8 El Oidor Cortes de Mesa

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EL OIDOR CORTES BE MESA.

I.

La tarde habia sido tempestuoa, Ilona de buenos y de


aguaceros; y Is noche, aunque ya no liovia, no pot eso estaba
minas oscura y triste. Las oraciones habian sonado en ]as torres
de Santaf4 y una multitud de luces que cruzaban en tudas direc-
cioneg Ia calles empantanadas, resplandecian conlusarnente aquf
y all. Pot is calle real, no obstante, empezando 4 reunirse, pare-
clan un chorro de fuego que iba 4 parar mu lijos, 4 Is segunda
calle de las Nidves. En aqtiel aflo de 1581, era ese barrio ci
mu pablado de Is ciudad; que parecia deber extenderse en cdi-
ficacion mu Men hácia ci rio del Arzobispo quo at do ruch&
Los fhroles fueron 4. esconderse en una cam baja de regular
apariencia, de donde sultan ci ruido de una milaica alegrfsirna y
el murmullo de muchas personas. Un grupo de curiosos estaba
apostado en Is esquina y en la puerta, para ver entrar la gente
que lbs at baile.
— t En qud consiste, senor, dijo un encapado 4. un arrirnon
que estaba cargado contra la pared, (porque et6nces como aho-
it, y ahora como entOnces ban existido aqul uiiroues y curiosos);
en qud consiste que entra tanta gente 4. esta casa?
—Yo Ic dird a vuesamerced, dUo. ci otro: aquf vive don
Salvador Ordónez, y boy son los dias de su cspoa.
—Don Salvador! ab! aquel espanol mercader tie vinos de
la 1? calle del comercio?
—Sf señor, ci mismfsimo; yqud boon hombre que es!
thdos hablan de so fidelidad en Los contratos; en fin, de aquella
an hombria de bien quo diciendo blanco, blanco ha de 8cr.
—Y su mujer es jéven!
60 CUADEOS DI

—No Is conoce usted 1 pues cièrto que muchacba mh


linda con difioultad se di; tiene on cbeIloque parece de oro,
belles ojos, blanca come una nieve, r los dientes como. - -
En esto entraban unas seftoras acórnuanadas tie unos caba-
lieros.
—Ve usted esas damas 1 lo pod ri usted negar que son
buenas znbzas; toma! pues Is UDS es Ia hija del Corregidor, y
esa otra alta, mirubrena, un poco des denosa, es Is, mujer del
doctor Rivera.
—1Y qu edad tend*poco mu 6 Snot;, Ia eaposa de
don Salvador?
—Diez y ocho afios cumple boy, r inidnos.
—Olga! es bien nina; ya, Is la Is.... don Salvador,
aegun parece, tendri 60, noes estot I
—Sf; tal vez mis.
—Y hace anucho que son casados,i
—Han como dos snot
Los convidados seguian entrtrndo,; Ia mdaica no cesaba dc
sonar. Pam cierta edad, no hay cosa qu alegre tanto como una
sala de baile: all halla uno cuanto de4 ,; los reverberos hacen
ofimear los ojos; y mint uno lindos tall jos negros. ojos flu-
hellos de azabache; lo
let;, blancos brazos, cabellos rubios y 950
que uno quiera: florcs, perfumes, cani müsica embriagadora,
xnirgdas de ternura.... todo.
Precedido de on negro que lleva ía un pan farol, vecia 4.
entrar un personaje de garboso cuerp cubierto con una ancha
toga de seda, que revolvindose en mi pliegues, anadia gracia 4.
su We gentil. Alto, no muy grueso, oji s negros como dos car-
bones, twa mirada profunda y vivaz, E 1 cabello sin polvos y sin
adorno, frente elevada y espaciosa, tin as maneras amenisimas:
tal era el Oidor Luis Oortés de Mesa. Agregad A esto, que su
freeca y 1ozaia edad podia 4. 10 mis r ayar en los treinta silos;
'que an talento forense lo hacia el hijo nitnado, y Is daba mucho
ascendiente sobre los viejos Oidores; Lue sabia cantar, atompa-
flaclo de Is gttarra, que era on pnmor, y habreis formado Ana
idea de £1. Habia sido educado en Sevilla, y por no sd qud tra-
vesura que cometió en Madrid, el Rey lo habia mandado, tan
jóven come era, de Oidor de is real Addiencia del Nuevo Reyno
de Granada.
Al entrar al salon, todos le ron Ia debida atencion;
pero eqta sala y so concurso, mei bien, 'care lector, gastar
dos lfneas en describirse.
Figárese noted tin salon ea colgado de tercior
T BIL&CIOXU Dl TILlS. 51
polo turquf con fibres de oro; grandes raroles do reverbero, que
volvian In noche tan clam como ci dia; canapes do scda con
unos espaldares de A- yarn y media. hermanos de unas sillas tan
largas como tres tantos do ]as nuestras; en los dos rincones do
enfrente dos buenas mesas do caoba, ocupadas par un nacimiento
quiteno: enfrente, y en Is mitad de la pared, un cuadro grandi-
simo y muy hello del dlebre pintor Vasauez1rque ent6nces
yiejo ye, se mantenia mandando A vender pinturitas quo hacia
en table, do gatos, perrillos y otros animaies); ntis alfombra qui-
tone, unas jarras do fibres y una arafla de Palo dorada en Ia ml-
tad de Ia sale, cuyas vigas est.aban ernbutidas con dibujos do
relieve, completan este inventario.
En mm tarima, que ocupaba todo on lado do la sale, esta
ban sentadas tadas las sefloras, embasquifladas machas, y otrae
con peines do oro en las cabezas; arracadas en las gargantas; el
cabello revutito hAcia atras y amarrada con una cinta de color;
manos y seno cuajadas de diamants, cameraldas y perlas; es-
trechos jubones de seda 6 de guadamesf de color; anchas polle-
rae de raso, de lain do oro 6 de brocado hasta los pi& y en
estos zapatilla de tisá con an alto tacan.
Los hombres par su parte no est.aban nienos gallardos:
zapato con hebilla, media do ada 6 de punto, charreteras en Is
radiUs, calzon corto de pailas finisimos do San Fernando, chupa
de soda bordada con lcntejuelas blancas 6 amarillas, galilla at
pescuezo, bigates, ferreruelo, capita corta, espada y sombreros
gachos, con plurnas 6 sin ellas.
La mujer del mercader estaha do veinticinco alfilerea; t.oda
tisk oro y pedrerfa. Dijo ona seflora cincuentona, que muy Men
podia valer sus diez ml! pesos; 'y otra, sacudiéndose ]as enaguas,
agregé: quo ni con mucho la niujer del ültimo Presidente so
podia comparar con ella, cuando on Jueves Santo 6 una Noche-
buena iba a la CatedraL Pero dejando A on ]ado Jo quo valiera
in atlorno 6 no, quo en eso no me meto, digo: quo do todas las
do Is fiesta, era Ia mu hermasa sin ninguna disputa.
Tocaron an minue, y vieron bailar a Clara Rosa, suelta
como una gacela, con el abogado Lindros, j6ven muy distinguido.
Los brazos do la herinosa se extendian con tents suavidad y
gracia, sue pits tacaban tan blandamente Is tierra, SUB mejillas
so sonrosaban con un color de grana tan viva, pie parecia una
siLfide 6 una deidad adrea. Ahora detenidudose en on rIpido
curso, redoblaba con sue tacones y seguia el compats do Is ma-
sica exactamente; sus, ojos lAnguidos parecian destnayarse; an
caheza torcida con suavidad, yn at un lado ya a otto, afladia nue-
,t L_ C' : 1) "''':'.'..' r '.•
.tr . .
ct*- .LAIn_ .LAtfl'TUfr, ¼I'. : Ct; - H
52 CUADRO8 DI COSTUMBRES

vo inôanto a su interesante actitnd; su pecho so binchaha por


grados con la agilacion del movitnientq; y ahora era corno una
cosa atigélica que ecnbelesaha Ia vista y arrobaba el corazon.
Los cjos del Oidor est.ahan ciavados en ella; con Is hoes abierta
no se atrevia ni 4 resollar; palpitand4, delirando, extasiado so-
ia sus moviinientos, sus Iahios dejaban oir el compis do
r mdsica,
dos siguléndolo en todas sus caØencias. Es una cosa ver-
daderatnente fatal ci corazon! En medio de Is soie.dad, 6 en ml-
tad do un concurso, hay sleinpre voces secrel.as, misteriosas ins-
piraciones delolelo, que nos anuncian nuestros destinos. Caila-
damente, y cuando estamos más emtcbecidos pot Is vista de
una mujer hermosa, pot los acentos de mm másica embriaga-
dora, por ci canto despertador de granijics meditaciones, 6 por ci
murmullo del pueblo quo aplaude 6 que vitupera, so oye aquel
acento en ci cOrazon, y lo oprime comó Un rnkrmol pie cae so-
bre un cadaver. Eats noche puede serte fatal! es tal 'ez el grito
del alma. He do mont 1 qué imports! yo no temo 4 la inuerte;
siento dejar Ia vida solamente, cuando cmpitzo I reçibir impre-
siones tan dulces.
Esto era ciertamente lo que pasala en el corazon -del Oidor
de Santaf& Esta noche to será fatal He aquf ci grito que Ic
lanzó ci inal génio en medlo de esta escena agradable. Involun-
tarianiente Lie pan, y conociendo su indiscrecion, toma otro
asiento. Era tarde; ci inal est.aba hecho, y esta noche rcplmente
ic yl A sen fatal.
Pam qué cansar más con Is pidtura de mm fiesta quo ya
pns6 1 Flores, vino, antorchas, canto, jkrfumes, másica atrona-
doa, nada escase6 el marido pars, festejar ci nacimiento del fdolo
4e au èorazon. Be habia casado en an teie2; Clara Rosa era au
apoyo, su Idolo, su ainor, su iuico pnsarnient.o. Clara Rosa lo
amaba con la ternura de una hudrfana que todo so Ia debia,
aliaqza, relaciones riquezas y h000res;I de una nifla, quo criada
Jesde sus priweros aflos en un monaterio, no sabia mas del
mundo quo to pie veia en su casa, y que iii salir de aquet asilo
babia venido a encontrar en don Salvador su padre, su inarido,
el inks fino amante. I

Qud feiices hubieran corrido sits dias sin esa noche! Pero
cstaa escnito pie seria Is óltima fiesta de su vida, y que ci des-
Lino no respeta ni las rosas del amor, ni Is quietud del sabio, °k
los laureles del guerrero.
Ella se divirtió curnpletamente; a funcion estuvo lucida. A.
las onoeya los muchachos so dormian, 6 jugaban con los perros 3'
gatos pot Is sala en inedlo de los concurjrentes y ci baile se acabO.

H
T R!LAC1OYE DX VIAlS. • 53

IT.

