulo. La pregunta que subsiste es si ese deber podría existir incluso si esos tratados de
derechos humanos no estuvieran constitucionalizados en Colombia. Suponga entonces la
siguiente escena:
“16) Que, en tal sentido, la violación de un tratado internacional puede acceder tanto
por el establecimiento de normas internas que prescriban una conducta
manifiestamente contraria, cuanto por la omisión de establecer disposiciones que
hagan posible su cumplimiento. Ambas situaciones resultarían contradictorias con la
previa ratificación internacional del tratado; dicho de otro modo, significarían el
incumplimiento o repulsa del tratado, con las consecuencias perjudiciales que de ello
pudieran derivarse.
17) Que un tratado internacional constitucionalmente celebrado, incluyendo su
ratificación internacional, es orgánicamente federal, pues el Poder Ejecutivo
concluye y firma tratados (art. 86, inc. 14, Constitución Nacional), El Congreso
Nacional los desecha o aprueba mediante leyes federales (art. 67, inc. 19,
Constitución Nacional) y el Poder Ejecutivo nacional ratifica los tratados aprobados
por ley, emitiendo un acto federal de autoridad nacional. La derogación de un
54
4.1 Pregunta
4.2 Respuesta
5.1 Pregunta
5.2 Respuesta
Como usted verá es un sistema complejo que articula dos instituciones la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos y la Corte Interamericana de Derechos Humanos. La
composición, funcionamiento y procedimiento de estas dos instancias se explicará en el
texto de esta unidad sobre el “sistema interamericano”.
64
Ver sentencia C-228 de 2002, Fundamento 4.2.
56
De un lado, la II Guerra Mundial enseña que no se puede confiar ciegamente en los Estados
ni en la autodeterminación de los pueblos para la protección de la dignidad humana, por
cuanto regímenes totalitarios, a veces legitimados plebiscitariamente, pueden cometer
atrocidades contra sus ciudadanos, como lo hicieron los regímenes Nazi y Fascista.
Pero esa no es la única enseñanza. Esta terrible guerra parece indicar que entre más
autoritario y totalitario sea un régimen en el plano interno, más agresivo tiende a ser en las
relaciones internacionales, y por ello se cuestiona la idea de que la paz mundial se podía
construir, como se pensaba en el siglo XIX, a partir del reconocimiento ilimitado de la
soberanía de los Estados.
decir, que conforme a la Carta de las Naciones Unidas, los Estados tienen dominio sobre
ciertos asuntos, pero no gozan de soberanía, como ésta era entendida en el siglo XIX y a
principios del siglo XX. Y no tienen una soberanía plena porque hay asuntos que son una
preocupación legítima de la comunidad internacional, y uno de los fundamentales es la
protección de los derechos de la persona. Estos derechos son entonces un límite a la
soberanía de los Estados, o si se quiere, los Estados, dentro de su dominio reservado o
jurisdicción interna no tienen la potestad de violarlos.
Las instancias de protección de los derechos humanos tienen dos vertientes básicas. De un
lado, el Derecho Penal Internacional que, a diferencia de los otros sistemas, se preocupa por
establecer sanciones penales individualizadas. La justicia penal internacional tuvo su auge
en los años que siguieron a la post.guerra, con los Tribunales de Nuremberg y de Tokio y la
aprobación de la Convención contra el genocidio pero, por factores muy diversos, pasó al
olvido durante cuatro décadas y renació hace pocos años con los tribunales ad-hoc en
Yugoslavia y Ruanda y finalmente con la Corte Penal Internacional.
De otro lado, los mecanismos que se generan con la Convención Europea de Derechos
Humanos de 1950, que da origen a los sistemas de protección internacionales que imputan
responsabilidades al Estado, pero no establecen responsabilidades individualizadas. Estos
tienen su origen en la Convención Europea de 1950, que va a servir de modelo para que
surjan posteriormente otros sistemas de protección a nivel universal y regional.
Con estas instancias internacionales, la soberanía de los Estados no fue abolida sino
únicamente limitada. De esta relación surge, entonces, el principio rector de la articulación
entre los sistemas internos de protección de derechos humanos y de sanción de su
violación, y los Sistemas Internacionales de Protección de los Derechos Humanos (SIPDH),
que es el principio de subsidiariedad o complementariedad. Según este principio, los
SIPDH son complementarios de los sistemas internos, y en esta medida, obran con un
criterio de subsidiariedad. Por lo anterior, uno de los principales elementos que se estudian
en el momento de analizar una petición individual presentada ante la las instancias
internacionales como la Comisión Interamericana de derechos Humanos o el Comité de
Derechos Humanos de Naciones Unidas, es el agotamiento de los recursos internos,
conforme a los principios del Derecho Internacional generalmente reconocidos.
El artículo 38 del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia establece como fuentes del
derecho internacional los tratados internacionales, la costumbre internacional (como prueba
de una práctica generalmente aceptada como derecho), los principios generales del derecho
58
reconocidos por las naciones civilizadas y las decisiones judiciales y las doctrinas de los
publicistas de mayor competencia en las distintas naciones, como medio auxiliar para la
determinación de las reglas del derecho.
La costumbre y los tratados son las dos fuentes principales del derecho internacional. La
costumbre fue por varios siglos la fuente más importante. Para que se configure la
costumbre son necesarios dos elementos: la práctica generalizada y la opinio juris. La
práctica generalizada, no significa que sea necesariamente utilizada de manera unánime por
la comunidad internacional sino que tenga una aceptación amplia y representativa de
diferentes Estados (Estados de diferentes regiones y sistemas jurídicos). La Opinio Juris,
significa que los Estados tienen la convicción que esta norma es obligatoria y que tienen la
obligación de cumplirla. La Opinio Juris se puede inferir de los actos y omisiones de los
Estados65.
Tradicionalmente se consideró que los Estados eran los destinatarios del derecho
internacional ya que este derecho surgió para resolver los problemas que pudiesen surgir
entre los diferentes Estados. Sin embargo, después de la segunda guerra mundial, fueron
creados de manera sistemática instrumentos internacionales de protección de los derechos
humanos cuya finalidad es el reconocimiento y protección de los derechos de los
individuos.
65
Corte Internacional de Justicia, caso de la Plataforma Continental del mar del Norte, sentencia de 1969,
citado por Akehurt’s “modern Introduction to internacional Law”.
66
Adoptada en Viena el 23 de mayo de 1969. Entró en vigor para Colombia el 10 de mayo de 1985 en virtud
de la ley 32 de 1985.
59
Con relación a la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre, ésta ha sido
reconocida como obligatoria por su relación con normas de la Carta de la OEA. Al
respecto, dijo la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en la Opinión Consultiva 10
de 1989:
Como vimos, las normas contenidas en los tratados de derechos humanos ya son en sí
mismas importantes. Pero en ciertos casos, pueden ser mucho más relevantes las
interpretaciones que de las mismas han hecho ciertos doctrinantes y en especial las
instancias internacionales de derechos humanos, como la Corte Interamericana o el Comité
de Derechos Humanos del PIDCP. Y la razón es la siguiente: en ocasiones, el lenguaje
mismo de los convenios de derechos humanos es abierto. Por ejemplo, varias de esas
normas protegen a las personas contra injerencias “arbitrarias” en su intimidad. Sin
embargo, ¿qué significa que una injerencia sea arbitraria? Para responder a ese interrogante,
es muy útil tener en cuenta la jurisprudencia desarrollada por estos órganos, que ha ido
definiendo poco a poco, a través de decisiones de casos individuales, o por medio de
comentarios generales a los pactos de derechos humanos, el alcance de esos conceptos
abiertos68.
Existen finalmente otros documentos internacionales que son relevantes por si mismos o
para interpretar el alcance de otros instrumentos internacionales de derechos humanos. Se
trata de declaraciones o principios elaborados por importantes doctrinantes, o por cuerpos
especializados, y que adquieren un valor jurídico importante, debido a que son adoptados
68
Los ejemplos son innumerables, pero, entre muchos otros, conviene destacar la Observación General No 13
del Comité del PIDCP sobre el alcance del debido proceso y las sentencias de la Corte Interamericana en los
casos Genie Lacayo (29 de enero de 1997), Loayza Tamayo (17 de septiembre de 1997) y Castillo Petruzzi y
otros (30 de mayo de 1999). Una compilación doctrinaria puede verse en O´Donnell, Protección
Internacional de los Derechos Humanos. Bogotá: OACNUDH, 2004, capítulos 4, 5 y 6, y O´Donnell,
Uprimny y Valencia, Compilación de Jurisprudencia y Doctrina Internacional, Tomo I, pág. 329 y ss.
61
Estos documentos hacen parte del llamado soft law, toda vez que no son tratados de
derechos humanos, ni adquieren fuerza jurídica automática por el sólo hecho de haber sido
aprobados por la Asamblea General de la ONU. Por ello sería un error invocarlos como si
fueran en sí mismos un tratado o por sí mismos un texto vinculante, porque no lo son. Sin
embargo, no se trata de documentos irrelevantes para la valoración e interpretación de las
normas de derechos humanos, por cuanto algunos de esos documentos pueden adquirir un
notable valor doctrinario, o ser considerados expresiones y codificaciones del derecho
consuetudinario, o adquirir valor jurisprudencial por su uso por tribunales nacionales e
internacionales. Así, las Reglas de Beijing fueron explícitamente usadas por la Corte
Interamericana en el caso de los llamados “niños de la calle”73, mientras que los principios
de Joinet sobre impunidad son no sólo considerados la doctrina más autorizada sobre el
tema sino que, además, han sido reiteradamente invocados por distintos tribunales,
incluyendo la Corte Constitucional74. Por consiguiente, esos textos, aunque no
expresamente obligatorios, pueden ser utilizados, con las debidas precauciones, para
interpretar el alcance de normas de derechos humanos.
Está compuesta por 53 Estados miembros elegidos por un periodo de tres años por el
ECOSOC, los cuales tienen derecho a votar en el momento de adoptar resoluciones u otras
decisiones. Los Estados no miembros pueden participar con voz pero sin voto en sus
sesiones. Se autorizan también las intervenciones orales o escritas de organizaciones no
gubernamentales (ONG) que tengan estatus consultivo ante el ECOSOC. La Comisión
sesiona una vez al año por un periodo de seis semanas entre marzo y abril.
La CDH también puede adoptar una resolución sobre un país que le preocupa. En esta
Resolución puede decidir establecer un procedimiento especial para que realice una
investigación y un informe sobre la situación de derechos humanos en ese país. Estos
procedimientos especiales pueden ser un grupo de trabajo o un Relator Especial,
mecanismos que se explicarán en seguida.
Procedimientos especiales
Procedimientos geográficos
para los territorios palestinos ocupados (desde 1967). Durante los ochenta se consolidaron
estos procedimientos.
El primero en América Latina fue para Chile. Se conformó inicialmente un grupo de trabajo
de 1975 a 1979 y desde 1979 hasta 1990 este país tuvo un relator especial. El Salvador,
Guatemala, Cuba y Haiti también han tenido un mecanismo geográfico de la Comisión
encargado de estudiar la situación de derechos humanos en estos países. Argentina, a pesar
de las graves violaciones que ocurrieron en su país durante la dictadura militar no tuvo
nunca un relator especial, lo cual es una muestra de las deficiencias de un órgano político
como la CDH. Actualmente países como Afganistán, Burundi, Camboya, Chad, Cuba,
Haití, Liberia, Myanmar, la República Democrática del Congo, República democrática de
Corea, Somalia, Sudán, territorios palestinos ocupados desde 1967 y Uzbekistán, cuentan
con un procedimiento geográfico de la Comisión.
Procedimientos temáticos:
El primer mecanismo temático que se creó fue el grupo de trabajo sobre desapariciones
forzadas en 1980. Los mecanismos temáticos han aumentado en los últimos años, en
particular se han creado procedimientos relativos a derechos económicos, sociales y
culturales. Actualmente hay, entre otros, relatores especiales para las ejecuciones
extrajudiciales, la tortura, la independencia de jueces y abogados, la libertad de opinión y
expresión, la educación, la violencia contra la mujer, defensores de derechos humanos,
indígenas y discriminación racial. Existen igualmente grupos de trabajo sobre
desapariciones forzadas, detención arbitraria, entre otros.
Al igual que los mecanismos geográficos, los temáticos deben presentar anualmente un
informe a la Comisión. Cada año el relator especial o el grupo de trabajo puede decidir
hacer una visita a un país en el cual el tema o derecho estudiado ha tenido serias
dificultades, país sobre el cual hace un informe especial. Los otros países los incluye en su
informe general. Para realizar su informe cuentan con los mismos recursos que los
mecanismos geográficos.
Estos relatores y grupos de trabajo han visitado Colombia, algunos en varias ocasiones y
han presentado un informe con conclusiones y recomendaciones específicas para el país.
Estos informes son importantes para el poder judicial porque varios de ellos hacen
recomendaciones específicas sobre la importancia de llevar a cabo procesos judiciales
65
El carácter amplio de sus funciones ha llevado a que desarrolle un gran número de tareas.
Para el cumplimiento de sus funciones puede abrir oficinas en el terreno como la Oficina de
Colombia.
La Oficina en Colombia
La apertura de la Oficina en Colombia del Alto Comisionado para los Derechos Humanos
es fruto del acuerdo firmado el 29 de noviembre de 1996, entre el Alto Comisionado para
los Derechos Humanos de Naciones Unidas y el gobierno de Colombia. La Oficina se
instaló efectivamente en abril de 1997. Desde ese momento su mandato ha sido renovado
hasta la fecha.
derechos humanos en Colombia. En abril del 2005, presentó su octavo informe con 27
recomendaciones dirigidas a autoridades nacionales de las tres ramas del poder público y
órganos de control, a las partes en el conflicto armado interno, a sectores representativos de
la sociedad civil y a la comunidad internacional.