Qué pasaha en ci corazon del Oidor! Imposihie es pintar


exactamente aquella mezcia de encontradccs afectos quo produce
ci amor, y on amor desesperado y criminal como ci quo so habia
apoderado de su alma. Movirnientos do esperanza, de arrepenti-
miento; ideas negras como ci averno; Ins celos con todas sue
espinas dolorosas, quo rompian su ensangrentado cOrazon; todas
las olas do un porvernr funesto, si lograba sus deseos, viniendo
a estreilarse en su frente ; todos los dolores do Is desgrada si
no era correspondido. . - Oh virtud! Lu antorcha no iluminó
su alma, 6 fué quo el demonio quiso ocupar enteramente su re-
cinto; 6 quo el infeliz no tuvo ánimo pars implorar al cielo,
temiendo ser oido, pars, quo lo librara do esth amor.
Una noche sin suefie, Is fiebre abrasadora de la dpsespera-
don, el flujo de suspiros involuntarios. - - - ni una lSgrima!pero
Ia imhgen do Is amada con todos sus encantos, ci recuerdo fresco
y vivo de todas SUB aeciones y (wit de. sus mu insignificantes
palabras, la perspectiva tétrica del crimen, Ia agonfa del dolor!...
Ved qué trope, de penas sobre an corazon tan fuerte como el
quo mks, que no e sino un poco do sangre!
Por In manatia iIamó con la campanilla a Simon. Simon era
tn eriaduantiguo de su casa, que babia querido acompanarlo £
America, porque to habia criado en Bus brazos y 10 amaba como
S on hijo.
—Simon! he pasado una noche malisima, no be dorinido;
cathy como Con calentura.
—Yti! las trasnoçhndas nunca son buenas, senor mio; yo,
ya ve vuesamerced, 80 afios cumplo en estas pascuas. y nuhea
he sabido lo quo Os un dolor de caheza, itt lo quo ha sido coger-
inc ]as ocho fuera do ml cama. Algun viebto, la huinedad do
Ste cielo, quo no es como el de Sevilla, el vino Ileno de azü-
car.. quiere
.. quo llame é. un doctor!
— GraSs, ml buen Simon; ml mat no hay medico que
lo cure.
—Pero 1 qué tiene vuesamerced 2
—Oath nada me duele, nada; pero estoy bien malo.
El viejo se confuridió y so Cue a preparar el almuerzo. Mien-
ttas quo almorzaban Ic dijo et Oidor a Simon:
—Sabes lo quo pienso! volvenne a Espana; ya no me
sienta este .lima.
En esto entró an Canónigo, y the prociso dejar la ccii-
versacion.
54 CI cOITUIRU

No bien se hubo acab do ci despacho de spiel dia en at


Tribunal, cuando ci Oldor id- a lit casa de don Salvador. En-
contró con Clara Rosa, quo divertia sola en el corredor regan-
do unas fibres: estaba perfe amente adornada; an cabello reco-
gido con tres estreijas do oro r diamantes; arracadas y gorgu eras
de In misnio; unit punoleta Ic olan at ,cuello; an ajustador de
seda turquf con mangas de terciopelo celeste hasta ci codo, en
ci que caia tin vuelo do enci blanco con on bracelete do esme-
nidas, pulseras do lo inism y los dedos cuajados de piedras
preciosas; 8(13 enaglijilas az lea terciopelo, chapines de lana
y Sdias do seda. Tal era ci adorno do Is heritosa; pero en an
Ira se habian abierto unas i eras grandfsimas; y sea la thita do
suefto de Is noche anterior, 6 algunas Iágrimas secretas, la faz
dernostraba ün aire de molar o1fa que dabs más y mu realce £
sti hermosura de 18 aflos; a a ojos emit una hogue?a incesante,
811 bOca

Boton de apOas entreabierto,


Qua a la. cayó del Paraiso.
Cuántos encantos y on' in poderosos hechizos pam ablan-
dar tin curazon do piedra, no que uno que se derretia!
El Oidor Ia saludA con h s gracia andaluza que caracterizaba
todos BUS movimientos. Entri tron a is salt y so empezó Is con-
versacion. —
—Y bien, Clara Rosa, dijo sonridndose ci Oidor, mucho
so divirtió usted anochel
—Sf senor, puedo deck pie estuve muy contents.
—Pero su aspecto no da indicios de tal cosa: mu colorado,
con mdnos ojeras, y no tan triste habit de poner usted nit cart
divina pain quo se. lo creyera: usted ha ilorado.
Clara Rosa so turbó toda, y Ic dijc con un acento tan t.riste.:
no senor! quo ci Oidor, quo estaha ya en ascuas, so Ievantd pars
èentarse en una silla, junto dé ella.
—Cómo no 1 continu6 ci Oidor, aim so yen las senates do
an llanto. Vamos, amiga, sea usted mu sincora, cu4nterne la
causa do sus penn, pun juro quo ninguna tiene en el mundo
tanto derecho a ser feliz como usted; tat va regaflos de don
Salvador, no es estol
—Pero, senor, por mu mistad quo usted me profese, i qué
utilidad le reporta saber Ini penas que pueda sufrir unit pobre
snuchacha, hurfana desde 14 infancia, sin apoyo, sin arbitrio en
lit vida, criada en un monasterio!
— COmo si me interesdn Ins dichas y Ins dolores de usted!
T ULACIOXIS DC VIAJL 65
sabre nil corazon, Clara Rosa, cr.ame usted que. yo desde ci
inomento.
Aquf se suspendió, par una serial de desagrado qua not6 an
Clara Rosa, y luégo contiuó diciendo:
—Eso es, caprichos del abuelo, vizcaino habia do ser! no
es verdad, amiguita 1
—Si, señor; ya quo usted quiere saberlo, olga, pues, y verL
qua son cosas do que ugted. no debia tenet curiosidad. j No so
acuerda usted qá cuando bailamos juntos é. lii media noche, so
inc cayó uàa cinta y qua usted Ia aizél.... Pew uhf parece
qua viene.
Y so levantó para sentarse en otro lugar. Asi permanecie-
ron un rato hasta qua ci Oidor dijo:
—Bien, no viene; y en qué paM?
—Pues ludgo quo todos ustedes se fueron, so qued6 a cenar
y eznpezó 4. reprenderme, y tanto, qua me hizo ilorar.
---SL conque esth celoso I dijo eiOidor.
—Y ya ye usted con coin poca razon, senor don Luis; yo
soy una pobre, una infeliz, qua 86 rnuy bien cuánto le debo; ah!
tot to quo soy; y aunque ent6nces no supe tat vez lo qua me
hacia, yn to aiim, y no serd capaz nunca de dade qud sentir.
—Pero, divina Clara Rosa---- dijo et Oidor.
Aquella. viendo qua don Luis le iba 4. tomar Ta mano, Be
levant6 y se salió at corredor. A este tiempo entraba don Sal-
vador, pie venia de dat sm paseo por San Diego, despues do
hahn estado desde las ocho en Is tienda. Era este espazol bon-
radisimo y cortés, muy devoto, exacto en sus promesas; de
aquettosbombres de migajon qua ya casi DO BC hatlan, formal,
tratable, y aunque 4. Is edad do cuncuenta altos, enamorado do an
mujer cotS on muchacho.
El padre do Clara Rosa fud un honrado antioqkiezo, quo
queriendo mejorar de fortuna, so habia trasladado 4. Santafd con
su mujer y an hija. A poco tiempo murió squalls, dejándolo an
la mayor afliccion, principatmente pot ci cuidado de h educa-
don de Clara. Don Salvador, qua era so amigo, øø hizo cargo
de Is nina, Is puso an Is Enseflanza, y habititO al padre pan quo
hiciera on viaje 4. Jamaica; ci qua tuvo ci mu dcsgraciado fin
del munda,• pues do vuelta murió ci padre de Clara Rosa en
Honda, supticando 4. su amigo cuidara a an hija como propia y
no la desamparase an Is horfandad y miseria, y macho máa an
la edad en que Is dejaba. Don Salvador prometió set sti padre,
y ludgo quo salió del conveñto so casó con ella. Los matrimo-
nba an aquet tiempo casi no so hacian por voluntad; y el carino,

66 CUADR.O5 Dl

ci anior, era de In quo rndnos cuenta s€ hacia. Clara Ràsa, hur-


farm, inocent.c, a Is edad de diez yr Seis altos, sin experiencia,
criada en tin monasterlo, se arrojé or i Los brazos del que hacia
las veces de su padre, yr dste diÔ ci a por ells, en los aliares.
Poco A poco con ci trato d las amigas yr con ci claro talento do
pie Is dot6 ci cielo, advirtid que babi a hecho un voW, cuya in-
mensidad y duracivu apdnas empezab A cwiocer. La gratitud,
el, icrnpre carinoso trato del zuarido, ou misma utilidad, Ia con-
venpieroo A amar por deber al quo arm kba por agradecimientio, y
a Howuna viila fçliz, ignorando loo " Iientea afectos que estaba
condenada A no gustar.
Don Salvador, por otra parte, era ci hombre mAs carifloso
y do buen juicio, franco, amigo do ac rvir A sus amigos, idola-
trando en Clara Rosa cono en an fth lo, atiento A conserver an
rico comercio, ci hombre mAs cabal y corriente. Diversionel,
bailes, PaSCOS. maestro de arpa, cuan 0 queria, cuanto sonaba,
cuanto acertaha A pensar, en todo do ML gusto A la esposa. Su
figura tampoco era desagradable: one statura masque medians,
ordu, cacheton; lacaheza escarchada por los aflos,pero cubier-
fa de espeso cabello; fitcil conversaci on, buenos yr apreciablea
zuodales, la limpieza misma Ilevada al xceso, tal era aquel horn-
bre, cuya mano estaba abierta al pobre yr A it viuda, yr cuyo con-
zon puro no sahia iii desear el, mat. Estimaba al Oidor, tanto
por sus talent.os y buenas prendas, c mo pot ci iazo do paisa-
naje yr de asnistad quo Ic unia A dl; p ro empezaba A recciarso
do sus miras viendo la frecuencia con que venia A su case, yr ci
4ernpnio funesto de los cola que itormenta principalmente
cuando se miran ]as relevantes prendai del rival, yr A Is consida-
itcion de los personales defectos, so he bia apoderado de so alma.
Hizo poca atencion al Oidor, y manif'e stö su descontento A Cia-
raRosa.
Despedido el Oldor, prohibi6 A mujer quo lo admitlera.
más en su case. y comisionó en secret A. Cecilia, una vieja ama:
tie lines tie Is case, paraque espiara I sta las MAR indifcrent
miradas de aqpella, encargAndola d 4ade, dotaila4os a.visos:
do todo.
Muy, duro so hacia A Clam Rosa espedir de an cm. A. un
1orare tan eminente, ya por el poes quo ocuØaba on Is. Real'
Audirnicia, como porque empezaha A cobrarle carino al ver at.
amor desventurado yr las prendas p to adornaban. Por un
parte.eI obsticulo aumeutaba e8te afe ;o, quo venian é robuste-
cer las naturales comparaciones. quo h; cia entre la edadtan des-
igual, los talentos, ci rango yr las. mau,i as do uno yr otro. i CuAn.
I LXLACIOYU DI VIAlS. 67
thsculpable era èsta hermosa, luchando sin gala ni consejero en
In borrasca desatada de afectos, si tat vez daba momentánea-
mente cabida a una inclinacion tan criminal! Consult6 ]as du-
das de p conciencia con su confesor el guardian de San. Fran-
cisco, que estaba ya precenido por ci marido, de cuya casa se 1€
enviaba el confortati'o chocolate que thmaba an paternidad, log
dukes y fuentes tie colaciones con pie se refaccionaba su pater-
nidad1 el. vino tie Madera y Oporto con pie se fiigueaba su pater-
nidad y los olorosos tahacos tie Ia Habana jue fumaba six pater-
nidatL No era macho, pues, que su paternidad hablara elocuen-
ttmente 4 Clara Rosa, citándole los hechos de Raquel, Ester,
Judith y Santa Teresa, pie tenian tanto que ver con la presents
inatieria, comomejor fortuna me depare Dios. Pero In bella
lndo'}e de Clara Rosa, su. condescendencia genial pan seguir el
camino virtuoso, no opusieron ciertameut.e obstácuio ninguno a
It elocuencia triunfadora del mu), Reverendo padre-fray Climaco
Matallana, guardian en el convento de humildes franciscanos de
Santafd; asf fu g que anegads en llanto, proinetió no pensar
mIs en €1 Oidor, ni cosa quo oliese a tal, y seguir, como hasta
entóncea, queriendo & su buen niarido, como 4 ins telas do sa
oufuzon.
Con cuLnto placer no oyó don Salvador tan thustas nuevas
de boca del may Reverendo Padre Guardian fray Clfrnaco, y
mis viendo que Clara Rosa se esmeraba a porfia en manifes-
tarle Mi carifto! Eran como las nuliecillas tie1 Diciembre, que
gotean pan secar el polw en on dia caloroso y pan mejor
refreecar el aire. No hay que decir de las damazanas de vino
que fueron 4 dar tie rondon en el ditimo viricueto de Is celda
del bendito fraile, coma ni tampoco las fines piezas de cendal
pan los hábitos de su pat.ernidad,y las tie clan pan camisas de
an cuerpo pecador, coma di mismo lo solia Ilamar.
Entre tanto el Oidor estaba poseido de wil esperanzas y
temores, y del peso que trae consigo, abrumador y terrible, tan
1nesta aficion. Es ci tormento de Tántalo, que ye saciarse L.
otto do agua, midnt.ras dl se deseca de sed: es el corazon pues-
to a)bre an ay.unque, recibiendo los golpes del martillo que lo
vuelve pedazos. Pensaba pedir su traslacion a otraparte, ya
hair como an desertor, ya quedarse, vivir, morir: todas las tunas
se habian desencadenado para atormentarlo, y lo que le faltaba
era valor parat.omar una resolucion. Ay tie aquel corazon me-
droso, quo no sabe determinarse 4 seguir un pensamionto cuan-
do Is razon grita! y qué tie tormentos no se le preparan por
su indecision! Rómpase, despedácese, si es preciso; pero sea
58 casDios DI