Órganos de Control:
Estos comités están compuestos por expertos independientes, elegidos por los Estados
partes.
a. Examen de informes
Los tratados que crearon los Comités consagran el deber de los Estados partes de presentar
informes periódicos a los Comités. En estos informes, los Estados deben analizar el grado
de aplicación de las disposiciones de la Convención y las dificultades que han tenido para
ello. La función primordial de los Comités cuando examinan los informes es identificar las
causas que producen las violaciones así como las estructuras que no funcionan o funcionan
mal en el Estado parte y de esta forma prevenir futuras violaciones.
Otra función que tienen algunos Comités es la de recibir quejas individuales. Sin embargo,
solo cuatro de estos instrumentos establecieron este procedimiento:
Reglas de receptabilidad:
Debe ser presentado por escrito, por la propia víctima o por su representante. No puede ser
anónimo y la víctima debe estar bajo la jurisdicción del Estado demandado. No puede haber
sido presentado ante otra instancia internacional y se deben haber agotado previamente los
recursos internos, (con algunas excepciones, como por ejemplo, que excedan los tiempos
razonables).
Algunos casos contra Colombia que han sido llevados al Comité de Derechos Humanos de
Naciones Unidas:
• Caso Suárez de Guerrero c. Colombia
• Caso Herrera Rubio c. Colombia
• Caso Bautista de Arellana c. Colombia
• Caso Fei c. Colombia
• Caso Fals Borda c. Colombia
• Caso Rafael Rojas García c. Colombia
• Caso Hermanos San Juan c. Colombia
c. Observaciones Generales
En los diversos temas que son objeto de su mandato, los organismos de control han
proferido un conjunto de observaciones y recomendaciones generales que la doctrina ha
considerado como jurisprudencia internacional. Ahora bien, la Corte Constitucional77 ha
precisado que la jurisprudencia de las instancias internacionales de derechos humanos
constituye una pauta relevante para interpretar el alcance de los tratados sobre derechos
humanos y, por ende, de los propios derechos constitucionales. Los órganos e instituciones
que profieren una interpretación autorizada de las normas de derechos humanos consolidan
criterios que deben ser atendidos por el Estado colombiano en razón del principio de buena
fe en el cumplimiento de los tratados y en el marco de las obligaciones de respeto,
protección y garantía frente a los derechos consagrados en el derecho internacional de los
derechos humanos. Esta precisión tiene como fundamento, entre otros, el inciso segundo
del artículo 93 de la Constitución.
77
Sentencias C-406 de 1996, C-251 de 1997, T-568 de 1999, C-010 de 2000, T-1319 de 2001, C-671 de
2002, T-558 de 2003 y T-786 de 2003, entre otras.
69
El Sistema Interamericano, cuenta con dos órganos principales para la protección de los
derechos humanos: la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y la Corte
Interamericana de Derechos Humanos. A continuación se explicarán los aspectos básicos
de estos dos organismos.
78
Artículos 2 y 3 del Estatuto de la Comisión Interamericana
79
Artículo 18.g del Estatuto de la CIDH.
80
OEA/Ser.L/V/II.102 Doc 9 rev. 1
70
La CIDH puede recibir denuncias contra alguno de los Estados de la OEA, por violación a
los derechos humanos contenidos en la Convención Americana o algún otro instrumento
del sistema interamericano, de una persona o un grupo particular de personas,. La queja
debe reunir ciertos requisitos formales, como señalar contener el nombre, la nacionalidad,
profesión y domicilio de los denunciantes81: Igualmente, la queja debe presentarse dentro
de los 6 meses siguientes a la fecha de la notificación al afectado, de la decisión definitiva
interna. Tampoco puede estar pendiente otro procedimiento internacional similar, como, el
Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas.
“La regla del previo agotamiento de los recursos internos en la esfera del
derecho internacional de los derechos humanos, tiene ciertas implicaciones que
están presentes en la Convención. En efecto, según ella, los Estados Partes se
obligan a suministrar recursos judiciales efectivos a las víctimas de violación de
derecho humanos (art. 25), recursos que deben ser sustanciados de conformidad
con las reglas del debido proceso legal (art.8.1), todo ello dentro de la
81
Artículo 46 de la Convención Americana de Derechos Humanos y artículo 28 del Reglamento de la CIDH.
82
Articulo 41 del Reglamento de la CIDH.
71
Vale la pena resaltar que muchas de las denuncias recibidas contra Colombia en la CIDH
son por casos que han sido investigados ante la justicia penal militar y en los que ha habido
dilación injustificada de términos, lo cual muestra la importancia de la función judicial en
la determinación de la responsabilidad internacional del Estado colombiano. Al respecto la
CIDH dijo, por ejemplo, en el caso de “19 comerciantes” (caso de Colombia):
“La Comisión considera que como regla general, una investigación penal debe
realizarse prontamente para proteger los intereses de las víctimas, preservar la
prueba e incluso salvaguardarlos derechos de toda persona que en el contexto de
una investigación sea considerada sospechosa. En el presente caso, a pesar de
los datos disponibles desde un principio sobre las actividades de los
paramilitares en el Magdalena Medio y sus vínculos con el Ejército, se produjo
un retardo manifiesto que impidió recuperar los restos de las víctimas que
pudieran haberse encontrado, así como el inicio formal de la investigación,
durante un plazo razonable.”84
La CIDH continúa diciendo en el mismo caso en relación con la justicia penal militar:
83
Corte Interamericana de Derechos Humanos, caso Velásquez Rodríguez, Excepciones Preliminares,
sentencia del 26 de julio de 1987, párr. 91.
84
CIDH, Demanda de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ante la Corte Interamericana de
Derechos Humanos en el caso “19 comerciantes” con relación a la República de Colombia, 24 de enero de
2001, párr. 48.
85
Ibidem, párr. 53.
72
Posteriormente, si declara el caso admisible, la CIDH evalúa el fondo del caso. Examina si
los hechos de la queja configuran violaciones a los derechos humanos. Si así lo considera,
hay varias posibilidades:
La Comisión puede proponer por sí misma o por pedido de algunas de las partes la
búsqueda de un acuerdo entre los peticionarios y el Estado. Si se llega a este acuerdo y la
CIDH da su visto bueno a la solución amistosa propuesta, el proceso llega a su fin. Si por
el contrario, la solución amistosa fracasa, o no ha sido propuesta, la Comisión debe elaborar
un informe confidencial con recomendaciones específicas que es presentado al Estado. El
Estado cuenta con tres meses para cumplir con las recomendaciones formuladas. Si el
Estado no cumple las recomendaciones en este plazo, la CIDH puede hacer un informe
definitivo y publicarlo en su informe anual o enviar el caso a la Corte Interamericana. Hasta
hace unos años la decisión de publicar el informe o enviar el caso a la Corte era una
decisión discrecional de la CIDH, pero desde la reforma del Reglamento de la CIDH en el
2001, el envío de los casos a la Corte es ahora la regla general. En principio, todos los casos
que pueden ir a la Corte (cuando el Estado ha reconocido la competencia contenciosa de la
Corte) deben ser enviados por la CIDH, a menos que una decisión fundada de la mayoría de
sus miembros considere que se dan alguno de los motivos contemplados en el reglamento
de la CIDH para no remitir el caso a la Corte.
La CIDH puede a iniciativa propia o a petición de parte, adoptar medidas cautelares para
enfrentar situaciones de gravedad y urgencia y así evitar un daño irreparable en las
personas87. Estas medidas se toman cuando existe un peligro inminente a los derechos de
una persona o un grupo de personas. En el caso de Colombia, la CIDH ha dictado, entre
muchas otras, las siguientes medidas cautelares: para la senadora Piedad Córdoba, el
gobernador del Departamento del Tolima, Guillermo Alfonso Jaramillo; el representante
Gustavo Petro, varias ONG de derechos humanos, el pueblo indígena kankuamo de la
Sierra Nevada de Santa Marta, las comunidades afrocolombianas que habitan 49 caseríos
en la cuenca del río Naya. En estos casos, la CIDH solicita al Estado colombiano la
adopción de medidas necesarias para proteger la vida e integridad física de los beneficiarios
e investigar y esclarecer los hechos que propiciaron las medidas cautelares.
86
CIDH, caso 11.o20 (Colombia) Informe 35/00 aprobado el 13 de abril de 2000, párr. 60, citado por O’
Donnell, Uprimny y Valencia, Compilación de Jurisprudencia y Doctrina, Tomo I, Naciones Unidas, Bogotá,
2001, pág. 496.
87
Articulo 25 Reglamento de la CIDH.
73
La Corte Interamericana de Derechos Humanos (en adelante la Corte) está integrada por
siete jueces propuestos y elegidos por los Estados partes de la Convención Americana de
Derechos Humanos, por un periodo de 6 años y pueden ser reelegidos por una vez. La
Corte tiene dentro de sus funciones: una función consultiva, una función contenciosa y la
posibilidad de decretar medidas provisionales.
Solo pueden presentar casos ante la Corte, la Comisión Interamericana y los Estados parte
de la Convención. Las víctimas no pueden llevar los casos directamente ante la Corte, pero
recientemente, en la reforma del reglamento de la Corte, que entró en vigor en junio de
2001, se autoriza a las víctimas a participar autónomamente en todas las etapas del proceso
ante la Corte90. Antes solo podían hacerlo en la etapa de reparaciones. Es importante anotar
que el caso debe haber sido tramitado antes por la CIDH.
Las diferentes etapas del proceso son el examen preliminar de la demanda donde se
examinan las cuestiones de admisibilidad; la contestación de la demanda y presentación
excepciones preliminares por parte del Estado; audiencias sobre excepciones preliminares,
sobre el fondo y eventuales reparaciones.
88
De los 35 Estados de la OEA, 25 han ratificado la Convención Americana de Derechos Humanos.
89
Colombia ratificó la Convención Americana por medio de la ley 16 de 1972 y esta Convención entró en
vigor para Colombia, el 18 de Julio de 1972. Igualmente, Colombia aceptó la competencia contenciosa de la
Corte mediante declaración realizada el 21 de junio de 1985.
90
Artículo 23 del Reglamento de la Corte.
74
91
Corte Interamericana de Derechos Humanos, caso caballero delgado y Santana, Sentencia del 8 de
diciembre de 1995, párr. 58, 68 y 69. Citado por O’ Donnell, Uprimny y Valencia, Tomo I pág. 292 y ss.
75
92
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Las Palmeras (Colombia), Sentencia del 6 de diciembre
de 2001, párr. 51 a 59.
76
Hasta la fecha95, se han adoptado 18 opiniones consultivas por parte de la Corte. Son
particularmente importantes las opiniones consultivas 896y 997 para el tema de garantías
93
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso 19 comerciantes (Colombia), Sentencia de 5 de julio de
2004, párr. 134.
94
Ibidem párr. 140.
95
Abril de 2005.
77
judiciales. En estas opiniones, la Corte estableció las garantías judiciales que no pueden ser
suspendidas en estados de excepción, entre las cuales se encuentran el habeas corpus y la
acción de amparo.
5. Reflexiones finales
96
Corte Interamericana de Derechos Humanos, OC8/87 “el habeas Corpus bajo suspensión de garantías”, 30
de enero de 1987.
97
OC9/87 “Garantías judiciales en Estados de emergencia”, 6 de octubre de 1987.
98
Corte Interamericana de Derechos Humanos. Resolución del 15 de marzo de 2005. Medidas provisionales
respecto de la República de Colombia, caso de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó.
78
IV. Autoevaluación
I. Objetivos
Reflexionar sobre la importancia de una Corte Penal Internacional que investigue y juzgue
individuos que han cometido crímenes de su competencia.
Instrucciones. Antes de dar paso a las actividades pedagógicas conviene recordar algunas
pautas metodológicas que sirven para el logro de los objetivos pedagógicos planteados para
este módulo sobre derechos humanos y derecho humanitario. Como se explicó en la
introducción general, la idea es que al utilizar el módulo como material de autoaprendizaje
se realicen las actividades pedagógicas antes de leer el artículo final de cada unidad, toda
vez que de esa manera estas actividades pedagógicas rinden mejores frutos. Asimismo, es
de gran provecho reexaminar esos mismos ejercicios luego de haber leído el artículo, para
poder también tener una distancia crítica frente a lo que allí se plantea.
1.1. Formulación
1.2. Pregunta
1.3. Respuesta
Ahora bien, el DIH está orientado por unos principios básicos, entre ellos el principio de
distinción sobre el cual versa la siguiente actividad pedagógica.
2. Principio de distinción
2.1. Pregunta
2.2. Respuesta
El artículo 4º del tratado bajo revisión recoge esa regla, esencial para la
efectiva humanización de cualquier conflicto armado, puesto que establece que
los no combatientes, estén o no privados de libertad, tienen derecho a ser
tratados con humanidad y a que se respeten su persona, su honor, sus
convicciones y sus prácticas religiosas.