una 'vez, siguiendo los consejos do conciencia quo nunca so


engafa. Arremoilnado por mil siniesti a ideas, ya se resoivia £
cejar, prometiendo no ver mu a Is [ urbadora do su quietud;
pero su alma so desencajaba a. este inei pensamiento y no podia
resol.verse a. nada. Fluctuando a. mere, & de todas Ian contradic-
clones do una mente acalenturada, ni Ii ii la soedad hallaba con-
suelo, y Ins conversaciones de sus art gas no eran atendidas, 6
pasaban sabre so pecho sin bacer im sion, como el viento pot
Un' atonal, sin ballar una plants quo mover. En In Audiencia
hubo que despertarlo muchas veces In profunda meditacion
enque
pal so surnergia: ensimismado y iciturno, no acertaba con
la abra cuando sus companeros Ic r eguntaban. ; Infelit horn-
bit! an vida seth twa cadena do dolo si Is religion yence en
on pecho; 6 un raudal do crimones, sl: triunfa la voz halagilena
del placer.
Simon so esforzaba en vano p0 • inquirir la cause de an
pent Tot afeccion desarreglada es rgonzosa; pero el profi-
nr la union nupolal, volver ingrato I sdr más sensible y vir-
tuoso, hacerlo criminal, profinar uu santuario, marchitar una
for, corromper un corazon 'Si hi palabras quo manifiesten
eata vergüenza, no serk otra quo Is LUG el pueblo abullando,
arroja sobro Is frente del culpable - 1: rgufaima, de maldicion y
de desgracia cuando asciende at cad pálido y casi muerto.
Asf fuá que Simon se quedó en ayána • y no sabiendo qué deck,
aconsejô a an dueno quo hiciera una confesion general y veria
cdmo restauraba Ii paz perdida. Efe tivamente, ode aviso era
ci ánico camino seguro quo se podia omar; peru era tardo, 6
no habia fuerz&en el Oidor pan tantq

III.
Muchos than habian pasado sin quo nada turban el reposo
de Don Salvador y de Clara Rosa, y in que tampoco nada ate-
noase ci atnor del Oldor, y Is pens, 4ue profundainente lo con-
sumia: sus facciones manifestaban los interiores combates, 7 SIt
aire distraiao le dabs un aspecto terrible, al mismo tiempo quo
causaba lástima y compasion.
Despues de rezarlas oracionea eh can de don Salvador,
vino a. sorvir el chocolate Is tia Cecilia, y con mil escrApulos y
reserves hizo sense uI amo, como quo tenia que contarle aigo.
Aquel no advirtiô 6 so did por desei$endido, asf es que Is vieja
estaba en UCUM; peru ludgo so acosiaron y no hubo ticinpo
yarn decir nada.
Y lflSC[oNfl BE VISIt 69
Al otro dia, may temprano, salle Clara Rosa a misa, segun
on costumbre, y Cecilia dijo a don Salvador quo permaneciese.
Pretest6 squat gana do almorzar, y so qued6pam ver qué cosa
era. No bien hobo salido Clara Rosa cuando la vieja, mirando
pars todos lados y advirtiendo quo no babia gente, dijo 4. don
Salvador:
—Pun cierto, senor, quo el Oidor no nos dL treguas.
—Y qué ha sucedido? dijo don Salvador, retiréndose de Is
mesa, y sin acabar de pasar an pedazo de pan qua se habia echa-
do a Ia boca.
—Nada, señor.
—Cémo nada 1
—Olga usted con paciencia, qua an una horn no se tomó
Zamora.
—Then, bien; deja refranes, y al clavo.
—Pun como vuesamerced me dijo qua .........
—Y qué has visto, pucs?
—L Pero cémo quiere quo so 10 diga, si 4. ada niomento
me interrumpe?
—No interrumpo was; df breve.
—Pues como iba diciendo de ml cuento: y los tiempos
están, senor don Salvador, muy peliagudos, pun boy se levanta
uno bueno, y a lit noche. . -. Dios sea servido de rernediar las
cosas!
—Por Dios, Cecilia! dl pronto, quo p no puedo aguantar
más, dijo don Salvador, levantándose y cerrando la puerta, vino
el Oldor?
—$f vino, senor; pero no liable noted tan redo.
—Bien, y oiste qué le dijo Clam?
—Sf, señor; pero veamos si viene Ilguien, porque, como
suele decirse, las parades tienen oldos, y no metas tus pulgares.
—A un lado cbácharaa, Cecilia, y at asunto, al asunto.
—Pun sI, softer, dijo Cecilia, arrimándose 4. don Salvador,
ayer tarde, cuando estaba an la tienda, vino; yo, al momenta qua
lo scntf entrar, we vine, dejando el duke an ci fogon, quo pox eso
so acarainelé.
—Bien, dijo don Salvador, eso no es del caso, prosigne.
—No me interrumpa mAs, senor, porque ent6nces..... me
callard.
Don Salvador hizo una send de quo escucharia an silencio,
y In vieja prosiguió:
—Pues, come iba diciendo: vino ci Oldor y yo me eacon-
81 detras do esas cortuias do la puerta de la alcoha y me puse 4.

60 CUSDBOS fl 008T%TM BR! B

sic, levantando pasito, pasito urn t punta, sin que me sintieran,


con un miedo grande, no fuera ser que ci diablo, que todas Ins
mueve. .. y me pose 4. reziir . Santa Rita, y nsf rezandu y
oyendo con un palmo de orejas, escuchd calladamente. -
Aquf queria don Salvador v olver a interrumpir, pero Is vie-
ja continuO diciendo:
-Al principio no hablaron sine d-O cosas indiferentes, del
tiempo y de Is hermosura de ml ama.
—Oómo! dijo don Salvador, Ic d!cia que era bermosa 1
—Sf, y que más Linda nina nünca habia visto, con no ad
qu4 perendengues de amor y de corazob que le dolia.
—Bien! y despues?
—Despues dijo 61 que estaba pensando en volver a Espana;
—Cierto, anadiO don Salvador, 4ue mejor con no pudiera
hacer, undo pensamiento! nsf todos quedábamos sosegados.
—Usted no me deja acabar y no àiiata Is amita en wirer.
—Sigue, pero sin rodeos Cecilia, 'PO r el amer de Dios, 6gá-
rate cdmo estar4. -
.—Yo to dreo, Is cosa no es pan r3idnos: pero dijo pensaba
en irse a Espana, porque aqul no podia ser feliz. A esto contes-
to mi senora, que no hiciera tat.
—Eso dijo, Cecilia? Is infame!
—Sf, pero qud! usted no deja seguir.
—Prosigue.
—Puea le dijo que no hiciera tat, pie aquf todos to eatS
maban. El dijo, que precisamente per mi senora era que se iba;
que su suerte Ic mandaba hacer el sacrificio de su comodidad.
A eato parece que ml sflora se entern $ció aigo.
.—Oiga! qud diablos! dijo don Salvador, haciendo un pu-
cheiv fefsimo. I
• —Ludgo siguieron hablando cosás que yo no las entendf
blot
—Bestia! y porqS no pusistes cuidado?
—SI, como no estaba yo con on i$iedo tan grande! El Oi-
dor estaba sumamente turbado, y tomO una mano de ml senora,
y cuando ella acahO ya le habia dado - - - -
—Cuerno! un beso, Cecilia?
—Sf, senor, en la mano. Mi señora se paró at memento y
It dijo to que su merced IC habia dichO que le dijera at Oidur,
que no volviera; que su merced se inc 4modaba; que to' queria A
su-merced mucho, que era so segundo padre, que. - -.
—Bien! bien! guapa muchacha, sp es in angel! exclamaba
CUADROI DR COSTUMIRU 61
el viejo, refregLndose Ins muslos lieno de conthnto; y qu g masT
no Ic dijo masT
—Pues que más le habia de decir! el oidor bizo una cart
tristisima y se Ic salicron dos lágrirnas como dos garbanzos.
—Pobre diablo!
—No, pobre sujeto, senor, hablO de su desgracia, 3' tanto
dijo. que caü yo tambien las soltaba descie las cortinas. Mi se-
flora Ec conmovió, y como ella dijese que no Jo queria, ella dijo
que no lo aborrecia. El Oidor exclarnd con un suspiro: "a h!
pen hay t.ant.a distancia de aborrecerA atnar! Clara! !" Entónces
yo note un movimiento y asoind las narices, y vi que el Oidor ha-
bit tornado una mano de mi seflon que apretaba a au pecho, y
pie ella llorando se inclinaha hácia dl, hablando de au horfandad,
de que toda su vida Is habia pasado en un convento, que vuesa-
merced le hacia tantos heneficios.
Don Salvador labia estado oyendo esta relacion anheloso,
con Is boca abierta, dando 6 rid su aprobacion, segun que lavieja
decia una il otra cost Al llegar 4 este paso, no pudo contenerse,
y arrojando un grito, dijo: tan pérfida muchacha! no sips pot e1
amor de Dios! no sigas que me matas Cecilia
—No senor, aán falta lo mejor, atienda vuesamerced: mi
señora se desprendió siThitamente del Oldor y le dijo: "señor,
baatante - tiempo heinos dado al delirio; considerewos ahora
cued es nuestra presente situacion; yo soy casada, y como tal
debo curnplir con las órdenes de ml marido; pot más , que amaze
A usted, no podria obrar de otro modo. . - - Olvideme usted y no
vuelva a mi casa; pues no me puedo comprometer a. recibirlo?'
—Guapo! buenisimo! dijo ci viejo.
—El Oidor entdnces le dijo con tanta tristeza; " eon qué no
teugo nada que esperar!" Ella contestd: "dci ticwpo pende el
livto de todos los males: yo no lo aborrezco a usted, usted seria
en otras circunstancias ay! ....Vayase usted, senor, y olvide A
uris infeliz, que no met-eec ciertamente serb." El Oidor tom6 Ia
mono, que aquella no le negó, la volvió a. regar Con BUS làgrimas,
y comq at.arantado sali6 temblando y despavorido.
—; Oh! qué peso has quitado de rni corazon, Cecilia! dijo
don Salvador. Clara Rosa es unamuchacha sin igual; Is reflexion
puede mu en ella que ci tumulto de afectos; y no debo exigir
mLs, pqrque ml Mad.... Cecilia! estos 50, estos 50L. eon-
que se ira. ci Oidor?
—No sé, dijo Cecilia; pero usted no debe dorinir, pues el
hombre es fuego, Is Ynujer estopa, blega ci diablo y sopia.
—Then! pón ci almuerzo pam Clara-Rosa y pan ml.
62 y ariaciona DR

Don Salvador sali6 A Is puerta th Ia calle A recibir A Clara


Rosa, que Ilegaba ye, linda como un a ior, adornada con todo ci
brillo do 1* juventud y Is bermosur y mis quo todo con ci
encanto quo atiadia A sus gracias el riunfo costoso quo habia
conseguido Is virtud sobre et amor.
Aquel almuerzo fué Is con mis ivertida pars ci viejo. El
Iloraba do gusto mirando A Ia nina, ue habia soltado todo ci
fiujo de au buen humor. Chistes, salei alegrementeprodigadas;
era una riada de placer Is quo inunda ' a ci alma dcl anciano, y
aquel dia no quiso ir A Is tienda pot olongar su dicha. Sali6 £
pasear con Clara Rosa, que eataba tan itaca, tan hermosa, como
Ia paz do quo gozaba.
—Te amo boy mis quo nunca, raja, le dijo dl; ores
nna inuchacha cumplida, me tienes en
—Y yo tam bien le quiero A ustei listed me ha hecho tan-
tea beneficios, me he querido tanto!
—Y hoy mis quo nunca, amiguit
Y salieron A Is calle.