29- Este artículo 4¬º también adelanta criterios objetivos para la aplicación
del principio de distinción, ya que las partes en conflicto no pueden definir a su
arbitrio quien es o no es combatiente, y por ende quien puede ser o no objetivo
militar legítimo. En efecto, conforme a este artículo 4º, el cual debe ser
interpretado en armonía con los artículos 50 y 43 del protocolo I, los
combatientes son quienes participan directamente en la hostilidades, por ser
miembros operativos de las fuerzas armadas o de un organismo armado
incorporado a estas fuerzas armadas. Por ello este artículo 4º protege, como no
combatientes, a "todas las personas que no participen directamente en las
hostilidades, o que hayan dejado de participar en ellas". Además, como lo
señala el artículo 50 del Protocolo I, en caso de duda acerca de la condición de
una persona, se la considerará como civil. Ella no podrá ser entonces objetivo
militar. Es más, el propio artículo 50 agrega que "la presencia entre la
población civil de personas cuya condición no responda a la definición de
persona civil no priva a esa población de su calidad de civil". En efecto, tal y
como lo señala el numeral 3º del artículo 13 del tratado bajo revisión, las
personas civiles sólo pierden esta calidad, y pueden ser entonces objetivo
militar, únicamente "si participan directamente en las hostilidades y mientras
dure tal participación."
82
3. Normatividad aplicable
Pregunta
Respuesta
En ese mismo orden de ideas, el ordinal segundo de este artículo señala que el
Protocolo II no se aplica "a las situaciones de tensiones internas y de disturbios
interiores, tales como los motines, los actos esporádicos y aislados de violencia
y otros actos análogos, que no son conflictos armados". La Corte considera que
éste también es un requisito de aplicabilidad en relación con los compromisos
83
4.1. Pregunta
4.2. Respuesta
El ensayo que corresponde a esta unidad pretende introducir a los elementos básicos del
DIH, para lo cual (i) explica inicialmente su lógica para luego examinar (ii) sus principios
básicos y (iii) la principal normatividad aplicable al conflicto armado colombiano para
terminar con un análisis de (iv) las instancias que sancionan su vulneración.
84
Para comprender el sentido del derecho internacional humanitario, tal vez convenga pensar
previamente en el sentido y en la lógica de la guerra como tal. Y para ello nada mejor que
recurrir a Carl Von Clausewitz, no sólo porque este general y teórico militar prusiano sigue
siendo el gran clásico en la materia, sino además porque se trata de un autor de un realismo
descarnado, desprovisto de toda ingenuidad. Por eso, si a partir de Clausewitz podemos
conferir algún sentido al derecho de la guerra, tal vez hayamos mostrado el realismo de esta
disciplina jurídica.
Entre las muchas cosas que dijo Clausewitz, se destacarán a continuación sus dos
definiciones de guerra. La primera es su definición abstracta, o pura como él la denomina,
de la guerra. Para Clausewitz, la guerra es "un duelo a gran escala", "un acto de violencia
encaminado a forzar al adversario a someterse a nuestra voluntad"100. De esta definición,
este autor infiere que la guerra, como conflicto de fuerzas y abandonada a su propia lógica,
tiende a provocar un uso ilimitado de la fuerza y una polarización de los extremos, pues el
objetivo de cada una de las partes es imponer su voluntad al enemigo, para lo cual es
necesario derrotarlo violentamente a como dé lugar. La guerra, como enfrentamiento de
potencias armadas, tiende entonces a la polarización, a la guerra de exterminio, a la guerra
absoluta en la cual ya no existe límite alguno a la manifestación de la violencia. "La
tendencia a destruir al enemigo, tendencia inherente al concepto mismo de la guerra"101
conduce lógicamente a una absolutización de las hostilidades. Desde este punto vista,
concluye el militar alemán, "no es posible introducir un principio moderador en la filosofía
de la guerra sin incurrir en un absurdo"102.
Sin embargo, Clausewitz agrega a lo anterior una nueva definición de guerra, la cual ya no
está centrada en la dinámica autónoma de los medios (la violencia) o en el puro concepto de
conflicto bélico, sino en los fines y objetivos implícitos de toda acción bélica. Según
Clausewitz, toda guerra "nace siempre de una situación política y es siempre el resultado
de un motivo político". Por eso, "la guerra es una simple continuación, por otros medios,
de la política"103, sin lugar a dudas la frase más conocida de este autor.
99
Parte de este ensayo está basado en Rodrigo Uprimny, “Sentido y aplicabilidad del Derecho Internacional
humanitario en Colombia” en Derecho humanitario y Conflicto armado, Universidad Nacional, Bogotá, 1995.
100
Carl Von Clasewitz. Arte y ciencia de la guerra. (Trad Ramón Ormazábal). Mexico: Grijalbo, 1972, pp. 9
y 10.
101
Ibidem, p 12.
102
Ibidem p 11.
103
Ibidem, p 31.
85
Teniendo en cuenta estas tensiones es posible comprender el sentido que puede tener el
derecho internacional humanitario, el cual, reconociendo que en determinadas
circunstancias nos vemos enfrentados a conflictos bélicos, considera que es factible lograr
un cierto equilibrio entre las necesidades de la guerra y las consideraciones humanitarias,
centradas en la dignidad humana.
104
La expresión no es de Clausewitz sino de Robert Phillips, citado por Hernando Valencia Villa. La justicia
de las armas: una crítica normativa de la guerra metodológica en Colombia. Bogotá: Tercer Mundo, IEPRI
UN, 1993, p 38.
105
Sobre esta dinámica, ver Iván Orozco Abad. Combatientes, rebeldes y terroristas. Guerra y derecho en
Colombia. Bogotá: Temis, IEPRI UN, 1992, en especial capítulo I.
106
Carl Von Clausewitz. Op-cit, p 30.
107
Ibidem, p 34.
86
dignidad humana. Dice el preámbulo de esta declaración, uno de los primeros instrumentos
jurídicos del moderno derecho de la guerra:
Esto muestra que si el objetivo de la guerra es únicamente debilitar el potencial militar del
enemigo, es posible establecer ciertas reglas que eviten muertes o destrucciones
innecesarias. El derecho internacional humanitario puede entonces introducir criterios
humanitarios para reducir los estragos de la guerra sin que ello obstaculice la lógica de
desenvolvimiento del conflicto armado. Y esa tentativa de construir un "ius in bello", es
decir una normatividad para los conflictos armados, que reduzca los efectos colaterales de
la guerra y defina los derechos humanos mínimos inderogables, incluso en las peores
situaciones de conflicto armado, es lo que en términos generales llamamos el derecho de
los conflictos armados.
El Derecho internacional humanitario (DIH), es una rama del derecho internacional público
y busca lograr un equilibrio entre las necesidades de la guerra y las consideraciones
humanitarias centradas en la dignidad humana. Se podría decir entonces que el DIH es el
conjunto de normas consuetudinarias y convencionales que con el fin de solucionar los
problemas humanitarios se aplican a los conflictos armados internacionales y no
internacionales. Estas normas limitan los medios y métodos de combate utilizados por las
partes contendientes y protegen a las personas que no participan en las hostilidades o por
alguna razón, dejaron de participar (por enfermedad, detención o herida). A continuación se
verán algunos de los principios básicos del DIH.
Los principales principios del DIH que analizaremos son el principio de distinción, el
principio de limitación, el principio de proporcionalidad, inmunidad de la población civil y
no reciprocidad.
De un lado, si la guerra busca debilitar militarmente al enemigo, no tiene por qué afectar a
quienes no combaten, ya sea porque nunca han empuñado las armas (población civil), ya
sea porque han dejado de combatir (enemigos desarmados), puesto que ellos no constituyen
potencial militar. Ya en su tiempo, Montesquieu y Rousseau habían establecido con rigor
tal principio, al criticar las tesis de quienes defendían que la guerra confería al vencedor un
87
derecho de vida o muerte sobre el conjunto de la población del Estado enemigo. Así, según
Montesquieu:
"Es falso que sea permitido matar en la guerra, fuera de los casos de necesidad...
Todo el derecho que la guerra puede conferir sobre los capturados es el de
asegurarse de su persona, de tal manera que ya no puedan dañar. Los homicidios
cometidos a sangre fría por los soldados y después del calor de la acción son
rechazados por todas las naciones del mundo"108.
"La guerra no es pues una relación de un hombre a un hombre, sino una relación
de Estado a Estado, en la cual los particulares no son enemigos sino
accidentalmente, no como hombres, ni siquiera como ciudadanos sino como
soldados... Siendo el fin de la guerra la destrucción del Estado enemigo, se tiene
el derecho de matar a sus defensores mientras tengan las armas en la mano; pero
a partir del momento en que las deponen y se rinden, cesan de ser enemigos o
instrumentos del enemigo y vuelven a ser simplemente hombres y ya no se tiene
ningún derecho sobre su vida. Algunas veces se puede matar al Estado sin matar
a ninguno de sus miembros. Ahora bien, la guerra no confiere ningún derecho
que no sea necesario a su fin"109.
En directa relación con lo anterior, las hostilidades tampoco tienen por qué dirigirse hacia
bienes que no estén involucrados en el conflicto bélico. El llamado derecho de Ginebra, o
derecho internacional humanitario en sentido estricto, codificado en gran medida en los
cuatro Convenios de Ginebra de 1949 y sus dos protocolos facultativos de 1977, ha sido el
encargado de establecer la distinción entre combatientes y no combatientes a fin de
proteger la integridad y los bienes de quienes no participan directamente de las hostilidades.
Por eso esta rama del derecho de los conflictos armados busca ante todo proteger a la
población no combatiente.
108
Montesquieu. L'Esprit des Lois. Libro XV, capítulo II.
109
Jean Jacques Rousseau. Du Contral Social. Libro I, capítulo IV.
88
agrega que "la presencia entre la población civil de personas cuya condición no responda a
la definición de persona civil no priva a esa población de su calidad de civil".
En los conflictos armados internos no se utiliza la palabra combatiente sino “personas que
participan directamente en las hostilidades” y por consiguiente, serán objeto de protección,
los que no participan directamente en las hostilidades o los que dejaron de participar por
enfermedad, herida o detención.
Es obvio que en los conflictos armados internos la aplicación concreta de este principio de
distinción no siempre es fácil, puesto que no sólo los bandos no se encuentran claramente
diferenciados sino que, además, muchas prácticas de guerra se sitúan en los límites entre lo
autorizado y lo permitido por las leyes de la guerra. En efecto, con el fin de proteger a los
terceros ajenos al conflicto, el derecho internacional humanitario obliga a los combatientes
a no escudarse en la población civil para efectuar ataques o desplazamientos, puesto que la
simulación del estatuto de persona civil es un acto de perfidia que está prohibido por el
artículo 37 del protocolo I. Sin embargo, este mismo artículo agrega que:
"No están prohibidas las estratagemas. Son estratagemas los actos que tienen
por objeto inducir a error a un adversario o hacerle cometer imprudencias, pero
que no infringen ninguna norma de derecho internacional aplicable en los
conflictos armados, ni son pérfidos ya que no apelan a la buena fe de un
adversario con respecto a la protección prevista en ese derecho. Son ejemplos
de estratagemas los actos siguientes: el camuflaje, las añagazas, las
operaciones simuladas y las informaciones falsas".
La participación directa en las hostilidades “implica un efecto directo entre causa y efecto,
entre la actividad ejercida y los golpes asestados al enemigo en el momento y en el sitio en
que esa actividades ejerce”110. Por su parte, la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos estableció en su tercer informe sobre Colombia que “las hostilidades se definen
como la participación en un ataque por virtud del cual la parte busca causar daño físico a
personal o bienes del enemigo.”111
La segunda distinción que hay que establecer es entre bienes civiles y objetivos militares.
Solo se podrán atacar los objetivos militares. El protocolo II no define ninguna de estas dos
categorías, pero, esto no quiere decir que no haya una protección a los bienes civiles en los
conflictos armados no internacionales. El Protocolo II da una protección especial a los
bienes indispensables para la supervivencia de la población civil (artículo 14), a las obras e
instalaciones que contienen fuerzas peligrosas (artículo 15) y a los bienes culturales y
lugares de culto (artículo 16). Para la protección de los otros bienes civiles debemos utilizar
el Protocolo I. El artículo 52 del Protocolo consagra la protección general de los bienes
civiles. Establece que:
110
CICR, Comentario al Protocolo I, Tomo II, p. 863 párr. 1944.
111
CIDH, Tercer Informe sobre la situación de derechos humanos en Colombia, OEA/Ser.L/II.102 Doc 9
rev.1, febrero de 1999, Capítulo IV. párr.46.
89
“1. Los bienes de carácter civil no serán objeto de ataque ni de represalias. Son
bienes de carácter civil todos los bienes que no son objetivos militares en el
sentido del párrafo 2.
2. Los ataques se limitarán estrictamente a los objetivos militares. En lo que
respecta a los bienes, los objetivos militares se limitan a aquellos objetos que
por su naturaleza, ubicación, finalidad o utilización contribuyan eficazmente a
la acción militar o cuya destrucción total o parcial, captura o neutralización
ofrezca en las circunstancias del caso una ventaja militar definida.
3. En caso de duda acerca de si un bien que normalmente se dedica a fines
civiles, tal como un lugar de culto, una casa u otra vivienda o una escuela, se
utiliza para contribuir eficazmente a la acción militar, se presumirá que no se
utiliza con tal fin”.
Como se puede apreciar los objetivos militares están claramente definidos y todo lo que no
sea objetivos militar serán bienes civiles y gozarán de protección especial.
En los conflictos armados, "el derecho de las partes en conflicto a elegir los métodos o
medios de hacer la guerra no es ilimitado"112. Sólo se admiten los medios que busquen
poner fuera de combate al enemigo pero sin ocasionar crueldades, "males superfluos o
sufrimientos innecesarios"113. Esto puede llevar a veces a razonamientos sutiles pero consti-
tuye un principio esencial.
El llamado derecho de la Haya o Derecho de la Guerra en sentido estricto, codificado en
gran parte en los Convenios de la Haya de 1899 y 1907, fue el encargado históricamente de
regular lo relativo a los medios y métodos de combate a fin de limitarlos para evitar males
superfluos, excesivos o indiscriminados.
De esa manera se prohibió el uso de ciertas armas que causaban excesivo daño o sufri-
miento con relación a las ventajas militares que se persiguen. Por ejemplo, la Declaración
de San Petesburgo de 1868 prohíbe el empleo de proyectiles inferiores a 400 gramos; la
Convención de la Haya de 1899 prohíbe el empleo de armas que se hinchan o aplastan
fácilmente en el cuerpo humano; el Protocolo de Ginebra de 1925 prohíbe la utilización de
gases asfixiantes, tóxicos y de medios bacteriológicos; la Convención de Ginebra de 1976
prohíbe la utilización de técnicas de modificación ambiental; la Convención de Ginebra de
1980 y su protocolo I prohíbe la utilización de fragmentos no localizables con rayos X; la
Convención de Paris de 1993 prohíbe el desarrollo, producción y utilización de armas
químicas y la Convención de Ottawa de 1997 prohíbe el empleo, almacenamiento y
producción de minas antipersonales.
Algunas de las armas prohibidas que se utilizan en el conflicto armado colombiano son, por
ejemplo, las minas antipersonales y los cilindros de gas, entre otros.
112
Artículo 35 del Protocolo I de 1977.
113
Ibidem
90
Este principio establece que el uso de la fuerza no debe ser desproporcionado, sino por el
contrario debe ser limitado a lo indispensable con relación a la ventaja militar concreta y
directa prevista.
Los medios y métodos de combate deben ser adecuados con relación a la ventaja militar y
además es necesario preveer que los daños que llegaren a ocasionarse contra bienes civiles
o personas no combatientes sean excepcionales y mínimos y no sean excesivos con relación
a la “ventaja militar concreta y directa prevista”. Con relación a lo que sería un daño
excesivo, los Comentarios del CICR establecen algunos ejemplos. “La presencia de un
soldado en licencia en un pueblo obviamente no justifica la destrucción del pueblo” pero “si
la destrucción de un puente es de suma importancia para la ocupación de una zona
estratégica, se entiende que algunas casas pueden ser afectadas pero no que toda una zona
urbana sea destruida”116.
Hay que señalar que los Comentarios al Protocolo II prohíben que se causen víctimas
civiles extensivas. “El Protocolo no proporciona justificación alguna por ataques que
generen daños y pérdidas civiles extensivas. Las pérdidas y daños incidentales nunca deben
ser extensivos”.
"a) Los ataques por bombardeo, cualesquiera que sean los métodos o medios
utilizados, que traten como objetivo militar único varios objetivos militares
precisos y claramente separados situados en una ciudad, un pueblo, una aldea u
otra zona en que haya concentración análoga de personas civiles o bienes de
carácter civil; b) los ataques, cuando sea de prever que causarán
incidentalmente muertos y heridos entre la población civil, o daños a bienes de
carácter civil, o ambas cosas, que serían excesivos en relación con la ventaja
militar concreta y directa prevista".
114
CIDH, op-cit, Capítulo IV, párr 77.
115
Artículo 57.2.iii Protocolo I adicional a los Convenios de Ginebra.
116
CICR, Comentarios al Protocolo I, párr 2213-2214.
91
Por otra parte, el principio de proporcionalidad debe aplicarse también a los combatientes.
Así, si un combatiente dispara a otro para matarlo pero no para ponerlo fuera de combate,
ha violado el derecho internacional humanitario, pero si para ponerlo fuera de combate le
fue necesario matarlo, al hacerlo no se ha violado esta normatividad.
Este principio contempla que los civiles que no participen directamente en las hostilidades
no pueden ser objeto de ataque. Este principio está consagrado para los conflictos armados
no internaciones en el artículo 13 del Protocolo II que establece que “la población civil y
las personas civiles gozarán de protección general contra los peligros procedentes de
operaciones militares”.
Según los comentarios del CICR al Protocolo II “la protección general cubre a todas las
personas civiles sin distinción. La expresión “protección general” se utiliza por oposición a
la protección particular, que tiene por objeto una protección reforzada de ciertas categorías
de personas pertenecientes a la población civil (heridos, enfermos, niños, personal
sanitario,...). La protección particular no substituye sino que se superpone a la protección
general”117.
2.5. No reciprocidad
3. Normatividad aplicable
derecho de Ginebra busca proteger a las personas que no participan directamente en las
hostilidades y a los combatientes que han quedado fuera de combate. Las normas
principales son los 4 Convenios de Ginebra de 1949. La mayoría de las normas de estos
cuatro Convenios se aplican a conflictos armados internacionales. Únicamente el artículo 3
común a los cuatro Convenios se aplicará en caso de conflictos armados de carácter no
internacional. Por su parte, el derecho de la Haya118 establece pautas sobre la conducción
de las hostilidades y limita la elección de medios y métodos de combate, tal y como se
explicó anteriormente.
Sin embargo, se considera que estas dos ramas del DIH no se pueden considerar
tajantemente separadas porque desde el punto de vista lógico, la protección de la población
civil (objetivo del derecho de Ginebra) implica la regulación de los medios de combate
(finalidad d el derecho de la haya) y viceversa. Por otra parte, estas dos vertientes se han
unido desde la adopción de los Protocolos adicionales de 1977 a los Convenios de Ginebra,
como lo demuestra la amplia regulación de los medios de combate por el título III del
Protocolo I.
preciosa: esta normatividad puede también facilitar el diálogo, porque evita que la guerra se
desborde y deje de ser un arbitraje por las armas de conflictos políticos. Al reconocer una
mínima normatividad aplicable, una mínima racionalidad ética, los actores en guerra se
reconocen políticamente y están más dispuestos a la negociación política, obviamente
siempre y cuando los objetivos políticos de la guerra autoricen una salida negociada al
conflicto. El derecho internacional humanitario facilita así "un reconocimiento recíproco de
los partidos enfrentados. Con base en criterios puramente formales, esta noción hace
posible y mira como normal la terminación de los conflictos armados por medio de una paz
negociada.122 En síntesis, como dice Daniel Frei:
El 17 de julio fue aprobado el Estatuto de la Corte Penal Internacional (en adelante CPI o
Corte) en la Conferencia Diplomática de Plenipotenciarios que se llevó a cabo en Roma.
Esta es la primera institución permanente, encargada de investigar y juzgar individuos que
cometan graves violaciones de derecho internacional, cuando los sistemas nacionales se
muestren incapaces o no tengan la voluntad de juzgarlos. El Estatuto de la CPI entró en
vigor el 1 de julio de 2002, después de que 60 Estados ratificaron este tratado. Se analizará
a continuación, el principio de complementariedad, los crímenes de competencia de la
Corte, su competencia y las facultades del fiscal.
122
Iván Orozco Abad. Op-cit, p 20.
123
Daniel Frei. "El derecho internacional humanitario y el control de armamentos" en Revista Internacional
de la Cruz Roja, No 90, Noviembre, diciembre 1988, p 527, citado por Hernando Valencia Villa. Op-cit, p 33.
124
Este ensayo está basado en Inés Margarita Uprimny, “La Corte Penal Internacional, un mecanismo de
lucha contra la impunidad” en Pensamiento jurídico, N.9, Universidad Nacional de Colombia, Facultad de
Derecho, Bogotá, 1998.
94
Genocidio125
Con relación a esto es útil recordar que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
(La Comisión) en el caso por la persecución de los miembros de la Unión Patriótica,
expresó, en el informe sobre admisibilidad, lo siguiente: (…)“los hechos alegados por los
peticionarios exponen una situación que comparte muchas características con el fenómeno
de genocidio y se podría entender que sí lo constituyen, interpretando este término de
conformidad con su uso corriente”. No obstante, teniendo en cuenta que no se ajusta a la
definición jurídica de derecho internacional, la Comisión no incluyó la alegación de
genocidio.
Sin embargo, en el Estatuto se incluyó como crimen de lesa humanidad, “la persecución de
un grupo o una colectividad con identidad fundada en motivos políticos, raciales,…”
(artículo 7), lo cual es un reconocimiento de que existe la conducta que pretende exterminar
a un grupo por razones políticas o ideológicas y será útil para combatir estos crímenes.
Crímenes de Guerra126
El Estatuto contempla que los crímenes de lesa humanidad pueden ser cometidos en
tiempos de paz o en conflicto armado y para que se configure el delito es necesario que
sean cometidos de manera masiva o sistemática.
Algunos países consideraban que la definición de estos actos debía ser “masivos y
sistemáticos”. Al exigir las dos condiciones graves masacres como las ocurridas en nuestro
país, no serían investigadas por la CPI, ya que la sistematicidad es difícil de demostrar. La
disyuntiva en vez de la conjunción sería mucho más realista y garantista.
Agresión
4.1. Competencia
Una discusión muy importante fue si el fiscal debería tener o no facultades para iniciar
investigaciones de oficio. Algunos Estados consideraban que sólo los Estados parte y el
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas podrían llevar un caso ante la Corte, lo cual
limitaría enormemente el papel del fiscal.
127
Artículo 7 del Estatuto.
128
Artículo 5 del Estatuto.
129
Artículo 11 del Estatuto.
96
Una tercera posición, decía que el Fiscal antes de iniciar una investigación de oficio,
debería someter su evaluación a una Sala de asuntos preliminares, solicitándole
autorización para proceder con la investigación. La Sala de asuntos preliminares asumiría
un control sobre el fiscal y garantizaría el buen funcionamiento de la CPI. Esta fue la
decisión adoptada.
Las investigaciones se pueden iniciar entonces, por remisión de un Estado parte, por
remisión del Consejo de Seguridad y finalmente por iniciativa del Fiscal, previa aprobación
de la Sala de Cuestiones Preliminares.
La Corte estará compuesta por 18 magistrados, nacionales de los Estados partes y teniendo
en cuenta que las diferentes regiones del mundo y los distintos regimenes jurídicos estén
representados. Los idiomas de trabajo serán el ingles y francés.
Los Órganos de la CPI son: la Fiscalía, la Sala de Asuntos Preliminares, la Sala de Primera
Instancia, la Sala de Apelaciones y la Secretaría. La CPI no podrá investigar a menores de
18 años. La pena máxima que podrá imponer es cadena perpetua.
El Fiscal de la Corte, Luis Moreno Ocampo decidió iniciar investigaciones formales en los
casos de la República democrática del Congo el 23 de junio de 2004 y en Uganda el 29 de
julio de 2004. Por otra parte el gobierno de la República centro africana remitió en enero de
2005, el caso de su país a la Corte para que lo investigue. Igualmente, el 1 de abril de 2005,
el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas remitió la situación de Darfur a la CPI.
5. Reflexiones finales
Los jueces están llamados a sancionar las violaciones del derecho internacional
humanitario. La consagración de tipos penales al respecto es una tarea que contribuye con
dicho deber. Es importante anotar que cuando no se garantizan estándares de verdad,
justicia y reparación frente a las violaciones, a partir del mencionado principio de
complementariedad, puede existir competencia de la Corte Penal Internacional para revisar
97
IV. Autoevaluación
A partir de lo visto en esta unidad, reflexione sobre el papel de los funcionarios judiciales
en una sanción efectiva para las infracciones al derecho internacional humanitario, teniendo
en cuenta la existencia de la Corte Penal Internacional.
¿Que opina usted de la declaración hecha por Colombia que excluye de la competencia de
la CPI las infracciones al DIH por un periodo de 7 años? ¿Cree que se debe mantener o
quitar esta declaración? ¿Cual sería la razón para mantenerla o quitarla?
98
I. Objetivos
Suministrar una dogmática general y una metodología que permitan (i) resolver problemas
ligados a la aplicación judicial de estándares de derechos humanos y (ii) justificar
adecuadamente estas decisiones o examinar si están mal justificadas.
Precisar los criterios a partir de los cuales es posible la restricción de derechos, con el
propósito de ofrecer herramientas para la adecuada proyección de dichos criterios en la
función judicial.
Instrucciones. Antes de dar paso a las actividades pedagógicas conviene recordar algunas
pautas metodológicas que sirven para el logro de los objetivos pedagógicos planteados para
este módulo sobre derechos humanos y derecho humanitario. Como se explicó en la
introducción general, la idea es que al utilizar el módulo como material de autoaprendizaje
se realicen las actividades pedagógicas antes de leer el artículo final de cada unidad, toda
vez que de esa manera estas actividades pedagógicas rinden mejores frutos. Asimismo, es
de gran provecho reexaminar esos mismos ejercicios luego de haber leído el artículo, para
poder también tener una distancia crítica frente a lo que allí se plantea.
1. Análisis de casos
A continuación, usted encontrará dos casos, uno relacionado con derechos sociales y otro
sobre derechos civiles y políticos. Trabaje uno de los casos, y en caso de que disponga de
mayor tiempo, trabaje ambos casos. Son los siguientes:
Grupo 1- Usted representa a los estudiantes. Elabore entonces una argumentación jurídica
para sustentar la petición.
Grupo 2- Usted representa al Estado colombiano. Elabore entonces una argumentación
jurídica para defender la medida.
Grupo 3- Usted es la Comisión Interamericana. ¿Cómo decidiría el caso? Sustente su
decisión.
El Congreso colombiano decide volver a aprobar una reforma constitucional que incorpora
las normas básicas del llamado estatuto antiterrorista, declarado inexequible en 2004 por la
Corte Constitucional por vicios de procedimiento en su formación. Esta reforma
constitucional prevé, en ciertos casos, la posibilidad de que existan capturas y detenciones
por las FF.AA sin orden judicial previa, pero sujeta a un control judicial posterior, dentro
de las 36 horas siguientes a la captura. Conforme a la ley que desarrolla esa reforma
constitucional, las autoridades militares pueden detener a aquellas personas frente a las
cuales existan motivos fundados de que pueden estar involucrados en actos terroristas.