Iv.

Don Luis se fué derecho A an c sa, y cataha tan confun-


dido, que dl mismo no se podia der a rn do lo quo pot dl habia
pasado; tan repentino habia sido ci ti nsitó tic Is esperanza at
temor, del temor 4 Is dicha, y do Ia di a otra vez A ser sumer-
&do en mis grandes temdros 7 mayo s desconflanzas todavia.
No podia comprender el temple de au D. do Clara Rosa; aquella

sublime elevacton tie sentimientos lo Dnfundia; lo mismo quo


an ternura Is quemaba ci corazon. Lo maba en efectol no po-
dia decirse que si;porque 1 cóino le tubiera mandado que no
Is volviera A ver t Lo aborrecia t No porque ent69ces no hit-
biera desaprobado so resolucion do vo ora Europa; no hubiera
permitido las licencias quo el Oidoi so habia tornado; nose
bubiera arrasado en ilanto, coino Jo hi ) A SUB 0305.
Aquel lianto quemaba BU corazon aquelia meinoria do tan
dulce enagenamiento lo sacaba de si pew ci recuerdo do sus
palabras; aquel "arrepintdmonos do ii stro delirio y no olvide-
inns nuestra present.e situacion," lo nian cotno coigado entre
ci eielo y Is tiers, sin saber A qué rt Averse, sin acertar A to-
mar un camino. La imAgen de su ann a era una pintura eterna
clavada en su penamiento, y su voz e una melodfa que sonaba
continuamente en sus oidos.
Don Salvador mis tranquilo pot parte, aunque satisf'ccho
I fltsiflOflS DI VIAl!. 63

dc la conducta de su eposa, temia que no siempre hubiera bits-


tantea fuer2as en aquel corazon, que tan ddhil al par do tan mag-
nLnimo se habia manifestado. Resolvió, pars quitar las ocasio-
nes, tremendas pot las circunstancias personales del Oidor, ven-
der por mayor prontamente SUB efectos de comercio, y tnasla-
dine con Clara Rosa 4 una hacienda quo coinpraria en una
provincia lujana, pars cortar asi todo medio de verse comprome-
tido 4 perderse 6 4 perderla. Por atm parte, los celos no Jo
dejaban de martirizar, siendo en aquella edad el miss desapia-
dado suplicio.
Comunicó su pensamiento is Clara Rosa una noche, midn-
has tomaban chocolate en tin corredor interior que caia A un
jardin.
—Apruebo muchisimo la, resolucion de usted, contestó e'.1a.
y solo Ic suplico pie Ia verifique cuanto Antes.
FUé tan extremado ci gozo pie oath condescendencia cauaó
al viejo, que le prodig6 las miss tiernas caricias..
Ya casi estaban realizados todos los negocios; Los vinos y
Los demas efectos, tratados con otto mercader, y no thitaba sino
vender Ia casa, pars lo quo habia quedado de verse pot lanoche
con ci qua la queria comprar.
Hacia no tiempo delicioso: 108 vientos estaban enteramente
dormidos; Is luna salia por el Boqueron, Ilena y sin nubes, en
un fondo de azul turqnl trasparente y agradable, iluminando lam
t.orres y techados con una suave Iuz de pens. Clara Rosa toçaba
ci arpa, y don Salvador arreghaba unos papeles sabre un canapé
junto 4 ella. Pot rutos hablaban 'Ic Ia que era necesario pan el
viaje; él apuntaba algunas cosas en un papel, y ponia muchas
que solo eran 'Ic ornato, miss bien quo 'Ic utilidad, para Clara
Rosa. EL reilejo de la luna entraba por la,puerta de Is sala, y de
afuera venian los perfumes do unos rosales pie estaban en ci
patio. Do repente Clara Rosa, deshecha en làgrimas, se botó is
los brazos de don Salvador sollozando.
—Qué tienes, hija min P le dijo él, recibndola arnoro-
samente; pero los suspiros no 1a dejaban responder. EstAs
enfcrana?
—No, senor.
—EstAs contents ? qué tienes 1 si no quieres, no ties iremos.
—Contents, respondió, si; pero yo no sé Lo pie tengo; 70
Jo quiero is usted, y no permits el cielo quo yo vuelva ,Jama8 S
faltar is usted en nada. Pero ahora sdbitamente.. . - he tent-
do.... he pensado. - -. tin pensamiento. -.. no sd qu6. . . - quc
64 CUADSOS DE

usted as ha de morir pronto. 1 Qu6 sei de ml infeliz! cuando


usted fälte!
—; Oh! cuando yo falte, hija mi aM tienes an padre en
€1 cielo que no to abandonarA: conflo en él, hija quenda, y no
to allijas más.
Con estas palabras iogró enjugar ligrimas, quo despucs
ay! no se debian estancar jamas.
Don Salvador salió despues a un casa cerca do la Capu-
china, donde vivia el sujeto con quier debia arreglar el trato, y
se mantovo Of ha8ta Is noche.
Todo cote tiempo lo habia pasad el Older en Is rods a-
traordinaria inquietud. 861o, andand. apresuradamente do is
Catedral a las Ni6ves, diez veces habli pasado per debajo do las
ventanas do Clara Rosa. Ni un acentc ni el ruido do nil raton
so percibia en aquellos barrios desierl s. Do cuando en cuando
80 ola el silbido de los sonolientos so mos, que advertian estar
vigilantes contra los ataques nocturn ;. Una vez, sineinbargo,
lleg6 4 oir los ecos del arpa de Clara tosa, acento quo conmo-
vió hasta Ia filtitna fibra de su agitado
- Hay momentos en que ci hoinhi se siente como abando-
nádo del todo 4 su destino, y en los q , ols'idados Dius, Honor
y Patria, so puede tanzar en los mg Dres crimenes. Ent4nces
puede entrar en una conspiracion. ase iar 4 un viajero, profanar
un templo. Roguemos 4 Dies pie noi preserve do horas coino
esta, pars no caer en tales ahismos.
Habia subido do punto Is exalt zion de los sentimientos
del Oidor, de suerte que on ninguna tra coa pensaba sino.en
Clara Rosa: ci nyc do Ia luna Ic par ,is pintar a6reamente en
facciones; creia oir 8U voz en el viento el vientp le trala el nil-
do do sus pasos: Clara Rosa, en una alabra, era el aspecto mo-
cente yr hermoso de que se valiO el An l tentadoY pam perderle.
Sinti6 lu6go vonir 4 don Solvadoi Pam su coos, y ent6nces
81 quo so avivaron SUB dolores. Conte: piaha la felicidad de quo
aquel iba 4 disfrutar, felicidad q'ie ara 61 estaba absoluta-
mente vedada, y pq corazon se enci idiO en cólera como un
volcan. Se hizo casuaitnente eheontra 1w, yr aquci no pudo me-
nos quo saludarlo, in'ocando 4 Is VI en, porque se acordb do
los presentimientos de Clara Rosa. A Is vislumbre do la luna
notó quo el Oidor sacaha un punal, cu D reflejo le diO en la earn.

flaciendo una exciamacion, eché 4 co er por Is calle del Arco;


pew a! llegar 4 aquel sitio fatal, cu fuerzas to abandonaron.
Ciego, frendtico iba ci asesino, y no vi a nioia nods: lo alcauza,
Ic clan el .punal y se arrepiente. Oh! ardlo arrepentimiento!!
Y kftAOONI1 DE YlAJI. 06
Don Salvador Invoca a Dios, y Be aferra de 6U agresor Con
la agonfa do Ia muerte; lo aprieta fuertemente, y Jo oprime pot
dernás. El Oidor no sabe (londe está., trata do separarlo y no
puede, hace on esfuerzo y ci cuerpo cae; cae revolcándose en-
tre plumas do sangre con una convulsion horrible. El rayo de
Is Iona alumbra un cadaver en ci suelo, y on hombre, todo él
inanchado de sangre, en pli, y más inmOvil quo el muerto.
Guando la fiebre ataca nuestra cabeza, nos parece que estainos
deseando huir do algun peligro, y no podemos, 6 no sabemos
quo haya peligro donde ya casi divisaunos in muerte: asf el Oi-
dot estaba fuera de sI, sin saber to que habia hecho, ni lo quo
debia hacer. Maquinaimente tentando, busca el punal, con una
confusa idea de que alli estaba, y tal vez, aunque ha tocado mu-
chas veces aquella arms fatal, no sabe lo quo ha tontado. Esto
no sirve más quo patti acabarlo do manchar do sangre. Pot fin
Be apoya contra la pared debajo del arco fünebre, Be cubre la
frente con ámbas manos, apretándose in cabeza como pan truer
el pensamiento quo Be le esdapa, y se mantiene asi pot largo
into. Cualquiera que bubiese visto tail escena, hubiera creido
que era un amigo 6 on doudo quo estaba liorando pot Is pérdida
do so amigo; porque tal nos suelen pintar la imágen de la hu-
manidad doliente.
Pot fin, ci frio do Is noche refrescó su frente, y como sa-
liendo do tin sueflo se Jo preserit6 do repente toda in enormidad
de on oilmen con sus tremendas circunstancias, y exclamó hu-
yendo: yo he muerto a un hombre!
Cubierto do sangre, sin sombrero, golpe6 en su casa a las
doce de la noche. Simon dormia cuando entró el Oidor, y lo ha-
mó apresuradamente: "Simon! Simon! mirame cómo estoy! yo
be matado a un hombre!" Simon so levanto perezosamente refit-
gándose los ojos, sin comprender nada do lo quo so amo decia.
—Qué tiene usted, senor! fué au pregunta.
—Mlrame cómo ostoy, Simon (he dijo tomando la Iámpara
pain alumbrarse el cuerpo): y es esta sangre! miris!! pecho, bra-
208, manos, vestido! Yo he matado a un hombre!
Simon invoc6 a Santa Barbara, lanzO on alarido lastimosi-
sizno y Be revoicO on so cama con ntuestras do desesperacion.
—Qué ha sido esto, senor! decia sollozando, pot qué?
—Cilia, Simon! respondió el Gidor.
Peligroso hubiera sido habiar, porque en aquella hon roi-
vaba 01 prIncipe do las tiniebias.
Clara Rosa, vicodo quo era tarde, y quo don Salvador no
Jlegaba, empczó a angustiarse. Dieron Ins doce en San rran-
5
66 CUADAGS Dl

cisco, y enténces ya no dndô de sii desgracia. Qué hacer? ____


4(aJCThIlJWArj pero d6nde? era posible que en aquella case hubiera
perinanecido tanto tiempo! c6rno podia elk ir, sola 6 con
Cecilia I
En Is mayor afliccion sepath aquella noche eterca; sus
ojos no tenian ya lágrima, y el suf10 vino por fin a Ia madru-
gada a suavizar sus penas. Pero qué suenos tan tristes! La
muerte representada bajo todos sus aspectos, el veneno, el punal,
ci cordel. - -. so ofrecia Is sus ojos; todo Jo temia por su esposo,
porque los presentimientos de so corazon no eran induce venla-
deros. Era ella culpable realmente! Si un momento do debili-
dad, al que supo oponer diques pMntamente; si una tentacion
tan fuerte por la edad del seduct6r, so tango, so elocuencia, an
mismo amor frenético que se conunicaba canto Ia luz; si tan-
the cosas guerreando contra un cbrazon debit 4 indefenso son
culpas, Clara Rosa no estaba inobent. Ella so acusaba de la
inuerte de an esposo; pero 1 sabial ella que don Luis era su ma-
tador? sabia tam poco quo habits nucrto!
Ruego Is mis lectares quo examinw an corazon callada-
inente y me respandan si SUB mbvimientos enganan L y silos
sueflos no son tal vez avisos de Dibs.
CuAl scM su suerte cuando par la manana sepa toda Ia
enorinidad do su desventura, cuando abrace aquel cuerpo desan-
grado, y agote is fuente de sus lágrimas por one sin
remedial
Tal fud su desgracia; Is supo: este inmenso dolor mar-
chitó so hermosura, y camo usia ialoma perseguida por Is tern-
pestad se refugia al hueco de one torre solitaria, ella se acogió
al monasterio de Santa Clara, pars llonr al pie do los altarea
del Senor en culpainvoUntaria. I