Pedro Rodríguez es detenido entonces por una patrulla militar, que se encontraba haciendo
requisas, pues un ciudadano sostiene que él es una de las persona que el día anterior se
encontraba muy cerca del sitio en donde fue colocado un petardo, que ocasionó graves
destrozos a una entidad financiera. El señor Rodríguez es requisado y se le encuentran
varias papeletas de droga en su billetera. Es puesto a disposición de un juez después de
estar retenido en un cuartel militar durante 30 horas. El juez ordena entonces su libertad,
pues considera que no es necesario mantenerlo retenido. La Fiscalía lo llama entonces a
juicio por tráfico de estupefacientes y es condenado a una pena de tres años de prisión.
100
Luego de agotar los recursos judiciales internos, el señor Rodríguez acude ante la Comisión
Interamericana por cuanto considera que su requisa y detención fueron arbitrarias, y que el
proceso esta entonces viciado. El Gobierno defiende el caso argumentando que su
detención y requisa se hicieron al amparo de la legislación antiterrorista.
Luego de presentar y discutir los casos, intente disecar analíticamente los tipos de
argumentos empleados. Muestre qué tipos de argumentos parecen ser usuales y reflexione
sobre sus características. Sólo una vez que haya adelantado esa reflexión, proceda a leer los
apartes que siguen del módulo.
1.3. Reflexiones sobre los casos o cómo se suele argumentar en derechos humanos
Imaginemos las posibles respuestas en el caso de derechos sociales. Tal vez podría
desarrollarse un diálogo de esta naturaleza:
Gobierno colombiano (Gc): “Esta disposición del Protocolo no ordena que la educación
superior sea gratuita en todos los casos ya que pueden existir otros medios apropiados para
facilitar el acceso a las universidades, como las matrículas según capacidad de pago o las
becas. Además, es claro que esa obligación es de realización progresiva y está sujeta a la
disponibilidad de recursos. Y precisamente la actual situación impide mantener la
gratuidad”.
Es: “No lo creemos, pues el Protocolo favorece la opción de la gratuidad, por lo cual no
puede el Estado privilegiar otros instrumentos. Pero en todo caso, la decisión es una
medida de retroceso en la protección del derecho a la educación superior, ya que elimina la
gratuidad que existía anteriormente, y esos retrocesos están prohibidos por el Protocolo de
San Salvador, como lo ilustra el concepto al respecto de la Observación General respectiva
del Comité de Derechos Económicos Sociales y Culturales”.
Gc: “El concepto del Comité es importante pero no es vinculante pues Colombia está sujeta
a los tratados de derechos humanos y no a las interpretaciones hechas por ciertos órganos,
por respetables que éstos sean. Pero, en todo caso, ese supuesto retroceso no es violatorio
101
Es: “No lo creemos; es una medida desproporcionada que invade el contenido esencial del
derecho de acceso a la educación superior, que está ligado al acceso gratuito y por mérito a
la educación superior, por lo cual solicitamos a la Comisión que ordene al Estado
colombiano que restablezca la gratuidad de la educación superior”.
Este relato hipotético muestra que toda discusión en derechos humanos suficientemente
compleja toma como referencia ciertos elementos o argumentos recurrentes:
- De un lado, existen discusiones sobre cuáles son las normas o documentos relevantes para
decidir el caso, como lo muestra el debate en torno a la obligatoriedad o no de la
Observación General del Comité de Derechos Económicos Sociales y Culturales. Un
primer punto de todo debate judicial en derechos humanos es entonces el relativo a las
fuentes jurídicas relevantes de las obligaciones en derechos humanos.
- De otro lado, son recurrentes las discusiones sobre el alcance de las obligaciones
generales de los Estados y los particulares frente a los derechos humanos, como lo muestra
el debate sobre si la gratuidad de la educación superior es o no una obligación inmediata o
de desarrollo progresivo. Esto remite a otras preguntas: ¿En qué consiste la progresividad
de los DESC? ¿En qué consiste la prohibición de regresividad? ¿Acaso existe dicha
prohibición de retroceso?
Este breve examen muestra entonces que existen temas esenciales en materia de derechos
humanos, que requieren un análisis particularizado. Precisamente la dogmática que
proponemos brinda algunos instrumentos para tal efecto. Antes de explicar lo sustantivo de
esta dogmática, a continuación se proponen algunas actividades pedagógicas alusivas a
cada componente de dicha dogmática, con excepción de lo referente a la normatividad
relevante, aspecto analizado en la explicación sobre bloque de constitucionalidad (unidad 1)
y al precisar algunos criterios sobre las fuentes del derecho internacional de los derechos
humanos (unidad 3).
102
Formulación
Lea el artículo 1.1. de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, el artículo 2 del
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, el artículo 2 del Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales, los artículos 1, 2 y 3 del Protocolo adicional a
la Convención americana sobre derechos humanos en materia de derechos económicos,
sociales y culturales, “Protocolo de San Salvador” y el artículo 2 de la Constitución
Política. En todos estos artículos se proclaman diversas obligaciones que tienen los Estados
frente a los derechos humanos.
Preguntas
A partir de la lectura de los mencionados artículos, discuta la siguiente pregunta: ¿son las
obligaciones de los estados en materia de derechos humanos obligaciones de medio u
obligaciones de resultado?
Respuesta
3.1 Formulación
2. Entre las medidas que deberán adoptar los Estados Partes en el Pacto a fin de
asegurar la plena efectividad de este derecho, figurarán las necesarias para:
103
“1. Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de
un plazo razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e
imparcial, establecido con anterioridad a la ley, en la sustanciación de cualquier
acusación penal formulada contra ella, o para la determinación de sus derechos
y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter.
4. El inculpado absuelto por una sentencia firme no podrá ser sometido a nuevo
juicio por los mismos hechos.
104
5. El proceso penal debe ser público, salvo en lo que sea necesario para
preservar los intereses de la justicia”.
De otra parte, lea el siguiente apartado de la sentencia T-002 de 1992 proferida por la Corte
Constitucional:
3.2 Preguntas
A partir de las normas sobre derecho a la salud y debido proceso, determine el ámbito de
protección de estos derechos. Pregúntese si ese ámbito de protección puede ser limitado o
hasta donde tiene el estado el deber de proteger y si existen ámbitos del derecho que tienen
mayor protección que otros.
3.3 Respuesta
Los derechos protegen ámbitos más amplios y algunos de ellos pueden ser limitados. Otros
derechos ofrecen mayores dificultades y restricciones para su limitación. De allí la
necesidad de discutir sobre ámbitos del derecho que sean intocables para el legislador,
aspecto que nos conduce a la discusión sobre el contenido mínimo esencial de los derechos.
Ahora bien, existe una profunda discusión sobre la posibilidad de delimitar dicho
contenido. Al respecto, en el ensayo se desarrollan algunas teorías sobre el contenido
esencial de los derechos fundamentales y se presentan las críticas contra estas teorías. Por
lo pronto, nos interesa hacer alusión a la forma como la Corte Constitucional ha precisado
el alcance del contenido de algunos derechos, por ejemplo, el derecho a la seguridad social
en salud. En la sentencia C-177 de 1998, el Alto Tribunal precisó lo siguiente:
Igualmente, la misma ley 100 de 1993 señaló que para entrar al sistema de
contributivo de salud, el trabajador dependiente escoge una EPS y efectúa las
cotizaciones al patrono, quien debe remitirlas a la EPS. Así las cosas, la Corte
concluye que en principio tiene un derecho constitucionalmente protegido a las
anteriores prestaciones de salud todo asalariado afiliado al sistema de salud, y a
quien el patrono le ha efectuado la retención de las sumas definidas por la ley”.
4 Juicio de proporcionalidad
4.1 Formulación
derechos y construyen sus proyectos de vida y sus modelos de realización individual. Esas
decisiones corresponden exclusivamente a los propios individuos. La persona es quien debe
optar por su plan de vida y desarrollar su personalidad conforme a sus intereses, deseos y
convicciones. Así, por ejemplo, el Estado no podría hacer obligatorio el matrimonio o
prohibir la unión marital de hecho.
La Corte concluyó que la obligatoriedad del cinturón de seguridad no sólo cumple los
requisitos sino que incluso puede ser considerada como el prototipo de una medida coactiva
de protección legítima y compatible con el respeto de la autonomía individual. La Corte
consideró que:
razonable considerar que protege la propia autonomía, ya que una persona que
resulta gravemente afectada por un accidente pierde muchas alternativas vitales,
siendo en general razonable presumir que la persona no quería asumir tal riesgo.
La carga que se impone a la persona es mínima, mientras que el efecto protector
es claro y sustantivo, pues se trata de evitar graves lesiones o innecesarias
pérdidas de vidas humanas. Esta medida no impone un modelo de vida, pues es
plausible pensar que son muy pocos los que realmente quieren asumir los
riesgos de la velocidad, por lo cual la no utilización del cinturón es en general
debida a una debilidad de voluntad o a presiones de terceros. La sanción no es
excesiva, pues se trata de una multa que no es particularmente elevada. La
sociedad tiene un interés evidente, no sólo porque la Constitución es favorable a
la vida y a la salud sino además por cuanto, conforme al principio de
solidaridad, es a ella a quien corresponde sufragar, en muchos casos, los costos
de atención médica derivados de lesiones que podrían no haber ocurrido si se
hubiera utilizado el cinturón de seguridad. La prohibición se aplica para la
conducción de vehículos en lugares públicos, con lo cual se evita que la
conducta riesgosa de no utilizar el cinturón en esa esfera tenga un efecto
inductor sobre otras personas y genere conductas imitativas que el Estado tiene
el derecho de desestimular. Finalmente, las heridas o la muerte derivadas de
una colisión en la cual la mayor parte de los daños provienen de la falta de
empleo de ese dispositivo de seguridad pueden representar mayores problemas
jurídicos y económicos para terceras personas, puesto que pueden significar
mayores deberes de indemnización para los conductores de otros vehículos. La
imposición por la ley de la obligación de llevar cinturón de seguridad es
legítima y no vulnera la autonomía personal”.
“64. En efecto, una acepción posible del orden público dentro del marco de
la Convención, hace referencia a las condiciones que aseguran el
funcionamiento armónico y normal de las instituciones sobre la base de un
sistema coherente de valores y principios. En tal sentido podrían justificarse
restricciones al ejercicio de ciertos derechos y libertades para asegurar el orden
público. La Corte interpreta que el alegato según el cual la colegiación
obligatoria es estructuralmente el modo de organizar el ejercicio de las
profesiones en general y que ello justifica que se someta a dicho régimen
también a los periodistas, implica la idea de que tal colegiación se basa en el
orden público. (…)
130
Cabe anotar que la Corte Interamericana consideró que “(l)os argumentos acerca de que la colegiación es
la manera de garantizar a la sociedad una información objetiva y veraz a través de un régimen de ética y
responsabilidad profesionales han sido fundados en el bien común. Pero en realidad como ha sido
demostrado, el bien común reclama la máxima posibilidad de información y es el pleno ejercicio del derecho
a la expresión lo que la favorece. Resulta en principio contradictorio invocar una restricción a la libertad de
expresión como un medio para garantizarla, porque es desconocer el carácter radical y primario de ese
derecho como inherente a cada ser humano individualmente considerado, aunque atributo, igualmente, de la
sociedad en su conjunto”.
109
4.2 Preguntas
4.3 Respuesta
Lo que nos interesa resaltar con esta referencia al magistrado Cepeda es la necesidad de
manejar con claridad los criterios a partir de los cuales es posible la restricción o incluso
suspensión de los derechos fundamentales. En el ensayo que sigue a continuación se
precisan una serie de garantías formales (como la reserva de ley) y de garantías materiales
(teorías del contenido esencial y principio de proporcionalidad), que constituyen la guía
para evaluar las medidas de restricción.
Si se parte del hecho de que los derechos humanos son derecho positivo vinculante, es
necesario contar con una dogmática general que ofrezca herramientas para resolver los
problemas de derechos humanos en la práctica judicial. Esta dogmática no propende por un
trabajo mecánico con los casos sino que busca orientar en el hallazgo de soluciones y la
justificación adecuada de las decisiones. Sin desconocer que se trata de un tema polémico,
los pasos de esta dogmática son los siguientes:
Esta dogmática no pretende ser original pero busca ser pedagógica y analógicamente está
relacionada con la teoría del daño. En efecto, en esta teoría el primer paso de análisis es i) la
determinación de si existe o no perjuicio (si existe una situación fáctica que se subsume);
constatado ello, es necesario establecer ii) si la persona está obligada o no (lo cual remite a la
tesis de imputación o nexo de causalidad correspondiente), pero incluso, constatado el daño,
surge el debate sobre si existen razones que exculpen al responsable (como la culpa de la
víctima); y, finalmente, iv) se analiza la indemnización y el remedio correspondiente.
Determinados los derechos en juego, se deben precisar las obligaciones correlativas que los
hacen exigibles y que determinan su alcance. A continuación se analiza el papel de dichas
obligaciones en la solución de los casos.
Frente a los derechos humanos, tanto civiles y políticos como sociales, es posible deslindar
obligaciones de abstención como de acción. Ellas se aglutinan en torno a los deberes de
respeto y garantía. Con todo, el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales133
ha desagregado las obligaciones de garantía, diferenciando entre obligaciones de protección
(frente a terceros o frente al mismo Estado) y de satisfacción. Consideramos que esta
diferenciación es perfectamente aplicable a los derechos civiles y políticos, razón por la
cual estas distinciones deben ser tomadas en relación con todos los derechos humanos.