V.
Dificil seria describir los sentimientos que agitaban al or-
gulloso Oidor don Luis, despues cue par su pasion habia des-
cendido A Is clase de los criminalS. Sus primeras ideas fueron
matarse; pero Simon, Uorando, le piit6 las armas; Iuégo pens&
en buir; y par fin, sin resolverse Is nada, se propuso dejarse lie-
var del rio de Is desgtacia hasta tdier ci fin quo Is suerte deere-
tars. Simon, sinembargo, se opuso Is tal determinacion, y abogó
tan valientemente por la fuga, que su amo cediö Is todo Jo quo
aquel quisiera disponer. Indiferentç cosa Ic era ya vivir 6 morir,
despises do quo se veia tan degra4ado por su crimen, cuyo re-
T RELACIONEB DX YIAJX.

mordimieito,' come an barreno puesto al corazon, no lo dejaba


respirar.
A Ins seis de la mañana ya se sabia on todas partes Ia
muerte del honrado chapeton, y la gente formaba mll novelas,
perdindose en el vasto campo de Ins conjeturas. Quidn afir-
maba quo habian sido ladrones; quin, quo unos extranjeros que
le dehian gruesas cantidades; pero ninguno daba en ci hilo pre-
ciso de Ins causas, Di COfl la persona del reo.
El alcalde de oficio empezó ci suinario, con ci reconoci-
miento del cadaver hecho por dos mddicos y un cirujano, pie
afirmaron 'bajo de jurarnento, que la herida union del cadaver
habia sido hecha con ci punal que se eneohtr6 ailijunto, y que
tenia cuatro pulgadas cinco linens de largo sobre sicte pulgadas
de profundidad, y que era la que habia causado la muerte. Rare
conocimiento ciertamente si lo hubieran encontrado sin herida
alguna, y hubieran dada en ci hilo de la causa, vaya! Entre la
boca le hallaron un dedo, que era ci pie faitaba a don Luis, y
que éste no echó de me-nos basta que estuvo en si. El punal
tenia estas betras D. L. C. M, iniciales del nonibre del Oidor:
y el sombrero, 'lue fué depositado junto can ci arms, daba mucho
en que entender a Ins gentes. .Mgunos murinuraban on voz
baja el nombre del asesino; pero coma sucede siempre quo el
criminal es Un poderoso, no se atrevian é. dcci rio.
Descubierto, como estaba, no habia recurso pan el Okior
sino la huida. A ]as nueve do la noche montó en Un buen caba-
110, acompanado de Simon, que quiso no separarse jarnas de 41.
En una faja IZevaba Ins onzas, y .saiicron con la oscuridad de Ia
noche, tornando cb camino de CAqueza. pan ir a los Lianos, do
nIH a Guayana, y de Guayana a donde Ia dispusicra 1w suerte.

VI.
Segun.todas Ins presunciones, don Luis Cortée de Mesa era
el asesino de don Salvador. La justicia quiso prendcrlo; pero
no parecia en la ciudad. Enviáronse requisitorias a todos
108 corregidares de Los pueblos, y no dilató mucho en ser aprchen-
dido el reo. Habia pasado ya Ia cabuya do Cáqueza cuando fud
sorprendido por un piqucte do granaderos, a quien so diÔ aviso
pot into pie ks viO pasar, y quo sabiendo Ia muerte, hahia oido
el nombrc del autor. Entóncos no dormia tanto la poiicfa como
ahora; ahora pie parece habor tornado gruesa canthlad de opio,
y no entreabre tnás pie un ojo para inirar la parte opuesta 6. la
en que se cometen los atentados.
68 cusDzoI DI 00 TVKBXW

La tardo estaba sumainente despejada; emli los primeros


dias de abrii y ci invierno anterior Ihabia cubierto do agua la.
Sabana: desdo In parte oriental do Ia çiudad se descubria el mao
liermoso espcctáculo: los montes Iejnos, azalea, coronados do
nieve; el liano enteramente verde, y al fin do 61 un espejo do
aguasquo, hondas par el sol, refléjaban 4 los ojos con una hit
deslumbradora. Nubes mu y más encarnadas, como la pi%rpumy
el oro mezclados, vagaban en tin camp? nut turquf transparente..
A esta horn entraba Inescolta que conduoia al Oidor, par la
parte quo es bay las Cruces nuevas, en6nces In mu deshabitada
do In ciudad, 4 pasar pot In calle do la thrrera. El populacho,
que Be habia reunido 4 In novedad, cuajaba las calles: pot una
rte Ia novelerfa, natural on las pobl4i
o nes en quo se carece
Z espectáculos; y por at ra, que ci hcho atroz, In persona cmi-
nente del matador, y In del muerto gencralmente amado par la
bondad do so corazon y por BUS relaciones de amistad, habian
atraido tin gent-lo inmen80.
Doce soldados y tin cabo iban escoltando 4 don Luis y £
Simon, qua marchaban 4 caballo, uno pos de otro y en niitad
de Ia tropa. El Oidor iba agachado, s, umamente pensativo, en-
vuelto on urn capa larga y con ci sombrero calado hasta his ore-
jas. Simon, con ruana y sombrero do paja, venia ilorando 4 trapo
tendido. Daba lástima ciertamente veif a este pobre viejo, encor-
vado sabre so silla y soliozando on siiencio. El redoble del tam-
bar so oia do cuado en cuando, alterihndo con el murmullo del
pueblo y Ins pisadas acompasadas de los eaballos. Hizo alto in
escolta en Is esquina do San Bartoiom, pan esperar In Orden de
los Oidores do Ia prision del compahero. Durante esta breve
suspension, don Luis padcció mu quel, si hubiera sufrido el su-
plicio. Todos hablaban de 61. pero dl no entendia casi en qud
sentido. Un ganapan conversaba con Un soldado y le dijo: "yea!
conque este es ci Oidor! está bien acobardado. - Pues cierto
quo no estaba nsf, respondió otro, In nche en quo matd al cart-
tativo don Salvador. - Pobre mi seftora Clam!" an gdió otra
voz quo so perdió en ci concurso. El Qidor ginS in vista 4 todos
lados: basta ent4nces so habia sentido rabioso, nvergonzado.,-
Deno do remordirnientos; pero no cnmovido: sus entraflas se
ablandaron con aquel nombre, y se thj6 In earn con In capa pam
ocultar las lágnimas quo so le escapabn.
Entónces sonó el tambor haciendo punto, cuando Ilegarori
418 cárcel. Dividieron 4 Simon do kion Luis, y lea pusieron
centinelas do vista. i Cuánto ha vaniado tu situacion, infcliz, on
tan corto tiempo! Quince dias bath qie A eats hora ibas at con-
I nLLcIOfla DI TIME. 69

vito, nlegre, sin delito, amado y respetado do todos. Roy, sumido


en un calabozo, ci ñitimo rayo do esos que penetran pot la reja,
to anuncia quo empiezas una noche bajo la hacha do la Icy, cul-
pado con un crimea, igual a esos, cuyos gritos y blasfeinias
eyes afuera!
El Presidente de la Audiencia di6 Orden pot la mafiana do
quo pasaran L on cuarto más c6modo, y que to trataran con
to
todas Its consideraciones que se merecia su rango, sin evitar It
vigilancia que era indispensable.
Muchos dias y áun noches so pasaron asI. El proceso au-
mentaba rápidamente. Simon habia sido puesto on libertad,pues
do las declaraciones aparecia sin culpa. El solicibS de la.Audien-
cia la gracia de acompanar a su amo, y Ic fu g concedida.
En aquelia prision ningun eonsueio se ofrecia at Oidor. •Te-
via algunos libros.; pero cuando estaba más distraido, venian do
golpe a derretirle ci corazon los pensamientos rnás funestos;
tocaba la guitarra y cantaba; sus cantos, thin cxpr.esando ]as no-.
tas del placer, dejaban oir las do tin dolor atnargulsimo: Cosa
funesta! Verse arrastrado pot La I uerza del destino It Is daze do
los criminales; iy él, quo se habia elevado a Is descollante flia
do too homhres instruidos, y tie Ins hombres buenos y magnáni-
inos! .Mgunos amigos to visitaban, y con so conversacion, olvi-
dando sus penas, so crein pot momentos en so casa• y en su anti-
gua libertad. La consideration do an presents estado to volvia a.
eumergir en el cItos de sus tribulacionci
El Presidente do Ia Audiencia so interesaba, sobre todo,
altarnente en so suerte. Habialo conocido jOven en Sevilla, y
ludgo so amistad, tomando nuevas fuerzas con el continuo trato
on ci tribunal, so habia robustecido It par de Is do dos hermanos.
El genial buen humor del Oidor desventurado, sus sectos cono-
cimientos, an gracia acostumbrada, y má.s que todo aquel temple
do genio, aquel buen humor que daba It todas las cosas un as-
pecto risueflo, eucantaban at Licenciado Juan Rodriguez do
Mora, Qidor mks antiguo de Panama, de donde fu4 mudado a
la Audiencia do Sant.aftS. 'La noche misma tie Ia prision del Oi-
dor, habia ido It visitarlo; to encontrO tend ido sobre una hurnil-
do catnilla; It la otra esquina del èalabozo relampagucaba ci me-
cho do on candil de garabato; ci centinela recostado sobre an
carabina, cerraba los ojos en Is puerta. La casi total oscuridad,
Ii consideracion do set on amigo tie tan altas prendas ci prisio-'
nero, conmovicron sumainente el corazon del Presidente. Lo
llam6, pero el Oidor estaba dormido; y no queriendo turbar
aquel suefto, se scntó sobre el banco de un cepo, esperando 6.
79 CUADftOS Dz

qua despertase. ; Qud prothndas meditacionee no despertaba


aquella tremenda escena!
Una boa larga Be mantuvo alli, pasta que el Oidpr, como
en una terrible agonfa, so removió entrp eljergon, pronunciando
confusamente el nombre de Clan Rosa. Pan sacarlo de aquel
penoso estado, ci Presidente Be levant4 y Jo sacudió llamá.ndolo.
—L Quién as, gritó el Oidor, el qu interruinpe ci sueflo del
preso?
—Soy yo, Luis, le dijo aquel; tin amigo quo viene a vet a
su amigo.
El Oidor Be incorporó lentamente, Be refregô Ins ojos, y Be
znantuvo asf un instante, mientras que to reconoció. Nobien
bubo recobrado sus ideas, se beta a Bus brazos y comienza a
sollozar. El Presidente hizo una sella àl centinela, quien dando
tin golpe con el fusil en el suelo, Jo t4ci6 al hombro y Be fué.
—Y bien! Luis, le dijo el anciáno, luégo qua pudo reco-
brar la voz; vengo a verte, a saber tu deagracia, 6. consolarte, 6.
salvarte si es posible.
—Salvarme! respondió el Oidor; mire vuesamerced, ami-
go, ye estas tinieblas - - - - esta sala. r - esta. - - - y cornenzó 6.
llorar de nuevo. Al fin, despues de on rato, dijo: no seamos tan
ddbiles, manifestdmonos magninimos ly fuertes: no lloremos.
Sc sentó con el Presideute, diciendo asi, sobr&el banco, y
Ic conté por menor la bistoria de su I desgracia. Cuando hobo
acabado le dijo:
—Y Clan Rosa?
—El Presidente le respondió: está en un convento.
—Oh! si plidiera yo, exclamó aq4cl, Ilorar como ella, todo
mi corazon por Is enormidad de mi crfrnen; como ella, virtuosa
y sin culpa, 6. quien yo he sumido on in mar de tribulaciones!
Fete no: otro destino me aguarda. . -
CalM con esto, yr el Presidente siui6:
—Dios es grande, dl es padre de là inisericordia.
Y so sali6, despedazado el corazdn per todos los mIs agu-
dos pesares.
VIL
El proceso habia caminado rApidtmente; hacia cinco me-
sea desde la prision del Older, yr estab& ya en estado de senten-
cia. Al otro dia iba I hacerse la relacin do los autos, yr ci Pro-
sidente entr6 al cuarto do don Luis.
—No me ban admitido la excusa do fallar en tu causa, dijo,
T ULAOIONES DR VJASI. 71

apretando Ia maim del preso. Dios quiera recihir este sacrificio


en descuento de mis pecados!
Era este hombre un viejo de hasta sesenta aftos, robusto y
colorado, do un mirar apacible, de genio bondadoso, y Ia rectitud
personjficada: su cabeza estaba bianca por los altos, y dabs esto
a an ligura macha animacion y majestad: su andar garboso, jr
cierto desenfado do expresion quo le era peculiar, lo hacian sobre-
manera rcspetable. Sc hubicra creido ver ci busto de Piaton,
considerando BU cara, en el cuerpo do un atleta, al vet el suyo.
—Mejor! dijo don Luis, tendremos un buen voto en Is
causa: quiero decir, anadió al momento, un voto justo.
—No hablemos de eso, respondió el Presidente; aquf no
soy juez, soy un amigo: qud desea usted, pues?
—Yo, respondio ci reo, desear! ah! si! pie venga usted
maftana a almorzar conmigo, trayéndome 6. Gil Pthez, que hate
tanto ticinpo que no lo veo.
—Concedido, dijo ci Presidente. Y despues de un rato do
conversacion so salió.
it A Ia hora convenida vinieron 6. tomar aquel desayuno, quo
podia ser de los ñltimos. Gil Perez era un criollo muy amigo
del Oldor, quo no habia estado en La cárccl sino una vez desdo
Is prision de aquel.
Simon habia levantado una mesa perfectamente cubierta.
Be sentaron ci Presidente, el Oidor y Gil Perez. Don Luis ins-
tabs porfiadarnente 6. Simon por que tomase asiento; pero date
se resistia con todas sus fuerzas.
—Pues no hay remedio, mi buen Simon, no hay remedio,
o misted se sienta, 6 esto es concluido.
Contra an voluntad obedeciO, y comenzdse ci almurzo.
—Y bien, Gil Perez, dijo ci Oidor; td pareces ave dc pri-
n,avera. pie cuando so acercan ]as tempestades, huyes do las
cases de los amigos.
—Mas bien dl, respondió df, quo soy como ci Arbol, pie
siento hasta Ia muerte las heridas que se hacen 6. mi tronco.
—SI, interrurnpió el Presidente, don Gil to ama y ha son-
tido. . -. pero debenios cousagrar cstos inomentos 6. Ia trñnqui-
lidad: suplico 6. vuesasmercedes quo no hablemos do cosas
tristes.
—Bien, bien, rome Ia alegrfa, dijo el Oidor, en el momento
do Ia . tristeza. Moo está tu mujer, Gil!.
—Acaba do darme otro renuevo, don Luis, mAs undo quo
Maruja.
—No; donde está Maruja, no es posible, y se ha acordado
72 CUADROS DI cb.tviIflIs

do mit Algun tiempó hue quo nL Is 'ceo: sara ya may gran-


do, no es esto t
—Sf, crece como la espuma!; pew es tanto trabajo criar
muchachos!
—Es como cHar pajarillos, ohscrv6 ci Presidente, dicn
quo dan mil disgustos; ya' ....tero seth tanto contento... -
—V Paquilla t preguntO el. I

—Paquilla está ya más ude que Emilia, pero descolo-


rida como Is nieve: muy gorda y lienándose de habiijdajcs.
—Es mucha chica aquella, a: adió ci Oidor. i No in conoce
usted, don Juan? en prima do ( ii: muy linda y muy mona,
mucho.
—Es quo se to pone.
—No, tan graciosa, tan festiv tan buena amiga.... parece
quo he dicho su clogio.
—Y Manuelito t
—Estudiando su cachifa coi su maicta al hombre, y mar-
chando siempre al s6n del ram, pl m, plain, rum.
—Mucho lo he querido; br tdcmos pot todos, dijo ci Oi-
dot; por quo Ian muchachas de it amigos sean fdices, pot quo
sus hijos no tengan un fin comp wio.
—Sf, dijo ci Presidente it errumpi&idule, por que todos
sean felices; pero no vuciva uste A hablar de eso. L Conque no
ha do haber sino dale y siempre i cuento tristet
—Bebainos pot Is impasibili ad del buen juez, pot el Rey,
pot Simon, concluyô ci Older.
Simon estaba sirviendo, y poner un plato 6 quitar otro
so levantaba pars, no estar seotadc con mx amo. Oyendo ci brfn-
din, agach6 la cabeza y dió Ian gre
-Brinda, Jo dijo don Luis, a rg&ndolc tna co a.
—Por la paz y concordia de [a Iglesia y de los principes
cristianos, dijo di, y pot Is libertw do vuesamerced!
Las primeras palabras causa' in nsa, ]as segundas Is ataja-
i-on sñbit.amente. Las nueve, que naron en aquel punto, llama-
ban a! Presidente a la Audiencia, excitaban mll c.álculos sobre
In resolucion do aquel. Sc despi eron ci Presidente y Gil P-
rez, aipel para ir al tribunal, dste ara morirse casi do angustia
con Is escena anterior, y con Is pc spectiva ominoea quo se pro-
sentaba a mx mente.
—Me prometerás voIcer! le jo don Luis al despedirm
—Sf, aunque so me arranque corazon; y so saliö.
n&soronq a nsa. 75

"ITt

Aquel dia en uno de los mu claros: UI cuái nube flotaba


en ci cielo sereno y azul: el aol dabs . brillo a todo. Don Luis
salia de In prision.
Vestido sencillamente, con tin capote negro y sombrerillo,
marchaba en media de unit pequena escolta, acompanado de Si-
ipon, que temblando y sin guitar los ojos de Is cara de an amo,
dabs una especie de jocosidad a aquella escena tan tremenda.
—Que hermoso so!! nil buen Simon, algun tiempo hacia
que no le veia luck ni recibia Bus rayos.
—Es cierto, senor, està muy sabroso.
—Y tambien te puedo asegurar que ser& Is Qtima vez quo
lo vet
—Y por qué Is üitima, senor? Ic pregunt6 Simon.
.—Dices may bien, no es Ia áltima vez, Is liltima seth cuan-
do me saquen. - . -
El gentlo era inmenso; Ia plaza estaba liena, principal-
mente al tránsito del criminal. Entró Ia cscolta en la Audiencia,
subió el Oidor aquella escalera que tantas veces habia trepado
par juzgar, ahora para ser juzgado; y por qué? Esta pregunta
so Is lilzo dl, y Is respuesta que se dió fud hororosa. [in cuadro
de criminales recuerdos se desarrolló a sus ojos, y don Salvador
ileno de heridas, y el abandono y el dolor 4Th Clara Rosa; por
todas partes lágrimas y sangre, sangre inocente y lágrimas ar-
dientes no mu se !e presentaban.
El salon de Is vieja Audiencia en nada habia variado: las
mismas silas de terciopelo encarnado, el sitia! antiguo, Ia mesa
larga con carpeta de seda, hancas it un lado y it otro, Is mesa del
Secretario, ci relojque tantas veces habia sonado en sus oidos;
an Bills solamento eat.aba cubierta con una gasa negra; pero su
situacion!
Los jucces estaban sentados, ci Secrctario Ida, In gente
cuajaba Ia pieza. Al entrar se hizo un murmullo, y todos volvie-
ton las cams pra verb. MAs valiera no haber nacido, que sufrir
tal verguenza! fad el pensamiento del Oldor.
Touió asiento en mm banca, y los soldados se esparcieron
por in sal. El golpe del fusil en el pavimento y Ia entrada del
Oidor habian suspendido Is lectura. El Presidente tocó Is cam-
panilla y dijo: "siga Ieyendo, senor relator."
Se continuO con lo restante del proceso. Sobre la mesa
estaban el punal y ci sombrero del Oidor. Este, ludgo que repar6
74 CUADROS DI

en ellos, se estremeci6. Mn estaba el flerro manchado con la


sangre del indefenso, del inocente, del anciano.
Concinida h lectura de Ia causa, pidió el fiscalquo el tri-
bunal mandara corn parecer a Ia II. M. Clara Rosa de la Miseri-
cbrdia, religiosa de Santa Clara, pra que absolviera ciertas pro-
guntas do un interrogatorlo. El tribunal condescendió, y salió
ci secretario de cArnara con los autos.
VoIvió a reinar ci silencio n aquella salt Simon con la
mano en el pecho rezaba, y era ell ánico acento quo do cuLndo
en cuLndo se cia: a las preguntas que hacia a su amo sobre si
no so daria Is sentencia; si en caso de absolverlo, cuánto ten-
dda que dat, ci Oidor no respondia: cruzado de brazos, fija-
inente mirando Is puota do los zapatos, parecia sumergido on it
mu profunda meditacion.
Un cuarto de hora habria pasdo (quo habia sido un siglo
panel oidor), cuando se siutió otto murmullo, y so v16 entrar S
Ia religiosa, bajando ci veto hasta Ins pies, desaticiadamente y sin
saber pan pie era liamada, iii dódde debia sentarse. Estaba tan
sumainente turbada, que el Secreario tuvo quo tornarla de' la
mano y senàlarie ci asiento. Ella no habia visto L don Lids;
pero LI at momento do mirarla, tapLndose con Lmbu manos la
cam, empezó ii temblar como un 6zogado. Todo el inferno con
sus temores, su, desesperacion, sts tardlos remordimientos, so
babia trasiadado It su pecho: tentiido estuvo en este niomento £
arrebatar el puftal, y dame muertb con ci mismo instrumento
que habia obrado su deagracia,' mIts pie todo la del infelim
objeto do Bus criminaics amores.
El fiscal dijo: Is it Al. Clara Rosa de la Misericordia tea-
ponderL categOricameñte al tend it del siguiente interrogatorio.
Ella entónces, quitLndose ci veto, paseó. tIrnidamente en
derredor de Ia sala sus ojos, y repanndo en ci Oidor, que estaba,
como una estatua en mcdio do los soldados, di6 un sy! y em-
pezé It sollozar.
—No debe turbarse Is declarante, dijo ci Presidente'; ci
Fiscal sdio pide so declaracion paa averiguar ciertos puntos del
proceso quo aparecen dudosos. Prpgunte ci senor Fiscal.
—Entánces dste dijo: senora, exponga usted como niejor
sops, y teniendo presente quo lay un Dios, quo es te8tigo do
nuestras palabras, si usted conocb at reo, Lutes Oidor de esta
Real Audiencia
Clara Rosa empezó enténcea a redoblar su lianto, y duo:
—Pew, senores, pam qud es pie ustedes quieren molestar
Y flL4CIONZS DR YUlE. 75
más S una infeliz quo harto dcsgraciada es ya' y el Ilanta
no la dej6 proseguir.
—Pore senora, dija el Presidento, 10 que se desea es, quo
usted diga, si conocia a don Luis Cortds de Mesa.
—Sf, senor.
—Y cutindo fud que estuvo Ia áltima vez en an casa! pro-
siguiO el Fiscal,
—Fijarnente, senor, es imposible acordarmé: he pasado
tantos trabajos en este tiempo!
—Sf; pero fad an poco Antes de la muerte del esposo
de usted!
—Sf, safer, unos dos dias Antes.
—Y hahló el roe con usted acerca de la muerte de éI!
—No, senor: yo no sonaba ni en que dl inuriera tan pres-
to; hablatnos do cosas indiferentes, de pura amistad.
—Senor Fiscal, dUo levant.ándose bruscamente ci Oidor,
70 creo que usted se excede en el interrogatorio preguut.ando
cosas inconducentes, y asi reclarno ante In Audiencia.
El Presidente hizo una senal do aprobacion y dijo:
—Puesto que nada consta a esta seficra, hard una pregunta:
j habia algun motivo de odio a enemistad entre don Luis Oortds
de Mesa, presente, y ci CSl)OS0 do usted 1
—Ningano, senor: porque, aunque es cierto que mi esposo
habló alguna vez en ml presencia do dl, sinembargo fud ünica-
monte por Ia frecuencia con quo dl visitaba nuestra casa.
—Por fin, dijo el Presidente: y vos, don Luis Cortds do
Mesa, qué teneis qua decir en vuestra defensa!
—Senor, dijo aquel Ievantándose, pie remito toda Ia causa
al &llo de vuestra alteza, y que Dios sólo puede saber el fondo
do nuestros corazones.
--Pero cómo! dijo el Presidente, se os acusa de haber dado
muerte S un hombre, y nada tencis que decir!
—Que Dios es grande, senor, repito, y que en sus brazos
so goza do Ia paz quo no dS et mundo.
Entónces mir6 ci Presidente It los Oidores, que agacharon
Ia cabeza, y fIrmó un papel, dSndolo S firmar S los demas S
EU YOZ.
Tocó 'a campanilla y dijo:
—Vistos: lea, senor secretario de OSmara.
El Secret.ario dijo leyendo: "Nos los presentes Oidores do
la Real Audiencia do Santafd del Nuevo Reino de Granada, en
la causa seguida at Antes Oidor de Is misma Audiencia don Luis
Cortds do Mesa y S Simon Sanchez, sit criado, pot lit muerte do
76 COADROs DI