131
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Opinión Consultiva OC-14 del 9 de diciembre de 1994,
Responsabilidad Internacional por Expedición y Aplicación de Leyes Violatorias de la Convención (arts. 1 y
2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos), párrs. 50, 57.
132
Una formulación relativamente similar a esta tipología de obligaciones puede verse en Oscar Parra Vera,
El derecho a la salud en la Constitución, la jurisprudencia y los instrumentos internacionales. Bogotá:
Defensoría del Pueblo, 2003; Manuel Eduardo Góngora, El derecho a la educación en la Constitución, la
jurisprudencia y los instrumentos internacionales. Bogotá: Defensoría del Pueblo, 2003 y Luis Eduardo
Pérez, “Marco conceptual para el diseño de indicadores educativos en perspectiva de derechos humanos”, en
VV.AA., El Derecho a la Educación de niños y niñas en situación de desplazamiento y de extrema pobreza
en Colombia. Bogotá: Due Process of Law Foundation, 2005.
133
Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, Observación General No. 3 sobre la índole de las
obligaciones de los Estados Partes, 1991.
113
derechos de los demás y el orden jurídico. Sobre la relación de esta obligación con el
ejercicio de la función judicial, la Corte Interamericana ha precisado lo siguiente:
“Conforme al artículo 1.1 es ilícita toda forma de ejercicio del poder público
que viole los derechos reconocidos por la Convención. En tal sentido, en toda
circunstancia en la cual un órgano o funcionario del Estado o de una
institución de carácter público lesione indebidamente uno de tales derechos, se
está ante un supuesto de inobservancia del deber de respeto consagrado en ese
artículo.
134
Corte I.D.H., Caso Velásquez Rodríguez, sentencia del 29 de julio de 1988, Párr. 169-170.
135
Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y
Defensoría del Pueblo, Manual de calificación de conductas violatorias. Derechos humanos y derecho
internacional humanitario. Volumen I. Bogotá: Los autores, 2004, p. 65.
114
2. El deber del Estado de prevenir las violaciones de los derechos humanos. En este punto,
la doctrina138 ha distinguido las siguientes obligaciones:
3. El deber del Estado de investigar las violaciones de los derechos humanos, lo cual
compromete a los Estados con remover los obstáculos a la labor de la justicia que
conduzcan a la impunidad. Al respecto, la Corte Interamericana ha dicho:
“El Estado está, por otra parte, obligado a investigar toda situación en la que
se hayan violado los derechos humanos protegidos por la Convención. Si el
aparato del Estado actúa de modo que tal violación quede impune y no se
restablezca, en cuanto sea posible, a la víctima en la plenitud de sus derechos,
puede afirmarse que ha incumplido el deber de garantizar su libre y pleno
ejercicio a las personas sujetas a su jurisdicción. Lo mismo es válido cuando
se tolere que los particulares o grupos de ellos actúen libre o impunemente en
menoscabo de los derechos humanos reconocidos en la Convención”139.
136
Corte I.D.H., Caso Velásquez Rodríguez, párrs. 166 y 167.
137
La Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y
Defensoría del Pueblo incluyen esta obligación dentro del deber de garantía. Ver Manual de calificación de
conductas violatorias. Derechos humanos y derecho internacional humanitario. Op. Cit., p. 69-83.
138
Tara Melish, La Protección de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales en el Sistema
Interamericano de Derechos Humanos: Manual para la Presentación de Casos. Quito: Centro de Derechos
Económicos y Sociales, Orville H. Schell, Jr. Center for Internacional Human Rights Yale Law School, 2003.
139
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Velásquez Rodríguez, Op. Cit., Párr. 176.
140
Corte I.D.H., Caso Castillo Páez, Sentencia de 3 de noviembre de 1997, Serie C, núm. 34, Párr. 90.
141
Ver CIDH, Ignacio Ellacuria S.J. y otros c El Salvador, Caso 10.488, Informe No. 136/99, Informe Anual
de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, 1999, OEA/SER.l/V/II.106, Doc. 3 (2000), Párr. 187,
188 y 220.
115
5. El deber del Estado de restablecer y reparar, cuando no sea posible restaurar el derecho
violado (infra 4).
Cabe anotar que la obligación de respetar y garantizar exige remover obstáculos que, a
pesar de no basarse en normas internas, surgen de la estructura y cultura sociales143. Ahora
bien, hemos mencionado que las obligaciones de garantía se clasifican en obligaciones de
protección y satisfacción.
Las obligaciones de protección exigen que los Estados adopten medidas para impedir que
terceros o el mismo Estado (a través de funcionarios, instituciones o políticas) interfieran u
obstaculicen el disfrute de los derechos humanos. En este sentido, destacamos que las
obligaciones de protección no solo se concentran en la actuación de terceros distintos al
Estado.
Por su parte, las obligaciones de satisfacción o cumplimiento requieren que los Estados
adopten medidas de carácter legislativo, administrativo, presupuestario, judicial o de otra
índole para dar plena efectividad a los derechos humanos. Estas obligaciones de cumplir
incorporan obligaciones de facilitar, proporcionar y promover. Una de las más
importantes proyecciones de estas obligaciones se relaciona con el derecho a políticas
públicas en clave de derechos humanos.
142
Tara Melish ubica esta obligación como proyección de la obligación de garantía. Ibidem, p. 188.
143
Cecilia Medina, La Convención Americana: teoría y jurisprudencia. Santiago de Chile: Universidad de
Chile, 2003, p.20. Como lo señala esta autora, “(e)llo es muy importante frente a sujetos de especial
protección, toda vez que limitarse al mero tratamiento judicial de ciertas violaciones, constituiría
incumplimiento de obligaciones internacionales al colocar al grupo afecto a esta violación constante en la
situación de no tener nunca el goce directo de sus derechos, sino que mediatizado por la necesidad de recurrir
a la justicia en cada ocasión”.
116
Este tipo de obligación recoge la regla básica del derecho internacional según la cual todo
Estado parte en un trato tiene el deber jurídico de adoptar las medidas necesarias para
cumplir con sus obligaciones conforme al tratado144. Dichas medidas no son solo
legislativas. Se incluye la existencia de recursos judiciales efectivos y la promulgación de
sentencias judiciales respetuosas de los derechos humanos, toda vez que los jueces cumplen
un importante papel en el cumplimiento del deber de garantía. Además, se incluyen todas
las medidas no legislativas que sean necesarias para permitir el pleno uso y goce de los
derechos humanos145, incluso, la derogación de leyes o disposiciones que impidan la
vigencia efectiva de estos derechos.
Cabe anotar que, a pesar del carácter prestacional que subyace a los derechos sociales,
deben adoptarse, en forma inmediata, gran parte de las medidas para su realización (infra
2.2.1)146. Si se constata que los recursos no han sido adecuadamente utilizados para la
realización de los derechos económicos, sociales y culturales, se puede considerar que el
Estado está incumpliendo sus obligaciones internacionales. De allí la importancia de
determinar si se han adoptado las medidas adecuadas y si estas se acompañan de la
utilización eficaz y equitativa y la oportunidad de acceder a los recursos disponibles. Estas
precisiones generales permiten avanzar hacia una distinción más específica: la clasificación
entre obligaciones con efecto inmediato y de cumplimiento progresivo.
Estas obligaciones suelen asociarse exclusivamente a los derechos sociales. Sin embargo,
si se asume que la diferencia entre derechos civiles y derechos sociales es una diferencia de
grado147, es decir, que ambos tipos de derechos involucran tanto obligaciones de hacer
como de no hacer (sin olvidar que los derechos civiles son preferentemente negativos y los
derechos sociales preferentemente positivos), debe insistirse en que esta clasificación es
144
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Exigibilidad del derecho de rectificación o respuesta (arts.
14.1, 1.1 y 2 Convención Americana sobre Derechos Humanos), Opinión Consultiva OC-7/86 del 29 de
agosto de 1986, Serie A, núm. 7, Párr. 30.
145
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso La ‘Ultima Tentación de Cristo (Olmedo Bustos y
otros), Sentencia de 5 de febrero de 2001, Serie C, núm. 73, Párr. 87.
146
Ver al respecto, Víctor Abramovich y Christian Courtis, Los derechos sociales como derechos exigibles.
Madrid: Trotta, 2002.
147
Un desarrollo exhaustivo de este debate se encuentra en Víctor Abramovich y Christian Courtis, Los
derechos sociales como derechos exigibles. Madrid: Trotta, 2002.
117
relevante para evaluar los compromisos del Estado frente a derechos civiles y políticos148.
Con esta salvedad, a continuación se desarrolla esta clasificación a partir de los estándares
propios de los derechos sociales149.
Son obligaciones con efecto inmediato aquellas que pueden ser exigidas en todo momento,
con independencia de los problemas de carácter presupuestal u otro tipo de obstáculos que
enfrente un determinado Estado. En su Observación General 14 (párr. 30), el Comité de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales, ha precisado que si bien el Pacto establece la
aplicación progresiva de los derechos y reconoce los obstáculos que representan los
limitados recursos disponibles, también impone a los Estados Partes diversas obligaciones
con efecto inmediato. Con respecto al derecho a la salud, por ejemplo, los Estados tienen
las siguientes obligaciones inmediatas:
Según la Declaración de Quito (párr. 29), pueden tenerse además como obligaciones
inmediatas, entre otras, las siguientes:
148
Un ejemplo interesante al respecto fue desarrollado por la Corte Constitucional en la sentencia T-595 de
2002, donde fue analizado el desarrollo progresivo de la dimensión positiva de la libertad de locomoción de
las personas con discapacidad. Sobre la dimension prestacional de los derechos civiles y politicos, ver
Alastair Mowbray, The Development of Positive Obligations under the European Convention on Human
Rights by the European Court of Human Rights. Oxford: Hart Publishing, 2004.
149
Este segmento está basado en Oscar Parra Vera, El derecho a la salud en la Constitución, la
jurisprudencia y los instrumentos internacionales, Op. Cit.
118
Frente a los derechos civiles y frente a los derechos sociales, los Estados tienen una
obligación general de mejorar progresivamente la protección de los derechos humanos150.
La progresividad debe entenderse como la obligación de proceder lo más explícita y
eficazmente posible con miras a obtener la eficacia de los derechos, aunque se reconoce
que la satisfacción plena de las dimensiones prestacionales de los derechos supone una
cierta gradualidad. Con todo, la expresión “progresivamente” no puede ser interpretada de
tal forma que las obligaciones frente a los derechos sociales sólo tengan que cumplirse una
vez alcanzado un determinado desarrollo económico. Por ello, el Comité de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales ha considerado que las medidas tendentes a desarrollar
los derechos sociales deben adoptarse dentro de un plazo razonablemente breve tras la
entrada en vigor del Pacto para los Estados interesados. Tales medidas deben ser
deliberadas, concretas y orientadas lo más claramente posible hacia la satisfacción de las
obligaciones reconocidas en el Pacto”151.
Los mencionados Principios de Limburgo resaltan que los Estados vulneran esta obligación
(i) si aplazan indefinidamente los esfuerzos destinados a asegurar la plena efectividad de
los derechos sociales y (ii) si no remueven, a la mayor brevedad posible, todos los
obstáculos que impiden la realización inmediata de un derecho. Además, señalan que la
obligación del logro progresivo existe independientemente de cualquier aumento de
recursos, por lo cual, requiere de una utilización eficaz de los recursos con los que se
dispone.
Ahora bien, la obligación de cumplir progresivamente los derechos genera una prohibición
de regresividad. El Estado no puede adoptar políticas, medidas, o normas jurídicas que, de
modo irrazonable, empeoren la situación de estos derechos152. Por ello, sobre el Estado
pesa una carga de la prueba en relación con las medidas deliberadamente regresivas.
Cualquier decisión debe producirse tras el examen exhaustivo de todas las alternativas
posibles y a partir de una debida justificación frente al compromiso de utilizar plenamente
el máximo de los recursos disponibles.
150
Ariel Dulitzky, “Alcance de las obligaciones internacionales de los derechos humanos”, en Claudia Martin,
Diego Rodríguez y José Guevara, Derecho Internacional de los Derechos Humanos, México: Fontamara,
2004, p. 91. Dulitzky precisa que dicha idea esta implícita en la obligación que tienen los Estados Partes de
informar ante organismos de control de los tratados sobre los avances en el goce de los derechos.
151
Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Observación General 3 (párr. 9).
152
En algunas ocasiones, la Corte Constitucional ha declarado la inexequibilidad de ciertas normas porque
desconocen el mandato de ampliación progresiva de la seguridad social. En la sentencia C-1165 de 2000, por
ejemplo, esa fue la conclusión respecto a una disminución de los recursos para el régimen subsidiado, debido
a que, so pretexto de la "racionalización del gasto público", se optó por disminuir en forma drástica los
aportes del Presupuesto Nacional con destino a las necesidades de salud de los sectores más pobres de la
población colombiana, destinatarios obligados de la norma y directamente afectados por la misma.
119
Esta obligación debe entenderse articulada con la discusión sobre el contenido esencial de
los derechos fundamentales (infra 3). Dicho contenido juega un importante papel en el
derecho internacional de los derechos humanos por cuanto los deberes de los Estados al
respecto deben considerarse como obligaciones con efecto inmediato y como referentes
para evaluar la no regresividad.