don Salvador OrMnez, sucedida an lal nocho del 14 do Bettem-


bre del aflo pasado do 1581, y considrando detenidamente quo
del reconocimiento del cadaver, dep4sicion de los testigos y
confesion de los reos, results que don Luis Cortds de Mesa,
Oidor do esta Real Audiencia de Sdntafd, fad el matador do
dicho Salvador Ordnez, como más lafgamente aparece probado
pot ]as deposiciones do Simon so criado, reconocimiento del
arms per el herrero, yr del sombrero del reo par el mismo: not
los presentes Presidente yr Oidores crelmos qua debiamos fallar
y condenar, como fallamos yr condenamos en nombre del Rey,
nuestro Senor, al citado don Luis Cortés de Mesa a set ajusti-
ciado con el instrumento designado pm tales casos por la ley,
segun la distincion de an persona.
—Y no queda thnguna esperanza 1 dijo el Oidor levan-
tAndose. -
—SI: an Is misericordia del Sefior, 6 an la piedad del
Excelentisimo senor Virey, respondi6 el Presidente del tribu-
nal, tapándose con mm punts de Is toga Is cars, quo tenia empa-
pada an lianto.
—Apelo, pues, pars ante 41, dijo don Luis.-
—Concedida, dijo el Presidents, toed Ia campanilla.
El efecto que tal escena habia ducido
jro an los circuns-
tantes as imposible de describir. Simon, arrasado en lágrimaa,
iniraba a Sn senorde hito on hito, ore' ykdolo ya dirunto. Clara
Rosa con el cabello deSrdenado, marito yr vdo revueltos, per-
manecia an pie, trCrnula yr con los ojos fijos an la alfombra, come
si fuera mm cosa quo no perteneciera a! mundo, yr cuya alma
bubiera volado a otra region, dejandb sit bello cuerpo sobte Is.
tierra. .El Presidente sollozaba; yr auqae se hallaba despren-
dido de un peso enorme, sentia ahora do ci dolor de on amigo
difunto. El Oidor por sit parte, sin dtreverse a aizar los ojos,
descosia una punts de sit vestido, chmo deleitándose an una
cosa terrible: era su enajenacion como Ia de Un suefib an quo
el cuerpo inaterialrnente reposa, 6 sel agita; pew en el qua el
alma se pasea por on campo de agradables ilusiones 6 de peno-
sos proyectos futures.
Los circunstantes, callando, se than saliendo, yr £ pow rato
is sala quedó desierta. Clara Rosa salió, cuando el Oidor, come
despertando, so levanta, extiende los brazes yr grits: "Clam Rosa!
Clara Rosa! una vez no ms: perdob !" Ella iba a pasar La
puerta cuando la sorprcndió aquel acbutó: vuelve l.a cars yr le
responde brando, "adios!"
I RMLOTORBO Dl YIAYJ. 77

—Perddname, Clara Rosa, c]ijo mu redo ci Oldor, con is


voz de In desesperacion y de Is am?rgura.
La hennosa habia pasado yi el umbral y no se quiso dete-
nor mu. Aturdido, sin fuerzas, casi loco, saud ci Oldor para
voicer a Ia three!; Simon le seguia. Los Oidores empezaron a
levantarse, conversando apresuradamente unos con otros, y el
reloj de la Catedral did Is campanada do Is una.
IL

Todo parece terminado pan éi; una sentencia irrevocable


ha sonado; una inaneha indeleble dc erlinen so fija sobre sn
nombre; ci Virey, pant colmo de su desgracia, no conmuta Is
pens. Breves momentos le faltan; va a salvar el insondable
abisino y a presentarse ante Dios: no gime, porque las Iágri-
mas son un consuelo, y hasta date le ha sido negado por el
destino.
Be su cuarto en conducido a Ia capilla, donde debe apare-
jarse pan dar cuenta de sue acciones; y ved qué espectáculo
se le presents. Un pobre lecho donde debe dormir Bus ültimos
sueflos, una mesa, encima el crucifijo glorioso do Is Veracruz,
que ha cqndueido a tantos a las puertas de Is m'erte; tin esca-
no, unas botellas, pan, agua: en tin cortejo fánebre: lo mira y
vuelve Is. carra. No hay remedio! El cáliz en amargo, exciama;
pero en preciso beberlo.
Hay una especie de sublimidad en Is resignacion, Ann cuan-
do ci trance quo ha do pasar sea inevitable. Sócrates conversando
con sus discipulos, a tiempo que el so! do Aténas resplande-
ciente dabs, apagando sus iuitimos rayos en ci pdrtico del coli-
seo, y riendo al tomar Is cops, mortifera, es tin retrato de Is mag-
nanimidad .7 del justo muriendo; pero qué diferencia! Ni cdmo
podemos comparar a aquel sabio con tin maihechor? Sdcrates
solid con Is Divinidad, y ella se sonreia al recibirlo en su seno;
Sdcrates mona asesinado por el pueblo; pero mona inocente, y
por una causa sublime y heroica: y 6ste 1
Sus primeros momentos fueron consagrados a arreglar sus
intereses. Escnibid a Espana it un hermano, ónico que babia
quedado de su nume'rosa flimilia: Ic contaba su desgracia y ci
trernendo castigo que estaba pronto A sufnir, "Cuando esta carta
esté en tus manos, caro hermano mio, escnibia, ml garganta ha-
bra sufnido doSe mucho tiempo ci frio del fatal corbatin, y mi
cuerpo, aepultado en los desiertos de América, hecho polvo y
gusanos, estaré, en Is oscuridad de is tumba. Muerto sin gloria,
78 CUADEOS DI

como un maihechor, tu nombre t seth odioso per ser el que


Ilevaba tu infeliz hermano; •y mal tecirits ml delito, ml arrebato,
nil criminal pasion. Oh! cuitnta veces Ia he inaldecido del
fondo de mi corazon, arrepentith y despédazado put todas las
penas! Te recomiendo a to hijo. 41 querido Camilo debe saber
cémo muriO su tio; ese reloj es na de las cosas que le logo;
Ia horn que senala fad en Ia que entr4 6. esta capilla: cuéntale
siempre ml crimen, y ntre10 1 el temor de Dios 6ptimo,
mIximo."
Todos sus bienes los legaba su familia: lea recomendaba
£ Simon, al que previno volviera Espana, it su can y al seno
de lea suyos.
—Deja esta America, Simon 10, que tan fatal nos ha sido
Ui voiverás it Sevilla, anadia, qu yo no puedo volver it ver
consuela it ml hermano, it sus h s, 4 mis amigos: no, no los
Yeas; no te dejes conocer; qué d in de intl
Esta idea de deshonra to Simon no podia
contener las litgrimas.
Los primeros momentos & sumo dolor hahian pasado;
pero rest.aban ahora los del arre ntimiento tardlo y los de la
desesperacion: restaba escuchar tuel grito de la couciencia:
Si yo no hubiera hecho esto ! - do entre las sombras, en In
soledad, en lag cadenas y en vispe de dar su postrimer aliento.
Arreglados todos los negocios del undo, quiere tomar ci sueflo:
vanamente! ha huido de sus ojc Llama it Simon, conversa
con dl; pero todas sus frases acal i en una expresion de dolor,
come it cada golpe del hacha se s ale ci quejido del árbol quo
se cotta en In montana.
La capilla, antiguamente, lo 1 iismo que In citrcel, no estaba
donde estit hey, y mits espaciosa aiTh, tenia mayor ventilacion.
Una ventanilla permitia In vista 6 Ia sabana por el lado del po-
niente, descubriendo del todo Is loriosa escena del campo in-
inenso, it lo léjos las haciendas, encima el cielo azul de Julio.
Asámase, enciende on cigarrillo, y contempla un inomento aque-
He perspectiva. La lunit ilurninat a con rayos transparent.es Ion
techos de los edificios, y blanqi eaba amorosa In ilanura; ci
viento susurrabq fuertemente, y 1: s nubes corrian al ocaso, im-
pelidas per sus soplos, a ir it for nar como promontories 6 ciu-
dades: Is luz de la limit no dat t it Ia ventanilla, y ad 41 vein
sus rayos, pero no su frente. Lo ii .ismo estaba la noche fatal, y
esto lo hace estremecer. Eran li s diez1 y it csta liora estaba
libre. "For qué no mod Antes! r msaba entre sI mismo, tal vez
hubiera alcauzado el perdon de [Mos, y una ligrima de Clara
I ULACIONES DE flAil 79
Rosa! Ella quizá inc maldice, y Dios extiende ya an brazo pan
hundirme en el infierno." Oyó Simon estas áltitnas palabras
y dijo:
—Senor, no desconfle vuesamerced de Is Providencia: Ia
senora es virtuosa y lo habrá perdonado: tat vez a esta horn
estará orando 4 Nuestro Senor en su monastcrio par vuesamer-
ced, y Dios! ah señor! 41 es ci Padre de los pecadores.
El Oidor se sonrió amargatnente y se complacia en arrojar
bocanadas de hutho per Ia ventanilla, que eran deshechas per el
viento at mismo instante. Cargado contra la pared, ci canto de
un grille que moraba all cerea en tin agujero, 10 entretiené:
quiere decir: eye! pero an pensamiento esth en otra parte, vo-
lando, revolviendo mil cosas,mii imaginaciones.
—Tat vez, dijo a Simon, este animal que chilla es feliz: ahora
canta a la claridad de la tuna, sin pensar en nada, cuando tal vez
mañana morirá; tendrL an mujer, sus hijos, y ahora junta de elba,
goza de su felicidad; un pequeftito agujero le basta; con una mi-
gaja de pan se alimenta, su mundo es una pared, y es más fciiz
que yo! Cuántos, a quienes yo mismo conden6 4 muerte, habrAn
en estos mementos escuchado sus chillidos, y reflexionado tan
tristemente come yo! Pasado mañana A esta hora dl cantatA;
pero no tendrá quienlo Giga; y de aquf A unos dins tambien moriri.
Simon, si todo nace pam mark, por qud nos apesadum-
bramos t tarde 6 temprano ha de venir 4 tocarnos con su mano
descarnada Ia muerte ... con que consoiérnonos! Supontequeya
yo tuviera 70 altos; era cosa muy natural mont: pues bien, figu-
rmonos que los tengo, porque ci tiempo pasa coma un canto:
muramos sin afligirnos y descarisemos pant siempre.
Simon nada respondia, despavesaba de cuándo en cuándo
la. vela, 6 se paseaba,refregáudose las manos, rezando en voz baja.
El silenclo que se siguiO 4 estas reflexiones no finS largo, en
Ia calle se oyo una voz, acornpanada do una guitarra que cantaba
tin viejo romance de la" Muerte y ci Amor."
Al otro dia POT la mañana entrO un sacerdote que babia de
acompanarlo hasta los uinbralcs de la sepultura. Grave, de un as-
pecto reservado y taciturno, con los biazos cruzados bajo el tosco
sayal, permanecia al lado del Oidor, dispensándole todos los cuida-
doe de que es susceptible el corazon de una madre, todos los
consuelos que dispensa la Religion, unidos A la tennura de 108
amigos.
Habia rogado el Oidorâ Gil Pdrez que viniera una vez An-
tes de But muerte;pero aquct no se pudo resolver 4 tanto, y Ic
envió con una cniada sus hijoa pan que Ic hicieran una visita tan
80 cusnoe DI
fénebre. El mayor do ellos, quo so liamaba Manuelito, apénas
contaba diez aflos; ]as otras dos niftas ienian seis y ocho. Apénas
los vió el Oidor cuando voló a abrazarlos, y lioraba besándolos
tiernamente. Padre, dijo volviéndose al religioso, por estos niflos
no we perdonará Diost
—Luego son vuestros! preguntó aquel.
—No; mas de un amigo.
El religioso permanecia como tna estátua sin mover tin
pi 4 mirando fijamente ,y con religiose ternura aquella escena
conmovedora.
—Y por qué no ha venido tu padre, Emilia 1 dijo el Oidor.
Esta, on vez de responder, bajá los .oj9s sonriéndose y refregán-
dose Los ojos.
—Nos dijo. contest6 Manuelito, quo vinléramos 4. despedir-
DOS de usted, quo luego 61 vendria, p4ra dónde so va usted?
—Pan dónde me voy 1 dijo el Oidor, ah! si! pam an viajo
may largo, may largo.
—Y no volverá usted nunca! anadi6 aquel.
—Quizá, Manuelito, es tan largo! hay que pasar el mar....
tántos peligros ! I
—Con que tiene que pasar el mdrl auadi6 el muchacho.
—Y si so ahoga usted? dijo Emilia.
—Efe.ctivamente, repuso Manuelito, yo si fuera usted no
emprendia tal v'iaje ... pero, porqué no estL usted en su casa 1
—Es, respondió el Oidor, pan LÀ mayor facilidad del viajt
—Senor, dijo interrumpithidole 1 religioso, refleccione us-
ted lo precioso do estos momentos, que son los ültimos.
—Lo sé, amigo mb, pero d6jeim vuestra paternidad des-
pedirme do mis inocentes amigos.
Tomó una tin de papel y escrib6:
Item, lego ml case baja en los Tres-puentes, valor tie odrn
mil ducados, con todos sus muebles, It Manuel, Emilia y Maria
Pérez, hijos do mi buen amigo Gil, en prueba de la fina amistad
que le he profesado 4. éi y 6. an apreciable familia. Mis heredc-
ros pondrItn ininediatamente en poksion 6. los interesados."
—Vea su paternidad cómo deserdicio pocos momentos:
tome usted, Manuelito, ildvele 6. an padre ee pipe1, quo es lo
dnico tie quo puedo disponer; quo mp encouiionden 6. Dios quo
me vaya bien en ci viaje, y ustedea äean muy forwales y muy
buenos, y no se olviden tie ml.
Abrazó ludgo a los ninos y los despidiO.
—Padre mio, van It ser ins cinco tie Is tardo: es el ültimo
sot poniente ci quo miran mis ojos; y con set asi t me cree vues-
Y ANLACIONKS DI VIAJE. Si

tra paternidad que si me preguntan la contra-sefla, responderia


shorn coma aquel Slebre emperador tegna nirnitas: tranquilidad
del abnal No: Inc hahia olviclado un momento; iii cómo pue-
do estar tranquilo cuantlo. - - - i5igamc vuestra paternidad con
atencion.
Se arrodhllO a los 1)US del religioso y abrió aquel arcane
tie su corazan, manchado con ci doble crimen tie un amor ye-
dado y de un asesinato. Las más sinceras iágrimas de arrepew-
timiento inundaban su rostro; pero Ia tempestad que habian
levantado en su pecho ]as pasiones, y que Ia habian mantenido
rebatado, conio ci mar, hasta cii su más hondo seno, S la palabra
de aquel sacerdote, al aparecer la gracia, volviö S calinarse y
pudo respirar con Ia mayor libertad.
—Padre nib! decia, 1 por qu6 no he disfrutado yo Sates
do este consuclo! porqu5, cuando aquel demonio lisoujero so
encarnó profundamente Cu InI corazon, no vole yo a los pies de
vuestra paternidad 1 Diga vuestra paternidaci siempre y CII todas
partes, quo sOlo Ia virtud tht reposo, y ti tle la Religion es el ánico
bahama de ]as herillas del corazon. Diga vuestra pat.ernidad que
el Oiler tie Santafi, qua m;ulana cxpiará su crfmeii en un paLl-
bulo deshunroso, habria c y itaclo csta (iesgracia, si huhicra se-
guide las máximas de Jesucristo. Peru, reflexionaba despues,
por todo debeunos gracias it Dios: tat vez Sill cto golpe, yo ha-
biera muerto en Ia impenitencia. i Crec vuestra paternidad que
Dios me haya perdonado, y quo no me impute ya ml pecado!
—SI, hijo mb, todo se dehe eperar de su misericordia y
de sit amor, do nuestro arrcl)cntimicnto y tie Ia sinceridad do
uuestras lagrimas.
Aqudlla fatal noche se pasó en 1a mayor agonla. La siern-
pre fija idea del suplicio, quo se acerca par momentos; Ia deses-
peracion on quo Cue el hombre al ver que no so puede evitar el
lance; aquei corazon quo cuenta hasta el mSs pequeflo instante;
que hace atencion al mSs love grano de arena quo cae del reloj;
hi idea eterna, que no se deseclia, do inailana ya no viviré! tantos
tormentos, tantos recuerdos - - - -
A la media noche, aunque Ci alma quiera velar, aprovechan-
do ci tiempo en la siplica, el cuerpo quo no entiende, y quo
tree necesitar de sueflo, Ia reclama imperiosamente, y todos los
ajusticiados padecen do inucho sueflo. Es sueflo.! No: es un
estado do inercia en quo el cuerpo parece dormido realmente,
pero on el que Is cada momenta so despierta ci infeliz, sahendo
do una penosa agonfa para preguntar qud horn es t
—Pregunta mSs bien, Jo respondi6 el sacerdote, si ha sona-
12 CUADEOs fl
do Is do Is misericordia, y no to oci de un momento quo
debe acercarse.
Las laces chirriaban con fuerza y arecian a caM no alum-
brat: ci Oidor no sabe, pot fin, qud hc ra es realmente; pero so
acuerda, aunque confusamente, q ue Is senalada para on suplicio
es Is do Ins diez. El dia reins p. In lu do Is maflana, quo entra
or las hendeduras de Ins puertas, dá ci losojos do Simon, y Is
hace derramar lágrinas.
—Perdóneine vuesarnerced, dice, tirLndose al cuello del
preso; pero ya es el moinento de nues roe adioses!
El Oidor no sabe Jo quo le dice; so past In mano pot los
ojos cargados de sueflo, y no puede t: aer el pensamiento do to
que aqIiellas palabras significan: adioE W Dios reina en on co-
razon; pero lo perdonarl? es it tini a pregunta quo so hace
interiormente.
Desde el inornento de entrar a Ia api1Ia, no babian cesado
•de bear en todos Ion convenios Ia ple aria tristisima de Is ago-
nb. Estos sonidos suspondenan, segw son de terribles, sega
vienen impregnados de pensarnientos ernos y sublimes, el pu-
hal en Is mano de an conspirador don nado pot Is Ira, y Is pin-
ma en Is maim del implo. Doe dias ntinuos habia sonado en
Ion oidos del preso esta funestlsiina an onfa del dolor, que avisa
A Ion ciistianoa qe deben orarpot el I A quo estA luchando con
lag ansias de Is muerte; pero abort ye no le hacian impresion
alguna, porque su corazon estaba casi hlto do sensibilidad, pot
]as repetidas impresiones de dolor quo babia recibido; porque
conmoverlo so necesitaria una rep sentacion tan viva coino
r presencia de su antigua amiga.
Al acercarse al banco donde deb t tender su cuëllo al ga-
note, debian doblar en In Catedral; al poner on I In garganta,
debit dame. el segundo campanazo fun sto, y cuando el verdugo
diem In vuelta, debia dejarse oir ci 61ti
La gente empezaba a. agruparse e Is plaza; techos y yen-
Is
tanas estaban ya cuajados: hors era
Clara Rosa estaba orando COfl UI zligiosa anciana, al pid
de una imágeu do Nuestra Sonora Ion Dolores, quo sufrió
toda esta larga agonfa por amor de s hombres. De repents
arrojó un grito. Madre mit, diju, acab do subir al cadalso! 3!
un doble resoné en todos los ángulos i In ciudad.
La j6vn religiosa se deamayó S Ii pids do Is iinSgen mien-
tras que los otros dobles sonaron. Abi pot fin Ion ojos y pro-
guntd S su compaflera:
—Sonaron los demas?
I flLAaoNza Dl V1ATh. $3

—Hija mia, an alma goza hate rato do Dios, y descansa en


SU SeflO.
EL redobie del tambor so oyó entOnces cruzando por la
plaza, ronco y funeral; y se escuchaba el murmullo do lo g pie
habian asistido a aquella escena sangrienta, y que pasaban con-
tando lo g pormenores de In ejecucion.
Ann boy se mira tin pedazo de piedra de sillet-la en Ia plaza
mayor do Bogota, que sirvió para levantar el cadalso en quo fud
ajusticiado el Oidor de Santafd don Luis Corts de Mesa.

Junc FBaczsco Oa'riz.

EL HOVU DEL VItNIO.

El hogo dcl Viento queda a cuatro horas de Vdlez, entre log


pueblos de ChipatI, Is. Paz y Aguada.
Esta sorprendente maravilla consiste en ina profundidad
becha por in naturaleza, sin que Ia mano del hombre haya con-
currido en In mao ml nimo a an formation. Sus paredes, forrna-
das de fuertes room, ofrecen on punto do vista admirable. Casi
todas son perpendiculares; pero en uno quo otropunto hay pro
minencias, coronadas do arbustos, paja y musgo. El contorno do
la boca esta casi todo cubierto de arbustos de distinto tamaflo.
El viajero que visita esta extrafta mansion dp las guacama-
yas, los pericos.y las torcazas, llçga por primera vez a la parts
més aDa, y desde el horde descubre el centro, cubierto al pare-
recer do arbustos, lo g cuales se hallan a una distancia do 228
varas. Queda por algunos momentos como extático, y hielásele
Ia sangre al ver quo twa caida Ic dana muerte icistantánea y
liorrorosa.
La figura presenta un polfgono irregular do 12 Iados, con un
diLmetro de 170 vans, medido desde Los ángulos mu salientes.
Parece a primers, vista que tirando una pequefia piedra, so
alcanzaria a tocar la muralla opuesta; pero apSas recorre tSsta
un canto espacio, 86 viene corno hácia log pies del que la arroja.

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