En el caso de los derechos sociales, se insiste en que los Estados tienen la obligación
mínima –con efecto inmediato- de asegurar la satisfacción de niveles esenciales de los
derechos sociales153. La Declaración de Quito (párr. 29) precisa que esta obligación rige
aún en períodos de limitaciones graves de recursos, causadas por procesos de ajuste, de
recesión económica o por otros factores. En estas situaciones, el Estado debe fijar un orden
de prioridades en la utilización de los recursos públicos, identificando a los grupos
vulnerables que serán beneficiados a fin de efectuar un eficaz aprovechamiento de la
totalidad de los recursos de que disponga. A nivel interno, y como lo ha destacado la Corte
Constitucional154 se considera que existe una violación a las obligaciones internacionales si
el Estado no aseguran este mínimo vital del derecho, salvo que existan poderosas razones
que justifiquen el incumplimiento.
153
Esta obligación tiene como base los Principios de Limburgo (principio 25) así como la Observación
General No. 3 del Comité de Derechos Económicos Sociales y Culturales (párr. 10), Naciones Unidas.
Documento E/1991/23.
154
Sentencia C-251 de 1997.
155
Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, Observación General 3 sobre la índole de las
obligaciones de los Estados Partes. Op. Cit.
120
Esta clasificación es importante para señalar que las obligaciones de respeto son
obligaciones de resultado, mientras que las obligaciones de garantía suelen asumirse como
obligaciones de medio. El ejercicio de la función judicial requiere de esta distinción para
determinar el grado de responsabilidad que le atañe a un Estado frente a la violación de un
determinado derecho.
Ahora bien, la Corte Constitucional ha considerado que "si bien los particulares están
vinculados por la fuerza normativa de los derechos constitucionales fundamentales, es el
Estado el principal responsable de su protección, garantía, respeto y promoción". Para la
Corte, la eficacia horizontal de los derechos fundamentales no es un mecanismo para diluir
la responsabilidad estatal en este campo sino que aparece como una consecuencia
ineludible de la adopción del Estado social de derecho como fórmula política de nuestro
ordenamiento constitucional (CP art. 10.). Es más, esta eficacia acrecienta la
responsabilidad estatal, pues el poder público debe asegurar que los derechos
fundamentales también rijan en las relaciones privadas.
En términos generales, los supuestos fácticos de esta eficacia horizontal de los derechos
fundamentales son los siguientes157:
Existen diversas propuestas sobre como entender este contenido, en particular, la teoría
espacial absoluta, la teoría relativa, la teoría mixta y la teoría temporal absoluta158. Esta
tipología obedece a dos grandes clasificaciones: i) la distinción entre teorías absolutas y
relativas y ii) la diferencia entre teorías temporales y espaciales. Según las teorías
absolutas, el contenido esencial nunca puede ser afectado. Por el contrario, las teorías
relativas consideran que son admisibles las restricciones en todo el contenido del derecho
siempre y cuando se respete el principio de proporcionalidad. Las teorías espaciales dan
cuenta del contenido esencial como un espacio geográfico dentro del derecho, es decir,
como un equivalente del núcleo de las células en el contexto de la biología. Como
respuesta, las teorías temporales consideran que el contenido no se trata de un espacio en sí
sino de un componente del derecho fundamental que debe salvaguardarse a pesar de que se
transforme con el tiempo. Además de las críticas específicas a cada una de las teorías, en
general, se afirma que los derechos fundamentales no pueden ser tratados como cosas o
esencias que tengan una sustancia. De allí la dificultad de precisar qué hace parte del
contenido esencial y cuál parte se reduce al contenido periférico.
158
En esta presentación de las teorías nos guiamos por Carlos Bernal Pulido, El principio de
proporcionalidad y los derechos fundamentales. Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales,
2003.
122
búsqueda de criterios que permitan una delimitación del contenido esencial en forma
intersubjetiva (razonable). Las teorías sobre el contenido esencial son las siguientes:
a. La teoría espacial absoluta del contenido esencial (TEA). La TEA considera que el
núcleo esencial puede ser definido por los jueces en abstracto, con independencia de los
contextos históricos, teniendo en cuenta “la naturaleza jurídica” del derecho involucrado.
Por su parte, la zona periférica del derecho puede ser manejada por el legislador sin
restricción alguna. Entre las criticas contra esta teoría159 se encuentran aquellas que
resaltan el excesivo poder que se delega al Tribunal Constitucional en la determinación de
dicho contenido, lo cual va en detrimento del poder legislativo, que no podría ponderar si
una determinada restricción es imperiosa. De otra parte, se critica que la delimitación que
hacen los jueces de este contenido termina siendo ahistórica y subjetivista, es decir,
caprichosa. Resaltan los críticos que uno de los efectos más preocupantes de esta teoría es
que el Legislativo no enfrenta ningún límite al disponer de la zona periférica del derecho
fundamental.
b. La teoría relativa del contenido esencial (TR). En contravía de TEA, TR propugna por
una equivalencia entre contenido esencial y principio de proporcionalidad. Por tal motivo,
el Legislativo podría intervenir sobre cualquier parte del derecho fundamental (sea núcleo o
periferia) siempre y cuando la intervención sea proporcionada. La metodología de la
proporcionalidad se entiende como un sopesamiento de las posibilidades normativas y
fácticas en orden a la expansión o contracción de los derechos en conflicto. Así entendida,
la proporcionalidad propende por la inexistencia de jerarquías prima facie entre derechos.
Las prevalencias que puedan existir se definen a partir de los casos concretos y no
previamente.
c. La teoría mixta del contenido esencial (TM). Como su nombre lo indica, lo que hace
TM es armonizar la dimensión absoluta de TEA con la dimensión relativa de TR. Ello
exige considerar que la intervención sobre el núcleo esencial es inadmisible, independiente
de si es proporcionada. Sin embargo, a diferencia de TEA, no es desconstitucionalizada la
periferia, toda vez que ninguna intervención sobre la misma puede carecer de justificación.
Entre los criterios para determinar el contenido esencial no ponderable se consideran i) el
fin del derecho, ii) las intenciones que se proyecten en el derecho, iii) la naturaleza jurídica
y los intereses jurídicos protegidos, iv) el momento histórico y v) una interpretación
sistemática que tenga en cuenta los demás bienes constitucionales. Entre las críticas contra
esta propuesta, se encuentra nuevamente el subjetivismo, en tanto no se ofrece un criterio
intersubjetivo para determinar qué parte del derecho se asigna al contenido mínimo y cuál
se encuentra en la periferia160.
d. La teoría temporal absoluta del contenido esencial (TTA). Esta teoría se contrapone a la
teoría espacial en tanto ofrece criterios temporales para la definición del contenido esencial.
En efecto, este mínimo es asumido como aquel componente del derecho fundamental que
debe permanecer vivo a pesar del paso del tiempo, pero que debe permanecer abierto al
cambio, según las exigencias de la realidad social. Sin embargo, no asume posible definir
159
Ibid.
160
Ibidem.
123
dicho contenido en abstracto. De otra parte, en esta teoría el contenido se entiende creado
por el juicio de constitucionalidad y preexistente al momento legislativo. Al respecto, la
crítica vuelve a concentrarse en la indeterminación de lo que pueda ser aquella “cultura
jurídica” que subyace al derecho. Además, los críticos se preguntan ¿cómo puede el
Tribunal Constitucional aplicar el contenido esencial y a la vez construirlo como resultado
del juicio de constitucionalidad? Se evidenciaría nuevamente un excesivo poder en la
jurisdicción constitucional.
En términos generales, las críticas contra las teorías estándar del contenido esencial se
relacionan con dos grandes deficiencias: la imposibilidad de ofrecer un criterio
intersubjetivo de definición y la ilegitimidad de la intervención del Tribunal Constitucional
en la determinación de dicho contenido. Por ello, cualquier metodología para la
determinación del contenido esencial debe ofrecer criterios de fundamentación legítimos,
esto es, armonizables con el principio democrático, e intersubjetivamente plausibles. Al
respecto, autores como Carlos Bernal161 toman partido por el principio de proporcionalidad
en detrimento de las teorías del contenido esencial.
La pregunta que surge es si es posible armonizar estas dos metodologías, como lo intenta la
teoría mixta. Ya ha sido expuesto que Bernal considera imposible tal armonización. Para
este autor se trata de metodologías excluyentes. Sin embargo, esta posición se explica en la
tesis de Bernal según la cual sería imposible ofrecer un criterio intersubjetivo para
diferenciar un núcleo de una periferia. Si este punto logra ser desvirtuado, sería posible
diferenciar entre un contenido esencial y una zona complementaria lo cual permitiría
aplicar las dos metodologías en escenarios distintos de acción. Es decir, sería posible
armonizar las dos propuestas. Debe anotarse que la búsqueda de una posible armonización
enfrenta una importante crítica a la teoría relativa de Bernal: la necesidad de insistir en
ámbitos no sujetos a ponderación. Ejemplos de ello se encuentran en la prohibición
absoluta de tortura o la imposibilidad de graduar el desconocimiento del principio de
dignidad humana162. Así las cosas, un núcleo esencial podría cambiar con el tiempo, pero
no ser ponderado o graduado ante las diversas coyunturas de aplicación.
161
Ibidem.
162
Ver sobre este punto, Procuraduría General de la Nación, Función Preventiva de la Procuraduría General
de la Nación en Materia de Derechos Humanos, 2003. Así mismo, en la sentencia C-475 de 1997, la Corte
Constitucional precisó que “(l)a Constitución no diseñó un rígido sistema jerárquico ni señaló las
circunstancias concretas en las cuales unos derechos han de primar sobre los otros. Sólo en algunas
circunstancias excepcionales surgen implícitamente reglas de precedencia a partir de la consagración de
normas constitucionales que no pueden ser reguladas ni restringidas por el legislador o por cualquier otro
órgano público. Son ejemplo de este tipo de reglas excepcionales, la prohibición de la pena de muerte (C.P.
art. 11), la proscripción de la tortura (C.P. art. 12) o el principio de legalidad de la pena (C.P. art. 29).
Ciertamente, estas reglas no están sometidas a ponderación alguna, pues no contienen parámetros de
actuación a los cuales deben someterse los poderes públicos. Se trata, por el contrario, de normas jurídicas
que deben ser aplicadas directamente y que desplazan del ordenamiento cualquiera otra que les resulte
contraria o que pretenda limitarlas”.
124
Se concluye entonces que los jueces no pueden afectar los niveles esenciales de los
derechos humanos y fundamentales. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando el conflicto es entre
niveles esenciales de dos o más derechos fundamentales? ¿cuales son los límites que se
deben respetar al momento de intervenir sobre el contenido no esencial? Para responder a
estas preguntas a continuación se explican los juicios de ponderación y proporcionalidad,
metodologías que permiten evaluar la justificación de restricciones.
163
Una aplicación de esta idea puede verse en Oscar Parra Vera, El derecho a la salud en la Constitución, la
jurisprudencia y los instrumentos internacionales. Op. Cit.
125
Una norma que restrinja los derechos humanos y fundamentales sólo es legítima si es útil y
necesaria para proteger un bien constitucional de la misma entidad que aquél que se limita.
Adicionalmente, la restricción debe ser estrictamente proporcionada respecto de la finalidad
perseguida. Siguiendo esta regla, la Corte Constitucional ha admitido la limitación de
derechos con el fin de proteger, entre otras cosas, derechos constitucionales de terceras
personas e, incluso, en casos de imposición de medidas de protección, la propia autonomía
del sujeto cuya libertad se limita. Por su parte, los tratados internacionales sobre derechos
humanos, teniendo como límite la idea de democracia, reconocen a los estados el poder de
limitar los derechos civiles y políticos por consideraciones ligadas a la moralidad pública y
el orden público165.
Por su parte, el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas ha señalado que las
limitaciones solamente se podrán aplicar para los fines con que fueron prescritas y deberán
estar relacionadas directamente y guardar la debida proporción con la necesidad específica
de la que dependen. En este sentido, no se pueden imponer limitaciones por propósitos
discriminatorios ni se podrán aplicar de manera discriminatoria. Por ello, el Comité
considera que el concepto de moral se deriva de muchas tradiciones sociales, filosóficas y
religiosas; por consiguiente, las limitaciones impuestas a la libertad, por ejemplo, de
manifestar la religión o las creencias con el fin de proteger la moral deben basarse en
principios que no se deriven exclusivamente de una sola tradición167.
164
Este apartado está basado en Manuel Eduardo Góngora y Oscar Parra Vera, “Derechos de Libertad
(ensayo)” en Derechos de Libertad. Bogotá: Defensoría del Pueblo, Red de Promotores de Derechos
Humanos, 2003.
165
Ver los artículos 12-3, 18-3, 19-3-b), 21 y 22-2 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
(Ley 74 de 1968), los artículos 12-3, 13-2-b), 15, 16-2 y 22-3 de la Convención Americana de Derechos
Humanos (Ley 16 de 1972) y los artículos 10-2, 13-2-b), 14-3 y 15-2 de la Convención sobre Derechos del
Niño (Ley 12 de 1991).
166
Sentencia C-404 de 1998.
167
Comité de Derechos Humanos. Observación General No. 22. Derecho a la libertad de pensamiento, de
conciencia y de religión (artículo 18), U.N. Doc. HRI\GEN\1\Rev.1 at 35 (1994).
126
Así mismo, el orden público no debe ser entendido como un valor en sí mismo sino como el
conjunto de condiciones de seguridad, tranquilidad y salubridad que permiten la
prosperidad general y el goce de los derechos humanos. El orden público en el Estado
social de derecho es entonces un valor subordinado al respeto a la dignidad humana, por lo
cual, la preservación del orden público lograda mediante la supresión de las libertades
públicas no es compatible con el ideal democrático, toda vez que el sentido que subyace a
las autoridades públicas no es el de mantener el orden a toda costa sino el de determinar
cómo permitir el más amplio ejercicio de las libertades ciudadanas sin que ello afecte el
orden público169.
168
Sentencia C-404 de 1998. Con todo, la idea de “moralidad pública” dista de ser pacífica. En efecto, la
aclaración de voto a esta sentencia destaca la dificultad de reconocer dicha moralidad, de tal forma que puede
convertirse en una forma de imponer una visión moral sobre otras que merecen similar proyección
constitucional.
169
Sentencia C-024 de 1994. En consonancia con esta concepción del orden público, la Corte destacó que el
fin último de la Policía es la protección de los derechos humanos.
170
Ello fue señalado en la sentencia T-230 de 1994, donde se analizó el caso de una empresa que ofrecía una
distribución desigual de beneficios laborales tales como la asignación de horas extras. Dichos beneficios eran
otorgados a los trabajadores no sindicalizados, situación que desestimulaba la afiliación al sindicato.
127
libertad de negociación de las partes. Sin embargo, la medida persigue una finalidad
constitucional –garantizar condiciones dignas de contratación- y, por lo tanto, al
menos en cuanto respecta a este criterio, no sería una medida inconstitucional.
ii. Evaluar si las medidas que limitan son adecuadas y eficaces para alcanzar el
mencionado fin. En tanto adecuadas, las medidas deben ser idóneas para alcanzar el
efecto protector en relación con el interés, bien, principio, derecho o valor que se
quiere favorecer. Por eficacia se entiende que la medida sea capaz de producir el
resultado para el que ha sido concebida. Siguiendo el ejemplo antes mencionado, si
bien el establecimiento de un salario mínimo limita la capacidad de negociación de las
partes (libertad formal), la medida es en principio constitucional dado que busca una
finalidad constitucionalmente legítima: una remuneración digna. No obstante, será
necesario saber si la medida es idónea y eficaz para lograr el fin perseguido. En este
caso, la definición de un salario mínimo es claramente una medida idónea y eficaz
para evitar que, aprovechando condiciones desiguales de negociación, el contratante
defina una remuneración indigna que el contratista se vea obligado a aceptar.
171
Este ejemplo se basa en la sentencia SU-642 de 1998 de la Corte Constitucional.
128
grupo social ni se pueden tomar medidas que nieguen las posibilidades de existencia
que el individuo no puede asegurarse por sí mismo172.
En suma, aplicando los criterios anteriores, una medida –norma o decisión- que limite un
derecho fundamental solo será constitucionalmente admisible si persigue proteger otro bien
o derecho del mismo o mayor valor constitucional, y si es útil, necesaria y estrictamente
proporcionada respecto de tal finalidad. Por ejemplo, se admite que la realización de
determinados comportamientos o prácticas que pueden afectar gravemente la convivencia
plural de distintas concepciones de vida, se vean sometidos a una restricción, como limitar
su realización a lugares privados o reservados o someter su difusión pública a ciertas
condiciones especiales (franjas, horarios, autorización previa, etc.)174.
Como se observa, conceptos como el de orden público o interés general, no pueden ser
invocados, sin más explicación, para desconocer o desnaturalizar el contenido esencial de
los derechos fundamentales reconocidos por la Constitución175. Las limitaciones a los
derechos deben ser interpretadas de una forma restrictiva y estrictamente ceñida a las justas
exigencias de una sociedad democrática. Así mismo, la Corte Interamericana de Derechos
Humanos ha precisado que para enfrentar una situación problemática de orden público se
debe escoger aquella opción que restrinja en menor escala los derechos de las personas176.
En este sentido, la restricción debe ser proporcionada al interés que la justifica y ajustada
estrechamente al logro de ese legítimo objetivo. Por ello, aunque existe cierto margen de
apreciación para evaluar si una restricción es “necesaria en una sociedad democrática", el
ámbito de dicho margen queda delimitado no solo por la naturaleza de la finalidad de la
restricción sino también por la naturaleza de las propias actividades afectadas.
172
Así fue precisado por la Corte Constitucional en la sentencia T-630 de 1997 (caso de unos residentes que,
por adeudar cuotas de administración, les fueron suspendidos algunos servicios que esta prestaba y, además,
fueron objeto de restricción algunas garantías como residentes). Para el Alto Tribunal, “en esas unidades
residenciales donde no es posible tener comunicación directa o medianamente sencilla con la portería, el
servicio de citófono es vital para preservar los derechos a la vida, intimidad familiar y los derechos a la
seguridad de todo el conglomerado”.
173
Además de estos criterios, propios del análisis de proporcionalidad, la Corte (sentencia C-309 de 1997)
destacó que al evaluar la legitimidad de una política de protección es pertinente tener en cuenta (i) los
intereses legítimos de la sociedad en la protección específica del interés de la persona, así como (ii) el ámbito
de protección, esto es, si se trata de una esfera pública –donde la intervención puede tener un efecto inductor
sobre terceros- o de una esfera privada –donde el derecho a la intimidad constituye un límite para estas
medidas-.
174
Sentencia C-404 de 1998.
175
Esta posición ha sido respaldada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos como criterio de
interpretación, de tal forma que la invocación de la Convención Americana no pueda ser utilizada para negar
la misma Convención o desnaturalizarla, privando de contenido real los derechos que este instrumento
consagra. Ver Corte I.D.H., La Colegiación Obligatoria de los Periodistas (Arts. 13 y 29 Convención
Americana Sobre Derechos Humanos), Opinión Consultiva OC-5/85 del 13 de noviembre de 1985. Serie A
No. 5, párr. 67.
176
Ibidem., párr. 46.
129
El camino para arribar a la síntesis antes enunciada ha estado cruzado por los más variados
obstáculos teóricos, dogmáticos y pragmáticos. Lo que muestra la dificultad para la
elaboración y manejo de los test, pero también el empeño de la Corte de proporcionar a la
comunidad jurídica un razonamiento analítico susceptible de un mejor control racional.
En general, para este juicio de igualdad se han propuesto los siguientes pasos, en el
siguiente orden lógico:
177
Este apartado está basado, en parte, en Rodrigo Uprimny, Camilo Borrero, Danilo Rojas y María Clara
Galvis, “La igualdad en la jurisprudencia de la Corte Constitucional”, en Pensamiento Jurídico, No. 15.
Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2002.
178
Sentencia C-481 de 1999.
179
Sentencia T-230 de 1994
130
La idea general es que cuando un trato diferenciado cumple con todos los requisitos del test,
no atenta contra el derecho a la igualdad. De lo contrario, debe abolirse o removerse el trato
diferenciado, restituyéndose la igualdad de trato. Además, el análisis debe realizarse de
forma secuencial, de forma tal que si en un determinado paso no se sostiene el trato
diferenciado no es necesario continuar la evaluación con los demás, pues se requiere que
todos sean cumplidos. Con todo, no son pocas las ocasiones en que la Corte se ha ocupado
de desarrollar el análisis completo, aunque ella misma haya establecido que es innecesario
hacerlo.
180
Sentencia C-530 de 1993 esta sentencia es una de las más citadas en cuanto a la aplicación del test de
igualdad, por ejemplo ver las sentencias C-050 de 1997, C-479 de 1998, T-175 de 1997, C-089 de 2000. C-
1409 de 2000.
181
Sentencia C-022 de 1996 en esta sentencia se especificó en el punto de la proporcionalidad en sentido
estricto como uno de los pasos del test, éste se compone de un análisis de legalidad del fundamento del trato
diferenciado y la afectación mínima de los intereses jurídicos de otras personas. En el mismo sentido ver: C-
625 de 1998, T-774 de 1998, C-508 de 1997, T-352 de 1997.
182
Sentencia T-422 de 1992
183
Sentencia C-445 de 1995
184
Al respecto, pueden consultarse, entre otras, las sentencias C-445 de 1995 C-183 de 1998, T-263 de 1998,
C-563 de 1997, C-247 de 1999, C-318 de 1998, C-152 de 1999, T-067 de 1998 C-048 de 2001, C-1514 de
2000, C-112 de 2000. Se entiende entonces que el juicio de igualdad estricto se aplica frente al uso de
categorías sospechosas, el intermedio frente a acciones positivas y el débil en todos los demás casos,
constituyéndose éste último en la regla general.
131
a. El test débil: Cuando se aplica esta clase de juicio de igualdad, el rasero es el llamado
criterio de inconstitucionalidad manifiesta. Es decir, se examina que el trato diferenciado no
sea frontalmente irrazonable o desproporcionado (C-265/94). O, lo que es lo mismo, basta
que el trato diferenciado sea potencialmente adecuado para obtener resultados admisibles, y
con ello la norma o la medida bajo análisis es considerada constitucional185.
Con todo, la Corte190 precisa que las consecuencias del uso de una categoría sospechosa191
no son siempre que el juez constitucional deba mecánicamente recurrir al escrutinio más
estricto posible. No todas esas pautas son igualmente discriminatorias, por cuanto algunas
pueden reunir solamente algunas de las características que tornan un criterio sospechoso,
pero no todas, mientras que otros puntos de vista pueden presentar todas esas
185
Sentencia C-445 de 1995
186
Ídem.
187
Sentencia C-371 de 2000. En este caso, a pesar de tratarse del análisis de una acción positiva, se aplicó un
test de carácter fuerte, cuando en otras ocasiones se había establecido que en casos de este tipo se acudiría al
test intermedio.
188
Sentencia C-481 de 1998. Ver además, entre otras, las sentencias T-098 de 1994, C-112 del 2000 y C-371
de 2000.
189
Ver, entre otras, las sentencias C-112 de 2000, T-230 de 1994 y C-445 de 1995.
190
Sentencia C-112 de 2000
191
Se alude en este evento a categorías que son sospechosas por cuanto han servido para encubrir
discriminaciones. A pesar de lo ambiguo que pueda resultar el uso del vocablo, lo mantenemos por respeto a
la fuente de donde se ha inspirado la Corte, en este caso la jurisprudencia norteamericana.
132
características. El escrutinio judicial puede ser entonces menos riguroso en el primer caso
que en el segundo.
Ambos test, sin embargo, presentan dificultades. El obstáculo dogmático fundamental del
test de proporcionalidad es la variopinta de entendimientos que pueden atribuírsele a sus
distintos componentes, así como el “ensayo y error” a que son sometidos algunos pasos del
mismo test. Lo que hace que en ocasiones la Corte incluya ciertos requisitos, para luego
abandonarlos192. De otro lado, en el test ponderado de igualdad resulta problemático el
establecimiento de los criterios de intensidad que lo determinan.
“Este juicio o test integrado intentaría utilizar las ventajas analíticas de la prueba
de proporcionalidad, por lo cual llevaría a cabo los distintos pasos propuestos
por este tipo de examen: adecuación, indispensabilidad y proporcionalidad
estricto senso. Sin embargo, y a diferencia del análisis de proporcionalidad
europeo, la práctica constitucional indica que no es apropiado que el escrutinio
judicial sea adelantado con el mismo rigor en todos los casos, por lo cual, según
la naturaleza de la regulación estudiada, conviene que la Corte proceda a graduar
en intensidad cada uno de los distintos pasos del juicio de proporcionalidad,
retomando así las ventajas de los tests estadounidenses”.
192
Así v.g., aunque en un principio se habló de los efectos del tratamiento, como forma de justificar el trato
diferenciado de manera razonable y objetiva (T-422 de 1992), este criterio desapareció de los argumentos de
la Corte. Igualmente, ha sido inconstante el paso previo que verifica si los sujetos están o no en la misma
situación (SU-342 de 1995, C-539 de 1999, C-089 de 2000, C-1514 de 2000)
193
Ver el trabajo de César Rodríguez, “El test de razonabilidad y el derecho a la igualdad” en VV.AA.
Observatorio de justicia constitucional. Bogotá: Universidad de los Andes, 1998
133
De esta forma, el test integrado exige un doble ejercicio analítico al juez constitucional, que
podría ser resumido en el siguiente cuadro:
*A menos que se trate de acciones positivas, pues en ese caso se trataría de un juicio intermedio.
Ahora bien, en los últimos años, el derecho internacional de los derechos humanos ha
reflexionado sobre estos remedios, a fin de abandonar la idea de que la única forma de
reparar esas violaciones es por medio de una indemnización o compensación monetaria por
el daño sufrido. Aunque es obvio que esas indemnizaciones son importantes, existen otras
medidas de reparación, como las siguientes: (i) la restitución, que es devolver a la víctima,
cuando sea posible, a la situación que tenía antes de que ocurriera la violación; (ii) la
rehabilitación, que consiste en suministrar a las víctimas o a sus familiares los cuidados
médicos y sicológicos necesarios par su recuperación; (iii) la satisfacción o compensación
moral, que consiste en realizar las acciones tendientes a restablecer la dignidad de la
víctima y difundir la verdad sobre lo sucedido y (iv) las garantías de no repetición, que
comprenden todas las medidas tendientes a evitar la repetición de esos crímenes. Pero eso
no es todo; igualmente el derecho internacional ha propuesto y desarrollado formas de
reparación simbólica y colectiva, que preserven la memoria histórica y restablezcan la
dignidad de las víctimas194. En todo caso, el deber de garantía incluye hacer cesar las
consecuencias de las violaciones.
IV. Autoevaluación
194
Ver, en particular, los principios elaborados para Naciones Unidas por los expertos Van Boven de 1996 y
Cherif Bassiouni del año 2000 sobre derecho a la reparación de las víctimas de graves violaciones a los
derechos humanos. La versión revisada de esos principios de agosto de 2003 se puede consultar en
www.unhchr.ch/html/menu2/revisedrestitution_sp.doc y precisamente incluye , en los principios 21 a 26, como
formas de reparación la restitución, la indemnización, la rehabilitación, la satisfacción y las garantías de no
repetición.